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Dominicos | Orden de Predicadores
Homilías
Ciclo
C
XVIII Domingo del tiempo ordinario
31/07/2016
Guardaos de toda clase de codicia
Introducción En el evangelio de Lucas del domingo pasado, los discípulos pedían al Maestro que los enseñara a orar y poner la
confianza en Dios; en este domingo de estío, cuando el descanso vacacional necesario para retomar fuerzas y volver después a los
quehaceres de siempre, la Palabra de Dios nos hace una llamada: compartir con quienes carecen de lo necesario. Repartir la herencia
entre hermanos, es algo común; pensar solo en uno mismo, por desgracia, más común aún.
“Hay quien trabaja con ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no trabaja” (Ecl 2, 21)
Si a pesar de las cifras de las estadísticas, ¡cuántos hay que no encuentran trabajo! no se reparten las herencias, sino que se
almacenan cosechas, se fomentan las desigualdades sociales, -que cada vez son mayores-, y en consecuencia hay menos ricos que
son más ricos, y más pobres que les falta lo necesario para vivir.(Bauman). Propio del seguidor de Cristo es buscar la justa distribución
del trabajo.
¡No os mintáis unos a otros! (Col 3, 9)
¿Y la mentira? Es signo de la no presencia de Dios en nosotros. La Resurrección de Cristo es la verdad a la que estamos llamados y la
verdad es andar en incorruptibilidad. Cuando el ser humano cae en cualquier clase de idolatría, bien sea humana, espiritual o religiosa,
se convierte en el hombre viejo corruptible que lleva dentro y no deja lugar a que Cristo sea todo en todos. Fruto de esa vejez interior
es amasar fortuna pensando solo en vivir para uno mismo.
Fr. Carlos Recas Mora O.P.
Convento del Santísimo Rosario (Madrid)
Lecturas
Lectura del libro del Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23
Vaciedad sin sentido, dice el Predicador,
vaciedad sin sentido; todo es vaciedad.
Hay quien trabaja con destreza,
con habilidad y acierto,
y tiene que legarle su porción
al que no la ha trabajado.
También esto es vaciedad y gran desgracia.
¿Qué saca el hombre de todo su trabajo
y de los afanes con que trabaja bajo el sol?
De día dolores, penas y fatigas;
de noche no descansa el corazón.
También esto es vaciedad.
Sal 94, 1-2. 6-7. 8-9 R. Escucharemos tu voz, Señor.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
vitoreándolo al son de instrumentos. R.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No, endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto,
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque hablan visto mis obras.» R.
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 3, 1-5. 9-11
Hermanos:
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los
bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también
vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.
Dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia, y la avaricia, que es una idolatría.
No sigáis engañándoos unos a otros.
Despojaos de la vieja condición humana, con sus obras, y revestíos de la nueva condición, que se va renovando como imagen de su
creador, hasta llegar a conocerlo.
En este orden nuevo no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres; porque
Cristo es la síntesis de todo y está en todos.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 12, 13-21
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
–Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.
El le contestó:
–Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?
Y dijo a la gente:
–Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.
Y les propuso una parábola:
–Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha.
Y se dijo: Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi
cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: «Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe, y date buena
vida.»
Pero Dios le dijo: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado ¿de quién será?»
Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.
Comentario bíblico
Primera lectura: (Qo 1,2; 2,21-23)
Marco: Este libro forma parte de un itinerario que se va iluminando lentamente y con dudas y dificultades. Es un libro que hay que leer
con cuidado dado su género literario peculiar: la diatriba.
Reflexiones
¡Inseguridad y volatilidad de la vida humana!
