CONFLICTOS ENTRE LA RELIGIOSIDAD FAMILIAR Y LA

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CONFLICTOS ENTRE LA RELIGIOSIDAD FAMILIAR Y LA
EXPERIENCIA SACRA DE LOS NAVEGANTES GRIEGOSI
MIRELLA ROMERO RECIO
Universidad Complutense de Madrid
RESUMEN
Una de las facetas peor conocidas de la experiencia sacra del navegante es su
mundo ideológico en conexión con su entorno familiar. En este artículo se analizan los
problemas ideológicos que en el ámbito familiar supone el hecho de que uno de sus
miembros fallezca en el mar. Mediante este estudio es posible constatar que las relaciones de los navegantes con sus familiares fueron siempre conflictivas, incluso después de
su muerte.
ABSTRACT
One of the most un known aspects of the religious experience of the mariner is the
relation between his ideological world and his family environment. This article analyses
ideological problems within the family that emerge when one of the members dies at
sea. This study highlights the difficult family relationships of mariners even after death.
El estudio de la navegación en el mundo griego es, sin duda, enriquecedor para la comprensión del desarrollo histórico de las comunidades implicadas en dicha actividad. En este sentido es importante
destacar cómo resulta posible analizar, por ejemplo, las transformaciones sociales que se suceden en una formación histórica determinada mediante el estudio de la navegación, puesto que esta actividad
funciona no sólo como una vía a través de la cual se acelera el proceso de complejidad de las relaciones sociales, sino también como un
medio gracias al cual una formación histórica es capaz de canalizar
ciertas tensiones generadas a partir de diversos problemas, principalmente de índole económica.
Así pues, la investigación de este ámbito ofrece multitud de vías en
las que adentrarse para completar el estudio de algunas facetas de la
1 Este trabajo se integra en el proyecto de investigación financiado por la DGICYT
(PS94-0013): "Religiones orientales y religiosidad popular en el antiguo Mediterráneo
occidental".
ARMS. I, 1998.
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historia griega que en muchos aspectos pueden ser reconsideradas por
la riqueza de sus posibilidades.
Por lo que respecta al ámbito de lo ideológico, según la opinión
más generalizada, el navegante es uno de los hombres más religiosos
del mundo antiguo, pero esta religiosidad no se encuentra completamente adaptada a los moldes y a las instituciones oficiales; se trata
más bien de un conjunto de creencias particulares generadas a partir
de unas necesidades muy concretas. El rigor de la vida en el mar, la
frecuente exposición a tempestades, naufragios, asaltos, etc., hicieron
del navegante una persona especialmente vinculada a una religión
capaz de garantizar su supervivencia ante un mundo que se le ofrecía
repleto de peligros y manifestaciones insólitas.
He tratado de profundizar en una de las facetas peor conocidas de
la experiencia sacra del navegante: su mundo ideológico en conexión
con su entorno familiar. La parquedad de las fuentes literarias y arqueológicas dificulta enormemente un estudio de estas características,
por lo que he optado para la realización de dicho análisis por introducirme en el tema a partir del estudio de un aspecto muy concreto:
los problemas ideológicos que en el ámbito familiar supone el hecho
de que uno de sus miembros muera en el mar. Mediante este estudio
se observa que en el mundo de la navegación se produce una descomposición de los lazos familiares como consecuencia del obvio distan
entre los distintos miembros.
-ciamento
No obstante, y a pesar de que ni las fuentes documentales ni los
datos arqueológicos nos permiten conocer cuál era la situación de las
familias de los navegantes - cuestión básica si se pretende iniciar un
estudio de la religión del navegante en conexión con su ámbito familiar- al menos en el plano del imaginario del hombre del mar, ya sea
marinero o pescador, sí se constata un deseo por preservar a sus hijos
de este tipo de vida caracterizada por una especial crudeza. Así queda
reflejado en un texto epistolar de Alcifrón, cuyo mensaje avala inequívocamente las reflexiones anteriores:
" ¿Por qué razón, mujer no tomamos una determinación y, aunque
la ocasión sea tardía, evitamos la vecindad de la muerte, máxime
debiendo conservar la vida en pro de nuestros hijos? Y si por nuestra
falta de medios no les podemos ofrecer gran cosa, al menos, les procuraremos y haremos este favor: que no lleguen a conocer las furias
del oleaje y los riesgos abisales y, en cambio, que crezcan en medio de
tierras de labor y disfruten de una existencia segura y ajena al miedo"
(Alciphr. I, 3, 3; trad. E. Ruiz García en BCG, Madrid, 1988).
• Como ya se sabe, la vida del marinero es especialmente dura, pues
los riesgos, la mayoría de las veces, no compensan las ganancias que
al final obtiene. Pero es que además de la dureza del trabajo en sí
mismo, resulta particularmente penoso por dos razones: por un lado,
el necesario distanciamiento del marinero y su familia, y por otro, los
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altísimos riesgos que conlleva la vida en el mart. Y es esta serie de circunstancias la que ha provocado que a lo largo de toda la historia de
la navegación se hayan dedicado a esta tarea las gentes más humildes
que, en general, no contaban ni siquiera con un pequeño pedazo de
tierra que les permitiese subsistirá.
La añoranza que provoca la lejanía y la incertidumbre de si finalmente será posible el retorno a casa aparece en la literatura desde
época arcaica 4 , pero también contamos con algunos testimonios epigráficos que confirman esta idea. En una taberna de Pozzuoli de hacia
el s. I d.C. apareció una serie de inscripciones, estudiadas por M.
