Editorial C uando estábamos por cerrar este número de la Revista, falleció nuestro presidente, el doctor Arturo Azuela (México, D.F., 30 de junio de 1938-7 junio de 2012). Había tomado las riendas del scm el año 2007, y a partir de entonces le dio a nuestra institución vitalidad, dinamismo y una sólida presencia en México y en el extranjero a través de nuestras corresponsalías. Hombre versátil y carismático que llevó a cabo estudios superiores lo mismo de música que de ingeniería civil, matemáticas, historia y sociología y que dedicó gran parte de su tiempo a la literatura. Trabajador incansable y certero en los múltiples cargos administrativos que ocupó (director de la Casa del Lago, la Revista de la Universidad de México, Asuntos del Personal Académico de la unam, la Facultad de Filosofía y Letras, Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes, Revista de Bellas Artes, Fondo de Cultura Económica de España y la Asociación de Escritores de México, sólo por citar algunos). Miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, Arturo Azuela fue también merecedor de varias distinciones entre las que podemos recordar el Premio Xavier Villaurrutia, el Premio de Novela México, el Premio de Otoño Barcelona, la Presea Mariano Azuela de Jalisco, la Condecoración Andrés Bello de Venezuela, Distinción Alfonso Reyes de Madrid y la Medalla Luis Camoenes de Lisboa. Publicó en diarios y revistas mexicanos y extranjeros artículos de divulgación científica, histórica y literaria, dio clases en varias instituciones y escribió novela, cuento, crítica y ensayo. Miembro titular del Seminario de Cultura Mexicana desde 1985. Lo vimos trabajar intensamente para mejorar las condiciones de la institución. El Seminario lo recordará siempre con cariño y agradecimiento y le rendirá homenaje en diversas actividades que se darán a conocer próximamente. Este número abre, precisamente, con un texto suyo titulado La apertura hacia la universalidad: el diálogo con otras literaturas donde nos narra las influencias de “otras literaturas” en nuestros escritores, de su apertura hacia la universalidad y de diversas formas de la escritura a partir de 1945. Continua con un artículo de Aurelio de los Reyes quien analiza con detenimiento la forma en que Mariano Azuela se anticipó a su tiempo y encontró una nueva forma de expresar la experiencia revolucionaria y cómo ésta estuvo directamente ligada al cine; Sergio Fernández nos expone el valor humano y literario de La Dorotea de Lope de Vega, así como el proceso amoroso de Fernando y Dorotea y la inevitable convicción de Lope de que el tiempo sigue su curso y nada puede detenerlo. Elisa Vargas Lugo nos da a conocer en su ensayo Santa Bárbara acompañada de Santos y donantes un lienzo que se encuentra en la iglesia de Santa Bárbara Cuautitlán Izcalli compuesto por nueve pinturas que descifra con cuidado para el observador y describe no sólo a los personajes representados sino a los donantes indígenas subrayando el aspecto social de su presencia en el lienzo. Jaime Morera se ocupa de una versión sobre la vida de San Francisco de Asís a partir de una pintura que se encuentra en el convento franciscano de la ciudad de Guadalajara, nos hace ver las intrigas y fricciones entre las órdenes monásticas de la época de la Colonia, así como la posible autoría de los lienzos de dicho convento. Luis Ortiz Macedo, en su texto La ciudad prehispánica y los “calpullis”, expone la división en barrios en la época prehispánica, la urbanización de la ciudad de México-Tenochtitlán, la forma de construir las viviendas que tenían los indígenas e incluso hace mención de los propietarios de ciertos predios, así como de las problemáticas Editorial 2 de las inundaciones de la ciudad. Reproducimos un interesante artículo del fallecido Mauricio García Sainz sobre algunos procedimientos electorales, en virtud de la época de elecciones en que nos encontramos. La entrevista de este número es a la doctora Herminia Pasantes quien cuenta su labor como investigadora y recuerda los experimentos que la llevaron al descubrimiento de la función de la taurina en las neuronas. De las colecciones editoriales del Seminario hemos tomado un ameno ensayo sobre el vino publicado por el escritor Salvador Cruz en 1970. El presidente de la corresponsalía de Zaragoza, España, Enrique Gastón, reflexiona sobre una propuesta europea para formar a las personas “A lo largo de toda la vida”, para ello se remonta a la enseñanza en el pasado y va hacia el futuro en un modelo experimental que subraya los beneficios de la formación continua. Rubén Caba, de la corresponsalía de Madrid, España, hace historia en su colaboración Tertulia y bohemia de las reuniones de escritores e intelectuales en España a partir de la Restauración de Alfonso XII hasta las tertulias en casas de escritores y cafés célebres como el Gijón y el Central y la cafetería Zahara. Finalmente, puesto que este número está ilustrado con dibujos y grabados de Alberto Beltrán, hemos reproducido una espléndida semblanza hecha por el inolvidable Ernesto de la Torre Villar. Silvia Molina La apertura hacia la universalidad: el diálogo con otras literaturas Arturo Azuela Miembro Titular De la subversión a una crisis de conciencia E n busca de su propia expresión, en sus más hondas raíces, un escritor como Juan Rulfo se sentía amigo literario de muchos escritores nórdicos. A su lado estaban Knut Hamsun, Selma Lagerlöf, Ramuz o Sillampaa. Leía sus textos traducidos en Barcelona o en Buenos Aires, y en la imaginación dialogaba con ellos y los releía sin descanso. Y lo mismo acontecía, por esos mismos años de la posguerra, entre José Revueltas, Juan Carlos Onetti y los libros de William Faulkner, o la presencia de John Dos Passos en las obras de Agustín Yánez y Leopoldo Marechal. Después de tantas rupturas, del reconocimiento de la “Unidad dentro de la diversidad” de nuestra literatura –texto de Enrique Díez Canedo al ingresar a la Academia Española–, entre muchas influencias, el escritor contesta con la tendencia a enfatizar textos ambiguos, irracionales y misteriosos de la realidad para dar lugar, en muchas ocasiones, a lo absurdo como metáfora de la existencia humana. Ahora, en el umbral del siglo xxi, en perspectiva, se han aclarado muchos trasfondos. Ahora se van viendo con claridad los relieves y los primeros planos de muchos murales que integraron –en aquellos años de la posguerra– un conjunto excepcional de textos narrativos; textos que rompieron muchos linderos y dieron a conocer otras realidades, otros mundos sicológicos y otros vínculos con la naturaleza. Sorprendentes caminos del subconsciente, flujos y reflujos en constante vaivén –urbanos o rurales, mundanos o religiosos, ontológicos o lúdicos– se suman a los múltiples lenguajes del narrador omnisciente. En una década deslumbrante para nuestra narrativa, entre 1945 y 1955, nuestros mejores novelistas llevaron a cabo rupturas de muy diversa índole y experimentaron una y otra vez desde ángulos y planos muy distintos. Algunas décadas después, será reconocida por propios y ajenos. Llegan influencias de muchas partes; se leen con avidez y se discuten a Kafka y a Proust, a Huxley y a Gide, a Virginia Wolf y a William Faulkner. En este decenio, el psicoanálisis es familiar para los narradores; con originalidad, descansando muchas veces en elementos típicos o vernaculares, aprovechando las tradiciones más propias, dan lugar a una literatura imaginativa en el centro mismo de nacientes crisis y de nuevas formas de vida del hombre y de la mujer en Latinoamérica. Arturo Azuela 4 Muy atrás habían quedado los manifiestos y proclamas de las vanguardias hispanoamericanas; aquellas, entre tantas otras, de los “Contemporáneos” y los “Estridentistas” de México, la de los “Suprarealistas” del Perú, de los “Creadores Puros” de Chile, de los “Ultraístas” de Argentina o del “Grupo Minorista” de Cuba. El ensayo “¿Existe una crisis en nuestra literatura de vanguardia?” de Jorge Cuesta fue profético. No sólo habla de un medio raquítico intelectual en el México de los treinta, sino del escritor autodidacta, de los pocos ejemplos brillantes y de los escritores aislados, confusos y discutibles. Y al explicar la actitud crítica de la mayoría de los “Contemporáneos”, nos dice que su virtud común ha sido la desconfianza, la incredulidad. “Nacieron en crisis y han encontrado su destino en esa crisis: una crisis crítica”. Al explicar la soledad de una generación, en los creadores pendientes de sí mismos, su rompimiento con los auxilios exteriores, su falta de idolatría, se solidariza con ellos y los reconoce. El idólatra obedece directamente a su ídolo, no le pregunta al vecino los términos de su oración. El esclavo oye una vez la voz del amo y la sigue, y a lo que menos atiende es a la conducta de su igual; sabe que esto le acarrearía una paliza... Le roba a una generación pasada quien la continúa ciegamente. Le roba a una generación futura quien le crea un programa para que lo siga. Los revolucionarios roban a la revolución. Los nacionalistas, a la nación le roban. Los modernistas roban a la época. Los exotistas, los mexicanistas entre ellos, son ladrones de lo pintoresco. A partir de entonces, la apertura hacia la universalidad ya no tuvo enemigos de envergadura y quedaron sólo voces aisladas de nacionalismos trasnochados. El diálogo de nuestros escritores con otras literaturas quedó plenamente establecido. Aquellas lejanas preocupaciones de Andrés Bello expuestas en su Gramática (1847): “la venida de neologismos que enturbia y altera la estructura del idioma y que tiende a convertido en una multitud de dialectos irregulares, licenciosos, bárbaros, …como aquel tenebroso período de la corrupción del latín”, están muy lejos de la literatura de nuestro presente. O la falsa predicción de Rufino José Cuervo, en el prólogo de su Nastacio (1899): “estamos en vísperas de quedarnos separados como quedaron las islas del Imperio Romano; hora solemne y de honda melancolía en que se deshizo una de las mayores glorias que ha visto el mundo”. Nos encontramos, más de un siglo después, que la llamada fragmentación de nuestro idioma jamás se llevó a cabo. En nuestras literaturas, desde que nuestra lengua llegó a América, se observa la incorporación de elementos lingüísticos de cada país y la formación de una personalidad propia de cada región. Entre los ires y venires de voces locales y los acarreos de temperamentos se van creando distintos matices, tonos y diapasones en lejanas áreas geográficas. Las expresiones lingüísticas de cada región se van reafirmando, distinguiendo, y adquieren valores históricos y literarios. Las particularidades, incluidas las voces indígenas, dan lugar a una toma de conciencia. En la etapa independiente y en la reafirmación nacionalista, entre un mundo de zozobras, muchos escritores tienden a individualizarse. La tradición esta presente y aún los vanguardistas tienen que asumirla para romper con ella. Por ende, el juego de las influencias, –de un continente a otro–, entre los intercambios y los plagios inconcientes, a lo largo de un siglo y medio, forma parte de los prolegómenos de las rupturas y los desgarramientos. Hay raíces y troncos comunes, pero de una u otra manera, las ramas siguen sus propios caminos. En los últimos decenios, la mayoría de los narradores rompen con los contextos lineales, sin olvidar los temas históricos o las intrigas de las acciones en el poder político, y hacen uso del mito, de las alegorías y de las fantasías; también echan mano del humor y la parodia. Entre el creador y su realidad, funciona la ironía; los narradores investigan, analizan, hacen croquis y toman notas y van y vienen por los caminos más insólitos del mundo latinoamericano. Rompen con los argumentos y los marcos clásicos, hacen a un lado los esquemas y los modelos cartesianos, se olvidan de las abscisas y las ordenadas y, en muchas ocasiones, el lenguaje juega un papel sustancial como si fuere un personaje, un protagonista de altos vuelos. De esta constelación de narradores, al destacar al azar algunas de sus obras, de inmediato se observa que el ámbito de sus historias es amplísimo, que van desde las luchas fraticidas a los enfrentamientos de barriada, de las pasiones de cualquier arrabal a las vidas amuralladas en cualquier pueblo perdido, de las La apertura ... grandes proezas de otros siglos a las vivencias urbanas del presente; vivencias que se desarrollan en el mismo mundo del escritor, frente a sus pupilas, en sus espacios más íntimos. Si hubiese necesidad de definir esta novelística, podría decirse que en ella el hombre de Hispanoamérica no ya el paisaje, ocupa el centro de la atención, el hombre angustiosamente afanado en definir su individualidad y armonizarla con el mundo que le rodea, ásperamente dividido en sus relaciones sociales y económicas, buscando en medio de trágicas, satíricas o simplemente anecdóticas situaciones la respuesta a su necesidad de organizar la vida sobre bases de justicia social y dignidad humana; rica en tendencias –realistas, psicológica, fantástica– esta novelística responde a un estilo de vida, el de la Hispanoamérica actual, y comienza también a integrarse en un estilo literario propio e inconfundible. Además, dato extraordinario, no se trata de un grupo homogéneo de creadores ni mucho menos de una cofradía, de un cenáculo de elogios mutuos. Al paso del tiempo, el reconocimiento llega solo, sin necesidad de promoción editorial alguna. En lustros posteriores, sin la menor sombra de duda, serán reconocidas sus innovaciones técnicas, la aportación de sus lenguajes y la audacia plena de su temática. La sensibilidad del público lector debió tardar quince, veinte años –dijo José Donoso– en recorrer el camino que separa a un Mallea de un Borges, a un Ciro Alegría de un Onetti; los primeros eran los que leíamos entusiasmados entonces. Después de este largo monólogo de los escritores de América con los grandes narradores europeos del xix, de la búsqueda de paradigmas estéticos y de una transformación estilística, se afirma la primera etapa de comunicación entre escritores de España e Hispanoamérica. Atrás quedan las sombras del afrancesamiento de la transición del regionalismo al neorrealismo y de los amantes de la novela indigenista y los sociólogos de la selva o de la pampa. Al proyectarse nuestra narrativa más allá de nuestras fronteras, desde hace más de medio siglo, una sociedad que se ha desplazado hacia la urbe, después de los primeros impactos de la psiquiatría y del psicoanálisis profundo, se fortalece un pesimismo intenso, una gran incertidumbre en torno a la condición humana. Las ideologías, la religión y la sexualidad estarán en el primer plano de este proceso de rebelión y “nuestras vidas secretas” estarán presentes en las mejores novelas. 5 Arturo Azuela 6 De aquel diálogo con los libros se pasa, en muchos casos, al diálogo entre los mismos autores de un hemisferio y otro. Günter Grass se encuentra con Rulfo, Nélida Piñón habla con Carlos Fuentes, Saramago discute con Norman Mailler y García Márquez se habla de tú con Arthur Miller. Al fin se leen unos y otros y se establecen nuevos vasos comunicantes. En ferias de libro –Frankfurt, Lisboa, Barcelona, Buenos Aires, Amberes, Guadalajara, Miami, Nueva York–, en congresos de escritores, en coloquios internacionales de literatura, en encuentros temáticos, en efemérides literarias, no faltan las voces en cinco o seis idiomas. Se han leído y se han criticado, han aprendido unos de otros; el diálogo revitaliza el quehacer fundamental del creador, y se establecen los más firmes vasos comunicantes. De los localismos idiomáticos se pasa a la “nobleza” de la lengua común y un espléndido caos va dominando la situación. Sin embargo, la subliteratura se entromete por todas partes y no digamos los modelos prefabricados para la sociedad de consumo. De la generación del Medio Siglo se pasa a la del Boom y de la del Boom Junior a la del Crack y a la generación X, aunque los décretos, los bandos, las propuestas, se quedan archivados en las gavetas de académicos. Hace algunos años, el poeta español Ángel González recordaba el objeto “ojo de Dios” que llaman los indios pueblo –indios coras, nayaritas del Pacífico mexicano– a un objeto decorativo que en otro tiempo tuvo significado mágico, formado por diferentes hilos de distintos colores que, al ser distribuidos sobre un bastidor en forma de cruz, crean sorprendentes estrellas, rombos y polígonos bellísimos en su regularidad y simetría. Esos “ojos de Dios”, asegura Ángel González, esos armónicos objetos en los que la diversidad se resuelve en unidad y belleza, “me han parecido siempre, tanto por su estructura material como por su nombre, una metáfora”. Al observar sin prejuicio alguno el conjunto que forman la totalidad de las literaturas de estirpe hispánica, no nos será difícil advertir cómo, sin mengua de lo peculiar, una serie de rasgos estilísticos y de planteamientos temáticos pasan sobre la extensa geografía que ocupan los países hispano-hablantes, tiñiendo sus literaturas con coloraciones peculiares y dando forma armónica y simétrica a una literatura única, que viene a ser, agrega el mismo poeta González, “como un gran prisma prodigioso, como un enorme “ojo de Dios”, un punto de vista totalizador que facilita una determinada contemplación y ordenación del universo”. Un hecho espontáneo, casi cotidiano, como una moda de estos últimos tiempos, además del libre manejo de técnicas y de tiempos y de espacios, es que los autores se han apropiado de una especie de subversión de valores tradicionales, como si fuera una condición sine cuan non del trabajo poétivo y narrativo de nuestros días. Es importante tener una buena prosa, manejar el idioma con flexibilidad, a veces con elegancia, la más de las veces con estilete de fina ironía, pero si no existe ese afán de renovación, si el espíritu del inconformista, del rebelde, del insurgente, no es un prefabricado protagonista de su obra, el escritor ya sabe el camino que le espera: el fantasma de la reclusión, el olvido de las editoriales, la soledad del cuarto y del balcón vacíos. Esta es una de las condenas que ahora aparecen ni más ni menos que en la apertura hacia la universalidad, en este nuevo diálogo con otras literaturas. Ya no son obstáculo las voces perdurables del pasado, pero sí es un grave problema esa extraña competencia entre el exterior y la intimidad, entre los mercados impuestos por una férrea competencia editorial y esa vida aislada, solitaria, de un creador que sabe muy bien las dificultades de su obra, los laberintos para escribir unas cuantas páginas verdaderas. Hoy en día, los escritores de España y de lberoamérica han roto muchos límites y son capaces de manejar a su libre albedrío su apropiación moral, poética y filosófica del mundo. En un ambiente caótico, navegan de la crisis histórica a una crisis de conciencia y ya no discuten el ejercicio antropofágico de paradigmas internacionales. Muy atrás ha quedado la infeliz esclavitud de las pugnas generacionales, y ahora gritan su propia rebeldía y viven plenamente los temas universales y el diálogo sin tregua con escritores de los confines más lejanos. Mariano Azuela el cine y Los de abajo Aurelio de los Reyes García-Rojas Miembro Titular Antecedentes E n 1981 escribí que para dar sentido a sus imágenes literarias de la Revolución, Mariano Azuela “hubo de ordenarlas de una manera similar al montaje cinematográfico; entre su manera de hacerlo y la de los camarógrafos había poca diferencia”.1 Vuelvo a reiterarlo, con más fundamentos y sin emplear el concepto de “montaje cinematográfico” por ser una aportación de los cinematografistas soviéticos conocida en México a partir de 1931, cuando Eisenstein la dio a conocer en su artículo “Principios de la forma fílmica”.2 Cuando en 1928 se exhibió su película Octubre ni Carlos Noriega Hope ni Cube Bonifant, los críticos más enterados de los avances narrativos del cine, supieron cómo conceptualizar el montaje. A juicio del primero, la cámara era “un palpitante cerebro”, y la película “un modo intenso, rápido”, un continuo “flash” que demostraba “el talento de los grandes directores” soviéticos. “Nada de escenas en que el ojo de la cámara perdure más de medio minuto, nada de explicaciones totales. Todo es corto, infatigable, sugerente”.3 Bonifant en lugar de describir calificó de “desconcertante” la técnica de esas películas.4 Antes de usar el concepto de “montaje” se decía “edición’’, “pegadura”, “unión”. Dice Eisenstein: “los antiguos cinematografistas [...] consideraban al montaje, en cuanto a medio de mostrar algo a un espectador, simplemente como un instrumento de llana descripción que consistiese en exhibir escena tras escena como se pone en un muro ladrillo tras ladrillo”,5 y esa técnica “anticuada” la usaron en México los camarógrafos para ordenar sus “vistas en Aurelio de los Reyes, Cine y sociedad en México. 1896-1932. Vol. I 1896-1920, Vivir de sueños, México, unam, 1981, p. 126. 2 Sergei M. Eisenstein, “Los principios de la forma fílmica”, Contemporáneos, México, s/e, vol. X, núm. 36, mayo de 1931, edición facsimilar del Fondo de Cultura Económica, colección Revistas Literarias Mexicanas Modernas, p. 116. 3 Carlos Noriega Hope, “Silvestre Bonnard, Octubre, la magnífica obra de la Sovkino, ha sido una revelación de técnica cinematográfica moderna”, El Universal, domingo 9 de septiembre de 1928, 3ª sección. p. 3. 4 Cube Bonifant, “Un día”, El Universal, sábado 8 de septiembre de 1928, p. 3. 5 Eisenstein, op. cit., p. 122. 1 Aurelio de los Reyes 8 movimiento”6 de la Revolución y Mariano Azuela para ordenar sus “cuadros y escenas”, sus “vistas” literarias del mismo movimiento armado. Para unos y otro cada una de sus “vistas” era un “ladrillo” con el que construían su “muro” visual. Patrick Duffey también cree detectar una influencia del cine en la narrativa de esa novela desde el punto de vista del emplazamiento de la cámara, enfoque con el cual no estoy de acuerdo porque los planos son usuales en la literatura desde antes de la invención del cine: Con su “cámara” literaria, Azuela, en lugar de optar por el primer plano, prefiere simplemente registrar ciertas imágenes de una manera no específica. En su Descripción crea cierto tipo de nebulosidad buscando con ello no fijar en la mente del lector una imagen en primer plano mediante la especificidad verbal. Esta nebulosidad se combina con el limitado punto de vista en tercera persona que Azuela maneja tan diestramente en Los de abajo. La mayoría de las veces, Azuela describe sólo lo que es visible a los ojos de Demetrio Macías y sus hombres. Cuando Azuela describe una toma a distancia, las imágenes corresponden a la dimensión emocional, interior, de Demetrio y sus hombres.7 de las frases a partir del dinamismo cinematográfico que lo lleva a yuxtaponer frases y hacer constantes elipsis con lo cual obliga al lector a una participación más activa, soluciones antes de ser propuestas en 1921 por los estridentistas, la vanguardia mexicana, de ahí el notable valor de la obra y los elementos que permitirán su valoración en 1925. Se anticipó diez años a las innovaciones buscadas por la narrativa en México. La necesidad de comunicar sus impresiones de las cambiantes y fugaces escenas de los acontecimientos de que era testigo y actor lo llevan a buscar esas soluciones. Pragmatismo sin propuesta teórica de las vanguardias porque desconocía el futurismo y el monólogo interior de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, que tanta impresión causara pocos años después a los contemporáneos. A Proust, Azuela lo conoció posteriormente a la escritura de Los de abajo, según lo dijera en 1938: Los autores que influyeron en mis comienzos literarios, casi con exclusión de cualesquiera otros, fueron Honorato de Balzac, Emilio Zola, Flaubert, los Goncourt y Alfonso Daudet. Después de mis cuatro primeras novelas, continué escribiendo bajo la influencia de los novelistas franceses contemporáneos, hasta que mis libros se relacionaron con la Revolución. Al componer estos últimos, no creo que haya sido afectado por alguna otra influencia. Conrad y Proust han sido mis autores favoritos en años recientes; pero no creo que haya podido influir en mí el último de los mencionados, puesto que lo he leído siempre con la inalterable idea de que es único e inimitable.9 A mi juicio, lo anterior fundamenta una idea preconcebida. Inspiración La inspiración8 de Mariano Azuela en el cine y en el teatro, más que en los emplazamientos de la cámara, se encuentra en la ordenación de los cuadros y escenas, en la manera de presentar éstas como si fuese un escenario teatral, en la ruptura espacio temporal, en la fragmentación del relato, en la construcción Nombre dado a las películas. Patrick Duffey, De la pantalla al texto. La influencia del cine en la narrativa mexicana del siglo xx, México, unam-Coordinación de Humanidades, 1996, p. 28. 8 “Efecto de sentir el escritor, el orador o el artista aquel singular y eficaz estímulo que le hace producir como si fuese espontáneamente y sin esfuerzo”. Vox. Diccionario general ilustrado de la lengua española, Barcelona, Bibliograf, S. A., 1976, p. 884. Las soluciones técnicas encontradas por Mariano Azuela lo convierten en cabeza de la vanguardia literaria de aquellos años al mismo tiempo que en epílogo de la novela naturalista y romántica del siglo xix. 6 7 Mariano Azuela, “Mi deuda hacia los libros” en Páginas autobiográficas, selección de Francisco Monterde García lcazbalceta, México, Fondo de Cultura Económica, 1974, (Colección popular, núm. 134), pp. 271272. Texto publicado en inglés en la revista Book Abroad, de Norman, eua, enero de 1938, vol. 12, núm. 1, p. 26. Traducción de Francisco Monterde García Icazbaleceta. 9 Dice Azuela: “Con el nombre de ‘Cuadros y escenas de la Revolución’ he ordenado muchos apuntes recogidos al margen de los acontecimientos político-sociales desde la revolución maderista hasta la fecha [no dice cuál]”.10 Antepone “cuadro”, término usual en la estructura del documental de la Revolución, como veremos más abajo, a “escena”, término procedente de la literatura dramática, por lo que sus soluciones las encuentra tanto en el cine como en el teatro; anteponer el término “cuadro” relacionado con las “vistas” de la Revolución a escena, a mi juicio no es indicativo de una preferencia por el cine sobre el teatro como fuente de inspiración. Al referirse con mayor precisión a su sistema creativo, además de las dos palabras citadas, emplea un vocabulario referido al cine, al teatro, a la fotografía, al espectáculo precinematográfico de los panoramas del siglo xix que debió conocer al haber nacido en 1873, e incluso a los títeres, por lo que deduzco concibe a sus novelas como un espectáculo. Con el riesgo de ser excesivo, a continuación transcribo citas para apoyar dicha observación, por ser indispensables para comprender el sentido de sus soluciones cinematográficas y teatrales sugerido por el título original de la novela, Cuadros y escenas de la Revolución [...] La calidad de los estudiantes, de la casera, de su linda hija y familiares, los tipos con sus maneras, costumbres y hábitos característicos, todo lo tuve presente y la fidelidad con que pudiera captarlos y recrearlos estribaba sin duda alguna en la calidad de la cámara11 [¿fotográfica? ¿cinematográfica?] y en las dotes naturales del novicio [...].12 [...] Comienza la acción13 de la novela con una escena en la que aparece un nuevo personaje [...].14 La palabra “acción” acompañada de “cámara” las emplearon los camarógrafos para iniciar una película desde los primeros años del cine para que los actores, al igual que en el teatro M. Azuela, “Cómo escribí ‘Los de abajo’”, en ibid., p. 265. 11 Texto en cursivas mío. 12 M. Azuela, op. cit., p. 44. 13 Texto en cursivas mío. 14 M. Azuela, op. cit., p. 45. 10 Mariano Azuela, el cine... Cuadros y escenas 9 Programa 1866. José Antonio Rodríguez, El arte de las ilusiones. Espectáculos precinematográficos en México, México, Conaculta y otros, 2009, p. 137. al inicio de la puesta en escena, comenzasen a moverse y el camarógrafo a retratarlos manualmente a vuelta de manivela; con el cine sonoro se cambió a “silencio, cámara, acción” para no registrar el ruido de las primeras cámaras y de quienes estaban en el entorno de la filmación. Ahora que están presentados los personajes de esta novela, el ambiente en que se encuentran y el principio de una acción puede decirse que el autor apenas va a comenzar formalmente su trabajo. [...] infinidad de autores fracasan en cuanto se desarrolla la acción [...].15 Es posible que la frase “están presentados los personajes” la inspirase el cine de argumento de los primeros años, que Azuela debió conocer, como lo veremos más adelante en sus palabras. La primera función al público se llevó a cabo el 15 de agosto de 1896, cuando él tenía 15 Ibid, p. 50. Los dos textos en cursivas de este párrafo son míos. Aurelio de los Reyes 10 Panorama de Pompeya. F. Millingham, ¿Por qué nació el cine?, Buenos Aires, Editorial Nova, 1945. Panorama de la ciudad de México. 1823. José Antonio Rodríguez, El arte de las ilusiones. Espectáculos precinematográficos en México, México, Conaculta y otros, 2009, p. 105. Panorama pintado por Pedro Gualdi. 1842 y su explicación. Arturo Aguilar et al., El escenario urbano de Pedro Gualdi. 1808-1857, México, Conaculta y otros, 1997, p. 53. modo de pensar tanta importancia tiene en un panorama la luz como las sombras y sin estos elementos no hay cuadro [telones] no hay nada19 [...] desde que, caminando a tientas, comencé a percibir bultos, siluetas y por fin figuras de contornos precisos, me pareció que llevaba anteojos bifocales recién puestos, más bien una doble vista, que me permitía observar hombres y objetos que todo el mundo veía, pero no como yo los veía.20 [...] Ese conocimiento me fue tan precioso que en él encontré la compensación de mis obligados fracasos: el espectáculo incomparablemente interesante de la gran Comedia Humana, fuente perenne de divertimiento para cuantos nacimos con los sentidos despiertos, sin que obste el que nosotros mismos de una manera consciente o inconsciente formemos parte de la mascarada en el eterno carnaval.21 En mi pasada lectura puse de pie los personajes de la primera novela que escribí y ahora voy a exhibirlos ya en movimiento. Puede suponerse la angustia que tuvo que experimentar aquel titiritero novel sin más armas en la mano que su afición, sin conocimientos técnicos más que los que pudo adquirir como un simple espectador y su audacia para ofrecer al público su espectáculo [...].16 En este pasaje Azuela une el espectáculo cinematográfico (“exhibirlos en movimiento’’) con el de los títeres y es el que con mayor claridad nos muestra la concepción de sus novelas como un espectáculo eminentemente visual. Tenemos, pues, colocados y de pie a los personajes en el escenario. Los protagonistas ocupan el primer plano bien marcados con pelos y señales y el espectador espera.17 [...] El panorama de mi pueblo con sus gentes y su satisfacción en determinado momento con sus acontecimientos [...].18 El panorama era un espectáculo precinematográfico itinerante con grandes telones horizontales pintados, unidos por los extremos en una banda sin fin, con paisajes de poblaciones o ciudades famosas: Roma, París, México, movidos mediante una manivela para comunicar la sensación de admirar dichos paisajes sentados en un vagón del ferrocarril. Algunos panoramas agregaron objetos para dar idea de tridimensionalidad. Se me podría objetar que este trabajo tendría valor si proviniera de un novelista de alto rango, pero mi Cuadros Según el diccionario Vox entre los significados de “cuadro” se encuentra el de ser una “tela sostenida por un bastidor, tabla, cartón, etcétera, en el que hay una pintura [con una vista] y está destinado a ser colgado en una pared”, y el de ser “descripción viva y animada de un espectáculo o suceso hecha por escrito o de palabra”; “en un poema dramático, agrupación de personajes que durante algunos momentos permanecen en determinada actitud”;22 en México a fines del siglo xix era común la puesta en escena en las escuelas en fechas conmemorativas de “cuadros” patrióticos, alegorías de la libertad, la independencia o de “cuadros edificantes” alusivos a la vida de la sagrada familia: Jesús ante los doctores; José, María y Jesús como un núcleo familiar unido: mientras José trabaja la carpintería, Jesús niño juega y María hace labores domésticas, etcétera, “cuadros” moralistas con fines moralizantes y didácticos. Ibid, p. 187. M Azuela, Páginas..., p. 84. 21 lbid, p. 85. Texto en cursivas mío. 22 Vox, op. cit, p. 464. 19 Idem. Texto en cursivas mío. 17 Ibid, p. 51. Texto en cursivas mío. 18 Ibid. p. 85. 16 20 Mariano Azuela, el cine... 23 años, a Lagos, donde residía Azuela, debió llegar hacia 1897, mientras que a Guadalajara, ciudad en la que estudió la carrera de medicina, las funciones se iniciaron en 1896 al igual que en la ciudad de México. Hacia 1913 era usual presentar al inicio de no pocas películas el retrato de cada actor acompañado al pie con su nombre y el del personaje que interpretaba, para familiarizar al público que comenzaba a mostrar su simpatía hacia ellos, germen del star system, práctica que duró hasta los primeros años del cine sonoro. 11 Aurelio de los Reyes Las películas de la Revolución estaban seccionadas en partes y cuadros. Asalto y toma de Ciudad Juárez, de 1500 metros de longitud, exhibida en el Salón Parisiense el 31 de mayo de 1911, sus realizadores la dividieron en cuatro partes, como si fuesen cuatro actos de una obra teatral, y 36 cuadros, elementos tomados por los camarógrafos de las películas francesas de argumento para estructurar sus películas; a su vez los franceses parecen haberlas tomado de su tradición teatral: 12 Primera parte 1.Las conferencias de paz. 2.Palacio Nacional donde se alojaban Madero y su esposa frente a El Paso. 3.Llegada del señor Madero, padre, al campamento durante el armisticio. 