Imaginario punitivo: mitos y representaciones en la cárcel.

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IIIº Jornadas de Debate y Actualización en Temas de
Antropología Jurídica
Campus Miguelete – Universidad Nacional de San Martín
Jueves 21 y viernes 22 de agosto de 2014
Autoras:
Ana Correa (Mter.Psicología) [email protected]
Inés León Barreto (Abogada) [email protected]
Teresita Pereyra (Trabajadora Social). [email protected]
Lugar de trabajo: Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades
(CIFFyH). Universidad Nacional de Córdoba.
TITULO: IMAGINARIO PUNITIVO: mitos y representaciones en la cárcel.
Resumen
El presente artículo 1 expresa la hipótesis acerca del “imaginario social punitivo” que posibilita
que lo simbólico y lo cultural se establezca mediante mitos unificadores que sostienen la idea
central que la cárcel es un lugar merecido de encierro y castigo de aquello que la sociedad no
puede controlar. En el desarrollo histórico (sociogénesis) de las Teorías de la Pena se subrayan
operaciones de representación y promesas (imaginario ilusorio) para combatir el delito
respondiendo a demandas de “inseguridad”. Se analiza la dimensión simbólica “conjunto de
mitos unificadores, ritos de iniciación, de pasaje y realización (…) que ocupará el lugar en la
memoria colectiva, como sistema de legitimación” 2 consustancialmente, al sistema conceptual3
que imprime en la sociedad una clara función y funcionalidad en la sociedad. ¿Qué es lo que la
sociedad no puede controlar para que el imaginario social punitivo perpetúe su eficacia
simbólica mediante la degradación humana en la sociedad?
Palabras claves: imaginario social efectivo- discursos del orden – representaciones sociales –
mitos- cárcel
Introducción
El análisis del castigo, sus formas,
génesis y efectos, no solo debe ser
considerado como problema del Estado sino también en la comunidad, en las
interacciones de actores sociales que demandan y legitiman las decisiones públicas en
materia de castigo (Garland, 1994) centra su análisis en la relación dialéctica y
1
Informe producido de la línea de Investigación bajo la dirección de Ana Correa y Jorge Perano
“Representaciones sociales Derechos y Seguridad” SECYT 2010- 2014. UNC. Investigadores: Inés león
Barreto, Lucas Crisafulli, Mariel Castagno, Sara Malek.
2
Enriquez E. Organisation en Analyse. Paris Ed. PUF. 1992. Francia
3
Mari. El Discurso del orden como topo de legitimación. 1983 Argentina. Hachette.
bidireccional entre cultura, subjetividad y castigo. Este autor sintetiza de una excelente
manera, parafraseando a M. Foucault, que “el castigo no sólo restringe o disciplina de
la sociedad, también contribuye a crearla”.4 Por lo que frente a una demanda y/o un
reclamo de castigo, de determinada comunidad o colectivo social, se producen
procesos materiales de acciones concretas con mecanismos y operaciones particulares
y, procesos simbólicos de construcción del lazo social y de ubicación de actores
/autores en una cartografía social. Son las significaciones imaginarias sociales
históricas que construyen líneas de sentido respecto de cómo se impone ese castigo y
a quienes.
Analizar la configuración de sistemas punitivos como producto de una
multiplicidad de aspectos sociales, históricos, culturales y político-económico
particulares que nos permiten periodizar un catálogo de penas, que no responden
únicamente a un contexto jurídico, sino que son consecuencia de tensiones de dicho
entramado
de
aspectos.(Foucault,
1989;
Rusche-Kirchheimer,
2004).
Toda
periodización, es siempre un manera de organizar, discursos, prácticas y
representaciones de sujetos de carácter de provisorio. Un primer momento, se
caracteriza como la etapa previa al Estado Moderno ubicada aproximadamente en el
Siglo XV; luego referir a lo representado en los siglos XVI y XVII. Un tercer
momento dará cuenta de aspectos relevantes en los siglos XVIII y XIX para
desplazarnos hacia finales del siglo XIX y principios del XX, y arribar en nuestro
análisis hasta nuestros días.
Claro que en cada teoría, discurso, símbolo, tal como lo sostiene la criminóloga
crítica venezolana Lola Aniyar de Castro, no hay ingenuidad. Por el contrario, cada uno
de ellos implica necesariamente una determinada concepción de sujeto y una particular
orientación a intereses – políticos sociales- que no son otros que aquellos que le
permiten llevar a cabo sus planes políticos, sociales, culturales, económicos, etc., en una
sociedad determinada.
En este sentido, cada período recurrirá a explicitar mediante prácticas
discursivas y no discursivas lo que concibe como castigo y a quienes les cabe el poder
de castigar y a quienes les corresponde el lugar de depositarios de castigo en una
dialéctica conflictiva, social e histórica. Marí Eduardo (1983) utiliza el concepto de
4
En este sentido y para un análisis en profundidad, ver David Garland en “Castigo y Sociedad Moderna”,
(1999).
