Documento - Corte Suprema de Justicia

Anuncio
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado Ponente: Dr. CARLOS ESTEBAN JARAMILLO SCHLOSS
Santafé de Bogotá D.C.,dieciséis (16) de enero de mil novecientos
noventa y cinco (1995).
Ref.: Expediente 4939
Procede la Corte a decidir sobre la demanda formulada
por
MARÍA
DEL
CARMEN
PEZONAGA
ZABALZA,
solicitando
el
EXEQUATUR para la sentencia de divorcio por mutuo acuerdo del
matrimonio religioso, que con fecha nueve (9) de septiembre de 1988 profirió
el Juzgado de Primera Instancia No. 3 (Familia) de Pamplona (España).
ANTECEDENTES
1.-
Por
intermedio
de
apoderada
especialmente
constituída para tal fin, la actora, mayor de edad y domiciliada en esta
ciudad, presentó ante esta Corporación escrito solicitando se le conceda el
EXEQUATUR a la ya citada sentencia extranjera por cuya virtud se declaró
disuelto el matrimonio contraído en Arre, Provincia de Navarra (España), el
23 de septiembre de 1963, entre la peticionaria y Carlos Javier Aranguren
Ribón, además, que como consecuencia de lo anterior se ordene inscribir la
sentencia en el Registro Civil de Matrimonio No. 450103 del 25 de
septiembre de 1984, de la Notaría Primera del Círculo de Bogotá.
2.- Como presupuestos de hecho, en síntesis la
demanda refiere los siguientes: A) MARIA DEL CARMEN PEZONAGA y
Carlos Javier Aranguen Ribón contrajeron matrimonio por los ritos católicos
en la ciudad de Arre, Provincia de Navarra (España), el 23 de septiembre de
1963, unión en la que se procrearon dos hijos hoy mayores de edad. B)
Mediante sentencia del 24 de mayo de 1985, proferida por la Sala Civil del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, se decretó la separación
indefinida de cuerpos del citado matrimonio así como también disuelta y en
estado de liquidación la sociedad conyugal entre las partes existente; C)
Aranguren Ribón formuló demanda de Divorcio en Pamplona (España)
iniciando el respectivo proceso contencioso que, posteriormente, se tornó en
voluntario al presentar convenio regulador que fuera aprobado por el
Juzgado de Primera Instancia No. 3 (Familia) de dicha localidad, por
sentencia del nueve (9) de septiembre de 1988 con la cual se declaró la
disolución del matrimonio “por causa de Divorcio, y a los meros efectos
civiles”. D) Por escritura Pública No. 128 del 4 de febrero de 1991 de la
Notaría 42 del Círculo de Bogotá se liquidó en forma definitiva la sociedad
conyugal formada, en virtud del matrimonio, por los esposos Aranguren Pezonaga.
Admitida a trámite la anterior solicitud, y por tratarse de
un fallo extranjero proferido en asunto no contencioso, de ella recibió
traslado únicamente el Ministerio Público que se hizo presente a través del
Procurador Delegado en lo Civil. Recibida que fue la causa a pruebas, la
Corte mandó tener como tales los documentos acompañados con la
demanda, ordenando además, con fundamento en los artículos 179 y 180 del
Código de Procedimiento Civil,
librar oficio al Ministerio de Relaciones
Exteriores de Colombia para que certificara si entre Colombia y España
existen tratados o convenios vigentes sobre el reconocimiento recíproco del
valor de las sentencias pronunciadas por autoridades jurisdiccionales de
ambos países en causas matrimoniales, remitiendo para el caso copias de
los documentos correspondientes, solicitud que fue atendida por el jefe de la
oficina jurídica de dicho Ministerio quien hizo llegar a la Corte copia tanto del
texto como del acta de canje de las ratificaciones correspondientes del
“convenio sobre ejecución de sentencias civiles”, suscrito en Madrid el 30 de
mayo de 1908, y aprobado por la ley 7a. del mismo año, señalando que, de
acuerdo con la tarjeta de registro que reposa en el archivo del área de
tratados de esa dependencia, se encuentra en vigor desde el 16 de abril de
1909.
