Mensaje Editorial Dra. Hilda E. Alcántara Valencia

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Revista
Educativa
Para la
Salud
Revista
Educativa
Para
La Salud
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Revista Educativa
Para la Salud
Revista Educativa “Para la Salud”
es una publicación mensual de 10
números al año y se edita de febrero a noviembre por Publicidad y
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Octubre 2011
Índice
Mensaje Editorial
Nuestra Portada:
Hipócrates, Padre de la Medicina
3
Médicos Ilustres y otros personajes famosos
de la historia
9
La medicina y la ciencia
La literatura y la ciencia ficción
Victor Frankestein
67
Sinuhé “El Egipcio” (Resumen)
73
Dra. Hilda E. Alcántara Valencia
Mensaje Editorial
Nuestra Portada:
E
Hipócrates, Padre de la Medicina
n este número, dedicado especialmente a nuestros colegas de todas las latitudes del país, quisimos hacer una
remembranza histórica, de muchos de nuestros antecesores, que, siempre haciendo gala de un espíritu indomable, lucharon con denuedo para que nuestra noble profesión llegara a ser
lo que es. Para ello, quisimos remontarnos al pasado y traer a la
memoria de nuestros amables lectores, a estos célebres investigadores en este número que consideramos de colección, y que
estamos seguros compartirán no solamente con otros amigos
y compañeros, sino que disfrutaran en el seno de sus familias.
Esta vez nos dimos a la ardua tarea de recopilar información,
como ya lo señalamos, llena de historia, y para ello, que mejor
que iniciar esta Editorial con una biografía acerca del Padre de
la Medicina, sin embargo nos aventuramos en esta ocasión por
el fascinante mundo de la literatura y la ficción para compartir
Revista Educativa Para la Salud
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con ustedes, los nombres de personajes que seguramente recordaran, como figuras médicas, que,
sacadas unas del túnel del tiempo, y otras más actuales, que seguramente generaran la búsqueda
intencionada, para releer lo ya conocido, o bien, para que picados por la curiosidad, le quitemos un
tiempo a nuestra carga diaria de trabajo, para descansar con una relajante y emocionante lectura
de alguno de estas figuras. Demos pues inicio a esta aventura por la historia y el tiempo.
Hipócrates de Cos (en griego: πποκράτης, Cos, c. 460 a. C. - Tesalia c. 370 a. C.) fue un médico
de la Antigua Grecia que ejerció durante el llamado siglo de Pericles. Es considerado una de las
figuras más destacadas de la historia de la medicina y muchos autores se refieren a él como el
«padre de la medicina» en reconocimiento a sus importantes y duraderas contribuciones a esta
ciencia como fundador de la escuela que lleva su nombre. Esta escuela intelectual revolucionó la
medicina de la Antigua Grecia, estableciéndola como una disciplina separada de otros campos
con los cuales se la había asociado tradicionalmente (notablemente la teúrgia y la filosofía), convirtiendo el ejercicio de la medicina en una auténtica profesión.
La mayor parte de los historiadores acepta que Hipócrates nació alrededor del año 460 a. C. en
la isla griega de Cos y que a lo largo de su vida se convirtió en un célebre médico y profesor de
medicina. Sin embargo, otros datos biográficos existentes sobre él probablemente sean incorrectos o legendarios. Sorano de Éfeso, un ginecólogo griego del siglo II, fue el primer biógrafo de
Hipócrates y es la fuente de gran parte de los datos sobre su persona. También se puede encontrar información sobre él en los escritos de Aristóteles, (siglo IV a. C.), en la Suda (siglo X) y
en las obras de Juan Tzetzes (siglo XII). Sorano afirma que el padre de Hipócrates se llamaba
Heráclides y era médico. Su madre, por su parte, se llamaba Praxítela, hija de Tizane. Hipócrates
tuvo dos hijos, Tésalo y Draco, y al menos una hija, puesto que tanto sus hijos varones como su
yerno, Polibo, fueron alumnos suyos. Según Galeno, un médico romano, Polibo fue el auténtico
sucesor de Hipócrates, mientras que Tésalo y Draco tuvieron cada uno un hijo a los que llamaron
Hipócrates.
La única mención contemporánea que se conserva de Hipócrates proviene del diálogo de Platón
Protágoras, en el que el filósofo lo describe como «Hipócrates de Cos, el de los Asclepíadas».
Hipócrates enseñó y practicó la medicina durante toda su vida, viajando al menos a Tesalia, Tracia y el mar de Mármara. Probablemente muriera en Lárisa a la edad de 83 o 90 años, aunque
según algunas fuentes superó largamente los 100 años. Se conservan diferentes relatos sobre su
muerte.
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Teoría hipocrática
Hipócrates es considerado el primer médico que rechazó las supersticiones, leyendas y creencias
populares que señalaban como causantes de las enfermedades a las fuerzas sobrenaturales o divinas. Los discípulos de Pitágoras lo consideraban el hombre que unió la filosofía y la medicina.
Separó la disciplina de la medicina de la religión, creyendo y argumentando que la enfermedad
no era un castigo infligido por los dioses, sino la consecuencia de factores ambientales, la dieta
y los hábitos de vida. De hecho, no hay ni una sola mención a una presunta enfermedad mística
en todo el Corpus hipocrático. Pese a estos avances, Hipócrates trabajó con muchas convicciones
basadas en lo que hoy en día se sabe que era una anatomía y una fisiología incorrectas, como por
ejemplo la creencia en los cuatro humores.
En general, la medicina hipocrática era muy cuidadosa con el paciente: el tratamiento era suave y
destacaba la importancia de mantener al paciente limpio y estéril. Por ejemplo, sólo se utilizaba
agua limpia o vino para las heridas, aunque los tratamientos «secos» eran preferibles. A veces
se utilizaban linimentos balsámicos. Hipócrates era reacio a administrar drogas o emprender
tratamientos especializados, por lo que, tras el diagnóstico general, seguía una terapia generalizada. Sin embargo, en determinadas ocasiones utilizaba drogas potentes. Este enfoque pasivo
tuvo mucho éxito a la hora de tratar trastornos relativamente simples, como los huesos rotos, que
requerían tracción para estirar el sistema esquelético y aliviar la presión en la zona lesionada. Se
utilizaban el «banco hipocrático» y otros ingenios similares con estos fines.
Uno de los puntos fuertes de la medicina hipocrática es la importancia que daba al pronóstico.
En tiempo de Hipócrates, la terapia medicinal estaba poco desarrollada y a menudo lo mejor que
podía hacer el médico era evaluar una enfermedad y deducir el curso más probable, basándose
en las informaciones recogidas en historiales de casos similares.
Los cuatro humores
La escuela hipocrática sostenía que la enfermedad era el resultado de un desequilibrio en el
cuerpo de los cuatro humores, unos fluidos que en las personas sanas se encontraban naturalmente en una proporción semejante («pepsos»). Cuando los cuatro humores (sangre, bilis negra,
bilis amarilla y flema) se desequilibraban («dyscrasia», mala mezcla), el individuo enfermaba y
permanecía enfermo hasta que se recuperaba el equilibrio. La terapia hipocrática se concentraba
al restaurar este equilibrio. Por ejemplo, se creía que tomar cítricos era beneficioso cuando había
un exceso de flema.
Revista Educativa Para la Salud
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Profesionalismo
La medicina hipocrática destacaba por su estricto profesionalismo, caracterizado por una disciplina y práctica rigurosas. La obra hipocrática Sobre el médico recomienda que los médicos
siempre fueran bien aseados, honestos, tranquilos, comprensivos y serios. El médico hipocrático
daba especial atención a todos los aspectos de su práctica: debía seguir especificaciones detalladas para «la iluminación, el personal, los instrumentos, el posicionamiento del paciente y las
técnicas de vendaje y entablillado» en el antiguo quirófano. Debía, incluso, mantener sus uñas
con una longitud precisa.
Dietética
Hipócrates es considerado un precursor de la dietética, promoviendo el consumo de legumbres y
frutas, aunque sus enseñanzas al respecto se consideran obsoletas. Los alimentos se clasificaban
en función de su correspondencia con uno u otro de los cuatro elementos: el agua, la tierra, el
aire y el fuego, que corresponden a cuatro temperamentos definidos por la teoría de los cuatro
humores: flemático, melancólico, sanguíneo y colérico, respectivamente. Según Hipócrates, la
alimentación también tenía que variar según el clima y las estaciones, que creía que influían
en los humores. En invierno, un periodo en que domina el frío y la humedad, sería preferible
consumir carnes con salsa, cocinadas con especias calientes; en primavera, cuando domina el
calor y la humedad, se aconsejaba pasar poco a poco de los pucheros a los asados y empezar a
comer más legumbres verdes; en verano, cuando domina el calor, sería el momento de consumir
carnes y pescados a la plancha, más ligeros, y preferir alimentos fríos y húmedos como el melón,
la ciruela o la cereza; en otoño, un periodo en que empieza el frío, haría falta comer alimentos
apetitosos y ligeramente ácidos para expulsar la melancolía, así como reducir el consumo de vino
y frutas.
Contribuciones directas a la medicina
Hipócrates y sus seguidores fueron los primeros en describir muchas enfermedades y trastornos
médicos. Se le atribuye la primera descripción de la acropaquia, un signo clínico importante en
la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, el cáncer de pulmón y la cardiopatía cianótica.
También fue el primer médico que describió la «cara hipocrática» en su obra Prognosis (El libro de los pronósticos). Es célebre la alusión de Shakespeare a esta descripción cuando escribe
sobre la muerte de Falstaff en el Acto II, Escena III de la obra Enrique V. Hipócrates empezó a
clasificar las enfermedades en agudas, crónicas, endémicas y epidémicas, y a utilizar términos
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como «exacerbación», «recaída», «resolución», «crisis», «paroxismo», «pico» y «convalecencia», términos que todavía tienen un uso destacado en la práctica médica. Otras de las grandes
contribuciones de Hipócrates son sus descripciones acerca de la sintomatología, el tratamiento
quirúrgico y el pronóstico del empiema torácico, una supuración del revestimiento de la cavidad
torácica. Sus enseñanzas todavía son relevantes para los estudiantes de neumología y cirugía de
hoy en día. Hipócrates fue el primer cirujano torácico de quien se tiene constancia y sus descubrimientos todavía son válidos en su mayoría. La escuela hipocrática de medicina describió
correctamente las enfermedades del recto y su tratamiento, a pesar de la pobre teoría médica
desarrollada hasta entonces. Por ejemplo, las hemorroides, que aunque se creía que eran provocadas por un exceso de bilis y flema, eran tratadas por los médicos hipocráticos con técnicas
relativamente avanzadas. La cauterización y la escisión son descritas en el Corpus hipocrático,
junto con los otros métodos más recomendados en la actualidad: ligar las hemorroides con una
pequeña tira de caucho impidiendo la llegada del flujo de sangre y secarlas con una plancha caliente. También se sugieren otros tratamientos, como la aplicación de diversos ungüentos. Hoy
en día, el tratamiento de las hemorroides «todavía incluye la quemadura, el estrangulamiento y
la escisión». Además, algunos de los conceptos fundamentales de la proctoscopia descritos en el
corpus todavía son útiles, como, por ejemplo, el uso del espéculo rectal, considerada la referencia
más antigua conocida a la endoscopia.
Corpus hipocrático
El corpus hipocrático (en latín, Corpus Hippocraticum) es una colección de unas setenta obras
médicas de la antigua Grecia escritas en griego jónico. No se ha aclarado definitivamente si el
autor del corpus fue el mismo Hipócrates, pues es probable que los volúmenes fueran creados
por sus estudiantes y discípulos. El Corpus hipocrático contiene libros de texto, lecciones, investigaciones, notas y ensayos filosóficos sobre diversos temas médicos, que no siguen ningún
orden concreto. Sus obras fueron traducidas al inglés, por primera vez de forma completa, por el
médico escocés Francis Adams como The Genuine Works of Hippocrates (Las obras genuinas
de Hipócrates) en 1849, revitalizando el interés médico e histórico en las obras de Hipócrates. En
español está traducido todo el corpus en varios volúmenes.
Juramento hipocrático
El juramento hipocrático, un documento fundamental para la ética y deontología de la práctica
médica, fue atribuido a Hipócrates en la antigüedad, aunque investigaciones más modernas indican que podría haber sido escrito después de su muerte.
Revista Educativa Para la Salud
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Legado
Está muy extendida la consideración de Hipócrates como «Padre de la Medicina». Sus contribuciones ciertamente revolucionaron la práctica médica pero después de su muerte el progreso
se estancó. Tan reverenciado era Hipócrates que sus enseñanzas fueron consideradas demasiado
grandiosas para ser mejoradas y durante largo tiempo no se produjo ningún avance significativo
en sus métodos. Los siglos posteriores a la muerte de Hipócrates estuvieron marcados en la misma medida por progresos y retrocesos. Por ejemplo, después del periodo hipocrático, la práctica
de hacer historias clínicas de casos prácticamente desapareció, según Fielding Garrison. Entre
los que utilizaron las rigurosas técnicas clínicas de Hipócrates destacan Sydenham, Heberden,
Charcot y Osler. Henri Huchard, un médico francés, afirmó que la recuperación de Hipócrates
«conforma la historia entera de la medicina interna».
Imagen
Su imagen de doctor anciano y sabio se vio reforzada por sus bustos, en los que se le representa
con barba espesa y cara arrugada. Según Fielding Garrison, muchos médicos de aquel tiempo
llevaban el pelo al estilo de Zeus o Asclepio, por lo que los bustos de Hipócrates que se conocen
podrían ser en realidad versiones alteradas de retratos de estas deidades. Algunos síntomas y
signos clínicos han sido llamados en honor de Hipócrates, porque se cree que fue la primera
persona en describirlos. La «cara hipocrática» es el cambio que se produce en el rostro causado
por la muerte, las enfermedades largas, evacuaciones excesivas, hambre excesiva, y situaciones
similares. La acropaquia, una deformidad de los dedos y las uñas, también es conocida como
«hipocratismo digital». La sucusión hipocrática es el sonido de salpicaduras internas del hidropneumotórax o piopneumotórax. El «banco hipocrático», un aparato que utiliza la tensión para
ayudar a corregir la posición de los huesos y el vendaje en forma de capucha hipocrático son
dos diseños llamados en honor de Hipócrates. Se cree que Hipócrates también inventó la bebida
hipocrás. El risus sardonicus, un espasmo prolongado de los músculos faciales, también recibe
el nombre de «sonrisa hipocrática».
Como grupo, el Sistema de Educación Continua para el Médico General y Familiar, agradece
a todos sus socios y amigos, la lealtad y preferencia mostrada, que nos obliga a esforzarnos día
a día a brindar dentro de nuestra revista y en todos los eventos que organizamos, temas de actualidad y utilidad, o bien de cultura general, para quienes como es nuestro ejemplo, tenemos el
reto diario de la consulta. Esperamos que este ejemplar de colección, cubra sus expectativas, y
los impulse a continuar por el camino de la Excelencia Académica. Deseamos que este próximo
23 de Octubre, Día del Médico y los subsecuentes, tengan siempre una práctica profesional llena
de logros y éxitos, en beneficio de su Estado, Comunidad y por supuesto, dentro de su núcleo
famililar. ¡Feliz día del Médico!
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Revista Educativa Para la Salud
Médicos Ilustres
y otros personajes famosos de la historia
Artículo revisado y recopilado por el Comité Editorial
de la Academia Nacional de Medicina General y Familiar
• Nació Edward Jenner en mayo 17 (1749-1823), cirujano y
médico rural inglés que descubrió la vacuna de la viruela e
introdujo la palabra virus. Pensando en que la voz del pueblo es la voz de Dios, Jenner se dedicó a observar y a propalar la idea de que era factible “vacunarse” contra la viruela.
En veinte años de necia insistencia ante sus colegas, finalmente en 1796 se lanzó a practicar exitosamente la primera
vacunación. Observando cuidadosamente, vio Jenner que a
la vaca le daban dos tipos de infecciones, y que sólo una de
ellas confería inmunidad exclusivamente durante cierta etapa de la enfermedad. Sarah Nelmes padecía el mal benigno
de la vacuna, causado por un virus diferente al de la viruela
pero que confiere inmunidad cruzada; esta es una erupción
pustular que se acompaña de leve malestar general que sana
rápidamente. Esta lechera fue quien donó el pus que fuera
inoculado a James Phipps, un niño de 8 años que resistió
sin enfermar otra inoculación dos meses después, esta vez
de viruela virulenta. Y así 23 casos más, que fueron informados en un pequeño libro con un extenso título, que sería
muy corto en relación con el inmenso bien que generaría.
• Murió Josef Leopold Auenbrugger (1722-1809), médico
austriaco que diseñó el método semiológico de la percu-
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sión, con lo que él podía hacer un estimado de la cantidad
de líquido pleural y el tamaño del corazón.
• Nathan Kline -padre de la psicofarmacología- explicó su
trabajo sobre reserpina en psicosis ante el congreso norteamericano que dijo haber descubierto, aunque había sido
utilizada por dos milenios.
• En mayo 18 nació Vincent du Vigneaud (1901-1978), norteamericano ganador en 1955 del Nóbel de Química, aisló y
sintetizó las dos hormonas neurohipofisiarias, vasopresina
y ocitocina.
• Murió Henri Marie Laborit (1914-1955), neurólogo francés
que descubrió la clorpromazina.
• Murió Alphonse Laveran (1845-1922), médico francés que
ganó el Nóbel en 1907 por el descubrimiento del Plasmodium. Hizo estudios sobre el Kala-Azar, la enfermedad del
sueño y fundó el laboratorio de enfermedades tropicales del
Instituto Pasteur.
• En mayo 19 nació John Abel (1857-1938), farmacólogo y
químico-fisiólogo americano, profesor en Johns Hopkins.
Descubrió la epinefrina y aisló y cristalizó la insulina. Diseñó un aparato que se consideran precursor del riñón artificial. Estimulaba a sus estudiantes para que condujeran experimentos y fueran activos participantes en su laboratorio.
• En mayo 20 nació Edward Lewis (1918- ), genetista norteamericano que ganó el Nóbel de medicina en 1995, por
descubrir las funciones que controlan el desarrollo embriológico temprano.
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Revista Educativa Para la Salud
• Nació Fabricio de Aquapendente (1537-1619), cirujano italiano y destacado anatomista del Renacimiento, que ayudó
a desarrollar la embriología moderna. Curiosamente, murió
un 21 de mayo, al día siguiente de su cumpleaños.
• Murió Helen Taussig (1898-1986), la fundadora de la cardiología pediátrica. Fue la primera en utilizar los rayos X
para identificar las cardiopatías congénitas y en diseñar la
operación de Blalock-Taussig para niños azules (cianóticos)
y además advirtió sobre el riesgo de la talidomida en embarazadas, logrando que se interrumpiera el riesgo.
