POR UNA ECOLOGÍA INTEGRAL Hacia una nueva cultura

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POR UNA ECOLOGÍA INTEGRAL
Hacia una nueva cultura ecológica.
Reflexiones en torno a la Laudato Si del Papa Francisco.
Mons. Rogelio Cabrera López
Mons. Juan Armando Pérez Talamantes
Agradezco a la Comisión Especial del Cambio Climático del Senado de la República, al
IMDOSOC y a la Fundación Konrad Adenauer por la invitación al Foro “La pobreza y el cambio
climático. Presentación de la Encíclica Laudato Si. Iniciaré mi ponencia resaltando la importancia
de la ecología no sólo como ciencia natural, para repasar, de manera aproximativa, lo que la
Enseñanza Social de la Iglesia ha dicho al respecto, enfatizando la los postulados de la reciente
Encíclica de Su santidad, el Papa Francisco, la Laudato Si (LS). Resaltaré los ejes temáticos del
documento, para concluir con tres retos que el pensamiento del Papa le plantea a nuestro país en
esta materia.
1. Presupuestos teológicos
Aunque en sus orígenes la ecología se concibió como una ciencia natural o exacta, hacia
fines de los 70’s, del siglo pasado, incursionó en los terrenos de las ciencias sociales. Cuando en
1869, el biólogo alemán Ernst Haeckel, introdujo el concepto oekologie para referirse a las
relaciones de los organismos con el medio ambiente, jamás imaginó que ese vocablo, convertido
posteriormente en ciencia, llegara a convertirse en tema de interés para la economía, la política, la
ética, la filosofía. No han sido pocos los movimientos sociales, partidos políticos incluidos, que
buscan llamar la atención sobre el progresivo atentado a la naturaleza que realizamos los seres
humanos. Muchas voces, en ocasiones tildadas de alarmistas, alzan la voz exigiendo de los
gobiernos medidas urgentes para detener la contaminación que ha colaborado en el cambio
climático reciente, en el calentamiento global.
La teología reciente no ha quedado al margen de esta preocupación. Siguiendo la línea de
la responsabilidad que propone la ética, la teología nos recuerda que los seres humanos somos
colaboradores de Dios en el cuidado de la creación, sus jardineros. El sentido material de la
salvación cristiana es resaltado por algunos teólogos como Schilliebeeckx: “… la salvación
cristiana también tiene relaciones con la ecología, con los condicionamientos del hombre y con
las cargas que se le imponen en su vida concreta aquí y ahora. Quienes califican todo esto de
ajeno a la salvación cristiana sueñan tal vez con una salvación para ángeles, pero no para
hombres”.1 La creación es un proceso inacabado, necesitamos colaborar con Dios en su cuidado,
no como simples espectadores, sino involucrándonos en su correcto desarrollo. La encíclica del
Papa Francisco, Laudato Si, se inscribe, entonces, en este movimiento teológico que busca
recordarnos la responsabilidad que tenemos con el cuidado de la naturaleza.
El tema de la Ecología forma parte de la Enseñanza Social de la Iglesia2, y varios Papas se
han preocupado por el cuidado de la naturaleza. El Concilio Ecuménico Vaticano II, al estudiar
diversos textos bíblicos que presentan a la creación como un regalo divino, recuerdan que el ser
Edward SCHILLEBEECKX, Cuestiones sobre la salvación cristiana, en Concilium, 138bis (1978), p171.
Véase el excelente resumen que ofrece, en su capítulo X, “Salvaguardar el medio ambiente”, el Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2005, pp. 252-271.
