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Capítulo Criminológico Vol. 38, Nº 3, Julio-Septiembre 2010, 255 - 280
ISSN: 0798-9598
LOS DERECHOS HUMANOS EN LA
CONSTITUCIÓN VENEZOLANA DE 1999:
UNA BREVE REFLEXIÓN GARANTISTA*
María Alejandra Fernández González**
Jorge Nilson Morales Manzur***
Jesús Enrique Párraga Meléndez****
*
Este artículo ha sido elaborado en el marco del Proyecto “Análisis Descriptivo de la Criminología
de los Derechos Humanos y su presencia en la Administración de Justicia Penal Venezolana” (N°
VAC-CH-1069-2008), desarrollado por el Instituto de Criminología de la Universidad del Zulia;
financiado por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CONDES).
**
Abogada y Lic. en Ciencias Políticas. Magíster en Ciencias Penales y Criminológicas. PPI Nivel I Investigadora del Instituto de Criminología “Dra. Lolita Aniyar de Castro”. Facultad de Ciencias Jurídicas y
Políticas. Universidad del Zulia. Maracaibo. Venezuela. E- mail: [email protected]
*** Abogado. Doctor en Derecho. Magíster en Ciencias Penales y Criminológicas. PPI Nivel II Investigador del Instituto de Criminología “Dra. Lolita Aniyar de Castro”. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Universidad del Zulia. Maracaibo. Venezuela. E-mail: [email protected]
**** Psicólogo, Magíster en Ciencias Penales y Criminológicas. Especialista en Metodología de la Investigación. PPI Nivel II. Director del Instituto de Criminología de LUZ. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas “Dra. Lolita Aniyar de Castro”. . Universidad del Zulia. Maracaibo. Venezuela.
E-mail: [email protected]
Los Derechos Humanos en la Constitución venezolana de 1999:
Una breve reflexión garantista
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RESUMEN
En 1999 Venezuela promulgó una nueva Carta Magna, instrumento programático que se ha erigido como una Constitución de
avanzada en lo que al reconocimiento y protección de los Derechos Humanos se refiere. Es por ello, que el presente papel de
trabajo busca abordar el tema de los Derechos Humanos, consagrados en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999 desde la perspectiva garantista. Para ello, se hará
referencia el Garantísmo como teoría filosófica penal y los Derechos Humanos en sus nociones generales, para posteriormente
realizar un análisis exegético de los Artículos del texto fundamental venezolano que conforman el llamado bloque de Constitucionalidad desde la perspectiva de la Criminología de los Derechos Humanos tendencia actual de la Criminología Crítica.
Palabras clave: Garantísmo, Derechos Humanos, Constitución, Criminología de los Derechos Humanos.
HUMAN RIGHTS IN THE 1999 VENEZUELAN
CONSTITUTION: A BRIEF GUARANTEEIST REFLECTION
ABSTRACT
In 1999, Venezuela enacted a new Constitution, a programmatic
instrument constructed as an advanced Constitution in terms of
recognizing and protecting human rights. This working paper
seeks to address the issue of human rights as enshrined in the
Constitution of the Bolivarian Republic of Venezuela in 1999
from the guaranteeist perspective. To do this, it will refer to
guarantee-ism as criminal philosophical theory and human
rights in general terms to later perform an exegetical analysis of
the articles in the fundamental Venezuelan text that make up the
so-called block of constitutionality from the perspective of human rights criminology, a current trend in critical criminology.
Key words: Guarantee-ism, human rights, constitution, human rights
criminology.
Recibido: 29-07-2010 • Aceptado: 22-10-2010
María A. Fernández G.; Jorge N. Morales M. y Jesús E. Párraga M.
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1. CONSIDERACIONES PREVIAS
La sociedad globalizada de hoy día, signada por notables desigualdades tanto en el ámbito político, social, económico, cultural entre otros, ha
conllevado a que las diferentes naciones del planeta apuesten al dinamismo
y al progreso como fundamentos indispensables en la consecución del equilibrio dentro del mundo globalizado actual.
En este contexto, los pactos sobre Derechos Humanos han contribuido
tanto en el ámbito del Derecho interno como del Derecho Internacional,
“considerados hoy por hoy, como una fuente primordial en cuanto a la esfera y protección de estos derechos inherentes al ser humano en esencia, solo
por su condición de persona humana” (Hernández, 2001:86).
En este contexto, a finales del siglo XX Venezuela experimentó un
cambio de gran trascendencia dentro de su normativa jurídica como lo fue
la creación de una Nueva Constitución sancionada en al año 1999. Este nuevo texto fundamental ha sido catalogado en razón del contenido garantista
de su articulado como de avanzada en lo que a la materia de protección de
los Derechos Humanos se refiere.
En este orden de ideas, el autor Ricardo Combellas (2000) señala que
la Constitución, como norma fundamental del ordenamiento jurídico expresa en sí misma el imperio del Derecho, la limitación del poder, el escudo
protector de las libertades. En otras palabras, el Estado de Derecho, con tres
precisiones: es un Estado democrático de Derecho, es decir, su base de legitimidad reside en la soberanía popular, que se ejerce en la forma que lo
prescribe la Constitución; pero además, es un Estado social de derecho,
pues el Estado no se desatiende, no es indiferente a la cuestión social, sino
muy por el contrario, tiene una responsabilidad social, como lo es procurar
la satisfacción de las necesidades vitales mínimas de los seres Humanos.
Por su parte, el garantismo como filosofía penal busca la preservación
de los Derechos fundamentales del poder omnímodo del Estado. Como lo
afirman Morales y Fernández (2005) es aquella que define los criterios y los
principios que protegen primordialmente, los Derechos Fundamentales de
todos los seres Humanos sin ningún tipo de discriminación. Claro está, que
la aplicación de la teoría antes mencionada, ha conllevado a un importante
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aumento en lo que al reconocimiento de los Derechos Humanos se refiere
principalmente en el campo del Derecho Penal.