Vaciedad sin sentido, dice el Predicador, vaciedad sin sentido; todo es vaciedad... La expresión “vanidad de vanidades” es un
superlativo; forma inclusión* con Qo 12,8 y constituye el marco natural de todo el libro y su estribillo más repetido. El hébel hebreo
designa la vaciedad, la inconsistencia, el sin sentido. El autor somete a crítica a todos los valores antiguos que se consideraban como
una bendición: sabiduría, trabajo, salud, riqueza, hacienda, fama, religiosidad, justicia, etc. y concluye que ahí no está la felicidad del
hombre. El género literario utilizado es el de diatriba*. El autor de este libro singular dentro de la Sagrada Escritura se mueve entre dos
polos importantes: la comprobación reflexiva de la experiencia humana, por una parte; y la profunda fe en Dios por otra. La dialéctica
entre estos dos polos explicaría el estilo de diatriba que adopta para componer su obra. La experiencia humana demuestra, con
desconcertante tozudez, que está destinada a la muerte. Y la muerte se presenta como un despojo total. Y esto deja al descubierto la
dura realidad de que la vida humana es muy frágil, efímera y amenazada constantemente. En el proceso pedagógico de la revelación,
el autor invita a tomar en serio la experiencia humana con sus limitaciones y carencias y con sus riquezas, ya que el autor concede
ciertas ventajas a la sabiduría, al trabajo diligente, a la riqueza provechosa o a la religiosidad moderada. No consigue la solución
definitiva, porque todavía no es el momento. ¿Qué saca el hombre de todo su trabajo y de los afanes con que trabaja bajo el sol? Ante
la comprobación desoladora de la realidad, el autor de este libro afirma que el hombre puede disfrutar moderadamente de los bienes
que posee, pero siempre bajo la mirada de Dios. En el último capítulo podemos leer: Conclusión del discurso: Todo está oído. Teme a
Dios y guarda sus mandamientos, porque en esto consiste ser hombre. Pues Dios juzgará todas las acciones, incluso las ocultas, para
ver si son buenas o malas (Qo 12). La reflexión realizada a lo largo de la misma está dirigida por un valor superior, es decir, el temor de
Dios.
Segunda lectura: (Colosenses 3,1-5.9-11)
Marco: El contexto es una sección sobre la nueva vida en Cristo: exigencias que se desprenden del compromiso cristiano y unas
recomendaciones para la vida familiar.
Reflexiones
1ª) ¡El hombre está llamado a un destino que desborda los límites del tiempo y del espacio!
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios... El autor de la
carta comparte la convicción de que el creyente, por el bautismo y la fe, ha participado ya de la resurrección de Cristo. Es una
participación real aunque sacramental todavía, no plena y definitiva. En consecuencia, hay que vivir intensamente el presente pero con
la firme esperanza del futuro glorioso. El autor invita al creyente a realizar un itinerario que le conduzca a la posesión final de la gloria.
Pero ya en medio de este mundo es testigo de esta realidad que se le ha ofrecido por medio de Cristo. Dos actitudes fundamentales
quiere subrayar de modo especial: la realización de una vida nueva y la tensión permanente propia de la esperanza. El final glorioso es
seguro si se mantiene la fidelidad constante y perseverante. Dios es fiel a su palabra, pero el hombre ha de responder libre y fielmente
también: Gemimos en nuestro interior suspirando porque Dios nos haga sus hijos y libere nuestro cuerpo. Porque ya estamos salvados,
aunque sólo en esperanza; y es claro que la esperanza que se ve no es propiamente esperanza, pues ¿quién espera lo que tiene ante
los ojos? (Rm 8, 23-25). Si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, toda vez que si ahora
padecemos con él, seremos también glorificados con él (Rm 8,17).
Evangelio: (Lucas 12,13-21)
Marco: El contexto recoge un tema muy lucano: el peligro de las riquezas y la necesidad del desprendimiento para el seguimiento de
Jesús. Lucas insiste que, para Jesús, las riquezas y la abundancia de bienes no proporcionan la vida al hombre.
Reflexiones
1ª) ¡Es necesario acertar con la clave que proporciona la felicidad del hombre!
Guardaos de toda clase de codicia. Alguien que se siente injustamente tratado en asuntos de herencia se acerca a Jesús para
comprometerlo en un quehacer de árbitro entre los hermanos. El hecho podía muy bien haber sido real (como nos enseña la
experiencia diaria). Pero una vez más, Jesús se limita a su tarea. Él no ha venido a este mundo para dirimir cuestiones económicas
entre contendientes. Pero aprovecha la ocasión para ahondar en algo importante: ambos hermanos pretendían apoderarse
indebidamente de la parte del otro. Y advierte severamente contra los peligros de la codicia. Lucas se entretiene en este asunto porque
él mismo personalmente tiene su propia comprensión de las riquezas. De este modo recoge un testimonio de la vida de Jesús y expresa
sus propias convicciones (cf. St 5,1-5). Es necesario estar alerta siempre contra la codicia que es una forma de idolatría. Esta escena
evangélica tiene sentido muy vivo entre nosotros. En un mundo en el que los hombres se mueven por intereses materiales, los
discípulos de Jesús son llamados a proclamar con sus gestos y convicciones el uso moderado de los bienes y mantener siempre la
vertiente social de los mismos. Toda propiedad privada tiene, por su misma naturaleza, una función social.
2ª) ¡Hay más alegría en dar que en recibir!
Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha... En el aspecto
narrativo, esta pequeña parábola es llamativa. El rico, ante la abundante cosecha, no tiene el menor sentimiento de solidaridad, sólo
piensa en sí mismo. Jesús ha elegido este pequeño relato para transmitir su enseñanza sobre el sentido social de nuestros bienes y de
nuestras vidas. Y Lucas ha sabido recogerlo de la tradición, inspirado en su propia fuente. El rico insensato ha olvidado que el hombre
es señor de las cosas, pero sin dejar de ser solamente un administrador. El relato encaja bien en un mundo predominantemente
agrícola como era la región de Galilea. El propio Lucas recoge en los Hechos una escena muy adecuada en cuanto al sentido, en este
contexto: Es preciso trabajar para socorrer a los necesitados, teniendo presente aquella máxima de Jesús, el Señor: «hay más alegría o
dicha en dar que en recibir» (Hch 20,33-35). Se trata de una bienaventuranza abreviada que no se encuentra en los relatos
evangélicos, pero que Pablo cree que procede del propio Jesús. El rico necio no sabe encontrar el camino de la felicidad que, cuando
se trata de dinero y de bienes, aumenta en la medida de la generosidad y del reparto que se haga de ellos. Los proyectos del rico se
sustentan en frágiles presupuestos: la seguridad de una vida larga para disfrutarlos, olvidando que el propio don de la vida es un
regalo que hemos recibido de Dios. Como padece la estrechez de corazón para la generosidad necesita amplio espacio para
almacenar.
3ª) ¡El final del hombre, foco iluminador de toda su historia!
Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios. El hombre nunca ha sido totalmente autónomo, porque siempre depende
de su Hacedor. No es dueño de su vida ni de su destino. Este principio recorre toda la historia de la salvación. El tiempo es un espacio
para la realización de una tarea, pero no es final en sí mismo. El hombre es señor de la creación pero en la dependencia del Hacedor.
Por tanto, todos los proyectos y cálculos que pretenda hacer han de estar supeditados a la decisión de Otro superior. Si los bienes
tienen una función social, el rico no puede proyectar su vida prescindiendo de los demás y del Hacedor de todos. Una lectura atenta de
la Escritura nos permite percatarnos y comprobar esta verdad elemental. El rico piensa que tiene la vida asegurada para muchos años,
porque posee una abundante cosecha. La experiencia antigua enseña que acordarse del pobre es una bendición: Bendito el que se
cuida del pobre y desvalido, en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor. Dichoso el que se apiada y presta (Salmos). Y otros muchos
testimonios de los Libros Sapienciales: No niegues al pobre su sustento, no hagas esperar a los que te miran suplicantes. No hagas
sufrir al hambriento, ni exasperes al necesitado. No aflijas al corazón exasperado, ni retrases tu ayuda al indigente. No rechaces la
súplica al atribulado, ni vuelvas la espalda al pobre... (Sir 3,30-4,10). Los creyentes deben poseer un fino sentido social para ser
testigos convincentes de Jesús en medio de nuestro mundo. No deben escatimar esfuerzos para enrolarse, según sus posibilidades, en
cuantas acciones se emprendan para aliviar las estrecheces y carencias que padecen millones de hermanos nuestros extendidos por
todo el mundo y que degradan la dignidad de la persona humana.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
Este comentario está incluido en el libro: La Palabra fuente de vida. Ciclo A. Editorial San Esteban, Salamanca 2004.
La solidaridad como exigencia del Reino de Dios
Iª Lecturas: Eclesiastés (1,1.2.23): La sabiduría de la vida
I.1. ¿Quién no conoce la célebre reflexión del libro del Eclesiastés, el sabio llamado Qohélet, de ese superlativo expresado en “vanidad
de vanidades”? Esa es la primera lectura de hoy. Es toda una filosofía la que está a la base de este juicio; un escepticismo ante tantos
afanes y tantas angustias. ¿Qué actitud tomar? ¿Pasar de todo? Posturas como las de Qohélet las ha habido siempre y no son
negativas radicalmente, sino que expresan, a veces, una actitud “sabia” en la que se intuye que debemos tomarnos la vida de otra
manera: sin envidias, afanes, comparaciones con las riquezas de los otros.
I.2. Pero eso parece una actitud burguesa del que nada le falta. La de aquellos que no tienen para comer ni vestir no sería exactamente
así. Hay una razón más profunda por la que debemos no afanarnos por tantas cosas, una razón más radical y humana. No se trata
simplemente de llevar una vida más cómoda y menos tensa. Por eso al juicio de Qohélet le falta una dimensión, la que Jesús nos ofrece
en la parábola evangélica.
