FACULTAD: CIENCIAS Y HUMANIDADES ESCUELA: TEOLOGÍA GRUPO: 01, 02 CICLO, AÑO: II, 2010 ASIGANTURA: INTRODUCCIÓN A LA TEOLOGÍA HORARIO DE CLASES: VIERNES 2:00-6:00 PM. CONTACTO CON EL DOCENTE: [email protected] PROFESOR: RAFAEL ERNESTO SÁNCHEZ LÓPEZ UNIDAD II: LA TEOLOGÍA PATRÍSTICA Introducción Con el correr de los tiempos, la teología cristiana experimentó varios caminos y múltiples expresiones. Su historia está ligada íntimamente a la historia de la Iglesia y de las sociedades. Por un lado, esforzándose en responder a algunas de sus necesidades, la teología sufrió los condicionamientos de la práctica eclesial. Por otro lado, se comprometió especialmente en la tarea de inculturar la Buena Nueva. Influyó decididamente en la Iglesia, contribuyendo a renovarla o a endurecerla. La teología, reflexión crítica y sistemática sobre la fe cristiana, vivida en la comunidad eclesial, no deja de ser tributaria del contexto en el que nació, así como del modelo de Iglesia hegemónico del momento. En ello residen tanto su mérito como su debilidad. Adentrémonos ahora en el estudio de la época patrística, analizando los contextos, las distintas etapas, los contenidos principales, los aportes principales, las grandes tendencias y algunos de los principales protagonistas 1. Teología simbólica de la Patrística1 La teología patrística abarca un período de seis siglos, desde las generaciones inmediatamente posteriores a los apóstoles hasta la de los que prepararon la teología medieval. 1.1 Contexto y desafío: Al principio, el cristianismo tuvo que enfrentarse con el inmenso desafío de exponer en la cultura helénica su Buena Noticia. Necesitó también justificarse ante aquellos que, utilizando la filosofía griega, consideraban el cristianismo y la fe cristiana como algo secundario o de poco valor. Después de la paz constantiniana la Iglesia corre dos grandes peligros: a) Helenizar su doctrina, realizando una unión demasiado fácil entre la fe y el pensamiento helénico; b) Secularizarse, entrando en la estructura del imperio por el camino de las honras, de los privilegios, del frecuente apoyo de los poderes públicos. Los Padres responden a estos desafíos manteniendo el fermento evangélico en los aspectos existencial, práxico e intelectivo. Vale la pena destacar también que, a medida que se incultura el caminar de la Iglesia, adoptando expresiones de fe y utilizando categorías de los esquemas mentales de sus interlocutores, la reflexión de fe se enfrenta a imprecisiones y dudas. 1 Cfr. J.B. LIBANIO– A. MURAD, Introducción a la teología, México: Dabar, 2000, pp. 105-120. 1 1.2 Características de la teología patrística: En gran parte de la reflexión patrística subyace la matriz de la gnosis sapiencial: ideal propagado en toda la antigüedad, se trata de una postura complexiva en la que interviene el afecto, la voluntad, el concepto, el raciocinio, la intuición y las actitudes de vida; la gnosis se ocupa de la cuestión humana y concreta de de la felicidad del ser humano; valora de manera especial el aspecto intuitivo, experimental, vital y místico. La gnosis sapiencial cristiana conjuga tres estratos: el cultural, común de los pueblos de la antigüedad, el hebreo y el específicamente centrado en la persona de Jesucristo. Uso del principio patrístico: «creer para entender, entender para creer»2. Ilumina todo el caminar teológico. No se acepta separar inteligencia y fe. La inteligencia es asumida plenamente en el dinamismo de la fe, como inteligencia creyente, para la cual Dios no es solamente objeto de conocimiento, sino fuente y término de amor, que abarca toda la vida. Se trata de teología espiritual ascendente. Los protagonistas de la teología patrística, obispos, sacerdotes y laicos, elaboran una reflexión de fe de cuño predominantemente pastoral. Por eso las fuentes más utilizadas son: las homilías, textos litúrgicos, comentarios sobre los textos de la Escritura, textos de catequesis, obras de carácter polémico, etc. Pero también hay escritos dirigidos a la “intelectualidad” de la época3. En síntesis, las características de la reflexión de fe de los Padres, son: a) Bíblica: predomina en la patrística la interpretación simbólica de la Escritura, hermenéutica alegorica. b) Litúrgica: considera a la liturgia como primera teología; la teología de los Padres nació y llegó hasta nosotros como explicación del contenido de la fe expresado y vivido en la liturgia, porque la liturgia se presenta como expresión completa de la fe. c) Crística y eclesial: en su visión teológica, los Padres contemplan el cosmos, en su totalidad, centrado en Jesucristo; la persona de Jesucristo, en su relación viva con la Iglesia, constituye la clave privilegiada de lectura de los datos de fe. Sólo se alcanza el sentido de la Escritura mediante la interpretación en la Iglesia y por ella. d) Creativa, inculturada y plural: la patrística marca la ingente tarea de la inculturación de la fe cristiana en el helenismo. La Iglesia vive un período de creatividad y expansión. Se da la apropiación de categorías y esquemas filosóficos, especialmente neoplatónicos y estoicos. Sin embargo, la necesidad de dar respuestas nuevas e inusitadas a la fe cristiana utilizando categorías filosóficas e instrumentos sobre los que no se tiene pleno dominio, hace al discurso teológico susceptible de error. Se crea un rico proceso pedagógico de intentos, correcciones y aciertos en la elaboración de los datos de fe. Las controversias teológicas convierten la era patrística en la época tal vez más interesante de toda la historia de la Iglesia. En ella nacen y se desarrollan vivamente problemas que, en forma explícita o tácita, perduran hasta nuestros días. Las distintas características confluyen hacia la unidad. No raras veces se encuentran en la misma persona las diferentes funciones de obispo, evangelizador, místico y teólogo. Partiendo de la Biblia, 2 “Intellege ut credas, crede ut intellegas” (“entiende para que creas, cree para que entiendas”), San Agustín, en: Sermón, 43, 7, 9: PL 38, 258. 3 Téngase en cuenta que a principios del siglo III, se formaron las “escuelas teológicas”: Antioquía, tendía a la exégesis literal de la Escritura (Juan Crisóstomo); Alejandría, donde predominaba el sentido espiritual (Clemente, Orígenes). 2 los Padres realizan la tarea integradora de alimentar la mística, realizar la predicación y desarrollar la comprensión de la revelación. La figura de Jesucristo unifica los diversos aspectos de la reflexión teológica, nacida en el interior de la Iglesia inculturada destinada a fortalecer su presencia y su actuación en la sociedad. 1.3 Fases de la Patrística La teología patrística vivió fases distintas, que podrían caracterizarse brevemente en el siguiente cuadro esquemático: Siglo Tendencia hegemónica/fase I-II Padres Apostólicos II Apologístas II-III Reflexión sistemática III-IV Escuelas teológicas IV-V Fase de esplendor VI-VII Final Nombres principales Clemente, Ignacio, Plicarpo, Didaché, Clemente Romano. Justino, Taciano, Teófilo, Carta a Diogneto. Tertuliano, Orígenes, Ireneo, Hipólito. Alejandría: Atanasio, Cirilo Capadocia: Basilio, Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa. Antioquía: Teodoro, Cirilo de Jerusalén, Juan Crisóstomo. Agustín, Jerónimo, Ambrosio, León Magno, Efrén. Grgorio Magno, Isidoro de Sevilla, Boecio, Juan Damaceno. 1.4 Evaluación crítica: La patrística tiene un valor inmenso para la teología actual, tanto los contenidos que elaboró, como por la forma misma de comprender la reflexión sobre la fe al servicio de la Iglesia en el mundo. La exégesis patrística marcó inmensamente el imaginario cristiano y su formulación. Cualquiera que sean los dogmas cristológicos o trinitarios, las prácticas sacramentales y muchas actitudes y creencias referentes a la vida, la muerte y después de la muerte, fueron moldeadas por ellas o descansan en sus cimientos. Hoy, cuando la inculturación aparece como un tema candente y decisivo, el ejemplo de la patrística es iluminador. Las escuelas teológicas atestiguan un sano pluralismo, que contribuyó a la profundización de la verdad revelada. La teología simbólica, generada en la patrística, inicia la superación de cierta “frialdad” pretendida por cierto objetivismo científico que hasta hace cierto tiempo dominaba la teología. 