Guarducci 5 , donde los clientes, en su mayor parte marineros, indicaban, con palabras de nostalgia que evocaban a sus países o a sus
parientes, la tristeza por tener que embarcar de nuevo. Esta nostalgia
se refleja igualmente en las cartas escritas por los marineros egipcios
a sus parientes y viceversa hacia el siglo II d.C. 6 . Obviamente, son
similares a las que cualquier soldado solía escribir: cuenta si ha recibido los paquetes que le han enviado, realiza peticiones, informa acerca de su localización en el momento de redactar la misiva, destaca los
deseos de volver a casa, etc. Sin embargo, queda patente el temor a un
peligro añadido: el mar, y así, se deja constancia del agradecimiento
que se debe a los dioses por mantener al marinero a salvo (por ejemplo, Pap. Michigan, VIII, 490). En cualquier caso, y pese a que la labor
del piloto -reconocida desde época homérica (II. X)UII, 316-318; Od.
IX, 78)- junto con una buena organización de la tripulación (Xen. Oec.
VIII, 8; Philostr. VA, IV, 9) sea fundamental para la buena marcha de
la navegación, en los textos se constata la importancia otorgada al factor suerte (Arist. EE. VIII, 1247a 5 ss. y 21 ss.). No hay más que echar
un vistazo a la Interpretación de los sueños de Artemidoro, para observar la abundancia de presagios que se pueden relacionar con el desarrollo de esta actividad (I, 2; II, 16; II, 23; II, 38; IV, 53, etc.).
2 Acerca del mar como lugar de muerte y sufrimientos: A. Bernand, La Carte du
Tragique. La géographie dans la tragédie grecque, París, 1985, 363-398; S. Georgoudi, "La
mer, la mort et le discours des épigrammes funéraires", AION (arclheol), 10, 1988, 53-61;
cf. Hes., Op., 687; Th., 872-877; Aesch. Choeph., 587; Proin. Encad., 582-583; Eurip.
Hipp., 1208-1234; Stat. Sily, III, 2, 61-77; Artem. III, 16; Q.S., V, 365-369; IX, 270-272;
Orph. Arg., 1182-1185; etc.
3 Cf. Plaut. Bacch., 342-344; Luciano, D. Meretr., XIV; Alciphr. I, 3, 1; I, 8, 2; J.
Rougé, Recherches sur 1'organisation du commerce maritime en Méditerranée sous 1'empire romain, París, 1966, 295; E. Bourriot, "La consideration accordée aux marins dans
l'Antiquité Grecque. Époques archaIque et classique", Revue d'Histoire Economique et
Sociale, 50, 1972, 7-41. Asimismo, sobre la preferencia de los trabajos agrícolas a la
navegación véase: Hes.. Op., 236; Anth. Pal., VII, 586, 636, 650.
4 Archil. D. 12 = fr. 4, p. 29, F. Rodriguez Adrados, Líricos griegos. Elegfacos y yambógrafos arcaicos, I, Madrid, Alma Mater, 1981; cf. Q.S., XIV, 63-66.
5 M. Guarduccí, "Iscrizione greche e latine in una taberna a Pozzuoli", Acta of the
Fifth international Congress of Greek and Latin Epigraphy, Cambridge 1967, Oxford,
1971, 219-223.
6 Pueden verse algunos ejemplos en R. Chevallier, Voyages et déplacements dans
1'empíre romain, París, 1988, 93-94.
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Tanto los epígrafes hallados en Pozzuoli, como las cartas de los
marineros egipcios, constituyen unos de los pocos datos de los que
disponemos sobre la relación existente entre el navegante y su familia.
Podemos imaginar que dichas relaciones no fueron fáciles, y que a
pesar de que pudiesen tener la posibilidad de fundar una familia, sus
continuas escalas en diversos puntos del Mediterráneo y las largas
ausencias les llevaban a contactar con otras mujeres 7 como prueba la
presencia en los puertos de prostíbulos 8 incluso aunque éstos puedan
presentarse en ocasiones "camuflados' bajo la forma de santuarios
donde se practicaba una prostitución sagrada que justificase las
auténticas necesidades de sus adeptos 9 . En las obras de Cantón de
Afrodisias (I, 7, 3), Luciano (D. Meretr., XIV y XV, 324-325) y Alcifrón
(I, 6) se hacen referencias a prostitutas que mantienen relaciones con
marineros y pescadores, alguna de ellas en torno al puerto. La
Antología Palatina alude a la existencia de unos barcos anclados en el
puerto que funcionaban como auténticos prostíbulos (IX, 415), algo
que queda patente en el propio nombre de la nave, Hetaira (IX, 416).
Alcifrón (I, 15) también se refiere a una costumbre propia de los jóvenes ricos que consistía en embarcar a "muchachas de singular belleza"
a bordo de naves alquiladas para viajes de recreo, en las que no se
reparaba en gastos' °.
,
Pero en la Antología Palatina se encuentran más referencias a prostitutas (V, 44, 161, 204), a las que se designa con el nombre de pequeñas embarcaciones, en relación con los navegantes". Esta identificación entre la mujer y el barco se encontrará también en la literatura
latina, sobre todo en la comedia de Plauto 12 . Es interesante la conexión que se establece entre prostitución y navegación, pues incluso el
La literatura también recoge las "tentaciones" que podía sufrir una persona cuan
desplazaba durante un largo período de tiempo (Achil. Tat. V, 15-16), lo que inclu--dose
so le podía llevar a ser padre de un hijo ilegítimo (Ter. Phonn., 567-681).