En consecuencia, el respeto a los Derechos Humanos constituye el objetivo fundamental de la teoría del garantismo penal, la cual se enmarca
dentro del ámbito de estudio de la llamada criminología de la liberación o
criminología critica con especial referencia a su más reciente vertiente denominada criminología de los Derechos Humanos.
Es por todo lo anteriormente señalado que el presente papel de trabajo
busca abordar los Derechos Humanos consagrados en la Constitución de la
Republica Bolivariana de Venezuela de 1999 desde la perspectiva garantista
de la Criminología de los Derechos Humanos. Para ello, se hará referencia
al Garantísmo como teoría filosófica penal para posteriormente realizar un
análisis exegético de los Artículos del texto fundamental venezolano que
conforman el llamado bloque de Constitucionalidad desde la perspectiva de
la criminología de los Derechos Humanos tendencia actual de la criminología critica sustentada en los principios del Derecho Penal Mínimo y la primacía de los Derechos fundamentales.
2. EL GARANTISMO COMO TEORÍA PENAL: NOCIONES
BÁSICAS
En primer lugar, hay que acotar que al hablar de garantismo se hace
referencia a un modelo de Derecho encaminado a garantizar los Derechos
subjetivos. Sin embargo, hay que acotar que dependiendo del tipo de derecho que se busca proteger se establecerán las correspondientes garantías. Es
decir, parafraciando a Ferrajoli (2008) se establecerán las técnicas adecuadas para garantizar su efectiva tutela o satisfacción.
Se denomina garantismo a la concepción filosófica por medio de la
cual la aplicación de las normas jurídicas prevén una seguridad de igualdad,
eficacia y funcionamiento a todos los ciudadanos dentro del ordenamiento
jurídico basado en los principios del Derecho, las garantías jurídicas, transparencia e imparcialidad.
El modelo garantista, como el paradigma del Estado Constitucional de
Derecho, planteado por Ferrajoli (1999) se fundamenta en la sujeción del
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derecho al derecho, lo cual repercute en ambas dimensiones del fenómeno
normativo: la vigencia y la validez, la forma y la sustancia, los signos y los
significados, la legitimación formal y la legitimación sustancial.
Ahora bien, la teoría del garantismo penal está sustentada en una teoría general del garantismo que es la teoría del derecho propia del Estado
constitucional de Derecho. Es decir, la que establece los límites del Estado
de Derecho que se sustenta y persigue la tutela de las libertades del individuo frente a las diversas formas del ejercicio arbitrario del poder, particularmente en el amargo y difícil campo del Derecho Penal.
Cuando se aplica este garantismo en el ámbito penal, se hace para distinguir las técnicas establecidas para la defensa de los derechos de libertad,
principalmente la libertad personal, frente a las intervenciones arbitrarias
tanto de índole policial como de índole judicial.
En opinión de Ferrajoli (2008) ha sido fundamentalmente en el campo
del Derecho Penal donde el garantismo ha logrado su mayor desarrollo como
teoría y como práctica judicial en contraposición tanto “a los contundentes legados de la legislación fascista, y después, a las numerosas leyes excepcionales que han terminado reduciendo, en contra de los principios constitucionales, el ya débil sistema de garantías contra el arbitrio punitivo”.
Por lo tanto, El Estado constitucional de Derecho expresa la fórmula
política del garantismo, que representa “el único marco institucional en el
que puede prosperar el ambicioso programa garantista”. Un programa cuyo
principal elemento radica en “una concepción instrumental de las instituciones al servicio de los derechos que solo pueden alcanzarse desde el Estado
Constitucional; solo este modelo político incorpora un riguroso principio de
estricta legalidad, que supone el sometimiento del poder no únicamente a limites formales, sino también a los límites sustanciales impuestos por los
principios y derechos fundamentales” (Prieto Sanchis, 2005:41).
Por lo tanto, se puede afirmar que la Teoría del Garantismo Penal, es
aquella que se encarga de establecer los criterios y principios que protegen
principalmente los Derechos Humanos de todas las personas sin importar su
condición además de sus bienes; y también de establecer el criterio a seguir
para que la reforma sea la más ajustada a la situación presentada garantizándose el Estado de Derecho que debe prevalecer en cualquier sistema democrático.
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El garantismo, surge dentro del Derecho como un mecanismo de respuesta ante la divergencia existente entre lo que establecen las Constituciones y demás normas superiores de los ordenamientos jurídicos, que consagran derechos y garantías ideales para los ciudadanos, y lo que sucede en la
realidad en donde en la mayoría de los casos tales derechos no se cumplen.
Lo anterior conlleva a afirmar que el grado de garantismo, no es algo
que se obtiene desde el principio con la sola lectura de las normas de que se
trate, sino que se obtiene a posteriori, pues la caracterización de un sistema
como garantista no viene bajo ninguna circunstancia dado de antemano sino
solo después de la confrontación con el modelo.
En otro orden de ideas, es conveniente acotar que en esta materia desde
la época del iluminismo y hasta principios del siglo XX, se aunaron esfuerzos
para poder plasmar los ideales de libertad e igualdad en las normas jurídicas,
sin embargo, rápidamente se advirtió que esto no era suficiente y que tanto
juristas como ciudadanos debían enrumbar sus esfuerzos de interpretación
(los primeros) y de control (los segundos) a las prácticas de los gobernantes,
al plano de la realidad social a la que dichas normas se dirigían.
Por lo tanto, es a través del estado constitucional de Derecho que se
logran consagrar los derechos fundamentales en la norma superior del sistema normativo pudiéndose de esta forma redefinir su finalidad en lo que a fijar límites y condiciones al poder estatal se refiere.
