Revista BCV. Vol. XIV, N° 2 - Banco Central de Venezuela

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Revista BCV
Revista BCV
Vol. XIV, N° 2, 2000
Comité de
Publicaciones
Manuel Lago Rodríguez (Presidente)
Mary Batista
Rafael J. Crazut
Carlos Hernández Delfino
Armando León
Angelo Lucenti
Domingo Maza Zavala
Luisa F. Coronil D. (Secretaria Técnica)
© Banco Central de Venezuela
Hecho el depósito de Ley
Depósito Legal 88-00-86
ISSN: 0005-4720
Concepción gráfica de la tripa: Ingard Gherembeck
Concepción gráfica de la carátula: Luis Giraldo
Diagramación: Elena Roosen
Corrección: Alberto Márquez
Impresión: Fundación La Casa de Bello
Los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de sus autores
y no comprometen al Banco Central de Venezuela ni a su directorio.
Índice
Índice
Artículos
9
Reconsideración del siglo XX
Robert A. Mundell
35
América Latina: una región en riesgo.
Pobreza, inequidad e institucionalidad
social
Bernardo Kliksberg
81
La demanda de dinero en Venezuela
(1984-1999)
Adriana Arreaza, María Amelia
Fernández, David Delgado
Documentos
107
Modernidad, nación y petróleo
en Venezuela
Luis Ricardo Dávila
Homenaje a Joseph A. Schumpeter
131
Carta del Editor
Asdrúbal Baptista
133
J.A. Schumpeter, en el cincuentenario
de su muerte
Asdrúbal Baptista
135
Retrospectiva del pensamiento
schumpeteriano: ¿la nueva economía?
Luis Mata Mollejas
137
De Marx, Schumpeter y Keynes
José Moreno Colmenares
La coyuntura económica
149
La coyuntura económica
Efraín J. Velázquez
Indicadores económicos
155
Artículos
Artículos
Reconsideración del siglo XX*
Mundell
Robert A. Mundell**
En comparación con los siglos pasados, el siglo XX ha producido extremos. Sus
primeros años fueron una continuación benigna de la paz del siglo XIX. Pero esta
calma antes de la tormenta fue seguida por la Primera Guerra Mundial, el comunismo, la hiperinflación, el fascismo, la depresión, el genocidio, la Segunda Guerra Mundial, la bomba atómica y la ocupación de Europa del Este. Luego, vino un
período de relativa estabilidad, marcado por el equilibrio del terror de la Guerra
Fría, la alianza de la OTAN y la descolonización. Hacia finales del siglo, concluyó
la Guerra Fría, se desmanteló el Imperio Soviético, surgió la democracia en Europa del Este, floreció la Pax Americana y se creó el euro. La clave del siglo XX
radica en los vínculos que existen entre sus primeras y sus últimas décadas, los
“apoyalibros” del siglo.
En 1906, Whitelaw Reid, embajador de Estados Unidos en Gran Bretaña, diplomático, periodista y político, dio una conferencia en la Universidad de Cambridge
titulada The Greatest Fact in Modern History, el acontecimiento más importante en
la historia moderna, para la cual se pidió al autor que disertara sobre el surgimiento
*
Este artículo es una versión corregida de la conferencia que dictó Robert A. Mundell en
Estocolmo, Suecia, el 10 de diciembre de 1999, cuando recibió el Premio del Banco de
Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel. Se publica aquí por
autorización de la Fundación Nobel. © The Nobel Foundation.
** Departamento de Economía, Universidad de Columbia, Nueva York, NY 10027.
10
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
y desarrollo de Estados Unidos1 . No puede haber sido obvio en ese entonces que el
surgimiento de Estados Unidos era “el acontecimiento más importante en la historia
moderna”, pero era cierto que en cuestión de apenas dos siglos una pequeña
colonia se había convertido en la mayor economía del mundo. La primera década
del siglo dejó entrever lo que confirmó la última, a saber, la preponderancia de
Estados Unidos. ¡Olvidemos los 75 años transcurridos entre 1914 y 1989!
Un tema implícito en mi disertación de hoy es el papel que desempeñó Estados
Unidos en lo que se ha denominado con propiedad el “siglo americano”. Deseo
resaltar el papel del factor monetario como elemento determinante de los acontecimientos políticos. Argumentaré específicamente que muchos de los cambios
políticos que tuvieron lugar en el siglo han sido resultado de perturbaciones poco
comprendidas en el sistema monetario internacional, mientras que éstas a su vez
han sido consecuencia del surgimiento de Estados Unidos y las equivocaciones
de su brazo financiero, el sistema de la Reserva Federal.
El siglo XX comenzó con un sistema monetario internacional sumamente eficiente que fue destruido en la Primera Guerra Mundial, y su torpe recreación en el
período entre guerras desencadenó la Gran Depresión, Hitler y la Segunda Guerra Mundial. Los nuevos arreglos que se establecieron a continuación dependieron más de las políticas del dólar aplicadas por el sistema de la Reserva Federal
que de la disciplina del oro en sí. Cuando se rompió finalmente el nexo con el
oro, el sistema de la Reserva Federal se vio comprometido en la mayor inflación
que Estados Unidos haya experimentado hasta la fecha, por lo menos desde los
días de la Guerra Revolucionaria. No obstante, al acercarse el fin del siglo, un
proceso de reaprendizaje creó un marco completamente nuevo para reproducir
algunas de las ventajas del sistema con el cual se inició el siglo.
El siglo XX puede dividirse en tres períodos bien diferenciados y de duración casi
equivalente. El primero de ellos, que va de 1900 a 1933, es la historia del patrón
oro mundial, su descalabro durante la guerra, su mal manejado restablecimiento
en la década de 1920, y su desaparición a comienzos de los años 30. El segundo
período, de 1934 a 1971, comienza con la devaluación del dólar y el establecimiento del precio del oro en $35, y finaliza cuando Estados Unidos desvinculó el
dólar del oro. El tercer y último período del siglo, de 1972 a 1999, comienza con
el colapso que dio lugar a tasas de cambio flexibles y continúa con el subsiguiente
1
La nota del editor reza:
La presente disertación fue preparada con motivo de la invitación que extendiera la Universidad de Cambridge al Embajador Estadounidense en Gran Bretaña, quien dictó la conferencia ante el Senado [...] Las autoridades universitarias propusieron el tema. El Embajador dijo
entonces que nunca habría escogido ese tema para esa audiencia pero, ya que le había sido
propuesto, no estaba dispuesto a rechazarlo [...]
Robert A. Mundell / Reconsideración del siglo XX
11
estallido de la inflación y del estancamiento en gran escala en la década de los 70,
el florecimiento de la economía de la oferta en los 80, y el regreso a la estabilidad
monetaria y el nacimiento del euro en la década de los 90. Sin embargo, el siglo
finaliza con nuestro sistema monetario en déficit por oposición a la primera década
del siglo y esto indica que todavía queda trabajo por hacer en las próximas décadas.
Mal manejo del patrón oro
El patrón oro mundial a comienzos del siglo XX facilitó el comercio, los pagos y los
movimientos de capital. La balanza de pagos se mantuvo en equilibrio con tasas de
cambio fijas mediante un mecanismo de ajuste que tenía un alto grado de automaticidad.
El nivel mundial de precios puede haber estado supeditado a tendencias a largo
plazo, pero las tasas anuales de inflación y deflación eran bajas, y tenían el efecto de
eliminarse mutuamente y preservar el valor del dinero a largo plazo. El sistema brindó
al mundo un nivel elevado de integración y estabilidad monetaria.
Sin embargo, los sistemas monetarios internacionales no son estáticos. Deben ser
coherentes y evolucionar con la configuración de poder de la economía mundial.
Los patrones monetarios del oro y de la plata y el patrón bimetálico habían
prosperado más en un mundo descentralizado donde las políticas de ajuste eran
automáticas. Pero en las décadas que precedieron a la Primera Guerra Mundial,
los bancos centrales de las grandes potencias se habían convertido en oligopolios
dentro del sistema. La eficiencia y estabilidad del patrón oro pasó a depender
cada vez más de las políticas discrecionales de unos cuantos bancos centrales
importantes. Esta tendencia se acrecentó en un orden de magnitud con la creación en 1913 del sistema de la Reserva Federal en Estados Unidos. La Junta de la
Reserva Federal, que dirigía el sistema, centralizaba el poder monetario de una
economía que había llegado a ser tres veces mayor que cualquiera de sus rivales
más cercanos, Gran Bretaña y Alemania. Por ende, la historia del patrón oro se
convirtió cada vez más en la historia del sistema de la Reserva Federal.
Tras la Primera Guerra Mundial, el oro se volvió inestable. La inestabilidad comenzó cuando los beligerantes europeos se vieron obligados a abandonar el
patrón oro como consecuencia de sus gastos deficitarios. Fue entonces cuando el
oro llegó a Estados Unidos, donde el recién creado sistema de la Reserva Federal
lo monetizó, duplicando el nivel del precio del dólar y reduciendo a la mitad el
valor real del oro2 . La inestabilidad continuó cuando, después de la guerra, la
2
Desde el punto de vista formal, puede afirmarse que Estados Unidos suspendió el patrón
oro cuando, entre septiembre de 1917 y junio de 1918, el presidente Wilson prohibió la libre
exportación del oro, para lo cual usó, “por extraño que parezca”, la Ley de Espionaje de
junio de 1917 (Roy Jastram, 1981, p. 124). Sin embargo, la convertibilidad nacional de los
billetes en oro continuó siendo legal de forma tal que, por lo que al público se refería, el
patrón oro seguía vigente.
12
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
Reserva Federal puso en marcha una deflación asombrosa durante la recesión3 de
1920-1921, con la cual el nivel del precio del dólar (y del oro) regresó en 60 por
ciento hacia el equilibrio de la preguerra, nivel al que la Reserva Federal lo mantuvo hasta 1929.
Fue en esta atmósfera que el resto del mundo, encabezado por Alemania, Gran
Bretaña y Francia, restauró el patrón oro. El problema era que, con los precios
internacionales (del dólar) todavía 40 por ciento por encima de su nivel de equilibrio de la preguerra, el valor real de la oferta y las reservas de oro era proporcionalmente menor. Al mismo tiempo, el oro monetario estaba mal distribuido, puesto que la mitad del mismo se encontraba en Estados Unidos. Igualmente, la incertidumbre en relación con las tasas de cambio y las reparaciones (que se fijaron en
oro) aumentó la demanda de reservas. En tales circunstancias, ¿acaso la mayor
demanda de oro que originó el regreso al patrón oro no produciría una deflación?
Algunos economistas, tales como Charles Rist de Francia, Ludwig von Mises de
Austria y Gustav Cassel4 de Suecia, pensaban que sí la causaría5 .
Cassel (1925) había sido muy explícito incluso antes de que Gran Bretaña restaurara el patrón oro:
“El patrón oro, por supuesto, no puede asegurar una mayor estabilidad en el nivel
general de precios de un país que el valor del oro en sí. En vista de que es deseable
la estabilidad del nivel general de precios, nuestro trabajo por el restablecimiento
del patrón oro debe complementarse con esfuerzos por mantener el valor del oro lo
3
Fue este episodio de inestabilidad del dólar y el oro el que llevó a John Maynard Keynes,
en su obra titulada A Tract on Monetary Reform (Keynes, 1923), a llamar la atención con
respecto al conflicto entre estabilidad “interna” y “externa”. En vista de que el valor del oro
se redujo a la mitad y luego se disparó en la deflación de la posguerra, parecía ser un ancla
inestable para las demás monedas. Sobre la base de este episodio, Keynes abogó por la
estabilidad interna (un nivel de precios estable) por oposición a la estabilidad externa (una
tasa de cambio o un precio del oro fijo), principalmente en razón de que la Junta de la
Reserva Federal dominaría un sistema internacional y que todavía no había demostrado su
capacidad para llevar a cabo una gerencia capaz.
4
Yo analicé este aspecto en la disertación que presenté con motivo del centenario del
natalicio de Jacques Rueff. (Véase Mundell, 1996.) También debe hacerse mención de John
Parke Young, un joven profesor de Princeton, que fue designado como una especie de
Comisión del Oro integrada por una sola persona. Parke reconoció ampliamente el problema planteado por Cassel, Rist y Von Mises. (Véase Young, 1925.)
5
La historia monetaria presentaba sobradas evidencias de que el restablecimiento de un
patrón en especie introduciría tendencias deflacionarias, como cuando Gran Bretaña implantó en la India el patrón plata a mediados del siglo XVIII, cuando Gran Bretaña y otros
países regresaron al patrón oro o plata después de las Guerras Napoleónicas, y cuando los
países cambiaron de plata a oro después del fracaso del bimetalismo a principios de la
década de 1870.
Robert A. Mundell / Reconsideración del siglo XX
13
más constante posible [...] Con la situación real de la producción de oro, puede
afirmarse a ciencia cierta que después de un período comparativamente corto,
quizás en una década, la superabundancia actual de oro será reemplazada, como
consecuencia de la creciente demanda, por una marcada escasez de este metal
precioso, lo cual tendrá el efecto de causar una caída de los precios [...]”
Después del restablecimiento del oro, Cassel siguió con su línea de razonamiento
y alertó sobre la necesidad de economizar en el uso monetario del oro, a fin de
detener una depresión. En 1928, escribió:
“Nuestro gran problema es cómo hacer frente a la creciente escasez de oro que
amenaza al mundo como resultado tanto del aumento de la demanda como de la
reducción de la oferta. Debemos resolver este problema mediante una restricción
sistemática de la demanda monetaria de oro. Sólo si logramos hacer esto, podemos
esperar evitar una caída permanente del nivel general de precios y una depresión
mundial prolongada que inevitablemente se produciría a raíz de esta caída de los
precios6”.
Rist, Mises y Cassel demostraron estar en lo cierto. La deflación ya estaba en el aire
a finales de la década de 1920 con la caída de los precios de las materias primas y
los productos agrícolas. La caída de Wall Street en 1929 fue otro síntoma, y la
deflación generalizada comenzó en 1930. Que la deflación fue generalizada, si
bien desigual, puede deducirse de la pérdida porcentual de los precios al por
mayor en diversos países, desde el nivel más alto en 1929 hasta septiembre de
1931 (el mes en que Gran Bretaña abandonó el patrón oro): Japón, 40,5; Países
Bajos, 38,1; Bélgica, 31,3; Italia, 31,0; Estados Unidos, 29,5; Reino Unido, 29,2;
Canadá, 28,9; Francia, 28,3, y Alemania, 22,07 .
El nivel del precio del dólar tocó fondo en 1932 y 1933. En la Tabla 1, se presenta
el nivel de precios desde 1914 hasta 1934.
Durante décadas, los economistas han lidiado con el problema de cuál fue la
causa de la deflación y la depresión de la década de 1930. La abundante literatura
sobre la materia ha dado lugar a más discusiones acaloradas que esclarecedoras.
6
Posteriormente en el mismo año, Keynes se había dado cuenta de la importancia del
restablecimiento del patrón oro (al cual se había opuesto antes sobre la base de que podía
ocurrir que la Reserva Federal no mantuviera el oro estable) en relación con la demanda de
oro, y se preocupó en especial por las implicaciones de la ley monetaria francesa de 1928,
que en efecto exigía cobertura oro por cada nuevo billete en francos. El gobernador Moreau
comenzó a convertir incluso los saldos existentes en oro y desconcertó al Banco de Inglaterra. Para un análisis detallado de la ley monetaria francesa, véase H. Clark Johnson (1997).
7
Las cifras son de la Oficina Estadounidense de Comercio Nacional y Exterior (U.S. Bureau
of Foreign and Domestic Commerce), Commerce Reports, 9 de noviembre de 1931, p. 301,
citado en Jastram (1981, p. 99).
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
14
Una fuente de controversia ha sido si la depresión fue causada por un cambio en
la demanda agregada o por una caída de la oferta monetaria. Sin duda la respuesta es ambos. Pero ninguna de las teorías, ni la monetarista ni la keynesiana, habría
podido predecir la caída de la oferta monetaria ni de la demanda agregada con
antelación. Estas teorías estaban arraigadas en modelos de corto plazo y de economía cerrada que no pudieron prever los efectos del patrón oro durante y después de la Primera Guerra Mundial. Por oposición, la teoría de que la deflación
fue ocasionada por el regreso al patrón oro no sólo era predecible, sino que fue
la deflación. Entró en su fase de crisis con la quiebra, en la primavera de 1931, del
Viennese Creditanstalt, el mayor banco de Europa Central, y como resultado activó una reacción en cadena que se propagó a Alemania, donde se le hizo frente
con políticas monetarias deflacionarias y una reimposición de controles, y a Gran
Bretaña, donde el 21 de septiembre de 1931 la libra se desligó del oro. Sin embargo, varios países habían desvinculado su moneda del oro antes que Gran Bretaña:
Australia, Brasil, Chile, Nueva Zelanda, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela,
mientras que Austria, Canadá, Alemania y Hungría habían impuesto controles. Un
gran número de otros países siguieron el ejemplo de Gran Bretaña y desvincularon
sus monedas del oro.
Tabla 1
Nivel de precios en Estados Unidos
Años seleccionados, 1914-1933 (1930 = 100)
1914
78,4
1920
178,7
1921
113,0
178,7
112,1
113
84,1
112,1
76,2
Fuente: Índice de precios al por mayor, Oficina de Estadística Laboral de Estados Unidos (U.S.
Bureau of Labor Statistics). Adaptado de la Tabla 21 en Jastram (1981, p. 206).
Entretanto, Estados Unidos se aferró al patrón oro con todas sus fuerzas. Después
de haber hecho una gran parte de su acertado cambio hacia una política monetaria cuya meta era la estabilidad de precios en lugar del mantenimiento del patrón
oro, regresó al patrón oro justo en el momento en que más importaba, en los
primeros años de la década de 1930.
En lugar de bombear liquidez al sistema, optó por defender el patrón oro. A pesar
de que iba pisándole los talones a Gran Bretaña en su alejamiento del patrón oro,
en octubre de 1931 la Reserva Federal aumentó la tasa de redescuento en dos
etapas de 11/2 a 31/2 por ciento, con lo cual la economía se hundió aún más en el
pantano de la deflación y la depresión y se agravó la crisis bancaria. Como hemos
visto, los precios al por mayor se redujeron 35 por ciento entre 1929 y 1933.
Robert A. Mundell / Reconsideración del siglo XX
15
La deflación monetaria se transformó en depresión como resultado de los choques fiscales. La ley de aranceles Smoot-Hawley, que ocasionó represalias en el
exterior, fue el primero de estos choques: entre 1929 y 1933 las importaciones se
redujeron en 30 por ciento y las exportaciones disminuyeron aún más, en casi 40
por ciento, lo cual es bastante significativo. El 6 de junio de 1932, el Congreso
democrático aprobó, y el presidente Herbert Hoover firmó, en un arrebato de
manía de presupuesto equilibrado, una de sus leyes más desatinadas, la Ley
Tributaria de 1932, que contemplaba el mayor aumento tributario porcentual que
se haya aprobado en tiempos de paz en Estados Unidos. El desempleo aumentó
hasta 24,9 por ciento de la fuerza laboral en 1933, y el PIB disminuyó en 57 por
ciento a los precios corrientes y 22 por ciento en términos reales8 .
La crisis bancaria estaba ahora en pleno apogeo. Las quiebras habían aumentado
desmesuradamente de un promedio de alrededor de 500 por año en la década de
1920 a 1.350 en 1930, 2.293 en 1931, y 1.453 en 1932. Franklin D. Roosevelt, como
una de sus primeras medidas después de asumir la presidencia en marzo de 1933,
impuso un embargo a las exportaciones de oro. Después del 20 de abril, se
permitió la flotación del dólar con tendencia a la baja.
La deflación de la década de 1930 fue el reflejo especular del aumento del nivel
de precios en tiempos de guerra que no se había invertido en la recesión de 19201921. Cuando los países abandonan el patrón oro, cae el valor real del oro y
aumenta el nivel de precios en los países que se rigen por el patrón oro. Cuando
los países adoptan el patrón oro, aumenta el valor real del oro y cae el nivel de
precios. La revalorización del oro en los años treinta fue el reflejo especular de la
depreciación del oro en la Primera Guerra Mundial. El nivel del precio del dólar
en 1934 era el mismo que el de 19149 . La deflación de la década de 1930 debe
verse no como una “crisis exclusiva del capitalismo”, como los marxistas tendían
a afirmar, sino como la continuación de una pauta que había aparecido antes con
considerable previsibilidad, siempre que los países adoptan o retoman un patrón
monetario. La deflación de los años 30 tiene sus antecedentes en las décadas de
1780 y 1820 y también en la de 1870.
8
El establecimiento de la Ley Nacional de Recuperación Industrial en 1933 hizo más daño
al suspender las leyes antimonopolio, promover los cárteles y sindicatos, disminuir los
diferenciales salariales, limitar las horas de trabajo a 35 horas por semana e imponer salarios
mínimos, antes de ser declarada inconstitucional en 1935.
9
Por supuesto, fue en parte coincidencia que los niveles de precios en 1914 y 1933 fueran
aproximadamente los mismos. Si el patrón oro mundial hubiera permanecido vigente durante el período, con o sin la catástrofe de la guerra mundial, el precio real del oro podría
haber cambiado debido a las mismas razones por las que cambió durante la historia del
patrón oro. Sin embargo, difícilmente puede refutarse la clara influencia del restablecimiento del patrón oro en la reducción de los precios.
16
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
¿Qué veredicto puede pronunciarse en relación con este primer tercio del siglo?
Uno es que el sistema de la Reserva Federal pecó fatalmente de incongruente en
momentos críticos. Se aferró al patrón oro entre 1914 y 1921 cuando el oro se había
vuelto inestable. Adoptó una política de estabilidad de precios en la década de 1920
que fue exitosa. Pero restauró el patrón oro en el peor momento concebible, cuando el oro se había vuelto otra vez inestable. El hecho desafortunado fue que, de los
principales bancos centrales, el que tenía menos experiencia, el recién llegado,
poseía el imponente poder para construir o destruir el sistema por sí mismo.
Las economías europeas de ninguna manera estuvieron libres de culpa en este
episodio. Los países europeos fueron los que cambiaron el statu quo y adoptaron
el patrón oro sin medir las consecuencias. Hicieron caso omiso de las lecciones
de la historia, en el sentido de que un movimiento concertado dirigido a abandonar o a adoptar cualquier patrón metálico produce a su paso inflación o deflación
respectivamente. Después de una gran guerra, en la que ocurrió inflación en el
líder monetario y el oro se subvaluó en consecuencia, el regreso al patrón oro y
la estabilidad de precios sólo son compatibles si se aumenta el precio del oro. En
caso de no existir esta posibilidad, los países habrían tenido mejor suerte si hubieran escuchado el consejo de Keynes de sacrificar los beneficios de las tasas de
cambio fijas bajo el régimen del patrón oro, y más bien estabilizar los precios de
los productos básicos en lugar del precio del oro.
Si se hubiera aumentado el precio del oro a finales de la década de los 20, o bien
si los principales bancos centrales hubieran aplicado políticas de estabilidad de
precios en lugar de mantenerse fieles al patrón oro, no habrían ocurrido la Gran
Depresión ni la revolución nazi ni la Segunda Guerra Mundial.
Mezcla de políticas bajo el régimen del patrón oro
En abril de 1934, después de un año de tasas de cambio flexibles, Estados Unidos
retomó el patrón oro10 después de una devaluación del dólar11 . Como conse10
La devaluación del dólar y el aumento del precio del oro en dólares en 1934 habían
estado acompañados de medidas que eliminaban la operación del patrón oro en Estados
Unidos. El dólar ya no era convertible y se prohibió a los ciudadanos estadounidenses
retener oro; el dólar era convertible únicamente para fines de operaciones monetarias con
el extranjero; se exigió a la Reserva Federal que mantuviera sólo un porcentaje (inicialmente
40 por ciento) de cobertura oro como respaldo de billetes y pasivos, y la Corte Suprema
había anulado e invalidado todas las cláusulas oro.
11
George F. Warren, profesor de economía de la Universidad de Cornell y uno de los
asesores del presidente, influyó considerablemente en la decisión de devaluar. Con esta
devaluación, se esperaba obtener tres posibles beneficios conexos. El primero de estos
beneficios era que el alza en el precio del oro aumentaría el nivel interno de precios,
comenzando con un aumento en los precios de las importaciones y las exportaciones, pero
que luego se expandiría a toda la economía. Esta teoría, que sería clásica actualmente para
Robert A. Mundell / Reconsideración del siglo XX
17
cuencia, el valor del dólar en oro se redujo en 40,94 por ciento y el precio oficial
del oro aumentó 69,33 por ciento, para colocarlo en $35 la onza. ¡Cómo habría
cambiado la historia si el presidente Herbert Hoover hubiera devaluado el dólar
tres años antes!12
Francia mantuvo su paridad oro hasta 1936, cuando devaluó el franco. Otros dos
acontecimientos trascendentales ocurrieron ese año. Uno fue la publicación de la
Teoría General de Keynes; el otro, la firma del Acuerdo Tripartito entre Estados
Unidos, Gran Bretaña y Francia. El primero introdujo una nueva teoría de manejo
de políticas para una economía cerrada; el segundo, precursor del acuerdo de
Bretton Woods, estableció algunas normas para el control de las tasas de cambio
en el nuevo sistema monetario internacional.
La contradicción entre los dos difícilmente podría ser más irónica. En una época
en que las políticas keynesianas de la gestión económica nacional estaban ganando cada vez mayor aceptación entre los economistas, la economía mundial había
adoptado un nuevo sistema de tasas de cambio fijas que era incompatible con
esas políticas.
En los nuevos acuerdos, que fueron ratificados en Bretton Woods en 1944, se
exigió a los países que establecieran paridades fijadas con respecto al oro y mantuvieran tasas de cambio fijas entre sí. Sin embargo, el nuevo sistema era muy
una pequeña economía abierta, se basó en ese entonces en la correlación a largo plazo de
las existencias de oro monetario y el nivel de precios. El segundo beneficio era que el
aumento de los precios del oro se traduciría en mayores compras de oro, lo cual aumentaría
a su vez la base de reservas de alto poder del sistema monetario. El tercer beneficio era que
la devaluación, en la medida en que cambiaran las tasas de cambio, haría que los productos
estadounidenses fuesen más competitivos en los mercados mundiales. Resultó que los precios al por mayor sí aumentaron en casi 30 por ciento entre 1933 y 1937, y luego disminuyeron aproximadamente 10 por ciento en 1938-1940, antes de duplicarse a finales de 1948.
12
Un argumento en contra de la devaluación fue que Estados Unidos era el acreedor más
grande del mundo y sus acreencias se fijaban mayormente en dólares. Sólo más tarde se
comprendió que las deudas serían incobrables. Debería haber bastado con evitar la deflación,
pero a falta de una teoría coherente de que el oro estaba subvaluado, el argumento podría
no haber sido convincente. Nadie sabía con antelación cuánto más se reducirían los precios.
Surgió una oportunidad cuando Gran Bretaña abandonó el patrón oro, pero las reservas de
oro de Estados Unidos todavía eran las mayores del mundo. Sin embargo, si la Reserva
Federal hubiera venido siguiendo una política monetaria suficientemente expansionista, el
oro habría circulado y la situación se habría puesto en evidencia.
Un argumento engañoso que se plantea a menudo en contra de la devaluación es que se
trata de una política de egoísmo nacional, en el sentido de que crea empleo internamente a
expensas del empleo en el exterior. Pero eso era precisamente lo que se necesitaba: competencia para aumentar el empleo. Si todos los países devaluaran competitivamente, el precio
del oro podría aumentar para eliminar la subvaluación y crear las condiciones para una
recuperación.
18
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
diferente al antiguo patrón oro. La diferencia radicaba en que el papel de Estados
Unidos en el sistema era asimétrico. Una cláusula especial13 daba a cualquier país
la opción de fijar el precio del oro, en lugar de mantener fijas las tasas de cambio
de los demás miembros. Debido a que el dólar era la única moneda vinculada al
oro, Estados Unidos era el único país en condiciones de ejercer la opción de fijar
el precio del oro. Fue así como surgieron los arreglos asimétricos en los que
Estados Unidos fijaba el precio del oro, mientras que los demás países fijaban sus
monedas en relación con el dólar14 . Otra diferencia entre el nuevo sistema y el
anterior era que ni siquiera Estados Unidos seguía un patrón que pudiera llamarse
plenamente patrón oro. El dólar ya no estaba “anclado” al oro en el viejo sentido;
ocurría más bien que Estados Unidos ejercía una gran influencia en el nivel mundial de precios y, por ende, en el precio real del oro. El oro se había convertido en
un pasajero dentro del sistema.
¿Se creó un nuevo sistema en Bretton Woods? Según la planificación original,
parecía que así sería. Los planes de Gran Bretaña y de Estados Unidos incluían
ambos disposiciones para una moneda mundial: John Maynard Keynes tenía su
bancor y Harry Dexter White su unitas. Pero estas ideas progresistas pronto
fueron enterradas. Sin duda, Estados Unidos llegó a pensar que una moneda
mundial le cortaría las alas al dolar15. Por lo tanto, no se creó un “sistema” de
Bretton Woods, sino más bien un “orden” de Bretton Woods que esbozó la carta
de constitución de un sistema16 que ya existía.
La Segunda Guerra Mundial trajo consigo la repetición de los desequilibrios monetarios de la Primera Guerra Mundial. La devaluación del dólar y las nubes de
guerra que se cernían sobre Europa convirtieron al dólar en un puerto seguro e
13
Artículo IV (4)-b del Convenio Constitutivo del Fondo Monetario Internacional. Esta cláusula se incluyó en el último minuto para complacer a Estados Unidos, que como práctica general
nunca había fijado las tasas de cambio y no iba a hacerlo ahora: ¡qué dolor de cabeza sería
fijar los precios de todas las monedas en el mercado de divisas de Nueva York!
14
Sin embargo, todavía quedaba otro problema por resolver. ¿Gran Bretaña, Francia y cada
uno de los 44 países del Fondo tendrían que intervenir en los 43 mercados de divisas? Cuando
el Fondo inició sus operaciones, su Junta Ejecutiva tuvo que avanzar a tientas hacia la decisión
de considerar que cualquier país que fijara su moneda en relación con una “moneda convertible” estaba cumpliendo su función conforme al Convenio. En combinación con la cláusula
oro, este estatuto estableció el sistema asimétrico en virtud del cual Estados Unidos fijaba el
precio del oro y el resto del mundo fijaba sus monedas con respecto al dólar, directamente o
a través de una tercera moneda. El hecho de que esta asimetría no era bien comprendida
incluso durante la década de 1960 se evidencia en una discusión entre Sir Roy Harrod y mi
persona en una conferencia celebrada en la Institución Brookings en 1965.
15
Véase Mundell (1995) para un análisis de cómo llegaron a eliminarse del orden del día en
Bretton Woods los planes para el establecimiento de una moneda mundial.
16
He analizado la distinción entre “sistema” y “orden” en Mundell (1972).
Robert A. Mundell / Reconsideración del siglo XX
19
hicieron que el beneficiario del oro pagara los bienes de guerra. Estados Unidos
esterilizó las importaciones de oro e impuso controles de precio. Podía entonces
incurrir en déficit sin abandonar el patrón oro. En vista de que el oro todavía
estaba “sobrevaluado” en esta era de “escasez de dólares”, las tasas de interés
permanecieron increíblemente bajas. Para 1945, la deuda pública había aumentado vertiginosamente a 125 por ciento del PIB.
Al final de la guerra, el nivel de precios en Estados Unidos se duplicó como
consecuencia del final del control de precios, la liberación de la demanda contenida y las políticas monetarias expansionistas del sistema de la Reserva Federal
que continuaba apoyando el mercado de bonos. La inflación de la posguerra
redujo a la mitad el valor real de la deuda pública, aumentó los ingresos fiscales
como resultado del paso gradual a tasas impositivas más altas en el sistema de
impuestos sobre la renta excesivamente progresivo (que ascendieron a 92,5 por
ciento), redujo a la mitad el valor real del oro y eliminó su sobrevaluación. Después de más inflación durante la Guerra de Corea y la llegada de la inflación
“secular” constante, el oro se subvaluó.
Entretanto, Alemania y Japón, tras la inflación de su papel moneda, bajo los
auspicios de las autoridades de ocupación estadounidenses, emprendieron reformas monetarias en las que 10 unidades de la antigua moneda se cambiaban por
1 unidad de la nueva moneda. Ambas reformas tuvieron lugar en 1948; la tasa de
cambio de Alemania se fijó en DM 4,2 = $1, y la de Japón en ¥360 = $1. Posteriormente, resultó que las tasas de cambio subvaluaron la mano de obra alemana y
japonesa, y las dos economías se comportaron de manera admirable en el período de la posguerra y cumplieron así su destino de adelantar a Gran Bretaña y
Francia como la segunda y tercera de las economías más grandes del mundo.
Hasta la década de 1960, la política macroeconómica de Estados Unidos se basaba
más en principios de economía cerrada que en las exigencias de un sistema monetario internacional. Las políticas monetaria y fiscal estaban orientadas hacia las necesidades de equilibrio interno, y la balanza de pagos prácticamente se ignoró. En
1949, las reservas de oro de Estados Unidos habían alcanzado su nivel más alto al
exceder los 700 millones de onzas de oro, más de 75 por ciento del oro monetario
del mundo. Las pérdidas de oro comenzaron poco tiempo después, pero el efecto
de estas ventas sobre la oferta monetaria fue esterilizado con compras equivalentes
de bonos públicos por parte del sistema de la Reserva Federal. Al principio, las
pérdidas de oro se consideraron una redistribución saludable de las reservas de oro
mundiales, pero hacia finales de la década de 1950 se reconoció su peligro.
Se exigió al sistema de la Reserva Federal mantener una cobertura oro de 25 por
ciento (en comparación con 40 por ciento en 1945) como respaldo de su moneda
y sus obligaciones por concepto de depósitos. Si las reservas de oro se reducían
20
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
por debajo de este nivel, las tasas de interés tendrían que aumentarse. Si la reducción de las reservas de oro alcanzaba el nivel de las reservas exigidas, Estados
Unidos se vería obligado a tomar en cuenta su restricción de balanza de pagos
como cualquier otro país. El problema de la mezcla apropiada de políticas monetaria y fiscal pasó a primer plano durante la administración del presidente John F.
Kennedy, quien asumió el poder en 1961.
En ese momento, yo desempeñé un papel en la historia. Recién llegado al Departamento de Investigación del Fondo Monetario Internacional (FMI) en otoño de 1961,
se me pidió que analizara los aspectos teóricos de la mezcla de políticas monetaria
y fiscal17 . El principal problema en esta era post-Sputnik era el crecimiento lento y
el subempleo en Estados Unidos, a diferencia de Europa y Japón (precisamente lo
contrario de la situación actual), y un déficit en la balanza de pagos ahora preocupante. Habían surgido tres escuelas de pensamiento. La escuela de los keynesianos,
dirigida por Leon Keyserling, primer presidente del Consejo de Asesores Económicos, abogaba por el dinero fácil y el aumento del gasto público. La Cámara de
Comercio proponía la restricción fiscal y el dinero escaso. El Consejo de Asesores
Económicos, con apego a la “síntesis neoclásica” de Samuelson-Tobin, propugnaba
tasas de interés bajas para estimular el crecimiento y un superávit presupuestario
para drenar el exceso de liquidez y evitar la inflación.
En mi análisis, demostré que ninguna de las políticas anteriores funcionaría, y que
cualquiera de ellas alejaría la economía del equilibrio. La mezcla correcta de
políticas consistía en reducir los impuestos para activar el empleo y restringir la
política monetaria a fin de proteger la balanza de pagos. El FMI distribuyó mi
estudio a sus miembros en noviembre de 1961 y fue publicado en IMF Staff
Papers en marzo de 1962.
Gradualmente se comprendió que las políticas del gobierno de Kennedy no estaban funcionando: la mezcla incorrecta de políticas había producido efectos cada
vez más desequilibrantes: una huelga de los trabajadores de la industria siderúrgica, el descalabro del mercado de valores y el estancamiento. A finales de 1962,
Kennedy anunció que la mezcla de políticas cambiaría de dirección: se reducirían
los impuestos para estimular la economía y las tasas de interés protegerían la
balanza de pagos. Debido a retrasos legislativos, la reducción tributaria tuvo que
esperar hasta el verano de 1964, pero el hecho de que se hubiera anunciado
preparó a la economía para la gran expansión de los años 6018 .
17
En artículos anteriores, yo ya había analizado modelos apropiados para resolver el problema. Véase especialmente Mundell (1961c).
18
En junio de 1963, se me asignó al grupo encargado de las consultas conforme al Artículo
VIII del Convenio Constitutivo del FMI, presidido por Jacques J. Polak, con un grupo estadounidense formado por el subsecretario Robert V. Roosa (quien copresidía las sesiones
con Polak) y Paul Volcker, entonces director de la Oficina de Análisis Financiero del Tesoro.
Robert A. Mundell / Reconsideración del siglo XX
21
La adopción de la mezcla de políticas que propuse ayudó a Estados Unidos a
alcanzar un rápido crecimiento con estabilidad. No perseguía, y no permitió,
resolver el problema básico del sistema monetario internacional, que se derivaba
de la subvaluación del oro. Sin embargo, el problema de la balanza de pagos de
Estados Unidos estaba intrincadamente vinculado al problema del sistema. En
vista de que era muy poco el excedente de oro proveniente del mercado privado
que alimentaba las existencias de los bancos centrales, y que el dólar estadounidense era la única alternativa como componente de las reservas, el déficit de
Estados Unidos era el principal medio por el cual se proveían reservas adicionales
al resto del mundo. Si Estados Unidos no lograba corregir el déficit en su balanza
de pagos, no podría seguir manteniendo la convertibilidad en oro. Por otra parte,
si corregía su déficit, se agotarían las reservas en el resto del mundo y se produciría un crecimiento más lento o, peor aún, deflación. El último escenario aludía a
la repetición del problema del período entre las dos guerras19 .
Dos soluciones básicas eran compatibles con la conservación del sistema20 . La
primera consistía en aumentar el precio del oro. Los padres fundadores del FMI
habían previsto en su Convenio Constitutivo una disposición para hacer frente a
una situación de escasez o excedente de oro: cambiar la paridad de todas las
monedas, lo que habría cambiado el precio del oro en términos de todas las
monedas y habría dejado iguales las tasas de cambio. En la campaña electoral de
1968, el candidato Richard M. Nixon designó a Arthur Burns como su emisario en
una misión secreta21 para sondear la opinión europea en relación con un aumento del precio del oro. Resultó ser una opinión favorable y Burns recomendó que
se tomara la medida inmediatamente después de la elección. Sin embargo, no se
hizo nada al respecto.
19
El problema se llegó a conocer como el “dilema de Triffin”, llamado así en nombre del
distinguido economista belga Robert Triffin, profesor de economía de la Universidad de Yale.
20
El grupo de estudio académico G-32, en el que participé, esbozó cuatro posibles soluciones para el sistema: (a) el regreso al patrón oro; (b) la creación de un banco central mundial;
(c) un nuevo activo de reserva que reemplazara o complementara el oro, y (d) tasas de
cambio flexibles.
21
El informe que Burns presentó de la misión, citado en William R. Neikirk (1987, pp. 14344), reza:
Fui designado por Richard Nixon para ir en una misión secreta cuyo objetivo era sondear la
opinión europea en relación con un aumento del precio del oro. Procedí de manera muy
discreta. No di a nadie ninguna señal, en primer lugar, de que era el emisario de Nixon y, en
segundo lugar, de que él o yo tuviéramos algo así en mente. Llegué a la conclusión de que
esto sería aceptado por los europeos. Recomendé que se tomara la medida inmediatamente
después de la elección [aumentar el precio del oro]. Lo hice durante un viaje en avión en el
que acompañé a Nixon durante la campaña. El pobre hombre tenía su mente en el discurso
y la elección, y luego probablemente olvidó mi recomendación. De cualquier modo, no hizo
nada al respecto. Y ése era el momento de hacerlo, inmediatamente después de la elección.
22
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
La segunda opción era crear un sustituto del oro. En efecto, se adoptó esta línea
de acción. Hacia finales del verano de 1967, se llegó a un acuerdo internacional
sobre una enmienda al Convenio del FMI para permitir la creación de los derechos especiales de giro (DEG), reservas contables garantizadas con oro y puestas
a la disposición a través del FMI, con un valor unitario igual a un dólar oro, o 1/
35 de onza. Se asignaron a los países miembros algo menos de DEG 10 mil
millones en 1970, 1971 y 1972, pero la asignación resultó ser inadecuada, muy
poca y muy tardía, para resolver los principales problemas del sistema22 .