8 Cf. Ar. Pax 165; schol. Ar. Pax 165; Poll., IX, 34; Paus., VII, 21, 14; G. Marasco, I
viaggi nella Grecia Antica, Roma, 1978, 36; J. M. André, M. F. Baslez, Voyager dans
1'Antiquité, París, 1993, 514.
9 La prostitución sagrada se encuentra vinculada al culto de Afrodita, véase: Ch.
Sourvinou-Inwood, "The votum of 477/6 B. C. and the foundation legend of Locri
Epizefirii", CQ, 24, 1974, 186-198; eadem, "Due prottetrici della donna a Locri Epizefirii:
Persefone e Afrodite", en G. Arrigoni (ed.), Le donne in Grecia, Bari, 1985, 216; M.
Torelli, "I culti di Locri", Locri Epizefirii. Atti del XVI convegno di Studi Bulla Magna
Grecia, Taranto, 1976, Nápoles, 1977, 150-153; idem, "I1 santuario greco di Gravisca", PP,
32, 1977, 429-433, 448; idem, Storia degli etruschi, Roma-Bari, 1981, 149; D. Musti,
"Problemi della storia di Locri Epizefirii", Locri Epizefirii..., 65-71; H. Herter, "II mondo
delle cortegiane e delle prostitute", en Arrigoni, Le donne in Grecia, 364; E. Cantarella,
La calamidad ambigua, Madrid, 1991, 80-81; C. Salles, Les Bas-Fonds de I'Antiquité,
París, 1982, 26-30; E. Greco, "I santuari", Magna Grecia, IV, Arte e artigianato, Milán,
1990, 165; V. Vanoyeke, La prostitución en Grecia y Roma, Madrid, 1991, 37-41. Cf. Pind.
Flog., 3; Hdt., 1, 199; Strab., VI, 272; VIII, 6, 20; XI, 14, 16.
10 Sobre embarcaciones fletadas para viajes de placer véanse los ejemplos citados
por Chevallier en Voyages et déplace»tents..., 110 -112.
I 1 Cf. A. J. Woodman, "The Craft of Horace in Odes 1. 14", CPh, 75, 1980, 60-67.
12 Véanse los ejemplos aportados por H. D. Jocelyn, "Boats, women and Horace,
Odes, I, 14", CPh, 77.4, 1982, 334-335.
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mar es susceptible de ser comparado con una ramera, ya que "ofrece
en un primer momento un trato agradable, pero, en cambio, después
se comporta mal con la mayoría de los hombres" (Artero. Onir. III, 16).
Sin embargo, la relación del hombre de mar con el mundo de la
religiosidad doméstica se manifiesta asimismo en otros aspectos de la
experiencia vital y del pensamiento. En este sentido me atrae especialmente, como ya he apuntado, el problema que generaría en las
familias el hecho de que uno de sus miembros falleciese durante la
navegación. La muerte en un naufragio es la peor de las muertes ya
que los fallecidos quedan insepultos y se les priva de las honras fúnebres que garanticen la paz a sus almas 13 . Según una tradición que
recoge Sinesio de Cirene (ep. V, 108-1 17) "la muerte en el mar es el aniquilamiento más absoluto ", y algunos, como los militares, prefieren
recurrir al suicidio, pues lo óptimo es evitar morir bajo el agua (118123). Las consideraciones de orden religioso son importantes, ya que
se piensa que el náufrago era un hombre abandonado por los dioses,
un ser maldito, como se observa claramente en la historia en la que
Odiseo llega de nuevo a la isla de Eolo después de que sus compañeros hubiesen soltado los vientos y éste le manda partir inmediatamente porque lo interpreta como una señal inequívoca de que es aborrecido por los dioses 14 . Los restos de los naufragios y los cadáveres son
aborrecidos incluso por el mar, que necesita purificarse arrojando
sobre la playa todo aquello que le es ajeno (Str. I, 3, 9); en este sentido, es necesario tener en cuenta el valor del agua del mar como elemento purificador, lo que le hace disponer de un importante papel en
las prácticas iniciáticas de la ciudad 15 .
El naufragio siempre es una catástrofe que deja sumidos en la tristeza a los familiares y amigos de las víctimas que viven la impotencia
de no haber podido hacer nada, con el agravante de que temen que
alguna vez pueda sucederles a ellos mismos 16 . El único consuelo que
les queda es que el cadáver sea recuperado para poder ofrecerle los
correspondientes ritos funerarios y una sepultura adecuada (Anth. Pal.
I3 Horn., /l. )OXI, 122-127; Eurip. Hel., 1208-1209; Hec., 796-797. Véase además: E.
Vermeule, Aspects of Death in Early Greek Art and Poetry, Berkeley-Los Angeles, 1979,
179 ss.; D. Ridgway, L'alba della Magna Grecia, Milán, 1984, 73-75 y fig. 10, crátera de
Pitecusa que representa un naufragio; F. Hartog, "Ulysse et ses marins", en Cl. Mossé
(ed.), La Gréce ancienne, París, 1986, 37; A. Serghidou, "La mer et les femmes dans
l'imaginaire tragique", Metis, 6, 1991, 65-66; André, Baslez, Voyager..., 440-441.
