Lacruzdelamoneda RaeMaval Copyright©2014–RaeMaval.Obraregistrada. SafeCreative:1409202021599 Lospersonajesyacontecimientosdeestelibrosonficticiosycualquier parecidoconpersonajesreales,vivosofallecidos,espuracoincidencia. Estelibronopodráserreproducido,nitotalniparcialmente,sinelprevio permisodelautor. Todoslosderechosreservados. Antetodo,agradeceramispadreselhabermeenseñadotodoslosvalores conlosquemehaneducadoyloscualeshanhechoqueseaquiensoyhoy endía. Ellossonlaluzqueiluminamivida,inclusocuandolaoscuranegatividad seapoderademí. Amishermanos,porserlosmejoreshermanosymentores. Amipareja,quiensiempremesostieneparaquenodecaiga. Osquierodeaquíalinescrutableuniverso. Amimejoramiga,miparticularmitad. PortodasesassesionesdeSkypedesdetiemposinmemorables. Laquetomótodosmisdefectosylosconvirtióenvirtudes. Sabesqueelhorizonteesinalcanzableyquetequierohastamuchomás allá. Amiíbiri,porsuapoyoincondicionalyfanatismohaciatodoloquehe llegadoaescribirenlosúltimosylargosmeses. Denoserportusanálisis,sabesquenohubieseseguidoenmuchas ocasiones. MM. Sinvosotras,estonollegaríaaserposible. Graciasporinsistir,porquererme,porhacerestoposible. Porvuestroapoyo. Soisúnicasyosquiero. Ahy…“Alhambra”. Quienhaperdidolaesperanzahaperdidotambiénelmiedo:talsignifica lapalabra“desesperado” —ArthurSchopenhauer. ÍNDICE Capítulouno Capítulodos Capítulotres Capítulocuatro Capítulocinco Capítuloseis Capítulosiete Capítuloocho Capítulonueve Capítulodiez Capítuloonce Capítulodoce Capítulotrece Capítulocatorce Capítuloquince Capítulodieciséis Capítulodiecisiete Capítulodieciocho Capítulodiecinueve Capítulouno —¡Corre!—LavozdeAlekinundótodalafábricaabandonadaenlaque llevábamos meses sin tener ni un solo problema—. ¡Johanna! —Al pronunciar mi nombre, me asomé a una de las alargadas ventanas de la sala de descanso que le pertenecía—. ¡Corre, sal por atrás! —Bramó alarmado, desde abajo, haciendo agresivos movimientos con los brazos —.¡Venga,joder,muevetuputoculoysalcorriendo! AbuenashorasmedecidíapermanecerconAlekenesahúmeda,lúgubre yasquerosafábricaenlaquellevabaacabosusnegocios.¡Conlobonito queeramiapartamento!¡Conlotranquilaqueestabayoallí…!Puesno. Ahora me veía corriendo escaleras abajo intentando localizar la puerta traseraqueélhabíamencionado,desapareciendotiempodespués. Escuché las sirenas de los coches de policía resonar por todo mi alrededorymepusetodavíamásnerviosa,intentandonotropezarporlos desastrosos escalones de hierro de la escalera de caracol por la que bajaba.Todavíateníaloscascossobremisorejasycontinuabaescuchando lacanciónChickenFrieddelamanodeZacBrownBand,aunqueconla única diferencia de que ahora también conseguía escuchar los latidos de micorazón. Crucélosdiferentespasilloshastaconseguirllegaralapartetraseradela fábrica. Empujé con fuerza la puerta de salida de incendios, encontrándome de cara con uno de los agentes de policía, apuntándome conunarma. Mispiesfrenaronensecoy,deformaautomática,mequitéloscascosy alcélasmanosenseñalderendición. —Quédese quieta, señorita —pronunció, sin dejar de apuntarme. Con su otra mano rodeó un pequeño transmisor-receptor portátil que yacía colocadosobreunadelascorreasdesuchalecoantibalas—.Mujer,joven, morena,ojosazules,caucásica—enunció,pegándomeunrepasofacial. Llévatelaacomisaría,seescuchóalotroladodeaquélaparato. —Señorita,acompáñeme—dijo,bajandoelarmayguardándolasobreun lateraldesucinturón. Alverlebajarlapistola,decidíarmarmedevalorycorrercomoAlekme había ordenado. Así que mis pies obedecieron pese a los nervios y echaron a correr sin descanso, intentando evitar ser vista por los otros agentesqueempezabanainvadirellugar,rodeandolafábrica. Corriendoporelestrechocaminoentreelríoyelcampodehierbaalta,vi cómo una mano salía de entre las largas raíces y tomaba mi brazo tirándomehaciaél.Noestabadispuestaagritarporquenoqueríallamarla atencióndeningúnagentedepolicía. Alek me miraba con sus ojos miel, tapando con una mano mi boca y la nariz. —Soyyo,princesa—susurró. Con la respiración agitada, intentó calmarme a base de susurros. Viéndome más relajada, aunque no podía estarlo del todo en aquella situación,destapómibocayacariciómimejillaconcariño. —¿Quéesloquehapasado?—Pregunté,casienungruñido. —Creoquellevantiempoobservándonosy… —¿Quién anda ahí? —Oímos la voz de un agente, aproximándose y ambosnosmiramosalosojos. Sin embargo, aunque no me creyese ninguna heroína, no podía permitir quecazaranaAlekdeesemodo.Yonocontabaconunhistorialcomoel suyoysiloapresaban…¿Quéeraloqueamímedeparaba? Lerobéunpatosobesoymeseparédeélparaalzarmedeentrelasaltas hierbas que me rodeaban, las cuales me tapaban hasta poco más de los labios.Tuvequealzartambiénlasmanos,paraquenomedispararan. Nohabíanadaquetemiesemásqueundisparo,laverdad. —Señorita,salgadespacioymantengalasmanosenalto—pronuncióun agente diferente, mientras otro se aproximaba unos centímetros para tenderme su mano. Se la cogí, escuchando cómo Alek gateaba entre la hierbaensilencio,intentandoalejarseunospocosmetros—.Deselavuelta —añadió,teniéndomefrenteaél. Sentícómoinmovilizabamismanoscontralapartebajademiespaldacon la ayuda de unas metálicas esposas de lo más incómodas. Aquella desagradable sensación incrementó cuando logré sentarme en la parte traseradeaquélcochepatrulla. No importaba cómo me pusiese, de qué modo me sentase, mis hombros empezaban a resentirse por la posición en la que mis muñecas se mantenían sobre la parte baja de mi espalda. Era tal la molestia que ni siquieraestabaprestandoatenciónalaconversaciónquelosdosagentes, enlapartedelanteradelinteriordelcoche,manteníanentreellos.Peseal fracasodesuoperación,lacualeraevidentepuesAlekhabíadesaparecido ante sus narices, ellos parecían relajados, charlando de cosas triviales y banales. Al menos podía quedarme tranquila, Alek no había sido cogido por la policíaniporlosagentesespecialesquesehabíanocupadodelasituación. Y,sinelpezgordodetodoelnegocio,pocopodíanhacer. Dehecho,demínoibanasonsacarabsolutamentenada. —Señorita Oliphant —el agente permanecía frente a mí, sentado en una sillaqueteníapintadeserbastantementemáscómodaquelamía.Enesta ocasión,mismanosquedaronexpuestassobrelasuperficiedelamesayla corta cadena de las esposas yacía sujeta a una manilla—. Son sólo por precaución—merecordó,echándoleunrápidovistazoalasesposas—.Si notienenadaquedecirrespectoaAlek,metemo… —No tiene nada contra mí, inspector —murmuré, confiada—. Así que puedehacertodaslaspreguntasquedesee,noobtendráningunarespuesta quepuedaayudarleenlainvestigacióncontraAlek. —SelepuederelacionarcontodoslosdelitosdeAlek,señorita. —¿Porqué?Nohecometidoninguno. —¿Ni siquiera el de omisión? —Inquirió, enarcando una ceja que denotabaironía. —No sé a qué se dedica Alek, inspector. Si él ha cometido alguna infracción,noesconmigoconquiendeberíahablar. —¿Quiere hacerme creer que siendo usted su pareja desde…? —Calló unossegundos,leyendounosdocumentosquehabíasacadodelinteriorde un dossier de color crema—. Cinco años —pronunció, alzando sus ojos oscuros hacia mí—. ¿Quiere hacerme creer que siendo usted su pareja desdehacecincoaños,nosabeabsolutamentenadadealoquesededica sunovio? —Seis—lecorregí. —Peormelopone.¿Esustedciega,señoritaOliphant? —No, señor. Aunque en ocasiones me hubiese gustado serlo —respondí condesdén. Quéhombremásdesagradable… —Entonces, ¿debo entender que simplemente es estúpida? —Espetó, con menosprecio. —Nolosé,¿hayalgunapruebapsicológicaquepuedademostrarlo?Y,lo másimportante,¿meserviríaenunjuicio? —Dejedehacerselagraciosa,señoritaOliphant.Nocreoqueseencuentre enunaposiciónmuyfavorable. —Inspector,notienenadacontramí.¿Acasonopuedoalegarestarenel sitioincorrectoenelmomentoincorrecto?—Tiréunpocodelasesposas, queriendo librarme de ellas. El inspector con cara de bobo las había apretadodemasiado—.Esmás,novoyaseguirhablando.Siquierehablar conmigo,llameamiabogadoyquevenga—alcélamiradahastaelreloj deparedcuadrado—.Creoquevasiendohoradequemedejemarchar. —Noentiendeenquésituaciónseencuentra,señoritaOliphant. —Lo único que entiendo es que usted me ha detenido, en contra de mi voluntad,porestarenelsitiomenosoportunoalahoramenosoportuna, Inspector.Quienparecenoentenderesepequeñodato,esusted. El capitán del departamento de policía abrió la puerta de la sala de interrogatoriosy,trasdedicarmeunamirada,dirigiósusojosazuleshasta elinspector. —Inspector Holden, haga el favor de soltar a la señorita Oliphant — masculló,dirigiendonuevamentesumiradahaciamí. —Eso,InspectorHolden…SueltealaseñoritaOliphant—dije,concierto recochineo por mi parte. De algo me había servido estar al tanto de algunascuestioneslegales—.Sinoleimporta,claro. Elcapitánsemarchó,dejandolapuertaabiertayelinspectormemirócon desprecio. Acto seguido se levantó de la silla y liberó mis manos de aquellasmolestasesposas. —Metemoquenosvolveremosaver,señoritaOliphant. —Si es así, espero que sea en otra situación —le respondí, acariciando mismuñecas—.Nolosé,quiénsabe,¿igualenunacafetería? Cuandomeincorporé,notésusdedosapretarmimuñeca,impidiéndome seguirelcursodelmovimientoquemicuerpoestaballevandoacabo. —A Alek no le importas una mierda —espetó, olvidándose de los formalismosquelellevabandefiniendodesdeelextrañointerrogatorio—. Esvalienteportupartevenderteporél,perodefinitivamenteélnoharíalo mismoporti.Llevasaquíeltiemposuficienteparaquedesconfíedetiyde tulealtadhaciaél. —Élconfíaenmí—lerespondí,tajante. —Esperemos que tengas razón. Sería una pena que una cara tan bonita comolatuyasufriesealgúntipodealtercadoporsumalhumor. —Éljamásmepondríalamanoencima. —No puedes fiarte de un tío como él —añadió, soltando mi muñeca bruscamente. —Tampoco me fiaría de un inspector corrupto que, si no consigue las cosas por las buenas lo intentará por las malas. Su coacción no servirá conmigo,inspector. —Nosvolveremosaver. —Espero que la próxima vez sea con unas esposas con plumas rosas — sonreí,deformaladeada,caminandoparasalirdeaquellapequeñasala. Descubríelimpactantesoliluminarmicaranadamássalirporlapuerta del departamento de policía e intenté, con mis ojos entrecerrados por la iluminación,observaramialrededor. Teníaquédescubrircómovolveramiapartamento,alaesperaderecibir noticiasdeAlek.Sinembargo,descubríaPace,unodelossociosdeAlek, subido a una cómoda Kawasaki Vulcan 2000 de color burdeos. Hubiese preferidoquedarmeenaquellasaladeinterrogatoriosconeldesagradable inspector y sus estúpidos intentos de sonsacarme algún tipo de informaciónsobreAlek. —Johanna—pronunció,conunaampliaehipócritasonrisa. —Vaya, Pace. ¿Has venido hasta aquí en moto y no se ha estropeado tu horrorosocabelloengominado? Me crucé de brazos tras dar los tres pasos que nos separaban. Mis ojos impactaronconlossuyosdetonalidadgrisysedesviaron,alossegundos, hacialamoto. —Mecuidobastanteelcabello—respondióasuturno,conelcascobajo unodesusbrazos. Su rostro era ancho y denotaba una clara insolencia. Toda su expresión facialeraunadesfachatez. Vestidoconuntrajeamedidadecolorgrisyunacorbatadelmismotono que su propia moto, permanecía siempre con su cabello rubio peinado haciaatrásconlaayudadeungelfijadorque,porcierto,dejabaescapar un aroma nada agradable para mí. Los laterales de su cabeza parecían estarrapados,perolociertoesquesencillamenteelcabelloeramáscorto poresazona. Movióeltroncosuperiordesucuerpo,inclinándosehaciamíyposando sus labios contra mi mejilla. Tras el beso, dirigió éstos hacia mi oreja, raspandomisuavepielconsubarbadepocosdías. —Esunplacervolveraverte—susurró,sinapartarlapieldesumejilla de la mía—. Espero que para la próxima vez no te pillen —añadió, exhalandoairecontramioreja. —Me voy a casa. ¿Dónde está Alek? —Pregunté, girando el rostro para separarmedelsuyo. —NoesunlugarenelquedebamostratarelparaderodeAlek. Pace era el mayor socio de Alek y, quizá, por el tiempo que llevaban juntos,suúnicomejoramigo.NohabíanadieenquienAlekconfiasemás queenPace.Sepodríadecirquellevabantodaunavidacodoconcodoy quePaceeracapazdetodoporél. Nuncamehabíagustadosumododehablarme,sumododemirarmenisu mododetratarmecomolaúnicapersonacapazdevenderaAlek. —Sube—espetó,pasándomeelcascodelamoto. —Nopiensosubirme. —Ah,esverdad…Tumiedoalasmotos.Porunaccidentecuandotenías dieciséisaños,¿verdad?—Inquirió,ladeandounpocosurostrosindejar decontemplarme—.Sube. —Nopiensosubirmeatumoto,Pace. —No te estoy dando opciones, Jo’ —respondió, enarcando una de sus cejas. —QuieroveraAlek—gruñí. Alekeramiúnicasalvaciónacasitodoenelmundo.SiaAlekledecíaque uno de sus socios me parecía un cretino, tomaba medidas. Sin embargo, todoloreferenteaPaceentrabaporunodesusoídosysalíaporotro… —Tú sabes, Johanna, que todo lo que Alek decida pasa por mis manos, ¿verdad? —¿Quésesuponequequieredecireso? —Que si le has vendido en todo este tiempo que has estado en el departamento,élnoseimpondráaquemeocupedetipersonalmente— replicó,conseriedad. —Jamáslevendería. —Esonosonmásquepalabras. —¿Estásdesconfiandodemí? —Desconfío de ti desde el día en que te conocí —farfulló, con una orgullosasonrisa.Tendióelcascohaciamí—.Pónteloysube. —Prefieroirenbus. Medilavueltaperosumanotomómicodo,parándomealinstante.Tiró demicuerpohastaél,permitiendodeesemodoquemitraseroentraraen contactoconsumusloy,enaquellapostura,rodeómicinturaconelbrazo conelcualsosteníaelcasco. —Tengoquepasarpormiapartamento,porlafarmacia,por… —Al lugar al que vamos, tienes todo cuanto necesitas —anunció, en un susurro. —Aunquenolocreas,haycosasquenopuedesconseguirpormí,Pace. —Te sorprendería la de cosas que puedo proporcionarte, Jo’ —saludó a unagentedepolicíaquenosobservabaygruñó,porlobajo—.Saluda. Alcémimanoconsuavidadysaludé,esbozandounaforzadasonrisa. —Ahoraponteelmalditocascoysúbetedeunavez.Aleknosespera. Deshicelacoletademicabello,rodeandomimuñecaderechaconlagoma y me coloqué el casco con nerviosismo. Alcé el rostro para que Pace pudiese encargarse de la correa, ajustándola contra la parte baja de mi mandíbula. Me dio la mano para ayudarme a sostenerme en una de mis piernas, mientras la izquierda sobrevolaba la moto para pasarla por encima. Nomentirésidigoquehabíaimaginadocómomipieledabaentodala cara… Apoyémispiesenlospequeñosestribosaambosladosdelamotocicleta ymemovíunpocoparacolocarmitraserocorrectamentesobreelasiento de cuero. Intenté permanecer a una considerable distancia de la amplia espalda de Pace, pero descubrí que no había manillas a las cuales sujetarmeenlapartedeatrásdelasiento. Elmiedoqueleteníaalasmotossedebíaaloinseguraquesolíasentirme sobreunadeellas,habiendotenidounaccidentealosdieciséisañoscon quienhubiesesidomimejoramigo.Siaesoleañadíamosqueconducía unhombreque,desdequeleconocía,mehabíahecholavidaimposible… Sí,probablementenoleibaaimportaracabarconmividadeesamanera. El motor rugió de manera considerable y, ante el sonido, mis manos se posaronaambosladosdelacinturadePace,aferrándosealachaquetadel traje con una fuerza de mil demonios. Iba a estar todo el trayecto rezando… Pace frenó en un semáforo rojo y mi pecho impactó de pleno con su espalda,haciendoquelapartedelanterademicascochocaráconlaparte traseradeldeél.Apoyósumanoderechasobremimuslo,elcualapretaba la zona exterior de los de él. Denoté un ápice de cariño en su gesto, apretandosuavementelapielporencimademirodilla.Perodebíansólo serimaginacionesmías… Giróelrostrohaciaatrásy,conlaviseraalzada,intentómirarme. —Relájate o acabarás provocándonos un accidente —masculló, escondiendosusonrisa. —Quierobajarme. —Noseasestúpida.Llevoañosconduciendomotocicletas. —Quiero bajarme —repetí, moviendo mis piernas con la intención de obedeceramisdeseos.Sumano,encambio,estabalistaparaimpedírmelo —.Porfavor—pedí. —Estatequietadeunavez.Sitepasaalgo,Alekmematará. —Mira,nuestrosproblemassesolucionarán… —Quégraciosa—resopló,poniendolosojosenblanco. Con un movimiento de muñeca hizo rugir el motor de la motocicleta y mis manos, ipso facto, volvieron a aferrarse a su cuerpo. Seguía sin sentirmesegura. Sumanoizquierdaagarrómismanos,haciéndomerodearlelacinturay, porende,mipechoquedópegadoasuespalda. —Agárrate—pronunció,bajotodoelsonidodelaciudad. —Vasamatarme. —No te diré que no tengo ganas de hacerlo, pero necesito una razón de pesoparaello. —¿Ahoraereslegal?—Resoplé,poniendolosojosenblancoyoptando porcerrarlos. —Losoy.Sinolofuese,Aleknoconfiaríaenmí. —Eressusicario. —Soyelqueponeorden—mecorrigió,acelerandoderepente. CuandoelmotordelamotocicletadePacedejóderugir,terminandopor pararseporcompleto,sentíquemispulmonesrecibían,porprimeravez entodoeldía,unaciertacantidadimportantedeoxígeno.Empujóconsus pies haciendo marcha atrás para aparcar la motocicleta y abrí los ojos para descubrir otra fábrica más pequeña, a las afueras de la ciudad. No habíaabsolutamentenadaalrededor.Almenosnadaquenofuesehierbas, matorrales,unantiguodesguaceabandonadoypocomás. Alek esperaba frente a la puerta de hierro corrediza, vestido con unos tejanosyunacamisetadecolorblanco. Logré bajar con un temblor más que notable sobre mis rodillas y me encaminé,sinquitarmeelcascohaciaél,corriendoparaintentarquenadie fuesetestigodecómotodomicuerpoestabatodavíaentregadoalmiedo. Noentendía,siquiera,cómoAlekhabíapermitidoquePacevinieseapor mísabiendoeltemorqueleteníaalasmotos. —Eh, princesa —murmuró, deshaciéndose él mismo del casco que todavíacubríamicabeza.Lomantuvoenunamanomientrasmerodeaba consusbrazos,estrechándomecontraél—.Yaestá,preciosa,yavuelvesa estarenmisbrazos. —Comovuelvasamandarmeaeseenergúmenoabuscarme,tejuroque… Alek me deleitó con su suave carcajada, estrechándome con más fuerza. Besómicabezaconcariñoyfrotómiespaldaconsumanolibre. —Yonopodíaaparecerporahí,princesa—explicó,mirándomeconsus intensosojoscolorcafé. —PodríashabermandadoaColt. —Está ocupado intentando ponerse en contacto con los del condado de Roosevelt. —¿Qué ha pasado? —Le pregunté, viendo cómo Pace nos echaba una miradaantesdeadentrarseenlafábrica—.Leodio,medaunasco… —Creo que ambos compartís el sentimiento —replicó, rodeando mi cintura con un brazo y encaminándose hacia el interior de la fábrica, llevándomeconél—.Bueno,conlavisitainesperadadelapolicíahemos tenido que retrasar las reuniones. Por suerte, hemos tenido tiempo para avisaralosdelaentregadeestatarde.Hemostenidosuertedentrodelo que cabe… No me hubiese gustado ver cómo descubren tres camiones llenosdearmas—sequedóquieto,trasdejarelcascosobreunapequeña mesadeplásticoblanca—.¿Cómohaidoeneldepartamentodepolicía? —Noteníannadacontramí,asíquemehansoltado. —Perohasestadomuchotiempo… —Elinspectorhaqueridomarearunpocolaperdiz—lerespondí. Separóantemí,consusmanosapoyadasaambosladosdemicintura.Le pudeverintentandoleerenelinteriordemisojosymepreguntésiesque sufríaalgúntrastornomental.¿Deverdadsecreíapoderleermimente? —¿Desconfías de mí? —Le pregunté, con un tono más que evidente de ofensa. —No,princesa,pero… —Pace ya te ha estado comiendo la cabeza. Tú sabes lo poco que me soportay… —Escucha, Johanna —dijo, interrumpiéndome—. No se trata de que desconfíedeti,setratadequedebemostenercuidadocontodo. —Hedejadodeladomividaporti,¿ymeestássoltandoesto? —SiPaceaveriguaquemehassidodesleal… —¿Qué?—Inquirí,antesdequeterminarasufrase. —Yonopodréhacernada.Correrátododesucuenta. —Sí,créemequelosé.EstácomounniñoansiosoporiraDisneyland. —Nolehagascaso—murmuró,acariciandomimejillaconsupulgar. —¿Tehedadomotivosparaquedesconfíesdemí? —No,princesa,pero… —Élesmáscapazdesertedeslealqueyo—espeté,totalmenteofendida—. ¿Nocreesqueundíatodopuedavolverseentucontrayporsuculpa? —Paceyyollevamosañosjuntos. —Llevocontigoseisaños,Alek—lerecordé. —Nomehagasescoger. —No,estáclaroquesihagoesoleescogerásaél. Meadentréenelinteriordelafábrica,malhumoradaydepronto,antesu estupefacta mirada, me quedé quieta. No sabía ni a dónde demonios dirigirme…Noeralafábricadesiempre. —¿Pordónde?—Inquirí,enungruñido. Élsóloseechóareíryatrapómicuerpoconsusbrazos,depositandoun sonorobesoenunlateraldemicuello. —Meencantacuandoteenfadas… —Amíno—repliqué. —Ven… Vuelvo a tener una maravillosa sala que podrás decorar a tu gusto. La única cosa que me interesaba decorar, en ese preciso instante, era el rostro de Pace. Podía verlo subido a una de las tarimas de acero, observandoquetodoempezaseacogerformaenelnuevolugarenelque tocabaasentarelnegocio. Susojosgrisescruzaronlosmíosymededicóunaprovocativayladeada sonrisa. Le sostuve la mirada, sintiéndome segura entre los brazos de Alek y caminé hasta la pequeña sala que, esta vez, no se encontraba en el piso superior de la fábrica. Las ventanas no estaban siquiera tintadas y eso significaba no tener ni un poco de privacidad. Cuando entré, perdí el contacto con los ojos de Pace y sentí que mi cuerpo se relajaba por un momento. —TendrásqueiraIkeaconColtparaverquémueblesquierestener. —Ikea—suspiré,profundamente—.Nuncamedecidoylosabes. —Séquepodrásconello.Coltteayudará. —¿Tienes di…? —Vaya pregunta más estúpida. ¿De verdad iba a preguntarle si tenía dinero suficiente para que fuese a redecorar nuestra particular sala habitable? —. Intentaré escoger algo semejante a lo anterior. —Loquetúquieras—besómislabiosfugazmente—.Hedereunirmecon losdelcondadoRoosevelt.¿Estarásbien? —¿Dejasaalguienconmigo? —Coltsequedaráporaquíymuchosotrostambién. —¿Graytambién?—Pregunté. —Tesientesseguraconél,¿verdad? —PorsuertenotodostussociosycómplicessoncomoPace. —Gray también se queda —me aseguró, con una tierna sonrisa—. No tienesnadadeloquepreocuparte. Ja… Capítulodos Trasdarunpardevueltasalrededordelanuevasala,mesorprendídever unas enormes cajas con la mayoría de papeleo que Alek solía conservar en archivadores. Me pregunté cuándo exactamente tuvo tiempo de coger todalainformacióneinclusosemepasóporlacabezaqueyasupieseque lapolicíaibaapasarporlafábricaeibaaarmartodoesejaleo.Sieraasí, algoestabatramando. Saquélosdiferentesclasificadoresyvi,bajoestos,unmontóndedossiers de color gris apilados. Los fui sacando uno a uno, contemplando los nombresencadaunodeellos. JohannaB.Oliphant ¿Teníaundossiersobremí? Esonopodíaser. Cuandoloabríenmismanos,unmontóndefolioscayeronalsueloporel ligerotemblordemisextremidades.Desparramadosporelsucioparqué, meagachéparairrecuperándolosunoauno. Había información que pocas personas podían saber. Sobre todo porque algunos informes eran de mis hospitalizaciones durante la infancia y adolescencia.Nomesorprendióverlosdatosbásicoscomominombre, mi segundo nombre, mi apellido, mi escolarización, mis entradas y salidas del hospital, mis… ¿Mis miedos? ¿Mis hobbies? ¿Mis películas preferidas? Pero,¿estoquénariceses? —Notealteres—escuchédetrásdemí—.Alektieneundossierdetodos nosotros. Me giré bruscamente, contemplando a Pace apoyado en el marco de la puerta ya cambiado. Ahora llevaba una sencilla camiseta blanca y unos cómodos pantalones de chándal azul oscuro. Respecto a sus pies… Bueno… Nosabíacómopodíairdescalzoporunlugartandestrozadocomoese. —Debíimaginarlo—respondí,volviendoaapilarlosfoliosenelinterior deldossier. Pronto sentí su presencia tras mi espalda, mirando por encima de mi hombroizquierdo. —Elclubdeajedrez,eh—pronunció,consorna. —Algunos hemos ido al instituto, sí —repliqué, con una sarcástica sonrisa. —Ymiraaloquetehallevado. Élteníaesedondedevolvérmeladoblada,comoaquélquedice… —Nohacefaltaqueloescondas—dijo,alvermecerrareldossier—.Lo conozcodememoria. —Veoquetienesmuchotiempolibre. —Lo que más me ha gustado ha sido lo de tu apendicitis. ¿Puedo ver la cicatriz? —Esto,déjamepensar…No. —Venga—meanimó,sentándoseenlabutacadeAlekjuntoaloquesería el nuevo escritorio—. Tengo curiosidad por saber cómo es… Dime, ¿es de las antiguas que parecen haber sido hechas por un carnicero en su primerdíadetrabajooesdeesastanpequeñasquecasiniseaprecian?— Inquirió,conunaladeadasonrisa. —Estásrealmenteenfermo,Pace. —No te diré que no tengo cierto fetiche con las cicatrices, aunque me gustanmáslasquellevanminombreo,loquevieneaserlomismo,mi firma. Disfrutabametiéndomemiedoenelcuerpopero,definitivamente,yoibaa disfrutarmásnopermitiéndoselo. —¿Aquévienetufobiaalasagujas?—Preguntó,traselsilencio—.Lade lasmotosmeintuyoqueesporelaccidente. —Atitelovoyadecir… —Tranquila,nosoydelosqueinyectannadaparahacerlotodomásfácil. —Vaya, ni siquiera en eso tienes un ápice de humanidad —espeté, recopilando todos los dossiers y echándoles un vistazo a todos—. ¿Y el tuyo? —Escondido,imagino. —Túpuedesverelmío,¿porquéyonopuedovereltuyo? —MitrabajoesvigilaratodosenlosqueAlekconfía—measeguró,con seriedad. —Soysunovia,asíquepodríasdejarmevertudossier.Afindecuentas, podríassertúelquelevenda. —Alek y yo nos conocemos desde que éramos críos, Johanna. Sabe que daríamividaporél. —Puede que los rumores sean ciertos… Puede que tu relación con Alek nosóloseadefielylealamigo. —¿Dudas de mi heterosexualidad? —Masculló, levantando su comisura izquierdaydedicándomeunadeesasasquerosasypícarassonrisassuyas —.Porqueesotienefácilsolución,Johanna. —Penséquepretendíasmatarmeenelmomentoquetuviesesoportunidad. —Ese suele ser el plan —respondió, subiendo los pies al escritorio—. Sólomefaltareunirsuficientespruebasparapoderllevarloacabo. —Temueresdeganas,¿verdad? —Notienesniidea. Se llevó las manos a la nuca, acomodándose sobre la butaca y continuó con su mirada fija en mí. Pretendía buscar cualquier indicio que me hiciesesentirincómoda,porqueesoeraloquequería.Vermeincómoda, puesesoledaríaunapistadequequizá,sóloquizá,escondíaalgo.Ysino lohacía,¿quémásdaba? Pacedesconfiabademídesdesiempre. Me concentré en seguir colocando los clasificadores sobre el escritorio, dispuestaadejarlotodomásomenosorganizadoparalallegadadeAlek. A mis espaldas escuché cómo la butaca crujía suavemente y, al darme la vuelta,meencontrédecaraconelfirmepechodePace,depiefrenteamí. Apoyé mis manos contra su pectoral, intentando salvaguardar una considerabledistanciaentrenuestroscuerpos. —TenporseguroqueencontraréelmododequeAlekdesconfíedeti— aseguró. —Eresasqueroso. —Lotomarécomouncumplido. —Sitantasganastienes,¿porquénolohacesdeunamalditavez? —Porque,comotehedicho,necesitounarazóndepeso.Alfinyalcabo, hedeserjustoenlamedidadeloposible—susurró. —LediréaAlekquemehasamenazado. —¿Sí?—Inquirió,enarcandounaceja,casidivertido—.¿Selodirás? —Tenporseguroquesí. Agarrómibícepsfortuitamente,sorprendiéndomeporlavelocidaddesus movimientos.Estrechócontantafuerzaquelleguéacreerqueimpediría el propio flujo sanguíneo de mi brazo y que, por lo menos, rompería algunodeloscapilaresbajomipiel. Ambosescuchamosunamanogolpearlapuertaabierta,suavemente. —¿Interrumpoalgo?—PronuncióAlek,conunsombreronegrosobrela cabeza. —No —respondió Pace, soltándome con asco—. Sólo estábamos hablando. —Discutiendo, por lo que veo —replicó Alek, aproximándose con las manos en el interior de los bolsillos—. ¿Queréis decirme qué es lo que pasa? —LoqueocurreesquePace,tufielylealcordero,acabadeamenazarme —dije,dandounpasohaciaatráshastalograrposicionarmecercadeAlek —.Porqueesloúnicoquesabehacer. Pacemeobservócondesprecio,comosiintentaseclavarmetropecientos alfileresportodoelcuerpo,mientrasAlekseposicionabaentrenosotros. MisojosperdierondevistaaPaceysecentraronenobservarladelgada perofibrosaespaldadeAlek. —Vuelveatocarla,Paceyteaseguroqueseráloúltimoquehagasentu vida—advirtióAlek,encontrándosedecaraconsuamigo—.Nomehagas repetírtelo otra vez… Como no te mantengas alejado de ella, pienso perseguirtehastaacabarconesacaradeperturbadoquetienes—leseñaló conundedo,traspronunciaraquello—.¿Lohasentendido? —Sí. —Puedesirte. —Gracias—murmuró,marchándosedelasalasinnisiquieramirarme. Bien,esohabíaestadobien. Johanna1—Pace0. Trasdarmeunaducha,decidívestirmeconunadelascamisetasdeAlek para dormir. Él ya se había acomodado en el colchón hinchable que permanecía sobre el suelo, cayendo dormido al cabo de los pocos minutos. Lo cierto es que solía estar cansado casi todas las noches, teniendoquelidiarconunmontóndecosasduranteeldía. Siendo incapaz de aguantar mis ganas de descubrir alguna cosa que todavíadesconociese,meaproximéalosarchivadoresqueyacíanjuntoa su escritorio y busqué entre los dossier hasta encontrar el de Pace. No parecíaestardemasiadoescondido… BrantleyJ.Pace Brantley era un nombre demasiado bonito para un tío como Pace. De hecho,todoélerademasiadoatractivoparasertansumamenteinhumano. Acababa de cumplir treintaidós años, se había dedicado toda la vida a permaneceralladodeAlekysuúnicotrabajo,legalyremunerado,había sidoenelservicioderecepcióndeunhotel.Ydeesoyahacíadiezaños. Teníaunhermanomayor,quepermanecíaenprisiónportráficodedrogas y una media hermana, residiendo en Nueva Jersey. Sus padres se habían divorciado cuando él tan solo tenía doce años y no pude evitar preguntarme si aquello le había marcado lo suficiente como para convertirleenunmonstruosinsentimientos.Sinembargo,suspadresno teníanlaculpadequeaéllefaltasealgúntornillo. Sus miedos no constaban en el dossier por lo que o no tenía o Alek se habíaconcienciadodenodejarlosexpuestosalavistadecualquiera.Eso sólohacíaquemicuriosidadcreciesepormomentos. Siempre había sido un alumno ejemplar en el colegio, pese a los altercadosdepeleasqueconstabanensuhistorialeducativo. Los siguientes folios contaban con todas las cosas que Pace había hecho por Alek, incluyendo las personas de las que se había deshecho de un modo u otro, por lo que decidí no seguir leyendo. Esos datos sólo aumentaríanmimiedohaciaél. —Princesa —Alek murmuró sobre el colchón, incorporándose—. ¿Qué haces…? —Estaba…Yo…—Calléycogíaireprofundamente—.Nopretendíaleer tusdossierspero… —Noteescondonada,princesa.Puedesmirarcuántoquieras—respondió, sindarleimportanciaalasunto—.Dime,¿cuálestásmirando? —EldePace. —Losuponía. —No me parece justo que él conozca mis miedos y yo no conozca los suyos—espeté,casialadefensiva—.Estotalmenteinjusto. —Ni siquiera yo conozco sus miedos, Jo’. Creo que, sencillamente, no tiene. —¿Cómonovaatenermiedos?Todostenemosmiedos. —¿Cuáleselmío? —El agua —respondí, hábil—. De pequeño estuviste a punto de morir ahogadoenelmarydesdeentonces… —EntodoeltiempoqueconozcoaPacenuncamehamencionadoningún miedo. —Esimposiblequenolosepas… —¿A quién le importa a qué tema Pace? —Farfulló, acomodándose de nuevocontraelcolchón—.Anda,ven,venalacama… —Iréafumaruncigarrilloymeacostaré. Él aceptó con un suave resoplido mientras yo ya desaparecía de la sala. Encontrélapuertadesalida,porcasualidad,ymellevéuncigarrilloalos labios.Loencendí,agradeciendolafrescuraquesolíadesprenderlanoche inclusoenlosmesescalurosos. El teléfono móvil, en el bolsillo trasero de mi cómodo y desgastado tejano,empezóavibrar.Loretiréconsuavidadydescubríenlapantalla un número que no había visto nunca y que, evidentemente, no tenía registrado. —¿Sí? —SoyelinspectorHolden—escuché,alotrolado. Me atraganté con el humo del tabaco y empecé a toser descontroladamente, mirando a mi alrededor para asegurarme que no habíanadiecerca. —¿Quénariceshacellamándomeporteléfono?—Espeté,queriendoalzar lavoz. —Tenemosquehablar. —No,notenemosnadadeloquehablar.Novuelvaallamarme. —Escucha, Johanna —murmuró, hablando en susurros—, es importante que comprendas que, tarde o temprano, tu vida correrá peligro si te mantienesjuntoaAlek. —Nosabesdeloqueestáshablando.¿Cómohasconseguidominúmero deteléfono? —¿Lopreguntasenserio?—Inquirió,casisorprendido—.Soypolicía. —¿Yesotedaderechoamarcarloyllamarme?Vasaconseguirque… —¿Quequé?—Dijo,sinpermitirmeterminar—.Inclusotúestásasustada. —Novuelvasallamarme. —¡Espera! —Bramó, rápido—. Si lo que te preocupa es la poca protección que puedas tener al vender a Alek, no debería ser así. Puedo proporcionarte más de la que crees. He estado mirando el historial de Aleky,joder,¿deveras?¿Todavíasiguesconél? —¿Estoessiquieralegal?—Espetéamiturno,incrédula. —Teestoydandounaoportunidadparaquesalgasdelbucleenelquete hasmetido. —Sivuelvesallamarme,hablarépersonalmentecontucapitán—finalicé, colgando. Fuméloquequedabadecigarrilloconnerviosismo,deshaciéndomedela colillacasialinstanteyvolvíaadentrarmeenlafábrica. Todo estaba en silencio, lo suficiente como para causarme una desagradable sensación por todo el cuerpo, aumentando el nerviosismo queyasufríaporlallamadatelefónica.Sinembargo,nohabíanadiealos alrededores.NadieexceptoColt,quesepaseabavigilandomientrasotros dormían. Nadie excepto Pace, observándome desde una de las esquinas, sentadosobreunamesademaderaysosteniendounlibroentresusmanos. Al cruzar su mirada conmigo, la sostuvo unos segundos para después volveraconcentrarseenloqueleía. Cuandoentréenlahabitación,sorprendidaporpercibirporelrabillodel ojocómoPaceselevantabaycaminabalentamentehaciamidirección,me encontré con Alek sentado en su butaca, con las rodillas separadas y las manos entrelazadas a la altura de su estómago. Al frenar tras cruzar el umbraldelapuerta,miespaldachocócontraeltorsodePace. —¿Qué pasa? —Pregunté, disimulando la voz de alarma que amenazaba conbrotardemigarganta. —Megustaríahablarcontigo—respondióAlek,conseriedad. Alcéunpocolacabezahaciaatrás,observandoaPaceigualdeserio. Mehabíanpilladohablandoconelinspectorporteléfonoynoteníamodo de demostrarles mi inocencia, muy a pesar de no haber largado nada en absoluto… —Cuandoosheencontrado,haceunashoras,quediscutíais…—comentó, incorporándoseyabandonandolabutacaenlaqueestabasentado—,¿qué habíaocurrido? —Que me había amenazado —respondí, sincera, optando por dar dos pasoshaciaAlek,quienmeproducíamásseguridadquePace—.Yatelo dije. —¿Sí? —Inquirió, con cierta desconfianza—. ¿Pace no te estaba reprendiendoporbesarle? ¿Qué? MirostrosegiródegolpehaciaPaceque,evidentemente,semanteníaen suseriapostura. —¿Cómo?—Balbuceé—.Estásdebroma,¿verdad? —¿Tengopintadeestarbromeando? —Esunembustero…¡Esunmalditoembustero! —Johanna, cíñete a darme una explicación —suspiró Alek, pasándose la manoporelrostro—.Tedijequenopodríahacernadaenelcasodeque empezaseadescon… —¡Confías en alguien que intentó abusar de mí cuando estuvimos en Escocia!—Bramé,antesdequelasalaseconvirtieseenuntanatorio. Escuché cómo Pace se atragantaba detrás de mí, sorprendido por la magnituddemiacusación.Peroesqueyotambiénsabíajugaralamentira ytambiénpodíaadoptarunpapeldeembustera… —Él sólo piensa en buscar una excusa para que tú le permitas acabar conmigo —pronuncié, frunciendo mi entrecejo—. Y ni siquiera te das cuentadequeloúnicoquequierees… —Princesa—susurró,impidiéndomeseguir—,¿quéhasdicho? —Lo que has oído —repliqué—. Cuando estuvimos en Escocia, pasaste dosnochesfueradelhotelporquetepasabaslashorascontussociosde allí.Lasegundanoche… —¡Venga ya! —Espetó Pace, por detrás, con ferocidad—. ¡Encima te la vasacreer! —Cállate,Brantley—mascullóAlek,ensilencio. FuelaprimeravezqueescuchéaAlekdirigirseaélporsunombreyno suapellido. —Este es el problema de dejar que un coño entre en tu mundo, tío — resopló Pace, cruzándose de brazos y apoyándose contra una de las paredes,expectativo. —Cállate—lerespondióAlek,señalándoleconundedo. —Yesteeselproblemadequeuntíollevetantagominaenelpelo,que traspasa el cuero cabelludo y le licua el cerebro —espeté a mi turno, aferrándomeamicamisetacomosifuesemichalecosalvavidasenpleno naufragio. —No te diré donde acabaré esparciendo mi gomina —replicó, dirigiéndoseamí. —Brantley,fuera—espetóAlek,conelcuellocompletamentetenso. —Ohvamos,¡Alek!¡Queteestátomandoelpelo! —Hedichoquefuera. Lacanción99problems,deJayZperoversionadapor Hugo, se hizo presente en la sala de descanso de Alek. Quise que el volumenmeimpidieseescucharlosposibleslamentosquepodríanllegar a surgir desde el exterior por lo que, en modo repetitivo, dejé que esa canción,lapreferidadeAlek,sonasehastaquehiciesefalta. Cambiémiposturacuatrovecesenelúltimominuto. Delacama,paséalescritorioy,deéste,hastalasventanasquedabanvista alafábrica.Y,enesemismolugar,cambiéelpesodemicuerpo.Pasando de apoyarlo en mi pierna izquierda a mi pierna derecha. Contemplé la escena con un nudo en el estómago pero una malicia traspasando mis venas. Pace se mantenía de rodillas en el suelo mientras dos compañeros le sujetaban por los brazos. Alek, frente a él, caminaba de un lado a otro haciendocasoomisoaloquePacebramabayvociferaba. QuizáAlekdesconocieseelmiedodePacepero,yomisma,ajuzgarpor laescena,podríaconsiderarqueesasituacióneratemidaporél.QueAlek desconfiasedeélyquellegaseaunextremoimpensable. Como la canción seguía sonando a un volumen totalmente inoportuno a esas horas de la madrugada, no lograba escuchar qué era lo que Pace exclamaba con desesperación, sin perder su perturbada expresión facial. NisiquieralograbaescucharcómoAleklereprendía,tensandosucuerpo frenteaél,queseguíaderodillas. Vi cómo la primera patada de Alek golpeaba el abdomen de Pace, obligándoloainclinarseporunossegundoshastavolveraincorporarsu torsoporloscompañerosqueseguíansujetándolo. Su perturbada expresión se convirtió en un rostro encogido por unos momentos,mientraseldolorseextendíaportodalazonareciéngolpeada. Observé cómo intentaba recuperar la respiración antes de que Alek, decidido,volvieseagolpear,consuempeine,elvientredePace. ¿CuántodoloreracapazdesoportarPace? El puño de Alek chocó contra el tabique nasal de Pace, quien pareció perder el equilibrio por unos segundos. Los compañeros tensaron los brazos de él, volviendo a colocarlo. Un rastro de sangre empezó a descender,comoeradeesperar,desunariz. Empecéasentirquelamaliciaseencontrabadeplenoconlaculpabilidad, enaquélflujopormisvenas. Paceerainocentedeloquelehabíaacusado,peseaserunserdespiadado y despreciable. Pero, ¿qué era lo que me diferenciaba de él en ese momento? Susojosgrisesviajaronhastalosmíos,mezcladeazulyverde,ignorando porunmomentolapresenciadeAlek.Fuetallaintensidaddesumirada, que sentí cómo unas invisibles manos apretaban mi cuello con fuerza asfixiándome. SiPacesobrevivía,nodescansaríahastavengarse.Porsuerte,confiabaen queAleklodesterraríaoalgosemejante. Yantesdequepudieseseguirintimidándomeconsumirada,Aleklearreó una firme y seca patada en la entrepierna. Pace cayó de lado, habiendo sido soltado por los compañeros, encogiéndose y haciéndose un ovillo contraelsuelo. Habíavistosuficiente. Dejéquelamúsicasiguiesesonandoymemetíenlacama,arropándome hastaelcuello,alaesperadequeAlekvolviesealasala.Sinembargo,me dormíantesdequeesoocurriese. Medespertéunpardehorasdespuésy,descubriendoelcuerpodesnudode Alekbajolasábana,respiréunpocomástranquila. Rodeé su cuerpo con un brazo y me aferré a su espalda, respirando el aroma a hierbabuena que solía desprender por su pasión por aquellos chicles. Apreté mis pechos contra su espalda y lo continué abrazando duranteunoslargosminutos. Sumanoacariciólamíaquequedabasobresuvientre,concariño. —Nodejaréquevuelvaaacercarseati—susurró—.Lolamentotanto… —Noesculpatuya… —No,síloes… —Alek, tú no eres responsable de los errores que comete Pace — murmuré,contralapieldesunuca. —Silohubiesesabidoantes…Deberíahaberlematado. —Eresmejorpersonadeloquejamásseráél. —¿Locreesdeverdad?—Inquirió,enunsuspiro—.Afindecuentas,hace loquetienequehacerpormí. —Séquelequieres. —Por eso me duele más —dejó escapar una incrédula carcajada—. Deberíahaberlematado—repitió—.Entiendesquenopuedadeshacerme deél,¿verdad?Dimequeloentiendes,porfavor… —Loentiendo. —¿Deverdad? —No —respondí, sincera y escuché cómo dejaba escapar una suave carcajada. —Esonomeayuda. —Respetotudecisión,aunquenolacomparta. —Es mi mejor amigo —murmuró—. Un imbécil, un perturbado, un insensible,pero… —Notejustifiques—leinterrumpí. —Creo que lo mejor sería que volvieses a tu apartamento hasta que las cosassenormalicen. —Entonces,¿nonosveremos? —Nopuedoirparaallá—respondió,dándoselavueltayrodeándomecon subrazoizquierdo—.Perotúsiemprepuedesveniraquí. —Yaveo… —MandaréaColtabuscarte,poresonotepreocupes. —Vale—melimitéadecir. —Entiendequeeslomejorquepodemoshacer. —Haréloquetúdigas. Moviósuslabioshastamifrenteydepositóuncálidobesosobreésta. —Siento haber estado a punto de desconfiar de ti —susurró, estrechándomecontrasudelgadocuerpo. —Noimporta. —Sí,síimporta…Pacesetomamuyenseriosutrabajo. —¿Cuáldetodos?¿Eldesicariooeldetocarmelasnarices? —Los dos, imagino —respondió, con una sonrisa sobre sus labios—. ¿Porquéoslleváistanmal,eh? —Pregúntaleaél,meodiadesdequemeconoce. —Dicequenoledasbuenaespina. —Mandacojones—bufé—.Niqueélledieseaalguienbuenaespina. —Esbuenoenloquehace,princesa. —¿Yquéesloquehace,eh? —Eltrabajosucio—admitió,sinquererentrarendetalles. Meacomodéensupecho,sintiendoelsoporenvolviéndomeipsofacto.La conversaciónnosealargóycaírendidaentresusbrazos. Los nervios, la tensión, el miedo, el peligro que Pace significaba para mí…Todoestabapasándomefacturaanivelfísicoypsíquico. Por suerte, conseguí dormir unas ocho horas del tirón que me dejaron mucho más relajada. Conseguí, incluso, despertarme con una sonrisa gracias a los besos que Alek había ido dejando por todo mi cuello. Cuandosubocaentróencontactoconlamía,melancéasusbrazosconel másprofundodelosdeseos. Me encantaba que me despertase con besos, mostrándome todo lo que seguía sintiendo por mí después de seis años juntos. Seis años siendo su pareja,compañera,amigay,aunqueodiaseadmitirlo,secuaz. —Tengoqueiraentrenar—murmuró,entrebesos. —No…—Mequejé,atrapándoloconmispiernaseimpidiéndolesalirde lacama. —Te compensaré esta noche —susurró, pegando su frente a la mía—. Palabradeboyscout. —Túnuncafuisteboyscout. —Entonces palabra de mafioso, ¿te parece? —Pronunció, tirando de mi labioinferiorconsusdientes. —Creoqueprefierolodeboyscout. Se echó a reír por lo bajo, deleitándome con otro de sus húmedos y profundosbesosyembriagándomedesuaromayesenciaahierbabuena. Nosabíacómolohacía,perosiempre,siempreolíadeesemodo.Y,por supuesto,esomeencantaba. —¿Cuándoirásatuapartamento?—Mepreguntó,mientrassevestía. —Imaginoquenotardaré.Medaréunbaño,merelajaré… —Esunabuenaidea.Aquísólopuedodarmeunaducha… —Siemprepuedesvenirconmigoy… —Nadamegustaríamás—admitió,conunsuspiro—.Perosabesqueno puedodejarmever,princesa. —¿Hasta cuándo va a durar? —Le pregunté, dejándome caer sobre el colchónmenoshinchado. —HastaquepodamosirnosaviviraIslandiacomotúquerías. —Estásdebroma… —Nosoyuntipomuybromista—measeguró,trascolocarselosúltimos botonesdelacamisa—.¿NoqueríasiraviviraIslandia…? Saltédelcolchón,lanzándomesobreélcontodalafuerzaquetenía.Por suerte, me cogió en peso, aun golpeando su espalda contra una de las paredes,riéndoseacarcajadas. —¿¡Hablasenserio!? —Todoseaporhacertefeliz,princesa—susurró,rozandosunarizconla mía—.Tequiero. Rodeé su cuello con mis brazos, estrechándolo con fuerzas mientras mi ilusionada mirada se perdía sobre la superficie de una pared desgastada, agrietadayconevidentesproblemasdehumedad. Capítulotres Dejéqueelinciensodelcuartodebañoejercierasu labordeperfumartodalaestanciaconaquelmaravillosoaromaalavanda, al tiempo que mi cuerpo se sumergía bajo la consistente espuma blanca creadaencapasobreelaguadelabañera.Apoyélacabezacontraunode losextremos,apoyandolospiescontraelotro. Mehabíacostadoacostumbrarmealasruidosasduchasdelafábrica,las cualesnodesprendíandemasiadoaguay,silohacían,solíaestarhelada.Y pormuchoquemerepitieseamímismaque,enalgúnmomento,lograría acostumbrarme… No. Noséporcuántotiempoestuvemetidaenelaguademiextrañadabañera pero,alsalir,sentíquemicuerposehabíadestemplado. Rodeé todo mi cuerpo con una enorme toalla de un tono albaricoque, mirándomealespejodispuestaaecharmeunascuantascremashidratantes. Conlahumedad,mipieltendíaaresecarsey,porende,estropearse. Noeraunagranamantedelascremas,peromehabíaconcienciado,desde losdiecinueve,quemantenerunapieleramásqueevitarcomerdeforma grasientaentreotrascosas.Inclusosinnecesitar,amisveinticuatroaños, cuidarme en exceso. Lo mejor, en todo caso, era empezar y prevenir. Total,decíanqueparapresumirhabíaquesufrir. —¿Vasatardarmucho? La puerta del cuarto de baño se abrió de golpe, haciéndome dar tantos pasoshaciaatráscomoparadarmeunbuencastañazoalcaerenelinterior de la bañera todavía por medio vaciar. El grito que salió por mi boca resonó por el interior de las cuatro paredes, acogido, después, por el quejidodedoloralsentircómomisvertebrascrujíanporelimpacto. Mepodíahaberdesnucado… LacaradePacecontinuóasomada,aunquecreíversuintentodeimpedir quemetropezasehastacaerenelhuecodelabañera. Un morado resurgía por su comisura izquierda, una pequeña fisura se descubríasobresutabiquenasaly,siasíhabíaquedadosucara,noquería sabercómodebíaencontrarsesuabdomen. —¿Qu-Qué…? ¿Qué haces aquí…? —Logré pronunciar, con una voz cargadadetemor.Todavíanopodíadeshacermedelsusto. —¿Túquécojonescreesquehagoaquí? —Deberíasirte… —Levántate —espetó, adentrándose en el cuarto de baño. Se aproximó y tendiósumanohaciamí—.Venga,Johanna,notengotodoelputodía. —Nomemates… —Levantadeunavez—repitió,conlamanotodavíatendidahaciamí. Era capaz de romper mi cuerpo con un solo tirón, así que me negué a posar mi mano sobre la suya. Con cuidado, sintiendo un increíble dolor crecer a la altura de mis costillas, apoyé mis manos contra el hierro coladodelfondodelabañeraintentandoincorporarme.Susmanos,más fugaces que las mías, se colocaron bajo mis axilas y me alzaron sin ningúnproblema. Oh…No. Latoallaempezóadescenderpormicuerpoylasujeté,conmuchamás firmeza,contramipiel. —¿Quétepareciólaescenadeayer?—Preguntó,inclinandosucarahacia lamía—.Debiógustarte,¿no?Vicómodisfrutabas.Dehecho,juraríaque hastatevisonreíralaquemedioelsegundogolpe—masculló,casienun gruñido. Rodeó mi bíceps con su mano izquierda y me condujo hasta la pequeña saladeestar,lacualconsistíaenunsofádedosplazasyunabutacamás oscura a un extremo. Mi tibia chocó contra la redondeada mesa de café antesdequemedejasecaersobreelsofá.Él,porotraparte,semantuvo serio,caminandodeunladoaotrodelasala. Llevabaunoscurotrajegrisconunacamisablanca. Desabrochó el botón de la chaqueta de su traje y tomó asiento sobre la mesitadecafé,frenteamí. —Lodeanochefuemuyhábilportuparte—comentó,antemisilencio—. No pensé que fueses capaz de tal desfachatez, pero puede que haya subestimado tu osadía. Debes haberme considerado un gran rival si has tenidoquerecurriratalmentiraparahacerteconlaconfianzadeAlek… —Chasqueósusdedosfrenteamirostro,obligándomeamirarle—.Estoy aquí,preciosa.Mírameamí. —Serámejorquetevayasdemiapartamento,Brantley. —Unnombrebonito,¿verdad?—Sonrió,ignorandomiconsejo.Tiróde unadesusmangaspara,después,empezaraquitarselachaquetadeltraje. Sucamisablancapermanecíadesabrochadaporlapartedearriba,dejando entreversuvellomásoscuro—.Melopusieronenhonoramibisabuelo, quefuetodounhéroeamericano. —Nomehagasdaño. —¿Daño?—Inquirió,haciéndoseelsorprendido—.Oh,no,pequeña.Sólo unas pocas caricias, nada más —arqueó sus cejas, poniendo cara de circunstancia—. ¿De verdad te creías que, tras lo de anoche, te irías de rositas? —Su mano, por encima de mi rodilla izquierda, empezó a infringirciertapresión.Susdedosseclavabancontralacarnequelatoalla nolograbacubrir—.Puedequeyohayasubestimadotuosadía,perotúhas subestimado mi labor. Y, créeme, soy bueno en lo que hago. No dejo rastro, ni tampoco pruebas de nada —su mano tomó mi mandíbula inferior, de forma repentina, haciéndome ahogar un quejido. Mis pulmonesdejarondefuncionarporunossegundos—.Eresuna… Alguienpicóalapuertaconlosnudillosylosdosnosmiramosfijamente alosojos.Permanecimosensilencio,esperandoquefueseunvecino.No obstante,losnudillosvolvieronagolpearlapuertademiapartamento,la cualdabadirectamenteconlasaladeestarenlaquenosencontrábamos. —SeñoritaOliphant—seescuchó,alotrolado—.SoyelinspectorHolden. Porfavor,ábramelapuerta. LosdedosdePacesoltaronmirostroalinstante,altiempoquesusojosse abríanunpocomás,observándomeconciertaincomprensión. —¿Quién?—Mepreguntó,enunsusurro. —Noesnadie… —¿No?—Inquirió,apretandosuanchamandíbula—.¿Deverdad? —Señorita Oliphant —se volvió a escuchar—. Tenemos que hablar de Alek,porfavor. —Eresuna… MimanovagóhastalabocadePace,acallándolodepronto.Presionécon fuerza, aun sintiendo cómo sus dedos rodeaban mi muñeca y apretaban contodavíamásbrío.Siconseguíahacermedañoconsusdedos,noquería saberquépodíahacermecontodounbrazo… Apartómimanodeunmanotazoporsuparte,levantándoseconrapidezde lamesitadecaféydirigiéndosehastalapuertaprincipal.Acercósurostro porlamirilla,cerciorándosedequeelinspectorsehubieseidopordónde habíavenido. Ese maldito inspector… Iba a acabar conmigo… ¡Iba a meterme en un malditoaprieto! —¡Lehasvendido!—Bramó,girándosehaciadondemeencontraba. —¡No lo he hecho! ¡No le he vendido! ¡Lo único que pasa es que ese malditoinspector…! Agarrómibrazonuevamente,haciéndomecasisobrevolarelsofá.Siese tíonoeraunbruto,nosabíaloqueera. Mellevóhastaeldormitorio,soltándomecomosielcontactoconmipiel lequemara. —Vístete. —¿Qué,porqué? —Quetevistas,Johanna—espetó,cerrandolapuertadegolpe. Mis manos escogían la ropa con cierto temblor y ni siquiera me creía capaz de vestirme en aquél momento. Tardé más de lo apropiado pensando, mientras me vestía, cómo podía salir de mi apartamento y llegar a Alek antes de que Pace le contase algo que no era cierto. Necesitaba decirle a Alek que aquél inspector no hacía más que perseguirme para obtener, de mí, una información que yo no contaba compartirconnadie. JamásvenderíaaAlek.Jamás. —Nosvamos. —¿Adónde?—Lepregunté,viéndomearrastradaporél—.Pace,mehaces daño. —Oh,perdona,princesa…¿Prefieresquetelleveacaballito? —Eresunimbécil—espeté,antesdequemeempujasehacialapuertadel ascensor. —Será mejor que no me incites demasiado, no sé si podré aguantar a contárselotodoaAlek. —¿Quétodo,eh?¿Quehavenidouninspectoramicasa?¿Yesoquécoño demuestra? —¿Creesquenecesitamosmuchomás?—Inquirió,poniendociertamueca derepugnancia. Élsíquemeproducíarepugnancia… Meempujócontraelinteriordelascensor,trasabrirlapuertaconrapidez. Elcorazónmebombeabacontantafuerzaqueellatidoresonabaportodo mi cuerpo, implantándose en la zona interna de mis oídos. Durante el corto trayecto, le vi apoyarse contra la pared del interior del ascensor respirando con profundidad, cerrando los ojos y observé cómo su garganta,notablemente,semovíaaltragar. Frente al edificio, se encaminó hacia su aparcada moto y se subió, tendiéndomeunodeloscascosquehabíanestado,hacíaescasossegundos, atadosconunacadena. —No—dije. —¿No?—Enarcósuceja,mirándomeconsuperioridad. —Nopiensosubirmeenlamoto,noentuestado,no… —Otesubesalamoto,onotedaréoportunidaddeintentarexplicarteante Alek—pronunció,pegandosufrentealamíayhaciendopresióncontra micabeza—.Sube. —Porfavor,Pace… Agarró mi antebrazo con fuerza, tirando de mi cuerpo hacia él. Su entrecejo permanecía fruncido y sus ojos, de un tono gris plomo, atravesaban los míos con la mayor de las fierezas. Si las miradas matasen…¡Venga!Lasuyalohacía. Teníaquehacerlo,teníaquepoder.¿Quénoibaapoderesebárbarocon caradeperturbado…?Sí. Podía sentirlo. Podía sentir cómo si los pulmones estuviesen contrayéndose con tanta fuerza que, al intentar respirar, sólo saliesen pequeñas exhalaciones por mi boca. Estaba consiguiendo, como poco, asfixiarme. —Prométeme que tendrás cuidado —pronuncié, sintiéndome la persona másestúpidadelmundo.¿Porquémotivollegaríaacreerque,enalgo,me haríacaso? Le escuché bufar con exasperación, mientras colocaba la correa de mi cascoconciertaagresividad. Entendía por qué Pace hacía el trabajo sucio de Alek… No parecía ser muypaciente,nidubitativo. Apretémisbrazosalrededordesucinturaacadacurvaquetomaba,conel temblorimplantadoentodasmisextremidades.Estabaconduciendoauna velocidadpróximaallímitepermitido,provocándomeunasdesagradables náuseasacausadelmiedo.Pormuchoqueapretasesucuerpo,intentando mantenermeseguraporunosminutos,sentíacómomicuerposeinclinaba condemasíahacialosladosacadacurva. Misojospermanecíanfuertementecerradosymimente,conseguridad,no hacía más que rezar en silencio. No importaba quién escuchase, no importabaquéDiosydequéreligión,mislamentosibandirigidosatodos y cada uno de ellos. Era tal mi pánico que, incluso, deseé sufrir algo interiorparaacabarconaquellahorrorosaexperienciaquenohacíamás que despertar mis horribles recuerdos del accidente de tráfico que había sufrido con dieciséis años. Era tal el pavor que sentía mi cuerpo que deseaba,enalgúnmomento,soltarmeydejarmecaer. No sabía qué era peor… Si Pace encargándose de mí o si morir en la carreteraporculpadesumásqueconsiderableperturbación. Brantleyestabaenfermo.Y,sihabíatenidoalgunaduda,ahoralosabíacon claridad. Cuando el motor de la moto dejó de rugir, calmándose por completo y quedándoseensilencio,abrílosojosparacontemplarellugarenelque estábamos.Nosetratabadelafábrica,nisiquieradelaantiguaenlaque habíamos estado durante tantísimo tiempo. Había notado cómo descendíamos por una imponente cuesta pero jamás hubiese imaginado quemetraeríabajounpuente. ¿Nomerecíaunlugarmejorenelqueperecer? Si debía extinguirme, no quería hacerlo bajo un puente decorado por grafitis. Bajó de la moto y, sin quitarse el casco, tomó la parte del cuello de mi camisetaytiródeellaparasacarmedeencima,haciéndomecasitropezar conmispropiospies.Meempujóhaciaunadelasmugrientasparedesde la parte inferior del puente y sus dedos se dedicaron a casi arrancar la correadelcascoparaquitármelo. Mi cabello cayó a los lados, de forma desordenada y despeinada y ni siquierasabíaaquéaferrarme.Teníaganasdedesmayarme,desplomarme contra el suelo y cerrar los ojos deseando haber estado sufriendo una pesadilla.Quizásimepellizcaba… Tiróelcascoalsueloylediounabruscapatada,haciéndolorodarhasta casicaeralinteriordelverdosoríoqueatravesabagranpartedelaciudad. Supechobajabaysubíaconlamismavelocidadconlaquehabíaestado conduciendo hacía escasos minutos, y todavía permanecía con el casco puesto sobre la cabeza. Caminó alrededor de su estacionada moto, respirandocontantafuerzaquecasipodíaescucharcómolohacía. Me aventuré a dar unos pasos hacia él, pero se giró bruscamente señalándomeconundedo. —Vuelveapegartuespaldaaesapared—ordenó,conunaalteradavoz. —Pace… —¡Hedichoquevuelvasapegartuespaldaalapared! Los pasos que di hacia atrás no fueron siquiera conscientes. Si Pace me producíapavor,Paceenfadadomeproducíafervientepánico. Dejé que la pared cubriese toda mi espalda y esperé, con la respiración entrecortada,aquedijesealgo.Porqueloquemásdeseabaesquedijese algo,envezdehacercualquierotracosa. La única carretera que pasaba cerca era la misma que se encontraba por encimadelpuente.Lodemás,eransimplescaminosdetierrayhierba. —Brantley—pronuncié,enunsusurro. —Cállate. Simehubiesequeridomatar,porsegurolohubiesehecho.Peronohabía sidoelcaso… Ahí me encontraba, enterita pese a haber pasado por el peor de los momentosposibles. Así que, totalmente envalentonada por el mismo nerviosismo, di unos pocospasoshaciaél. —Aléjate,Johanna—gruñó,conlasmanoscontralacorreadesupropio casco.Cuandoseloquito,medescubrióaescasoscentímetrosdeél—.