2
imaginario social para explicar la reproducción de modelos de sociedades y para
entender cómo se produce, plantea la noción de dispositivo de poder: constituido por un
cierto tipo de saber científico o topos de legitimación y legalización de los
procedimientos y mecanismos burocráticos o discurso del orden, demandas y reclamos
sociales portadoras de emociones, pasiones, deseos o imaginario social y el ejercicio de
la fuerza o violencia.
En efecto, el imaginario social es capacidad incesante de producción de sentido,
de inventar –imaginar significaciones que constituyen modos de relaciones socialesmateriales e instituyen un grupo, una sociedad, como tal, es lo que Castoriadis define
como imaginario social.
¿Qué significaciones instituye la punición? Desde la filosofía de los clásicos a
Hobbes y desde allí a la actualidad, las significaciones centrales que instituyen
relaciones sociales sobre una ciega desconfianza y amenaza a la propiedad generando
condiciones para que surjan mitos unificadores que cristalizan sentidos que articulan lo
simbólico (por ejemplo construir representaciones sociales acerca de la forma de castigo
al delincuente) y, lo cultural (las formas y mensajes de interpretación y apropiación)
que reafirman cierta identidad social sostenida en la idea central que es la cárcel el
castigo merecido de “aquello” que la sociedad, no puede controlar.
Indagar, problematizar, preguntar recursivamente acerca de “aquello” que la
sociedad produce y no puede controlar esta siempre ligado a “lo otro” lo que no sabe, lo
que interpela, lo que amenaza, una multiplicidad de significaciones imaginarias en
relaciones de poder. Entendemos que las formas de construir el castigo –, tormentos,
hoguera, encierro, cárcel, otros- son lo que son, en relación a las significaciones
imaginarias sociales que se presentan como demandas y/o reclamos en una cierta
comunidad o colectivo social.
Socio- génesis5 de las Teorías de la Pena
La racionalidad penal moderna es presentada a partir del Iluminismo como una
humanización del castigo en comparación con el modelo anterior del Ancien régime.
Sin embargo, a poco que se profundiza lo que significa penar, nunca podrá separarse del
concepto de pena el sentido de brutalidad y violencia que la misma encierra. Penar no es
5
Sociogénesis: Gerard Duveen, Barbara Lloyd (2003) y Wolfagng Wagner (2005), una reconstrucción histórica del
discurso del orden referido o ausente, respecto de un objeto social. En Teoría de de las representaciones sociales.
Castorina (comp). CUADRO pag.16 del presente artículo.
3
otra cosa que aplicar de forma deliberada, dolor por parte del Estado (Cristhie, N.1984,
p. 8)
Reconstruir la historicidad de las teorías de la pena se realiza mediante los
principales “discursos del orden”6 (Marí, E.E, 1993) como asimismo los “dispositivos”7
que dis-ponen para la regulación, control de los comportamientos y constitución del
sujeto.
Etapa Anterior al Estado Moderno – Siglo XV (1484): hoguera para las brujas
Para muchos autores que teorizan respecto al control social, y específicamente
en relación al sistema penal como una especie de aquel, entienden que uno de los
primeros instrumentos discursivos que organizaban a una comunidad detrás de un
orden, era el conocido como “Malleus Maleficarum” o “martillo de las brujas”, que
tuvo su aplicación durante el período histórico conocido como “inquisición”. Este ha
sido el primer corpus teórico del poder punitivo. Fue escrito en el año 1484 por dos
monjes dominicos –Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger-, y surge de una sociedad
cuyas manifestaciones del pecado, “des” orden (o delito) era entendida como una
expresión de satanás. Por ello, el malleus era concebido como un código de
procedimientos en el cual se estatuía cómo luchar contra satán.
La Inquisición entendió al sujeto que actúa contraviniendo el orden dado –en
este caso en contra del orden mandado por Dios-, como “hereje”, rebelde o
endemoniado a quien se le debe quitar de su ser al mismísimo demonio. El malleus,
pues establece el procedimiento legal a seguir para lograr extirpar de su cuerpo la marca
de Satán. Para ello, instrumenta el interrogatorio violento ya que se entendía que el
acusado era el portador de la verdad. Se lo torturaba y así se obtenía la verdad, que
también era –y continúa siendo- obtener el poder. Afirma Zaffaroni que “No se
interroga científicamente por mera curiosidad, sino para obtener algún resultado que
permite ejercer un poder sobre el objeto interrogado (Zaffaroni, 2005, p.14)
Tanto Kramer como Sprenger, habían sido designados inquisidores por la bula
del Papa Inocencio VIII, quien ejercía el poder en ese momento y otorgaba a los
inquisidores “… el poder de investigar e inquirir en todas las herejías, y más en especial
6
En Mari Enrique, “Racionalidad e imaginario social en el discurso del orden” crea un topo de legitimación de un
sistema de enunciados normativos y de reglas de justificación (espacio de doctores de derecho, jurisconsultos,
filósofos, intérpretes y glosadores de los códigos, las reglas y la moral. Citado por A. Fernández y De Brassi en
Trabajo y tiempo histórico. 1993. Argentina. Nueva Visión.
7
Red de relaciones que se pueden establecer entre elementos heterogéneos: discursos, instituciones, arquitectura,
reglamentos, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas,
lo dicho y lo no dicho. En Castro, Edgardo Diccionario Foucault. Temas, Conceptos y Autores. Ed Siglo XXI .2011.
