La culebra está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe* Jaime Andrés Quintero Gaviria ** Fecha de recepción: 13 de agosto de 2012 Fecha de aprobación: 5 de febrero de 2013 Resumen Este artículo presenta los hallazgos y algunas reflexiones a partir de la investigación Imaginarios sociales sobre el acontecimiento político de la reelección presidencial de Álvaro Uribe Vélez. Para ello se parte del análisis y la interpretación de este acontecimiento a la luz de los argumentos políticos, pasando por una lectura histórica de la cultura política del país, para desembocar en una matriz sociocultural constituida por tres imaginarios sociales que constituyen una trama simbólica de sentido. Así, tales imaginarios se presentan como un horizonte de comprensión de un acontecimiento político desde lógicas de sentido que remiten a la construcción de la realidad social desde dinámicas psicoculturales. Palabras clave: imaginarios sociales, reelección, Álvaro Uribe, cultura política, patria, tierra del padre. * Este artículo es una síntesis de la investigación denominada “Imaginarios sociales sobre la relección presidencial de Álvaro Uribe Vélez”, que se realizó entre los años 2010 y 2011, y que fue presentada por el autor para optar al título de Magíster en Educación y Desarrollo Humano del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud (Cinde), Universidad de Manizales, Colombia, 2011. ** Psicólogo de la Universidad de Manizales, Colombia. Magíster en Educación y Desarrollo Humano del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud (Cinde) y la Universidad de Manizales. Profesor de la Universidad de Caldas, Colombia. Correo electrónico: [email protected]. cómo citar : Quintero Gaviria, J. A. (2013). La culebra está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe. Tendencias & Retos, 18 (1), 81-93. Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93 82 Jaime Andrés Quintero Gaviria The Snake is Alive: Alvaro Uribe’s Presidential Reelection Abstract This article presents the findings and reflections based on a research named Social Imaginaries on the Political Event of Alvaro Uribe Velez’s Presidential Reelection. It starts with the analysis and interpretation of this event in light of political arguments and explores a historical interpretation of the country’s political culture to reach a sociocultural matrix made up by three social imaginaries that constitute a symbolic outline of sense. Thus, said imaginaries are presented as a comprehension horizon of a political event from sense logics that refer to the construction of a social reality from psycho-cultural dynamics. Keywords: Social imaginaries, reelection, Alvaro Uribe, political culture, homeland, land of the father. A cobra está viva: a reeleição presidencial de Álvaro Uribe Resumo Este artigo apresenta os achados e algumas reflexões a partir da pesquisa Imaginários sociais sobre o acontecimento político da reeleição presidencial de Álvaro Uribe Vélez. Para isso se parte da análise e a interpretação deste acontecimento à luz dos argumentos políticos, passando por una leitura histórica da cultura política do país, para desembocar em uma matriz sociocultural constituída por três imaginários sociais que constituem uma trama simbólica de sentido. Assim, tais imaginários se apresentam como um horizonte de compreensão e de um acontecimento político desde lógicas de sentido que remetem à construção da realidade social desde dinâmicas psicoculturais. Palavras chave: imaginários sociais, reeleição, Álvaro Uribe, cultura política, pátria, terra do pai. Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93 La culebra está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe Introducción Para comenzar se debe aclarar que si bien el tema de la reelección presidencial de Álvaro Uribe Vélez corresponde más al ámbito de las reflexiones sobre la institucionalidad política del país, en este artículo se optó por hacer un abordaje desde la perspectiva de los imaginarios sociales con el fin de comprender los referentes de sentido desde los cuales los ciudadanos han concebido a sus líderes políticos. Este artículo parte de una justificación de la perspectiva propuesta para el abordaje del tema, seguido de una breve descripción de la metodología utilizada en la investigación y de algunos comentarios sobre la reelección y la imagen de Uribe, para luego plantear precisamente cómo dicha imagen lleva a pensar en algunos imaginarios sociales que constituyen esa trama mítica desde la cual se han concebido este presidente y su reelección. El personaje principal de este artículo es el expresidente Uribe, quien gobernó a Colombia inicialmente entre 2002 y 2006, y posteriormente, tras ser reelegido, entre 2006 y 2010. Su gobierno se caracterizó por su declarada lucha contra el “terrorismo” y sus altos índices de popularidad. Precisamente, a causa de esto muchos justificaron su reelección, generando interrogantes frente a lo que Uribe representaba y los sentimientos que despertaba. Aparecía así el interés frente a su imagen y la manera como