La calidad en la educación del profesional de la educación inicial. INDICE Introducción La profesionalidad en la labor educativa. Características del profesional de la educación inicial y preescolar. La integración de la educación superior con la actividad laboral Tendencias de los modelos de formación de profesores Limitaciones de algunas metodologías para la elaboración de planes de estudio INTRODUCCIÓN No basta simplemente con asegurarse que los niños vayan a la escuela. La calidad de la educación es una de las cuestiones principales. Así lo declara el Estado Mundial de la Infancia (1999), y agrega que cómo se trasmite el conocimiento, las aptitudes y los valores es tan importante como lo que se aprende. Los Sistemas Educativos del mundo trabajan actualmente por un objetivo general básico: elevar la calidad de la educación. Cada país cuenta con un Programa de Acción elaborado a partir de su situación real. En el mismo se plasman las transformaciones que se aspiran, las medidas que para lograrlo deben tomarse, así como los objetivos y metas para lograr una renovación efectiva del sistema educativo en cuestión. Elevar la calidad de la educación constituye un propósito que contiene el compromiso de garantizar una educación de calidad para todos y se convierte en una exigencia de la sociedad con vista a garantizar una mejor preparación para la vida, para enfrentar los retos de la etapa moderna, de la ciencia y de la tecnología. Una educación que fomente el desarrollo pleno de la personalidad, el desarrollo de todos los procesos psicológicos que sirven de base y fundamento a una actuación inteligente, independiente y autónoma. “ Los niños tienen que participar plenamente en el proceso educativo. Es necesario que se les trate con dignidad y que se les permita obtener de su experiencia en la escuela un grado de autoestima, autodisciplina y disfrute puro del aprendizaje que posibilite que se mantengan en una buena posición durante el resto de sus vidas” (UNICEF, 1999). “Sin una educación de calidad no habrá crecimiento, equidad ni democracia. Por esta razón, la educación debe ser objeto de grandes consensos nacionales que garanticen el compromiso de toda la sociedad para la formación de sus futuras generaciones y la continuidad de las políticas y programas puestos en marcha para el logro de estos objetivos...” (UNESCO, 1991) Es oportuno definir los conceptos de “educación” y de “calidad” antes de continuar hablando de calidad de la educación. Este punto de partida es indispensable para posteriormente asumir posiciones con respecto a los aspectos e indicadores que es necesario tomar en cuenta para evaluar la calidad de la educación, es decir su excelencia. Vamos a asumir la definición de educación como un proceso conscientemente organizado, dirigido y sistematizado sobre la base de una concepción pedagógica determinada, que se plantea como objetivo más general la formación multilateral y armónica del educando para que se integre a la sociedad en que vive, contribuya a su desarrollo y perfeccionamiento. El núcleo esencial de esa formación ha de ser la riqueza moral. (J. Chávez) La definición anterior está un tanto constreñida al ámbito de lo escolarizado. Por tanto, tenemos que abrir nuestra consideración sobre educación a la vida misma, ya que asumimos que “la educación comienza con la vida y no acaba sino con la muerte”, lo que nos hace ver que es un proceso en el que están implícitos todos los ámbitos en que se desarrolla el ser humano: la familia, la escuela y la comunidad-sociedad. La educación no sólo debe posibilitar el dominio de un “saber”, sino también de un “saber hacer” y “saber ser”. Por otra parte entendemos que la calidad de algo se refiere a una o varias propiedades de ese algo, que permiten apreciarlo como igual, mejor o peor que otras unidades de su misma especie. Siendo en esencia un concepto evaluativo, averiguar la calidad de algo exige constatar su naturaleza y luego, expresarlo de modo que permita una comparación. (J. Chávez) Llegamos entonces a plantearnos ¿qué es calidad de la educación?. Asumimos la definición de H. Valdés y colaboradores la que dice: la calidad de la educación se refiere a las características del proceso y los resultados de la formación del hombre, condicionados histórica y socialmente; que toman una expresión concreta a partir de los paradigmas filosóficos, pedagógicos y psicológicos imperantes en una sociedad determinada y se mide por la distancia existente entre la norma (los paradigmas) y el dato (lo que ocurre realmente en la realidad educativa). Este autor aclara que considera que los paradigmas son realizaciones científicas universales reconocidas, que durante cierto tiempo proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica. La