• James Lind (1716-1794) inició el experimento para curar el
escorbuto en los marineros ingleses. El escorbuto – que se
conocía desde la edad media – fue curado por el cirujano
naval escocés en 1747 por medio de frutas cítricas. Lind
encontraba entre trescientos a cuatrocientos casos en las salas del Hospital Haslar, donde prestó sus servicios durante
veinticinco años; empezó entonces a recomendar el jugo de
limón para preservar la salud de estos marineros y en 1753
escribió su Tratado sobre el Escorbuto.
• En mayo 21 nació Bengt Samuelsson (1934- ), sueco que
ganó el Nóbel con Vane y Bergström por su identificación
de las prostaglandinas.
• Nació Hans Berger (1873-1941), psiquiatra que inventó el
electroencefalograma.
• Nació Wilhelm Einthowen (1860-1927), Nóbel holandés
que inventó el electrocardiograma.
• Murió Hideyo Noguchi(1876-1928), bacteriólogo japonés
que descubrió el Treponema pallidum, estudió también la
bartonelosis.
Revista Educativa Para la Salud
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• Murió Carl Wilhelm Scheele (1742-1786), sueco descubridor del oxígeno y de muchos elementos, dio las bases para
el descubrimiento de los alcaloides de las plantas. Precursor
de las bases químicas para la fotografía moderna.
• En mayo 22 nació Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930),
oftalmólogo escocés quien inventó al famoso detective
Sherlock Holmes, quien emuló a los científicos al basar sus
investigaciones en hechos comprobados, evitando teorizar
antes de obtener la información.
•
El 23 de mayo de 1925 nació Joshua Lederberg, genetista
americano que descubrió los mecanismos del DNA recombinante en las bacterias.
• Nació William Hunter (1718-1783), obstetra y anatomista
británico, fue educador y escritor sobre temas médicos.
William Harvey
Un tres de junio murió este famoso fisiólogo inglés (1578-1657)
William Harvey (1578-1657) descubrió la verdadera naturaleza de la circulación mayor y la función de bomba que tiene el
corazón, pues la fisiología cardiovascular permaneció por mil
cuatrocientos años estancada en los conceptos de Claudio Galeno. Estudió medicina en Cambridge y luego en Papua, donde
terminó un doctorado en 1602. Fue discípulo del anatomista
Fabricius y uno de los profesores de la universidad era el astrónomo Galileo. Cuando Harvey regresó a Inglaterra se dedicó
a la práctica de la medicina, donde fue miembro del Colegio
Real de Médicos y galeno de los reyes Jacobo I y Carlos I (ambos de la familia Estuardo). La penetrante inteligencia, coraje y
métodos científicos de Harvey se constituyeron en el patrón de
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investigación biológica de las siguientes generaciones; se basó
en la importancia del análisis matemático de los fenómenos naturales, y el insustituible valor de los experimentos en el estudio
de la realidad. Su libro De motu cordis llama la atención por su
manejo de datos que apoyan sus hipótesis y por que se atiene a
observaciones experimentales simples.
El Renacimiento no hizo más que preparar el terreno para el
surgimiento de la ciencia medica moderna; esta nació de hecho,
en la época post-renacentista y comenzó a afianzarse a mediados del siglo XVII por obra de físicos, fisiólogos y biólogos,
que eran discípulos directos o indirectos de Galileo. El descubrimiento de la circulación de la sangre por Harvey se considera hoy día como el único adelanto en fisiología de principios
del siglo XVII, comparable a los avances contemporáneos de
las ciencias físicas. La historia de esta hazaña podría escribirse
fácilmente desde el punto de vista del avance progresivo del
conocimiento. En sus investigaciones, Harvey se refería a experimentos auténticos, no imaginados. y aducía irrefutables argumentos cuantitativos. Se ha afirmado con justicia que su descubrimiento de la circulación sanguínea fue la primera explicación
adecuada de un proceso orgánico y el punto de partida del camino hacia la fisiología experimental. Sin embargo, la segunda
monografía del sabio de Folkestone acerca de la generación de
los animales, publicada en 1651, mientras que en algunos pasajes da la impresión de corresponder al razonamiento científico
moderno, muestra en otros pasajes aseveraciones confusas, vagas y caprichosas, rescoldo de la era precientífica de la que el
autor no había salido por completo. Puede aseverarse, por tanto,
que la ciencia médica moderna no surgió de manera súbita y
global, sino que se estructuró gradualmente desde mediados del
siglo XVII siguiendo la senda trazada por William Harvey a la
luz del pensamiento de Galileo.
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William Welch
William Henry Welch, apodado Popsy -de origen irlandés- nació en 1850 en Norfolk, Connecticut, en el seno de una familia que contaba con varios médicos rurales; su padre, el abuelo paterno y dos tíos. Contaba con seis meses de vida cuando
falleció su madre, y así, su abuela materna asumió su crianza
y formación religiosa además de enseñarle las primeras letras.
Más tarde, de 13 años, se matriculó en la Escuela Militar de
Winchester, en donde permaneció por algún tiempo para luego ir al Yale College donde culminó sus estudios primarios
en 1870. Hizo sus estudios médicos en el Columbia College of
Physicians de Nueva York en donde se graduó en 1875. Viajó a
Europa y en Estrasburgo estudió histología con Waldeyer, química con Hoppe-Seyler, y exámenes post mortem con von Recklinghausen. Luego en fisiología con Ludwig y Kronecker en
Leipzig, y patología con Cohnheim en Breslau. También trabajó
al lado de Koch y de Ehrlich. A su regreso a los Estados Unidos
llegó a Nueva York, donde fue nombrado profesor en Bellevue
Hospital Medical College, en donde organizó el primer laboratorio experimental de patología de Norteamérica. Es de anotar
que esta decisión contrarió significativamente a su padre, quien
aspiraba que su hijo médico regresara a ayudarle en sus labores
de médico rural. Los historiadores señalan que Welch durante
su estadía en la Gran Manzana se aficionó apasionadamente a
la ópera y a visitar galerías de arte y museos. Cuando Welch se
encontraba en Alemania conoció a John Shaw Billings, quien
se dio cuenta que sus calidades científicas y humanas, eran las
necesarias para pertenecer al cuadro de fundadores del nuevo
hospital que se proyectaba en Baltimore. Fue el primero de los
“cuatro grandes” en ser llamado a la Fundación del Hospital
de Johns Hopkins para ocupar el cargo de profesor y jefe del
servicio de patología y bacteriología, en donde se desempeñó
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en forma admirable al punto que -cuando se fundó la Escuela de Medicina
en 1893- fue designado como su primer decano y miembro del Comité de
Admisiones, encargado de seleccionar los profesores que se requerían para
el trabajo docente. Su amistad y admiración por Halsted lo llevó a invitarlo
a ocupar el cargo de cirujano y jefe del departamento de cirugía. También
contribuyó con firmeza en la aceptación de Howard A. Kelly como ginecólogo y jefe del correspondiente servicio. La consagración al estudio y a la
investigación lo llevó a descubrir en 1891 el agente de la gangrena gaseosa,
un germen anaerobio Gram positivo, que llamó Clostridium welchii, en la
nomenclatura moderna denominado como Clostridium perfringens, hallazgo que no solamente le dio un gran prestigio personal sino que, en la época,
llevó al Hospital de Hopkins a la gloria y el respeto de la comunidad científica del mundo. El producto de muchas de sus investigaciones se basaban en
los exámenes post mortem en los que, en asocio con sus discípulos, tomaba
muestras de secreciones para estudio bacteriológico, y de tejidos para ser
procesados y luego examinados al microscopio.
Durante sus años de dedicación exclusiva y tiempo completo en el centro
hospitalario que ayudó a organizar y dirigir, fue un dinámico administrador,
logrando la estructuración de la Escuela de Salud Pública de la que fue su
primer director; el Departamento de Historia de la Medicina y la Biblioteca
que hoy lleva su nombre, que fue apoyada por la Fundación Rockefeller,
para cuya formación seleccionó los principales textos médicos de autores
norteamericanos y europeos. En 1920 fundó el American Journal of Hygiene, el más importante en su género en norteamérica, así como el Journal for
Experimental Medicine.
Su inquietud por servir a la humanidad lo condujo en la Primera Guerra
Mundial a cuidar las condiciones sanitarias de los cuarteles de los soldados
norteamericanos destacados en el frente de combate, con el grado de coronel de la Armada. Este trabajo como médico militar lo animó a participar
con gran entusiasmo en la organización de la Cruz Roja Internacional. Presidió importantes sociedades científicas, muchas de las cuales fundó, como la
Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, la Asociación Ameri-
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cana de Patólogos y Bacteriólogos, la Asociación Americana de
Historia de la Medicina y otras. Recibió cerca de treinta grados
honorarios y muchas condecoraciones y medallas.
Se retiró en 1930 habiendo cumplido los 80 años de edad y lo
sucedió en su cargo William G. Mac Callon, quien se destacaba como uno de los grandes investigadores en malaria que por
la época azotaba extensos territorios de su país. Falleció pleno
de gloria y honores, trabajando en Johns Hopkins, en abril de
1939 de un carcinoma de las vías digestivas que le habían diagnosticado e intentado intervenir un año antes. Simón y James
Thomas Flexner escribieron en 1941 una hermosa biografía del
personaje que titularon: William Henry Welch and the Heroic
Age of American Medicine.
Kelly,
El cirujano ginecológico
Howard Atwood Kelly, también conocido como Welch era de
ascendencia irlandesa y perteneciente a una familia de profundas convicciones religiosas. Leía la Biblia a diario. Cuando llegó a su mayoría de edad, su madre le obsequió una bella edición de ésta que ocupaba el lugar más importante de su nutrida
biblioteca. Nació en Camden, Nueva Jersey, en febrero de 1858
y fue el último de los cuatro fundadores de Johns Hopkins en
ser requerido para iniciar las labores asistenciales y académicas
del nuevo hospital. Durante sus estudios de primaria en la Universidad de Pensilvania, se destacaba por su gran afición a las
ciencias naturales y al estudio de los idiomas, francés, italiano,
español y latín. Igualmente se distinguió por la gran dedicación
al piano. Inició muy joven sus estudios de medicina en 1877,
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también en la Universidad de Pensilvania, en donde el programa docente era extremadamente estricto. La escuela contaba
con excelentes instalaciones, sofisticados laboratorios de química, histología y patología, lo que permitía a los estudiantes
una sólida preparación en las ciencias básicas. Además tenía
un cuerpo de profesores de la más alta calificación tales como
Joseph Leidy de anatomía; Richard A. Penrose de obstetricia y
enfermedades de la mujer; John Ashurs de cirugía, y William
Goodel de ginecología. Esta escuela de medicina fue la primera
que se abrió en los Estados Unidos de manera formal en 1763.
Le siguieron el King’s College, más tarde Universidad de Columbia en 1767, y luego Harvard en 1782. Su gran dedicación al
estudio y la investigación motiva a sus compañeros de clase, en
1880, a elegirlo presidente de curso. En mayo de 1882 recibió
con honores el título de médico, para iniciar su entrenamiento
de post grado en el Hospital de Kensington, cerca de Filadelfia,
en donde se aficionó a la ginecología médica y quirúrgica, así
como a la carrera docente que lo llevó a alcanzar el título de
Profesor de la Universidad de Pensilvania.
Por la época se practicaban muchas intervenciones quirúrgicas en las residencias de los pacientes, en donde se habilitaban
los quirófanos en el comedor que era desinfectado días antes
con aerosoles de ácido carbólico. Los historiadores señalan
que Kelly practicaba intervenciones en estos lugares en los que
trabajaba con Mrs. Hellen Wood, una enfermera a quien había entrenado como su asistente (instrumentadora). En 1833,
en Kensington, funda el Hospital Kelly para Mujeres, uno de
los primeros en los Estados Unidos dedicados únicamente a la
obstetricia y enfermedades de la mujer, que años después fue
incorporado al Hospital de Kensington para mujeres. Sus preferencias quirúrgicas estaban en la cirugía vaginal y fue quien
ideó los puntos de Kelly, que colocaba en la unión uretrovesical
para la corrección de la incontinencia urinaria de esfuerzo, así
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como las pinzas hemostáticas que llevan su nombre, ampliamente empleadas todavía por muchos
cirujanos. Pero también sobresalió en la cirugía por vía abdominal, desarrollando una técnica de
útero-suspensión (histeropexia), en la que fijaba el fondo uterino a la cara posterior de la pared
abdominal. En 1893 sus inquietudes científicas le llevaron a desarrollar el cistoscopio de aire
(distendía la vejiga con aire), lo que le permitía no solamente visualizar el interior de la vejiga
sino también cateterizar los ureteres colocando la paciente en posición genupectoral. Las experiencias en este campo las publica en asocio con Curtis F. Burnam en el libro titulado Diseases
of the Kidneys, Ureters and Bladder en 1914 y así se constituyó en uno de los pioneros de la
urología femenina.
Cuando fue llamado a Johns Hopkins en 1889 a desempeñarse como Profesor Asociado de
Ginecología, tenía 33 años de edad, era ya un especialista de gran fama tanto en Norteamérica
como también en algunos círculos científicos de Europa. Sus preocupaciones eran la asepsia
y la antisepsia. Insistía a sus alumnos en el cuidadoso lavado de manos y aseo de las uñas que
iniciaba con una solución de permanganato de potasio, luego con una solución de ácido oxálico
que después lavaba con agua; finalmente cubría sus dedos con una tela previamente tratada con
solución de ácido carbólico, que también recomendaba para la desinfección del instrumental.
Uno de sus destacados discípulos, William T. Howard, anotaba que en la sala de cirugía, Kelly
primero daba lectura a la historia clínica y los exámenes de laboratorio, para luego formular un
diagnóstico y una propuesta de intervención quirúrgica. Antes de iniciar la cirugía, miraba el
reloj de pared del quirófano para establecer la hora de iniciación del procedimiento, y seleccionaba dos de sus asistentes para que llevaran el conteo de las compresas. Howard recuerda que
el acto quirúrgico de Kelly era “un libro abierto”, que sus intervenciones eran audaces, limpias,
y que siempre les explicaba hasta el más mínimo detalle, cómo debía hacerse y por qué. Kelly
siempre mantuvo la posición de que la ginecología debía ser una especialidad eminentemente
quirúrgica y que por consiguiente debía anexarse a la cirugía general y no a la obstetricia, tesis
que fue defendida también por sus eminentes discípulos Tomas S. Cullen, más tarde su sucesor,
y Richard W. TeLinde; así que la ginecología con Kelly y la obstetricia con el famoso John W.
Williams, en Hopkins, permanecían separadas. En 1950, Georgeana Seegar Jones, por entonces
directora de la sección de endocrinología ginecológica, presentó un proyecto de integración que
permaneció dormido por años hasta 1964, en que se vio la conveniencia de la fusión, estableciéndose formalmente el Departamento de Obstetricia y Ginecología, a la cabeza del cual fue
puesto, Allan C. Barnes. Un buen número de libros publicó Kelly durante su exitosa trayectoria:
The Vermiform Appendix and its Diseases, 1905; Gynecologic and Abdominal Surgery, dos vo-
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lúmenes en asocio con Charles P. Noble, 1908-1909; Dr. Kelly’s Medical Gynecology; Operative
Gynecology; Myomata of the Uterus (en asocio con Cullen en 1909) y varios otros de la más alta
calidad. En las revistas de la especialidad de los Estados Unidos y de la Gran Bretaña, aparecían
con frecuencia publicaciones del ilustre ginecólogo, que siempre fueron bien comentadas por su
profundidad y claridad.
A sus ochenta años, por obvias razones, dejó la cirugía, pero continuó siendo un ginecólogo médico importante. Presentaba frecuentes episodios de infecciones respiratorias y al iniciar el año
1943 cuando contaba con ochenta y cinco años mostraba ya una notoria decadencia física. El 12
de febrero de ese año, con los diagnósticos de uremia y neumonía, fue internado en el Hospital
Union Memorial de Baltimore, en donde falleció unas pocas horas antes que su esposa, quien se
encontraba recluída en habitación contigua y muriera, posiblemente por una falla multisistémica
de la edad avanzada. Luego de una sencilla ceremonia religiosa el Dr. Kelly de Hopkins, fue sepultado junto con su esposa en el Cementerio de Woodlawn de la misma ciudad. En su memoria
la sección de oncología ginecológica del famoso hospital se llama Kelly Oncologic Service. Uno
de sus amigos, el doctor Rudolph Matas, de Nueva Orleans, dijo a su fallecimiento: “Una vida
con semejante actividad, tan vasta y fructuosa, no necesita premiarse para coronar sus logros. El
doctor Kelly ha creado su propio monumento el cual está construido sobre fundamentos que son
tan indestructibles como la roca de los tiempos”.
El Gran Laënnec
René Théophile Hyacinthe Laënnec, vivió cuarenta y cinco años. Nació en Quimper, Francia en
1781 y murió en 1826 de tuberculosis. Laënnec era un hombre pequeño y enjuto, de aspecto tan
enfermizo como sus pacientes. Se le considera uno de los grandes clínicos de su época y el más
ilustre de los clínicos respiratorios. Es el padre de la auscultación al inventar el estetoscopio, del
griego stethos = pecho, corazón y skopeu = observar. Como hombre, fue descrito como increíblemente polifacético, era buen filólogo, músico, cazador, dibujante, grabador y administrador,
además de ser un genio médico y un hombre bueno. Laënnec vivió la época de la revolución
y contrarrevolución francesa al quedar su casa al frente de la Place du Bouffai, donde a diario
se realizaban las ejecuciones. Pasó la adolescencia en Nantes en casa de un tío médico. A los
diecinueve años de edad, becado viajó a París a la Escuela Médica para iniciar los estudios de
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medicina, en los que pronto se distinguió. Fue alumno de Corvisart, médico personal de Napoleón y de Dupuytren, famoso
por la descripción de la contractura que lleva su nombre. Una
vez graduado, trabajó en el Hospital Necker donde fue nombrado médico en 1816, a los treinta y cinco años de edad.
Alcanzó gran prestigio en vida al crear el método anatomoclínico, según el cual comprobaba en el cadáver los hallazgos
auscultatorios que encontraba en vida. Examinó y auscultó
gran número de pacientes con tuberculosis por lo que describió
la gran variedad de soplos pulmonares y los diferentes tipos
de estertores respiratorios. La historia cuenta que en 1816, al
examinar a una joven enferma cuya gordura hacía difícil oír los
latidos del corazón y recordando un juego de niños que había
visto, Laennec enrolló una hoja de papel en forma de cilindro,
aplicó uno de los extremos sobre el pecho de la paciente y el
otro a su propio oído y pudo oír el corazón de una manera más
clara y más distinta de lo que jamás había escuchado mediante
la aplicación del oído desnudo.
