La culebra está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe*

Anuncio
La culebra está viva:
la reelección presidencial
de Álvaro Uribe*
Jaime Andrés Quintero Gaviria **
Fecha de recepción: 13 de agosto de 2012
Fecha de aprobación: 5 de febrero de 2013
Resumen
Este artículo presenta los hallazgos y algunas reflexiones a partir de la investigación
Imaginarios sociales sobre el acontecimiento
político de la reelección presidencial de Álvaro
Uribe Vélez. Para ello se parte del análisis y
la interpretación de este acontecimiento a
la luz de los argumentos políticos, pasando por una lectura histórica de la cultura
política del país, para desembocar en una
matriz sociocultural constituida por tres
imaginarios sociales que constituyen una
trama simbólica de sentido. Así, tales imaginarios se presentan como un horizonte
de comprensión de un acontecimiento político desde lógicas de sentido que remiten
a la construcción de la realidad social desde
dinámicas psicoculturales.
Palabras clave: imaginarios sociales, reelección, Álvaro Uribe, cultura política, patria, tierra del padre.
*
Este artículo es una síntesis de la investigación denominada “Imaginarios sociales sobre la relección
presidencial de Álvaro Uribe Vélez”, que se realizó
entre los años 2010 y 2011, y que fue presentada por
el autor para optar al título de Magíster en Educación y Desarrollo Humano del Centro de Estudios
Avanzados en Niñez y Juventud (Cinde), Universidad de Manizales, Colombia, 2011.
** Psicólogo de la Universidad de Manizales, Colombia.
Magíster en Educación y Desarrollo Humano del
Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud
(Cinde) y la Universidad de Manizales. Profesor de
la Universidad de Caldas, Colombia. Correo electrónico: [email protected].
cómo citar : Quintero Gaviria, J. A. (2013). La culebra
está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe. Tendencias & Retos, 18 (1), 81-93.
Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93
82
Jaime Andrés Quintero Gaviria
The Snake is Alive: Alvaro
Uribe’s Presidential
Reelection
Abstract
This article presents the findings and reflections based on a research named Social
Imaginaries on the Political Event of Alvaro Uribe Velez’s Presidential Reelection. It
starts with the analysis and interpretation
of this event in light of political arguments
and explores a historical interpretation of
the country’s political culture to reach a
sociocultural matrix made up by three social imaginaries that constitute a symbolic
outline of sense. Thus, said imaginaries are
presented as a comprehension horizon of a
political event from sense logics that refer
to the construction of a social reality from
psycho-cultural dynamics.
Keywords: Social imaginaries, reelection,
Alvaro Uribe, political culture, homeland,
land of the father.
A cobra está viva: a reeleição
presidencial de Álvaro Uribe
Resumo
Este artigo apresenta os achados e algumas
reflexões a partir da pesquisa Imaginários
sociais sobre o acontecimento político da reeleição presidencial de Álvaro Uribe Vélez.
Para isso se parte da análise e a interpretação deste acontecimento à luz dos argumentos políticos, passando por una leitura
histórica da cultura política do país, para
desembocar em uma matriz sociocultural
constituída por três imaginários sociais que
constituem uma trama simbólica de sentido. Assim, tais imaginários se apresentam
como um horizonte de compreensão e de
um acontecimento político desde lógicas
de sentido que remetem à construção da
realidade social desde dinâmicas psicoculturais.
Palavras chave: imaginários sociais, reeleição, Álvaro Uribe, cultura política, pátria, terra do pai.
Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93
La culebra está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe
Introducción
Para comenzar se debe aclarar que si bien
el tema de la reelección presidencial de
Álvaro Uribe Vélez corresponde más al
ámbito de las reflexiones sobre la institucionalidad política del país, en este artículo se optó por hacer un abordaje desde
la perspectiva de los imaginarios sociales
con el fin de comprender los referentes
de sentido desde los cuales los ciudadanos han concebido a sus líderes políticos.
Este artículo parte de una justificación de
la perspectiva propuesta para el abordaje
del tema, seguido de una breve descripción
de la metodología utilizada en la investigación y de algunos comentarios sobre la
reelección y la imagen de Uribe, para luego
plantear precisamente cómo dicha imagen lleva a pensar en algunos imaginarios
sociales que constituyen esa trama mítica
desde la cual se han concebido este presidente y su reelección.
El personaje principal de este artículo es el
expresidente Uribe, quien gobernó a Colombia inicialmente entre 2002 y 2006, y
posteriormente, tras ser reelegido, entre
2006 y 2010. Su gobierno se caracterizó
por su declarada lucha contra el “terrorismo” y sus altos índices de popularidad.
Precisamente, a causa de esto muchos justificaron su reelección, generando interrogantes frente a lo que Uribe representaba y
los sentimientos que despertaba. Aparecía
así el interés frente a su imagen y la manera
como tocaba fibras sensibles y emotivas en
muchos ciudadanos. En este sentido, una
investigación sobre la reelección de Uribe
tenía que detenerse en primera instancia
en este personaje y en lo que representaba
para los ciudadanos. Así es como se optó
83
por la perspectiva de los imaginarios sociales, la cual entiende que este acontecimiento podía implicar aspectos del orden de lo
irracional y lo sensible, por cuanto estaba
mediatizado por la imagen de un presidente que, como se hablará más adelante, era la
de un mesías.