3. LOS DERECHOS HUMANOS: CONSIDERACIONES
GENERALES
Los Derechos Humanos son el conjunto de facultades, prerrogativas y
libertades fundamentales que atienden al conjunto de necesidades básicas
de las personas, permitiendo una vida más libre, racional y justa. Nacen y se
fundamentan en la naturaleza intrínseca del ser humano cualquiera que sea
su ubicación política y pertenecen a los individuos de cualquier ideología y
de cualquier condición.
Por tal razón, los Derechos Humanos al ser parte esencial del ser humano, tienen que ser consagrados de manera obligatoria en los preceptos legales de un ordenamiento, debido a que si el fin de un Estado no es buscar
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la felicidad, tranquilidad y seguridad de sus asociados, entonces no tiene razón de existir.
En la actualidad, el tema de los Derechos Humanos, su reconocimiento y protección universales representa una revalorización ética y jurídica del
ser humano como habitante del mundo más que como ciudadano del Estado. Los atributos de la dignidad de la persona humana, donde quiera que
ella esté y por el hecho mismo de serlo prevalecen no sólo en el plano moral
sino en el legal, sobre el poder del Estado, cualquiera sea el origen de ese
poder y la organización del gobierno. Nikken (1995) afirma que La noción
de Derechos Humanos se corresponde con la afirmación de la dignidad de
la persona frente al Estado.
Aunado a ello, el poder público debe ejercerse al servicio del ser humano: no puede ser empleado lícitamente para ofender atributos inherentes
a la persona y debe ser vehículo para que ella pueda vivir en sociedad en
condiciones cónsonas con la misma dignidad que le es consustancial.
Siendo así las cosas, en el mundo actual hay acuerdo en lo respecta a que
todo ser humano, por el hecho de serlo, es titular de derechos fundamentales y
que la sociedad no puede arrebatárselos arbitrariamente. Estos derechos no
obedecen a su reconocimiento por el Estado ni son concesiones suyas; tampoco
dependen de la nacionalidad de la persona ni de la cultura a la cual pertenezca.
Son derechos universales que corresponden a todos los ciudadanos.
Por todo lo anteriormente señalado, se puede afirmar que los Derechos
Humanos son prerrogativas que de acuerdo al Derecho Internacional, tiene
la persona frente al Estado para impedir que éste interfiera en el ejercicio de
ciertos derechos fundamentales, o para obtener del Estado la satisfacción de
ciertas necesidades básicas y que son inherentes a todo ser humano por el
mero hecho de ser humano. Los Derechos Humanos son un conjunto de
principios, de aceptación universal, reconocidos constitucionalmente y garantizados jurídicamente, orientados a asegurar al ser humano su dignidad
como persona, en su dimensión individual y social, material y espiritual.
También, hay que tener presente que desde el punto de vista material
los Derechos Humanos son Derechos Fundamentales transformados en Derecho Constitucional Positivo. A este respecto el autor Martin Borowski
(2003) afirma lo siguiente:
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“… solo puede considerarse como contenido de los Derechos
fundamentales a aquella sustancia normativa que antes del
proceso de transformación ya formaba parte del contenido de
los Derechos Humanos y que aún lo hace. Esta posibilidad
presenta el inconveniente de que la discusión política acerca
del contenido de los Derechos Humanos, la cual se debe a la
existencia de diversas cosmovisiones, se convierte necesariamente en una discusión sobre el contenido de los Derechos
Fundamentales. Por esta razón es preferible establecer una relación más débil entre los Derechos Fundamentales y los Derechos Humanos. Este segundo tipo de relación es de naturaleza intencional. De acuerdo con este planteamiento, los Derechos fundamentales son aquellos que se han admitido en la
Constitución con la intención de otorgarle carácter positivo a
los Derechos Humanos” (Borowski, 2003:36).
Así pues, cualquiera sea el fundamento filosófico de la inherencia de los
Derechos Humanos a la persona, el reconocimiento de la misma por el poder
y su consagración en instrumentos legales de protección en el contexto interno y en el internacional, han sido el producto de un sostenido desarrollo histórico, dentro del cual las ideas, el sufrimiento de los pueblos, la movilización
de la opinión pública y una determinación universal de lucha por la dignidad
humana, han ido forzando la voluntad política necesaria para consolidar una
gran conquista de la humanidad, como lo es el reconocimiento universal de
que toda persona tiene derechos por el mero hecho de serlo.
Lo antes expresado, conduce según Nikken (1995) a que el poder se
ejerza pero condicionado por determinadas reglas, que garanticen a su vez,
los mecanismos necesarios para la protección y garantía de los Derechos
Humanos. Y, es ese conjunto de reglas que definen el ámbito del poder y lo
subordinan a los derechos y atributos inherentes a la dignidad humana, lo
que configura el denominado Estado de Derecho.
En suma a lo señalado en los párrafos precedentes, se debe acotar que
en el continente americano, los Derechos Humanos están protegidos a nivel
internacional por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la
Corte Interamericana de Derechos Humanos. La Comisión, creada por la
Carta de la OEA, tiene la responsabilidad de velar por el cumplimiento a los
tratados internacionales de Derechos Humanos en todo el continente, lo que
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hace a través de informes sobre la situación de los derechos Humanos en
distintos países y al escuchar denuncias individuales de violaciones.
La Corte, a su vez, escucha casos individuales de violaciones a los Derechos Humanos en países que aceptaron su competencia, y emite decisiones autoritativas. Estos órganos, y los instrumentos internacionales bajos los
que operan, constituyen el sistema interamericano de protección a los Derechos Humanos.