Publicó en 1819, su libro De l’auscultation médiate ou traité du
diagnostic des maladies des poumons et du coeur fondé principalement sur ce nouveau moyen d’exploration en donde describió el estetoscopio como un cilindro de madera, cedro o ébano,
de cuatro centímetros de diámetro y treinta de largo, perforado
por un agujero de seis milímetros de anchura y ahuecado en
forma de embudo en uno de sus extremos. En dicha obra, que
causó gran sensación en París, describió los sonidos que oyó
con el estetoscopio, creó nuevos términos como pectoriloquia,
egofonía, crepitación, estertor y detalló enfermedades no conocidas hasta entonces.
En 1822 dictó la cátedra de Medicina en el Colegio de Francia
sucediendo a Corvisart. En 1826 -el año de su muerte- apare-
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ció la segunda edición de su obra con el simple título de Traité
d’auscultation mediate. En esta edición, Laënnec contó que se
había cortado por lo menos en siete ocasiones al trabajar con
cadáveres de tuberculosos e hizo más énfasis en una ocasión,
cuando al examinar unas vértebras tuberculosas, la sierra le
erosionó el índice de la mano izquierda y se inoculó el bacilo;
refirió con detalle el desarrolló de la lesión que apareció tras
el accidente. Al parecer el contagio ocurrió en 1802, año en el
cual moría de meningitis tuberculosa, Xavier Marie Francois
Bichat, predecesor de Laënnec en la patología. Relatando su
propia condición médica Laënnec escribió: vigor disminuido a
la mitad desde París, visible pérdida de peso, sensaciones más
o menos perceptibles de fiebre. Su enfermedad, paradójicamente, no fue diagnosticada hasta que se encontró en estado
avanzado.
Tres son las principales contribuciones de Laënnec en la historia de la medicina: La invención del estetoscopio, la delimitación de cuadros semiológicos de enfermedades cardíacas y
pulmonares y la descripción de lesiones anatomo-patológicas.
La invención del estetoscopio -que constituyó un notable avance también generó inquietud en la época- por cuanto algunos
pacientes consideraban que podría tratarse de un método quirúrgico, en tanto que los médicos consideraban incómodo su
transporte. Se podría decir que Laënnec -al inventar un instrumento que se interponía entre el paciente y el médico- inició
los métodos diagnósticos y transformó la práctica de la medicina. Complementó el método tradicional, de hacer preguntas a
los pacientes e interpretar sus respuestas con la interpretación
de lo hallado con un instrumento, del cual, puede decirse, el
estetoscopio fue el primero. En cuanto a la descripción de lesiones anatomo-patológicas, Laënnec caracterizó múltiples en
sus excelentes descripciones, entre ellas: bronquiectasias, enfisema, edema e infarto pulmonar, neumonía lobar y gangrena
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pulmonar, neumotórax, pleuresía, tuberculosis pulmonar y el compromiso tuberculoso de otros
órganos, como las meninges. Laënnec realizó sin temor minuciosas autopsias a los pacientes con
tuberculosis, a diferencia de los patólogos Morgagni y Valsalva, quienes preferían no exponerse
a la enfermedad. En una carta Morgagni, le decía a Laënnec: Joven, apártate de los cadáveres de
los consuntivos.
Laennec reconoció, más de cincuenta años antes del descubrimiento del bacilo, que los tubérculos y el exudado gelatinoso y caseoso correspondían a la misma enfermedad y no a dos distintas
como se creía entonces; se dio cuenta, sin usar el microscopio, que una forma podía transformarse en otra. Esta teoría unitaria, en donde el tubérculo era la enfermedad y la consunción la
forma pulmonar o donde hubiere tubérculos había enfermedad, revolucionó la concepción que
se tenía de la tuberculosis. La creencia dualista -apoyada por Virchow, patólogo alemán- iba a
persistir hasta el descubrimiento del bacilo tuberculoso por Koch en 1882. Virchow arremetió
contra la idea de Laënnec, lo responsabilizó de haber limitado el desarrollo de la enseñanza de
la tuberculosis y postuló que los tubérculos y la neumonía caseosa eran dos entidades diferentes.
Laënnec refirió el orden de frecuencia del compromiso sistémico por los tubérculos, bronquios
y glándulas mediastinales, glándulas cervicales, glándulas mesentéricas, glándulas en todas partes del cuerpo, hígado, próstata, la superficie peritoneal y pleural, epidídimo, vasos deferentes,
testículo, bazo, corazón, útero, cerebro, los cuerpos vertebrales. Una concepción equivocada de
Laënnec fue pensar que la tuberculosis no era contagiosa y consideró que la enfermedad era
resultado de la vida en las ciudades a causa de la miseria y no por contagio o infección. Laënnec
también expresó pesimismo frente al tratamiento de la enfermedad, el cual consideró absurdo: la
enfermedad tuberculosa es como las afecciones cancerosas: absolutamente incurable.
Laënnec es indudablemente un gigante de la medicina, de la medicina respiratoria y de la tuberculosis. Su maestría en el arte de la observación clínica, en el ejercicio cotidiano de la meticulosa
correlación anatomo-clínica y en su intuitiva búsqueda constituyen ejemplo que debe seguirse.
Con razón dijo de él Osler: El descubrimiento por Laënnec del arte de la auscultación, por virtud del cual, por medio de las alteraciones de los ruidos normales del tórax, podían reconocerse
varias enfermedades del corazón y los pulmones, dio inmenso ímpetu a la investigación clínica.
Los aportes de Laënnec al estudio de las enfermedades de los pulmones, del corazón y de los
órganos abdominales, realmente establecieron los fundamentos de la moderna clínica médica.
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Frans Cornelis Donders
Este oftalmólogo, el más eminente entre los médicos holandeses del siglo XIX, nació el 27 de mayo de 1818 y murió el 24
de marzo de 1889. La corrección científica de los trastornos
refractivos (miopía, hipermetropía y astigmatismo) fue posible
gracias a los estudios que hizo sobre fisiología y patología ocular. Encontró Donders que la hipermetropía (visión para leer de
lejos) se debe a un acortamiento del globo ocular, de manera
que los rayos refractados por el cristalino convergen detrás de
la retina; también descubrió que la visión borrosa del astigmatismo es causada por superficies disparejas y no usuales de la
córnea y del cristalino, que disemina los rayos de luz en lugar
de enfocarlos.
Madama de Fessel
Una matrona francesa casada con el doctor Fessel- se graduó de
comadrona en el Hospicio de la Maternidad y Escuela de Partos
de París en 1818. Vinieron a América con su esposo, e inicialmente estuvieron en Nueva Orleáns (1922), después pasaron a
México (1824) y luego se establecieron en Lima durante diez
años a comienzos del Siglo XIX (1826-1836). En la capital del
Perú establecieron la primera escuela de maternidad del país.
Mme. Fessel escribió varios libros sobre el tema, los cuales son
reeditados en esta publicación.
La obra es el resultado de las profundas investigaciones hecha
por El Profesor Rabí Chara en los Archivos Históricos y la recopilación de los libros de Mme. Fessel. Le edición fue patrocinada por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de
Lima. El resultado es una producción del mayor interés histórico, especialmente para los gineco-obstetras y comadronas y
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un homenaje a Fessel, precursora de la enseñanza practica de
la Tocología en el Perú. Mme. Fessel y su esposo regresaron a
Francia en 1836.
Una pequeña glosa de interés filológico para Mme Fessel es el
empleo del galicismo Obstetrice que el diccionario Larousse
califica como barbarismo. Las palabras castellanas son comadrona, matrona o partera.
Walter Reed
Walter Reed (1851-1902), cirujano y bacteriólogo del ejército
estadounidense que descubrió la causa de la fiebre amarilla.
Nació en el condado de Gloucester, Virginia, el 13 de septiembre de 1851, y estudió en la Universidad de Virginia y en la
Facultad de Medicina del hospital de Bellevue. En 1875 ingresó
en el cuerpo médico del Ejército, donde sirvió como cirujano
militar. En 1893 fue nombrado conservador del museo y ejerció
como catedrático de bacteriología y microscopía en la Facultad
de Medicina del ejército en Washington; durante los siguientes
siete años realizó importantes investigaciones sobre la etiología, control y transmisión de enfermedades epidémicas como la
fiebre amarilla y la fiebre tifoidea.
Una de sus investigaciones más notables fue organizada por el
Departamento de Guerra, con el fin de examinar una epidemia
de fiebre tifoidea entre las tropas estadounidenses; los hallazgos
de la comisión representaron una importante contribución a la
prevención y control de las epidemias causadas por esa fiebre.
La mayor contribución de Reed a la entomología médica fue el
resultado de sus trabajos en 1900 como director de una comisión que debía estudiar las causas y la transmisión de la fiebre
amarilla en Cuba. Reed demostró de forma concluyente que el
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germen de la fiebre amarilla se transmite por la picadura del
mosquito Aedes aegypti. Como resultado de sus hallazgos, William C. Gorgas consiguió eliminar casi por completo la enfermedad en La Habana en el plazo de tres meses, al exterminar los
mosquitos en toda la zona. Desde 1901 la incidencia de la fiebre
amarilla ha descendido drásticamente en todo el mundo gracias
a la aplicación del descubrimiento de Reed. Poco después de
su regreso a Cuba murió en Washington, el 22 de noviembre
de 1902. El Centro Médico Walter Reed de Washington fue
llamado así en su honor. En realidad, Reed confirmó las teorías
sobre el origen de la fiebre amarilla hechas con anterioridad
por Carlos Juan Finlay (1833-1915), médico y biólogo cubano,
quien nació en Puerto Príncipe (hoy Camagüey) y estudió en
el Jefferson Medical College de Filadelfia. En 1881 propuso la
teoría de la transmisión de la fiebre amarilla por los mosquitos.
En 1902, al proclamarse la República de Cuba, Finlay fue nombrado jefe nacional de Sanidad.
El 3 de diciembre, aniversario de su nacimiento, se celebra el
Día de la Medicina Americana. La noticia del cierre se consignó así: Una comisión del ejército estadounidense votó este
jueves a favor de cerrar el histórico Centro Médico Militar Walter Reed de Washington, como parte de un plan para reestructurar las bases militares en todo el país. El personal médico
de Walter Reed ha atendido a presidentes de Estados Unidos,
soldados y líderes extranjeros durante casi un siglo. Los planes
de la Comisión son trasladar la mayor parte de las funciones
que se realizan en el Walter Reed --que ya tiene 96 años de
operación-- al Centro Médico Naval de Bethesda --en el cercano estado de Maryland-- el cual será ampliado y tomará el
nombre de Walter Reed. Las autoridades locales de Washington
expresaron desaliento ante la inminente clausura debido a que
transferirá más de cinco mil seiscientos empleos fuera de la
capital estadounidense.
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El Neurocirujano
Harvey Williams Cushing
El padre de la neurocirugía (1869-1939) nació en Cleveland,
Ohio. Su padre -Henry Kirke Cushing- era de familia de médicos: el abuelo Evanston Cushing (1835-1802) y el bisabuelo
David Cushing Jr. (1768-1814). La madre fue Betsey Maria
Williams. Estuvo casado con Katharine Stone Crowell. Harvey hizo sus primeras letras en Cleveland en donde se recibió
de bachiller. Viajó a New Haven para cursar pre-médico en la
Universidad de Yale y -al concluir estos cursos- ingresó a la
facultad de medicina de la Universidad de Harvard donde se
graduó con honores en 1895. Hizo su internado en el Hospital
General de Massachusetts (1895-1896) y luego adelantó estudios de postgrado en el departamento de cirugía de la Universidad John Hopkins de Baltimore con el reconocido cirujano William S. Halstead. Viajó a Europa y bajo la dirección del Nóbel
Theodor Kocher (1841-1917) y después –con Hugo Kronecker
(1839-1914)- hizo experimentos relacionando la presión arterial
sistólica y la presión intracraneana. Visitó a Victor Horsley en
Londres y participó en los experimentos sobre la corteza motora de primates con Charles S. Sherrington (1857-1952) Regresó a Baltimore y en 1903 era ya profesor asociado de cirugía,
cuando empezó su interés y dedicación por el sistema nervioso.
En 1904 presentó a la Academia de Medicina de Cleveland un
artículo sobre la especialidad de la neurocirugía. El doctor Cushing organizó el Laboratorio de Cirugía Experimental Hunter,
tuvo una relación estrecha con William Osler y empezó el programa de enseñanza de la nueva especialidad. Sus trabajos sobre la glándula hipófisis y el Síndrome de Cushing lo hicieron
mundialmente conocido. Participó en la Primera Guerra Mundial como jefe de un hospital de guerra en territorio francés.
Regresó a los Estados Unidos, siendo luego nombrado Jefe de
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Cirugía del Hospital Peter Bent Brigham de Boston y Profesor de Cirugía de Harvard (1912).
Entre 1933 y 1937 fue profesor en la Universidad de Yale y posteriormente profesor de Historia
de la Medicina hasta su muerte. Fue miembro de la Sociedad Filosófica Americana, de la Academia Nacional de Ciencias, de la Academia Americana de Artes y Ciencias, de la Sociedad
Real de Inglaterra y de más de setenta sociedades internacionales de Estados Unidos, Europa,
Suramérica e India. Escribió un gran número de artículos y de libros sobre la especialidad. Ganó
el premio Putlizer por la biografía de Osler. Es notable el interés que tuvo el doctor Cushing en
los tumores cerebrales; en su serie sobre dos mil veintitrés lesiones de este tipo, muestra como
redujo al 10% una mortalidad que era del 100%, gracias al perfeccionamiento de la técnica y
el desarrollo de la especialidad. Treinta y cinco de sus discípulos crearon la Sociedad Harvey
Cushing en 1932, actualmente American Association of Neurological Surgeons. Recibió grados
honorarios de nueve universidades americanas y trece europeas. Fue condecorado con la Medalla de Servicios Distinguidos, la Orden del Baño, la Legión de Honor y la Orden del Sol de Perú.
Cushing falleció el 7 de Octubre de 1939 a la edad de setenta años. En la necropsia se encontró
oclusión de la coronaria posterior, de las dos arterias femorales y un quiste coloide de un centímetro de diámetro en el tercer ventrículo. El Gobierno de los Estados Unidos honró su memoria
con el sello postal que conmemoraba al primer médico que usó los Rayos X para el diagnóstico
de problemas neurológicos.
Cushing, El Endocrinólogo
Cushing fue un muy hábil neurocirujano que creía que la intervención en si misma era la parte
menos importante del trabajo de un cirujano, pues fue un gran promotor de la cirugía experimental. Desarrolló muchos de las técnicas y procedimientos básicos neuro-quirúrgicos actuales
y entre sus investigaciones se encuentra el desarrollo de un método para destruir el ganglio del
trigémino en la neuralgia, analgesia infiltrativa y una introducción a la electrocoagulación. La
descripción del profesor Gómez González (que en parte se basa en una biografía que le envió
su ex discípulo, el distinguido neurólogo colombiano Carlos Mora) está básicamente orientado a
sus extraordinarios aportes a la neurocirugía. Pero –tan grande fue la contribución de este científico- que un estudiante de la actualidad lo recordaría más bien (¿equivocadamente?) como endocrinólogo pues –además de la descripción del reconocido síndrome de Cushing por adenomas
basófilos, antes denominado síndrome poliglandular- hizo la descripción de las funciones de la
hipófisis y trabajó en la hipofisectomía experimental. Cushing y cushingoide son epónimos utili-
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zados en la práctica diaria, este último para describir el aspecto
presentado por los pacientes que reciben corticoides por algún
tiempo. Su relación con cirujanos endocrinos (Víctor Horsley
–quién adelantó estudios sobre acromegalia e hipofisectomías
experimentales- y el fisiólogo y cirujano Emil Theodor Kocher
–el mago de las tiroidectomías-) además del caso que le tocó
ver en 1901 (que le llamó poderosamente la atención) lo llevó
al campo de la neuro-endocrinología. El paciente presentaba
síntomas de infantilismo sexual, obesidad, cefalea, corta estatura y trastornos visuales que resultaron asociados con un tumor
hipofisiario. Conoció entonces las descripciones de Frölich en
Viena y asistió a unas conferencias sobre la pituitaria dictadas
por Schäfer (aquel profesor londinense que con Oliver describiera las acciones hipertensivas tanto de la epinefrina como de
los extractos neuro-hipofisiarios, quien fuera docente de Bayliss y Starling, descubridores de la protohormona secretina);
aprendió además una nueva técnica para abordar la hipófisis
en perros. Se convirtió en su interés primordial el poder llegar a aquella pequeña glándula infracerebral que se encontraba
tan protegida por estucturas óseas (la silla turca) y meníngeas.
Así se dedicó a hacer hipofisectomías en muchos animales y a
tratar de correlacionar la clínica que seguía con las funciones
hipofisiarias. De allí postuló (al tiempo que mejoraban las técnicas histoquímicas) que la acromegalia era debida a un exceso
de hormona del crecimiento producida en tumores eosinófilos
y que el síndrome poliglandular –con adiposidad, hipertensión,
diabetes, osteoporosis y otras manifestaciones- era en realidad
causado por tumores basófilos en el centro de la hipófisis, por
lo que este basofilismo hipofisiario comenzó a denominarse la
Enfermedad de Cushing. Su creciente experiencia con pacientes que presentaban tumores hipofisisarios lo llevó a concluir
que los tumores que generaban hipofunción eran responsables
del síndrome adiposo-genital y de unas formas de enanismo,
mientras la hiperfunción causaba la acromegalia y el gigantis-
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mo, pero además hizo énfasis en que las disfunciones hipofisiarias tenían una marcado efecto sobre el resto de las glándulas
del sistema endocrino.
Broussais:
El Mensaje Errado De La Medicina Gala
La medicina colombiana, como la medicina internacional en su
conjunto, experimentó durante todo el siglo XIX una fuerte impronta de la medicina francesa, por dos razones. La primera, por
la atracción que el desarrollo político y cultural francés ejerció,
al menos desde la Revolución de 1789, sobre nuestro país. La
segunda, por los grandes logros que la medicina francesa alcanzó también después de la Revolución, logros que la convirtieron
en la vanguardia de la llamada medicina “científica”.
