La formación de usuarios en la biblioteca escolar

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La formación de usuarios en la biblioteca escolar
En este artículo, la autora repasa las condiciones necesarias para llevar a cabo programas de formación de usuarios eficaces en la
biblioteca escolar. Ofrece una serie de actividades concebidas para familiarizar a los alumnos de Primaria con el funcionamiento de
las bibliotecas, su organización y el uso de los materiales, catálogos, etc.; de tal forma que dichos alumnos aprendan a detectar sus
necesidades informativas y puedan satisfacerlas localizando la información y utilizándola adecuadamente.
El artículo se halla publicado en La biblioteca escolar: un derecho irrenunciable. Kepa Osoro coord. Madrid,
Asociación Española de Amigos del Libro, 1988, páginas 80-98.
La formación de usuarios en la biblioteca escolar
En la actualidad, y como respuesta a los cambios operados en la sociedad, la escuela se plantea formar a los
alumnos en cuestiones diversas que les capaciten como ciudadanos y que pretenden desarrollar actitudes
que les permitan afrontar los retos de la sociedad actual. En este sentido, la formación en el uso de los
recursos informativos resulta tan importante como la educación medioambiental o la educación para el
consumo.
Si bien nadie discute que el acceso a la información es uno de los derechos esenciales de los ciudadanos, lo
cierto es que aún hoy sigue siendo patrimonio de unos grupos sociales determinados. En este sentido, la
escuela debería ser el instrumento que permitiera romper dicha dinámica y, tal como propugna el Manifiesto
de la Unesco para la Biblioteca Escolar, dotar a los individuos de las capacidades necesarias para enfrentarse
y dominar la información igualando a todos en esta exigencia contemporánea. Actitudes hoy tan valoradas
como la adaptación al cambio o la autoformación continua no son extrañas a quienes han desarrollado la
capacidad de trabajar con la información. A lo largo de su vida futura, muchas serán las ocasiones en que los
alumnos de hoy se verán obligados a aplicar estas habilidades que, supuestamente, deberían haber adquirido
en su formación inicial.
Dentro de la escuela moderna, la biblioteca se configura como un centro de recursos donde conviven las
fuentes informativas y formativas y, por consiguiente, a ella compite la formación de los alumnos en el uso de
la información para su formación. El trabajo de la biblioteca escolar en la formación de sus usuarios debe
plantearse con una finalidad global: que al final de la escolaridad los alumnos sean capaces de detectar sus
necesidades informativas, puedan localizar la información de manera rápida y eficaz y sepan utilizarla
correctamente para sus propósitos.
Condiciones para la formación de usuarios: fondos y organización de la biblioteca
Para que la biblioteca pueda llevar a cabo con eficacia este cometido se requiere, no obstante, algo más que
el convencimiento de que es algo necesario. Difícilmente podemos desarrollar habilidades y capacidades en
los alumnos si no disponemos de un campo de aprendizaje en condiciones. La biblioteca, pues, debe facilitar
recursos informativos, pero tan importante como ello es que estos recursos se hallen organizados y puedan
ser utilizados.
Una cuestión básica en todo el proceso de formación de usuarios es la dotación de fondos de la biblioteca
escolar, que ya ha sido tratada anteriormente, y que en el caso de las bibliotecas escolares españolas
presenta deficiencias más que notables.
Nuestras bibliotecas se caracterizan por un predominio absoluto de material impreso frente a otros tipos de
soporte y, concretamente, de obras de carácter literario frente a obras de tipo informativo. Esta dotación de
fondos impide en muchos casos que la biblioteca escolar se utilice como un instrumento formativo, y las
variadas funciones que ésta debería asumir quedan circunscritas a la simple promoción de la lectura. Para
una eficaz labor de formación cabría una acción previa encaminada a dotar correctamente nuestras
bibliotecas, invirtiendo la proporción de documentos informativos frente a libros de ficción e incorporando
decididamente nuevos recursos en distintos soportes y canales.
Por otro lado, difícilmente podemos instruir a los alumnos en el uso de las bibliotecas si nuestro campo de
aprendizaje consiste en una simple acumulación de materiales sin orden ni concierto y sin instrumentos que
permitan la búsqueda y la selección en función de las necesidades de los usuarios. Dado que la finalidad
básica de la formación, como hemos apuntado anteriormente, radica en que los alumnos adquieran los
procedimientos necesarios para la consulta de la información y que quienes se hayan ejercitado en el uso de
la biblioteca escolar puedan utilizar sin impedimentos cualquier otra biblioteca, es preciso que nuestras
bibliotecas se organicen según los modelos estandarizados adaptándolos –en la forma pero no en el fondo– a
las capacidades de nuestros usuarios.
Toda biblioteca debe procurar facilitar su utilización mediante recursos como la división en zonas o la
señalización, o incorporando sistemas automatizados que simplifiquen los procedimientos de búsquedas y
consultas, siguiendo la máxima de que no hay que enseñar a saltar las barreras, sino que hay que eliminarlas.
Ello no obstante, aunque cada vez más «amigables» para el usuario, los sistemas de organización de las
bibliotecas responden a una práctica muy experimentada y garantizan la máxima explotación y el uso de los
recursos. En la escuela podemos utilizar indicadores de colores o iconos que ejemplifiquen gráficamente los