4.E1 periodista Ignacio Herrerías entrevistando a Pascual Orozco. 5.Escenas en el campamento maderista. 6.Tropas revolucionarias celebrando el 5 de Mayo. 7.Escenas frente al Río Bravo. 8.Madero con los jefes y gobernadores provisionales. Segunda parte “Vista” de la toma de Ciudad Juárez. 9.Puente colgante por el cual se comunicaban los revolucionarios en El Paso. 10.Márgenes del río Bravo. 11.Fundición La Smelter en cuyo frente se encontraba el Palacio provisional. 12.Tropas americanas en la frontera. 13.Plaza y calles principales de El Paso. 14.Hotel Sheldon, alojamiento de los delegados de paz y principales jefes revolucionarios. Tercera parte 15.Revolucionarios bajando las lomas. 16.Madero en la juta de bandera. 17.Juan Sánchez Azcona pronuncia un discurso alusivo a la batalla del 5 de Mayo. 18.Jura de la bandera el 5 de Mayo. 19.Revolucionarios preparándose para la lucha. 20.Orozco, Villa y Garibaldi, dando órdenes a sus tropas. 21.El primer día de la batalla. ... del “Palacio Nacional” en Ciudad Juárez. Cada uno de los “cuadros” rompía el tiempo y el espacio, como se deduce de los títulos, fragmentando el relato: De la tienda de campaña que mostraba el “cuadro” número uno en que se llevaron a cabo “Las conferencias de paz”, se rompía el espacio y el tiempo al pasar al cuadro” número dos: “Palacio Nacional”, una casa de adobe en las afueras de Ciudad Juárez, cercana a la American Smelting Co., lo mismo sucedía al pasar al “cuadro” número tres que mostraba el recibimiento del padre de Madero en el campamento, otro espacio y otro tiempo, y así sucesivamente. Últimos sucesos de Ciudad Juárez, de 1 500 metros y 54 “cuadros”, Los últimos sucesos sangrientos de Puebla y la llegada de Madero a esa ciudad, tomada por Guillermo Becerril, hijo, estaba dividida en dos partes y 25 “cuadros”, por citar unos ejemplos. La Revolución unía, daba sentido a esos múltiples cuadros independientes entre sí para hacerlos interdependientes, no había una trama dramática o novelesca, como en la obra de Azuela. Daba el sentido a la na23 Aurelio de los Reyes, Filmografía del cine mudo mexicano. 1896-1920, México, unam, 1986, (Col. Filmografía Nacional, núm. 5), vol. I, pp. 65-67. Mariano Azuela, el cine... 22.Panorama de Ciudad Juárez y gente observando la sangrienta batalla desde las azoteas de El Paso 23.Cuarta parte 24.La esposa de Madero animando a las tropas. 25.Hotel Alberta, alojamiento de varios jefes revolucionarios. 26.La Cruz Roja americana auxiliando a los heridos federales y revolucionarios. 27.Monumento del gran reformador licenciado Benito Juárez. 28.Cañón con que se bombardeó Ciudad Juárez. 29.Vista de la cárcel donde estaban 480 prisioneros federales. 30.Interior del cuartel después del triunfo. 31.Interior de Ciudad Juárez después de la rendición del general Navarro. 32.Casas destruidas, correo, biblioteca, etcétera. 33.Estado de Ciudad Juárez después de la batalla. 34.Mexicanos y americanos recorriendo las calles de Ciudad Juárez. 35.Entrada triunfal del ejército libertador.23 13 ...de la Decena trágica. ... de la entrada de los constitucionalistas. Aurelio de los Reyes 14 rración, que por lo demás, como la de aquellos tiempos desde Viaje a Yucatán (1906) del ingeniero Salvador Toscano, respetaba la secuencia espacio-temporal de los acontecimientos, en el orden de colocación de los “cuadros” para mostrar “la verdad” “objetiva” del viaje tal vez por la educación positivista de aquellos años, pues el ingeniero Toscano, iniciador de la modalidad, había cursado el bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria, cuna y centro difusor del positivismo impuesto por Gabino Barreda en 1869. Viaje a Yucatán constaba de 12 “vistas en movimiento”, “editadas”, “pegadas” o “unidas” de la siguiente manera: 36.El general Díaz sale de México. 37.Bahía de Veracruz y el muelle. 38.Cañonero Bravo. 39.En el puerto de Progreso. 40.El general Díaz desembarca en Progreso. 41.El presidente en Mérida. 42.Vista panorámica de Mérida 43.El general Díaz visita el Instituto. 44.La señora Romero Rubio de Díaz visita la catedral del obispado. 45.El lago de la colonia de San Cosme. 46.El general Díaz sale de Mérida. 47.El presidente se despide de Yucatán.24 Desde entonces cada uno de los “cuadros” rompía el tiempo y el espacio a la vez que por la brevedad de los rollos de película sintetizaba el viaje mediante elipses o supresiones de pasajes intermedios. La película comunicaba “una idea” del viaje, como aquellos años dijera un anuncio de la película. El relato lo acompañaba una sesión de numerosas vistas fijas ordenadas cronológicamente para dar una idea más completa del viaje, que mostraba pasajes suprimidos por las elipses. La modalidad de construir ese “muro”, como Eisenstein calificaría a la película, al pegar una vista tras otra como si fueran ladrillos, impuso un relato lineal fragmentado progresivo, una crónica si por crónica entendemos “relato en el sentido del tiempo”, como lo muestra la comparación de las películas de los viajes del general Díaz con la crónica periodística de los mismos. Esa misma ruptura de tiempo y espacio la traslada Mariano Azuela a su novela, que toma forma al unir o pegar los cuadros como ladrillos, a su vez unidos por una trama novelesca, para construir su muro. El cuadro o escena primera se desarrolla en el interior de un cuarto de la “casuca” de Demetrio Macías. El siguiente en un punto alto de la pared de un cañón, que Demetrio comienza a descender después de presenciar de lejos el incendio de su casa por los federales. El tercero entre las malezas de la sierra donde durmieron los 25 hombres de Macías. Cada cuadro con su propio tiempo y múltiples espacios, con lo cual rompe la rigidez del espacio teatral y aún del cinematográfico, perceptible con claridad desde el primer cuadro, escena concebida teatralmente en un cuarto cerrado, hacia el final de la misma el espacio cerrado del cuarto lo sustituye un espacio abierto dinámico, movible conforme Demetrio se desplazaba, algo que ni el teatro ni el cine pueden lograr: Salieron juntos; ella con el niño en los brazos. Ya a la puerta se apartaron en opuesta dirección. La luna poblaba de sombras vagas la montaña. En cada risco y en cada chaparro, Demetrio seguía mirando la silueta dolorida de una mujer con su niño en los brazos. Cuando después de muchas horas de ascenso volvió los ojos, en el fondo del cañón, cerca del río, se levantaban grandes llamaradas. Su casa ardía...25 Narración siempre hacia adelante en el orden de los acontecimientos, como en el documental de la Revolución. A su vez cada frase contiene una gran visualidad: en las primeras dos imágenes: “salieron juntos”; “ella con el niño en los brazos”. La segunda, tres: “ya a la puerta”, “se apartaron” y “en opuesta dirección”. La tercera, igualmente tres: “la luna”, “poblaba de sombras vagas” “la montaña”. La cuarta, cuatro: “en cada risco”, “y en cada chaparro”, “Demetrio seguía mirando”, “la silueta dolorida de una mujer con su niño en los brazos”. A la imaginación del lector queda el retrato físico de los personajes, su expresión facial y corporal en un momento de crisis; el rostro del niño; la indumentaria, lo mismo 25 24 Ibid, p. 35. Mariano Azuela, Los de abajo, edición de Jorge Rufinelli, impreso en Madrid para la Colección Archivos patrocinada por la unesco, 1988, núm. 5, p. 6,7. Mariano Azuela, el cine... la montaña, los riscos, los chaparros, las sombras, la luna ¿llena? ¿menguante? ¿creciente?, luna de cualquier forma menos luna nueva. ¿Cuál era la expresión corporal de Demetrio al mirar? ¿Cuál la de su rostro? ¿Cómo sería su respiración? Las constantes elipses entre cuadro y cuadro, entre frase y frase o en una misma frase dan una gran velocidad al ritmo de la novela, similar al dinamismo cinematográfico porque: ¿Cuál fue la dirección que tomó Demetrio Macías? ¿Qué ocurrió, cómo llegó desde la puerta de su casa a la montaña? ¿Desde dónde contempló el incendio de su casa? Por las elipses y ausencia de descripción todo queda a la imaginación del lector. 15 Vistas Un “cuadro” cinematográfico de la Revolución podía contener una o varias “vistas en movimiento”,26 como se les llamaba entonces a las películas en oposición a las “vistas, fijas” o fotografías, de donde el cine hereda dicha palabra. “Vista” tiene su semántica. Dice Claudia Negrete Álvarez que detrás de esa palabra: [...] existe un proceso histórico visual de larga duración. Su origen ideológico-formal se remonta al siglo xvii, a los tiempos de la Ilustración. Dicho proceso persiste a través de diversas técnicas de representación visual a través del siglo xix, para llegar al xx sin memoria de su origen. [... ]27 Aunque nuestros empresarioscamarógrafos no tuviesen una educación visual formal, estaban educados en las representaciones visuales de su tiempo. Todos habían nacido hacia el último tercio del siglo xix y estaban culturalmente inmersos en las formas de la pintura, la litografía y la fotografía decimonónicas. Esta influencia se percibe en la manera de definir el espacio cinematográfico a través del encuadre, en la persistencia del Una vista podía durar cerca de diez minutos, la longitud de un rollo de duración. Eran “planos-secuencia”, como en las películas de Mélies. 27 Claudia Negrete Álvarez, “Historias narradas con luz. Tres décadas de labor cinefotográfica de Alex Phillips. (1921-1941)”, México, tesis doctoral, Facultad de Filosofía y Letras, unam, 2009, p. 47. Profundidad de campo en las vistas de la Revolución Profundidad de campo a pesar del polvo. 26 Revolución orozquista de marzo de 1912. Aurelio de los Reyes plano general. Es decir, el encuadre que predomina es el más abierto (que en terminología cinematográfica se denomina plano general o long shot), donde conviven varios planos en foco, es decir, se trata de imágenes de gran profundidad de campo. Este tipo de encuadres se hacían en espacios abiertos [...] La clave está [...] en la terminología utilizada: a estos fragmentos o cortos iniciales se les denominó “vistas”, concepto que se utilizó en la fotografía, en la litografía, en los espectáculos visuales del siglo (como en la linterna mágica, el diorama, el panorama) y en la pintura de paisaje urbano del siglo xviii. El nexo no sólo sería lingüístico, sino también formal.28 16 Mariano Azuela se auxilió de los conceptos de “vistas” implícito en los “cuadros” y “escenas” seguramente por la fugacidad de los acontecimientos del espectáculo de la Revolución, un episodio más de la comedia humana balzaquiana en la que, además de actor tenía la dualidad de ser espectador. Nada era igual de un día a otro, de un momento a otro, como se percibe en su novela que comunica el mismo dinamismo de una película; le urgía fijarlos, congelarlos con palabras de la misma manera que las cámaras (fotográfica o cinematográfica) las fijaba en papel o celuloide. Desde el principio sus actores entran en acción, en movimiento, sin previa descripción, como si estuviesen en un escenario teatral y el lector fuese espectador, como él mismo lo aclara en una de las citas de sus textos párrafos arriba: ——Te digo que no es un animal... Oye cómo ladra el Palomo... Debe ser algún cristiano. La mujer fijaba sus pupilas en la oscuridad de la sierra. ——¿Y que fueran siendo federales?– repuso un hombre que, en cuclillas, yantaba en un rincón, una cazuela en la diestra y tres tortillas en taco en la otra mano. La mujer no le contestó; sus sentidos estaban puestos fuera de la casuca. ——Se oyó un ruido de pezuñas en el pedregal cercano y el Palomo ladró con más rabia.29 28 29 Ibid, p. 48. M. Azuela, Los de..., op. cit., p. 3. Los de abajo, como el subtítulo primitivo lo indicaba, es una serie de cuadros y escenas de la revolución constitucionalista, débilmente atados por un hilo novelesco. Podría decir que este libro se hizo solo [igual que las películas] y que mi labor consistió en coleccionar [vistas de] tipos, gestos, paisajes y sucedidos, si mi imaginación [apoyada en el cine y en el teatro] no me hubiese ayudado a ordenarlos y presentarlos [pegados como ladrillos, diría Eisenstein] con los relieves y el colorido mayor que me fue dable.30 Llama la atención la frase “débilmente atados por un hilo novelesco”, porque sus “cuadros” de la Revolución “pegados” en la novela están fuertemente atados por la trama novelesca de la figura de Demetrio Macías, mientras que a los “cuadros” de las películas de la Revolución no los ata ninguna trama, como se dijo, porque los une la misma Revolución, pero tanto las películas de esa época como la novela unen, pegan o editan los “cuadros” de la Revolución en orden sucesivo, como ladrillos uno tras otro en un muro en construcción, valga la obsesiva reiteración. No extraña la inspiración cinematográfica de Mariano Azuela porque: [...] el cine fue uno de los hallazgos más venturosos, más que por lo que en sus comienzos daba por lo mucho que prometía. Cuando pasados sus primeros balbuceos comenzaron las tímidas y torpes tentativas de hacer drama o comedia y aparecieron actores y actrices de relieve en ostensibles intentos de hacer teatro, me regocijé en lo más íntimo de mi alma: renació mi vieja y ya casi olvidada afición al teatro verdadero y a los verdaderos actores.31 Nacido en 1873, Azuela testificó las primeras funciones que debió haber en Lagos, su ciudad natal, hacia 1897 y 1898, de la misma manera que las hubo en Aguascalientes y Zacatecas en esas fechas, ciudades ubicadas en la misma línea ferrocarrilera. De acuerdo al párrafo anterior, se interesó en el cine cuando las películas mostraron actores notables, sin duda se refiere al film d’art Pathé, iniciado en 1908 con El asesinato del duque de Guisa, coloreada y actuada por actores de la Comedia Francesa, como todas las de esa serie, acompañada de música que Saint Saens escribió expresamente para la película, fabricada para atraer a la burguesía francesa, reacia al cinematógrafo. Lo reitera más adelante “[...] mi regocijo no tuvo límites y mi afición al cine nació con entusiasmo desde que comenzaron a aparecer obras y actores de calidad”.32 Aunque confiesa su “[...] preferencia incondicional por el cine extranjero del que desde sus orígenes hasta la fecha sigo siendo fiel devoto”,33 es posible que haya asistido a las “vistas en movimiento” de la Revolución que comenzaron a “fijar” los acontecimientos desde la toma de Ciudad Juárez, exhibidas en la Ciudad de México y con seguridad en Guadalajara y en ciudades del interior donde debió presenciarlas. Ibid, pp. 215,216. Ibid, p. 219. 33 Ibid, p. 215. 31 32 30 M. Azuela, Páginas..., op. cit., p. 123. Mariano Azuela, el cine... La velocidad con que se sucedían los acontecimientos le hizo acudir a la experiencia de los “cuadros” y de las “escenas” del documental de la Revolución. El dinamismo de los sucesos, hacía que las películas mexicanas de aquellos años se hiciesen solas, se puede decir, al no haber guión previo porque la idea de los camarógrafos consistía en fijar la fugacidad y ordenar los hechos históricos según su secuencia para comunicar una idea de ellos. Mientras “pegaran”, “unieran” o “editaran” más “vistas en movimiento” o “ladrillos en un muro” más amplia sería la idea que comunicaran, lejos estaban de la idea de “montaje”, llegando al reportaje visual al abordar un solo hecho desde diversos puntos de vista. Pegaban un cuadro tras otro, sin flash backs, siempre en el sentido del tiempo, como crónica o reportaje visual. Pero al mismo tiempo debían hacer una síntesis por la característica del rollo de película y los tiempos convencionales de la duración en pantalla, pese a que las películas de la Revolución fueron excepcionalmente largas para su tiempo, alguna duró tres horas, superior a la duración promedio de la película más extensa de aquellos años, “Marco Antonio y Cleopatra” (1912, Enrico Guazzoni) tres cuartos hora. Repite Mariano Azuela: 17 Aurelio de los Reyes 18 Escenas vantándolo a dos manos, bebió agua a borbotones. Luego se puso de pie. —— Tu rifle está bajo del petate– pronunció ella en voz baja. El cuartito se alumbraba por una mecha de sebo. En un rincón descansaban un yugo, un arado, un otate y otros aperos de labranza, del techo pendían cuerdas sosteniendo un viejo molde de adobes, que servía de cama, y sobre mantas y desteñidas hilachas dormía un niño.37 Según el mencionado diccionario Vox, entre los significados de “escena” se encuentra el de “cada una de las partes en que se divide un acto [de una obra teatral], determinada por la entrada o salida de uno o más personajes”.34 En el teatro francés e inglés era usual dividir cada acto en varias escenas. No extraña que Azuela use dicha palabra al confesar su afición al teatro, de la misma manera que confesó su afición al cine. Por el teatro [...] dejaba el circo, las carreras y hasta las corridas de toros. Más tarde, estudiante en Guadalajara, raro fue el domingo en que, a las cuatro de la tarde, no ocupara mi asiento en primera fila de palcos segundos. Felices días aquellos en que por veinticinco centavos se asistía a una función monstruo de prólogo y doce actos, invariablemente terminada con un sainete que nos refrescara la encerrona de seis horas y nos permitiera un sueño sin pesadillas.35 El “cuadro” inicial de la primera parte de la novela Los de abajo cumple cabalmente las palabras de Azuela: Tenemos, pues, colocados y de pie a los personajes en el escenario. Los protagonistas ocupan el primer plano bien marcados con pelos y señales y el espectador espera:”36 —— Te digo que no es un animal... Oye cómo ladra el Palomo... Debe ser algún cristiano… La mujer fijaba sus pupilas en la oscuridad de la sierra. —— ¿Y que fueran siendo federales? –repuso un hombre que, en cuclillas, yantaba en un rincón, una cazuela en la diestra y tres tortillas en taco en la otra mano. La mujer no le contestó; sus sentidos estaban puestos fuera de la casuca. —— Sería bueno que por sí o por no te escondieras, Demetrio. El hombre, sin alterarse, acabó de comer; se acercó un cántaro y, le- El espacio, un cuarto cerrado, remite a un escenario teatral, lo mismo que los diálogos porque el cine era mudo, con ellos Azuela se olvida de la solución cinematográfica para apoyarse en una solución teatral, haciendo que ambos apoyos, el teatral y el cinematográfico, sean interdependientes y no permitan un deslinde preciso; no es posible detectar el comienzo o el fin de uno u otro. De entrada parece no haber luz en la escena, como si los personajes (actores) hablaran en la oscuridad y sólo después de mencionar la mecha de sebo, Azuela describe el interior del cuarto, como si en ese momento se encendiese una luz en el escenario, de esa manera están fuertemente atadas las influencias teatral y cinematográfica a través del concepto de “cuadro”, porque es un cuadro, una escena de la Revolución el que nos presenta en un escenario teatral. Conclusión La búsqueda de caminos para comunicar sus impresiones sobre la Revolución, contribuyó a que Mariano Azuela se anticipara a su tiempo en la renovación literaria, porque, como diría César Vallejo 11 años después de la publicación inicial de Los de abajo en 1915, al referirse a la renovación de la novela en el Perú, situación similar a la de México, “muchas veces las voces nuevas pueden faltar, muchas veces un poema no dice ‘cinema’, poseyendo no obstante, la emoción cinemática, de manera obscura y tácita, pero efectiva y humana”.38 M. Azuela, Los de..., p. 3. César Vallejo, “Poesía nueva”, Favorables París Poema, julio de 1926, citado por María Chiara D’Argenio, ponencia “Arquitectos de imágenes y constructores de la nación: modernidad, escritura ‘nueva’ y cine mudo en 37 38 Vox, op. cit., p. 663. M. Azuela, Páginas… , op. cit., p. 216. 36 Ibid, p. 51. Subrayados míos. 34 35 Referencias AGUILAR OCHOA, Arturo, El escenario urbano de Pedro Gualdi. 1808-1857, México, Conaculta y otros, 1997. AZUELA, Mariano, Los de abajo, edición de Jorge Ruffinelli, impreso en Madrid para la colección Archivos patrocinada por la unesco, 1988. ——, Páginas autobiográficas, selección de Francisco Monterde García Icazbalceta, México, Fondo de Cultura Económica, 1974. (Colección popular, núm. 134). BONIFANT, Cube, Luz Alba, “Un día”, El Universal, sábado 8 de septiembre de 1928, p. 3. D’ ARGENIO, Chiara, “Arquitectos de imágenes y constructores de la nación: modernidad, escritura ‘nueva’ y cine mudo en Perú”, ponencia presentada en el Primer Coloquio de Cine Mudo Iberoamericano organizado por el Instituto de Investigaciones Estéticas, México, 21 de abril de 2010. DUFFEY, Patrick, De la pantalla al texto. La influencia en la narrativa mexicana del siglo xx, México, unam, 1996. 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Allá la Primera Guerra Mundial cuestionó los valores y acá la Revolución Mexicana; ambos fenómenos cataclísmicos contribuyeron a la búsqueda de nuevos caminos para la renovación de la literatura, entre los cuales estuvo, sin duda, el cine porque el proceso de su valoración como arte, iniciado por la vanguardia europea en 1911 con la publicación del manifiesto de Ricciotto Canudo “Hacia una sesta arte”, adquiere en los años veinte una fuerza extraordinaria como un arte “nuevo” carente de tradición. Proceso compartido en México, sobre todo por la revista El Universal Ilustrado, cuyo director, Carlos Noriega Hope, estuvo en Hollywood en 1919 y regresó fascinado por la magia del cine, además de estar enterado de los debates en Europa y dispuesto a que de la misma manera que había un “renacimiento” de la pintura, lo hubiese en la literatura a partir de la búsqueda de nuevas formas, para lo cual organizó concursos de cuentos y novelas cortas en la revista que dirigió a partir de 1920, fuertemente influido por los estridentistas, cuyo primer manifiesto de 1921 hizo un llamado para destruir la inercia en el arte, incluida la literatura. 19 Basora n esta nueva rigidez del aire se detienen los cuerpos y las horas. E Nada transita y en la madrugada nada se escucha. Está desierto el día y no hay risas ni pájaros ni cantos. A lo lejos, las torres de un Bizancio que era y no era la ciudad de siempre, borraban sus perfiles en la niebla rojiza y enemiga. Pero nada se mueve, no se escuchan los gritos de soldados vencedores ni el lamento sin fin de la derrota. Sólo el rígido viento. Las llamas arden pero no iluminan. La noche es turbia y en silencio pasan los hijos de un verano sin sonidos, de un principio de otoño acogotado. De lo que nos dijeron poco es cierto: una aurora del mar, la luz violácea, los besos en la tarde y las caricias que nos dio la vida. El fuego va acabando y no sentimos el prudente calor de su rescoldo. No agita el aire las banderas rotas. En el silencio de la nueva aurora sabemos que la apuesta está perdida. Hugo Gutiérrez Vega ¡El amor imaginado! 1 Sergio Fernández Miembro Honorario C on recelo, no sin cierto desgano, se acerca el lector moderno a la voluminosa obra (teatro para ser leído) en cinco actos, escrita por el poeta en 1588, no publicada sino cuarenta y cuatro años más tarde. Bien conocida por el nombre La Dorotea, es raro aquel que hoy día la lee completamente, ya que otras son las obras que de Lope de Vega continúan en boga. Se sospecha que el autor, en una especie de introducción al libro (que firma un tal Francisco López de Aguilar), se vale de este truco para hacer el elogio del mismo, asegurando que cumple el propósito que ha perseguido. Pero, ¿cuál es, según tal opinión, el valor y la meta conseguidos? El de aventajar, con mucho, a otras producciones antiguas y modernas; el que en La Dorotea, vivas, se levanten las pasiones de los amantes, “los trazos de una tercera, la hipocresía de una madre interesable, la pretensión de un rico, la fuerza del oro, el estilo de los criados; y para el justo ejemplo, la fatiga de todos en la diversidad de sus pensamientos, porque conozcan los que aman con el apetito y no con la razón qué fin tiene la vanidad de sus deleites y la vilísima ocupación de sus engaños... porque cuantos escriben de amor enseñan cómo se ha de huir, no cómo se ha de imitar; porque este género de voluntad... no tiene modo, ni modestia, ni consejo”. El libro, como todos los libros, tácita o explícitamente contiene una enseñanza. Si hemos de creer en Lope, es ella el castigo de la vanidad, el escarmiento del apetito y la exaltación de la razón, aun cuando veremos que lo que le importa, medularmente, es otra cosa y no una moral en primer plano. Por eso en estas páginas introductorias quedamos asombrados no ante la meta, no frente al propósito, sino ante el contenido: la “variedad” –ya lo dice claramente López de Aguilar “amigo” del poeta– del pensamiento. Pocas obras tan sutiles, tan matizadas, tan complejas, como esta vieja pero actual Dorotea de Lope. Apasionante, inmisericorde, inagotable como documento humano, que muestra en un eje principal y directo, la variedad del pensamiento del ser y su incógnita. ¿Qué causa, qué origen, qué motor primario hacen al hombre impenetrable en muchos aspectos de su existencia? ¿A qué se debe que esté sujeto a cambios ontológicos tan sorprendentes? ¿Por qué el amor –misterio en el misterio que es el hombre– lo desorbita, haciéndolo saltar sus propias barreras, y lo aleja de si mismo, para luego formarle un ambiente caótico que lo desvía de la ruta de vida razonable? 1 La primera versión fue publicada en Universidad de México, vol. X, núm. 2, México, octubre de 1955. Sergio Fernández 22 Diseño del escultor y pintor Gilberto Aceves Navarro. Marco hay en La Dorotea, y no estrecho, para que estas interrogantes se desplieguen como posibilidades y realizaciones. Nada debe, pues, extrañarnos en un panorama tan ricamente presentado, como no sea la fecha en que se escribió, pues La Dorotea es uno de los primeros intentos literarios de rastrear en el ser humano con una conciencia distinta: la que permite una mente moderna en muchos aspectos, con una penetración psicológica adecuada. Son varios y variados los personajes que intervienen en la trama misma: algunos abstractos, como la fama; otros, de igual naturaleza y directamente tomados de los griegos, son los coros del amor, del interés, de los celos, de la venganza y el ejemplo. Pero junto a ellos aparecen Dorotea y Fernando, los amantes; Gerarda, la alcahueta, descendiente de la demoníaca Celestina; otros completarán, después, el juego humano que aquí se ventila. Don Bela, el rico indiano enamorado de Dorotea; Marfisa, amante desdeñada por Fernando y los secundarios o incidentales, puente de unión entre el pensamiento de los grandes personajes del libro y el lector. La Dorotea está escrita en prosa. Un gusto incontenible por el diálogo hace a Lope llenar múltiples páginas, no todas, por desgracia, felices. Pero en esa maraña fecunda de giros formales se encuentran no sólo extraordinarios diálogos que alcanzan una cumbre dentro de la prosa de la época, sino también, intercalados en ellos, poemas de una categoría estética innegable. El sabor popular que Lope imprime a una gran parte de sus producciones está presente aquí, combinando con la tendencia –o tendencias– barroca de la época, que hace a la obra ser algo así como un continente de los más variados gustos literarios del tiempo. Solamente Lope, con su indiscutible genio dramático, es capaz de resumir en sí mismo como lo hace en La Dorotea, tan variados climas de estilo. lo llaman y lo complementan: su amistad con Marfisa (antigua amante suya) a la que si no abandona del todo es porque la necesita; están, además, el gusto por la poesía y los viajes: la imaginación. Pero Fernando, por su parte, vive también en zozobra constante. Quiere a Dorotea porque “lo ha subido a los ojos”, porque ellos emanan lo mismo felicidad que tristeza, dulzura que aborrecimiento, calma que violencia. La quiere porque desconfía de sus lágrimas y sabe que sus gustos pueden mentir; la quiere porque está hechizado, porque los “regalos” que de ella recibe lo aseguran; lo hace confiado a sus favores y lo enloquecen los celos. La quiere por sensual, por tierna, por apasionada. Porque no ha acabado de entregarse nunca; porque en esta falta de entrega está el atractivo del amor. Teme perder a Dorotea –o mejor dicho lo que tiene de ella– porque don Bela, asiduamente, la persigue, valiéndose de Gerarda, la vieja comadre; se angustia cuando piensa en la posibilidad de que, de Indias, regrese el esposo. Por lo que se ve, ambos tienen su juego y ponen en él todas sus cartas. En ellos se cuenta con la “variedad del pensamiento”, con los cambios espirituales, con el análisis de las circunstancias y las introspecciones. Ha habido, quizás, un enamoramiento repentino, pero cinco años de trato han hecho que las relaciones se maticen. Se aman los amantes y, justamente por ello, saben que el amor es una enemistad de la que no pueden apartarse porque, paradójicamente, la separación les produce una mortal asfixia. El ciclo, no cabe duda, es “fatigoso”, Lope lo conoce a perfección: el amor es infinito y mayor en su precipitación al vacío mientras más grande ha sido la cima escalada. Un desengaño violento y amargo aparece en la obra desde el primer momento. Por eso, a resultas de ello, Fernando se consuela a sí mismo, diciendo: A mis soledades voy de mis soledades vengo porque para andar conmigo me bastan mis pensamientos aun cuando los dos últimos versos encierren, en su presunta soberbia, sólo una ironía a la soledad. Dorotea lucha porque ama, pero en ella el amor no es ciego. Animan a la ambiciosa varios factores: por una parte el saberse casada; la idea de tener un esposo, aunque lejano, la tranquiliza. Pero por la otra la alimenta verse cortejada y el juego que tiene con don Bela (“el caballero indiano [que] bebe los vientos desde que la vio en los toros las fiestas pasadas”) es sutil y engañoso. Por eso cuando la van a ver, ella dice que se siente tan nerviosa, tan fuertemente impresionada por su presencia, que “el corazón no haya lugar en qué afirmarse”. Con esta actitud logra dos cosas: sentirse segura de sí misma al saberse deseada y no entregarse (o por lo menos no hacerse ver que se ha entregado) plenamente al joven estudiante. Así retiene a Fernando, pues éste, insaciado, jamás podrá evadirse del vértigo amoroso que lo apasiona. Fernando, por su parte, abusando del amor que por él siente Marfisa, saca el mejor provecho. Acepta ayuda –joyas o dinero– cada vez que su precario estado lo requiere. Tal cosa le permite una facilidad de movimientos al propio tiempo que la relación en sí lo respalda, espiritualmente, frente a Dorotea: hay alguien que lo quiere, no se encuentra solo. Están los dos en igualdad de circunstancias. El engranaje es complicado y cuando, por malos entendimientos, se separan y Fernando, parte de Madrid a Sevilla, el disparadero y las reacciones de los dos es sorprendente y extraordinario. Dorotea intenta suicidarse, aunque ¡El amor imaginado! Más al hablar de los amores de Dorotea con Fernando, de las hechicerías de la alcahueta, del carácter de la obra en general, nos viene enseguida a la mente La Celestina. No es ninguna novedad la comparación; sin embargo, el efectuarla se impone ya que entre las dos producciones dramáticas ha sucedido algo tan fundamental en el trato de temas amorosos, que vale la pena reflexionar, sobre la naturaleza de su cambio. Fernando de Rojas, enfoca el amor de Calixto y Melibea en una sola dimensión y son varios los factores que concurren para ello. Primeramente la extrema juventud de los amantes, su irreflexibilidad; luego el tiempo. No lo hay, no lo tienen para pensar en hacer planes; les falta para vivir la pasión a la que se han entregado; es corto cuando, juntos, se olvidan del mundo. El amor de Calixto y Melibea no ofrece trayectorias; sólo hay principio y fin, entrega y muerte; no tonos intermedios. Y Lope, sin duda inspirado en Fernando de Rojas, presenta personajes en cierto sentido semejantes a Celestina y a los amantes de la tragicomedia desde un punto de vista dramático. Sin embargo, las condiciones ambientales, tanto como las otras, de índole espiritual, varían, considerablemente, pues, además de que desde el principio de la trama de Dorotea y Fernando –el amor– es correspondido; aquélla no es tan joven ni tan inexperta como Melibea. Casada, ha permanecido lejos del marido –que se halla en Indias–, y encontrado a Fernando, con quien tiene amores desde hace ya cinco años. Estas circunstancias, la colocan en un plan distinto. Sabe lo que es, lo que tiene y lo que expone; conoce de cierto la índole engañosa y mutable de los sentimientos humanos y está al acecho. Comprende que Fernando no le pertenece por entero pues tiene muchas más cosas en la vida que 23 Sergio Fernández 24 sospechamos que, si no consigue la muerte, lo hace más bien para darse a sí misma una satisfacción y no realmente porque quiera dejar de vivir. En esta forma –si bien peligrosa– queda ante sus propios ojos limpia de toda responsabilidad: la de haber alejado, la de no haber podido doblegar la voluntad de Fernando –es una forma de chantar. Y Dorotea, como es natural, lo extraña, pero no hace nada para hacerlo volver. Persiste, por su parte, en el coqueteo con don Bela y hasta se llega a hablar de un posible entendimiento con él. Gerarda pone todo su empeño en tal unión, pues ¿para qué pierde su tiempo, la belleza y la juventud con un pobre estudiante? Si al menos tuviera dinero... Claro es que si Dorotea se sostiene es porque se sabe amada. Segura de sí misma opina que: “Fernando me quiso en Madrid y me querrá en Sevilla, y si se le olvidare, yo le enviaré allá mi alma que se lo recuerde”. Sabe, intuitivamente, que su sola ausencia inflamará la pasión de Fernando y espera. Sin embargo, la paciencia tiene siempre su límite y llega el momento en que se decide a escribirle. Para fortuna suya, es entonces cuando sabe que Fernando ha regresado y con habilidad y cazurro aplomo decide cortar el impulso: “detente, amor; que pues Fernando se viene, mejor es fingir descuido que mostrar cuidado”. ¡Qué lejos estamos ya de Melibea! Mientras ésta se rinde por la intervención de Celestina, Dorotea sucumbirá por sí misma, por lo indómito de su amor. La naturaleza de Dorotea