profesionalidad en la labor educativa La formación de los profesionales de la educación preescolar constituye una tarea de primer orden que expresa la concepción pedagógica que se tiene acerca del proceso de enseñanza aprendizaje y se concreta en la concepción de las condiciones específicas del proceso docente educativo. En la Conferencia Mundial Educación “Educación para todos” (1990), se recomendó la formación de maestros polivalentes a fin de lograr una articulación entre la educación formal y la no formal y se hizo hincapié también en la vinculación entre la formación inicial y permanente. Como puede apreciarse internacionalmente se le confiere una enorme importancia a la precisión de los diseños curriculares, de qué deben saber y saber hacer los futuros educadores. El problema del modelo del egresado se convierte en el centro, en el punto de partida y clave de cualquier proceso de elaboración curricular. Sin embargo, en lo que respecta a lo que debe expresar el modelo, a su contenido, a su concepción en general, han existido diferentes criterios. Algunos autores consideran que el modelo del profesional constituye una descripción que refleja las características fundamentales del sujeto de estudio, que constituye una generalización del profesional de determinado perfil. Este modelo se enfoca como el modelo de las cualidades o características individuales de la personalidad. Otros consideran que el contenido de un plan de estudio y de los programas constituyen el modelo del profesional. Ni una posición, ni la otra son totalmente acertadas, porque abarcan parcialmente el resultado que se desea obtener. El modelo de un profesional de la educación debe reflejar, de la manera más precisa posible, las exigencias fundamentales que la sociedad plantea al educador, para que pueda darle cumplimiento a su actividad profesional, con la calidad que esta requiere. Para Jacky Beillerot de la Universidad de Nanterre en París, el maestro es aquel que posee un determinado saber y dice que “el maestro en cualquier terreno es un ser excepcional por su cultura, su sabiduría, su habilidad “... Esa cultura, esa sabiduría, esas habilidades deben ser en el modelo el reflejo de la actividad que de alguna manera expresa las múltiples dimensiones de su vida social como valiosa fuente del saber; las habilidades para organizar y ejecutar el proceso educativo; para evaluar y autoevaluarse y someterse él mismo a la evaluación externa, así como las capacidades y cualidades que le permitan ser y sentirse el máximo responsable de la calidad de los servicios, del aprendizaje de los educandos, del significado que para ellos tenga el aprender, como lo tiene para él, el enseñar. Actualmente quedan pocos seguidores de la idea de que el modelo del profesional solo tiene que ver con los conocimientos. En su artículo, “Los maestros vienen”, el profesor Angel Forner, de la Universidad de Barcelona, señala que la formación de los futuros educadores está descompensada en lo que respecta al equilibrio entre “la preparación académica (contenidos), la profesionalizadora (psico-socio-pedagógica) y toda la conciencia profesional (curriculum no declarado). Frida Díaz Barriga afirma que una de las etapas de la metodología del diseño curricular consiste en la delimitación del perfil egresado y agrega que en el caso de un perfil profesional, además “del saber, el saber hacer y el ser de este; además de definir una visión humanista, científica y social integrada alrededor de conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes, valores, etc., es importante incluir la delimitación de las áreas o sectores donde el egresado realizará su actividad, los principales ámbitos de su labor y las poblaciones y beneficiarios de su quehacer profesional. Como afirmamos al principio, generalmente, los motivos de los fracasos de la educación se han buscado en la calidad de la formación inicial en los centros pedagógicos y en el perfil socio académico de los que allí se preparan. En esto, tiene mucho que ver los procedimientos empleados en la elaboración del modelo, procedimientos que deben tener como resultado el reflejo de aquellas exigencias fundamentales, crecientes y cambiantes, que las necesidades sociales ponen frente al educador. No obstante si bien el criterio para valorar a los egresados hay que hallarlo en primer lugar, en cómo proyectamos su formación para la práctica educacional, también debemos continuar buscando, una vez que egresa, cómo perfeccionar su saber constantemente y qué influencia ejerce la dirección del centro y el colectivo pedagógico en la elevación permanente de su preparación profesional, y cómo se realiza el seguimiento de ese egresado por el centro formador. Sólo