1 PROSPECTIVAS DEL DERECHO PENAL EN LA

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PROSPECTIVAS
DEL
DERECHO
PENAL
EN
LA
CONSOLIDACIÓN
DEMOCRÁTICA
Autor: Lic. José Luis Castillo Ramírez
Rubro: Derecho Público
Presentación.
Buenas tardes, compañeros de la mesa, señoras y señores, público en general.
Agradezco la posibilidad de expresar estos puntos de vista, trataré de que sean
breves y concisos.
Introducción.
Como ya hemos escuchado en las diversas ponencias de estos días, se han
obtenido logros importantes en el orden jurídico de la consolidación democrática,
pero no por ello debemos de conformarnos, antes al contrario, nos deben de
impulsar en obtener cada vez mayores y mejores logros en atención,
precisamente, a la consolidación democrática de nuestra sociedad; logros cada
vez más idóneos, más justos, más expeditos, y, al mismo tiempo, cada vez menos
sujetos a intereses particulares o de grupo, a presiones de la élite en el poder o de
conflictos políticos o sociales. La presentación de esta ponencia será una lluvia de
ideas.
1.- Planteamiento de la problemática.
En efecto, nuestro sistema penal, nuestro Derecho Penal, adolece de diversos
aspectos que, por respeto a los derechos humanos, por coherencia y por lógica
jurídica, debemos de ir modificando; no sólo para ir a la vanguardia de los
sistemas jurídicos penales del orbe, sino por la aspiración innata de todo derecho
(sin pretender entrar a una discusión filosófica de iusnaturalismo o positivismo,
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sino más bien con una base etimológica), de superarnos, de darle a la sociedad
una vía justa, recta, y de servir a la misma como el modelo que dé posibilidad de
satisfacer expectativas sin vulnerar derechos adquiridos y contemplados, incluso,
a nivel internacional. El Estado de Derecho no es un status alcanzado, sino un
estado en desarrollo, al igual que la democracia, no se da, se ejerce, y su ejercicio
legitima y valida el Estado de Derecho, el cual, a su vez, vela por los derechos de
sus miembros.
2.- Hipótesis.
El ejercer la democracia es vivir plenamente en el Estado de Derecho, y si
observamos que el Derecho está dividido en ramas, entre las que se encuentra la
rama Penal, tenemos que entender que también en el Derecho Penal tenemos
que ejercitar la democracia. Esto es, si aceptamos que nos encontramos en una
transición de consolidación democrática, y que el Estado de Derecho, con base en
un sistema jurídico lógico, coherente, con respeto a los derechos humanos, es
también vivido democráticamente, y que el Derecho Penal es parte de ese sistema
jurídico, lógico, coherente y con respeto a los derechos humanos, es obvio que el
mismo también debe de vivirse democráticamente, y no por el ejercicio autoritario
de un ente gubernamental o de una institución, sin tener formas de ejercerlo de
acuerdo a lo que más se acople a los intereses de quien quiera ejercerlo, esto es,
respetando vías democráticas.
Nuestra hipótesis es que tenemos que democratizar el derecho penal, no
buscamos ni pretendemos afirmar que sugerimos fórmulas nuevas, sino que
consideramos que es un momento oportuno para darle el impulso que necesita
ese derecho penal y que sólo se ha quedado, hasta la fecha, en meras
discusiones y comentarios teóricos, sin que se hayan llevado a la práctica.
3.- Desarrollo
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El proceso de superación y modificación del Derecho Penal, debe abarcar no sólo
el ámbito de la ley, sino el de nuestras instituciones, de nuestro proceso y de su
vida en la sociedad, amén de que, como dijera Dubislav, debe de buscarse no sólo
la validez o invalidez de la norma jurídica sino su veracidad o falsedad, para, en un
momento dado, buscar si ese “deber ser” realmente “debe de ser”. Así, vamos a
buscar ahora las propuestas, modestas, divididas en esos aspectos, aclarando
solamente que no nos referiremos de manera específica a algún nivel de gobierno,
sino que haremos unas consideraciones generales, aplicables en algunos casos al
fuero federal y en otros al local, y, en no pocas ocasiones, a ambos.