Según lo anterior, podría decirse que los
referentes de la política no solo corresponden a lógicas racionales, sino que ello
lleva a reflexionar sobre la cultura política
de una sociedad y esas otras lógicas a partir
de la cuales los sujetos le dan sentido a sus
realidades. En otras palabras, la manera en
que se representa lo político no es ajena a
los imaginarios sociales; por consiguiente,
si hablamos de la cultura política, cabe preguntarnos por esos imaginarios que están
presentes en el modo en que los sujetos
representan a sus líderes políticos. En este
sentido se recuerda que los imaginarios
sociales, tal y como lo plantea Castoriadis
(2006), crean e instituyen a cada sociedad;
por tanto, podríamos interrogarnos por
aquellos que están presentes en la cultura
política del país.
Respecto a esta cuestión, se debe decir que
la creación e institución de Colombia1 como
sociedad se enmarca en la transición de la
premodernidad a la modernidad a partir de su nacimiento como República. En
consecuencia, se generó un tipo de ciudadanía en la que se mezcló lo premoderno y
lo moderno (Uribe de Hincapié, 2001) y se
configuró así una cultura política con ves1
El límite de tiempo histórico establecido a partir del
cual se hablará de Colombia como sociedad es el de
su fundación como República (1821), lo cual remite
a los tiempos de la independencia, y del nacimiento
y desarrollo de un proyecto de Estado-nación colombiano.
Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93
84
Jaime Andrés Quintero Gaviria
tigios de imágenes míticas. Tales vestigios
corresponden a los imaginarios sociales
identificados en esta investigación: la tierra
del padre es la montaña, la jerarquía divina,
y Uribe: el guerrero. Para hablar de ellos es
necesario hacer una breve descripción de
la hermenéutica gracias a la cual estos se
pudieron rastrear.
simbólicos para luego hacer la reconstrucción de un metarrelato con el que adquirió
textura y forma la trama imaginaria a partir de la cual se le encontró un sentido a
este acontecimiento que tocaba con ciertos
vestigios míticos y religiosos de la sociedad
colombiana, y que incidía en el modo en
que era concebido Uribe y su reelección.
1. Metodología
2. Resultados
La investigación realizada fue documental, para lo cual se tomaron como unidad
de análisis los textos de prensa escrita y
los discursos de Uribe relacionados con
el tema de la reelección en el periodo de
tiempo comprendido entre el momento
en que se comenzó a hablar de esta y la
semana antes de que Uribe fuera reelecto, es decir, entre marzo del 2004 y mayo
del 2006. Después de leer un total de 864
textos, y con base en un muestreo teórico,
se tomaron 324 textos que fueron sistematizados, codificados y analizados a través
del programa Atlas ti 5.2. Posteriormente
se hizo un abordaje desde la hermenéutica
simbólica, la cual interpreta los fenómenos
simbólicamente, partiendo del supuesto de
la existencia de relaciones de sentido implícitas, en este caso, en los textos analizados y codificados.
2.1. La reelección y Uribe
La clave de este método radica en la identificación de aquellos enlaces simbólicos para lo cual parte, por un lado, de la
concepción del lenguaje como simbólico
(Cassirer, 1967), y por el otro, de una lógica afectiva, mítica, analógica, implicativa
(Ortiz-Osés, 1996) a través de la cual se
puede comprender la experiencia humana en sus matices y regularidades. Lo que
se hizo entonces fue agrupar los códigos
en función de sus regularidades y matices
Como lo cuenta Castro (2005), el tema de
la reelección en Colombia no es nuevo; Bolívar, Tomás Cipriano, Núñez y Rafael Reyes lograron que sus mandatos se ampliaran y prorrogaran cambiando a su acomodo
principios y reglas constitucionales. Como
lo sugieren estos ejemplos, las tendencias
reeleccionistas han estado presentes en la
historia de Colombia, razón por la cual podría decirse que dicho tema ha sido motivo
de preocupación constitucional encontrándose desde las primeras cartas políticas del
país una posición en contra de la reelección
inmediata o de la reelección tras algunos
periodos presidenciales de por medio. En la
Constitución de 1830, por ejemplo, se establece por primera vez que quienes hubieren ejercido el poder ejecutivo a cualquier
título, por dos años a lo menos, antes de la
elección ordinaria no podrían ser elegidos
nuevamente presidentes en el periodo inmediato.
En la Constitución de 1843 se dispuso que
el presidente de la Nueva Granada sería el
primer jefe de la Nación y duraría cuatro
años en el cargo sin el beneficio de poder
ejercer el mismo cargo dentro de los cuatro años siguientes. A su vez, en la Constituyente de 1991 se estableció: “No podrá
Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93
La culebra está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe
ser elegido presidente de la República el
ciudadano que a cualquier título hubiere
ejercido la Presidencia”. Pero pese a esta
tradición antirreeleccionista, en el año
2004 muchos de los partidarios de Uribe
comenzaron a liderar el proyecto reeleccionista que sería aprobado finalmente por
la corte constitucional en febrero de 2006.