cuando ese modelo sea el de su actividad, con toda la multiplicidad que la caracteriza, sólo cuando la formación parta de este modelo y transite la transformación “de las condiciones iniciales a las condiciones con las que deben egresar, es decir, al nivel de la calidad de su formación”. En esta tarea están involucradas las Universidades y el personal de las instituciones donde los alumnos realizan las prácticas pre - profesionales. Características del profesional de la educación inicial y preescolar El profesional de la educación preescolar debe tener determinadas características que lo identifiquen, estas van a estar muy relacionadas con las exigencias que de él demanda la sociedad en la cual desarrolla su trabajo. Entre las características que deben caracterizar el quehacer del educador de estas edades se encuentran: · Un elevado sentido del patriotismo y la responsabilidad ciudadana que le permita formar en los educandos, los más nobles y puros sentimientos hacia lo que lo rodea: su familia, sus educadores, sus coetáneos, su hogar, su país y todo lo que lo representa dignamente, como premisas indispensable, que es necesario crear en esta etapa para el posterior desarrollo de los más elevados valores de un ciudadano. · Una amplia plataforma cultural general e integral y un alto nivel creativo para iniciar con eficiencia y calidad, la formación estética de sus pequeños en particular así como para desempeñar su papel de movilizador y promotor de cultura en su entorno, siendo a la vez, ejemplo de educador, formador de elevadas cualidades éticas y estéticas. · Las múltiples dimensiones de su responsabilidad profesional en los centros infantiles o en la educación inicial y preescolar por vías no formales. · El conocimiento pleno de los niños y las niñas con que trabaja, desde los puntos de vista de su desarrollo neurofisiológico y psicológico y de cómo continúa este desarrollo en la etapa del escolar primario, fundamentalmente en los primeros grados. · Las habilidades pedagógicas para dirigir un proceso educativo complejo con niños de las edades entre 0-6 años y muy diferentes en cada grupo evolutivo, niños que dependen casi totalmente de los adultos y que viven una etapa donde se produce un acelerado proceso de desarrollo físico y mental, en la que ocurren crisis altamente significativas para dicho desarrollo. Habilidades para organizar, estructurar y orientar el proceso educativo, hacia la participación conjunta de él como educador y de los niños en el que éstos al actuar, se desarrollan. · Las habilidades necesarias para realizar el trabajo de atención preventiva y de orientación, por el extremo cuidado que se requiere para atender todas las necesidades básicas de los pequeños (alimentación, aseo y sueño) que inciden directamente en su salud y por los peligros a que están expuestos debido a su vulnerabilidad, fragilidad y poco desarrollo del validismo y la independencia. · La capacidad para diagnosticar y evaluar el nivel real de los niños y niñas de manera sistemática y la dinámica del proceso de desarrollo de cada uno de ellos, como resultado también del diagnóstico continuo así como para trabajar de conjunto con la maestra de primer grado en el diagnóstico cuando egresan del grado preescolar. · La capacidad para dar una respuesta educativa personalizada a los pequeños y para trazar las estrategias más adecuadas que le permitan introducir oportunamente las transformaciones pedagógicas y metodológicas necesarias y lo conduzcan al éxito educativo, de acuerdo con las capacidades y necesidades de cada uno de ellos. · La capacidad para sentirse y ser el máximo responsable de la calidad del aprendizaje y el desarrollo de los niños y niñas, a fin de lograr el máximo desarrollo posible de las potencialidades de cada educando y prepararlos eficientemente para su ingreso a la escuela primaria; para lograr que disfruten plenamente la niñez en actividades propias de la infancia y para que puedan preservar los valores morales y sociales en el futuro. · La capacidad para comunicarse con los niños con afecto, bondadosa e inteligentemente y propiciar en todo tipo de actividad, las relaciones interpersonales de los pequeños, así como para establecer las relaciones necesarias con otros educadores, con la familia y con la comunidad a los efectos de unificar criterios educativos y lograr que todo lo que los rodea influya positivamente en su formación y desarrollo. Para relacionarse profesionalmente con la maestra de primer grado con el propósito de lograr la necesaria continuidad en el trabajo educacional. · La capacidad para investigar y reflexionar acerca del efecto transformador del trabajo educativo que realiza con los niños, la familia y la comunidad, teniendo en cuenta