Agotada la instrucción probatoria fue concedido a las
partes, en orden a lo dispuesto por el numeral 6o del art. 695 del Código de
procedimiento Civil, un término común para que presentaran sus
alegaciones, facultad de la que no hizo uso la interesada ni tampoco el
Ministerio Público.
Así las cosas, se tiene que la relación procesal existente
se configuró regularmente sin que se hubiera incurrido en defecto alguno
que, por tener virtualidad para invalidar lo actuado y no haberse saneado,
imponga darle aplicación al art. 145 del Código de Procedimiento Civil,
luego corresponde resolver sobre el fundamento de la solicitud presentada
para lo cual son pertinentes las siguientes
CONSIDERACIONES
1. Sabido es que la soberanía de los Estados conlleva
que sean sus magistrados quienes imparten justicia en el respectivo territorio
pues como tantas veces se ha dicho, la autoridad de la cosa juzgada no se
deriva del Derecho de Gentes, sino que recibe su fuerza del ordenamiento
“civil” de cada nación. Sin embargo, esta soberanía y más concretamente el
principio general de la independencia de los Estados tiene una excepción
basada en exigencias prácticas de internacionalización y eficacia de la
justicia, consistente en permitir que decisiones de jueces de otros países
surtan efectos en Colombia, mientras que se respeten determinados
principios sustanciales y procesales, los cuales la legislación colombiana ha
enumerado en los artículos 693 y 694 del Código de Procedimiento Civil,
acogiendo sin lugar a dudas el sistema llamado de la "regularidad
internacional de los fallos extranjeros", sobre una base previa de
reciprocidad, sistema éste que consiste en aceptar por norma el
cumplimiento en el país de providencias de esa naturaleza, en la medida en
que se reúnan ciertas exigencias mínimas señaladas por la legislación con el
fin de precaverse de las "irregularidades internacionales" de que las
ameritadas sentencias puedan adolecer, siempre y cuando a la autoridad
nacional competente, que es por lo general la Corte Suprema de Justicia, le
conste fehacientemente que en el país donde dichas sentencias fueran
dictadas, se les otorga el pase a resoluciones de la misma índole emanadas
de Tribunales Colombianos, bien sea porque así lo disponen tratados
internacionales vigentes o yá porque es lo que corresponde entender de
acuerdo con el ordenamiento vigente en el país llamado "de origen".
Se tiene, pues, que en lo atinente a esta materia se
combinan, entonces, dos sistemas, el de la reciprocidad diplomática con el
de reciprocidad legislativa, de manera que, como se ha reiterado en
numerosas ocasiones por la doctrina jurisprudencial, “...en primer lugar se
atiende a las estipulaciones de los tratados que tenga celebrados Colombia
con el Estado de cuyos tribunales ename la sentencia que se pretende
ejecutar en el país. Y en segundo lugar, a falta de derecho convencional, se
acogen las normas de la respectiva ley extranjera para darle a la sentencia
la misma fuerza concedida por esa ley a las proferidas en Colombia....”(G. J.
t. LXXX, pág. 464, CLI, pág. 69, CLVIII, pág. 78 y CLXXVI, pág. 309 entre
otras), lo que en otras palabras significa que los repectivos capítulos de los
Códigos de Procedimiento Civil constituyen estatutos legales subsidiarios
que bien puede decirse, cual lo enseñaba Eduardo Couture (Procedimiento,
primer curso, T. III, pág. 66), “funcionan en segundo término” y para los
supuestos en los cuales Colombia no ha celebrado con países extranjeros un
convenio que fije el valor de una sentencia dictada por otra soberanía,
convenio o pacto que en caso de existir, su principal efecto es el de imponer
a cada Estado contratante la obligación de reconocer, en las condiciones
fijadas por este medio convencional, las decisiones de carácter jurisdiccional
emanada de otro Estado contratante. Si existe un tratado que se ocupe de
regular la materia, la necesaria conclusión que se sigue de ello es que debe
él aplicarse a plenitud, es decir que todo lo atañadero al exequátur debe
ajustarse a sus cláusulas aunque éstas no sigan lo dispuesto “como derecho
común” en los ordenamientos procesales nacionales de los países
signatarios.
