REFLEXIONES_DE_UN_GUARDIA_CIVIL

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Reflexiones de un guardia civil
Recopilación de artículos y cartas
Joan Miquel Perpinyá
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni la compilación en un sistema
informático, ni la transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, ya sea electrónico,
mecánico o por fotocopia, por registro o por otros medios, ni por el préstamo, alquiler o cualquier otra forma de cesión del uso del ejemplar, sin el permiso previo y por escrito del propietario del copyright.
Primera edición: junio 2008
© Joan Miquel Perpinyá Barceló, 2008.
www.jmperpinya.blogspot.com
Impreso en España – Printed in Spain
ISBN: 978-84-612-5134-6
Depósito legal: PM.1306-2008
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I. Pró lo g o
Esta es una recopilación, cronológicamente ordenada, de 43 artículos y
cartas escritos por mí durante el período comprendido entre junio del año
2000 y marzo del 2008. No están todos, ni mucho menos, pero sí son algunos
de los que más repercusión tuvieron o de los que considero de mayor interés.
Algunos fueron publicados en diferentes medios de comunicación social de
diversos lugares de la geografía nacional. Otros vieron la luz en las publicaciones editadas por la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC).
A través de este trabajo trato de poner de manifiesto mí posición respecto a varios asuntos que afectan a los miembros de la Guardia Civil y a
AUGC, organización de la que soy actualmente un afiliado de base más, después de haber ocupado la máxima responsabilidad como Secretario General
en una época difícil y compleja, donde decidimos movilizarnos y salir a la
calle vistiendo nuestro uniforme reglamentario, en demanda de reformas y del
reconocimiento de derechos de los que disfrutan todos los policías en España
y en Europa. Por aquellos hechos fui sancionado duramente, y en la actualidad me encuentro separado del servicio hasta diciembre de 2008.
La única finalidad que perseguí con algunos de estos escritos y que renuevo ahora al recopilarlos, es la de fomentar el debate y la discusión en el
seno de la Guardia Civil.
Otros artículos de los que aquí se incluyen versan sobre cuestiones relativas a la homosexualidad y a la lucha por la igualdad del colectivo GLBT,
a la que yo humildemente contribuí en la medida en que me fue posible.
Dedico este trabajo a quienes me han apoyado en la ardua tarea de
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vencer al miedo y luchar por aquello que uno considera justo. Muy especialmente a Jose, a mis padres y hermanos, a mis compañeros y compañeras de
AUGC, con especial afecto a los de Baleares, y a aquellos colaboradores y
amigos que me soportaron a mi paso por las distintas Juntas Directivas Nacionales; al personal de la oficina nacional de AUGC, quienes siempre colaboraron conmigo de forma muy profesional y competente; a Mariano Casado;
a Jorge Bravo, a quien admiro profundamente; a Miguel Ángel López, de
Zero; y a quienes en algún momento confiaron en mí. También a mis amigos
y amigas, que me infundieron ánimo en los momentos más difíciles. En especial a Tomeu y Jesús.
Muchísimas gracias a todos y todas.
Palma de Mallorca, mayo de 2008
Joan Miquel Perpinyá
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II. Int ro ducció n
Desde pequeño quise ser guardia civil. Por ello, tan pronto como
cumplí los 18 años me presenté a las primeras oposiciones que se convocaron
e ingresé en el Cuerpo el 14 de septiembre de 1992, siendo director general
de la Guardia Civil Luis Roldán, el primer civil que ocupaba ese cargo. Poco
después, en noviembre de 1993, saltó a la luz pública el escándalo de su enriquecimiento ilícito, que fue cifrado en más de 400 millones de pesetas de los
fondos reservados y 1.800 millones en comisiones ilegales por obras. Este
hecho marcó el inicio de mi carrera profesional y la de tantos otros agentes de
la Guardia Civil, que aún hoy no podemos creer que todo aquello sucediera
sin que los altos mandos del Cuerpo estuviesen al corriente de lo que acontecía ante sus mismas narices. Y eso me hizo pensar que cosas así habían podido suceder porque no había sindicatos en la Benemérita.
Me afilié a la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) en
octubre de 1998. Entonces sólo había una organización de estas características. En marzo del año 2000 me integré en la Junta Directiva provincial de la
Delegación de Baleares como vocal de asuntos jurídicos. Me presenté a las
primeras elecciones al Consejo Asesor de Personal de la Guardia Civil, resultando elegido y designado vocal en julio de 2002, cargo que desempeñé hasta
julio de 2004, cuando presenté mi dimisión junto a otros 30 compañeros de
AUGC.
En julio de 2003 fui designado Secretario Nacional de Comunicación y portavoz de la Junta Directiva Nacional de la organización.
Desde el 12 de enero hasta el 27 de abril de 2004, formé parte de un
grupo de estudio para la elaboración de un nuevo plan de prevención de con-
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ductas suicidas en el seno de la Guardia Civil, con el objetivo de crear un
instrumento práctico que permitiese reducir las conductas autolíticas en el
Cuerpo. Y desde febrero hasta mayo de 2005 participé en un grupo de estudio
creado en la Secretaría de Estado de Seguridad, para el impulso y desarrollo
del régimen estatutario de la Guardia Civil.
Desde el 1º de octubre de 2006 hasta el 5 de abril de 2008 ocupé el
cargo de Secretario General de la Junta Directiva Nacional, tras ganar las
correspondientes elecciones. Durante este periodo de tiempo, AUGC protagonizó dos protestas muy sonadas: el 5 de diciembre de 2006, 192 dirigentes
de la Asociación acudimos a la sede del Defensor del Pueblo en Madrid para
entregar una queja. Y el 20 de enero de 2007, alrededor de 3.000 agentes de
uniforme y unos 10.000 de paisano, familiares y amigos, nos concentramos en
la Plaza Mayor de Madrid con el lema “Derechos ¡ya!” para reclamar el cumplimiento de su programa electoral al PSOE. Semanas más tarde me correspondió liderar el proceso de negociación para que las leyes que veníamos
reclamando y que nos habían sido prometidas (una nueva ley disciplinaria y
una ley de derechos y deberes que regulara el asociacionismo profesional)
vieran la luz y fueran aprobadas por el Consejo de Ministros, iniciándose su
tramitación parlamentaria el 16 de marzo de 2007.
En la actualidad, son un afiliado de base de AUGC y creo no exagerar si afirmo que soy un represaliado sindical, dado que me encuentro suspendido de empleo y sin destino desde el 10 de diciembre de 2007 y por espacio
de un año, en cumplimiento de una sanción disciplinaria por falta muy grave
por mi participación y mi responsabilidad en la convocatoria y desarrollo de
la citada manifestación llevada a cabo en la Plaza Mayor de Madrid.
Con este bagaje asociativo y reivindicativo, he tenido la oportunidad
de ser espectador de primera fila y en ocasiones también protagonista, de
muchos de los sucesos relevantes que han acaecido en la Guardia Civil desde
principios del siglo XXI. Esto me ha permitido opinar con conocimiento de
causa de muchas cuestiones y que mis reflexiones personales fueran objeto de
amplia difusión en muchos medios de comunicación social y también en los
medios de comunicación de la propia AUGC.
Cuando empecé a escribir sobre la Guardia Civil, no faltó quien me
previno que de seguir haciéndolo me encontraría más pronto que tarde sancionado por ello. También hubo quien me advirtió que para hacer declaraciones a los medios de comunicación debía estar autorizado previamente. Yo no
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hice nunca caso de tales advertencias, pues siempre tuve muy claras mis obligaciones y también mis derechos, y que el derecho a la libertad de expresión,
aunque tiene unos límites claros que he intentado respetar siempre, no está
sujeto a autorización previa. Más adelante, la Sala Vª de lo Militar del Tribunal Supremo, en su Sentencia de 25 de noviembre de 2003, vino a corroborar
lo que yo ya sabía al establecer que: “El encartado miembro del Cuerpo de la
Guardia Civil tenía el derecho a expresarse libremente que le confiere el art.
20.1. a) CE, pudiendo hacer declaraciones incluso a los medios de comunicación social, sin necesidad de autorización, salvo cuando hubiera de tratar
cuestiones que pudieran perjudicar a la seguridad nacional o se utilizaran
datos que conociera por razón del cargo (art. 178 RROO), de manera que la
previa autorización para comparecer ante los medios de comunicación social ni es preceptiva ni su ausencia forma parte del tipo disciplinario”.
¿Cuántos compañeros dejaron de expresarse con libertad por miedo? ¿Cuántos lo hacen aún hoy en día? La libertad de expresión es un derecho fundamental ampliamente reconocido y suficientemente protegido, por lo que animo a todos y todas a ejercerlo con honestidad y con coraje.
Creo humildemente que aquellos funcionarios –siempre demasiado
pocos–, que nos atrevimos a hablar claramente sobre nuestros problemas y a
expresar nuestras opiniones públicamente, permitimos que el conflicto laboral
que se venía viviendo de forma silente dentro de los cuarteles, traspasara los
muros del miedo para llegar hasta el conjunto de la sociedad y la opinión
pública. Y este ha sido uno de los principales éxitos de AUGC: mostrar a
todos los ciudadanos que los guardias civiles son un colectivo de trabajadores
y trabajadoras con muchos problemas profesionales, económicos y sociales, y
sin cauces para tratar de resolverlos; y, por tanto, que están en peores condiciones que los demás agentes de policía.
Esta recopilación de escritos muestra una a evolución de la problemática en la Guardia Civil y, por qué no decirlo, permiten analizar con cierta
perspectiva, la lucha que AUGC ha protagonizado y en la que yo he tenido el
honor de participar desde posiciones de vanguardia, junto a otros compañeros
y compañeras que creemos firmemente en nuestros derechos como trabajadores y como ciudadanos iguales a los demás.
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III. La necesidad de un código ético en la Guardia Civil
(Junio 2000)
Como miembros de una asociación legal, democrática, cuyo fin
estatutario principal es el de la prevención y denuncia de los casos de corrupción, y también como miembros que somos de la sociedad a la que servimos y
como piezas principales del engranaje de la administración pública, debemos
propiciar debates sobre asuntos que atañen a todos profesionalmente.
A ninguno de nosotros puede escapársele lo sucedido años atrás
respecto a casos escandalosos de corrupción y de conductas gravemente amorales y antidemocráticas, además de delictivas, cometidos por algunos de
quienes ostentaron importantísimos cargos de responsabilidad en el Instituto y
cuyos nombres no quiero ni mencionar por la repugnancia que me causa su
simple recuerdo; pero una vez transcurrido el tiempo y cuando se empiezan a
olvidar aquellos avatares que algunos consideran superados, se hace necesario
meditar con relación a lo ocurrido y qué medidas se han tomado por parte del
Poder Ejecutivo para que tales hechos no puedan volver a suceder. Y sorprende comprobar que, en este orden de cosas, no parece que se haya hecho
lo suficiente, por no decir prácticamente nada, con lo que la Institución continua expuesta a nuevos casos de corrupción de alto nivel y sin que se hayan
articulado los suficientes mecanismos para detectarlos y atajarlos debidamente.
En un discurso pronunciado a principios de siglo por un juez británico, Lord Moulton, hace públicamente la siguiente reflexión: “La acción
humana se compone de tres grandes ámbitos. El primero es el ámbito del
Derecho positivo, en el que nuestras acciones se rigen por las leyes que nos
obligan a obedecer. Luego viene el ámbito de la libre elección, que incluye
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todas aquellas acciones sobre las que disfrutamos de absoluta libertad. Pero
entre estos dos yace un tercer e importante ámbito en donde las normas no
son ni Derecho positivo ni absoluta libertad. Es el ámbito de la obediencia a
lo que no se puede hacer cumplir. La obediencia de un hombre en nombre de
la cual no puede ser obligado a obedecer. Él mismo es el que se aplica y hace
cumplir la ley. Este terreno que se encuentra entre el Derecho y la libre elección es el que considero el ámbito de los modales.”
No se puede esperar todo del Derecho, hay muchas cosas que no se
arreglan a golpe de normas, hay que ser muy consciente de cuáles son los
límites del Derecho. Es oportuno salir al paso de algo que en España se da
por sentado, la creencia de que lo importante es hacer una ley, como si con
sólo hacer la ley ya estuvieran resueltos los problemas. Y luego no se cuenta
que vivimos en el paraíso de la inaplicación de las normas; tantas normas
desajustadas, irreales, que luego nadie cuida de que se cumplan, con el generalizado sentimiento de frustración que provoca.
Las leyes son indispensables y también lo son las sanciones cuando
la negligencia y otros motivos son causa del mal sufrido por la ciudadanía
(nosotros, como agentes de la Ley debemos ser conscientes de ello). Pero
también es verdad que eludir las leyes jurídicas no resulta difícil, sobre todo a
los poderosos. Prueba de ello son los acontecimientos a los que antes me
refería; manipular o tergiversar los datos es cuestión sencilla para quienes
cuentan con determinados expertos. Por eso, únicamente la convicción moral
de que unas formas de actuar son más humanizadoras que otras, puede garantizar que las personas actúen en ese sentido. El auténtico futuro de nuestra
profesión consiste no en aumentar la legislación, no en multiplicar el número
infracciones disciplinarias susceptibles de ser sancionadas, no en multiplicar
el número de sanciones susceptibles de ser aplicadas a cada infracción, sino
en crecer en autonomía: en ir incorporando convicciones y hábitos humanizadores, en vez de convicciones y hábitos deshumanizadores. En ir encarnando
los valores y actitudes que hacen posible alcanzar el fin por el que esa actividad profesional existe.
Esto no significa que las leyes y las sanciones sean innecesarias, pero
conviene recordar que la moral es más eficaz que el Derecho, que las convicciones morales y los hábitos arraigados son mucho más seguros que las leyes
y las sanciones. Que una convicción moral vale más que mil leyes. Y que la
didáctica y la pedagogía resultan miles de veces más eficaces que la simple
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aplicación del principio “estímulo y respuesta” en el que se basan casi todas
las leyes disciplinarias. Por eso, ética y legislación resultan complementarias.
La ley no se basta a sí misma. Hay que tener en cuenta que el exceso
de legislación no es seguramente el mejor procedimiento para la formación de
personas maduras y responsables. Un código ético, coactivo pero de otra
forma, es un instrumento más adecuado. Por otra parte, no todo puede ni debe
estar legislado. A la ley le corresponde tipificar las conductas más claramente
desviadas. Pero la responsabilidad profesional debe ir bastante más allá de las
directrices que marca la ley. Precisamente porque es necesario dar pautas que
ayuden a ir construyendo un discurso de la responsabilidad profesional, los
códigos éticos cumplen una función: la de forzar a los profesionales a reflexionar sobre lo que hacen, de plantearse los dilemas éticos que les salen al
paso y autoimponerse las directrices que consideren coherentes con los derechos fundamentales y los principios constitucionales.
En cualquier caso, lo importante de un código deontológico es la voluntad de aceptarlo por parte de quienes tienen que suscribirlo, así como la
creencia de que no es inútil tenerlo. Un código tiene que ser ese contrato que
las partes aceptan con el convencimiento de que será una ayuda para tomar
decisiones y resolver conflictos.
Desde la convicción de que cada persona es un ser absolutamente
valioso, dotado de dignidad y no de un precio por el que se le pueda intercambiar, el gran principio ético a aplicar es el “no manipularás”, “no utilizarás al otro ser humano como un instrumento para tus propios fines”. Hoy en
día interpretamos este principio en el sentido de que es preciso considerar a
cada una de ellas como un interlocutor válido cuando se están tratando cuestiones que le afectan. De tal manera que las normas de una institución son
justas cuando los afectados por ellas podrían consentir en que se pusieran en
vigor, tras un diálogo celebrado en las condiciones más próximas posibles a la
simetría.
Esta es una de las razones por las que la Administración Pública tiene que tener en cuenta a la opinión pública y a los propios funcionarios, considerándolos como cooperadores suyos. Sencillamente, porque cada afectado
es un interlocutor válido, que debe ser tenido significativamente en cuenta en
todas las cuestiones que le afectan. El afectado por una decisión pasa en nuestras sociedades al primer plano y debería contarse con él en condiciones de
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simetría; unas condiciones que, desgraciadamente, nunca se dan en las relaciones entre el funcionario Guardia Civil y la Administración.
La creación de un código de conducta que incorpore los famosos
“Siete principios de la vida pública” de Lord Nolan, Presidente del Comité
sobre normas de conducta en la vida pública en el Reino Unido (altruismo,
integridad, objetividad, responsabilidad, transparencia, honestidad y liderazgo), el reforzamiento de dicho código mediante la formación continua (asignatura tradicionalmente pendiente en la Institución) y la sujeción de su cumplimiento a un análisis externo, constituiría un avance importante en los principios democráticos que debieran regir el Instituto y garantizaría que hechos
tan indeseables como los que ocurrieron en el pasado no pudieran repetirse.
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IV. El indulto de Rodríguez Galindo
(Diciembre 2000)
El pasado sábado, día 25 de noviembre, apareció en su sección “Cartas al Director” una carta firmada por la Sra. Dña. María Fernanda Álvarez de
Sotomayor de Rodríguez Galindo e hijos. Los miembros de la Junta Directiva
de la Delegación de Balears de la Asociación de Guardias Civiles COPROPER 6-J, desea responder a la citada epístola en los términos que a continuación se expondrán:
El Sr. Enrique Rodríguez Galindo, tras ser juzgado por la Sección
Primera de la Audiencia Nacional, que presidió el Magistrado Siro García,
fue condenado a penas que suman 71 años de cárcel, como autor de dos delitos de asesinato con agravante de prevalerse del carácter público y de dos
delitos de detención ilegal. Este es un hecho incontestable que no puede ser
discutido.
En nuestra opinión, tan gravísimos hechos no pueden en caso alguno
ser tomados como hechos propios de una persona de Honor. Ni sus anteriores
servicios al Estado, ni sus destinos, ni sus ascensos (el último de ellos de
marcado carácter político) han podido librarle de dar cuenta ante los Tribunales de Justicia de los delitos por los que fue condenado. Y ahora, su familia y
determinados personajes (incluidos algunos mandos de la Guardia Civil en
activo) llevan a cabo una cruzada para conseguir el indulto, basándose en
palabras y expresiones grandilocuentes, mencionando a la Guardia Civil (poco menos que atribuyéndose su paternidad), confesándose profundo creyente
(con lo que creerá poder conseguir más adeptos a su causa) y reiterando públicamente y sin ningún atisbo de modestia (como si fueran los únicos), que
“en los años más cruentos del azote terrorista, lo dieron todo; y hoy, incluso
su libertad”. Pues bien, convendrá recordar que su propio esposo manifestó
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que asumía la condena por el caso “como un servicio más a su país”.
Los y las Guardias Civiles profesionales, que creemos y confiamos
en el Estado de Derecho y en la Democracia, y a los cuales dedicamos nuestro
quehacer diario y nuestro sacrificio, debemos sentirnos orgullosos de que las
personas que cometieron hechos tan viles y deleznables hayan sido juzgadas y
encarceladas.
A la familia del Sr. Galindo le asiste todo el derecho del mundo a solicitar el indulto al Gobierno. Todos nosotros deseamos transmitirles nuestra
comprensión por la difícil situación que su familia atraviesa, al igual que los
miles de presos y presas encarcelados en los diferentes establecimientos penitenciarios (aunque será justo reconocer que la situación penitenciaria del Sr.
Rodríguez Galindo, no es exactamente la de un preso cualquiera, ya que él
está “internado” en la Prisión Militar de Alcalá de Henares, en unas condiciones y con un régimen de vida únicamente comparable a las del ex-Director
General de la Guardia Civil y gran amigo de su esposo, Sr. Luis Roldán Ibáñez, quien al igual que se marido goza de innumerables beneficios que a los
demás presos y presas les son negados). Nadie pone en tela de juicio que el
ejercicio del derecho a pedir el indulto para su esposo sea legítimo.
Sin embargo, la mayor parte de los funcionarios del Instituto sabemos que en algunos acuartelamientos del Cuerpo ha habido presiones de muy
diversa índole, más o menos sutiles, para conseguir que muchos guardias
civiles firmasen para solicitar el indulto. Y no siendo esto suficiente, hay que
soportar que la Sra. Álvarez de Sotomayor, esposa del Sr. Rodríguez Galindo,
afirme que hay quienes dicen tener miedo a firmar. Pues bien, nosotros queremos hacerle saber que a lo que muchos guardias civiles tienen miedo es a
no firmar. Y pregunta la Sra. Álvarez de Sotomayor: miedo ¿a qué? Permita
que le contestemos públicamente: tienen miedo a no firmar pues saben perfectamente que eventualmente pueden sufrir represalias en forma de medidas
disciplinarias que pueden ir desde la privación de libertad hasta la pérdida de
sus emolumentos.
Para terminar, expresar nuestro profundo convencimiento en lo establecido en el artículo 117 de nuestra Constitución: La Justicia emana del
pueblo.
----------oo0oo---------(Publicada en el periódico Última Hora)
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V. El eterno debate de la naturaleza militar de la Guardia Civil
(Junio 2001)
He leído con mucha atención y detenimiento el libro que editó la
Fundación para el análisis y los estudios sociales, titulado “La Guardia Civil
más allá del año 2000”. Coordinado por don Ignacio Cosidó Gutiérrez, jefe
del gabinete del Director General de la Guardia Civil, este libro es un conjunto de trabajos escritos por un grupo reducido de Comandantes del Cuerpo que
reflexionan acerca del futuro del Instituto.
Este libro, enormemente interesante y cuya lectura recomiendo a
todos aquellos que se muestren interesados por conocer lo que opinan quienes
dirigen la institución en relación al rumbo que esta debe seguir, hace un análisis en profundidad sobre temas tales como la naturaleza del Cuerpo, la disciplina, sus funciones, su integración en el marco de las relaciones internacionales, etc. Como digo, se trata de un trabajo muy interesante en muchos aspectos. En el capítulo de conclusiones, llega a afirmarse que “la penuria económica a la que tradicionalmente ha estado sometida la Guardia Civil puede
poner en cuestión su eficacia y viabilidad para el próximo siglo”. O también
que “la enseñanza es la gran reforma pendiente de la Guardia Civil actual.
Los recursos dedicados a la formación son manifiestamente insuficientes (…).
Hay también pendiente una renovación en los contenidos, la metodología y
los sistemas de enseñanza”. Estas afirmaciones merecen ser suscritas en su
integridad por todos nosotros.
Sin embargo, y para lo que aquí interesa destacar, el libro presenta
unas reflexiones que han de ser contestadas para así poner de manifiesto otro
punto de vista diferente al de los autores del libro y que yo me atrevo a califi-
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car como mayoritario dentro de quienes formamos parte de las escalas inferiores del Cuerpo.
En el capítulo titulado “La Guardia Civil en los albores del siglo
XXI – Estatuto jurídico, naturaleza y disciplina” los autores hacen la siguiente
reflexión: “La realidad constitucional de entonces (en referencia a la época
fundacional) no es, desde luego, la de hoy, ni tampoco la realidad social es la
misma, de donde surge la pregunta sobre la justificación actual de un Cuerpo
de seguridad de naturaleza militar como la Guardia Civil, con las implicaciones que ello comporta en el cumplimiento de su misión y en los límites de
derechos para sus miembros”.
Para justificar lo anterior, el autor alude a la dependencia funcional
de la Guardia Civil al Delegado del Gobierno en cada comunidad autónoma y
del Subdelegado en las provincias, y asimila de este modo tal dependencia
con la integración de la Guardia Civil en la estructura territorial de la Administración Civil del Estado. En mi opinión, esta lectura es terriblemente simplista. El asunto de la dependencia de la Guardia Civil a los diversos Ministerios y Organismos de la Administración General del Estado es un asunto
controvertido del que mucho se ha discutido y que ha contribuido a enmarañar más que cualquier otro la discusión sobre la naturaleza de la Guardia
Civil. El hecho fundamental de la doble dependencia de la institución (por
una parte del Ministerio del Interior y por otra parte, del Ministerio de Defensa) deja bien a las claras los continuos enfrentamientos entre unos y otros por
imponer su criterio, como ha sucedido con el reciente asunto del Consejo
Asesor de Personal.
Mencionan los autores: “(…) La Guardia Civil sigue conservando
hoy su carácter militar y sin embargo sus procedimientos de actuación se han
adaptado al ordenamiento vigente. Las claves de esta adaptación residen en su
profundo respeto a la ley y en su actuación disciplinada a las órdenes de las
autoridades civiles del Gobierno y de sus delegados en las provincias y comunidades autónomas”. ¿No observan ustedes un contrasentido en el hecho
de que los procedimientos de actuación se adapten a una determinada realidad
social y no así la propia estructura del Cuerpo ni tampoco su normativa interna? Esta disfunción se ha manifestado claramente en los últimos años como
una fuente de continuos problemas que hasta ahora nadie parece querer afrontar, con la excepción hecha del tímido intento de democratizar la institución a
través del Consejo Asesor de Personal, que tantos quebraderos de cabeza a
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traído al sector del Ministerio del Interior en su enfrentamiento a los sectores
más inmovilistas y militaristas del Ministerio de Defensa.
De forma categórica, los autores afirman: “La justificación de la
naturaleza militar de la Guardia Civil hoy, hay que buscarla en su imagen de
autoridad y orden arraigada en la población rural, en su tradicional eficacia en
este ámbito, en la necesidad de mantener la disciplina a través de un despliegue disperso sobre la base de pequeños destacamentos o puestos, gracias a los
cuales es posible prestar un servicio más cercano al ciudadano y ejercer la
vigilancia de la aplicación de las leyes en los lugares más apartados del territorio nacional, y también en sus virtudes profesionales”. Y entonces observamos claramente la justificación de la naturaleza militar por criterios que en
absoluto responden a la realidad ni social, ni política, ni jurídica ni económica
que impera en el mundo en que vivimos y que la sociedad nos demanda. Una
sociedad europea, moderna, globalizada, tecnológica, con un ámbito rural en
declarada recesión, donde las palabra “autoridad”o “disciplina” ni pueden ni
deben ser entendidas del modo en que se hacía hace tan sólo 25 años.
Y continúa: “(…) La Guardia Civil constituye una reserva de autoridad y seguridad capaz de hacer frente a situaciones graves evitando o retrasando la intervención de las Fuerzas Armadas en el mantenimiento del orden
interior, a la vez que una fuerza de seguridad idónea por su especial naturaleza, para colaborar con las Fuerzas Armadas cumpliendo misiones propias de
seguridad en el contexto de la Defensa Nacional.(…) Si bien estos cometidos
no son los que ordinariamente desempeña la Guardia Civil, son de tanta trascendencia que el legislador los ha considerado de entidad suficiente como
para justificar la naturaleza militar y la disciplina de este Cuerpo”. Si como
los propios autores reconocen, estos cometidos no son los propios de la Guardia Civil, sino de las Fuerzas Armadas, es claro que se esconden otras motivaciones que no son las que se dicen para mantener e incluso potenciar, en mi
opinión, la naturaleza militar del Cuerpo. Teniendo en cuenta que todas esas
misiones el Cuerpo Nacional de Policía, las Cuerpos de Policía dependientes
de las comunidades autónomas y las policías locales igualmente están en
obligación de realizar pues así lo establece la Ley Orgánica 6/1980, de Criterios Básicos de la Defensa Nacional (aprobada por el Parlamento hace 22
años), cuando dicta que las fuerzas de seguridad tienen el deber de colaborar
en la Defensa Nacional en misiones de defensa civil.
“Mantener tal separación, a fin de evitar la intervención de las Fuerzas Armadas en el restablecimiento de la seguridad pública interior cuando
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esta esté seriamente comprometida, se erige en el principal argumento que
justificaría la existencia de un Cuerpo como la Guardia Civil, que aun no
perteneciendo a aquéllas, está sometido a un régimen disciplinario específico
que comporta iguales limitaciones a los derechos fundamentales de sus
miembros”.
Así pues y según lo anterior, la Guardia Civil tiene naturaleza militar
a fin de evitar la intervención de las Fuerzas Armadas cuando la seguridad
pública interior está seriamente comprometida. Esta afirmación es completamente ridícula y absurda. ¿Acaso cuenta la Guardia Civil con los medios para
ello, con la formación necesaria para sustituir a las Fuerzas Armadas, con la
organización que ello requiere? Las misiones que habitualmente realizamos
cada uno de nosotros, nada tiene que ver con esto. Somos un cuerpo de policía y nuestras misiones nada tienen que ver con las misiones que realizan las
Fuerzas Armadas.
Sin embargo, lo que aquí trasciende bien a las claras es la recurrente
e insultantemente descarada alusión a la restricción de los derechos fundamentales, que convierte a los y las guardias civiles en una masa funcionarial
enorme cuyos derechos fundamentales, incluidos los laborales, están limitados a voluntad del Poder Ejecutivo, con el gigantesco ahorro presupuestario
que ello comporta. Y en lo que se refiere a los jefes de los guardias civiles,
que en teoría son sus representantes y quienes velan por sus intereses (sic),
todos estos trabajadores sin derechos constituyen la garantía de sus privilegios y de su poder, aplicado en forma de sanciones disciplinarias abusivas y
desproporcionadas, en la gran mayoría de los casos. Al fin y al cabo, para los
jefes y oficiales no existen ni regulación de horarios, ni régimen de prestación
de servicios, ni nada de nada, exceptuando potestades disciplinarias, dietas
por vigilancia de los servicios y coche de empresa.
La Guardia Civil se distingue por su lucha contra la delincuencia,
común u organizada, contra el tráfico de drogas, contra las redes de inmigración ilegal, contra el terrorismo, por el auxilio que presta en las carreteras del
país, por los rescates en el mar y en la montaña, por la implacable persecución
de los delitos que utilizan las nuevas tecnologías e Internet para propagarse,
por sus actuaciones a favor del medio ambiente y del patrimonio histórico y
artístico. Estas son misiones que afectan a la seguridad ciudadana y que, por
dar seguridad a la nación, contribuyen a la Defensa Nacional.
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Las misiones de Defensa Nacional que la Ley Orgánica 6/1980, de
Criterios Básicos de la Defensa Nacional establece y que se ejecutarán bajo
dependencia directa del Ministerio de Defensa son, entre otras:
Colaborar y/o apoyar las actividades de inteligencia y contrainteligencia de las Fuerzas Armadas.
Apoyar y auxiliar, actuando como Policía Judicial Militar,
a las Autoridades de la Jurisdicción Militar.
Contribuir a la vigilancia de las fronteras terrestres, marítimas y aéreas; puertos y aeropuertos.
Vigilancia del mar territorial.
Protección de convoyes terrestres y de las vías de comunicación.
Complementar la protección y seguridad de personas, puntos, instalaciones, zonas o recursos de interés para la defensa.
Apoyar el reclutamiento y la movilización.
Realizar funciones de Policía Militar.
Todas estas misiones, de gran importancia cuando está en riesgo la
Seguridad Nacional, ¿sólo podrían llevarse a cabo eficazmente por la Guardia
Civil? Si es así, habría que plantearse seriamente la militarización de todos
los cuerpos de seguridad existentes en España. ¿Acaso el Cuerpo Nacional de
Policía no estaría igualmente preparado y dispuesto a llevarlas a cabo con la
misma eficacia si el Gobierno se lo encomendase? ¿Acaso no son todas estas
misiones, tareas que de una u otra forma, la Guardia Civil y la Policía Nacional desarrolla en misiones de seguridad ciudadana? La respuesta es un contundente si. Y la justificación que desde algunos sectores se da para convencernos de la necesidad de la naturaleza militar del Cuerpo, se desmorona por
sí sola.
Una única razón es la que existe: a los partidos políticos mayoritarios del arco parlamentario opinan que la restricción de los derechos fundamentales de 70.000 hombres y mujeres, cuya misión fundamental es la de
garantizar esos mismos derechos fundamentales de todos los ciudadanos de
este país, les merece la pena en términos económicos. Esta es la única explicación. Déjense de hablar de la Defensa Nacional, déjense de hablarnos de
los riesgos de la patria, déjense de zarandajas baratas y hablen claro. Les
salimos mucho más baratos sin derechos fundamentales que con ellos. Y
punto.
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Mientras tanto, los hombres y mujeres que forman el Cuerpo de la
Guardia Civil se convierten a una velocidad de vértigo, en un ejército desmotivado, sin medios y sin formación. Pero eso sí, muy militar y muy disciplinado.
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VI. Sindicato encubierto
(Junio 2002)
Con relación a la noticia que publicó su rotativo en la sección de
sucesos, el sábado día 25 de mayo, firmada por Javier Jiménez, con el titular
“La Guardia Civil crea por primera vez en 158 años un consejo casi sindical”, la Asociación Unificada de Guardias Civiles (antiguamente denominada
COPROPER 6-J) a la cual se alude en el citado artículo, quiere hacer las
siguientes precisiones:
En su artículo se menciona a nuestra organización en los siguientes
términos: “En la Comandancia de Palma, hasta la fecha, sólo se conocía un
movimiento ‘sindical’, Coproper, pero no estaba reconocido y sus decisiones, en general, no eran tomadas en cuenta por los mandos”. Consideramos
necesario, a la vista de esta evidente desinformación, explicar qué es la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC). Nuestra organización, inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones del Ministerio del Interior con el
número 135.138, es una Asociación legalmente constituida al amparo del
artículo 22 de la Constitución, que reconoce para todos el Derecho de Asociación, sin más limitación que la sujeción a las Leyes. Sin embargo, la Constitución permite limitar o exceptuar el ejercicio de la libertad sindical, que es
un derecho diferente al de Asociación, a las Fuerzas o Institutos Armados y a
los demás Cuerpos sometidos a disciplina militar y el artículo 1.3 de la Ley
Orgánica de Libertad Sindical ha optado por exceptuar de este derecho a las
Fuerzas Armadas y a los Institutos Armados de carácter militar. Este es el
marco jurídico en el que nuestro colectivo se mueve, que respeta y que cumple, sin renunciar, obviamente, a ejercer todas las acciones legales y democráticas que consideremos necesarias para lograr modificar el citado marco jurídico.
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Así pues, AUGC no es ningún sindicato, ni es ningún movimiento
sindical, sino que es una Asociación que aspira como objetivo político prioritario a constituirse como Asociación Profesional. En este sentido, el Grupo
Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados ha presentado una
Proposición de Ley Orgánica reguladora del Derecho de Asociación Profesional que recoge, en parte, nuestras aspiraciones y que cuenta con la opinión
favorable del propio Director General del Cuerpo, Santiago López Valdivielso, quien públicamente así lo manifestó en su última comparecencia ante la
Comisión de Justicia e Interior del Congreso la semana pasada.
Nuestra Asociación aglutina actualmente a mas de 17.000 hombres y
mujeres de la Guardia Civil y en Baleares a más de 400 socios (más del 40%
de miembros de la Escala Básica) y tiene estatutariamente definidos sus fines
y objetivos, entre los cuales el prioritario es el de colaborar desinteresadamente, como hemos venido haciendo desde nuestra legalización, con la acción judicial para la averiguación y esclarecimiento de acciones de tipo corrupto en el seno de la Institución, ejerciendo en dichos casos la acción popular. También figuran entre nuestros fines la promoción cultural y social de los
funcionarios pertenecientes a la Asociación y el favorecimiento de su inserción social y conocimiento de la Comunidad en que desarrollamos nuestro
trabajo; establecer planes y programas de orientación, formación y estudios
profesionales y ocupacionales, relacionados con nuestra actividad profesional
y social; ejercer la representación de los asociados delante de los poderes
públicos, administrativos o judiciales, en todas aquellas cuestiones justificadas y que fueran por el bien y la defensa de sus intereses sociales, como funcionarios y como ciudadanos de pleno derecho de un país libre y democrático; entre otros.
Nuestro colectivo se ha destacado por colaborar con la Justicia en el
esclarecimiento de irregularidades gravísimas que han salpicado el buen
nombre de la Institución, como el caso Roldán, el escándalo Gescartera, el
caso ‘Asociación de Huérfanos’, etc.
Quienes continúan calificándonos de ‘sindicato encubierto’, debieran
saber que este ha sido tradicionalmente el argumento de la Administración
para oponerse a las sucesivas ampliaciones estatutarias que nuestra Asociación ha presentado ante el Ministerio del Interior. Sin embargo, siempre
hemos obtenido el amparo del los Tribunales con Sentencias favorables a los
sucesivos recursos que presentábamos y al libre ejercicio del Derecho de
Asociación que la Carta Magna reconoce sin ninguna limitación. La última de
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estas Sentencias, de 14 de enero del año 1998, calificó nuestros fines de esta
forma: “(...) no sólo son completamente lícitos dentro del marco de nuestro
ordenamiento jurídico, sino que los considera altamente saludables, al articular a través de la vía asociativa la participación ciudadana, al logro de
una Administración que sirva con objetividad los intereses generales”. Con
la ampliación estatutaria que amparaba, esta Sentencia dejó abierto el camino
para que la Asociación represente a los guardias civiles ante los poderes públicos como ciudadanos y como funcionarios, aunque el Ministerio del Interior recurrió el fallo ante la Sala Tercera del Tribunal Supremo y estamos a la
espera de su pronunciamiento al respecto.
Además, queremos destacar que como acertadamente recoge la sentencia del Tribunal Constitucional 219/2001 “(...) nada permite afirmar que
una asociación, por el hecho de perseguir la satisfacción de intereses económicos, sociales o profesionales de sus asociados, se convierta en un sindicato o pueda ser equiparado al mismo a los efectos del 28.1 de la Constitución Española”. Por tanto, quienes nos califican de Sindicato, consciente o
inconscientemente (yo creo que de forma consciente y malintencionada),
faltan a la verdad.
Por otra parte, cuando en el artículo que motiva esta carta se afirma
que nuestra organización no está reconocida, se falta a la verdad, y voy a
demostrarlo: a nivel nacional el día 4 de mayo de 1998, los dirigentes nacionales de nuestra organización expusieron en el Congreso de los Diputados,
ante la subcomisión encargada de estudiar el futuro modelo policial, una
ponencia elaborada al respecto por nuestra Asociación. Periódicamente el
actual Director General del Cuerpo, Sr. López Valdivielso, se entrevista con
la Junta Directiva Nacional para analizar sus propuestas. En el ámbito autonómico, mencionar entre otros, que el día 7 de mayo del año pasado, fuimos
recibidos por el President Antich en el Consolat de Mar; la Delegada del
Gobierno en la Comunidad Autónoma, Catalina Cirer, nos recibió el día 18 de
septiembre; el día 20 de septiembre nos recibió Antoni Torres, Director General d’Interior del Govern de les Illes Balears; el día 24 de diciembre nos
recibió el Coronel Jefe de la Zona de la Guardia Civil, Cristóbal Santandreu.
Como se puede ver, nuestro colectivo es completamente legal y en la
actualidad (a diferencia de lo que ocurrió en el pasado y aunque a algunos les
pese) está perfectamente reconocido por las autoridades políticas de ámbito
nacional y autonómico, quienes nos aceptan como interlocutores válidos que
representan a 17.000 Guardias Civiles, se reúnen con nosotros y nos escuchan.
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Por otra parte, también queremos expresar que el Consejo Asesor de
Personal (CAP) no es, en modo alguno, ni un ‘Consejo casi sindical’ como en
su información se define, ni tampoco es un ‘órgano sindical aunque con matizaciones’, sino órgano de nueva creación a través del cual “se establece un
nuevo cauce de comunicación interna que permitirá conocer los problemas e
inquietudes del personal de una forma rápida y eficaz. Además. en su seno se
analizarán y valorarán las propuestas o sugerencias que los Guardias Civiles realicen directamente al Consejo, referidas al régimen de personal, a la
condición de militar y a todos aquellos aspectos sociales que les afecten Se
pretende así promover la participación del personal en todos aquellos aspectos de carácter general relacionados con el estatuto profesional del personal
de la Guardia Civil, facilitando su evaluación y mejora, lo que en definitiva
ha de contribuir positivamente a reforzar su motivación, repercutiendo favorablemente en el servicio a los ciudadanos”, como cita el Real Decreto
4/2002, de 11 de enero, por el que se determina la composición, funcionamiento y procedimiento de elección de los miembros del Consejo Asesor de
Personal del Cuerpo de la Guardia Civil y el régimen aplicable a los mismos.
Aquellos que se oponen a la existencia del CAP, los mismos que lo
definen como un ‘consejo casi sindical’, son los mismos que se oponían al
reconocimiento del Derecho de Asociación reconocido en la Constitución, los
mismos que se oponen a la existencia de nuestra organización y que nos persiguen y atacan. Estos demuestran una total ignorancia en relación a las funciones del Consejo, y por supuesto, no tienen ni idea de lo que es un Sindicato. Tales afirmaciones sólo pueden entenderse como emitidas por quienes
pretenden que la Guardia Civil siga otros 158 años sin oír la voz de los hombres y mujeres que integran el Instituto. Sin embargo, su voz no será silenciada por más tiempo, entre otros, gracias al CAP y al movimiento asociativo
protagonizado por AUGC y ganado a golpe de Tribunales, cárcel, sudor y
sangre. Y a pesar de que la creación del CAP no colma en nada nuestras expectativas por las grandísimas limitaciones con las que nace, por cuanto sólo
va a poder tratar temas relativos al régimen de personal o a la profesión militar, excluyendo los asuntos de disciplina, servicios, horarios, etc. sin embargo,
creemos que todo paso dado hacia la constitución de órganos de diálogo con
la Administración es un gran avance y, desde luego, nuestra organización
tiene la determinación de participar en ellos constructivamente y con espíritu
positivo, como es nuestro deber irrenunciable y como hemos venido haciendo
hasta ahora.
----------oo0oo---------(Publicada en el periódico Última Hora)
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VII. Ensayo sobre la disciplina en la Guardia Civil
(Octubre 2002)
“La disciplina, factor de cohesión que obliga a todos por igual, será
practicada y exigida como norma de actuación” (art. 11 ROFA). “La disciplina obliga a mandar con responsabilidad y a obedecer lo mandado. La
adhesión racional del militar a sus reglas, fruto de la subordinación a valores superiores, garantiza la rectitud de conducta individual y colectiva y
asegura el cumplimiento riguroso del deber” (art. 28 ROFA). Frases como
estas definen la disciplina en las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas
(Regla moral de la Institución Militar) y también en las Reales Ordenanzas
del Ejército de Tierra: “La disciplina, que obliga a todos por igual, se manifiesta individualmente en la puntual observancia de las normas que rigen la
Institución militar y en el cumplimiento de las órdenes recibidas” (art. 273
ROET). Por supuesto, el Reglamento para el servicio del Cuerpo de la Guardia Civil también hace mención a esta cualidad: “La disciplina, elemento
esencial en todo cuerpo militar, lo es más y de mayor importancia en la
Guardia Civil, puesto que la diseminación en que se encuentran sus individuos hace más necesario en este cuerpo el riguroso cumplimiento de su deber, constante emulación, ciega obediencia, amor al servicio, unidad de
sentimiento y honor y buen nombre de esta Institución. Bajo estas consideraciones, ninguna falta, ni aún la más leve es disimulable” (art. 97 RSGC).
Pero realmente, ¿qué es la disciplina?
Se entiende por disciplina el conjunto de deberes especiales que para
el obligado se derivan de la prestación impuesta o asumida (este segundo caso
es propio de la función pública, donde el personal que en ella se integra lo ha
hecho libremente y, por tanto, ha aceptado las obligaciones inherentes a su
cargo). El diccionario de la Real Academia Española define la palabra disci-
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plina, en la acepción que aquí interesa, de este modo: “especialmente en la
milicia y en los estados eclesiásticos secular y regular, observancia de las
leyes y ordenamientos de la profesión o instituto”.