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humano está llamado a alabar a Dios al contemplar la naturaleza. En ese tenor, la Iglesia Católica
siempre ha visto como algo positivo los avances de la ciencia y de la técnica, en la medida en que
permiten un mayor conocimiento y cuidado del medio ambiente.3
Este respeto hacia la naturaleza debe ser el criterio y punto central de referencia para los
intentos científicos por mejorar la situación del medio ambiente. San Juan Pablo II afirmó que el
ser humano no debe olvidar que su capacidad para transformar la tierra no le permite: “…
disponer arbitrariamente de ella, sometiéndola sin reservas a su voluntad, como si ella no tuviese
una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios, y que el hombre puede desarrollar
ciertamente, pero que no debe traicionar”.4 Ya desde Pablo VI se había llamado la atención sobre
la crisis que el mundo moderno ha acentuado en la relación entre el ser humano y el medio
ambiente5. Crisis que puede observarse desde dos ángulos. Por una parte, la reducción utilitaria de
la naturaleza a un mero objeto de manipulación y explotación y, por otra, su absolutización, casi
divinización, que la coloca por encima del mismo ser humano.6
La ESI es enfática: el medio ambiente es un bien colectivo7. Por ello, la responsabilidad de
su cuidado es de todos, personas y sujetos institucionales. Además, ya desde Pablo VI se afirmaba
que esta responsabilidad se extiende no sólo a las exigencias del presente, sino también a las del
futuro: “Herederos de generaciones pasadas y beneficiándonos del trabajo de nuestros
contemporáneos, estamos obligados para con todos, y no podemos desinteresarnos de los que
vendrán a aumentar todavía más el círculo de la familia humana”.8
Mención especial merecen los pueblos indígenas, cuando hablamos del cuidado del
planeta. Y es que su relación con la tierra y sus recursos es una expresión fundamental de su
identidad9. Es en este punto en donde la ESI, previa al Papa Francisco, insiste en algo que él
tocará de lleno en la LS: los bienes de la tierra han sido creados por Dios para ser utilizados por
todos y no sólo por algunos, por lo que la avidez, individual o colectiva, es contraria al orden de
la creación. La justicia y la caridad son los criterios que deben prevalecer a la hora de la
distribución de los bienes, por lo que es preciso deshacer la compleja y dramática relación que
existe entre crisis ambiental y pobreza.
La conversión ecológica, de la que hablará el Papa Francisco en su LS, ya se apuntaba
desde Juan Pablo II, cuando invitaba a nuevos estilos de vida, presididos por la sobriedad, la
templanza, la autodisciplina, tanto a nivel personal como social. Todo ello con una actitud de
agradecimiento hacia Dios por el don de su creación.10 Benedicto XVI no sólo mantiene la
preocupación por el cuidado del medio ambiente que manifestó su predecesor, sino que se
preocupa de manera constante sobre la ecología11. El Papa emérito señaló con especial énfasis la
vinculación existente entre la ecología natural, el respeto a la naturaleza, y la ecología humana:
Cfr. Gaudium et Spes, #s 1036; 1052-1053.
En Centesimus Annus, #840.
En Octogesima adveniens, #s 416-417.
Cfr. Consejo Pontificio de la Cultura - Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, Jesucristo. Portador del agua de
la vida. Una reflexión cristiana sobre la “Nueva Era”, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2003, p. 35.
7 Cfr. Juan Pablo II, Centesimus annus #40.
8 En Populorum progressio #17.
9 Cfr. Juan Pablo II, Discurso a los pueblos autóctonos del Amazonas, Manaus (10 de julio de 1980): AAS 72 (1980)
960-961,
10 En Centesimus annus #36.
11 Cfr. su libro Para una ecología del hombre, Buena Prensa, México 2008, que es una antología de textos en los que el
entonces Papa se pronuncia sobre el tema. Cfr. también Pablo BLANCO - Emilio GARCÍA SÁNCHEZ, Benedicto
XVI habla sobre vida humana y ecología, Ediciones Palabra, México 2013.
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“La experiencia demuestra que toda actitud irrespetuosa con el medio ambiente conlleva daños a
la convivencia humana y viceversa”.12
Si buscáramos establecer unas constantes en los pronunciamientos de la ESI sobre el
cuidado del medio ambiente, tendríamos que señalar las siguientes:
+ El respeto a la naturaleza es el criterio que debe prevalecer en las investigaciones científicas.
+ Todos somos responsables del cuidado del medio ambiente.