.De acuerdo con las consideraciones precedentes, procede la
Sala a determinar si para el presente asunto se cumplieron las exigencias de
las que depende el reconocimiento solicitado, teniendo en cuenta que dentro
del expediente quedó demostrada la existencia de un tratado -"convenio
sobre ejecución de sentencias civiles", aprobado por la ley 7a. de 1908- y de
su correspondiente canje de ratificaciones de cuyo contenido se deduce una
vinculación internacional que, ante el ordenamiento jurídico colombiano y de
acuerdo con lo expuesto en el numeral anterior, determina la procedencia del
exequatur para la sentencia extranjera a que se refiere la solicitud, toda vez
que, en efecto, se trata de sentencia civil pronunciada por un Tribunal
ordinario del Reino de España investido de competencia para dictarla de
acuerdo con su propia legislación que, en este aspecto, es también por
entero compatible con la legislación colombiana.
A) En autos obra copia del fallo de autoridad judicial
española que declaró disuelto por mutuo acuerdo el matrimonio contraído
entre MARIA DEL CARMEN PEZONAGA ZABALZA y Carlos Javier
Aranguren Ribón, "por causa de divorcio, y a los meros efectos civiles", así
como la constancia de que dicha providencia fue declarada firme por
ministerio de la ley, copias que en cuanto cumplieron con los recaudos
diplomáticos y administrativos de legalización y legitimación de firmas
exigidas para que tengan valor (art. 259 del C. de P.C. y art. 2o. del convenio
sobre ejecución de sentencias civiles suscrito en 1908 entre Colombia y
España), deben también presumirse expedidas con observancia de las
formalidades externas que permiten considerarlas en el país de donde
proceden.
B) De otro lado, al tenor del numeral 2 del artículo 1o. del convenio en
referencia, preciso es recordar que la aplicación en un Estado de una
sentencia extranjera tiene como límite infranqueable el que no comprometa,
esa aplicación, la vigencia de cualquier principio indispensable para la
salvaguardia de la sociedad que aquél representa, principio referido a
intereses esenciales de los países de orden político, moral, religioso o
económico cuya alteración produciría desequilibrio en el seno del
ordenamiento jurídico y por lo tanto es a los jueces de dicho Estado a los que
corresponde
adelantar
la
comprobación respectiva, teniendo siempre
presente que, como se dijo por esta Corporación en reciente sentencia del 19
de julio de 1994, “el orden público que ha de apreciarse como relevante al
decidir sobre el exequatur, es el existente al momento del otorgamiento de
éste, y no al momento de proferirse la decisión extranjera (Batiffol, Derecho
Internacional Privado, Pág.783), toda vez que como también lo apuntan otros
autorizados escritores (Kegel, Derecho Internacional Privado, Cap.. XVI,
num.VI), lo que se considera núcelo irrenunciable del ordenamento del foro,
evoluciona cada día como cambia así mismo el “orden público” del derecho
policivo común”.
En otras palabras, para los propósitos del precepto
contenido en el Tratado tantas veces aludido, contravendría a las leyes de la
República de Colombia toda sentencia proferida por autoridades judiciales
españolas que sea declarativa o constitutiva de una situación que , al
momento de solicitarse su reconocimiento, estuviere en pugna con principios
cardinales del derecho público colombiano o con normas de derecho privado
promulgadas con finalidades que evidente y principalmente se encaminan a
salvaguardiar el orden social y jurídico del Estado.