¡He dichoquetealejes! —Brantley, por favor, escúchame —susurré, con las manos levemente alzadas como si estuviese apuntándome con un arma—. Cálmate, por favor… —Comodesunpasomás,Johanna,noesperarénialareaccióndeAlek. —Siquisieseshacermedaño,yalohubieseshecho… El dorso de su mano chocó repentinamente contra mi mandíbula, dejándome totalmente desconcertada por unos largos y prolongados segundos. El dolor se extendió desde la parte inferior de mi mandíbula hasta el pómulo de mi misma mejilla, obligándome a posar mi mano sobrelazonagolpeadaporél. —¿Decías? —Inquirió, mirándome con la ancha mandíbula apretada. Su rostroeragrande.Todoélloera. Milabioinferiortemblósuavementeyquisedetenerloconmisdientes.Lo mordí con fuerza, dando un paso hacia atrás, alejándome de él. Si las lágrimasacababanporbrotardemisojos,noibaaserpordolorsinopor tensión. Porque la idea de que estuviese tan enfurecido y ni siquiera se dignaseadecirmenadaparatranquilizarme,aunquefuesementira,estaba acabandoconmigoytodasmisterminacionesnerviosas. —NohevendidoaAlek—susurré,casiparamímisma. —Cuandovenga,seloexplicas. —¿Vaavenir? —Sí—respondió,tajante. —¿Lehasavisadodeloqueocurre? —Sí. —Perosinisiquieratúsabesloqueocurre… —Loqueocurreesquetienesrelaciónconuninspectordepolicíacuyo objetivoesterminarconAlekynuestrosnegocios. —Eres un necio —mascullé, con desdén—. Si fueses sensato querrías escuchar mi versión, pero estás tan obcecado con la idea de acabar conmigoquenoteimporta… —Esprobable.Yamehasdadoloquenecesitaba. —Nuncahasnecesitadonada—gruñí,sintiendocómoelnerviosismode mi cuerpo se transformaba en una descontrolada ira—. Nunca has necesitadounamalditaexcusa,¿paraqué,paraqueAleknotemataseati? Sabes que nunca lo haría. ¡Por favor! Incluso habiéndote acusado de abusardemíhapermitidoquepermanezcasasulado. —¿Estásadmitiendotenerlapartidaperdida? —Estoy diciendo que eres un mísero cobarde, que necesita buscar una estúpidaexcusaparaacabarconmigo. —Cariño—dijo,confingidalástima—,laexcusanoesparamí.Loharía de buen grado sin necesidad de justificarme, pero la justificación no es paramísinoparaél. —Siempreserássumalditosubordinado. —Nopagamal—añadió,encogiéndosedehombros—.Dime,¿porquéle hasvendido?¿Quétehanprometidoacambio?—Lasaletasdesunarizse ibanagrandandoyempequeñeciendoamedidaqueseguíarespirandocon cierta alteración—. Aunque pensándolo bien, ¿qué importa? No va a ser algo que puedas disfrutar siempre y cuando el maldito de Alek me haga casoporunavezportodasymepermitadeshacermedeti. —¿PorquénomepreguntasmejorporquéNOlehevendido? Ignoró mi respuesta, echándole un vistazo al reloj que decoraba su muñecaizquierda. —Eresuncobarde—musité. Dejósucascosobreelasientodecuerodelamoto,caminandohaciaelrío para recoger el otro al que le había dado una patada minutos antes. Lo dejótambiénsobreelalargadoasiento,volviendoamirarsureloj. —Un cobarde, inepto, necio y rastrero —seguí musitando, sin parar de mirarle. Cruzósusmanossobresupelvis,adoptandounarelajadapostura,conlas piernasligeramenteseparadas. Quizámeequivocabayeramáspacientedeloquecreía. —EstássometidoaAlekyparecequenoteimportesermilvecesinferior. —¿Estásintentandoprovocarme?—Preguntó,arqueandounadesuscejas. —¿Porqué,vasavolveragolpearme? —¿Terecuerdoquiénteenseñóadefenderte,Johanna? —Noesnecesario—murmuré,frunciendoelentrecejoamiturno. —Porquesétodoloqueteheenseñadoypuedoadelantarmeatuspasos, preciosa. —¿Yesoquédiablosquieredecir? —Quecuandotúvas,yoyahevuelto—respondió,echandounvistazoa sualrededor. —Noerestanbuenocomocrees. —No,soyaúnmejor—replicó,conunafingidasonrisa. —Tengoseriasdudasalrespecto—pronuncié,cruzándomedebrazos—. Fíjate, los rumores decían que eras una persona despiadada, que no ofrecía segundas oportunidades y que, por supuesto, no se rendía ante súplicas. Inflexible, impasible, duro como la roca… ¿Qué dirían de ti al saber que, sencillamente, teniendo todos los ases bajo la manga, no te deshicistedelaque,supuestamente,vendióaAlek? —Dejadehablar,Johanna.Guardatusalivaparaalgomásimportante. —Claroquetienesquehacereltrabajosucio,tuinteligencianotepermite hacernadadeotracategoríaquenoseausaresecuerpobrutoy… A grandes zancadas apareció ante mi cuerpo, provocando que me encontrase entre la espalda y su impactante pecho. Colocó sus manos sobremishombrosyyo,deseosadequererdeshacermedeél,golpeéel interior de sus codos para impedir el contacto de sus palmas sobre mis clavículas. —Nometoques—leadvertí. —Serámejorquetecalles. —¿Por qué? Si lo único que sabes hacer es darme una bofetada con el dorsodetuma… Sugruesamanoatrapómigargantaconfuerza,presionandoconlayema desusdedosalrededordelafinapieldemicuello.Unquejidobrotóde entremislabios,alllevarmelasorpresadesumovimiento. —Dejadeprovocarme,Johanna—meadvirtió,asuturno. —Suéltame. Mi subconsciente rezaba para que Alek llegase en cualquier momento e impidiese aquella cercanía entre nosotros. Sabía que hasta que no escuchara mi versión, Alek no decidiría nada respecto a mi futuro. Sin embargo,teníalaligerasensacióndequefueseelquefueseelveredicto, lascosasibanacambiardeunmodouotro. ElpulgardePaceseencontrabasobrelapieldemicuelloqueprotegíami amígdala derecha y la presión que estaba ejerciendo me provocaba un ciertomalestar.Unmalestarqueibaextendiéndoseportodoslosnervios delinteriordemigarganta. —Meestoymareando—farfullécondificultad. —Aprende a mantener la boca cerrada —comentó, disminuyendo la presiónhastasoltarme. —Esporquenotegustaloquedigo. —Meimportaunamierdaloquedigas,Johanna. —Tienesunaformauntantoextrañadedemostrarlo. Suampliamanocubriómibocaconfuerza,presionandotantoqueincluso elinteriordemislabiospodíanotarelesmaltedemisdientes.Aferrémis dedosalrededordesumuñecaderecha,desnudadecualquiercosa.Intenté hacerlamismafuerzahaciaél,deseandoapartarsumanodemislabios. Pero todo intento fue en vano… Definitivamente me ganaba en lo que fuerzaserefería. Mi otra mano, desesperada por aquél contacto, golpeó su pecho con el puñocerrado.Nisiquieraseinmutó…Dejóunbrevequejidoresonarpor el interior de su garganta, tomando esa mano que acababa de golpearle conlasuyalibre. Decididaahaceralgo,descubrímisdientesdeentremislabiosymordíla palmadesumanocontodalafuerzaquemimandíbulamepermitió. —¡Mecagoen…!—Bramó,sacudiendolamano.Enpocossegundos,su codo golpeó la parte derecha de mi mandíbula inferior, haciéndome ladearelrostroporelimpacto—.¡Estatequieta,joder! Sí… Ese era un buen consejo. Si seguía intentando provocarle, saldría peor parada que todo lo que mi cuerpo podría llegar a soportar. Sin embargo,cuandoladesesperaciónteenvuelve… —Alek no te creerá —conseguí decir, con la respiración agitada—. Tu famateprecede. —Quéganastengodepartirtelaboca,Johanna. —Nopuedeshacerlo.TienesqueesperarelveredictodeAlek. —Créemeque,estavez,elveredictoseráamifavor. —Yonoestaríatansegura—susurré. —Esraroporqueyosíloestoy—sentenció,tajante. —Túloúnicoqueestásesenfermo,Pace. Exasperado,resoplóconlamismaenergíaqueunvolcán.Lafrustración le corroía las venas y eso era todo un espectáculo para mí. Podía ver cómo luchaba contra sí mismo para no vencer a sus extraños deseos de acabar conmigo, cómo intentaba aguantar hasta que Alek le pidiese hacerlo. Nomeestabadivirtiendo,seguíateniendouninsoportablemiedoaacabar en sus manos. No obstante, el miedo sólo provoca dos reacciones: o te paraliza,otedespierta. —Mira,tevoyadecirquéesloquetengopensadohacercontigocuando Alek me dé luz verde —masculló, aproximándose nuevamente a mí. Apoyó su ancha mano contra la pared, tensando el brazo junto al lado izquierdodemicara—.Tengopensadorecurriratufobiaalasagujas,de algún modo u otro. Así podré divertirme antes de ocuparme del trabajo sucio que será deshacerme de tu cuerpo, del modo en que más me apetezca. Y, ¿recuerdas mi amenaza de la gomina? —Alzó sus cejas suavemente—. Deduzco que eres suficientemente inteligente cómo para imaginartequéesloquepuedollegarahacerconella.Unalástimaqueno tegustesuesencia,amímeparececautiva… Escupícontrasucara,agachándomeipsofactoygolpeandosuvientrecon elcodo,comotantasvecesmehabíaenseñado.Medirigíhastalamotoy, antesdellegar,sentícómomicamisetacedíabajosumano.Tiródelatela hasta empujarme, de nuevo, contra la pared. El choque de mi espalda resonóportodamicabeza,provocándomeungeneralizadomalestarala alturadelacolumnavertebral.¡Oh,joder,ibaarompermelacolumna! Apoyó todo su antebrazo contra mi pecho, impidiéndome despegar la espaldadelapared.Asuvez,sumanoizquierdalimpiósurostrodelos restosdemisaliva. —Dijiste que me guardase mi saliva para algo más importante — tartamudeé,deseandoquemivozsonasefirme. Sedibujóunasonrisamaliciosasobresusalargadosylevementecarnosos labios.Suantebrazosiguióejerciendopresiónporencimademispechos ysumanoizquierda,traslimpiárselasobreelpantalóndeltraje,secerró enunpuñoparagolpearmiscostillas. —¡Ah!—Jadeé,anteelpunzantedolorqueseextendíapormicostado. —Teadvierto,Johanna,comonodejesdeprovocarme… —PregúntameporquénohevendidoaAlek. —¡Le has vendido! —Bramó, con toda la alteración recorriéndole el cuerpo.Podíainclusonotarloenlapresiónqueejercíacontraelmío. —¡Nolohehecho,esloquetúhubiesesqueridoquehiciese!¡Peronolo hehecho! —Amínovasatomarmeelpelo,Johanna… —¡Nolehevendido!¡Pregúntameporqué! —¿¡Por qué!? —Terminó cuestionando, mientras sus agresivos ojos griseschocabanconlosmíossinnisiquierapestañearporunmomento. —Porqueesosignificaríavenderteati. Su entrecejo se frunció al instante, pestañeando suavemente mientras sus pupilassemovíandeunladoaotro,todavíaconlamiradafijaenlamía. Mismanosvagaronhastasupecho,intentandoapartarlosinapenasejercer presión. Meagachéparacogeraireprofundamente,sintiendoquemefaltabayque, de verdad, iba a desmayarme en cualquier momento. Si no empezaba a respirar,medesplomaríacontraelsuelo. —Pero,¿quécojonesestásdiciendo?—Espetó,apocoscentímetrosdemí. Meincorporé,conloslabiosentreabiertosytomandounaseriedeligeras bocanadas de aire. Lo hice durante los segundos suficientes como para tenerquetragarsaliva,sintiendomigargantatotalmentereseca. Alargué mi mano para tomar la parte abierta de su camisa y tiré, esperando que me pusiese las cosas más fáciles, para aproximarlo. De puntillas,dejéquemislabiosaprisionaranlossuyosconciertaintensidad. —Vender a Alek equivaldría a venderte a ti —repetí, moviendo mi mandíbula inferior al notar que empezaba a molestarme el impacto que habíarecibidoporpartedesucodo. Capítulocuatro Corrióunpocodeairepordebajodelpuenteysentícómolasuavebrisa acariciaba mi mejilla, permitiéndome cerrar los ojos por un momento y disfrutar del contacto. Me dolía el pecho, mi espalda estaba más que entumecidaymiscostillas…Oh,Dios… Nomeapetecíaexplicarme,nijustificarmeantePace.Sinembargo,debía admitir, aunque fuese a mí misma, que siempre había estado enamorada delinhumanoBrantley. Revelándome lo peor de él, reservándose lo mejor y, aun así, haciendo quemeenamorasedeélensilencio,malditosinvergüenza… ¿Porquéhacíafaltadescubrirlotanpronto? Elsonidodeuncochesonórelativamentecerca,porloquememantuveen silencioytotalmentequieta.Despuésdeloocurrido,noibaafingirniiba a mostrarme indispuesta a aceptar lo que fuese que pudiese pasar. No importabacuálfueseelveredictodeAlek,Paceconocíaelúnicosecreto quenopodíaconstarenningúndossier. Podíahabersidounsecretoavocesdenoserporqueelodioqueletenía eratotalmentereal.Leodiabadelmismomodoquemegustabayconla misma intensidad que denotaba cuando le insultaba, lo provocaba o soportaba sus amenazas. Podía haber sido un secreto y, con ello, podría habermeidoaviviraIslandiaconAlek…Podríahaberesperadoaquese pasaraperoempezabaatenermisdudas. Aunque no lo hubiese admitido jamás, del modo en que acababa de hacerlo,elsentimientoporPacehabíanacidohacíatresaños.Sentimiento que,aunquemeesforzabaendesalentar,habíaidocreciendojuntoalodio queleprofesaba.Porque,quetuviesesentimientosporél,extrañossípero sentimientosalfinyalcabo,nosignificabaquenoletuviesepavor,que nosintieseciertarepugnanciahaciasupocahumanidadyquenoleodiase. Diossabíacuántolequeríayodiabaalmismotiempo,yapartesiguales. —Ya estoy aquí —pronunció Alek, sorprendiéndose al verme—. ¿Qué haceellaaquí? —Esunalargahistoria—resoplóPace,llevándoselamanoalanuca. —¡Princesa! —Se aproximó tan rápido a mí que casi me asusté de su cercanía. Tomó mi barbilla con sus dedos, contemplando mi abatido rostro y descubriendo unos vidriosos ojos que no podría esconder por muchomástiempo—.Hijode…—Gruñó,girándosehaciaPace. EntendíquePacenolehabíaexplicadoloqueocurría,entendíquesuplan habíaconsistidoenquelosupiesenadamásllegar. —No—farfullé,atrapandosubrazo. —¿Quélehashecho?—Exigiósaber,todavíadirigiéndoseaPace. —No ha sido él —me obligué a decir, sintiendo un nudo extenderse por todamitráquea—.Élsólomehaalejadodelaciudad. Alek se giró hacia mí y me rodeó con sus brazos, estrechándome con fuerza. Por encima de su hombro contemplé cómo Pace se llevaba una mano al rostro, apretándose el ojo derecho con el pulgar y el ojo izquierdo con el dedo corazón. Arrastró los dedos hasta apretar suavementesutabiquenasal,apretandoconfuerzasumandíbula.Repetía elprocesounpardeveces,caminandojuntoasumotocicleta. —¿Quéhaocurrido,princesa?—Preguntó,casienunsusurro. —Unaltercado,mehellevadoungolpeporestarenellugarequivocado enelmomentoequivocado. —¿Un golpe? —Alzó mi barbilla hacia él—. Tienes toda la zona mandibularenrojecida. —Estoybien. —¿Estássegura? —Sí—respondí. Consumanorodeándomelacintura,caminédespaciohaciaelcaminode tierradondeColthabíaaparcadoelcochedecolornegro.Pacesequedóa mis espaldas y, aunque me moría de ganas por mirarle, me obligué a cerrarlosojosydejarqueAlekmeguiaseennuestrospasos. Cuandomiespaldatomócontactoconelrespaldodelosasientostraseros, dejéescaparunpequeñojadeo.Sinomehabíafracturadoalgo,almenos debíatenercontusionesportodaspartes.Dejéquemicabezacayesehacia atrás,conlosojoscerradosyescuchécómoAlekbajabalaventanilladel cocheyhablaba. —Gracias—musitó. —Nomelasdes—respondióPace,agachadohacialaventanilla. —EstanochetengoreuniónconlosdeGrant. —Entiendo. —Recibiremos el primer camión en la nueva fábrica también, ¿podrás ocuparte? —Cuentaconmigo—dijo,serio. —Siemprelohago. —Sí… —Tencuidadoconlamoto.Mehandichoqueibasconduciendounpocoa lolocohoy. —Haycosasquenuncacambian—comentó,sindarleimportancia. —Tú ten cuidado, no queremos ni siquiera una multa por exceso de velocidad. —Entendido. Colt puso en marcha el motor del coche y sentí cómo este se movía, meciéndome con su suave traqueteo hasta llevarme a un profundo e incómodosueño. Cuandovolvíaabrirlosojos,eradenocheynoconseguíaescucharniun solo ruido alrededor de la fábrica. El dolor de cabeza parecía ir en aumentoasícomoparecíaserlacausadequemehubiesedespertado.Me incorporéconcuidadosobreaquélcolchónque,notablemente,Alekdebía haber vuelto a hinchar. Mi movimiento debió despertarle, pues se giró asustadohaciamí. —¿Pasaalgo,estásbien? —Sí,tranquilo—melimitéaresponder—.Meduelelacabeza. —Puedotraerteunapastilla,siquieres. —Prefieroiryo. —Nodeberíasmovertedemasiado—aconsejó,enunsuavetono. —Alek,esungolpeenlacara.Nadiemehadadounapaliza. —EsunasuertequePacerondaseporahí,laverdad… —Sí,síqueloes. —Alfinalvaaserquenoestanmaltipo,¿no? —No nos pasemos —respondí, frunciendo el entrecejo al encoger mi rostroporlamolestiaqueseextendíadesdeunademissienesalaotra—. Malditasea,quéjaqueca. —Endoshorastengoqueirme. —¿Yaestantarde? —Hasdormidomucho—susurró. —Ahoravuelvo. Arrastrémispiesporlaestanciadelafábrica,dondeloscochesseguían aparcados en fila. Caminé hasta la entrada y abrí el botiquín que había colgadoenlapared,sacandolacajadeaspirinasyllevándolaconmigode nuevohacialasala. EchéunrápidovistazoamialrededoryvicómoPaceojeabaunospapeles apoyado contra un coche que Colt intentaba arreglar. Un coche que ya estaba en la fábrica cuando ellos se apropiaron de ella. Se acariciaba la barbillaconsudedoíndice,inmersoenlalecturadeaquellosfoliosque sosteníaconsumanoizquierda.Dejódehacerloparallevarsumanohasta su abdomen, presionando una zona en concreto con suavidad. Pude ver cómo su rostro se encogía un poco y, en ese preciso momento, podía entender su entumecimiento. Podía sentirlo en carne viva, aunque mis molestias no hubiesen sido creadas con la misma brutalidad que la que habíautilizadoAlekcontraél. Debió notar que lo observaba, pues levantó la mirada para descubrirme infraganti haciéndolo. Su cabeza se alzó unos milímetros, para mirarme duranteunescasosegundoydespuésdesviarlamiradahastalasala. Volvíaarrastrarmispieshastalasala,cerrandolapuertatrasmicuerpo. Mellevélapastillaalabocaycogílabotelladeaguaquepermanecíaen elsuelo,juntoalcolchón.Deuntrago,sentícómolapastillacruzabapor gargantaydescendía. —Voy a ducharme y prepararlo todo con Gray —me informó Alek, al tiempoquevolvíaametermeenlacama—.Cualquiercosa,dileaColtque mellameinmediatamenteyvendré. —Estarébien. —Esunamalaracha,peropasará. —Losé. —Teloprometo—murmuró,acercandosuslabiosalosmíos. —Meduelelamandíbula—expliqué,ladeandounpocoelrostroparano teneresecontactoquemepedía. —Tienesrazón,perdóname. —Lolamento—medisculpéyo,amiturno. —Tequiero,princesa. Escuché el agua caer de aquella ducha que, por el sonido, debía ser inclusopeorqueladelaantiguafábrica.Elsueñofuevenciéndome,poco a poco, impidiéndome siquiera poder contemplar a Alek antes de que se fuese. Aldespertarme,porlaluzquesecolabaporlassucias ventanasdelafábrica,comprobéquehabíaamanecidoyque,porelbrillo quesílograbacolarse,debíahacerunespléndidodía. Tuve suerte de despertarme y que el dolor de cabeza hubiese por fin desaparecido. Me costó incorporarme de la cama. El dolor de mis costillas era insoportable y se hacía cada vez más profundo a la que intentaba moverme. No obstante, debía hacerlo. Debía moverme. No podía quedarmetodoeldíaenlacama. Alincorporarme,sentícómomiscostillasmeaprisionabanydejéescapar un estruendoso gruñido por mi boca, con los dientes apretados. Volví a dejarmecaer,sumidaeneldolorqueseexpandíaymeatrapabapartedel torso.Porello,meentraronunastremendasganasdellorar.Eraeldolor másinsufriblequehabíavivido… —Johanna,¿estásbien?—Colt,traspicaralapuerta,asomólacabeza—. ¿Puedoentrar? —Sí. ColteramenorquePaceyAlek.Seaproximabamásamiedad,consus veintiséis años, que a la edad de la mayoría de los que trabajaban con Alek. Tenía un lacio cabello oscuro a juego con el color de sus redondeados ojos. Un aro decoraba la parte intermedia de su labio inferior y, visualmente, un tatuaje se extendía por la parte de atrás de su oreja. —¿Necesitasalgo?—Preguntó,amablemente. —¿DóndeestáAlek? —Todavíanohavueltodelareunión. —Perosiesdedía… —Avecesestascosassealargan,yasabes—comentó,tranquilo. —¿YPace?—Inquirí. —Semarchóhaceunashoras. —¿Adónde? —No lo sé, Johanna —respondió, mirándome sin entender—. ¿Va todo bien,quieresquellameaAlek? —Necesitoiralcuartodebaño. —Entiendo. —¿Creesquepodríasayudarmeasalirdelacama?—Lepregunté,enun carraspeo. —Porsupuesto. ElbuenodeColt,siempredispuestoaayudaralapobrechicadeljefe… Rodeólapartebajademiespaldaconunbrazoyelotropasópordebajo demisrodillas.Elmovimiento,aunquelento,hizoquetodomicuerpose tensase.Sentícómo,denuevo,todoélseresintiese. —¡Ah!—Mequejé. —Perdón,perdón… —No,tranquilo… —¿Ydicesquesólotedieronenlacara? —Bueno,digamosquetuveunaparedmuyduraamisespaldas. —Joder —pronunció, caminando con lentitud hacia el cuchitril al que Alekseatrevíaallamarbaño—.Voyasoltarte,¿sí? —Sí. Mis pies tocaron el suelo y conseguí, a duras penas, dirigirme hasta el váter para hacer pipí. Estuve un buen rato sentada, incluso tras haber terminadodemear,puesnomesentíaconganasdevolveramoverningún músculodemicuerpo.Traslimpiarme,meincorporéy,alsubirmiropa interior junto a los cómodos pantalones de deporte que Alek me había dejado,ahoguéunintensogemido. Empezabaaserinsoportable…Estabasiéndolo. —Johanna,deberíallamaraAlek—murmuróColt,cuandoabrílapuerta. —No,nolemolestes.Estáocupado—ledije,apoyandomimanocontra lasresentidascostillas. —Deberíasiralmédico. —Esaesunabuenaidea… —Iré preparando el coche —avisó, saliendo a toda prisa de la sala de descansoqueAlekyyocompartíamos. Coltdebíaestaracostumbradoaserobservadodeaquélmodo,comosise tratasedeunrebeldeydeshechodelasociedad.Ensucaso,eldichodelas apariencias engañan era totalmente cierto. Vestía siempre de colores oscuroseinclusoteníalasmanoscompletamentetatuadas,locualparecía seguir sorprendido a la sociedad pese al paso del tiempo y la evolución del ser humano. Sin embargo, Colt era de las mejores personas que conocíayhabíasido,desdequemirelaciónconAlekempezó,unodemis mejoresconsejeros. Puede que su trabajo con Alek no fuese más que ser un cómplice cualquiera, manejando el coche hacia dónde su jefe mandase. Pero eso tenía una explicación y es que Colt era el mejor conductor de todos. Se había dedicado, desde su juventud y minoría de edad, a participar en carrerasilegales. Imagino que ni aun por esas, pese a su bondad y humanidad, dos particularidadesdelasquePacecarecía,suhistorialibaaestarlimpio. —SeñoritaOliphant—ladoctora,impecableenelinteriordeaquellabata blanca,meobservabasosteniendounalibretadediagnósticoensusmanos —,¿quéesloquelehaocurrido? —Esunpocolargodeexplicar—bufé,tumbadasobrelacómodacamade aquellapequeñahabitación. —Si lo requiere, puedo pedir un poco de intimidad —musitó, echándole unarápidamiradaaColt,quiennoseseparabademí. —Oh,no,élnomehahechonada,porelamordeDios. —Tieneunalesióncostal—explicó,sindarlemásvueltasalapresencia deColtenlahabitación—.Loquevieneaser,exactamente,unacontusión costal.Esnormalquesientaeldolorexpandirseportodalazona.Setrata deunalesiónque,definitivamente,duelemásqueunafisurapropiaenlas costillas. Al darse el caso de que su músculo intercostal se ha visto bruscamente golpeado, existe la posibilidad de que haya sufrido un desgarro. —Noquieroquemepinche. —Novaasernecesario—replicó,trasescribirsobreelfoliodesulibreta —.Loúnicoquevoyapedirleesquesetomelascosasconcalma,haga todo el reposo necesario para que, poco a poco, el dolor vaya disminuyendo. Lo que quizá necesite sea un vendaje adhesivo sobre la zona,parafacilitarlamejoría. —Peronomevaapinchar,¿verdad? —No,señoritaOliphant—sonrió,apoyandosumanosobremiantebrazo —.Sigaconlasaspirinasyhagaunreposocompleto.Nosemueva,nose fuerce e intente respirar con normalidad, en la medida de lo posible — pronunció,guardándoseelbolígrafoenelinteriordelbolsillodelabata —. Ahora mandaré a una enfermera para que le coloque el vendaje adhesivo. —Gracias,doctora. —Mejórese. Laenfermeraretirómicamisetaconsuavidadytentódedesabrocharmeel sujetador, con lentitud. Colt al observar mi desnudez, decidió darme la espalda,permitiéndomeciertaintimidad.Erataleldolordemitorsoque loquemenosmeimportabaesquefuesetestigodemidesnudez,adecir verdad. Elvendajeneuromuscular,siesqueasísellamaba,consistíaendiferentes tirasdeuncolorllamativo.Enmicaso,setratabandetirasnegrasyrojas delomásbonitas.Lasfuecolocandosobrelazonaentumecida,haciendo queaquellastirasseadhiriesenamipiel,ejerciendounalevepresiónque, pormomentos,creíquemealiviaba. Merecordólatomadelaaspirinaplus,perfectaparaeldoloryperfecta como efecto analgésico. Debía tomar un comprimido cada cuatro o seis horas,dependiendodelgradodedolorydebía,porsupuesto,suspenderel tratamientoalsentirmejoríacompleta. Enelestadoenelquemeencontraba,dudabamuchodequeesamejoría llegaseenalgúnmomento. —Estas tiras reducen la inflamación, mejoran la circulación sanguínea, tienden a eliminar el dolor muscular, mejora la contracción muscular y mejora el rango de amplitud articular —explicó, ayudándome a colocarmeelsujetadorylacamisetaancha—.Enunoscincodíaspodrás retirarlastirasynotepreocupesporelagua,puedensermojadasasíque nonecesitarastaparlasoretirarlasparalasduchas.Sonpermeables. —Entendido. —¿Quieres que llame a la doctora para que mire tu…? —Señaló mi mandíbulaymellevelamanoalazona,negandoconlacabeza—.¿Estás segura? —Elhieloharásutrabajo,notepreocupes. —Estábien,comodesees—nosobservóaColtyamíyforzóunasonrisa —.Tenedunbuendía. —Gracias—respondimoslosdosalavez. Colt se cercioró de que estuviese completamente cómoda antes de arrancarelcoche.Habíainclusoinsistidoenqueinclinaseelasiento,para poder estar levemente tumbada y, así, no soportar toda la presión sobre miscostillas.Condujoconprudenciayconcentración,dándolealbotónde mi ventanilla para que ésta bajase y consiguiese refrescarme con el aire quesecolabaporésta.Loagradecíconunpequeñomurmuro. Estaban siendo unos días tremendamente calurosos y prefería el aire naturalqueelaireacondicionado. Cuando aparcó en el interior de la fábrica, tras avisar a Gray de que llegaríamosenbreveyquedebíaabrirlapuertagrande,meayudóabajar con cuidado. Escuché cómo unos pasos resonaban por todo el suelo y, después de echar un vistazo por toda la estancia, descubrí a Alek encaminándosehaciamí. —¿Quéhadichoelmédico?—Preguntó,quedándoseantemí. —Quetengouna…—Callé,mirandoaColt—.¿Quéesloquehadicho exactamente? —Contusión costal con el músculo desgarrado —respondió Colt, acariciandomiespaldaydirigiéndose,juntoaGray,aotradelaszonasde lafábrica. —Eso—susurré. —¿Cómoteencuentras? —Hechapolvo,sitesoysincera. —Dijistequenotehabíandadounapaliza—espetó,conseriedad. —Megolpeéconlapared. —Una contusión costal con desgarre muscular no se produce por un choquecontraunapared,Johanna. —Muchosjugadoresdebaloncestolosufrencontansólochocarconotro. —Lamarcaquetienessobrelascostillasnoes… —¿Hasmiradomitorso?—Inquirí,enarcandounaceja. —Mientras dormías no hacías más que apretar la zona con tu mano, revolviéndotey… —Megolpeécontraunapared—volvíadecir,tajante. —Sólomepreocupoporti,sabesquepuedoenviaraPaceaqueseocupe dequienseaquetehayahe… Contuve mis ganas de echarme a reír. Hubiese sido divertido ver cómo Paceseejercíadañoasímismo,puesnohabíaotroculpable.Élhabíasido el artista que había conseguido, con un puñetazo que en su momento no parecíahabermedolidotanto,quemimusculointercostalocostal,loque fuese,sedesgarrase. —Noseránecesario—leinterrumpí,depositandouncastobesosobresus labios. —Comoveasoportuno. Me rodeó con sus delgados pero fibrosos brazos, apoyando su barbilla sobre uno de mis hombros. Me meció con ternura y cuidado, como si estuvieseabrazandoaunamuñecadeporcelanaalacualnoteníaintención deromper. —¿CómohaidoconlosdeGrant?—Pregunté,separándomesuavemente. —Hasidounanochelargaydequepoconopierdoadosdelosmíos. —¿Porqué? —PorqueEwantienelalenguamuysuelta—respondió,concansancio—. Lehedichomilvecesqueseolvidedesuenemistadconunodelossocios de Miles, pero no sabe controlarse. No tiene ningún control y, a veces, creoqueniyotengocontrolsobreél.Empiezoapensarquenometiene ningúnrespetoyque,dichodeotromodo,notieneningúnrespetoporsus compañeros. Al final acabará llevándonos a una enemistad que, por seguro,nomeinteresatenerconlosdelcondadodeGrant. —No te lleves a Edwan a tus reuniones con los de Grant y fin del problema. —No somos tantos como antes, princesa. Si no me llevo a Edwan, ¿a quiénmellevo? —¿AColt?Hademostradosermásqueunsimplechófer. —A Colt lo necesito aquí, contigo, por si tiene que llevarte a cualquier lugarseguro. —Esdelosmejoresconductores,peronoelúnico. —Pacedominalamoto,noelcoche—replicó,seco. —No me refería a Pace —mentí, pasando mi pulgar por su barbilla—. Grayconducebien,noseríalaprimeravezquenossacadeunlíoencaso denecesitarlo. —Grayesmejorenloscuerpoacuerpo,princesa. —Entoncesmetemoquetienesrazónynosoistantosya. —Tendré que intentar reunirme con otros condados, quizá puedan ayudarnos—musitó,pensativo,hablandoparasímismo.Dejóescaparun profundosuspiroyseencogiódehombros—.VoyamandaraColtapor unoscafés.¿Quieresuno? —Sí. —Ahoramismoiréalasala.Túprocuratumbarteyrelajarte. —Granidea. Quedarme tumbada sobre el colchón era lo más aburrido que podía sucedermeaexcepcióndeque,desdehacíadosaños,nisiquieratrabajaba. Mepasabatodoslosdíasenlafábrica,disfrutandodelacompañíadeAlek cuandoéstemedeleitabaconsupresencia.Sino,veíapelículas,escuchaba músicaymehinchabaacomerpalomitasdemantequilla. Nonecesitabatrabajarperolociertoesqueempezabaaecharlodemenos. No era cuestión de ser una mantenida, aunque la sensación no llegaba a desagradarme del todo. No era mentira que no me faltase de nada arropadaporAlek,peropreferíatambiénlasnochesdelossábadosenlos queélsetomabahoraslibresynosreuníamostodosconlasfamiliasde algunosdesussocios. — Colt ha traído tu ensalada preferida, del lugar ese vegetariano del centro —masculló Alek, adentrándose en la sala—. Ha pensado que estaríashambrienta. —Coltesunencanto. —Le he pedido que vaya a por una cama decente. No puedes seguir durmiendoenesecolchónhinchable. —DijimosqueiríaaIkeay… —En tu estado no vas a moverte de la fábrica —dijo, cortándome bruscamente. Fuelaprimeravezqueleescuchédirigirseamícontalautoridad. —Estábien. —Nopretendíaserbor… —He dicho que está bien —volví a decir, sin querer discutir. Recibí el envoltorio que cubría la ensalada sobre mis manos y escuché cómo mis tripasrugías—.Gracias. —Elcaféparadespués,¿vale? —Vale. Mispapilasgustativassedeleitaronconelintensosabordelalechugacon diferentes hortalizas y queso cortado en pequeñas y finas tiras. Me recreabaalahorademasticar,dejandoquemicabezaseposaracontrala pared tras mi cuerpo. Las tiras podían no ser milagrosas pero, por descontado, estaban logrando que la tensión de la zona disminuyese considerablemente. El café reactivó toda mi energía, evitando que la plena digestión me produjese un insoportable sopor. No importaba cuánto hubiese dormido, simicuerpomelopedía,aunquefueseporuncortoperiododetiempo, podíaecharmeadormirdenuevo. —Alek —siseé, viéndole concentrado sobre su escritorio—, ¿dónde está Pace? —Asuntos propios —respondió, sin alzar la vista de los papeles que estudiaba. —¿Aquéterefieres? —Se ha pedido unos días libres —explicó, retirándose las gafas que utilizaba para vista cansada, girando su rostro hacia mí—. Lo hace cada dosmeses. Asentí con la cabeza, al tiempo que un jaleo se expandía por la fábrica. Colt había vuelto de Ikea y llevaba el coche a rebosar de cajas. Se había ocupado de comprar una cómoda cama, junto a un cómodo colchón y unosampliosalmohadones. Losdosmeobligaron,verbalmente,atumbarmeenelasientodelcopiloto delcoche,mientrasellosseocupabandemontarlotodo.Nopodíanpedir el servicio que ofrecía la propia cadena, porque debían desconocer cualquierparaderoqueAlekutilizase. Estar quieta era lo más aburrido que había en el mundo, y eso que el tiempoqueempleabaenlafábricanosolíaserinvertidoenningúntipode actividadmovida,divertidaofestiva. Alargue la mano hacia las llaves del coche, poniéndolo en marcha para poder pulsar los botones del reproductor de música. En el interior de la fábrica, la señal de radio no parecía funcionar del todo. Por suerte para mí,Coltcontabaconunpequeñocableadoquepodíaconectarelteléfono móvilalaparatoreproductor. Deslizandomidedopulgarporlapantalla,seleccionéunadelaslistasde reproducciónquemásescuchaba.OptéporlacanciónNohurrydelgrupo Zac Brown Band, siendo una canción que me profería una cierta tranquilidad.Lamelodíaeraigualdemaravillosaqueelolornaturaldela tierramojada. Algunaspersonasteníanciertaatracciónporlaesenciaquedesprendíala gasolina,otrospreferíanaspirarelesmaltedeuñas,algunosconcebíanel olordelinciensodevainillacomoelmejoraromahabidoyporhaber.En mi caso, disfrutaba del olor que desprendía la tierra y la vegetación tras unatormentosanochedelluvia. Existían otros aromas que me agradaban, como era el caso de la hierbabuenaquedistinguíaaAlekdelosdemás.Podíaserquemehubiese acostumbrado a ello y podría ser, también, que me costase imaginar percibirotraesenciaquenofueselasuyanochetrasnoche.Ysinembargo existíaotrafraganciaquemecautivabadesdehacíatresaños. Unperfumeque,desdehacíaunpardehoras,noseadentrabaenmisfosas nasales pero que, por otra parte, me había intoxicado en nuestro último encuentro. MearrepentíadehaberconfesadomissentimientosaPace,siesqueéllos había recibido tal y como los había expuesto. Y no podía evitar preguntarme si su decisión de tomarse unos días como asuntos propios veníaasuincomodidadrespectoaellos.Lascosashabían,evidentemente, cambiado. Pordesgracia,debíaserpacienteyesperaraalgunodesusmovimientos. Lo conocía lo suficiente para saber que no trataría de marear la perdiz, queiríadirectoalgranoyque,sicontinuabaconsusdeseosdehacerme picadillo, se encargaría de mí sin problemas. No confiaba en que al exponerlemisverdaderossentimientossuopiniónhaciamícambiase.De hecho,enlalíneadesuperturbación,eracapazdecreerquetodoerauna tácticaparaganarmesuconfianza. Al escuchar la letra que se dispersaba por el interior del coche, toda mi piel se puso de gallina. Sentí que, a cada palabra que se expresaba en la canción Colder Weather del mismo grupo que señalaba la lista de reproducción,micuerporeaccionabainexplicablemente. Siempre había tenido una ligera sensibilidad por la música, por las profundas letras que te invaden y te acompañan a vivir una misteriosa aventura e historia de tres minutos. Era como ser protagonista de una brevepelícula,consuprincipioysufinalabiertoocerrado,dependiendo delatrama. Eralaprimeravezenmuchotiempoquemesentíatansensible,tandébil antetodo. La primera vez que me preguntaba qué había hecho para adentrarme en ese bucle sin salida que, como había dicho el inspector, yo misma había escogido. Con los ojos cerrados, deseé aspirar la fragancia Ultraviolet que Pace desprendía. Capítulocinco Habíanpasadocuatrodíasysóloahoraempezabaanotar unaclaramejoría.Lasaspirinascadaseishorashabíanhechosulabory, porsupuesto,lastirasadhesivascontramipielparecíanhaberayudadode unaformauotraalafavorableevolucióndeldolor. Todavía había movimientos que resentían mi musculo intercostal pero, por cómo lo veía y sentía, al menos podía ir al cuarto de baño sin que Alek o Colt me llevasen en brazos. Así como también podía incorporarme, aunque fuese con cuidado, para salir y fumarme un cigarrillo. Alekmehabíatraídounosdeliciososbollosrellenosdecrema,juntoaun largocaféconunsobredeazúcar.Porloquehabíaconseguidodesayunar, rodeadadeunasalaque,graciasaColt,empezabaacogerforma. ¿Porcuántotiempo?Noteníaniidea. EraloquememolestabadelnegociodeAlek. Nuncasabíacuándoibaatenerquesalircorriendo,unavezmás,hastadar conotrafábricaenlacualasentarnos.Sipormífuese,hubiesepuestoen venta mi apartamento. Sin embargo, no corría de mi cuenta su conservación. Vestidaconunoslargospantalones,enloscualescabíandoscomoyo,y unacamisetadetirantesanchayblanca,salídelasalaparadarunavuelta porlafábrica.Alhabernotadolaclaramejoría,miintencióneraejercitar mi cuerpo tras haber estado demasiado tiempo tumbada sin apenas moverme. Coltseestabaencargando,juntoaGray,deojearelmotordelcocheque habíapermanecidoenaquellafábricadesdeantesdenuestrallegada.Los dosestabanconcómodasropas,totalmentellenosdegrasayaceiteporlos brazos,empapadoscasiensudorporelcalorquehacíaenelinteriordela fábrica.Nisiquierasabíasiesquecorríaalgúntipodeventilaciónporel lugar. —¿Dónde está Alek? —Les pregunté, con la caja de cigarrillos y el mecheroentremismanos. —EstáconPace,ocupándosedeEwan—respondióGray,limpiándosela manoconuntrapodetonoverdoso. Enesaescuetarespuestarecibídostiposdeinformación. Uno,Pacehabíavueltoalafábricadespuésdecuatrodíassindarsiquiera señales de vida. Dos, si Ewan estaba sólo con Alek y Pace… Si los tres estaban reunidos era porque las cosas no pintaban bien para él. Incluso Grayhabíapronunciadoelverbo“ocuparse”… Salí por la parte trasera de la fábrica, encontrándome con un montón de hierbaquenecesitaba,conurgencia,sercortadayerradicada.Lasplantas eran largamente más altas que yo y eso sólo incitaba la existencia y convivenciadebichosdetodaclase. Elcigarrillosecolocóentremislabiosyalaprimeracalada,miscostillas cedieron un poco. Imaginé que no iba a ser fácil volver a recuperar mi soltura respecto a la respiración, pero mi paciencia tenía un límite. Un límiteque,porcierto,yahabíasuperadoconcreces. Escuchéunfuertesonidoaunodemislados,descubriendoaPaceconel torsodesnudocerrandolapersianadeunapequeñafurgonetaconfuerza. Sumanoderechagolpeóésta,provocandootroestruendososonido. Los músculos de su espalda se contraían al tiempo que respiraba acelerado. La furgoneta se puso en marcha y él se concentró en observar cómo desaparecíaporlazonaindustrialquenosrodeaba.Sediolavuelta,con un cigarrillo liado sobre los labios y elevó las manos hasta éste para volver a encenderlo con su mechero de color rojo. Tomó una profunda caladay,sinsoltarlodeentresusdedos,índiceycorazón,pasóeldorso desumanoporsufrente,acalorado. Teníaunostrabajadosyanchosbrazos,puespodíanapreciarseunasleves marcas alrededor de sus músculos. Como también podía apreciarse la musculaturadesutrapecio,porencimadesushombros. Suvello,detonalidadmásoscuraquesurubiooscuro,seextendíadesde casi la zona en la que sus clavículas se juntaban. Se expandía sobre sus pectorales, marcados pero no con exceso, hasta su vientre el cual no parecíamostrarningúntipodeexcesivoejerciciofísico.Noseapreciaba tampocounafaltadeello. Mis ojos siguieron observando el recorrido de su vello, que terminaba juntándose con el que se ocultaba bajo la goma de su ropa interior de colornegra.Podíaverlasdoslíneasquesemarcabanhaciasupelvisy… Mehavisto. Desviélamirada,sintiendocómolacenizacaíasobreunodemisnudillos con alguna partícula todavía lo suficientemente caliente como para quemarmeporunsegundo.Mequejé,gruñendoporlobajoysoplésobre lazona,llevándomeelcigarrillodenuevoalaboca. Me obligué a mantener los ojos puestos sobre las altas hierbas a pocos metros de mí. No obstante, tenía curiosidad por saber si estaba acercándose, si se había ido o se había mantenido ahí, fumando en silencio. Miré por el rabillo del ojo hasta dejarme vencer por la curiosidad, descubriendoqueélyanoestabaallí. Respirémástranquila. —¿Cómoteencuentras?—Suvozmesorprendió,apareciendoporellado contrario. —Joder—mascullé,recogiendoelcigarrilloquehabíacaídoalsuelo.Lo sopléyvolvíasostenerloentremisdedos—.Aexcepcióndequecasime rompes la caja torácica y que casi me matas del susto ahora mismo, me encuentrobien. —Noseasexagerada,Alekmehadichoquehasidounacontusióncostal. —Condesgarredemúsculo—lerecordé. —Podríahabersidomuchopeor. —Esonomedejamuchomástranquila,¿sabes? —Amítampoco.Nomegustadeloquesoycapaz. Tomó el cigarrillo entre su dedo pulgar y su dedo índice, dándole una profunda calada antes de dejarlo caer al suelo y darle un suave pisotón paraapagarlo. —Deberíamostenerlafiestaenpaz—ledije,manteniendomicarahacia el campo que seguía ante mis ojos—. Siempre podría decir que fuiste tú quien… —Nomeamenaces,Johanna.Nosoyyoelquetienesentimientosporti. —¿CreesqueAlektecreerá? —Me ha dicho que has estado preguntando por mí —replicó, encogiéndose levemente de hombros. Se pasó la mano derecha por el pecho, acariciándose—. No me sorprendería que empezase a creer que sientesalgopormí. —Notepermitiréusaresoenmicontra. —Deberíamostenerlafiestaenpaz—meparafraseó,apoyandosumano sobre mi hombro derecho y apretando con la yema de sus dedos suavemente—.Aunqueseaporelmomento,eltiempoqueterecuperesdel todo. —¿Dóndehasestado? Cerré los ojos y aspiré profundamente, aunque intentando disimular, el aromaquedesprendía.Eraciertoqueconelsudorlafraganciaseveíaun pocoreducida,peronomeimportaba.Meencantabaesadichosafragancia quesóloelhombremásinhumanodemialrededorpodíallevar. —¿Atiquéteimporta?—Espetó,soltandomihombro. —Hasestadocuatrodíasfueray… —Noveoquérelevanciatieneparati. —¿QuéhaocurridoconEwan?—Pregunté,enunsusurro,dirigiendomis ojoshastaél. Vicómosuentrecejoserelajabaycómosucomisuraderechaseelevaba lentamente, esbozando una maliciosa mueca cuya sonrisa orgullosa era totaleimpasible. Sentíganasdegolpearlelacaraconmisrodillaseinclusoimaginécómo lo inclinaba hacia ellas, alzando mi rodilla hasta su rostro sin descanso. ¿Cómopodíasiquieradisfrutarhaciendoeso? SufisonomíafacialyahabíaestadocubiertapormarcascreadasporAlek. Sin embargo, el hematoma que había surgido de su comisura ya había desaparecido y el corte sobre su tabique nasal estaba en proceso de hacerlotambién. —Eres vomitivo —pronuncié, al tiempo que mis puños cerrados golpeabansupechoconlasuficientefuerzacomoparaquedieseunpaso haciaatrásantesdesostenermismuñecasconsusmanos—.Nometoques —legruñí,apartandomismanosconaversión. Levantósusmanos,asintiendosuavementeconlacabezaydandounpaso haciaatrás. —Novuelvasapreguntarporloquenodeseassaber—masculló. —Esincreíblequenisiquieratepeselaconciencia… —Nohagoloquehagoporvoluntadpropia. —¡Vengaya!—Enmirostroseesbozóunairónicacarcajada,perplejapor loqueacababadeescuchar—.¿Tieneslapocadecenciadedecirquenolo haces por voluntad propia, de verdad? Resulta muy triste que intentes engañartedeesemodo,Brantley. —Deberíasdejardehablarcreyendosabertodo,Johanna. —Ytúdeberíasdejardeusargomina,Pace.Deverdadtedigoqueteestá licuandoel… Ladistanciaquehabíaentrenuestroscuerpossequebrócuandoéldioun largopasohaciamí,permitiéndomeestaralaalturadesuesternón.Tuve quelevantarelrostrohaciaél,conplenaintencióndedemostrarlequeno ibaaprovocarmeelsuficientepavorcomoparahuir.Quelohacía,sí… Peronohabíanecesidaddesertanevidente. Apretósufrentecontralamía,comosiestuvieseencarándomeyfrunció los labios, al tiempo que su mandíbula se tensaba. El maxilar superior presionaba contra el inferior y viceversa, mientras clavaba sus intensos ojoscolorplomoenlosmíos. —Sabes que el gel fijador tiene particularidad lubrificante, ¿verdad? — Susurró, con cierta lentitud, pronunciando conscientemente palabra por palabra. Mis labios se despegaron, aturdida, ante el susurro que acababa de profesarme.Sinembargo,élseechóareírapartándoseyencaminándose pararodearlafábricayentrarporlapuertaprincipal. Tiré al cigarrillo al suelo, sintiendo que un instinto asesino empezaba a nacerenmí. Meadentréenlafábrica,empezandoabuscarleconlamirada. Podía haberme pillado por él hacía tres años sin conseguir eliminar ese sentimientotodavía,podíahabersidolosuficientementeprovocadorapara que me las devolviese verbalmente hablado y, sí, quizá hasta había buscadodiscutirconélsóloparatenersumalditoperfumeperforándome lasfosasnasales.Perounacosaestabaclara… Élnoibaaquedarporencimademíabasedeamenazas,advertenciaso coacciones. Los tipos como Pace no debían creer que tenían ni una sola partida ganada. —Eh,¿dóndehaidoPace?—LepreguntéaColt. —Pues creo que se está duchando en la planta de abajo —respondió, sorprendidopormipregunta. —¿Tenemosplantainferior? —Sí. —Nolosabía—mascullé,paramímisma—.¿YAlek? —SehaidoconGrayalaciudad.Dijeronquenotardarían. —Te pediré un favor, Colt —dije, sin conseguir dejar de fruncir el entrecejo—.VoyairaencararmeaPace,enelcasodequemeescuches gritar,teagradeceríaqueviniesesenmibúsqueda—lecomuniqué. Veamos… Podía tener cierto carácter y, sin duda, quería enfrentarme a él. Pero tampocoeraunainconscientesuicida. —¿Qué?—Inquirió,sinentenderme. —Quesimeoyesgritar,vengasapormíalpisodeabajo. —Estábien. —Sindecirnadaanadie—lerecordé. —Está bien —volvió a pronunciar, todavía con una mueca que denotaba desconcierto. Caminé hasta encontrar las escaleras de caracol que llevaban a la planta inferior.Deseaba,amedidaquemispiesavanzabanconlavelocidaddela queeracapaz,quenadieestuvieseallíexceptoPace.Deserasí,notendría lavalentíadeenfrentarmeaunquequizáunpocomásdeseguridad… Escuchéelaguacorreraunextremo,encontrándomeenunasalarepleta de cajas y viejo inmobiliario que, por culpa de las humedades, estaba totalmentedestruido.Meencaminéhacialapuertacorredoraytirédeella conlasuficientefuerzacomoparaprovocarunescandalososonido. Pace, de pie sobre el viejo plato de ducha, giró su rostro hacia atrás sorprendido por mi ruidosa intrusión. Frunció el entrecejo, sin darse la vuelta,permitiéndomesertestigodesusfuertesglúteosypartetraserade susmuslos.Suespaldayalahabíavistoconanterioridad… —¿Qué cojones haces? —Preguntó, pasándose las manos por el cabello bajoelpocochorrodeaguaquecaía.Noparecíaimportarlequeviesesu desnudez. —Quierodejarteunpardecosasclaras,Brantley. —¿Notienesotromomento? —No—respondí,tajante. —Siesotrodetusataquesenlosquebuscasprovocarme,tediréque… —Cierra la boca —le corté, cogiendo una pequeña tabla de madera que habíaenelsueloydecidiendotirárselo. La tabla chocó contra su hombro izquierdo con una velocidad y fuerza suficientecomoparaprovocarleunacisuraenrojecidabajoelomoplato. Su bramido resonó contra las desgastadas paredes de la ducha y, sin ni siquieraapagarelgrifodelagua,tomóunatoallapararodearsucinturay apresurarse a llegar hasta mí. No obstante, el suelo de aquella pequeña sala, separada de la parte de abajo por una simple puerta corredera en formadeacordeón,estabacubiertoderesbaladizasbaldosas. Sutalónsedeslizóenexceso,haciéndoleperderelequilibriohaciaatrásy caerdeespaldas,conelcuellotensoparanogolpearselacabezacontrael suelo. ¡Éstaeralamía! Meagachéjuntoaélycubrísuanchocuelloconunademisdelgadasy cuidadas manos. Ejercí una suave presión, intentando no dejarme llevar porelinstintoquehabíahechopequeñoactodepresenciaenelinteriorde mi cuerpo. No conseguía adivinar si pretendía asustarle, aun a sabiendas de que no lo lograría, o intentaba dejarle claro que no iba a pasar por encimademíabasedefrasesdestructivascomoélmismo. Eraciertoqueestabaabusandodelasituación,sabiendoperfectamenteque elgolpequeacababadedarsuespaldacontraelsueloerasuficientepara quesequedasedebilitadoporunosmomentos,peronopodíaevitarlo. —TendríasqueagradecermenohaberledichoaAlekquesetehabíaido la mano conmigo —murmuré, viendo cómo intentaba incorporarse del suelo. Mi mano presionó contra la nuez de su cuello, haciéndole retroceder—.Deberíasdarmelasgraciaspornohaberledichoquetodoel dolorqueheestadosufriendoestosdíaseraportuculpa,portubrutalidad ytusmalditasysuciasganasdeacabarconmigo—susdedosrodearonmi muñeca, apretándola con la suficiente fuerza como para contemplar, yo misma,laposibilidaddedejardeagarrarsucuello.Sinembargo,nome empequeñecí—. ¡Podrías tener en consideración que no le dije absolutamente nada y que ese es el verdadero motivo por el cual no ha acabado contigo! —Abrió los ojos, clavando su mirada en la mía al escucharmealzarlavoz.Supechosubíaybajabaconrapidez.Notécómo su garganta se movía bajo la palma de mi mano al tragar saliva—. Podrías,almenos,porunmalditomomentodetuasquerosaexistenciaen estemundo,tenerenconsideraciónquepodríahabertedestrozadolavida ynolohice.Yporello,almenosporeseputomomentoenelquenole dije que me habías golpeado, podrías dejar de perseguirme con tus repugnantesfrasesquetienencomoobjetivoacabarconmigoyreducirme anada… Noeracapaz… Noeracapazderebajarmeasualtura,nisiquieraeracapazdeprovocar unapresióncontrasucuello. Su mano derecha tomó mi barbilla, obligándome a mirarle, cuando mi manoabandonólazonadesucuello. —Johanna—susurró. —Sólo, por una vez en tu vida, intenta confiar en mí. Deshazte de esa maldita sed de sangre que tienes conmigo, porque no te he hecho absolutamente nada —seguí pidiéndole, rezando para que mi voz no se quebraseantesdetiempo. —Johanna… —NihevendidoaAlek,nitehevendidoati,nitengointenciónde… —Johanna—volvióasusurrar. —¿¡Qué!? Se incorporó sobre el suelo de baldosas, recolocándose la toalla correctamenteyvolvióatomarmibarbillaparaobligarmeamirarlealos ojos.Sucabelloseguíahúmedo,dejandocaeralgunasgotasporloslados desurostro,mientraselaguaseguíasonandodefondo. —¿Qué? —Volví a inquirir, viéndole mirarme con esos impasibles ojos colorplomo. —Duerme con un ojo abierto… Porque te juro que cuando te pille desprevenida… —Dejó escapar entre sus finos pero carnosos labios—. Pienso ocuparme personalmente de que desees no haber existido ni durante el más feliz de tus recuerdos —su mano se desvió hasta mi costado,todavíaconlastirasadhesivascontralapiely,rodeandomicaja torácica con su amplia mano, presionó con los dedos fuertemente. Contuve el gemido de histeria en el interior de mi garganta, provocándomedolorporelmismohechodeaguantarlo—.Ahoralárgate. Si pudiese… Si mi cuerpo obedeciese a mis impulsos nerviosos para levantarmedelamalditaposiciónenlaquemehabíacolocado…Simis costillasmelopermitiesenenesemomento… Contemplécómosucuerposelevantabaporcompleto,intentandocaminar con lentitud sobre el húmedo suelo que, por culpa de múltiples factores, estaba totalmente resbaladizo. Caminó con dificultad, llevándose una manoalapartebajadelaespalday,alzandomisojoshastaél,pudever cómoquedabaunafranjarojaconunaleveaperturaporlacualbrotabaun poco de sangre bajo su omoplato. La tabla de madera le había dejado marcado. —Nolohasdichoenserio—musité,apoyandomismanoscontralapared parapoderlevantarmeporfin. —¿Quieresvercuántoenseriohablo?—bufó,cogiendolamanguerade agua que conectaba la extraña y vieja alcachofa hasta el propio grifo. Detuvolacorrientedeaguaconsumanolibre,rodeandolamangueracon suotramano. —N… —Que juegues con ventaja, Johanna, no implica que no tenga ninguna posibilidad de ganar —dijo, antes de que pudiese replicarle—. Es más, ¿sabes qué? Estoy cansado de los jueguecitos contigo. Si quieres ser inconsciente,adelante—meanimóaacercarmeaélconsumanolibre—. Venypruébamedeverdad. —¿YquélediríasaAlek,eh? —Medesharíadetucuerpoantesdequepudiesepreguntar. —Estáapuntodevolveralafábrica. —Puedoserrápido—measeguró,aunqueponiendounamuecapensativa. —Dejemosdediscutir,sóloqueríaqueentendiesesquenoesmiintención ven… —Me has buscado, me has provocado y, qué coño, me has tocado los huevos —espetó, enfurecido y dolorido al mismo tiempo—. No sé siquiera si mi poca paciencia me permitirá divertirme contigo antes de contemplarcómocogestuúltimabocanadadeoxígenoentremismanos. ¿Por cuánto tiempo estuvimos mirándonos con tal frialdad y desconocimiento? Nosupeporcuántotiempoestuvomirándomealosojos,provocándome unanauseabundasensaciónportodoelcuerpo.Frialdad,descontento,ira, rabiaytodaunaseriedesentimientosencontradosquenohacíanmásque confundirseasímismos. Meprovocabainseguridad,meprovocabatemoryaunasí,unapartedemí seactivabadelmodomásentrañableposible. Cuando volví a ser consciente de mis movimientos, la ira ya me había corrompido y me encontraba sobre el plato de la ducha intentando forcejear con él para rodear su garganta con la misma manguera que él había sostenido amenazante. Volvió a abrir el grifo del agua, empapándome por completo con agua helada mientras mis zapatillas resbalabancontraelsuelodeladucha.Subrazoizquierdoyacíacontrami gargantaytuvequesostenersuantebrazoparanoperderelequilibriopor elforcejeoyelsueloresbaladizo. Mi codo intentó golpear, en varias ocasiones, su abdomen, hacia atrás. Peroporlafuerzaqueejercíabajomimandíbula,podíanotarcómomis pies empezaban a perder el contacto con el suelo. Mi espalda estaba totalmenteapoyadacontrasupechoylaasfixiaestabadominándome. —¡Pace!—LavozdeColthelómicuerpoconmásbríoqueelaguaque seguíacayendocontramicuerpoestrepitosamente—.¡Suéltala! Escuché el gutural gruñido provenir de lo más profundo de su pecho, soltándome de forma brusca y casi al instante. Se inclinó para cerrar el grifodelaguayyo,todavíaconeltemblordenohaberrecibidotodoel airequenecesitaba,mellevélamanoizquierdaalrededordelagargantay llevémicodohastalabocadesuestómago,golpeandocontodalafuerza delaqueeracapaz. —¡Johanna! —Colt pronunció mi nombre, como si estuviese reprendiéndome. Noté cómo sus manos me rodeaban ambos bíceps y tiraban de mí para arrastrarme. Estaba ejerciendo fuerza pues mi cuerpo estaba tan tenso que pretendía seguir ahí hasta descubrir si Pace era realmentecapazdecumpliralgunadesusamenazas. —Suéltame… —Vámonos. Nohabíatenidotiempoparacambiarmederopa,quedándometodavíacon lasropaspegadasamicuerpoyescuchandoelinconfundiblesonidoque provocabaelexcesodeaguaenmisdeportivas. Mequedésentadaenlabutaca,comoAlekmehabíaexigido,alaesperade quevolviesealasalaenlaquesolíamosdescansar. Era imposible poner en palabras cuánto resentimiento sufría mi cuerpo, deseando destrozar todo el mobiliario que me rodeaba y deseando, incluso,echarfuegoatodalafábricaconlasuertede,apoderser,pillara Pace por el camino. Porque si en algún momento había sentido la necesidad de protegerle, definitivamente eso había desaparecido cuando intentabaasfixiarmeconsuesculturalbrazoizquierdo. Llevé mis manos al rostro, ocultándome e intentando profundizar mis respiraciones. —Date una ducha —escuché a Alek y le contemplé asomando la cabeza porlapuerta—.Dúchate,cámbiatederopayhablaremos. Nadamásencontrarmedesnudaenaquellapequeñaducha,quesóloestaba separada por una opaca cortina de ducha blanca, dejé que mis rodillas cediesenhastaquetocaronelsuelo,encogiéndome.Elaguacaíadeforma abruptasobremiespaldamientrasmeencogía,todavíamás,paraecharme a llorar en silencio y con la respiración entrecortándose. La tarea de intentar respirar se volvía más dificultosa por momentos ya que mis gimoteoserancasiincontrolables. Las costillas dolían como si estuviesen perforándome los pulmones, mi cuerpo temblaba por una tensión que no había sido capaz de erradicar pues,adecirverdad,yomismalahabíaprovocado.Elcabellomecaíaa ambos lados de la cabeza, por encima de mis clavículas al tiempo que observaba cómo mis manos oscilaban por el miedo que se había implantadoenmicuerpoynoparecíaquerermarcharse. En aquella misma posición, llevé mi mano a las tiras adhesivas para acariciarlazonaduranteunosbrevessegundos.Cerrélosojosyempecéa tirar de ellas, deshaciéndome del contacto que ejercían sobre mi, ahora húmeda,piel. Lasdejécaersobreelsuelodeladucha,acariciandolazonaconextrema delicadeza al tiempo que intentaba calmar el tormentoso llanto que, inclusoporsuintensidad,causabaunagudodolorenmigarganta.Estaba reprimiéndome,peseadejarescapartodaslaslágrimasquemisojosme permitían. Estaba reprimiendo los quejidos, los aullidos de rabia que se amontonabanenmicuerpoydeseaban,arañándolotodoasupaso,brotar condesmesura. Noeracapazdepensarconclaridadyloúnicoenloquemiatormentada mente pensaba, en ese preciso instante, era en el claro mensaje de la canción Wake me up de Avicii: así que despiértame cuando todo haya terminado, cuando sea sabio y mayor, todo este tiempo estaba encontrándomeamímismoynosabíaqueestabaperdido. Enmicabezasonabacomounamelodíalenta,todallenadeintensidady sufrimiento. Las mismas características en las que me encontraba en ese momento. Salídelbañoconunatoallarodeandomicuerpoy,visualizándomeenun pequeño espejo roto por las esquinas, divisé unas inapreciables marcas alrededor de mis brazos. Tenía la piel blanca y sensible al contacto, así como a los bruscos cambios de temperatura. Y, de tantas veces que me habíansujetadoporlosbíceps,unasvioláceasmarcasladecoraban. —Mitrabajoyaessuficientementejodidoparatenerqueencontrarme,al llegaralamalditafábrica,quemimejoramigoyminovianohacenmás que intentar matarse mutuamente —pronunció Alek, sin darme la oportunidadsiquieradevestirme.Seencontrabaapoyadocontrasunuevo y oscuro escritorio de Ikea, con los brazos cruzados bajo su pecho y desviando sus ojos de tonalidad miel hacia mí y hacia Pace, que se encontraba con el hombro derecho apoyado contra la pared. La misma paredquerespaldabalanuevacama—.¿Sepuedesaberquéesloquepasa por vuestra cabeza en estos instantes? O, mejor dicho, ¿podéis decirme quéesloquepretendéisintentandoacabarconlaexistenciadelotro?