+ La creación merece una actitud de contemplación hacia ella, y de gratitud hacia Dios por ese gran
regalo que nos ha hecho.
+ La afectación del medio ambiente afecta a los más pobres, en especial a los pueblos indígenas.
+ Existe una íntima relación entre la ecología natural y le ecología humana.
+ Los seres humanos necesitamos un estilo de vida más sobrio y austero.
2. Presupuestos antropológicos
La premisa antropológica fundamental es la interconexión de todas las cosas, unas con otras. El
hombre está en relación con el mundo natural, con los otros hombres en la historia, con Dios, de
quien es imagen y semejanza. Esta interrelación afecta a todos, los problemas tienen que
entenderse y enfrentarse con la responsabilidad del ser humano dentro del mundo natural, no
como un extraño, fuera de ese mundo. De esta interrelación se desprende la responsabilidad de
unos para con otros dentro de la casa común, como el Papa llama a la creación. Esta interrelación
permite comprender la interdependencia de unos con otros, la corresponsabilidad colectiva por el bien común, el
cuidado de la humanidad y de la casa en que vivimos. 13
Este “cuidado” no es un cuidado cualquiera, es un cuidado responsable y amoroso; el
cuidado de la humanidad y la casa común no puede delegarse a la artificialidad, pues por más
refinada que sea, dicha artificialidad no es un ser humano llamado a la trascendencia, incapaz de
cuidar de alguien con amor, mucho menos con misericordia. El cuidado se refiere a una relación
amorosa, no dominadora. La técnica es un medio que ayuda a este cuidado, ha de estar
relacionada con la ética, la política, la economía y la ciencia para lograr una integralidad
verdaderamente humana. Cada una de estas dimensiones sociales son parciales, es necesaria la
complementariedad. Si se absolutiza una dimensión, el ser humano pasa a segundo término y la
humanidad es tratada como medio y es instrumentalizado a favor de visiones aberrantes como la
esclavitud, la trata de personas, la marginación y el descarte de personas en la sociedad. La
solución a los grandes problemas de la humanidad necesita de un diálogo integral, tal vez frágil,
pero dignamente humano.
El cuidado amoroso es expresión de la reacción humana ante la maravilla del mundo
natural, ante el descubrimiento de sus propiedades y sus leyes, de sus ciclos y sus frutos. Una
maravilla que todo ser humano sano, pudiera reconocer y compartir. El Papa reflexiona sobre la
línea de la mística cósmica de San Francisco de Asís, el Santo Universal: el corazón humano culto
experimenta sentimientos de belleza y expresiones de respeto y veneración por todo lo que existe
y vive. La ciencia de la fe quiere proponer la luz de la Revelación hecha por Jesús, que nos revela
En el Mensaje para la jornada mundial de la paz del 2007, La persona humana, corazón de la paz, #8. Muchas de las
Jornadas mundiales de la paz se dedicaron al tema. Cfr. especialmente las de 1977, de Pablo VI: Si quieres la paz,
defiende la vida; 1990, de Juan Pablo II: Paz con Dios, paz con toda la creación; 2010, de Benedicto XVI: Si quieres promover la
paz, protege la creación.
13 BOFF, Leonardo, Entrevista concedida a Pierluigi Mele, publicada el 23 de junio de 2015.
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la realidad de que en el origen más profundo de todo lo finito, más allá de donde la ciencia
humana más aguda es capaz de intuir y deducir, en el principio está el Amor. La fe en Cristo es
una luz, esta luz es la que ilumina la relación entre el ser humano, la casa común y El Creador.
Jesús nos enseña la relación de solidaridad armoniosa en la creación entera.14
Estos presupuestos antropológicos permiten formular la propuesta de una Ecología integral,
que surge de un diálogo entre las ciencias de la vida y de la tierra, entre la religión y la técnica,
entre la ecología y la economía, entre la política y la vida. Se trata de superar la ecología ambiental,
que consideraba al hombre fuera del ambiente, como una razón proyectista que usa el ambiente.