que este es un nivel educacional, que tiene un campo infinito por explorar, en función de extraer el máximo provecho a las potencialidades ilimitadas de estos. · La capacidad para evaluarse y para someter a la evaluación externa como insuperable vía para valorar crítica y autocríticamente su propio trabajo, rectificar sus errores, perfeccionar sus métodos y asimilar y utilizar, de manera reflexiva las observaciones y señalamientos que se le hagan a su labor, así como apropiarse de la mejor experiencia, con criterio de selección. de saber, de actualizarse y elevar su nivel cultural, científico y profesional permanentemente, mediante diversas formas de superación postgraduada. Es necesario que los educadores(as) tomen conciencia de su condición de personas en construcción permanente de su ser, inacabados, con derecho a equivocarse, pero con interés por aprender y asumir su rol en la dirección del proceso educativo. Educadores(as) de mente abierta dispuestos a un análisis constante de su quehacer para perfeccionarlo cada día. En el estudio del pensamiento pedagógico cubano y de las mejores tradiciones pedagógicas, encontramos reflexiones de nuestros más eminentes pensadores y educadores como José de la Luz y Caballero, Félix Varela y José Martí. En ellos encontramos concepciones avanzadas acerca de cómo deben ser los maestros y cómo se debían formar; en la actualidad estas concepciones tienen una enorme vigencia. Coincidieron en una educación centrada en el niño, y autónoma, pero sin excluir la dirección del educador. Luz se proyectó hacia un maestro de nuevo tipo, quien, según sus palabras, quería lograr “maestros hábiles y teóricos profundos antes que eruditos indigestos y prácticos superficiales”. Abogaba por “contar con un cuerpo de maestros que además de saber, supieran enseñar”, señalando que para ello una vía importante era “profundizar en la didáctica, autosuperarse, investigar...” Ya desde su tiempo Luz y Caballero ofreció un modelo del profesional de la educación, un modelo donde el maestro se caracterizara por su acervo cultural, por su carácter afable... y por ser también un divulgador de los conocimientos científicos. Exigía un maestro práctico y entusiasta que supiera interactuar con los educandos en la actividad conjunta de enseñar y aprender. Consideraba muy importante la ejemplaridad del maestro a partir de su conducta moral; entre otras muchas exigencias, Luz le otorgaba un valor extraordinario al amor y respeto profundo que deben sentir los educadores por los niños y jóvenes así como por su profesión. "El maestro es el alma del sistema de educación...", decía Luz y Caballero. Este pensamiento tiene tal vigencia y fuerza en la actualidad, que nos compromete a continuar el trabajo por la excelencia de los profesionales de la educación inicial y preescolar desde su formación. De ahí el empeño por modelarlo con toda precisión, para que a partir de ese paradigma se preparen los educadores que necesitan los niños y niñas en nuestros tiempos. LA INTEGRACIÓN DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR CON LA ACTIVIDAD LABORAL. Los cambios que han ocurrido en el mundo del trabajo han acortado los períodos de utilidad de las competencias profesionales transmitidas en los programas tradicionales de las universidades. La velocidad de estos cambios genera un marco de incertidumbre con respecto a las tareas que desarrollarán los futuros graduados y por ello las principales características que se requieren de los egresados son la versatilidad, la capacidad de estar abiertos al cambio y de generarlo, de identificar y resolver problemas y de analizar, evaluar y decidir entre múltiples alternativas, ponderando la validez relativa de cada solución en función del contexto y del momento del que se trate. En ello radica precisamente la necesidad de transformar la educación superior para que pueda dar respuesta a los desafíos que le plantea la llamada “sociedad del conocimiento”, a sus misiones tradicionales y a las nuevas; en fin, ser uno de los motores del desarrollo económico; depositaria y creadora de conocimientos y principal instrumento de transmisión de la experiencia cultural y científica acumulada por la humanidad. En los últimos tiempos son frecuentes las referencias a la crisis que sufre la universidad latinoamericana, que en gran parte se adjudica a la calidad en la formación de los profesionales. En esta problemática existen factores extra- institucionales que condicionan esta realidad y factores internos que dependen del funcionamiento de cada institución. El tema de la calidad ha comenzado a ser abordado, de modo prioritario, tanto por los profesores y los investigadores, como por los gobernantes y las universidades. Pero la balanza se