Palabras de cierre del ciclo lectivo 2008 Carlos Horacio Torrendell, 18 de noviembre de 2008 Estimados estudiantes, familiares y amigos, egresados, profesores y académicos, y autoridades de la Universidad: Siempre que me propongo escribir este tipo de palabras, me surge la pregunta por el sentido de hacerlo, gracias a Dios porque me ayuda a alejarme de la autosuficiencia. Todos sabemos que estos espacios se colman de palabras que muchas veces se dicen sin siquiera tener la esperanza de ser escuchadas. Son rituales que se marchitan y que muchas veces pierden su contenido ahuecándose y alejándose de cada uno de nosotros. ¿Qué se puede decir que tenga alguna mínima utilidad en un sentido amplio de la palabra? Hoy concluimos otro año académico en el Departamento de Educación. Esta vez coincidió con su trigésimo aniversario. Me pregunto si todos vivimos este año académico como un don y lo aprovechamos en plenitud. El Evangelio posee algunas parábolas que impactan profundamente. Una de ellas es la conocida “Parábola de los talentos”. Siempre resulta impresionante la enseñanza que nos indica que no importa lo que nos hayan dado o regalado lo que importa es que lo multipliquemos. Ni siquiera aquel que recibió poco es perdonado por ello si no supo multiplicarlo también. A quienes continúan en la Universidad pero también a quienes se van como estudiantes y reingresan como graduados, a medida que aprueben las materias y desarrollen su trabajo final de Licenciatura, quisiera preguntarles, me incluyo, si fuimos capaces de multiplicar los dones recibidos. Primero en el ejercicio de la docencia y luego en nuestro estudio. Dios quiera que sí. Y si así no sucedió, ojalá que podamos intentarlo en el futuro pues aún nos queda tiempo. Por esto quisiera regalarles una idea. No puedo hacer mucho más en este momento. Y tal vez, no es tampoco algo tan insignificante. Siempre me han escuchado denunciar con temor el mal de la burocratización de la educación. Es un monstruo horrible que deforma y aniquila todo. El formalismo, el ritualismo pedagógico (lo cual no implica que no valgan los rituales) se multiplica en todos los niveles del sistema. El formalismo de docentes y de alumnos tiene un aliado que también he denunciado reiteradamente: la falta de participación de los estudiantes y de los docentes en la vida académica y en la escuela. Es cierto que falta tiempo. Pero más grave aún es que falta compromiso y pertenencia. 1 En este contexto, y aquí va la idea, quisiera traer a este escenario al gran pensador italo-germano Romano Guardini. Él desarrolló una pequeña obra titulada El poder que siempre me impactó por su sugestivo título y por ser su autor un teólogo católico y no un politólogo. En esta obrita, por su tamaño y no por su implicancia, Guardini desarrolla una teología católica del poder comprendiendo justamente la magnitud del desafío del hombre contemporáneo quien, gracias a la tecnología, adquiere una capacidad de dominio nunca antes vista. Pero lo llamativo de su lectura es que esta observación no se reducía solamente al reiterado y consabido tema del poder atómico y tecnológico. No. Hacía mención del enorme poder que gracias a la cultura y la ciencia el hombre tiene sobre los demás hombres. Y en este punto señalaba algo incisivo que aún hoy recuerdo: no podemos detentar el poder como eslabones de una cadena que no controlamos o conductos por donde el poder nos atraviesa. Tenemos, debemos, apropiarnos del poder pero no en un sentido egoísta sino en uno personalista. ¿Qué significa esto? Que uno de los males contemporáneos, relacionado justamente con la formalización o burocratización de la educación, es la idea de que el poder es así, es cruel e impersonal y que yo no puedo hacer nada para cambiarlo, análogamente al famoso dicho del mercenario que antes de matarnos nos recuerda con ingenuidad que no “es nada personal”. ¿Hay algo que podamos hacer como seres humanos y, en especial, como docentes que no sea personal? ¿Podemos dar clase, gestionar instituciones, orientar procesos educativos, colaborar en la educación no formal, etc. sin hacerlo en forma personal? ¿Podemos ejercer el poder que todos tenemos unos sobre otros sin reconocer que lo hacemos en forma personal y que no debemos lavarnos las manos por lo que le suceda a otros en virtud de una “obediencia debida” mal entendida? La obediencia se la debemos a Dios y a la Iglesia (para aquellos que tenemos fe), a nuestra conciencia y a nuestros mayores y superiores pero en ese orden y no al revés. Esta es la idea que quería dejarles a todos. Una forma de evitar la formalización de la educación es saber usar el poder que tenemos para el bien de todos, aún sacrificando nuestras propias vidas. Esta es la única manera de marcar la diferencia en una cultura acostumbrada a la anarquía o a la obediencia ciega, ambas muy lejanas de la conciencia, del amor y de la verdad. Les ruego entonces que no se asusten del poder que van a ostentar. Recuerden que para los cristianos el poder es servicio y servicio es cruz. Esa es la forma de ejercer el poder sobre otros: pero ello implica sacrificio y personalización y no detentación burocrática y descomprometida de funciones. Los grandes dramas de la historia del poder en el mundo estuvieron siempre multiplicados por aquellos que se lavaron las manos. No se las laven. Ensúcienlas en el mundo de la educación para hacerse cargo de las personas a las que están vocacionalmente destinadas. 