A tenor de lo anterior, hay que acotar que el Estado Venezolano ha
suscrito y ratificado todos los pactos y tratados internacionales vinculados
al tema de los Derechos Humanos y por ende y en virtud de lo dispuesto en
la Constitución Nacional de 1999 los mismos prevalecen en el ordenamiento jurídico interno.
4. LOS DERECHOS HUMANOS A LA LUZ DE LA CONSTITUCIÓN
VENEZOLANA DE 1999
En los últimos tiempos se ha afirmado que la protección de la dignidad y todos los derechos y atributos esenciales de la persona humana, hombre y mujer, como ser individual y social, constituyen hoy por hoy el objeto
primordial del orden jurídico constitucional y legal.
Al respecto Baratta (1987), sostiene que esta dualidad entre “hombre y
Derecho” se erige como condición sine quanon para entender la categoría
de los Derechos Humanos, puesto que los mismos son elementos complementarios y, a la vez, contradictorios, debido a que en reiteradas oportunidades el Derecho no le reconoce lo que en realidad le corresponde a la persona. A su vez, los derechos inherentes al ser humano reconocidos formalmente hasta ahora se convierten, dentro de un Estado de Derecho, en límite
para la realización de abusos y arbitrariedades cometidas por los órganos
del Poder Público (Barata referido por Fernández, 2007:8).
En otro orden de ideas y como es sabido, las Constituciones pueden ser
definidas como “contratos sociales de forma escrita y positiva, pactos fundantes de la convivencia civil, generados históricamente por los movimientos revolucionarios con los que en ocasiones se han impuesto a los poderes públicos,
de otro modo absolutos, como fuentes de su legitimidad” (Ferrajoli, 1999:53).
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El año de 1999 representa en materia constitucional para Venezuela un
año trascendental para su vida contemporánea, debido la elaboración y
aprobación de una nueva carta magna, llamada Constitución de la República Bolivariana de 1999. Este nuevo instrumento fundamental en lo atinente
al tema de los Derechos Humanos, se caracteriza por contar con un capitulo
completo dedicado a los mismos a tenor de la importancia significativa que
reviste la inserción en el derecho positivo de esta categoría de derechos.
Por lo tanto, estos derechos se convierten en el principal escenario Jurídico de la Constitución, en ella, se acoge el fenómeno de la constitucionalización de los Derechos Humanos y los consagra de manera exhaustiva a lo
largo de todo su articulado.
“La Constitución de 1999 conlleva a un significativo avance
dentro del constitucionalismo social y cultural y en la concepción moderna del Estado constitucional de derecho al concebirlo como democrático, social y de justicia por lo que su legitimidad descansa en la paz, la libertad y la justicia social. El
desarrollo, a tono con las más avanzadas concepciones doctrinales, y lo que establecen los instrumentos internacionales sobre la materia, de un sistema de derechos Humanos inspiraron
su creación” (Fernández, 2007:93).
Por su parte, Antonio Morales (2001) afirma que Venezuela aún con
sus condicionantes particularmente negativos, desde un tiempo para acá ha
manifestado su aspiración de concretizar y materializar las nociones más
avanzadas en el campo internacional en lo que respecta a la concepción filosófico - jurídica de los Derechos Humanos; De allí que justamente dedique toda una sección dentro de la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, a la consideración de estas nociones, en tanto que, a lo largo de su texto normativo aparecen asegurados su respeto y
garantía, todo dentro de una concepción formal del Estado de Derecho.
Por ello, es conveniente traer a acotación que Los Derechos Humanos
vienen a resolver conflictos entre intereses particulares y los intereses estatales, esencialmente en contra de los intereses estatales. No niegan al Estado
aunque en la medida en que los Derechos Humanos regulen un “estatus negativo” limitan la libertad del Estado.
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Pero la mayoría de los Derechos Humanos según Stein referido por
Morales (2001) no se limitan a esta función negativa, sino que fijan metas
cuya realización es un programa que debe fijarse la comunidad organizada
como Estado. La primacía de los intereses protegidos por los Derechos Humanos no significa una postergación del Estado, sino su sometimiento a una
misión protectora. El individuo como tal no puede sobrevivir sin la protección del Estado, por lo tanto no se reduce la influencia de éste, sino que
como Estado social es responsable de la marcha de la sociedad, pero pierde
su importancia como el único factor decisivo en la configuración de la historia. Esto sólo se logra con la implantación frente al Estado de los Derechos Humanos. El fundamento más profundo de la limitación que los Derechos Humanos imponen al Estado se encuentra en el enorme poder social
de que este dispone y que necesita ser limitado.
Bajo estas premisas y siguiendo a Morales (2001) es plausible afirmar
que la preeminencia de los Derechos Humanos, la ética y el pluralismo político constituyen los valores superiores generales que el sistema jurídico
constitucional procura defender a objeto de promover un orden de convivencia política y social sustentado en tres pilares fundamentales que a la
vez desempeñan el papel de legitimadores del sistema.
Luego de lo expresado en los párrafos precedentes, se puede sostener
que el Artículo 2 constitucional le ordena al Estado venezolano que la
concepción de estado democrático no se quede en lo meramente formal,
estableciendo a su vez, que el sustrato sustancial de la democracia: la realización de los derechos sustantivos, al mismo tiempo que determina que
el derecho constituye una instancia complementaria pero distinta a la de la
justicia.
Siendo así, el Titulo III Capitulo I de la Carta Magna Venezolana vigente consagra lo atinente a los Derechos Humanos y representa el llamado
por la doctrina patria bloque de la constitucionalidad.
En opinión de Combellas (2002) los Derechos Humanos gozan de una
atención especial en la Constitución Nacional de 1999. “La verdad es que
la Constitución se pone a la vanguardia en esta materia en el mundo. Si de
algo peca es de ambiciosa no de tímida”.