3.1.- Instituciones
No olvidemos el tan traído y llevado argumento: la Procuraduría debe de ser
autónoma. Es un argumento válido y que, hasta ahora, no se ha podido llevar a la
práctica, pero que debe de insistirse en él hasta lograr su existencia.
Pero no podemos hablar ni siquiera desear una autonomía sin observación y
vigilancia que impida que, como ente soberano pueda decidir sin responsabilidad
alguna y sin posibilidad de reparación, el destino de los ciudadanos en materia
punitiva o del ejercicio de la acción penal; no, la autonomía a la que los diversos
doctrinarios se refieren es a la autonomía del poder ejecutivo y de cualquier otro
poder, para evitar que ese otro poder se yerga como el soberano del poder
punitivo aunque sea de forma indirecta y que, además, tenga una extracción del
mismo y a él no se le aplique dicho poder punitivo. Esa autonomía debe de estar
acotada por la vigilancia, tanto de otras instituciones de gobierno y otras no
gubernamentales, como de los propios ciudadanos. Para ello se requiere un
órgano Contralor que tampoco sea dependiente de poder alguno, que no sólo
sancione un mal servicio castigando al servidor público, sino que tenga la facultad
de revertir lo mal actuado, aunque sea motivado, inicialmente, por la solicitud y
acción ciudadana. Igualmente se requiere conservar y aumentar el acceso de las
instituciones no gubernamentales. Pero además se requiere dar posibilidad a que
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la ciudadanía ejerza funciones de supervisión, tanto a nivel general como
particular, siendo aquélla la posibilidad de incentivar órganos de control y
vigilancia y jurisdiccionales, y ésta el real derecho de aportar pruebas, en uno y en
otro sentido, en la Averiguación Previa, así como el ejercicio de la acción penal,
junto con la adquisición de material probatorio, que puedan realizar los ciudadanos
aún en contra de la opinión de la propia Procuraduría, y que sean vinculantes a la
maquinaria judicial para que entre al estudio de los asuntos sometidos a ella.
Lo anterior dado que no es posible visualizar una acción penal que pertenezca a
una Institución como lo es el Ministerio Público, como facultad exclusiva, cuando
ésta se limita por el ejercicio de la querella, por los requisitos de procedibilidad
que, en ocasiones no son práctica ni teóricamente alcanzados, o incluso, de
caprichos de integrantes del grupo en el poder, o que, incluso violando la ley, se
lleguen a acuerdos conciliatorios de hechos delictuosos perseguibles de oficio
(como queriendo igualar la práctica del “plea bargaining” de Estados Unidos), y
que, por ello, pueda resultar la afectación de derechos reconocidos de los
ciudadanos. Ni tampoco podemos caer en el error de dar la acción penal a los
ciudadanos de forma exclusiva, ya que ello podría implicar el no investigar ni
procesar asuntos de relevancia que no afecten, de forma clara, a un ciudadano o
grupo de ciudadanos en particular, y que sólo una institución que represente los
intereses de la sociedad puede investigar.
Pero no quedan ahí los cambios institucionales, también se requiere que en lugar
de darle más posibilidades al Ministerio Público de realizar consignaciones sin un
exacto y estricto apego a la técnica jurídica, se le capacite mejor para que sus
determinaciones sean con un real y estricto apego a la técnica jurídica.
También que el Ministerio Público materialmente llegue a ser el Jefe de la Policía
Judicial, y que pueda dirigir una investigación con los procedimientos técnicos y
científicos que existen hoy en día, y deje de estar sentado frente a un escritorio sin
tener el nivel jerárquico que implique dirigir a personal bajo su mando para realizar
investigaciones ni tener la capacitación adecuada para dirigirlas, y, peor aún,
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cuando no cuenta con el respaldo institucional para que sea soportado con los
avances técnicos y científicos adecuados.