En este orden de ideas, emerge del texto mismo de la
sentencia de la cual se viene ocupando la Corte, que mediante ella se
declaró, en vista del mutuo acuerdo de los cónyuges, la disolución “…a los
meros efectos civiles…”, de un matrimonio religioso, luego de surtido el
procedimiento de rigor ante el juez del último domicilio conyugal establecido
en la ciudad de Pamplona (España); se trata, entonces, de un acto de
autoridad legítima desde el punto de vista internacional que, además, en su
contenido y efectos guarda consonancia con el régimen de divorcio
matrimonial que, bajo las directrices generales que fija el artículo 42 de la
Constitución Nacional, instituyó la Ley 25 de 1992.
C) Finalmente es del caso señalar que así como lo
dispone expresamente el “convenio sobre ejecución de sentencias civiles’
suscrito entre Colombia y España, y el art. 695 numeral 2 del Código de
Procedimiento Civil, el trámite de EXEQUATUR se surtió ante la Corte
Suprema de Justicia con audiencia del Ministerio Público representado por el
Procurador Delegado en lo Civil.
DECISION
En mérito de las precedentes consideraciones la Corte
Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, administrando justicia en
nombre de la República de Colombia y por autoridad de la ley,
RESUELVE:
Conceder EL EXEQUATUR a la sentencia que con
fecha de nueve (9) de septiembre de 1988 profirió el Juzgado de Primera
Instancia No. 3 (Familia) de Pamplona (España) y por cuya virtud se declaró
disuelto el matrimonio contraído en Arre, Provincia de Navarra (España), el
23 de septiembre de 1963, entre MARIA DEL CARMEN PEZONAGA
ZABALZA y Carlos Javier Aranguren Ribón.
Para los efectos previstos en los artículos 6o., 106 y 107
del Decreto 1260 de 1970 y de conformidad con los artículos 9 de la Ley 25
de 1992 y 13 del Decreto 1873 de 1971, ordénase la inscripción de esta
providencia junto con la sentencia reconocida, en el folio correspondiente al
registro civil del matrimonio. Por secretaría líbrense las comunicaciones a
que haya lugar.
Sin costas en la actuación.
PEDRO LAFONT PIANETTA
NICOLAS BECHARA SIMANCAS
CARLOS ESTEBAN JARAMILLO SCHLOSS
HECTOR MARIN NARANJO
RAFAEL ROMERO SIERRA
JAVIER TAMAYO JARAMILLO
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACION CIVIL
SALVAMENTO DE VOTO
Referencia: Expediente No. 4939
1.- El suscrito magistrado, con el respeto acostumbrado
por las decisiones de la Sala, en el caso sub-lite me veo precisado a salvar
el voto, por cuanto, a mi juicio, el exequatur solicitado por MARIA DEL
CARMEN PEZONAGA ZABALZA para la sentencia proferida por el Juzgado
de Primera Instancia No. 3 (Familia) de Pamplona (España), el 9 de
septiembre de 1988, mediante la cual se declaró disuelto el matrimonio
contraído por la solicitante de este exequatur con Carlos Javier Aranguren
Ribón el 23 de septiembre de 1963 en Arre, Provincia de Navarra (España),
no se requiere para que la sentencia mencionada surta efectos en Colombia.
2.- En efecto, pese a que en virtud de la soberanía del
Estado la administración de justicia corresponde a sus jueces y, como
consecuencia obligada de ello, como regla general las sentencias
extranjeras tan solo pueden producir efectos en Colombia previo el trámite
establecido por los artículos 693 y 694 del Código de Procedimiento Civil
para que se conceda por la Corte el exequatur correspondiente, también es
cierto que, excepcionalmente y por expresa disposición del legislador,
algunas sentencias proferidas por autoridades judiciales extranjeras, se
encuentran eximidas de ese requisito.