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En este orden de ideas, el Artículo 19 constitucional consagra la progresividad de los Derechos Humanos cuando este articulo del instrumento
fundamental patrio señala lo siguiente:
Artículo 19: El estado garantizará a toda persona, conforme al
principio de Progresividad y sin discriminación alguna, el
goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente
de los derechos Humanos. Su respeto y garantía son de obligatorio cumplimiento para los órganos del poder público de conformidad con la Constitución, los tratados sobre derechos Humanos suscritos y ratificados por la Republica y las leyes que
los desarrollen” (Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, 1999).
Como se observa, esta normativa constitucional representa una limitación a la actividad del Estado, debido a que la misma debe estar subordinada al respeto de los Derechos Humanos consagrados en la Constitución venezolana vigente, los cuales bajo ninguna circunstancia deben ser cercenados, generándose de esta forma, la obligatoriedad por parte de los estados
de garantizar de acuerdo a los recursos materiales que le son propios, las
condiciones que favorezcan el avance gradual y sostenido hacia la realización de este tipo de derechos.
En este orden de ideas, Nikken referido por Combellas (2002) al referirse al principio de progresividad de los Derechos Humanos consagrado en
la Constitución Bolivariana de Venezuela sostiene lo siguiente:
“La expansión progresiva de la protección internacional de los
derechos Humanos no es un simple producto del azar, o de iniciativas coincidentes pero inconexas de algunas instituciones
internacionales. Por lo contrario, la tendencia a ampliar el alcance y la eficacia de dicho régimen internacional aparece a
menudo como una característica intrínseca de éste, que se enraíza profundamente en la concepción del sistema. Una primera aproximación que nos permite verificar lo bien fundado de
esa observación la describe el proceso de instauración de los
distintos medios internacionales de protección, cuya rápida
evolución ha estado signada por una tendencia constante de ir
de menos a más. Empero, más allá de esta constatación empírica la progresividad se afinca en principio y reglas cuyo propósito es asegurar el desarrollo del sistema. Esos principios re-
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presentan en parte, ciertas bases generales destinada a orientar
la actuación de las instituciones de protección y además se
manifiesta concreta y explícitamente en la mayor parte de los
tratados sobre derechos Humanos, que son en su mayoría
compromisos flexibles, abierto a un desarrollo progresivo, tanto por lo que toca al contenido de los derechos protegidos
como por lo que se refiere a las obligaciones asumidas por Estados partes” (Combellas, 2002:5).
Por lo tanto, la progresividad representa uno de los elementos principales de la doctrina de los Derechos Humanos. Su desarrollo será siempre
en avance, no puede haber retrocesos en su consagración, ni interpretaciones restrictivas y corresponde al Estado Venezolano la obligación de garantizar su realización y el reconocimiento de pactos y tratados internacionales,
positivizados a través del Artículo 23 constitucional.
En este mismo orden de ideas, el Artículo 20 del texto constitucional
venezolano vigente consagra lo atinente al libre desarrollo de la personalidad cuando a la letra señala:
Artículo 20: “Toda persona tiene derecho al libre desenvolvimiento de su personalidad, sin más limitaciones que las que derivan del derecho de las demás y del orden público y social”
(Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, 1999).
A tenor de lo dispuesto en el artículo en comento, se le establece al Estado venezolano la obligación de respetar libre desarrollo de la personalidad, es decir, el derecho que tiene todo ciudadano de ser individualmente
como quiere ser, de formar su personalidad sin coacciones, ni controles injustificados o impedimentos provenientes de un tercero.
El espíritu del constituyentista venezolano con este dispositivo constitucional es que todo ciudadano logre la consecución de sus metas las cuales
deben ser planteadas conforme a su temperamento y el carácter que le es
propio, limitado solamente por el respeto a los derechos de sus pares y por
las normas de orden público.
Es decir que este artículo constitucional lo que busca es que el Estado
respete y sea capaz de brindarle al ciudadano la protección debida ante las
alternativas de vida que el mismo en razón de su autodeterminación y elementos de juicio adopta para sí, en base a esto, la protección constitucional
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se hace fortalece en la medida en que las facultades intelectuales y volitivas
del ciudadano se encuentren más desarrolladas, permitiéndole a este decidir
sobre el sentido de su existencia.
Para Ontiveros (2006) el libre desarrollo de la personalidad tiene su basamento teórico en la dignidad humana la cual junto con la vida constituye el
valor más importante en un estado constitucional y se concibe como la libertad de que goza todo ciudadano de ser el mismo y en donde ni la ciudadanía
ni el Estado o cualquiera de sus instituciones pueden tener injerencia. En consecuencia, todo tipo de discriminación independientemente de la causa que la
genere debe ser perseguida y sancionada por el ordenamiento jurídico.
En consecuencia, hay que tener presente que la Constitución Nacional,
considera como finalidad esencial del Estado la defensa y desarrollo de la
persona y el respeto a su dignidad humana, es de acá de donde emanan todos los demás principios, derechos y garantías consagrados en el ordenamiento constitucional venezolano.
Ahora bien, el Artículo 21 del texto constitucional venezolano hace
referencia a la igualdad de todas las personas ante la ley y a la obligación de
Estado de proveer las condiciones jurídicas y administrativas idóneas para
garantizar dicha igualdad al mismo tiempo que se le faculta para velar para
que “No se permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social o aquellas que, en general, tengan por objeto o por
resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos y libertades de toda persona”.