Lo anterior se constituyó en todo un acontecimiento político que además tenía como
protagonista a un presidente con altos índices de popularidad que era concebido
por muchos ciudadanos como el líder que
traería la paz y devolvería la confianza.
El análisis de lo que Uribe representa,
de su imagen, se presenta pues necesario
para comprender los imaginarios sociales
implícitos en su reelección. Para hablar de
ello debemos remontarnos entonces a la
campaña electoral del 2002, época desde
la cual Uribe comenzaba a proyectar una
imagen que seguiría fortaleciendo a lo largo de sus años de gobierno. En este orden
de ideas cabe decir que la importancia dada
a la imagen no es casual ya que, como lo
señalan Galvis, Hoskins y Masías (2005)
en su investigación “Modelos de decisión
electoral y perfiles de votantes en Colombia: elecciones presidenciales 2002”, los
electores se fijan más en la imagen de los
candidatos que en lo que estos proponen.
Al respecto estos mismos autores afirman:
El tema de la imagen y, por ende, de las
consideraciones subjetivas de los ciudadanos se ha hecho determinante. Estas
consideraciones comprenden valoraciones y sentimientos originados menos en
la ideología y la política, en desmedro
de elementos “objetivos” como las ideas
plasmadas en las propuestas de gobierno,
el estrato social o las condiciones laborales (Galvis et ál., 2005, p. 73).
85
Uribe entonces proyectaría desde la campaña electoral la imagen de un líder que,
a diferencia de su predecesor, Andrés Pastrana, tendría mano fuerte y combatiría a
la guerrilla y al “terrorismo”. Fue así como
el 26 de mayo de 2002, con un porcentaje cercano al 53,2 % del total de votos,
Álvaro Uribe Vélez fue electo como presidente de Colombia […] el programa de
gobierno planteado por Uribe durante su
campaña electoral tenía a la seguridad
como su pilar fundamental, a través de
una nueva orientación en el tratamiento
dado a los “enemigos internos” y a un fortalecimiento del autoritarismo de Estado
en aras de la recuperación de la soberanía
perdida en una buena parte del territorio
del país (Galindo, 2006, p. 151).
Esta imagen de presidente con “mano
fuerte” se consolidaría durante sus primeros cuatro años de gobierno a tal punto de
llegar a ser visto por muchos como imprescindible.
Pero además de parecer un presidente implacable frente al “terrorismo” y todos los
que podían ser considerados como enemigos del Estado, su imagen era también la
de un presidente cercano al pueblo que se
caracterizaba por el uso de un lenguaje familiar y afectivo a la hora de dirigirse a los
colombianos. En este sentido, Carlos Arturo Tamayo (2005), en su artículo “¿Qué
hay detrás de la popularidad del presidente?”, decía:
La gran mayoría de los colombianos somos gente sencilla que nos impresionamos fácilmente. Por eso es sensacional
que el presidente aparezca en los consejos
comunales y veredales con poncho sombrero y ruana es una sensación. Y aún más
que en su discurso incluya palabras como:
“Dios quiera que podamos conseguir la
platica, construir la escuelita, el puente-
Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93
86
Jaime Andrés Quintero Gaviria
cito, arreglar el pueblito...”. Que utilice
diminutivos e invoque la bendición de
Dios, y diga “el señor los bendiga” ya lleva
un gran terreno ganado en su popularidad. Es que en este país del sagrado corazón es fácil gobernar cuando se invoca
el nombre de Dios porque toca los más
finos sentimientos y creencias populares.
Su actitud, su lenguaje, el hecho de encomendarse a Dios, a la virgen y los santos
crearon pues la imagen de un presidente
que era una persona como cualquier otra
y que tenía a Dios y a la religión como sus
pilares. Entregado a la voluntad divina, y
solo a través de la fuerza que Dios le diese,
estaría en capacidad de cuidar a su pueblo y
cumplir con su cometido principal: vencer
a la guerrilla y al “terrorismo”. Este “hijo
de Dios”, al cual se le había encargado la
misión de liberar al pueblo de su yugo, le
agregaría a su imagen una condición de
salvador, de mesías, representando así un
antes y un después en la historia de Colombia. Era tal el carácter mesiánico otorgado a Uribe que desde su presidencia se
suele hablar de seguidores que casi que con
fervor religioso veían en él a su salvador.
Se trata de los furibistas —furibundos
uribistas—, cuyos más ilustres exponentes se encuentran en el Congreso, en
misiones diplomáticas o en cargos del
gobierno, y para quienes el 7 de agosto
de 2002 fue el primer día de la creación,
pues hasta entonces todo era oscuridad.
Ellos juran que Álvaro Uribe es el enviado del cielo para sacar a sus compatriotas
del desierto de la pobreza y quien después de abrirnos paso en medio del mar
de la violencia, ha de llevarnos a la tierra
prometida; pero eso sí, tras varias reelecciones (El Tiempo, 2004).