El artículo 80 de las ROFA establece que “se considerará muy grave
cargo para cualquier militar, y muy especialmente para los que ejerzan
mando, el no haber dado cumplimiento a las Ordenanzas y a las órdenes de
sus respectivos jefes (…)”. Conviene, en este orden de cosas, recordar qué es
una orden. El artículo 19 del Código Penal Militar define “orden” como “todo
mandato relativo al servicio que un superior militar da, en forma adecuada y
dentro de las atribuciones que legalmente le corresponden, a un inferior o
subordinado para que lleve a cabo u omita una actuación concreta”.
Así pues, en un sentido estricto, la disciplina “comporta respeto al
mando, obediencia y cumplimiento diligente y leal de las órdenes recibidas”
(Sentencia del Tribunal Supremo de 6 de mayo de 1991). Pero la disciplina
no agota sus exigencias en “mandar con responsabilidad y obedecer lo mandado”, sino que debiendo inspirar toda la actuación profesional del militar,
obliga igualmente, entre otras cosas, a ser “respetuoso y leal” con los jefes
(art. 35 ROFA).
¿De qué se vale el Estado para garantizar la observancia de la disciplina en la Guardia Civil? El instrumento del cual se vale el Estado es el Régimen Disciplinario del Cuerpo, el cual “tiene por objeto garantizar la observancia de la Ley Orgánica de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, Reales Ordenanzas y demás normas que rigen la Institución, así como el cumplimiento
de las órdenes, de conformidad con su carácter de instituto armado de naturaleza militar y estructura jerarquizada”.
Sin embargo, se acostumbra a exigir mayor disciplina a quien habitualmente obedece y no tanta, o con diferente rasero, a quien usualmente
manda. Esta práctica, tan extendida en la Guardia Civil, resulta nefasta para la
Institución puesto que ello realmente pone en serio peligro la disciplina y
produce una quiebra en la confianza que los subordinados necesariamente
deben tener en quien tiene la responsabilidad de mandarles. Muchas veces, en
contra de lo dispuesto en las órdenes que emiten los órganos directivos del
Cuerpo, los jefes de unidad hacen una interpretación interesada de ellas y las
aplican conforme a su criterio apartándose de las instrucciones emitidas por la
superioridad y ello también es indisciplina, pero mucho más perniciosa puesto
que quiebra la confianza del subordinado en sus jefes.
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El prestigio que toda persona tiene, o debe tener, es un valor inestimable y aun más en el ámbito militar. Pero en el caso de quien ejerce el mando, esta cualidad que el diccionario define como “realce, estimación, renombre, buen crédito” es imprescindible para el correcto ejercicio de la responsabilidad del mando. Sí a un jefe, por el hecho de serlo, le son más toleradas las
faltas de disciplina que a sus subordinados, inevitablemente se producirá una
pérdida de la confianza de los subordinados en el jefe y también en quien le
toleró su falta, extendiéndose esta pérdida de confianza a toda la cadena de
mando. “La condición esencial del que ejerce mando es su capacidad para
decidir; su acción más eficaz se logra por el prestigio, la exaltación de las
fuerzas morales y la manifiesta preocupación por sus subordinados; siendo
el que manda modelo del que obedece, ha de ser ejemplo de virtudes militares” (art. 77 ROFA).
El menoscabo de su prestigio es algo que un buen jefe jamás debe
permitirse. Pero el prestigio no es algo que se proteja evitando que se hable
de uno mismo (cosa por otro lado casi inevitable), como comúnmente se hace
en la Guardia Civil, sino que, como dicen las Reales Ordenanzas “el prestigio
del mando es fruto de su entrega, entereza moral, competencia y ejemplaridad; debe mantenerse mediante el constante espíritu de sacrificio, el afán de
superación y una actitud digna en todos sus actos” (art. 78 ROFA). Así,
vemos como las Reales Ordenanzas dan especial importancia al prestigio del
mando y a la confianza que en él deben tener sus jefes y subordinados: “el
amor a la responsabilidad es indispensable para el buen ejercicio del mando
y por él se hace acreedor a la confianza de sus jefes y subordinados” (art. 85
ROFA).
Muchos de aquellos que tienen la enorme (a veces no del todo asumida ni comprendido todo su alcance) responsabilidad de mandar una Unidad, a menudo no comprenden que, con el fin de garantizar la debida disciplina, ha de servirles igual de bien o quizás mejor (según sus capacidades) su
prestigio y la confianza que sus jefes y subordinados les profesen, por encima
de la aplicación exagerada y desmedida del Régimen Disciplinario. En numerosas ocasiones así lo explicitan las Reales Ordenanzas: “ejercerá su autoridad con firmeza, justicia y equidad, evitando toda arbitrariedad, procurando
ser graciable en cuanto pudiere y promoviendo un ambiente de responsabilidad, interior satisfacción y mutuo respeto y afecto” (art. 91 ROFA). “El que
ejerce mando tratará de inculcar una disciplina basada en el convencimiento. Razonará en lo posible sus órdenes para facilitar su comprensión y aceptación. Con ello y con la lealtad y confianza que deben existir entre todos los
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miembros de las Fuerzas Armadas evitará que el subordinado obedezca por
temor al castigo” (art. 87 ROFA).
Es digno de resaltar el llamamiento que la Norma moral de la Institución Militar hace a quienes mandan para evitar que sus subordinados tengan
miedo al castigo como única motivación a cumplir lo que les es mandado.
Lamentablemente, muchos de los mandos de la Guardia Civil procuran todo
lo contrario, que el miedo cunda entre las filas de sus dependientes creando
un clima de temor que en nada beneficia ni al servicio ni a la propia disciplina. En este sentido, las Reales Ordenanzas realizan frecuentes llamamientos a
buscar la colaboración entre jefes y subordinados: “Se esforzará en conseguir
que todos sus subordinados logren sentirse integrados en el equipo o unidad
a la que pertenezcan y superen los problemas de adaptación que surjan,
alcanzando así en la tarea común el máximo rendimiento individual y de
conjunto” (art. 100 ROFA). “Se granjeará el aprecio y confianza de todos
con su competencia y discreción, fomentando el espíritu de colaboración e
iniciativa en beneficio del servicio” (art. 101 ROFA).
Si son seguidas convenientemente todas estas recomendaciones (que
son imperativas por el rango de Ley que tienen las RR.OO., aunque nuevamente se incumplen por sistema), el ejercicio del mando habrá de hacerse más
fácil y con seguridad se lograrán cotas de efectividad mayores. Tristemente,
en la actualidad la Guardia Civil ni aplica tales principios en su gestión de
personal, ni entrena a sus cuadros de mando en las citadas técnicas.
Cuando las normas de la Institución no se cumplen o son violadas, se
comete un acto de indisciplina. Todo jefe debe llevar a cabo las acciones
pertinentes que permitan un correcto comportamiento de todos aquellos que
se encuentren bajo su mando, es decir que se cumplan fielmente las órdenes
que la superioridad dicte.
En el marco de estas acciones se encuentra lo que denominamos
disciplina preventiva, en la cual la Institución hace todo lo posible para que
los guardias civiles cumplan las normas y procedimientos para evitar inconvenientes. Se busca con esto fomentar la autodisciplina. “Convencer antes que
imponer”. Alguien que obedece convencido de que aquello que hace es lo
mejor y más conveniente, será infinitamente más eficaz que aquel que obedece por temor al castigo. Los órganos directivos de la Guardia Civil y cada
mando en la parcela de responsabilidad que le corresponde, deben velar por
la disciplina preventiva, desarrollando programas para evitar el absentismo o
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los accidentes laborales, o comunicando a los guardias civiles las nuevas
normas que se dictan y que deben cumplirse. Así mismo debe explicarlas y
apoyarlas para que exista una perfecta concordancia entre lo que se busca y lo
que se hace.
Un segundo tipo de disciplina (la única que desgraciadamente conocen la mayor parte de los mandos en la Guardia Civil) es la que se conoce
como disciplina correctiva, donde después de que se ha infringido una norma,
se aplica una sanción (a menudo injusta –sanciones que implican privación de
libertad- o deficientemente graduada y por ello, excesiva). Con esto se busca
que el error no se vuelva a cometer y se trata de garantizar que la norma vulnerada nunca más será rota.
Sin embargo, no basta sólo con castigar. El castigo debe sustentarse
en la equidad y la justicia y, sobre todo, no debe existir desigualdad en el
momento de castigar a diferentes personas. No puede pasar desapercibido que
con diferentes varas de medir la disciplina se quebranta gravemente.
De todas maneras, la noción de castigo como tal debe ir desapareciendo. En lugar de castigar, la disciplina correctiva debe educar, corregir,
alentar a los guardias civiles para que los errores no se vuelvan a repetir. De
lo contrario se crea un ambiente de insatisfacción, rechazo, temor y apatía
tanto al mando que sanciona como a las reglas que éste representa.
En ciertas ocasiones se presenta el caso en que un guardia civil comete equivocaciones reiteradamente, sin atender las advertencias que se le
hacen. Es aquí cuando se debe aplicar un sistema de disciplina progresiva en
donde a medida que se van cometiendo faltas, se va incrementando el grado
de dureza del castigo, empezando por una reprensión escrita hasta llegar a las
sanciones más duras que el ordenamiento jurídico pone en manos de las autoridades disciplinarias.
Como se expuso anteriormente, la disciplina es imprescindible en
una institución con una organización jerarquizada como la Guardia Civil. Es
totalmente necesaria para evitar que se incumplan las órdenes y las normas
del Instituto. Pero lo más importante es que las medidas que se vayan a tomar
enseñen y eduquen a quien ha infringido, para que en el futuro no vuelva a
reincidir en su error.
En este sentido, y para concluir, citar la Sentencia de Tribunal Su-
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premo de 14 de diciembre de 1989, la cual, a pesar del tiempo transcurrido y
pese a que la Ley Orgánica de Régimen Disciplinario de la Guardia Civil aún
no había sido promulgada, ya indicaba el camino a seguir: “Pese a la multivocidad del término, en sentido lato o extenso, la palabra disciplina hace referencia a la observancia de las leyes y ordenamientos de una profesión o
instituto, consistiendo, por tanto, y en lo que a las Fuerzas Armadas respecta, en el conjunto de reglas y preceptos a que el militar debe acomodar su
conducta; por lo que dentro de este amplio concepto cabe distinguir dos
sentidos o matices, uno objetivo y otro subjetivo, el primero consistente en la
ordenada y escueta observancia de hecho, dentro de las Fuerzas Armadas,
de todas aquellas normas, sistemas de obrar y reglamentación de servicios
que presiden y aseguran el adecuado funcionamiento de dichas Fuerzas
Armadas en orden a la más eficaz consecución de sus fines. Ahora bien, esa
absoluta y arraigada forma de obrar no se produce en un día, es efecto de
las costumbres y la educación moral de los Ejércitos, resultado de una acción lenta e incesante, educacional podríamos decir. De aquí nace el segundo aspecto de la disciplina, el subjetivo (…). En resumen, que siendo, en todo
caso, la disciplina acatamiento y observancia fiel del orden establecido y de
los preceptos que lo reglamentan, no es sólo eso, ni tan siquiera la subordinación a la autoridad legítima, ni el puntual cumplimiento de las obligaciones: es el ánimo, costumbre o, mejor dicho aún, fuerza moral que por educación se adquiere y por arraigado convencimiento se robustece y que comprende una obediencia pronta, una adhesión a la autoridad y mandos legítimos, ahínco que lleva al escrupuloso cumplimiento de los deberes y al espíritu de aceptación y satisfecha conformidad con que se ejecutan los actos y
servicios anejos al servicio de la carrera de las armas. Si en todo organismo
social es deseable y precisa la disciplina, en las instituciones armadas constituye el cimiento esencial, hasta el punto de que se ha dicho que un cuerpo
armado sin disciplina no es un ejército, es una horda”.
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VIII. López Valdivielso: querer y no poder
(Enero 2004)
Nada puede haber más triste para un gobernante que considerar que
algo debe hacerse, tomar la decisión de llevarlo a cabo y que a uno no le
dejen. A fin de cuentas, si se ocupa un cargo público, lo que se espera es que
lleve a cabo su programa y haga frente a sus responsabilidades. Sin embargo,
hay ocasiones en las que las adversidades se imponen e impiden que las cosas
que uno se propone sacar adelante, sean hechas. Unas veces, tales adversidades son fruto de la casualidad; otras veces, tienen nombres y apellidos.
Sea por lo que sea, Santiago López Valdivielso, Director General de
la Guardia Civil desde que en 1996 llegara al poder el Gobierno del Partido
Popular, ha tenido que hacer frente a numerosas circunstancias adversas que
no ha podido superar y por ello ha anunciado su intención de dejar la dirección general coincidiendo con la convocatoria de elecciones generales.
Los políticos veteranos como López Valdivielso no dan “puntada sin
hilo”, por lo que necesariamente ha de hacerse una lectura política de su sorprendente decisión. Voy a aventurarme a hacerla basándome en cosas que
Don Santiago ha dicho en sede parlamentaria y por otros factores que no
puedo detallar por no faltar a mi deber de guardar la confidencialidad para
con mis informadores.
El día 25 de mayo del año 2002, López Valdivielso expresó en el
Congreso, ante la Comisión de Interior e Interior, la necesidad de modificar la
Ley Disciplinaria de la Guardia Civil de acuerdo a su propia opinión y al
dictamen del grupo de trabajo creado en julio de 2001 en el seno de la Subdirección General de Personal por orden suya, para analizar este asunto. Sus
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palabras, según consta en el diario de sesiones, fueron estas: “A mi juicio, la
sanción de arresto no fortalece la integración de sus miembros en la institución ni mejora el cumplimiento de sus funciones, ni es un elemento fundamental en el mantenimiento o reestablecimiento de la disciplina, siendo por
otra parte, como es lógico, muy creciente el malestar y el rechazo que produce no sólo entre los guardias civiles y sus familias, sino incluso entre los
ciudadanos a los que la Guardia Civil presta sus servicios, quienes no entienden muy bien cómo a un profesional que está conviviendo con ellos y con
el que tienen una relación fluida se le puede privar de libertad durante un fin
de semana o durante cuatro o cinco días”. Hay que destacar que el Grupo
Parlamentario Socialista coincide plenamente con este planteamiento según se
deduce de la proposición de Ley Orgánica de reforma de la L.O. 11/1991, que
presentó en abril de 2002 y que resultó rechazada con los votos en contra del
PP y Coalición Canaria en la sesión del Pleno del Congreso de los Diputados
de 26 de septiembre de 2003.
Durante las Jornadas por los Derechos, Deberes y Libertades de los
guardias civiles, celebradas los días 3 y 4 de abril de 2003 en Madrid, a las
que tuve la ocasión de asistir junto a otros compañeros del Consejo Asesor de
Personal, López Valdivielso nuevamente anunció que se modificaría la Ley
Orgánica, existiendo además una ponencia presentada por el General Pardo
Aldea, que cuestionaba la legalidad de la sanción de arresto. Pues bien, a
finales de enero de 2004 aún estamos esperando la nueva Ley. ¿Por qué? ¿A
qué se debe este enorme retraso en los planes normativos de López Valdivielso y del Gobierno? Pues la respuesta la encontramos en la teoría del “querer y
no poder”: todo proyecto normativo que afecte a la Guardia Civil debe ser
elevado necesariamente al Consejo de Ministros con el visto bueno de los
Ministros de Interior y de Defensa, de forma conjunta. En el caso de la Ley
disciplinaria, el ministerio del Interior no ha mostrado objeciones. Llegamos
al Ministerio de Defensa y se niegan en rotundo. No en vano, Defensa considera que el único rasgo típicamente militar que existe en la 11/91 es la sanción de arresto. Ya tenemos el proyecto bloqueado. Valdivielso quiere pero
no puede. 1ª tentativa. 1ª frustración.
López Valdivielso, en la citada sesión de la Comisión de Justicia e
Interior del Congreso de los Diputados, manifestó públicamente su opinión
sobre las asociaciones profesionales: “Usted conoce mi opinión personal
sobre el tema de las asociaciones y no tengo inconveniente en decirlo en esta
sede: yo soy partidario de las asociaciones profesionales, pero es este Parlamento el que tiene que decidir si tiene que haber o no asociaciones profe-
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sionales en el seno de la Guardia Civil. Usted ha dicho que su grupo considera que sí debe haberlas, el mío no lo sé, pero en su día supongo que me
pedirán opinión y mi opinión será a favor de que haya asociaciones profesionales en la Guardia Civil, en las Fuerzas Armadas no lo sé, porque sólo
hablo de lo que a mí me compete. Si en las próximas elecciones hay asociaciones profesionales, habrá agrupaciones de electores y candidatos que se
presenten por tal o cual asociación. Yo no tengo absolutamente nada en
contra de eso, pero en estos momentos, en estas elecciones y en estas circunstancias la ley marca unos límites, el real decreto también y las resoluciones que ha tomado este director general en el desarrollo de lo que dice
ese decreto han sido en cumplimiento de esos límites que nos marca la legislación vigente. Si en su día hay otra legislación, nos acogeremos a lo que
diga esa legislación.”
Además, de manera pública se muestra partidario de reformar las
Reales Ordenanzas “La verdad es que yo creo que es un artículo sin actualizar y obsoleto, y yo en esta sede sugeriría que lo cambiasen, por no hablar
del conjunto de las Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas, que nos
afectan en algunas materias y esta es una de ellas. Esto es una Ley de 1978
y, como digo, lo mismo que está sin actualizar y obsoleto este artículo 165,
podríamos hablar de una serie de artículos que no están en estos momentos a
la altura del año 2003, ya casi. (Congreso de los Diputados, 27-5-2002)”. De
este asunto, ni la cúpula militar ni el PP quieren ni oír hablar.
López Valdivielso se queda notoriamente descolocado cuando ese
mismo día, desde el Grupo Popular en palabras del Diputado Gil Lázaro y en
referencia a su opinión sobre las Asociaciones profesionales de guardias civiles, argumentan: “El señor director general de la Guardia Civil tiene todo el
derecho del mundo, como es natural (y además es un ejercicio democrático
de transparencia y de respeto a esta Comisión) a emitir aquí sus opiniones
personales. Como muy bien ha dicho el director general de la Guardia Civil,
mi grupo parlamentario fijará en su momento las posiciones que tenga que
fijar, coincidentes o no con las de otros grupos parlamentarios y con la opinión del señor director general de la Guardia Civil.” Todo un varapalo para
un político curtido en mil batallas.
Fíjense que terrible paradoja: que el Grupo que ostenta la mayoría
parlamentaria y sustenta al Gobierno, no escuche ni tenga en consideración la
opinión de uno de los miembros de ese gobierno que es quien, al menos sobre
el papel, más conocimiento tiene de las necesidades de la Guardia Civil. 2ª
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tentativa. 2ª frustración.
La 3ª y definitiva gran frustración, se produce cuando López Valdivielso anuncia que se está trabajando en la elaboración de un borrador de
anteproyecto de Ley Orgánica reguladora de los derechos, deberes y libertades de los guardias civiles. A través de esta Ley se lograría eludir las restricciones exageradas e injustificadas a los derechos y libertades de los guardias
civiles que impone la aplicación de las Reales Ordenanzas para las Fuerzas
Armadas, en especial el artículo 181, que prohíbe a los militares pertenecer a
sindicatos y asociaciones de carácter reivindicativo, imponiéndose por su
carácter de Ley Orgánica a las preconstitucionales Reales Ordenanzas, que
únicamente tienen rango de Ley. Pues bien, nuevamente el Ministerio del
Interior acepta el borrador que Don Santiago presenta para su tramitación y
sin embargo el Ministerio de Defensa lo rechaza.
Pero entonces, ¿quién manda realmente en la Guardia Civil? Esta
situación pone de manifiesto que es imposible que las reformas que la Guardia Civil necesita, salgan adelante sin el consentimiento del Ministro de Defensa, Federico Trillo-Figueroa y la Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM). Aquí está la triste realidad. La cúpula de las Fuerzas Armadas y de los
tres Ejércitos sigue mandando en la Guardia Civil. Como en los tiempos de la
dictadura del General Franco. Antes mandaba la Guardia Civil un Teniente
General del Ejército y ahora, un político que quiere hacer reformas pero no
puede. Y al que casi nadie obedece.
A la vista de todo lo anterior, la única solución es que la Guardia
Civil deje de depender conjuntamente de ambos Ministerios (Defensa e Interior) y únicamente se someta a las ordenes del Ministerio del Interior, al igual
que sucede con el Cuerpo Nacional de Policía. El Ministerio de Defensa únicamente debe tener algo que decir estrictamente en cuanto a las misiones de
carácter militar que miembros del Instituto realicen en el extranjero, participando en contingentes de las FAS. La doble dependencia es un lastre terrible
para las reformas que la Guardia Civil necesita para adaptarse a la realidad
policial europea.
López Valdivielso lo ha intentado, pero no ha podido. Ha sido un
buen director y ha estado guiado por buenas intenciones. Pero no basta. Habrá
que esperar para ver si su sucesor será capaz de enfrentarse con decisión y
arrojo a quienes siguen queriendo mandar incluso fuera de los cuarteles.
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IX. Los valores morales tradicionales de la cartilla de Ahumada de 1845
(Abril 2004)
El subdirector general de operaciones de la Guardia Civil, el general
de división Vicente Faustino Pellicer, remitió el pasado día 12 de abril, una
carta personal a los jefes de diferentes unidades del Cuerpo, recordando la
importancia de los valores morales en la Guardia Civil. Junto a ese escrito,
remitió un documento recordatorio de la importancia y plena vigencia de
dichos valores morales, para que sirva de guía que, desarrollada por los jefes
de comandancia, sea comentada por todos los mandos con sus respectivos
subordinados a fin de que todos los guardias civiles conozcan y reflexionen
sobre la importancia de tales valores morales y la necesidad de su recuperación. En el citado escrito se termina mencionando que “la coyuntura que
actualmente atraviesa el Cuerpo hace aún más necesario poner la máxima
atención en la conservación de la naturaleza y cualidades tradicionales de la
Guardia Civil”. ¿A qué coyuntura se refiere? ¿Acaso se refiere al legítimo
cambio de Gobierno que se ha producido como consecuencia del resultado
electoral del 14-M? El rearme moral que se desprende de la carta del general
no puede dejar de intranquilizar a todos.
A modo de introducción y de breve motivación, se apunta que en los
últimos años se observa un continuo aumento de los casos de corrupción y de
implicación en delitos por parte del personal, así como un paulatino aumento
de las quejas de los ciudadanos. Según el general, a esta situación se ha llegado por la unión de varias circunstancias, entre las cuales destaca el olvido de
los valores morales que han sustentado la existencia de la Institución, por lo
que se impone un decidido impulso hacia la recuperación de tales valores.
Estos valores morales a que se refiere son los que perviven en el Cuerpo
desde la “inmortal” Cartilla del Duque de Ahumada de 1845, a saber: el
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honor, la honradez, la compostura, la cortesía, la dignidad, la serenidad, el
valor, el compañerismo, la lealtad, la prudencia, la abnegación y el espíritu de
sacrificio. Hay que destacar varias cosas: todos estos valores morales han sido
inculcados a todos en los centros de formación y exigidos “por la recta conciencia de cada uno” y, por supuesto, por la cadena de mando, de tal forma
que junto a la disciplina, han constituido el elemento diferenciador de la
Guardia Civil con respecto a cualquier otra institución. Los valores referidos
son todos muy loables y positivos si se entienden de acuerdo con los valores
sociales propios de cada momento. Es decir, cambia su significado igual que
cambia la sociedad. Del mismo modo y al mismo tiempo. Pero hay un detalle
importante que destacar: estos valores son siempre exigidos por quienes están
en la cúpula de la organización a quienes ocupan lo más bajo del escalafón.
Nunca ha sido al contrario. Desde este punto de vista, más que exigir el cumplimiento de una norma, lo más práctico y eficaz sea predicar con el ejemplo.
Pero no parece que esto se haya hecho con frecuencia en la Guardia Civil,
donde en aras de una pretendida disciplina se ha instalado el despotismo, la
corrupción y el abuso de poder. ¿Acaso puede entenderse que actitudes como
las del ex-director general de la Guardia Civil, Luís Roldán, se sucedieran en
el tiempo sin que los altos mandos de la Guardia Civil las detectasen y las
denunciaran a las autoridades competentes? Pero es que además, cabe preguntarse ¿quién es el general Pellicer para dar clases de valores morales a nadie?
Y muchísimo menos de valores morales propios del siglo XIX sin que se
produzca su adaptación ni a la sociedad actual ni, lo que es aún peor, al Estado de Derecho y a la democracia constitucional que todos nos hemos dado y
prometido defender.
El general Pellicer es un importante cargo público, máximo responsable del servicio operativo de las unidades y servicios de la Guardia Civil.
Pero de ningún modo puede arrogarse el carácter de garante de unos valores
morales que él interpreta de acuerdo a su propio entender y conveniencia.
¿Acaso sus valores morales son mejores o más válidos que los de quienes
defienden que la Guardia Civil debe democratizarse y avanzar para adaptarse
a la sociedad? ¿Acaso se considera el general Pellicer como un caballero
templario, mitad soldado mitad cura, con potestad para imponer valores morales? Hay que decirle al general Pellicer que se dedique a lo suyo, a velar por
la eficacia y operatividad de la Guardia Civil y deje la defensa de los valores
morales a la Conferencia Episcopal y a su presidente, el cardenal Rouco Varela.
En el controvertido documento, se defiende que la relevancia de esas
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normas de conducta viene impuesta por las caducas y trasnochadas Reales
Ordenanzas para las Fuerzas Armadas (se le olvida precisar que son una norma preconstitucional y cuyo acomodo con la Carta Magna de determinados
artículos, es más que discutible). También dice que buena parte de los valores
citados son recogidos en la Ley Orgánica 2/86, de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, y aquí aprovecha el general para destacar que esta norma legal hace
una especial mención de otro elemento característico de la Guardia Civil: la
disponibilidad permanente para el servicio que, según él, “debe exigirse de
forma indiferenciada sea cual sea la situación y con independencia del régimen retributivo que pueda corresponder, pues no hay mayor compensación
que la satisfacción del deber cumplido”. Ello es completamente cierto, pero a
nadie se le escapa que no puede interpretarse la disponibilidad permanente
para el servicio como una “semiesclavitud”, que es como se ha interpretado
tal concepto en la Guardia Civil desde su fundación. Una vez más se pone de
manifiesto que la sociedad avanza y que los máximos responsables de la
Guardia Civil impiden que ese mismo desarrollo alcance al Cuerpo. Mención
aparte merece la alusión a la “satisfacción del deber cumplido”, pues en los
últimos años esa satisfacción no ha impedido que muchos jefes y oficiales de
la Guardia Civil hayan procedido a un reparto arbitrario e inmoral de las
asignaciones presupuestarias sobre el complemento de productividad, repartiéndoselo cual botín corsario entre quienes más tenían que predicar con el
ejemplo, como ya se ha dicho.
El documento continúa estableciendo una relación causa-efecto entre
“la degeneración de las conductas de algunos componentes del Cuerpo” y el
“deterioro general en la aplicación de los principios morales ya referidos”.
Por tanto, la recuperación de la vigencia de esos valores será garantía de
futuro de la Guardia Civil. Y ahora conviene mencionar de forma literal lo
que apunta el documento del General Pellicer: “No en vano, quienes pretenden la desaparición del Cuerpo son los que mayores y más continuados ataques realizan contra nuestras reglas de conducta, empezando por el compañerismo, la disciplina y el respeto mutuo entre mandos y subordinados”. En
definitiva, el general Pellicer defiende el argumento de que quienes consideran que la Guardia Civil debe democratizarse y adaptarse a los nuevos tiempos y al conjunto de la sociedad, son los enemigos de la Institución y pretenden su desaparición, pues son los que atacan los valores morales tradicionales.
Llegados a este punto, hay que decir para aquellos que aún no se han
enterado, que AUGC no persigue ni jamás ha perseguido, la desaparición de
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la Guardia Civil y que quien tal piensa, demuestra una maldad lacerante, pues
asimila a los que no comparten su visión de las cosas con enemigos de la
Guardia Civil. AUGC lucha por mejorar la calidad de vida de quienes componen el Instituto y también por el pleno reconocimiento de sus derechos
sociales y laborales. Sin embargo, no entendemos los conceptos de compañerismo, disciplina y respeto mutuo entre mandos y subordinados, pues tales
conceptos siempre han sido utilizados por la mayoría de altos mandos de la
Guardia Civil para subyugar al personal. Nunca ha habido compañerismo,
sino corporativismo mal entendido; compañerismo referido únicamente entre
individuos del mismo empleo, que no del mismo. Lo contrario es disciplina y,
expresado eufemísticamente, respeto mutuo entre mandos y subordinados,
cuando el único respeto que se ha percibido durante los casi 160 años de
historia de la Guardia Civil es el miedo del inferior jerárquico hacia sus mandos. Respeto de los mandos hacia los derechos o la opinión de sus subordinados: muy poquito. Estos valores morales cuando más resultan dañados es
cuando los mandos no velan por las condiciones de vida y de trabajo de sus
dependientes, cuando abusan de su superior posición para disfrutar de privilegios similares a los de una sociedad “de castas” que ellos consideran que les
son propios y exclusivos por razón de su empleo y escala, y cuando la opinión
del trabajador cuenta para ellos lo mismo que cero, que es nada.
Termina el maquiavélico documento animando a aquellos que no renuncian voluntariamente a sus derechos constitucionales, a los mismos derechos fundamentales de los que disfrutan el resto de españoles, los derechos
humanos que están encargados de proteger en los demás ciudadanos, y que
“únicamente permanecen en la Institución por la contraprestación material
que esperan recibir”, a dedicarse a otras profesiones. Conviene, llegados a
este punto, señalar que el General considera a tales funcionarios como guardias civiles corruptos, pues el origen y motivación de su escrito, como ya se
ha apuntado, es precisamente ese, justificar la existencia y aumento de casos
de corrupción en el cuerpo con la pérdida de los valores morales tradicionales. Y a lo largo del documento desarrolla el argumento hasta llegar a invitar a
irse de la Guardia Civil a quienes no renuncian voluntariamente a sus derechos constitucionales.
La carta del general y el documento que la acompaña constituye un
verdadero rearme moral, una amenaza velada al Gobierno y una involución
intolerable cuyo único propósito es amedrentar a quienes desde la legalidad
luchan por los derechos inalienables de los guardias civiles y también a los
responsables políticos que se han marcado como objetivo reconocer a los
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guardias civiles unos derechos que hasta ahora les eran negados de manera
injustificada e injusta.
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X. La policía turística: un burdo truco de magia
(Mayo 2004)
La Comunidad Autónoma de Baleares está de enhorabuena. Acaba
de ver la luz uno de los proyectos emblemáticos del Govern: la Policía turística. Este innovador proyecto, que inexplicablemente ha salido adelante con el
visto bueno de todos los partidos políticos sin que nadie haya hecho ni siquiera un mínimo ejercicio de crítica, me parece un mal truco de magia que únicamente puede convencer a quienes observan al prestidigitador entregados de
antemano.
La prensa local ha catalogado este proyecto como “un nuevo Cuerpo”. Nada más lejos de la realidad. No se trata de un nuevo Cuerpo ni de
lejos. Entre otras cosas, porque la Ley no lo permite. La Policía turística no es
otra cosa que policías locales ‘de temporada’ que anteriormente sufragaba
cada municipio y que ahora costeará el Govern. O sea, funcionarios con contrato temporal de 9 meses (más precariedad, imposible), mini-cursillo de
formación de 300 horas de duración (que hasta los propios agentes han catalogado de completamente insuficiente) y un escudo multicolor que los distingue del resto de compañeros de la Policía Local. Y con esto ya se ha creado
un “nuevo Cuerpo de Policía” que va a garantizar más seguridad a todos los
que nos visitan. Estas carencias que he expuesto, por más que los funcionarios
pongan todo su empeño y buena voluntad, son de por sí escollos difíciles de
superar.
Pero si lamentable es que el Govern ponga en marcha este proyecto
del modo en que se ha hecho, más triste es que los partidos de la oposición no
hagan su trabajo en el Parlament y eludan controlar la labor del ejecutivo. En
este asunto, doble es la decepción.
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El Ajuntament de Palma tiene para esta campaña 12 efectivos de la
Policía turística. ¿Puede alguien pensar que este ayuntamiento va a contratar
los mismos policías de temporada que el año pasado si ahora se lo paga el
Ejecutivo autonómico? Es obvio que no, que contratará algunos menos y que,
por tanto, nada se habrá ganado. No se gana en número de agentes y no se
gana en calidad del servicio. Únicamente se gana en imagen. No lo niego.
Pero en materia de seguridad ciudadana, la imagen no lo es todo. Y además,
parece que esta campaña de imagen va a costar más de un millón de euros, lo
cual no es poca cosa.
Pero no quiero que mi denuncia se quede en una simple queja.
Hagamos propuestas: desde la Conselleria d’Interior del Govern podría incentivarse entre los funcionarios de las Fuerzas de Seguridad (Policías Locales, Guardia Civil y Cuerpo Nacional de Policía) el aprendizaje de idiomas a
través de cursos del IBAP. Con eso conseguiríamos hacer de cada funcionario
un potencial Policía turístico. Otra propuesta: en lugares especialmente conflictivos, como la playa de Palma o Sant Antoni de Portmany podrían ponerse
en marcha patrullas conjuntas entre Guardia Civil - Policía Nacional y Policía
Local. Esta modalidad de vigilancia ya está implantada en otros lugares de la
geografía nacional con muy buenos resultados.
Es indudable y está suficientemente demostrado que la Policía Local,
verdadera Policía de proximidad, está realmente preparada para ejercer un
mayor protagonismo en la lucha y la prevención de la delincuencia del que
hasta ahora ha tenido. Pero entre la Policía Local y la Policía turística hay un
verdadero abismo en formación, experiencia y motivación. Y esto no es positivo para avanzar en una mayor calidad del servicio público de seguridad.
La sociedad debe exigir de la Administración que se deje de experimentos y campañas propagandísticas para contentar a hoteleros y tour operadores y que sea más audaz en la búsqueda de soluciones para aumentar la
seguridad ciudadana, no sólo entre los turistas, sino también entre quienes
aquí residen. Yo creo que un millón de euros dan para mucho más que para
sacar conejos de la chistera.
----------oo0oo---------(Publicado en Última Hora y Diario de Mallorca)
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XI. El ‘Despotismo ilustrado’ en la Guardia Civil
(Junio 2004)
A mediados del S. XVIII, en plena Ilustración, surgió en Francia un
sistema de gobierno derivado del absolutismo, conocido como “Despotismo
ilustrado”. Este concepto de gobierno era partidario de dejar el poder en manos del monarca que gobernaba en beneficio del pueblo, pero sin su participación. Pese a promulgar abiertamente que lo que se perseguía era la prosperidad del pueblo y del reino, prescindía totalmente de la colaboración u opinión de esa masa campesina que, si bien era la principal protagonista, era
considerada como ignorante e incapaz de decidir por sí misma. Es lo que
refleja la ya célebre frase “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, que
viene a ser una de las mayores hipocresías de la Historia.
Parece que todo esto queda ya muy lejano en el tiempo y que ha sido
superado con creces, pero desgraciadamente aún hoy perdura ese sentimiento
de superioridad en algunos individuos, que siguen menospreciando a la mayoría de sus semejantes y que en lugar de intentar poner fin a la ignorancia ajena
(en el hipotético caso de que la haya) se limitan a observarla jocosamente o,
en el mejor de los casos, a ofrecerse como los guías más cualificados para
decidir el camino que debe seguir cada uno de esos “pobres ignorantes”, ya
que no les cabe la menor duda de que nunca serán capaces de abandonar tan
rebajada condición. Un ejemplo claro de que todavía hay personas que tristemente piensan de este modo está en la Guardia Civil.
Tradicionalmente ha sucedido que por su naturaleza militar, quienes
han decidido en el benemérito Instituto lo que era más conveniente en cada
momento han sido los jefes y los mandos, sin que la opinión de los funcionarios contara en absoluto. No solamente en cuestiones operativas o de servicio,
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que sería en parte comprensible, sino también en cuestiones laborales y sociales. El poder casi omnímodo es ejercido en el seno de la institución de forma
que en algunas ocasiones roza la autocracia. El sistema militar lo permite y
casi lo estimula, por lo que no es extraño que suceda. Algunos incluso han
aprovechado su superior posición en la cadena jerárquica para regir la Institución en beneficio propio y obviando los intereses de sus subordinados, a quienes se les negaba toda capacidad de defender sus derechos con el falaz argumento de que quien vela por ellos son sus mandos. Ya las preconstitucionales
Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas (tan en cuestión en los últimos
tiempos por no haber sido adaptadas a la realidad del ejército profesional) en
su artículo 181, establece que “los miembros de las FAS, por cuyos intereses
vela el Estado, no podrán participar en sindicatos y asociaciones con finalidad reivindicativa”.
Este artículo aún en vigor, sobre el que se no pocos juristas han
declarado su posible inconstitucionalidad, es fiel reflejo en las instituciones
militares del “Despotismo ilustrado”. Es una ingenuidad pensar que la falta de
órganos de representación en la Guardia Civil pudiera ser suplida en algún
momento con el recurso a los mandos naturales. El tiempo ha dado la razón a
quienes pensábamos que estos no son, por la propia naturaleza de las cosas,
los órganos encargados de velar por los derechos profesionales de sus subordinados.
Sin embargo, en los últimos dos meses hemos comprobado con desengaño como entre algunos “socialistas obreros españoles” sigue vigente el
concepto de “Despotismo ilustrado”. Es altamente decepcionante la mentalidad caduca y de trasnochado paternalismo de que hace gala el nuevo Director
General de la Guardia Civil, el Teniente General don Carlos Gómez Arruche,
cuando en la entrevista concedida a ‘La Mirada Crítica’ de Telecinco afirmó:
“si las asociaciones tienen como objetivo defender a los guardias civiles,
tendrán mi colaboración, porque yo soy el jefe y el padre de todos los guardias civiles, pero si lo que pretenden es dirigir y organizar el cuerpo, pues
eso me corresponde a mí, al gobierno y en última instancia, al parlamento”.
Lo mismo dijo en la entrevista concedida al diario ‘El País’: “Si se trata de
preocuparse de los guardias, sobre todo de los de abajo, para que su sueldo
y condiciones de vida mejoren, seré el primero de la lista y colaboraré en
todo lo que pueda. Pero si lo que pretenden es decir cómo tiene que ser la
Guardia Civil, honradamente les contestaré que para eso están los mandos,
el Gobierno y en último extremo, el Parlamento”. Muy expresivo. No puede
negar Gómez Arruche su origen castrense, pues tal manera de pensar es pro-
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pia de los altos mandos. Y propia del sistema de gobierno al que antes me
refería, el ‘Despotismo ilustrado’, que obvia totalmente la opinión de los
guardias civiles y arrogándose una representatividad que nadie le da, pues no
se la han dado los funcionarios, se considera el único y mejor defensor de los
intereses de los trabajadores de la Guardia Civil. Una cosa es que el Gobierno
le haya designado Director General, y otra cosa muy distinta es que pueda él
considerarse padre de todos los guardias civiles; y estos aceptarle como tal.
También el Ministro de Defensa, Pepe Bono, durante su folclórico
acto de toma de posesión, mostró similar forma de pensar: “En obediencia,
tenéis que estar alejados, como es así, de planteamientos corporativos, porque para eso tenéis un procurador, un abogado y un defensor”, refiriéndose
a sí mismo. Otro defensor de la ortodoxia que enarbola la bandera de los
derechos laborales de los militares pero sin contar con ellos, ni con sus asociaciones legalmente constituidas y que defienden objetivos legítimos en todo
caso. Y que, sin duda, si ellos quisieran, pueden ayudarles en su gestión diaria, como está claro que es su voluntad.
Últimamente despunta un argumento más para debilitar la acción de
AUGC: el ninguneo y el menosprecio constante. “Hay 12 asociaciones inscritas”, diría Gómez Arruche en Telecinco, asimilando una organización como
AUGC, con 22.000 socios y 10 años de historia (este año celebramos el Xº
Aniversario de nuestra inscripción en el Registro Nacional de Asociaciones),
con asociaciones que, aunque merecen y tienen todo nuestro respeto y consideración, no podemos dejar de observar que la mayoría de ellas (no todas)
han surgido al pairo de la actividad de la organización mayoritaria, AUGC,
casi todas hace menos de un año y casi ninguna supera el centenar de socios.
Esta manera de actuar se parece, según me cuentan veteranos sindicalistas, al momento en que terminada ya la dictadura del General Franco y
desaparecido el sindicato vertical, fueron legalizados todos los sindicatos,
circunstancia que fue hábilmente utilizada por muchos empresarios para crear
sus propios pseudo-sindicatos. De este modo a mediados de 1978 llegó a
haber más de 3.654 organizaciones sindicales en España en una búsqueda
infructuosa de incautos para proseguir con el ejercicio de su línea de mando
verticalista. Y entonces, como ahora, también se utilizó el argumento del
elevado número de organizaciones para tratar de sustraer representatividad a
las más fuertes y numerosas.
Quisiera concluir citando a un ilustrado ilustre, el Padre Feijoo, que
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decía en sus Cartas eruditas: “Hay una especie de ignorantes perdurables,
precisados a saber siempre poco, no por otra razón, sino porque piensan que
no hay más que saber que aquello poco que saben”. A veces uno termina por
pensar que quienes se niegan con tanto ímpetu a escuchar y a dejar participar
a los guardias civiles en lo que les afecta a ellos mismos y a sus familias, lo
hacen o por maldad intrínseca, o porque son de esa clase de ignorantes perdurables a los que Feijoo aludía.
----------oo0oo---------(Publicado en El Mundo, edición nacional, 28 de junio de 2004)
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XII. La participación en las elecciones:
un fracaso previsible de la dirección general
(Julio 2004)
Desde que el pasado día 5 de julio, el Presidente de la Asociación
Unificada de Guardias Civiles, Fernando Carrillo, anunciara en rueda de
prensa en Madrid, la dimisión de 31 de los 43 vocales del Consejo Asesor de
Personal de la Guardia Civil (CAP) que pertenecen a dicha organización, la
Asociación inició una campaña informativa a nivel nacional entre todos los
guardias civiles para explicar la verdadera naturaleza del CAP y favorecer la
abstención en las siguientes elecciones que se celebrarán los días 4 y 5 de
octubre próximos, fecha en que están llamados a participar en estas elecciones
un total de 78.944 guardias civiles, tanto en servicio activo como en reserva.
En aquel momento, AUGC se fijó tres objetivos prioritarios:
A.
B.
C.
Explicar a todos los funcionarios de la Guardia Civil el funcionamiento que durante estos últimos dos años ha tenido el CAP
y que las causas que han motivado la dimisión de los 31 vocales de AUGC.
Intentar que no se presentaran candidatos a las elecciones que
se celebrarán los días 4 y 5 de octubre próximos.
Favorecer al máximo la abstención en las elecciones al CAP
Los dos primeros objetivos se han cumplido ya. Una vez ha finalizado el plazo de presentación de candidaturas, las cifras no pueden ser más
preocupantes para la Dirección General de la Guardia Civil: los/las guardias
civiles se han desentendido masivamente de este proceso electoral y de los
1.022 candidatos que se presentaron en las primeras elecciones del año 2002,
en estas elecciones únicamente se han presentado 51 candidatos, lo que per45
mite adivinar el nulo interés que este proceso electoral despierta entre el personal.