tocaba fibras sensibles y emotivas en muchos ciudadanos. En este sentido, una investigación sobre la reelección de Uribe tenía que detenerse en primera instancia en este personaje y en lo que representaba para los ciudadanos. Así es como se optó 83 por la perspectiva de los imaginarios sociales, la cual entiende que este acontecimiento podía implicar aspectos del orden de lo irracional y lo sensible, por cuanto estaba mediatizado por la imagen de un presidente que, como se hablará más adelante, era la de un mesías. Según lo anterior, podría decirse que los referentes de la política no solo corresponden a lógicas racionales, sino que ello lleva a reflexionar sobre la cultura política de una sociedad y esas otras lógicas a partir de la cuales los sujetos le dan sentido a sus realidades. En otras palabras, la manera en que se representa lo político no es ajena a los imaginarios sociales; por consiguiente, si hablamos de la cultura política, cabe preguntarnos por esos imaginarios que están presentes en el modo en que los sujetos representan a sus líderes políticos. En este sentido se recuerda que los imaginarios sociales, tal y como lo plantea Castoriadis (2006), crean e instituyen a cada sociedad; por tanto, podríamos interrogarnos por aquellos que están presentes en la cultura política del país. Respecto a esta cuestión, se debe decir que la creación e institución de Colombia1 como sociedad se enmarca en la transición de la premodernidad a la modernidad a partir de su nacimiento como República. En consecuencia, se generó un tipo de ciudadanía en la que se mezcló lo premoderno y lo moderno (Uribe de Hincapié, 2001) y se configuró así una cultura política con ves1 El límite de tiempo histórico establecido a partir del cual se hablará de Colombia como sociedad es el de su fundación como República (1821), lo cual remite a los tiempos de la independencia, y del nacimiento y desarrollo de un proyecto de Estado-nación colombiano. Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93 84 Jaime Andrés Quintero Gaviria tigios de imágenes míticas. Tales vestigios corresponden a los imaginarios sociales identificados en esta investigación: la tierra del padre es la montaña, la jerarquía divina, y Uribe: el guerrero. Para hablar de ellos es necesario hacer una breve descripción de la hermenéutica gracias a la cual estos se pudieron rastrear. simbólicos para luego hacer la reconstrucción de un metarrelato con el que adquirió textura y forma la trama imaginaria a partir de la cual se le encontró un sentido a este acontecimiento que tocaba con ciertos vestigios míticos y religiosos de la sociedad colombiana, y que incidía en el modo en que era concebido Uribe y su reelección. 1. Metodología 2. Resultados La investigación realizada fue documental, para lo cual se tomaron como unidad de análisis los textos de prensa escrita y los discursos de Uribe relacionados con el tema de la reelección en el periodo de tiempo comprendido entre el momento en que se comenzó a hablar de esta y la semana antes de que Uribe fuera reelecto, es decir, entre marzo del 2004 y mayo del 2006. Después de leer un total de 864 textos, y con base en un muestreo teórico, se tomaron 324 textos que fueron sistematizados, codificados y analizados a través del programa Atlas ti 5.2. Posteriormente se hizo un abordaje desde la hermenéutica simbólica, la cual interpreta los fenómenos simbólicamente, partiendo del supuesto de la existencia de relaciones de sentido implícitas, en este caso, en los textos analizados y codificados. 2.1. La reelección y Uribe La clave de este método radica en la identificación de aquellos enlaces simbólicos para lo cual parte, por un lado, de la concepción del lenguaje como simbólico (Cassirer, 1967), y por el otro, de una lógica afectiva, mítica, analógica, implicativa (Ortiz-Osés, 1996) a través de la cual se puede comprender la experiencia humana en sus matices y regularidades. Lo que se hizo entonces fue agrupar los códigos en función de sus regularidades y matices Como lo cuenta Castro (2005), el tema de la reelección en Colombia no es nuevo; Bolívar, Tomás Cipriano, Núñez y Rafael Reyes lograron que sus mandatos se ampliaran y prorrogaran cambiando a su acomodo principios y reglas constitucionales. Como lo sugieren estos ejemplos, las tendencias reeleccionistas han estado presentes en la historia de Colombia, razón por la cual podría decirse que dicho tema ha sido motivo de preocupación constitucional encontrándose desde las primeras cartas políticas del país una posición en contra de la reelección inmediata o de la reelección tras algunos periodos presidenciales de por medio. En la Constitución de 1830, por ejemplo, se establece por primera vez que quienes hubieren ejercido el poder ejecutivo a cualquier título, por dos años a lo menos, antes de la elección ordinaria no podrían ser elegidos nuevamente presidentes en el periodo inmediato. En la Constitución de 1843 se dispuso que el presidente de la Nueva Granada sería el primer jefe de la Nación y duraría cuatro años en el cargo sin el beneficio de poder