El 15 de agosto de 1971, frente a solicitudes de conversión de dólares en oro
presentadas por el Reino Unido y otros países, el presidente Nixon desvinculó el
dólar del oro y, de esta manera, cerró la “ventanilla de oro” en la cual se cambiaban dólares por oro con los bancos centrales extranjeros. Entonces los otros
países desvincularon sus monedas del dólar y comenzó un período de flotación.
Sin embargo, la flotación hizo más difíciles los planes embrionarios que comenzaban a gestarse hacia la integración monetaria europea23 , y en diciembre de 1971,
en una reunión en el Instituto Smithsoniano en Washington, DC, los ministros de
finanzas acordaron el restablecimiento del sistema de tasas de cambio fijas sin
convertibilidad en oro. Se modificaron algunas tasas de cambio y se elevó el
precio oficial del oro en dólares, pero el acto fue puramente simbólico, puesto
que Estados Unidos ya no estaba comprometido a comprar ni vender oro.
22
Antes de 1968, el precio del oro en dólares se había mantenido fijo entre márgenes cercanos
a $35 la onza en el mercado de oro de Londres. Cualquier oferta excedente en el mercado
privado se racionaba entre los ocho miembros del “pool del oro”. Sin embargo, en el verano de
1967 la demanda privada cerró la brecha y hubo pronto exceso de demanda. Francia abandonó
el pool del oro y los demás países, en lugar de proveer al mercado de las codiciadas reservas de
oro, dejaron que el precio del oro subiera por encima de los límites de Londres y, como
resultado, se dio origen al “sistema con dos niveles” como se denominó curiosamente. De allí en
adelante, los bancos centrales se mostraron renuentes a vender oro al precio oficial cuando el
mercado lo valoraba a un precio mucho más alto. Por consiguiente, las reservas de oro se
inmovilizaron y esto provocó un choque al sistema y una demanda excedente explícita de oro
que no fue tomada en cuenta por las autoridades monetarias internacionales. Frente a este
choque al sistema, las emisiones de DEG resultaron inadecuadas para compensar la diferencia,
y mucho menos para resolver los problemas del sistema. Una emisión menos tímida (quizás el
doble de las emisiones que se hicieron) podría haber salvado el sistema.
23
Yo había presentado el tema de las “áreas monetarias óptimas” en Mundell (1961a). Europa
había emprendido su camino hacia la integración monetaria en la Cumbre de La Haya en
diciembre de 1969. El mismo mes, presenté en Nueva York un plan para una moneda europea
que se hizo circular en Bruselas. A raíz de este plan, fui invitado a sostener consultas con la
Comisión Europea para evaluar otros enfoques en relación con la unión monetaria, lo cual
hice el siguiente mes de junio. En la Conferencia sobre Áreas Monetarias Óptimas, celebrada
en Madrid en marzo de 1970, se presentó una versión corregida de mi disertación y se publicó
en las actas de la conferencia en Harry G. Johnson y Alexander K. Swoboda (1973). En
Mundell (1997a, b), expreso mis ideas recientes sobre el tema del área monetaria óptima.
Robert A. Mundell / Reconsideración del siglo XX
23
El mundo entonces avanzó hacia un patrón dólar puro, en el cual los principales
países fijaban sus monedas con respecto al dólar, sin que Estados Unidos asumiera ninguna obligación recíproca en relación con la convertibilidad en oro. Sin
embargo, la política monetaria de Estados Unidos fue demasiado expansionista
en los años siguientes y, en la primavera de 1973, después de otra devaluación
ineficaz del dólar, se permitió que el sistema terminara en una flotación generalizada. Así se puso fin al patrón dólar.
¿Qué lecciones podemos aprender del segundo tercio del siglo? En primer lugar
que la mezcla de políticas debe ajustarse al sistema. La segunda lección es que un
sistema internacional basado en el oro no puede sobrevivir si la inflación producto de una guerra ocasiona la subvaluación del oro y las autoridades se muestran
renuentes a ajustar el precio del oro y crear una cantidad suficiente de sustitutos
del oro. La tercera lección es que la superpotencia no puede disciplinarse para
cumplir los requisitos de la convertibilidad o cualquier otro compromiso internacional si esto va en detrimento de objetivos políticos que le sean vitales internamente; la cola no puede mover al perro. En cuarto lugar, un sistema de tasas de
cambio fijas puede funcionar únicamente si existe un acuerdo mutuo sobre la tasa
común de inflación. En la década de 1960, Europa estaba dispuesta a soportar el
hecho de que el dólar no fuera libremente convertible en oro, pero cuando la
política monetaria de Estados Unidos se volvió incompatible con la estabilidad de
precios en el resto del mundo (y especialmente en Europa), se consideró que los
costos del sistema de tasas de cambio fijas superaban sus beneficios.
La última lección es que los acontecimientos políticos, y en especial la Guerra de
Vietnam, agriaron las relaciones entre los socios del Atlántico y crearon una tensión en la década de 1960 sólo comparable con la atmósfera que ensombreció el
sistema internacional a raíz de las controversias relativas a las reparaciones en la
década de 1920. Los sistemas de tasas de cambio fijas funcionan mejor entre
amigos que entre rivales o enemigos.
Inflación y economía de la oferta
Con la desintegración del sistema, la oferta monetaria se hizo más elástica y, de esta
manera, se adaptaba no sólo a los acontecimientos salariales inflacionarios, sino
también a la fijación monopolística de los precios de productos básicos objeto de
intercambio a escala internacional. Cada vez que se aumentaba el precio del petróleo en la década de 1970, el mercado del eurodólar se expandía para financiar los
déficit de los países importadores de petróleo: los depósitos equivalentes a $223 mil
millones en 1971 pasaron explosivamente a $2.351 mil millones en 1982 (Fondo
Monetario Internacional, IMF International Statistics Yearbook, 1988, p. 68).
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
24
La inflación en Estados Unidos se había convertido en un problema grave. Los
precios mayoristas en Estados Unidos tardaron 20 años, desde 1952 hasta 1971, en
aumentar menos de 30 por ciento. Pero después de 1971, en apenas 11 años, los
precios en Estados Unidos aumentaron 157 por ciento. Esta inflación principalmente en tiempos de paz fue mayor que las inflaciones que se produjeron a raíz
de la Segunda Guerra Mundial (108 por ciento en 1939-1948), la Primera Guerra
Mundial (121 por ciento en 1913-1920), la Guerra Civil (118 por ciento en 18611864) o la Guerra de 1812 (44 por ciento en 1811-1814). La mayor inflación en la
historia estadounidense desde la Guerra de Independencia ocurrió después de
que Estados Unidos abandonara el oro en la década posterior a 1971.
En la Tabla 2, puede verse a partir de los índices de precios de los países del Grupo
de los Siete que la inflación en la década de los 70 fue mundial, al comparar los
índices para 1971 con la base estándar de 100 en 1980. Sólo en Alemania los precios
al consumidor no llegaron a duplicarse en la década de los 70. En Italia y el Reino
Unido los precios se multiplicaron por más de tres. La descomposición de la disciplina monetaria fue mundial y arrastró consigo a todos los países del Grupo de los
Siete e incluso en mayor medida a casi la totalidad del resto del mundo.
En Estados Unidos, tres años consecutivos con inflación de dos dígitos (19791981) dieron lugar a una situación de crisis. El precio del oro alcanzó $850 la onza
a comienzos de 1980, y el precio de la plata ascendió a $50 la onza. El 14 de
marzo de 1980, el presidente Jimmy Carter anunció su nuevo programa: un derecho de importación al petróleo y controles de crédito. El plan fue un desastre y la
producción real se desplomó en el segundo trimestre. En diciembre de 1980, un
mes después de las elecciones presidenciales, la tasa de interés preferencial alcanzó un valor sin precedentes de 21,5 por ciento. Estados Unidos parecía estar al
borde del desastre financiero.
Tabla 2
Precios al consumidor en los países del Grupo de los Siete
Años seleccionados, 1950-1998
País
1950
Estados Unidos 29,2
Japón
16,3
Reino Unido
13,4
Alemania
39,2
Francia
15,6
Italia
13,9
Canadá
28,4
1971
49,1
44,9
30,3
64,1
42,1
28,7
47,5
1980
100
100
100
100
100
100
100
1985
130,5
114,4
141,5
121,0
157,9
190,3
143,0
1990
158,5
122,5
188,7
129,4
184,2
250,6
177,9
1998
197,8
134,4
243,6
144,8
213,7
346,3
203,7
Fuente: IMF International Financial Statistics (Fondo Monetario Internacional, varios años).
Robert A. Mundell / Reconsideración del siglo XX
25
Lejos estaban los días en que, de acuerdo con David Ricardo, los economistas
podían concebir el dinero como un “velo”. La existencia del gran gobierno y de
impuestos sobre la renta progresivos garantiza la no neutralidad. Un camino era a
través del sistema fiscal. Con tasas impositivas excesivamente progresivas, que aumentaban de cero a 70 por ciento a nivel federal, y hasta 85 por ciento si se
sumaban los impuestos estatales y locales, la inflación estaba empujando a los
contribuyentes hacia categorías impositivas cada vez más altas, aun con ingresos
reales invariables. Debían pagarse impuestos sobre intereses percibidos aun cuando el grueso de las elevadas tasas de interés representaba primas de inflación. Los
ingresos tributarios en alza desmesurada, junto con la elevada propensión marginal
del gobierno a gastar, se tradujeron en una participación creciente del gobierno en
la economía. No es de extrañar que el mercado de valores odiara la inflación.
La economía de la oferta comenzó como un sistema de políticas que representaba
una alternativa a los modelos de la demanda monetarista y keynesiano de corto
plazo. Estaba basada en una mezcla de políticas que ofrecía estabilidad de precios
a través de disciplina monetaria, y reactivación económica del empleo y del crecimiento por medio de sistemas tributarios y reglamentarios. Fue en parte una
continuación de mi trabajo sobre la mezcla de políticas a principios de la década
de 196024 . En la primavera de 1974, presenté una disertación en una conferencia
sobre inflación mundial en Washington, un extracto de la cual fue citado (Rowland
Evans y Robert Novak, 1981, p. 63) como sigue:
“Mientras que el gobierno de Ford insistía en que sólo un aumento de los impuestos podría combatir la inflación, Mundell sostuvo que una reducción inmediata
de $10 mil millones era esencial para evitar déficit presupuestarios aún mayores,
alimentados por la “estanflación”, la combinación letal de inflación y estancamiento que heredó Ford de Nixon [...]”
Con mi llegada a la Universidad de Columbia en el otoño de 1974, comenzó a
reunirse de vez en cuando en un restaurante de Wall Street un “club” de los que
más tarde recibirían el nombre de “partidarios de la oferta”, para discutir sobre
política económica y especialmente sobre qué hacer con respecto a la inflación y
24
En 1968, cuando la inflación comenzaba a estallar, yo instaba (sin mucho éxito) a que se
aplicaran políticas monetarias más restrictivas, combinadas con una reducción tributaria
para evitar que la desinflación se convirtiera en una recesión (Mundell, 1971). En el verano
de 1968, resultó que el Congreso aprobó, y el presidente Lyndon B. Johnson firmó, una ley
que impuso un “recargo tributario” de 10 por ciento. Posteriormente en el otoño, el grupo
de estudio del nuevo gobierno de Nixon recomendó, incorrectamente a mi juicio, políticas
monetarias y fiscales restrictivas. En Canadá, durante 1972-1974, recomendé la promulgación
de un “sistema tributario inmune a la inflación” que ajustaría las categorías impositivas para
compensar el paso gradual a tasas impositivas más altas. El gobierno canadiense puso en
práctica esta política en 1973.
26
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
al desempleo crecientes. La conclusión fue que era necesario reducir las tasas
impositivas marginales para crear incentivos a la producción y así reactivar la
economía, y que el dinero restringido produciría estabilidad en los precios25 . La
necesidad de reducir los impuestos y restringir el dinero se volvió más urgente a
medida que la inflación aumentaba a finales de la década de 1970 y gradualmente
empujaba a los contribuyentes hacia escalas de impuestos sobre la renta cada vez
más altas26 . Al poco tiempo, un político converso, Jack F. Kemp, congresista de
Buffalo, plasmó estas ideas en un proyecto de ley que proponía una reducción de
impuestos de 30 por ciento, la mayor parte del cual fue aprobado con una reducción tributaria general de 23 por ciento distribuida en tres años y seguida por la
indización de las escalas impositivas con respecto a la inflación. En la campaña
electoral de 1980, Kemp era candidato a la presidencia, pero se retiró después de
que Ronald W. Reagan acordó incorporar la ley Kemp-Roth en su programa económico. Después de la elección de Reagan, se introdujo la primera fase de la
nueva mezcla de políticas con la Ley de Recuperación Económica de 1981.
Entretanto, la Reserva Federal, bajo la presidencia de Paul Volcker, por fin despertó y restringió la política monetaria. Después de una aguda, aunque corta, recesión, la economía inició una de sus expansiones más prolongadas, al mismo
tiempo que lograba controlarse cada vez más la inflación. Las nuevas políticas
desplazaron la curva de Phillips hacia abajo y a la izquierda y, por ende, permitieron que el desempleo y la inflación disminuyeran al mismo tiempo27 .
La reducción de impuestos tuvo sus secuelas: la acumulación de armamento, la
política de desinflación y la reelección aplastante de Reagan. La Ley de Reforma
Fiscal de 1986, la segunda fase de la revolución de la oferta, redujo a 28 por ciento
la tasa impositiva marginal en la categoría impositiva superior, la más baja en esta
25
Véase el recuento de Jude Wanniski (1978) sobre economía de la oferta, el recuento
relacionado de Martin Anderson (1988) sobre la Revolución Reagan, y el análisis de Robert
Bartley (1992) sobre el papel de la economía de la oferta durante la década de 1980.
26
El mejor recuento de mis ideas en relación con la economía de la oferta en otoño de 1974
se presenta en Wanniski (1974).
27
La experiencia Reagan también permitió probar el modelo Mundell-Fleming con tasas de
cambio flexibles. Para este modelo, véase Mundell (1960, 1961b, 1961c, 1962, 1963, 1964) y
J. Marcus Fleming (1962). Antes de que se creara este modelo a comienzos de la década de
1960, no había manera de analizar los efectos del estímulo monetario o fiscal en un marco
que tomara en cuenta las tasas de cambio, las tasas de interés, la balanza de pagos y el
déficit presupuestario. El modelo Mundell-Fleming predijo que el estímulo fiscal combinado con restricción monetaria se traduciría en un mayor déficit presupuestario, un aumento
de las tasas de interés, la afluencia de capital, la revalorización de la moneda y el deterioro
de la balanza comercial y del déficit en cuenta corriente. Todas estas consecuencias se
sintieron después del estímulo fiscal del gobierno de Reagan que consistió en mayor gasto
y fuertes reducciones de las tasas impositivas en el período 1982-1984.
Robert A. Mundell / Reconsideración del siglo XX
27
categoría desde 193228 . La expansión de 1982-1990 fue la segunda más larga hasta
esa fecha y, junto con la acumulación de armamento, ayudó a convencer a los
líderes de la Unión Soviética de que permitieran que la Europa del Este escogiera
libremente su propio sistema.
El crecimiento continuó hasta la recesión de 1990-1991 de nueve meses de despidos laborales, que probablemente costó la reelección al presidente George H. W.
Bush. La expansión se reinició en la primavera de 1991 y continuó por lo menos
hasta finales de la década, lo cual hizo del período combinado de 1982-2000 la
mayor expansión en la historia de cualquier país. Durante este período, se crearon
no menos de 37 millones de nuevos empleos. El promedio Dow Jones se disparó
de menos de 750 en el verano de 1982 a más de 11.000 para finales de siglo.
Mientras tanto, el retiro de la Unión Soviética de la Europa del Este (debido en parte,
como ya indicamos, al éxito de la economía de la oferta) hizo posible la unificación
de Alemania y trajo consigo un nuevo impulso para la integración monetaria y
política europea. El gasto fiscal producto del gasto alemán en sus nuevos estados
sacudió el mecanismo de tasa de cambio del Sistema Monetario Europeo29 . Algunos
países abandonaron el mecanismo de tasa de cambio, y otros optaron por la devaluación dentro del mecanismo. Sin embargo, el 1 de enero de 1994, se creó el
Instituto Monetario Europeo y, para mediados de 1998, se estableció su sucesor, el
Banco Central Europeo. El 1 de enero de 1999, se lanzó el euro con 11 miembros.
Estaba iniciándose una nueva era en el sistema monetario internacional.
28
En el primer mandato de Reagan, la revalorización del dólar había logrado controlar la
inflación, pero con la desaceleración del crecimiento al final del período, el dólar revaluado
ya no servía a los intereses de Estados Unidos. En 1984 y comienzos de 1985, se cambió la
mezcla de políticas por dinero más fácil y esto se tradujo en la devaluación del dólar,
aunque no lo suficiente para satisfacer al gobierno. En otoño de 1985, en una reunión del
Grupo de los Cinco en el Hotel Plaza en Nueva York, los cinco países de los “DEG” organizaron una devaluación más concertada que acercó el dólar más a los niveles de 1980.
29
En los últimos años de la década de 1980, Alemania había otorgado préstamos a otros
países, principalmente de Europa Occidental, equivalentes a alrededor de 4 por ciento de su
PIB con el correspondiente superávit en cuenta corriente. La unificación de Alemania se
tradujo en un enorme gasto público en Alemania del Este de más de $100 mil millones
anuales. Este choque fiscal condujo a un gran déficit financiado con bonos y mayores tasas
de interés que invirtieron la salida de capital al exterior e internalizaron los ahorros de
Alemania, lo cual convirtió el gran superávit en cuenta corriente en un pequeño déficit. Para
resistir la presión inflacionaria, el Bundesbank mantuvo firmes las condiciones de crédito y,
frente a un aumento repentino de la demanda monetaria, el marco se remontó y levantó
junto con él a todas las demás monedas que estaban en el mecanismo de tasa de cambio. La
revaluación ayudó a estabilizar la economía alemana, pero en detrimento de algunos de sus
socios. El episodio constituyó otra prueba del modelo Mundell-Fleming, con resultados
similares a los obtenidos durante el gobierno de Reagan, salvo por la ausencia en Alemania,
y la presencia en Estados Unidos, de efectos de crecimiento de la oferta.
28
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
La introducción del euro modifica el paisaje monetario internacional. Con el euro,
desde su mismo nacimiento la segunda moneda más importante del mundo,
surge un mundo monetario tripolar, conformado por el dólar, el euro y el yen. Las
tasas de cambio entre estas tres islas de estabilidad se convertirán en los precios
más importantes de la economía mundial.
Sin duda, la creación del euro conducirá a su adopción generalizada en Europa
Central y del Este, así como en la ex Comunidad Financiera Africana (CFA) de la
Zona del franco en África y en la costa del Mediterráneo. La expansión del área
del euro ampliada, incluidas no sólo las monedas que ingresen tras una ampliación de la Unión Europea, sino también las monedas que se fijan en relación con
el euro, le brindará con el tiempo un área de transacciones mayor que la de
Estados Unidos e inevitablemente provocará una expansión compensatoria del
área del dólar en América Latina y partes de Asia. Es probable que se formen otras
áreas monetarias, al adaptar a las necesidades locales el ejemplo de Europa. Pero
la estabilidad para el futuro cercano se garantizará mejor mediante la estabilización con una de las áreas del “Grupo de los Tres”.
La década de 1970 fue una década de inflación, pero los años 80 fueron una década
de corrección y los 90 una década de estabilidad relativa. El experimento con tasas
de cambio flexibles en la década de 1970 se inició como un desastre, desde el punto
de vista de la estabilidad económica, pero, sin embargo, puso en marcha un mecanismo de aprendizaje que no habría existido en su ausencia. La lección fue que la
inflación, los déficit presupuestarios, las grandes deudas y el gran gobierno son
todos perjudiciales para el bienestar público y que el costo de corregirlos es tan alto
que ningún gobierno democrático desea repetir la experiencia. En consecuencia,
prácticamente todos los países desarrollados de la OCDE habían reducido de manera drástica los déficit presupuestarios y disminuido las tasas de inflación hacia las
que existían en el período del patrón oro mundial antes de 1914.
En muchos sentidos, el comportamiento de la economía en la década de 1990 es
comparable con el de la primera década del siglo. Las finanzas prudentes tanto en
ese entonces como ahora produjeron efectos similares. Pero en dos aspectos,
nuestros arreglos modernos (estoy tratando de evitar la palabra “sistema”) son
inferiores a los del sistema anterior: la actual volatilidad de las tasas de cambio y
la ausencia de una moneda mundial.
La volatilidad de las tasas de cambio es especialmente perturbadora entre países
cuando cada uno de ellos ha logrado estabilidad de precios, según los índices y las
definiciones locales. Por consiguiente, la volatilidad mide las fluctuaciones en las
tasas de cambio reales, supone cambios disfuncionales entre industrias de bienes
nacionales e internacionales, y agrava la inestabilidad en los mercados financieros.
Robert A. Mundell / Reconsideración del siglo XX
29
¿Cuánta flexibilidad es buena? Si pensamos en el euro como el “fantasma del
marco”, ¿podríamos ver las variaciones pasadas en la tasa marco-dólar como un
presagio de la tasa dólar-euro en el futuro? Entre 1971 y 1980, el marco se duplicó
frente al dólar, a $1 = DM 1,7; entre 1980 y 1985, se redujo a la mitad, a $1 = DM
3,4; entre 1985 y la crisis de 1992, se duplicó por más de dos, a $1 = DM 1,39, y
desde entonces ha caído a $1 = DM 1,9. La tasa marco-dólar ha fluctuado hacia
arriba y hacia abajo en más de 100 por ciento, una montaña de volatilidad que
haría que la crisis del mecanismo de tasa de cambio de 1992 pareciera una pequeña colina. Si la tasa dólar-euro experimentara movimientos similares, se desmembraría la tierra del euro.
Tampoco nos da más tranquilidad observar la tasa yen-dólar. El dólar bajó de 250
yenes en 1985 a 79 yenes en 1995, y luego subió a 148 yenes en 1998 (cuando se
esperaba según los pronósticos que llegara a 200), y luego bajó a 105 yenes a
comienzos del año 2000.
El siglo XX no será testigo nuevamente de tasas de cambio fijas entre los países del
Grupo de los Tres. Pero es absolutamente posible que un nuevo sistema monetario
internacional surja en el siglo XXI. La convergencia de las tasas de inflación se ha
vuelto asombrosa, mejor que la que existió en ciertos períodos de la era de Bretton
Woods, comparable al patrón oro en sí, como se destaca en la Tabla 3.
Puede parecer lejana, pero creo que en razón del grado de convergencia de la
inflación, no sería imposible la creación de algún tipo de unión monetaria de las
tres áreas. Las mismas condiciones se derivarían de un sistema de tres monedas y
tasas de cambio fijas en el que exista acuerdo en relación con una tasa de inflación común y una distribución equitativa del señoreaje. Si es concebible este
arreglo de tasas de cambio fijas entre países que hayan convergido, no sería un
paso muy grande el que habría que dar para crear un sistema monetario internacional reformado con una moneda mundial del tipo propuesto inicialmente en los
días de Bretton Woods.
Para concluir esta sección, cabe preguntarnos qué lecciones podemos aprender
del último tercio del siglo XX. La primera es que las tasas de cambio flexibles, por
lo menos inicialmente, no brindaron la misma disciplina que las tasas fijas. La
segunda lección es que los costos de la inflación son mucho más elevados en un
mundo en el que exista un sistema de impuesto sobre la renta con tasas impositivas
progresivas. En tercer lugar, es posible tomar conciencia de la necesidad de lograr
la estabilidad monetaria y aprender los medios para alcanzarla. Y la cuarta lección
es que la mezcla de políticas puede desplazar la curva de Phillips.
La experiencia da origen a su propia reacción: Platón, el inflacionista, dio origen
a Aristóteles, el hombre de la moneda fuerte. La reacción en la década de 1980 dio
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
30
aliento a la independencia del banco central. Los gobiernos se vieron obligados a
acoplarse al molde de Maastricht y tuvieron que reducir el crecimiento del gasto
y los déficit. La economía de la oferta señaló uno de los mecanismos para sujetar
con correas a los ministros de finanzas.
Tabla 3
Tasas de inflación entre los tres grandes
Estados Unidos
Japón
Área del euro*
1995
2,8
–0,1
1,8
1996
2,9
0,1
1,5
1997
2,3
1,7
1,8
1998
1,6
0,6
1,0
I
1,7
–0,1
0,8
1999
II
2,1
–0,3
1,0
III
2,3
0,0
1,1
Fuentes: IMF International Financial Statistics (Fondo Monetario Internacional, enero 2000, p. 57).
* Índice del costo de vida en Alemania para 1995-1998, índice de precios al consumidor de
la Unión Monetaria Europea para 1999.
Sin embargo, hay una lección que todavía queda por aprender. Las tasas de
cambio flexibles son un mal innecesario en un mundo en el que cada país haya
logrado estabilidad de precios.
Conclusiones
Llegó el momento de cerrar el siglo con algunas conclusiones. La primera es que
el sistema monetario internacional depende de la configuración de poder de los
países que lo integran. Bismarck dijo una vez que el acontecimiento más importante del siglo XIX fue que Inglaterra y Estados Unidos hablaron el mismo idioma.
En estos términos, el acontecimiento más importante del siglo XX ha sido el
surgimiento de Estados Unidos como una superpotencia. A pesar del aumento
increíble de la producción de oro, la ley de Gresham30 entró en juego y el dólar
desplazó al oro como la principal moneda internacional.
Durante el primer tercio del siglo XX, la economía estuvo dominada por el enfrentamiento entre el sistema de la Reserva Federal y el patrón oro. El patrón oro
fracasó en la Primera Guerra Mundial y su restablecimiento en la década de 1920
dio origen a la deflación de los años 30. Los economistas culparon al patrón oro
en lugar de al mal manejo que ellos hicieron de este patrón, y pasaron de la
30
La ley de Gresham era bien conocida por los antiguos griegos e incluso fue usada
humorísticamente en la obra de Aristófanes, Las ranas. Para un análisis reciente, véase
Mundell (1998).
Robert A. Mundell / Reconsideración del siglo XX
31
automaticidad internacional al control nacional. La Gran Depresión en sí desencadenó el totalitarismo y la Segunda Guerra Mundial.
El segundo tercio del siglo XX estuvo dominado por la contradicción entre la
gestión macroeconómica nacional y el nuevo sistema monetario internacional. En
el nuevo sistema, Estados Unidos fijaba el precio del oro y los demás países
principales fijaban sus monedas con respecto al dólar convertible. Pero la gestión
macroeconómica nacional impidió la operación del mecanismo de ajuste internacional y el sistema se descalabró a comienzos de la década de 1970, cuando
Estados Unidos dejó de fijar el precio del oro y los demás países dejaron de fijar
sus monedas con respecto al dólar.
El último tercio del siglo XX comenzó con la destrucción del sistema monetario
internacional y el vacío obligó a autoridades y académicos a buscar una “estructura”. En la década de 1970, el llamado del clarín fue para establecer un “nuevo
orden monetario internacional”, y en la década de 1990, una “nueva arquitectura
monetaria internacional”. El antiguo sistema era una manera de manejar
multilateralmente el problema de la inflación. La flexibilidad dejó que cada país
controlara la inflación por su cuenta. La inflación fue el resultado inicial, pero un
mecanismo de aprendizaje educó gradualmente a una generación de autoridades
monetarias sobre las ventajas de la estabilidad, y para finales de siglo la prudencia
fiscal y el control de la inflación se habían convertido nuevamente en la consigna
de todos los países ricos y muchos de los países pobres.
Actualmente, el dólar, el euro y el yen han establecido tres islas de estabilidad
monetaria, que es un gran avance en relación con las décadas de 1970 y 1980. No
obstante, existen dos partes de la tarea que quedan aún por resolver. La más
importante es la volatilidad disfuncional de las tasas de cambio que podría enturbiar las relaciones internacionales en época de crisis. La otra es la ausencia de una
moneda internacional.
El siglo finaliza con un sistema monetario internacional inferior al sistema con el
que se inició, pero mucho mejor en comparación con la situación que existía hace
apenas dos décadas y media. Queda por ver de dónde vendrá el liderazgo y si la
restauración del sistema monetario internacional será compatible con la configuración de poder de la economía mundial. Ciertamente contribuiría con la armonía
mundial.
(Traducción: Gladys Sanz)
32
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
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América Latina: una región en riesgo.
Pobreza, inequidad e institucionalidad social
Kliksberg
Bernardo Kliksberg*
Una realidad inquietante
El tema social se halla actualmente en el centro del escenario histórico de América
Latina. Se suceden desde las más variadas fuentes los llamados de alerta sobre la
magnitud y profundidad de los problemas que sacuden a la región en el campo
social. La mayor reunión de presidentes del Continente, la cumbre hemisférica
(Santiago de Chile, 1998) consignó en su declaración final, suscripta por todos los
mandatarios, que “superar la pobreza continúa siendo el mayor desafío confrontado por nuestro Hemisferio”. Caracterizando algunos de los principales problemas existentes, los presidentes indicaron “estamos decididos a remover las barreras que deniegan a los pobres el acceso a nutrición adecuada, servicios sociales,
un medio ambiente saludable, créditos y títulos legales sobre su propiedad”. El
*El autor ha prestado asesoría a diversos organismos internacionales, entre ellos: ONU, OIT,
BID y otros. Ha sido Director del Proyecto de Naciones Unidas para América Latina de
Modernización del Estado y Gerencia Social, y es actualmente el Coordinador del Instituto
Interamericano para el Desarrollo Social (INDES/BID). Ha escrito numerosas obras y trabajos,
entre los últimos: Pobreza. Un tema impostergable. Nuevas respuestas a nivel mundial (Fondo
de Cultura Económica); Desigualdad en America Latina (UNESCO, Cortez, Brasilia); El
desarrollo humano en Venezuela (Monte Ávila, PNUD). Ha sido designado Doctor Honoris Causa por las Universidad Nacional del Zulia, y por la Universidad Nacional Baralt.
36
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
secretario general de la CEPAL, José A. Ocampo resaltó (1998) sobre la situación
que “siguen aumentando los niveles de pobreza absoluta, los niveles de desigualdad no muestran mejoría y sigue aumentando el empleo en el sector informal”. El
presidente del BID, Enrique V. Iglesias ha destacado (1997) que “el proceso de
cambio ha dejado sin resolver en la gran mayoría de los países un tema central: la
pobreza crítica y la mala distribución del ingreso”. El Banco Mundial ha hecho
continuos señalamientos sobre la gravedad del problema: “América Latina es notable como una región en la que la pobreza, particularmente la pobreza absoluta,
no registra mejora alguna” (Burki, 1996), e indicó en reciente conferencia internacional sobre la región (Chile, 1999), los riesgos que corría la democracia en tales
condiciones. La secretaria de Estado de EE.UU., Madeleine Albright, lamentó en
un discurso para líderes empresariales de las Américas (1999) las desigualdades
en ingresos y educación en América Latina, resaltó que son mayores que en
cualquier otro continente y advirtió que “ni la democracia ni la prosperidad pueden durar a menos que tengan una base amplia”. Un respetado economista, Celso
Furtado (1998), vaticinó “que la gobernabilidad estará en riesgo si no se revierte el
proceso de concentración de ingresos y exclusión social”. A estas voces de líderes
políticos, organismos internacionales, gobiernos externos y pensadores, se suma
un hondo clamor que surge de las bases de la sociedad. La principal preocupación que hoy aflige a los latinoamericanos se halla, según las encuestas de opinión, en los temas sociales. Interrogados por Latinobarómetro (1998), encuesta
que cubre a la mayoría de los países de la región, sobre los problemas más
importantes en sus países, los interrogados contestaron señalando, como los principales, a diversos problemas sociales: desocupación 21 por ciento, educación 18
por ciento, bajos salarios 8 por ciento, pobreza 7 por ciento, inestabilidad en el
empleo 6 por ciento. A ellos se sumó corrupción 7 por ciento.
Las advertencias desde tan diversas fuentes, y el clamor de la población por soluciones, han influido en un cambio radical en la presencia del tema social en la gran
agenda de discusión de la región. La problemática social tenía hasta hace pocos
años limitada inclusión en dicha agenda. Era casi necesario hacer lobby para conseguir que formara parte de los temarios de las reuniones presidenciales, y apareciera
con significación en los medios masivos. Hoy aparece obligadamente en el orden
de dichas reuniones, se ha convertido en la cuestión eje de las campañas electorales
en donde los candidatos de todas las tendencias sienten que deben tomar posición
frente a ella, y es una materia de información crecientemente jerarquizada por
diversos medios de opinión. La gran mayoría de los sectores percibe que la región
toda se halla en riesgo por lo que está sucediendo en materia social.
Ello ha llevado al replanteo de ideas tradicionales al respecto, al planteo de nuevos interrogantes, y a la búsqueda acuciosa de soluciones más efectivas frente al
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
37
claro fracaso de las convencionales. Hay dos grandes áreas donde la discusión
está comenzando a activarse hacia direcciones renovadoras. La primera es la de
las políticas sociales. Hay reenfoques importantes en marcha sobre su rol, su
inter-relación con las políticas económicas y sus contenidos. El otro, es el de los
problemas gerenciales e institucionales que plantea la ejecución de políticas sociales de nuevo cuño. El presente trabajo tiene por finalidad poner a foco algunos
de los temas cruciales que deben analizarse y encararse en ambas áreas para
“refrescar” con aires nuevos la acción en el campo social. A tal fin, en primer lugar
reconstruye un cuadro de situación sobre algunos de los principales problemas
sociales que afronta la región, para disponer de un marco de referencia concreto
sobre la problemática abierta. En segundo término, presenta y analiza líneas del
nuevo debate que está surgiendo sobre las políticas. En tercer término, reflexiona
sobre la institucionalidad social que sería necesaria para posibilitar la realización
de políticas renovadoras. Finalmente formula una reflexión de conjunto.
Cuadro de situación social
La inquietud por lo social que recorre el Continente tiene razones muy concretas
en qué basarse. Vastos sectores de la población sufren dificultades y carencias que
afectan duramente sus condiciones básicas de existencia. A continuación se reseñan sumariamente nueve problemas sociales clave de gran impacto en la región.
Hay diversos otros problemas sociales que deberían agregarse a esta lista, pero
los enfocados permiten aproximarse a lo que constituye la “vida cotidiana” de
muchísimos latinoamericanos.
El aumento de la pobreza
Hay disensiones metodológicas significativas sobre cómo medir la pobreza. Sin
embargo, la mayor parte de las fuentes internacionales coincide en una constatación básica respecto a la región: la pobreza ha crecido considerablemente en ella
en las dos últimas décadas. El gráfico siguiente indica los resultados que se obtienen adoptando un criterio de uso frecuente, considerar pobres a quienes ganan
menos de dos dólares diarios. La medición por otros criterios como la canasta
básica de vida, normalmente arroja resultados mayores. Pero aún utilizando esta
medición “conservadora” de la pobreza, es posible apreciar nítidamente la tendencia:
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
38
Gráfico N° 1
Evolución de la pobreza en América Latina
1970-1995
Millones de personas
160
150
140
130
120
110
100
90
80
1994
1992
1990
1988
1986
1984
1982
1980
1978
1976
1974
1972
1970
70
Fuente: BID, Informe de progreso económico y social, 1998.
Nota: Línea de pobreza de 2 (ppp ajustado) en dólares de 1985 per cápita.
Como se observa, con fluctuaciones menores, la pobreza ha crecido fuertemente
en la región desde los inicios de los 80. Dadas las condiciones económicas recesivas
de los dos últimos años, 1998 y 1999, es probable que la situación se haya deteriorado aún más en ellos.
Algunas de las mediciones nacionales recientes permiten tener idea de la magnitud del problema. El informe “Estado de la región” (PNUD-Unión Europea, 1999)
indica, respecto a Centroamérica, que son pobres el 75 por ciento de los
guatemaltecos, el 73 por ciento de los hondureños, el 68 por ciento de los nicaragüenses, y el 53 por ciento de los salvadoreños. En los sectores indígenas las cifras
pueden ser aún peores. Así en Guatemala es pobre el 86 por ciento de la población indígena frente al 54 por ciento de los no indígenas. En Venezuela los estimados oficiales señalan que es pobre el 80 por ciento de la población. En Ecuador se
estima que el 62,5 por ciento de la población está por debajo del umbral de
pobreza. En Brasil se ha estimado que el 43,5 por ciento de la población gana
menos de dos dólares diarios y que 40 millones de personas viven en pobreza
absoluta. En Argentina la tasa de pobreza de las provincias del noreste es del 48,8
por ciento y la de las provincias del noroeste, 46 por ciento. Una estimación
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
39
reciente (1999) indica que el 45 por ciento de los niños menores de 14 años del
país, son pobres. Una estimación de las Naciones Unidas para toda la región
refiere que entre 1970 y 1980 había 50 millones de pobres e indigentes, pero que
en 1998 serían 192 millones (Verrier, 1999).
Frente a estas cifras resulta casi trivial el tipo de línea argumental utilizada por
algunos sectores relativizando el problema: “pobres hay en todos lados”, “pobres
ha habido siempre”. Existe efectivamente pobreza en numerosas sociedades. Pero
mientras en los países desarrollados tiende a estar por debajo del 15 por ciento de
la población, en diversos países de América Latina triplica, cuadruplica, o
quintuplica, esa cifra. El informe de una comisión regional presidida por Patricio
Aylwin (1995) estima que se hallarían en pobreza “casi la mitad de los habitantes
de América Latina y el Caribe”. Ello significa otro tipo de problema totalmente
distinto. No se trata de “bolsones de pobreza”, sino de extensos sectores en esa
situación. Por otra parte, como se ha visto, las cifras marcan una tendencia al
aumento de la pobreza en la región.
Algunos impactos de la pobreza
Las cifras sobre crecimiento de la pobreza brevemente referidas se transforman en
carencias y penurias agobiantes en la vida diaria. Más de 10 millones de centroamericanos (29 por ciento de la población) no tienen acceso a servicios de salud,
y dos de cada cinco carecen de agua potable y saneamiento básico. Un tercio de
la población de Centroamérica es analfabeta. Una tercera parte de los niños menores de cinco años presenta una talla inferior a lo normal en lo que inciden
procesos de acumulación de insuficiencias nutricionales en la madre y el niño.
En Venezuela se estima que 10 millones de personas viven en pobreza extrema
(FUNDACREDESA, 1999). Un estudio mundial de la UNICEF sobre familias sin
acceso a una instalación sanitaria (un baño) ubica a Brasil entre los países en
donde el 50 por ciento de la población está afectada por ese problema básico.
Según las cifras oficiales, en el Gran Buenos Aires, la zona de mayor población de
la Argentina, uno de cada cinco niños presenta desnutrición.
Estas y otras expresiones de la pobreza repercuten en las dimensiones fundamentales de la vida. Crean dificultades muy importantes en lo que Amartya Sen denomina “las capacidades básicas de funcionamiento de las personas”, deterioran la
calidad de la vida, y acortan la esperanza de vida respecto a las cifras esperables
en condiciones normales. Se cumple para amplios sectores en la región el señalamiento hecho por un investigador del tema social en el mundo desarrollado,
Peter Townsed: “la pobreza mata”.
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
40
Desempleo e informalidad
La pobreza está fuertemente ligada a los difíciles problemas que se presentan
actualmente a la población para obtener un trabajo estable. La región tiene en
primer término una alta tasa de desocupación abierta. Dicha tasa ha venido ascendiendo. Puede observarse en el gráfico siguiente cómo en los países de más
población de la región (Brasil, México, Argentina, Colombia, Venezuela) las cifras
de 1997 eran marcadamente superiores a las de 1989.
Gráfico N° 2
Tasa de desempleo, total, zonas urbanas
%
20.0
18.0
16.0
14.0
12.0
10.0
8.0
6.0
4.0
2.0
Panamá
Argentina
Colombia
Uruguay
Venezuela
Ecuador
Brasil
Chile
Costa Rica
Honduras
México
Bolivia
0.0
1990
1997
Fuente: CEPAL, Panorama social de América Latina, 1998.