2.1.- Así, ello ocurre, por ejemplo, con las
adopciones decretadas en cualquiera de los Estados que han suscrito y
aprobado la Convención Interamericana sobre conflictos de leyes en materia
de adopción de menores (Art. 5o., Ley 47 de 1987, aprobatoria por Colombia
de dicho tratado); así como con las sentencias de nulidad de matrimonios
católicos decretadas por autoridades eclesiásticas extranjeras, tal como, sin
distinción alguna, lo prescribían los artículos 17 y 18 de la Ley 57 de 1887.
Precisamente en torno a estas normas la Corte Suprema de Justicia, en auto
de 2 de abril de 1984, expresó que, luego de la vigencia del Concordato de
1973, "el artículo 17 de la Ley 57 de 1887 está aún en vigor", lo que no
ocurre respecto del artículo 18 de la misma ley, pues ella se refería a "los
procesos de divorcio no vincular, o lo que era lo mismo, de separación de
lecho, mesa y habitación", (Separación de cuerpos de Lucía Toro de
Córdoba contra David Córdoba Rocca), doctrina ésta que tanto respecto de
la vigencia del artículo 17 de la Ley 57 de 1887 como de la derogatoria del
artículo 18 de la misma ley, se reiteró en auto de 2 de abril de 1984, que
aparece publicado en la Gaceta Judicial, Tomo CLXXVI, No. 2415, pags. 142
y 143 y que, además se ratificó posteriormente en auto de 24 de agosto de
1984 (Separación de cuerpos de Horacio López López contra Blanca Lilia
Galeano de López).
2.2.- Pues bien, el suscrito también observa que
el artículo 13 de la Ley 1a. de 1976, subrogatorio del artículo 163 del Código
Civil, también consagró legislativa y unilateralmente otra excepción a la
exigencia de exequatur, restringida al "vínculo matrimonial" cuando defiere
integralmente, tanto en lo sustancial como en lo procesal, la regulación del
divorcio de cualquier matrimonio civil celebrado en el extranjero, sin
distinción alguna de la calidad de nacional o de extranjero de los cónyuges, a
la ley extranjera, esto es, a la "ley del domicilio conyugal" o del "lugar donde
los cónyuges viven de consuno y, en su defecto, ... el del cónyuge
demandado".
2.2.1.- Por lo tanto, el Estado colombiano
al deferir la regulación de la "disolución del vínculo por divorcio" a dicha
legislación extranjera, adopta anticipadamente y sin requisito judicial alguno,
el divorcio de esos matrimonios civiles, bien se produzca administrativa o
judicialmente, por una causal contenciosa o por mutuo acuerdo, o por un
régimen sustancial o procedimental cualquiera. Por cuanto parte del
supuesto de que en dicha materia no se ha afectado el orden público interno
colombiano, en vista de que precisamente tanto el matrimonio civil como el
divorcio fueron celebrado y decretado en territorio extranjero, donde tenían
su domicilio conyugal, bajo la legislación extranjera, en lo cual nada le
interesaba a la legislación colombiana. Luego, con esta disposición se le
reconoce al Estado extranjero, por medio de su legislación y de sus órganos
competentes, regular exclusivamente el matrimonio civil celebrado en su
territorio y el divorcio también allí decretado cuando los cónyuges tuviesen
allí su domicilio conyugal. Luego, este reconocimiento persigue, de una
parte, que sea en el extranjero donde se defina sustancial y procesalmente el
asunto relativo a una disolución matrimonial, porque siendo exclusivamente
convencional,
o
con
intervención
judicial
(según
la
legislación
correspondiente), esa solución extranjera en nada afecta los intereses
públicos de Colombia, y, por lo tanto, lo lógico sería que no requiera de
exequatur ni en uno, ni en otro caso. Pero esta norma también tiene el
propósito esencial de facilitar el traslado de esas personas, con su nuevo
estado civil, a territorio colombiano, porque llegarían con el estado civil de
divorciado, para lo cual no requeriría exequatur. De allí que se afirme, sin
ambages, que el precepto del citado artículo 13 de la Ley 1a. de 1976 admite
de pleno derecho la eficacia civil de las sentencias de divorcio mencionadas,
que, por adopción legal, tienen plena vigencia y aplicación en el territorio
nacional (arts. 18 del C.C. y 57 del C.R.P.M.).