— Nos señaló a los dos con uno de sus dedos, rompiendo el cruce que sus brazos habían formado minutos antes—. Esto no es una maldita competición.Asíquesinoempezáisarespetaros,aunqueseaunmínimo, voy a verme en la obligación de ocuparme de que zanjéis con vuestros asuntos pendientes. Y creedme, no es lo que más me apetece en este momento—resoplóprofundamente,negandoconlacabeza.Sinembargo, su dedo índice seguía señalándome con advertencia—. Deja de buscar bronca, porque parece que con tu simple presencia no hagas más que andar metiéndote en jaleos. Con todo lo que tengo encima, Johanna, no puedo ocuparme de intentar arreglar todo lo que jodes —gruñó, girándose hacia Pace—. ¿Y a ti qué mosca te ha picado, me lo quieres decir? ¿Se puede saber qué es lo que intentas? He soportado que desconfiases de ella desde un principio y he respetado tu punto de vista, perotedigo,desdeahoramismo,quecomonoempiecesamantenerteun pocoalmargen,lascosasvanaponersefeasparati,Brantley. —¿Puedohablar?—Inquirió,molestoporelsermón. —No —respondió Alek, con las venas surgiendo de la tensión de su cuello—.Lascosasnoestányendobienenelnegocioytodavíatenemos temasqueresolverconlosdeRoosevelt.Asíquesituintenciónesseguir amilado,tío,terecomiendoquetelimitesahacertumalditotrabajo.Ytú, mejorquenadie,sabecuálestutrabajo. —Claroquelosé—replicóPace,aguantandosusganasdeestallar. —Puessigueesalínea. —¿Quécreesqueestoyhaciendo,eh? —Nomerepliques,Brantley. —Alek —prosiguió Pace, moviéndose hacia su mejor amigo y jefe—, siemprehecumplidocontusórdenes.Nunca,jamás,inclusocuandonohe estadodeacuerdocontusdecisiones,tehecuestionado.Porqueterespeto, porqueeresmijefepero,antetodo,erestambiénmimejoramigo.Tengo laobligacióndedecirteque… —Noquieroquemedigasnada—leinterrumpióAlek,alzandolamano para mandarle callar—. Esto, lo que sea que ha ocurrido entre vosotros, ha de terminarse. Porque no voy a estar pendiente de quién le clava el puñalaquién—masculló—.¿Hesidosuficientementeclaroyconcisoal respecto? —Sí—susurré. —Sí—respondióBrantley,alavez. —Bien. El silencio me envolvió en la sala, encontrándome de nuevo sola y aferrándome a la toalla como si fuese el único objeto capaz de mantenermevivaeneseinstante. Medejécaersobrelacama,conlospiesenelsueloperotodoeltronco superior tumbado sobre el colchón y me quedé quieta observando el deteriorodeltecho. Puede que el inspector Holden no estuviese tan equivocado y yo me encontraseasustadaporlasituaciónenlaquemehabíavistometidaenlos últimosmesesenlosque,pordescontado,habíanocurridomáscosasque entodoslosañosquellevabajuntoaAlek. Puedequetuvieserazóncuandodijoquenoentendíaenquésituaciónme encontraba,enquébuclemehabíametidoporvoluntadpropia. Erainsensataysóloahoraeracapazdeverlo.Ysóloporesemotivo,veía lógico escoger la opción de salvarme a mí y sólo a mí. Sólo por ese motivoyelpeligroquenohacíamásquerodearme,eralógicovendera Aleky,conél,aPace. Capítuloseis ConseguíqueAlekserelajase,aunquefueseporunos prolongadosminutosantesdecaertotalmenteagotadosobremicuerpo.Si había una cosa de la que era capaz era de entretenerle, obligándole a desatender cualquier cuestión laboral, si es que podía decirse así, que estuvieseconcomiéndoleenaquélmomento. Estabamolestoconmigopues,porloqueColtlehabíacontado,mehabía comportado como una imprudente al encarar a Pace en la ducha. Sin embargo,nohabíanadaqueunascariciasenlazonaoportuna,unosbesos porlosoblicuosdesuabdomen,nosolucionasen. Alekerarápidoydirectoeneseaspecto. No se preocupaba en cerciorarse de que todo fuese bien, ni siquiera se cuestionabaporquémeapetecíaoporquébuscaba,enesemomento,tener relacionessexualesconél. Siempre estaba abierto a la posibilidad de disfrutar y relajarse, pues el trabajo que ejercía ocupándose de todos los tráficos que llevaba a cabo era,enocasiones,unaenormecargaqueparecíapesarlecondemasía. Me incorporé sobre la cama con excesivo cuidado, sabiendo que Alek solíaestaratentoacualquierruidopormenorquefuese.Recogílaspocas pertenenciasquehabíallegadoadejarenaquellasalayobservéelrelojde mesita que marcaba las tres y media de la mañana. No sabía cómo iba a llegaramiapartamentoperotuvelaideadecogerunospocosbilletesde la cartera de Alek, con la intención de caminar hasta un lugar menos abandonadoypediruntaxihastaeldepartamentodepolicía. Detodosmodos,iramiapartamentonoeraunaideamuyinteligente. Salídelasalaconcuidado,trashaberleechadounúltimovistazoaAlek. Dormíabocaarriba,conunodesusbrazosporencimadesucabeza.Sele veíadescansado,diferenteacuandohabíatenidoaquellacharlaconmigoy Pace, relajado, durmiendo profundamente y, seguramente, soñando con algunacosaquelemantuviesealejadodesuduropapeldejefesupremo. Mis pies se movían con sigilo al tiempo que mis manos se ocupaban de hacerunaaltacoletasobremicabeza.Escuchéunospasosnomuylejosde mí y opté por esconderme tras una enorme estantería de hierro que albergabaunasenormescajascondiferentesobjetosdemecánica. Esperé,escuchandocómolospasosibanalejándoseymemantuveconel costado derecho apoyado contra la estructura de metal. Tenía que ser prudente, respirar profundamente para que ningún sonido fuese causado pormí.Yenunadeesasprofundasrespiraciones,percibílafraganciade Pace. Me giré con lentitud hacia atrás, contemplándole con su manaza derecha apoyada contra la misma estructura. Apretaba con sus dedos una de las estanteríasdehierro,conelentrecejolevementefruncidomirándomecon desconcierto. —¿Nopodemosdormir,señoritaOliphant?—Inquirió,consorna. —Sóloestabadandounpaseoporlafábrica. —Claro… Sujetóelasadelapequeñamochilaquecolgabademishombros,tirando de ésta para arrebatármela. La dejó caer al suelo, a pocos metros de nosotros. —¿Pensabasiraalgunaparte? —Amiapartamento—susurré,comoconfesión. —¿Poralgúnmotivo? —Alek y yo consideramos que era más oportuno que pasase los días en miapartamento,hastaquelascosassenormalizasen. —Cierto, algo me comentó —replicó, poniendo unos leves morros al pensarenello. —¿Setehanpasadolasganasdeasesinarme? Descendiósusojoshastalosmíos,trashaberestadomirandoporencima demicabezaduranteunospocossegundos,mirándomeensilencio.Sujetó mibarbillaconsudedopulgarysudedoíndice,ymantuvolapresiónpor uncortoperiododetiempo.Soltómirostroyseagachópararecogerel asadelamochila,tendiéndomela. Ibaaserlaúltimavezque,porseguro,levería. Loempujécontralaparedqueyacíaenparaleloalaestanteríay,conmis manostotalmenteapoyadassobresupecho,mecoloquédepuntillaspara pegarmislabiosalossuyos. Escuché cómo la mochila volvía a caer sobre el suelo. Un gesto que, seguramente,habíaocurridoporlasorpresaquedebíahabersellevadoal tenermeempujándolecontraunaparedaltiempoquemislabiosbuscaban, condescaro,unirsealossuyos. Presioné mi boca contra la suya, intentando entreabrir sus impasibles labios.Misdedosapretabanlafinateladesucamiseta,atrapándolaenel interiordemispalmas. Pronto noté cómo su mano cubría mi garganta, ejerciendo una leve presióncontraladelicadazonaparasepararmedesucara. Creí que pronunciaría alguna de sus horribles amenazas, que intentaría provocarme un intenso pavor con cualquier frase de las suyas e incluso llegué a creer que, por cualquier motivo, sus instintos asesinos seguían floreciendoenél.Noobstante,nadamáslejosdelarealidad. Mi espalda tomó contacto con la estantería de hierro, la cual vibró al recibir el golpe por parte de mi cuerpo e inclinó su cabeza hacia la mía para, con los labios entreabiertos, besarme con ferocidad. Ni siquiera besandopodíadejardeladosucaracterísticacrueldad. Su lengua se enfrentó a la mía con procacidad, permitiéndome notar la presiónquesusgruesoslabiosejercíancontralosmíospropios.Sumano derecha seguía bloqueando mi cuello, impidiéndome despegar la cabeza de las estanterías de hierro ni siquiera para presionar contra él. Definitivamente, él debía llevar el control. Sin duda, sufría una deformaciónprofesionalqueparecíainstalarseentodoslosaspectosdesu vida. Alarguémimanoparabuscar,atientas,lasuyaizquierda,lacualnotenía ningún propósito en aquél momento. La tomé, con firmeza, guiándola hasta mi muslo derecho. Él acarició la cara externa de éste, con atrevimiento,pasandosusdedoshastalaparteinteriordemirodilla.Enun solo movimiento, consiguió alzar mi pierna doblada, separándola de mi cuerpoycolocándolacontrasupropiacintura. Sentía el pulso de mi corazón golpear con insistente fuerza contra su propia mano que, sobre mi cuello, no parecía querer darme ni un solo respiro. Pegósufrentealamía,conlarespiraciónjadeantey,alsepararsedemi boca, me bloqueó para que mis labios no pudiesen ir en busca de los suyos. —Estehasidoelúnicomomentoenelquehemostenidolafiestaenpaz —manifestó, poniéndole énfasis a cada palabra—. Espero que lo hayas disfrutado. —¿Vasaseguirpretendiendoquenosientesabsolutamentenada,másallá detusganasdeacabarconmivida?—Jadeé,aproximandomipelvisala suyapuestodavíaseguíamosmanteniendolamismapostura. —Johanna —intentó evitar reír pero, soltando mi pierna con desprecio, dejóescaparunaprofundaperodebajotonocarcajada—,créemequeno estoyfaltodecariño.Tengocuántoquiero,duranteeltiempoquequieray, lomejordetodo,conquienquiera—añadió,dándomesuavementeenla mejillayesbozandounaprepotentesonrisa. La distancia entre nuestros cuerpos acrecentó al tiempo que mis ojos le perdíandevistaporlaoscuridaddelafábrica. Me incliné para coger la mochila, llevándola sobre mi espalda y me encaminé para salir de la fábrica y caminar unos largos metros hasta conseguirdivisar,trasunmontóndezonasrepletasdeterrenoterroso,una carreteradedoblesentido. Mis pies frenaron sobre el camino de tierra, quedándome unos escasos metrosparallegaralacarretera. ¿Era eso lo que quería? ¿De verdad quería vender a Alek, a Pace y, con ellos,atodoslosdemás? ConocíaaColtdesdehacíatiempoypeseanotenerunagranconfianza con Gray… también le conocía a él. Conocía sus particularidades, sus laboresdecaraaAlekyelnegocio,conocíasusfacetasmásocultasysus carcajadas a altas horas de la madrugada. Había estado rodeada de personasaquieneselpulsonolesfallaba,aquienesnolesfaltabasangre fría y a quienes les rodeaba una humanidad más real de lo que podía parecer. A excepción de Pace, Gray tenía miedos y no los escondía. Le aterraba la oscuridad y no le pesaba admitirlo. Para él, tener un cuerpo totalmente trabajado y un físico que, a vista de cualquiera, podía ser consideradoindestructiblenoconllevabalacarenciademiedos. Teníaquevolver… Hiceunaseriederespiracionesaltiempoquemimanotirabadelapuerta para volver a entrar en la silenciosa fábrica. Dejé caer la mochila a un lado y apoyé mi espalda, una vez conseguí adentrarme en su interior, contra la misma puerta. Si abandonaba a Alek, no me quedaría nada. Si abandonabaaAlek,denuevo,¿quéeraloquemedeparabaelfuturo?No habíamodo,aunquequisiese,derecuperartodoloquehabíaperdidopor elcaminootodoloque,yomisma,habíadecididoabandonarporél. Era un poco tarde para volver a todo lo que había arrancado de mi anteriorestilodevida.Ynisiquieraeldepartamentodepolicía,contodas sus incontables facultades, podía devolverme ni la mitad. Era tarde para cuestionarmequéeraloqueibaaocurrirconmigosimequedabajuntoa ellos. Así como no era inteligente cuestionarme qué iba a ocurrirme si decidía venderles. Pues la respuesta era clara… No me quedaría absolutamentenada. —Johanna—escuchélavozdeAlekdesdelapenumbra. Caminó lentamente hacia mí, descubriéndose bajo uno de los redondos focos que colgaban del inmenso techo de la fábrica. Con las manos alzadas,sedirigíahaciamíconunapreocupantelentitud. Fuiadarunpasohaciaél,peroalgotiródemicoletaparaimpedírmelo. —Notemuevas—unadesconocidavozgruñótrasmicuerpo. —Princesa,todoirábien—volvióahablarAlek,llamandomiatención. Nadaibaairbien,noporelmodoenquememiraba. Alekseguíaconlosbrazosalzados,siendoapuntadoenlacabezaconun alargado cañón de pistola. No estaba muy puesta en el tema, pero era lo únicoquepodíacontemplar. El hombre que apuntaba con aquella arma la cabeza de Alek era, como poco, un enorme armario de Ikea y su rostro no me parecía siquiera familiar. Sin embargo, que no lo hubiese cubierto me daba todavía peor espina. —Camina —la voz volvió a gruñir tras mi cuerpo, empujándome de pronto. Mistemblorosospiesobedecieronhastallegaralcentrodelpisoinferior delafábrica. ¿Dónde estaban todos los demás? ¿Gray, Colt, Pace? ¿Dennis, Darren, Marcus? Desconocía los nombres y apellidos los demás pero… ¿Dónde estabancuandoAlekestabaenpeligro? —Querida —volvió a dirigirse a mí, con una extremada ronca voz—, tenemos cuestiones que tratar con tu príncipe, así que vamos a necesitar quecooperesconnosotros.Asienteconlacabezasiestásporlalabor— pronunció. Asentíconlacabeza. —Buenachica. Continué caminando bajo sus órdenes, descubriendo cómo Pace salía disparado de entre la oscuridad hasta llegar al hombre que apuntaba a Alekconelarma.Rodeólagargantadeltíoconunodesusbrazos,tirando hacia atrás y permitiendo que Alek le arrebatase el arma en un rápido movimientoporsuparte. Colocó el cañón del arma contra la frente del que había estado apuntándoleysegiróhaciamí. —Suéltala—leordenó,aquienfuesequeteníatrasmitemblorosocuerpo. —Me temo que las cosas no funcionan así —pronunció el desconocido, rodeando mi cintura con uno de sus brazos y colocando el cañón, más pequeño que el que sujetaba Alek en sus manos, contra una de mis amígdalas—.Túdecides,Melnik. El apellido de Alek permaneció en mi cabeza durante unos segundos, mientras el miedo, en esta ocasión, me paralizaba por completo. Mis manossehabíanaferradoalbrazoquerodeabamicinturaylosujetaban con precisión, temiendo perder el contacto con su cuerpo. Si aquello ocurría,sielperderelcontactosucedía,significaríaque… —Por favor —pidió Alek, sin dejar de apuntar al armario que intentaba zafarsedelcuerpodePace—,ellanotienenadaquever.Suéltala. —Podríashabermepuestolascosasmásfáciles. —Suéltala. —Sueltaamichico—ordenólaroncavoz. —Primerosuéltala. —Nofuncionoasí,Melnik. —Sinolasueltas,misociolepartiráelcuelloatuchicoyyotemeteré una bala entre ceja y ceja —aseguró Alek, sin intención de decrecer su autoridad. Colt,GrayyMarcusaparecieron,tambiénescoltadosporotroshombres delmismotamañoqueeldesconocidoqueseencontrababajolosbrazos dePace,conlasmanosalzadasyunasseriasexpresionesasomadassobre susrostros. —¿Seguroquequieresquelacosatermineasí?—Inquiriólaroncavoz. Alekdesviósumiradahaciasussociosy,trasunosminutosenloscuales pude ver cómo la duda le amenazaba, deslizó el cañón del arma hacia abajo. —Pace,suéltale. —¿¡Qué!?—Brantleymasculló,sorprendido. —Quelesueltes. Antes de que su orden fuese ejecutada por Pace, éste recibió un fuerte codazoenlabocahaciéndoleperderelequilibriohaciaatrás.Elcuerpode Alek, ante mis ojos, se vio rodeado por las manos del desconocido que habíaestadoapuntándoleminutosantes. —Hans, coge el grandullón —dijo la ronca voz, todavía apuntando mi cuelloconsuarma—.Mételoenelmaletero. Me empujó hasta llegar al coche que solía conducir Colt, bajo los incesantes murmullos de los socios de Alek. Abrió el maletero de aquél Skoda Octavia 1.6 TDI de color negro y me ordenó meterme en su interior. —Tranquilo Melnik —gruñó la voz, mientras yo me colocaba en el interior del maletero sin rechistar aunque con un evidente temblor en el cuerpo—, es sólo por precaución así que vuelve a echar ese paso hacia atrás—dijo. Contemplésusintensosojosverdescuandogirósurostrohaciamíy,con unmovimientodecabeza,meindicóecharmeaunlado. —A.J.,llamaalosqueestánfuerayencárgatedequelossociosdeAlek recibanunabuenaycordialatenciónenelpisodeabajo—añadió,conuna irónica sonrisa sobre su rostro—. Eh, Pace, cuánto tiempo —murmuró, apoyando la mano sobre el hombro de Brantley—. Venga, ya sabes qué hacer. —Eres hombre muerto, Trevor —gruñó Pace, sin quitarle la mirada de encima. —Echaba de menos tus divinas amenazas —apoyó su mano izquierda contra la columna vertebral de Pace, empujándole hacia el maletero abiertoenelquemeencontraba—.Métetedeunavez. —Nimuerto. Brantleyteníainstintossuicidasynoeraunsimpleteoría. —Pace —cuchicheé, pese a que estuviese ignorándome para seguir intentandoincomodaralquerespondíaalnombredeTrevorconlamirada —,déjatedetonteríasymétete… —Hazle caso a la chica —musitó Trevor, dedicándome una mirada orgullosa—. No querrás que las cosas salgan peor de lo que tenemos previsto,¿verdad? —Saldrédeesemaleteroyteromperéelcuello. —Enelcasodequesalgas,claro—contestóTrevor,burlón. —Tenporseguroqueacabarésaliendoyqueserásmipróximoobjetivo. —Adorotusamenazas. —Es un aviso. Un aviso de algo que ocurrirá, tarde o temprano — mascullóPace. —Pace,obedece—escuchélavozdeAlek,cadavezmáslejos. Brantley desvió la mirada de los ojos de Trevor para echarle un rápido vistazoalaamplituddelmaleteroy,después,girósucuerpohaciaAlek. Sintióelcañóndelarmacolocarsecontrasucuelloyahoguéelsonidode mi temor. Cerró los ojos, apoyando los dedos alrededor del arma y alzando su pierna izquierda para introducirse, lentamente, en el interior delmaletero. Notéquemiespadatomabacontactoconellímitedelapartemásinterna del maletero, mientras Pace cogía posición a mi lado sin romper el contactodesumiradaconladeTrevorquien,sonriendo,apoyólamano sobre la puerta del maletero y empujó hacia abajo para cerrarlo con un estridentesonidoquesecamuflóconlanegativaquePacedejóbrotarde suboca. ElcuerpodeBrantleysemovió,golpeandolapuertadelmaleteroconsus fuertesbrazos,respirandoagitadamenteeintentandoabrirladetodoslos modosposibles. —Relájate —le dije, mientras mi mano tentaba llegar hasta él—. Permaneceremosaquíhastaqueterminenconloqueseaque… —¡Notienesniputaideadenada!—Bramó,interrumpiéndome,mientras seguíagolpeandoconsuspuñoshacialapuertacerradadelmaletero. —Relájate,Pace,oharásquenosmaten. —Yaestamosmuertos. —Estamos encerrados en un maletero que, por cierto, es mucho más espacioso de lo que creía —pronuncié, pese a notar sus pies junto a los míos—.Relájate,porfavor.Aleknossacarádeésta. Su respiración era el único sonido que podía escuchar, pese al intenso bombeoquemicorazónejercíabajomipecho.Estabaigualdenerviosa queélperonoibaaservirdenadahacerseelhéroeenaquellasituación. SiAlekhabíaconsideradolaposibilidaddeobedecer,esporqueesloque debíahacerse.Él,mejorquenadie,sabíacómoenfrentarseaunasituación semejanteoalmenosesloqueyoqueríacreer… Elremordimientoabandonómicuerpoparadarpasoalarrepentimiento. Debería haber cogido aquella carretera de doble sentido y haberme dirigido al departamento de policía, siguiendo mis instintos de supervivencia. Pacecontinuabagolpeandoelinteriordelmaleteroconfuerza,probando diferentes zonas con sus manos, puños y codos. Su respiración estaba entrecortándoseporculpadelavelocidaddesusmovimientos. Dejócaersuespaldacontraelsuelodelmaletero,golpeandocadavezcon menosfuerza. —¡Ayúdame,joder!—Vociferó,buscandomimanoygolpeandomimuslo sinquerer—.¿Porquédiablostequedasquieta? —Porque es lo mejor que podemos hacer —respondí, manteniendo la calma—.¿Quéesloquetepasa,acasoquieresquenosmaten?¿Tanpoco teimportatuvidaoladelosdemás? —Necesitosalirdeaquí… —Pace,saldremosdeaquí.Alek,oquiensea,nossacará. —Necesitosalirdeaquíya,meestoyquedandosinoxígeno—masculló, dándomelasensacióndequehablabaconlamandíbulaapretada. —Noteestásquedandosinoxígeno,Brantley. —Nosoportolosespaciosreducidos—confesó,trasgolpearlapuertadel maletero con su puño—. No soporto los espacios reducidos, no puedo resp… —¿Letienesmiedoalosespaciosreducidos?—Pregunté,enunsusurro. —Nopuedorespirar. —Aguanta la respiración —murmuré, girándome hacia él y manteniéndome sobre mi hombro derecho—. Eh, hazme caso. Estás sufriendo un ataque de ansiedad —le susurré, agarrando su barbilla con mi mano izquierda—. Respira profundamente y aguanta la respiración unossegundos. —Measfixio… —No,noteestásasfixiando.Esunasensación. —Nomellegaeloxígenoalospulmones—pronunció,condificultad. —Hazmecasoyrespiraprofundamenteporlanariz. —¿Tecreesdeverdadquepuedoevitarestahorrorosasituación,Johanna? —Tienesquedejardepensarentumiedoalosespaciosreducidos. —¡No puedo moverme, no puedo ver nada, no puedo respirar! ¿Cómo cojonesquieresquetelodiga? —Tómateloconcalma,Pace,respiraprofundamente… —¡No puedo, joder! ¡No puedo respirar! —Volvió a bramar, golpeando conelpieunodeloslateralesdelmaletero. Mi cuerpo se impulsó hacia él al tiempo que mi mano izquierda, la cual seguía sujetando su mandíbula, giraba su rostro hacia mí. Coloqué mis labiossobresuboca,irrumpiendoenellaconbrusquedadconlaintención dequesuhiperventilacióncesasedeunavez.Cuandomilenguaentróen contacto con la suya, su pecho dejó de subir y bajar con celeridad. Mi mano dejó de rodear su mandíbula para deslizarse hasta su cuello y acariciárselo con cariño, sin dejar de indagar en el interior de su boca. Trasunossegundos,sedeslizósobresupechoyvientrehasta,dealguna manera, llegar hasta su temblorosa mano. Noté el temblor de ésta, de todoslosgolpesquelehabíapropinadoalapuertadelmaleteroylaguie hastamipropiovientre. —Sigue mi respiración —le indiqué, entre el leve movimiento de sus labios. Las yemas de sus dedos ejercieron una leve presión contra la tela de mi camiseta, resoplando profundamente por la nariz, y se concentró en mantenerlas pegadas al movimiento que producía mi vientre al respirar pausadaytranquilamente.Elhechodequecorrespondieseamibesoavivó todomicuerpoytuvequeconcentrarmeennoexcederme,noalterarme, paraquemirespiracióncontinuasesiendocalmada. Estabacostándomehorrores… Nopodíarelajarmedeningúnmodosintiendocómosuslabiosbuscaban no perder el contacto de mi boca, animándose a examinar el interior de éstaconsuávidaysuavelengua. —¿Porquénotienesmiedo?—Preguntó,tomandounaladeadaposición haciamí.Porcómolosentía,ambosestábamostumbadosdelado,caraa cara, con las piernas flexionadas entre las del otro, en aquél espacio reducido. —Síquelotengo. —Letienesmiedoalasagujas,alasmotos,¿ynolotienesalosespacios reducidos?¿Amorirencerradaenunsuciomaletero? —Tambiéntetengomiedoati. Sus labios chocaron contra los míos en un desesperado movimiento, sintiéndose de nuevo absorto en la idea de que su respiración se volvía limitada mientras el tiempo pasaba y nosotros seguíamos encerrados en aquél maletero. Su mano pasó de presionar suavemente mi vientre a deslizarse hasta el hueso de mi cadera, descendiendo con lentitud hacia misnalgas.Enunbreveapretónconsiguióaproximarmemásaélsicabía, notandocómosuflexionadapiernaderechaquedabaentrelasmías. Lamanobajóhastaelmusloy,introduciendosusdedospordebajodemi rodilla,logrócolocarmeunpocomásencimadeél. Deesemodosuagobioaumentaría… —Pace—unavozajenaalasnuestrasseescuchópróximaalmaletero—. Pace,soyDarren.¿Estáisbien? ¡Darren!¿Dedóndehabíasalido? Sólo había visualizado a Colt, Marcus y Gray en el momento del encuentroconaquelloshombresquehabíanasaltadolafábrica. Paceseseparódemicuerpoconrapidez,golpeandosuavementecontrala puertadelmaletero. —Sácanosdeaquí,Darren. —Enseguida,colega—respondió,alotrolado. Seescuchóelsonidodedesbloqueodelcocheylapuertadelmaleterose abrió, permitiendo que la intensa luz de la fábrica me cegase por unos segundos. Pacefueelprimeroensalir,intentandocogerunagranbocanadadeairey disimulando el calvario que había pasado durante los momentos en los quehabíamosestadosencerradosenelmaletero. —¿Dóndeestánlosdemás?—Preguntó,viendoaDarrenjuntoaDennis. —Notenemosniidea.Habíamossalidoacorrercuandotodohaocurrido —explicó, empapado en sudor—. Hemos escuchado sonidos en el maletero y creí haber oído tu voz. ¿Cómo habéis acabado ahí? — Preguntó,mirándomedesconcertado. —Trevornoshametido. —¿Alosdos? —A los dos —respondí, consiguiendo salir del maletero—. ¿Dónde está Alek? —Nolosabemos—merespondióDennis. —Hemosdeencontrarle—volvíahablar,enuncarraspeo. —Primero hemos de ir a por Colt, Gray y Marcus —expresó Pace, volviendoasuinflexibleposturadehombresindebilidad. —No—ledije,señalándoleconundedo—.Alek,Alekeselimportante. —¿Sí? ¿Y cuál es tu plan, preciosa? ¿Ponerte a berrear hasta que te escuchen y te lo traigan sano y salvo? —Replicó, volviéndose hacia mí paradedicarmesumiradallenademenosprecio. Malditohijode…¿Deverdadibaamirarmeasídespuésdetodo? —Nuncacambiarás—murmuré,dandounpasohaciaél—.Esperoqueen algúnmomentoalgunapersonareceporti,Pace.Aunqueseasunmaldito casoperdido,ojaláalguienreceportialmenosunavezenlavida.Porque vas a necesitar fuerzas mayores para sobrevivir en este mundo con lo desgraciadoqueeres. Me cogió en peso de forma repentina y me dejó caer en el interior del maletero,empujándomeenelinteriorparapodercerrarlapuerta. —¡Pace!—Vociferé,intentandoimpedírselo. —Lolamento,Johanna. —¡Niseteocurra! —Alekmemataríasipermitiesequeteocurriesealgo. —No vas a encerrarme en el maletero, Brantley —repliqué, en una tono delamento. —Sí,sívoyaencerrarteenelmaletero. Meincorporéparaapoyarmismanoscontralapuerta,intentandoqueno cerrase. —Porfavor—lepedí,enunsusurro. —Estatequieta,Johanna. —¡Brantley! —¡Basta! —Bramó, agarrando el cuello de mi camiseta de tirantes. La arrugóentresusdedosyvolvióaempujarmeenelinterior. —¡Nolohagas!—Grité,tirandodesucamisetanegra. —Suéltame,Johannaycuidadoconlacabeza. —¡Brantley! —¡Oh,vamos,paraya! Estabanotandolatensióndesucuerpodominarlatensióndelmío.Aélno le gustaba la idea porque odiaba haber tenido que estar ahí encerrado, pero a mí me aterrorizaba que fuese a meterme para no dejarme salir nuncamás. Lo último que vi fue su imagen desaparecer de mi campo visual al caer inconscientetrasuninesperadogolpecontramicabeza. Capítulosiete Algocompletamenteheladopresionabalapartesuperiorde micejaizquierday,altiempoqueabríamisojos,sentícómounpunzante dolorseextendíadesdemissieneshastaacaparartodomicráneo.Volvía cerrarlosojos,habiendosidoincapazdeobservarnadademialrededor, apretandomispárpadosconfuerza.Entreabríloslabiosparadejarescapar un pequeño quejido, moviendo mi cabeza para apartarme de aquél frío contacto sobre mi frente. No obstante, no conseguí deshacerme de la fricción.Eracomosiaquelloyaciesecompletamentepegadoamicabeza ymisbrazospesabandemasiadocomoparapoderllevarmismanoshasta mirostro. —Losé,cariño.Paramítambiénesdifícil,peronopuedoirmeahora— mispárpadossemanteníanapretadosylosquejidosflotabanporlaparte interiordemipecho.EscuchabalavozdePaceresonarpormialrededor como si estuviésemos encerrados en una enorme habitación sin mobiliario—. Cariño, yo también te echo de menos. Espero poder escaquearmeunadeestasnoches.—Nosusurrabalosuficientecomopara impedirme entender lo que decía—. Sí, sé que las palabras sólo son palabras… Ojalá pudiese ir, pero estoy muy ocupado. —Sí, claro que estabaocupado.Dejandoinconscientealaspersonasquelerodeaban,por ejemplo—.Tequiero. Conseguíabrirmisojos,peseanosentirmeconfuerzasparalevantarlos brazosqueseguían,sobreelcolchón,aambosladosdemicuerpo.Tras unos segundos con la vista borrosa, logré divisar mi alrededor. Me encontraba,porlopocoqueveía,enlasaladedescansodeAlek.Porlo que, sin saber cómo había salido del maletero ni cuando, me encontraba todavíaenlafábrica. —Has despertado —pronunció, dirigiéndose a mí mientras guardaba su teléfonomóvilenunodesusbolsillos—.¿Cómoteencuentras? —¿A excepción de que me has golpeado con la fuerza suficiente como paracasihacermeentrarenunprofundocoma? —Teencuentrasbien—admitió,trasmirespuesta. —¿DóndeestáAlek? —Después de lo sucedido con Trevor, ha ido a reunirse con los de Roosevelt. —¿Quiéndiabloseraesetío?—Lepregunté,conlagargantaseca. —Un viejo conocido. No le des más vueltas, Johanna. Ha sido por territorialidad. —Prefierocreerqueestábamosenunasituacióndevidaomuerteyquees porelloquemehasdejadoinconsciente. —Sólo pretendían arreglar cuentas con Alek —comentó, cruzándose de brazos. Cuando lo hacía, parecía incluso más grande—. Ahora que has despertado,lellamaré. —¿Cuántollevascontupareja?—Nopudecontenermilengua. —Ochoaños—respondió,conunarelajadasonrisa. Me incorporé suavemente con la espalda sobre los almohadones y, por fin,logréllevarmismanoshastaloqueparecíaserunabolsadeguisantes congeladosatadoamicabezaconlaayudadeunacintadepeloutilizada paraeldeporte.Alejélabolsadecongeladosdemifrente,dejándolacaer aunladodelacama.Teníaundesagradablesaboramargoenlabocaque incrementabamisganasdevomitarporlasnáuseasqueelmismodolorde cabezameprovocaba. —Eslaprimeravezqueteoigohablarcomounverdaderoserhumano— ledije. —Ella saca lo mejor de mí —admitió, encogiéndose de hombros—. Es todoloquenecesito.Créeme,seríamuchopeordenoserporella. —¿Dóndeosconocisteis? —¿Tienes tanta curiosidad? —Inquirió, ladeando su rostro y mirándome conciertalástima—.¿Novaapesartesabercosasdeella? —Igualmeayudaanoquerermatarte. —Nosconocimosenelhospital. —¿Enelhospital?—Enarquéunacejay,talcomolohice,mearrepentí. Dolía. —Sí,habíarecibidoundisparoenelgemelo. —Vaya… —Ella también estaba ingresada —se limitó a decir, sin darle más importancia. —¿Quéesloqueteenamoródeella? —Elmodoenquememiraba. —Esperoquetúnolecorrespondiesesconesarepugnantemiradatuyade desprecio. —No, tranquila —respondió, echándose a reír—. Fui muy cortés, muy educadoymuycariñoso. —¿Porquémecuestacreerlo? —Porque no sabes nada de mí —finalizó, dándole un suave apretón al empeinedemipiederecho—.Descansa,Johanna.Lonecesitas. —Pace —pronuncié, antes de que pasase por el umbral de la puerta y desapareciese. Élsegiróhaciamí,expectante. —Silaquieresdeverdad,sientohabertebesadoenmásdeuna... —Notienesporquédisculparte—contestó,chasqueandolalengua—.Ella sabequeestascosaspuedenpasar. —¿Lohablasconella? —No,peronoestonta. Dormíunaspocashorasy,aldespertar,meincorporésobrelacamapara darunpasomáshacialoquemedeparaba. Las cosas se habían puesto feas esa noche y, por territorialidad u otros asuntos,podíairapeor.Noeraunlugarparamí,noestabasegurajuntoa AlekymuchomenosjuntoaPace.Sinembargo,salirdealgocomoeso no era tan sencillo. No se trataba de irme a casa, negarles la palabra y cerrarleslapuertaenlacara.Setratabadecortarderaízcontodoloque meuníaaellos. Simemarchaba,porlasbuenas,podíanimpedírmelopordesconfianza.Y eseeraunodelosmotivosporloscualescontinuabaconAlek.Lequería, sí… Pero no estaba dispuesta a morir por él, ni a enfrentarme a una descontrolada vida que, por lo visto, no iba a llevarme a ninguna parte másqueaunarepugnantetumba.Claroquepodíaprometermeunavidaen Islandia, él tenía tal poder. Tenía todo para hacer mis sueños realidad, proporcionarme una nueva vida y… Sí, él podía llevar un control que otras personas, por seguro, no podían. El plan era llamativo, sí… No fallabasalvoporelhechodeque,aunquelohiciese,niyosentíalomismo ni él podría proporcionarme, con todo lo que había hecho a lo largo de losaños,unaverdaderaseguridad. Era incapaz de protegerme de su mejor amigo, al cual conocía y veía siempre. ¿Cómo iba a ser capaz de protegerme de situaciones que se escapabandesupropioconocimientoycontrol? Terminé de masticar aquél bollo relleno de crema, obligándome a tragarloconvelocidadconlaayudadelcaféqueColthabíadejadosobre el escritorio de Alek. Recogiendo la mochila que había tomado por la noche, la dejé caer sobre mi espalda y me encaminé para salir de la fábricaconnaturalidad. —¿Adónde vas? —Colt asomó la cabeza por detrás de una de las estanterías. —Hedeiralafarmacia. —Puedoirporti,siquieres. —Prefieroiryo—leaseguré,sinsabercómoexpresarmeconelcuerpo. —Hasrecibidounfuertegolpeenlacabezaymepreocupaquenoestés deltodobien. —Estoybien,deverdad. —Esdifícilllegarhastalaciudaddesdeaquí,Johanna.Déjamequetelleve encoche. —Prefierocaminar—susurré,apoyandolamanocontralapuerta. —Comoquieras—respondió,dándoseporvencido. Coltnoibaaserlapersonaquemeimpidiesesalirdelafábricay,ajuzgar por las marcas que permanecían sobre su cara, tampoco iba a estar dispuestoadiscutirconmigo.Todosdebíanestartotalmenteagotadospor losucedidodurantelamadrugada. Aunquelamejorideahubiesesidotomaruntaxi,meconcentréenllegar hastalacarreteradedoblesentidoyseguirla,colocadaaunextremopara nodificultarlapocacirculación,hastallegaralaciudad. Erauncaminolargo,micuerpoestabatotalmentepaliadoyelimponente soljuntoasucalornohacíamásquedificultarmispasos.Porsuerte,el café me había activado lo suficiente como para poder seguir tirando de mí. Cuando llegué al departamento de policía, sintiéndome próxima al desvanecimiento, me dejé caer en una de las sillas de plástico gris que yacían en la entrada. Me concentré en toser un poco, intentando deshacermedelasensacióndeasfixiaquemeproducíalahumedaddela ciudadyelinsistentecalordelamediamañana. Unagentedepolicíaseagachófrenteamí,preocupadopormiestadoy meacompañóhastaelpequeñodespachodelcapitándeldepartamento. Labutacaera,notablemente,muchomáscómoda. —Señorita Oliphant —dijo, tras tenderme un vaso de agua fría—, ¿se encuentraustedbien? —No. —¿Quierequellameaalguiendeenfermería? —No—volvíadecir,antesdedarleunpequeñosorboalvasodeagua—. ¿DóndeestáelinspectorHolden? —HahabidounaltercadoenlaavenidaBullock—respondió,apoyándose contrasubarnizadoyoscuroescritorio—.¿Quéesloquenecesita? —He decidido acceder a contarles todo lo que sé respecto a Alek y sus negocios. —Vaya. —Sí—suspiré,poniendounasarcásticamuecaybebiendounpocomás—. Vaamantenermeasalvo,¿verdad? —Esnuestraobligaciónynuestraresponsabilidadqueasísea. —Noquierocaerenlasmanosdeninguno. —Séqueestáasustada,señoritaOliphant,peronoestácometiendoningún erroraccediendoaayudarnosconlainvestigación. —Temo por mi vida —repliqué, riéndome por lo surrealista que me parecíatodo—,llevodesdequeseacercaronalaantiguafábricatemiendo por mi vida, capitán. Temo estando con ellos y temo estando alejada de ellos. —¿Sabealguienqueestáaquí? —No,señor. —Ponerunapatrullafrenteasuviviendalevantaríademasiadassospechas ypodríaponerleenpeligro—comentó,dandolavueltaporsuescritorio hastasentarseensuampliabutacadepielmarrón—.Sinembargo,puedo enviaraalgunosagentesparaquepaseenporlazonacadadoshoras. —Alek sabe que mi intención era volver al apartamento. Los dos hablamosdeesaopcióndadamimalarelaciónconalgunosdesussocios —era incapaz de pronunciar el nombre de Pace de cara a la policía. El hacerlo lo convertiría en real y seguía esperando que no lo fuese—. No creoquetenganingúnproblemaestandoenmiapartamento. —Ledaréelnúmerodemiteléfonopersonal,porsiocurrieraalgo. —Está bien —suspiré, terminando con el vaso de agua—. Ponga al corrientealinspector,capitán.Mañanamepasaréporaquí. —Sí,señoritaOliphant. Alasalidadeldepartamentodepolicía,mellevéuncigarrilloaloslabios y lo encendí con el mechero que encontré vagando en el interior del bolsillotraserodemipantalón.Alcélacabezaporunmomento,sintiendo elcalorgolpearcontraella. Unamanoseposócontralapartebajademiespaldaydescubríalcapitán colocadoamilado,conunaseriamueca. —Dije que le daría mi número de teléfono personal —pronunció, tendiéndome un papel doblado con su otra mano—. En cualquier momento,nodudeenmarcarlo. —Gracias. Su mano ascendió por mi espalda hasta depositarse sobre uno de mis hombros,estrechándoloconsutileza. Guardéelnúmeroenelinteriordeunodelosbolsillos,aproximándome hastalacarreteraparalevantarlamanoypararuntaxi.Tiréelcigarrillo alsueloymedejécaerenelinteriordelautomóvil,nombrandounacalle quenoeralamía. Unacallequenohabíapisadoenaños. Sólounvistazo,sólounvistazo…Nopasanada.Hapasadomuchotiempo y… Sóloseráunvistazo. Lewis empujaba las ruedas de su silla por el camino de piedra que le llevaba hasta una corta rampa colocada a pocos metros de la puerta del lugar al que seguía llamando hogar. Su cabello seguía igual de rebelde, ondulado y oscuro. Sus manos seguían marcadas por manchas blancas que,ochoañosantes,habíansidoprofundasquemaduras.Superfilseguía siendoelmismodesiempre,conunarectanarizyunoscarnososlabios recubiertos por una espesa perilla oscura. Su pómulo izquierdo seguía teniendo como decoración una llamativa cicatriz que, sin importar el tamaño,noconseguíaestropearsupreciosorostro. —¿Esaquí,señorita? —Demeunsegundo—leindiquéaltaxista. Sereía,conunaparatodemanoslibrescolocadosobreunadesusorejas. Porloquepodíaver,loquepodíacontemplardesdelaventanilladeltaxi, estabafelizyenpaz.Ymisoscurosrecuerdosmehacíanpreguntarmepor qué. ¿Por qué, habiendo sido el que peor parado había salido de aquél accidente,élconseguíaencontrarpazyyonohacíamásquerecordarel díaenquetodollegóaquebrarsecualvasodevidriodestrozándose? Ladeósurostrohaciaeltaxi,sindejardehablarconelmanoslibresyyo, en un acto reflejo, recosté mi cuerpo contra el asiento trasero del automóvil. Ni siquiera después de ochos años era capaz de enfrentarme a la cruel realidad. Por más que desease volver atrás, ni la ciencia ni la propia humanidad ibanapermitírmelo.Pormásquemeaferrasealdeseodecreerque,tras vender a Alek y los demás, todo volvería a ser como antes, sabía con certeza que aquello no iba a ocurrir. Nunca, bajo ningún concepto, las cosasvolveríanasercomoantes.Sencillamenteporquenoquedabanada deeseantes. Me dejé caer sobre el sofá de mi humilde apartamento cuando la noche cayósobrelaciudadenundesesperanteabrirycerrardeojos.Toméuna granbocanadadeaireymeconcentréenpensarqueeldíademañaname depararíaalgototalmentedistinto.Eraprontoparasabersiibaatratarse de un destino positivo o, de lo contrario, de un destino negativo. Sin embargo,eraclaroquefueseloquefuese,ocurrieseloqueocurriese,iba aserdiferente. Trasdoshorasdurmiendo,queparecíanhabersidoveintetristesminutos, melevantéparavaciarmiquejosavejiga.Debidoalcansanciomedormía inclusosentadasobreelváter,coneltrozodepapelhigiénicodobladoen el interior de mi mano. Aproveché un breve estado de lucidez para limpiarmeydirigirmispieshastalahabitaciónquehabíaañoradoyque había,asuvez,tanpocousado. Me dejé caer sobre la cama, boca abajo, sintiendo cómo el impasible dolordecabezavolvíaaarremetercontramí.Levantarseparatomaruna aspirinanoeratanmalaidea,ahoraqueparecíavolveraserdueñademi conciencia. Sin embargo, nada más apoyar las manos sobre el colchón paraincorporarme,unamanopresionócontramicolumnavertebralhacia abajo. Mi rostro entró en contacto con la almohada por unos segundos hastaquelamanosubióhastamicabeza,recogiendovariosmechonesen el interior de la palma y tirando de mí para incorporar mi devastado cuerpo. Mis manos vagaron hasta por detrás de mi cabeza, intentando, entre profundos bramidos, deshacerme del brutal contacto. Pude reconocer la fragancia de Pace al sentir cómo su pecho chocaba contra mi hombro izquierdo.Enunossegundos,quepasaronmuchomásrápidodeloqueme hubiesegustado,meencontréenelcuartodebañoconélimpidiéndomela salida. —¡¿Quéesloquepasacontigo?!—Vociferé,conelrostrorepletodeunas lágrimasquenorecordabahaberpermitidosalir. —Desnúdate,Johanna. —Estásenfermo.¡Saldemiputacasaollamaréalapolicía! Por primera vez desde hacía demasiado tiempo, Pace no me dedicó una miradallenadeodioydisconformidad.Encambio,lasensaciónqueme provocabaelmodoenquememirabaahoraeramilvecespeor. —Desnúdate—volvióadecir—.Nolohagasmásdifícil. —¿De qué va todo esto, tienes brotes bipolares? ¿Una enfermedad incurabledepasardeunextremoaotro?¡Muybiendelacabezanopuedes estar! —¡Quetedesnudes!—Voceó,bruscamente. Diunpasohaciaatrás,descubriendoquelabañera,trasmiespalda,estaba repletadeaguayeltapóncolocadoenelfondodeésta. —Dimedequévaesto. —Sonórdenes—musitó,trastomarunaprofundabocanadadeaire. —¿Dequién? —¿Dequiéncreesquecumploórdenes,Johanna?—Inquirió,enarcando, deformacansada,unadesuscejas—.Porfavor,desnúdate. Intentérodearsucuerpoparaabrirlapuertadelcuartodebaño,perosus brazosmeloimpidieronabruptamente.Meempujóhastadarmelavueltay tomólaparteinferiordemicamiseta,alzándolahaciaarribapormucho quemisbrazossemantuviesenrígidoshaciaabajo.Alverqueaquellono ibaafuncionar,tomóelcuellodemicamisetaytiróhaciadosextremos diferentes,arrancándolatrasunossegundosesforzándoseenello. Mis manos empezaron a golpearle al ritmo que mi miedo crecía, aumentandodesdelabocademiestómagoyextendiéndoseporlatráquea. —¡No!¡¡Para!!—Mispiesintentabangolpearcualquierpuntoclavedesus piernas que pudiese infringirle algún tipo de insoportable dolor aunque fueseporunoscortossegundos—.¡¡Pace!!—Continuébramando,consus manosdesabrochandoelbotóndemispantalones.Misfuerzasempezaban a debilitarse notablemente, demostrándome que en esa ocasión el miedo ibaaconseguirparalizarme—.Porfavor… —Deberíashaberlopensadoantesdeinformaralcapitándepolicía. —¡No,no!¡Nohedichonada!¡Noleshedichonada! Tiródelateladelpantalónhaciaél,agresivo. —Alektehavisto—murmuró,conunaroncavoz. —¡Heidoperonohedichonada,telojuro!¡Lojuro! —Cumploórdenes,Johanna. —Ydisfrutashaciéndolo… Desviólamiradaporunmomento,volviendoadarmelavueltaparatirar de la tela de mi pantalón. Mi cuerpo, aunque abrumado por todo lo que ocurría,yacíatantensoqueyadeporsídificultabalascosas. Caíalsuelo,bocaabajo,temblandoalsentircómolatelasedeslizabapor mis piernas. Dejándolas, en cuestión de minutos, totalmente desnudas y expuestas. Los pulmones me ardían del mismo modo en que lo harían de estar respirandooxígenointoxicadoporunimbatibleincendio,bloqueándosea cadaintensabocanadaqueintentabatomarconmiboca,viéndomeprivada delapartesuperiordemiropainterior. Colocó sus manos por debajo de mis axilas, posicionándome de pie todavíadándolelaespaldaycaminó,llevándomeconél,hastalabañera. —Pontederodillas. —No—gimoteé,rememorandoenmicabezalosúltimosintensosañosde mivida.Loscuales,enesemomento,meparecíanhaberpasadocomouna efímeraestrellafugaz. Sentíungolpeenlapartetraseradeunademisrodillas,haciéndomedejar escapar un quejido de dolor y un mayor llanto. Perdí el equilibrio hacia delanteymisrodillastocaronlasuavetexturadelaalfombrilladebañode colorcrema. Mis manos se apoyaron contra el extremo de la bañera, infringiendo fuerzaparanovermeinclinadasobreelaguaquesemanteníatranquilaen suinterior. —Losiento,Johanna. —Tú no tienes sentimientos —gruñí, tirando mi cuerpo hacia atrás con todoelpesodeeste,evitandoatodacostaelcontactodemirostroconel agua. —Lalealtadesunsentimiento. —¡Lalealtadesbonitaenlateoríaperosuelefracasarenlapráctica! —Noconmigo—measeguró,haciendopresióncontramicabeza. —¡No! Eché mi codo izquierdo hacia atrás con toda la fuerza que mi pequeño cuerpomepermitía,acertandodeplenoconsuentrepiernayescuchando cómo su ronco quejido se hacía con toda la estancia. Aproveché que su mano había soltado mi cabeza, para lanzarme sobre hasta el punto de sentarmeahorcajadassobresusmuslosyrodeésucuelloconmismanos, ejerciendofuerzasuficientecomoparaescucharlerespirarcondificultad. Sumuecaseguíaexpresandoelincontrolabledolorqueseextendíadesde suzonapélvicahastasuspropiasentrañas,rodeandomismuñecasconsus ampliasyfuertesmanos. Elreproductordemúsicaquepermanecíasobreunestantecayódepronto sobre el suelo, no muy lejos de la cabeza de Pace. Se puso en marcha, dejandopasoaunacadenaderadiomusicalconlacanciónDreamOnde Aerosmith. LacanciónpreferidadeLewis. —¡No! —Repetí, en un estridente y desesperado bramido. Flexioné los brazos durante el proceso que se llevaba a cabo en el interior de mi delicadocuerpo,viéndomecederaladebilidadquemeinundaba.Apoyé mis codos contra su pecho, inclinando la frente contra sus labios, los cualesseguíanluchandoportomaraireparalospulmones. Eradébil,noteníanilamitaddesufuerza,niuncuartodesumaldad.Siél podía acabar con mi vida por simples órdenes y yo no podía siquiera infringirleniunapartedeldolorquedeseabaprovocarle,lapartidaestaba perdidaparamí. Su mano izquierda continuó sobre mis muñecas, abarcando a ambas, mientrassumanoderechaascendíadesdeelhuesodemicaderahastamis costillas todavía resentidas del golpe que no olvidaba que me había propinado. Sentí cómo su pulgar seguía el camino de una de ellas sobre mipiel,acariciándolaconlentitud. Mis vidriosos ojos intentaron adivinar cuáles serían sus próximas intencionesy,sinembargo,elmovimientodesutorsoincorporándoseme pillódesprevenida. —¿Vasamatarme?—Dijo,conunaleveafonía,retándome. —Sinolohago,túmematarásamí. —Nolodudes—susurró,mirándomefijamentealosojos,sinpestañear, con los labios levemente entreabiertos—. Te estoy dando ventaja, aprovéchala. —Noquieroconvertirmeenti… —Sólohayunmododeterminaresto,Johanna. —No. —Notienesopción—gruñó,encarándomeenunmovimiento. —Siempre hay opción alternativa —susurré, clavando las uñas contra la pieldesucuello. Su comisura derecha empezó a alzarse suavemente hasta conseguir plasmarunaautosuficientesonrisasobresuimpasibleymaliciosorostro. —No voy a suplicarte por mi vida —me aseguró—. Voy a contar hasta tres… —Pace,nolohagas. —Si a la de tres no has hecho ni el esfuerzo de asfixiarme con esas patosasmanostuyas,temeteréenesabañerayteahogaréenella. —Pace—repetí,quejosa. —Uno. —Nolohagas. —Dos —enunció, con la mandíbula apretada y el entrecejo levemente fruncido. —¡Para! —Tr… Lapalmademimanochocódirectaconlanuezdesucuello,asfixiándole por unos segundos. Me levanté de sobre sus piernas, aprovechando que había acabado tumbado, tomando una posición fetal para intentar recuperarelaireperdido.Alsegundopasoquediparasalirdelcuartode baño,conlaintencióndehuirdemiapartamentoinclusoencontrándome enbragas,suampliamanorodeómitobillohaciéndomecaerdebrucesal suelo. Mis pechos impactaron contra el suelo brutalmente, provocándome un intenso dolor pectoral. Tosiendo, conseguí colocarme boca arriba sobre elsuelo,bajoelumbraldelapuertadelcuartodebaño.Apoyémismanos contraelmarcodelapuertacuandosentíqueintentabaarrastrarmeporel suelohastametermeenelinteriordelcuartodebañonuevamente.Elpie libresealzóparagolpearunodesushombros,aunquemiintenciónfuese golpearsucara. Sus manos se colocaron sobre mis rodillas y coló los dedos bajo éstas, sujetandoconfirmezaytirandodemíparaaproximarme.Sentícómomis dedos se resbalaban contra la superficie del marco de la puertas y mis brazos temblaban por el esfuerzo que le proferían a la acción de mantenermealejadadeél. —He podido con tíos como Trevor, ¿qué te hace pensar que no podré contigo? —Masculló, en un sonido que denotaba fuerza por su parte. Su cuerpo estaba recurriendo a toda la energía posible para controlar la situación. Mi espalda se vio irritada al deslizarse contra el suelo de baldosas del cuartodebaño,encontrándomebocaarribaconlaspiernasflexionadasya ambos lados de su cuerpo. Su mano derecha sujetó mi mandíbula, obligándomeamirarlealacara. —¿Quétehacepensarquenopodrécontigo?—Volvióaformular. Con la mano izquierda rodeé su muñeca, aferrándome a ella con fuerza. Notaba la parte trasera de mis muslos sobre la parte delantera de los suyos,estandoélsentadosobresuspropiosgemelosenelsuelo.Alcéla manoderechaparabuscarelcontactodesupechocubiertoporlacamisa azul oscuro que llevaba, deslizando la yema de mis dedos sobre su pectoral.Eralaúnicapartedemimanoquelograbatocarle. Descendieronporsuscostillas,porsuvientre,hastaencontrarellímitede su cinturón. Giré mi mano para levantar la camisa con lentitud, observandotodareacciónprovenientedeél.Misdedosconsiguierontocar sucálidapiel,ascendiendopordebajodelatelayencaminándosehaciasu costadoizquierdo. —Quesoymujer—susurré. Se relamió los labios, extremadamente serio, entrecerrando los ojos al mirarmeeintuirmisintenciones.Moviósumanoizquierda,lacualhabía quedado libre de toda responsabilidad, hasta conseguir detener el movimientodelamía. Eramuchomásqueunsentimiento. Eramuchomásqueunocultodeseo. Eramuchomásqueunprofundoodio. Miantebrazogolpeóconfuerzaelinteriordesucodo,haciéndoleapartar la mano de mi mandíbula inferior. Me incorporé y, tal como lo hice, agarré ambos lados de su camisa para tirar de él hacia mí. Su frente golpeó la mía, al estar desprevenido, mientras tiraba de la tela de la camisahaciendoquelosbotonesinferioressaltaran. Sus labios dejaron brotar una espontánea carcajada que no perduró en sonido. Sin embargo, me permitieron descubrir que, más allá de la severidad que podía mostrar a cada oportunidad, tenía una preciosa sonrisa. —Dateporvencida,Johanna—pronunció,sinperderlanaturalsonrisa. —Novoyasuplicarpormivida. —Y veo que tampoco por tu dignidad —replicó, desviando su mirada hastamitorsodesnudo—.¿Estásdispuestaarebajartedeestemodopara simplementealargartusdíasenestemundo? —Túlohasdicho,Brantley. —¿Quéhedicho? —Has podido con tíos como Trevor —musité, frunciendo levemente el entrecejo—. Y podrías conmigo en un simple pestañeo. Y, sin embargo, ¿porquésigoviva? Tragósalivanotablementey,deformarepentina,rodeómigargantacon sumano.Ejerciótalpresiónquecreí,realmente,queacabaríaconmigoen unabrirycerrardeojos.Sólomequedabacogerunagranbocanadade aire,intentaraguantareloxígenoelmayortiempoposibleyrezarporque San Pedro me permitiese entrar por las puertas del cielo si es que éste existíayteníaunlugarparamí. IbaamorirconlamelodíaOpenArmsdelgrupoJourneysonandoenel interior de mi pequeño cuarto de baño, el cual iba a convertirse en el último lugar que mis ojos verían en este mundo. Aunque prefería llevarme,comoúltimavisión,elpreciosorostrodelmonstruoqueibaa acabarconmivida,comotantohabíadeseado. Capítuloocho Mivisiónmeproporcionabaunaimagenborrosayapenaspodíaapreciar lasfaccionesdelrostrodeBrantley,aunsabiendoqueseguíafrenteamí, deleitándose la vista con la acción que estaba llevando a cabo contra mi integridad física. Sabía que estaba conmigo, porque notaba la asfixia aplacarmeyporqueconseguíanotarsufraganciaembaucarme. Nodebíaquedarmemuchotiempoyeldolorestabaintensificándosepor segundos;elcosquilleoalaalturademirostrolohacíainminente. Dejéquemispárpadoscayeranporsupropiopeso,experimentandocómo latensiónabandonabamicuerpodelmismomodoquemialma,silatenía, loharía.Brotandodemipielcomosideunextrañohalosetratara. —Oh,joder,perdóname. Entreabrílosojos,queriendocontemplarsiporfinhabíallegadoaloque todo el mundo solía denominar como el paraíso. Mi cuerpo estaba totalmente inmóvil, como si sólo permaneciese en mí la divina conscienciaynofuese,porotraparte,dueñademishuesos,músculoso extremidades. Algomeelevódelsueloynoestabaseguradeloqueera.Sólonotécómo la parte superior de mi cuerpo se incorporaba, provocándome la sensacióndeestarflotandopuesningunapartedemicuerporespondíaa losestímulos. LogréabrirlosojosencontrándomeconelcontrariadorostrodePace. —¿Quéhashecho?