ejercer el mismo cargo dentro de los cuatro años siguientes. A su vez, en la Constituyente de 1991 se estableció: “No podrá Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93 La culebra está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe ser elegido presidente de la República el ciudadano que a cualquier título hubiere ejercido la Presidencia”. Pero pese a esta tradición antirreeleccionista, en el año 2004 muchos de los partidarios de Uribe comenzaron a liderar el proyecto reeleccionista que sería aprobado finalmente por la corte constitucional en febrero de 2006. Lo anterior se constituyó en todo un acontecimiento político que además tenía como protagonista a un presidente con altos índices de popularidad que era concebido por muchos ciudadanos como el líder que traería la paz y devolvería la confianza. El análisis de lo que Uribe representa, de su imagen, se presenta pues necesario para comprender los imaginarios sociales implícitos en su reelección. Para hablar de ello debemos remontarnos entonces a la campaña electoral del 2002, época desde la cual Uribe comenzaba a proyectar una imagen que seguiría fortaleciendo a lo largo de sus años de gobierno. En este orden de ideas cabe decir que la importancia dada a la imagen no es casual ya que, como lo señalan Galvis, Hoskins y Masías (2005) en su investigación “Modelos de decisión electoral y perfiles de votantes en Colombia: elecciones presidenciales 2002”, los electores se fijan más en la imagen de los candidatos que en lo que estos proponen. Al respecto estos mismos autores afirman: El tema de la imagen y, por ende, de las consideraciones subjetivas de los ciudadanos se ha hecho determinante. Estas consideraciones comprenden valoraciones y sentimientos originados menos en la ideología y la política, en desmedro de elementos “objetivos” como las ideas plasmadas en las propuestas de gobierno, el estrato social o las condiciones laborales (Galvis et ál., 2005, p. 73). 85 Uribe entonces proyectaría desde la campaña electoral la imagen de un líder que, a diferencia de su predecesor, Andrés Pastrana, tendría mano fuerte y combatiría a la guerrilla y al “terrorismo”. Fue así como el 26 de mayo de 2002, con un porcentaje cercano al 53,2 % del total de votos, Álvaro Uribe Vélez fue electo como presidente de Colombia […] el programa de gobierno planteado por Uribe durante su campaña electoral tenía a la seguridad como su pilar fundamental, a través de una nueva orientación en el tratamiento dado a los “enemigos internos” y a un fortalecimiento del autoritarismo de Estado en aras de la recuperación de la soberanía perdida en una buena parte del territorio del país (Galindo, 2006, p. 151). Esta imagen de presidente con “mano fuerte” se consolidaría durante sus primeros cuatro años de gobierno a tal punto de llegar a ser visto por muchos como imprescindible. Pero además de parecer un presidente implacable frente al “terrorismo” y todos los que podían ser considerados como enemigos del Estado, su imagen era también la de un presidente cercano al pueblo que se caracterizaba por el uso de un lenguaje familiar y afectivo a la hora de dirigirse a los colombianos. En este sentido, Carlos Arturo Tamayo (2005), en su artículo “¿Qué hay detrás de la popularidad del presidente?”, decía: La gran mayoría de los colombianos somos gente sencilla que nos impresionamos fácilmente. Por eso es sensacional que el presidente aparezca en los consejos comunales y veredales con poncho sombrero y ruana es una sensación. Y aún más que en su discurso incluya palabras como: “Dios quiera que podamos conseguir la platica, construir la escuelita, el puente- Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93 86 Jaime Andrés Quintero Gaviria cito, arreglar el pueblito...”. Que utilice diminutivos e invoque la bendición de Dios, y diga “el señor los bendiga” ya lleva un gran terreno ganado en su popularidad. Es que en este país del sagrado corazón es fácil gobernar cuando se invoca el nombre de Dios porque toca los más finos sentimientos y creencias populares. Su actitud, su lenguaje, el hecho de encomendarse a Dios, a la virgen y los santos crearon pues la imagen de un presidente que era una persona como cualquier otra y que tenía a Dios y a la religión como sus pilares. Entregado a la voluntad divina, y solo a través de la fuerza que Dios le diese, estaría en capacidad de cuidar a su pueblo y cumplir con su cometido principal: vencer a la guerrilla y al “terrorismo”. Este “hijo de Dios”, al cual se le había encargado la misión de liberar al pueblo de su yugo, le agregaría a su imagen una condición de salvador, de mesías, representando así un antes y un después en la historia de Colombia. Era tal el carácter mesiánico otorgado a Uribe que desde su presidencia se suele hablar de seguidores que casi que con fervor religioso veían en él a su salvador. Se trata de los furibistas —furibundos uribistas—, cuyos más ilustres exponentes se encuentran en el Congreso, en misiones diplomáticas o en cargos del gobierno, y para quienes el 7 de agosto de 2002 fue el primer día