La medicina fisiológica de Francois-Joseph-Victor Broussais
(1772-1838) ejerció una amplísima influencia en Europa y en
todo el mundo durante las primeras dos o tres décadas del siglo
pasado. Más allá de sus doctrinas propiamente médicas, su importancia radicó en la crítica que hizo a la medicina del Antiguo
Régimen. Su esquema patogénico es bien sencillo: la irritación
excesiva a nivel del tubo digestivo acaba transformándose en
inflamación que, por simpatía a través del sistema nervioso, actúa sobre el resto del organismo, provocando los síntomas generales. Para este médico la mayoría de las enfermedades se debía
a exceso de irritación (enfermedades esténicas), por lo cual propugnó una terapéutica debilitante, en que la técnica de la sangría
ocupó un lugar central. Se decía en Francia que Broussais había
derramado más sangre que la que había corrido en las guerras
napoleónicas. Las doctrinas de Broussais llegaron a Colombia
con algunos médicos franceses después de 1810: Pierre-Paul
Broc, Bernard Daste, Desiré Roulin, Eugéne Rampon, Hipolite
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Villaret, Antoine de Laloubie. Los más decididos partidarios de
Broussais fueron los dos primeros. La difusión de sus doctrinas,
como sucedió en Europa y en otras partes del mundo, se cumplió en polémica con las doctrinas del escocés John Brown, a
quien el propio Broussais había combatido con el mismo ardor
con que combatió los sistemas médicos del siglo XVIII. Los
defensores de las doctrinas de Brown fueron los médicos ingleses y escoceses que vinieron con la Legión Británica, y otros
médicos británicos que llegaron por vías diferentes. La polémica, a su vez, envolvió a los médicos criollos.La medicina de
Broussais impregnó el plan de estudios de 1826 para la Escuela
de Medicina de la Universidad Central de Bogotá, aun cuando entre los textos recomendados figuraban obras de grandes
nombres de la medicina “propiamente moderna” que se estaba
gestando en los hospitales y escuelas de medicina de Francia,
como Bichat, Magendie, Pinel, Bayle, Roche y Orfila. Las ideas
de Broussais dominaron la práctica de los médicos colombianos
de las primeras décadas del siglo XIX en los centros urbanos
de cierta importancia, como Bogotá, Medellín, Cartagena y Popayán. Pero mientras la influencia de Broussais se imponía en
las primeras décadas del siglo XIX, otros de sus connacionales
trabajaban ardorosamente en los hospitales de París reformados
por la Revolución Francesa e iban conformando la medicina
hospitalaria o anatomo-clínica. Se llamaban Jean-Nicolas Corvisart (médico de Napoleón), René-Theophyle-Hyacinthe Laennec, Xavier Bichat, Gaspard-Laurent Bayle, entre otros. Esta
medicina sólo habría de aclimatarse hacia los años sesenta del
siglo pasado.(Apartes del artículo La medicina en Colombia, de
la influencia francesa a la norteamericana.
Por aquella época la medicina definitivamente hablaba francés,
al menos en nuestro medio. Contrasta la posición dogmática y
autoritaria de Broussais con unas nuevas teorías (que fue impuesta a las escuelas médicas y a colegas al mejor estilo de
30
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Claudio Galeno, aunque sólo por unas pocas décadas) y la de
otros médicos que aportaron conocimientos reales a este campo; recordemos a los galos contemporáneos del anterior como
Pasteur, Corvisart, Bernard, Laennec, Bichat, o clínicos como
Charcot y Trousseau o Brown-Séquard. Los médicos influyentes que postulaban alguna hipótesis, la trataban como un
dogma, sin someterla al filtro de la investigación. No podemos
sin embargo ser demasiado críticos de Broussais, pues muchos
de los científicos de aquellos tiempos –como Virchow- se opusieron a los hallazgos de otros no menos importantes- como
Semmelweis. Pero no hay duda que en instituciones se sumo
prestigio como la Academia Francesa de Medicina, tomaban
asiento los pioneros que modernizaron la medicina.
Semmelweis,
El de la Fiebre Puerperal
Ignaz Philipp Semmelweis fue un médico húngaro que los
veintiocho años fue nombrado asistente de la primera clínica
ginecológica de Viena, universidad en donde enseñaban –entre otros-Skoda y Rokitanksky. Era una época en que la fiebre
puerperal hacía estragos, pero la mortalidad de las puérperas
era mucho mayor en la primera clínica ginecológica que en la
segunda; a la primera clínica concurrían estudiantes de medicina y a la segunda, no. Estos iban allí a asistir los partos, pero
lo hacían después de haber estado disecando cadáveres en el
pabellón de anatomía. Se dieron muchas razones para esto, pero
Semmelweis no creía que tuviesen ninguna validez. Cuando el
legista Kolletschka, al hacer una autopsia se pinchó en un dedo,
murió con los mismos síntomas que los de la fiebre puerperal; el
ginecólogo húngaro demostró que la causa estaba en el material
putrefacto de las manos de los estudiantes. Estableció entonces
-entre otras medidas- el lavado de manos de los estudiantes con
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agua de cloro. La mortalidad bajó a cifras menores que las de
la segunda clínica y las de las parturientas de la calle. Infortunadamente no le creyeron y le declararon la guerra, por lo que
se retiró y posteriormente enloqueció, muriendo a los cuarenta
y siete años. Con Lister se considera un pionero de la antisepsia
y de la causa microbiológica de las infecciones.
Juan XXI, El Papa Médico
El fallecimiento del admirado Juan Pablo II y la rápida elección
del sucesor Benedicto XVI, ha llevado a un resurgimiento de la
Historia de los Papas en las librerías mundiales. Se dice entonces que ha habido seis u ocho papas alemanes, cuatro españoles,
más de cien italianos, etc. Que hubo antipapas, que si existió o
no la papisa Juana, etc. La historia de los sumos pontífices ha
sido la historia de Europa durante siglos, por su importancia
rectora de los destinos de la cristiandad.
Pues bien, también hubo un Papa médico. Se llamaba Pedro
Rebuli Juliano y nació en Lisboa entre 1210 y 1220, siendo hijo
del médico Julião Rebelo y de Teresa Gil. Inició sus estudios en
la escuela episcopal de la catedral en el puerto lusitano, y luego
estudió dialéctica, lógica –y en la cátedra de San Alberto Magno- física y metafísica aristotélica en la Universidad de París
(aunque hay quienes dicen que estudió en Montpellier). Enseñó
medicina en Siena y dejó unas treinta y siete obras escritas,
entre ellas El Tesoro de los Pobres (Thesaurus pauperum), un
recetario sui generis como todo en la medicina medieval, hecho para usar en la casa; esta colección de prescripciones se
basó en escritos de Constantino El Africano, Benvenuto de Jerusalén y de Zacarías, pero es un libro diferente al que con el
mismo título escribió Arnaldo de Vilanova. Preparó también
un tratado sobre terapéutica para las enfermedades de los ojos
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(de oculo) y un comentario sobre el alma (De animae), donde
combina teorías agustinianas y de Avicena, de quien sigue su
orientación en el tema de la psicología. También escribió dos
comentarios sobre Hipócrates: De regimine auctorum y Prognostica. En 1268 fue nombrado médico por Gregorio X (época
en la que escribió el Thesaurus), además de Arzobispo de Braga
y Cardenal-obispo de Tusculum. Algunos dicen que al igual fue
médico del cardenal Fieschi (Adriano V).
Es interesante sobremanera la polémica que existe sobre si este
Papa fue el mismo Pedro Hispano –o de España- autor de la
famosísima obra Summulæ logicales, el texto que enseñaba la
lógica a base de nemotecnias y que –al igual que la Materia
Medica de Dioscórides- alcanzó varias ediciones y fue el más
popular de la Edad Media. Mauricio Beuchot –de la UNAM
deMéxico- afirma que en la historia de la enseñanza de la lógica medieval, el libro de texto más usado, editado, difundido,
comentado y adaptado de aquel entonces -desde el siglo XIII
hasta el siglo XVII- fue el de Pedro Hispano, cuando es desbancado por la filosofía y la ciencia modernas…se había creído
que Pedro Hispano era Pedro Juliâo, pero… los hallazgos de
Angel d’Ors han hecho pensar que lo más probable es que Pedro Hispano no haya sido ese pontífice, sino un dominico que
está enterrado en el convento de Estella, Navarra. La obra de
este último, Tratados o Súmulas de lógica, escrita en la década
de 1230, fue la más utilizada en la Edad Media y aun mucho
después, hasta bien entrado el siglo XVII, en plena irrupción
de la modernidad. Tal vez el origen de la duda está en la gran
cantidad de nombres con que se recuerda a este personaje:
Joannes Petrus Juliani Ulyssiponnensis, Petrus Hispanus dicut
Petrus Julian, Petrus Julianus patria Lusitanus, Petrus physicus,
Magister Petrus physicus, Dom Pedro Juliano, Mestre Pedro
fisico, Pierre d’Espagne, Pierre de Portugal, Petrus hispanus
portucalense, etc. Enciclopedias antiguas como el Diccionario
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Enciclopédico Hispano-americano de Montaner y Simón, Barcelona 1893, no mencionan la obra
filosófica de este Papa, sino El Tesoro de los Pobres y la dificultad de su elección; existía la discusión –incluso apoyada por él mismo- de que los cardenales no tenían que someterse a las leyes
del cónclave, por lo que lo tildan de libre. Estas leyes fueron promulgadas en el Consejo General
de Lyon, donde él participó como médico de Gregorio X y donde fue nombrado obispo. Pero la
mayoría de los autores modernos afirman que Pedro Hispano –recordado por un famoso instituto educativo y un hospital en España- era el mismo Pedro Juliano Papa, más allá de cualquier
sombra de duda. Y si así fue, se trataba de un hombre universal –al mejor estilo de Leonardo Da
Vinci- un personaje que se adelantó al Renacimiento, y –como Galeno, aunque no tanto- escribió
muchas obras. Profesores y alumnos sentían que el texto de Pedro les brindaba lo más necesario y útil de la lógica escolástica medieval, y consagraron su obra como la mejor. Y tal vez el
mismo apoyo que recibió de la orden dominicana ayudó a que su preferencia se consolidara. Su
presencia se extendió por toda Europa, y después fue llevado y difundido en América, de modo
que Pedro Hispano es uno de los maestros del pensamiento occidental. Conoció numerosísimas
ediciones, y con el advenimiento de la imprenta su alcance se multiplicó. Pocas obras han sido
tan reeditadas y usadas efectivamente en la enseñanza como las Súmulas de Pedro. Dante celebró este tratado sobre la dialéctica, compuesto en doce librillos.
En 1276, al ser elegido Papa, tomó el nombre de Juan XXI (que ha debido ser XX, pues el que
así se llamó fue un antipapa), favoreciendo el escolasticismo en la lucha de la Universidad de
París. Buscó la unión con la Iglesia griega, reorganizó las finanzas pontificias, mandó reformar
la Universidad de París y favoreció a Carlos de Anjou, luego Carlos I de Nápoles y Sicilia, en su
rivalidad con Rodolfo de Habsburgo; medió entre Alfonso X de Castilla, El Sabio y Felipe III de
Francia, El Atrevido. Logró que Alfonso III de Portugal respetara los bienes de las iglesias. También lo califican de ambicioso –políticamente- pues se mezcló en las controversias de Felipe IV
El Hermoso –rey de Francia- y Sancho IV El Bravo, rey de Castilla. En este punto vale la pena
aclarar que reyes y príncipes se peleaban por el poder, hijos contra padres como en el caso de
Sancho, hijo de El Sabio. Los matrimonios de conveniencia estaban a la orden y el Papa jugaba
un papel político muy importante pues decidían el reconocimiento de determinado monarca en
vez de otro aspirante. A Felipe IV no le fue muy bien, ya que por el lado materno pertenecía a
la familia Suavia, tradicionalmente enemiga del papado. Intentó iniciar una nueva cruzada, que
se frustró por la muerte de Jaime I, quien le acompañaría en esta empresa guerrera. Duró en la
sede ocho meses. Fue enterrado en la catedral de Viterbo, que había mandado construir, al igual
que una especie de estudio personal, hecho para su comodidad. Durante la construcción de esta,
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fue un día a revisar personalmente el estado de las obras de la
catedral, pero las vigas y piedras del edificio sobre él se vinieron el 20 de mayo de 1277. Posterior al papa portugués vivió
otro filósofo, a quien se conoce como Pedro Hispano, el junior.
En el siglo XIX vivió Pedro Juliano Eymard, quien fue santo y
fundador de la orden de los padres sacramentinos.
Stephen Hawking
Este científico inglés proviene de una familia inglesa de Oxford
sin mayores recursos económicos y está paralizado de pies a
cabeza por una enfermedad degenerativa que desde hace treinta
años ha ido acabando poco a poco su movilidad (los síntomas
le comenzaron desde su niñez y a los veintiún años le fue diagnosticada una esclerosis lateral amiotrófica). Sin posibilidades
de hablar porque una traqueotomía le dañó las cuerdas vocales,
está condenado irremediablemente a que lo bañen, lo alimenten y lo vistan. A pesar de esto, Hawking no se resignó a vivir
como un inválido. Se recuperó de una profunda depresión y
decidió estudiar física. No solamente se doctoró, sino que dejó
una huella profunda en la ciencia. Por encima de todo, cuando
fue descubierta la causa del deterioro de su salud, este hombre
no sólo estaba condenado a ser parapléjico, sino que le fueron
diagnosticados tres meses de vida, los cuales superó con determinación y espíritu de lucha, para convertirse en la columna
vertebral de la física cuántica, y de paso en el científico viviente
más reconocido. A pesar de que únicamente puede mover los
ojos y escasamente los dedos de una de sus manos, ha escrito
varios libros. Sus publicaciones han vendido millones de copias
alrededor del mundo. Actualmente tiene 60 años, es profesor,
está casado y viaja por el mundo dictando conferencias. Vive
sentado en una silla de ruedas, a la cual le ha sido integrado
un procesador de palabras con dos mil seiscientas expresiones
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programadas, de las cuales él escoge una presionando levemente un botón. Paulatinamente va formando las frases, que luego
pueden transformarse en habla por medio de un sintetizador.
De esta dificultosa manera Hawking se comunica y escribe sus
libros.
Lo más maravilloso es que rodeado de estas circunstancias ni
siquiera ha perdido el sentido del humor. Stephen Hawking no
se descalificó a sí mismo por lo que no tenía y se enfocó en
creer que su fuerza y su capacidad de actuar eran los elementos
de los que él dependía. En vez de sentirse como una víctima y
auto compadecerse, decidió que su voluntad y su poder eran
mayores que las circunstancias, por adversas e insuperables que
éstas parecieran.
Un Sabio Hispano
La ciencia no habla castellano, es algo que damos por conocido.
Se necesitan equipos humanos, adecuadas instalaciones, meditadas metodologías, para lograr los descubrimientos; pero ante
todo está la mente y dedicación obsesiva del sabio, para que
encuentre algo concreto en la maraña de lo que escudriña. Esto
último permitió a un científico ibérico de principios de siglo,
don Santiago Ramón y Cajal, describir la “ley de neuronas”, a
pesar de no haber realizado su trabajo en un país rico.
Según él académico Álvaro Rodríguez Gama –lexicólogo, psiquiatra y del consejo asesor de Tensiómetro- Ramón y Cajal
investigó en 1888 las conecciones de las células nerviosas y
desarrolló métodos de tinción que se aplicaran exclusivamente
a las neuronas y los nervios, mejorando los de Camilo Golgi
con nitrato de plata e inventando uno propio con oro. Con estos
métodos demostró que la neurona es el elemento fundamental
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del tejido nervioso y estudió la estructura del cerebro, cerebelo, medula espinal, nervios raquídeos y centros sensoriales, especialmente la retina. Parece increíble pero –a pesar de los muy
importantes aportes de Ramón y Cajal a la ciencia- no parece existir ningún epónimo con su
nombre, mientras que Golgi es recordado por su aparato. Dicen que para políticos, científicos
–y en general figuras de fama- es importante tener un nombre corto, sonoro, impactante: es más
fácil recordar a Colón que a Jiménez de Quesada.
Llama bastante la atención que el sabio fue muy díscolo de niño, que su padre médico ni siquiera
pudo organizarlo como asistente de un zapatero; como infante problema, terminó siendo recluído
en la cárcel por tres días, los que le sirvieron para meditar intensamente y cambiar su vida. Más
tarde, al lado de su padre, ha de dibujar preciosas láminas anatómicas en las tempranas épocas
del Museo Anatómico de Zaragoza; viajará a Cuba como patriota idealista, para presenciar el
desvanecimiento del imperio español y de paso “pescar” un paludismo, que le inhabilitaría por
un tiempo pero que le permitiría aprender inglés.
Su inteligencia polifacética le convertiría en un literato -algo frustrado-, de fluida prosa, de
lengua castiza y de fino sentido crítico, pues dejó varios libros no médicos. Pero su obra fundamental estará en la neuro-histología, pues al pie de un viejo microscopio (elemento que prefirió a pesar de tener otros nuevos y más sofisticados) estudió la unidad nerviosa que llamó “la
neurona”, mostrando cómo impera en el encéfalo la ley anatómica del contacto entre somas y
arborizaciones y la ley fisiológica de polarización dinámica. Se basó en métodos del italiano
Camilo Golgi, de personalidad contrapuesta a la sencilla de Cajal, con quien compartió uno de
los primeros premios Nóbel de Medicina en 1906.
La Enfermedad de Parkinson
El pasado once de abril se celebró el día mundial de esta enfermedad que afecta a uno de cada
mil habitantes y a cerca de un dos por ciento de los mayores de 65 años. Se caracteriza por una
pérdida de neuronas en la sustancia negra, que provoca un déficit de dopamina en los ganglios
basales. Los síntomas de la enfermedad (lentitud, falta de expresión facial, dificultad para andar,
rigidez, temblor, etc.) son más intensos cuanto mayor es el déficit de la dopamina, por lo que se
utiliza la levodopa, la carbidopa, la amantadina y –para mejorar los signos motores- la cirugía
mediante estimulación. En la prevención se ha observado que podrían servir los modernos anti-
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inflamatorios inhibidores de la Cox-2. El inglés James Parkinson (1755-1824- era un médico y
geólogo, discípulo de James Hunter- nos cuenta el psiquiatra Álvaro Rodríguez Gama. Como
estudió la parálisis agitante, esta enfermedad lleva su nombre (www.parkinson.at) Sin embargo
los médicos conocemos poco de sus actividades paleontológicas: Un grupo de molusco fósil del
grupo de los amonnitas lleva el nombre de parkinsonia en su honor. Fundó además la Sociedad
Geológica de Londres.
El Bacilo de Hansen
Gerhard Armauer Hansen (1841- 1912) nació en Bergen (Noruega) y se hizo médico en Cristianía (Oslo) en 1866, ejerciendo en las islas Lofoten y en el hospital de leprosos de Bergen en 1868.
Viajó a Bonn y Viena y se dedica a la microbiogía. Es justo reconocer que aunque la historia
premia a Hansen – descubridor del bacilo (1876) y un convencido de la posibilidad de contagioel famoso leprocomio de Bergen se había constituido gracias a los esfuerzos de Daniel Cornelius
Danielssen (con cuya hija Fanny se casó Hansen) y Carl Boeck, que descubrieron un síndrome
que lleva sus nombres, una forma de lepra caracterizada por hiperestesia seguida de anestesia,
ulceración, gangrena y mutilación. Virchow visitó a Danielssen para aprender de lepra. En realidad lo que ocurrió fue que este último favorecía la teoría hereditaria, aunque no descartó lo del
contagio. Se nos ocurre una similitud entre la situación de suegro y yerno con la de McLeod y
Banting en el descubrimiento de la insulina.
