CONNESSIONI Editorial (Traducción: Alejandro Novoa Luengo) “Sistema” y “contexto” en la época del texto El argumento de este numero de CONNESSIONI es de particular interés para quienes deseen mantener abierto un debate problemático con la más reciente evolución de la terapia sistémica en el ámbito internacional. De hecho, siempre más a menudo, los terapeutas de tendencia son aquellos que se definen “narrativistas” y/o “postmodernos”: es decir aquellos que afirman haber renunciado a las fáciles certezas de los modelos y de las teorías que se pensaba podrían explicar el mundo, en favor de modelos más sofisticados y dubitativos que estimulan las dudas más que las certezas. Cualquiera que conozca la historia de la terapia sistémica en general, y el modelo de Milán en particular, debería tener claro que, a diferencia del modelo narrativo (que se presenta como una opción teórico clínica específica1), el pensamiento postmoderno en terapia, además de inscribirse en un contexto más amplio de ecología de las ideas, representa una evolución casi inevitable de la visión sistémica. La revolución constructivista, de hecho, había puesto en duda la existencia “objetiva” de los sistemas, llevando al primer plano la posición y la función organizativa del observador; la teoría de la complejidad había roto la ilusión de que fuese posible explicar la realidad (lo que tomamos por realidad) utilizando categorías simples, asumiendo un punto de vista privilegiado, limitándose a un único nivel descriptivo; el construccionismo social, en fin, había llevado al primer plano el lenguaje y por consiguiente la co-construcción lingüística de la realidad misma: esta evolución, que ha ocupado estos últimos quince años, no podía que conducir a una visión postmoderna, esto es, a una prospectiva en la cual ninguna visión vale más que las otras, donde teorías, modelos, prácticas, son todas inevitablemente relativizadas, donde el pensamiento es sobretodo bricolaje de pensamientos e intuiciones de los otros, todos conocidos, criticados y yuxtapuestos sin poder operar nunca una elección porqué, en esta óptica, está excluida la posibilidad misma de un punto de vista que se pretenda como unificador, sintético, de orden superior. En la época del postmodernismo también el pensamiento sistémico y la epistemología cibernética se vuelven, inevitablemente, uno de los tantos modos posibles de pensar, de yuxtaponer, confrontar, integrar a otros; no es casualidad que un número 1 Véase a este propósito el n. 1/97 de CONNESSIONI dedicado al Lenguaje, Hermenéutica, Narrativa. cada vez mayor de terapeutas que hasta pocos años atrás se declaraban aparentemente sistémicos, hoy se nieguen a definirse como tal. Pues bien: esta evolución conlleva, obviamente, también dificultades nuevas, problemas no imaginables anteriormente, preguntas insospechadas. Antes que nada: la visión relativista y relativizante, ¿no arriesga de proponerse precisamente como lo que pretende superar, o bien como punto de vista de orden superior, o meta-teórico, y también como una suerte de nueva ortodoxia? La posición relativista propuesta por el postmodernismo, ¿no conduce inevitablemente a la paradoja, no genera un “loop” que podría revelarse como maligno? ¿No es quizás mejor reconocer que, en el fondo, es inevitable que cada uno de nosotros siga algunos conceptos-guías, algunos asuntos de base, esforzándose también por usarlos críticamente, y por mantenerse abierto y flexible? Se podría notar, en este sentido, que, quizás, solo reconociendo que es imposible ser “verdaderamente” relativistas es posible evitar una absolutización del relativismo, y por consiguiente mantener abierta y fecunda una circularidad nunca agotable entre necesidad – y utilidad – de teorías, conceptos, modelos, y conciencia de no poderlos nunca considerar como “verdad”. En segundo lugar se instala la cuestión de “cómo” es posible pensar la postmodernidad. Desaparece el nítido rigor que había sido tan importante para teóricos y clínicos sistémicos. Y a menudo el pensamiento se dificulta a seguir una línea lógica y a concatenarse de modo consecuente: se vuelve fragmentario, contradictorio (“débil”, dirían Vattimo y Rovatti2), como muy adecuado a una materia contradictoria y fragmentara a su vez. Pero, ¿no está entonces el riesgo de caer en lo vago, en lo ambiguo, en una suerte de “new age” de la terapia donde todo puede ir bien y nada tiene sentido de verdad? Hay derivas, sobretodo en la práctica terapéutica estadounidense, donde esto es ya más que un riesgo. También en este sentido parece necesario reconocer que en realidad