4
en la herejía de las brujas,( …) y les concede toda facultad de juzgar y proceder contra
tales, aún con el poder de dar muerte a los malhechores” (Malleus Maleficarum,
:1848:78). De este modo, se restablecería el poder de los “hombres”, seriamente
cuestionado por las “mujeres sediciosas”
“La Inquisición europea dirigió su poder contra las mujeres peligrosas o
desviadas, reafirmando el poder de los hombres, al librarlos de cualquier mujer
que pudiera revelarse contra éste, es decir, de las que no se resignaban a ser
sólo esposas y madres sumisas” (Zaffaroni ,2005, p. 18)
Al estar estrechamente vinculado la idea de delito con la de pecado, la
consecuencia era que la pena venía a constituirse como la “expiación” del pecado
cometido y la consecuencia en términos de este ritual, para las sentenciadas brujas era
la Hoguera, el fuego que todo lo purifica.
En lo referido al poder punitivo, se elaboraron las Teorías absolutas de la pena,
o también conocidas como “pena justa”. En este sentido, la legitimidad del monarca
para aplicar el castigo penal estaba dada por el solo hecho de haberse comprobado la
existencia de un hecho, contrario al orden establecido, ocurrido en el pasado.
Estas teorías, no persiguen ninguna finalidad –con la aplicación de la pena-, sino
que ellas son un fin en sí mismo. Es decir, porque se cometió un delito en el pasado, es
un acto de justicia que se aplique un castigo penal, pero el fin de ese acto se agota con la
aplicación del castigo mismo. Es un acto de mero poder estatal.
El antecedente histórico de este tipo de legitimación se encuentra en la
denominada “ley del talión”, en cuyo caso, el límite al poder de castigar y a su
intensidad estaba dado justamente por el valor del bien que había sido vulnerado con el
delito (si se trataba de un robo se podía castigar hasta con la pérdida de un bien por
parte del transgresor de la norma; si se trataba de blasfemia se podía castigar con la
pérdida de la lengua por parte de quien blasfemó, etc.).
La ejecución penal, previa al movimiento racionalista e iluminista, se
caracterizaba por la arbitrariedad y el poder omnímodo de monarca en la aplicación del
castigo penal, incluso se castigaba no solo a la persona infractora sino también –en
muchas ocasiones- al resto de su familia8.
8
Al respecto consultar Michel Foucault “Vigilar y Castigar”, Capítulo I al referirse a la condena de que
fue objeto Damiens, condena aplicada en Francia el día 2 de marzo de 1757. En el texto se puede observar
detalladamente cómo se desarrollaba la ejecución penal previa al racionalismo e iluminismo. Ver autor y
obra citada, pág. 11/13.
5
Una revisión de estas posturas, vienen de la mano de filósofos E. Kant y Hegel.
Kant –en defensa de las Teorías Absolutas-(en nombre de la retribución moral)
sostuvieron que era inmoral que el Estado utilizara a una persona para buscar una
finalidad determinada; eso atentaba contra la naturaleza divina que toda persona posee.
En este momento histórico –recordemos, siglo XV- había una creencia y concepción de
las cosas profundamente teocéntrica. Por ello, es un imperativo categórico que, cada vez
que se constata la comisión de un delito, se aplique una pena al infractor (casi como una
consecuencia lógica, como un mandato divino, como un imperativo categórico). Rivera
Beiras afirma que la característica común de las Teorías Absolutas es que “se ha de
retribuir al autor del delito con una pena equivalente al mal que ha ocasionado, en
ningún caso la pena ha de perseguir finalidades útiles de prevención del delito; y la pena
siempre ha de ser ejecutada y, además, en su totalidad”9.
Período Siglo XVI y XVII: las marcas en los cuerpos
En esta etapa se puede observar una transformación, en cuanto a quienes son los
seleccionados como objeto de la aplicación del castigo y también de la transformación
de la pena capital; no se busca eliminar, sino aplicar las penas de una manera diferente,
el cuerpo es utilizado como vehículo de todo el proceso judicial. (Pavarini, 1980;
Foucault, 1989). Esto es reflejo de las relaciones entre el poder político y los cuerpos,
conformando las sociedades de soberanía, ligada a una forma de poder que se ejerce
sobre la tierra y sus productos, la apropiación de los bienes y la riqueza. Implica, a su
vez una mecánica del poder en términos de relación soberano- súbdito. El derecho
soberano se formula como “el derecho de hacer morir o dejar vivir”; lo simboliza la
espada, se ejerce sobre la tierra y sus productos. “El poder, era ante todo derecho de
captación de las cosas, del tiempo, los cuerpos y, finalmente, la vida; culminaba en el
privilegio de apoderarse de ésta para suprimirle” (Foucault, 1989:23).
El poder político tiene el rol de inscribir perpetuamente, a través de una guerra
silenciosa, la relación de fuerzas en las instituciones, en las desigualdades económicas,
en el lenguaje, en los cuerpos de unos y otros. El rey procura en el ritual de los
suplicios, la venganza que ha sido provocada hacia su persona. El derecho a castigar es
un aspecto del derecho del soberano a hacer la guerra a sus enemigos. Castigar
pertenece a ese derecho de guerra, a ese poder absoluto de vida y muerte que le otorga
el MERUM IMPERIUM.