está, pues, condicionada por las relaciones que tiene con su amante y su marido. Es una con Don Bela; otra –totalmente distinta– con Fernando. Sabe tender hilos, trampas; persigue sin hacerlo notar y al mismo tiempo se hace perseguir. Sin embargo, y desgraciadamente para ella, Fernando también ha salido de las manos de Lope de Vega y el enemigo, por lo tanto, es digno de la astuta, de la ambiciosa, de la inconforme amante. Destrozado, tratando de olvidar un amor que lo enloquece, ha pretendido huir de sí mismo, más que Dorotea, a Sevilla. Fernando se va para intentar apoderarse de ese antiguo ser que ha perdido. Pero la ausencia de Dorotea lo llaga, y regresa sin poderlo evitar. Nada –aunque sea triste confesarlo– ha servido para tan espantoso mal. ¿O no es acaso terrible eso que es “una infección de la sangre, que, como fascinación metida en las entrañas, permanece oprimiendo el corazón con aquél grave cuidado, porque de él pasa a las venas, de las venas a los miembros, y hasta que del todo se templa, es imposible que cese la inquietud”? El viaje, Sevilla, la morena de ojos inquietantes, todo, en una palabra, como un conjuro mágico, queda convertido para Fernando en Dorotea. Lo que no sabe aún es que esa Dorotea es otra, distinta a la que él ha dejado en Madrid. Con la distancia, los labios, los ojos y la piel de la amada se transforman, se embellecen hasta el ideal, se truecan hasta el disparate. Con la distancia Dorotea sufre tal mutación que acaba por dejar de ser ella para convertirse en otra, imaginaria, perfecta, maravillosa, que si existe, es gracias a que la conforman las mejores vivencias que emanan de Fernando. Dorotea deja de ser realidad para resultar realidad poética, que, si bien nutre al amante, no acaba nunca de satisfacerlo. El retorno se hace inevitable e inevitable, igualmente, la desgracia. Se trata ahora de ensamblar realidades; se intenta poner a ambas Doroteas juntas y fusionarlas. El encuentro de los amantes –en el Paseo de San Jerónimo en Madrid– es una escena estructurada simbólicamente. Fernando, al hablar con Dorotea y su criada (desconoce la identidad de aquella, ya que está cubierta la cara por un velo) descubre a las desconocidas, en un arrebato inesperado de sinceridad, su violento amor por la hija de Teodora. Es decir, frente al misterio –el amor “velado”, encubierto– la pasión se desboca impetuosa. Pero Dorotea a su vez se descubre, se “quita el velo” del amor. Y por ese solo hecho la “descristalización” amorosa se presenta en Fernando. Al verla entregada, sumisa, arrepentida; al saber que odia a su madre por separarla de él; que no quiere al indiano; que es suya, que no hay barreras, que todo su contenido espiritual y afectivo a él pertenece; al ver esto, Fernando deja de quererla. Y lo que sucede es que no ha podido fundir a las dos Doroteas en una sola. Al dejarla, acosado por celos y deseos de venganza, ambos factores acrecentaron el amor. La desorbitación de la imaginada mujer mató a la otra y entonces con cruel y minucioso relato describe Fernando este proceso suyo que fue engaño: “no me pareció que era tan hermosa, no tan graciosa, no tan bien entendida; y como quién para que una cosa se limpie la baña de agua, así lo quedé yo en sus lágrimas de mis deseos. Lo que me abrasaba era pensar que estaba enamorada de don Bela; lo que me quitaba el juicio era imaginar la conformidad de sus voluntades Oh gusto de amor traidores sueños ligeros y vanos, gozados, siempre pequeños, y grandes, imaginados. Aquí, a diferencia de la Celestina, sí sabemos qué piensan uno de otro los amantes pues los procesos interiores se ventilan y los personajes están vistos a través de una lente que los hace humanos en toda su complejidad sentimental. Basta ya –parece decir Lope– que el malo sea cabalmente malo y el bueno siempre bueno. Un hombre tiene en sí una serie de posibilidades que surgen cuando se afina y se ma- tiza por dentro. No hay, pues, el amor brutal y contundente que sienten Melibea y Calixto. y es que el paso de la Celestina a este libro de Lope es nada menos que el ir, en sentido, de lo externo a la interioridad del individuo. No es ocasional que Quevedo, unos años después, diga que la muerte no es un esqueleto con guadaña, puesto que eso son los muertos. La muerte, afirma, no se conoce porque se lleva dentro de uno mismo. Tampoco lo es que el Herodes de Calderón diga que él “es” los celos o que en Segismundo se declare la batalla terrible entre la razón y el instinto, entre el hombre y la fiera. Estamos, con Lope y La Dorotea, en los umbrales, del siglo xvii, en el cuál se incorpora a la cultura el mecanismo complicado de las pasiones de los hombres. Es éste el gran triunfo de Lope: lo humano. Por eso cuando pretende hacer de mago, cuando piensa ponerle un punto más a Celestina creando a la alcahueta Gerarda, fracasa. Noño es el personaje comparado con su antecesora, a pesar de que las posiciones de una y de otra frente a sus mundos son parecidas e igualmente difíciles. Ambas, en el trayecto de sus vidas –primero de licenciosa disipación, luego de egoísmo y maldad–, se crearon enemigos. Teodora utiliza a Gerarda y Alisa soporta a Celestina, pero sienten por ellas animadversión y recelo. Dorotea desprecia a Gerarda y Fernando la odia (la manda matar, aunque no lo consigue), tanto como Pármeno y Sempronio a Celestina. Pero Gerarda, a pesar de la desmedida codicia que la envuelve, no tiene la altura que el personaje de Fernando de Rojas. Es evidente que Lope no necesita al demonio como elemento dramático primordial, ya que más le importan las fuerzas del hombre y sus recursos interiores. Es cierto, por lo demás, que la obra tiene una moral católica que el dramaturgo nos recuerda cons- tantemente; pero se percibe que no es la lección religiosa, sino la que queda implicada en las acciones profanas la que preocupa. Y así, el gran personaje de La Dorotea, su máxima expresión, es el amor. Lope ha tenido que recurrir a la prosa y esto no es ocasional o involuntario. La poesía, bien lo sabe, no le sirve en la descripción de situaciones tan complejas; en cambio, eso sí, le ayuda en su concepción estética. Finalmente, volviendo a los amantes, diremos que no es que Fernando deje a Dorotea por convicción moral (recuérdese que es una adúltera); la abandona simplemente porque el amor se agota. No es que se entregue a la guerra porque trate de heroificarse o porque sus apetitos estén mal encausados, sino porque ya no los tiene. Por eso puede analizar también sus pasiones, porque han dejado de estar en él definitivamente. Aun cuando el interés del libro termine en el momento mismo en que el amor se ha quebrado, sigue Lope planteando el porvenir de sus principales personajes: que si Dorotea se mete a monja; que si Gerarda se mata al caer de una escalera; que si Marfisa esperará o no a Fernando. Lo que está claro es que al hacer esto nos indica que la vida sigue su curso y que no hay porque detenerla. No importa el fracaso de Dorotea con Fernando o la muerte de la vieja alcahueta. César el astrólogo, los criados y Teodora seguirán su ruta que, por ser debida, será amenazante y azarosa; pero también por ello, será privilegio y posibilidad. La Dorotea es, pues, según nuestro criterio, la primera obra española que nos enseña al amor como un proceso y, además, desde dentro. En ello, en su concepción y su enfoque, está el valor que entraña, pues abre, de par en par el camino que conducirá al ser humano hacia la posesión gradual de sí mismo, de su compleja interioridad. ¡El amor imaginado! pero en viendo que estaba forzada, violentada, afligida, que le afeaba, que le ponía defectos, que maldecía a su madre, que infamaba a Gerarda, que quería mal a Celia y que a mí me llamaba su verdad, su pensamiento, su dueño y amor primero, así se me quito del alma aquel grave peso que me oprimía, que veían otras cosas mis ojos y escuchaban otras palabras mis oídos: de suerte que, cuando llegó la hora de partirse, no solo no me pesó, pero ya lo deseaba”. Y Fernando agrega, para completar el relato de su desencanto, que al paso de Dorotea “me iba descubriendo su pecho, iba yo sosegando el mío, y como me abrasaba en mis brazos de aquellos antiguos deseos, yo me helaba en los suyos”. Después, ¿qué le importa, una vez –como dice Proust– la amada “reducida a sí misma”, decir de ella las más terribles cosas que nadie dijo de una mujer? Sus lágrimas son lágrimas y no perlas; su rostro, sólo eso y no jazmines ni claveles. ¿Cómo pudo creer en el amor de Dorotea, cuando ésta fuerza diabólica “es nudo perpetuo y cópula del mundo, innoble sustento de sus partes y firme fundamento de su máquina?” La imagen se ha despedazado; nada hay ya que pueda construir el edificio del amor: 25 En el Códice Mendoza aparece esta lámina coloreada, teniendo el águila parada en un nopal como símbolo de la fundación de Tenochtiltlán, al centro y bordeada por las calzadas y las acequias, además de los calpulli con los atributos de lo que cada uno producía para su alimentación. La ciudad prehispánica... a s La ciudad prehispánica y los “calpullis” 27 Luis Ortiz Macedo Miembro Titular Emérito H asta la cruenta toma de Tenochtitlan, bajo el imperio de los aztecas, esta arteria urbana que a partir de la conquista conocemos con el nombre de calle de Tacuba, una de las pocas que, a pesar de los ignaros deseos de tantos próceres en turno, no ha perdido su nombre en el cicatrizado cuerpo de la “Muy Noble” y “Muy Leal Ciudad de México”, formó parte de la vieja calzada de Tlacopan, una de las cuatro grandes avenidas o calzadas que comunicaban a través de los dilatados lagos a la Gran Tenochtitlan con tierra firme. Consumada la conquista, siguió ésta junto con sus hermanas de Iztapalapa, del Tepeyac y la aún imprecisa de Nonoalco, formando las únicas vías de comunicación “a pie enjuto” de la ciudad indígena con los espacios exteriores. Tlacopan quiere decir muchas cosas, según la versión que le conceden todos y cada uno de los que manejan los ideogramas, jeroglíficos o símbolos lingüísticos –a los que somos tan aficionados los mexicanos, aun los que se autonombran “científicos de la lengua”– por tratarse de algo que al igual que nuestras creencias, nuestra forma de gobernarnos y de ser gobernados, nuestra forma de actuar frente a la vida e incluso de sobrevivir, resulta tan impalpable como el trazo que deja un pez en el agua o el vuelo que dibuja un ave al atravesar los aires. Entre tantos significados hemos elegido por bueno el que Tlacopan quiere decir “lugar de jarillas” o “situado en las jarillas”. Su jeroglífico es asimismo cambiante como la piel de las iguanas o el aire tolvanoso de los viejos lagos, según nos asomamos a distintos códices: Osuna, Ramírez, Vaticano, Mendocino o Talleriano–Remensis. El gran Moctezuma, ataviado como un sol, todo brilloso de esplendores “con grandes labores de oro, con muchas argenterías y perlas” recorrió esta vía en innumerables ocasiones, bañada por el sol del valle y refrescada por las brisas de las lagunas y el palpitar de los abanicos imperiales, a hombros de gente noble, interrumpiéndose en estas ocasiones el cotidiano ir y venir de los indios macehuales que transitaban a diario por esta congestionada vía, convirtiéndose en tales circunstancias en azorados contempladores de tan inusitadas galas, formando vallas similares a las que hoy en día organizan los sindicatos cambiando, “no el oro por espejitos” sino una presencia contra un asueto. Quedaban entonces ahí por los suelos los huacales de azorados chichicuilotes, los de loza bruñida de Cuautitlán, los chiquigüites de flores y hierbas de olor, las cestas de peces de lago, dejándose a la vera los pedruscos que iban siendo transportados a base de copiosos sudores y tremendas hernias, para ir a alzar las edificaciones imperiales. Luis Ortiz Macedo 28 Este dibujo representa los diferentes tipos de construcciones de las casas prehispánicas de Tenochtitlán. Asomándonos al archivo General de la Nación en busca de fuentes e información fidedigna; penetrando entre los añosos 3 500 volúmenes del Ramo de Tierras, quizás algún día nos encontremos con el azoro de descubrir preciosas descripciones de los asentamientos residenciales prehispánicos, pero dado que de los 3 500 sólo 2 700 poseen índices y de que escasos investigadores –entre los que con pena tenemos que reconocer que la mayoría han sido extranjeros– han intentado penetrar en ellos, nos vamos de la mano entre otros, con uno de ellos: Eduard E. Calnek y sus reflexivas deducciones. Otra fuente que nos resulta interesante, puesto que la mar de historias y descripciones que nos han quedado desde el siglo xvi hasta el presente se basan en conjeturas, apreciaciones relativas e incluso meras invenciones, resulta el trabajo de Alfonso Caso Los barrios antiguos de Tenochtitlan y Tlatelolco, su ciudad hermana, uno de los documentos más serios entre los innumerables de que hemos podido echar mano. La división de barrios propuesta comienza a arrojar ciertas luces sobre la extensión, localización y nombre de buena parte de los barrios de la ciudad que tanto azoro causara en los conquistadores y que fuera fundada “tras largos años de esfuerzos, luchas y vici- situdes a mediados del siglo xiv, sobre una o varias pequeñas islas, agrupadas en una zona pantanosa cercana al lado oeste del lago de Texcoco”.1 A la llegada de Cortés, parece ser que el área urbana ocupada en su totalidad era de 10 a 15 kilómetros cuadrados. Por desgracia, las narraciones de los conquistadores son amplias y detalladas por lo que se refiere a los monumentos, dedicando muy poco espacio o ninguno a la situación de los distritos residenciales ordinarios, aunque sabemos que los conjuntos urbanos y los modelos residenciales variaban según el status social. Asimismo sabemos con certeza que los barrios individuales variaban en densidad y en carácter. La urbanización, durante menos de dos siglos, implicó necesariamente la rápida extensión del espacio residencial, haciéndose necesaria la construcción de plataformas artificiales sobre el lecho del lago, necesitándose a través de las zonas pantanosas, que subsistieron hasta el pasado siglo bajo la denominación de “lagunillas”. La división real entre Tenochtitlan y Tlatelolco hacia 1521 sólo consistía en una canal. La primera de éstas estaba dividida en cuatro grandes barrios sepa1 Manuel Romero de Terreros, Historia sintética del arte colonial, México, Editorial Porrúa, 1922, p. 95. rados por las grandes avenidas que se dirigían hacia los cuatro puntos cardinales. Los barrios fueron divididos en distritos más pequeños, que son marcados por Caso en su mapa. “Estos son llamados tlaxilcallis, no existiendo otro término náhuatl para nominarlos. El número de tlaxilcallis que constituían los cuatro grandes barrios lo desconocemos, pero las más recientes investigaciones alcanzan a cifrarlos hasta ochenta”.2 Cabe anotar en este punto que la relación entre “tlaxicalli” y “calpulli”, resta aún por precisar con certeza. Arturo Monzón anota que los primeros eran divisiones de los segundos. Parece ser que el término “tlaxicalli” se refería originalmente al distrito territorial y que “calpulli” identificada un tipo particular de grupo social. Es interesante aquí, el recordar la forma en que dimensionaban tanto españoles como indígenas en el momento de la consumación de la conquista: Los textos españoles indican las dimensiones por medio de unidades llamadas brazas, varas y pies; la braza equivale a dos varas mientras que ésta es igual a tres pies. Los textos indígenas emplean un término que parece se denominaba “matl” o “maitl”, el 2 J.C. Beltrani, Le Mexique, París, 1830, p. 14. 3 Enrique Havdoy, “Urbanización en América Hispánica”, Boletín del cihe, Caracas, Venezuela 1959, p. 28. La ciudad prehispánica... cual a su vez quedaba subdividido en medidas llamadas “omitl” (hueso), “yollotli” (corazón) y algunos más. Los términos braza y “maitl” son usados por los traductores como si fueran aproximadamente iguales, o sea, hacia un metro sesenta y siete centímetros. “En los planos y códices, el maitle es representado por una mano vertical, desde la muñeca, repitiéndola tantas veces fuese necesario o representándola una sola vez, seguida de una serie de círculos o puntos, según el total de unidades”.3 En el tramo de la noble calzada que en este estudio nos ocupa, o sea entre las calles de Isabel la Católica y Allende, llamada durante trescientos años de Santa Clara, se agrupaban casas indígenas de castas menores típicas de los “calpullis” que bordaban el memorable conjunto de la Plaza Mayor y sus llorados esplendores, poseyendo sin lugar a dudas, –puesto que nuestra tradición así lo corrobora que “a calle Mayor comercio a gran escala”– innumerables establecimientos que a las horas de calor brindaban a los acalorados indios, y a las de llantar suculentos y lodosos adobos de tepezcuitle y aves cocinadas entre piedras, servidos estos en “platos que se comían enrollándose sobre sí mismos”, es decir, sobre nuestras adoradas “gordas”, “calientitas” o “torrejas” como denominamos con enternecido agradecimiento a las tortillas. Las casas que bordeaban la calzada, cumplían a maravilla con el programa para el cual habían sido edificadas: Desplantadas sobre piedraplenes que les brindaban basamento así como protección de las altas de las mareas lacustres, construidas a base de económicos sistemas en los que las piedras duras y porosas, el lodo, los carrizos, los juncos, los morillos redondos y los pastos se hermanaban en festivo concierto. Se reducían a pequeños espacios a veces compartimentados en donde las esteras, los metates y la loza eran casi sus únicos ornatos. Las esbeltas techumbres que hacen casi desaparecer los muros de desplante, no son sino mera invención de Diego Rivera en su mural del Palacio Nacional, aunque no hay que olvidar que la intuición del artista a veces coincide con la realidad que después acabará comprobando la ciencia. Sus estancias –“así de chaparritas”– daban acceso a umbrosos y frescos interiores, que en los días de asoleada se prolongaban 29 Los tenochcas construían sus casas sobre plataformas. El dibujo hace referencia al proceso de construir y decorar las casas habitación. Luis Ortiz Macedo 30 mediante porterías de madera sobre las cuales eran tendidos lienzos de junco o petates, bajo los cuales se desarrollaba sobre la vía pública, una vida entre doméstica, comercial, pública y de comilona de paso, algo así como lo que hoy contemplamos en otro tramo de esta misma calzada, la que se denomina bajo el nombre de San Cosme. “Las áreas realmente ocupadas por estructuras residenciales tienden pues a ser pequeñas. El mayor número de algunas de ellas, abarcaban un poco menos de los cien metros cuadrados de terreno. Estas estaban ocupadas desde una hasta seis o más estructuras residenciales parcialmente separadas, cada una de ellas con una sola puerta, que daba acceso a un espacio abierto o patio, pero raramente o nunca daban salida directa a la calle”.4 El vocablo casa (náhuatl: calli) es constantemente aplicado a toda habitación dentro de un conjunto o grupo residencial. Las casas más grandes estaban divididas a veces en cuartos (aposentos) por muros interiores, pero raramente más de dos. Las cifras que podemos considerar como dignas de confianza por el origen del que provienen, en lo referente al espacio ocupado oír las casas individuales son escasas, e indican un promedio de entre treinta y cuarenta metros cuadrados, con un mínimo de diez. “Un segundo piso solía designarse con el nombre de “alto” y frecuentemente alojaba a un nú4 Domingo García Ramos, Introducción del urbanismo mexicano, México: unam. p. 13. cleo familiar separado. Se llegaba a ellos por medio de escaleras exteriores”.5 Otras estructuras incluían cisternas o aljibes (atentli) que eventualmente eran utilizadas para regar las chinampas, dedicándose sobre todo al uso doméstico, y los depósitos de maíz (troxes) que se mencionan con toda precisión. Ambos eran sin embargo, más comunes de lo que deja apreciar la información sumamente limitada que ha podido ser consultada dentro del cuerpo del “Ramo de Tierras” del Archivo General de la Nación. Al espacio residencial no ocupado por estructura alguna se le denomina patio, el cual podía estar enteramente descubierto, así como cercado por muros de adobes o cañas (corral). La construcción de la casa era normalmente de piedra o de adobe, con largas vigas de madera utilizadas como soportes de un segundo piso o de un techo plano (azotea).6 Es curioso el anotar, que no existe término náhuatl que se distinga para precisar un conjunto residencial como unidad integrada. De esto se deduce la importancia que se otorga al patio por encima de las mismas construcciones, o sea que la verdadera área de reunión doméstica se desarrollaba en él y, dado que es muy superior el número de pleitos y demandas que se levantan sobre las áreas exteriores, se deduce que era más parecida al área de los patios que las áreas construidas, pues seguramente al aire libre 5 6 Domingo García Ramos, op. cit., p. 23. Íbidem, p. 25. dades capitalinas, en vías de resolver tantos males que aquejaban a tan maltrecha urbe: El primero el más emergente: Reforzar y alzar las albarradas; reconstruir los bordos arrastrados por las aguas, situar estratégicamente compuertas, desazolvar acequias y, segundo: Establecer una red de alcantarillado eficiente que permitiese desalojar las aguas estacionarias o las acarreadas; por las avenidas lacustres, pues en verdad ya iba siendo imposible vivir entre tanta acumulación de aguas estancadas que imantaban la amenaza de las pestes, así como el seguir viviendo siempre entre aguas, siempre chapoteando entre ellas con calzas cortas, a brinco de piedra en piedra apenas se sucedía el menor de los aguaceros. Parece increíble que este problema subsista aún como uno de los mayores en esta sufrida capital mesoamericana, en el ya iniciado siglo xxi, indigestado de optimismo técnico y de sorprendentes viajes espaciales, pues aunque ya hoy en día no vemos aflorar las aguas freáticas en forma de manantiales, pese a que abatimos los mantos acuíferos a base de un permanente e irracional bombeo en sus mismas fuentes, para obtener un volumen del precioso líquido destinado en principio a resolver la sed de millones de organismos asentados en el valle y malgastarse en miles de factorías, que después las reintegran a los drenajes transformadas en espesos y mortíferos lodos. A pesar, asimismo, de haber mandado todas las aguas de desperdicio “por un tubo” –como rezan ciertas propagandas alegres– las En el propio Códice Osuna fueron interpretadas las diferentes construcciones habitacionales sobre plataformas para evitar las inundaciones. La ciudad prehispánica... se realizaban los trabajos artesanales y las transacciones de comercio, por lo que cada braza de terreno del patio o corral era de vital importancia a la vida económica del núcleo familiar. La información que poseemos a la hora actual sobre los grupos residenciales, indica que la residencia multifamiliar en una sola zona, fue corriente y tomó la forma de una casa atendida en común por parientes cercanos y sus familias. Cerca de un sitio próximo a la calle de Tacuba se encontraba un conjunto familiar poseído por dos individuos: Coconetzin y Cahualixtli, desde 1500 o antes. Cuatro hijos de Cahualixtli, se casaron y construyeron sus casas dentro de la zona antes de la conquista. La zona en su conjunto, consecuentemente, debe de haber alojado a más de cinco núcleos familiares inmediatamente antes de 1519. El testimonio indica que toda la zona, exceptuando la casa perteneciente a Xocotzin fue arrasada durante el sitio de 1521. Reconstruida un año o dos después, fue nuevamente habitada por los nietos de Cahualixtli y sus familias. Un gran conjunto familiar del que formaban parte los descendientes de Cahualixtli y sus familias, seguía viviendo ahí en 1570. Todo este pulular de colores, ruidosos y parloteos, costumbres naturales, olores y tradiciones, terminó con la matanza por todos conocida y el aniquilamiento de tanta arquitectura y maravillas urbanísticas. Por otro lado dos problemas, urgía de inmediato fuesen resueltos por las autori- 31 Luis Ortiz Macedo 32 cuales acarrearía hacia los remotos y desolados páramos del Mezquital aguas tratadas que deberían de convertirlos en fértiles parcelas iguales a las ofrecidas por el Ramadán como premio a los fieles observantes, o a las que prometió Moisés a los enjutos integrantes de su permanente diáspora; pese a todo esto y a que poco a poco nos vamos secando y enfermando todos, inconscientes del desolador panorama que nos rodea por todos lados, todos corresponsables de nuestras sucesivas muertes, nos seguimos encharcando en idéntica forma a la que se encharcaban nuestros abuelos, fuesen éstos en primero o en decimotercer grado. Retornemos pues al camino de la historia y situémonos precisamente en el 27 de noviembre del año de gracia de 1607, fecha memorable para la ciudad, puesto que al día siguiente, el entonces virrey don Luis de Velasco hijo, durante su segunda administración preocupado por la problemática de la ciudad ante las continuas inundaciones que sufría, como la acaecida tres años antes a la fecha arriba anotada en agosto de 1604 cuando se precipitaron las lluvias sobre la cuenca del Valle, en tal cantidad, que la ciudad quedó otra vez anegada, cayéndose muchas casas por razón de haber durado la inundación más de un año. Procedió, desde luego, a reparar el albarradon mandado a construir por el mismo, durante su primera administración, el cual se encontraba ya en estado ruinoso. Asimismo se fabricó un cerco de tierra y estacas alrededor de la ciudad. En el propio año de 1607, la abundancia de aguas pluviales se vio inopinadamente sumada al caudal brotado de innumerables manantiales aparecidos en las calles y dentro de las mismas casas. Así pues el virrey ordenó “presta y cuidadosamente la resistencia y defensa para impedir el curso de las corrientes y avenidas”, “cerrando los ojos de las puertas de la calzada que va de Chapultepec a la de Tacuba para que tengan segura división las aguas que de otra parte se recogen de los ríos y vertientes de aquellos altos, que poderosamente pudieran anegar esta ciudad (sic); y cerrado y atajado del río de Azcapotzalco, que con el ímpetu de sus avenidas salió de madre y curso ordinario tres y cuatro veces. (sic) Y se ha reparado la albarrada antigua –es decir indígena– que viene desde la calzada de Guadalupe a la de San Antonio Abad), que Antonio es la que principalmente defiende a ésta ciudad de la laguna, que estaba ya por muchas partes gastada y flaca, por algunas abierta y desecha, que se entraba el agua sin ninguna resistencia. Infinidad de sujetos de la Corona, tanto civiles como militares y eclesiásticos, intervinieron en el asunto, como Francisco Pérez, Alonso Arias, Francisco Gutiérrez Naranjo, Juan Sánchez Vaquero (cronista de la Compañía de Jesús) Sebastián Luna y el famoso astrólogo, cosmógrafo, matemático, impresor e historiador de origen hamburgués don Henrico Martínez. Después de innumerables discusiones y reconsideraciones, atendiendo el virrey los sabios consejos de representantes, la una real: Don Diego Landeros, visitador real “se resolvió que” se hiciera el desagüe por parte de la laguna de San Cristóbal Ecatepec, en Huehuetoca y sitio nombrado de Nochistongo: mandando que el desagüe se hiciera de manera de expeler las aguas del lago de México, sin que fuera necesario ahondar la parte por donde había de correr el agua desde la laguna de Citlaltépetl, y que la obra se pusiera inmediatamente en ejecución. Ordenó, asimismo, el virrey que Andrés de la Concha hiciera una planta de la ciudad en la que estuvieran todas las casas, iglesias, conventos y hospitales, sin duda para agilizar el avalúo de la propiedad urbana, que entonces se hizo con el objeto de establecer una contribución para gastos del desagüe, y de la que resultó que fueron tasadas las propiedades, las mercaderías y otros bienes muebles de los vecinos de México. Santa Bárbara acompañada de santos y donantes Elisa Vargaslugo Miembro Titular Emérito L as representaciones de personajes civiles en pinturas o retablos, que se reconocen como testimonios de agradecimiento o gestos de generosa contribución al ornato de los templos y del culto, suelen encontrarse en muchas iglesias y se conocen como pinturas o esculturas de donantes. Esta interesante modalidad floreció en Europa cuando menos desde el siglo xv con la particularidad de que en algunas pinturas flamencas el donante se representó casi del mismo tamaño que la imagen sagrada, como si ambas estuvieran dialogando. En cambio en la Nueva España se adoptó de preferencia una composición más discreta, en la que el donante representado, casi siempre en proporción de busto, se encuentra colocado en un ángulo inferior de la composición cuando se trata de pinturas. Otra modalidad es la que forma parte de algunos retablos en los cuales las retratos de donantes, enmarcados, aparecen colocados dentro del recio cuerpo arquitectónico llamado banco. Las representaciones de donantes en escultura, que por lo general son figuras de tamaño normal, arrodilladas, se reprodujeron, en menor cantidad y los donantes que ahora se dan a conocer son, en cambio, las representaciones pictóricas más pequeñas y plásticamente las más rudimentarias que se han encontrado,1 pero igualmente significativas en su contexto social. En esta ocasión se da a conocer un interesante lienzo, que mide 4.62 metros de alto por 3.26 de ancho,2 incluido su buen marco hecho de madera. Éste, de fondo rojo, se adorna con tres hileras de cuerpos geométricos: una ringla de perlas y guiones, otra de pequeños cubos y la tercera de pequeños cuerpos cilíndricos. Sin ser lujoso es un marco de atractivo diseño barroco que da realce al conjunto de nueve pinturas representadas sobre el gran lienzo que está formado por dos partes unidas. Discretas líneas doradas, hechas al parecer mediante oro en polvo aplicado con brocha, separan dichas pinturas. Agradezco al arquitecto Fernando Rodríguez Rueda el que hubiera conseguido el permiso para que nuestro grupo de investigadores del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam, entrara, en plan de estudio, a la iglesia de Santa Bárbara Cuautitlán Izcalli. 2 Agradezco al investigador Edén Záráte, el viaje especial que hizo al pueblo de Santa Bárbara Cuautitlán Izcalli, para revisar y comprobar estas medidas así como, para corroborar el texto que aparece en la parte baja del lienzo. 1 Elisa Vargaslugo 34 Como podrá advertirse a simple vista por sus formas y lineamientos, los modelos utilizados para la representación de las imágenes que forman este conjunto devocional, son de una época muy anterior a la pintura. Casi seguramente estos modelos iconográficos fueron tomados de algún devocionario del siglo xv. El lienzo, como se ve, está dividido en nueve espacios señalados con las mencionadas franjas doradas. Los tres del centro, en sentido vertical, son ligeramente más anchos y en ellos se encuentran las representaciones de mayor importancia religiosa (lámina 1): La “Crucifixión”. En este lienzo se ve sobre una pesada cruz, el maltratado cuerpo de Jesús a quien acompañan, a sus lados, la Virgen María y San Juan. A los pies de la cruz aparece el cráneo flanqueado por canillas, símbolo de la muerte. La escena se destaca sobre un fondo de apretadas nubes grises entre las que apenas se distingue una opaca luna menguante. “Coronación de la Virgen”. Al centro del conjunto se reprodujo esta tan celebrada escena en la que Dios Padre y Dios Hijo coronan a la Virgen al momento que desciende sobre Ella el Espíritu Santo. Su figura respaldada por un cielo luminoso, flota entre los gruesos pliegues de su vestido adornado con puntos brillantes. A cada lado de Ella surge, de entre las nubes, un pequeño ángel; uno de ellos con túnica roja y el otro con túnica azul, lo cual debe tener, o tuvo, un significado que por ahora no se pudo aclarar. Su imagen se asienta, flotando, sobre una plataforma nubosa donde aparecen tres querubines. Además resalta al frente un extraño arco tubular, delgado, con forma oblonga que enmarca la figura del querubín que aparece a los pies de la Virgen. Abajo, sobre el campo, aparecen a los lados de la escena central, una palmera real a mano derecha y del lado izquierdo un ciprés; ambas figuras son símbolos de la letanía lauretana. “Santa Bárbara”, es la santa titular de la iglesia del pueblo de Santa Bárbara Cuautitlán Izcalli, que da su nombre a la población donde se encuentra la iglesia que conserva esta pintura. Aparece representada la doncella de pie, con rica túnica adornada también con puntos brillantes. Va coronada y lleva un especial adorno de cintas de diferentes colores rematadas con “esferas”, las que caen detrás de su cabeza mientras una de ellas se eleva señaladamente. Este extraño tocado, no se pudo descifrar. Al lado derecho de la imagen de la Santa Bárbara... 