Hoy tenemos conciencia más clara de que el medio ambiente no es un objeto, fuera del hombre,
sino que el hombre está dentro; es engendrado, nace, se desarrolla, vive y muere en él. La Iglesia
invita a un diálogo, consciente de las preocupaciones que embargan los corazones cristianos, les
presenta una síntesis de la teología católica sobre la creación; a los no cristianos, invita al diálogo
sobre los problemas contemporáneos acerca de la casa común, invitando así toda persona
disponible a colaborar por el bien común. Es un llamado al diálogo entre la ética cristiana, la
investigación científica, la responsabilidad política acerca de la preocupación por el planeta y la
solicitud por el cuidado de la casa común.15
3. La Encíclica Laudato Si del Papa Francisco
Las constantes que señalamos en la ESI, sobre el cuidado del medio ambiente, las
encontramos en la Encíclica Laudato Si (Alabado seas, en español, tomado del famoso cántico de
las creaturas de San Francisco de Asís) del Papa Francisco, aunque con variados énfasis.
Es su segunda encíclica16, aunque en realidad es la primera, pues la Lumen Fidei, firmada
por él, fue iniciada y casi terminada por Benedicto XVI. La encíclica consta de seis capítulos: lo
que le está pasando a nuestra casa; el evangelio de la creación; raíz humana de la crisis ecológica;
una ecología integral; algunas líneas de orientación y acción; educación y espiritualidad ecológica.
El texto concluye con dos oraciones: una por nuestra tierra y otra cristiana con la creación. No
obstante presentar algunas afirmaciones que podrían parecer demasiado técnicas -agotamiento de
las reservas ictícolas, alto riesgo de gas metano, etc.-, el lenguaje es sencillo, como acostumbra el
Papa Francisco.
Capítulo 1
En el capítulo primero, “Lo que le está pasando a nuestra casa” (17-61)17, el Papa se refiere al
cambio climático, a la cuestión del agua, a la pérdida de la biodiversidad y a la deuda ecológica.
Este primer capítulo, junto con el tercero, formaría parte del “Ver”, primer paso del clásico
método ver - juzgar - actuar.
Capítulo 2
“El evangelio de la creación” es el título del segundo capítulo (62-100). Aquí el Papa relee los
relatos de la Biblia en materia ecológica, y ofrece una visión general que proviene de la tradición
judeo-cristiana, recordando que la existencia humana se basa en tres relaciones estrechamente
conectadas: con Dios, con el prójimo y con la tierra.
BIANCHI, Enzo, Introduzione all’Enciclica Laudato Si.
BIANCHI, Enzo, Introduzione all’Enciclica Laudato Si.
La Evangelii Gaudium, también del Papa Francisco, y de gran impacto no sólo en la comunidad católica sino en la
opinión pública, es Exhortación Apostólica.
17 Los números entre paréntesis corresponderán a la edición oficial de la encíclica, editada por la Libreria Editrice
Vaticana (24 de mayo del 2015)
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Capítulo 3
La raíz humana de la crisis ecológica
La situación actual en materia ecológica señala algunas causas de las desigualdades sociales
ligadas a la relación con el ambiente.
1. La tecnología: creatividad y poder. La tecnología da «a quienes tienen el conocimiento, y
sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la
humanidad y del mundo entero» La humanidad necesita «una ética sólida, una cultura y una
espiritualidad.»
2. La globalización del paradigma tecnológico: El paradigma tecnocrático domina también la
economía y la política; en particular: La economía asume todo desarrollo tecnológico en función
del rédito. El avance de la ciencia y de la técnica no equivale al avance de la humanidad y de la
historia.