de la creación, pues hasta entonces todo era oscuridad. Ellos juran que Álvaro Uribe es el enviado del cielo para sacar a sus compatriotas del desierto de la pobreza y quien después de abrirnos paso en medio del mar de la violencia, ha de llevarnos a la tierra prometida; pero eso sí, tras varias reelecciones (El Tiempo, 2004). Uribe entonces era visto, especialmente por estos furibistas, como un presidente con mano dura, cercano a la gente y como el único capaz de devolver la paz y la confianza. Las características de su imagen, que devienen en una suerte de mesianismo, nos llevan a reflexionar precisamente sobre la cultura política en la que una buena parte de los ciudadanos se guían por ciertos sentimientos generados por las imágenes encarnadas por algunos personajes políticos. Es por eso que se afirma, con Uribe de Hincapié (2001), que la cultura política en Colombia surge de una ciudadanía híbrida, en la que se combinan elementos de la modernidad con elementos de la premodernidad. Esta cultura política se constituye a partir de una matriz sociocultural signada por la religión católica a través de unos imaginarios sociales desde los cuales se vive el ámbito de la política. Esta significativa influencia en la política se debe a que, como lo afirma la misma autora: “en Colombia la religión católica siempre ocupó el espacio público y estuvo tan imbricada con la política que se confundió con ella, por ejemplo al jugar un papel destacado en la definición ideológica de las plataformas políticas de los partidos tradicionales” (Uribe de Hincapié, 2001, p. 138). De este modo es posible identificar ciertos imaginarios sociales desde los cuales se le otorga sentido a los líderes políticos que se asocian a imaginarios religiosos, como lo es por ejemplo el del presidente Uribe como ser mesiánico. El matiz religioso y mítico dado a este supone a su vez otros imaginarios que describiremos a continuación. Pero antes cabe señalar que la imagen de un presidente “mesías” supone un pueblo que tiene fe en él. En este sentido se pueden recordar las palabras de Otty Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93 La culebra está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe Patiño en un chat sobre la reelección presidencial realizado por la revista semana en 2004: “El momento de Colombia no es un momento político. Es un momento religioso. Eso hace difícil el debate. Ahora el problema es creer o no creer en Uribe... Porque lo que se está debatiendo no es la reelección sino la reelección de Uribe”. 2.2. La tierra del Padre es la montaña Dentro de estas imágenes que fungen como referentes de sentido a partir de los cuales los ciudadanos interpretan la política, está la imagen de un país sumido en el caos que solo gracias a un ser mesiánico será superado. Imaginariamente se espera que el “caos” dé lugar a un orden, a un mundo organizado. Por tanto, aquello que ponga en riesgo el orden será visto como una manifestación peligrosa de dicho caos. Este asunto del caos y orden es central en distintos relatos mitológicos en los que aparece una figura peligrosa y destructora que debe ser vencida para establecer un orden. A propósito de dicha figura Eliade señala: El Dragón es la figura ejemplar del Monstruo marino, de la serpiente primordial, símbolo de las Aguas cósmicas, de las Tinieblas, de la Noche y de la Muerte; en una palabra: de lo amorfo y de lo virtual, de todo lo que no tiene aún una “forma”. El Dragón ha tenido que ser vencido y despedazado por el dios para que el Cosmos pudiera crearse (1983, p. 30). Los mitos, pues, cuentan cómo el mundo para ser mundo requirió de un dios-héroe que venciera al caos representado por una serpiente o un dragón marino. En este sentido, lo que se pone en juego para una sociedad en la que imaginariamen- 87 te perviven estos relatos es la victoria del dios-héroe sobre la serpiente o dragón. Una analogía entre este relato mítico y la lucha del gobierno de Uribe contra el “terrorismo” permitirá identificar cómo con esta se pone en juego la necesidad de vencer una figura similar, superar el caos y establecer un orden. De este modo, si él encarna la imagen de un ser mesiánico a la luz del imaginario social, es porque en esta última también vive la imagen de otro ser que es la encarnación misma del enemigo. Estos imaginarios se reflejan en las siguientes palabras de Uribe cuando a propósito de su lucha contra el “terrorismo” decía: “Vamos ganando, pero no hemos ganado. La culebra está viva” (Intervención del presidente Uribe en el Consejo Comunal de gobierno 109, Turismo, agosto 27 de 2005, Cartagena, Bolívar). Derrotar la culebra significará derrotar el caos y mantener a salvo el mundo, el cosmos, el orden. Al respecto cabe señalar que en aquel entonces —como aún hoy— las condiciones sociales, económicas y políticas del país, sumado el “terrorismo”, configuraban un panorama caótico. La pobreza, la corrupción y la violencia, y el terrorismo de la guerrilla y otros actores armados, eran identificados por Uribe como los males endémicos que afectaban el país. Sin embargo, el