14 Od., X, 72-75; cf. Philostr. VA VII, 14. Véase: D. Schiappoli, "II 'ius naufragii'
secondo it diritto della Chiesa", RDN, 4.1, 1938, 137-157; J. Rougé, "Le droit de naufrage et ses limitations en Méditerranée avant I'établissement de la domination de Roma",
en R. Chevallier (ed.), Mélanges d archéologie et d'histoire offerts a André Piganiol, III,
París, 1966, 1468; Bourriot, "La consideration....., 39; A. Pinzone, "Naufragi, fisco e tras
(su C.I., II, 6, 1)", QC, 7, 1982, 68-69.
-portimanel'ádCrca
15 Serghidou, "La mer et les femmes....., 77; H. Duchéne, "Initiation et élément
marin en Gréce ancienne", en L'initiation, Actes du Colloque International de Montpellier
1991, II, Montpellier, 1992, 119-133.
16 Archil. eleg., 9; D.12 = fr. 4, p. 29, Adrados I, 1981; D. J.0, 1-2 = Adrados fr. 5, p.
30, I. 1981; D. 11 = Adrados, fr. 6, p. 30, I, 1981; Xen. Eph., III, 2, 13; Q.S., I, 633-639.
44 MIRELLA ROMERO RECTO
VII, 665, 738-739), pues éste es siempre el último deseo de] náufrago
cuando se rinde ante la evidencia de una muerte inminente: "Al
menos, que la violencia del mar me arrastre a las orillas de Italia: será
bastante si de esta suerte llego a manos de mi madre" (Prop. Eleg. III,
7, 63-64, trad. A. Tovar, M. T. Belfiore en Alma Mater, Barcelona, 1963).
Ahora bien, si los encargados de los funerales desean verdaderamente
agradar al difunto nunca le sepultarán en una roca junto al mar, pues
la proximidad al medio que ha propiciado la muerte es algo que las
almas no pueden soportar, como tan dramáticamente se muestra en
las quejas que al respecto aparecen en algunos epitafios de náufragos
recogidos en la Antología Palatina (VII, 267, 278-279, 283, 284, 287,
382, 501). Sin embargo, el hecho de que aparezcan estos ejemplos,
confirma que esta ubicación debía ser bastante usual, como se ve también corroborado por algunas estelas de Rhenea, en las que se representa a un personaje que debe ser un marino o un esclavo, puesto que
viste la túnica corta, con actitud triste y sentado sobre una roca 17 . Los
motivos representados en estas estelas (la mayoría de ellas fechables
en torno a finales del siglo II, comienzos del I a.C.) son variados: aparece la escena del naufragio (nl 341-343), el navío volcado (nl 348350), la tempestad que precede a la tragedia (nl 347), soldados desaparecidos en el mar (nl 351-359), personajes sentados sobre una nave
(n1 345-347) 18 ; sin embargo hay unas que nos interesan especialmente y son aquellas en las que encontramos a los familiares directamente representados: la esposa (nl 336, 346), los niños (nl 332, 334, 335)
o pequeños sirvientes (nl 331, 333, 335, 336) que permanecen de pie
junto a la roca o la embarcación. Aunque no todos estos personajes
fuesen navegantes profesionales, lo que sí parece claro es que han
perecido víctimas de un naufragio, y que su muerte ha sido especialmente traumática, tanto para los implicados como para sus allegados,
a los que se representa en actitud apesadumbrada.
Por otra parte, el muerto siempre es fuente de alteración familiar
pues se le atribuye la capacidad de hostigar a los vivos 19 . Recordemos
por ejemplo el caso de Aquiles que amenaza con desatar una tormenta en el mar si no sacrifican en su honor a Polixena (Tryph. 687-688;
Q.S. XIV, 217-222, 243-245), amenaza que lleva a efecto gracias a la
ayuda de Posidón (Q.S. XIV, 246-251, 338-344). Incluso los dioses pueden reclamar justicia para las víctimas de un crimen: Zeus hará nau17 M. Th. Couilloud, Les monuments funéraires de Rhénée, Exploration archéologique de Delos, 30, París, 1974, n1 327-340; el tema aparece también en Cízico y en Samos
(ibidem, p. 297), pero el ejemplo más antiguo es de finales del s. VI en Laconia (p. 295,
n. 3).
18 O. Cavalier "Funérailles d'une navigation tragique. A propos d'une stele funéraire grecque du Musée Calvet", Realia. Mélanges sur les rélités du theátre antique,
Cahiers du Gita, 6, 1990/91, 129-141, aporta algún ejemplo más aparecido en ámbito
griego.
19 Debían ser de sobra conocidas las observaciones de Artemidoro: "Los difuntos
son nocivos incluso cuando hacen un ofrecimiento, salvo que se trate de alimentos, vestidos o dinero" (Onir., II, 57, trad. E. Ruiz García en BCG, Madrid, 1989).
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LA RELIGIOSIDAD FAMILIAR
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Tragar a los Argonautas si no se purifican por el asesinato de Apsirto
(Apoll. Rhod. IV, 576-591; Apollod. Bibl. I, 9, 24). Así pues, si el miedo
a los difuntos ya es general, aún más lo será hacia los navegantes
muertos que, conocedores de todos los secretos del piélago, contarían
con la posibilidad de acosar a aquellos parientes que no les hubiesen
prestado las debidas atenciones de modo que pudiesen provocar, asimismo, su muerte en el mar. Es esta la sensación que parece transmitir Propercio en una de sus elegías mencionada anteriormente:
"Volved su cuerpo a tierra, su vida yace en el abismo; vil arena, cubre
a Peto con tu propio movimiento; y cada vez que un marino pase frente al sepulcro de Peto, diga: "Tu puedes atemorizar aun al audaz" (III,
7, 25-28).