temas de los documentos que se encuentran en un estante, pero ello no supone eliminar instrumentos
organizativos como la Clasificación Decimal Universal (CDU) o instrumentos de recuperación de la
información como los catálogos y, por tanto, habrá que familiarizar a los alumnos con su utilización.
¿Quién ejerce este cometido y cuándo? Si realizáramos esta pregunta en cualquier otro país occidental
medianamente desarrollado la respuesta sería inmediata: el bibliotecario escolar que, en realidad, es un
especialista en la información, la lectura y el uso de las bibliotecas. Pero esta figura esencial del equipo
educativo no está institucionalizada en nuestro país. Así, la formación en el uso de la información o incluso la
formación del hábito lector dependen exclusivamente del convencimiento de algunos educadores que dan
prioridad al aprendizaje de unas habilidades y unos hábitos no incluidos en el currículo. De disponer del
especialista «bibliotecario escolar», los centros educativos podrían programar convenientemente estos
aprendizajes y garantizar así el cumplimiento de las funciones de unas bibliotecas que, aun cuando existen,
no pueden cumplir su cometido.
Niveles de la formación: uso de la biblioteca y uso de los materiales
Formar a los alumnos, o a cualquier usuario, en el uso de la información presupone un conocimiento
progresivo de la biblioteca y de los recursos informativos de que dispone. Cualquier programa de formación de
usuarios plantea los contenidos de manera gradual, distribuidos en lo que comúnmente conocemos por
«niveles de la formación», según los cuales distinguimos la formación en el uso de la biblioteca, desde la
simple orientación al dominio de sus recursos de recuperación de la información, y la formación en el uso de
los materiales o instrucción bibliográfica.
Previamente se supone un nivel anterior más próximo a la simple información y basado en el conocimiento de
la biblioteca como servicio: qué es la biblioteca, qué podemos encontrar en ella, para qué nos puede servir. Se
entiende, que en el caso de bibliotecas de centros educativos, este primer nivel queda asumido con la propia
información del centro. De la misma manera que los alumnos saben de la existencia del laboratorio, del taller
de tecnologías o del aula de informática, y de la utilidad que tienen estos espacios, desde su entrada en el
centro escolar el alumno –¡y los profesores!– deberían saber de la existencia de la biblioteca.
Este nivel de formación, tan cercano a la simple información, es imprescindible, una vez empezado el curso
escolar, para los nuevos alumnos, aunque con anterioridad se haya incluido la visita a la biblioteca en las
jornadas de «puertas abiertas» que realizan muchos centros en la temporada previa a las matriculaciones y la
misma guía del centro recoja entre sus datos relevantes la existencia de biblioteca.
Una vez garantizado este primer nivel de información, el principal cometido de la formación consiste en dar a
conocer al alumno las posibilidades que le proporciona la biblioteca y cómo puede servirse de ellas. Tal como
hemos indicado anteriormente, es preciso distinguir dos niveles, que corresponden a la formación en el uso de
la biblioteca y a la formación en el uso de los materiales. Puesto que el aprendizaje de las técnicas de
consulta de los distintos soportes documentales se contempla en otros artículos de este PLEC, trataremos
únicamente la formación en el uso de la biblioteca.
La
1.
formación
en
el
uso
de
la
biblioteca
Programación: objetivos, conceptos y habilidades
El objetivo principal de esta formación es que los alumnos se familiaricen con las bibliotecas, conozcan su
organización y funcionamiento y sean capaces de acceder a cualquier documento, bien con el objetivo de
obtener información o para disfrutar con su lectura. El aprendizaje, sin embargo, no debe limitarse a la
biblioteca de su centro, sino que ha de contemplar la posibilidad de que, tras haber seguido el itinerario
formativo, el alumno sea capaz de utilizar cualquier biblioteca y de localizar cualquier documento.
Por ello, y a riesgo de repetirnos, debemos considerar imprescindible que la biblioteca que sirva de campo de
trabajo cumpla con los requisitos normalizados de organización propios de los servicios públicos de lectura en
nuestro país.
Para llevar a cabo esta formación se requiere, como en cualquier otro contenido del currículo escolar, elaborar
una programación distribuida en los distintos niveles, desde los inicios de la escolaridad hasta el final de la
Secundaria Obligatoria, de acuerdo con las capacidades de los alumnos. Hay que tener en cuenta que estos
contenidos deberán formularse y agruparse, en función de los objetivos, en las tres grandes categorías que se
definen en los diseños curriculares: conceptos, procedimientos y actitudes.
Hay que tener en cuenta, también, que esta programación no puede realizarse de manera aislada, por áreas,
sino que implica el trabajo conjunto de los equipos de profesores, por departamentos o ciclos, a fin de que la
organización de los contenidos resulte coherente para los alumnos. El trabajo por proyectos facilita
enormemente la aplicación a los aprendizajes en el área documental del imprescindible método del trabajo
científico: la búsqueda, la selección y el tratamiento de la información, sea cual sea su índole, constituyen las
bases de cualquier investigación.
Como objetivos generales, consideramos que al finalizar su formación el alumno, de acuerdo con sus
capacidades, debe ser capaz de dominar los conceptos, procedimientos y actitudes recogidos en el siguiente
cuadro.
Conceptos
Procedimientos