35 Lámina 1. Sección superior de izquierda a derecha: San Francisco, Crucifixión, Santo Domingo Sección intermedia de izquierda a derecha: San José y el Niño, Coronación de la Virgen, Santiago Sección inferior de izquierda a derecha: San Pedro, Santa Bárbara, San Pablo Elisa Vargaslugo 36 santa aparece la representación de una torre con tres cerrojos, para recordar el sitio donde su padre –quien con violencia reprobaba su fe– la tuvo encerrada. Antes de morir esta doncella sufrió varios tormentos. Aquí se representaron: el martirio que sufrió dentro de una tina de agua hirviendo y el momento final cuando fue decapitada. Los santos representados a los lados de las imágenes anteriores, son: Acompañando a la “Crucifixión” se ven, del lado izquierdo, a San Francisco de Asís reconocible por el hábito y la llaga sobre su mano. Una curiosa ave que se ve a sus pies debe significar el gran amor que él tuvo por todos los pájaros. En el lienzo opuesto aparece el famoso predicador Santo Domingo de Guzmán. Es notable la extraña antinatural postura que aquí presenta su famoso perro sosteniendo con su hocico la antorcha encendida de la Fe. Santo Domingo lleva el bordón que lo distingue como fundador y el libro que alude a la Regla de su comunidad. En el nivel medio, acompañan a la imagen de la Virgen, del lado izquierdo, San José y el Niño. El oficio de carpintero de San José se señala con la representación de una cubeta llena con los instrumentos de ese oficio. Del otro lado se encuentra Santiago Apóstol cuya figura se distingue por su báculo de caminante y su sombrero de peregrino sobre la espalda. Los apóstoles San Pedro y San Pablo flanquean y acompañan la imagen de Santa Bárbara en el nivel más bajo del lienzo. Al lado izquierdo se ve a San Pedro mostrando las llaves del reino de los Cielos y un libro en la otra mano, como corresponde a los apóstoles. En el lado derecho aparece San Pablo, apóstol de los gentiles con su libro y su gran espada. En todos los casos son grandes e intensamente luminosos los halos que enmarcan las cabezas de los personajes representados. A los pies de los apóstoles, en un pequeño espacio en la parte baja del final del lienzo, por cierto sumamente maltratada, se encuentran las representaciones de un matrimonio de señores indios que fueron los donantes de la pintura. A los pies de San José se encuentra el retrato de don Melchor Téllez y a los pies de San Pablo el de su esposa Ana María.3 (Láminas 2 y 3) Aunque muy maltratada la capa pictórica los retratos de los donantes muestran aún la intención del artista de representarlos con mucho detalle. Don Melchor aparece hincado, vestido con elegante traje gris, abotonado, que luce, tanto en la vuelta de los pantalones como en los puños y en el cuello, partes de encaje blanco. Sobre sus hombros cae una capa. Sus manos están en posición de orar. Su rostro luce bigotes y un poco de barba, como les era permitido a los indios de cierta categoría social y económica. Su mirada con expresión vigilante, va en dirección del sitio en donde se encuentra su mujer. A ella se le ve, también hincada, vestida con lujo: traje rojizo con varios pliegues cubierto encima con un manto espeso, blanco, con adornos en las orillas. Luce mangas blancas de globo. Lleva pulsera y collar, o collares. Sus manos juntas sostienen 3 Al arqueólogo Luis Córdoba Barradas del inah y al profesor Jorge Ernesto Rodríguez Fragoso, cronista de Cuauhtitlán agradezco la siguiente valiosa información que me proporcionaron, tomada del: Padrón de indios desta Parroquia de Sn Buena ventura de Quauhtitlan deste año de 1713. En cuya foja segunda, de la sección correspondiente, dice: “Pueblo de Santa Bárbara” y en los renglones 32 y 33, viene registrado: “D. Melchor de los Reyes, de 30 años, cdo con hana María de treinta y quatro, sin hijos...” En dicho padrón de Santa Bárbara –agregan los informantes– aparecen 88 vecinos como cabezas de familia. En el barrio de Santa María perteneciente a Santa Bárbara, sólo hay nueve cabezas de familia. Tomando en conjunto el pueblo y su barrio, solamente a 14 personas cabezas de familia se les da el tratamiento de “D”. De ellos, el citado arriba, D. Melchor de los Reyes (Melchor Téllez en el cuadro) es el único que luce ese tratamiento y como aparece casado con Ana María, es muy probable que en el documento se trate de esta pareja de donantes. Suposición muy bien fundamentada y que desde luego comparto. Santa Bárbara... 37 Lámina 2 Elisa Vargaslugo 38 Lámina 3 un rosario y unas flores. Su rostro luce grandes ojos negros con mirada suplicante. Además de estos personajes se encuentra una leyenda casi destruida que corre a la largo de la parte inferior del lienzo, de la cual se puede leer lo siguiente: A devoción de don Melchor de los Reyes y de doña Ana María... ...banegáis MFT Posiblemente un pintor de apellido Banegas fue el autor de esta obra ya que va seguido de la abreviatura de la frase me fecit, frase latina que significa me hizo, que los pintores añadían a sus firmas. Todavía no se conoce con la amplitud que lo merece, la participación de los indios como donantes de obras pías en el sentido material. Un gran ejemplo se refiere a la construcción nada menos que del magnífico retablo de Huejotzingo del siglo xvi, en Puebla, pero cada vez se enriquece más la documentación donde consta que apoyaron económicamente obras de templos y retablos en algunas partes del país. Por lo que se refiere a los retratos de indios donantes, estos se comenzaron a descubrir, hace unos 15 años con la debida significación social que tuvieron y no sólo por ser dadivosos cristianos pues su participación, hecha pública mediante un retrato de esta índole, equivale, a un reconocimiento de altura social, que las autoridades españolas dieron a los señores indios dentro del lenguaje religioso y por lo tanto político de la época, como queda claro en los retratos que se integran en retablos. En suma, señalarse como donante de obras pías fue para los indígenas situarse al nivel de la sociedad española, al menos en el renglón socio-religioso. Dentro de este género de pintura existen obras de primera calidad; magníficas representaciones de rostros indígenas, realistas, con oficio de primera calidad hechas por buenos pintores, desfortunadamente anónimos. Como quedó dicho, las representaciones de los rostros de los donantes que se presentan aquí no son de buena calidad pictórica, pero sí reflejan su poder económico y la alta categoría social de don Melchor y doña Ana María. San Francisco de Asís justiciero Jaime Morera Miembro Titular E xiste en el amplio ciclo iconográfico de San Francisco de Asís un tema por demás desconcertante, sobre todo si tenemos en cuenta que tratándose del santo de Asís la representación de las escenas de su vida y sus milagros reflejan su gran bondad y su piedad sin límites. La escena a que me refiero, en este caso tema de uno de los lienzos que pertenecieron al convento franciscano de Guadalajara, nos muestra a San Francisco con una espada ensangrentada en la mano, junto a San Pablo, quién porta una cruz. Al lado izquierdo vemos a un clérigo que señala hacia arriba, dónde se encuentran en un vitral las imágenes de los dos santos. Abajo, en una yuxtaposición de escenas, se ve a un obispo decapitado acostado en una cama. La cabeza está en el suelo y en la mesa la mitra. Tres personajes han descubierto el cadáver, uno de ellos abre la cortina del dosel de la cama mientras otro señala la cabeza en el piso. ¿Cuál podría ser la explicación de una representación tan macabra y poco acorde con la tónica general de la iconografía franciscana, que deja entrever un rencor enorme de la orden hacia la autoridad episcopal? La fuente literaria de la cual la pintura es expresión plástica la encontramos en la Chrónica Seráphica: vida del glorioso patriarca San Francisco y de sus primeros discípulos, escrita por fray Damián Cornejo (1629-1707), cronista general de la orden franciscana. Fray Damián consigna en su texto el asesinato como un “castigo formidable” ocurrido a un obispo adverso a la Orden Seráfica que, motivado por la envidia, pretendía agraviar a los frailes menores buscando la supresión de su Orden, por lo que recibió tal castigo a modo de venganza de la divina justicia por la osadía de pretender acabar con la religión franciscana. Cornejo no da el nombre del obispo en cuestión ni el de su diócesis “por no hacer pública la infamia de su castigo”. Ocurrió que el dicho obispo, usando de todo su poder en su calidad de alto prelado, buscaba la desaparición de los franciscanos, alegando ante el Sumo Pontífice, que dados los privilegios de que gozaba la Orden Franciscana, la Iglesia sufría graves daños. Este prelado consideraba ocioso el vivir de limosnas, lo cual se traducía en daño a la grey cristiana. Éste y otros argumentos esgrimía contra los frailes, si bien en el fondo, asegura Damián Cornejo, era su odio hacia la Orden y no el bien de la Iglesia lo que lo motivaba. Jaime Morera 40 Por esa época estaba a punto de celebrarse un Concilio al que acudiría el obispo, lo que provocaba en los frailes un gran temor pues sabían que podía causarles gran daño con su poder y que sus infamias y calumnias serían escuchadas en las sesiones conciliares. Los frailes menores no tenían más armas que las de la oración y la tolerancia, por lo que encomendaron al tribunal de Dios la defensa de su causa ante el poderoso obispo. Así pues, los hermanos oraron a su Santo Patriarca para lograr que por su intercesión Dios moviera el corazón del prelado, conscientes de que por su autoridad y su investidura su opinión difamatoria sería tomada en cuenta en el Concilio. Llegó el obispo a la ciudad donde se celebraría el Concilio, seguro de que con su sabiduría y elocuencia lograría el descrédito de la Orden Seráfica. La noche antes de su intervención en el Concilio, sucedió lo que el cronista llama un “caso estupendo”. En una de las iglesias de la ciudad había unos vitrales con las imágenes de San Pablo y de San Francisco. El sacristán acudió de noche a arreglar los cirios del altar, y escuchó voces. Temeroso, pensando que se trataba de ladrones, procuró con sigilo acercarse a escuchar lo que hablaban. Se dio cuenta entonces de que las voces venían de arriba, justo del vitral con las figuras de los dos santos. En su Chrónica, fray Damián escribe entonces el increíble diálogo entre los santos que escuchó el sacristán: Qué es esto Francisco, cómo no cuidas de tu religión, sabiendo que el obispo de tal parte solicita su ruina y descrédito en este Concilio. Francisco le respondió: Ya veo, pero no tengo más armas para defender su inocencia que esta cruz y estas llagas que dejé a mis hijos para avisos de paciencia, y no valen para la venganza. Volvió Pablo a tomar la palabra y le replicó: Pero no quiere Dios que abusando de ellas triunfe la insolencia y la malicia con deshonor de la virtud. Por lo tanto toma esta espada mía y dame tu cruz, y castigue el rigor de la justicia lo que no ha podido corregir el rendimiento de la paciencia. Terminada la conversación, vio el sacristán que los santos cambiaban sus atributos, empuñando Francisco la espada y Pablo tomando la cruz. El sacristán estaba a punto de caer desmayado pero quiso Dios que no perdiera el sentido pues lo necesitaba como testigo. A la mañana siguiente buscando con quién comentar lo que había escuchado, se enteró de un terrible suceso que estaba en boca de todo el mundo: el obispo de quien había oído hablar a los santos había amanecido degollado en su cama y la justicia buscaba al culpable. Regresó el sacristán a la iglesia y al volver la vista a los vitrales, ¡vio que la espada que sostenía San Francisco se encontraba ensangrentada! Al revisar los papeles del obispo, los justicias encontraron gran cantidad de documentos difamatorios contra la religión franciscana bañados en sangre, pero no pudieron dar con culpable alguno. Fue entonces cuando el sacristán decidió acudir a los magistrados y relatar la conversación que había escuchado. Se cerró el caso bajo la certeza de que la muerte del malvado obispo había sido no otra cosa que justicia divina por su obstinación en querer dañar a una religión tan santa como la de los frailes menores. El relato termina con una admonición, sino es que amenaza, hacia todos aquellos San Francisco de Asís... 41 B.E. Murillo (atribución) Francisco corta obstáculos a la labor franciscana. Museo Regional de Guadalajara, Jal. prelados que buscaban acabar con las órdenes religiosas o con los privilegios, especialmente la Orden Seráfica. Entre el episcopado y las órdenes religiosas ha habido con frecuencia grandes fricciones, pues éstas, frente a la jurisdicción del obispo, llevaban a cabo un ministerio beneficiado frecuentemente con grandes privilegios papales. Tratándose de las órdenes mendicantes que laboraron en las llamadas Indias Occidentales, territorios descubiertos por la corona de Castilla, a las que habían venido con el encargo de la evangelización de los naturales que habitaban dichos territorios, el asunto de los privilegios de que gozaron en su labor misionera era de gran actualidad. Para poder llevar a cabo a plenitud su labor, los pontífices romanos les habían concedido grandes prerrogativas. Debido a lo peculiar de las circunstancias, puesto que la población a convertir a la religión católica era muy numerosa y el territorio sumamente extenso, los Sumos Pontífices que autorizaron a las órdenes mendicantes establecer provincias en los territorios descubiertos, habían concedido a los frailes una serie de privilegios que constaban en las que se llamaron Bulas Omnímodas, que los autorizaban para llevar a cabo actividades propias del clero secular encargado de administrar las parroquias, por lo que de facto se convirtieron en párrocos a los que se conoció como doctrineros. Las concesiones de las Omnímodas, a decir de fray Juan de Grijalva, cronista de la Orden de San Agustín, fueron tan amplias, que no se que le faltase a cada uno de los prelados de las Ordenes Mendicantes, sus comisarios, para legados a latere de su Santidad: pues no en este o en aquel caso, sino en todas materias, sin limitación alguna tenían la omnímoda autoridad apostólica. A criterio del episcopado, pasada la primera etapa evangelizadora, las órdenes religiosas, gracias a sus privilegios, usurpaban el ministerio que canónicamente pertenecía a los sacerdotes seculares. La Bula Omnímoda otorgada en 1522 a los franciscanos por el papa Adriano VI, por ejemplo, otorgaba Jaime Morera 42 poderes a los frailes para llevar a cabo en tierras descubiertas por la Corona Española tareas pastorales y sacramentales que en condiciones normales eran facultad de los sacerdotes seculares. No sólo eran los intereses espirituales los que estaban en juego, sino también los económicos, puesto que el diezmo era una de las partidas principales en el sostenimiento de las parroquias y las doctrinas representaban una competencia. En la Nueva España el clero secular y el regular entraron en conflicto desde tiempos del segundo arzobispo, don Alonso de Montúfar (1489-1572), que a pesar de contar con 62 años aceptó el cargo de dirigir la extensa, y difícil de gobernar, diócesis mexicana. Don Alonso actuó siempre a favor de los intereses de la Mitra, mostrando gran preocupación por la organización de la novel Iglesia novohispana, que después de cinco años de sede vacante se encontraba un tanto en desorden, acostumbrados los ministros a proceder de acuerdo a su propia iniciativa. Para poner las cosas en orden, Montúfar convocó a un Concilio provincial que se celebró en 1555, al que asistieron los prelados de las diócesis de Michoacán, don Vasco de Quiroga, de Chiapa, don Tomás Casillas, de Tlaxcala, don Martín de Hojacastro, y de Oaxaca don Juan López Zárate. Uno de los problemas que abordó el Concilio consistía en la intención del arzobispo de someter a los frailes mendicantes que desde tiempo atrás desconocían la autoridad de los obispos, y “así lo decían a los indios, a quienes aconsejaban que no los recibieran en sus pueblos”. En las resoluciones conciliares se exigía a los frailes pertenecientes a las órdenes religiosas no “oír penitencias sin que para ello tengan licencias y aprobación que el Derecho requiere; que ninguno edifique iglesia, monasterio o ermita sin licencia del Obispo; que no hagan cofradías de nuevo si no fuera con especial y expresa licencia del Obispo, que no determinasen nada en causas matrimoniales ni procedan a hacer matrimonios sin licencia de los Obispos”. Estas prohibiciones son un indicio de que los frailes, siempre respaldados por sus bulas Onmímodas, procedían sin pedir las licencias necesarias y sin hacer caso alguno a lo que mandaba la jurisdicción episcopal. Montúfar dividió las doctrinas de la Ciudad de México entre las tres órdenes mendicantes presentes en ese momento, pues hasta entonces sólo eran atendidas por los frailes menores. Dispuso que para el buen orden de la Iglesia novohispana todas las doctrinas administradas por los frailes debían caer bajo la jurisdicción episcopal, por lo que los religiosos doctrineros debían ir siendo substituidos por sacerdotes seculares. Montúfar era un crítico acérrimo de los excesos de las órdenes mendicantes. Refiriéndose a la construcción de conventos por los agustinos, suyas son las siguientes palabras: En lo que toca a las obras de los monasterios, van tan soberbias en algunas partes y donde no ha de haber más de dos o tres frailes, que fraile que viene si le parece derribarla y pasarse a otra, lo hace y no tiene en nada un religioso emprender una obra nueva que cueste diez o doce mil ducados, que diciendo y haciendo todo es uno, trayendo en las obras por rueda a los indios, quinientos y seiscientos y mil hombres sin darles jornal ni aún bocado de pan que coman…En un monasterio de los padres Agustinos hemos sabido que se hace un retablo que costará más de seis mil pesos, para unos montes donde nunca y habrá más de dos frailes, y el monasterio va superbísimo, y hemos reñido y no ha aprovechada nada, el pueblo se llama Epazoyuca, pequeño y de muy pobre gente… Alonso de Montúfar. habían llegado a Nueva España y que justificaban sus poderes y amplísimos privilegios. Si los primeros decían que los privilegios habían sido abolidos por Pío IV, los regulares contestaban diciendo que Pío V había revocado lo dicho por Pío IV. Era ese el tono de las discusiones. Los obispos tuvieron dificultades en sus diócesis porque los frailes, sobre todo los franciscanos, querían tener bajo su cuidado y dirección un número de pueblos tan grande y en tan extensa circunscripción territorial, que era imposible la buena atención de la feligresía y la impartición de los sacramentos. No permitían y obstaculizaban la entrada de clérigos seculares en los pueblos en que estaban establecidos (en ocasiones ni siquiera permitían la presencia de miembros de otra orden religiosa) alegando que desempeñaban su labor de doctrineros no por obligación, sino ex voto charitatis, por amor al prójimo. Alonso de Montúfar. San Francisco de Asís... Las órdenes religiosas se opusieron tenazmente a entregar las doctrinas de los pueblos de indios en donde tenían sus conventos en un amargo conflicto que había de durar varios siglos, terminando bajo el reinado del rey Fernando VI en el año de 1753. Con el aumento del clero secular y conforme avanzaba la evangelización e iban surgiendo masas de población ya convertida a la nueva fe, la autoridad eclesiástica sostenía que los religiosos regulares debían recluirse en sus conventos según su propia vocación y la de sus institutos, y que dejaran las iglesias por ellos edificadas con tanta solidez, elegancia y riqueza, en manos de sacerdotes seculares, pues eran ellos los pastores natos de las almas. Los religiosos regulares debían tener vida conventual y los seculares parroquial. Sin embargo, estructuralmente las órdenes mendicantes estaban mejor calificadas para la labor de misión requerida para la evangelización de los naturales, pues era conocida su vida virtuosa y su espíritu de sacrificio, ambas cosas necesarias para llevar a cabo la enorme labor que requería la atención de la nueva feligresía, que aumentaba constantemente. Pero a medida que el clero secular, muy deficiente en los primeros tiempos, fue mejorando en cantidad y calidad, lenta pero inflexiblemente fue sustituyendo al clero regular. Era lo dispuesto por la Corona y la Iglesia española. Durante el siglo xvi, la Audiencia estuvo a favor de los regulares en el conflicto. Los argumentos se basaban en que las doctrinas conventuales atendidas por los frailes, parroquias de facto, servían mejor a los indios, puesto que los frailes no buscaban beneficios ni rentas, lo cual desahogaba la posición de los indios, que poco o nada tenían. Ciertamente una población recién conversa y tan nueva en la religión católica requería de sacerdotes santos y abnegados, hombres capaces de cualquier sacrificio y con una vocación a toda prueba. Los clérigos seculares, la experiencia lo había probado, solicitaban mayores ingresos que los frailes y abundaban los malos ejemplos de sacerdotes que buscaban hacerse ricos a costa de los míseros indios. Los frailes además, hablaban las lenguas nativas. De los clérigos pocos lo hacían. El clero secular apoyaba sus pretensiones en el derecho canónico y en cuanto documento podían; el regular, se apoyaba en las bulas de la Sede Apostólica con las que 43 Luis Ortíz Macedo 44 En cédula de 23 de mayo de 1559 el rey Felipe II dispuso que donde hubiera curas seculares no hubiera religiosos regulares ni se fundaran conventos, con objeto de impedir que los frailes fueran extendiéndose en su jurisdicción. En una nueva cédula real de 1583 se ordena a los prelados de Indias que habiendo clérigos idóneos y suficientes, se prefieran a los religiosos en las doctrinas de pueblos de indios así como en las ciudades y villas de españoles. Ésta cédula que afectaba los intereses de las órdenes mendicantes fue motivo de que representantes de las órdenes religiosas fueran a España a hablar con el Consejo de Indias y con el rey, quién los escuchó y suspendió temporalmente la cédula. Por otra parte, se aclaraba que los obispos debían tratar a los frailes doctrineros como párrocos y realizar visitas frecuentes a sus iglesias, sin que los frailes pudieran alegar que lo que hacían lo hacían ex voto charitatis. Pero los problemas siguieron. Felipe III recibía constantemente quejas del mal desempeño de los frailes doctrineros, lo que motivó nueva cédula autorizando a los obispos a removerlos. De nuevo los frailes impugnaron la cédula alegando los indultos apostólicos Juan de Palafox. Anónimo de Pío V, Gregorio XIII, etcétera. Pero firme en su propósito, el rey llegó más lejos prohibiendo a los frailes tener fuentes bautismales ni administrar bautismos, matrimonios o cualquier otro oficio propio de una parroquia en sus conventos. Todo el siglo xvii pasó entre disputas en los tribunales canónicos. A los requerimientos de las cédulas reales que ordenaban la secularización de las doctrinas, los frailes argumentaban una y otra vez los privilegios que les habían sido dados por los pontífices Adriano VI, Paulo III, etcétera. Durante el reinado de Felipe IV, llegó a la Nueva España en el año de 1640 en calidad de obispo visitador general del reino de la Nueva España don Juan de Palafox y Mendoza (1600-1659). El obispado que ostentaba era el de Puebla de los Ángeles. En tanto visitador, su misión consistía en exigir el cumplimiento de ciertas cédulas reales concernientes a asuntos tanto civiles como religiosos. Por lo que toca a el conflicto entre las diócesis y las órdenes religiosas, Palafox traía consigo cédulas que se referían a disposiciones sobre el control episcopal de las doctrinas y los diezmos. Por la naturaleza de las disposiciones de su encomienda, se atrajo pronto la animadversión de las órdenes afectadas por las cédulas, sobre todo los jesuitas y los franciscanos. Las instrucciones de la corona española respecto a los religiosos de las órdenes mendicantes eran tajantes, simplemente debían de dejar sus actividades como párrocos, porque entre otras cosas, las rentas y derechos de las parroquias no estaban de acuerdo con los votos de pobreza de los frailes. Debían además, reconocer la autoridad episcopal. Si bien los frailes predicadores y los de la Orden de San Agustín con modestia y quietud Sólo mis padres Franciscos que es en quien yo siempre creí que estaba más asegurada la cortesía y sus aciertos, han dicho y hecho cosas tan indecentes que puedo asegurar a Vuestra Paternidad Reverendísima que me duele más por el descrédito de su religión, y la desestimación que causan de este santo hábito entre los seglares que por el sentimiento que puede ocasionar a un prelado este género de excesos.1 En su oposición al cumplimiento de las cédulas, los franciscanos hicieron causa común con los virreyes: marqués de Villena y el conde de Salvatierra, que se oponía a la visita de don Juan de Palafox y a prestar obediencia a las cédulas que a ellos les afectaban en lo tocante a los asuntos relativos a la administración pública. Esta formidable oposición de los órdenes civil y religioso al visitador, llegó al grado que el conde de Salvatierra emitió un auto contra la cédula Real concerniente a la visita de los alcaldes mayores y preparó una recusación a la visita. El conde, el más decidido enemigo del visitador, al que odiaba, retiró a Palafox de su obispado y consideró cesada su visita. No sería sino hasta la remoción del virrey que don Juan pudo regresar a su sede episcopal. No sólo los franciscanos causaban con su desobediencia a las cédulas problemas al visitador, sino también la Compañía de Jesús propició con él un grave enfrentamiento, originado por la cuestión de los diezmos y la rebeldía de los jesuitas a acatar las disposiciones canónicas relativas a las licencias para ejercer el ministerio sacerdotal. El conflicto motivó que, en junio de 1647 temeroso por su vida, el obispo huyera a San José de Chiapa donde estaría a salvo de cualquier agresión en su contra. Hay que decir que en todo el obispo visitador actuó conforme a lo ordenado en las cédulas y con absoluta lealtad del rey Felipe IV, enfrentando, como ya quedó dicho, la tenaz oposición al cumplimiento de dichas cédulas por parte de autoridades tanto civiles como religiosas. Para la Orden Franciscana, al igual que para la Compañía de Jesús, don Juan de Palafox y Mendoza personificaba como ningún otro personaje al obispo que recibió el castigo divino según la anécdota relatada por el cronista franciscano Damián Cornejo. Es pues oportuno pensar que la presencia de la pintura con el tema del obispo degollado, actuaba como una velada amenaza al poder episcopal de que no debía buscar problemas a la Orden Seráfica. Los lienzos del convento franciscano de Guadalajara, debieron estar ya expuestos durante los años de mayor encono de los frailes en contra de Palafox y su rebeldía a acatar las cédulas reales con que el obispo, que ocupara el puesto de virrey de la Nueva España de junio a noviembre de 1642, pretendía someter a la jerarquía episcopal a la orden religiosa. Las pinturas de Murillo La serie de pinturas, once en total, son presentadas como obra del pintor español Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), y aunque no aparece en ninguna de ellas firma del pintor, por sus características se podría afirmar que se trata de obras de su taller. La atribución de las pinturas de Guadalajara al gran maestro español del Siglo de Oro ha sido discutida, más es consenso, por la espléndida ejecución y extraordinaria belleza de las pinturas, que si no son de la mano del maestro, se trata de lienzos trabajados en su taller y bajo su supervisión. Es muy posible que Murillo pintara obras religiosas para el comercio con América y se sabe de algunos embarques (cargazón) de obras del pintor con ese destino. Antonio Palomino y Castro (1653-1726) que conoció bien la obra de Murillo, da noticia del buen recibimiento que tuvieron entre sus contemporáneos las pinturas sobre la vida de San Francisco que el maestro sevillano realizara para el claustro chico del convento franciscano de Sevilla (hacia 1 Manuscritos e impresos del Venerable Señor don Juan de Palafox y Mendoza, Editorial Everest, año 2000, pág79. San Francisco de Asís... acataron las disposiciones de las cédulas, la actitud de los franciscanos fue de rebeldía y desacato, lo cual causo pena y disgusto al visitador Palafox. En carta de abril 1642, don Juan se queja de la desobediencia a las cédulas de parte de los franciscanos: 45 Jaime Morera 46 1645), por lo cual sabemos que los asuntos franciscanos fueron tema del pincel del pintor,2 y que es muy posible que las obras del Museo de Guadalajara, como ya quedó establecido, tuvieran como origen si no su mano, su taller. Para mediados del siglo xvi el convento franciscano se encontraba ya terminado en el lugar en que se encuentra hoy día. Los franciscanos tuvieron importante presencia en lo que fue la Nueva Galicia, en la que fundaron la Provincia de Santiago de Jalisco. Mota Padilla, al describir el convento de Guadalajara hacia 1742, dice haber visto grandes lienzos con la vida de San Francisco y alaba al artista, a quién concede gran destreza y perfección en el dibujo. Por su testimonio debemos suponer que los lienzos de Guadalajara son, en pocos años anteriores o contemporáneos, a los pintados para el convento sevillano, que datan de 1645, y que si los cronistas españoles no recogen testimonio de la existencia de ellos es porque fueron embarcados hacia América. A inicios del siglo xx, fray Luis del Refugio de Palacio (1868-1941), quién además de cronista e historiador era un excelente dibujante y conocedor de la pintura española del Siglo de Oro, informa sobre la existencia de las pinturas que decoran el claustro procesional del convento y de que eran obra de Murillo, según refiere en su obra Recopilación de noticias y datos que se relacionan con la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Zapopan y con su colegio y Santuario.3 Los lienzos pertenecen por su lenguaje formal al barroco característico de la época y en concreto de la pintura sevillana. Muestran un manejo de la luz con cierto acento tenebrista, al modo de Francisco de Zurbarán y de José de Ribera, el Españoleto, artistas que pudieron influir a Murillo. Un análisis formal de la pintura deja en evidencia lo correcto del dibujo, la magnífica combinación de colores, que demuestra una paleta experta, el correcto sentido espacial y la composición en varios planos. En general, algunos pintores de la época, como Rubens, Zurbarán, José de Ribera, Ludovico Carracci y otros pintaron temas relativos a la iconografía de San Francisco. 3 Luis del Refugio de Palacio. Recopilación de noticias y datos que se relacionan con la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Zapopan y con su Colegio y Santuario. Guadalajara, Universidad de Guadalajara 1942, pp.96,100 y 101. Datos consignados en el folleto Los Lienzos de Murillo, joyas históricas de la pintura, Guadalajara, talleres de Ediciones de la Noche, 2009. 