3 La liturgia, en la teología patrística, modela la relación original y fecunda entre pensar y celebrar la fe, abrirse gratuitamente al misterio inefable y atreverse a hablar de él. La patrística también presenta algunos límites: Debido a su identificación con el orden, presta menor atención al concreto histórico y al valor profético del pensamiento de la fe. Debido al compromiso creciente con el poder imperial, el fuerte sentido de las cosas futuras y nuevas tiende a diluirse. Se da una progresiva “desescatologización” y “deshistorización” en la teología. En el ámbito de la elaboración ontológica-metafísica del dato revelado, los padres no consiguen una filosofía homogénea. Es deficiente el instrumental filosófico utilizado en la construcción de la gnosis sapiencial. Además, no siempre es posible superar los límites de la filosofía griega, como el dualismo neoplatónico o el rigorismo ético de otras corrientes. 2. Algunos Padres más destacados: 2. 1 San Ignacio de Antioquía4 a) Vida: Eusebio de Cesarea habla de Ignacio como obispo de Antioquía en tiempos de Trajano (98-117). Narra, según la tradición, que había sido enviado de Siria a Roma para ser arrojado a las fieras como mártir cristiano. Durante su viaje por Asia, bajo la vigilancia de sus guardias exhortaba a las comunidades de las ciudades por donde pasaba, proviniéndoles sobre todo contra las herejías que comenzaban a difundirse y exhortándoles a mantenerse adheridos a la tradición apostólica. Eusebio fecha su martirio en el año décimo de Trajano (a. 107), pero esta indicación tiene sólo valor aproximativo. b) Obras: Durante su viaje a Roma, cuando lo llevaban para sufrir el martirio, Ignacio escribió siete cartas: Desde Esmirna: a las iglesias de Éfeso, Magnesia, Trales y Roma. Desde Troade: a las iglesias de Filadelfia y de Esmirna, y al obispo de Esmirna, Policarpo. Este espistolario de San Ignacio de Antioquía, incluido dentro de la colección de los Padres Apostólicos, es uno de los documentos más importantes del cristianismo antiguo. c) La doctrina sobre la unidad: No insiste en la unidad de Dios porque no tiene en perspectiva ni el politeísmo pagano ni el dualismo gnóstico. No hay más que un solo Dios, que se ha manifestado por Jesucristo su Hijo. El Dios de los cristianos es invisible, pero no incognoscible; pues se ha hecho visible para nosotros por Jesucristo. Cfr. R. TREVIJANO, Patrología, Madrid: BAC, 1998, pp. 32-40; Cfr. B. MONDIN, Dizionario dei teologi, Bologna: Edizioni Studio Domenicano, 1992, p. 306. 4 4 También defiende de modo apasionado la unidad de Cristo contra el docetismo judaizante, que ponía en duda la realidad de los acontecimientos históricos de la vida del Salvador. Ignacio insiste en la verdad de la «carne» de Cristo, pero Cristo es también «espíritu»: una realidad sobre humana (naturaleza divina). La unidad de Cristo con el Padre fundamenta la unidad del cristiano con Cristo. Jesús, «carne» y «espíritu», es la vida del cristiano. Toda la vida del cristiano debe tender a imitar y reproducir esta unidad de carne y espíritu realizada en Cristo, esa misteriosa unidad de Cristo con el Padre. Esta idea se armoniza con el tema de la inhabitación de Cristo. Los cristianos sólo realizan esta unidad cuando hacen uno con su obispo mediante la fe, la obediencia y, en particular, mediante la participación en el culto divino. La unidad de los cristianos con Cristo se traduce por la unidad de los cristiano entre sí, unidad de la Iglesia. La Iglesia es unidad de fe y de vida, comunidad de amor de la que Jesucristo es principio y ley. Esta unidad se expresa en un organismo visible, provisto ya de la organización jerárquica necesaria para su funcionamiento. Las cartas de Ignacio son el primer