El bacilo se descubrió cuatro años de que Koch hiciera lo propio con la otra micobacteria. Este
último -en 1879- mejoró las tinciones, encontrando abundantes bastoncitos en tejido leproso y
Neisser -1879- demostró la presencia de bacilos en dicho material. Cuenta Roberto De Zubiría
en un artículo publicado en Medicina (Academia Colombiana) una anécdota: El padre Evasio
Rabagliati, gran benefactor de los leprosos en Colombia decidió hacer un viaje a Bergen, Noruega para investigar las posibilidades de organizar en Colombia leprocomios semejantes a los
noruegos y se entrevistó con Hansen en 1906.
Lo que más me sorprendió - dijo Hansen- fue saber que hace un siglo no había más de cien leprosos en Colombia y que hoy son varios miles. ¡He ahí la prueba de que la lepra es contagiosa!
Y añadió: Hace 35 años - cuando me consagré a esta enfermedad- no había menos de 4.000
leprosos en Noruega; hoy no pasan de 600, y espero que dentro de poco hayan llegado a cero.
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Querido profesor -le preguntó Rabagliati -¿Ha curado usted a
muchos leprosos en estos 35 años? Curaciones radicales ninguna hasta la fecha y temo que no lo lograremos nunca –contestó
Hansen- ni yo ni otros... Lo han creído algunos médicos, entre
otros el Dr. Carrasquilla- colombiano-pero yo no lo creo. Era la
época de los leprocomios cerrados y el aislamiento más completo de los pacientes, para evitar el contagio.
El Mycobacterium Leprae
• Es un mycobacterium, con algunas semejanzas con el B.
Tuberculoso.
• Contiene gránulos rojos.
• Es Gram positivo.
• Es intracelular exclusivamente.
• Infecta la piel, los nervios cutáneos y la mucosa nasal.
• La infección se localiza en especial en áreas frías del cuerpo y crece muy bien entre 27° - 30°C.
• El bacilo tiene un receptor en la célula de Schwann, que
corresponde a un alfa- distroglicano.
• El M. leprae se reproduce muy lentamente.
• Es un parásito obligadamente intracelular y con características inmunológicas bastante peculiares.
• El genoma tiene una megabase 2,8, representado por 140
clones en 4 distribuciones de los cuales se han secuenciado
un 60%.
• Hay pocos genes, en el cromosoma del bacilo de Hansen
(menos del 40% de la capacidad de codificación).
• Las proteínas que se han podido codificar son la clave de
“Factores muy virulentos “y responsables del tropismo del
M. leprae por las células de Schwann, su desarrollo intracelular obligado y la incapacidad de crecer en medios
artificiales.
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• Parece que el M. leprae presenta una deficiencia para manejar factores de estrés como la deficiencia de oxígeno y
el calor, el hierro y otros metales, lo mismo que presenta deficiencia en los sistemas de transporte y los controles
metabólicos.
• Las proteínas del bacilo son reducidas y se han identificado
las proteínas pequeña y grande de estrés, la superóxido dismutasa, la bacteria-ferritina y otra proteína semejante a las
de las enfermedades que tienen esporulación.
• En la lepra tuberculoide, parece existir gran reacción defensiva contra el bacilo y hay un gran aumento de CD1A,
CD1B y CD1C.
• En la lepra lepromatosa hay ausencia de defensas inmunológicas celulares y no hallaron expresión de antígenos CD1.
• En pacientes lepromatosos puede existir un anticuerpo contra un glicolípido fenólico que produce el bacilo.
La prueba de tuberculina de
Mantoux
Koch -fallecido en 1910- había purificado su tuberculina en
1897, con la que se realizarían las pruebas diagnósticas con lo
que llamó la reacción de depósito. Clemens Freiherr von Pirquet
-pediatra austríaco (1874-1929)- cambió en 1907 esta inyección
subcutánea por una escarificación, aunque ya en 1903 Kligmuller la había hecho intradérmica; este método fue mejorado por
Félix Mendel y luego en 1908 por Charles Mantoux, un médico francés (1877-1947). Egresado de la Universidad de París,
fue alumno de Broca y de Hutinel. Se estableció en Cannes y
trabajó en un sanatorio para enfermos tuberculosos. En 1908
Mantoux presentó su trabajo sobre reacciones intradérmicas a
la Academia de Ciencias y lo publicó en 1910. Mostró que su
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prueba era más sensible que la antigua de Pirquet, logrando de
esta manera que su método reemplazara al anterior. Mantoux
desarrolló una prueba para proteger el ganado de tuberculosis
y la aplicó a cerdos y caballos. También hizo estudios radiológicos de tuberculosis y escribió sobre el derrame pleural y la
fiebre. Fue uno de los primeros médicos en emplear el neumotórax artificial y estudiar sus efectos en las cavernas.
Neurocientíficos
pierden examen de admisión
• París, 1888. Babinski y su colega Gilles de la Tourette no
pudieron superar un examen de admisión a la enseñanza
universitaria por la manifiesta enemistad mostrada por el
presidente del jurado, Charles Joseph Bouchard; dos años
antes el gran neurólogo Jean.Martin Charcot había nombrado al polaco-francés Babinski como jefe de clínica en
Salpêtriere. Bouchard era rival acérrimo de Charcot y no
podía aceptar el éxito de dos de los discípulos de éste (SIIC
Salud), así hubiera quedado unido para la posteridad con
el inmortal compatriota en lo que se denominó luego el
aneurisma de Charcot-Bouchard. En un estudio publicado
en 1867 en París – que trataba de algunos asuntos en la patogenia de las hemorragias cerebrales- se describieron los
micro-aneurismas de los pequeños vasos cerebrales perforados que pueden causar sangrados intra-craneanos.
• Ocho años más tarde, Joseph-Francois-Félix Babinski (18571932) logró la diferenciación entre la respuesta plantar fisiológica y la patológica, signo que describió en un artículo de
veintiocho líneas –en el Comptes Rendus de la Sociedad
de Biología- donde sugirió su relación con perturbaciones
orgánicas del sistema nervioso central.
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• Georges Gilles de la Tourette (1857-1904) escribió una notable serie de trabajos sobre hipnosis y neuropatología, y un libro sobre Teofrasto Renaudot. Lo recordamos por un trastorno
que cursa con tics respiratorios y vocales que ocurren frecuentemente a lo largo del día y
duran por lo menos un año. Los americanos –tan dados a las palabras cortas- lo han llamado
el Tourette’s syndrome.
• Al internista Bouchard lo recordamos por los nódulos artrósicos localizados en las articulaciones inter-falángicas proximales de los dedos de la mano. Son similares a los nódulos de
Heberden, que cuando están en posición juxta-falángea, se llaman nódulos de Bouchard.
• Jean-Martin Charcot (1825-1893) ha sido mucho más nombrado. Profesor también de Bidet
y de Sigmund Freud, fue un estupendo clínico y neurólogo que estudió la histeria y la trató con hipnosis, y muchos signos y enfermedades llevan su nombre. Existen los siguientes
epónimos: enfermedad de…, fiebre de…, edema de…, articulaciones de..., síndrome de…,
triadas (I y II) de…, vértigo de…, zonas de…, cristales de Charcot-Leyden, enfermedad de
Charcot-Marie-Tooth, cristales de Charcot-Neumann, síndromes de Charcot-Weis-Baker y
de Charcot-Willebrand, parálisis de Erb-Charcot, geroderma de Souques-Charcot, etc. Y en
pleno apogeo de sus carreras, los dos clínicos describieron los mencionados aneurismas de
Charcot-Bouchardt. ¡Vaya hospital este de La Salpêtriere de aquella época!
Osler, el grande de la medicina interna
William Osler (1849-1919) -profesor de medicina- nació en Bond Head, Tecumseth, cerca de Toronto, Canadá en el hogar del Reverendo Feather Osler y su esposa Ellen Free Picktory. Nieto del
médico inglés Edward Osler y sobrino del doctor Edward Osler. Casado con Grace Linzee Revere
Gross. Estudió en la escuela del Colegio de la Trinidad de Weston y al terminar sus humanidades
ingresó a la Facultad de Teología del mismo colegio en Toronto. En 1868 ingresó a la Facultad
de Medicina de Toronto, dos años después viajó a Montreal para continuar sus estudios en la
Universidad de McGill. Obtuvo su grado de Doctor en Medicina y Magister en Cirugía en 1871.
Hizo estudios de posgrado en Londres, Berlín y Viena y regresó a Montreal como 1875. Patólogo
del Hospital General de Montreal y Profesor de fisiología, patología y medicina la Universidad
de McGill. En 1889, fue Profesor de Medicina de la Universidad de Pensilvania, la facultad de
medicina más antigua de los Estados Unidos, fundada en 1765. Posteriormente fue llamado para
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ser Profesor de Medicina del Hospital y de la nueva Universidad
de Johns Hopkins en Baltimore. Con William Halsted, Jefe de
Cirugía, William Welch, Profesor de Patología y Howard Kelly,
Profesor de Obstetricia y Ginecología, organizaron el famoso
hospital e iniciaron la Facultad de Medicina. Osler inició las
Conferencias clínico-patológicas y fue autor del aforismo: “el
secreto del cuidado del paciente es… cuidarlos”. Osler se retiró
y viajó como Profesor a la Universidad de Oxford en Inglaterra,
en donde contribuyó a hacer cambios de gran importancia en
la Facultad de Medicina. Durante su brillante carrera describió
un gran número en enfermedades, entidades y signos que llevan
su nombre. Fue autor del texto “Principios y Práctica de la Medicina” que tuvo un gran número de ediciones y de más de un
centenar de artículos científicos, humanísticos e históricos.
Perteneció a numerosas asociaciones profesionales entre ellas
el Colegio Real de Médicos de Inglaterra, de Londres y del
Canadá. Fue fundador de la Asociación Medica Norteamericana. Recibió el titulo de “Sir” de la corona británica. Falleció en
Oxford. Su nombre se recuerda en la Biblioteca de la Universidad de McGill y en numerosos libros y artículos que ensalzan
su memoria.
Roberto Koch
Acaban de cumplirse 160 años del nacimiento del sabio alemán
Roberto Koch (1843-1910), laureado con el premio Nóbel de
Fisiología y Medicina. Koch fue un muchacho diferente a sus
hermanos, pues en vez de divertirse con los juegos tradicionales prefería observar cuidadosamente la naturaleza; deseaba
ser aventurero, explorar las selvas africanas, los glaciares del
Ártico, visitar lejanos países; y cosa paradójica mientras sus
hermanos viajaron a probar fortuna en América, su madre lo
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retuvo a su lado, y en los primeros cuarenta de los sesenta y
siete años de su fructífera vida, Roberto deambuló en un área
relativamente reducida de su país de origen.
Si quiso ser médico fue para poder embarcarse como galeno de
navío y cumplir con sus anhelos de visitar tierras extrañas; pero
la suerte le deparó casarse con Emmy, la novia de la infancia,
e irse de médico rural a Wollstein. La clientela crecía, y Emmy
estaba feliz más no Koch, enamorado de su microscopio. Se
inquietó por la muerte de las reses y ovejas de la región, por un
misterioso mal que las destruía en 3 días. Con un microscopio
más potente, regalo de su esposa, observó unas pequeñas varitas en la sangre de los animales enfermos; por medio de nuevos
caldos de cultivo, procesos de incubación y de esterilización,
inoculación de animales pequeños en un rudimentario laboratorio y prácticamente sin recursos pero con técnicas inventadas
por él, pudo observar cómo el bacilo del ántrax cumplía con sus
propios postulados que años después se volverían clásicos en
la ciencia que estaba ayudando a desarrollar: la bacteriología.
Fueron estos cuatro postulados los obligatorios para el estudio
de las bacterias infecciosas: detectar el mismo microbio en todos y cada uno de los casos en que aparezca la enfermedad,
aislar el microbio y cultivarlo fuera del cuerpo, inyectarlo en un
animal y producir otra vez la enfermedad, extraer el microbio
del animal contaminado para repetir todo el procedimiento. Se
hizo entonces a una reputación, y años después se trasladaba
a Berlín a trabajar por cuenta de la Oficina Imperial de Salubridad. Con orgullo patrio se puso a aplicar sus postulados
en la terrible enfermedad llamada tuberculosis, y los fracasos
iniciales se tornaron en victoria cuando observó las varitas de la
“mico bacteria” (que llevaría su nombre), pero sólo al colorearlas con azul de metileno vio también cómo la incubación era
mucho más lenta que la del ántrax, pero igualmente fatal. No
había duda, las enfermedades infecciosas eran producidas por
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microorganismos, y la bacteriología, o mejor la microbiología,
era una moderna y promisoria ciencia. Vino luego el descubrimiento del vibriocoma del cólera que en forma epidémica
causara tantas muertes en Egipto y Asia; el premio Nóbel era
consecuencia lógica de tanto esfuerzo investigativo original.
Fracasó Koch en dos cosas: en la aplicación de la tuberculina
como tratamiento de la tuberculosis, cuando en realidad sólo
sirve para detectar algunos casos del mal: y en su matrimonio,
pues se divorció de Emmy para casarse luego con una joven estudiante de arte, con quien ahí sí, satisfizo todas sus ambiciones
de viajar y de descubrir más gérmenes. Probablemente tan importante como su trabajo en la tuberculosis, sean los llamados
Postulados de Koch que establecen las condiciones para que un
organismo sea considerado la causa de una enfermedad.
Murió el 27 de mayo de 1910 por un ataque al corazón en Baden-Baden a la edad de 66 años.
El Medico Doyle
Edimburgo lo vio nacer en 1859 y también estudiar medicina en
su provinciana facultad. Dicen que se dedicó a la oftalmología;
aunque nos imaginamos que en su ejercicio en Southsea, Londres y África del Sur practicara también la medicina general
pues la época no daba para muchas especializaciones.
Discípulo de los jesuitas en un comienzo, creyente y estudioso
del espiritismo al final, dio conferencias y sostuvo polémicas
sobre este tema en Europa y Norteamérica, “pero sin un auditorio demasiado respetuoso”, dice un biógrafo suyo. Escribió
obras sobre espiritismo y sobre asuntos históricos -como “La
gran guerra Boer” o “Historia de la campaña inglesa en Francia
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y Flandes”; pero a pesar de sus polifacéticos esfuerzos ya que
“deseaba que se le considerase como un científico y apóstol de
la causa espiritista” pues “escribir novelas policíacas no le parecía serio”, Sir Arthur Conan Doyle hubiera caído en el olvido
de no haber sido por su gran personaje de ficción, el espectacular detective de Baker Street, Sherlock Holmes. “Elemental
, mi querido Watson” (famosa frase que dicen nunca escribió
Doyle), le habría dicho Holmes; “Médicos hay muchos, pero detectives como yo, ninguno”. Cosa que los enemistó a los dos, así
el héroe de “The Hound of the Bakersvilles” hubiese forrado en
oro y hecho acreedor al título de “Sir” al oftalmólogo escocés,
cuya clientela habría dado la vuelta al mundo si sólo se hubiese
dedicado a corregir la miopía de sus millones de lectores.
Así como Claretta Petacci nos recuerda a “Il Duce”, el más que
centenario Sherlock nos muestra al médico Doyle, quien entre
consulta y consulta daba rienda suelta a su fantasía, tratando
de resolver el misterio de “A study in scarlet”. Al finalizar su
vida había dejado una fantástica herencia de saber, un tremendo
“armamentarium” para la prolongación de la vida humana y la
gloria inmortal para su nombre y la de su nativa Alemania.
El padre de los hermanos
Mayo
William Worrall Mayo (1819-1911) nació en Salford, Lancashire, Inglaterra el 31 de Mayo de 1819, hijo de James Mayo
y Anne Bouselle. Casado con Louise Abigail Wright, padres
de William W. y Charlie Horace, los famosos hermanos Mayo.
Comenzó sus primeras letras localmente y después pasó a
Manchester, en donde inició sus estudios de medicina, más tarde se trasladó a Glasgow y finalmente a Londres sin haberlos
completado.
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Se embarcó hacia los Estados Unidos en 1845 y trabajó en la
farmacia del Hospital Bellevue de Nueva York. Viajó a Indiana
y fue asistente del doctor Elizur Deming, fundador del Colegio
Médico de Indiana en La Porte. Allí obtuvo su titulo en 1850.
Posteriormente estuvo en San Luis, Missouri en donde trabajó
en el Departamento de Anatomía y después en el Departamento
de Medicina de la Universidad de Missouri. Allí recibió otro
grado de médico. Después de pasar un tiempo en Indiana, decidió mudarse con su familia a Minnesota. Trabajó durante una
época en La Sauer, fue médico de barcos fluviales y obtuvo un
cargo en la oficina de reclutamiento del ejército.
En 1864 se radicó en Rochester, Minnesota para desarrollar su
práctica médica. En 1969 viajó a Nueva York y a Filadelfia para
hacer estudios de cirugía y ginecología. Regresó a Rochester y
empezó a operar en las casas de los enfermos con la ayuda de
sus hijos Will y Charlie. En 1883, las Hermanas Franciscanas
iniciaron el Hospital Saint Mary, cuya construcción concluyó
en 1889. El doctor William M. Mayo -de 70 años- fue nombrado Director y sus dos hijos médicos se unieron para abrir
su Clínica y empezar la práctica hospitalaria. El doctor Mayo
fue alcalde, miembro del Concejo y miembro de la Junta Directiva Escolar. Falleció en 1911 y su nombre se recuerda en la
estatua que se erigió en el parque de su nombre en Rochester,
Minnesota.
William James Mayo,
Cofundador de la Clínica Epónima
Este cirujano general (1861-1939) nació en Le Sueur, Minnesota
en el hogar del Dr. William M. Mayo y su esposa Louise Abigail Wright. Hermano del Dr. Charles Horace Mayo, fue con
ellos cofundador de la Clínica Mayo. Estuvo casado con Hattie
Damon.
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Inició su escolaridad localmente, después pasó al la Escuela Central de Rochester. Durante su
juventud, recibió las enseñanzas básicas de su padre, estudió física y química y fue ayudante de
las operaciones que realizaba su progenitor. Al terminar la secundaria, viajó a Ann Arbor para
ingresar en la Facultad de Medicina de la Universidad de Michigan en donde obtuvo su grado de
Doctor en Medicina. Regresó a Rochester para ejercer la profesión con su padre. Realizó numerosos viajes de observación científica, entre los cuales se recuerdan los que hizo a Nueva York,
para observar el Policlínico de esa ciudad y la Escuela de Posgraduados. La contribuciones a la
cirugía del Dr. Willi -como se conocía familiarmente- fueron de la mayor importancia. Presentó
su experiencia con mil colecistectomias, y un número similar de gastrectomias. Pudo reconocer
y diferenciar los divertículos del colon del cáncer de ese órgano. Con su padre y su hermano
iniciaron el primer grupo de especialistas en su Clínica de Rochester. Con su hermano Charlie,
donó dos millones de dólares para iniciar la Fundación Mayo para Educación e Investigación.