Por su parte el dispositivo constitucional en su Artículo 22 entendido
como una cláusula abierta de Derechos y Garantías hace referencia a lo que
la doctrina ha denominado derechos tácitos cuando señala lo siguiente:
Artículo 22: “La enunciación de los derechos y garantías contenidos en esta Constitución y en los instrumentos internacionales sobre derechos Humanos no debe entenderse como negación de otros que, siendo inherentes a la persona, no figuren
expresamente en ellos. La falta de ley reglamentaria de estos
derechos no menoscaba el ejercicio de los mismos” (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, 1999).
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Con este dispositivo constitucional se evidencia que la mención expresa de los Derechos Humanos en los instrumentos internacionales que regulan la materia es enunciativa y nunca taxativa y en consecuencia, no se debe
entender como negación de aquellos que siendo inherentes a la persona humana no se encuentren en el momento positivizados.
A la afirmación anterior, Fernández (2007:99) añade que la ausencia
de reglamentación jurídica de los derechos Humanos no reprime el ejercicio
de los mismos. “Principio que deroga la tesis de las normas programáticas
(mecanismo utilizado por los órganos jurisdiccionales para evitar el goce y
ejercicio inmediato de algunos derechos constitucionales) y establece el carácter directamente vinculante de las normas constitucionales” eliminando u
ordenando el articulo en comento, la proscripción del positivismo jurídico
debido a que el mismo amarra al juez con la explicación de que el sistema
es pleno (completo) y hermético (impenetrable), y que a través de su interpretación y aplicación formal, se garantiza la seguridad jurídica.
Es por ello y en razón de la importancia otorgada por la Constitución
Venezolana de 1999 a los Derechos Humanos que la misma consagra en el
Artículo 23 de este cuerpo normativo la preeminencia de los Derechos Humanos al establecer la jerarquía constitucional de los tratados en materia de
Derechos Humanos que a tenor de lo dispuesto en este artículo constitucional sostiene:
Artículo 23: “Los tratados, pactos y convenciones relativos a
derechos Humanos, suscritos y ratificados por Venezuela, tienen
jerarquía constitucional y prevalecen en el orden interno, en la
medida en que contengan normas sobre su goce y ejercicio más
favorable a las establecidas en esta Constitución y en las leyes
de la República, y son de aplicación inmediata y directos por
los tribunales y demás órganos del Poder Público” (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, 1999).
Con esta disposición constitucional se deja claramente establecido que
él no acatamiento de los instrumentos internacionales protectores de Derechos Humanos constituyen per se una violación a la propia constitución de
la República Bolivariana de Venezuela.
La anterior afirmación se sustenta en la jerarquía que le otorga este
dispositivo constitucional a los pactos tratados y convenios ratificados por
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la República de Venezuela en materia de Derechos Humanos conlleva como
lo establece Morales referido por Fernández (2007:97) a la aplicación prioritaria de los mismos en los que respecta a la Constitución y a las leyes
cuando estos instrumentos internacionales consagran normas más favorables en lo que se refiere al goce y ejercicio de derechos fundamentales, al
igual que, también consagra la aplicación inmediata y directa de los instrumentos normativos internacionales por parte de los diversos operadores del
poder público nacional.
Es sabido que la preeminencia de los derechos Humanos es un valor
superior de la Constitución, lo que conlleva claramente a la superioridad
ontológica de los mismos respecto al Estado. A este respecto, Combellas
(2002:4) afirma que “son superiores y anteriores al Estado, una de cuyas
funciones está no sólo en reconocerlos, consagrarlos constitucionalmente,
sino también garantizarlos y fomentarlos”.
Dentro del articulado contentivo de la Constitución Nacional vigente
también se hace referencia a la nulidad de todo acto dictado por el poder
público del Estado que menoscabe o lesione los Derechos Humanos a tenor
de lo dispuesto en su Artículo 25 que a la letra establece:
Artículo 25: Todo acto dictado en ejercicio del Poder Público
que viole o menoscabe los derechos garantizados por esta
Constitución y la ley es nulo, y los funcionarios públicos y
funcionarias públicas que lo ordenen o ejecuten incurren en
responsabilidad penal, civil y administrativa, según los casos,
sin que les sirvan de excusa órdenes superiores (Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela, 1999).
Se puede afirmar categóricamente tal y como lo hace Morales (2001:
43) que a manera de exigencia ético-jurídica, la defensa, protección, respeto
y aplicación del sistema de los derechos Humanos, como fundamento de la
paz, la libertad y la justicia, forman parte, según este artículo, del ethos del
funcionario público venezolano. Kriele cuando analiza la significación del
ethos democrático del funcionario señala sus tres componentes básicos, a
saber “cumplimiento de la ley, preservación del interés común, y allí donde
hay intereses de grupos rivales, decisión imparcial y justa” (Kriele, 1980:
339-340). La preservación y preeminencia de los derechos Humanos es del
interés común.
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También este ethos democrático que le permite al funcionario público
venezolano revelarse contra órdenes superiores que conduzcan a la violación de los Derechos Humanos, constituye una excepción a los principios
de disciplina, obediencia y subordinación que caracterizan a la Fuerza Armada Nacional en virtud de lo consagrado en el artículo 328 del texto constitucional venezolano actual.
Por lo tanto, “todo acto de los Poderes Públicos que viole o menoscabe los derechos Humanos es nulo, incurriendo los funcionarios infractores
en responsabilidad penal, civil y administrativa;…el Estado tiene la obligación de investigar y sancionar legalmente los delitos contra los derechos
Humanos cometidos por sus autoridades; asume la obligación de indemnizar a las víctimas” (Combellas, 2002:4).
Por su parte el Artículo 27 de la Constitución de la Republica Bolivariana de Venezuela establece que:
Artículo 27: Toda persona tiene derecho a ser amparada por
los tribunales en el goce y ejercicio de los derechos y garantías
constitucionales, aun de aquellos inherentes a la persona que
no figuren expresamente en esta Constitución o en los instrumentos internacionales sobre derechos Humanos.