IIª Lectura: Colosenses (3,1-11): Personas nuevas por el bautismo
La segunda lectura apunta de nuevo a las claves bautismales de la vida cristiana, a lo que significa haber resucitado con Cristo por el
bautismo, y a lo que nos obliga vivir en cristiano. El bautismo es un compromiso de vida o muerte. ¿Qué significa que nuestra vida está
escondida en Cristo? Pues que es El quien nos inspira, quien nos va liberando de todo aquello que en la tierra nos enfrenta los unos a
los otros. El bautismo nos hace personas nuevas, porque nos situamos ante los horizontes de lo que Jesús vivió.
Evangelio. Lucas (12,13-21): Acumular riquezas: ¡el anti-evangelio!
III.1. El relato del evangelio de Lucas es como la respuesta a los planteamientos de Qohélet. Efectivamente, Lucas es un evangelista
que ha marcado la diferencia en el Nuevo Testamento como juicio de la riqueza y sus peligros para la verdadera vida cristiana. Lucas
es defensor de los pobres, aunque no de la pobreza. Jesús, el profeta, no ha venido para ser juez de causas familiares, o
empresariales, o sociales, ya que esas leyes de herencia, de impuestos, de salarios justos, se establecen a niveles distintos. Y no
quiere ello decir que en las exigencias del Reino de Dios se excluya la justicia, especialmente para los pobres y oprimidos.
III.2. La parábola del rico que acumula la gran cosecha y engrandece sus graneros, en vez de distribuirlo entre los que no tienen para
comer, es toda una lección de cómo Jesús ve las cosas de esta vida, aunque él persiga objetivos más grandes. El que acumula
riquezas, pues, no entiende nada de lo que Jesús propone al mundo. Los que siguen a Jesús, pues, tienen que sacar, según Lucas, las
conclusiones de este seguimiento. Si no se desprenden de las riquezas, si se preocupan de amasarlas constantemente, además de
cometer injusticia con los que no tienen, se encontrarán, al final, con las manos vacías ante Dios, porque todo su corazón estará puesto
en tener un tesoro en la tierra. No tendrán tiempo para vivir, para ser sabios… para entregarse a los demás como se entregan a las
producción de riquezas. Este criterio de sabiduría va más allá de lo que propone el mismo Qohélet.
III.3. Con referencia a la actitud de Qohélet, Jesús nos dice que quien se afana por las cosas de este mundo y no por lo que Dios
quiere, al final, ¿cómo podrá llenar su vida? ¿cómo se presentará ante Dios? La acumulación de riquezas, pues, es una injusticia y la
injusticia es contraria al Reino de Dios. Por lo tanto, este evangelio es una llamada clara a la solidaridad con los pobres y despreciados
del mundo; una llamada a compartir con los que no tienen.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Este comentario está incluido en el libro: Sedientos de su Palabra. Comentarios bíblicos a las lecturas de la liturgia dominical. Ciclos A, B y C.
Editorial San Esteban, Salamanca 2009.
Pautas
“Dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia” (Lc 12, 13)
En tiempos de Jesús las capas sociales se iban separando cada vez más. Cosa no extraña para nosotros, ya en nuestra sociedad del
siglo XXI, la pobreza va en aumento a costa de concentrar riqueza unos pocos. Resultado: menos ricos con más dinero y bienes, y más
pobres, más empobrecidos, sin los necesario para vivir.
El cristiano que sigue las pautas del Maestro, está obligado a poner remedio a la escalada de separación diferenciadora de las capas
sociales. Los habitantes del mundo estamos obligados a repartir la herencia de Dios Padre entre todos.
Los excluidos, los descartados (palabra muy usada hoy en día), los marginados, los inútiles, los expulsados del ciclo de salida de la
pobreza, los invisibles a la economía y tantos otros, son aquellos a los que les ha arrebatado su parte de herencia del mundo el
insensato rico.
La necedad del insensato, la del que solo sabe hacer monólogos y hablar en primera persona, le lleva únicamente a derribar
almacenes y aumentar sus graneros como único fin último de su vida. No está dentro de su óptica la parte de herencia de sus
trabajadores, de los excluidos, de los invisibles porque la palabra solidaridad, no la conoce.
Jesús en el evangelio de hoy, invita a no vivir pensando solamente en uno mismo, actitud propia del rico. La sensatez, la justicia, la
solidaridad, y en último extremo la caridad serán razón de felicidad para uno y para los otros. La verdadera riqueza nace de la
experiencia de Dios en cada uno.
Las riquezas endurecen el corazón y apartan de los hermanos. Es el peligro al que estamos expuestos si no vemos en el prójimo a Dios,
“que hace salir el sol para buenos y malos” (Mt. 5, 45).