principal de estos males, según él, era la violencia y el “terrorismo”, cuyo actor principal era la guerrilla. La manera de aliviar estos males, de restaurar el orden y superar el caos era, entonces, la guerra contra esa culebra encarnada por el “terrorismo”. Como lo muestran los relatos míticos, vencer el caos conlleva establecer o restablecer un orden y con este la seguridad de estar a salvo. Esta seguridad, entendida desde la Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93 88 Jaime Andrés Quintero Gaviria perspectiva mitológica de Eliade (1983), corresponde a lo que este denomina como sed ontológica, entendida justamente como anhelo de seguridad y confianza que se alcanzan a partir de la certeza de que existe efectivamente un orden al que se está ligado y alguien que lo protege. Necesitamos un punto de conexión, una especie de territorio sagrado, así como un dios-héroe que lo resguarde. Este centro o territorio sagrado corresponde también a un imaginario que adquiere una forma determinada y alrededor del cual se anudan otros que componen una imagen de mundo. El imaginario social de este territorio sagrado será la patria. Con Uribe la patria deviene en referente de sentido y de identidad gracias a la afinidad entre el imaginario que supone y esta sed ontológica que se incrementa ante un panorama caótico como el de la sociedad colombiana. Para comprender cómo la patria representa un imaginario que está ligado al imaginario de Uribe como mesías, cabe recordar la definición etimológica de esta palabra: “País donde se ha nacido: latín patria (sustantivo) patria (sentido implícito: país del padre de uno), de patria (adjetivo), femenino de patrius ‘de un padre, paterno’, de patr-tema de pater ‘padre’” (Gómez de Silva, 1998, p. 524). Este imaginario de la patria es pues el de la tierra del padre, tierra ancestral y mítica que no podría tener otras cualidades que no fueran las de un territorio “paradisiaco”. Es por lo menos en este sentido que pueden tomarse las palabras de Uribe en otro consejo comunal con las que recordaba los prodigios de una tierra que es “obra de Dios”: “Ahora venimos del Caño Cristales, de ver ese prodigio, esa belleza con que mi Dios dotó a Colombia. Uno de los promotores allá dice que el Caño Cristales es un río que se fugó del paraíso y se vino para Colombia” (Mensaje a los soldados de la fuerza de despliegue rápido, enero 23 de 2006, La Macarena, Meta). La tierra del padre es, pues, un territorio paradisiaco que, según lo decía Uribe en sus discursos, hay que defenderla y sacarla adelante, devolverle la confianza y la seguridad. Al respecto pueden recordarse sus palabras en otro de sus consejos comunales realizados el 11 de diciembre de 2004 en Betania, Antioquia, donde decía lo siguiente a sus coterráneos: Todo esto me hace pensar que la Patria la podemos sacar a delante, que sin descansar un momento como usted no ha descansado en su vida, que sin dejar de querer a la tierra y a nuestros coterráneos un momento, que con el corazón henchido permanentemente de patriotismo siempre acudirá a Dios a ayudar a que la tarea sea fecunda, con usted compartimos un sueño. (Intervención del presidente Uribe en el XVIII Encuentro de Dirigentes del Suroeste Antioqueño, 11 de diciembre de 2004, Betania, Antioquia). La misión de Uribe será entonces la de restablecer el orden de la patria que la culebra amenaza. Este territorio, obra divina y tierra mítica de los ancestros, lugar sagrado y seguro, se asocia a su vez, desde un punto de vista simbólico, con otro referente de Uribe: la montaña. Tal conexión se identifica desde una mirada mítica e imaginaria a partir de la cual se infiere que si patria es tierra del padre y de los ancestros, la montaña representa el hogar de los dioses. La patria-montaña se constituirá entonces en el imaginario de la tierra de Dios-Padre, de los ancestros y del propio Uribe. Así, nacido en una montaña, su misión cobrará mayor Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93 La culebra está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe sentido en tanto que descendiente de DiosPadre y otros ancestros. En otras palabras, restablecer el orden en la patria-montaña solo puede ser logrado por alguien nacido de la entraña misma de esta tierra sagrada. Se reconoce de este modo en él una impronta divina que además se relacionará con su legado montañero de cuyas cualidades da muestra a través de sus palabras y comportamientos. Son estas cualidades propias de su legado montañero, el compromiso y la constancia, las que resalta Uribe, por ejemplo, al dirigirse a algunos líderes antioqueños: En Antioquia, Antioquia ha tenido la fortuna de contar durante toda su existencia, con unas manos acrisoladas, dispuestas a servirla bien y en todos los momentos. La constancia, ha sido una norma fundamental de su vida, en el encuentro del suroeste nos enseñó que nada se consigue de media noche para el día, que nada llega por generación espontánea, pero que todo es posible, así sea poco a poco, con constancia, con dedicación sin declives a las causas más nobles de nuestra comunidad. (Intervención del presidente Uribe en el XVIII Encuentro de Dirigentes del Suroeste Antioqueño, 11 de diciembre de 2004, Betania, Antioquia) Es este legado de antepasados virtuosos, de hombres valientes y serviciales el que constituiría ese modelo de identidad antioqueño y patriótico de Uribe. 