La cruz de la moneda - Leer Libros Online

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Lacruzdelamoneda
RaeMaval
Copyright©2014–RaeMaval.Obraregistrada.
SafeCreative:1409202021599
Lospersonajesyacontecimientosdeestelibrosonficticiosycualquier
parecidoconpersonajesreales,vivosofallecidos,espuracoincidencia.
Estelibronopodráserreproducido,nitotalniparcialmente,sinelprevio
permisodelautor.
Todoslosderechosreservados.
Antetodo,agradeceramispadreselhabermeenseñadotodoslosvalores
conlosquemehaneducadoyloscualeshanhechoqueseaquiensoyhoy
endía.
Ellossonlaluzqueiluminamivida,inclusocuandolaoscuranegatividad
seapoderademí.
Amishermanos,porserlosmejoreshermanosymentores.
Amipareja,quiensiempremesostieneparaquenodecaiga.
Osquierodeaquíalinescrutableuniverso.
Amimejoramiga,miparticularmitad.
PortodasesassesionesdeSkypedesdetiemposinmemorables.
Laquetomótodosmisdefectosylosconvirtióenvirtudes.
Sabesqueelhorizonteesinalcanzableyquetequierohastamuchomás
allá.
Amiíbiri,porsuapoyoincondicionalyfanatismohaciatodoloquehe
llegadoaescribirenlosúltimosylargosmeses.
Denoserportusanálisis,sabesquenohubieseseguidoenmuchas
ocasiones.
MM.
Sinvosotras,estonollegaríaaserposible.
Graciasporinsistir,porquererme,porhacerestoposible.
Porvuestroapoyo.
Soisúnicasyosquiero.
Ahy…“Alhambra”.
Quienhaperdidolaesperanzahaperdidotambiénelmiedo:talsignifica
lapalabra“desesperado”
—ArthurSchopenhauer.
ÍNDICE
Capítulouno
Capítulodos
Capítulotres
Capítulocuatro
Capítulocinco
Capítuloseis
Capítulosiete
Capítuloocho
Capítulonueve
Capítulodiez
Capítuloonce
Capítulodoce
Capítulotrece
Capítulocatorce
Capítuloquince
Capítulodieciséis
Capítulodiecisiete
Capítulodieciocho
Capítulodiecinueve
Capítulouno
—¡Corre!—LavozdeAlekinundótodalafábricaabandonadaenlaque
llevábamos meses sin tener ni un solo problema—. ¡Johanna! —Al
pronunciar mi nombre, me asomé a una de las alargadas ventanas de la
sala de descanso que le pertenecía—. ¡Corre, sal por atrás! —Bramó
alarmado, desde abajo, haciendo agresivos movimientos con los brazos
—.¡Venga,joder,muevetuputoculoysalcorriendo!
AbuenashorasmedecidíapermanecerconAlekenesahúmeda,lúgubre
yasquerosafábricaenlaquellevabaacabosusnegocios.¡Conlobonito
queeramiapartamento!¡Conlotranquilaqueestabayoallí…!Puesno.
Ahora me veía corriendo escaleras abajo intentando localizar la puerta
traseraqueélhabíamencionado,desapareciendotiempodespués.
Escuché las sirenas de los coches de policía resonar por todo mi
alrededorymepusetodavíamásnerviosa,intentandonotropezarporlos
desastrosos escalones de hierro de la escalera de caracol por la que
bajaba.Todavíateníaloscascossobremisorejasycontinuabaescuchando
lacanciónChickenFrieddelamanodeZacBrownBand,aunqueconla
única diferencia de que ahora también conseguía escuchar los latidos de
micorazón.
Crucélosdiferentespasilloshastaconseguirllegaralapartetraseradela
fábrica. Empujé con fuerza la puerta de salida de incendios,
encontrándome de cara con uno de los agentes de policía, apuntándome
conunarma.
Mispiesfrenaronensecoy,deformaautomática,mequitéloscascosy
alcélasmanosenseñalderendición.
—Quédese quieta, señorita —pronunció, sin dejar de apuntarme. Con su
otra mano rodeó un pequeño transmisor-receptor portátil que yacía
colocadosobreunadelascorreasdesuchalecoantibalas—.Mujer,joven,
morena,ojosazules,caucásica—enunció,pegándomeunrepasofacial.
Llévatelaacomisaría,seescuchóalotroladodeaquélaparato.
—Señorita,acompáñeme—dijo,bajandoelarmayguardándolasobreun
lateraldesucinturón.
Alverlebajarlapistola,decidíarmarmedevalorycorrercomoAlekme
había ordenado. Así que mis pies obedecieron pese a los nervios y
echaron a correr sin descanso, intentando evitar ser vista por los otros
agentesqueempezabanainvadirellugar,rodeandolafábrica.
Corriendoporelestrechocaminoentreelríoyelcampodehierbaalta,vi
cómo una mano salía de entre las largas raíces y tomaba mi brazo
tirándomehaciaél.Noestabadispuestaagritarporquenoqueríallamarla
atencióndeningúnagentedepolicía.
Alek me miraba con sus ojos miel, tapando con una mano mi boca y la
nariz.
—Soyyo,princesa—susurró.
Con la respiración agitada, intentó calmarme a base de susurros.
Viéndome más relajada, aunque no podía estarlo del todo en aquella
situación,destapómibocayacariciómimejillaconcariño.
—¿Quéesloquehapasado?—Pregunté,casienungruñido.
—Creoquellevantiempoobservándonosy…
—¿Quién anda ahí? —Oímos la voz de un agente, aproximándose y
ambosnosmiramosalosojos.
Sin embargo, aunque no me creyese ninguna heroína, no podía permitir
quecazaranaAlekdeesemodo.Yonocontabaconunhistorialcomoel
suyoysiloapresaban…¿Quéeraloqueamímedeparaba?
Lerobéunpatosobesoymeseparédeélparaalzarmedeentrelasaltas
hierbas que me rodeaban, las cuales me tapaban hasta poco más de los
labios.Tuvequealzartambiénlasmanos,paraquenomedispararan.
Nohabíanadaquetemiesemásqueundisparo,laverdad.
—Señorita,salgadespacioymantengalasmanosenalto—pronuncióun
agente diferente, mientras otro se aproximaba unos centímetros para
tenderme su mano. Se la cogí, escuchando cómo Alek gateaba entre la
hierbaensilencio,intentandoalejarseunospocosmetros—.Deselavuelta
—añadió,teniéndomefrenteaél.
Sentícómoinmovilizabamismanoscontralapartebajademiespaldacon
la ayuda de unas metálicas esposas de lo más incómodas. Aquella
desagradable sensación incrementó cuando logré sentarme en la parte
traseradeaquélcochepatrulla.
No importaba cómo me pusiese, de qué modo me sentase, mis hombros
empezaban a resentirse por la posición en la que mis muñecas se
mantenían sobre la parte baja de mi espalda. Era tal la molestia que ni
siquieraestabaprestandoatenciónalaconversaciónquelosdosagentes,
enlapartedelanteradelinteriordelcoche,manteníanentreellos.Peseal
fracasodesuoperación,lacualeraevidentepuesAlekhabíadesaparecido
ante sus narices, ellos parecían relajados, charlando de cosas triviales y
banales.
Al menos podía quedarme tranquila, Alek no había sido cogido por la
policíaniporlosagentesespecialesquesehabíanocupadodelasituación.
Y,sinelpezgordodetodoelnegocio,pocopodíanhacer.
Dehecho,demínoibanasonsacarabsolutamentenada.
—Señorita Oliphant —el agente permanecía frente a mí, sentado en una
sillaqueteníapintadeserbastantementemáscómodaquelamía.Enesta
ocasión,mismanosquedaronexpuestassobrelasuperficiedelamesayla
corta cadena de las esposas yacía sujeta a una manilla—. Son sólo por
precaución—merecordó,echándoleunrápidovistazoalasesposas—.Si
notienenadaquedecirrespectoaAlek,metemo…
—No tiene nada contra mí, inspector —murmuré, confiada—. Así que
puedehacertodaslaspreguntasquedesee,noobtendráningunarespuesta
quepuedaayudarleenlainvestigacióncontraAlek.
—SelepuederelacionarcontodoslosdelitosdeAlek,señorita.
—¿Porqué?Nohecometidoninguno.
—¿Ni siquiera el de omisión? —Inquirió, enarcando una ceja que
denotabaironía.
—No sé a qué se dedica Alek, inspector. Si él ha cometido alguna
infracción,noesconmigoconquiendeberíahablar.
—¿Quiere hacerme creer que siendo usted su pareja desde…? —Calló
unossegundos,leyendounosdocumentosquehabíasacadodelinteriorde
un dossier de color crema—. Cinco años —pronunció, alzando sus ojos
oscuros hacia mí—. ¿Quiere hacerme creer que siendo usted su pareja
desdehacecincoaños,nosabeabsolutamentenadadealoquesededica
sunovio?
—Seis—lecorregí.
—Peormelopone.¿Esustedciega,señoritaOliphant?
—No, señor. Aunque en ocasiones me hubiese gustado serlo —respondí
condesdén.
Quéhombremásdesagradable…
—Entonces, ¿debo entender que simplemente es estúpida? —Espetó, con
menosprecio.
—Nolosé,¿hayalgunapruebapsicológicaquepuedademostrarlo?Y,lo
másimportante,¿meserviríaenunjuicio?
—Dejedehacerselagraciosa,señoritaOliphant.Nocreoqueseencuentre
enunaposiciónmuyfavorable.
—Inspector,notienenadacontramí.¿Acasonopuedoalegarestarenel
sitioincorrectoenelmomentoincorrecto?—Tiréunpocodelasesposas,
queriendo librarme de ellas. El inspector con cara de bobo las había
apretadodemasiado—.Esmás,novoyaseguirhablando.Siquierehablar
conmigo,llameamiabogadoyquevenga—alcélamiradahastaelreloj
deparedcuadrado—.Creoquevasiendohoradequemedejemarchar.
—Noentiendeenquésituaciónseencuentra,señoritaOliphant.
—Lo único que entiendo es que usted me ha detenido, en contra de mi
voluntad,porestarenelsitiomenosoportunoalahoramenosoportuna,
Inspector.Quienparecenoentenderesepequeñodato,esusted.
El capitán del departamento de policía abrió la puerta de la sala de
interrogatoriosy,trasdedicarmeunamirada,dirigiósusojosazuleshasta
elinspector.
—Inspector Holden, haga el favor de soltar a la señorita Oliphant —
masculló,dirigiendonuevamentesumiradahaciamí.
—Eso,InspectorHolden…SueltealaseñoritaOliphant—dije,concierto
recochineo por mi parte. De algo me había servido estar al tanto de
algunascuestioneslegales—.Sinoleimporta,claro.
Elcapitánsemarchó,dejandolapuertaabiertayelinspectormemirócon
desprecio. Acto seguido se levantó de la silla y liberó mis manos de
aquellasmolestasesposas.
—Metemoquenosvolveremosaver,señoritaOliphant.
—Si es así, espero que sea en otra situación —le respondí, acariciando
mismuñecas—.Nolosé,quiénsabe,¿igualenunacafetería?
Cuandomeincorporé,notésusdedosapretarmimuñeca,impidiéndome
seguirelcursodelmovimientoquemicuerpoestaballevandoacabo.
—A Alek no le importas una mierda —espetó, olvidándose de los
formalismosquelellevabandefiniendodesdeelextrañointerrogatorio—.
Esvalienteportupartevenderteporél,perodefinitivamenteélnoharíalo
mismoporti.Llevasaquíeltiemposuficienteparaquedesconfíedetiyde
tulealtadhaciaél.
—Élconfíaenmí—lerespondí,tajante.
—Esperemos que tengas razón. Sería una pena que una cara tan bonita
comolatuyasufriesealgúntipodealtercadoporsumalhumor.
—Éljamásmepondríalamanoencima.
—No puedes fiarte de un tío como él —añadió, soltando mi muñeca
bruscamente.
—Tampoco me fiaría de un inspector corrupto que, si no consigue las
cosas por las buenas lo intentará por las malas. Su coacción no servirá
conmigo,inspector.
—Nosvolveremosaver.
—Espero que la próxima vez sea con unas esposas con plumas rosas —
sonreí,deformaladeada,caminandoparasalirdeaquellapequeñasala.
Descubríelimpactantesoliluminarmicaranadamássalirporlapuerta
del departamento de policía e intenté, con mis ojos entrecerrados por la
iluminación,observaramialrededor.
Teníaquédescubrircómovolveramiapartamento,alaesperaderecibir
noticiasdeAlek.Sinembargo,descubríaPace,unodelossociosdeAlek,
subido a una cómoda Kawasaki Vulcan 2000 de color burdeos. Hubiese
preferidoquedarmeenaquellasaladeinterrogatoriosconeldesagradable
inspector y sus estúpidos intentos de sonsacarme algún tipo de
informaciónsobreAlek.
—Johanna—pronunció,conunaampliaehipócritasonrisa.
—Vaya, Pace. ¿Has venido hasta aquí en moto y no se ha estropeado tu
horrorosocabelloengominado?
Me crucé de brazos tras dar los tres pasos que nos separaban. Mis ojos
impactaronconlossuyosdetonalidadgrisysedesviaron,alossegundos,
hacialamoto.
—Mecuidobastanteelcabello—respondióasuturno,conelcascobajo
unodesusbrazos.
Su rostro era ancho y denotaba una clara insolencia. Toda su expresión
facialeraunadesfachatez.
Vestidoconuntrajeamedidadecolorgrisyunacorbatadelmismotono
que su propia moto, permanecía siempre con su cabello rubio peinado
haciaatrásconlaayudadeungelfijadorque,porcierto,dejabaescapar
un aroma nada agradable para mí. Los laterales de su cabeza parecían
estarrapados,perolociertoesquesencillamenteelcabelloeramáscorto
poresazona.
Movióeltroncosuperiordesucuerpo,inclinándosehaciamíyposando
sus labios contra mi mejilla. Tras el beso, dirigió éstos hacia mi oreja,
raspandomisuavepielconsubarbadepocosdías.
—Esunplacervolveraverte—susurró,sinapartarlapieldesumejilla
de la mía—. Espero que para la próxima vez no te pillen —añadió,
exhalandoairecontramioreja.
—Me voy a casa. ¿Dónde está Alek? —Pregunté, girando el rostro para
separarmedelsuyo.
—NoesunlugarenelquedebamostratarelparaderodeAlek.
Pace era el mayor socio de Alek y, quizá, por el tiempo que llevaban
juntos,suúnicomejoramigo.NohabíanadieenquienAlekconfiasemás
queenPace.Sepodríadecirquellevabantodaunavidacodoconcodoy
quePaceeracapazdetodoporél.
Nuncamehabíagustadosumododehablarme,sumododemirarmenisu
mododetratarmecomolaúnicapersonacapazdevenderaAlek.
—Sube—espetó,pasándomeelcascodelamoto.
—Nopiensosubirme.
—Ah,esverdad…Tumiedoalasmotos.Porunaccidentecuandotenías
dieciséisaños,¿verdad?—Inquirió,ladeandounpocosurostrosindejar
decontemplarme—.Sube.
—Nopiensosubirmeatumoto,Pace.
—No te estoy dando opciones, Jo’ —respondió, enarcando una de sus
cejas.
—QuieroveraAlek—gruñí.
Alekeramiúnicasalvaciónacasitodoenelmundo.SiaAlekledecíaque
uno de sus socios me parecía un cretino, tomaba medidas. Sin embargo,
todoloreferenteaPaceentrabaporunodesusoídosysalíaporotro…
—Tú sabes, Johanna, que todo lo que Alek decida pasa por mis manos,
¿verdad?
—¿Quésesuponequequieredecireso?
—Que si le has vendido en todo este tiempo que has estado en el
departamento,élnoseimpondráaquemeocupedetipersonalmente—
replicó,conseriedad.
—Jamáslevendería.
—Esonosonmásquepalabras.
—¿Estásdesconfiandodemí?
—Desconfío de ti desde el día en que te conocí —farfulló, con una
orgullosasonrisa.Tendióelcascohaciamí—.Pónteloysube.
—Prefieroirenbus.
Medilavueltaperosumanotomómicodo,parándomealinstante.Tiró
demicuerpohastaél,permitiendodeesemodoquemitraseroentraraen
contactoconsumusloy,enaquellapostura,rodeómicinturaconelbrazo
conelcualsosteníaelcasco.
—Tengoquepasarpormiapartamento,porlafarmacia,por…
—Al lugar al que vamos, tienes todo cuanto necesitas —anunció, en un
susurro.
—Aunquenolocreas,haycosasquenopuedesconseguirpormí,Pace.
—Te sorprendería la de cosas que puedo proporcionarte, Jo’ —saludó a
unagentedepolicíaquenosobservabaygruñó,porlobajo—.Saluda.
Alcémimanoconsuavidadysaludé,esbozandounaforzadasonrisa.
—Ahoraponteelmalditocascoysúbetedeunavez.Aleknosespera.
Deshicelacoletademicabello,rodeandomimuñecaderechaconlagoma
y me coloqué el casco con nerviosismo. Alcé el rostro para que Pace
pudiese encargarse de la correa, ajustándola contra la parte baja de mi
mandíbula. Me dio la mano para ayudarme a sostenerme en una de mis
piernas, mientras la izquierda sobrevolaba la moto para pasarla por
encima.
Nomentirésidigoquehabíaimaginadocómomipieledabaentodala
cara…
Apoyémispiesenlospequeñosestribosaambosladosdelamotocicleta
ymemovíunpocoparacolocarmitraserocorrectamentesobreelasiento
de cuero. Intenté permanecer a una considerable distancia de la amplia
espalda de Pace, pero descubrí que no había manillas a las cuales
sujetarmeenlapartedeatrásdelasiento.
Elmiedoqueleteníaalasmotossedebíaaloinseguraquesolíasentirme
sobreunadeellas,habiendotenidounaccidentealosdieciséisañoscon
quienhubiesesidomimejoramigo.Siaesoleañadíamosqueconducía
unhombreque,desdequeleconocía,mehabíahecholavidaimposible…
Sí,probablementenoleibaaimportaracabarconmividadeesamanera.
El motor rugió de manera considerable y, ante el sonido, mis manos se
posaronaambosladosdelacinturadePace,aferrándosealachaquetadel
traje con una fuerza de mil demonios. Iba a estar todo el trayecto
rezando…
Pace frenó en un semáforo rojo y mi pecho impactó de pleno con su
espalda,haciendoquelapartedelanterademicascochocaráconlaparte
traseradeldeél.Apoyósumanoderechasobremimuslo,elcualapretaba
la zona exterior de los de él. Denoté un ápice de cariño en su gesto,
apretandosuavementelapielporencimademirodilla.Perodebíansólo
serimaginacionesmías…
Giróelrostrohaciaatrásy,conlaviseraalzada,intentómirarme.
—Relájate o acabarás provocándonos un accidente —masculló,
escondiendosusonrisa.
—Quierobajarme.
—Noseasestúpida.Llevoañosconduciendomotocicletas.
—Quiero bajarme —repetí, moviendo mis piernas con la intención de
obedeceramisdeseos.Sumano,encambio,estabalistaparaimpedírmelo
—.Porfavor—pedí.
—Estatequietadeunavez.Sitepasaalgo,Alekmematará.
—Mira,nuestrosproblemassesolucionarán…
—Quégraciosa—resopló,poniendolosojosenblanco.
Con un movimiento de muñeca hizo rugir el motor de la motocicleta y
mis manos, ipso facto, volvieron a aferrarse a su cuerpo. Seguía sin
sentirmesegura.
Sumanoizquierdaagarrómismanos,haciéndomerodearlelacinturay,
porende,mipechoquedópegadoasuespalda.
—Agárrate—pronunció,bajotodoelsonidodelaciudad.
—Vasamatarme.
—No te diré que no tengo ganas de hacerlo, pero necesito una razón de
pesoparaello.
—¿Ahoraereslegal?—Resoplé,poniendolosojosenblancoyoptando
porcerrarlos.
—Losoy.Sinolofuese,Aleknoconfiaríaenmí.
—Eressusicario.
—Soyelqueponeorden—mecorrigió,acelerandoderepente.
CuandoelmotordelamotocicletadePacedejóderugir,terminandopor
pararseporcompleto,sentíquemispulmonesrecibían,porprimeravez
entodoeldía,unaciertacantidadimportantedeoxígeno.Empujóconsus
pies haciendo marcha atrás para aparcar la motocicleta y abrí los ojos
para descubrir otra fábrica más pequeña, a las afueras de la ciudad. No
habíaabsolutamentenadaalrededor.Almenosnadaquenofuesehierbas,
matorrales,unantiguodesguaceabandonadoypocomás.
Alek esperaba frente a la puerta de hierro corrediza, vestido con unos
tejanosyunacamisetadecolorblanco.
Logré bajar con un temblor más que notable sobre mis rodillas y me
encaminé,sinquitarmeelcascohaciaél,corriendoparaintentarquenadie
fuesetestigodecómotodomicuerpoestabatodavíaentregadoalmiedo.
Noentendía,siquiera,cómoAlekhabíapermitidoquePacevinieseapor
mísabiendoeltemorqueleteníaalasmotos.
—Eh, princesa —murmuró, deshaciéndose él mismo del casco que
todavíacubríamicabeza.Lomantuvoenunamanomientrasmerodeaba
consusbrazos,estrechándomecontraél—.Yaestá,preciosa,yavuelvesa
estarenmisbrazos.
—Comovuelvasamandarmeaeseenergúmenoabuscarme,tejuroque…
Alek me deleitó con su suave carcajada, estrechándome con más fuerza.
Besómicabezaconcariñoyfrotómiespaldaconsumanolibre.
—Yonopodíaaparecerporahí,princesa—explicó,mirándomeconsus
intensosojoscolorcafé.
—PodríashabermandadoaColt.
—Está ocupado intentando ponerse en contacto con los del condado de
Roosevelt.
—¿Qué ha pasado? —Le pregunté, viendo cómo Pace nos echaba una
miradaantesdeadentrarseenlafábrica—.Leodio,medaunasco…
—Creo que ambos compartís el sentimiento —replicó, rodeando mi
cintura con un brazo y encaminándose hacia el interior de la fábrica,
llevándomeconél—.Bueno,conlavisitainesperadadelapolicíahemos
tenido que retrasar las reuniones. Por suerte, hemos tenido tiempo para
avisaralosdelaentregadeestatarde.Hemostenidosuertedentrodelo
que cabe… No me hubiese gustado ver cómo descubren tres camiones
llenosdearmas—sequedóquieto,trasdejarelcascosobreunapequeña
mesadeplásticoblanca—.¿Cómohaidoeneldepartamentodepolicía?
—Noteníannadacontramí,asíquemehansoltado.
—Perohasestadomuchotiempo…
—Elinspectorhaqueridomarearunpocolaperdiz—lerespondí.
Separóantemí,consusmanosapoyadasaambosladosdemicintura.Le
pudeverintentandoleerenelinteriordemisojosymepreguntésiesque
sufríaalgúntrastornomental.¿Deverdadsecreíapoderleermimente?
—¿Desconfías de mí? —Le pregunté, con un tono más que evidente de
ofensa.
—No,princesa,pero…
—Pace ya te ha estado comiendo la cabeza. Tú sabes lo poco que me
soportay…
—Escucha, Johanna —dijo, interrumpiéndome—. No se trata de que
desconfíedeti,setratadequedebemostenercuidadocontodo.
—Hedejadodeladomividaporti,¿ymeestássoltandoesto?
—SiPaceaveriguaquemehassidodesleal…
—¿Qué?—Inquirí,antesdequeterminarasufrase.
—Yonopodréhacernada.Correrátododesucuenta.
—Sí,créemequelosé.EstácomounniñoansiosoporiraDisneyland.
—Nolehagascaso—murmuró,acariciandomimejillaconsupulgar.
—¿Tehedadomotivosparaquedesconfíesdemí?
—No,princesa,pero…
—Élesmáscapazdesertedeslealqueyo—espeté,totalmenteofendida—.
¿Nocreesqueundíatodopuedavolverseentucontrayporsuculpa?
—Paceyyollevamosañosjuntos.
—Llevocontigoseisaños,Alek—lerecordé.
—Nomehagasescoger.
—No,estáclaroquesihagoesoleescogerásaél.
Meadentréenelinteriordelafábrica,malhumoradaydepronto,antesu
estupefacta mirada, me quedé quieta. No sabía ni a dónde demonios
dirigirme…Noeralafábricadesiempre.
—¿Pordónde?—Inquirí,enungruñido.
Élsóloseechóareíryatrapómicuerpoconsusbrazos,depositandoun
sonorobesoenunlateraldemicuello.
—Meencantacuandoteenfadas…
—Amíno—repliqué.
—Ven… Vuelvo a tener una maravillosa sala que podrás decorar a tu
gusto.
La única cosa que me interesaba decorar, en ese preciso instante, era el
rostro de Pace. Podía verlo subido a una de las tarimas de acero,
observandoquetodoempezaseacogerformaenelnuevolugarenelque
tocabaasentarelnegocio.
Susojosgrisescruzaronlosmíosymededicóunaprovocativayladeada
sonrisa.
Le sostuve la mirada, sintiéndome segura entre los brazos de Alek y
caminé hasta la pequeña sala que, esta vez, no se encontraba en el piso
superior de la fábrica. Las ventanas no estaban siquiera tintadas y eso
significaba no tener ni un poco de privacidad. Cuando entré, perdí el
contacto con los ojos de Pace y sentí que mi cuerpo se relajaba por un
momento.
—TendrásqueiraIkeaconColtparaverquémueblesquierestener.
—Ikea—suspiré,profundamente—.Nuncamedecidoylosabes.
—Séquepodrásconello.Coltteayudará.
—¿Tienes di…? —Vaya pregunta más estúpida. ¿De verdad iba a
preguntarle si tenía dinero suficiente para que fuese a redecorar nuestra
particular sala habitable? —. Intentaré escoger algo semejante a lo
anterior.
—Loquetúquieras—besómislabiosfugazmente—.Hedereunirmecon
losdelcondadoRoosevelt.¿Estarásbien?
—¿Dejasaalguienconmigo?
—Coltsequedaráporaquíymuchosotrostambién.
—¿Graytambién?—Pregunté.
—Tesientesseguraconél,¿verdad?
—PorsuertenotodostussociosycómplicessoncomoPace.
—Gray también se queda —me aseguró, con una tierna sonrisa—. No
tienesnadadeloquepreocuparte.
Ja…
Capítulodos
Trasdarunpardevueltasalrededordelanuevasala,mesorprendídever
unas enormes cajas con la mayoría de papeleo que Alek solía conservar
en archivadores. Me pregunté cuándo exactamente tuvo tiempo de coger
todalainformacióneinclusosemepasóporlacabezaqueyasupieseque
lapolicíaibaapasarporlafábricaeibaaarmartodoesejaleo.Sieraasí,
algoestabatramando.
Saquélosdiferentesclasificadoresyvi,bajoestos,unmontóndedossiers
de color gris apilados. Los fui sacando uno a uno, contemplando los
nombresencadaunodeellos.
JohannaB.Oliphant
¿Teníaundossiersobremí?
Esonopodíaser.
Cuandoloabríenmismanos,unmontóndefolioscayeronalsueloporel
ligerotemblordemisextremidades.Desparramadosporelsucioparqué,
meagachéparairrecuperándolosunoauno.
Había información que pocas personas podían saber. Sobre todo porque
algunos informes eran de mis hospitalizaciones durante la infancia y
adolescencia.Nomesorprendióverlosdatosbásicoscomominombre,
mi segundo nombre, mi apellido, mi escolarización, mis entradas y
salidas del hospital, mis… ¿Mis miedos? ¿Mis hobbies? ¿Mis películas
preferidas?
Pero,¿estoquénariceses?
—Notealteres—escuchédetrásdemí—.Alektieneundossierdetodos
nosotros.
Me giré bruscamente, contemplando a Pace apoyado en el marco de la
puerta ya cambiado. Ahora llevaba una sencilla camiseta blanca y unos
cómodos pantalones de chándal azul oscuro. Respecto a sus pies…
Bueno…
Nosabíacómopodíairdescalzoporunlugartandestrozadocomoese.
—Debíimaginarlo—respondí,volviendoaapilarlosfoliosenelinterior
deldossier.
Pronto sentí su presencia tras mi espalda, mirando por encima de mi
hombroizquierdo.
—Elclubdeajedrez,eh—pronunció,consorna.
—Algunos hemos ido al instituto, sí —repliqué, con una sarcástica
sonrisa.
—Ymiraaloquetehallevado.
Élteníaesedondedevolvérmeladoblada,comoaquélquedice…
—Nohacefaltaqueloescondas—dijo,alvermecerrareldossier—.Lo
conozcodememoria.
—Veoquetienesmuchotiempolibre.
—Lo que más me ha gustado ha sido lo de tu apendicitis. ¿Puedo ver la
cicatriz?
—Esto,déjamepensar…No.
—Venga—meanimó,sentándoseenlabutacadeAlekjuntoaloquesería
el nuevo escritorio—. Tengo curiosidad por saber cómo es… Dime, ¿es
de las antiguas que parecen haber sido hechas por un carnicero en su
primerdíadetrabajooesdeesastanpequeñasquecasiniseaprecian?—
Inquirió,conunaladeadasonrisa.
—Estásrealmenteenfermo,Pace.
—No te diré que no tengo cierto fetiche con las cicatrices, aunque me
gustanmáslasquellevanminombreo,loquevieneaserlomismo,mi
firma.
Disfrutabametiéndomemiedoenelcuerpopero,definitivamente,yoibaa
disfrutarmásnopermitiéndoselo.
—¿Aquévienetufobiaalasagujas?—Preguntó,traselsilencio—.Lade
lasmotosmeintuyoqueesporelaccidente.
—Atitelovoyadecir…
—Tranquila,nosoydelosqueinyectannadaparahacerlotodomásfácil.
—Vaya, ni siquiera en eso tienes un ápice de humanidad —espeté,
recopilando todos los dossiers y echándoles un vistazo a todos—. ¿Y el
tuyo?
—Escondido,imagino.
—Túpuedesverelmío,¿porquéyonopuedovereltuyo?
—MitrabajoesvigilaratodosenlosqueAlekconfía—measeguró,con
seriedad.
—Soysunovia,asíquepodríasdejarmevertudossier.Afindecuentas,
podríassertúelquelevenda.
—Alek y yo nos conocemos desde que éramos críos, Johanna. Sabe que
daríamividaporél.
—Puede que los rumores sean ciertos… Puede que tu relación con Alek
nosóloseadefielylealamigo.
—¿Dudas de mi heterosexualidad? —Masculló, levantando su comisura
izquierdaydedicándomeunadeesasasquerosasypícarassonrisassuyas
—.Porqueesotienefácilsolución,Johanna.
—Penséquepretendíasmatarmeenelmomentoquetuviesesoportunidad.
—Ese suele ser el plan —respondió, subiendo los pies al escritorio—.
Sólomefaltareunirsuficientespruebasparapoderllevarloacabo.
—Temueresdeganas,¿verdad?
—Notienesniidea.
Se llevó las manos a la nuca, acomodándose sobre la butaca y continuó
con su mirada fija en mí. Pretendía buscar cualquier indicio que me
hiciesesentirincómoda,porqueesoeraloquequería.Vermeincómoda,
puesesoledaríaunapistadequequizá,sóloquizá,escondíaalgo.Ysino
lohacía,¿quémásdaba?
Pacedesconfiabademídesdesiempre.
Me concentré en seguir colocando los clasificadores sobre el escritorio,
dispuestaadejarlotodomásomenosorganizadoparalallegadadeAlek.
A mis espaldas escuché cómo la butaca crujía suavemente y, al darme la
vuelta,meencontrédecaraconelfirmepechodePace,depiefrenteamí.
Apoyé mis manos contra su pectoral, intentando salvaguardar una
considerabledistanciaentrenuestroscuerpos.
—TenporseguroqueencontraréelmododequeAlekdesconfíedeti—
aseguró.
—Eresasqueroso.
—Lotomarécomouncumplido.
—Sitantasganastienes,¿porquénolohacesdeunamalditavez?
—Porque,comotehedicho,necesitounarazóndepeso.Alfinyalcabo,
hedeserjustoenlamedidadeloposible—susurró.
—LediréaAlekquemehasamenazado.
—¿Sí?—Inquirió,enarcandounaceja,casidivertido—.¿Selodirás?
—Tenporseguroquesí.
Agarrómibícepsfortuitamente,sorprendiéndomeporlavelocidaddesus
movimientos.Estrechócontantafuerzaquelleguéacreerqueimpediría
el propio flujo sanguíneo de mi brazo y que, por lo menos, rompería
algunodeloscapilaresbajomipiel.
Ambosescuchamosunamanogolpearlapuertaabierta,suavemente.
—¿Interrumpoalgo?—PronuncióAlek,conunsombreronegrosobrela
cabeza.
—No —respondió Pace, soltándome con asco—. Sólo estábamos
hablando.
—Discutiendo, por lo que veo —replicó Alek, aproximándose con las
manos en el interior de los bolsillos—. ¿Queréis decirme qué es lo que
pasa?
—LoqueocurreesquePace,tufielylealcordero,acabadeamenazarme
—dije,dandounpasohaciaatráshastalograrposicionarmecercadeAlek
—.Porqueesloúnicoquesabehacer.
Pacemeobservócondesprecio,comosiintentaseclavarmetropecientos
alfileresportodoelcuerpo,mientrasAlekseposicionabaentrenosotros.
MisojosperdierondevistaaPaceysecentraronenobservarladelgada
perofibrosaespaldadeAlek.
—Vuelveatocarla,Paceyteaseguroqueseráloúltimoquehagasentu
vida—advirtióAlek,encontrándosedecaraconsuamigo—.Nomehagas
repetírtelo otra vez… Como no te mantengas alejado de ella, pienso
perseguirtehastaacabarconesacaradeperturbadoquetienes—leseñaló
conundedo,traspronunciaraquello—.¿Lohasentendido?
—Sí.
—Puedesirte.
—Gracias—murmuró,marchándosedelasalasinnisiquieramirarme.
Bien,esohabíaestadobien.
Johanna1—Pace0.
Trasdarmeunaducha,decidívestirmeconunadelascamisetasdeAlek
para dormir. Él ya se había acomodado en el colchón hinchable que
permanecía sobre el suelo, cayendo dormido al cabo de los pocos
minutos. Lo cierto es que solía estar cansado casi todas las noches,
teniendoquelidiarconunmontóndecosasduranteeldía.
Siendo incapaz de aguantar mis ganas de descubrir alguna cosa que
todavíadesconociese,meaproximéalosarchivadoresqueyacíanjuntoa
su escritorio y busqué entre los dossier hasta encontrar el de Pace. No
parecíaestardemasiadoescondido…
BrantleyJ.Pace
Brantley era un nombre demasiado bonito para un tío como Pace. De
hecho,todoélerademasiadoatractivoparasertansumamenteinhumano.
Acababa de cumplir treintaidós años, se había dedicado toda la vida a
permaneceralladodeAlekysuúnicotrabajo,legalyremunerado,había
sidoenelservicioderecepcióndeunhotel.Ydeesoyahacíadiezaños.
Teníaunhermanomayor,quepermanecíaenprisiónportráficodedrogas
y una media hermana, residiendo en Nueva Jersey. Sus padres se habían
divorciado cuando él tan solo tenía doce años y no pude evitar
preguntarme si aquello le había marcado lo suficiente como para
convertirleenunmonstruosinsentimientos.Sinembargo,suspadresno
teníanlaculpadequeaéllefaltasealgúntornillo.
Sus miedos no constaban en el dossier por lo que o no tenía o Alek se
habíaconcienciadodenodejarlosexpuestosalavistadecualquiera.Eso
sólohacíaquemicuriosidadcreciesepormomentos.
Siempre había sido un alumno ejemplar en el colegio, pese a los
altercadosdepeleasqueconstabanensuhistorialeducativo.
Los siguientes folios contaban con todas las cosas que Pace había hecho
por Alek, incluyendo las personas de las que se había deshecho de un
modo u otro, por lo que decidí no seguir leyendo. Esos datos sólo
aumentaríanmimiedohaciaél.
—Princesa —Alek murmuró sobre el colchón, incorporándose—. ¿Qué
haces…?
—Estaba…Yo…—Calléycogíaireprofundamente—.Nopretendíaleer
tusdossierspero…
—Noteescondonada,princesa.Puedesmirarcuántoquieras—respondió,
sindarleimportanciaalasunto—.Dime,¿cuálestásmirando?
—EldePace.
—Losuponía.
—No me parece justo que él conozca mis miedos y yo no conozca los
suyos—espeté,casialadefensiva—.Estotalmenteinjusto.
—Ni siquiera yo conozco sus miedos, Jo’. Creo que, sencillamente, no
tiene.
—¿Cómonovaatenermiedos?Todostenemosmiedos.
—¿Cuáleselmío?
—El agua —respondí, hábil—. De pequeño estuviste a punto de morir
ahogadoenelmarydesdeentonces…
—EntodoeltiempoqueconozcoaPacenuncamehamencionadoningún
miedo.
—Esimposiblequenolosepas…
—¿A quién le importa a qué tema Pace? —Farfulló, acomodándose de
nuevocontraelcolchón—.Anda,ven,venalacama…
—Iréafumaruncigarrilloymeacostaré.
Él aceptó con un suave resoplido mientras yo ya desaparecía de la sala.
Encontrélapuertadesalida,porcasualidad,ymellevéuncigarrilloalos
labios.Loencendí,agradeciendolafrescuraquesolíadesprenderlanoche
inclusoenlosmesescalurosos.
El teléfono móvil, en el bolsillo trasero de mi cómodo y desgastado
tejano,empezóavibrar.Loretiréconsuavidadydescubríenlapantalla
un número que no había visto nunca y que, evidentemente, no tenía
registrado.
—¿Sí?
—SoyelinspectorHolden—escuché,alotrolado.
Me atraganté con el humo del tabaco y empecé a toser
descontroladamente, mirando a mi alrededor para asegurarme que no
habíanadiecerca.
—¿Quénariceshacellamándomeporteléfono?—Espeté,queriendoalzar
lavoz.
—Tenemosquehablar.
—No,notenemosnadadeloquehablar.Novuelvaallamarme.
—Escucha, Johanna —murmuró, hablando en susurros—, es importante
que comprendas que, tarde o temprano, tu vida correrá peligro si te
mantienesjuntoaAlek.
—Nosabesdeloqueestáshablando.¿Cómohasconseguidominúmero
deteléfono?
—¿Lopreguntasenserio?—Inquirió,casisorprendido—.Soypolicía.
—¿Yesotedaderechoamarcarloyllamarme?Vasaconseguirque…
—¿Quequé?—Dijo,sinpermitirmeterminar—.Inclusotúestásasustada.
—Novuelvasallamarme.
—¡Espera! —Bramó, rápido—. Si lo que te preocupa es la poca
protección que puedas tener al vender a Alek, no debería ser así. Puedo
proporcionarte más de la que crees. He estado mirando el historial de
Aleky,joder,¿deveras?¿Todavíasiguesconél?
—¿Estoessiquieralegal?—Espetéamiturno,incrédula.
—Teestoydandounaoportunidadparaquesalgasdelbucleenelquete
hasmetido.
—Sivuelvesallamarme,hablarépersonalmentecontucapitán—finalicé,
colgando.
Fuméloquequedabadecigarrilloconnerviosismo,deshaciéndomedela
colillacasialinstanteyvolvíaadentrarmeenlafábrica.
Todo estaba en silencio, lo suficiente como para causarme una
desagradable sensación por todo el cuerpo, aumentando el nerviosismo
queyasufríaporlallamadatelefónica.Sinembargo,nohabíanadiealos
alrededores.NadieexceptoColt,quesepaseabavigilandomientrasotros
dormían. Nadie excepto Pace, observándome desde una de las esquinas,
sentadosobreunamesademaderaysosteniendounlibroentresusmanos.
Al cruzar su mirada conmigo, la sostuvo unos segundos para después
volveraconcentrarseenloqueleía.
Cuandoentréenlahabitación,sorprendidaporpercibirporelrabillodel
ojocómoPaceselevantabaycaminabalentamentehaciamidirección,me
encontré con Alek sentado en su butaca, con las rodillas separadas y las
manos entrelazadas a la altura de su estómago. Al frenar tras cruzar el
umbraldelapuerta,miespaldachocócontraeltorsodePace.
—¿Qué pasa? —Pregunté, disimulando la voz de alarma que amenazaba
conbrotardemigarganta.
—Megustaríahablarcontigo—respondióAlek,conseriedad.
Alcéunpocolacabezahaciaatrás,observandoaPaceigualdeserio.
Mehabíanpilladohablandoconelinspectorporteléfonoynoteníamodo
de demostrarles mi inocencia, muy a pesar de no haber largado nada en
absoluto…
—Cuandoosheencontrado,haceunashoras,quediscutíais…—comentó,
incorporándoseyabandonandolabutacaenlaqueestabasentado—,¿qué
habíaocurrido?
—Que me había amenazado —respondí, sincera, optando por dar dos
pasoshaciaAlek,quienmeproducíamásseguridadquePace—.Yatelo
dije.
—¿Sí? —Inquirió, con cierta desconfianza—. ¿Pace no te estaba
reprendiendoporbesarle?
¿Qué?
MirostrosegiródegolpehaciaPaceque,evidentemente,semanteníaen
suseriapostura.
—¿Cómo?—Balbuceé—.Estásdebroma,¿verdad?
—¿Tengopintadeestarbromeando?
—Esunembustero…¡Esunmalditoembustero!
—Johanna, cíñete a darme una explicación —suspiró Alek, pasándose la
manoporelrostro—.Tedijequenopodríahacernadaenelcasodeque
empezaseadescon…
—¡Confías en alguien que intentó abusar de mí cuando estuvimos en
Escocia!—Bramé,antesdequelasalaseconvirtieseenuntanatorio.
Escuché cómo Pace se atragantaba detrás de mí, sorprendido por la
magnituddemiacusación.Peroesqueyotambiénsabíajugaralamentira
ytambiénpodíaadoptarunpapeldeembustera…
—Él sólo piensa en buscar una excusa para que tú le permitas acabar
conmigo —pronuncié, frunciendo mi entrecejo—. Y ni siquiera te das
cuentadequeloúnicoquequierees…
—Princesa—susurró,impidiéndomeseguir—,¿quéhasdicho?
—Lo que has oído —repliqué—. Cuando estuvimos en Escocia, pasaste
dosnochesfueradelhotelporquetepasabaslashorascontussociosde
allí.Lasegundanoche…
—¡Venga ya! —Espetó Pace, por detrás, con ferocidad—. ¡Encima te la
vasacreer!
—Cállate,Brantley—mascullóAlek,ensilencio.
FuelaprimeravezqueescuchéaAlekdirigirseaélporsunombreyno
suapellido.
—Este es el problema de dejar que un coño entre en tu mundo, tío —
resopló Pace, cruzándose de brazos y apoyándose contra una de las
paredes,expectativo.
—Cállate—lerespondióAlek,señalándoleconundedo.
—Yesteeselproblemadequeuntíollevetantagominaenelpelo,que
traspasa el cuero cabelludo y le licua el cerebro —espeté a mi turno,
aferrándomeamicamisetacomosifuesemichalecosalvavidasenpleno
naufragio.
—No te diré donde acabaré esparciendo mi gomina —replicó,
dirigiéndoseamí.
—Brantley,fuera—espetóAlek,conelcuellocompletamentetenso.
—Ohvamos,¡Alek!¡Queteestátomandoelpelo!
—Hedichoquefuera.
Lacanción99problems,deJayZperoversionadapor
Hugo, se hizo presente en la sala de descanso de Alek. Quise que el
volumenmeimpidieseescucharlosposibleslamentosquepodríanllegar
a surgir desde el exterior por lo que, en modo repetitivo, dejé que esa
canción,lapreferidadeAlek,sonasehastaquehiciesefalta.
Cambiémiposturacuatrovecesenelúltimominuto.
Delacama,paséalescritorioy,deéste,hastalasventanasquedabanvista
alafábrica.Y,enesemismolugar,cambiéelpesodemicuerpo.Pasando
de apoyarlo en mi pierna izquierda a mi pierna derecha. Contemplé la
escena con un nudo en el estómago pero una malicia traspasando mis
venas.
Pace se mantenía de rodillas en el suelo mientras dos compañeros le
sujetaban por los brazos. Alek, frente a él, caminaba de un lado a otro
haciendocasoomisoaloquePacebramabayvociferaba.
QuizáAlekdesconocieseelmiedodePacepero,yomisma,ajuzgarpor
laescena,podríaconsiderarqueesasituacióneratemidaporél.QueAlek
desconfiasedeélyquellegaseaunextremoimpensable.
Como la canción seguía sonando a un volumen totalmente inoportuno a
esas horas de la madrugada, no lograba escuchar qué era lo que Pace
exclamaba con desesperación, sin perder su perturbada expresión facial.
NisiquieralograbaescucharcómoAleklereprendía,tensandosucuerpo
frenteaél,queseguíaderodillas.
Vi cómo la primera patada de Alek golpeaba el abdomen de Pace,
obligándoloainclinarseporunossegundoshastavolveraincorporarsu
torsoporloscompañerosqueseguíansujetándolo.
Su perturbada expresión se convirtió en un rostro encogido por unos
momentos,mientraseldolorseextendíaportodalazonareciéngolpeada.
Observé cómo intentaba recuperar la respiración antes de que Alek,
decidido,volvieseagolpear,consuempeine,elvientredePace.
¿CuántodoloreracapazdesoportarPace?
El puño de Alek chocó contra el tabique nasal de Pace, quien pareció
perder el equilibrio por unos segundos. Los compañeros tensaron los
brazos de él, volviendo a colocarlo. Un rastro de sangre empezó a
descender,comoeradeesperar,desunariz.
Empecéasentirquelamaliciaseencontrabadeplenoconlaculpabilidad,
enaquélflujopormisvenas.
Paceerainocentedeloquelehabíaacusado,peseaserunserdespiadado
y despreciable. Pero, ¿qué era lo que me diferenciaba de él en ese
momento?
Susojosgrisesviajaronhastalosmíos,mezcladeazulyverde,ignorando
porunmomentolapresenciadeAlek.Fuetallaintensidaddesumirada,
que sentí cómo unas invisibles manos apretaban mi cuello con fuerza
asfixiándome.
SiPacesobrevivía,nodescansaríahastavengarse.Porsuerte,confiabaen
queAleklodesterraríaoalgosemejante.
Yantesdequepudieseseguirintimidándomeconsumirada,Aleklearreó
una firme y seca patada en la entrepierna. Pace cayó de lado, habiendo
sido soltado por los compañeros, encogiéndose y haciéndose un ovillo
contraelsuelo.
Habíavistosuficiente.
Dejéquelamúsicasiguiesesonandoymemetíenlacama,arropándome
hastaelcuello,alaesperadequeAlekvolviesealasala.Sinembargo,me
dormíantesdequeesoocurriese.
Medespertéunpardehorasdespuésy,descubriendoelcuerpodesnudode
Alekbajolasábana,respiréunpocomástranquila.
Rodeé su cuerpo con un brazo y me aferré a su espalda, respirando el
aroma a hierbabuena que solía desprender por su pasión por aquellos
chicles. Apreté mis pechos contra su espalda y lo continué abrazando
duranteunoslargosminutos.
Sumanoacariciólamíaquequedabasobresuvientre,concariño.
—Nodejaréquevuelvaaacercarseati—susurró—.Lolamentotanto…
—Noesculpatuya…
—No,síloes…
—Alek, tú no eres responsable de los errores que comete Pace —
murmuré,contralapieldesunuca.
—Silohubiesesabidoantes…Deberíahaberlematado.
—Eresmejorpersonadeloquejamásseráél.
—¿Locreesdeverdad?—Inquirió,enunsuspiro—.Afindecuentas,hace
loquetienequehacerpormí.
—Séquelequieres.
—Por eso me duele más —dejó escapar una incrédula carcajada—.
Deberíahaberlematado—repitió—.Entiendesquenopuedadeshacerme
deél,¿verdad?Dimequeloentiendes,porfavor…
—Loentiendo.
—¿Deverdad?
—No —respondí, sincera y escuché cómo dejaba escapar una suave
carcajada.
—Esonomeayuda.
—Respetotudecisión,aunquenolacomparta.
—Es mi mejor amigo —murmuró—. Un imbécil, un perturbado, un
insensible,pero…
—Notejustifiques—leinterrumpí.
—Creo que lo mejor sería que volvieses a tu apartamento hasta que las
cosassenormalicen.
—Entonces,¿nonosveremos?
—Nopuedoirparaallá—respondió,dándoselavueltayrodeándomecon
subrazoizquierdo—.Perotúsiemprepuedesveniraquí.
—Yaveo…
—MandaréaColtabuscarte,poresonotepreocupes.
—Vale—melimitéadecir.
—Entiendequeeslomejorquepodemoshacer.
—Haréloquetúdigas.
Moviósuslabioshastamifrenteydepositóuncálidobesosobreésta.
—Siento haber estado a punto de desconfiar de ti —susurró,
estrechándomecontrasudelgadocuerpo.
—Noimporta.
—Sí,síimporta…Pacesetomamuyenseriosutrabajo.
—¿Cuáldetodos?¿Eldesicariooeldetocarmelasnarices?
—Los dos, imagino —respondió, con una sonrisa sobre sus labios—.
¿Porquéoslleváistanmal,eh?
—Pregúntaleaél,meodiadesdequemeconoce.
—Dicequenoledasbuenaespina.
—Mandacojones—bufé—.Niqueélledieseaalguienbuenaespina.
—Esbuenoenloquehace,princesa.
—¿Yquéesloquehace,eh?
—Eltrabajosucio—admitió,sinquererentrarendetalles.
Meacomodéensupecho,sintiendoelsoporenvolviéndomeipsofacto.La
conversaciónnosealargóycaírendidaentresusbrazos.
Los nervios, la tensión, el miedo, el peligro que Pace significaba para
mí…Todoestabapasándomefacturaanivelfísicoypsíquico.
Por suerte, conseguí dormir unas ocho horas del tirón que me dejaron
mucho más relajada. Conseguí, incluso, despertarme con una sonrisa
gracias a los besos que Alek había ido dejando por todo mi cuello.
Cuandosubocaentróencontactoconlamía,melancéasusbrazosconel
másprofundodelosdeseos.
Me encantaba que me despertase con besos, mostrándome todo lo que
seguía sintiendo por mí después de seis años juntos. Seis años siendo su
pareja,compañera,amigay,aunqueodiaseadmitirlo,secuaz.
—Tengoqueiraentrenar—murmuró,entrebesos.
—No…—Mequejé,atrapándoloconmispiernaseimpidiéndolesalirde
lacama.
—Te compensaré esta noche —susurró, pegando su frente a la mía—.
Palabradeboyscout.
—Túnuncafuisteboyscout.
—Entonces palabra de mafioso, ¿te parece? —Pronunció, tirando de mi
labioinferiorconsusdientes.
—Creoqueprefierolodeboyscout.
Se echó a reír por lo bajo, deleitándome con otro de sus húmedos y
profundosbesosyembriagándomedesuaromayesenciaahierbabuena.
Nosabíacómolohacía,perosiempre,siempreolíadeesemodo.Y,por
supuesto,esomeencantaba.
—¿Cuándoirásatuapartamento?—Mepreguntó,mientrassevestía.
—Imaginoquenotardaré.Medaréunbaño,merelajaré…
—Esunabuenaidea.Aquísólopuedodarmeunaducha…
—Siemprepuedesvenirconmigoy…
—Nadamegustaríamás—admitió,conunsuspiro—.Perosabesqueno
puedodejarmever,princesa.
—¿Hasta cuándo va a durar? —Le pregunté, dejándome caer sobre el
colchónmenoshinchado.
—HastaquepodamosirnosaviviraIslandiacomotúquerías.
—Estásdebroma…
—Nosoyuntipomuybromista—measeguró,trascolocarselosúltimos
botonesdelacamisa—.¿NoqueríasiraviviraIslandia…?
Saltédelcolchón,lanzándomesobreélcontodalafuerzaquetenía.Por
suerte, me cogió en peso, aun golpeando su espalda contra una de las
paredes,riéndoseacarcajadas.
—¿¡Hablasenserio!?
—Todoseaporhacertefeliz,princesa—susurró,rozandosunarizconla
mía—.Tequiero.
Rodeé su cuello con mis brazos, estrechándolo con fuerzas mientras mi
ilusionada mirada se perdía sobre la superficie de una pared desgastada,
agrietadayconevidentesproblemasdehumedad.
Capítulotres
Dejéqueelinciensodelcuartodebañoejercierasu
labordeperfumartodalaestanciaconaquelmaravillosoaromaalavanda,
al tiempo que mi cuerpo se sumergía bajo la consistente espuma blanca
creadaencapasobreelaguadelabañera.Apoyélacabezacontraunode
losextremos,apoyandolospiescontraelotro.
Mehabíacostadoacostumbrarmealasruidosasduchasdelafábrica,las
cualesnodesprendíandemasiadoaguay,silohacían,solíaestarhelada.Y
pormuchoquemerepitieseamímismaque,enalgúnmomento,lograría
acostumbrarme…
No.
Noséporcuántotiempoestuvemetidaenelaguademiextrañadabañera
pero,alsalir,sentíquemicuerposehabíadestemplado.
Rodeé todo mi cuerpo con una enorme toalla de un tono albaricoque,
mirándomealespejodispuestaaecharmeunascuantascremashidratantes.
Conlahumedad,mipieltendíaaresecarsey,porende,estropearse.
Noeraunagranamantedelascremas,peromehabíaconcienciado,desde
losdiecinueve,quemantenerunapieleramásqueevitarcomerdeforma
grasientaentreotrascosas.Inclusosinnecesitar,amisveinticuatroaños,
cuidarme en exceso. Lo mejor, en todo caso, era empezar y prevenir.
Total,decíanqueparapresumirhabíaquesufrir.
—¿Vasatardarmucho?
La puerta del cuarto de baño se abrió de golpe, haciéndome dar tantos
pasoshaciaatráscomoparadarmeunbuencastañazoalcaerenelinterior
de la bañera todavía por medio vaciar. El grito que salió por mi boca
resonó por el interior de las cuatro paredes, acogido, después, por el
quejidodedoloralsentircómomisvertebrascrujíanporelimpacto.
Mepodíahaberdesnucado…
LacaradePacecontinuóasomada,aunquecreíversuintentodeimpedir
quemetropezasehastacaerenelhuecodelabañera.
Un morado resurgía por su comisura izquierda, una pequeña fisura se
descubríasobresutabiquenasaly,siasíhabíaquedadosucara,noquería
sabercómodebíaencontrarsesuabdomen.
—¿Qu-Qué…? ¿Qué haces aquí…? —Logré pronunciar, con una voz
cargadadetemor.Todavíanopodíadeshacermedelsusto.
—¿Túquécojonescreesquehagoaquí?
—Deberíasirte…
—Levántate —espetó, adentrándose en el cuarto de baño. Se aproximó y
tendiósumanohaciamí—.Venga,Johanna,notengotodoelputodía.
—Nomemates…
—Levantadeunavez—repitió,conlamanotodavíatendidahaciamí.
Era capaz de romper mi cuerpo con un solo tirón, así que me negué a
posar mi mano sobre la suya. Con cuidado, sintiendo un increíble dolor
crecer a la altura de mis costillas, apoyé mis manos contra el hierro
coladodelfondodelabañeraintentandoincorporarme.Susmanos,más
fugaces que las mías, se colocaron bajo mis axilas y me alzaron sin
ningúnproblema.
Oh…No.
Latoallaempezóadescenderpormicuerpoylasujeté,conmuchamás
firmeza,contramipiel.
—¿Quétepareciólaescenadeayer?—Preguntó,inclinandosucarahacia
lamía—.Debiógustarte,¿no?Vicómodisfrutabas.Dehecho,juraríaque
hastatevisonreíralaquemedioelsegundogolpe—masculló,casienun
gruñido.
Rodeó mi bíceps con su mano izquierda y me condujo hasta la pequeña
saladeestar,lacualconsistíaenunsofádedosplazasyunabutacamás
oscura a un extremo. Mi tibia chocó contra la redondeada mesa de café
antesdequemedejasecaersobreelsofá.Él,porotraparte,semantuvo
serio,caminandodeunladoaotrodelasala.
Llevabaunoscurotrajegrisconunacamisablanca.
Desabrochó el botón de la chaqueta de su traje y tomó asiento sobre la
mesitadecafé,frenteamí.
—Lodeanochefuemuyhábilportuparte—comentó,antemisilencio—.
No pensé que fueses capaz de tal desfachatez, pero puede que haya
subestimado tu osadía. Debes haberme considerado un gran rival si has
tenidoquerecurriratalmentiraparahacerteconlaconfianzadeAlek…
—Chasqueósusdedosfrenteamirostro,obligándomeamirarle—.Estoy
aquí,preciosa.Mírameamí.
—Serámejorquetevayasdemiapartamento,Brantley.
—Unnombrebonito,¿verdad?—Sonrió,ignorandomiconsejo.Tiróde
unadesusmangaspara,después,empezaraquitarselachaquetadeltraje.
Sucamisablancapermanecíadesabrochadaporlapartedearriba,dejando
entreversuvellomásoscuro—.Melopusieronenhonoramibisabuelo,
quefuetodounhéroeamericano.
—Nomehagasdaño.
—¿Daño?—Inquirió,haciéndoseelsorprendido—.Oh,no,pequeña.Sólo
unas pocas caricias, nada más —arqueó sus cejas, poniendo cara de
circunstancia—. ¿De verdad te creías que, tras lo de anoche, te irías de
rositas? —Su mano, por encima de mi rodilla izquierda, empezó a
infringirciertapresión.Susdedosseclavabancontralacarnequelatoalla
nolograbacubrir—.Puedequeyohayasubestimadotuosadía,perotúhas
subestimado mi labor. Y, créeme, soy bueno en lo que hago. No dejo
rastro, ni tampoco pruebas de nada —su mano tomó mi mandíbula
inferior, de forma repentina, haciéndome ahogar un quejido. Mis
pulmonesdejarondefuncionarporunossegundos—.Eresuna…
Alguienpicóalapuertaconlosnudillosylosdosnosmiramosfijamente
alosojos.Permanecimosensilencio,esperandoquefueseunvecino.No
obstante,losnudillosvolvieronagolpearlapuertademiapartamento,la
cualdabadirectamenteconlasaladeestarenlaquenosencontrábamos.
—SeñoritaOliphant—seescuchó,alotrolado—.SoyelinspectorHolden.
Porfavor,ábramelapuerta.
LosdedosdePacesoltaronmirostroalinstante,altiempoquesusojosse
abríanunpocomás,observándomeconciertaincomprensión.
—¿Quién?—Mepreguntó,enunsusurro.
—Noesnadie…
—¿No?—Inquirió,apretandosuanchamandíbula—.¿Deverdad?
—Señorita Oliphant —se volvió a escuchar—. Tenemos que hablar de
Alek,porfavor.
—Eresuna…
MimanovagóhastalabocadePace,acallándolodepronto.Presionécon
fuerza, aun sintiendo cómo sus dedos rodeaban mi muñeca y apretaban
contodavíamásbrío.Siconseguíahacermedañoconsusdedos,noquería
saberquépodíahacermecontodounbrazo…
Apartómimanodeunmanotazoporsuparte,levantándoseconrapidezde
lamesitadecaféydirigiéndosehastalapuertaprincipal.Acercósurostro
porlamirilla,cerciorándosedequeelinspectorsehubieseidopordónde
habíavenido.
Ese maldito inspector… Iba a acabar conmigo… ¡Iba a meterme en un
malditoaprieto!
—¡Lehasvendido!—Bramó,girándosehaciadondemeencontraba.
—¡No lo he hecho! ¡No le he vendido! ¡Lo único que pasa es que ese
malditoinspector…!
Agarrómibrazonuevamente,haciéndomecasisobrevolarelsofá.Siese
tíonoeraunbruto,nosabíaloqueera.
Mellevóhastaeldormitorio,soltándomecomosielcontactoconmipiel
lequemara.
—Vístete.
—¿Qué,porqué?
—Quetevistas,Johanna—espetó,cerrandolapuertadegolpe.
Mis manos escogían la ropa con cierto temblor y ni siquiera me creía
capaz de vestirme en aquél momento. Tardé más de lo apropiado
pensando, mientras me vestía, cómo podía salir de mi apartamento y
llegar a Alek antes de que Pace le contase algo que no era cierto.
Necesitaba decirle a Alek que aquél inspector no hacía más que
perseguirme para obtener, de mí, una información que yo no contaba
compartirconnadie.
JamásvenderíaaAlek.Jamás.
—Nosvamos.
—¿Adónde?—Lepregunté,viéndomearrastradaporél—.Pace,mehaces
daño.
—Oh,perdona,princesa…¿Prefieresquetelleveacaballito?
—Eresunimbécil—espeté,antesdequemeempujasehacialapuertadel
ascensor.
—Será mejor que no me incites demasiado, no sé si podré aguantar a
contárselotodoaAlek.
—¿Quétodo,eh?¿Quehavenidouninspectoramicasa?¿Yesoquécoño
demuestra?
—¿Creesquenecesitamosmuchomás?—Inquirió,poniendociertamueca
derepugnancia.
Élsíquemeproducíarepugnancia…
Meempujócontraelinteriordelascensor,trasabrirlapuertaconrapidez.
Elcorazónmebombeabacontantafuerzaqueellatidoresonabaportodo
mi cuerpo, implantándose en la zona interna de mis oídos. Durante el
corto trayecto, le vi apoyarse contra la pared del interior del ascensor
respirando con profundidad, cerrando los ojos y observé cómo su
garganta,notablemente,semovíaaltragar.
Frente al edificio, se encaminó hacia su aparcada moto y se subió,
tendiéndomeunodeloscascosquehabíanestado,hacíaescasossegundos,
atadosconunacadena.
—No—dije.
—¿No?—Enarcósuceja,mirándomeconsuperioridad.
—Nopiensosubirmeenlamoto,noentuestado,no…
—Otesubesalamoto,onotedaréoportunidaddeintentarexplicarteante
Alek—pronunció,pegandosufrentealamíayhaciendopresióncontra
micabeza—.Sube.
—Porfavor,Pace…
Agarró mi antebrazo con fuerza, tirando de mi cuerpo hacia él. Su
entrecejo permanecía fruncido y sus ojos, de un tono gris plomo,
atravesaban los míos con la mayor de las fierezas. Si las miradas
matasen…¡Venga!Lasuyalohacía.
Teníaquehacerlo,teníaquepoder.¿Quénoibaapoderesebárbarocon
caradeperturbado…?Sí.
Podía sentirlo. Podía sentir cómo si los pulmones estuviesen
contrayéndose con tanta fuerza que, al intentar respirar, sólo saliesen
pequeñas exhalaciones por mi boca. Estaba consiguiendo, como poco,
asfixiarme.
—Prométeme que tendrás cuidado —pronuncié, sintiéndome la persona
másestúpidadelmundo.¿Porquémotivollegaríaacreerque,enalgo,me
haríacaso?
Le escuché bufar con exasperación, mientras colocaba la correa de mi
cascoconciertaagresividad.
Entendía por qué Pace hacía el trabajo sucio de Alek… No parecía ser
muypaciente,nidubitativo.
Apretémisbrazosalrededordesucinturaacadacurvaquetomaba,conel
temblorimplantadoentodasmisextremidades.Estabaconduciendoauna
velocidadpróximaallímitepermitido,provocándomeunasdesagradables
náuseasacausadelmiedo.Pormuchoqueapretasesucuerpo,intentando
mantenermeseguraporunosminutos,sentíacómomicuerposeinclinaba
condemasíahacialosladosacadacurva.
Misojospermanecíanfuertementecerradosymimente,conseguridad,no
hacía más que rezar en silencio. No importaba quién escuchase, no
importabaquéDiosydequéreligión,mislamentosibandirigidosatodos
y cada uno de ellos. Era tal mi pánico que, incluso, deseé sufrir algo
interiorparaacabarconaquellahorrorosaexperienciaquenohacíamás
que despertar mis horribles recuerdos del accidente de tráfico que había
sufrido con dieciséis años. Era tal el pavor que sentía mi cuerpo que
deseaba,enalgúnmomento,soltarmeydejarmecaer.
No sabía qué era peor… Si Pace encargándose de mí o si morir en la
carreteraporculpadesumásqueconsiderableperturbación.
Brantleyestabaenfermo.Y,sihabíatenidoalgunaduda,ahoralosabíacon
claridad.
Cuando el motor de la moto dejó de rugir, calmándose por completo y
quedándoseensilencio,abrílosojosparacontemplarellugarenelque
estábamos.Nosetratabadelafábrica,nisiquieradelaantiguaenlaque
habíamos estado durante tantísimo tiempo. Había notado cómo
descendíamos por una imponente cuesta pero jamás hubiese imaginado
quemetraeríabajounpuente.
¿Nomerecíaunlugarmejorenelqueperecer?
Si debía extinguirme, no quería hacerlo bajo un puente decorado por
grafitis.
Bajó de la moto y, sin quitarse el casco, tomó la parte del cuello de mi
camisetaytiródeellaparasacarmedeencima,haciéndomecasitropezar
conmispropiospies.Meempujóhaciaunadelasmugrientasparedesde
la parte inferior del puente y sus dedos se dedicaron a casi arrancar la
correadelcascoparaquitármelo.
Mi cabello cayó a los lados, de forma desordenada y despeinada y ni
siquierasabíaaquéaferrarme.Teníaganasdedesmayarme,desplomarme
contra el suelo y cerrar los ojos deseando haber estado sufriendo una
pesadilla.Quizásimepellizcaba…
Tiróelcascoalsueloylediounabruscapatada,haciéndolorodarhasta
casicaeralinteriordelverdosoríoqueatravesabagranpartedelaciudad.
Supechobajabaysubíaconlamismavelocidadconlaquehabíaestado
conduciendo hacía escasos minutos, y todavía permanecía con el casco
puesto sobre la cabeza. Caminó alrededor de su estacionada moto,
respirandocontantafuerzaquecasipodíaescucharcómolohacía.
Me aventuré a dar unos pasos hacia él, pero se giró bruscamente
señalándomeconundedo.
—Vuelveapegartuespaldaaesapared—ordenó,conunaalteradavoz.
—Pace…
—¡Hedichoquevuelvasapegartuespaldaalapared!
Los pasos que di hacia atrás no fueron siquiera conscientes. Si Pace me
producíapavor,Paceenfadadomeproducíafervientepánico.