2 San Francisco de Asís... 47 B.E. Murillo (atribución) Francisco corta obstáculos a la labor franciscana. Museo Regional de Guadalajara, Jal. (Detalle) Son igualmente notables los escorzos, sobre todo el del personaje que descubre el cadáver degollado. La perspectiva del piso demuestra la mano maestra, los valores lumínicos y tonalidades así como el ambiente tenebrista de toda la obra, cuya fuente de luz proviene del ángulo inferior izquierdo confirman que se trata sin duda de una obra de excepcional calidad dentro de la pintura sevillana del siglo xvii. La composición expresa en toda su intensidad el drama narrado por Damián Cornejo que sirve de fuente literaria a la pintura. Al lado derecho aparece el sacristán, quizá la mejor de todas las figuras presentes en la escena, señalando con la mano izquierda hacia arriba, donde se encuentra el vitral con las imágenes de San Pablo y San Francisco, velado por la penumbra de la noche, sin que podamos ver, a plenitud, a San Francisco con la espada ensangrentada en la mano, algo aceptado en cuanto texto literario en el relato de Cornejo, pero demasiado osado para ser representado en toda su crudeza plásticamente. La figura del sacristán está vestida de la sotana negra propia de clérigos seculares y de las congregaciones de clérigos como lo fue en su origen la Compañía de Jesús.4 La habitación del obispo asesinado es al mismo tiempo la nave oscura de la iglesia donde el sacristán escuchó el diálogo de los santos. De esta manera los dos momentos se nos presentan juntos sugiriendo la relación de uno y otro. En el centro de la composición se ve a un hombre que levanta la cortina del dosel adornado con una cenefa flordelisada de la suntuosa cama del obispo, cuyo cuerpo yace en forma invertida a la posición normal de alguien que duerme, recurso que resuelve el problema de presentar el cuello del que ha sido cercenada la cabeza. Si bien la imagen del verdugo es apenas visible en el alto vitral de la oscura iglesia, el cuerpo de la víctima se muestra con detalle: el castigo divino debe de verse con claridad, con realismo y con crudeza. Dos muchachos que se abrazan entran en la habitación; uno de ellos sostiene una 4 La Compañía de Jesús entró en severo conflicto con el visitador Palafox en su visita a la Nueva España. Jaime Morera 48 vela encendida en una mano y en la otra señala la cabeza del obispo que yace en el piso. La cabeza muestra el rostro de un hombre joven y parece haber sido colocada en el lugar donde se encuentra, al lado de la mesita sobre la cual está posada la mitra, sin dar la impresión de que rodara desde la cama, pues no se ve huella de sangre en el piso. Finalmente, quiero referirme a la cartela que acompaña a la pintura en el Museo, que dice lo siguiente: San Francisco corta obstáculos a la labor franciscana. Tal título da apenas una idea del verdadero asunto narrado en el lienzo y de su lectura no se pude deducir la relación entre la figura del obispo degollado y la imagen de San Francisco en el vitral. Es poco probable que la anécdota haya ocurrido en realidad, y si fuera cierto que el obispo amaneció la mañana del inicio de las sesiones conciliares degollado en su cama, la atribución del asesinato a la justicia divina llevada a cabo por San Francisco usando la espada de San Pablo es algo insólito, una macabra y muy poco “seráfica” explicación del hecho, pues convierte al santo de Asís en un vulgar asesino. Queda clara en el relato de fray Damián y en la pintura misma, la intención de advertir a cualquiera que pretendiera atentar contra la Orden Seráfica, que Dios está dispuesto a protegerla a cualquier costo. Los procedimientos electorales revisión selectiva Mauricio García Sainz Miembro Honorario E l propósito de este trabajo es despertar el interés y estimular el debate acerca de una posible reforma electoral en México. Sólo tiene un contenido teórico y académico sobre los distintos procedimientos electorales, comparando sus limitaciones y sus ventajas. No es exhaustivo, por lo que puede ampliarse con revisiones más completas, lo mismo se aplica a las citas bibliográficas. El resultado de una elección refleja el procedimiento de la votación tanto como el deseo de los votantes. En el 70% de las elecciones entre tres o más candidatos, cambiando el procedimiento se cambia el orden final de las preferencias de los electores. Por lo tanto los resultados de las elecciones en el mundo real pueden parecer paradójicos o inequitativos.1 Antecedentes históricos Dado que, como ya se dijo, el propósito de esta revisión es promover un debate aquí y ahora en el ámbito político de México, no se presentará una revisión histórica de los procesos electorales por votación, baste con hacer referencia a la publicación de J. J. O’Conor y E. F. Robertson2 que cubre unos 2600 años. Por razones culturales menciono a Ramón Llull (1235-1315), por su descripción de la cuenta por posición propuesta por Borda y la comparación por pares propuesta por Condorcet, haciendo notar que su escrito estuvo perdido hasta el siglo xx.3 Por su importancia actual también merecen mención especial Jean Charles de Borda4 (1733-1799) y el marqués de Condorcet5 (1743-1794) Mauricio García Sainz 50 Conceptos matemáticos El resultado matemático de la votación para un solo ganador depende de la simetría6. En esencia, se presentan paradojas en los resultados de las votaciones cuando el procedimiento no respeta las cancelaciones naturales de los votos. Representación geométrica: Una forma geométrica tiene simetría lineal, si al dividirla en dos mitades, las dos tienen la misma forma. Una forma geométrica tiene simetría rotacional si al rotarla alrededor de su punto central, es posible hacer que ocupe el mismo espacio más de una vez. Las figuras irregulares no tienen simetría rotacional. En una elección entre dos opciones, nadie podría negar que la opción con más votos de primera preferencia sea la ganadora. Para explicar este resultado consideremos que los votos de la forma A>B (Es decir, la opción A es preferida sobre la opción B) cancelan los votos de la forma B>A (Es decir, la opción B es preferida sobre la opción A). Si después de terminar todas las cancelaciones queda un exceso de votos A>B gana A, por el contrario si hay un exceso de votos B>A gana B. Estas cancelaciones son una forma de simetría lineal. Pero los votos en una elección entre tres o más opciones también deben cancelarse. Consideremos los votos preferenciales en el caso de tres opciones, tendríamos las formas A>B>C, B>C>A y C>A>B, en las que cada opción está colocada en primer lugar, en segundo lugar y en tercer lugar una sola vez, por lo que en este caso las cancelaciones de todos los votos formarían una simetría rotacional. La cuenta mayoritaria cuando hay más de dos opciones, en la que cada elector deposita un solo voto a favor de su primera preferencia, es frecuente en los sistemas considerados democráticos, a pesar de que no respeta la simetría rotacional, puesto que solo cuenta la primera preferencia del votante, un voto con preferencia A>B>C no cancela un voto con preferencia B>C>A y otro con preferencia C>B>A; el resultado es solo un voto para A, lo mismo puede afirmarse de los otros dos casos posibles, por lo que se pueden dar resultados paradójicos. La representación gráfica de la información de los resultados de las votaciones, permite comprender estos procedimientos intuitivamente. Además se pueden usar ideas tomadas del álgebra lineal y los vectores para construir ejemplos que ilustran situaciones en las que los métodos en uso común dan resultados paradójicos. En esta forma es posible evaluar la “Equidad” de los distintos procedimientos de votación.6 Procedimientos de votación para un solo ganador Se han propuesto varios procedimientos o sistemas de votación con la intención de resolver este problema y asegurar un gobierno democrático que refleje las preferencias de todos los electores.7 En estos procedimientos se aplican los diferentes principios matemáticos desarrollados en las teorías electorales. Binarios Plural o de mayoría relativa. El votante expresa en una boleta apropiada una sola preferencia y la preferencia que recibe más votos gana la elección, aún cuando no reciba una mayoría absoluta. Aprobación. El votante expresa en una boleta apropiada, una calificación aprobatoria, generalmente 1, o reprobatoria, generalmente 0. Puede aplicar estas calificaciones a tantas opciones como quiera. La opción que recibe más votos aprobatorios gana la elección. Plural sin eliminación. Método de mayoría relativa en el que se llevan a cabo segundas vueltas de votación hasta que un ganador es elegido por mayoría, de entre los dos primeros lugares, sin eliminar opciones. Plural con eliminación. Método de mayoría relativa en el que se llevan a cabo segundas vueltas de votación, eliminando a las opciones más débiles hasta que se da una mayoría entre los dos primeros lugares. Plural exhaustivo. Es un método de mayoría relativa en el que no se eliminan candidatos, de manera que simplemente se repite la votación hasta que se da una mayoría (no se aplica). Las preferencias de los votantes se usan para realizar una elección plural con eliminación, sin necesidad de llevar a cabo múltiples eventos electorales. La cuenta de Borda. El votante expresa en una boleta apropiada el orden de sus preferencias. Es un procedimiento para votar en el cual las opciones reciben puntos basados en su posición en las preferencias registradas en cada boleta electoral. El candidato que recibe más puntos gana la elección. Hay varias escalas para cuantificar las preferencias de los electores, en las clásicas de una elección con X número de candidatos, las preferencias de cada votante le dan X puntos a su primera opción, X - 1 puntos a su segunda opción, X - 2 puntos a su tercera opción y así sucesivamente hasta llegar a la última opción que recibe 1 punto (preferible), o bien cuando las preferencias de cada votante le da X - 1 punto a su primera opción, X - 2 puntos a su segunda opción, X - 3 puntos a su tercera opción y así sucesivamente hasta llegar a la última opción que recibe 0 puntos. La cuenta de Borda tiende a elegir candidatos por consenso en lugar de los candidatos de la mayoría, por lo que sus proponentes lo consideran útil para evitar la “tiranía de las mayorías”. Se ha propuesto en sociedades muy divididas en sus opiniones. Esta clase de métodos se conocen como de clasificación por posición. A partir de 2001 Saari ha creado modelos geométricos para los métodos de clasificación por posición, que han renovado el interés en la Cuenta de Borda.8 Métodos de Condorcet o por comparación de pares. El votante expresa en una boleta apropiada el orden de sus preferencias. Cuando se han recibido todas las boletas, se comparan por pares, en cada comparación se calcula una opción ganadora de acuerdo con el número de votantes que la colocaron en un orden de preferencia más alto que la opción alternativa. Ejemplo: A le gana a B si más electores han preferido A sobre B, que B sobre A. Al terminar todas las comparaciones por pares la opción que gana sobre todas las otras es la elegida (ganadora de Condorcet). Hay casos en los que no se da una elección ganadora de Condorcet, ni se da una elección perdedora de Condorcet, lo que significa que hay un ciclo de opciones que se derrotan entre sí, llamado paradoja de Condorcet o serie de Smith. Para resolver estos casos se aplican métodos complementarios: a) Mini-max, en el Los procedimientos electorales... Preferenciales 51 Mauricio García Sainz 52 que la opción que es derrotada por el menor número de votos en su peor derrota es la ganadora; b) Método de Copeland en el que la opción ganadora es la que gana el mayor número de comparaciones de pares; c) Método de Tideman9 que se conoce como de pares ordenados, es monotónico porque siempre elige al ganador de Condorcet y a un miembro de la serie de Smith, el ganador nunca es igual al perdedor, pero es vulnerable a los votos honestos que pueden hacer ganar a la opción rechazada y a los votos deshonestos que rueden hacer perder a la opción preferida y d) El método de Schulze10 que está diseñado para ser monotónico e independiente de candidatos clonados. Propiedades y estándares del procedimiento de Condorcet: a) Protección contra “el menor de dos males”, porque sí la mayoría de todos los votantes han votado A sobre B, A derrota automáticamente a B, sin que nadie se vea forzado a votar por A en lugar de por otra opción de su preferencia; b) Refuerzo de la “conducta razonable”, la opción ganadora de Condorcet se da cuando todos los votantes ordenan sus preferencias honestamente; c) Protección relativa frente a “la reversión del orden de preferencias”, cuando se vota una opción menos preferida sobre una opción más preferida, no se modificaría el resultado; d) Protección frente al “compromiso necesario”, se da cuando todos los votantes creen que es mejor una opción de compromiso, y la incluyen en su orden de preferencias, sin que nadie incluye otra opción menos preferida. Si hay un ga- nador de Condorcet el resultado de la elección no cambiaría y e) Protección contra los “errores de cálculo” de las encuestas en relación con las probabilidades de ganar de cierta opción. Hay dos situaciones que pueden derrotar a una opción ganadora de Condorcet, el voto incompleto, en el que no se incluyen todas las opciones y en particular se omite la ganadora de Condorcet y la excesiva reversión en el orden de preferencias analizada por Saari.11 El efecto negativo del voto incompleto podría corregirse anulándolo. Por calificación El votante califica cada opción en una escala numérica o alfabética, la opción que obtiene la calificación más alta es la ganadora. No se ha probado en ninguna elección política, sin embargo tiene otras aplicaciones, en la elección de ganadores que depende de un juez o de un panel de jueces como sucede en el deporte. Las escalas de calificación pueden ser por ejemplo del 0 al 99, del 1 al 10 u otras. Los métodos por aprobación pueden ser considerados como casos particulares de los métodos por calificación con restricción en la calificación a 1 o 0. Hay otros recursos para contar las calificaciones, como el promedio que puede ser truncado para eliminar las calificaciones extremas o la mediana de cada opción considerando ganadora a la que tiene la mediana más alta. Estos recursos estadísticos sólo se usan en situaciones particulares. de votación para un solo ganador En la práctica, las actitudes hacía los procedimientos de votación están muy influenciadas por los intereses de los grupos políticos que los apoyan o los rechazan Gallagher M. Mitchell.14 Esto puede dificultar la comparación objetiva entre los distintos procedimientos, para obviar esta dificultad, los teóricos de las votaciones han diseñado un conjunto de criterios para definir matemáticamente las propiedades deseables de los procedimientos de votación. En los casos de elección de una sola opción y para facilitar un debate fructífero al respecto, se enlistan a continuación algunos de los criterios generalmente aceptados en la teoría de las votaciones, planteados como peguntas que deben responderse, excluyendo a los basados en la psicología de los electores. • Criterio de mayoría (A) ¿Si hay una mayoría que prefiere a un candidato, este siempre gana, si esta mayoría vota honestamente? • Criterio de monotonicidad (B) ¿Es imposible hacer que un candidato ganador, pierda colocándolo en una posición más alta o hacer que un candidato perdedor gane, colocándolo en una posición más baja? • Criterio de consistencia (C) ¿Si el electorado se divide en dos partes y una opción gana en ambas partes, también gana en el total? • Criterio de participación (D) ¿Es siempre mejor votar honestamente que no votar? (Este criterio se agrupa con el similar de Consistencia, aún cuando básicamente este último sea distinto) • Criterio de ganador de Condorcet (E) ¿Si un candidato gana, por comparaciones de pares, frente a todos los demás candidatos, este candidato siempre gana? • Criterio de perdedor de Condorcet (F) ¿Si un candidato pierde, por comparaciones de pares, frente a todos los demás candidatos, este candidato siempre pierde? • Criterio de independencia de las alternativas irrelevantes (G) ¿El resultado es el mismo después de incluir o eliminar candidatos perdedores? • Criterio de independencia de candidatos clonados (H) ¿El resultado es el mismo si se agregan candidatos idénticos a los ya existentes? En la tabla siguiente, se muestra cuales de estos criterios se satisfacen en algunos de los métodos electorales en uso más frecuente, las letras son las asignadas a los criterios en la lista anterior. Tabla 1 A B C D E F GH Plural o mayoría relativa Si Si Si No No No No Aprobación No Si Si No No Si Ambiguo Plural sin eliminación Si No No No Si No No Plural con eliminación Si No No No Si No Sí Preferenciales No Si Sí No No Si Ambiguo Borda No Sí Si No Sí Sí No Minimax Si Si No Si No Si Sí Condorcet-SchuIze Si Si No Sí Sí Sí Si Por calificación Si Si No Sí Sí No Si Como se ve ninguno de los procedimientos de votación en uso común satisface todos los criterios propuestos, debido al llamado teorema de imposibilidad de Arrow,15 que demuestra que varios de los criterios deseables en los procedimientos de votación son mutuamente Los procedimientos electorales... Criterios para evaluar los procedimientos 53 Mauricio García Sainz 54 contradictorios o excluyentes. Sin embargo el método de Condorcet-Schulze es el que satisface el mayor número de criterios sin operaciones arbitrarias. Procedimientos de votación para múltiples ganadores El voto para múltiples ganadores tiene aplicaciones para la elección de un cuerpo legislativo y tiene resultados prácticos diferentes a los del voto para un solo ganador. Con frecuencia, los votantes que participan en una elección para múltiples ganadores están más interesados en la composición final del cuerpo legislativo que en las personas que lo integran. Por esta razón muchos sistemas para elecciones de múltiples ganadores se basan en la representación proporcional. El primer paso en al organización de este tipo de elecciones es registrar a los partidos políticos participantes de manera que el elector vota por los partidos en lugar de hacerlo por los candidatos, y a continuación hacer la nominación de los candidatos elegibles con alguno de los siguientes métodos. Listas de partidos. La mayoría de los sistemas de representación proporcional usan las listas presentadas por los partidos, que pueden ser: Cerradas cuando el partido decide los candidatos que participarán en la elección. Abiertas cuando los votantes deciden que candidatos de cada partido participarán en la elección. Mixtas. usando combinaciones de los dos anteriores Procedimientos para asignar curules Los métodos para asignar curules están basados en los promedios más altos obtenidos por cada partido: Método de Victor D´Hondt (1841-1901). Es un cálculo de los promedios más altos en una representación proporcional de las listas de los partidos, se usa en veintiocho naciones y en el parlamento europeo. Una vez que se han contado todos los votos recibidos se calculan cocientes sucesivos para cada lista con la fórmula: V/c + 1, donde V es el número total de votos que recibió el partido y c es el número de curules que ha recibido el partido hasta el momento (Al inicio c es 0 para todos los partidos), aquel partido que obtenga el cociente más alto recibe una curul, y su cociente es calculado nuevamente teniendo en cuenta el nuevo total de curules asignadas, el proceso se repite hasta que todas las curules han sido asignadas. (Ver tabla 2) Tabla 2 Partido A Partido B Partido C Partido D Partido E Votos 340,000 280,000 160,000 60,000 15,000 Curul 1 340,000 280,000 160,000 60,000 15,000 Curul 2 170,000 280,000 160,000 60,000 15,000 Curul3 170,000 140,000 160,000 60,000 15,000 Curul 4 113,333 140,000 160,000 60,000 15,000 Curul 5 113,333 140,000 80,000 60,000 15,000 Curul 6 113,333 93,333 80,000 60,000 15,000 Curul 7 85,000 93,333 80,000 60,000 15,000 Total de curules 3 3 1 0 0 Tabla 3 Partido A Partido B Partido C Partido D Partido E Votos 340,000 280,000 160,000 60,000 15,000 Curull 340,000 280,000 160,000 60,000 15,000 Curul 2 113,333 280,000 160,000 60,000 15,000 Curul 3 113,333 93,333 160,000 60,000 15,000 Curul 4 113,333 93,333 53,333 60,000 15,000 Curul 5 68,000 93,333 53,333 60,000 15,000 Curul 6 68,000 56,000 53,333 60,000 15,000 Curul 7 48,571 56,000 53,333 60,000 15,000 3 2 1 0 Total de curules 1 Propiedades del procedimiento de Sainte-Lague: a) Es consistente porque dado el mismo número de votos, siempre da los mismos resultados; b) La distribución proporcional tiene un margen de error pequeño; c) Amplía la diferencia entre el número de votos y el número de curules disponibles; d) Toma en cuenta a los partidos pequeños para la asignación de curules; e) Si los partidos muy pequeños no reciben suficientes votos, no se les asignan curules; t) En el caso de que no se asignen curules a un partido muy pequeño el resultado para el partido mayoritario no se modifica; (puede comprobarse en los ejemplos); g) La aplicación en el divisor de la formula V/2c + 1 minimiza los cocientes pequeños, hace que el índice aumente proporcionalmente a la tasa porcentual entre votos y curules y g) No es propenso a las paradojas que se encuentran en otros índices proporcionales. Por estas propiedades Gallagher11 considera que el índice de Sainte-Lague es superior a los demás. Una variación que se usa en Suecia, Noruega y Dinamarca es la sustitución del primer divisor en el método de Sainte-Lague por 1.4. El margen de error Se puede medir usando el índice de Gallagher.12 Voto único transferible. El votante expresa en una boleta apropiada el orden de sus preferencias. No depende de que los candidatos estén agrupados en partidos políticos. Una vez que se han determinado las curules disponibles, los votos son distribuidos entre los candidatos en forma similar a los sistemas preferenciales, pero además de transferir los votos de los candidatos que han sido eliminados, los votos excedentes de los candidatos que ya han alcanzado una cuota también son transferidos. Kestelman13 ha cuantificado la representatividad de estos procedimientos. Los procedimientos electorales... Propiedades del procedimiento de D’Hondt: a) Es consistente porque dado el mismo número de votos, siempre da los mismos resultados; b) La distribución proporcional tiene un margen de error pequeño; c) Favorece a los partidos mayoritarios y d) Está expuesto a resultados paradójicos. Método de Sainte-Laguë (1882-1950) es un cálculo de los promedios más altos en una representación proporcional, con un divisor diferente al de D’Hondt, se usa en nueve naciones y en dos provincias de Alemania. Una vez que se han contado todos los votos recibidos se calculan cocientes sucesivos para cada lista con la fórmula: V/2c + 1, las notaciones son iguales a las de la fórmula de D’Hondt y el procedimiento para calcular las asignaciones de curules también es el mismo, pero el resultado es diferente, el mismo ejemplo sirve para ilustrar la diferencia. 55 Mauricio García Sainz Métodos semi-proporcionales Tienen aplicaciones especiales que no se usan en elecciones políticas. Hay otros métodos de asignación de curules, como la especificación de cuotas para cada partido, los umbrales porcentuales en la votación y el peso asignado a las mayorías, en todos ellos se presentan paradojas. Aspectos teórico-prácticos de los procedimientos electorales 56 Especifican las características de la boleta electoral, el grupo de votos permitidos, el método para contar los votos y un algoritmo para determinar el resultado. El resultado puede referirse a un solo ganador o puede referirse a varios ganadores, como sucede en algunos cuerpos legislativos. El sistema de votación también puede especificar como se distribuye el poder del voto entre los votantes y como se dividen los votantes en distritos electorales, cuyos votos se cuentan en forma independiente. En la práctica la realización de una elección, por lo general, no es considerada parte de un sistema teórico-matemático de la votación. Por ejemplo la teoría electoral se refiere a la boleta electoral en forma abstracta, sin definir su forma física, ya sea una hoja de papel, una tarjeta perforada o una pantalla de computadora con respuesta digital. Sin embargo, se han hecho simulaciones y pruebas que indican que la cuenta manual de boletas electorales está sujeta a errores involuntarios y a manipulación de resultados; la tarjeta perforada se daña con facilidad por lo que requiere reposiciones frecuentes y su lectura puede dar lugar a errores; la pantalla de computadora con activación digital es cara y está sujeta al riesgo de los virus y de las mutilaciones de los “macheteros”; hasta el momento el mejor instrumento parece ser la boleta electoral de papel, diseñada para facilitar el registro de las preferencias de los electores y como una mejoría un escáner específico para leerla (código de barras). La boleta electoral Los diferentes sistemas electorales tienen boletas electorales diferentes para permitirle al votante expresar su voto: a) Voto plural (mayoría relativa), el votante expresa sólo una opción; b) Voto preferencial, el votante expresa en una lista el orden de sus preferencias, incluyendo todas las registradas; b) Voto preferencial truncado, el votante expresa en una lista el orden de sus preferencias, sin tener que incluir todas las registradas; c) Voto por posición, el votante tasa en una escala cada opción en forma separada; d) Voto por aprobación, el votante puede seleccionar varias opciones relacionadas con grados de aprobación o reprobación; e) Voto acumulativo, el votante puede votar por el mismo candidato varias veces; f) Algunas boletas electorales tienen opciones adicionales como agregar un candidato, ninguno de los registrados o voto de desconfianza en un candidato. El peso de los votos El ideal en una elección política se expresa como “una persona, un voto”, que significa que el voto de cada votante tiene el mismo valor que el de los otros votantes, por lo tanto tiene el mismo peso. En casos particulares este ideal se modifica, por ejemplo, en las elecciones en una compañía por acciones en las que se aplica “una acción, un voto” dando por resultado que el voto de los accionistas mayoritarios tiene más peso que el voto de los accionistas minoritarios. Otro caso particular de modificación del peso del voto es “el voto de calidad” para romper empates, en este caso si la persona que emite el voto de calidad también participa en la votación empatada, su voto tiene más peso que los otros, pero si solo puede emitir un voto de calidad, sin participar en la votación empatada, su voto tiene menos peso que los demás. El poder de los votos Es diferente al peso de los votos. En instituciones donde ciertos grupos de votantes emiten el mismo voto (por ejemplo, los partidos políticos en el poder legislativo), el poder del voto mide la capacidad de un grupo para cambiar el resultado de una votación. Estos grupos pueden formar coaliciones para maximizar el poder de sus votos y de esa manera obtener poder político aún siendo minorías. Status quo El peso de algunos sistemas de votación está condicionado por si mismo, por ejemplo, si se requiere una gran mayoría para cambiar el status quo. El caso extremo es el consenso por unanimidad, en el que para cambiar el status quo se requiere el apoyo de todos y cada uno de los votantes. Un mecanismo diferente que favorece el status quo es el requisito del quórum, que asegura la permanencia del status quo si no hay votantes suficientes que participen en la votación, para evitar que el abstencionismo intencional prevenga la integración del quórum, este debe basarse en el número de votos emitidos a favor de la opción ganadora y no en el número total de votos emitidos. Distritos electorales Cuando el propósito de las elecciones es escoger un cuerpo legislativo, la estructura de los distritos electorales debe adaptarse a la Constitución política de la nación en cuestión, hay dos alternativas: a) Ganadores múltiples con una sola elección general, determinando a los ganadores en base al total de votos recibidos por su partido o b) Estableciendo distritos electorales determinados, donde los votantes tienen que emitir su voto con opciones específicas y elección de un ganador único para el distrito. La manera en la que los distritos electorales se integran y la forma en la que se asignan las curules pueden afectar en gran medida los resultados de la elección. Por lo general, las curules se asignan a los estados, regiones o distritos electorales mediante un prorrateo basado en la población registrada en los censos. Si hay cambios respecto Los procedimientos electorales... La teoría, tampoco especifica como se garantiza el secreto del voto, como se verifica el resultado correcto de la cuenta de voto, que autoridades son responsables de garantizar el buen desarrollo de la elección o quien puede votar. Estos aspectos corresponden a la legislación política de la nación en particular. 57 Mauricio García Sainz 58 a la elección anterior se definen nuevos límites para cada distrito electoral. Ambos procesos pueden generar disputas políticas tanto por errores de distribución, cuando las tasas de representación de la población no son iguales, como por manipulación con el fin de obtener ventajas políticas. Conteo de los resultados • Conteo en las casillas: Número de electores registrados en el padrón electoral / Número de votos emitidos = Abstención • Conteo en los Distritos electorales: Orden de las preferencias para cada candidato = Resultado preliminar de la elección • Conteo en el IFE: Aplicación de los algoritmos aprobados a todos los votos emitidos = Resultado final de la elección. Conclusiones Considerando que ninguno de los procedimientos electorales estudiados satisface todos los criterios propuestos, los responsables de establecer un nuevo procedimiento de votación deben decidir, después de un análisis cuidadoso, cuales de estos criterios son los más importantes en el caso particular de México, por lo que es oportuno y necesario iniciar un debate público con participación de los ciudadanos mexicanos, para modificar el status quo mediante una reforma electoral a profundidad. Se propone el procedimiento de Condorcet-Schulze para la elección del Presidente de la república, gobernadores de los estados y presidentes municipales. Se propone el procedimiento de representación proporcional de Sainte-Laguë con listas de partidos mixtas, para los senadores y los diputados que integran el Poder Legislativo federal y para los integrantes de los poderes legislativos de los estados y del D.F. Referencias 1. The Economist. March 2000; 4 to 10: 83. 2. O’Conor J. J, Robertson E. F. The history of voting. The Mac Tutor History of Mathematics Archive, 2005. 3. Hagele G., Pukelsheim F. “Llull’s writings on electoral systems”. Studia Lulliana 2001; 3: 3 - 38. 4. De Borda Jean Charles. “Mémoire sur les Élections au Scrutin”. Histoire de l’ Académie Royal des Sciences, 1781, Paris. 5. De Condorcet, Marquis. Essai sur L’ Application de L’ analyse el la probabilité dés décisions rendues el la pluralité de voix 1785, Paris. 6. Saari G. Donald. “Geometry of voting”. Studies in Economic Theory volume 3. Springer-Verlag. Berlin. 7. Hodge K. Jonathan & Klima E. Richard. The mathematics of voting and elections: A hands on approach. American Mathematical Society. 8. Saari G. Donald. The Profile Structure for Luce’s Choice Axiom. Institute for Mathematical Behavioral Sciences, 2005 - Paper 13. 9. Tideman Nicolaus. Collective Decisions and Voting: The Potential for Public Choice. Ashgate, 2006. 10. Schulze Markus. “A New Monotonic and Clone-independent Single Winner Election Method”. Voting Matters, 2003; 17: 9 - 19. 11. Saari G. Donald. “Consequences of Reverting Preferences”. Mathematical Inteligencer 2003; 25, 4: 17-31. 12. Gallagher M. “Comparing Proportional Electoral Systems: Quotas, Thresholds, Paradoxes and Majorities”. British Journal of Political Science, 1992; 22: 469-496. 13. Kestelman P. “Quantifying Representativity”. Voting Matters 1999; 10:7-10. 14. Gallagher M. Mitchell P. (eds.) The Politics of Electoral Systems. Oxford: Oxford University Press. Appendix B 2005. 15. Arrow J. Kenneth. Social Choice and Individual Values. New Haven: Yale University Press 1963. Poema... La señal en el muro 59 S oledad de abajo y la brumosa mesa del café. Puerto de la Concepción y el viaje que no has de realizar. Viudas de Oriente y la pasión nostálgica. Viudas de Poniente te desnudo y me desnudas en sábanas de bramante. Ojo de Agua de Crucitas desde lejos viene la tarde. Santa Rosalía del Polvo un candor de piedra en la mirada. Rancho de Pulgas Pandas el purificador de almas tragando lumbre. Pila de Perros el fontanero abriendo las fuentes de la plaza. Amapolas del Río una flauta enamorada. Soledad de Arriba Don Juan el empalado bajo un claror de hogueras. Víctor Sandoval Colecciones del Seminario de Cultura Mexicana Del mexicano gusto por el vino* Salvador Cruz Primero, el brindis “S i algo caracteriza, más que la lengua, más que la religión, más que la indumentaria, a un pueblo –dice Germán Arciniegas–, es su cerveza, o su vino, o su whisky, o su vodka, o su chicha; es decir, su licor… Es el vodka lo que ha modelado el alma de los rusos; suprimid el vodka, y la mitad de la literatura de ese país resulta incomprensible”. Sobre la misma pauta camina el esplendor del México mágico. El mexicano gusto por el vino surge, épicamente, del mito descarnado de una mujer, Meyahuel. De ella “brotó la planta que abre sus aspas al viento, y que produce el vino blanco que beben los hombres”. Así nació el licor primigenio de México, el pulque. Ahora bien: ya está el hombre y ya está el vino. Ésta es la advertencia para no despeñarse, la invocación de lo genuino: “Bueno es y deleitoso, y si embriaga, no es por él mismo, sino por las raíces que le mezclan y que le dan embriagadora virtud”. Quetza1cóatl, héroe cultural pero hombre al fin, bebió un día con exceso. Le fue servido hasta cinco veces “en honor de su grandeza”. Llega el momento en que “se ensimisma y siente en su alma los más sabrosos deleites”. Canta y ordena traer a la reina para holgar juntos. Al otro día, con el dardo de la angustia en el corazón, “ante su dios se puso a llorar”. Andando el tiempo, Quetzalcóatl ha de huir, pero sus enseñanzas han prendido en la mente, los ojos y las manos de los toltecas. Son artistas y artífices. Un arte principal es la guerra, siempre en homenaje de los dioses. Y el sabio Garibay nos advierte: teotl, vino de los dioses, significa batalla, pues ahí “se logra la sangre que alimenta a las divinidades”. Pero también era “una bebida que se daba a los guerreros antes del combate”. Es decir, dioses y hombres llegan a confundirse girando en torno al vino. * El Salvador Cruz, Del mexicano gusto por el vino. México: Seminario de Cultura Mexicana, 1970. escritor Salvador Cruz, miembro de la Corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana en la ciudad de Tehuacán, Puebla, obtuvo con el ensayo aquí reproducido el primer premio, consistente en $30,000.00 del Concurso Literario Nacional “Elogio al Vino” convocado por la Compañía Vinícola del Vergel, S.A. de Gómez Palacio, Durango. Una coexistencia: maguey y vid Con los conquistadores llegó el vino. Y como el buen sarmiento emprende buena vid, en nuestro virreinato de filigrana se dio fe del gusto báquico en tarjas, loas, villancicos, carros alegóricos, juegos de artificio y unos cuantos bandos, pragmáticas y cédulas reales. Sin embargo, el vino no suplantó al pulque. Un día el gremio de pulqueros “eligió a Hércules para su carro alegórico”. Otra noche, rematando un castillo de cohetes, arde Ganimedes con la copa en alto para servir a Zeus. Lo que podían contemplar los héroes homéricos, a rastras o desde lo alto, era el nacimiento de un pueblo mestizo cuyos gustos no se suplantaban, coexistían. Juan de la Cueva, que anda en Nueva España por 1575, admira las danzas indígenas y advierte la aculturación: En ellas no veréis petos ni lanzas sino vasos de vino de Castilla con que entonan del baile las mudanzas. Y años después, en 1604, Bernardo de Balbuena alude al aguamiel y su consumo –según él, excesivo– en la Ciudad de México: ¿Pues quién dirá la cantidad de azúcar que en una golosina que se bebe gasta el más pobre cual si fuera un Fúcar? ¿Quién a dar suma y número se atreve a las tabernas que hay de esta bebida? ¿Qué esponja alcanza lo que aquí se embebe? Del mexicano gusto por el vino Lo que sucedió en las altas culturas de la altiplanicie mexicana fue una comunión de sangres rituales. Ocurrió el más espléndido brindis de dioses y hombres. El vino, que era una cosa, se volvía sangre, que era otra cosa. Y las cosas, para los antiguos mexicanos, tenían alma. Dijimos mal: todavía para el mexicano de hoy cuenta el alma de las cosas. Y el espíritu del vino, desde luego. Un otomí, por ejemplo, es capaz de brindar… ¡con el río! He aquí una escena moderna donde el espíritu indígena del vino preside la adhesión del hombre a su más agobiante realidad. Pocas literaturas en el mundo pueden ofrecer esta triple alianza de hombre-vino-río, como lo hiciera el mexicano López y Fuentes: “Un viejo tlachisqui, un vidente, se acercó hacia la orilla. Puso los brazos en línea horizontal, hacia adelante, y mirando fijamente al sol, musitó un ruego: “–¡Padre de lo que tiene vida y de lo que no vive: señor de la tierra, del agua, del viento y del fuego: si das de comer al cuervo, a la víbora y al tigre, dame unos pescados para mis hijos y para los hijos de mis hijos…! “Avanzó hasta donde el agua le llegaba a la rodilla y, tomando una botella que su mujer le entregara, habló cara a cara con la corriente: “-Tú sigues tu camino y nosotros somos hormigas que nos quedamos aquí: ahora que tu semblante es tranquilo, escúchame… “En la oración sonó la palabra hueyatl, el mar, padre de los ríos. El viejo, medio tapó con un