En los años recientes el problema se ha pronunciado. Según los estimados de
Tokman (1998) la tasa de desempleo promedio subió de 7,2 por ciento en 1997,
a 8,4 por ciento en 1998, y se estima en 9,5 por ciento en 1999.
Cuando se desagrega por edades se observa que el problema es más agudo aún
en las edades jóvenes. Puede observarse la situación a continuación:
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
41
Cuadro N° 1
Tasas de desempleo abierto entre los jóvenes de zonas urbanas
País
Argentina
Brasil
Colombia
Chile
Uruguay
Sexo
Total
Hombres
Mujeres
Total
Hombres
Mujeres
Total
Hombres
Mujeres
Total
Hombres
Mujeres
Total
Hombres
Mujeres
Tasa de
desempleo,
total de la
población
13,0
11,5
15,5
7,4
6,4
8,9
8,0
5,4
11,6
6,8
5,9
8,4
9,7
7,3
13,0
Tasa de
desempleo,
Población entre
15-24 años
22,8
20,3
26,7
14,3
12,4
17,0
16,2
11,9
21,0
16,1
14,0
19,3
24,7
19,8
31,5
Fuente: CEPAL, “Panorama social de América Latina, 1996” (mencionado por A. Minujín,
“Vulnerabilidad y exclusión en América Latina”, en Bustelo y Minujín, Todos entran, UNICEF,
Santillana, 1998).
En todos los casos las tasas de desempleo de los jóvenes duplican las elevadas
tasas generales. También puede apreciarse que hay un problema de género. El
desempleo entre las mujeres jóvenes es mayor al que se da entre los hombres
jóvenes.
Al problema del desempleo se le suma el crecimiento de los trabajos informales.
Si bien el universo de los mismos es heterogéneo, un porcentaje mayoritario es,
según lo caracteriza el PREALC, trabajos inestables, sin apoyo tecnológico ni crediticio, y sin cobertura social. Un puesto de trabajo en la economía informal tiene
de una tercera a una cuarta parte de la productividad de uno en la economía
formal. Según los cálculos de Tokman, en 1980 trabajaba en la economía informal
el 40,6 por ciento de la mano de obra no agrícola ocupada, y actualmente la cifra
habría ascendido al 59 por ciento.
42
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
Las ocupaciones informales implican en muchos casos puestos de trabajo frágiles,
de baja calidad, y sus ingresos son comparativamente cada vez menores en relación a los puestos de trabajo de la economía formal. De acuerdo a la CEPAL
(1997), los que se desempeñan en la economía informal ganan en promedio el 50
por ciento de quienes lo hacen en empresas modernas y trabajan más horas. Las
diferencias salariales entre los profesionales y técnicos y los trabajadores en sectores de baja productividad aumentaron entre un 40 y un 60 por ciento entre 1990
y 1994. Un tercer problema es actualmente el de la precarización de las condiciones de trabajo. Aumentan los trabajadores sin contrato, o bajo contratos temporales. Se estima que cerca del 35 por ciento de los asalariados está en esas situaciones en Argentina, Colombia y Chile, y el 74 por ciento en el Perú.
Déficit en salud pública
Hay avances considerables en las condiciones de salud de la región. Sin embargo,
cuando se desagregan los datos se observan considerables brechas entre los países e internamente en ellos. Tienen clara presencia en tres de los principales
indicadores de salud pública. En cuanto se refiere a la esperanza de vida, mientras
la misma es en Costa Rica de 76,3 años, sólo llega en Haití a 56,6 y en Bolivia a
59,3. En cuanto a mortalidad infantil, en Costa Rica perecen 13,7 niños de cada
mil, antes de cumplir un año de edad. En cambio la tasa llega en Haití a 86,2, en
Bolivia a 75,1, en Brasil a 57,7, en Perú a 55,5. Las cifras de mortalidad materna
son en Costa Rica inferiores a 28 por 100.000 madres por año. En barrios urbanos
de Lima se han estimado en 286, y en comunidades indígenas mapuches en 414.
Diversos análisis indican que tras esas inquietantes cifras en diversas áreas geográficas y grupos de la población, subyacen entre otros aspectos marcados déficit en
aspectos cruciales para la salud pública. El acceso a agua potable, instalaciones
sanitarias, alcantarillado, y energía eléctrica, es limitado para amplios sectores. Ello
crea factores de riesgo de mucho peso en salud. Se estima que 130 millones de
personas carecen de agua potable. Por otra parte, el costo del agua para los pobres
es mucho mayor que para las clases medias y altas. Un informe reciente de la
Comisión Mundial del Agua (Banco Mundial, 1999) calculó que para adquirir un
metro cúbico de agua un habitante de los barrios de Lima tiene que pagar 20 veces
el importe que abona un residente urbano, de los estratos medio o alto, que sólo
abre la canilla de su casa. La falta de agua potable y de instalaciones de disposición
de excretas es esencial en todo orden de riesgos en salud, particularmente para la
población infantil, entre otras expresiones, a través de las infecciones intestinales.
En 11 países de la región la diarrea es una de las dos principales causas de muerte
en niños de menos de un año. Asimismo los déficit de agua potable facilitaron la
extensión del cólera en los 90 que causó en tres años 811.000 casos.
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
43
También se detectan en la región significativos problemas alimentarios de alta
incidencia en la salud. Señala un informe conjunto de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la CEPAL (1998) que: “Se observa en casi todos los países
de la región un incremento en enfermedades no transmisibles crónicas asociadas
con alimentación y nutrición... Las medidas de ajuste implementadas por los países han afectado la disponibilidad nacional de alimentos y han tenido repercusiones negativas sobre el poder de compra de los grupos más pobres, amenazando
la seguridad alimentaria”.
Los factores anteriores causan riesgos considerables de salud para diversos sectores de la población. A su vez la cobertura de salud es restringida para los sectores
más incididos por esos factores de riesgo. La OPS ha estimado que 130 millones
de latinoamericanos carecen de acceso consistente a servicios de salud.
Problemas en educación
Se han hecho importantes progresos en educación en la región. Ha avanzado
fuertemente la matriculación en las escuelas primarias. La gran mayoría de los
niños inicia la escuela. También han descendido las cifras de analfabetismo. Pero
junto a estos logros se presentan varios problemas que despiertan fuerte preocupación. El primero es el de la deserción. Cerca del 50 por ciento de los niños que
se matriculan en la primaria no la finalizan. También las tasas de deserción en
secundaria son muy considerables por lo que en definitiva una reducida parte de
la población tiene estudios secundarios completos. El segundo problema es la
repetición. El Banco Mundial (1995) estima el nivel de repetición como “uno de
los más altos del mundo en desarrollo”. Casi la mitad de los niños repiten el
primer grado, y un 30 por ciento cada uno de los grados siguientes. Puryear
(1997) estima que un niño latinoamericano promedio está cerca de siete años en
la escuela primaria, donde sólo completa cuatro grados. Pueden apreciarse las
dimensiones de la repetición en el siguiente gráfico:
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
44
Gráfico N° 3
Tiempo necesario para graduarse de sexto grado
1988-1992
Panamá
Uruguay
Colombia
Chile
Venezuela
Perú
Minas Gerais
Honduras
El Salvador
Guatemala
Nicaragua
6
7
8
9
10
11
12
Años
Fuente: Publicaciones varias del Banco Mundial. Incluido en Claudia Piras “Una herramienta
para mejorar la educación: mayor poder para las escuelas”. Políticas de Desarrollo. Boletín de
Investigación, BID, marzo 1997.
En todos los países consignados el niño promedio tarda más de 6 años en cursar
6 grados. En Nicaragua más de 11 años, en Perú 9, en Venezuela más de 7. El peso
de la elevada deserción y de la repetición determina que la tasa de escolaridad
promedio de toda la región sea de 5,2 años. Los latinoamericanos están llegando
al nuevo siglo sin primaria completa.
Un análisis del BID (1998) sobre la situación en 15 países de la región, ha establecido que de cada 100 niños matriculados en la escuela primaria en primer grado,
en Bolivia, Brasil, Colombia y Perú, sólo llegan a terminar 9 años de escolaridad,
15. En Guatemala, Haití y República Dominicana la cifra es aún mucho menor, 6.
La desagregación de los datos indica que desde ya las cifras no son las mismas
para todos los sectores sociales. El siguiente gráfico da cuenta de algunas de las
disparidades:
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
45
Gráfico N° 4
Porcentaje de niños de 7 a 14 años rezagados en sus estudios por residencia y
cuartiles de ingreso en países seleccionados 1990
15.7
26.3
Chile
7.2
19
33.8
56.5
Venezuela
9.7
30.3
30.3
30.3
Costa Rica
30.3
30.3
19.8
45.5
Brasil
7.9
31.4
32.2
50.3
Honduras
7.1
27.1
58.4
83.1
Guatemala
13.6
6
0
50.4
20
40
60
Rural cuartil 4
Urbano cuartil 4
Rural cuartil 1
Urbano cuartil 1
80
100
Fuente: CEPAL 1993. Incluido en CELADE, BID “Impactos de las tendencias demográficas
sobre los sectores sociales en América Latina”, 1996.
Las cifras de deserción y repetición son mucho mayores entre los estratos
desfavorecidos y en las zonas rurales. Así en Brasil de cada 100 niños del 25 por
ciento más pobre de la población, 45 desertan o repiten, mientras que en el 25
por ciento más rico la cifra se reduce a 9. En el análisis del BID antes citado
(1998), se determinó que en los 15 países analizados, los jefes de hogar del 10 por
ciento más rico de la población tienen 12,1 años de educación. En cambio los
jefes de hogar del 30 por ciento más pobre, tienen sólo cinco años de educación.
Hay una brecha de 7,1 años, que es aún mayor en México, 9 años, y en Brasil,
Panamá, y El Salvador, 8 a 9 años.
Las cifras dan cuenta de profundas inequidades en las oportunidades educativas.
Las mismas se agudizan aún más si se toma en cuenta la calidad de la educación
recibida. Las escuelas públicas a las que asisten los niños de los estratos
desfavorecidos tienen condiciones mucho más desfavorables para la enseñanza.
El deterioro que se ha producido en muchos casos en cuanto a inversiones en
46
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
edificios, mantenimiento, medios modernos de educación, y salarios las ha colocado en una posición muy desventajosa. Así, se estima que en una escuela privada los niños reciben 1.200 horas de clase anuales, en una pública urbana 800, y en
una pública rural 400. Los sueldos promedio de los maestros de las escuelas
privadas tienden a ser marcadamente superiores a los de la escuela pública.
Los procesos de deserción, repetición, y las brechas en calidad, están conformando sistemas de educación que pese a los esfuerzos se muestran altamente
inequitativos. Un destacado investigador del tema, Puryear (1997), describe con
precisión la situación:
“Los sistemas de educación primaria y secundaria de América Latina están fuertemente segmentados en función del status económico de las personas, quedando
las más pobres relegadas al sistema público en tanto que los ricos y la mayoría de
la clase media asisten a colegios privados. Como resultado se tiene un sistema
profundamente segmentado, en el cual los pobres reciben una educación que es
abiertamente inferior a la que reciben los ricos. Un número desproporcional de
aquellos que repiten, y aquellos que desertan, es pobre. Incluso cuando los pobres permanecen en el colegio tienden a aprender menos”.
Los “nuevos pobres”
A la denominada pobreza estructural, correspondiente a grupos de la población
en donde la pobreza se ha perpetuado durante generaciones, se adiciona actualmente un grupo diferente, al que se ha llamado “los nuevos pobres”. Se trata de
familias que no eran pobres hasta hace pocos años atrás, y en donde en muchos
casos los progresos laboriosamente conseguidos por las generaciones anteriores
se están perdiendo. Son sectores de las clases medias de los países que han
entrado en fuerte crisis ante diversos embates. Entre ellos se hallan: pequeños
comerciantes e industriales que han debido cerrar sus empresas, personal despedido del sector público, profesionales cuyas oportunidades e ingresos se han
deteriorado fuertemente, empleados públicos que han perdido parte significativa
del valor real de sus ingresos, muchos de los informales que, como se ha señalado, presentan una situación inestable y de bajos ingresos, jubilados cuyas rentas
se han reducido fuertemente en términos reales. Son sectores en fuerte conflicto
interno. Por un lado tienen diversos atributos propios de las clases medias: cultura, educación, en algunos casos viviendas heredadas, aspiraciones propias de ese
sector social. Por otra parte, el nivel de sus ingresos y su inestabilidad laboral los
colocan por debajo del umbral de la pobreza.
La amplitud de estos sectores parece ser considerable. En Venezuela se estima
que la clase media se redujo a una proporción limitada en un período muy corto.
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
47
En Argentina, Minujín (1997) señala que “los nuevos pobres que eran prácticamente inexistentes en 1974, pasaron del 4,2 por ciento en 1980 al 18,4 por ciento
en 1990”, y el proceso se ha seguido acentuando. Realidades semejantes se observan en Brasil, México, y otros países.
La erosión de la familia
La unidad familiar está siendo redescubierta actualmente por las ciencias sociales.
Junto a sus fundamentales funciones espirituales y afectivas, numerosas investigaciones han puesto a foco las funciones claves que cumple en diversos aspectos
del desarrollo. Se sabe ahora que buena parte del rendimiento educativo de los
niños está fuertemente influido por las características de la familia (CEPAL, 1997).
El grado de organicidad de la familia, el capital educativo de los padres, la posibilidad e interés de los padres en dedicar horas al seguimiento de los estudios de los
niños, el nivel de hacinamiento de la vivienda, muestran clara correlación con la
performance educativa.
La organicidad de la familia y los modelos de relación entre los padres, y de ellos
con los hijos, inciden asimismo en aspectos clave como el desarrollo de la inteligencia emocional (Goleman, 1995), el desenvolvimiento de la criticidad y la creatividad (N. Kliksberg, 1999). La fortaleza de la familia incide asimismo en la salud.
Kaztman (1997) resume estudios sobre el Uruguay que indican que los niños
extramatrimoniales tienen una tasa de mortalidad infantil mucho mayor, y que los
niños que no viven con sus dos padres, presentan mayores daños en el desarrollo
psicomotriz. Bordieau y Darbel (1999) resaltan el peso de la familia en las actitudes hacia la cultura y el arte.
Esta unidad, eje de la historia humana, y como se advierte ahora fundamental
para el desarrollo, está atravesando graves problemas en la región por el embate
de la pobreza.
Los indicadores disponibles dan cuenta de diversos procesos de debilitamiento. Crece
el número de familias incompletas con madres pobres, solas, jefas de hogar al frente.
Se estima superior al 20 por ciento. Se observa una renuencia a formar familias. Ante
las incertidumbres económicas, Filgueira (1996) detecta en el caso del Uruguay una
clara correlación entre descenso del salario real y disminución del número de matrimonios. Aumentan los nacimientos ilegítimos. Se incrementa el número de madres
adolescentes Ellas difícilmente van a conformar familias orgánicas.
La familia humilde aparece cada vez con más dificultades para proporcionar una
infancia normal a los hijos. Está aumentando significativamente el número de
niños menores de 14 años que trabajan. Según la OIT hay en América Latina más
de 17 millones de niños trabajadores. Ello los va a convertir en candidatos natura-
48
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
les para la deserción y la repetición escolar. Aumentan fuertemente los niños que
viven en la calle, en la más absoluta miseria, y sometidos a todo orden de riesgos.
Es una expresión límite de la incapacidad del núcleo familiar de contenerlos apropiadamente y del fracaso de la sociedad toda en esta función básica. A todo ello se
suma el ascenso de la violencia doméstica en la región. Según estimaciones de
Buvinic, Morrison y Schifter (1999), entre el 30 y 50 por ciento de las mujeres de la
región sufre de violencia psicológica en sus hogares, y un 10 a un 35 por ciento de
violencia física. Uno de los factores incidentes es el tremendo estrés socioeconómico
que están experimentando numerosas familias ante el avance de la pobreza.
El ascenso de la criminalidad
La región registra una gravísima tendencia al aumento de la criminalidad. Es
actualmente la zona del mundo con más homicidios del globo, después del África
Subsahariana. La tasa promedio de América Latina cercana a 28,4 homicidios cada
100.000 habitantes por año, más que duplica la tasa promedio mundial. La Organización Panamericana de la Salud estima que la tasa de homicidios de la región
creció en más de un 44 por ciento durante el período 1984-94. La criminalidad se
ha expandido en la gran mayoría de las ciudades. En Río de Janeiro en 1996, uno
de cada tres niños había sido asaltado y la mitad había visto un asalto. En el
Distrito Federal de México en 1990 se robaban 40 automóviles por día, y en 1996,
157. Incluso en ciudades con buenos niveles de seguridad en el pasado, como
Buenos Aires, también la situación se ha deteriorado.
La violencia latinoamericana aparece nítidamente como una violencia joven. Los
delincuentes tienden a ser de edades jóvenes. Diversos estudios están indicando
significativas correlaciones entre las tasas de violencia, y factores como la organicidad
de la familia, las tasas de desocupación juvenil, y los niveles educativos. Investigando los menores internados en el Instituto Nacional de Menor, en el Uruguay,
Kaztman (1997) encontró que sólo uno de cada tres formaba parte de una familia
normal. Sugerentemente un estudio de amplio alcance sobre la criminalidad en
EE.UU., identificó que el 70 por ciento de los jóvenes en centros de detención
juvenil del país, provenían de familias con padre ausente (Dafoe Whitehead,
1993). El aumento de la violencia parece asimismo tener fuertes lazos con la antes
mencionada elevadísima tasa de desocupación de los jóvenes en la región, que
supera en muchos países el 20 por ciento y duplica los promedios nacionales. Las
cifras indican también vínculos con educación. En El Salvador, donde el 60 por
ciento de los reclusos son menores de 30 años, el 45 por ciento no ha completado
la escuela primaria. Si bien el tema es de gran complejidad e intervienen múltiples
factores, los datos indican en general la existencia, en la región, de un vasto
contingente de jóvenes que a través de los procesos descritos está quedando
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
49
fuera del sistema educacional y del mercado de trabajo, que por ende presenta
una alta conflictividad, y puede ser objeto de manipulación por los grupos criminales organizados.
El círculo perverso de la exclusión
Los problemas reseñados no se dan aisladamente. Tienen profundas interrelaciones
que van conformando “círculos perversos” regresivos. La pertenencia a un hogar
pobre aumenta las probabilidades de que el niño deba trabajar y deserte de la
escuela. Las bajas tasas de escolaridad van a marginarlo de la economía formal.
Tendrá a su vez dificultades para formar familias que puedan superar estas condiciones. El destino de pobreza tenderá a reproducirse. Un aspecto clave, la probabilidad de ser desocupado, variará sustancialmente según el estrato social al que
se pertenezca, como puede apreciarse en el gráfico siguiente:
Cuadro N° 2
Distribución de los desempleados por deciles de ingresos
(Porcentajes)
Total
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
Argentina
1992 (a)
100
33,6
19,2
9,8
14,0
7,8
5,1
5,2
0,9
2,1
2,4
Brasil
1990 (b)
100
25,6
13,1
12,2
13,0
9,6
6,7
7,1
5,6
3,4
3,5
Colombia
1992 (c)
100
18,6
15,4
11,9
11,0
10,6
11,0
6,2
7,0
5,4
2,7
Chile
1992 (d)
100
29,0
15,3
14,4
9,2
9,7
5,6
5,8
3,9
4,9
2,2
México
1992 (e)
100
13,8
17,0
15,2
10,2
11,3
7,4
10,8
2,5
7,5
4,2
(a) Buenos Aires, (b) São Pablo y Río de Janeiro, (c) Bogotá, (d) Gran Santiago, (e) áreas de
alta densidad
Fuente: CEPAL, basado en tabulaciones de encuestas de hogares. Incluido en Jiménez y Ruedi
(1998)
50
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
Como se advierte en los primeros estratos del gráfico, los más pobres, las cifras de
desocupación multiplican más de 10 veces en casi todos los casos las que se
registran en el último estrato, el 10 por ciento de mayores ingresos.
El círculo perverso “familia pobre, educación incompleta, desocupación, pobreza”, interactuará con otros círculos perversos como el de “falta de accesos a bienes básicos como agua potable, instalaciones sanitarias, electricidad, mala salud,
dificultades laborales”, o el de “delincuencia, imposibilidad posterior de encontrar
trabajo para reinsertarse, probabilidad de reincurrir en delincuencia”. En el conjunto de la situación se va produciendo un acentuado proceso de exclusión social. Un extenso sector de la población se halla de hecho excluido del acceso a
una educación adecuada, de la posibilidad de trabajos estables, de participar en la
cultura, de disponer de una cobertura de salud. Los viejos ejes problemáticos de
otros tiempos subsistentes aún en la región, rural/urbano, sociedad dual, son
ahora superados en envergadura por la problemática de la inclusión/exclusión.
¿Cómo enfrentar el cuadro social descrito? ¿Por qué el fracaso de las visiones
tradicionales? En la siguiente sección exploraremos algunas de las líneas del nuevo debate en curso respecto al desarrollo y las políticas sociales.
Nuevas ideas sobre desarrollo y política social
El Banco Mundial presentó recientemente su Informe Mundial sobre Desarrollo
1999. No estamos ganando la batalla contra la pobreza, señaló el presidente de la
Institución, James Wolfensohn. La pobreza sigue aumentando en el mundo. El
número de personas que ganan menos de un dólar diario pasó de 1.200 millones
en 1987, a 1.500 millones actualmente. Se pronostica que ascenderá a 1.900 millones en el 2015. Ese ingreso irrisorio significa padecer, de diversas formas, de
pobreza crítica. Los que ganan menos de dos dólares diarios, asimismo pobres,
son 3.000 millones, la mitad de la población del mundo. Por otra parte, las brechas de desigualdad también han ascendido.
El Banco subrayó que muchas de las políticas aplicadas han sido erróneas, y
llamó a una nueva colaboración para el futuro. La necesidad de nuevas ideas
sobre lo social está planteada con toda fuerza como consecuencia de los fracasos,
tanto a escala mundial, como latinoamericana. Las que siguen son algunas de las
principales áreas de búsqueda de las que comienza a emerger la propuesta de
políticas de desarrollo y políticas sociales renovadoras.
La política social sí importa
La política social ha tenido en América Latina en las últimas décadas un papel
menor. Ello se expresa en indicadores concretos; entre otros: limitados presu-
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
51
puestos, debilidad organizacional marcada de los ministerios respectivos, carencia de servicios civiles profesionalizados, no-participación de los ministerios sociales en las decisiones macroeconómicas básicas. La política social aparece como
una política de categoría inferior, y ello tiene nítidas expresiones institucionales.
Ello forma parte de una concepción más amplia del desarrollo. El pensamiento
económico convencional tiene la visión de que la única política que importa es la
económica. Lo social devendrá como consecuencia de lo económico. Al generarse
cambios en las variables macroeconómicas ello generará crecimiento que se “derramará” hacia la población pobre y la sacará de sus dificultades. Los recursos y
energías deben concentrarse en el campo económico. La política social tiene en
este enfoque funciones bien restringidas. Atenuar los impactos más graves del
período de ajustes. Para ello debería actuar focalizadamente sobre los sectores
con problemas más agudos para reducir los daños causados a los mismos. Es
como con frecuencia se ha señalado en la región “la asistencia pública que recoge
los muertos y heridos que deja la política económica”.
Esa visión ha chocado fuertemente con los hechos. El crecimiento sostenido no
deviene mágicamente de algunas recetas técnicas. Parece ser un proceso mucho
más complejo y difícil. Aún alcanzando crecimiento tampoco se derrama solo. En
diversas experiencias latinoamericanas se han dado tasas de crecimiento significativas y los datos sociales no variaron y en algunas, como la de Chile durante la
dictadura militar, según las cifras empeoraron, aumentando fuertemente el porcentaje de población en pobreza. Por su parte, las políticas sociales desjerarquizadas
cumplieron muy limitadamente su papel de “asistencia pública”. Eran muy débiles para contestar a la creciente demanda por respuestas sociales y en el enfoque
puramente asistencial tenían un rol muy limitado.
Los resultados contrastaron en América Latina y otras regiones con los supuestos
de la visión convencional. Sus promesas de mejora de las condiciones de la
población en períodos razonables no se cumplieron. Ante ello ha surgido una
fuerte corriente de pensamiento que exige la revisión de toda la visión. El vicepresidente y economista jefe del Banco Mundial, Joseph Sitglitz (1998), sostiene: “yo
argumentaría que la experiencia latinoamericana sugiere que deberíamos reexaminar, rehacer y ampliar los conocimientos acerca de la economía de desarrollo
que se toman como verdad, mientras planificamos la próxima serie de reformas”.
Propone en varios de sus trabajos recientes revisar el Consenso de Washington y
avanzar hacia un nuevo consenso post Washington. Su propuesta implica una
reestructuración integral de la concepción de cuáles son las metas del desarrollo
y variaciones consiguientes sustanciales en los instrumentos. La sintetiza así:
52
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
“El consenso de Washington abogó por el uso de un conjunto pequeño de instrumentos (incluyendo la estabilidad macroeconómica, comercio liberalizado y la
privatización) para alcanzar una meta relativamente estrecha (el crecimiento económico). El consenso post-Washington reconoce, tanto que un conjunto más amplio
de instrumentos es necesario, como que nuestras metas son también más amplias.
Buscamos incrementos en los niveles de vida, incluyendo mejoras en salud y educación, no solamente incrementos en el Producto Bruto Interno que se calcula. Buscamos el desarrollo sostenible, que incluye la preservación de los recursos naturales y el
mantenimiento de un ambiente sano. Buscamos el desarrollo equitativo que garantice que todos los grupos de la sociedad, no sólo el estrato alto, disfruten los beneficios
del desarrollo, y buscamos el desarrollo democrático, en el que los ciudadanos participen de varias formas en las tomas de decisiones que afectan sus vidas”.
El Premio Nobel Amartya Sen (1999) sugiere que debe haber revisiones profundas
en la visión convencional del desarrollo, por cuanto en múltiples planos es posible
advertir que el sólo crecimiento, desde ya necesario y deseable, no soluciona los
problemas sociales. Así señala, con apoyo en una amplia base de datos y mediciones econométricas, cómo variables fundamentales como la mortalidad y la morbilidad
no reaccionan mecánicamente ante el aumento del producto bruto per cápita, refutando concepciones circulantes. Describe así la situación real: “A igualdad de otros
factores, una renta más alta hace al individuo o a la comunidad más capaz de eludir
la mortalidad prematura o la morbilidad evitable”. Pero subraya que ese es un
escenario ficticio. Resalta: “en general los demás factores no son iguales. Por consiguiente, los ingresos constituyen un factor de influencia positiva y, sin embargo,
dada la variación de otros factores (servicios médicos, atención de salud pública,
condiciones de la enseñanza, etc.) muy a menudo la gente más rica tiene vidas
mucho más breves y se ve superada por gente más pobre en términos de proporciones de supervivencia (se refiere a países con per cápita mayor a otros, y en
cambio esperanza de vida menor)”. Concluye: “Tan estúpido sería pretender que
una renta elevada no es un factor que favorece la buena salud y la supervivencia
prolongada, como sostener que es el único factor que contribuye”.
Las nuevas ideas apuntan a la revisión de planos clave. Los objetivos del desarrollo no pueden ser unidimensionales. Se buscan metas macroeconómicas, pero al
mismo tiempo metas de desarrollo social, de equidad, de preservación del medio
ambiente, de estabilidad y profundización de la democracia. Los instrumentos no
pueden estar atados a una sola de las metas, deben ser válidos para avanzar
coordinadamente hacia todas ellas. No pueden ser compatibles con una, a costa
de incompatibilidades severas con las otras. Todo ello complejiza desde ya el
tema del desarrollo. Pero de ello se trata, los fracasos exigen complejizarlo para
poder tener resultados mejores.
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
53
En este nuevo marco la política social tiene un rol muy distinto al semi-marginal
que le correspondía en la visión convencional. Surge la necesidad de articular
estrechamente las políticas económicas y sociales, para generar resultados conjuntos en términos de las metas de ambos campos. Se aprecia que siendo imprescindible que haya crecimiento, no habrá derrame si no hay una política social
agresiva. Los vínculos entre crecimiento económico y desarrollo social no son
lineales. Las interrelaciones son mucho más complicadas, especialmente en sociedades con altos niveles de inequidad. La dimensión asistencial es sólo una de las
funciones potenciales de la política social; cumple roles útiles, pero se requiere
una política social con mayúscula, que no sólo “tape agujeros”, sino que movilice
capacidades latentes. En la concepción renovada, la política social sí importa.
El redescubrimiento del potencial productivo de la política social
La política social tiene una clara legitimidad ética. Es inadmisible moralmente que
amplios sectores de la población de un continente tan dotado de recursos naturales como América Latina estén sumidos en graves privaciones. Pero a ello se suma
actualmente una “legitimidad macroeconómica”. La “calidad población” de un
país es a fines del siglo XX un dato decisivo en las posibilidades de alcanzar
progreso tecnológico, competir y crecer. Los cambios fundamentales en los patrones tecnológicos de producción de bienes y servicios han puesto en un lugar
central a las capacidades humanas disponibles en cada país. Las innovaciones
tecnológicas más significativas en un espectro amplio de campos, desde las comunicaciones, hasta la electrónica, tienen en común que se apoyan en el conocimiento y las competencias de los seres humanos para manejarlas. Por ende, las
posibilidades de un país de acceder a ellas, utilizarlas adecuadamente, difundirlas
en su economía, están fuertemente ligadas a su “stock” de calificaciones en su
población. Contar con un capital humano saludable, desde ya bien nutrido, y
bien preparado, es un prerrequisito esencial para el desarrollo y la competitividad.
Las economías más exitosas del mundo han hecho buen uso de estas constataciones.
Llevan adelante una enérgica política social en las áreas de educación y salud,
destinada a mejorar continuamente las calidades de sus recursos humanos. Los
resultados son muy concretos. Exportan crecientemente “tecnología de punta”
basada en dichas calidades.
Estos procesos tienen pleno reflejo a nivel microeconómico. Las empresas de
avanzada se caracterizan por realizar crecientes inversiones en entrenamiento y
desarrollo de su personal, y el área de “desarrollo de recursos humanos” ha sido
rejerarquizada en sus estructuras organizacionales, hallándose en la cúpula de las
mismas. Han verificado en la práctica que la inversión en “capacidades del personal” es una de las que tienen mayor retorno en la economía.
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
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La educación “paga”, y también lo hace la asignación de recursos a la salud y la
vigorización de las políticas respectivas. Dar agua potable e instalaciones sanitarias al conjunto de la población, por ejemplo, factores decisivos para la salud
pública, puede prevenir costos extensísimos posteriores en infraestructura hospitalaria, y atención médica.
Por otra parte, es posible a través de la política social desatar “círculos virtuosos”
optimizantes, mediante la combinación a fondo de las políticas de salud y educación.
Así, entre otras áreas, se considera que una de las inversiones más rentables del
planeta es actualmente gastar en “educación de niñas”. Los resultados macroeconómicos
medidos son espectaculares. Dotar a las niñas de familias pobres de más y mejor
educación, significa aportarles capital educativo que utilizarán luego en reducir el
embarazo adolescente, manejar mejor los períodos preparto y parto, y administrar
adecuadamente la nutrición de sus hijos. El papel multiplicador de este gasto puede
ser muy relevante. Así, las correlaciones entre nivel de educación y embarazo adolescente, son muy robustas. Puede apreciarse ello en el cuadro siguiente:
Cuadro N° 3
América Latina (12 países): Mujeres entre 20 y 24 años con hijos sobrevivientes
tenidos antes de los 20 años, según nivel educacional alcanzado, 1994
(Porcentajes)
Zonas urbanas
Zonas rurales
Nivel educacional de la mujer
Nivel educacional de la mujer
Total
0-5
años
6-9
años
0a5
años
-
15
48
27
8
2
-
-
-
-
-
Bolivia
Brasil
22
24
20
51
33
34
20
22
7
8
3
33
30
35
21
11
2
Chile
20
18
36
38
18
7
28
43
36
18
7
Colombia
22
19
36
30
11
5
28
31
32
19
17
Costa Rica
25
21
32
33
13
4
29
48
31
8
4
Honduras
29
23
37
25
13
9
35
42
33
11
36
México
Panamá
19
23
17
20
41
33
18
37
11
17
3
5
24
33
40
48
19
43
8
19
3
4
Paraguay
28
19
35
27
14
(-)
40
44
40
33
12
Uruguay
-
12
36
18
10
2
-
-
-
-
-
Venezuela
22
19
34
28
14
5
39
54
38
17
14
País
Argentina
Total
nacional
10-12 13 y
años + años Total
Fuente: CEPAL, Panorama social de América Latina, 1997.
6 a 9 10 a 12 13 y
años años + años
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
55
Como puede verse, en todos los países se observa que al ascender el nivel educacional de la mujer, desciende fuertemente el número de hijos que se tienen antes
de los 20 años. Para toda la región se estima que el porcentaje de madres adolescentes, entre las jóvenes de centros urbanos con menos de seis años de educación, es un 40 por ciento. Cuando el número de años de educación sube de 6 a 9,
se reduce al 30 por ciento. En el grupo que tiene 10 a 12 años de estudio, es
menor al 15 por ciento.
El nivel de educación es decisivo en una cuestión que va a afectar profundamente
la vida personal, la constitución de familias, y la economía.
Asimismo, el disponer de más conocimientos va a incidir fuertemente sobre las
tasas de mortalidad infantil. Se ha calculado que si se diera en América Latina un
año más de escolaridad a las mujeres, bajaría la tasa de mortalidad infantil en un
nueve por mil.
En general, la política social puede potenciar capacidades productivas que de lo
contrario quedarán sin uso en la economía y, asimismo, contribuir a elevar
significativamente los niveles de productividad presentes.
En las nuevas ideas se sugiere, en definitiva, que hay un error conceptual de fondo. La
política social es percibida en la visión convencional como distractora de recursos
utilizables para la producción, puro gasto, y se habla de “gasto social”. Asignar recursos a campos como educación, nutrición y salud, cuando se hallan bien gerenciados,
no es en realidad un “gasto”, sino una “inversión” reproductiva y multiplicadora.
Un tema en revisión integral: las relaciones entre equidad y desarrollo
En el pensamiento económico convencional la equidad no es un tema central.
Aparece como una variable “neutra” con relación al crecimiento. No incide en el
mismo. En algunas de sus vertientes es vista como otro de los aspectos que el
mismo crecimiento mecánicamente iría “arreglando”. Se puede esperar, según la
difundida figura de la U invertida, que en las primeras etapas del esfuerzo por el
crecimiento haya inequidad, que después se irá corrigiendo. La investigación
reciente de la realidad ha echado por tierra estas presunciones. Numerosos estudios nacionales y comparados han demostrado que la realidad funciona de un
modo muy diferente. Benabou (1996) detalla 23 investigaciones de campo realizadas, 20 de ellas, de 1992 en adelante, que establecen que la inequidad es lesiva
para el crecimiento e identifican diversos efectos regresivos de la misma sobre el
desarrollo. Entre otros aspectos, las altas desigualdades reducen las posibilidades
de formación de ahorro nacional; estrechan la escala del mercado nacional impidiendo procesos productivos y tecnológicos que harían un uso más optimizante
de los recursos; tienen un impacto negativo fundamental sobre los sistemas edu-
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
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cativos al crear circuitos muy diferenciados, que a su vez conducirán luego a
pronunciar aún más las desigualdades a través de sus repercusiones en las posibilidades de acceso al mercado de trabajo, y en las remuneraciones en el mismo.
Según el circuito del que se salió serán las oportunidades. La desigualdad erosiona
la credibilidad en las instituciones, y debilita a través de ello los niveles de
gobernabilidad democrática. Tiene un papel clave en el aumento de las tensiones
sociales. Cornia (1999) destaca que: “la desigualdad entre clases sociales, étnica,
grupos religiosos … ha demostrado ser una de las más importantes causas del
crecimiento de conflictos civiles observados desde mediados de los 80. La desigualdad horizontal puede referirse a la distribución de ingresos, trabajos públicos, oportunidades educacionales, activos, y rentas estatales. La reciente y extendida expansión de la desigualdad puede haber llevado no sólo al estancamiento
del crecimiento sino también a tensiones sociales”.
Las conclusiones de los estudios indican que debe formar parte central de las
políticas de desarrollo, la búsqueda de mejoramientos en la equidad, lo que lleva
a una reevaluación del rol, y funciones, de la política social.
El tema tiene la más absoluta vigencia en la que es considerada actualmente la
región más desigual del mundo: América Latina. Como puede apreciarse en los
gráficos siguientes (BID, 1998), la región es el área del planeta donde el 5 por
ciento más rico tiene el mayor porcentaje de la distribución del ingreso, y el 30
por ciento más pobre tiene el menor.
Gráfico N° 5
Ingreso que recibe el 5 por ciento más rico
(porcentaje del ingreso total)
0.26
América Latina
0.24
África
0.22
0.2
Asia Meridional
0.18
0.16
Asia Oriental
0.14
Desarrollados
0.12
0
6
2000
4000
6000
8000
10000
12000
14000
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
57
Gráfico N° 6
Ingreso que recibe el 30 por ciento más pobre
(porcentaje el ingreso total)
0.13
Asia Meridional
Asia Oriental
Desarrollados
0.12
0.11
África
0.1
0.09
0.08
América Latina
0.07
0
6
2000
4000
6000
8000
10000
12000
14000
Las cifras de América Latina en ambos gráficos indican que tiene la mayor polarización social. Es el lugar del mundo donde los más ricos reciben más, y los
pobres menos. La polarización es peor aún que en África. Cardozo (Banco Mundial 1999) señala que el 10 por ciento más rico recibe en América Latina el 45 por
ciento del producto bruto nacional, el 20 por ciento más pobre sólo obtiene el 4
por ciento.
La evolución de las últimas décadas ha sido en dirección a un continuo deterioro
en este crucial aspecto. Los elevados indicadores de desigualdad histórica del
continente se han pronunciado. Según indica Stallings (directora de Desarrollo
Económico de la CEPAL, 1999): “Las reformas económicas aplicadas en los últimos años en el Continente latinoamericano han agravado las desigualdades entre
la población … Se puede afirmar sin ninguna duda que los noventa son una
década ‘perdida’ en cuanto a la reducción de las ya alarmantes diferencias sociales existentes en la región con más desigualdad del mundo”.
La región está pagando enormes costos por sus niveles de desigualdad. Está
estrechando la tasa de ahorro nacional al deteriorar severamente las pequeñas y
medianas empresas urbanas y rurales, fuente importante de la misma. Reduce la
magnitud de los mercados internos con todo orden de implicancias. Pesa decisivamente sobre cada uno de los agudos problemas sociales caracterizados en la
sección anterior de este trabajo. Birdsall y Londoño (1997) estiman que tiene una
58
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
responsabilidad central en el crecimiento de la pobreza. Realizando proyecciones
econométricas establecen que el aumento de la desigualdad en las últimas décadas ha duplicado la pobreza en América Latina respecto a la que habría si no se
hubiera producido el mismo.
Ya se ha visto las estrechas correlaciones entre desigualdad y niveles de desempleo en la región. Los múltiples mecanismos a través de los cuales la desigualdad
sesga las oportunidades educativas (niños que trabajan, incidencia de la desnutrición, calidad de la escuela, familias desarticuladas, etc.) determinan destinos educativos muy diferentes que a su vez van a ser determinantes en el mercado de
trabajo, propiciando la ampliación de las brechas ocupacionales y salariales entre
calificados y no calificados. La desigualdad tiene, como ya se vio, reflejos muy
fuertes en el acceso diferenciado a factores básicos para la salud como agua
potable, infraestructura sanitaria, luz eléctrica, atención médica. Quienes son más
vulnerables en materia de salud por la pobreza, son a su vez los más carenciados
en estos planos, creándose un “circuito perverso”. La desigualdad conduce a
marcadas diferencias en cuanto a las oportunidades de formar una familia normal.
Los altos niveles de desocupación, las incertidumbres respecto a poder asegurar
un ingreso estable a la familia, actúan como incentivos negativos para la formación de familias. Los embates de la pobreza, asimismo, crean tensiones extremas
que disuelven familias existentes. La creación y subsistencia de familias entre los
pobres resulta mucho más difícil que entre otros estratos sociales, con lo que
pierden una base de desenvolvimiento decisiva.