3. Crisis y consecuencias del antropocentrismo moderno.
a. El relativismo práctico: «todo se vuelve irrelevante si no sirve a los propios intereses
inmediatos». Se desarrollan actitudes que provocan al mismo tiempo la degradación
ambiental y la degradación social. Las leyes sólo se entenderán como imposiciones
arbitrarias y como obstáculos a evitar.
b. La situación del trabajo humano: «Dejar de invertir en las personas para obtener un mayor
rédito inmediato es muy mal negocio para la sociedad» (128). Para que todos puedan
beneficiarse realmente de la libertad económica, «a veces puede ser necesario poner
límites a quienes tienen mayores recursos y poder financiero.»
c. La innovación biológica a partir de la investigación: se refiere principalmente a la cuestión de
los organismos genéticamente modificados (OGM), que son «una cuestión de carácter
complejo». «concentración de tierras productivas en manos de pocos» (134). El Papa
Francisco piensa en particular en los pequeños productores y trabajadores rurales, en la
biodiversidad, la red de ecosistemas. Es, pues, necesario «asegurar una discusión científica
y social que sea responsable y amplia, capaz de considerar toda la información disponible.
Capítulo 4
Una ecología integral
La ecología integral es un nuevo paradigma de justicia, a partir de la relación del ser
humano con la compleja realidad en la que vive. Hay un vínculo entre cuestiones ambientales y
cuestiones sociales y humanas que no puede romperse. «Hoy el análisis de los problemas
ambientales es inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos, y
de la relación de cada persona consigo misma»; por lo tanto es «fundamental buscar soluciones
integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas
sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis
socio-ambiental».
1. Ecología ambiental, económica y social: todo está conectado. Tiempo y espacio, componentes
físicos, químicos y biológicos del planeta forman una red que no terminamos de entender. Los
conocimientos fragmentados y aislados deben integrarse en una visión más amplia. “Cualquier
menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales”».
2. Ecología cultural: «la ecología también supone el cuidado de las riquezas culturales de la
humanidad en su sentido más amplio». Hace falta integrar la perspectiva de los derechos de los
pueblos y de las culturas con el protagonismo de los actores sociales locales a partir de la propia
cultura, con una «especial atención a las comunidades aborígenes».
3. Ecología de la vida cotidiana: Señala la creatividad y generosidad de grupos con acciones
para revertir las afecciones ambientales, han aprendido a orientar la acciones en medio del
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desorden y la precariedad. Un desarrollo auténtico presupone un mejoramiento integral en la
calidad de la vida humana: espacios públicos, vivienda, transportes, etc.
4. El principio del bien común: La ecología integral incluye la noción de bien común. En la
realidad actual, hay muchas personas descartadas, privadas de derechos básicos. La ecología
integral pide la toma de decisiones solidarias con la opción preferencial por lo pobres.
5. La justicia entre las generaciones: no se puede hablar de desarrollo sostenible sin una
solidaridad entre las generaciones, sin olvidar a los pobres de hoy, a los que queda poco tiempo
en esta tierra y que no pueden seguir esperando.
Capítulo 5
Algunas líneas de orientación y de acción
«Hay discusiones sobre cuestiones relacionadas con el ambiente, donde es difícil alcanzar
consensos. [...] la Iglesia no pretende definir las cuestiones científicas ni sustituir a la política, pero
invito a un debate honesto y transparente, para que las necesidades particulares o las ideologías
no afecten al bien común».
1. El diálogo sobre el ambiente en la política internacional. Es necesario un proyecto común,
superando la perspectiva parcial de algunos países. «Necesitamos un acuerdo sobre los regímenes
de gobernanza global para toda la gama de los llamados “bienes comunes globales”» Las cumbres
mundiales sobre el ambiente no han sido eficaces por falta de decisión política.
2. El diálogo hacia nuevas políticas nacionales y locales. El diálogo global promueva iniciativas
locales buscando responsabilidad, sentido comunitario, un cuidado especial y una creatividad
generosa en relación con el ambiente. La política y la economía deben salir de la lógica eficientista
e inmediatista, centrada sobre el lucro y el éxito electoral a corto plazo.
3. Favorecer debates sinceros y honestos. Dialogar sobre las políticas e iniciativas empresariales
que promueven un auténtico desarrollo integral. Mejorar la eficacia de los estudios de impacto
ambiental, los cuales requieren procesos políticos transparentes y en diálogo con la sociedad,
evitando el daño al ambiente y a las poblaciones menos aventajadas.