Dejé que la pared cubriese toda mi espalda y esperé, con la respiración
entrecortada,aquedijesealgo.Porqueloquemásdeseabaesquedijese
algo,envezdehacercualquierotracosa.
La única carretera que pasaba cerca era la misma que se encontraba por
encimadelpuente.Lodemás,eransimplescaminosdetierrayhierba.
—Brantley—pronuncié,enunsusurro.
—Cállate.
Simehubiesequeridomatar,porsegurolohubiesehecho.Peronohabía
sidoelcaso…
Ahí me encontraba, enterita pese a haber pasado por el peor de los
momentosposibles.
Así que, totalmente envalentonada por el mismo nerviosismo, di unos
pocospasoshaciaél.
—Aléjate,Johanna—gruñó,conlasmanoscontralacorreadesupropio
casco.Cuandoseloquito,medescubrióaescasoscentímetrosdeél—.¡He
dichoquetealejes!
—Brantley, por favor, escúchame —susurré, con las manos levemente
alzadas como si estuviese apuntándome con un arma—. Cálmate, por
favor…
—Comodesunpasomás,Johanna,noesperarénialareaccióndeAlek.
—Siquisieseshacermedaño,yalohubieseshecho…
El dorso de su mano chocó repentinamente contra mi mandíbula,
dejándome totalmente desconcertada por unos largos y prolongados
segundos. El dolor se extendió desde la parte inferior de mi mandíbula
hasta el pómulo de mi misma mejilla, obligándome a posar mi mano
sobrelazonagolpeadaporél.
—¿Decías? —Inquirió, mirándome con la ancha mandíbula apretada. Su
rostroeragrande.Todoélloera.
Milabioinferiortemblósuavementeyquisedetenerloconmisdientes.Lo
mordí con fuerza, dando un paso hacia atrás, alejándome de él. Si las
lágrimasacababanporbrotardemisojos,noibaaserpordolorsinopor
tensión. Porque la idea de que estuviese tan enfurecido y ni siquiera se
dignaseadecirmenadaparatranquilizarme,aunquefuesementira,estaba
acabandoconmigoytodasmisterminacionesnerviosas.
—NohevendidoaAlek—susurré,casiparamímisma.
—Cuandovenga,seloexplicas.
—¿Vaavenir?
—Sí—respondió,tajante.
—¿Lehasavisadodeloqueocurre?
—Sí.
—Perosinisiquieratúsabesloqueocurre…
—Loqueocurreesquetienesrelaciónconuninspectordepolicíacuyo
objetivoesterminarconAlekynuestrosnegocios.
—Eres un necio —mascullé, con desdén—. Si fueses sensato querrías
escuchar mi versión, pero estás tan obcecado con la idea de acabar
conmigoquenoteimporta…
—Esprobable.Yamehasdadoloquenecesitaba.
—Nuncahasnecesitadonada—gruñí,sintiendocómoelnerviosismode
mi cuerpo se transformaba en una descontrolada ira—. Nunca has
necesitadounamalditaexcusa,¿paraqué,paraqueAleknotemataseati?
Sabes que nunca lo haría. ¡Por favor! Incluso habiéndote acusado de
abusardemíhapermitidoquepermanezcasasulado.
—¿Estásadmitiendotenerlapartidaperdida?
—Estoy diciendo que eres un mísero cobarde, que necesita buscar una
estúpidaexcusaparaacabarconmigo.
—Cariño—dijo,confingidalástima—,laexcusanoesparamí.Loharía
de buen grado sin necesidad de justificarme, pero la justificación no es
paramísinoparaél.
—Siempreserássumalditosubordinado.
—Nopagamal—añadió,encogiéndosedehombros—.Dime,¿porquéle
hasvendido?¿Quétehanprometidoacambio?—Lasaletasdesunarizse
ibanagrandandoyempequeñeciendoamedidaqueseguíarespirandocon
cierta alteración—. Aunque pensándolo bien, ¿qué importa? No va a ser
algo que puedas disfrutar siempre y cuando el maldito de Alek me haga
casoporunavezportodasymepermitadeshacermedeti.
—¿PorquénomepreguntasmejorporquéNOlehevendido?
Ignoró mi respuesta, echándole un vistazo al reloj que decoraba su
muñecaizquierda.
—Eresuncobarde—musité.
Dejósucascosobreelasientodecuerodelamoto,caminandohaciaelrío
para recoger el otro al que le había dado una patada minutos antes. Lo
dejótambiénsobreelalargadoasiento,volviendoamirarsureloj.
—Un cobarde, inepto, necio y rastrero —seguí musitando, sin parar de
mirarle.
Cruzósusmanossobresupelvis,adoptandounarelajadapostura,conlas
piernasligeramenteseparadas.
Quizámeequivocabayeramáspacientedeloquecreía.
—EstássometidoaAlekyparecequenoteimportesermilvecesinferior.
—¿Estásintentandoprovocarme?—Preguntó,arqueandounadesuscejas.
—¿Porqué,vasavolveragolpearme?
—¿Terecuerdoquiénteenseñóadefenderte,Johanna?
—Noesnecesario—murmuré,frunciendoelentrecejoamiturno.
—Porquesétodoloqueteheenseñadoypuedoadelantarmeatuspasos,
preciosa.
—¿Yesoquédiablosquieredecir?
—Quecuandotúvas,yoyahevuelto—respondió,echandounvistazoa
sualrededor.
—Noerestanbuenocomocrees.
—No,soyaúnmejor—replicó,conunafingidasonrisa.
—Tengoseriasdudasalrespecto—pronuncié,cruzándomedebrazos—.
Fíjate, los rumores decían que eras una persona despiadada, que no
ofrecía segundas oportunidades y que, por supuesto, no se rendía ante
súplicas. Inflexible, impasible, duro como la roca… ¿Qué dirían de ti al
saber que, sencillamente, teniendo todos los ases bajo la manga, no te
deshicistedelaque,supuestamente,vendióaAlek?
—Dejadehablar,Johanna.Guardatusalivaparaalgomásimportante.
—Claroquetienesquehacereltrabajosucio,tuinteligencianotepermite
hacernadadeotracategoríaquenoseausaresecuerpobrutoy…
A grandes zancadas apareció ante mi cuerpo, provocando que me
encontrase entre la espalda y su impactante pecho. Colocó sus manos
sobremishombrosyyo,deseosadequererdeshacermedeél,golpeéel
interior de sus codos para impedir el contacto de sus palmas sobre mis
clavículas.
—Nometoques—leadvertí.
—Serámejorquetecalles.
—¿Por qué? Si lo único que sabes hacer es darme una bofetada con el
dorsodetuma…
Sugruesamanoatrapómigargantaconfuerza,presionandoconlayema
desusdedosalrededordelafinapieldemicuello.Unquejidobrotóde
entremislabios,alllevarmelasorpresadesumovimiento.
—Dejadeprovocarme,Johanna—meadvirtió,asuturno.
—Suéltame.
Mi subconsciente rezaba para que Alek llegase en cualquier momento e
impidiese aquella cercanía entre nosotros. Sabía que hasta que no
escuchara mi versión, Alek no decidiría nada respecto a mi futuro. Sin
embargo,teníalaligerasensacióndequefueseelquefueseelveredicto,
lascosasibanacambiardeunmodouotro.
ElpulgardePaceseencontrabasobrelapieldemicuelloqueprotegíami
amígdala derecha y la presión que estaba ejerciendo me provocaba un
ciertomalestar.Unmalestarqueibaextendiéndoseportodoslosnervios
delinteriordemigarganta.
—Meestoymareando—farfullécondificultad.
—Aprende a mantener la boca cerrada —comentó, disminuyendo la
presiónhastasoltarme.
—Esporquenotegustaloquedigo.
—Meimportaunamierdaloquedigas,Johanna.
—Tienesunaformauntantoextrañadedemostrarlo.
Suampliamanocubriómibocaconfuerza,presionandotantoqueincluso
elinteriordemislabiospodíanotarelesmaltedemisdientes.Aferrémis
dedosalrededordesumuñecaderecha,desnudadecualquiercosa.Intenté
hacerlamismafuerzahaciaél,deseandoapartarsumanodemislabios.
Pero todo intento fue en vano… Definitivamente me ganaba en lo que
fuerzaserefería.
Mi otra mano, desesperada por aquél contacto, golpeó su pecho con el
puñocerrado.Nisiquieraseinmutó…Dejóunbrevequejidoresonarpor
el interior de su garganta, tomando esa mano que acababa de golpearle
conlasuyalibre.
Decididaahaceralgo,descubrímisdientesdeentremislabiosymordíla
palmadesumanocontodalafuerzaquemimandíbulamepermitió.
—¡Mecagoen…!—Bramó,sacudiendolamano.Enpocossegundos,su
codo golpeó la parte derecha de mi mandíbula inferior, haciéndome
ladearelrostroporelimpacto—.¡Estatequieta,joder!
Sí… Ese era un buen consejo. Si seguía intentando provocarle, saldría
peor parada que todo lo que mi cuerpo podría llegar a soportar. Sin
embargo,cuandoladesesperaciónteenvuelve…
—Alek no te creerá —conseguí decir, con la respiración agitada—. Tu
famateprecede.
—Quéganastengodepartirtelaboca,Johanna.
—Nopuedeshacerlo.TienesqueesperarelveredictodeAlek.
—Créemeque,estavez,elveredictoseráamifavor.
—Yonoestaríatansegura—susurré.
—Esraroporqueyosíloestoy—sentenció,tajante.
—Túloúnicoqueestásesenfermo,Pace.
Exasperado,resoplóconlamismaenergíaqueunvolcán.Lafrustración
le corroía las venas y eso era todo un espectáculo para mí. Podía ver
cómo luchaba contra sí mismo para no vencer a sus extraños deseos de
acabar conmigo, cómo intentaba aguantar hasta que Alek le pidiese
hacerlo.
Nomeestabadivirtiendo,seguíateniendouninsoportablemiedoaacabar
en sus manos. No obstante, el miedo sólo provoca dos reacciones: o te
paraliza,otedespierta.
—Mira,tevoyadecirquéesloquetengopensadohacercontigocuando
Alek me dé luz verde —masculló, aproximándose nuevamente a mí.
Apoyó su ancha mano contra la pared, tensando el brazo junto al lado
izquierdodemicara—.Tengopensadorecurriratufobiaalasagujas,de
algún modo u otro. Así podré divertirme antes de ocuparme del trabajo
sucio que será deshacerme de tu cuerpo, del modo en que más me
apetezca. Y, ¿recuerdas mi amenaza de la gomina? —Alzó sus cejas
suavemente—. Deduzco que eres suficientemente inteligente cómo para
imaginartequéesloquepuedollegarahacerconella.Unalástimaqueno
tegustesuesencia,amímeparececautiva…
Escupícontrasucara,agachándomeipsofactoygolpeandosuvientrecon
elcodo,comotantasvecesmehabíaenseñado.Medirigíhastalamotoy,
antesdellegar,sentícómomicamisetacedíabajosumano.Tiródelatela
hasta empujarme, de nuevo, contra la pared. El choque de mi espalda
resonóportodamicabeza,provocándomeungeneralizadomalestarala
alturadelacolumnavertebral.¡Oh,joder,ibaarompermelacolumna!
Apoyó todo su antebrazo contra mi pecho, impidiéndome despegar la
espaldadelapared.Asuvez,sumanoizquierdalimpiósurostrodelos
restosdemisaliva.
—Dijiste que me guardase mi saliva para algo más importante —
tartamudeé,deseandoquemivozsonasefirme.
Sedibujóunasonrisamaliciosasobresusalargadosylevementecarnosos
labios.Suantebrazosiguióejerciendopresiónporencimademispechos
ysumanoizquierda,traslimpiárselasobreelpantalóndeltraje,secerró
enunpuñoparagolpearmiscostillas.
—¡Ah!—Jadeé,anteelpunzantedolorqueseextendíapormicostado.
—Teadvierto,Johanna,comonodejesdeprovocarme…
—PregúntameporquénohevendidoaAlek.
—¡Le has vendido! —Bramó, con toda la alteración recorriéndole el
cuerpo.Podíainclusonotarloenlapresiónqueejercíacontraelmío.
—¡Nolohehecho,esloquetúhubiesesqueridoquehiciese!¡Peronolo
hehecho!
—Amínovasatomarmeelpelo,Johanna…
—¡Nolehevendido!¡Pregúntameporqué!
—¿¡Por qué!? —Terminó cuestionando, mientras sus agresivos ojos
griseschocabanconlosmíossinnisiquierapestañearporunmomento.
—Porqueesosignificaríavenderteati.
Su entrecejo se frunció al instante, pestañeando suavemente mientras sus
pupilassemovíandeunladoaotro,todavíaconlamiradafijaenlamía.
Mismanosvagaronhastasupecho,intentandoapartarlosinapenasejercer
presión.
Meagachéparacogeraireprofundamente,sintiendoquemefaltabayque,
de verdad, iba a desmayarme en cualquier momento. Si no empezaba a
respirar,medesplomaríacontraelsuelo.
—Pero,¿quécojonesestásdiciendo?—Espetó,apocoscentímetrosdemí.
Meincorporé,conloslabiosentreabiertosytomandounaseriedeligeras
bocanadas de aire. Lo hice durante los segundos suficientes como para
tenerquetragarsaliva,sintiendomigargantatotalmentereseca.
Alargué mi mano para tomar la parte abierta de su camisa y tiré,
esperando que me pusiese las cosas más fáciles, para aproximarlo. De
puntillas,dejéquemislabiosaprisionaranlossuyosconciertaintensidad.
—Vender a Alek equivaldría a venderte a ti —repetí, moviendo mi
mandíbula inferior al notar que empezaba a molestarme el impacto que
habíarecibidoporpartedesucodo.
Capítulocuatro
Corrióunpocodeairepordebajodelpuenteysentícómolasuavebrisa
acariciaba mi mejilla, permitiéndome cerrar los ojos por un momento y
disfrutar del contacto. Me dolía el pecho, mi espalda estaba más que
entumecidaymiscostillas…Oh,Dios…
Nomeapetecíaexplicarme,nijustificarmeantePace.Sinembargo,debía
admitir, aunque fuese a mí misma, que siempre había estado enamorada
delinhumanoBrantley.
Revelándome lo peor de él, reservándose lo mejor y, aun así, haciendo
quemeenamorasedeélensilencio,malditosinvergüenza…
¿Porquéhacíafaltadescubrirlotanpronto?
Elsonidodeuncochesonórelativamentecerca,porloquememantuveen
silencioytotalmentequieta.Despuésdeloocurrido,noibaafingirniiba
a mostrarme indispuesta a aceptar lo que fuese que pudiese pasar. No
importabacuálfueseelveredictodeAlek,Paceconocíaelúnicosecreto
quenopodíaconstarenningúndossier.
Podíahabersidounsecretoavocesdenoserporqueelodioqueletenía
eratotalmentereal.Leodiabadelmismomodoquemegustabayconla
misma intensidad que denotaba cuando le insultaba, lo provocaba o
soportaba sus amenazas. Podía haber sido un secreto y, con ello, podría
habermeidoaviviraIslandiaconAlek…Podríahaberesperadoaquese
pasaraperoempezabaatenermisdudas.
Aunque no lo hubiese admitido jamás, del modo en que acababa de
hacerlo,elsentimientoporPacehabíanacidohacíatresaños.Sentimiento
que,aunquemeesforzabaendesalentar,habíaidocreciendojuntoalodio
queleprofesaba.Porque,quetuviesesentimientosporél,extrañossípero
sentimientosalfinyalcabo,nosignificabaquenoletuviesepavor,que
nosintieseciertarepugnanciahaciasupocahumanidadyquenoleodiase.
Diossabíacuántolequeríayodiabaalmismotiempo,yapartesiguales.
—Ya estoy aquí —pronunció Alek, sorprendiéndose al verme—. ¿Qué
haceellaaquí?
—Esunalargahistoria—resoplóPace,llevándoselamanoalanuca.
—¡Princesa! —Se aproximó tan rápido a mí que casi me asusté de su
cercanía. Tomó mi barbilla con sus dedos, contemplando mi abatido
rostro y descubriendo unos vidriosos ojos que no podría esconder por
muchomástiempo—.Hijode…—Gruñó,girándosehaciaPace.
EntendíquePacenolehabíaexplicadoloqueocurría,entendíquesuplan
habíaconsistidoenquelosupiesenadamásllegar.
—No—farfullé,atrapandosubrazo.
—¿Quélehashecho?—Exigiósaber,todavíadirigiéndoseaPace.
—No ha sido él —me obligué a decir, sintiendo un nudo extenderse por
todamitráquea—.Élsólomehaalejadodelaciudad.
Alek se giró hacia mí y me rodeó con sus brazos, estrechándome con
fuerza. Por encima de su hombro contemplé cómo Pace se llevaba una
mano al rostro, apretándose el ojo derecho con el pulgar y el ojo
izquierdo con el dedo corazón. Arrastró los dedos hasta apretar
suavementesutabiquenasal,apretandoconfuerzasumandíbula.Repetía
elprocesounpardeveces,caminandojuntoasumotocicleta.
—¿Quéhaocurrido,princesa?—Preguntó,casienunsusurro.
—Unaltercado,mehellevadoungolpeporestarenellugarequivocado
enelmomentoequivocado.
—¿Un golpe? —Alzó mi barbilla hacia él—. Tienes toda la zona
mandibularenrojecida.
—Estoybien.
—¿Estássegura?
—Sí—respondí.
Consumanorodeándomelacintura,caminédespaciohaciaelcaminode
tierradondeColthabíaaparcadoelcochedecolornegro.Pacesequedóa
mis espaldas y, aunque me moría de ganas por mirarle, me obligué a
cerrarlosojosydejarqueAlekmeguiaseennuestrospasos.
Cuandomiespaldatomócontactoconelrespaldodelosasientostraseros,
dejéescaparunpequeñojadeo.Sinomehabíafracturadoalgo,almenos
debíatenercontusionesportodaspartes.Dejéquemicabezacayesehacia
atrás,conlosojoscerradosyescuchécómoAlekbajabalaventanilladel
cocheyhablaba.
—Gracias—musitó.
—Nomelasdes—respondióPace,agachadohacialaventanilla.
—EstanochetengoreuniónconlosdeGrant.
—Entiendo.
—Recibiremos el primer camión en la nueva fábrica también, ¿podrás
ocuparte?
—Cuentaconmigo—dijo,serio.
—Siemprelohago.
—Sí…
—Tencuidadoconlamoto.Mehandichoqueibasconduciendounpocoa
lolocohoy.
—Haycosasquenuncacambian—comentó,sindarleimportancia.
—Tú ten cuidado, no queremos ni siquiera una multa por exceso de
velocidad.
—Entendido.
Colt puso en marcha el motor del coche y sentí cómo este se movía,
meciéndome con su suave traqueteo hasta llevarme a un profundo e
incómodosueño.
Cuandovolvíaabrirlosojos,eradenocheynoconseguíaescucharniun
solo ruido alrededor de la fábrica. El dolor de cabeza parecía ir en
aumentoasícomoparecíaserlacausadequemehubiesedespertado.Me
incorporéconcuidadosobreaquélcolchónque,notablemente,Alekdebía
haber vuelto a hinchar. Mi movimiento debió despertarle, pues se giró
asustadohaciamí.
—¿Pasaalgo,estásbien?
—Sí,tranquilo—melimitéaresponder—.Meduelelacabeza.
—Puedotraerteunapastilla,siquieres.
—Prefieroiryo.
—Nodeberíasmovertedemasiado—aconsejó,enunsuavetono.
—Alek,esungolpeenlacara.Nadiemehadadounapaliza.
—EsunasuertequePacerondaseporahí,laverdad…
—Sí,síqueloes.
—Alfinalvaaserquenoestanmaltipo,¿no?
—No nos pasemos —respondí, frunciendo el entrecejo al encoger mi
rostroporlamolestiaqueseextendíadesdeunademissienesalaotra—.
Malditasea,quéjaqueca.
—Endoshorastengoqueirme.
—¿Yaestantarde?
—Hasdormidomucho—susurró.
—Ahoravuelvo.
Arrastrémispiesporlaestanciadelafábrica,dondeloscochesseguían
aparcados en fila. Caminé hasta la entrada y abrí el botiquín que había
colgadoenlapared,sacandolacajadeaspirinasyllevándolaconmigode
nuevohacialasala.
EchéunrápidovistazoamialrededoryvicómoPaceojeabaunospapeles
apoyado contra un coche que Colt intentaba arreglar. Un coche que ya
estaba en la fábrica cuando ellos se apropiaron de ella. Se acariciaba la
barbillaconsudedoíndice,inmersoenlalecturadeaquellosfoliosque
sosteníaconsumanoizquierda.Dejódehacerloparallevarsumanohasta
su abdomen, presionando una zona en concreto con suavidad. Pude ver
cómo su rostro se encogía un poco y, en ese preciso momento, podía
entender su entumecimiento. Podía sentirlo en carne viva, aunque mis
molestias no hubiesen sido creadas con la misma brutalidad que la que
habíautilizadoAlekcontraél.
Debió notar que lo observaba, pues levantó la mirada para descubrirme
infraganti haciéndolo. Su cabeza se alzó unos milímetros, para mirarme
duranteunescasosegundoydespuésdesviarlamiradahastalasala.
Volvíaarrastrarmispieshastalasala,cerrandolapuertatrasmicuerpo.
Mellevélapastillaalabocaycogílabotelladeaguaquepermanecíaen
elsuelo,juntoalcolchón.Deuntrago,sentícómolapastillacruzabapor
gargantaydescendía.
—Voy a ducharme y prepararlo todo con Gray —me informó Alek, al
tiempoquevolvíaametermeenlacama—.Cualquiercosa,dileaColtque
mellameinmediatamenteyvendré.
—Estarébien.
—Esunamalaracha,peropasará.
—Losé.
—Teloprometo—murmuró,acercandosuslabiosalosmíos.
—Meduelelamandíbula—expliqué,ladeandounpocoelrostroparano
teneresecontactoquemepedía.
—Tienesrazón,perdóname.
—Lolamento—medisculpéyo,amiturno.
—Tequiero,princesa.
Escuché el agua caer de aquella ducha que, por el sonido, debía ser
inclusopeorqueladelaantiguafábrica.Elsueñofuevenciéndome,poco
a poco, impidiéndome siquiera poder contemplar a Alek antes de que se
fuese.
Aldespertarme,porlaluzquesecolabaporlassucias
ventanasdelafábrica,comprobéquehabíaamanecidoyque,porelbrillo
quesílograbacolarse,debíahacerunespléndidodía.
Tuve suerte de despertarme y que el dolor de cabeza hubiese por fin
desaparecido.
Me costó incorporarme de la cama. El dolor de mis costillas era
insoportable y se hacía cada vez más profundo a la que intentaba
moverme. No obstante, debía hacerlo. Debía moverme. No podía
quedarmetodoeldíaenlacama.
Alincorporarme,sentícómomiscostillasmeaprisionabanydejéescapar
un estruendoso gruñido por mi boca, con los dientes apretados. Volví a
dejarmecaer,sumidaeneldolorqueseexpandíaymeatrapabapartedel
torso.Porello,meentraronunastremendasganasdellorar.Eraeldolor
másinsufriblequehabíavivido…
—Johanna,¿estásbien?—Colt,traspicaralapuerta,asomólacabeza—.
¿Puedoentrar?
—Sí.
ColteramenorquePaceyAlek.Seaproximabamásamiedad,consus
veintiséis años, que a la edad de la mayoría de los que trabajaban con
Alek. Tenía un lacio cabello oscuro a juego con el color de sus
redondeados ojos. Un aro decoraba la parte intermedia de su labio
inferior y, visualmente, un tatuaje se extendía por la parte de atrás de su
oreja.
—¿Necesitasalgo?—Preguntó,amablemente.
—¿DóndeestáAlek?
—Todavíanohavueltodelareunión.
—Perosiesdedía…
—Avecesestascosassealargan,yasabes—comentó,tranquilo.
—¿YPace?—Inquirí.
—Semarchóhaceunashoras.
—¿Adónde?
—No lo sé, Johanna —respondió, mirándome sin entender—. ¿Va todo
bien,quieresquellameaAlek?
—Necesitoiralcuartodebaño.
—Entiendo.
—¿Creesquepodríasayudarmeasalirdelacama?—Lepregunté,enun
carraspeo.
—Porsupuesto.
ElbuenodeColt,siempredispuestoaayudaralapobrechicadeljefe…
Rodeólapartebajademiespaldaconunbrazoyelotropasópordebajo
demisrodillas.Elmovimiento,aunquelento,hizoquetodomicuerpose
tensase.Sentícómo,denuevo,todoélseresintiese.
—¡Ah!—Mequejé.
—Perdón,perdón…
—No,tranquilo…
—¿Ydicesquesólotedieronenlacara?
—Bueno,digamosquetuveunaparedmuyduraamisespaldas.
—Joder —pronunció, caminando con lentitud hacia el cuchitril al que
Alekseatrevíaallamarbaño—.Voyasoltarte,¿sí?
—Sí.
Mis pies tocaron el suelo y conseguí, a duras penas, dirigirme hasta el
váter para hacer pipí. Estuve un buen rato sentada, incluso tras haber
terminadodemear,puesnomesentíaconganasdevolveramoverningún
músculodemicuerpo.Traslimpiarme,meincorporéy,alsubirmiropa
interior junto a los cómodos pantalones de deporte que Alek me había
dejado,ahoguéunintensogemido.
Empezabaaserinsoportable…Estabasiéndolo.
—Johanna,deberíallamaraAlek—murmuróColt,cuandoabrílapuerta.
—No,nolemolestes.Estáocupado—ledije,apoyandomimanocontra
lasresentidascostillas.
—Deberíasiralmédico.
—Esaesunabuenaidea…
—Iré preparando el coche —avisó, saliendo a toda prisa de la sala de
descansoqueAlekyyocompartíamos.
Coltdebíaestaracostumbradoaserobservadodeaquélmodo,comosise
tratasedeunrebeldeydeshechodelasociedad.Ensucaso,eldichodelas
apariencias engañan era totalmente cierto. Vestía siempre de colores
oscuroseinclusoteníalasmanoscompletamentetatuadas,locualparecía
seguir sorprendido a la sociedad pese al paso del tiempo y la evolución
del ser humano. Sin embargo, Colt era de las mejores personas que
conocíayhabíasido,desdequemirelaciónconAlekempezó,unodemis
mejoresconsejeros.
Puede que su trabajo con Alek no fuese más que ser un cómplice
cualquiera, manejando el coche hacia dónde su jefe mandase. Pero eso
tenía una explicación y es que Colt era el mejor conductor de todos. Se
había dedicado, desde su juventud y minoría de edad, a participar en
carrerasilegales.
Imagino que ni aun por esas, pese a su bondad y humanidad, dos
particularidadesdelasquePacecarecía,suhistorialibaaestarlimpio.
—SeñoritaOliphant—ladoctora,impecableenelinteriordeaquellabata
blanca,meobservabasosteniendounalibretadediagnósticoensusmanos
—,¿quéesloquelehaocurrido?
—Esunpocolargodeexplicar—bufé,tumbadasobrelacómodacamade
aquellapequeñahabitación.
—Si lo requiere, puedo pedir un poco de intimidad —musitó, echándole
unarápidamiradaaColt,quiennoseseparabademí.
—Oh,no,élnomehahechonada,porelamordeDios.
—Tieneunalesióncostal—explicó,sindarlemásvueltasalapresencia
deColtenlahabitación—.Loquevieneaser,exactamente,unacontusión
costal.Esnormalquesientaeldolorexpandirseportodalazona.Setrata
deunalesiónque,definitivamente,duelemásqueunafisurapropiaenlas
costillas. Al darse el caso de que su músculo intercostal se ha visto
bruscamente golpeado, existe la posibilidad de que haya sufrido un
desgarro.
—Noquieroquemepinche.
—Novaasernecesario—replicó,trasescribirsobreelfoliodesulibreta
—.Loúnicoquevoyapedirleesquesetomelascosasconcalma,haga
todo el reposo necesario para que, poco a poco, el dolor vaya
disminuyendo. Lo que quizá necesite sea un vendaje adhesivo sobre la
zona,parafacilitarlamejoría.
—Peronomevaapinchar,¿verdad?
—No,señoritaOliphant—sonrió,apoyandosumanosobremiantebrazo
—.Sigaconlasaspirinasyhagaunreposocompleto.Nosemueva,nose
fuerce e intente respirar con normalidad, en la medida de lo posible —
pronunció,guardándoseelbolígrafoenelinteriordelbolsillodelabata
—. Ahora mandaré a una enfermera para que le coloque el vendaje
adhesivo.
—Gracias,doctora.
—Mejórese.
Laenfermeraretirómicamisetaconsuavidadytentódedesabrocharmeel
sujetador, con lentitud. Colt al observar mi desnudez, decidió darme la
espalda,permitiéndomeciertaintimidad.Erataleldolordemitorsoque
loquemenosmeimportabaesquefuesetestigodemidesnudez,adecir
verdad.
Elvendajeneuromuscular,siesqueasísellamaba,consistíaendiferentes
tirasdeuncolorllamativo.Enmicaso,setratabandetirasnegrasyrojas
delomásbonitas.Lasfuecolocandosobrelazonaentumecida,haciendo
queaquellastirasseadhiriesenamipiel,ejerciendounalevepresiónque,
pormomentos,creíquemealiviaba.
Merecordólatomadelaaspirinaplus,perfectaparaeldoloryperfecta
como efecto analgésico. Debía tomar un comprimido cada cuatro o seis
horas,dependiendodelgradodedolorydebía,porsupuesto,suspenderel
tratamientoalsentirmejoríacompleta.
Enelestadoenelquemeencontraba,dudabamuchodequeesamejoría
llegaseenalgúnmomento.
—Estas tiras reducen la inflamación, mejoran la circulación sanguínea,
tienden a eliminar el dolor muscular, mejora la contracción muscular y
mejora el rango de amplitud articular —explicó, ayudándome a
colocarmeelsujetadorylacamisetaancha—.Enunoscincodíaspodrás
retirarlastirasynotepreocupesporelagua,puedensermojadasasíque
nonecesitarastaparlasoretirarlasparalasduchas.Sonpermeables.
—Entendido.
—¿Quieres que llame a la doctora para que mire tu…? —Señaló mi
mandíbulaymellevelamanoalazona,negandoconlacabeza—.¿Estás
segura?
—Elhieloharásutrabajo,notepreocupes.
—Estábien,comodesees—nosobservóaColtyamíyforzóunasonrisa
—.Tenedunbuendía.
—Gracias—respondimoslosdosalavez.
Colt se cercioró de que estuviese completamente cómoda antes de
arrancarelcoche.Habíainclusoinsistidoenqueinclinaseelasiento,para
poder estar levemente tumbada y, así, no soportar toda la presión sobre
miscostillas.Condujoconprudenciayconcentración,dándolealbotónde
mi ventanilla para que ésta bajase y consiguiese refrescarme con el aire
quesecolabaporésta.Loagradecíconunpequeñomurmuro.
Estaban siendo unos días tremendamente calurosos y prefería el aire
naturalqueelaireacondicionado.
Cuando aparcó en el interior de la fábrica, tras avisar a Gray de que
llegaríamosenbreveyquedebíaabrirlapuertagrande,meayudóabajar
con cuidado. Escuché cómo unos pasos resonaban por todo el suelo y,
después de echar un vistazo por toda la estancia, descubrí a Alek
encaminándosehaciamí.
—¿Quéhadichoelmédico?—Preguntó,quedándoseantemí.
—Quetengouna…—Callé,mirandoaColt—.¿Quéesloquehadicho
exactamente?
—Contusión costal con el músculo desgarrado —respondió Colt,
acariciandomiespaldaydirigiéndose,juntoaGray,aotradelaszonasde
lafábrica.
—Eso—susurré.
—¿Cómoteencuentras?
—Hechapolvo,sitesoysincera.
—Dijistequenotehabíandadounapaliza—espetó,conseriedad.
—Megolpeéconlapared.
—Una contusión costal con desgarre muscular no se produce por un
choquecontraunapared,Johanna.
—Muchosjugadoresdebaloncestolosufrencontansólochocarconotro.
—Lamarcaquetienessobrelascostillasnoes…
—¿Hasmiradomitorso?—Inquirí,enarcandounaceja.
—Mientras dormías no hacías más que apretar la zona con tu mano,
revolviéndotey…
—Megolpeécontraunapared—volvíadecir,tajante.
—Sólomepreocupoporti,sabesquepuedoenviaraPaceaqueseocupe
dequienseaquetehayahe…
Contuve mis ganas de echarme a reír. Hubiese sido divertido ver cómo
Paceseejercíadañoasímismo,puesnohabíaotroculpable.Élhabíasido
el artista que había conseguido, con un puñetazo que en su momento no
parecíahabermedolidotanto,quemimusculointercostalocostal,loque
fuese,sedesgarrase.
—Noseránecesario—leinterrumpí,depositandouncastobesosobresus
labios.
—Comoveasoportuno.
Me rodeó con sus delgados pero fibrosos brazos, apoyando su barbilla
sobre uno de mis hombros. Me meció con ternura y cuidado, como si
estuvieseabrazandoaunamuñecadeporcelanaalacualnoteníaintención
deromper.
—¿CómohaidoconlosdeGrant?—Pregunté,separándomesuavemente.
—Hasidounanochelargaydequepoconopierdoadosdelosmíos.
—¿Porqué?
—PorqueEwantienelalenguamuysuelta—respondió,concansancio—.
Lehedichomilvecesqueseolvidedesuenemistadconunodelossocios
de Miles, pero no sabe controlarse. No tiene ningún control y, a veces,
creoqueniyotengocontrolsobreél.Empiezoapensarquenometiene
ningúnrespetoyque,dichodeotromodo,notieneningúnrespetoporsus
compañeros. Al final acabará llevándonos a una enemistad que, por
seguro,nomeinteresatenerconlosdelcondadodeGrant.
—No te lleves a Edwan a tus reuniones con los de Grant y fin del
problema.
—No somos tantos como antes, princesa. Si no me llevo a Edwan, ¿a
quiénmellevo?
—¿AColt?Hademostradosermásqueunsimplechófer.
—A Colt lo necesito aquí, contigo, por si tiene que llevarte a cualquier
lugarseguro.
—Esdelosmejoresconductores,peronoelúnico.
—Pacedominalamoto,noelcoche—replicó,seco.
—No me refería a Pace —mentí, pasando mi pulgar por su barbilla—.
Grayconducebien,noseríalaprimeravezquenossacadeunlíoencaso
denecesitarlo.
—Grayesmejorenloscuerpoacuerpo,princesa.
—Entoncesmetemoquetienesrazónynosoistantosya.
—Tendré que intentar reunirme con otros condados, quizá puedan
ayudarnos—musitó,pensativo,hablandoparasímismo.Dejóescaparun
profundosuspiroyseencogiódehombros—.VoyamandaraColtapor
unoscafés.¿Quieresuno?
—Sí.
—Ahoramismoiréalasala.Túprocuratumbarteyrelajarte.
—Granidea.
Quedarme tumbada sobre el colchón era lo más aburrido que podía
sucedermeaexcepcióndeque,desdehacíadosaños,nisiquieratrabajaba.
Mepasabatodoslosdíasenlafábrica,disfrutandodelacompañíadeAlek
cuandoéstemedeleitabaconsupresencia.Sino,veíapelículas,escuchaba
músicaymehinchabaacomerpalomitasdemantequilla.
Nonecesitabatrabajarperolociertoesqueempezabaaecharlodemenos.
No era cuestión de ser una mantenida, aunque la sensación no llegaba a
desagradarme del todo. No era mentira que no me faltase de nada
arropadaporAlek,peropreferíatambiénlasnochesdelossábadosenlos
queélsetomabahoraslibresynosreuníamostodosconlasfamiliasde
algunosdesussocios.
— Colt ha traído tu ensalada preferida, del lugar ese vegetariano del
centro —masculló Alek, adentrándose en la sala—. Ha pensado que
estaríashambrienta.
—Coltesunencanto.
—Le he pedido que vaya a por una cama decente. No puedes seguir
durmiendoenesecolchónhinchable.
—DijimosqueiríaaIkeay…
—En tu estado no vas a moverte de la fábrica —dijo, cortándome
bruscamente.
Fuelaprimeravezqueleescuchédirigirseamícontalautoridad.
—Estábien.
—Nopretendíaserbor…
—He dicho que está bien —volví a decir, sin querer discutir. Recibí el
envoltorio que cubría la ensalada sobre mis manos y escuché cómo mis
tripasrugías—.Gracias.
—Elcaféparadespués,¿vale?
—Vale.
Mispapilasgustativassedeleitaronconelintensosabordelalechugacon
diferentes hortalizas y queso cortado en pequeñas y finas tiras. Me
recreabaalahorademasticar,dejandoquemicabezaseposaracontrala
pared tras mi cuerpo. Las tiras podían no ser milagrosas pero, por
descontado, estaban logrando que la tensión de la zona disminuyese
considerablemente.
El café reactivó toda mi energía, evitando que la plena digestión me
produjese un insoportable sopor. No importaba cuánto hubiese dormido,
simicuerpomelopedía,aunquefueseporuncortoperiododetiempo,
podíaecharmeadormirdenuevo.
—Alek —siseé, viéndole concentrado sobre su escritorio—, ¿dónde está
Pace?
—Asuntos propios —respondió, sin alzar la vista de los papeles que
estudiaba.
—¿Aquéterefieres?
—Se ha pedido unos días libres —explicó, retirándose las gafas que
utilizaba para vista cansada, girando su rostro hacia mí—. Lo hace cada
dosmeses.
Asentí con la cabeza, al tiempo que un jaleo se expandía por la fábrica.
Colt había vuelto de Ikea y llevaba el coche a rebosar de cajas. Se había
ocupado de comprar una cómoda cama, junto a un cómodo colchón y
unosampliosalmohadones.
Losdosmeobligaron,verbalmente,atumbarmeenelasientodelcopiloto
delcoche,mientrasellosseocupabandemontarlotodo.Nopodíanpedir
el servicio que ofrecía la propia cadena, porque debían desconocer
cualquierparaderoqueAlekutilizase.
Estar quieta era lo más aburrido que había en el mundo, y eso que el
tiempoqueempleabaenlafábricanosolíaserinvertidoenningúntipode
actividadmovida,divertidaofestiva.
Alargue la mano hacia las llaves del coche, poniéndolo en marcha para
poder pulsar los botones del reproductor de música. En el interior de la
fábrica, la señal de radio no parecía funcionar del todo. Por suerte para
mí,Coltcontabaconunpequeñocableadoquepodíaconectarelteléfono
móvilalaparatoreproductor.
Deslizandomidedopulgarporlapantalla,seleccionéunadelaslistasde
reproducciónquemásescuchaba.OptéporlacanciónNohurrydelgrupo
Zac Brown Band, siendo una canción que me profería una cierta
tranquilidad.Lamelodíaeraigualdemaravillosaqueelolornaturaldela
tierramojada.
Algunaspersonasteníanciertaatracciónporlaesenciaquedesprendíala
gasolina,otrospreferíanaspirarelesmaltedeuñas,algunosconcebíanel
olordelinciensodevainillacomoelmejoraromahabidoyporhaber.En
mi caso, disfrutaba del olor que desprendía la tierra y la vegetación tras
unatormentosanochedelluvia.
Existían otros aromas que me agradaban, como era el caso de la
hierbabuenaquedistinguíaaAlekdelosdemás.Podíaserquemehubiese
acostumbrado a ello y podría ser, también, que me costase imaginar
percibirotraesenciaquenofueselasuyanochetrasnoche.Ysinembargo
existíaotrafraganciaquemecautivabadesdehacíatresaños.
Unperfumeque,desdehacíaunpardehoras,noseadentrabaenmisfosas
nasales pero que, por otra parte, me había intoxicado en nuestro último
encuentro.
MearrepentíadehaberconfesadomissentimientosaPace,siesqueéllos
había recibido tal y como los había expuesto. Y no podía evitar
preguntarme si su decisión de tomarse unos días como asuntos propios
veníaasuincomodidadrespectoaellos.Lascosashabían,evidentemente,
cambiado.
Pordesgracia,debíaserpacienteyesperaraalgunodesusmovimientos.
Lo conocía lo suficiente para saber que no trataría de marear la perdiz,
queiríadirectoalgranoyque,sicontinuabaconsusdeseosdehacerme
picadillo, se encargaría de mí sin problemas. No confiaba en que al
exponerlemisverdaderossentimientossuopiniónhaciamícambiase.De
hecho,enlalíneadesuperturbación,eracapazdecreerquetodoerauna
tácticaparaganarmesuconfianza.
Al escuchar la letra que se dispersaba por el interior del coche, toda mi
piel se puso de gallina. Sentí que, a cada palabra que se expresaba en la
canción Colder Weather del mismo grupo que señalaba la lista de
reproducción,micuerporeaccionabainexplicablemente.
Siempre había tenido una ligera sensibilidad por la música, por las
profundas letras que te invaden y te acompañan a vivir una misteriosa
aventura e historia de tres minutos. Era como ser protagonista de una
brevepelícula,consuprincipioysufinalabiertoocerrado,dependiendo
delatrama.
Eralaprimeravezenmuchotiempoquemesentíatansensible,tandébil
antetodo.
La primera vez que me preguntaba qué había hecho para adentrarme en
ese bucle sin salida que, como había dicho el inspector, yo misma había
escogido.
Con los ojos cerrados, deseé aspirar la fragancia Ultraviolet que Pace
desprendía.
Capítulocinco
Habíanpasadocuatrodíasysóloahoraempezabaanotar
unaclaramejoría.Lasaspirinascadaseishorashabíanhechosulabory,
porsupuesto,lastirasadhesivascontramipielparecíanhaberayudadode
unaformauotraalafavorableevolucióndeldolor.
Todavía había movimientos que resentían mi musculo intercostal pero,
por cómo lo veía y sentía, al menos podía ir al cuarto de baño sin que
Alek o Colt me llevasen en brazos. Así como también podía
incorporarme, aunque fuese con cuidado, para salir y fumarme un
cigarrillo.
Alekmehabíatraídounosdeliciososbollosrellenosdecrema,juntoaun
largocaféconunsobredeazúcar.Porloquehabíaconseguidodesayunar,
rodeadadeunasalaque,graciasaColt,empezabaacogerforma.
¿Porcuántotiempo?Noteníaniidea.
EraloquememolestabadelnegociodeAlek.
Nuncasabíacuándoibaatenerquesalircorriendo,unavezmás,hastadar
conotrafábricaenlacualasentarnos.Sipormífuese,hubiesepuestoen
venta mi apartamento. Sin embargo, no corría de mi cuenta su
conservación.
Vestidaconunoslargospantalones,enloscualescabíandoscomoyo,y
unacamisetadetirantesanchayblanca,salídelasalaparadarunavuelta
porlafábrica.Alhabernotadolaclaramejoría,miintencióneraejercitar
mi cuerpo tras haber estado demasiado tiempo tumbada sin apenas
moverme.
Coltseestabaencargando,juntoaGray,deojearelmotordelcocheque
habíapermanecidoenaquellafábricadesdeantesdenuestrallegada.Los
dosestabanconcómodasropas,totalmentellenosdegrasayaceiteporlos
brazos,empapadoscasiensudorporelcalorquehacíaenelinteriordela
fábrica.Nisiquierasabíasiesquecorríaalgúntipodeventilaciónporel
lugar.
—¿Dónde está Alek? —Les pregunté, con la caja de cigarrillos y el
mecheroentremismanos.
—EstáconPace,ocupándosedeEwan—respondióGray,limpiándosela
manoconuntrapodetonoverdoso.
Enesaescuetarespuestarecibídostiposdeinformación.
Uno,Pacehabíavueltoalafábricadespuésdecuatrodíassindarsiquiera
señales de vida. Dos, si Ewan estaba sólo con Alek y Pace… Si los tres
estaban reunidos era porque las cosas no pintaban bien para él. Incluso
Grayhabíapronunciadoelverbo“ocuparse”…
Salí por la parte trasera de la fábrica, encontrándome con un montón de
hierbaquenecesitaba,conurgencia,sercortadayerradicada.Lasplantas
eran largamente más altas que yo y eso sólo incitaba la existencia y
convivenciadebichosdetodaclase.
Elcigarrillosecolocóentremislabiosyalaprimeracalada,miscostillas
cedieron un poco. Imaginé que no iba a ser fácil volver a recuperar mi
soltura respecto a la respiración, pero mi paciencia tenía un límite. Un
límiteque,porcierto,yahabíasuperadoconcreces.
Escuchéunfuertesonidoaunodemislados,descubriendoaPaceconel
torsodesnudocerrandolapersianadeunapequeñafurgonetaconfuerza.
Sumanoderechagolpeóésta,provocandootroestruendososonido.
Los músculos de su espalda se contraían al tiempo que respiraba
acelerado.
La furgoneta se puso en marcha y él se concentró en observar cómo
desaparecíaporlazonaindustrialquenosrodeaba.Sediolavuelta,con
un cigarrillo liado sobre los labios y elevó las manos hasta éste para
volver a encenderlo con su mechero de color rojo. Tomó una profunda
caladay,sinsoltarlodeentresusdedos,índiceycorazón,pasóeldorso
desumanoporsufrente,acalorado.
Teníaunostrabajadosyanchosbrazos,puespodíanapreciarseunasleves
marcas alrededor de sus músculos. Como también podía apreciarse la
musculaturadesutrapecio,porencimadesushombros.
Suvello,detonalidadmásoscuraquesurubiooscuro,seextendíadesde
casi la zona en la que sus clavículas se juntaban. Se expandía sobre sus
pectorales, marcados pero no con exceso, hasta su vientre el cual no
parecíamostrarningúntipodeexcesivoejerciciofísico.Noseapreciaba
tampocounafaltadeello.
Mis ojos siguieron observando el recorrido de su vello, que terminaba
juntándose con el que se ocultaba bajo la goma de su ropa interior de
colornegra.Podíaverlasdoslíneasquesemarcabanhaciasupelvisy…
Mehavisto.
Desviélamirada,sintiendocómolacenizacaíasobreunodemisnudillos
con alguna partícula todavía lo suficientemente caliente como para
quemarmeporunsegundo.Mequejé,gruñendoporlobajoysoplésobre
lazona,llevándomeelcigarrillodenuevoalaboca.
Me obligué a mantener los ojos puestos sobre las altas hierbas a pocos
metros de mí. No obstante, tenía curiosidad por saber si estaba
acercándose, si se había ido o se había mantenido ahí, fumando en
silencio.
Miré por el rabillo del ojo hasta dejarme vencer por la curiosidad,
descubriendoqueélyanoestabaallí.
Respirémástranquila.
—¿Cómoteencuentras?—Suvozmesorprendió,apareciendoporellado
contrario.
—Joder—mascullé,recogiendoelcigarrilloquehabíacaídoalsuelo.Lo
sopléyvolvíasostenerloentremisdedos—.Aexcepcióndequecasime
rompes la caja torácica y que casi me matas del susto ahora mismo, me
encuentrobien.
—Noseasexagerada,Alekmehadichoquehasidounacontusióncostal.
—Condesgarredemúsculo—lerecordé.
—Podríahabersidomuchopeor.
—Esonomedejamuchomástranquila,¿sabes?
—Amítampoco.Nomegustadeloquesoycapaz.
Tomó el cigarrillo entre su dedo pulgar y su dedo índice, dándole una
profunda calada antes de dejarlo caer al suelo y darle un suave pisotón
paraapagarlo.
—Deberíamostenerlafiestaenpaz—ledije,manteniendomicarahacia
el campo que seguía ante mis ojos—. Siempre podría decir que fuiste tú
quien…
—Nomeamenaces,Johanna.Nosoyyoelquetienesentimientosporti.
—¿CreesqueAlektecreerá?
—Me ha dicho que has estado preguntando por mí —replicó,
encogiéndose levemente de hombros. Se pasó la mano derecha por el
pecho, acariciándose—. No me sorprendería que empezase a creer que
sientesalgopormí.
—Notepermitiréusaresoenmicontra.
—Deberíamostenerlafiestaenpaz—meparafraseó,apoyandosumano
sobre mi hombro derecho y apretando con la yema de sus dedos
suavemente—.Aunqueseaporelmomento,eltiempoqueterecuperesdel
todo.
—¿Dóndehasestado?
Cerré los ojos y aspiré profundamente, aunque intentando disimular, el
aromaquedesprendía.Eraciertoqueconelsudorlafraganciaseveíaun
pocoreducida,peronomeimportaba.Meencantabaesadichosafragancia
quesóloelhombremásinhumanodemialrededorpodíallevar.
—¿Atiquéteimporta?—Espetó,soltandomihombro.
—Hasestadocuatrodíasfueray…
—Noveoquérelevanciatieneparati.
—¿QuéhaocurridoconEwan?—Pregunté,enunsusurro,dirigiendomis
ojoshastaél.
Vicómosuentrecejoserelajabaycómosucomisuraderechaseelevaba
lentamente, esbozando una maliciosa mueca cuya sonrisa orgullosa era
totaleimpasible.
Sentíganasdegolpearlelacaraconmisrodillaseinclusoimaginécómo
lo inclinaba hacia ellas, alzando mi rodilla hasta su rostro sin descanso.
¿Cómopodíasiquieradisfrutarhaciendoeso?
SufisonomíafacialyahabíaestadocubiertapormarcascreadasporAlek.
Sin embargo, el hematoma que había surgido de su comisura ya había
desaparecido y el corte sobre su tabique nasal estaba en proceso de
hacerlotambién.
—Eres vomitivo —pronuncié, al tiempo que mis puños cerrados
golpeabansupechoconlasuficientefuerzacomoparaquedieseunpaso
haciaatrásantesdesostenermismuñecasconsusmanos—.Nometoques
—legruñí,apartandomismanosconaversión.
Levantósusmanos,asintiendosuavementeconlacabezaydandounpaso
haciaatrás.
—Novuelvasapreguntarporloquenodeseassaber—masculló.
—Esincreíblequenisiquieratepeselaconciencia…
—Nohagoloquehagoporvoluntadpropia.
—¡Vengaya!—Enmirostroseesbozóunairónicacarcajada,perplejapor
loqueacababadeescuchar—.¿Tieneslapocadecenciadedecirquenolo
haces por voluntad propia, de verdad? Resulta muy triste que intentes
engañartedeesemodo,Brantley.
—Deberíasdejardehablarcreyendosabertodo,Johanna.
—Ytúdeberíasdejardeusargomina,Pace.Deverdadtedigoqueteestá
licuandoel…
Ladistanciaquehabíaentrenuestroscuerpossequebrócuandoéldioun
largopasohaciamí,permitiéndomeestaralaalturadesuesternón.Tuve
quelevantarelrostrohaciaél,conplenaintencióndedemostrarlequeno
ibaaprovocarmeelsuficientepavorcomoparahuir.Quelohacía,sí…
Peronohabíanecesidaddesertanevidente.
Apretósufrentecontralamía,comosiestuvieseencarándomeyfrunció
los labios, al tiempo que su mandíbula se tensaba. El maxilar superior
presionaba contra el inferior y viceversa, mientras clavaba sus intensos
ojoscolorplomoenlosmíos.
—Sabes que el gel fijador tiene particularidad lubrificante, ¿verdad? —
Susurró, con cierta lentitud, pronunciando conscientemente palabra por
palabra.
Mis labios se despegaron, aturdida, ante el susurro que acababa de
profesarme.Sinembargo,élseechóareírapartándoseyencaminándose
pararodearlafábricayentrarporlapuertaprincipal.
Tiré al cigarrillo al suelo, sintiendo que un instinto asesino empezaba a
nacerenmí.
Meadentréenlafábrica,empezandoabuscarleconlamirada.
Podía haberme pillado por él hacía tres años sin conseguir eliminar ese
sentimientotodavía,podíahabersidolosuficientementeprovocadorapara
que me las devolviese verbalmente hablado y, sí, quizá hasta había
buscadodiscutirconélsóloparatenersumalditoperfumeperforándome
lasfosasnasales.Perounacosaestabaclara…
Élnoibaaquedarporencimademíabasedeamenazas,advertenciaso
coacciones.
Los tipos como Pace no debían creer que tenían ni una sola partida
ganada.
—Eh,¿dóndehaidoPace?—LepreguntéaColt.
—Pues creo que se está duchando en la planta de abajo —respondió,
sorprendidopormipregunta.
—¿Tenemosplantainferior?
—Sí.
—Nolosabía—mascullé,paramímisma—.¿YAlek?
—SehaidoconGrayalaciudad.Dijeronquenotardarían.
—Te pediré un favor, Colt —dije, sin conseguir dejar de fruncir el
entrecejo—.VoyairaencararmeaPace,enelcasodequemeescuches
gritar,teagradeceríaqueviniesesenmibúsqueda—lecomuniqué.
Veamos…
Podía tener cierto carácter y, sin duda, quería enfrentarme a él. Pero
tampocoeraunainconscientesuicida.
—¿Qué?—Inquirió,sinentenderme.
—Quesimeoyesgritar,vengasapormíalpisodeabajo.
—Estábien.
—Sindecirnadaanadie—lerecordé.
—Está bien —volvió a pronunciar, todavía con una mueca que denotaba
desconcierto.
Caminé hasta encontrar las escaleras de caracol que llevaban a la planta
inferior.Deseaba,amedidaquemispiesavanzabanconlavelocidaddela
queeracapaz,quenadieestuvieseallíexceptoPace.Deserasí,notendría
lavalentíadeenfrentarmeaunquequizáunpocomásdeseguridad…
Escuchéelaguacorreraunextremo,encontrándomeenunasalarepleta
de cajas y viejo inmobiliario que, por culpa de las humedades, estaba
totalmentedestruido.Meencaminéhacialapuertacorredoraytirédeella
conlasuficientefuerzacomoparaprovocarunescandalososonido.
Pace, de pie sobre el viejo plato de ducha, giró su rostro hacia atrás
sorprendido por mi ruidosa intrusión. Frunció el entrecejo, sin darse la
vuelta,permitiéndomesertestigodesusfuertesglúteosypartetraserade
susmuslos.Suespaldayalahabíavistoconanterioridad…
—¿Qué cojones haces? —Preguntó, pasándose las manos por el cabello
bajoelpocochorrodeaguaquecaía.Noparecíaimportarlequeviesesu
desnudez.
—Quierodejarteunpardecosasclaras,Brantley.
—¿Notienesotromomento?
—No—respondí,tajante.
—Siesotrodetusataquesenlosquebuscasprovocarme,tediréque…
—Cierra la boca —le corté, cogiendo una pequeña tabla de madera que
habíaenelsueloydecidiendotirárselo.
La tabla chocó contra su hombro izquierdo con una velocidad y fuerza
suficientecomoparaprovocarleunacisuraenrojecidabajoelomoplato.
Su bramido resonó contra las desgastadas paredes de la ducha y, sin ni
siquieraapagarelgrifodelagua,tomóunatoallapararodearsucinturay
apresurarse a llegar hasta mí. No obstante, el suelo de aquella pequeña
sala, separada de la parte de abajo por una simple puerta corredera en
formadeacordeón,estabacubiertoderesbaladizasbaldosas.
Sutalónsedeslizóenexceso,haciéndoleperderelequilibriohaciaatrásy
caerdeespaldas,conelcuellotensoparanogolpearselacabezacontrael
suelo.
¡Éstaeralamía!
Meagachéjuntoaélycubrísuanchocuelloconunademisdelgadasy
cuidadas manos. Ejercí una suave presión, intentando no dejarme llevar
porelinstintoquehabíahechopequeñoactodepresenciaenelinteriorde
mi cuerpo. No conseguía adivinar si pretendía asustarle, aun a sabiendas
de que no lo lograría, o intentaba dejarle claro que no iba a pasar por
encimademíabasedefrasesdestructivascomoélmismo.
Eraciertoqueestabaabusandodelasituación,sabiendoperfectamenteque
elgolpequeacababadedarsuespaldacontraelsueloerasuficientepara
quesequedasedebilitadoporunosmomentos,peronopodíaevitarlo.
—TendríasqueagradecermenohaberledichoaAlekquesetehabíaido
la mano conmigo —murmuré, viendo cómo intentaba incorporarse del
suelo. Mi mano presionó contra la nuez de su cuello, haciéndole
retroceder—.Deberíasdarmelasgraciaspornohaberledichoquetodoel
dolorqueheestadosufriendoestosdíaseraportuculpa,portubrutalidad
ytusmalditasysuciasganasdeacabarconmigo—susdedosrodearonmi
muñeca, apretándola con la suficiente fuerza como para contemplar, yo
misma,laposibilidaddedejardeagarrarsucuello.Sinembargo,nome
empequeñecí—. ¡Podrías tener en consideración que no le dije
absolutamente nada y que ese es el verdadero motivo por el cual no ha
acabado contigo! —Abrió los ojos, clavando su mirada en la mía al
escucharmealzarlavoz.Supechosubíaybajabaconrapidez.Notécómo
su garganta se movía bajo la palma de mi mano al tragar saliva—.
Podrías,almenos,porunmalditomomentodetuasquerosaexistenciaen
estemundo,tenerenconsideraciónquepodríahabertedestrozadolavida
ynolohice.Yporello,almenosporeseputomomentoenelquenole
dije que me habías golpeado, podrías dejar de perseguirme con tus
repugnantesfrasesquetienencomoobjetivoacabarconmigoyreducirme
anada…
Noeracapaz…
Noeracapazderebajarmeasualtura,nisiquieraeracapazdeprovocar
unapresióncontrasucuello.
Su mano derecha tomó mi barbilla, obligándome a mirarle, cuando mi
manoabandonólazonadesucuello.
—Johanna—susurró.
—Sólo, por una vez en tu vida, intenta confiar en mí. Deshazte de esa
maldita sed de sangre que tienes conmigo, porque no te he hecho
absolutamente nada —seguí pidiéndole, rezando para que mi voz no se
quebraseantesdetiempo.
—Johanna…
—NihevendidoaAlek,nitehevendidoati,nitengointenciónde…
—Johanna—volvióasusurrar.
—¿¡Qué!?
Se incorporó sobre el suelo de baldosas, recolocándose la toalla
correctamenteyvolvióatomarmibarbillaparaobligarmeamirarlealos
ojos.Sucabelloseguíahúmedo,dejandocaeralgunasgotasporloslados
desurostro,mientraselaguaseguíasonandodefondo.
—¿Qué? —Volví a inquirir, viéndole mirarme con esos impasibles ojos
colorplomo.
—Duerme con un ojo abierto… Porque te juro que cuando te pille
desprevenida… —Dejó escapar entre sus finos pero carnosos labios—.
Pienso ocuparme personalmente de que desees no haber existido ni
durante el más feliz de tus recuerdos —su mano se desvió hasta mi
costado,todavíaconlastirasadhesivascontralapiely,rodeandomicaja
torácica con su amplia mano, presionó con los dedos fuertemente.
Contuve el gemido de histeria en el interior de mi garganta,
provocándomedolorporelmismohechodeaguantarlo—.Ahoralárgate.
Si pudiese… Si mi cuerpo obedeciese a mis impulsos nerviosos para
levantarmedelamalditaposiciónenlaquemehabíacolocado…Simis
costillasmelopermitiesenenesemomento…
Contemplécómosucuerposelevantabaporcompleto,intentandocaminar
con lentitud sobre el húmedo suelo que, por culpa de múltiples factores,
estaba totalmente resbaladizo. Caminó con dificultad, llevándose una
manoalapartebajadelaespalday,alzandomisojoshastaél,pudever
cómoquedabaunafranjarojaconunaleveaperturaporlacualbrotabaun
poco de sangre bajo su omoplato. La tabla de madera le había dejado
marcado.
—Nolohasdichoenserio—musité,apoyandomismanoscontralapared
parapoderlevantarmeporfin.
—¿Quieresvercuántoenseriohablo?—bufó,cogiendolamanguerade
agua que conectaba la extraña y vieja alcachofa hasta el propio grifo.
Detuvolacorrientedeaguaconsumanolibre,rodeandolamangueracon
suotramano.
—N…
—Que juegues con ventaja, Johanna, no implica que no tenga ninguna
posibilidad de ganar —dijo, antes de que pudiese replicarle—. Es más,
¿sabes qué? Estoy cansado de los jueguecitos contigo. Si quieres ser
inconsciente,adelante—meanimóaacercarmeaélconsumanolibre—.
Venypruébamedeverdad.
—¿YquélediríasaAlek,eh?
—Medesharíadetucuerpoantesdequepudiesepreguntar.
—Estáapuntodevolveralafábrica.
—Puedoserrápido—measeguró,aunqueponiendounamuecapensativa.
—Dejemosdediscutir,sóloqueríaqueentendiesesquenoesmiintención
ven…
—Me has buscado, me has provocado y, qué coño, me has tocado los
huevos —espetó, enfurecido y dolorido al mismo tiempo—. No sé
siquiera si mi poca paciencia me permitirá divertirme contigo antes de
contemplarcómocogestuúltimabocanadadeoxígenoentremismanos.
¿Por cuánto tiempo estuvimos mirándonos con tal frialdad y
desconocimiento?
Nosupeporcuántotiempoestuvomirándomealosojos,provocándome
unanauseabundasensaciónportodoelcuerpo.Frialdad,descontento,ira,
rabiaytodaunaseriedesentimientosencontradosquenohacíanmásque
confundirseasímismos.
Meprovocabainseguridad,meprovocabatemoryaunasí,unapartedemí
seactivabadelmodomásentrañableposible.
Cuando volví a ser consciente de mis movimientos, la ira ya me había
corrompido y me encontraba sobre el plato de la ducha intentando
forcejear con él para rodear su garganta con la misma manguera que él
había sostenido amenazante. Volvió a abrir el grifo del agua,
empapándome por completo con agua helada mientras mis zapatillas
resbalabancontraelsuelodeladucha.Subrazoizquierdoyacíacontrami
gargantaytuvequesostenersuantebrazoparanoperderelequilibriopor
elforcejeoyelsueloresbaladizo.
Mi codo intentó golpear, en varias ocasiones, su abdomen, hacia atrás.
Peroporlafuerzaqueejercíabajomimandíbula,podíanotarcómomis
pies empezaban a perder el contacto con el suelo. Mi espalda estaba
totalmenteapoyadacontrasupechoylaasfixiaestabadominándome.
—¡Pace!—LavozdeColthelómicuerpoconmásbríoqueelaguaque
seguíacayendocontramicuerpoestrepitosamente—.¡Suéltala!
Escuché el gutural gruñido provenir de lo más profundo de su pecho,
soltándome de forma brusca y casi al instante. Se inclinó para cerrar el
grifodelaguayyo,todavíaconeltemblordenohaberrecibidotodoel
airequenecesitaba,mellevélamanoizquierdaalrededordelagargantay
llevémicodohastalabocadesuestómago,golpeandocontodalafuerza
delaqueeracapaz.
—¡Johanna! —Colt pronunció mi nombre, como si estuviese
reprendiéndome. Noté cómo sus manos me rodeaban ambos bíceps y
tiraban de mí para arrastrarme. Estaba ejerciendo fuerza pues mi cuerpo
estaba tan tenso que pretendía seguir ahí hasta descubrir si Pace era
realmentecapazdecumpliralgunadesusamenazas.
—Suéltame…
—Vámonos.
Nohabíatenidotiempoparacambiarmederopa,quedándometodavíacon
lasropaspegadasamicuerpoyescuchandoelinconfundiblesonidoque
provocabaelexcesodeaguaenmisdeportivas.
Mequedésentadaenlabutaca,comoAlekmehabíaexigido,alaesperade
quevolviesealasalaenlaquesolíamosdescansar.
Era imposible poner en palabras cuánto resentimiento sufría mi cuerpo,
deseando destrozar todo el mobiliario que me rodeaba y deseando,
incluso,echarfuegoatodalafábricaconlasuertede,apoderser,pillara
Pace por el camino. Porque si en algún momento había sentido la
necesidad de protegerle, definitivamente eso había desaparecido cuando
intentabaasfixiarmeconsuesculturalbrazoizquierdo.
Llevé mis manos al rostro, ocultándome e intentando profundizar mis
respiraciones.
—Date una ducha —escuché a Alek y le contemplé asomando la cabeza
porlapuerta—.Dúchate,cámbiatederopayhablaremos.
Nadamásencontrarmedesnudaenaquellapequeñaducha,quesóloestaba
separada por una opaca cortina de ducha blanca, dejé que mis rodillas
cediesenhastaquetocaronelsuelo,encogiéndome.Elaguacaíadeforma
abruptasobremiespaldamientrasmeencogía,todavíamás,paraecharme
a llorar en silencio y con la respiración entrecortándose. La tarea de
intentar respirar se volvía más dificultosa por momentos ya que mis
gimoteoserancasiincontrolables.
Las costillas dolían como si estuviesen perforándome los pulmones, mi
cuerpo temblaba por una tensión que no había sido capaz de erradicar
pues,adecirverdad,yomismalahabíaprovocado.Elcabellomecaíaa
ambos lados de la cabeza, por encima de mis clavículas al tiempo que
observaba cómo mis manos oscilaban por el miedo que se había
implantadoenmicuerpoynoparecíaquerermarcharse.
En aquella misma posición, llevé mi mano a las tiras adhesivas para
acariciarlazonaduranteunosbrevessegundos.Cerrélosojosyempecéa
tirar de ellas, deshaciéndome del contacto que ejercían sobre mi, ahora
húmeda,piel.
Lasdejécaersobreelsuelodeladucha,acariciandolazonaconextrema
delicadeza al tiempo que intentaba calmar el tormentoso llanto que,
inclusoporsuintensidad,causabaunagudodolorenmigarganta.Estaba
reprimiéndome,peseadejarescapartodaslaslágrimasquemisojosme
permitían. Estaba reprimiendo los quejidos, los aullidos de rabia que se
amontonabanenmicuerpoydeseaban,arañándolotodoasupaso,brotar
condesmesura.
Noeracapazdepensarconclaridadyloúnicoenloquemiatormentada
mente pensaba, en ese preciso instante, era en el claro mensaje de la
canción Wake me up de Avicii: así que despiértame cuando todo haya
terminado, cuando sea sabio y mayor, todo este tiempo estaba
encontrándomeamímismoynosabíaqueestabaperdido.
Enmicabezasonabacomounamelodíalenta,todallenadeintensidady
sufrimiento. Las mismas características en las que me encontraba en ese
momento.
Salídelbañoconunatoallarodeandomicuerpoy,visualizándomeenun
pequeño espejo roto por las esquinas, divisé unas inapreciables marcas
alrededor de mis brazos. Tenía la piel blanca y sensible al contacto, así
como a los bruscos cambios de temperatura. Y, de tantas veces que me
habíansujetadoporlosbíceps,unasvioláceasmarcasladecoraban.