testimonio de la conjunción y consolidación de la triple jerarquía: episcopado monárquico, presbiterado y diaconado: «Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre, y al colegio de ancianos (presbiteros) como a los Apóstoles. En cuanto a los diáconos, reverenciadlos como al mandamiento de Dios. Que nadie sin el obispo haga nada de lo que atañe a la Iglesia. Sólo aquella Eucaristía ha de ser tenida por válida que se hace por el obispo o por quien tiene autorización de él. Dondequiera que aparece el obispo, acuda allí el pueblo, así como dondequiera que esté Jesucristo, allí está la Iglesia Católica. No es lícito celebrar el bautismo o la eucaristía sin el obispo, pero lo que él aprobare, eso es también lo agradable a Dios, a fin de que todo cuanto hagáis sea firme y válido» (Carta a Esmirna, 8). La multitud puede subir al grado de ecclesia sólo en unión con el obispo. La calificación «iglesia católica» aparece aquí por primera vez en la literatura cristiana. d) Doctrina de la primacía de la Iglesia de Roma: Sobre todo es notable la insistencia del autor sobre la obediencia hacia el obispo, sin la cual no es válida la Eucaristía; también se destaca su afán por poner en alerta a los fieles contra las tendencias heréticas; el elogio que hace hacia la comunidad romana; y el espíritu con el cual se prepara para el martirio. Es de mucha importancia para la doctrina de la primacía de la Iglesia de Roma sobre las otras iglesias dispersas por el mundo, lo que escribe a los fieles de esa ciudad: «Ignacio, que es llamado también Teóforo, a aquella que ha hallado misericordia en la benevolencia del Padre Altísimo y de Jesucristo su único Hijo; a la iglesia que es amada e iluminada por medio de la voluntad de Aquel que quiso todas las cosas que son, por la fe y el amor a Jesucristo nuestro Dios; a la que tiene la presidencia en el territorio de la región de los romanos, siendo digna de Dios, digna de honor, digna de parabienes, digna de alabanza, digna de éxito, digna en pureza, y teniendo la presidencia del amor, andando en la ley de Cristo y llevando el nombre del Padre; iglesia a la cual yo saludo en el nombre de Jesucristo el Hijo del Padre; a los que en la carne y en el espíritu están unidos a cada uno de sus mandamientos, siendo llenos de la gracia de Dios sin fluctuación, y limpiados de toda mancha extraña; salutaciones abundantes en Jesucristo nuestro Dios en su intachabilidad». En este célebre texto se puede notar como a inicios del siglo II, la primacía de la Iglesia de Roma era ya un patrimonio común de la Iglesia universal. 5 2.2 San Ireneo5 a) Vida: Recibió una óptima formación religiosa en Oriente, en Esmirna, a nivel filosófico y teológico, en la escuela de San Policarpo (obispo de Esmirna y discípulo del apóstol Juan), de Papías, de Melitón y otros. Tertuliano lo considera como un «cuidadoso investigador de toda clase de doctrina». Por motivos desconocidos dejó el Oriente y se dirigió a Lyon, donde primero fue ordenado sacerdote y luego obispo de la misma ciudad. En el año 177 era presbítero en Lyon (Francia), y poco después ocupó la sede episcopal de dicha ciudad. De su actividad pastoral en Lyon se tiene como testimonio sólo sus obras, todas escritas en función de su actividad apostólica. Las obras literarias de San Ireneo le han valido la dignidad de figurar prominentemente entre los Padres de la Iglesia, ya que sus escritos no sólo sirvieron para poner los cimientos de la teología cristiana, sino también para exponer y refutar los errores de los gnósticos y salvar así a la fe católica del grave peligro que corrió de contaminarse y corromperse por las insidiosas doctrinas de aquellos herejes. Recibió la palma del martirio, según se cuenta, alrededor del año 200, durante la persecución de Septimio Severo. b) Su Escritos No ha llegado hasta nosotros nada que pueda llamarse una biografía de la época sobre San Ireneo, pero hay, en cambio, abundante literatura en torno al importante papel que desempeñó como testigo de las antiguas