Otro cambio institucional también esgrimido en diversos foros, es la necesidad de
tener un organismo de Defensoría que no dependa ni de la Procuraduría, ni del
Poder Judicial, sino que dependa de otras instancias de gobierno, para darle un
real contrapeso a la Defensa.
Igualmente, y siguiendo el ejemplo de otros países como en Estados Unidos el
Internet Fraud Complaint Center, generar un nuevo Instituto o un área específica
para los delitos cibernéticos, sobre todo para auxiliar y orientar al público que se
vea afectado, en cuestiones de competencias, trámites, vías extraterritoriales y el
trámite en el extranjero, así como de fomentar los diversos contactos que se
requieren para proseguir investigaciones de este tipo, respetando las diversas
soberanías que se puedan ver involucradas.
3.2.- El ámbito normativo.
Dentro del ámbito normativo lo que es más importante cuestionar y tratar de ir
acotando es la Prisión Preventiva, dado que es ilógica y de falta de coherencia, su
existencia en un sistema que prejuzga inocente a todo aquél antes de ser
sentenciado culpable, y, ante ello, y pese a las múltiples justificaciones teóricas
que se le pretenda dar, no encontramos otra salida que aplicar dos medidas, una a
mediano plazo y la otra a largo plazo.
La primera de ellas, como medida de transición, el empleo de sistemas para tener
controlados a los sujetos a un proceso penal sin tener que privarlos de su libertad
–aún y cuando se les prive en una parte más ínfima de ella-, como el sistema de
monitoreo electrónico a distancia o como la aplicación a documentos ID de
códigos cifrados, como el CURP –reconociendo que también es cuestionable su
aplicación, pero que no será jamás peor que el uso de la prisión preventiva-.
Obviamente es que tales sistemas no deben de quedar al arbitrio o uso
indiscriminado de la autoridad ni justificar su inaplicabilidad por razones de falta de
existencia de elementos materiales, o de liquidez, o de coordinación con otras
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entidades; de ahí que es indispensable que exista –como hace mucho lo marca la
normatividad- una real y efectiva coordinación interestatal y a nivel nacional de
todos los órganos de gobierno en cuanto a control y seguridad se refiere, así como
un órgano que vigile la exacta aplicación de las normas en atención a vulnerar lo
menos los derechos humanos de los ciudadanos, por lo menos hasta en tanto se
logre tener la posibilidad real de aplicar la segunda medida.
La segunda medida es tener un sistema de vigilancia policíaca avanzada, con la
plena capacitación y capacidad, tanto humana como material, así como de
coordinación a nivel nacional, para poder localizar a cualquier persona en
cualquier parte de nuestro territorio, sin que para ello se tuviese que afectar uno
solo de los derechos fundamentales de persona alguna. Claro que suena hasta
cierto punto utópico, pero ello no debe de desilusionarnos ni tampoco hacernos
cejar en el intento de lograrlo.
Esta coordinación no se debe de dar sólo en estos aspectos, sino también entre
Instituciones, sobre todo para la correcta y exacta individualización de la pena, la
justicia no debe de presumir conductas o comportamientos (como se da en la
mayoría de los casos en la práctica), ni a favor ni en contra del inculpado (sobre
todo previas y posteriores al hecho a estudio), porque ello la hace menos justa; lo
que debe de buscarse es que la justicia se dé en base a un trabajo serio de
investigación, tanto a cargo de la defensa como de la parte acusadora,
significando responsabilidad si hubiese omisiones o incompetencias.