En la región se observan también, como se ha comprobado a nivel internacional,
relaciones entre crecimiento de la desigualdad, y avance de la criminalidad. Esta
relación opera silenciosamente a través de diversas vías.
En las nuevas ideas combatir la desigualdad en la región es un frente fundamental. Ricardo Lagos (1999) realizó recientemente evaluaciones muy concretas sobre
los costos de la desigualdad, que si bien son referidas a la realidad de su país,
Chile, pueden tener significación para otras realidades de la región. Afirmó Lagos:
“… el desafío de esta hora es combatir las desigualdades … queremos terminar
con la desigualdad antes de que la desigualdad termine con la familia chilena.
Con las desigualdades sociales crece la frustración, el desaliento, el desconsuelo.
Crece también la delincuencia. Y se debilitan la solidaridad, el respeto, el coraje
… No son morales, no son decentes, las desigualdades que existen entre los
chilenos... las desigualdades de ingreso, educación, seguridad, salud, acceso a la
Justicia … las desigualdades entre hombres y mujeres, entre jóvenes y adultos,
entre regiones y entre comunas … el tratamiento de las minorías étnicas … la
discriminación de que son objeto los discapacitados”.
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
59
El papel de la desigualdad como obstáculo al desarrollo es considerado de tal
envergadura, que en recientes declaraciones indicó el presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn (1999): “el objetivo central de nuestro trabajo es conseguir
una mejor distribución de la riqueza”.
El capital social, el capital olvidado
Una oleada de investigaciones está explorando actualmente algunos de los “tesoros escondidos” en una forma de capital excluida del pensamiento económico
convencional, el denominado “capital social”. Los trabajos pioneros de Robert
Putnam y James Coleman verificaron, a inicios de los noventa, la influencia sobre
el desarrollo de factores “intangibles”, no visibles a los ojos, pero de presencia
diaria activa en las sociedades y de alto peso en su evolución. En su conocida
obra Para hacer que la democracia funcione (1994), Putnam, después de extensas indagaciones sobre la evolución histórica de Italia, encuentra algunas de las
principales causas del mayor desarrollo de la Italia del Norte, con relación a la del
Sur, en variables no consideradas por los enfoques macroeconómicos convencionales. No se trata de meras especulaciones, tanto Putnam como muchas investigaciones recientes, “miden” esos elementos. Los avances en metodología de la investigación en ciencias sociales permiten actualmente hacerlo.
El capital social está integrado por los siguientes elementos básicos:
• El clima de confianza existente entre los miembros de una sociedad. Dicho
clima incide profundamente en múltiples aspectos como, entre otros: el grado
de cohesión social, las expectativas mutuas, el nivel de pleitismo (cuanto mejor
es el clima de confianza menores los costos en que una sociedad incurre para
crear instancias arbitradoras y sancionadoras de conflictos), la capacidad de
concertación entre Estado y sociedad civil.
• El grado de asociatividad. La medida en que los miembros de una sociedad
forman parte de organizaciones de todo orden, y participan activamente en
ellas, y su capacidad para crear esfuerzos asociativos de toda índole, y desarrollar sinergia.
• El nivel de “conciencia cívica”. Las actitudes básicas de los miembros de una
sociedad hacia lo colectivo, que van desde cumplir correctamente con sus obligaciones impositivas, hasta seguir las reglas sobre la preservación del aseo en
los lugares públicos.
A estos componentes se han sumado otros en el activo proceso de exploración en
marcha sobre este amplio concepto:
• Los valores en los que cree y practica una sociedad.
60
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
• La cultura que moldea sus percepciones, tabúes, mitos, formas de razonamiento, comprensión del mundo y de la realidad.
La investigación comparada ha arrojado evidencias muy firmes respecto a cómo
estos factores inciden fuertemente en el desarrollo económico, el desarrollo social, la estabilidad política, y la gobernabilidad democrática.
Entre otros aspectos se han establecido los siguientes vínculos:
• Existe correlación econométrica importante entre el clima de confianza y las
normas de cooperación cívica por un lado, y el crecimiento económico de
mediano y largo plazo por el otro (Knack y Keefer, 1996).
• Hay fuerte correlación a nivel comparado internacional entre el clima de confianza y factores como la eficiencia judicial, la ausencia de corrupción, la calidad
de la burocracia, y el pago de los impuestos (La Porta, López de Sillanes, Shleifer
y Vishny, 1997).
• El capital social acumulado en una familia influye en el rendimiento educativo
de los niños (Teachman, Paasch y Carver, 1997).
• La familia, unidad básica del capital social, influye según ya se ha mencionado
anteriormente en múltiples dimensiones, desde la absorción de inmigrantes
(Hagan, Mac Millan y Wheaton, 1996), hasta la criminalidad (Wilson, 1994).
• El grado de asociatividad, la participación, o no, en organizaciones, incide en el
rendimiento económico diferenciado de microempresas de pobres (Narayan y
Pritcher, 1997).
El campo está en sus inicios como área de trabajo científico. Hay numerosas
ambigüedades, imprecisiones y un largo camino metodológico, y epistemológico
a recorrer. Existen también, junto a las infinitas formas de capital social positivo,
formas de capital social negativo como las asociaciones delincuenciales, pero no
invalidan para nada las enormes posibilidades del primero. A pesar de estas
restricciones, la presencia de todo este campo, y las posibilidades de no discutirlo
especulativamente, sino de medir, introducen en los análisis sobre desarrollo económico una multiplicidad de variables antes subestimadas o ignoradas, que amplían totalmente la agenda usual. A través de la noción de capital social, estos
factores, intuidos muchas veces como incidentes, tienen ahora plena legitimación.
El pensamiento económico convencional muestra a la luz de ellos, con mayor
intensidad, sus debilidades en términos de estrechez y unidimensionalidad. La
perspectiva puramente economicista no da cuenta de los problemas reales del
desarrollo. Explicarlos razonablemente requiere que junto a los factores económicos los intentos de análisis integren dimensiones como las que plantea la idea de
capital social.
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
61
Aceptado este orden de razonamiento, que comienza a tener peso creciente en
los organismos internacionales en medio desde ya como todas las “ideas nuevas”
expuestas de fuertes debates internos la pregunta que se plantea es “¿cómo construir capital social?”
La pregunta tiene gran relevancia en América Latina. La investigación sobre el
capital social en la región está en sus comienzos. Un intento pionero de la mayor
solidez científica y sorprendentes hallazgos fue la reciente investigación del PNUD
“Desarrollo humano en Chile, 1998. Las paradojas de la modernización”, que
indicó serios problemas de erosión en algunos de los factores constituyentes del
capital social, llamando la atención sobre la necesidad de políticas para abordarlos. Pueden encontrarse, asimismo, trabajos recientes sobre lecturas desde la visión de capital social de las causas del éxito de algunas de las experiencias sociales más destacadas de América Latina, como Villa El Salvador del Perú (Kliksberg,
1999). Comienza a aparecer en la región en toda esta línea de estudios nuevos la
visión de que la pobreza y la inequidad, han “destruido” significativamente el
capital social. Han minado el clima de confianza, actúan contra el interés en
asociarse y participar, han destruido bases de la conciencia cívica, puesto en crisis,
como se vio, a la familia en amplios sectores, y creado climas anómicos y nihilistas
en cuanto a valores. Piénsese, por ejemplo, lo que implican las vastas migraciones
forzadas por razones económicas o de inseguridad, que se han dado en diversos
países de la región en términos de destrucción del capital social acumulado por
las familias, y las personas, durante muchísimos años, en aspectos básicos como
lazos de pertenencia, asociaciones, identidad, acervo cultural.
Reconstruir capital social implicará procesos muy amplios de trabajo en múltiples
esferas. Entre ellas, la política social tiene un gran rol que, tanto indirecto a través
del enfrentamiento de la pobreza y la desigualdad, como directo, promoviendo
en sus iniciativas y programas, como un objetivo deliberado y sistemático, el
desarrollo de las ingentes potencialidades que en término de capital social tienen
las sociedades latinoamericanas.
Desarrollo distorsionado versus desarrollo integrado
Todos los frentes de “nuevas ideas” anteriores y otros añadibles a ellos, están en
pleno debate en los países, en la academia y en diversos organismos internacionales en los cuales hay importantes discusiones y revisiones. Todo ello está confluyendo en los inicios de la reformulación del proyecto global de desarrollo.
Stiglitz (octubre, 1998) resume así algunos de los aprendizajes realizados de los
errores cometidos:
62
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
“Hemos aprendido en el último medio siglo que el desarrollo es posible, pero también
que no es inevitable. Hemos aprendido que el desarrollo no es sólo un tema de
ajustes técnicos, sino una transformación de la sociedad. Me he referido a las desilusiones con el consenso de Washington, que ha previsto un conjunto de prescripciones que han fallado en avanzar esas transformaciones para el desarrollo. El consenso ha sido demasiado estrecho, tanto en sus objetivos, como en sus instrumentos”.
El Informe sobre el Desarrollo Mundial 1999, del Banco Mundial, señala en esa
dirección que los marcos de trabajo para el desarrollo en los últimos 50 años
tendieron a concentrarse demasiado en una sola clave para el desarrollo. Cuando
una clave fallaba, dice, todo el tiempo y en todos los lugares, se apartaba y se
buscaba otras. Menciona entre otros errores “que tampoco funcionó la práctica de
reducir impuestos a los ricos con la esperanza de que beneficiarán a los pobres”.
El sistema de las Naciones Unidas ha hecho cuestionamientos de fondo a las
metas propuestas por el proyecto de desarrollo convencional a través de su paradigma de Desarrollo Humano. La propuesta de la ONU plantea que es erróneo
medir si estamos progresando en desarrollo a través de indicadores tan restringidos y ambiguos como el producto bruto per cápita. Se requiere una medición
mucho más integral. La meta final del desarrollo, alega, no es esa; ese es un
medio, hay que focalizarse en ver si se avanza realmente hacia las metas finales
que tienen que ver con que la gente viva más años, con mejor calidad de vida,
tenga libertades, acceso a la educación, acceso a la cultura, y otras áreas.
Está emergiendo la idea de que muchos esfuerzos se han enfocado en lograr un
desarrollo que en la práctica se convirtió en un “desarrollo distorsionado”. Sólo
algunos sectores de la sociedad se beneficiaron de él, aumentaron las brechas
internas, vastos sectores quedaron excluidos, y el perfil mismo de sociedad se
resintió en aspectos básicos. Se propone encaminarse en cambio hacia un “desarrollo integrado”. En esta concepción se trata de avanzar armónica e integradamente
en los campos del desarrollo económico y el social. La idea básica es que es
imprescindible que una sociedad crezca económicamente, tenga condiciones de
estabilidad, progreso tecnológico, competitividad, pero ello no excluye, sino por
el contrario, requiere de un desarrollo social a fondo y políticas sociales agresivas.
La visión de alcanzar logros económicos que luego se derramarán es considerada
irreal, y sustituida por la idea de que el desarrollo social no puede postergarse,
por el sufrimiento que se está causando, pero además por la concepción de que
sin ese desarrollo, no hay las bases para un crecimiento económico sostenido. Así
la movilización del capital humano y el capital social de un país son claves para
un desarrollo económico sostenido de largo plazo. Los dos planos deben
cohesionarse, y junto a ellos se debe procurar el desarrollo sustentable en términos del medio ambiente, y la profundización democrática. La equidad aparece
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
63
como una de las bases estratégicas de toda la concepción. Como lo señaló la
Cumbre Social Mundial de Copenhague (1994), se trata de lograr un “crecimiento
compartido”.
¿Es ello viable? Es posible ver que esa es la dirección por la que han avanzado
algunas de las sociedades más exitosas en el largo plazo, en lo económico y en lo
social al mismo tiempo, del mundo, y que esa es una causal central de sus logros.
Es el caso, entre otros, de países líderes en las estadísticas de progresos económicos, tecnológicos y sociales como Noruega, Suecia, Canadá, Dinamarca, Holanda,
Bélgica, Israel, y otros.
En la nueva visión que está emergiendo se busca un enfoque holístico del desarrollo. Señala Wolfensohn (1999): “No podemos adoptar un sistema en que la
macroeconomía y las finanzas sean consideradas aisladamente de los aspectos
estructurales, humanos y sociales, y viceversa”.
Las interrelaciones entre variables de muy diferente cuño en el proceso de desarrollo no son una especulación. Son la realidad pura. Así opera efectivamente el
proceso. Si se pierden esas interrelaciones y se cae en reduccionismos esa realidad se escapa, y las políticas resultantes pueden ser altamente inefectivas. Entre
otros campos investigaciones recientes han logrado reconstruir un juego de
interrelaciones muy especial. Kawachi, Kennedy y Lochner (1997), investigadores
de la escuela de salud pública de Harvard, verificaron la existencia de fuertes
vínculos entre inequidad, clima de confianza, y esperanza de vida. Según sus
observaciones estadísticas, en EE.UU. la “salud” en las relaciones interpersonales,
la existencia de relaciones sociales frecuentes y genuinas, la protección
intergeneracional, todos elementos del clima de confianza en una sociedad, inciden en los años que la gente vive. A su vez, el clima de confianza y la esperanza
de vida muestran correlaciones robustas con el nivel de inequidad. Cuanto mayor
el mismo, se erosiona el clima de confianza, se rompe la cohesión social, se
generan tensiones considerables, y la expectativa de vida es menor a la posible.
Según sus simulaciones econométricas un aumento de un punto en la inequidad
trae dos o tres puntos de desmejora en la esperanza de vida respecto a la que
hubiera tenido esa sociedad dadas sus otras características.
En la visión que lleva normalmente al desarrollo distorsionado, interrelaciones de
este tipo entre variables de equidad, de cohesión social, culturales, y las cifras
vitales han sido desconocidas. Lo mismo ha sucedido con muchos otros patrones
de interrelación. Ello puede llevar a resultados que despiertan profundos
interrogantes, como los que formula Birdsall (1998) respecto a América Latina,
poniendo a foco las consecuencias en términos de inequidad de diversos ‘círculos
perversos’: “es posible que las tasas de crecimiento en América Latina no puedan
ser más del 3 o el 4 por ciento a distancia de las necesarias, en tanto no se cuente
64
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
con la participación y el aporte de la mitad de la población que está comprendida
en los porcentajes más bajos de ingresos”.
La revalorización de las políticas públicas y del rol del Estado
La discusión sobre el rol del Estado parecía casi terminada hasta hace pocos años.
Bajo una andanada de cuestionamientos sobre sus funciones y capacidades surgía
con fuerza la idea eje de minimizar su presencia, y cundían los esfuerzos de
desmantelamiento. Ahora está replanteada. No hacia atrás sino hacia adelante. En
las nuevas ideas no se defiende volver al Estado de décadas atrás, que activaba en
las más diversas áreas, y a la ilusión de que el Estado solo podría resolver todos
los problemas. Ello se descarta. Pero se plantea, como lo hace el Banco Mundial
(1997) en su informe especial sobre el rol del Estado, que el extremo opuesto ha
demostrado asimismo ser errado e ineficiente. El desarrollo, dice el informe, requiere un Estado efectivo y resalta que “sin un buen gobierno no hay desarrollo
económico ni social”. Los dos extremos: el Estado omnipotente, y el Estado ausente, están dejando paso a otra manera de ver el problema. La misma forma
parte del núcleo central de ideas del enfoque de desarrollo integrado recién expuesto. Si se desea alcanzar simultánea y coordinadamente desarrollo económico, social, sustentable, y político, se necesita imprescindiblemente de políticas
públicas activas, y gerenciadas con alta eficiencia.
Hay una amplia serie de roles no tradicionales que se esperan del Estado. Tienen
que ver con campos como el mejoramiento de la equidad, el asegurar salud
pública y educación para todos, la regulación, la integración económica regional,
el impulso al progreso tecnológico y la competitividad, un sistema de justicias que
sea garantía para todos, y otros. El perfil que se visualiza no es el del Estado del
pasado. Se proyecta la imagen de un Estado con un servicio civil profesional, bien
gerenciado, transparente, descentralizado, monitoreado por la comunidad, y articulado estrechamente con la sociedad civil en su tarea.
Al centro de su actividad deben hallarse en América Latina las políticas públicas
sociales. Los graves déficit en aspectos elementales que van desde la provisión de
agua potable, las altas tasas de deserción escolar, hasta la falta de cobertura en
salud para vastos sectores, requieren de políticas sociales agresivas manejadas
con gerencia social de alta calidad. La actividad pública es imprescindible en
áreas como Centroamérica donde, según describe Naciones Unidas (Brito, 1999):
“cerca de 17 millones de personas (sobre 34 millones) viven en extrema pobreza,
en asentamientos humanos precarios en condiciones de alta vulnerabilidad a los
efectos de los desastres naturales, sin agua y energía eléctrica y sin nada”. Y hasta
en uno de los países con mayor desarrollo económico del continente, Chile,
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
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advierte Lagos (1999): “Los chilenos sabemos que cuando se debilita el Estado
termina por imperar la ley del más fuerte. Sólo quedan en pie aquellos que
poseen medios propios para defenderse y comprar su salud, comprar la educación de sus hijos, la vivienda, la previsión y hasta la seguridad para su familia. Los
demás quedan condenados a salvarse como puedan con sus propios recursos».
Las nuevas ideas están sobre el escenario. Surgen del fracaso del pensamiento
convencional en cumplir sus promesas, y de las difíciles realidades que viven
amplios sectores de la población en aspectos esenciales. Se hallan en activo debate en numerosos foros. Hablan, como se ha visto, de un proyecto de desarrollo
integrado, de políticas sociales agresivas como uno de sus ejes, de los aportes al
desarrollo económico que puede dar la política social, de mejorar la equidad,
movilizar el capital social, y de un nuevo perfil de Estado con funciones renovadas aliado con la sociedad civil. A ello pueden agregarse otras direcciones
innovadoras en diversos planos. En su centro se halla la preocupación por el
riesgo social que sufre la región, por sus agudos problemas de inequidad y pobreza. Están empezando a influir en el diseño de políticas en los países, y en organismos internacionales. Sin embargo, corresponde plantearse varios interrogantes.
¿Cómo desarrollar las capacidades institucionales y gerenciales que permitan que
esas políticas de nuevo cuño puedan implementarse con efectividad? ¿Hacia qué
direcciones debe trabajarse en el plano del rediseño institucional y la gerencia?
¿Qué puede aprenderse al respecto de los errores cometidos y de la experiencia
comparada? A continuación examinaremos dichos temas.
En busca de la institucionalidad social necesaria
• ¿Cómo reformar las áreas sociales?
• ¿Cuáles pueden ser las vías apropiadas?
• ¿Por qué fracasaron muchas reformas?
• ¿Cuáles son las causas del éxito de programas sociales latinoamericanos considerados referencia a nivel internacional, como Villa El Salvador en el Perú, EDUCO
en El Salvador, las Ferias de Consumo Familiar en Venezuela, y muchos otros?
Interrogantes como estos no pueden ser contestados con “recetas”. Se requiere una
búsqueda “heurística” que se interne en la complejidad de los problemas
institucionales y gerenciales subyacentes. Por otra parte, cada realidad nacional
tiene su propia historia y características en este plano que deben ser respetadas.
Como bien señala Hood (1998) refiriéndose a la reforma de la administración pública en general, previniendo sobre las ‘soluciones generalizables’: “los factores históricos y culturales determinan el rango de reformas disponibles para cada gobierno”.
66
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
Intentaremos, dentro de estas coordenadas, el respeto a la complejidad del tema,
y sus particularidades nacionales, delinear algunas proposiciones de trabajo que
podrían ser útiles en el camino de búsqueda que debería recorrerse en cada
realidad. Surgen de la observación y el estudio de los problemas de gestión que
se presentan continuamente en la ejecución de las políticas sociales en América
Latina, y también del análisis de errores típicos que se cometen en los intentos de
reforma de dichas áreas.
Cuidado con marginar la importancia de la gerencia y también de considerar
la gerencia como la ‘panacea’
Ha habido una fuerte tendencia en la región por actores claves en el diseño de
políticas públicas como los políticos, y numerosos planificadores y economistas a
subestimar el problema gerencial. Todo el esfuerzo se concentraba en el diseño
de la política, y se prestaba limitada atención a lo que se llamaba “la
implementación”. La sola palabra empleada “implementar” transmitía la idea de
que era una especie de proceso mecánico que seguiría al diseño. El reino de la
supuesta implementación es muy diferente en la realidad del supuesto. Llevar
adelante políticas requiere hacerlo a través de organizaciones existentes, o a crear.
En las organizaciones hay un complejo mundo donde conviven tecnologías, normativas, actitudes culturales, intereses en conflicto, luchas por el poder, etc., que
determinan comportamientos organizacionales que con toda frecuencia se apartan del “manual”. Gran parte de los avances en gerencia avanzada parten de la
constatación de estas realidades, y procuran actuar a partir de ellas. La “política”
no termina en la etapa de diseño, continúa en la vida organizacional bajo otras
expresiones. Esto sucede en el campo social como en otros campos, y determina
que en definitiva la política que resulta después del proceso de gerencia, puede
ser bastante diferente de la política que se ordenó llevar a cabo. Hay, en otros
términos, una política “postgerencia” que es la única real (Sulbrandt, 1997). Marginar la “viabilidad institucional” y, más allá de ello, la complicada dinámica de los
procesos de gestión, puede desbaratar las políticas mejor intencionadas, como ha
sucedido con frecuencia en la región.
El otro extremo implica asimismo riesgos, y está de moda. Se declara que el
problema social de la región es básicamente un problema de gerencia. Que instituyendo una gerencia moderna en las áreas sociales se solucionará. Se convierte
a la buena gerencia en la “panacea” que solucionará los agudos problemas sociales. La realidad no corrobora el discurso al respecto. La buena gerencia es imprescindible, sin ella las soluciones mejor pensadas no se materializarán, pero escapa
a su alcance resolver problemas que surgen de razones estructurales. Las causas
centrales de la pobreza y la inequidad tienen que ver con procesos de fondo que
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
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sólo pueden ser corregidos con políticas adecuadas. La gerencia no puede variar
en el proyecto mismo de desarrollo.
Entre esos dos extremos, su marginación o su idealización, se halla el rol real que
puede cumplir la gerencia que es fundamental para la reforma social. Las modificaciones en el proyecto de desarrollo y las políticas renovadoras podrán transformarse en realidades sólo si se cuenta con una institucionalidad social y una gerencia de la mejor calidad posible.
Gerenciar en el campo social no es lo mismo que hacerlo
en otras áreas de la economía
La gerencia no es un fin en sí mismo. Es un medio para obtener determinados
objetivos. La “misión” organizacional condiciona el tipo de gerencia necesario.
Los objetivos que se busca obtener en el campo social, al llevar adelante políticas
y programas sociales, tienen características singulares. Entre ellas, son objetivos
que normalmente no son alcanzables a corto plazo. Reducir la deserción en la
escuela primaria, bajar el número de madres adolescentes, reducir la criminalidad
joven, son por naturaleza objetivos que sólo pueden cumplirse en el mediano o
largo plazo. Ello significa, entre otros aspectos, que habrá que sostener acciones
continuadas durante períodos extensos de tiempo, y prever cómo mantener el
apoyo hacia las mismas a pesar de que sus resultados no sean visibles rápidamente. Por otra parte, los objetivos son en diversos casos de neto corte cualitativo. Por
ejemplo, mejorar la autoestima de una comunidad pobre, desarrollar elementos
de capital social, como el clima de confianza o la conciencia cívica, fortalecer las
relaciones familiares. Son múltiples los factores que se deben movilizar para obtener objetivos de este orden. No dependerán nunca de un programa único, o una
institución determinada. Asimismo, no serán medibles a través de las mismas
metodologías aplicadas a objetivos cuantitativos. Requieren abordajes diferentes.
A estas y otras singularidades se agrega que en el campo social cualquier programa, distribución de vaso de leche, agua potable para zonas rurales, saneamiento
urbano en barrios, descenso de la repetición escolar, tiene que cumplir junto a sus
metas específicas ciertos meta-objetivos. Actualmente se aspira a que todos los
programas sean eficientes, es decir, que hagan un uso optimizante de los recursos
asignados. Al mismo tiempo que contribuyan efectivamente a mejorar la equidad.
Si el modelo gerencial no es el adecuado para llegar a poblaciones carenciadas,
puede darse, y ha sucedido en la región en diversas oportunidades, que el programa sea cooptado por sectores con mayor educación y poder, como estratos
medios de la población, desvirtuándose sus metas y no cumpliéndose los propósitos de mejorar la equidad. Los programas deben desarrollar, asimismo, bases
68
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
para su autosustentación. Evaluaciones internas del Banco Mundial (Blustein, 1996)
han indicado que cerca de un 50 por ciento de sus proyectos no pasaban el test
respectivo. Después de completarse el proyecto en cinco o seis años, los beneficios para los países recipientes no continuaban. Los programas deben desarrollar
fuerzas en la dirección de la autosustentación. Ello lleva directamente a un cuarto
objetivo: se desea que los programas sociales sean participativos. Que la comunidad asistida tenga un rol activo en ellos. La experiencia comparada ha demostrado
terminantemente que esa es una vía central para construir autosostenibilidad. A ello
se suma que la participación tiene múltiples beneficios para el desarrollo del capital
social, y el crecimiento de las personas, y ventajas gerenciales muy concretas.
Las políticas y programas sociales tienen, por lo visto, metas con contenidos
propios de ellas. No se puede trasplantar para cumplir metas de este tipo, modelos gerenciales que pueden ser altamente eficientes para otras metas pero no
están adecuados a éstas. Entre fracasos frecuentes en el campo social se hallan los
casos en donde se trató de copiar recetas del “business administration”, calcando
modelos de la empresa privada, que están diseñados para metas muy distintas:
maximización de utilidades, rotación del capital, captación de clientes, etc. También se hallan los intentos de replicar modelos de la administración pública tradicional, que pueden ser apropiados en procesos rutinarios pero no son válidos
para las características muy diferentes de la acción en el campo social.
Surge la necesidad de una “gerencia social” que debe tomar todos aquellos aspectos de otras gerencias que le puedan ser útiles, pero debe tener un perfil propio
correlativo a sus metas particulares.
El planteo de respetar las singularidades no se hace sólo en el campo de la
gestión social. Goodard y Riback (1999), después de analizar gobernadores y
alcaldes exitosos en EE.UU., afirman que “los que prestan el mejor servicio a sus
ciudadanos estos días, son aquellos que reconocen las claras diferencias entre el
propósito del gobierno y el propósito de los negocios”. Krugman (1996) examina
los requerimientos para diseñar política económica y para manejar empresas privadas, y concluye que son muy diferentes. Señala que “un país no es una corporación de negocios”. Advierte contra los errores cometidos al tratar de extrapolar
de la gestión privada al manejo de la economía.
Se debe montar una institucionalidad social fuerte,
jerarquizada y profesionalizada
La envergadura de los problemas sociales de la región requiere respuestas acordes para que no sigan produciéndose los moralmente inadmisibles padecimientos y víctimas que están causando y los graves daños que se están produciendo al
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
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desarrollo y la democracia. Dichas respuestas deben darse en cambios en las
políticas pero también tener registro en los instrumentos institucionales. Ello no se
observa en la mayor parte de los países. La realidad está caracterizada, entre otros
aspectos, por: asignaciones de recursos a áreas como salud, educación, vivienda,
familia, que si bien han mejorado en algunos países, siguen siendo inferiores a las
medias internacionales, y en otros son muy escasas; fuerte tendencia –ante problemas financieros– a recortar en primer lugar esos recursos; ministerios sociales
sin acceso a los foros de decisión macroeconómica cuyas resoluciones van a tener
enormes consecuencias sociales; inexistencia de un servicio civil profesionalizado;
falta de atención a la preparación de una gerencia de alto nivel especializada y
estable.
O’Donell (1999) alerta sobre la magnitud de los daños institucionales causados al
sector social en años recientes:
“… los sueldos, las condiciones de trabajo, y las perspectivas profesionales de los
funcionarios del área social que están en contacto directo con los pobres y les
ofrecen servicios (trabajadores de la sanidad, maestras, asistentes sociales), se deterioraron tremendamente. Algo semejante cabe decir de los funcionarios de la
burocracia central que trabajan en la política social tanto en el plano nacional
como, especialmente, el local. Es sabido que estas esferas del Estado han sido a
menudo bastiones de clientelismo e ineficiencia, pero la blitzkrieg desatada contra ellas con el propósito de reducir el déficit fiscal, o por mero antiestatismo, no
hizo nada por mejorar su situación. Por el contrario, en varios países esa ofensiva
prácticamente amputó el brazo del Estado más necesario para llevar a cabo políticas sociales razonablemente eficaces”.
Es urgente superar las condiciones que pone a foco con precisión O’Donell. Es
necesario levantar en la región una institucionalidad social adecuada al papel
prioritario que según reclama la población deben tener los problemas correspondientes. La inversión en la materia debe ser cónsona con la magnitud y profundidad de los problemas vistos. En los recortes deben considerarse los efectos
devastadores que suelen producir los que se efectúan en este campo, no perder
de vista su carácter de necesidad prioritaria, y buscar cómo generar recursos por
otras vías, como el mejor control de la evasión fiscal. Debe establecerse un servicio civil profesional en las instituciones sociales, con adecuadas remuneraciones,
posibilidades de desarrollo, entrenamiento continuo, y a su tope una gerencia
especializada y estable. Debe jerarquizarse el papel de las entidades ministeriales
y agencias respectivas, y tomar muy en cuenta sus puntos de vista en el diseño de
las políticas económicas.
70
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Optimizar resultados en el campo social requiere
necesariamente abordajes intersectoriales
La coordinación es deseable con frecuencia en gerencia, pero en gerencia social
es imprescindible. Los programas sociales procuran metas que por la configuración del problema mismo no son alcanzables por un solo actor organizacional.
Aumentar el número de niños que terminan la escuela primaria en un municipio,
por ejemplo, no significa sólo trabajar en el ámbito de la escuela. Ella es clave,
pero las causas de la deserción la exceden. Será necesario utilizar un enfoque que
opere sobre la unidad familiar, creando incentivos para que la misma se empeñe
en que el niño continúe en la escuela, se deben mejorar las condiciones
nutricionales, en muchos casos causantes de la deserción, facilitar el transporte
del niño a la escuela, sensibilizar a los padres sobre las ventajas que implicará
completar los estudios y otros factores. Se necesitará el trabajo mancomunado de
instituciones de diverso tipo que pueden operar sobre esas variables, de salud en
lo relativo a la nutrición, de apoyo a la familia, de vivienda, de transporte. Por
ello, programas como el de Brasilia que ha combinado estímulos a la familia, con
la acción de la escuela, y otros elementos, ha logrado resultados significativos en
plazos reducidos. Lo mismo sucede con la mayoría de los programas sociales.
Para mejorar la salud preventiva, por ejemplo, es indispensable que haya un
trabajo muy bien articulado entre las áreas de salud y educación. Programas como
el desenvuelto en años recientes en Costa Rica, entre ambos ministerios, preparando a los maestros para desarrollar unidades formativas en salud preventiva en
el aula, pueden arrojar resultados muy efectivos en las cifras de salud pública.
Las causas de la pobreza son múltiples e interrelacionadas. Combatirlas efectivamente requiere abordajes consiguientemente intersectoriales. La acción combinada multiplica la posibilidad de logros de cada uno de los actores organizacionales.
La coordinación en gerencia social es obligada si se desea eficiencia, porque hay
una dependencia estructural entre los actores. Los mejores programas serán en
muchos casos programas imaginativos en cuanto a potenciar estas
interdependencias, y transformarlas en externalidades comunes.
En América Latina ha predominado en el campo social un enfoque casi opuesto,
con fuerte énfasis sectorial. Cada área social ha hecho casi un punto de “honor
organizacional” de su autonomía, y salud, educación, familia, juventud, trabajo, se
plantean como “feudos” separados, y tratan de que los “extraños” no intervengan
en sus operaciones. Ello conduce necesariamente a resultados limitados, y a serias
ineficiencias.
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
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Hay que aprender gerencia interorganizacional
Una de las habilidades que debe desarrollar una nueva institucionalidad social en la
región es la de la gerencia interorganizacional. Los programas deberán ser, como se
mencionó, programas donde participen varios ministerios, diversas agencias públicas, gobernaciones, municipios, y la sociedad civil a través de diversas expresiones.
Gerenciar la operación conjunta de distintas organizaciones no es lo mismo que
llevar adelante una organización específica. Se requieren importantes capacidades
para sensibilizar permanentemente sobre las ventajas del trabajo conjunto, desenvolver procesos de negociación para zanjar las diferencias, capitalizar las fortalezas
y limitar las debilidades de cada organización, comprender las diferentes culturas
organizacionales, construir puentes entre ellas, desarrollar un lenguaje común, aprovechar las oportunidades que pueden surgir para la acción combinada.
Es necesario superar las falsas oposiciones entre gobierno
por un lado, y ONG y sociedad civil por el otro
El problema social latinoamericano no puede ser delegado exclusivamente en el
Estado. Todos los sectores de la sociedad deberían asumir responsabilidades y
participar en su enfrentamiento. Deben armarse extensas redes de colaboración
permanente que engloben a todos los actores sociales posibles, orientadas a atacar problemas concretos de envergadura.
En la actualidad la situación es muy diferente. Hay grupos de la sociedad civil que
no reconocen tener responsabilidades al respecto. Permanecen indiferentes. Hay
con frecuencia desconfianza y conflictos entre la acción estatal y la de las ONG.
Hay amplios sectores que tendrían alta disposición al trabajo voluntario que no
encuentran caminos apropiados para canalizar sus aportes.
Existen importantes oportunidades organizacionales en superar estas situaciones.
Estado y ONG deben aliarse estrechamente aprovechando los puntos fuertes de
cada uno y minimizando sus limitaciones. Las ONG tienen un importante potencial en términos de factores como flexibilidad, agilidad, compromiso, cercanía a la
comunidad. Pero deben estar conscientes de que solas no producirán cambios de
fondo, se necesita para ello el concurso de las políticas públicas. La realización de
alianzas estratégicas entre ambos y la incorporación a las mismas de iglesias,
comunidades vecinales, asociaciones de interés público, universidades, sectores
empresariales dispuestos a la solidaridad, sindicatos obreros, y otros grupos, puede ampliar considerablemente los recursos reales humanos y materiales para la
acción social e incrementar su efectividad. Por ejemplo, véase el papel cumplido
por uno de los actores potenciales de esas alianzas, el voluntariado, en diversos
países. En España en años cercanos un gran movimiento de opinión gestado por
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los jóvenes exigió y logró compromisos formales en cuanto a aumentar
sustancialmente los recursos del país para solidaridad internacional. En Israel, el
país del mundo con mayor porcentaje relativo de trabajadores voluntarios, ellos
producen en servicios principalmente sociales, el 8 por ciento del producto bruto
nacional.
Una clave para la eficiencia; descentralización más participación
La descentralización de los programas sociales aparece como una posibilidad
muy concreta de acercarlos a la comunidad, tener contacto directo con sus necesidades, obligar a mayor transparencia, posibilitar el control ciudadano,
desburocratizar, generar mayor agilidad, poder realizar un monitoreo sobre la
marcha de su ejecución y otras ventajas organizacionales. Sin embargo, en la
experiencia internacional y en la práctica de la región también ha demostrado
tener riesgos. Uno de los principales es que si los niveles de polarización social y
de asimetría en el poder son muy amplios en las gobernaciones y municipios,
hacia los que se descentraliza, los grupos poderosos puedan cooptar en su favor
los procesos descentralizados, “capturando” los programas. Otro es que el proceso sea ambiguo en algunas de sus dimensiones. Se transfieran recursos limitados
con relación a las responsabilidades asignadas, no se delimitan con precisión los
roles que le quedan al poder central, las delegaciones son fácilmente reversibles.
También puede darse la situación de que las organizaciones regionales y locales
hacia las que se descentraliza no tengan suficiente capacidad institucional para
gerenciar los programas puestos a su cargo. En todos esos casos, la situación post
descentralización puede incluso llegar a ser peor que la previa, por cuanto los
servicios que antes prestaba con ineficiencias el poder central, pero con cierta
seguridad, ahora pueden quedar en el “aire”.
Todo ello no invalida el enorme potencial de la descentralización como arma de
gestión social. Obliga a tomar previsiones que puedan contrarrestar estos riesgos.
Se impondrá, entre otros aspectos, diseñar con claridad los términos de la descentralización y tratar de que sean efectivamente viables para los niveles regionales y
locales, y desarrollar la capacidad institucional de los mismos. La “combinación
ganadora” parece surgir, según la experiencia, cuando se suman la descentralización y la participación genuina de la comunidad. Los procesos de descentralización son uno de los campos en donde la participación, considerada actualmente
una de las vías maestras para obtener mejor eficiencia en todo tipo de organizaciones públicas y privadas, tiene mayores posibilidades1 . Si la comunidad organi1
El tema de los nuevos hallazgos sobre las posibilidades de la participación es tratado en
Bernardo Kliksberg, “Seis tesis no convencionales sobre participación” (1998), Revista Instituciones y Desarrollo, Instituto Internacional de Gobernabilidad, Barcelona, Nº 2, diciembre.
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
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zada cogestiona los programas sociales descentralizados, se ajustarán estrictamente a las demandas reales, habrá un “feed back” continuo sobre sus efectos que
permitirá corregirlos sobre la marcha, habrá una presión por transparencia y pulcritud en el uso de recursos que erradicará la corrupción y limitará las prácticas
clientelares, recibirán aportes permanentes de ideas para su mejora, y habrá un
contrapeso efectivo a la posibilidad de cooptación por “élites” locales.
Así como la descentralización requiere de la participación, crea asimismo oportunidades importantes para esta última, y los “círculos virtuosos” que puede desencadenar una participación genuina son formidables. Las comunidades carenciadas
tienen mucho que aportar a los programas sociales dirigidos a ellas. Los razonamientos que las desvalorizan, a partir de su misma pobreza, han resultado desmentidos por los hechos. Los programas sociales de mayor rendimiento comparado son aquellos en que se han abierto posibilidades auténticas de participación.
Entre otros, un estudio de Narayan (1994) sobre la contribución de la participación popular, muestra su potencialidad. La investigación analizó 121 proyectos de
dotación de agua potable a campesinos pobres en 49 países de África, Asia y
América Latina. Los proyectos con elevada participación tuvieron un alto rendimiento en el 80 por ciento de los casos y un rendimiento mediano en el 20 por
ciento restante. Ninguno tuvo bajo rendimiento. Los de baja participación tuvieron un alto rendimiento sólo en el 2,7 por ciento de los casos, un rendimiento
mediano en el 40 por ciento, y un bajo rendimiento en el 5,3 por ciento.
Las mismas constataciones pueden hallarse en América Latina. La apelación masiva y genuina a la participación fue la base de algunas de las experiencias sociales
más exitosas y renombradas internacionalmente de América Latina, como Villa el
Salvador del Perú, las escuelas públicas gestionadas por los padres en Minas
Geraes, y el Presupuesto Participativo de Porto Alegre. En todos estos casos la
participación movilizó a fondo el capital social latente en la comunidad. En Villa
El Salvador la muchas veces premiada comunidad autogestionaria del Perú, de
cerca de 300.000 almas, los pobres no tenían ningún tipo de bienes, y levantaron
un municipio entero con sus manos en un breve período histórico. No tenían
patrimonio económico, pero sí capital social muy rico. Provenían de las sierras
peruanas y contaban con un bagaje muy amplio de valores, actitudes solidarias,
experiencia de vida comunal, y otros elementos culturales, cultivados durante
siglos por la cultura andina. En el ambiente propicio de la participación dichos
elementos se movilizaron activamente y fueron decisivos en sus logros2.
2
Puede verse sobre Villa el Salvador: Carlos Franco, “La experiencia de Villa El Salvador”.
Incluido en B. Kliksberg (Comp.) Pobreza. Un tema impostergable. Nuevas respuestas a
nivel mundial, 4ª. Edición, Fondo de Cultura Económica, 1997.