Fue autor de seiscientos artículos científicos, un libro de Máximas, una de las cuales dice:”La
meta de la medicina es prevenir la enfermedad y prolongar la vida, el ideal de la medicina es
eliminar la necesidad del médico”.
Fue presidente de la Asociación Médica Norteamericana y del Colegio Americano de Cirujanos.
Recibió numerosas distinciones, entre ellas grados honorarios de su alma mater, de la Universidad de San Marcos, en Lima, de la Universidad de Manchester, Inglaterra e innumerables
condecoraciones. Falleció el 26 de Mayo de 1939. Su nombre se recuerda en la Estatua erigida
a los dos hermanos Mayo en la clínica que lleva su nombre y en el sello postal emitido por los
Estados Unidos en 1964.
Charles Horace Mayo
Este cirujano de cabeza y cuello, experto en tiroides y cofundador de la Clínica Mayo, vivió entre
1865 y 1939. Nació en Rochester, Minnesota, en el hogar del doctor William M. Mayo y su esposa Louise Abigail Wright. Fue hermano de William J. Mayo, el otro médico con el que fundó
la Clínica Mayo. Estuvo casado con Edith Graham. Inició su escolaridad localmente, después
pasó al la Escuela Central de Rochester. Durante su juventud, recibió las enseñanzas básicas de
su padre, estudió física y química y fue ayudante de las operaciones que realizaba su progenitor.
Al terminar la secundaria, decidió viajar para entrar al Colegio Medico de Chicago, que luego
dio origen a la Universidad Northwestern. Terminó sus estudios y obtuvo su grado de Doctor en
Medicina y Cirugía en 1888. Regresó a Rochester para trabajar con su padre y su hermano Wi-
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Revista Educativa Para la Salud
lliam James. Viajó a Europa, estuvo en Inglaterra, pasó a Francia y conoció a Luis Pasteur; continuó a Alemania para visitar
las clínicas quirúrgicas más importantes de la época. Regresó a
Rochester para trabajar con su padre y su hermano, establecer
la Clínica Mayo e iniciar sus labores quirúrgicas en el Hospital
St. Mary de las hermanas franciscanas. En 1908 fue honrado
por su alma mater con el grado de Maestro en Artes (MA).
Ese año presentó su experiencia con mil operaciones realizadas
sobre la glándula tiroides. Miembros de la Clínica aislaron la
tiroxina y recomendaron el uso del yodo para prevenir las crisis
tiroideas en la cirugía del bocio exoftálmico.*
El doctor Charlie -como era llamado familiarmente- escribió
más de seiscientos artículos científicos sobre diferentes temas
quirúrgicos y relacionados con la enseñanza de la medicina.
Con su hermano William James, creó la Fundación Mayo para
educación médica e investigación, fundación que iniciaron con
una donación de dos millones de dólares. Fue presidente de la
Asociación Médica Norteamericana y perteneció a numerosas
sociedades nacionales y extranjeras; recibió muchas distinciones
y condecoraciones. Falleció el 26 de Mayo de 1939. Su nombre
se recuerda en una estatua erigida a los dos hermanos Mayo en
la clínica que lleva su nombre y en el sello postal emitido por
los Estados Unidos en 1964.
* La tiroxina fue aislada por Kendall –de la Clínica Mayo- en la
navidad de 1914. Él le puso ese nombre y trabajó en su producción,
pero sólo logró unas decenas de gramos, suficientes para estudiar
sus efectos fisiológicos, punto de fusión, solubilidad y porcentaje de
yodo. Él le dio ese nombre, pero fue Harington quien logró identificar la fórmula correcta de la hormona en 1926, y al año siguiente
consiguió sintetizarla, para su producción industrial. Kendall obtuvo posteriormente el premio Nóbel por sus estudios con la cortisona
o compuesto E.
El yodo en gotas (como Lugol o como solución saturada de yoduro de
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potasio), o en infusión parenteral se ha utilizado para frenar en seco
la tirotoxicosis y la crisis tirotóxica en pacientes con enfermedad
de Graves. La administración pre-operatoria reduce notoriamente la
marcada vascularización de la tiroides de estos enfermos, facilitando la labor del cirujano. Toda clase de bocios –hipertiroideos, nodulares benignos y por supuesto malignos, tiroiditis crónicas- eran a
menudo operados en el transcurso del siglo XX, hasta mediados de
los ochenta; en el último cuarto de siglo se utiliza el yodo radiactivo
y/o antitiroideos para el tratamiento del hipertiroidismo, o terapia
supresiva en el manejo de nódulos, bocios coloides o de las tiroiditis
crónicas. La tiroidectomía total o casi total se practica (cada vez
más en reemplazo de las tiroidectomías subtotales) en el tratamiento
de cánceres de la glándula tiroides.
François Rabelais
Este médico, humanista, escritor del Renacimiento (ca.14841553) nació cerca de 1484 en la ciudad de Chinon en Francia
occidental. Hijo de Antoine Rabelais. Ingresó al convento muy
joven y se ordenó en 1521. Comenzó a estudiar la medicina -posiblemente con los benedictinos, en el Hôtel Santo-Saint-Denis
en París- y posteriormente ingresó a la facultad de medicina de
la Universidad de Montpellier: en 1530 se recibió de bachiller
de medicina y en 1537 obtuvo su grado de doctor. En Montpellier, Rabelais dictó conferencias sobre Hipócrates y Galeno.
Realizó disecciones anatómicas y era especialista en nuevas
enfermedades como la sífilis y la histeria. Inventó los bragueros para tratamiento de hernias e inmovilizadores para las
fracturas óseas. Publicó sus propias ediciones de los aforismos
de Hipócrates y del Ars parva de Galeno. En 1532 era médico
del Hôtel-Dieu, un hospital general en Lyons. En el mismo año
publicó su comedia famosa, Pantagruel, el hijo de Gargantúa.
Viajó a Roma como médico del obispo de París Jean du Bellay, más tarde cardenal. En Roma, Rabelais hizo estudios arqueológicos y botánicos. En 1536 entró en el monasterio de San
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Maur-les-Fossés. El Papa permitió que practicara la medicina.
En 1539 fue médico de Guillaume du Bellay en Turín. Rabelais
murió en abril 9 de 1553, en París. Su nombre es mundialmente
conocido por sus obras. Se recuerda en la universidad epónima
de Tours, Francia. El Gobierno Francés emitió un sello postal
recordatorio en 1976.
Johns Hopkins
Una de las instituciones médicas más sobresalientes de Norteamérica y del mundo, que es a su vez escuela de medicina, es el
Hospital de Johns Hopkins; cuando ha cumplido ciento quince
años, ha tocado un punto muy alto en el estudio, la enseñanza
y la investigación en medicina. Lleva el nombre de una de esas
personas ricas y altruistas que, para suerte de la humanidad,
destinan sus fortunas para beneficio del hombre, convirtiéndose
en patrones de la enseñanza, la cultura y las ciencias médicas.
Johns Hopkins un ejemplo de ellos, fue cuáquero, banquero,
solterón y multimillonario, quien decidió favorecer con su gran
fortuna (siete millones de dólares de la época), el desarrollo de
una universidad a la cual le agregó un hospital y una escuela de
medicina que se distinguieran por su calidad, excelencia y liderazgo. Ese conjunto de centros que hoy se llama Instituciones
Médicas de Johns Hopkins, ha conformado brillantes y connotados pilares en la educación y el desarrollo de la medicina
norteamericana y del mundo entero. En casi todos los rincones
del planeta tierra se encuentran médicos, biólogos, salubristas y
enfermeras que han tenido el privilegio de haberse entrenado en
una u otra forma en las mencionadas instituciones. La Universidad creada por el altruista Hopkins abrió sus puertas en 1876,
el Hospital en mayo de 1889 y la Escuela de Medicina cuatro
años más tarde. Fue su primer Presidente Daniel Coit Gilman,
graduado en Yale, donde fue profesor de geografía política en la
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Sheffield Scientific School. Las labores iniciales de Gilman incluyeron la visita que hizo en compañía de John Shaw Billings,
del Colegio Médico de Ohio, a los hospitales de enseñanza de
Londres, Leipzig, Berlín, Viena y París que sin duda influyeron
en el desarrollo de la Universidad, la construcción del hospital y
la selección del primer cuerpo profesoral. La concepción visionaria de su creador, fue que la docencia se hiciera en el Hospital
y que estuviese fundamentada ante todo en la investigación y
en las ciencias básicas; por esta razón sus primeros directores
establecieron que los docentes de estas materias laboraran de
tiempo completo y con salarios adecuados.
También estableció, por primera vez en Norteamérica, requerir para su ingreso un grado más allá del bachillerato o “High
school”, el “baccalaureate”, que implica 4 años de preparación
antes de iniciar los estudios médicos. Así mismo, al abrir la
Facultad de Medicina se diseñaron algunas reglamentaciones
y programas. Cuando la Comisión Flexner revisó la educación
médica en Norteamérica, anotó que Hopkins, con su Hospital y
Escuela de Medicina constituía un modelo en medio de muchos
centros de enseñanza anárquicos e incompetentes. La Comisión
pudo establecer que Hopkins había marcado la ruta a seguir en
la enseñanza de la medicina en Norteamérica, pues se dió cuenta que era la escuela que con firmeza introdujo la metodología
de “aprender haciendo”, y de que había sentado las bases de la
investigación clínica y del laboratorio. Más adelante implementó el primer programa de residencia y entrenamiento formal de
post grado, que hoy se encuentra a la orden del día en muchos
hospitales universitarios tanto de países desarrollados como en
vía de desarrollo. Un grupo de cuatro famosos médicos fue llamado a la fundación del Hospital: Sir William Osler, internista;
William Halsted, cirujano; William Henry Welch, patólogo y
Howard Atwood Kelly, ginecólogo. El mejor clínico, el mejor
cirujano, el mejor patólogo y el mejor ginecólogo, señaló alguna
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vez el doctor Aristides A. Moll, en su momento Secretario de la
Oficina Sanitaria Panamericana.
Halsted, El Gran Cirujano
William Stewart Halsted nació en Nueva York (1852) en el seno
de una familia distinguida y económicamente pudiente. Habiendo terminado sus estudios en una selecta escuela privada
de su ciudad natal, quiso ingresar a la Universidad de Yale para
realizar sus estudios médicos. Allí, no se sabe por qué no fue
aceptado, pero logró ingresar al College of Physicians and Surgeons en Nueva York, afiliado a la Universidad de Columbia,
en donde obtuvo su grado de Doctor en Medicina para luego
hacer su entrenamiento como cirujano en el Hospital Bellevue
en la misma ciudad.Después de varios años de exitosa práctica quirúrgica en Nueva York, viajó a Europa, y en Viena se
desempeñó como uno de los asistentes de Billroth, famoso cirujano de vías digestivas. Los años siguientes permaneció en
Alemania, en donde se benefició de las enseñanzas de hábiles
y connotados cirujanos de ese país como Volkmann, Kaposi,
Chiari, Zuckerkland y otros. Terminó sus estudios en el viejo
continente visitando en Suiza a Hermann Kocher, el virtuoso
de la cirugía y enfermedades del tiroides, con quien hizo una
profunda amistad que perduró por muchos años.
En 1883 se produjo la selección del cirujano que debía asumir
el cargo de Profesor y Jefe del Departamento de Cirugía del
Hospital de Johns Hopkins. En primera instancia fue llamado
Sir William Macewen, destacado cirujano de Glasgow, sucesor
de Lister, quien en un principio aceptó la designación, pero que
más tarde declinó por no parecerle adecuadas las condiciones
de trabajo y su remuneración. John Shaw Bilings y William
Henry Welch, quienes conformaban el comité de selección del
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recién nacido hospital, invitaron a Halsted, de 36 años, quien
ingresó a Hopkins como Profesor Asociado, para más tarde
-en 1889- ocupar la jefatura de cirugía que ejerció hasta 1922,
año de su fallecimiento. Sus preferencias quirúrgicas eran la
mastectomía radical, el reparo de las hernias inguinal y crural,
la cirugía del aneurisma y la tiroidectomía. Insistía en la radicalidad de la cirugía del cáncer de seno y la importancia de
extirpar el tumor en un solo bloque, lo que a su juicio evitaba
las recurrencias locales. Ideo la incisión que lleva su nombre,
que permite ser radical en la extirpación y a su vez el vaciamiento ganglionar de la axila. Incursionó con frecuencia en la
cirugía gastrointestinal, en la que también sobresalió diseñando
una técnica de sutura para las anastomosis intestinales que así
mismo lleva el nombre de Halsted.
Alexis Carrel (1873-1944), afamado cirujano francés, Premio
Nobel de Medicina en 1912, “en reconocimiento por su trabajo sobre la sutura vascular y trasplante de vasos sanguíneos y
órganos”, alguna vez anotaba que Halsted era la figura más
prominente de su época en la cirugía de los Estados Unidos
de América. Los historiadores señalan que cuando su madre
Doctores Welch, Halsted, Osler y Kelly padeció de un piocolecisto, sus discípulos no se atrevieron a operarla y así él asumió
la responsabilidad y le practicó la colecistectomía, salvándole
la vida y permitiéndole vivir tres años más.
Incursionó también Halsted en la anestesia convirtiéndose en
uno de los pioneros de la anestesia troncular con cocaína. Cuando siendo muy joven trabajaba como cirujano en el Centro de
Medicina Ambulatoria del Hospital Roosevelt de Nueva York,
inició sus primeros ensayos infiltrando los troncos nerviosos
con soluciones de cocaína y así pudo establecer que sí era posible utilizar la anestesia regional. Aplicaba la solución anestésica
inyectada en el plexo braquial y el nervio tibial posterior y así
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lograba realizar cirugías en los miembros superior e inferior.
Así mismo propuso la utilidad de infiltrar la cocaína en la piel
como anestésico local. La manipulación frecuente del alcaloide
lo lleva a la adicción a este, lo que le motivó varias hospitalizaciones y curas para combatirla. También fue adicto a la morfina. William H. Welch, su gran amigo y compañero de labores
en el hospital, fue quien, con empeño y verdadero sentido de
la amistad, logró la rehabilitación del célebre personaje y así
rehacer su reputación.
En sus lecciones tituladas Fundamentos de la Cirugía señalaba que los tejidos poseían una resistencia natural contra la infección, pero que ésta disminuía considerablemente cuando se
efectuaban bruscas manipulaciones durante el acto quirúrgico.
Recalcaba siempre a sus discípulos en la suave manipulación de
los tejidos, la cuidadosa hemostasia, el empleo de finas suturas
y el buen afrontamiento de los bordes a suturar evitando que
éstos queden tensionados. Ideó una pinza arterial señalada con
su nombre para cumplir con los preceptos de cuidadosa hemostasia y mínimo maltrato tisular. Les enseñaba también que un
buen conocimiento de la anatomía y la fisiología del órgano
a operar, eran fundamentales para realizar correctamente un
procedimiento quirúrgico.
Durante sus cotidianas intervenciones quirúrgicas, observó
que su asistente miss Carolin Hampton, más tarde su esposa,
presentó una seria dermatitis de contacto en manos y brazos,
producto del empleo de soluciones antisépticas preparadas a
base de bicloruro de mercurio para el lavado quirúrgico. Halsted acude entonces a la casa Good Year Rubber Company de
Chicago, para que le confeccionara unos guantes de caucho y
así proteger las manos de su asistente así como las suyas y de
sus ayudantes. Nacieron entonces los guantes de cirugía que en
poco tiempo se difundieron por todo el mundo, haciéndose su
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uso obligatorio para todo el personal que practica la cirugía. Halsted durante su vida activa como
cirujano y profesor, entrenó un gran número de residentes que más tarde fueron famosos. Uno de
ellos fue Harvey Cushing, quien anotaba en alguna oportunidad que su maestro era un verdadero
“profesor de profesores”. Cushing se hizo más tarde neurocirujano. Cuando estudiaba medicina
en Boston ideó la “Ether chart” para llevar el registro del pulso y la respiración durante la operación, para luego establecer el control de la presión sanguínea del paciente en el quirófano. Se
hizo famoso en 1910 por la descripción del síndrome que lleva su nombre, de adiposis de la cara,
cuello y tronco, hirsutismo, estrías cutáneas, distrofia sexual, debilidad muscular e hipertensión,
presentes en el adenoma basófilo de la hipófisis con hiperfunción suprarrenal.
Todos los años Halsted se ausentaba por un tiempo de sus responsabilidades en el hospital para
viajar a Europa, con el propósito de visitar hospitales y amigos cirujanos del Viejo Continente. Allí se enteraba de los nuevos desarrollos de la cirugía europea y a su vez informaba a sus
colegas de los adelantos en los Estados Unidos. Su gran fama como hábil cirujano lo nutría de
una numerosa y selecta clientela a quien cobraba jugosos honorarios por sus intervenciones. Se
cuenta que una colecistectomía practicada por Halsted costaba US $ 10.500 de esa época. En
1919 William Stewart Halsted presentó una fístula biliar que le fue operada con algún éxito, pero
en 1922, fue reintervenido por el mismo problema y falleció 24 horas después a causa de una
neumonía nosocomial. Se vivía la era pre-antibiótica.
George Berkeley
(1685-1753) fue un filósofo irlandés, y obispo de la ciudad de Cloyne. Afirmaba que nuestras
sensaciones están producidas por Dios, y negaba la existencia de un mundo material fuera de la
conciencia humana. Criticó las ideas generales abstractas y su obra principal fue el Tratado concerniente a los principios del conocimiento humano, publicado en 1710… también escribió Los
tres diálogos entre Hylas y Philonus (1713) y El Analista. (Hoy es muy recordado su apellido por
la Universidad de Berkeley, en California, la más grande de los Estados Unidos).
… sentía que la filosofía y la ciencia estaban amenazando los conceptos cristianos de la vida…
fue un empirista consecuente… opinaba que no podemos saber nada del mundo, aparte de lo
que percibimos por nuestros sentidos… pero no podemos presumir que las cosas que percibimos
tienen una sustancia propia… la propia alma puede ser la causa de nuestras ideas, pero sólo otro
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espíritu puede ser la causa de las ideas que constituyen nuestro
mundo material: esa voluntad es Dios, y por eso podemos aseverar que la existencia de Dios es aún más nítida que la de los
hombres… Duda pues Berkeley de la realidad material… duda
que la existencia del tiempo y del espacio sea absoluta e independiente… una semana o dos para nosotros, no tiene porque
serlo para Dios…
Locke opinaba, igual que Descartes y Spinoza, que el mundo
físico es una realidad… las cualidades primarias de las cosas (firmeza, peso, solidez) pertenecen a la realidad exterior,
que tiene una sustancia física… las cualidades secundarias
en cambio (la manzana es verde, sabe a ácido), son en cambio impresiones de nuestros sentidos. Pero Berkeley pone en
duda estas apreciaciones filosóficas, lo único que existe es lo
que nosotros percibimos…
(Apartes de la novela sobre la historia de la filosofía escrita
por el escritor noruego Jostein Gaardner “El mundo de Sofía”.