Pero
tal
reconocimiento
opera
directamente, es decir, sin la intervención de esta Corporación para efectos
de exequátur, ya que, de un lado, el mencionado artículo 13 de la Ley 1a. de
1976 no lo exige expresamente, y, del otro, tampoco esta disposición y la
siguiente dejan a salvo su exigencia, pues su contenido indica lo contrario.
En efecto, reconocer ese divorcio extranjero por una ley colombiana, no
indica otra cosa que adoptarla directamente para nuestro territorio, ya que
lo hace sin condicionamiento alguno (art. 13 citado); lo que no acontece
cuando se trata de otra clase de divorcio, como el decretado en el exterior
pero respecto de matrimonio civil celebrado en Colombia (no en el exterior,
como en el caso anterior), lo cual se hace de manera condicionada a la
admisión de la causal por la ley colombiana y a la notificación debida del
demandado (art. 14 citado), caso en el cual indudablemente se requiere la
intervención de la autoridad judicial competente para hacer tal verificación, lo
que, por consiguiente, supone en este caso la intervención judicial
correspondiente. Pero ello no ocurre, como se dijo, con la hipótesis
contemplada en el mencionado artículo 13 de la Ley 1a. de 1976, pues exigir
exequatur, aún en este caso no solo sería contrariar el texto y la intención del
legislador sino que podría llegar a la circunstancia, absurda en la presente
época, de exigirle a toda persona, nacional o extranjera, que ingrese a
Colombia para cualquier asunto (sea de domicilio, residencia o tránsito) que,
en primer término, venga acompañado de las pruebas de sus sentencias
extranjeras sobre divorcio y demás estados civiles, y que, en segundo lugar,
también obtenga de esta Corporación el exequatur correspondiente, a fin de
que en Colombia las autoridades y particulares puedan tenerlo como lo
indican dichas sentencias, esto es, como divorciado, excasado, hijo natural,
etc. En cambio, se ajusta mas a la realidad actual y, por lo tanto, resulta mas
ajustada a ello, la interpretación de que en tales casos sea innecesario el
exequatur, porque como la persona que ingresa o reingresa a Colombia lo
hace con un nuevo estado civil, respecto del cual la legislación y los
intereses públicos colombianos no entraron en juego, no existe razón
jurídica, ni práctica para que esas sentencias se revisen en este país
mediante el exequatur.
De allí que deba concluírse que para
efecto exclusivamente de la disolución del vínculo matrimonial mediante
divorcio, no requieran exequatur las sentencias de divorcios proferidas en el
exterior de matrimonios también celebrados en el exterior, cuando los
cónyuges tuvieron en uno y otro caso su domicilio conyugal en territorio
extranjero, porque conforme lo dispone el artículo 13 de la Ley 1a. de 1976
tales sentencias por estimarse que no violan el orden público colombiano, y
con mayor razón cuando se comprueba que efectivamente no lo infringen,
son reconocidas directamente por la legislación colombiana, con plena
eficacia y ejecutabilidad en el territorio nacional, que deben acatar los
residentes de la nación, tanto funcionarios públicos como particulares.