tradiciones y como maestro de las creencias ortodoxas. Sus dos obra principales son: - Adversus Haereses: tratado contra los gnósticos, que ha llegado hasta nosotros completo en su versión latina. - En 1904 se descubrió la existencia de otro escrito suyo: Demostratio apostolicae praedicationis,, traducida al armenio. La obra era hasta entonces conocida como: «Prueba de la Predicación Apostólica». Se trata, sobre todo de una comparación de las profecías del Antiguo Testamento y de ese escrito, no se obtienen informaciones nuevas en relación con el espíritu y los pensamientos del autor. A pesar de que el resto de sus obras desapareció, bastan los dos trabajos mencionados para suministrar todos los elementos de un sistema completo de teología cristiana. San Ireneo, fundamentándose en San Pablo y en su conocimiento de las enseñanzas apostólicas, enseñaba el paralelismo Adán-Jesucristo; Eva-María. c) El momento histórico: Ireneo ha sido reconocido como «el último hombre apostólico y el primer teólogo», es decir, el último en orden de tiempo, de aquellos hombres que cercanos a los apóstoles o a sus Cfr. R. TREVIJANO, Patrología, Madrid: BAC, 1998, pp. 81-91; Cfr. B. MONDIN, Dizionario dei teologi, Bologna: Edizioni Studio Domenicano, 1992, pp. 315-325; M. ARIAS REYERO, El Dios de nuestra fe, Santa Fe de Bogotá: CELAM, 1998 , pp.241-245; http://www.corazones.org/santos/ireneo.htm 5 5 6 inmediatos sucesores, que escucharon de viva voz el mensaje de Jesús. Y el primer escritor que enfrenta la gran tarea de elaborar una síntesis global del cristianismo. El momento histórico que sirve como contexto a su obra, está marcado por dos eventos culturales de notable peso: - El surgimiento del gnosticismo: la primera herejía que poseía una sólida base doctrinal y que atraía mucho a los cristianos más cultos. - La difusión en el mundo pagano del neoplatonismo, una filosofía de vasto respiro, que presentaba mucha afinidad con el cristianismo. El trabajo de Ireneo quiere ser una seria respuesta a este doble reto cultural. Se trata de una respuesta polémica ante los herejes, criticando los gravísimos errores del gnosticismo y una respuesta dialógica con el pensamiento neoplatónico, del cual Ireneo se muestra dispuesto a acoger ciertos principios generales. Así, su teología se caracteriza por su carácter antignóstico y por otro lado platonizante. Esto quiere decir que Ireneo construye una teología fuertemente atenta a las necesidades de su tiempo, pero siempre preocupado por permanecer fiel a las exigencias de la verdad revelada. d) Lucha contra el gnosticismo Ireneo vive en el momento de la máxima expansión del gnosticismo, un sistema de pensamiento filosófico-religioso que hacía de la salvación una cuestión esencialmente intelectual, noética (gnosis=conocimiento): la salvación se encuentra exclusivamente en el saber; perfecto conocimiento es perfecta redención. Los máximos exponentes del gnosticismo en el tiempo de Ireneo eran Saturnino de Siria, Basilides y Valentín en Egipto y Marción en Roma. Ireneo advierte sobre la gravedad del peligro para la fe cristiana en la operación de la inculturación del cristianismo hecha por el gnosticismo: el peligro de transformar en una filosofía. Así lo dicen en el prólogo de Adv. Haer.: «Algunos, rechazando la verdad, introducen falsos discursos y, como dice el Apóstol, “prestan más atención a cuestiones acerca de genealogías sin fin, que a edificar la casa de Dios por la fe” (1 Tim 1,4). Por medio de semejanzas elaboradas de modo engañoso, trastornan las mentes de los menos educados y las esclavizan, falseando las palabras del Señor. Interpretan mal lo que ha sido bien dicho, y pervierten a muchos, atrayéndolos con el cebo de la gnosis. Los separan de aquel que ha creado y ordenado el universo, como si ellos pudiesen mostrar algo más alto y de mayor contenido que aquel que hizo el cielo, la tierra y todo cuanto contienen (Ex 20,11). Persuaden con su facilidad de palabra a los más simples para que se pongan a buscar; pero