Uribe entonces era visto, especialmente por
estos furibistas, como un presidente con
mano dura, cercano a la gente y como el
único capaz de devolver la paz y la confianza. Las características de su imagen, que
devienen en una suerte de mesianismo, nos
llevan a reflexionar precisamente sobre la
cultura política en la que una buena parte
de los ciudadanos se guían por ciertos sentimientos generados por las imágenes encarnadas por algunos personajes políticos.
Es por eso que se afirma, con Uribe de
Hincapié (2001), que la cultura política en
Colombia surge de una ciudadanía híbrida,
en la que se combinan elementos de la modernidad con elementos de la premodernidad. Esta cultura política se constituye a
partir de una matriz sociocultural signada
por la religión católica a través de unos
imaginarios sociales desde los cuales se
vive el ámbito de la política. Esta significativa influencia en la política se debe a que,
como lo afirma la misma autora: “en Colombia la religión católica siempre ocupó
el espacio público y estuvo tan imbricada
con la política que se confundió con ella,
por ejemplo al jugar un papel destacado
en la definición ideológica de las plataformas políticas de los partidos tradicionales”
(Uribe de Hincapié, 2001, p. 138).
De este modo es posible identificar ciertos
imaginarios sociales desde los cuales se le
otorga sentido a los líderes políticos que
se asocian a imaginarios religiosos, como
lo es por ejemplo el del presidente Uribe
como ser mesiánico. El matiz religioso y
mítico dado a este supone a su vez otros
imaginarios que describiremos a continuación. Pero antes cabe señalar que la imagen de un presidente “mesías” supone un
pueblo que tiene fe en él. En este sentido
se pueden recordar las palabras de Otty
Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93
La culebra está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe
Patiño en un chat sobre la reelección presidencial realizado por la revista semana
en 2004: “El momento de Colombia no
es un momento político. Es un momento
religioso. Eso hace difícil el debate. Ahora
el problema es creer o no creer en Uribe...
Porque lo que se está debatiendo no es la
reelección sino la reelección de Uribe”.
2.2. La tierra del Padre
es la montaña
Dentro de estas imágenes que fungen como
referentes de sentido a partir de los cuales
los ciudadanos interpretan la política, está
la imagen de un país sumido en el caos que
solo gracias a un ser mesiánico será superado. Imaginariamente se espera que el “caos”
dé lugar a un orden, a un mundo organizado. Por tanto, aquello que ponga en riesgo
el orden será visto como una manifestación
peligrosa de dicho caos. Este asunto del
caos y orden es central en distintos relatos
mitológicos en los que aparece una figura
peligrosa y destructora que debe ser vencida para establecer un orden. A propósito de
dicha figura Eliade señala:
El Dragón es la figura ejemplar del
Monstruo marino, de la serpiente primordial, símbolo de las Aguas cósmicas, de las
Tinieblas, de la Noche y de la Muerte; en
una palabra: de lo amorfo y de lo virtual,
de todo lo que no tiene aún una “forma”.
El Dragón ha tenido que ser vencido y
despedazado por el dios para que el Cosmos pudiera crearse (1983, p. 30).
Los mitos, pues, cuentan cómo el mundo
para ser mundo requirió de un dios-héroe
que venciera al caos representado por una
serpiente o un dragón marino.
En este sentido, lo que se pone en juego
para una sociedad en la que imaginariamen-
87
te perviven estos relatos es la victoria del
dios-héroe sobre la serpiente o dragón. Una
analogía entre este relato mítico y la lucha
del gobierno de Uribe contra el “terrorismo”
permitirá identificar cómo con esta se pone
en juego la necesidad de vencer una figura
similar, superar el caos y establecer un orden. De este modo, si él encarna la imagen
de un ser mesiánico a la luz del imaginario
social, es porque en esta última también vive
la imagen de otro ser que es la encarnación
misma del enemigo. Estos imaginarios se
reflejan en las siguientes palabras de Uribe
cuando a propósito de su lucha contra el “terrorismo” decía: “Vamos ganando, pero no
hemos ganado. La culebra está viva” (Intervención del presidente Uribe en el Consejo
Comunal de gobierno 109, Turismo, agosto
27 de 2005, Cartagena, Bolívar).
Derrotar la culebra significará derrotar el
caos y mantener a salvo el mundo, el cosmos, el orden. Al respecto cabe señalar que
en aquel entonces —como aún hoy— las
condiciones sociales, económicas y políticas del país, sumado el “terrorismo”, configuraban un panorama caótico. La pobreza,
la corrupción y la violencia, y el terrorismo
de la guerrilla y otros actores armados, eran
identificados por Uribe como los males
endémicos que afectaban el país. Sin embargo, el principal de estos males, según él,
era la violencia y el “terrorismo”, cuyo actor
principal era la guerrilla. La manera de aliviar estos males, de restaurar el orden y superar el caos era, entonces, la guerra contra
esa culebra encarnada por el “terrorismo”.