inclina a considerar que la cuestión de la calidad está definitivamente instalada en el ámbito de la educación superior y en particular en aquellos encargados de la formación y superación del personal docente. En Argentina, por ejemplo, hay consenso acerca de la necesidad de priorizar una profunda reforma en las instituciones de educación superior dedicadas a la formación de los docentes, para mejorar la calidad de estos y vincularlos con el sistema universitario. Numerosas instituciones han comenzado a discutir y en muchos casos a implementar, reformas curriculares profundas donde incluso van considerando los mecanismos de articulación necesaria entre estos centros y el resto del sistema educativo. La educación infantil en particular, ya no puede quedar en manos de un personal desprofesionalizado; confiando en el sentido materno y la improvisación. Ni basta con acumular una reserva de conocimientos para recurrir a ellos; es necesario estar en condiciones de aprovechar y utilizar durante toda la vida cada oportunidad que se presente para actualizar, profundizar y enriquecer ese conocimiento, adaptándolo a un mundo en permanente cambio. En correspondencia con ello la pedagoga uruguaya Elizabeth Ivaldi afirma: “...Desde el punto de vista educacional, la eficacia de los programas preescolares no está vinculada al local específico ni al tipo de materiales usados ni a la teoría curricular que se utilice. La eficacia está estrechamente ligada a la calidad del agente educacional...” [1] Tendencias de los modelos de formación de profesores. Ya hemos destacado la importancia del papel de los profesores en la mejora cualitativa de los sistemas educativos. Esta importancia es reconocida de forma unánime por todos los sectores implicados en la educación. Sin embargo, la unanimidad al declarar la relevancia de dicho papel no se traduce en unanimidad teórica y práctica a la hora de definir los modelos formativos. En la literatura existen numerosos trabajos que han tratado de modelar las experiencias de formación del profesorado. No abordaremos los modelos integralmente por no constituir objeto de nuestra investigación, más bien centraremos nuestra atención en los aspectos didácticos de los mismos, y comentaremos algunos de ellos. J.M. Escudero (España), por ejemplo, propuso en 1992 dos grandes tipos de modelos formativos: los modelos técnicos o directivos y los modelos procesales o no directivos. Según este autor los primeros enfatizan en una dimensión racional y lógica del conocimiento y la acción humana, a través de la figura del formador, y los segundos enfatizan en una dimensión creativa e intuitiva, a través de la figura del sujeto que se forma, cambia y aprende. Como es posible observar ambas posiciones resultan extremas y por ello él mismo sugiere entonces, la necesidad de promover modelos “intermedios” donde se combinen adecuadamente ambas perspectivas. Dentro de la tradición francesa encontramos también una propuesta de modelos formativos presentada por L. Demailly (Francia) en 1991. Esta autora toma como criterio de clasificación los contextos de transmisión y de producción del saber y del saber hacer, distinguiendo los siguientes enfoques: Þ Los formales en los que los contextos de aprendizaje, están desgajados de la actividad social, y donde la transmisión de los saberes se lleva a cabo por especialistas. Þ Los informales en los que la formación se realiza en el mismo contexto de la actividad práctica, a través del contacto y la imitación, en compañía de un colega y a través de la interiorización del saber y del saber hacer. Þ Los interactivos reflexivos donde la formación se vincula a la resolución de problemas reales con momentos de acción y momentos de constitución de nuevas competencias, acompañados de una actividad reflexiva y teórica sostenida por una ayuda externa. Este modelo pretende activar la capacidad de resolver problemas de forma colectiva, mezclando saberes diferentes y produciendo nuevos saberes que se aplican paralelamente al proceso de formación. Obsérvese que, no siendo coincidentes totalmente las dimensiones formal e informal presentada por L. Demailly con la técnica y la procesal propuesta por J. M. Escudero podemos afirmar que aquellos procesos formativos, de carácter directivo, suelen darse en contextos formales, y los no directivos, más centrados en los procesos suelen darse en contextos informales. A. Pérez Gómez (España) tomando como criterio de clasificación los modelos de enseñanza y la imagen del profesor que se pretende, propone (1992) tres perspectivas básicas en la formación del profesor de cualquier nivel y especialidad: a. La perspectiva académica. Este enfoque se considera consecuente con el modelo tradicional de enseñanza, que