—Mitrabajoyaessuficientementejodidoparatenerqueencontrarme,al
llegaralamalditafábrica,quemimejoramigoyminovianohacenmás
que intentar matarse mutuamente —pronunció Alek, sin darme la
oportunidadsiquieradevestirme.Seencontrabaapoyadocontrasunuevo
y oscuro escritorio de Ikea, con los brazos cruzados bajo su pecho y
desviando sus ojos de tonalidad miel hacia mí y hacia Pace, que se
encontraba con el hombro derecho apoyado contra la pared. La misma
paredquerespaldabalanuevacama—.¿Sepuedesaberquéesloquepasa
por vuestra cabeza en estos instantes? O, mejor dicho, ¿podéis decirme
quéesloquepretendéisintentandoacabarconlaexistenciadelotro?—
Nos señaló a los dos con uno de sus dedos, rompiendo el cruce que sus
brazos habían formado minutos antes—. Esto no es una maldita
competición.Asíquesinoempezáisarespetaros,aunqueseaunmínimo,
voy a verme en la obligación de ocuparme de que zanjéis con vuestros
asuntos pendientes. Y creedme, no es lo que más me apetece en este
momento—resoplóprofundamente,negandoconlacabeza.Sinembargo,
su dedo índice seguía señalándome con advertencia—. Deja de buscar
bronca, porque parece que con tu simple presencia no hagas más que
andar metiéndote en jaleos. Con todo lo que tengo encima, Johanna, no
puedo ocuparme de intentar arreglar todo lo que jodes —gruñó,
girándose hacia Pace—. ¿Y a ti qué mosca te ha picado, me lo quieres
decir? ¿Se puede saber qué es lo que intentas? He soportado que
desconfiases de ella desde un principio y he respetado tu punto de vista,
perotedigo,desdeahoramismo,quecomonoempiecesamantenerteun
pocoalmargen,lascosasvanaponersefeasparati,Brantley.
—¿Puedohablar?—Inquirió,molestoporelsermón.
—No —respondió Alek, con las venas surgiendo de la tensión de su
cuello—.Lascosasnoestányendobienenelnegocioytodavíatenemos
temasqueresolverconlosdeRoosevelt.Asíquesituintenciónesseguir
amilado,tío,terecomiendoquetelimitesahacertumalditotrabajo.Ytú,
mejorquenadie,sabecuálestutrabajo.
—Claroquelosé—replicóPace,aguantandosusganasdeestallar.
—Puessigueesalínea.
—¿Quécreesqueestoyhaciendo,eh?
—Nomerepliques,Brantley.
—Alek —prosiguió Pace, moviéndose hacia su mejor amigo y jefe—,
siemprehecumplidocontusórdenes.Nunca,jamás,inclusocuandonohe
estadodeacuerdocontusdecisiones,tehecuestionado.Porqueterespeto,
porqueeresmijefepero,antetodo,erestambiénmimejoramigo.Tengo
laobligacióndedecirteque…
—Noquieroquemedigasnada—leinterrumpióAlek,alzandolamano
para mandarle callar—. Esto, lo que sea que ha ocurrido entre vosotros,
ha de terminarse. Porque no voy a estar pendiente de quién le clava el
puñalaquién—masculló—.¿Hesidosuficientementeclaroyconcisoal
respecto?
—Sí—susurré.
—Sí—respondióBrantley,alavez.
—Bien.
El silencio me envolvió en la sala, encontrándome de nuevo sola y
aferrándome a la toalla como si fuese el único objeto capaz de
mantenermevivaeneseinstante.
Medejécaersobrelacama,conlospiesenelsueloperotodoeltronco
superior tumbado sobre el colchón y me quedé quieta observando el
deteriorodeltecho.
Puede que el inspector Holden no estuviese tan equivocado y yo me
encontraseasustadaporlasituaciónenlaquemehabíavistometidaenlos
últimosmesesenlosque,pordescontado,habíanocurridomáscosasque
entodoslosañosquellevabajuntoaAlek.
Puedequetuvieserazóncuandodijoquenoentendíaenquésituaciónme
encontraba,enquébuclemehabíametidoporvoluntadpropia.
Erainsensataysóloahoraeracapazdeverlo.Ysóloporesemotivo,veía
lógico escoger la opción de salvarme a mí y sólo a mí. Sólo por ese
motivoyelpeligroquenohacíamásquerodearme,eralógicovendera
Aleky,conél,aPace.
Capítuloseis
ConseguíqueAlekserelajase,aunquefueseporunos
prolongadosminutosantesdecaertotalmenteagotadosobremicuerpo.Si
había una cosa de la que era capaz era de entretenerle, obligándole a
desatender cualquier cuestión laboral, si es que podía decirse así, que
estuvieseconcomiéndoleenaquélmomento.
Estabamolestoconmigopues,porloqueColtlehabíacontado,mehabía
comportado como una imprudente al encarar a Pace en la ducha. Sin
embargo,nohabíanadaqueunascariciasenlazonaoportuna,unosbesos
porlosoblicuosdesuabdomen,nosolucionasen.
Alekerarápidoydirectoeneseaspecto.
No se preocupaba en cerciorarse de que todo fuese bien, ni siquiera se
cuestionabaporquémeapetecíaoporquébuscaba,enesemomento,tener
relacionessexualesconél.
Siempre estaba abierto a la posibilidad de disfrutar y relajarse, pues el
trabajo que ejercía ocupándose de todos los tráficos que llevaba a cabo
era,enocasiones,unaenormecargaqueparecíapesarlecondemasía.
Me incorporé sobre la cama con excesivo cuidado, sabiendo que Alek
solíaestaratentoacualquierruidopormenorquefuese.Recogílaspocas
pertenenciasquehabíallegadoadejarenaquellasalayobservéelrelojde
mesita que marcaba las tres y media de la mañana. No sabía cómo iba a
llegaramiapartamentoperotuvelaideadecogerunospocosbilletesde
la cartera de Alek, con la intención de caminar hasta un lugar menos
abandonadoypediruntaxihastaeldepartamentodepolicía.
Detodosmodos,iramiapartamentonoeraunaideamuyinteligente.
Salídelasalaconcuidado,trashaberleechadounúltimovistazoaAlek.
Dormíabocaarriba,conunodesusbrazosporencimadesucabeza.Sele
veíadescansado,diferenteacuandohabíatenidoaquellacharlaconmigoy
Pace, relajado, durmiendo profundamente y, seguramente, soñando con
algunacosaquelemantuviesealejadodesuduropapeldejefesupremo.
Mis pies se movían con sigilo al tiempo que mis manos se ocupaban de
hacerunaaltacoletasobremicabeza.Escuchéunospasosnomuylejosde
mí y opté por esconderme tras una enorme estantería de hierro que
albergabaunasenormescajascondiferentesobjetosdemecánica.
Esperé,escuchandocómolospasosibanalejándoseymemantuveconel
costado derecho apoyado contra la estructura de metal. Tenía que ser
prudente, respirar profundamente para que ningún sonido fuese causado
pormí.Yenunadeesasprofundasrespiraciones,percibílafraganciade
Pace.
Me giré con lentitud hacia atrás, contemplándole con su manaza derecha
apoyada contra la misma estructura. Apretaba con sus dedos una de las
estanteríasdehierro,conelentrecejolevementefruncidomirándomecon
desconcierto.
—¿Nopodemosdormir,señoritaOliphant?—Inquirió,consorna.
—Sóloestabadandounpaseoporlafábrica.
—Claro…
Sujetóelasadelapequeñamochilaquecolgabademishombros,tirando
de ésta para arrebatármela. La dejó caer al suelo, a pocos metros de
nosotros.
—¿Pensabasiraalgunaparte?
—Amiapartamento—susurré,comoconfesión.
—¿Poralgúnmotivo?
—Alek y yo consideramos que era más oportuno que pasase los días en
miapartamento,hastaquelascosassenormalizasen.
—Cierto, algo me comentó —replicó, poniendo unos leves morros al
pensarenello.
—¿Setehanpasadolasganasdeasesinarme?
Descendiósusojoshastalosmíos,trashaberestadomirandoporencima
demicabezaduranteunospocossegundos,mirándomeensilencio.Sujetó
mibarbillaconsudedopulgarysudedoíndice,ymantuvolapresiónpor
uncortoperiododetiempo.Soltómirostroyseagachópararecogerel
asadelamochila,tendiéndomela.
Ibaaserlaúltimavezque,porseguro,levería.
Loempujécontralaparedqueyacíaenparaleloalaestanteríay,conmis
manostotalmenteapoyadassobresupecho,mecoloquédepuntillaspara
pegarmislabiosalossuyos.
Escuché cómo la mochila volvía a caer sobre el suelo. Un gesto que,
seguramente,habíaocurridoporlasorpresaquedebíahabersellevadoal
tenermeempujándolecontraunaparedaltiempoquemislabiosbuscaban,
condescaro,unirsealossuyos.
Presioné mi boca contra la suya, intentando entreabrir sus impasibles
labios.Misdedosapretabanlafinateladesucamiseta,atrapándolaenel
interiordemispalmas.
Pronto noté cómo su mano cubría mi garganta, ejerciendo una leve
presióncontraladelicadazonaparasepararmedesucara.
Creí que pronunciaría alguna de sus horribles amenazas, que intentaría
provocarme un intenso pavor con cualquier frase de las suyas e incluso
llegué a creer que, por cualquier motivo, sus instintos asesinos seguían
floreciendoenél.Noobstante,nadamáslejosdelarealidad.
Mi espalda tomó contacto con la estantería de hierro, la cual vibró al
recibir el golpe por parte de mi cuerpo e inclinó su cabeza hacia la mía
para, con los labios entreabiertos, besarme con ferocidad. Ni siquiera
besandopodíadejardeladosucaracterísticacrueldad.
Su lengua se enfrentó a la mía con procacidad, permitiéndome notar la
presiónquesusgruesoslabiosejercíancontralosmíospropios.Sumano
derecha seguía bloqueando mi cuello, impidiéndome despegar la cabeza
de las estanterías de hierro ni siquiera para presionar contra él.
Definitivamente, él debía llevar el control. Sin duda, sufría una
deformaciónprofesionalqueparecíainstalarseentodoslosaspectosdesu
vida.
Alarguémimanoparabuscar,atientas,lasuyaizquierda,lacualnotenía
ningún propósito en aquél momento. La tomé, con firmeza, guiándola
hasta mi muslo derecho. Él acarició la cara externa de éste, con
atrevimiento,pasandosusdedoshastalaparteinteriordemirodilla.Enun
solo movimiento, consiguió alzar mi pierna doblada, separándola de mi
cuerpoycolocándolacontrasupropiacintura.
Sentía el pulso de mi corazón golpear con insistente fuerza contra su
propia mano que, sobre mi cuello, no parecía querer darme ni un solo
respiro.
Pegósufrentealamía,conlarespiraciónjadeantey,alsepararsedemi
boca, me bloqueó para que mis labios no pudiesen ir en busca de los
suyos.
—Estehasidoelúnicomomentoenelquehemostenidolafiestaenpaz
—manifestó, poniéndole énfasis a cada palabra—. Espero que lo hayas
disfrutado.
—¿Vasaseguirpretendiendoquenosientesabsolutamentenada,másallá
detusganasdeacabarconmivida?—Jadeé,aproximandomipelvisala
suyapuestodavíaseguíamosmanteniendolamismapostura.
—Johanna —intentó evitar reír pero, soltando mi pierna con desprecio,
dejóescaparunaprofundaperodebajotonocarcajada—,créemequeno
estoyfaltodecariño.Tengocuántoquiero,duranteeltiempoquequieray,
lomejordetodo,conquienquiera—añadió,dándomesuavementeenla
mejillayesbozandounaprepotentesonrisa.
La distancia entre nuestros cuerpos acrecentó al tiempo que mis ojos le
perdíandevistaporlaoscuridaddelafábrica.
Me incliné para coger la mochila, llevándola sobre mi espalda y me
encaminé para salir de la fábrica y caminar unos largos metros hasta
conseguirdivisar,trasunmontóndezonasrepletasdeterrenoterroso,una
carreteradedoblesentido.
Mis pies frenaron sobre el camino de tierra, quedándome unos escasos
metrosparallegaralacarretera.
¿Era eso lo que quería? ¿De verdad quería vender a Alek, a Pace y, con
ellos,atodoslosdemás?
ConocíaaColtdesdehacíatiempoypeseanotenerunagranconfianza
con Gray… también le conocía a él. Conocía sus particularidades, sus
laboresdecaraaAlekyelnegocio,conocíasusfacetasmásocultasysus
carcajadas a altas horas de la madrugada. Había estado rodeada de
personasaquieneselpulsonolesfallaba,aquienesnolesfaltabasangre
fría y a quienes les rodeaba una humanidad más real de lo que podía
parecer. A excepción de Pace, Gray tenía miedos y no los escondía. Le
aterraba la oscuridad y no le pesaba admitirlo. Para él, tener un cuerpo
totalmente trabajado y un físico que, a vista de cualquiera, podía ser
consideradoindestructiblenoconllevabalacarenciademiedos.
Teníaquevolver…
Hiceunaseriederespiracionesaltiempoquemimanotirabadelapuerta
para volver a entrar en la silenciosa fábrica. Dejé caer la mochila a un
lado y apoyé mi espalda, una vez conseguí adentrarme en su interior,
contra la misma puerta. Si abandonaba a Alek, no me quedaría nada. Si
abandonabaaAlek,denuevo,¿quéeraloquemedeparabaelfuturo?No
habíamodo,aunquequisiese,derecuperartodoloquehabíaperdidopor
elcaminootodoloque,yomisma,habíadecididoabandonarporél.
Era un poco tarde para volver a todo lo que había arrancado de mi
anteriorestilodevida.Ynisiquieraeldepartamentodepolicía,contodas
sus incontables facultades, podía devolverme ni la mitad. Era tarde para
cuestionarmequéeraloqueibaaocurrirconmigosimequedabajuntoa
ellos. Así como no era inteligente cuestionarme qué iba a ocurrirme si
decidía venderles. Pues la respuesta era clara… No me quedaría
absolutamentenada.
—Johanna—escuchélavozdeAlekdesdelapenumbra.
Caminó lentamente hacia mí, descubriéndose bajo uno de los redondos
focos que colgaban del inmenso techo de la fábrica. Con las manos
alzadas,sedirigíahaciamíconunapreocupantelentitud.
Fuiadarunpasohaciaél,peroalgotiródemicoletaparaimpedírmelo.
—Notemuevas—unadesconocidavozgruñótrasmicuerpo.
—Princesa,todoirábien—volvióahablarAlek,llamandomiatención.
Nadaibaairbien,noporelmodoenquememiraba.
Alekseguíaconlosbrazosalzados,siendoapuntadoenlacabezaconun
alargado cañón de pistola. No estaba muy puesta en el tema, pero era lo
únicoquepodíacontemplar.
El hombre que apuntaba con aquella arma la cabeza de Alek era, como
poco, un enorme armario de Ikea y su rostro no me parecía siquiera
familiar. Sin embargo, que no lo hubiese cubierto me daba todavía peor
espina.
—Camina —la voz volvió a gruñir tras mi cuerpo, empujándome de
pronto.
Mistemblorosospiesobedecieronhastallegaralcentrodelpisoinferior
delafábrica.
¿Dónde estaban todos los demás? ¿Gray, Colt, Pace? ¿Dennis, Darren,
Marcus? Desconocía los nombres y apellidos los demás pero… ¿Dónde
estabancuandoAlekestabaenpeligro?
—Querida —volvió a dirigirse a mí, con una extremada ronca voz—,
tenemos cuestiones que tratar con tu príncipe, así que vamos a necesitar
quecooperesconnosotros.Asienteconlacabezasiestásporlalabor—
pronunció.
Asentíconlacabeza.
—Buenachica.
Continué caminando bajo sus órdenes, descubriendo cómo Pace salía
disparado de entre la oscuridad hasta llegar al hombre que apuntaba a
Alekconelarma.Rodeólagargantadeltíoconunodesusbrazos,tirando
hacia atrás y permitiendo que Alek le arrebatase el arma en un rápido
movimientoporsuparte.
Colocó el cañón del arma contra la frente del que había estado
apuntándoleysegiróhaciamí.
—Suéltala—leordenó,aquienfuesequeteníatrasmitemblorosocuerpo.
—Me temo que las cosas no funcionan así —pronunció el desconocido,
rodeando mi cintura con uno de sus brazos y colocando el cañón, más
pequeño que el que sujetaba Alek en sus manos, contra una de mis
amígdalas—.Túdecides,Melnik.
El apellido de Alek permaneció en mi cabeza durante unos segundos,
mientras el miedo, en esta ocasión, me paralizaba por completo. Mis
manossehabíanaferradoalbrazoquerodeabamicinturaylosujetaban
con precisión, temiendo perder el contacto con su cuerpo. Si aquello
ocurría,sielperderelcontactosucedía,significaríaque…
—Por favor —pidió Alek, sin dejar de apuntar al armario que intentaba
zafarsedelcuerpodePace—,ellanotienenadaquever.Suéltala.
—Podríashabermepuestolascosasmásfáciles.
—Suéltala.
—Sueltaamichico—ordenólaroncavoz.
—Primerosuéltala.
—Nofuncionoasí,Melnik.
—Sinolasueltas,misociolepartiráelcuelloatuchicoyyotemeteré
una bala entre ceja y ceja —aseguró Alek, sin intención de decrecer su
autoridad.
Colt,GrayyMarcusaparecieron,tambiénescoltadosporotroshombres
delmismotamañoqueeldesconocidoqueseencontrababajolosbrazos
dePace,conlasmanosalzadasyunasseriasexpresionesasomadassobre
susrostros.
—¿Seguroquequieresquelacosatermineasí?—Inquiriólaroncavoz.
Alekdesviósumiradahaciasussociosy,trasunosminutosenloscuales
pude ver cómo la duda le amenazaba, deslizó el cañón del arma hacia
abajo.
—Pace,suéltale.
—¿¡Qué!?—Brantleymasculló,sorprendido.
—Quelesueltes.
Antes de que su orden fuese ejecutada por Pace, éste recibió un fuerte
codazoenlabocahaciéndoleperderelequilibriohaciaatrás.Elcuerpode
Alek, ante mis ojos, se vio rodeado por las manos del desconocido que
habíaestadoapuntándoleminutosantes.
—Hans, coge el grandullón —dijo la ronca voz, todavía apuntando mi
cuelloconsuarma—.Mételoenelmaletero.
Me empujó hasta llegar al coche que solía conducir Colt, bajo los
incesantes murmullos de los socios de Alek. Abrió el maletero de aquél
Skoda Octavia 1.6 TDI de color negro y me ordenó meterme en su
interior.
—Tranquilo Melnik —gruñó la voz, mientras yo me colocaba en el
interior del maletero sin rechistar aunque con un evidente temblor en el
cuerpo—, es sólo por precaución así que vuelve a echar ese paso hacia
atrás—dijo.
Contemplésusintensosojosverdescuandogirósurostrohaciamíy,con
unmovimientodecabeza,meindicóecharmeaunlado.
—A.J.,llamaalosqueestánfuerayencárgatedequelossociosdeAlek
recibanunabuenaycordialatenciónenelpisodeabajo—añadió,conuna
irónica sonrisa sobre su rostro—. Eh, Pace, cuánto tiempo —murmuró,
apoyando la mano sobre el hombro de Brantley—. Venga, ya sabes qué
hacer.
—Eres hombre muerto, Trevor —gruñó Pace, sin quitarle la mirada de
encima.
—Echaba de menos tus divinas amenazas —apoyó su mano izquierda
contra la columna vertebral de Pace, empujándole hacia el maletero
abiertoenelquemeencontraba—.Métetedeunavez.
—Nimuerto.
Brantleyteníainstintossuicidasynoeraunsimpleteoría.
—Pace —cuchicheé, pese a que estuviese ignorándome para seguir
intentandoincomodaralquerespondíaalnombredeTrevorconlamirada
—,déjatedetonteríasymétete…
—Hazle caso a la chica —musitó Trevor, dedicándome una mirada
orgullosa—. No querrás que las cosas salgan peor de lo que tenemos
previsto,¿verdad?
—Saldrédeesemaleteroyteromperéelcuello.
—Enelcasodequesalgas,claro—contestóTrevor,burlón.
—Tenporseguroqueacabarésaliendoyqueserásmipróximoobjetivo.
—Adorotusamenazas.
—Es un aviso. Un aviso de algo que ocurrirá, tarde o temprano —
mascullóPace.
—Pace,obedece—escuchélavozdeAlek,cadavezmáslejos.
Brantley desvió la mirada de los ojos de Trevor para echarle un rápido
vistazoalaamplituddelmaleteroy,después,girósucuerpohaciaAlek.
Sintióelcañóndelarmacolocarsecontrasucuelloyahoguéelsonidode
mi temor. Cerró los ojos, apoyando los dedos alrededor del arma y
alzando su pierna izquierda para introducirse, lentamente, en el interior
delmaletero.
Notéquemiespadatomabacontactoconellímitedelapartemásinterna
del maletero, mientras Pace cogía posición a mi lado sin romper el
contactodesumiradaconladeTrevorquien,sonriendo,apoyólamano
sobre la puerta del maletero y empujó hacia abajo para cerrarlo con un
estridentesonidoquesecamuflóconlanegativaquePacedejóbrotarde
suboca.
ElcuerpodeBrantleysemovió,golpeandolapuertadelmaleteroconsus
fuertesbrazos,respirandoagitadamenteeintentandoabrirladetodoslos
modosposibles.
—Relájate —le dije, mientras mi mano tentaba llegar hasta él—.
Permaneceremosaquíhastaqueterminenconloqueseaque…
—¡Notienesniputaideadenada!—Bramó,interrumpiéndome,mientras
seguíagolpeandoconsuspuñoshacialapuertacerradadelmaletero.
—Relájate,Pace,oharásquenosmaten.
—Yaestamosmuertos.
—Estamos encerrados en un maletero que, por cierto, es mucho más
espacioso de lo que creía —pronuncié, pese a notar sus pies junto a los
míos—.Relájate,porfavor.Aleknossacarádeésta.
Su respiración era el único sonido que podía escuchar, pese al intenso
bombeoquemicorazónejercíabajomipecho.Estabaigualdenerviosa
queélperonoibaaservirdenadahacerseelhéroeenaquellasituación.
SiAlekhabíaconsideradolaposibilidaddeobedecer,esporqueesloque
debíahacerse.Él,mejorquenadie,sabíacómoenfrentarseaunasituación
semejanteoalmenosesloqueyoqueríacreer…
Elremordimientoabandonómicuerpoparadarpasoalarrepentimiento.
Debería haber cogido aquella carretera de doble sentido y haberme
dirigido al departamento de policía, siguiendo mis instintos de
supervivencia.
Pacecontinuabagolpeandoelinteriordelmaleteroconfuerza,probando
diferentes zonas con sus manos, puños y codos. Su respiración estaba
entrecortándoseporculpadelavelocidaddesusmovimientos.
Dejócaersuespaldacontraelsuelodelmaletero,golpeandocadavezcon
menosfuerza.
—¡Ayúdame,joder!—Vociferó,buscandomimanoygolpeandomimuslo
sinquerer—.¿Porquédiablostequedasquieta?
—Porque es lo mejor que podemos hacer —respondí, manteniendo la
calma—.¿Quéesloquetepasa,acasoquieresquenosmaten?¿Tanpoco
teimportatuvidaoladelosdemás?
—Necesitosalirdeaquí…
—Pace,saldremosdeaquí.Alek,oquiensea,nossacará.
—Necesitosalirdeaquíya,meestoyquedandosinoxígeno—masculló,
dándomelasensacióndequehablabaconlamandíbulaapretada.
—Noteestásquedandosinoxígeno,Brantley.
—Nosoportolosespaciosreducidos—confesó,trasgolpearlapuertadel
maletero con su puño—. No soporto los espacios reducidos, no puedo
resp…
—¿Letienesmiedoalosespaciosreducidos?—Pregunté,enunsusurro.
—Nopuedorespirar.
—Aguanta la respiración —murmuré, girándome hacia él y
manteniéndome sobre mi hombro derecho—. Eh, hazme caso. Estás
sufriendo un ataque de ansiedad —le susurré, agarrando su barbilla con
mi mano izquierda—. Respira profundamente y aguanta la respiración
unossegundos.
—Measfixio…
—No,noteestásasfixiando.Esunasensación.
—Nomellegaeloxígenoalospulmones—pronunció,condificultad.
—Hazmecasoyrespiraprofundamenteporlanariz.
—¿Tecreesdeverdadquepuedoevitarestahorrorosasituación,Johanna?
—Tienesquedejardepensarentumiedoalosespaciosreducidos.
—¡No puedo moverme, no puedo ver nada, no puedo respirar! ¿Cómo
cojonesquieresquetelodiga?
—Tómateloconcalma,Pace,respiraprofundamente…
—¡No puedo, joder! ¡No puedo respirar! —Volvió a bramar, golpeando
conelpieunodeloslateralesdelmaletero.
Mi cuerpo se impulsó hacia él al tiempo que mi mano izquierda, la cual
seguía sujetando su mandíbula, giraba su rostro hacia mí. Coloqué mis
labiossobresuboca,irrumpiendoenellaconbrusquedadconlaintención
dequesuhiperventilacióncesasedeunavez.Cuandomilenguaentróen
contacto con la suya, su pecho dejó de subir y bajar con celeridad. Mi
mano dejó de rodear su mandíbula para deslizarse hasta su cuello y
acariciárselo con cariño, sin dejar de indagar en el interior de su boca.
Trasunossegundos,sedeslizósobresupechoyvientrehasta,dealguna
manera, llegar hasta su temblorosa mano. Noté el temblor de ésta, de
todoslosgolpesquelehabíapropinadoalapuertadelmaleteroylaguie
hastamipropiovientre.
—Sigue mi respiración —le indiqué, entre el leve movimiento de sus
labios.
Las yemas de sus dedos ejercieron una leve presión contra la tela de mi
camiseta, resoplando profundamente por la nariz, y se concentró en
mantenerlas pegadas al movimiento que producía mi vientre al respirar
pausadaytranquilamente.Elhechodequecorrespondieseamibesoavivó
todomicuerpoytuvequeconcentrarmeennoexcederme,noalterarme,
paraquemirespiracióncontinuasesiendocalmada.
Estabacostándomehorrores…
Nopodíarelajarmedeningúnmodosintiendocómosuslabiosbuscaban
no perder el contacto de mi boca, animándose a examinar el interior de
éstaconsuávidaysuavelengua.
—¿Porquénotienesmiedo?—Preguntó,tomandounaladeadaposición
haciamí.Porcómolosentía,ambosestábamostumbadosdelado,caraa
cara, con las piernas flexionadas entre las del otro, en aquél espacio
reducido.
—Síquelotengo.
—Letienesmiedoalasagujas,alasmotos,¿ynolotienesalosespacios
reducidos?¿Amorirencerradaenunsuciomaletero?
—Tambiéntetengomiedoati.
Sus labios chocaron contra los míos en un desesperado movimiento,
sintiéndose de nuevo absorto en la idea de que su respiración se volvía
limitada mientras el tiempo pasaba y nosotros seguíamos encerrados en
aquél maletero. Su mano pasó de presionar suavemente mi vientre a
deslizarse hasta el hueso de mi cadera, descendiendo con lentitud hacia
misnalgas.Enunbreveapretónconsiguióaproximarmemásaélsicabía,
notandocómosuflexionadapiernaderechaquedabaentrelasmías.
Lamanobajóhastaelmusloy,introduciendosusdedospordebajodemi
rodilla,logrócolocarmeunpocomásencimadeél.
Deesemodosuagobioaumentaría…
—Pace—unavozajenaalasnuestrasseescuchópróximaalmaletero—.
Pace,soyDarren.¿Estáisbien?
¡Darren!¿Dedóndehabíasalido?
Sólo había visualizado a Colt, Marcus y Gray en el momento del
encuentroconaquelloshombresquehabíanasaltadolafábrica.
Paceseseparódemicuerpoconrapidez,golpeandosuavementecontrala
puertadelmaletero.
—Sácanosdeaquí,Darren.
—Enseguida,colega—respondió,alotrolado.
Seescuchóelsonidodedesbloqueodelcocheylapuertadelmaleterose
abrió, permitiendo que la intensa luz de la fábrica me cegase por unos
segundos.
Pacefueelprimeroensalir,intentandocogerunagranbocanadadeairey
disimulando el calvario que había pasado durante los momentos en los
quehabíamosestadosencerradosenelmaletero.
—¿Dóndeestánlosdemás?—Preguntó,viendoaDarrenjuntoaDennis.
—Notenemosniidea.Habíamossalidoacorrercuandotodohaocurrido
—explicó, empapado en sudor—. Hemos escuchado sonidos en el
maletero y creí haber oído tu voz. ¿Cómo habéis acabado ahí? —
Preguntó,mirándomedesconcertado.
—Trevornoshametido.
—¿Alosdos?
—A los dos —respondí, consiguiendo salir del maletero—. ¿Dónde está
Alek?
—Nolosabemos—merespondióDennis.
—Hemosdeencontrarle—volvíahablar,enuncarraspeo.
—Primero hemos de ir a por Colt, Gray y Marcus —expresó Pace,
volviendoasuinflexibleposturadehombresindebilidad.
—No—ledije,señalándoleconundedo—.Alek,Alekeselimportante.
—¿Sí? ¿Y cuál es tu plan, preciosa? ¿Ponerte a berrear hasta que te
escuchen y te lo traigan sano y salvo? —Replicó, volviéndose hacia mí
paradedicarmesumiradallenademenosprecio.
Malditohijode…¿Deverdadibaamirarmeasídespuésdetodo?
—Nuncacambiarás—murmuré,dandounpasohaciaél—.Esperoqueen
algúnmomentoalgunapersonareceporti,Pace.Aunqueseasunmaldito
casoperdido,ojaláalguienreceportialmenosunavezenlavida.Porque
vas a necesitar fuerzas mayores para sobrevivir en este mundo con lo
desgraciadoqueeres.
Me cogió en peso de forma repentina y me dejó caer en el interior del
maletero,empujándomeenelinteriorparapodercerrarlapuerta.
—¡Pace!—Vociferé,intentandoimpedírselo.
—Lolamento,Johanna.
—¡Niseteocurra!
—Alekmemataríasipermitiesequeteocurriesealgo.
—No vas a encerrarme en el maletero, Brantley —repliqué, en una tono
delamento.
—Sí,sívoyaencerrarteenelmaletero.
Meincorporéparaapoyarmismanoscontralapuerta,intentandoqueno
cerrase.
—Porfavor—lepedí,enunsusurro.
—Estatequieta,Johanna.
—¡Brantley!
—¡Basta! —Bramó, agarrando el cuello de mi camiseta de tirantes. La
arrugóentresusdedosyvolvióaempujarmeenelinterior.
—¡Nolohagas!—Grité,tirandodesucamisetanegra.
—Suéltame,Johannaycuidadoconlacabeza.
—¡Brantley!
—¡Oh,vamos,paraya!
Estabanotandolatensióndesucuerpodominarlatensióndelmío.Aélno
le gustaba la idea porque odiaba haber tenido que estar ahí encerrado,
pero a mí me aterrorizaba que fuese a meterme para no dejarme salir
nuncamás.
Lo último que vi fue su imagen desaparecer de mi campo visual al caer
inconscientetrasuninesperadogolpecontramicabeza.
Capítulosiete
Algocompletamenteheladopresionabalapartesuperiorde
micejaizquierday,altiempoqueabríamisojos,sentícómounpunzante
dolorseextendíadesdemissieneshastaacaparartodomicráneo.Volvía
cerrarlosojos,habiendosidoincapazdeobservarnadademialrededor,
apretandomispárpadosconfuerza.Entreabríloslabiosparadejarescapar
un pequeño quejido, moviendo mi cabeza para apartarme de aquél frío
contacto sobre mi frente. No obstante, no conseguí deshacerme de la
fricción.Eracomosiaquelloyaciesecompletamentepegadoamicabeza
ymisbrazospesabandemasiadocomoparapoderllevarmismanoshasta
mirostro.
—Losé,cariño.Paramítambiénesdifícil,peronopuedoirmeahora—
mispárpadossemanteníanapretadosylosquejidosflotabanporlaparte
interiordemipecho.EscuchabalavozdePaceresonarpormialrededor
como si estuviésemos encerrados en una enorme habitación sin
mobiliario—. Cariño, yo también te echo de menos. Espero poder
escaquearmeunadeestasnoches.—Nosusurrabalosuficientecomopara
impedirme entender lo que decía—. Sí, sé que las palabras sólo son
palabras… Ojalá pudiese ir, pero estoy muy ocupado. —Sí, claro que
estabaocupado.Dejandoinconscientealaspersonasquelerodeaban,por
ejemplo—.Tequiero.
Conseguíabrirmisojos,peseanosentirmeconfuerzasparalevantarlos
brazosqueseguían,sobreelcolchón,aambosladosdemicuerpo.Tras
unos segundos con la vista borrosa, logré divisar mi alrededor. Me
encontraba,porlopocoqueveía,enlasaladedescansodeAlek.Porlo
que, sin saber cómo había salido del maletero ni cuando, me encontraba
todavíaenlafábrica.
—Has despertado —pronunció, dirigiéndose a mí mientras guardaba su
teléfonomóvilenunodesusbolsillos—.¿Cómoteencuentras?
—¿A excepción de que me has golpeado con la fuerza suficiente como
paracasihacermeentrarenunprofundocoma?
—Teencuentrasbien—admitió,trasmirespuesta.
—¿DóndeestáAlek?
—Después de lo sucedido con Trevor, ha ido a reunirse con los de
Roosevelt.
—¿Quiéndiabloseraesetío?—Lepregunté,conlagargantaseca.
—Un viejo conocido. No le des más vueltas, Johanna. Ha sido por
territorialidad.
—Prefierocreerqueestábamosenunasituacióndevidaomuerteyquees
porelloquemehasdejadoinconsciente.
—Sólo pretendían arreglar cuentas con Alek —comentó, cruzándose de
brazos. Cuando lo hacía, parecía incluso más grande—. Ahora que has
despertado,lellamaré.
—¿Cuántollevascontupareja?—Nopudecontenermilengua.
—Ochoaños—respondió,conunarelajadasonrisa.
Me incorporé suavemente con la espalda sobre los almohadones y, por
fin,logréllevarmismanoshastaloqueparecíaserunabolsadeguisantes
congeladosatadoamicabezaconlaayudadeunacintadepeloutilizada
paraeldeporte.Alejélabolsadecongeladosdemifrente,dejándolacaer
aunladodelacama.Teníaundesagradablesaboramargoenlabocaque
incrementabamisganasdevomitarporlasnáuseasqueelmismodolorde
cabezameprovocaba.
—Eslaprimeravezqueteoigohablarcomounverdaderoserhumano—
ledije.
—Ella saca lo mejor de mí —admitió, encogiéndose de hombros—. Es
todoloquenecesito.Créeme,seríamuchopeordenoserporella.
—¿Dóndeosconocisteis?
—¿Tienes tanta curiosidad? —Inquirió, ladeando su rostro y mirándome
conciertalástima—.¿Novaapesartesabercosasdeella?
—Igualmeayudaanoquerermatarte.
—Nosconocimosenelhospital.
—¿Enelhospital?—Enarquéunacejay,talcomolohice,mearrepentí.
Dolía.
—Sí,habíarecibidoundisparoenelgemelo.
—Vaya…
—Ella también estaba ingresada —se limitó a decir, sin darle más
importancia.
—¿Quéesloqueteenamoródeella?
—Elmodoenquememiraba.
—Esperoquetúnolecorrespondiesesconesarepugnantemiradatuyade
desprecio.
—No, tranquila —respondió, echándose a reír—. Fui muy cortés, muy
educadoymuycariñoso.
—¿Porquémecuestacreerlo?
—Porque no sabes nada de mí —finalizó, dándole un suave apretón al
empeinedemipiederecho—.Descansa,Johanna.Lonecesitas.
—Pace —pronuncié, antes de que pasase por el umbral de la puerta y
desapareciese.
Élsegiróhaciamí,expectante.
—Silaquieresdeverdad,sientohabertebesadoenmásdeuna...
—Notienesporquédisculparte—contestó,chasqueandolalengua—.Ella
sabequeestascosaspuedenpasar.
—¿Lohablasconella?
—No,peronoestonta.
Dormíunaspocashorasy,aldespertar,meincorporésobrelacamapara
darunpasomáshacialoquemedeparaba.
Las cosas se habían puesto feas esa noche y, por territorialidad u otros
asuntos,podíairapeor.Noeraunlugarparamí,noestabasegurajuntoa
AlekymuchomenosjuntoaPace.Sinembargo,salirdealgocomoeso
no era tan sencillo. No se trataba de irme a casa, negarles la palabra y
cerrarleslapuertaenlacara.Setratabadecortarderaízcontodoloque
meuníaaellos.
Simemarchaba,porlasbuenas,podíanimpedírmelopordesconfianza.Y
eseeraunodelosmotivosporloscualescontinuabaconAlek.Lequería,
sí… Pero no estaba dispuesta a morir por él, ni a enfrentarme a una
descontrolada vida que, por lo visto, no iba a llevarme a ninguna parte
másqueaunarepugnantetumba.Claroquepodíaprometermeunavidaen
Islandia, él tenía tal poder. Tenía todo para hacer mis sueños realidad,
proporcionarme una nueva vida y… Sí, él podía llevar un control que
otras personas, por seguro, no podían. El plan era llamativo, sí… No
fallabasalvoporelhechodeque,aunquelohiciese,niyosentíalomismo
ni él podría proporcionarme, con todo lo que había hecho a lo largo de
losaños,unaverdaderaseguridad.
Era incapaz de protegerme de su mejor amigo, al cual conocía y veía
siempre. ¿Cómo iba a ser capaz de protegerme de situaciones que se
escapabandesupropioconocimientoycontrol?
Terminé de masticar aquél bollo relleno de crema, obligándome a
tragarloconvelocidadconlaayudadelcaféqueColthabíadejadosobre
el escritorio de Alek. Recogiendo la mochila que había tomado por la
noche, la dejé caer sobre mi espalda y me encaminé para salir de la
fábricaconnaturalidad.
—¿Adónde vas? —Colt asomó la cabeza por detrás de una de las
estanterías.
—Hedeiralafarmacia.
—Puedoirporti,siquieres.
—Prefieroiryo—leaseguré,sinsabercómoexpresarmeconelcuerpo.
—Hasrecibidounfuertegolpeenlacabezaymepreocupaquenoestés
deltodobien.
—Estoybien,deverdad.
—Esdifícilllegarhastalaciudaddesdeaquí,Johanna.Déjamequetelleve
encoche.
—Prefierocaminar—susurré,apoyandolamanocontralapuerta.
—Comoquieras—respondió,dándoseporvencido.
Coltnoibaaserlapersonaquemeimpidiesesalirdelafábricay,ajuzgar
por las marcas que permanecían sobre su cara, tampoco iba a estar
dispuestoadiscutirconmigo.Todosdebíanestartotalmenteagotadospor
losucedidodurantelamadrugada.
Aunquelamejorideahubiesesidotomaruntaxi,meconcentréenllegar
hastalacarreteradedoblesentidoyseguirla,colocadaaunextremopara
nodificultarlapocacirculación,hastallegaralaciudad.
Erauncaminolargo,micuerpoestabatotalmentepaliadoyelimponente
soljuntoasucalornohacíamásquedificultarmispasos.Porsuerte,el
café me había activado lo suficiente como para poder seguir tirando de
mí.
Cuando llegué al departamento de policía, sintiéndome próxima al
desvanecimiento, me dejé caer en una de las sillas de plástico gris que
yacían en la entrada. Me concentré en toser un poco, intentando
deshacermedelasensacióndeasfixiaquemeproducíalahumedaddela
ciudadyelinsistentecalordelamediamañana.
Unagentedepolicíaseagachófrenteamí,preocupadopormiestadoy
meacompañóhastaelpequeñodespachodelcapitándeldepartamento.
Labutacaera,notablemente,muchomáscómoda.
—Señorita Oliphant —dijo, tras tenderme un vaso de agua fría—, ¿se
encuentraustedbien?
—No.
—¿Quierequellameaalguiendeenfermería?
—No—volvíadecir,antesdedarleunpequeñosorboalvasodeagua—.
¿DóndeestáelinspectorHolden?
—HahabidounaltercadoenlaavenidaBullock—respondió,apoyándose
contrasubarnizadoyoscuroescritorio—.¿Quéesloquenecesita?
—He decidido acceder a contarles todo lo que sé respecto a Alek y sus
negocios.
—Vaya.
—Sí—suspiré,poniendounasarcásticamuecaybebiendounpocomás—.
Vaamantenermeasalvo,¿verdad?
—Esnuestraobligaciónynuestraresponsabilidadqueasísea.
—Noquierocaerenlasmanosdeninguno.
—Séqueestáasustada,señoritaOliphant,peronoestácometiendoningún
erroraccediendoaayudarnosconlainvestigación.
—Temo por mi vida —repliqué, riéndome por lo surrealista que me
parecíatodo—,llevodesdequeseacercaronalaantiguafábricatemiendo
por mi vida, capitán. Temo estando con ellos y temo estando alejada de
ellos.
—¿Sabealguienqueestáaquí?
—No,señor.
—Ponerunapatrullafrenteasuviviendalevantaríademasiadassospechas
ypodríaponerleenpeligro—comentó,dandolavueltaporsuescritorio
hastasentarseensuampliabutacadepielmarrón—.Sinembargo,puedo
enviaraalgunosagentesparaquepaseenporlazonacadadoshoras.
—Alek sabe que mi intención era volver al apartamento. Los dos
hablamosdeesaopcióndadamimalarelaciónconalgunosdesussocios
—era incapaz de pronunciar el nombre de Pace de cara a la policía. El
hacerlo lo convertiría en real y seguía esperando que no lo fuese—. No
creoquetenganingúnproblemaestandoenmiapartamento.
—Ledaréelnúmerodemiteléfonopersonal,porsiocurrieraalgo.
—Está bien —suspiré, terminando con el vaso de agua—. Ponga al
corrientealinspector,capitán.Mañanamepasaréporaquí.
—Sí,señoritaOliphant.
Alasalidadeldepartamentodepolicía,mellevéuncigarrilloaloslabios
y lo encendí con el mechero que encontré vagando en el interior del
bolsillotraserodemipantalón.Alcélacabezaporunmomento,sintiendo
elcalorgolpearcontraella.
Unamanoseposócontralapartebajademiespaldaydescubríalcapitán
colocadoamilado,conunaseriamueca.
—Dije que le daría mi número de teléfono personal —pronunció,
tendiéndome un papel doblado con su otra mano—. En cualquier
momento,nodudeenmarcarlo.
—Gracias.
Su mano ascendió por mi espalda hasta depositarse sobre uno de mis
hombros,estrechándoloconsutileza.
Guardéelnúmeroenelinteriordeunodelosbolsillos,aproximándome
hastalacarreteraparalevantarlamanoypararuntaxi.Tiréelcigarrillo
alsueloymedejécaerenelinteriordelautomóvil,nombrandounacalle
quenoeralamía.
Unacallequenohabíapisadoenaños.
Sólounvistazo,sólounvistazo…Nopasanada.Hapasadomuchotiempo
y…
Sóloseráunvistazo.
Lewis empujaba las ruedas de su silla por el camino de piedra que le
llevaba hasta una corta rampa colocada a pocos metros de la puerta del
lugar al que seguía llamando hogar. Su cabello seguía igual de rebelde,
ondulado y oscuro. Sus manos seguían marcadas por manchas blancas
que,ochoañosantes,habíansidoprofundasquemaduras.Superfilseguía
siendoelmismodesiempre,conunarectanarizyunoscarnososlabios
recubiertos por una espesa perilla oscura. Su pómulo izquierdo seguía
teniendo como decoración una llamativa cicatriz que, sin importar el
tamaño,noconseguíaestropearsupreciosorostro.
—¿Esaquí,señorita?
—Demeunsegundo—leindiquéaltaxista.
Sereía,conunaparatodemanoslibrescolocadosobreunadesusorejas.
Porloquepodíaver,loquepodíacontemplardesdelaventanilladeltaxi,
estabafelizyenpaz.Ymisoscurosrecuerdosmehacíanpreguntarmepor
qué. ¿Por qué, habiendo sido el que peor parado había salido de aquél
accidente,élconseguíaencontrarpazyyonohacíamásquerecordarel
díaenquetodollegóaquebrarsecualvasodevidriodestrozándose?
Ladeósurostrohaciaeltaxi,sindejardehablarconelmanoslibresyyo,
en un acto reflejo, recosté mi cuerpo contra el asiento trasero del
automóvil.
Ni siquiera después de ochos años era capaz de enfrentarme a la cruel
realidad.
Por más que desease volver atrás, ni la ciencia ni la propia humanidad
ibanapermitírmelo.Pormásquemeaferrasealdeseodecreerque,tras
vender a Alek y los demás, todo volvería a ser como antes, sabía con
certeza que aquello no iba a ocurrir. Nunca, bajo ningún concepto, las
cosasvolveríanasercomoantes.Sencillamenteporquenoquedabanada
deeseantes.
Me dejé caer sobre el sofá de mi humilde apartamento cuando la noche
cayósobrelaciudadenundesesperanteabrirycerrardeojos.Toméuna
granbocanadadeaireymeconcentréenpensarqueeldíademañaname
depararíaalgototalmentedistinto.Eraprontoparasabersiibaatratarse
de un destino positivo o, de lo contrario, de un destino negativo. Sin
embargo,eraclaroquefueseloquefuese,ocurrieseloqueocurriese,iba
aserdiferente.
Trasdoshorasdurmiendo,queparecíanhabersidoveintetristesminutos,
melevantéparavaciarmiquejosavejiga.Debidoalcansanciomedormía
inclusosentadasobreelváter,coneltrozodepapelhigiénicodobladoen
el interior de mi mano. Aproveché un breve estado de lucidez para
limpiarmeydirigirmispieshastalahabitaciónquehabíaañoradoyque
había,asuvez,tanpocousado.
Me dejé caer sobre la cama, boca abajo, sintiendo cómo el impasible
dolordecabezavolvíaaarremetercontramí.Levantarseparatomaruna
aspirinanoeratanmalaidea,ahoraqueparecíavolveraserdueñademi
conciencia. Sin embargo, nada más apoyar las manos sobre el colchón
paraincorporarme,unamanopresionócontramicolumnavertebralhacia
abajo. Mi rostro entró en contacto con la almohada por unos segundos
hastaquelamanosubióhastamicabeza,recogiendovariosmechonesen
el interior de la palma y tirando de mí para incorporar mi devastado
cuerpo.
Mis manos vagaron hasta por detrás de mi cabeza, intentando, entre
profundos bramidos, deshacerme del brutal contacto. Pude reconocer la
fragancia de Pace al sentir cómo su pecho chocaba contra mi hombro
izquierdo.Enunossegundos,quepasaronmuchomásrápidodeloqueme
hubiesegustado,meencontréenelcuartodebañoconélimpidiéndomela
salida.
—¡¿Quéesloquepasacontigo?!—Vociferé,conelrostrorepletodeunas
lágrimasquenorecordabahaberpermitidosalir.
—Desnúdate,Johanna.
—Estásenfermo.¡Saldemiputacasaollamaréalapolicía!
Por primera vez desde hacía demasiado tiempo, Pace no me dedicó una
miradallenadeodioydisconformidad.Encambio,lasensaciónqueme
provocabaelmodoenquememirabaahoraeramilvecespeor.
—Desnúdate—volvióadecir—.Nolohagasmásdifícil.
—¿De qué va todo esto, tienes brotes bipolares? ¿Una enfermedad
incurabledepasardeunextremoaotro?¡Muybiendelacabezanopuedes
estar!
—¡Quetedesnudes!—Voceó,bruscamente.
Diunpasohaciaatrás,descubriendoquelabañera,trasmiespalda,estaba
repletadeaguayeltapóncolocadoenelfondodeésta.
—Dimedequévaesto.
—Sonórdenes—musitó,trastomarunaprofundabocanadadeaire.
—¿Dequién?
—¿Dequiéncreesquecumploórdenes,Johanna?—Inquirió,enarcando,
deformacansada,unadesuscejas—.Porfavor,desnúdate.
Intentérodearsucuerpoparaabrirlapuertadelcuartodebaño,perosus
brazosmeloimpidieronabruptamente.Meempujóhastadarmelavueltay
tomólaparteinferiordemicamiseta,alzándolahaciaarribapormucho
quemisbrazossemantuviesenrígidoshaciaabajo.Alverqueaquellono
ibaafuncionar,tomóelcuellodemicamisetaytiróhaciadosextremos
diferentes,arrancándolatrasunossegundosesforzándoseenello.
Mis manos empezaron a golpearle al ritmo que mi miedo crecía,
aumentandodesdelabocademiestómagoyextendiéndoseporlatráquea.
—¡No!¡¡Para!!—Mispiesintentabangolpearcualquierpuntoclavedesus
piernas que pudiese infringirle algún tipo de insoportable dolor aunque
fueseporunoscortossegundos—.¡¡Pace!!—Continuébramando,consus
manosdesabrochandoelbotóndemispantalones.Misfuerzasempezaban
a debilitarse notablemente, demostrándome que en esa ocasión el miedo
ibaaconseguirparalizarme—.Porfavor…
—Deberíashaberlopensadoantesdeinformaralcapitándepolicía.
—¡No,no!¡Nohedichonada!¡Noleshedichonada!
Tiródelateladelpantalónhaciaél,agresivo.
—Alektehavisto—murmuró,conunaroncavoz.
—¡Heidoperonohedichonada,telojuro!¡Lojuro!
—Cumploórdenes,Johanna.
—Ydisfrutashaciéndolo…
Desviólamiradaporunmomento,volviendoadarmelavueltaparatirar
de la tela de mi pantalón. Mi cuerpo, aunque abrumado por todo lo que
ocurría,yacíatantensoqueyadeporsídificultabalascosas.
Caíalsuelo,bocaabajo,temblandoalsentircómolatelasedeslizabapor
mis piernas. Dejándolas, en cuestión de minutos, totalmente desnudas y
expuestas.
Los pulmones me ardían del mismo modo en que lo harían de estar
respirandooxígenointoxicadoporunimbatibleincendio,bloqueándosea
cadaintensabocanadaqueintentabatomarconmiboca,viéndomeprivada
delapartesuperiordemiropainterior.
Colocó sus manos por debajo de mis axilas, posicionándome de pie
todavíadándolelaespaldaycaminó,llevándomeconél,hastalabañera.
—Pontederodillas.
—No—gimoteé,rememorandoenmicabezalosúltimosintensosañosde
mivida.Loscuales,enesemomento,meparecíanhaberpasadocomouna
efímeraestrellafugaz.
Sentíungolpeenlapartetraseradeunademisrodillas,haciéndomedejar
escapar un quejido de dolor y un mayor llanto. Perdí el equilibrio hacia
delanteymisrodillastocaronlasuavetexturadelaalfombrilladebañode
colorcrema.
Mis manos se apoyaron contra el extremo de la bañera, infringiendo
fuerzaparanovermeinclinadasobreelaguaquesemanteníatranquilaen
suinterior.
—Losiento,Johanna.
—Tú no tienes sentimientos —gruñí, tirando mi cuerpo hacia atrás con
todoelpesodeeste,evitandoatodacostaelcontactodemirostroconel
agua.
—Lalealtadesunsentimiento.
—¡Lalealtadesbonitaenlateoríaperosuelefracasarenlapráctica!
—Noconmigo—measeguró,haciendopresióncontramicabeza.
—¡No!
Eché mi codo izquierdo hacia atrás con toda la fuerza que mi pequeño
cuerpomepermitía,acertandodeplenoconsuentrepiernayescuchando
cómo su ronco quejido se hacía con toda la estancia. Aproveché que su
mano había soltado mi cabeza, para lanzarme sobre hasta el punto de
sentarmeahorcajadassobresusmuslosyrodeésucuelloconmismanos,
ejerciendofuerzasuficientecomoparaescucharlerespirarcondificultad.
Sumuecaseguíaexpresandoelincontrolabledolorqueseextendíadesde
suzonapélvicahastasuspropiasentrañas,rodeandomismuñecasconsus
ampliasyfuertesmanos.
Elreproductordemúsicaquepermanecíasobreunestantecayódepronto
sobre el suelo, no muy lejos de la cabeza de Pace. Se puso en marcha,
dejandopasoaunacadenaderadiomusicalconlacanciónDreamOnde
Aerosmith.
LacanciónpreferidadeLewis.
—¡No! —Repetí, en un estridente y desesperado bramido. Flexioné los
brazos durante el proceso que se llevaba a cabo en el interior de mi
delicadocuerpo,viéndomecederaladebilidadquemeinundaba.Apoyé
mis codos contra su pecho, inclinando la frente contra sus labios, los
cualesseguíanluchandoportomaraireparalospulmones.
Eradébil,noteníanilamitaddesufuerza,niuncuartodesumaldad.Siél
podía acabar con mi vida por simples órdenes y yo no podía siquiera
infringirleniunapartedeldolorquedeseabaprovocarle,lapartidaestaba
perdidaparamí.
Su mano izquierda continuó sobre mis muñecas, abarcando a ambas,
mientrassumanoderechaascendíadesdeelhuesodemicaderahastamis
costillas todavía resentidas del golpe que no olvidaba que me había
propinado. Sentí cómo su pulgar seguía el camino de una de ellas sobre
mipiel,acariciándolaconlentitud.
Mis vidriosos ojos intentaron adivinar cuáles serían sus próximas
intencionesy,sinembargo,elmovimientodesutorsoincorporándoseme
pillódesprevenida.
—¿Vasamatarme?—Dijo,conunaleveafonía,retándome.
—Sinolohago,túmematarásamí.
—Nolodudes—susurró,mirándomefijamentealosojos,sinpestañear,
con los labios levemente entreabiertos—. Te estoy dando ventaja,
aprovéchala.
—Noquieroconvertirmeenti…
—Sólohayunmododeterminaresto,Johanna.
—No.
—Notienesopción—gruñó,encarándomeenunmovimiento.
—Siempre hay opción alternativa —susurré, clavando las uñas contra la
pieldesucuello.
Su comisura derecha empezó a alzarse suavemente hasta conseguir
plasmarunaautosuficientesonrisasobresuimpasibleymaliciosorostro.
—No voy a suplicarte por mi vida —me aseguró—. Voy a contar hasta
tres…
—Pace,nolohagas.
—Si a la de tres no has hecho ni el esfuerzo de asfixiarme con esas
patosasmanostuyas,temeteréenesabañerayteahogaréenella.
—Pace—repetí,quejosa.
—Uno.
—Nolohagas.
—Dos —enunció, con la mandíbula apretada y el entrecejo levemente
fruncido.
—¡Para!
—Tr…
Lapalmademimanochocódirectaconlanuezdesucuello,asfixiándole
por unos segundos. Me levanté de sobre sus piernas, aprovechando que
había acabado tumbado, tomando una posición fetal para intentar
recuperarelaireperdido.Alsegundopasoquediparasalirdelcuartode
baño,conlaintencióndehuirdemiapartamentoinclusoencontrándome
enbragas,suampliamanorodeómitobillohaciéndomecaerdebrucesal
suelo.
Mis pechos impactaron contra el suelo brutalmente, provocándome un
intenso dolor pectoral. Tosiendo, conseguí colocarme boca arriba sobre
elsuelo,bajoelumbraldelapuertadelcuartodebaño.Apoyémismanos
contraelmarcodelapuertacuandosentíqueintentabaarrastrarmeporel
suelohastametermeenelinteriordelcuartodebañonuevamente.Elpie
libresealzóparagolpearunodesushombros,aunquemiintenciónfuese
golpearsucara.
Sus manos se colocaron sobre mis rodillas y coló los dedos bajo éstas,
sujetandoconfirmezaytirandodemíparaaproximarme.Sentícómomis
dedos se resbalaban contra la superficie del marco de la puertas y mis
brazos temblaban por el esfuerzo que le proferían a la acción de
mantenermealejadadeél.
—He podido con tíos como Trevor, ¿qué te hace pensar que no podré
contigo? —Masculló, en un sonido que denotaba fuerza por su parte. Su
cuerpo estaba recurriendo a toda la energía posible para controlar la
situación.
Mi espalda se vio irritada al deslizarse contra el suelo de baldosas del
cuartodebaño,encontrándomebocaarribaconlaspiernasflexionadasya
ambos lados de su cuerpo. Su mano derecha sujetó mi mandíbula,
obligándomeamirarlealacara.
—¿Quétehacepensarquenopodrécontigo?—Volvióaformular.
Con la mano izquierda rodeé su muñeca, aferrándome a ella con fuerza.
Notaba la parte trasera de mis muslos sobre la parte delantera de los
suyos,estandoélsentadosobresuspropiosgemelosenelsuelo.Alcéla
manoderechaparabuscarelcontactodesupechocubiertoporlacamisa
azul oscuro que llevaba, deslizando la yema de mis dedos sobre su
pectoral.Eralaúnicapartedemimanoquelograbatocarle.
Descendieronporsuscostillas,porsuvientre,hastaencontrarellímitede
su cinturón. Giré mi mano para levantar la camisa con lentitud,
observandotodareacciónprovenientedeél.Misdedosconsiguierontocar
sucálidapiel,ascendiendopordebajodelatelayencaminándosehaciasu
costadoizquierdo.
—Quesoymujer—susurré.
Se relamió los labios, extremadamente serio, entrecerrando los ojos al
mirarmeeintuirmisintenciones.Moviósumanoizquierda,lacualhabía
quedado libre de toda responsabilidad, hasta conseguir detener el
movimientodelamía.
Eramuchomásqueunsentimiento.
Eramuchomásqueunocultodeseo.
Eramuchomásqueunprofundoodio.
Miantebrazogolpeóconfuerzaelinteriordesucodo,haciéndoleapartar
la mano de mi mandíbula inferior. Me incorporé y, tal como lo hice,
agarré ambos lados de su camisa para tirar de él hacia mí. Su frente
golpeó la mía, al estar desprevenido, mientras tiraba de la tela de la
camisahaciendoquelosbotonesinferioressaltaran.
Sus labios dejaron brotar una espontánea carcajada que no perduró en
sonido. Sin embargo, me permitieron descubrir que, más allá de la
severidad que podía mostrar a cada oportunidad, tenía una preciosa
sonrisa.
—Dateporvencida,Johanna—pronunció,sinperderlanaturalsonrisa.
—Novoyasuplicarpormivida.
—Y veo que tampoco por tu dignidad —replicó, desviando su mirada
hastamitorsodesnudo—.¿Estásdispuestaarebajartedeestemodopara
simplementealargartusdíasenestemundo?
—Túlohasdicho,Brantley.
—¿Quéhedicho?
—Has podido con tíos como Trevor —musité, frunciendo levemente el
entrecejo—. Y podrías conmigo en un simple pestañeo. Y, sin embargo,
¿porquésigoviva?
Tragósalivanotablementey,deformarepentina,rodeómigargantacon
sumano.Ejerciótalpresiónquecreí,realmente,queacabaríaconmigoen
unabrirycerrardeojos.Sólomequedabacogerunagranbocanadade
aire,intentaraguantareloxígenoelmayortiempoposibleyrezarporque
San Pedro me permitiese entrar por las puertas del cielo si es que éste
existíayteníaunlugarparamí.
IbaamorirconlamelodíaOpenArmsdelgrupoJourneysonandoenel
interior de mi pequeño cuarto de baño, el cual iba a convertirse en el
último lugar que mis ojos verían en este mundo. Aunque prefería
llevarme,comoúltimavisión,elpreciosorostrodelmonstruoqueibaa
acabarconmivida,comotantohabíadeseado.
Capítuloocho
Mivisiónmeproporcionabaunaimagenborrosayapenaspodíaapreciar
lasfaccionesdelrostrodeBrantley,aunsabiendoqueseguíafrenteamí,
deleitándose la vista con la acción que estaba llevando a cabo contra mi
integridad física. Sabía que estaba conmigo, porque notaba la asfixia
aplacarmeyporqueconseguíanotarsufraganciaembaucarme.
Nodebíaquedarmemuchotiempoyeldolorestabaintensificándosepor
segundos;elcosquilleoalaalturademirostrolohacíainminente.
Dejéquemispárpadoscayeranporsupropiopeso,experimentandocómo
latensiónabandonabamicuerpodelmismomodoquemialma,silatenía,
loharía.Brotandodemipielcomosideunextrañohalosetratara.
—Oh,joder,perdóname.
Entreabrílosojos,queriendocontemplarsiporfinhabíallegadoaloque
todo el mundo solía denominar como el paraíso. Mi cuerpo estaba
totalmente inmóvil, como si sólo permaneciese en mí la divina
conscienciaynofuese,porotraparte,dueñademishuesos,músculoso
extremidades.
Algomeelevódelsueloynoestabaseguradeloqueera.Sólonotécómo
la parte superior de mi cuerpo se incorporaba, provocándome la
sensacióndeestarflotandopuesningunapartedemicuerporespondíaa
losestímulos.
LogréabrirlosojosencontrándomeconelcontrariadorostrodePace.
—¿Quéhashecho?—Formulé,entrecerrandolosojossutilmente.
Su pulgar entreabrió mis labios en un breve y efímero contacto, en una
suave y maravillosa caricia. Mis terminaciones nerviosas empezaron a
reaccionaratodoimpulso,todolatidoytodoflujosanguíneo.
Mimanosecerróenunpuñodejándosellevarporlabrutalsensaciónde
untsunamisurgiendodemisentrañasyfueapararcontrasusalargadosy
finoslabios.Mepercatédecómogirabaelrostroaunladoporelgolpe
recibidoyexperimentéeldolordepermanecervivaextenderseportodos
misnudillos.Unonuncaseacostumbrabaapropinarunpuñetazo.
Su reacción fue cubrir con su dolorida boca la mía propia. Ejerció una
sutilpresión,apretandosusdedoscontralosladosdemicaderaytirando
demicuerpohaciaeldeél.
En un simple suspiro, su lengua se adentró en mi boca con la única
intención de encontrar la mía y rodearla una y otra vez. Sus labios se
movíanconpericiaysaboreéelsaborahierropropagándoseportodami
cavidadyadentrándoseenmispropiaspapilasgustativas.
Si esto era un mecanismo de mi mente para hacer que abandonar este
mundofuesemássencillo,elcuerpohumanoerasumamentecruel.
Apoyé mis manos contra sus hombros, ejerciendo presión para poder
separarmedesurostroysuimplacableboca.
—Erescruel—susurré,enungimoteo.
—Soylapersonamáscruelydeslealdelmundo—respondió,apoyando
sus manos contra mi espalda para volver a aproximarme a él—. Sobre
tododesleal…
Deslizó sus manos por mi costado hasta colocarlas sobre mis muslos y
desempeñóunsuaveapretónconsusdedossobremidesnudapiel.Alcéun
poco mi cadera para volver a dejarme caer con suavidad sobre él,
escuchandocómodejabaescaparunbreveyprofundosuspiro.Susdedos
setensaroncontramismuslos,firmemente.
Hundió su rostro contra un lateral de mi cuello y besó la unión de piel
entremigargantayhuesodelaclavícula.Alcontacto,dejécaerlacabeza
hacia un lado concediéndole más espacio para dedicarse a esa zona con
destreza.
Nisiquieramehabíaconsentidounrespiroparacaerenlacuentadeque
seguíavivayqueeloxígenovolvíaabrotarpormispulmones,danzando
ensuinterior.Nomehabíapermitidosiquieravolveralarealidadqueuna
de sus manos se introdujo entre nuestros cuerpos para posarse contra la
finatelademiropainterior.Tanteó,moviendosuavementesusdedospor
encima,descubriendosusdientesdeentresuslabiosehincándolossobre
ladesnudapieldemihombro.
Mis uñas se clavaron sobre sus bíceps mientras de mi boca escapaba un
pequeñojadeo.
Delacaída,elreproductordemúsicayradioempezóafallar.
Tampoco lograba estar pendiente de la melodía que perdía fuerza por
segundos, pero podía escuchar de forma intermitente la canción Pour
SomeSugarOnMedelamanodeDefLeppard.
Agarró mi mandíbula con su mano, como si fuese consciente de mi
desconcentración. Dirigió mi rostro hacia el de él, aguantándome la
mirada e intenté hacer lectura de cómo sus ojos se contoneaban en los
míos.Susmanossecolaronbajomicuerpoyescuchéelconocidosonido
de cómo la tela de su pantalón tejano se desabrochaba, seguido del
deslizamiento de la cremallera, la cual parecía bajar a una palpable
lentitud.
Sin pestañear, como si estuviese retándome o desafiándome, se mantuvo
serio en su proceso de observación. No sabía si estaba intentando
averiguarhastadóndeseríacapazdeirtrashaberintentadoasesinarmeo
si su única pretensión era deshacerse de aquella horrorosa tensión entre
nosotros. No se trataba de una tirantez meramente sexual, porque
parecíamos tener claro que de nosotros dependía la supervivencia del
otro.
Pareciócolarsumanoporelinteriordesuropainterioryestuvetentadaa
desviar mis ojos hacia abajo para poder cerciorarme de que no eran
imaginacionesmías.Noobstante,aquellaintensamiradaquemededicaba
merecordabaaljuegoenelquesidesviabaslosojosperdías.
ConPacenuncasesabía.
Traguésalivacondificultadalnotarcómosumanoizquierdasecolocaba
sobre una de mis nalgas, empujándome hacia su considerable erección.
Sintiéndolasobrelatelademiropainterior,lasganasdeperder,porun
momento, el contacto con sus grisáceos ojos, que en ocasiones parecían
másazules,ycontemplarquéeraloquetramabaentrenuestroscuerpos,
aumentaban.
Mis rodillas se apoyaron contra el suelo, a ambos lados de sus muslos,
ejerciendo el apoyo necesario para que mi cuerpo se elevase. Noté su
alientocontramipechoy,aunasí,sumiradaseguíaintentandoadentrarse
en la mía. Con tal intensidad sólo era capaz de pensar que iba a tener la
habilidaddepoderescuchartodosycadaunodemispensamientos.
Tiré de la tela a un lado, sin necesidad de quitarla y descendí a tientas
sobreél.