Como lo muestran los relatos míticos, vencer el caos conlleva establecer o restablecer
un orden y con este la seguridad de estar
a salvo. Esta seguridad, entendida desde la
Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93
88
Jaime Andrés Quintero Gaviria
perspectiva mitológica de Eliade (1983),
corresponde a lo que este denomina como
sed ontológica, entendida justamente como
anhelo de seguridad y confianza que se alcanzan a partir de la certeza de que existe
efectivamente un orden al que se está ligado
y alguien que lo protege. Necesitamos un
punto de conexión, una especie de territorio sagrado, así como un dios-héroe que lo
resguarde. Este centro o territorio sagrado
corresponde también a un imaginario que
adquiere una forma determinada y alrededor del cual se anudan otros que componen
una imagen de mundo. El imaginario social
de este territorio sagrado será la patria.
Con Uribe la patria deviene en referente de
sentido y de identidad gracias a la afinidad
entre el imaginario que supone y esta sed
ontológica que se incrementa ante un panorama caótico como el de la sociedad colombiana. Para comprender cómo la patria
representa un imaginario que está ligado
al imaginario de Uribe como mesías, cabe
recordar la definición etimológica de esta
palabra: “País donde se ha nacido: latín patria (sustantivo) patria (sentido implícito:
país del padre de uno), de patria (adjetivo),
femenino de patrius ‘de un padre, paterno’,
de patr-tema de pater ‘padre’” (Gómez de
Silva, 1998, p. 524). Este imaginario de la
patria es pues el de la tierra del padre, tierra ancestral y mítica que no podría tener
otras cualidades que no fueran las de un
territorio “paradisiaco”. Es por lo menos en
este sentido que pueden tomarse las palabras de Uribe en otro consejo comunal con
las que recordaba los prodigios de una tierra que es “obra de Dios”: “Ahora venimos
del Caño Cristales, de ver ese prodigio, esa
belleza con que mi Dios dotó a Colombia. Uno de los promotores allá dice que
el Caño Cristales es un río que se fugó del
paraíso y se vino para Colombia” (Mensaje
a los soldados de la fuerza de despliegue
rápido, enero 23 de 2006, La Macarena,
Meta).
La tierra del padre es, pues, un territorio
paradisiaco que, según lo decía Uribe en
sus discursos, hay que defenderla y sacarla
adelante, devolverle la confianza y la seguridad. Al respecto pueden recordarse sus
palabras en otro de sus consejos comunales realizados el 11 de diciembre de 2004
en Betania, Antioquia, donde decía lo siguiente a sus coterráneos:
Todo esto me hace pensar que la Patria la
podemos sacar a delante, que sin descansar un momento como usted no ha descansado en su vida, que sin dejar de querer a la tierra y a nuestros coterráneos un
momento, que con el corazón henchido
permanentemente de patriotismo siempre acudirá a Dios a ayudar a que la tarea
sea fecunda, con usted compartimos un
sueño. (Intervención del presidente Uribe en el XVIII Encuentro de Dirigentes
del Suroeste Antioqueño, 11 de diciembre de 2004, Betania, Antioquia).
La misión de Uribe será entonces la de restablecer el orden de la patria que la culebra
amenaza. Este territorio, obra divina y tierra mítica de los ancestros, lugar sagrado y
seguro, se asocia a su vez, desde un punto
de vista simbólico, con otro referente de
Uribe: la montaña. Tal conexión se identifica desde una mirada mítica e imaginaria
a partir de la cual se infiere que si patria es
tierra del padre y de los ancestros, la montaña representa el hogar de los dioses. La
patria-montaña se constituirá entonces en
el imaginario de la tierra de Dios-Padre, de
los ancestros y del propio Uribe. Así, nacido
en una montaña, su misión cobrará mayor
Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93
La culebra está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe
sentido en tanto que descendiente de DiosPadre y otros ancestros. En otras palabras,
restablecer el orden en la patria-montaña
solo puede ser logrado por alguien nacido
de la entraña misma de esta tierra sagrada.
Se reconoce de este modo en él una impronta divina que además se relacionará
con su legado montañero de cuyas cualidades da muestra a través de sus palabras y
comportamientos.
Son estas cualidades propias de su legado
montañero, el compromiso y la constancia,
las que resalta Uribe, por ejemplo, al dirigirse a algunos líderes antioqueños:
En Antioquia, Antioquia ha tenido la fortuna de contar durante toda su existencia,
con unas manos acrisoladas, dispuestas a
servirla bien y en todos los momentos.
La constancia, ha sido una norma fundamental de su vida, en el encuentro del
suroeste nos enseñó que nada se consigue
de media noche para el día, que nada llega por generación espontánea, pero que
todo es posible, así sea poco a poco, con
constancia, con dedicación sin declives a
las causas más nobles de nuestra comunidad. (Intervención del presidente Uribe
en el XVIII Encuentro de Dirigentes del
Suroeste Antioqueño, 11 de diciembre de
2004, Betania, Antioquia)
Es este legado de antepasados virtuosos, de
hombres valientes y serviciales el que constituiría ese modelo de identidad antioqueño y patriótico de Uribe.