4. Política y economía en diálogo para la plenitud humana. «El ambiente es uno de esos bienes
que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente».
Una mirada diversa nos permite darnos cuenta de que «desacelerar un determinado ritmo de
producción y de consumo puede dar lugar a otro modo de progreso y desarrollo. Los esfuerzos
para un uso sostenible de los recursos naturales no son un gasto inútil, sino una inversión que
podrá ofrecer otros beneficios económicos a mediano plazo.» Yendo más lejos, sería necesario
«redefinir el progreso», vinculándolo al mejoramiento de la calidad real de la vida de las personas.
5. Las religiones en el diálogo con las ciencias. Las ciencias empíricas no explican completamente
la vida, y las soluciones técnicas serán ineficaces «si se olvidan las grandes motivaciones que
hacen posible la convivencia, el sacrificio, la bondad», virtudes alentadas por las religiones. Es
necesario exhortar a las religiones a «un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a
la defensa de los pobres, a la construcción de una red de respeto y de fraternidad». El camino del
diálogo requiere paciencia, ascesis y generosidad.
Capítulo 6
“Educación y espiritualidad ecológica”, es el encabezado del capítulo sexto (202-245). Quizá el
más bello de los apartados, nos presenta la idea de conversión ecológica como central. La clave,
nos dice el Papa, consiste en apostar por otro estilo de vida, profundizando en la educación
ecológica y en la sacramentalidad de la creación.
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El texto concluye con dos oraciones bellísimas (246): una por nuestra tierra y otra
cristiana con la creación. Es necesario resaltar el tono franciscano de estas oraciones y, en general,
de toda la encíclica. No sólo porque Bergoglio eligió ese nombre al ser elegido Papa, ni tampoco
por el título del documento -tomado del famoso cántico de San Francisco- sino porque se
consolida la figura del santo de Asís como patrono de los ecologistas, y recupera el carácter
revolucionario, que no simplemente romántico, de su hermandad con los seres creados.
4. Ejes temáticos de la Encíclica Laudato Si
+ Deterioro de la calidad de vida humana y degradación social (Cap I).
De la absoluta confianza en el progreso científico, y en los bienes que traería consigo, la
humanidad está pasando a una etapa de mayor conciencia en el deterioro de nuestra calidad de
vida, consecuencia de un antropocentrismo tecnológico que no respeta a la naturaleza, y que
produce la degradación social. Siguiendo a Aparecida18, estos problemas están íntimamente
ligados a la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas
que rápidamente se convierten en basura. Gran responsabilidad tienen las naciones y las empresas
poderosas, que se concentran en enmascarar los problemas en vez de resolverlos
+ La necesidad de debates sinceros y honestos (Cap 1).
El Papa Francisco lamenta la debilidad de la reacción política internacional. Las Cumbres
mundiales sobre el medio ambiente han fracasado19. Pareciera que a los países más
industrializados, y a las empresas que surgen en ellas les interesa más preservar sus ganancias
económicas que cuidar el bien común. Esperamos que entre los ecologistas radicales que ven el
fin del mundo en los próximos meses, y quienes todavía confían en el progreso y la tecnología
como motor de solución para todos nuestros problemas, puedan darse discusiones razonables y
auténticas, carentes de segundas intenciones, sobre todo económicas.
+ El valor propio de cada criatura (Cap 2).
El que Dios nos haya encargado “dominar” la tierra20 no significa su autorización para que
abusemos de ella, para que la utilicemos en nuestro beneficio de manera arbitraria y opresora. Por
el contrario. Somos administradores, jardineros, de este gran paraíso que Dios nos ha regalado y
que debemos de cuidar. El principio de la subordinación de la propiedad privada al destino
universal de los bienes es una regla de oro del comportamiento social y el primer principio de
todo el ordenamiento ético-social. Nadie, entonces, puede apropiarse de un bien sólo para el
propio beneficio, sino para el de todos, en especial de los más necesitados.
+ La crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología (Cap 3).
El Papa Francisco se suma a los muchos analistas que han criticado nuestros criterios de
consumo: el paradigma tecnocrático tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política.