Pero la literatura griega también ofrece algunos ejemplos en los
que los difuntos tienen la capacidad de auxiliar a los navegantes. En
la tumba de Esténelo Actórida, que había fallecido herido por un
dardo en un promontorio junto al mar (Apoll. Rhod. II, 911-914), los
Argonautas realizan libaciones y ofrendas de ovejas degolladas al
mismo tiempo que honraban a Apolo "Salvador de navíos" (Apoll.
Rhod. II, 924-928). También Apolonio de Rodas narra cómo Jasón
ofreció las amarras de la nave "en honor de la Tierra, los dioses habitantes y las almas de los héroes muertos" para que les protegiesen en
su viaje (II, 1271-1275). Sin duda alguna, en estos y otros ejemplos, se
está aludiendo a una práctica ritual que tiene como fin captar el favor
de los difuntos -o al menos apaciguar su cólera- en los viajes marítimos.
Como se señalaba más arriba, cuando una persona muere víctima
de un naufragio jamás reposará en paz (Anth. Pal. VII, 278, 382).
Estará solo, no tendrá un lugar de sepultura, ni recibirá los ritos funerarios y por tanto no podrá llegar al Hades 20 . En el mejor de los casos,
podrá ser enterrado por algún extranjero (Anth. Pal. VII, 277, 278, 510,
715; cf. Achil. Tat. VI, 9, 4), que generalmente será un raquero en
busca de beneficios (Alciphr. I, 10, 4-5; Anth. Pal. VII, 268). Si su cuerpo ha sido devorado por los peces 21 se le sepultará con éstos a fin de
recobrar parte del cuerpo mutilado 22 . Esta medida tal vez deba ponerse en relación con los malos presagios asociados a los peces que afectan directamente a los marineros; por ejemplo, según Artemidoro,
soñar con que se ve un pez en la cama augura naufragios (Onir. II, 18).
20 Prop. Eleg., III, 7, 9-12; Achil. Tat., III, 23, 3; V, 16, 2 (cf. V, 7, 5-9 y 8, 1); Anth.
Pal., VII, 285, 497; cf. Hdt., I, 23. P. Bruneau, "Deliaca", BCH, 99, 1975, 297; J. P. Ver
La mort, les-nat,"Lbelmorcadvutgé",enG.oliJPVrat(ds.),
morts dans les sociétés anciennes, Cambridge, 1990 (1982), 68; Georgoudi, "La mer, la
mort...", 53-57. Si el cuerpo no ha sido sepultado, sea por la razón que sea, son las sombras infernales las que le impiden su paso al Hades: Horn., Ii. XXIII, 71-79; Hld., II, 5, 2.
21 Horn., 11. XXI, 122-127; Prop. Eleg. III, 7, 7-8; Anth. Pal. VII, 273-275, 286, 288,
294, 383, 395; cf. Aesch. Ch. 587; Pr. 582-583. También por las aves: Tim. PMG 791, fr.
65, col. 1V= F. Rodriguez Adrados, Lírica griega arcaica, Madrid, Gredos, 1986, p. 450; cf.
Prop. Eleg. HI, 7, 9-12.
22 Anth. Pal. VII, 276; Georgoudi, "La mer, la mort ... .., 60.
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Por otra parte, y para paliar de algún modo la ausencia de sepulcro y de honras fúnebres, los familiares pueden erigir un cenotafio en
el que se recuerde al desaparecido en el mar 23 . En la novela Quéreas y
Calírroe de Cantón de Afrodisias también aparece una práctica consistente en erigir un sepulcro a los desaparecidos (IV, 1; VIII, 8, 3) e
incluso la posibilidad de realizar un simulacro de entierro. Esto sería
una especie de compensación tanto para el difunto, que podrá ser
recordado por aquellos que lean su nombre (cf. GVI, 53, 1250, 1334),
como para los familiares que de este modo encontrarán, si no suplidas
las obligaciones para con su pariente, sí al menos mitigadas las consecuencias nefastas derivadas del hecho de que un miembro de su
familia se vea abocado a la soledad eterna, y así, buscando la paz del
difunto recuperarán su propia tranquilidad, objetivo final de las pompas fúnebres.
La costumbre de llamar por su nombre a los desaparecidos tiene
un origen muy antiguo y se basa en la idea de que es el nombre lo
único que aún les une a sus allegados, y que gracias a éste pervive en
la memoria. Aparece ya en la Odisea (IX, 65 ss.), donde se les nombra
hasta tres veces. También en el escolio del citado fragmento se alude
al valor de este acto: durante la celebración de las Nekúsia en Bitinia
se llama por su nombre a las almas de aquellos que han muerto en el
extranjero invitándoles a participar en el banquete funerario 24 .
Pero paradójicamente, morir en el naufragio no es la única desgracia que le podía acaecer al marinero y a sus familiares. En derecho
primitivo se estimaba que los restos del naufragio, todos los objetos
procedentes de la nave o restos de cargamento, incluidas las personas,
eran propiedad de aquel que los encontrase o del Estado si se trataba
de un país organizado 25 . Además, puesto que aún no existía una diferenciación clara entre piratería y comercio y se consideraba enemigo
23 Anth. Pal. VII, 271-275, 291, 374, 392, 395, 495-497, 500, 539, 592, 651-654; GVI
(W. Peek, Griechische Vers-Inschriften I, Grabepigramme, Berlín, 1955) 1746, 1562a;
Couilloud, Les monuments funéraires de Rhénée, n1 345-346. Cf. Achil. Tat. V, 14, 4.