Por unos momentos, vi una fugaz duda cruzar su amplio rostro. Sin
embargo,consumanoizquierdatodavíaapoyadasobreminalgaderecha,
meguióhastasuerección.Pudenotarelprimercontacto,elprimerroce
entre la punta de su miembro y la humedad de mi entrepierna, con la
tentación de cerrar los ojos y obligarme a sencillamente dejarme llevar.
Lo único que me impedía poder hacerlo era el modo en que seguía
mirándome,conelrostroalzadohaciamí.
—Brant…
—Calla—espetó,seco.
Apoyé mis manos sobre sus desarrollados hombros, tensando los dedos
sobre la camisa que continuaba contra su piel. Fui deslizándome, guiada
por su mano, bajando mis propias palmas por su pecho hasta lograr
deshacerme de los últimos botones que habían quedado intactos minutos
antes.
Cuando parte de su miembro me hubo penetrado, pasó su mano derecha
pormimuslohastallegaralaotranalga.Meempujósuavementehaciaél
mientrasdejabalasrodillascaeraambosladosporlapropiaposición.Su
torsoquedódescubiertoymisojos,ahorasí,perdierontodavisióndelos
suyos.
Pasé la yema de mis dedos por su esternón, acariciando el fino vello y
descubriendo una prolongada cicatriz sobre su esternón que, a simple
vista, no podía apreciarse. Al tacto, por otra parte, era más que notable.
Susmanosapretaroncontralapieldemisnalgas,haciéndomedescender
bruscamentesobreélyobligándomeaperderlapocaconcentraciónque
lehabíadedicadoasucicatriz.
—¡¡Hmmpf!! —Apreté mis dientes, sintiendo cómo mis mandíbulas
crujían del esfuerzo que había hecho para no dejar escapar un estridente
quejidodedolor.
Al respirar con dificultad, golpeé su pectoral con el lateral de mi mano
derecha.Sinembargo,noleimportó.Esbozóunaampliayfugazsonrisa,
atrapandomicaderaconsusmanosyempezandoaguiarmeconmaestría,
asícomoconunaprerrogativamaníadedominarycontrolarporencima
de mí. Tampoco debió importarle el ligero temblor que se había
establecidoenmicuerpotraselprimerybruscocontactoentrenuestros
cuerpos,puesprosiguiómandandoyexigiendo.Mismanossedeslizaron
hasta el extremo de la bañera en el cuál él se mantenía apoyado,
aferrándose al fuerte material. Aproximé mis labios a su boca pero me
nególacercanía,ladeandosurostroycontemplándomeconsupremacía.
Susmanosmeelevabanymebajabanasuantojo,marcandoelritmode
nuestroscuerposyproduciéndomeunaintensamolestiaporlaintensidad
de los movimientos. A cada seca embestida, mi pecho se encogía y se
tensaba, convirtiendo el placer en incomodidad a partes iguales. Y, sin
embargo, despegó la espalda de la bañera pegando su pecho contra mi
torsoyaproximandosuslabiosalaparteocultademimandíbulainferior.
Hincólosdientes,dejandoescaparunprofundoresoplidoaltiempoquesu
pelvis empezaba a buscar poder moverse bajo las exigencias que sus
manoscausabansobremispropiascaderas.
Ahorasí…
Rodeé su nuca con mis brazos, dejándome guiar y, al mismo tiempo,
dedicándome a montar sobre él sin perderme ningún roce, ningún
movimientocircularyningúnritmoconstanteeincesante.
Susjadeosseperdíancontralasudadapieldemicuello,haciendoqueel
calorquesehabíaamontonadoenmizonapélvicaseexpandieseportodo
mi cuerpo. Si sólo pudiese saber cuánto estaba excitándome al jadear
contramigarganta,hundiendotodosurostrocontralapieldemicuelloy
aferrandomicuerpoconsusfirmesyexigentesdedos...
Habíavistolasorpresadesurostroalnotarmiestrechez,sinsabereltipo
de placer que podía encontrar al penetrarme, una y otra vez, como lo
estabahaciendo.
—Oh, joder, perdóname —volvió a pronunciar, en un ahogado jadeo
contramihombro.
Separémitorsodesucuerpo,impidiéndoleocultarsebajoningunaparte
de mi cuerpo. Clavé mis ojos en él, intentando averiguar por qué pedía
queleperdonara.Suespaldavolvióaencontrarseconlabañera,dejando
caerlacabezacontraelbordeyapretócontramipielconsusmanos,en
una profunda penetración que me dejó sin oxígeno. Siguió ejerciendo
fuerzahaciaélmismo,quedándosetotalmentequietomientrassurostrose
contraía,cerrandolosojosytensandoelcuello,entreabriendosuavemente
los labios para dejar exhalar una profunda bocanada de aire. No logró
siquieraserungemido.
La camisa se mantenía abierta, permitiéndome la visión de su torso
desnudo, con leves rastros de sudor y su pecho subiendo y bajando con
cierta dificultad. Se obligaba a sí mismo respirar por la nariz, con la
mandíbulafuertementeapretadayconsusdedosdisminuyendolapresión
contramipiel.
En cambio, mi respiración estaba totalmente perdida en la agitación
inclusosinhaberllegadoaléxtasisqueimaginabapoderrecibirjuntoaél.
Habíasido,delejos,elpolvomásextrañodemivida.
—Levanta—musitó,sindespegarsucabezadelbordedelabañera.
Mequedéquietatotalmentedesconcertada,conlasmanosapoyadassobre
mismuslosyconsuduromiembrotodavíalatiendoancladoenmiscarnes
internas. Respiraba profundamente por la boca, mirándole como si
estuviesecontemplandolametamorfosisdeuncapulloconvirtiéndoseen
mariposa.Y,sinembargo,seguíasiendoelmayorcapullodelmundo.
—Venga, Johanna, levanta —dijo, abriendo los ojos e incorporando su
cabeza.
—¿Qué es lo que pasa contigo? —Logré pronunciar, con la respiración
todavíaturbada.
—¿Quiereslevantartedeunaputavez?
Alhacerlo,tanrápido,sentílanecesidaddedejarescaparunquejidopor
mi boca. Aunque notaba molestias, no iba a darle el gusto de ser
consciente de ello. Me sujeté al lavabo para poder mantenerme de pie,
apoyándomesobreésteymirándomealespejoporunmomento.
Era tal mi humillación que deseaba caer inconsciente en ese mismo
momentoparaqueabandonasemiapartamentosintenerquepasarporla
incómodasensacióndemirarleniunasolavezmásalacara.
A través del cristal del espejo visualicé cómo se levantaba y bajaba su
rostroparaconcentrarseenlalaborqueejercíansusmanos,volviendoa
cubrir su entrepierna con la tela de la ropa interior y la de los tejanos.
Subiólacremallerafugazmenteyseencaminóhastalasaladeestarcuya
esenciaeradesalón-comedor.
Toqué su bíceps y me alcé sobre los dedos de mis pies para rozar sus
labios.Noobstante,volvióadesestimarmiintención.
—¿Quéhaces?—Pronunció,frunciendoelentrecejo.
—Besarte,¿quécoñotepasa?
—EreslanoviadeAlek.
—Hostia,sí—teatralicé,poniendounamuecadefingidasorpresa—.Ala
que,porcierto,acabasdefollarte.
—Porqueesloquequerías.
—¿Loquequería?—Inquirí,sinentender.
—Esloquehasqueridodesdequemeadmitistenohaberlevendidoporno
querervendermeamí,¿no?
—¿Te caíste de la cama al nacer o qué cojones pasa contigo? —Espeté,
sintiendo cómo la humillación se tornaba en una más que evidente
desdicha—.Ereslapersonamásinsensibledeesteplaneta,¿cómopuedes
pensarquetodosereduceaquerertenersexocontigo?¿¡Creesdeverdad
queelmotivoporelcualnotehevendidoesunputopolvoconelcualni
siquiera he disfrutado!? Porque permíteme decirte que ni siquiera he
llegadoacorrerme.
—Vale —respondió, mirando por toda la cocina—. Bien, dime, ¿cómo
quierescorrerte?
—¿¡Estásdecoña!?
—No, venga, dime cómo quieres correrte —contestó, con total
naturalidad.
—Empiezo a pensar que la gomina, de verdad, ha destrozado las pocas
neuronasquetenías.
—¿Quieres dejar de atacarme y decirme cómo diablos quieres correrte?
—Inquirió, con cierta exasperación—. Es sencillo. Hago que te corras y
tenemoslafiestaenpaz.Dejasdebuscarme,deprovocarme,debesarmea
lamínimaquetienesoportunidadyvuelvesaserladichosanovia,pronto
muerta,demimejoramigoyjefe.
—Notienessentimientos—susurré,conunavozquedenotabasorpresa.
—No,merijomásporvalores.
—Notodosereduceaquererteneruncontactofísicocontigo…
—¿Entonces?
Mesostuvolamiradaintentando,contodassusfuerzas,entenderme.
—Oh —musitó, de forma repentina—. Oh… —Se echó a reír, a
carcajadas, frente a mí—. ¿En serio? —Su vientre se contrajo, todavía
riéndose cómo si le acabase de explicar la mayor ocurrencia jamás
contada—.¡Nomelopuedocreer!—Apoyósusmanosaambosladosde
sucadera,sindejardereírsonoramente—.¡Yluegoelperturbadosoyyo!
—Negó con la cabeza, intentando calmar sus carcajadas. Respiró
profundamente, tensando su labio para deshacerse de la natural sonrisa.
Caminólospocospasosqueleseparabandemíyseinclinó,rozandosu
mejilla contra la mía, para hablar contra mi oreja—. Me parece
extremadamenteadorablequesientassentimientospormíyporeso,sólo
poreso,voyadarteventaja.Tedoylaoportunidaddecogertuscosasy
dejarelestado—rozólatelademiropainteriorconelpulgar,tirandoun
pocodeellaparadesviarlavistahastalazona—.Esunabonitacicatrizde
apendicitis.
—Intuyoquelaquetienestúenelesternónesporquetequitaronelputo
corazón.
Se separó de mi rostro, frunciendo los labios para disimular la sonrisa
que amenazaba, a toda costa, brotar de su boca. Deslizó la yema de su
pulgarporlacicatrizmuchoantesdequepudieseapartarsumanodeun
golpe.
—Puedequenuncalohayatenido—comentó,encogiéndosedehombros.
Toméunallaveconmimanoy,trascolocarmeunoscómodospantalones
dechándalnegrosyunasudaderablanca,leacompañéhastaelascensor.
Me miró con desconfianza, como si creyese que pensaba tenderle una
trampa.
Podía ser inhumano pero, por descontado, no era estúpido. O al menos
esopensaba…
Cuando cerré la puerta del ascensor, permitiéndole irse, me mantuve
quieta viendo cómo las puertas mecánicas se unían para el movimiento
inminente hacia abajo. Corrí escaleras abajo, como si mi supervivencia
dependiese de ello y me dirigí hasta la planta baja para abrir, con un
incesante temblor, las puertas de madera que escondían la electricidad
centraldeledificio.Busqué,enmenosdeunasmilésimasdesegundos,la
pequeña palanca del ascensor y apreté contra ella para que éste quedase
totalmente inutilizable al bloquearse un poco antes de llegar a la planta
baja.
Me di un rápido respiro, recuperando el aliento que había perdido al
intentar ir lo más rápido posible. Caminé lentamente hacia la puerta del
ascensorqueseencontrabaenlaplantabaja,escuchandocómolasparedes
retumbabanporlosgolpesquesusmanoslespropinaban.
—¡¡Johanna!!—Vociferó.
—Losiento,Pace.
No tenía mucho tiempo para llegar a la fábrica. Encerrar a Pace en el
ascensor me permitía una ventaja de, como mucho, veinte minutos hasta
quealgúnvecinosepercatasedelnofuncionamientodelaparato.
Intuíaquehabíavenidoensumoto,porloquemeasegurédepincharuna
desusruedasconlaúnicallavequellevabaencimapara,así,ganarunos
minutosmás.
Eltaxiparóenlacarreteradedoblesentidoquepermanecíaalejadadela
zonaindustrial.Miróasualrededorydespuésgirósurostrohaciamí.
—Señorita,¿estáseguraqueesaquí?—Preguntó,conciertadesconfianza
—.Sinotienedineroparamás,nosepreocupe.Peronocreoquedejarla
aquíseamuyseguro.
—Créame, es aquí —le respondí, dándole un par de billetes—. Muchas
gracias.
Coneltiempoquellevabafumandonosabíacómomicuerpo,todavía,no
había desistido en el deporte que estaba ejerciendo en lo que llevaba de
noche.Hacíatiempoquenomefumabauncigarrilloy,sinduda,ganasno
mefaltaban.
Corrí hasta la fábrica, tropezándome por el camino y provocándome
rasguños por todas partes sin ser capaz siquiera de sentir dolor por la
velocidaddemismovimientos.Mividahabíapasadodeserbasadaenla
comodidad de no hacer nada, a no parar de correr por mantener mi
aliento.
MeencontrédefrenteconColtquien,nadamásvercómohabíaentradoen
el interior de la fábrica corriendo, casi desesperada, tuvo el reflejo de
sacarelarmaquemanteníaenlapartebajadesuespaldaysujetaporla
cinturilladesupantalón.Insistióenqueleexplicasequéeraloqueestaba
sucediendoy,sinembargo,preferítenerlealejadodecualquierasuntoque
notuviesenadaqueverconsusnegociosyseguridad.
Alek había abandonado la fábrica hacía unos cuarenta minutos
aproximados, teniendo que reunirse en un diferente condado para un
intercambio.Juntoaél,Gray,MarcusyDarren.
Laúnicaopciónquemequedabaeramantenermeenlasaladedescansode
Alek,rezandoparaquellegasealafábricaantesqueBrantley.
—Sialguientepregunta,nomehasvisto—leespetéaColt,quientodavía
nohabíalogradocalmarsufrustracióndenosaberquéestabaocurriendo
—.AmenosqueseaAlek,túnomehasvisto—musité.
—Sí.
—¿Sí?
—Sí,Johanna.Loheentendido—replicó,molesto.
Empecé a abrir todos los cajones del archivador que yacía en la sala,
intentando buscar, con desesperación, cualquier documento sobre Pace
que me permitiese ganar más peso en el hipotético caso de que Alek
tuviesequevolveraentrometerseennuestrosasuntos.Dealgúnmodo,si
nolesvendía,teníaqueconseguirtenermáspesoquePace.Pero,¿cómo
demoniosibaahacereso?
—Sonmejoresamigosdetodalavida—pronuncié,altiempoquepasaba
las hojas sin descanso sobre el escritorio—. Se han confiado la vida
mutuamenteennumerosasocasionesysehandemostradolalealtadquese
tienen —seguí hablando, casi en susurros, poniéndome nerviosa por la
poca información que recibía al leer, rápidamente, los documentos—.
Cortascondenas…¿Porquécojonessontancortas?—Seguíobservando
aquél documento que parecía, a mis ojos de extraña en aquél mundo, el
historial criminal de Brantley—. ¿Cómo alguien que se encarga
físicamente de las personas no ha permanecido más de seis meses en
prisión?
—Oh,porqueestealguientienemuybuenoscontactosconaltoscargos—
escuché,desdelaotrapuntadelasala.
Paceestabaempapadoensudor,conlacamisaazuloscurodesabrochada
porcompletoyunasmarcadasvenasrecorriendosucuelloenrojecidopor
la carrera que debía haberse metido hasta llegar a la fábrica. ¿Cómo no
habíaechadoyalospulmonesporlaboca?¿Cómodiabloshabíallegado
tanrápido?
Sequedóquieto,conlosbrazoscruzados,apoyadocontraelmarcodela
puertamientrasparecíarecuperarlarespiraciónensilencio.
—Hassidomuyhábil—pronunció,dandoelprimerpasoparaadentrarse
en la sala—, aunque no te creía capaz de ser tan desgraciada como para
atreverteaencerrarmeenelascensor,teniendoencuentaqueereslaúnica
que conoce mi aversión por los lugares cerrados —siguió, caminando
lentamentehaciamí,dejandocaerlosbrazosaambosladosdesucuerpo
—. Utilizar el miedo de una persona sólo te convierte en una zorra
despreciable, Johanna —observó cómo intentaba responderle y alzó la
manoparaimpedirmeinterrumpirsudiscurso—.Pincharlasruedasdemi
motohasidounamuy,muymalaidea.Encambio,lodeencerrarmeenel
ascensor ha sido la gota que ha colmado el vaso. Has firmado tu simple
sentenciademuertealhacerlo—gruñó,todavíaconelpechosubiendoy
bajando notablemente—. ¿Y sabes lo mejor de todo? Que ni siquiera
sufrirécondenaporlotuyo.Nosólopormiscontactos,peroporquenadie
te echará de menos en este mundo —apoyó su mano sobre una de la
esquina del escritorio, contemplando cómo, con cada palabra que me
dedicaba,mispasosseagrandabanintentandomantenerladistanciaentre
nuestros cuerpos—. Ni siquiera Alek. ¿Y sabes por qué, Johanna? —Se
relamiólentamenteellabioinferior,cómosiseconcentrarseenlamersu
interna herida—. Porque encontrará a cualquier otra guarra que pueda
complacerle del mismo modo en que tú lo has estado haciendo en estos
años. Aunque, la verdad, espero que la próxima no me dé tantos
problemascomotúyquelesea,nosólolealpero,fiel—deunmanotazo,
hizo caer todos los clasificadores que había dejado yo misma sobre el
escritorio—. También sé que no te echará de menos porque, cuando se
enteredelopocoquelehasqueridoylomuchoquelehasmentido,será
natural en él —empezó a aplaudir suavemente, mirándome encontrarme
con una pared—. Enhorabuena, Johanna. Lo has conseguido tú solita. Y,
cabedecirque,teagradezcoquemehayaspuestolascosastanfáciles—
gruñó,contotalseriedad—.Nosabescuántovoyadisfrutarlo.
—HasdeesperaraAl…
—No —sentenció, seco. Sacó una navaja del bolsillo trasero de su
pantalónyconunsimplemovimientodemano,ladesenfundó—.Nohede
esperarabsolutamentenada.Túlodijisteensumomento,porqueyotelo
recordé.NecesitounajustificacióndecaraaAlek,peronoparamímismo
—apuntó con aquél filo hacia mí, encaminándose con la mayor cara de
psicópataposible—.Noseráagradable,losabes¿no?
¿Cuántas veces me había enfrentado a Pace de ese modo? ¿Dos, tres?
¿Quizámás?Entonces,¿porquéahoralascosaserandiferentes?¿Porqué
ahorasíleveíacapazdeacabarconmividaenunabrirycerrardeojos?
¿Por qué ahora sí le notaba totalmente decidido a ejercer su trabajo, sin
ningunapretensiónmásalládedeshacersedemí?
El calor estaba sofocándome por culpa de la sudadera que se mantenía
sobre mi torso. Podía sentir cómo las gotas de sudor resbalaban por
encima de mi columna vertebral, la cual me aseguraba convertirse en
cristalydescomponersecomounjuegodefichasdedominócayendo.
Eseeraelmodoenquepensabaacabarconmigo.Sinesperanza,sinamor
ysingloria.
—Loquetodavíanoséessiquieroofrecertealgolentooalgorápido—
musitó,dubitativo,aproximandoelfilodelanavajacontramibarbilla.Mi
cabezadepegócontralapared,intentandoalejarmedelaproximidad—.
Conelcabreoquellevo,nopuedoevitarquererhacerlorápido—asintió,
deslizandolanavajapormicuello.
—Aléjatedeella.
Pacesegiróhaciaatrás,aunquesucuerposeguíabloqueándomecontrala
pared. Entrecerré los ojos por un momento, sintiéndome débil y
experimentandounbrutalmareoportodoelcuerpo.
—Alek—murmuróBrantley—.Antesdequemehagassepararmedeella,
tendríamosquediscutiralgunascosas.
—Pace,hedichoquetealejesdeella.
—Deja de estar tan cegado —masculló, con un tono de enfado—. ¡Va a
venderte,haestadoenelputodepartamentodepolicíaynohacesmásque
impedirme hacer mi maldito trabajo! ¿¡Acaso te digo cuándo deberías
reunirteconArlesuotros!?¿¡Tedigocómohacerlo!?¡No!—Vociferó—.
¡Nuncamemetoentuputocargoytumalditotrabajo!¿¡Porquélohaces
tú!?¿¡Porquédemoniosnomedejashacermitrabajoqueesprotegertey
mantenerteaflote!?
—Pace,estássacandolascosasdequicio.
—Sientramosenprisión,¿creesquepodrésalvartuculo?
—Aléjatedeella.
—Esellaoyo,Alek—murmuróBrantley,conlanavajatodavíaenmano.
Alekseaproximóagrandeszancadas,tomóelbrazodePaceyloretorció
confuerzahaciaatrás.ElpechodeBrantleygolpeóelmíoporelimpulso
de Alek, en un repentino y efímero choque. Unos sencillos segundos en
losquevielodiotomarformahumanayposeerelpreciosoymonstruoso
rostrodePace.
—Ella no nos ha vendido —gruñó Alek, golpeando el trapecio de Pace
conelcodoyconsiguiendoqueéstesearrodillaseenelsuelofrenteami
tembloroso cuerpo—. ¡Tantos putos contactos que tienes para nada! ¿Te
costaba mucho llamar a Edmund para preguntarle? ¿¡Te costaba
cerciorarte de las cosas antes de precipitarte como siempre haces!? —
Vociferó,conautoridad.
Losabía…Lohabíasabidosiempre…
Aleknomehabíavistoentrareneldepartamentodepolicía.Élnuncaibaa
la ciudad y mucho menos se acercaba al centro. Siempre decía, y me
recordaba,lopeligrosoquepodíaserparaél.
Brantleynocumplíaningunaordenquenofueseunasuyapropia.
—¿¡Ellaotú!?¿¡Deverdad!?—Prosiguió,sinánimodeachantarsefrente
a lo que él consideraba, pese a ser su mejor amigo, un subordinado—.
Ella. Ahora mismo, Brantley, ella. Tú te vas a coger unos días libres…
¿Me escuchas? —Inquirió, retorciéndole todavía más el brazo hasta
escucharelquejidodePaceinstalarseenlasala—.¿¡Meescuchas!?
—¡Sí!
—Tequierolejosdeaquíduranteunasemanay,entonces,hablamos.
—Suéltame—jadeóPace,conunabrutalpaciencia.
—Admiroqueseastanlealymeenorgullecequeestésamilado,quelo
hayas estado siempre y que, mírate, pudiendo partirme la cara sin
problemas, decidas no hacerlo. Siento orgullo cuando te miro, Brantley.
Peroahoramismonoestoymirandoalmismotíodesiempre—murmuró
Alek, soltando el brazo de Pace de inmediato—. Sólo estoy viendo a un
hombre que no cree en “acción – reacción”, lo que puede complicarnos
lascosas.Vuelveenti,disfrutadeesossietedíasparatisoloyvuelveamí.
Paceselevantóconlentituddelsuelo,moviendoelbrazocondificultad.
ContemplóaAlekduranteunossegundosydesviósumiradahaciamí.Sin
embargo, para entonces, yo sólo volvía a tener ojos para Alek. Porque
quizá tenía sentimientos por Pace y no podía evitar tenerlos, pero Alek
podríahaberevitadoseguirsintiendocosaspormíytampocolohizo.
Meescogió.
Capítulonueve
Latazadecaféhumeabaentremismanos,elsilencio
de mi apartamento era cada vez más imperturbable, mis manos habían
dejado de temblar y mi cuerpo, tras unas reparadoras horas de suelo,
parecíavolverafuncionarconnormalidad.
Dejé que el cigarrillo se consumiera en el interior del cenicero tras
haberledadounaúltimacalada,extorsionándomementalmenteporhaber
dejadoquetodollegasealpuntoenelqueestábamos.Porhaberpermitido
quemisinsensatoseirracionalessentimientoshaciaPacemecondujesen
por el camino de la amargura y de la misma perdición. ¿Cómo no era,
todavía,conscientedelonocivaqueeramisituación?
Hicieseloquehiciese,trazaseelplanquetrazase,todosloscaminosme
llevabanalmismobarranco,almismoprecipicio.
Alek no había querido saber nada de mi versión, ni siquiera me había
permitidoexponermissensacionesalrespectodeaquélencontronazoen
su sala de descanso particular. Había dejado que me quedase totalmente
paralizada, pese a haberme escogido por encima de Brantley. Había
consentido que mi humillación perdurase, que mi miedo continuase
aflorandoyquemiderechodeexpresiónquedasetotalmenteanulado.
Podía intuir que sufría y podía imaginar cuán doloroso debía ser
deshacersedeBrantleyporunosdías.Sabíaqueladecisiónnohabíasido
fácilyqueposicionarmeamíantesqueasumejoramigoeraalgoqueiba
apesarlepormuchotiempo.
Aquella era la diferencia principal de Alek y Pace; ambos se regían por
valorespero,porlovisto,noerannecesariamentelosmismos.
—Necesitohablarlo—ledije,porteléfono,apagandoelcigarrillocontra
elcenicero.
—Nohaynecesidaddetratarloquehaocurrido.
—Hablaporti,Alek.Entresdías,hepodidovisualizarmimalditaesquela
cambiardefechaporsimpleshorasdediferencia.
—¿Quéesloquenecesitashablar?
—Quierosaberquéesloquepiensastú.
—¿Alrespectodequé?—Inquirió,conuntonocansado.
—AlrespectodeloquehaocurridoconPace.
—Noséquéhashechoparacabrearletanto,peroséqueélnosecomporta
asípornada.
—¿Insinúasqueleheprovocado?
—DigoquePacenotieneestaconductaporamorasutrabajoconmigo—
respondió.
—Mehaselegidoamí,¿porquétengolasensacióndequenoesasí?
—Dímelotú,Johanna.
—Noséaloquéterefieres.
—Déjalo,princesa—suspiró,cambiandosutonoporcompleto—.Ahora
mismoestoyirascible,todoparecedescontrolarseynosépordóndetirar.
Nadadeestotienequevercontigo.Teheescogidoporqueconsideroque,
porcómoestánlascosas,Pacesehapasadodelaraya—murmuró,con
unápicedeternuraensuvoz—.Notengasencuentamicomportamiento.
—Alek,yotequierope…
—Tengo cosas de las que ocuparme —me interrumpió, súbitamente—.
Como te prometí, todo irá bien, princesa. Podré protegerte y, mientras
pueda,loharé.
—Alek,tengoalgoquedec…
—Tequiero—finalizó,colgandoatodaprisa.
EraunalocurapensarenquehabíaestadoenamoradadeAlekdurantedos
mil ciento noventa días y que, en uno de esos, había descubierto tener
también sentimientos por la persona más inhumana que había conocido.
Eraunalocuradesarrollarunaindescriptiblesensaciónhaciaunapersona
que, pese a los primeros años, había estado día tras día haciéndome
imposiblelaexistencia.Eraunaverdaderalocuratenerlaintencióndeir
traslapersonaque,enmásdeunaocasión,habíaatentadocontramivida
contodalapretensióndeacabarconésta.Ylalocura,entodosuapogeo,
era aplacadora. Era tan perturbadora, tan realista y tan exigente que, sin
permitirmeserconscientedeello,meestaballevandohastaél.
Eldestino,siesqueexistía,estabaenfrentándomeamispeoresmiedos.
Observélapuertaqueyacíafrenteamí,similaraalgunadeunahabitación
de hotel. Totalmente blanca, reluciente e impecable. Tenía ganas de
acariciarlaconlayemademisdedos,desentireltactodelmaterialcontra
mifinapiel.
Golpeélapuertaconlosnudillosyesperé.
Esperéynoescuchéningúnsonidotraslapuerta,asíquevolvíagolpearla
conmásbrío.
Se abrió ante mí, habiendo escuchado una llave al otro lado y tuve que
empujarlaconlamanoparapodercontemplarlaestancia.
El cuerpo de Brantley se tambaleaba de un lado a otro de la sala que
aparecíaantemisojos.Unenormesalónqueconteníadosalargadossofás
depielnegros,unarectangularmesitadecristalyunenormemuebleenel
que yacía un gran televisor de plasma. A mi derecha, una espaciosa y
alargada cocina abierta. Y, por otro lado, a mi izquierda, un prolongado
pasillocondospuertasacadalado.
Se dejó caer sobre el sofá, sentado y tendió su mano hacia la mesita de
caféparacogerunabotelladewhiskyamedioporbeber.Lediounlargo
trago,pasándoseeldorsodelamanoporloslabiossegundosdespués.
—No es lo que cr… —Calló al ver mi cuerpo cruzar el umbral de la
puerta—. ¿Tú qué coño haces aquí? —Espetó, poniendo una mueca para
evitarsoltareleructoquesurgíaporsugarganta—.¡Lárgatedemicasa!
Cerrélapuertatrasmicuerpo,quedándomeapocosmetrosdeél.
—¡No,no,yno!¡Lárgatedemicasa!—Hizoademándelevantarsepero,
por su propio peso, volvió a caer sobre el sofá. Resopló con
exasperación,cogiendouncojínconsumanoeintentandolanzarlohacia
mí—.¡Largo!
—Hasbebido…
—¡Hostia!¡Tienespoderesmentales!—Teatralizó,tirandolabotellahacia
mí.Tuvequeagacharmeporquelabotellaibadirectahaciamicabezay,al
incorporarme, escuché cómo crujía contra la puerta y se rompía en mil
pedazos—.Putamierdadepuntería…
—Brantley…
—¿¡Qué!?
—Losiento—murmuré,sintiendoungranpesooprimirmipecho—.No
tienes ni idea de cuánto lo siento. Nunca fue mi intención tener
sentimientosporti,nuncapretendíenfrentarosatiyaAlek.Almenosno
hasta que tú empezaste a ponerme en un aprieto, coaccionándome,
metiéndomemiedoenelcuerpoy…
—¿Te verdad tienes miedo de mí? ¿Te asusto, Johanna? —Me
interrumpió,conelrostroladeadohaciamíyunamalvadasonrisasobre
loslabios.
—Sí.
—¿¡Entonces por qué cojones sigues viniendo detrás mío!? —Volvió a
cambiar su expresión facial, bruscamente. Era como hablar con las dos
máscaras de teatro, sólo que cambiando la triste por la enfadada,
manteniendopartedelafelicidaddelaotra.
—La respuesta es la misma a la pregunta por qué todavía no me has
matado.
—Diosmío,estásenferma…
—¡Admítelo por una maldita vez! —Bramé a mi turno, no dispuesta a
permitirquenoadmitiesetenersentimientos,aunquefuesenleves,pormí
—.¡Admitequesientesalgo,aunquenosepasloquees!
—Admito sentir algo, sí, espera… —Murmuró, a su turno, apoyando su
mano sobre su esternón. Desvió la mirada por todo el salón—. Ah, no,
mierda,sinotengocorazón…
—Brantley…
—Todamivida,Johanna,¡todamiputavida!,heestadobajolasórdenes
de Alek. A los quince años le decía qué hierba fumar y qué mierda
rechazar. A los diecisiete, le escuchaba con sus pajas mentales sobre el
amor que sentía por una tía que, como tú, no le era ni un poco fiel —
masculló,condesdén,sinmirarme.Susojossemanteníanfijosenloque
sus manos hacían, dándole vueltas a un mando a distancia—. A los
dieciocho, conseguía cerveza para echarnos unas risas mientras
jugábamosavideojuegos.Alosveintidós,nosmetimosenelmundoque
túconocesymepreguntabapormiopiniónatodashoras.¡Joder,confiaba
en mí! ¡Me hacía partícipe de todo! —Vociferó, de forma repentina—.
Estuve con él en todas las desgracias, salvándole el culo y recibiendo
palizas que llevaban su maldito nombre. ¡Me he encargado de todos los
quelehanpuestoenunamalaposición!¡Meheocupadopersonalmentede
todaslaspersonasqueélconsiderabaquedebíanpasarpormismanos!—
Tiróelmandoadistanciacontraelsuelo,haciendoquelaspilassaliesen
de su lugar y rodasen por el suelo de parqué—. ¿Quieres escuchar la
historia más jodida jamás contada? ¡Aquí tienes la mía! Lamento que te
parezca un insensible pero, ¿qué esperas de alguien que no tiene
absolutamente nada? —Chasqueó la lengua—. No estoy fingiendo,
pequeña Johanna. He querido matarte desde la primera vez que Alek me
dijo que le parecías un riesgo para nuestra relación. ¡Para nuestra
relación!¿Sabesloqueesosignifica?¡Significatodamiputavida!—Se
levantó,tambaleándose,paraencararseamí—.¡Alekestodamiputavida,
porqueloúnicoquehehecho,enestostreintaidósañosquetengo,esestar
a su lado! A su lado, Johanna, a su lado de verdad… Sin pensar, ni una
sola vez, en venderle. Si él cae, caigo con él. Y si tengo que morir por
él…
—No tienes que morir por él —le interrumpí, con los ojos vidriosos—.
No tienes que morir por nadie, Pace… Este sentimiento de lealtad está
acabandocontigo,contodatuhumanidad.Tuvidadeberíasermuchomás
que…
—¿Túvasadarmeleccionesdevidaamí,enmipropiacasa?—Mecortó,
consufrentepegadaalamíaymoviéndosedeunladoaotro.
—HedejadotodamividaporAlek,¿onolorecuerdas?
—Oh,esverdad—medioconeldedoíndiceenlanarizyseapartó—.La
chica con estudios que quería dedicarse a enseñar a niños pequeños.
¡Cómohepodidoolvidarlo!—Sedioungolpeenlafrente,dramatizando
—. Mal, Brantley… ¡Mal! No deberías olvidar que la novia de tu mejor
amigo soñaba con tener una carrera con la que poder hacer sentir
orgullososasuspadres.
—Loúnicoqueintentodeciresquenoereselúnicoquehaperdidoparte
desuvida,entregándoselaaotrapersonaque…
—¿Quequé?
—Quenolomerece.
—Aleklomerece—sentenció,conciertaagresividad.
—¿Porquémeodias?
Lapreguntaletomóporsorpresa,mirándomecondecepción.Chasqueóla
lenguayempezóanegarconlacabeza,altiempoquecerrabasusojospor
nopodermantenerlosabiertos.
—Esfácil,Pace—murmuré—.¿Porqué?
—Hetenidoqueescuchar,nosécuántasveces,lomuyenamoradoqueestá
de ti. Lo valiente que eres, lo bonita que eres, ¡lo buena que eres en la
cama!, el potencial que tienes en todo, lo dedicada que estás a él… ¿En
serio? ¿Tú eres todo eso y yo sólo soy su maldito sicario? —Inquirió,
molesto.
—¿EstásenamoradodeAlek?
—¿Túquémierdasfumas?
—Loquesientesporélesdevoción,Pace…
—Fue el único que se mantuvo a mi lado cuando mis padres se
divorciaron —confesó, en un susurro, encogiéndose de hombros—.
Cuando creí que la separación de mis padres estaba ocurriendo por mi
culpa, él vino para recordarme que yo no tenía nada que ver. Me dio un
hombroenelcualapoyarme,meayudóaolvidarmedelasituaciónporla
quepasabaencasayconsiguióquenomeodiaseamímismo—murmuró
—. Entonces, tras eso, me esforcé en dedicarme plenamente a él. ¿Sabes
cuántas veces he estado con una mujer en la cama y la he dejado tirada
cuando él me ha llamado, aunque fuese para preguntarme dónde coño
estaba?—Seechóareír—.Quéimbécilsoy…
—Noledebesnada,Brantley.
—Puedeser.
—Noledebesnada—repetí.
—Túnosabesnada,Johanna.
Me dio la espalda para dirigirse hasta un mueble de la cocina, sacando
otra botella de whisky todavía sin abrir. La desenroscó, observando de
reojocómomeaproximabahastaél.Tosióunpoco,traselalargadotrago
ydejólabotellasobrelaencimera.
—¿Porquénovasadescansarunpoco?
—Noestoycansado—masculló,cerrandounojoconfuerzaparaintentar
mantener el otro abierto—. Pero tú podrías tumbarte en mi cama, si
quieres—apoyósumanosobreunodelosladosdemicadera—.Podrías
iramihabitación,quitartelaropayesperarme—inclinósurostrohacia
micuelloperomeseparé—.Aunque,eh,teavisoparaqueluegonomelo
eches en cara… ¡Hip! —Sacudió la cabeza, tosiendo un poco después—.
Quizá, ya sabes… Puede que no se me levante y, entonces, sea igual de
desastroso que la vez en tu cuarto de baño. ¡Bueno! ¡Desastroso para ti!
Porqueparamíestuvobien.
Alcé mi mano derecha y acaricié su mejilla izquierda con suavidad,
mientras mi mano izquierda rodeaba la botella y la deslizaba por la
encimeraconlaintencióndesepararladeél.
—Eres la persona más desagradable que he llegado a conocer —
murmuré, ante sus imperturbables ojos grises—, pero no concibo una
vidasinti.Yaseaenéste,vuestrohorrorosoytensomundo,oenotro…
Eres la única persona que me ha llevado a enfrentarme a mis miedos,
provocandoque,dealgúnmodo,algoimparablenazcaenmí—mipulgar
acariciósucomisuraizquierda—.Tehetenidotantomiedo,Brantley.Te
sigoteniendotantomiedo…
—Jo’…
—Peromeheenamoradodeesemiedo—mascullé,cortándole—.Mehe
enamoradodelatensión,debuscarteaunqueseaparadescubrirteapunto
dematarme,apuntodearrancarmeelúltimoaliento—acerquémislabios
a los suyos, rozándolos con extrema suavidad—. He muerto más de una
vez por ti, porque he ido muriendo a cada encuentro con tu lado más
inhumanoymeheenamoradodeesesentimiento.Ysimeheenamorado
delacruzdeestamonedaqueeres,dudoquenopuedaenamorarmedela
caradeella.Siempretehasreservadolobuenoparati,nolohagasmás—
le pedí—. Compártelo conmigo ahora que sabes que he aceptado, he
deseadoyhecaídorendidaantelapeorversióndetimismo.
—No me encuentro bien —musitó contra mis labios, separándose de mi
rostro—.Voyairami…Mevoyaecharunrato—anunció,rozandola
puntadesunarizconlamíaalsepararse.
Trasrecogereldestrozodelsalónyla
entrada del apartamento, cerciorándome de que ningún cristal
permaneciese en el suelo y el líquido hubiese sido absorbido por el
mocho,medejécaerenelsofáensilencio.Cerrélosojosymepregunté
quéesloquemehabíallevadoaentregarme,deesemodotandescarado,a
unapersonaquenotomaríaenconsideraciónningunademispalabras.Me
cuestioné, desgraciadamente para mí, por qué le había declarado mis
sentimientosdeformatanabierta.Porquenosetratabadedecirlequeno
vendería a Alek para no venderle a él, no. Se trataba de que acabara de
decirle cuánto me había enamorado, aun queriendo matarme, aun
intentando hacerlo, de la peor parte de él. ¡Asegurándole enamorarme
tambiéndesuotracara!
Escuché el sonido de alguien golpeando a la puerta con prisa y decidí
ignorarlo.Noeramicasa,porloquenomecorrespondíaamíabrir.Y,
sinembargo,dadalainsistencia,terminéporhacerlo.
Una mujer de pelo castaño, recogido en un decente moño, apareció ante
mí poniendo exactamente la misma cara que debía estar poniendo yo
misma.Frenteaella,unapequeñaniñaconunlargocabellorizadorubioy
unos alargados ojos de un apagado azul, vestida en un divertido mono
floralverde.
—Vaya,¿unanuevacuidadora?—Pronunció,mirándomedearribaabajo
—.Unpocojoven…—Siseó,alargandoelcuelloparamirarpordetrásde
mí—.¿Estáocupado?
—Pue…
—Noimporta—dijo,interrumpiéndome—.Dilequenopodrérecogera
la niña hasta mañana por la mañana, por lo que intente aplazar sus
negociosparaentonces—seagachóparabesarlacabezadelaniña,que
memirabafijamentealosojos—.Pórtatebien,cielo.Mamátequiere—y
tal cual demostró sus sentimientos a la niña, caminó de prisa hasta el
ascensor.
La niña pasó por al lado de mi cuerpo, dejando caer, sobre la alfombra
quepermanecíabajolamesitadecafé,supequeñamochilaazul.Miróasu
alrededor, mientras yo me ocupaba de cerrar la puerta y no ponerme a
gritardeformahistéricapordescubrirquePaceera…No,nopodíaser.
¡Seríasusobrina!
—¿Dóndeestámipadre?—Preguntó,cruzándosedebrazosymirándome
conseriedad.
No.
Esaniñaeradignahijadesupadre.
—Hola—murmuré,sinsabermuybienquedecir—.¡Hola!
—Hola.
—SoyJohanna—mepresenté,tendiéndolelamano—.¿Ytúeres…?
—SoyOlivia.¿Dóndeestámipapá?—Volvióapreguntar.
—Verás,preciosa,tupadrenoseencontrabademasiadobienasíqueseha
echadoadormirunpoquito.Pero,siquieres,puedoiradespe…
—¿Noerescuidadora?
—No,cielo—lerespondí,sincera—.Soyunaamigadetupapá.
—¡Oh!
Surostroparecióiluminarseipsofacto.Debíaestarcontentadenoacabar
enmanosdecualquiercuidadora…
—¿Tegustanlasmuñecas?—Preguntó,abriendolamochilaysacandode
ella un peluche de un caballo blanco—. Porque, en mi habitación, tengo
muchas. Podríamos hacer un salón de belleza y peinarlas a todas —
sugirió,acariciandoelpeluche—.Laquemásmegustaesunaquetieneel
pelocomoyo.Papádicequetengounpelomuybonito.
—Lotienes.
—¿No entiendes mucho mi idioma? —Preguntó, ladeando un poco el
rostro.
Siesquesemovíandelmismomodo…
¿¡Por qué acababa de enterarme de que Brantley Pace, el hombre más…
delmundo,teníaunahija!?
—Sí, cielo, lo entiendo —respondí, con una sonrisa, restándole
importanciaamiestupefacciónporeldescubrimientodelaexistenciade
esaniña.
—¡Genial!¿Jugamos?
Oliviamepresentóasustresmuñecaspreferidas.Ellamismahabíacreado
lahistoriadequeesastresmuñecas,respondiendoanombresdeprincesas
talescomoElsa,EsmeraldayRapunzel,habíandadolavueltaalmundoen
el interior de una enorme barca rodeadas de luciérnagas. Habían nadado
con delfines, se habían enfrentado a grandes y difíciles oleajes y habían
vividounsinfíndeaventuras.
Cuandolepreguntésinoteníanningúnapuestopríncipe,surespuestase
resumió a “papá no deja que las princesas tengan cualquier sapo de
pareja”,porloquemeechéareíracarcajadas.
Noestabatanequivocadacuandomeafirmabacapazdeenamorarmedesu
mejor versión de él. O, quizá no mejor pero, sencillamente, su otra
versión.
—Entoncesahoratienenqueprepararseparairalabodadeotramuñeca,
que antes era amiga de ellas pero se convirtió en mala —me explicó,
tendiéndome a una de las muñecas para que la sujetase—. Ellas son
buenas,notramannadamalo,sólovanairalabodaparademostrarque
nohayqueenfadarsedurantemuchotiempo.Mamádicequesiteenfadas
muchotiempotesalenarrugas—comentó,sintenerencuentamireacción
alrespecto—.Túnoteenfadasmucho,¿no?Porquenotienesarrugas.
Notardómuchoencansarse,comoerapropioenunaniñadesuedad,del
mismojuego.Sedirigióasuhabitaciónymetrajodosgrandescuentos.
Se acomodó a mi lado, en el sofá y apoyó su cabeza contra mi vientre,
listaparaescucharcómoleleíaaquélcuento.
Sonreí al ver el nombre. Johanna en el tren, era un cuento de creación
artísticasobreunpersonaje,unacerditallamadaJohanna,queavivabala
imaginacióndelosniñosalusarlosviajesentren,eldescubrimientode
otroslugaresyotraspersonas,enbuscadelapropiaidentidaddelpeculiar
personaje.
Estuvounbuenratodedicándoseaseñalarmedibujosdellibro,riéndose
con toda la naturalidad del mundo aun sin saber con quién trataba y
desconociendo lo horrorosa que había llegado a ser con su padre. Sin
embargo,ahíestaba…
Rodeándomeelbajovientreconunodesusbrazos,conlacabezaapoyada
sobre mi abdomen, divirtiéndose y divirtiéndome a mí. Con total
naturalidad, como si ya existiese un vínculo previo y con seguridad. Se
sentía segura a mi lado y, curiosamente, a mí me pasaba lo mismo con
ella.
Sequedódormidasobremíyfuiincapazdelevantarmepeseanecesitarir
al baño. Seguí acariciando su largo cabello rizado, escuchando cómo su
respiración se tornaba profunda y, en ocasiones, dejaba escapar algún
pequeñobufido.
Escuché una de las puertas del pasillo cerrarse y levanté el rostro para
poderintentarexplicarmeantesdequePacevolvieseasereloscuroente
conlafijacióndeacabarconmivida.¡Yahoraconmotivos!
Yyoaquíconsuhija…
—Joha…—Semantuvocallado,llegandoalsalón—.Oh,mierda…Había
olvidadoquemetocaba…
—Tranquilo —hablé bajito—. Tu mujer se ha creído que era una
cuidadora.
—¿Sí?—Caminódespaciohastaelsofáenelquenosencontrábamosyse
quedó de cuclillas frente al rostro durmiente de ella. Lo acarició con el
pulgaryseinclinóparadepositaruncálidobesosobresucabeza—.Miex
mujeresunaarpía—suspiró—.Nisiquieraesmiexmujer.
—¿Nosellevabiencontupareja?
Pace esbozó una natural sonrisa, llevándose una mano a la frente y
presionandoconfuerzacontrasuspropiassienes.Tomóasientosobreel
reposabrazosdelsofá,acariciandolapieldesnudadeunadelaspiernasde
su hija, mientras su otro brazo descansaba por encima del respaldo del
sofá.
—¿Mipareja?—Inquirió,conlamismasonrisa.
—Lachicaqueconocisteenelhospital.
—Lachicaqueconocíenelhospitaleslachicaqueestádurmiendosobre
ti.
MisojossedesviaronhaciaOliviaeintentédisimularlaestúpidasonrisa
demicara.
Oliviaeraelamordesuvida.
—La conocí en el hospital el cinco de septiembre de hace ocho años —
murmuró,sinpoderlequitarlosojosdeencima—.Ibaensilladeruedas
por culpa del disparo y la enfermera la puso en mis brazos. Sé que los
bebésnovenunamierdaalnacerperoellamemirabafijamentealosojos
—explicó, deslizando sus dedos con mucha suavidad por encima de la
piernadeella—.Ytejuroqueséquemeveía.
—¿Porquénomedijistequeteníasunaniña?
—¿Quérelevanciatiene,quéhubiesecambiado?
—Puede que no hubiese pensado que eras tan insensible —comenté,
encogiéndomedehombros.
—Serinsensibleesalgoqueseescoge.Escomoalgoquepuedesactivary
desactivar.Yocurrelomismoconmitrabajo—respondió,enunsusurro
—.Cuandollegoacasa,nosoyelPacequeconoces.Soyel…papá.
—Elpapá…
—Unpapá,sí—volvióadecir,conunasilenciosarisa.
—Unpapáresultón.
—¿Sí? —Alzó su mirada hacia mí, sin perder aquella silenciosa sonrisa
quenohacíamásqueinvitarmeasuplicarlepormiexistenciayparaque
eltiemposedetuviese—.Gracias—susurró—.Aunque,yaves…Sólosoy
buenoenmitrabajo.Nisiquierameheacordadoque…
—Estásmal,Brantley.Noestáspasandoporunbuenmomento.
—¿Sabes por qué sólo temo a los espacios reducidos? —Pronunció, sin
quererindagarenloqueacababadedecirle.Neguéconlacabezaantesu
intensa mirada—. Porque no quiero inculcar a mi hija ninguna clase de
temor. Es cierto que le tengo pánico a los sitios cerrados pero… Verás,
esoesalgoquesólotúsabes—siseó—.Antetodoelrestodepersonas,no
letengomiedoanada.
—Sí,esloqueparece.
—Porque es lo que quiero que parezca. No quiero que Olivia le tema a
nadaeintentoqueseaasí,peseasusjóvenestemoresdemonstruosdebajo
de la cama, monstruos en el armario, monstruos en la bañera… —
Enumeró, poniendo los ojos en blanco—. Mi trabajo me hace insensible
porquenecesitoserlo,necesitonosentir.
—Pero,¿yfueradetutrabajo?
—Sientocosaspormihija—contestó,serio.
—Separeceati.
—Yesperoquesigasiendoasí.
Selevantóparairalacocinaymequedémirandoalapequeñaqueseguía
totalmente dormida sobre mí. Acariciaba su suave cabello sin cese, sin
cansarmedelsedosotacto.
Pace se acuclilló ante nosotras, llevándose una pastilla a la boca y
bebiendountragodeaguadeunvasoque,trashacerlo,depositósobrela
mesitadecafé.
—Voyallevarlaasucama.
—Nomemolesta—dije,queriendopermanecerasí.
—Tienesqueirtedemicasa,Johanna.Nopuedesestaraquí.
—Todavía tenemos cosas de las que hablar. Seguramente no recuerdes
muchode…
—Lo recuerdo todo —me interrumpió, tajante—. Por eso tienes que irte
decasa.
PasólosbrazosconcuidadoporelcuerpodeOlivia,tirandodeellacon
suavidady,antelospequeñosquejidosdeella,selallevóalosbrazos.La
cogióenpeso,incorporándoseconcuidadoydepositandountiernobeso
sobre el hombro de la pequeña, cuyas piernas caían a ambos lados del
cuerpodeél.
—Venga,levanta—murmuró.
—Pero,¿hablaremosenalgúnmomento?
—Sí.
Melevantéymeacompañó,conlaniñaenbrazos,hastalapuertadecasa.
Noqueríairmedeahí,noqueríairmeyperderlavisióndeunBrantley
totalmentediferente.
Sabíaquetodoelmundoteníasentimientos,inclusoalguiencomoéldebía
tenerlos.Peronuncahubieseimaginadoque,ymenosensucaso,fuesena
sersentimientostannaturales,racionaleseindestructiblescomoeranlos
sentimientoscreadosporelvínculodeunpadreyunhijo.
Miréhaciaelpasillodelpisoycuandomegiréhaciaelapartamentoque
estaba abandonando, recibí el contacto de sus cálidos labios contra mi
propiaboca.Presionócontramislabiosduranteunossegundos,sujetando
conunamanolacabezadeOliviayconsuotrobrazoaguantandoelpeso
deltraserodeella.
Los movió con mucha lentitud, haciendo ademán de intensificarlo pero
dejándoloenuncálido,conmovedoreimpresionantebeso.
—Gracias—susurró,contramisentreabiertoslabios.
Cerró la puerta con suavidad frente a mi alucinada expresión y me dejó
conelaleteodecientoscolibríssobrevolandoelinteriordemiestómago.
Capítulodiez
Dejécaerelteléfonomóvilcontraelescritoriodemimesa,escuchandoel
murmullodeloschicosajenosaloqueocurríaenmisalaparticular.Ledi
vueltas al teléfono con la mano, mientras me llevaba el cigarrillo a los
labiosy,trasunaprofundacalada,loaplastabacontralamismasuperficie
delescritorio.
Desvié mi mirada hacia el informe que Curtis me había traído pero no
encontrabalasganassuficientesdeabrirloydescubrirsuinterior.Poruna
parte quería creer que la suerte, por una vez en todos estos meses, iba a
estardemilado.Sinembargo,algomeasegurabaestarequivocado.
Laintuiciónnoeralomíoynuncalohabíasido.Eraporesemotivoporel
que contaba con tantas personas a mi alrededor. Unidos por una misma
causa, unidos ante el odio que le teníamos a una sociedad que, mucho
antesdenuestrashazañas,sehabíaconvertidoencorrupta.Sinduda,era
unacorrupciónquetambiénnosbeneficiaba.
Recordaba haber sido un crío con un montón de ilusiones, deseos de
convertirme en un hombre de provecho como mi padre o en una imagen
popular y apoyada por la gran mayoría. No habían pasado tantos años
desdelaacumulacióndeesossueños,aunquehoyendíafuesenunosmeros
recuerdosperdiendocalidadysonido.Lacorrupciónmeirritabaperomás
lohacíalahipocresía.
Había logrado vivir mano en mano con la deshonestidad y el
envilecimiento, pero seguía sin ser capaz de armarme de valor y
enfrentarmealahipocresía.
—Alek—Coltaparecióporlapuerta,trashabergolpeadotresvecescomo
biensabíateníaquehacer.Alcémicaraparamirarle,expectativoasaber
cuál era el motivo por el que me interrumpía—. Marcus ha conseguido
ponerseencontactoconTrevor.Dicequeestádeacuerdoparaunareunión
deúltimahorayquesiloqueleproponesescierto,estaráencantadode
trabajarcontigo.
—Esoesunabuenanoticia.
—¿Necesitasalgomás?
—¿Sabes algo de Johanna? —Le pregunté, intentando no parecer
preocupado.
—Dennislahaestadosiguiendo—respondió,conseriedad—.Saliódesu
apartamentoporlamañanaydebehabervueltohaceunosminutos.
—¿Adóndehaido?
—LaviosalirdelbloquedePace.
—Entendido—musité.
—EstaréconGrayechandounosdardos.¿Quieresunirte?
—Envezdeponerosajugar,¿porquénovaisalestrechoyoscercioráisde
lacantidadreunidaenestosúltimosdías?
—Hecho,jefe—asintió,despidiéndoseconunbrevemovimientodemano.
Escuchélapuertacerrarseconsumocuidadoyacariciéelinformeconmi
manoizquierda.Mearmédevalor,cogiendounagranbocanadadeairey
tiré de la primera página para observar las imágenes en un ampliado
tamaño.Enblancoynegro,meconcentréamirarenelencuentrobajoel
puentellevadoacaboporBrantleyyJohanna.
Todoapuntabaaunaconfrontaciónfísicaentreellosymicolega,alquele
había confiado hasta mi vida, se mostraba mucho más que cabreado.
Recordaba su escueta llamada pidiéndome encontrarme con él, en aquél
lugar,sinsabersiquieraqueJohannanosacompañaría.
Élpermanecíaconelcascosobrelacabezay,enotrasimágenes,parecía
habérseloquitadotiempodespués.
Pasé la siguiente imagen, viendo cómo Pace la inmovilizaba contra la
mugrienta pared decorada por llamativos colores y dibujos. Su frente
pegada a la de ella, como siempre cuando se encaraba y se enfrentaba a
laspersonas.Lehabíavistoenmásdeunaocasióndeesemodo,eraalgo
quesimplementenacíadelabor,desusinstintosmásprofesionales.
Ahogué un pequeño gruñido descubriendo la siguiente fotografía,
observandoalapersonaalaquehabíaintentado,nosóloprotegerpero,
querer por encima de todo. La persona a la que había escogido cuando
Brantleymepidióhacerlo.Meexigióescogeryescogíalapersonaque,en
esaimagen,estababesandoamicompañerodevida.
Cerré la mano en un puño y golpeé la superficie de mi escritorio,
haciéndolovibrarbajomiagresividadrepentina.
Me llevé el pulgar a los labios y lo mordisqueé intentando pensar con
claridad por unos momentos. Tenía que pensar con claridad si no quería
convertirmeenlapersonaquehabíaestadoevitandoquemecorrompiese.
Porque el exceso de poder era un peso que costaba llevar sobre los
hombros.Pero,sinduda,erapeorelpesoqueahoracargabasobremí.El
peso de haber sido un ciego que no había querido ver o contemplar la
posibilidaddequeaquellaconfrontación,entreambos,ibamuchomásallá
delodioqueasegurabanprofesarse.
—Prepárameelcoche—ledijeaColt,colocandolachaquetademitraje
sobremishombros—.Vamosalaciudad.
—¿Qué?—Coltmiróelautomóvilydespuésmemiróamí—.Estábamosa
puntodeiralestrecho,comomehas…
—Cambiodeplanes.
—Alek,iralaciudad…
—¿Vas a seguir poniéndome pegas a todo lo que te diga? —Inquirí,
sintiendolamolestiaqueseexpandíasobremifrentealtenerelentrecejo
fruncidohastaelpuntodeserincapazdepensarconclaridad—.Hedicho
queprepareselcoche.
—Estaráendosminutos.
—Esperaréfuera,fumando—leinformé.
Lapreguntadecómohabíallegadoalasituaciónenlaquemeencontraba
enesemomentoeralamásbásica.Prefería,adecirverdad,preguntarmesi
setratabadealgúntipodepruebadivinaqueDioshabíapreparadopara
mí.Y,sieraasí,pensabaalzarmidedocorazónalcieloygritarleunpar
decosasentodoslosidiomasquesemeocurriesen.
Eltemadelasarmassecomplicabaalpasodelosdías,teniendoalosde
Roosevelttrasnosotrosconimpaciencia,requiriendoloquehabíanpagado
por adelantado y nosotros no hacíamos más que esperar su encargo,
provenientedelestedelpaís.
Subílaventanilladelcochetrastirarlacolilladelcigarrilloporahí.
—¿Adóndevamos,Alek?—PreguntóColt,desdeelasientodelconductor.
—LlévamealapartamentodeJohanna.
—Bien.
Fijé mi mirada a través de la ventanilla, observando lo mucho que la
ciudadmeparecíahabercambiadodesdelaúltimavezquememovíhasta
ella.Lamayoríadevecesquelacontemplabasolíaserparaalejarme,lo
más posible. Y sin embargo, tras el informe de Curtis, estaba
adentrándomeenellaparallegaralapartamentodelamujeralaquele
habíaentregadomicorazónsinningúntipoderecelo.Unamujeralaque,
irónicamente, había salvado de las manos de mi incompasible mejor
amigo.
Yo debía haber estado ciego pero ella debía haber pensado que, más que
eso,ademásdebíaserimbécil.Conlorealqueeseldichodequealfinal
todosesabe…
Acababa de descubrir que Johanna era una suicida, una persona que
tomabaasientoenprimerafilaparaobservarladegeneracióndesupropia
persona.Quedisfrutabaobservandosupropiadecadencia,queansiabaver
consuspropiosojoseldecliveporelquesedecantaba.
—¿Alek?—Sesorprendióalvermefrenteasupuertayyocontemplécómo
tragabaloquefuesehabíaestadomasticando.Noseesforzódemasiadoen
dibujarunailusionadasonrisaensupreciosacara.Erapreciosay,desde
siempre, demostraba haber sido inteligente. Al menos hasta ese momento
en el que Curtis tomó las fotografías—. ¿Qué haces aquí, cariño? —Me
preguntó,invitándomeaentrarensuapartamento.
Hacía tanto tiempo que no pisaba su apartamento. Había pasado tanto
tiempodesdequeestuveenunoporúltimavez.
Mividasehabíabasado,durantelosúltimosaños,ensiniestrosytétricos
interiores de fábricas abandonadas. Y ni siquiera Ikea conseguía que
pudiese ver esos lugares como mi hogar. Aunque no tuviese ningún otro
ladoenelquecaermuerto.
—Princesa —murmuré, cuando cerró la puerta tras mi cuerpo—, ¿cómo
estántuscostillas?
—¿Mis costillas? —Rodeó mi cuello con sus brazos, mirándome sin
entender.
—Sí,yaséquehanpasadodíaspero,dime,¿cómoestán?
—Yanotengomolestias,siesaesoaloqueterefieres.Logrérecuperarme.
—Sí—murmuré,conlasmanosaambosladosdemicuerpo—.Debióser
unadurapared,¿verdad?
—Loera.
—Porquedesechamoslaideadequetelohubiesehechoalguien,¿verdad?
—¿Por qué estamos hablando de esto? —Preguntó, con desconfianza y,
aun así, sin dejar de rodear mi cuello—. Estoy preocupada por tu
apariciónporaquí.Siemprehasdichoque…
—Pacefueelqueprovocóeldesgarredetumúsculo,¿verdad?
—Pacehahechocosashorrorosasalolargodesuvidape…
—Johanna—mascullé,frunciendoelentrecejoyentrecerrandomisojos—.
Dejadetomarmeporgilipollas.
Deshizoelcontactodesusmanossobremicuelloymishombros,dandoun
paso hacia atrás con más desconfianza. Sin embargo, su respuesta brotó
por la mera expresión de su rostro. Una expresión a la que estaba
acostumbrado,aunquenofueseenella.Unaexpresióndeculpabilidad.
—¿Porquénomelodijisteantes?
—Porqueestumejoramigo—respondió,consequedad.
—¿Porquénomelodijisteantes?
—Acaboderesponderte,Alek.
—No, acabas de darme la respuesta que crees que quiero recibir. Ahora,
dimelaverdad,¿porquénomelodijisteantes?—Repetí,conteniéndome
paranogolpearsucaraconmispropiosnudillos.
—Porqueselodebía.
—¿Selo…?¿Quémierdassignificaeso?—Antemí,elmayordesconcierto
delahistoria.
—LascosasconPacenohansidofácilesenlosúltimosdías,nisiquieraen
los últimos meses lo eran. Siempre hemos estado discutiendo,
encarándonosmutuam…
—¿Por qué se lo debías? —Pregunté, sin ningún interés en que me
definiesequéclasederelaciónestabateniendoconmimejoramigo.
—Brantleytemintióynomequedóotraquementiramiturno.Élquería
quedesconfiarasdemí,queríaqueleordenasesylediesesluzverdepa…
—Odejasdeirteporlasramas,olascosassepondránfeas—leadvertí.
—Nuncaabusódemí.
Lapersonaqueteníaantemisojosnosóloparecíadisfrutardesupropio
declive,sinoquehabíabuscadoqueaquelloocurriese.
Mellevéunamanoalafrente,sintiendocómomirespiraciónempezabaa
acelerarse al sentir unas inmensas ganas de ponerme a gritar y, así,
conseguirquetodamifrustraciónycabreoseevaporaseporcompleto.
No,noibaaconseguirlo.
—¿Mentiste?
—Alek—susurró,dandounnuevopasohaciaatrás.
—¿¡Medejastedarleunapalizaporunamentira!?—Vociferé,sindarme
cuenta.
Vi cómo su cuerpo se sorprendía por la magnitud de mi voz, mirándome
cómo si estuviese ante una gran pantalla y estuviese siendo testigo de
cómo una película de miedo llegaba al gran desenlace final. Y no era
precisamenteunbuenfinal.
—¿Sabescuántomie…?
—Niseteocurrahablar—anuncié,conlosojoscerrados.
—¡Tienesqueescucharme!
—¿¡Cómoque“tengo”!?—Losvolvíaabrirparacontemplarla,asustada
antemí—.¿¡Quégilipollezesesadedecirmeloquetengoonotengoque
hacer!? ¡Que haya sido justo contigo no me convierte en tu estúpido
monigote al que puedes ordenar absolutamente nada, Johanna! ¡Te has
aprovechadodelasituación,tehasescondidobajotuputoargumentodel
miedo para…! —Mordí mi labio inferior con rabia, si no empezaba a
calmarmelascosasibanaponersedemasiadofeas.
—Noheusadoelargumentodelmied…
—¡Que besaste a Brantley! —Espeté, desesperado—. Así que, o eres
masoquista, o simplemente eres gilipollas si crees que voy a seguir
creyéndomelamierdaesadequeletienesmiedo—empecéacaminarpor
lasaladeestar,observandoelmobiliarioaunquenoleestuvieseprestando
ninguna significativa atención—. Tanto miedo no debes tenerle si le
besastebajoesepuente,inclusocuandotegolpeóyseenfrentóati.¡Qué
coño! ¡Tanto miedo no debes tenerle si has ido a su apartamento hoy
mismo!
—¿Mehas…?
—¡Por tu seguridad! —Volví a sentir que mi voz aumentaba de tono—.
¡Claro que te he puesto seguimiento! ¿Por quién coño me tomas? ¡Con
todas las miradas que tenemos encima…! ¿Pensabas que dejaría que
abandonases la fábrica sin ninguna seguridad por mi parte? —Resoplé
profundamente, iba a darme algo—. Aunque imagino que te debes sentir
másseguraconBrantley,¿no?Élescapazdemataraalguiensinningún
tipodeescrúpulosysinningúnpesoenlaconscienciaporello.¿Esoeslo
que te gusta de él? —Le pregunté, sin necesidad de obtener ninguna
respuesta—.Dime,¿esesoloquetedamorbo?
—Notienesniideadenada,Alek—espetó,dirigiéndosehastalacocina.
Sóloteníaunaclaraideaenlacabezayaellanoleibaagustar,asícomo
amímismotampocomeagradaba.
Seguísuspasossintiendoquenodebíapermitirleanadiedarmelaespalda
de ese modo. En lo más profundo de mí sabía que no podía tratar a
Johannacomolosdemás,porqueellanoformabapartedeesemundo.Al
menosnodeesaforma.
No obstante, no podía perder el sentimiento que corroía mi cuerpo desde
quehabíavistonacerminegocio.Desdequelohabíavistodesarrollarsey
crecer, convirtiéndose en lo único que me quedaba. En lo único que me
importaba.
Porque,desgraciadamente,ellayanoparecíaimportarmedelmismomodo.
¿Paraqué?
—Nomedeslaespalda—gruñí,intentandotomarsubrazo.
—No me toques, ¿eh? No así —respondió, girándose bruscamente hacia
mí.
—No soy yo el que te ha puesto la mano encima de forma indecente —le
recordé,intentandonomostrarloalucinadoqueestabaporsutrato—.Ni
soyyoquientehagolpeado.
—Perointentasdarmeórdenes,envezdeintentarenten…
—¿Entender? —Enarqué una de mis cejas—. ¿Entender? —Volví a
formular—.¿¡Quécoñoesloquetengoqueentender!?
—¡Intentédecírtelo!
—¿¡Elqué!?
—¡Quesentíacosasporél!—Largó,conunagudosonidoalterminarsu
frase.
Aquella confesión quedó suspendida a nuestro alrededor y mi cabeza,
aunque estuviese dentro de sus cabales, intentó concentrarse en la
posibilidaddequenofuesereal.Queesaconfesiónnoestabacargadade
realismoysetrataba,consuerte,deunsencillosentimientomomentáneo.
Había recibido puñetazos, algún que otro corte mal parado y, aun así, lo
más doloroso había sido escucharla admitir tener sentimientos por
Brantley.
—Nosécuándoempezaron,noséporquémotivoyyaséqueestotalmente
surrealistadespuésdetodoloquehevividoconél,pero…—Secalló,al
ver que ni siquiera estaba reaccionando a su explicación—. Alek, no es
algo que he escogido porque de haber podido no lo hubiese hecho. De
haber sido algo premeditado, no hubiese sucedido. Ni siquiera yo misma
logro entender por qué diablos tengo estos sentimientos por él, por su
desalmadoydespiadadoser.