9
Rivera Beiras Ob. Citada Pág. 20.
6
La práctica punitiva se realiza en el cuerpo y sobre el cuerpo, marcando, haciendo
que el cuerpo produzca la confesión a través de la tortura, técnica especificada y
regulada dentro del proceso penal; y el cuerpo es quien también debe exhibir la
sentencia. La exhibición del mismo también es una pieza esencial en el ceremonial del
castigo público .La ejecución pública es una manifestación de fuerza, en donde se ponen
en juego las disimetrías entre un súbdito que ha osado violar la ley, y el soberano
omnipotente que ejerce su fuerza.
El sufrimiento físico, el dolor del cuerpo mismo, son elementos constitutivos de
la aplicación de la pena. Debe producir cierta cantidad de sufrimiento que se pueda
apreciar, comparar, jerarquizar. En efecto, el suplicio judicial hay que comprenderlo
también como un ritual político, forma parte de las ceremonias por las cuales se
manifiesta el poder. El poder del rey (envestido del poder divino) posee el poder
absoluto y procura la venganza de una afrenta que ha sido realizada a su persona. Si la
justicia divina es el modelo con el que se miden las sanciones, si el sufrimiento se
considera socialmente como medio social de expiación y de catarsis espiritual como
enseña la religión, no existe ningún límite para le ejecución de la pena; de hecho, esta se
expresaba en la imposición del sufrimiento tales que pudieran de algún modo anticipar
el horror de la pena eterna.
Período Siglo XVIII: El aislamiento para el arrepentimiento.
Según Melossi -Pavarini el castigo se reconvierte en aislamiento, hasta que el
culpable se enmendara. La penitencia en este ámbito, se transformo en reclusión en un
monasterio por un tiempo determinado. La separación total del mundo, tiene paragones
en culto y la vida religiosa que dan al condenado la ocasión de expiación de culpa por
medio de la meditación: el arrepentimiento.
Una segunda línea de interpretación es la ofrecida por el discurso médico, un
saber hegemónico que puede brindar las soluciones de la cura. Aislar es detener la peste,
es prevenir el contagio (de la lepra). Es organizar a través de la clasificación y la
separación el control de la enfermedad, el gobierno de los temores que rodean a este
siglo.
Al mismo tiempo se utilización del cuerpo para regular la población. Se los
encierra para impedirles el acceso a las ciudades, devolverlos al campo o impedirles que
merodeen por alguna región; en fin, obligarlos a ir donde se les pueda dar trabajo.
7
Gobernabilidad de la población teniendo en cuenta las necesidades de la producción y el
mercado del empleo.
El problema que se plantea es el de fijar a los obreros al aparato de producción,
de asentarlos o desplazarlos allí donde se los necesita, de someterlos a un ritmo fijo, de
imponerles la constancia y la regularidad que dicho ritmo implica, en suma,
constituirlos en fuerza del trabajo. De aquí proviene una legislación creadora de nuevos
delitos (obligación de poseer cartillas, la ley sobre despacho de bebidas, prohibición de
loterías); así como toda una serie de medidas que sin ser totalmente coactivas
introducen una domesticación del comportamiento (la caja de ahorros, la promoción del
matrimonio y más tarde las ciudades obreras); se deriva también de ello la emergencia
de organismos de control o de presión (asociaciones filantrópicas, patronatos) ; en fin,
una gigantesca campaña de moralización obrera.
En la primera práctica del encierro para excluir, busca garantizar la seguridad con
una finalidad religiosa y, posteriormente con un fin laico, se encierra a lo que se
constituye como masa marginal, a los hombres sin lazos sociales que se van
conformando en atentados contra el orden. Es una práctica de encierro indiscriminado
de pobres, locos, vagos, lunáticos, incorregibles, holgazanes, prostitutas; en el Hospital
General (en Francia); los Poor Houses (Inglaterra), los Rasphuis (Holanda); los
Spinnhaus (Alemania). Prácticas que luego se van diferenciando, manicomio para el
tratamiento de los locos, la cárcel para el tratamiento de los delincuentes, el hospicio
para en tratamiento de los pobres, los “hospitales especiales” para el tratamiento de
distintas patologías.
La elección de fondo fue de tipo segregacionista; pero cómo esta fue la respuesta
considerada adecuada para garantizar el nuevo orden, la organización de la práctica
institucional terminará por estructurarse sobre el modelo disciplinario que había
determinado las condiciones mismas del proceso: primero la manufactura, luego la
fábrica.
La privación de libertad ya no tiene solamente un efecto retributivo, sino una
finalidad para controlar la peligrosidad del marginal del proceso productivo, a la vez
que, disciplinar la fuerza de trabajo.
