EL ANDRÓGINO Amado Nervo, “Andrógino” (1896) Por ti, por ti, clamaba cuando surgiste, infernal arquetipo, del hondo Erebo, con tus neutros encantos, tu faz de efebo, tus senos pectorales, y a mí viniste. Sombra y luz, yema y polen a un tiempo fuiste, despertando en las almas el crimen nuevo, ya con virilidades de dios mancebo, ya con mustios halagos de mujer triste. Yo te amé porque, a trueque de ingenuas gracias, tenías las supremas aristocracias: sangre azul, alma huraña, vientre infecundo; porque sabías mucho y amabas poco, y eras síntesis rara de un siglo loco y floración malsana de un viejo mundo A T R AV É S D E L T I E M P O Licia Brunet Torres El andrógino es uno de los arquetipos más antiguos y complejos que puede tener el ser humano, escritos e imágenes de distintas épocas dan constancia de ello y aunque el problema de fondo es siempre el mismo –la búsqueda humana de la totalidad–, cada propuesta termina por reflejar el estado de ánimo predominante en el momento de su manufactura. Son estos cambios de representación los que analizaremos a continuación, aunque tal vez primero convenga dar una breve definición del tema. El término viene del griego ἀνδρόγυνος, formado por las etimologías de “hombre” y “mujer”, si bien el concepto no se desarrolla únicamente alrededor de esas dos palabras, pues la idea de la androginia se extiende, en primera instancia, a todas las parejas de opuestos que aunque sean contrarios acaban por atraerse: abajo/arriba, bien/mal, finito/infinito... La eterna ansia de totalidad experimentada por el ser humano se ve reflejada en la imagen del andrógino como una fórmula arcaica y universal, resumida en la coexistencia de los contrarios o coincidencia oppositorum. En términos jungianos, un arquetipo del inconsciente colectivo y que se enraíza con lo absoluto y que aparece en el ser humano como sentido innato de lo Unidad Cósmica. En su forma más pura la androginia no simboliza 1Estrella de Diego, El andrógino sexuado, Madrid: Visor, 1992. 2La doctrina zurvánica establece que el tiempo limitado es el instrumento que traerá la victoria de la luz sobre las tinieblas, mientras que el tiempo ilimitado es la condición inicial, la quietud y la perfección. La combinación de ambos da un mundo material en movimiento y en constante evolución. La integración de los contrarios es causa en este ser de una armonía cósmica. Por consiguiente, abundan los mitos sobre una androginia primordial: el ser humano, en el origen, debió estar compuesto por ambos sexos. Uno de los más famosos es el que recoge Platón en El banquete. Incluso se ha hablado de que el relato bíblico de la creación podría aludir a una condición andrógina inicial de Adán, puesto que la mujer es literalmente extraída de su cuerpo. Siendo una perfección perdida por la humanidad, se comprende que la androginia se haya atribuido entonces a los dioses, dando lugar a una variada mitología sobre deidades que engendran sin concurso ajeno. Por ejemplo, en mitos griegos encontramos que seres divinos daban a luz por sí solos. Esta partenogénesis es muestra de una autonomía infinita, y ya en sí misma implica a la androginia. Zurvan, dios andrógino de la mitología persa, además de personificar dos procesos temporales distintos: la eternidad (el tiempo infinito) y la necesidad (el tiempo del largo dominio)2 concibió a los gemelos Ahura Mazda y Angra Mainyu, el dios del bien y el dios del mal, respectivamente. Con hijos que representan las dos oposiciones, al propio Zurvan se le relaciona con la neutralidad; no hay distinción entre el bien y el mal. Siguiendo este rastro, Mircea Eliade define la androginia divina de la siguiente manera: 4 La androginia divina no es otra cosa sino una fórmula arcaica de la bi-unidad divina; el pensamiento mítico y religioso, antes de expresar el concepto de bi-unidad divina en términos metafísicos (esse-non