2.3. La jerarquía divina
Uribe es un mesías que vencerá a la culebra
para resguardar el territorio sagrado que es
la tierra del padre (patria-montaña). El ser
un mesías significa que es un héroe y que
por tanto es un hijo de Dios. Desde esta
lógica mítica e imaginaria le correspon-
89
dería un lugar dentro de esa jerarquía de
seres divinos con capacidades que no todos
los “mortales” tendrían. Pero además, cabe
recordar que es un ser de “carnitas y huesitos”, laborioso, servicial y que habla con diminutivos y se viste de poncho y sombrero,
en otras palabras, a pesar de estar investido
de cierta sacralidad, es una persona como
cualquiera otra. Lo que se puede inferir de
tal lectura es que él está entre dos mundos,
entre los dioses y los mortales. Para ampliar esta idea pueden traerse a colación las
siguientes palabras pronunciadas por él en
un consejo comunal en Manizales:
No podemos empezar este Consejo Comunitario sin expresar todos nuestros sentimientos por la batalla que libra el Santo
Padre por su salud. Yo no había tenido la
oportunidad de conocer personalmente
a un Santo Padre. Apenas el año pasado,
cuando él me recibió en el Vaticano. Me
acerqué al Santo Padre y me impresioné
muchísimo, algo pasó en mi ser, me conmovió el alma, le vi unos ojitos azules y
pequeños, una mirada penetrante al infinito, una espiritualidad sin límites, una
firmeza. ¡Uy!, cuando salí dije: ¡cómo me
gusta servirle! Le produce a uno un revolcón espiritual, un revolcón anímico.
Bendito sea mi Dios. Todo el pueblo colombiano está unido hoy, espiritualmente,
alrededor de esta batalla del Santo Padre
por la vida (intervención del presidente
Uribe, Consejo Comunal de Gobierno 91,
2 de abril de 2005, Manizales, Caldas).
Uribe, según lo anterior, es un privilegiado
pues tuvo un contacto directo con el representante de dios en la Tierra, con quien
siente una conexión espiritual y ante quien
se declara como un gustoso servidor. Por
su parte, el pueblo colombiano, según él,
está unido espiritualmente al santo padre.
Hay entonces una especie de conexión del
pueblo con el papa, y en la cual Uribe es su
Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93
90
Jaime Andrés Quintero Gaviria
mediador, un ser privilegiado que está en
contacto directo con el Santo Padre. Habría
pues un orden jerárquico en el que él ocuparía un lugar intermedio pero privilegiado ya
que está entre el pueblo y lo divino, convirtiéndose así en un conector dotado de la capacidad de experimentar la gracia espiritual
y reflejarla en una fuerza y una energía que a
su vez quiere transmitirle al pueblo.
Si el papa es el representante de Dios en
la tierra, y si Uribe es el mediador entre
este y el pueblo colombiano, hay aquí un
orden, una jerarquía, la cual estaría conformada por Dios, el santo padre y Uribe. Las
figuras o los seres que están por encima
de él serán a su vez fuente de inspiración,
de fuerza y de virtudes para ayudarlo en
su misión. De hecho, son estos seres a los
cuales él está ligado quienes pueden darle
paciencia y sabiduría para cumplir con su
meta, pues a pesar de lo difícil de su misión, al ser un privilegiado puede esperar
que las fuerzas divinas lo asistan. A propósito de lo anterior, cabe recordar las siguientes palabras pronunciadas el 31 de
enero de 2006:
Yo le pido a mi Dios, cuando me acuesto por ahí, aburrido, le digo: no me vas
a dejar amanecer amargado ni pesimista.
Antenoche me fui donde el Milagroso
de Buga a decirle: ayúdame a que no
me vaya a amargar ni aburrir ni a volver
escéptico con esta carga de artillería que
tengo en contra, que yo me mantenga
optimista, lleno de fervor por este país.
Ese es el único camino (debate del documento Visión Colombia 2019, 31 de enero
de 2006, Neiva, Huila).
Esta jerarquía supone que el pueblo colombiano está bajo la tutela de unas figuras
“superiores” que están en capacidad de iluminar el camino y de darle ánimos a su jefe
inmediato que a pesar de esta investidura,
es un ser de carne y hueso, un ser humano
como cualquier otro. La fuente de dicha
fuerza será en primera instancia Dios, pero
en la continuidad de la jerarquía divina, figuras como la del “Santo Padre” o de otras
ligadas a este, tendrán dicha propiedad. En
este sentido puede recordarse una conversación sostenida con el Premio Nobel de
Paz, el obispo Desmond Tutu:
Yo quiero agradecerle al obispo Tutu, que
nos de esa inyección de espiritualidad,
nos recuerda esa necesidad del amor. Se
lo agradezco inmensamente, porque, yo
que soy un combatiente con estos pecados de esta carnita y estos huesos, recibo
como una necesidad esta corriente de espiritualidad que fertiliza para nosotros en
Colombia el obispo Tutu (12 de febrero
de 2005, Bogotá, Cundinamarca).
Así, la jerarquía divina implica una conexión con lo divino y lo ancestral que deviene en un respaldo a la misión de Uribe por
parte de estas autoridades revestidas imaginariamente de un poder divino y heroico.