2.3. La jerarquía divina Uribe es un mesías que vencerá a la culebra para resguardar el territorio sagrado que es la tierra del padre (patria-montaña). El ser un mesías significa que es un héroe y que por tanto es un hijo de Dios. Desde esta lógica mítica e imaginaria le correspon- 89 dería un lugar dentro de esa jerarquía de seres divinos con capacidades que no todos los “mortales” tendrían. Pero además, cabe recordar que es un ser de “carnitas y huesitos”, laborioso, servicial y que habla con diminutivos y se viste de poncho y sombrero, en otras palabras, a pesar de estar investido de cierta sacralidad, es una persona como cualquiera otra. Lo que se puede inferir de tal lectura es que él está entre dos mundos, entre los dioses y los mortales. Para ampliar esta idea pueden traerse a colación las siguientes palabras pronunciadas por él en un consejo comunal en Manizales: No podemos empezar este Consejo Comunitario sin expresar todos nuestros sentimientos por la batalla que libra el Santo Padre por su salud. Yo no había tenido la oportunidad de conocer personalmente a un Santo Padre. Apenas el año pasado, cuando él me recibió en el Vaticano. Me acerqué al Santo Padre y me impresioné muchísimo, algo pasó en mi ser, me conmovió el alma, le vi unos ojitos azules y pequeños, una mirada penetrante al infinito, una espiritualidad sin límites, una firmeza. ¡Uy!, cuando salí dije: ¡cómo me gusta servirle! Le produce a uno un revolcón espiritual, un revolcón anímico. Bendito sea mi Dios. Todo el pueblo colombiano está unido hoy, espiritualmente, alrededor de esta batalla del Santo Padre por la vida (intervención del presidente Uribe, Consejo Comunal de Gobierno 91, 2 de abril de 2005, Manizales, Caldas). Uribe, según lo anterior, es un privilegiado pues tuvo un contacto directo con el representante de dios en la Tierra, con quien siente una conexión espiritual y ante quien se declara como un gustoso servidor. Por su parte, el pueblo colombiano, según él, está unido espiritualmente al santo padre. Hay entonces una especie de conexión del pueblo con el papa, y en la cual Uribe es su Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93 90 Jaime Andrés Quintero Gaviria mediador, un ser privilegiado que está en contacto directo con el Santo Padre. Habría pues un orden jerárquico en el que él ocuparía un lugar intermedio pero privilegiado ya que está entre el pueblo y lo divino, convirtiéndose así en un conector dotado de la capacidad de experimentar la gracia espiritual y reflejarla en una fuerza y una energía que a su vez quiere transmitirle al pueblo. Si el papa es el representante de Dios en la tierra, y si Uribe es el mediador entre este y el pueblo colombiano, hay aquí un orden, una jerarquía, la cual estaría conformada por Dios, el santo padre y Uribe. Las figuras o los seres que están por encima de él serán a su vez fuente de inspiración, de fuerza y de virtudes para ayudarlo en su misión. De hecho, son estos seres a los cuales él está ligado quienes pueden darle paciencia y sabiduría para cumplir con su meta, pues a pesar de lo difícil de su misión, al ser un privilegiado puede esperar que las fuerzas divinas lo asistan. A propósito de lo anterior, cabe recordar las siguientes palabras pronunciadas el 31 de enero de 2006: Yo le pido a mi Dios, cuando me acuesto por ahí, aburrido, le digo: no me vas a dejar amanecer amargado ni pesimista. Antenoche me fui donde el Milagroso de Buga a decirle: ayúdame a que no me vaya a amargar ni aburrir ni a volver escéptico con esta carga de artillería que tengo en contra, que yo me mantenga optimista, lleno de fervor por este país. Ese es el único camino (debate del documento Visión Colombia 2019, 31 de enero de 2006, Neiva, Huila). Esta jerarquía supone que el pueblo colombiano está bajo la tutela de unas figuras “superiores” que están en capacidad de iluminar el camino y de darle ánimos a su jefe inmediato que a pesar de esta investidura, es un ser de carne y hueso, un ser humano como cualquier otro. La fuente de dicha fuerza será en primera instancia Dios, pero en la continuidad de la jerarquía divina, figuras como la del “Santo Padre” o de otras ligadas a este, tendrán dicha propiedad. En este sentido puede recordarse una conversación sostenida con el Premio Nobel de Paz, el obispo Desmond Tutu: Yo quiero agradecerle al obispo Tutu, que nos de esa inyección de espiritualidad, nos recuerda esa necesidad del amor. Se lo agradezco inmensamente, porque, yo que soy un combatiente con estos pecados de esta carnita y estos huesos, recibo como una necesidad esta corriente de espiritualidad que fertiliza para nosotros en Colombia el obispo Tutu (12 de febrero de 2005, Bogotá, Cundinamarca). Así, la jerarquía divina implica una conexión con lo