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Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
Se necesitan pactos y concertaciones sociales de apoyo
para posibilitar una gerencia social eficiente
Los programas sociales necesitan contar con respaldos amplios de la sociedad para
poder cumplir con efectividad sus metas. Como se señaló anteriormente por lo
pronto existen sectores que desconfían casi por principio de los programas. Que
consideran que el gasto social es “ilegítimo”. Los programas deben procurar contrarrestarlos explicando detalladamente a la opinión pública sus aportes posibles, tanto desde el punto de vista ético, como del productivo, y deben procurar en el marco
de los mecanismos democráticos concertaciones sociales en su apoyo. Esas
concertaciones les serán asimismo fundamentales para “aguantar” los extensos períodos que con frecuencia se necesitan para lograr objetivos tangibles en el campo
social. También permitirán sostenerlos frente a las amenazas de recortes destinados
a solucionar desequilibrios financieros en otras áreas. Asimismo, serán vitales si se
necesita de nuevas etapas para consolidar el programa y extenderlo.
Todos estos aspectos son fundamentales para que pueda desenvolverse en los programas sociales una gerencia eficiente con proyecciones de mediano y largo plazo.
En ésta, como en otras áreas del desarrollo, la dimensión política es esencial. Si por
ejemplo, programas dirigidos al fortalecimiento de la escuela pública cuentan con
asociaciones de padres de las mismas, organizados para defenderlos, muy distintos
serán los resultados a si sólo los defienden los profesionales que los ejecutan.
Una reflexión final
En recientes presentaciones públicas, el papa Juan Pablo II (1999) afirmó que “el
problema de la pobreza es algo urgente, que no puede dejarse para el mañana”,
pues desde todo el mundo “se alza el lamento de los pobres, el grito de los niños,
de las mujeres, de los ancianos, los refugiados, de las víctimas de la guerra, de los
desempleados”. Asimismo, resaltó que “el desarrollo y el progreso económico nunca deben llegar a costa del hombre y de la mujer dificultando la tarea de satisfacer
sus necesidades fundamentales, el avance no puede ser a cualquier precio”.
Sus afirmaciones parecen muy sugerentes para los dilemas latinoamericanos. Los
problemas a los que se pasó revisión en este trabajo no admiten demoras. Hay un
costo muy pesado por cualquier postergación. En el campo social, a diferencia de
otras áreas, los daños que puede producir el diferimiento de las soluciones son en
diversos casos irreversibles. Así, entre muchas otras consecuencias de las dilaciones en dar respuesta, se ha verificado que si un niño no recibe una nutrición
adecuada en las primeras etapas de la vida, sus capacidades cerebrales quedan
afectadas y después no hay retorno posible. En otra área, la mortalidad materna,
la región tiene una tasa cinco veces mayor a la de los países desarrollados. Dado
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
75
el estado actual de los avances médicos al respecto, ello implica que hay numerosas “muertes gratuitas” que no se darían si hubiera la cobertura de salud apropiada para todas las madres.
Urge dar el salto a una visión integrada del desarrollo que logre otro tipo de
equilibrio diferente entre las políticas económicas y las sociales, y que reconozca
el papel imprescindible de estas últimas en la obtención de un desarrollo que
tenga bases realmente sostenibles. Como lo plantea Touraine (1997): “en vez de
compensar los efectos de la lógica económica la política social debe concebirse
como condición indispensable del desarrollo económico”.
Se arguye con frecuencia que todo es un tema de recursos económicos, que al faltar
los mismos no es viable obtener resultados muy distintos a los actuales. Que mientras no haya mayores recursos la situación no podrá variar. Desde ya que es importante contar con más recursos económicos y deben hacerse todos los esfuerzos para
mejorar el crecimiento, la productividad, y la competitividad de la economía. Pero
el tema no parece reducirse a ello. En un trabajo reciente sobre la mortalidad como
indicador del fracaso o éxito económico, Sen (1998) contesta al argumento de los
recursos escasos con datos empíricos muy sugerentes. Compara la situación de una
serie de países en término de dos indicadores: producto bruto per cápita que se
supone mide progreso económico, y esperanza de vida, indicador decisivo para
apreciar el éxito integral de una sociedad. Los resultados son los siguientes:
Gráfico N° 7
Producto nacional bruto y esperanza de vida en países seleccionados, 1992
Esperanza de vida (años)
80
71
70
69
PNB per cápita ($)
5000
72
4.450
66
63
4000
60
54
50
2.670
4500
2.770
3500
3000
2500
40
2000
30
1500
20
10
300
470
540
Kerala
China
Sri Lanka
1000
500
0
0
Sud África
Brasil
Gabón
Esperanza de vida
PNB per cápita
Fuente: Amartya Sen, “Mortality as indicator of economic success and failure.” The Economic
Journal, January 1998.
76
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
Las tres primeras sociedades del cuadro: el Estado de Kerala en la India de más de
30 millones de habitantes, China, y Sri Lanka tienen un bajísimo producto bruto
per cápita inferior a los 550 dólares anuales. Las otras tres: Sud África, Brasil y
Gabón tienen un producto que es 5 a 10 veces mayor. Sin embargo, en las primeras la gente vive bastante más años promedio que en las segundas: 71, 69, y 72,
versus 63, 66, y 54.
Influyen factores como el grado de equidad que es considerablemente mejor en
las primeras, y los arreglos sociales que han organizado en temas claves para la
salud pública, como el agua potable, las instalaciones sanitarias, la luz, la educación, y la cobertura médica. Después de todo, reflexiona Sen, por ejemplo, los
costos relativos de algunos de los insumos esenciales de los sistemas de salud,
como el personal médico y paramédico, son mucho más bajos en los países en
desarrollo que en los desarrollados. Países como los mencionados y Costa Rica,
subraya, “han registrado una reducción muy rápida de las tasas de mortalidad y
una mejora de las condiciones de vida, sin un crecimiento económico notable”.
Hay en juego, por ende, no sólo problemas de recursos, sino también de prioridades, de grados de equidad, y de organización social. El tema de las prioridades es
crucial. No sólo en las asignaciones de recursos sino también en los ajustes. ¿Por
qué cortar con tanta frecuencia por el presupuesto de los sectores sociales? ¿Por
qué no revisar cuidadosamente los costos que implican ese tipo de cortes para las
metas finales de la sociedad, para la cohesión social, y para el mismo crecimiento.
Ante la Asamblea Mundial de la Salud, resaltó al respecto el Premio Nobel de
Economía (Sen 1999):
“Es indicación de que vivimos en un mundo al revés el hecho de que el médico, el
maestro de escuela o la enfermera, se sientan más amenazados por el conservadurismo financiero que un general del ejército. Para subsanar esta anomalía es
preciso no ya penalizar la prudencia financiera, sino tener más plenamente en
cuenta los costos y los beneficios de las distintas opciones”.
El enfrentamiento de la pobreza y la inequidad en la región requiere una revisión
profunda del rol de las políticas sociales, de su modo de diseño, y de la estratégica
dimensión institucional y gerencial. Pero la misma debe ser hecha no sólo a la luz
de consideraciones técnicas, sino teniendo como marco de discusiones a fondo
sobre las metas últimas del desarrollo, la búsqueda de vías compatibles con ellas,
y las prioridades y urgencias en la asignación de recursos.
De dichas discusiones puede emerger el nuevo modelo de política social que
están reclamando amplias mayorías en la región a través de los diversos canales
de la democracia. La política social agresiva, y activa, que se precisa, que debe ser
cogestionada por el Estado y la sociedad civil, deberá contar con una
Bernardo Kliksberg / América Latina: una región en riesgo…
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institucionalidad social renovada, con las capacidades gerenciales apropiadas, y
ser transparente, abierta, y participativa.
El tema no admite postergaciones, constituye un “escándalo moral” que a fines
del siglo XX, millones y millones de latinoamericanos vean transcurrir sus días y
los de sus familias, en medio de privaciones que cercenan sus derechos humanos
más básicos.
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La demanda de dinero en Venezuela (1984-1999)
Arreaza
Fernández
Delgado
Adriana Arreaza*
María Amelia Fernández *
David Delgado*
Resumen
El objeto de este trabajo es estimar una función de demanda de dinero para
Venezuela teóricamente coherente y empíricamente robusta, utilizando data de
frecuencia mensual y trimestral, tanto para la definición de M1 como de M2. Se
utiliza la metodología de cointegración para identificar la relación de largo plazo
entre las variables, que luego se incorpora en un modelo de equilibrio dinámico
de corrección de errores. Se investiga también la presencia de un cambio estructural en la relación de largo plazo entre las variables, estimado endógenamente, y
se incorporan variables que llamamos de “apertura”, tasa de interés externa y
nivel del tipo de cambio, que han resultado ser relevantes para economías en
desarrollo. Para el período analizado, se encontró que existen relaciones robustas
de cointegración entre el dinero real, el producto real, el tipo de cambio nominal,
la inflación, la tasa de interés interna y la tasa de interés externa, tanto para M1
como para M2, con data de frecuencia trimestral. Las relaciones con data mensual
no resultaron robustas. No se halló evidencia concluyente sobre la existencia de
cambios estructurales en las relaciones de cointegración. La dinámica de corto
plazo parece indicar que el cuasi-dinero reacciona a un mayor número de variables y con menos rezagos que M1.
* Funcionarios del Banco Central de Venezuela, Vicepresidencia de Estudios.
82
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
Introducción
La estimación de una función de demanda de dinero teóricamente coherente y
empíricamente robusta es esencial para la programación monetaria y financiera.
El objeto de este trabajo es estimar una función de demanda de dinero para
Venezuela utilizando data de frecuencia mensual y trimestral, tanto para la definición de liquidez restringida como la de ampliada.
Investigaciones previas se han concentrado en la estimación de una función de
demanda de dinero para Venezuela utilizando la metodología de cointegración
para identificar la relación de largo plazo entre las variables, que luego se incorpora en un modelo de equilibrio dinámico de corrección de errores. Por ejemplo,
Sánchez (1995) emplea datos de frecuencia trimestral y encuentra una relación de
largo plazo entre M1 real, producto e inflación. Cartaya, Roo y Sánchez (1996)
encuentran una relación a largo plazo para la demanda de dinero con el agregado
M1 utilizando data mensual. Bjørnland (1999) deriva un modelo estable para M2
con data trimestral.
Nuestro trabajo contiene varias innovaciones con respecto a estudios recientes
para Venezuela. En primer lugar, se investiga la presencia de un cambio estructural en la relación de largo plazo entre las variables siguiendo el método de Gregory
y Hansen (1996) para hallar de forma endógena el quiebre en la relación de
cointegración. También se incorporan variables que llamamos de “apertura”, tasa
de interés externa y nivel del tipo de cambio, que miden el costo de oportunidad
de demandar saldos líquidos en moneda nacional frente a otros activos en moneda extranjera, que resultan ser relevantes para economías en desarrollo, siguiendo
a Arize, Malindretos y Shwiff (1999).
En este estudio se pretende responder a las siguientes preguntas: (i) ¿es la demanda nominal de dinero homogénea de grado uno con respecto a los precios?, (ii)
¿es unitaria la elasticidad de largo plazo de la demanda de dinero con respecto al
ingreso?, (iii) ¿cuál es el agregado monetario que más se adecua a la estimación de
la demanda de dinero para Venezuela?, (iv) ¿son relevantes las variables de ‘apertura’ para explicar la demanda de dinero? y (v) ¿es la velocidad de ajuste de la
demanda de saldos reales a desequilibrios instantánea?
En primer término, es relevante averiguar si cambios en los precios son seguidos
por cambios proporcionales en la demanda nominal de dinero, de manera que la
demanda de saldos reales permanezca constante. De ser la demanda de dinero
homogénea de grado uno, ello permitiría predecir con mayor precisión los efectos a largo plazo de la política monetaria, dado que los resultados no se verían
afectados por ilusión monetaria.
A. Arreaza, M. A. Fernández, D. Delgado / La demanda de dinero en Venezuela
83
Por otra parte, es importante conocer si la elasticidad ingreso de la demanda de
dinero a largo plazo es unitaria. Cuando la elasticidad ingreso es mayor a la
unidad, la velocidad de circulación tendería a caer a medida que aumenta el
ingreso, debido a la falta de economías de escala en la acumulación de saldos
monetarios. Si existen economías de escala en la acumulación de saldos reales y
la elasticidad ingreso es unitaria, la velocidad de circulación tendería a permanecer constante y los cambios en el producto y la demanda de saldos reales serían
proporcionales.
Es también importante conocer la dinámica a corto plazo de los determinantes de
la demanda de saldos reales para efectos de política. Se espera que en la medida
en que los desequilibrios con respecto al equilibrio a largo plazo resulten más
costosos para los agentes, la velocidad de ajuste será mayor.
Por último, si las variables de apertura son relevantes para la función de demanda
de dinero, esta información debe incorporarse en el diseño de la política monetaria.
El trabajo se organiza de la siguiente manera: la siguiente sección explica la metodología empleada. La sección 3 reseña el comportamiento de los agregados monetarios y describe sus propiedades estadísticas. En la sección 4 se presentan y
analizan los resultados y la sección 5 contiene las conclusiones.
El modelo
La especificación que utilizamos se basa en el modelo de equilibrio de corrección
de errores en Arize y Melindretos (1999), descrita de la siguiente manera:
mt*-a1yt-a2πt-a3rit-a4et-a5rtf = «t
(1)
L
L
j=1
j=0
Dmt = mt+l«t-1+S(d1,jDyt-j+d2,jDπt-j+d3,jDrit-j+d4,jDet-j+d5,jDrft-j)+SBjDmt-j-1
(2)
donde mt* es el logaritmo de los saldos reales deseados (M1 o M2 real); yt es el
logaritmo del producto real; πt es la tasa de inflación esperada1; et es el logaritmo
del tipo de cambio nominal; rtf es la tasa de interés externa y rti es la tasa de interés
doméstica. El operador D indica las primeras diferencias de las variables. Los
errores estocásticos vienen dados por «t y mt .
1
Se supone que los agentes tienen previsión perfecta de la inflación.
84
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
La primera ecuación representa el equilibrio a largo plazo en el mercado monetario, modelado mediante un vector de cointegración, y la segunda ecuación describe la dinámica de corto plazo de las variables. Se dice que un conjunto de variables integradas de orden uno están cointegradas, cuando existe al menos una
combinación lineal de las mismas cuyos residuos sean estacionarios. Ello indica
que las tendencias estocásticas de dichas variables están relacionadas y convergen hacia el equilibrio en el largo plazo. Si la función de demanda de dinero está
descrita por un modelo de equilibrio a largo plazo estacionario, ello implica que
la dinámica a corto plazo está restringida a que cualquier desequilibrio se revierta
nuevamente hacia el equilibrio a largo plazo en ausencia de perturbaciones. Los
coeficientes de esta ecuación son interpretados como elasticidades de la demanda
de saldos reales con respecto a cada variable, excepto los coeficientes que acompañan las tasas de interés, que son semi-elasticidades.
Como variable de escala utilizamos el producto real como medida de ingreso. Se
espera que los saldos reales sean directamente proporcionales al ingreso, es decir,
el signo de d1 debe ser positivo. En cuanto a las variables de costo de oportunidad
de mantener saldos reales, se espera que el signo que acompaña la inflación
esperada, a2 , sea negativo, dado que aumentos esperados en la tasa de inflación
generan una sustitución del dinero por otros activos, reduciéndose así la cantidad
deseada de saldos reales. Un aumento de la tasa de interés genera efectos de
sustitución y riqueza de signos opuestos, por lo que el signo de a3 se determina
empíricamente.
El tipo de cambio tiene un efecto ambiguo sobre la demanda de dinero. Por una
parte, si los agentes tienen inversiones en moneda extranjera, una depreciación
tenderá a aumentar la riqueza de los agentes, lo cual tendería a incrementar la
demanda de saldos reales. Por otra parte, una depreciación del tipo de cambio
puede generar expectativas pesimistas en cuanto al desempeño futuro del tipo de
cambio, motivando una recomposición del portafolio de los agentes a favor de
activos en divisas. Debido a esto, el signo de a4 se determina en forma empírica.
La tasa de interés externa, rtf , refleja el costo de oportunidad de mantener saldos
reales en moneda doméstica en lugar de activos en moneda extranjera. En este
sentido, se espera que la demanda de saldos reales reaccione en dirección contraria a los movimientos de la tasa de interés externa. Se espera que el signo de a5
sea entonces negativo.
La segunda ecuación describe la dinámica a corto plazo de las variables que
intervienen en el modelo, donde «t-1 es el término de corrección de error o desequilibrio. El coeficiente l representa la velocidad de ajuste al equilibrio de largo
plazo. Para asegurar la convergencia hacia el equilibrio, -1< l<0.
A. Arreaza, M. A. Fernández, D. Delgado / La demanda de dinero en Venezuela
85
Análisis de la data
Las variables
Las series utilizadas para estimar la demanda de dinero son las siguientes:
• Dinero Real. Como dinero nominal se utilizaron los saldos al final del período de
M1 (efectivo más depósitos a la vista) y M2 (M1 mas depósitos de ahorro y a
plazo). El dinero real se obtuvo deflactando M1 y M2 con el Índice de Precios al
Consumidor (IPC), base 1997, que calcula el BCV para el Área Metropolitana de
Caracas. Se denota como m1 y m2 al logaritmo de M1 y M2 real respectivamente.
• Producto Interno Bruto Real (y). Para el análisis de la data mensual se utilizó
como proxi del PIB real el logaritmo del Índice General de Actividad Económica Mensual (IGAEM), base 1997, que calcula el BCV con cobertura nacional.
Para la data con periodicidad trimestral, se utilizó el logaritmo del PIB real que
calcula el BCV.
• Inflación (p). Se utilizó como medida de inflación la diferencia del logaritmo del
IPC.
• Tipo de Cambio Nominal (e). Se utilizó el logaritmo del precio promedio en
bolívares del dólar.
• Tasa de Interés Doméstica (r i ). Se utilizó la tasa de interés pasiva de los depósitos a 90 días calculada por el BCV.
• Tasa de Interés Externa (r f ). Se utilizó la tasa de interés pasiva de los CD
norteamericanos a 90 días, que se publica en la base de datos del IMF.
El período muestral dependió de la disponibilidad de información. Para la data
mensual, el período en estudio es enero 1989 a diciembre 1999; mientras que
para la data trimestral, se tomó desde el primer trimestre de 1984 hasta el cuarto
de 1999. La data hasta el tercer trimestre de 1990 está trimestralizada; a partir de
entonces se calcula trimestralmente.
Durante el período en estudio, la economía venezolana experimentó fuertes shocks
macroeconómicos. Como parte de las reformas introducidas a partir de 1989 y en
lo sucesivo, la economía experimentó grandes devaluaciones, se implementaron
diferentes regímenes cambiarios, la inflación alcanzó tasas superiores al 100 por
ciento, las tasas de interés alcanzaron niveles del 70 por ciento, etc. Todo ello ha
originado una alta volatilidad de las variables macroeconómicas empleadas en
este estudio, tipo de cambio, inflación, tasas de interés, PIB y liquidez real (ver
Figuras 1-6). Tanto el circulante como la liquidez monetaria muestran una tendencia decreciente. Particularmente, m2 real ha mostrado una marcada disminución
durante el período, debido fundamentalmente a la caída del cuasidinero.
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
86
Gráficos Nos1- 6
M1 Real
M2 Real
70000
140000
60000
120000
50000
100000
40000
80000
30000
60000
20000
40000
89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99
89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99
Variación intertrimestral del IPC
Período 1984:I - 1999:IV
Tasa de interés pasiva 90 días
Período 1984:I - 1999:IV
0.4
70
60
0.3
50
40
0.2
30
20
0.1
10
0.0
0
84
86
88
90
92
94
96
98
84
Variación del tipo de cambio nominal
Período 1984:I - 1999:IV
86
88
90
92
94
96
98
96
98
Logaritmo del PIB real
Período 1984:I - 1999:IV
12.0
0.5
0.4
11.9
0.3
0.2
11.8
0.1
11.7
0.011.6
0.1
11.5
-0.2
84
86
88
90
92
94
96
98
84
86
88
90
92
94
A. Arreaza, M. A. Fernández, D. Delgado / La demanda de dinero en Venezuela
87
Pruebas de estacionariedad
El disponer de series no estacionarias o con raíces unitarias tiene implicaciones
importantes sobre cualquier análisis econométrico. Si una variable posee una raíz
unitaria, todo impacto sobre ésta tendrá efectos permanentes. El Cuadro N°1
muestra los resultados de las pruebas de Dickey-Fuller aumentadas para corregir
por autocorrelación (ADF). Éstas favorecen la hipótesis de la presencia de raíces
unitarias al 5 por ciento para todas las variables, excepto para m2 y el producto
trimestrales, para las cuales no puede ser rechazada la hipótesis nula para un nivel
de significación del 10 por ciento.
Para el caso particular de las series de m1 y producto mensual no solamente se
contrastó si existían raíces unitarias sino también raíces unitarias estacionales, ya
que la diferenciación de una serie que posee raíces unitarias estacionales no será
estacionaria. Hylleberg, Engle y Granger (1990) desarrollaron tests para raíces
unitarias las cuales contienen módulos unitarios con frecuencias estacionales.
Estos tests permiten contrastar la presencia de raíces estacionales a varias frecuencias, es decir, contrastar raíces unitarias a frecuencia cero o no estacionales, raíces
unitarias semestrales y estacionales. Una vez extraído el patrón estacional
determinístico de m1 y del producto usando el método multiplicativo de promedios móviles se contrastó la presencia de raíces unitarias estacionales. Dicho test
confirma la no-existencia de raíces unitarias estacionales en las series
desestacionalizadas de m1 y producto; los valores del test y sus respectivos valores críticos se muestran en el cuadro N°1.
Cuadro N°1
Tests para raíces unitarias
Variable
m1real(2)
m2real
y(2)
π
e
ri
rf
Data mensual
Valor del
estadístico
de contraste
Valor crítico(1)
-2.21
-2.89
-2.67
-3.4461
-2.14
-2.89
-2.61
-2.8845
-2.19
-3.4461
-2.42
-2.8845
-1.98
-2.8845
Data trimestral
Valor del
estadístico
de contraste
Valor crítico(1)
-2.22
-3.4875
-3.52
-3.4862
-3.59
-3.4862
-2.37
-2.9118
-1.66
-3.4862
-1.70
-2.9109
-2.35
-2.9118
H0: La serie no es estacionaria.
1/ El valor crítico aproximado según MacKinnon para series no estacionales y de Hylleberg et
al. (1990) para series mensuales de m1 y producto; nivel de significación de 5%
2/ La serie mensual está desestacionalizada.
88
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
Las pruebas tradicionales de Dickey-Fuller para detectar raíces unitarias pueden
resultar inadecuadas cuando la variable ha experimentado cambios estructurales
en el período de estudio. Este podría ser el caso de la mayoría de las series aquí
analizadas.
Es evidente pues, que dadas las características de la data venezolana, los tests
convencionales ADF deben verse con cautela. En efecto, todos los modelos de
raíces unitarias, aún después de corregir por autocorrelación, presentan residuos
que no son normales e inestabilidad en sus parámetros. En este estudio, se utilizaron adicionalmente extensiones del ADF tradicional, robustas ante la presencia de
quiebres estructurales en las series, para detectar la presencia de raíces unitarias
en las series. Estos procedimientos y sus resultados se detallan en el Apéndice.
Los resultados de estos tests muestran que todas las series aquí analizadas son no
estacionarias, incluso las series trimestrales de m2 y producto que resultaron ser
estacionarias utilizando el test tradicional ADF (cuadro N° 1). Para el resto de
variables, los tres métodos de raíces unitarias confirmaron los resultados obtenidos con el ADF tradicional, por lo cual podemos concluir que las series analizadas
no son estacionarias.
Resultados empíricos
En primer lugar, se determinaron endógenamente los posibles cambios estructurales en la relación de cointegración mediante el método de Gregory y Hansen
(1996). Este método se basa en una extensión del test ADF para contrastar la
hipótesis nula de no cointegración entre las variables, contra la alternativa de
cointegración en la presencia de un cambio estructural. Luego se emplea el método de Johansen (1988, 1992) para hallar los vectores de cointegración, cuyos
residuos se incorporan en la estimación de la dinámica de corto plazo para corregir por el ajuste hacia el equilibrio. Para ello se utiliza el método de máxima
verosimilitud con información completa. La estructura de rezagos del VAR se
determina utilizando los criterios de Akaike y Schwarz.
Por último, se estima el modelo final mediante dos métodos: i) un modelo VAR
estimado por máxima verosimilitud con información completa (FIML) y OLS,
considerando como variables débilmente exógenas aquellas que así resulten de
acuerdo al criterio de Johansen. ii) Estimaciones parsimoniosas uniecuacionales
para la demanda de dinero, verificando que los residuos de éstas no tengan
problemas de autocorrelación, normalidad, heterocedasticidad o estabilidad estructural de los parámetros.
Aunque teóricamente es correcto la estimación mediante un sistema, también es
cierto que problemas de especificación en una de las ecuaciones, pueden afectar
A. Arreaza, M. A. Fernández, D. Delgado / La demanda de dinero en Venezuela
89
el resto de las ecuaciones del sistema, particularmente cuando se estima por FIML.
Por otra parte, las estimaciones uniecuacionales permiten un análisis más profundo de los resultados. Para el caso venezolano, Sánchez (1995) realiza ambos tipos
de estimaciones para la demanda de dinero, obteniendo resultados similares en
cuanto a la magnitud y significación de los coeficientes.
Data mensual
Con data de frecuencia mensual no se encontraron relaciones de cointegración
robustas entre las variables empleadas para el período cubierto en este estudio.
Cambios en la estructura de rezagos parecen alterar marcadamente los resultados
en cuanto a la significación y los signos de las variables en los vectores de
cointegración. Con el método de Gregory y Hansen tampoco se logran encontrar
relaciones de cointegración admitiendo un cambio de régimen en la relación de
equilibrio a largo plazo. Esto puede deberse a que el indicador utilizado para el
producto mensual, el IGAEM, no resulta adecuado para este tipo de estimaciones.
Otra explicación puede ser que la data mensual tiene problemas de estacionalidad
o contiene ‘ruido’, lo cual desvirtúa las estimaciones.
Data trimestral
Con data de frecuencia trimestral se encontraron resultados más confiables, tanto
para m1 como para m2. Para ambos agregados monetarios se contrastó la hipótesis sobre la homogeneidad de precios mediante un modelo de rezagos distribuidos del tipo,
r
r
r
logMt = SlogMt-j + Swj logPt-j+ S(aj yt-j – bj rit-j – dj et-j – gj rft-j )
j=0
j=1
(3)
j=0
donde M y P representan los
saldos nominales y los precios, respectivamente. La
r
hipótesis a comprobar es Swj = 1, es decir, los saldos nominales se ajustan proporj=0
cionalmente a cambios en los precios a lo largo del tiempo (r rezagos), de manera
que la demanda de saldos reales permanece constante. Esta hipótesis no pudo ser
rechazada para m1 o m2 con 6 rezagos. Esto sugiere que ambos agregados pueden ser empleados en el diseño y ejecución de la política monetaria.
Análisis del equilibrio a largo plazo
Para la relación de equilibrio a largo plazo, primero se investigó la presencia de
cambios estructurales. Al realizarse los tests residuales tradicionales (Engle y Granger,
1987), se encontró que existen relaciones de cointegración sin necesidad de co-
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
90
rregir por quiebres estructurales en la relación a largo plazo. En este caso, el
método de Gregory y Hansen no resulta apropiado para determinar cambios de
régimen. Sin embargo, el hecho de que existan relaciones de cointegración robustas, tanto para m1 como para m2, sin necesidad de corregir por cambios de
régimen podría indicar que si hubo cambios estructurales, éstos no afectaron de
manera significativa la relación de equilibrio.
Una vez descartada la inclusión de cambios estructurales en la relación de
cointegración, se determinó la estructura óptima de rezagos del vector autorregresivo
(VAR), utilizando los criterios de Akaike y Swarchz, que resultó ser de 4 rezagos.
Luego se procedió con el test de Johansen para determinar el número de vectores
de cointegración. El Cuadro N°2 presenta los resultados del LR-test (cociente de
verosimilitud) para el estadístico de la traza, que indica el número de vectores de
cointegración.
Cuadro N° 2
LR-tests para el rango
m1real
m1real *
m2real
m2real *
r=0
103.9**
66.9**
79.9**
120.9**
r≤1
65.5*
37.1
45.4*
78.3**
r≤2
35.2
16.8
23.8
50.9**
r≤3
19.4
6.3
9.27
26.4*
r≤4
7.9
2.1
1.7
10.3
*El modelo contiene rti - rtf , en lugar de las tasas separadas. *(**) Significativo al 5% (1%)
Tanto para m1 como para m2 se contrastaron dos modelos, uno incluyendo la
tasa de interés doméstica y la tasa de interés externa (modelo general), y otro que
sólo contiene el diferencial de tasas, rti - rtf (modelo con diferencial de tasas). En
todos los casos, la hipótesis de que no existe una relación de cointegración es
rechazada al 1 por ciento. En los casos en los que existe más de una relación de
cointegración, resultó que sólo una de las relaciones era teóricamente consistente
y fueron éstas las que se emplearon para el resto del análisis.
La existencia de vectores de cointegración sugiere entonces la presencia de relaciones estables a largo plazo entre la demanda de saldos reales, el producto, la inflación, el tipo de cambio y las tasas de interés interna y externa. El Cuadro N° 3
muestra los vectores de cointegración estimados.
A. Arreaza, M. A. Fernández, D. Delgado / La demanda de dinero en Venezuela
91
Cuadro N° 3
Vectores de cointegración
1
m1real*
2
m1real*
3
m2real*
4
m2real
y
0.95
(130.3)
0.94
(172.1)
1.05
(167.1)
1.04
(283.1)
π
-1.69
(4.89)
-1.32
(2.83)
-1.00
(2.99)
-1.54
(4.26)
rti
-0.01
(14.48)
–
–
0.001
(1.50)
–
–
E
-0.26
(27.67)
-0.26
(16.91)
-0.36
(46.15)
-0.36
(33.82)
rtf
-0.01
(0.71)
–
–
-0.02
(3.46)
–
–
rti - rtf
–
–
0.01
(11.98)
–
–
0.001
(1.72)
Velocidad
de ajuste
-0.80
(2.69)
-0.37
(1.97)
-0.78
(3.53)
-0.52
(3.33)
Valor absoluto del estadístico t entre paréntesis. (*) El producto no es débilmente exógeno.
Los coeficientes resultaron significativos y con los signos esperados. Para todas las
especificaciones el producto resultó positivo y significativo. La restricción sobre la
elasticidad ingreso unitaria de la demanda de dinero no pudo ser rechazada. La
inflación resultó ser el componente con mayor elasticidad en términos absolutos.
Alzas en la tasa de inflación generan caídas más que proporcionales en la demanda
de saldos reales. El tipo de cambio afecta negativamente la demanda de dinero. Ello
refleja el hecho según el cual ante alzas en el precio de la divisa, los agentes sustituyen
activos internos por externos pues interpretan la depreciación de hoy como un debilitamiento futuro de la moneda. La falta de credibilidad en el régimen cambiario
genera expectativas sobre el debilitamiento futuro de la moneda, lo cual induce caídas
en la demanda de saldos reales cuando los agentes ajustan su portafolio.
Cuando se incluyen las tasas de interés interna y externa por separado en el
vector de cointegración para m1 (fila 1), la tasa de interés externa no resultó
significativa. Ello sugiere que la demanda de saldos reales con fines mayormente
transaccionales, no es muy sensible a movimientos en la tasa de interés externa,
aunque sí lo es al diferencial de tasas interna y externa (fila 2). Por el contrario, al
utilizar m2 como agregado, la tasa de interés doméstica pierde importancia (fila 3)
frente a la tasa de interés externa. Ello puede indicar que el cuasidinero es sensible a las variables de apertura, determinando así la respuesta de m2 ante cambios
en la tasa de interés externa.
De todo esto se deduce que las variables de apertura deben ser tomadas en
consideración a la hora de realizar política monetaria, dado que forman parte de
92
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
la relación de equilibrio de largo plazo de la demanda de saldos reales. Cualquier
política económica que afecte el tipo de cambio o el diferencial de tasas de
interés, tendrá a su vez un impacto indirecto sobre la demanda de saldos reales a
través de las variables de apertura. La última columna muestra la velocidad de
ajuste de la demanda de dinero ante desequilibrios. Tanto para m1 como para m2,
la velocidad de ajuste de la demanda de dinero es alta, comparada con la de otros
países y mercados emergentes (ver Arize, Malindretos y Shwiff, 1999). Estos resultados sugieren que ante desequilibrios de corto plazo en el mercado monetario,
una alta proporción del ajuste hacia el equilibrio se realiza en el trimestre siguiente al desajuste.
Modelo dinámico
De acuerdo con el criterio de Johansen, la inflación, el tipo de cambio, y las tasas
de interés resultaron débilmente exógenas. En cambio, el producto no resultó
débilmente exógeno en 3 de las 4 especificaciones estimadas en el Cuadro 3. Esto
sugiere que tanto la demanda de saldos reales como el producto se ajustan en el
corto plazo ante cualquier desequilibrio para alcanzar nuevamente el equilibrio
de largo plazo.
Procede entonces estimar los modelos en forma conjunta para Dm y Dy, para lo
cual se utilizó el método de máxima verosimilitud con información completa (FIML).
Este método es consistente y asintóticamente eficiente, por lo que debería preferirse
a otros métodos de información limitada uniecuacionales. Sin embargo, para muestras pequeñas estos resultados asintóticos no necesariamente se mantienen.
En primer lugar, cualquier error de especificación en alguna de las ecuaciones se
propaga al resto de las ecuaciones, cosa que no ocurre con métodos de información limitada, dado que las estimaciones se hacen ecuación por ecuación. En
segundo lugar, la variación de la matriz estimada de covarianzas es trasmitida a
todo el sistema, lo que puede resultar en varianzas estimadas más altas que se
obtendrían con métodos de información limitada (Greene, 1993). Por esta razón,
también se incluyen estimaciones uniecuacionales realizadas con OLS, las cuales
permiten, además, una evaluación más detallada del modelo.
Estimación conjunta de las variables (FIML)
En los Cuadros Nos 4 al 7 se presentan los resultados de la estimación conjunta de Dm
y Dy en su representación parsimoniosa para los modelos 1 al 3 en el Cuadro N° 3.
A. Arreaza, M. A. Fernández, D. Delgado / La demanda de dinero en Venezuela
93
Cuadro N° 4
Estimación conjunta para Dm1 y Dy. Modelo general
«(-1)
Dy(-3)
«(-1)
Dm(-2)
Dm(-4)
Dy(-1)
Dy(-2)
Dy(-3)
D(e)(-1)
Ecuación para Dm1
Coeficiente
Error estándar
-0.321
0.086
-1.076
0.306
Ecuación para Dy
-0.192
0.035
0.126
0.038
0.098
0.044
-0.530
0.115
-0.578
0.107
-0.264
0.087
0.141
0.043
Estadístico t
-3.746
-3.514
-5.441
3.313
2.222
-4.587
-5.392
-3.011
3.239
Cuadro N° 5
Estimación conjunta para Dm1 y Dy. Modelo con diferencial de tasas
«(-1)
Dy(-3)
«(-1)
Dm(-2)
Dm(-4)
Dy(-1)
Dy(-2)
Dy(-3)
D(e)(-1)
Ecuación para Dm1
Coeficiente
Error estándar
-0.281
0.105
-1.096
0.331
Ecuación para Dy
-0.194
0.034
0.145
0.042
0.107
0.051
-0.516
0.112
-0.578
0.110
-0.259
0.093
0.114
0.041
Estadístico t
-2.688
-3.315
-5.736
3.430
2.094
-4.604
-5.330
-2.782
2.792
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
94
Cuadro N° 6
Estimación conjunta para Dm2 y Dy. Modelo general
«(-1)
Dy(-3)
Dy(-1)
Dy(-2)
Dy(-3)
Dri (-3)
Drf (-1)
Ecuación para Dm2
Coeficiente
Error estándar
-0.408
0.109
-0.486
0.228
Ecuación para Dy
-0.389
0.149
-0.339
0.118
-0.342
0.152
-0.002
0.001
0.020
0.008
Estadístico t
-3.742
-2.128
-2.621
-2.874
-2.243
-1.953
-2.621
Tanto para m1 como para m2 el término de corrección de errores resulta significativo y negativo como se esperaba, lo cual es consistente con el ajuste hacia el
equilibrio de largo plazo ante cualquier desequilibrio. El único rezago que parece
estar afectando la dinámica de m1 y m2 es el tercer rezago del producto. Nótese
que la tasa de inflación no parece afectar la dinámica de la liquidez o la del
producto. Cabe resaltar que para el caso de m2, el término de corrección de
errores no es significativo en la ecuación para Dy, lo que puede sugerir que en
este caso, el producto puede tomarse como débilmente exógeno y justificar la
estimación en forma uniecuacional para la dinámica de m2.
Estimación uniecuacional (OLS)
En los Cuadros 7 al 10 se encuentran los resultados de las estimaciones uniecuacionales
parsimoniosas. Aun cuando algunos rezagos de Dm no resultaron significativos, los
mismos fueron incluidos para corregir por autocorrelación; sin embargo, para todos
los casos se rechaza la hipótesis conjunta H0: b1= b2=....= bk= 0 siendo k el total de
variables, significativas o no, incluidas en un modelo particular. Los tests Q y LM
indican que no existen problemas de correlación serial en los residuos una vez
incluidos dichos rezagos. La hipótesis sobre la normalidad de los residuos no es
rechazada para ningún modelo (test Jarque-Bera) y tampoco parece haber problemas de heterocedasticidad (test Arch-LM). Los modelos resultaron a su vez
estructuralmente estables en cuanto a los parámetros (test CUSUM). Se incluyó
una variable dummy, que toma valor 1 en el segundo trimestre de 1989 y 0 en el
resto de los períodos, para corregir por el fuerte shock derivado del programa de
A. Arreaza, M. A. Fernández, D. Delgado / La demanda de dinero en Venezuela
95
ajuste introducido en febrero de ese año. Esta variable resultó significativa y mejoró el error de predicción, mas su exclusión no desmejoró la robustez de los
modelos o alteró las especificaciones parsimoniosas.
Cuadro N° 7
Estimación uniecuacional para DM1. Modelo general
« (-1)
Dm(-1)
Dm(-2)
Dm(-3)
Dm(-4)
Dm(-5)
Dy(-3)
D892i
Coeficiente
-0.1690
0.1225
0.0246
-0.1318
0.2868
-0.3241
-0.6502
-0.3937
R2ajustado
p-value Q-test(6)
p-value LM(2)
Error estándar
0.0743
0.0962
0.0890
0.0927
0.0982
0.1043
0.2688
0.0792
Estadístico t
-2.2744
1.2731
0.2763
-1.4208
2.9192
-3.1063
-2.4194
-4.9680
0.61
0.22
0.98
1.6
1.2
0.8
0.4
0.0
-0.4
90 91 92 93 94 95 96 97 98 99
p-value Jarque-Bera
p-valueArch(2)
RMSE predicción
0.57
0.32
0.075424
Cuadro N° 8
Estimación uniecuacional para DM1. Modelo con diferencial de tasas
1.6
« (-1)
Dm(-1)
Dm(-4)
Dm(-5)
Dy(-3)
D892i
Coeficiente
-0.1788
0.1534
0.2820
-0.3108
-0.7682
-0.3911
Error estándar
0.0745
0.0948
0.0957
0.1004
0.2421
0.0777
Estadístico t
-2.3974
1.6176
2.9471
-3.0959
-3.1737
-5.0341
1.2
0.8
0.4
0.0
-0.4
90 91 92 93 94 95 96 97 98 99
R2ajustado
p-value Q-test(6)
p-value LM(2)
0.61
0.41
0.96
p-value Jarque-Bera
p-valueArch(2)
RMSE predicción
0.60
0.48
0.076424
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
96
Cuadro N° 9
Estimación uniecuacional para Dm2. Modelo general
Coeficiente
« (-1)
-0.627
Dm(-1)
0.115
Dm(-2)
0.203
Dm(-4)
0.460
Dy(-1)
-0.467
Dy(-2)
-0.400
Dy(-3)
-0.543
Dy(-4)
-0.294
Dri(-2)
-0.004
De(-2)
0.251
Drf(-4)
0.041
D892i
-0.254
R2ajustado
p-value Q-test(6)
p-value LM(2)
Error estándar
0.095
0.104
0.111
0.099
0.193
0.194
0.175
0.167
0.001
0.084
0.013
0.054
Estadístico t
-6.5868
1.1132
1.8387
4.6172
-2.4222
-2.0670
-3.0925
-1.7600
-3.6449
2.9797
3.2358
-4.7350
0.6923
0.53
0.19
1.6
1.2
0.8
0.4
0.0
-0.4
90 91 92 93 94 95 96 97 98 99
p-value Jarque-Bera
p-valueArch(2)
RMSE predicción
0.46
0.91
0.047234
Cuadro N° 10
Estimación uniecuacional para Dm2. Modelo con diferencial de tasas
Coeficiente
« (-1)
-0.525
Dm(-1)
0.035
Dm(-2)
0.129
Dm(-3)
-0.128
Dm(-4)
0.275
Dm(-5)
-0.022
Dy(-1)
-0.417
Dy(-2)
-0.342
Dy(-3)
-0.499
De(-2)
0.234
D(ri-rf)(-2) -0.004
D(ri-rf)(-3) -0.002
D(ri-rf)(-4) -0.003
D892
-0.284
R2ajustado
p-value Q-test(6)
p-value LM(2)
Error estándar
0.091
0.131
0.111
0.083
0.099
0.105
0.198
0.221
0.212
0.104
0.001
0.001
0.001
0.023
0.70
0.21
0.18
Estadístico t
-5.7900
0.2664
1.6744
-1.5300
2.7620
-0.2093
-2.1050
-1.5480
-2.3523
2.2360
-3.8739
-1.8796
-2.4547
-12.168
1.6
1.2
0.8
0.4
0.0
-0.4
90 91 92 93 94 95 96 97 98 99
p-value Jarque-Bera
p-valueArch(2)
RMSE predicción
0.32
0.39
0.04323
A. Arreaza, M. A. Fernández, D. Delgado / La demanda de dinero en Venezuela
97
Al igual que en la estimación conjunta, M1 parece reaccionar a las variaciones del
producto con 3 períodos de rezago. Parece depender también de su propia historia luego de 4 períodos. Ello implica que estimar el modelo en forma uniecuacional
no representa mayor pérdida de información con respecto a la estimación conjunta de las variables.