dedo la boca de la botella, dejando caer algunas gotas de aguardiente en las aguas. Después bebió él. Fue como una alianza hecha en un brindis. Y todos avanzaron resueltamente río adentro.” De las pinturas de bebedores en el interior de la pirámide de Cholula –apenas descubiertas–, a este brindis en elocuente monólogo ¿qué es lo que ha sucedido a través de los siglos? La razón es que el mexicano gusto por el vino es un rito, no individual, sino colectivo. Amado Nervo, que en 1896 salió de la provincia para ganar el mundo, escribió ese año: “En México no se concibe el trago, sino platicado. Jamás, por eso, verá usted entrar solo a un mexicano a la cantina. La copa que no se platica no tiene sabor.” Lo esencial es el brindis. Y entre las civilizaciones del mundo a través de las edades, México diluye el culto a la palabra en el ritual del vino. 61 Salvador Cruz 62 Ha dicho el más pobre, el desvalido, el de ínfima capacidad económica. La verdad es que pulque y vino eran distintivos de niveles extremos en la pirámide social de Nueva España. Pero a ratos –porque en gustos nada queda escrito–, tales extremos se confundían. El vino le sirve a Francisco de Terrazas como tema a un endecasílabo que va a ser la primera dádiva de México a las literaturas extranjeras. En verdad, “el más antiguo poeta mexicano de nombre conocido”, escribió este verso que en su totalidad de 27 letras copió Alonso de Ercilla: en vino y grave sueño sepultados. El vino le sirve a Fernán González de Eslava para metaforizar litúrgicamente; no hay que olvidar que el vino era de primera necesidad en la nueva religión: Da dulzor divino la Vid verdadera... El vino le sirve a Babuena para ir sobre la huella frayluisleonesca, tan apreciada en esta tierra del sol: Labra tu viña, planta tus parrales, la fresca vid al álamo arrimada... ƒ ...las uvas como grana, de adonde el vino y alegria mana. ƒ ... y en el otoño frio ve en el lagar correr de mosto un río. El vino le sirve a Gaspar Pérez de Villgrá para un símil del sueño por cansancio. Se descubre el río Bravo, y cual suelen en pública taberna tenderse algunos tristes miserables, embriagados del vino que bebieron: así los compañeros se quedaron... El vino le sirve a Palafox y Mendoza para sus incursiones poéticas. Si en nada revelan al batallador, sí denuncian al gran comprensivo de las virtudes del indio: Hasta la bodega llena de licores olorosos, baja los pies amorosos y la fuerza le enajena de aquellos vinos preciosos. El vino le sirve a fray Juan de la Anunciación cuando alboreaba el siglo xviii. Su romance jocoso en boca de un tlaxcalteca tiene tintas de Baltasar de Alcázar: Después de haber bien cenado me pasé hacia la taberna a llorar su triste muerte con lágrimas de las cepas. Y es el vino, pero “el vino del país, esto es, el pulque”, como escribió Humboldt, el que ilumina la más lograda imagen de la poesía colonial sobre el acto de tlachicar. Góngora vino a gozar el oro y la luz de Nueva España y se quedó siglos entre nosotros. Uno de sus discípulos postrimeros, Miguel de Reyna Zevallos, dejó esta síntesis en 1736: Y como suele abeja artificiosa, cuando a la flor el labio acerca activa, que el centro chupa, y labra deliciosa la miel, que sazonada el gusto aviva; del indio así la industria laboriosa toca el maguey, y el dulce jugo liba: que el aguijón lo agudo hurta la maña por el fácil conducto de la caña. ¡Pocas veces se ha logrado en las literaturas hispánicas, aprisionar en ocho versos el alma del paisaje! A tanto lleva el mexicano gusto por el vino. Y la caña amplió el mundo Se gusta el vino del conquistado y el conquistador, y ese regusto llega al corazón de la metrópoli novohispana, el palacio virreinal. Un día el gran urbanista que fue Revillagigedo ordenó renovar el edificio. Creía indispensable dignificar lo que a la sazón era “una honrada casa de vecindad” –según Sedano–, con “fonda y vinatería que llamaba la Botillería” Tres potables le brinda: uno, es el vino que –cuando la alquitara le resuelve– sabe correr por aguardiente fino... El mexicano había aprendido a destilar. Sor Juana, siempre atenta a los nuevos dones de la cultura, alude a una Celestina, fruto de la colaboración novohispana e hispana que, por eso, se formó de un trapiche y un ingenio. Pero otra vez el uso se vuelve abuso. Para 1782 Rafael Landívar, en su Rusticatio Mexicana, condena al productor de caña de azúcar que “mediante ignominiosa industria, extrae fuertes licores”. Y no olvida apuntar la razón económica del caso: por su bajo precio, el nuevo destilado “atrae a la plebe y aumenta los dineros del avaro”. La verdad es que se había desplegado una carta geográfica de bebidas espirituosas que cubre en nuestros días lo largo y lo ancho de México: acajul, comiteco, charanda, chichihualco, holanda, huiquiño, lapo, teshuino... En los conventos, para consumo interior y exterior por su virtud reconfortante, se preparaba el rompope: alcohol, yemas de huevo, leche, azúcar, canela y vainilla. De todos los ingredientes sólo la vainilla era producto indígena del trópico. El erudito Trens revela que “entre las clases sociales más elevadas se acostumbraba beber el hipocrás (vino, azúcar, canela, pimienta, clavo, jengibre), la caspiroleta (leche, huevos, azúcar, canela y aguardiente), la clarea (vino blanco, miel, canela, clavo, nuez moscada)... y gran variedad de bebidas espirituosas”. Entretanto los pobres, que como dice Novo siempre han sido más que los ricos, se entregaban a las infusiones de casi todas las frutas que en esta tierra hay: indígenas (tejocote, capulín) o venidas con el conquistador (naranja, limón). Del mexicano gusto por el vino así como “almuercerías donde se vendía pulque públicamente, y, de secreto, chinguirito”. Imperceptiblemente, a ciencia y paciencia de los pesquisidores y los jueces había sentado sus reales –en pleno palacio de los virreyes– el chinguirito, aguardiente de caña de azúcar. El jesuita Francisco de Castro, a fines del siglo xvii, detectaba ya la superposición de gustos. Se había abierto paso un nuevo concepto y una nueva palabra: aguardiente. Es así como canta los dones del maguey; al indígena, 63 Salvador Cruz 64 El mexicano había aprendido a destilar. Ya le ofrecería al mundo ese mezcal o aguardiente de maguey que en su día ocupó la atención de Humboldt. La primitiva industria del mezcal tequila tendría necesidad de bifurcarse por especialización: mezcal y tequila. Como precisa Farga, tales bebidas no son propiamente vinos sino aguardientes. Por su gusto –por su puro gusto, querríamos decir– México iba a contribuir a aumentar el mapa de los brindis en el mundo. Intermedio: de Durango llega el vino En la curiosa Loa de las ciudades de Nueva España exhumada por Alfonso Méndez Plancarte, lucen las perlas del virreinato: Puebla de los Ángeles, Valladolid de Michoacán (hoy Morelia), Guadalajara de la Nueva Galicia, Mérida de Yucatán, Antequera de Oaxaca, Durango de la Nueva Vizcaya… Aquí el transeúnte de siglos se para a oir los versos de 1713 hasta percibir el rumor del vino, inmerso –atávicamente– en el mito de la sangre: …la Ciudad de Durango representa, que en la Vizcaya Nueva el nombre y el honor primero lleva: reino tal, que en sus términos distantes hasta hoy no han visto linces caminantes, inundado de nieve desata en plata lo que en copos bebe.. Aquí el cielo fecunda valles que en uva liberal inunda... y el fruto de ésta, opimo, en ese fiel os da, dulce racimo, cuya sangre encendidava, cuando corre, mucho más lucida… La cita poética se ve confirmada en 1804 por Humboldt, que explaya: “los millares de mulos que todas las semanas llegan de Chihuahua y de Durango a México, traen, a más de las barras de plata… un poco de vino de Paso del Norte”. Sin embargo, el consumo interior era tal –es decir, el mexicano gusto por el vino era tal–, que por Veracruz entraba un promedio anual de 30 000 pipas de aguardiente y 40 000 pipas de vino. Y hay que tenerlo en cuenta: más caro aquéllo que ésto. Por la banda del Mar del Sur también razón: entraba “un poco de vino de Chile”. importación por el Océano Pacífico. A lo lejos, en el horizonte, se percibía una chispa que iba a llegar a incendio. México sería libre políticamente, pero su gusto por el vino no quedaría encerrado en sus fronteras. Con la Independencia triunfa el vino Lizardi escribía sus novelas sobre la plataforma de un refrán de uso personal o del vulgo. El Periquillo Sarniento obedece a un pequeño evangelio: “fue pecador en vida y murió santo”. Don Catrín de la Fachenda cumple el anatema popular: “quien mal anda, mal acaba”. Y en tanto Periquillo bebía vino, Catrín se hunde en aguardiente. Poco después de la Independencia el Doctor Mora nos deja este aguafuerte del indígena: “su bebida más común es el agua o pulque; no deja de embriagarse algunas veces con el aguardiente de caña, que por desgracia ha llegado a ser en el país de un consumo general; pero es una calumnia asegurar que este vicio le es característico. Y enseguida el visionario de México afirma: “después de la Independencia el carácter moral de los mejicanos ha mejorado considerablemente; por ella han recibido la dignidad de hombres de que antes se hallaban despojados”. Del mexicano gusto por el vino Borrada la ignominia de las castas, el mexicano tiene independencia hasta de gustos. Se sientan bases para la integración de un país de clase media. Un jovencito que todo lo observa nos traslada puntualmente usos y costumbres; en las visitas a media mañana las damas consumen “vinos dulces como Málaga, Pajarete o Pedro Ximénez”; contrariamente, “el sexo feo se las componía con ríspido catalán, llamado judío, porque no conocía las aguas del bautismo”. Tal escribía, con gracia, Guillermo Prieto. Esta preferencia por el vino dio por resultado el uso, cada vez mayor, de las bebidas embotelladas. Cuando la marquesa Calderón de la Barca se sienta a compartir la mesa con Santa-Anna, la urbanidad del caso prescribe “licores de marca”. También el óleo anónimo Banquete al General León, en el Museo de Chapultepec, muestra a las claras que para 1844 era común el uso de la botillería. Sin embargo, la costumbre no era privativa de las clases acomodadas. José Joaquín Pesado, que entre otras cosas ensayó injertar la poesía azteca en la lírica neoclásica, descubre cómo en el mercado pueblerino, 65 . . . brillan vasos de colores y botellas transparentes con embriagantes licores. En otro óleo anónimo de mediados de siglo, Esto es vida, por hoy en el Museo de Arte Moderno, el convite degenera en riña con un buen número de botellas. Y no olvidemos al pintor poblano-tlaxcalteca Agustín Arrieta, cuyos bodegones son incomparables síntesis de la época: en los fondos brillaba el vidrio de las botellas de vino. Al dejar a su libre albedrío sus gustos potables, el mexicano libre se decidió por el vino. Un día un archiduque rubio iba a imponer a las encopetadas clases sociales el gusto de los vinos europeos, en cuyas etiquetas brillaban –oro y cuentas de vidrio– escudos imperiales. Nuevo baco, nuevos vinos Al triunfo del gobierno juarista, con la paulatina restauración de la República, dos tensiones extremas operan en el seno de México: una vuelta a lo nuestro –primera conciencia de lo mexicano universal– y el franco deseo de abrir la puerta a todas las civilizaciones contemporáneas. No podía escapar a este estira y afloja el mexicano gusto por el vino. El nacionalismo acaudillado por Altamirano tuvo su esplendor plástico en obras como el Fray Bartolomé de Félix Parra, El suplicio de Cuauhtémoc de Izaguirre y, “a través de los siglos”, El descubrimiento del pulque por José Obregón. Sin embargo, en este último cuadro los perfiles se rehusan a salir indígenas y resultan helenísticos. La brújula apuntaba hacia todos los horizontes… Un cuentista en olvido, Alberto Leduc, fecha su cuento Fragatita en 1884. La heroína ya no bebe vinos de linaje latino sino de la más reciente importación sajona: “-¿Qué bebes, Fragatita? -Lo que tú bebas, curro. -¿Whiskey o compuesto? -Pues whiskey, Juan.” Y en la vida real, ese mismo 1884, en modernismo, Gutiérrez Nájera comparte el poema que abre él con su Duquesa Job, Salvador Cruz 66 media botella de rico vino. Y cuatro años después, su gama gustativa es la de su época –”Las novias pasadas son copas vacías”–, en el cosmopolita crepúsculo finisecular: Champaña son las rubias de cutis de azalia; Borgoña los labios de vivo carmín; Los ojos oscuros son vinos de Italia; Los verdes y claros son vino del Rhin! El vino se identifica con la mujer. Díaz Mirón al dirigirse A Ella logra la más completa superposición: calado el honguillo picaresco y arrellenado en cómoda poltrona, apurando un vaso de cock-tail fragante y helado. (Y en este punto, ¿será necesario decir que el coctel se inventó en tierras de México, en Campeche, según el conocedor don Lucas de Palacio? Lo cual revela que si México recibe, sabe corresponder gracias a su espléndida inventiva, modernamente cuantificada por Eusebio Dávalos Hurtado.) Otra vez, a lo lejos, se advertían chispas que llegarían a incendio. Y otra vez el mexicano sabría ir a ganar su libertad. La libertad de hacer su propio vino de uva, por ejemplo. ... y eres embriagadora como el vino. Juego de figuras evanescentes que en Tablada llega a la abstracción total: ... ebrio del vino de tus histerias. En la provincia, donde el tiempo se detiene décadas, apenas resulta natural que el vino ofrezca su máxima calidad de añejo. Si Payno en Los Bandidos de Río Frío –1889– hace aparecer “una copa de Jerez, que tendría más de setenta años”, en Lagos el poeta del pueblo, Francisco González León, ordena escanciar en aras de la galantería: En los griales poned los vinos; de los rancios, de los finos; y con mostos ambarinos brindaremos, caballeros, por los fueros femeninos... Los horizontes no se cerraban, se abrían. En 1897 el curioso Almanaque Bouret –para México, pero impreso en Francia–, ofrecía esta gama: Chartreuse, coñac, vermouth, ajenjo, champaña, byrrh, anisado, tinto Burdeos y tinto Borgoña. Se había operado un cambio. El dios del vino había cambiado ropas. Rafael Delgado, en La Calandria, dio la razón estética. Baco era Baco pero… no aquel que los pintores de antaño coronaban de pámpanos, sino el moderno, el que yo pintaría festivo y risueño, pálido el rostro, Con la Revolución vuelve a triunfar el vino Cuando estalla la revolución en 1910, en la ciudad de México los expendios de pulque blanco llevan curiosos nombres: Los Republicanos, La Noche Triste, La Diosa Euterpe, Los Perros, La Libertad, El Serrallo, La Venus, El Antiguo Gato, El Campamento, El Templo de Morfeo, La Africana, La Serenata, En las Astas de un Toro, la Reina Xóchitl, La Marina, La Gran Babilonia… El afán enciclopédico y el cosmopolitismo lo invadían todo. Pero observemos que una vez más el pulque era distintivo del nivel más bajo en la pirámide social. En la cúspide, en el Palacio Nacional, el viejo presidente había instituido el Brindis –con vinos europeos– del 15 de Septiembre; era también su día onomástico. En fin, arden con sangre y pasión los campos de México. Triunfa la causa y aunque el panorama se tiñe de nacionalismo hay espacio para los ensayos exóticos. Hay una especie de “cohesión de extremos” de la que no podía escapar el gusto por el vino. Por una parte, cabe el costumbrismo de Saturnino Herrán con su friso Nuestros Dioses, de 1916: en un fragmento, jóvenes indios y mestizos conducen, como en andas, racimos de uvas y otros frutos de la tierra mestizada. Por otra parte, cabe la búsqueda universalista de José Juan Tablada: Rector’s champaña fox-trot Del mexicano gusto por el vino 67 Más todavía: en la provincia recóndita los viejos licores vuelven a servir a los poetas para identificar a la mujer. González León se extasía ante unos …ojos dulces y oscuros, como es el vino de Malvasía. esa sangre se nos va de las manos, que otra mano invisible nos retira su goce. Y aquí se cierra –tal vez sin querer– un espléndido ciclo literario que se remonta a Gaspar Pérez de Villagrá en los albores del siglo xvii: … y como muchas veces acontece Ramón López Velarde canta a la patria nueva y la increpa con dulzuras de vino: Si me ahogo en tus julios, a mí baja desde el vergel de tu peinado denso frescura de rebozo y de tinaja, y si tirito, dejas que me arrope en tu respiración azul de incienso y en tus carnosos labios de rompope. En general el hombre nuevo de México ha aprendido a elegir lo que le rinden su tierra y sus manos. En cuanto a bebidas está en guardia con las importaciones que, como lo antevió Nava en su Nueva Grandeza Mexicana, “tienden a desnaturalizarnos como mexicanos mientras aspiran a naturalizarnos como cosmopolitas”. El hombre nuevo de México bebe mejor cada vez. Y como lo bueno, si poco, doblemente bueno, a la vez que cualifica, cuantifica ante la responsabilidad de esta hora del mundo. El mexicano gusto por el vino es mito y rito. Y en nuestros días –por la prisa, por la angustia del momento–, a veces parece que que con descuido suele deslizarse un regalado vaso de las manos dejándonos muy tristes y suspensos y casi sin aliento, boquiabiertos de verle por el suelo destrozado… Hermosísimo hilo de contemporaneidad que hace nudo cordial con el poema de Jaime Torres Bodet que aprendimos en los días de estudiante, Ruptura: ... y nos hemos quedado con las manos vacías, como si una guirnalda se nos hubiese ido de las manos; con los ojos al suelo, como viendo un cristal hecho pedazos; el cristal de la copa en que bebimos un vino tierno y pálido... Estad seguros: hijo de una tierra que todavía sabe parir volcanes, el mexicano cumplirá su destino, con sus esperanzas y temores, con sus gustos y sobre sus gustos: la muerte, las flores, el vino... Un día –también estad seguros– alcanzará el vino que auguró un poeta –todo un poeta–, Alfredo R. Placencia: el vino de las cumbres. Programación flexible, para la propuesta europea de formación “A lo largo de toda la vida” Enrique Gastón Presidente de la Corresponsalía de Zaragoza, España L a propuesta de la Unión Europea de ampliar la formación a lo largo de toda la vida nos da la oportunidad de revisar ahora muchas rupturas en la existencia humana, cuyo debate nunca ha sido zanjado de manera satisfactoria. Quedan todavía, como mínimo, cinco polémicas de gran trascendencia: • • • • • La separación del mundo del trabajo y el del estudio. La separación del trabajo y el ocio. La programación lineal o flexible de la actividad humana a lo largo de la vida. La decisión sobre “puestos de trabajo” o “actividades”. y los problemas de financiación de cualquier decisión que se tome. Ni la Unión Europea, ni el gobierno de España ni los sindicatos se atreven a aceptar, en la práctica, la idea de que, A) todos los seres humanos somos distintos, B) no todos los trabajos son iguales y C) no todas las circunstancias personales son las mismas. Domina el criterio de la gran generalización. Para todos lo mismo, “Café para todos”. Tampoco se suele tener en cuenta, suficientemente, lo que tiene de cierto la fenomenología: los humanos además de ser diferentes tenemos, cada uno, una percepción de la realidad social distinta. Desde el punto de vista psicosociológico, las atribuciones causa/es deforman todavía más lo que se entiende, lo que se interpreta y lo que se termina haciendo. Tampoco se tiene en cuenta, lo suficiente, la existencia del azar y su capacidad determinante sobre la existencia humana. Todo esto son banalidades. Cosas que ya se saben. Sin embargo dificultan el trabajo sociológico, ya que se actúa políticamente como si se tratase de problemas superados. Científicamente bastan para justificar que cualquier modelo tendría que partir de una epistemología basada en la Teoría del Caos, en lugar de la epistemología clásica, basada en las repeticiones, las regularidades y la supervaloración del análisis causal, en el mundo de lo social. Empezando por la primera polémica, la de quiénes y cuándo trabajan, y quiénes y cuándo estudian. La separación trabajo-estudio supone un atentado contra el ser humano total. Un caso claro de alienación. No se respetaría el hecho de que los niños nacen con cerebro y con Programación flexible... manos, con ganas de aprender y aptitudes para ello; y también con interés y capacidad para trabajar. Durante milenios la humanidad ha condenado a unos al trabajo y privilegiado a otros con el estudio, al mismo tiempo se creaban relaciones asimétricas entre ambas actividades. Hoy se fraccionan las actividades en el tiempo, y se siguen manteniendo desigualdades sociales. Se separa el tiempo de estudiar y el de trabajar. Hasta los seis años se presume que los niños están jugando, aunque no es así. Desde los seis hasta los dieciséis se estudia obligatoriamente. Y nadie trabajaría durante su tiempo de formación, hasta los dieciséis, o dieciocho, según los países. A partir de esa fecha unos seguirían estudiando, no necesariamente los más capacitados; y otros empezarán a trabajar, entendiendo por trabajar algo relacionado con los puestos de trabajo remunerados, que tampoco es el único trabajo. Estos últimos tampoco serían necesariamente los menos capacitados. Hay muchas cosas falsas en lo dicho hasta ahora. En mayor o menor medida todos han trabajado siempre y todos se han formado. Y todos han disfrutado con ambas cosas, cuando no se hacían de manera coactiva. Ya en las actas de la Primera Internacional Obrera aparece la idea de que no habría que separar el estudio del trabajo. Que los obreros puedan estudiar y que los estudiantes también trabajen. Hay situaciones excepcionales: algunas actividades, por su naturaleza, requerirán una dedicación muy intensa, fuera de lo común. Y apenas daría tiempo para otros trabajos. Una violinista, un atleta, un neurobiólogo, un bailarín, un artista o artesano vocacional, en cualquier faceta, por dar algunos ejemplos, tienen que concentrarse al máximo en cada paso de su profesión. En general se trata de personas que disfrutan con su especialización y que sienten el orgullo de lo que hacen o producen. Gozan con ello. Pero no son así todos los casos. Muchos, por no decir los más, tendrán que realizar trabajos rutinarios, poco prestigiosos, mal remunerados, mal valorados por la sociedad, aunque necesarios, o indispensables. La frustración producida por esta separación coactiva entre estudio y trabajo alcanzará a la mayoría En la práctica, desde las guarderías, los jardines de infancia o los miniclubs suecos, se aprovecha para enseñar a niños y niñas todo cuanto interesa a los adultos que sepan, socialización, junto con otras habilidades que interesarán directamente a los propios 69 70 Enrique Gastón Lo importante es que no sólo se aseguraron las fracturas temporales entre el trabajo, el estudio o el aprendizaje, sino que se programaron de por vida. Y esta sería la tercera polémica: la planificación lineal de por vida. Esta planificación da por superada la idea del tiempo monocrono y el tiempo policromo, optando decididamente por el primero, sino que consagra la idea de las reglas medievales de San Benito: un tiempo para cada cosa, una cosa detrás de otra y nunca dos cosas a la vez. La dicotomía Tiempo monocrono-Tiempo policrono procede del antropólogo Edward T. Hall. El tiempo monocrono, estrictamente lineal, está relacionado con el control técnico del tiempo, y con el uso coactivo del tiempo controlado. Es propio de las sociedades capitalistas avanzadas, aunque no únicamente de ellas. La idea de no hacer más de una cosa a la vez; y hacer una cosa detrás de otra, afecta a todas nuestras relaciones sociales, pero sobre todo, y hay que admitirlo, amplía la capacidad productiva y la eficacia, en términos de rendimiento. No de bienestar social. Y resulta muy difícil escapar a las previsiones de la sociedad sobre su uso. Hoy marcaría el ritmo de la vida social, como lo hace con la vida industrial. Los individuos sometidos al tiempo monocrono tienen toda clase de tiempos coactivos, internamente divididos. Tiempo de descanso, de trabajo, de recibir visitas, de comprar, de administrar, de tomar el sol o de hacer el amor. Se desarrolla en agendas y programas informáticos para sustituir a una memoria incapaz de controlar las exigencias temporales. Las divisiones monocronas alcanzan a la religión, de donde proceden. En los conventos, primero maitines, después adorar al señor y después el desayuno. Alcanzan también a las relaciones íntimas y familiares, al trabajo, la alimentación y al sexo. Sólo en forma parcial se tiene conciencia de hasta qué punto las divisiones y subdivisiones horarias condicionan la vida y empobrecen la comunicación interindividual. Desde el lado práctico, supone el establecimiento de prioridades y jerarquías: si el tiempo está linealmente dividido por la colectividad, en nuestra conciencia, en cada fracción del mismo, no cabría más de un repertorio limitado de acciones posibles. Unas tendrán que excluir a otras, en una gradación que tenderá a ir, aunque no siempre, de las cosas más importantes a las menos. En síntesis, gracias al tiempo monocrono los humanos se someten a un ritmo que no les es, como individuos, Programación flexible... niños, educación. No hay verdadero respeto por el juego, y esto lleva a la segunda polémica, la separación del trabajo y el ocio, mucho más investigada: desde las pedagogías de “aprender jugando”, los programas educativos de televisión infantil y los juguetes educativos, se estaría privando a los niños del placer de jugar por jugar, y jugar por su cuenta. Individual o colectivamente. Y sin la interferencia controladora de los adultos. Los juguetes educativos tampoco se conciben respetando el juego. El estudio sí merecería separaciones. Es algo muy serio y los niños tendrían que enfrentarse a él conscientes de que eso no es un juego. Jugar es otra cosa. Seguramente el mayor de los placeres humanos a lo largo de la vida es el juego de los niños y las niñas. Durante este tiempo la infancia también trabaja y juega a trabajar, de mil maneras. Unas que son alienantes y otras no. Con los adultos, el equivalente de placer, según Erasmo, en su Elogio de la locura, sería la tertulia: hablar, charlar tranquilamente con las personas que se desea. El trabajo y el estudio suelen ser incompatibles con dicho placer. Pedir a los obreros que no charlen de sus cosas mientras trabajan es una de las peculiaridades más frecuentes de las empresas. Y el ejemplo de la niña que llega a casa, después del primer día de clase institucional de su vida, diciendo: “me han castigado en la escuela. ¿Qué te han hecho? Me han dicho: ¡Cállate!”, mostraría hasta qué punto hay dificultades para compaginar el placer de charlar con la eficacia en el trabajo y en el aprendizaje. Parece razonable respetar las 14 horas diarias de juego y placer que necesitan los niños. Y respetar su derecho a no ser condicionados con el aprendizaje de materias que se presten a interpretaciones partidistas. Algo que habría que programar para más adelante, cuando ya tengan las facultades críticas formadas. El control social informal, y el formal, aparecen hoy con normas legales: inspectores, policías y todo el entramado jurídico para asegurar la separación trabajo-estudio y trabajoocio. El libro del ganador del Premio Pulitzer, Tiempo, trabajo y ocio, de Sebastián de Grazia, lo mismo que la Crítica de la vida cotidiana, de Henri Lefebvre, y El hombre un idimensional, de Herbert Marcuse, son de la década de 1960.Y lo que en estos textos se trataba entonces no son polémicas superadas. Se insistía en la idea del ser humano total. 71 Enrique Gastón 72 propio; especializan las posibilidades de su vida y jerarquizan sus acciones. Metafóricamente, el tiempo monocrono tiene toda una cultura de analogías y frases colectivamente consensuadas, en la llamada cultura occidental, que lo asemejan al resto de los objetos. Así, el tiempo se puede despilfarrar u optimizar, gastar o aprovechar, ganar o perder, alargar y matar. Pese a ser un tiempo social y humano, intentaría ser tan preciso como el de los relojes. En síntesis, la concepción de formación a lo largo de la vida, si se entiende como estudiar después del retiro laboral, es el ejemplo supremo del tiempo monocrono. El tiempo policromo, por el contrario, sería impreciso. Entre las características del tiempo policrono estaría la de su imprecisión. Propio de las sociedades primitivas y de las tradicionales, donde no existe una cultura relacionada con la idea de que el tiempo sea algo que se pueda perder. Así, caben toda clase de paréntesis, interrupciones de actividades para atender asuntos colaterales, libertad a la hora de atender o no una cita; de citarse para comprar algo y aparecer con dos amigas más, con intención de tomar un café. Pocas cosas supondrían un compromiso cerrado; faltas de puntualidad que no constituyen descortesía; y, desde luego, desvinculación del tiempo y el dinero. Estas dos temporalidades sociales, tan diferenciadas, plantean dificultades para difundir modelos culturales únicos, entre grupos de temporalidad distinta. La rigidez monocrona es aplicable a la dialéctica “trabajo-formación a lo largo de la vida”. Así. hasta los 16-18 años hay formación obligatoria (quienes vayan a la universidad ampliarán estos años, y quienes no encuentren trabajo, también). Después, hasta los 65-67 años, trabajar sin parar. y a partir de los 65 jubilados o retirados. La palabra retirado o retirada es terrible. Cuando esta programación de la existencia se hace insoportable, se puede solicitar la baja temporal por depresión o por enfermedad, aunque está mal visto. Y se perdería empleabilidad, otro concepto terrible. Algunos privilegiados, normalmente profesores universitarios, pueden tener un curso sabático, cada ciertos años. Y poco más. A las mujeres, por aquello de que nacemos de ellas, en las sociedades de bienestar se les conceden permisos de maternidad; pero en castigo se les pondrán mayores dificultades para encontrar empleo, se les pagará menos y se les promocionará menos, profesionalmente. En síntesis, el esquema estándar y lineal es: hasta los 18 estudio, de 18 a 65 trabajo; y desde los 65 hasta la muerte, retirados. Si esta fórmula coincide o no con lo que los humanos somos, importaría poco. Y así, cuando hoy se nos dice a los viejos que tenemos derecho a la formación a lo largo de toda la vida, parece que se nos está programando para que no seamos ociosos, que cuidemos a los nietos (por cierto, que es una actividad maravillosa); que hagamos recados, y que asistamos a los cursos de la universidad de la experiencia. La expresión “programación flexible de la vida” se debe a Fred Best, que la empleó como subtítulo a su artículo, “Recycling People” (Reciclando a la gente), en el que trató del reparto del trabajo (febrero de 1978). Se trata de una investigación pionera sobre las posibilidades de la flexibilidad en la distribución del trabajo a lo largo de la vida. No trató del estudio y la formación más que de manera indirecta. Best dividió nuestra exis- permitir la mayor flexibilidad en la distribución del tiempo de cada uno, respetando la conveniencia propia, puede plantear ciertas dificultades prácticas; pero responde a la racionalidad. El modelo que presento, Modelo Juaquinilla, parte de unas cuantas hipótesis, que habría que experimentar de manera empírica: a) a las personas les gusta disfrutar con más intensidad en su juventud y en las edades más críticas, que en la vejez. b) En la era de la globalización y del gran desarrollo tecnológico, es necesario reciclarse constantemente. c) A nadie, a ninguna edad, le gusta sentirse marginado. d) El crecimiento de la población asegura que, salvo algunas excepciones, no van a faltar trabajadores preparados para cualquier actividad. e) Tanto el poder público colectivo, como las empresas privadas, pueden controlar la información sobre quiénes están disponibles en cada momento. y Programación flexible... tencia en tres categorías: 1ª Dormir; 2ª jugar, ocio, comer, educación y descansos varios; y 3ª Trabajar. A partir de esta división constató que nuestro tiempo de trabajo habría variado muy poco desde la Prehistoria. Antes del año 5000, antes de Jesucristo, en el Neolítico, con unas expectativas de vida de 18 años, nuestros ancestros dormían 7 años y medio, jugaban y comían 4 años y medio, y trabajaban para sobrevivir 6 años. El hombre industrial, con una esperanza de vida superior a los 78, y las mujeres a los 82 años, duerme casi 30 años, pasa entre estudio, ocio, descansar y reponer fuerzas, unos 40 años, y trabajaría menos de 10. La estimación de Fred Best es discutible; pero fue ampliamente razonada y aceptada por la crítica en su momento. Calculando que lo que se trabaja, en un sentido convencional de la palabra, no llega a los 10 años, y que estamos en una civilización que tecnológicamente ha avanzado lo suficiente como para trabajar menos y controlar de manera informática las presencias y ausencias de los trabajadores disponibles, el 73 Enrique Gastón 74 t) La más importante, es hora de plantearse la Presunción de honestidad universal. Los humanos y la humanidad han demostrado interés por el trabajo. Lo de que si no nos obligasen a trabajar no lo haríamos, no es un universal categórico, no sería cierto. Antes de seguir, conviene afrontar la cuarta polémica: la decisión sobre “puestos de trabajo” o “actividades”. Indispensable para comprender el modelo. Voy a incluir una cita extensa de Adam Shaff, de 2001, que ilustra el problema: “El punto central de todo el problema (...) es, a nivel social, la automatización y la robotización de la producción y de los servicios. Estos fenómenos, a consecuencia de la revolución de la microelectrónica, son inevitables e irreversibles. (...) Esta revolución genera un creciente desempleo. Si a este fenómeno negativo no se le da alguna solución eficaz, se convertirá en un mal que no podrán soportar ni los países más ricos”. Esta conclusión de Schaff se estaría tratando como una simple hipótesis, en este caso. También habría que demostrarla. El desempleo de los próximos años difícilmente podrá ser superado con los criterios de las anteriores crisis industriales. Hay problemas sociológicos tan importantes como, por ejemplo: 1. Desligar o ir desligando la remuneración económica del trabajo. 