Bruneau, "Deliaca", 297; Georgoudi, "La mer, la mort....., 59.
24 S. Georgoudi, "Commémoration et célébration des morts dans les cités grecques:
les rits annuels", en Ph. Gignoux (dir.), Le Commémoration. Bibliotheque de l'Ecole des
Hautes Etudes, Section des Sciences Religieuses, 91, Lovaina- París, 1988, 75-77.
25 Rougé, Recherches sur 1'organisation..., 336; idem, "Le droit de naufrage....., 1467;
J. Vélissaropoulos, Les naucléres grecs. Recherches sur les institutions maritimes en Gréce
et dans !'Orient hellénisé, Génova-París, 1980, 156; L. Salvo, Economia privata e pubblici
servizi nell'!mpero Romano. I corpora naviculariorumt, Messina, 1992, 344. Esta forma
primitiva del derecho de naufragio pervivió hasta época romana íntimamante relacionada con el derecho de represalia que dio lugar al nacimiento de la legislación griega
sobre el asilo: R. Dareste, "Du droit de représailles principalement chez les Grecs", REG,
2, 1889, 305-321 = Nouvelles études d'histoire du droit, 20 ser., París, 1902, 38-47; Y.
Garlan, 'Etudes d'histoire militaire et diplomatique", BCH, 89, 1965, 338-339: eade,n,
"Signification historique de la piraterie grecque", DHA, 4, 1978, 8-9; Ph. Gauthier;
Symbola. Les étrangers et la justice dans les cités grecques, Nancy, 1972, 210, 226; B.
Bravo, "Sulán. Représailles et justice privée contre les étrangers dans les cités grecques",
ASNP, 10.3, 1980, 675-987.
CONFLICTOS ENTRE
LA RELIGIOSIDAD FAMILIAR
47
a todo aquel que se presentase en una tierra extranjera fuera del puerto, esta costumbre ofrecía la posibilidad de embargar la mercancía y
someter a los náufragos a la esclavitud (Archil. D. 79a; Hyg. fab. 188,
2). La práctica de vivir de los restos del naufragio era frecuente en
zonas como Salmideso en Tracia (Archil., D.79a; Xen. An., VII, 5, 1214), el sur de Eubea (cf. Hdt. VII, 13; D. Chi: Eub., 2 y 7; Philostr. VA,
IV, 15; Alciphr. I, 10, 3 -5), o la Sirte (Str. XVII, 3, 20; Lucan., de bell.
civ., IX, 438-444; Alciphr. I, 10, 3), en las que existían circunstancias
físicas que provocaban estos desastres con demasiada frecuencia.
Un buen ejemplo de estas actividades se encuentra en la historia
de Nauplio. Cuando Menelao convocó a los reyes para organizar la
expedición a Troya, Odiseo, que no quería participar, intentó hacerles
creer que se había vuelto loco, pero Palamedes, el hijo de Nauplio, le
descubrió y Odiseo se vió obligado a partir hacia Troya. Este último
urdió su venganza contra Palamedes: enterró oro en su tienda y dejó
caer en el campamento una carta de traición, supuestamente escrita
por Palamedes. Agamenón descubrió esta carta y, creyendo que era
verdadera, ordenó que lo lapidasen 26 . A consecuencia de este hecho,
Nauplio decidió vengar la muerte de su hijo y cuando la flota de los
griegos regresaba de Troya, viéndola a punto de naufragar debido a
una tempestad, encendió una hoguera en las rocas Cafereas para
hacerles creer que estaban en las proximidades de un puerto, pero
cuando las naves se dirigían hacia allí, se estrellaron contra las
rocas 27 . Nauplio era un provocador de naufragios que actuaba en la
zona de Eubea, y vendía a los componentes de las tripulaciones afectadas como esclavos 28 . El provocar naufragios era una forma de producción de la comunidad que revertía beneficios para todos, funcionaba como un medio de subsistencia y era considerado como una
forma de piratería 29 .
Así pues, parece obvio que a los familiares de las víctimas de un
naufragio no debía servirles de demasiado consuelo el hecho de pensar que podrían haber sobrevivido al accidente, pues desde luego no
les esperaba un futuro demasiado esperanzador: perder la libertad o
vivir como mendigos. Si no eran esclavizados, debían vagar por las
calles pidiendo limosna, llamando la atención de los transeúntes con
26 Sobre la supuesta locura de Odiseo y su desenmascaramiento por Palamedes:
Lyc. Alejandra 815-819.; Apollod. Epit. III, 6-7; Luciano, Dom. 30; Hyg. lib. 95. Sobre la
muerte de Palamedes: Apollod. Epit. III, 6-8; VI, 8; Verg. Aen. II, 81-90; Hyg. fab. 105;
schol. Eurip. Or 432.
27 Eurip. He!. 766 ss. y 1126 ss.; ¡ph. Au!. 198; Apollod. Bib!. II, 1, 5; Epit. VI, 7, 11;
D. Chr. Eub. 32; Q.S. XIV, 613-626; Hyg. fab. 116; cf. Prop. Eleg. III, 7, 39-42; se sabe además que esta historia fue contada en los Nostoi y en el Palamedes de Esquilo.
28 Catreo, rey de Creta, entregó a sus hijas Aérope y Clímene a Nauplio para que
las vendiese como esclavas en el extranjero (Soph. Aj. 1295; Apollod. Bib!. I11, 2, 2), y
Aleo también le entregó a su hija Auge con el mismo fin (Apollod. Bib!. II, 7, 4; III, 9, 1;
D.S. IV, 33). Cf. H.A. Ormerod, Piracy in the Ancient World, Baltimore 1997 (1924) 6970, 77-79.