Este dato es elocuente y tiene que dar de pensar a los responsables
políticos de la Dirección General de la Guardia Civil y del Ministerio del
Interior: la gran mayoría de los vocales que hasta ahora han estado en el Consejo no quieren seguir; los guardias civiles que podrían optar por integrarse en
él, no quieren participar (sólo 51 candidatos en un censo de casi 79.000 personas es una cantidad insignificante).
Ahora sólo falta que los compañeros y compañeras que debieran votar a los pocos candidatos que se han presentado (sólo 25 de la Escala de
Cabos y Guardias en activo) no acudan a votar los días 4 y 5 de octubre. Y
esto no será difícil de conseguir, ya que de las 55 circunscripciones electorales creadas para este sufragio, correspondientes a cada una de las provincias
del Estado, además de las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla y el Órgano Central (la propia Dirección General), hay 31 circunscripciones electorales
donde no se han presentado candidatos de ninguna de las Escalas ni situaciones administrativas: las tres provincias de la Comunidad Autónoma de Aragón, Castilla – La Mancha excepto la provincia de Ciudad Real, Girona, Tarragona, Baleares, Valencia, Ceuta, Badajoz, Huelva, Sevilla, Cádiz, Algeciras, Córdoba, Ourense, Oviedo, Santander, Vizcaya, Guipúzcoa, Navarra, y
todas las provincias de Castilla y León excepto León y Valladolid. En las
provincias de Castellón, Murcia, Granada, Cáceres, A Coruña, Lugo, Gijón,
Valladolid y Las Palmas únicamente se presentan candidatos de las Escalas de
mando. Por tanto, en 40 provincias de las 55 existentes, los guardias civiles
de la Escala de Cabos y Guardias no podrán votar a nadie, pues no se han
presentado candidatos de su Escala para ocupar puestos en el Consejo Asesor
de Personal.
Durante dos años, el CAP ha defraudado todas las expectativas generadas, no ha funcionado de manera democrática, no ha habido ni una sola
votación en su seno, no ha contribuido a la democratización de la Guardia
Civil ni a mejorar la calidad de vida de los miembros del Cuerpo y de sus
familias. Por tanto, no merece la pena participar en este engaño.
AUGC exige al Gobierno que cumpla de manera urgente y sin demora con su compromiso electoral y proceda a presentar al Parlamento una proposición de Ley reguladora del derecho de asociación profesional en la Guardia Civil, de manera congruente con la postura que el PSOE mantenía cuando
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se encontraba en la oposición. Esta es la única manera posible ya de avanzar
en la democratización de la Guardia Civil.
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XIII. Consejo Asesor de Personal de la Guardia Civil:
la historia de un fracaso
(Noviembre 2004)
Cuando tras la Asamblea General ordinaria celebrada en Madrid los
días 29 y 30 de junio así se decidió, el 2 de julio de este año los 31 compañeros/as de AUGC pertenecientes al Consejo Asesor de Personal presentaron su
renuncia al cargo. La Asociación se vio en la obligación de explicar a todos
sus socios/as y a todos/as los/las guardias civiles en general el por qué de tal
decisión. Una medida tan drástica como aquella, que muchos venían reclamando desde hace tiempo y otros trataban de evitar a toda costa, no podía
deberse a un asunto banal. Tenía que estar motivado por algo grave.
Los motivos de la renuncia de los vocales de AUGC
Los vocales, en su escrito de renuncia dirigido al Director General
de la Guardia Civil, explicaban que en la última etapa en la que se había producido el cambio de Gobierno y por tanto de Director General, se habían
producido actuaciones contrarias a las normas que regulan el funcionamiento
del CAP en relación a la mecánica establecida respecto a la constitución y
modo de proceder de los grupos de trabajo en el seno del CAP. Durante la
presidencia del Sr. López Valdivielso, los grupos de trabajo anteriormente
creados en el seno del CAP se habían constituido sin imposiciones en relación
a qué vocales debían integrarse en los mismos y con plena información previa
a su constitución de los objetivos que a través de los citados grupos de trabajo
se perseguían. Fue precisamente la alteración de esta situación, creando un
grupo de estudio para la reforma del régimen disciplinario de la Guardia Civil
y la designación de vocales del CAP de manera unilateral y excluyente, por
parte del nuevo Director General Gómez Arruche, con lo que ello suponía de
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deslegitimación del CAP como órgano colegiado regido por principios y usos
democráticos, lo que compelía a los vocales a solicitar la renuncia. Además,
los vocales destacaban la profunda decepción que para ellos y para los centenares de guardias civiles que les confiaron su voto había supuesto el funcionamiento del CAP, puesto que todas las expectativas que en su día creó el
nacimiento del CAP han sido defraudadas sobradamente. El lunes 5 de julio
el Presidente de AUGC, Fernando Carrillo, convocó una rueda de prensa en
Madrid, junto al coordinador de los vocales de AUGC en el CAP, Francisco
Tebar, para explicar públicamente los motivos que obligaron a AUGC a tomar tan drástica decisión.
La verdad del Consejo Asesor de Personal
Desde el día 9 de julio de 2002, fecha en que se constituía el CAP y
comenzaba su andadura, los incumplimientos y las mentiras por parte de la
Dirección General han sido una constante. Para empezar, el Director General
en la sesión constitutiva celebrada en el Palacio de Congresos de Madrid
indicó que sería el propio órgano quien se dotaría de las normas de funcionamiento. Más tarde y en virtud de tener acceso al expediente administrativo
correspondiente a la elaboración del Reglamento interno de funcionamiento
del CAP, se ha podido saber que López Valdivielso encargó la elaboración de
un primer borrador a uno de los miembros del Consejo, al General Gómez
Bodero, responsable de la Jefatura de Personal, dependiente de la Subdirección General de Personal, es decir, juez y parte. En aquel primer borrador, el
Sr. Gómez Bodero, conocedor de la gran mayoría que ostentaba AUGC en el
Consejo, trataba de evitar toda votación con estas palabras: “las referencias a
votaciones, podrían sustituirse por la norma de que todos los informes deberían adoptarse por consenso, con lo cual se paliaría en parte el monopolio
que ostenta la escala de Cabos y Guardias”. De este modo, sabiendo que
cualquier votación que se produjese en el seno del CAP sería claramente
favorable a los intereses de la escala más numerosa y, por tanto, de AUGC,
organización que había copado el 73% del Consejo, con evitar toda votación
quedaba solucionado el problema. De esta manera tan burda y poco disimulada, el representante del Consejo Superior de la Guardia Civil en el CAP pretendía, y en parte consiguió, ahogar las voces de la mayoría del personal que
piden cambios en la Institución. Porque tras dos años de historia, no hubo ni
una sola votación en el CAP. ¿Cómo es posible que en los dos años transcurridos desde su constitución, el CAP, un órgano colegiado encargado de analizar y valorar las propuestas o sugerencias planteadas por los guardias civiles
referidas al régimen de personal, a la condición de militar y a todos aquellos
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aspectos sociales que les afectan, no haya efectuado ni una sola votación en
relación a los asuntos del orden del día planteados por el Presidente?
La Secretaría Permanente del CAP
En diciembre de 2002 veía la luz totalmente por sorpresa la Orden
General número 19, de 28 de noviembre de 2002, regulando la misión, funciones y competencias de la Secretaría Permanente del Consejo Asesor de
Personal de la Guardia Civil y de la Oficina de Atención al Guardia Civil.
Mientras los vocales habían recibido en la sesión del CAP del día 22 de octubre de 2002 el borrador de Reglamento interno de funcionamiento y estaban
debatiendo las alegaciones al proyecto, de acuerdo al plazo que había concedido el Director General para ello, la Dirección General de la Guardia Civil
se afanaba en terminar una Orden General que afectaba de manera importantísima al funcionamiento del propio Consejo Asesor. Con una política de
hechos consumados, el Director General reglamentaba el funcionamiento de
la Secretaría Permanente del CAP y no sólo eso, sino que también, a través de
la citada Orden General, establecía el procedimiento a seguir por parte del
personal del Cuerpo (incluidos los vocales del Consejo) para plantear sus
propuestas y sugerencias al órgano colegiado. La publicación de la Orden
General 19/02 puso en evidencia que el Director General mintió ante los
compromisarios que debían elegir a los vocales del Consejo, cuando el pasado día 9 de julio en Madrid dijo que sería el propio Consejo quien establecería su propio funcionamiento. Los vocales del CAP se encontraron entonces
ante una política de hechos consumados frente a la cual lo único que podían
hacer era contemplar pasivamente cómo se instrumentalizaba por parte de la
Dirección General al CAP, convirtiendo a los vocales en meros espectadores,
aunque privilegiados, de las decisiones de la cúpula dirigente de la Guardia
Civil.
Era evidente que en la reunión del CAP del día 22 de octubre de
2002, el Señor López Valdivielso ya disponía, al menos, de un borrador o de
un proyecto de la Orden General reguladora de la Secretaría Permanente,
aunque en ningún momento habló de él cuando explicó el proyecto de reglamento interno de funcionamiento del Consejo. Eso denotó una evidente mala
fe en su comportamiento y chocaba frontalmente con la lealtad que repetidamente había pedido el Director públicamente a los vocales. Así se lo hizo
saber uno de los vocales de AUGC al Director General en la siguiente reunión
del CAP celebrada el día 27 de marzo de 2003, quien además aportó su intervención por escrito y tuvo que anexarse al acta de dicha sesión.
50
La instrumentalización del CAP por parte de la Dirección General de la
Guardia Civil
La actitud del Director General ya en aquel lejano invierno del año
2002 permitía vislumbrar lo que sería la andadura del CAP y permitía hacerse
a la idea de lo que podía esperarse del CAP, lo que el CAP podía aportar a la
Institución y a la Dirección General y de qué manera habría que actuar en lo
sucesivo. Se empezaban a oír las primeras voces partidarias de la dimisión de
los vocales de AUGC. La cúpula de la Dirección General del Cuerpo (entendiendo por ello al Director, a los Subdirectores y a los generales) tenía perfectamente clara la idea de lo que para ellos debía suponer el CAP. Teniendo
totalmente elaborada y concluida la normativa interna reguladora del CAP,
poco a poco lo hicieron público de forma paulatina y progresiva, para tratar
de desconcertar e impedir que alguien se hiciera una idea de conjunto y planeara una estrategia que tirara pos el suelo sus planes: mientras los vocales
estaban discutiendo las alegaciones que presentar al proyecto de reglamento
interno de funcionamiento del CAP, se publicaba una Orden General que
afectaba y afecta al CAP de manera importantísima y ni siquiera sondeó a los
vocales para conocer su opinión al respecto, quizás sabiendo que la mayoría
de los vocales se opondrían a una gran parte del texto de dicha Orden General
puesto que la idea que AUGC (y por tanto la gran mayoría de miembros del
CAP) tenían de lo que debe ser el CAP no coincide en absoluto con los planteamientos de la Dirección General y de la cúpula militar del Cuerpo.
El CAP es un órgano colegiado asesor de la Dirección General encargado de analizar y valorar las propuestas o sugerencias planteadas por los
Guardias Civiles referidas al régimen de personal, a la condición de militar y
a todos aquellos aspectos sociales que le afecten. Nada más. Se excluyen
otros muchos asuntos de los cuales el CAP nada tienen que decir (servicio,
disciplina...) o que, al menos, a la Dirección General no le interesa escuchar.
Como órgano asesor, evidentemente, sus informes no son vinculantes. Y
tampoco son públicos, puesto que el artículo 7º del R.D. 4/2002 establece que
será el Director General quien decidirá sobre su difusión y la forma en la que
deba realizarse. Además, un órgano administrativo dependiente de la Subdirección General de Personal, al mando del cual se halla un Jefe de la categoría de Oficiales, decide qué propuestas son competencia del Consejo y qué
propuestas no lo son. Y por si todo esto fuera poco, el Presidente del Consejo,
que es el Director General de la Guardia Civil, cuando le son presentadas
todas las propuestas o sugerencias agrupadas por asuntos decide, independientemente de que las haya presentado un vocal del Consejo o no, cuales se
incluyen en el orden del día, cuales se aplazan sine die y cuales se excluyen
51
definitivamente.
En la sesión del día 27 de marzo de 2003, el Director General informó a los vocales de las alegaciones que habían sido aceptadas para el Reglamento interno de funcionamiento del CAP y excusó las que no habían sido
aceptadas en un informe de la Asesoría Jurídica de la Dirección General.
Varios vocales del CAP solicitaron –y así consta en el acta- que se sometiese
a votación el Reglamento interno de funcionamiento y comprobar así el grado
de aceptación entre los vocales, a lo que el Presidente del Consejo, Sr. López
Valdivielso se opuso no aceptando la propuesta de votación ya que, según
dijo y consta en el acta de la sesión “el Consejo no reúne los requisitos necesarios previstos en el artículo 22.2 de la Ley 30/92 de RJAP que le permitirían establecer o completar sus propias normas de funcionamiento; por tanto,
corresponde al Director General de la Guardia Civil dictar dichas normas,
facultad que le concede la disposición final primera de la Orden de 29 de
Octubre de 2001”.
El pobre papel de los vocales del CAP
De este modo se cerró por completo el círculo que impedía a los vocales cualquier iniciativa. Los vocales son meros espectadores de una función
teatral creada por la Dirección General para hacer creer a la sociedad y a los
propios guardias civiles que este órgano contribuye a mejorar las condiciones
de vida de los/las guardias civiles. Se espera de los vocales que sean simples
oyentes de los discursos del Director General y que, sin ninguna capacidad
para hacer nada, únicamente den su opinión en los asuntos que el Director
quiera y no otros, puesto que es él quien decide los temas sobre los que el
CAP haya de pronunciarse. Las propuestas o sugerencias que los vocales
realizan no tienen un tratamiento diferente a las demás y por tanto, elude
abordarlas.
La capacidad para introducir temas a debate es totalmente nula. La
iniciativa que algunos vocales han demostrado en cuanto a solicitar poder
reunirse con los compañeros de su escala y en cuanto a otros asuntos, ha sido
parada de raíz puesto que no interesa que nadie tenga ninguna iniciativa,
como no sea la propia Dirección General. Mención aparte merece el hecho de
que los vocales deben compatibilizar su servicio diario con las obligaciones
del cargo de vocal. Sólo esto ya deja bien a las claras qué se espera de los
vocales... Únicamente se pretende que vayan a las reuniones del CAP, como
es su obligación, a presenciar una patética obra del más burdo teatro, una
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representación tragicómica llamada Consejo Asesor de Personal que únicamente va a servir, como ya dijo en su día López Valdivielso, para que la Dirección General “tenga un cauce de comunicación interno que permitirá conocer los problemas e inquietudes del personal de una forma rápida y eficaz”.
Nada más.
Un maratón de incumplimientos y mentiras
En el capítulo de incumplimientos de lo acordado por el CAP, hay
que recordar que en la sesión de marzo de 2003 el Director General anunció
el aumento del número de convocatorias de promoción interna a las que el
personal puede presentarse de tres a cinco. Transcurridos más de un año desde que se anunció la modificación, aún no se ha llevado a cabo. Tampoco se
ha aprobado el Real Decreto de Retribuciones complementarias, cuyo texto
fue entregado a los vocales en la sesión de octubre de 2002. Igualmente se
puede decir del Real Decreto de adaptación de la Ley de prevención de riesgos laborales al ámbito de la Guardia Civil, cuyo borrador fue presentado a
los vocales del CAP en la sesión de marzo de 2003, ni la modificación de la
Orden General 39/84 de permisos. Por otra parte, hay que decir que la normativa que ha sido aprobada durante estos dos años y que fue anticipada al CAP
antes de su publicación, únicamente lo fue utilizando al Consejo Asesor como
justificación, puesto que las alegaciones y los informes que AUGC, a través
de sus vocales, no fueron tenidas en cuenta. Así sucedió con la Orden General
sobre regulación del sistema de Formación Continua y también con la O.G. de
lugar de residencia, desplazamientos y localización del personal.
Existen además dos incumplimientos flagrantes, que por su gravedad
son dignos de destacar: uno es la designación de dos vocales para su integración como miembros electivos en el Patronato de la Fundación Guardia Civil
y otro es la designación de dos vocales para su integración en el Consejo de
Gobierno y Administración de la Asociación Pro-Huérfanos de la Guardia
Civil. Ninguna de las dos designaciones ha sido llevada a cabo y sin embargo,
en la publicidad institucional a favor del CAP que ha llevado a cabo la ORIS
de la Dirección General, se anuncia de manera totalmente falsa que hay
miembros del CAP en la Fundación Guardia Civil.
Esta y no otra es la verdadera historia del CAP. Una historia plagada
de mentiras, de ilusiones truncadas, de decepciones y de incumplimientos.
Seguir participando en esta pantomima es engañar a todos los miembros de la
Guardia Civil y eso es algo que AUGC no va a hacer nunca.
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Participar en estas elecciones PERJUDICA TUS INTERESES. Únicamente perpetúa el engaño y favorece que las cosas continúen igual de mal
que están hasta ahora. El Consejo no ha servido para nada y la Dirección
General de la Guardia Civil pretende continuar utilizando a su conveniencia
el Consejo Asesor de Personal en beneficio de los mismos de siempre.
La abstención masiva es el único remedio para reconducir esta situación. Un fracaso de participación en estas elecciones obligará al Gobierno y
al Parlamento a replantearse la existencia del CAP y a dar entrada a las Asociaciones Profesionales, regulando su actividad, como viene comprometido en
el programa electoral del PSOE, en consonancia con la postura que defendía
este partido político de izquierdas cuando se encontraba en la oposición,
cuando presentó en el Congreso de los Diputados una Proposición de Ley en
este sentido.
Poner fin a esta situación está en la mano de cada uno de los guardias civiles. Favoreciendo la abstención masiva es como verdaderamente se
puede construir un futuro mejor para todos y todas.
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XIV. Carta abierta a la Sra. Rosa Meléndez,
esposa del teniente coronel Rodríguez Bolinaga
(Noviembre 2004)
Distinguida Sra.,
He leído con gran sorpresa y mayor incredulidad la entrevista que ha
concedido al diario asturiano ‘La Nueva España’. Lo cierto es que me satisface ver que no son únicamente los guardias civiles de base quienes se ven
obligados a realizar manifestaciones en los medios de comunicación a través
de sus esposas y esposos para eludir las eventuales responsabilidades disciplinarias que se derivan si lo hacen ellos directamente, pero no puede dejar de
llamarme la atención el hecho de que un ex-jefe de Comandancia recurra a
una maniobra tradicional entre las bases de la Guardia Civil para evitar ser
sancionado.
Digo lo de incredulidad porque a pesar de que comprendo perfectamente y crea que lamento con sinceridad, los difíciles y duros momentos por
los que su familia está atravesando, me parece increíble que tenga Vd. desfachatez bastante como para hacer las consideraciones públicas Vd. hace.
Habla Vd. de que a su marido “le han cortado la cabeza” y es muy
lamentable que se exprese en estos términos tan desafortunados. A su marido
no le han cortado la cabeza. Simplemente le han cesado en el destino que
ocupaba al frente de la Comandancia de Gijón. No sea trágica, señora, que
debe saber Vd. que la Guardia Civil acostumbra a aplicar medidas sancionadoras bastante más duras e incomprensibles que la aplicada a su esposo. Conozco a media docena de guardias civiles que han estado en la prisión militar
de Alcalá Meco por muchísimo menos que su marido, como por comerse un
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bocadillo en una sala donde estaba prohibido, o por tomarse una infusión de
manzanilla veinte minutos más de lo autorizado, o por desplazarse en Nochebuena a felicitar a sus compañeros unos quince minutos... Con esto no quiero
decir que su marido se merezca un castigo similar, ni muchísimo menos. Sólo
le pido que no sea Vd. exagerada y no se ponga trágica, que tragedias puedo
yo contarle centenares.
Mucho peor que lo anterior, es lo que su esposo en boca de Vd., esgrime para tratar de defenderse de manera un tanto patética: -“Yo estoy indignada, porque es que cortarle la cabeza a mi marido simplemente por tener
la cinta 20 días. Y con el guardia que la tiene un año, ¿qué pasa?”-. Más adelante culpa a otro guardia diciendo que es él quien debe sentirse culpable y no
su marido, porque su marido no sabía nada de dinamita, ni de teléfonos móviles ni nada de nada. El recurso que han empleado durante toda la vida los
altos mandos de la Guardia Civil, entre los que su esposo se encuentra, ha
sido el de responsabilizar de sus propios errores e incompetencia a sus subordinados. No se conoce aún un solo caso donde el responsable de una Comandancia se responsabilice de un error. Siempre es más fácil pasarle el tanto de
culpa al que tiene uno debajo, ¿verdad? Pero esta vez no cuela, señora Meléndez.
Lo de asociar su situación como un ataque a la Guardia Civil, tal y
como a su vez ha hecho el propio General Laguna, los descalifica a ambos de
principio y no vale la pena hacer mayor precisión al respecto. No se confunda. Vd. no es la Guardia Civil. Ni la Guardia Civil está para servirla a Vd. ni
a su marido ni al General Laguna. Gracias a Dios, la Guardia Civil es mucho
más que Vds. Asúmalo y verá como inmediatamente deja de pensar que la
Guardia Civil está siendo atacada.
Este empecinamiento suyo en afirmar que la cinta que contiene la
conversación entre un ciudadano y un guardia civil del Servicio de Información, no tiene valor policial alguno, es inaudito. Ya ve, señora, que el contenido de dicha cinta tiene para todo el mundo en este país una importancia
excepcional desde todo punto de vista. Sin embargo, su marido no lo consideró así. Si ello fuera así, que ni yo ni nadie puede creerlo, sólo por eso, demuestra ser digno de protagonizar la serie de televisión “Superagente 86”. Ni
siquiera el inefable personaje creado por el gran actor Santiago Segura, “Torrente”, tiene menos instinto policial que su marido. Créame, señora, que
lamento profundamente hacer bromas de una cuestión tan seria, si no fuera
porque estamos hablando de esclarecer la mayor masacre terrorista que ha
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vivido este país en su historia. La memoria de 192 muertos no permite broma
alguna, pero es que su actitud es de chiste.
Vd. pretende que nos creamos que el día 16 de octubre, cuando llegó
a sus manos la cinta con la conversación de Campillo y “Lavandero”, la metió
precintada en una caja fuerte porque no la consideró relevante para la investigación. Pero esta pretensión suya, señora, es insultante. Porque ofende a la
inteligencia de cualquier persona de bien. A lo que parece y mientras su marido no de una razón mejor, tenemos que pensar que no envió la cinta al Juez
simplemente porque presuntamente con ella descubría al general Laguna. Y
ante esta tesitura, tuvo miedo y prefirió meter la cinta en una caja fuerte. Tuvo
miedo y eso es comprensible. Pero en democracia, un oficial de la Guardia
Civil no se debe a su general, se debe a Ley y a la verdad.
Cuando dice Vd. que han destrozado a su marido y a su familia, no
sólo moralmente sino también económicamente, entonces aquí ya me tengo
que enfadar. Porque es escandaloso que Vd. reconozca públicamente que a su
marido le reducen el sueldo en 250.000 pesetas al perder el complemento de
jefe de comandancia y la productividad. Sepa Vd., digna señora, que muy
pocos guardias civiles llegan a cobrar esa cantidad al mes. Muy pocos y con
mucho sacrificio. Muy pocos cobran la productividad y viene Vd. a quejarse
porque le van a quitar la productividad que los guardias, en su inmensa mayoría, no cobran. Es vergonzoso. Mientras su esposo ha sido jefe de la comandancia de Gijón Vd. y su familia han disfrutado, a diferencia de miles de
guardias civiles, de un piso fantástico, enorme, en pleno centro de Gijón,
totalmente amueblado, con varias plazas de parking. Probablemente, aunque
no puedo asegurarlo con rotundidad, no habrá pagado luz, ni agua, ni teléfono, como casi ningún jefe de comandancia. Ha disfrutado de coche oficial con
chofer. Tenga Vd. en cuenta cual es su situación y cual es la de los subordinados de su marido, antes de plañir públicamente, para escarnio de los que
están peor que Vd., que son todos los guardias civiles de España.
Su marido obró mal y él lo sabe. No culpen a nadie de ello. No entregó la cinta sólo él sabe por qué, aunque todos lo intuimos. Por su actitud, el
Gobierno ya no confía en él y por eso le cesa del mando de la comandancia.
Pero de esto no tienen la culpa ni Campillo ni los guardias de Cancienes, ni
ningún otro subordinado. La tiene únicamente él.
De todas maneras, gran Señora, permítame transmitirle el testimonio
de mi consideración más distinguida, pues siempre es muy digno y loable,
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defender en toda circunstancia a la propia familia. Eso la hace a Vd. muy
respetable, le honra y se lo reconozco.
Atentamente,
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XV. La Guardia Civil, enferma
(Noviembre 2004)
Las trascendentes revelaciones que está haciendo El Mundo en relación a la tragedia del 11-M, confirman lo que algunos veníamos denunciando
desde hace tiempo: la Guardia Civil está gravemente enferma. Es una Institución tan desfasada, tan anacrónica y tan sumamente cerrada que desde fuera
es imposible hacerse una idea de lo que realmente sucede dentro. Las normas
militares más recalcitrantes (especialmente su régimen disciplinario salvaje,
que el PSOE se apresura a modificar aunque mucho me temo que a peor), la
endogamia que tradicionalmente ha perpetuado un sistema interno de castas
propio de la India y el corporativismo en mayúsculas, devoran al Instituto
Armado hoy exactamente igual que hace 160 años. El clima que se respira es
insoportablemente pestilente para quienes desde dentro de la Institución pedimos cambios y luchamos desde hace tiempo, siempre conforme a la Ley,
para que lleguen pronto. La democratización de este “ente paramilitar” en que
se ha convertido la Guardia Civil, es cuestión de vida o muerte: o se democratiza profundamente o muere infectada por la putrefacción que genera la corrupción, el corporativismo, el inmovilismo y la autocomplacencia.
Los esfuerzos de los distintos gobiernos de este país y de la cúpula
militar que dirige la Institución se han encaminado hasta ahora a negar la
evidencia y a ocultar concienzudamente los gravísimos errores y el fracaso en
que este Cuerpo de Seguridad se ha convertido, operativamente hablando.
Todo son éxitos, jamás hay fallos y además, la Guardia Civil es la Institución
mejor valorada por la sociedad, según el CIS, aún por encima de la Monarquía. Pero después de todo lo que ha revelado El Mundo sobre la trama asturiana del 11-M, uno se pregunta: si somos tan buenos, tan infalibles y tan
perfectos, ¿por qué se actuó con tanta negligencia y por qué se cometieron
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tantos errores y tan graves en la investigación durante los meses previos a los
atentados del 11-M? ¿Por qué se estuvo sobre la pista de los explosivos que
se utilizaron para la masacre y sin embargo, muy poco (mejor sería decir
nada) se hizo por evitarla? Lejos de aclarar todos estos interrogantes y facilitar que la verdad aflore, sucede todo lo contrario y ya no sabemos qué pensar
sobre la actuación de algunos altos mandos del Cuerpo.
La Guardia Civil ha fallado tanto a la sociedad en los últimos meses
que si alguien tuviera el más mínimo sentido del honor y las más elementales
convicciones morales que tanto predica, pediría perdón por tanta incompetencia junta. Las actuaciones erróneas o desafortunadas, la más grave de las
cuales es, sin lugar a dudas, la investigación de la denominada “trama asturiana” previa a la masacre del 11-M, son silenciadas de manera que jamás nadie
asume ninguna responsabilidad. Mucho menos si quien se equivocó o quien
incurrió en negligencia es, por lo que se adivina, un alto mando de la escala
jerárquica. En este caso, la “Ley del silencio” se impone despiadadamente y
se trata de locos y se criminaliza a quien no mantenga plenamente la tesis de
los mandos afectados, que únicamente busca ocultar la verdad. Lo hemos
podido comprobar en este caso. La aparición de la cinta magnetofónica de la
conversación del confidente ‘Lavandero’ y un guardia del Servicio de Información se debe a un hecho fortuito que, de no haber ocurrido, nada se sabría
sobre estas nuevas y relevantes informaciones que cambian el curso de la
investigación. Pero esto no es nuevo en la Guardia Civil, sino plenamente
cotidiano. Lo que sucede es que de ordinario, este comportamiento no acostumbra a salir a la luz. Pero existe y todos lo conocemos. Es real y la propia
naturaleza militar de la Institución lo favorece. La Guardia Civil es así desde
siempre y esto tiene que cambiar.
Entre desfiles militares, fajines rojos y taconazos, vivas y sables al
aire, discurre la triste historia de este Cuerpo totalmente anacrónico. La naturaleza militar del Instituto todo lo puede, todo lo silencia y todo lo supera,
hasta la crítica externa –que la interna ni les cuento-. Después de todo, un
Cuerpo como la Guardia Civil, con 160 años de historia, tiene acreditada una
capacidad de supervivencia e inmutabilidad a prueba de bomba. Superó el
haber protagonizado el golpe de Estado más grave de nuestra reciente historia
democrática, con Tejero al frente, sin pagar consecuencia alguna y sin cambiar su estructura militar ni un ápice. Superó haber tenido un Director General
como Luis Roldán, que robó a mansalva sin que nadie se lo impidiera, por
más que muchos altos mandos lo sabían y todo ello sin modificar en nada su
estructura organizativa. Superó también tener su unidad de élite en la lucha
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contra la droga, la UCIFA, pagando a sus confidentes con parte de la droga
incautada y con un funcionamiento propio de la mafia y todo sin cambiar en
absoluto. Resistió que uno de los pocos altos mandos bien considerados por
sus subordinados y que se significó por tratar de erradicar comportamientos
corruptos, el Teniente Coronel Peñafiel, se liara a tiros en la Comandancia de
Albacete y matara a dos personas a quienes él culpaba de su cese al mando de
la Comandancia.
La naturaleza militar de la Guardia Civil es un factor indispensable
para comprender cómo fueron posibles y lamentablemente fáciles de cometer
las iniquidades, las irregularidades y las faltas que he citado y que plagan la
historia reciente de la Benemérita. ¿Por qué sucedió todo esto en la Guardia
Civil y no sucedió en el Cuerpo Nacional de Policía o en la Ertzaintza o en
los Mossos d’Esquadra? Porque cuando los militares se encargan de la seguridad interior y cambian sus misiones propias por misiones civiles que competen en los países democráticos a funcionarios de policía, suceden cosas así. La
inmensa mayoría de países de nuestro entorno (todos los europeos excepto
Francia e Italia, que en cualquier caso tienen mayor trayectoria democrática
que España) lo entienden así, pero nosotros preferimos tener cuerpos de policía militares, como Chile o Argelia o Colombia.
La Guardia Civil ya no puede resistir ni un minuto más la corrupción
tan profunda que subyace en la falta de democracia interna derivada de su
disciplina militar, disciplina mal entendida como lo es en la Guardia Civil:
una cadena de autoritarismo y de irracionalidad llevada hasta el extremo. Un
látigo de represión que muy pocos se atreven a desafiar. Y el precio que la
Institución y la sociedad misma paga por ello es un altísimo número de bajas
psicológicas, un elevadísimo número de conductas suicidas que han obligado
a la Institución a crear un plan de choque para reducirlas…
Y como a todo lo anterior tenemos que sumarle el miedo y la Ley del
silencio que atenaza más que ninguna otra cosa la libertad de quienes desarrollamos esta profesión en tan depauperada Institución, el saludable ejercicio de
la crítica interna se convierte en un suicidio profesional. Y por tanto, las cosas
siguen igual cada día, que es tanto como decir peor a cada momento. Decía
Nietzsche: “En todas las instituciones donde no corre el aire vivificante de la
crítica pública, brota como un hongo una corrupción inocente”. Lleva la
Guardia Civil toda su existencia sin este aire vivificante, con la mordaza fuertemente sujeta, de forma que la corrupción ya no es inocente, es la infección
más avanzada que sufre el Instituto y que la está matando irremediablemente
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sin que nadie haga nada por evitarlo. Pero esto es demasiado hasta para la
Guardia Civil.
¿Qué es lo único que puede salvar a la Guardia Civil de esta enfermedad que lleva camino de ser crónica? La desmilitarización de su estructura
y el reconocimiento y regulación de sindicatos o asociaciones profesionales
en igualdad de condiciones que otros cuerpos policiales, a través de un verdadero sistema de representación de los trabajadores, que goce del respeto que
toda organización que reúne a seres humanos con parecidos intereses, merece.
Y que vele y luche para que no se produzcan más errores nefandos, más abusos repugnantes. Que se ponga fin a la Ley del silencio y que permita avanzar
hacia la modernización y la democratización. ¿Será capaz de hacerlo el Gobierno de Zapatero? Yo, sinceramente, creo que no. Pero no sucederá ahora
como sucedió en el año 83. El vaso de la paciencia de los guardias civiles está
ya rebosante y así lo demuestra el alarmante resultado de las elecciones al
Consejo Asesor de personal, donde la tasa de abstención ha sido superior al
99%. AUGC no se quedará por detrás de las demandas de sus representados,
más de 23.000 guardias civiles en toda España, que ya están muy cansados de
ser la Cenicienta de los Cuerpos de Seguridad en España.
----------oo0oo---------(Publicado en El Mundo, edición nacional, 22 de noviembre de 2004)
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XVI. Aquilino Polaino es perverso
(Mayo 2005)
“Sumamente malo, que causa daño intencionadamente”. Así es como
define el diccionario de la Real Academia Española el adjetivo perverso. Y
así es como yo defino a este sujeto, Aquilino Polaino, que por encargo del
Partido Popular acudió ayer al Senado, donde insultó a los homosexuales
emitiendo expresiones homófobas, basadas en sus convicciones religiosas y
morales y en ningún caso en evidencias científicas.
Y la prueba de que mentía y de que lo hizo a conciencia, perversamente, fue la media sonrisa de sorna con la que acompañó su afirmación anticientífica de que la homosexualidad es una patología. Todos pudimos verle y
oírle realizar en la Cámara Alta una declaración contraria a los criterios de la
comunidad científica internacional, a la Organización Mundial de la Salud y
que le desacredita de plano para opinar como hombre de ciencia en una cuestión como esta.
Y después los homosexuales habremos de creer que la manifestación
organizada el pasado sábado día 18 por el foro de la familia, el PP y la Conferencia Episcopal, no estaba dirigida en contra de los homosexuales y a favor
de que se mantenga una discriminación intolerable…
En justa contestación el próximo día 2 de julio, centenares de miles
de ciudadanos y ciudadanas se manifestarán en Madrid para apoyar el proyecto de Ley que modifica el Código Civil y que permitirá que los homosexuales
y las lesbianas puedan contraer matrimonio. Matrimonio civil, por supuesto,
que es el único al que afecta la Ley. La Iglesia Católica puede seguir casando
y descasando a su voluntad a los católicos, como siempre ha hecho cuando le
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ha convenido. Pero a la sociedad civil no puede imponernos su única, distorsionada e irreal forma de ver la familia. Para evitarlo está el Parlamento,
donde mayoritariamente, con el único voto en contra del PP, el próximo día
30 se acabará con la discriminación existente. Serán muchos más manifestantes que los del foro de la familia. Y pedirán, y exigirán que sus familias
homoparentales también cuenten porque también son familia. Y que sus hijos
e hijas tengan los mismos derechos que los de las familias heterosexuales.
Igualdad. Ese concepto en el que no creen y por el que nunca ha
apostado ni la Iglesia, ni el foro de la familia, ni tantos otros que tan malévola
y perversamente mienten e insultan en el Senado.
----------oo0oo---------(Publicado en Diario de Mallorca)
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XVII. Problemas en la Guardia Civil de Tráfico
(Junio 2005)
“En los coches viajaban sólo los poderosos (…). Las demás gentes
no viajaban; y semejantes los hombres a los troncos, allí donde nacían, allí
morían”. Se podría decir que este relato de nuestro insigne autor romántico
don Mariano José de Larra es fiel reflejo de la sociedad de mediados del
Siglo XIX, pero tal cual andan las cosas del tráfico en España y en estos
tiempos, y si el Gobierno no pone remedio, parece que habremos de ser como
los troncos que citaba Larra, pues emprender un viaje, sobre todo y principalmente si cae en puente o si cae en fechas en las que la Dirección General
de Tráfico monta una Operación Salida o Retorno, que en la práctica viene a
ser como si el Gobierno decretara el toque de queda, es de una valentía digna
de alabanza. Decía Larra que “viajar por instrucción y por curiosidad (…)
eso ya suponía un hombre superior, extraordinario, osado, capaz de todo; la
marcha era una hazaña, la vuelta una solemnidad”. Así serán las cosas hoy
casi igual que hace 150 años en España, como nos descuidemos.
Estas navidades pasadas la DGT ya tuvo su primer aviso de que las
cosas no iban bien y sin embargo no reaccionó. Las excusas fueron variadas:
los continuos temporales, el mal tiempo, la nieve y el hielo. Incluso el Secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, apuntó la existencia de una
operación especial de prevención de actos terroristas como un factor a tener
en cuenta para justificar la insuficiente plantilla de la Guardia Civil de Tráfico. El propio Presidente del Gobierno tuvo que llamar la atención a sus subordinados, hasta el extremo de que es el único punto de autocrítica en su
gestión durante el primer año de gobierno socialista, lo que no deja de ser un
detalle de cierta soberbia.
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Y como de modo irresponsable, nada se hizo para corregir los errores, en esta última operación especial del puente del 1º de mayo las colas han
vuelto a ser kilométricas y las retenciones, tercermundistas. Pero lo peor es
que de no acometer medidas correctoras de forma urgente, volveremos a ver
este desolador panorama en los próximos días, cada principio y fin de los
meses estivales, durante las operaciones de salida y retorno de vacaciones.
La política del departamento que dirige Pere Navarro es muy cuestionable. La DGT ha volcado todas sus energías en endurecer las políticas
represivas y sancionadoras con medidas como el carné por puntos, los vehículos camuflados, los radares fijos y móviles (esos que según dice Navarro
bastan sólo 10 de ellos para hacer todo el trabajo de la Guardia Civil en materia en controles de velocidad). Pero en su afán por endurecer su política sancionadora, Navarro se ha dejado en el camino varias cuestiones importantes:
por un lado, se ha olvidado de que el principal activo para la actuación de la
DGT en nuestras carreteras son los agentes de la Guardia Civil de Tráfico. Y
si fallan los guardias civiles, como es obvio que está sucediendo, entonces
falla todo lo demás. Y por otro lado, al potenciar la política sancionadora, se
ha descuidado el resto de cuestiones de su departamento que no sean relativas
a las medidas punitivas, como el control y la fluidez del tráfico, lo que ha
favorecido el colapso circulatorio que hemos vivido.
¿Qué es lo que está fallando en la Guardia Civil de Tráfico? Desde
AUGC venimos denunciando con insistencia hace ya meses que los guardias
civiles de tráfico están desmoralizados, desmotivados y encima, son pocos y
cada vez menos por más que se diga lo contrario. La especialidad de tráfico
en la Guardia Civil ha pasado de ser una especialidad puntera a ser un destino
del que muchos quieren emigrar y poco apetecible, con una desbordante carga
de trabajo que generan los 26 millones de vehículos y los 22 millones de
conductores en España, con una presión laboral excesiva motivada principalmente por la política de la DGT de aumentar el número de denuncias; política
que es trasladada rigurosamente a los guardias civiles por sus oficiales, quienes sí están debidamente motivados ya que la práctica totalidad de ellos perciben un sobresueldo fijo en concepto de “productividad” que ronda los 600
euros al mes, cuando el 99% de sus subordinados carecen de incentivos a
pesar del ingente trabajo que realizan. El notable descenso de las denuncias
formuladas por los guardias civiles de tráfico desde febrero de este año, lo
que la prensa conoce como “huelga de bolis caídos”, es la medida más extrema y la más clara indicación de que las cosas no pueden ir peor a juicio de los
agentes, aunque es penoso que desde la Administración, tanto del DGT como
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el Director General de la Guardia Civil nieguen que exista malestar, como si
negar lo evidente fuera a solucionar el problema.
La DGT en su política de cara a la galería insiste en ofrecer datos
irreales sobre el número de agentes de la Guardia Civil de Tráfico que están
disponibles. En uno de los últimos comunicados de prensa se apunta: “El
dispositivo cuenta con la participación de todos los efectivos de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, unos 8.000 agentes que estarán de servicio”. La Agrupación de Tráfico cuenta con 8.647 agentes según el catálogo de
puestos de trabajo. Sin embargo, según nuestras estimaciones hay unas 500
plazas no cubiertas. Además, entre un 10-15% de la plantilla se dedica a labores burocráticas no operativas, lo que significa que entre 800 y 1.200 agentes
no prestan servicio en carretera. Además, entre un 5-10% de la plantilla están
de baja por enfermedad, lo que supone unos 400-800 agentes menos. Y por
último, el 20% de la plantilla presente, descontando a los que están de baja o
realizando algún curso, se encuentran de vacaciones. Sumando todo esto,
obtenemos que alrededor de 3.000 guardias civiles de tráfico no prestan servicio operativo, lo que reduce la cifra dada por la DGT en algo menos de la
mitad. Por tanto, y según nuestros datos, la cifra real de efectivos realizando
servicio operativo en carretera no llegaría ni siquiera a 5.000 guardias civiles
durante esta operación salida, cifra completamente insuficiente para hacer
frente a las contingencias de los 6 millones de desplazamientos previstos para
este último puente.
En nuestra opinión, el motivo principal del caos acaecido durante el
puente del 1º de mayo se debe fundamentalmente a la baja presencia de agentes uniformados en las carreteras. Y el Gobierno no puede negarlo, pues el
simple hecho de tener que recurrir a agentes destinados en seguridad ciudadana es la más clara constatación del desastre: no había suficientes guardias de
tráfico y hubo que echar mano de los guardias de rural, en detrimento de los
servicios de seguridad ciudadana que les son específicos.
Según declaró el Sr. Gómez Arruche, Director General de la Guardia
Civil el pasado día 19 de abril en la Comisión de Interior del Congreso, los
8.647 agentes que figuran en catálogo de puestos de trabajo serán ampliados
en un 4% en el bienio 2005-2006, hasta llegar a los 9.000 agentes. El objetivo, según el Plan Estratégico de Seguridad Vial 2005-2008 es llegar a los
11.000 agentes, incorporando 750 agentes cada año. Pero se le olvidó decir
cómo piensa hacerlo cuando los agentes abandonan la especialidad y la Academia de Tráfico de Mérida, en los últimos cinco cursos convocados no logra
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cubrir las plazas ofertadas. Por suerte para todos, Gómez Arruche y Navarro
se han apresurado a buscar la solución: reducir de uno a dos años el plazo
para ingresar en la especialidad de Tráfico desde la entrada en el Cuerpo.
Bonita manera de prestigiar la especialidad. Es simplemente lamentable…
Es imprescindible aumentar el número de agentes destinados en la
Agrupación de Tráfico y eso no sucederá si no se mejoran sus retribuciones,
sus incentivos y sus condiciones laborales, completamente insuficientes y
desestructuradoras de la vida familiar y social. También deben de establecerse
planes específicos de seguridad y salud laboral que consigan reducir las alarmantes tasas de accidentes en acto de servicio (recordemos que esta especialidad es la que presenta mayor mortalidad en acto de servicio de toda la
Guardia Civil) y de lesiones derivadas del trabajo.