Período fines del Siglo XIX y comienzos del siglo XX: La construcción del sujeto peligroso,
en el positivismo
8
Si tuviéramos que caracterizar al positivismo, podríamos acordar en que su
visión del orden social está basado en un consenso acerca de los valores necesarios para
el mantenimiento de la sociedad (propiedad, integridad física, libertad, etc); reflejo de
un “orden natural” que debe existir. La hipótesis consensual representa la sociedad
como una estructura estable, bien integrada y cuyo funcionamiento se funda sobre el
consenso de la mayoría en torno a algunos valores generales. El positivismo se refiere al
surgir del modelo científico y al correspondiente declinar de las interpretaciones de tipo
religioso del mundo físico: representa la sustitución en términos naturales de aquellos
sucesos que anteriormente necesitaban una interpretación sobrenatural. Esto significa
que las premisas e instrumentos que se consideran eficaces para el estudio del mundo
físico tienen igual validez y utilidad para el estudio de la sociedad y el hombre.
Los positivistas han propuesto el uso de métodos para cuantificar el
comportamiento, han aclamado la objetividad del científico y han afirmado que la
acción humana es determinada y está regida por leyes Su consecuencia es la división
clásica y binaria entre individuos “Normales” y los individuos “Criminales”; basada en
características biológicas y psicológicas.
Este es el momento histórico en donde se gesta la sociedad disciplinaria y se
constituye una nueva objetivación del sujeto (“delincuente”, “sujeto peligroso”)
utilizando todas las estrategias de las etapas anteriores, aislamiento, sujeción del cuerpo
dócil, obtención de información de la resistencia y el límite de esos cuerpos. Se
constituye un nuevo eje de la penalidad y la prisión se convierte en la reina de las penas
a pesar de no ser la intencionalidad de las reformas penales. El disciplinamiento
instaurado tiene como objetivo, la fijación de los seres humanos a un aparato de
normalización y corrección. La disciplina aumenta las fuerzas del cuerpo (en términos
de utilidad) y disminuye esas mismas fuerzas (en términos políticos de obediencia).
El marco de esta transformación del derecho está dado por la construcción de
todo el andamiaje de la redacción de los códigos penales, la definición de lo que es el
crimen alejado a su relación con la falta moral o religiosa. El crimen o la infracción
penal es la ruptura con la ley, una ley establecida en el seno de la sociedad por el lado
legislativo del poder político. Las conductas reprimidas deben estar definidas como tal,
por la ley. El criminal es el que perturba, que lesiona, que damnifica a la sociedad, el
que daña. El criminal es el enemigo social. El que viola el contrato social, se coloca
fuera de la sociedad, atenta contra todos. Se aplican penas, más “humanitarias”, que en
9
etapas previas mediante un proyecto técnico de transformación del individuo:
resocializar, readaptar. Esta técnica de disciplinamiento no hubiera sido posible sin el
acompañamiento de las ciencias naturales, que aportaron su método científico, sus
recursos epistemológicos y todas sus técnicas. La medicina, en tanto ciencia de la
normalidad de los cuerpos, se instaló en el corazón de la práctica penal (el “fin” de la
pena es curar). Tomamos los aportes de las ciencias de la naturaleza, los estudios de la
sociología, en formación, lee lo “social” como un organismo vivo. La construcción del
positivismo, dentro de la teoría penal aportó sus criterios de condicionamiento causaletiológico. El delincuente es aquél determinado para hacerlo, está enfermo, por lo tanto
la solución es la cura. (Diagnóstico, pronóstico, tratamiento= cura).
En definitiva lo que se produjo durante la época a la que nos referimos en
términos de Foucault es la creación del sujeto psicológico, objeto de un posible
conocimiento, susceptible de aprendizaje de formación y corrección, espacio eventual
de desviaciones patológicas e intervenciones moralizadoras (objeto de la sociedad
disciplinaria).La penalidad del siglo XIX tiene menos en vista la defensa social que el
control y la reforma psicológica y moral de las actitudes y comportamientos.
Disciplina, según Foucault, en su obra Microfísica del poder; es una forma de simulación, no
muestra en forma explícita el poder que detenta. El poder de “normalizar”…..El discurso y la
técnica del derecho han tenido esencialmente la función de disolver dentro del poder el hecho
histórico de la dominación y hacer aparecer en su lugar los derechos legítimos de la soberanía y
la obligación legal de obediencia….. Foucault Michel, “Genealogía del Racismo”, Edit. NordanAltamira, pp. 19 y s.s.)
Toda la penalidad de este siglo pasa a ser un control al nivel de lo que pueden
hacer, qué son capaces de hacer, están dispuestos a hacer o están a punto de hacer. Así,
la gran noción de la criminología de esta época es el escandaloso concepto de
peligrosidad. La noción de peligrosidad significa que el individuo debe ser considerado
por la sociedad a nivel de sus virtualidades y no de sus actos; no al nivel de las
infracciones efectivas a una ley, sino de las virtualidades del comportamiento que ellas
representan. Para asegurarse el control de los individuos, se habilitan una serie de
poderes laterales, al margen de la justicia, tales como la policía y toda una red de
instituciones de vigilancia y corrección: la policía para la vigilancia, las instituciones
psicológicas, psiquiátricas, criminológicas, médicas y pedagógicas para la corrección.