2.2.2.- Luego, siendo así las
cosas le basta a la Corte la comprobación de que se trata de un divorcio
extranjero con relación a un matrimonio también extranjero, para concluír
que, por no violar el orden público interno, falta la legitimación para exigir un
exequatur de una sentencia que no lo requiere. Por lo tanto, en tales casos
la denegación del exequatur ha debido descansar en su no exigencia, en
vista de que la sentencia de divorcio mencionada no lo requiere para su
plena eficacia y ejecución en Colombia; y por esa misma razón ha debido
permitirse, sin la necesidad de exequatur, la inscripción de dicha sentencia
de divorcio en el registro del estado civil colombiano, de la misma manera
como ocurriera con el matrimonio celebrado en el exterior (arts. 72, 67, inciso
2o., y 22 del Decreto 1260 de 1970).
3.- Ahora bien, dado que el artículo 42 de la
Constitución de 1991 dispone que "los efectos civiles de todo matrimonio
cesarán por divorcio", la Ley 25 de 1992, en su artículo 5o., modificó el
artículo 152 del Código Civil, en el sentido de que los efectos civiles de los
matrimonios celebrados por cualquier rito religioso, "cesarán por divorcio
decretado por el juez de familia o promiscuo de familia", norma ésta que
guarda armonía con la modificación introducida por el artículo 11 de la ley
mencionada al artículo 160 del Código Civil. Siendo ello así, fuerza es
concluir que la sentencia que decreta la cesación de los efectos civiles del
matrimonio católico, equivale a tener por disuelto el vínculo que hasta
entonces ataba a los cónyuges, quienes, en adelante, podrán, si así lo
desean, volver a contraer matrimonio válidamente.
4.- En el caso de autos, se observa que mediante la
sentencia proferida por el Juzgado de Primera Instancia No. 3 (Familia) de
Pamplona (España), se declaró disuelto el matrimonio católico contraído en
Arre, Provincia de Navarra (España) el 23 de septiembre de 1963 por MARIA
DEL CARMEN PEZONAGA ZABALZA con CARLOS JAVIER ARANGUREN
RIBON. Es decir, mediante dicha sentencia cesaron los efectos civiles de
ese matrimonio, por lo que, como salta a la vista, esa sentencia es de
idéntica naturaleza a la que decreta el divorcio de un matrimonio civil, razón
ésta que, por lo mismo, hace aplicable a ella lo dispuesto por el artículo 163
del Código Civil, pues, se trata, en el fondo de una sentencia de divorcio
proferida por un juez extranjero con competencia para ello, como quiera que
el domicilio conyugal de las partes lo autorizaba para ello.
5.- Así las cosas, resulta claro que, por expreso
mandato del legislador colombiano, la sentencia de divorcio a que se refiere
esta solicitud de exequátur surte efectos, de pleno derecho, sin más trámites,
porque soberanamente así lo dispuso el Estado Colombiano, en lo que
constituye una excepción a las reglas generales contenidas en los artículos
693 y siguientes del Código de Procedimiento Civil respecto del efecto de
sentencias, laudos arbitrales y otras providencias que revistan tal carácter,
para las cuales sí se requiere previamente el exequátur, excepción ésta que,
por lo demás, es de rango similar a la establecida respecto de las sentencias
eclesiásticas sobre nulidad de los matrimonios celebrados por los ritos
católicos, sin consideración a la sede del Tribunal Eclesiástico, tal como se
desprende del artículo 17 de la Ley 57
de 1887, anterior inclusive al
Concordato celebrado ese año con la Santa Sede, y aprobado por el
Congreso Nacional mediante la Ley 35 de 1888, lo que significa que esa ha
sido la posición autónomamente adoptada por el Estado Colombiano, con
independencia no sólo del Concordato de 1887 sino, como es fácilmente
comprensible del posteriormente celebrado en 1973, aprobado por la Ley 20
de 1974.
6.- Como corolario de lo antes dicho, surge entonces la
conclusión de que la sentencia de divorcio a que se refiere la demanda no
requiere exequatur por ministerio de la ley y, por consiguiente, la Corte así
ha debido declararlo.
Fecha ut supra.
PEDRO LAFONT PIANETTA
Descargar