La Agrupación de Tráfico ha dejado de ser una especialidad puntera
en la Guardia Civil y lejos de estar en un proceso de ampliación de plantilla,
como figuraba en los planes del Gobierno, se enfrenta a una importante regresión que compromete la seguridad vial. El Gobierno tiene en sus manos corregir esta preocupante situación y esperamos que lo haga pronto, pues esta es
la única manera de evitar el caos en las carreteras y que los españoles sean
semejantes a los troncos que decía Larra.
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XVIII. Homofobia
(Julio 2005)
He leído la columna de opinión del columnista de Última Hora Carlos Meneses Nebot, publicada en la edición del día 8 de septiembre, bajo el
título “sin armarios”. Es muy respetable la opinión del Sr. Meneses, si no
fuera por la constante falta de respeto que demuestra hacia los homosexuales.
Es lamentable que alguien que escribe periódicamente en un diario como el
Última Hora, haciendo uso privilegiado de su libertad de expresión, no demuestre ni el más mínimo respeto hacia aquellos que ejercen su libertad de
expresión diciendo públicamente lo que les venga en gana. Lamento profundamente leer cosas como esta en un diario como Última Hora.
Lo que le pasa al Sr. Meneses es que le molesta no la circunstancia
de que existan homosexuales, sino que no se escondan, pues precisamente a
eso se denomina “salir del armario”. Ni más ni menos. No es ningún alarde, ni
es hacer gala de nada, ni distingue ni deja de distinguir. Simplemente es
hablar libremente de una condición humana, tan humana y tan natural como
ser heterosexual.
Yo intuyo que el columnista habla del director de cine Alejandro
Amenábar, quien ha concedido una entrevista a la revista de orientación gay
Zero y donde se ha limitado a contestar libremente a lo que le preguntaban.
Afortunadamente en la actualidad si alguien nos pregunta sobre nuestra orientación sexual, muchos gays contestamos la verdad: si, soy gay. Y eso es lo
que al Sr. Meneses le molesta: no que haya gays, sino que lo digan y que no
se escondan. Esta es la única diferencia que existe en la actualidad. Durante
muchísimos años los homosexuales se han visto obligados a vivir de manera
contraria a su forma de ser y a ocultarse para no sufrir las iras de una sociedad
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que les odiaba y les perseguía. Por suerte, esto en gran parte ya no es así.
A la actitud que demuestra el Sr. Meneses se le llama homofobia.
Eso es lo que él es, un joven homófobo que además de ser un escritor mediocre cuyo único mérito es tener el apellido de su padre (buen escritor a diferencia de él), ejerce su libertad de expresión insultando a quienes se expresan
libremente sin descalificar a nadie, contestando libremente cuando son preguntados por alguien sobre su orientación sexual. Aunque está claro que para
el columnista el mero reconocimiento de que alguien es gay constituye un
insulto. Es fácil adivinar que, por lo que se desprende de su artículo, si él
pudiera, gaseara a todos los gays con insecticida, como hace con los mosquitos que no le dejan dormir. O que tratara de deshacerse de ellos a base de
golpes de paño de cocina…
No caeré en la tentación de decirle a qué acuden principalmente las
moscas, porque sería muy burdo y poco ingenioso. Pero forma parte de la
creencia popular en Mallorca que los mosquitos sólo pican a quien tiene la
“sangre sucia”. No sé si será este su caso, aunque por su experiencia con los
mosquitos que tanto le acechan, es fácil imaginarlo. De lo que estoy convencido es que lo que Vd. tiene muy sucia es su conciencia. De su educación ni le
hablo.
----------oo0oo---------(Publicado en Última Hora)
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XIX. Corrupción policial
(Julio 2005)
El miércoles día 5 de enero, noche de Reyes, un agente del Cuerpo
Nacional de Policía destinado en la comisaría de Leganés, murió víctima de
los disparos de un arma de fuego. Tras las primeras averiguaciones y al comprobar lo extrañas que parecían algunas de las circunstancias que rodeaban el
suceso, concluyeron que el fallecido formaba parte, junto a otro policía, de
una banda organizada que se dedicaba a la extorsión y al secuestro. Este
hecho puso de manifiesto lo que algunos no quieren ver: la corrupción policial existe. Pero no hay que rasgarse las vestiduras. Manzanas podridas puede
haberlas en todos sitios. Lo importante es permanecer vigilante y detectarlas
pronto, para procurar separarlas del cesto cuanto antes.
Según las cifras que se han conocido, el número de agentes de las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado detenidos por los servicios de
asuntos internos no es excesivo (29 agentes detenidos en el 2004, uno por
cada 4.000 funcionarios). Sin embargo, debiéramos preguntarnos si estas
cifras son bajas porque hay poca corrupción policial o porque son pocos los
recursos que la Administración dedica para investigar todos los casos que
surgen. Debemos, en cualquier caso, permanecer todos muy vigilantes.
La Asociación Unificada de Guardias Civiles quiso, desde su inicio
ya hace 10 años, significarse por su trabajo riguroso, serio y constante en la
defensa de los derechos laborales y profesionales de los funcionarios de la
Guardia Civil, pero también por la denuncia de los casos de corrupción de los
que hemos tenido conocimiento y que afectaban y afectan gravemente al
Benemérito Instituto, donde, debido a su característica de cuerpo policial de
naturaleza militar, sacar a la luz comportamientos de tipo corrupto es singu-
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larmente difícil, especialmente si tales casos son protagonizados por funcionarios que se valen de su superior posición en la cadena jerárquica y desempeñan mando. Esta actitud de vigilancia permanente y de denuncia de “compañeros” corruptos muchas veces no es bien entendida, incluso por nuestros
propios afiliados, pero es nuestra obligación llevar a cabo una política decidida en este aspecto. Así hemos querido ser, por el bien de la Institución.
Aún así y conscientes de que a veces nuestra organización puede
despertar recelos y no ser bien vista por algunos, no deja de sorprenderme la
virulencia de los ataques de algunas personas contra la Asociación profesional
de guardias civiles más antigua y numerosa, la Asociación Unificada de
Guardias Civiles, con más de 23.000 socios en sus filas y 10 años de historia,
que se ha destacado, pagando un alto precio en ocasiones, por la denuncia de
casos de corrupción en el seno de la Guardia Civil y por colaborar denodadamente con la Justicia para que tales procesos fueran aclarados.
Tristemente, la corrupción es un fenómeno consustancial al mundo
actual. La hay en todos los países, cualquiera que sea el régimen sobre el que
se sustente y es uno de los grandes peligros de cualquier Democracia, pues
contribuye al descrédito de las instituciones. La corrupción afecta inexorablemente al mundo de la política, al de las finanzas, a los organismos del
Estado y a cualquier capa social y sus efectos son peligrosos e impredecibles.
Nunca hay que bajar la guardia y debe ser perseguida sin descanso.
Las Fuerzas de Seguridad no se libran de esta lacra. Y aunque justo
es decir que suceden casos puntuales y de ningún modo se puede generalizar,
lo cierto es que existe y no contribuye a erradicarla el hecho de mirar hacia
otro lado o de criticar a las asociaciones que, como AUGC, tienen como uno
de sus fines prioritarios luchar contra toda actividad ilícita o corrupta.
Un guardia civil se encuentra procesado por haber facilitado supuestamente armas al comando terrorista que atentó contra los trenes en Madrid el
11 de marzo del año pasado. Estos asuntos son motivo de inquietud y de
profunda intranquilidad para todos, pues supone colocar a algunos miembros
de las Fuerzas de Seguridad al margen de la Ley, prevaliéndose de su cargo,
de su placa y de su uniforme, para cometer actos gravísimos contrarios a las
leyes con impunidad. Pero mayor inquietud y desasosiego supone que desde
algunos medios de comunicación se critique a las asociaciones y entidades
que luchan contra la corrupción, como AUGC. Es verdad, unas veces tenemos
éxito. Otras por desgracia, no. Pero sepan los ciudadanos que haremos lo que
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tenemos que hacer y es justo para que conductas ilegales no queden impunes,
sean quienes sean los que las lleven a cabo.
Nosotros no ponemos la mano en el fuego por nadie y recomiendo a
todos los lectores que aunque deben tener confianza en las Instituciones,
siempre se muestren vigilantes y atentos, pues los delincuentes en muchas
ocasiones no demuestran tener reparo ninguno, ni por instituciones ni por
uniformes, como no sea para aprovecharse de ellos y favorecer su impunidad.
----------oo0oo---------(Publicado en El Faro de Ceuta)
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XX. La crisis del orden público
(Julio 2005)
La seguridad pública, lo que hace algunos años se denominaba ‘orden público’, está en crisis. Los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad tenemos la misión constitucional de proteger el libre ejercicio de los
derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana. Para hacerlo, si el
caso lo requiere, somos los únicos funcionarios a los que el Estado ‘permite’
emplear el poder coercitivo de la fuerza, aunque para hacerlo hay que regirse
siempre por los principios de congruencia, oportunidad y proporcionalidad en
la utilización de los medios disponibles.
En ocasiones, el empleo de la fuerza no está suficientemente justificado, o se hace de manera arbitraria o desproporcionada. En esos casos se
produce una vulneración de derechos fundamentales y se atenta contra el
sistema democrático, atropellando a quienes ejercen libremente, por ejemplo,
su derecho a la libertad de reunión y manifestación.
Los funcionarios de policía deben ejercer su función con absoluto
respeto a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico y no deben
obedecer las órdenes que reciban cuando estas entrañen la ejecución de actos
que manifiestamente sean contrarios a la Constitución o a las leyes.
Los políticos que ejercen el mando de las Fuerzas de Seguridad,
pueden sentir la tentación de utilizar la fuerza para dificultar el ejercicio del
derecho de reunión cuando quienes se manifiestan lo hacen contrariamente a
sus intereses. La experiencia nos dice que en algunas ocasiones, esto ha sucedido y con relativa impunidad.
Este ataque a la democracia, perpetrado por quien debe defenderla,
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es motivo de indignación para quienes creemos en el Estado de Derecho,
aunque lo cierto es que tal comportamiento no extraña a nadie cuando se
comprueba como quien tienen el poder, apoya una guerra no autorizada por el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y envía tropas en misiones de
apoyo logístico a un conflicto al que, resuelta y pacíficamente, la gran mayoría de la población se opone y lo expresa, precisamente, ejerciendo su derecho de manifestación. Pero como dice el Profesor Saramago: “todo ciudadano tiene un punto de dignidad que no puede ser sobrepasado ni por la autoridad sin pagar un precio”.
Este es un ejemplo de crisis de valores democráticos por parte de
aquellos que creen que quienes opinan de forma diferente a ellos y lo proclaman en la calle, alteran el ‘orden público’. ¿Puede alguien explicarme…
quién altera aquí el ‘orden público’?
----------oo0oo---------(Publicado en la revista Zero)
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XXI. El PSOE y la Guardia Civil
(Julio 2005)
A punto de cumplirse un año del vuelco electoral que protagonizó el
PSOE, cada día constatamos la falta de un rumbo cierto y una dirección precisa en multitud de actos y decisiones del Gobierno. Es cierto y no se puede
negar que en algunas cuestiones el ejecutivo de ZP parece tener las ideas muy
claras, pero en otros temas no sabe uno muy bien qué pensar y hay quien
asegura que esta vez no vamos por ningún camino ni a ninguna parte.
Es evidente y a ningún guardia civil pasa desapercibido, que la mayoría de los proyectos estrella del PSOE que están en marcha o que recientemente han visto la luz, son heredados del Partido Popular: así, el Real Decreto que regula la aplicación de la normativa sobre prevención de riesgos laborales en la Guardia Civil tiene su origen en la etapa del anterior Director Santiago López Valdivielso. También el proyecto de nuevo régimen disciplinario
que hemos conocido últimamente, dimana del anterior Gobierno y viene a
empeorar la situación con respecto al reglamento disciplinario ya existente -y
conste que no es fácil-. También el proyecto que baraja el PSOE para regular
los derechos y libertades de los guardias civiles y el derecho de asociación
profesional parece ser heredero del que dejaron listo los populares antes de
abandonar precipitada e involuntariamente el Gobierno (perdone el lector la
redundancia, pues está visto y comprobado que todo abandono del poder ha
de ser involuntario). Igual sucede con la modificación del reglamento de
destinos para que las mujeres guardias civiles no lo pierdan si solicitan una
excedencia por maternidad, el cual tiene su origen en la anterior etapa política... y así todo.
Ahora se nos anuncia una Ley de la Defensa Nacional que venga a
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reforzar, un poco más si cabe, el carácter militar de la Guardia Civil. Justo lo
que hacía falta. Es justo lo que demandan los ciudadanos y también los
miembros de la Guardia Civil para mejorar la seguridad ciudadana y las libertades públicas. Justo lo se esperaba de un gobierno socialdemócrata… En
estas cuestiones, y a falta de un proyecto político propio de ideología progresista, la capacidad de plagiar que tiene el PSOE es inmejorable.
¿Puede alguien con dos dedos de frente cuestionar que es cosa buena
que en una democracia europea en pleno siglo XXI, un Cuerpo de Seguridad
siga siendo una pura emanación de las Fuerzas Armadas y dependa del Ministerio de Defensa? Es cosa buenísima y no hay por qué ponerlo en cuestión.
Aunque no hemos dicho para quién... Desde luego para los ciudadanos españoles, no.
El hecho de que la Guardia Civil es un Cuerpo de naturaleza militar
es una afirmación incontestable. Así lo ha querido el legislador y no hay más
que decir al respecto. Es algo bueno para el país y para la democracia que así
sea. ¿Quién podría ponerlo en cuestión?... Que un colectivo de casi 79.000
funcionarios del Estado no tengan prácticamente derechos laborales, no puedan organizarse en sindicatos para defender los poquísimos derechos que
tienen, no puedan expresarse libremente ni manifestar descontento, no puedan
negociar sus condiciones de trabajo, no puedan pedir colectivamente nada de
nada y además, los puedan meter presos en cárceles militares a las primeras
de cambio, eso es algo no bueno, sino buenísimo para todos.
En los Estados Unidos y en Inglaterra y en Holanda y en Alemania y
en Bélgica y en Dinamarca y en Suecia y en Austria y en Canadá y hasta en el
Japón y en Australia, no existe este tipo de policía militarizada, pero sabido
es el caos que en materia de seguridad reina en aquellos países y la falta de
disciplina y profesionalidad que rige en sus fuerzas de seguridad. Allí y aunque a nosotros no nos entre en la cabeza por escandaloso, un agente tiene los
mismos derechos que cualquier otro funcionario público. Bueno, aunque eso
realmente también sucede en algunas partes de nuestro país con los miembros
de las Policías Locales o la Policía Nacional o los Mossos d’Esquadra o los
Ertzaintzas o los Policías Forales. Y está claro que eso es un permanente foco
de problemas gravísimos y de quiebra de la jerarquía, de indisciplina, de
incumplimiento de las órdenes y vulneración de la legalidad. De anarquía, en
suma.
Ya se sabe que la liberad mal entendida tiene sus extremos, y noso-
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tros no debemos seguir las mismas huellas de los países demasiado libres,
porque vendríamos a parar al mismo estado de prosperidad y a idéntico o
parecido nivel de libertades individuales de aquellas naciones, nuestra Democracia sería mejor y está claro que eso sería malísimo para el interés general.
Al fin y al cabo, en esos países la destrucción de los recursos naturales y la
proliferación del despilfarro, son una prueba de su opulencia y de los altos
niveles de bienestar, lo que lleva a toda la sociedad a estar demasiado satisfecha como para preocuparse por los derechos de un colectivo de 79.000 servidores públicos. Buen argumento socialdemócrata y de izquierdas, ¿no creen?
Y yo me pregunto: ¿es tan difícil que un partido político de izquierdas reconozca a los miembros de la Guardia Civil, los mismos derechos laborales básicos que cualquier otro funcionario de policía en España tiene? ¿Va
eso, acaso, en contra de su ideología?... Lo que a mí me parece que contraviene su ideología es justo lo contrario.
----------oo0oo---------(Publicado en Las Provincias, Melilla hoy, Diario de Mallorca, Faro de Ceuta.)
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XXII. Arruche: un tremendo error
(Agosto 2005)
Desde la Asociación Unificada de Guardias Civiles tenemos fundadas dudas sobre el modelo policial que defiende y aplica el PSOE. ¿Tiene
claro el Gobierno de Zapatero qué sistema público de seguridad quiere y más
concretamente, el papel de la Guardia Civil en ese sistema? La verdad es que
históricamente, la gestión del PSOE con respecto a la Benemérita está repleta
de agujeros negros, pero ya empieza a ser desconcertante la facilidad que
acreditan los socialistas para perseverar en el error.
Una de las decisiones más controvertidas e inexplicables del Gobierno fue el nombramiento del General del Aire Carlos Gómez Arruche como
Director General de la Guardia Civil. Esta designación, que unos atribuyen a
una apuesta personal de ZP y otros a una decisión de Bono, fue motivo de una
agria polémica y nosotros ya la calificamos en su día como un tremendo error,
al romper la dinámica de situar a civiles al frente del Instituto Armado, que
había durado los últimos 18 años. Tras 15 meses desde su nombramiento,
Gómez Arruche ha confirmado las peores expectativas que sobre él podíamos
tener. La Guardia Civil le viene grande. Enorme. No está a la altura ni del
cargo ni de la Institución. Los generales del Cuerpo lo consideran un intruso y
por tanto, no le respetan. Los guardias civiles de base piensan que es un incompetente.
El Sr. Gómez Arruche ha demostrado tener una actitud completamente impropia de un director de la Guardia Civil. Con un comportamiento
paternalista totalmente trasnochado, no se ruboriza al afirmar con gran demagogia que él es “el padre de todos los guardias” y el primer interesado en
mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los guardias civiles. Y eso es
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falso: primeramente porque sus palabras no van acompañadas de hechos;
segundo porque los primeros interesados son ellos mismos y las asociaciones
que les agrupan, como AUGC; y en tercer lugar, porque aceptar esa premisa,
sería tan irreal como decir que el empresario es el máximo defensor de los
intereses de sus trabajadores. Este concepto, ampliamente arraigado en la
mentalidad de los altos mandos militares, es completamente arcaico y fuente
de uno de los principales problemas que arrastramos los componentes de la
institución.
Arruche elude sus responsabilidades sistemáticamente. Por ejemplo,
cuando gracias a su actuación poco respetuosa con la democracia, motivó la
dimisión de 30 vocales del Consejo Asesor de Personal (el 70% del total de
los miembros del Consejo, los cuales pertenecían a nuestra Asociación). Entonces y tras el oportuno proceso electoral, negó que las elecciones para la
renovación del Consejo Asesor hubiesen sido un fracaso, obviando que sólo
un exiguo 0,7% del electorado ejerció su derecho al voto y más del 50% de
ellos lo hicieron en blanco. Aún en estas circunstancias afirmó que el objetivo
de renovar el consejo se había cumplido. Puro autismo.
Arruche quedó en evidencia ante la Comisión de Investigación del
11-M, a la que compareció sin saber prácticamente nada de lo que se le preguntaba (en una de las escasísimas comparecencias en la sede de la Soberanía
Popular, como se han encargado de recordarle casi todos los grupos parlamentarios en la Comisión de Interior del Congreso el día 19 de abril) y escudó con su firma en un informe oficial remitido a la Comisión y con su testimonio las omisiones de importantes mandos del cuerpo en sus investigaciones
sobre la trama de los explosivos del 11-M y las revelaciones del confidente
Zouhier.
Arruche contradijo la versión del Ministro Alonso cuando afirmó
que el Teniente Coronel Rodríguez Bolinaga únicamente cometió un error sin
mala intención. Sin embargo, Alonso forzó su cese por ocultar la cinta magnetofónica encontrada en el Puesto de Cancienes con la grabación de la entrevista mantenida entre el confidente Lavandera y un guardia civil del Servicio
de Información. Sobre lo anterior, Arruche, en un alarde de irresponsabilidad
sin precedentes en la historia policial de este país, hizo pública a través de un
comunicado de prensa la identidad del confidente y del agente del Servicio
de Información. A partir de esta inaudita revelación por parte de quien tiene,
en todo caso, la mayor responsabilidad de velar por mantener el secreto de las
fuentes de información, tanto el confidente como el guardia civil se vieron
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gravemente perjudicados.
Arruche, en estos 15 meses desde que ocupa el cargo, no ha desarrollado ni puesto en marcha ninguna iniciativa para avanzar en la mejora de la
operatividad de la institución ni muchísimo menos en la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de los guardias civiles. Las pocas órdenes generales que ha firmado son todas de puro trámite o heredadas de su antecesor,
Santiago López Valdivielso, a quien ha conseguido que echemos tanto de
menos. Su acción directiva parece basarse únicamente en la asistencia al
máximo número posible de desfiles militares vestido con su flamante uniforme azul y en el anuncio de la creación de residencias geriátricas para el personal retirado. ¿Es esta la competencia e idoneidad que anunciaba la Vicepresidenta del Gobierno cuando defendía la designación de Arruche? ¡Ah!... se
nos olvidaba que sabe idiomas y que en la corta distancia es un tipo muy
campechano…
Tenemos que reconocer que encontrar un buen director para la
Guardia Civil es tarea difícil. Arruche es un dirigente sin ninguna iniciativa ni
sensibilidad política para tratar la situación de fuerte conflicto interno que
vive la Guardia Civil, como no sea para empeorarla. Ya lo demostró cuando
AUGC convocó una peregrinación al Pilar de Zaragoza y tuvo que ser la
Secretaría de Estado de Seguridad quien le salvara los muebles in extremis
una vez más. Claro que a nadie puede extrañar todo esto, ya que es antológica
y está contrastada, por desgracia para todos los españoles y aún más para los
guardias civiles, la habilidad de los socialistas para acertar en el nombramiento de los directores generales del Instituto.
Pero la gota que ha colmado el vaso ha sido la gestión de la crisis de
Roquetas por parte del Sr. Arruche. Tras la comparecencia del Ministro Alonso en la Comisión de Interior el día 11 de agosto, y con las revelaciones ofrecidas por él, el clamor interno y externo para que Arruche dimita se hace
ensordecedor, aunque no lo hará pues ya ha demostrado en otras ocasiones su
severo autismo. No informó al Ministro del Interior de las informaciones de
que disponía con respecto a lo sucedido en Roquetas de Mar hasta que le
llamó su superior jerárquico. Hizo unas declaraciones intolerables que no
pueden enmarcarse en un simple error, dado que pretendió quitar hierro a la
gravedad de la situación, minorando su trascendencia y manifestando una
posición condescendiente con el supuesto máximo responsable de los hechos,
cuando ya tenía datos suficientes en su poder de que aquel había intentado
dificultar la investigación interna.
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Arruche no puede seguir en el cargo ni un día más. Carece de apoyos
políticos y su imagen pública no puede estar más en entredicho. Todos los
grupos parlamentarios de la oposición han censurado su actuación gravemente. Incluso el Secretario de Organización del PSOE, José Blanco, ha declarado que las explicaciones de Arruche eran del todo insuficientes, lo que nos
lleva a pensar que ZP no quiere cesarle, aunque sí quiere que él dimita. La
prensa escrita le ha dedicado sus mejores editoriales y no cuenta ni siquiera
con el apoyo de las asociaciones de guardias civiles ni tampoco con la cúpula
de mando de la Guardia Civil.
Cada día que pase sin que sea removido del cargo, será la Guardia
Civil la que pague las consecuencias. La figura del Director General del Instituto es tan importante en su organigrama, que verle agonizando políticamente
de esta forma, salpica a toda la institución en su espíritu, moral y disciplina.
Aunque hay que reconocerle un único mérito excepcional: haber puesto de
acuerdo al PSOE y al PP en solicitar su dimisión.
Como dice el artículo 77 de las Reales Ordenanzas (lamentablemente aún de aplicación en la Guardia civil), “La condición esencial del que ejerce mando es su capacidad para decidir; su acción más eficaz se logra por el
prestigio, la exaltación de las fuerzas morales y la manifiesta preocupación
por sus subordinados”. Ninguna de estas cualidades mantiene ya Gómez
Arruche. Y si en algo respetara la institución de la que ha sido máximo responsable durante estos últimos 15 meses, algo de lo que tenemos serias dudas,
se marcharía de inmediato a su casa. No le queda otra salida.
----------oo0oo---------(Publicado en El Mundo, 26 de agosto de 2005)
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XXIII. Reconocer derechos no es desmilitarizar
(Agosto 2005)
Tras ser elegido Secretario General de la Asociación Unificada de
Guardias Civiles (AUGC) el 30 de septiembre pasado, en la intervención que
tuve oportunidad de realizar ante los representantes de 25.000 guardias civiles
de toda España, insistí en que empezaba una nueva etapa en la Asociación
mayoritaria de guardias civiles. Esta nueva etapa se caracterizará por la defensa implacable de la Constitución y de los Derechos fundamentales que en
ella se reconocen para todos los ciudadanos, también para los trabajadores de
la Guardia Civil, pese a quien pese. Esto es precisamente lo que hicimos 192
agentes de la Guardia Civil el pasado día 5 de diciembre, vistiendo nuestro
uniforme reglamentario, con orgullo, con dignidad y con responsabilidad, al
presentar una queja ante el Defensor del Pueblo en Madrid. Y tan mal no lo
habremos hecho y alguna razón tendríamos, cuando tan sólo 48 horas después, el director general de la Policía y de la Guardia Civil, Joan Mesquida,
ordenaba a toda la cadena de mando que no se vuelva a sancionar con arresto
ninguna infracción disciplinaria. ¿Se habría producido esta orden de no haber
llevado a cabo la presentación de la queja ante el Defensor del Pueblo del
modo en que se hizo? Seguro que no.
El Sr. Ussía en un artículo publicado en La Razón el día 8 de diciembre titulado “La manipulación verde” nos acusaba de pretender la desmilitarización de la Guardia Civil con nuestra acción ante el Defensor del
Pueblo. Lamentablemente, hay quien de forma errónea entiende y he aquí
nuestro verdadero problema, que reconocer derechos fundamentales recogidos en la Constitución (de los que ahora carecemos o que tenemos severamente restringidos por normas preconstitucionales) supone desmilitarizar la
institución. Y por eso se oponen a que el Gobierno actualice nuestro estatuto
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profesional. Y por eso el Gobierno cede, porque no quiere cargar con la “acusación” de ser el Ejecutivo que desmilitarice el Instituto Armado.
En nuestra Asociación –al igual que el Consejo de Ministros de la
Unión Europea que ya en el año 2002 aprobó el Código Europeo de Ética de
la Policía– entendemos que el personal de policía debe beneficiarse, por regla
general, de los mismos derechos civiles y políticos que los demás ciudadanos,
y que sólo son posibles restricciones a estos derechos si son necesarias para el
ejercicio de las funciones de la policía. Es evidente que ahora no sucede porque el resto de cuerpos de policía en España realiza sus funciones constitucionalmente idénticas a las de la Guardia Civil con toda normalidad y sin
embargo, no se ven sometidos a una injustificada restricción en sus Derechos
fundamentales: pueden tener sindicatos, no tienen el derecho de asociación
restringido, no son privados de libertad por sus superiores jerárquicos, pueden
realizar peticiones colectivas y negociar sus condiciones de trabajo, gozan del
derecho a la libertad de expresión y de libre circulación por el territorio nacional, y me detengo aquí porque la lista es muy extensa.
“Si la Guardia Civil pierde su condición militar, mejor es que desaparezca”, afirma el Sr. Ussía. Y en esta frase lapidaria recoge resumidamente la forma de pensar de la cúpula militar de este país. No caen en la cuenta de
que lo que nos lleva irremisiblemente a la desaparición de la Guardia Civil es
el mantenimiento de su obsoleto régimen militar, decimonónico y semiesclavista, porque ya sabemos a dónde nos conduce el pétreo inmovilismo militarista en el que nos tienen instalados y lo demuestran las cifran incontestables
de bajas psicológicas (17.000 en los últimos 10 años); de intentos de suicidio
(438 en la última década, uno cada 10 días); las 4.000 bajas del Cuerpo por
motivos psicológicos antes de la edad reglamentaria; los 356 agentes condenados por tribunales militares en aplicación del mismo Código Penal Militar
que se aplica a los miembros de La Legión en Afganistán; los más de 200
ingresados en prisiones militares; los 46.900 guardias civiles expedientados
desde 1.994, de los cuales 32.000 han sufrido castigos privativos de libertad
que vulneraban los derechos humanos; etc.
Dice el Señor Ussía: “El que quiere ser guardia civil sabe lo que
busca y lo que encuentra, muchos más deberes y sacrificios que derechos y
canonjías”. Esta es la declaración pública más clara que hemos visto en muchos años de desprecio absoluto a la Constitución y a los Derechos fundamentales en ella reconocidos y a que estos jamás entren en las casas cuartel. Porque reitero que sólo eso pedimos: Derechos constitucionales. Y no dejaremos
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de pedirlos: de uniforme o de paisano; en público o en privado. No canonjías,
que no somos nosotros quienes las piden aunque son otros quienes las disfrutan en la Guardia Civil desde hace 162 años y por eso no quieren Derechos
constitucionales. Seguiremos luchando por nuestra dignidad y por nuestros
Derechos, porque a la postre lo que defiende el Sr. Ussía y los que como él
piensan, es que los guardias civiles debemos tener menos derechos laborales
que el resto de los trabajadores de la seguridad pública, debemos ser castigados más severamente, debemos cobrar considerablemente menos, a cambio de
jornadas mucho más largas, debemos vivir y trabajar en casas cuartel destartaladas y en ruinas, no debemos tener los mismos medios materiales para desempeñar nuestra labor, etc.
Resulta cuando menos curioso que el mismo columnista que nos acusa de malvestir el uniforme aplaudía entusiasmado las declaraciones del general Mena durante la celebración de la Pascua Militar en enero del año pasado.
Y donde allí defendía la libertad de expresión, ahora nos exige –no a 192,
sino a 25.000, pues 25.000 son ‘los míos’ y yo, como dice el Sr. Ussía– que
abandonemos la Benemérita institución. Piense qué quedaría de la Guardia
Civil si lo hiciéramos… aunque el Sr. Ussía y algunos otros prefieren ver
antes a la Guardia Civil moribunda a que la Constitución, la Democracia y la
modernidad entre en los cuarteles de la Guardia Civil.
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XXIV. La Guardia Civil en Ceuta y Melilla
(Septiembre 2005)
Desde la Asociación Unificada de Guardias Civiles llevamos cerca
de ocho años denunciando las dificilísimas condiciones en que los agentes de
los perímetros fronterizos de Ceuta y Melilla desempeñan su importante labor. Víctimas de lesiones al repeler los intentos de entrada en territorio nacional y con la obligación de interponerse entre Europa y los inmigrantes que
huyen de la pobreza, la enfermedad, etc. No es fácil y resulta peligroso. Además, debe hacerse en unas condiciones desfavorables, casi de modo medieval,
como se repelen los asaltos a los castillos en las películas, de noche, con poco
personal y además, respetando escrupulosamente los derechos humanos de
aquellos que se juegan la vida lanzándose contra alambradas de espino.
Debe conjugarse, por tanto, la misión benemérita del auxilio al necesitado y de impedir la entrada a España. Terrible dilema en todo caso. Últimamente observamos un factor nuevo: la planificación de los asaltos. Lo
hacen en grupos numerosos, por los lugares con menos impedimentos, pertrechados con escalas que fabrican rudimentariamente e intentándolo en oleadas.
Esta minuciosa preparación debe ser combatida desde los montes donde los
inmigrantes acampan y malviven, y para ello es imprescindible la colaboración mucho más comprometida de Marruecos.
Se anuncia el refuerzo del contingente. Pero además, el personal debe estar cualificado para el control de masas. El despliegue del Ejército entre
las dos vallas puede ser disuasorio, pero incrementa el riesgo de que tanto los
asaltantes como los “defensores” resulten lesionados, dado que carecen del
material necesario y también del entrenamiento para tareas policiales. El
refuerzo debe ser permanente. Marruecos debe implicarse más en la lucha
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contra la inmigración ilegal, por ejemplo con la formación de patrullas conjuntas de Guardia Civil y Gendarmería. Debe estudiarse que los inmigrantes
que salten la valla, sean devueltos inmediatamente, puesto que el simple
hecho de pisar suelo español es para ellos la garantía de un mundo mejor que
el que tienen en sus respectivos países. Mientras eso no suceda, la pobreza
seguirá siendo una inmejorable motivación para arriesgarse saltando una
alambrada de espinas.
----------oo0oo---------(Publicado en el periódico La Razón, el día 30-09-2005)
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XXV. Problemas en la policía de Eslovaquia
(Diciembre 2005)
El pasado día 3 de diciembre, días antes de que centenares de guardias civiles llevaran a cabo movilizaciones en todo el país reclamando la
plena aplicación de la Constitución en su ámbito de trabajo, tuve el honor de
participar en Bratislava representando a los funcionarios de policía de España, en un Comité Extraordinario de EuroCOP. La Confederación Europea de
Policía (EuroCOP) es una organización internacional a la cual pertenecen 28
organizaciones de 20 países de Europa: Italia, Grecia, Mónaco, Luxemburgo,
Reino Unido, Bélgica, Alemania, Lituania, Eslovaquia, Dinamarca, Noruega,
Finlandia, Islandia, Suecia, Irlanda, Suiza, Eslovenia, Austria, Rumanía y
España. Actualmente EuroCOP representa a más de 600.000 funcionarios de
Policía de Europa.
Así pues, EuroCOP es una Confederación de sindicatos y asociaciones de policías en Europa que tiene como objetivos principales promover,
defender y desarrollar la profesión de policía y el papel del servicio policial
como un cuerpo público civil, democráticamente controlado, con el deber de
defender la democracia y garantizar la seguridad pública; ayudar a los miembros de la organización en su trabajo, en el bienestar para sus miembros respecto a problemas que afectan a las condiciones de empleo o deberes de policía; y representar a los trabajadores de policía de Europa con una sola organización de gran alcance. La organización tiene su oficina principal en Luxemburgo y goza del status de órgano consultivo en el Consejo de Europa (ver su
página www.eurocop-police.org)
En España, forman parte de EuroCOP el Sindicato Unificado de
Policía (SUP), ErNE (Sindicato Independiente de la Policía Vasca - Ertzaint88
za), la Federación Estatal de Servicios y Administraciones Públicas de
CC.OO. (FSAP-CCOO) y la Asociación Unificada de Guardias Civiles
(AUGC), todos ellos formando parte de FESPOL (Federación Española de
Sindicatos de Policía); además del sindicato ELA-Ertzaintza y el Sindicato de
Policías de Cataluña (SPC-CC.OO). La AUGC se integró en FESPOL en el
año 2002.
El motivo de la celebración de un Comité Extraordinario de EuroCOP en Bratislava fue mostrar el apoyo de todas las organizaciones integrantes hacia la dificilísima situación que viven los policías de la República de
Eslovaquia. En aquel país de la Unión Europea, el gobierno y concretamente
el ministro del Interior, Vladimir Palko, están impulsando una reforma de su
modelo policial que pretende remilitarizar a la policía del país y someterla a
la jurisdicción de los tribunales militares, lo cual es un evidente atropello a
los derechos profesionales y laborales de los agentes. La policía en Eslovaquia es actualmente, como en la gran mayoría de los países de la Unión, de
carácter civil. Los policías gozan de los mismos derechos que cualquier ciudadano, sin restricciones indebidas a sus libertades y según sabemos, el motivo de la pretendida remilitarización de la policía es atajar y poner fin a la
campaña de reivindicaciones, básicamente salariales, que ha puesto en marcha
el principal sindicato de la policía eslovaca, el Ozp (Odborový Zväz Polície).
Su máximo dirigente, Miroslav Litva, ha sido degradado de su rango por
mostrar una opinión contraria a la mantenida por el ministro del Interior, lo
que ha motivado una espiral de movilizaciones de los agentes seguida de las
correspondientes amenazas de sanciones disciplinarias contra todos ellos por
parte de las autoridades.
Como se puede ver, el panorama que tienen delante nuestros colegas
eslovacos es muy preocupante y por ello, los miembros de EuroCOP nos
hemos solidarizado con sus justas reivindicaciones y así se lo hemos hecho
saber al ministro del Interior a través de nuestro presidente, el alemán Heinz
Kiefer, quien mantuvo una tensa reunión con el ministro Palko y le conminó a
echar marcha atrás con sus amenazas y con las sanciones adoptadas contra
Miroslav Litva. En caso contrario, EuroCOP denunciará la situación al Consejo de Europa, pues consideramos que la política emprendida por el gobierno eslovaco contraviene gravemente la normativa europea en materia de libertades públicas y de respeto a los derechos humanos, además de numerosas
resoluciones del Consejo.
La situación por la que atraviesan nuestros colegas eslovacos no nos
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es extraña a los guardias civiles y por eso nos hemos solidarizado con ellos.
Sabemos perfectamente lo que significa ser policía y realizar funciones de
policía y sin embargo ser tratado como un soldado y ser sometido a la jurisdicción militar y a la normativa castrense. Esta “esquizofrenia” es causa de
innumerables problemas, como el elevadísimo número de bajas laborales por
motivos psicológicos o la alarmante cifra de conductas suicidas que afecta a
la Guardia Civil, y no es sinónimo de eficacia en la labor policial, sino todo lo
contrario. Así lo consideran la mayor parte de los países de nuestro entorno
como los citados anteriormente. Los policías deben disfrutar los mismos derechos que el resto de trabajadores, incluido el derecho a la libertad sindical,
a la negociación colectiva, a la libertad de expresión, a la libre circulación por
el territorio nacional, etc. cosa que ahora mismo no sucede en España, en el
caso de la Guardia Civil. Si la función constitucional de cualquier cuerpo de
policía es proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades reconocidos
en la Constitución, ¿cómo pueden los guardias civiles defender unos derechos
de los que ellos mismos están privados? La situación actual es un anacronismo, una rémora del pasado franquista contra el que llevamos muchos años
luchando y por eso hemos apoyado a nuestros colegas eslovacos.
La tentación de tener un cuerpo de policía militarizado de 70.000
agentes desplegado en todo el país, sin apenas derechos laborales y sin sindicatos, recluidos con sus familias en guetos, la mayoría de los cuales no reúnen
las mínimas condiciones de habitabilidad, con sueldos bajos y sin los medios
adecuados para desarrollar su labor, es una tentación muy grande para cualquier gobernante. Pero ¿es eso admisible en pleno siglo XXI y en un país de
la Unión Europea? Nosotros consideramos, al igual que la práctica totalidad
de países de nuestro entorno, que no es tolerable tal situación y mucho menos
que un gobierno que se denomina socialdemócrata y de izquierdas como el
que tenemos en España, promueva para los guardias civiles un régimen laboral tan abusivo que en ocasiones se asemeja tanto a un sistema esclavista. El
presidente Zapatero manifestó al tomar posesión de su cargo que esta iba a ser
la legislatura de las libertades, pero ¿se refería también a las de los guardias
civiles o una vez más el PSOE piensa excluirnos?
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XXVI. El general Mena, la Guardia Civil y el poder
(Enero 2006)
El Presidente de la Asociación Unificada de Guardias Civiles, Fernando Carrillo, remitió el pasado día 27 de diciembre una carta al Presidente
del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y a todos y cada uno de los
miembros del Comité Ejecutivo Federal del PSOE, denunciando la “insubordinación” de la cúpula militar de la Guardia Civil con el general Gómez
Arruche al frente. AUGC considera que el flagrante incumplimiento del programa electoral del PSOE respecto a las reformas en la normativa de la Guardia Civil que permitan una desmilitarización progresiva, se debe, como así lo
ha reconocido el propio Sr. Martínez Sanjuán, portavoz socialista en la Comisión de Interior del Congreso de los Diputados, a “resistencias históricas” de
la cúpula militar de la Institución.
Nuestra Asociación, con más de 24.000 guardias civiles afiliados,
viene denunciando desde hace tiempo que la Guardia Civil se ha constituido
en un “estado” dentro del Estado y que no está sujeta, en muchas ocasiones,
ni a las leyes ni al poder civil, obstruyendo y dificultando, cuando no impidiendo, cualquier movimiento democratizador que permita progresar en los
derechos laborales, sociales y profesionales de los guardias civiles.
La carta remitida al Sr. Rodríguez Zapatero y al PSOE fundamenta la
posición de nuestra organización en hechos contrastados, no en meras opiniones. Ya en abril del año 2003 el anterior director general, Santiago López
Valdivielso (PP) tras detectar la necesidad de abordar reformas suprimiendo
los arrestos y regulando el asociacionismo, se mostraba públicamente a favor
de hacerlo, pero no encontró apoyo en la cúpula de mando del cuerpo, ni
tampoco en su propio partido. Todo lo contrario. Y merece la pena destacar
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que el hecho de que no se haya llevado a cabo ninguna reforma, casi tres años
después de que el máximo responsable de la Institución detectase el problema
y propusiese soluciones para abordarlo, eso tiene un nombre: inmovilismo
absoluto.
El discurso del teniente general del Ejército José Mena, pronunciado
con motivo de la Pascual Militar, refuerza nuestro mensaje de alerta, ya que
es parecer de AUGC que mientras la democracia no entre en los cuarteles
militares (incluyo aquí a los de la Guardia Civil) cualquier mando podrá creerse con el derecho de hablar en nombre de sus subordinados, cuando no es
así en absoluto. El general Mena habló en su propio nombre y a lo sumo, en el
de los integrantes de los foros de opinión que acostumbra a consultar, que
sólo él sabe quiénes son, y nada más. No puede atribuirse legítimamente una
representación que no tiene. Mena incumplió, en nuestra opinión, su deber de
neutralidad política y además, realizó una amenaza velada a toda la sociedad,
con respecto a la intervención del Ejército si una ley, en este caso un Estatuto
de Autonomía, es aprobada por el Parlamento. Y tal cosa es intolerable en
democracia, porque el Estado de Derecho tiene mecanismos suficientes para
hacer que cualquier ley respete la Constitución y esos mecanismos a los que
me refiero no son ni la intervención de las Fuerzas Armadas ni el uso del
armamento que estas acostumbran y están encargadas de manejar. Por actos
infinitamente menos trascendentes y graves, decenas de guardias civiles cada
año son encarcelados en la Prisión Militar de Alcalá Meco en cumplimiento
de sentencias dictadas por Tribunales castrenses. Y puedo garantizar que en
condiciones mucho más indignas que las que suponen 8 días de arresto domiciliario en el domicilio de un general.
Ya durante el Imperio Romano a los legados que estaban al frente de
los ejércitos no se les permitía dedicarse a la política ni comparecer ante el
Senado en calidad de jefes militares como no fuera con una ley especial que
lo autorizara previamente. Por ello y como prevención para mantener y guardar su autoridad civil, a la cual tenían en muy alta estima, las leyes romanas
obligaban a sus generales a disolver sus legiones antes de entrar en Roma o
dejarlas acampadas antes de cruzar el río Rubicón. Si el teniente general Mena quiere dedicarse a la política, que lo haga. Pero previamente debe “disolver sus legiones o dejarlas en el Rubicón”, eso es dejar el servicio activo y
retirarse. Fijémonos en el caso de Ariel Sharon o de Ehud Barak en Israel, o
Colin Powell en EE.UU. Fueron distinguidos generales y dejaron la milicia
para hacer política. ¿No es curioso que en España no haya apenas militares
que decidan dejar los ejércitos y dedicarse a la política? En mi opinión, aquí
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esto no ocurre porque en España no necesitan dejar la carrera de las armas
para influenciar en la vida política. Constantemente lo hacen, aunque los
ciudadanos no lo ven porque lo hacen de manera soterrada, lo cual es muchísimo peor. Es lamentable pero es así.