—Formulé,entrecerrandolosojossutilmente. Su pulgar entreabrió mis labios en un breve y efímero contacto, en una suave y maravillosa caricia. Mis terminaciones nerviosas empezaron a reaccionaratodoimpulso,todolatidoytodoflujosanguíneo. Mimanosecerróenunpuñodejándosellevarporlabrutalsensaciónde untsunamisurgiendodemisentrañasyfueapararcontrasusalargadosy finoslabios.Mepercatédecómogirabaelrostroaunladoporelgolpe recibidoyexperimentéeldolordepermanecervivaextenderseportodos misnudillos.Unonuncaseacostumbrabaapropinarunpuñetazo. Su reacción fue cubrir con su dolorida boca la mía propia. Ejerció una sutilpresión,apretandosusdedoscontralosladosdemicaderaytirando demicuerpohaciaeldeél. En un simple suspiro, su lengua se adentró en mi boca con la única intención de encontrar la mía y rodearla una y otra vez. Sus labios se movíanconpericiaysaboreéelsaborahierropropagándoseportodami cavidadyadentrándoseenmispropiaspapilasgustativas. Si esto era un mecanismo de mi mente para hacer que abandonar este mundofuesemássencillo,elcuerpohumanoerasumamentecruel. Apoyé mis manos contra sus hombros, ejerciendo presión para poder separarmedesurostroysuimplacableboca. —Erescruel—susurré,enungimoteo. —Soylapersonamáscruelydeslealdelmundo—respondió,apoyando sus manos contra mi espalda para volver a aproximarme a él—. Sobre tododesleal… Deslizó sus manos por mi costado hasta colocarlas sobre mis muslos y desempeñóunsuaveapretónconsusdedossobremidesnudapiel.Alcéun poco mi cadera para volver a dejarme caer con suavidad sobre él, escuchandocómodejabaescaparunbreveyprofundosuspiro.Susdedos setensaroncontramismuslos,firmemente. Hundió su rostro contra un lateral de mi cuello y besó la unión de piel entremigargantayhuesodelaclavícula.Alcontacto,dejécaerlacabeza hacia un lado concediéndole más espacio para dedicarse a esa zona con destreza. Nisiquieramehabíaconsentidounrespiroparacaerenlacuentadeque seguíavivayqueeloxígenovolvíaabrotarpormispulmones,danzando ensuinterior.Nomehabíapermitidosiquieravolveralarealidadqueuna de sus manos se introdujo entre nuestros cuerpos para posarse contra la finatelademiropainterior.Tanteó,moviendosuavementesusdedospor encima,descubriendosusdientesdeentresuslabiosehincándolossobre ladesnudapieldemihombro. Mis uñas se clavaron sobre sus bíceps mientras de mi boca escapaba un pequeñojadeo. Delacaída,elreproductordemúsicayradioempezóafallar. Tampoco lograba estar pendiente de la melodía que perdía fuerza por segundos, pero podía escuchar de forma intermitente la canción Pour SomeSugarOnMedelamanodeDefLeppard. Agarró mi mandíbula con su mano, como si fuese consciente de mi desconcentración. Dirigió mi rostro hacia el de él, aguantándome la mirada e intenté hacer lectura de cómo sus ojos se contoneaban en los míos.Susmanossecolaronbajomicuerpoyescuchéelconocidosonido de cómo la tela de su pantalón tejano se desabrochaba, seguido del deslizamiento de la cremallera, la cual parecía bajar a una palpable lentitud. Sin pestañear, como si estuviese retándome o desafiándome, se mantuvo serio en su proceso de observación. No sabía si estaba intentando averiguarhastadóndeseríacapazdeirtrashaberintentadoasesinarmeo si su única pretensión era deshacerse de aquella horrorosa tensión entre nosotros. No se trataba de una tirantez meramente sexual, porque parecíamos tener claro que de nosotros dependía la supervivencia del otro. Pareciócolarsumanoporelinteriordesuropainterioryestuvetentadaa desviar mis ojos hacia abajo para poder cerciorarme de que no eran imaginacionesmías.Noobstante,aquellaintensamiradaquemededicaba merecordabaaljuegoenelquesidesviabaslosojosperdías. ConPacenuncasesabía. Traguésalivacondificultadalnotarcómosumanoizquierdasecolocaba sobre una de mis nalgas, empujándome hacia su considerable erección. Sintiéndolasobrelatelademiropainterior,lasganasdeperder,porun momento, el contacto con sus grisáceos ojos, que en ocasiones parecían másazules,ycontemplarquéeraloquetramabaentrenuestroscuerpos, aumentaban. Mis rodillas se apoyaron contra el suelo, a ambos lados de sus muslos, ejerciendo el apoyo necesario para que mi cuerpo se elevase. Noté su alientocontramipechoy,aunasí,sumiradaseguíaintentandoadentrarse en la mía. Con tal intensidad sólo era capaz de pensar que iba a tener la habilidaddepoderescuchartodosycadaunodemispensamientos. Tiré de la tela a un lado, sin necesidad de quitarla y descendí a tientas sobreél. Por unos momentos, vi una fugaz duda cruzar su amplio rostro. Sin embargo,consumanoizquierdatodavíaapoyadasobreminalgaderecha, meguióhastasuerección.Pudenotarelprimercontacto,elprimerroce entre la punta de su miembro y la humedad de mi entrepierna, con la tentación de cerrar los ojos y obligarme a sencillamente dejarme llevar. Lo único que me impedía poder hacerlo era el modo en que seguía mirándome,conelrostroalzadohaciamí. —Brant… —Calla—espetó,seco. Apoyé mis manos sobre sus desarrollados hombros, tensando los dedos sobre la camisa que continuaba contra su piel. Fui deslizándome, guiada por su mano, bajando mis propias palmas por su pecho hasta lograr deshacerme de los últimos botones que habían quedado intactos minutos antes. Cuando parte de su miembro me hubo penetrado, pasó su mano derecha pormimuslohastallegaralaotranalga.Meempujósuavementehaciaél mientrasdejabalasrodillascaeraambosladosporlapropiaposición.Su torsoquedódescubiertoymisojos,ahorasí,perdierontodavisióndelos suyos. Pasé la yema de mis dedos por su esternón, acariciando el fino vello y descubriendo una prolongada cicatriz sobre su esternón que, a simple vista, no podía apreciarse. Al tacto, por otra parte, era más que notable. Susmanosapretaroncontralapieldemisnalgas,haciéndomedescender bruscamentesobreélyobligándomeaperderlapocaconcentraciónque lehabíadedicadoasucicatriz. —¡¡Hmmpf!! —Apreté mis dientes, sintiendo cómo mis mandíbulas crujían del esfuerzo que había hecho para no dejar escapar un estridente quejidodedolor. Al respirar con dificultad, golpeé su pectoral con el lateral de mi mano derecha.Sinembargo,noleimportó.Esbozóunaampliayfugazsonrisa, atrapandomicaderaconsusmanosyempezandoaguiarmeconmaestría, asícomoconunaprerrogativamaníadedominarycontrolarporencima de mí. Tampoco debió importarle el ligero temblor que se había establecidoenmicuerpotraselprimerybruscocontactoentrenuestros cuerpos,puesprosiguiómandandoyexigiendo.Mismanossedeslizaron hasta el extremo de la bañera en el cuál él se mantenía apoyado, aferrándose al fuerte material. Aproximé mis labios a su boca pero me nególacercanía,ladeandosurostroycontemplándomeconsupremacía. Susmanosmeelevabanymebajabanasuantojo,marcandoelritmode nuestroscuerposyproduciéndomeunaintensamolestiaporlaintensidad de los movimientos. A cada seca embestida, mi pecho se encogía y se tensaba, convirtiendo el placer en incomodidad a partes iguales. Y, sin embargo, despegó la espalda de la bañera pegando su pecho contra mi torsoyaproximandosuslabiosalaparteocultademimandíbulainferior. Hincólosdientes,dejandoescaparunprofundoresoplidoaltiempoquesu pelvis empezaba a buscar poder moverse bajo las exigencias que sus manoscausabansobremispropiascaderas. Ahorasí… Rodeé su nuca con mis brazos, dejándome guiar y, al mismo tiempo, dedicándome a montar sobre él sin perderme ningún roce, ningún movimientocircularyningúnritmoconstanteeincesante. Susjadeosseperdíancontralasudadapieldemicuello,haciendoqueel calorquesehabíaamontonadoenmizonapélvicaseexpandieseportodo mi cuerpo. Si sólo pudiese saber cuánto estaba excitándome al jadear contramigarganta,hundiendotodosurostrocontralapieldemicuelloy aferrandomicuerpoconsusfirmesyexigentesdedos... Habíavistolasorpresadesurostroalnotarmiestrechez,sinsabereltipo de placer que podía encontrar al penetrarme, una y otra vez, como lo estabahaciendo. —Oh, joder, perdóname —volvió a pronunciar, en un ahogado jadeo contramihombro. Separémitorsodesucuerpo,impidiéndoleocultarsebajoningunaparte de mi cuerpo. Clavé mis ojos en él, intentando averiguar por qué pedía queleperdonara.Suespaldavolvióaencontrarseconlabañera,dejando caerlacabezacontraelbordeyapretócontramipielconsusmanos,en una profunda penetración que me dejó sin oxígeno. Siguió ejerciendo fuerzahaciaélmismo,quedándosetotalmentequietomientrassurostrose contraía,cerrandolosojosytensandoelcuello,entreabriendosuavemente los labios para dejar exhalar una profunda bocanada de aire. No logró siquieraserungemido. La camisa se mantenía abierta, permitiéndome la visión de su torso desnudo, con leves rastros de sudor y su pecho subiendo y bajando con cierta dificultad. Se obligaba a sí mismo respirar por la nariz, con la mandíbulafuertementeapretadayconsusdedosdisminuyendolapresión contramipiel. En cambio, mi respiración estaba totalmente perdida en la agitación inclusosinhaberllegadoaléxtasisqueimaginabapoderrecibirjuntoaél. Habíasido,delejos,elpolvomásextrañodemivida. —Levanta—musitó,sindespegarsucabezadelbordedelabañera. Mequedéquietatotalmentedesconcertada,conlasmanosapoyadassobre mismuslosyconsuduromiembrotodavíalatiendoancladoenmiscarnes internas. Respiraba profundamente por la boca, mirándole como si estuviesecontemplandolametamorfosisdeuncapulloconvirtiéndoseen mariposa.Y,sinembargo,seguíasiendoelmayorcapullodelmundo. —Venga, Johanna, levanta —dijo, abriendo los ojos e incorporando su cabeza. —¿Qué es lo que pasa contigo? —Logré pronunciar, con la respiración todavíaturbada. —¿Quiereslevantartedeunaputavez? Alhacerlo,tanrápido,sentílanecesidaddedejarescaparunquejidopor mi boca. Aunque notaba molestias, no iba a darle el gusto de ser consciente de ello. Me sujeté al lavabo para poder mantenerme de pie, apoyándomesobreésteymirándomealespejoporunmomento. Era tal mi humillación que deseaba caer inconsciente en ese mismo momentoparaqueabandonasemiapartamentosintenerquepasarporla incómodasensacióndemirarleniunasolavezmásalacara. A través del cristal del espejo visualicé cómo se levantaba y bajaba su rostroparaconcentrarseenlalaborqueejercíansusmanos,volviendoa cubrir su entrepierna con la tela de la ropa interior y la de los tejanos. Subiólacremallerafugazmenteyseencaminóhastalasaladeestarcuya esenciaeradesalón-comedor. Toqué su bíceps y me alcé sobre los dedos de mis pies para rozar sus labios.Noobstante,volvióadesestimarmiintención. —¿Quéhaces?—Pronunció,frunciendoelentrecejo. —Besarte,¿quécoñotepasa? —EreslanoviadeAlek. —Hostia,sí—teatralicé,poniendounamuecadefingidasorpresa—.Ala que,porcierto,acabasdefollarte. —Porqueesloquequerías. —¿Loquequería?—Inquirí,sinentender. —Esloquehasqueridodesdequemeadmitistenohaberlevendidoporno querervendermeamí,¿no? —¿Te caíste de la cama al nacer o qué cojones pasa contigo? —Espeté, sintiendo cómo la humillación se tornaba en una más que evidente desdicha—.Ereslapersonamásinsensibledeesteplaneta,¿cómopuedes pensarquetodosereduceaquerertenersexocontigo?¿¡Creesdeverdad queelmotivoporelcualnotehevendidoesunputopolvoconelcualni siquiera he disfrutado!? Porque permíteme decirte que ni siquiera he llegadoacorrerme. —Vale —respondió, mirando por toda la cocina—. Bien, dime, ¿cómo quierescorrerte? —¿¡Estásdecoña!? —No, venga, dime cómo quieres correrte —contestó, con total naturalidad. —Empiezo a pensar que la gomina, de verdad, ha destrozado las pocas neuronasquetenías. —¿Quieres dejar de atacarme y decirme cómo diablos quieres correrte? —Inquirió, con cierta exasperación—. Es sencillo. Hago que te corras y tenemoslafiestaenpaz.Dejasdebuscarme,deprovocarme,debesarmea lamínimaquetienesoportunidadyvuelvesaserladichosanovia,pronto muerta,demimejoramigoyjefe. —Notienessentimientos—susurré,conunavozquedenotabasorpresa. —No,merijomásporvalores. —Notodosereduceaquererteneruncontactofísicocontigo… —¿Entonces? Mesostuvolamiradaintentando,contodassusfuerzas,entenderme. —Oh —musitó, de forma repentina—. Oh… —Se echó a reír, a carcajadas, frente a mí—. ¿En serio? —Su vientre se contrajo, todavía riéndose cómo si le acabase de explicar la mayor ocurrencia jamás contada—.¡Nomelopuedocreer!—Apoyósusmanosaambosladosde sucadera,sindejardereírsonoramente—.¡Yluegoelperturbadosoyyo! —Negó con la cabeza, intentando calmar sus carcajadas. Respiró profundamente, tensando su labio para deshacerse de la natural sonrisa. Caminólospocospasosqueleseparabandemíyseinclinó,rozandosu mejilla contra la mía, para hablar contra mi oreja—. Me parece extremadamenteadorablequesientassentimientospormíyporeso,sólo poreso,voyadarteventaja.Tedoylaoportunidaddecogertuscosasy dejarelestado—rozólatelademiropainteriorconelpulgar,tirandoun pocodeellaparadesviarlavistahastalazona—.Esunabonitacicatrizde apendicitis. —Intuyoquelaquetienestúenelesternónesporquetequitaronelputo corazón. Se separó de mi rostro, frunciendo los labios para disimular la sonrisa que amenazaba, a toda costa, brotar de su boca. Deslizó la yema de su pulgarporlacicatrizmuchoantesdequepudieseapartarsumanodeun golpe. —Puedequenuncalohayatenido—comentó,encogiéndosedehombros. Toméunallaveconmimanoy,trascolocarmeunoscómodospantalones dechándalnegrosyunasudaderablanca,leacompañéhastaelascensor. Me miró con desconfianza, como si creyese que pensaba tenderle una trampa. Podía ser inhumano pero, por descontado, no era estúpido. O al menos esopensaba… Cuando cerré la puerta del ascensor, permitiéndole irse, me mantuve quieta viendo cómo las puertas mecánicas se unían para el movimiento inminente hacia abajo. Corrí escaleras abajo, como si mi supervivencia dependiese de ello y me dirigí hasta la planta baja para abrir, con un incesante temblor, las puertas de madera que escondían la electricidad centraldeledificio.Busqué,enmenosdeunasmilésimasdesegundos,la pequeña palanca del ascensor y apreté contra ella para que éste quedase totalmente inutilizable al bloquearse un poco antes de llegar a la planta baja. Me di un rápido respiro, recuperando el aliento que había perdido al intentar ir lo más rápido posible. Caminé lentamente hacia la puerta del ascensorqueseencontrabaenlaplantabaja,escuchandocómolasparedes retumbabanporlosgolpesquesusmanoslespropinaban. —¡¡Johanna!!—Vociferó. —Losiento,Pace. No tenía mucho tiempo para llegar a la fábrica. Encerrar a Pace en el ascensor me permitía una ventaja de, como mucho, veinte minutos hasta quealgúnvecinosepercatasedelnofuncionamientodelaparato. Intuíaquehabíavenidoensumoto,porloquemeasegurédepincharuna desusruedasconlaúnicallavequellevabaencimapara,así,ganarunos minutosmás. Eltaxiparóenlacarreteradedoblesentidoquepermanecíaalejadadela zonaindustrial.Miróasualrededorydespuésgirósurostrohaciamí. —Señorita,¿estáseguraqueesaquí?—Preguntó,conciertadesconfianza —.Sinotienedineroparamás,nosepreocupe.Peronocreoquedejarla aquíseamuyseguro. —Créame, es aquí —le respondí, dándole un par de billetes—. Muchas gracias. Coneltiempoquellevabafumandonosabíacómomicuerpo,todavía,no había desistido en el deporte que estaba ejerciendo en lo que llevaba de noche.Hacíatiempoquenomefumabauncigarrilloy,sinduda,ganasno mefaltaban. Corrí hasta la fábrica, tropezándome por el camino y provocándome rasguños por todas partes sin ser capaz siquiera de sentir dolor por la velocidaddemismovimientos.Mividahabíapasadodeserbasadaenla comodidad de no hacer nada, a no parar de correr por mantener mi aliento. MeencontrédefrenteconColtquien,nadamásvercómohabíaentradoen el interior de la fábrica corriendo, casi desesperada, tuvo el reflejo de sacarelarmaquemanteníaenlapartebajadesuespaldaysujetaporla cinturilladesupantalón.Insistióenqueleexplicasequéeraloqueestaba sucediendoy,sinembargo,preferítenerlealejadodecualquierasuntoque notuviesenadaqueverconsusnegociosyseguridad. Alek había abandonado la fábrica hacía unos cuarenta minutos aproximados, teniendo que reunirse en un diferente condado para un intercambio.Juntoaél,Gray,MarcusyDarren. Laúnicaopciónquemequedabaeramantenermeenlasaladedescansode Alek,rezandoparaquellegasealafábricaantesqueBrantley. —Sialguientepregunta,nomehasvisto—leespetéaColt,quientodavía nohabíalogradocalmarsufrustracióndenosaberquéestabaocurriendo —.AmenosqueseaAlek,túnomehasvisto—musité. —Sí. —¿Sí? —Sí,Johanna.Loheentendido—replicó,molesto. Empecé a abrir todos los cajones del archivador que yacía en la sala, intentando buscar, con desesperación, cualquier documento sobre Pace que me permitiese ganar más peso en el hipotético caso de que Alek tuviesequevolveraentrometerseennuestrosasuntos.Dealgúnmodo,si nolesvendía,teníaqueconseguirtenermáspesoquePace.Pero,¿cómo demoniosibaahacereso? —Sonmejoresamigosdetodalavida—pronuncié,altiempoquepasaba las hojas sin descanso sobre el escritorio—. Se han confiado la vida mutuamenteennumerosasocasionesysehandemostradolalealtadquese tienen —seguí hablando, casi en susurros, poniéndome nerviosa por la poca información que recibía al leer, rápidamente, los documentos—. Cortascondenas…¿Porquécojonessontancortas?—Seguíobservando aquél documento que parecía, a mis ojos de extraña en aquél mundo, el historial criminal de Brantley—. ¿Cómo alguien que se encarga físicamente de las personas no ha permanecido más de seis meses en prisión? —Oh,porqueestealguientienemuybuenoscontactosconaltoscargos— escuché,desdelaotrapuntadelasala. Paceestabaempapadoensudor,conlacamisaazuloscurodesabrochada porcompletoyunasmarcadasvenasrecorriendosucuelloenrojecidopor la carrera que debía haberse metido hasta llegar a la fábrica. ¿Cómo no habíaechadoyalospulmonesporlaboca?¿Cómodiabloshabíallegado tanrápido? Sequedóquieto,conlosbrazoscruzados,apoyadocontraelmarcodela puertamientrasparecíarecuperarlarespiraciónensilencio. —Hassidomuyhábil—pronunció,dandoelprimerpasoparaadentrarse en la sala—, aunque no te creía capaz de ser tan desgraciada como para atreverteaencerrarmeenelascensor,teniendoencuentaqueereslaúnica que conoce mi aversión por los lugares cerrados —siguió, caminando lentamentehaciamí,dejandocaerlosbrazosaambosladosdesucuerpo —. Utilizar el miedo de una persona sólo te convierte en una zorra despreciable, Johanna —observó cómo intentaba responderle y alzó la manoparaimpedirmeinterrumpirsudiscurso—.Pincharlasruedasdemi motohasidounamuy,muymalaidea.Encambio,lodeencerrarmeenel ascensor ha sido la gota que ha colmado el vaso. Has firmado tu simple sentenciademuertealhacerlo—gruñó,todavíaconelpechosubiendoy bajando notablemente—. ¿Y sabes lo mejor de todo? Que ni siquiera sufrirécondenaporlotuyo.Nosólopormiscontactos,peroporquenadie te echará de menos en este mundo —apoyó su mano sobre una de la esquina del escritorio, contemplando cómo, con cada palabra que me dedicaba,mispasosseagrandabanintentandomantenerladistanciaentre nuestros cuerpos—. Ni siquiera Alek. ¿Y sabes por qué, Johanna? —Se relamiólentamenteellabioinferior,cómosiseconcentrarseenlamersu interna herida—. Porque encontrará a cualquier otra guarra que pueda complacerle del mismo modo en que tú lo has estado haciendo en estos años. Aunque, la verdad, espero que la próxima no me dé tantos problemascomotúyquelesea,nosólolealpero,fiel—deunmanotazo, hizo caer todos los clasificadores que había dejado yo misma sobre el escritorio—. También sé que no te echará de menos porque, cuando se enteredelopocoquelehasqueridoylomuchoquelehasmentido,será natural en él —empezó a aplaudir suavemente, mirándome encontrarme con una pared—. Enhorabuena, Johanna. Lo has conseguido tú solita. Y, cabedecirque,teagradezcoquemehayaspuestolascosastanfáciles— gruñó,contotalseriedad—.Nosabescuántovoyadisfrutarlo. —HasdeesperaraAl… —No —sentenció, seco. Sacó una navaja del bolsillo trasero de su pantalónyconunsimplemovimientodemano,ladesenfundó—.Nohede esperarabsolutamentenada.Túlodijisteensumomento,porqueyotelo recordé.NecesitounajustificacióndecaraaAlek,peronoparamímismo —apuntó con aquél filo hacia mí, encaminándose con la mayor cara de psicópataposible—.Noseráagradable,losabes¿no? ¿Cuántas veces me había enfrentado a Pace de ese modo? ¿Dos, tres? ¿Quizámás?Entonces,¿porquéahoralascosaserandiferentes?¿Porqué ahorasíleveíacapazdeacabarconmividaenunabrirycerrardeojos? ¿Por qué ahora sí le notaba totalmente decidido a ejercer su trabajo, sin ningunapretensiónmásalládedeshacersedemí? El calor estaba sofocándome por culpa de la sudadera que se mantenía sobre mi torso. Podía sentir cómo las gotas de sudor resbalaban por encima de mi columna vertebral, la cual me aseguraba convertirse en cristalydescomponersecomounjuegodefichasdedominócayendo. Eseeraelmodoenquepensabaacabarconmigo.Sinesperanza,sinamor ysingloria. —Loquetodavíanoséessiquieroofrecertealgolentooalgorápido— musitó,dubitativo,aproximandoelfilodelanavajacontramibarbilla.Mi cabezadepegócontralapared,intentandoalejarmedelaproximidad—. Conelcabreoquellevo,nopuedoevitarquererhacerlorápido—asintió, deslizandolanavajapormicuello. —Aléjatedeella. Pacesegiróhaciaatrás,aunquesucuerposeguíabloqueándomecontrala pared. Entrecerré los ojos por un momento, sintiéndome débil y experimentandounbrutalmareoportodoelcuerpo. —Alek—murmuróBrantley—.Antesdequemehagassepararmedeella, tendríamosquediscutiralgunascosas. —Pace,hedichoquetealejesdeella. —Deja de estar tan cegado —masculló, con un tono de enfado—. ¡Va a venderte,haestadoenelputodepartamentodepolicíaynohacesmásque impedirme hacer mi maldito trabajo! ¿¡Acaso te digo cuándo deberías reunirteconArlesuotros!?¿¡Tedigocómohacerlo!?¡No!—Vociferó—. ¡Nuncamemetoentuputocargoytumalditotrabajo!¿¡Porquélohaces tú!?¿¡Porquédemoniosnomedejashacermitrabajoqueesprotegertey mantenerteaflote!? —Pace,estássacandolascosasdequicio. —Sientramosenprisión,¿creesquepodrésalvartuculo? —Aléjatedeella. —Esellaoyo,Alek—murmuróBrantley,conlanavajatodavíaenmano. Alekseaproximóagrandeszancadas,tomóelbrazodePaceyloretorció confuerzahaciaatrás.ElpechodeBrantleygolpeóelmíoporelimpulso de Alek, en un repentino y efímero choque. Unos sencillos segundos en losquevielodiotomarformahumanayposeerelpreciosoymonstruoso rostrodePace. —Ella no nos ha vendido —gruñó Alek, golpeando el trapecio de Pace conelcodoyconsiguiendoqueéstesearrodillaseenelsuelofrenteami tembloroso cuerpo—. ¡Tantos putos contactos que tienes para nada! ¿Te costaba mucho llamar a Edmund para preguntarle? ¿¡Te costaba cerciorarte de las cosas antes de precipitarte como siempre haces!? — Vociferó,conautoridad. Losabía…Lohabíasabidosiempre… Aleknomehabíavistoentrareneldepartamentodepolicía.Élnuncaibaa la ciudad y mucho menos se acercaba al centro. Siempre decía, y me recordaba,lopeligrosoquepodíaserparaél. Brantleynocumplíaningunaordenquenofueseunasuyapropia. —¿¡Ellaotú!?¿¡Deverdad!?—Prosiguió,sinánimodeachantarsefrente a lo que él consideraba, pese a ser su mejor amigo, un subordinado—. Ella. Ahora mismo, Brantley, ella. Tú te vas a coger unos días libres… ¿Me escuchas? —Inquirió, retorciéndole todavía más el brazo hasta escucharelquejidodePaceinstalarseenlasala—.¿¡Meescuchas!? —¡Sí! —Tequierolejosdeaquíduranteunasemanay,entonces,hablamos. —Suéltame—jadeóPace,conunabrutalpaciencia. —Admiroqueseastanlealymeenorgullecequeestésamilado,quelo hayas estado siempre y que, mírate, pudiendo partirme la cara sin problemas, decidas no hacerlo. Siento orgullo cuando te miro, Brantley. Peroahoramismonoestoymirandoalmismotíodesiempre—murmuró Alek, soltando el brazo de Pace de inmediato—. Sólo estoy viendo a un hombre que no cree en “acción – reacción”, lo que puede complicarnos lascosas.Vuelveenti,disfrutadeesossietedíasparatisoloyvuelveamí. Paceselevantóconlentituddelsuelo,moviendoelbrazocondificultad. ContemplóaAlekduranteunossegundosydesviósumiradahaciamí.Sin embargo, para entonces, yo sólo volvía a tener ojos para Alek. Porque quizá tenía sentimientos por Pace y no podía evitar tenerlos, pero Alek podríahaberevitadoseguirsintiendocosaspormíytampocolohizo. Meescogió. Capítulonueve Latazadecaféhumeabaentremismanos,elsilencio de mi apartamento era cada vez más imperturbable, mis manos habían dejado de temblar y mi cuerpo, tras unas reparadoras horas de suelo, parecíavolverafuncionarconnormalidad. Dejé que el cigarrillo se consumiera en el interior del cenicero tras haberledadounaúltimacalada,extorsionándomementalmenteporhaber dejadoquetodollegasealpuntoenelqueestábamos.Porhaberpermitido quemisinsensatoseirracionalessentimientoshaciaPacemecondujesen por el camino de la amargura y de la misma perdición. ¿Cómo no era, todavía,conscientedelonocivaqueeramisituación? Hicieseloquehiciese,trazaseelplanquetrazase,todosloscaminosme llevabanalmismobarranco,almismoprecipicio. Alek no había querido saber nada de mi versión, ni siquiera me había permitidoexponermissensacionesalrespectodeaquélencontronazoen su sala de descanso particular. Había dejado que me quedase totalmente paralizada, pese a haberme escogido por encima de Brantley. Había consentido que mi humillación perdurase, que mi miedo continuase aflorandoyquemiderechodeexpresiónquedasetotalmenteanulado. Podía intuir que sufría y podía imaginar cuán doloroso debía ser deshacersedeBrantleyporunosdías.Sabíaqueladecisiónnohabíasido fácilyqueposicionarmeamíantesqueasumejoramigoeraalgoqueiba apesarlepormuchotiempo. Aquella era la diferencia principal de Alek y Pace; ambos se regían por valorespero,porlovisto,noerannecesariamentelosmismos. —Necesitohablarlo—ledije,porteléfono,apagandoelcigarrillocontra elcenicero. —Nohaynecesidaddetratarloquehaocurrido. —Hablaporti,Alek.Entresdías,hepodidovisualizarmimalditaesquela cambiardefechaporsimpleshorasdediferencia. —¿Quéesloquenecesitashablar? —Quierosaberquéesloquepiensastú. —¿Alrespectodequé?—Inquirió,conuntonocansado. —AlrespectodeloquehaocurridoconPace. —Noséquéhashechoparacabrearletanto,peroséqueélnosecomporta asípornada. —¿Insinúasqueleheprovocado? —DigoquePacenotieneestaconductaporamorasutrabajoconmigo— respondió. —Mehaselegidoamí,¿porquétengolasensacióndequenoesasí? —Dímelotú,Johanna. —Noséaloquéterefieres. —Déjalo,princesa—suspiró,cambiandosutonoporcompleto—.Ahora mismoestoyirascible,todoparecedescontrolarseynosépordóndetirar. Nadadeestotienequevercontigo.Teheescogidoporqueconsideroque, porcómoestánlascosas,Pacesehapasadodelaraya—murmuró,con unápicedeternuraensuvoz—.Notengasencuentamicomportamiento. —Alek,yotequierope… —Tengo cosas de las que ocuparme —me interrumpió, súbitamente—. Como te prometí, todo irá bien, princesa. Podré protegerte y, mientras pueda,loharé. —Alek,tengoalgoquedec… —Tequiero—finalizó,colgandoatodaprisa. EraunalocurapensarenquehabíaestadoenamoradadeAlekdurantedos mil ciento noventa días y que, en uno de esos, había descubierto tener también sentimientos por la persona más inhumana que había conocido. Eraunalocuradesarrollarunaindescriptiblesensaciónhaciaunapersona que, pese a los primeros años, había estado día tras día haciéndome imposiblelaexistencia.Eraunaverdaderalocuratenerlaintencióndeir traslapersonaque,enmásdeunaocasión,habíaatentadocontramivida contodalapretensióndeacabarconésta.Ylalocura,entodosuapogeo, era aplacadora. Era tan perturbadora, tan realista y tan exigente que, sin permitirmeserconscientedeello,meestaballevandohastaél. Eldestino,siesqueexistía,estabaenfrentándomeamispeoresmiedos. Observélapuertaqueyacíafrenteamí,similaraalgunadeunahabitación de hotel. Totalmente blanca, reluciente e impecable. Tenía ganas de acariciarlaconlayemademisdedos,desentireltactodelmaterialcontra mifinapiel. Golpeélapuertaconlosnudillosyesperé. Esperéynoescuchéningúnsonidotraslapuerta,asíquevolvíagolpearla conmásbrío. Se abrió ante mí, habiendo escuchado una llave al otro lado y tuve que empujarlaconlamanoparapodercontemplarlaestancia. El cuerpo de Brantley se tambaleaba de un lado a otro de la sala que aparecíaantemisojos.Unenormesalónqueconteníadosalargadossofás depielnegros,unarectangularmesitadecristalyunenormemuebleenel que yacía un gran televisor de plasma. A mi derecha, una espaciosa y alargada cocina abierta. Y, por otro lado, a mi izquierda, un prolongado pasillocondospuertasacadalado. Se dejó caer sobre el sofá, sentado y tendió su mano hacia la mesita de caféparacogerunabotelladewhiskyamedioporbeber.Lediounlargo trago,pasándoseeldorsodelamanoporloslabiossegundosdespués. —No es lo que cr… —Calló al ver mi cuerpo cruzar el umbral de la puerta—. ¿Tú qué coño haces aquí? —Espetó, poniendo una mueca para evitarsoltareleructoquesurgíaporsugarganta—.¡Lárgatedemicasa! Cerrélapuertatrasmicuerpo,quedándomeapocosmetrosdeél. —¡No,no,yno!¡Lárgatedemicasa!—Hizoademándelevantarsepero, por su propio peso, volvió a caer sobre el sofá. Resopló con exasperación,cogiendouncojínconsumanoeintentandolanzarlohacia mí—.¡Largo! —Hasbebido… —¡Hostia!¡Tienespoderesmentales!—Teatralizó,tirandolabotellahacia mí.Tuvequeagacharmeporquelabotellaibadirectahaciamicabezay,al incorporarme, escuché cómo crujía contra la puerta y se rompía en mil pedazos—.Putamierdadepuntería… —Brantley… —¿¡Qué!? —Losiento—murmuré,sintiendoungranpesooprimirmipecho—.No tienes ni idea de cuánto lo siento. Nunca fue mi intención tener sentimientosporti,nuncapretendíenfrentarosatiyaAlek.Almenosno hasta que tú empezaste a ponerme en un aprieto, coaccionándome, metiéndomemiedoenelcuerpoy… —¿Te verdad tienes miedo de mí? ¿Te asusto, Johanna? —Me interrumpió,conelrostroladeadohaciamíyunamalvadasonrisasobre loslabios. —Sí. —¿¡Entonces por qué cojones sigues viniendo detrás mío!? —Volvió a cambiar su expresión facial, bruscamente. Era como hablar con las dos máscaras de teatro, sólo que cambiando la triste por la enfadada, manteniendopartedelafelicidaddelaotra. —La respuesta es la misma a la pregunta por qué todavía no me has matado. —Diosmío,estásenferma… —¡Admítelo por una maldita vez! —Bramé a mi turno, no dispuesta a permitirquenoadmitiesetenersentimientos,aunquefuesenleves,pormí —.¡Admitequesientesalgo,aunquenosepasloquees! —Admito sentir algo, sí, espera… —Murmuró, a su turno, apoyando su mano sobre su esternón. Desvió la mirada por todo el salón—. Ah, no, mierda,sinotengocorazón… —Brantley… —Todamivida,Johanna,¡todamiputavida!,heestadobajolasórdenes de Alek. A los quince años le decía qué hierba fumar y qué mierda rechazar. A los diecisiete, le escuchaba con sus pajas mentales sobre el amor que sentía por una tía que, como tú, no le era ni un poco fiel — masculló,condesdén,sinmirarme.Susojossemanteníanfijosenloque sus manos hacían, dándole vueltas a un mando a distancia—. A los dieciocho, conseguía cerveza para echarnos unas risas mientras jugábamosavideojuegos.Alosveintidós,nosmetimosenelmundoque túconocesymepreguntabapormiopiniónatodashoras.¡Joder,confiaba en mí! ¡Me hacía partícipe de todo! —Vociferó, de forma repentina—. Estuve con él en todas las desgracias, salvándole el culo y recibiendo palizas que llevaban su maldito nombre. ¡Me he encargado de todos los quelehanpuestoenunamalaposición!¡Meheocupadopersonalmentede todaslaspersonasqueélconsiderabaquedebíanpasarpormismanos!— Tiróelmandoadistanciacontraelsuelo,haciendoquelaspilassaliesen de su lugar y rodasen por el suelo de parqué—. ¿Quieres escuchar la historia más jodida jamás contada? ¡Aquí tienes la mía! Lamento que te parezca un insensible pero, ¿qué esperas de alguien que no tiene absolutamente nada? —Chasqueó la lengua—. No estoy fingiendo, pequeña Johanna. He querido matarte desde la primera vez que Alek me dijo que le parecías un riesgo para nuestra relación. ¡Para nuestra relación!¿Sabesloqueesosignifica?¡Significatodamiputavida!—Se levantó,tambaleándose,paraencararseamí—.¡Alekestodamiputavida, porqueloúnicoquehehecho,enestostreintaidósañosquetengo,esestar a su lado! A su lado, Johanna, a su lado de verdad… Sin pensar, ni una sola vez, en venderle. Si él cae, caigo con él. Y si tengo que morir por él… —No tienes que morir por él —le interrumpí, con los ojos vidriosos—. No tienes que morir por nadie, Pace… Este sentimiento de lealtad está acabandocontigo,contodatuhumanidad.Tuvidadeberíasermuchomás que… —¿Túvasadarmeleccionesdevidaamí,enmipropiacasa?—Mecortó, consufrentepegadaalamíaymoviéndosedeunladoaotro. —HedejadotodamividaporAlek,¿onolorecuerdas? —Oh,esverdad—medioconeldedoíndiceenlanarizyseapartó—.La chica con estudios que quería dedicarse a enseñar a niños pequeños. ¡Cómohepodidoolvidarlo!—Sedioungolpeenlafrente,dramatizando —. Mal, Brantley… ¡Mal! No deberías olvidar que la novia de tu mejor amigo soñaba con tener una carrera con la que poder hacer sentir orgullososasuspadres. —Loúnicoqueintentodeciresquenoereselúnicoquehaperdidoparte desuvida,entregándoselaaotrapersonaque… —¿Quequé? —Quenolomerece. —Aleklomerece—sentenció,conciertaagresividad. —¿Porquémeodias? Lapreguntaletomóporsorpresa,mirándomecondecepción.Chasqueóla lenguayempezóanegarconlacabeza,altiempoquecerrabasusojospor nopodermantenerlosabiertos. —Esfácil,Pace—murmuré—.¿Porqué? —Hetenidoqueescuchar,nosécuántasveces,lomuyenamoradoqueestá de ti. Lo valiente que eres, lo bonita que eres, ¡lo buena que eres en la cama!, el potencial que tienes en todo, lo dedicada que estás a él… ¿En serio? ¿Tú eres todo eso y yo sólo soy su maldito sicario? —Inquirió, molesto. —¿EstásenamoradodeAlek? —¿Túquémierdasfumas? —Loquesientesporélesdevoción,Pace… —Fue el único que se mantuvo a mi lado cuando mis padres se divorciaron —confesó, en un susurro, encogiéndose de hombros—. Cuando creí que la separación de mis padres estaba ocurriendo por mi culpa, él vino para recordarme que yo no tenía nada que ver. Me dio un hombroenelcualapoyarme,meayudóaolvidarmedelasituaciónporla quepasabaencasayconsiguióquenomeodiaseamímismo—murmuró —. Entonces, tras eso, me esforcé en dedicarme plenamente a él. ¿Sabes cuántas veces he estado con una mujer en la cama y la he dejado tirada cuando él me ha llamado, aunque fuese para preguntarme dónde coño estaba?—Seechóareír—.Quéimbécilsoy… —Noledebesnada,Brantley. —Puedeser. —Noledebesnada—repetí. —Túnosabesnada,Johanna. Me dio la espalda para dirigirse hasta un mueble de la cocina, sacando otra botella de whisky todavía sin abrir. La desenroscó, observando de reojocómomeaproximabahastaél.Tosióunpoco,traselalargadotrago ydejólabotellasobrelaencimera. —¿Porquénovasadescansarunpoco? —Noestoycansado—masculló,cerrandounojoconfuerzaparaintentar mantener el otro abierto—. Pero tú podrías tumbarte en mi cama, si quieres—apoyósumanosobreunodelosladosdemicadera—.Podrías iramihabitación,quitartelaropayesperarme—inclinósurostrohacia micuelloperomeseparé—.Aunque,eh,teavisoparaqueluegonomelo eches en cara… ¡Hip! —Sacudió la cabeza, tosiendo un poco después—. Quizá, ya sabes… Puede que no se me levante y, entonces, sea igual de desastroso que la vez en tu cuarto de baño. ¡Bueno! ¡Desastroso para ti! Porqueparamíestuvobien. Alcé mi mano derecha y acaricié su mejilla izquierda con suavidad, mientras mi mano izquierda rodeaba la botella y la deslizaba por la encimeraconlaintencióndesepararladeél. —Eres la persona más desagradable que he llegado a conocer — murmuré, ante sus imperturbables ojos grises—, pero no concibo una vidasinti.Yaseaenéste,vuestrohorrorosoytensomundo,oenotro… Eres la única persona que me ha llevado a enfrentarme a mis miedos, provocandoque,dealgúnmodo,algoimparablenazcaenmí—mipulgar acariciósucomisuraizquierda—.Tehetenidotantomiedo,Brantley.Te sigoteniendotantomiedo… —Jo’… —Peromeheenamoradodeesemiedo—mascullé,cortándole—.Mehe enamoradodelatensión,debuscarteaunqueseaparadescubrirteapunto dematarme,apuntodearrancarmeelúltimoaliento—acerquémislabios a los suyos, rozándolos con extrema suavidad—. He muerto más de una vez por ti, porque he ido muriendo a cada encuentro con tu lado más inhumanoymeheenamoradodeesesentimiento.Ysimeheenamorado delacruzdeestamonedaqueeres,dudoquenopuedaenamorarmedela caradeella.Siempretehasreservadolobuenoparati,nolohagasmás— le pedí—. Compártelo conmigo ahora que sabes que he aceptado, he deseadoyhecaídorendidaantelapeorversióndetimismo. —No me encuentro bien —musitó contra mis labios, separándose de mi rostro—.Voyairami…Mevoyaecharunrato—anunció,rozandola puntadesunarizconlamíaalsepararse. Trasrecogereldestrozodelsalónyla entrada del apartamento, cerciorándome de que ningún cristal permaneciese en el suelo y el líquido hubiese sido absorbido por el mocho,medejécaerenelsofáensilencio.Cerrélosojosymepregunté quéesloquemehabíallevadoaentregarme,deesemodotandescarado,a unapersonaquenotomaríaenconsideraciónningunademispalabras.Me cuestioné, desgraciadamente para mí, por qué le había declarado mis sentimientosdeformatanabierta.Porquenosetratabadedecirlequeno vendería a Alek para no venderle a él, no. Se trataba de que acabara de decirle cuánto me había enamorado, aun queriendo matarme, aun intentando hacerlo, de la peor parte de él. ¡Asegurándole enamorarme tambiéndesuotracara! Escuché el sonido de alguien golpeando a la puerta con prisa y decidí ignorarlo.Noeramicasa,porloquenomecorrespondíaamíabrir.Y, sinembargo,dadalainsistencia,terminéporhacerlo. Una mujer de pelo castaño, recogido en un decente moño, apareció ante mí poniendo exactamente la misma cara que debía estar poniendo yo misma.Frenteaella,unapequeñaniñaconunlargocabellorizadorubioy unos alargados ojos de un apagado azul, vestida en un divertido mono floralverde. —Vaya,¿unanuevacuidadora?—Pronunció,mirándomedearribaabajo —.Unpocojoven…—Siseó,alargandoelcuelloparamirarpordetrásde mí—.¿Estáocupado? —Pue… —Noimporta—dijo,interrumpiéndome—.Dilequenopodrérecogera la niña hasta mañana por la mañana, por lo que intente aplazar sus negociosparaentonces—seagachóparabesarlacabezadelaniña,que memirabafijamentealosojos—.Pórtatebien,cielo.Mamátequiere—y tal cual demostró sus sentimientos a la niña, caminó de prisa hasta el ascensor. La niña pasó por al lado de mi cuerpo, dejando caer, sobre la alfombra quepermanecíabajolamesitadecafé,supequeñamochilaazul.Miróasu alrededor, mientras yo me ocupaba de cerrar la puerta y no ponerme a gritardeformahistéricapordescubrirquePaceera…No,nopodíaser. ¡Seríasusobrina! —¿Dóndeestámipadre?—Preguntó,cruzándosedebrazosymirándome conseriedad. No. Esaniñaeradignahijadesupadre. —Hola—murmuré,sinsabermuybienquedecir—.¡Hola! —Hola. —SoyJohanna—mepresenté,tendiéndolelamano—.¿Ytúeres…? —SoyOlivia.¿Dóndeestámipapá?—Volvióapreguntar. —Verás,preciosa,tupadrenoseencontrabademasiadobienasíqueseha echadoadormirunpoquito.Pero,siquieres,puedoiradespe… —¿Noerescuidadora? —No,cielo—lerespondí,sincera—.Soyunaamigadetupapá. —¡Oh! Surostroparecióiluminarseipsofacto.Debíaestarcontentadenoacabar enmanosdecualquiercuidadora… —¿Tegustanlasmuñecas?—Preguntó,abriendolamochilaysacandode ella un peluche de un caballo blanco—. Porque, en mi habitación, tengo muchas. Podríamos hacer un salón de belleza y peinarlas a todas — sugirió,acariciandoelpeluche—.Laquemásmegustaesunaquetieneel pelocomoyo.Papádicequetengounpelomuybonito. —Lotienes. —¿No entiendes mucho mi idioma? —Preguntó, ladeando un poco el rostro. Siesquesemovíandelmismomodo… ¿¡Por qué acababa de enterarme de que Brantley Pace, el hombre más… delmundo,teníaunahija!? —Sí, cielo, lo entiendo —respondí, con una sonrisa, restándole importanciaamiestupefacciónporeldescubrimientodelaexistenciade esaniña. —¡Genial!¿Jugamos? Oliviamepresentóasustresmuñecaspreferidas.Ellamismahabíacreado lahistoriadequeesastresmuñecas,respondiendoanombresdeprincesas talescomoElsa,EsmeraldayRapunzel,habíandadolavueltaalmundoen el interior de una enorme barca rodeadas de luciérnagas. Habían nadado con delfines, se habían enfrentado a grandes y difíciles oleajes y habían vividounsinfíndeaventuras. Cuandolepreguntésinoteníanningúnapuestopríncipe,surespuestase resumió a “papá no deja que las princesas tengan cualquier sapo de pareja”,porloquemeechéareíracarcajadas. Noestabatanequivocadacuandomeafirmabacapazdeenamorarmedesu mejor versión de él. O, quizá no mejor pero, sencillamente, su otra versión. —Entoncesahoratienenqueprepararseparairalabodadeotramuñeca, que antes era amiga de ellas pero se convirtió en mala —me explicó, tendiéndome a una de las muñecas para que la sujetase—. Ellas son buenas,notramannadamalo,sólovanairalabodaparademostrarque nohayqueenfadarsedurantemuchotiempo.Mamádicequesiteenfadas muchotiempotesalenarrugas—comentó,sintenerencuentamireacción alrespecto—.Túnoteenfadasmucho,¿no?Porquenotienesarrugas. Notardómuchoencansarse,comoerapropioenunaniñadesuedad,del mismojuego.Sedirigióasuhabitaciónymetrajodosgrandescuentos. Se acomodó a mi lado, en el sofá y apoyó su cabeza contra mi vientre, listaparaescucharcómoleleíaaquélcuento. Sonreí al ver el nombre. Johanna en el tren, era un cuento de creación artísticasobreunpersonaje,unacerditallamadaJohanna,queavivabala imaginacióndelosniñosalusarlosviajesentren,eldescubrimientode otroslugaresyotraspersonas,enbuscadelapropiaidentidaddelpeculiar personaje. Estuvounbuenratodedicándoseaseñalarmedibujosdellibro,riéndose con toda la naturalidad del mundo aun sin saber con quién trataba y desconociendo lo horrorosa que había llegado a ser con su padre. Sin embargo,ahíestaba… Rodeándomeelbajovientreconunodesusbrazos,conlacabezaapoyada sobre mi abdomen, divirtiéndose y divirtiéndome a mí. Con total naturalidad, como si ya existiese un vínculo previo y con seguridad. Se sentía segura a mi lado y, curiosamente, a mí me pasaba lo mismo con ella. Sequedódormidasobremíyfuiincapazdelevantarmepeseanecesitarir al baño. Seguí acariciando su largo cabello rizado, escuchando cómo su respiración se tornaba profunda y, en ocasiones, dejaba escapar algún pequeñobufido. Escuché una de las puertas del pasillo cerrarse y levanté el rostro para poderintentarexplicarmeantesdequePacevolvieseasereloscuroente conlafijacióndeacabarconmivida.¡Yahoraconmotivos! Yyoaquíconsuhija… —Joha…—Semantuvocallado,llegandoalsalón—.Oh,mierda…Había olvidadoquemetocaba… —Tranquilo —hablé bajito—. Tu mujer se ha creído que era una cuidadora. —¿Sí?—Caminódespaciohastaelsofáenelquenosencontrábamosyse quedó de cuclillas frente al rostro durmiente de ella. Lo acarició con el pulgaryseinclinóparadepositaruncálidobesosobresucabeza—.Miex mujeresunaarpía—suspiró—.Nisiquieraesmiexmujer. —¿Nosellevabiencontupareja? Pace esbozó una natural sonrisa, llevándose una mano a la frente y presionandoconfuerzacontrasuspropiassienes.Tomóasientosobreel reposabrazosdelsofá,acariciandolapieldesnudadeunadelaspiernasde su hija, mientras su otro brazo descansaba por encima del respaldo del sofá. —¿Mipareja?—Inquirió,conlamismasonrisa. —Lachicaqueconocisteenelhospital. —Lachicaqueconocíenelhospitaleslachicaqueestádurmiendosobre ti. MisojossedesviaronhaciaOliviaeintentédisimularlaestúpidasonrisa demicara. Oliviaeraelamordesuvida. —La conocí en el hospital el cinco de septiembre de hace ocho años — murmuró,sinpoderlequitarlosojosdeencima—.Ibaensilladeruedas por culpa del disparo y la enfermera la puso en mis brazos. Sé que los bebésnovenunamierdaalnacerperoellamemirabafijamentealosojos —explicó, deslizando sus dedos con mucha suavidad por encima de la piernadeella—.Ytejuroqueséquemeveía. —¿Porquénomedijistequeteníasunaniña? —¿Quérelevanciatiene,quéhubiesecambiado? —Puede que no hubiese pensado que eras tan insensible —comenté, encogiéndomedehombros. —Serinsensibleesalgoqueseescoge.Escomoalgoquepuedesactivary desactivar.Yocurrelomismoconmitrabajo—respondió,enunsusurro —.Cuandollegoacasa,nosoyelPacequeconoces.Soyel…papá. —Elpapá… —Unpapá,sí—volvióadecir,conunasilenciosarisa. —Unpapáresultón. —¿Sí? —Alzó su mirada hacia mí, sin perder aquella silenciosa sonrisa quenohacíamásqueinvitarmeasuplicarlepormiexistenciayparaque eltiemposedetuviese—.Gracias—susurró—.Aunque,yaves…Sólosoy buenoenmitrabajo.Nisiquierameheacordadoque… —Estásmal,Brantley.Noestáspasandoporunbuenmomento. —¿Sabes por qué sólo temo a los espacios reducidos? —Pronunció, sin quererindagarenloqueacababadedecirle.Neguéconlacabezaantesu intensa mirada—. Porque no quiero inculcar a mi hija ninguna clase de temor. Es cierto que le tengo pánico a los sitios cerrados pero… Verás, esoesalgoquesólotúsabes—siseó—.Antetodoelrestodepersonas,no letengomiedoanada. —Sí,esloqueparece. —Porque es lo que quiero que parezca. No quiero que Olivia le tema a nadaeintentoqueseaasí,peseasusjóvenestemoresdemonstruosdebajo de la cama, monstruos en el armario, monstruos en la bañera… — Enumeró, poniendo los ojos en blanco—. Mi trabajo me hace insensible porquenecesitoserlo,necesitonosentir. —Pero,¿yfueradetutrabajo? —Sientocosaspormihija—contestó,serio. —Separeceati. —Yesperoquesigasiendoasí. Selevantóparairalacocinaymequedémirandoalapequeñaqueseguía totalmente dormida sobre mí. Acariciaba su suave cabello sin cese, sin cansarmedelsedosotacto. Pace se acuclilló ante nosotras, llevándose una pastilla a la boca y bebiendountragodeaguadeunvasoque,trashacerlo,depositósobrela mesitadecafé. —Voyallevarlaasucama. —Nomemolesta—dije,queriendopermanecerasí. —Tienesqueirtedemicasa,Johanna.Nopuedesestaraquí. —Todavía tenemos cosas de las que hablar. Seguramente no recuerdes muchode… —Lo recuerdo todo —me interrumpió, tajante—. Por eso tienes que irte decasa. PasólosbrazosconcuidadoporelcuerpodeOlivia,tirandodeellacon suavidady,antelospequeñosquejidosdeella,selallevóalosbrazos.La cogióenpeso,incorporándoseconcuidadoydepositandountiernobeso sobre el hombro de la pequeña, cuyas piernas caían a ambos lados del cuerpodeél. —Venga,levanta—murmuró. —Pero,¿hablaremosenalgúnmomento? —Sí. Melevantéymeacompañó,conlaniñaenbrazos,hastalapuertadecasa. Noqueríairmedeahí,noqueríairmeyperderlavisióndeunBrantley totalmentediferente. Sabíaquetodoelmundoteníasentimientos,inclusoalguiencomoéldebía tenerlos.Peronuncahubieseimaginadoque,ymenosensucaso,fuesena sersentimientostannaturales,racionaleseindestructiblescomoeranlos sentimientoscreadosporelvínculodeunpadreyunhijo. Miréhaciaelpasillodelpisoycuandomegiréhaciaelapartamentoque estaba abandonando, recibí el contacto de sus cálidos labios contra mi propiaboca.Presionócontramislabiosduranteunossegundos,sujetando conunamanolacabezadeOliviayconsuotrobrazoaguantandoelpeso deltraserodeella. Los movió con mucha lentitud, haciendo ademán de intensificarlo pero dejándoloenuncálido,conmovedoreimpresionantebeso. —Gracias—susurró,contramisentreabiertoslabios. Cerró la puerta con suavidad frente a mi alucinada expresión y me dejó conelaleteodecientoscolibríssobrevolandoelinteriordemiestómago. Capítulodiez Dejécaerelteléfonomóvilcontraelescritoriodemimesa,escuchandoel murmullodeloschicosajenosaloqueocurríaenmisalaparticular.Ledi vueltas al teléfono con la mano, mientras me llevaba el cigarrillo a los labiosy,trasunaprofundacalada,loaplastabacontralamismasuperficie delescritorio. Desvié mi mirada hacia el informe que Curtis me había traído pero no encontrabalasganassuficientesdeabrirloydescubrirsuinterior.Poruna parte quería creer que la suerte, por una vez en todos estos meses, iba a estardemilado.Sinembargo,algomeasegurabaestarequivocado. Laintuiciónnoeralomíoynuncalohabíasido.Eraporesemotivoporel que contaba con tantas personas a mi alrededor. Unidos por una misma causa, unidos ante el odio que le teníamos a una sociedad que, mucho antesdenuestrashazañas,sehabíaconvertidoencorrupta.Sinduda,era unacorrupciónquetambiénnosbeneficiaba. Recordaba haber sido un crío con un montón de ilusiones, deseos de convertirme en un hombre de provecho como mi padre o en una imagen popular y apoyada por la gran mayoría. No habían pasado tantos años desdelaacumulacióndeesossueños,aunquehoyendíafuesenunosmeros recuerdosperdiendocalidadysonido.Lacorrupciónmeirritabaperomás lohacíalahipocresía. Había logrado vivir mano en mano con la deshonestidad y el envilecimiento, pero seguía sin ser capaz de armarme de valor y enfrentarmealahipocresía. —Alek—Coltaparecióporlapuerta,trashabergolpeadotresvecescomo biensabíateníaquehacer.Alcémicaraparamirarle,expectativoasaber cuál era el motivo por el que me interrumpía—. Marcus ha conseguido ponerseencontactoconTrevor.Dicequeestádeacuerdoparaunareunión deúltimahorayquesiloqueleproponesescierto,estaráencantadode trabajarcontigo. —Esoesunabuenanoticia. —¿Necesitasalgomás? —¿Sabes algo de Johanna? —Le pregunté, intentando no parecer preocupado. —Dennislahaestadosiguiendo—respondió,conseriedad—.Saliódesu apartamentoporlamañanaydebehabervueltohaceunosminutos. —¿Adóndehaido? —LaviosalirdelbloquedePace. —Entendido—musité. —EstaréconGrayechandounosdardos.¿Quieresunirte? —Envezdeponerosajugar,¿porquénovaisalestrechoyoscercioráisde lacantidadreunidaenestosúltimosdías? —Hecho,jefe—asintió,despidiéndoseconunbrevemovimientodemano. Escuchélapuertacerrarseconsumocuidadoyacariciéelinformeconmi manoizquierda.Mearmédevalor,cogiendounagranbocanadadeairey tiré de la primera página para observar las imágenes en un ampliado tamaño.Enblancoynegro,meconcentréamirarenelencuentrobajoel puentellevadoacaboporBrantleyyJohanna. Todoapuntabaaunaconfrontaciónfísicaentreellosymicolega,alquele había confiado hasta mi vida, se mostraba mucho más que cabreado. Recordaba su escueta llamada pidiéndome encontrarme con él, en aquél lugar,sinsabersiquieraqueJohannanosacompañaría. Élpermanecíaconelcascosobrelacabezay,enotrasimágenes,parecía habérseloquitadotiempodespués. Pasé la siguiente imagen, viendo cómo Pace la inmovilizaba contra la mugrienta pared decorada por llamativos colores y dibujos. Su frente pegada a la de ella, como siempre cuando se encaraba y se enfrentaba a laspersonas.Lehabíavistoenmásdeunaocasióndeesemodo,eraalgo quesimplementenacíadelabor,desusinstintosmásprofesionales. Ahogué un pequeño gruñido descubriendo la siguiente fotografía, observandoalapersonaalaquehabíaintentado,nosóloprotegerpero, querer por encima de todo. La persona a la que había escogido cuando Brantleymepidióhacerlo.Meexigióescogeryescogíalapersonaque,en esaimagen,estababesandoamicompañerodevida. Cerré la mano en un puño y golpeé la superficie de mi escritorio, haciéndolovibrarbajomiagresividadrepentina. Me llevé el pulgar a los labios y lo mordisqueé intentando pensar con claridad por unos momentos. Tenía que pensar con claridad si no quería convertirmeenlapersonaquehabíaestadoevitandoquemecorrompiese. Porque el exceso de poder era un peso que costaba llevar sobre los hombros.Pero,sinduda,erapeorelpesoqueahoracargabasobremí.El peso de haber sido un ciego que no había querido ver o contemplar la posibilidaddequeaquellaconfrontación,entreambos,ibamuchomásallá delodioqueasegurabanprofesarse. —Prepárameelcoche—ledijeaColt,colocandolachaquetademitraje sobremishombros—.Vamosalaciudad. —¿Qué?—Coltmiróelautomóvilydespuésmemiróamí—.Estábamosa puntodeiralestrecho,comomehas… —Cambiodeplanes. —Alek,iralaciudad… —¿Vas a seguir poniéndome pegas a todo lo que te diga? —Inquirí, sintiendolamolestiaqueseexpandíasobremifrentealtenerelentrecejo fruncidohastaelpuntodeserincapazdepensarconclaridad—.Hedicho queprepareselcoche. —Estaráendosminutos. —Esperaréfuera,fumando—leinformé. Lapreguntadecómohabíallegadoalasituaciónenlaquemeencontraba enesemomentoeralamásbásica.Prefería,adecirverdad,preguntarmesi setratabadealgúntipodepruebadivinaqueDioshabíapreparadopara mí.Y,sieraasí,pensabaalzarmidedocorazónalcieloygritarleunpar decosasentodoslosidiomasquesemeocurriesen. Eltemadelasarmassecomplicabaalpasodelosdías,teniendoalosde Roosevelttrasnosotrosconimpaciencia,requiriendoloquehabíanpagado por adelantado y nosotros no hacíamos más que esperar su encargo, provenientedelestedelpaís. Subílaventanilladelcochetrastirarlacolilladelcigarrilloporahí. —¿Adóndevamos,Alek?—PreguntóColt,desdeelasientodelconductor. —LlévamealapartamentodeJohanna. —Bien. Fijé mi mirada a través de la ventanilla, observando lo mucho que la ciudadmeparecíahabercambiadodesdelaúltimavezquememovíhasta ella.Lamayoríadevecesquelacontemplabasolíaserparaalejarme,lo más posible. Y sin embargo, tras el informe de Curtis, estaba adentrándomeenellaparallegaralapartamentodelamujeralaquele habíaentregadomicorazónsinningúntipoderecelo.Unamujeralaque, irónicamente, había salvado de las manos de mi incompasible mejor amigo. Yo debía haber estado ciego pero ella debía haber pensado que, más que eso,ademásdebíaserimbécil.Conlorealqueeseldichodequealfinal todosesabe… Acababa de descubrir que Johanna era una suicida, una persona que tomabaasientoenprimerafilaparaobservarladegeneracióndesupropia persona.Quedisfrutabaobservandosupropiadecadencia,queansiabaver consuspropiosojoseldecliveporelquesedecantaba. —¿Alek?—Sesorprendióalvermefrenteasupuertayyocontemplécómo tragabaloquefuesehabíaestadomasticando.Noseesforzódemasiadoen dibujarunailusionadasonrisaensupreciosacara.Erapreciosay,desde siempre, demostraba haber sido inteligente. Al menos hasta ese momento en el que Curtis tomó las fotografías—. ¿Qué haces aquí, cariño? —Me preguntó,invitándomeaentrarensuapartamento. Hacía tanto tiempo que no pisaba su apartamento. Había pasado tanto tiempodesdequeestuveenunoporúltimavez. Mividasehabíabasado,durantelosúltimosaños,ensiniestrosytétricos interiores de fábricas abandonadas. Y ni siquiera Ikea conseguía que pudiese ver esos lugares como mi hogar. Aunque no tuviese ningún otro ladoenelquecaermuerto. —Princesa —murmuré, cuando cerró la puerta tras mi cuerpo—, ¿cómo estántuscostillas? —¿Mis costillas? —Rodeó mi cuello con sus brazos, mirándome sin entender. —Sí,yaséquehanpasadodíaspero,dime,¿cómoestán? —Yanotengomolestias,siesaesoaloqueterefieres.Logrérecuperarme. —Sí—murmuré,conlasmanosaambosladosdemicuerpo—.Debióser unadurapared,¿verdad? —Loera. —Porquedesechamoslaideadequetelohubiesehechoalguien,¿verdad? —¿Por qué estamos hablando de esto? —Preguntó, con desconfianza y, aun así, sin dejar de rodear mi cuello—. Estoy preocupada por tu apariciónporaquí.Siemprehasdichoque… —Pacefueelqueprovocóeldesgarredetumúsculo,¿verdad? —Pacehahechocosashorrorosasalolargodesuvidape… —Johanna—mascullé,frunciendoelentrecejoyentrecerrandomisojos—. Dejadetomarmeporgilipollas. Deshizoelcontactodesusmanossobremicuelloymishombros,dandoun paso hacia atrás con más desconfianza. Sin embargo, su respuesta brotó por la mera expresión de su rostro. Una expresión a la que estaba acostumbrado,aunquenofueseenella.Unaexpresióndeculpabilidad. —¿Porquénomelodijisteantes? —Porqueestumejoramigo—respondió,consequedad. —¿Porquénomelodijisteantes? —Acaboderesponderte,Alek. —No, acabas de darme la respuesta que crees que quiero recibir. Ahora, dimelaverdad,¿porquénomelodijisteantes?—Repetí,conteniéndome paranogolpearsucaraconmispropiosnudillos. —Porqueselodebía. —¿Selo…?¿Quémierdassignificaeso?—Antemí,elmayordesconcierto delahistoria. —LascosasconPacenohansidofácilesenlosúltimosdías,nisiquieraen los últimos meses lo eran. Siempre hemos estado discutiendo, encarándonosmutuam… —¿Por qué se lo debías? —Pregunté, sin ningún interés en que me definiesequéclasederelaciónestabateniendoconmimejoramigo. —Brantleytemintióynomequedóotraquementiramiturno.Élquería quedesconfiarasdemí,queríaqueleordenasesylediesesluzverdepa… —Odejasdeirteporlasramas,olascosassepondránfeas—leadvertí. —Nuncaabusódemí. Lapersonaqueteníaantemisojosnosóloparecíadisfrutardesupropio declive,sinoquehabíabuscadoqueaquelloocurriese. Mellevéunamanoalafrente,sintiendocómomirespiraciónempezabaa acelerarse al sentir unas inmensas ganas de ponerme a gritar y, así, conseguirquetodamifrustraciónycabreoseevaporaseporcompleto. No,noibaaconseguirlo. —¿Mentiste? —Alek—susurró,dandounnuevopasohaciaatrás. —¿¡Medejastedarleunapalizaporunamentira!?—Vociferé,sindarme cuenta. Vi cómo su cuerpo se sorprendía por la magnitud de mi voz, mirándome cómo si estuviese ante una gran pantalla y estuviese siendo testigo de cómo una película de miedo llegaba al gran desenlace final. Y no era precisamenteunbuenfinal. —¿Sabescuántomie…? —Niseteocurrahablar—anuncié,conlosojoscerrados. —¡Tienesqueescucharme! —¿¡Cómoque“tengo”!?—Losvolvíaabrirparacontemplarla,asustada antemí—.¿¡Quégilipollezesesadedecirmeloquetengoonotengoque hacer!? ¡Que haya sido justo contigo no me convierte en tu estúpido monigote al que puedes ordenar absolutamente nada, Johanna! ¡Te has aprovechadodelasituación,tehasescondidobajotuputoargumentodel miedo para…! —Mordí mi labio inferior con rabia, si no empezaba a calmarmelascosasibanaponersedemasiadofeas. —Noheusadoelargumentodelmied… —¡Que besaste a Brantley! —Espeté, desesperado—. Así que, o eres masoquista, o simplemente eres gilipollas si crees que voy a seguir creyéndomelamierdaesadequeletienesmiedo—empecéacaminarpor lasaladeestar,observandoelmobiliarioaunquenoleestuvieseprestando ninguna significativa atención—. Tanto miedo no debes tenerle si le besastebajoesepuente,inclusocuandotegolpeóyseenfrentóati.¡Qué coño! ¡Tanto miedo no debes tenerle si has ido a su apartamento hoy mismo! —¿Mehas…? —¡Por tu seguridad! —Volví a sentir que mi voz aumentaba de tono—. ¡Claro que te he puesto seguimiento! ¿Por quién coño me tomas? ¡Con todas las miradas que tenemos encima…! ¿Pensabas que dejaría que abandonases la fábrica sin ninguna seguridad por mi parte? —Resoplé profundamente, iba a darme algo—. Aunque imagino que te debes sentir másseguraconBrantley,¿no?Élescapazdemataraalguiensinningún tipodeescrúpulosysinningúnpesoenlaconscienciaporello.¿Esoeslo que te gusta de él? —Le pregunté, sin necesidad de obtener ninguna respuesta—.Dime,¿esesoloquetedamorbo? —Notienesniideadenada,Alek—espetó,dirigiéndosehastalacocina. Sóloteníaunaclaraideaenlacabezayaellanoleibaagustar,asícomo amímismotampocomeagradaba. Seguísuspasossintiendoquenodebíapermitirleanadiedarmelaespalda de ese modo. En lo más profundo de mí sabía que no podía tratar a Johannacomolosdemás,porqueellanoformabapartedeesemundo.Al menosnodeesaforma. No obstante, no podía perder el sentimiento que corroía mi cuerpo desde quehabíavistonacerminegocio.Desdequelohabíavistodesarrollarsey crecer, convirtiéndose en lo único que me quedaba. En lo único que me importaba. Porque,desgraciadamente,ellayanoparecíaimportarmedelmismomodo. ¿Paraqué? —Nomedeslaespalda—gruñí,intentandotomarsubrazo. —No me toques, ¿eh? No así —respondió, girándose bruscamente hacia mí. —No soy yo el que te ha puesto la mano encima de forma indecente —le recordé,intentandonomostrarloalucinadoqueestabaporsutrato—.Ni soyyoquientehagolpeado. —Perointentasdarmeórdenes,envezdeintentarenten… —¿Entender? —Enarqué una de mis cejas—. ¿Entender? —Volví a formular—.¿¡Quécoñoesloquetengoqueentender!? —¡Intentédecírtelo! —¿¡Elqué!? —¡Quesentíacosasporél!