…” La cárcel- en cuanto que es lugar “concentrado”, en el que la hegemonía de clase
(antes ejercida en las formas rituales del “terror punitivo”) puede racionalmente
desarrollarse en un reticulado de relaciones disciplinarias- se hace el símbolo
10
institucional de la nueva anatomía del poder burgués, el lugar privilegiado- en
términos simbólicos del “nuevo orden”. Más la cárcel aparece así como el modelo de
10
la “sociedad ideal” (Melossi/Pavarini:1980:194)4
En palabras de Melossi, la transformación del criminal en la imagen burguesa de
cómo debe ser el “no propietario”. El tema central- vivido en términos de verdadera
obsesión- llega a ser por eso la peligrosidad social del agresor potencial a la
propiedad. La cárcel tiene un objetivo muy preciso: en la reconfirmación del orden
social burgués (la neta distinción entre el universo de los propietarios y el de los no
propietarios) debe educar (o reeducar) al criminal (no propietario) para que se convierta
en un proletario socialmente no peligroso, es decir para que sea un no propietario que no
amenace la propiedad.
La ideología positivista en las ciencias sociales, desempeñó en Argentina, un
papel hegemónico, tanto por su capacidad para plantear una interpretación verosímil de
las realidades nacionales cuanto por articularse con instituciones que tramaron un sólido
tejido de prácticas sociales en el momento de la consolidación del Estado y de la nación
a fines de siglo pasado y comienzo del actual (Terán, 1987:11). Esta consolidación debe
explicarse por la estrecha conexión que tuvieron las “minorías ilustradas” de la época
con los últimos adelantos científicos desarrollados en Europa y su mentalidad abierta a
lo nuevo, como también por la situación socio-política imperante a principios del siglo
XX en Argentina.
En efecto, mencionamos algunas estrategias ilustrativas de la época: la cuestión
del fenómeno multitudinario generado por la inmigración masiva, que en plano del
movimiento obrero, circulaba dentro de las propuestas socialista y anarquista. Se
dispuso un mecanismo institucionalizado de nacionalización en el que la clase
gobernante no debe recurrir sólo a la variable represiva, sino también a la educación de
la clase obrera. Se plantea la educación pública como una de las respuestas centrales
para nacionalizar prontamente a los hijos de inmigrantes (esto es lo que se denomina
“proceso de argentinización”).
Simultáneamente, se produce un auge por la eficacia del mismo a los intereses
de la burguesía, de matrices biologistas de control. De esta manera, y hasta 1911, los
4
Melosssi, Darío y Pavarini, Massimo. “Cárcel y Fábrica, los orígenes del sistema penitenciario ( siglos
XVI- XIX)
11
principales referentes de la criminología positivista en Argentina fue José Ingenieros,
que se proponía fundamentar desde los registros de la psicopatía, la criminología, la
sociología y la filosofía las vinculaciones entre la teoría y la política que resultaban
congruentes con las relaciones para ellos deseables entre los intelectuales y el Estado
(Terán, 1987,p. 53).
No obstante, este proceso contribuyó considerablemente a que en el país se
observase ya desde finales del siglo XIX “la formación del artesanado y el salariado
urbano, del movimiento sindical, de los partidos políticos de izquierda y del
radicalismo, del movimiento cooperativo rural y urbano, de asociaciones de mutua
ayuda y de las bibliotecas populares” (Del Olmo, 1992,p. 24). Pero el problema central
en esa época no era la escasez de trabajo, sino sobre todo las condiciones de explotación
en las que se ofrecía el escaso trabajo.
Las autoridades y concretamente la policía respondió efectuando numerosos
arrestos y deportando anarquistas activos. La criminología, cita Del Olmo, reflexiona
acerca de cómo la oligarquía no quería reconocer que reclamos obreros que eran
legítimos por su precaria situación y cita como uno de los intentos que esta clase
dominante realizó que fue la creación de asociaciones obreras por parte de la Iglesia,
pero este intento fracasó. Desde el punto de vista legislativo, se presentaron proyectos
de leyes que intentaban dar solución al conflicto planteado. En este sentido, en 1899 el
senador Miguel Cané presentó un proyecto de ley contra los anarquistas para que el
presidente de la República los pudiese deportar y restringir la entrada. En ese momento
no prosperó, pero luego del auge de la actividad anarquista tanto al interior de la nación
como en sucesos internacionales, en 1902 se aprobó una ley contra los extranjeros
conocida como la Ley de Residencia, la cual no menciona expresamente a los
anarquistas, pero iba dirigida contra ellos. Con esta ley el Poder Ejecutivo podía ordenar
la salida del territorio argentino de todos los extranjeros condenados o imputados en
tribunales extranjeros, como así también los extranjeros cuya conducta comprometiera
la seguridad nacional o perturbase el orden público. Desaparecían así todas las garantías
que la Constitución venía a ofrecer a quién había decidido radicarse en el país (Del
Olmo, 1992, p.29). Pero la promulgación de esta ley no frenó las huelgas, y las
deportaciones no aminoraban la agitación.