pone el acento en el “proceso de transmisión de conocimientos y de adquisición de la cultura pública que ha acumulado la humanidad”, y que concibe al docente como un especialista en los contenidos disciplinares que tiene que transmitir en clase. b. La perspectiva técnica. Se corresponde con una imagen de la enseñanza como actividad rigurosa, como ciencia aplicada que debe garantizar la calidad de los procesos de aprendizaje. Según esta tendencia los profesores son técnicos que “dominan las aplicaciones del conocimiento científico producido por otros y convertido en reglas de actuación”. Predomina una racionalidad técnica, según la cual la teoría dirige y prescribe la práctica, de tal manera que la formación de profesores se concibe como un proceso de adiestramiento y entrenamiento en competencias técnicas. c. La perspectiva práctica. Se basa en la idea de que los procesos de enseñanza-aprendizaje son complejos y singulares, “en gran parte imprevisibles y cargados de conflictos de valor”. La imagen del profesor es la de un artesano o artista que se basa en el aprendizaje de la práctica a partir de la práctica. La síntesis de estos criterios ratifica la tendencia general de una escisión dentro de la formación de los profesionales, entre la preparación teórica y la preparación práctica, aspectos inseparables de un mismo proceso; de una inacabada comprensión epistemológica del lugar de la práctica; y en última instancia de las debilidades de las concepciones filosóficas sobre las cuales se erigen. Es de destacar el hecho de que todas proceden del llamado “primer mundo” Limitaciones de algunas metodologías para la elaboración de planes de estudio Durante los últimos años en el Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona” han visto la luz numerosas publicaciones referidas al estado actual de desarrollo de la teoría curricular. Tal es el caso de J. Añorga y J. García Otero quienes desde el punto de vista didáctico han elaborado en beneficio de los neófitos, artículos que de manera clara y directa permiten identificar las características más distintivas de los diferentes enfoques y metodologías curriculares y sus principales representantes, como es el caso de Hilda Taba, Frida Díaz Barriga, Carlos Alvarez, Susana Sabath, etc; cuyas posiciones difieren unas de otras. A. Díaz Barriga coincide con ellas en considerar que difícilmente se pueda afirmar que exista una única metodología para la elaboración de planes de estudio, pero retomando algunos de los elementos más significativos de cada uno de los modelos existentes, considera que es posible reducirlos todos a dos posiciones básicas: una vinculada a la pedagogía industrial y otra generada como alternativa a esta. Considerando que desde el punto de vista teórico este análisis puede ser válido y subordinándolo a nuestro interés particular tomaremos este último criterio para realizar una reflexión que nos parece necesaria. En el sentido antes planteado dicho especialista plantea un ordenamiento metodológico para representar las etapas indispensables para la construcción de un plan de estudios a partir de establecer semejanzas significativas entre dos propuestas que proceden de un marco conceptual diferente. 1.Teoría curricular estadounidense (R. Tyler) 2.Teoría curricular modular por objetos de transformación (D. Barriga). El gráfico anterior muestra los cinco elementos de estas concepciones. Teoría curricular Teoría curricular modular Diagnóstico de necesidades Marco de referencia del plan Determinación del egresado Determinación de la práctica profesional y precisión de los objetivos Estructuración del currículo Estructuración curricular Elaboración de programas Elaboración de módulos de asignaturas y áreas Evaluación Evaluación D. Barriga partidario de la teoría curricular modular cuyas bondades sobredimensiona se encarga, de criticar las dificultades de la primera. La interdisciplinariedad, que constituyó la primera respuesta a las contundentes críticas está siendo muy cuestionada en diversas latitudes, porque la mayoría de las ocasiones ha quedado solo en las buenas intenciones. Ante planes de estudio recargados de información, con cuarenta o cincuenta asignaturas que el alumno tiene que estudiar, a razón de seis u ocho por semestre, se provoca de todos modos gran dispersión del estudiante, repetición constante de información, memorización obligada de un material fragmentado y recorrido superficial sobre las informaciones de las asignaturas. Ello influye en la dirección del aprendizaje provocando pasividad en los estudiantes, que no encuentran contrario suficiente en un docente preocupado por cubrir la extensión de contenidos a él asignada. Los maestros se convierten en especialistas de su materia y