29
El derecho romano asimila el pillaje al acto de piratería: Dig. XLVII, 9, 1.
48 MIRELLA ROMERO RECIO
el pecho vendado como si estuviesen heridos (Mart. epigr. XII, 57) o
con un cuadro colgado del cuello en el que se representaba el naufragio que habían sufrido (Phaedr. fab. IV, 22; Ivv. sat. XIV, 300-302) 30 . Y
es que, a pesar de las súplicas de los supervivientes llegados a tierra
(Apoll. Rhod., II, 1123-1133), no debía ser demasiado frecuente que
las poblaciones costeras los acogiesen, puesto que si ésto sucede, los
afectados quedan gratamente sorprendidos 31 . Según relata Fedro -fab.
IV, 22 -, después de que hubiese naufragado la nave en la que viajaba,
Simónides fue acogido por un hombre de la ciudad de Clazómenas
que era un admirador de su obra, pero no corrieron la misma suerte
el resto de los embarcados, que se vieron obligados a mendigar después de que les hubiesen robado todo aquello que habían logrado salvar.
Por otra parte, también podemos buscar la interrelación de la
familia y el navegante en otras actividades de carácter sacro en las que
posiblemente interviniesen los parientes de los marineros, como por
ejemplo en las ceremonias vinculadas a la partida y a la llegada de los
barcos al puerto. La existencia de este tipo de prácticas se remonta a
momentos muy antiguos de la historia griega, según confirman los
textos literarios 32 . Pero es que además disponemos de alguna documentación más tardía que lo corrobora, como un fragmento de una
ley de Gortina procedente del s. V. a.C., en el que aparéce una cláusula relativa a la purificación de naves antes de la salida del puerto 33 y
un texto de Cefisodoro (ap. Poll. X, 109) también referente a las libaciones que se realizan en los barcos antes de partir. Asimismo, sabemos, tanto por las fuentes arqueológicas como por las literarias que
los marineros hacían ofrendas en los santuarios y en otros puntos que
se habían convertido en lugares de especial importancia desde el
punto de vista ideológico. Por ejemplo, en el santuario de Posidón en
Penteskufia (Acrocorinto), los navegantes depositaron placas con
representaciones de naves y figurillas como exvotos 34
.
3o Las fuentes aportadas son latinas, pero -salvo algunas diferencias de detallereflejan una imagen que sin duda habría experimentado pocas diferencias en relación a
una época anterior.
31 Od. XIV, 314-320; Apoll. Rhod. III, 320-331; cf. Hyg. fab. 3, 4; 21, 2. También es
cierto que las poblaciones costeras albergaban algún temor, respecto a que los supuestos náufragos fuesen en realidad piratas dispuestos a asaltar sus costas: Hdt. IV, 103; Str.
XVII, 1, 6-19; Philostr. VA U, 29; cf. Aja Sánchez, "Una investigación acerca del carácter
de las acciones navales liparesas, etruscas e ilirias, en el marco del fenómeno de la antigua piratería mediterránea", ASS, 6, 1980, 22.
32 M. Romero Recio, "Limén y espacio sacro en el mundo colonial", Imágenes de la
Polis: I Reunión Nacional de Historiadores del Mundo Griego Antiguo, Madrid, 23-25 de
noviembre de 1994, ARYS 8, Madrid 1997, 389-406.
33 SEG, 1, 414 = Inscr. Cret., IV, 146, lín, 1; cf. Vélissaropoulos, Les naucleres grecs...,
86, nt. 210.
34 0. Broneer, "Excavations at Isthmia: Third Campaign, 1955-1956", Hesperia, 27,
1958, 35-36, nl 25, pl. 1lb; H. A. Geagan, "Mythological Themes on the Plaques from
Penteskouphia", AA, 85, 1970, 31-48.
CONFLICTOS ENTRE
LA RELIGIOSIDAD FAMILIAR
49
También son comunes en Grecia las inscripciones con deseos de
euploia. Parece que lo más plausible es que fuesen erigidas por los propios navegantes antes de partir, aunque en algunos casos se baraja la
posibilidad de que encargasen su realización los propios familiares o
amigos de los viajeros 35 , como en el santuario de Aliki en Tasos 36 o en
la isla de Prote 37 . Estas inscripciones aportan una gran cantidad de
información pues en ellas se hace referencia a los dioses que gozaron
de una mayor predilección entre los marineros y que en muchas ocasiones dieron su nombre a las naves.
Estas peticiones que tienen como fin garantizar la seguridad de los
que viajan por mar gozan de tal importancia que, desde época helenística, se va a desarrollar un género literario, el propernpticon, que se
caracteriza por ser un tipo poético que se dedica al que va a zarpar, y
donde se exhorta a los dioses para que le concedan su protección, al
mismo tiempo que se le desea una feliz travesía 38 . Es obvio que los
allegados de los viajeros se sentían implicados en una dolorosa separación (Stat. Silv. III, 2, 50-60) que les llevaba inevitablemente a una
condena de la navegación (61-77), debido a los numerosos peligros
que en todo momento era necesario afrontar (78-100).