También aquí sugeriríamos modificaciones en la materia de Amparo, donde no
podríamos hablar del famoso “cambio de situación jurídica”, al menos hasta emitir
la Sentencia Definitiva, dado que mientras el status del inculpado debería de ser el
mismo: presumiblemente inocente y sometido a un proceso. Tal vez aceptando el
único cambio en tanto que se ventila una Averiguación Previa ante el Ministerio
Público, y otro cuando llega ante la autoridad judicial, independientemente de que
sea probable responsable, procesado o acusado.
Del mismo modo es imprescindible que se dé pauta, en todos los debates sobre la
edad penal (independientemente de los logros a los que hemos llegado, basados
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sobre todo en Tratados Internacionales), entendiéndola como el límite de edad en
la que un ser humano puede “jurídicamente” ser sometido a un proceso penal, a la
visión tendiente a lograr los puentes para el respeto a la maduración bio-psíquica
de cada ser humano, apoyándonos principalmente en conocimientos neuronales
que demuestran el proceso de maduración, y, en última instancia, dar la pauta de
aplicación al derecho penal no por decreto sino por madurez y conocimiento del
ente a sujetar a proceso, lo que, además, podría dar la posibilidad de que se dé un
mayor respeto a las normatividades de las etnias de nuestro país. En efecto, de
este modo sólo podría ser sometido a un proceso penal con las leyes que
conocemos si la persona se encontrara en un estado bio-psíquico de madurez
determinada, y que, además, tuviera el conocimiento y aplicación de las mismas, y
si es integrante de un grupo étnico sin vivenciar dichas normas y respetando las
normas de la comunidad a la que perteneciera, que no exista una discrepancia
entre la aplicación de una norma jurídico penal con otra general que respete la
autonomía étnica, sino que se complementen y puedan coexistir en un sistema
jurídico con congruencia.
Por otra parte, en este ámbito normativo, es importante entrar de lleno al estudio
de diversos hechos para encontrarnos acordes con la democracia vivida, hechos
que por demás son polémicos y que requieren un mayor estudio y una toma de
decisión firme y coherente con todo el sistema jurídico: aborto, eutanasia y
narcotráfico, principalmente.
Del mismo modo el estudio y derogación de tipos penales existentes aún, cuya
razón de ser es inexistente, ilógica, incoherente: portación de arma, conducción en
estado de ebriedad, auxilio al suicidio, etc.
Así como ajustar y aplicar correctamente la política criminal, sin olvidar la medida y
comparación de las penas, sobre todo en ilícitos como: ataques a la moral y
homicidio culposo, rapto y abigeato, y otros más, donde en muchas legislaciones
encontramos discrepancias punitivas enormes, esto es, unas penas altas con
bienes jurídicos menores y otras normas con bienes jurídicos mayores unas penas
más bajas.
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Respetar y hacer respetar las normas fundamentales, sobre todo en lo que se
refiere a todos los famosos operativos, por parte de diversos cuerpos de
seguridad, policíacos y militares, cuyo fundamento es inexistente y que son,
reconocidamente incluso por nuestro más alto tribunal, como inconstitucionales,
pero que se siguen operando en la práctica cotidiana.
Del mismo modo tratar de evitar que situaciones administrativas tengan tintes
punitivos.
3.3.- Las cuestiones procedimentales.
Dentro de las cuestiones que consideramos que deben de ser modificadas es lo
referente a procedimientos, que no procesos (entendiendo aquellos como los que
señalan los pasos para llevar a cabo estos), lugar en donde aplica perfectamente
la Cibernética.
Uno de los principales problemas que existen en la pragmática penal, es la
participación ciudadana en dar a conocer la notitia críminis, por cuestiones de
todos conocidas en el trato en las Agencias Ministeriales, lo cual podría
solucionarse, consideramos, con orientadores y formatos que se capturarían
inmediatamente a una red informática (casi de forma directa por el ciudadano),
cuyos datos estarían accesibles en todo momento al denunciante o querellante y
al inculpado, a través de una clave que se les proporcionaría en la propia Agencia;
dicho formato no haría sino verificar la existencia de los elementos del tipo penal, y
el sistema informático emitiría, de forma inmediata, fechas de próximas citas, a
efecto de aportar elementos probatorios, y todo lo que se requiriera para la debida
integración de la Averiguación Previa.