al estudiante le compete la tarea de integrar una información segmentada, lo que habitualmente no logra. Todo ello teniendo como agravante que con el avance del conocimiento científico las materias se multiplican, otras se unen y en general su orden cambia. Dice Díaz Barriga que frente a la atomización de contenidos que tradicionalmente se encuentra en los currículos integrados por disciplinas, las estructuraciones hechas por módulos posibilitan una visión más integrada del conocimiento. (Lo cual, según nuestro criterio tampoco se consigue siempre) “En ocasiones el mapa curricular se trabaja más allá de los nombres de las asignaturas que lo conforman; en otras, el establecimiento de relaciones entre los contenidos del plan de estudio es minimizado con un conjunto de flechas que, en el mejor de los casos, indican que alguna materia se relaciona eventualmente con otra. Tyler señala la necesidad de establecer vinculación entre el contenido de un plan de estudios... Al contenido que sirve de base para enseñar en otro semestre, lo denomina relaciones verticales, mientras que cuando este apoyo se da en materias del mismo semestre lo llama relaciones horizontales. A partir de estos conceptos, dicho autor propone los criterios de continuidad, secuencia e integración como aspectos ordenadores del contenido de un plan de estudios; sin embargo, este planteamiento se caricaturiza cuando solo se expresa a través de las mencionadas flechas que vinculan las materias.” [2] Como última etapa se incluye la evaluación curricular que se intenta relacionar con todas las partes que conforman el plan de estudios. Según nuestro modesto criterio, un proceso docente educativo basado en un enfoque sistémico estructural puede evitar grandemente los riesgos que han quedado evidenciados en toda la explicación anterior. El nivel de acercamiento a la vida es la cualidad del proceso docente-educativo que determina el grado en que el contenido del proceso se identifica con la realidad, con la problemática de la vida, que manifiesta los problemas reales y objetivos a que debe enfrentarse el egresado del sistema educacional que se estudia. En correspondencia con los niveles de acercamiento a la vida, el proceso docente educativo puede clasificarse como: Ø Componente de carácter académico- cuyo contenido de naturaleza abstracta, no refleja la realidad en su totalidad, sino que se refiere a un proceso modelado, que contiene una parte de la realidad. Ø Componente de carácter investigativos- que es contenido consustancial de la actividad científico investigativa y que se convierte en instrumento fundamental para la solución de problemas. Ø Componente de carácter laboral- cuyo contenido coincide con el contenido propio de la actividad de producción y los servicios, integrando el conjunto de disciplinas académicas, en tanto que la realidad misma es de naturaleza multidisciplinaria y en ella el estudiante se enfrenta a problemas propios de la práctica real. No debemos identificar el proceso docente educativo de carácter laboral con la actividad productiva, porque el objetivo de esta última es la producción de bienes materiales o espirituales mientras que el de la primera es la formación del futuro profesional. La menor experiencia universal en la utilización formativa de los tres componentes mencionados, como parte de la educación superior está en el componente laboral; recordemos que a diferencia de los restantes, este no nació con las universidades sino que surgió como resultado del desarrollo de la misma en su relación con la sociedad. El componente laboral muestra el objeto del egresado en su totalidad, tal como aparece en la realidad y por eso es que se vuelve totalizador e integrador; mientras que lo académico es parcial y fraccionado, lo laboral es globalizador. En el proceso docente-educativo ellos se complementan: lo académico profundiza en la esencia de un aspecto parcial y lo laboral integra esos aspectos parciales a la vida, acercando la escuela a la realidad social. “La práctica laboral ha sido poco estudiada en cuanto a los aspectos organizativos, de ahí que aún no se pueda establecer su tipología de enseñanza. Sin embargo, la docencia médica, con una gran tradición al respecto, sí ha establecido su tipología cuya clasificación se hace a partir del grado de apropiación del método profesional (clínico) del médico. Esta práctica puede ser en forma de pase de visita, consulta externa, guardia médica, atención médico-quirúrgica y discusión diagnóstica”. [3] Si consideramos que la principal actividad del hombre en la vida es el trabajo y que prepararlo para la vida es, ante todo, prepararlo para el trabajo, esto ha de llevarnos a la conclusión de que el encargo social es para la escuela, en