2 Finalmente, quiero destinar la segunda parte de estas palabras a rememorar, pedir perdón y agradecer. Comencemos por el rememorar. Ha sido para el Departamento un año desafiante y complejo cargado de novedades, cambios, actividades académicas y proyectos en elaboración. No es posible enumerar todo pero ustedes recordarán lo hecho, algunos con más alegría y otros con disconformidad. Solo quiero decir esto: Dios quiera que podamos continuar la renovación y el desarrollo de nuestro Departamento de Educación. La Iglesia y el país lo necesita y también nuestra comunidad de profesores, graduados y estudiantes. Les pido a todos que sigan creyendo que es posible y que nos ayuden aún con sus críticas. El pedido de perdón obviamente se los dirijo a todos. En estos momentos de cierre es cuando quien tiene la responsabilidad de gobernar debe reconocer sus limitaciones y pecados para poder superarlos con su ayuda. Sobre mi recaen todos los errores y omisiones de nuestra gestión. Les ruego sus oraciones y su misericordia. Los méritos y nuestra gratitud, en cambio, son en primer lugar para los docentes que se brindan a la Universidad con mucha generosidad de su parte. Pero especialmente quisiera destacar a los miembros del Consejo Académico que han acompañado este año con mucho trabajo la gestión del Departamento. Quiero agradecer también el trabajo de todos los estudiantes. Estudiar es su responsabilidad pero, si lo hacen bien, la sociedad y en particular nosotros les estamos muy agradecidos. El futuro de nuestro país y del mundo depende en parte de lo que ustedes puedan hacer. Por otra parte, el trabajo a veces solitario del Centro de Estudiantes merece nuestro público reconocimiento, en especial, en la figura de su Presidente, Ignacio Olano, quien ha dedicado mucho de su tiempo a colaborar en la mejora continua de este Departamento. También quiero dirigirme a los administrativos de nuestra Facultad. Todos sabemos que ellos le dan vida también a nuestras relaciones y les debemos muchísimo. Destaco especialmente a Sebastián Alí y a Matías Garrido que están especialmente vinculados a nuestro Departamento. El equipo de gestión del Departamento está hoy conformado por Laura Llull y Monserrat Barreto. Sus desafíos son enormes y les agradezco también su dedicación, alegría y esfuerzo en medio de las dificultades. Quiero también destacar a Lorena Fernández Fastuca, a Gabriela Polikowski, a Isabel Salinas y al P. Fabián Gallego, hoy capellán general de la UCA. Ellos conforman nuestro primer equipo de dedicaciones especiales a la investigación y a la docencia. Por otro lado, aunque están lejos pero activos y participando en la vida del Departamento, quisiera mencionar a Diego Santori y Ezequiel Gomez Caride. El primero se encuentra cursando su doctorado en la Universidad de Londres y el segundo su maestría en la 3 Universidad de Wisconsin. Otros profesores en Buenos Aires estudian también sus posgrados. Todos ellos van a lograr que el Departamento crezca en calidad y en cooperación académica nacional e internacional. Por otro lado, para no ser injustos, la Facultad es el ámbito que ayuda a sostener el Departamento. Por eso agradecemos al Decano, al Vicedecano, a la Secretaria, a la Coordinadora administrativa, a los otros Departamentos y, a través de ellos, a la Universidad, el soporte institucional que nos alimenta y da vida. Finalmente, nuestra gratitud, la de todos, se dirige ahora a las familias y hasta a los amigos. El estudio de los alumnos no hubiera llegado a buen puerto este año sin la colaboración a veces invisible de padres, madres, abuelos, hermanos, esposos, hijos, novios y amigos. Todo este entramado comunitario soporta y genera las condiciones para avanzar en las tareas universitarias. Les agradezco en nombre de la Universidad también a las familias y amigos su orientación, comprensión, exigencia y apoyo en los momentos difíciles. Hoy nos acompañan las familias de quienes concluyen la cursada de sus carreras y de esta forma se hacen visibles. Por esto públicamente queremos destacarlos y honrarlos. Concluyo con un agradecimiento que no quiero ni puedo evitar. Como lo señalé el año pasado, es un gran don de Dios poder ser Director de este Departamento bajo la orientación del Prof. Alfredo van Gelderen, nuestro Vicedecano a cargo del área de educación. Este ha sido un año pleno de retos y todavía difícil. Una vez más hemos podido progresar trabajando juntos, dos generaciones lejanas, aunque cada día menos, por mi parte. Usted supo animarme, orientarme, corregirme, darme ideas. No sólo a mí sino a todo el Departamento. No puedo silenciar entonces la alegría del trabajo cotidiano y el don de su sabiduría, comprensión y afecto. Ojalá estemos a la altura de seguir aprovechando todo lo que usted nos enseña en cada instante y podamos hacerlo realidad en nuestro Departamento. Les agradezco su presencia y paciencia. A nuestros estudiantes les deseo lo mejor en sus exámenes. A quienes comienzan a irse como estudiantes, les pido que nos perdonen nuestras falencias y que recuerden a la UCA como su casa para siempre. No se van de nuestra comunidad: se reinsertarán en ella como graduados. Necesitamos de su aporte y compañía y trataremos de consolidar los canales para que la comunicación y participación sea real. Les pedimos también que no dejen marchitar en sus futuras funciones directivas y docentes, la vida espiritual, humana y académica que hemos tratado de brindarles, aún con nuestras limitaciones. Dios quiera que, a imagen de San Pablo, podamos ser fieles en el amor a nuestra vocación. Nada más. Muchísimas gracias. 4