esse) o teológicos (manifestado-no manifestado), lo expresó en términos biológicos (bi-sexualidad). [...] son andróginas hasta las divinidades masculinas o femeninas por excelencia. Cualquiera que sea la forma en que se manifiesta la divinidad, es la realidad última, El andrógino en el arte occidental Gran parte de la idea que tenemos en Occidente sobre la androginia nos fue heredada por la civilización griega, la cual además de ser prolífica en deidades de fuertes características andróginas, como Fanes, Attis y Agdistis, le dio al tema una representación más humana, misma que fue retomada durante el Renacimiento por la filosofía neoplatónica, llegando de esta manera a ser plasmada en las obras de los grandes maestros del Quattrocento, como Michelangelo Buonarroti, Sandro Botticelli y, sobre todo, Leonardo da Vinci. El divino andrógino de Leonardo El andrógino encontró en el maestro florentino a uno de sus mejores exponentes dentro de la pintura clásica, obras como La virgen de las rocas, La Gioconda y el San Juan Bautista dan testimonio de ello. Y es este último lienzo el que analizaremos. Datado entre 1508 y 1513, San Juan Bautista es una de las últimas obras del maestro, un impresionante ejemplo del sfumato y uno de sus trabajos más debatidos. La imagen disuena enormemente de la iconografía tradicional del santo, que lo muestra como un tipo adusto, barbado, con cabello crespo. Además, mucho se ha opinado sobre el significado de la mano apuntando hacia arriba (que podría hacer alusión a la misión de anunciador del Bautista), y de la sonrisa enigmática. Pero salirse de lo convencional era lo común para Leonardo, que aunque por medio de algunos símbolos otorga ciertas identificaciones a los representados, a la vez los despersonaliza, les quita la identidad específica que los liga a la tradición y los sitúa en el indudable marco atemporal de lo conceptual representativo. Sin embargo, lo antes mencionado significa que hay algo más en este cuadro que la mera alusión a San Juan Bautista. Es por esto que algunos historiadores han estado de acuerdo en que el ambiguo rostro del profeta tiene relación con un mito ancestral de la androginia, de carácter iniciático. Teoría reforzada por un esbozo de Leonardo conocido como El ángel encarnado; se sabe que hacia el final de su segunda estancia en Florencia, Leonardo comenzó a interesarse por pintar un ángel. También se conoce que es muy posible que el cuadro haya llegado a terminarse, porque Vasari afirma que se hallaba en el gabinete del Duque de Cosme. En su libro sobre Leonardo, Kennet Clark habla de El ángel encarnado y de San Juan Bautista de la siguiente manera: Podemos imaginar las complejas ideas que [Leonardo] deseó expresar por medio de concepción tan extraña, porque la imagen podía resumir la unión de la carne y el espíritu, de lo humano y lo divino, que Leonardo deseaba destacar por encima de todo […] el ángel de la Anunciación era un misterio aunque tuviese forma humana. Y para Leonardo el misterio era una sonrisa, una sombra y un dedo apuntando hacia las sombras […] Pero entre ambas figuras hay algo más que una mera conexión formal: son representaciones de sendos mensajeros, que anuncian el nacimiento de Cristo. El ángel señala hacia arriba, hacia Dios; el Precursor señala hacia atrás: “Hay uno que debe venir detrás de mí”. ⁴ 3Mircea Eliade, Tratado de la historia de las religiones, México: Era, 1972. 