Le di la espalda por un momento para cerrar los ojos y respirar
profundamente. No había nada que fuese a calmarme en ese momento, ni
siquieralaideadepodermandaracualquieraquenofueraBrantleypara
acabar con ella me tranquilizaba. Mi mano izquierda, con la que más
habilidadteníadesdecrío,tomóunodeloscuchillosdelacocinayapretó
elmangoconfuerza.
No…Noteníavalorsuficientecomoparainfringirleningúntipodedolor
aunqueladecepciónmellevaseaello.EraincapazdeimaginaraJohanna
sufrir por mi culpa, sobre todo en un ámbito físico. Sin embargo, ser
incapaz me convertía en una persona débil. De órdenes débiles, de un
mandato que podía fracturarse por mi poca capacidad para tomar el
mandodecuestionescomoésa.Sicontinuabasiendotandébil,tanincapaz,
mi negocio se derrumbaría sobre mí. Mas, por lo visto, no podía seguir
contandoconBrantleydelmismomodo.
Moviendolamanoconunaabrumadorarapidez,elfilodelcuchilloentró
en contacto con el bajo vientre de ella. Seguía llevando esos anchos
pantalonesdechándalnegros,conlacinturillatotalmentedadadesí,los
cualesnoprotegíanpartedeesapiel.Ahogóungemido,llevándoselasdos
manosalazonayyodejécaerelcuchilloalsuelo.Elpulsodemicuerpo
sehabíaaceleradonotablementeypudeinclusopercibirunligerotemblor
usufructuarmimanoizquierda.
Sóloporunossegundoscontemplésuazuladayoscuramiradaperderseen
la mía. Con sus labios abiertos y el inferior temblando, sus rodillas
tocaron el suelo al tiempo que empezaba a gimotear en silencio,
suficientementebajocomoparaquenisiquierayofuesedemasiadotestigo
deello.
—Cuandoteclavanuncuchilloporlaespaldasóloexistendosopciones—
murmuré,sinpensarloapenas—.Arrancárteloyempezarapreguntartepor
quéhaocurrido,oarrancárteloyusarlo.
Cerrélapuertadelcocheydejécaerlacabezahaciaatrás,acomodadoen
los asientos traseros del automóvil. Colt bajó el volumen de la música,
levantandolamiradahaciaelretrovisor.
—¿Todobien,jefe?—Preguntó.
—Sí.
Puso el coche en marcha y empezó a conducir en silencio. No obstante,
había algo que no me estaba gustando del trayecto. La canción Goodbye
my lover de James Blunt estaba siendo retransmitida por la radio y me
parecíadelomásabsurdoposible.
—Apagalaradio,Colt.
—Meencantaestacanción—replicó,quejoso.
—Noquieromúsica.
—Está bien, jefe —finalizó, a regañadientes, poniendo final a aquella
manipuladoramelodíaque,definitivamente,yahabíatomadolugarenmi
cabeza.
Cuandolleguéalafábrica,mefuidirectohastalasalaparaprepararme.
Yo ya había comido antes de que Curtis trajera el informe y tenía el
estómago demasiado revuelto como para sentarme con mis chicos y
disfrutardeunacerveza.
NopodíacreermequehubieseinfringidouncorteenelcuerpodeJohanna.
No podía creerme haber sido capaz de llegar a tal extremo con la única
intencióndehacermevalerpormímismo.¿Aquiénqueríademostrarleque
no necesitaba a Brantley para ocuparse de las personas? Bastaba con
demostrármeloamímismoy,peseaello,nomehabíagustadotraspasar
aquéllímitequemediferenciabadeél.Aquellafinalíneaqueseparabasus
formasdelasmías.
No…Enuntrabajocomoelmío,esloquedebíahacerse.Escomodebía
hacerse.Siseguíadubitativoantetodo,dependiendodelfísicodemimejor
colega, mi gloria no llegaría. Y, en el caso contrario, de llegar, se
esfumaríacomoelhumodelcigarrillo.
—Edmund—pronuncié,dejandoelteléfonosobrelamesa,anteelmanoslibres.
—Eh,Alek.¿Quépasa?
—Unproblemadeúltimahora.Dime,¿cómopuedohacerparaencerrara
alguiensinquemerelacionenconélosusdelitos?
Edmundsequedócalladoeimaginéquenopodíahablardeelloenellugar
enelqueseencontrabaalllamarle.Esperépacienteaquerespondiera.
—¿Aquéterefieres?—Preguntó,enunsusurro.
—Quieroqueunodelosmíoscumplacondena,sinquetengarelacióncon
misnegocios.
—Sabesqueesoesmuycomplicado,¿no?
—Teestoypreguntandoporalgúnmotivo,Ed—suspiré.
—Depende,tendríaquemirarsuhistorial—respondió,asuturno—.¿De
quiénsetrata?
—DeBrantleyJessePace—pronuncié.
—¿Quieres encerrar a Pace en prisión? —Preguntó, atragantándose.
Estuvounossegundosapartadodelaparatotelefónico—.¿Quémoscateha
picado?—Inquirió.
—¿Enseriovasapreguntarmeporquéhagoloquehago?
—Creíqueeraismejoresamigos.
—Loéramos—leaseguré.
—Alek,encerraraPaceporsusdelitosesdemasiadoarriesgado.Másde
la mitad de sus acciones te relacionan con él. No, tío, es demasiado
arriesgado,telorepito.
—Nomeimportacuánarriesgadosea,¿hayalgunaposibilidad?
—Lahaypero…
—Quiero que la estudies —mascullé, jugando con un bolígrafo entre mis
dedos.
—¿Estásseguro?—Formuló,enunsusurro.
—Sí.Estudialasposibilidadesyllámameencuantosepasalgo.
—Comoquieras,Alek.
—Gracias—finalicé,pulsandolapantallaconelpulgar.
Mis manos cubrieron mi rostro y dejé escapar un intenso gruñido que
permaneció ahogado por la presión de mis palmas. Me levanté de la
butaca,mediunarápidaduchayempecéavestirmeconeltrajenegroque
combinaríaconunacamisarojayunacorbatatambiénoscura.
Peinémicabellohaciaatrás,dejándolosecaralaire.Coloquémiteléfono
en el bolsillo de la chaqueta y alargué la mano para tomar mi sombrero
negro. Lo posicioné sobre mi cabeza, cerrando los ojos por un momento.
Llevé un cigarrillo a mis labios y lo encendí, saliendo de la sala y
reuniéndomeconmischicos.
—¿Qué es lo que vamos a hacer con Trevor? —Preguntó Darren,
dubitativo.
—Vamos a proponerle un trato —le respondí, atando los botones de las
mangas de mi chaqueta, mientras el cigarrillo permanecía entre mis
dientes—. La tensión con los del condado de Roosevelt es cada vez más
fuerteynecesitamostenerlosdenuestrolado.
—Trevor quiere hacerse con tu negocio —resopló Gray, con los brazos
cruzados—.Élnoquiereningúntratoylosabes,loquequiereesacabar
contigoyhacersecontodoloquehasconseguido.
—Para eso os tengo a vosotros, ¿no? —Le miré, dedicándome a mi otra
manga.
—Sí,pero¿cómopuedescreerquevaaacceder?—PreguntóGray.
—Le daré algo que no podrá rechazar —respondí, encogiéndome de
hombrosytomandoelcigarrilloconmisdedos—.¿Estáistodoslistos?
—NecesitaríamosaPaceconnosotros—susurróColt.
—¿Porqué?
—¿Cómoqueporqué?—Alzósurostrohaciamí—.Sabesqueeselúnico
que…
—Eso ha terminado —le interrumpí—. Ahora me ocuparé personalmente
detodoeso.
Todossemiraronduranteunossegundosyvolvieronamirarme.Lesmiréa
todosycadaunodeellos,esperandoquealgunoreplicasey,encambio,no
lohicieron.Grayasintióconlacabezalentamenteysubióenelasientodel
copiloto, mientras Colt abría la puerta de los asientos traseros para
permitirmeentrar.
—Si tienes algo que decir, será mejor que lo digas ahora —murmuré, al
acercarme.
—Creoquelascosaspuedenponersefeas,Alek.Realmentefeas.
—Yahemosllegadoaesepunto.
—Entonces,comohedicho,necesitamosaPace—susurró.
—¿Quéesloquetepreocupa?—Lepregunté,apoyandomimanosobrela
puerta.
—Éleselmáscapacitadoparadefend…
—¿Túnomedefenderías?—Inquirí.
—Claroqueloharía.
—Entonces,¿enquétediferenciasdeél?
—Notengosufuerza,Alek.Nisupocamedida…
—Eres más que capaz, Colt —le aseguré, guiñándole el ojo—. No tengas
miedo.
—Espreocupación,nomiedo.
—Olvídatedelapreocupación.
—Alek,¿quéhapasadoconPace?—Preguntó,trasdudarunossegundos.
—Algunas personas terminan escogiendo tomar un camino diferente en
algún momento de sus vidas. En el caso de Pace, ha sido conducido por
otrapersonayesmásdifícilvolveraencaminarse.
—¿Enotraspalabras?—Inquirió.
—Por ahora, no es uno de los nuestros —finalicé, subiéndome a la parte
traseradelcocheycerrandolapuertaantesdequeélpudiesehacerlo.
Supe que su duda persistiría y que no dejaría de preguntarse por qué yo
mismo, después de tantos años, no consideraba a Pace como uno de los
nuestros.Podíainclusoescucharlepreguntarseporquémotivo.
Me relajé en el interior del coche porque el camino iba a tomar unos
cuarenta minutos, aproximadamente. No pude evitar preguntarme si
Johanna habría estado pensando en mí en sus últimos suspiros y, al
imaginarlo,micuerposetensó.
Porsupuestoqueno…
EnsusúltimossuspiroshabríaestadopensandoenPace.
Lohabíaintentadotodo,habíahechotodoloqueestabaenmimanopara
hacerquesuvidavalieseunpocomáslapena.Lehabíaentregadotodolo
quetenía,emocionalmentehablando,yhabíapermitidoquedependiesede
mí y del dinero que entraba y salía de la fábrica y mis negocios. Había
dejadoquetodocorriesedemicuenta,enlosentimentalyenlomaterial.
Y, pese a todo, era evidente que no me arrepentía. Pero tampoco me
arrepentía del modo en que me había comportado con ella en su
apartamentohacíaunashoras.
RespectoaBrantley,mecostabacreersudeslealtadhaciamí.Noeraalgo
quefuesepropiodeélynisiquierameparecíaseralgoquehubiesepasado
fugazmenteporsucabeza.
Conocía a Brantley desde que era un crío. De hecho, a los ocho años ya
contabaconélenmividaaunquenofuesedelmismomodoenqueconté
conélentradalaadolescencia.
Habíamos estado hombro contra hombro, codo con codo, en todos los
altibajos que la vida había preparado para nuestros caminos. Cuando
decidísepararmedelafigurapaternal,alaquetantasveceshabíaquerido
parecerme,élmerecordóquenodebíahacerlo.Él,quevivíadeplenola
separacióndesuspadres,merecordóquenodebíarenunciardelaimagen
de mi padre. Y quizá, al hacerle caso, mi relación con él se había
convertidomástormentosadeloqueeldestinoledeparabaser.
Habíamos permanecido juntos en todas las duras etapas por las que una
persona se desarrolla y, pese a los sentimientos de Johanna, tenía la
certezadequeporsumentenohabíapasadolaideadetraicionarme.
¿Cómoibaahacerlo?Noteníaanadiemásqueamí.Amíyaesamujer
conlaquesolíasalirdevezencuandoyporlaquesetomabalosdíasde
descanso.
Peronohabíarelaciónconsuspadres,nohabíarelaciónentrehermanos,
porloquesencillamenteyoloeratodoparaél.Ylohabíademostradoen
másdeunaocasión.
Fueporelloque,aunquepensaseenlaideadeencerrarloenprisiónpor
susdelitos,sinqueestomesalpicaradeformainminente,noquisetomar
medidascontraél.
Confiabaenquetendríaunaexplicación,confiabaenqueexistíaunmotivo
porelcuálnomehabíaexplicadonadadeloqueestabaocurriendoentre
élymi…YJohanna.
Quería entregarle el beneficio de la duda, quería permitirle el derecho a
exponerme su vivencia al respecto, porque es lo que merecía tras haber
dedicado toda su vida a ocuparse de la parte sucia de mi trabajo. Y lo
habíahechosinesperarmérito,sinesperaralabanzasysinesperarnadaa
cambio.
Lo había hecho porque me era leal, porque me quería y porque estaba
conmigoenesto.
Se lo debía, se lo debía del mismo modo en que Johanna le debía su
silencioanteelfortuitocontactofísicoentreellos.
Se lo debía por arremeter contra él del modo en que lo hice por una
mentira.
—Estamos a punto de llegar —me informó Gray, tras mirar por el
retrovisordellateral—.Darren,MarcusyDennisnossiguenenelcochede
atrás—añadió—.¿Faltaalguien?
—Noestaremossolos,losdeGranttienenquevenir.
—¿Vendrán?—InquirióColt,inseguro.
—Medieronsupalabra.
—Esperoquelohagan—suspiróGray.
Colt aparcó el automóvil y esperó en el interior, dando la señal de que
habíamosllegadoalencenderyapagarlaslucesdelcochetresveces.
Nos mantuvimos, de todos modos, en el interior a la espera. Pero la
impaciencia estaba pudiendo conmigo y no soportaba estar sentado
durantetantotiempo.
SalídelcocheyGray,fiel,decidióseguirmeporsiocurríaalgo.
Me llevé un cigarrillo a los labios y le di una profunda calada,
ofreciéndole un cigarro a Gray, quien negó con la cabeza. Me encogí de
hombrosyguardélacajetilla,arrastrandolospiesporaquélterrenoseco
llenodetierra.
—AlekMelnik—escuché.
Me giré, descubriendo a Trevor que todavía parecía estar recuperándose
delapalizaqueBrantleyconsiguiódarletraselaltercadoenlafábricade
hacía unos días. Sus labios seguían contando con una llamativa cicatriz
que los cruzaba sin compasión. La ceja todavía tenía las tiras blancas
apretadasalapiel.
SabíaquequeríaaBrantleyyquesólomeayudaríasiseloentregaba.No
podíaentregarletodavía,teníaqueescucharsuversión.Peroquizá,pesea
lo que me dijese, decidiría entregárselo. Nadie debía tomarme por débil,
nadiedebíavermecomotal.
Eraeldueñodeminegocioyllevaba,debíallevar,elmando.
Capítuloonce
Alargósumanoyestrechólamíaconfuerza,invitándomeapasearjuntoa
él mientras sus hombres y los míos se mantenían junto a los coches,
mirándoseconuncontinuadoretoenelambiente.
—Melnik —murmuró, apoyando su mano contra mi nuca—. Tú sabes que
lascosaspodríanhaberacabadodeotromodo.
—Sí.
—Podríamoshabertratadolascosasentretúyyo,dejefeajefe—añadió.
—Esloqueestamoshaciendoahora—lerecordé,parándomealverqueya
habíaunaciertadistanciaentrenosotrosynuestroshombres—.Noquiero
que ellos sepan de qué se trata todo esto, lo único que saben es que
pretendemoshacernegocios.
—Igualquelosmíos,perotodavíanomehasdichoquéesloquepretendes
exactamente.
—A primera hora del día lo que tenía en mente era que hiciésemos
negociosjuntos—leconfesé,conlasmanosenelinteriordelosbolsillos
demipantalón—,dividirnoslatareadeestazonay,evidentemente,dividir
lasganancias.
—Nosuenademasiadobien.
—Notengotantoshombrescomoantes.
—Esenoesmiproblema,Melnik—merecordó,conseriedad.
—Todavía tengo que reunirme con él pero, ¿me ofrecerías tu ayuda si te
entregoaPace?
Sus ojos se abrieron casi al instante. Les echó una mirada a nuestros
hombresyvolvióamirarmeamí.
—¿Dequéestáshablando,Alek?—Preguntó,enunsusurro.
—Estamosevolucionando,¿sabes?Bueno,yoloestoyhaciendo.Tengoque
irmásalláytengoquedeshacermedelascosasquemeretrasanenéstemi
camino. Quiero darle a Brantley la oportunidad de explicarme algunas
cosas,porqueessuderechoymiobligaciónpermitírselo.Sinembargo—
meapresuréaañadir—,unavezhayaescuchadoloqueseaquetieneque
decirme, te lo entregaré a cambio de poder contar contigo y tus hombres
entrelosmíos.
—¿Estáshablandodefusionarnos?
—Bueno,consideroqueentregarteamimejoramigoesunabuenamuestra
de necesidad. Necesito expandirme, no he nacido para ocuparme de
simplescondados.
—Melnik,yonovoyaestarbajotusórdenes—susurró,conunadivertida
sonrisa.
—No tienes por qué estarlo. Podemos estar juntos en esto, sólo tenemos
que construir nuestra confianza y podremos llevar nuestro negocio —le
respondí—. Piénsalo por un momento, Trevor. Te vengas de lo que hizo
Brantley contigo, de las pérdidas que hubo en tu equipo y te lanzas de
cabezaauncaminoquenosbeneficiaráalosdos.
—¿Pretendestomaresadecisiónsinconsultarlaconlostuyos?
—Saben que mi intención es tener una negociación digna contigo y
conseguirqueosunáisanosotros,envezdeseguirdisputandoentretodos
por el territorio. Lo único que desconocen es que te estoy regalando, a
ciertaescala,aBrantley.
—¿Quéesloquehahechoesetipoparaque,debuenasaprimeras,melo
regales de ese modo, sabiendo que, además, lo único que deseo es
devolvérselaymatarlo?—Inquirió,mirándomeconsospecha.
—Esdelaspersonasmásfielesqueheconocido.Fielalacausa,fielamí,
fielasusprincipios…Noobstante,creoqueexisteciertadeslealtadenél.
—NomesuenacomoalgotípicoenPace—murmuró.
—¿Estás intentando que te explique el motivo? —Me eché a reír por lo
bajo.
—Noestaríamal.¿Noeraqueteníamosqueconstruirnuestraconfianza?
—Sonrió.
—Creoquetienealgoconmi…—Resoplésuavemente—.ConJohanna.
—¿Lachicaconlaqueestás?
—Estaba—lecorregí—.Deellayameheocupado.
Vi cómo sus ojos verdes me analizaban con sorpresa, intentando
imaginarme siendo capaz de algo así. Podía haber sido mi enemigo
durante largos meses, pero me conocía del mismo modo en que mis
hombres lo hacían. Y él, como casi todos, tenía la certeza de que era
imposible que ejerciese un trabajo como ese. Como deshacerme de otra
persona.
—Hascambiado—siseó.
—Tehedichoqueeshoradeevolucionar.
Estuvoensilenciounosprolongadossegundos,llevándoseunpalilloalos
dientesymordisqueándoloconcontrol.Pasándolodeunladoalotrodesu
boca,echóunarápidamiradaasushombresysuspiróprofundamente.
—Tengo que consultarlo con ellos, Melnik. No tengo secretos con mis
chicos.
—Haz lo que debas —murmuré, a mi turno—. Yo no puedo decirles a los
míosqueteentregaréaBrantley.
—Loentiendo.
—Asíque,porloqueamírespecta,quequedeentrevosotros.
—Sí,cuentaconello—musitó,tendiendosumanohaciamí—.Mealegra
dequeestésevolucionandoyquehayasvenidohastaaquíparanegociar.
—Esperopodercontarcontigo—dije,estrechandosumano.
—Yotambiénesperopoderformarequipo.
Trevorseencaminóhacialoschicos,queempezaronprontoamovilizarse
para subir a los automóviles aparcados. Intenté desconcentrarme por un
momentopuessegurodebíatenerunacaradignadeunculpable.Cogíaire
profundamente y me dirigí hasta los chicos, sin pronunciar ni una sola
palabra.
Elteléfonomóvilsonóenmismanos,mientrasColtseguíaconduciendoen
silencioparavolveralafábrica.ContempléelnombredePaceresaltaren
lapantalla,lacualseiluminabaacadatono.Acepté.
—Dime.
—Séquelapreguntavaaparecerteextrañapero,¿estásconJohanna?—
Leescuchéhablar,alotroladodelteléfono.
Definitivamente, dijese lo que dijese, se explicase del modo en que se
explicase y tuvieses motivos o no, pensaba entregarle a Trevor. Y si éste,
poralgúnmotivoquedesconociese,lepermitíalavida…Measeguraríade
queacabaseencerradoenprisión.
—No —le respondí, intentando no sonar extraño—. ¿Por qué, ha pasado
algo?
—No,intentolocalizarlaperonorespondeasuteléfonomóvil.
—¿Necesitasqueledigaalgodetuparte?
—¿Entoncessíestásconella?—Inquirió,sinentender.
—No,noloestoy.Estoyocupándomedelamierdadesiempre—ledije.
—Colega, si me necesitas dímelo. Sabes que me he pasado de la raya
pero…
—Noesnecesario,Brantley—leinterrumpí.
—Sé que estás enfadado por cómo me he comportado, por haberte hecho
elegir y por haber presionado al máximo el tema con Johanna, pero, eh,
tío, sigo aquí. Sigo contigo y lo sabes —expresó, con suavidad—. Puedo
estarenlafábricaen…
—No te necesito, Pace —espeté, en un gruñido. Respiré profundamente
ante su silencio y suspiré—. No es necesario, ¿vale? Te dije de tomarte
unosdíasyquieroquelocumplas.
—Estábien.
—¿YahassolucionadolascosasconJohanna?—Pregunté,apretandolos
dientes.
—¿Terefieresasiseguimosodiándonos?Sí.
—Quélástima.
—Hablaporti—bufó,alotroladodelteléfono.
—Entonces,dime,¿porquéintentabasponerteencontactoconella?
—Estuvoenmicasaestamañana—respondió,consinceridad.
Almenosélnomementía…
—Lascosassetorcieronunpocoy…
—Brantley, olvídate de elle ¿vale? —Volví a interrumpirle—. Relájate
estosdíasyvolvemosahablarcuandotereúnasdenuevoconnosotros.
—Vale,tío.
—Hastapronto.
—Hastapronto—dijoasuturno,antesdecolgar.
Entréenlafábricaydejémichaquetasobreunadelasmesasqueyahabía
allícuandolaocupamos.Empecéaremangarmicamisaroja,sintiendolas
gotasdesudordescenderpordetrásdemisorejas.Elsombrero,quenome
había quitado en toda la noche, cayó sobre una de las estanterías de la
zona.
—Gray—hablé,teniendosuatencióninmediata—,¿echamosunospuños?
—Claro.
Ante mí, se quitó la camiseta negra de manga corta y dejó a relucir su
pecho repleto de tatuajes de tinta negra. Tomó con sus manos las
guanteletas negras que utilizaría para recibir mis puños metidos en unos
guantesrojos,desgastadosporelpasodeltiempoyelevidenteusoqueles
habíamosllegadoadar.
Metílasmanosenelinteriordeéstos,viendocómoGrayseposicionaba
antemíyalzaba,porencimadesupecho,lasguanteletasnegrasqueme
tocabagolpearparadesfogarme.Coltseencargódeirenbuscadelacena
mientras Darren, con un cigarrillo en la boca, nos observaba apoyado
contraunodeloscochesquepermanecíanenelinteriordelafábrica.
Mi puño derecho golpeó con fuerza la guanteleta izquierda de Gray. No
hizo ningún comentario al respecto y observó el modo en que mi cuerpo
empezabaadespertar,golpeandosindescansolasmanosqueélintentaba
sostenerenaltosinqueja.
En mi mente sólo se reproducían imágenes como las de Johanna de
puntillasbesandoaBrantley,imaginandoqueporsegurohabríanllegado
aotropuntodespuésdesuencontronazobajoelpuente.
Mispiessemovíandeunladoaotroynopudecontrolarlavelocidadcon
laquemicuerpointentabadesahogarse.Lanecesidadqueteníapordejar
arelucirelenfadoquecorríapormisvenaseramayoratodolodemás.
Losimaginabaaambosyloquemeprovocabaneralamismafuerzaconla
quearremetíacontralasguanteletasdeGray.
—Creoquevasanecesitarmásqueunosgolpesestanoche—Darrenhabló
desdelamismaposturaenlaquelehabíavistoporúltimavez—.¿Quieres
quemarqueunpardenúmeros,jefe?—Sonrió.
Agité mis manos a ambos lados de mi cuerpo, sintiendo mi rostro
empapado en sudor y resoplando profundamente dada la agitación de mi
respiración.Traguésaliva,jadeandoconsuavidadporelesfuerzoygirémi
rostrohaciaél.
—Quenoseamorenanitengalosojosazules—lepedí.
—¿Qué tal una rubia de ojos marrones? —Inquirió, con el móvil en la
mano.
—Meparecebien.
—Gray,¿tú…?
—Estoycasado—lereplicóél,enungruñido—.¿Porquiénmetomas?
—Bueno, te puedes dar un descanso en tu matrimonio también, ¿eh? —
Darrenseechóareír,todavíaconcentradoensuteléfonomóvil—.Rubiay
ojosmarrones,bien.
Cuando salí de la ducha con una toalla rodeando mi cintura, tomé el
cigarrilloquehabíaestadoconsumiéndosesobreelcenicerodecristal.Lo
llevé hasta mis labios y volví a encenderlo, disfrutando de las gotas que
caíandemioscuropelohastamiespalda,deslizándosehastamicintura.
Echéelhumoaunladoycontemplécómolarubiadeojosmarrones,que
Darrenhabíallamadoparamí,semanteníasentadaalospiesdelacama.
Llevósusmanoshastasustobillosydeunbrevemovimientosedeshizode
sus altos tacones plateados. Acarició sus tobillos, ascendiendo por sus
gemelosmientrasmemiraba,conunatranquilaexpresión.
—¿Qué edad tienes? —Le pregunté, apagando el cigarrillo contra el
cenicero.
—Veintinueve—respondió,recogiéndoseelcabello.
—No,déjatelosuelo.
Asintió,dejandocaersusmanosaambosladosdesucuerposentadosobre
mi cama. Apreté mi mandíbula al tiempo que tragaba saliva. No había
tenidonadaconningunamujerquenofueseJohanna.Almenosnodesde
hacíaseisaños.
Teníaquesercapaz.
Meaproximé,inclinándomehaciaellaysujetésunucaparamantenerlaal
tiempoquemislabiossepegabancompletamentesobrelossuyosdefinidos.
Correspondióalmovimientodemiboca,apoyandosusmanosenmicintura
ytirandodemímientrasellasedejabacaerhaciaatrássobreelcolchón.
Me separé para dejarla ir ascendiendo hasta llegar a las almohadas,
quedándose tumbada y tirando de mi toalla para aproximarme. Ésta se
abrióyellaseocupódeapartarlaporcompleto.
Pasósusmanospormipecho,suavemente,hastallegaramicintura.Mis
dosmanossecolocabanaambosladosdesucabeza,intentandoaguantar
mipesoysentícómounadelassuyasseposabadeplenosobremipolla.
La rodeó con sus dedos y presionó contra la piel, suavemente, dejando
exhalar un fingido jadeo contra mi boca, intentando calentarme. Sus
dientesrodearonmilabioinferiorymordió,tirandosutilmentedespués.
Empezó a desnudarse, habiendo soltado mi miembro, bajo mi cuerpo sin
apartarsusojosdelosmíos.Loscuales,pormomento,descendíanporsu
pechoparaobservarsusmovimientosysulabordequitarselaropapara
mí.
Me sentí como un imbécil al empezar a hacer comparaciones entre su
cuerpoyeldeJohanna,sobretodoporqueaunqueintentabaengañarmea
mímismodiciendoqueeldeJo’eramilvecesmásexcitante…Algoentre
mispiernasmedelatabadescaradamente.
—¿Cómotegusta?—Mepreguntó,emitiendopequeñossonidosalalzarsu
pelvis contra la mía. Entrecerré los ojos por un momento, sintiendo que
debíahaberlospuestoenblancoporunmomentodadalasensaciónqueme
recorríalaentrepierna.
—Contuspiernasporencimadeloshombros.
Esbozó una seductora sonrisa sobre sus labios con tonalidad rosada y
empezó a quitarle el envoltorio al preservativo. Me lo pasó con cuidado,
flexionando las piernas a ambos lados de mi cuerpo y me lo coloqué,
apoyadosobremispropiasrodillas,concentradoenelmovimientodemis
manos.Deslicéelplásticoalrededordemisensiblepene,estandomásque
listo aunque mi mente no hiciese más que atormentar con imágenes de
Johannaenelsuelodesucocina,empapadaensangre.
No podía pensar en eso, no podía dejar que esas imágenes bajasen mi
excitación.
—Vas a tener que calentarme —le avisé—. Tengo la mente muy
dispersada…
Ellaseincorporósobrelacamayapoyósusdosmanossobremishombros,
ejerciendopresiónparaqueterminaseinclinadosobreella.Sacólapunta
desulenguaentresuslabiosyrelamiólosmíosantesdeadentrarseenmi
boca con una fuerza sobrecogedora. Abría la boca con tanta naturalidad
quemimenteparódepensarporunmomento,centrándoseenlacantidad
de emociones que me producía que estuviese besándome de ese modo.
Comosimedeseara…
EsoeradiferenteaJohanna.
Ennuestrosúltimosacercamientossexualesnosentíaquemedeseara,que
deseara sentirme o deseara llegar a la cumbre de la excitación conmigo.
Ya…Imaginoquetodoempiezaatenerexplicación.Imaginoqueprefería
llegar a dicha cumbre con Brantley y que, en pocas palabras más, le
deseaseaél.
Laspiernasdelachicasecolocaronsobremishombrosyyomovílapelvis
haciaella,sintiendocómomipollasehundíaenella.
Nunca me habían gustado las mujeres que exageraban en la cama o las
mujeresquegimiesencontaldescontrol,yquizásedebíaaquenuncame
encontraba solo en la fábrica. Sin embargo, en ese momento, me importó
bienpocoquegimiesecomosisuvidadependiesedelasonoridaddesus
gemidos. Los cuales, según mi opinión, eran, la gran mayoría, fingidos.
Lascosasclaras;tampocoteníaningunapolladescomunal.
Agradecí,noobstanteeso,quealzaselavozyfueseahogándolacontrami
mejilla. Los sonidos que emitía estaban excitándome lo suficiente como
paraganarleterritorioalosrecuerdosdeJohannaquemeinvadían.
Medeslizabacontalfacilidadqueteníaquesujetarmealasfundasdela
almohada para no perder el equilibrio y quedarme fuera de su vagina.
Temiendo que llegara a pasar, me concentré en aumentar el ritmo de los
movimientos de mi pelvis sin necesidad de retirar mi miembro en exceso.
Estuve penetrándola profundamente, resoplando porque nunca había sido
capazdegemir,hastaquearranquéenellaunintensogemido.Sentícómo
su vagina se contraía alrededor de mi dura erección y fue la clave para
poder intentar lograr llegar al placer que deseaba. Golpeaba sus nalgas
con mi pelvis y sentía cómo sus rodillas botaban contra el hueso de mi
mandíbula inferior, entraba y salía con facilidad y no pude controlar la
electricidadqueempezóaembriagarme,estallandodesdemipropiazona
pélvica.
—Oh, joder —la escuché decir, clavando sus uñas contra la piel de mis
costados.
Cerrélosojosconfuerzaydejécaerlacabezacontrasufrente,tensando
lamusculaturadetodomicuerpoalllegaralorgasmo.Paréporcompleto,
disfrutando de la sensación que me recorría en ese momento y todavía
respirando con dificultad al notar cómo sus carnes seguían apretando
contramierección.
Meretiréconsuavidad,dedicándoleunsuavemovimientoymedejécaer
alotroladodelacama,bocaarriba.
Estabacansado…Jodersiloestaba.
Abrí los ojos para contemplar cómo se deshacía del preservativo,
haciéndole un nudo y dejándolo caer al suelo. Masajeó mi miembro,
todavía duro, con una de sus manos. Lo hacía suavemente, entregándole
levescaricias.Dejébrotarunexhalodeairepormibocacuandosuslabios
entraron en contacto con la punta, haciéndome sentir un increíble
cosquilleoportodoelcuerpo.
Mi mano izquierda se posó sobre su cabeza y acarició su lacio cabello
rubio,devolviéndolelaafectuosacercaníayelcariñosogesto.
—¿DequéconocesaDarren?—Lepregunté,enunsusurro.
Ellasecolocóamilado,quedándosesentadaparamirarcómomipecho
subíaybajabaintentandonormalizarlarespiración.
—Trabajo para él —respondió, con una sonrisa—. Para todos vosotros,
¿no?
Fruncíelentrecejoporunmomentoymeapoyésobremiscodos.
—¿Cómodices?
—Cuando Darren me contrató, dijo que era parte de tu negocio —
murmuró, sin entender la expresión sombría en mi cara—. No somos
muchaschicas,peroimaginoqueesoirácambiandopocoapoco.
—Vístete,porfavor.
—¿Hedichoalgomalo?—Preguntó,conuntemorcrisparsumirada.
—No,tranquila.Túnohasdichonihechonadamalo…
Melevantédelacamayrodeémicinturaconlatoallaquehabíaquedado
aunlado.Pasémismanospormicuello,sintiendoelprincipiodeloque
seríaunatensiónmuscularacumuladaenlazonacervical.
Dejéquelarubiasevistieraensilencioenelinteriordelasala,mientras
mispiessedirigíanfuera.
DarrenterminabadecenarjuntoaDennis,losdossentadossobreunade
lasmesasdemadera,observandocómoGrayyColtjugabanalascartas
apostando dinero. Me aproximé en silencio y apoyé mi mano sobre el
hombro de Darren, inclinándome para pedirle que abandonase la fábrica
conmigo.
SóloDennismeobservóconintranquilidad.
—¿Quéocurre,jefe?—Preguntó,cerrandolapuertatrasél—.¿Nohasido
suficientementebuena?—Inquirió,divertido.
—¿Prostitución?—Lepreguntéamiturno,mirándoleconincredulidad—.
¿Pensabasdecírmeloenalgúnmomento?
—Esunnegocioqueestáempezandonadamásanacer,tío.
—Nomellames“tío”.
—¿Quépasa,jefe?—Memirócondesaprobación,sinentenderquéeralo
que me molestaba tanto—. Es una manera de expandirnos, ¿no? Cuantos
másnegociostengamos,mejor.
—Nuncahablamosdeprostitución.
—Esposiblepero…
—¡Nunca!—Lerecordé,enunbramido.
—Noesparatanto,jefe,lotengotodobajocontrol…
—¿Bajocontrol?Nuncanoshemosdedicadoalaprostitución,¿quétehizo
pensarquenospondríamosaellosieteañosdespués?
—Esalgopequeño,sólonuestrosmásallegadoslosaben.
—Quieroqueacabesconesoinmediatamente.
—¿Por qué? —Inquirió, frunciendo el entrecejo—. ¿De dónde crees que
vienen tantos ingresos, tío? ¿De la hierba que cultivan tus colegas en
Noruega?¡Vengahombre!
Mipuñosobrevolósucara,golpeandodeplenocontrasunariz,sinpoder
evitarlo.Darrenseinclinóhaciaunladoalrecibirelpuñetazo,quejándose
consoltura.
—Hedichoqueacabesconeso—lerepetí—.Nonoshemosdedicadoala
prostituciónynoloharemosnunca.¿Sabescuántasmujeresentranenese
mundo porque no les queda absolutamente nada? O, no, mejor, ¿sabes
cuántastienenquehacerloobligadasporpersonascomotú?—Leseñalé
conundedo—.Oponesfinalnegocioquetúsolotehasmontado,otejuro
que pondré al tanto a todos los que yo conozco que sí se dedican a eso
desdehaceaños.Créeme,nolesharámuchagraciaquealguiencomotú
quierarobarlesclientes.
—Estábien,Alek.Acabaréconello.
—Esoespero.
Tenía que respirar porque, de no hacerlo, acabaría con todos los que me
rodeaban.Ibaavolvermelocono,losiguiente…
Darrennohabía,nuncaantes,desobedecidoaningunademisórdenes.Ni
siquiera había cuestionado mi trabajo que, al fin al cabo, era el suyo
también.Ysinembargo,empezabaarecordarmeaEwan.
Nomegustabaabusardemiautoridad,niqueríasermásqueellos.Sime
comprometía tanto con mi puesto en el negocio era porque, a su vez,
tambiénseríaelpeorparadoenelcasodequetodosefuesealtraste.
SiGray,Colt,Marcusyotrospodíanconello,¿porquésiempreresurgía
unEwanounDarren?
LachicarubiasecruzóconDarrenenlamismapuertadesalida.Alestar
yo presente, fuera de la fábrica, Darren no se atrevió a formular ni una
solapalabrafueradetonohaciaella.Siguiócaminandoparaencontrarse
denuevoconDennisy,consuerte,terminarsucena.
—SoyTricia—sepresentó,tendiéndomelamano.
—Alek —respondí, al estrechársela—. Lo de Darren tiene que terminar,
nosotros no tratamos temas de prostitución. Lo lamento, pero se ha
terminado.
—¿Porqué?
—¿Porqué,qué?
—¿Porquésehaterminado?—Preguntó.
—Comohedicho,nosotrosnonosdedicamosalaprostitución.
—¿Acaso es algo malo, lo ves como un trabajo indigno? —Se cruzó de
brazos,tomandomispalabrascomounataqueofensivohaciaella.
—Novoyaentrareneso.
—¿Noesuntrabajoigualdedignoqueeltuyo?
—Vale, sí voy a entrar en eso —espeté, señalándole con un dedo—. Mi
trabajo es de todo menos digno. Me gano la vida con todos los sucios
negocios que tengo pero eso no lo hace digno. Y, sin duda, que me guste
tampocoloconvierteenunlabordigno.Además,¿intentashacermecreer
queselachupasadesconocidosyextrañosporgusto?—Enarquémiceja,
sinquitarlelosojosdeencima—.Seacomosea,tegustehacerloono,no
serábajonuestronegocioquelohagas,Tricia.Nosotrosnonosdedicamos
aeso—volvíadecir.
—Asíque,eltemaes…—Pronunció,acercándoseamícondeterminación
—.Meheacostadocontigoytú,nopodíaserotro,no,tú,vasymedejas
sintrabajo.
—Lolamento.
—¿Quésesuponequevoyahacerahora?
—Eres una chica guapa —murmuré, encogiéndome de hombros—. ¿Ser
modelo,quizá?
—Megustabaserprostituta,porsinotehasdadocuenta.
Volvíaencogermedehombros,pocopodíahaceralrespecto.Noerauna
cuestiónmía,niibaaserlopormuchoquelachicaseenfadaseconmigo.
NopodíapermitirqueDarren,uotrodemigrupo,emprendieseunnegocio
de prostitución bajo nuestro sello. Mucho menos, además, sin
consultármelo.
—Almenosprométemeunacosa—murmuró,asuturno,tendiéndomeuna
pequeña tarjeta blanca con su nombre y teléfono—; prométeme que tú sí
recurrirásamísiteaburresolonecesitas.
—¿Hedeprometerlo?
—Sí—respondió.
—Loprometo.
Apoyó su mano sobre mi hombro y depositó un suave beso contra la
comisurademislabios.Losmovísuavementehaciasubocayledevolvíel
beso.
Mededicóunasensualsonrisayempezóacaminarhaciaeldescampado
querodeabanuestrafábrica,adentrándosesinningúnprejuicioenlazona
industrialabandonada.
LoschicosparecíanhabersetranquilizadoyDarrenevitabamirarmealos
ojos.Quizáhabíasidodemasiadodurodurantetodoeldía,porquepodía
sertestigodecómoellos,alosqueestabacadadíamásacostumbradode
verjuntoamí,semostrabancadavezunpocomásdistanciados.
Los reuní en la sala principal antes de irme a descansar. Mi mente
necesitaba dormir y con suerte soñar, y con más suerte todavía… no
recordar.
—Séquepuedequeestéissorprendidosporcómoempiezoatomarmelas
cosas —les dije, fumando con paciencia y tranquilidad—. Puede que no
hayasidoelmejorlíderestosúltimosmesesypuedequesedebaaquelas
cosasnohanidocomoenunmomentoplaneé—teníaquebuscarunarazón
queellosconsiderasencomoconsuficientementepesocomoparajustificar
labrutalidaddemidíaylaseveridadconlaquememostrabaanteellos—.
Johannayyohemosdadoporfinalizadanuestrarelación—pronuncié.
Sus reacciones fueron similares a las que conseguí imaginar. Algunos
parecían mostrarse compasivos, entendiendo por qué mi humor había
decaído tanto durante el día. Colt, por ejemplo, habiendo sido el que me
había llevado hasta el apartamento de Johanna, fue el que más
comprensión pareció sentir. Otros, sin querer darle demasiada
importancia,asintieronlentamenteconlacabeza.
—Lascosashandeempezaracambiar—aseguré,finalizandoelcigarrillo
—. Podéis iros y abandonar todo lo que hemos formado, o podéis
manteneros a mi lado durante esta evolución en la que, os prometo,
llegaremoslejos.Elúnicolímitequetenemoseselcielo,asíqueentierra
notenemosniunosolo—siseé—.Seguiremosconlasdrogas,seguiremos
conlasarmasy,consuerte,nosfusionaremosconlosdeTrevor—anuncié,
pero no obtuve ninguna reacción negativa por parte de ellos—. ¿Alguien
tienealgoquedeciralrespecto?
—Sí—Darrenhabló,dandounpasohaciaadelante—.
—Di.
—¿Ysinostomamoslanochesóloparanosotros,olvidándonosdetodala
mierda que nos ha salpicado estos días, para emborracharnos como
nunca?—Propuso,siendoaplaudidoporDennisyMarcus.
Meechéareíryasentíconlacabeza.Sólounacervezaantesdedormir…
Sólouna.
Capítulodoce
—Papá,nopuedodormir—apartélosojosdellibroquesosteníaconmi
manoizquierda,tumbadoenlacama,alescucharaOliviaquejarsedesde
la puerta de mi habitación. Sonreí y negué con la cabeza suavemente.
Dejéellibrosobrelamesitadenocheymequedébocaarriba—.¿Dequé
teríes?—Preguntó,enunsusurro,caminandohastamicamaysubiendo
a ella para colocarse a mi lado, sin olvidarse de dar cobijo a Flash, su
queridocaballo.
—Porqueesnormalquenopuedasdormir.Tehasechadounasiestade
lasgrandes.
Golpeó mi pecho con su pequeña mano y empezó a apretar contra mi
pectoral izquierdo como si tuviese la intención de colocarlo
correctamente. Apoyó su cabeza y dejó escapar un suspiro de esos
quejososquetantolacaracterizaban.
Intentócolocarsedediferentesformas,peroningunaparecíaagradarle.
—Jo, papi, eres muy duro —se quejó, decidiendo dejar caer su cabeza
contralaalargadaalmohada.
Contuve mi carcajada y me giré hacia ella, colocando mi mano por
encima de su pequeña cadera. Ella apoyó su mano izquierda sobre la
mía,acariciándolaconsusdedos.Comosiempre,paseabasusdedospor
lasgruesasvenasquesolíansurgireneldorsodemismanos.
—¿SabesqueaJohannatambiénlegustamipelo?—Largó,mirándome
consusbonitosojosllenosdeunparticularbrillodecansancio.
—¿Ah,sí?
—Sí.Ledijequeatitegustabayquedecíasqueteparecíabonitoydijo
queloera.
—Yloes.
—Mamá se queja mucho al peinármelo —admitió, frunciendo el
entrecejo.
Paséelpulgarporesasdiminutasarrugasquenoterminabandesurgir,
dedicándoleunaampliasonrisa.
—Tumadrenotienepacienciaconnada—lerespondí,enunsusurro.
Se concentró en cerrar los ojos y disfrutar del tacto que sus dedos
recibíanalseguiracariciandoelbultoqueformabanmisvenassobreel
dorsodemismanos.
Me quedé admirándola durante unos minutos, contemplando lo mejor
que, por seguro, había hecho en mi vida. Era la más bonita de las
creaciones,aexcepcióndehabersidounasorpresatantoparamícomo
paraAlanna.
—Papá…
—Dime,cariño.
—¿Yanoquieresamamá?—Preguntó,conlosojoscerrados.
Pasélalenguaporlasmuelasdemimandíbulasuperiorytraguésaliva
antesderesponderasupregunta.
—Noesqueyanolaquiera,cariño,esqueahoraesdiferente.
—¿Porqué?—Inquirió.
—Porquemamáypapátienendiferenciasirreconciliables.
—¿Esoquésignifica?
—Quenopuedenquerersedelmismomodo—intentéexplicarle.
Tambiénpodíaintentarexplicarleaunaniñadeochoañosquesumadre
era una gran zorra y que me había exasperado desde el minuto uno de
nuestra relación. Sin embargo, bastante hacía Alanna permitiéndome
tener a la niña unos días cada mes. Conocía, por otros, a lo que me
dedicabay,aunasí,siemprelohabíallevadoensecreto.
—¿Ynoquieresanadiecomoamamá?—Siguiópreguntando.
—No,pequeña.
—¿Nadie ocupa tu corazón? —Abrió los ojos, dibujando una pícara
sonrisasobresuslabios.
—Seráposible…—Entrecerrélosojosmirándola,fingiendounacarade
malaleche.
—MamáahoraquiereaBruce.
—Sí, mamá suele querer a los hombres como Bruce —puse los ojos en
blanco,dejándomecaerbocaarribasobrelacama.
Eranlastresdelamañanaymihijaseguíadespierta,conunmontónde
dudasexistencialesrespectoamirelaciónconsumadre,¡ibaapañado!
Tenía cosas de mí pero, eso sí, el sacar temas peliagudos no era mío…
Vamos,queeradesusantamadre.
Intenté cerrar los ojos para que tomase ejemplo y me imitase, quizá de
ese modo conseguiría dormir. Porque si no se dormía pronto, el día de
mañana iba a ser un problema que terminaría en confrontación entre
Alannayyo.
Noté cómo se subía sobre mi vientre, quedándose sentada a horcajadas
sobremiabdomen.RodeóaFlashconsusbrazosyladeóelrostropara
mirarme.Almenosasífuecómoladescubrícuandoabrílosojos.
—Johannaesguapa—sonrió.
Mis cejas se elevaron, incrédulas por lo que mis oídos estaban
escuchando.
—Tiene unos bonitos morros —comentó, tocándose los suyos con sus
dedos—.Megustaquetengaelpelotanoscuro.¡Esdiferenteatiyamí!
—MehaquedadoclaroquelohaspasadobienconJohanna,cariño.
—CreoqueaFlashtambiénlehacaídobien.
—¿Sí?NoescuchoaFlashdecirmelobonitaquees…
—Papá…
—¿Sí?—Pregunté,acariciandosuspiernas.
—Mamáytúnopodéisdarmeunahermana,¿no?—Siguió,volviéndome
locodelmismomodoenquesolíahacersumadre.
—No.
—PeroBruceymamásípueden,¿verdad?
—Verdad —asentí, agarrándola por ambos lados de su cuerpo y
tumbándola a mi lado—. Las próximas preguntas, pequeña, para
mañanaporlamañana.Ahoratocadormir—leseñalé.
—Notengosueño.
—Olivia,adormir.
—Pero…—Volvióaquejarse.
—Oteduermesdeunavez,oFlashacabaenlalavadora.
Fruncióelentrecejofuertemente,mirándomecomosipensasemetermea
míenlalavadora.Yno…Laideanomeemocionabaenabsoluto.
Optó por mantenerse callada ante mi amenaza y cerró los ojos, todavía
conelentrecejofruncido.
Estuve concentrado en no quedarme dormido mientras leía el último
capítulodellibro,alaesperadequeOliviasequedasefrita.
Fueunavictoriaconseguirlosintenerqueprepararleningunainfusióno
unbuenchutedewhisky,queesloqueyonecesitabacondesesperación.
Melevantédelacamaconsigiloydejéellibrosobrelamesitadenoche.
Cerré la puerta de mi habitación, dándole un último vistazo a la única
persona que ocupaba mi corazón. Dormida, tranquila, abrazada a su
queridoFlash…
Erajovenysinmiedos,conningunaexpectativadecaraalavidaysin
necesidaddebuscarleningunarespuestaasusevidentesgolpesbajos.La
únicaresponsabilidadquerecordabatener,desdehacíavariosaños,era
ladeejercermitrabajocorrectamente.Deocuparmedetodoaquelloque
Alekconsiderabaqueyoeraválido,útilynecesario.Alaferrarmeaesa
idea, a ese requisito que él buscaba en mí, logré convertirme en la
máquinaqueutilizabalafuerzafísicaparamantenerlimpiounnombre
quenisiquieraeraelmío.Noobstante,comolehabíadichoaJohanna,y
comodefendíadesdesiempre,valíalapena.Aleklomerecía.
Sin ningún miedo, a excepción de mis ataques de ansiedad en los
espacios reducidos, me entregué a la causa de Alek. Una causa que,
haciendo balanza, me beneficiaba. Me proporcionaba un estilo de vida
desagradable, sí… Pero también proporcionaba una adrenalina
inexistenteenotrotipodesituaciones.Setratabadeunestilodevida,no
sólodeunsimpletrabajo,quemeotorgabaunasfuertesemociones.Me
procurabaunafamilia,másalládeAlannaymeaportabaunaseguridad
económicamásqueevidente.
Uno se acostumbra al dinero fácil, al camino sencillo y no concibe el
riesgo que supone. Deshabituarse a ello es un paso que mis pies no
estabantentadosacometer.
Habíasidojoven,yseguíasiéndolo,sinmiedos.Porquemividanoeralo
suficientementevaliosaparamíynolohabíasidonunca.Almenosno
hastalallegadadeOlivia.
Recordaba perfectamente el modo en que Alanna me había dado la
noticiadesuembarazo.Y,sí,pordescontadorecordabaelmodoenelque
había reaccionado al inminente acontecimiento que cambiaba mi vida
por completo. Como un toro enfurecido, fuera de sí. Como un animal
rabiosodispuestoatodoparaevitartalcambioque,mesesmástarde,sin
saberlo concebiría como maravilloso con el paso del tiempo. Recibí el
sucesocomoelhombrequeera,quehabíasidodesdeadolescente.Recibí
laprimiciacomoelmonstruoenelquelavidamehabíaconvertidoaun
sinsaberlo.
Mi vida se había basado, antes de la llegada de Olivia, en todos los
excesos posibles. La disputa descontrolada de mi persona, abusando de
sustanciasyemociones.Yaunmeparecíaincreíbleseguirvivo,aunme
parecíasorprendentenohabercaído.
Notabacómocadavez,comolamismaTorredePisa,meinclinabamásy
más. Expectativo ante una caída que, tarde o temprano, sucedería.
Porque, tras todo lo que había llegado a hacer en mi vida, era lo que
debía ocurrir. Porque no es ningún mito, las personas como yo deben
caerenalgúnmomentoynosalirimpune.
Sinocaen,elequilibriodelcosmosdejadeexistiryseconvierteenun
simpleidealcreadoporelserhumano.Elequilibrionoeraelojoporojo
ydientepordiente.Elequilibrio,talycomoloveíatrasdejardeladomi
juventud y mis no miedos, era algo que ocurría de modo natural. Algo
quesucedíaporquedebíasuceder,porqueestabadestinadoaserasí.
No obstante, existen puertas que cruzas una vez y por las cuales no
puedes volver a salir. Y, desgraciadamente, aquello era algo que supe
nada más entrar en el mundo que ahora me rodeaba. Conocía bien mi
situación,sabíaperfectamentequesólopodíasalirdelbucleenelqueme
había metido de una forma. Para mí desgracia, esa salida era a tres
metrosbajotierra.
Recordabahabersidoreacioalamentiradurantemuchosaños,porque
considerabaqueirdefrenteytomarlasinceridadcomoarmaduraibaa
serlomásinteligenteenmitrabajo.Simemanteníahonestoylealante
Alek, la vida no me daría la espalda en el momento que desease
abandonarlalaborquehabíaestadollevandoacabo.
Sí,erauniluso.Almenosunapartedemíloeraporcreerqueesosería
suficienteparaabandonartalcausa.
Al principio de todo, la causa estaba bajo mis manos y las de todos los
que trabajamos para y con Alek. El tiempo, inequívoco, logró dejarme
claroquelastornashabíancambiado.Habíamospasadodecontrolarla
causaparapermitirqueellanoscontrolaseanosotros.Y,conello,todo
loquehabíamosamado.
Al punto en el que me encontraba, no era la consciencia lo que me
pesaba. Algo que me convertía todavía más en inhumano… ¿Cómo no
podía pesarme el haber acabado con la vida de personas que eran
hermanos,hijos,padres,sobrinos,primos…?
Simplemente no lo hacía, porque la devoción me cegaba lo suficiente
paranosentirniunapizcademoralidadoremordimientoalrespecto.
Sinembargo,loquesímeperturbaba,eralosañosquenotardaríanen
sacudir la vida de mi hija. Una pequeña maravilla que me miraba con
suspreciososojosyseenorgullecíademí,sinnisiquierasaberqueerala
última persona por la cual debía sentir orgullo. El milagro que, en sus
más oscuros miedos, corría para rodearme con sus brazos en busca de
poderrespirarysentirseseguraentrelosmíos.
¿Quéporquénoabandonéantes?
Porque no tenía sueños, ni esperanzas, ni ilusiones. Porque ni siquiera
llegó a importarme la idea de que mi hija creciese sin padre. Y por
egoístaquesonasepormiparte,teníatodoslosmotivosdelmundopara
pensardeesemodo.
¿Acaso no iba a ser peor que tuviese un padre como el que le había
tocado?
Alanna fue de las pocas personas que intentó reconstruirme o
reencaminarmeporuncaminoqueellaconsiderabamejorqueelqueyo
mismohabíatomado.Creyó,firmemente,quesuamorpormíharíaque
cualquier cosa pudiese suceder. Ilusa ella también, creyó que
manteniéndosefirmeamiladoyoabandonaríaaAlek.Intentó,desdeel
principio,sermilugardeconsuelo,mirocaymitechobajolatormenta.
Estuve enamorado de ella el suficiente tiempo como para saber que
intentaba salvarme sin yo necesitarlo y ella estuvo enamorada de mí el
suficiente tiempo como para desesperarse y sufrir depresión tras
depresión.
Imaginoquesitodavíanosrespetábamos,aunquenofueseconpalabras
precisamente, era por Olivia. Su nacimiento había moderado nuestros
agresivosencuentrosydiscusiones.
JohannamerecordabaaAlanna.
Siempre desafiándome, creyendo tener el poder divino para convertir a
las personas en lo que se obsesionaba con ver. Creyendo tener la
capacidadparahacernacerenlosdemáselsentimientoqueelladeseaba.
Me recordaba a ella desde el principio, desde el día en que Alek la
presentócomosuparejadeformaoficialehicimosunapequeñareunión
enlafábricarodeadosdenuestrosmásallegados.
Tenían el mismo comportamiento que me sacaba de las casillas con la
únicaexcepcióndeque,Johanna,alcontrarioqueAlanna,metemíay,
aunasí,seencarabaamí.Yaunqueesotuvieseexplicaciónmástarde,a
mímefascinabasucoraje.Mefascinabaelmodoenque,inclusoenlas
peoressituaciones,notuviesemiedoarendirseoaenfrentarsealoque
debíaocurrir.
Me recordaba tanto a ella que era inevitable casi sentir el mismo odio.
Cada vez que Johanna se apresuraba a encararse a mí, intentando por
todos los medios discutir o intentar usar su pequeña fuerza contra mi
cuerpo,recordabaelmodoenqueAlannahabíaintentadocambiarme.Y
lasituaciónmesuperaba,eraalgoquemeabordabaynopodíacontrolar.
Nisiquieraqueríacontrolarlo.
Puede que el hecho de que ambas fuesen similares tuviese peso en mi
incapacidad para acabar con su vida en todas las oportunidades que
habíatenido.EracomosinopudiesemataraAlannaporserlamadrede
Olivia, la única que trajo al mundo algo que verdaderamente sí podía
cambiarme.Sinembargo,Johannanohabíatenidonadaquevery,ensu
caso,loachacabaanopoderdesobedecerlasórdenesdeAlek.
Se había ocupado de Olivia en mi arrebato, mientras dormía
plácidamenteintentandoqueelalcoholseesfumasedemicuerpo.Había
sidocariñosaconella,sintenerporquéhacerloynohabíajuzgadomi
papeldepadrepornorecordarqueAlannaladejaríaamicargoporun
día.Algoquesolíaserbastantecasual.
Y aun con su apreciable temor hacia mí, había tenido el valor de
confesarmesusmásprofundossentimientoshaciamí.
Malditapsicópata,masoquistayperturbada…
Alargué la mano sobre la mesita de café y observé la pantalla de mi
teléfono móvil. Eran las cuatro de la mañana y todavía no había
respondidoaningunademisllamadas.Nosésieraalgopropiodeella
pero tampoco podía tener demasiadas expectativas. No obstante, tras
haberlebesado…Nosé,podríahaberllamado¿no?
Quizáunmensaje.Sí…Unmensajehubieseestadobien.
La pantalla se iluminó con un número que desconocía y fruncí el
entrecejo. Si Alanna me llamaba otra vez desde algún aeropuerto para
decirmeque,enunarrebatodepasiónellayBruce,semarchabaaalgún
paíseuropeo,pensabapresentarlaanteunjuzgadopeseasaberquetenía
yomismoelasdeperder.
—¿Sí?—Respondí,serio.
—¿BrantleyPace?
—Elmismo.¿Quiénes?
—Le llamo desde el Artesia General Hospital —respondió una voz
femenina, al otro lado del teléfono—. Tenemos a una paciente que ha
pedido,expresamente,quelellamásemosencasodeemergencia.
—¿Cómo?
—JohannaBrookeOliphant.
—¿Qué? —Volví a espetar, sintiendo necesidad de ponerme de pie y
levantarmiculodemicómodosofá.
—Unvecinolahatraídohacehoraymediaconunaincisiónenlaparte
baja del vientre —explicó, con tranquilidad—. Nos pidió, en su
extraviadaconsciencia,quenospusiésemosencontactoconusted,puesto
quesehanegadoacontactaraningunodesusfamiliares.
—Ahora mismo voy para allá —señalé, finalizando la llamada y
haciendomisdeseosrealidadallevantarmedelsofá.
Tomé a Olivia con mis brazos, sabiendo que no podía llamar a Alanna
para que me ayudase. Según ella, mi cupo de “emergencias” lo había
cubierto en los primeros años de la pequeña. Sin preocuparme siquiera
por cómo iba vestido, manteniendo mis cómodos pantalones cortos de
deporte, tomé una camiseta verde desgastada y me encaminé hacia la
puertadeallado.
Siunapersonapodíaayudarmeenunasituaciónasí,eraAnderson.
Abrió la puerta y expresó su preocupación, con una mueca, al verme
totalmente serio frente a él. Era el único de mis vecinos en el que
confiaba, aun a sabiendas de que habíamos tenido nuestros más y
nuestrosmenosalprincipiodemiconvivenciaenesebloque.
—¿Quéocurre?
—Sé que trabajas de noche y que debes estar ensimismado en cubrir
cualquiernoticiadelastuyas,peronecesitoqueleechesunojoaOlivia
—lepedí,todavíacargandoalapequeñaqueyaempezabaamurmurar
quejassobremicuerpo—.Mehanllamadodelhospitaly…
—Eh—mecortó,alzandolasmanoshaciaOlivia—,notienesquedarme
ningunaexplicación.Séquenoacudiríasamídenoserunaemergencia.
—Encuantovuelva…
—Tomate el tiempo que necesites, mañana tengo libre —me aseguró,
cogiendoalapequeñaensusbrazosydedicándomeunafugazsonrisa—.
Esperoquenoseanada.
—Sinoloes,acabarásiéndolo—susurré,acariciandoelpelodeOlivia
—.Tedebouna,Anderson.
—MeconformoconquenovuelvasamontarjaleosilosPhoenixSuns
gananalosLakers—comentó,jocoso.
—Oh—mencioné,apuntodeirme—,otracosa…
—Dime.
—¿Podríasdejarmetumoto?
—¿Qué?
—Losé,séqueesabusarpero…—Nosabíacómoexplicárselo—.Tuve
problemasconlasruedasytodavíanolohesolucionado.
—Joder,tío…
—Lo sé, lo sé. Te juro que si ganan los Lakers te dejaré raparme la
cabeza.
—Niquetuvieseselsuficientementepelocomoparaqueesoteimportase
—masculló, sacándose las llaves del bolsillo trasero del pantalón—.
Cuidado,Brantley.Yhabloenserio…NiunrasguñoamiHarley.
—¡Prometido!
ConducirunaHarleydeesacategoríaeraalgodiferente,aunquenome
sentía en ánimos para poder disfrutar la experiencia. Conduje
ensimismado en la carretera, preocupado por el estado de Johanna. Y
cuando frené en un semáforo, me pregunté qué era lo que tanto me
preocupabacuandoyomismohabíasidocapazdehacerlecosaspeores.
Pasélamanoderechahaciaatrás,acariciandopartedelasientodecuero
quenoocupaba.Esbocéunapatéticasonrisasobremirostro,recordando
elmodoenquelehabíahechopasarelpeordesusmomentossobremi
propiamoto.Enesemomentosíqueconsiderélaideadequeellatuviese
másmotivosparamatarmequeyoparamatarlaaella.
AparquélaHarleydeAndersonymeencaminéhacialapuertaprincipal
delhospital,quitándomeelcascoalaquemeaproximabaalarecepción.
Me rodeaban un montón de personas y era algo a lo que no conseguía
acostumbrarme. A esas horas de la noche, lo normal es que no hubiese
casinadieenunhospital.
Vaya pensamiento más absurdo, Brantley… ¿A cuántos tipos has
mandadoalhospitalalasmismashorasdelamadrugada,eh?
—Hola —dije, con la respiración un poco entrecortada—. Me han
llamado.
—Sunombre,porfavor.
—BrantleyPace—respondí.
—Sí —murmuró la joven, tras echarle un vistazo al ordenador—. Sin
embargo,todavíanopodemosdejarlevisitaralaseñoritaOliphant.
—¿Porquéno?
—El capitán del departamento de policía está con ella en estos
momentos.
—Oh—musité.
Vamos,nomejodas…
—El vecino llamó a la policía porque pensó que se trataba de un
allanamiento de morada —me explicó, al ver mi cara—. Así que dos
investigadoresvinieroneintentaronhablarconlapaciente.
—Yaveo.
—Puedeesperarporaquíyleavisarécuandosepermitanlasvisitas.
—No, ¿sabe qué…? —Giré mi rostro hacia la puerta por la que había
entrado—.Saldréafumarmeuncigarrillo,tomarmeuncaféyvolveréun
poquitomástarde.
—Comodesee,señorPace.
Si la policía estaba ahí, no podía significar nada bueno. Al igual que
tampoco me transmitía mucha seguridad que Johanna informase al
hospitalparaquesepusieseencontactoconmigoynoconAlek.Alfiny
alcabo,éleraquiendebíaestarconellaenesemomentoynoyo.
Fumé el cigarrillo junto a la Harley, aparcada a unos metros del
hospital. Me quedé sentado, con la mirada perdida en el edificio y a la
esperadequeeltiempopasase.
¿Allanamientodemorada?
Eso no tenía ningún sentido, ¿quién querría nada de un apartamento
comoeldeJohannaodeellamisma?
SisetratabadealgúnproblemaconelnegociodeAlek,éldebíasaberlo.
Porloque,vistodesdemipuntodevista,nodeberíatardarenllegar.
Reconocíalcapitándepolicíahablarconsusinvestigadoresalasalida
delhospital,dispersándosealcabodeunoscortosminutos.
Esperéaquedesaparecierandelosalrededoresdelhospitalparatirarel
cigarrilloalsueloydirigirmehacialapuertaprincipal,otravez.
—Señor Pace —la mujer de la recepción se levantó, nada más verme
entrar—.Losinspectoresdepolicíapreguntabanporusted.
—¿Cómodice?
—MehanpreguntadosilaseñoritaOliphantibaatenervisitay…
—Mierda—espeté,interrumpiéndolasinqueesofuesemiintención.
—Leestoyinformando,señorPace.Peronosepreocupe,lesdijequehoy
nohabíaningúnindiciodequenadiefueseaveniravisitarla.
Enarquémicejaalobservaraaquellamuchacha.
—¿Porquélesdijoeso?—Pregunté.
—Porque la señorita Oliphant me recomendó hacerlo al saber que la
policíavendríaavisitarla.
—Chica precavida —bufé, intentando no sentirme orgulloso de ella—.
¿Habitación?
—Cientocinco.
—Gracias.
Lahabitacióncientocincoestabafrenteamisnaricesyaunasíteníala
sensacióndequerersalircorriendo.Antesdeabrirlapuerta,unaseriede
preguntas recorrieron mi mente. ¿Por qué Johanna había pedido,
expresamente,queelhospitalsepusieseencontactoconmigo?¿Porqué
medabalaresponsabilidadque,enrealidad,Alekmerecíatener?Y,ante
todo,¿porquéhabíasidotanprecavidadecaraalamismapolicíaala
queteníaintencióndevendernos?
Erairónicocreerqueelperturbadoerayoyque,comoellahabíadicho
enunmomentodado,pareciesesufrircambiosbruscosdeopinión.Bien,
ella había utilizado realmente el término bipolar… Aunque no parecía
saberexactamentequéeradichaenfermedad.
Estaba tumbada sobre la cama de la habitación, con el cabello suelto y
un conducto de suero que partía de una bolsa anclada en un poste
metálico y el dorso de su mano izquierda. Con los ojos cerrados,
mantenía su cabeza ladeada hacia el lado derecho y con una cansada
expresiónsobresujovenrostro.
Sus gruesos labios habían perdido el color rosado que solía tener de
modo natural. Ahora se veían pálidos, como si la sangre no hubiese
fluidosuficientementeporellos.Erainevitablecontemplarsusevidentes
ojeras formar una leve bolsa bajo sus ojos. Los cuales, incluso ante mi
intrusiónenlahabitación,permanecíancerrados.
Permanecíquietoenlaentradadelahabitación,preguntándomeporqué
era incapaz de dar un paso más o por qué cojones no había dado dos
hacia atrás. Seguía teniendo la sensación de que no era yo quien debía
estarahí,quenoeraunaresponsabilidadmíayque,pordescontado,no
setratabademilabor.