‘El Mundo’ ya informaba el 27 de mayo de 2002 que el entonces director general López Valdivielso consideraba necesario modificar el Régimen
Disciplinario de la Guardia Civil y suprimir las sanciones de privación de
libertad, entre otras medidas para modernizar y democratizar la institución.
¿Por qué no lo hizo? Porque la cúpula militar de la Guardia Civil se opuso a
cualquier medida que no fuera el inmovilismo total porque son conscientes de
que cualquier reforma pone en peligro su sistema cuasi-feudal de dirigir la
Institución y por eso, el inmovilismo pétreo es la circunstancia que en el ámbito interno viene caracterizando la Institución en sus ya 162 años de historia
y que amenaza ya su futuro porque las cosas no pueden seguir así cuando ya
existe un hondo clamor, tanto interno como externo, que exige cambios.
Casi cuatro años después, y por más que figura en el programa electoral del PSOE de forma clarísima e indubitada, por más que destacados dirigentes socialistas como Jesús Caldera, Diego López Garrido o José Blanco lo
anunciaron y se mostraron a favor, las reformas siguen sin llevarse a cabo. Ni
nuevo régimen disciplinario, ni regulación del asociacionismo. El programa
de gobierno sigue sin cumplirse en lo relativo a la Guardia Civil. Otra vez. Y
eso, en nuestra opinión, se debe a que la cúpula militar lo impide. ¿No es lo
que hicieron al forzar una reunión los generales de la Guardia Civil destinados en Madrid y el general Gómez Arruche con el ministro del Interior el día
22 de abril de 2005, días después de conocer las declaraciones de José Blanco, afirmando que el PSOE trabajaba en la desmilitarización de la Guardia
Civil? Por lo menos, es lo que parece… ¿Quién manda entonces en España, el
Gobierno o los militares? ¿Están realmente subordinados los militares al
poder civil? Nosotros consideramos que no y así se lo hemos trasmitido al
Presidente del Gobierno. Y mientras esto no cambie, nuestra democracia es
una democracia tutelada y secuestrada en parte por los militares a los que el
mismo Estado ha confiado el uso de las armas y el monopolio del uso legítimo de la fuerza para su protección y defensa. Ya el artículo 12 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 avisa del peligro:
“La garantía de los derechos (...) necesita una fuerza pública. Esta fuerza se
instituye, por tanto, para beneficio de todos y no para la utilidad particular de
aquellos que la tienen a su cargo”.
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XXVII. Si usted sufre acoso, no denuncie
(Enero 2006)
Querida lectora,
Imagínese por un momento que usted trabaja en una empresa desde
hace tiempo y que un día llega a su puesto de trabajo un nuevo jefe. Usted es
joven y es atractiva, y está felizmente casada, lo cual no parece importarle en
demasía a su nuevo jefe. Él empieza a observarla extrañamente, a declararse
“misógino”, e incluso a proferir otras expresiones machistas y poco respetuosas con usted, tanto a solas como delante de otros compañeros del trabajo.
Algunas veces se atreve a tanto que llega a insinuarse sexualmente sin ningún
pudor.
Usted, ya un poco harta de la situación, le dice a su jefe que se abstenga de dirigirle la palabra para cualquier otra cosa que no sea concerniente
al trabajo. Sin embargo, él, muy ofendido en su hombría decide darle una
lección y empezar a acosarla laboralmente, a discriminarla a la hora de librar
los días festivos y los domingos, e incluso a ordenarle auténticas barbaridades, como por ejemplo limpiar un vehículo a cuatro grados bajo cero. En
suma, a abusar de su autoridad por el mero hecho de que usted no ha accedido
a sus pretensiones deshonestas. Usted siente que no puede soportar la situación ni un día más, ya que le está afectando a su salud y acude a su médico, el
cual le extiende una baja por enfermedad de tipo psicológico y le receta un
tratamiento de fármacos que quizás puedan a ayudarle a dormir por las noches, cosa que hace tiempo que no consigue hacer con normalidad, o a que
usted deje de tener taquicardia y otros síntomas propios de la ansiedad cada
vez que su jefe está cerca.
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Al cabo del tiempo, y animada por la publicidad institucional de las
diferentes Administraciones Públicas, del ministerio de Trabajo y del Instituto
de la Mujer, usted acaba por consultar el asunto con su sindicato, el cual le
asesora jurídicamente y le aconseja que acuda al Juzgado de guardia a denunciar el asunto, pues cuentan con abundantes pruebas sólidas y también con el
testimonio de numerosos compañeros del trabajo que han sido testigos de los
abusos.
Acude al juzgado, presenta la correspondiente denuncia y su caso
llega a ser conocido por algún avezado periodista, que lo considera lo suficientemente noticioso como para dar cuenta de él ante la opinión pública. Los
responsables de su empresa, con gran indignación, la citan a usted, y le comunican que han decidido sancionarla con un día de su sueldo por haber
acudido al juzgado, invocando una norma interna de otra empresa que nada
tiene que ver con usted ni con el trabajo que venía desempeñando y que además es preconstitucional, y acusándola de no haber acudido a sus jefes superiores a denunciar los abusos, aunque usted siempre pensó que hacerlo hubiera sido peor, dado que todos los trabajadores del centro conocían lo que sucedía y a los responsables no pareció importarles nunca ni decidieron indagar.
Total, que usted tenía que haber lavado los trapos sucios en casa y no haber
acudido tan ligeramente al juzgado, donde ya se sabe que quizás acaben condenando a sus superiores y declarando que la empresa pudiera tener algún
tipo de responsabilidad ante lo sucedido. Quién sabe…
Esta narración que pudiera parecer un caso ficticio, no lo es. Y no
sólo es absolutamente real, sino que la empresa donde esto ha sucedido es el
Benemérito Instituto de la Guardia Civil.
Esta sinrazón es una de las tantas que el obsoleto régimen disciplinario de la Guardia Civil permite y alienta, para que a ningún agente se le ocurra
denunciar nunca, ni interna ni externamente, a un superior jerárquico, pues
estas son las consecuencias que tal atrevimiento acostumbra a acarrear a quien
osa rebelarse contra los abusos cometidos bajo el amparo de la jerarquía. De
hecho, este es el principal objeto del absurdo régimen disciplinario que el
PSOE prometió modificar, aunque de momento no lo hace: mantener una
disciplina mal entendida, que ampara a los jefes y subyuga a sus subordinados, cercenando cualquier derecho que estos crean tener. Ahora resulta que en
la Guardia Civil no se tiene ni siquiera el derecho a denunciar una situación
de acoso ante el juzgado.
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Todas las agentes femeninas deben aprender la lección. Si alguna
vez les sucede algo así a ustedes, cállense la boca. Aguanten lo que se les
ponga por delante. Sean disciplinadas y si pueden, hasta complacientes, y
verán como no tendrán problemas… ¿No parece increíble?
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XXVIII. La Guardia Civil sin aire acondicionado
(Febrero 2006)
Desde que formo parte del equipo directivo de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) he conocido tres Delegados del Gobierno
en Baleares: Catalina Cirer, Miquel Ramis, y Ramón Socías. Con todos ellos
mantuve una relación cordial y amable. Y a todos ellos les pedí siempre lo
mismo: no trate a los guardias civiles de forma distinta a como trataría a cualquier otro funcionario público dependiente de la Delegación del Gobierno.
Todos ellos prometieron hacerlo, aunque debo reconocer que no todos lo
cumplieron con la misma rigurosidad.
Con no poca frecuencia, nos encontrábamos con dependencias e instalaciones en pésimo estado, que de ningún modo hubieran podido ser utilizados como centro de trabajo para funcionarios civiles, porque no reunían las
más mínimas condiciones y porque los sindicatos hubiesen denunciado la
situación ante la Inspección de Trabajo. En la Guardia Civil carecemos de
estos mecanismos y las Autoridades acostumbran a tratar de peor modo a los
agentes, que ya están muy habituados a trabajar de forma mucho más penosa
y con peores medios de los que tiene cualquier otro funcionario. Es conocido
que la naturaleza militar de la Guardia Civil nos impide pertenecer a sindicatos y aunque es verdad que ahora existe la AUGC, que aspira a convertirse en
Asociación Profesional si el PSOE quisiera cumplir su programa electoral en
lo relativo a la Guardia Civil, tenemos muchas dificultades a la hora de reivindicar mejoras o de denunciar situaciones injustas.
El Diario de Mallorca del día 10 de febrero deja constancia de una
visita del Delegado del Gobierno Ramón Socías y del Coronel Jefe de la
Guardia Civil, Javier García Peña, junto al Alcalde de Inca, Pere Rotger, a las
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obras del que será nuevo cuartel de Inca. Y algo que a cualquiera le puede
parecer una mera anécdota se convierte en la demostración de lo tristemente
cotidiano en la Guardia Civil. Al señor Socías le parece extraño que en un
edificio de nueva construcción donde trabajarán unas 50 personas y al que
multitud de ciudadanos deberán acudir a realizar todo tipo de trámites, no se
esté instalando aire acondicionado. Y manifiesta que se interesará por el tema
y que se hará lo posible para que se instale, lo cual le agradezco públicamente.
Lo sucedido es muy clarificador, porque en la Guardia Civil hay
quien piensa que cuanto peor estén los funcionarios, tanto mejor hacen su
trabajo. En el ámbito militar, el sacrificio, la abnegación, la austeridad y las
situaciones penosas e incómodas, constituyen un plus. Y por tanto, si los
guardias pasan calor, que se fastidien. Sólo tiene el lector que acercarse a
cualquier cuartel de la Guardia Civil y verá el estado en el que se encuentra:
mobiliario de los tiempos del movimiento, baños que no funcionan, ausencia
de aparatos de climatización y en ocasiones hasta suciedad y mal olor.
Suerte que Socías ha detectado el problema… que no es un caso
puntual, sino que es tradición en la Guardia Civil. Me permito una sugerencia,
ya que ha anunciado que este año se licitarán las obras de los cuarteles de
Calviá y Felanitx, para paliar el enorme déficit de instalaciones que padece la
Guardia Civil en Baleares, que ha obligado incluso a trasladar temporalmente
las dependencias e incluso a cerrar calabozos de algunos puestos: consulte los
proyectos y verá como tampoco en ellos hay instalación de aire acondicionado.
No saben cómo esperamos los guardias civiles el día en que nos traten igual que a los demás funcionarios y dejen de utilizar el comodín de la
naturaleza militar de la Guardia Civil para seguir siendo los peor tratados y
peor pagados de todas las administraciones públicas.
----------oo0oo---------(Publicado en Última Hora)
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XXIX. El timo de la “Gendarmería europea”
(Abril 2006)
La última semana de abril se lleva a cabo un ejercicio militar en el
Colegio de Guardias Jóvenes de la Guardia Civil “Duque de Ahumada” en
Valdemoro (Madrid). El ejercicio se denominará EGEX-04 y servirá para dar
el pistoletazo de salida, operativamente hablando, a lo que se ha dado en
conocer “Gendarmería europea”, una fuerza paramilitar compuesta por los
únicos cinco cuerpos armados de naturaleza militar existentes en la Unión
Europea, para desarrollar determinadas operaciones militares/policiales conjuntamente: la Gendarmería Nacional francesa, los Carabinieri italianos, la
“Marechaussee” holandesa, la Guardia Nacional Republicana portuguesa y la
Guardia Civil española.
Hemos entrecomillado la expresión “Gendarmería europea” y la calificamos de timo porque el principal promotor de la idea de crear un cuerpo
de policía militarizada en Europa, Francia, al que tan entusiastamente han
seguido el resto de países que tienen cuerpos de similares características, se
han apropiado del adjetivo europeo de forma ilegítima, engañosa y malintencionada. Este pseudo-ejército no es en modo alguno europeo. Para que algo
sea europeo tiene que ser compartido y aceptado plenamente en toda la Unión
Europea, esto es en los 25 países miembros. Por tanto, la Gendarmería no es
europea, ya que 20 países de la UE no tienen fuerzas policiales de naturaleza
militar, y lo que es peor, no las quieren tener ni cerca, porque no las entienden, porque son conscientes de que tener un ejército de policías sin derechos
laborales, sometidos a toda clase de restricciones en sus derechos fundamentales, sin posibilidad de pertenecer a sindicatos, sin que puedan defender sus
intereses profesionales, con su derecho a la libertad de expresión severamente
constreñido, humillados en fin, eso no hace mejor a esos cuerpos policiales,
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sino que los hace mucho peor y deteriora la democracia de los países que los
tienen. Porque los 20 países saben, en suma, que aquellos funcionarios encargados de proteger sus derechos fundamentales y garantizar su seguridad,
deben ser otros ciudadanos iguales que ellos, funcionarios públicos con el
mismo nivel de derechos y libertades, como ya lo expresó el Comité de Ministros del Consejo de Europa en su recomendación 10 adoptada el 19 de
septiembre de 2001: “En el espíritu del Código Ético de la Policía está continuamente presente el principio de consagrar para los policías los mismos
derechos civiles y políticos que para los demás ciudadanos, aunque admitiendo la posibilidad de restricciones a los mismos siempre y cuando estén
basadas en legítimas razones ligadas a la misión de la policía en una sociedad democrática. (…) Los Estados deben reconocer a los policías una gama
de derechos sociales y económicos tan extensos como ello sea posible, para
lo cual habrá de estarse a lo dispuesto en la Carta Social Europea. Entre
tales derechos, los policías deben gozar del de sindicación o, al menos, del
de participación en instancias representativas (…)”. Es obvio que los únicos
cinco países de la Unión Europea que incumplen la citada recomendación y
por tanto, la Carta Social Europea, son los que participan en la farsa de la
“Gendarmería europea”. Y esta es la explicación principal por la que los 20
países restantes ponen toda suerte de impedimentos, como es normal, a la
presencia de funcionarios de estos cuerpos militares en las instituciones policiales de seguridad europeas como EUROPOL.
Pero veamos qué sucede en otros países industrializados del mundo:
en Estados Unidos el despliegue de fuerzas militares en el territorio nacional,
como pudiera ser la Guardia Nacional, está constitucionalmente prohibida si
no es por mandato del Presidente del Gobierno Federal y en circunstancias
muy especiales. Igual que en Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Méjico, y un largo etcétera de países plenamente conscientes de que los policías
no pueden ser tratados como soldados, que una cosa son las Fuerzas Armadas
y otra las Fuerzas de Seguridad, y que el concepto de policía militarizada es
un concepto en claro declive, puesto que da prioridad a la fuerza bruta sobre
la inteligencia, a la obediencia ciega antes que a la reflexión inteligente.
Precisamente por esto, los cinco cuerpos de naturaleza militar en Europa, viendo que el modelo de seguridad pública militarizada que abanderan
está en extinción, tratan de reaccionar llevando a cabo experimentos como el
de la mal llamada “Gendarmería europea” como elemento de autojustificación y de reafirmación en la creencia de un modelo que sólo residualmente
aceptan los países democráticamente avanzados, aunque es ampliamente
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mayoritario en los regímenes dictatoriales o que tuvieron colonias, con lo que
eso llevó aparejado de necesidad de fuerzas militares de ocupación que igual
defendían a la población nativa un día, que la masacraban al siguiente; y porque saben que unirse es la única salida que les queda para evitar su desaparición. Y esto es lo que a la postre esperan impedir con la creación de la “Gendarmería europea”, un pseudo-ejército sin enemigos, con misiones que con
una ambigüedad calculada para engañar, les permiten actuar como policías
civiles y también como meros ejércitos en operaciones de gestión de crisis o
en sustitución de la policía civil en zonas de conflicto.
Sin embargo, estas mismas misiones ya las lleva a cabo la Guardia
Civil, pero lo que se preocupan mucho de ocultar las autoridades es que en
los mismos lugares del extranjero que están en conflicto y donde España tiene
desplegados efectivos del Benemérito Instituto, la mayor parte de las veces en
operaciones de estricta cooperación policial, que no militar, también ahí están
los compañeros del Cuerpo Nacional de Policía, llevando a cabo idénticas
funciones y con idéntica capacidad y eficacia. Pero cobrando más, sin estar
sometidos a la Jurisdicción castrense y con esencialmente los mismos derechos que el resto de los españoles, contrariamente a lo que nos sucede a los
guardias civiles. ¡Incluso ahora se anuncia el despliegue de más 50 de efectivos de Policía Nacional y Guardia Civil en Haití! Es decir, lo mismo que hace
un cuerpo, puede hacer el otro y de hecho sucede cotidianamente en las misiones policiales en el extranjero, aunque el Gobierno lo oculta, denostando a
la Policía Nacional.
El ejercicio EGEX-04 se fundamentará básicamente en operaciones
de desfile militar al son de marchas castrenses, solemnes izados y arriados de
banderas, toques de corneta y taconazos, y poco más. Pero nos lo venderán
como la panacea y como la solución de todos nuestros problemas con el terrorismo, la inmigración irregular, el narcotráfico, la seguridad vial, el contrabando, los delitos relacionados con las nuevas tecnologías y los medioambientales, el abuso de menores, etc. Pero todo es falso y forma parte de un
gran timo urdido por las autoridades de cinco países de la Unión Europea,
también España, y los generales de esos cinco cuerpos caducos y trasnochados, que no van a poder explicar a los ciudadanos de nuestro país de dónde
piensan sacar esos 800 agentes que tienen previsto movilizar para llevarlos a
luchar contra no se sabe qué enemigo o a invadir Dios sabe qué país, ni con
qué medios o bajo qué pretextos, mientras los 2.500 cuarteles de la Guardia
Civil en los pueblos y ciudades de España están en cuadro y con plantillas
raquíticas, y tenemos que recurrir a las Fuerzas Armadas para frenar las ava-
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lanchas de inmigrantes irregulares en Ceuta y Melilla; y mientras nuestras
carreteras siguen vacías de agentes de la Guardia Civil de Tráfico y los índices de siniestralidad no paran de aumentar.
Este pseudo-ejercicio de rancia y absurda auto-afirmación militarista
puede costar muy cara al Gobierno del PSOE… pero más aún a los españoles.
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102
XXX. Joan Mesquida, Director General de la Guardia Civil
(Abril 2004)
El nombramiento de Joan Mesquida Ferrando como director general
de la Guardia Civil ha sido recibido con satisfacción desde la Asociación
Unificada de Guardias Civiles y también con orgullo para todos los mallorquines y mallorquinas. El principal motivo es que tras un paréntesis de dos
años, volvemos a tener en la madrileña sede de Guzmán el Bueno a un director civil. El nombramiento del teniente general Carlos Gómez Arruche fue
tremendamente decepcionante, pues retrotraía a la institución 18 años atrás, a
los tiempos del general Sáenz de Santa María. Tras los mandatos de Luis
Roldán (1986-1993), Ferràn Cardenal (1993-1996) y Santiago López Valdivielso (1996-2004), inexplicablemente el Gobierno volvió a situar al frente de
la Guardia Civil a un militar de las Fuerzas Armadas, el teniente general Gómez Arruche. Dos años después y a la vista de los resultados, el gobierno
reconoce el error cometido corrigiendo la situación y designando a un político
de su partido para dirigir la institución. Así pues, con Joan Mesquida como
70º director general de la Guardia Civil recobramos la normalidad que jamás
debimos perder.
Joan Mesquida llega en un momento sumamente difícil y él lo sabe.
La grave situación de conflicto interno que vivimos, manifestada el pasado
sábado 22 de abril en la concentración celebrada en la plaza mayor de Madrid
y que congregó a 12.000 personas convocadas por AUGC, prueba lo que
digo. En este importante acto que tuve el honor de presentar como portavoz
de la organización convocante, intervinieron Cándido Méndez (UGT), José
María Fidalgo (CC.OO.), José M. Sánchez Fornet (SUP), Esteban Ibarra
(Movimiento contra la Intolerancia), y otros representantes de otros cuerpos
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policiales como la Ertzaintza y los Mossos d’Esquadra. El actor José Sacristán fue el encargado de leer el manifiesto que preparamos para la ocasión. El
amplio apoyo social que tienen nuestras demandas y el movimiento ciudadano
que las defiende abiertamente, debe llevar a reflexionar al Gobierno sobre la
urgente e inaplazable necesidad de abordar las reformar que su programa
electoral del 2004 incluía: un nuevo régimen disciplinario que elimine las
sanciones privativas de libertad, con mayores garantías y que elimine la concurrencia con el Código Penal Militar. Además, el Gobierno debe impulsar
una ley que establezca el régimen de derechos y deberes de los guardias civiles, eliminando las actuales restricciones injustificadas en los derechos fundamentales de los guardias civiles y que regule el derecho de asociación profesional de los agentes para la defensa de sus intereses económicos, profesionales y sociales.
La cúpula militar de la Guardia Civil y de las Fuerzas Armadas se
oponen a cualquier reforma de las prometidas por el PSOE porque consideran
que eso es desmilitarizar la Guardia Civil, y por ello defienden posturas absolutamente inmovilistas y de confrontación basadas en una política desaforada
de expedientes disciplinarios, lo que aumenta aún más la conflictividad y el
descontento. Sin embargo, estas reformas no suponen en absoluto la desmilitarización de la Guardia Civil (que por otro lado es lo que la gran mayoría de
guardias civiles creemos que debe de hacerse) pero supondrán el reconocimiento de muchos derechos que hasta ahora nos han sido negados, supondrán
una mejora en nuestra calidad de vida y por tanto, dignificarán nuestro trabajo.
Como dirigente de AUGC en Baleares, tengo la esperanza de que
Mesquida trabaje para paliar el enorme déficit en cuarteles de nueva construcción que padecen las islas, principalmente en Palmanova y Formentera, e
incluso el del propio pueblo del nuevo director, Felanitx. Sabemos que las
restricciones presupuestarias son grandes, pero también sabemos que el esfuerzo requerido será más fácil de acometer si de él se encarga “un dels nostres”. Y también tiene por delante el reto de dar estabilidad a la plantilla de
las islas, de forma que no se marchen a sus lugares de origen en cuanto tienen
oportunidad. Y eso puede lograrse con una adecuada política de incentivos,
como venimos reclamando desde hace tiempo.
Desde AUGC le deseamos la mayor de las suertes desde su nueva y
difícil responsabilidad, le ofrecemos nuestra ayuda y nuestra colaboración leal
y sincera, basada en el diálogo y en el respeto mutuo. Sólo así podremos sacar
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a la Guardia Civil de la calamitosa situación en que ahora mismo está y que
exige el esfuerzo de todos y todas. “¡Molta sort i benvingut al baixell!”
----------oo0oo---------(Publicado en Última Hora y Diario de Mallorca)
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XXXI. Desmilitarizar la Guardia Civil
(Mayo 2006)
A estas alturas, ya es difícil que las declaraciones públicas de un alto
mando de la Guardia Civil puedan sorprendernos. El coronel García Peña
tampoco lo ha conseguido, pero es interesante apuntar algunas cuestiones que
nos llaman la atención en la extensa entrevista concedida a Ultima Hora y
publicada el viernes pasado.
Previamente y para poner las cosas en su sitio, quiero destacar que
las opiniones del coronel García Peña constituyen en general, el punto de
vista muy personal y personalista de un reducido grupo de funcionarios de la
Guardia Civil, el de los oficiales superiores (comandantes, tenientes coroneles, coroneles y generales), que no alcanza los 1.000 efectivos frente a los
70.000 miembros de la Escala de Cabos y Guardias, pero que tienen, entre
otros, el privilegio heredado de épocas pasadas, de imponer su criterio al
resto de los que, siendo tan miembros de la Guardia Civil como ellos o aún
más, no percibimos la realidad de igual modo y creemos necesario que la
Institución cambie, se democratice y se modernice. Ellos, en general (supongo
que también habrá excepciones, pero yo no conozco ninguna), defienden el
inmovilismo y se oponen con firmeza a cualquier cambio, por pequeño que
sea.
García Peña se muestra contrario a la desmilitarización de la Guardia
Civil y opina que los sindicatos no son necesarios. Hasta ahí, todo normal y
previsible. Hasta coherente, diría yo, pues no hay nadie que tire piedras contra
su propio tejado. Pero quiero llamar la atención del lector sobre el hecho de
que el coronel no explica los motivos ni expone los razonamientos sobre los
que sustenta su opinión personal. Y tiene razones para ello: en primer lugar,
106
porque no hay motivos lógicos, racionales y comprensibles para que un Cuerpo de Seguridad del Estado que no pertenece a las Fuerzas Armadas desde
1.978, siga siendo militar y dependa del ministerio de Defensa, como antes de
promulgarse la Constitución Española. Y en segundo lugar, porque justificar
el planteamiento sería fomentar el debate público, cosa que al igual que los
ministros Alonso y Rubalcaba, no desean hacer, sustrayendo a la sociedad
española la sana posibilidad del debate público sobre la naturaleza, civil o
militar, de la Guardia Civil.
De hecho, los inconsistentes argumentos, aunque mejor sería calificarlos de tópicos, que utilizan quienes se oponen a la desmilitarización, pueden ser clasificados de dos modos: historicistas o demagógicos.
Los primeros, que yo califico de raíz historicista, sostienen que la
Guardia Civil fue creada con naturaleza militar por el Duque de Ahumada en
1.844 y por tanto, no debe cambiar. La verdad es que un argumento tan endeble, no debiera merecer que yo pierda el tiempo refutándolo, pero lo haré
aunque sólo sea para ridiculizar a quienes lo utilizan habitualmente. Además,
estos acostumbran a mencionar para reafirmar el tópico, que quienes ingresamos en el Cuerpo ya sabíamos que era militar y por tanto, ya no vale quejarse.
Si el argumento para que una cosa sea lo que es, es que siempre fue eso, entonces poco progreso le espera al ser humano, sobre todo si es un trabajador.
También se enviaba a niños a trabajar en las minas, y llegó el momento de
cambiar las cosas que estaban mal, aunque llevasen mal cinco siglos… si bien
nadie podrá afirmar que fue fácil conseguirlo.
Los argumentos demagógicos son aquellos que relacionan la eficacia
con la naturaleza militar de la Guardia Civil. Este argumento, además de
constituir un insulto y una falta de respeto a aquellos profesionales que desempeñan su labor con un alto grado de eficacia, pero siendo civiles y con
plenitud de derechos fundamentales, incluido el de sindicación (policías nacionales, policías locales, médicos, enfermeras, trabajadores de Cruz Roja,
Salvamento Marítimo, Servicio de Vigilancia Aduanera, bomberos, funcionarios de Protección Civil, socorristas, etc.), es de una simpleza enorme. Y
dándole la vuelta al argumento y por mera coherencia con el planteamiento,
quienes lo sostienen deberían sugerir que se militarice a todos los cuerpos de
policía, a los bomberos, a los médicos, etc. pues la sociedad no debe permitir
que ciertos servicios públicos esenciales no logren el máximo de eficacia
posible. Pero según creemos algunos, el ser militar no da más eficacia, sino
que la resta. Porque nadie en su sano juicio podrá defender que funcionarios
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sin derechos y sometidos a un régimen disciplinario propio de los Tercios de
Flandes, sean más eficaces y competentes que aquellos a quienes se reconoce
sus derechos, se permite participar de las decisiones que les afectan y tienen
unas condiciones laborales y un salario digno. El mito de la mayor eficacia de
la Guardia Civil es falso, pero no lo es el mayor índice de bajas psicológicas,
de suicidios, de prejubilaciones por causas psicológicas, los ingresos en prisión militar, las sanciones disciplinarias privativas de libertad, los casos de
mobbing, etc. todo ello derivado de una disciplina mal entendida.
Por último, quiero destacar unos rasgos más de la mentalidad de los
altos mandos de la Guardia Civil: el paternalismo rancio (la indicación de la
puerta del despacho abierta a todo el mundo), la autocomplacencia y la ausencia total de autocrítica. Eso se desprende de la simple lectura de la entrevista y sólo eso ya debiera ser motivo de preocupación de los gobernantes. La
única ventana que existe actualmente en la Guardia Civil abierta a la democracia interna y a la autocrítica, es la Asociación Unificada de Guardias Civiles. Y de ahí que no se permita el derecho de sindicación ni el de asociación
profesional: porque el carácter militar es el freno a las legítimas reivindicaciones de los guardias civiles. La mejor manera para no dar, es prohibir hacer
peticiones. Y esto es lo que sucede en la Guardia Civil, en virtud de su obsoleta, rancia, caduca y trasnochada naturaleza militar.
Claro que si la mayoría de guardias civiles ganara, como el funcionario entrevistado, más de 4.000 euros brutos al mes, trienios y productividad
aparte, con vivienda y mobiliario oficial, y otros privilegios que sería muy
largo detallar aquí, con toda probabilidad ninguno de nosotros sería partidario
de la desmilitarización… Pero como ganamos lo que ganamos, ahí está la
explicación de que seamos mayoritariamente partidarios de la desmilitarización y de la existencia de los sindicatos. Veremos si el PSOE cumple con sus
compromisos electorales.
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XXXII. Partidarios de la desmilitarización
(Mayo 2006)
Hemos leído con mucho interés la entrevista concedida a DdM por el
coronel García Peña, máximo responsable de la Guardia Civil en Baleares y
que fue publicada el viernes pasado. Y desde luego, no nos han sorprendido
sus declaraciones, sino todo lo contrario. Reafirman los graves defectos que
aquejan a la Guardia Civil, y que desde AUGC venimos denunciando desde
hace mucho tiempo: paternalismo rancio, autocomplacencia, negación de la
realidad, ausencia total de autocrítica e inmovilismo absoluto. Todo ello dibuja un panorama desolador. Repasemos las declaraciones del coronel García
Peña:
«El balance de la seguridad ciudadana es totalmente positivo»
«Baleares es un lugar muy seguro»
«En general, estamos bien dotados en cuanto a medios y material»
«Las mafias de países del Este son muy peligrosas, pero por el
momento parece que no se han asentado aquí»
«Por ahora, la presencia de mafiosos son casos aislados»
«No tienen incidencia especialmente grave en Baleares»
«En Baleares no tenemos problemas de coordinación con otros
cuerpos policiales»
«Las tasas de suicidios en la Guardia Civil no son tan altas»
«El problema de las bajas psicológicas no es tan grave, y muchas
son ficticias»
Es obvio que no compartimos el idílico panorama que describe el coronel García Peña, y nos parece muy preocupante que se haga una lectura tan
alejada de la realidad, aunque por otra parte es muy típico que los altos man109
dos de la Guardia Civil se expresen así y tengan una percepción tan distorsionada de la situación, que a buen seguro no comparten, al igual que nosotros,
muchos ciudadanos de Baleares.
Pero lo que no podemos pasar por alto es la opinión del coronel, muy
respetable por supuesto, de que no es conveniente desmilitarizar la Guardia
Civil. A este respecto, tengo que decir que su opinión es muy coherente, pues
no hay nadie que tire piedras contra su propio tejado. García Peña sabe que la
desmilitarización a buen seguro mejorará las condiciones de vida y de trabajo
de miles de guardias civiles, pues les igualará en derechos y en obligaciones
al resto de trabajadores de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. ¿Quién puede
estar en contra de esto? Precisamente quienes se verían perjudicados por esa
homologación, al verse despojados de todos los privilegios de que gozan en la
actualidad: los altos mandos de la Guardia Civil.
El carácter militar de la Guardia Civil es el freno a las legítimas reivindicaciones de los guardias civiles. La mejor manera para no dar nada, es
prohibir hacer peticiones. Claro que si la mayoría de guardias civiles ganara,
como el coronel entrevistado, más de 4.000 euros brutos al mes (665.000
pesetas), trienios y productividad aparte, con vivienda y mobiliario oficial, y
otros muchos privilegios que sería muy largo detallar aquí, con toda probabilidad ninguno de nosotros sería partidario de la desmilitarización, ¡ni yo siquiera!… Pero como ganamos lo que ganamos (mucho menos que cualquier
otro policía en Baleares), ahí está la explicación de que los guardias civiles
seamos mayoritariamente partidarios de la desmilitarización y de la existencia
de los sindicatos.
Aquí está la prueba más clara y evidente de la tremenda ruptura interna y del enfrentamiento que existe en la Guardia Civil. Los altos mandos,
que sin superan el millar de funcionarios, gozan de un status y de una posición de privilegio importante y ganan más que sus homólogos en la Policía
Nacional; frente a los 70.000 agentes de la Escala de Cabos y Guardias, que
son quienes soportan verdaderamente el peso de la Institución, sin derechos
de ningún tipo y ganando menos que cualquier otro funcionario de policía.
Nadie, excepto los que se benefician de un sistema rancio, decimonónico y caduco, puede estar a favor de que los guardias civiles tengan menos
derechos que los policías locales, autonómicos y nacionales. Suerte que el
coronel García Peña tiene la valentía de reconocerlo: él cree que no es conveniente desmilitarizar. Al fin y al cabo, como él mismo dice, las puertas de su
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despacho están abiertas y si alguien tiene algún problema, él no tiene mayor
problema en recibirle. ¿No es triste oír hablar así en pleno Siglo XXI al jefe
de más de 1.500 funcionarios del Estado? Sinceramente, a mí me lo parece. Y
por eso soy un partidario declarado de la desmilitarización y de los sindicatos
y lucho desde AUGC, con las restricciones que la ley impone a los militares,
para que las cosas cambien.
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XXXIII. Utilización de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad
(Junio 2006)
El Ministerio del Interior ha anunciado la elaboración por parte de
las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado de un mapa de riesgo terrorista, analizando caso por caso la necesidad real de protección y escolta de los
varios miles de ciudadanos españoles que viven amenazados y con necesidad
de protección permanente. Desde AUGC valoramos muy positivamente cualquier estudio para la racionalización de los recursos, bien sean humanos o
materiales, con que cuenta el Estado para garantizar la seguridad ciudadana.
Además, proponemos que se aborde la unificación del Cuerpo Nacional de
Policía y de la Guardia Civil como medida de racionalización suprema los
medios disponibles, que repercutiría claramente en mayores cuotas de seguridad para todos.
Actualmente, existen nuevos riesgos que amenazan a todos los ciudadanos en general y no a alguien en particular, como hasta ahora ha sucedido. Los atentados del 11-M en Madrid abren paso a un nuevo terrorismo más
letal, indiscriminado y del que nadie está a salvo, precisamente para causar un
mayor daño y un número más elevado de víctimas. Por ello, el Ministerio del
Interior se ve en la obligación de revisar todos los medios con los que cuenta
y analizar caso por caso si la adjudicación de una escolta personal responde a
una necesidad real y efectiva, de acuerdo a un riesgo previsible, todo ello
siempre conforme a criterios técnicos, es decir policiales, y jamás según criterios políticos. Ello no siempre ha sido así, desgraciadamente. En Baleares
comprobamos cada año que a nuestro territorio acuden a disfrutar sus vacaciones un número elevado de personalidades que por razón de su ideología, o
de su afiliación política, o de su profesión más o menos relevante, unas veces
pública y otras veces privada, viven bajo la amenaza de ser víctimas de un
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acto delictivo, fundamentalmente terrorista. Pero lo cierto es que la protección y seguridad de algunas de estas personalidades se realiza con los medios
propios de las distintas Unidades territoriales de la Guardia Civil y/o de la
Policía Nacional, en detrimento de sus tareas propias que garantizan la tranquilidad al conjunto de la ciudadanía en un determinado ámbito geográfico. Y
no podemos hallarnos de acuerdo con tales medidas, porque no parecen estar
justificadas por un riesgo perceptible o previsible, sino por otras causas que
no quiero valorar aquí. 'Última Hora' ha denunciado un caso en concreto que
este verano se ha dado en Costa de los Pinos, en el municipio de Son Servera,
donde según parece, el refuerzo de la seguridad de un ciudadano, no sé si de
manera justificada o no, se ha realizado con los medios propios de las unidades territoriales, sustrayéndolos de otros cometidos más generales.
Por tanto, bien hará el Ministerio del Interior en revisar a quién se da
protección y escolta, y aprovechar al máximo el siempre insuficiente personal
del que se dispone. Es necesario hacer un esfuerzo permanente en la reevaluación de los riesgos y las amenazas y traducirlo al planeamiento operativo. Si tenemos en cuenta, por citar el ejemplo más sangrante, la cantidad de
mujeres que son asesinadas cada año y las que están amenazadas de muerte por sus ex-compañeros y que viven en una situación de peligro permanente
de sufrir una agresión, ¿no creen que en muchos casos ellas sí que necesitarían realmente escolta y protección con todos los medios a nuestro alcance?
----------oo0oo---------(Publicado en Última Hora)
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XXXIV. Opacidad en la Guardia Civil
(julio 2006)
La Guardia Civil se comporta desde hace muchos años como si fuera
un ‘estado’ dentro del Estado. Esta es una denuncia que insistentemente
hemos hecho desde la Asociación Unificada de Guardias Civiles, con la legitimidad que nos otorga representar los intereses profesionales, económicos y
sociales de 25.000 funcionarios. Pero esta denuncia no es ni caprichosa ni
gratuita y vamos a demostrarlo.
La Guardia Civil es una Fuerza de Seguridad del Estado que depende de dos ministerios, Interior y Defensa. Como tal organismo de la Administración dependiente del Gobierno de la nación, está sujeta (o debería estarlo)
a los diversos mecanismos de control del Estado de Derecho, como son la
fiscalización de la potestad reglamentaria y la legalidad de la actuación administrativa por parte de los Tribunales de Justicia (art. 106 CE), al control de
las Cortes Generales y de sus Comisiones, de los parlamentarios individualmente o de los grupos parlamentarios constituidos en las cámaras (art. 66
CE), y también por parte de los órganos de la propia administración de fiscalización o inspección. También hay un sistema de control fundamental que
funciona en cualquier país democrático, y es la sujeción a la opinión pública a
través de la actuación de los medios de comunicación social. Como vemos, el
control democrático de las instituciones y de la Administración se articula a
través de una pluralidad de medios de control, pues su heterogeneidad es una
garantía en sí misma.
El control del Gobierno en el Parlamento y por el Parlamento es
fundamental para garantizar la sujeción de sus actuaciones al imperio de la
Ley. Las preguntas parlamentarias son un procedimiento para obtener infor114
mación, pero su capacidad potencial como medio de control es innegable. El
art. 109 CE estableció la obligación de la Administración de poner a disposición del Parlamento la información que le sea requerida por parte de los representantes de los ciudadanos. Concretamente el citado art. 109 dicta que las
Cámaras y sus Comisiones podrán recabar, a través de los Presidentes de
aquellas, la información y ayuda que precisen del Gobierno y de sus Departamentos y de cualesquiera autoridades del Estado y las Comunidades Autónomas.
En los últimos años y gracias a la intensa actividad de AUGC son
muchas las preguntas parlamentarias que los diferentes diputados y senadores
plantean al Gobierno relativas a la Guardia Civil. Esto es muy importante,
pues debemos tener en cuenta que a diferencia de lo que sucede en cualquier
otro ámbito de la Administración, la Guardia Civil, amparada en su naturaleza
militar, no se ve en la obligación de facilitar información de ningún tipo a los
sindicatos o a los representantes de los trabajadores. Esto, que ya de por sí es
un elemento de gran opacidad poco recomendable en cualquier Departamento
de la Administración, hace que únicamente exista el cauce de las preguntas o
las interpelaciones parlamentarias para que los diputados y senadores obtengan información relevante del funcionamiento de la Guardia Civil. Sólo así se
pueden detectar tendencias anómalas y exigir al Gobierno que rinda cuentas
ante el Parlamento y que adopte medidas para solucionar los problemas detectados.
Pues bien, la Guardia Civil en no pocas ocasiones obstaculiza los
instrumentos de control democrático de acuerdo a las conveniencias de sus
dirigentes o de los juristas a su servicio, en ocasiones dilatando los plazos de
forma exagerada y poco razonable, y en otros no facilitando la información
solicitada arguyendo falsamente que no se dispone de la misma, lo cual sitúa
al Benemérito Instituto fuera del control del Parlamento.
El reglamento del Congreso establece que las preguntas para las que
se solicita la respuesta por escrito, el Gobierno debe contestarlas en el plazo
de 20 días aunque dicho plazo es susceptible de ampliación. El reglamento
también establece que si el Gobierno no responde en plazo, a petición del
autor de la iniciativa, la pregunta se convertirá en pregunta oral en comisión,
lo cual ya implicaría un debate en la propia comisión a diferencia de las preguntas escritas. Hemos encontrado el caso de una pregunta formulada por la
diputada Isaura Navarro, del grupo parlamentario IV-IU-ICV el día 19 de
mayo de 2005 y que fue respondida por escrito el día 14 de febrero de 2006.
115
¡Casi nueve meses después!
Pero vamos a analizar dos preguntas que deliberadamente no han
sido respondidas por el gobierno aduciendo y no disponer de los datos, lo
cual es rotundamente falso:
El día 19 de mayo de 2005 la Sra. Diputada Isaura Navarro formulo
a la siguiente pregunta al gobierno: “¿Que número de fallecimientos se han
producido en el Cuerpo de la Guardia Civil entre los años 1990 y 2004, ambos inclusive? ¿Cuántos lo fueron en acto de servicio? De los fallecidos en
acto de servicio, ¿cuántos fueron en acto terrorista? ¿Cuántos fueron por
accidente con arma de fuego? ¿Cuántos fueron por accidente de tráfico?”.
Estas tres preguntas se repetía en pero solicitando los datos relativos
al Cuerpo Nacional de Policía. El Gobierno, el día 20 de setiembre, respondió
las preguntas relativas al Cuerpo Nacional de Policía y sin embargo, no dio
contestación a todos los datos requeridos sobre la Guardia Civil. La Policía
Nacional facilitó a una tabla con el desglose de los fallecimientos por años y
causas, sin embargo la Guardia Civil únicamente respondió con indolencia:
“Durante el período comprendido entre los años 1990 y 2004, fallecieron un
total de 3.696 miembros de la Guardia Civil. El número de fallecidos en acto
de servicio durante el mismo periodo fue de 279, de los cuales 28 lo fueron en
acto terrorista. Se señala que no se dispone de la información solicitada sobre
el número de fallecidos por arma de fuego y por accidente de tráfico”.
¿Es eso creíble? Cualquier empresa privada o pública, está obligada
a disponer de dichos datos, pues qué menos que se conozcan las causas del
fallecimiento de los trabajadores en accidente laboral. La Dirección General
de la Guardia Civil conoce perfectamente esas cifras, al igual que las conoce
el Cuerpo Nacional de Policía, pero aquella no las facilita porque son escandalosas. Y si no las conociera, sólo eso sería un síntoma de grave negligencia,
pues difícilmente se pueden poner en marcha planes tendentes a la prevención
si no se tiene cuantificadas las causas por las que fallecen los agentes en acto
de servicio. Pero repito que la Guardia Civil conoce muy bien esas cifras,
igual que las conoce la Policía Nacional, pero se niega a facilitárselas al Parlamento para eludir así el control parlamentario.
Otro caso similar al anterior. El día 19 de mayo de 2005 la Sra. Diputada Isaura Navarro formulo otra pregunta del siguiente tenor literal: “¿Qué
el número de miembros del Cuerpo de la Guardia Civil han pasado a la situa-
116
ción de retiro por motivos psicológicos entre los años 1990 y 2004 ambos
inclusive, con expresión del empleo? ¿Qué número de miembros del Cuerpo
Nacional de Policía han pasado a la situación de retiro por motivos psicológicos entre los años 1992 1004 ambos inclusive, con expresión del empleo?
Nuevamente, el día 19 de noviembre el Gobierno facilita toda clase
de datos relativos al CNP, con desglose por años tal como lo solicitó la Sra.