1994. Ediciones Siruela/Norma).
El Médico Maimónides
El médico, filósofo, teólogo y polígrafo Moisés Ben Maimón,
(1135-1204) -mejor conocido como Maimónides- nació en Córdoba, España, hijo de Maimón Juez, El Sefardí, descendiente
del Rey David, y de Betsabé su segunda esposa, la hija de Menabel el carnicero. Desde temprana época dio muestras de su
genio: a los dieciséis años publicó un libro sobre Lógica. Maimónides fue discípulo del gran médico árabe Averroes; estudió
medicina en Fez en 1160 y cinco años después viajó a El Cairo
para ingresar a la academia de medicina. En 1177 fue nombrado Príncipe de la comunidad Judía. En 1198 fue llamado a
Revista Educativa Para la Salud
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la corte del Sultán, en donde incidió un absceso de Saladino,
después de lo cual fue nombrado medico de la corte; a más de
atender a sus enfermos, se dedicó a escribir una extensísima
bibliografía que incluye diez tratados de medicina, Extractos de
Galeno, Comentarios de Hipócrates, Aforismos médicos, Régimen sanitario, Asma, Venenos y antídotos, Hemorroides. Escribió también Guía de los Perplejos, una de cuyas famosas frase
cita: “Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes, es
un país de esclavos”.
Jorge Cadavid, poeta colombiano, se refiere al ilustre polígrafo
en su verso:
“Guía de Perplejos de Maimónides:
El ojo del ojo: la luz
La luz de la luz: la vislumbre
La contemplación de la contemplación:
La perplejidad”.
Su fama en la cultura europea se debe a su obra filosófica.
Aunque ésta fuera muy discutida por el judaísmo, entre otras
razones por su fuerte oposición al misticismo de los cabalistas
y su influencia aristotélica, se le considera la mayor figura posbíblica (según el proverbio “De Moisés a Moisés no hubo otro
Moisés”). En ciertos ámbitos más conservadores se le llegó a
considerar hereje de su religión, en especial, por ser el responsable de convencer a los caraístas de apartarse de sus prácticas
originales, y acercándolos al judaísmo rabínico.
Fue muy conocido por sus coetáneos como médico, dejando
una importante huella en la tradición popular que muestra a
Maimónides, sobre todo, como un médico a quien se atribuyen
milagros que le elevan al nivel de santo, un sabio juez y un
rabino.
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Louis Pasteur
Louis Pasteur (fue un químico francés cuyos descubrimientos
tuvieron enorme importancia en diversos campos de las ciencias naturales, sobre todo en la química y microbiología. A él se
debe la técnica conocida como pasteurización.
Sus contribuciones en la química orgánica fueron el descubrimiento del dimorfismo del ácido tartárico, al observar al microscopio que el ácido racémico presentaba dos tipos de cristal,
con simetría especular. Fue por tanto el descubridor de las formas dextrógiras y levógiras que desviaban el plano de polarización de la luz con el mismo ángulo pero en sentido contrario.
Nació el 27 de diciembre de 1822 en Dole, Francia, donde transcurrió la infancia del pequeño Louis. De joven, no fue un estudiante prometedor en ciencias naturales; de hecho, si demostraba alguna actitud especial, era en área artística de la pintura. Su
primera ambición fue la de ser profesor de arte. En 1842, tras
ser maestro en la Escuela Real de Viejancòn, obtuvo su título
de bachillerato, con calificación “mediocre” en química. Su padre lo mandó a la Escuela Normal Superior de París, pero allí
no duró mucho tiempo ya que regresó a su tierra natal. Pero al
año siguiente retornó a París. Tras pasar por la École Normale
Supérieure, se convirtió en profesor de Física en el Liceo de
Dijon, aunque su verdadero interés era ya la química. Entre los
años 1847 y 1853 fue profesor de Química en Dijon y luego en
Estrasburgo, donde conoció a Marie Laurent, la hija del rector
de la Universidad, con quien contrajo matrimonio en 1849. El
matrimonio tuvo cinco hijos, pero solo sobrevivieron hasta la
vida adulta dos de ellos: Jean-Baptiste y Marie-Luise. Los otros
tres fallecieron tempranamente, afectados por el tifus. Louis
Pasteur fue decano de la Universidad de Lille en 1854; en esta
Revista Educativa Para la Salud
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época estudió los problemas de la irregularidad de la fermentación alcohólica. En 1857 desempeñó el cargo de director de
estudios científicos de la Escuela Normal de París, cuyo laboratorio dirigió a partir de 1867. Desde su creación en 1888 y hasta
su muerte fue director del Instituto que lleva su nombre.
Las contribuciones de Pasteur a la ciencia fueron numerosas, y
se iniciaron con el descubrimiento de la isomería óptica (1848)
mediante la cristalización del ácido racémico, del cual obtuvo
cristales de dos formas diferentes, en lo que se considera el trabajo que dio origen a la estereoquímica.
Estudió también los procesos de fermentación, tanto alcohólica
como butírica y láctica, y demostró que se deben a la presencia
de microorganismos y que la eliminación de éstos anula el fenómeno (pasteurización). Demostró el llamado efecto Pasteur,
según el cual las levaduras tienen la capacidad de reproducirse
en ausencia de oxígeno. Postuló la existencia de los gérmenes
y logró demostrarla, con lo cual rebatió de manera definitiva la
antigua teoría de la generación espontánea.
En 1865 Pasteur descubrió los mecanismos de transmisión de
la pebrina, una enfermedad que afecta a los gusanos de seda
y amenazaba con hundir la industria francesa. Estudió en profundidad el problema y logró determinar que la afección estaba
directamente relacionada con la presencia de unos corpúsculos –descritos ya por el italiano Cornaglia– que aparecían en la
puesta efectuada por las hembras contaminadas. Como consecuencia de sus trabajos, enunció la llamada teoría germinal de
las enfermedades, según la cual éstas se deben a la penetración
en el cuerpo humano de microorganismos patógenos. Después
de 1870, Louis Pasteur orientó su actividad al estudio de las
enfermedades contagiosas, de las cuales supuso que se debían a
gérmenes microbianos infecciosos que habrían logrado penetrar
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Revista Educativa Para la Salud
en el organismo enfermo. En 1881 inició sus estudios acerca del
carbunco del ganado lanar, y consiguió preparar una vacuna de
bacterias desactivadas, la primera de la historia. La continuación de sus investigaciones le permitió desarrollar la vacuna
contra la rabia, o hidrofobia, cuyo virus combatió con una vacuna lograda mediante inoculaciones sucesivas en conejos, de
las que obtenía extractos menos virulentos. La efectividad de
esta vacuna, su última gran aportación en el campo de la ciencia, se probó con éxito el 6 de julio de 1885 con el niño Joseph
Meister, que había sido mordido por un perro rabioso y, gracias
a la vacuna, no llegó a desarrollar la hidrofobia. Este éxito espectacular tuvo una gran resonancia, así como consecuencias
de orden práctico para el científico, quien hasta entonces había
trabajado con medios más bien precarios.
El apoyo popular hizo posible la construcción del Instituto Pasteur, que gozaría a partir de entonces de un justificado prestigio
internacional. En 1882 fue elegido miembro de la Academia
Francesa.
Isomería óptica
En 1849 Pasteur resolvió el “misterio” del ácido tartárico
(C4H6O6). Esta sustancia parecía existir en dos formas de
idéntica composición química pero con propiedades diferentes,
dependiendo de su origen: el ácido tartárico proveniente de seres vivos (por ejemplo, el que existe en el vino) era capaz de
polarizar la luz, mientras que el producido sintéticamente no lo
hacía a pesar de contar con la misma fórmula química. Pasteur
examinó al microscopio cristales diminutos de sales formadas
a partir de ácido tartárico sintetizado en el laboratorio, y observó algo muy curioso: había cristales de dos tipos distintos,
ambos casi exactamente iguales pero con simetría especular,
como nuestras manos. La composición era la misma, pero la
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forma en la que los átomos se asociaban podía tomar dos formas diferentes y simétricas, mientras una forma polarizaba la
luz a la derecha, la otra la polarizaba a la izquierda.
Más curioso aún fue que, cuando examinó cristales formados
a partir de ácido tartárico natural sólo eran de uno de los dos
tipos — los seres vivos producían el ácido de una manera en la
que sólo se creaba uno de ellos, aquel que polarizaba la luz a
la derecha. Este hallazgo le valió al joven químico la concesión
de la Legión de Honor Francesa, con sólo 26 años de edad. En
1854 fue nombrado decano de la Facultad de Ciencias en la
Universidad de Lille. Sólo siete años más tarde, con 33 años, se
convirtió en director y administrador de estudios científicos en
la misma École Normale Supérieure en la que había estudiado.
Pasteurización
lgunos de sus contemporáneos, incluido el eminente químico
alemán Justus von Liebig, insistían en que la fermentación era
un proceso químico y que no requería la intervención de ningún
organismo. Con la ayuda de un microscopio, Pasteur descubrió
que, en realidad, intervenían dos organismos -dos variedades
de levaduras- que eran la clave del proceso. Uno producía alcohol y el otro, ácido láctico, que agriaba el vino. Utilizó un
nuevo método para eliminar los microorganismos que pueden
degradar al vino, la cerveza o la leche, después de encerrar el
líquido en cubas bien selladas y elevando su temperatura hasta
los 44 grados centígrados durante un tiempo corto. A pesar del
rechazo inicial de la industria ante la idea de calentar vino, un
experimento controlado con lotes de vino calentado y sin calentar demostró la efectividad del procedimiento. Había nacido la
“pasteurización”, el proceso que actualmente garantiza la seguridad de numerosos productos alimenticios del mundo.
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Generación espontánea
Demostró que todo proceso de fermentación y descomposición orgánica se debe a la acción de
organismos vivos y que el crecimiento de los microorganismos en caldos nutritivos no era debido
a la generación espontánea. Para demostrarlo, expuso caldos hervidos en matraces provistos de
un filtro que evitaba el paso de partículas de polvo hasta el caldo de cultivo, simultáneamente
expuso otros matraces que carecían de ese filtro, pero que poseían un cuello muy alargado y
curvado que dificultaba el paso del aire, y por ello de las partículas de polvo, hasta el caldo de
cultivo. Al cabo de un tiempo observó que nada crecía en los caldos demostrando así que los
organismos vivos que aparecían en los matraces sin filtro o sin cuellos largos provenían del
exterior, probablemente del polvo o en forma de esporas. De esta manera Louis Pasteur mostró
que los microorganismos no se formaban espontáneamente en el interior del caldo, refutando
así la teoría de la generación espontánea y demostrando que todo ser vivo procede de otro ser
vivo anterior (Omne vivum ex vivo), un principio científico que fue la base de la teoría germinal
de las enfermedades y que significa un cambio conceptual sobre los seres vivos y el inicio de la
Bacteriología moderna. Anunció sus resultados en una gala de la Sorbona en 1864 y obtuvo todo
un triunfo.
Trabajo contra la propagación de enfermedades
Habiendo resuelto el problema de la industria vinícola de forma tan brillante, fue lógico que
cuando una enfermedad en los gusano de seda empezó a arruinar esa industria en el sur de
Francia, llamaran de nuevo, a Louis Pasteur. Éste no sabía nada de gusanos de seda, pero cuando apuntó su microscopio, identificó un parásito que infestaba a los gusanos y a las hojas de las
cuales se alimentaban. Su diagnóstico fue drástico: los gusanos y hojas infectadas tenían que ser
destruidos y reemplazados por otros nuevos.
Su trabajo con la enfermedad de los gusanos de seda, atrajo su atención hacia el resto de enfermedades contagiosas. La idea de que las enfermedades pueden ser trasmitidas entre criaturas
vivientes era un anatema. Se trataba de otro de esos puntos débiles que ahora se consideran inexplicables. No obstante, no había nada “obvio” en la idea de una enfermedad contagiosa.
Uno de los más famosos cirujanos que siguió sus consejos fue el británico Joseph Lister, quien
desarrolló las ideas de Pasteur y las sistematizó en 1865. Lister es considerado hoy el padre de la
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antisepsia moderna, y realizó cambios radicales en el modo en
el que se realizaban las operaciones: los doctores debían lavarse
las manos y utilizar guantes, el instrumental quirúrgico debía
esterilizarse justo antes de ser usado, había que limpiar las heridas con disoluciones de ácido carbólico (que mataba los microorganismos). Antes de Lister y Pasteur pasar por el quirófano
era, en muchos casos, una sentencia de gangrena y muerte.
El propio Pasteur, en 1871 sugirió a los médicos de los hospitales militares a hervir el instrumental y los vendajes. Describió
un horno, llamado “horno Pasteur”, útil para esterilizar instrumental quirúrgico y material de laboratorio y en el tuvieron
entero apoyo.
En 1880, Pasteur se encontraba realizando experimentos con
pollos para determinar los mecanismos de transmisión de la
bacteria responsable del Cólera aviar que acababa con muchos
de ellos. Junto con su ayudante, Charles Chamberland, inoculaban la bacteria (Pasteurella multocida) a pollos y evaluaban el
proceso de la enfermedad.
La historia cuenta que Pasteur iba a tomarse unas vacaciones,
y encargó a Chamberland que inoculase a un grupo de pollos
con un cultivo de la bacteria, antes de irse el propio ayudante
de vacaciones. Pero Chamberland olvidó hacerlo, y se fue de
vacaciones. Cuando ambos volvieron al cabo de un mes, los
pollos estaban sin infectar y el cultivo de bacterias continuaba
donde lo dejaron, pero muy debilitado. Chamberland inoculó a
los pollos de todos modos y los animales no murieron. Desarrollaron algunos síntomas, y una versión leve de la enfermedad,
pero sobrevivieron.
El ayudante, abochornado, iba a matar a los animales y empezar de nuevo, cuando Pasteur lo detuvo: la idea de la vacunación
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era conocida desde 1796 y Pasteur la conocía. Expuso a los
pollos una vez más al cólera y nuevamente sobrevivieron pues
habían desarrollado respuesta inmune. Pasteur no desarrolló
por lo tanto la primera vacuna, pero sí la primera vacuna de
bacterias artificialmente debilitadas — a partir de ese momento
no hacía falta encontrar bacterias adecuadas para las vacunas,
las propias bacterias debilitadas de la enfermedad a derrotar
servían.
Pasteur puso este descubrimiento en práctica casi inmediatamente en el caso de otras enfermedades causadas por agentes
bacterianos. En 1881, hizo una demostración dramática de la
eficacia de su vacuna contra el ántrax, inoculando la mitad de
un rebaño de ovejas mientras inyectaba la enfermedad (Bacillus
anthracis) a la otra mitad. Las inoculadas con la vacuna sobrevivieron, el resto, murió.
En sus estudios contra la rabia, utilizaba conejos infectados con
la enfermedad, y cuando éstos morían secaba su tejido nervioso
para debilitar el agente patógeno que la produce, que hoy sabemos que es un virus. En 1885 un niño, Joseph Meister, fue mordido por un perro rabioso cuando la vacuna de Pasteur sólo se
había probado con unos cuántos perros. El niño iba a morir sin
ninguna duda cuando desarrollase la enfermedad, pero Pasteur
no era médico, de modo que si lo trataba con una vacuna sin
probar suficientemente podía acarrear un problema legal.
Sin embargo, tras consultar con sus colegas, el químico se decidió a inocular la vacuna al muchacho. El tratamiento tuvo
un éxito absoluto, el niño se recuperó las heridas y nunca desarrolló la rabia y Pasteur, lejos de acabar en un banquillo, fue
alabado una vez más como un héroe.
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Legado
Expuso la “teoría germinal de las enfermedades infecciosas”,
según la cual toda enfermedad infecciosa tiene su causa (etiología) en un germen con capacidad para propagarse entre las
personas. Esta sencilla idea representa el inicio de la medicina
científica, al demostrar que la enfermedad es el efecto visible
(signos y síntomas) de una causa que puede ser buscada y eliminada mediante un tratamiento específico. En el caso de las
enfermedades infecciosas, se debe buscar el germen causante
de cada enfermedad para hallar un modo de combatirlo. Por sus
trabajos es considerado el pionero de la microbiología moderna,
que inicia así la llamada “Edad de Oro de la Microbiología”.
En 1973, la Unión Astronómica Internacional acordó homenajear su persona poniendo su apellido al cráter Pasteur del planeta Marte.
Calles Pasteur
Existen 2.020 calles «Pasteur» en Francia. Este es uno de los
nombres más propuestos como nombre de calle. Durante los
movimientos principales de descolonización, que entrañó el renombre de calles, las calles Pasteur a menudo, conservaron su
nombre.
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La medicina y la ciencia
La literatura y la ciencia ficción
Victor Frankenstein
V
ictor Frankenstein (título completo: Frankenstein o el
moderno Prometeo) es una obra literaria de la escritora
inglesa Mary Wollstonecraft Shelley. Publicado en 1818
y enmarcado en la tradición de la novela gótica, el texto explora
temas tales como la moral científica, la creación y destrucción
de vida y la audacia de la humanidad en su relación con Dios.
De ahí, el subtítulo de la obra: el protagonista intenta rivalizar
en poder con Dios, como una suerte de Prometeo moderno que
arrebata el fuego sagrado de la vida a la divinidad. Es considerado como el primer texto del género Ciencia Ficción.
Durante el verano boreal de 1816, el año sin verano, el hemisferio norte soportó un largo y frío “invierno volcánico” debido a la erupción de Tambora. Durante este terrible año, Mary
Wollstonecraft Shelley y su marido Percy Bysshe Shelley hicieron una visita a su amigo Lord Byron que entonces residía en
Villa Diodati, Suiza. Después de leer una antología alemana de
historias de fantasmas, Byron retó a los Shelley y a su médico
personal John Polidori a componer, cada uno, una historia de
terror, que dicen salió de una pesadilla sufrida por ella días
después. De los cuatro, sólo Polidori completó la historia, pero
Mary concibió una idea: esa idea fue el germen de la que es
considerada la primera historia moderna de ciencia ficción y
una excelente novela de terror gótico. Pocos días después tuvo
una pesadilla o ensoñación y escribió lo que sería el cuarto ca-
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pítulo del libro. Se basó en las conversaciones que mantenían
con frecuencia Polidori y Percy Shelley respecto de las nuevas
investigaciones sobre Luigi Galvani y de Erasmus Darwin que
trataban sobre el poder de la electricidad para revivir cuerpos
ya inertes.
También es interesante señalar que Byron se las arregló para
escribir un fragmento basado en las leyendas sobre vampiros
que había escuchado durante sus viajes a través de los Balcanes.
Polidori utilizó este fragmento para crear la novela “El Vampiro” en 1819, que es también la primera referencia literaria de
este subgénero del terror. Así que, en cierta manera, los temas
de Frankenstein y el vampiro fueron creados más o menos en la
misma circunstancia.