Movió su rostro para dejarlo boca arriba, moviendo su mano izquierda
cómosilaagujaqueatravesabasuvenalemolestase.
Nopudeevitarpreguntarmesihabíamontadoalgúnescándaloalverla
aguja o si, de despertar, lo haría al saber que tenía una colocada
profundamenteenelinteriordelapieldeldorsodesumano.Ladeémi
sonrisa por un momento y, al segundo, tuve ganas de darme una
bofetada.
Serásimbécil…
—¿Pace?
Misonrisadesaparecióalescucharsususurro.Meacerquéycoloquémi
manosobrelasuyaderecha,estrechándolaconsuavidad.
—Eh—saludé.
—Hecreídooírtereír…
—Vengaya—meburlé,pasandomipulgarsobreeldorsodesumano.
—Habránsidoimaginacionesmías.
—Sí…—Toméaireprofundamente,mordiéndomelacarneinternademi
labioinferior—.Johanna,¿quéhapasado?
—Tengosueño.
Asentíconlacabezalentamente,viendocómotodavíanopretendíaabrir
sus ojos. Ni siquiera me dediqué a caer en la cuenta de que seguía
acariciando su mano, pretendiendo, por un momento, que olvidase su
temorhaciamí.
Lodebíahaberperdido,¿no?Denoserasí…,nohubiesepedidoqueme
llamasen.
—Tengoquesaberquéhaocurrido,Johanna.
—Alek—musitó,relamiéndoseloslabios—.Tengosed…
Miréamialrededor,descubriendounvasodeplásticoblancoconagua
ensuinterior.Lediunsorboparaestarsegurodequesetratabadeagua,
despuésdehaberolisqueadoelinteriordelvaso.
Loaproximéconcuidadohastasubocaymimanoizquierdaseposóbajo
sunucaparaayudarlaparalamismaacción.Dejócaersumanocontra
mi mano izquierda y deposité, de nuevo, el vaso sobre la alta mesa de
maderaconcajones.
—Tengoquesaberquéhaocurrido,nena—repetí.
—¿Acabasdellamarme“nena”…?
—No—respondí,intentandodisimularlasonrisaparaquenodenotase
nadaenmivoz—.Imaginacionestuyasdenuevo,Johanna—susurré.
Capítulotrece
Una sonrisa se dibujó sobre sus labios y escuché cómo su respiración
brotabasonoramentedesdeelinteriordesuboca,comosisetratasede
unarelajadaexhalaciónpropiadeunasencillacarcajada.
Enesemomentohubiesepagadoporescucharelbásicosonidodeésta.
—Dimequéesloquehapasado—murmuré,casienunsuspiro.
—Alek vino a casa —pronunció, con dificultad, sin dejar de relamerse
loslabios—.Tengolabocademasiadosecaparahablar…
Tomé su barbilla con la única mano que no estaba tocándola en ese
momentoyaproximémirostrosobreelsuyo.Todavíamanteníalosojos
cerrados pero la sonrisa, de la que había sido afortunado de ver hacía
unos momentos, había desaparecido. Pegué mi boca a sus labios
entreabiertos, presionando con debilidad pero permitiendo a mi lengua
que se adentrase. Rodeé su lengua con la mía y no sentí repulsión al
hacerlo, ni siquiera aunque el amargo sabor de su boca me perturbara
laspapilasgustativas.Dejéquemisalivasecamuflaseenelinteriorde
su cavidad y sentí su respiración contra mi rostro. A continuación, me
apartéconmuchasuavidad.
—Vaya —farfulló, tragando saliva—, pensé en un poco más de agua
pero,sí,creoqueesonohaestadomal…
Su comentario me arrancó una sonrisa y volví a tener ganas de
abofetearme. Sin embargo, mi mano que sujetaba su barbilla se movió
hastasumejillaconlaintencióndeacariciarlasutilmente.Y,alhacerlo,
abriólosojosparamirarme.
—¿Sisigomanteniéndomeasídedébilseguirásbesándome?—Preguntó,
en un susurro, entrecerrando sus ojos al mirarme—. Veo que hay otra
alternativaparatenercontactofísico,eh…
—Ningunadelasdossituacionesesbuenaparati—mereí.
—Tienesrazón,siempresebasaenmíestandocasimoribunda.
—Novasamorirte—leaseguré.
—Alek vino a casa, Pace —volvió a decir, erradicando la ilusión que
había visto iluminar su rostro hacía un par de segundos—. Estaba
enfadado,estaba…Eradiferente—masculló,condificultad—.Nuncale
habíavistoasí,nuncahabíacreídoquefuesecapazde…
—¿Éltehahechoesto?—Lepregunté,frunciendoelentrecejo.
—Increíble,¿verdad?
Llevémislabiosasufrenteydepositéuncálidobeso,mientrasintentaba
disimular la tensión que estaba corrompiendo todo mi cuerpo sin mi
permiso. Intenté desconcentrarla para que no fuese testigo de cómo
estabaafectándomelaideadequeAlekhubiesesidocapazdeherirlade
esemodo,siendoalgopropiodemíynodeél.
—Creoqueteníainformaciónsobrenuestroencuentrobajoelpuente—
comentó, mientras mis labios seguían sobre la piel de su frente—.
Alguienmesiguióysabíaquehabíaestadoentucasa—añadió.
—Esosíespropiodeél.
—Le admití que nunca abusaste de mí —confesó, en un gimoteo—. Se
pusocomoloco…
—Nodebistehacereso,esoteníaquequedarentrenosotros.
—Sabíaquetúmeprovocasteeldesgarromuscular,mepreguntóquepor
quénuncaselodijey…—Callórepentinamenteparaecharsealloraren
silencio. Me apartó con sus manos para que no limpiase ni una de sus
lágrimas—.Ledijequetelodebíaporquetehabíaacusadodesemejante
barbaridady…
—Repitoquenodebistehacereso—yoenmistrece,punto.
—Leadmitítenersentimientosportiy…
—Oh, joder, Johanna —le interrumpí, en una queja que pretendía ser
soloparamí.
—¿¡Qué querías que hiciese!? —Vociferó de pronto, arrepintiéndose al
instanteyllevándoselamanoalapartebajadesuvientre—.Ah…
—Relájate.
—Dijo que sólo había dos modos de actuar —enunció, con un rostro
encogidoporlamolestia—cuandoteclavanunpuñalporlaespalda…
—Bufó y cogió aire repentinamente, intentando incorporarse sobre la
cama—. Arrancárselo y preguntarse por qué ha ocurrido lo que ha
ocurridoo…—Volvióatragarsalivanotablemente—.Oarrancárseloy
usarlo.
Le pedí, en un siseo, que se mantuviese en silencio. Quizá había oído
suficienteymesentíaincapazdeseguirescuchandonadaqueplasmase,
en mi cabeza, la imagen de Alek enfureciéndose ante ella y con un tan
violentodesenlace.
Mehervíalasangreypodíanotarelcalorquedesprendíamipiel.Estaba
tanconcentradoenquenonotasemicabreoquenimedicuentaquesu
mano se había colocado sobre mi esternón, por encima de la camiseta.
Loslatidosdemicorazónmedelatarían.Daríanlosindiciosclavespara
quesupiesecuántoestabasintiendo,dejandodeseraquélinsensibleque
ellaveíaenmí.
La gran ironía era que todo lo que estaba sintiendo me estaba
convirtiendo en ese insensible nuevamente, pues no dudaría en
arrancarle la lengua a Alek. ¿Qué gilipollez era esa de un puñal en la
espalda y usarlo? ¿Cómo se había atrevido a herirla de ese modo? Oh,
joder,¿ycómopodíaseryotanhipócrita?
Alek sólo había dado un paso más a lo que yo había estado haciendo
durante todo este tiempo en el que me veía enfrentado a Johanna con
cualquiercosa.
—¿Enquéestáspensando?—Mepreguntó,enunatormentadosusurro.
—En que yo hubiese hecho lo mismo —le respondí, con sinceridad—.
Hubiesesidocapazdeesto—suspiré,desviandomimiradahastalaparte
bajadesuvientrequepermanecíaocultabajolasábanadelacama—,y
demuchomás.
—Nadie duda de que hayas tenido capacidad y oportunidad. Sin
embargo…
—Nolohehechoyo—finalicésufrase,encogiéndomedehombros—.¿Y
qué?Esonocambiaabsolutamentenada.¿Cómovoyasiquierairapor
élsiyohesido…?
—Novayasporél—meinterrumpió,tajante.
—¿Esperasqueledejevivodespuésdeesto?
—Le has cogido cierto gusto a esto de deshacerte de cualquier persona
que no sea de tu agrado, ¿eh? —Replicó, con una débil sonrisa—.
Escucha,Pace,lascosasno…
—Nomedigascómotienenqueserlascosas—lecorté,enungruñido—.
No me vengas con el cuento de la venganza y de cómo las cosas se
vuelvenentucontracuandobuscastenerla.
—¿Desdecuándoteimporta?
—¿Elqué?—Lepregunté,sinentender.
—Mimíseravida—suspiró.
—Desde que me tomé muy en serio ser el único que te la hiciese
imposible.
Sumano,quepermanecíacontramiesternónsobrelacamiseta,secerró
enunpuñoymededicóunodesustípicosysencillosgolpes.Contemplé
cómo una natural sonrisa emergía entre sus carnosos labios y no pude
evitarpreguntarmecuándohabíacambiadotantorespectoaella,todavía
notandocómolasyemasdemisdedoshabíanquedadomarcadasporla
esenciadesucuello.
—Novayas—suplicó.
—Hedehacerlo.
—No, no has de —replicó, aferrando sus dedos contra la tela de mi
camiseta.
—Johanna, como te dije en su momento, esto sólo puede acabar de un
modo.
—Ycomoyoterespondí,siemprehayunaalternativa.
—Avecesnolahay—susurré,negandosuavementeconlacabeza—.En
micaso,nena,lasalternativasnodistanmuchode…
—Ahoranohansidoimaginacionesmías—farfulló,cortándome.
—¿Eh?
—Mehasllamado“nena”.
—¿Teimportaríacentrarteunpoquito?—Mascullé,golpeandosufrente
conlamíaenunbrevecontactofísicoentrenuestrascabezas.
Llevaba un buen rato inclinado sobre ella pero, por alguna extraña
razón,nomepesaba.
—Las alternativas no distan mucho de la cruel realidad. En mi caso, a
estas alturas, las cosas terminarán siendo como deben ser. Tendré que
pagar,tardeotemprano,pormiscrímenes.Enalgúnmomento,mañana
o dentro de unas semanas, tendré que comparecer ante el mundo por
haberhechotodoloquehellegadoahacersiendoelsecuaz,cómplice,o
como quieras llamarlo, de Alek —le expliqué, intentando escoger mis
palabras sabiamente—. Y no sólo eso… Soy coautor. Incluso tú,
Johanna,sintiendotodoloqueadmitessentirpormí,sabestodoloque
he hecho. Aunque no lo hayas presenciado con tus ojos, sabes que ha
ocurrido.¿Creesqueesosimplementepuedepasarseporalto?¿Confías
en que desaparecerá? —Pregunté, sabiendo que no era necesaria
ninguna respuesta—. Uno debe ser responsable de lo que hace, porque
evitarelcaminoquehemosescogidononoslimpialasmanosdetodolo
quehemosrecorrido.
—Estásdiciéndomeque,ocurraloqueocurra,teperderé.
—Pues, ¿no era evidente? —Me reí, con suavidad—. ¿De qué te
sorprendes? Esto iba a ocurrirte, aunque no hubieses sentido nada por
mí,permaneciendojuntoaAlek.
—¿Acuántaspersonashasmatado?
Su pregunta no me sorprendió ni, mucho menos, me ofendió. Sin
embargo, no pude evitar sentir un ápice de decepción al tener que
responderaunacuestiónquenoqueríacompartirconella.Apoderser,
eraalgoquepreferíanocompartirconnadie.
—¿Qué importancia tiene? —Repliqué—. Un cadáver más, un cadáver
menos,nomeharámenosresponsablenimeharásermenosasesino.
—¿Acuántas?
—Amásdelasquemegustaría—musité.
—Esonoesunarespuestanumérica.
—Nopiensodarteunarespuestanumérica,peropuedodecirteque,tras
hoy,lacifraaumentarádeuno—murmuré,conunnudoenlagarganta.
Se quedó en silencio unos segundos, volviendo a cerrar los ojos.
Presenciécómounalágrimarecorríasumejillaizquierdayelmodoen
quedejabacaerlacabezasobrelaalmohada,dejandosurostroladeado.
Agradecíque,porotraparte,sumanosemantuviesesobremicamiseta.
Eraalgoquehacíaquesurepudio,alahoradedistanciarsurostrodel
mío,nofuesetandesagradable.
—Eh—susurré,apoyandomisdedosalrededordesualargadorostro.Lo
guie hacia mí y apoyé mi frente contra su cabeza—. Abre los ojos,
Johanna —ante su negación, dejé escapar un profundo suspiro. No
sentíaquemispulmonesconsiguieranllenarseporcompletoalrespirary
meveíacapazdeempezaradesesperarme—.Johanna…
—Tienequehaberunaalternat…
—Nolahay—dije,deteniendolaideaalaqueseguíaaferrándose—.Voy
aocuparmey,después,seacabarontuspreocupaciones.
—Pace.
—¿HasleídoLosMiserables?
Abriólosojosantemí,enarcandounadesuscejasamedidaqueyoiba
separándome de su contacto físico. El único que perduraba, en los
últimos minutos que pensaba pasar junto a ella, era el de mis dedos
índice,corazónyanularrodeadosporsumanoderecha.
—¿Qué?—Musitó.
—Existe una frase que me recuerda a menudo a mis propias
experiencias.Enotraspalabras,merecuerdaati.¿Lohasleído?
—No.
—“Esunaextrañapretensióndelhombrequererqueelamorconduzcaa
algunaparte”—cité,apretandomipulgarcontraeldorsodesumano—.
Y, aun así, Johanna, “en vano tallamos lo mejor posible ese tronco
misterioso que es nuestra vida; la veta negra del destino aparecerá
siempre”.
Dejóderodearmisdedos,empujandomimanoaunladoy,conunrostro
encogido de dolor, se colocó de lado sobre la cama. Observé su espalda
darmelacaraysuspiréprofundamente.
Había estado leyendo Los Miserables desde hacía unas semanas y, por
extraño que sonase al tratarse de una novela de estilo romántico, me
había fascinado el modo en que se razonaba las dos caras de una
evidente moneda; el bien y el mal. Que existiese defensa para todo
oprimido,comoconcluíaenciertomodolanovela,eraunalivioparamí.
Unaliviomomentáneo,puessetratabadeunmeroescritosobrepapel.
No iba a juzgar su reacción, ni me veía capaz de insistir que intentase
focalizarlascosasdesdemipuntodevista.Viéndolacomoestaba,noiba
apedirlequesecolocasemiszapatosyobservaraellargorecorridoque
habíacaminadohastaelpresente.Nosóloporquenomepareciesejusto
sinoporquenoqueríaquesupiesetodoloquehabíallegadoahaceren
misúltimosañosdevida.
Cuando sinceró sus sentimientos hacia mí todo fue totalmente
surrealista.Lofuehastaelpuntodehacermellegaracreerquesíhabía
un tal Cupido, lo suficientemente enfermo y depravado cómo para
enviarleunaflechaconminombre.Puesquesehubieseenamoradode
mínosóloeradepravadoeinconscienteporsuparte,peroesque,alfiny
alcabo,denigranteparaella.Yaloeraparamí…
Condujelargoskilómetroshastallegaralafábrica,pensandoelmodoen
elquepodíaabarcarlacuestióndeJohannaconAlek.Ahorasabíaqueél
conocía los sentimientos de Johanna por mí, mas ella me había
informado de que él era consciente de nuestro encontronazo bajo el
puente. Por ahora, era lo que yo sabía que él sabía. Aunque no podía
evitarquemesurgieraunaduda…
¿Conocíatambién,poralgúnmotivo,quemehabíaacostadoconella?
Dejé el casco sobre el asiento de la moto y, a mis espaldas, el sol
empezaba a surgir. Se apreciaba cómo el cielo pasaba de un intenso
oscuroaunentristecidoamanecer.Elcielosepresentabatangriscomo
mispropiasemociones.
Metoméellujodefumarmeuncigarrillojuntoalamoto,observándola
ypreguntándomesialgúndíaconseguiríatenerunaigual.
Noesquelamíanomegustase,perounaHarleyeraunaHarley.
Lafábricaestabasilenciosa,oscuray,denoserporquehabíaestadoen
ella, habría jurado que continuaba abandonada. Los coches seguían en
su sitio, algunas cadenas seguían cayendo del techo y, sin duda, las
estanterías con aparatos mecánicos no habían sido ni retiradas ni
movidasdesusitio.
Amedidaquemispasosavanzabanporlaestancia,encontrabaalgunas
latas de cerveza desparramadas por el suelo junto a un montón de
colillasyceniza.Dehecho,mispiesyanosearrastrabanconlamisma
facilidad.Elestadodelsueloerarepugnante.Debíanhabersepegadouna
buenacogorza.
Sí, seguro que Alek había celebrado su poderío al ser capaz de
encargarsedeJohannadelmodoenquelohabíahecho.Sinunápicede
empatía.
Oh,¡quéhipócrita,Pace!¿DeverdadvasaencargartedeAlekporhaber
hecholoquetúhasestadosoñandoconhacerdesdehace,qué,meses?
No podía deshacerme de mi mejor amigo de ese modo y mucho menos
porunamujer.Nocompartíamuchadesusopinionesnidecisiones,pero
siemprelashabíarespetado.
Medilavueltayempecéacaminarhacialasalida,nuevamente.
¿Cómo iba a encararme a él, con qué pretensión? ¿Con qué maldita
finalidadibaarajarleelcuello?¿Bajoquéargumento?
Ningunoerasuficientementeválido,puesyomismohabíasidocapazde
cosaspeores.¡YomismohabíahechodelavidadeJohannauninfierno!
Yomismohabía…
—Pace.
MedilavueltaparaobservarcómoAlek,conunacamisarojatotalmente
abierta,merecibíaenelcentrodelaestancia.Llevabaunosdesgastados
tejanosclarosysucabello,máscortoqueelmío,perfectamentepeinado.
Esbozóunaampliasonrisa,quedándosedepie,conlasmanosmetidasen
losbolsillostraserosdesupantalón.
—¿Yahasvueltoenti?—Preguntó,consorna.
—Oh, sí —respondí, quedándome quieto en mi posición—. Totalmente,
además.
—Esunabuenanoticia.
—Loes.
Le echó un vistazo a su alrededor, como si estuviese contemplando el
lugarquenosrodeabaenesemomento.Empezóacaminarhaciamí,sin
dejar que nuestros ojos se encontrasen ni por un segundo. Siguió
desviandosumiradaportodalaalcoba.
—Dime, ¿qué te trae por aquí? —Preguntó, quedándose a mi lado. Se
quedó quieto, sin retirar las manos de sus bolsillos traseros y
manteniendoelrostrohacialapuertadelafábrica.
Ladeéelrostroparamirarle.
—¿Porquécreesqueestoyaquí?—Repliqué,mirandosuperfil.
—Nuncahassidodemasiadointeligente—chasqueósusdedosydescubrí
cómo Gray, Marcus y Darren salían de entre la oscuridad—. Jamás
admitiré que no eras bueno en lo tuyo, la verdad… Pero tú no puedes
admitirsermuyinteligentesihasconsideradooportunodejartecaerpor
aquí.
—Vaya,nosabíaqueleteníastanpocaestimaamiinteligencia,Alek.
—¿Quieresquetratemostemasdeestima,Brantley?—Inquirió,conuna
hipócrita carcajada por su parte—. Si es lo que quieres, podemos
empezarporahí.Soloquedespués,sinoteimporta,hablaremosdetemas
comolatraición.
—Yonotehetraicionado—leseñalé,sintemoralguno.
—¿Aquélellamastúenamoraramichica?
—Joder, ¿y el no inteligente soy yo? —Espeté, riéndome por lo bajo—.
¿En serio, Alek? ¿Ahora tenemos doce años? —Me giré hacia él y
observécómoGraysellevabalamanoalaespalda—.Tranquilo,mono
de feria, que no pienso hacer nada —mascullé, levantando las manos
para que se quedase, si es que eso podía ser, más tranquilo—. Alek,
escúchame.
—Enesoestoy—respondió,serio.
—¿Crees que he enamorado a tu chica? —Apreté mis labios por lo
patéticoquesonaba—.Quetuchicaestécomounacabraysehaya…—
Me vi interrumpido por un brusco puñetazo que chocó contra mi ceja
derecha.
Cerré el ojo con fuerza maldiciendo por lo bajo, odiando la zurda de
Alek.Apoyémismanossobremisrodillas,apretandoconmásfuerzalos
ojoseintentandoconcentrarmeenotracosaquenofueseeldolorquese
extendíaportodomicerebelo.
—Yaveolomuchoque“estás”escuchándome—siseé.
—Sinohubiesesestadoobcecadoconlaideadequeibaavendernos,no
hubieses estado tan pendiente de ella. Nos hubiésemos librado de
vuestros múltiples encuentros —prosiguió, girándose hacia mí con el
rostroimpasible.
Johanna tenía razón, Alek estaba diferente. Ni siquiera parecía ser él
mismo.
—Encuentros como el de bajo el puente —comentó, con una divertida
muecasobresualargadoypuntiagudorostro—.Unencuentroquetodos
conocemos pero, claro, a saber cómo terminaban los otros que
desconocíamos. Si Colt no hubiese aparecido en la ducha del piso de
abajo,¿quéhubieseocurrido,eh?—Inquirió.
—¿Puedodecirlaverdadsinquevuelvasagolpearme?
—Prueba—respondió,encogiéndosedehombroscondesdén.
—Lahubiesematado—respondí,contotalsinceridad.
—Eresunhipócrita.
—Soymuchascosas,Alek—leaseguré,notandoellíquidocalientecaer
porelladoderechodemicara—.Túmeconocesbien.Soyesoymucho
más. Pero, ahora que mencionas lo de la hipocresía, quizá tú quieras
hablar más que yo —murmuré, relamiéndome el labio inferior—. Tú
sabesmásdeesoqueyo.
—Cortaelrollo.
—¿Por qué no les explicas a todos dónde han acabado algunos de
nuestroscompañeros?
—Brantley,noesmomentoparairteporlasramas—meadvirtió.
—Diles dónde han acabado y bajo qué orden —proseguí, recibiendo el
siguientepuñetazocontramiesternón.
Micuerposeinclinóhaciaadelanteyreprimíunbrutalgruñido.Dejéde
respirarporunossegundospuessabíaquenoibaalograrcaptaroxígeno
silointentabatrasaquélpuñetazo.Ynomequeríaverenlasituaciónde
boquearcomounpezfrenteatodos.Cuandoeldolordisminuyó,porotra
parte,puesdesaparecernoibaahacerlo,meincorporéconlarespiración
agitada y sintiendo cómo las aletas de mi nariz se ensanchaban a cada
unadeellas.
—¿Noleshasdichocuántasdecisioneshastomadosinconsultarlocon
ellos?—Pronuncié,sintiéndomemuydébileneseinstante—.¿Tampoco
les has comentado que no has necesitado una razón de…? —Agarré el
puño izquierdo que amenazaba, en cuestión de milésimas de segundos,
convolveradarmeenlacara—.Esdemalaeducacióninterrumpir,Alek
—carraspeé,porelesfuerzo.
—Has intentado matar a mi chica incontables veces —replicó, en
tensión.
—Esverdad,peronosoyyoquienlahaenviadoalhospital.
Pudever,porelrabillodelojo,cómoGray,MarcusyDarrensemiraban
ipsofacto.Pudeinclusoescucharsusmurmullos.
—¿Dequéestáshablando?—Coltapareciópordetrásdemí,frunciendo
elentrecejo.
—Vaya,Alek,¿tampocoleshascontadoque“tuchica”estáenelhospital
porquefuisteaporella?—Québiensentabaeso,porDios.
—Cállate —me espetó, apartando el puño del interior de mi mano. Se
abalanzósobremicuerpoeintentó,portodoslosmedios,hacermecaer
alsuelo.
Puede que nunca hubiese negado una paliza por su parte si él
consideraba que era mi merecido, pero él nunca había podido conmigo
de no ser porque yo me había dejado. Y, evidentemente, por desgracia
paraél,esonoibaavolveraocurrir.
Dejéquesecayera,solo,alsueloyempecéadarvueltasasualrededor.
Coltmemirabaexpectantey,pesealoquehabíadichoenvozaltaante
todos,Graycontinuabaconlamanotrassuespalda,dispuestoatodo.
—Pace—alcélamiradahaciaColt,quienhabíapronunciadominombre
—.¿Nonoshasvendidoalapolicía?—Preguntó,enunsusurro.
—¿Qué cojones dices tú ahora? —Fruncí el entrecejo y mi mirada se
desvió a Alek, quien se levantaba del suelo entre bufidos—. ¿Eso es lo
queleshasdicho?—Unasonrisaincrédulasedibujóenmicaraantesde
poderdarmecuentadequeestabaechándomeareírdeformaestúpida—.
¿Lehasdichoqueoshevendido?—Mehabíaentradolarisaflojay,la
verdad, desde fuera podía parecer que era un auténtico psicópata
enfrascado en los efectos de algún psicotrópico—. Sí, ¡claro, Colt! ¡Yo
mismooshevendido!Porque,comoverás,siendoelquesehaencargado
detodos,¿quémásmeda?¡Porsupuesto,cómono!¡Tengomilganasde
estar encerrado con vosotros, disfrutar de unos meses en la ciudad de
vacacionesparapresidiariosyvercómooslargáismientrasmicondena
sealargahastaelfinaldemietapaadulta!—Dejédereíralinstante—.
¿Teenjuagaslabocaconcocaínaoquécojonestepasa?
ColtdesviólentamentesumiradahaciaAlekypudevercómosurostro,
sujovenrostro,seencogíaenunasombríadecepción.
Conocía esa sensación… Conocía la sensación de haber sido capaz de
venderlemialmaalmismodemonioporalguienquecreíamerecerlo.
—SólohiceloquecreíoportunorespectoaJohanna—explicóAlek,sin
apartarsusojosmieldelosmíos—.Túhabríashecholomismo,¡túibas
ahacerlomismo!
—¡Peronolohice!
—¿Yesotehacesermejorpersonaqueyo?—Inquirió,conelentrecejo
fruncido—.¿Ahoraeresmejorqueyo?¿Tehasconvertidoensantopor
perdonarlelavidasoloaunadetusvíctimas?—Sonriódeformaladeada
y negó suavemente con la cabeza—. ¿Crees de verdad que nos van a
juzgardelmismomodo,capullo?¿Tienesalgunacertezade…?—Golpeé
su boca con mi codo derecho y proseguí dando círculos a su alrededor,
escuchando cómo maldecía y se quejaba por el golpe. Escupí contra el
suelo, sintiendo un exceso de saliva en el interior de mi boca, y decidí
deshacermedelacamisetaverdequetodavíallevabapuesta.SiGrayno
mehabíadisparadoya,noloharía—.Eresun…
—Levántate,Alek.
Se levantó, pasándose el dorso de la mano por la boca. Imitándome, se
deshizodesucamisarojaylatirócontraelsuelo.
Nohabíacomparaciónposibleentrenuestroscuerpos.Éramoselsolyla
luna.
—Yonolametíenestemundo,Alek—lerecordé,gesticulandoconmis
manos—. No fui yo quien se enamoró de ella, haciéndole partícipe de
todasnuestrasmierdas.Telodijeensumomento,telohedichosiempre.
Nuestravidaprivadadebemantenerseprivada,atodacostaydetodolo
que hacemos. Sin embargo, a ti te importó una mierda —espeté—. ¡La
hicistepartícipedeabsolutamentetodo!¡Todosnuestrostratos,nuestros
negocios y nuestros pasados! Venga —me animé, mirando a todos los
demás—. ¿Cuántos de vosotros conocéis mi vida privada? —Les
pregunté.
Ningunorespondió.
—Exacto—señalé—.Completosilencio.
—¿Desde cuándo te preocupas tanto? —Preguntó, moviéndose de un
lado a otro para desconcentrarme—. ¿Ahora te has enamorado tú de
ella?
—Nometoqueslaspelotas,Alek.
—¿Quétecuestaresponder?
—Nomeheenamoradodeella—contesté,serio—.Peromeencantaría
decirtequesíaunquefueseparavercómotecorroelaidea—mirostro
se iluminó—. ¡No, espera! Quizá te corroa más que te diga que me la
follé—gesticulétodavíamás,antelaahogadasorpresadeColt.
PorDios,quéchicomásingenuo…
—Si eso quieres verlo como traición, te lo acepto —proseguí,
encogiéndome de hombros, viendo cómo él paraba quieto de pronto—.
Pero nunca me acusarás de traicionarte porque ella sea lo
suficientementeestúpidacomoparahaberseenamoradodemí.
—Yoyanosoyelmismo,Pace—meadvirtió,dandounpasohaciamí.
—Porsuerteparamí,yonuncadejédeserquiensoy.
—¿Yquiéneres,apartedeunmalditomandado?—Meprovocó,conuna
bromistamueca.
—¿Ahoramismo,dices?¿Apartedeunmalditomandadoquesetiróatu
chica?—Repliquéamiturno,coninsolencia—.Lacaraylacruzdeuna
moneda —le respondí, escuchando mi hombro crujir al hacer un breve
movimiento—. Tú conoces mi cruz, no conoces mi cara y como no te
considero digno de conocerla, haré una fusión sólo para ti —mascullé,
con desprecio—. Ahora mismo soy el insensible que siente, el
inconscientequepiensayelcapullosininteligenciaquevaapartirtela
boca.
Cuando di un paso hacia adelante, Colt me bloqueó el paso con su
delgadocuerpo.
Eratalmienfurecimientoquepensabaenarrancarletodoslostatuajes
quepermanecíansobresusmanos,conpielincluida.
—Apártate—pronuncié,ronco.
—Pace…
—¡Hedichoqueteapartes!
—Deja que nos ocupemos nosotros —pidió, en un susurro, intentando
sonar tranquilizador—. Deja que seamos nosotros los que nos
encarguemos.
—Estonoformapartedeningunanegociacióndegrupo,Colt.
—Pace,tío,estonosafectaigualqueati.
—Lo dudo —repliqué, sin apartar los ojos de Alek, quien incrédulo
escuchabacómounodesussubordinadosintentabatomarpartidadesu
desenlace.
—No eres el único que ha actuado por el beneficio de otro —expresó
Marcus.
—¡Hedichoqueestoescosamía!—Bramé,paraquetodosescucharan.
Coltapoyósumanosobremihombroyfuetalrápidoelcontactoquemi
manoagarrósumuñecaconlafuerzadeuncañón.
—Nollevestúsoloesacarga—musitó.
Capítulocatorce
Elhumobrotabadeentremislabiosmientras
intentabamantenermequietoapoyadocontraelcoche,observandocómo
cada uno arremetía contra Alek y él hacía el esfuerzo de defenderse.
Escuchaba los quejidos de esfuerzo que todos dejaban escapar por sus
aceleradasvocesasícomoelsonidodeAlekdebilitándosecadavezmás.
Misojosnisiquierapestañeabanantetalimagen,dejandoquelaceniza
cayese sobre el suelo. Ninguno de ellos iba a ser capaz de dar por
finalizada aquella ronda física, pues ninguno había tenido, nunca, la
habilidaddeocuparsedelmodoenqueyosolíahacerlo.
Colt, quien había sido el primero en empezar, caminó hasta mí y se
colocó a mi lado. Agarró mi cigarrillo y le dio una profunda calada,
cansado y totalmente empapado en sudor. No dijo absolutamente nada,
acompañándomeantelavisióndelacaídadeAlek.Unacaídaquejamás
hubiese imaginado contemplar, ni visualizar. Ni siquiera había estado
soñandoconqueaquelloocurriese,porqueenotracircunstancia…
Enotracircunstanciamehubieseinterpuesto,hubiesetenidouncuerpo
acuerpocontodosellosynomehubieseimportadocaerporAlek.
Mi teléfono móvil vibró y lo sujeté con mis manos para descubrir un
mensajedeJohannaenél.
“Vetedelafábrica,Pace.
Lapolicíaestádecamino”.
Apreté el teléfono entre mis manos y dejé escapar una pequeña
carcajada. Colt me miró sin entender y volví a arrebatarle el cigarrillo
sindarleimportancia.Toméunagrancaladayladeéelrostrohaciaél.
—¿Estás dispuesto a ir a prisión por todos nuestros delitos? —Le
pregunté.
—Nuncamelohepreguntado.
—Pregúntateloydameunarespuesta.
Frunciósuentrecejoysupequeexigíasaber.
—Notenemosotraopción,¿no?—Seresignóaresponder.
—Alguna te diría que existe una alternativa pero no, no creo que haya
otraopción.
—Entoncessí,claro.Eseldestinoqueheescogido—suspiró.
—Lapolicíaestádecamino.
Vielterrorasomarensurostroyreprimíunaespontáneacarcajada.
—Nodesesperes,Colt—susurré—.Notecaerántantoscomocrees.
—Pero,¿ytú?
—Es el destino que he escogido —le respondí, encogiéndome de
hombros.
Tecleé en la pantalla de mi teléfono, escuchando cómo Darren seguía
bramando junto a los demás y Alek caía, definitivamente, sin fuerzas
paramás.
“Lautopíadehoyescarneyhuesomañana.”.
Antes de que pudiese guardar mi teléfono móvil, escuchando en la
lejanía unas intensas sirenas que avanzaban mi desenlace en libertad y
medescubríaelporvenirenuncautiverio,éstevolvióavibrar.
“Porfavor,déjatedecitasliterariasysaldeahí.
Redímeteatimismo”.
Empecé a teclear una respuesta y resoplé al escuchar el sonido de un
montón de hombres adentrándose en la fábrica, exigiéndonos alzar las
manosycolocarnosderodillassobreelsuelo.
Miteléfonomóvilcayófrenteamíyunamableagentedepolicía,amable
porque si pensaba en insultarle por seguro mi boca lo plasmaría a los
cuatro vientos, clavó el talón sobre éste. Dejándolo hecho pedazos ante
mi cara, se colocó tras mi cuerpo y colocó una de las manillas de la
esposasenmimuñecaizquierda,tirandodemibrazoparacolocarmela
mano sobre la parte baja de la espalda. Le facilité el gesto intentado
mantenerelequilibrio.
Arrastré los pies hasta la salida, observando cómo Alek quedaba tirado
sobre el suelo. No fui capaz siquiera de visualizar si su pecho seguía
moviéndose de la forma básica en la que solía hacerlo al respirar. El
agente continuó sujetando mis manos, las cuales quedaban bloqueadas
contralapartebajademiespalda,yconsuotramanosujetandominuca
mientras me acompañaba hasta uno de los coches con las luces
encendidas.
—Pace —susurró Colt, a mi lado, en el interior de aquél coche de
policía.
—Dime.
—¿QuélepediríasaDios?
Mirostrosegiróhaciaél,conextremalentitud,preguntándomesihabía
escuchadocorrectamentesupreocupación.Fruncíelentrecejoyladeéun
pocoelrostro.¿Deverdadestabapreguntándomesemejantegilipollez?
—¿Qué…?
—Me has preguntado si estaba dispuesto a ir a prisión —continuó
susurrando, mirándome con preocupación—. Y yo te he dado mi
respuesta.
—Mipreguntahasidomuchomásrelevanteytrascendental,Colt.
—¿QuélepediríasaDios?—Formulódenuevo.
El lado izquierdo de mi cabeza cayó contra el cristal de la ventanilla y
misojosseelevaronunpocoparacontemplarelcielo.Seguíaperturbado
por unas evidentes nubes oscuras, grisáceas, que amenazaban con
descargarsuirasobrelaciudadenformadegruesasgotasdelluvia.
—Nosoycreyente—leconfesé.
—¿Quélepedirías?
—¡Silencioalláatrás!—Bramóunodelospolicías.
Puselosojosenblancoymemordíellabioinferior.Acerquémirostroal
deColt,parahablarenunbajotonoyquesóloélmeescuchase.
—Lepediríaexterminar,delmundoquesesuponehacreado,atodaslas
personascomoyo—respondí,enunsencillosusurro—.¿Heresueltotu
duda,pequeño?
—Yolepediríaunasegundaoportunidad—bufó,conpesar.
—Vengaya,Colt.Hemostenidomiloportunidadesparaabandonartodo
estoy…
—Sí —me interrumpió—, ya sé que hemos de abrazarnos a nuestro
destino.
—Notedigoquetengasqueabrazarlo,perosíconformarteconél.Noes
algoqueestuvieseescritoparanosotros,esalgoqueescogimos.
—¡Silencio!—Volvióavociferarelpolicía.
—Cómeme la polla —espeté, en un gruñido, dirigiéndome al mismo
policía.
Éstegirósurostrohaciamí,clavándomelamásferozdelasmiradas.O
al menos es lo que él debía pensar, porque en mí no creaba ningún
efecto.
Le sostuve la mirada durante unos largos segundos. Tras eso, fue él
quien optó por apartarla. En cambio yo, volví a girar mi rostro hacia
Colt.
—No tengas miedo, tío. Nunca nadie ha llegado a ninguna parte
acompañado por el miedo —me limité a asegurarle—. No dejes que te
domine.
—Esfácilparati,túnoletienesmiedoanada.
Notécómomishombrossemovíanalreírme,decidiendodarleunbrusco
toqueconelbíceps,observandocómoelcocheseguíamoviéndoseyuna
levelluviaempezabaagolpearlasventanillas.
—Siyonotengomiedo,túnotienesporquétenerlo—finalicé,sintiendo
queaquellafraseerapropiaparamipequeñaOlivia.
En mí no surgía la duda de qué ocurriría con mi pequeña al entrar en
prisión. Sabía que, tarde o temprano, Alanna conocería mi situación y
recordaría que Anderson era la persona en la que más confiaba en el
bloque.Mepreguntabaporcuántotiemponolaveríaysimeperderíala
magia de verla crecer, pasando por todos las evidentes etapas que eso
conlleva.
Eramuysencilloquerercreernotemerabsolutamentenada.Laideaera
fascinante, llamativa y, qué cojones, me encantaba que todo el mundo
creyeseasídemí.Porfalsoquefuese,eraunalivioquesólounapersona
conociesemiverdaderotemor.Almenoseltemorirracional,puesestaba
más que claro que perder a Olivia era lo que más me aterrorizaba. No
sólo perderla en el sentido de estar encerrado en prisión y no poder
siquieraverla,sinoenperderladeunaformafísica.Ochoañosatrásno
mehubieseimportadolomásmínimo,peroenelpresenteeradiferente.
Enelpresente,cualquiercosaquepudieseheriramipequeña…
Si ni siquiera soportaba cuando su profesora de ballet le reñía por
algunatontería.
Cuando el policía me sacó del coche, tirándome del brazo izquierdo,
recibíunrápidogolpeenlaentrepiernay,entodoelsufrimientoqueeso
conllevaba,meechéareír.Noteníamisexpectativasdequefuesecapaz
dedevolvérmelaenuncontactofísico.Y,joder,erajodidamentedoloroso.
Podía notar cómo la irradiación llegaba hasta mi estómago y me
producíaunasfuertesnáuseas.
Micuerposeinclinóhaciadelanteyescuchésusquejas,todavíaoptando
por seguir tirando de mi brazo sin darme siquiera un simple respiro. O
nuncalehabíandadoenlaspelotas,oelhijodeputasabíaexactamente
laincapacidadquenosrecorríacuandoocurría.
Apoyó su mano contra mi hombro y me obligó a sentarme sobre una
silla,enunapequeñasala,mientrasmismuñecasterminabanesposadas
sobre la superficie de la mesa. Le eché una rápida mirada pero me
encogí,viéndoletotalmentecapazdevolveragolpearme.Y,poresedía,
yahabíatenidosuficiente.
—Brantley Pace —escuché, decidiendo mantener mi vista fija en aquél
rectánguloquemedevolvíamipropiaimagen—,soyelinspectorHolden
—dijo, colocándose frente a mí y dejando caer un grueso dossier gris
frenteamismanos—.Esoerestú.
—¿Disculpe?—Pronuncié,enarcandounaceja.
—Todoeso—contestó,señalandoeldossierconunamano—,erestú.
—¿Soyuncúmulodehojasdepapel?—Inquirí,burlón.
—Eresungrancriminal—replicó,sentándosefrenteamí.
No,inspector,lapalabracorrectaescapullo,entreotrasmuchascosas.
Enunamuecainexpresivapormiparte,oalmenosintuíaqueasíerami
cara,leobservéconelrostroladeadomientrasacomodabamiculosobre
la incómoda silla. Cerré y abrí las manos en un par de ocasiones,
sintiendounaslevesmolestias.
—¿Crees que es necesario que pasemos por todo esto? —Me preguntó,
conlasmanosentrelazadassobrelamesa.
—Noséaloqueserefiere.
—A que te interrogue y esas cosas. Creo que los dos somos muy
conscientesdequeesteencuentroesinnecesario.
—Vaya, inspector. ¿Por qué no me ha dejado, entonces, disfrutar de la
fiestaconmiscolegasenlafábrica?—Micomisuraderechaseelevóun
poco,conmipropiainsolencia.
—Unodelostuyosnoparecíaestardisfrutandodemasiado.
—Oh, entre usted y yo, inspector, Alek es un poco débil para este
mundo…
—SeñorPace,¿sabedequéseleacusa?
—Joder, de una gran lista —bufé, poniendo los ojos en blanco—. ¿Por
quénomemeteenprisiónyacabamoscontodaestatontería?
—Comosabrás,vuestrocasonoesunsimplecasodebandascallejeras
—comentó,apoyandolaespaldacontraelrespaldodelasilla—.Eneste
caso están metidos los inspectores de investigaciones sobre la
administración de drogas y los investigadores penales del tráfico de
armasdefuego—seacomodó,contranquilidad—.Comobiensabes,se
os detiene porque un jurado de acusación os ha imputado formalmente
undelito.Enotraspalabras,eljuezhadictadoordendearrestotrasuna
denuncia con exposición de pruebas suficientes para establecer una
causaprobable—semirólasuñasporunmomentoyclavósusojosen
mí—. Hasta el juicio, sabes que existe la posibilidad de una libertad
condicionalobajofianzaperoque,entucaso,Pace,contuhistorial…
—Asintió lentamente con la cabeza—. Permanecerás encerrado hasta
quesedéeljuicio.Amenosque,evidentemente,convenzasaljuezpara
quetepermitalalibertadprovisionalhastaeljuicio.
—Asíquevoyacompareceranteunjuez,¿no?
—En unos minutos —respondió, tajante—. ¿No sabes cómo funciona
esto?Contucarreradelictiva,penséquelosabrías.
—Si mi carrera delictiva es tan larga, inspector, es porque no deben
haber hecho su trabajo tan bien como creían, habiéndome dado la
oportunidaddenosercazadoenningúnmomento—leguiñéunojo.
El golpe que dio contra la mesa me sobresaltó, aunque no hizo que mi
sonrisadesapareciese.
—Eljuezteinformarádeloscargosporloscualesseteacusa—espetó,
másenfadadoqueungorilaalquelehanrobadosuracióndeplátanos
—. Tú mismo te declararás inocente o culpable, según lo que creas
conveniente.
—Medeclararéculpable.
—Imaginéquenoerasestúpido.
—¿Podríairafumaruncigarrillo?—Lepedí.
—Retirolodicho.
Elinspectordepolicíasaliódelasala,dandounfuerteportazoymedejó
ahí. Menudo sinvergüenza… Ni siquiera había tenido en consideración
mideseo.
Continuéobservandomireflejocontraelcristalyempecéasimularuna
melodía al silbar, aburrido por la espera. No llegaba siquiera a
preguntarmequéestaríanhaciendoColt,Grayolosdemás.Aquéleraun
momentobásicoenelquetedabascuentadeque,sinimportarcuántos
compartiesentucamino,estabascompletamentesolo.
—Why should we worry, no one will care, girl —empecé a canturrear,
por lo bajo, mientras la melodía sonaba en mi cabeza--. We’ve got
tonight, who needs tomorrow —continué, sorprendiéndome por seguir
recordandolacancióndeKennyRogersquesiempremehabíagustado.
We’vegottonight,adúoconSheenaEaston.
Seguí canturreando la canción, dejando caer mi cabeza hacia atrás y
cerrando los ojos. El dolor de la ceja había disminuido por culpa del
entumecimiento de la zona, que debía estar visiblemente inflamada.
Movía los dedos de mi mano simulando la melodía de piano, mientras
canturreabaparamímismoconlaintencióndequeeltiempopasasemás
deprisa.
Cuantoantes,mejor.
Lapuertadelasaladeabrió,dejándomeamediasconunadelasfrases
delacanción.Algirarelrostro,recibíunfuertechoquecontralemejilla
izquierda. Fue tal la sorpresa que mi cabeza se inclinó hacia abajo,
intentandoevitarrecibircualquierotrogolpeposible.
—¡Joder!¿Esquenadievaadejardedarmehoyoqué?Empiezoaestar
hasta los cojones de la brutalidad poli… —Giré el rostro hacia la
personaquehabíairrumpidoenlasala,descubriendoaJohannaconel
mismocamisóndelhospitalyeldorsodelamanosangrando—.¡Joh…!
—¡Imbécil!¡Loqueeresesunimbécil!—Espetó,antesdequepudiese
pronunciar su nombre completo—. ¿¡Cómo demonios se te ocurre
quedarteahípasmado,eh!?
—¿Quéhacestúaquí?—Misojosseabrieronalverqueintentabavolver
a golpearme—. ¡Eh, eh! ¡Basta! Baja la mano, chiflada… ¿Quieres
dejardepegarme?¿Acasonovesqueyaestoybastantejodido?
Elinspector,juntoadoshombresmás,notardóenreunirseconnosotros.
Uno de los policías, vestido con un uniforme diferente al del inspector,
sujetóaJohannadeloshombros,intentandosacarladeallí.
—¡No la toques! —Vociferé, levantándome de la silla aun teniendo las
manoscompletamentesumisasalasanillassujetasalasuperficiedela
mesa—.Nolepongaslasmanosencimaporquetejuroque…
—Cálmate —me indicó el inspector, señalándome con un dedo—.
Johanna,¿cómodiabloshassalidodelhospital?
—Teníaqueveraestecapulloantesdequeleencierrendeporvida.¡De
porvida!—Repitióella,mirándomeconmenosprecio—.¿Lohasoído?
¡Deporvida!—Vicómosegiraba,aduraspenas,haciaelinspector—.
Cuando hablé con el capitán y con los de la investigación… Pedí
inmunidad para él —gruñó, sin apartar sus ojos del inspector y
señalándomeconunamano—.¿¡Acasonoleavisaron!?
—¿Que hiciste qué…? —Mi voz quedó suspendida, pues nadie estaba
haciéndomeniputocaso.
—Él ha decidido comparecer ante el juez y declararse culpable —le
respondióelinspector,conunrostrodesencajado—.Porfavor,Johanna,
déjanos llevarte al hospital. No deberías estar aquí en tu estado, los
puntosdesuturapodríansaltary…
—Sí, buena suerte intentando hacerle entrar en razón, inspector —
resoplé,poniendolosojosenblanco.
Johanna se giró hacia mí bruscamente y me señaló con el dedo índice,
completamentefueradesí.Definitivamente,estabacompletamenteloca.
Memiródelmismomodoenquelohabríahechoyodeserella,siendo
ellayoenmisituación.Comosiestuviesereprendiéndome,comosifuese
mi madre a la salida del colegio para exigirme que cerrara la boca y
dejasehablaralosmayores.
—Como ha dicho el inspector, yo he decidido comparecer ante el juez,
Johanna—espeté,sinachantarmeantesuenfurecidamirada—.Asíque
poco puedes hacer ya. Además, eres una insensata. ¿Me explicas cómo
hasllegadoaquí?Omejoraún,¿cómodiablossetehaocurridolaidea
deaparecerporaquíentuestado?—Inquirí,todavíadepieeintentando
deshacerme de las esposas—. Maldita niña idiota y… —Al recibir su
puñocerradocontraelhombromequejé,aunquenomedoliese.Apenas
tenía fuerzas y había venido hasta el departamento para enfrentarse a
mí,otravez—.Déjenossolosunmomento,porfavor.
—Noslallevamosalhospital—replicóelinspector,inflexible.
—Déjemehablarconellaunmomento,joder.
Ellasetambaleósuavementehaciaatrás,encontrándoseconlaparedy
pudeobservar,porelrabillodelojo,cómo,atravésdelpequeñocristalde
lapuerta,unpolicíasemanteníafirmeanteésta.Mequedémirandomis
esposas alucinado… ¿De verdad no podían desatarme ni por unos
minutos?
—Eresunainconsciente,unaimprudente,unanecia,una…
—¿Estásintentandoprovocarme?—Carraspeó,pronunciandolomismo
queyolehabíarespondidoensusimilarataquebajoelpuente.
Me mordí la lengua y dejé que mi culo cayese sobre la silla, dejando
escapar un profundo suspiro de exasperación. En pequeños momentos
como ése sí que me llegaba a preguntar cómo era que mi paciencia se
habíaagrandadoynohabíaterminadozarandeándolaportodaspartes.
—Pretendías venderlos a todos pidiendo inmunidad para mí —siseé,
alucinadoconsutrama.
—¿Quéesloqueesperabas?—Replicó,cansada,conlamanosobresu
bajovientre.
—Mírate…Serásidiota…
—Dejadeinsultarme.
—Sipudiese,ibaahacermásqueinsultarte—leaseguré,señalandomis
manos con un breve movimiento de cabeza—. Por suerte para ti, estoy
atado.
—Yporsuerteparati,yoestoydébil—respondió,tajante.
Nosquedamosensilencio,contemplándonosalosdosyrespirandocasi
condificultad.Lascosashabíanidomásalládeloquepretendíamosy,
porlovisto,ningunodelosdossehabíapuestodeacuerdoconelotro.
Mientrasyomeconcienciabaarecibirmimerecido,loquedebíaobtener
portodoelcaminoquehabíarecorridoenlosúltimosaños,ellaseguía
convencidaenqueteníaqueevitarmeelúnicodestinoalquemellevaba
elpropioestilodevidaquehabíaelegido.
¿Deverdadseatrevíanatratarmeamídeperturbado?
—¿DóndeestáAlek?—Preguntó,conunhilodevoz.
—Laúltimavezquelevi,tiradoenelsuelosinapenaspoderrespirar.
—Tedijedeno…
—Pusoatodosenmicontra—leinterrumpí,desviandolamiradahasta
mis manos—. Les hizo creer que les había vendido y, guapa, de no
haberme encarado a él, me hubiesen matado —le aseguré—. Te debes
creerquesoyunespeciedeTerminator,peroentreGrayyMarcuspueden
conmigosinproblema,¿eh?—Suspiré,cerrandolasmanosenpuños—.
Además, ¿te has mirado al espejo, te has atrevido a mirar cómo ha
quedado eso que ha dejado en tu piel? ¿Te das cuenta de que te ha
marcado para toda la puta vida? —Espeté, con una agresividad que no
deseaba.
—Lehubiesepreferidopudriéndoseenprisión.
—¿Tal y como yo lo haré? —Inquirí, ladeando el rostro hacia ella y
dibujandounapetulantesonrisa.Eraunmalditodeslenguado.
Ella clavó sus ojos azules en los míos, frunciendo el entrecejo con más
fuerza y, en cuestión de segundos, dejó escapar un profundo suspiro,
devastada. Dio un paso hacia mí y yo me puse de pie, sin saber
exactamentequéesperardeella.
Colósucabezapordebajodemibrazoizquierdohastaconseguirtenersu
rostrofrenteamiesternónyrodeómicinturaconsusbrazos.Estrechó
con fuerza, apoyando su frente contra mi pecho y dejando escapar un
débil quejido. Cualquier movimiento estaba infringiéndole un dolor
innecesario.
—¿Porquétusplanesnuncameincluyen?—Jadeó,comosilefaltarael
aire.
—Porqueteexcluyodeellos,¿noesevidente?
—Sí,poresoteestoypreguntandoporqué.
—Johanna, no sé qué película te has montado en la cabeza pero… —
Negué suavemente con la cabeza, aprovechando que había alzado el
rostroparamirarme—.Túyyonoestamosjuntos,nivamosaestarlo—
susurré, inclinando un poco mi cabeza hacia ella—. Es algo que ni
quieroni,aunquequisiese,funcionaría.
—Creíque…
—Creíste mal —le interrumpí, apoyando mi frente contra la suya—.
Siempre llegará un momento en el que nos enfrentaremos y,
conociéndonos,lascosasterminaríandeunsolomodo.
—Eltuyo.
—Exacto.Amimodo.
Sedeshizodelcontactodemirostroparavolverapegarsufrentecontra
mi esternón. Noté cómo sus dedos acariciaban la parte baja de mi
espalda,consuavidad.Pasabandesdelacolumnahacialoslaterales,por
encimadelosriñones.
—Escomotienequeser,nena—susurré.
—Nomellamesdeesemodo—gimoteó,aguantándose.
Asentíconlacabezalentamente,pesándomemáselhechodequemelo
prohibiesequeelhechodequesaliesedeformatannaturaldemibocaa
laquemedirigíaaella.Últimamenteeracomomesalíallamarla,como
mesalíadirigirmeaella.
—Venga—dije,moviéndomeunpoco—,vuelvealhospital.
—¿Así,sinmás?
—¿Deverdadsiguesesperandoquemedeclareati?—Lerespondí,con
una mueca procaz—. No seas tan ingenua, Johanna… No será un tipo
comoyoelquetedeclareamoreterno.
—Pero,¿asítevasadespedirdemí?
—Noquieroverte.
—Esanoeslarespuestaamipre…
—Quieroquetevayas—siseé,intentandoevitarsucontactofísico—.Por
favor.
—Quizálleguesaarrepentirtedenohabermebesadounaúltimavez.
—Deloqueseguromearrepentiréesdehabertedejadoconlacapacidad
suficientecomoparaseguircontestándomecosasdeeseestilo—espeté,
conseriedad.
Menudogilipollaseres,Brantley.Aflojaunpoco,quealatíalemolas…
—Yateasegurarásdequemearrepientadehaberteconocido—replicó,
separándose de mi pecho. Notaba la parte baja de su espalda, desnuda
porlaaperturadelabatadelhospital,contramismanosentensiónpor
lasesposas.
—¿Noloheconseguidoya?
—No,porquenomegustapermitirtetusestúpidoscaprichos.
Asentíconlacabeza,desviandolacaraparaquenopercibieseminatural
sonrisa.Meresultabafascinantequefuesetansencillamentevalienteen
ese aspecto. Porque, al fin y al cabo, ante mis ojos y mi experiencia,
valientenoeraelquenotemía.Sinoelque,comoella,admitíatemery,
aunasí,ahídepiesequedaba.
—¿Y si mi estúpido capricho fuese un beso? —Inquirí, en un susurro,
moviendo el pulgar contra la parte baja de su espalda. Su piel estaba
heladaymeperturbóporunossegundos.
—Estásdemasiadomimado—siseó,asuturno.
—Sifueseunbeso,¿melodarías?
—No—respondió,conelentrecejofruncido.
—¿Por…?
Su mano se posó contra mi nuca, ejerciendo presión para que me
inclinase más sobre ella, mientras su boca cubría la mía de forma
agresiva. Apretó contra mi rostro, de forma temblorosa y me besó con
profundidad,dedicándomeesebesoqueamboscontemplábamoscomoel
último. Mi lengua apenas rozó la suya que noté cómo sus labios se
despegabandelosmíosfugazmenteymedejabaconlabocaligeramente
entreabierta.
—Melohecobradoportodasesasvecesenlasquehassidouncompleto
gilipollas.Porquetúpuedesnoquererunadespedida,peroyosílaquiero
—anunció,conseveridad—.Meimportauncominoloquetúquieraso
dejesdequerer.Hasescogidoingresarenprisión,declararteculpablede
loscargosqueseteacusanyyo,enplenosderechospropios,heescogido
cobrarmemibesodedespedida.Nocomoestúpidocapricho,perocomo
final feliz —indicó, agachándose para salir de entre mis brazos—.
Porque me lo merezco y porque tú no me vas a prohibir tenerlo. No
quieres estar conmigo, bien… Lo respeto. Pero no respetaré que me
ordenesabsolutamentenadaymeimpidassentirloquesiento—señaló,
aproximándosealapuerta—.Disfrutadetu…
—Johanna —pronuncié, con la boca seca, cortándole el final del
discurso.
—¿Qué?
—Notequiero.
Susojospestañearondeformaseguida,intentandolidiarconlahumedad
quemicortaytajantefrasehabíaprovocadoenellos.Desviólamirada
haciaelpomodelapuerta,girándolocondificultadycontemplécómo,
apoyando su mano izquierda contra el mismo lado de su bajo vientre,
perdíafuerzaenlosbrazosdelpolicía.
Lasujetóconfuerzayempezóapediralosauxiliaresdeenfermería,que
seencontrabanyaeneldepartamento,unaespeciedesocorro.
Lapuertavolvióacerrarseyyovolvíadejarmecaersobrelasillaconel
pulsoamilporhora.Verlacasidesplomarsesobreunagentedepolicíay
no tener la capacidad de poder asegurarme que mejoraría no era algo
agradablequesentir.
Paramíaquellahabíasidolamejordespedidaposible,conscientepormi
parte e inconsciente por la suya. Porque yo sí estaba perturbado. Lo
suficientecomoparatenerenconsideraciónquelafrase“notequiero”
contabaconelmismo“tequiero”implícitoenella.
Capítuloquince
Cuandoabrílapuertademiapartamento,una
inquietante sensación retumbó por todo mi cuerpo. Sentía una extraña
intranquilidad al cruzar el umbral de la puerta, como si aquellas cuatro
paredes no estuviesen acogiéndome del mismo modo. La sensación,
básicamente,sebasabaenlacontrariedad.
Habíasidomihogardesdemiindependenciacomoserindividual,pesea
haber pasado mucho más tiempo entre fábrica y fábrica junto a Alek,
convirtiéndose en el cobijo al que esperaba poder apoyarme en caso de
necesitarlo.Y,sinembargo,alahoradelaverdad,eneseinstante,sentía
queeraunlugardelcualhuir.
Medesnudé,enelcuartodebaño,frentealespejoquesemanteníasobreel
lavabo. Necesitaba, con urgencia, arrancarme de la piel aquél
desagradable olor a hospital. Seis días, rodeada de agujas, pastillas y
personas vestidas de blanco u otros colores tranquilizadores, eran
demasiados.
Contemplémireflejosobreelcristalyacaricié,conextremocuidado,el
hilonegroqueuníapartedelosdosextremosdemipielquehabíansido
separados ante el ataque de Alek. Al no haberse tratado de una incisión
demasiadoprofunda,dejándoloenunaheridaaparatosaperosuperficialal
fin y al cabo, los puntos de sutura fueron la opción más adecuada en
comparación a las grapas. Sobre mi derecha, una pequeña cicatriz de
apendicitisapenasnotableporsucasiinsignificantetamañoy,encambio,
sobreelladoizquierdo…sietepuntos.Unhilonegroque,marcadosiete
veces,losmédicosretirarían,silacicatrizaciónseguíasubuencurso,en
cuatrodías.
Alhundirmeenelinteriordelabañera,sintiendotirantecesalaalturade
la cicatriz, dejé escapar un profundo suspiro. Era como si volviese a
respirar,porprimeravez,trasmuchotiempo.Eraesapartedelahistoria
en la cual, en una película de acción, no se tenía en consideración el
desgastefísicoquesesufría.Además,tampocohabíaningúnTomCruise
quepudiesesalvarmeyguiarmeenLaGuerradelosmundos,niunBruce
Willis que pudiese llevar mi cuerpo sobre su espalda y, aun así, seguir
disparandopeseaestarcasidesangrándose.Lacrudarealidaderaqueel
dolorfísicoseequilibrabaconelmentalytedesgastaban.
En mi caso, si a eso le añadíamos que había perdido a los dos hombres
por los cuales mi mundo solía girar en torno a, estaba completamente
hecha una magnífica mierda. Había llegado a creer que estaba en la
cumbre de mis problemas y no era así. Los verdaderos problemas
empezaban ahora. Problemas emocionales, problemas económicos,
problemas sociales… Porque, claro, ¿ahora con quién iba a mantener
relación?
Nomeveíamuyenlatesituradehacerlazosamistososconlapolicíatras
nomantenermiúnicapeticióntrasdarlesladireccióndelafábricaenla
visitaquemehicieronenelhospital.
En el paso de esos seis días internada en el hospital, sumida a un efecto
similaraldelamorfina,recibíinformacionessobreBrantley.
Como era de esperar, se le acusó de un montón de cargos y,
evidentemente, se le declaró culpable de todos ellos. El inspector me
anunció que había habido una reducción de condena por no sé qué cosa
jurídicapero,aunasí,Paceibaapasarunalargatemporadaenprisiónde
todos modos. Eran cargos de homicidio por una parte y cargos de
asesinato, por otra, al ejecutar alevosía y ensañamiento, y en el caso de
que se sumaran ambos delitos la pena podía llegar a los treinta años de
prisión mínimo. Por suerte para Pace, Nuevo México había sido uno de
los tardíos estados del país en abolir la pena de muerte, reemplazándola
conunasentenciadecadenaperpetuasinopciónalibertadcondicional.De
no haber sido abolida hacía escasos cinco años, su destino hubiese sido
comparecer no sólo ante un tribunal, sino ante una inyección letal. Sin
embargo,lasentenciadecadenaperpetuaeramuchomásqueevidente.A
excepcióndelcastigomásseveroconocidocomolapenademuerte,erala
peor sentencia. Pues se trataba de un castigo indefinido, capaz de
convertirse en la privación de su libertad de por vida. Básicamente, se
tratabadeunaalternativaalapenacapitaltodavíareguladaenmuchosde
losdemásestadosdelpaís.
RespectoaAlek,elinspectorHoldenmeconfesóqueseguíaenelhospital
ingresado.Eranvarioslosagentesdepolicíaquepermanecíancercadesu
habitación, a la espera que se despertase del efecto de la morfina que sí
usaron con él. No obstante, no lo había hecho todavía. Los médicos
tuvieron que sedarle por completo, habiendo ingresado en el hospital en
estadograveporhemorragiasinternas.Suestadoseguíasiendograve.
Desconocíaelestadoolascondenasdelosdemás.
Peinémicabellosuavemente,sinapartarlosojosdemidemacradorostro
reflejado en el espejo del cuarto de baño. Me coloqué unos pantalones
cortosdealgodónyunaampliacamisetasinmangasnegra,tumbándome
sobre el sofá con extremo cuidado. Cuando conseguí acomodarme,
golpearonsuavementelapuertademiapartamento.Eljoderquemiboca
bramó fue totalmente consciente. Lo único que me apetecía en ese
momento era dormir profundamente y no despertarme en meses. El
tiempo suficiente como para haber olvidado todo lo ocurrido y haber
sanado completamente. Al fin y al cabo, cuando eso ocurriese, querría
reconstruirlopocoquemequedabadelavidaquehabíaechadoaperdera
micortaedad.
Abrílapuertademiapartamento,sintiendoquemicuerposeapoyabamás
enlapiernaderechaqueenlaizquierda.
Alavelocidaddeunrayo,sentíunintensodolorextenderseporlaherida
alrecibir,degolpe,lamejilladeunapequeñapersonitaquemerodeabala
cinturaconsusbrazos.
—¡Johanna!—EralaalegrevozdeOlivia.
Intenté no esbozar la mueca similar a una bruja descompuesta al ver sus
planesfallados,puesacababadeacordarmedelpadredeOliviaynopor
unabuenacausa.¡Quédolor!
Sinembargo,aspirabaunaciertafelicidadenelambientealrecibirlacon
tantocariñohaciamí.
Apoyémimanosobresucabeza,acariciandoaquélpreciosocabellorubio
con definidos tirabuzones. Y, cuando alcé el rostro, me encontré con el
contrariadogestodelamadredeella,mirándomefijamente.
—Nuncanospresentaronformalmente—musitó,tendiendosumanohacia
mí—. Mi nombre es Alanna y soy la madre de Olivia —se presentó,
aunqueyoyasabíaquiénerapeseadesconocersunombre.
—Johanna—dije,haciéndomeaunladoparapermitirlelaentrada.
Oliviaestabaalteradaamialrededor,intentandohablarmedeunmontón
decosasque,unidasenunamismaconversación,noteníanningúnsentido.
Alannasemostróautoritaria,pidiéndoledejardesertanimpertinente.La
niñaeradetodomenosimpertinente…
Solucionéelasuntodejandoalapequeñasobreelsofá,juntoaltelevisory
poniéndoleuncanaldedibujosque,sinquereradmitirloaloral,amíme
encantaba. Ella se quedó ensimismada con el televisor, sin soltar su
peluchedecaballoblanco.
Condificultadconseguípreparardostazasdecafé,cayendoenlacuenta
dequeeranlasdosymediadelatardeytodavíanohabíacomidonada.Lo
único que mi cuerpo parecía ingerir era agua, saliva y, como mucho,
algunarebanadadepantostado.Todolodemás,preferíaevitarlo.
—Imaginoquenodebesestarpasandoporunbuenmomentoyloúltimo
quequieroesserunamolestia—murmuróAlanna,sentadasobreelbajo
taburetedelacocinamientrasyomequedabaapoyadacontralaencimera
—.¿Nodeberíassentarte?—Preguntó,mirándomeconpreocupación.
—No,tranquila.
Asintióconlacabezaenunbrevemovimiento,dándoleunpequeñosorbo
alcafé.
—¿Cómohas…?
—Sí,deberíahaberempezadoporahí—suspiró,conunanaturalsonrisa,
interrumpiendomipregunta—.Oliviahahabladomuchodeti,asíqueme
puse en contacto con el abogado de Brantley y éste, por contacto a la
policía,meindicódóndevivías—explicó,deformabreve—.Graciaspor
hacerte cargo de mi hija cuando Brantley dormía —puso los ojos en
blanco—. O lo que fuese que estuviese haciendo —negué con la cabeza
antesuagradecimiento,concansancio—.Leadvertí…Nosécuántasveces
leheadvertidodequetardeotempranolascosassaldríanalaluz—negó
ellamismaconlacabeza,llevándoseunamanoalafrenteycerrandolos
ojos—. Siempre ha sido un egoísta, incapaz de pensar en las
consecuenciasquesusaccionesletraeríanaéloasupropiafamilia.Por
suerte —añadió, con una decepcionada sonrisa—, Olivia crecerá con
Bruce,quienllevamuybienelpapeldepadre.