Diputada. Sin embargo, cuando toca responder la pregunta relativa a la Guardia Civil, el Gobierno indica: “Por lo que respecta al Cuerpo de la Guardia
Civil, no se puede aportar la información solicitada toda vez que la resolución
administrativa adoptada por la Autoridad competente, acuerda la inutilidad
permanente para el servicio por insuficiencia de condiciones psicofísicas sin
hacer distinción alguna del enfermedad o lesión padecida”.
Y esto es, ¿les parece creíble? También aquí la Guardia Civil conoce
muy bien los expedientes que ha tramitado para pasar a la situación de retirado a funcionarios por motivos psicológicos, pero se niega a facilitar los datos
que les son requeridos en el convencimiento de que supondrán un escándalo.
Así pues, hemos demostrado de qué forma la Guardia Civil con el amparo del
Gobierno, elude sistemáticamente el control democrático, no facilitando datos
que posee cuando le son requeridos, o haciéndolo con una demora injustificada y poco sensata.
Si a está opacidad sumamos lo poco que acostumbra a comparecer el
Sr. Director General de la Guardia Civil, el teniente general Gómez Arruche,
ante el parlamento, o las pocas incógnitas que despeja en las contadas o ocasiones en que se sirve acudir, entonces se comprenderá perfectamente cuánta
razón asiste a la Asociación Unificada de Guardias Civiles cuando denunciamos que la Guardia Civil constituye un ‘estado’ dentro del Estado. Desde
que tomó posesión del cargo el día 30 de abril de 2004, Gómez Arruche sólo
ha comparecido en el Congreso de los Diputados en cinco ocasiones: nada
más. Pero de que Arruche rinda tan pocas cuentas ante el Parlamento hay que
responsabilizar a quien lo tolera, que es la oposición, aunque justo será apuntar que no todos los grupos se comportan con igual diligencia y rigurosidad.
¿Se imagina el lector lo que sucedería si no existiese AUGC? Así se entiende
por qué sufrimos la represión que vivimos en la etapa del Sindicato Unificado
de la Guardia Civil y Luis Roldán. Y también así se entiende con qué virulencia atacar el Sr. Gómez Arruche a nuestra organización, o porque sistemáticamente nos acusa de mentir.
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Lamentablemente, hoy por hoy, AUGC es la única ventana que la
guardia civil tiene abierta a la democracia interna y a la transparencia y no
pensamos dejar de serlo. Es nuestro compromiso con los 25.000 guardias
civiles que han depositado su confianza en nosotros.
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XXXV. Unificación policial
(Septiembre 2006)
El debate sobre la naturaleza civil o militar de la Guardia Civil ha estado presente en la sociedad española desde el inicio de la transición democrática, pero nunca este debate ha estado tan sobre la mesa como hasta ahora.
Algunos pensamos que la unificación de los dos cuerpos de seguridad dependientes del Gobierno central es una de las grandes tareas pendientes de la
democracia. Sorpresivamente, el viernes pasado tras el Consejo de Ministros
se anunció una reforma del organigrama del ministerio del Interior que permitirá la unificación del mando operativo de la Policía Nacional y de la Guardia
Civil en una única Dirección General que gestionará Joan Mesquida, lo que
para algunos es una medida insuficiente ya que lo que hay que hacer es unificar ambos cuerpos y para otros es “un golpe de mano monstruoso” como lo
calificó el PP en boca del Sr. Astarloa, a mi juicio de forma un tanto excesiva.
El ministro del Interior, Sr. Pérez Rubalcaba, y otros altos dirigentes
del PSOE y del Gobierno han manifestado en no pocas ocasiones su intención
de no desmilitarizar la Guardia Civil, sin apercibirse de que esta declaración
contraría profundamente a muchos ciudadanos de centro-izquierda y singularmente a los guardias civiles de las escalas inferiores, que consideramos la
naturaleza militar de la Institución un yugo demasiado pesado, que es utilizado para recortar descaradamente nuestros derechos laborales y profesionales,
además de restar eficacia operativa.
Porque efectivamente el carácter militar de la Guardia Civil es el
freno a las legítimas reivindicaciones de los guardias civiles. Pero lo más
triste de todo es que nunca hemos oído que los ministros ni el Presidente
fundamenten su planteamiento, ni que traten de convencer a los que pensamos
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lo contrario. Sencillamente, tratan de hurtar el debate social planteando que
no se va a desmilitarizar y que la naturaleza de la Guardia Civil no está en
cuestión. Sin embargo, somos miles los guardias civiles, decenas de miles los
policías nacionales, de los cuerpos autonómicos y locales, millones los ciudadanos que pensamos que la Guardia Civil debe ser desmilitarizada. Y nadie
nos explica las bondades de tener una policía militarizada. ¿Por qué no lo
hacen?
La Guardia Civil dejó de pertenecer a las Fuerzas Armadas en 1978,
pero sin embargo está sometida a disciplina militar como antaño y depende
también del ministerio de Defensa como antes de promulgarse la Constitución. Es el único Cuerpo de Seguridad que mantiene naturaleza militar y una
doble dependencia de dos departamentos ministeriales –interior y defensa–, y
sus agentes tienen severamente restringidos sus derechos laborales, cosa que
no ocurre con ningún otro cuerpo.
Los guardias civiles siguen teniendo los mismos derechos que los
miembros de las Fuerzas Armadas, por más que no pertenecen a ellas y eso
significa que muchos de sus derechos fundamentales están severa e injustificadamente restringidos. En esta cuestión arrastramos las largas décadas en las
que la Guardia Civil estuvo integrada en el Ejército de Tierra, hasta la aprobación de la Carta Magna.
Y esto, se mire como se mire, es un agravio con respecto al resto de
miembros de las Fuerzas de Seguridad, cuyos derechos fundamentales están
reconocidos con mucha mayor amplitud y sin restricciones gratuitas.
Hay quien utiliza argumentos demagógicos que son aquellos que relacionan la eficacia de la Guardia Civil con su naturaleza militar. Este argumento, además de constituir un insulto y una falta de respeto a aquellos profesionales que desempeñan su labor con un alto grado de eficacia, pero siendo
civiles y con plenitud de derechos fundamentales, incluido el de sindicación
(policías nacionales, policías locales, médicos, enfermeras, bomberos, etc.),
es de una simpleza enorme. Nadie puede defender que funcionarios sin derechos y sometidos a un régimen disciplinario casi soviético sean más eficaces y
competentes que aquellos a quienes se reconocen sus derechos, se permite
participar de las decisiones que les afectan y tienen unas condiciones laborales y un salario digno.
El mito de la mayor eficacia de la Guardia Civil es radicalmente fal-
120
so, pero no lo es el mayor índice de bajas psicológicas, de suicidios, de prejubilaciones por causas psicológicas, los ingresos en prisión militar, las sanciones disciplinarias privativas de libertad, los accidentes laborales, los casos de
mobbing, el notablemente inferior salario de los guardias civiles con respecto
al resto de funcionarios de las Fuerzas de Seguridad, etc., indicadores todos
ellos de que algo va muy mal en la Guardia Civil. Todo ello derivado de una
disciplina militar mal entendida que en innumerables casos esconde abusos de
autoridad.
Pero un gobierno de izquierdas, socialista, de ideología socialdemócrata, debe reflexionar sobre los derechos de los trabajadores, también los de
la Guardia Civil. Y ya que Zapatero defiende que esta debe ser la legislatura
de los derechos, hacer que también sea la de los derechos de los guardias
civiles.
Cada vez son menos los ciudadanos que opinan como el Gobierno
con respecto a la naturaleza militar de la Guardia Civil y barrunto que muy
pronto, si no es que lo somos ya, la mayoría exigirá que se desmilitarice.
¿O le parecen pocas instituciones, asociaciones y sindicatos los que
asistieron el 22 de abril de este año a la Plaza Mayor de Madrid? CC.OO.,
UGT, USO, CSI-CSIF, SUP, UFP, SPC-Mossos d’Esquadra, ErNE (Ertzaintza), Movimiento contra la Intolerancia, y un largo etcétera.
Casi todo el mundo ha visto en el anuncio del Gobierno de unificar
el mando de Policía y Guardia Civil el primer paso para la unificación de los
dos Cuerpos. Nosotros, como la gran mayoría de funcionarios de policía en
España, esperamos que así sea, y que la reforma de la Ley Orgánica 2/86 de
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, anunciada por el Presidente Rodríguez Zapatero ante la Comisión de Investigación del 11-M, levante los pilares de la
tan ansiada unificación, que a nuestro juicio permitirá superar la descoordinación que ha caracterizado nuestro sistema público de seguridad. La unificación es la solución para acabar con la competencia (muchas veces desleal),
los celos y las zancadillas entre ambos cuerpos.
Pondría fin a la duplicidad de estructuras de mando, de investigaciones, al solapamiento de funciones y permitiría una optimización de los recursos humanos y materiales. Y a la vez, simplificaría un modelo policial obsoleto y en el que nuevos cuerpos de policía autonómicos aparecerán pronto,
incluso en Comunidades Autónomas gobernadas por el PP, por ejemplo Ba-
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leares.
Y sería muy bueno que el Partido Popular explicase qué ve de
“monstruoso” en ello, pues lo único que cabe calificar con palabras tan gruesas y desmedidas es la enorme descoordinación policial existente en el año
2004, y que tanto facilitó el trabajo de los terroristas el 11-M. Justo cuando
gobernaba la formación del Sr. Astarloa y él mismo era Secretario de Estado
de Seguridad.
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XXXVI. La Guardia Civil y la Virgen del Pilar
(Octubre 2006)
“Queremos más guardias civiles con mejores medios, más motivación y que sus esfuerzos se sumen a los que realiza el resto de Fuerzas de
Seguridad del Estado”, Rubalcaba dixit. Tal declaración fue realizada el
pasado domingo en Oviedo, el mismo día en que 780 efectivos, 144 vehículos, 6 helicópteros, 75 caballos y 30 perros adiestrados participaban en la tan
tradicional como inútil parada y desfile militar con motivo de la festividad de
la Patrona de la Guardia Civil, la Virgen del Pilar.
Todo este impresionante contingente, al igual que sucedió el año pasado en Cáceres, estuvo ensayando con varios días de antelación y, por tanto,
no estuvieron realizando las misiones propias para las que fueron puestos a
disposición de la Benemérita, que no son otras que proporcionar seguridad y
protección a la sociedad española. Este derroche de medios humanos y materiales, en una Institución siempre falta de todos ellos, se repetirá, como también es ilógica costumbre, el día 12 de octubre en Madrid con motivo del día
de la Fiesta Nacional. Y digo ilógica, porque desde el año 1.978 la Guardia
Civil dejó de pertenecer a las Fuerzas Armadas y por tanto, no tiene ningún
sentido que continúe participando de los desfiles junto a los Ejércitos quien
ya no pertenece a ellos, como tampoco lo hace la Policía Nacional.
Estos ejercicios de rancio y trasnochado militarismo, llevados a cabo
con la única pretensión de demostrar públicamente que la Guardia Civil sigue
siendo un Cuerpo militar y que no hay previsión de que deje de serlo, es un
absoluto derroche de medios que raya la irresponsabilidad, porque además en
cada Comandancia se lleva a cabo un ejercicio similar aunque con menor
cantidad de efectivos y medios utilizados, pero que también hay que detraer
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de sus cometidos específicos de seguridad ciudadana varios días antes, con lo
cual el despilfarro se multiplica exponencialmente y además, se repite cada
año de forma inexorable.
Alguien tendría que explicar a todos los españoles a qué viene tal
desperdicio de recursos, máxime cuando la mayoría de Asociaciones de guardias civiles, la mayor y más antigua de las cuales es AUGC que afilia a más
de 25.000 agentes, vienen criticando estos fastos sinsentido y haciendo llamamientos a los agentes que no tienen servicio este día para que no participen
en forma alguna en los actos oficiales y por tanto, no acudan a los vinos,
misas ni discursos de las autoridades. Porque estos actos de los que la mayoría no participamos ya que son organizados por nuestros jefes sin contar en
absoluto con las escalas inferiores, son expresiones de un pasado que sólo
quieren recordar aquellos que no creen ni en la Constitución ni en los derechos de los guardias civiles, sino sólo en las obligaciones de estos últimos y
en sus privilegios heredados de épocas pasadas. Y ya se sabe que en la Guardia Civil quienes no mantienen el discurso militarista oficial o defienden
cambios en la Institución o derechos para los guardias civiles, ni siquiera
tienen voz y no son escuchados. Ni se les invita a los actos siquiera. Todo
muy democrático, como se puede ver.
Cada año venimos a reclamar lo mismo y cada año se empecina el
Gobierno de turno en perder la oportunidad de que la fiesta de la Virgen del
Pilar sea un día de fiesta para todos, no sólo para aquellos que mandan; pierden la ocasión de mostrar a la Guardia Civil como un verdadero Cuerpo de
policía que es lo que en verdad es y para lo que fue creado, no como una parte
del Ejército, que ya no es desde la promulgación de la Constitución; y para
mostrar a la Benemérita como una Institución que respeta a los hombres y
mujeres que la integran, y no que los castiga a penas de privación de libertad
ante la más mínima infracción y que pisotea sus derechos al tiempo que mantiene privilegios absurdos para los jefes.
Cada año venimos reclamando dignidad, medios, voz y derechos, y
cada año, ahora los socialistas pero también antes y de idéntica forma los
populares, nos responden con silencio, con ninguneo, con expedientes, con el
desprecio propio de quienes no creen en nosotros sino que sólo nos utilizan a
su conveniencia, como podemos ver día tras día. Y tenemos que decirle al
Ministro del Interior que así no se consigue más motivación para los agentes,
sino todo lo contrario: abrir aún más la ya gigantesca (y se me antoja que ya
insalvable) brecha que separa a los que mandan de los que obedecen, que-
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brando aún más la cohesión interna que debiera ser una prioridad para los
políticos que nos dirigen y para los mandos que nos mandan.
No es cierto que todos los guardias civiles cobremos pocos y trabajemos mucho. Casi todos. Los de las escalas inferiores sí, pero no los jefes y
oficiales. Ellos cobran bastante más que sus homólogos de la Policía Nacional
y además, la práctica totalidad tienen vivienda por cuenta del Estado, lo que
no sucede en el Cuerpo Nacional de Policía ni para el resto de la plantilla del
Cuerpo. Lo que viene a demostrar que si hay sindicatos en la Guardia Civil: el
“sindicato del mando”, un elitista grupo de poder al que sólo pueden pertenecer estos y que además, tienen en su funcionamiento rasgos propios de grupos
de delincuencia organizada. Y que además, da consignas a sus afiliados para
que todo aquel agente que ose disentir, o reclamar sus derechos, o militar de
forma indisimulada en una Asociación como la nuestra, sea represaliado brutalmente, bien sea con sanciones disciplinarias, o con no percibir jamás las
gratificaciones de productividad, o a base de expedientes para cesar en su
destino y obligarles a un traslado forzoso, etc.
El pasado día 22 de abril, unos 5.000 agentes de la Guardia Civil
junto a familiares y amigos, acompañados por CC.OO., UGT, SUP, UFP,
ErNE, EuroCOP, etc. reclamaron al grito de “Zapatero embustero”, más derechos para los y las guardias civiles. Y a pesar de las promesas y de los llamamientos a la tranquilidad, aún no hemos visto nada de nada. Y esto nos lleva
irremisiblemente a plantearnos nuevas medidas quizás más contundentes y no
tan moderadas.
Los guardias civiles no tenemos ganas de celebrar fiestas y mucho
menos participando en formaciones militares para mayor satisfacción y gloria
de nuestros Jefes y Generales. Esos mismos que se hinchan la boca hablando
de honor, sacrificio, austeridad, lealtad y disciplina, pero que lucen bien henchidos sus pecheras llenas de medallas mientras cobran más que sus homólogos en la Policía.
Creo que ha llegado la hora de que el flamante nuevo mando único,
Joan Mesquida, empiece a explicar el por qué de tantas diferencias entre los
dos Cuerpos de Seguridad que dependen de él exactamente igual, el Cuerpo
Nacional de Policía y la Guardia Civil. Y qué piensa hacer para homologarnos en derechos y obligaciones, si es que tiene intención de cumplir con sus
promesas electorales, la cual cosa ya dudamos todos mucho. Por de pronto y
como siempre, nos encomendaremos a la protección de nuestra amadísima
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Patrona, la Santísima Virgen del Pilar.
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XXXVII. Mesquida contra AUGC
(Enero 2007)
Tras el exitoso acto que protagonizamos unos 3.000 agentes de la
Guardia Civil de uniforme y unos 13.000 agentes, familiares y amigos de
paisano, convocados por la Asociación Unificada de Guardias Civiles
(AUGC) el pasado día 20 de enero en la Plaza Mayor de Madrid, mucho se
ha escrito sobre la justicia o no de nuestras reivindicaciones y sobre todo,
sobre lo adecuado de hacerlo vistiendo el uniforme. Evidentemente, hay opiniones para todos los gustos, pero por lo general, todo el mundo coincide en
mostrarnos su apoyo en nuestras justas demandas, pero critica el hecho de que
lo hiciéramos uniformados.
Aceptando de antemano todas las opiniones, sean o no favorables,
queremos recordar hoy el motivo que nos indujo a hacerlo de este modo:
porque no nos han dejado otra salida y porque los guardias civiles atravesamos una situación desesperada a la que nos ha abocado el PSOE. ¿O acaso
puede alguien creer que lo hicimos por capricho, porque somos ingratos con
el Gobierno? “Lo hemos intentado todo, pero ha sido inútil y no nos han
dejado otra salida que esta”, dije el día 20. Es maquiavélico que, llegados a
esta situación obligados por el Gobierno, ahora sea el propio Gobierno quien
nos expediente con el argumento de que no debimos llegar nunca a esta situación.
Se dice que estuvimos reivindicando la desmilitarización del Cuerpo,
aunque el lema de la convocatoria era “Derechos ¡ya!”. Y debo decir que
deliberadamente el PSOE confunde los conceptos de reconocer derechos
constitucionales con desmilitarizar, y argumenta que no va a desmilitarizar y
que nunca prometió tal cosa, cuando lo que estamos denunciando es que el
127
Gobierno prometió regular el derecho de asociación profesional y reconocer
otros Derechos constitucionales y eso es precisamente lo que está incumpliendo y lo que demandamos desde AUGC.
Lo que los guardias civiles estamos reclamando es que dado que las
leyes que limitan nuestros derechos fundamentales son preconstitucionales y
no se han adaptado a nuestra Carta Magna, el Gobierno cumpla con su promesa electoral de adaptar al ordenamiento constitucional las limitaciones que
ahora nos son impuestas. ¿Es eso desmilitarizar? No lo es, y es de justicia
adaptar las leyes que se aplican a los guardias civiles a la Constitución y eliminar de una vez por todas estas zonas de exclusión de los Derechos constitucionales que inexplicablemente aún perviven en nuestra joven democracia: los
cuarteles de la Guardia Civil.
Joan Mesquida se ha plegado a las exigencias de la cúpula militar de
la Guardia Civil, obedeciendo a los generales dócilmente (también a los del
Ejército de Tierra, al que no pertenecemos desde 1978), y optando por la peor
de las decisiones que podía tomar, en mi opinión de forma poco reflexiva y
un tanto irresponsable. Y de consecuencias impredecibles, como ya se han
apresurado a destacar otras organizaciones de guardias civiles, como la Unión
de Oficiales o la Asociación de Suboficiales.
Esta decisión es un ataque frontal contra AUGC, la Asociación mayoritaria de guardias civiles a la que pertenecen 24.700 funcionarios/as, uno
de cada tres agentes y persigue anular el movimiento asociativo en la Guardia
Civil, sugiriendo incluso a través de un informe del Servicio de Asuntos Internos, la ilegalización de nuestra Asociación. ¿Es que Mesquida y el PSOE
se cree que expulsando a algunos de sus dirigentes va a solucionar el problema que hay en la Guardia Civil? ¿O es que piensa expulsarnos a todos? Se
equivoca optando por la vía represiva, que no lleva a ningún sitio y que supone una escalada en la muy caldeada situación laboral que se vive en la institución y cuyas consecuencias políticas habrán de verse a no tardar, porque expedientar a los líderes de AUGC por denunciar el incumplimiento del programa electoral del PSOE, no es propio de una democracia.
El Gobierno ha conseguido en parte darle la vuelta a la situación y
focalizar la discusión en la necesidad de imponer sanciones a los manifestantes uniformados. Pero el debate no es ese. El debate está en abordar nuestras
demandas y en que el Gobierno explique por qué durante estos casi tres años
de legislatura no ha impulsado la ley de asociaciones profesionales que el
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PSOE prometió y que en el año 2002, estando en la oposición, presentó en
forma de proyecto de ley que fue rechazado por la mayoría absoluta del PP,
con Aznar a la cabeza. Esto es lo que debe explicar el PSOE. Aunque quizás
ya no haga falta, porque Mesquida y el PSOE, con muy poco sentido común
ya nos lo ha explicado todo con su política del “palo y tentetieso” que les
pasará factura más pronto que tarde.
La soledad del Gobierno en esta cuestión es muy evidente, y sin embargo AUGC está fuertemente respaldada por Comisiones Obreras, UGT,
Izquierda Unida, Sindicato Independiente de la Ertzaintza, Sindicat de Policies de Catalunya, Movimiento contra la intolerancia, Asociación Derechos
Humanos, y muchas otras organizaciones amigas, partidos políticos y sindicatos. Gracias a su apoyo, nuestra firme determinación de no parar hasta
conseguir ver reconocidos nuestros Derechos es hoy mucho más grande.
No quiero terminar sin agradecer las numerosísimas muestras de
apoyo y solidaridad que estamos recibiendo en estos últimos días y que no
olvidaremos nunca. A todos, muchas gracias.
----------oo0oo---------(Publicado en Diario de Mallorca)
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XXXVIII. Lucha por los derechos laborales
(Febrero 2007)
El día 20 de enero, convocados por la Asociación Unificada de
Guardias Civiles (AUGC) y arropados por muchas otras asociaciones de
guardias civiles, sindicatos y organizaciones cívicas, unos 3.000 guardias
civiles vistiendo su uniforme reglamentario se concentraron en la Plaza Mayor de Madrid bajo el lema “Derechos ¡ya!”, junto a 13.000 personas más
entre las que había guardias civiles de paisano, familiares y amigos.
El mismo día, por la tarde, el ministro del Interior Alfredo Pérez
Rubalcaba, manifestó en Santander, refiriéndose al acto citado, que el derecho
de manifestación “es un derecho que los ciudadanos ejercen cuando quieren”.
El lunes 22, José Antonio Alonso, ministro de Defensa y anterior
ministro del Interior, es decir perfecto conocedor de la legislación aplicable a
los miembros de la Guardia Civil, declaró durante una visita al Centro Geográfico del Ejército en Madrid que no le constaba que los guardias civiles que
se manifestaron de uniforme reclamando la dignificación de sus condiciones
laborales “cometieran algún tipo de ilegalidad”.
Las primeras declaraciones de los dos miembros del Gobierno directamente concernidos fueron inteligentes: comprensivas con los asistentes al
acto y expresadas con la clara intención de restar trascendencia. Sin embargo,
el martes por la tarde nos encontramos con manifestaciones realizadas en
sentido contrario. Alonso sentenció que el acto del 20-E “es un acto ilegal”. Y
Rubalcaba afirmaba paralelamente que “el derecho de manifestación hay que
ejercerlo conforme a la ley”.
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¿Qué extraño hecho sucedió entre las primeras declaraciones de
ambos ministros y las sentencias condenatorias e inapelables que fueron dictadas posteriormente por estas mismas autoridades? Tuvo que ser un acto muy
relevante para lograr un cambio de opinión tan radical por parte de políticos,
pues ya se sabe que estos no tienen costumbre ni hábito de rectificar ni cuando son pillados ‘in fraganti’. Bastó para obrar el milagro una reunión del
Consejo Superior del Ejército de Tierra, que agrupa a todos los tenientes
generales del Ejército en activo, celebrada el martes 23 en el Palacio de Buenavista, Cuartel General del Ejército de Tierra en Madrid. Los tenientes generales, encabezados por el General Villar, Jefe del Estado Mayor del Ejército
de Tierra, convencieron al ministro Alonso, quien se apresuró a dictar las
instrucciones pertinentes al director general de la Policía y la Guardia Civil,
Joan Mesquida, quien con la celeridad que el caso requería y compelido por
su superior, tuvo sobre su mesa dispuestos para la firma a la mañana siguiente
(miércoles día 24) las dos primeras órdenes de incoación de los expedientes
por “realizar actos gravemente contrarios a la disciplina que no constituyan
delito”, magnífico cajón de sastre por el que hacer pasar a todos los que reclaman Derechos constitucionales, acusándoles de insubordinados.
Así pues y echadas las cuentas, tenemos sobre la mesa 20 expedientes gubernativos por falta muy grave – 8 miembros de la Junta Directiva Nacional y otros 12 dirigentes provinciales: los secretarios generales de Madrid,
Albacete, Córdoba, Cádiz, Málaga, Ceuta, Burgos, Alicante, Zaragoza, Teruel, Murcia y Baleares – con adopción de medidas cautelares de suspensión
de funciones por 3 meses en todos los casos. Todos ellos, destacados dirigentes de AUGC y representantes legítimos de miles de agentes. Y la guinda del
pastel, el compañero Jorge Bravo, Presidente de la Asociación Unificada de
Militares Españoles (AUME), que fue arrestado por 30 días en un establecimiento disciplinario militar sospecho que por participar en nuestro acto y
tomar la palabra, aunque los motivos legales sean otros, acaecidos hace muchos meses atrás y que Defensa ha traído a cuento ahora, por una de esas
extrañas coincidencias que ocurren en la vida.
Lo peor de todo es que el impulsor de tanto despropósito es el mismo Gobierno que prometió desmilitarizar paulatinamente, empezando por el
régimen disciplinario que ahora se apresura a aplicar con desmesura, siguiendo dócilmente las instrucciones de quienes verdaderamente mandan en la
Guardia Civil sin tener por qué y sospecho que en muchas otras cuestiones
que no sabemos: el Ejército. Y todo ello por haber tenido el arrojo de denunciar el incumplimiento electoral del PSOE en una cuestión intolerable: la
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modernización de la Benemérita en cuanto a los Derechos constitucionales de
sus miembros, quienes desde el año 1.978 no pertenece a las Fuerzas Armadas porque así lo dice la Carta Magna.
Esto demuestra que aún existen espacios en nuestra Europa social
donde colectivos de 79.000 trabajadores públicos, los guardias civiles, se ven
obligados a reivindicar en la calle Derechos laborales básicos que no tienen.
Y demuestra también que Gobiernos supuestamente de izquierdas y de ideología socialdemócrata, siguen dispuestos a represaliar a quienes lo hacen…
con el argumento irrefutable de que toca comer lentejas: si quieres, las tomas
y si no, las dejas.
En todo caso, 22 días después del acto de Madrid, AUGC es hoy
mucho más fuerte. Unidos todos por el objetivo común de democratizar la
Guardia Civil y de dignificar nuestro trabajo, estamos trasmitiendo a la sociedad española que nuestra lucha no es para pedir privilegios, sino para reclamar derechos laborales que todos los policías en España y casi todos en Europa ya tienen hace más de 25 años. Y la marea de solidaridad que ha levantado la apertura de los expedientes es ya abrumadora dentro y fuera de los
cuarteles, lo que no podemos dejar de agradecer una vez más.
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XXXIX. La Guardia Civil y la Constitución
(Febrero 2007)
El principal problema al que se enfrenta la Guardia Civil en la actualidad es la necesidad de adaptar los Derechos fundamentales de sus miembros
y su estatuto profesional al marco constitucional. Como todo el mundo sabe,
la Guardia Civil es un Instituto armado de naturaleza militar que forma parte
de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, junto al Cuerpo Nacional
de Policía, que fue desmilitarizado hace 20 años y por tanto, es de naturaleza
civil. Sin embargo, a pesar de que la Guardia Civil no pertenece a las Fuerzas
Armadas desde la promulgación de la Constitución en 1978, el régimen de
derechos y deberes que se aplica a los 79.000 hombres y mujeres que la integran es exactamente igual que el que se aplica a los soldados y marineros de
los tres Ejércitos y difiere mucho del propio de la Policía Nacional.
La experiencia nos demuestra que no es lo mismo prestar un servicio
de patrulla de seguridad ciudadana en los pueblos del valle del Jerte, que
desempeñar funciones de Policía Militar en Mostar o en el Líbano. ¿Es razonable que los guardias civiles que desempeñan funciones de policía civil
(seguridad ciudadana en el ámbito rural, vigilancia del tráfico, policía judicial, protección de la naturaleza, etc.) tengan sus Derechos fundamentales
severamente restringidos, como los tienen los legionarios en Afganistán, o la
Infantería de Marina en el Congo? El sentido común nos dice que no. Y sin
embargo los tienen, lo que es motivo de graves y crecientes problemas internos, cuya máxima expresión se produjo el pasado día 20 de enero en la Plaza
Mayor de Madrid en un acto que nuestra organización convocó y al que asistieron unos 3.000 agentes vistiendo su uniforme reglamentario como único
modo de ser escuchados por las Autoridades y por la sociedad en general y
como única vía para reclamar el cumplimiento de las promesas electorales del
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PSOE.
Los guardias civiles tienen en el momento actual injustificadamente
restringidos su derecho a la libertad personal, su libertad de desplazamiento y
circulación, su derecho a la intimidad, su derecho a la libertad de expresión y
de información, su derecho de reunión, su derecho de voto, su derecho de
petición, su derecho de huelga, su derecho de asociación y su derecho de
sindicación. Todas estas excesivas limitaciones vienen impuestas por la naturaleza militar de la Guardia Civil, lo cual supone un abuso si tenemos en
cuenta que las misiones militares de la Guardia Civil no están reguladas y que
en sentido estricto, estas no llegan al 1% de las misiones que se realizan por
parte del conjunto de la Institución.
La recomendación 10/2001 del Comité de Ministros de la Unión Europea a los Estados miembros sobre el Código Europeo de Ética de la Policía,
adoptada por el Comité de Ministros el 19 de septiembre, establece que: “El
personal de policía debe beneficiarse, por regla general, de los mismos derechos civiles y políticos que los demás ciudadanos. Sólo son posibles restricciones a estos derechos si son necesarias para el ejercicio de las funciones
de la policía en una sociedad democrática, de conformidad con la ley y con
el Convenio Europeo de Derechos Humanos”. Parece evidente que España
incumple la recomendación, puesto que los guardias civiles no se benefician
de los mismos derechos que los demás ciudadanos, sin que las restricciones
que padecen sean necesarias para el ejercicio de sus funciones, dado que las
funciones que realiza la Guardia Civil son exactamente las mismas que las
que realiza el Cuerpo Nacional de Policía y de forma integral en Cataluña y
Euskadi sus respectivos Cuerpos de Policía (Mossos d’Esquadra y Ertzaintza)
y sin embargo ellos no ven sus Derechos constitucionales constreñidos del
mismo modo que nosotros.
Lamentablemente, en España algunos entienden que los militares (y
aquí incluyo a los guardias civiles) deben tener menos Derechos que los civiles, puesto que ello asegura el efectivo cumplimiento de sus importantes misiones. Sin embargo, se olvida que las misiones de la Guardia Civil son muy
distintas a las de las Fuerzas Armadas. Y también se deja de lado que en otros
países de la Unión Europea miembros de la OTAN, los militares gozan de
muchos más derechos que los militares españoles, hasta el punto de que en
algunos países como Alemania tienen reconocido incluso ¡el derecho a fundar
y pertenecer a sindicatos! ¡Qué lejos estamos de estos países!, ¿verdad?
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Ha llegado el momento de que la sociedad española medite sobre
qué tipo de Guardia Civil quiere, debate este que desde el inicio de la transición democrática está irresuelto. Algunos deliberadamente confunden el reconocer Derechos constitucionales con desmilitarizar. Nosotros planteamos la
necesidad de eliminar los territorios que aún existen en España donde los
Derechos constitucionales no llegan con plenitud. Y eso no es desmilitarizar,
es dignificar; lo cual no gusta a una pequeñísima parte de la Guardia Civil –
altos mandos y generales – que es la que disfruta de privilegios que sin duda
perdería si nosotros viéramos reconocidos ciertos Derechos.
En mi opinión, la Guardia Civil ganará en eficacia si se reconocen
mayores Derechos a sus miembros. Este es el único camino para solucionar la
ya abismal fosa que separa a los altos mandos de la inmensa mayoría de los
agentes. Una situación que empeora día tras día por el empecinamiento de los
jefes en no reconocer ni aceptar los Derechos de sus subordinados. Y que
choca frontalmente con la sociedad que todos queremos en el Siglo XXI: una
sociedad moderna, democrática, que crece en el respeto a la Constitución de
1978 y en la Carta Social Europea, donde se establece que “Todos los trabajadores y empleados tienen derecho a asociarse libremente en organizaciones nacionales o internacionales para la protección de sus intereses económicos y sociales” y que “Todos los trabajadores y empleadores tienen derecho a la negociación colectiva”.
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XL. ¡Alto a la Guardia Civil!
(Marzo 2007)
Jueves, día 5 de diciembre de 2002. Son las 13:55 h. Comandancia
de la Guardia Civil de Palma de Mallorca. Puntualmente, como cada día,
entro en la oficina de atestados, donde cumpliré mi guardia durante las
próximas 8 horas que dura mi turno de servicio.
– Buenas tardes –.
Nadie contesta. Dejo mi mochila en el sofá junto a la puerta; me agacho a coger mi agenda y algunos útiles que me harán falta y también mi billetera. Levanto la mirada, sorprendido porque nadie me ha devuelto el saludo.
Lo normal es que sólo estén allí los que vamos a entrar en el turno de tarde y
el jefe de la oficina. Los que han terminado el turno de mañana ya deben estar
en el vestuario cambiándose. Extrañamente están ahí todos. Creo que me
estaban esperando. Me miran con media sonrisa. Quietos. Uno de ellos agita
la mano como si se estuviera quemando y me dice:
– ¡Menuda has formado, cabronazo! ¡Están que trinan! –.
Con cara exageradamente descompuesta y fingiendo no saber nada,
contesto:
– ¿Quién? ¿Yo? –.
El jefe de la oficina se levanta de su mesa, viene hacia mí y me estrecha la mano:
– ¡Con dos cojones! ¡Enhorabuena! Aquí estamos para lo que necesites –.
– Muchas gracias –.
Después de algunos minutos de cierta confusión, saludando y contando anécdotas de mi periplo por los platós de TV, alguien que está junto al
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teléfono me dice:
– ¡Oye! Que han llamado de Madrid. De la Dirección General. Dicen
que ahora volverán a llamar, que no te muevas de aquí –.
– ¿Quién es?–, pregunto.
– Alguien de la ORIS quiere hablar contigo –.
Me siento junto al teléfono tratando de disimular mis nervios. La
ORIS, la Oficina de Relaciones Informativas y Sociales de la Guardia Civil,
es el gabinete de prensa del director general. Es obvio y ya entraba en mis
planes que no se iban a quedar quietos viendo como me paseaba por los platós sin ningún pudor, hablando de mi homosexualidad y de la verdadera cara
de la Guardia Civil.
Pasan 5 minutos y suena el teléfono. Lo cojo. Una chica joven al otro
lado del teléfono pregunta por mí.
– Soy yo mismo –.
– Hola. Te llamo de la ORIS. Te voy a pasar con el jefe de la Oficina, que quiere hablar contigo –.
– ¿Es civil o militar? –
– Es civil –, responde.
Me pasa. Debo ser cauto, pero sin transmitir miedo. Templanza. Seguramente más gente esté escuchando la conversación y es muy fácil que la
estén grabando.
Una voz firme y segura, con cierto aire de superioridad me saluda
cortés pero tajante.
– Soy fulanito, el jefe de prensa del director general –.
Tuvimos una conversación de algo más de 15 minutos. Durante ese
tiempo donde el resto de compañeros miraban expectantes hacia mí, escuché
palabras intimidatorias, refiriéndose a que no había pedido autorización para
hablar con los medios de comunicación.
– ¿Sabías que hay que pedir autorización para hablar con la prensa?
¿Lo sabías o no? –
– Perdone, he leído varias veces la Constitución y no he visto en ningún sitio que ponga que debo pedir autorización a nadie para hablar de mi
vida privada –.
Cuando vio que no conseguía amedrentarme, pasó directamente a
las amenazas. Y obtuvo mucho peor resultado, claro está. Luego buscó la
complicidad diciendo que él había jugado un papel fundamental para que se
cambiara la normativa de viviendas en las casas cuartel de modo que se permitiera que las parejas gays pudiésemos vivir en ellos. Finalmente, y ahí es
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donde quiero llegar con este relato, resumió no sólo el motivo de mi llamada,
sino lo que yo definiría como la política del Partido Popular con respecto a
los homosexuales en España durante los 8 años de gobierno del Sr. Aznar:
– Perpinyà, mira. A nosotros no nos molesta que seas gay. Yo tengo
muchos amigos gays y son gente estupenda. Lo que no vemos bien es que lo
digas de plató en plató. Eso no te beneficia. Es perjudicial para los homosexuales y no os hace ningún bien. Ya has conseguido lo que querías. Para ya
–.
En ese mismo momento vi claro lo que les molestaba y pensé que si
ese era el problema, entonces había hecho lo correcto. Y no sólo eso, sino que
iba a tratar de hacer todo lo posible por seguir molestándoles. Algunos meses
más tarde, la Junta Directiva Nacional de la Asociación Unificada de Guardias Civiles, organización mayoritaria dentro del colectivo, a la que pertenezco y desde donde en aquel momento ocupaba el cargo de vocal de asuntos
jurídicos de la delegación provincial de Baleares, me propuso ocupar el cargo
de Secretario de Comunicación de la Asociación, lo que viene a ser algo así
como director de comunicación y portavoz.
– Si no queréis verme en los medios, ahora os vais a hartar –, pensé.
Y así ha sido.
El problema no es ser gay. El problema es que se sepa. Que se viva
como tal. Que se esté orgulloso e incluso que se presuma de ello. Sabemos
que la homosexualidad es una circunstancia natural en el ser humano. Minoritaria, pero natural. Luego, nada puede hacerse para erradicarla, por más que
se ha intentado…(algunos dirán que un prestigioso psicólogo llamado Aquilino Polaino, que el PP llevó al Congreso para que explicara claramente que la
homosexualidad es una perversión sexual, lo consiguen en un porcentaje muy
alto). Pero sí se puede hacer algo para que sea invisible, para que no se manifieste. ¿Qué? Precisamente lo que hizo el PP durante los 8 años en que gobernó el país. Hacer como si no existiera. Nada de nada. Y oponerse por sistema
a cualquier reconocimiento de la realidad GLTB.
Contra esta política de humillación a través de la indiferencia más
despreciable, el látigo de la indiferencia, sólo cabía la unidad de todos los
homosexuales para actuar de manera coordinada y efectiva, desde el punto de
vista colectivo, algo que se consiguió en gran medida a través de la FELGT, y
el ejercicio de la visibilidad, desde el punto de vista individual, a lo que muchos amigos y amigas, de forma incluso un tanto heroica y ejemplar, contribuyeron bastante antes que yo, allanando el camino. Muchos que no voy a
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citar porque la lista sería larga y corro el riesgo de olvidarme de alguien, lo
cual sería imperdonable.
Este fenómeno que hemos dado en llamar visibilidad es, en mi opinión, de enorme importancia, porque ha contribuido de manera fundamental a
aportar normalidad donde no la había. Venimos de un punto donde el reconocerse gay era algo insólito. En algunos sectores sociales como la policía, el
ejército o la política, muchísimo más extraordinario Es cierto que quienes
hemos protagonizado en mayor o menor medida una actuación relevante de
visibilidad, hemos causado cierto revuelo, mediático fundamentalmente. Pero
no es menos cierto que ello ha contribuido a que la sociedad perciba la homosexualidad como algo normal, natural y no estigmatizante, aunque en ocasiones no ha resultado nada fácil y sí ha supuesto a quienes lo han hecho un
sacrificio personal de gran magnitud, lo que certifica que aún queda mucho
por hacer dentro de ámbitos sociales muy concretos, como por ejemplo la
Iglesia y las Fuerzas Armadas,
La visibilidad es una forma de activismo. No puede haber activismo
sin visibilidad, aunque no puedo negar que puede haber ciertos casos de visibilidad sin un activismo excesivamente profundo. Creo que este es mi caso.
Todos conocemos casos de homosexuales que prefieren pasar desapercibidos y que, aunque no ocultan su condición sexual, prefieren no hablar
de sí mismos y además, no se sienten cómodos si se hace o si alguien les
inquiere sobre ello. Consideran que esa es una faceta de su vida íntima y que
nadie tiene por qué saber detalle alguno si ellos no lo desean. Es una opción
respetable, porque forma parte de la esfera de la libertad individual. Sin embargo, quienes hemos optado por hacer lo contrario, hemos sido acusados
poco menos que de “exhibicionistas”, cuando yo opino que tan respetable es
una pauta de comportamiento como la contraria.
Algunos ciudadanos, cuando alguien se declara públicamente homosexual, consideran inmoral esa declaración puesto que, según ellos argumentan, lo que uno hace en la cama o con quién se acuesta, forma parte de la vida
íntima de cada uno y a nadie le importa. A mi mismo me han hecho ese reproche algunas personas, obviando que en este país existe afortunadamente la
libertad de expresión y que el ejercicio de este derecho fundamental está
protegido por el artículo 20 de la Constitución. Además, ese mismo reproche
sólo se hace a los homosexuales y no a los heterosexuales cuando hacen alarde de su heterosexualidad. En ese caso, nadie considera que se está revelando
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cuestiones íntimas o que únicamente a él le incumben. Además y lamentablemente, nadie considera noticia que alguien se declare heterosexual y más aún
si desempeña un puesto de trabajo relevante o en una profesión como la mía,
donde la virilidad (y a veces hasta la brutalidad, tengo que reconocerlo, aunque afortunadamente cada vez menos) se considera un plus, aunque yo puedo
afirmar con rotundidad que las mujeres son generalmente mejores policías
que los hombres, en mi humilde opinión.
El activismo requiere una entrega y una dedicación a la causa GLTB,
que es la causa de la igualdad, de la justicia y de la no discriminación, a la
que no todos estamos en disposición de contribuir en igual medida. Pero
pienso que la visibilidad es la primera forma de activismo que todos debiéramos de adoptar, pues de lo contrario se perpetúa una situación anómala desde
dos puntos de vista: primero, porque los homosexuales continuamos sin existir socialmente, y por tanto sin reivindicar con plenitud los derechos que nos
corresponden; y segundo, porque no romper esa espiral de silencio y camuflaje es, a parte de una traición personal y un acto de cobardía, facilitar la infelicidad de la persona, aunque algunos opinen que es justo lo contrario.