Conocer e interpretar los
registros bibliográficos.

Utilizar de manera autónoma
la biblioteca de su centro.

Conocer los
fundamentos

Utilizar cualquier otra
biblioteca pública.
conceptuales de la CDU
y su aplicación en la

organización del
conocimiento.


Conocer la función de
los distintos sistemas de
búsqueda.
Conocer e identificar las


secciones de una
biblioteca.


Conocer el concepto de
«signatura» como
sistema de localización
de los documentos.
Identificar las relaciones
jerárquicas existentes
entre los conocimientos.


Valorar los datos
bibliográficos contenidos en
Actitudes

Considerar la
biblioteca como

un bien común.
Adquirir el hábito

de informarse.
Adquirir el hábito
los registros en función de
sus necesidades.
de uso de la
biblioteca como
Localizar los documentos en
la biblioteca a partir de las
recurso para la
información y el
indicaciones del catálogo.
Utilizar los instrumentos de

búsqueda y recuperación de
la información.

Realizar búsquedas en
entornos de red.
Plantear correctamente
estrategias simples de
búsqueda por autores, por
materias y títulos.
ocio.
Adquirir el hábito
de la lectura.
Cumplir las
normas de uso
de la biblioteca.
Los contenidos deben programarse secuencialmente, atendiendo a las capacidades y habilidades de los
usuarios, pero también relacionándolos con sus necesidades de información, que pueden derivar de la propia
actividad escolar pero también, no hay que olvidarlo, del interés por cuestiones sin relación alguna con el
ámbito académico. Para cada nivel –o mejor para cada ciclo– podemos establecer qué nuevos conocimientos
debemos desarrollar o bien hasta qué punto deben ampliarse conocimientos ya adquiridos en etapas
anteriores.
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