2. Conseguir que se reconozca a la tecnología y a la organización una responsabilidad ante las personas que contribuyeron a que fuera posible, y por cuya culpa quedaron sin trabajo. Una máquina puede permitir a un único empleado realizar el trabajo que antes hacían entre 20; un nuevo sistema organizativo puede hacer innecesarios los trabajos que antes se hacían entre varios. Piénsese en la racionalización de un supermercado, o de una planta automatizada de montaje industrial. La cuestión es que se trata de algo que se ha podido adquirir gracias al trabajo anterior de los obreros, cuyas plusvalías se han invertido en busca de mayor rentabilidad. ¿De quién es realmente la máquina? ¿Hasta qué punto es 100% del propietario y 0% de quienes la han conseguido con su trabajo? 3. Valorar las “actividades humanas” frente al tradicional concepto de “puestos de trabajo”. Si se piensa en puestos de trabajo, únicamente van a percibir remuneración quienes los tienen, o quienes los han tenido recientemente. Quienes están en la calle por razones tecnológicas u organizativas no percibirían nada. Este modelo económico es insoportable en un futuro laboralmente conflictivo. De los agentes productores de riqueza, el trabajo de los empleados o autoempleados, la tecnología, la organización, el capital fijo o circulante, y el trabajo o creatividad del propio empresario, podrían sacarse recursos económicos para compensar las actividades de todas las personas. 4. Hay que revisar el principio de placer ante los nuevos emergentes laborales del futuro. Antes de mayo de 1968, Herbert Marcuse planteó que si realmente con menos personas pueden hacerse las mismas cosas, y a veces más, el principio de placer empezaría a alcanzar mayor importancia, frente al principio de realidad, puesto que habría que trabajar menos. Ya entonces afirmó que las fuerzas dominantes del mundo se organizarían para que no se realizase tal transformación de los principios. Y acertó. El principio de placer, el trabajar menos horas y el tener la oportunidad de trabajar todos, no se ha cumplido. Pero eso no quiere decir que no pueda cumplirse. Ni que debamos renunciar a pensar en eso. Muy al contrario: hay que pensar en eso, como la forma de superación de la mayoría de los problemas mundiales. Con los puestos de trabajo tal como están concibidos ahora. Ni los empresarios ni los gobiernos aceptan la responsabilidad y el compromiso. Se buscan autoempleados y para ello privatizan los servicios públicos. Se intenta y se está consiguiendo que todos seamos autoempleados. Pues bien, si se está generando riqueza, que llegue a todos. No habría que exigir demasiado a nadie, ese interés de los humanos por la idea de trabajar, de ser útiles a los demás ya lo habríamos demostrado sobradamente en los últimos millones de años, desde los homínidos. La responsabilidad existe, y el altruismo existe. No sólo la competitividad. Podemos confiar en esta faceta de los animales bípedos. Que se remunere y que se distribuya la riqueza, ya que hay garantías de seguir trabajando lo suficiente, entre todos, aunque eso suponga cambios en la vida cotidiana. Con esto queda tratado, aunque no del todo, sobre la quinta y última polémica: los problemas de financiación de cualquier decisión que se tome. En los modelos de autogestión se parte de una presunción parcial de igualdad: hasta, por ejemplo, un 50% se remuneraría a todos por igual. Y con el resto se podría primar a quienes trabajen más, o hagan los servicios menos agradables, o rindan excepcionalmente bien. En el con- ran objetos. La experiencia de los esfuerzos para acabar con la desigualdad y violencia de género había demostrado algo que ya se sabía: lo dificil y lo lento que resulta cambiar las actitudes sociales. Hacia el 2035, cuando Juaquinilla tenía 10 años, las tensiones internacionales sobre este simple problema, el de “no utilizar a otros como si fueran objetos” estarían muy vivas, pero empezaría a haber algún dato esperanzador. Juaquinilla nació sana. Sus padres sabían y creían que en lo referente a estudio, trabajo y ocio ella podría hacer lo que quisiera. De momento, y durante bastantes años, tenían que preocuparse de su alimentación, limpieza y de asegurar sus 14 horas diarias de jugar. Orientándola, eso sí, para su propia protección y la de los demás. Jugaba y jugaba, sola, con sus amigos o con adultos, y nunca se saturaba. Hasta que le entraron ganas de trabajar. Las consultas sociológicas a niños sobre si alguna vez habían tenido ganas de trabajar, dieron positivo, lo Programación flexible... cepto de programación flexible de la vida caben también comportamientos económicos parecidos a los de ahora, aunque sea marginalmente; y siempre asegurando que nadie pueda utilizar a otro como objeto. Las valoraciones sobre eficacia, productividad, rentabilidad y responsabilidad universal de los humanos deben darse por satisfactorias, aunque sea también parcialmente. En otras palabras, parcialmente todos seríamos eficaces, productivos y rentables. Si alguno fuese más podría ser incentivado. Quedan todavía muchos aspectos por estudiar; y por desarrollar; y todos necesitan muchas más investigaciones; pero si no se empiezan a plantear ciertas posibilidades podríamos avanzar hacia el desastre. Ninguna contradicción puede darse por superada mientras no se haya superado realmente; y algunas contradicciones pueden ser muy lentas de superación, ver el ejemplo de la conciencia social y de las actitudes sociales, en el que lo que se ofrece es un desafio de dificultades. Estas fueron las alternativas que planteó Fred Best, este el Modelo Juaquinilla que se plantea siguiendo la teoría del Caos: aceptando el azar, la unicidad, el libre albedrío, la percepción fenomenológica y la atribución causal. Orientada siempre a reducir o eliminar las rupturas principales: ocio-estudiotrabajo. Las posibilidades de generalizar criterios se van reduciendo. Cualquier intento tropieza con la unicidad de los humanos. Somos diferentes y lo seguiremos siendo. El estudio sociológico riguroso se aproxima, tarde o temprano, al estudio de casos. De los 6 600 millones de casos que pueblan el planeta. Por muy parecidos que fuésemos, las relaciones entre nosotros se aproximarían a la de las moléculas de humo. Un ejemplo propio de la teoría del caos: lo que sale de las chimeneas es variable constantemente. Aquí lo importante es ver como cada partícula, y en este caso cada persona humana construye su vida en el interior del mundo que le ha tocado vivir. El modelo tiene que ser unipersonal. Y el ejemplo de su caso es sustituible por otros, con criterios que no pueden menospreciar su libre albedrío. Este sería uno de mis modelos posibles. La niña Juaquinilla nació en el año 2025. Se benefició mucho de las intensas campañas que las Naciones Unidas habían hecho para acabar con la utilización de unas personas por otras, como si en lugar de ser sujetos fue- 75 Enrique Gastón 76 mismo que las técnicas de observación. Poco a poco Juaquinilla había dado muestras de su afición a trabajar. Un día dijo que le gustaría ir a buscar tesoros, otro que quería ayudar a limpiar. Otro día alguien la sorprendió ordenando sus juguetes. Esta chica ya está preparada para su primera experiencia laboral. Y fueron a hablar con el inspector de barrio de trabajos infantiles apropiados. Le pagarían a la niña, aunque poco, Y no tendría libertad total para el destino de sus gastos. No podría comprar armas, por ejemplo. Había que proteger a la niña de sus propios padres, en caso de que fueran sus patronos, para que no se le quedase su salario ni la coaccionaran con la historia de la productividad; pero ya podría dejar de mendigar a sus padres para sus vicios de los caramelos. Tendría además la satisfacción de sentirse útil al mundo. Y habría conocido directamente de qué va eso de trabajar. De todas formas seguía con muchas ganas de jugar, sobre todo con sus amigas. Cada vez más. La lucha de una organización no gubernamental en defensa de las horas de juego pagadas, a los niños mayores de 6 años, le hizo desistir del trabajo para entrar en centros de juego, en los que quien quisiera, podría estudiar cosas muy importantes. Leer, escribir, hacer cuentas, música, baile, deporte, y hablar en otros idiomas, por ejemplo. El estudio era algo muy serio. Cada vez se podían estudiar más cosas interesantes. Y con maestros más interesantes, que compartía con sus amigas y amigos. Descubrió que la vida de las cabras y el funcionamiento de los almendros le gustaban tanto como buscar tesoros. Desde entonces empezó a especializarse en estos temas, en detrimento de otras cosas. Sus padres no le dieron importancia. Mientras que cumpliera con su tarea de jugar, no habría que disgustarse. Ya crecerá. A los 16 años, estamos en el 2041, seguían las tensiones mundiales. Los movimientos migratorios no habían parado desde antes de nacer ella. Juaquinilla se enfrentó con la difícil decisión de seguir estudiando o ir a una universidad. Prefirió tomarse su primer año sabático. Mamá, es que tengo muchas ganas de divertirme. Y lo aprovechó para marcharse con sus amigas a un trabajo de cooperación internacional, consistente en introducir cabras en unos bosques que, por culpa de la maleza corrían grandes riesgos de incendios. Aguantó un año, y volvió muy guapa, muy morena y con tres novios, que estaban dispuestos a compartirla. La experiencia poliándrica no le convenció demasiado. Los maridos le daban demasiado trabajo, de esos trabajos que no cuentan ni los pagan, y le frenaban iniciativas. No le convenció. A esa edad sabía que hay que trabajar a lo largo de la vida nueve años y medio, pero ni se lo planteó como obligación. Lo daba por hecho. Le parecía correcto. A esa edad también cobraba su salario por emancipación, con el que modestamente podía vivir. La gran tendencia de volver al campo, había dejado las ciudades muy baratas. Sobraban casas. El problema era en el campo, donde empezaba a ser difícil acceder, que es a lo que aspiraban todas sus amigas y amigos. Los mejores estudios y los mejores trabajos estaban allí. Hasta los de más alta ciencia se hacían mejor en entornos rurales. Y el transporte a las ciudades resultaba fácil. Todo podía estudiarse y debatirse en todas partes. A los 25 consiguió su primer puesto de trabajo, instalando granjas de animales de angora: cabras de Angora, corderos de Angora, gatos de Angora, incluso vicuñas y algunos camellos. Pues se necesitaban muchas mascotas para los centros infantiles y los geriátricos. Trabajó fuerte hasta los 30 años. Un lustro muy intenso. Y a los 30 de tomó tres años sabáticos. Tenía que aprender más y reciclarse un poco, tenía olvidados sus estudios de baile. Y de los 34 hasta los 40, volvió a trabajar duro Programación flexible... en sus granjas. Le pareció que estaba en una edad un poco conflictiva y se tomó, al llegar a los 40 dos nuevos años sabáticos. Había descubierto la monogamia, con un antiguo ciclista belga, que había instalado un taller de bicicletas en su pueblo. La monogamia con Pierre le parecía formidable. Pero decidió que desde los 43 hasta los 60 iba a trabajar menos horas. 30 horas semanales como máximo hasta los 50; y 20, a media jornada, hasta los 60. Son los años en los que se disfruta mucho de los amigos y de las relaciones sociales, y no habría por qué desaprovecharlos. Era el año 2065, cuando se lo planteaban Juaquinilla y Pierre. Y seguían los conflictos sociales por la falta de respeto de los unos a los otros. Sucedió algo inesperado y trágico, en su vida. A Juaquinilla le nació un niño ciego y con un serio problema cerebral. La pareja decidió dedicar desde entonces y para siempre toda su atención a aquel niño. Traspasaron las granjas y el taller de bicicletas y se encargaron de disfrutar y hacer disfrutar a aquel niño todo lo que pudieran. Dejaron de trabajar, pero que conste que se habían planteado responder positivamente a su responsabilidad con el resto del mundo. Desgraciadamente, el niño murió muy pronto, a los tres años, cuando Juaquinilla tenía todavía 57 años. Y volvió a la universidad para actualizar sus conocimientos sobre las cabras, para trabajar duro cuando llegase a los sesenta. Pierre se tomó tres años para trabajar en casa, leer y aprender a bailar el tango. Luego volvería al taller. Y desde entonces, volvieron a trabajar muy duro, más que nunca, 40 horas a la semana, hasta los 65 y 20 desde los 65 hasta los 70. Siguieron más, para volver a estudiar y prepararse hasta los 80, asegurando una hora diaria de trabajo convencional, a veces dos, o más. A partir de los 80 trabajaron tres horas a la semana, luego tres al mes, y luego cuatro al año. Juaquinilla murió en el 3025, cuando aún seguían los conflictos sociales, por lo mismo. Y lo hizo recordando la canción de la chilena, Violeta Parra: Gracias a la vida, que me ha dado tanto. Se ha tratado de exponer un modelo experimental que trata de compaginar las variables estudio, ocio y trabajo, con la responsabilidad y el azar. Teniendo en cuenta también las realidades de la cooperación y competitividad. Todo dentro de una programación flexible de la existencia humana. Este modelo, con millones de variaciones, habría que empezar cuanto antes a plantearlo. 77 La Entrevista... La Entrevista a Herminia Pasantes 79 Cuando vi que la taurina tenía que ver con la regulación del agua en las neuronas fue un momento memorable Silvia Molina Miembro Titular H erminia Pasantes, doctora en ciencias por la Universidad de Estrasburgo, le ha restado importancia a su problema congénito de la vista —pues con el ojo izquierdo casi no ve— y se ha movido como pez en el agua como investigadora durante más de 35 años, gracias al microscopio que le ha permitido hacerse mil preguntas acerca de las neuronas cerebrales y su comportamiento. Empecinada y amante de los retos como ella sola, competitiva y jovial como pocos, ha acumulado varios premios nacionales en el campo de las ciencias, como el Nacional de Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales en 2001, el Universidad Nacional en Ciencias Naturales, el de Investigadora Nacional de Excelencia del Conacyt y el Investigadora Emérita del Instituto de Fisiología Celular de la unam, entre otros. A pesar de algunas trabas o porque las circunstancias se fueron acomodando en su vida logró no sólo entrar a la unam, sino hacer una carrera brillante. Se formó tanto en México como en Francia y se ha especializado sobre todo en un neurotransmisor llamado Taurina. Esta conversación se llevó a cabo en su casa de Coyoacán que tiene un jardín lleno de flores. Es miembro titular del Seminario de Cultura Mexicana desde 2008. —¿Siempre — te interesaste en la ciencia? ——Uno es el producto de su destino. Nací con un problema congénito de malformación de los ojos. Con uno no veo nada y con el otro lo hago mal. Desde los cinco años tuve que usar anteojos y eso marcó mi infancia porque me libró del bordado, la costura, los deportes y de muchas otras cosas que no me gustaban, porque según mis papás era mejor que no practicara nada de eso para que no me gastara los ojos; pero me los gastaba leyendo. —¿Sigues — siendo lectora? Silvia Molina —¿Por — qué te interesaste en las ciencias? —Tuve — una crisis vocacional en la preparatoria, cuando fue mi primer contacto con la filosofía. Cuando empecé a tomar clases de historia de la filosofía y a leer un poquito. Entonces pensé: “Esto es lo que quiero”; y me cambié de área. Pero allí había griego y latín y lingüística... y otras cosas que no me gustaban. Pensé: “Más adelante estudiaré filosofía”. Entonces regresé al área de ciencias y unas maestras de biología, buenísimas, me abrieron los ojos a la existencia de la biología. 80 —¿Quisiste — ser bióloga? —Aprendí — a leer muy chica y nunca paré de hacerlo. Soy una lectora voraz, sobre todo de literatura. En aquel tiempo, de niña, de cuento. Había una colección roja que se llamaba Los cuentos de Marujita; y también me gustaban los cuentos de hadas de todos los países. Eso también me ayudó más adelante. —¿Tuviste — problemas para hacer tu carrera? —Estamos — hablando de los años cincuenta. Entonces la mujer tenía problemas para estudiar. En mi familia nunca nadie, de ningún lado, había ido a la universidad. Mis antecedentes son de pastores, campesinos y pescadores españoles que habían venido a México. Mi mamá tenía un trauma con los anteojos y decía: “Ay pobrecita esta niña, nunca va a tener novio, nunca se va a casar. Pues que estudie”. Siempre fui muy buena estudiante. Responsable y disciplinada. Por eso digo que los anteojos me marcaron. Mira, entonces, para entrar en la universidad se hacía un examen médico, y yo no veía nada, obviamente. El doctor que me atendió, me dijo que con esos ojos no podía estudiar. Yo le decía que sí, que había hecho la preparatoria con buenos resultados. Me insistía: “Por qué no estudia filosofía o letras”, que eran las carrera de las mujeres en aquel tiempo. “No, porque allí voy a tener que leer más”. “Si estudia biología va a tener que estar en el microscopio”. Yo le decía que éste remplazaba los ojos, o que podía hacer trabajo de campo. Que no, que el microscopio... Hasta que por fin dijo: “Mire señorita, por qué mejor no se casa y se olvida de estudiar”. Pero no sé qué pasó, lo convencí y pude entrar en la universidad. —No — sabía que existía la biología. Quería estudiar medicina, pero mis papás me decían que era difícil para una mujer. Pero ya que los había convencido, fui a la Casa del Lago a buscar unas agüitas para ver bichos en la clase de biología y que conozco el Instituto de Biología y que digo: “Esto es lo que quiero”. Y otra vez a convencer a mis papás. “Quiero estudiar biología”. “Te vas a morir de hambre”; pero en realidad siempre fueron respetuosos. En ese tiempo los estudios de biología sólo iban a la docencia y la investigación. No había toda la gama de posibilidades que hay ahora. Desde los 19 años empecé a trabajar en investigación y lo he hecho desde ntonces, todos los días. —¿Tuviste — un maestro importante? ¿Uno que te haya marcado? —En — la facultad, un maestro que nos daba historia de las ciencias, muy culto, muy interesante; por supuesto que estaba enamoradísima de él; pero en general, los maestros era buenos, como el de botánica, Teófilo Herrera, que es investigador emérito. En la prepa, además de las maestras de biología tuve una profesora, Graciela Fix Zamudio, que me marcó para la literatura. Era hermana del doctor Fix Zamudio, un investigador emérito muy connotado en la unam. Cuando la busqué hace poco a través de él, para decirle lo que había significado para mí, ya había muerto. En la carrera no recuerdo a ningún profesor que me haya marcado realmente; pero ya trabajado en investigación, sí. —Antes — de terminar la carrera fui a hacer mi tesis al laboratorio de la doctora Amelia Sámano. Una de las pocas mujeres que hacía investigación en ciencias experimentales. Trabajaba en embriología. Así que trabajé en embriología en mi tesis. Pero era un laboratorio donde la investigación iba despacito: muchos años para una tesis. Pero otra vez el destino cambió mi carrera. Eso era en el Instituto de Biología de la unam. El teléfono estaba en la mitad del pasillo. Sonó el teléfono y salí a contestarlo y también lo hizo el doctor Guillermo Massieu que acababa de regresar de Inglaterra y estaba interesado en estudiar neuroquímica. Nos encontramos en el teléfono y me preguntó: “¿Qué va a hacer?” “Ya me voy a recibir, pero no me voy a quedar en este laboratorio. Necesito otro lugar. No sé si ir a Cardiología o qué hacer”. Y me preguntó: “¿No quiere trabajar conmigo?” Y él sí fue uno de los maestros que me marcaron. Sin duda. Un investigador sólido, formado por un Premio Nobel importantísimo de bioquímica y un hombre de un rigor científico impresionante. Le debo muchísimo y me acuerdo de él cuando estoy instruyendo a mis estudiantes sobre cómo interpretar, cómo hacer, cómo multiplicar los datos para estar seguros del resultado: siempre actúo bajo su influencia. Luego dejó la investigación para ser director de la Escuela de Ciencias Biológicas del Politécnico y después fue Director General del Politécnico. Pero su huella quedó en mí. —¿Y — qué hiciste cuando se fue? —Otra — vez el destino, las circunstancias. Se estaba haciendo el posgrado en bioquímica. Había terminado la maestría y había nacido mi hija y uno de los creadores de ese posgrado, un hombre que no confiaba en mí, no me dejó inscribir en el doctorado. Tengo mucho que agradecerle, pues su negativa le dio un giro muy importante a mi vida. Seguí trabajando medio tiempo, tuve otro hijo; y otra vez las circunstancias. Yo había estudiado la primaria y parte de la secundaria en el Liceo Franco Mexicano porque mi papá trabajaba en una tienda La Entrevista... —¿Quién? — 81 Silvia Molina 82 Edema de departamentos de franceses. Me dieron una beca. Excelente escuela. Era muy buena estudiante y ayudaba a los demás a cambio de cositas, de pequeños regalitos: plumas, dulces..., hasta que me dieron un reloj. Ahí se descubrió mi “negocio” y acabó el trueque. Pero bueno, el hecho es que aprendí francés perfectamente, y cuando se llegó el momento de ir a hacer el doctorado, ya con los dos hijos, vi que en Estrasburgo había un lugar de neuroquímica importante. Y allí fui a hacer el doctorado y conocí la segunda gran influencia en mi trayectoria de investigación, el doctor Paul Mandel, que era el director del Centro de Neuroquímica. Tuvimos una relación muy cercana y, junto con Massieu, marcó mi desarrollo en la ciencia. —¿Y — cuando regresaste a México qué hiciste? —Cuando — regresé... Resulta que un colega mío, amigo y compañero de toda la vida, Ricardo Tapia, era Jefe de Departamento, y cuando volví ya me tenía un técnico y el laboratorio montado y empecé a trabajar en la Taurina. —¿Por — qué la taurina? —Había — trabajado con el doctor Massieu en aminoácidos neurotransmisores. A mí me tocó vivir una época fascinante en el desarrollo de las neurociencias porque no mucho tiempo antes se había descubierto uno o dos de esos neurotransmisores. Esas sustancias que conectan a las neuronas y permiten su comunicación y con eso permiten que el cerebro haga lo que tiene que hacer. En el año en que llegué con el doctor Massieu —también llegó el doctor Tapia. Él tenía 18 y yo 20 años—, se acababa de descubrir un neurotransmisor importante, un aminoácido neurotransmisor. El doctor Massieu empezó a trabajar demostrando la relación de ese neurotransmisor con la epilepsia. Y en eso trabajé con él hasta que me fui al doctorado. Al llegar al doctorado, el Centro de Neuroquímica de Estrasburgo había recibido financiamiento para estudiar la retina. La retina es como un cerebro en el fondo del ojo. Tiene las mismas características y funciones del cerebro. El profesor Mandel me dijo: “Puesto que usted tiene experiencia en los aminoácidos en el cerebro, vamos a ver los aminoácidos de la retina”. Y lo primero que vimos fue una concentración enorme de un aminoácido, de esa taurina. Me fui por ese camino y traje a México esa línea de investigación. No se quedó allá. Y fue a través de ese trabajo sobre las acciones de la taurina y su relación con el control del agua y del volumen celular como hice toda mi carrera. —¿En — qué se centra tu investigación? —Tiene — que ver, sobre todo, con el control del volumen en las células. Es un tema de importancia clínica fundamental. Para cualquier célula es un problema que aumente el volumen porque se diluyen las moléculas y las señales que envían entonces se perturban. Pero en el cerebro el control del volumen celular es particularmente crítico, porque éste está cubierto por una red de vasos sanguinos que llevan el oxígeno y los nutrientes a las neuronas. Cuando el cerebro se hincha por acumulación de agua —no se inflama, eso es otra cosa— choca contra el cráneo porque no se puede expandir, y se rompen los vasos y las neuronas se mueren por falta de oxígeno; y dependiendo del sitio donde se hayan muerto va a haber una disfunción cerebral, puede haber trastornos del habla, o psicomotores o pérdida de memoria. La acumulación de agua en el cerebro se llama edema cerebral. Es un problema clínico importantísimo, y por desgracia, muy frecuente. Ocurre cuando hay problemas como insuficiencia renal o car- —¿Hay — una conexión taurina-edema cerebral? —Sí. — Cuando volví de Estrasburgo ya sabía que la taurina era importante, pero tenía muchas más preguntas que respuestas. Pasé varios años cercando, con experimentos, la pregunta clave: para qué se necesita la taurina en los tejidos. Fueron años de un gran reto y de frustraciones a veces, también. El momento en que demostré la relación de la taurina con la regulación del agua fue un momento memorable, en mi carrera y en mi vida. Me acuerdo muy bien: veía el resultado minuto a minuto en el aparato que estaba midiendo la salida de taurina cuando se hinchaban las células y estaba dándome cuenta de que, en efecto, la taurina tenía que ver con eso. Fue un momento maravilloso. La investigación tiene ese atractivo y es que todos los días uno se está probando intelectualmente, todos los días hay un reto, se hace una pregunta a la naturaleza, se diseña —en el caso de los experimentales— un experimento para probar si la respuesta que uno percibe a esa pregunta es la correcta. Y cuando sale bien un experimento viene la siguiente pregunta. Cada día es un reto. Yo creo que junto con el arte, la investigación científica es de las actividades humanas que dan una mayor satisfacción al ser humano. —¿A — ti se debe el descubrimiento de esa función de la taurina? —El — de la participación de la taurina como osmolito, es decir como parte del mecanismo de regulación del agua en las células del cerebro, sí; como elemento que regula el volumen, sí. —¿Has — difundido ciertas cosas sobre las neuronas, las emociones, las motivaciones... Tienes en el Fondo de Cultura Económica un libro interesante*, y tu discurso de entrada al Seminario de Cultura Mexicana también fue en ese sentido. ¿Te gusta la divulgación científica? —Me — interesa difundir las bases moleculares de las enfermedades relacionadas con el cerebro, en particular las que tienen que ver con cambios en la conducta, porque muchas —¿Por — qué se llama taurina? —Porque — está en la bilis del toro. Sirve para hacer la bilis y regular el agua. —¿No — se conocía? —Se — conocía desde hace muchísimo, pero todo el mundo pensaba que era un remanente del metabolismo; pero yo estaba segura que la naturaleza no deja remanentes de nada. Si algo está presente y en concentraciones altas en las células debe de estar cumpliendo una función. Aquaporina La Entrevista... diaca; pero la causa más frecuente es la de un golpe fuerte en la cabeza, traumatismo creaneo-encefálico, dicen los médicos. Entonces el edema cerebral es tan pronunciado que causa la muerte muy rápido. 83 Silvia Molina 84 veces no se tiene claro que es en cerebro, en la química cerebral, en donde está el problema. La depresión, por ejemplo. Mucha gente piensa que ésta se debe a cosas que pasan afuera. En efecto, nuestro estado de ánimo es el resultado de lo que pasa fuera, de nuestra relación con el entorno, de nuestra propia prospectiva, de nuestra propia auto observación; pero la depresión es un estado clínico, una enfermedad resultado de un desequilibro químico en los neurotransmisores en una zona específica del cerebro. Me interesa que la gente lo sepa para que tome las acciones necesarias para curarla. —¿Pueden — prevenirse las enfermedades del celebro? —El — problema de las neuronas es que como son células muy especializadas, las más especializadas del organismo, perdieron la capacidad de reproducirse. Sólo en regiones específicas, localizadas, pequeñas, hay formación de nuevas neuronas. Las neuronas van aumentando hasta el nacimiento, poquito después del nacimiento en el humano, y después comienzan a morir por razón natural o ciertas circunstancias en un enfermo. Lo que determina la mayor o menor actividad de las neuronas es su capacidad de hacer contactos, de establecer contactos. Mientras más contactos haya y más afianzados estén, va a haber mayor inteligencia, mayor memoria, capacidad para cumplir con las funciones que manda el cerebro, que son todas. —¿Hay — sustancias que ayuden a prevenir las enfermedades neurodegenerativas? —En — el caso del cerebro es tanto más lo que ignoramos que lo que sabemos. No sabemos cómo suceden las reacciones de esos monjes que son capaces de modificar a voluntad funciones cerebrales, por ejemplo. Por mucho tiempo se pensó que la acupuntura era superchería. Ahora se sabe que el mecanismo analgésico de la acupuntura es el mismo que el de la morfina. Hasta donde conozco, la mejor manera de aumentar la memoria es tener una buena alimentación, tomar acciones que mantengan al cerebro bien oxigenado y ejercitar las funciones como la memoria y la actividad intelectual; pero no todo está claro porque muchas de las cosas que comemos y tomamos no llegan al cerebro. El cerebro tiene una protección que no deja que llegue todo, se protege. Se dice que los antioxidantes ayudan, y por experimentos en el laboratorio hemos visto que sí tienen cierto efecto protector. ¿Pero qué tanto de lo que uno toma llega al cerebro? No lo sabemos. Para tener un cerebro activo, hay que usarlo; sin embargo, no hay muchas personas que hayan usado más el cerebro que Margaret Thatcher, quien tiene Alzheimer. No hay una relación directa entre usar el cerebro mucho y este tipo de padecimientos que ignoramos por qué se producen. Sabemos por qué se mueren las células pero qué es lo que desencadena la serie de efectos que van a desembocar en la muerte de las neuronas, no lo sabemos; pero hay mucha investigación en estos temas y seguramente habrá avances. —¿Y — los problemas que se presentan en la vejez, como la demencia senil? —¿Se — logra? —Las — neuronas que quedan pueden reemplazar a las que murieron, pero es importante hacer una rehabilitación intensa y temprana. En eso ha avanzado la medicina y la tecnología. —¿Y — el Parkinson? —Esta — enfermedad ocurre cuando se mueren las neuronas de una región precisa, pequeña, relacionada con el movimiento controlado. El problema es que cuando alguien muestra el primer síntoma de Parkinson es que ya se murieron el 75% de las neuronas de esa zona. Por eso, uno de los retos importantes es buscar marcadores tempranos de la muerte celular. En eso se está trabajando. —¿Cuáles — son los problemas más importantes de las neurociencias? —Bueno, — en realidad son todos, porque no puede decirse que los problemas de salud mental no sean importantes. Pero en mi opinión, los retos más importantes de las neurociencias son actualmente los relacionados con la conciencia, el libre albedrío y la toma de decisiones. No sabemos allí qué terreno pisamos. Es en el cerebro donde ocurre todo eso. —¿Cómo — está el trabajo experimental en México en tu área? —Es — difícil si se quiere ser competitivo. Muchos grupos de investigación en México tenemos un reconocimiento internacional, sin duda. Cuando se habla en el mundo del mecanismo de regulación de volumen, se sabe que en México hay un grupo trabajando en eso. Pero sí tenemos problemas. A veces no son tanto porque no haya dinero sino porque hay una serie de trabas burocráticas para la investigación, sobre todo la investigación experimental, que requiere insumos para el trabajo. Las restricciones burocráticas nos obstaculizan muchísimo el trabajo. En las instituciones mexicana hay un aparato administrativo obeso e ineficiente que no ayuda al investigador, y en las aduanas no tienen ningún criterio. Antes, la gente veía con la misma suspicacia meter al país un bmw que un miligramo de amp cíclico. Ahora la situación ha cambiado: se puede traer el bmw, pero todavía paran en la aduana al amp cíclico. Esa comprensión le falta a las autoridades: que nos dejen meter lo que necesitamos. Que pongan en una gran base de datos todo lo que pese menos de 10 miligramos, que lo dejen pasar... no vamos a sintetizar drogas ni a matar a alguien con las cantidades de reactivos que pedimos. Es absurdo. Eso nos resta competitividad, ya que en Estados Unidos, en Europa La Entrevista... —¿Queremos — vivir para siempre? ¿Con qué calidad de vida? A lo mejor esa demencia senil, eso de que se pierden los recuerdos más recientes y uno recuerda situaciones remotas —y generalmente no son las más feas, sino que se recuerda lo menos perturbador— es una manera no tan terrible de admitir ese deterioro del cerebro. Por ejemplo, los accidentes cerebro vasculares, los infartos cerebrales son muy comunes en la vejez. Ahora ya salvan a la gente, pero quedan con una mala calidad de vida y hay que pensar en la rehabilitación neurológica. 