5 Si nos ceñimos a lo anterior, San Juan Bautista se convierte en un puente entre lo humano y lo divino, por lo que guarda relación con el signo de la alianza, el arcoíris: “El carácter andrógino del arcoíris es tan fuerte que existen muchas leyendas en Francia y Serbia sobre personas que cambian de sexo al pasar bajo el arcoíris. Pero su peculiar carácter simbólico consiste en una fusión de la androginia con una conjunción de lo humano y lo divino”.5 Además, conviene recordar la frase bíblica que señala: “Después del bautismo no existe diferencia entre hombre y mujer” (Galateos 3: 28). “Belleza contranatura” (1892) ¿Es una joven? ¿Es una mujer? ¿Es una diosa o un dios? El amor, temiendo ser infame, duda y suspende su confesión. Para hacer esta belleza maldita cada sexo llevó su don. Quimera ardiente, esfuerzo supremo del arte y de la voluptuosidad, monstruo seductor, cómo te quiero en tu múltiple belleza. Sueño de poeta y de artista; cuántas noches me has tomado y, mi capricho, que dura, no admite haberse engañado. EL SIGLO XIX: Théophile Gautier EL ANDRÓGINO ROMÁNTICO Tras el Renacimiento, el andrógino se puede rastrear en la obra de algunos literatos, pintores y grupos herméticos. Durante el siglo XVII esoteristas como Jacob Böheme recuperaron el tema de la androginia adánica y discutieron sobre la vertiente femenina y masculina de la divinidad traducida en el ser humano en alma y espíritu. Estas ideas serían retomadas por William Blake (1757-1827), quien plasmó en varios de sus poemas e imágenes el mito del andrógino proponiendo relaciones equilibradas entre los géneros. “William Blake hizo referencia, a través de desnudos clásicos cuyos órganos sexuales apenas eran representados, a sus deseos de igualdad y de armonía, ya que la exagerada diferenciación sexual sometía al hombre y a la mujer a una mutua y destructiva miseria”.6 Fue en el siglo XIX cuando el andrógino vuelve a tener un protagonismo destacado dentro de las artes. Los simbolistas retomaron el tema con especial entusiasmo aunque no serían los únicos. Pese a lo anterior, también fue en este periodo cuando el andrógino comenzó a verse mermado por una paulatina degradación del símbolo, pues si hasta ese momento la androginia se había tratado aún como algo sagrado, a partir de entonces pasó a ser un tema profano que progresivamente iría perdiendo sus connotaciones iniciáticas. A principios del siglo la pintura académica tomó un gran interés por la espiritual de la asexualidad angélica que reflejaba una forma de castidad ideal, el andrógino fue visto pues como encarnación de un ideal humano superior que estaba por encima de las torturas del sexo. La obra más destacada en este aspecto es Serafita, de Honoré de Balzac, en ella el autor consigue presentar el tema central del andrógino mediante el retrato de un ser humano perfecto, donde los opuestos son reconciliados y unificados a través del amor más profundo. Serafitus-Serafita es un ser total con una existencia terrenal. No se trata de una divinidad en la Tierra, sino de un ser evolucionado que trasciende el sentido profano de la esencia humana dividida. En la pintura tenemos un buen ejemplo con la obra de Adolphe William Bouguereau. Sin embargo, durante la segunda mitad del XIX la visión del andrógino da un giro de 360 grados hacia una visión negativa (o así clasificada por algunos críticos), ya que el tema se relaciona con el aislamiento, ⁴Kenneth Clark, Leonardo da Vinci, Madrid: Alianza Editorial, 1995. 5Elémire Zolla, El andrógino, Barcelona: Paidós, 1994. 6Carlos Reyero, Apariencia e identidad masculina: de la ilustración al decadentismo, Madrid: Cátedra, 1996. 7Umberto Eco, Historia de la belleza, Barcelona: Lumen, 2006. la soledad, la autosuficiencia e incluso con la falta de confianza en el futuro, en Dios y en el ser humano. El fin de siglo se impregna de una melancolía que hace que los artistas “redescubran el Renacimiento entendido como reserva inagotable de sueños crueles y dulcemente enfermos: en la ambigüedad de los rostros de Leonardo y Botticelli se busca la fisionomía imprecisa del andrógino, del hombre-mujer de belleza no natural e indefinible”.7 El andrógino deja de ser la representación de la búsqueda del todo para convertirse en una criatura sexual que encarna las imposibilidades y las inconsistencias humanas ante el deseo. Así, el decadentismo nos legaría una amplia gama de jóvenes asexuados y al mismo tiempo lascivos y mujeres fatales. Uno de los principales exponentes de esta tendencia fue Gustave Moreau. 