Respecto del personaje del doctor Frankenstein cabe señalar
que una referencia fue el científico amateur Andrew Crosse.
Mary Shelley conocía las actividades de Crosse, contemporáneo suyo, a través de un amigo común, el poeta Robert Southey.
Andrew Crosse solía experimentar con cadáveres y electricidad
(en aquel entonces una energía apenas estudiada y rodeada de
un halo de misterio y omnipotencia). El 28 de diciembre de
1814 Mary asistió, junto a su esposo, a una conferencia del extravagante científico. En ella le conoció personalmente y extrajo
muchos datos acerca de la forma en la que afirmaba crear vida
a partir de la electricidad. En 1807, Crosse había empezado el
experimento de creación de vida a partir de “electro-cristalización” de materia inanimada. El mismo año afirmó haber creado
pequeñas criaturas en forma de insectos que lograban andar y
desenvolverse por sí mismas: “el insecto perfecto, de pie sobre
unas pocas cerdas que formaban su cola”. El científico nunca llegó a explicar el supuesto fenómeno como así reconocería
más adelante. En 1807 había consenso científico respecto a descartar la generación espontánea como origen de la vida, si bien
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M
arie
Schelley
Prometeo
la esterilización de las muestras no era una práctica extendida
ni seguramente conocida por un experimentador sin formación.
Muy probablemente Crosse sólo criara pequeños insectos a partir de huevos depositados en su “materia inanimada”.
La dura oposición a Crosse no sólo fue científica sino religiosa
y optó por retirarse a la soledad de su mansión de Fyne Court.
Los estamentos eclesiásticos consideraron a Crosse un ser endemoniado. Se llegó al extremo de que el reverendo Philip Smith
tuvo que celebrar una serie de exorcismos en todas las propiedades de Andrew Crosse, en sus equipos de trabajo y sobre su
propia persona. Crosse se volvió huraño y desconfiado, aunque
continuó investigando. Sin embargo el 26 de mayo de 1855 tuvo
un ataque de parálisis del que nunca se recuperó. El 6 de julio
del mismo año falleció. La mansión de Fyne Court fue pasto de
las llamas, y con ellas se fueron el laboratorio y los archivos del
hombre que afirmó haber creado vida.
La novela se subtitula “El moderno Prometeo”, sugiriendo de
esta manera la principal fuente de su inspiración. Una de las
obras favoritas de Byron era la obra teatral de Esquilo, y el
propio Percy Shelley escribió sobre el tema. Prometeo también
se presenta a veces como el escultor de la humanidad, un titán
que, según explicaría esta leyenda, creó al hombre a partir de
la arcilla. La novela no es una simple reescritura del mito clásico, ya que, a diferencia del titán, el moderno Prometeo no es
castigado por los dioses, sino por su propia creación. En cierto
sentido, el de Prometeo es otra elaboración del mito de diferenciación entre la humanidad y la naturaleza, por el conocimiento
y la técnica, y el castigo que ello conlleva, y tiene conexiones
con la idea bíblica del demonio. La descripción de la criatura
realizada por Mary Shelley se nutre directamente del personaje
de Satán en el “Paraíso perdido” de John Milton (uno de los
hitos en la historia de la literatura británica, muy valorado por
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los intelectuales de principios del siglo XVIII).
En cierta forma Frankenstein es una alegoría de la perversión
que puede traer el desarrollo científico; concebido y escrito durante las fases tempranas de la revolución industrial, una época
de cambios dramáticos, detrás de los experimentos de Víctor
Frankenstein está la búsqueda del poder divino: ¿qué mayor
poder que el propio acto de creación de la vida? Así, el total
desprecio que muestra Frankenstein por la naturaleza puede ser
considerado como símbolo de las fuerzas imperiosas que desata
el permisivo capitalismo naciente, que no respeta la dignidad
básica del ser humano. De hecho, la rebelión de la criatura contra su creador es un claro mensaje del castigo que deriva del uso
irresponsable de la tecnología, siendo el mal sólo una consecuencia imprevista de éste uso. Otra lectura del texto descubre
en él una alegoría del embarazo y de los miedos frecuentes que
las mujeres tenían en tiempos de Shelley de que el nacimiento
acarrease consecuencias fatales para la madre o para los fetos
prematuros. Esta interpretación se sustenta en el hecho de que
Mary Shelley había tenido un parto prematuro poco antes del
verano de 1816. Así, al igual que Mary, Víctor estaría obsesionado por la idea de que la criatura escapara a su control y
pudiera ejercer el libre albedrío en un mundo que le afectaría de
una u otra manera. Se argumenta a favor de este análisis que el
personaje de Víctor teme, durante gran parte de la novela, que
la criatura pueda destruirle asesinando a todos los que él más
quiere y aprecia.
El nombre de Frankenstein probablemente alude al pueblo del
mismo nombre (entonces alemán, hoy en Polonia), donde se extraía plata y oro con nuevos procedimientos químicos que comportaron importantes problemas de salud. Otra teoría sostiene
que refiere a un castillo cercano a Darmstadt, donde un notorio
alquimista, llamado Johann Conrad Dippel, hizo algunos ex-
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perimentos con cuerpos humanos. Mary Shelley habría conocido el castillo durante su viaje a
Suiza. La elección de la Universidad de la ciudad bávara de Ingolstadt como escenario de los experimentos de Víctor Frankenstein bien puede responder a la fama que tenía su departamento de
medicina alrededor de 1800, año en el que fue cerrado. También se suele señalar que la sociedad
secreta de los “Illuminati” fue fundada en esta ciudad y que Percy Shelley era miembro de dicha
organización. De hecho, la alquimia era muy popular entre los románticos en aquella época y en
el entorno de los Shelley. Por otra parte, era una idea corriente que la humanidad podía llegar a
insuflar la chispa de la vida en la materia muerta.
Víctor nace al final del siglo XVIII en la ciudad italiana de Nápoles, hijo de Alphonse Frankenstein, un influyente hombre político ginebrino, perteneciente a un rico y antiguo linaje nobiliario,
y de Caroline Beaufort Frankenstein, la que murió por la escarlatina cuando él era joven. Víctor
tiene dos hermanos pequeños: William, el más pequeño, fue asesinado por su creación, y Ernest,
el mediano, quien quería unirse al Servicio de Extranjería como un “verdadero ginebrino”. Víctor
se enamoró de su hermana adoptiva, Elizabeth Lavenza (en un texto de 1818 su prima biológica,
hija de la hermana de su padre y de un noble italiano; en una revisión de 1831, una rubia nacida
entre gitanos a quien su madre adoraba).
Como cualquier joven, Frankenstein fue influenciado por alquimistas como Enrique Cornelio
Agripa de Nettesheim, Paracelso, y Alberto Magno, con intenciones de descubrir el fabuloso
“elixir de la vida”. Poco después, pierde el interés tanto de esta búsqueda como de la ciencia, en
general, tras observar los restos de un árbol al ser golpeado por un relámpago. Sin embargo, en
la Universidad de Ingolstadt, Frankenstein desarrolla una fuerte pasión por la química. Lamentablemente, se obsesiona con la idea de crear la vida en materia inanimada por técnicas artificiales,
con lo que abandonó la escuela para perseguir este objetivo durante los próximos dos años.
Montó una criatura con aspecto humanoide, quizás cosiendo los pedazos de cadáveres humanos,
quizás por el empleo de una sustancia química, o la combinación de ambas (él evita la pregunta
tres veces cuando se le pregunta, aunque el hecho que él notó el relámpago que abate un árbol
en su niñez sea una pista importante), Frankenstein finalmente lo trae a la vida sólo para ser rechazado y aterrorizado por su fealdad monstruosa. Él, tras su estrepitoso fracaso, abandona, y su
creación escapa, desaparece y pronto emprende un viaje de venganza que causa las muertes de
varios miembros de la familia Frankenstein y amigos.
Frankenstein persigue “al demonio” (es como llama a su creación) hacia el Ártico con la in-
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tención de destruirlo; en última instancia falla en su misión,
sin embargo, y después de contar la historia al capitán y a los
exploradores del barco que le recogieron, muere. Su monstruo,
tras descubrir la muerte de su creador, termina la novela vencido por el dolor y prometiendo acabar con su propia existencia.
Mientras muchas adaptaciones posteriores (como la película
de 1931 Frankenstein protagonizada por Boris Karloff) han retratado a Frankenstein como un loco (el prototipo de “científico loco”), la novela original de Shelley lo representa como un
hombre trágicamente conducido por la ambición y la curiosidad
científica, incapaz de tratar las consecuencias de sus acciones
en “el juego de ser Dios”, o ser un irresponsable y negligente
padre.
Es importante anotar que Víctor no consiguió el título de médico ya que fue expulsado del colegio, como es típicamente retratado en adaptaciones, tampoco es “un Barón” y no le asignan
ningún título como a su padre, aunque ellos sean claramente
una familia rica.
En la novela, Víctor promete a Waldman tres veces que él explicará más tarde el proceso que utilizó para traer a su criatura
a la vida, aún así nunca lo hace. Esto indica que él era deliberadamente callado sobre sus técnicas empleadas para lograr su
obra maestra, más que la carencia de Shelley en conocimiento
de trabajo de laboratorio. Nuestra pista al empleo de relámpago
es la mención de Frankenstein de un árbol siendo golpeado por
el relámpago en el momento de la muerte de su madre, suceso
que marcó para siempre la vida de dicho personaje.
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L
Sinuhé “El Egipcio”
Resumen
a medicina y la literatura son disciplinas humanísticas
ligadas desde el momento en que el hombre tiene la necesidad de comunicar sus inquietudes, angustias y temores
acerca de la enfermedad y la muerte. Los temas médicos son un
recurso frecuente en las obras literarias; en ese escenario, el escritor amalgama al paciente, al médico, la enfermedad y la muerte desde el punto de vista humano. No obstante la necesidad de
dar vuelo a la imaginación en la creación de situaciones ficticias
con las que realiza su narración, en la novela histórica de calidad,
el autor está obligado a documentarse exhaustivamente sobre el
tema en torno al cual girará su obra. Aquí se detalla una supuesta
práctica médica en la cultura egipcia, referida en la novela Sinuhé, el Egipcio: la trepanación, como respuesta a un comentario
científico en un congreso internacional de neurocirugía.
En sus orígenes, la literatura y la medicina han formado un eslabón indisoluble. El hombre hace más de cinco mil años es igual
en esencia, sin embargo, sus pensamientos han evolucionado
acordes al entorno del momento histórico. Desde la creación
hemos tratado de explicar en vano innumerables interrogantes,
entre ellas dos fundamentales: ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde
voy? A pesar del avance científico, hasta el momento no ha
sido posible darles respuesta. Hoy sólo tenemos una certeza: “la
muerte”, y en contra de ella algunos practicamos la medicina.
Tanto los escritores como los médicos somos seres humanos,
vulnerables y en algún momento de nuestra existencia hemos
tenido contacto con la enfermedad, el dolor físico y la muerte.
La necesidad de comunicación con nuestros semejantes sobre
las dudas, los sufrimientos y las experiencias, personales o aje-
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nas, a partir del proceso patológico puede ser el origen de la
inquietud literaria y dar como resultado un texto narrativo que
conjunta al enfermo, al médico y a la medicina como partes
medulares del conflicto humano, de la continua lucha entre la
vida, la enfermedad y la muerte.
La novela histórica ha sido un género literario que también ha
dado cabida a estas inquietudes fundamentales de la existencia.
Específicamente y a manera de ejemplo comentaré algunos aspectos argumentales de Sinuhé, el Egipcio, escrita en 1945 por
el finlandés Mika Waltari (1908-1979) y traducida a múltiples
idiomas, entre ellos el español, novela que probablemente las jóvenes generaciones de médicos desconocen por haber dejado de
ser un best-seller hace tiempo. La novela se divide en XV libros
o capítulos narrados por el personaje principal: Sinuhé, médico
de profesión. En la ficción el autor entrelaza temas míticos, políticos y médicos desde el plano histórico de la antigua cultura
egipcia. A lo largo del texto existe una sobrada reiteración por
el sol ardiente, el calor del desierto y las remembranzas del Nilo
-probables añoranzas de quien ha padecido el inclemente frío
de Finlandia-. Mika Waltari, apasionado por el estudio de la
cultura egipcia, se documentó exhaustivamente a lo largo de 10
años antes de escribir la obra. La ubicación temporal del drama
es la época de la construcción de las grandes pirámides -símbolos de aquella gran civilización-, tiempo de crisis por el cisma religioso ocasionado por la iniciativa faraónica de instaurar
una religión con un único dios: Atón. Enmarcadas en este caos
político y religioso se narran intrigas, revueltas, destrucción y
muerte. El espacio narrativo no se limita a la cultura egipcia;
engloba a otras civilizaciones contemporáneas de esplendor en
la edad antigua: la cretense, la babilónica, la mesopotámica, la
asiria, entre otras, y con un toque humano lleva la intensidad
ficticia a espectos históricos de la medicina.
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El libro I, La cesta de cañas, introduce al lector al mundo mágico de la antigüedad. En este capítulo, Sinuhé externa en tono
elegiaco los principales conflictos del hombre: consigo mismo
en su búsqueda de identidad, y con el Creador, en la búsqueda
de su origen. Narra cómo es encontrado por su madre adoptiva
en una canastilla de juncos que flotaba Nilo abajo, tal Moisés
bíblico, y rinde homenaje con afecto, nostalgia, admiración y
gratitud al padre que lo acogió -un excelente médico de la gente
menesterosa-. De igual forma, describe cómo surge su pasión
por las letras, al encontrar en ellas una actividad que le permitirá trascender en la comunicación consigo mismo.
... Yo Sinuhé, hijo de Semmut y de su esposa Kipa, he escrito
este libro. No para cantar las alabanzas de los dioses... porque
estoy cansado de los dioses. No para alabar a los faraones,
porque estoy cansado de sus actos. Escribo para mí solo...
De La casa de la vida (libro II) hasta Horemheb (libro XV), el
autor enfrenta al lector a una acción intensa de secuencia cronológica apegada a hechos históricos, para llevarlo al clímax
narrativo donde eslabona las historias políticas como origen de
los conflictos sociales que afectan directamente al hombre. En
el epílogo Mika Waltari resuelve literariamente el conflicto de
la humanidad: partir de un origen para retornar a él.
Sinuhé se desenvuelve en los círculos más altos de la nobleza,
con las limitaciones impuestas por su desventajoso origen incierto, las que contrarresta con su gran capacidad. El cuestionamiento continuo sobre la falta de objetividad del conocimiento
adquirido en la Casa de la Vida le permite encumbrarse temporalmente: más que un médico real se convierte en un consejero.
Sin embargo, esta misma actitud inquisitiva es la que lo lleva
al manipulado desprestigio social y lo obliga a retraerse en sus
orígenes.
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La descripción del entorno médico fluye anecdóticamente acorde con la transformación del propio Sinuhé: evoluciona desde el
terreno mágico-religioso hasta el empirismo racional producto
de la experiencia. Sinuhé se inicia con los conocimientos médico-míticos observados en la práctica paterna; como cualquier
ser humano adquiere figuras referentes que lo marcan para el
resto de la vida; el más valioso, su padre, simboliza la honestidad y lo sigue a lo largo de su historia. En la Casa de la Vida
aprende que el hombre en círculos cerrados se mueve en función de pasiones para la obtención de poder. Esas enseñanzas
derivan en un confrontamiento intelectual y personal producto
de la introspección, la reflexión y la ponderación de valores.
Para mostrar la vinculación entre literatura y medicina y destacar qué tan importante puede ser un fenómeno literario en la
generación de un concepto, es necesario volver al texto.
Un discurso narrativo convincente como el de esta novela difundió la idea de que en la cultura egipcia se realizaban
trepanaciones:
... Entre los espectadores se encontraban además de los
maestros de la Casa de la Vida numerosos estudiantes
que se preparaban para ser trepanadores... Pathor se
ocupó del esclavo que, sólidamente amarrado, lanzaba
miradas enfurecidas, pese al estupefaciente que había
tomado... después de haber limpiado el cráneo... mostró
a todos los asistentes el sitio del hueso... Utilizando el
trépano, la sierra y las pinzas, levantó un trozo de hueso
grande como la mano y mostró a todo el mundo cómo
la sangre coagulada se había adherido a los pliegues
blancos del cerebro... La operación fue bastante larga...
Enseguida cerró el agujero con una placa de plata que
se había preparado entretanto con el modelo del hueso
retirado y la fijó con unos pequeños garfios. Después
de haber recosido la piel del cráneo y cuidado la herida dijo: -Despertad a este hombre. En efecto casi había
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perdido el conocimiento. Se desató al esclavo, le vertieron vino en la garganta y se le hizo
respirar algunos medicamentos fuertes. Al cabo de un instante se sentó y empezó a lanzar
maldiciones.
En las memorias de un congreso de neurocirujanos, publicadas en una revista médica internacional, un experto expresó su opinión sobre este fragmento:
... Este relato literario de Mika Waltari es pura ficción, sin confirmación histórica. Por
el contrario siempre ha llamado la atención de los arqueólogos el no encontrar cráneos
trepanados en las excavaciones egipcias a pesar de haberse desenterrado miles de momias en perfecto estado. Tampoco en el papiro de Smith, 700 años a.C, que es copia de un
tratado de cirugía muy anterior, no se habla de la trepanación en ningún capítulo...
Efectivamente, en un texto narrativo del género de la novela histórica, las situaciones son ficticias
y es de suponerse que Mika Waltari no pretendió realizar un texto de consulta médica sobre la
historia de las trepanaciones. Sin embargo, al disentir entre los hallazgos científicos y la anécdota de la novela, el entrevistado soslayó la convergencia entre medicina y literatura. Los conocimientos al ser analizados necesitan pasar por el tamiz de la unidad histórica social, cultural y
política en que fueron generados y con ello darles sustento sólido al juicio emitido. Sólo es una
novela y aunque el autor se documentó sobre los temas que abordó, en ningún momento puede
calificarse como un libro de texto médico.
En la medicina egipcia antigua se distinguieron dos tendencias: la mágico-religiosa, que incorporaba elementos muy primitivos, y la empírico-racional, basada en la experiencia y en la
observación. Los procesos menos accesibles eran tratados por los sacerdotes con hechizos y
encantamientos. Es a partir de la III dinastía que el médico surgió como una forma primitiva de
científico y en este punto el autor -en voz, psicología y personalidad de su personaje principal- se
apega correctamente al carácter de la medicina de la época. Tras largos años de formación los
egresados aprendían el valor de las drogas, algunas de las cuales todavía son utilizadas. En el
terreno anatómico, los egipcios, a pesar de los embalsamamientos, no aportaron grandes conocimientos y sólo intentaron técnicas de cirugía menor.
En conclusión, Sinuhé, el Egipcio es la historia de un hombre con conflictos de origen e identidad y con dos pasiones: la medicina y la escritura, herramientas que le permiten dar respuesta a
las preguntas ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy?
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