—Largó,conunagudosonidoalterminarsu frase. Aquella confesión quedó suspendida a nuestro alrededor y mi cabeza, aunque estuviese dentro de sus cabales, intentó concentrarse en la posibilidaddequenofuesereal.Queesaconfesiónnoestabacargadade realismoysetrataba,consuerte,deunsencillosentimientomomentáneo. Había recibido puñetazos, algún que otro corte mal parado y, aun así, lo más doloroso había sido escucharla admitir tener sentimientos por Brantley. —Nosécuándoempezaron,noséporquémotivoyyaséqueestotalmente surrealistadespuésdetodoloquehevividoconél,pero…—Secalló,al ver que ni siquiera estaba reaccionando a su explicación—. Alek, no es algo que he escogido porque de haber podido no lo hubiese hecho. De haber sido algo premeditado, no hubiese sucedido. Ni siquiera yo misma logro entender por qué diablos tengo estos sentimientos por él, por su desalmadoydespiadadoser. Le di la espalda por un momento para cerrar los ojos y respirar profundamente. No había nada que fuese a calmarme en ese momento, ni siquieralaideadepodermandaracualquieraquenofueraBrantleypara acabar con ella me tranquilizaba. Mi mano izquierda, con la que más habilidadteníadesdecrío,tomóunodeloscuchillosdelacocinayapretó elmangoconfuerza. No…Noteníavalorsuficientecomoparainfringirleningúntipodedolor aunqueladecepciónmellevaseaello.EraincapazdeimaginaraJohanna sufrir por mi culpa, sobre todo en un ámbito físico. Sin embargo, ser incapaz me convertía en una persona débil. De órdenes débiles, de un mandato que podía fracturarse por mi poca capacidad para tomar el mandodecuestionescomoésa.Sicontinuabasiendotandébil,tanincapaz, mi negocio se derrumbaría sobre mí. Mas, por lo visto, no podía seguir contandoconBrantleydelmismomodo. Moviendolamanoconunaabrumadorarapidez,elfilodelcuchilloentró en contacto con el bajo vientre de ella. Seguía llevando esos anchos pantalonesdechándalnegros,conlacinturillatotalmentedadadesí,los cualesnoprotegíanpartedeesapiel.Ahogóungemido,llevándoselasdos manosalazonayyodejécaerelcuchilloalsuelo.Elpulsodemicuerpo sehabíaaceleradonotablementeypudeinclusopercibirunligerotemblor usufructuarmimanoizquierda. Sóloporunossegundoscontemplésuazuladayoscuramiradaperderseen la mía. Con sus labios abiertos y el inferior temblando, sus rodillas tocaron el suelo al tiempo que empezaba a gimotear en silencio, suficientementebajocomoparaquenisiquierayofuesedemasiadotestigo deello. —Cuandoteclavanuncuchilloporlaespaldasóloexistendosopciones— murmuré,sinpensarloapenas—.Arrancárteloyempezarapreguntartepor quéhaocurrido,oarrancárteloyusarlo. Cerrélapuertadelcocheydejécaerlacabezahaciaatrás,acomodadoen los asientos traseros del automóvil. Colt bajó el volumen de la música, levantandolamiradahaciaelretrovisor. —¿Todobien,jefe?—Preguntó. —Sí. Puso el coche en marcha y empezó a conducir en silencio. No obstante, había algo que no me estaba gustando del trayecto. La canción Goodbye my lover de James Blunt estaba siendo retransmitida por la radio y me parecíadelomásabsurdoposible. —Apagalaradio,Colt. —Meencantaestacanción—replicó,quejoso. —Noquieromúsica. —Está bien, jefe —finalizó, a regañadientes, poniendo final a aquella manipuladoramelodíaque,definitivamente,yahabíatomadolugarenmi cabeza. Cuandolleguéalafábrica,mefuidirectohastalasalaparaprepararme. Yo ya había comido antes de que Curtis trajera el informe y tenía el estómago demasiado revuelto como para sentarme con mis chicos y disfrutardeunacerveza. NopodíacreermequehubieseinfringidouncorteenelcuerpodeJohanna. No podía creerme haber sido capaz de llegar a tal extremo con la única intencióndehacermevalerpormímismo.¿Aquiénqueríademostrarleque no necesitaba a Brantley para ocuparse de las personas? Bastaba con demostrármeloamímismoy,peseaello,nomehabíagustadotraspasar aquéllímitequemediferenciabadeél.Aquellafinalíneaqueseparabasus formasdelasmías. No…Enuntrabajocomoelmío,esloquedebíahacerse.Escomodebía hacerse.Siseguíadubitativoantetodo,dependiendodelfísicodemimejor colega, mi gloria no llegaría. Y, en el caso contrario, de llegar, se esfumaríacomoelhumodelcigarrillo. —Edmund—pronuncié,dejandoelteléfonosobrelamesa,anteelmanoslibres. —Eh,Alek.¿Quépasa? —Unproblemadeúltimahora.Dime,¿cómopuedohacerparaencerrara alguiensinquemerelacionenconélosusdelitos? Edmundsequedócalladoeimaginéquenopodíahablardeelloenellugar enelqueseencontrabaalllamarle.Esperépacienteaquerespondiera. —¿Aquéterefieres?—Preguntó,enunsusurro. —Quieroqueunodelosmíoscumplacondena,sinquetengarelacióncon misnegocios. —Sabesqueesoesmuycomplicado,¿no? —Teestoypreguntandoporalgúnmotivo,Ed—suspiré. —Depende,tendríaquemirarsuhistorial—respondió,asuturno—.¿De quiénsetrata? —DeBrantleyJessePace—pronuncié. —¿Quieres encerrar a Pace en prisión? —Preguntó, atragantándose. Estuvounossegundosapartadodelaparatotelefónico—.¿Quémoscateha picado?—Inquirió. —¿Enseriovasapreguntarmeporquéhagoloquehago? —Creíqueeraismejoresamigos. —Loéramos—leaseguré. —Alek,encerraraPaceporsusdelitosesdemasiadoarriesgado.Másde la mitad de sus acciones te relacionan con él. No, tío, es demasiado arriesgado,telorepito. —Nomeimportacuánarriesgadosea,¿hayalgunaposibilidad? —Lahaypero… —Quiero que la estudies —mascullé, jugando con un bolígrafo entre mis dedos. —¿Estásseguro?—Formuló,enunsusurro. —Sí.Estudialasposibilidadesyllámameencuantosepasalgo. —Comoquieras,Alek. —Gracias—finalicé,pulsandolapantallaconelpulgar. Mis manos cubrieron mi rostro y dejé escapar un intenso gruñido que permaneció ahogado por la presión de mis palmas. Me levanté de la butaca,mediunarápidaduchayempecéavestirmeconeltrajenegroque combinaríaconunacamisarojayunacorbatatambiénoscura. Peinémicabellohaciaatrás,dejándolosecaralaire.Coloquémiteléfono en el bolsillo de la chaqueta y alargué la mano para tomar mi sombrero negro. Lo posicioné sobre mi cabeza, cerrando los ojos por un momento. Llevé un cigarrillo a mis labios y lo encendí, saliendo de la sala y reuniéndomeconmischicos. —¿Qué es lo que vamos a hacer con Trevor? —Preguntó Darren, dubitativo. —Vamos a proponerle un trato —le respondí, atando los botones de las mangas de mi chaqueta, mientras el cigarrillo permanecía entre mis dientes—. La tensión con los del condado de Roosevelt es cada vez más fuerteynecesitamostenerlosdenuestrolado. —Trevor quiere hacerse con tu negocio —resopló Gray, con los brazos cruzados—.Élnoquiereningúntratoylosabes,loquequiereesacabar contigoyhacersecontodoloquehasconseguido. —Para eso os tengo a vosotros, ¿no? —Le miré, dedicándome a mi otra manga. —Sí,pero¿cómopuedescreerquevaaacceder?—PreguntóGray. —Le daré algo que no podrá rechazar —respondí, encogiéndome de hombrosytomandoelcigarrilloconmisdedos—.¿Estáistodoslistos? —NecesitaríamosaPaceconnosotros—susurróColt. —¿Porqué? —¿Cómoqueporqué?—Alzósurostrohaciamí—.Sabesqueeselúnico que… —Eso ha terminado —le interrumpí—. Ahora me ocuparé personalmente detodoeso. Todossemiraronduranteunossegundosyvolvieronamirarme.Lesmiréa todosycadaunodeellos,esperandoquealgunoreplicasey,encambio,no lohicieron.Grayasintióconlacabezalentamenteysubióenelasientodel copiloto, mientras Colt abría la puerta de los asientos traseros para permitirmeentrar. —Si tienes algo que decir, será mejor que lo digas ahora —murmuré, al acercarme. —Creoquelascosaspuedenponersefeas,Alek.Realmentefeas. —Yahemosllegadoaesepunto. —Entonces,comohedicho,necesitamosaPace—susurró. —¿Quéesloquetepreocupa?—Lepregunté,apoyandomimanosobrela puerta. —Éleselmáscapacitadoparadefend… —¿Túnomedefenderías?—Inquirí. —Claroqueloharía. —Entonces,¿enquétediferenciasdeél? —Notengosufuerza,Alek.Nisupocamedida… —Eres más que capaz, Colt —le aseguré, guiñándole el ojo—. No tengas miedo. —Espreocupación,nomiedo. —Olvídatedelapreocupación. —Alek,¿quéhapasadoconPace?—Preguntó,trasdudarunossegundos. —Algunas personas terminan escogiendo tomar un camino diferente en algún momento de sus vidas. En el caso de Pace, ha sido conducido por otrapersonayesmásdifícilvolveraencaminarse. —¿Enotraspalabras?—Inquirió. —Por ahora, no es uno de los nuestros —finalicé, subiéndome a la parte traseradelcocheycerrandolapuertaantesdequeélpudiesehacerlo. Supe que su duda persistiría y que no dejaría de preguntarse por qué yo mismo, después de tantos años, no consideraba a Pace como uno de los nuestros.Podíainclusoescucharlepreguntarseporquémotivo. Me relajé en el interior del coche porque el camino iba a tomar unos cuarenta minutos, aproximadamente. No pude evitar preguntarme si Johanna habría estado pensando en mí en sus últimos suspiros y, al imaginarlo,micuerposetensó. Porsupuestoqueno… EnsusúltimossuspiroshabríaestadopensandoenPace. Lohabíaintentadotodo,habíahechotodoloqueestabaenmimanopara hacerquesuvidavalieseunpocomáslapena.Lehabíaentregadotodolo quetenía,emocionalmentehablando,yhabíapermitidoquedependiesede mí y del dinero que entraba y salía de la fábrica y mis negocios. Había dejadoquetodocorriesedemicuenta,enlosentimentalyenlomaterial. Y, pese a todo, era evidente que no me arrepentía. Pero tampoco me arrepentía del modo en que me había comportado con ella en su apartamentohacíaunashoras. RespectoaBrantley,mecostabacreersudeslealtadhaciamí.Noeraalgo quefuesepropiodeélynisiquierameparecíaseralgoquehubiesepasado fugazmenteporsucabeza. Conocía a Brantley desde que era un crío. De hecho, a los ocho años ya contabaconélenmividaaunquenofuesedelmismomodoenqueconté conélentradalaadolescencia. Habíamos estado hombro contra hombro, codo con codo, en todos los altibajos que la vida había preparado para nuestros caminos. Cuando decidísepararmedelafigurapaternal,alaquetantasveceshabíaquerido parecerme,élmerecordóquenodebíahacerlo.Él,quevivíadeplenola separacióndesuspadres,merecordóquenodebíarenunciardelaimagen de mi padre. Y quizá, al hacerle caso, mi relación con él se había convertidomástormentosadeloqueeldestinoledeparabaser. Habíamos permanecido juntos en todas las duras etapas por las que una persona se desarrolla y, pese a los sentimientos de Johanna, tenía la certezadequeporsumentenohabíapasadolaideadetraicionarme. ¿Cómoibaahacerlo?Noteníaanadiemásqueamí.Amíyaesamujer conlaquesolíasalirdevezencuandoyporlaquesetomabalosdíasde descanso. Peronohabíarelaciónconsuspadres,nohabíarelaciónentrehermanos, porloquesencillamenteyoloeratodoparaél.Ylohabíademostradoen másdeunaocasión. Fueporelloque,aunquepensaseenlaideadeencerrarloenprisiónpor susdelitos,sinqueestomesalpicaradeformainminente,noquisetomar medidascontraél. Confiabaenquetendríaunaexplicación,confiabaenqueexistíaunmotivo porelcuálnomehabíaexplicadonadadeloqueestabaocurriendoentre élymi…YJohanna. Quería entregarle el beneficio de la duda, quería permitirle el derecho a exponerme su vivencia al respecto, porque es lo que merecía tras haber dedicado toda su vida a ocuparse de la parte sucia de mi trabajo. Y lo habíahechosinesperarmérito,sinesperaralabanzasysinesperarnadaa cambio. Lo había hecho porque me era leal, porque me quería y porque estaba conmigoenesto. Se lo debía, se lo debía del mismo modo en que Johanna le debía su silencioanteelfortuitocontactofísicoentreellos. Se lo debía por arremeter contra él del modo en que lo hice por una mentira. —Estamos a punto de llegar —me informó Gray, tras mirar por el retrovisordellateral—.Darren,MarcusyDennisnossiguenenelcochede atrás—añadió—.¿Faltaalguien? —Noestaremossolos,losdeGranttienenquevenir. —¿Vendrán?—InquirióColt,inseguro. —Medieronsupalabra. —Esperoquelohagan—suspiróGray. Colt aparcó el automóvil y esperó en el interior, dando la señal de que habíamosllegadoalencenderyapagarlaslucesdelcochetresveces. Nos mantuvimos, de todos modos, en el interior a la espera. Pero la impaciencia estaba pudiendo conmigo y no soportaba estar sentado durantetantotiempo. SalídelcocheyGray,fiel,decidióseguirmeporsiocurríaalgo. Me llevé un cigarrillo a los labios y le di una profunda calada, ofreciéndole un cigarro a Gray, quien negó con la cabeza. Me encogí de hombrosyguardélacajetilla,arrastrandolospiesporaquélterrenoseco llenodetierra. —AlekMelnik—escuché. Me giré, descubriendo a Trevor que todavía parecía estar recuperándose delapalizaqueBrantleyconsiguiódarletraselaltercadoenlafábricade hacía unos días. Sus labios seguían contando con una llamativa cicatriz que los cruzaba sin compasión. La ceja todavía tenía las tiras blancas apretadasalapiel. SabíaquequeríaaBrantleyyquesólomeayudaríasiseloentregaba.No podíaentregarletodavía,teníaqueescucharsuversión.Peroquizá,pesea lo que me dijese, decidiría entregárselo. Nadie debía tomarme por débil, nadiedebíavermecomotal. Eraeldueñodeminegocioyllevaba,debíallevar,elmando. Capítuloonce Alargósumanoyestrechólamíaconfuerza,invitándomeapasearjuntoa él mientras sus hombres y los míos se mantenían junto a los coches, mirándoseconuncontinuadoretoenelambiente. —Melnik —murmuró, apoyando su mano contra mi nuca—. Tú sabes que lascosaspodríanhaberacabadodeotromodo. —Sí. —Podríamoshabertratadolascosasentretúyyo,dejefeajefe—añadió. —Esloqueestamoshaciendoahora—lerecordé,parándomealverqueya habíaunaciertadistanciaentrenosotrosynuestroshombres—.Noquiero que ellos sepan de qué se trata todo esto, lo único que saben es que pretendemoshacernegocios. —Igualquelosmíos,perotodavíanomehasdichoquéesloquepretendes exactamente. —A primera hora del día lo que tenía en mente era que hiciésemos negociosjuntos—leconfesé,conlasmanosenelinteriordelosbolsillos demipantalón—,dividirnoslatareadeestazonay,evidentemente,dividir lasganancias. —Nosuenademasiadobien. —Notengotantoshombrescomoantes. —Esenoesmiproblema,Melnik—merecordó,conseriedad. —Todavía tengo que reunirme con él pero, ¿me ofrecerías tu ayuda si te entregoaPace? Sus ojos se abrieron casi al instante. Les echó una mirada a nuestros hombresyvolvióamirarmeamí. —¿Dequéestáshablando,Alek?—Preguntó,enunsusurro. —Estamosevolucionando,¿sabes?Bueno,yoloestoyhaciendo.Tengoque irmásalláytengoquedeshacermedelascosasquemeretrasanenéstemi camino. Quiero darle a Brantley la oportunidad de explicarme algunas cosas,porqueessuderechoymiobligaciónpermitírselo.Sinembargo— meapresuréaañadir—,unavezhayaescuchadoloqueseaquetieneque decirme, te lo entregaré a cambio de poder contar contigo y tus hombres entrelosmíos. —¿Estáshablandodefusionarnos? —Bueno,consideroqueentregarteamimejoramigoesunabuenamuestra de necesidad. Necesito expandirme, no he nacido para ocuparme de simplescondados. —Melnik,yonovoyaestarbajotusórdenes—susurró,conunadivertida sonrisa. —No tienes por qué estarlo. Podemos estar juntos en esto, sólo tenemos que construir nuestra confianza y podremos llevar nuestro negocio —le respondí—. Piénsalo por un momento, Trevor. Te vengas de lo que hizo Brantley contigo, de las pérdidas que hubo en tu equipo y te lanzas de cabezaauncaminoquenosbeneficiaráalosdos. —¿Pretendestomaresadecisiónsinconsultarlaconlostuyos? —Saben que mi intención es tener una negociación digna contigo y conseguirqueosunáisanosotros,envezdeseguirdisputandoentretodos por el territorio. Lo único que desconocen es que te estoy regalando, a ciertaescala,aBrantley. —¿Quéesloquehahechoesetipoparaque,debuenasaprimeras,melo regales de ese modo, sabiendo que, además, lo único que deseo es devolvérselaymatarlo?—Inquirió,mirándomeconsospecha. —Esdelaspersonasmásfielesqueheconocido.Fielalacausa,fielamí, fielasusprincipios…Noobstante,creoqueexisteciertadeslealtadenél. —NomesuenacomoalgotípicoenPace—murmuró. —¿Estás intentando que te explique el motivo? —Me eché a reír por lo bajo. —Noestaríamal.¿Noeraqueteníamosqueconstruirnuestraconfianza? —Sonrió. —Creoquetienealgoconmi…—Resoplésuavemente—.ConJohanna. —¿Lachicaconlaqueestás? —Estaba—lecorregí—.Deellayameheocupado. Vi cómo sus ojos verdes me analizaban con sorpresa, intentando imaginarme siendo capaz de algo así. Podía haber sido mi enemigo durante largos meses, pero me conocía del mismo modo en que mis hombres lo hacían. Y él, como casi todos, tenía la certeza de que era imposible que ejerciese un trabajo como ese. Como deshacerme de otra persona. —Hascambiado—siseó. —Tehedichoqueeshoradeevolucionar. Estuvoensilenciounosprolongadossegundos,llevándoseunpalilloalos dientesymordisqueándoloconcontrol.Pasándolodeunladoalotrodesu boca,echóunarápidamiradaasushombresysuspiróprofundamente. —Tengo que consultarlo con ellos, Melnik. No tengo secretos con mis chicos. —Haz lo que debas —murmuré, a mi turno—. Yo no puedo decirles a los míosqueteentregaréaBrantley. —Loentiendo. —Asíque,porloqueamírespecta,quequedeentrevosotros. —Sí,cuentaconello—musitó,tendiendosumanohaciamí—.Mealegra dequeestésevolucionandoyquehayasvenidohastaaquíparanegociar. —Esperopodercontarcontigo—dije,estrechandosumano. —Yotambiénesperopoderformarequipo. Trevorseencaminóhacialoschicos,queempezaronprontoamovilizarse para subir a los automóviles aparcados. Intenté desconcentrarme por un momentopuessegurodebíatenerunacaradignadeunculpable.Cogíaire profundamente y me dirigí hasta los chicos, sin pronunciar ni una sola palabra. Elteléfonomóvilsonóenmismanos,mientrasColtseguíaconduciendoen silencioparavolveralafábrica.ContempléelnombredePaceresaltaren lapantalla,lacualseiluminabaacadatono.Acepté. —Dime. —Séquelapreguntavaaparecerteextrañapero,¿estásconJohanna?— Leescuchéhablar,alotroladodelteléfono. Definitivamente, dijese lo que dijese, se explicase del modo en que se explicase y tuvieses motivos o no, pensaba entregarle a Trevor. Y si éste, poralgúnmotivoquedesconociese,lepermitíalavida…Measeguraríade queacabaseencerradoenprisión. —No —le respondí, intentando no sonar extraño—. ¿Por qué, ha pasado algo? —No,intentolocalizarlaperonorespondeasuteléfonomóvil. —¿Necesitasqueledigaalgodetuparte? —¿Entoncessíestásconella?—Inquirió,sinentender. —No,noloestoy.Estoyocupándomedelamierdadesiempre—ledije. —Colega, si me necesitas dímelo. Sabes que me he pasado de la raya pero… —Noesnecesario,Brantley—leinterrumpí. —Sé que estás enfadado por cómo me he comportado, por haberte hecho elegir y por haber presionado al máximo el tema con Johanna, pero, eh, tío, sigo aquí. Sigo contigo y lo sabes —expresó, con suavidad—. Puedo estarenlafábricaen… —No te necesito, Pace —espeté, en un gruñido. Respiré profundamente ante su silencio y suspiré—. No es necesario, ¿vale? Te dije de tomarte unosdíasyquieroquelocumplas. —Estábien. —¿YahassolucionadolascosasconJohanna?—Pregunté,apretandolos dientes. —¿Terefieresasiseguimosodiándonos?Sí. —Quélástima. —Hablaporti—bufó,alotroladodelteléfono. —Entonces,dime,¿porquéintentabasponerteencontactoconella? —Estuvoenmicasaestamañana—respondió,consinceridad. Almenosélnomementía… —Lascosassetorcieronunpocoy… —Brantley, olvídate de elle ¿vale? —Volví a interrumpirle—. Relájate estosdíasyvolvemosahablarcuandotereúnasdenuevoconnosotros. —Vale,tío. —Hastapronto. —Hastapronto—dijoasuturno,antesdecolgar. Entréenlafábricaydejémichaquetasobreunadelasmesasqueyahabía allícuandolaocupamos.Empecéaremangarmicamisaroja,sintiendolas gotasdesudordescenderpordetrásdemisorejas.Elsombrero,quenome había quitado en toda la noche, cayó sobre una de las estanterías de la zona. —Gray—hablé,teniendosuatencióninmediata—,¿echamosunospuños? —Claro. Ante mí, se quitó la camiseta negra de manga corta y dejó a relucir su pecho repleto de tatuajes de tinta negra. Tomó con sus manos las guanteletas negras que utilizaría para recibir mis puños metidos en unos guantesrojos,desgastadosporelpasodeltiempoyelevidenteusoqueles habíamosllegadoadar. Metílasmanosenelinteriordeéstos,viendocómoGrayseposicionaba antemíyalzaba,porencimadesupecho,lasguanteletasnegrasqueme tocabagolpearparadesfogarme.Coltseencargódeirenbuscadelacena mientras Darren, con un cigarrillo en la boca, nos observaba apoyado contraunodeloscochesquepermanecíanenelinteriordelafábrica. Mi puño derecho golpeó con fuerza la guanteleta izquierda de Gray. No hizo ningún comentario al respecto y observó el modo en que mi cuerpo empezabaadespertar,golpeandosindescansolasmanosqueélintentaba sostenerenaltosinqueja. En mi mente sólo se reproducían imágenes como las de Johanna de puntillasbesandoaBrantley,imaginandoqueporsegurohabríanllegado aotropuntodespuésdesuencontronazobajoelpuente. Mispiessemovíandeunladoaotroynopudecontrolarlavelocidadcon laquemicuerpointentabadesahogarse.Lanecesidadqueteníapordejar arelucirelenfadoquecorríapormisvenaseramayoratodolodemás. Losimaginabaaambosyloquemeprovocabaneralamismafuerzaconla quearremetíacontralasguanteletasdeGray. —Creoquevasanecesitarmásqueunosgolpesestanoche—Darrenhabló desdelamismaposturaenlaquelehabíavistoporúltimavez—.¿Quieres quemarqueunpardenúmeros,jefe?—Sonrió. Agité mis manos a ambos lados de mi cuerpo, sintiendo mi rostro empapado en sudor y resoplando profundamente dada la agitación de mi respiración.Traguésaliva,jadeandoconsuavidadporelesfuerzoygirémi rostrohaciaél. —Quenoseamorenanitengalosojosazules—lepedí. —¿Qué tal una rubia de ojos marrones? —Inquirió, con el móvil en la mano. —Meparecebien. —Gray,¿tú…? —Estoycasado—lereplicóél,enungruñido—.¿Porquiénmetomas? —Bueno, te puedes dar un descanso en tu matrimonio también, ¿eh? — Darrenseechóareír,todavíaconcentradoensuteléfonomóvil—.Rubiay ojosmarrones,bien. Cuando salí de la ducha con una toalla rodeando mi cintura, tomé el cigarrilloquehabíaestadoconsumiéndosesobreelcenicerodecristal.Lo llevé hasta mis labios y volví a encenderlo, disfrutando de las gotas que caíandemioscuropelohastamiespalda,deslizándosehastamicintura. Echéelhumoaunladoycontemplécómolarubiadeojosmarrones,que Darrenhabíallamadoparamí,semanteníasentadaalospiesdelacama. Llevósusmanoshastasustobillosydeunbrevemovimientosedeshizode sus altos tacones plateados. Acarició sus tobillos, ascendiendo por sus gemelosmientrasmemiraba,conunatranquilaexpresión. —¿Qué edad tienes? —Le pregunté, apagando el cigarrillo contra el cenicero. —Veintinueve—respondió,recogiéndoseelcabello. —No,déjatelosuelo. Asintió,dejandocaersusmanosaambosladosdesucuerposentadosobre mi cama. Apreté mi mandíbula al tiempo que tragaba saliva. No había tenidonadaconningunamujerquenofueseJohanna.Almenosnodesde hacíaseisaños. Teníaquesercapaz. Meaproximé,inclinándomehaciaellaysujetésunucaparamantenerlaal tiempoquemislabiossepegabancompletamentesobrelossuyosdefinidos. Correspondióalmovimientodemiboca,apoyandosusmanosenmicintura ytirandodemímientrasellasedejabacaerhaciaatrássobreelcolchón. Me separé para dejarla ir ascendiendo hasta llegar a las almohadas, quedándose tumbada y tirando de mi toalla para aproximarme. Ésta se abrióyellaseocupódeapartarlaporcompleto. Pasósusmanospormipecho,suavemente,hastallegaramicintura.Mis dosmanossecolocabanaambosladosdesucabeza,intentandoaguantar mipesoysentícómounadelassuyasseposabadeplenosobremipolla. La rodeó con sus dedos y presionó contra la piel, suavemente, dejando exhalar un fingido jadeo contra mi boca, intentando calentarme. Sus dientesrodearonmilabioinferiorymordió,tirandosutilmentedespués. Empezó a desnudarse, habiendo soltado mi miembro, bajo mi cuerpo sin apartarsusojosdelosmíos.Loscuales,pormomento,descendíanporsu pechoparaobservarsusmovimientosysulabordequitarselaropapara mí. Me sentí como un imbécil al empezar a hacer comparaciones entre su cuerpoyeldeJohanna,sobretodoporqueaunqueintentabaengañarmea mímismodiciendoqueeldeJo’eramilvecesmásexcitante…Algoentre mispiernasmedelatabadescaradamente. —¿Cómotegusta?—Mepreguntó,emitiendopequeñossonidosalalzarsu pelvis contra la mía. Entrecerré los ojos por un momento, sintiendo que debíahaberlospuestoenblancoporunmomentodadalasensaciónqueme recorríalaentrepierna. —Contuspiernasporencimadeloshombros. Esbozó una seductora sonrisa sobre sus labios con tonalidad rosada y empezó a quitarle el envoltorio al preservativo. Me lo pasó con cuidado, flexionando las piernas a ambos lados de mi cuerpo y me lo coloqué, apoyadosobremispropiasrodillas,concentradoenelmovimientodemis manos.Deslicéelplásticoalrededordemisensiblepene,estandomásque listo aunque mi mente no hiciese más que atormentar con imágenes de Johannaenelsuelodesucocina,empapadaensangre. No podía pensar en eso, no podía dejar que esas imágenes bajasen mi excitación. —Vas a tener que calentarme —le avisé—. Tengo la mente muy dispersada… Ellaseincorporósobrelacamayapoyósusdosmanossobremishombros, ejerciendopresiónparaqueterminaseinclinadosobreella.Sacólapunta desulenguaentresuslabiosyrelamiólosmíosantesdeadentrarseenmi boca con una fuerza sobrecogedora. Abría la boca con tanta naturalidad quemimenteparódepensarporunmomento,centrándoseenlacantidad de emociones que me producía que estuviese besándome de ese modo. Comosimedeseara… EsoeradiferenteaJohanna. Ennuestrosúltimosacercamientossexualesnosentíaquemedeseara,que deseara sentirme o deseara llegar a la cumbre de la excitación conmigo. Ya…Imaginoquetodoempiezaatenerexplicación.Imaginoqueprefería llegar a dicha cumbre con Brantley y que, en pocas palabras más, le deseaseaél. Laspiernasdelachicasecolocaronsobremishombrosyyomovílapelvis haciaella,sintiendocómomipollasehundíaenella. Nunca me habían gustado las mujeres que exageraban en la cama o las mujeresquegimiesencontaldescontrol,yquizásedebíaaquenuncame encontraba solo en la fábrica. Sin embargo, en ese momento, me importó bienpocoquegimiesecomosisuvidadependiesedelasonoridaddesus gemidos. Los cuales, según mi opinión, eran, la gran mayoría, fingidos. Lascosasclaras;tampocoteníaningunapolladescomunal. Agradecí,noobstanteeso,quealzaselavozyfueseahogándolacontrami mejilla. Los sonidos que emitía estaban excitándome lo suficiente como paraganarleterritorioalosrecuerdosdeJohannaquemeinvadían. Medeslizabacontalfacilidadqueteníaquesujetarmealasfundasdela almohada para no perder el equilibrio y quedarme fuera de su vagina. Temiendo que llegara a pasar, me concentré en aumentar el ritmo de los movimientos de mi pelvis sin necesidad de retirar mi miembro en exceso. Estuve penetrándola profundamente, resoplando porque nunca había sido capazdegemir,hastaquearranquéenellaunintensogemido.Sentícómo su vagina se contraía alrededor de mi dura erección y fue la clave para poder intentar lograr llegar al placer que deseaba. Golpeaba sus nalgas con mi pelvis y sentía cómo sus rodillas botaban contra el hueso de mi mandíbula inferior, entraba y salía con facilidad y no pude controlar la electricidadqueempezóaembriagarme,estallandodesdemipropiazona pélvica. —Oh, joder —la escuché decir, clavando sus uñas contra la piel de mis costados. Cerrélosojosconfuerzaydejécaerlacabezacontrasufrente,tensando lamusculaturadetodomicuerpoalllegaralorgasmo.Paréporcompleto, disfrutando de la sensación que me recorría en ese momento y todavía respirando con dificultad al notar cómo sus carnes seguían apretando contramierección. Meretiréconsuavidad,dedicándoleunsuavemovimientoymedejécaer alotroladodelacama,bocaarriba. Estabacansado…Jodersiloestaba. Abrí los ojos para contemplar cómo se deshacía del preservativo, haciéndole un nudo y dejándolo caer al suelo. Masajeó mi miembro, todavía duro, con una de sus manos. Lo hacía suavemente, entregándole levescaricias.Dejébrotarunexhalodeairepormibocacuandosuslabios entraron en contacto con la punta, haciéndome sentir un increíble cosquilleoportodoelcuerpo. Mi mano izquierda se posó sobre su cabeza y acarició su lacio cabello rubio,devolviéndolelaafectuosacercaníayelcariñosogesto. —¿DequéconocesaDarren?—Lepregunté,enunsusurro. Ellasecolocóamilado,quedándosesentadaparamirarcómomipecho subíaybajabaintentandonormalizarlarespiración. —Trabajo para él —respondió, con una sonrisa—. Para todos vosotros, ¿no? Fruncíelentrecejoporunmomentoymeapoyésobremiscodos. —¿Cómodices? —Cuando Darren me contrató, dijo que era parte de tu negocio — murmuró, sin entender la expresión sombría en mi cara—. No somos muchaschicas,peroimaginoqueesoirácambiandopocoapoco. —Vístete,porfavor. —¿Hedichoalgomalo?—Preguntó,conuntemorcrisparsumirada. —No,tranquila.Túnohasdichonihechonadamalo… Melevantédelacamayrodeémicinturaconlatoallaquehabíaquedado aunlado.Pasémismanospormicuello,sintiendoelprincipiodeloque seríaunatensiónmuscularacumuladaenlazonacervical. Dejéquelarubiasevistieraensilencioenelinteriordelasala,mientras mispiessedirigíanfuera. DarrenterminabadecenarjuntoaDennis,losdossentadossobreunade lasmesasdemadera,observandocómoGrayyColtjugabanalascartas apostando dinero. Me aproximé en silencio y apoyé mi mano sobre el hombro de Darren, inclinándome para pedirle que abandonase la fábrica conmigo. SóloDennismeobservóconintranquilidad. —¿Quéocurre,jefe?—Preguntó,cerrandolapuertatrasél—.¿Nohasido suficientementebuena?—Inquirió,divertido. —¿Prostitución?—Lepreguntéamiturno,mirándoleconincredulidad—. ¿Pensabasdecírmeloenalgúnmomento? —Esunnegocioqueestáempezandonadamásanacer,tío. —Nomellames“tío”. —¿Quépasa,jefe?—Memirócondesaprobación,sinentenderquéeralo que me molestaba tanto—. Es una manera de expandirnos, ¿no? Cuantos másnegociostengamos,mejor. —Nuncahablamosdeprostitución. —Esposiblepero… —¡Nunca!—Lerecordé,enunbramido. —Noesparatanto,jefe,lotengotodobajocontrol… —¿Bajocontrol?Nuncanoshemosdedicadoalaprostitución,¿quétehizo pensarquenospondríamosaellosieteañosdespués? —Esalgopequeño,sólonuestrosmásallegadoslosaben. —Quieroqueacabesconesoinmediatamente. —¿Por qué? —Inquirió, frunciendo el entrecejo—. ¿De dónde crees que vienen tantos ingresos, tío? ¿De la hierba que cultivan tus colegas en Noruega?¡Vengahombre! Mipuñosobrevolósucara,golpeandodeplenocontrasunariz,sinpoder evitarlo.Darrenseinclinóhaciaunladoalrecibirelpuñetazo,quejándose consoltura. —Hedichoqueacabesconeso—lerepetí—.Nonoshemosdedicadoala prostituciónynoloharemosnunca.¿Sabescuántasmujeresentranenese mundo porque no les queda absolutamente nada? O, no, mejor, ¿sabes cuántastienenquehacerloobligadasporpersonascomotú?—Leseñalé conundedo—.Oponesfinalnegocioquetúsolotehasmontado,otejuro que pondré al tanto a todos los que yo conozco que sí se dedican a eso desdehaceaños.Créeme,nolesharámuchagraciaquealguiencomotú quierarobarlesclientes. —Estábien,Alek.Acabaréconello. —Esoespero. Tenía que respirar porque, de no hacerlo, acabaría con todos los que me rodeaban.Ibaavolvermelocono,losiguiente… Darrennohabía,nuncaantes,desobedecidoaningunademisórdenes.Ni siquiera había cuestionado mi trabajo que, al fin al cabo, era el suyo también.Ysinembargo,empezabaarecordarmeaEwan. Nomegustabaabusardemiautoridad,niqueríasermásqueellos.Sime comprometía tanto con mi puesto en el negocio era porque, a su vez, tambiénseríaelpeorparadoenelcasodequetodosefuesealtraste. SiGray,Colt,Marcusyotrospodíanconello,¿porquésiempreresurgía unEwanounDarren? LachicarubiasecruzóconDarrenenlamismapuertadesalida.Alestar yo presente, fuera de la fábrica, Darren no se atrevió a formular ni una solapalabrafueradetonohaciaella.Siguiócaminandoparaencontrarse denuevoconDennisy,consuerte,terminarsucena. —SoyTricia—sepresentó,tendiéndomelamano. —Alek —respondí, al estrechársela—. Lo de Darren tiene que terminar, nosotros no tratamos temas de prostitución. Lo lamento, pero se ha terminado. —¿Porqué? —¿Porqué,qué? —¿Porquésehaterminado?—Preguntó. —Comohedicho,nosotrosnonosdedicamosalaprostitución. —¿Acaso es algo malo, lo ves como un trabajo indigno? —Se cruzó de brazos,tomandomispalabrascomounataqueofensivohaciaella. —Novoyaentrareneso. —¿Noesuntrabajoigualdedignoqueeltuyo? —Vale, sí voy a entrar en eso —espeté, señalándole con un dedo—. Mi trabajo es de todo menos digno. Me gano la vida con todos los sucios negocios que tengo pero eso no lo hace digno. Y, sin duda, que me guste tampocoloconvierteenunlabordigno.Además,¿intentashacermecreer queselachupasadesconocidosyextrañosporgusto?—Enarquémiceja, sinquitarlelosojosdeencima—.Seacomosea,tegustehacerloono,no serábajonuestronegocioquelohagas,Tricia.Nosotrosnonosdedicamos aeso—volvíadecir. —Asíque,eltemaes…—Pronunció,acercándoseamícondeterminación —.Meheacostadocontigoytú,nopodíaserotro,no,tú,vasymedejas sintrabajo. —Lolamento. —¿Quésesuponequevoyahacerahora? —Eres una chica guapa —murmuré, encogiéndome de hombros—. ¿Ser modelo,quizá? —Megustabaserprostituta,porsinotehasdadocuenta. Volvíaencogermedehombros,pocopodíahaceralrespecto.Noerauna cuestiónmía,niibaaserlopormuchoquelachicaseenfadaseconmigo. NopodíapermitirqueDarren,uotrodemigrupo,emprendieseunnegocio de prostitución bajo nuestro sello. Mucho menos, además, sin consultármelo. —Almenosprométemeunacosa—murmuró,asuturno,tendiéndomeuna pequeña tarjeta blanca con su nombre y teléfono—; prométeme que tú sí recurrirásamísiteaburresolonecesitas. —¿Hedeprometerlo? —Sí—respondió. —Loprometo. Apoyó su mano sobre mi hombro y depositó un suave beso contra la comisurademislabios.Losmovísuavementehaciasubocayledevolvíel beso. Mededicóunasensualsonrisayempezóacaminarhaciaeldescampado querodeabanuestrafábrica,adentrándosesinningúnprejuicioenlazona industrialabandonada. LoschicosparecíanhabersetranquilizadoyDarrenevitabamirarmealos ojos.Quizáhabíasidodemasiadodurodurantetodoeldía,porquepodía sertestigodecómoellos,alosqueestabacadadíamásacostumbradode verjuntoamí,semostrabancadavezunpocomásdistanciados. Los reuní en la sala principal antes de irme a descansar. Mi mente necesitaba dormir y con suerte soñar, y con más suerte todavía… no recordar. —Séquepuedequeestéissorprendidosporcómoempiezoatomarmelas cosas —les dije, fumando con paciencia y tranquilidad—. Puede que no hayasidoelmejorlíderestosúltimosmesesypuedequesedebaaquelas cosasnohanidocomoenunmomentoplaneé—teníaquebuscarunarazón queellosconsiderasencomoconsuficientementepesocomoparajustificar labrutalidaddemidíaylaseveridadconlaquememostrabaanteellos—. Johannayyohemosdadoporfinalizadanuestrarelación—pronuncié. Sus reacciones fueron similares a las que conseguí imaginar. Algunos parecían mostrarse compasivos, entendiendo por qué mi humor había decaído tanto durante el día. Colt, por ejemplo, habiendo sido el que me había llevado hasta el apartamento de Johanna, fue el que más comprensión pareció sentir. Otros, sin querer darle demasiada importancia,asintieronlentamenteconlacabeza. —Lascosashandeempezaracambiar—aseguré,finalizandoelcigarrillo —. Podéis iros y abandonar todo lo que hemos formado, o podéis manteneros a mi lado durante esta evolución en la que, os prometo, llegaremoslejos.Elúnicolímitequetenemoseselcielo,asíqueentierra notenemosniunosolo—siseé—.Seguiremosconlasdrogas,seguiremos conlasarmasy,consuerte,nosfusionaremosconlosdeTrevor—anuncié, pero no obtuve ninguna reacción negativa por parte de ellos—. ¿Alguien tienealgoquedeciralrespecto? —Sí—Darrenhabló,dandounpasohaciaadelante—. —Di. —¿Ysinostomamoslanochesóloparanosotros,olvidándonosdetodala mierda que nos ha salpicado estos días, para emborracharnos como nunca?—Propuso,siendoaplaudidoporDennisyMarcus. Meechéareíryasentíconlacabeza.Sólounacervezaantesdedormir… Sólouna. Capítulodoce —Papá,nopuedodormir—apartélosojosdellibroquesosteníaconmi manoizquierda,tumbadoenlacama,alescucharaOliviaquejarsedesde la puerta de mi habitación. Sonreí y negué con la cabeza suavemente. Dejéellibrosobrelamesitadenocheymequedébocaarriba—.¿Dequé teríes?—Preguntó,enunsusurro,caminandohastamicamaysubiendo a ella para colocarse a mi lado, sin olvidarse de dar cobijo a Flash, su queridocaballo. —Porqueesnormalquenopuedasdormir.Tehasechadounasiestade lasgrandes. Golpeó mi pecho con su pequeña mano y empezó a apretar contra mi pectoral izquierdo como si tuviese la intención de colocarlo correctamente. Apoyó su cabeza y dejó escapar un suspiro de esos quejososquetantolacaracterizaban. Intentócolocarsedediferentesformas,peroningunaparecíaagradarle. —Jo, papi, eres muy duro —se quejó, decidiendo dejar caer su cabeza contralaalargadaalmohada. Contuve mi carcajada y me giré hacia ella, colocando mi mano por encima de su pequeña cadera. Ella apoyó su mano izquierda sobre la mía,acariciándolaconsusdedos.Comosiempre,paseabasusdedospor lasgruesasvenasquesolíansurgireneldorsodemismanos. —¿SabesqueaJohannatambiénlegustamipelo?—Largó,mirándome consusbonitosojosllenosdeunparticularbrillodecansancio. —¿Ah,sí? —Sí.Ledijequeatitegustabayquedecíasqueteparecíabonitoydijo queloera. —Yloes. —Mamá se queja mucho al peinármelo —admitió, frunciendo el entrecejo. Paséelpulgarporesasdiminutasarrugasquenoterminabandesurgir, dedicándoleunaampliasonrisa. —Tumadrenotienepacienciaconnada—lerespondí,enunsusurro. Se concentró en cerrar los ojos y disfrutar del tacto que sus dedos recibíanalseguiracariciandoelbultoqueformabanmisvenassobreel dorsodemismanos. Me quedé admirándola durante unos minutos, contemplando lo mejor que, por seguro, había hecho en mi vida. Era la más bonita de las creaciones,aexcepcióndehabersidounasorpresatantoparamícomo paraAlanna. —Papá… —Dime,cariño. —¿Yanoquieresamamá?—Preguntó,conlosojoscerrados. Pasélalenguaporlasmuelasdemimandíbulasuperiorytraguésaliva antesderesponderasupregunta. —Noesqueyanolaquiera,cariño,esqueahoraesdiferente. —¿Porqué?—Inquirió. —Porquemamáypapátienendiferenciasirreconciliables. —¿Esoquésignifica? —Quenopuedenquerersedelmismomodo—intentéexplicarle. Tambiénpodíaintentarexplicarleaunaniñadeochoañosquesumadre era una gran zorra y que me había exasperado desde el minuto uno de nuestra relación. Sin embargo, bastante hacía Alanna permitiéndome tener a la niña unos días cada mes. Conocía, por otros, a lo que me dedicabay,aunasí,siemprelohabíallevadoensecreto. —¿Ynoquieresanadiecomoamamá?—Siguiópreguntando. —No,pequeña. —¿Nadie ocupa tu corazón? —Abrió los ojos, dibujando una pícara sonrisasobresuslabios. —Seráposible…—Entrecerrélosojosmirándola,fingiendounacarade malaleche. —MamáahoraquiereaBruce. —Sí, mamá suele querer a los hombres como Bruce —puse los ojos en blanco,dejándomecaerbocaarribasobrelacama. Eranlastresdelamañanaymihijaseguíadespierta,conunmontónde dudasexistencialesrespectoamirelaciónconsumadre,¡ibaapañado! Tenía cosas de mí pero, eso sí, el sacar temas peliagudos no era mío… Vamos,queeradesusantamadre. Intenté cerrar los ojos para que tomase ejemplo y me imitase, quizá de ese modo conseguiría dormir. Porque si no se dormía pronto, el día de mañana iba a ser un problema que terminaría en confrontación entre Alannayyo. Noté cómo se subía sobre mi vientre, quedándose sentada a horcajadas sobremiabdomen.RodeóaFlashconsusbrazosyladeóelrostropara mirarme.Almenosasífuecómoladescubrícuandoabrílosojos. —Johannaesguapa—sonrió. Mis cejas se elevaron, incrédulas por lo que mis oídos estaban escuchando. —Tiene unos bonitos morros —comentó, tocándose los suyos con sus dedos—.Megustaquetengaelpelotanoscuro.¡Esdiferenteatiyamí! —MehaquedadoclaroquelohaspasadobienconJohanna,cariño. —CreoqueaFlashtambiénlehacaídobien. —¿Sí?NoescuchoaFlashdecirmelobonitaquees… —Papá… —¿Sí?—Pregunté,acariciandosuspiernas. —Mamáytúnopodéisdarmeunahermana,¿no?—Siguió,volviéndome locodelmismomodoenquesolíahacersumadre. —No. —PeroBruceymamásípueden,¿verdad? —Verdad —asentí, agarrándola por ambos lados de su cuerpo y tumbándola a mi lado—. Las próximas preguntas, pequeña, para mañanaporlamañana.Ahoratocadormir—leseñalé. —Notengosueño. —Olivia,adormir. —Pero…—Volvióaquejarse. —Oteduermesdeunavez,oFlashacabaenlalavadora. Fruncióelentrecejofuertemente,mirándomecomosipensasemetermea míenlalavadora.Yno…Laideanomeemocionabaenabsoluto. Optó por mantenerse callada ante mi amenaza y cerró los ojos, todavía conelentrecejofruncido. Estuve concentrado en no quedarme dormido mientras leía el último capítulodellibro,alaesperadequeOliviasequedasefrita. Fueunavictoriaconseguirlosintenerqueprepararleningunainfusióno unbuenchutedewhisky,queesloqueyonecesitabacondesesperación. Melevantédelacamaconsigiloydejéellibrosobrelamesitadenoche. Cerré la puerta de mi habitación, dándole un último vistazo a la única persona que ocupaba mi corazón. Dormida, tranquila, abrazada a su queridoFlash… Erajovenysinmiedos,conningunaexpectativadecaraalavidaysin necesidaddebuscarleningunarespuestaasusevidentesgolpesbajos.La únicaresponsabilidadquerecordabatener,desdehacíavariosaños,era ladeejercermitrabajocorrectamente.Deocuparmedetodoaquelloque Alekconsiderabaqueyoeraválido,útilynecesario.Alaferrarmeaesa idea, a ese requisito que él buscaba en mí, logré convertirme en la máquinaqueutilizabalafuerzafísicaparamantenerlimpiounnombre quenisiquieraeraelmío.Noobstante,comolehabíadichoaJohanna,y comodefendíadesdesiempre,valíalapena.Aleklomerecía. Sin ningún miedo, a excepción de mis ataques de ansiedad en los espacios reducidos, me entregué a la causa de Alek. Una causa que, haciendo balanza, me beneficiaba. Me proporcionaba un estilo de vida desagradable, sí… Pero también proporcionaba una adrenalina inexistenteenotrotipodesituaciones.Setratabadeunestilodevida,no sólodeunsimpletrabajo,quemeotorgabaunasfuertesemociones.Me procurabaunafamilia,másalládeAlannaymeaportabaunaseguridad económicamásqueevidente. Uno se acostumbra al dinero fácil, al camino sencillo y no concibe el riesgo que supone. Deshabituarse a ello es un paso que mis pies no estabantentadosacometer. Habíasidojoven,yseguíasiéndolo,sinmiedos.Porquemividanoeralo suficientementevaliosaparamíynolohabíasidonunca.Almenosno hastalallegadadeOlivia. Recordaba perfectamente el modo en que Alanna me había dado la noticiadesuembarazo.Y,sí,pordescontadorecordabaelmodoenelque había reaccionado al inminente acontecimiento que cambiaba mi vida por completo. Como un toro enfurecido, fuera de sí. Como un animal rabiosodispuestoatodoparaevitartalcambioque,mesesmástarde,sin saberlo concebiría como maravilloso con el paso del tiempo. Recibí el sucesocomoelhombrequeera,quehabíasidodesdeadolescente.Recibí laprimiciacomoelmonstruoenelquelavidamehabíaconvertidoaun sinsaberlo. Mi vida se había basado, antes de la llegada de Olivia, en todos los excesos posibles. La disputa descontrolada de mi persona, abusando de sustanciasyemociones.Yaunmeparecíaincreíbleseguirvivo,aunme parecíasorprendentenohabercaído. Notabacómocadavez,comolamismaTorredePisa,meinclinabamásy más. Expectativo ante una caída que, tarde o temprano, sucedería. Porque, tras todo lo que había llegado a hacer en mi vida, era lo que debía ocurrir. Porque no es ningún mito, las personas como yo deben caerenalgúnmomentoynosalirimpune. Sinocaen,elequilibriodelcosmosdejadeexistiryseconvierteenun simpleidealcreadoporelserhumano.Elequilibrionoeraelojoporojo ydientepordiente.Elequilibrio,talycomoloveíatrasdejardeladomi juventud y mis no miedos, era algo que ocurría de modo natural. Algo quesucedíaporquedebíasuceder,porqueestabadestinadoaserasí. No obstante, existen puertas que cruzas una vez y por las cuales no puedes volver a salir. Y, desgraciadamente, aquello era algo que supe nada más entrar en el mundo que ahora me rodeaba. Conocía bien mi situación,sabíaperfectamentequesólopodíasalirdelbucleenelqueme había metido de una forma. Para mí desgracia, esa salida era a tres metrosbajotierra. Recordabahabersidoreacioalamentiradurantemuchosaños,porque considerabaqueirdefrenteytomarlasinceridadcomoarmaduraibaa serlomásinteligenteenmitrabajo.Simemanteníahonestoylealante Alek, la vida no me daría la espalda en el momento que desease abandonarlalaborquehabíaestadollevandoacabo. Sí,erauniluso.Almenosunapartedemíloeraporcreerqueesosería suficienteparaabandonartalcausa. Al principio de todo, la causa estaba bajo mis manos y las de todos los que trabajamos para y con Alek. El tiempo, inequívoco, logró dejarme claroquelastornashabíancambiado.Habíamospasadodecontrolarla causaparapermitirqueellanoscontrolaseanosotros.Y,conello,todo loquehabíamosamado. Al punto en el que me encontraba, no era la consciencia lo que me pesaba. Algo que me convertía todavía más en inhumano… ¿Cómo no podía pesarme el haber acabado con la vida de personas que eran hermanos,hijos,padres,sobrinos,primos…? Simplemente no lo hacía, porque la devoción me cegaba lo suficiente paranosentirniunapizcademoralidadoremordimientoalrespecto. Sinembargo,loquesímeperturbaba,eralosañosquenotardaríanen sacudir la vida de mi hija. Una pequeña maravilla que me miraba con suspreciososojosyseenorgullecíademí,sinnisiquierasaberqueerala última persona por la cual debía sentir orgullo. El milagro que, en sus más oscuros miedos, corría para rodearme con sus brazos en busca de poderrespirarysentirseseguraentrelosmíos. ¿Quéporquénoabandonéantes? Porque no tenía sueños, ni esperanzas, ni ilusiones. Porque ni siquiera llegó a importarme la idea de que mi hija creciese sin padre. Y por egoístaquesonasepormiparte,teníatodoslosmotivosdelmundopara pensardeesemodo. ¿Acaso no iba a ser peor que tuviese un padre como el que le había tocado? Alanna fue de las pocas personas que intentó reconstruirme o reencaminarmeporuncaminoqueellaconsiderabamejorqueelqueyo mismohabíatomado.Creyó,firmemente,quesuamorpormíharíaque cualquier cosa pudiese suceder. Ilusa ella también, creyó que manteniéndosefirmeamiladoyoabandonaríaaAlek.Intentó,desdeel principio,sermilugardeconsuelo,mirocaymitechobajolatormenta. Estuve enamorado de ella el suficiente tiempo como para saber que intentaba salvarme sin yo necesitarlo y ella estuvo enamorada de mí el suficiente tiempo como para desesperarse y sufrir depresión tras depresión. Imaginoquesitodavíanosrespetábamos,aunquenofueseconpalabras precisamente, era por Olivia. Su nacimiento había moderado nuestros agresivosencuentrosydiscusiones. JohannamerecordabaaAlanna. Siempre desafiándome, creyendo tener el poder divino para convertir a las personas en lo que se obsesionaba con ver. Creyendo tener la capacidadparahacernacerenlosdemáselsentimientoqueelladeseaba. Me recordaba a ella desde el principio, desde el día en que Alek la presentócomosuparejadeformaoficialehicimosunapequeñareunión enlafábricarodeadosdenuestrosmásallegados. Tenían el mismo comportamiento que me sacaba de las casillas con la únicaexcepcióndeque,Johanna,alcontrarioqueAlanna,metemíay, aunasí,seencarabaamí.Yaunqueesotuvieseexplicaciónmástarde,a mímefascinabasucoraje.Mefascinabaelmodoenque,inclusoenlas peoressituaciones,notuviesemiedoarendirseoaenfrentarsealoque debíaocurrir. Me recordaba tanto a ella que era inevitable casi sentir el mismo odio. Cada vez que Johanna se apresuraba a encararse a mí, intentando por todos los medios discutir o intentar usar su pequeña fuerza contra mi cuerpo,recordabaelmodoenqueAlannahabíaintentadocambiarme.Y lasituaciónmesuperaba,eraalgoquemeabordabaynopodíacontrolar. Nisiquieraqueríacontrolarlo. Puede que el hecho de que ambas fuesen similares tuviese peso en mi incapacidad para acabar con su vida en todas las oportunidades que habíatenido.EracomosinopudiesemataraAlannaporserlamadrede Olivia, la única que trajo al mundo algo que verdaderamente sí podía cambiarme.Sinembargo,Johannanohabíatenidonadaquevery,ensu caso,loachacabaanopoderdesobedecerlasórdenesdeAlek. Se había ocupado de Olivia en mi arrebato, mientras dormía plácidamenteintentandoqueelalcoholseesfumasedemicuerpo.Había sidocariñosaconella,sintenerporquéhacerloynohabíajuzgadomi papeldepadrepornorecordarqueAlannaladejaríaamicargoporun día.Algoquesolíaserbastantecasual. Y aun con su apreciable temor hacia mí, había tenido el valor de confesarmesusmásprofundossentimientoshaciamí. Malditapsicópata,masoquistayperturbada… Alargué la mano sobre la mesita de café y observé la pantalla de mi teléfono móvil. Eran las cuatro de la mañana y todavía no había respondidoaningunademisllamadas.Nosésieraalgopropiodeella pero tampoco podía tener demasiadas expectativas. No obstante, tras haberlebesado…Nosé,podríahaberllamado¿no? Quizáunmensaje.Sí…Unmensajehubieseestadobien. La pantalla se iluminó con un número que desconocía y fruncí el entrecejo. Si Alanna me llamaba otra vez desde algún aeropuerto para decirmeque,enunarrebatodepasiónellayBruce,semarchabaaalgún paíseuropeo,pensabapresentarlaanteunjuzgadopeseasaberquetenía yomismoelasdeperder. —¿Sí?—Respondí,serio. —¿BrantleyPace? —Elmismo.¿Quiénes? —Le llamo desde el Artesia General Hospital —respondió una voz femenina, al otro lado del teléfono—. Tenemos a una paciente que ha pedido,expresamente,quelellamásemosencasodeemergencia. —¿Cómo? —JohannaBrookeOliphant. —¿Qué? —Volví a espetar, sintiendo necesidad de ponerme de pie y levantarmiculodemicómodosofá. —Unvecinolahatraídohacehoraymediaconunaincisiónenlaparte baja del vientre —explicó, con tranquilidad—. Nos pidió, en su extraviadaconsciencia,quenospusiésemosencontactoconusted,puesto quesehanegadoacontactaraningunodesusfamiliares. —Ahora mismo voy para allá —señalé, finalizando la llamada y haciendomisdeseosrealidadallevantarmedelsofá. Tomé a Olivia con mis brazos, sabiendo que no podía llamar a Alanna para que me ayudase. Según ella, mi cupo de “emergencias” lo había cubierto en los primeros años de la pequeña. Sin preocuparme siquiera por cómo iba vestido, manteniendo mis cómodos pantalones cortos de deporte, tomé una camiseta verde desgastada y me encaminé hacia la puertadeallado. Siunapersonapodíaayudarmeenunasituaciónasí,eraAnderson. Abrió la puerta y expresó su preocupación, con una mueca, al verme totalmente serio frente a él. Era el único de mis vecinos en el que confiaba, aun a sabiendas de que habíamos tenido nuestros más y nuestrosmenosalprincipiodemiconvivenciaenesebloque. —¿Quéocurre? —Sé que trabajas de noche y que debes estar ensimismado en cubrir cualquiernoticiadelastuyas,peronecesitoqueleechesunojoaOlivia —lepedí,todavíacargandoalapequeñaqueyaempezabaamurmurar quejassobremicuerpo—.Mehanllamadodelhospitaly… —Eh—mecortó,alzandolasmanoshaciaOlivia—,notienesquedarme ningunaexplicación.Séquenoacudiríasamídenoserunaemergencia. —Encuantovuelva… —Tomate el tiempo que necesites, mañana tengo libre —me aseguró, cogiendoalapequeñaensusbrazosydedicándomeunafugazsonrisa—. Esperoquenoseanada. —Sinoloes,acabarásiéndolo—susurré,acariciandoelpelodeOlivia —.Tedebouna,Anderson. —MeconformoconquenovuelvasamontarjaleosilosPhoenixSuns gananalosLakers—comentó,jocoso. —Oh—mencioné,apuntodeirme—,otracosa… —Dime. —¿Podríasdejarmetumoto? —¿Qué? —Losé,séqueesabusarpero…—Nosabíacómoexplicárselo—.Tuve problemasconlasruedasytodavíanolohesolucionado. —Joder,tío… —Lo sé, lo sé. Te juro que si ganan los Lakers te dejaré raparme la cabeza. —Niquetuvieseselsuficientementepelocomoparaqueesoteimportase —masculló, sacándose las llaves del bolsillo trasero del pantalón—. Cuidado,Brantley.Yhabloenserio…NiunrasguñoamiHarley. —¡Prometido! ConducirunaHarleydeesacategoríaeraalgodiferente,aunquenome sentía en ánimos para poder disfrutar la experiencia. Conduje ensimismado en la carretera, preocupado por el estado de Johanna. Y cuando frené en un semáforo, me pregunté qué era lo que tanto me preocupabacuandoyomismohabíasidocapazdehacerlecosaspeores. Pasélamanoderechahaciaatrás,acariciandopartedelasientodecuero quenoocupaba.Esbocéunapatéticasonrisasobremirostro,recordando elmodoenquelehabíahechopasarelpeordesusmomentossobremi propiamoto.Enesemomentosíqueconsiderélaideadequeellatuviese másmotivosparamatarmequeyoparamatarlaaella. AparquélaHarleydeAndersonymeencaminéhacialapuertaprincipal delhospital,quitándomeelcascoalaquemeaproximabaalarecepción. Me rodeaban un montón de personas y era algo a lo que no conseguía acostumbrarme. A esas horas de la noche, lo normal es que no hubiese casinadieenunhospital. Vaya pensamiento más absurdo, Brantley… ¿A cuántos tipos has mandadoalhospitalalasmismashorasdelamadrugada,eh? —Hola —dije, con la respiración un poco entrecortada—. Me han llamado. —Sunombre,porfavor. —BrantleyPace—respondí. —Sí —murmuró la joven, tras echarle un vistazo al ordenador—. Sin embargo,todavíanopodemosdejarlevisitaralaseñoritaOliphant. —¿Porquéno? —El capitán del departamento de policía está con ella en estos momentos. —Oh—musité. Vamos,nomejodas… —El vecino llamó a la policía porque pensó que se trataba de un allanamiento de morada —me explicó, al ver mi cara—. Así que dos investigadoresvinieroneintentaronhablarconlapaciente. —Yaveo. —Puedeesperarporaquíyleavisarécuandosepermitanlasvisitas. —No, ¿sabe qué…? —Giré mi rostro hacia la puerta por la que había entrado—.Saldréafumarmeuncigarrillo,tomarmeuncaféyvolveréun poquitomástarde. —Comodesee,señorPace. Si la policía estaba ahí, no podía significar nada bueno. Al igual que tampoco me transmitía mucha seguridad que Johanna informase al hospitalparaquesepusieseencontactoconmigoynoconAlek.Alfiny alcabo,éleraquiendebíaestarconellaenesemomentoynoyo. Fumé el cigarrillo junto a la Harley, aparcada a unos metros del hospital. Me quedé sentado, con la mirada perdida en el edificio y a la esperadequeeltiempopasase. ¿Allanamientodemorada? Eso no tenía ningún sentido, ¿quién querría nada de un apartamento comoeldeJohannaodeellamisma? SisetratabadealgúnproblemaconelnegociodeAlek,éldebíasaberlo. Porloque,vistodesdemipuntodevista,nodeberíatardarenllegar. Reconocíalcapitándepolicíahablarconsusinvestigadoresalasalida delhospital,dispersándosealcabodeunoscortosminutos. Esperéaquedesaparecierandelosalrededoresdelhospitalparatirarel cigarrilloalsueloydirigirmehacialapuertaprincipal,otravez. —Señor Pace —la mujer de la recepción se levantó, nada más verme entrar—.Losinspectoresdepolicíapreguntabanporusted. —¿Cómodice? —MehanpreguntadosilaseñoritaOliphantibaatenervisitay… —Mierda—espeté,interrumpiéndolasinqueesofuesemiintención. —Leestoyinformando,señorPace.Peronosepreocupe,lesdijequehoy nohabíaningúnindiciodequenadiefueseaveniravisitarla. Enarquémicejaalobservaraaquellamuchacha. —¿Porquélesdijoeso?—Pregunté. —Porque la señorita Oliphant me recomendó hacerlo al saber que la policíavendríaavisitarla. —Chica precavida —bufé, intentando no sentirme orgulloso de ella—. ¿Habitación? —Cientocinco. —Gracias. Lahabitacióncientocincoestabafrenteamisnaricesyaunasíteníala sensacióndequerersalircorriendo.Antesdeabrirlapuerta,unaseriede preguntas recorrieron mi mente. ¿Por qué Johanna había pedido, expresamente,queelhospitalsepusieseencontactoconmigo?