El procedimiento de la acción de amparo constitucional será
oral, público, breve, gratuito y no sujeto a formalidad, y la autoridad judicial competente tendrá potestad para restablecer inmediatamente la situación jurídica infringida o la situación
que más se asemeje a ella. Todo tiempo será hábil y el tribunal
lo tramitará con preferencia a cualquier otro asunto.
La acción de amparo a la libertad o seguridad podrá ser interpuesta por cualquier persona, y el detenido o detenida será
puesto o puesta bajo la custodia del tribunal de manera inmediata, sin dilación alguna.
El ejercicio de este derecho no puede ser afectado, en modo
alguno, por la declaración del estado de excepción o de la restricción de garantías constitucionales (Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, 1999).
Del artículo constitucional en estudio deriva como obligación del juez
la protección de estos derechos extra sistema. Es decir, que el Artículo 27
ratifica la protección de derechos extralegales, observándose por tanto que
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el marco de protección rebasa a la propia ley, mediante un procedimiento
expedito con potestad de restablecer de inmediato la situación jurídica.
Consecutivamente, en el Artículo 29 de la Constitución en estudio
se establece la obligación del Estado de investigar e indemnizar a la víctima en los casos de violación de Derechos Humanos cuando dicho dispositivo señala:
Artículo 29: El Estado estará obligado a investigar y sancionar legalmente los delitos contra los derechos Humanos cometidos por sus autoridades.
Las acciones para sancionar los delitos de lesa humanidad,
violaciones graves a los derechos Humanos y los crímenes de
guerra son imprescriptibles. Las violaciones de derechos Humanos y los delitos de lesa humanidad serán investigados y
juzgados por los tribunales ordinarios. Dichos delitos quedan
excluidos de los beneficios que puedan conllevar su impunidad, incluidos el indulto y la amnistía (Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, 1999).
Siguiendo a Fernández (2007:98) se puede señalar que cuando se violenten derechos Humanos, el Estado venezolano está obligado por mandato constitucional (Artículo 30) a indemnizar a las víctimas de tales violaciones que le
sean imputables, resarcimiento que se extiende hasta sus causahabientes.
En este mismo orden de ideas, la propia Constitución Nacional reconoce la posibilidad de acudir a las instancias internacionales y la obligación de
cumplir con las decisiones que emanen de los órganos internacionales a tenor
de lo dispuesto en su Artículo 31 cuando a la letra consagra lo siguiente:
Artículo 31: Toda persona tiene derecho, en los términos establecidos por los tratados, pactos y convenciones sobre derechos Humanos ratificados por la República, a dirigir peticiones o quejas ante los órganos internacionales creados para tales fines, con el objeto de solicitar el amparo a sus derechos
Humanos.
El Estado adoptará, conforme a procedimientos establecidos
en esta Constitución y la ley, las medidas que sean necesarias
para dar cumplimiento a las decisiones emanadas de los órganos internacionales previstos en este artículo (Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela, 1999).
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Resulta también conveniente traer a acotación el contenido del Artículo 334 constitucional el cual establece para todos los jueces de la República
la obligación de asegurar la integridad de la Constitución y por ende la integridad del sistema de los Derechos Humanos. El juez cuando aplica el control difuso de la constitucionalidad y cuando ante él se ejerza una acción de
amparo constitucional se convierte en juez constitucional, en juez protector
de la Constitución y especialmente en defensor de los Derechos Humanos.
En tanto que, el Artículo 335 constitucional señala que las interpretaciones de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia sobre el
contenido o alcance de las normas y principios constitucionales son vinculantes para el resto de las Salas y demás tribunales de la República.
Como ha quedado demostrado y tal y como lo afirma el Dr. Sergio
Brown Cedillo (2006) la Constitución venezolana de 1999, reconoce y garantiza, acorde con los estándares universales, los Derechos Humanos y las
libertades fundamentales de las personas que se encuentran en el territorio
venezolano.
La Constitución de 1999 conlleva a un significativo avance dentro del
constitucionalismo social y cultural y en la concepción moderna del Estado
constitucional de Derecho al concebirlo como democrático, social y de justicia por lo que su legitimidad descansa en la paz, la libertad y la justicia social. El desarrollo, a tono con las más avanzadas concepciones doctrinales,
y lo que establecen los instrumentos internacionales sobre la materia, de un
sistema de Derechos Humanos inspiraron su creación.
Aunado a lo anterior, el respeto y la garantía de los Derechos Humanos, de acuerdo al Artículo 2 constitucional, son obligatorios para todos los
órganos del Poder Público de conformidad con los siguientes instrumentos
jurídicos: la Constitución, los tratados sobre Derechos Humanos suscritos y
ratificados por la República y las leyes que los desarrollen. En consecuencia, toda creación jurídica debe estar sustentada en los valores superiores
concretos que señala la Carta Magna y en la concepción socialista del Estado proclamada en el mismo texto fundamental (Rutman, 2001).
Todo lo antes descrito, evidencia la importancia que le atribuye la
Constitución Nacional al tema de la protección y defensa de los Derechos
Humanos respondiendo de esta forma a lo consagrado en los pactos y trata-
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dos internacionales que se suscrito en esta materia y de los cuales Venezuela ha sido firmante, los cuales con la entrada en vigencia de este instrumento jurídico programático no sólo forma parten del ordenamiento jurídico patrio sino que además, adquieren primacía dentro del mismo.
Como se ha podido observar del el análisis exegético realizado a los artículos de la Constitución Nacional venezolana de 1999 se observa la presencia en el espíritu del constituyentista de los fundamentos de la teoría del garantismo plateada por el destacado jurista italiano Luigi Ferrajoli en donde la
protección a los Derechos fundamentales ocupa un lugar preponderante.