Para m2, las estimaciones uniecuacionales resultaron en dinámicas más complejas
que la estimación conjunta. La variación de m2 pareciera depender de sus propios
rezagos (4-5), de los rezagos del producto (1-3), del segundo rezago del tipo de
cambio, de las tasas de interés doméstica y externa y de su diferencial después de
dos rezagos. Esto indica que el componente de m2 distinto de m1, el cuasidinero,
parece responder a una mayor cantidad de variables y en menos rezagos que m1,
determinando así la dinámica de m2.
Conclusión
En este trabajo se estimaron funciones para la demanda de dinero en Venezuela
para el período 1984-1999. Se encontró que existen relaciones robustas de
cointegración entre el dinero real, el producto real, el tipo de cambio nominal, la
inflación, la tasa de interés interna y la tasa de interés externa, tanto para M1 como
para M2, con data de frecuencia trimestral. Con data de periodicidad mensual, no
lograron encontrarse relaciones robustas. Lo relevante de estos hallazgos es que
reflejan la importancia de las variables de apertura, tipo de cambio y tasa de
interés externa, en el comportamiento de la demanda de dinero en Venezuela.
Cualquier medida de política económica que afecte la dinámica del tipo de cambio estará también alterando el comportamiento del dinero real. Si los agentes
perciben que el nivel del tipo de cambio es poco creíble se producirá un ajuste de
portafolio a favor de activos externos, implicando una desmonetización de la
economía doméstica. Estudios futuros pueden indagar el efecto de variables de
riesgo cambiario y/o financiero sobre la demanda de dinero en Venezuela.
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
98
Apéndice
Tests para detectar la presencia de raíces unitarias
en presencia de cambios estructurales
Un procedimiento econométrico para contrastar la hipótesis de raíz unitaria en
presencia de cambios estructurales sería efectuar las pruebas ADF en forma secuencial.
Esta técnica consiste en estimar la ecuación test de ADF en submuestras de tamaño
n del conjunto total de datos N (n<N), de forma tal que la primera muestra contenga las observaciones 1 hasta n, la segunda muestra contenga las observaciones 2 a
la (n+1), y la última muestra contenga las observaciones [(N-n)+1] a la N.
Para cada submuestra se obtiene el estadístico t asociado al coeficiente rezagado
de la variable en estudio y se compara con los valores críticos de MacKinnon. Para
ilustrar este método se muestran los resultados para m1 y para m2. Valores por
encima del valor crítico implican que no puede ser rechazada la hipótesis de no
estacionariedad.
Gráficos A.1 y A.2
Data mensual
ADF para LM1 real
con submuestras de 30 meses (c,t,6lags)
ADF para LM2 real
con submuestras de 30 meses (c,t,6lags)
1
2
0
1
0
-1
-1
-2
-2
-3
-3
-4
-4
-5
-5
0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
ADF t-statistic
ADF t-statistic
MacKinnon critical value 5
MacKinnon critical value 5
A. Arreaza, M. A. Fernández, D. Delgado / La demanda de dinero en Venezuela
99
Gráficos A.3 y A.4
Data trimestral
ADF para LM1 real con submuestras
de 30 trimestres (c,t,4lags)
ADF para LM2 real con submuestras
de 30 trimestres (c,t,4lags)
-1.0
-2
-1.5
-3
-2.0
-2.5
-4
-3.0
-5
-3.5
-4.0
-6
0
5
10
15
20
25
30
35
0
5
10
15
20
25
ADF t-statistic
ADF t-statistic
MacKinnon critical value 5
MacKinnon critical value 5
30
35
Para la mayor parte del período, el resultado del estadístico ADF sugiere que no
puede ser rechazada la hipótesis de la presencia de raíces unitarias. Estas estimaciones secuenciales pueden corregir el sesgo que implica la presencia de cambios
estructurales en la serie, pero poseen un mayor error de estimación ya que se
trabaja con tamaños de muestra reducidos (n=30 en este caso).
Otro procedimiento econométrico utilizado es estimar el modelo ADF en forma
recursiva. Este procedimiento difiere del secuencial en que dada una muestra
inicial, fijada en 30 para este estudio, se estima la ecuación de ADF y se vuelve a
estimar el modelo una y otra vez añadiendo una a una cada observación hasta
estimar el último modelo para una muestra de tamaño N.
Gráficos A.5 y A.6
Data mensual
ADF acumulativo desde n=30
para LM1 real (c,t,6lags)
ADF acumulativo desde n=30
para LM2 real (c,t,6lags)
1
1
0
0
-1
-1
-2
-2
-3
-3
-4
-5
-4
0
20
40
60
80
100
120
0
20
40
60
80
100
ADF t-statistic
ADF t-statistic
MacKinnon critical value 5
MacKinnon critical value 5
120
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
100
Gráficos A.7 y A.8
Data trimestral
ADF acumulativo desde n=30
para LM1 real (c,t,4lags)
ADF acumulativo desde n=30
para LM2 real (c,t,4lags)
0
0
-1
-1
-2
-2
-3
-3
-4
-4
0
10
20
30
40
50
60
0
10
20
30
40
ADF t-statistic
ADF t-statistic
MacKinnon critical value 5
MacKinnon critical value 5
50
60
Observamos que mediante este método, tampoco se puede rechazar la hipótesis
de la presencia de raíces unitarias. A diferencia del método secuencial, el método
recursivo incorpora la historia más lejana de la serie y, cuando existen cambios
estructurales en ésta, las estimaciones se sesgan nuevamente hacia la aceptación
de la hipótesis de raíces unitarias.
Banerjee (1992) sugiere la utilización de una versión recursiva del test ADF para
examinar la estacionariedad en variables con shocks estructurales. Para este método se incorporan variables ficticias para simular cambios en el intercepto y de esta
manera capturar endógenamente el cambio estructural.
El punto de quiebre se ubica en aquel mes o trimestre donde el estadístico t sea
mínimo, es decir, el punto donde la serie está más cerca a no poseer raíz unitaria.
Con este método se evita escoger visual o subjetivamente el punto de quiebre
estructural. El Cuadro A.1 muestra los resultados de los tests ADF que incluyen
cambios estructurales y el mes o trimestre donde el test detecta el shock en la serie.
A. Arreaza, M. A. Fernández, D. Delgado / La demanda de dinero en Venezuela
101
Cuadro A.1
Tests ADF recursivos de Banerjee
tmin1
-4.08
-4.10
-2.37
-3.90
-4.16
-3.18
-2.03
Variable
m1real2
m2real
y2
π
e
ri
rf
Data mensual
Break endógeno
1992:07
1995:02
1994:08
1996:07
1995:11
1994:07
1994:04
Data trimestral
tmin1
Break endógeno
-5.48
1989:I
-4.87
1995:IV
-5.04
1991:I
-2.85
1988:I
-4.39
1995:III
-3.10
1988:IV
-4.40
1990:IV
1/ El valor crítico aproximado según Banerjee, Lumsdaine, Stock (1992) es -4.33
2/ La serie mensual está desestacionalizada
Gráficamente se muestran los tests recursivos de Banerjee para m1 y m2, utilizando data mensual y trimestral.
Gráficos A.9 y A.10
Data mensual
ADF con break endógeno (dummy tipo C/T)
para LM1 real (c,t,6lags)
-2.5
ADF con break endógeno (dummy tipo C/T)
para LM2 real (c,t,6lags)
0
-1
-3.0
-2
-3.5
-3
-4.0
-4
-4.5
-5
0
10
20
30
40
50
60
70
80
90
0
10
20
30
40
50
60
Rolling ADF con dummy
Rolling ADF con dummy
Banerjee critical value 5
Banerjee critical value 5
70
80
90
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
102
Gráficos A.11 y A.12
Data trimestral
ADF con break endógeno (dummy tipo C/T)
para LM1 real (c,t,5lags)
ADF con break endógeno (dummy tipo C/T)
para LM2 real (c,t,5lags)
-2.5
-2
-3.0
-3
-3.5
-4
-4.0
-5
-4.5
-6
-5.0
0
10
20
30
40
0
10
20
30
Rolling ADF con dummy
Rolling ADF con dummy
Banerjee critical value 5
Banerjee critical value 5
40
Los resultados de este test son consistentes con los que obtuvimos anteriormente,
dado que puede decirse que las series no son estacionarias. De esta manera,
podemos concluir con mayor grado de confianza que todas las variables aquí
analizadas son integradas de orden 1.
Bibliografía
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Root: Theory and International Evidence”. Journal of Business and Economic Statistics, 10:
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Sánchez, G. B., (1995), “Un modelo de demanda de Dinero para Venezuela:1982-1994”, Revista
del Banco Central de Venezuela, 9: 31-51.
Documentos
Documentos
Modernidad, nación y petróleo en Venezuela*
Dávila
Luis Ricardo Dávila**
El propósito general es tratar las relaciones entre los conceptos de modernidad y
nación en el caso venezolano. Los temas específicos de mi interés son: el concepto
de modernidad, el de nación y las relaciones que entre ambos articula el petróleo.
El orden del análisis será el mismo, tomando como escenario histórico los primeros
cien años de nuestra vida republicana. Para comenzar conviene reflexionar acerca
de la importancia actual que tienen esos temas y sobre las escogencias que se han
hecho para su presentación. Existen razones suficientes que justifican la secuencia
de ese tratamiento. Comenzaré refiriéndome a la relación entre historia y espacio
regional, lugar privilegiado donde la nación va definiendo sus contornos.
Historia y espacio regional
Durante las últimas dos décadas se han ido formando grupos de investigación
regionales que se han planteado como esfuerzo intelectual algo así como
“descaraqueñizar” la historia de Venezuela. Los resultados han sido notables. Surgieron conceptos como el de “región histórica” para el caso de Maracaibo y la
región zuliana, esfuerzo extensivo también al occidente venezolano. La convicción que animó las distintas líneas de investigación fue muy específica: aquel
* Este texto es la versión revisada de la lección magistral dada en septiembre de 1999 en el
doctorado de Ciencias Humanas de la Universidad del Zulia. El autor agradece los certeros
comentarios realizados por un árbrito anónimo de la Revista del Banco Central de Venezuela.
** Profesor Titular de Análisis Político Contemporáneo en la Facultad de Ciencias Jurídicas
y Políticas de la Universidad de Los Andes; Research Fellow del Departamento de Gobierno
de la Universidad de Essex (Inglaterra).
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seguid el ejemplo que Caracas dio como canta nuestro himno nacional era muy
efectivo a nivel simbólico, a nivel de forjar un sentimiento elemental de unidad
nacional, pero a nivel de la comprehensión de nuestro propio proceso
emancipatorio y republicano, el predominio de una óptica centralista atentaba –y
aún atenta hoy día– contra la claridad, el orden e importancia de los eslabones
que definieron ese proceso, especialmente a lo largo del siglo XIX.
Otros conceptos, como el de la implementación de un “Proyecto Nacional”1 luego de la gesta independentista, no hacían otra cosa –a pesar de la buena fe que
uno pueda suponer existía entre sus proponentes– que minimizar la influencia de
lo regional y maximizar el centralismo, así como la importancia de la supuesta
existencia de una unidad nacional. Y esto es, minimizar la influencia de uno de
los procesos vitales de nuestra historia republicana. Luego vendrían otros problemas adicionales, como aquel de la conciencia nacional cuya discusión ocupó a
eminentes venezolanos hasta la primera mitad de nuestro siglo2. La interrogante
surge de inmediato: ¿Cómo era posible hablar de un despertar nacional, del
forjamiento de una unidad nacional si su materia prima, es decir, lo regional,
permanecía minimizado, despreciado, para decirlo con palabras más duras?
Contra todas estas limitaciones de nuestro quehacer historiográfico insurgieron
muchos investigadores regionales. Los congresos de Historia Regional organizados sistemática y asiduamente sirvieron de escenario a las nuevas búsquedas. Las
huellas están allí, al alcance de todos: significativos avances en la comprensión de
lo regional, deslinde de un nuevo saber histórico, el de la región, creación de
fértiles y bien estructurados grupos de investigación combatiendo tenazmente
contra los enigmas planteados por programas de investigación correctamente
concebidos, formación de jóvenes historiadores quienes ya comienzan a arrojar
resultados y una larga lista de publicaciones que no hace más que enriquecer el
acervo intelectual de la nación. Aquella afirmación que el profesor Germán Cardozo
hiciese en 1979, inspirado por la tenaz intuición, no ha mostrado sino la rectitud
del esfuerzo. Señalaba Cardozo para aquel entonces:
“La historia de Venezuela ganaría en profundidad y comprensión si se la completara con el estudio de estos procesos regionales y su inserción en las políticas nacionalistas del siglo XIX, matriz sociohistórica de la Venezuela contemporánea”.3
1
G. Carrera Damas, Una nación llamada Venezuela (Proceso socio-histórico de Venezuela,
1810-1974. Conferencias). Caracas: Edición de la Dirección de Cultura de la Universidad
Central de Venezuela, 1980.
2
Sobre esta discusión ver L.R. Dávila, “La nación como voluntad y representación. Haciendo la nación venezolana luego de 1936”. Revista Venezolana de Ciencia Política, N° 14,
julio-diciembre, 1988, pp. 37-58.
3
“La región histórica. Consideraciones preliminares sobre el Occidente venezolano”, en
Historia Regional. Siete ensayos sobre teoría y método. Caracas: Tropykos, 1986, p. 86.
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También los esfuerzos de Rutilio Ortega por conceptualizar el fenómeno de la
zulianidad, como expresión de una identidad regional, frente a la tan manoseada
noción de identidad nacional, han mostrado sus frutos en esta Venezuela convulsa del fin-de-siglo. De manera que durante casi dos décadas la relación entre
historia y espacio regional, entre historia y especificidad cultural, ha sido el mayor
interés teórico y empírico de muchos investigadores venezolanos. Acaso, ¿es que
comunidades como las nuestras, las latinoamericanas y, por supuesto, las venezolanas, muestran rasgos tan heterogéneos desde el punto de vista del clima, de lo
geoeconómico, de lo étnico, de lo social y de lo cultural que han de estudiarse
desde sus especificidades regionales si de verdad se quiere lograr una aproximación lógicamente coherente acerca del conglomerado nacional? En este sentido,
el nivel de lo regional nos lleva a nosotros –historiadores, intelectuales, políticos y
científicos sociales en general– mucho más cerca de la realidad. La región definida en términos rigurosos tiende a ser más homogénea que lo nacional. Pero,
además, en el nivel de lo regional es posible seguir más de cerca y con mayor
exactitud la formación de patrones económicos, políticos o culturales que están
relacionados con la conformación del poder nacional y sus resistencias.
Piénsese, por ejemplo, en los caudillos regionales que casi a lo largo de todo el
siglo XIX y buena parte del XX permanecieron en los campos de batalla por el
control de la nación. ¿Cómo, entonces, entender el rico fenómeno del caudillismo
venezolano o latinoamericano, y sus relaciones con el poder central, sin entender
los rasgos históricos de aquellas regiones que les sirvieron de escenario? Dejo las
cosas hasta aquí en relación a lo histórico y su espacio regional. Y paso en lo
inmediato a plantear lo que aquí me ocupa.
Me propongo proceder así. En primer lugar, trataré de explorar en qué consiste la
naturaleza y la idea de la modernidad en general y dentro del ámbito latinoamericano y venezolano, en particular. Luego, en segundo lugar, examinaré la naturaleza, fines y alcance del concepto de nación al interior de esa misma modernidad.
Por último, y en tercer lugar, me detendré a considerar las posibilidades que el
petróleo permitió en relación a los dos puntos anteriores. Es decir, ¿cómo el
petróleo permitió consolidar la nación moderna en Venezuela? Se habrá notado
que mi enfoque está lejos de lo regional, al igual que mi obra, la cual con pocas
excepciones siempre se ha referido al conglomerado nacional. Pero esto no es
óbice para que el esquema subyacente pueda ser también llenado de contenido
regional. Y este es un tema fascinante, por decir lo menos: explorar la manera y
los mecanismos a través de los cuales las distintas regiones del país se han ido
haciendo modernas.
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Hacia una definición de modernidad
No comenzaré esta sección del modo más fácil ni más convencional. No quisiera
entrar en el tema con una definición de este tan trillado concepto con propósito
explicativo. Procederé, más bien, al tanteo. A través de exploraciones sucesivas,
basadas en la bibliografía que ilustra el tema, me iré aproximando al contenido de
la modernidad, para lograr extraer algunos rasgos generales.
Ya todos conocemos de la larga bibliografía que abarca la modernidad, sea la
nuestra o la del otro, es decir, no sólo para Europa y Estados Unidos sino también
para América Latina. Sin embargo, el estudio del concepto para esta última realidad es bastante restrictivo en dos sentidos: 1. En el de confinar la modernidad
hispanoamericana a lo económico y político, soslayando aquellos dramáticos procesos de cambio social y cultural ocurridos en la región durante los siglos XIX y
XX; 2. En el de ver nuestra modernidad como un eco diferido y deficiente de los
países centrales. Mi intención es detenerme en las cualidades específicas de aquella otra modernidad ocurrida en las regiones periféricas del mundo4. Pero en
especial, mi interés se centra en examinar las condiciones de su emergencia y
desarrollo. Más allá de buscar cápsulas elaboradas para explicar esta modernidad,
es menester trazar su contenido. Las cápsulas sobran: “Modernidad como proyecto inacabado”, “Modernidad periférica”, “Modernidad fragmentada”, “Modernidad
sin modernización”, “Modernización sin modernidad”, “Modernidad subalterna”,
etc. Pero interesa extraer de la abundante literatura sobre el tema algunos usos y
significados fundamentales del concepto. ¿Qué rasgos emergen como centrales
en la caracterización de las sociedades modernas?
Ya sabemos que los filósofos positivistas del fin-de-siglo XIX y luego los científicos sociales de comienzos del XX modernizaron el Estado, la vida cultural y la
vida universitaria, pero el caciquismo, la religiosidad y las plutocracias oligárquicas
manipularon el pensamiento y la acción de las masas. Mientras las élites cultivaban el arte, la poesía y demás expresiones de la modernidad europea, la mayoría
entre nosotros continuaba siendo analfabeta. Esta especie de paradoja mental
hizo que la modernidad fuese vista por muchos como una “máscara, un simulacro
urdido” (según el sentido que el francés Baudrillard da al término5 ) por las élites
y los aparatos de cultura estatales. Así fue como las oligarquías liberales de fines
del XIX y comienzos del XX se hicieron llamar constructores de estados, pero sólo
ordenaron algunas áreas de la sociedad para promover un progreso inconsistente, hicieron como que formaban culturas nacionales, y apenas construyeron cul-
4
Un esfuerzo semejante puede verse en F. Coronil, The Magical State. Nature, Money and
Modernity in Venezuela. Chicago: The University of Chicago Press, 1997.
5
J. Baudrillard, “Modernité”. Encyclopaedia Universalis, París, 1990, pp. 552-554.
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turas de élite dejando por fuera inmensos conglomerados de poblaciones campesinas e indígenas que hicieron sentir su exclusión a través de las sucesivas revueltas y en la migración que trastocó la vida de las grandes ciudades6.
Luego vinieron los populismos que incurrieron en otro simulacro, hicieron creer
que incorporaban a los sectores excluidos a través de una política distribucionista
en lo económico y lo cultural, pero sin cambios en la estructura misma. Una
nueva oligarquía vino a sustituir a la vieja oligarquía liberal, y el populismo se
diluyó en pocos años en clientelismos demagógicos. Por todas partes estamos,
pues, en presencia de aquel “esquema de disimulos” de que nos hablara el gran
Cabrujas7. ¿Cómo explicar esta inconsistencia entre los estados modernos latinoamericanos, las sociedades a las que corresponden y su cultura de la modernidad?
¿Cuál es el lugar de la modernidad en el desarrollo real de nuestros países? El
actual debate planetario sobre la modernidad y su cultura nos ayuda a profundizar en este malestar o como le llama el mexicano García Canclini, en este “estado
de sospecha” (ibíd.). Pero, más allá de escrutar este debate, establezcamos algunas pautas acerca de lo que hoy entendemos por modernidad. Preguntémonos:
¿Qué significa ser modernos?
La sociedad moderna es el resultado de un triple proceso histórico:
El primero de estos procesos es el surgimiento del capitalismo. Es decir, el surgimiento de un sistema económico en donde el excedente ya no es derrochado
periódicamente en gastos suntuarios, sino reinvertido con miras a la expansión y
al crecimiento ilimitados del propio sistema. La burguesía se diferencia de la
antigua aristocracia guerrera y sacerdotal precisamente por el rechazo de los
gastos suntuarios y, lo que es más importante, por la defensa de una racionalidad
económica regida exclusivamente por la lógica del cálculo, de la utilidad y de la
ganancia. Con ello se opone a toda forma de ociosidad y de derroche –propias no
sólo de la aristocracia terrateniente sino también de la plebe desposeída– y exalta
las virtudes del trabajo y del ahorro. Se opone igualmente a toda división social
basada en el status, en el nacimiento, en la sangre, pero cree naturales e inevitables las diferencias que resultan de la libre competencia económica entre los
individuos.
6
N. García Canclini, “La modernidad después de la modernidad”. Moraes (de) Belluzzo,
A.M., (ed.), Modernidade: Vanguardas Artísticas na América Latina, São Paulo: Editora
Unesp, 1990, pp. 19-25.
7
J.I. Cabrujas, “El estado de disimulo”. Heterodoxia y Estado: 5 Respuestas, edición especial
de la revista Estado y Reforma. Caracas: COPRE, 1987, pp. 7-35.
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El segundo proceso de la modernidad tiene lugar con las grandes revoluciones políticas. La puesta en cuestión de la división estamental exige la destrucción del Estado
teocrático, la decapitación del Rey divino, la abolición de la soberanía tradicional, y su
sustitución por un Estado democrático, fundado sobre el principio de la igualdad
jurídica de todos los ciudadanos, más aún, fundado sobre el principio de la igualdad
moral de todos los seres humanos. La soberanía ya no es el privilegio de un solo
hombre o de un reducido grupo de hombres. Todos los seres humanos son igualmente soberanos. La burguesía no sólo impone la racionalidad económica de la
empresa capitalista, sino también esta otra racionalidad política del Estado democrático. Ambas racionalidades remiten, en realidad, a una misma matriz lógica, a un
mismo modelo de relación social: el del contrato jurídico libremente establecido entre
dos o más individuos autónomos, perfectamente identificados y numerados (sea el
contrato económico entre empresario y trabajador que funda la empresa capitalista,
sea el contrato político entre los ciudadanos que funda el Estado nacional).
El tercer proceso histórico de modernidad es el que concierne a la secularización
de la vida religiosa. Desde la Reforma protestante en el siglo XVI, se inicia un
proceso de secularización que, siguiendo a M. Weber8 y a R.H. Tawney9, puede
ser interpretado como una separación radical entre el orden profano de la racionalidad económica y política y el orden sagrado de la religión. La negación que
Lutero y Calvino llevaron a cabo sobre el valor religioso de las “obras” hasta
entonces consideradas sagradas no sólo provocó aquel “desencantamiento” del
mundo de que hablara Max Weber a comienzos de nuestro siglo, la desacralización
de los objetos, de las personas y de las acciones externas, sino que abrió el
camino a la santificación del trabajo, de la profesión, de la acción profana. Se
disuelven de esta manera las mediaciones que el cristianismo medieval había
establecido entre la religión y la economía, pero también entre la religión y la
política e incluso entre la religión y la ciencia. La lógica económica, política y
científica del mundo profano se autonomiza por completo del ámbito sagrado.
Entre lo profano y lo sagrado se abre un abismo insalvable10.
Así las cosas, la modernidad está caracterizada, a nivel de lo político y lo cultural,
por el hecho de que la soberanía y la legitimidad residen en el secular Estadonación el cual también deviene una suerte de “comunidad imaginada”11 en la que
nuevas identidades y diferencias son formadas.
8
The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism (traducc. Talcon Parson), New York, 1948.
Religion and the Rise of Capitalism. Oxford: Oxford University Press, 1926.
10
J. Habermas, El discurso filosófico de la modernidad (traducc. M. Jiménez Redondo).
Madrid: Taurus, 1989, pp. 255-284; G. Bataille, Lo que entiendo por soberanía. Barcelona:
Paidós, 1996; A. Campillo, “El amor de un ser mortal”. Introducción a Bataille, ibíd., pp. 3033; D. Martuccelli, Sociologies de la modernité. París: Gallimard, 1999.
11
Uso el término en el sentido dado por B. Anderson, Imagined Communities. Reflections
on the Origin and the Spread of Nationalism. Londres: Verso, 1991 (1983).
9
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De manera que este triple proceso partero de la modernidad (el capitalismo, la
democracia y la secularización) es el destino histórico de las sociedades modernas, periféricas o no, y que ha de ser llevado hasta el final, hasta aquel otro
momento histórico ya más cerca de nosotros llamado postmodernidad. Los procesos históricos que están en la base de esta expansión o dominancia de la
modernidad pueden resumirse en: el Renacimiento y la Reforma religiosa de los
siglos XV y XVI, la industrialización capitalista de los siglos XIX-XX y la creciente
tecnologización y racionalización de la sociedad luego de la Segunda Guerra
Mundial.
Los lenguajes de la modernidad
Ahora bien, llegados a este punto, cuando hemos explicado el triple proceso
histórico que determina la modernidad, conviene preguntarnos desde un punto
de vista discursivo: ¿cuáles son los discursos o los lenguajes, que permitieron
expresar este triple proceso histórico, aquellos que sirvieron de vehículo a la
modernidad? Respondamos escuetamente que estos lenguajes son al menos cuatro: 1. El lenguaje del iusnaturalismo o del aristotelismo político; 2. El lenguaje del
republicanismo cívico; 3. El lenguaje de la economía política; 4. Y el lenguaje de
la ciencia política12.
Huelga desarrollar el significado de cada uno de ellos y huelga también mostrar
cómo inciden sobre la alteración de los principales conceptos políticos que afectan la disolución del Imperio Español en América, determinando el sentido de la
modernidad en las repúblicas emergentes. Pero, no sólo esto, los cuatro lenguajes
mencionados afectaron la naturaleza de la teología, de la filosofía y de la moral13.
Afectando también las relaciones entra estas tres, pero sobre todo desarticularon,
desde distintas perspectivas, el gran edificio intelectual legado por la Ilustración o
dicho con mayor rigor, contribuyeron a desarticular aquellas Luces legadas por las
Ilustraciones, porque no hubo una sola Ilustración en Europa, sus expresiones
fueron múltiples. Se puede hablar de una Ilustración italiana, de otra española, de
la escocesa, de la francesa, de la holandesa, de la norteamericana y ¿por qué no?,
de la Ilustración hispanoamericana. Poca duda cabe, por ejemplo, de que para
fines del siglo XVIII y comienzos del XIX la efervescencia de la secularización, del
republicanismo y del comercio enfrentó la filosofía y la moral a la teología. Los
12
A. Pagden, (Ed.), The Languages of Political Theory in Early Modern Europe, Cambridge:
Cambridge University Press, 1987, p. 3. Sobre el nuevo lenguaje de la razón en Hispanoamérica, ver L. Castro Leiva, “Memorial de la modernidad: Lenguaje de la razón e invención del
individuo”, en A. Annino, L. Castro Leiva y F-X. Guerra (Eds.), De los imperios a las naciones:
Iberoamérica. Zaragoza: Ibercaja, 1994, pp. 129-165.
13
L. Castro Leiva, ibíd., p. 156.
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partidarios de la libertad y los opositores a ella sabían que lo que estaba en juego
era, entre otras cosas, el combate por la fundación de una nueva teología y de una
nueva religión cívica, ambas relacionadas con la naturaleza del poder político y la
libertad de pensamiento. Y esto no era otra cosa que el combate por la modernidad. La pretensión de una idea de la modernidad americana consistió –según
Castro Leiva– en: “ser capaces de conocernos y por ello de ser distintos a como
nos habían hecho para nuestra desgracia las tinieblas de la opresión monárquica
e inquisitorial” (ibíd., p. 158).
Modernidad e independencias
Hemos ido desnudando, descarnando el concepto de modernidad; moviéndonos
desde lo más general trataré de acercarme ahora a lo particular. Permítaseme
incorporar a mi discurso el tema de las independencias. Una de las expresiones
básicas de nuestra modernidad fueron las rupturas con el nexo colonial. En su
justificación y fundamentos los cuatro lenguajes mencionados anteriormente (el
iusnaturalismo, el republicanismo cívico, la ciencia política y la economía política)
se unieron, se opusieron, se superpusieron, se entrecortaron, se complementaron
y se sintetizaron. Pero, hay más, hay mucho más, las independencias no sólo
fueron expresión sino, lo que es más importante, fueron condición de posibilidad
para la modernidad hispanoamericana.
Este argumento, válido no sólo para Venezuela, sino para toda la América, se
refiere a que el período independentista fue, ante todo y por sobre todo, un
período revolucionario, signado por un quiebre que afectó al mundo hispánico,
incluida la propia España. Es la época del nacimiento de la política moderna, o de
la política de la modernidad, con la aparición de una nueva fuente de legitimidad,
la del pueblo, que serviría de base y fundamento para la formación de los nuevos
estados soberanos e independientes14.
Ahora bien, ¿de qué pueblo se trata? El vocablo evoca tanto una comunidad
humana, como la estructura interna de esa comunidad. Es decir, evoca tanto la
existencia de la nación como la del ciudadano. Y al mismo tiempo es menester
afirmar que ambas estructuras no existían en Hispanoamérica para el momento
de las independencias. ¿Con qué o con quién se identificaban las comunidades
hispanoamericanas? Lo hacían con las ciudades, con las divisiones administrativas
de la Colonia, con el conjunto de la Metrópolis española o portuguesa, con la
figura del Rey. Pero hay una pregunta también muy importante: ¿sobre qué ciudadanos reposaba el ejercicio del poder? La respuesta no ofrece alternativas: estrictamente sobre las élites, quedando excluido el conjunto de la población a la cual
había que darle raíz y rostro.
14
F-X. Guerra, Modernidad e Independencias. Madrid: MAPFRE, 1992.
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Si a esto añadimos –como lo señala Guerra– que la fragmentación política fue la
condición fundamental de la América española, ¿qué otra salida existía para neutralizar aquel estallido de una pluralidad de Estados como no fuese la invención
del pueblo, en tanto rostro, en tanto sujeto justificador de la nueva estructura de
poder? En este sentido, las élites americanas se harán rápidamente conscientes de
la distancia que separaban a sus países de sus modelos de nación (Europa y
EE.UU.). Para acortar esta distancia, se dedicaron con empeño a construir, a inventar, en cierto modo, el pueblo como fundamento de las estructuras modernas,
llámense nación, república o estado moderno. Las élites venezolanas harían esto
en fecha tan temprana como el 23 de julio de 1811 con la Declaración de los
Derechos del Pueblo. Allí se define la soberanía, los deberes, los derechos y la
integración de la sociedad. En cuya ausencia se encontraba “la causa de los males
que se han sufrido por 3 siglos”. En consecuencia, se declaraba: “La soberanía
reside en el pueblo; y, el ejercicio de ella en los ciudadanos con derecho a sufragio
por medio de sus apoderados legalmente constituidos” .15
¿Qué significaba esto? Básicamente construir las bases de una comunidad de
individuos libremente asociados, comenzando a compartir mitos comunes. Para
lograr tal fin había que desarticular los cuerpos y las corporaciones del antiguo
régimen en tanto principio estructurador de la sociedad. Acá surgen unos primeros rasgos de la modernidad política venezolana e hispanoamericana, en general,
los cuales pueden ser enunciados de la siguiente manera:
1. Las nuevas sociedades en formación se ven como inciertas y se muestran
sedientas de reconocimiento político y legal por el concierto de las naciones de
Europa y EE.UU. Los recién creados estados eran también débiles y víctimas de
un déficit de legitimidad que les expondrá a la tutela de las grandes potencias. En
este juego tutelar, desigual, hegemónico, la identidad propia de las sociedades
hispanoamericanas se va a afirmar o a inhibir en relación con el otro16. Esto
implica e indica que los traumatismos provocados por las intervenciones extranjeras, así como las querellas interamericanas, serían un componente esencial de la
formación del sentimiento nacional;
2. En la espera de que la población se convirtiese en pueblo, y en espera de la
construcción de la nación, a las élites les correspondería encarnar ambas estructuras (el pueblo y la nación) y gobernar en su nombre. Y para tal fin utilizaban
mecanismos modernos, es decir, aquellos propios de la modernidad. Pero también se empleaban mecanismos tradicionales que buscaban adaptarse a los vínculos y valores de la vieja sociedad. De esta manera, en sus inicios la modernidad
15
Ver el documento en A. Brewer Carías (Estudio preliminar). Las Constituciones de Venezuela. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1985, pp. 175-177.
16
F-X. Guerra, ibíd.
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hispanoamericana seguía atada a la tradición. Tradición con atuendos modernos
es lo que se observará a lo largo del siglo XIX;
3. El tercer rasgo se refiere a la creación de mitos comunes. Ninguna comunidad
que aspire a convertirse en nación puede existir sin la creación de mitos compartidos que vayan formando el sustrato anímico común. En Hispanoamérica era
necesario, entonces, crear una historia de la génesis de la nación, de sus héroes
fundadores o de sus antihéroes o enemigos, era necesario crear una leyenda del
horrible pasado y del luminoso porvenir. A esto habría que añadir que la comunidad no era sólo pasado, sus raíces también se formaban en una nueva manera de
existir, en la construcción de nuevos vínculos sociales, producto de nuevos pactos
fundadores expresados en la Constitución. De manera que las distintas constituciones nacionales eran instrumentos modernos por excelencia, acaso éstas constituían nuestros roussonianos Contratos Sociales, y la creencia en ellas era, a su
vez, fundamento y proyecto de la moderna sociedad17.
En resumen, desde el punto de vista político la modernidad traía para Venezuela y
la América Hispana dos novedades culturales: crear la nación e inventar el pueblo.
Y estas novedades había que transmitirlas a una sociedad, a una comunidad básicamente tradicional. En lo sucesivo, se haría necesario educar, instruir, bajo nuevos
parámetros, transmitir a través de la escuela y de la historia los símbolos, el arte, las
ceremonias, narrar las maneras de la vida en común. Y en estas narraciones entran
en acción, para comenzar a desarrollarse, los principales componentes de la modernidad literaria mediante los cuales se comienzan a expresar las nuevas sociedades
independientes y autónomas. Pero también se nutría la modernidad americana de
una ambigüedad que iría a cumplir un papel muy importante en nuestra historia
republicana: se crearon naciones, es decir, estructuras modernas en el seno de
sociedades tradicionales. La articulación de este par de componentes (tradición y
modernidad) disímiles en contenido, en naturaleza, siempre fue ambigua, difícil,
inacabada. A propósito de esto observa Octavio Paz con gran lucidez:
“La modernidad desde su nacimiento está en lucha con ella misma; en esto consiste su ambigüedad y el secreto de sus continuas transformaciones y cambios”.18
Letras nacionales y modernidad
Las letras serían el escenario privilegiado para expresar “ambigüedades”,
“transformaciones y cambios”. Hay por lo general un consenso bastante respeta-
17
F-X. Guerra, “La nation en Amérique espagnole: le problème des origines”. En La Nation,
París: Hautes Etudes-Seuil-Gallimard, 1995, pp. 85-106.
18
Los hijos del limo, Barcelona: Seix Barral, 1974.
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ble que ha ido determinando que las literaturas nacionales fueron también expresión de la modernidad. Y éstas comenzaron prácticamente alrededor de 1810. Así
tenemos:
• La escritura de la poesía de las Independencias (La Victoria de Junín y El Canto
a Bolívar del ecuatoriano José Joaquín de Olmedo, la Alocución de la Poesía de
Andrés Bello, A Niágara del cubano José María Heredia, entre otros).
• La novela El Periquillo Sarniento del mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi
es de 1816.
Tomemos un par de juicios. El de Gonzalo Picón Febres quien en La literatura
venezolana del siglo XIX 19 nos señala:
“Llegamos a la fundación de la república venezolana, al gobierno paternal de
Páez, al florecimiento abundante de las letras patrias; época esa de verdadera
reconstitución en la cual se establecieron periódicos, se imprimieron libros... se
llenaron los Congresos de hombres sabios, fueron libres los comercios, libres las
sociedades, libérrima la prensa, y se sintió rumor de gloria y progreso”
El segundo juicio corresponde a un moderado y prohispánico, el crítico venezolano Julio Calcaño, quien señala:
“Nuestra literatura alborea con el sol de la revolución de Independencia. Ciegos
en medio de aquella profunda noche de tres siglos, abriéronse repentinamente
nuestros ojos a la luz soberana del derecho y de la libertad, y aprendimos a pensar, a estudiar, a sentir”.20
Pensar, estudiar, sentir son todos verbos modernos. Y precisamente de eso se
trata cuando hablamos de literaturas nacionales: marcan una innovación en la
lengua de Castilla, introduce nuevos temas, nuevas versificaciones, nuevos ensayos para expresar aquella naciente modernidad, pero sobre todas las cosas se
trataba de la expresión de una nueva sensibilidad distinta a aquella de los últimos
días coloniales. Está implícito en mi argumento que el espíritu de nuestra modernidad comenzó a fraguarse ya con el Romanticismo. Y aquí incluimos a un autor
que se desliza para escapar a las clasificaciones corrientes. Este es Andrés Bello,
quien para algunos es un neoclásico, para otros es un purista prohispánico. Ahora
bien, ¿cómo aceptar tales encasillamientos acerca de un autor que es quien primero propone, urbi et orbi, el paradigma que fundamenta la modernidad: aquel de
la autonomía cultural de América? Digamos, por ahora, que se trata de una de las
ligerezas y debilidades de quienes se obstinan en encasillar al pensamiento humano, que por su naturaleza misma se resiste a ser encasillado.
19
1ª edic. 1906, uso la edición de Buenos Aires: Editorial Ayacucho, 1947, p. 43.
20
Reseña histórica de la literatura venezolana, Caracas: Tipografía El Cojo, 1888, p. 2.
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Resumo lo planteado hasta acá: la modernidad americana fue una construcción.
De manera que no se trata de seguir elaborando píldoras sintéticas, al estilo:
modernidad periférica, modernidad inacabada, modernidad sin revoluciones políticas, modernidad sin industrialización, modernidad sin secularización o sin revolución axiológica. Tampoco se trata de una evasión de la realidad americana
para caer en una europeización o norteamericanización de nuestra vida en sociedad. Se trata más bien, a mi juicio, de la búsqueda de un lugar propio americano
en “los patios interiores” (la expresión es de N. Lechner) de la modernidad.