La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito. Las finanzas ahogan a la
economía real. En la raíz de todo ello puede diagnosticarse en la época moderna un exceso de
antropocentrismo: el ser humano ya no reconoce su posición justa respecto al mundo, y asume
una postura autorreferencial, centrada exclusivamente en sí mismo y su poder. Se está perdiendo
el valor de las relaciones interpersonales.
El Papa ha reconocido la gran influencia del documento de Aparecida -fruto de la reunión que los obispos
latinoamericanos tuvieron en ese lugar de Brasil, en el 2007- en su Exhortación Pastoral Evangelii Gaudium y en la LS.
19 Confiamos en que la próxima, a desarrollarse en Paris, en diciembre de este año, arroje mejores resultados.
20 Cfr. Genesis 1,26.
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+ El sentido humano de la ecología: hacia una ecología integral (Cap 4).
Esta es, quizá, la clave de todo el documento. Nos dice el Papa Francisco que no hay dos
crisis separadas, una ambiental y otra social. Requerimos una aproximación integral para combatir
la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y para, simultáneamente, cuidar la naturaleza.
Es aquí donde se fundamenta nuestra propuesta: considerar a la ecología no sólo como una
ciencia social, sino también humana, integral, capaz de convertirse en una cultura que impregna
todas nuestras instituciones, y que nos lleva a considerar nuestros bienes, nuestras actividades,
bajo la categoría de respeto.
+ La íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta (Cap 4).
En el mundo actual, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas
descartables, innecesarias para los criterios productivos, privadas de derechos humanos básicos, el
principio del bien común se convierte en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial
por los más pobres. El Papa Francisco nos invita a contemplar -no sólo ver, ni siquiera mirarante todo la inmensa dignidad del pobre a la luz de las más hondas convicciones creyentes. Basta
contemplar la realidad para entender que hoy, esta opción es una exigencia ética fundamental
para la realización efectiva del bien común.
+ La grave responsabilidad de la política internacional y local (Cap 5).
El Papa Francisco es crítico, y denuncia que la crisis financiera de 2007-2008 era la
ocasión para el desarrollo de una nueva economía internacional. Pero no hubo una reacción que
llevara a repensar los criterios obsoletos que siguen rigiendo el mundo. Recuerda que la política
no debe someterse a la economía. Y fija la posición del Magisterio de la Iglesia: ella no pretende
definir las cuestiones científicas ni sustituir a la política; pero invita a un debate honesto y
transparente, para que los intereses particulares o las ideologías no afecten al bien común, para
que se atienda siempre, como prioritarias, a las necesidades de los más pobres.
+ La cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida: la conversión ecológica (Cap 6).
Si Aparecida ya nos había sorprendido con la “conversión pastoral”, ahora el Papa Francisco nos
invita a una nueva conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de
nuestro encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea. Vivir la vocación
de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de nuestro ser discípulos de Jesucristo.
Esta conversión supone diversas actitudes que se conjugan para movilizar un cuidado generoso y
lleno de ternura. En primer lugar implica gratitud y gratuidad. También la amorosa conciencia de
no estar desconectados de las demás criaturas, y creatividad y entusiasmo para no creer que la
conversión significa sólo “dejar” sino, sobre todo “abrazar”.
+ La invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso: la responsabilidad social del
consumidor (Cap 6).
El Papa Francisco llega, inclusive, a propuestas muy concretas. Un ejemplo. Cambiar
nuestros estilos de vida, apostando por una mayor austeridad, por el desprendimiento y la
generosidad, podría ejercer una sana presión sobre los que tienen poder económico, político y
social. Propone un nuevo concepto: la responsabilidad social de los consumidores. Ella supondrá
no sólo ser más cuidadosos a la hora de adquirir un producto, sino superar el individualismo, que
nos permita desarrollar un estilo de vida alternativo, más preocupado por las necesidades de los
demás que de las propias. Ello hará posible un cambio importante en la sociedad, que repercutirá
un una mejora del medio ambiente.