Con el establecimiento del llamado bloque de la constitucionalidad, en
donde a través del artículo 23 de la Constitución bolivariana Venezuela se le
otorga rango constitucional a los pactos y convenios suscritos y ratificados
por el Estado venezolano en materia de Derechos Humanos y su preeminencia dentro del ordenamiento jurídico interno representa la constitucionalización de los mismo y la obligatoriedad del Estado venezolano a través de sus
diferentes instituciones de garantizar su preservación a todo ciudadano en
territorio venezolano.
Por consiguiente, en el ámbito penal corresponderá al poder judicial y
a sus propios operadores el preservar y garantizar a todo ciudadano los derechos que le son inherentes a su específica condición humana cuando los
mismos accionen el aparato judicial.
Aniyar de Castro (2003) sostiene que “…Venezuela tiene hoy tanto
una Constitución como un sistema penal de avanzada (con excepción de un
arcaico Código penal cuya reforma está siendo elaborada en estos momentos). Este sistema está basado en el debido proceso y el respeto a los Derechos Humanos.”
En este contexto, y sustentándose en que es función del Derecho Penal
mantener la cohesión social preservando los derechos de la persona humana
de cualquier ataque que pueda ponerlo en peligro y tomando en cuenta
igualmente, la característica de dinamismo que esta nueva categoría de derecho presenta (derecho a los Derechos Humanos) y que constituye el objeto principal de tutela del Derecho Penal, es necesario que éste último valla a
la par del primero, debido a que de lo contrario se originaría un desorden en
el equilibrio social y jurídico que debe estar presente en toda la sociedad.
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Sin embargo, hay que hacer la acotación de que hoy en día no se está
muy alejado de ese desorden en razón de que el énfasis político jurídico se
centra en combatir por todos los medios disponibles la delincuencia y proveer seguridad a la ciudadanía, sacrificando de esta forma los derechos Humanos y las garantías individuales.
En este corolario de ideas, se debe también traer a colación que como
ya es sabido, el proceso de elaboración de las leyes (que por mandato constitucional corresponde al poder legislativo) es ejercido en la mayoría de los casos por grupos que responden a intereses meramente políticos y defensores de
posiciones individualistas, que distan mucho de lo que debe ser la Ley (no
sólo la penal), convirtiendo la justicia en una utopía para un importante sector
de la población, producto de campañas propagandísticas y partidistas de una
determinada ideología que aspira imponerse y termina por ignorar los problemas que realmente confronta la colectividad (Morales et al., 2005).
En este ámbito, debe resaltarse en el significativo papel que la nueva
criminología de los Derechos Humanos y nueva política criminal deben jugar en los tiempos actuales, fungiendo como una teoría crítica de lo que está
objetivado y de lo que se pretenda objetivar a objeto de preservar los Derechos Humanos y garantizar la primacía en el orden jurídico interno tal y
como lo señala la Constitución venezolana vigente de los pactos y tratados
suscritos en esta materia por el Estado Venezolano.
5. CONCLUSIONES
En los tiempos actuales signados por la existencia de un mundo globalizado, la protección a los Derechos fundamentales representa un factor indispensable para la existencia de un verdadero Estado de Derecho.
Por lo tanto, es a través del estado constitucional de Derecho o garantismo como lo denomina Ferrajoli, que se logran consagrar los derechos
fundamentales en la norma superior del sistema normativo pudiéndose de
esta forma redefinir su finalidad en lo que a fijar límites y condiciones al
poder estatal se refiere.
Venezuela, con lo consagrado a la letra de su Constitución de 1999 sin
lugar a dudas, avanzó en lo que a materia de protección de los Derechos Hu-
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manos se refiere, sin embargo deben aunarse esfuerzos para que no decaiga
lo contemplado en el espíritu de la misma en consonancia con la justicia venezolana y la actuación de los poderes públicos del Estado venezolano.
Hoy, cuando las tendencias penales modernas apuntan hacia el Derecho Penal Mínimo es decir, hacia la mínima intervención penal y la primacía de los Derechos Humanos, en la justicia venezolana se observa una mayor inflación legislativa y con ella, un estancamiento de la aplicación de la
teoría garantista y la primacía de los Derechos Humanos.
La existencia de un sistema internacional de protección de los mismos
y su reconocimiento por parte de las naciones del mundo condujo a que la
violación de este tipo de derechos sea considerado como un delito de lesa
humanidad, por lo tanto no existe término para accionar la exigibilidad de
su cumplimiento o el resarcimiento en caso de su lesión.
Si el garantismo, es la concepción filosófica por medio de la cual la
aplicación de las normas jurídicas prevén una seguridad de igualdad, eficacia y funcionamiento a todos los ciudadanos dentro del ordenamiento jurídico basado en los principios del Derecho, las garantías jurídicas, transparencia e imparcialidad y se fundamenta en la sujeción del derecho al derecho,
lo cual repercute en ambas dimensiones del fenómeno normativo: la vigencia y la validez, la forma y la sustancia, los signos y los significados, la legitimación formal y la legitimación sustancial. Entonces, corresponde a los
operadores de la administración de justicia penal en Venezuela estar contestes con los preceptos garantistas consagrado en la Constitución de la Republica Bolivariana de 1999 y tomar el garantismo como la filosofía preponderante en su ejercicio profesional.
Por ende, la administración de justicia no debe estar signada por los
intereses de la hegemonía, sino que se debe administrar justicia conforme al
Derecho, es decir, conforme las normas condensadas en los diferentes instrumentos jurídicos que integran el ordenamiento jurídico venezolano, y
donde la protección y defensa de los Derechos Humanos sea la prioridad.
María A. Fernández G.; Jorge N. Morales M. y Jesús E. Párraga M.
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