85 Silvia Molina 86 o en Japón, donde los reactivos se mandan por correo, directo al laboratorio del investigador o a la oficina de su institución, que lo canaliza de inmediato. En un plazo máximo de una semana el investigador tiene lo que necesita. Aquí puede pasar un mes –y eso se considera rápido– pero más bien son dos o tres meses para que nos lleguen los reactivos. Eso nos pone en una situación en desventaja con respecto al mundo desarrollado. Las ciencias experimentales tienen ese problema. Me encantaría que algún gobierno lo entendiera. Otro problema que enfrentamos es que los gobiernos no tienen política de continuidad. La investigación no es como una llave de agua que abres un ratito, la cierras, luego la vuelves a abrir y como si nada. No, seis años después la abres y no estás en el mismo lugar que los demás. No. En parte es culpa nuestra porque teníamos que haberles enseñado y demostrado más claramente a los gobiernos la importancia del desarrollo científico para tener una vida moderna. Se necesita más vínculo con la sociedad. Tener innovación y tecnología que resuelvan los problemas de los empresarios, de los agricultores, los industriales... la ciencia tiene que apoyarlos, que ellos sientan que somos útiles. Las universidades no son torres de marfil, los investigadores no tienen que estar encerrados en sus cubículos. Las universidades deben formar personal capacitado en investigación y tecnología para atender los problemas sociales y el desarrollo del país. *Herminia Pasantes De neuronas, emociones y motivaciones, México, Fondo de Cultura Económica, Col. La ciencia para todos, 2008. Tertulias y bohemia Rubén Caba Miembro de la Corresponsalía de Madrid, España S ea cierto o no que la palabra “tertulia” proviene de Tertuliano de Cartago, polemista teológico del siglo iii, Joan Corominas lo admite como verosímil por la extendida costumbre de citar a este Padre de la Iglesia en los sermones y cenáculos del siglo xvii. De ahí que se llamara “tertulia” a la parte del teatro donde, tras la representación, se reunían los espectadores entendidos para comentar la obra. Por la misma época se crearon academias literarias en las ciudades más importantes de España, que fueron el germen de las tertulias cultas. Ante una de Madrid, la Academia Mantuana, Lope de Vega leyó su Arte nuevo de hacer comedias. Pero también cualquier velada o sarao podía derivar en tertulia para conversar sobre la actualidad política y cultural. Estas reuniones de carácter informal nada tenían que ver con los salones franceses del siglo xviii, donde las damas prestigiaban su linaje recibiendo a filósofos, escritores y artistas en boga. Menos domésticos y más envarados eran los clubs ingleses que acogían a miembros distinguidos no tanto por su inteligencia como por su opulencia. Aunque en España surgieron tertulias para todos los gustos y aficiones (políticas, científicas, económicas, artísticas, gastronómicas, taurinas), las más frecuentes fueron las literarias en sentido amplio, aquellas en las que se hablaba “de lo divino y de lo humano”. El esplendor de las tertulias coincidió con el auge de la bohemia, moda parisina que llegó a España durante la Restauración de Alfonso XII. Como secuelas del romanticismo tardío, empezaron a brotar el simbolismo y el decadentismo, precursores de la plétora de ismos que iban a encandilar a los intelectuales y artistas de la primera mitad del siglo xx. Juegos verbales que sacralizaron el arte del capricho y de la boutade como expresión ajena a los filisteos, nombre con el que los bohemios despreciaban al vulgo insensible e ignaro. Nuevas actitudes literarias y artísticas que, entre 1847 y 1849, habían sido publicadas en París por Henri Murger en sus Scenes de la vie de boheme. Se hicieron tan populares que llegaron a inspirar óperas de gran éxito como La Boheme (1896), de Puccini, y la homónima de Leoncavallo, estrenada al año siguiente pese a haberle dado la idea a su amigo Puccini. También el compositor catalán Amadeo Vives estrenó en 1904 su zarzuela Bohemios, que contribuyó a difundir en España la concepción desvalida y lacrimosa del artista. Sin embargo, Murger distinguía en sus Scenes tres tipos de bohemios: los autores mediocres adictos a la pereza Rubén Caba 88 y al parasitismo; los jóvenes burgueses que vivían la bohemia (la burguemia, sería más adecuado) como una etapa transitoria de su vida antes de volver al confortable redil de su clase; y los escritores y artistas con talento y sin dinero que, contra viento y marea, se esforzaban para crear una obra. No todos los bohemios talentosos provenían de familias pobres. Algunos dilapidaron su fortuna para vivir una bohemia dorada y galante, como Theofile Gautier, Alfred de Musset y Gerard de Nerval. Otros se alistaron en una bohemia revolucionaria que los llevó a combatir en las barricadas de la Comuna, como Jules Valles. Y no pocos se enrocaron en el malditismo poético, como Rimbaud y Verlaine, pese a que Rimbaud pertenecía a “una familia de la buena burguesía de Charleville”, según su amante Verlaine. En la bohemia que arraigó en España influyeron dos tendencias estéticas: el naturalismo ya en sus postrimerías y el decadentismo simbolista en auge. Las dos se traslucen en las obras de Alejandro Sawa, sobre todo en sus memorias póstumas Iluminaciones en la sombra (1910), que incluyen algunos artículos publicados. Otro libro clave fue La santa bohemia (1913), del escritor de origen eslavo Ernesto Bark, conocido en su época por el “apóstol de la religión bohemia”. Bohemios notorios fueron también Pedro Luis de Gálvez, inspirado artista del sablazo y Emilio Carrere, tan visceralmente bohemio que se negó siempre a reconocer que lo era. Con Gálvez, y algún otro de su laya, la bohemia degeneró en lo que se llamó la “golfemia”, modo de vivir a lo pícaro de quienes se escudaban en la literatura para subsistir como parásitos. Unamuno, Maeztu y Azorín consideraban la bohemia una impostura, y Baroja un mito ridículo. En cambio, Manuel Machado, Rubén Darío y Valle-Inclán la bendecían desde el púlpito de su dandismo. La decadencia de la vida bohemia se inició en Europa con la I Guerra Mundial y en España con la huelga revolucionaria de 1917. ValleInclán plasmó su declive en el esperpento Luces de bohemia (1920), cuyo protagonista Max Estrella es un trasunto de Alejandro Sawa, bohemio cyranesco que “pasó su existencia golpeado y hasta apuñalado por 10 real en la perpetua ilusión de sí mismo”, como lo retrató Rubén Darío en el prólogo a Iluminaciones en la sombra. Tardía y esporádica fue mi asistencia a cenáculos y tertulias. En septiembre de 1977 Pocas semanas después de asistir a la tertulia vespertina de los poetas, me descolgué los viernes a la hora del aperitivo por otra en el mismo café Gijón, fundada por Pepe Esteban y Meliano Peraile, más acorde con mi afición ambulante porque, como transcurría de pie a la hora del aperitivo, me permitía vagar entre 1& barra y un mueble de madera donde dejábamos las carpetas y los libros. Me sorprendió que algunos contertulios, gentes vinculadas a la literatura, al periodismo, al cine o a la pintura, ajenos a lo que sucedía en el mundo a mediados de los años ochenta, aún repetían o aceptaban los rancios clichés de la propaganda fide soviética. Cierto que otros, en especial otras, disentían en silencio mientras Pepe Esteban y Meliano Peraile procuraban encauzar la conversación hacia temas en los que se podía discrepar sin acritud. Varios contertulios del Gijón, aglutinados por Pepe Esteban, empezamos a reunimos los jueves en el bar Chicote, quizá imbuidos del ánimo errante del Bilis Club, tertulia de almas inquietas que saltaban de un café a otro en permanente vagabundeo. A los dos años de frecuentar Chicote, ese prurito de cambio nos llevó al café Central, desde donde, años más tarde, volveríamos a refugiamos en el bar Chicote huyendo, al menos yo, de un sujeto innombrable. Allí estuvimos hasta que, en diciembre de 2007, los dueños de Chicote decidieron abrir sólo a partir de media tarde. Tras unos meses de desconcierto, nos cobijamos en el pub irlandés James Joyce. La elección de este pub no fue tanto por admiración a Joyce como por añoranza del café Lyon que conocimos en este mismo local, en cuya cripta, La Ballena Alegre, hubo antes de la Guerra Civil una tertulia a la que asistían Lorca y Bergamín. Y en la posguerra tuvieron otra, también en la cripta, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre. Al año siguiente, ahuyentados por la incomodidad del pub irlandés, recalamos en la cafetería Zahara, adonde aún acudimos los jueves a la hora del aperitivo, aunque no sabemos por cuánto tiempo. Esta cafetería, la más antigua de la Gran Vía, acoge a un público variopinto que proviene de cualquier barrio de Madrid, de cualquier lugar de España y de cualquier país del mundo. Antes de la proclamación de la República, Manuel Azaña se contó entre sus primeros y más ilustres visitantes. La tertulia menos concurrida y más intermitente de todas a las que he asistido la Tertulias y bohemia me estrené en una de las reuniones sabatinas que Angelines y Antonio Robles tenían en su casa de San Lorenzo de El Escorial cerca de donde vivíamos Eloísa y yo. A ellas también solían acudir Manuel Andújar, Álvaro Custodio y Ramón de Garciasol acompañados de sus esposas. Desde luego, no esperaba que fuera la Academia platónica ni el Liceo aristotélico. Ni siquiera las reuniones eruditas que, en 1714, cristalizaron en la fundación de la Real Academia Española. Tampoco, la tertulia que presidió Ortega en la redacción de la Revista de Occidente. Me habría conformado con la de Ramón Gómez de la Serna en el café Pombo, o con la de Rafael Cansinos Assens en el café Colonial, que no era pedir la Luna. También me hubiera gustado participar en el Bilis Club, tertulia nómada que saltaba de un café a otro guiada por Clarín y Palacio Valdés. El destino, cicatero y tarambana, me deparó en San Lorenzo de El Escorial unas charlas paralíticas en las que intervenía con aprensión, pese a la hospitalidad de Angelines y al bondadoso ingenio de Antonio Robles, como solía firmar. Este novelista y autor de cuentos infantiles había regresado de su largo exilio en México convertido en un anciano candeal que seguía empuñando el cetro mágico de la niñez. Cuando conocí a los Robles a través de Manuel Andújar, aún me de sazonaba quedarme varado en torno a una mesa por ingeniosos que fueran los contertulios. Como adicto a los pensamientos caminados y a los diálogos a la intemperie, siempre he procurado rehuir los coloquios y conferencias de sillón y estrado. Así y todo, las reuniones en casa de los Robles, a las que se incorporaron Amparo y Jaime Valentí, eran un remanso de discreción y buenos modales que añoraría cuando, de nuevo en Madrid, asistí a tertulias de aluvión donde, a cambio de poder conversar con buenos amigos, tenía que soportar al pelma o al chismoso de turno. Durante muchos años no me habían interesado los cafés, porque ya me había fogueado como trotasierras y huésped de intemperies. Venció mi resistencia al palique sedentario el bueno de Miguel Alonso Calvo. Un día, a principios de los años ochenta, me citó en el café Gijón para que viera con qué dignidad representaba su papel de Ramón de Garciasol en la tertulia de los poetas. Aquella tarde, descubrí que el Gijón no era un café, sino un tren que, detenido en los andenes del paseo de Recoletos, estaba a punto de salir con destino a la estación de los sueños. 89 Rubén Caba 90 formábamos Julio Caro Baroja y yo durante los últimos años de su vida. De tarde en tarde, me citaba en el café Lyon –en la sala principal, no en la cripta– para charlar de temas tan actuales como los elogios que Sexto Empírico dedica a los animales en sus Hipotiposis pirrónicas, compendio que, aunque suene a cirrosis hepática, no trata de enfermedades sino de filosofía escéptica. Cada uno de los lugares en que nos hemos reunido tenía una naturaleza peculiar. Mientras que el café Gijón era un tren estacionado en los andenes de Recoletos, el café Central parecía un globo aerostático a punto de elevarse en la plaza del Ángel, y el bar Chicote se asemejaba a un paquebote anclado en la rada de la Gran Vía. Como el pub James Joyce en la calle de Alcalá, situado en una parte del antiguo café Lyon, tenía algo de batiscafo, salíamos con la sensación de haber atisbado las zonas abisales de nuestras obsesiones personales. Y nuestro rincón en la cafetería Zahara, cómodo y discreto, recuerda a la entrecubierta de los barcos de la Circle Line que navegan en torno a Manhattan. No en balde fue la primera cafetería de influencia neoyorquina que se abrió poco de inaugurarse la Gran Vía en los años veinte del siglo pasado. Entre los contertulios más asiduos están –excluyo mi nombre– los escritores Carlos Álvarez, José Esteban, Raúl Guerra Garrido y Héctor Vázquez Azpiri, a quienes se une el novelista y académico mexicano Arturo Azuela cuando pasa por Madrid varias veces al año; los cineastas y escritores Julio Diamante y Raúl Peña; el ensayista y político Isabelo Herreros; el periodista y cineasta Manuel Revuelta; el ensayista David Felipe Arranz; el jurista Jaime Valentí; el narrador oral Adolfo Llamas; y los pintores Alfredo Montaña, Alonso de Santiago y Ricardo Zamorano. Con el paso del tiempo, el aluvión de las primeras tertulias se ha ido sedimentando hasta formar entre los asiduos un sólido estrato de amistosa discrepancia, que ha generado la simiente de la corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana en Madrid, España. Alberto Beltrán (1923-2002) Ernesto de la Torre Villar* E n la Ciudad de México, defeño por nacimiento, vio la luz primera Alberto Beltrán García el 22 de mayo de 1923. Surge a la vida cuando el revolucionario arte impulsado por Diego Rivera, Gerardo Murillo, Jean Charlot, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco brillaba en México y en el mundo con fuerza inusitada, como erupción artística que conmovería el arte y el espíritu de la sociedad mexicana. Si la metrópoli adquiría sus mejores galas con los frescos de esos grandes maestros, el pueblo iniciaba movimientos de liberación social que iban a desembocar en los años del cardenismo, época de intensos movimientos sociopolíticos. En ese tramo de nuestro desarrollo crece y se forma Alberto Beltrán. Artista precoz que sabe encontrar su camino y caminar con seguridad en él. A los dieciséis años ingresa en la Escuela Libre de Arte y Publicidad, esto es en 1939, en la que precisa sus inquietudes que le llevan en 1943 a la Escuela Nacional de Artes Plásticas en donde va a encontrar excelentes maestros: Carlos Alvarado Lang, quien le encauza con firme pulso y sapiencia en el arte del grabado; Alfredo Zalce, quien en plena juventud le descubre los secretos de la pintura al fresco. Dibujante por antonomasia, Beltrán va por razones vitales a desarrollar amplia tarea de dibujante en los periódicos y revistas de la capital, tales como Excélsior (1942); Revista Mañana (1944); El Popular, que dirigía Alejandro Carrillo Marcor (1948), en el que permaneció largo tiempo; Novedades en 1960 y también ingresó en ese año a la Revista Magisterio, motivado por sus ideales educacionales; en 1961 colaboró en el Diario de la Tarde y en 1962 en La Prensa, y en este mismo año, unido al equipo de Enrique Ramírez y Ramírez, ingresó a El Día como socio fundador y posteriormente como subdirector, después como presidente del Consejo Editorial y uno de sus colaboradores más activos. Sus oportunísimos cartones en El Día dominguero, la página que tiene a su cargo en El Gallo Ilustrado, revelan su incansable actividad, excelente información que vuelca certera y oportunamente en sus ilustraciones y la finura de su arte depurado, siempre renovado y novedoso. Su inclinación a la enseñanza, aspecto que trataré adelante, le conduce a participar en la revista infantil Caminito, en 1976. Colabora con sus amigos de * La versión original de este texto fue publicada en: Semblanzas y testimonios, editor Ernesto de la Torre Villar, Seminario de Cultura Mexicana, 2008. Ernesto de la Torre Villar 92 Jalapa en la publicación de Punto y Aparte, que iniciada en 1978, aún se edita, y en la que Alberto, a más de sus ilustraciones, escribe artículos de fondo en torno de las artes. La revista Comercio también contó con su cooperación. Participó en la edición de Agua-Cero, periódico de la Cooperativa Pascual. Su afán de difusor de las ideas y de la cultura que aquéllas promueven, le llevaron a editar dos periódicos de caricaturas en las que magistralmente ha captado –como señala atinadamente Samuel Ramos, lo que debe contener toda caricatura– los gestos y ademanes más característicos, involuntarios e inconscientes de hombres públicos, políticos, actores y actrices. El primero, surgido en 1958, fue Ahí va el Golpe, cuyo solo nombre evoca el golpe, el ataque moral o físico que alguien va a experimentar por su conducta violenta o negligente. El segundo periódico de este tipo que apareció en 1960 fue El Coyote Emplumado. En estos periódicos, Beltrán proseguía la antigua tradición surgida en Europa, y luego traída a nuestra tierra, de ilustrar una prensa política que combatía los excesos de los hombres en el poder o los vicios de una sociedad decadente, frívola y corrupta. Los antecedentes de estas publicaciones hay que verlos en La Pandore, Le Miroir, que portaban los geniales dibujos de Daumier, y en La Orquesta, El Ahuizote, y más tarde El Hijo del Ahuizote, ilustrados magistralmente por Constantino Escalante, José María Villasana y José Guadalupe Posada. No termina con esta enumeración global la actividad periodística de Beltrán, sino que continúa día tras día. Nos asombra que un hombre tan de nuestros tiempos rememore con reconocida nostalgia el origen del periodismo ilustrado actual y con inquisitiva mirada nos señale que algunas de sus fuentes se encuentran tanto en las célebres estampas de Epinal, que todavía siendo niños comprábamos en la librería de Vanegas Arroyo, en la calle de Guatemala, como también en las célebres Aleluyas que distribuía la casa Maucci de Barcelona y la cual también publicaba los cuadernillos de historia que escribía Heriberto Frías e ilustraba José Guadalupe Posada. De esta noble estirpe deriva en parte la labor de Alberto Beltrán que enriquece día tras día el lado ilustrativo del periodismo mexicano. En este aspecto conviene ahora señalar una obra que, sin ser periódica, linda en cierto modo con ese tipo de obras. Me refiero a la excelente serie de imágenes de hondo sentido nacional, auténticas por su fondo, carácter y espontaneidad que conforman el precioso libro: Los mexicanos se pintan solos. Juego de recuerdos, México: Sociedad Cooperativa de Publicaciones Mexicanas, 1986 (El Día en libros), cuya primera edición había aparecido en 1984 y el cual lleva sustancioso y grácil texto de don Ricardo Cortés Tamayo. Este notable libro de 284 páginas conjuga muy bien texto e ilustraciones y pensamos que Cortés Tamayo elaboró su penetrante texto inspirado nos suerte, en otra labor artística. En 1959 hizo los proyectos que sirven de base a la decoración en relieve de la parte superior del Hospital de Neumología del Centro Médico Nacional, los cuales realizó otro grande de las artes, Francisco Zúñiga. En 1963 ejecutó en mosaico un mural exterior del Museo de Antropología de Jalapa, Veracruz, el cual fue removido al Parque de los Lagos de esa misma ciudad. Dos años después, en 1965, en Veracruz ejecutó otro mural en mosaico para el museo de ese puerto. En 1972, en ese estado que acogía su trabajo, realizó un vitral monumental en el edificio del Registro Civil, y en 1988 pintó sobrio y regio mural en el nuevo edificio de la Procuraduría General de Justicia de la República, en la Ciudad de México. Y ya pasando a enumerar otra de las labores más continuadas y fecundas de Alberto Beltrán, su labor de ilustrador de libros, debemos señalar que, dado su interés por la renovación educativa del país y principalmente la desarrollada en el medio rural, colaboró durante largos años en el programa de elaboración de cartillas de alfabetización en lenguas indígenas, material didáctico vario, monografías antropológicas y educativas, de algunas de las cuales no sólo fue ilustrador sino certero y convincente autor. En este campo debemos mencionar lo que elaboró cuando dirigía el trabajo editorial del INI Juan Rulfo. Los títulos de algunas de esas publicaciones son: Te Texa. La teja, edición en tzeltal, ilustraciones de Alberto Beltrán, México: INI, Centro Coordinador Tzeltal-Tzotzil, 1954. 10 p. Te Texa. La teja, edición en tzotzil, ilustraciones de Alberto Beltrán y Adolfo Mexiac, México: INI, Centro Coordinador TzeltalTzotzil, 1954. 14 p. Segunda cartilla tzeltal. Dibujos de Alberto Beltrán. México: INI, Centro Coordinador Tzeltal-Tzotzil, 1954. 40 p. Instructivo para el uso del material en la enseñanza del español. Textos preparados por Fidencio Montes y Reynaldo Salvatierra. Supervisión de Julio de la Fuente, ilustraciones de Alberto Beltrán, México: INI, Centro Coordinador Tzotzil, 1955. 46 p. Libro de cuentos 2. Materiales de lectura para los niños otomíes. Dibujos de Alberto Beltrán, México: INI, 1955. 38 p. Animales que se ven y animales que no se ven. Textos de Alberto Beltrán y Gastón García Cantú, ilustraciones de Adolfo Mexiac, México: INI 1957. 32 p. Alberto Beltrán en los excelentes dibujos de Beltrán. Recordamos, al hojear y ojear este libro, el antecedente muy honroso del pasado siglo xix, Los mexicanos pintados por sí mismos, por varios autores, ils, de Hesiquio Iriarte, México: Librería de M. Murguía, 1854, 6-292 p. Ils, libro extraordinario que es un preludio al de Beltrán. En este bregar continuo de revista a revista, de periódico a periódico para ganarse la vida honradamente –pues el maestro Beltrán no ha gozado de canongía alguna, ni se ha promovido con generosos padrinos, ni usado la publicidad fácil como medio, sino que ha llevado una vida modesta y decorosa, a través de su incesante trabajo y conducido por nobles y justos ideales de renovación social–, ingresó al Taller de Gráfica Popular, por entonces núcleo de renovación artística y social. La magistral dirección que le imprimieron a partir de 1937 Leopoldo Méndez, Pablo O’Higgins, Luis Arenal y Alfredo Zalce atrajo a las jóvenes generaciones de firmes aspiraciones, de espíritu creativo y reales cualidades, como Raúl Anguiano, Ignacio Aguirre, Ángel Bracho, Celia Calderón, Fernando Castro Pacheco, Elizabeth Catlett, José Chávez Morado, Francisco Dosamantes, Adolfo Mexiac, Fanny Rabel, Mariana Yampolsky y otros muchos que enriquecieron el panorama de las artes plásticas mexicanas. En ese grupo brilló con luz propia Alberto Beltrán. En varias exposiciones propiciadas por el Taller de Gráfica Popular figuraron grabados y dibujos de Beltrán. En el soberbio álbum: 450 años de lucha. Homenaje al pueblo mexicano, figuran recios trabajos suyos. Los grabados que representan a Ricardo Flores Magón, Persecución del Partido Liberal por el régimen porfiriano; Porfirio Díaz hace declaraciones a Mister Creelman sobre las libertades cívicas del pueblo, 1908; las Guerrillas contra la dictadura de Victoriano Huerta: Intentos de la dictadura de Victoriano Huerta por liquidar el zapatismo; la Convención de Aguascalientes, 10 de octubre de 1914; El Cerro del Cubilete comienzo de la agitación cristera, 11 de enero de 1923; Plutarco Elías Calles, el Jefe Máximo; Luchas de los maestros, son, a más de obras maestras, trabajos de gran rigor histórico. Paralelamente a los trabajos de este notable grupo, Beltrán ha ejecutado grabados y dibujos para carteles y propaganda cultural y política que integran una obra vasta e importante. Beltrán, poderoso motor creativo, ha incursionado con singular acierto, pero me- 93 Ernesto de la Torre Villar 94 Tajlumaltik. Nuestros pueblos. Primer libro. Grabados de Alberto Beltrán, México: INI, Centro Coordinador Tzeltal-Tzotzil, 1952. 44 p. Tajbontik. Libro auxiliar. Ilustraciones de Alberto Beltrán, México: INI, Centro Coordinador Tzeltal-Tzotzil, 1953. 44 p. Miller, Walter S. Cuentos mixes. Introducción de Alfonso Villa Rojas. Dibujos de Alberto Beltrán, México: INI, 1956. 286 p., maps. grafs. En estos trabajos realizados para un público rural, campesino fundamentalmente, se advierte el gran amor, la inmensa atracción que ese mundo ejerce sobre Alberto Beltrán. La reproducción de juegos, de actitudes, de recuerdos de una infancia lejana y extraña constituyen vivencias reales, ensoñaciones de una vida limpia, sana, de aconteceres infantiles, de remembranzas campiranas. Este hermoso capítulo de su vida de ilustrador es, tal vez, como igual ocurre en el caso de Adolfo Mexiac, uno de los más frescos, vitales y de creación libérrima y gustosa. Fiel a su naturaleza de misionero itinerante, Alberto no ha gustado de los puestos burocráticos. Dirigió con acierto la Dirección de Arte Popular de la Secretaría de Educación Pública de 1971 a 1976 y condujo con lucidez y agilidad el programa del canal 13 de televisión, Este es México, de 1984 a 1988. Su labor tenaz, callada, recia y sin tregua le ha merecido obtener el primer Premio de Carteles de Alfabetización en 1953; en 1956, el Premio Nacional de Grabado; en 1968, el Premio de Grabado en la Primera Bienal Interamericana de pintura y grabado; en 1976, el Premio Nacional de Periodismo en la rama de ilustradores, y en 1985, el Premio Nacional en Bellas Artes. Fuera de estos galardones ha recibido dos grandes distinciones académicas: el ser designado, en 1968, miembro de la Academia de Artes, y en 1980, haber ingresado al Seminario de Cultura Mexicana, en el cual realizó extraordinaria labor por todo el país. Ahora paso a destacar algunos aspectos personales de su labor. El cuerpo mediano, de lento pero incansable caminar, chamarra o suéter para cubrirse, y acompañado eternamente por un morral en el que lleva cuadernos, dibujos, periódicos, crayones, lápices y piezas de arte popular, conforma la silueta de Alberto Beltrán, que lo mismo se mueve hacia las oficinas de El Día, a la Academia de Artes o al Seminario de Cultura, o aparece en Zacatecas, Acámbaro, San Francisco del Rincón o Jalapa. Sus ojillos captan rápidamente, de un solo golpe, a los diversos tipos de mexicanos que pasarán a formar parte de sus series de personajes representativos del pueblo, en sus maravillosos cartones. Rápidamente retiene en su extraordinaria memoria visual, al indio y al obrero, al vendedor o al artesano, a la escolapia y al estudiante que caminan precipitadamente rumbo a la escuela. Recoge expresiones características, situaciones definitorias, rasgos inconfundibles del origen étnico, social y económico de sus personajes, y por si ese inmenso conjunto popular fuera poco, lleva también en su mente, perfectamente configurados y definidos, a los hombres que ejercen el poder, los mandamases, los políticos en el candelero, los magnates de la economía, del mundo de los negocios y, más aún, a cientos de hombres y mujeres que trazaron su imagen en el quehacer histórico. Muestra relevante también de su capacidad de captación de tipos y actitudes populares son las finas y certeras ilustraciones que acompañan el texto de Elena Poniatowska en el libro: Todo empezó el domingo. Dibujos de Alberto Beltrán, México: El Océano de México, 1997, 292 p. ils. Si tiene esa capacidad retentiva frente al mundo que lo rodea, y que lo ha llevado a ser el más fiel retratista de la sociedad mexicana, también tiene la maravillosa cualidad de expresar en imágenes siempre fieles, de una perfección admirable, el pensamiento de los escritores: poetas, novelistas, historiadores, antropólogos, economistas, políticos que le ofrecen sus páginas no para repetirlas, sino para recrearlas en prodigiosas figuras, para complementarlas en creaciones perfectas, para lograr que el pensamiento que en ellas se contiene se manifieste emotiva e intensamente, enriqueciendo así con la expresión plástica las ideas que las palabras del autor contienen. Alberto Beltrán, al ilustrar, completa la enseñanza que la obra literaria tiene y ésta es una virtud que no siempre se da en los ilustradores. Posee el maestro alta capacidad enseñante. Lo que él aprende lo vuelca con emoción y engrandecido hacia los demás, y esta alta capacidad no se da sólo en sus innumerables dibujos, sino en las actitudes generosas e invalorables que él tiene hacia un público que más y más le sigue, para escuchar de él claras, limpias, sencillas definiciones de lo que es el arte, tanto el que hemos llamado clásico por su permanencia y alto significado, el que ha sido formado y constituido por genios universales, como el arte que surge, permanentemente, de Alberto Beltrán la inmensa sensibilidad del pueblo, el que fluye en sus pinturas, juguetes, en su inconmensurable habilidad manual e imaginativa, en su artesanía. Si él logró formar precioso e instructivo álbum de semblanzas de los cíclopes del arte mundial, como es el libro: 50 pensamientos de artistas sobre el arte, México: Secretaría de Educación Pública, 1969, que ya va en segunda edición, también ha formado, a través de sencillas pero profundas lecciones, catálogos que describen los múltiples objetos que artistas desconocidos han elaborado, materializando en el barro, la madera, la palma y otros medios que no son deleznables, sino inmortales y de noble origen, pues según sabemos, el hombre fue formado de barro y con la mano de su hacedor. En estas lecciones que de continuo ofrece Alberto a un numeroso público formado de niños de los pueblos, de maestros rurales, de gente ordinaria que se estremece al descubrir por la palabra y las actitudes del maestro la profunda belleza, el hondo significado que esos objetos de uso común tienen, encontramos la inmensa capacidad docente que posee. En varias ocasiones lo hemos visto y escuchado en Zacatecas, en Acámbaro, en Tlaxcala y Guanajuato, en mil villorrios de provincia, encareciendo la necesidad de apreciar el arte popular, de encauzar en el estudio de las artes plásticas a un pueblo que lleva en el fondo de su alma la chispa genial del arte. Y si ha consagrado mucho tiempo en sus frecuentes giras por la provincia mexicana a explicar la importancia y trascendencia del arte y su valor formativo en la sociedad, esa misma actividad es la que realiza emprendiendo tareas periodísticas de profundo contenido. El periódico Punto y Aparte, que bajo su inspiración aparece en Jalapa y que es muestra de inteligente campaña educativa, no es otra cosa sino la prolongación, la expresión de la inmensa capacidad de magisterio que posee, capacidad para afianzar en sus oyentes, en sus innúmeros seguidores, el valor que el arte tiene en la configuración de la sociedad. Hace comprender a la comunidad que le rodea con entusiasmo y que le admira por su clara, limpia y sincera palabra, la riqueza que en las expresiones sencillas del arte popular se encierran. Alberto es un nuevo tipo de misionero que trata de salvar, a través de la estimación limpia y crítica, los valores que se encierran en las expresiones artísticas del hombre mexicano, del hombre de todos los tiempos. 95 Ernesto de la Torre Villar 96 Esta actividad no es sólo de estimación, sino principalmente de salvación, de preservación de una de las virtudes que la sociedad mexicana tiene, que manifiesta el gran poder de captación de la belleza en dondequiera que se encuentre, se refleja, y esto es lo que nos interesa subrayar, en la captación prodigiosa que él hace de lo que escriben infinitos hombres. Su captación no es sólo reproducción del pensamiento del otro, sino una recreación, una maravillosa explicación que complementa la lectura. Y algo que contribuye a magnificar su obra es la adecuación histórica que otorga a sus ilustraciones. La amplia cultura histórica de Alberto Beltrán, producto de sus dilatadas lecturas, de su conocimiento de las épocas, de los lugares, costumbres, indumentaria y personajes rigurosamente definidos y caracterizados con base en estricta documentación, otorga a su obra un alto valor, una contabilidad extrema. En este sentido debe equipararse su obra a la de Diego Rivera, quien siempre trató de retratar los aspectos históricos apegándose a una fiel imagen de la realidad, tal vez más retratista en Rivera que en Beltrán, cuya imaginación supera la realidad. Las imágenes que Beltrán ha plasmado en torno a personajes y acontecimientos de muchas épocas, reflejan su amplia cultura histórica y su gran capacidad de recreación de importantes sucesos del pasado, su gran fidelidad al plasmar acontecimientos y actores, impregnándolos con su certera sensibilidad. Las ilustraciones que hizo para el libro de San Pedro Claver que muestran la crueldad de la esclavitud, el rigor de la pérdida de libertad de los negros; las escenas del ingreso de los conquistadores a las tierras de Anáhuac, son tan fieles y tan certeras como las que logró diseñar para mostrar a los hombres de la reforma, a los liberales puros perdiéndose en el desierto, o al goce que éstos tuvieron al entrar cubiertos de gloria a la ciudad de México, luego de la caída del imperio intervencionista. El extraordinario dibujo que muestra el ingreso del carro presidencial de Benito Juárez a la ciudad de México, es obra magistral tanto por la imaginación prodigiosa del autor, el realismo que priva en la representación de la época, el entorno y los personajes, cuanto por la magistral destreza técnica del artista. Fidelidad creativa, sensibilidad expresiva, capacidad artística aunada a una gran disciplina, es lo que nos muestra la fecunda e inmensa obra de Alberto Beltrán. A él pueden ser aplicados aquellos pensamientos que Samuel Ramos virtió en su espléndido entorno de la esencia del arte y que rezan como sigue: “La realidad humana es transfigurada por la magia del arte, al mismo tiempo que adquieren conciencia y plenitud aquellos aspectos profundos que yacen dormidos bajo la capa de los intereses cotidianos. El arte no es pues un lujo y una superfluidad, ni tampoco una actividad divergente de la vida ”. Y luego dirá: “El arte es fruto de una creación humana, y a su vez promueve la creación del hombre”. Lo que le importa al arte, añade Ramos, es la formación del hombre, y en este aspecto, la labor de Alberto Beltrán es eminentemente formativa, tiende a crear conciencia. La crítica social y política que expone en sus dibujos tiende a alertar nuestra conciencia, a crear en nosotros sentimientos de solidaridad y de unidad en torno de altos ideales y valores. Presentamos en seguida una lista incompleta de algunos de los libros ilustrados por Alberto Beltrán. Los azares de la vida, su movilidad, la poca atención que ha prestado como padre fecundísimo a los hijos que han salido de sus manos, tanto con la gubia y el punzón, como con la pluma y el crayón, no le han permitido constituir una gran biblioteca que debía llevar su nombre. Pese a ello, su amistad generosa y la del gran amigo y dinámico cultor de los libros, Mercurio López, y el gran auxilio que en la localización de libros y revistas y su registro realizado por el novel bibliógrafo Reginaldo Allec Campos nos ha posibilitado integrar esta nómina que no es una bibliografía, que por otra parte no existe bibliografía alguna exhaustiva, sino una nómina aproximada, reveladora de su incansable tarea.