Los interrogatorios por parte de la Policía Judicial quedarían anulados y sólo se
utilizarían en cuanto a los ilícitos donde pudiera existir la flagrancia o la urgencia,
recordando que los mismos deben de ser dirigidos por el Ministerio Público, quien
es el titular de la investigación no sólo como aspecto teórico sino en la vida
práctica.
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Del mismo modo se ha hablado mucho y consideramos importante retomarla y
que se le dé impulso: a la figura del Juez de Ejecución, que debe de recaer
invariablemente en un juzgador diverso del Juez del Conocimiento, y aunque no
compartimos la idea de dividir al Juez Procesal del Juez de Sentencia,
considerando que debe de recaer, como lo vivimos, en un solo ente, sí aceptamos
que se dividan el personal de los Juzgados, teniendo los Secretarios de Acuerdos
que se consideren pertinentes y que conozcan, única y exclusivamente de los
Procesos, así como los Secretarios Proyectistas de Sentencias, que conocerán
única y exclusivamente de las Sentencias, y otra figura de Secretarios Proyectistas
de Resoluciones, que conocerán única y exclusivamente de las resoluciones como
lo son las admisiones, las órdenes, los autos de término, las Sentencias
Incidentales, para que las Resoluciones tengan un aspecto formalmente técnico,
dándole el enfoque humano el Juzgador, quien tendría el acceso directo a
cualquier etapa del proceso, y que los Secretarios no vicien las resoluciones con
aspectos vividos en el proceso, recordando que en la práctica muchas veces todo
el personal del Juzgado labora en el expediente sin importar su cargo ni la etapa
en la que intervengan.
El acceso a través de Internet que puedan realizar las partes en el proceso, con la
clave de seguridad que se les proporcionará en el Juzgado o en el Ministerio
Público, podrán facilitar su acceso y preparación del trámite que corresponda, así
como el darlo a conocer a las personas que consideren pertinentes, abreviando
tiempos y evitando actos de corrupción por las presiones de tiempo ante los
plazos y términos existentes.
La codificación en sistemas cibernéticos, de todas las resoluciones en materia
penal, también servirá para fijar estándares en la aplicación de justicia, sin
necesidad de especificar datos que permitan individualizar el caso, pero que sí
generen la posibilidad de aplicar mejor los criterios de igualdad (entendida como el
trato igual a los iguales) y de equidad (entendida como el trato en forma
proporcional), para hacer a la justicia no sólo humana, sino más justa, tanto en los
procesos como en las ejecuciones.
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4.- Conclusiones
Como corolario de esta lluvia de ideas consideramos que es importante ubicar al
derecho y a sus practicantes en su justa dimensión original: ser médicos sociales,
por lo que se debe de atender, como hacen los médicos, primordialmente a la
prevención, la cual se da no sólo con la adecuada labor jurídica sino desde el
inicio de la sociedad: la formativa, educar a los integrantes de la sociedad dándole
impulso a los valores, al campo axiológico, para, posteriormente ir reduciendo
cuantitativamente el trabajo que se encargará a los practicantes del derecho, para
que, a su vez, el mismo aumente cualitativamente.
Del mismo modo, recordar que el Derecho, incluido el Derecho Penal, debe de
responder a la evolución social, y nuestra evolución social en estos momentos es
de transición y de consolidación democrática, el Derecho Penal debe de
evolucionar ahora, es un momento adecuado para ello, en esta vía democrática,
no podemos dejarlo en su estado autoritario y alejado de la vida social.
5.- Agradecimiento.
Agradezco la atención a esta ponencia, y me despido reiterando que para mí fue
un honor el haber compartido estos momentos con todos ustedes. Gracias.
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