—Peronoloes.
—¿Cómo?—Alzósurostrohaciamí,sinentender.
—BrucenoeselpadredeOlivia—repetí—.Brantleyloes.
—Serpadrenoeseyacularenelinteriordeunamujerypermitirquese
lleveacabotodoeldesarrollodeunembarazo—replicó,conseriedad—.
Serpadreesuntítuloqueconllevaunaseriederesponsabilidadesmásallá
demeterlapollaenunagujero.
Sus argumentos no eran incorrectos y me hubiesen parecido ser válidos
denoserporlaestimaquesentíaporBrantley.
—Pacenohahecholascosascorrectamentepero…
—¿Vasajustificarle?—Inquirió,conciertasorpresaensutono.
—Mi intención no es justificarle ni exculparle de lo que ha hecho a lo
largo de todos estos años, pero le he visto con Olivia. Puede que sea un
asesino,untipocorruptoquedecidiótomarelcaminodelavidafácil,lo
cualesunaironíaporqueesemundoesdetodomenosfácily…—Estaba
yéndome por las ramas—. Le he visto con Olivia —repetí—. Se desvive
por ella y es su razón de vivir. Ella es el único motivo por el que él ha
empezadoaconcienciarsedelestilodevidaquellevaba.Eselamordesu
vida.
—Deberíahaberlopensadoantes,¿nocrees?
Alanna terminó su taza de café fugazmente, pasándose las manos por
encimadelosceñidostejanosblancosquellevaba.
—Semetióenestomuchoantesdeserpadre.Quizáquiendeberíahaberlo
pensadoanteserestú—espeté,comosifueseunagallinadefendiendoasu
polluelo—.Sabiendotodoloqueera,sabiendoatodoloquesededicaba,
pudistehaberevitadoteneralgoconél.Ynomemalinterpretes,mealegro
dequenolohiciesesporqueOliviaesunaniñamaravi…
—¿Qué sabrás tú de mi vida con Brantley? —Me cortó, totalmente
ofendida.
—Sé que no decidimos de quién nos enamoramos, así como sé que no
podemosjuzgaralosdemásporloquehanhechoensupasado.
—Y seguido haciendo en su presente —me recordó, alzando una de sus
cejas.
—Dime,Alanna,¿aquésedebetuvisita?—Pregunté,decidiendocambiar
detema.Siseguíaporesalínea,ibaahacerleunademostracióndetodolo
quePacehabíallegadoaenseñarme.
—Eresunacría,Johanna…Noséporquémotivotútehasvistoimplicada
en asuntos como éstos y, la verdad, yo fui como tú. Cuando conocí a
Brantley, hace más de diez años, me sentía atraída por su fuerte
personalidad.Eraduro,erajustamentelabarcaquemesosteníasobreun
difícil oleaje —anunció, algo nostálgica—. Sólo tenía veintidós y creía
haber encontrado al hombre de mi vida. Bueno —dijo, con una triste
sonrisa—,entiéndeme…Élteníamiedadyparecíainvencible.Leacepté
tal y como era, le quise incluso sabiendo el peligro que suponía
entregarme a él en cuerpo y alma. Fue el mayor error de mi vida —
aseguró,deformarepentina—.Que,sí,sihacesbalanza…Voyaquererle
toda lo que me queda de vida por Olivia, porque él es parte de ella.
Además—suspiró,echandounvistazohaciaatrás—,esinnegablequeson
padreehija.
Pausó su discurso para levantarse, mirándome dubitativa. Dio un paso
haciamíymerodeóconsusbrazos,estrechándomeconsuavidadalsaber
quemicuerpoeralomásdébildelplanetaeneseinstante.
—Sólotienesveinticuatroaños—susurró,sinsoltarme—.Tienesmucho
por delante, muchas cosas que hacer y experimentar. Cosas que, por
ejemplo,yonopudeporqueatuedadmequedéembarazadadeOlivia—
comentó, separándose un poco para mirarme a los ojos—. Tardé en
querer salir de la vida de una persona como Brantley, no cometas el
mismoerror.
—Sinonosequivocásemosenestavida,¿cuálseríaelsentidodeésta?
Pestañeódébilmente,esbozandounanaturalsonrisa.Asintióconlacabeza
lentamente,estrechandoconcuidadomiscansadosydevastadoshombros.
—Oliviaquiereverasupadre.
—¿No sabe que está…? —Dejé la pregunta suspendida en el aire,
totalmenteinacabada.Quizátodavíamecostabahacermealaideadeque
Brantleyestuvieseentrerejas.
—Sabequesupadreestáenunlugar,intentandorepararloserroresque
hacometido.Ellanoentiendemuybienquéeseselugarllamadoprisióny
mucho menos entendería lo que es la privación de libertad. He intentado
explicarle que es como cuando la castigo en su habitación, pero no lo
entendería —suspiró, con una enternecida sonrisa—. Porque no es lo
mismo.
—No,estáclaroquenoeslomismo.
—Brantleyyyotenemosunarelacióndifícil.NosuneOlivia,nosunenlos
recuerdos de un pasado que, a día de hoy, es insalvable… —Frunció un
poco su nariz, mordiéndose el labio inferior—. No sé si ves por dónde
intentoir.
—Laverdadesqueno.
—Él no estaría contento de verme. De hecho, seguro que montaría una
escenaporllevaraOliviaalcentropenitenciarioparaqueleviese.
—Noesunlugarparaunaniñadesuedad—siseé.
—Nopuedoprivarladeverasupadre,pormuchoqueeseseamideseo.
—¿Quéesloquequieresquehaga,Alanna?
—Megustaríaquefuesestúquienfueseconella—confesó,firme.
PorunmomentocreíqueAlannasehabíavueltocompletamenteloca.¿De
verdadcreíaqueeraconvenientequeyo,traslovividoconPaceynuestra
últimaconversación,llevaseaOliviaaverleenprisión?
Entendía que ella desconociese mis sentimientos por él, o al menos
esperabaquefueseasí,peroaquelloeraunamalaidea.
—Nocreoque…
—Imaginéquetenegarías—admitió,cortándomealvermifrustración—.
Existen muchos modos de ver a Brantley —comentó, caminando hacia
atrás y echándole un rápido vistazo a la pequeña, quien seguía
ensimismadaconeltelevisor—.ElabogadodeBrantleypodríaponerteal
día de todas las opciones. Si estás preocupada por tu integridad física al
llevaraOlivia,siemprepuedesercomunicaciónoralatravésdeuncristal
—me informó, con la intención de insistir en el tema—. ¿Sabes los
locutoriosesos?—Asentíconlacabeza—.Pueseso.
—No creo que sea una buena idea —conseguí formular—. Alanna,
Brantleyyyo…Élnoquerríaverme.
—¿Ytúlecrees?
Cogió su taza y la dejó sobre la encimera, por detrás de mi espalda. Se
llevó las manos al cabello lacio castaño y lo reunió entre éstas para
dejarlocaerporencimadeunodesushombros.
—También existen los vis-a-vis. Se trata de unas comunicaciones
especiales —siguió hablando, atenta a todos mis movimientos y
reacciones—.Comouncaraacara—explicó,rascándoselabarbilla.
—¡Johanna!—Oliviaentrócorriendoenlacocina,quedándosefrenteamí
conunaampliasonrisa—.¿Vasaveniraverapapáconmigo?—Seaferró
alpelucheconfuerza.
Acaricié el cabello de Olivia, sintiendo cómo esta vez procuraba no
demostrar su fuerza al abrazarme por la cintura. Los ojos de Alanna se
manteníanenconfrontaciónconlosmíos,conunasilenciosasúplicaala
que,tardeotemprano,acabaríacediendo.NoporAlanna,noporvolvera
veraBrantley…PorOlivia.
Sólodepensarenlohorriblequedebíaserestarensusituación,conunos
padres que no podían soportarse y que parecían intentar mantener todo
tipodedistancias…
—Sí,cariño—susurré,sindejardeacariciarsusedosocabello—.Iremos
averatupadre.
Alannaesbozóunasonrisayvisualicécómosushombrosserelajabanal
respirar.
—¿Cuándo?—Preguntó,clavandosubarbillapordebajodemiombligo,
sinsoltarme.
Misojossedesviaronhaciaabajoy,antesdequepudiesecontestar,Alanna
respondió:
—Mañana.
¿¡Mañana!?
—Alanna —murmuré, con una mueca contrariada—. Mi estado físico
no…
—Elabogadoosacompañará.
—Lascosasnosehacenasí—leadvertí,enunsusurro.
—BruceyyoqueremosirnosaNoruega,conOlivia.
—¿Cómo?
—Alejarnos de aquí —siguió, con seriedad—. Todo lo que te he dicho,
todoloqueteheadmitido…Estotalmentecierto.CuandodijequeBruce
seharíacargode…
—Nopuedeshacereso—lecorté,frunciendoelentrecejo.
—Bruce tiene familia en Noruega. Estaremos una temporada para ver
cómonosvay…
—Nopuedes—repetí,tajante.
—Túnoquieressalvarte,peroyosíquierosalvaramifamilia,Johanna.
Mislabiossedespegaroneintentaronpermitirquemidébilvozvolviesea
quejarse. Sólo noté cómo brotaba un poco de aliento y los relamí,
negandosuavementeconlacabeza.
—Esonotienenadaqueverconsalvarse,Alanna—logrépronunciar—.
No puedes hacerle esto a Brantley, es… Ha sido el amor de tu vida —
espeté,casisorprendidaporquetodavíatuviesequerebatirlelosmotivos
porloscualesnopodíanidebíaalejaraOliviadesupadre—.Sinofuese
por él… ¡Tú lo has dicho! Si no fuese por él, no tendrías a Olivia —
musité, intentando que la pequeña no escuchase ni la mitad de lo que
pensabadecirleasumadre.
—Y le estoy eternamente agradecida. ¿Qué se supone que debo hacer?
¿Desvivirme por él, darle más oportunidades de lo que la vida está
dispuestaaregalarle?Johanna,nohesidomuyinteligenteenlosañosque
estuveconélperonosoyestúpida,niningunanecia.
—Sitúnoledasoportunidades,¿quiénselasvaadar?
Memiróconmolestia,señalandoasuhijaconunrápidomovimientode
cabeza.
—Essuhija—repetí,conelcuellotenso.
—Doyfedeello.
—Noteatrevasahacerleesoaalguiencomoél…
—¿Aalguiencomoél?—Inquirió,frunciendoelentrecejo—.Noletengo
miedoaBrantley,Johanna.
—Poresomismo.Túhassidotestigodelamejorpartedeélmuchoantes
que yo misma —proseguí, no dispuesta a bajar del burro—. Sabes que
tienesentimientos,quenoesuninsensiblecomoparecesery…
Es un jodido insensible, lo siento. Ese argumento no es siquiera válido
paramí.
—Loqueintentodecir—proseguí,traselcorteenelquemereprendíaa
mímismamentalmente—esquenopuedessepararledeella.
—Élesquiensehaseparado.
—Noestoydeltododeacuerdocon…
—Johanna, la cadena perpetua es lo justo en su caso —espetó,
dirigiéndose a mí del modo en que lo haría hacia una niña pequeña—.
Agradezco que estés preocupada por Olivia y la relación con su padre
pero…,sitantoapreciasamipequeña,sabrásquehagolocorrecto.
—Los términos “justo” y “correcto” pueden interpretarse de muchos
modos.
—Merecuerdasamí—susurró,deformaabrupta.
Sumanoseelevóhaciamirostroyacariciómimejillaconcariño.Ensu
mirada, más oscura que la de Pace o la de Olivia, pude apreciar cómo
sentíalástimapormí.
Teníadeseosdegolpearlelacaraconunacucharademadera.Usada.
—¿Quéesloqueteenamoródeél?—Mepreguntó.
—Noestoyenamo…
—Eslasonrisa,¿verdad?—Siguió,sinpermitirmehablar—.Lasonrisa,
esaquelebrotadelmodomásdifícilynaturalposible.Cuandoelevasu
comisuraderechaeintentadisimularsusganasdereír—formuló,conlos
ojosentrecerradosyunaenternecidasonrisahaciamí.
—Ylaausenciadesonidocuandoseríe…—Aquellosaliótotalmentesolo
demiboca.Mesorprendíhastaamímisma.
—Esoesalgosuperficial,Johanna.Cuandoserefiereasucarác…
—TambiénmeenamoróverleconOlivia—admití,notandocómolaniña
alzaba sus ojos a mí y sonreía. Acaricié su cabeza, devolviéndole la
sonrisa.
—A papá le gusta Johanna —dijo, interrumpiendo nuestra conversación
conunasonoracarcajada.
—Ay, cielo —replicó Alanna, negando suavemente con la cabeza—. A
papásólolegustanlosproblemas,lasdiscusionesyelquedarporencima
detodosytodo—suspiró,profundamente—.Johanna,tendrásnoticiasde
nosotras—susurró,guiñándomeelojo.
Tomó la mano de Olivia, separándola de mí y despidiéndose con unas
escuetas palabras. Me quedé totalmente paralizada, como si unos clavos
atravesaranmisempeinesymeimpidierandarunsolopaso.
CogílatazadecaféqueAlannahabíadejadotrasmicuerpoylotirécon
rabia al suelo, viendo cómo los trozos se esparcían por toda la estancia.
Hicelomismoconunpardeplatosquehabíafregadohaciaunmontónde
días, intentando desfogarme de algún modo. Descontrolada, me dirigí
hasta la sala de estar y empecé a hacer lo mismo con la mesa de café,
tirándolaaunladoy,sinserconsciente,meencaminéhacialasestanterías
paratirartodosloslibrosalsuelo.
Enelcuartodebaño,empecétirartodaslastoallasalsuelo,perdiendola
capacidaddecontrolquepodíahabertenidoencualquiermomento.Ledi
unafuertepatadaalreproductordemúsica,elcualchocócontralabañera
ysepusoenmarchadelmodoenquesólofuncionaba.Seoíafatalpero
lograba reconocer la canción Creep de Radiohead en pleno estribillo.
Aquellomeenfureciótodavíamásyterminépordestrozarelaparatocon
dossimplespisotones.
Sólo fueron necesarios dos pisotones para dejar de escuchar la maldita
melodíaque,sinembargo,ahorateníaenlacabeza.
Parédeinmediatoalsentireltiróndemipielrecordarmequenoestabaen
plenas facultades para enfurecerme de ese modo. Tuve que inclinarme
paraintentarrecuperaralientoeintentarinfringirpresiónsobrelazona,
queriendo unificar todo el dolor que mi mismo cuerpo sentía. Prefería
sentir un dolor generalizado que empezar a sentir puñaladas en distintos
lugares.
Me dejé caer sobre el sofá, con nerviosismo y unas gotas de sudor
deslizándose por mi nuca, observando cómo mis pies se movían con
intranquilidad. Era idiota… Acababa de destrozar mi apartamento
sabiendoquenoteníaánimonicuerpoparavolverarecolocarlotodo.
—Telojuro,tejuroquesimividadejadeseruncalvario,dejodefumar
—pronuncié,conlamiradaclavadacontralapinturablancadeltecho—.
¿Cuándovasadejardeponermelascosastandifíciles?¿Nohepasadoya
por bastante? —Espeté, llevándome la mano sobre la frente y dejando
escapar un gruñido—. Es suficiente, ya es suficiente… Ya lo he perdido
todo.¡Todo!¿Quémásquieresquepierda?—Inquirí,incorporándomede
pronto y gesticulando excesivamente—. Sí, ya veo… La cordura —bufé,
mirandoamialrededor—.¡Enhorabuena!¡Tambiénlaheperdido!¿Algo
más?¿¡Algomás!?
Mequedésentadasobreelsofá,contemplandoeldesastrequemerodeaba.
Irónicocomolavidamisma,esedesastreeraunsímildelqueexistíaenel
interiordemicabeza.Lacual,porlovisto,habíaestadoamuebladapara
serdesamueblada,enunarrebatopropiodeunapsicopatíalatenteenmí,al
parecer…
Me agaché sobre el suelo para empezar a recoger los libros que había
tiradodelaestantería,tomándolosunoauno.Eranmuydiversosy,para
sersincera,nohabíanileídolamitaddeellos.TomélaobraMacbethen
mismanos,deWilliamShakespeare,descubriendoquealgosobresalíade
entresushojas.
Tomé la fotografía con mi temblorosa mano y miré hacia el techo con
antipatía.
—¿Por qué no haces que bajo la ventana toque un grupo de orquesta
clásica, eh? —Gruñí, sin sentirme siquiera estúpida por estar hablando
sola—.Quizáprefierasunosmariachis,peromecabrearíasdemasiado—
bufé,desviandolamiradahastalaimagen.
Brantleyyyonosiemprenoshabíamosllevadomal.Aunquelosbuenos
recuerdos fuesen escasos, había habido más de uno. Esa foto podía
demostrarlo.
Nosencontrábamoslosdos,juntoaAlekyColt,enplenapeleadepatatas
fritasvoladoras.Consusrespectivassalsas,además…Sí…Fuetodauna
faenaquitarselamostazadelpeloolosrestosdekétchupdesperdigados
pornuestrasorejas.
Simalnorecordaba,Ewanhabíatomadolafoto.
Recordándolesentíunapequeñapunzadadedolor.
Alcontemplarmeenaquellamomentánea,mesentíextraña.Norecordaba
la última vez que me había echado a reír de ese modo, ni el último
momento en el que hubiese pensado que, la verdad, estaba siendo
totalmentefeliz.Seguramenteporquenolohabíasidoenlosúltimosdías,
nihabíanotadounápicedefelicidadmomentáneaanteningúnsuceso.Mi
relaciónconAlekhabíadecaído,mirelaciónconBrantleyempeorabapor
momentosylafábricahabíadejadodeserunlugaralquellamarhogar.
Habíahabidounafracturaentretodosynopodíaevitarpreguntarmesi,en
parte,noerayolaculpabledeello.
Estabacompletamenteperdida…
El abogado de Brantley, un tal Lance Holmes, se puso en contacto
conmigo. Su pretensión, como era de esperar, fue seguir intentando
hacerme a la idea de lo que sucedería por la mañana. Un encuentro, que
personalmente no quería que tuviese lugar, entre Brantley y yo, con la
pequeñadepormedio.
No me importaba que me hubiese recalcado que llevaba tiempo tratando
conlafamiliaPace,trabajandoparayconellosdesdehacíaaños,nime
aliviabasaberqueseguíatrabajandoenlascircunstanciasdeBrantleypara
intentarreducirsucondena,aunqueésteyahubieseingresadoenelcentro
penitenciario.
Dejóclaroquenodebíaponermeenposturasubjetiva,culpándomeamí
misma de dicho ingreso. Sabiendo que se trataba de un duro momento
para mí, sin tener ni idea de lo mucho que estaba afectándome aquel
drásticocambioenmivida,intentóconvencermedequeelmejormodode
hacerlascosaseraese.Quelomejorquepodíaocurrireraencontrarme
conBrantley,acompañaraOliviaendichoencuentroyasegurarledeque
las cosas, tarde o temprano, mejorarían. Pero, ¿cómo diablos iban a
mejorar?
El hombre, nacido en Nueva York y criado al sur de Londres, había
recibido, seguramente, la mejor educación posible. Atendiendo a
maravillosas escuelas que le habrían formado como abogado capaz de
tratar todo tipo de temas jurídicos y penales, no dudaba de su capacidad
para encargarse del caso de Brantley. Incluso aunque en el juicio el
veredicto fuese el esperado y nadie se hubiese sentido sorprendido por
ello.LanceHolmessehabíamostradoserenoybastantepositivorespecto
alestadodePace.
Intentó captar mi atención en lo que los vis-a-vis respectaba, algo que
Alanna también me había mencionado en su corta e intensa visita a mi
apartamento.ProbóconvencermedequeBrantleynecesitaríaencontrarse
conalguien,unaodosvecesalmes,eneseterrenoparasobrevivirenel
interiordeaquélcentropenitenciario.Éllodenominó“terrenoíntimo”y
laideamedesagradótodavíamás.
Deformainminente,sabíaqueenunashorasmeencontraríadenuevocon
lapersonaporlacual,peseasusreiteradosintentosdeasesinarme,había
acumulado toda una serie de sentimientos. Intentaba imaginar, tumbada
sobremicamayacariciandomibajovientreconextremocuidado,cómo
ibaasersureacción.
Recreabalaimagenenmicabeza,centrándomeensuexpresiónfacialal
contemplarnosalotroladodelcristal.Sabíaconcertezaquesesentaríaen
aquella silla, tomaría el teléfono a su izquierda y me dedicaría la más
severa de las miradas. La cual, seguramente, al visualizar a la pequeña
rubiaqueocupabasucorazónporcompleto,sesuavizaría.Brantleynoiba
asercapazdemostrarseseverosiOliviayacíasobremífrenteaél.
La idea de encontrarme con él me aterraba, pese a saber que no me
ocurriríanadafísico.Esonoeraimportante…Loemocionalsísucedería.
Capítulodieciséis
Llovió toda la noche y aquello permitió que el ambiente estuviese más
fresco de lo habitual. La ciudad se había vestido de gris, especialmente
para ese día y agradecí haber tomado, como vestimenta, un fino jersey
blancodemangaslargas.Noestabatanagradecida,porotraparte,conla
eleccióndepantalones.
La cinturilla del tejano estaba rozando la cicatriz a cada breve
movimiento.
Alasdiezdelamañana,apoyadacontraelautomóvildelseñorHolmes,
fumé un cigarrillo contemplando la imponente presencia del centro
penitenciario.ElRoswellCorrectionalCentereraunadelosvarioscentros
establecidos por el estado de Nuevo México y, por suerte para nosotros,
sóloseencontrabaaunosveintiséisminutosencochedelaciudadenla
queresidíamos.
—Señorita Oliphant —el señor Holmes, sin soltar la mano de Olivia, se
acercóamí.
—Johanna, fumar es malo —espetó Olivia, antes de que el abogado
pudieseseguirdirigiéndoseamí.
Contemplé el cigarrillo, tras la última calada que había provocado
irritación por toda mi garganta y lo tiré al suelo, dándole un suave
pisotón.LeguiñéunojoaOlivia,quienmerespondióconunaorgullosa
sonrisaydesviémimiradahastaLance.
—Todoestápreparado—musitó.
—Todomenosyo.
—SeñoritaOliphant…
—¡Vamos a ver a papá! —Olivia tomó mi mano, impidiéndome
plantearme la opción de salir corriendo por todo el desierto que nos
rodeaba.Tiródemíhastalaspuertas,porlascualescrucéaguantandola
respiración.
Bajo la protección de Lance Holmes, deposité todas mis pertenencias y
pasé por un detector de metales. Jugué con la manga de mi jersey,
esperando a que Olivia hiciese lo mismo sin soltar su peluche, el cual
seguía aferrado contra ella con fuerza. Los agentes del centro, pese a la
seriedad con la que debían mostrarse, fueron todo un encanto con la
pequeña. Eso ayudó a que la niña, con el paso de los minutos, no se
sintiesetanabrumadaporloquelerodeaba.
Unodeellos,unhombrealtodeojosnegros,nosacompañóhastanuestro
pequeño locutorio. Me senté sobre la silla acomodando, a los pocos
segundos,alapequeñaOliviasobremismuslos.
Lavimirarasualrededorcondesconfianza,rodeandoelpelucheconsus
dosbrazos.
—¿Por qué hay una mujer llorando? —Me preguntó, mientras me
dedicabaaacariciarsucabello,intentandotranquilizarlaaellay,apoder
ser,tranquilizarmeamímisma.
Desviémiatenciónhaciaellocutorioquehabíacaptadolasuya.
—Bueno, cielo, quizá esté llorando de felicidad. Puede que haya pasado
muchotiempodesdesuúltim…
Por el rabillo del ojo vi un cuerpo sentarse frente al cristal y tuve que
contenermisganasdeecharmeallorar.Oliviaseapresuróadibujaruna
sonrisa sobre sus labios, apartando uno de sus brazos de su peluche y
apoyandolamanosobreelcristal.
Brantley esbozó una amplia sonrisa de felicidad e intentó aguantar su
emociónanteella.Percibíelmodoenquesucuellomandíbulasetensaba,
mirándola con conmoción. Movió su mano derecha hacia el cristal y
contempléladiferenciadetamañoentrelasmanosdepadreehija.
Centrósumiradaenmíymehizounaseñaconlacabezaparaquetomase
elteléfonoamiderecha.
Lohice.
—Si salgo de aquí, te mataré por haberla traído a verme —pronunció,
manteniendo su emocionada expresión para que Olivia no pudiese ser
testigo de su severidad—. Te lo juro, Johanna. Esto no pienso
perdonártelo —siguió, con una gran sonrisa, haciéndole muecas a su
pequeña.
—¿Quédice,quédice?—Hablóella,animada.
Tendíelteléfonohaciaella,dejandocaermiespaldahaciaelrespaldode
la silla. Si esa era la primera frase que recibía por su parte, tras una
semana,estabaapañada.Yaunquehabíasidocómicoelmodoenqueme
había amenazado, sin perder la jovial sonrisa en su rostro, sus palabras
calaronbienhondoenmí.
—Holacariño—susurré,deseandooírsuvoz.
—¡Papá! —Bramó ella, haciéndome reír y separar el teléfono de mi
oreja—. Hola papi —sonrió, sin apartar la mano del cristal—. ¿Vas a
venirconnosotras?
—Por ahora tengo que quedarme por aquí, cariño. Pero pronto me
reunirécontigo.
—Entonces, ¿vendrás a Noruega con mamá, conmigo y con Bruce? —
Preguntó,másemocionadaquehacíaescasossegundos.
—Noesunviajequepuedahacer,cielo—musité,conpesar.
—Mamá quiere comprarse una casa cerca de la casa de la familia de
Bruce—anunció,sinconocereltipodeinformaciónqueestabadándome
—. Tú podrías comprarte otra, ¿no? —Inquirió, con una exaltada
sonrisa—.Brucemehaprometidoquemellevaráamontaracaballo.¡Si
hayunoblanco,lollamaréFlash!Serácomounaversióngrandedemi
Flash—siguióhablando,conlamiradaperdidaasualrededor—.¿Por
qué vas de naranja, papá? Tu color preferido es el rojo… ¿No había
trajesrojos?—Preguntó,conunamuecatriste—.Puedopedirleamamá
quetecompreunorojo…
—Cariño, papá tiene que hablar con Johanna —susurré,
descomponiéndomeenlomásprofundodemí.Queríaseguirescuchando
su dulce voz contarme todo tipo de aventuras, falsas o reales, pero el
tiempo pasaba y cada vez me faltaba menos para volver a mi celda—.
¿PorquénovasconLance,eh?Dalesaludosdemiparte.
—Losseñoresdelaentradamedanunpocodemiedo,papi.
—Notienesquetenerlesmiedo,cariño.Papáestáaquí.
—Peronopuedesprotegermedesdeahí—pronunció,débilmente.
—No será un cristal lo que vaya a impedirme protegerte, cariño —le
aseguré,intentandosonarfirme—.Nuncadejaréqueteocurranada.
—¿YenNoruega?¿Hayplayas?—Mepreguntó,dubitativa—.Yoquiero
ir a la playa… Aquí no hay playa —resopló profundamente, poniendo
morros—.Tequiero,papi.
—Yotambiéntequiero,cariño…
—Tehedejadounregalitoenlaentrada.Elseñormehadichoquetelo
dará.
—¿Sí?
—¡Asíteacordarásdemí!—Dijo,echándoseareírconmalicia.
Notécómomiscomisurassealzabanyasentíconlacabeza.
—Meacuerdoatodashorasdeti—leconfesé,enunsusurro.
—Brucedicequehastenidosuerteporquenodeberíasestaraquí.Yole
hedichoqueteníarazón,quedeberíasestarconnosotrosenNoruega.
Misonrisadisminuyópero,aunasí,porella,intentémantenerla.Sabía
bien a lo que se refería Bruce y “aquí” no significaba la prisión,
precisamente.
—Seguro que tienes ganas de decirle cosas bonitas a Johanna —
pronunció, ante mi silencio, mientras Jo’ le dedicaba una extrañada
mirada—.Ellatambiénteechademenos.Cuandomamáyyofuimosa
su casa, me puso dibujos animados —largó, enrollándose de nuevo
mientras movía a Flash sobre la superficie que tenía frente a ella—.
Mamá dice que Johanna es muy pequeña para ti, pero a mí me parece
muy grande —murmuró, divertida—. Para ti todos somos enanitas,
porquetúeresunagrantorre.
Las palabras de un niño, que sin entender cuánto dicen son capaces de
crearcosasmaravillosaso,porlocontrario,provocargrandesbatallas.
—Tequiero,papi—volvióadecir.
—Tequiero,cariño—vicómoletendíaelteléfonoaJohanna,antesde
quepudieserecordarlequedebíaportarsebien.
Olivia abandonó mis muslos para salir corriendo hacia Lance, quien la
recibióconlosbrazosabiertosyletendióloqueparecíaseruncuaderno
parapintar,juntoalosrotuladoresdecolores.Todavíasinhabervueltoa
desviar mi rostro hacia Brantley, coloqué el teléfono negro contra mi
orejaymigiré,lentamente,haciaelcristalquenosseparaba.
—¿Noruega?—Inquirió,frunciendodeliberadamenteelentrecejo—.¿Me
traesamihijaparaquemeinformedequesevaaNoruegaconla…?
—Eh —espeté, interrumpiéndole—, no culpes al mensajero. ¿Crees que
quieroestaraquí?¿Túcreesqueloquemásmeapeteceenestemomento
de mi vida es venir al maldito centro en el que tú estás encerrado y ver
cómo te desmoronas porque tu santa expareja pretende llevarse a tu hija
fueradelpaís?—Repliqué,casimásmolestaqueél—.Paramínoesfácil
esto,Brantley.Nisiquierahasidoideamía.
—¿PorquéfueAlannaatucasa?
—ParapedirmequetrajeseaOlivia,paraquelaviesesantesde…
—No—susurró,dándoleunrápidogolpealaparedlateralquesosteníael
soportedelteléfono—.Noledejeshacerlo,Johanna.Dilecualquiercosa,
dile que seré mejor persona, mejor padre, lo que se te ocurra. No le
permitasllevarsea…
—¿Qué poder tengo yo? —Le pregunté, cortándole—. No tengo ningún
poder sobre tu expareja, ni sobre tu hija. ¿Qué es lo que pretendes que
haga?
—Sersupadreesloúnicoqueséhacerbien.
—Alannanotienelamismaopiniónalrespecto.
—Alannapuedepudrirseenelinfierno—gruñó,sinpestañear.
Contemplésucuerpoatravésdeaquélcristal.Nohabíacambiadonada…
Lo único diferente en él, aparte del evidente cambio de vestuario propio
delcentropenitenciario,eraquesucabellonoteníanirastrodegominao
gelfijador.Sinembargo,aunasí,loseguíapeinandohaciaatrásconsus
manos.
Lacicatrizdesucejaparecíahabercicatrizadotanbienquenopudeevitar
preguntarmesilamía,enelbajovientre,acabaríaigual.
—¿Cómo te encuentras? —Le pregunté, en un suspiro—. ¿Qué sabes de
losdemás?
—Colt está interno en el condado de Cíbola, en la ciudad de Grants —
respondió, tajante—. Puede que su condena se reduzca a cinco años de
prisión—añadió—.Delosdemás,noséabsolutamentenada.
—Tuabogadomehahabladodelosvis-a-vis.
Suentrecejopareciórelajarseporunossegundos,contemplándomeconla
misma incertidumbre que había iluminado su rostro cuando Olivia le
habíahabladodeNoruega.Estuvoensilencio,sujetandoelteléfonocontra
su rostro y ladeó el rostro hacia atrás, donde permanecía un agente de
seguridad ensimismado en mirar hacia el frente, en silencio. Giró su
rostrohacialapuertaporlaquehabíaentrado,decidiendomiraratodas
partesantesdevolveraclavarsumiradaenmíatravésdeesecristalque
seguíaseparándonos.
¿Podríaromperseoestaríahechoapruebadebalas?
—Vanaquitarmeamihija¿yenloúnicoenloquepiensasesentenerun
caraacaraconmigo?—Pronunció,condespreciohacialaideayhaciamí
pormencionarla.
—No tengo ningún poder, como ya te he dicho, sobre el tema de
Noruega…
—No tienes ningún poder sobre nada —sentenció, tratándome como el
detonante de sus problemas—. A decir verdad, no tienes absolutamente
nada.Encambioyo,tengounahijaalaquepretendenarrebatarme.¿Ves,
Johanna?—Siseó,aproximándoseunpocomáshaciaelcristal—.Esoes
un problema, no el mierda cacao mental que tienes en la puta cabeza —
rodeó con fuerza el teléfono, apartándoselo de la oreja para aproximar
muchosuslabiosaél—.Asíque,amenosquequierasuncaraacarapara
ponerte de rodillas y chupármela, te recomiendo que lo reconsideres —
espetó,colocandoelteléfonosobresusoportedemalasformas.
Apretélamandíbulaalverlelevantarsebruscamentemientraselagentese
acercabaaélylotomabadelbícepsparaacompañarlehastalapuertaque
le llevaría, de nuevo, a lo que ahora sería su lugar de residencia en los
próximosaños.
Noséporcuántotiempomequedéahísentada,sujetandoelteléfonoenmi
manoyperdiendolanocióndetodoloquemerodeaba.Nofuehastaque
Oliviaapoyósumanosobremimusloquevolvíatierra.
—¿Quéhadichopapi?—Preguntó,sonriente.
—Alparecerestáfaltodecariño—musité,paramímisma.Ellamemiró
desconcertada,alnoentendermihilodevoz—.Dicequeteechademenos
yquetienemuchasganasdepoderabrazarte.
—¿VaavenirconmigoaNoruega?
—Verás,Olivia,papávaatenerquequedarseuntiempoaquí.
—¿Porqué?—Preguntó,sinlograrentender.
—¿Notehacontadotumamá?
—Mamá dice que papá está aquí porque ha querido —respondió,
encogiéndose de hombros—. ¿Por qué ha querido papá estar aquí? —
Inquirió,ladeandosurostroymostrándoseenfadada.
Detalpalo,talastilla…
—¿Porquéquierequedarseaquí?—Pronunció,exigente.
—Noesquequieraestaraquí,cielo,esque…
—Mamádicequeesporquehaquerido.
—Tumadrenotieneniidea—espeté,concansancio.
LosojosdeOliviaseabrieron,sorprendidapormitono.
—Olivia,tupadrehahechocosasmalasyelcastigoquerecibe,poresas
cosas, es estar aquí encerrado —intenté explicarle, con seriedad—. En
otraspalabras,papáhasidocastigado.
—Pero,¿quiénhacastigadoapapá?
—Una persona que se dedica a vigilar que los adultos no hagan cosas
malas.
Ella asintió lentamente con su cabeza, intentando procesar lo que estaba
explicándole.Entendiéndoloono,sedioporenterada.
Alasemanasiguiente,entréporlapuertadelhospital
paramicitadelasoncedelamañana.Unmédico,muchomásjovenqueel
que había cosido mi herida, se dedicó a deshacer los puntos
provocándomeunmolestocosquilleoalretirarelhilonegroconcuidado.
Limpiólaheridamientrasmeescuchababufar,tumbadasobrelacamillay
permanecióensilencioduranteunosminutos.
Al salir de la pequeña sala, me encaminé hacia la pequeña recepción
desértica.Miréaambosladosdelpasilloymeinclinésobrelospapeles,
intentando poder averiguar en qué habitación se encontraba Alek.
Seguramenteseríalaúnicaconvigilanciapolicial,peronoibaaponerme
a buscar por todo el Hospital a dos agentes frente a una puerta de
habitación. Viendo que desde ahí no podía acceder a nada, decidí
adentrarme por detrás del mostrador y teclear el nombre y apellido del
quehabíasidomiparejaduranteseislargosaños.
Habitacióndoscientostres.
En el ascensor, pulsé el botón número dos y esperé con paciencia. Los
elevadores de los hospitales solían ser tan rápidos que producían ese
característico cosquilleo en el estómago. Incómodo para algunos,
graciosoparaotros.
Caminéporellargopasillo,contemplandoaalgunaspersonaspasearpor
él. Cuando creí ver el número de la habitación, moví mi mano hasta el
pomo.
—Señorita,¿puedoayudarla?
Girémirostroparacontemplarelrostrodeunjovenmuchacho,conojos
marronesyunacarismáticasonrisasobresusdelgadoslabios.Teníauna
preciosasonrisasiendounhombretotalmentecorriente.Desviémimirada
hacia su bata blanca, intentando pensar en un buen argumento para mi
intromisiónenlahabitacióndeAlekyobservésupequeñaidentificación:
Dr.WilliamMorrison.
Élbajósumiradahastalaidentificaciónyvolvióamirarmeamí.
—Suena fuerte pero es un nombre cualquiera —pronunció, ante mi
silencio—. Prefiero que me llamen Billy, de todos modos —añadió—.
¿Puedoayudarte?
—VeníaaveralseñorMelnik.
—Nopuederecibirvisitas—comentó,dándomelanoticia,apenado—.En
elcasodequetepermitieseentrar,bueno…Élnosabríaqueestásahí.
—Soysupareja.
—¿Ah, sí? —Se sorprendió, entrecerrando un poco los ojos—. No
recuerdohaber…
—Billy—hablóunamujer,mayorqueél,acercándose—.Elpesadodetu
mejor amigo no deja de llamar amenazando con que piensa presentarse
aquí para patear tu trasero como no le respondas a las llamadas —dijo,
malhumorada—.¿Dedóndehassacadoaesetío?¿Nosabequenopuede
llamaraunhospitalporcualquiercosa?
—Lauren, créeme que he intentado explicarle a Max, de mil formas
diferentes, que no puede llamarme al trabajo —le respondió él, todavía
frente a mí—. Ni siquiera habiéndome ido de Tennessee, como él, me
dejaráenpaz—suspiró,profundamente—.Ah,señorita¿…?
—Oliphant.
—Lo lamento, pero no puede visitar al señor Melnik —dijo, ahora
mirándomealosojos—.Nosepermitenvisitasporelmomento.
—Estábien—respondí,suavemente.
—Ahora, si me disculpa, he de ocuparme de un capullo —bufó,
dedicándome una cordial sonrisa para encaminarse hacia lo largo del
pasillo.
Hice ademán de dirigirme hasta el ascensor pero, al ver que nadie me
prestaba atención, dejé que mis pies volviesen hacia la habitación,
adentrándome en ésta de forma rápida. Apoyé la frente contra la
superficie, respirando un poco agitada. Cerré los ojos y me di la vuelta
paracaminardospasos.Sólodospasosparadescubrirletumbadosobrela
cama,intubadoydormido,conunincesantepitidoprovenirdeunadelas
máquinasquelerodeaban.
Estaba irreconocible. Las cicatrices de su rostro lo habían convertido en
unmonstruo.
Acaricié el borde de la cama, observándole en silencio con el corazón
encogido.Nadiemerecíaterminardeesemodo,nisiquieraBrantley,con
todoloquehabíahecho,merecíaacabardeesaforma.Alekpodíahaber
sidouncapulloenlosúltimosdías,podíanohabersecomportadobieny
sí,estabaclaroquemehabíaheridoconmalafe,peronoledeseabaeso.
Noledeseabaeseestadoyesasoledad.
Porquecompartíasusoledad;lohacíapueseracasilamismaquelamía.
Mas,pensándolobien,sisalíadeesa…Sisalíadeesahabitación,lascosas
seríanmuchopeoresparaélqueparamí.
Apoyé una rodilla sobre el colchón para inclinarme sobre su cuerpo,
reposandomicabezacontrasuvientreyrodeándoleconmisbrazos.Cerré
los ojos para desear despertar a unos años pasados. Los cerré rezando
poder volver abrirlos y descubrirnos a los dos, tumbados sobre una
cómoda cama en la primera de las fábricas, recreándonos en los sueños
que nos llevaban a aspirar con tiempos mejores. Unos tiempos que
pretendíamosvivirenIslandia,losdossolos.
SinohubiesedeclaradomissentimientosporBrantley,lohubiesepodido
evitar todo. Podría haber acabado muerta, por supuesto, pero habría
evitadoelestadoenelqueAlekseencontrabaenesemomento.
Élhabíacuidadodemí,mehabíadadounhogar,unlugarenelqueperder
el tiempo y convertirlo en recuerdos. Me había proporcionado amigos,
me había provocado deseo y me había cubierto con el suyo. Me había
querido, me había protegido y me había antepuesto a todo y casi todos.
Habíadepositadosuconfianzaenmíyhabíaesperadolomismodemí.¿Y
quéhabíahechoyo?
Ah,sí…Mehabíaenamoradodelmonstruodesumejoramigo.
—Max,Max—resoplóBilly,entrandoenlahabitaciónydescubriéndome
ahí.MeaferréconmásfuerzaalcuerpodeAlek.Noibaapermitirqueme
separasen de él—. Oh, mierda —bufó, cerrando la puerta tras él—. Oh,
Max,¿tequierescallar?Noestoyhablandocontigo—espetó,volviendoa
seguirconsuconversación—.Eresunsubnormal,tedijequelodeirtea
Portlanderaunamalaidea—masculló,intentandobajarelvolumendesu
voz—.Amínointentesmanipularme,esoguárdateloparatuprometida—
abrílosojosparavercómoseseparabadelteléfonoyponíalosojosen
blanco, optando por cortar la llamada. Guardó el teléfono móvil en el
interior del bolsillo de su bata blanca y me miró, sin poder fruncir el
entrecejo—.Tienessuertedequesepaqueahoravaavolverallamarala
recepción…Asíqueharécomoqueestonohaocurridoynollamaréalos
deseguridad—tendiósumanohaciamí—.Venga,vamos.
QuiseecharunúltimovistazoalcuerpodeAlek,perolamanodeBillyme
loimpidió,tirandodemíhaciaelascensor.Semantuvoamilado,rígido
y molesto por la constante vibración de su teléfono móvil en el interior
delbolsillodesubata.
—¿Untipodifícil?—Lepreguntéenunsusurro,intentandoseramable.
—Un completo capullo —respondió—. Max Lennox es un completo
capullo.
—Noseráparatanto…Pareceunamigodependiente.
—¿Max,dependiente?—Secarcajeó,sinmirarme—.Eselpeoramigodel
mundo.
—¿Porquétenerloentuvida,entonces?
—Porque estaba enamorado de su hermana —explicó, con sinceridad,
escueto—.Porellaharíamuchomásquetenerloenmivida—meseñaló
elinteriordelascensorconunamano,invitándomeapasarprimera.
Pulsóelbotóndelaplantabaja,metiendolasmanosenelinteriordelos
bolsillosdesupantalóntejano.
—Yo estaba enamorada de Alek —susurré, a mi turno—. Hasta que me
enamorédesumejoramigo,uncapulloinsensibleeinhumano—admití.
Noté cómo se giraba hacia mí y, por ello, giré mi rostro hacia él. Me
contemplaba con una prematura sonrisa sobre sus labios, ladeando
suavementesucabeza.
—Es una historia que me recuerda a algo —siseó, riéndose consigo
mismo—. Sí, puede que me recuerdes a alguien que tomó una decisión
semejante; enamorarse de un capullo insensible, inhumano y, si me
permitesañadir,egoístaymanipulador.
—Los que se rigen por ese patrón suelen ser tentadores —me reí,
contagiadaporsusonrisa.
—Sí,losbuenossóloexistimosparaquenosquieranunpardedías.
Se despidió de mí con un movimiento de cabeza, dirigiéndose hacia un
extremo de la planta baja para entrar en una habitación. Debía ser la
primerapersonaconpoderparausarunaagujaquemehabíacaídobien
enmuchotiempo.
Salí del hospital, observando cómo la mañana seguía envolviéndome.
Había habido unos días de lluvia pero, tras una semana, el sol parecía
haberseimpuestosobreelmaltiempo.
Despuésdeunasemana,todavíanohabíaconseguidoacostumbrarmea
que un agente estuviese siguiendo mis pasos a todas horas. Sin duda
había tenido una gran suerte en compartir celda con un tío que, por
cualquier paranoia mental, se negaba a hablar con nadie. Para mí era
mucho mejor de ese modo, no me apetecía tener que empezar a hacer
amigos en un lugar en el que no me gustaba estar. Ni aunque fuese el
lugarenelquepermaneceríadurantemuchotiempo.
Muchotiemposin…nada.
—Venga, Pace. Recuerda las normas —espetó, quedándose tras mi
cuerpo y dejándome frente a una cabina telefónica—. Diez minutos —
señaló.
Puse los ojos en blanco y tomé el teléfono. Marqué el número
conscientemente y esperé. Puede que tuviese ganas de discutir,
intentandorebatir,portodoslosmedios,losmotivosporloscualesOlivia
no debía ser apartada de mí. Incluso sabiendo que era de las mejores
opciones, no era algo que quisiese. ¿Quién consideraría, pese a ser
alguiencomoyo,laopcióndenovolveraverasuhija?
Oponiéndome o no al tema de Noruega, no iba a ver a Olivia de todos
modos.
—¿Sí?
—Alanna, soy Brantley —repuse, al escuchar su voz—. Sólo tengo diez
minutos, así que, por favor, intenta no colgarme o ponerte como una
energúmenasinpermitirmehablarcontigo—anuncié,conprisa.
—Brantley…
—Es de los pocos números a los que tengo permitido llamar —musité,
echándoleunarápidamiradaalagente.Puselosojosenblanco,nome
daban intimidad ni para una mísera llamada telefónica—. Estuvo mal
que le pidieses a Johanna de venir con la niña, ¿en qué estabas
pensando?
—Ahoramismonopuedohablar,Brantley.Estoyenunacomidafam…
—Me importa una mierda —espeté, cortándola—. ¿En qué estabas
pensandocuandotomasteladecisióndequererllevártelaaNoruega?
—¿Quieresquetecontestedeverdadaesapregunta?
—Megustaría,sí.
—En nosotras —respondió, tajante—. Estaba pensando en nosotras,
Brantley. En nuestra hija y en mí, algo que tú no has hecho nunca —
pronunció,airada—.¿Deverdadsoytanmalamadreporquererdarlea
mihijaalgomejorquetú?
—Mira,quehaytíosmejoresqueyonotelovoyadiscutir,peroestamos
hablando de nuestra hija —le recordé, dolido—. Nuestra —repetí, con
énfasis—.Tambiénformapartedemivida,comocomprenderás.
—Quienhafalladoensulabordepadreerestú,Brantley.
—Oh, vamos, Alanna. No quiero que me des ningún premio al mejor
padre,noloesperoyséquenolomerezco,peroeltítulonomelopuedes
quitarsinmás.
—Ellasabequeeressupadre,conesodeberíastenersuficiente.
—¿Te estás escuchando? —articulé—. ¿Y si fuese al revés? ¿Y si la
situaciónfuesealcontrario,eh?
—Noloes.
—¡Unhipotéticocaso!—Vociferé,notandolosojosdelagentesobremi
nuca—. ¿Serías capaz de no inmutarte al yo querer apartar a nuestra
hijadeti?
—Porsuerteparamí,soylamadreysiemprevoyatenermáspoderque
tú.
Dejéescaparunincrédulosuspiro,negandosuavementeconlacabeza.
Malditapécorainsufrible…
—Cincominutos,Pace—escuchéamisespaldas.
—Bruceseocuparábiendeella,Brantley—murmuró,antemisilencio
—.ComoledijeaJohanna,tequerrésiempreporqueatimeuneOlivia
pero…
—¿QueteuneamíOlivia?—Inquirí,contrariadoporlaincongruencia
—.Tantonodebeunirtesiloquepretendesessepararmedeella.
—Johannaintentójustific…
—¡Me da igual Johanna! —Bramé, perdiendo la calma—. ¡Estamos
hablandodenuestrahija!¡Delhechodequenopuedesllevártelaadonde
atitepla…!—Escuchéunsonidoalotroladodelteléfono—.¿Alanna?
—Silencio—.Hijade…
Devueltaalacelda,trashabermaldecidodetodaslasformasposiblesa
la sinvergüenza de mi expareja y madre de mi hija, me quedé apoyado
contraunadelasparedesconlosbrazoscruzados.Teníaqueaveriguar
unmododeponermeencontactoconelexterior,conalguienquepudiese
encargarse de un tema que estaba acabando conmigo y del cual yo no
podíaocuparmepersonalmente.
Elagentequemehabíaacompañado,metendióuncuadernodeentrelas
rejas.
—¿Estoquées?—Pregunté,viendoqueestabacubiertoporunpapelde
regalorosado.
—Algo que dejó tu hija en la entrada hace una semana —respondió,
siguiendosucaminoporelpasillodeceldas.
Deshiceelpapelderegalomientrasseguíadándolevueltasacómopodía
encargarmedeltemaquemepreocupabaymequitabaelsueño.Cuando
descubríelregaloquemehabíahechoOlivia,loentendítodo.Comoside
una enorme bombilla se tratase, logré ver iluminadas todas mis
posibilidades.Almenoslabásica,laprincipal.Laposibilidadquetenía,
bailando ante mis ojos, para impedir que Alanna se llevase a Olivia a
Noruega.Inclusosabiendoquenoteníapodersuficiente…Lointentaría.
Enmismanos,elcuentodeJohannaeneltren.
Capítulodiecisiete
Acariciémismuñecasunavezelguardiatomólabondadosadecisiónde
deshacerme de la esclavitud a la que me condenaban las esposas,
observando cómo abría la puerta oscura frente a mí y me permitía la
libertad de caminar sin tenerlo pegado a mi trasero como una mísera
sombra. Empezaba a creer que apretaban las esposas a conciencia,
intentandoquelamalditacirculacióndelasangrenofueseladebiday
yapodíacontemplarlasmarcasquehabíandejadosobrelafinapieldel
interior de mis muñecas. Lo peor de eso es que no podía rebotarme
contraél…
Por poder podía, pero debía admitir que el guardia me imponía cierto
respetoencomparaciónconotros.Noqueríajugármela.
La sala era amplia; aunque cualquier habitación lo hubiese sido en
comparaciónconlaceldaquecompartíaconelcolegamudoese…
Cuatro paredes que albergaban mucho más espacio que mi cuarto de
baño,conunacamadematrimoniocontraunadeéstasyunampliosofá
alargado de color gris. En una rectangular mesa de hierro yacían unas
toallasperfectamentecolocadas.Meapetecíaseguiranalizandolazona,
queriendo disfrutar de un espacio que, si todo iba bien, me permitiría,
durante una o dos horas, olvidarme del encierro. Sin embargo,
contemplaba el cuerpo de Johanna de pie, frente a mí, con la única
distancia que provocaba la mesa al encontrarse entre nosotros. Con los
brazoscruzadosyunainexpresivamueca,meobservabaatentamente.
—Heaccedidoalvisavis—pronuncié,conunaampliasonrisa.Sóloyo
sabía que aquél encuentro tenía un claro trasfondo y una delicada
finalidad—.¿Noestáscontenta?
—Estoysaltandodefelicidad—espetó,conunsolemnetonodevoz.
Quise rodear la mesa para acercarme más a ella pero, como respuesta,
ellasemovióhaciaelladocontrario.
—¿Vamosajugaralgatoyalratón?—Lepregunté,divertido.
—¿Quéesloquequieres?¿Porquémehashechovenircuandonohace
másdecuatrodíasmedijistequemeolvidasedeestaopción?
—Venga, Johanna, sólo tenemos una hora y poco. ¿Por qué no nos
ponemoscómodosycharlamos?
—No puedo perder el tiempo contigo, Brantley. Estoy intentando
reconstruirmivida.
Me reí por lo bajo, intentando volver a acercarme a ella. Fue en vano,
pues volvió a dar la vuelta alrededor de la mesa impidiéndome la
proximidadquebuscaba.
—EltemadeNoruegaestáacabandoconmigo—leconfesé,apoyandolas
manossobrelafríasuperficiedelamesa—.Sinomeayudastú,no…
—¿Sabes cómo podríamos haber evitado el tema de Noruega? —Me
cortó,severa—.Quizáaceptandolainmunidadquepedíparatialvender
a todos los demás —me recordó, arisca—. Si hubieses dejado que las
cosas fuesen como yo determinaba, en vez de seguir con tu estúpido
empeñodehacerlascosasatumanera,quizátendríaselmínimopoder
parahacercambiardeopiniónatuexpareja—bufó—.Esmás,Brantley,
si hubieses aceptado la maldita inmunidad, tu expareja no hubiese
decididoirseaNoruega—añadió,totalmentefueradesí.Elmodoenque
me hablaba, dedicándome todo el desprecio y la severidad del mundo,
como si estuviese tratando con un imbécil, estaba sorprendiéndome—.
Pero no —dijo, de forma brusca, exagerando el tono—. Brantley Pace
tienequehacerlascosascomoaélledalasantagana—semantuvotras
el otro extremo de la mesa rectangular, forzando aquella distancia que
nosseparaba—.Estásaquíporqueasílohasquerido,porquesíquetedi
unaalternativa.¿Onolohice,Pace?—Golpeólamesaconlapalmade
sumano,llamándomelaatenciónalhaberdesviadolamiradaporlasala
—.¿Dirásquenotedialternativa,quenohabíaotraopción?
Temí que el guardia pudiese escuchar nuestra conversación por lo que
me giré en busca de cualquier cosa que sirviese para mantener todo lo
quediríamosenesascuatroparedes.Viquesucuerporeaccionabaalver
cómomemovíaymemolestóquesiguieseintentandoconservaraquella
distancia, habiendo sido siempre ella la que buscase un encontronazo
conmigo.
Noencontrénadaquepudiesehacerqueloquesonaseenelinteriorde
esa sala se quedase en ella. Estaba todo pensado para que los guardias
pudiesenestaraltantodetodoloqueocurriese.Sihabíaunadiscusión,
una voz que se elevase por un momento, ellos lo sabrían. Para eso
estaban,paraesosequedabanjuntoalapuerta.
Mi único consuelo era que la música que se escuchaba al exterior, de
alguna cadena de radio, fuese lo suficiente para entretener al guardia.
EnesemomentosonabaunacancióndelosSexPistols,oalmenosera
ungrupoquemerecordabaaellos.
—Escúchame,elúnicomodode…
—No,Brantley—meinterrumpió,provocándomeunatensiónquepodía
acabarenimpulsosdestructivos—.Seterminó.Mepedistereconsiderar
la opción del cara a cara y, ¿sabes qué? Lo he hecho —contestó,
asintiendo lentamente con la cabeza—. No lo quiero, no quiero esto.
Renuncioatucaraacara—zanjó,sinpermitirmelaopciónadialogar
siquiera.
Se encaminó hacia la puerta y mi tensión me llevó a correr tras ella.
Rodeé su cintura con uno de mis brazos, impidiéndole llegar hasta la
puertaypicarparaavisaralguardia.Sabíaquebramaría,porloquemi
manoderechavolóhastasurostroysemantuvosobresuboca.Caminé
haciaatrás,sintiendocómo,contodassusfuerzas,intentabadeshacerse
de mí. Golpeó mis piernas con sus talones, movió sus brazos con la
intención de apartar los míos y su voz se perdió entre sus labios y la
palma de mi mano derecha. Cuando sentí la pared contra mi espalda,
dejécaerlacabezahaciaatrásyrespiréprofundamente.
NopodíaperderaJohannaynosóloporquefuesemiticketdesalida.
—Basta —siseé, intentando que parase con sus bruscos y violentos
movimientos—. Basta, por favor, Johanna —le pedí, haciendo más
fuerzacontrasucuerpo—.Nomeobliguesa…Porfavor,nolohagas—
pareció tranquilizarse tras unos instantes y volví a respirar
profundamente.Acerquémislabiosasuorejayaspirésuaroma—.Voya
destaparte la boca, ¿vale? Por favor, no hagas nada de lo que podamos
arrepentirnos.Asienteconlacabeza—susurré.
Lohizo,aunquefuesearegañadientes.
Separémimanodesubocay,conlentitud,apartéelbrazoquerodeaba
su cintura. Ella dejó escapar un profundo suspiro y se separó unos
centímetrosdemicuerpo.Notécómosuespaldaabandonabaelrespaldo
quehabíasidomipecho.
Enunrápidomovimiento,echósucodohaciaatrásgolpeandolabocade
miestómagodeformaviolenta.
Mirespiraciónsequebróytuvequeinclinarmehaciaadelante,comoun
actoreflejoparaprotegerlazonaeintentarqueeldolornoseexpandiese
por todo mi abdomen. Aunque no existía modo para eso. Contuve el
bramidodedolorycontuvemisganasdedevolvérsela…
—¿Sabesloquees,paramí,tenerencuentatodoloquetuvimos,aunque
fuese de las peores formas existentes en el mundo, y saber que nunca
volveremos a tenerlo? —Espetó, girándose hacia mí enfurecida—. No
tienesniideadecómoestásiendoestoparamíporquesólotecentrasen
visualizar las cosas desde tu punto de vista. ¿Por qué no nos
intercambiamos por un día, eh? —Negó bruscamente con la cabeza,
como si se reprendiese a sí misma—. ¿Qué estoy diciendo…? Tú ni
siquieratienessentimientos,¿quémásvaadartecómoloestéviviendo
yo? —Siguió negando con la cabeza con desaprobación, mirándome
intentadorecobrarlarespiración—.Despuésdetodaslasnegativasque
mehasdado,¿deverdadcreesquevoyaseguirintentándolo?¿Creesque
voyapararmeaintentarseralguienparati?—Cerrólosojos,dejando
escaparunbufidoparanoecharseallorar.Yoyahabíasidotestigodelo
vidriososqueestabansusojos—.Tengodignidad,Brantley…
—Si te pierdo a ti, ¿has pensado en cómo lo viviré yo? —Intenté
formular,conciertaafoníaporelgolpe.
EscuchélasprimerasfrasesdelacanciónItwillraindeBrunoMars,al
otroladodeesascuatroparedes.Eraunsonidodébil,casiimperceptible.
Sin embargo, el silencio que se formó en el interior de la sala, tras mi
frase, me permitió poder escucharla. Hubiese preferido seguir
escuchandolosSexPistols,laverdad.
—No,Pace—dijo,intransigenteylimpiándoseunadelaslágrimasque
habíaencontradoelmododesalirporunodesusojos—.Poresasno,no
teatrevas.Túnoereslavíctimaenestoylosabes.
—Vengaya,Johanna…
Di un paso hacia ella, viendo cómo retrocedía ante mi acción. Alcé un
pocolasmanos,decidiendoquedarmequietoymantenermimiradasobre
ella. Noté cómo mi nariz se fruncía suavemente, intentando buscar las
palabras para pedirle, por primera vez, que no me abandonase. Que se
envalentonase,unavezmás,ysequedaseconmigo.
—Nolohagas—meadvirtió,señalándomeconundedo—.Notengasla
pocadecenciade…
—Nomedejestúahora.
—Eresun…
—Nomedejes—repetí,moviendomipieparadarunpasohaciaella.
—Notemuevasdeahí.
—Peronomedejes—volvíadecir,enunsusurro.
Me dio la espalda, llevándose una mano a su rostro. Lo cubrió para
después ascender la palma de su mano hacia su cabello, recogido con
unacoladecaballo.Caminéhaciaellaconlentitud,sigilosoparaqueno
escuchase mis pasos y apoyé mis manos a ambos lados de su cadera,
respirando profundamente. Mi barbilla intentó colocarse sobre uno de
sus hombros pero se deshizo de mi intento, moviendo su cuerpo a un
lado. Fruncí el entrecejo, apretando mis manos contra su cadera y
empujándolahaciamíhastalograrnotarcómo,denuevo,suespaldase
respaldabacontramipecho.
—Estoy perdido —le admití, en un desesperado suspiro—. Si tú me
abandonas,noquedaránadayvolveréa…
Acallémifrasealverlagirarsebruscamentehaciamí,alzandolamano
paradedicarmeunafuertebofetadacontralamejillaizquierda.Ladeéun
poco el rostro por el impacto y me relamí los labios, apretando la
mandíbula y dejando escapar un profundo suspiro por la nariz. No
contentaconmireacción,oquizáporquenecesitabasoltaradrenalinade
algúnmodo,volvióapropinarmeunabofetadaenlamismazona.Cerré
los ojos, moviendo mi comisura para que la zona no se entumeciese de
golpeeintentémantenermetranquilo,sindejardeapretarmimandíbula
inferior hacia la superior. La tercera iba a dolerme más y, por seguro,
conseguiríacabrearmedeverdad.
Alzólamanoeinterrumpílaacciónsujetándolaporelcodo.
—Piénsatelobienantesdevolverapegarme,Johanna—siseé—.Doses
suficiente.
—Deberíaestarabofeteándotedurantehoras.
—Dosessuficiente—repetí,apretandosupielconmisdedos.
Sinverlovenir,alzósuotramanoygolpeómimejillacontraria.Alser
diestra, su precisión no fue acertada pero la fuerza se convirtió en su
aliada.
Agarrésusdosmuñecasylasaplastécontralaparedquequedabatrassu
cuerpo, sabiendo que estaba ejerciendo más fuerza de lo que debía. Sin
embargo,ahoraestabajodidamentecabreado.
Sosteniéndonos la mirada, ambos con los entrecejos fruncidos y las
respiracionesentrecortadasporlatensión,sentílapuntadesupiecontra
mitobillo.Fueascendiendopormigemelo,levantandolapiernapocoa
poco hasta que la punta de su pie se colaba por detrás de mi rodilla
intentandosubirporlacaratraserademimuslo.Podíasentirlacaricia
contraelpantalóndealgodónnaranjayejerciófuerzacontramipierna
derecha para hacerme avanzar hasta ella. Comprobé su respiración
cuando nuestros vientres entraron en contacto, incluso con la ropa
marcandodistanciaentrenuestraspieles.
Acerqué mis labios para besar la comisura de sus labios pero ladeó el
rostroimpidiéndomelo.Volvíaintentarloparaser,otravez,rechazado.
Soltéunadesusmuñecasysujetésubarbillaparaimpedirlesemejante
repudio.Separésuslabiosconelpulgar,enunabrevecaricia.Estabatan
cercadesubocaquepodíanotarsuoxígenobrotardeella.Larocéconla
mía,flexionandounpocolasrodillasparacolarmismanospordetrásde
sus nalgas y elevarla. Rodeó mi cintura con sus piernas, cubriendo mi
nucaconsusbrazosydejandoescaparunpequeñoquejidodesorpresa.
Cuandomipelvisentróencontactoconlasuya,nolosoportémás.
Cubrísuslabiosconlosmíos,profundizandoensuboca.Notésusaliva
camuflarse con la mía y estuve tentado de morder su lengua, que
intentaba, por todos los medios, impedirme la constante lucha que
buscabalamía.Inflexible,acabéconsiguiendoadentrarmeensubocay
la sujeté contra mí para caminar por la sala. Mi mano izquierda se
cercioró, mientras la derecha seguía bajo su trasero, de encontrar la
superficie de la mesa. Dejé que su culo cayese sobre ésta y mis manos
vagaron por encima de sus muslos, ejerciendo fuerza contra la tela del
tejano.
Cogieron el extremo de su camiseta y tiraron hacia arriba,
arrebatándosela sin que pudiese imponerse a ello. Mis labios dibujaron
unamaliciosasonrisa,descubriendoelsujetadorrojoquelucíaycubría
suspechos.
—Si esto no es una señal… —siseé, haciendo un gesto con la cabeza
hacialaprenda,divertidoporquefuesedemicolorpreferido.
Ellagolpeómibocaconeldorsodesumano,resoplandoprofundamente
comosimicomentariolehubieseofendido.Clavémisojosenellayquise
preguntarle si no pensaba dejar de golpearme, porque empezaba a
cansarmedetenerquecontrolarme.
Tiró de mi camiseta hacia arriba y, ayudándola, se hizo con la prenda
paradejarlacaeraunlado.Sealzóparallegarhastamibocaytiródemi
labio inferior con sus dientes, mientras sus dedos se infiltraban por la
gomilladelpantalóndealgodóncolornaranja.Unoscuantostirarondel
elástico y otros se introdujeron en el interior de mis pantalones,
colocándosesobrelateladelaropaíntima.
Escuchéalguardiacanturrearlacanción,quesonabafueradeaquellas
cuatro paredes, Cherry Pie de Warrant. Sí… Eso era mucho mejor que
BrunoMars.
Seaferróaunodelosextremosdelamesa,echándosehaciaatráspara
permitirme, con la ayuda del movimiento de sus piernas, arrebatarle el
pantalóntejanoqueseguíacubriendosuspiernas.Tirédelosdobladillos
y,nadamásdejarcaerlaprendacontraelsuelo,mismanosascendieron
porlacaraexternadesusmusloshastalafinateladesuropainterior.
Nosupequeerauntangahastaquelotuveenmismanos,alejadodesu
cuerpo. Volvió a incorporarse para volver a tomar el elástico de mi
pantalónytirardeél,acercándomemás.
—Espero que te esfuerces y apliques un poco más que la última vez —
siseó,mirándomefijamentealosojos.
Observécómodibujabaunaladeadasonrisasobresurostroysemordíael
labioinferiorunossegundosdespués.Apretósusdedosalrededordemis
muslos,aproximandosurostrohastaelmíoconunapalpablelentitud.Fue
ladeandoelrostro,deunladoaotro,quedándoseensimismadomirando
micara.Cuandosufrentechocócontralamía,muysuavemente,desvióla
miradahastamibocayvolvióaascenderla,alcabodelossegundos,amis
ojos.Losentrecerróconmuchocuidado,provocandounchasquidoconsu
lengua.
—Olvidabaquehabíasquedadoinsatisfecha—murmuró,comorespuesta
tardía.
Seseparóunosmilímetrosdemicaray,sindejardeclavarsugrismirada
enmisojos,sellevóeldedoíndiceyeldedocorazónalaboca.
Me había sacado de quicio, así como sorprendido, que hubiese tenido la
pocadecenciadeadmitirsussentimientos,siempreasumanera,haciamí
enunmomentocomoelqueestábamosviviendolosdos.Teníaganasde
hacerle vivir el calvario que él había provocado en mi vida, queriendo
darledebebersupropiamedicinaymantenermetotalmenteimpasibleante
susintentosdeconmoverme.
Alarguélamanoparacogerlaotraopuestadeél,haciéndolebajareldedo
índiceyeldeñomeñique,manteniendoeldedocorazónyeldedoanular
rectos.Losllevéhastamiboca,usandomiotramanocomosoportepara
noperderelequilibriosobrelamesa.
Los rodeé con mis labios y los succione con una lentitud que pareció
agradarle,quedándosequietoyobservandolaacción.
