Dar el reconocimiento a quien realmente le corresponde

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Dar el reconocimiento a quien realmente le corresponde
Steve Hearts
A la mayoría de nosotros nos gusta recibir cumplidos cuando se
trata de nuestros logros y de los aspectos en los que estamos
capacitados, pero nos adentramos a una zona de peligro cuando
empezamos a adjudicarnos el mérito en lugar de dárselo a Dios. ¿Y
qué podría tener de malo darse unas merecidas palmaditas en la
espalda? Retrocedamos en el tiempo un poco y veamos qué enseña
la Biblia con respecto a adoptar esta actitud.
Hechos 12:21-23 habla del rey Herodes, que sentado en su trono
y «ataviado con su ropaje real», le dirigía un discurso al pueblo. Tan
maravillados estaban todos, que le empezaron a gritar: «¡Voz de un
dios, no de un hombre!» Como resultado de esto, dice: «Al instante
un ángel del Señor lo hirió, porque no le había dado la gloria a Dios;
y Herodes murió comido de gusanos»1.
En el cuarto capítulo del libro de Daniel, Nabucodonosor, rey de
Babilonia, relata su propia experiencia sobre esta misma lección. Su
reino era, en ese momento, el imperio más poderoso, próspero y
extenso, y él se enorgullecía de eso.
Dios aprovecha su fracaso para que dé la gloria a quien
corresponde y le advierte de su destino a través de un tormentoso
sueño.
El rey soñó con un árbol que creció muy alto, su altura llegaba
hasta el cielo. Era un árbol que daba fruto, y las aves se refugiaban
en él. De pronto, del cielo descendió un ángel y decretó que ese árbol
debía ser cortado y se le debía arrancar todo su fruto, hojas y ramas,
y que solamente debía quedar el tocón del mismo. Su corazón debía
ser cambiado de un corazón de hombre a un corazón de bestia, y
debía vivir y comer como una bestia durante siete años para que
sirviera de lección a todo el pueblo sobre quien el Altísimo rige.
Naturalmente, este sueño enloqueció al rey, por lo que mandó
llamar a sus magos y sabios, pero ninguno de ellos pudo
interpretarlo. Entonces llamó a Daniel, a quien, para ese entonces, ya
se le había asignado el cargo de máximo asesor, luego de haber
interpretado los sueños que el rey había tenido anteriormente,
descritos en el capítulo dos.
Daniel le hizo saber a Nabucodonosor que el árbol que vio en el
sueño no era ni más ni menos que el rey mismo. Debido a su orgullo
y a no haber glorificado a Dios, el rey sería convertido en un animal
y removido de su palacio, y como alimento pastaría junto a los
bueyes. Su cabello crecería tan largo como el de un águila, y sus uñas
serían como las garras de un ave. Viviría así durante siete años,
hasta que aprendiera a dar el reconocimiento a quien correspondía.
El tocón del árbol simbolizaba su reino, que permanecería durante
todo este tiempo.
Daniel le ruega al rey: «Renuncie usted a sus pecados y actúe con
justicia; renuncie a su maldad y sea bondadoso con los oprimidos.
Tal vez entonces su prosperidad vuelva a ser la de antes.»2
Aparentemente, Dios le concedió a Nabucodonosor tiempo para
que meditara sobre las advertencias de Daniel, pero no lo hizo. La
historia continúa, y doce meses después de haber tenido el sueño y
de haber conversado con Daniel, Nabucodonosor se deleitaba en su
palacio y decía: «¡Miren la gran Babilonia que he construido como
capital del reino! ¡La he construido con mi gran poder, para mi
propia honra!»3
Apenas pronunció el rey estas palabras, un ángel del cielo
proclamó en voz alta que el tiempo del cual se había predicho le
había llegado. En los versículos 33-34, se nos dice: «Y al instante se
cumplió lo anunciado a Nabucodonosor. Lo separaron de la gente, y
comió pasto como el ganado. Su cuerpo se empapó con el rocío del
cielo, y hasta el pelo y las uñas le crecieron como plumas y garras de
águila. Pasado ese tiempo yo, Nabucodonosor, elevé los ojos al cielo,
y recobré el juicio. Entonces alabé al Altísimo; honré y glorifiqué al
que vive para siempre: Su dominio es eterno; Su reino permanece
para siempre.»4
Nabucodonosor terminó diciendo: «[Dios] es capaz de humillar a
los soberbios»5.
Me valgo de este ejemplo extremo para resaltar la importancia de
otorgar el reconocimiento a quien verdaderamente le corresponde.
Pero algo que vale la pena recalcar es que, si bien Dios tuvo que
lidiar con Nabucodonosor de una manera muy específica, también es
un Dios justo y misericordioso en Sus juicios hacia Sus hijos. Él sabe
que somos humanos y que está en nuestra naturaleza volvernos
orgullosos. Por esta razón, creo que conduce a cada uno de nosotros
por el camino de la humildad de diferentes maneras, y de la que Él
sabe que mejor nos ayudará a dar el reconocimiento a quien
realmente le corresponde.
La primera vez que sentí que Dios me enseñó esta lección fue a
mis 11 años. En ese momento, estaba haciendo muchísimo progreso
tocando el teclado.
En un proyecto de testificación que se realizó para jóvenes me
pidieron que me uniera al grupo de músicos, y mi orgullo aumentó.
Me sentí «especial». Me sentía orgulloso de mi talento y comencé a
hacer comentarios despectivos hacia mis compañeros que parecían
tener menos talento que yo. Cuando me elogiaban, en voz alta daba
gloria a Dios, si bien por dentro absorbía los elogios como una
esponja.
Antes de que ese proyecto arrancara, se vino abajo. ¡Con esto se
fue mi oportunidad de ser «especial»! Aunque fue un duro golpe a
mi orgullo, la lección que aprendí permanece conmigo hasta hoy.
Aprendí que, más allá de nuestra conducta y comportamiento
exterior, Dios ve lo que realmente hay dentro de nosotros y jamás
podremos engañarlo.
Como nos dice Santiago: «Toda buena dádiva y todo don perfecto
descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras
celestes»6.
Todos nuestros dones, talentos y fortalezas provienen de nuestro
Padre celestial, y por ellos debemos glorificarlo. Como dice Pablo:
«Porque ustedes han sido comprados; el precio de ustedes ya ha
sido pagado. Por lo tanto, den gloria a Dios en su cuerpo y en su
espíritu, los cuales son de Dios.»7
Notas a pie de página
1 Nueva Versión Internacional
2 Daniel 4:27 NVI
3 Daniel 4:30 NVI
4 Nueva Versión Internacional
5 Daniel 4:37 NVI
6 Santiago 1:17 NVI
71 Corintios 6:20 RVC
© La Familia Internacional, 2015
categorías: glorificar a Dios, primero es Dios
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