¿Porqué medabalaresponsabilidadque,enrealidad,Alekmerecíatener?Y,ante todo,¿porquéhabíasidotanprecavidadecaraalamismapolicíaala queteníaintencióndevendernos? Erairónicocreerqueelperturbadoerayoyque,comoellahabíadicho enunmomentodado,pareciesesufrircambiosbruscosdeopinión.Bien, ella había utilizado realmente el término bipolar… Aunque no parecía saberexactamentequéeradichaenfermedad. Estaba tumbada sobre la cama de la habitación, con el cabello suelto y un conducto de suero que partía de una bolsa anclada en un poste metálico y el dorso de su mano izquierda. Con los ojos cerrados, mantenía su cabeza ladeada hacia el lado derecho y con una cansada expresiónsobresujovenrostro. Sus gruesos labios habían perdido el color rosado que solía tener de modo natural. Ahora se veían pálidos, como si la sangre no hubiese fluidosuficientementeporellos.Erainevitablecontemplarsusevidentes ojeras formar una leve bolsa bajo sus ojos. Los cuales, incluso ante mi intrusiónenlahabitación,permanecíancerrados. Permanecíquietoenlaentradadelahabitación,preguntándomeporqué era incapaz de dar un paso más o por qué cojones no había dado dos hacia atrás. Seguía teniendo la sensación de que no era yo quien debía estarahí,quenoeraunaresponsabilidadmíayque,pordescontado,no setratabademilabor. Movió su rostro para dejarlo boca arriba, moviendo su mano izquierda cómosilaagujaqueatravesabasuvenalemolestase. Nopudeevitarpreguntarmesihabíamontadoalgúnescándaloalverla aguja o si, de despertar, lo haría al saber que tenía una colocada profundamenteenelinteriordelapieldeldorsodesumano.Ladeémi sonrisa por un momento y, al segundo, tuve ganas de darme una bofetada. Serásimbécil… —¿Pace? Misonrisadesaparecióalescucharsususurro.Meacerquéycoloquémi manosobrelasuyaderecha,estrechándolaconsuavidad. —Eh—saludé. —Hecreídooírtereír… —Vengaya—meburlé,pasandomipulgarsobreeldorsodesumano. —Habránsidoimaginacionesmías. —Sí…—Toméaireprofundamente,mordiéndomelacarneinternademi labioinferior—.Johanna,¿quéhapasado? —Tengosueño. Asentíconlacabezalentamente,viendocómotodavíanopretendíaabrir sus ojos. Ni siquiera me dediqué a caer en la cuenta de que seguía acariciando su mano, pretendiendo, por un momento, que olvidase su temorhaciamí. Lodebíahaberperdido,¿no?Denoserasí…,nohubiesepedidoqueme llamasen. —Tengoquesaberquéhaocurrido,Johanna. —Alek—musitó,relamiéndoseloslabios—.Tengosed… Miréamialrededor,descubriendounvasodeplásticoblancoconagua ensuinterior.Lediunsorboparaestarsegurodequesetratabadeagua, despuésdehaberolisqueadoelinteriordelvaso. Loaproximéconcuidadohastasubocaymimanoizquierdaseposóbajo sunucaparaayudarlaparalamismaacción.Dejócaersumanocontra mi mano izquierda y deposité, de nuevo, el vaso sobre la alta mesa de maderaconcajones. —Tengoquesaberquéhaocurrido,nena—repetí. —¿Acabasdellamarme“nena”…? —No—respondí,intentandodisimularlasonrisaparaquenodenotase nadaenmivoz—.Imaginacionestuyasdenuevo,Johanna—susurré. Capítulotrece Una sonrisa se dibujó sobre sus labios y escuché cómo su respiración brotabasonoramentedesdeelinteriordesuboca,comosisetratasede unarelajadaexhalaciónpropiadeunasencillacarcajada. Enesemomentohubiesepagadoporescucharelbásicosonidodeésta. —Dimequéesloquehapasado—murmuré,casienunsuspiro. —Alek vino a casa —pronunció, con dificultad, sin dejar de relamerse loslabios—.Tengolabocademasiadosecaparahablar… Tomé su barbilla con la única mano que no estaba tocándola en ese momentoyaproximémirostrosobreelsuyo.Todavíamanteníalosojos cerrados pero la sonrisa, de la que había sido afortunado de ver hacía unos momentos, había desaparecido. Pegué mi boca a sus labios entreabiertos, presionando con debilidad pero permitiendo a mi lengua que se adentrase. Rodeé su lengua con la mía y no sentí repulsión al hacerlo, ni siquiera aunque el amargo sabor de su boca me perturbara laspapilasgustativas.Dejéquemisalivasecamuflaseenelinteriorde su cavidad y sentí su respiración contra mi rostro. A continuación, me apartéconmuchasuavidad. —Vaya —farfulló, tragando saliva—, pensé en un poco más de agua pero,sí,creoqueesonohaestadomal… Su comentario me arrancó una sonrisa y volví a tener ganas de abofetearme. Sin embargo, mi mano que sujetaba su barbilla se movió hastasumejillaconlaintencióndeacariciarlasutilmente.Y,alhacerlo, abriólosojosparamirarme. —¿Sisigomanteniéndomeasídedébilseguirásbesándome?—Preguntó, en un susurro, entrecerrando sus ojos al mirarme—. Veo que hay otra alternativaparatenercontactofísico,eh… —Ningunadelasdossituacionesesbuenaparati—mereí. —Tienesrazón,siempresebasaenmíestandocasimoribunda. —Novasamorirte—leaseguré. —Alek vino a casa, Pace —volvió a decir, erradicando la ilusión que había visto iluminar su rostro hacía un par de segundos—. Estaba enfadado,estaba…Eradiferente—masculló,condificultad—.Nuncale habíavistoasí,nuncahabíacreídoquefuesecapazde… —¿Éltehahechoesto?—Lepregunté,frunciendoelentrecejo. —Increíble,¿verdad? Llevémislabiosasufrenteydepositéuncálidobeso,mientrasintentaba disimular la tensión que estaba corrompiendo todo mi cuerpo sin mi permiso. Intenté desconcentrarla para que no fuese testigo de cómo estabaafectándomelaideadequeAlekhubiesesidocapazdeherirlade esemodo,siendoalgopropiodemíynodeél. —Creoqueteníainformaciónsobrenuestroencuentrobajoelpuente— comentó, mientras mis labios seguían sobre la piel de su frente—. Alguienmesiguióysabíaquehabíaestadoentucasa—añadió. —Esosíespropiodeél. —Le admití que nunca abusaste de mí —confesó, en un gimoteo—. Se pusocomoloco… —Nodebistehacereso,esoteníaquequedarentrenosotros. —Sabíaquetúmeprovocasteeldesgarromuscular,mepreguntóquepor quénuncaselodijey…—Callórepentinamenteparaecharsealloraren silencio. Me apartó con sus manos para que no limpiase ni una de sus lágrimas—.Ledijequetelodebíaporquetehabíaacusadodesemejante barbaridady… —Repitoquenodebistehacereso—yoenmistrece,punto. —Leadmitítenersentimientosportiy… —Oh, joder, Johanna —le interrumpí, en una queja que pretendía ser soloparamí. —¿¡Qué querías que hiciese!? —Vociferó de pronto, arrepintiéndose al instanteyllevándoselamanoalapartebajadesuvientre—.Ah… —Relájate. —Dijo que sólo había dos modos de actuar —enunció, con un rostro encogidoporlamolestia—cuandoteclavanunpuñalporlaespalda… —Bufó y cogió aire repentinamente, intentando incorporarse sobre la cama—. Arrancárselo y preguntarse por qué ha ocurrido lo que ha ocurridoo…—Volvióatragarsalivanotablemente—.Oarrancárseloy usarlo. Le pedí, en un siseo, que se mantuviese en silencio. Quizá había oído suficienteymesentíaincapazdeseguirescuchandonadaqueplasmase, en mi cabeza, la imagen de Alek enfureciéndose ante ella y con un tan violentodesenlace. Mehervíalasangreypodíanotarelcalorquedesprendíamipiel.Estaba tanconcentradoenquenonotasemicabreoquenimedicuentaquesu mano se había colocado sobre mi esternón, por encima de la camiseta. Loslatidosdemicorazónmedelatarían.Daríanlosindiciosclavespara quesupiesecuántoestabasintiendo,dejandodeseraquélinsensibleque ellaveíaenmí. La gran ironía era que todo lo que estaba sintiendo me estaba convirtiendo en ese insensible nuevamente, pues no dudaría en arrancarle la lengua a Alek. ¿Qué gilipollez era esa de un puñal en la espalda y usarlo? ¿Cómo se había atrevido a herirla de ese modo? Oh, joder,¿ycómopodíaseryotanhipócrita? Alek sólo había dado un paso más a lo que yo había estado haciendo durante todo este tiempo en el que me veía enfrentado a Johanna con cualquiercosa. —¿Enquéestáspensando?—Mepreguntó,enunatormentadosusurro. —En que yo hubiese hecho lo mismo —le respondí, con sinceridad—. Hubiesesidocapazdeesto—suspiré,desviandomimiradahastalaparte bajadesuvientrequepermanecíaocultabajolasábanadelacama—,y demuchomás. —Nadie duda de que hayas tenido capacidad y oportunidad. Sin embargo… —Nolohehechoyo—finalicésufrase,encogiéndomedehombros—.¿Y qué?Esonocambiaabsolutamentenada.¿Cómovoyasiquierairapor élsiyohesido…? —Novayasporél—meinterrumpió,tajante. —¿Esperasqueledejevivodespuésdeesto? —Le has cogido cierto gusto a esto de deshacerte de cualquier persona que no sea de tu agrado, ¿eh? —Replicó, con una débil sonrisa—. Escucha,Pace,lascosasno… —Nomedigascómotienenqueserlascosas—lecorté,enungruñido—. No me vengas con el cuento de la venganza y de cómo las cosas se vuelvenentucontracuandobuscastenerla. —¿Desdecuándoteimporta? —¿Elqué?—Lepregunté,sinentender. —Mimíseravida—suspiró. —Desde que me tomé muy en serio ser el único que te la hiciese imposible. Sumano,quepermanecíacontramiesternónsobrelacamiseta,secerró enunpuñoymededicóunodesustípicosysencillosgolpes.Contemplé cómo una natural sonrisa emergía entre sus carnosos labios y no pude evitarpreguntarmecuándohabíacambiadotantorespectoaella,todavía notandocómolasyemasdemisdedoshabíanquedadomarcadasporla esenciadesucuello. —Novayas—suplicó. —Hedehacerlo. —No, no has de —replicó, aferrando sus dedos contra la tela de mi camiseta. —Johanna, como te dije en su momento, esto sólo puede acabar de un modo. —Ycomoyoterespondí,siemprehayunaalternativa. —Avecesnolahay—susurré,negandosuavementeconlacabeza—.En micaso,nena,lasalternativasnodistanmuchode… —Ahoranohansidoimaginacionesmías—farfulló,cortándome. —¿Eh? —Mehasllamado“nena”. —¿Teimportaríacentrarteunpoquito?—Mascullé,golpeandosufrente conlamíaenunbrevecontactofísicoentrenuestrascabezas. Llevaba un buen rato inclinado sobre ella pero, por alguna extraña razón,nomepesaba. —Las alternativas no distan mucho de la cruel realidad. En mi caso, a estas alturas, las cosas terminarán siendo como deben ser. Tendré que pagar,tardeotemprano,pormiscrímenes.Enalgúnmomento,mañana o dentro de unas semanas, tendré que comparecer ante el mundo por haberhechotodoloquehellegadoahacersiendoelsecuaz,cómplice,o como quieras llamarlo, de Alek —le expliqué, intentando escoger mis palabras sabiamente—. Y no sólo eso… Soy coautor. Incluso tú, Johanna,sintiendotodoloqueadmitessentirpormí,sabestodoloque he hecho. Aunque no lo hayas presenciado con tus ojos, sabes que ha ocurrido.¿Creesqueesosimplementepuedepasarseporalto?¿Confías en que desaparecerá? —Pregunté, sabiendo que no era necesaria ninguna respuesta—. Uno debe ser responsable de lo que hace, porque evitarelcaminoquehemosescogidononoslimpialasmanosdetodolo quehemosrecorrido. —Estásdiciéndomeque,ocurraloqueocurra,teperderé. —Pues, ¿no era evidente? —Me reí, con suavidad—. ¿De qué te sorprendes? Esto iba a ocurrirte, aunque no hubieses sentido nada por mí,permaneciendojuntoaAlek. —¿Acuántaspersonashasmatado? Su pregunta no me sorprendió ni, mucho menos, me ofendió. Sin embargo, no pude evitar sentir un ápice de decepción al tener que responderaunacuestiónquenoqueríacompartirconella.Apoderser, eraalgoquepreferíanocompartirconnadie. —¿Qué importancia tiene? —Repliqué—. Un cadáver más, un cadáver menos,nomeharámenosresponsablenimeharásermenosasesino. —¿Acuántas? —Amásdelasquemegustaría—musité. —Esonoesunarespuestanumérica. —Nopiensodarteunarespuestanumérica,peropuedodecirteque,tras hoy,lacifraaumentarádeuno—murmuré,conunnudoenlagarganta. Se quedó en silencio unos segundos, volviendo a cerrar los ojos. Presenciécómounalágrimarecorríasumejillaizquierdayelmodoen quedejabacaerlacabezasobrelaalmohada,dejandosurostroladeado. Agradecíque,porotraparte,sumanosemantuviesesobremicamiseta. Eraalgoquehacíaquesurepudio,alahoradedistanciarsurostrodel mío,nofuesetandesagradable. —Eh—susurré,apoyandomisdedosalrededordesualargadorostro.Lo guie hacia mí y apoyé mi frente contra su cabeza—. Abre los ojos, Johanna —ante su negación, dejé escapar un profundo suspiro. No sentíaquemispulmonesconsiguieranllenarseporcompletoalrespirary meveíacapazdeempezaradesesperarme—.Johanna… —Tienequehaberunaalternat… —Nolahay—dije,deteniendolaideaalaqueseguíaaferrándose—.Voy aocuparmey,después,seacabarontuspreocupaciones. —Pace. —¿HasleídoLosMiserables? Abriólosojosantemí,enarcandounadesuscejasamedidaqueyoiba separándome de su contacto físico. El único que perduraba, en los últimos minutos que pensaba pasar junto a ella, era el de mis dedos índice,corazónyanularrodeadosporsumanoderecha. —¿Qué?—Musitó. —Existe una frase que me recuerda a menudo a mis propias experiencias.Enotraspalabras,merecuerdaati.¿Lohasleído? —No. —“Esunaextrañapretensióndelhombrequererqueelamorconduzcaa algunaparte”—cité,apretandomipulgarcontraeldorsodesumano—. Y, aun así, Johanna, “en vano tallamos lo mejor posible ese tronco misterioso que es nuestra vida; la veta negra del destino aparecerá siempre”. Dejóderodearmisdedos,empujandomimanoaunladoy,conunrostro encogido de dolor, se colocó de lado sobre la cama. Observé su espalda darmelacaraysuspiréprofundamente. Había estado leyendo Los Miserables desde hacía unas semanas y, por extraño que sonase al tratarse de una novela de estilo romántico, me había fascinado el modo en que se razonaba las dos caras de una evidente moneda; el bien y el mal. Que existiese defensa para todo oprimido,comoconcluíaenciertomodolanovela,eraunalivioparamí. Unaliviomomentáneo,puessetratabadeunmeroescritosobrepapel. No iba a juzgar su reacción, ni me veía capaz de insistir que intentase focalizarlascosasdesdemipuntodevista.Viéndolacomoestaba,noiba apedirlequesecolocasemiszapatosyobservaraellargorecorridoque habíacaminadohastaelpresente.Nosóloporquenomepareciesejusto sinoporquenoqueríaquesupiesetodoloquehabíallegadoahaceren misúltimosañosdevida. Cuando sinceró sus sentimientos hacia mí todo fue totalmente surrealista.Lofuehastaelpuntodehacermellegaracreerquesíhabía un tal Cupido, lo suficientemente enfermo y depravado cómo para enviarleunaflechaconminombre.Puesquesehubieseenamoradode mínosóloeradepravadoeinconscienteporsuparte,peroesque,alfiny alcabo,denigranteparaella.Yaloeraparamí… Condujelargoskilómetroshastallegaralafábrica,pensandoelmodoen elquepodíaabarcarlacuestióndeJohannaconAlek.Ahorasabíaqueél conocía los sentimientos de Johanna por mí, mas ella me había informado de que él era consciente de nuestro encontronazo bajo el puente. Por ahora, era lo que yo sabía que él sabía. Aunque no podía evitarquemesurgieraunaduda… ¿Conocíatambién,poralgúnmotivo,quemehabíaacostadoconella? Dejé el casco sobre el asiento de la moto y, a mis espaldas, el sol empezaba a surgir. Se apreciaba cómo el cielo pasaba de un intenso oscuroaunentristecidoamanecer.Elcielosepresentabatangriscomo mispropiasemociones. Metoméellujodefumarmeuncigarrillojuntoalamoto,observándola ypreguntándomesialgúndíaconseguiríatenerunaigual. Noesquelamíanomegustase,perounaHarleyeraunaHarley. Lafábricaestabasilenciosa,oscuray,denoserporquehabíaestadoen ella, habría jurado que continuaba abandonada. Los coches seguían en su sitio, algunas cadenas seguían cayendo del techo y, sin duda, las estanterías con aparatos mecánicos no habían sido ni retiradas ni movidasdesusitio. Amedidaquemispasosavanzabanporlaestancia,encontrabaalgunas latas de cerveza desparramadas por el suelo junto a un montón de colillasyceniza.Dehecho,mispiesyanosearrastrabanconlamisma facilidad.Elestadodelsueloerarepugnante.Debíanhabersepegadouna buenacogorza. Sí, seguro que Alek había celebrado su poderío al ser capaz de encargarsedeJohannadelmodoenquelohabíahecho.Sinunápicede empatía. Oh,¡quéhipócrita,Pace!¿DeverdadvasaencargartedeAlekporhaber hecholoquetúhasestadosoñandoconhacerdesdehace,qué,meses? No podía deshacerme de mi mejor amigo de ese modo y mucho menos porunamujer.Nocompartíamuchadesusopinionesnidecisiones,pero siemprelashabíarespetado. Medilavueltayempecéacaminarhacialasalida,nuevamente. ¿Cómo iba a encararme a él, con qué pretensión? ¿Con qué maldita finalidadibaarajarleelcuello?¿Bajoquéargumento? Ningunoerasuficientementeválido,puesyomismohabíasidocapazde cosaspeores.¡YomismohabíahechodelavidadeJohannauninfierno! Yomismohabía… —Pace. MedilavueltaparaobservarcómoAlek,conunacamisarojatotalmente abierta,merecibíaenelcentrodelaestancia.Llevabaunosdesgastados tejanosclarosysucabello,máscortoqueelmío,perfectamentepeinado. Esbozóunaampliasonrisa,quedándosedepie,conlasmanosmetidasen losbolsillostraserosdesupantalón. —¿Yahasvueltoenti?—Preguntó,consorna. —Oh, sí —respondí, quedándome quieto en mi posición—. Totalmente, además. —Esunabuenanoticia. —Loes. Le echó un vistazo a su alrededor, como si estuviese contemplando el lugarquenosrodeabaenesemomento.Empezóacaminarhaciamí,sin dejar que nuestros ojos se encontrasen ni por un segundo. Siguió desviandosumiradaportodalaalcoba. —Dime, ¿qué te trae por aquí? —Preguntó, quedándose a mi lado. Se quedó quieto, sin retirar las manos de sus bolsillos traseros y manteniendoelrostrohacialapuertadelafábrica. Ladeéelrostroparamirarle. —¿Porquécreesqueestoyaquí?—Repliqué,mirandosuperfil. —Nuncahassidodemasiadointeligente—chasqueósusdedosydescubrí cómo Gray, Marcus y Darren salían de entre la oscuridad—. Jamás admitiré que no eras bueno en lo tuyo, la verdad… Pero tú no puedes admitirsermuyinteligentesihasconsideradooportunodejartecaerpor aquí. —Vaya,nosabíaqueleteníastanpocaestimaamiinteligencia,Alek. —¿Quieresquetratemostemasdeestima,Brantley?—Inquirió,conuna hipócrita carcajada por su parte—. Si es lo que quieres, podemos empezarporahí.Soloquedespués,sinoteimporta,hablaremosdetemas comolatraición. —Yonotehetraicionado—leseñalé,sintemoralguno. —¿Aquélellamastúenamoraramichica? —Joder, ¿y el no inteligente soy yo? —Espeté, riéndome por lo bajo—. ¿En serio, Alek? ¿Ahora tenemos doce años? —Me giré hacia él y observécómoGraysellevabalamanoalaespalda—.Tranquilo,mono de feria, que no pienso hacer nada —mascullé, levantando las manos para que se quedase, si es que eso podía ser, más tranquilo—. Alek, escúchame. —Enesoestoy—respondió,serio. —¿Crees que he enamorado a tu chica? —Apreté mis labios por lo patéticoquesonaba—.Quetuchicaestécomounacabraysehaya…— Me vi interrumpido por un brusco puñetazo que chocó contra mi ceja derecha. Cerré el ojo con fuerza maldiciendo por lo bajo, odiando la zurda de Alek.Apoyémismanossobremisrodillas,apretandoconmásfuerzalos ojoseintentandoconcentrarmeenotracosaquenofueseeldolorquese extendíaportodomicerebelo. —Yaveolomuchoque“estás”escuchándome—siseé. —Sinohubiesesestadoobcecadoconlaideadequeibaavendernos,no hubieses estado tan pendiente de ella. Nos hubiésemos librado de vuestros múltiples encuentros —prosiguió, girándose hacia mí con el rostroimpasible. Johanna tenía razón, Alek estaba diferente. Ni siquiera parecía ser él mismo. —Encuentros como el de bajo el puente —comentó, con una divertida muecasobresualargadoypuntiagudorostro—.Unencuentroquetodos conocemos pero, claro, a saber cómo terminaban los otros que desconocíamos. Si Colt no hubiese aparecido en la ducha del piso de abajo,¿quéhubieseocurrido,eh?—Inquirió. —¿Puedodecirlaverdadsinquevuelvasagolpearme? —Prueba—respondió,encogiéndosedehombroscondesdén. —Lahubiesematado—respondí,contotalsinceridad. —Eresunhipócrita. —Soymuchascosas,Alek—leaseguré,notandoellíquidocalientecaer porelladoderechodemicara—.Túmeconocesbien.Soyesoymucho más. Pero, ahora que mencionas lo de la hipocresía, quizá tú quieras hablar más que yo —murmuré, relamiéndome el labio inferior—. Tú sabesmásdeesoqueyo. —Cortaelrollo. —¿Por qué no les explicas a todos dónde han acabado algunos de nuestroscompañeros? —Brantley,noesmomentoparairteporlasramas—meadvirtió. —Diles dónde han acabado y bajo qué orden —proseguí, recibiendo el siguientepuñetazocontramiesternón. Micuerposeinclinóhaciaadelanteyreprimíunbrutalgruñido.Dejéde respirarporunossegundospuessabíaquenoibaalograrcaptaroxígeno silointentabatrasaquélpuñetazo.Ynomequeríaverenlasituaciónde boquearcomounpezfrenteatodos.Cuandoeldolordisminuyó,porotra parte,puesdesaparecernoibaahacerlo,meincorporéconlarespiración agitada y sintiendo cómo las aletas de mi nariz se ensanchaban a cada unadeellas. —¿Noleshasdichocuántasdecisioneshastomadosinconsultarlocon ellos?—Pronuncié,sintiéndomemuydébileneseinstante—.¿Tampoco les has comentado que no has necesitado una razón de…? —Agarré el puño izquierdo que amenazaba, en cuestión de milésimas de segundos, convolveradarmeenlacara—.Esdemalaeducacióninterrumpir,Alek —carraspeé,porelesfuerzo. —Has intentado matar a mi chica incontables veces —replicó, en tensión. —Esverdad,peronosoyyoquienlahaenviadoalhospital. Pudever,porelrabillodelojo,cómoGray,MarcusyDarrensemiraban ipsofacto.Pudeinclusoescucharsusmurmullos. —¿Dequéestáshablando?—Coltapareciópordetrásdemí,frunciendo elentrecejo. —Vaya,Alek,¿tampocoleshascontadoque“tuchica”estáenelhospital porquefuisteaporella?—Québiensentabaeso,porDios. —Cállate —me espetó, apartando el puño del interior de mi mano. Se abalanzósobremicuerpoeintentó,portodoslosmedios,hacermecaer alsuelo. Puede que nunca hubiese negado una paliza por su parte si él consideraba que era mi merecido, pero él nunca había podido conmigo de no ser porque yo me había dejado. Y, evidentemente, por desgracia paraél,esonoibaavolveraocurrir. Dejéquesecayera,solo,alsueloyempecéadarvueltasasualrededor. Coltmemirabaexpectantey,pesealoquehabíadichoenvozaltaante todos,Graycontinuabaconlamanotrassuespalda,dispuestoatodo. —Pace—alcélamiradahaciaColt,quienhabíapronunciadominombre —.¿Nonoshasvendidoalapolicía?—Preguntó,enunsusurro. —¿Qué cojones dices tú ahora? —Fruncí el entrecejo y mi mirada se desvió a Alek, quien se levantaba del suelo entre bufidos—. ¿Eso es lo queleshasdicho?—Unasonrisaincrédulasedibujóenmicaraantesde poderdarmecuentadequeestabaechándomeareírdeformaestúpida—. ¿Lehasdichoqueoshevendido?—Mehabíaentradolarisaflojay,la verdad, desde fuera podía parecer que era un auténtico psicópata enfrascado en los efectos de algún psicotrópico—. Sí, ¡claro, Colt! ¡Yo mismooshevendido!Porque,comoverás,siendoelquesehaencargado detodos,¿quémásmeda?¡Porsupuesto,cómono!¡Tengomilganasde estar encerrado con vosotros, disfrutar de unos meses en la ciudad de vacacionesparapresidiariosyvercómooslargáismientrasmicondena sealargahastaelfinaldemietapaadulta!—Dejédereíralinstante—. ¿Teenjuagaslabocaconcocaínaoquécojonestepasa? ColtdesviólentamentesumiradahaciaAlekypudevercómosurostro, sujovenrostro,seencogíaenunasombríadecepción. Conocía esa sensación… Conocía la sensación de haber sido capaz de venderlemialmaalmismodemonioporalguienquecreíamerecerlo. —SólohiceloquecreíoportunorespectoaJohanna—explicóAlek,sin apartarsusojosmieldelosmíos—.Túhabríashecholomismo,¡túibas ahacerlomismo! —¡Peronolohice! —¿Yesotehacesermejorpersonaqueyo?—Inquirió,conelentrecejo fruncido—.¿Ahoraeresmejorqueyo?¿Tehasconvertidoensantopor perdonarlelavidasoloaunadetusvíctimas?—Sonriódeformaladeada y negó suavemente con la cabeza—. ¿Crees de verdad que nos van a juzgardelmismomodo,capullo?¿Tienesalgunacertezade…?—Golpeé su boca con mi codo derecho y proseguí dando círculos a su alrededor, escuchando cómo maldecía y se quejaba por el golpe. Escupí contra el suelo, sintiendo un exceso de saliva en el interior de mi boca, y decidí deshacermedelacamisetaverdequetodavíallevabapuesta.SiGrayno mehabíadisparadoya,noloharía—.Eresun… —Levántate,Alek. Se levantó, pasándose el dorso de la mano por la boca. Imitándome, se deshizodesucamisarojaylatirócontraelsuelo. Nohabíacomparaciónposibleentrenuestroscuerpos.Éramoselsolyla luna. —Yonolametíenestemundo,Alek—lerecordé,gesticulandoconmis manos—. No fui yo quien se enamoró de ella, haciéndole partícipe de todasnuestrasmierdas.Telodijeensumomento,telohedichosiempre. Nuestravidaprivadadebemantenerseprivada,atodacostaydetodolo que hacemos. Sin embargo, a ti te importó una mierda —espeté—. ¡La hicistepartícipedeabsolutamentetodo!¡Todosnuestrostratos,nuestros negocios y nuestros pasados! Venga —me animé, mirando a todos los demás—. ¿Cuántos de vosotros conocéis mi vida privada? —Les pregunté. Ningunorespondió. —Exacto—señalé—.Completosilencio. —¿Desde cuándo te preocupas tanto? —Preguntó, moviéndose de un lado a otro para desconcentrarme—. ¿Ahora te has enamorado tú de ella? —Nometoqueslaspelotas,Alek. —¿Quétecuestaresponder? —Nomeheenamoradodeella—contesté,serio—.Peromeencantaría decirtequesíaunquefueseparavercómotecorroelaidea—mirostro se iluminó—. ¡No, espera! Quizá te corroa más que te diga que me la follé—gesticulétodavíamás,antelaahogadasorpresadeColt. PorDios,quéchicomásingenuo… —Si eso quieres verlo como traición, te lo acepto —proseguí, encogiéndome de hombros, viendo cómo él paraba quieto de pronto—. Pero nunca me acusarás de traicionarte porque ella sea lo suficientementeestúpidacomoparahaberseenamoradodemí. —Yoyanosoyelmismo,Pace—meadvirtió,dandounpasohaciamí. —Porsuerteparamí,yonuncadejédeserquiensoy. —¿Yquiéneres,apartedeunmalditomandado?—Meprovocó,conuna bromistamueca. —¿Ahoramismo,dices?¿Apartedeunmalditomandadoquesetiróatu chica?—Repliquéamiturno,coninsolencia—.Lacaraylacruzdeuna moneda —le respondí, escuchando mi hombro crujir al hacer un breve movimiento—. Tú conoces mi cruz, no conoces mi cara y como no te considero digno de conocerla, haré una fusión sólo para ti —mascullé, con desprecio—. Ahora mismo soy el insensible que siente, el inconscientequepiensayelcapullosininteligenciaquevaapartirtela boca. Cuando di un paso hacia adelante, Colt me bloqueó el paso con su delgadocuerpo. Eratalmienfurecimientoquepensabaenarrancarletodoslostatuajes quepermanecíansobresusmanos,conpielincluida. —Apártate—pronuncié,ronco. —Pace… —¡Hedichoqueteapartes! —Deja que nos ocupemos nosotros —pidió, en un susurro, intentando sonar tranquilizador—. Deja que seamos nosotros los que nos encarguemos. —Estonoformapartedeningunanegociacióndegrupo,Colt. —Pace,tío,estonosafectaigualqueati. —Lo dudo —repliqué, sin apartar los ojos de Alek, quien incrédulo escuchabacómounodesussubordinadosintentabatomarpartidadesu desenlace. —No eres el único que ha actuado por el beneficio de otro —expresó Marcus. —¡Hedichoqueestoescosamía!—Bramé,paraquetodosescucharan. Coltapoyósumanosobremihombroyfuetalrápidoelcontactoquemi manoagarrósumuñecaconlafuerzadeuncañón. —Nollevestúsoloesacarga—musitó. Capítulocatorce Elhumobrotabadeentremislabiosmientras intentabamantenermequietoapoyadocontraelcoche,observandocómo cada uno arremetía contra Alek y él hacía el esfuerzo de defenderse. Escuchaba los quejidos de esfuerzo que todos dejaban escapar por sus aceleradasvocesasícomoelsonidodeAlekdebilitándosecadavezmás. Misojosnisiquierapestañeabanantetalimagen,dejandoquelaceniza cayese sobre el suelo. Ninguno de ellos iba a ser capaz de dar por finalizada aquella ronda física, pues ninguno había tenido, nunca, la habilidaddeocuparsedelmodoenqueyosolíahacerlo. Colt, quien había sido el primero en empezar, caminó hasta mí y se colocó a mi lado. Agarró mi cigarrillo y le dio una profunda calada, cansado y totalmente empapado en sudor. No dijo absolutamente nada, acompañándomeantelavisióndelacaídadeAlek.Unacaídaquejamás hubiese imaginado contemplar, ni visualizar. Ni siquiera había estado soñandoconqueaquelloocurriese,porqueenotracircunstancia… Enotracircunstanciamehubieseinterpuesto,hubiesetenidouncuerpo acuerpocontodosellosynomehubieseimportadocaerporAlek. Mi teléfono móvil vibró y lo sujeté con mis manos para descubrir un mensajedeJohannaenél. “Vetedelafábrica,Pace. Lapolicíaestádecamino”. Apreté el teléfono entre mis manos y dejé escapar una pequeña carcajada. Colt me miró sin entender y volví a arrebatarle el cigarrillo sindarleimportancia.Toméunagrancaladayladeéelrostrohaciaél. —¿Estás dispuesto a ir a prisión por todos nuestros delitos? —Le pregunté. —Nuncamelohepreguntado. —Pregúntateloydameunarespuesta. Frunciósuentrecejoysupequeexigíasaber. —Notenemosotraopción,¿no?—Seresignóaresponder. —Alguna te diría que existe una alternativa pero no, no creo que haya otraopción. —Entoncessí,claro.Eseldestinoqueheescogido—suspiró. —Lapolicíaestádecamino. Vielterrorasomarensurostroyreprimíunaespontáneacarcajada. —Nodesesperes,Colt—susurré—.Notecaerántantoscomocrees. —Pero,¿ytú? —Es el destino que he escogido —le respondí, encogiéndome de hombros. Tecleé en la pantalla de mi teléfono, escuchando cómo Darren seguía bramando junto a los demás y Alek caía, definitivamente, sin fuerzas paramás. “Lautopíadehoyescarneyhuesomañana.”. Antes de que pudiese guardar mi teléfono móvil, escuchando en la lejanía unas intensas sirenas que avanzaban mi desenlace en libertad y medescubríaelporvenirenuncautiverio,éstevolvióavibrar. “Porfavor,déjatedecitasliterariasysaldeahí. Redímeteatimismo”. Empecé a teclear una respuesta y resoplé al escuchar el sonido de un montón de hombres adentrándose en la fábrica, exigiéndonos alzar las manosycolocarnosderodillassobreelsuelo. Miteléfonomóvilcayófrenteamíyunamableagentedepolicía,amable porque si pensaba en insultarle por seguro mi boca lo plasmaría a los cuatro vientos, clavó el talón sobre éste. Dejándolo hecho pedazos ante mi cara, se colocó tras mi cuerpo y colocó una de las manillas de la esposasenmimuñecaizquierda,tirandodemibrazoparacolocarmela mano sobre la parte baja de la espalda. Le facilité el gesto intentado mantenerelequilibrio. Arrastré los pies hasta la salida, observando cómo Alek quedaba tirado sobre el suelo. No fui capaz siquiera de visualizar si su pecho seguía moviéndose de la forma básica en la que solía hacerlo al respirar. El agente continuó sujetando mis manos, las cuales quedaban bloqueadas contralapartebajademiespalda,yconsuotramanosujetandominuca mientras me acompañaba hasta uno de los coches con las luces encendidas. —Pace —susurró Colt, a mi lado, en el interior de aquél coche de policía. —Dime. —¿QuélepediríasaDios? Mirostrosegiróhaciaél,conextremalentitud,preguntándomesihabía escuchadocorrectamentesupreocupación.Fruncíelentrecejoyladeéun pocoelrostro.¿Deverdadestabapreguntándomesemejantegilipollez? —¿Qué…? —Me has preguntado si estaba dispuesto a ir a prisión —continuó susurrando, mirándome con preocupación—. Y yo te he dado mi respuesta. —Mipreguntahasidomuchomásrelevanteytrascendental,Colt. —¿QuélepediríasaDios?—Formulódenuevo. El lado izquierdo de mi cabeza cayó contra el cristal de la ventanilla y misojosseelevaronunpocoparacontemplarelcielo.Seguíaperturbado por unas evidentes nubes oscuras, grisáceas, que amenazaban con descargarsuirasobrelaciudadenformadegruesasgotasdelluvia. —Nosoycreyente—leconfesé. —¿Quélepedirías? —¡Silencioalláatrás!—Bramóunodelospolicías. Puselosojosenblancoymemordíellabioinferior.Acerquémirostroal deColt,parahablarenunbajotonoyquesóloélmeescuchase. —Lepediríaexterminar,delmundoquesesuponehacreado,atodaslas personascomoyo—respondí,enunsencillosusurro—.¿Heresueltotu duda,pequeño? —Yolepediríaunasegundaoportunidad—bufó,conpesar. —Vengaya,Colt.Hemostenidomiloportunidadesparaabandonartodo estoy… —Sí —me interrumpió—, ya sé que hemos de abrazarnos a nuestro destino. —Notedigoquetengasqueabrazarlo,perosíconformarteconél.Noes algoqueestuvieseescritoparanosotros,esalgoqueescogimos. —¡Silencio!—Volvióavociferarelpolicía. —Cómeme la polla —espeté, en un gruñido, dirigiéndome al mismo policía. Éstegirósurostrohaciamí,clavándomelamásferozdelasmiradas.O al menos es lo que él debía pensar, porque en mí no creaba ningún efecto. Le sostuve la mirada durante unos largos segundos. Tras eso, fue él quien optó por apartarla. En cambio yo, volví a girar mi rostro hacia Colt. —No tengas miedo, tío. Nunca nadie ha llegado a ninguna parte acompañado por el miedo —me limité a asegurarle—. No dejes que te domine. —Esfácilparati,túnoletienesmiedoanada. Notécómomishombrossemovíanalreírme,decidiendodarleunbrusco toqueconelbíceps,observandocómoelcocheseguíamoviéndoseyuna levelluviaempezabaagolpearlasventanillas. —Siyonotengomiedo,túnotienesporquétenerlo—finalicé,sintiendo queaquellafraseerapropiaparamipequeñaOlivia. En mí no surgía la duda de qué ocurriría con mi pequeña al entrar en prisión. Sabía que, tarde o temprano, Alanna conocería mi situación y recordaría que Anderson era la persona en la que más confiaba en el bloque.Mepreguntabaporcuántotiemponolaveríaysimeperderíala magia de verla crecer, pasando por todos las evidentes etapas que eso conlleva. Eramuysencilloquerercreernotemerabsolutamentenada.Laideaera fascinante, llamativa y, qué cojones, me encantaba que todo el mundo creyeseasídemí.Porfalsoquefuese,eraunalivioquesólounapersona conociesemiverdaderotemor.Almenoseltemorirracional,puesestaba más que claro que perder a Olivia era lo que más me aterrorizaba. No sólo perderla en el sentido de estar encerrado en prisión y no poder siquieraverla,sinoenperderladeunaformafísica.Ochoañosatrásno mehubieseimportadolomásmínimo,peroenelpresenteeradiferente. Enelpresente,cualquiercosaquepudieseheriramipequeña… Si ni siquiera soportaba cuando su profesora de ballet le reñía por algunatontería. Cuando el policía me sacó del coche, tirándome del brazo izquierdo, recibíunrápidogolpeenlaentrepiernay,entodoelsufrimientoqueeso conllevaba,meechéareír.Noteníamisexpectativasdequefuesecapaz dedevolvérmelaenuncontactofísico.Y,joder,erajodidamentedoloroso. Podía notar cómo la irradiación llegaba hasta mi estómago y me producíaunasfuertesnáuseas. Micuerposeinclinóhaciadelanteyescuchésusquejas,todavíaoptando por seguir tirando de mi brazo sin darme siquiera un simple respiro. O nuncalehabíandadoenlaspelotas,oelhijodeputasabíaexactamente laincapacidadquenosrecorríacuandoocurría. Apoyó su mano contra mi hombro y me obligó a sentarme sobre una silla,enunapequeñasala,mientrasmismuñecasterminabanesposadas sobre la superficie de la mesa. Le eché una rápida mirada pero me encogí,viéndoletotalmentecapazdevolveragolpearme.Y,poresedía, yahabíatenidosuficiente. —Brantley Pace —escuché, decidiendo mantener mi vista fija en aquél rectánguloquemedevolvíamipropiaimagen—,soyelinspectorHolden —dijo, colocándose frente a mí y dejando caer un grueso dossier gris frenteamismanos—.Esoerestú. —¿Disculpe?—Pronuncié,enarcandounaceja. —Todoeso—contestó,señalandoeldossierconunamano—,erestú. —¿Soyuncúmulodehojasdepapel?—Inquirí,burlón. —Eresungrancriminal—replicó,sentándosefrenteamí. No,inspector,lapalabracorrectaescapullo,entreotrasmuchascosas. Enunamuecainexpresivapormiparte,oalmenosintuíaqueasíerami cara,leobservéconelrostroladeadomientrasacomodabamiculosobre la incómoda silla. Cerré y abrí las manos en un par de ocasiones, sintiendounaslevesmolestias. —¿Crees que es necesario que pasemos por todo esto? —Me preguntó, conlasmanosentrelazadassobrelamesa. —Noséaloqueserefiere. —A que te interrogue y esas cosas. Creo que los dos somos muy conscientesdequeesteencuentroesinnecesario. —Vaya, inspector. ¿Por qué no me ha dejado, entonces, disfrutar de la fiestaconmiscolegasenlafábrica?—Micomisuraderechaseelevóun poco,conmipropiainsolencia. —Unodelostuyosnoparecíaestardisfrutandodemasiado. —Oh, entre usted y yo, inspector, Alek es un poco débil para este mundo… —SeñorPace,¿sabedequéseleacusa? —Joder, de una gran lista —bufé, poniendo los ojos en blanco—. ¿Por quénomemeteenprisiónyacabamoscontodaestatontería? —Comosabrás,vuestrocasonoesunsimplecasodebandascallejeras —comentó,apoyandolaespaldacontraelrespaldodelasilla—.Eneste caso están metidos los inspectores de investigaciones sobre la administración de drogas y los investigadores penales del tráfico de armasdefuego—seacomodó,contranquilidad—.Comobiensabes,se os detiene porque un jurado de acusación os ha imputado formalmente undelito.Enotraspalabras,eljuezhadictadoordendearrestotrasuna denuncia con exposición de pruebas suficientes para establecer una causaprobable—semirólasuñasporunmomentoyclavósusojosen mí—. Hasta el juicio, sabes que existe la posibilidad de una libertad condicionalobajofianzaperoque,entucaso,Pace,contuhistorial… —Asintió lentamente con la cabeza—. Permanecerás encerrado hasta quesedéeljuicio.Amenosque,evidentemente,convenzasaljuezpara quetepermitalalibertadprovisionalhastaeljuicio. —Asíquevoyacompareceranteunjuez,¿no? —En unos minutos —respondió, tajante—. ¿No sabes cómo funciona esto?Contucarreradelictiva,penséquelosabrías. —Si mi carrera delictiva es tan larga, inspector, es porque no deben haber hecho su trabajo tan bien como creían, habiéndome dado la oportunidaddenosercazadoenningúnmomento—leguiñéunojo. El golpe que dio contra la mesa me sobresaltó, aunque no hizo que mi sonrisadesapareciese. —Eljuezteinformarádeloscargosporloscualesseteacusa—espetó, másenfadadoqueungorilaalquelehanrobadosuracióndeplátanos —. Tú mismo te declararás inocente o culpable, según lo que creas conveniente. —Medeclararéculpable. —Imaginéquenoerasestúpido. —¿Podríairafumaruncigarrillo?—Lepedí. —Retirolodicho. Elinspectordepolicíasaliódelasala,dandounfuerteportazoymedejó ahí. Menudo sinvergüenza… Ni siquiera había tenido en consideración mideseo. Continuéobservandomireflejocontraelcristalyempecéasimularuna melodía al silbar, aburrido por la espera. No llegaba siquiera a preguntarmequéestaríanhaciendoColt,Grayolosdemás.Aquéleraun momentobásicoenelquetedabascuentadeque,sinimportarcuántos compartiesentucamino,estabascompletamentesolo. —Why should we worry, no one will care, girl —empecé a canturrear, por lo bajo, mientras la melodía sonaba en mi cabeza--. We’ve got tonight, who needs tomorrow —continué, sorprendiéndome por seguir recordandolacancióndeKennyRogersquesiempremehabíagustado. We’vegottonight,adúoconSheenaEaston. Seguí canturreando la canción, dejando caer mi cabeza hacia atrás y cerrando los ojos. El dolor de la ceja había disminuido por culpa del entumecimiento de la zona, que debía estar visiblemente inflamada. Movía los dedos de mi mano simulando la melodía de piano, mientras canturreabaparamímismoconlaintencióndequeeltiempopasasemás deprisa. Cuantoantes,mejor. Lapuertadelasaladeabrió,dejándomeamediasconunadelasfrases delacanción.Algirarelrostro,recibíunfuertechoquecontralemejilla izquierda. Fue tal la sorpresa que mi cabeza se inclinó hacia abajo, intentandoevitarrecibircualquierotrogolpeposible. —¡Joder!¿Esquenadievaadejardedarmehoyoqué?Empiezoaestar hasta los cojones de la brutalidad poli… —Giré el rostro hacia la personaquehabíairrumpidoenlasala,descubriendoaJohannaconel mismocamisóndelhospitalyeldorsodelamanosangrando—.¡Joh…! —¡Imbécil!¡Loqueeresesunimbécil!—Espetó,antesdequepudiese pronunciar su nombre completo—. ¿¡Cómo demonios se te ocurre quedarteahípasmado,eh!? —¿Quéhacestúaquí?—Misojosseabrieronalverqueintentabavolver a golpearme—. ¡Eh, eh! ¡Basta! Baja la mano, chiflada… ¿Quieres dejardepegarme?¿Acasonovesqueyaestoybastantejodido? Elinspector,juntoadoshombresmás,notardóenreunirseconnosotros. Uno de los policías, vestido con un uniforme diferente al del inspector, sujetóaJohannadeloshombros,intentandosacarladeallí. —¡No la toques! —Vociferé, levantándome de la silla aun teniendo las manoscompletamentesumisasalasanillassujetasalasuperficiedela mesa—.Nolepongaslasmanosencimaporquetejuroque… —Cálmate —me indicó el inspector, señalándome con un dedo—. Johanna,¿cómodiabloshassalidodelhospital? —Teníaqueveraestecapulloantesdequeleencierrendeporvida.¡De porvida!—Repitióella,mirándomeconmenosprecio—.¿Lohasoído? ¡Deporvida!—Vicómosegiraba,aduraspenas,haciaelinspector—. Cuando hablé con el capitán y con los de la investigación… Pedí inmunidad para él —gruñó, sin apartar sus ojos del inspector y señalándomeconunamano—.¿¡Acasonoleavisaron!? —¿Que hiciste qué…? —Mi voz quedó suspendida, pues nadie estaba haciéndomeniputocaso. —Él ha decidido comparecer ante el juez y declararse culpable —le respondióelinspector,conunrostrodesencajado—.Porfavor,Johanna, déjanos llevarte al hospital. No deberías estar aquí en tu estado, los puntosdesuturapodríansaltary… —Sí, buena suerte intentando hacerle entrar en razón, inspector — resoplé,poniendolosojosenblanco. Johanna se giró hacia mí bruscamente y me señaló con el dedo índice, completamentefueradesí.Definitivamente,estabacompletamenteloca. Memiródelmismomodoenquelohabríahechoyodeserella,siendo ellayoenmisituación.Comosiestuviesereprendiéndome,comosifuese mi madre a la salida del colegio para exigirme que cerrara la boca y dejasehablaralosmayores. —Como ha dicho el inspector, yo he decidido comparecer ante el juez, Johanna—espeté,sinachantarmeantesuenfurecidamirada—.Asíque poco puedes hacer ya. Además, eres una insensata. ¿Me explicas cómo hasllegadoaquí?Omejoraún,¿cómodiablossetehaocurridolaidea deaparecerporaquíentuestado?—Inquirí,todavíadepieeintentando deshacerme de las esposas—. Maldita niña idiota y… —Al recibir su puñocerradocontraelhombromequejé,aunquenomedoliese.Apenas tenía fuerzas y había venido hasta el departamento para enfrentarse a mí,otravez—.Déjenossolosunmomento,porfavor. —Noslallevamosalhospital—replicóelinspector,inflexible. —Déjemehablarconellaunmomento,joder. Ellasetambaleósuavementehaciaatrás,encontrándoseconlaparedy pudeobservar,porelrabillodelojo,cómo,atravésdelpequeñocristalde lapuerta,unpolicíasemanteníafirmeanteésta.Mequedémirandomis esposas alucinado… ¿De verdad no podían desatarme ni por unos minutos? —Eresunainconsciente,unaimprudente,unanecia,una… —¿Estásintentandoprovocarme?—Carraspeó,pronunciandolomismo queyolehabíarespondidoensusimilarataquebajoelpuente. Me mordí la lengua y dejé que mi culo cayese sobre la silla, dejando escapar un profundo suspiro de exasperación. En pequeños momentos como ése sí que me llegaba a preguntar cómo era que mi paciencia se habíaagrandadoynohabíaterminadozarandeándolaportodaspartes. —Pretendías venderlos a todos pidiendo inmunidad para mí —siseé, alucinadoconsutrama. —¿Quéesloqueesperabas?—Replicó,cansada,conlamanosobresu bajovientre. —Mírate…Serásidiota… —Dejadeinsultarme. —Sipudiese,ibaahacermásqueinsultarte—leaseguré,señalandomis manos con un breve movimiento de cabeza—. Por suerte para ti, estoy atado. —Yporsuerteparati,yoestoydébil—respondió,tajante. Nosquedamosensilencio,contemplándonosalosdosyrespirandocasi condificultad.Lascosashabíanidomásalládeloquepretendíamosy, porlovisto,ningunodelosdossehabíapuestodeacuerdoconelotro. Mientrasyomeconcienciabaarecibirmimerecido,loquedebíaobtener portodoelcaminoquehabíarecorridoenlosúltimosaños,ellaseguía convencidaenqueteníaqueevitarmeelúnicodestinoalquemellevaba elpropioestilodevidaquehabíaelegido. ¿Deverdadseatrevíanatratarmeamídeperturbado? —¿DóndeestáAlek?—Preguntó,conunhilodevoz. —Laúltimavezquelevi,tiradoenelsuelosinapenaspoderrespirar. —Tedijedeno… —Pusoatodosenmicontra—leinterrumpí,desviandolamiradahasta mis manos—. Les hizo creer que les había vendido y, guapa, de no haberme encarado a él, me hubiesen matado —le aseguré—. Te debes creerquesoyunespeciedeTerminator,peroentreGrayyMarcuspueden conmigosinproblema,¿eh?—Suspiré,cerrandolasmanosenpuños—. Además, ¿te has mirado al espejo, te has atrevido a mirar cómo ha quedado eso que ha dejado en tu piel? ¿Te das cuenta de que te ha marcado para toda la puta vida? —Espeté, con una agresividad que no deseaba. —Lehubiesepreferidopudriéndoseenprisión. —¿Tal y como yo lo haré? —Inquirí, ladeando el rostro hacia ella y dibujandounapetulantesonrisa.Eraunmalditodeslenguado. Ella clavó sus ojos azules en los míos, frunciendo el entrecejo con más fuerza y, en cuestión de segundos, dejó escapar un profundo suspiro, devastada. Dio un paso hacia mí y yo me puse de pie, sin saber exactamentequéesperardeella. Colósucabezapordebajodemibrazoizquierdohastaconseguirtenersu rostrofrenteamiesternónyrodeómicinturaconsusbrazos.Estrechó con fuerza, apoyando su frente contra mi pecho y dejando escapar un débil quejido. Cualquier movimiento estaba infringiéndole un dolor innecesario. —¿Porquétusplanesnuncameincluyen?—Jadeó,comosilefaltarael aire. —Porqueteexcluyodeellos,¿noesevidente? —Sí,poresoteestoypreguntandoporqué. —Johanna, no sé qué película te has montado en la cabeza pero… — Negué suavemente con la cabeza, aprovechando que había alzado el rostroparamirarme—.Túyyonoestamosjuntos,nivamosaestarlo— susurré, inclinando un poco mi cabeza hacia ella—. Es algo que ni quieroni,aunquequisiese,funcionaría. —Creíque… —Creíste mal —le interrumpí, apoyando mi frente contra la suya—. Siempre llegará un momento en el que nos enfrentaremos y, conociéndonos,lascosasterminaríandeunsolomodo. —Eltuyo. —Exacto.Amimodo. Sedeshizodelcontactodemirostroparavolverapegarsufrentecontra mi esternón. Noté cómo sus dedos acariciaban la parte baja de mi espalda,consuavidad.Pasabandesdelacolumnahacialoslaterales,por encimadelosriñones. —Escomotienequeser,nena—susurré. —Nomellamesdeesemodo—gimoteó,aguantándose. Asentíconlacabezalentamente,pesándomemáselhechodequemelo prohibiesequeelhechodequesaliesedeformatannaturaldemibocaa laquemedirigíaaella.Últimamenteeracomomesalíallamarla,como mesalíadirigirmeaella. —Venga—dije,moviéndomeunpoco—,vuelvealhospital. —¿Así,sinmás? —¿Deverdadsiguesesperandoquemedeclareati?—Lerespondí,con una mueca procaz—. No seas tan ingenua, Johanna… No será un tipo comoyoelquetedeclareamoreterno. —Pero,¿asítevasadespedirdemí? —Noquieroverte. —Esanoeslarespuestaamipre… —Quieroquetevayas—siseé,intentandoevitarsucontactofísico—.Por favor. —Quizálleguesaarrepentirtedenohabermebesadounaúltimavez. —Deloqueseguromearrepentiréesdehabertedejadoconlacapacidad suficientecomoparaseguircontestándomecosasdeeseestilo—espeté, conseriedad. Menudogilipollaseres,Brantley.Aflojaunpoco,quealatíalemolas… —Yateasegurarásdequemearrepientadehaberteconocido—replicó, separándose de mi pecho. Notaba la parte baja de su espalda, desnuda porlaaperturadelabatadelhospital,contramismanosentensiónpor lasesposas. —¿Noloheconseguidoya? —No,porquenomegustapermitirtetusestúpidoscaprichos. Asentíconlacabeza,desviandolacaraparaquenopercibieseminatural sonrisa.Meresultabafascinantequefuesetansencillamentevalienteen ese aspecto. Porque, al fin y al cabo, ante mis ojos y mi experiencia, valientenoeraelquenotemía.Sinoelque,comoella,admitíatemery, aunasí,ahídepiesequedaba. —¿Y si mi estúpido capricho fuese un beso? —Inquirí, en un susurro, moviendo el pulgar contra la parte baja de su espalda. Su piel estaba heladaymeperturbóporunossegundos. —Estásdemasiadomimado—siseó,asuturno. —Sifueseunbeso,¿melodarías? —No—respondió,conelentrecejofruncido. —¿Por…? Su mano se posó contra mi nuca, ejerciendo presión para que me inclinase más sobre ella, mientras su boca cubría la mía de forma agresiva. Apretó contra mi rostro, de forma temblorosa y me besó con profundidad,dedicándomeesebesoqueamboscontemplábamoscomoel último. Mi lengua apenas rozó la suya que noté cómo sus labios se despegabandelosmíosfugazmenteymedejabaconlabocaligeramente entreabierta. —Melohecobradoportodasesasvecesenlasquehassidouncompleto gilipollas.Porquetúpuedesnoquererunadespedida,peroyosílaquiero —anunció,conseveridad—.Meimportauncominoloquetúquieraso dejesdequerer.Hasescogidoingresarenprisión,declararteculpablede loscargosqueseteacusanyyo,enplenosderechospropios,heescogido cobrarmemibesodedespedida.Nocomoestúpidocapricho,perocomo final feliz —indicó, agachándose para salir de entre mis brazos—. Porque me lo merezco y porque tú no me vas a prohibir tenerlo. No quieres estar conmigo, bien… Lo respeto. Pero no respetaré que me ordenesabsolutamentenadaymeimpidassentirloquesiento—señaló, aproximándosealapuerta—.Disfrutadetu… —Johanna —pronuncié, con la boca seca, cortándole el final del discurso. —¿Qué? —Notequiero. Susojospestañearondeformaseguida,intentandolidiarconlahumedad quemicortaytajantefrasehabíaprovocadoenellos.Desviólamirada haciaelpomodelapuerta,girándolocondificultadycontemplécómo, apoyando su mano izquierda contra el mismo lado de su bajo vientre, perdíafuerzaenlosbrazosdelpolicía. Lasujetóconfuerzayempezóapediralosauxiliaresdeenfermería,que seencontrabanyaeneldepartamento,unaespeciedesocorro. Lapuertavolvióacerrarseyyovolvíadejarmecaersobrelasillaconel pulsoamilporhora.Verlacasidesplomarsesobreunagentedepolicíay no tener la capacidad de poder asegurarme que mejoraría no era algo agradablequesentir. Paramíaquellahabíasidolamejordespedidaposible,conscientepormi parte e inconsciente por la suya. Porque yo sí estaba perturbado. Lo suficientecomoparatenerenconsideraciónquelafrase“notequiero” contabaconelmismo“tequiero”implícitoenella. Capítuloquince Cuandoabrílapuertademiapartamento,una inquietante sensación retumbó por todo mi cuerpo. Sentía una extraña intranquilidad al cruzar el umbral de la puerta, como si aquellas cuatro paredes no estuviesen acogiéndome del mismo modo. La sensación, básicamente,sebasabaenlacontrariedad. Habíasidomihogardesdemiindependenciacomoserindividual,pesea haber pasado mucho más tiempo entre fábrica y fábrica junto a Alek, convirtiéndose en el cobijo al que esperaba poder apoyarme en caso de necesitarlo.Y,sinembargo,alahoradelaverdad,eneseinstante,sentía queeraunlugardelcualhuir. Medesnudé,enelcuartodebaño,frentealespejoquesemanteníasobreel lavabo. Necesitaba, con urgencia, arrancarme de la piel aquél desagradable olor a hospital. Seis días, rodeada de agujas, pastillas y personas vestidas de blanco u otros colores tranquilizadores, eran demasiados. Contemplémireflejosobreelcristalyacaricié,conextremocuidado,el hilonegroqueuníapartedelosdosextremosdemipielquehabíansido separados ante el ataque de Alek. Al no haberse tratado de una incisión demasiadoprofunda,dejándoloenunaheridaaparatosaperosuperficialal fin y al cabo, los puntos de sutura fueron la opción más adecuada en comparación a las grapas. Sobre mi derecha, una pequeña cicatriz de apendicitisapenasnotableporsucasiinsignificantetamañoy,encambio, sobreelladoizquierdo…sietepuntos.Unhilonegroque,marcadosiete veces,losmédicosretirarían,silacicatrizaciónseguíasubuencurso,en cuatrodías. Alhundirmeenelinteriordelabañera,sintiendotirantecesalaalturade la cicatriz, dejé escapar un profundo suspiro. Era como si volviese a respirar,porprimeravez,trasmuchotiempo.Eraesapartedelahistoria en la cual, en una película de acción, no se tenía en consideración el desgastefísicoquesesufría.Además,tampocohabíaningúnTomCruise quepudiesesalvarmeyguiarmeenLaGuerradelosmundos,niunBruce Willis que pudiese llevar mi cuerpo sobre su espalda y, aun así, seguir disparandopeseaestarcasidesangrándose.Lacrudarealidaderaqueel dolorfísicoseequilibrabaconelmentalytedesgastaban. En mi caso, si a eso le añadíamos que había perdido a los dos hombres por los cuales mi mundo solía girar en torno a, estaba completamente hecha una magnífica mierda. Había llegado a creer que estaba en la cumbre de mis problemas y no era así. Los verdaderos problemas empezaban ahora. Problemas emocionales, problemas económicos, problemas sociales… Porque, claro, ¿ahora con quién iba a mantener relación? Nomeveíamuyenlatesituradehacerlazosamistososconlapolicíatras nomantenermiúnicapeticióntrasdarlesladireccióndelafábricaenla visitaquemehicieronenelhospital. En el paso de esos seis días internada en el hospital, sumida a un efecto similaraldelamorfina,recibíinformacionessobreBrantley. Como era de esperar, se le acusó de un montón de cargos y, evidentemente, se le declaró culpable de todos ellos. El inspector me anunció que había habido una reducción de condena por no sé qué cosa jurídicapero,aunasí,Paceibaapasarunalargatemporadaenprisiónde todos modos. Eran cargos de homicidio por una parte y cargos de asesinato, por otra, al ejecutar alevosía y ensañamiento, y en el caso de que se sumaran ambos delitos la pena podía llegar a los treinta años de prisión mínimo. Por suerte para Pace, Nuevo México había sido uno de los tardíos estados del país en abolir la pena de muerte, reemplazándola conunasentenciadecadenaperpetuasinopciónalibertadcondicional.De no haber sido abolida hacía escasos cinco años, su destino hubiese sido comparecer no sólo ante un tribunal, sino ante una inyección letal. Sin embargo,lasentenciadecadenaperpetuaeramuchomásqueevidente.A excepcióndelcastigomásseveroconocidocomolapenademuerte,erala peor sentencia. Pues se trataba de un castigo indefinido, capaz de convertirse en la privación de su libertad de por vida. Básicamente, se tratabadeunaalternativaalapenacapitaltodavíareguladaenmuchosde losdemásestadosdelpaís. RespectoaAlek,elinspectorHoldenmeconfesóqueseguíaenelhospital ingresado.Eranvarioslosagentesdepolicíaquepermanecíancercadesu habitación, a la espera que se despertase del efecto de la morfina que sí usaron con él. No obstante, no lo había hecho todavía. Los médicos tuvieron que sedarle por completo, habiendo ingresado en el hospital en estadograveporhemorragiasinternas.Suestadoseguíasiendograve. Desconocíaelestadoolascondenasdelosdemás. Peinémicabellosuavemente,sinapartarlosojosdemidemacradorostro reflejado en el espejo del cuarto de baño. Me coloqué unos pantalones cortosdealgodónyunaampliacamisetasinmangasnegra,tumbándome sobre el sofá con extremo cuidado. Cuando conseguí acomodarme, golpearonsuavementelapuertademiapartamento.Eljoderquemiboca bramó fue totalmente consciente. Lo único que me apetecía en ese momento era dormir profundamente y no despertarme en meses. El tiempo suficiente como para haber olvidado todo lo ocurrido y haber sanado completamente. Al fin y al cabo, cuando eso ocurriese, querría reconstruirlopocoquemequedabadelavidaquehabíaechadoaperdera micortaedad. Abrílapuertademiapartamento,sintiendoquemicuerposeapoyabamás enlapiernaderechaqueenlaizquierda. Alavelocidaddeunrayo,sentíunintensodolorextenderseporlaherida alrecibir,degolpe,lamejilladeunapequeñapersonitaquemerodeabala cinturaconsusbrazos. —¡Johanna!—EralaalegrevozdeOlivia. Intenté no esbozar la mueca similar a una bruja descompuesta al ver sus planesfallados,puesacababadeacordarmedelpadredeOliviaynopor unabuenacausa.¡Quédolor! Sinembargo,aspirabaunaciertafelicidadenelambientealrecibirlacon tantocariñohaciamí. Apoyémimanosobresucabeza,acariciandoaquélpreciosocabellorubio con definidos tirabuzones. Y, cuando alcé el rostro, me encontré con el contrariadogestodelamadredeella,mirándomefijamente. —Nuncanospresentaronformalmente—musitó,tendiendosumanohacia mí—. Mi nombre es Alanna y soy la madre de Olivia —se presentó, aunqueyoyasabíaquiénerapeseadesconocersunombre. —Johanna—dije,haciéndomeaunladoparapermitirlelaentrada. Oliviaestabaalteradaamialrededor,intentandohablarmedeunmontón decosasque,unidasenunamismaconversación,noteníanningúnsentido. Alannasemostróautoritaria,pidiéndoledejardesertanimpertinente.La niñaeradetodomenosimpertinente… Solucionéelasuntodejandoalapequeñasobreelsofá,juntoaltelevisory poniéndoleuncanaldedibujosque,sinquereradmitirloaloral,amíme encantaba. Ella se quedó ensimismada con el televisor, sin soltar su peluchedecaballoblanco. Condificultadconseguípreparardostazasdecafé,cayendoenlacuenta dequeeranlasdosymediadelatardeytodavíanohabíacomidonada.Lo único que mi cuerpo parecía ingerir era agua, saliva y, como mucho, algunarebanadadepantostado.Todolodemás,preferíaevitarlo. —Imaginoquenodebesestarpasandoporunbuenmomentoyloúltimo quequieroesserunamolestia—murmuróAlanna,sentadasobreelbajo taburetedelacocinamientrasyomequedabaapoyadacontralaencimera —.¿Nodeberíassentarte?—Preguntó,mirándomeconpreocupación. —No,tranquila. Asintióconlacabezaenunbrevemovimiento,dándoleunpequeñosorbo alcafé. —¿Cómohas…? —Sí,deberíahaberempezadoporahí—suspiró,conunanaturalsonrisa, interrumpiendomipregunta—.Oliviahahabladomuchodeti,asíqueme puse en contacto con el abogado de Brantley y éste, por contacto a la policía,meindicódóndevivías—explicó,deformabreve—.Graciaspor hacerte cargo de mi hija cuando Brantley dormía —puso los ojos en blanco—. O lo que fuese que estuviese haciendo —negué con la cabeza antesuagradecimiento,concansancio—.Leadvertí…Nosécuántasveces leheadvertidodequetardeotempranolascosassaldríanalaluz—negó ellamismaconlacabeza,llevándoseunamanoalafrenteycerrandolos ojos—. Siempre ha sido un egoísta, incapaz de pensar en las consecuenciasquesusaccionesletraeríanaéloasupropiafamilia.Por suerte —añadió, con una decepcionada sonrisa—, Olivia crecerá con Bruce,quienllevamuybienelpapeldepadre. —Peronoloes. —¿Cómo?—Alzósurostrohaciamí,sinentender. —BrucenoeselpadredeOlivia—repetí—.Brantleyloes. —Serpadrenoeseyacularenelinteriordeunamujerypermitirquese lleveacabotodoeldesarrollodeunembarazo—replicó,conseriedad—. Serpadreesuntítuloqueconllevaunaseriederesponsabilidadesmásallá demeterlapollaenunagujero. Sus argumentos no eran incorrectos y me hubiesen parecido ser válidos denoserporlaestimaquesentíaporBrantley. —Pacenohahecholascosascorrectamentepero… —¿Vasajustificarle?