Si por ley natural la propiedad privada es legítima, ello no obsta que sea ampliada por la razón humana en beneficio de justicia social. El
compromiso solidario de compartir es argumento de la recta razón. Quien no es solidario tiene el corazón encallecido y su razón
enturbiada por el egoísmo devorador.
“Hay quien trabaja con ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no trabaja” (Ecl 2, 21)
El verdadero discípulo de Jesús, no tiene que sentir vanidad ni sin sentido cuando deja parte de lo suyo para ayudar al que no trabaja.
Quien trabaja con sabiduría (amasa riqueza) y comparte su labor con el que no tiene (que es el que amasa pobreza), vive con la alegría
de quien invierte, cambia, la desigualdad, de tal modo que su actuación nivela la sociedad, produce bien estar y hace presente en el
mundo el Reino de Dios.
El intercambio desigual del trabajo, la extorsión del dinero, y/o explotación del pobre por el rico (mano de obra barata) como forma de
obtener múltiples beneficios, dan como resultado la creación de necesidades-innecesarias, -a veces inalcanzables-, que dejan
constantemente insatisfecho el corazón, del hombre hoy.
“¡No os mintáis unos a otros!” (Col 3, 9)
Pensar en servir a Dios y al dinero a la vez (cfr. Lc. 16, 13) es contrario a la máxima evangélica, implica mentirse a sí mismo, y los
demás. Vivir solamente con valores del mundo, como la codicia, la avaricia, las pasiones, etc., refleja no estar revestido de Cristo y por
tanto vivir mintiendo humana y espiritualmente.
Pablo en su carta a los Colosenses elimina toda distinción. Cuando se ha resucitado con Cristo se busca agradar al Cristo, y al prójimo,
y así aspirar a los bienes del cielo, sirviéndose de los tierra, con justicia y caridad. Eso sí que es es vivir en verdad.
La corrupción, tan corriente y normal en nuestros días, raro es el día que no hace su presencia en el escenario del escándalo, está
fundamentada en la mentira. El corrupto solo busca agradarse a sí mismo y, a veces por equivoco invita a sus allegados a entrar en su
círculo como treta de silenciar la mentira.
Querido lector, como cristianos que somos, estamos llamados a cambiar nuestro mundo. La fe y la confianza en la fuerza del evangelio,
nos animan e impulsan a llevar la verdad y la alegría, de Cristo resucitado (el incorruptible) a nuestro trabajo, familia, amigos, y a
todos en general.
Compartamos esa verdad y alegría que nos dará como fruto es la Paz del Señor Resucitado en nuestro corazón.
Fr. Carlos Recas Mora O.P.
Convento del Santísimo Rosario (Madrid)
Infantil
XVIII Domingo del tiempo ordinario - 31 de julio de 2016
Parábola del hombre que acumulaba riqueza
Lucas 12, 13-21
Evangelio
En aquel tiempo dijo uno del público a Jesús: - Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia. El le contestó: - Hombre,
¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros? Y dijo a la gente: - Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno
ande sobrado, su vida no depende de sus bienes. Y les propuso una parábola: - Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a
echar cálculos: ¿Qué haré? No tengo dónde almacenar la cosecha. Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré
otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes
acumuladas para muchos años: túmbate, come, bebe y datre buena vida". Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida.
Lo que has acumulado, ¿de quién será? Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.
Explicación
Hoy Jesús habla a sus amigos del dinero, y les dice que tengan mucho cuidado con él. ¡No tengáis el corazón amarrado ni al dinero ni a
las cosas!, porque la vida no depende del dinero ni de tener almacenado mucho para estar tranquilos. Y les puso como ejemplo el de
un señor que se dedicó de lleno a almacenar riquezas y cosechas pensando que estaría seguro para siempre. Pero se murió de
repente. ¿ De que le sirvió tanto empeño ? De nada. Por eso Jesús dice a sus amigos que lo importante es ser rico ante Dios, y eso se
consigue a base de compartir con alegría, y no vivir atado al dinero.
Evangelio dialogado
Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.
Parábola del hombre que acumulaba riqueza - Lucas 12, 13-21
DECIMOOCTAVO DOMINGO ORDINARIO –CICLO C- (Lc 12, 13-21)
Narrador: En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
Joven: Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.
Narrador: Jesús le contestó:
Jesús: ¿Quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?
Narrador: Jesús se dirigió a la gente y les dijo:
Jesús: Mirad; guardaos de toda clase de codicia. Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.
Narrador: A continuación para que comprendieran mejor las cosas, les narra una parábola.
Jesús: Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos. ¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha. Y se
dijo:
Hombre rico: Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi
cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: “Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe, y date buena
vida”.
Jesús: Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado ¿de quién será?
Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.
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