es imposible no ser guiados por premisas epistemológicas y por pre-juicios teóricos, y por lo tanto no inscribir la propia “lectura” y la propia intervención por lo menos dentro de algunas líneas guías y al interior de algunas metáforas conceptuales fundamentales. Luego, a partir de estas interrogantes, nos hemos preguntado: ¿cual asunto de base nos parece que oriente y dirija todavía nuestro trabajo? O, más simplemente: en estos años cargados de novedad, ¿que cosa permanece del pensamiento sistémico? La noción de “contexto” – o bien la premisa lógica, y también la profunda convicción, de que todo tenga y adquiera significado solo dentro de un contexto – nos ha parecido quizás la idea donde más difícilmente podríamos renunciar, el concepto que de algún modo nos ha marcado de por vida como sistémicos, y se ha vuelto una suerte de hilo rojo que une implícitamente nuestra evolución teórica y clínica, revelando una continuidad subyacente a los sorprendentes cambios de estos últimos años. 2 Véase Vattimo G., Rovatti P. A. [a cargo de], Il pensiero debole, Milano, Feltrinelli 1983. El Pensamiento Débil, Rovatti, P. A.; Vattimo, Gianni (Ediciones Cátedra). Este número de Connessioni nace precisamente desde las preguntas que la época del “texto”, de la narrativa, y del pensamiento postmoderno, han abierto para cuantos se consideran todavía sistémicos. Y explora el concepto de “contexto” buscando de interrogarse sobre el sentido nuevo que puede asumir hoy esta noción que ha sido tan central en nuestra reflexión y en nuestra praxis de clínica sistémica. ¿Como entender el contexto en la época del texto? Se tratará, ciertamente, de un contexto que ha perdido – si alguna vez lo ha tenido – cada pretensión de objetividad; se tratará de un contexto radicalmente subjetivo, o referido al observador; pero también, y al mismo tiempo, intersubjetivo, y por lo tanto, en este sentido, de todas maneras, y todavía, sistémico. Se tratará, en cada caso, de un contexto pluricentrico, que prevea planos distintos, puntos de vista diferentes, versiones que no puedan ser unificadas, historias irreductibles entre ellas, y también diversas dimensiones del tiempo y de la historia. Los caminos de investigación que presentamos son, a su vez, múltiples y diversificantes. No sería coherente imaginar, o perseguir, una respuesta sustancialmente unitaria. Lo que cuenta es que las nociones de “sistema” y de “contexto” se revelen una vez más como estimulantes. Marco Bianciardi Paolo Bertrando Este número de CONNESSIONI inicia con una contribución de largo aliento que nos invita a salir provisionalmente del dominio circunscrito de la clínica y de la teoría de la clínica. Mauro Ceruti y Telmo Pievani ilustran ampliamente cómo el concepto de sistema natural en el ámbito de las teorías de la evolución ha mutado radicalmente y esté, a su vez, en constante evolución. El concepto mismo de “sistema” aparece entonces claramente vinculado a la evolución del pensamiento al interior de la comunidad científica: a través de una historia de radical puesta en discusión de las precedentes oposiciones conceptuales y de introducción de conceptos y de nuevos enfoques metodológicos, el “sistema” de la evolución se presenta, hoy, como multidimensional, complejo, sobre más niveles – tanto que Ceruti y Pievani introducen la feliz expresión de “ecología conceptual”, estímulo que nos parece de poder proponer como hilo conductor de todos los trabajos de este numero de la revista: los conceptos de “sistema” y de “contexto” pueden ser afrontados, hoy, solo explorando una ecología de conceptos que precedentemente aparecían entre ellos en oposición. El ensayo de Marco Bianciardi propone una relectura del concepto de “contexto” al interior de una epistemología cibernética de segundo orden, la cual reintroduce una centralidad del sistema observador. Bianciardi argumenta como el reconocimiento de la centralidad del observador, lejos de conllevar un abandono de la hipótesis de la centralidad del contexto, estimula a asumir una lógica de reciprocidad, al interior de la cual la irreductibilidad del punto de vista subjetivo y las características emergentes a nivel de sistema son concebidas como coemergentes y generadas recíprocamente. Pero el autor está atento sobretodo a subrayar como tal lógica no permite la ilusión de una nueva síntesis unificadora, más bien conlleva la conciencia de una dimensión de misterio: de la ecología de las ideas, de la ecología conceptual, de hecho, el sujeto es parte, y no puede por consiguiente observarla desde el exterior, sino que evoluciona con su evolución.