—Inquirió,conciertasorpresaensutono. —Mi intención no es justificarle ni exculparle de lo que ha hecho a lo largo de todos estos años, pero le he visto con Olivia. Puede que sea un asesino,untipocorruptoquedecidiótomarelcaminodelavidafácil,lo cualesunaironíaporqueesemundoesdetodomenosfácily…—Estaba yéndome por las ramas—. Le he visto con Olivia —repetí—. Se desvive por ella y es su razón de vivir. Ella es el único motivo por el que él ha empezadoaconcienciarsedelestilodevidaquellevaba.Eselamordesu vida. —Deberíahaberlopensadoantes,¿nocrees? Alanna terminó su taza de café fugazmente, pasándose las manos por encimadelosceñidostejanosblancosquellevaba. —Semetióenestomuchoantesdeserpadre.Quizáquiendeberíahaberlo pensadoanteserestú—espeté,comosifueseunagallinadefendiendoasu polluelo—.Sabiendotodoloqueera,sabiendoatodoloquesededicaba, pudistehaberevitadoteneralgoconél.Ynomemalinterpretes,mealegro dequenolohiciesesporqueOliviaesunaniñamaravi… —¿Qué sabrás tú de mi vida con Brantley? —Me cortó, totalmente ofendida. —Sé que no decidimos de quién nos enamoramos, así como sé que no podemosjuzgaralosdemásporloquehanhechoensupasado. —Y seguido haciendo en su presente —me recordó, alzando una de sus cejas. —Dime,Alanna,¿aquésedebetuvisita?—Pregunté,decidiendocambiar detema.Siseguíaporesalínea,ibaahacerleunademostracióndetodolo quePacehabíallegadoaenseñarme. —Eresunacría,Johanna…Noséporquémotivotútehasvistoimplicada en asuntos como éstos y, la verdad, yo fui como tú. Cuando conocí a Brantley, hace más de diez años, me sentía atraída por su fuerte personalidad.Eraduro,erajustamentelabarcaquemesosteníasobreun difícil oleaje —anunció, algo nostálgica—. Sólo tenía veintidós y creía haber encontrado al hombre de mi vida. Bueno —dijo, con una triste sonrisa—,entiéndeme…Élteníamiedadyparecíainvencible.Leacepté tal y como era, le quise incluso sabiendo el peligro que suponía entregarme a él en cuerpo y alma. Fue el mayor error de mi vida — aseguró,deformarepentina—.Que,sí,sihacesbalanza…Voyaquererle toda lo que me queda de vida por Olivia, porque él es parte de ella. Además—suspiró,echandounvistazohaciaatrás—,esinnegablequeson padreehija. Pausó su discurso para levantarse, mirándome dubitativa. Dio un paso haciamíymerodeóconsusbrazos,estrechándomeconsuavidadalsaber quemicuerpoeralomásdébildelplanetaeneseinstante. —Sólotienesveinticuatroaños—susurró,sinsoltarme—.Tienesmucho por delante, muchas cosas que hacer y experimentar. Cosas que, por ejemplo,yonopudeporqueatuedadmequedéembarazadadeOlivia— comentó, separándose un poco para mirarme a los ojos—. Tardé en querer salir de la vida de una persona como Brantley, no cometas el mismoerror. —Sinonosequivocásemosenestavida,¿cuálseríaelsentidodeésta? Pestañeódébilmente,esbozandounanaturalsonrisa.Asintióconlacabeza lentamente,estrechandoconcuidadomiscansadosydevastadoshombros. —Oliviaquiereverasupadre. —¿No sabe que está…? —Dejé la pregunta suspendida en el aire, totalmenteinacabada.Quizátodavíamecostabahacermealaideadeque Brantleyestuvieseentrerejas. —Sabequesupadreestáenunlugar,intentandorepararloserroresque hacometido.Ellanoentiendemuybienquéeseselugarllamadoprisióny mucho menos entendería lo que es la privación de libertad. He intentado explicarle que es como cuando la castigo en su habitación, pero no lo entendería —suspiró, con una enternecida sonrisa—. Porque no es lo mismo. —No,estáclaroquenoeslomismo. —Brantleyyyotenemosunarelacióndifícil.NosuneOlivia,nosunenlos recuerdos de un pasado que, a día de hoy, es insalvable… —Frunció un poco su nariz, mordiéndose el labio inferior—. No sé si ves por dónde intentoir. —Laverdadesqueno. —Él no estaría contento de verme. De hecho, seguro que montaría una escenaporllevaraOliviaalcentropenitenciarioparaqueleviese. —Noesunlugarparaunaniñadesuedad—siseé. —Nopuedoprivarladeverasupadre,pormuchoqueeseseamideseo. —¿Quéesloquequieresquehaga,Alanna? —Megustaríaquefuesestúquienfueseconella—confesó,firme. PorunmomentocreíqueAlannasehabíavueltocompletamenteloca.¿De verdadcreíaqueeraconvenientequeyo,traslovividoconPaceynuestra últimaconversación,llevaseaOliviaaverleenprisión? Entendía que ella desconociese mis sentimientos por él, o al menos esperabaquefueseasí,peroaquelloeraunamalaidea. —Nocreoque… —Imaginéquetenegarías—admitió,cortándomealvermifrustración—. Existen muchos modos de ver a Brantley —comentó, caminando hacia atrás y echándole un rápido vistazo a la pequeña, quien seguía ensimismadaconeltelevisor—.ElabogadodeBrantleypodríaponerteal día de todas las opciones. Si estás preocupada por tu integridad física al llevaraOlivia,siemprepuedesercomunicaciónoralatravésdeuncristal —me informó, con la intención de insistir en el tema—. ¿Sabes los locutoriosesos?—Asentíconlacabeza—.Pueseso. —No creo que sea una buena idea —conseguí formular—. Alanna, Brantleyyyo…Élnoquerríaverme. —¿Ytúlecrees? Cogió su taza y la dejó sobre la encimera, por detrás de mi espalda. Se llevó las manos al cabello lacio castaño y lo reunió entre éstas para dejarlocaerporencimadeunodesushombros. —También existen los vis-a-vis. Se trata de unas comunicaciones especiales —siguió hablando, atenta a todos mis movimientos y reacciones—.Comouncaraacara—explicó,rascándoselabarbilla. —¡Johanna!—Oliviaentrócorriendoenlacocina,quedándosefrenteamí conunaampliasonrisa—.¿Vasaveniraverapapáconmigo?—Seaferró alpelucheconfuerza. Acaricié el cabello de Olivia, sintiendo cómo esta vez procuraba no demostrar su fuerza al abrazarme por la cintura. Los ojos de Alanna se manteníanenconfrontaciónconlosmíos,conunasilenciosasúplicaala que,tardeotemprano,acabaríacediendo.NoporAlanna,noporvolvera veraBrantley…PorOlivia. Sólodepensarenlohorriblequedebíaserestarensusituación,conunos padres que no podían soportarse y que parecían intentar mantener todo tipodedistancias… —Sí,cariño—susurré,sindejardeacariciarsusedosocabello—.Iremos averatupadre. Alannaesbozóunasonrisayvisualicécómosushombrosserelajabanal respirar. —¿Cuándo?—Preguntó,clavandosubarbillapordebajodemiombligo, sinsoltarme. Misojossedesviaronhaciaabajoy,antesdequepudiesecontestar,Alanna respondió: —Mañana. ¿¡Mañana!? —Alanna —murmuré, con una mueca contrariada—. Mi estado físico no… —Elabogadoosacompañará. —Lascosasnosehacenasí—leadvertí,enunsusurro. —BruceyyoqueremosirnosaNoruega,conOlivia. —¿Cómo? —Alejarnos de aquí —siguió, con seriedad—. Todo lo que te he dicho, todoloqueteheadmitido…Estotalmentecierto.CuandodijequeBruce seharíacargode… —Nopuedeshacereso—lecorté,frunciendoelentrecejo. —Bruce tiene familia en Noruega. Estaremos una temporada para ver cómonosvay… —Nopuedes—repetí,tajante. —Túnoquieressalvarte,peroyosíquierosalvaramifamilia,Johanna. Mislabiossedespegaroneintentaronpermitirquemidébilvozvolviesea quejarse. Sólo noté cómo brotaba un poco de aliento y los relamí, negandosuavementeconlacabeza. —Esonotienenadaqueverconsalvarse,Alanna—logrépronunciar—. No puedes hacerle esto a Brantley, es… Ha sido el amor de tu vida — espeté,casisorprendidaporquetodavíatuviesequerebatirlelosmotivos porloscualesnopodíanidebíaalejaraOliviadesupadre—.Sinofuese por él… ¡Tú lo has dicho! Si no fuese por él, no tendrías a Olivia — musité, intentando que la pequeña no escuchase ni la mitad de lo que pensabadecirleasumadre. —Y le estoy eternamente agradecida. ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Desvivirme por él, darle más oportunidades de lo que la vida está dispuestaaregalarle?Johanna,nohesidomuyinteligenteenlosañosque estuveconélperonosoyestúpida,niningunanecia. —Sitúnoledasoportunidades,¿quiénselasvaadar? Memiróconmolestia,señalandoasuhijaconunrápidomovimientode cabeza. —Essuhija—repetí,conelcuellotenso. —Doyfedeello. —Noteatrevasahacerleesoaalguiencomoél… —¿Aalguiencomoél?—Inquirió,frunciendoelentrecejo—.Noletengo miedoaBrantley,Johanna. —Poresomismo.Túhassidotestigodelamejorpartedeélmuchoantes que yo misma —proseguí, no dispuesta a bajar del burro—. Sabes que tienesentimientos,quenoesuninsensiblecomoparecesery… Es un jodido insensible, lo siento. Ese argumento no es siquiera válido paramí. —Loqueintentodecir—proseguí,traselcorteenelquemereprendíaa mímismamentalmente—esquenopuedessepararledeella. —Élesquiensehaseparado. —Noestoydeltododeacuerdocon… —Johanna, la cadena perpetua es lo justo en su caso —espetó, dirigiéndose a mí del modo en que lo haría hacia una niña pequeña—. Agradezco que estés preocupada por Olivia y la relación con su padre pero…,sitantoapreciasamipequeña,sabrásquehagolocorrecto. —Los términos “justo” y “correcto” pueden interpretarse de muchos modos. —Merecuerdasamí—susurró,deformaabrupta. Sumanoseelevóhaciamirostroyacariciómimejillaconcariño.Ensu mirada, más oscura que la de Pace o la de Olivia, pude apreciar cómo sentíalástimapormí. Teníadeseosdegolpearlelacaraconunacucharademadera.Usada. —¿Quéesloqueteenamoródeél?—Mepreguntó. —Noestoyenamo… —Eslasonrisa,¿verdad?—Siguió,sinpermitirmehablar—.Lasonrisa, esaquelebrotadelmodomásdifícilynaturalposible.Cuandoelevasu comisuraderechaeintentadisimularsusganasdereír—formuló,conlos ojosentrecerradosyunaenternecidasonrisahaciamí. —Ylaausenciadesonidocuandoseríe…—Aquellosaliótotalmentesolo demiboca.Mesorprendíhastaamímisma. —Esoesalgosuperficial,Johanna.Cuandoserefiereasucarác… —TambiénmeenamoróverleconOlivia—admití,notandocómolaniña alzaba sus ojos a mí y sonreía. Acaricié su cabeza, devolviéndole la sonrisa. —A papá le gusta Johanna —dijo, interrumpiendo nuestra conversación conunasonoracarcajada. —Ay, cielo —replicó Alanna, negando suavemente con la cabeza—. A papásólolegustanlosproblemas,lasdiscusionesyelquedarporencima detodosytodo—suspiró,profundamente—.Johanna,tendrásnoticiasde nosotras—susurró,guiñándomeelojo. Tomó la mano de Olivia, separándola de mí y despidiéndose con unas escuetas palabras. Me quedé totalmente paralizada, como si unos clavos atravesaranmisempeinesymeimpidierandarunsolopaso. CogílatazadecaféqueAlannahabíadejadotrasmicuerpoylotirécon rabia al suelo, viendo cómo los trozos se esparcían por toda la estancia. Hicelomismoconunpardeplatosquehabíafregadohaciaunmontónde días, intentando desfogarme de algún modo. Descontrolada, me dirigí hasta la sala de estar y empecé a hacer lo mismo con la mesa de café, tirándolaaunladoy,sinserconsciente,meencaminéhacialasestanterías paratirartodosloslibrosalsuelo. Enelcuartodebaño,empecétirartodaslastoallasalsuelo,perdiendola capacidaddecontrolquepodíahabertenidoencualquiermomento.Ledi unafuertepatadaalreproductordemúsica,elcualchocócontralabañera ysepusoenmarchadelmodoenquesólofuncionaba.Seoíafatalpero lograba reconocer la canción Creep de Radiohead en pleno estribillo. Aquellomeenfureciótodavíamásyterminépordestrozarelaparatocon dossimplespisotones. Sólo fueron necesarios dos pisotones para dejar de escuchar la maldita melodíaque,sinembargo,ahorateníaenlacabeza. Parédeinmediatoalsentireltiróndemipielrecordarmequenoestabaen plenas facultades para enfurecerme de ese modo. Tuve que inclinarme paraintentarrecuperaralientoeintentarinfringirpresiónsobrelazona, queriendo unificar todo el dolor que mi mismo cuerpo sentía. Prefería sentir un dolor generalizado que empezar a sentir puñaladas en distintos lugares. Me dejé caer sobre el sofá, con nerviosismo y unas gotas de sudor deslizándose por mi nuca, observando cómo mis pies se movían con intranquilidad. Era idiota… Acababa de destrozar mi apartamento sabiendoquenoteníaánimonicuerpoparavolverarecolocarlotodo. —Telojuro,tejuroquesimividadejadeseruncalvario,dejodefumar —pronuncié,conlamiradaclavadacontralapinturablancadeltecho—. ¿Cuándovasadejardeponermelascosastandifíciles?¿Nohepasadoya por bastante? —Espeté, llevándome la mano sobre la frente y dejando escapar un gruñido—. Es suficiente, ya es suficiente… Ya lo he perdido todo.¡Todo!¿Quémásquieresquepierda?—Inquirí,incorporándomede pronto y gesticulando excesivamente—. Sí, ya veo… La cordura —bufé, mirandoamialrededor—.¡Enhorabuena!¡Tambiénlaheperdido!¿Algo más?¿¡Algomás!? Mequedésentadasobreelsofá,contemplandoeldesastrequemerodeaba. Irónicocomolavidamisma,esedesastreeraunsímildelqueexistíaenel interiordemicabeza.Lacual,porlovisto,habíaestadoamuebladapara serdesamueblada,enunarrebatopropiodeunapsicopatíalatenteenmí,al parecer… Me agaché sobre el suelo para empezar a recoger los libros que había tiradodelaestantería,tomándolosunoauno.Eranmuydiversosy,para sersincera,nohabíanileídolamitaddeellos.TomélaobraMacbethen mismanos,deWilliamShakespeare,descubriendoquealgosobresalíade entresushojas. Tomé la fotografía con mi temblorosa mano y miré hacia el techo con antipatía. —¿Por qué no haces que bajo la ventana toque un grupo de orquesta clásica, eh? —Gruñí, sin sentirme siquiera estúpida por estar hablando sola—.Quizáprefierasunosmariachis,peromecabrearíasdemasiado— bufé,desviandolamiradahastalaimagen. Brantleyyyonosiemprenoshabíamosllevadomal.Aunquelosbuenos recuerdos fuesen escasos, había habido más de uno. Esa foto podía demostrarlo. Nosencontrábamoslosdos,juntoaAlekyColt,enplenapeleadepatatas fritasvoladoras.Consusrespectivassalsas,además…Sí…Fuetodauna faenaquitarselamostazadelpeloolosrestosdekétchupdesperdigados pornuestrasorejas. Simalnorecordaba,Ewanhabíatomadolafoto. Recordándolesentíunapequeñapunzadadedolor. Alcontemplarmeenaquellamomentánea,mesentíextraña.Norecordaba la última vez que me había echado a reír de ese modo, ni el último momento en el que hubiese pensado que, la verdad, estaba siendo totalmentefeliz.Seguramenteporquenolohabíasidoenlosúltimosdías, nihabíanotadounápicedefelicidadmomentáneaanteningúnsuceso.Mi relaciónconAlekhabíadecaído,mirelaciónconBrantleyempeorabapor momentosylafábricahabíadejadodeserunlugaralquellamarhogar. Habíahabidounafracturaentretodosynopodíaevitarpreguntarmesi,en parte,noerayolaculpabledeello. Estabacompletamenteperdida… El abogado de Brantley, un tal Lance Holmes, se puso en contacto conmigo. Su pretensión, como era de esperar, fue seguir intentando hacerme a la idea de lo que sucedería por la mañana. Un encuentro, que personalmente no quería que tuviese lugar, entre Brantley y yo, con la pequeñadepormedio. No me importaba que me hubiese recalcado que llevaba tiempo tratando conlafamiliaPace,trabajandoparayconellosdesdehacíaaños,nime aliviabasaberqueseguíatrabajandoenlascircunstanciasdeBrantleypara intentarreducirsucondena,aunqueésteyahubieseingresadoenelcentro penitenciario. Dejóclaroquenodebíaponermeenposturasubjetiva,culpándomeamí misma de dicho ingreso. Sabiendo que se trataba de un duro momento para mí, sin tener ni idea de lo mucho que estaba afectándome aquel drásticocambioenmivida,intentóconvencermedequeelmejormodode hacerlascosaseraese.Quelomejorquepodíaocurrireraencontrarme conBrantley,acompañaraOliviaendichoencuentroyasegurarledeque las cosas, tarde o temprano, mejorarían. Pero, ¿cómo diablos iban a mejorar? El hombre, nacido en Nueva York y criado al sur de Londres, había recibido, seguramente, la mejor educación posible. Atendiendo a maravillosas escuelas que le habrían formado como abogado capaz de tratar todo tipo de temas jurídicos y penales, no dudaba de su capacidad para encargarse del caso de Brantley. Incluso aunque en el juicio el veredicto fuese el esperado y nadie se hubiese sentido sorprendido por ello.LanceHolmessehabíamostradoserenoybastantepositivorespecto alestadodePace. Intentó captar mi atención en lo que los vis-a-vis respectaba, algo que Alanna también me había mencionado en su corta e intensa visita a mi apartamento.ProbóconvencermedequeBrantleynecesitaríaencontrarse conalguien,unaodosvecesalmes,eneseterrenoparasobrevivirenel interiordeaquélcentropenitenciario.Éllodenominó“terrenoíntimo”y laideamedesagradótodavíamás. Deformainminente,sabíaqueenunashorasmeencontraríadenuevocon lapersonaporlacual,peseasusreiteradosintentosdeasesinarme,había acumulado toda una serie de sentimientos. Intentaba imaginar, tumbada sobremicamayacariciandomibajovientreconextremocuidado,cómo ibaasersureacción. Recreabalaimagenenmicabeza,centrándomeensuexpresiónfacialal contemplarnosalotroladodelcristal.Sabíaconcertezaquesesentaríaen aquella silla, tomaría el teléfono a su izquierda y me dedicaría la más severa de las miradas. La cual, seguramente, al visualizar a la pequeña rubiaqueocupabasucorazónporcompleto,sesuavizaría.Brantleynoiba asercapazdemostrarseseverosiOliviayacíasobremífrenteaél. La idea de encontrarme con él me aterraba, pese a saber que no me ocurriríanadafísico.Esonoeraimportante…Loemocionalsísucedería. Capítulodieciséis Llovió toda la noche y aquello permitió que el ambiente estuviese más fresco de lo habitual. La ciudad se había vestido de gris, especialmente para ese día y agradecí haber tomado, como vestimenta, un fino jersey blancodemangaslargas.Noestabatanagradecida,porotraparte,conla eleccióndepantalones. La cinturilla del tejano estaba rozando la cicatriz a cada breve movimiento. Alasdiezdelamañana,apoyadacontraelautomóvildelseñorHolmes, fumé un cigarrillo contemplando la imponente presencia del centro penitenciario.ElRoswellCorrectionalCentereraunadelosvarioscentros establecidos por el estado de Nuevo México y, por suerte para nosotros, sóloseencontrabaaunosveintiséisminutosencochedelaciudadenla queresidíamos. —Señorita Oliphant —el señor Holmes, sin soltar la mano de Olivia, se acercóamí. —Johanna, fumar es malo —espetó Olivia, antes de que el abogado pudieseseguirdirigiéndoseamí. Contemplé el cigarrillo, tras la última calada que había provocado irritación por toda mi garganta y lo tiré al suelo, dándole un suave pisotón.LeguiñéunojoaOlivia,quienmerespondióconunaorgullosa sonrisaydesviémimiradahastaLance. —Todoestápreparado—musitó. —Todomenosyo. —SeñoritaOliphant… —¡Vamos a ver a papá! —Olivia tomó mi mano, impidiéndome plantearme la opción de salir corriendo por todo el desierto que nos rodeaba.Tiródemíhastalaspuertas,porlascualescrucéaguantandola respiración. Bajo la protección de Lance Holmes, deposité todas mis pertenencias y pasé por un detector de metales. Jugué con la manga de mi jersey, esperando a que Olivia hiciese lo mismo sin soltar su peluche, el cual seguía aferrado contra ella con fuerza. Los agentes del centro, pese a la seriedad con la que debían mostrarse, fueron todo un encanto con la pequeña. Eso ayudó a que la niña, con el paso de los minutos, no se sintiesetanabrumadaporloquelerodeaba. Unodeellos,unhombrealtodeojosnegros,nosacompañóhastanuestro pequeño locutorio. Me senté sobre la silla acomodando, a los pocos segundos,alapequeñaOliviasobremismuslos. Lavimirarasualrededorcondesconfianza,rodeandoelpelucheconsus dosbrazos. —¿Por qué hay una mujer llorando? —Me preguntó, mientras me dedicabaaacariciarsucabello,intentandotranquilizarlaaellay,apoder ser,tranquilizarmeamímisma. Desviémiatenciónhaciaellocutorioquehabíacaptadolasuya. —Bueno, cielo, quizá esté llorando de felicidad. Puede que haya pasado muchotiempodesdesuúltim… Por el rabillo del ojo vi un cuerpo sentarse frente al cristal y tuve que contenermisganasdeecharmeallorar.Oliviaseapresuróadibujaruna sonrisa sobre sus labios, apartando uno de sus brazos de su peluche y apoyandolamanosobreelcristal. Brantley esbozó una amplia sonrisa de felicidad e intentó aguantar su emociónanteella.Percibíelmodoenquesucuellomandíbulasetensaba, mirándola con conmoción. Movió su mano derecha hacia el cristal y contempléladiferenciadetamañoentrelasmanosdepadreehija. Centrósumiradaenmíymehizounaseñaconlacabezaparaquetomase elteléfonoamiderecha. Lohice. —Si salgo de aquí, te mataré por haberla traído a verme —pronunció, manteniendo su emocionada expresión para que Olivia no pudiese ser testigo de su severidad—. Te lo juro, Johanna. Esto no pienso perdonártelo —siguió, con una gran sonrisa, haciéndole muecas a su pequeña. —¿Quédice,quédice?—Hablóella,animada. Tendíelteléfonohaciaella,dejandocaermiespaldahaciaelrespaldode la silla. Si esa era la primera frase que recibía por su parte, tras una semana,estabaapañada.Yaunquehabíasidocómicoelmodoenqueme había amenazado, sin perder la jovial sonrisa en su rostro, sus palabras calaronbienhondoenmí. —Holacariño—susurré,deseandooírsuvoz. —¡Papá! —Bramó ella, haciéndome reír y separar el teléfono de mi oreja—. Hola papi —sonrió, sin apartar la mano del cristal—. ¿Vas a venirconnosotras? —Por ahora tengo que quedarme por aquí, cariño. Pero pronto me reunirécontigo. —Entonces, ¿vendrás a Noruega con mamá, conmigo y con Bruce? — Preguntó,másemocionadaquehacíaescasossegundos. —Noesunviajequepuedahacer,cielo—musité,conpesar. —Mamá quiere comprarse una casa cerca de la casa de la familia de Bruce—anunció,sinconocereltipodeinformaciónqueestabadándome —. Tú podrías comprarte otra, ¿no? —Inquirió, con una exaltada sonrisa—.Brucemehaprometidoquemellevaráamontaracaballo.¡Si hayunoblanco,lollamaréFlash!Serácomounaversióngrandedemi Flash—siguióhablando,conlamiradaperdidaasualrededor—.¿Por qué vas de naranja, papá? Tu color preferido es el rojo… ¿No había trajesrojos?—Preguntó,conunamuecatriste—.Puedopedirleamamá quetecompreunorojo… —Cariño, papá tiene que hablar con Johanna —susurré, descomponiéndomeenlomásprofundodemí.Queríaseguirescuchando su dulce voz contarme todo tipo de aventuras, falsas o reales, pero el tiempo pasaba y cada vez me faltaba menos para volver a mi celda—. ¿PorquénovasconLance,eh?Dalesaludosdemiparte. —Losseñoresdelaentradamedanunpocodemiedo,papi. —Notienesquetenerlesmiedo,cariño.Papáestáaquí. —Peronopuedesprotegermedesdeahí—pronunció,débilmente. —No será un cristal lo que vaya a impedirme protegerte, cariño —le aseguré,intentandosonarfirme—.Nuncadejaréqueteocurranada. —¿YenNoruega?¿Hayplayas?—Mepreguntó,dubitativa—.Yoquiero ir a la playa… Aquí no hay playa —resopló profundamente, poniendo morros—.Tequiero,papi. —Yotambiéntequiero,cariño… —Tehedejadounregalitoenlaentrada.Elseñormehadichoquetelo dará. —¿Sí? —¡Asíteacordarásdemí!—Dijo,echándoseareírconmalicia. Notécómomiscomisurassealzabanyasentíconlacabeza. —Meacuerdoatodashorasdeti—leconfesé,enunsusurro. —Brucedicequehastenidosuerteporquenodeberíasestaraquí.Yole hedichoqueteníarazón,quedeberíasestarconnosotrosenNoruega. Misonrisadisminuyópero,aunasí,porella,intentémantenerla.Sabía bien a lo que se refería Bruce y “aquí” no significaba la prisión, precisamente. —Seguro que tienes ganas de decirle cosas bonitas a Johanna — pronunció, ante mi silencio, mientras Jo’ le dedicaba una extrañada mirada—.Ellatambiénteechademenos.Cuandomamáyyofuimosa su casa, me puso dibujos animados —largó, enrollándose de nuevo mientras movía a Flash sobre la superficie que tenía frente a ella—. Mamá dice que Johanna es muy pequeña para ti, pero a mí me parece muy grande —murmuró, divertida—. Para ti todos somos enanitas, porquetúeresunagrantorre. Las palabras de un niño, que sin entender cuánto dicen son capaces de crearcosasmaravillosaso,porlocontrario,provocargrandesbatallas. —Tequiero,papi—volvióadecir. —Tequiero,cariño—vicómoletendíaelteléfonoaJohanna,antesde quepudieserecordarlequedebíaportarsebien. Olivia abandonó mis muslos para salir corriendo hacia Lance, quien la recibióconlosbrazosabiertosyletendióloqueparecíaseruncuaderno parapintar,juntoalosrotuladoresdecolores.Todavíasinhabervueltoa desviar mi rostro hacia Brantley, coloqué el teléfono negro contra mi orejaymigiré,lentamente,haciaelcristalquenosseparaba. —¿Noruega?—Inquirió,frunciendodeliberadamenteelentrecejo—.¿Me traesamihijaparaquemeinformedequesevaaNoruegaconla…? —Eh —espeté, interrumpiéndole—, no culpes al mensajero. ¿Crees que quieroestaraquí?¿Túcreesqueloquemásmeapeteceenestemomento de mi vida es venir al maldito centro en el que tú estás encerrado y ver cómo te desmoronas porque tu santa expareja pretende llevarse a tu hija fueradelpaís?—Repliqué,casimásmolestaqueél—.Paramínoesfácil esto,Brantley.Nisiquierahasidoideamía. —¿PorquéfueAlannaatucasa? —ParapedirmequetrajeseaOlivia,paraquelaviesesantesde… —No—susurró,dándoleunrápidogolpealaparedlateralquesosteníael soportedelteléfono—.Noledejeshacerlo,Johanna.Dilecualquiercosa, dile que seré mejor persona, mejor padre, lo que se te ocurra. No le permitasllevarsea… —¿Qué poder tengo yo? —Le pregunté, cortándole—. No tengo ningún poder sobre tu expareja, ni sobre tu hija. ¿Qué es lo que pretendes que haga? —Sersupadreesloúnicoqueséhacerbien. —Alannanotienelamismaopiniónalrespecto. —Alannapuedepudrirseenelinfierno—gruñó,sinpestañear. Contemplésucuerpoatravésdeaquélcristal.Nohabíacambiadonada… Lo único diferente en él, aparte del evidente cambio de vestuario propio delcentropenitenciario,eraquesucabellonoteníanirastrodegominao gelfijador.Sinembargo,aunasí,loseguíapeinandohaciaatrásconsus manos. Lacicatrizdesucejaparecíahabercicatrizadotanbienquenopudeevitar preguntarmesilamía,enelbajovientre,acabaríaigual. —¿Cómo te encuentras? —Le pregunté, en un suspiro—. ¿Qué sabes de losdemás? —Colt está interno en el condado de Cíbola, en la ciudad de Grants — respondió, tajante—. Puede que su condena se reduzca a cinco años de prisión—añadió—.Delosdemás,noséabsolutamentenada. —Tuabogadomehahabladodelosvis-a-vis. Suentrecejopareciórelajarseporunossegundos,contemplándomeconla misma incertidumbre que había iluminado su rostro cuando Olivia le habíahabladodeNoruega.Estuvoensilencio,sujetandoelteléfonocontra su rostro y ladeó el rostro hacia atrás, donde permanecía un agente de seguridad ensimismado en mirar hacia el frente, en silencio. Giró su rostrohacialapuertaporlaquehabíaentrado,decidiendomiraratodas partesantesdevolveraclavarsumiradaenmíatravésdeesecristalque seguíaseparándonos. ¿Podríaromperseoestaríahechoapruebadebalas? —Vanaquitarmeamihija¿yenloúnicoenloquepiensasesentenerun caraacaraconmigo?—Pronunció,condespreciohacialaideayhaciamí pormencionarla. —No tengo ningún poder, como ya te he dicho, sobre el tema de Noruega… —No tienes ningún poder sobre nada —sentenció, tratándome como el detonante de sus problemas—. A decir verdad, no tienes absolutamente nada.Encambioyo,tengounahijaalaquepretendenarrebatarme.¿Ves, Johanna?—Siseó,aproximándoseunpocomáshaciaelcristal—.Esoes un problema, no el mierda cacao mental que tienes en la puta cabeza — rodeó con fuerza el teléfono, apartándoselo de la oreja para aproximar muchosuslabiosaél—.Asíque,amenosquequierasuncaraacarapara ponerte de rodillas y chupármela, te recomiendo que lo reconsideres — espetó,colocandoelteléfonosobresusoportedemalasformas. Apretélamandíbulaalverlelevantarsebruscamentemientraselagentese acercabaaélylotomabadelbícepsparaacompañarlehastalapuertaque le llevaría, de nuevo, a lo que ahora sería su lugar de residencia en los próximosaños. Noséporcuántotiempomequedéahísentada,sujetandoelteléfonoenmi manoyperdiendolanocióndetodoloquemerodeaba.Nofuehastaque Oliviaapoyósumanosobremimusloquevolvíatierra. —¿Quéhadichopapi?—Preguntó,sonriente. —Alparecerestáfaltodecariño—musité,paramímisma.Ellamemiró desconcertada,alnoentendermihilodevoz—.Dicequeteechademenos yquetienemuchasganasdepoderabrazarte. —¿VaavenirconmigoaNoruega? —Verás,Olivia,papávaatenerquequedarseuntiempoaquí. —¿Porqué?—Preguntó,sinlograrentender. —¿Notehacontadotumamá? —Mamá dice que papá está aquí porque ha querido —respondió, encogiéndose de hombros—. ¿Por qué ha querido papá estar aquí? — Inquirió,ladeandosurostroymostrándoseenfadada. Detalpalo,talastilla… —¿Porquéquierequedarseaquí?—Pronunció,exigente. —Noesquequieraestaraquí,cielo,esque… —Mamádicequeesporquehaquerido. —Tumadrenotieneniidea—espeté,concansancio. LosojosdeOliviaseabrieron,sorprendidapormitono. —Olivia,tupadrehahechocosasmalasyelcastigoquerecibe,poresas cosas, es estar aquí encerrado —intenté explicarle, con seriedad—. En otraspalabras,papáhasidocastigado. —Pero,¿quiénhacastigadoapapá? —Una persona que se dedica a vigilar que los adultos no hagan cosas malas. Ella asintió lentamente con su cabeza, intentando procesar lo que estaba explicándole.Entendiéndoloono,sedioporenterada. Alasemanasiguiente,entréporlapuertadelhospital paramicitadelasoncedelamañana.Unmédico,muchomásjovenqueel que había cosido mi herida, se dedicó a deshacer los puntos provocándomeunmolestocosquilleoalretirarelhilonegroconcuidado. Limpiólaheridamientrasmeescuchababufar,tumbadasobrelacamillay permanecióensilencioduranteunosminutos. Al salir de la pequeña sala, me encaminé hacia la pequeña recepción desértica.Miréaambosladosdelpasilloymeinclinésobrelospapeles, intentando poder averiguar en qué habitación se encontraba Alek. Seguramenteseríalaúnicaconvigilanciapolicial,peronoibaaponerme a buscar por todo el Hospital a dos agentes frente a una puerta de habitación. Viendo que desde ahí no podía acceder a nada, decidí adentrarme por detrás del mostrador y teclear el nombre y apellido del quehabíasidomiparejaduranteseislargosaños. Habitacióndoscientostres. En el ascensor, pulsé el botón número dos y esperé con paciencia. Los elevadores de los hospitales solían ser tan rápidos que producían ese característico cosquilleo en el estómago. Incómodo para algunos, graciosoparaotros. Caminéporellargopasillo,contemplandoaalgunaspersonaspasearpor él. Cuando creí ver el número de la habitación, moví mi mano hasta el pomo. —Señorita,¿puedoayudarla? Girémirostroparacontemplarelrostrodeunjovenmuchacho,conojos marronesyunacarismáticasonrisasobresusdelgadoslabios.Teníauna preciosasonrisasiendounhombretotalmentecorriente.Desviémimirada hacia su bata blanca, intentando pensar en un buen argumento para mi intromisiónenlahabitacióndeAlekyobservésupequeñaidentificación: Dr.WilliamMorrison. Élbajósumiradahastalaidentificaciónyvolvióamirarmeamí. —Suena fuerte pero es un nombre cualquiera —pronunció, ante mi silencio—. Prefiero que me llamen Billy, de todos modos —añadió—. ¿Puedoayudarte? —VeníaaveralseñorMelnik. —Nopuederecibirvisitas—comentó,dándomelanoticia,apenado—.En elcasodequetepermitieseentrar,bueno…Élnosabríaqueestásahí. —Soysupareja. —¿Ah, sí? —Se sorprendió, entrecerrando un poco los ojos—. No recuerdohaber… —Billy—hablóunamujer,mayorqueél,acercándose—.Elpesadodetu mejor amigo no deja de llamar amenazando con que piensa presentarse aquí para patear tu trasero como no le respondas a las llamadas —dijo, malhumorada—.¿Dedóndehassacadoaesetío?¿Nosabequenopuede llamaraunhospitalporcualquiercosa? —Lauren, créeme que he intentado explicarle a Max, de mil formas diferentes, que no puede llamarme al trabajo —le respondió él, todavía frente a mí—. Ni siquiera habiéndome ido de Tennessee, como él, me dejaráenpaz—suspiró,profundamente—.Ah,señorita¿…? —Oliphant. —Lo lamento, pero no puede visitar al señor Melnik —dijo, ahora mirándomealosojos—.Nosepermitenvisitasporelmomento. —Estábien—respondí,suavemente. —Ahora, si me disculpa, he de ocuparme de un capullo —bufó, dedicándome una cordial sonrisa para encaminarse hacia lo largo del pasillo. Hice ademán de dirigirme hasta el ascensor pero, al ver que nadie me prestaba atención, dejé que mis pies volviesen hacia la habitación, adentrándome en ésta de forma rápida. Apoyé la frente contra la superficie, respirando un poco agitada. Cerré los ojos y me di la vuelta paracaminardospasos.Sólodospasosparadescubrirletumbadosobrela cama,intubadoydormido,conunincesantepitidoprovenirdeunadelas máquinasquelerodeaban. Estaba irreconocible. Las cicatrices de su rostro lo habían convertido en unmonstruo. Acaricié el borde de la cama, observándole en silencio con el corazón encogido.Nadiemerecíaterminardeesemodo,nisiquieraBrantley,con todoloquehabíahecho,merecíaacabardeesaforma.Alekpodíahaber sidouncapulloenlosúltimosdías,podíanohabersecomportadobieny sí,estabaclaroquemehabíaheridoconmalafe,peronoledeseabaeso. Noledeseabaeseestadoyesasoledad. Porquecompartíasusoledad;lohacíapueseracasilamismaquelamía. Mas,pensándolobien,sisalíadeesa…Sisalíadeesahabitación,lascosas seríanmuchopeoresparaélqueparamí. Apoyé una rodilla sobre el colchón para inclinarme sobre su cuerpo, reposandomicabezacontrasuvientreyrodeándoleconmisbrazos.Cerré los ojos para desear despertar a unos años pasados. Los cerré rezando poder volver abrirlos y descubrirnos a los dos, tumbados sobre una cómoda cama en la primera de las fábricas, recreándonos en los sueños que nos llevaban a aspirar con tiempos mejores. Unos tiempos que pretendíamosvivirenIslandia,losdossolos. SinohubiesedeclaradomissentimientosporBrantley,lohubiesepodido evitar todo. Podría haber acabado muerta, por supuesto, pero habría evitadoelestadoenelqueAlekseencontrabaenesemomento. Élhabíacuidadodemí,mehabíadadounhogar,unlugarenelqueperder el tiempo y convertirlo en recuerdos. Me había proporcionado amigos, me había provocado deseo y me había cubierto con el suyo. Me había querido, me había protegido y me había antepuesto a todo y casi todos. Habíadepositadosuconfianzaenmíyhabíaesperadolomismodemí.¿Y quéhabíahechoyo? Ah,sí…Mehabíaenamoradodelmonstruodesumejoramigo. —Max,Max—resoplóBilly,entrandoenlahabitaciónydescubriéndome ahí.MeaferréconmásfuerzaalcuerpodeAlek.Noibaapermitirqueme separasen de él—. Oh, mierda —bufó, cerrando la puerta tras él—. Oh, Max,¿tequierescallar?Noestoyhablandocontigo—espetó,volviendoa seguirconsuconversación—.Eresunsubnormal,tedijequelodeirtea Portlanderaunamalaidea—masculló,intentandobajarelvolumendesu voz—.Amínointentesmanipularme,esoguárdateloparatuprometida— abrílosojosparavercómoseseparabadelteléfonoyponíalosojosen blanco, optando por cortar la llamada. Guardó el teléfono móvil en el interior del bolsillo de su bata blanca y me miró, sin poder fruncir el entrecejo—.Tienessuertedequesepaqueahoravaavolverallamarala recepción…Asíqueharécomoqueestonohaocurridoynollamaréalos deseguridad—tendiósumanohaciamí—.Venga,vamos. QuiseecharunúltimovistazoalcuerpodeAlek,perolamanodeBillyme loimpidió,tirandodemíhaciaelascensor.Semantuvoamilado,rígido y molesto por la constante vibración de su teléfono móvil en el interior delbolsillodesubata. —¿Untipodifícil?—Lepreguntéenunsusurro,intentandoseramable. —Un completo capullo —respondió—. Max Lennox es un completo capullo. —Noseráparatanto…Pareceunamigodependiente. —¿Max,dependiente?—Secarcajeó,sinmirarme—.Eselpeoramigodel mundo. —¿Porquétenerloentuvida,entonces? —Porque estaba enamorado de su hermana —explicó, con sinceridad, escueto—.Porellaharíamuchomásquetenerloenmivida—meseñaló elinteriordelascensorconunamano,invitándomeapasarprimera. Pulsóelbotóndelaplantabaja,metiendolasmanosenelinteriordelos bolsillosdesupantalóntejano. —Yo estaba enamorada de Alek —susurré, a mi turno—. Hasta que me enamorédesumejoramigo,uncapulloinsensibleeinhumano—admití. Noté cómo se giraba hacia mí y, por ello, giré mi rostro hacia él. Me contemplaba con una prematura sonrisa sobre sus labios, ladeando suavementesucabeza. —Es una historia que me recuerda a algo —siseó, riéndose consigo mismo—. Sí, puede que me recuerdes a alguien que tomó una decisión semejante; enamorarse de un capullo insensible, inhumano y, si me permitesañadir,egoístaymanipulador. —Los que se rigen por ese patrón suelen ser tentadores —me reí, contagiadaporsusonrisa. —Sí,losbuenossóloexistimosparaquenosquieranunpardedías. Se despidió de mí con un movimiento de cabeza, dirigiéndose hacia un extremo de la planta baja para entrar en una habitación. Debía ser la primerapersonaconpoderparausarunaagujaquemehabíacaídobien enmuchotiempo. Salí del hospital, observando cómo la mañana seguía envolviéndome. Había habido unos días de lluvia pero, tras una semana, el sol parecía haberseimpuestosobreelmaltiempo. Despuésdeunasemana,todavíanohabíaconseguidoacostumbrarmea que un agente estuviese siguiendo mis pasos a todas horas. Sin duda había tenido una gran suerte en compartir celda con un tío que, por cualquier paranoia mental, se negaba a hablar con nadie. Para mí era mucho mejor de ese modo, no me apetecía tener que empezar a hacer amigos en un lugar en el que no me gustaba estar. Ni aunque fuese el lugarenelquepermaneceríadurantemuchotiempo. Muchotiemposin…nada. —Venga, Pace. Recuerda las normas —espetó, quedándose tras mi cuerpo y dejándome frente a una cabina telefónica—. Diez minutos — señaló. Puse los ojos en blanco y tomé el teléfono. Marqué el número conscientemente y esperé. Puede que tuviese ganas de discutir, intentandorebatir,portodoslosmedios,losmotivosporloscualesOlivia no debía ser apartada de mí. Incluso sabiendo que era de las mejores opciones, no era algo que quisiese. ¿Quién consideraría, pese a ser alguiencomoyo,laopcióndenovolveraverasuhija? Oponiéndome o no al tema de Noruega, no iba a ver a Olivia de todos modos. —¿Sí? —Alanna, soy Brantley —repuse, al escuchar su voz—. Sólo tengo diez minutos, así que, por favor, intenta no colgarme o ponerte como una energúmenasinpermitirmehablarcontigo—anuncié,conprisa. —Brantley… —Es de los pocos números a los que tengo permitido llamar —musité, echándoleunarápidamiradaalagente.Puselosojosenblanco,nome daban intimidad ni para una mísera llamada telefónica—. Estuvo mal que le pidieses a Johanna de venir con la niña, ¿en qué estabas pensando? —Ahoramismonopuedohablar,Brantley.Estoyenunacomidafam… —Me importa una mierda —espeté, cortándola—. ¿En qué estabas pensandocuandotomasteladecisióndequererllevártelaaNoruega? —¿Quieresquetecontestedeverdadaesapregunta? —Megustaría,sí. —En nosotras —respondió, tajante—. Estaba pensando en nosotras, Brantley. En nuestra hija y en mí, algo que tú no has hecho nunca — pronunció,airada—.¿Deverdadsoytanmalamadreporquererdarlea mihijaalgomejorquetú? —Mira,quehaytíosmejoresqueyonotelovoyadiscutir,peroestamos hablando de nuestra hija —le recordé, dolido—. Nuestra —repetí, con énfasis—.Tambiénformapartedemivida,comocomprenderás. —Quienhafalladoensulabordepadreerestú,Brantley. —Oh, vamos, Alanna. No quiero que me des ningún premio al mejor padre,noloesperoyséquenolomerezco,peroeltítulonomelopuedes quitarsinmás. —Ellasabequeeressupadre,conesodeberíastenersuficiente. —¿Te estás escuchando? —articulé—. ¿Y si fuese al revés? ¿Y si la situaciónfuesealcontrario,eh? —Noloes. —¡Unhipotéticocaso!—Vociferé,notandolosojosdelagentesobremi nuca—. ¿Serías capaz de no inmutarte al yo querer apartar a nuestra hijadeti? —Porsuerteparamí,soylamadreysiemprevoyatenermáspoderque tú. Dejéescaparunincrédulosuspiro,negandosuavementeconlacabeza. Malditapécorainsufrible… —Cincominutos,Pace—escuchéamisespaldas. —Bruceseocuparábiendeella,Brantley—murmuró,antemisilencio —.ComoledijeaJohanna,tequerrésiempreporqueatimeuneOlivia pero… —¿QueteuneamíOlivia?—Inquirí,contrariadoporlaincongruencia —.Tantonodebeunirtesiloquepretendesessepararmedeella. —Johannaintentójustific… —¡Me da igual Johanna! —Bramé, perdiendo la calma—. ¡Estamos hablandodenuestrahija!¡Delhechodequenopuedesllevártelaadonde atitepla…!—Escuchéunsonidoalotroladodelteléfono—.¿Alanna? —Silencio—.Hijade… Devueltaalacelda,trashabermaldecidodetodaslasformasposiblesa la sinvergüenza de mi expareja y madre de mi hija, me quedé apoyado contraunadelasparedesconlosbrazoscruzados.Teníaqueaveriguar unmododeponermeencontactoconelexterior,conalguienquepudiese encargarse de un tema que estaba acabando conmigo y del cual yo no podíaocuparmepersonalmente. Elagentequemehabíaacompañado,metendióuncuadernodeentrelas rejas. —¿Estoquées?—Pregunté,viendoqueestabacubiertoporunpapelde regalorosado. —Algo que dejó tu hija en la entrada hace una semana —respondió, siguiendosucaminoporelpasillodeceldas. Deshiceelpapelderegalomientrasseguíadándolevueltasacómopodía encargarmedeltemaquemepreocupabaymequitabaelsueño.Cuando descubríelregaloquemehabíahechoOlivia,loentendítodo.Comoside una enorme bombilla se tratase, logré ver iluminadas todas mis posibilidades.Almenoslabásica,laprincipal.Laposibilidadquetenía, bailando ante mis ojos, para impedir que Alanna se llevase a Olivia a Noruega.Inclusosabiendoquenoteníapodersuficiente…Lointentaría. Enmismanos,elcuentodeJohannaeneltren. Capítulodiecisiete Acariciémismuñecasunavezelguardiatomólabondadosadecisiónde deshacerme de la esclavitud a la que me condenaban las esposas, observando cómo abría la puerta oscura frente a mí y me permitía la libertad de caminar sin tenerlo pegado a mi trasero como una mísera sombra. Empezaba a creer que apretaban las esposas a conciencia, intentandoquelamalditacirculacióndelasangrenofueseladebiday yapodíacontemplarlasmarcasquehabíandejadosobrelafinapieldel interior de mis muñecas. Lo peor de eso es que no podía rebotarme contraél… Por poder podía, pero debía admitir que el guardia me imponía cierto respetoencomparaciónconotros.Noqueríajugármela. La sala era amplia; aunque cualquier habitación lo hubiese sido en comparaciónconlaceldaquecompartíaconelcolegamudoese… Cuatro paredes que albergaban mucho más espacio que mi cuarto de baño,conunacamadematrimoniocontraunadeéstasyunampliosofá alargado de color gris. En una rectangular mesa de hierro yacían unas toallasperfectamentecolocadas.Meapetecíaseguiranalizandolazona, queriendo disfrutar de un espacio que, si todo iba bien, me permitiría, durante una o dos horas, olvidarme del encierro. Sin embargo, contemplaba el cuerpo de Johanna de pie, frente a mí, con la única distancia que provocaba la mesa al encontrarse entre nosotros. Con los brazoscruzadosyunainexpresivamueca,meobservabaatentamente. —Heaccedidoalvisavis—pronuncié,conunaampliasonrisa.Sóloyo sabía que aquél encuentro tenía un claro trasfondo y una delicada finalidad—.¿Noestáscontenta? —Estoysaltandodefelicidad—espetó,conunsolemnetonodevoz. Quise rodear la mesa para acercarme más a ella pero, como respuesta, ellasemovióhaciaelladocontrario. —¿Vamosajugaralgatoyalratón?—Lepregunté,divertido. —¿Quéesloquequieres?¿Porquémehashechovenircuandonohace másdecuatrodíasmedijistequemeolvidasedeestaopción? —Venga, Johanna, sólo tenemos una hora y poco. ¿Por qué no nos ponemoscómodosycharlamos? —No puedo perder el tiempo contigo, Brantley. Estoy intentando reconstruirmivida. Me reí por lo bajo, intentando volver a acercarme a ella. Fue en vano, pues volvió a dar la vuelta alrededor de la mesa impidiéndome la proximidadquebuscaba. —EltemadeNoruegaestáacabandoconmigo—leconfesé,apoyandolas manossobrelafríasuperficiedelamesa—.Sinomeayudastú,no… —¿Sabes cómo podríamos haber evitado el tema de Noruega? —Me cortó,severa—.Quizáaceptandolainmunidadquepedíparatialvender a todos los demás —me recordó, arisca—. Si hubieses dejado que las cosas fuesen como yo determinaba, en vez de seguir con tu estúpido empeñodehacerlascosasatumanera,quizátendríaselmínimopoder parahacercambiardeopiniónatuexpareja—bufó—.Esmás,Brantley, si hubieses aceptado la maldita inmunidad, tu expareja no hubiese decididoirseaNoruega—añadió,totalmentefueradesí.Elmodoenque me hablaba, dedicándome todo el desprecio y la severidad del mundo, como si estuviese tratando con un imbécil, estaba sorprendiéndome—. Pero no —dijo, de forma brusca, exagerando el tono—. Brantley Pace tienequehacerlascosascomoaélledalasantagana—semantuvotras el otro extremo de la mesa rectangular, forzando aquella distancia que nosseparaba—.Estásaquíporqueasílohasquerido,porquesíquetedi unaalternativa.¿Onolohice,Pace?—Golpeólamesaconlapalmade sumano,llamándomelaatenciónalhaberdesviadolamiradaporlasala —.¿Dirásquenotedialternativa,quenohabíaotraopción? Temí que el guardia pudiese escuchar nuestra conversación por lo que me giré en busca de cualquier cosa que sirviese para mantener todo lo quediríamosenesascuatroparedes.Viquesucuerporeaccionabaalver cómomemovíaymemolestóquesiguieseintentandoconservaraquella distancia, habiendo sido siempre ella la que buscase un encontronazo conmigo. Noencontrénadaquepudiesehacerqueloquesonaseenelinteriorde esa sala se quedase en ella. Estaba todo pensado para que los guardias pudiesenestaraltantodetodoloqueocurriese.Sihabíaunadiscusión, una voz que se elevase por un momento, ellos lo sabrían. Para eso estaban,paraesosequedabanjuntoalapuerta. Mi único consuelo era que la música que se escuchaba al exterior, de alguna cadena de radio, fuese lo suficiente para entretener al guardia. EnesemomentosonabaunacancióndelosSexPistols,oalmenosera ungrupoquemerecordabaaellos. —Escúchame,elúnicomodode… —No,Brantley—meinterrumpió,provocándomeunatensiónquepodía acabarenimpulsosdestructivos—.Seterminó.Mepedistereconsiderar la opción del cara a cara y, ¿sabes qué? Lo he hecho —contestó, asintiendo lentamente con la cabeza—. No lo quiero, no quiero esto. Renuncioatucaraacara—zanjó,sinpermitirmelaopciónadialogar siquiera. Se encaminó hacia la puerta y mi tensión me llevó a correr tras ella. Rodeé su cintura con uno de mis brazos, impidiéndole llegar hasta la puertaypicarparaavisaralguardia.Sabíaquebramaría,porloquemi manoderechavolóhastasurostroysemantuvosobresuboca.Caminé haciaatrás,sintiendocómo,contodassusfuerzas,intentabadeshacerse de mí. Golpeó mis piernas con sus talones, movió sus brazos con la intención de apartar los míos y su voz se perdió entre sus labios y la palma de mi mano derecha. Cuando sentí la pared contra mi espalda, dejécaerlacabezahaciaatrásyrespiréprofundamente. NopodíaperderaJohannaynosóloporquefuesemiticketdesalida. —Basta —siseé, intentando que parase con sus bruscos y violentos movimientos—. Basta, por favor, Johanna —le pedí, haciendo más fuerzacontrasucuerpo—.Nomeobliguesa…Porfavor,nolohagas— pareció tranquilizarse tras unos instantes y volví a respirar profundamente.Acerquémislabiosasuorejayaspirésuaroma—.Voya destaparte la boca, ¿vale? Por favor, no hagas nada de lo que podamos arrepentirnos.Asienteconlacabeza—susurré. Lohizo,aunquefuesearegañadientes. Separémimanodesubocay,conlentitud,apartéelbrazoquerodeaba su cintura. Ella dejó escapar un profundo suspiro y se separó unos centímetrosdemicuerpo.Notécómosuespaldaabandonabaelrespaldo quehabíasidomipecho. Enunrápidomovimiento,echósucodohaciaatrásgolpeandolabocade miestómagodeformaviolenta. Mirespiraciónsequebróytuvequeinclinarmehaciaadelante,comoun actoreflejoparaprotegerlazonaeintentarqueeldolornoseexpandiese por todo mi abdomen. Aunque no existía modo para eso. Contuve el bramidodedolorycontuvemisganasdedevolvérsela… —¿Sabesloquees,paramí,tenerencuentatodoloquetuvimos,aunque fuese de las peores formas existentes en el mundo, y saber que nunca volveremos a tenerlo? —Espetó, girándose hacia mí enfurecida—. No tienesniideadecómoestásiendoestoparamíporquesólotecentrasen visualizar las cosas desde tu punto de vista. ¿Por qué no nos intercambiamos por un día, eh? —Negó bruscamente con la cabeza, como si se reprendiese a sí misma—. ¿Qué estoy diciendo…? Tú ni siquieratienessentimientos,¿quémásvaadartecómoloestéviviendo yo? —Siguió negando con la cabeza con desaprobación, mirándome intentadorecobrarlarespiración—.Despuésdetodaslasnegativasque mehasdado,¿deverdadcreesquevoyaseguirintentándolo?¿Creesque voyapararmeaintentarseralguienparati?—Cerrólosojos,dejando escaparunbufidoparanoecharseallorar.Yoyahabíasidotestigodelo vidriososqueestabansusojos—.Tengodignidad,Brantley… —Si te pierdo a ti, ¿has pensado en cómo lo viviré yo? —Intenté formular,conciertaafoníaporelgolpe. EscuchélasprimerasfrasesdelacanciónItwillraindeBrunoMars,al otroladodeesascuatroparedes.Eraunsonidodébil,casiimperceptible. Sin embargo, el silencio que se formó en el interior de la sala, tras mi frase, me permitió poder escucharla. Hubiese preferido seguir escuchandolosSexPistols,laverdad. —No,Pace—dijo,intransigenteylimpiándoseunadelaslágrimasque habíaencontradoelmododesalirporunodesusojos—.Poresasno,no teatrevas.Túnoereslavíctimaenestoylosabes. —Vengaya,Johanna… Di un paso hacia ella, viendo cómo retrocedía ante mi acción. Alcé un pocolasmanos,decidiendoquedarmequietoymantenermimiradasobre ella. Noté cómo mi nariz se fruncía suavemente, intentando buscar las palabras para pedirle, por primera vez, que no me abandonase. Que se envalentonase,unavezmás,ysequedaseconmigo. —Nolohagas—meadvirtió,señalándomeconundedo—.Notengasla pocadecenciade… —Nomedejestúahora. —Eresun… —Nomedejes—repetí,moviendomipieparadarunpasohaciaella. —Notemuevasdeahí. —Peronomedejes—volvíadecir,enunsusurro. Me dio la espalda, llevándose una mano a su rostro. Lo cubrió para después ascender la palma de su mano hacia su cabello, recogido con unacoladecaballo.Caminéhaciaellaconlentitud,sigilosoparaqueno escuchase mis pasos y apoyé mis manos a ambos lados de su cadera, respirando profundamente. Mi barbilla intentó colocarse sobre uno de sus hombros pero se deshizo de mi intento, moviendo su cuerpo a un lado. Fruncí el entrecejo, apretando mis manos contra su cadera y empujándolahaciamíhastalograrnotarcómo,denuevo,suespaldase respaldabacontramipecho. —Estoy perdido —le admití, en un desesperado suspiro—. Si tú me abandonas,noquedaránadayvolveréa… Acallémifrasealverlagirarsebruscamentehaciamí,alzandolamano paradedicarmeunafuertebofetadacontralamejillaizquierda.Ladeéun poco el rostro por el impacto y me relamí los labios, apretando la mandíbula y dejando escapar un profundo suspiro por la nariz. No contentaconmireacción,oquizáporquenecesitabasoltaradrenalinade algúnmodo,volvióapropinarmeunabofetadaenlamismazona.Cerré los ojos, moviendo mi comisura para que la zona no se entumeciese de golpeeintentémantenermetranquilo,sindejardeapretarmimandíbula inferior hacia la superior. La tercera iba a dolerme más y, por seguro, conseguiríacabrearmedeverdad. Alzólamanoeinterrumpílaacciónsujetándolaporelcodo. —Piénsatelobienantesdevolverapegarme,Johanna—siseé—.Doses suficiente. —Deberíaestarabofeteándotedurantehoras. —Dosessuficiente—repetí,apretandosupielconmisdedos. Sinverlovenir,alzósuotramanoygolpeómimejillacontraria.Alser diestra, su precisión no fue acertada pero la fuerza se convirtió en su aliada. Agarrésusdosmuñecasylasaplastécontralaparedquequedabatrassu cuerpo, sabiendo que estaba ejerciendo más fuerza de lo que debía. Sin embargo,ahoraestabajodidamentecabreado. Sosteniéndonos la mirada, ambos con los entrecejos fruncidos y las respiracionesentrecortadasporlatensión,sentílapuntadesupiecontra mitobillo.Fueascendiendopormigemelo,levantandolapiernapocoa poco hasta que la punta de su pie se colaba por detrás de mi rodilla intentandosubirporlacaratraserademimuslo.Podíasentirlacaricia contraelpantalóndealgodónnaranjayejerciófuerzacontramipierna derecha para hacerme avanzar hasta ella. Comprobé su respiración cuando nuestros vientres entraron en contacto, incluso con la ropa marcandodistanciaentrenuestraspieles. Acerqué mis labios para besar la comisura de sus labios pero ladeó el rostroimpidiéndomelo.Volvíaintentarloparaser,otravez,rechazado. Soltéunadesusmuñecasysujetésubarbillaparaimpedirlesemejante repudio.Separésuslabiosconelpulgar,enunabrevecaricia.Estabatan cercadesubocaquepodíanotarsuoxígenobrotardeella.Larocéconla mía,flexionandounpocolasrodillasparacolarmismanospordetrásde sus nalgas y elevarla. Rodeó mi cintura con sus piernas, cubriendo mi nucaconsusbrazosydejandoescaparunpequeñoquejidodesorpresa. Cuandomipelvisentróencontactoconlasuya,nolosoportémás. Cubrísuslabiosconlosmíos,profundizandoensuboca.Notésusaliva camuflarse con la mía y estuve tentado de morder su lengua, que intentaba, por todos los medios, impedirme la constante lucha que buscabalamía.Inflexible,acabéconsiguiendoadentrarmeensubocay la sujeté contra mí para caminar por la sala. Mi mano izquierda se cercioró, mientras la derecha seguía bajo su trasero, de encontrar la superficie de la mesa. Dejé que su culo cayese sobre ésta y mis manos vagaron por encima de sus muslos, ejerciendo fuerza contra la tela del tejano. Cogieron el extremo de su camiseta y tiraron hacia arriba, arrebatándosela sin que pudiese imponerse a ello. Mis labios dibujaron unamaliciosasonrisa,descubriendoelsujetadorrojoquelucíaycubría suspechos. —Si esto no es una señal… —siseé, haciendo un gesto con la cabeza hacialaprenda,divertidoporquefuesedemicolorpreferido. Ellagolpeómibocaconeldorsodesumano,resoplandoprofundamente comosimicomentariolehubieseofendido.Clavémisojosenellayquise preguntarle si no pensaba dejar de golpearme, porque empezaba a cansarmedetenerquecontrolarme. Tiró de mi camiseta hacia arriba y, ayudándola, se hizo con la prenda paradejarlacaeraunlado.Sealzóparallegarhastamibocaytiródemi labio inferior con sus dientes, mientras sus dedos se infiltraban por la gomilladelpantalóndealgodóncolornaranja.Unoscuantostirarondel elástico y otros se introdujeron en el interior de mis pantalones, colocándosesobrelateladelaropaíntima. Escuchéalguardiacanturrearlacanción,quesonabafueradeaquellas cuatro paredes, Cherry Pie de Warrant. Sí… Eso era mucho mejor que BrunoMars. Seaferróaunodelosextremosdelamesa,echándosehaciaatráspara permitirme, con la ayuda del movimiento de sus piernas, arrebatarle el pantalóntejanoqueseguíacubriendosuspiernas.Tirédelosdobladillos y,nadamásdejarcaerlaprendacontraelsuelo,mismanosascendieron porlacaraexternadesusmusloshastalafinateladesuropainterior. Nosupequeerauntangahastaquelotuveenmismanos,alejadodesu cuerpo. Volvió a incorporarse para volver a tomar el elástico de mi pantalónytirardeél,acercándomemás. —Espero que te esfuerces y apliques un poco más que la última vez — siseó,mirándomefijamentealosojos. Observécómodibujabaunaladeadasonrisasobresurostroysemordíael labioinferiorunossegundosdespués.Apretósusdedosalrededordemis muslos,aproximandosurostrohastaelmíoconunapalpablelentitud.Fue ladeandoelrostro,deunladoaotro,quedándoseensimismadomirando micara.Cuandosufrentechocócontralamía,muysuavemente,desvióla miradahastamibocayvolvióaascenderla,alcabodelossegundos,amis ojos.Losentrecerróconmuchocuidado,provocandounchasquidoconsu lengua. —Olvidabaquehabíasquedadoinsatisfecha—murmuró,comorespuesta tardía. Seseparóunosmilímetrosdemicaray,sindejardeclavarsugrismirada enmisojos,sellevóeldedoíndiceyeldedocorazónalaboca. Me había sacado de quicio, así como sorprendido, que hubiese tenido la pocadecenciadeadmitirsussentimientos,siempreasumanera,haciamí enunmomentocomoelqueestábamosviviendolosdos.Teníaganasde hacerle vivir el calvario que él había provocado en mi vida, queriendo darledebebersupropiamedicinaymantenermetotalmenteimpasibleante susintentosdeconmoverme. Alarguélamanoparacogerlaotraopuestadeél,haciéndolebajareldedo índiceyeldeñomeñique,manteniendoeldedocorazónyeldedoanular rectos.Losllevéhastamiboca,usandomiotramanocomosoportepara noperderelequilibriosobrelamesa. Los rodeé con mis labios y los succione con una lentitud que pareció agradarle,quedándosequietoyobservandolaacción. Sumanosecolóentremismuslosyendodirectohaciamivagina.Empujó consusdedoshúmedoslaentradayprofundizóenella,haciendopresión hacia el interior. Dejé que mis dientes, alrededor de sus otros dedos, demostraranlareacciónquehabíacausadoenmíconaquello.Clavémis dientes suavemente, llamando totalmente su atención y mi lengua los relamió,retirándolosdelinteriordemiboca. Retiró los dedos de la profundidad de mi vagina con mucha lentitud, observando toda reacción asomando mi rostro. Estaba contemplándome, cerciorándosedequenovolviesearepetirsealgocomoenmicuartode baño. —¿Vamos por buen camino, nena? —Preguntó, con una autosuficiente sonrisa. —Nomellamesne…—Ahoguémivozalnotarcómosusdedosvolvían a entrar en mí, sin la lentitud con la que los había sacado. Me estremecí tantoquedebíhabertensadotodomicuerpoenesemomento. Los retiró con sosiego, concentrado en mantener la calma de sus dedos, consiguiendoquemislabiosdejasenescaparunpequeñojadeo. —Te he hecho una pregunta —susurró, acercando sus dedos a la boca y escupiendo sobre ellos—. ¿Vamos por buen camino, nena? —Repitió, haciéndome perder la visión de su mano al colarla entre mis muslos, de nuevo. —Yyotehedichoquenomellam… Miespaldacayócontralasuperficiedelamesa,notandoelímpetuconel quehabíavueltoametersusdedos,ahoramásresbaladizos,enmiinterior. Tuve que dejar escapar el gemido que provocaba el bloqueo de mis pulmones,sintiendocómomicuerposetensabaantelaestrictaintrusióny cerrélosojos. Creí escucharle reír por lo bajo pero, al abrir los ojos, descubrí que se mantenía serio, contemplándome, concentrado en la tarea de empezar a mover sus dedos en mi interior. Empezó a masturbarme con suavidad, moviendo su pulgar hasta mi clítoris y presionándolo con pericia, acariciándolo en círculos. Su mano izquierda, por otra parte, seguía aferrada a mi muslo derecho. Ejerciendo presión a cada sonido jadeante queescuchabapormiparte. —¿Mejor,nena? —Enfatizó en la última palabra, dibujando una ladeada sonrisaalalzarsucomisuraderecha.Antesdedarmeopciónaresponder, aunsinsabercuálseríamicontestación,empujóconsusdedoslomásque pudohastahacermetemblar. Mimanoderechasecolocósobreladeél,notandoelrastrodehumedad quehabíadejadomisalivasobredosdesusdedos.Laapretéconfuerza, sintiendo el involuntario movimiento de mi pelvis hacia su mano buscando más contacto. Mi espalda se arqueó, sintiendo que mi columna vertebral despegaba de la superficie de la mesa y tuve que ahogar un gemido.Medabavergüenzadejarmellevardeformatansonora,sabiendo lapresenciadelagentealotroladodelapuertaporseguridad. Me encontraba con los pies junto al abismo, estaba dispuesta a saltar al vacío y era la sensación que recorría mi cuerpo lo que me llevaría a tirarmeporelbarranco.Estaballevándomealorgasmo,concentradoenla fusióndesusdedospenetrándomeysupulgarinfringiendocírculossobre mi clítoris. Cada vez me costaba más coger oxígeno, sintiendo que al hacerlo era más que evidente que los sonidos brotarían por mi boca. Ni siquierapodíaincorporarmeparaintentarpermitirqueéllosacallasecon susalargadosyfinoslabios.Ibaa… —Dios —jadeé, con debilidad, notando cómo mi cuerpo empezaba a contraersedeformaseguida,anticipándosealoquevendría. Antes de cerrar los ojos, logré visualizar cómo me observaba, deseoso. Nomemirabadelmismomodoqueenlasituaciónvividaenmicuartode baño, ahora me miraba de verdad. Me contemplaba con ansia, con devoción y podía ver cómo su lengua se movía inquieta por su boca entreabierta. Ibaadejarmellevar… —A-Ah… —Gimoteé, con más brío, al notar cómo sus dedos se empezabanamoverconmásautoridad. Estaba a punto. En una nueva bocanada de aire sabía que llegaría al orgasmo… Retiró los dedos bruscamente y, con una velocidad aplastante, su mano izquierdatomómicadera,posicionándoseahí,mientrassumanoderecha descubría su erección entre las telas del pantalón y la ropa interior. Cuando abrí los ojos, sintiendo cómo la frustración empezaba a brotar por mi cuerpo infringiéndome incluso cierto dolor, lo visualicé con el rostro inclinado hacia la unión de nuestros cuerpos. Con un sencillo movimiento de cadera me penetró profundamente, logrando arrancarme un intenso gemido y, con él, el orgasmo que había estado a punto de perder. Mi espalda se arqueó bruscamente y noté la explosión eléctrica abrumar todomicuerpo.Elsonidodesorpresayplacerseestablecióportodala sala,haciéndomecasiperderelconocimientoporunossegundos. Semantuvoquieto,permitiéndomedisfrutardelasensacióndelorgasmo, con su erección profundamente introducida en mi vagina. Percibí que dejabaescaparalgúnquejidoamedidaquelosmúsculosdemiinteriorse cernían sobre su duro miembro, pero era algo que no podía siquiera controlar. Nunca había tenido un orgasmo de esa categoría, nunca había sentido cómo me aproximaban a ese precipicio para después, casi dejándome insatisfecha de nuevo, penetrarme de ese modo y permitirme sentirlo a mayorescala. OhDios,noibaapoderrecuperarmedespuésdeeso… Estaba disfrutando tanto de la sensación que se había apoderado de mi cuerpo que no fue hasta que movió su pelvis hacia mí que recobré el sentido.Susdosmanossemantenían,ahora,aambosladosdemicadera. Respiraba de forma entrecortada, con un brillo por su torso debido al sudor y el calor, mirándome con paciencia. Apoyé mis codos sobre la superficiedelamesaconlaintencióndeincorporarme,moviósupelvis suavementepararetirarlaerecciónyvolveraintroducirlaconlentitud.Ni siquiera pude contener cómo mis ojos se ponían en blanco muy débilmenteporelplacer. —¿Qué?