Yo mismo no me considero activista GLTB, aunque reconozco que
mi ejercicio personal de visibilidad al protagonizar la portada de Zero cubierto con el sombrero tradicional de la Guardia Civil, el tricornio, y con el titular: “Soy guardia civil y gay” no deja de ser una forma de activismo. Digo
esto porque me parece fundamental dejar sentado que el ejercicio de visibilidad entendido como el ejercicio de no ocultar la homosexualidad, constituye
esencialmente un acto de civismo y ciudadanía, y de coherencia personal y
ética que todos tenemos la obligación de alentar, principalmente los gays y
lesbianas y los colectivos y asociaciones que les representan, especialmente
en aquellos ámbitos donde a priori puede haber más dificultades para llevarlo
a cabo. Puede suceder que para algunos, de hecho yo creo que somos la mayoría, también constituye una liberación interna enorme que contribuye de
manera fundamental a la propia felicidad, pero eso depende de cómo se viva
la propia homosexualidad. Creo que ese fue mi caso, aunque debo decir que
antes del número 46 de Zero, mi entorno próximo ya conocía mi condición
sexual y los que no lo conocían, lo intuían, y por eso, la liberación personal
fue menos intensa de lo que en teoría pudiera parecer. Pero si fue claramente,
o eso creo yo, un acto de coherencia personal y moral y de civismo. Quiero
explicar estos dos conceptos puesto que constituyen, en mi humilde opinión,
la motivación principal para este fundamental acto de activismo que es la
visibilidad:
140
Coherencia personal y ética. Basta con analizar lo que supone para
cualquier persona mostrarse tal cual es, con sus defectos y sus virtudes, con
sus cualidades y su plenitud personal, sin ocultar nada. Vivir, por tanto, tal
cual se siente. Algunos dirán que eso se puede hacer sin necesidad de aparecer en los medios de comunicación, y es cierto, pero lo que de ningún modo
puede considerarse un acto de coherencia personal y moral, sino todo lo contrario, es vivir siendo gay o lesbiana y ocultando tal condición o mintiendo
deliberadamente, puesto que la homosexualidad es no sólo una forma de
amar, sino también una forma de vivir, de sentir, de expresarse. La homosexualidad condiciona la compresión misma de la sociedad y de las normas y
pautas de comportamiento. También de las leyes. Desde este punto de vista,
no se es coherente con uno mismo ni con quienes nos rodean si no se ejerce la
visibilidad.
Yo considero la visibilidad un acto de civismo, de ciudadanía, por
cuanto la visibilidad es un acto de afirmación propio que persigue y lleva
implícito la reclamación para uno mismo, del mismo nivel de derechos individuales de los que ya disfrutan el resto de ciudadanos. Al mostrar a los demás nuestra auténtica personalidad, estamos siendo absolutamente respetuosos con las normas de convivencia pública cuya máxima expresión en democracia es la consideración por la libertad individual. No podemos considerar
buen ciudadano a quien oculta su orientación sexual, puesto que tal ejercicio
de camuflaje lleva aparejado una ruptura de las normas de convivencia públicas, esencialmente de la renuncia a derechos que legal y legítimamente le
corresponden. Y eso también es perjudicial para la propia democracia.
No quiero que lo expuesto anteriormente se interprete como una censura a quienes no ejercen su homosexualidad de forma visible y declarada.
Supongo que cada uno tiene sus problemas y sus condicionantes, lo que hace
que haya que actuar de acuerdo a esos condicionantes. Yo expongo los motivos por los que creo que todos los gays y lesbianas debemos ser visibles.
Luego, los motivos por los que no debe hacerse los pone cada uno, según sus
condicionantes. Y aquí es donde entra, en mi opinión, el papel de los colectivos y de las asociaciones, fundamental en cualquier orden, de asesorar, apoyar y respaldar a la gente que necesita de más ayuda a la hora de dar el paso y
hacer frente a las posibles repercusiones que puedan surgir.
Quienes optan por vivir su vida como falsos heterosexuales esgrimen
muchos argumentos. Uno ya lo hemos citado: esa es una cuestión que corresponde a mi intimidad y no quiero que se hable de ello, ya que sólo a mí me
141
incumbe. Otro argumento es las posibles repercusiones negativas, aunque yo
las denominaría secuelas, de adoptar tal postura, en el ámbito familiar, profesional/laboral, social, etc. Creo que cada uno de nosotros ha tenido que hacer
frente a tales secuelas, pero mucho peor que todas ellas juntas es el miedo. El
miedo es la peor represión, el mayor de los sufrimientos. Mi experiencia
personal es que el miedo a las repercusiones que pueda traer el ejercicio de
visibilidad para un homosexual, es siempre mucho peor que las consecuencias
que se derivan de ese ejercicio. Por tanto, creo que todos nosotros, cada uno
según sus posibilidades, debe ayudar a superar el miedo porque sólo sin miedo se puede tomar una decisión libre. Apostaría cualquier cosa que muchos de
los que esgrimen el argumento de la intimidad que antes he citado, no han
superado nunca el miedo. Y por eso no son verdaderamente libres.
Es verdad que mientras alguien pueda sentirse amenazado por el
miedo a represalias en su ámbito profesional, laboral, familiar, social, etc. sí
se declara homosexual, habrá trabajo que hacer. He aquí el principal reto de
los colectivos de GLBT. Una vez que se ha conseguido la igualdad teórica
según la ley, ahora debemos hacer que esta igualdad sea trasladada a todos los
ámbitos. Y sigo pensando que la mejor manera de conseguirlo es siendo plenamente visibles, en todos los campos y en todos los ámbitos sociales. Hemos
oído algunas voces que reclaman que una vez que se ha conseguido la plena
igualdad en derechos, la manifestación del orgullo gay debe desaparecer, pues
ya no tiene sentido. Yo opino radicalmente lo contrario. Creo que la manifestación del orgullo gay es el mayor ejercicio de visibilidad que se hace periódicamente. Desgraciadamente, a esta cita acude gente que jamás reconocería
su homosexualidad, pero que por una vez decide participar en un acto así
amparado por el anonimato que proporciona la colectividad. Quienes piden
que la fiesta del orgullo gay desaparezca lo que verdaderamente piden es que
deje de vérsenos. Que volvamos a ser invisibles. Y a eso, lo lamento, no estamos dispuestos.
Existe también un reto que la colectividad homosexual debe abordar
con valentía y con orgullo. Es su proyección internacional. Debemos ayudar a
los millones de homosexuales que viven en países donde el mero hecho de
serlo es motivo de cárcel o de vulneración de los derechos humanos. No podemos olvidar la realidad social de muchos países de Iberoamérica y de África, pues la era de la globalización en que nos ha tocado vivir no permite que
una vez que nosotros hemos conseguido nuestro principal objetivo desde el
punto de vista de la reivindicación gay, podamos mirar hacia otro lado a la
hora de cooperar para que el resto de homosexuales del mundo puedan vivir
142
según su auténtica naturaleza y sin miedo. Creo que este es un campo en el
que hay que volcar muchos recursos y muchas energías, porque además será
la mejor forma de consolidar los derechos que a nosotros nos han sido reconocidos.
Recuerdo que hace aproximadamente un año y medio me crucé con
un comandante de la Guardia Civil retirado. Superaba los 65 años pero no era
mucho más mayor. Yo había estado a sus órdenes cuando él era capitán y
nuestra relación profesional nunca fue mala. Tampoco tenía confianza con él,
pero es justo decir que en una institución militar como la Guardia Civil, las
familiaridades y las confianzas con los de superior empleo son muy poco
habituales. Al verle, le tendí la mano y él continuó su camino sin devolverme
el saludo y dijo al pasar a junto a mí:
– No le conozco de nada. ¡Yo soy de otra cuerda! –, dijo con gran
arrogancia.
– Pobre indeseable –, pensé. Pero debo decir que esta ha sido la
única situación desagradable que tuve que vivir durante estos casi tres años
desde la portada de Zero. ¿No parece que soy bastante afortunado?
A priori cualquiera podría pensar que la Guardia Civil es uno de los
peores ámbitos profesionales y laborales en el que uno puede declararse
homosexual o lesbiana. Yo mismo lo pensaba así. Pero con el paso del tiempo
he acabado pensando que cuanto peor fuera el entorno, con mucha más fuerza
había que gritar: “¡Soy gay!” Desde que lo hice, nunca más he vuelto a oír un
comentario despectivo contra los homosexuales, ni homófobo. Ni siquiera
machista. Delante de mí no se ha vuelto a producir ningún episodio de esta
clase. Si mi ejercicio de visibilidad ha servido para que al menos delante de
mí, no pasen cosas así, la verdad es que estoy muy satisfecho.
La Guardia Civil constituye una realidad sociológica peculiar. Mucha de la gente que trabaja aquí y desde luego una gran mayoría de los que
actualmente son oficiales, también son hijos de guardias civiles. Eso significa
que se han criado en casas cuartel, en ambientes muy peculiares, entre más
hijos de guardias. Existe una realidad social que ellos desconocen, que consideran negativa o que no consideran buena porque les es ajena. Al fin y al
cabo sólo se teme lo que se desconoce. En este marco social tan cerrado en sí
mismo, tan endogámico, es complicado un ejercicio de visibilidad. ¿A dónde
se podía recurrir para buscar apoyo? A un colectivo, en este caso no de gays y
lesbianas, pero si a un colectivo de guardias civiles progresistas que luchan
para que la institución cambie y se modernice. Es la Asociación Unificada de
143
Guardias Civiles. Ellos me ayudaron desde el principio y en ella encontré el
apoyo y la fuerza que me permitió tomar la decisión que considero correcta.
Quiero decir con esto que es bueno encontrar apoyos dentro de nuestro círculo íntimo y no sentirse solos. Eso es fundamental y de gran ayuda. Para mí, la
AUGC ha sido una plataforma de activismo y de liberación dentro de la
Guardia Civil.
Nos ha tocado vivir una época de cambios apasionante. Pero no
podemos olvidar el camino recorrido. Este momento es el propicio para pararse, disfrutar del éxito, mirar hacia los lados y también hacia atrás, ver cómo
hemos llegado hasta aquí y planear el camino que ha de llevarnos al futuro.
Habrá que actualizar muchos de los discursos que hemos manejado hasta
ahora. Deberemos localizar claramente los principales riesgos para el progreso del movimiento GLBT, aunque creo que esto es bastante fácil. El Tribunal
Constitucional ha admitido a trámite el recurso de amparo que el Partido
Popular ha presentado contra el la ley de modificación del Código Civil que
permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. En mi opinión, sólo lo
han hecho para satisfacer a una pequeña parte de su electorado, pero que hoy
por hoy son quienes ocupan los cargos dirigentes de su organización. Sus
argumentos no se sostienen y denuncian un ataque a la familia puesto que los
matrimonios homosexuales desnaturalizan la verdadera familia. Pero ese es
un argumento excluyente, pues quieren imponer a los demás su restrictiva
forma de entender la familia. Mientras haya actitudes de esta naturaleza debemos permanecer vigilantes, pues en cualquier momento se puede producir
un retroceso en los derechos individuales y colectivos que tanto sacrificio ha
costado conseguir. No hay que ser alarmistas, pero los peligros son claros.
Corresponde a cada uno de nosotros y nosotras luchas para que nuestro mundo sea cada vez un poco mejor.
Dentro de unos años la sociedad habrá aceptado con toda normalidad que las parejas homosexuales adopten hijos. Que ocupen cualquier cargo
de responsabilidad en toda clase de corporaciones y también en la Administración pública. No será noticia que un guardia civil se declare abiertamente
homosexual, ni que lo haga un dirigente sindical o político, ni un juez, ni un
almirante. Sólo entonces habremos conseguido la plena igualdad. Mientras
eso no suceda, habrá trabajo por hacer.
----------oo0oo---------(Publicado en el libro ‘Primera plana’, coordinado por Juan A. Herrero Brasas. Ed. Egales.)
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XLI. Un gran paso de la mano de AUGC
(Abril 2007)
Fue una casualidad. La víspera de la primera manifestación de policías y guardias civiles que ha habido en España, allá por diciembre del año
1976, los policías y carabineros de Roma se manifestaron contra el terrorismo
y condenaban los atentados de la extrema izquierda. “Estamos cansados de
morir”, gritaban. Y tenían motivos. En tan sólo 24 horas habían caído 5 de
sus compañeros en atentados terroristas de las Brigadas Rojas que habían
surgido siete años antes como un desafío al Estado democrático. Unos mil
policías marcharon a un cuartel contiguo a la comisaría central de Roma exigiendo a gritos seguridad, garantías y mayor rigor de la justicia. Pero el terrorismo por causas políticas que se cebaba contra funcionarios de policía no era
exclusivo de Italia. Lo mismo estaba sucediendo en Irlanda del Norte, en
Córcega, y como no, en el País Vasco donde secuestros y asesinatos no daban
tregua a militares, policías y guardias civiles.
Al día siguiente, el 17 de diciembre de 1976 en Madrid, se produjo
la primera manifestación de policías y guardias civiles de paisano que ha
habido en España. Julián Delgado, un ex-policía armado que posteriormente
ingresó en la Guardia Urbana de Barcelona, lo cuenta en su libro Los grises,
víctimas y verdugos del franquismo de este modo:
«El 6 de diciembre de 1976, un grupo de policías armados y guardias civiles decidieron reunirse en la Casa de Campo de Madrid y acordaron
llevar a cabo una manifestación en la vía pública, fijando la fecha del día 17
de ese mismo mes. Algunos componentes de sindicatos de clase, que también
asistieron, presionaron para que se realizara el día 15, haciéndola coincidir
con el referéndum convocado por el Gobierno para aprobar la reforma polí145
tica del Estado.
Desde el día siguiente se dieron consignas por las radios de los vehículos policiales de forma constante: “Todos a la Plaza de Oriente, día 17 a
las 12 horas”. Los organizadores sabían lo que se jugaban, estaban sometidos a la disciplina castrense y un acto semejante podría ser considerado
como rebelión militar. No obstante, se apreciaba una gran determinación
por parte de los organizadores. El día D a la hora H, los policías comenzaron a llegar a la plaza en gran número; los oficiales que, de servicio, fuero a
intentar controlar la situación o, al menos, a tomar buena nota de las posibles faltas o delitos que pudieran cometerse, no daban crédito a lo que estaban viendo. Se organizaron en asamblea y eligieron a dos vocales representativos, uno por cada uno de los Cuerpos. A continuación se leyó un manifiesto y, acto seguido, partieron en manifestación cruzando Madrid, hasta
llegar frente al Ministerio de la Gobernación. Allí, jefes y oficiales, la mayoría de la cercana Inspección General de Policía Armada, intentaron por
todos los medios abortar la manifestación enfrentándose a los líderes y
manifestantes que más se destacaban. Lo consiguieron con algunos, que
abandonaron al tomar conciencia de lo que se estaba produciendo, pero no
con la mayoría, que persistió de forma violenta en actos contrarios a la
disciplina y al Código de Justicia Militar como empujones a superiores,
insultos, desobediencia, etc.
El general Chicharro, persona de una extraordinaria calidad
humana, llevado por su personalidad vehemente, convencido de que, siendo
el de mayor graduación, le correspondía dar la cara, e incapaz de tolerar un
espectáculo como aquel protagonizado por profesionales sujetos a disciplina
militar, intentó frenarlo –en un alarde de valor no exento de irracionalidad–
lanzándose contra los manifestantes, pistola en mano. Fue agredido por un
policía, que le tiró al suelo, produciéndole un fuerte hematoma en la cara:
un acto claro de agresión a un superior dentro de un acto de rebelión militar. El general se levantó y ordenó a una CRG y a una sección de Caballería
que se encontraba de servicio en el lugar que cargaran contra los manifestantes. No le obedecieron, y se quedaron en su lugar, en actitud pasiva.
Hubo una buena documentación gráfica, y no gracias a los funcionarios del Cuerpo General, que entregaron sus carretes velados o con fotografías desenfocadas, sino a las que obtuvo el servicio de información de la
Policía Armada. Sirvieron para identificar a numerosos participantes, a sus
dirigentes y agresores. Todos fueron detenidos e interrogados. En la cárcel
146
de Soria, habilitada como prisión militar, y en diversos calabozos de cuarteles militares, ingresaron 280 policías y guardias civiles. Fueron juzgados y
condenados 240 por los delitos de sedición e insultos a superior, 14 de ellos
fueron expulsados. Fueron cesados el director general de Seguridad, Rodríguez Román, y el director general de la Guardia Civil, Ángel Campano».
El rotativo El País en su edición del día 18 de diciembre afirma que
los manifestantes –unos 400 miembros de la Policía Armada, Cuerpo General
de Policía y Guardia Civil– pidieron la dimisión del ministro Martín Villa y
sembraba dudas acerca de las motivaciones de los agentes: “Los motivos de
esta manifestación no han quedado totalmente claros, pues junto a una serie
de puntos reivindicativos que podríamos llamar laborales, otras fuentes han
hablado de motivaciones políticas, en el sentido de que, al menos una parte
de los participantes en los actos de ayer, quieren expresar su desacuerdo y
su voluntad de no transigir con la dirección que están tomando los acontecimientos políticos en nuestro país. Por el contrario, otros de los manifestantes han comunicado a El País que sus reivindicaciones son esencialmente
laborales. Entre ellas se incluye el deseo de ser considerados como profesionales del orden público y no como soldados”. La prensa también publicó
informaciones sobre incidentes entre algunos jefes y los manifestantes: “Al
parecer, también se produjeron algunos incidentes entre los policías y los
jefes que intentaron disuadirles. Uno de éstos, según los manifestantes, les
dijo que estáis hundiendo España, a lo que se le contestó que sólo defendían
sus derechos”. Otras informaciones apuntaban la posibilidad de que una comisión nombrada por los agentes hubiera sido recibida por el ministro Martín
Villa y por el Vicepresidente para la Defensa, el teniente general Gutiérrez
Mellado, quien se encontraba en el edificio. “Parece ser que la entrevista
tuvo lugar por fin, aunque no se ha podido confirmar este extremo, ni tampoco el posible contenido de la misma. Lo cierto es que poco después de la
hora en que pudo haberse producido, hacia las tres de la tarde, la concentración se disolvió pacíficamente” informaba El País.
Según afirma Javier Fernández López en su libro El rey y otros militares. Los militares en el cambio de régimen político en España (1969-1982),
el general Sáez de Tejada afirmó que fue uno de los momentos que él recordaba con mayor tensión, ya que unidades de la División Acorazada llegaron a
estar municionadas y preparadas para disparar en caso de ser preciso.
¿Qué reivindicaban aquellos elementos subversivos que se atrevían a
desafiar al orden establecido siendo militares e incluso desobedecían la
147
prohibición gubernativa de manifestarse? ¿Qué movía a aquellos agentes de
las Fuerzas de Orden Público a jugarse su futuro, el pan de sus hijos, en una
protesta de aquella naturaleza emprendida escasamente dos años después de
la muerte de Franco y tan sólo un mes después de la aprobación de la Ley
para la reforma política, que daba inicio al fin del régimen franquista? Aquellos valientes servidores públicos pedían tener derecho a la Seguridad Social y
algunas otras mejoras laborales. Como afirman Juan Emilio Ballesteros y
Antonio López Hidalgo en su libro El sindicato clandestino de la Guardia
Civil, editado en 1990, “a pesar del tremendo aparato de represión sindical
desplegado por el Estado Mayor de la Guardia Civil, las primeras consecuencias de la manifestación fueron inmediatas. El Gobierno, que también se
negaba a reconocer esta lucha, concedió a los funcionarios de la Benemérita
el derecho a acogerse a los beneficios del régimen general de la Seguridad
Social”.
En el Consejo de Ministros del 23 de diciembre fue nombrado nuevo
director general de la Guardia Civil el hasta entonces general de División
Antonio Ibáñez Freire, hombre proclive a las reformas democráticas, según le
confesó al propio Vicepresidente teniente general Gutiérrez Mellado. Ibáñez
Freire fue ascendido a teniente general saltándose a varios compañeros que le
precedían en el escalafón generando el consiguiente malestar entre los que se
consideraban perjudicados por ese ascenso, uno de los cuales era el carismático Jaime Milans del Bosch, jefe de la División Acorazada, quien a raíz del
incidente dejó de acudir de forma ostensible a su destino. Prueba del malestar
que generó el cese de Campano tras la manifestación de los policías y guardias civiles, es que el teniente general Campano, que había sido destituido, en
contra de la costumbre y de la buena educación, no asistió a la toma de posesión de su antecesor.
Ya en tiempos algo más recientes, concretamente en diciembre del
año 2001, se produjo una manifestación de gendarmes en muchas ciudades de
Francia. La más espectacular se desarrolló en las calles de París, donde miles
de agentes de uniforme (algunas fuentes hablaban de 24.000 agentes en todo
el país, el 20% de la plantilla) y algunos hasta con vehículos oficiales, conseguían que el Primer Ministro Lionel Jospin ordenara al ministro de Defensa
Alain Richard formar una mesa de negociación para mejorar las condiciones
laborales de los gendarmes. Ver a los miembros de la Gendarmería en pie de
guerra contra el Gobierno dejaba al descubierto problemas de calado en el
seno de este Cuerpo militar que formando parte del Ejército, lo que no sucede
en la Guardia Civil, lleva a cabo funciones eminentemente policiales. Tras las
148
movilizaciones, el ministro del Interior, Daniel Vaillant, anunció un sustancial
aumento del presupuesto del orden de 50.000 millones de pesetas en un año,
el aumento de 3.000 efectivos y la adquisición de 50.000 chalecos antibalas.
Los dos ejemplos que he citado antes se complementan con lo sucedido en España en enero de este año, donde gracias a la movilización de miles
de agentes de la Guardia Civil de uniforme, el Gobierno ha aprobado dos
proyectos de ley que en la actualidad se están tramitando en el Congreso de
los Diputados: una nueva ley disciplinaria que elimina la sanción de arresto y
la aplicación del Código Penal Militar y una ley de derechos y deberes que
configura el estatuto propio de los guardias civiles y que regula el derecho al
asociacionismo profesional. Estas dos viejas aspiraciones se han materializado gracias al esfuerzo y al sacrificio de muchos compañeros y compañeras
quienes arriesgando mucho y siendo audaces, han sido capaces de poner cara
y voz a las reivindicaciones de mejoras profesionales. Lo cual demuestra que
si hacemos las cosas bien, podemos conseguir nuestros objetivos por difíciles
que estos parezcan.
Hay quien critica muy alegremente los proyectos de ley y está en su
derecho. Os garantizo que algunos de ellos ni siquiera se los han leído. Otros
no pueden aspirar a influir en su tramitación parlamentaria con un mínimo de
garantías de éxito y de ahí que lo critiquen con dureza. Los comprendemos
perfectamente, pues al fin y al cabo ¿qué podíamos hacer nosotros cuando
sólo teníamos, por poner un ejemplo, 3.000 afiliados y afiliadas? Nada de
nada. Sobrevivir, que no era poco. Otros sencillamente saben que la aprobación de la ley supone su desaparición pura y dura, pues las elecciones que se
avecinan serán determinantes. Habrá otros a quienes no les gusten los proyectos y quieran algo mejor. Y nosotros compartimos esa visión pero desde una
perspectiva constructiva y desde la responsabilidad de representar a 25.000
guardias civiles y por tanto, tener capacidad de influencia y la fuerza necesarias para mejorar los textos a su paso por el Parlamento, que es nuestra obligación y lo que estamos haciendo discreta pero efectivamente.
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XLII. Derechos a golpe de tricornio
(Octubre 2007)
Desde hace 30 años el común de ciudadanos y ciudadanas de este país disfruta, al menos en teoría, de un régimen de derechos y libertades muy
moderno y amplio. Quizás de los más avanzados del mundo, como corresponde a una democracia integrada en la Unión Europea. Para los guardias
civiles la democracia y los derechos fundamentales que la Constitución garantiza a todos los españoles sin excepción, se ven ahora –muy tardíamente– por
vez primera plasmados en una ley que acaba de ser aprobada en las Cortes
Generales y publicada en el BOE. Es cierto que persisten algunas restricciones y limitaciones que, a nuestro juicio, debieran haber sido eliminadas y con
mayor exigencia por parte de un Gobierno que se precia de ampliar y reconocer derechos, pero la ley supone, es justo reconocerlo, un claro avance en el
reconocimiento de los derechos constitucionales de todos los miembros de la
Guardia Civil con respecto a la situación vivida hasta ahora. Era necesario
abordar reformas que modernizasen el Cuerpo, que dotasen a los agentes de
plena ciudadanía eliminando ámbitos de exclusión de los derechos constitucionales –algunos de los cuales persisten todavía, lamentablemente–, racionalizar un régimen disciplinario diseñado para matar pulgas a cañonazos y, con
todo ello, hacer de la Benemérita una institución más eficaz, mejor adaptada a
los tiempos actuales y a los 79.000 agentes que la componen, hacerles sentir
más motivados y tratarles adecuadamente.
A pesar de todo debemos recordar que estos derechos que ahora nos
han sido reconocidos, lo han sido a golpe de tricornio: ha habido que luchar
colectivamente de forma decidida y valiente, arriesgando mucho y pagando
consecuencias por ello. Sólo así el Gobierno decidió atender los requerimientos y demandas de nuestro colectivo. Un colectivo de funcionarios públicos
150
que, hartos ya de tan graves prohibiciones y limitaciones en sus derechos
fundamentales, de no ser escuchados, de cobrar menos trabajando más y de
ser castigados más severamente y con sanciones contrarias a las leyes internacionales, de trabajar muchas veces en condiciones indignas y bajo un excesivamente férreo régimen militar, gritó ¡basta! el día 20 de enero de este año en
la Plaza Mayor de Madrid. A consecuencia de aquel acto, al que unos 3.000
guardias civiles acudimos vistiendo el uniforme, hemos sido vilipendiados,
incomprendidos, difamados y previsiblemente sancionados, por pedir sólo
estas cosas: una reforma del régimen disciplinario acorde con lo prometido en
el programa electoral del partido en el Gobierno y que eliminara la aplicación
del Código Penal militar y las sanciones de arresto cuando los agentes desarrollen tareas policiales, que viene a suponer el 99% de los casos; una regulación de las asociaciones profesionales, reforma propugnada por el PSOE en
el Congreso de los Diputados cuando se hallaba en la oposición, así como en
su propio programa electoral del año 2004; y por último, una homologación
retributiva con el resto de policías de España. Y muchos antes que nosotros,
fueron expulsados del Cuerpo por atreverse a reclamar y defender algo que
ahora nos ha sido reconocido por el Parlamento.
La consecución de estas mejoras laborales elementales formaba parte
del programa electoral con el que el PSOE concurrió a las elecciones de marzo de 2004, pero no fue capaz de materializarlo en parte durante los 3 primeros años de legislatura. La homologación retributiva es algo que queda pendiente porque aunque ha habido leves mejoras, aún estamos lejos de las policías autonómicas y locales.
Ante lo ocurrido a partir de la concentración del día 20 de enero, en
el que miles de guardias civiles, muchos de ellos de uniforme, reclamábamos
lo que en Derecho nos correspondía y nos corresponde: los mismos derechos
que cualquier otro policía de este país; y, a pesar de que no hubo un medio de
comunicación ni una tertulia radiofónica que no se hiciera eco de lo ocurrido,
algunos desde el más absoluto desconocimiento, cuando no desde el desprecio hacia los guardias civiles (aún recuerdo a algún contertuliano imputándonos alegremente un delito militar de sedición a los participantes en la concentración y exigiendo prisión preventiva para los organizadores) habría que
recordar el origen de estas reivindicaciones.
No se puede olvidar que se pretende sancionar a veintiún dirigentes
de AUGC por pedir para el Cuerpo de la Guardia Civil las mismas reformas
que el Partido Socialista propugnaba y presentó en abril de 2002 en el Con-
151
greso de los Diputados, por supuesto desde la oposición y que durante la
campaña electoral que llevó a Rodríguez Zapatero a La Moncloa, prometió
por activa y por pasiva a nuestra organización, incluyéndolas igualmente en
su programa electoral. Así pues, fue el Gobierno y el propio PSOE quien
encendió la mecha de la democratización de la Guardia Civil, creando unas
expectativas de derechos que conforme avanzaba la legislatura se veían frustrados. Fue el propio ejecutivo quien se afanó en fomentar la esperanza de
que los guardias civiles fueran a dejar de soportar mayores limitaciones de
derechos que sus compañeros de otros cuerpos policiales, haciendo las mismas funciones, y asegurándonos que íbamos a tener asociaciones representativas, para luego dejarnos en la estacada.
Esta fue la sensación que teníamos mayoritariamente los y las guardias civiles y ese fue el motivo por el cual miles de compañeros salimos a la
calle de paisano primero (el 22 de abril en la Plaza Mayor de Madrid y el día
de la Constitución en muchas capitales de provincia, ambas acciones en el año
2006) y de uniforme después (el 5 de diciembre del año pasado presentando
una queja ante el Defensor del Pueblo y el 20 de enero en una nueva concentración en Madrid): decepción, frustración y discriminación.
Además de esto, esta gran movilización puso de manifiesto gravísimos problemas internos de la Guardia Civil nunca antes abordados seriamente, al margen de la tradicional política del ‘palo y tentetieso”, tan militar ella,
y que tarde o temprano desembocarían en un conflicto social como el que
hemos vivido.
En cualquier caso, las leyes han sido aprobadas y son ya, gracias a
nuestras controvertidas pero inevitables actuaciones, una realidad. Han sido
aprobadas con un amplio consenso a pesar de que el Partido Popular acabó
votando en contra, en mi opinión por una mera cuestión de errónea estrategia
de partido más que por discrepancias con el modelo que las leyes trazan. Y
ahora nos encontramos con los 21 expedientes disciplinarios concluidos y con
propuestas de sanción desmesuradas para los dirigentes de AUGC, que pasan
desde la expulsión hasta la suspensión por un tiempo que podría ir de 3 a 12
meses.
Pareciera que dentro de la Guardia Civil se quiere que la relación
con AUGC - la asociación mayoritaria, no lo olvidemos, a la cual pertenecen
26.000 agentes - esté marcada por la manifestación del 20-E, pero nosotros,
tras la aprobación de las leyes, damos por superado aquel acontecimiento y
152
queremos que nuestra relación esté marcada por el 15 de marzo, fecha en que
sentados en una mesa del despacho del jefe del grupo parlamentario socialista, Diego López Garrido, junto a él y al Subsecretario del Interior, Justo Zambrana, además del portavoz socialista en la Comisión de Interior, Antonio
Hernando, fuimos capaces de consensuar ambas leyes, de forma que pudiesen
ser aprobadas al día siguiente por el Consejo de Ministros.
Lo deseable es que tanto el Gobierno como AUGC superemos lo
ocurrido y mirando al futuro logremos normalizar nuestra hasta ahora tormentosa relación, llena de altibajos y de desconfianzas, seamos capaces de llegar
a entendimientos sinceros sin falsas esperanza y que culminen con los cambios necesarios para evitar el sentimiento de discriminación con el que convive un colectivo tan importante y señero para España, formado por 79.000
policías pertenecientes a la Guardia Civil. Será lo mejor para todos y nosotros
estamos dispuestos a ello. Ha llegado la hora de mirar al futuro y trabajar
todos juntos para hacer de la Guardia Civil un cuerpo más eficaz y mejor cada
día, contando con todos y sin excluir a nadie.
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153
XLIII. Hubo que hacerlo y lo hicimos
(Diciembre 2007)
Todo el mundo en España recuerda la insólita imagen de miles de
guardias civiles vestidos con su uniforme verde oliva y tocados con su tradicional sombrero tricornio acharolado, abarrotando la Plaza Mayor de Madrid.
Algo nunca visto antes del día 20 de enero de 2007, cuando miles de agentes,
venidos de todos los puntos del país junto a sus familiares y amigos, acudieron a la convocatoria de la Asociación Unificada de Guardias Civiles
(AUGC), organización que afilia a 26.000 hombres y mujeres del benemérito
instituto, para reclamar de este modo tan inusual e inédito al Gobierno y al
Partido Socialista Obrero Español el estricto cumplimiento de su programa
electoral con respecto a las reformas prometidas en el programa electoral con
que concurrieron a las elecciones generales del 14 de marzo de 2004: por un
lado, una nueva ley disciplinaria moderna y que terminase con la aplicación
del Código Penal Militar para los guardias civiles que no realicen misiones
militares sino policiales; y por otro lado, una ley de derechos y deberes que
eliminase muchas de las restricciones en los derechos fundamentales que
sufren los miembros de este Cuerpo y que regulase el derecho de asociación
profesional de forma similar a otros colectivos de funcionarios como los jueces, magistrados y fiscales.
Tras la manifestación, el Gobierno decidió incoar expedientes disciplinarios a 21 de los más de 40 dirigentes nacionales y regionales de AUGC
que ocupaban la tribuna, separando del servicio 3 meses de forma cautelar a
estos agentes. Sin embargo, y tras negociar y consensuar las leyes con nosotros, que éramos lo peor de lo peor y acabábamos de ser expedientados y
suspendidos del servicio temporalmente, el Gobierno anunció el día 16 de
marzo, en rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, que acababa de
154
aprobar para su remisión al Parlamento los dos proyectos de ley que infructuosamente veníamos reclamando desde hacía tantos años.
Tras una apresurada tramitación parlamentaria, el Pleno del Congreso de los Diputados aprobó el día 21 de junio la ley de régimen disciplinario
con el voto a favor de todos los grupos de la Cámara; y 7 días después, la ley
de derechos y deberes con los votos en contra del Partido Popular, quien
durante la tramitación presentó una enmienda a la totalidad con propuesta de
texto alternativo que fue rechazada y que AUGC criticó con dureza. Tras su
paso por el Senado con algunas enmiendas, el día 4 de octubre el pleno del
Congreso de los Diputados las rechazó, siendo sancionadas ambas leyes por
S.M. El Rey el día 22 de octubre y publicadas en el BOE al día siguiente. Así
pues, el 13 de noviembre entró en vigor la Ley Orgánica 11/2007, reguladora
de los derechos y deberes de los miembros de la Guardia Civil y el 24 de
enero del año próximo entrará en vigor la Ley Orgánica 12/2007, del régimen
disciplinario de la Guardia Civil, por las que tanto hemos luchado y que tantos sacrificios nos han costado. Desde este punto de vista: objetivo cumplido.
El ministro del Interior Pérez Rubalcaba afirmó en el Congreso que
ambas leyes eran un compromiso electoral del PSOE. Y es muy cierto. Pero
tan sólo cumplieron con su compromiso después de que saliésemos a la calle
miles de guardias civiles de uniforme dispuestos a lo que fuera, sí, a lo que
fuera… porque debe recordarse que de paisano ya nos manifestamos el 22 de
abril de 2006. Esto es lo que escribirá la historia: que tres meses después de
que miles de guardias civiles salieran a la calle con su uniforme reglamentario
el Gobierno cambió su régimen estatutario, reguló sus asociaciones profesionales y restringió la aplicación del Código Penal Militar. Muy parecido a lo
que sucedió en Francia a finales del año 2001 cuando los miembros de la
Gendarmería ocuparon las calles de Paris en protesta por sus duras condiciones de trabajo y sus bajos salarios.
Sólo nosotros, AUGC, teníamos la capacidad de hacerlo y lo hicimos. Correcta o equivocadamente, lo hicimos, aunque hay que decir que fue
el PSOE quien nos obligó. ¿Qué otra cosa podíamos hacer? Al final, gracias a
la movilización convocada por nuestra Asociación y a nuestro sacrificio personal y también el de nuestras familias, que desde la incoación de los expedientes hasta ahora han pasado una situación tremenda, los guardias civiles
tienen hoy más derechos que el 20 de enero. La Guardia Civil es hoy mejor y
más moderna y eso tiene un responsable último: AUGC. Y a pesar de todos
los sacrificios, las críticas de algunos, los insultos de ciertos columnistas y
155
tertulianos radiofónicos, las suspensiones cautelares, los expedientes disciplinarios y finalmente las sanciones decretadas por Joan Mesquida, asumimos
nuestras decisiones y plantamos cara a las consecuencias, para bien o para
mal. Las sociedades democráticas están basadas en la libertad y no en la unanimidad coactiva. Y parte de nuestra libertad supone afrontar las consecuencias por nuestros actos, responsabilidad que jamás hemos rehuido, como
hacen otros. Por más que seguimos manteniendo que nada ilegal hicimos y
que pensamos recurrir las sanciones en los ámbitos correspondientes.
Pero lo que sucedió el 20 de enero en Madrid, puso de manifiesto
problemas internos muy graves y afloraron conflictos que jamás habían sido
convenientemente tratados en la Guardia Civil. Se da la casualidad de que
este año 2007 ha sido galardonado con el premio Príncipe de Asturias de las
ciencias sociales el politólogo alemán Ralf Dahrendorf, destacado defensor de
la teoría del conflicto social, que defiende la tesis de que el conflicto es siempre un factor de cambio social. Clarísimo ejemplo el que hemos vivido en la
Guardia Civil, donde el conflicto ha traído sustanciales mejoras, porque de no
haber estallado el conflicto nunca las hubiera habido.
Las movilizaciones que hemos protagonizado los y las guardias
civiles, fueron reveladoras de problemas gravísimos dentro de la Institución
que nadie quiso abordar con valentía y a tiempo. El primero de todos y el más
importante es la tremenda fractura interna entre jefes y mandos por un lado, y
subordinados por otro. Por eso, sería bueno que la Institución hiciera autocrítica de lo sucedido y no nos responsabilizase únicamente a los dirigentes de
AUGC de lo ocurrido. Porque por otro lado, lo que todo el mundo ha podido
percibir es que el Gobierno ha premiado a los subdirectores generales de la
Guardia Civil, los generales García Varela, Pascual Solís y Cándido Cardiel,
y al general de Información, Atilano Hinojosa, con el ascenso a teniente general. El Gobierno se ha decantado por castigar duramente a los representantes
de los trabajadores y ha premiado, desde nuestro punto de vista, a los responsables máximos de la Institución con el ascenso a Teniente General. Cuatro
premios como cuatro soles que cuestan a todos los españoles 196.980,84
euros anuales adicionales (casi 33 millones de pesetas cada año).
Conviene que recordemos a nuestros amigos de AUME y a su Presidente, Jorge Bravo, quien ya ha terminado de cumplir su arresto en Colmenar
Viejo durante 40 días por participar en nuestra concentración del 20-E. Lamentablemente, el régimen disciplinario de las Fuerzas Armadas aún contempla las sanciones privativas de libertad en tiempo de paz, lo que no sucede en
156
muchos ejércitos europeos. AUGC quiso estar en la concentración de homenaje a Jorge Bravo el sábado día 24 de noviembre, un día antes de que saliera
en libertad. Muchos compañeros y compañeras estuvieron allí en gratitud por
su sacrificio y por su apoyo durante el 20-E.
Fue precisamente Jorge Bravo quien nos recordó acertadamente en
una entrevista publicada en El País el día 2 de diciembre que las dos leyes
aprobadas en el Parlamento no son el objetivo, sino un instrumento para alcanzar nuevos objetivos y para avanzar en la plena equiparación en derechos
laborales, profesionales y sociales con el resto de policías del país. Esto es
algo que otras asociaciones de guardias civiles no han entendido, quizás porque no están lo suficientemente maduras para verlo, quizás porque su única
estrategia sea criticar permanentemente a AUGC, quizás porque ellas no
acudieron ni de uniforme ni de paisano a la Plaza Mayor, quizás porque a
ellos les faltan agallas y capacidad para llevar a cabo iniciativas de relevancia.
Nosotros queremos caminar esta senda contando con todos y todas y creemos
que es hora de pasar la página del 20-E y ponernos a trabajar con los instrumentos que nos da la Ley (ahora sí) para mejorar las condiciones de trabajo
de los y las guardias civiles.
Por lo pronto y como primerísima demostración de que algo está
cambiando en la Guardia Civil, AUGC ya ha celebrado las primeras asambleas y reuniones en los cuarteles de la Guardia Civil, algo impensable hasta
la aprobación de la Ley Orgánica de Derechos y Deberes. Ceuta, Valencia,
Barcelona, Alicante, Oviedo, Burgos y Gijón han sido las primeras y poco a
poco vamos a ir haciendo que estos encuentros se generalicen y se conviertan
en el cauce adecuado para tomar el pulso periódicamente a la problemática de
las unidades.
No puedo terminar esta carta sin recordar emocionadamente a Raúl
Centeno y a Fernando Trapero, dos compañeros vil y cobardemente ejecutados sin posibilidad alguna de defenderse por pistoleros de ETA en Capbretón
(Francia). Su recuerdo, al igual que el de Antonio Molina y Juan Carlos Beiro
y los de tantos otros hasta completar la lista de 207 guardias civiles asesinados por ETA, nos acompañará siempre y serán una motivación más para trabajar duro hasta alcanzar el fin de esta panda de fanáticos criminales.
Por último, os deseo a todos y todas unas tranquilas y apacibles
fiestas de Navidad en salud y junto a vuestros seres queridos. Os deseo
igualmente que el año 2008 sea un año próspero y feliz, donde vuestros sueños se hagan realidad y todos juntos logremos alcanzar nuevas metas.
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XLIV. La suerte está echada y el pescado, todo vendido
(Marzo 2008)
Tras 4 años de legislatura de las más broncas y crispadas que se
conocen en nuestra corta historia democrática, los ciudadanos y ciudadanas
de este país estamos llamados a las urnas para elegir a nuestros representantes
en el Congreso y en el Senado. Del resultado de estas elecciones generales
dependerá la configuración del Parlamento, donde reside el poder legislativo.
Y será este Parlamento quien otorgará su confianza a un Diputado que será
elegido Presidente del Gobierno y tendrá la responsabilidad de designar, junto
a él mismo, a los miembros del poder ejecutivo.
También los y las guardias civiles estamos llamados a las urnas el
próximo día 9 de marzo. A pesar de que, como cada año, muchos no podrán
ejercer su derecho al voto ya que estarán prestando servicio en algún colegio
electoral y a sus superiores no se les ha pasado por la cabeza que estos agentes puedan reclamar, como cualquier trabajador, sus 4 horas correspondientes
para ejercer su derecho constitucional como elector, muchos ya hemos ejercido nuestro derecho por correo y muchos otros sí podrán hacerlo.
Ha llegado el momento de hacer balance y escoger la opción política
más adecuada a los intereses de cada uno, que no son de ningún modo homogéneos al conjunto de miembros de la Institución, sino que cada cual tiene su
ideología, sus preferencias políticas (por más que está consagrado en las leyes
el deber de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad –no sólo de
los guardias civiles– a mantener la neutralidad política y sindical), y su particular valoración de lo que cada partido político ha hecho en los últimos años
y lo que en realidad va a hacer de aquello que ha prometido que hará en el
158
futuro.
Sin embargo, creo que en el particular ámbito de lo que ha sucedido
durante esta legislatura en la Guardia Civil, conviene que recordemos algunas
de las cosas más relevantes y que no debieran pasar desapercibidas en un
momento como este, a la hora de decidir nuestro voto.
Partido Socialista Obrero Español (PSOE)
En lo relativo al Partido Socialista, responsable de la acción de gobierno desde la investidura del Presidente José Luis Rodríguez Zapatero el
día 16 de abril de 2004, me gustaría recordar varias cuestiones:
En primer lugar, el jarro de agua fría que supuso la ceremonia de toma de posesión del Ministro de Defensa, José Bono, cuando en el inaudito y
folclórico acto celebrado en la sede del ministerio el día 19 de abril dijo aquello de: “Os juro que mientras yo sea Ministro de Defensa y el Presidente del
Gobierno lo sea del Gobierno de España, no habrá asociaciones sindicales
en las Fuerzas Armadas, que es tanto como decirlo en la Guardia Civil, que
es cuerpo armado”. A pesar de que la Vicepresidenta 1ª Fernández De la
Vega matizó las declaraciones afirmando que “una cosa es el sindicalismo y
otra el asociacionismo profesional”, el daño ya estaba hecho. Pero podía
hacerse más y se hizo. Una vuelta más de tuerca habría de darse a la moral de
los guardias cuando en la noche del 29 de abril la Cadena Ser anticipaba la
noticia del nombramiento de un teniente general del Ejército del Aire como
director general del Cuerpo: el inefable Carlos Gómez Arruche. El día 6 de
mayo Arruche tomaba posesión del cargo en el patio de la Dirección General
con su uniforme azul de aviador, aunque con no poca ironía algunos buscaron
semblanzas con los jefes de la Policía Municipal de Madrid, por el color del
uniforme y la gorra de plato. Durante dos años, los guardias civiles vivieron
un auténtico calvario. Arruche no tardó ni un mes en cargarse el ya inoperante
Consejo Asesor de Personal, aunque ha sobrevivido aún 4 años más con el
inestimable apoyo de otros guardias civiles y de ciertas asociaciones minoritarias, dispuestas a seguir prolongando la farsa a cambio de ocupar una butaca
cerca de un general o del mismísimo director, prestándose a participar como
meras comparsas y sin hacer nada para mejorar las condiciones de trabajo de
los guardias civiles, que ellos no representan, porque basta ver el resultado de
las sucesivas elecciones para darse cuenta de que ellos no representan a nadie
más que a sí mismos.