6 7 Los personajes de Moreau reúnen la asexualidad y la lascivia, ya son esencialmente autosuficientes, creando u n a extraña combinación de ambigüedad sexual y moral acompañada a menudo con una amplia aceptación de los hábitos homosexuales, tan en boga en ese momento. […] El ideal masculino de Moreau es una adolescente y el ideal femenino, una mujer efebizada.8 Otro artista de fin de siglo que jugó con la ambigüedad sexual fue Aubrey Beardsley cuyas figuras han sido descritas como lujuriosamente provocadoras, enfermizas y malsanas: “Ya sean hombres o mujeres las figuras de Beardsley poseen una feminidad enfática que actúa como disfraz de ambigüedad”.9 El siglo XX: el andrógino sexuado Los surrealistas fueron durante el silgo XX quienes mostraron un mayor entusiasmo en cuanto a integrar el tema del andrógino en sus imágenes, teniendo como fuentes de inspiración la alquimia y el psicoanálisis. Sin embargo, con los surrealistas el andrógino acaba por volverse un abierto hermafrodita. Otro artista que utilizó al andrógino de manera recurrente fue Marc Chagall, como lo atestiguan las obras Homenaje a Apollinaire (1911-1912), Mujer embarazada (1913) y El malabarista (1943). En estas tres pinturas su pueden encontrar metáforas del hombre hermético, el iniciado por excelencia en las doctrinas esotéricas, el que por medio de los ojos de la mente es partícipe de la vida inteligible que alienta el universo; el Adán alquímico, síntesis de todos los contrarios y expresión de la armonía que lidera todos los niveles del cosmos, es el ser que genera el universo y lo contiene y el rebis, figura que expresa el dualismo universal, por mencionar algunos términos ligados a la androginia. Marcel Duchamp también compartió el interés por estos temas como ejemplo podemos mencionar a La Joconde L.H.O.O.Q. (1919), imagen en la cual el artista añade a la famosa Gioconda de Da Vinci un bigote y una barba, rasgo que si bien sirve para desacralizar la obra del maestro renacentista también la convierte en una encarnación del hombre universal, que hace referencia a los conceptos de totalidad y perfección. Pero conforme fue avanzando el siglo XX la representación del andrógino se ha ido transformando más y más en un concepto relacionado con el morbo sexual, cuya significación se queda en la mera apariencia física. Para los años 70, la moda que apela a lo indefinido y lo transgresor fue tomando fuerza de la mano de propuestas como la del glam rock. Actualmente vivimos tiempos de relajación cultural en donde los medios masivos buscan producir modas basadas en apariencias impactantes y novedosas. Lo que el siglo XXI entiende como andrógino está personificado por el cotizado modelo serbio Andrej Pejic que con su delgadísimo cuerpo desfila por las pasarelas indistintamente con ropa de hombre o de mujer. 8 Estrella de Diego, op. cit. 9 Carlos Reyero, op. cit. 10 Estrella de Diego, op. cit. Licia Brunet Torres. Licenciada en Artes Plásticas, opción Pintura, por la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana. Ha recibido mención honorifica en los concursos de dibujo “Fontanelly Vázquez” y de grabado “Federico Castillo”. Participo en el Décimo Festival Internacional “Tehuacán 1660, Arte y Tradición”. Ha expuesto de manera individual en la Casa de la Cultura de Coatzacoalcos, como parte de la III Semana Cultural, y en la galería “La Trova” en el CICOM en Villahermosa. En muestras colectivas su obra se ha presentado en las galerías Alba de la Canal y AP de Xalapa, la Casa de la Cultura de Coatepec, el Centro Cultural Villahermosa y el Colegio de Artes de la capital tabasqueña. Actualmente es editora y diseñadora en el periódico Crónica de Xalapa. 8