Sumanosecolóentremismuslosyendodirectohaciamivagina.Empujó
consusdedoshúmedoslaentradayprofundizóenella,haciendopresión
hacia el interior. Dejé que mis dientes, alrededor de sus otros dedos,
demostraranlareacciónquehabíacausadoenmíconaquello.Clavémis
dientes suavemente, llamando totalmente su atención y mi lengua los
relamió,retirándolosdelinteriordemiboca.
Retiró los dedos de la profundidad de mi vagina con mucha lentitud,
observando toda reacción asomando mi rostro. Estaba contemplándome,
cerciorándosedequenovolviesearepetirsealgocomoenmicuartode
baño.
—¿Vamos por buen camino, nena? —Preguntó, con una autosuficiente
sonrisa.
—Nomellamesne…—Ahoguémivozalnotarcómosusdedosvolvían
a entrar en mí, sin la lentitud con la que los había sacado. Me estremecí
tantoquedebíhabertensadotodomicuerpoenesemomento.
Los retiró con sosiego, concentrado en mantener la calma de sus dedos,
consiguiendoquemislabiosdejasenescaparunpequeñojadeo.
—Te he hecho una pregunta —susurró, acercando sus dedos a la boca y
escupiendo sobre ellos—. ¿Vamos por buen camino, nena? —Repitió,
haciéndome perder la visión de su mano al colarla entre mis muslos, de
nuevo.
—Yyotehedichoquenomellam…
Miespaldacayócontralasuperficiedelamesa,notandoelímpetuconel
quehabíavueltoametersusdedos,ahoramásresbaladizos,enmiinterior.
Tuve que dejar escapar el gemido que provocaba el bloqueo de mis
pulmones,sintiendocómomicuerposetensabaantelaestrictaintrusióny
cerrélosojos.
Creí escucharle reír por lo bajo pero, al abrir los ojos, descubrí que se
mantenía serio, contemplándome, concentrado en la tarea de empezar a
mover sus dedos en mi interior. Empezó a masturbarme con suavidad,
moviendo su pulgar hasta mi clítoris y presionándolo con pericia,
acariciándolo en círculos. Su mano izquierda, por otra parte, seguía
aferrada a mi muslo derecho. Ejerciendo presión a cada sonido jadeante
queescuchabapormiparte.
—¿Mejor,nena? —Enfatizó en la última palabra, dibujando una ladeada
sonrisaalalzarsucomisuraderecha.Antesdedarmeopciónaresponder,
aunsinsabercuálseríamicontestación,empujóconsusdedoslomásque
pudohastahacermetemblar.
Mimanoderechasecolocósobreladeél,notandoelrastrodehumedad
quehabíadejadomisalivasobredosdesusdedos.Laapretéconfuerza,
sintiendo el involuntario movimiento de mi pelvis hacia su mano
buscando más contacto. Mi espalda se arqueó, sintiendo que mi columna
vertebral despegaba de la superficie de la mesa y tuve que ahogar un
gemido.Medabavergüenzadejarmellevardeformatansonora,sabiendo
lapresenciadelagentealotroladodelapuertaporseguridad.
Me encontraba con los pies junto al abismo, estaba dispuesta a saltar al
vacío y era la sensación que recorría mi cuerpo lo que me llevaría a
tirarmeporelbarranco.Estaballevándomealorgasmo,concentradoenla
fusióndesusdedospenetrándomeysupulgarinfringiendocírculossobre
mi clítoris. Cada vez me costaba más coger oxígeno, sintiendo que al
hacerlo era más que evidente que los sonidos brotarían por mi boca. Ni
siquierapodíaincorporarmeparaintentarpermitirqueéllosacallasecon
susalargadosyfinoslabios.Ibaa…
—Dios —jadeé, con debilidad, notando cómo mi cuerpo empezaba a
contraersedeformaseguida,anticipándosealoquevendría.
Antes de cerrar los ojos, logré visualizar cómo me observaba, deseoso.
Nomemirabadelmismomodoqueenlasituaciónvividaenmicuartode
baño, ahora me miraba de verdad. Me contemplaba con ansia, con
devoción y podía ver cómo su lengua se movía inquieta por su boca
entreabierta.
Ibaadejarmellevar…
—A-Ah… —Gimoteé, con más brío, al notar cómo sus dedos se
empezabanamoverconmásautoridad.
Estaba a punto. En una nueva bocanada de aire sabía que llegaría al
orgasmo…
Retiró los dedos bruscamente y, con una velocidad aplastante, su mano
izquierdatomómicadera,posicionándoseahí,mientrassumanoderecha
descubría su erección entre las telas del pantalón y la ropa interior.
Cuando abrí los ojos, sintiendo cómo la frustración empezaba a brotar
por mi cuerpo infringiéndome incluso cierto dolor, lo visualicé con el
rostro inclinado hacia la unión de nuestros cuerpos. Con un sencillo
movimiento de cadera me penetró profundamente, logrando arrancarme
un intenso gemido y, con él, el orgasmo que había estado a punto de
perder.
Mi espalda se arqueó bruscamente y noté la explosión eléctrica abrumar
todomicuerpo.Elsonidodesorpresayplacerseestablecióportodala
sala,haciéndomecasiperderelconocimientoporunossegundos.
Semantuvoquieto,permitiéndomedisfrutardelasensacióndelorgasmo,
con su erección profundamente introducida en mi vagina. Percibí que
dejabaescaparalgúnquejidoamedidaquelosmúsculosdemiinteriorse
cernían sobre su duro miembro, pero era algo que no podía siquiera
controlar.
Nunca había tenido un orgasmo de esa categoría, nunca había sentido
cómo me aproximaban a ese precipicio para después, casi dejándome
insatisfecha de nuevo, penetrarme de ese modo y permitirme sentirlo a
mayorescala.
OhDios,noibaapoderrecuperarmedespuésdeeso…
Estaba disfrutando tanto de la sensación que se había apoderado de mi
cuerpo que no fue hasta que movió su pelvis hacia mí que recobré el
sentido.Susdosmanossemantenían,ahora,aambosladosdemicadera.
Respiraba de forma entrecortada, con un brillo por su torso debido al
sudor y el calor, mirándome con paciencia. Apoyé mis codos sobre la
superficiedelamesaconlaintencióndeincorporarme,moviósupelvis
suavementepararetirarlaerecciónyvolveraintroducirlaconlentitud.Ni
siquiera pude contener cómo mis ojos se ponían en blanco muy
débilmenteporelplacer.
—¿Qué?—Inquirió,enunsusurro,conloslabiosentreabiertos—.¿Yahe
saldadoladeuda,yaheindemnizadotuinsatisfacción,nena?—Sonriócon
picardía,entrecerrandolosojos.
—¿Ahorasoytunena?—Pregunté,conflaqueza.
Se echó a reír suavemente, dejándome descolocada por el sonido de su
risaqueibadisminuyendoalpasodelossegundos.Notélacariciadesus
dedospormismuslosycómocolabasusdedospordebajodelasrodillas.
Tiródeellasunpoco,haciendoquelamitaddemisnalgassobresalieran
porelextremodelamesa.
Desvió su mirada hacia nuestras pelvis y, sin mover el rostro inclinado
haciaesazona,alzósusojosparamirarmeconafición.
—Esoparece—musitó.
Aunque mi espalda quedase arqueada, me incorporé para llevar mis
manoshastasunuca.Intentéaproximarmeparabesarsuslabios,sintiendo
cómo su pelvis empezaba a moverse contra mí, dificultándome la tarea.
Notaba cómo se hacía presente en mi húmeda vagina, cómo las paredes
interiores de ésta se cernían y se aferraban contra su dureza,
provocándomeunnuevodescontrolrespiratorio.
Se inclinó hacia mí, concediéndome la oportunidad de besar sus labios
condesconsuelo.Susentreabiertoslabiossecolocaroncontralosmíos,en
una medida distancia. El movimiento de nuestros cuerpos hacía que, por
narices,loslabiosserozasen.Sinembargo,nopermitióquehubiesebeso
pormiparte.Captésulenguasurgiendodeentresuslabios,percatándome
de la suavidad con la que lamía los míos. Delicadamente, empezó a
lamerlos, mientras su respiración se agitaba lo suficiente como para
entreverunosroncosjadeos.
Sus manos se movieron desde los laterales de mi cadera, hasta la parte
traserademiespalda.Colocólosdedoscontralosriñones,empujándome
máshaciaélacadamovimientoquesupelvisejercíacontramí.Sudureza
nomeconcedíaniunossegundosdedescanso,optandoélporarremeter
sincontarconretirarlaporcompletoenningúnmomento.
Escuchécómosusjadeos,porelesfuerzoyporelmismoplacer,sehacían
cadavezmáspresentesennuestraproximidad.Quiseacercarmibocapara
podercubrirlasuya,peroladeóelrostroparaimpedírmelo.
—N-Novasaca-callarme—expuso,enungruñido.
Apoyósumanoderechacontramiesternón,haciéndomecaerhaciaatrás
sobrelamesa.Seinclinóporcompletotrasunabruscaembestidaporsu
parte, aproximando sus labios hasta mi pecho. Descubrió uno de ellos,
tirando de la tela del sujetador hacia abajo, liberándolo. Sus dientes
rodearonmipezónytiródeélconsuavidad,cubriéndolotiempodespués
con su boca. Lo relamió, provocándome una marea de sensaciones que
partíandelapelvisydelpechoyseuníanenunpuntoclavedemivientre.
Suslabiossesepararonunpocoyleescuchéjadearcondificultad,siendo
ahorasulengualaúnicainvolucradasobremipezón.
—Oh,joder—bufé,totalmenteacalorada.
Echéelcuellohaciaatrásyélaprovechóparallevarsumanoizquierday
rodear mi garganta. Ejerció una leve presión, casi imperceptible,
depositando un suave beso contra mi esternón. Su vientre y el mío
colisionabanacadamovimientoporsuparte,mientrasyomeaferrabaala
mesaparapodermovermipelviscontraél.
Sus pies no habían despegado el suelo y, aun así, lograba estar con el
torsosobreelmío.Aquellomeacalorabatodavíamás,impidiendoqueni
siquiera el ambiente se entrometiese entre nuestros cuerpos. Soltó mi
garganta, apoyando esa mano a un lado de mi cabeza mientras su codo
reposaba contra mi hombro y bíceps. Mis manos rodearon su espalda,
descendiendo acto seguido hasta la parte baja de ésta. Clavé mis uñas
sobre la piel, sintiendo cómo la profundidad de sus movimientos se
intensificabaymiespaldasearqueaba,inclusoteniendosuvientrecontra
elmío.
Escondiósucaraentremicuello,aumentandoelmovimientodesupelvis.
Ninguna de sus embestidas podía ser clasificada como patosa. Todas y
cadaunadeellaseranmedidas,pensadasy,joder,eranmagníficas.Tenía
talcontroldesupelvisque,acadapenetraciónporsuparte,mearrancaba
unintensogemido.Eraigualdeimpasiblefollandoquediscutiendo,mas
nohacíanadaporserdeotromodo.Nisiquieraloescondía.
Se incorporó de pronto, volviendo a sujetar mi cadera con sus manos y
echólacabezahaciaatrás,permitiéndomeverlatensióndesugargantaal
hacerlo. Apretó con sus dedos, gimoteando, provocando una colisión
entre su pelvis y la mía. Parte de mis nalgas vibraba al contacto y me
estabamuriendopordejarmellevar,otravez,enesaincreíblesensacióna
lacualélmismomehabíaempujadoconsusdotes.
Con la fuerza de sus manos hacía que mi cuerpo se moviese hacia él, al
tiempo que su pelvis ejercía el movimiento contrario para encajar a la
perfección.
En esas últimas embestidas, el duro miembro de Brantley salía por
completoparavolveraadentrarseconfacilidad.
Mispiernascolgabanaambosladosdesucuerpo,temblorosasmientras
mi cuerpo era un cúmulo de vívidas sensaciones. Mi respiración se
bloqueóinconscientemente,sintiendocómomellenabaporcompleto.La
electricidad se concentraba en el interior de mi vagina y a cada
penetraciónseagrandaba.
—Oh,¡joder!—Vociferó,totalmenteroncoyentensión.
Escuchabaelsonidodesusjadeos,locualmeexcitabatodavíamás,junto
alsonidodenuestroscuerposchocando.
Seinclinódenuevo,porunefímeromomento,aproximandosuslabiosa
miorejaizquierda.
—Te follaría hasta reventar, Johanna —siseó, con dificultad—. Hasta aacabarcontigo.
Volvióaincorporarsey,enunaúltimaembestidaquecausóunafractura
enmicúmulodeexcitación,dejóescaparunintensogruñidovencidopor
el orgasmo que nos golpeaba a los dos por igual y al mismo tiempo,
haciéndomegemircomonuncaantes.
Capítulodieciocho
Estuvetiradasobrelacamaunosbuenosminutos,intentandorecuperarmi
aliento,conlaesperanzadequeelcolchónmimaseunpocomidolorida
espalda.Todavíadesnuda,conlaúnicaprendadelsujetadorsobremipiel,
meconcentréenlosbruscoslatidosdemicorazón.Habíapercibidocómo
mi vientre vibraba por culpa de éstos y me sentía totalmente pegajosa,
comosienaquellasalahubiesemáshumedadqueentodoelpaís.
MeincorporésobremiscodosparadescubrircómoBrantleysemantenía
apoyado contra la mesa, con el torso desnudo. El tener las manos
apoyadassobreelextremohacíaquesushombrosestuviesenentensióny
el músculo de su trapecio sobresaliese. Respirando tranquilamente, me
observabaensilencio.
—¿Quéhacesahí?—Lepregunté,enunsiseo.
—Mirarte.
—Podríasmirarmedesdeaquí.
—El agente no tardará en entrar, Johanna —me recordó, cruzándose de
brazos—.Usaunatoallayvístete—dijo,cambiandosupostura.Seapartó
de la mesa para agacharse y coger su camiseta de algodón naranja,
jugando con ella entre sus manos—. O… —Caminó hacia la cama,
quedándosealospiesdeéstayapoyandounarodillasobreelcolchón—,
nolauses,quédatedesnudaypídemequemedeshagadeélamimodo—
susurró,inclinándosesobremicuerpoparadepositarunsilenciosobeso
sobremimusloizquierdo.
Cerrélosojosydejéescaparunpequeñosuspiro.Sitodaslascosascon
Pacehubiesensidoasídesdeunprincipio…
—Loquetefaltabaati—suspiré,levantándomedelacamayyendoapor
mi ropa. Utilice la toalla de forma rápida y me coloqué el tanga en un
rápidomovimiento.Deespaldasaél,recuperémipantalóntejanoylodejé
sobrelamesamientrasmecolocabaelsosténcorrectamente—.Cargartea
un agente en prisión… —Dejé escapar una suave risa, negando con la
cabeza—. Deberías intentar reducir tu condena, no aumentarla —le
recordé,enunsuspiro.
Me sorprendió sentir sus manos alrededor de mi cintura, pues no sabía
cuándosehabíaaproximadocontantosigilo.Apoyósubarbillacontrami
hombroizquierdo,optandoporrodearmeconsusbrazosenunafectuoso
contacto. El calor que desprendía su torso era algo que iba a extrañar.
Sobre todo después de un encuentro en el que no habíamos intentado
matarnos. Pegó su sien derecha contra mi mejilla izquierda,
balanceándomeconlentitud.Depositóuncálidobesoyfuedescendiendo
suslabiospormicuello,llevándomealadearloparapermitirletenermás
espacio.Losascendió,cambiandoderuta,hastamiorejaytomóellóbulo
deéstaconsusdientes.Escucharsurespiracióneraalgoquetambiénibaa
extrañar…
—Si la aumento, lograré que estés alejada de alguien como yo —
pronunció,sindejardeestrecharmeentresusbrazos.
—¿Mehaspreguntadomiopiniónalrespecto?
—Noesnecesario.Séqueeresunacabezonay…
—Ya empezamos —bufé, poniendo los ojos en blanco e intentando
deshacermedesusbrazos.
Le escuché rechistar, quejándose por la distancia que acababa de
interponer.
Continuéconmilabordevestirme.Antetodolostejanos…
—Nomehasdejadoterminar—meindicó,todavíasincamiseta.
—¿Para qué? ¿Para que ahora me rompas el corazón? —Negué con la
cabeza—. No señor, eso no va a ocurrir. Vamos, que no te lo voy a
permitir.
—¿Tevasacallar?
—No,nomevoyacallar—repuse,conelentrecejofruncido.
Me besó con fuerza, demostrándome estar equivocada. Existían
circunstancias en las que, aunque te negarás al oral, cedías físicamente.
Consiguiócallarmeporunossegundosytomómirostroconsusgrandes
manos.
—Cabezona, deslenguada y valiente —suspiró, con desaprobación—. Si
sólotecallases,unmomento,podríasdartecuentaquenobuscoromperte
elcorazón,gilipollas.
—Túeresgilipollas.
—Pero yo lo tengo asumido —respondió, con jovialidad—. Nena,
respetaré cualquier decisión que tomes respecto a mí. Sé que aunque te
amenace con matarte, volverás a intentar pasar una hora como la que
hemostenido—admitió,conunamuecadelástima—.Yalefastidiélavida
aunachicadetuedad,cuandoyoteníalamisma.Sóloquieroquesepas
quelascosasconmigonosonfáciles—supulgaracaricióelbordedemi
mandíbulainferior,mientrassusojosibandeunladoaotrodemirostro
al contemplarme—. Tengo mal temperamento, tengo una mala actitud
respectoamuchascosasy…
—Yaconozcotucruz,Pace—susurré,intentandonoserdemasiadobrusca
enlainterrupción—.Ytelodije…Meenamorédeella.Puedequeseauna
masoquista,puedequesí,queenalgúnmomentomefastidieslaviday…
—Meencogísuavementedehombros—.¿Yquésiocurre?
—Alannatuvodepresión,endosocasiones,pormiculpa—confesó,con
seriedad—.Noesalgoquetedeseeati.Noporque…—intentódisimular
lasonrisaquebrotabadesuslabiosdeformanatural—,túerescapazde
pegarmeunapalizasiseteantoja…
—Siempreexisteunaalternativa.
—Túereslamía—susurró,sosteniendomibarbillaparahacermealzarel
rostrohaciaeldeél—.Túeresmialternativaymeencantaríaescogerte
siempre,peroséquenoseráasí.Séque,tardeotemprano,tedaráscuenta
delerrorquecometiste.
Ladeémirostrointentandocomprenderquéeraloquepretendíadecirme,
porquesentíaquenoestabaentendiendolaesenciadenuestroencuentro.
—Asumomisañosdeprisión.Ahora,¿asumestúlaespera?—Preguntó,
intentando mantener la cercanía entre nuestros rostros—. Dime, ¿eres
capaz de venir aquí, cada mes, y conformarte con esto? —Inquirió,
pegandosufrentealamía—.Nena,yonolosería.Noseríacapaznime
conformaría con esto —comentó, sin darme opción a responder acto
seguido—.Jamásmeconformaríaconalgoasíytú,sitienesesadignidad
que antes dijiste tener, tampoco lo harías —se separó unos centímetros,
inclinando la cabeza para observarme atentamente—. Con toda la
sinceridaddelmundo,nomeconformaríaconestopornadie.Tútampoco
deberías.
Recogió su camiseta y jugó con ella durante unos segundos antes de
colocársela y peinarse con las manos, débilmente, hacia atrás. Acto
seguidoseagachósobreelsueloparatomarlamía,quehabíaterminado
bajolamesa.Selevantóylatendióhaciamí,mirándomeconunamueca
decircunstancia.
Estabasiendosinceroconmigoyacababadeadmitirque,deseralrevés,
élnoaceptaríaconformarseconlasituación.
—¿Porquépedisteestevisavis?—Lepregunté,tomandolacamisetasin
ponérmelatodavía.
—Paraverte.
—Pace,nosoyidiota.
Él se dedicó a sonreír tiernamente, esbozando una mueca que intentaba
traslucirquenoestabadeltododeacuerdoconesedato.
Menudosinvergüenzaestabahecho.
—Noloestropeemos—dijo.
—Amítambiénmehagustado,peroséquenopretendíasqueocurriese.
—Dejémoslocomoestá.
—Nopiensoirmedeaquísinsaberporquéhasqueridoestecaraacara—
musité.
—¿Apostamos a que sí te irás sin saberlo? —Respondió, provocativo.
Trassostenermelamiradaunossegundos,chasqueólalengua—.Noeres
idiota,¿no?Puesnotecomportescomotal.
—Lo repetiré una vez más, Brantley. ¿Por qué has querido este cara a
cara?
—Esperaba que pudieses ayudarme con lo de Alanna y la niña —
respondió,dándoseporvencido.Noparecíaestarporlalabordediscutir
conmigo—.Pero,¿quéimporta?
—Tieneimportancia.Amísímeimporta.
—Quieroaferrarmeaunclavoardiendo,Johanna.Esmás,esloquehago
—comentó, echándole una rápida mirada a la puerta tras escuchar cómo
unos nudillos golpeaban y se escuchaba al guardia decir que quedaban
pocomenosdequinceminutos—.Losdossabemos,detodosmodos,que
nopodemoshacernadaalrespecto.
—Pudistehacerlo.
—¿Dejarás de recordármelo? —Bufó, volviendo al malhumor—. No
necesitoquemelorecuerdesatodashorasy,laverdad,agradeceríaque
dejases de hacerlo —ante mi silencio por no querer darle una réplica
insolente,muypropiadeél,siguió:—Ahorapontelacamiseta.
Lo hice sin rechistar mientras mi cabeza empezaba a darle vueltas a
diferentes maneras de poder alargar aquél encuentro. Ninguna era
demasiadoóptimaosuficientementeválidaparaqueocurriese,porloque
empezaba a sentir cómo mi cuerpo se rendía ante el inminente hecho de
que,sinpoderevitarlo,mevolveríaadespedirdeBrantley.
—Podríamos decirle al agente que sufres disfunción eréctil y que
necesitamosmástiempo—susurré.
Brantley desvió su rostro hacia mí, enarcando una ceja lentamente.
Cuando relajó su mirada, ladeó su cabeza y negó suavemente con ésta.
Intentó mantener sus labios en una fina línea recta, fracasando a los
segundos.Seechóareír,procurandonomirarmealosojos.Sucarcajada
fuedisminuyendolaintensidadhastaterminarimplantándoseenélconuna
sencillaynaturalsonrisa.Sushombroshabíandejadodemoversey,aun
así,parecíaseguirestandodivertidopormiocurrencia.
—Disfuncióneréctil—pronunció,todavíadivertido—.Esloúnicoquese
te ha ocurrido, ¿no? —Inquirió—. Disfunción eréctil —suspiró,
profundamente, volviendo a echarse a reír—. Creo que he dejado claro
que no lo sufro y tú, nena, también lo has dejado claro. ¿Crees que el
agentenotehaescuchado?—Seechóareírtodavíamásalvermicarade
horroryvergüenzaalescucharle—.Anda,ven,dameunabrazo—siseó,
enunaúltimacarcajada.
Rodeó mi cuerpo con sus brazos, cubriéndome por completo. Tuvo que
inclinarsedadanuestradiferenciadealtura.Respiróprofundamenteypude
escuchar cómo lo hacía, apretándome fuertemente contra él, como si
esperasefusionarseconmigooimpedirquemefuesedeahí.
—Odio que me llames “nena” —suspiré, aspirando el aroma que
desprendía. Ya no había rastro de la fragancia que solía usar, pero si
cerrabalosojoslograbarecordarlaentresusbrazos.
—¿Qué tiene de malo? —Sin dejar de rodearme, juntó su frente con la
mía.
Noté cómo su mano descendía por mi espalda hasta una de mis nalgas,
agarrándolaconprecisióny,casi,posesión.
—Mesuenatanordinario—respondí,apoyandounamanosobresupecho
yacariciándolo—.Demasiadochabacanoinclusoparaalguiencomotú.
—¿Desde cuándo eres tan fina y delicada al oído? —Sonrió, de forma
provocativa.
—Venga,admitequeesordinario…
—¿Esperasquemedirijaaticonpalabrastalescomo“cari”,“amormío”
o “prin…” —se mordió la lengua para no usar el apelativo con el que
Aleksedirigíaamí.
—PrefieroquemellamesJohanna.
—Yoprefierollamartenena—sonrió.
—Medanunasganasdeatizarteconunaescoba,Pace…
—¡Andaya!—Bufó,separándoseparafingirunacaradehorror—.¡Pero
qué chabacana eres! Darme con una escoba… —Negó con la cabeza, en
desaprobación, frunciendo levemente su entrecejo. Contuvo su risa,
moviendosuavementeloshombrosalreírsedeformainternayentrecerró
suavemente los ojos—. ¿Quieres escuchar algo ordinario y soez por mi
parte,nena?
—Tú lo haces a propósito, ¿verdad? —Puse los ojos en blanco,
empujándoleconlasdosmanos—.Imbécil…
—Cuantomástemoleste,másmegustará—respondió,atrapándomepor
lacinturaconsusmanos.
Mediolavuelta,dejándomedeespaldasaél.Inclinósucabezaporencima
de mi hombro derecho, dirigiendo sus labios hasta mi oreja y
mordisqueándolaconmuchasuavidad.Sumanoizquierdasemantuvoaun
lado de mi cadera, impidiéndome distanciar mi trasero de su pelvis,
mientras que su mano derecha se deslizó hacia mi muslo derecho,
acariciándolo muy lentamente. No tardó en colocarla entre mis piernas,
apretandocontramientrepiernacubiertaporlateladelpantalón.
Mi cabeza se echó hacia atrás de forma inconsciente, acabando por
apoyarse sobre su hombro izquierdo, escuchando cómo reía suavemente
contramiorejaderecha.
—Nocreoqueexistanadamássoezquelainsinuaciónquemehicistecon
tuasquerosayapestosagomina—siseé,conlosojoscerrados.
—Semeocurreunsinfíndegroserías,nena.
Hizopresiónconsusdedoscontralatela,empujandoconsupelvishacia
mitraseroalmismotiempoyfingiendounpequeñogemidodesdelomás
profundodesugarganta.
Llevémimanoderechahastasunuca,acariciándoselasuavementeydejé
escaparunaprolongadaexhalaciónpormislabios.
—Te arrancaré la lengua como sigas llamándome así, Pace —dije,
totalmenteenserio,mientrasmicuerpocedíaasuvoluntariomovimiento
decaderas.
—Conseguiréquetetiemblenlaspiernas,comojustoahoraestápasando,
cadavezquetelollame.
—Miamenazaesreal…
Me movió a su antojo, llevándome a inclinar mi cuerpo sobre la mesa.
Noté cómo mis pechos se oprimían contra la superficie, con su mano
ejerciendo fuerza contra mi columna vertebral. Fingió un movimiento
contramicuerpo,haciéndomesuspirarcondesesperación.
—La mía también —zanjó, dedicándome unos profundizados roces que
mepermitíanpercibirlanuevaerecciónbrotarpordebajodelafinatela
desupantalóndealgodón.
Lapuertaseabrióconsuavidad,haciéndomeperderlaestimulaciónqueél
despertaba en mí y levanté el rostro de la superficie de la mesa para
contemplaralagente,conungestoserio,mantenersebajoelmarcodela
puerta.
—Seacabó—masculló,autoritario.
El cuerpo de Brantley se separó con lentitud, tomándome por la cintura
para ayudarme a recomponer mi cuerpo e incorporarme pese al ligero
temblor que me turbaba. Pegó su frente contra la parte trasera de mi
cabeza,respirandoconprofundopesar.
—Dame dos minutos, Woodley —pidió, hablando contra mi cabello—.
Porfavor.
—Dos minutos, Pace. Ni uno más —advirtió el agente, dando un paso
haciaatrásycerrandolapuerta.
Medilavueltaconsuavidadhaciaél,queriendopreguntarlealgunascosas
respectoasuestanciaenprisión.Dosminutosnoibanaservirparanada
más que para intentar saber si necesitaba cualquier cosa: ropa, revistas,
libros…
Sepasóeldorsodelamanoporloslabios,trashaberserelamidoéstos.
Pestañeó con debilidad, compartiendo unos segundos de silencio
conmigo.
—Tencuidadoallífuera—ledije,alzandomimanoparaposarlacontra
sumejillaizquierda.Estabacaliente,eracálido.
—¿Túmelodicesamí?
—Amínomeocurriránada,Brantley.
—Amítampoco,Joha…,nena—añadió,conlacomisuraderechaalzada.
—Tepegaríadenoserporquevolveríasaentrareneltrapoy…
—¿Y?—Inquirió,mostrándosetalgolfoera.
—Lo haré en un mes, ¿vale? —Susurré, rodeándole con los brazos de
formaimpulsiva.Sentísuslabioscontramicuelloysusbrazosrodeando
micintura.Meelevó,puesperdíelcontactodemispiesconelsueloyme
estrechó—.Teprometovolverenunmes.
—Nolohagas,porfavor.
—Déjamevolverenunmes.
—Nena,estonoesunarelación—siseó,escuchando,comoyo,cómola
puertavolvíaaabrirse—.Novamosanegociarsobreunarelacióntan…
—¿Tanqué?—Inquiríalverlesepararsedemí.
—Tanpococomún.
—Déjame repetir la experiencia un mes más. Dame un mes más para
demostrartequesípodemosestarjuntos—lepedí,caminandotrasél.
Agarrésubrazoyélsedeshizodelcontactoconciertabrusquedad,lacual
noesperabaporsuparte.
—Aunque quisiéramos estar juntos, ¿no crees que la distancia que pone
estainstituciónesmásqueevidente?—Replicó,mientraselagentevolvía
aponerlelasesposas—.Estaréaquíytúestarásallífuera,nena…Noes
posible, son demasiados años viéndonos una vez al mes. —Negó con la
cabezaymeguiñóunojo—.Pórtatebien.
Apreté las esposas con mi mano, sorprendiendo incluso al funcionario
que intentaba hacer su trabajo lo mejor que podía. Tiré de ellas, viendo
cómoaquelloejercíamolestiaenél.Tropezótorpementealaproximarsea
mí.
—Teveoenunmes,Brantley—leaseguré.
—Losé…Peronoseránecesario,cabezona—susurró,inclinándosepara
darmeunrápidoyhúmedobesoenloslabios.
Me quedé observando el imponente edificio del
departamentodepolicíadelaciudad,conelcigarrilloentremisdedosy
unvasodecaféenmiotramano.
Había tomado una decisión y existía el riesgo de que fuese errónea. Sin
embargo, para mí, se trataba de mi opinión. Y, ante eso, no creía que
hubieseerroroequivocaciónposible.Unaopiniónnoeraerrónea,jamás.
Podíasestaronoestarenlocierto,podíashaberfundadoesaopiniónen
unagranmentiraounagranverdad,peroexponertuopiniónnoeranunca
unerror.
Mas estaba totalmente decidida a enmendar el error que otros habían
cometido y que, desgraciadamente, me afectaba a mí. No iba a sufrir las
circunstancias de algo que no había cometido yo misma, que no había
buscado y no había escogido. Porque enamorarme de Brantley no había
sidounerror,porquepretenderevitarlelaprisiónpodíaserinmoralpor
mi parte conociendo los motivos por los cuales entraba en ella pero no
era un error. Para mí, en ese momento, el único error era quedarme de
brazoscruzados.
—Señorita Oliphant —el capitán de policía me recibió con una sonrisa,
invitándome a sentarme en una de las butacas de su despacho—, es un
placertenerlaporaquí—murmuró,pareciendoestarteniendounbuendía
—.¿Enquépuedoayudarla?
—¿Quétalcumpliendosupalabra?
—¿A qué se refiere? —Preguntó, ahora cambiando la expresión de su
rostro.
—SinosacanaBrantleyPacedeprisión,conlainmunidadquemehabían
prometido para él al vender a Alek y los demás, le juro por Dios y esta
gran nación que me pondré en contacto con todos los medios de
comunicación para exponer cómo los funcionarios de este país dicen
trabajarycómolohacendeverdad—espeté,sindarmesiquieratiempoa
pensarentodoloquedecía.Nisiquieracaíeneltonoqueutilicécontraél,
manteniéndomecercadelapuertadesudespacho—.Póngaseencontacto
conquiendebahacerlo,perohagacumplirlapalabrayelcometidoalque
llegamoscuandoaccedívenderatodosalosque,ensudía,llaméfamilia
—añadí,sintiendoquemicorazónbombeabaaunavelocidadaplastante—.
No me importa cuánto tarde, no me importa lo que le cueste… En estos
seisañosconAlekheaprendidomuchascosasdelascuales,algunas,no
me provocan ningún orgullo. Sin embargo, la familia que os vendí me
enseñóunaseriedevaloresporloscualesmegustaríallegararegirme—
siseé—. La importancia de una promesa, la dureza de una venganza y el
peligrodeunapersonaenfurecida—enumeré,mirándolesinpestañear—.
SaqueaBrantleyPacedeprisión,capitán—susurré,intentandomantener
lacalma—.Porque,mire,puedequellegadosaestepuntoyonotengaun
ladocomolacruzdeunamoneda…Peroestoymásqueseguradepoder
desarrollarloencualquiermomento—leviapoyarsecontraelescritorio,
observándome cómo si estuviese descubriendo la noticia de un horrible
huracán amenazando la ciudad—. Porque las personas nacemos con una
sola cara y es la sociedad que se ocupa de que desarrollemos la otra.
¿Quiere probarme, capitán? —Inquirí, empezando a sentir mi voz
debilitarse—.¿Quierequeloechemosasuertes?
—Johanna, está bien —musitó, alzando una mano para mandarme
mantenerlacalma.
—No,noestábien—sentímispiernasflaqueareintentéenderezarme—.
Sé que pedí inmunidad para el más hijo de puta de todos, sé cuán
incongruente puede ser… —No, estaba perdiendo la batalla… Estaba
viniéndomeabajo…—.¡Prometieronconcedérmelo!—Bramé,depronto.
—Tendréqueponermeencontactocon…
—Hágalo—leinterrumpí,recobrandounpocolavivaztensión.
—Estábien,Johanna.Asísehará.
Asentí con la cabeza, sin ser capaz de festejar que hubiese ganado esa
batallatanfácilmente.
—Pero—siseó,mirándomedubitativo—,¿quéocurrirásiélnolaacepta?
Terecuerdoqueéltienederechoadecidiry…
—¿Derecho a decidir? —Repetí, frunciendo el entrecejo—. Si Pace se
niega a aceptar la inmunidad, usted tendrá que encerrarme también —
advertí, teniendo claro que me dedicaría a dejar que mi agonía se
convirtieseenbrutalidadcontraBrantleyenaquélhipotéticocaso.
—Johanna —habló, con autoridad, incorporándose—, sé que ahora
mismoestásconsternadacontodoloquehaocurridoytambiénséquelo
que sientes por el señor Pace te trastoca hasta tal punto de venir aquí y
amenazaraunfunci…
—Existeunadiferenciaentreadvertiryamenazar,capitán—lecorté.
—En tu caso, Johanna, no deberías hacer ni una cosa ni la otra —
respondió—.¿Enquéteestásconvirtiendo?
Aquella pregunta me desorientó, haciéndome perder la capacidad de
rápidarespuesta.
—¿Quieresparecerteaellos?—Siguió,conuntonofraternal—.Sonpuro
veneno—masculló.
—Ocúpesedelosuyo,capitán.
Cerré la puerta de su despacho dando un portazo y me quedé unos
segundosensilencio,conelcorazóntodavíaalteradoporlaadrenalinade
habermeencaradoaéldeesemodo.Nosabíaconexactitudsiloquehabía
hechoeraadvertirleoamenazarle,peroteníarazónenquenodebíahacer
niunacosanilaotra.
Noobstante,eraloqueacababadehacer.
Cuandolanochecayóenlaciudad,mealejédeéstaparaadentrarmeenun
local con música a todo volumen. Me senté frente a la barra y llamé la
atencióndelcamarero.Unchicoquenodebíatenermuchosmásañosque
yo.Sucresta,pelirroja,semanteníarígidasobresucabezayloslaterales
de su cabeza yacían completamente rapados. Con un aro colgando del
cartílago central de sus fosas nasales, se aproximó para dedicarme una
ampliasonrisa.
—¿Meponesunvodkaseco?—Lepedí,agritos.
Élasintióconlacabeza,colocandounvasofrenteamíeinclinandouna
botelladevodkasobreéste.Dejóqueellíquidocayese,conunacuidadosa
mediday,alfinalizar,señalóconsumanoymeguiñóunojo.Trasello,
continuósirviendocopasalosquemerodeaban.
Le di un rápido al licor que, súbitamente, empezó a quemar toda mi
garganta.
Cerrélosojos,intentandonoexpresarningunamuecadedesagradoy,sin
poderloevitar,sacudílacabeza.
Mientras la canción Poison de Alice Cooper sonaba a mi alrededor,
obligándome a recordar lo que el capitán había mencionado sobre las
personasquehabíanformadopartedemifamiliaenlosúltimosseisaños,
lepedíotrarondaalmismocamarero.
Estavez,ellíquidoresbalóconmásfacilidadquealprimertrago.
—¿Noesdemasiadoparati?—Escuchéquemehablaban,contralaoreja.
Ladeé el rostro para mirar al hombre que se dirigía a mí con tanta
familiaridadymecostócaerenlacuentaquesetratabadelDr.Morrison.
Cuandolereconocí,ledediquéunabreveycordialsonrisa,negandocon
lacabezaantesupregunta.
—Oye —le dije, aproximándome a su rostro para poder dirigirle la
palabrayquemeentendiese.Olíafrancamentebienperonoeralaesencia
deBrantley—,dijistequeconocíasmisituación.
Élseseparódemirostroparanegarconlacabeza,mostrándosedivertido.
Seacercódenuevoamiorejapararesponderme.
—Dije que conocía a alguien que, como tú, tomó la responsabilidad de
enamorarse de un ser monstruoso —pronunció, con cierta afonía—.
Aunqueesesermonstruosoesalguienaquienllamomejoramigo.
Asentílentamenteparamímisma.Quizánohabíaconsueloparamíomi
situación.
—¿Qué es lo que te preocupa? —Preguntó, con su aliento rozando mi
oreja.
Mereísuavemente.
Lociertoesquenohabíanadaquemepreocupaserealmente.
Eneseinstantemesentíacapazdeconvertirmeinsensiblehaciatodo.
—Ellaestáfeliz—comentócontramioreja,apoyandosumanosobremi
hombro—.Noeslamejordecisiónquetomóensudíaysabequeélnoes
másquealguiendestructivoparasímisma,peroestáfeliz—repitió.
—¿Crees que si entro en coma etílico lo estaré yo? —Le pregunté, con
jocosidad.
—Si entras en coma etílico, tienes suerte de estar en presencia de un
médico—seechóareír,presionandosusdedosalrededordemihombro
—.Nohayningunanecesidadparaquetedesalabebida.Créeme,simis
amigos han conseguido sacar adelante esa extraña relación que tienen,
cualquierserhumanopuedehacerlo.
—¿Quétienedemonstruosotumejoramigo?—Inquirí,curiosa.
—¿Aparte de ser un manipulador y un egoísta? —Respondió a su turno,
chasqueandoconlalenguacontramioreja—.Anularasupresaparaque
éstadependadeél.
EsosonabamuchopeorqueBrantley…
—¿Qué tara tiene tu príncipe no azul? —Preguntó, ahora sintiendo él
curiosidad.
—Esunasesinoasueldo—respondí,sintapujos—.Oloera…Ahoraestá
en prisión —añadí, dubitativa. No sabía cómo definir a Brantley—. De
hecho, ha intentado matarme en algún momento de nuestra extraña y
peculiarrelación—bufé.
Logré ver cómo Billy dejaba de lado la diversión que nos rodeaba,
mirándome con aquellos ojos oscuros e intentando divisar algún tipo de
humorenmispalabras.
Nolohabía.Noestabadecachondeo.
—¿Crees que mi amigo y tu amigo podrían crear una organización de
psicópatassinfronteras?—Preguntó,contotalseriedad.
Meechéareíracarcajadas,escuchandocómolacanciónPoisonllegabaa
su fin. Mi risa seguía resonando a nuestro alrededor y conseguí que
esbozaseunadivertidasonrisasobresuslabios.¡Yquésonrisa!
—Creo—intentódecir,entrerisas—…CreoqueselopropondréaMax
—anunció, dándole un trago a su cerveza—. Quizá podrían formar un
grupo de apoyo. Ya sabes, del estilo “Hola, mi nombre es Max. Soy un
vorazmanipuladorymedicuentaalossieteaños.Nosécómodejarde
hacerlelavidaimposibleamimejoramigo.Ah,ademásdeeso,megusta
cortaralaschicasconlasquemeacuesto”—pronunció,consorna.
—Creoqueungrupodeapoyonofuncionaría…
—No, pero te aseguro que una organización de psicópatas sí —bufó,
poniendolosojosenblanco—.Capacessondeirdepuertaenpuertapara
captarmáscomosuespecie.
Volvíaecharmeareírantesucomentario,decidiendopedirotrarondade
vodkaseco.
Capítulodiecinueve
Fuméuncigarrilloconmicuerporodeadoporunatoalla
decolorgris,asomadaaunaventanaquedabaaunaspequeñasvistasala
ciudad.Elfríodeoctubreatormentabamicuidadayfinapiel,mientrasa
misespaldassonabalacanciónLove’sALoadedGundeAliceCooper.
Billymelosrecomendóhacíaunmes,ennuestroencuentroenaquéllocal
delasafuerasdelaciudad.Yesacanciónnohacíamásquerecordarmea
Brantley y el modo en que había desestimado nuestro vis a vis en ese
nuevo mes que florecía sobre la ciudad. Y seguía sin tener noticias por
partedeldepartamentodepolicía.
Había conseguido un trabajo a tiempo parcial en el hotel principal de la
ciudad. Estaba disfrutando de mi pequeño momento personal, fumando
junto a la ventana abierta, a la espera de que el reloj marcase la hora
exacta para empezar a vestirme y dirigirme al hotel. Ahí me esperarían
unosagradablescompañerosdetrabajo,loscualesmehabíanrecordado
laimportanciadehacervidasocial.
Ningunoconocíamipasado,nimiexperienciavividajuntoaAlekylos
demás.Loúnicoquesabíaneraquenoparecíagustarmehablardemivida
privada.Desconocíanporquémotivo,peroestabamásqueclaroqueera
porquenolatenía.
Habíadejadodetenerla.
—Estanochesoytodotuyo—Adambesómimejilla,conespontaneidad,
deslizándoseporlapartetraseradelarecepciónqueocupábamos—.¿En
quélepuedoayudar,señor?—Preguntó,adoptandounaposiciónformal.
Puse los ojos en blanco, intentando no esbozar la sonrisa que me había
provocadoconsudivertidaapariciónysusencillacercanía.
SabíaqueteníaunarelaciónconCassie,unadelaschicasqueseocupaba
de la barra de bebidas del bar, pero aun así me hacía sentir deseada.
Siempre buscaba tener contacto conmigo y, casualmente, teníamos los
mismoshorariosdetrabajo.Esoprovocabaque,ennumerosasocasiones,
meacompañasehastacasayviésemos,decamino,elamanecersurgirdel
cielo.
—Losturistasysusansiasporveralienígenas—resopló,denuevojuntoa
mí—.Sivienenaverextraterrestres,¿porquénosequedanenunhotelde
Roswell? —Preguntó, como si aquello fuese realmente una cuestión
trascendental.
—Silohiciesen…
Adamadoptósuposturaformal,alvercómoalguienseaproximabaala
recepción.
—¿Enquépuedoayudarle,señor?—Preguntó,deformaeducada.
Respiré profundamente, algo molesta por no haber podido responderle.
Cerré los ojos, recordando de pronto la fragancia de Brantley. Eran
muchaslasvecesquesuaromaseinstaurabaenmisnaricesymepermitía,
porunossegundos,recordarsucercanía.
—Necesitohablarconlajoven—pronunciólaroncavoz,dirigiéndosea
Adam.
Alcé mi rostro para contemplar a Brantley vestido en un traje hecho a
medida.Untrajegrisoscuroquehacíaresaltarelgrismetaldesusojos.
Bajo la chaqueta, una camisa blanca y una delgada corbata negra. Su
cabello,unpocomáscortoquecuandoentróenprisión,ahoratambiénun
pocomásoscuro,seguíapeinadohaciaatrás.Sinembargo,porelmodo
enqueloestaba,debíahabersidoacicaladoconunpeine.
—¿Es un agente federal? —Me preguntó Adam, en un susurro,
colocándosedetrásdemicuerpoporsinecesitabaprotección.
—Señorita Oliphant —articuló, clavando sus ojos en los míos sin
pestañear—, ¿podría acompañarme a un lugar más privado para
responderaunasrápidaspreguntas?
—S-Sí—carraspeé.
AgradecíaaDiosqueBrantleyhubiese,porfin,aceptadolainmunidadque
habíapedidoparaél.
Caminéfrenteaél,dirigiéndomehastalasalaenlaquesellevabaacabo
todaslaslimpiezas.Eracomounaenormelavanderíaque,aesashorasde
la noche, se mantenía tranquila. No quise prestarle mucha atención a la
músicaquesonabadefondo,PiecesdelamanodeRED,cerciorándome
dequenohubiesenadieporlasala.
Megirédeformarepentinahaciaél,rodeándolelanucaconlosbrazosy
colocándomedepuntillasparabesarsuslabios,delaformamáspatosae
impulsivaposible.Estabatotalmentedesesperadaporbesarle,porllenarle
debesos.
—Pensé que… —Suspiré, contra sus labios, pegando mi tabique nasal
contraelsuyo.
—Dejadepensar,nopareceserlotuyo.
Introdujo su lengua en mi boca, con sólo ladear el rostro hacia su
izquierda.Profundizóenmiboca,atrapándomeporcompletoyobligando
a mi adrenalina brotar por la estremecida piel de gallina que se había
implantadoenmicuerpo.
—Gracias—susurré,conellatidodemicorazónenloslabios.Lostenía
enrojecidos por la presión que había querido ejercer contra su boca—.
Graciaspordartubrazoatorcer…—Meacerquéparavolverabesarle,
peroladeósurostroparaimpedírmelo.
—Nena…
—Estoy tan contenta de que estés aquí —continué, acariciando sus
hombros. Una sonrisa se dibujó en mi rostro, observándole—. ¿Y este
traje?—Inquirí.
—Queríaestarpresentable.
—Turopanaranjadepresotambiénmegustaba.
—Sí, creo que estás un poco perturbada en ese sentido —susurró,
gracioso—.Siesunfetichetuyo,tranquila…Tendrástiempoparaseguir
disfrutandodeello.
—Eltrajetambiénestábien—ledije,negandoconlacabeza—.Notienes
porquécomprarteropadepresoparamí.
—Nena,noheaceptadolainmunidad.
—¿Qué?
Me separé unos centímetros para contemplarle. Negué con la cabeza,
dándoleunsuavegolpecontraelpecho.
—Venga, no bromees ahora —siseé, llevando mis dientes a su labio
superioryatrapándoloconéstos.Tiréunpocoyapoyémifrentecontrala
deél—.Tengomuchasganasde…
—Noestoydebroma,Johanna—masculló,interrumpiéndome.
Noté cómo mi cuerpo empezaba a flaquear, tomando una considerable
distanciaenrelaciónalsuyo.Intentómantenerserecto,observándomeen
laseparaciónqueestabadedicándoleinconscientemente.
—Antesdequehables,permítemeexplicarteporqué—murmuró.
No pronuncié una sola palabra, aunque tuviese ganas de gritar a pleno
pulmónmásdeuna.
—Mepropusieronlainmunidad,unavezmás,comotúleshabíaspedido
—susurró,acariciandounadelaslavadorasconsumanoderecha—,pero
también me propusieron cambiarla por cualquier otra cosa —puso una
mueca de cruel decepción consigo mismo—. Y lo hice. Pedí un abono
económicoparapodersustentaramifamilia—confesó,mordiéndoseel
labioinferior—.Deesemodo,podréveraOliviacadatresmeses,porque
esaloquehaaccedidoAlannaacambiodelabonoeconómico—explicó,
con una mueca de culpabilidad—. No espero que lo entiendas, ¿sabes?
Yo…
—Loentiendo.
—No,nohacefaltaquememientas,nena…
—De verdad, lo entiendo —volví a decir, manteniéndome firme en mi
postura.
Brantley alzó el rostro en busca del cableado que permitía que aquella
canción sonase a nuestro alrededor, pero no pareció lograr encontrarlo.
Respiró profundamente, tendiendo su mano hacia mí y mirándome con
quietud.
Nosabíasibuscabaconsueloobuscabaconsolarmeamí.
—Tambiénmehanpermitidotenerunencuentroíntimocontigofuerade
prisión.
—Perdona que no tenga mucho ánimo para ello —espeté, con cierta
ironía.
Contemplécómoaquellafrasecalabaenélymearrepentí.
—Perdona—susurré—,deverdadqueloentiendoessóloque…
—Eh—mecortó,condelicadeza—,notienesporquéjustificarte.
Dejó caer su brazo a un lado, dejando de tender su mano hacia mí.
Desabrochóunbotóndelachaquetadesutrajeeintrodujosusmanosen
elinteriordelosbolsillosdelpantalón.Inclinósucabezaparamirarsus
zapatosnegros,comosiestuvieseincómodobajomimirada.
—Estoyorgullosadeti.
Alcé mi mirada hacia ella, perdiendo de vista el brillo de mis limpios
zapatos. Fruncí levemente el entrecejo, casi de modo inconsciente,
clavandomisojosenlossuyos.Lospodíavertornarsemásazules,más
oscurosymáshúmedosconelpasodelossegundos,conelpasodeesa
horrorosaylentacanciónqueparecíacomplicarmáslaescena.
—Estoyorgullosadequehayasutilizadoelcambiodelainmunidadpara
podertenermásencuentroscontupequeña—pronunció,apretandosus
labiosenunahumildesonrisa—.Nosemehabíaocurrido,laverdad…
Sin embargo, creo que es lo mejor que has podido hacer —siseó, con
dificultad—. Era una alternativa que no había tenido en cuenta —
levantósudedoíndicealverqueentreabríamispropioslabiosparadecir
algo, interrumpiéndome—. Una alternativa, al fin y al cabo. Una
alternativaalapropiaqueyoteproponía—esbozóunatristesonrisaque
rápidoseconvirtióenunamueca,contrayendosurostroparaempezara
llorarensilencio.
Di un paso hacia ella, pero su cuerpo respondió dándome la espalda.
Agachósurostro,cubriéndoloconsuspropiasmanos,permitiéndomever
cómosushombrosseencogíanduramenteamedidaqueescuchabacómo
gimoteabacontrasuspalmas.
Apreté los puños a ambos lados de mi cuerpo, intentando liberar la
tensióndealgunamanera.
Estaballorandopormiculpa.
Me di la vuelta también, sintiendo que mis ojos empezaban a nublarse
por unos escasos segundos. Sorbí con fuerza, tensando mi mandíbula y
tragando saliva a duras penas. Desvié la mirada hacia todas partes,
observando lo que nos rodeaba, intentando buscar un modo de acabar
conaquellahistoriasinsalirjodidoenelintento.
—Ahoraescuandopiensoenlomuchoquemegustaríahaberacabado
entusmanos—pronunció,condificultad,haciéndomevolveragirarme
ydescubriendocómoseguíadándomelaespalda.
—Nodigaseso,Johanna.
—Eslaverdad—suspiró.
—Mealegrodenohabercumplidoniunademisamenazascontigo.
—Noestoydeacuerdo.
—Nada hubiese cambiado todo lo que hice bajo órdenes de Alek —le
recordé,dandoahoraelpasohaciaella.
Apoyémismanossobresushombrosylosmasajeéconcariño.
No podía creerme lo mucho que quería a esa estúpida, perturbada,
masoquistaniña.
Porque no era más que una niña, por Dios santo. Era una niña de
veinticuatroañosqueteníaquevivireltormentodeestarenamoradade
untipocomoyo.Untipoquenohabíasabidosiquieranegarsealaorden
deuncapulloalqueconsiderabaamigo.
—Ahoratieneslaoportunidaddevolveraempezar—lerecordé,besando
sucabeza.
—¿Quiéndijoquequisierahacerlo?
—Venga,Johanna,¿quierespararunsegundo?
—Deja de excluirme de tus planes —musitó, dándose la vuelta
bruscamentehaciamí.
—¿¡Yquéesloquequieres!?¿¡Queteinviteapasarunasvacacionesen
miceldaconvistasalmaryunabotelladeDonPerignon!?
Sostuvo mi mirada con mucha más dureza que yo mismo, centrada en
intentardemostrarme,unavezmás,quenoibaaecharseatrás.Queno
perdería la maldita oportunidad de encararme, exasperarme y, qué
cojones,enamorarme.
—Nomeimportalodelabotella,nilasvistasalmar…
—No, sólo te importa que lleve la vestimenta naranja —bufé, con
sarcasmo.
—Asumolaespera.
—No…
—Asumo la espera —repitió, apoyando sus manos sobre mi pecho—.
Asumo la espera y la asumiré el tiempo que sea necesario. Aunque sea
una estúpida, absurda y peculiar relación con encuentros de una o dos
horas al mes —añadió, deslizando sus manos por el interior de la
chaquetademitrajeycolocándolasaambosladosdemitorso—.Asumo
todoeso,teasumoati,joder.
—Nodejaréquemerompaselcorazónamí,Johanna.
—¿Qué?
—Llegaráunmomento,enmilargacondena,enlaquedejarásdevenir
porquehabrásconocidoaotrotipo—leexpliqué,intentandonosuavizar
ni mi tono ni mis palabras—. Quizá alguien como el de la recepción,
quizá alguien más parecido a mí, pero a otro, al fin y al cabo. Lo
conocerás y yo seguiré esperando a que vengas a verme, habiendo
asumido todo lo que dices querer asumir —negué con la cabeza,
apretandosumandíbulaconmimanoderecha—.Yeso,cariño,nodejaré
queocurra—lediunagresivobesoporqueelcuerpomelopidió,aunque
me dejase un amargo sabor de boca—. Además, ¿crees que aguantarás
teniendounsencilloencuentrocasualalmesconmigo?
—Sinodejasdeapartarmeyexcluirmedetusplanes,tenporseguroque
me enamoraré, tarde o temprano, de otra persona —murmuró, con
frialdad—.Claroqueloharé,porqueesmuyfácilenamorarsedealguien
quetededicapalabras,miradas,horas…—Susurró.
—Vaya,elchicodelarecepciónhasidorápidoentonces…
—¿Esloúnicoqueteimporta?
Me separé de ella porque sentí el impulso de empezar a comportarme
comounanimalsalvajequenodeseaestarencerradoenunajaulacon
barroteseintenta,portodoslosmedios,atacaracualquieraquebusque
encerrarlo.
Eslapropianaturaleza,tantoanimalcomohumana.
—No me importa en absoluto —respondió, adoptando la postura que
siemprehabíatenidohaciamí.Impasible,recto,desafiante.
—Entretodaslascosasqueeres,parecequeahoratendremosqueañadir
elrasgodementirosoalalista.
—¿Sabesquéedadtendrécuandosalgadeprisión?
—Nome…
—Sesenta y dos —pronunció, interrumpiéndome—. No me creo que
aguantes treinta años con un encuentro casual al mes —replicó, con una
incongruente sonrisa sobre sus labios—. Tú podrás llevar dos vidas y
estásdeseandoqueyomeresignealaúnicaquetúmeofreces—musitó,
severo—.¿Quieresesoparamí?¿Quieresquemeilusioneundíadecada
mesparaque,después,novuelvasaaparecer?
—Quizáesloquetemerezcas.
Conlabocaentreabierta,suslabiosprovocaronunaincrédulayofendida
sonrisa. Frunció la boca al tiempo que asentía con la cabeza, con una
fingida aprobación a lo que le había contestado. Percibí que pretendía
responderme, de algún modo, pero que, por alguna extraña razón, no
encontrabalaspalabrasperfectasparahacerlo.
Suentrecejosefruncióantelaluchainternaqueparecíaestarllevandoa
cabo, al tiempo que sus ojos empezaban a desviarse por toda la sala. Su
respiraciónibaenaumentoysucuerposemostrabamuchomástensoque
minutosantes.
—Me pediste que no te dejara —le recordé, dando un paso hacia él. Sus
ojosestudiaronmimovimientoysurostrosecontrajoindicándome,asu
manera,quenodieseunpasomás.Noobstante,nuncahabíaobedecidoa
las advertencias de Pace. Ese día no iba a ser diferente—. Me lo pediste,
tresveces—farfullé,conlentitud,encontrándomecaraacaraconél.Las
aletasdesunarizseensanchabanamedidaquerespirabaysumandíbula
setensaba.Estabaconvirtiéndoseenelanimalqueera,enelmonstruoque
seregíaporunosvaloresdiferentesalosmíos.
La canción This is war del grupo Thirty Seconds to Mars empezó a
resonar con debilidad por la sala de lavandería en la que nos
encontrábamos.
—Siempre creerás saber más que los demás —musitó, cortante—. Sólo
tienes veinticuatro años, Johanna. No tienes absolutamente ningún
conocimiento sobre la vida, sobre las circunstancias ni los hechos que
empujan a una persona como yo a regirse por unos patrones bien
incomprensibles a ojos de los demás —masculló, con decisión—. Crees
que soy un monstruo por no sentir, un enfermo por haber antepuesto el
honor y la lealtad hacia Alek por encima de cualquier cosa, pero te
confundes. Lo que cambia a un hombre no es el no sentir, sino todo lo
contrario—siseó,enfatizandosupronunciación—.Conocisteamonstruo
y, ¿sabes lo que has hecho? Convertirlo en algo mucho peor —zanjó,
dándoleunabruscapatadaaunadelaslavadoras,lacualmesobresaltóe
hizoquemicorazóndieseunrepentinovuelco—.Heintentadoadvertirte
de cómo terminarían las cosas y no has hecho más que inventarte el
estúpidoargumentodelaalternativa.¡Adivinaqué!¡Noesunargumento
válido! —Empezó a vociferar, inclinando su rostro hacia mí,
obligándome a sentirme mucho más pequeña—. Existen cosas
predeterminadas,niñaestúpida,¡cosasquedebenocurrir!
—Y esto debía ocurrir —espeté, enfureciéndome por el modo en que
habíaempezadoahablarme.Agarrélassolapasdelachaquetadesutrajey
lo empujé con fuerza hacia una de las paredes—. ¡Esto debía ocurrir!
¡Debíaenamorarmedeti!
Dejóescaparunquejidodemolestiaanteelchoquedesuespaldacontrala
pared,llevandosusmanoshaciamismuñecasyrodeándolasconfirmeza.
—¡Porque esa era la alternativa a que alguno de los dos acabásemos
muertos,gilipollas!
Micuerpotemblóyactuódemodoinconsciente.Mismanosascendieron
por sus brazos hasta sus hombros, optando por descender por sus
costadoseimplantarsesobresusnalgas.Apretécontraellasylaempujé
hacia mí, notando cómo sus pechos oprimían el mío y cómo su
respiración se entrecortaba. Sus carnosos labios dejaron escapar una
leve exhalación que no pasó desapercibida para mí, provocándome una
intensasensacióndeinquietud.
—Nomeharáscambiardeopinión—susurré,condificultad—.Estono
es lo que quiero para ti. No quiero que asumas una espera que no te
corresponde,niqueasumasunaresponsabilidadquenoteconviene.
—Nosabesloquemeconviene,Pace.
—Siemprehesabidoquemimundonoteconvenía.
—Tumundohadejadodeexistir—cuchicheó,próximaamislabios,con
susojosclavadosenlosmíos—.Tumundosehavenidoabajoynodejo
deinvitartealmío,inclusocuandonohacesmásquerechazarmioferta.
—Noquieroenamorarmedeti—leconfesé.
—Yalohashecho.Muchoantesdequetediesescuenta,yamequerías.
Besómislabioscondebilidady,peseasentirquemovíasubocacontrala
mía,nomemovínireaccionéparacorresponder.
Cerrélosojos,percibiendocómosuscarnososlabiosibandescendiendo
por mi mandíbula con la intención de llegar al cuello. Con sus manos
destensóelnudodemicorbatayclavósusdientessobrelapielcercanaa
minuez.
Aquellotuvounareaccióndirectasobremientrepierna.
Experimentécómosusmanosdescendíansobremicuerpo,contralatela
delacamisayvisualicé,antesdecerrarlosojos,cómoibaagachándose
frente a mí hasta acabar de rodillas. Sus manos ahora recorrían mis
muslos,presionándolosconlayemadesusdedosynotécómosufrente
se apoyaba contra el delgado cinturón de cuero negro que mantenía
sujetoelpantalóndeltraje.Suslabios,quehabíanestadodedicándome
besosymordiscosporlapartesuperiordemicuerpohacíaunosescasos
segundos,ahorasededicabanapresionarcontralatelademipantalón
quecubríamientrepierna.
Percibí la sequedad de mi boca, cayendo en que ésta debía haberse
quedado ligeramente abierta al inspirar y expirar, intentando tragar un
pocodemisaliva.Misdosmanossereunieronsobresucabeza,caside
modo inconsciente, encontrándome con la pared al echar la mía hacia
atrás. El suelo provocó que mis pies resbalaran un poco, lo suficiente
como para tener levemente las piernas flexionadas y la columna
vertebral apoyada contra la pared. El único sonido que llamaba mi
percepción auditiva era el ejercido por las lavadoras que nos rodeaban.
Ni siquiera la música lograba traspasar mis oídos, aunque hubiese
juradoqueeraunacanciónllamadaTeenageWildlife(A.J.McLean).
Cuando el roce de sus labios se hizo más autoritario, habiendo
traspasado la primera capa de tela y teniendo su boca contra mi ropa
interior, habiéndose deshecho de la cremallera del pantalón, mi cuerpo
volvióareaccionar.
—No—musité,intentandosepararmicuerpodesucara.
Ella alzó su rostro hacia mí y me permitió contemplar su contrariada
expresión.
—No es lo que quiero —me limité a decir, intentando justificar mi
negación.
Nopareciótenermirespuestaenconsideración,importándolemásbien
pocoloqueopinaserespectoaeso.Resoplóprofundamente,llevandosus
manos al cinturón para deshacerse de él y, acto seguido, del botón del
pantalón. Tiró de la tela hacia abajo, suavemente, sin volver a alzar su
rostroamí.
Llevé mis manos a mi ropa, volviendo a hacer todo lo que ella había
deshecho.
—Tehedichoqueno—mascullé,conunnerviosismoquenuncahabía
brotadodemí.
Me encaminé hacia la otra punta de la sala, mientras mis manos
trabajaban fugazmente en volver a intentar recolocar, no sólo mi
alterada masculinidad sino, mi ropa. Apoyé una mano sobre la pared
contraria, inclinando un poco el rostro para coger una profunda
inspiración y dejar escapar el oxígeno por mis labios. Ahora ya estaba
cabreado… Ahora, en ese momento, me encontraba cabreado,
mosqueado,caliente,exasperado,irascibleycachondo.
Menudacombinación.
Menudaputacombinación.
Meacariciélasmanosconinquietud,incorporándomeparadespegarmis
temblorosas rodillas del suelo. Me giré lentamente para ver cómo él me
dabalaespalda,intentandorecobrarloquefuesequepretendíarecobrar…
—Este es el momento de la verdad, Pace —musité, con el calor
impregnadoenmicuerpo—.Esahoraonunca,esaquíoenningunaparte.
Esquerermeuodiarme.
Sediolavueltahaciamí,colocandodenuevolacamisaporelinteriorde
su pantalón. Lo hizo sin interrumpir el encuentro de nuestras miradas,
ascendiendo sus manos hasta el cuello de su camisa para volver a
colocarse el nudo de la corbata. Se relamió los labios en una breve y
natural acción, frunciendo inconscientemente el entrecejo. Esa clase de
fruncimientoquesellevaacabocuandolaluzesdemasiadointensayestá
desgastandotusentidovisual.
—Perdóname—susurró.
Seencaminóhacialapuertadesalida,agrandeszancadas,golpeandomi
cuerpoconunodeloslateralesdelsuyo.Intentéatraparsubrazo,perose
deshizodeelloconunrápidoyprecisomovimientodehombro.
—¿Yaestá,tevas?—Alcélavoz,antelahorrorosaybestialdistanciaque
nosseparaba.
Su mano no llegó a tocar el pomo de la puerta que se quedó totalmente
quieto frente a ésta. Escuché su débil respiración y me entraron unas
horriblesganasdeecharmeallorar.
No era algo que quería regalarle, no quería que fuese consciente de mis
lágrimas,aunsabiendoqueseríamásqueconocedordeldañoqueestaba
provocándome con su incongruente inestabilidad. Con su estúpida y
absurdaobcecación,cabezonería,tozudezyorgullo.
PorquePaceeraorgulloso,inclusoconsigomismo.
—Nuncafuilosuficientementevalienteparati,¿verdad?—Mascullécon
debilidad,conelhilodevozintentandosurgirdesdemiirritadagarganta
—. Quizá esto era algo más entre tus estúpidos planes… Puede que
prefierasvermeasíquemuerta,locualesinclusopeor,¿sabes?—Antes
dequepudieseañadiralgunafrasedolorosamás,nosóloparaélsinopara
mí también, caminó hasta mí para tomar mi rostro entre sus manos y
cortarme la respiración con un profundo beso capaz de arremeter hasta
conelpeordeloshuracanes.
Apoyósufrentecontralamía,respirandoconmásfacilidadqueyo.Noté
sutabiquenasalcontraelmíoycómosuspulgarestemblabancontramis
mejillas.
—De lo valiente que eres, Johanna, pecas de impulsiva —musitó, con
dificultadparadeshacerseelcontactodemislabios.Sóloqueríabesarle.
No quería hacer otra cosa que no fuera besarle—. Siempre serás la
persona más valiente, estúpida e inconsciente que conozco —susurró,
impidiéndomebesarle.
Escuchéesegruñido…
Escuché el gruñido tan propio de él, de su cruz; tan propio de su
desesperacióncontrasímismo.
Yfueloúltimoqueescuchéantesdeverlodesaparecer.
Continuará.
TableofContents
Capítulouno
Capítulodos
Capítulotres
Capítulocuatro
Capítulocinco
Capítuloseis
Capítulosiete
Capítuloocho
Capítulonueve
Capítulodiez
Capítuloonce
Capítulodoce
Capítulotrece
Capítulocatorce
Capítuloquince
Capítulodieciséis
Capítulodiecisiete
Capítulodieciocho
Capítulodiecinueve
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