En relación con los deseos relacionados con una óptima travesía,
es importante destacar la relevancia que tuvieron dos diosas, Afrodita
e Isis, íntimamente vinculadas a este ámbito y que muy frecuentemente llevaron el epíteto de Euploia 39 . Es difícil saber hasta qué punto
estas divinidades pudieron tener un carácter doméstico, pero desde
luego es posible intuir una intervención activa de los familiares de los
navegantes en los cultos a estas diosas, que incluso contaron con santuarios en el propio puerto. Pausanias (I, 1, 3) habla del templo de
Afrodita Euploia en el Pireo, instalación portuaria en la que también
tenía lugar en marzo un festival en honor de Isis llamado ploiaphesia
o navigium Isidis 40 . También Pausanias (II, 2, 3) hace referencia al
35 N. Sandberg, Etudes épigraphiques, Acta Universitatis Gotoburgensis, Gdteborgs
Universitets Arsskrift, 60, 8, 1954, 10.
36 J. T. Bent, "Inscriptions from Thasos", JHS, 8, 1887, 409-438.
37
J. H. W. Strijd, "Epigraphica. De Inscriptionibus in insula prote nuper inventis",
Mnemosyne, 32, 1904, 361-369.
38 Call. Epigr. fr. 400 Pfeiffer; Theoc. VII, 52 ss.; Diosc. en Anth. Pal., XII, 171; Mel.
en Anth. Pal. XII, 52; Hor. Oda 1, 3; I1I, 27; epod. X; Cinna, fr. 1 Morel; Prop. Eleg. I, 8;
Ov. am., II, 11; Stat. Silv. III, 2; Pavl. Nol. carro. XVII.
39 Ph. Bruneau, "Isis Pelagia a Delos", BCH, 85, 1961, 435-446; ídem, "Existe -t-il
des statues d'Isis Pélagia?", BCH, 98, 1974, 336-337; J. Vélissaropoulos, Les naucléres
grecs..., 88 (véanse las fuentes en las notas 220-224), 102; E. Miranda, "Osservazioni sul
culto di Euploia", Miscellanea Greca e Romana, 14 (Studi pubblicati dall'lstituto Italiano
per la storia antica, 45) Roma, 1989, 123-144; G. Pugliese Carratelli, "Sul culto di
Afrodite Euploia in Napoli", PP, 47, 1992, 58-61. Cf. Anth. Pal., V, 11, 17.
4 ° Apul. met. XI, 5, 5 y 7-17; Lyd. Mens. IV, 45; cf. Veg. mil. IV, 39. V. Tran Tam
Tinh, Le culte d'Isis á Pompei, Paris, 1964, 98-99; R. E. Witt, Isis in the Graeco-Roman
World, Londres -Southampton, 1971; R. Garland, The Piraeus. From the Fifth to the First
Century B.C., Nueva York, 1987, 109, 112, 128; Miranda, "Osservazioni sul culto...",
128 ss.
50 MIRELLA ROMERO RECIO
templo de Isis en Céncreas, donde había asimismo uno dedicado a
Afrodita 41 , divinidad que contó con un santuario en Cnido donde recibía culto bajo el epíteto de Euploia 42 . Estos son algunos ejemplos, pero
hubo más espacios sacros en honor de estas divinidades, y no sólo en
territorio griego, sino también en todo el ámbito de expansión helénica.
Asimismo, es necesario mencionar en relación con Isis como protectora de la navegación, la costumbre de ofrecer en sus templos unas
tablillas votivas en agradecimiento por haberse salvado de un naufragio 43 . No se sabe exactamente qué es lo que se representaba en estas
tablillas, pero no es de extrañar que fuese la escena de la catástrofe,
como era usual hacer en los cuadros que se colgaban del cuello los
náufragos para mendigar. Es bastante probable que estas tabellae votivae fuesen ofrecidas por los propios afectados, aunque no hay nada
que nos impida pensar que alguno de sus familiares también estuviese interesado en manifestar piadosamente su alegría, del mismo modo
que había realizado previamente las correspondientes preces. Además,
era común que una persona ofreciese una tablilla votiva con el fin de
pedir algo no para sí mismo, sino para otra persona, como por ejemplo la curación de una enfermedad (cf. Ivv. sat. XII, 100-102).
En conclusión, se conoce poco acerca de las relaciones de los navegantes con sus familiares, pero desde luego hay algo que parece claro,
y es que estas relaciones siempre -hasta después de la muerte - fueron
conflictivas. Desde esta perspectiva, la religión se va a presentar como
el ámbito en el que esta conflictividad va a mostrarse de manera más
clara. Sus temores, angustias y deseos pueden ser hoy conocidos gracias, sobre todo, a unas manifestaciones de carácter sacro que poco se
diferencian de las que incluso en la actualidad se desarrollan.
41 R. Scranton, J. W. Shaw, L. Ibrahim, Kenchreai, Eastern Port of Corinth, I,
Topography and Architecture, Leiden, 1978, 88-89.
42 Plin. HN XXXVI, 4, 21; Paus. I, 1, 3; Luciano, Am. 11 ss. LC. Love, "A Preliminary Report of the Excavations at Knidos 1969", AJA, 74, 1970. 154 ss.; idenz, "A Preliminary Report of the Excavations at Knidos 1970", AJA, 76, 1972, 70 ss.; ideen, "A
Preliminary Report of the Excavations at Knidos 1970 ", ibidern, 393-405; ideen, "A Preliminary Report of the Excavations at Knidos 1972", AJA. 77, 1973, 419-424.
43 lib. I. 3, 27-28; Iw. sat. XII, 26-28; schol. Iw 27-28; Bruneau, "Isis Pelagia a
Delos", 446.
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