En el caso venezolano la búsqueda se hizo más patética, dado el crítico estado en
que quedaron las estructuras de la sociedad luego de las guerras de Independencia
y de aquellas querellas internas que le siguieron a lo largo y ancho del siglo XIX. El
espíritu del país, dadas estas condiciones, se hizo muy poco flexible a los procesos
de cambio arrastrados por la modernidad. Esto se va a expresar, por ejemplo, en el
surgimiento de un cierto espíritu moderno entre aquellas élites que luego de 1870
continuaron ancladas en una sociedad básicamente tradicional. De allí los sucesivos
fracasos del liberalismo amarillo en sus esfuerzos por articular la economía nacional
a la economía capitalista internacional, y sus consecuencias: la polarización políticosocial, el crecimiento de las desigualdades sociales, el antagonismo entre una economía agraria basada en el latifundio y aquellos esfuerzos por transformar los modos de producción según las necesidades del capital; la vida urbana y la vida rural
aparecieron en el país como dos mundos completamente diferentes e irreconciliables en el interior de un mismo espacio social. Paradójica modernidad la que trató
de construir el Americano Ilustrado: aquella construida con ideas de hoy, y actitudes
de ayer. Habría que esperar hasta bien entrado el siglo XX, habría que esperar la
llegada del “Minotauro del petróleo” (Uslar Pietri) para que esta primera fase de
relación antagónica entre lo moderno y lo tradicional se transformara en mutua
dependencia. Más bien podría señalarse que desde las regiones, como lo fue el caso
de la región zuliana, y su puerto de Maracaibo, se crearon mejores condiciones para
la articulación con la moderna economía capitalista.
Pero, mientras tanto, desde el centro se forzaba la realidad en una carrera diabólica por hacernos modernos muy a pesar nuestro, pero quienes se hacían modernas eran las élites centrales al cobijo del poder y no el pueblo ni las regiones ni las
estructuras sociales y políticas. Éstas se mantenían en la cresta de la ola de la
tradición. Sus consecuencias no se harían esperar, tampoco se haría esperar quien
expresara la paradoja. Le tocó a la lucidez del viejo Vallenilla Lanz llevar la voz. Y
así expresó la paradoja en 1913 con gran elegancia:
“Tuvimos teatros y palacios antes de tener caminos, acueductos, pozos, artesanos
y obras de saneamiento. Y pretendemos cubrir nuestro atraso tradicional con los
puros oropeles de la civilización”.21
21
“Notas para un ensayo de sociología venezolana”, El Nuevo Diario, Caracas, 8.9.1913.
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Estamos en presencia de una modernización sin modernidad. Desde el guzmanato
se intenta cubrir el país con los oropeles de la civilización: esto es, con fachadas,
con palacios, con teatros, con Academias y con una Caracas desarrollada urbanamente siguiendo la pauta de París. Por algo nuestro gobernante se mereció el
mote entre las élites de “Autócrata Civilizador”. Pero al final de cuentas esto era
puro impulso inicial, si no simulacro. Pues los códigos de la modernidad no
habían sido bien asimilados, acaso tampoco existían condiciones internas para
ello. La racionalidad económica, el lenguaje de la ciencia, la secularización de la
sociedad, las revoluciones políticas, las revoluciones axiológicas, en fin, el desencantamiento del mundo tradicional aún estaba demasiado crudo entre nosotros
como para pensar que se estaba modernizando la mentalidad de la sociedad. Y
como para que no quedara duda de que la solución no podía brotar de la adopción de ideas ajenas a la propia realidad venezolana, ni tampoco nada moderno
se podría realizar sin interiorizar y sedimentar tales códigos, se refería Vallenilla al
fetiche principal de la modernidad, la idea de progreso, en términos que por
veces sonaban despectivos: “Esa largueza relativa en el modo de vivir”.
Y es que a esto se redujo la modernidad entre las élites liberales venezolanas: a
una largueza relativa, y yo añadiría que también absoluta, en el modo de vivir, en
el modo de relacionarse con Europa, en el modo de su mimesis en relación a lo
occidental. Por parte de las élites, no hay respuesta a las preguntas que sobre sí
misma se hacía la sociedad. Sólo hay ideas altisonantes, suerte de soneteos entre
sus miembros. Oigamos, por ejemplo, a Antonio Leocadio Guzmán calificar la
obra de su vástago, aquel “Ilustre Americano, Pacificador, Regenerador y Presidente de los Estados Unidos de Venezuela”
“Yo no sé, Señor, porque se os ha llamado restaurador. Se restaura lo que alguna vez
ha existido; pero, ¿cuándo había existido en verdad la República de Venezuela? No
se os puede llamar creador, porque este atributo pertenece, de manera exclusiva, al
Omnipotente; pero si no habéis sacado la república de la nada, es indudable que la
habéis desprendido del caos. Caos era la existencia en que gemía Venezuela”.22
Unidad. Paz. Orden. Estos eran más bien los fetiches del país, aquellos que permitirían crear las condiciones para interiorizar sin grandes sobresaltos los códigos de
la modernidad. Ya Cecilio Acosta había hecho su propio inventario al respecto en
1868. Los partidos y su espíritu de círculo, de grupo más que de comunidad y de
república, habían sido los causantes de las formas caóticas de aquel presente. La
solución no se haría esperar. Más que construir palacios, teatros y academias, se
trataba de: “invocar la libertad para el orden, el orden para la paz, la paz para el
22
“Discurso del Presidente del Congreso de Venezuela, luego de haber leído su mensaje el
presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco”, sesión del 24.3.1876. En Pensamiento
Político Venezolano del Siglo XIX/ La Doctrina Liberal, vol. 6, tomo II, Caracas: Presidencia
de la República, 1961, p. 358.
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derecho y el derecho como patrimonio de todos para el progreso indefinido”.23
Sólo de esta manera sería posible la vida moderna o dicho con aquellas palabras
que Fermín Toro empleara para dirigirse a Guzmán Blanco el 12 de abril de 1863,
sólo de esta manera era posible dar “nueva vida a la sociedad postrada”.24 Pero
dejemos las cosas hasta aquí. Y pasemos a elaborar otro punto. Pasemos a considerar a la nación como estructura y expresión privilegiada de la modernidad.
Nación y modernidad
La introducción del término nación implica la necesidad de precisar los contornos
que supone política y discursivamente su empleo. La variedad de usos conceptuales a los que se somete el empleo del término, así como su variedad en relación con las distintas experiencias históricas saca a la luz una amplia gama de
posibilidades. Lo que, a su vez, permite extraer del uso corriente que le damos a
la palabra nación diferentes maneras de aplicar el concepto a situaciones y fenómenos que no siempre son idénticos y que con frecuencia son hasta contradictorios25. Digamos que el problema de fondo, aquel que más nos mueve, es la
necesidad de saber cómo se concibieron esos extraordinarios pactos que permitieron armar las naciones hispanoamericanas. Por ahora interesa subrayar que ese
poder “magnético” que tiene el vocablo nación está relacionado con la modernidad. Mi argumento se puede resumir señalando que la nación es una de las
estructuras de la modernidad. Y en este sentido voy a examinarle.
La forma como se presenta el fenómeno en el caso general de las naciones
hispanoamericanas y, en particular de la nación venezolana es la siguiente. Se
trata de la ruptura de un conjunto político multicultural y multicomunitario con
una metrópolis imperial. La América hispánica previa a las independencias es,
como todas las sociedades del Antiguo Régimen europeo, un mosaico de grupos
de todo tipo, formales o informales, imbricados y superpuestos unos a otros,
manteniendo relaciones complejas con autoridades reales igualmente diversas y
complejas. Se trata, entonces, de comprender por qué, cómo y en nombre de qué
la porción americana de la Monarquía se separa de la Metrópolis y adopta esta
nueva forma de existencia, la nación moderna. Esta es, en consecuencia, inseparable de ese conjunto de ideas, de imaginarios y de comportamientos que constituyen la modernidad. Una nación moderna no es, por tanto, un ser atemporal que
existe siempre y en todas partes, sino un moderno y novedoso modelo de orga23
“Deberes del patriotismo”, 8.1.1868, El Cojo Ilustrado, Caracas, 1.1.1893, p. 15.
24
“Carta al General Guzmán Blanco”, Caracas, 12.4.1863. En Fermín Toro, Caracas: Colección Clásicos Venezolanos de la Academia Venezolana de la Lengua, tomo II, 1963, p. 220.
25
L. Castro Leiva, “Ética y nación”. En Sed buenos ciudadanos, Caracas: Alfadil-IUSI Santa
Rosa de Lima, 1999, p. 25.
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nización política y cultural. Modelo en un doble sentido: 1. En primer lugar como
arquetipo, como algo de orden ideal, que sirve de referencia al pensamiento y a la
acción; 2. En segundo término como un conjunto complejo de elementos vinculados entre sí que refieren la manera de concebir una comunidad política y cultural,
esto es: su estructura íntima, el vínculo social, el fundamento de la obligación
política, su relación con la historia, con la tradición, con sus derechos y sus deberes.
Ya Bolívar había presagiado, desde 1815, con mirada telescópica, cuál era el horizonte a construir una vez disuelto el nexo colonial. Los términos eran elocuentes:
“No se trata de ganar una guerra o conseguir la independencia. Estamos aquí
para fundar una nueva nación, echar los cimientos de un pueblo naciente”.
Encontramos presentes en esta afirmación dos componentes de la modernidad: la
nación y el pueblo como elemento legitimante de la estructura de poder moderna.
De manera que bien podría pensarse, siguiendo a Bolívar, que la construcción de la
nación estaba en el centro de la independencia hispanoamericana. Pero, llamo la
atención, que esto no quiere decir que la nación existía en el momento de las
independencias. Hago énfasis en el verbo construir. Y esto implica distinguir las
voces de los ecos, esto implica distinguir entre la nación como ideal y la nación en
tanto comunidad realmente existente. La última sólo se hará presente a lo largo del
siglo XIX, y en el caso venezolano habrá que esperarse hasta bien entrado el siglo
XX. Desde este punto de vista, Hispanoamérica es un extraordinario laboratorio
para comprender la naturaleza y la génesis de la nación moderna en la medida en
que la construcción de la misma es tan precoz como ambigua y compleja.
Ahora bien, la fragua de estos cimientos está marcada, en el caso hispanoamericano, por la siguiente especificidad: la de haber surgido de un conjunto político único,
es decir, la monarquía hispánica. Pero, hay más aún, los fundadores de los nuevos
estados, quienes construyeron las nuevas naciones, son casi todos de origen europeo hispánico y tienen en común todos los rasgos de esa nacionalidad: un mismo
origen ibérico, la misma lengua, la misma religión, la misma cultura, las mismas
tradiciones políticas y administrativas, el mismo pasado colonial. Lo único que los
diferencia de los europeos que se quedaron del otro lado del Atlántico es el lugar de
nacimiento y las identidades regionales en formación. El problema de Hispanoamérica es, como lo plantea François Xavier Guerra, construir a partir de una misma
nacionalidad hispánica, naciones separadas y diferentes.26
Del Estado a la nación
Paso ahora a plantear el problema del origen de esa estructura de la modernidad
llamada nación. El concepto de nación ha estado siempre vinculado al de unidad.
26
F-X. Guerra, “La nation...”, op. cit.
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“Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra
regeneración”, señalaba Bolívar en la llamada Carta de Jamaica. Es más, podría
decirse, sin temor a las equivocaciones, que la nación es siempre el resultado de
“un condicionante unificador”.27 Acaso, ¿no es en sí mismo un acto unificante la
decisión política de fundar una nación? Aquel fundar una nación, aquel echar los
cimientos de un pueblo naciente, como lo refería Bolívar, ¿no consistía en delimitar, en cohesionar? Ahora bien, este principio de la unidad, como requisito para lo
nacional se ha descompuesto en varias categorías relativas. Se habla de unidad
territorial o geográfica, de unidad política, de unidad económica, de unidad cultural, de unidad lingüística, de unidad mental, de unidad simbólica, de unidad
histórica, etc. Todas estas unidades son importantes para la determinación de esa
entidad llamada nación. Sin ellas no parecería posible plantearse siquiera la idea
de nación. Aquel llamado bolivariano en su discurso ante el Congreso de Angostura: “Unidad, unidad, unidad debe ser nuestra divisa. La sangre de nuestros
ciudadanos es diferente: mezclémosla para unirla; nuestra Constitución ha dividido los poderes: enlacémoslos para unirlos”, contenía ya el programa para la
construcción de las naciones.
De acuerdo, pero, ¿cómo se origina y en manos de quién o de quiénes está esa
unidad? Basado en la experiencia histórica, es posible vislumbrar al menos dos
orígenes. 1. Tal como ocurrió en la mayoría de los países europeos, la nación, que
había ido forjando su unidad a través de los siglos, esto es, desde la antigüedad,
fue progresivamente creando esa estructura política, social y administrativa llamada el Estado. De allí que en Europa se hable muy pertinentemente del Estadonación cuyo principal ejecutor fue la triunfante burguesía industrial y urbana a
fines del siglo XVIII; 2. El segundo de los orígenes es el contrario. Primero se creó
el Estado y luego, a partir de éste, se fue fraguando la unidad nacional. Es decir,
el Estado ha hecho la nación. Este es el caso de las naciones hispanoamericanas.
Mi argumento, como para definir un punto de anclaje, es que la Independencia
venezolana creó las condiciones para la formación de la nacionalidad y del Estado, republicano y liberal luego de 1830; y éste fue fundando la nación, fundando
la unidad de ese vasto y disímil conglomerado llamado Venezuela, proceso que
no se consolidó sino hasta el siglo XX. A lo sumo lo que en esta materia se hizo
durante el proceso independentista fue “proclamar” las nuevas naciones, como lo
señaló Bolívar ante el Congreso Constituyente de Bolivia (1826), pero el solo acto
de proclamación no era garantía de la existencia de las naciones hispanoamericanas. En rigor, fue a partir de Juan Vicente Gómez cuando la nación comenzó a
existir, a tomar conciencia de sí misma, de su unidad, de su fuerza potencial y de
su papel en el concierto internacional de las naciones. En su programa del 20 de
27
Gustavo L. Carrera, “Sobre el concepto de nación”. En Imagen virtual. Signos literarios y
aproximaciones críticas, Mérida: Talleres Gráficos Universitarios, 1984, p. 117.
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diciembre de 1908, el general Juan Vicente Gómez señala con gran pompa: “...pretendo dar a mi gobierno el carácter nacional que reviste, hacer efectivas las garantías constitucionales, practicar la libertad en el seno del orden, respetar la soberanía de los estados... vivir vida de paz y armonía y dejar que sólo la ley impere con
su indiscutible soberanía”.28
La famosa formación del estado-nacional bajo la égida del hegemón andino se
tradujo en aquel empeño para que el Estado dejase de ser un conjunto de instituciones gubernativas y jurídicas al servicio del clan de turno y se convirtiese en un
poder nacional. Bajo las banderas de “Unión, Paz y Trabajo”, por primera vez el
poder de ese Estado logró abarcar todas las fronteras nacionales y no sólo a una
región, la central. Y para esto se apoyó en la construcción de una estructura
fundamental: el Ejército Nacional. El cual, como su nombre lo indica, dejó de ser
una institución al servicio del “fiero caudillaje”, como lo llamase Cipriano Castro,
para convertirse en el garante fundamental de la unidad de la nación.
Luego vendría la formación de una conciencia nacional venezolana, que no era
más que la consecuencia ideológica de la existencia de la nación. Porque la
conciencia nacional no sólo es la seguridad de tener identidades propias, sino
también y sobre todo la conciencia de que la nación somos todos de una forma
integral y no como una sumatoria de identidades regionales. La conciencia nacional es la creación del NOS-OTROS como una unidad frente a un ELLOS. Mientras
todo se remita al ELLOS (a los gobernantes, al poder) podrá haber un Estado pero
nunca habrá nación. Es bueno insistir que esta conciencia no existió a lo largo del
siglo XIX, y esto muy a pesar de la definición del Nos-Otros contenida en la
Declaración de Independencia de 1811 (“Nosotros... queremos... patentizar al
Universo las razones que... autorizan el libre uso que vamos a hacer de nuestra
Soberanía”). Más adelante, luego de haber sido durante diez años colombianos,
particularizados en aquel experimento conocido como “La Gran Colombia”, las
élites liberales lucharon, primero, por desmembrar esta estructura, y, luego de
1830, lo hicieron por una supuesta o fingida libertad e igualdad que estarían en la
base de la formación de un sentimiento nacional. Pero la idea de construir una
nación, de construir un Nos-Otros tal como comenzó a expresarse, por ejemplo,
luego de 1936, no era lo suficientemente consistente. Más bien podría hablarse de
un patriotismo, de un sentimiento de patria (un sentimiento de ALGUNOS) antes
que el de nación. Así se expresó en la pluma de pensadores como Juan Vicente
González, Fermín Toro e incluso en la de Cecilio Acosta. Por ejemplo, el primero
de ellos, el enérgico Juan Vicente González, arremetiendo contra el liberalismo de
Antonio Leocadio Guzmán, planteaba el problema de Venezuela para 1846 de la
siguiente manera:
28
En Nandy Suárez, Programas políticos venezolanos de la primera mitad del siglo XX,
Caracas: UCAB, tomo I, 1977, p. 36.
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“Es en medio de las revueltas políticas, a la faz de un bando amenazador y turbulento, cuando falta la base de un gobierno vigoroso y enérgico, cuando sobra la
audacia de los malos y sus elementos de acción, cuando tiene ocasión de ostentarse
el verdadero patriotismo. ¡Tímidos hombres de orden! No es un circo alegre de
heroicos combatientes el que tenéis a la vista; precio de esa lucha es la patria que
debemos amar, la libertad tan querida... Nosotros no tenemos sino una vida, y la
patria sabe que es toda suya”.29
Ese Nos-Otros referido en la cita alude a los “tímidos hombres de orden”, que
eran los menos en aquel convulsionado país, pero no al Nos-Otros del conglomerado nacional. Mientras tanto, por su parte, Cecilio Acosta, hombre de doctrina y
no de poder, también del grupo de los tímidos hombres de orden, se preguntaba
en 1868, en sus “deberes del patriotismo” y en tono de queja,
“¿Por qué nos separamos nosotros siempre del pasado, por qué metemos nosotros
un muro entre administración y administración, y cortamos la unidad de la vida
política? ”.30
Para estos hombres de doctrina, de orden, era una suerte de comenzar y recomenzar, de tejer y destejer, pero mientras tanto la tan ansiada unidad nacional no
terminaba de organizarse y en consecuencia tampoco la nación adquiría cuerpo y
alma. Es que tanto entre los ideólogos y guerreros de la Independencia, como
entre las élites republicanas, liberales o no, no se tenía muy claro qué cosa podría
ser esa estructura moderna llamada nación. Pero esta idea dejó de ser confusa
para adquirir raíz y rostro luego de un convulsionado proceso histórico y político
que alcanzaría casi el siglo de duración.
De la región a la nación
A esta altura de nuestro análisis es necesario incorporar el papel tan importante
que las identidades regionales jugaron en la construcción del sentimiento de
unidad nacional, en la construcción de aquel Nos-Otros. Y su papel fue de la
mayor importancia, pues del reconocimiento desde las regiones de que la nación
somos todos dependería la eficacia del Nos-Otros, la eficacia de la unidad. En
vista de la precaria integración del territorio a lo largo del siglo XIX, dada su
inmensidad, su escasa y desmigajada población y su poca capacidad de comunicación física y espiritual, las regiones se mantuvieron cual bastiones integrando
un todo que aún no mostraba raíz y rostro. Piénsese, por ejemplo, lo que fue el
destino y configuración durante el siglo XIX de las distintas regiones del país: el
Zulia, los Andes, el Oriente, los Llanos, el Centro. Es por esta razón, como lo
29
“Patriotismo”, Diario de la Tarde, N° 26, Caracas, 30.6.1846.
30
“Deberes del Patriotismo”, ibíd.
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señala Manuel Caballero, que en toda nuestra historia no ha habido un vocablo
tan feliz como aquel de “federación”.31 Éste resumía, no el anhelo de autogobierno
de los pueblos, motivación que fue desenmascarada por la palabra cínica de
Antonio Leocadio Guzmán, al señalar: “¿Quién ha dicho que el pueblo venezolano apoya la federación? Este fue un vocablo inventado por nosotros. Si ellos
hubieran dicho federalismo, nosotros habríamos dicho centralismo”; pero con
todo y la carga de cinismo, sí que expresaba la realidad venezolana en un momento preciso de su historia. Para consolidar el Estado, garante de la nación, se
necesitaban dos elementos: 1. La voluntad de los distintos estados federales de
crear una entidad nacional o si se quiere supra regional o supraprovincial en el
lenguaje de la época (Caballero); 2. Una centralización forzada inspirada por el
propio poder central. De allí el híbrido que siempre ha acompañado al estado
venezolano: el ser su estructura jurídica, política y constitucional de carácter centro-federal. O puesto en otras palabras, ser federal de derecho y central de hecho.
Sobre este fascinante tema ya se ha comenzado –en la Universidad del Zulia– a
generar valiosa información (la profesora Arlene Urdaneta, por ejemplo) que
cambiará, seguro estoy, nuestra visión de las cosas federales nacionales y, por
supuesto regionales, dada su óptica de análisis.
De allí, entonces, que la unidad nacional se confundió con su centralización en el
Estado. Poner en obra aquella unidad fue un hecho que se logró por la fuerza.
Sólo a través de la fuerza fue posible resolver los ancestrales antagonismos de los
venezolanos, allí incluidos aquellos antagonismos regionales. Podría decirse, pues,
que la unidad de la sociedad venezolana y la incorporación de las regiones a la
nación fue obra de un poder absoluto, de un despotismo como el inaugurado por
aquellos 60 hombres de nuestra fábula histórica, de cuyo paso han transcurrido ya
cien años. Cipriano Castro, el conductor de aquellos hombres, expresó en 1903
esta condición con palabras altisonantes, pero seguras:
“¡El aniquilamiento del fiero caudillaje es el mejor presente que pueda ofrecerle
patriota alguno a su país, sujeto al pasado yugo de su maldecida dominación!
Con esta ejecutoria es que quiero presentarme ante el tribunal de la historia y
esperar con ánimo tranquilo el fallo de su justicia”.32
Concluyo, entonces, esta sección, señalando que la fragua de la unidad nacional
venezolana se logró más bien compactando el poder central y centralizador del
Estado para combatir las tendencias desunificadoras de los particularismos regionales y de sus caudillos, compactando a la nación frente a un enemigo extranjero,
es decir, frente al OTRO, al ELLOS, allende las fronteras nacionales. De esta mane31
32
Ni Dios ni Federación. Crítica de la historia política. Caracas: Planeta, 1995.
“Mensaje del presidente Cipriano Castro al Congreso Nacional de 1903”, Mensajes Presidenciales, Caracas: Presidencia de la República, 1971, vol. III, p. 355.
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ra se fue imponiendo la idea y la práctica de la nación en la mentalidad del
venezolano, la idea de ese Nos-Otros que iba más allá del ser marabino, caraqueño, oriental o andino, para ser llanamente venezolanos.
Petróleo y unidad nacional
Si, como argumentábamos anteriormente, la Independencia de España creó las
condiciones que posibilitarían la creación de la nación y, con ello el ingreso de
América a los caminos de la modernidad política, aún faltaba por recorrer un
largo trecho de manera de consolidar la modernidad económica y cultural. Los
obstáculos en la carrera y los grados de la consolidación de la sociedad moderna
variarían de país a país. En algunos se darían más rápido, como fue el caso de
Argentina, Uruguay y Brasil. En otros habría que esperar nuevos impulsos. En el
caso venezolano el factor modernizante fue más bien un accidente de la madre
naturaleza. La aparición de la súbita y grandiosa riqueza petrolera en un mundo
ávido de fuentes de energía permitió lo que desde el guzmanato se venía tejiendo: la articulación del país al sistema capitalista mundial. En fecha tan temprana
como 1913, el entonces ministro de Fomento se refería en términos halagadores a
aquello que estaba en ciernes: “No vacilo en anticiparos la plausible noticia de
que en breves días podremos contar con una nueva fuente de producción rentística
que no tardará en ser la de mayor importancia”. Y continuaba sus palabras con
términos que no podrían ser más premonitorios: “El petróleo, ese codiciado combustible que las condiciones del progreso industrial hacen ya indispensable, ha
dejado de ser tesoro escondido en las entrañas de la tierra venezolana”.33 Sacarlo
de las entrañas del suelo patrio y ponerlo en sintonía con el interés nacional sería
alta prioridad del Estado gomecista. Con ello se generarían, entonces, las condiciones óptimas para modernizar la economía y, en consecuencia, su sistema de
producción capitalista. A siete años de distancia de esta optimista declaración
oficial, parecía haberse realizado el sortilegio. En 1920, otro ministro de Fomento,
el noble Gumersindo Torres, se refiere a la identidad petróleo-nación en los siguientes términos verbales:
“...pero es tan interesante el porvenir de los aceites que ha llegado a ser este elemento no sólo una fuente de riqueza y de renta para los afortunados países que lo
poseen, sino que la tendencia actual es considerar este elemento como si dijéramos, parte de la integridad nacional”.34
Tales enunciados no podían ser más elocuentes. El petróleo permitió todo esto en
condiciones ventajosas para la propia sociedad. En su calidad de propietario de
un bien precioso para el resto del mundo, el país logró consolidar sus relaciones
33
Ministerio de Fomento, Memoria, 1913, Caracas: Imprenta Nacional, 1914, p. XII.
34
Ministerio de Fomento, Memoria de 1920, Caracas: Imprenta Nacional, 1921, p. XXII.
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con la moderna economía capitalista. Aquella Venezuela paupérrima, atrasada,
enferma, tradicional, comenzó rápidamente, quizás demasiado rápido, a transformar sus estructuras económicas y sociales. El país dejó de ser rural para convertirse en urbano, dejó de ser agrícola para convertirse en minero-exportador, dejó de
exportar productos de la tierra para importar los bienes de la modernidad capitalista, el Estado dejó de ser pobre para convertirse en el omnipotente agente de
progreso que ha sido hasta hoy día. Y todo esto ocurrió en el tiempo histórico de
un chasquido de dedos. Porque 30 ó 40 años en la vida de una sociedad no es
más que el tiempo del chasquido.
Petróleo y modernidad
Lo importante de todo este proceso es la capacidad que el petróleo mostró para
consolidar la modernidad en Venezuela. Enseguida se consiguió aquella unidad
tan preciada, se conectaron todos los rincones del país por medio de vías de
comunicación, las ciudades crecieron a pasos agigantados, se saneó la población
de sus seculares males endémicos, la educación de la sociedad dejó de ser mera
instrucción para convertirse en formación técnica y científica de sus miembros, se
multiplicaron las escuelas con criterios modernos, sobre el cielo venezolano ondeaba el humo de las chimeneas de sus fábricas, la atrasada agricultura comenzó
a modernizarse, nacieron las instituciones financieras para facilitar el intercambio
moderno, crecieron los planes y programas técnicos dentro del cada vez más
poderoso Estado venezolano, bajo el dominio del petróleo éste se hizo un Estadonación, aspectos de la mentalidad tradicional comenzaron a desencantarse, se
modernizaron las instituciones del Estado, surgió el seguro social, las leyes del
trabajo, la reforma agraria, se creó un Banco Central, un Banco de Fomento a la
producción, las fuerzas vivas comenzaron a organizarse en modernas estructuras
políticas, las ideologías se nutrieron de modernos esquemas de pensamiento y
acción. Pero por sobre todas las cosas se consolidó la unidad de la sociedad y,
con ello, la existencia de la nación y del Nos-Otros venezolano.
Podríamos señalar, ya con el ánimo de ir redondeando nuestros argumentos, que
en Venezuela la producción de petróleo reflejó el espíritu de la modernidad. Su
realización no dependió tanto del pasaje progresivo, armónico de una sociedad
tradicional hacia la moderna, sino de un accidente de la naturaleza: la existencia
del preciado mineral en nuestro subsuelo. Así lo vio claramente uno de los arquitectos de la modernidad petrolera y luego implacable crítico de la manera como
la misma se estaba llevando a cabo, me refiero a Juan Pablo Pérez Alfonzo quien
en su Petróleo, jugo de la tierra afirmara en 1961: “El petróleo es el más importante de los combustibles indispensable para el desarrollo de la vida moderna”.35
35
Caracas: Editorial Arte, p. 83.
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Pero, acaso, esta realización violentó los códigos de la modernidad en el sentido
que permitió la consolidación del proceso modernizador (no hay que confundir
modernidad y modernización) pero sin que se asimilaran, sin que la sociedad
interiorizara los códigos de la modernidad. Modernidad, en este sentido, es más
bien un problema mental, filosófico y cultural, es más bien un estado de espíritu
que un problema meramente técnico, de aquellos del tipo know-how, saber cómo
hacer. Así las cosas, a una modernidad como la nuestra, impulsada por un elemento extraño al propio proceso histórico y cultural, se le podría calificar como
una modernización sin modernidad. El petróleo permitió, sin saber cómo hacer lo
que necesitaba la sociedad para hacerse moderna, importar esas cosas ya hechas.
Y así nos hicimos modernos, muy a pesar nuestro, siguiendo la famosa expresión
de Picón-Salas. Nos hicimos modernos sin contar con el respaldo de un estado de
espíritu moderno.
Pero lo importante no es esto, lo importante no es todo este rodeo lógico e
histórico para llegar finalmente a las píldoras sintetizadoras que criticáramos al
comienzo de esta disertación. Lo importante es, a mi entender, asimilar esta condición de nuestra modernidad para –a partir de ella– hurgar nuevas superficies,
tantear nuevos caminos de nuestro desarrollo histórico, uno de ellos, por ejemplo, ya fue mencionado: examinar exhaustivamente, como ustedes los zulianos
han demostrado que saben hacerlo, las distintas formas y contenidos de la modernidad regional. Si la modernidad es un proceso inacabado, lo importante, entonces, es testear (por cierto, no estoy seguro que el verbo exista en castellano, pero
en todo caso es bien descriptivo de lo que propongo) a nuestra modernidad en el
laboratorio de las maneras y desarrollos regionales. Y ver si éstas coinciden o
rechazan lo que hemos argumentado a un nivel nacional más general. Si las
diferencias muestran su rostro, ¡enhorabuena estamos en presencia de enriquecedores hallazgos históricos y culturales! Que, seguro estoy, contribuirán a nuestro
fortalecimiento como nación venezolana, tan necesario en estos días de
refundaciones, de redefiniciones, de quimeras revolucionarias y republicanas y,
sobre todo, de zozobras, por cierto, nacionalistas.
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Homenaje a Joseph A. Schumpeter
Carta del Editor
Carta del Editor
Joseph Alois Schumpeter murió en 1950, es decir, hace 50 años. El cincuentenario
de su muerte no puede pasar inadvertido para ninguna revista de economía,
porque de su obra la disciplina hace casi un diario uso. Sirvan las páginas que
siguen para dejar aquí varios testimonios escritos en la ocasión que ahora se
cumple.
Asdrúbal Baptista
J.A. Schumpeter, en el cincuentenario de su muerte
Baptista
Asdrúbal Baptista*
Schumpeter fue un gran economista, de los muy pocos a quienes bien vale tener
como émulo. El cultivo de su disciplina fue universal, en ese recto sentido de no
dejar por fuera, a cuenta de especialismos mojigatos, ningún área importante de
interés. Pero también se empeñó en no imponerle limitaciones asfixiantes al conocimiento económico. Es así como su ámbito de indagación, más que la economía como hoy se la entiende, eran verdaderamente las ciencias sociales, morales
o humanas, a la usanza de los espacios intelectuales de Max Weber o de John
Stuart Mill. Sólo de este modo se entiende como de su pluma resultaron a un
tiempo Business Cycles, pero también Capitalism, Socialism and Democracy ; o
Imperialism and Social Classes y Mathematics for Economists and Statisticians.
Joseph Alois Schumpeter, como acaso ninguno de sus pares en el mundo que
compartieron, fue un marxista. Y lo fue en ese paradójico pero no menos real
sentido de que es Karl Marx quien le aporta, si así cabe hablar, el contraejemplo
que por antonomasia lo guía. La visión general de Marx, su método de indagación, por sobre todo, están allí, en cada intersticio de su obra. Pero no, y he allí la
fiel expresión de su talento, para la crítica insustancial e ideológicamente barata,
sino para la genuina controversia, para el debate enriquecedor, para la apertura
de caminos fructíferos en pos del conocimiento que buscaba.
Es así como a pesar de su indudable significación en el espacio académico de la
economía contemporánea, a ratos pareciera como si se lo tiene presente a
regañadientes, y cuando se lo cita es casi exclusivamente por su History of Economic
* Profesor del IESA. Editor de la Revista BCV.
134
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
Analysis. Aparte los indudables méritos de esta última obra, que son muchos,
aquí concurren, entre otra razones, la de que no hay quizás nadie más a quien
acudir. Otros economistas que se hayan ocupado de la historia de la disciplina
apenas son merecedores de una mención, y por los vientos que soplan en el
futuro sólo será Schumpeter la fuente a la que deberán referirse los interesados,
que a su vez se contarán con menos que los dedos de una mano.
Con el natural riesgo de dejar por fuera algo verdaderamente significativo quisiera
traer aquí, en esta nota recordatoria del cincuenta aniversario de su muerte, tres o
cuatro textos arrancados de sus obras. En su momento me significaron una guía
en mis propias reflexiones, sin que importe si al final de las cuentas estaban de su
lado o no las razones argumentales.
“Hay, sin embargo, un sentido en el que la economía es la más cuantitativa, no sólo
de las ciencias ‘sociales’ o ‘morales’, sino de todas las ciencias, sin excluir la física. La
masa, la velocidad, la corriente y otras nociones pueden medirse, sin duda, pero
para hacerlo debemos siempre inventar un cierto proceso de medición. Éste debe
hacerse antes de que podamos tratar a esos fenómenos numéricamente. Algunos
de los hechos económicos más fundamentales, al contrario, ya se presentan a nuestra observación como cantidades hechas numéricas por la misma vida”, “The common
sense of Econometrics”, en Essays of J.A. Schumpeter, 1951.
“Los orígenes lógicos y los orígenes históricos deben mantenerse aparte”, History
of Economic Analysis, 1951.
“¿Sobrevivirá el capitalismo? Yo no lo creo”. Capitalism, Socialism and Democracy,
1942.
“Imagínense a Böhm-Bawerk en la piel de Marx. ¿Qué hubiera sido más fácil para
él que volcar la bilis de su ira sobre la práctica infernal de robar a los trabajadores
mediante la deducción de un descuento temporal de su producto”, “Science and
Ideology”, American Economic Review, 1949.
“Bajo la noción de ‘desarrollo’, por lo tanto, entenderemos aquí sólo aquellos
cambios en la vida económica que no se imponen desde afuera sino que surgen
por su propia iniciativa, desde adentro. Si se pusiera de manifiesto que no hay
tales cambios emergiendo de la vida económica misma y que el fenómeno que
llamamos desarrollo económico se funda en la práctica en el hecho de que los
datos cambian y que la economía se adapta continuamente a esa situación, entonces hemos de decir que no hay desarrollo económico”, Theory of Economic
Development, 1934.
Retrospectiva del pensamiento
schumpeteriano: ¿la nueva economía?
Mata Mollejas
Luis Mata Mollejas*
Como todos los grandes economistas, Schumpeter aportó ideas que sobrepasan el
momento de su expresión. En fecha tan temprana como 1912 abordó el tema del
desarrollo económico. Cuarenta años más tarde, después de la II Guerra Mundial, esa
idea será examinada sin que hoy, entrando al siglo XXI, pueda considerarse agotada
la materia. La importancia de la interacción de la historia con la teoría económica es
otra cantera semivirgen, a pesar de que Marx lo antecediese en destacar vínculos. La
imagen del “entrepreneur”, como conexión entre los planteamientos que hoy llamamos microeconómicos y macroeconómicos, sigue dando frutos.
Pero lo que hoy quiero destacar es la relación entre lo que se ha dado en llamar
“Nueva Economía” y el paradigma o referentes schumpeterianos.
La paternidad del término “Nueva Economía” puede atribuirse entre varios candidatos en el mundo de los medios de comunicación y del campo político, a Kevin
Kelly, redactor jefe del Business Week (1996*). El profesor Shalman de Harvard en
1999 (**) llegará a presentar el mismo concepto como un “nuevo modelo de
negocios”. La empresa o unidad de referencia de la Nueva Economía descansaría
así (Kelly dixit) en tres pilares: globalidad, refiriéndose al planeta como el espacio
en referencia; predominio de lo inmaterial, (información, producción intelectual
o logos en general) y conexión por internet o e-comercio. La lógica macroeconómica
correspondiente afirma que el crecimiento “nuevo”: estable, fuerte, sin inflación,
es posible porque la nueva tecnología (la informática) estimula la productividad
(baja los costos) y por ende reduce la inflación; además crea empleos calificados
con salarios flexibles y estimula las inversiones, de acuerdo al crecimiento del
* Profesor de la Universidad Central de Venezuela.
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Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
índice bolsístico, (refiriéndose al NASDAQ) que muestra el desenvolvimiento de
las empresas relacionadas con la nueva tecnología.
El crecimiento en la “Nueva Economía” tiene así una causal exógena, la tecnología. La dinámica económica hasta Schumpeter descansa en el estudio de los
ciclos. Desde esa óptica los cambios de todo orden en los procesos económicos
obedecen al concepto de innovación; entendido éste como oportunidad de inversión provista por un aporte tecnológico de origen exógeno a la economía. Así,
los elementos resaltados por los difusores de la “Nueva Economía” tienen un
antecesor en Schumpeter.
Pero, independientemente de la existencia de nuevos conocimientos
tecnocientíficos, la decisión de invertir en procesos productivos (ampliar el capital
físico) se relaciona con el “spread” entre el costo de las opciones de financiamiento,
la tasa de ganancia “deseada” con el paso del tiempo en la actividad productiva y
el contraste con el beneficio variable pero obtenible de inmediato (o casi) en las
actividades especulativas.
La variabilidad (volatilidad) del rendimiento en las actividades especulativas abre
la posibilidad de que el financiamiento bancario asociado a la especulación no
sea recuperado en su totalidad, provocando morosidad y en el extremo, crisis
bancaria. Esta posibilidad se encuentra expuesta por John Stuart Mill (Principios
de economía política, 1951: 562 FCE. México sobre la versión de 1848), debiendo
citar además a entre otros antecedentes similares a Knight (1921***).
Nuestra opinión al respecto es que los acondicionamientos económicos de subempleo,
y subconsumo, obligan a la inversión especulativa; la incidencia del resultado volátil
de la especulación (independiente, por supuesto de los fundamentos económicos
objetivos) inciden en el resultado de la intermediación bancaria, con extensión
potencial al tipo de cambio. Las crisis y los auges tienen así una causal endógena en
el capitalismo liberal, contemporáneo como lo demuestran los episodios de 1987,
1994, 1995 y 1999. Este mecanismo también resulta aplicable a eventos clásicos
como la crisis de los Tulipanes y de la Compañía de los Mares del Sur, lo cual le da
generalidad al esquema lógico en contraste con la particularidades que puedan
atribuirse a la explicación según la “Nueva Economía”.
(*) “Le triomphe de la nouvelle économie”: Business Week, Diciembre.
(**) Harvard Business Review.
(***) Risk, Uncertainty and Profit: Cornell University Press. Ithaca (reimpreso LSE,
Reprint Series, London).
De Marx , Schumpeter y Keynes
Moreno C.
José Moreno Colmenares*
De la introducción
Plutarco advierte en el plan que se trazó para escribir su obra Vidas paralelas, que
“...así como los pintores toman para retratar las semejanzas del rostro, aquellas
facciones en que más se manifiesta la índole y el carácter, cuidándose poco de todo
lo demás, de la misma manera debe a nosotros concedérsenos el que atendamos
más a los indicios del ánimo, y por ello dibujemos la vida de cada uno, dejando a
otros los hechos de grande aparato y los combates.” (Plutarco, 1965, p. V.)
Sin el genio de Plutarco –lamentablemente ausente– se trata en la presente nota
de reseñar someramente y con gran osadía, algunos paralelismos que se perciben
en la vida, la trayectoria y la obra escrita de tres grandes personajes que en orden
temporal fueron Karl Marx, Joseph Alois Schumpeter y John Maynard Keynes.