159
El día 2 de junio los 30 vocales del Consejo, afiliados a AUGC, dimitieron de sus cargos ante la decisión unilateral y excluyente de Gómez
Arruche de marginar a los vocales de AUGC del grupo de estudio recién
creado para la redacción de un nuevo régimen disciplinario. A consecuencia
de la campaña en pos de la abstención que realizamos, tan sólo votó el 0,83%
de los censados, lo que situó la tasa de abstención en más del 99%. Y Arruche
y el PSOE como si nada.
Al concluir los trabajos del grupo de estudio para la modificación
del régimen disciplinario de la Guardia Civil, presidido por el comandante
Recio del Cuerpo Jurídico Militar, se trasladaron sus conclusiones a todas las
unidades y la opinión fue unánime: más dureza y más régimen militar. Se
mantenían las sanciones privativas de libertad en contra de lo establecido en
el programa electoral del PSOE, se creaba una nueva sanción por falta muy
grave (la pérdida de la especialidad), no se eliminaba la aplicación del Código
Penal Militar y tampoco se mejoraban las garantías para los expedientados en
los diversos procedimientos sancionadores. Absolutamente descorazonador.
Afortunadamente, desde el Ministerio y la Secretaría de Estado de Seguridad
se dieron instrucciones para corregir el desaguisado.
Desde principios del año 2005 se creó en la Secretaría de Estado de
Seguridad un grupo de estudio para el impulso y desarrollo del régimen estatutario de la Guardia Civil, con la participación de 4 asociaciones de guardias
civiles y agentes y mandos del Instituto. Las conclusiones a las que llego el
grupo jamás fueron difundidas por la Secretaría de Estado. Sin embargo, sí se
redactó una ley de derechos y deberes muy moderna y progresista, que no fue
tenida en cuenta en la que finalmente vio la luz. Total, que perdimos el tiempo miserablemente durante medio año más.
Gracias al acuerdo suscrito en abril de 2005 entre el Ministerio del
Interior y los sindicatos del CNP, las retribuciones básicas de los guardias
civiles han sufrido en 4 años un incremento adicional a las subidas del IPC
del 10’50%, lo que ha supuesto ver incrementadas las retribuciones el doble
que cualquier otro funcionario público. Sin embargo, contrariamente a los
compromisos adquiridos por el Ministro Alonso y el propio Presidente Rodríguez Zapatero, no ha podido ser íntegramente aplicado a la Guardia Civil
debido a las diferencias existentes entre uno y otro cuerpo, a la inexistencia
de un catálogo de puestos de trabajo en la Guardia Civil y a la imposibilidad
de reasignar productividad a otros conceptos, pues nada tiene que ver el modo
en que se retribuye la productividad en Policía y Guardia Civil. Además, el
160
objetivo básico del acuerdo, que era equiparar los sueldos de las Fuerzas de
Seguridad del Estado con las policías autonómicas, no se ha alcanzado, ya
que estas siguen cobrando bastante más que los miembros del CNP y de la
Guardia Civil.
A mediados del año 2005 vio la luz una nueva orden general de pabellones dictada de forma totalmente unilateral y sin contar con la participación ni de las asociaciones de guardias civiles ni de los miembros del CAP.
Todo lo anterior, unido a la falta de diálogo con la Dirección General, motivó
la convocatoria de la I Peregrinación de AUGC a la Basílica del Pilar de
Zaragoza. Esta primera gran movilización fue desconvocada tras llegar a unos
acuerdos con el PSOE y el Gobierno, acuerdos que fueron incumplidos. Estos
acuerdos fueron hechos públicos por el PSOE en su página web y se concretaban en estos puntos: acelerar el cumplimiento del programa electoral, en
especial en la reforma del régimen disciplinario, evitando la concurrencia del
Código Penal Militar; regulación del derecho de asociación; impulso de un
nuevo modelo policial y reforma de la Ley Orgánica 2/1986, de Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad; y establecimiento de un nuevo estatuto profesional de
los guardias civiles. Asimismo, se anunció la creación de una mesa bilateral
entre la Secretaría de Estado de Seguridad y AUGC que permitiese remover
los obstáculos para la aplicación íntegra en la Guardia Civil del acuerdo entre
Administración y sindicatos del CNP.
Ante el incumplimiento de numerosos compromisos y la tibieza con
que la Administración hacía frente a las reformas, AUGC retomó las movilizaciones y se produjeron numerosas concentraciones de guardias civiles el día
de la Constitución. Aquello motivó la apertura de expedientes disciplinarios
contra algunos de nuestros compañeros. En algunos casos se cerraron sin
declaración de responsabilidad, pero en otros casos aún están por resolver.
A finales del año 2005 y pese a las reticencias de la Dirección General, por parte de la Secretaría de Estado de Seguridad se forzó una nueva
regulación de los permisos y de la previsión de los servicios y los descansos
en la Guardia Civil. A pesar de que a través de un comunicado de prensa
Gómez Arruche anunció que se modificaba la orden general de permisos para
que se pudieran disfrutar 21 días en verano, estableciendo 5 turnos de 21 días
entre junio y septiembre y aumentando el cupo de personal que podía estar
simultáneamente de permiso, pasando de 1 efectivo de cada 7, a 1 cada 5
efectivos, además de ordenar las previsiones del servicio con un mes de antelación revisable semanalmente; finalmente y gracias a las presiones que ejer-
161
ció AUGC, el Secretario de Estado de Seguridad ordenó que se implantasen 4
turnos de vacaciones de 4 semanas cada uno para que cada agente pudiera
tener 4 semanas de permiso entre junio y septiembre y la previsión del servicio debía ser dada a conocer al personal por meses naturales con una antelación de al menos 7 días naturales al comienzo del mes planificado, sin revisión semanal.
El día 7 de abril se anunció una remodelación del Ejecutivo. El inmovilista Bono presentó su dimisión por motivos personales y sería sustituido
en la cartera de Defensa por José Antonio Alonso. En sustitución de Alonso,
entraría en el gabinete Pérez Rubalcaba, hasta el momento portavoz parlamentario socialista.
El día 22 de abril de 2006 AUGC protagonizó la primera manifestación en Madrid, bajo el lema “Guardias civiles por la dignidad y con la Democracia”. Recordemos que el ministro Bono manifestó sus reticencias a que
los guardias civiles pudieran manifestarse (aunque fuera de paisano) puesto
que tenían permiso de armas. 6 días después de la concentración, que fue todo
un éxito, el Presidente del Gobierno sustituyó a Gómez Arruche por Joan
Mesquida, quien meses más tarde sería nombrado mando único de Policía
Nacional y Guardia Civil, pero reforzando la autoridad del Subdirector Operativo, a quien junto a algunos generales más se ascendió en 2007 al empleo
de teniente general.
En junio de 2006 vuelven a celebrarse elecciones para renovar el
CAP y la tasa de abstención se sitúa en el 98’41%. Un nuevo fracaso y un
triunfo para AUGC.
Y el 10 de junio ve la luz de manos de Mesquida una nueva orden
general que regula el complemento retributivo de productividad que no gustó
a nadie y que tuvo que ser modificada inmediatamente en dos ocasiones,
además de anunciarse su modificación profunda en un año. Todo un fiasco.
El 2 de noviembre de 2006 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo dicta la Sentencia Dacosta Silva contra España, la cual
establece la ilegalidad de las sanciones privativas de libertad dictadas por
autoridades administrativas y sin la intervención de un juez. Fue así AUGC y
no el PSOE ni Mesquida quien consiguió eliminar las sanciones de arresto.
El día 5 de diciembre de 2006, 192 dirigentes de AUGC acudieron a
162
la sede del Defensor del Pueblo en Madrid para entregar una queja con respecto al régimen disciplinario de los guardias civiles y la aplicación del Código Penal Militar cuando no realizan funciones militares, sino policiales. El 22
de enero del año 2007, el Defensor del Pueblo respondía: “esta Institución
considera, en consonancia con sus preocupaciones, por las experiencias que
se reflejan en las quejas recibidas y partiendo del análisis pormenorizado de
todos los datos y documentos de los que se ha podido disponer, que las medidas sancionadoras disciplinarias restrictivas de libertad han demostrado
su falta de eficacia y utilidad, así como que, desde el punto de vista de los
afectados y de sus familias, estas sanciones suponen un menoscabo en la
dignidad de los miembros del Instituto armado y producen graves consecuencias, en muchos casos, de orden anímico y psicológico. La realidad que
esta Defensoría ha podido constatar pone de manifiesto que estas sanciones
de arresto se han venido aplicando con demasiada frecuencia y, en muchas
ocasiones, sin las debidas garantías en los últimos años, y que los efectos
que las mismas han producido, en un colectivo donde el aumento de bajas
psicológicas es manifiesto, se pueden considerar muy negativos. Así se ha
insistido ante el Centro Directivo competente, en el curso de estas actuaciones, en que la pervivencia de la sanción de arresto podría suponer, y en
muchas ocasiones ha supuesto, el ejercicio de una discrecionalidad, más allá
de lo que permitirían los hechos determinantes del acto administrativo, que
son los que delimitan y acotan el ámbito propio de la graduación de las
sanciones y señalan la diferencia entre la correcta aplicación de este ejercicio y la arbitrariedad. De todo ello se ha dejado constancia en los informes
que anualmente se presentan a las Cortes Generales”.
Ya el 20 de enero de 2007, AUGC consiguió concentrar a 3.000
agentes de uniforme en la Plaza Mayor de Madrid bajo el lema “Derechos
¡ya!”. A los pocos días, el Gobierno anunciaba la apertura de expedientes
disciplinarios por falta muy grave contra 20 dirigentes de la Asociación. A
pesar de que se realizaron actos de apoyo y fueron numerosas las organizaciones nacionales e internacionales que pidieron al PSOE y al Gobierno que
no sancionara a los líderes de la protesta, finalmente el Gobierno no tuvo en
cuenta estas peticiones y en diciembre de 2007 impuso duras sanciones a los
dirigentes expedientados: 3 meses de suspensión de empleo. Al speaker del
acto se le impuso la sanción de 6 meses de suspensión y a mí mismo, como
máximo responsable, se me impuso la sanción más dura de todas: un año de
suspensión de empleo y pérdida de destino.
Sin embargo, mientras estábamos expedientados, el Gobierno se avi-
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no a negociar con nosotros. Dos tensas reuniones (9 y 15 de marzo) habrían
de permitirnos consensuar los textos de las dos leyes (régimen disciplinario y
derechos y deberes) que habrían de ser aprobadas al día siguiente por el Consejo de Ministros y remitidas al Parlamento. Y también sus enmiendas. Finalmente, tras una rápida tramitación parlamentaria, a finales de junio se
aprobaron en el Congreso las leyes y fueron remitidas al Senado. Y el jueves
día 4 de octubre, regresaron al Congreso sin ninguna modificación de la Cámara Baja.
Por último y como prueba del talante socialista y la predisposición a
la represión pura y dura, el Ministerio de Defensa sancionó con 40 días de
arresto en un establecimiento disciplinario militar al brigada del Ejército
Jorge Bravo, Presidente de AUME, por su participación en la concentración
del 20 de enero, aunque nunca hizo ostentación de su condición de militar y
vestía de paisano durante el acto al que acudió como máximo dirigente de una
Asociación legal.
Como se puede ver, la diferencia de trato entre los representantes de
los miembros del CNP y de la Guardia Civil ha sido una constante y a pesar
de los avances logrados en el último tramo de la legislatura, el PSOE lo ha
hecho forzado por una coyuntura de movilizaciones protagonizada por
AUGC. Siempre estuvieron haciendo equilibrios para no desagradar a la
cúpula militar de la Guardia Civil y de Defensa y por eso acabamos con un
conflicto cuyas consecuencias algunos estamos pagando a día de hoy. Es
cierto que hemos logrado avances históricos y hemos conseguido materializar algunas de las demandas más anheladas por nuestro colectivo. Sin embargo, ha sido gracias a nuestro esfuerzo y a nuestro sacrificio y podemos afirmar que el PSOE no nos ha regalado nada, sino todo lo contrario: nos ha
castigado con dureza por haber reclamado en la calle lo que nos prometieron
y llevaban en su programa electoral, pero no tenían intención de cumplir. Ha
habido que obligarles a hacerlo y por eso tenemos las leyes que tenemos, y 20
dirigentes de AUGC tienen anotado en su expediente personal una falta muy
grave. Por tanto, no seré yo quien agradezca al PSOE nada, ni tampoco quien
pida perdón por lo que hicimos. Ni tampoco quien reniegue de mi participación en un acto que cambió el curso de la historia en la Guardia Civil.
Partido Popular (PP)
La posición del Partido Popular durante esta legislatura ha sido básicamente continuista con respecto a la legislatura anterior y a tono con su
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política general: oposición radical a cualquier iniciativa del Gobierno y del
PSOE, aunque sea positiva.
De este modo, la postura del PP con respecto a la ley de régimen
disciplinario durante su tramitación parlamentaria fue la de criticar con dureza
el proyecto de ley. En primer lugar, y aprovechando que al tratarse de una ley
orgánica que trataba cuestiones relativas al poder judicial, el Consejo General
del Poder Judicial debía emitir un informe no vinculante, este órgano de
gobierno de los jueces que el PP controla a través de la mayoría conservadora
nombrada durante los años en que gobernaron y cuya renovación han impedido por más que hace más de un año que su mandato expiró, criticó el proyecto de ley y entró de lleno en valoraciones políticas afirmando que si el Gobierno quería desmilitarizar la Guardia Civil podía hacerlo, pero eliminar la
aplicación del Código Penal Militar, como se estaba haciendo, suponía una
desmilitarización encubierta. Por supuesto, el informe del CGPJ, redactado
por el vocal conservador Prego, nombrado a propuesta del PP, fue utilizado
hasta la saciedad por los diputados populares para afirmar que la nueva ley de
régimen disciplinario suponía la desmilitarización de la Guardia Civil. A
continuación, propusieron vía enmienda que se siguiera aplicando el Código
Penal Militar aunque circunscrito a una decena de artículos solamente (los
delitos contra la administración de justicia militar y algunos otros), para desactivar el argumento de la pretendida desmilitarización de la Guardia Civil si
a los agentes deja de aplicárseles el CPM. Comoquiera que su pretensión no
encontró ningún apoyo en el resto de grupos parlamentarios, votaron en contra de la ley. Así pues, queda claro lo que piensan los populares sobre la
aplicación del CPM a los guardias civiles, aunque no realicen funciones de
carácter militar sino enteramente policiales.
En cuanto a la ley de derechos y deberes, los populares formularon
una enmienda a la totalidad con presentación de texto alternativo donde sencilla y llanamente se elevaba a rango de Ley Orgánica el Real Decreto 4/2002,
de composición, funcionamiento y procedimiento de elección de los vocales
del CAP. Y poco más. Es decir, el PP sigue apostando por un órgano absolutamente muerto y en proceso de avanzada putrefacción al que los guardias
civiles mayoritariamente han dado la espalda, aunque no la cúpula del Cuerpo, como se sabe. A pesar de todo, los demás grupos parlamentarios se dieron
cuenta de la jugada y votaron en contra de la enmienda a la totalidad presentada por el PP. Una vez más, los populares se quedaron solos con su visión
absolutamente caduca y trasnochada de una Guardia Civil “garante de la
cohesión territorial del Estado” como se atrevieron a afirmar pero sin indicar
165
en qué fundamentaban esa nueva misión de la Guardia Civil.
Esta ha sido la actitud que el PP ha mantenido durante esta legislatura con los guardias civiles y con las reformas por ellos demandadas. Por tanto,
no llama mucho la atención que los populares en su programa electoral planteen que “No se trata de crear nuevas policías sino de reforzar el actual
modelo policial español, basado en la existencia de dos Cuerpos de Seguridad, que no deben ser desnaturalizados sino potenciados y modernizados
para hacerlos más eficaces” (punto 373). ¿En qué aspectos van a ser potenciados los dos Cuerpos de Seguridad? ¿En más carácter militar, más leyes
militares y más Código Penal Militar?
Lo que sí me llama la atención es que el PP prometa (punto 385) que
desarrollará “un Plan para el incremento de las retribuciones de Policías y
Guardias Civiles y la mejora de sus condiciones de trabajo. En desarrollo de
dicho Plan, las retribuciones se homologarán a las de las policías autonómicas”. ¿Lo hicieron cuando gobernaron durante 8 años o es que no les dio
tiempo? ¿Hubo equiparación salarial? Recuerdo perfectamente al director
López Valdivielso afirmar durante una sesión del CAP que esta es una de las
típicas promesas electorales (la equiparación salarial con las policías autonómicas) que se hacen para no cumplirlas, puesto que desde el Gobierno central
no se puede estar a fijar los salarios de las FCS según quieran los gobiernos
autonómicos con cuerpos de policía propios.
Izquierda Unida (IU)
Y pasemos a analizar la actitud del tercer partido de ámbito estatal pero cuyas posibilidades para formar gobierno son prácticamente nulas.
Izquierda Unida ha mostrado claramente durante esta legislatura
recién terminada, que opta por la desmilitarización y por la fusión del CNP y
la Guardia Civil en un único Cuerpo de carácter civil. Sus enmiendas a las
leyes que han visto la luz esta legislatura (régimen disciplinario, derechos y
deberes, y reforma de la ley de personal) han tratado de llevar a la izquierda
planteamientos excesivamente conservadores con los que el PSOE partía de
salida, como se desprende de las intervenciones de sus portavoces parlamentarios.
En su programa electoral, plantean “Establecer el carácter civil de
todos los cuerpos policiales, lo que implicaría culminar el proceso de desmilitarización de la Guardia Civil. Unificar los cuerpos estatales en la Policía
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Estatal; diversificando su organización en “Agencias o Direcciones”, que
establezcan una división del poder de control, pero con la fluidez precisa en
su relación interna (eficiencia operativa)”. Y también “Establecer el Consejo Estatal para las repercusiones laborales de los cuerpos policiales, con
representantes de las instituciones y de los sindicatos representativos del
sector”.
Otros partidos
Con el objeto de no hacer excesivamente largo y tedioso este artículo, he dejado fuera de análisis a los partidos nacionalistas como Convergència
i Unió (CiU), Partido Nacionalista Vasco (PNV), Esquerra Republicana de
Catalunya (ERC), Coalición Canaria (CC), etc. dado que estos partidos no
mencionan en sus programas electorales propuestas concretas relacionadas
con nuestro colectivo.
Y he optado por hacer lo mismo con partidos políticos nuevos, como
Unión, Progreso y Democracia (UPyD), liderado por Rosa Díez y Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía, liderado por Albert Rivera, pero remito a quienes pudieran estar interesados a buscar en sus páginas web lo que proponen
en sus respectivos programas electorales.
Como apunté en el titular de este artículo, la suerte está echada y el
pescado, vendido. Cada cual que haga lo que le venga en gana a la hora de
depositar su voto en la urna, pues en eso reside la grandeza de la democracia,
aunque yo pienso que la democracia es algo más que, cada cuatro años, introducir una papeleta en una caja. Lamentablemente, desde los partidos políticos
mayoritarios, que defienden a capa y espada, con no poco sectarismo, el bipartidismo rampante, la democracia es sólo eso. Para vosotros, como para mí,
supongo que es mucho más que eso.
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XLV. Señores políticos: ¡háganlo!
(Marzo 2008)
Cuando ya creíamos haberlo visto todo de los terroristas de ETA,
van estos cerdos y nos “sorprenden” (lo entrecomillo porque realmente no
creo que nadie se sorprenda realmente de que un asesino haga lo único que
sabe hacer, que es matar a sangre fría y cobardemente) con una huída hacia
delante frente al acoso al que el Estado de Derecho los tiene sometidos en
todos los frentes: policial (recordemos las recientes detenciones de los autores
del atentado de la T-4 y de algunos de los asesinos de los guardias civiles
Raúl Centeno y Fernando Trapero en Francia), judicial (recordemos que prácticamente toda la Mesa Nacional de Batasuna está entre rejas) y político (recordemos la demanda de ilegalización de ANV y PCTV presentada por la
Abogacía del Estado y su imposibilidad de presentarse a estas pasadas elecciones generales, por más que se hartaron a decir que estarían presentes en
esos comicios y tristemente lo han estado, pero no como todos pensábamos, a
través de una candidatura camuflada, sino asesinando).
Porque si lo analizamos fríamente, sólo se puede calificar como
huída hacia delante el vil y cobarde asesinato a sangre fría del ex-concejal
socialista en Arrasate-Mondragón, Isaías Carrasco. ETA da un paso más,
desafiando nuevamente al Estado de Derecho y a la sociedad vasca y española
en su conjunto. “¿A ver si los podéis proteger a todos?”, viene a decirnos la
manada de hienas que siempre ha sido ETA.
Trabajadores de empresas privadas de seguridad y funcionarios
públicos de la Ertzaintza, del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia
Civil arriesgan su vida a diario y dan protección en Euskadi y en otras partes
de España a Autoridades, jueces, fiscales, concejales (esencialmente del
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PSOE y del PP). Atacarles a ellos, que cuentan con escolta, es asumir riesgos.
Y estas alimañas no tienen agallas para eso. Mejor se acribilla a balazos a un
pobre e indefenso ex-concejal sin escolta, cuando vaya a salir de su casa para
dirigirse a su puesto de trabajo. Y para asegurarse mejor de abatir a su objetivo, esperar a que esté sentado dentro en su asiento dentro del coche, y así no
hay posibilidad ni de que se defienda ni de que pueda escapar o quedar malherido.
Tras el mensaje clarísimo de ETA, ahora habrá que poner escolta a
varios centenares de ex-concejales del PP y del PSOE. Pero no vamos a poder
poner protección, y eso lo sabe ETA, a todos y cada uno de los amenazados
por razón de su profesión: políticos, periodistas, profesores de universidad,
jueces, fiscales, abogados. Dentro y fuera de Euskadi, porque no nos olvidemos que llegaron a ir hasta Sevilla para matar a balazos al matrimonio Jiménez Becerril en enero de 1998. Los amenazados con nombre y apellidos ya
llevan, como no puede ser de otro modo, escolta, pero no vamos a tener agentes suficientes para todos los amenazados, porque al final ETA tiene amenazada a toda la sociedad que no comulga con sus ideas fascistas y totalitarias.
A todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas, no importa si son policías, militares, jueces, fiscales, políticos, médicos, trabajadores civiles del ministerio de Defensa, empresarios, etc. Y ante esta cruda realidad, ¿qué podemos hacer? En mi opinión, la respuesta que el Estado de Derecho debe dar a
este nuevo crimen de ETA y a la coacción que lleva implícita, no es tan sólo
ofrecer toda la protección que seamos capaces de dar a un nuevo colectivo
cuyos miembros se creían libres de la amenaza de los terroristas. Acabamos
de comprobar que resulta tan peligroso ser concejal de un partido constitucionalista de ámbito estatal, como haberlo sido meses e incluso años atrás. En mi
opinión debemos incrementar sea como sea nuestra capacidad de infligir
mayor daño a ETA, a sus estructuras operativas, logísticas y de apoyo, por
supuesto con la utilización de las leyes y del Estado de Derecho, y reducir aún
más su ya patética y paupérrima capacidad para atentar. A aquellos que les
financian, que les proporcionan escondite o cobijo cuando huyen. A aquellos
que les proporcionan información y les respaldan políticamente. O que justifican sus crímenes, cuando no los alientan. Más y mayor presión, si cabe, en
todos los órdenes: cooperación internacional, actuaciones policiales y judiciales, mayor presión y vigilancia a los presos preventivos y a los encarcelados.
Toda la que sepamos capaces de aplicar.
Cualquier idea es defendible si es respetuosa con los derechos
humanos y los principios democráticos y se hace a través de medios pacíficos
169
y no violentos, pero los radicales consideran que pueden conseguir sus fines
políticos a través de la extorsión, del chantaje y de la eliminación física del
adversario político, ya sea con bombas o a tiros, como el viernes pasado.
Y ante esto, y una vez que la sociedad democrática constata una vez
más que ETA no ha entendido nada tras todos estos años de sufrimiento, sólo
cabe un camino: la unidad de todos los demócratas, sea cual sea su ideología,
para aislar a los violentos; la acción de las Fuerzas de Seguridad y de los
Tribunales. Y viene al caso que destaquemos que todo el mundo está haciendo los deberes, excepto la clase política vasca y española, quienes se tiran los
trastos a la cabeza hasta con la víctima de cuerpo presente. Y lamentablemente, no podemos ser optimistas en cuanto a conseguir la unidad de los demócratas contra el terrorismo. Y eso es, esencialmente, en lo único que ahora
mismo no estamos apretando bien las tuercas a ETA, a pesar de que la sociedad entera lo demanda clamorosamente. Esa debe ser inexcusablemente la
respuesta democrática y la prioridad política número uno ante la huida hacia
delante de la escoria terrorista que son y el detrito de la especie humana en
que se han convertido. Pero sólo los dirigentes de los partidos democráticos v
pueden hacerlo. Sólo ellos y nadie más. Por tanto, ¡que lo hagan! Es nuestro
deber como ciudadanos exigírselo firmemente porque son únicamente ellos
quienes no están haciendo todo lo que deben para hacer frente a esta nueva
amenaza de ETA. Dejen de discutir sobre cuestiones como esta que, como se
ha demostrado, son vitales para el futuro de todos.
----------oo0oo----------
170
XLVI. Epílo g o
Cuesta mucho entender que los funcionarios públicos a quienes la
Constitución encomienda en su artículo 104, la misión de proteger el libre
ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana,
tengan ellos mismos sus derechos fundamentales injustificada e indebidamente restringidos. Mucho más aún cuando eso no sucede mas que en 4 países de
la Unión Europea (Francia, Italia, Holanda y Portugal), quienes junto a España son los únicos que tienen fuerzas militares haciendo labores de policía. Es
más, la recomendación Rec. (2001) 10 del Comité de Ministros a los Estados
miembros sobre el Código Europeo de Ética de la Policía, adoptada por el
Comité de Ministros el 19 de septiembre de 2001, en la 765ª reunión de los
Delegados de los Ministros, al referirse a los derechos del personal de la
policía, menciona que:
3.
El personal de policía debe beneficiarse, por regla general, de
los mismos derechos civiles y políticos que los demás ciudadanos. Solo son posibles restricciones a estos derechos si son necesarias para el ejercicio de las funciones de la policía en una sociedad democrática, de conformidad con la ley y con el Convenio
Europeo de Derechos Humanos.
4.
El personal de policía debe beneficiarse, como funcionarios, de
una serie de derechos sociales y económicos tan amplia como
sea posible. Deben beneficiarse, en particular, del derecho sindical o de participar en instancias representativas, del derecho a
percibir una remuneración apropiada, del derecho a una cobertura social y de medidas específicas de protección de la salud y
171
de la seguridad teniendo en cuenta el carácter especial del trabajo de la policía.
Durante muchos años he tratado de luchar para que recomendaciones
como la citada tengan su aplicación en la normativa nacional y que de esta
forma se mejore el servicio público de seguridad que prestamos los guardias
civiles y que se mejoren las condiciones de vida y de trabajo de 79.000 compañeros y compañeras. Y modestamente, creo haber puesto mi granito de
arena para lograrlo, aunque he pagado un precio alto por ello, desde un punto
de vista profesional y también en el plano personal.
Si bien los guardias civiles no tenemos aún reconocido por las leyes
el derecho fundamental a la libertad sindical, a pesar de que la Constitución
no lo impide ya que da libertad al legislador para que lo limite, si así lo considera oportuno, sí hemos conseguido que se nos reconozca el derecho a la
libertad de asociación profesional con fines reivindicativos. Este reconocimiento se deriva de un compromiso electoral del PSOE que no se materializó
hasta que el día 20 de enero de 2007 unos 3.000 guardias civiles, convocados
por AUGC, decidimos manifestarnos vistiendo nuestro uniforme reglamentario, con un lema muy explícito: “Derechos, ¡ya!”. Después de un proceso de
diálogo y de negociación, vio la luz la Ley Orgánica 11/2007, de 22 de octubre, la cual reconoce este derecho y permite que AUGC, desde un punto de
vista estrictamente legal, sea una Asociación Profesional y no una asociación
cultural, como era hasta ahora.
El día 25 de enero de 2008, en mi condición de Secretario General,
solicité la inscripción de AUGC como Asociación Profesional de Guardias
Civiles. Y el día 22 de mayo, el director general de la Policía y de la Guardia
Civil, Francisco Javier Velázquez López, por delegación del Ministro del
Interior, resolvió proceder a la inscripción en el Registro de Asociaciones
Profesionales de Guardias Civiles, en la sección 1ª, con el número 5.
El proceso ha sido largo, difícil, tortuoso y además, y esto es lo más
triste, muchos compañeros se han quedado por el camino y no podrán disfrutar de las mejoras conseguidas. Muchísimos compañeros antes que yo fueron
represaliados y vieron truncadas sus carreras profesionales por defender lo
que ahora nos ha sido reconocido. Yo me enorgullezco de haber podido formar parte de una ilusión colectiva y de haber logrado un éxito como este.
Me ha parecido oportuno cerrar este trabajo de recopilación de artí-
172
culos, que he titulado “Reflexiones de un guardia civil”, reproduciendo mi
intervención en la Plaza Mayor de Madrid. Porque es bueno que nadie olvide
que para lograr avanzar, hubo que protagonizar una pequeña revolución. Un
conflicto que trajo mejoras y que, como ya dije en uno de mis artículos, sin tal
situación de conflicto, difícilmente se hubiesen producido. Estas leyes no han
caído del cielo ni son fruto de la casualidad. Hubo que pelear para que se
hiciesen realidad, como sucede con casi todas las cosas en la vida. Lo que
demuestra, una vez más, que los derechos no se regalan, se conquistan.
Intervención en la Plaza Mayor de Madrid el día 20 de enero de 2007
“Compañeros y compañeras: ¡Ya estamos en Madrid otra vez!
Hoy volvemos a encontrarnos en esta ya emblemática plaza en nuestra lucha por los derechos de los guardias civiles y que nos acoge por segunda vez en menos de un año.
Efectivamente, el 22 de abril del año pasado, nos concentramos en
este mismo lugar miles de compañeros y compañeras, familiares, amigos de
otros sindicatos de trabajadores, del Cuerpo Nacional de Policía, de los
Mossos d’Esquadra, de la Ertzaintza, de la Policía Local, colegas de otros
cuerpos de policía de Europa, organizaciones cívicas, personalidades de la
cultura, bajo el lema “Guardias civiles por la dignidad y con la democracia”.
Miles de guardias civiles nos reunimos en torno a dos palabras:
dignidad y democracia.
Casi 10 meses después, volvemos a estar aquí. Exigiendo lo mismo.
Yo podría leer hoy aquí el mismo discurso que pronunció mi compañero
Fernando Carrillo, y hasta la última coma tendría el mismo valor, el mismo
significado, la misma emoción. ¿Por qué no nos escuchan?
La historia nos enseña que habitualmente los derechos no se consiguen sin luchar y nosotros tenemos la firme determinación de no parar hasta
conseguirlo, sin dar pasos atrás. ¡Y os prometo que lo conseguiremos! Los
dos centenares de policías y guardias civiles que se manifestaron el 17 de
diciembre de 1975 en Madrid para exigir seguridad social, son un ejemplo
permanente para nosotros.
173
Nos vemos obligados a luchar por nuestra dignidad y por nuestros
Derechos, y hacerlo usando nuestro uniforme porque estamos orgullosos de
él y porque, de otro modo, no nos escuchan. Lo hemos intentado todo, pero
ha sido inútil y no nos han dejado otra salida que esta.
Si no lo hacemos así, los guardias civiles seguiremos teniendo menos derechos laborales que el resto de los trabajadores de la seguridad pública, seguiremos siendo castigados más severamente, seguiremos cobrando
considerablemente menos, a cambio de jornadas laborales más largas, seguiremos viviendo y trabajando en casas cuartel destartaladas y en ruinas,
careceremos de los medios materiales adecuados para desempeñar nuestra
labor policial, etc.
Hoy, en un día mucho más benigno desde el punto de vista climatológico, venimos aquí vistiendo con mucho orgullo nuestro uniforme, un uniforme muy digno y muy honroso, con una historia y una tradición que nos
enorgullece a todos. Lo vestimos para pedir derechos, dignidad, democracia,
justicia, libertad, porque queremos ser escuchados.
Miles de compañeros y compañeras han dado lo mejor de sus vidas
vistiéndolo. Muchos su salud. Algunos incluso, su propia vida. Muchos han
sido cobardemente asesinados por las alimañas terroristas de ETA, por el
mero hecho de vestirlo y por lo que significa. Y no podemos, no queremos
olvidarles. No les olvidaremos nunca.
Vestimos nuestro uniforme porque estamos orgullosos de él, de su
historia, de quienes nos precedieron vistiéndolo, y del servicio que día a día
prestamos al Estado de Derecho de acuerdo con la Constitución y con las
leyes, sirviendo a la sociedad española ante quien queremos hoy, públicamente, ratificar nuestro compromiso permanente de servicio y de entrega.
Estamos orgullosos de ser guardias civiles y por eso venimos hoy
aquí con nuestro uniforme reglamentario. Pero los ciudadanos y ciudadanas
deben saber que aquellos que vestimos el uniforme verde oliva, tenemos
nuestros derechos constitucionales indebidamente restringidos sin ninguna
causa que lo justifique. Tenemos la obligación constitucional de defender los
derechos y libertades de nuestros conciudadanos, pero nosotros no tenemos
esos mismos derechos.
174
La naturaleza militar de la Guardia Civil es la excusa perfecta, el
pretexto idóneo, como si la Guardia Civil continuara siendo parte integrante
del Ejército, cosa que no es desde que en 1.978 la Constitución fuera promulgada. Los guardias civiles no somos soldados, ni debemos serlo. Nuestros
derechos fundamentales están coartados sin ningún motivo razonable por
una ley preconstitucional -la ley de reales ordenanzas para las Fuerzas Armadas-. Coartados por una ley disciplinaria que gracias a los servicios jurídicos de AUGC, la Corte Europea de Derechos Humanos de Estrasburgo ha
sentenciado que viola el Convenio de salvaguardia de los Derechos del hombre y de Libertades fundamentales. Coartados por las leyes penales militares
que aún nos son de aplicación.
Los guardias civiles tienen restringidos su derecho a la libertad personal, su libertad de desplazamiento y circulación, su derecho a la intimidad,
su derecho a la libertad de expresión y de información, su derecho de reunión, su derecho de voto, su derecho de petición, su derecho de huelga, su
derecho de asociación y su derecho de sindicación.
El Partido Socialista Obrero Español se comprometió en marzo de
2004 a regular el derecho de asociación profesional en la Guardia Civil y a
impulsar una nueva ley disciplinaria. Esto es lo que dice su programa electoral. Casi tres años después, nada de esto se ha hecho y lo que es mucho peor,
no va a poder hacerse en esta legislatura.
A pesar de las maniobras del Gobierno y de los anuncios relativos a
una nueva ley disciplinaria, y a que en “próximas semanas” se aprobará un
anteproyecto de ley de derechos y deberes, hay que decir que el Ejecutivo
una vez más, la enésima, está mintiendo. Este anteproyecto es claramente
insuficiente, es negativo y no solucionará los problemas que aquejan a la
institución. Además, tratan de vender esta nueva ley disciplinaria como un
avance porque elimina las sanciones de arresto, pero no es verdad porque lo
hacen obligados por la sentencia de Estrasburgo que ha logrado AUGC.
Una vez más constatamos que son los Tribunales quienes nos reconocen Derechos, no las leyes. Y exigimos que sea justo al revés, que sea una
ley la que nos reconozca nuestros derechos constitucionales y que se ponga
fin a tanta injusticia.
Queremos un régimen disciplinario moderno, eficaz, garantista y
que impida los abusos que tan frecuentemente se producen en la Guardia
175
Civil. Exigimos una regulación de nuestros derechos similar al del resto de
policías de España.
Hoy aquí, de uniforme, estamos pidiendo algo que hace ya más de
25 años que tienen todos los funcionarios y funcionarias de policía en España. Todos ellos, excepto los guardias civiles. 79.000 agentes cuya dignidad
está por los suelos y pisoteada continuamente por una clase política que no
está a la altura.
¿Cuál es el argumento de aquellos que se oponen a que nuestros derechos constitucionales sean reconocidos? Dicen que si se hace, se está desmilitarizando la Guardia Civil y que más vale que la Guardia Civil desaparezca antes de que se desmilitarice. Nosotros pedimos derechos y no queremos que la Guardia Civil desaparezca, sino que mejore. Que sea más eficaz,
más moderna, más democrática, más respetuosa con los derechos de sus
agentes. Reconocer derechos no es desmilitarizar, es dignificar. Porque en
prácticamente toda Europa los policías gozan de plenitud de derechos, lo
que no sucede en España con la Guardia Civil. Dignidad y Derechos es lo
que hoy reclamamos aquí con nuestro lema “Derechos ¡ya!”.
Hace 28 años que debían de haberse regulado los Derechos fundamentales de los militares, y aquí me refiero a los miembros de las FAS y a los
guardias civiles, de acuerdo con la Constitución y no se ha hecho, desobedeciendo incluso un mandato legislativo expreso recogido en la Ley de la Defensa Nacional. ¿Por qué se trata a los militares como ciudadanos de segunda?
Quienes se oponen al reconocimiento de nuestros Derechos, lo
hacen para defender sus privilegios, heredados del anterior régimen.
Hay quien prefiere que la Guardia Civil desaparezca, antes de que
se reconozcan Derechos a los agentes. Y nos exigen “a mí y a los míos” que
dejemos la Guardia Civil. ¿Qué pasaría si lo hiciésemos? ¿Qué sería de la
Guardia Civil sin todos estos que están hoy aquí?
No les importa, porque realmente no defienden la Institución, sino
que defienden sus intereses particulares sin tener en cuenta nada más. ¡Que
se vayan ellos! ¡Que respeten la Constitución o que se vayan!
Volved a vuestras unidades y explicadles a todos lo que hemos vivi-
176
do hoy aquí. Y decidles que no pararemos hasta conseguir que se reconozcan
nuestros derechos. Por eso, habrá que volver a reunirse una tercera, una
cuarta vez, las veces que sean necesarias. Y las sucesivas, esta plaza se quedará pequeña.
No quiero concluir sin enviar un mensaje muy claro al Gobierno.
Nuestra disposición al diálogo es plena. Públicamente tendemos la mano al
Gobierno para avanzar en el reconocimiento de nuestros Derechos con sosiego, pero sin pausa. Hemos demostrado en muchas ocasiones nuestra capacidad de trabajo, nuestra capacidad y disposición de llegar a acuerdos y
nuestra voluntad conciliadora. Pero eso sólo puede hacerse si se produce un
diálogo basado en el respeto mutuo, en la buena fe y en la lealtad. No aceptaremos el ninguneo y el menosprecio como forma de relación con la Asociación de guardias civiles que agrupa a 25.000 afiliados y afiliadas. ¡No lo
aceptaremos!
Al resto de organizaciones presentes hoy aquí, queremos agradecerles su asistencia, y su apoyo a las demandas de AUGC, que son las de todos.
A todos vosotros, a todos sin exclusión: muchas gracias. Quiero agradecer a
todos los compañeros que desafiando sus propios miedos y las dificultades
surgidas, han querido estar hoy aquí. Y mucho más a todos aquellos compañeros y compañeras que lo han hecho posible.
A los miembros de la Junta Directiva Nacional de AUGC, cuyo trabajo y dedicación es digna de elogio, a todo el equipo de la organización, a
los miembros de seguridad, a prensa y protocolo, etc. Sin olvidarme de nadie, de verdad, muchas gracias a todos y todas.
Nuestra voz debe ser tenida en cuenta porque somos muchos y cada
día somos más. Nuestra determinación es completa y no pararemos.
Compañeros y compañeras, no quiero terminar sin exigir tres cosas,
las mismas que el 22 de abril del año pasado: DIGNIDAD, LIBERTAD Y
JUSTICIA. ¡VIVA LA ASOCIACIÓN UNIFICADA DE GUARDIAS CIVILES!”
----------oo0oo----------
177
Índice
I.
II.
III.
IV.
V.
VI.
VII.
VIII.
IX.
X.
XI.
XII.
XIII.
XIV.
XV.
XVI.
XVII.
XVIII.
XIX.
XX.
XXI.
XXII.
XXIII.
XXIV.
XXV.
XXVI.
XXVII.
XXVIII.
XXIX.
XXX.
XXXI.
XXXII.
XXXIII.
XXXIV.
XXXV.
XXXVI.
XXXVII.
XXXVIII.
XXXIX.
XL.
XLI.
XLII.
Prólogo
Introducción
La necesidad de un código ético en la Guardia Civil
El indulto de Rodríguez Galindo
El eterno debate de la naturaleza militar de la Guardia Civil
Sindicato encubierto
Ensayo sobre la disciplina en la Guardia Civil
López Valdivielso: querer y no poder
Los valores morales tradicionales de la cartilla de Ahumada de
1.845
La policía turística: un burdo truco de magia
El ‘Despotismo ilustrado’ en la Guardia Civil
La participación en las elecciones: un fracaso previsible de la dirección general y otro gran éxito de AUGC
Consejo Asesor de Personal: la historia de un fracaso
Carta abierta a la esposa de Rodríguez Bolinaga
La Guardia Civil, enferma
Aquilino Polaino es perverso
Problemas en la Guardia Civil de Tráfico
Homofobia
Corrupción policial
La crisis del orden público
El PSOE y la Guardia Civil
Arruche: un tremendo error
Reconocer derechos no es desmilitarizar
La Guardia Civil en Ceuta y Melilla
Problemas en la policía de Eslovaquia
El general Mena, la Guardia Civil y el poder
Si usted sufre acoso, no denuncie
La Guardia Civil sin aire acondicionado
El timo de la “Gendarmería europea”
Joan Mesquida, Director General de la Guardia Civil
Desmilitarizar la Guardia Civil
Partidarios de la desmilitarización
Utilización de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad
Opacidad en la Guardia Civil
Unificación policial
La Guardia Civil y la Virgen del Pilar
Mesquida contra AUGC
Lucha por los derechos laborales
La Guardia Civil y la Constitución
¡Alto a la Guardia Civil!
Un gran paso de la mano de AUGC
Derechos a golpe de tricornio
178
3
5
8
12
14
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30
34
39
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45
48
55
59
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65
68
71
74
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79
83
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94
97
99
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114
119
123
127
130
133
136
145
150
XLIII.
XLIV.
XLV.
XLVI.
Hubo que hacerlo y lo hicimos
La suerte está echada y el pescado, todo vendido
Señores políticos: ¡háganlo!
Epílogo
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154
158
168
171
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