divino y lo ancestral que deviene en un respaldo a la misión de Uribe por parte de estas autoridades revestidas imaginariamente de un poder divino y heroico. De esta jerarquía queda un legado de cualidades que trata de reflejar en sus comportamientos y palabras cuando quiere transmitir a su pueblo la importancia de estas para lograr la meta que sus ancestros y otros referentes míticos han perseguido. Así, su fuerza espiritual y sus virtudes son las mismas de otros que como él han intentado cumplir con la misión de resguardar la patria. Por ejemplo Bolívar, cuya gesta toma dimensiones míticas2 en tanto 2 “Los mitos fundacionales que han operado en Colombia como referente de identidad con la sociedad mayor están indisolublemente asociados con los orígenes del Estado y la nación; con la ruptura violenta, súbita y radical del orden colonial, y con la manera particular como se institucionalizó el poder del crio- Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93 La culebra está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe que supuso la derrota de un enemigo para fundar un nuevo mundo, aparece también en sus discursos al invocarlo como ejemplo y como fuente de inspiración. En el consejo comunal del 11 de febrero de 2006 se refiere precisamente a este como ejemplo para su propia labor. “Todos los días hay dificultades, pero de las dificultades, como dijera bellamente El Libertador, hay que sacar trincheras de lucha y de victoria” (Consejo Comunal de Gobierno 125, Temático-Región del Tequendama, 11 de febrero de 2006, La Mesa, Cundinamarca). 3. Uribe: el guerrero Tenemos entonces como imaginarios sociales la idea de un territorio sagrado que es la patria, que es simbolizada por la montaña la cual a su vez tiene un sentido mítico. La montaña adquiere mayor sentido en esta perspectiva ya que tiene que ver con la historia particular de la fundación de la patria colombiana y se relaciona también con el territorio donde nacieron y crecieron los antepasados del presidente Uribe. La patria-montaña es la tierra creada por los ancestros, los cuales encarnan a Dios en lo que se refiere a la labor de haber creado un mundo, principalmente a través de luchas heroicas de independencia o de conquista, como lo fueron las gestas de la independencia o de la colonización antioqueña. En este orden de ideas puede plantearse que la jerarquía divina se compone de: Dios-Santo padre (obispos, sacerdotes)-Ancestros míticos (Bolívar)-Uribe-El pueblo. Hacer parte de esta genealogía de seres divinos y heroicos lo hace merecedor de un legado y de una misión. Como descendienllismo” (Uribe de Hincapié, 2001, p. 57). 91 te de Dios estará facultado para restablecer el orden, tal y como mitológicamente lo hizo Dios al vencer al dragón o a la serpiente marina. En este sentido, el hijo de Dios es una encarnación de él que deviene en héroe y que al igual que su padre, debe enfrentar un dragón o un monstruo. Mitológicamente un héroe (Campbell, 1972) es un individuo que pasa por diferentes momentos de transformación revelándose así diferentes facetas de su condición humana. Una de estas facetas es la de guerrero3, pero no la única. Respecto a Uribe, podría decirse que porta principalmente esta. Entre las razones para pensar que el imaginario de Uribe es el de un guerrero se encuentra su deseo de luchar con la serpiente así como su declarada identificación de “corazón” con la fuerza pública, pues de no ser por las “circunstancias” sería antes que un civil, un soldado más, o por lo menos así lo deja entrever en el siguiente saludo al Ejército: Con las circunstancias de tener debajo de este vestido de civil un corazón de soldado y de policía, saludo hoy en nombre de todos mis compatriotas a los soldados de la patria en el día del Ejército, a ustedes que integran el Ejército, no del presidente de turno, a ustedes que integran el ejército de la Constitución, el Ejército del pueblo, el Ejército de la tranquilidad (intervención del presidente Uribe en la celebración del día del Ejército Nacional, 2 de agosto de 2005, Tolemaida, Melgar, Tolima). 3 El mito de héroe nos habla del proceso de transformación de la conciencia humana que implica la integración de sus diversas facetas representadas estas, en la perspectiva de Pearson (1992), por doce arquetipos, los cuales simbolizan este viaje de transformación en el que cada uno de ellos otorga un don que amplía la conciencia humana. Tres son las etapas de dicho recorrido en las que se ubican estos arquetipos: preparación, travesía y retorno. Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93 92 Jaime Andrés Quintero Gaviria Su deseo de lucha, su identificación con la fuerza pública y su mano fuerte se resumen en su política de Seguridad Democrática, pues como él mismo lo decía en junio de 2005: “Esta patria ha sufrido muchos años, yo creo que las políticas de seguridad en Colombia han sido no muchas y por corto tiempo. Por eso nuestra insistencia al pueblo colombiano es: ¡perseverancia con la política de seguridad!” (intervención del presidente Uribe en el encuentro con sargentos mayores de las fuerzas militares, 25 de junio de 2005, Bogotá, Cundinamarca). En este orden de ideas, si su invitación era a perseverar, era comprensible la posibilidad de ser reelegido, más aún si la culebra permanecía viva. Con ella viva sería necesaria la presencia permanente de un presidente con corazón de soldado, de un guerrero que siguiese luchando, pues si esta muriese y no hubiese otra amenaza, si no fuese necesaria la lucha, simplemente el guerrero sería prescindible. Conclusiones Para terminar se recuerda que la identificación de estos imaginarios corresponde a una interpretación simbólica de los discursos de Uribe y de otros textos de prensa gracias a la cual se logró rearmar un relato imaginario que está implícito en los modos en que los ciudadanos interpretan lo político en el país. Con lo anterior no se quiere reemplazar las miradas racionales sobre la institucionalidad política de Colombia, por el contrario, lo que aquí se ha hallado se plantea como hipótesis para comprender las relaciones entre los referentes de sentidos subjetivos y socioculturales con los que los sujetos interpretan sus mundos, y las lógicas que rigen lo político. Como lo diría Uribe de Hincapié: Se trata de pensar las representaciones políticas en el marco de tradiciones culturales de larga duración y de centrarse básicamente en la interpretación y la comprensión de prácticas, modos de ver el mundo, sociabilidades, estrategias culturales de participación, resistencia y supervivencia que no podrían leerse desde la institucionalidad formal, desde la razón instrumental o desde las decisiones tomadas en torno a fines, a valores o intereses (a la manera weberiaria y kantiana), sino desde una matriz sociocultural, subjetiva, afectiva que decide, actúa, se manifiesta en torno a deseos, miedos, esperanzas y frustraciones; es decir, en torno a representaciones simbólicas que están en la raíz de los múltiples sentidos con los cuales los ciudadanos viven la política (2001, p. 155). Así pues, lo que aquí se ha mostrado corresponde a la recreación imaginaria de un líder político que gobernó al país por ocho años y que hoy por hoy, 2013, busca de nuevo posicionarse en la esfera política. Lo que Uribe encarnó en el imaginario social fue la imagen de un ser descendiente de Dios y de ancestros míticos de los cuales retomó la tarea de resguardar ese territorio sagrado en el que todos anhelan estar y para lo cual recibió fuerza e inspiración divina además de un legado de virtudes. La patria sería ese lugar sagrado, tierra del Dios-Padre y lugar paradisiaco que debía ser defendido y sacado adelante por todos los colombianos con la ayuda de un líder con alma de guerrero que estaría dispuesto a batirse con una culebra tan perseverante como él. De este modo se reeditaría la lucha que sus antecesores, de una u otra manera, ya habían librado. Estos antecesores serán fuente de inspiración y modelo de Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93 La culebra está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe identificación, componiendo una jerarquía de la cual Uribe hacía parte y que le daba además cierta autoridad en tanto que estaba continuando con el legado de esos otros referentes míticos de la patria. En este sentido, la reelección sería la perseverancia necesaria y justificada de un guerrero y su lucha que anuncia que no se ha ganado todavía. Referencias Arendt, H. (1997). ¿Qué es la política? Barcelona: Paidós. Campbell, J. (1972). El héroe de las mil caras. México: Fondo de Cultura Económica. Castoriadis, C. (2001). Figuras de lo pensable (encrucijadas del laberinto VI). México: Fondo de Cultura Económica. Castoriadis, C. (2006). Ciudadanos sin brújula. México: Ediciones Coyoacán. Castro, J. (2005). Postdata a la reelección. Bogotá: Foro Nacional por Colombia. Eliade, M. (1983). Lo sagrado y lo profano. Barcelona: Punto Omega. El Tiempo (2004). Los furibistas [Versión electrónica] 26 de mayo. 93 Galindo, C. (2006). Neopopulismo en Colombia: el caso del gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Iconos. Revista de Ciencias Sociales (27). Quito: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Galvis, M., Hoskins, G. y Masías, R. (2005). Modelos de decisión electoral y perfiles de votante en Colombia: elecciones presidenciales 2002. Análisis Político, 18. Gómez de Silva, G. (1985). Breve diccionario etimológico de la lengua española. México: Fondo de Cultura Económica. Mayr, F. (1994). Hermenéutica del lenguaje y aplicación simbólica, en arquetipos y símbolos colectivos. Barcelona: Anthropos. Neumann, E., Eliade, M., Durand, G. et ál. (2004). Los dioses ocultos: Círculo Eranos II. Barcelona: Anthoropos. Ortiz- Osés, A. (1996). La diosa madre. Madrid: Trotta. Pearson, C. (1992). Despertando los héroes interiores. Barcelona: Libro Guía. Tamayo, C. A. (2005). ¿Qué hay detrás de la popularidad del presidente? Revista semana [versión electrónica] 1 mayo. Uribe de Hincapié, M. T. (2001). Nación, ciudadano y soberano. Medellín: Corporación Región. Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93