Considero prudente reiterar que no persigo en tan breve escrito una exégesis
comparativa del contenido de las obras de los autores ya mencionados, sino el
acercamiento a ciertos aspectos que caracterizaron su existencia y actuación. Todo
esto, en atención a la conmemoración del quincuagésimo aniversario del fallecimiento de J.A. Schumpeter, el 8 de enero de 1950 en Taconic, Connecticut, Estados Unidos de Norteamérica.
* Profesor de la Universidad Central de Venezuela.
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Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
Cuando decimos paralelismos no significamos coincidencias únicamente, sino
también oposiciones. Cuando mencionamos vida no implica obligadamente coexistencia. Los tres enrumbaron su esfuerzo intelectual a cuestionar cierta visión
de la organización económica del sistema y orden capitalista, así como del modo
de funcionamiento de él en coyunturas críticas. Marx ante las conmociones provocadas por el industrialismo en el siglo XIX. Schumpeter y Keynes, frente a la
crisis del pensamiento en la disciplina económica, las perturbaciones del sistema
capitalista y los efectos económicos de la guerra. Ellos se rebelaron contra enfoques del corpus teórico de la economía y propusieron otros por los cuales lucharon, cada uno con un estilo personal que respondía al origen social, a la formación integral, a las convicciones políticas, al carácter y al temperamento de ellos
individualmente.
Marx y Keynes decididamente en la esfera pública e internacional. Schumpeter
menos, con una solitaria salida en falso, que posiblemente influyó en el rechazo
que tuvo por el activismo político después de su desafortunada incursión.
Una expresión ortodoxa y vulgarizada pero que resulta muy gráfica, resumiría la
apreciación anterior al señalar que las reacciones de cada quien estaban inducidas por la extracción de clases y la conciencia social que les eran propias de su
naturaleza.
1883, es un primer hito común como capricho del destino. Es el año del fallecimiento de Karl Marx (1818-1883), el 14 de marzo (Lenin 1969, pp. 7-11) y el de los
nacimientos respectivos de Schumpeter (1883-1950) el 8 de febrero y el de Keynes
(1883-1946) el 5 de junio.
Los orígenes sociales y el ambiente donde recibieron la formación inicial tuvo las
características propias de quienes pertenecían a grupos emergentes, aunque con
matiz elitista acentuado en la de Keynes y Schumpeter. Luego su actividad vital,
profesional y política los llevó hacia diferentes posiciones y conductas ciudadanas.
De Karl Marx
El padre de Marx “... era un abogado judío... Su familia era acomodada y culta,
aunque no revolucionaria... Marx estudió bachillerato en Tréveris, Prusia Renana,
su lugar de nacimiento, y cursó derecho en las universidades de Bonn y de Berlín,
conjuntamente con historia y filosofía. Presentó su tesis doctoral sobre la filosofía
de Demócrito y Epicuro. Contrajo nupcias con Jenny Von Westphalen de la nobleza prusiana reciente” (Lenin, 1969, pp. 7-8). Intentó ingresar en la Universidad de
Bonn como catedrático pero su militancia política determinó que no se le permitiese acceder a la cátedra de filosofía (Soule, 1961, p. 96).
José Moreno Colmenares / De Marx, Schumpeter y Keynes
139
Fue un erudito, hombre de pensamiento y acción, un revolucionario, activista
político, ideólogo, periodista, polemista y lector infatigable que encontraba espacio para cultivar la literatura y la sensibilidad artística en el seno de su familia. “Al
llegar a Berlín fui abandonando todas las relaciones que hasta entonces mantuve
en la ciudad... y traté de sumirme íntegramente en la ciencia y el arte” (Marx,
1972, p. 182). Fue autor de composiciones poéticas que su esposa conservó y
valoró positivamente desde el punto de vista literario (Lafargue, 1972, p. 146).
“Conocía de memoria a Enrique Heine y a Goethe ... Todos los años releía a
Esquilo en el texto original. Consideraba a Esquilo y Shakespeare los dos grandes
genios dramáticos de todos los tiempos ... Sus novelistas favoritos eran Cervantes
y Balzac ... se proponía escribir una obra crítica sobre ‘La comedia humana’... leía
fluidamente todas las lenguas europeas y escribía tres: alemán, francés e inglés...
Encontraba en las matemáticas superiores el movimiento dialéctico bajo su forma
más lógica y más sencilla al mismo tiempo. Según él, una ciencia no se había
desarrollado suficientemente sino cuando podía utilizar las matemáticas” (Lafargue,
1972, pp. 192-194).
La obra escrita de Marx es inmensa cualitativa y cuantitativamente. Entre las de
mayor fama se encuentran El Capital y El Manifiesto Comunista, que elaboró
conjuntamente con Federico Engels en 1847 y que fue publicado en 1848.
Karl Marx falleció en Londres mientras dormía. Quietamente ingresó a la muerte
en contraposición a la agitada existencia que llevó durante sesenta y cinco años,
en condiciones extremas de pobreza para él y su familia, que posiblemente contribuyeron al deceso de varios de sus hijos, sin que ello mellara su combativo
espíritu. Le sobrevivieron tres hijas.
La desaparición física de Marx no fue óbice para que su presencia y la de su
doctrina se extendieran hasta el presente en el acontecer sociopolítico y en la
discusión teórica en varios campos, entre ellos en el de la economía. Al insurgir el
cuestionamiento del enfoque neoclásico traducido en políticas económicas destinadas a combatir y aminorar las calamidades y desajustes experimentados por las
sociedades capitalistas en la primera mitad del siglo XX, retornó la polémica y en
ella se vieron envueltos Schumpeter y Keynes.
Pareciera que la afirmación del Manifiesto Comunista acerca de la existencia de
un fantasma que recorría el mundo, ha pervivido en la imagen símbolo de Marx.
Esa imagen aterroriza a ciertos estratos y aún despierta esperanzas en otros como
una opción redentora que exige reformulación.
De hecho, la plasticidad del orden capitalista permitió mediante reformas, atenuar
ciertos desequilibrios e iniquidades denunciados por Marx y los seguidores del
marxismo. Por otra parte, el derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas
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Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
Soviéticas y de los regímenes de Europa Oriental, fue un golpe noble para la
utopía y para el peregrinar del fantasma, aun cuando todavía no es nada despreciable la porción del globo (territorio, población, economía y peso político) que
se reconoce a sí misma, comprendida dentro de esa concepción organizativa de
la sociedad, que ha experimentado también actualizaciones.
De Joseph Alois Schumpeter
Schumpeter nació en Triesch, Moravia, durante la existencia del imperio austrohúngaro. El padre era un fabricante de tejidos y su madre hija de un profesional
con grado universitario que vivió en una población industrial situada a 30 millas
de Viena. Arthur Smithies lo identifica como físico de profesión (Smithies, 1965, p.
35) en cambio Gottfried Haberler lo reseña médico (Haberler, 1965, p. 64). El
padre de Schumpeter murió cuando éste tenía cuatro años y como hijo único
siempre estuvo a la vera de su madre, quien “...fue la influencia personal más
importante en la vida de Schumpeter. Era atractiva, tenía talento y ambiciones
para su hijo” (Smithies, 1965, p. 35).
Sus primeros estudios fueron en Viena en el Theresianium, un exclusivo instituto
patrocinado por la aristocracia del imperio. Cubría bachillerato y preuniversitario,
en él se impartía “...una educación clásica completa incluyendo latín y griego, que
se ampliaba en casa con el estudio de las lenguas modernas (francés, inglés e
italiano)... fue allí donde adquirió los agradables y... supereducados modales del
viejo mundo” (Haberler, 1965, p. 63).
Entre 1901 y 1906, estudió derecho y economía en la Universidad de Viena,
donde se graduó de doctor en derecho e hizo varios seminarios de investigación
de estadística y economía, dirigidos por Weiser y Böhm-Bawerk entre otros. Allí
escribió sus primeros trabajos.
Viajó a Inglaterra y vivió en Londres entre 1906 y 1907, frecuentando selectos
círculos sociales y visitando esporádicamente a Oxford y Cambridge. Contrajo
nupcias. Se trasladó a Egipto donde ejerció la abogacía y llevó asuntos financieros
de terceros.
A partir de 1909 inició la carrera de catedrático universitario en instituciones del
Imperio Austrohúngaro; en Alemania, en Japón y en los Estados Unidos de
Norteamérica, donde finalmente se residenció y ejerció funciones de docenteinvestigador en la Universidad de Harvard, en la cual dictó cursos de teoría superior, ciclos económicos, historia del pensamiento económico y socialismo.
En un intermedio de su actividad universitaria, entre 1919 y 1924, incursionó en la
gestión pública y en los negocios. Fue nombrado ministro de finanzas en el
José Moreno Colmenares / De Marx, Schumpeter y Keynes
141
gobierno austríaco de coalición entre socialistas y socialcristianos. Después se
refugió en la investigación económica, la autoría y la enseñanza superior de pregrado
y posgrado, así como en el mundo de la academia a través de los últimos veinticinco años de su existencia.
Su erudición al igual que la de Karl Marx, desbordó los límites de la economía, de
las disciplinas sociales y de las cuantitativas, dando cabida a inquietudes literarias.
Luego de su fallecimiento se encontraron fragmentos de una novela: “Barcos en la
niebla” (Smithies, 1965, pp. 47-48).
Las opiniones acerca de su manera de relacionarse con los de su entorno resultan
contradictorias. Hubo quienes consideraron que era afable, respetuoso y dispuesto a oír, mientras en otros casos el mismo opinante lo refiere irónico, descalificador
y avasallador.
Seymour Harris, amigo y colega durante veinte años afirmó “...rasgos de Schumpeter
...lealtad a los amigos, expresada, en parte, por una inclinación a las empresas en
colaboración...” (Harris, 1965, p. 22).
“En el Departamento de Economía, había una conciencia general de que
Schumpeter era una gran científico, aunque esta consideración no fue universal.
Su ocasional falta de tacto, una baja valoración de algunos de sus colegas... creó
una mala predisposición en algunos de sus contemporáneos y redujo su influencia. El hecho es que su influencia en el departamento era sorprendentemente
escasa” (Harris, 1965, p. 26).
Ragnar Frisch: “Las características humanas que más me impresionaron de
Schumpeter fueron su generosidad y deseos de escuchar” (Frisch, 1965, p. 30).
Gottfried Haberler: “Es cierto, le gustaba épater les bourgeois y especialmente
épater les épateurs des bourgeois (así consiguió escandalizar y antagonizar a los
filisteos retrógrados de la derecha e izquierda, al mismo tiempo) y era una posición en la que no creía. L’art pour l’art en las discusiones en modo alguno le fue
extraño” (Haberler, 1965, pp. 73-74).
Schumpeter produjo una copiosa obra, con muchos títulos de libros e innumerables ensayos, aparte de conferencias. Entre sus textos podemos mencionar: Teoría del desenvolvimiento económico, una investigación sobre ganancias, capital,
crédito, interés y ciclo económico (1912), Business Cycle: A Theoretical, Historial
and Statistical Analysis of the Capitalist Process (1959), Capitalismo, socialismo y
democracia (1942) e Historia del análisis económico (1954), libro póstumo, en
cuya versión final trabajó su tercera esposa la economista estadounidense Elizabeth
Boody Schumpeter.
142
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
Para Paul Samuelson, “Existieron muchos Schumpeter: el brillante enfant terrible
de la escuela austríaca que antes de los treinta años había escrito dos grandes
libros; el joven abogado de El Cairo, poseedor de una cuadra de caballos; el
ministro de finanzas austríaco; el filósofo social y profeta del desarrollo capitalista;
el historiador de las doctrinas económicas; el teórico de la Economía que abogaba
por el uso de los métodos e instrumentos más exactos de razonamiento; el profesor de Economía” (Samuelson, 1965, p. 107).
“De regreso a su casa de campo en Connecticut después de las reuniones de la
Economic Association en Nueva York, estaba a punto de preparar una serie de
conferencias que debían darse en la Universidad de Chicago cuando murió tranquilamente durante el sueño” (Varios, 1965, p. 13).
De John Maynard Keynes
El nacimiento de Keynes ocurre en el corazón del capitalismo, en la Gran Bretaña
del siglo XIX, centro del sistema económico, financiero y monetario del mundo.
Tuvo ancestros que se internaban en la más antigua historia de Inglaterra. “Estando en Eton, Keynes... dedicó algún tiempo a trazar el árbol genealógico de su
familia... dibujado por él y encabezado por ‘William de Keynes, 1066’.” (Harrod,
1958, p. 26). Este hecho de por sí y el comportamiento social arrogante que le
atribuyeron sus contemporáneos y biógrafos, suministra idea del grado de
autoestima que siempre prevaleció en él.
Schumpeter en el ensayo que escribió sobre Keynes y su obra, deslizó al respecto
el siguiente juicio: “KEYNES reveló un sentido de la importancia de la aptitud
hereditaria –de la gran verdad, para usar la frase de KARL PEARSON de que la
aptitud se manifiesta por grupos– que encaja difícilmente con el cuadro que
mucha gente ha trazado en el mundo intelectual. La inferencia obvia que se
desprende de su sociología viene reforzada por el hecho de que en sus ensayos
biográficos fue capaz de destacar el fondo ancestral con cuidado exquisito. Por
dicha razón él habría comprendido perfectamente mi pesar por no ser capaz, por
la falta de tiempo, de considerar los más remotos antecesores de KEYNES...”
(Schumpeter, 1955, p. 327).
Este trozo precede a un análisis de la personalidad de Keynes, sus planteamientos
económicos, su actuación pública y del contenido de sus obras, que también
expuso en uno de sus ensayos titulado: “Análisis de la Teoría General de Keynes”
(Schumpeter [b], 1968, p. 157) escrito diez años antes, en 1936, cuando apareció
este libro de Keynes.
José Moreno Colmenares / De Marx, Schumpeter y Keynes
143
Nacer en Cambridge en esa época del Imperio Británico, provenir de una familia con
tradición y vinculada a la universidad de ese nombre es un aval envidiable. John
Neville Keynes, su padre, era profesor en ella y su madre, intelectual, egresada también de Cambridge y dirigente local. Todas estas fueron influencias y circunstancias
sociales y educativas, que constituyeron una ventaja comparativa en quien, además,
añadió inteligencia preclara, talento superior, dedicación al estudio, espíritu competitivo, adhesión ideológica definida e inclinación temprana al quehacer político partidista. “Se afilió al Club Liberal y andando en tiempo habló muchas veces como liberal,
tanto en la Universidad como en otros sitios” (Harrod, 1958, p. 84).
Al igual que Marx y Schumpeter se forjó un saber enciclopédico, un gusto educado y sensibilidad artística, a la vez que concentró en su persona el genio de un
pensador y el temple de un hombre de acción, condición criticada por Schumpeter.
“...No era un especialista limitado que trabajase en el retiro de su torre de marfil
académica. Desempeñó como crítico y como participante, un papel muy importante y sin duda único en la vida pública de Inglaterra en el período de las dos
guerras mundiales... KEYNES era uno de los genios más brillantes y polifacéticos
de nuestro tiempo...” (Sweezy, 1968, p. 99). Además actuó en el campo privado
como profesor en la Universidad de Cambridge, hombre de negocios en el ramo
de los seguros, promotor y protector de las artes, miembro de distintas sociedades
en la universidad, de carácter literario, ideológico, económico, etc.
“En este hombre de acción hubo una presión muy grande hacia lo político que le
provenía de una aguda visión estética del orden social... escogió [concienzudamente] su perspectiva [que] se reveló acorde y apropiada para el objeto de su
predilección teórica; se reveló fructífera para la acción política que su propio
tiempo personal requería y se reveló fértil para el progreso de la ciencia” (Baptista,
1986, pp. 16 y 38).
Los estudios universitarios de Keynes en Cambridge potenciaron su formación en
matemáticas, filosofía, literatura, economía y política, además de brindarle la oportunidad de alternar con un grupo de maestros y condiscípulos de gran brillantez,
entre quienes estuvo Alfred Marshall, quien lo convirtió en su pupilo. Perteneció
a varias de las sociedades estudiantiles de debates, las cuales tenían altísimos
criterios selectivos para admitir a sus miembros.
Inteligencia, talento y sólida formación eran los requisitos de ingreso, que estaban
sujetos día a día a exigentes participaciones. Keynes fue aceptado en varias de
ellas entre las que se destacan la Decemviri, (solo diez integrantes); la Apenina
(literaria); The Society o de los Apóstoles; the Midnight Society y la Unión Liberal
(Harrod, 1958, pp. 84-99).
144
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
Mención especial merece The Society, porque el núcleo central de sus miembros
emergieron luego en el grupo de Bloomsbury, famoso en el ambiente cultural
inglés y universal, al cual también pertenecieron escritores, pintores, filósofos, etc.
Entre ellos Virginia Woolf, Lytton Strachey, Duncan Grant, Leonard Woolf, J.M.
Keynes y otros. “La sociedad incluía eminentes miembros adultos o ‘ángeles’, tales
como Russell, G.E. Moore y Alfred North Whitehead. Así mismo a pares de Keynes,
muchos de quienes más tarde alcanzarían fama en la literatura... Generalmente
los Apóstoles discutían tres tópicos: filosofía, estética y sobre ellos mismos”
(Buchholz, 1989, pp. 200-201).
En 1906 inicia la carrera de funcionario gubernamental en la oficina de la India
(1906-1908) y escribe el informe libro: Indian Currency and Finance (1913), que
le da renombre y prestigio. Se regresa a Inglaterra para ingresar en Cambridge
como fellow, será luego secretario del Consejo de Economía y Política de la Universidad. Sucesiva y también simultáneamente, desarrolló una febril actividad.
Fue director del Economics Journal, secretario de la Royal Economic Society,
miembro del Comité de Bienes del King’s College, integrante de la Comisión Real
de Finanzas, al mismo tiempo ejercía la presidencia de una importante compañía
de seguros, dirigía una compañía inversora, practicaba el periodismo, adquiría su
propio semanario, The Nation, y encaraba una actividad política como economista al servicio de su país internamente, al igual que externamente de negociador y
emisario. A todo ello se unió su participación en el diseño del sistema monetario
internacional mediante el llamado Plan Keynes.
Entre sus publicaciones están: Las consecuencias económicas de la paz (1919);
Tratado sobre probabilidad (1921); Tratado del dinero (1930); Teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero (1936), con el cual se consagra y le vale una
proyección universal en el campo de la negociación, la política económica y el
pensamiento teórico. Aparece como el gran salvador del orden capitalista, la
contrafigura de Marx. Su existencia en otra dirección y con otros propósitos, es
vivida con intensidad y pasión, al igual que su oponente ideológico a quien
formalmente ignoró y menospreció.
“En la economía ricardiana... es esencial la idea de que podemos desdeñar impunemente la función de demanda global... El gran enigma de la demanda efectiva...
se desvaneció de la literatura económica... sólo pudo vivir furtivamente disfrazada, en las regiones del bajo mundo de Carlos Marx...” (Keynes, 1970, p. 39).
“...hice un nuevo intento con C.M. leyendo la correspondencia de Marx-Engels... De
los dos, prefiero a Engels... inventaron cierto método de exposición y una manera
abominable de escribir... si me dice usted que descubrieron una clave para el rompecabezas económico, sigo sin comprender, pues no puedo descubrir en ellos
nada que no sea un afán anacrónico de controversia” (Harrod, 1958, p. 530).
José Moreno Colmenares / De Marx, Schumpeter y Keynes
145
Respecto a Schumpeter, Keynes fue olímpicamente ciego, mudo y sordo. Prácticamente nunca le citó en sus trabajos.
“A la mañana siguiente, temprano, su madre le oyó toser en su cuarto... Era otro
ataque... pero esta vez no hubo recuperación. En unos cuantos minutos todo se
acabó, sus facciones adquirieron una expresión de hermosa paz” (Harrod, 1958,
p. 739).
Paralelismos
Sus vidas junto a sus imágenes marcharon como asíntotas, correspondiéndose u
oponiéndose en el tiempo histórico, igual sus trayectorias intelectuales así como
sus obras.
Las relaciones entre sus vidas, sus trayectorias y sus obras, se realizan en la mente
de quienes los leen y estudian.
Bibliografía
Baptista Troconis, Asdrúbal, Keynes. Serie cuadernos, 7. Academia Nacional de Ciencias Económicas Caracas. 1986.
Buchholz, Todd G.,“Keynes: bon vivant as savoir” en New ideas from dead economist, an
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1965.
Harberler, Gottfried, “Joseph Alois Schumpeter, 1883-1950” en Schumpeter, científico social
(Harris, Seymour). ob. cit. 1965.
Harris, Seymour, “Notas preliminares” en Schumpeter, científico social (Harris, Seymour). ob.
cit. 1965.
Harrod, Roy Forbes, La vida de John Maynard Keynes. Fondo de Cultura Económica. México,
1958.
146
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“Carta de J.M. Keynes a George Bernard Shaw, 1° enero, 1935” en La vida de John Maynard
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producción artística (Marx-Engels). ob. cit., 1972.
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Samuelson, Paul A., “Schumpeter como profesor y teórico de la economía” en Schumpeter,
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Schumpeter, Joseph Alois, “John Maynard Keynes (1883-1946)” en Diez grandes economistas.
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Schumpeter, Joseph Alois (b), “Análisis de la teoría general de Keynes” en Ensayos. Colección
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Smithies, Arthur, Memorial: Joseph Alois Schumpeter, científico social (Harris, Seymour). ob.
cit., 1965.
Soule, George, Ideas de los grandes economistas. Compañía Fabril Editora, S.A. Buenos Aires.
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Sweezy, Paul, “John Maynard Keynes” en El presente como historia, ensayos sobre capitalismo
y socialismo. Editorial Tecnos. Madrid, 1968.
Varios autores, “Acta de la Facultad de Artes y Ciencias, Universidad de Harvard, en la reunión
del 7 de febrero de 1950” en Schumpeter, científico social (Harris, Seymour) ob. cit., 1965.
La coyuntura
La coyuntura económica
La coyuntura económica
Velázquez
Efraín J. Velázquez*
La coyuntura económica ha estado determinada por la situación del mercado
petrolero la cual se ha caracterizado por un aumento en el precio del crudo. Este
hecho ocasiona un impacto sobre las variables externas del país así como sobre la
situación financiera del Gobierno Central. Las primeras, representadas por un
importante superávit en la cuenta corriente de la balanza de pagos y al mismo
tiempo, un aumento relevante de las reservas internacionales que hace posible, a
su vez, una intervención considerable en el mercado cambiario. La segunda, por
su parte, a través de una reducción en las necesidades de financiamiento público.
La dinámica del mercado petrolero ha generado que la cesta venezolana, en
promedio, haya alcanzado un nivel superior a los US$ 25 por barril. Este comportamiento se ha mantenido a pesar de las recientes decisiones de la OPEP de
incrementar la oferta de crudo en 800.000 barriles diarios y aumentando la cuota
de Venezuela hasta alcanzar 3.018.000 barriles diarios. Esto demuestra además
que la demanda mundial de petróleo se mantiene fuerte debido a la actividad
económica mundial.
Esta tendencia ha llevado a que los ingresos petroleros hayan crecido 89,7 por
ciento en los últimos 12 meses. De manera que las exportaciones petroleras para
el año 2000 pueden alcanzar niveles superiores a los US$ 28 millardos. Por su
parte, las exportaciones no-petroleras, a pesar de los problemas de competitividad
internacional, también han mostrado un crecimiento de 31,1 por ciento debido a
* Presidente del Consejo de Economía Nacional. Profesor de la Universidad Católica
Andrés Bello.
150
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
la débil demanda interna. Las importaciones, por otra parte, han crecido a un
ritmo mayor (32,6 por ciento) debido al aumento de la actividad económica y la
sustitución en la utilización de algunas materias primas nacionales por importadas, dada la evolución de los precios relativos, que además ha estimulado la
demanda de bienes de consumo final de origen externo. En este contexto se
puede esperar un importante superávit de la cuenta corriente del orden de US$
9,5 millardos y un acervo total de reservas internacionales de US$ 19,1 millardos
para el cierre del año 2000.
Se debe mencionar que el comportamiento de las reservas internacionales no ha
sido consistente con la dinámica petrolera debido a la evolución de las importaciones, los pagos de la deuda externa, las salidas de capitales privados y los retrasos en
la recepción de los recursos petroleros en el Banco Central. Adicionalmente, las
transferencias al Fondo de Inversión para la Estabilización Macroeconómica (FIEM)
por parte de PDVSA, de los gobiernos regionales y del gobierno central han afectado también la acumulación de las reservas internacionales.
La situación petrolera, al mismo tiempo, ha provisto al Banco Central con una
amplia capacidad de intervención en el mercado cambiario. Ello ha contribuido a
moderar el ritmo de depreciación del tipo de cambio de mercado y lo ha distanciado de la paridad central. De hecho, la diferencia entre el tipo de cambio de mercado
y el correspondiente a la paridad central de la banda había alcanzado 6,5 por ciento
a finales del mes de octubre. En el caso de que se mantenga una estrategia de
intervención del mercado cambiario similar a la actual, se requerirá próximamente
una redefinición de los parámetros de dicha banda. Dadas las circunstancias vigentes, el ajuste anticipado del esquema cambiario debe ser hacia abajo.
Por otra parte, la depreciación nominal del tipo de cambio ha sido sólo 9,8 por
ciento en los últimos 12 meses (cuando la inflación ha sido 15,1 por ciento). Si se
asume una inflación internacional para Venezuela de 6 por ciento basado en los
precios de los principales socios comerciales, no ha existido una apreciación real
adicional del tipo de cambio en los últimos 12 meses. Por ello, el nivel de
sobrevaluación real que existe en la actualidad se viene manteniendo desde finales de 1998 y unida a la estrategia instrumentada por las autoridades no ha provocado apreciaciones reales adicionales.
La situación cambiaria, unida a inconvenientes de coordinación de política económica así como a los problemas administrativos de las aduanas y al contrabando, han deteriorado los niveles de competitividad industrial. Este hecho ha inducido modificaciones en la estructura sectorial y factorial del país provocando la
destrucción de empleos. Ante estas circunstancias, existe un desfase en el diseño
de propuestas específicas para enfrentar estructuralmente la apreciación del tipo
Efraín J. Velázquez / La coyuntura económica
151
de cambio, dado que la utilización de la política cambiaria no parece factible en un
dinámico contexto petrolero. Esas propuestas, para ser efectivas, deben incidir sólo
en los componentes principales que determinan los costos de producción y el
estado de resultados del sector privado, entre los cuales se pueden mencionar: la
estructura tributaria, la política comercial, la política de determinación de las tarifas
de los servicios públicos, y la política salarial y de provisiones sobre cargas sociales.
La dinámica petrolera ha hecho posible además el financiamiento de una política
fiscal expansiva. De hecho, los ingresos totales nominales del Gobierno Central
crecieron 64,3 por ciento en el primer semestre del 2000 comparado con el mismo
período del año anterior. Ello fue consecuencia de que los ingresos ordinarios
petroleros aumentaron en 233,3 por ciento (de Bs. 0,9 billones en el primer semestre de 1999 a Bs. 3 billones en el primer semestre del 2000). Los ingresos
ordinarios no-petroleros nominales, por su parte, crecieron 17,2 por ciento haciendo que los ingresos ordinarios totales (nominales) fueran 68,4 por ciento
superiores al año anterior. Adicionalmente, los ingresos extraordinarios aumentaron en 57,9 por ciento al pasar de Bs. 1,9 billones a Bs. 3 billones. Se debe
mencionar que la evolución de los ingresos extraordinarios ha sido consistente
con lo establecido en el Presupuesto del 2000 y con la evolución del stock de la
deuda pública interna.
Los gastos totales nominales también crecieron en 55 por ciento liderados por los
gastos ordinarios nominales que aumentaron en 92,5 por ciento al pasar de Bs. 4
billones en la primera mitad de 1999 a Bs. 7.7 billones en la primera mitad de 2000
y a pesar de la caída de los gastos extraordinarios en 26,3 por ciento.
Cuadro N° 1
Situación Financiera del Gobierno Central
(en Billones Bs.)
Ingresos Totales
Ordinarios
Petroleros
No-Petroleros
Extraordinarios
Gastos Totales
Ordinarios
Extraordinarios
IS00
9,4
6,4
3,0
3,4
3,0
9,1
7,7
1,4
Fuente: Banco Central de Venezuela ␣
IS99
5,7
3,8
0,9
2,9
1,9
5,9
4,0
1,9
Variación %
64,3
68,4
233,3
17,2
57,9
55,0
92,5
-26,3
Revista BCV / Vol. XIV, N° 2 / 2000
152
Debido a ese incremento en el gasto público interno, la actividad económica ha
mejorado. Sin embargo, la mejoría no ha sido tan relevante como se esperaba.
Con base en la información del Banco Central, la actividad económica interna
mejoró en 1,5 por ciento entre el primera mitad de 1999 y la primera mitad del
2000, ayudada fundamentalmente por la recuperación de la actividad no-petrolera. Dentro de ese sector sobresale la expansión de telecomunicaciones creciendo
en 19,5 por ciento, seguida por el sector comercio (5,1 por ciento), del gobierno
(4,5 por ciento) y finalmente de manufactura (2,2 por ciento). Por otra parte, los
sectores construcción y banca fueron los que mostraron una caída relevante en su
actividad.
Cuadro N° 2
Producto Interno Bruto
(en crecimiento %)
␣
PIB Total
PIB Petrolero
PIB No-Petrolero
Manufactura
Construcción
Comercio
Transporte
Comunicaciones
Banca
Servicios
Gobierno
IS00/IS99
1,5
-0,6
2,0
2,2
-8,8
5,1
3,2
19,5
-6,7
0,0
4,5
IIT00/IT00
4,9
2,1
5,3
4,2
53,5
12,9
-1,5
4,3
0,8
-0,3
12,8
IT00/IVT99
-4,9
-3,5
-5,6
-5,0
-37,8
-13,3
7,0
10,0
-2,8
1,9
2,8
Fuente: Banco Central de Venezuela
Se debe resaltar que la mejoría en la actividad económica viene caracterizada por
un estímulo esencialmente del gasto público interno y de un sector económico,
como es el de las telecomunicaciones, que se encuentra en expansión debido al
esquema de apertura planteado. En este contexto, el sector comercio crece más
rápido que el sector manufactura ocasionado por la situación de los precios relativos que afecta de manera determinante los niveles de competitividad del segundo sector. Por ello, las actividades de comercio, unidas a las de importación,
mantienen un comportamiento muy dinámico.
Efraín J. Velázquez / La coyuntura económica
153
La política fiscal además de estimular la actividad económica, en general, ha
producido importantes impactos monetarios como consecuencia de los niveles
de déficit doméstico del Gobierno Central. Sin embargo, el crecimiento de la base
monetaria, sin incluir todavía el efecto expansivo de las transferencias de las
utilidades cambiarias del Banco Central, no ha sido relevante producto de la
dinámica del mercado cambiario y la acumulación de depósitos de PDVSA en el
Banco Central. De hecho, la base monetaria nominal ha crecido en 27,2 por
ciento en los últimos 12 meses. La liquidez monetaria, por su parte, ha crecido
25,6 por ciento, durante el mismo período y demuestra que el multiplicador
monetario no ha mejorado a pesar del aumento en la actividad económica ya que
las tasas de interés se han mantenido altas, en términos reales.
Por último, el Índice de Precios para el Área Metropolitana de Caracas ha mostrado un ritmo descendente por los bajos niveles de actividad económica, la estabilidad relativa en el mercado cambiario que ha reducido las expectativas a cambios
bruscos y la fortaleza del dólar en los mercados internacionales que ha contribuido a moderar el alza en los precios al mayor de los productos importados.
Adicionalmente, la mejoría en el Índice viene de la desaceleración en el proceso
de ajuste del precio de los servicios y la reducción de la tasa del Impuesto al Valor
Agregado, entre otras razones.
A manera de conclusión, el crecimiento de la actividad económica ha sido limitado tomando en consideración el nivel de aumento del gasto público interno, dada
la estabilidad relativa de precios. Ello es el resultado de una participación rezagada del sector privado en el proceso económico. Específicamente, el proceso de
toma de decisiones privadas tanto de consumo como inversión parece mostrar un
desfase. Este comportamiento quizás pueda ser el resultado de una percepción de
incertidumbre. Dicha percepción puede estar fundamentada en la sostenibilidad
económica de mediano plazo, en general, y de la fiscal, en particular, en un
contexto de precios del petróleo más bajos.
Indicadores
Indicadores económicos
Indicadores económicos
157
INDICADORES ECONÓMICOS
Trimestres
III 00
II 00
I0
IV 99
I. ACTIVIDAD ECONÓMICA Y PRECIOS
I.1 Producto Interno Bruto (*)
a precios de 1984 (Variación Puntual) (1)
Total
Petrolero (2)
No Petrolero
Derechos de importación
3.4
4.7
2.7
5.3
2.7
0.7
2.9
19.4
1.1
(0.5)
1.2
22.1
(4.1)
(11.0)
(1.5)
5.3
(4.4)
(5.3)
(14.5)
(21.9)
(-)
(-)
(-)
(-)
(-)
(-)
(-)
(-)
(8.8)
(7.2)
(26.3)
14.8
17.6
(16.3)
46.1
(27.9)
Hierro
29.2
47.6
42.8
29.2
Acero
8.6
28.6
23.7
42.6
Aluminio
0.0
(2.8)
(2.1)
(0.5)
Energía eléctrica
5.0
4.1
2.5
1.8
3,020
1,107
1,547
2,964
1,143
1,610
2,966
1,143
1,491
2,809
1,110
1,245
198.1(*)
174.6(*)
173.1(*)
166.2(*)
207.7(*)
246.5(*)
197.3(*)
268.0(*)
178.4(*)
242.4(*)
163.4(*)
192.0
170.2
169.9
162.6
197.9
244.2
192.5
259.0
174.3
235.6
162.8
185.7
169.7
164.6
162.1
188.3
236.6
186.9
246.0
165.9
201.1
161.7
178.7
164.1
160.9
159.5
181.1
208.1
182.1
233.5
154.7
197.2
158.1
I.2 Índices de producción física de
algunas actividades (Variación Puntual) (1) (*)
Cemento (3)
Vehículos (4)
Pasajeros
Rústicos
Carga
Buses y minibuses
I.3 Producción Petrolera
(Miles de barriles diarios promedio)
Crudos
Refinados (5)
Orimulsión (Miles de Toneladas Métricas)
I.4 Precios
I.4.I Índices (promedio)
Al Consumidor (Base 1997 = 100)
General
Alimentos y bebidas no alcohólicas
Bebidas alcohólicas y tabaco
Vestido y calzado
Alquiler de vivienda
Servicios de vivienda, excepto teléfono
Equipamiento del hogar
Salud
Transporte
Comunicaciones
Esparcimiento y cultura
Continúa
Revista BCV / N° 1 / 1999
158
INDICADORES ECONÓMICOS
Continuación
Trimestres
III 00
Servicios de educación
Restaurantes y hoteles
Bienes y servicios directos
II 00
I0
IV 99
287.3(*)
212.8(*)
177.4(*)
265.3
208.4
171.3
263.6
206.6
165.6
261.6
202.4
159.7
14,743.2(*)
16,021.5(*)
11,555.6(*)
14,236.8
15,402.0
11,335.4
13,775.1
14,909.6
10,949.3
13,233.8
14,273.6
10,646.4
154.8(*)
151.5
147.2
143.1
11,619.4(*)
13,233.2(*)
11,336.5
12,982.1
11,008.2
12,510.5
10,538.7
11,998.3
15.5(*)
17.1
18.2
20.1
16.4(*)
14.0
14.2
13.0
4,491,385
6,036,862
13,409,917
4,423,310
5,772,022
12,926,142
4,349,659
5,644,028
12,524,267
4,909,822
6,096,162
12,740,836
23.69
3.02
13.98
-
24.79
3.36
15.60
-
27.21
3.92
16.03
-
28.37
4.83
16.61
8.67
II.3 Banca comercial y universal
(Millones de Bs. al cierre del período)
Cartera de créditos
Inversiones
Depósitos a la vista
Depósitos a plazo
Capital y reservas
7,110,142
2,990,179
5,185,628
3,162,131
1,983,639
6,695,351
2,647,902
4,949,631
2,911,159
2,051,002
6,263,702
2,910,337
4,635,646
2,769,380
1,844,108
6,219,954
2,297,079
4,455,337
2,431,208
1,879,152
II.4 Indicadores bursátiles
(Al cierre del período)
Índice general
Financiero
Industrial
6,863.53
10,214.78
6,436.40
7,032.68
9,380.98
6,678.38
5,495.94
8,913.33
5,062.48
5,418.01
9,098.01
4,846.63
Al Mayor (6) (Base 1984 = 100)
General
Productos nacionales
Productos importados
Al Productor (6) (Base 1997 = 100)
Manufactura privada
Insumos de la construcción (6) (Base 1984 =100)
Productor
Mayorista
I.4.2 (Variación Interanual %)
Al Consumidor
General
Al Mayor
General
II MONETARIOS Y FINANCIEROS
II.1 Agregados monetarios
(Millones de Bs. al cierre del período)
Base monetaria
M1
M2
II.2 Tasas de interés %
Seis principales Bancos
Comerciales y Universales
Préstamos
Depósitos de ahorro
Depósitos a plazo a 90 días
Instrumentos emitidos por el BCV
Continúa
Indicadores económicos
159
INDICADORES ECONÓMICOS
Continuación
Trimestres
III 00
Precios de algunas acciones (Bs.) (7)
Electricidad de Caracas
Cantv (8)
II 00
I0
IV 99
324.00
2,425.00
360.00
2,660.00
188.00
2,831.00
205.00
2,300.00
4,310
8,544
(4,234)
4,000
8,182
(4,182)
4,387
7,733
(3,346)
2,869
6,552
(3,683)
(485)
1,038
(524)
(999)
(577)
(422)
(130)
1,221
(590)
(761)
(1,027)
266
(1,360)
675
(108)
(1,927)
(1,506)
(421)
(413)
847
276
(1,536)
(1,470)
(66)
III.3 Reservas Internacionales Brutas
(Millones de US$ al cierre del período)
Banco Central de Venezuela
Fondo de Inversiones de Venezuela
Fiem (10)
20,339
16,545
896
2,898
18,234
15,094
865
2,275
16,849
14,419
724
1,706
16,037
15,164
658
215
III.4 Tipo de cambio de cierre (11)
(Bs / US$)
Compra
Venta
689.75
690.75
681.00
682.00
669.00
670.00
647.25
648.25
III SECTOR EXTERNO
III.1 Balanza comercial (Saldo en Bienes) (9)
(Millones de US$)
Saldo
Exportaciones FOB
Importaciones FOB
III.2 Cuenta capital y financiera (9)
(Millones de US$)
Inversión directa
Inversión de cartera
Otras inversiones
Activos
Pasivos
Notas:
(-) Dato no disponible
(*) Cifras provisionales
* Cifras rectificadas
(1) Total del trimestre “n” del año t / Total del mismo trimestre “n” del año t-1
(2) A partir del I Trimestre de 1999, se incorporó el registro de la actividad petrolera privada.
(3) A partir de septiembre de 1994, las estimaciones provienen del sistema de encuestas realizadas por el BCV
en el sector manufacturero privado.
(4) Cifras rectificadas con información suministrada por el Viceministerio de Producción y Comercio,
sobre unidades producidas de vehículos.
(5) Excluye mermas y consumo propio.
(6) Incluye el impuesto general a las ventas.
(7) Corresponde al precio de cierre de cada trimestre.
(8) Comenzó a cotizar sus acciones a partir del 22.11.96.
(9) Elaborada según los lineamientos de la V edición del Manual de Balanza de Pagos del FMI.
(10) Fondo de Inversión para la Estabilización Macroeconómica.
(11) La información se refiere al último día hábil del período y corresponde a la cotización utilizada para la liquidación de las
operaciones cambiarias, establecidas por el BCV con dos días hábiles de anticipación a la fecha indicada.
Información vigente al día 29/11/2000.
Autoridades
Diego Luis Castellanos E.
Presidente
Manuel Lago Rodríguez
Armando León Rojas
Domingo Maza Zavala
Jorge Giordani
(Representante del
Ejecutivo Nacional)
Administración
Diego Luis Castellanos E.
Presidente
Gastón Parra Luzardo
Primer Vicepresidente
Eddy Reyes Torres
Segundo Vicepresidente
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