De esta jerarquía queda un legado de cualidades que trata de reflejar en sus comportamientos y palabras cuando quiere
transmitir a su pueblo la importancia de
estas para lograr la meta que sus ancestros
y otros referentes míticos han perseguido.
Así, su fuerza espiritual y sus virtudes son
las mismas de otros que como él han intentado cumplir con la misión de resguardar la patria. Por ejemplo Bolívar, cuya
gesta toma dimensiones míticas2 en tanto
2
“Los mitos fundacionales que han operado en Colombia como referente de identidad con la sociedad
mayor están indisolublemente asociados con los orígenes del Estado y la nación; con la ruptura violenta,
súbita y radical del orden colonial, y con la manera
particular como se institucionalizó el poder del crio-
Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93
La culebra está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe
que supuso la derrota de un enemigo para
fundar un nuevo mundo, aparece también
en sus discursos al invocarlo como ejemplo
y como fuente de inspiración. En el consejo comunal del 11 de febrero de 2006 se
refiere precisamente a este como ejemplo
para su propia labor. “Todos los días hay
dificultades, pero de las dificultades, como
dijera bellamente El Libertador, hay que
sacar trincheras de lucha y de victoria”
(Consejo Comunal de Gobierno 125, Temático-Región del Tequendama, 11 de febrero de 2006, La Mesa, Cundinamarca).
3. Uribe: el guerrero
Tenemos entonces como imaginarios sociales la idea de un territorio sagrado que
es la patria, que es simbolizada por la montaña la cual a su vez tiene un sentido mítico. La montaña adquiere mayor sentido en
esta perspectiva ya que tiene que ver con la
historia particular de la fundación de la patria colombiana y se relaciona también con
el territorio donde nacieron y crecieron
los antepasados del presidente Uribe. La
patria-montaña es la tierra creada por los
ancestros, los cuales encarnan a Dios en lo
que se refiere a la labor de haber creado un
mundo, principalmente a través de luchas
heroicas de independencia o de conquista,
como lo fueron las gestas de la independencia o de la colonización antioqueña. En
este orden de ideas puede plantearse que la
jerarquía divina se compone de: Dios-Santo padre (obispos, sacerdotes)-Ancestros
míticos (Bolívar)-Uribe-El pueblo.
Hacer parte de esta genealogía de seres divinos y heroicos lo hace merecedor de un
legado y de una misión. Como descendienllismo” (Uribe de Hincapié, 2001, p. 57).
91
te de Dios estará facultado para restablecer
el orden, tal y como mitológicamente lo
hizo Dios al vencer al dragón o a la serpiente marina. En este sentido, el hijo de
Dios es una encarnación de él que deviene
en héroe y que al igual que su padre, debe
enfrentar un dragón o un monstruo. Mitológicamente un héroe (Campbell, 1972) es
un individuo que pasa por diferentes momentos de transformación revelándose así
diferentes facetas de su condición humana.
Una de estas facetas es la de guerrero3, pero
no la única. Respecto a Uribe, podría decirse que porta principalmente esta.
Entre las razones para pensar que el imaginario de Uribe es el de un guerrero se encuentra su deseo de luchar con la serpiente
así como su declarada identificación de
“corazón” con la fuerza pública, pues de no
ser por las “circunstancias” sería antes que
un civil, un soldado más, o por lo menos
así lo deja entrever en el siguiente saludo
al Ejército:
Con las circunstancias de tener debajo de
este vestido de civil un corazón de soldado
y de policía, saludo hoy en nombre de todos mis compatriotas a los soldados de la
patria en el día del Ejército, a ustedes que
integran el Ejército, no del presidente de
turno, a ustedes que integran el ejército de
la Constitución, el Ejército del pueblo, el
Ejército de la tranquilidad (intervención
del presidente Uribe en la celebración del
día del Ejército Nacional, 2 de agosto de
2005, Tolemaida, Melgar, Tolima).
3 El mito de héroe nos habla del proceso de transformación de la conciencia humana que implica la
integración de sus diversas facetas representadas
estas, en la perspectiva de Pearson (1992), por doce
arquetipos, los cuales simbolizan este viaje de transformación en el que cada uno de ellos otorga un don
que amplía la conciencia humana. Tres son las etapas
de dicho recorrido en las que se ubican estos arquetipos: preparación, travesía y retorno.
Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93
92
Jaime Andrés Quintero Gaviria
Su deseo de lucha, su identificación con la
fuerza pública y su mano fuerte se resumen
en su política de Seguridad Democrática,
pues como él mismo lo decía en junio de
2005: “Esta patria ha sufrido muchos años,
yo creo que las políticas de seguridad en
Colombia han sido no muchas y por corto tiempo. Por eso nuestra insistencia al
pueblo colombiano es: ¡perseverancia con
la política de seguridad!” (intervención del
presidente Uribe en el encuentro con sargentos mayores de las fuerzas militares, 25
de junio de 2005, Bogotá, Cundinamarca).
En este orden de ideas, si su invitación era a
perseverar, era comprensible la posibilidad
de ser reelegido, más aún si la culebra permanecía viva. Con ella viva sería necesaria
la presencia permanente de un presidente
con corazón de soldado, de un guerrero
que siguiese luchando, pues si esta muriese y no hubiese otra amenaza, si no fuese
necesaria la lucha, simplemente el guerrero
sería prescindible.