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+ Contemplación gozosa de la naturaleza (Cap 6).
Si en la Evangelii Gaudium (la alegría del Evangelio), el Papa Francisco enfatizaba la
dimensión gozosa del seguimiento discipular de Jesucristo, ahora nos invita a la contemplación
gozosa de la naturaleza. Gozo, sin embargo, que no es sinónimo de simple distracción sino de
paz, de serenidad y concentración en lo verdaderamente importante: el amor. El Papa Francisco
no puede ocultar su amor a la Virgen María, y cierra su encíclica proclamándola reina de todo lo
creado, la que cuida con amor fraterno este mundo maltrecho y herido, la gran doctora de este
gran hospital en el que el Papa quiere que se convierta la Iglesia, junto a José, quien la defendió a
ella y a su Hijo, quien también defiende desde el cielo a la naturaleza.
5. Retos que la LS plantea a nuestra realidad
5.1. Reto Legal.
El Papa Francisco insiste en que las conferencias mundiales que buscan proteger al medio
ambiente, si no han fracasado, al menos no han dado los resultados esperados. No podemos
permitir que eso mismo nos suceda a nivel nacional. Y es que daría la impresión de que, después
de un crecimiento en el interés por combatir a la contaminación, con la creación de instancias
gubernamentales encargadas de atender la problemática, a mediados del siglo pasado, y con
medidas como el “Hoy no circula” en épocas recientes, se ha dado una especie de impasse en esta
preocupación.
Necesitamos incrementar la cantidad y la calidad de políticas públicas que, basadas en
legislaciones existentes, o presionando para que surjan nuevas, podamos abatir los índices de
contaminación en nuestro país. Confiamos en que ese fenómeno llamado corrupción no se
instale también en la necesaria vigilancia de las empresas contaminantes, por las instancias
respectivas. El cuidado del medio ambiente, como la política en general, no puede someterse a
intereses económicos nacionales o extranjeros.
5.2. Reto Educativo.
La Encíclica dedica su capítulo sexto al tema de la educación y la ecología, y menciona las
instancias que pueden tomar esta bandera: la familia, los medios de comunicación, las
agrupaciones religiosas y, obviamente, las escuelas. Si se ha mencionado que el problema
fundamental de México es educativo, necesitamos insertar el tema ecológico en la agenda
educativa de los próximos años. Una educación que va más allá de ayudar a que los niños
distingan la basura orgánica de la inorgánica, y la depositen en sus respectivos contenedores.
Necesitamos una educación que coloque al respeto -hacia la naturaleza, a los demás, con
nosotros mismos- como categoría fundamental de comportamiento. Respeto que nos convertirá
en consumidores socialmente responsables, capaces no sólo de exigir la información nutrimental
de cada producto que adquirimos, sino de profundizar en su posible riesgo contaminante. Una
educación, en suma, que reconozca en la naturaleza no al objeto del que podemos aprovecharnos,
sino al sujeto con el que podemos dialogar.
5.3. Reto Cultural.
Ligado al reto educativo tenemos el cultural. Y es que el Papa Francisco insiste en que
apostemos por otro estilo de vida, en el que prevalezca la austeridad sobre el afán de riqueza. No
podemos asociar, como pareciera que ya lo hacemos hasta sin pensar, la inteligencia con la
capacidad de especulación. Una persona no es brillante porque posee muchos bienes materiales,
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sino porque destaca por su sensatez y sobriedad. Además, el paradigma del egoísmo, tan
imperante en nuestro país, debe dejar su lugar a la generosidad.
Una nueva cultura ecológica nos obligará a replantear nuestro concepto de felicidad, tan
asociada al tener y menos al ser. Esta cultura nos permitirá plantearnos, inclusive, la convivencia
social bajo otros criterios, llegando también a una nueva concepción del amor, más cercana a la
propuesta por Nuestro Señor Jesucristo. Un amor, como lo dice el Papa Francisco, capaz de
respetar, sí a la hermana naturaleza, pero también a nuestros hermanos seres humanos.
Muchas gracias.
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