12
Tal es el punto que el Ejecutivo debió dictar el estado de sitio cinco veces entre
1901 y 1910 para combatir las huelgas. Se empezó a discutir entonces la necesidad de
una nueva ley más completa que sancionase directamente a los anarquistas, se
autorizara el encarcelamiento de obreros nativos y se prohibiesen las huelgas, a las
cuáles los criminólogos de la época llamaban “delitos de muchedumbres” (Del Olmo,
1992:30). Los sucesos de 1910 llevaron a sancionar entonces la Ley de Defensa Social.
Para las autoridades sin embargo, no fue suficiente promulgar leyes para definir a los
obreros que participaban en huelgas como delincuentes y fijarles penas determinadas.
Tenían también que crear un sistema carcelario donde enviarlos. De manera
ejemplificativa de esto, Rosa Del Olmo cita que en 1910, a causa de las manifestaciones
y huelgas, más de 2000 obreros fueron enviados a la cárcel y que entre 1882 y 1910
fueron creadas en todo el país más de veinte cárceles, al igual que varios servicios
especiales de carácter policial y para delincuentes con trastornos mentales.
En este contexto entonces fue donde en Argentina se consolida la cárcel como
pena principal y se masifica, junto con la idea positivista de la (re) inserción.
Periodo fines del Siglo XX, la década de los 60 / 70: La reinserción social en la crisis
de las ideologías re
Desde la década del 70’ del siglo pasado, importantes cambios en el discurso
legitimador, se han dado en el campo del control del delito, específicamente aquél que
sostenía a la prisión como eje del sistema penal y como reina de las penas.
Factores sociales, culturales, políticos y económicos han ejercido su influencia
en toda la ideología del sistema penal, lo que no dio como resultado un cambio
estructural del mismo, sino más bien mutaciones en relación a la teoría de la pena, y ello
ha ejercido su influencia en las prácticas del castigo. Vale decir, la prisión desde la
modernidad, se ha constituido en el centro de la escena punitiva, pese a que las teorías
que legitiman su existencia, han cambiado considerablemente.
En la construcción de un hombre máquina, útil y obediente, se inscriben las
ideologías re, es decir, la idea de reformar, reeducar, reintegrar, resocializar, tiene su
sentido cuando a ese ex presidiario, lo reintegro al mercado de trabajo. La nueva
racionalidad neoliberal, el sentido de la ideología (re) comienza a perder su fuerza
legitimante del encierro carcelario, no sólo provinieron de sectores conservadores que
entendieron que la cárcel debía seguir existiendo pese a que no reformaba a nadie, sino
que sus lógicas pasan de la prevención especial positiva (ideologías re), hacia una teoría
13
de la prevención especial negativa, es decir, la neutralización de la persona durante el
tiempo que dure el encierro. Pero las críticas a las ideologías re provinieron también de
aquellos sectores críticos que supusieron que deslegitimando el discurso de la pena,
específicamente el re, también cambiara la forma de penar, es decir, desaparecería la
prisión.
Frente a la crítica a las ideologías re se ensayaron otros discursos (Baratta,
2004): a) por un lado los reístas, que insistían en la idea de la reinserción pese a
reconocer que era un imposible; b) por otro lado los realistas, que asumían que la cárcel
no podía reinsertar a nadie, pero no obstante debía mantenerse como forma de castigo,
apelando a la neutralización como legitimador del castigo, por lo que el discurso pasará
de una cárcel normalizadora, a una cárcel jaula, mero depósito de mercadería humana
fallada (Sozzo, 2007).
Las sociedades ya no homogenizan la diferencia como las disciplinarias, sino
más bien expulsan lo distinto, lo excluye. Es un sistema penal que castiga vomitando
para excluir a la persona. (Young, 2008)
En este contexto se sanciona en Argentina la ley de ejecución de la pena
privativa de libertad Nro. 24.660 / 96 que opta explícitamente como fin de la pena de
prisión por las ideologías re a través del vocablo reinserción social. No obstante ello, se
crean nuevas figuras delictivas y se aumentan paulatinamente las penas para los delitos
ya existentes, como también se limitan los supuestos de libertad anticipada. En paralelo,
las legislaturas provinciales llevaron adelante modificaciones a sus leyes procesales
limitando la libertad durante el proceso penal y engrosando los supuestos de
encarcelamiento preventivo. Ello fue acompañado por un aumento cuali y cuantitativo
de la estructura de todo el sistema penal. Creación de nuevos tribunales y fiscalías,
aumento de la cantidad de policías y agentes del servicio penitenciario, construcción de
nuevas prisiones, etcétera, son ejemplos de ello.
La extensión del sistema penal también vino acompañada por un discurso
securitario de actuarialismo penal, en el cual los conceptos de eficacia y eficiencia
propio del management empresarial fueron trasladados a la lógica del sistema penal,
donde eficiencia es entendida como la forma de castigar a más personas en el menor
tiempo posible. La tolerancia cero es el discurso campeador en el ámbito del control del
delito.
14
Estas modificaciones han producido un engrosamiento del sistema penal, y trajo
como consecuencia obvia el aumento de la población prisionalizada. Las imágenes del
hacinamiento carcelario y la violencia que ello produce nos son más familiares. Existen
dos hechos paradigmáticos que prueban la crisis de las ideologías re: por un lado el
hacinamiento carcelario, donde cuestiones de seguridad o falta de presupuesto hacen
imposible el cumplimiento de la normalización. Por otro lado, el aumento de las penas
que muchas veces superan ampliamente la expectativa de vida de los sujetos lo cual
implica una renuncia explícita a la reinserción.