lo fundamental, preparar al hombre para el trabajo. Por eso es que los planes de estudio para la formación de docentes en Cuba siempre han contenido un componente laboral, aunque adoptando diversas variantes. El siguiente análisis corresponde a otra propuesta de nuestra institución dirigida a una ampliación del perfil profesional de los especialistas de educación infantil (entiéndase educadores de preescolar, primaria y especial); sustentada fundamentalmente en un criterio de atención a la diversidad. El Master Rafael Bell Rodríguez en su artículo Diversidad e integración curricular, señala: “Asumir, desde la formación de educadores y maestros, el reto del planteamiento de la pedagogía de la diversidad implica observar, desde el diseño del plan de estudio una orientación pedagógica general, sustentada en las carreras de licenciatura en Educación en las especialidades en Preescolar, Primaria y Especial en tres enfoques fundamentales, que, siguiendo la idea inicial de Betancourt J., podemos resumir del modo siguiente”: [4] Todo lo cual consideramos muy correcto. Y continúa: “Si desde la formación somos consecuentes con las derivaciones de estos enfoques para las tres carreras ya señaladas, estaremos creando condiciones para, entre otros aspectos, contribuir a la conformación en los educadores y maestros de una visión optimista sobre el desarrollo del niño, colocando un marcado énfasis en sus potencialidades y en nuestra responsabilidad, de conjunto con otros factores sociales, para que las mismas cristalicen.” [5] “Los retos que enfrentamos indican la necesidad de dinamizar y diversificar el contenido y las formas de realización de los distintos tipos de prácticas que desarrollan nuestros estudiantes.” [6] Son muy interesantes las reflexiones de A. Labarrere, que propone el término de profesionalidad temprana cuya esencia radica en que desde el momento mismo del ingreso al centro de formación profesional, la persona debe ser considerada como tal, o mejor como un profesional en formación; unido a esto propugna la sustitución de la clásica relación maestro-alumno por la de colegas, en este caso uno de mayor experiencia que otro. Además señala la peculiaridad que tiene la formación magisterial, en la que el sujeto se prepara para la enseñanza mediante la propia enseñanza, es a esto lo que el llama carácter autorremitido de la actividad. Es ente espacio donde él clama por el despliegue de la transparencia metacognitiva, la que permite que el estudiante haga objeto de acción consciente(orientación, exploración, evaluación, etc.) no solo su propia actividad de aprendizaje, sino la de enseñanza, es decir las acciones de aquel que lo prepara, lo que potencia el acto formativo que tiene lugar. Hasta aquí la revisión de este importante tema, en la que hemos tenido como importante apoyo la experiencia teórica y práctica, acumulada por nuestro país en su desvelo por la formación de la persona. Consideramos que este documento puede proporcionar una base para la reflexión y el debate de cara al logro de una formación profesional de calidad en la educación inicial. BIBLIOGRAFÍA 1. Addine Fernández, Fátima. Alternativa para la organización de la práctica laboral investigativa en los Institutos Superiores Pedagógicos. Tesis en opción del grado científico de Doctor en Ciencias Pedagógicas. Ciudad de la Habana, Cuba, 1996. 2. Alvarez de Zayas, Carlos. El diseño curricular. Editorial Pueblo y Educación. Ciudad de la Habana, Cuba, 2001. 3. Alvarez de Zayas, Carlos. La escuela en la vida. Editorial Pueblo y Educación. Ciudad de la Habana, Cuba, 1999. 4. Bell Rodríguez, Rafael. Diversidad e integración curricular: Implicaciones para la formación docente en Preescolar, Primaria y Especial. Facultad de Educación Infantil. Ciudad de la Habana, Cuba, 1999. 5. CELEP. Módulo 7.La excelencia educativa. Cuba, 1999. 6. CELEP. Módulo 9. La programación curricular. Cuba, 1999. 7. Labarrere, A. Profesionalidad temprana y formación del maestro. Siglo XXI. Año 4, Vol. 1, No. 11, septiembre-diciembre 1998. 8. Ríos Leonard, I. La práctica laboral de la carrera de Educación Preescolar. Tesis de Maestría. CELEP, Cuba, 2001. [1] Ivaldi, Elizabeth. Calidad y modalidades alternativas en Educación Inicial. Ediciones CESRID / MAYSAL. Bolivia, 2000. Página 124 párrafo 5. [2] Ibídem. Página 32, párrafos 1 y 2. [3] Álvarez de Zayas, Carlos. El diseño curricular. Editorial Pueblo y Educación. Cuba, 2001. Página 28 párrafo 3. [4] Bell Rodríguez, Rafael. Diversidad e integración curricular: Implicaciones para la formación docente en Preescolar, Primaria y Especial. Facultad de Educación Infantil. Ciudad de la Habana, Cuba, 1999. Página 3 Párrafo 2. [5] Ibídem. Página 4 párrafo 1. [6] Ibídem. Página 5 párrafo 3.