—Inquirió,enunsusurro,conloslabiosentreabiertos—.¿Yahe saldadoladeuda,yaheindemnizadotuinsatisfacción,nena?—Sonriócon picardía,entrecerrandolosojos. —¿Ahorasoytunena?—Pregunté,conflaqueza. Se echó a reír suavemente, dejándome descolocada por el sonido de su risaqueibadisminuyendoalpasodelossegundos.Notélacariciadesus dedospormismuslosycómocolabasusdedospordebajodelasrodillas. Tiródeellasunpoco,haciendoquelamitaddemisnalgassobresalieran porelextremodelamesa. Desvió su mirada hacia nuestras pelvis y, sin mover el rostro inclinado haciaesazona,alzósusojosparamirarmeconafición. —Esoparece—musitó. Aunque mi espalda quedase arqueada, me incorporé para llevar mis manoshastasunuca.Intentéaproximarmeparabesarsuslabios,sintiendo cómo su pelvis empezaba a moverse contra mí, dificultándome la tarea. Notaba cómo se hacía presente en mi húmeda vagina, cómo las paredes interiores de ésta se cernían y se aferraban contra su dureza, provocándomeunnuevodescontrolrespiratorio. Se inclinó hacia mí, concediéndome la oportunidad de besar sus labios condesconsuelo.Susentreabiertoslabiossecolocaroncontralosmíos,en una medida distancia. El movimiento de nuestros cuerpos hacía que, por narices,loslabiosserozasen.Sinembargo,nopermitióquehubiesebeso pormiparte.Captésulenguasurgiendodeentresuslabios,percatándome de la suavidad con la que lamía los míos. Delicadamente, empezó a lamerlos, mientras su respiración se agitaba lo suficiente como para entreverunosroncosjadeos. Sus manos se movieron desde los laterales de mi cadera, hasta la parte traserademiespalda.Colocólosdedoscontralosriñones,empujándome máshaciaélacadamovimientoquesupelvisejercíacontramí.Sudureza nomeconcedíaniunossegundosdedescanso,optandoélporarremeter sincontarconretirarlaporcompletoenningúnmomento. Escuchécómosusjadeos,porelesfuerzoyporelmismoplacer,sehacían cadavezmáspresentesennuestraproximidad.Quiseacercarmibocapara podercubrirlasuya,peroladeóelrostroparaimpedírmelo. —N-Novasaca-callarme—expuso,enungruñido. Apoyósumanoderechacontramiesternón,haciéndomecaerhaciaatrás sobrelamesa.Seinclinóporcompletotrasunabruscaembestidaporsu parte, aproximando sus labios hasta mi pecho. Descubrió uno de ellos, tirando de la tela del sujetador hacia abajo, liberándolo. Sus dientes rodearonmipezónytiródeélconsuavidad,cubriéndolotiempodespués con su boca. Lo relamió, provocándome una marea de sensaciones que partíandelapelvisydelpechoyseuníanenunpuntoclavedemivientre. Suslabiossesepararonunpocoyleescuchéjadearcondificultad,siendo ahorasulengualaúnicainvolucradasobremipezón. —Oh,joder—bufé,totalmenteacalorada. Echéelcuellohaciaatrásyélaprovechóparallevarsumanoizquierday rodear mi garganta. Ejerció una leve presión, casi imperceptible, depositando un suave beso contra mi esternón. Su vientre y el mío colisionabanacadamovimientoporsuparte,mientrasyomeaferrabaala mesaparapodermovermipelviscontraél. Sus pies no habían despegado el suelo y, aun así, lograba estar con el torsosobreelmío.Aquellomeacalorabatodavíamás,impidiendoqueni siquiera el ambiente se entrometiese entre nuestros cuerpos. Soltó mi garganta, apoyando esa mano a un lado de mi cabeza mientras su codo reposaba contra mi hombro y bíceps. Mis manos rodearon su espalda, descendiendo acto seguido hasta la parte baja de ésta. Clavé mis uñas sobre la piel, sintiendo cómo la profundidad de sus movimientos se intensificabaymiespaldasearqueaba,inclusoteniendosuvientrecontra elmío. Escondiósucaraentremicuello,aumentandoelmovimientodesupelvis. Ninguna de sus embestidas podía ser clasificada como patosa. Todas y cadaunadeellaseranmedidas,pensadasy,joder,eranmagníficas.Tenía talcontroldesupelvisque,acadapenetraciónporsuparte,mearrancaba unintensogemido.Eraigualdeimpasiblefollandoquediscutiendo,mas nohacíanadaporserdeotromodo.Nisiquieraloescondía. Se incorporó de pronto, volviendo a sujetar mi cadera con sus manos y echólacabezahaciaatrás,permitiéndomeverlatensióndesugargantaal hacerlo. Apretó con sus dedos, gimoteando, provocando una colisión entre su pelvis y la mía. Parte de mis nalgas vibraba al contacto y me estabamuriendopordejarmellevar,otravez,enesaincreíblesensacióna lacualélmismomehabíaempujadoconsusdotes. Con la fuerza de sus manos hacía que mi cuerpo se moviese hacia él, al tiempo que su pelvis ejercía el movimiento contrario para encajar a la perfección. En esas últimas embestidas, el duro miembro de Brantley salía por completoparavolveraadentrarseconfacilidad. Mispiernascolgabanaambosladosdesucuerpo,temblorosasmientras mi cuerpo era un cúmulo de vívidas sensaciones. Mi respiración se bloqueóinconscientemente,sintiendocómomellenabaporcompleto.La electricidad se concentraba en el interior de mi vagina y a cada penetraciónseagrandaba. —Oh,¡joder!—Vociferó,totalmenteroncoyentensión. Escuchabaelsonidodesusjadeos,locualmeexcitabatodavíamás,junto alsonidodenuestroscuerposchocando. Seinclinódenuevo,porunefímeromomento,aproximandosuslabiosa miorejaizquierda. —Te follaría hasta reventar, Johanna —siseó, con dificultad—. Hasta aacabarcontigo. Volvióaincorporarsey,enunaúltimaembestidaquecausóunafractura enmicúmulodeexcitación,dejóescaparunintensogruñidovencidopor el orgasmo que nos golpeaba a los dos por igual y al mismo tiempo, haciéndomegemircomonuncaantes. Capítulodieciocho Estuvetiradasobrelacamaunosbuenosminutos,intentandorecuperarmi aliento,conlaesperanzadequeelcolchónmimaseunpocomidolorida espalda.Todavíadesnuda,conlaúnicaprendadelsujetadorsobremipiel, meconcentréenlosbruscoslatidosdemicorazón.Habíapercibidocómo mi vientre vibraba por culpa de éstos y me sentía totalmente pegajosa, comosienaquellasalahubiesemáshumedadqueentodoelpaís. MeincorporésobremiscodosparadescubrircómoBrantleysemantenía apoyado contra la mesa, con el torso desnudo. El tener las manos apoyadassobreelextremohacíaquesushombrosestuviesenentensióny el músculo de su trapecio sobresaliese. Respirando tranquilamente, me observabaensilencio. —¿Quéhacesahí?—Lepregunté,enunsiseo. —Mirarte. —Podríasmirarmedesdeaquí. —El agente no tardará en entrar, Johanna —me recordó, cruzándose de brazos—.Usaunatoallayvístete—dijo,cambiandosupostura.Seapartó de la mesa para agacharse y coger su camiseta de algodón naranja, jugando con ella entre sus manos—. O… —Caminó hacia la cama, quedándosealospiesdeéstayapoyandounarodillasobreelcolchón—, nolauses,quédatedesnudaypídemequemedeshagadeélamimodo— susurró,inclinándosesobremicuerpoparadepositarunsilenciosobeso sobremimusloizquierdo. Cerrélosojosydejéescaparunpequeñosuspiro.Sitodaslascosascon Pacehubiesensidoasídesdeunprincipio… —Loquetefaltabaati—suspiré,levantándomedelacamayyendoapor mi ropa. Utilice la toalla de forma rápida y me coloqué el tanga en un rápidomovimiento.Deespaldasaél,recuperémipantalóntejanoylodejé sobrelamesamientrasmecolocabaelsosténcorrectamente—.Cargartea un agente en prisión… —Dejé escapar una suave risa, negando con la cabeza—. Deberías intentar reducir tu condena, no aumentarla —le recordé,enunsuspiro. Me sorprendió sentir sus manos alrededor de mi cintura, pues no sabía cuándosehabíaaproximadocontantosigilo.Apoyósubarbillacontrami hombroizquierdo,optandoporrodearmeconsusbrazosenunafectuoso contacto. El calor que desprendía su torso era algo que iba a extrañar. Sobre todo después de un encuentro en el que no habíamos intentado matarnos. Pegó su sien derecha contra mi mejilla izquierda, balanceándomeconlentitud.Depositóuncálidobesoyfuedescendiendo suslabiospormicuello,llevándomealadearloparapermitirletenermás espacio.Losascendió,cambiandoderuta,hastamiorejaytomóellóbulo deéstaconsusdientes.Escucharsurespiracióneraalgoquetambiénibaa extrañar… —Si la aumento, lograré que estés alejada de alguien como yo — pronunció,sindejardeestrecharmeentresusbrazos. —¿Mehaspreguntadomiopiniónalrespecto? —Noesnecesario.Séqueeresunacabezonay… —Ya empezamos —bufé, poniendo los ojos en blanco e intentando deshacermedesusbrazos. Le escuché rechistar, quejándose por la distancia que acababa de interponer. Continuéconmilabordevestirme.Antetodolostejanos… —Nomehasdejadoterminar—meindicó,todavíasincamiseta. —¿Para qué? ¿Para que ahora me rompas el corazón? —Negué con la cabeza—. No señor, eso no va a ocurrir. Vamos, que no te lo voy a permitir. —¿Tevasacallar? —No,nomevoyacallar—repuse,conelentrecejofruncido. Me besó con fuerza, demostrándome estar equivocada. Existían circunstancias en las que, aunque te negarás al oral, cedías físicamente. Consiguiócallarmeporunossegundosytomómirostroconsusgrandes manos. —Cabezona, deslenguada y valiente —suspiró, con desaprobación—. Si sólotecallases,unmomento,podríasdartecuentaquenobuscoromperte elcorazón,gilipollas. —Túeresgilipollas. —Pero yo lo tengo asumido —respondió, con jovialidad—. Nena, respetaré cualquier decisión que tomes respecto a mí. Sé que aunque te amenace con matarte, volverás a intentar pasar una hora como la que hemostenido—admitió,conunamuecadelástima—.Yalefastidiélavida aunachicadetuedad,cuandoyoteníalamisma.Sóloquieroquesepas quelascosasconmigonosonfáciles—supulgaracaricióelbordedemi mandíbulainferior,mientrassusojosibandeunladoaotrodemirostro al contemplarme—. Tengo mal temperamento, tengo una mala actitud respectoamuchascosasy… —Yaconozcotucruz,Pace—susurré,intentandonoserdemasiadobrusca enlainterrupción—.Ytelodije…Meenamorédeella.Puedequeseauna masoquista,puedequesí,queenalgúnmomentomefastidieslaviday… —Meencogísuavementedehombros—.¿Yquésiocurre? —Alannatuvodepresión,endosocasiones,pormiculpa—confesó,con seriedad—.Noesalgoquetedeseeati.Noporque…—intentódisimular lasonrisaquebrotabadesuslabiosdeformanatural—,túerescapazde pegarmeunapalizasiseteantoja… —Siempreexisteunaalternativa. —Túereslamía—susurró,sosteniendomibarbillaparahacermealzarel rostrohaciaeldeél—.Túeresmialternativaymeencantaríaescogerte siempre,peroséquenoseráasí.Séque,tardeotemprano,tedaráscuenta delerrorquecometiste. Ladeémirostrointentandocomprenderquéeraloquepretendíadecirme, porquesentíaquenoestabaentendiendolaesenciadenuestroencuentro. —Asumomisañosdeprisión.Ahora,¿asumestúlaespera?—Preguntó, intentando mantener la cercanía entre nuestros rostros—. Dime, ¿eres capaz de venir aquí, cada mes, y conformarte con esto? —Inquirió, pegandosufrentealamía—.Nena,yonolosería.Noseríacapaznime conformaría con esto —comentó, sin darme opción a responder acto seguido—.Jamásmeconformaríaconalgoasíytú,sitienesesadignidad que antes dijiste tener, tampoco lo harías —se separó unos centímetros, inclinando la cabeza para observarme atentamente—. Con toda la sinceridaddelmundo,nomeconformaríaconestopornadie.Tútampoco deberías. Recogió su camiseta y jugó con ella durante unos segundos antes de colocársela y peinarse con las manos, débilmente, hacia atrás. Acto seguidoseagachósobreelsueloparatomarlamía,quehabíaterminado bajolamesa.Selevantóylatendióhaciamí,mirándomeconunamueca decircunstancia. Estabasiendosinceroconmigoyacababadeadmitirque,deseralrevés, élnoaceptaríaconformarseconlasituación. —¿Porquépedisteestevisavis?—Lepregunté,tomandolacamisetasin ponérmelatodavía. —Paraverte. —Pace,nosoyidiota. Él se dedicó a sonreír tiernamente, esbozando una mueca que intentaba traslucirquenoestabadeltododeacuerdoconesedato. Menudosinvergüenzaestabahecho. —Noloestropeemos—dijo. —Amítambiénmehagustado,peroséquenopretendíasqueocurriese. —Dejémoslocomoestá. —Nopiensoirmedeaquísinsaberporquéhasqueridoestecaraacara— musité. —¿Apostamos a que sí te irás sin saberlo? —Respondió, provocativo. Trassostenermelamiradaunossegundos,chasqueólalengua—.Noeres idiota,¿no?Puesnotecomportescomotal. —Lo repetiré una vez más, Brantley. ¿Por qué has querido este cara a cara? —Esperaba que pudieses ayudarme con lo de Alanna y la niña — respondió,dándoseporvencido.Noparecíaestarporlalabordediscutir conmigo—.Pero,¿quéimporta? —Tieneimportancia.Amísímeimporta. —Quieroaferrarmeaunclavoardiendo,Johanna.Esmás,esloquehago —comentó, echándole una rápida mirada a la puerta tras escuchar cómo unos nudillos golpeaban y se escuchaba al guardia decir que quedaban pocomenosdequinceminutos—.Losdossabemos,detodosmodos,que nopodemoshacernadaalrespecto. —Pudistehacerlo. —¿Dejarás de recordármelo? —Bufó, volviendo al malhumor—. No necesitoquemelorecuerdesatodashorasy,laverdad,agradeceríaque dejases de hacerlo —ante mi silencio por no querer darle una réplica insolente,muypropiadeél,siguió:—Ahorapontelacamiseta. Lo hice sin rechistar mientras mi cabeza empezaba a darle vueltas a diferentes maneras de poder alargar aquél encuentro. Ninguna era demasiadoóptimaosuficientementeválidaparaqueocurriese,porloque empezaba a sentir cómo mi cuerpo se rendía ante el inminente hecho de que,sinpoderevitarlo,mevolveríaadespedirdeBrantley. —Podríamos decirle al agente que sufres disfunción eréctil y que necesitamosmástiempo—susurré. Brantley desvió su rostro hacia mí, enarcando una ceja lentamente. Cuando relajó su mirada, ladeó su cabeza y negó suavemente con ésta. Intentó mantener sus labios en una fina línea recta, fracasando a los segundos.Seechóareír,procurandonomirarmealosojos.Sucarcajada fuedisminuyendolaintensidadhastaterminarimplantándoseenélconuna sencillaynaturalsonrisa.Sushombroshabíandejadodemoversey,aun así,parecíaseguirestandodivertidopormiocurrencia. —Disfuncióneréctil—pronunció,todavíadivertido—.Esloúnicoquese te ha ocurrido, ¿no? —Inquirió—. Disfunción eréctil —suspiró, profundamente, volviendo a echarse a reír—. Creo que he dejado claro que no lo sufro y tú, nena, también lo has dejado claro. ¿Crees que el agentenotehaescuchado?—Seechóareírtodavíamásalvermicarade horroryvergüenzaalescucharle—.Anda,ven,dameunabrazo—siseó, enunaúltimacarcajada. Rodeó mi cuerpo con sus brazos, cubriéndome por completo. Tuvo que inclinarsedadanuestradiferenciadealtura.Respiróprofundamenteypude escuchar cómo lo hacía, apretándome fuertemente contra él, como si esperasefusionarseconmigooimpedirquemefuesedeahí. —Odio que me llames “nena” —suspiré, aspirando el aroma que desprendía. Ya no había rastro de la fragancia que solía usar, pero si cerrabalosojoslograbarecordarlaentresusbrazos. —¿Qué tiene de malo? —Sin dejar de rodearme, juntó su frente con la mía. Noté cómo su mano descendía por mi espalda hasta una de mis nalgas, agarrándolaconprecisióny,casi,posesión. —Mesuenatanordinario—respondí,apoyandounamanosobresupecho yacariciándolo—.Demasiadochabacanoinclusoparaalguiencomotú. —¿Desde cuándo eres tan fina y delicada al oído? —Sonrió, de forma provocativa. —Venga,admitequeesordinario… —¿Esperasquemedirijaaticonpalabrastalescomo“cari”,“amormío” o “prin…” —se mordió la lengua para no usar el apelativo con el que Aleksedirigíaamí. —PrefieroquemellamesJohanna. —Yoprefierollamartenena—sonrió. —Medanunasganasdeatizarteconunaescoba,Pace… —¡Andaya!—Bufó,separándoseparafingirunacaradehorror—.¡Pero qué chabacana eres! Darme con una escoba… —Negó con la cabeza, en desaprobación, frunciendo levemente su entrecejo. Contuvo su risa, moviendosuavementeloshombrosalreírsedeformainternayentrecerró suavemente los ojos—. ¿Quieres escuchar algo ordinario y soez por mi parte,nena? —Tú lo haces a propósito, ¿verdad? —Puse los ojos en blanco, empujándoleconlasdosmanos—.Imbécil… —Cuantomástemoleste,másmegustará—respondió,atrapándomepor lacinturaconsusmanos. Mediolavuelta,dejándomedeespaldasaél.Inclinósucabezaporencima de mi hombro derecho, dirigiendo sus labios hasta mi oreja y mordisqueándolaconmuchasuavidad.Sumanoizquierdasemantuvoaun lado de mi cadera, impidiéndome distanciar mi trasero de su pelvis, mientras que su mano derecha se deslizó hacia mi muslo derecho, acariciándolo muy lentamente. No tardó en colocarla entre mis piernas, apretandocontramientrepiernacubiertaporlateladelpantalón. Mi cabeza se echó hacia atrás de forma inconsciente, acabando por apoyarse sobre su hombro izquierdo, escuchando cómo reía suavemente contramiorejaderecha. —Nocreoqueexistanadamássoezquelainsinuaciónquemehicistecon tuasquerosayapestosagomina—siseé,conlosojoscerrados. —Semeocurreunsinfíndegroserías,nena. Hizopresiónconsusdedoscontralatela,empujandoconsupelvishacia mitraseroalmismotiempoyfingiendounpequeñogemidodesdelomás profundodesugarganta. Llevémimanoderechahastasunuca,acariciándoselasuavementeydejé escaparunaprolongadaexhalaciónpormislabios. —Te arrancaré la lengua como sigas llamándome así, Pace —dije, totalmenteenserio,mientrasmicuerpocedíaasuvoluntariomovimiento decaderas. —Conseguiréquetetiemblenlaspiernas,comojustoahoraestápasando, cadavezquetelollame. —Miamenazaesreal… Me movió a su antojo, llevándome a inclinar mi cuerpo sobre la mesa. Noté cómo mis pechos se oprimían contra la superficie, con su mano ejerciendo fuerza contra mi columna vertebral. Fingió un movimiento contramicuerpo,haciéndomesuspirarcondesesperación. —La mía también —zanjó, dedicándome unos profundizados roces que mepermitíanpercibirlanuevaerecciónbrotarpordebajodelafinatela desupantalóndealgodón. Lapuertaseabrióconsuavidad,haciéndomeperderlaestimulaciónqueél despertaba en mí y levanté el rostro de la superficie de la mesa para contemplaralagente,conungestoserio,mantenersebajoelmarcodela puerta. —Seacabó—masculló,autoritario. El cuerpo de Brantley se separó con lentitud, tomándome por la cintura para ayudarme a recomponer mi cuerpo e incorporarme pese al ligero temblor que me turbaba. Pegó su frente contra la parte trasera de mi cabeza,respirandoconprofundopesar. —Dame dos minutos, Woodley —pidió, hablando contra mi cabello—. Porfavor. —Dos minutos, Pace. Ni uno más —advirtió el agente, dando un paso haciaatrásycerrandolapuerta. Medilavueltaconsuavidadhaciaél,queriendopreguntarlealgunascosas respectoasuestanciaenprisión.Dosminutosnoibanaservirparanada más que para intentar saber si necesitaba cualquier cosa: ropa, revistas, libros… Sepasóeldorsodelamanoporloslabios,trashaberserelamidoéstos. Pestañeó con debilidad, compartiendo unos segundos de silencio conmigo. —Tencuidadoallífuera—ledije,alzandomimanoparaposarlacontra sumejillaizquierda.Estabacaliente,eracálido. —¿Túmelodicesamí? —Amínomeocurriránada,Brantley. —Amítampoco,Joha…,nena—añadió,conlacomisuraderechaalzada. —Tepegaríadenoserporquevolveríasaentrareneltrapoy… —¿Y?—Inquirió,mostrándosetalgolfoera. —Lo haré en un mes, ¿vale? —Susurré, rodeándole con los brazos de formaimpulsiva.Sentísuslabioscontramicuelloysusbrazosrodeando micintura.Meelevó,puesperdíelcontactodemispiesconelsueloyme estrechó—.Teprometovolverenunmes. —Nolohagas,porfavor. —Déjamevolverenunmes. —Nena,estonoesunarelación—siseó,escuchando,comoyo,cómola puertavolvíaaabrirse—.Novamosanegociarsobreunarelacióntan… —¿Tanqué?—Inquiríalverlesepararsedemí. —Tanpococomún. —Déjame repetir la experiencia un mes más. Dame un mes más para demostrartequesípodemosestarjuntos—lepedí,caminandotrasél. Agarrésubrazoyélsedeshizodelcontactoconciertabrusquedad,lacual noesperabaporsuparte. —Aunque quisiéramos estar juntos, ¿no crees que la distancia que pone estainstituciónesmásqueevidente?—Replicó,mientraselagentevolvía aponerlelasesposas—.Estaréaquíytúestarásallífuera,nena…Noes posible, son demasiados años viéndonos una vez al mes. —Negó con la cabezaymeguiñóunojo—.Pórtatebien. Apreté las esposas con mi mano, sorprendiendo incluso al funcionario que intentaba hacer su trabajo lo mejor que podía. Tiré de ellas, viendo cómoaquelloejercíamolestiaenél.Tropezótorpementealaproximarsea mí. —Teveoenunmes,Brantley—leaseguré. —Losé…Peronoseránecesario,cabezona—susurró,inclinándosepara darmeunrápidoyhúmedobesoenloslabios. Me quedé observando el imponente edificio del departamentodepolicíadelaciudad,conelcigarrilloentremisdedosy unvasodecaféenmiotramano. Había tomado una decisión y existía el riesgo de que fuese errónea. Sin embargo, para mí, se trataba de mi opinión. Y, ante eso, no creía que hubieseerroroequivocaciónposible.Unaopiniónnoeraerrónea,jamás. Podíasestaronoestarenlocierto,podíashaberfundadoesaopiniónen unagranmentiraounagranverdad,peroexponertuopiniónnoeranunca unerror. Mas estaba totalmente decidida a enmendar el error que otros habían cometido y que, desgraciadamente, me afectaba a mí. No iba a sufrir las circunstancias de algo que no había cometido yo misma, que no había buscado y no había escogido. Porque enamorarme de Brantley no había sidounerror,porquepretenderevitarlelaprisiónpodíaserinmoralpor mi parte conociendo los motivos por los cuales entraba en ella pero no era un error. Para mí, en ese momento, el único error era quedarme de brazoscruzados. —Señorita Oliphant —el capitán de policía me recibió con una sonrisa, invitándome a sentarme en una de las butacas de su despacho—, es un placertenerlaporaquí—murmuró,pareciendoestarteniendounbuendía —.¿Enquépuedoayudarla? —¿Quétalcumpliendosupalabra? —¿A qué se refiere? —Preguntó, ahora cambiando la expresión de su rostro. —SinosacanaBrantleyPacedeprisión,conlainmunidadquemehabían prometido para él al vender a Alek y los demás, le juro por Dios y esta gran nación que me pondré en contacto con todos los medios de comunicación para exponer cómo los funcionarios de este país dicen trabajarycómolohacendeverdad—espeté,sindarmesiquieratiempoa pensarentodoloquedecía.Nisiquieracaíeneltonoqueutilicécontraél, manteniéndomecercadelapuertadesudespacho—.Póngaseencontacto conquiendebahacerlo,perohagacumplirlapalabrayelcometidoalque llegamoscuandoaccedívenderatodosalosque,ensudía,llaméfamilia —añadí,sintiendoquemicorazónbombeabaaunavelocidadaplastante—. No me importa cuánto tarde, no me importa lo que le cueste… En estos seisañosconAlekheaprendidomuchascosasdelascuales,algunas,no me provocan ningún orgullo. Sin embargo, la familia que os vendí me enseñóunaseriedevaloresporloscualesmegustaríallegararegirme— siseé—. La importancia de una promesa, la dureza de una venganza y el peligrodeunapersonaenfurecida—enumeré,mirándolesinpestañear—. SaqueaBrantleyPacedeprisión,capitán—susurré,intentandomantener lacalma—.Porque,mire,puedequellegadosaestepuntoyonotengaun ladocomolacruzdeunamoneda…Peroestoymásqueseguradepoder desarrollarloencualquiermomento—leviapoyarsecontraelescritorio, observándome cómo si estuviese descubriendo la noticia de un horrible huracán amenazando la ciudad—. Porque las personas nacemos con una sola cara y es la sociedad que se ocupa de que desarrollemos la otra. ¿Quiere probarme, capitán? —Inquirí, empezando a sentir mi voz debilitarse—.¿Quierequeloechemosasuertes? —Johanna, está bien —musitó, alzando una mano para mandarme mantenerlacalma. —No,noestábien—sentímispiernasflaqueareintentéenderezarme—. Sé que pedí inmunidad para el más hijo de puta de todos, sé cuán incongruente puede ser… —No, estaba perdiendo la batalla… Estaba viniéndomeabajo…—.¡Prometieronconcedérmelo!—Bramé,depronto. —Tendréqueponermeencontactocon… —Hágalo—leinterrumpí,recobrandounpocolavivaztensión. —Estábien,Johanna.Asísehará. Asentí con la cabeza, sin ser capaz de festejar que hubiese ganado esa batallatanfácilmente. —Pero—siseó,mirándomedubitativo—,¿quéocurrirásiélnolaacepta? Terecuerdoqueéltienederechoadecidiry… —¿Derecho a decidir? —Repetí, frunciendo el entrecejo—. Si Pace se niega a aceptar la inmunidad, usted tendrá que encerrarme también — advertí, teniendo claro que me dedicaría a dejar que mi agonía se convirtieseenbrutalidadcontraBrantleyenaquélhipotéticocaso. —Johanna —habló, con autoridad, incorporándose—, sé que ahora mismoestásconsternadacontodoloquehaocurridoytambiénséquelo que sientes por el señor Pace te trastoca hasta tal punto de venir aquí y amenazaraunfunci… —Existeunadiferenciaentreadvertiryamenazar,capitán—lecorté. —En tu caso, Johanna, no deberías hacer ni una cosa ni la otra — respondió—.¿Enquéteestásconvirtiendo? Aquella pregunta me desorientó, haciéndome perder la capacidad de rápidarespuesta. —¿Quieresparecerteaellos?—Siguió,conuntonofraternal—.Sonpuro veneno—masculló. —Ocúpesedelosuyo,capitán. Cerré la puerta de su despacho dando un portazo y me quedé unos segundosensilencio,conelcorazóntodavíaalteradoporlaadrenalinade habermeencaradoaéldeesemodo.Nosabíaconexactitudsiloquehabía hechoeraadvertirleoamenazarle,peroteníarazónenquenodebíahacer niunacosanilaotra. Noobstante,eraloqueacababadehacer. Cuandolanochecayóenlaciudad,mealejédeéstaparaadentrarmeenun local con música a todo volumen. Me senté frente a la barra y llamé la atencióndelcamarero.Unchicoquenodebíatenermuchosmásañosque yo.Sucresta,pelirroja,semanteníarígidasobresucabezayloslaterales de su cabeza yacían completamente rapados. Con un aro colgando del cartílago central de sus fosas nasales, se aproximó para dedicarme una ampliasonrisa. —¿Meponesunvodkaseco?—Lepedí,agritos. Élasintióconlacabeza,colocandounvasofrenteamíeinclinandouna botelladevodkasobreéste.Dejóqueellíquidocayese,conunacuidadosa mediday,alfinalizar,señalóconsumanoymeguiñóunojo.Trasello, continuósirviendocopasalosquemerodeaban. Le di un rápido al licor que, súbitamente, empezó a quemar toda mi garganta. Cerrélosojos,intentandonoexpresarningunamuecadedesagradoy,sin poderloevitar,sacudílacabeza. Mientras la canción Poison de Alice Cooper sonaba a mi alrededor, obligándome a recordar lo que el capitán había mencionado sobre las personasquehabíanformadopartedemifamiliaenlosúltimosseisaños, lepedíotrarondaalmismocamarero. Estavez,ellíquidoresbalóconmásfacilidadquealprimertrago. —¿Noesdemasiadoparati?—Escuchéquemehablaban,contralaoreja. Ladeé el rostro para mirar al hombre que se dirigía a mí con tanta familiaridadymecostócaerenlacuentaquesetratabadelDr.Morrison. Cuandolereconocí,ledediquéunabreveycordialsonrisa,negandocon lacabezaantesupregunta. —Oye —le dije, aproximándome a su rostro para poder dirigirle la palabrayquemeentendiese.Olíafrancamentebienperonoeralaesencia deBrantley—,dijistequeconocíasmisituación. Élseseparódemirostroparanegarconlacabeza,mostrándosedivertido. Seacercódenuevoamiorejapararesponderme. —Dije que conocía a alguien que, como tú, tomó la responsabilidad de enamorarse de un ser monstruoso —pronunció, con cierta afonía—. Aunqueesesermonstruosoesalguienaquienllamomejoramigo. Asentílentamenteparamímisma.Quizánohabíaconsueloparamíomi situación. —¿Qué es lo que te preocupa? —Preguntó, con su aliento rozando mi oreja. Mereísuavemente. Lociertoesquenohabíanadaquemepreocupaserealmente. Eneseinstantemesentíacapazdeconvertirmeinsensiblehaciatodo. —Ellaestáfeliz—comentócontramioreja,apoyandosumanosobremi hombro—.Noeslamejordecisiónquetomóensudíaysabequeélnoes másquealguiendestructivoparasímisma,peroestáfeliz—repitió. —¿Crees que si entro en coma etílico lo estaré yo? —Le pregunté, con jocosidad. —Si entras en coma etílico, tienes suerte de estar en presencia de un médico—seechóareír,presionandosusdedosalrededordemihombro —.Nohayningunanecesidadparaquetedesalabebida.Créeme,simis amigos han conseguido sacar adelante esa extraña relación que tienen, cualquierserhumanopuedehacerlo. —¿Quétienedemonstruosotumejoramigo?—Inquirí,curiosa. —¿Aparte de ser un manipulador y un egoísta? —Respondió a su turno, chasqueandoconlalenguacontramioreja—.Anularasupresaparaque éstadependadeél. EsosonabamuchopeorqueBrantley… —¿Qué tara tiene tu príncipe no azul? —Preguntó, ahora sintiendo él curiosidad. —Esunasesinoasueldo—respondí,sintapujos—.Oloera…Ahoraestá en prisión —añadí, dubitativa. No sabía cómo definir a Brantley—. De hecho, ha intentado matarme en algún momento de nuestra extraña y peculiarrelación—bufé. Logré ver cómo Billy dejaba de lado la diversión que nos rodeaba, mirándome con aquellos ojos oscuros e intentando divisar algún tipo de humorenmispalabras. Nolohabía.Noestabadecachondeo. —¿Crees que mi amigo y tu amigo podrían crear una organización de psicópatassinfronteras?—Preguntó,contotalseriedad. Meechéareíracarcajadas,escuchandocómolacanciónPoisonllegabaa su fin. Mi risa seguía resonando a nuestro alrededor y conseguí que esbozaseunadivertidasonrisasobresuslabios.¡Yquésonrisa! —Creo—intentódecir,entrerisas—…CreoqueselopropondréaMax —anunció, dándole un trago a su cerveza—. Quizá podrían formar un grupo de apoyo. Ya sabes, del estilo “Hola, mi nombre es Max. Soy un vorazmanipuladorymedicuentaalossieteaños.Nosécómodejarde hacerlelavidaimposibleamimejoramigo.Ah,ademásdeeso,megusta cortaralaschicasconlasquemeacuesto”—pronunció,consorna. —Creoqueungrupodeapoyonofuncionaría… —No, pero te aseguro que una organización de psicópatas sí —bufó, poniendolosojosenblanco—.Capacessondeirdepuertaenpuertapara captarmáscomosuespecie. Volvíaecharmeareírantesucomentario,decidiendopedirotrarondade vodkaseco. Capítulodiecinueve Fuméuncigarrilloconmicuerporodeadoporunatoalla decolorgris,asomadaaunaventanaquedabaaunaspequeñasvistasala ciudad.Elfríodeoctubreatormentabamicuidadayfinapiel,mientrasa misespaldassonabalacanciónLove’sALoadedGundeAliceCooper. Billymelosrecomendóhacíaunmes,ennuestroencuentroenaquéllocal delasafuerasdelaciudad.Yesacanciónnohacíamásquerecordarmea Brantley y el modo en que había desestimado nuestro vis a vis en ese nuevo mes que florecía sobre la ciudad. Y seguía sin tener noticias por partedeldepartamentodepolicía. Había conseguido un trabajo a tiempo parcial en el hotel principal de la ciudad. Estaba disfrutando de mi pequeño momento personal, fumando junto a la ventana abierta, a la espera de que el reloj marcase la hora exacta para empezar a vestirme y dirigirme al hotel. Ahí me esperarían unosagradablescompañerosdetrabajo,loscualesmehabíanrecordado laimportanciadehacervidasocial. Ningunoconocíamipasado,nimiexperienciavividajuntoaAlekylos demás.Loúnicoquesabíaneraquenoparecíagustarmehablardemivida privada.Desconocíanporquémotivo,peroestabamásqueclaroqueera porquenolatenía. Habíadejadodetenerla. —Estanochesoytodotuyo—Adambesómimejilla,conespontaneidad, deslizándoseporlapartetraseradelarecepciónqueocupábamos—.¿En quélepuedoayudar,señor?—Preguntó,adoptandounaposiciónformal. Puse los ojos en blanco, intentando no esbozar la sonrisa que me había provocadoconsudivertidaapariciónysusencillacercanía. SabíaqueteníaunarelaciónconCassie,unadelaschicasqueseocupaba de la barra de bebidas del bar, pero aun así me hacía sentir deseada. Siempre buscaba tener contacto conmigo y, casualmente, teníamos los mismoshorariosdetrabajo.Esoprovocabaque,ennumerosasocasiones, meacompañasehastacasayviésemos,decamino,elamanecersurgirdel cielo. —Losturistasysusansiasporveralienígenas—resopló,denuevojuntoa mí—.Sivienenaverextraterrestres,¿porquénosequedanenunhotelde Roswell? —Preguntó, como si aquello fuese realmente una cuestión trascendental. —Silohiciesen… Adamadoptósuposturaformal,alvercómoalguienseaproximabaala recepción. —¿Enquépuedoayudarle,señor?—Preguntó,deformaeducada. Respiré profundamente, algo molesta por no haber podido responderle. Cerré los ojos, recordando de pronto la fragancia de Brantley. Eran muchaslasvecesquesuaromaseinstaurabaenmisnaricesymepermitía, porunossegundos,recordarsucercanía. —Necesitohablarconlajoven—pronunciólaroncavoz,dirigiéndosea Adam. Alcé mi rostro para contemplar a Brantley vestido en un traje hecho a medida.Untrajegrisoscuroquehacíaresaltarelgrismetaldesusojos. Bajo la chaqueta, una camisa blanca y una delgada corbata negra. Su cabello,unpocomáscortoquecuandoentróenprisión,ahoratambiénun pocomásoscuro,seguíapeinadohaciaatrás.Sinembargo,porelmodo enqueloestaba,debíahabersidoacicaladoconunpeine. —¿Es un agente federal? —Me preguntó Adam, en un susurro, colocándosedetrásdemicuerpoporsinecesitabaprotección. —Señorita Oliphant —articuló, clavando sus ojos en los míos sin pestañear—, ¿podría acompañarme a un lugar más privado para responderaunasrápidaspreguntas? —S-Sí—carraspeé. AgradecíaaDiosqueBrantleyhubiese,porfin,aceptadolainmunidadque habíapedidoparaél. Caminéfrenteaél,dirigiéndomehastalasalaenlaquesellevabaacabo todaslaslimpiezas.Eracomounaenormelavanderíaque,aesashorasde la noche, se mantenía tranquila. No quise prestarle mucha atención a la músicaquesonabadefondo,PiecesdelamanodeRED,cerciorándome dequenohubiesenadieporlasala. Megirédeformarepentinahaciaél,rodeándolelanucaconlosbrazosy colocándomedepuntillasparabesarsuslabios,delaformamáspatosae impulsivaposible.Estabatotalmentedesesperadaporbesarle,porllenarle debesos. —Pensé que… —Suspiré, contra sus labios, pegando mi tabique nasal contraelsuyo. —Dejadepensar,nopareceserlotuyo. Introdujo su lengua en mi boca, con sólo ladear el rostro hacia su izquierda.Profundizóenmiboca,atrapándomeporcompletoyobligando a mi adrenalina brotar por la estremecida piel de gallina que se había implantadoenmicuerpo. —Gracias—susurré,conellatidodemicorazónenloslabios.Lostenía enrojecidos por la presión que había querido ejercer contra su boca—. Graciaspordartubrazoatorcer…—Meacerquéparavolverabesarle, peroladeósurostroparaimpedírmelo. —Nena… —Estoy tan contenta de que estés aquí —continué, acariciando sus hombros. Una sonrisa se dibujó en mi rostro, observándole—. ¿Y este traje?—Inquirí. —Queríaestarpresentable. —Turopanaranjadepresotambiénmegustaba. —Sí, creo que estás un poco perturbada en ese sentido —susurró, gracioso—.Siesunfetichetuyo,tranquila…Tendrástiempoparaseguir disfrutandodeello. —Eltrajetambiénestábien—ledije,negandoconlacabeza—.Notienes porquécomprarteropadepresoparamí. —Nena,noheaceptadolainmunidad. —¿Qué? Me separé unos centímetros para contemplarle. Negué con la cabeza, dándoleunsuavegolpecontraelpecho. —Venga, no bromees ahora —siseé, llevando mis dientes a su labio superioryatrapándoloconéstos.Tiréunpocoyapoyémifrentecontrala deél—.Tengomuchasganasde… —Noestoydebroma,Johanna—masculló,interrumpiéndome. Noté cómo mi cuerpo empezaba a flaquear, tomando una considerable distanciaenrelaciónalsuyo.Intentómantenerserecto,observándomeen laseparaciónqueestabadedicándoleinconscientemente. —Antesdequehables,permítemeexplicarteporqué—murmuró. No pronuncié una sola palabra, aunque tuviese ganas de gritar a pleno pulmónmásdeuna. —Mepropusieronlainmunidad,unavezmás,comotúleshabíaspedido —susurró,acariciandounadelaslavadorasconsumanoderecha—,pero también me propusieron cambiarla por cualquier otra cosa —puso una mueca de cruel decepción consigo mismo—. Y lo hice. Pedí un abono económicoparapodersustentaramifamilia—confesó,mordiéndoseel labioinferior—.Deesemodo,podréveraOliviacadatresmeses,porque esaloquehaaccedidoAlannaacambiodelabonoeconómico—explicó, con una mueca de culpabilidad—. No espero que lo entiendas, ¿sabes? Yo… —Loentiendo. —No,nohacefaltaquememientas,nena… —De verdad, lo entiendo —volví a decir, manteniéndome firme en mi postura. Brantley alzó el rostro en busca del cableado que permitía que aquella canción sonase a nuestro alrededor, pero no pareció lograr encontrarlo. Respiró profundamente, tendiendo su mano hacia mí y mirándome con quietud. Nosabíasibuscabaconsueloobuscabaconsolarmeamí. —Tambiénmehanpermitidotenerunencuentroíntimocontigofuerade prisión. —Perdona que no tenga mucho ánimo para ello —espeté, con cierta ironía. Contemplécómoaquellafrasecalabaenélymearrepentí. —Perdona—susurré—,deverdadqueloentiendoessóloque… —Eh—mecortó,condelicadeza—,notienesporquéjustificarte. Dejó caer su brazo a un lado, dejando de tender su mano hacia mí. Desabrochóunbotóndelachaquetadesutrajeeintrodujosusmanosen elinteriordelosbolsillosdelpantalón.Inclinósucabezaparamirarsus zapatosnegros,comosiestuvieseincómodobajomimirada. —Estoyorgullosadeti. Alcé mi mirada hacia ella, perdiendo de vista el brillo de mis limpios zapatos. Fruncí levemente el entrecejo, casi de modo inconsciente, clavandomisojosenlossuyos.Lospodíavertornarsemásazules,más oscurosymáshúmedosconelpasodelossegundos,conelpasodeesa horrorosaylentacanciónqueparecíacomplicarmáslaescena. —Estoyorgullosadequehayasutilizadoelcambiodelainmunidadpara podertenermásencuentroscontupequeña—pronunció,apretandosus labiosenunahumildesonrisa—.Nosemehabíaocurrido,laverdad… Sin embargo, creo que es lo mejor que has podido hacer —siseó, con dificultad—. Era una alternativa que no había tenido en cuenta — levantósudedoíndicealverqueentreabríamispropioslabiosparadecir algo, interrumpiéndome—. Una alternativa, al fin y al cabo. Una alternativaalapropiaqueyoteproponía—esbozóunatristesonrisaque rápidoseconvirtióenunamueca,contrayendosurostroparaempezara llorarensilencio. Di un paso hacia ella, pero su cuerpo respondió dándome la espalda. Agachósurostro,cubriéndoloconsuspropiasmanos,permitiéndomever cómosushombrosseencogíanduramenteamedidaqueescuchabacómo gimoteabacontrasuspalmas. Apreté los puños a ambos lados de mi cuerpo, intentando liberar la tensióndealgunamanera. Estaballorandopormiculpa. Me di la vuelta también, sintiendo que mis ojos empezaban a nublarse por unos escasos segundos. Sorbí con fuerza, tensando mi mandíbula y tragando saliva a duras penas. Desvié la mirada hacia todas partes, observando lo que nos rodeaba, intentando buscar un modo de acabar conaquellahistoriasinsalirjodidoenelintento. —Ahoraescuandopiensoenlomuchoquemegustaríahaberacabado entusmanos—pronunció,condificultad,haciéndomevolveragirarme ydescubriendocómoseguíadándomelaespalda. —Nodigaseso,Johanna. —Eslaverdad—suspiró. —Mealegrodenohabercumplidoniunademisamenazascontigo. —Noestoydeacuerdo. —Nada hubiese cambiado todo lo que hice bajo órdenes de Alek —le recordé,dandoahoraelpasohaciaella. Apoyémismanossobresushombrosylosmasajeéconcariño. No podía creerme lo mucho que quería a esa estúpida, perturbada, masoquistaniña. Porque no era más que una niña, por Dios santo. Era una niña de veinticuatroañosqueteníaquevivireltormentodeestarenamoradade untipocomoyo.Untipoquenohabíasabidosiquieranegarsealaorden deuncapulloalqueconsiderabaamigo. —Ahoratieneslaoportunidaddevolveraempezar—lerecordé,besando sucabeza. —¿Quiéndijoquequisierahacerlo? —Venga,Johanna,¿quierespararunsegundo? —Deja de excluirme de tus planes —musitó, dándose la vuelta bruscamentehaciamí. —¿¡Yquéesloquequieres!?¿¡Queteinviteapasarunasvacacionesen miceldaconvistasalmaryunabotelladeDonPerignon!? Sostuvo mi mirada con mucha más dureza que yo mismo, centrada en intentardemostrarme,unavezmás,quenoibaaecharseatrás.Queno perdería la maldita oportunidad de encararme, exasperarme y, qué cojones,enamorarme. —Nomeimportalodelabotella,nilasvistasalmar… —No, sólo te importa que lleve la vestimenta naranja —bufé, con sarcasmo. —Asumolaespera. —No… —Asumo la espera —repitió, apoyando sus manos sobre mi pecho—. Asumo la espera y la asumiré el tiempo que sea necesario. Aunque sea una estúpida, absurda y peculiar relación con encuentros de una o dos horas al mes —añadió, deslizando sus manos por el interior de la chaquetademitrajeycolocándolasaambosladosdemitorso—.Asumo todoeso,teasumoati,joder. —Nodejaréquemerompaselcorazónamí,Johanna. —¿Qué? —Llegaráunmomento,enmilargacondena,enlaquedejarásdevenir porquehabrásconocidoaotrotipo—leexpliqué,intentandonosuavizar ni mi tono ni mis palabras—. Quizá alguien como el de la recepción, quizá alguien más parecido a mí, pero a otro, al fin y al cabo. Lo conocerás y yo seguiré esperando a que vengas a verme, habiendo asumido todo lo que dices querer asumir —negué con la cabeza, apretandosumandíbulaconmimanoderecha—.Yeso,cariño,nodejaré queocurra—lediunagresivobesoporqueelcuerpomelopidió,aunque me dejase un amargo sabor de boca—. Además, ¿crees que aguantarás teniendounsencilloencuentrocasualalmesconmigo? —Sinodejasdeapartarmeyexcluirmedetusplanes,tenporseguroque me enamoraré, tarde o temprano, de otra persona —murmuró, con frialdad—.Claroqueloharé,porqueesmuyfácilenamorarsedealguien quetededicapalabras,miradas,horas…—Susurró. —Vaya,elchicodelarecepciónhasidorápidoentonces… —¿Esloúnicoqueteimporta? Me separé de ella porque sentí el impulso de empezar a comportarme comounanimalsalvajequenodeseaestarencerradoenunajaulacon barroteseintenta,portodoslosmedios,atacaracualquieraquebusque encerrarlo. Eslapropianaturaleza,tantoanimalcomohumana. —No me importa en absoluto —respondió, adoptando la postura que siemprehabíatenidohaciamí.Impasible,recto,desafiante. —Entretodaslascosasqueeres,parecequeahoratendremosqueañadir elrasgodementirosoalalista. —¿Sabesquéedadtendrécuandosalgadeprisión? —Nome… —Sesenta y dos —pronunció, interrumpiéndome—. No me creo que aguantes treinta años con un encuentro casual al mes —replicó, con una incongruente sonrisa sobre sus labios—. Tú podrás llevar dos vidas y estásdeseandoqueyomeresignealaúnicaquetúmeofreces—musitó, severo—.¿Quieresesoparamí?¿Quieresquemeilusioneundíadecada mesparaque,después,novuelvasaaparecer? —Quizáesloquetemerezcas. Conlabocaentreabierta,suslabiosprovocaronunaincrédulayofendida sonrisa. Frunció la boca al tiempo que asentía con la cabeza, con una fingida aprobación a lo que le había contestado. Percibí que pretendía responderme, de algún modo, pero que, por alguna extraña razón, no encontrabalaspalabrasperfectasparahacerlo. Suentrecejosefruncióantelaluchainternaqueparecíaestarllevandoa cabo, al tiempo que sus ojos empezaban a desviarse por toda la sala. Su respiraciónibaenaumentoysucuerposemostrabamuchomástensoque minutosantes. —Me pediste que no te dejara —le recordé, dando un paso hacia él. Sus ojosestudiaronmimovimientoysurostrosecontrajoindicándome,asu manera,quenodieseunpasomás.Noobstante,nuncahabíaobedecidoa las advertencias de Pace. Ese día no iba a ser diferente—. Me lo pediste, tresveces—farfullé,conlentitud,encontrándomecaraacaraconél.Las aletasdesunarizseensanchabanamedidaquerespirabaysumandíbula setensaba.Estabaconvirtiéndoseenelanimalqueera,enelmonstruoque seregíaporunosvaloresdiferentesalosmíos. La canción This is war del grupo Thirty Seconds to Mars empezó a resonar con debilidad por la sala de lavandería en la que nos encontrábamos. —Siempre creerás saber más que los demás —musitó, cortante—. Sólo tienes veinticuatro años, Johanna. No tienes absolutamente ningún conocimiento sobre la vida, sobre las circunstancias ni los hechos que empujan a una persona como yo a regirse por unos patrones bien incomprensibles a ojos de los demás —masculló, con decisión—. Crees que soy un monstruo por no sentir, un enfermo por haber antepuesto el honor y la lealtad hacia Alek por encima de cualquier cosa, pero te confundes. Lo que cambia a un hombre no es el no sentir, sino todo lo contrario—siseó,enfatizandosupronunciación—.Conocisteamonstruo y, ¿sabes lo que has hecho? Convertirlo en algo mucho peor —zanjó, dándoleunabruscapatadaaunadelaslavadoras,lacualmesobresaltóe hizoquemicorazóndieseunrepentinovuelco—.Heintentadoadvertirte de cómo terminarían las cosas y no has hecho más que inventarte el estúpidoargumentodelaalternativa.¡Adivinaqué!¡Noesunargumento válido! —Empezó a vociferar, inclinando su rostro hacia mí, obligándome a sentirme mucho más pequeña—. Existen cosas predeterminadas,niñaestúpida,¡cosasquedebenocurrir! —Y esto debía ocurrir —espeté, enfureciéndome por el modo en que habíaempezadoahablarme.Agarrélassolapasdelachaquetadesutrajey lo empujé con fuerza hacia una de las paredes—. ¡Esto debía ocurrir! ¡Debíaenamorarmedeti! Dejóescaparunquejidodemolestiaanteelchoquedesuespaldacontrala pared,llevandosusmanoshaciamismuñecasyrodeándolasconfirmeza. —¡Porque esa era la alternativa a que alguno de los dos acabásemos muertos,gilipollas! Micuerpotemblóyactuódemodoinconsciente.Mismanosascendieron por sus brazos hasta sus hombros, optando por descender por sus costadoseimplantarsesobresusnalgas.Apretécontraellasylaempujé hacia mí, notando cómo sus pechos oprimían el mío y cómo su respiración se entrecortaba. Sus carnosos labios dejaron escapar una leve exhalación que no pasó desapercibida para mí, provocándome una intensasensacióndeinquietud. —Nomeharáscambiardeopinión—susurré,condificultad—.Estono es lo que quiero para ti. No quiero que asumas una espera que no te corresponde,niqueasumasunaresponsabilidadquenoteconviene. —Nosabesloquemeconviene,Pace. —Siemprehesabidoquemimundonoteconvenía. —Tumundohadejadodeexistir—cuchicheó,próximaamislabios,con susojosclavadosenlosmíos—.Tumundosehavenidoabajoynodejo deinvitartealmío,inclusocuandonohacesmásquerechazarmioferta. —Noquieroenamorarmedeti—leconfesé. —Yalohashecho.Muchoantesdequetediesescuenta,yamequerías. Besómislabioscondebilidady,peseasentirquemovíasubocacontrala mía,nomemovínireaccionéparacorresponder. Cerrélosojos,percibiendocómosuscarnososlabiosibandescendiendo por mi mandíbula con la intención de llegar al cuello. Con sus manos destensóelnudodemicorbatayclavósusdientessobrelapielcercanaa minuez. Aquellotuvounareaccióndirectasobremientrepierna. Experimentécómosusmanosdescendíansobremicuerpo,contralatela delacamisayvisualicé,antesdecerrarlosojos,cómoibaagachándose frente a mí hasta acabar de rodillas. Sus manos ahora recorrían mis muslos,presionándolosconlayemadesusdedosynotécómosufrente se apoyaba contra el delgado cinturón de cuero negro que mantenía sujetoelpantalóndeltraje.Suslabios,quehabíanestadodedicándome besosymordiscosporlapartesuperiordemicuerpohacíaunosescasos segundos,ahorasededicabanapresionarcontralatelademipantalón quecubríamientrepierna. Percibí la sequedad de mi boca, cayendo en que ésta debía haberse quedado ligeramente abierta al inspirar y expirar, intentando tragar un pocodemisaliva.Misdosmanossereunieronsobresucabeza,caside modo inconsciente, encontrándome con la pared al echar la mía hacia atrás. El suelo provocó que mis pies resbalaran un poco, lo suficiente como para tener levemente las piernas flexionadas y la columna vertebral apoyada contra la pared. El único sonido que llamaba mi percepción auditiva era el ejercido por las lavadoras que nos rodeaban. Ni siquiera la música lograba traspasar mis oídos, aunque hubiese juradoqueeraunacanciónllamadaTeenageWildlife(A.J.McLean). Cuando el roce de sus labios se hizo más autoritario, habiendo traspasado la primera capa de tela y teniendo su boca contra mi ropa interior, habiéndose deshecho de la cremallera del pantalón, mi cuerpo volvióareaccionar. —No—musité,intentandosepararmicuerpodesucara. Ella alzó su rostro hacia mí y me permitió contemplar su contrariada expresión. —No es lo que quiero —me limité a decir, intentando justificar mi negación. Nopareciótenermirespuestaenconsideración,importándolemásbien pocoloqueopinaserespectoaeso.Resoplóprofundamente,llevandosus manos al cinturón para deshacerse de él y, acto seguido, del botón del pantalón. Tiró de la tela hacia abajo, suavemente, sin volver a alzar su rostroamí. Llevé mis manos a mi ropa, volviendo a hacer todo lo que ella había deshecho. —Tehedichoqueno—mascullé,conunnerviosismoquenuncahabía brotadodemí. Me encaminé hacia la otra punta de la sala, mientras mis manos trabajaban fugazmente en volver a intentar recolocar, no sólo mi alterada masculinidad sino, mi ropa. Apoyé una mano sobre la pared contraria, inclinando un poco el rostro para coger una profunda inspiración y dejar escapar el oxígeno por mis labios. Ahora ya estaba cabreado… Ahora, en ese momento, me encontraba cabreado, mosqueado,caliente,exasperado,irascibleycachondo. Menudacombinación. Menudaputacombinación. Meacariciélasmanosconinquietud,incorporándomeparadespegarmis temblorosas rodillas del suelo. Me giré lentamente para ver cómo él me dabalaespalda,intentandorecobrarloquefuesequepretendíarecobrar… —Este es el momento de la verdad, Pace —musité, con el calor impregnadoenmicuerpo—.Esahoraonunca,esaquíoenningunaparte. Esquerermeuodiarme. Sediolavueltahaciamí,colocandodenuevolacamisaporelinteriorde su pantalón. Lo hizo sin interrumpir el encuentro de nuestras miradas, ascendiendo sus manos hasta el cuello de su camisa para volver a colocarse el nudo de la corbata. Se relamió los labios en una breve y natural acción, frunciendo inconscientemente el entrecejo. Esa clase de fruncimientoquesellevaacabocuandolaluzesdemasiadointensayestá desgastandotusentidovisual. —Perdóname—susurró. Seencaminóhacialapuertadesalida,agrandeszancadas,golpeandomi cuerpoconunodeloslateralesdelsuyo.Intentéatraparsubrazo,perose deshizodeelloconunrápidoyprecisomovimientodehombro. —¿Yaestá,tevas?—Alcélavoz,antelahorrorosaybestialdistanciaque nosseparaba. Su mano no llegó a tocar el pomo de la puerta que se quedó totalmente quieto frente a ésta. Escuché su débil respiración y me entraron unas horriblesganasdeecharmeallorar. No era algo que quería regalarle, no quería que fuese consciente de mis lágrimas,aunsabiendoqueseríamásqueconocedordeldañoqueestaba provocándome con su incongruente inestabilidad. Con su estúpida y absurdaobcecación,cabezonería,tozudezyorgullo. PorquePaceeraorgulloso,inclusoconsigomismo. —Nuncafuilosuficientementevalienteparati,¿verdad?—Mascullécon debilidad,conelhilodevozintentandosurgirdesdemiirritadagarganta —. Quizá esto era algo más entre tus estúpidos planes… Puede que prefierasvermeasíquemuerta,locualesinclusopeor,¿sabes?—Antes dequepudieseañadiralgunafrasedolorosamás,nosóloparaélsinopara mí también, caminó hasta mí para tomar mi rostro entre sus manos y cortarme la respiración con un profundo beso capaz de arremeter hasta conelpeordeloshuracanes. Apoyósufrentecontralamía,respirandoconmásfacilidadqueyo.Noté sutabiquenasalcontraelmíoycómosuspulgarestemblabancontramis mejillas. —De lo valiente que eres, Johanna, pecas de impulsiva —musitó, con dificultadparadeshacerseelcontactodemislabios.Sóloqueríabesarle. No quería hacer otra cosa que no fuera besarle—. Siempre serás la persona más valiente, estúpida e inconsciente que conozco —susurró, impidiéndomebesarle. Escuchéesegruñido… Escuché el gruñido tan propio de él, de su cruz; tan propio de su desesperacióncontrasímismo. Yfueloúltimoqueescuchéantesdeverlodesaparecer. Continuará. TableofContents Capítulouno Capítulodos Capítulotres Capítulocuatro Capítulocinco Capítuloseis Capítulosiete Capítuloocho Capítulonueve Capítulodiez Capítuloonce Capítulodoce Capítulotrece Capítulocatorce Capítuloquince Capítulodieciséis Capítulodiecisiete Capítulodieciocho Capítulodiecinueve