En suma las líneas de significaciones imaginarias acerca del castigo desde la
premodernidad a la actualidad, si bien producen transformaciones aparentes en las
teorías penales en la configuración y ampliación del sistema, muestran en la
reproducción que ese “algo” que la sociedad produce y no puede controlar es la
amenaza, real de la estabilidad. Amenaza ante el desorden producto del pecado, ante la
venganza como forma política, ante la contaminación, la anormalidad y la criminalidad.
A manera de cierre
La amenaza al orden instituido, en sus diversas manifestaciones en lo histórico
social, hace y se hace afirmación, mediante los dispositivos de poder. Por una parte por
un “conjunto de mitos unificadores, ritos de iniciación, de pasaje y realización (…)
ocupan un lugar vivido en la memoria colectiva, como sistema de legitimación”11 pues
consustancialmente el sistema conceptual posibilitó la violencia legítima a las brujas,
la hoguera, la tortura de los cuerpos, el asilamiento, las marcas, otros; como así también
en los rituales de traslados y requisas, garantes de la gobernabilidad que mantiene la
funcionalidad política de la cárcel en el manejo del conflicto social.
La cárcel ante la “amenaza de la existencia” de cierto orden político, se reafirma
y confirma su función degradadora y sectorial izada a ciertas poblaciones (sexismo,
pobres, etnias).En este sentido, Gutiérrez, M (2014) afirma que solo el exceso
intelectual puede ignorar esta funcionalidad del castigo en las líneas de significaciones
imaginarias de delito / pecado; delito / utilitarismo; delito /crimen; pues el castigo, al
mismo tiempo que lo efectiviza instituye sectores poblacionales afianzados en defensa
11
Enriquez E. Analyse des Organisation. Paris Ed. PUF. 1992. Francia
15
de una posición como normales, superiores, capaces vs. los otros, sectores susceptibles
de sanción por defecto, anormales, inferiores o peligrosos.
En definitiva entendemos que el imaginario punitivo mediante operaciones
cognitivas, prácticas y fundamentalmente emocionales y pasionales instituye una
cartografía social que amalgama una sociedad excluyente.
Socio Génesis de las Teorías de las Penas
Periodos
Marco
histórico
Anterior
Estado
Moderno
S. XVI y
XVII
S. XVIII
y XIX
Discurso del
Orden
Inquisición
Martillo de las
Brujas
Teocentrismo
Hereje Marrano
Villano
Teorías de la
Pena
Teorías Absolutas
Expiación del
pecado
Dispositivos
Tecnología de la
pena corporal
publica
Nociones y
conceptos de la
finalidad
de la pena
Eliminación.
Neutralización.
SIMBOLO:
HOGERA
Absolutismo
Monárquico
Súbdito
Pena Útil
Disposic.de los
cuerpos: Tortura,
Deportación
Destierro.
SIMBOLO: MARCA
Contrato Social
Individuo.
Ciudadano
(propietario)
Encierrobiologismo
Pena Disciplinadora
Moralizadora.
Condición
para
arrepentimiento
Manicomio para los
locos, Hospicio para
pobres, Hospitales
especiales para
patologías: lepra,
peste , tuberculosis”
SÍMBOLO:
Anormal
/peligroso/
delincuente.
Sujeto fallado
socialización
tratamiento.
Prevención especial
positiva: Ideologías
re Readaptación
Preparación de
habilidades y
competencias
La Cárcel
mecanismo
disciplinador de
corrección y
moralización.
(Re)adaptación
Transformación del
individuo
Ciudadano,
sujeto de
derechospolíticos,
sociales y civiles
Capacidad de
comprender y
respetar la Ley
Flexibilidad del
encierroTratamiento
programado,
individualizado y
obligatorio
Observación
Clasificación
Tratamiento
Concepto yconducta
Consejo
Técnico.
Progresividad de la
pena /fases
Peligroso vs. No
peligrosos Un
“otro”
inasimilable al
“nosotros” Una
especie cultural
diferente
Teorías Absolutas y
de la Prevención
especial negativa
Incorporación del
“sentimiento
público”
Gobernabilidad de
la excedencia.La
inseguridad
mercancía política
Nuevos expertos
/asesores políticos
En Argentina:
Civilización o
Barbarie
El gran encierro
Fines XIX
Comienzos
del S. XX
Concepción
Sujeto
Positivismo
Criminológico.
AISLAR
SIMBOLO: RE
ADAPTACION
Cientificismo
Mediados
del S. XX
Fines del S.
XX y
Comienzos
del S XXI
Welfereismo
penal. Discurso
correccionalista
Teorías del
control
Ventanas Rotas
Criminología
Actuarial
Zero Tolerance.
Populismo
punitivo
Argentina
SIMBOLO
(Re) socialización
SIMBOLO
PULSERA
MAGNÉTICA
Fuente: 2010- 2014. Investigadores: Inés León Barreto, Lucas Crisafulli, Mariel Castagno, Sara Malek.
Investigación. SECYT UNC.
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