Conclusiones
Para terminar se recuerda que la identificación de estos imaginarios corresponde a
una interpretación simbólica de los discursos de Uribe y de otros textos de prensa
gracias a la cual se logró rearmar un relato
imaginario que está implícito en los modos
en que los ciudadanos interpretan lo político en el país. Con lo anterior no se quiere
reemplazar las miradas racionales sobre
la institucionalidad política de Colombia,
por el contrario, lo que aquí se ha hallado
se plantea como hipótesis para comprender las relaciones entre los referentes de
sentidos subjetivos y socioculturales con
los que los sujetos interpretan sus mundos,
y las lógicas que rigen lo político. Como lo
diría Uribe de Hincapié:
Se trata de pensar las representaciones
políticas en el marco de tradiciones culturales de larga duración y de centrarse
básicamente en la interpretación y la
comprensión de prácticas, modos de
ver el mundo, sociabilidades, estrategias
culturales de participación, resistencia y
supervivencia que no podrían leerse desde la institucionalidad formal, desde la
razón instrumental o desde las decisiones tomadas en torno a fines, a valores o
intereses (a la manera weberiaria y kantiana), sino desde una matriz sociocultural, subjetiva, afectiva que decide, actúa,
se manifiesta en torno a deseos, miedos,
esperanzas y frustraciones; es decir, en
torno a representaciones simbólicas que
están en la raíz de los múltiples sentidos
con los cuales los ciudadanos viven la política (2001, p. 155).
Así pues, lo que aquí se ha mostrado corresponde a la recreación imaginaria de un
líder político que gobernó al país por ocho
años y que hoy por hoy, 2013, busca de
nuevo posicionarse en la esfera política. Lo
que Uribe encarnó en el imaginario social
fue la imagen de un ser descendiente de
Dios y de ancestros míticos de los cuales
retomó la tarea de resguardar ese territorio sagrado en el que todos anhelan estar
y para lo cual recibió fuerza e inspiración
divina además de un legado de virtudes.
La patria sería ese lugar sagrado, tierra del
Dios-Padre y lugar paradisiaco que debía
ser defendido y sacado adelante por todos
los colombianos con la ayuda de un líder
con alma de guerrero que estaría dispuesto
a batirse con una culebra tan perseverante
como él. De este modo se reeditaría la lucha que sus antecesores, de una u otra manera, ya habían librado. Estos antecesores
serán fuente de inspiración y modelo de
Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93
La culebra está viva: la reelección presidencial de Álvaro Uribe
identificación, componiendo una jerarquía
de la cual Uribe hacía parte y que le daba
además cierta autoridad en tanto que estaba continuando con el legado de esos otros
referentes míticos de la patria. En este
sentido, la reelección sería la perseverancia necesaria y justificada de un guerrero y
su lucha que anuncia que no se ha ganado
todavía.
Referencias
Arendt, H. (1997). ¿Qué es la política? Barcelona: Paidós.
Campbell, J. (1972). El héroe de las mil caras.
México: Fondo de Cultura Económica.
Castoriadis, C. (2001). Figuras de lo pensable
(encrucijadas del laberinto VI). México: Fondo de Cultura Económica.
Castoriadis, C. (2006). Ciudadanos sin brújula.
México: Ediciones Coyoacán.
Castro, J. (2005). Postdata a la reelección. Bogotá:
Foro Nacional por Colombia.
Eliade, M. (1983). Lo sagrado y lo profano. Barcelona: Punto Omega.
El Tiempo (2004). Los furibistas [Versión electrónica] 26 de mayo.
93
Galindo, C. (2006). Neopopulismo en Colombia: el caso del gobierno de Álvaro Uribe
Vélez. Iconos. Revista de Ciencias Sociales
(27). Quito: Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales.
Galvis, M., Hoskins, G. y Masías, R. (2005).
Modelos de decisión electoral y perfiles de
votante en Colombia: elecciones presidenciales 2002. Análisis Político, 18.
Gómez de Silva, G. (1985). Breve diccionario
etimológico de la lengua española. México:
Fondo de Cultura Económica.
Mayr, F. (1994). Hermenéutica del lenguaje y
aplicación simbólica, en arquetipos y símbolos
colectivos. Barcelona: Anthropos.
Neumann, E., Eliade, M., Durand, G. et ál.
(2004). Los dioses ocultos: Círculo Eranos II.
Barcelona: Anthoropos.
Ortiz- Osés, A. (1996). La diosa madre. Madrid:
Trotta.
Pearson, C. (1992). Despertando los héroes interiores. Barcelona: Libro Guía.
Tamayo, C. A. (2005). ¿Qué hay detrás de la
popularidad del presidente? Revista semana [versión electrónica] 1 mayo.
Uribe de Hincapié, M. T. (2001). Nación, ciudadano y soberano. Medellín: Corporación
Región.
Tend. Ret. ISSN 0122-9729. Vol. 18, No. 1, enero-junio 2013, pp. 81-93
Descargar