luego arrastran a la ruina, inculcando impías y blasfemas opiniones acerca del Demiurgo, a quienes son incapaces de discernir lo falso de lo verdadero» (I, prol. 1). La propagación del gnosticismo en las Galias inspiró en el obispo Ireneo el anhelo de defender el cristianismo de sus falsas interpretaciones. Estudió sus dogmas, lo que ya de por sí era una tarea muy difícil, puesto que cada uno de los gnósticos parecía sentirse inclinado a introducir nuevas versiones propias en la doctrina. Afortunadamente, San Ireneo era un investigador minucioso e infatigable en todos los campos del saber, como nos dice Tertuliano y, por consiguiente, salvó aquel escollo sin mayores tropiezos. Una vez empapado en las ideas gnósticas, escribió un tratado en cinco libros, en cuya primera parte expuso completamente las doctrinas internas de las diversas sectas para contradecirlas después con las enseñanzas de los Apóstoles y los textos de las Sagradas Escrituras. Los argumentos principales de Ireneo contra el gnosticismo son: Referente a la relación salvación-gnosis: Ireneo demuestra que sostener la salvación exclusivamente en el conocimiento, como hacen los gnósticos, significa hacerla imposible 7 no sólo en la vida presente sino también en la futura, porque nunca será permitido al hombre de alcanzar un perfecto conocimiento de Dios, o sea un conocimiento tal que haga inútil la fe. Ireneo también distingue dos formas de conocimiento de Dios: una secundum magnitudinem, es decir su efectiva grandeza; y otra, secundum dilectionem, es decir fundada sobre el amor de Dios. La primera es imposible, la segunda es la que sostiene Ireneo: Dios puede ser conocido en su amor, o sea en sus obras, la salvación del mundo y la salvación del hombre6. Se necesita el concepto de conocimiento: no es una propiedad del hombre, sino que es una capacidad donada por Dios mismo a quien lo conoce y los sigue. Sobre la Regla de la Verdad: el «símbolo de la fe» no puede ser una cosa privada. No existe otra regula veritatis que aquella que la Iglesia ha recibido de los Apóstoles7. Ireneo, pues, afirma la tradición fijada por la Iglesia, la fe proclamada por la Iglesia en todo el mundo, con doble ventaja: - contiene en una síntesis bien proporcionada todo lo que Dios ha revelado, y es una sola fe para todos - tiene valor normativo, por la presencia del Espíritu que la conserva fiel a sus orígenes. La unidad de Dios: los gnósticos contraponen el Dios del NT, bueno y amante, al Dios del AT, considerado vengador. Ante esto Ireneo afirma que aunque hay dos testamentos, Dios es siempre uno, soberano del universo y creador de nuestro mundo y del hombre. La unidad de Dios es testificada por el carácter unitario de la «economía» divina, del plan de salvación. Ireneo presenta a Dios como un artista que primero proyecta y luego realiza el entero plan de salvación, y lo hace según las exigencias del plan, permaneciendo fiel a la imagen original. El modelo originario es él mismo: es su Hijo, su Palabra, el Logos. En su obra Dios quiere alcanzar hasta el final la meta de salvación que ha propuesto para el hombre: la manifestación recíproca de Dios8. SAN IRENEO, Adv. Haer., IV, 20,1: «No es posible conocer a Dios en su grandeza; pues es imposible medir al Padre: mas según su amor (pues éste es el que nos conduce a Dios por el Verbo), obedeciéndolo, aprendemos constantemente cuán grande es Dios, y que él por sí mismo crea, elige, adorna y contiene todas las cosas, y entre todas éstas también está incluido nuestro mundo. Nosotros mismos fuimos hechos junto con estas cosas que él contiene. A esto se refiere la Escritura cuando dice: «Y Dios plasmó al hombre, tomando el barro de la tierra, e infundió en su cara el soplo de vida» (Gén 2,7). Por tanto, no fueron los ángeles quienes nos hicieron o plasmaron, pues los ángeles no podían reproducir la imagen de Dios; ni otro alguno, fuera del Verbo del Señor, ni algún Poder que no fuese el mismo Padre universal. Porque Dios no tenía necesidad de ningún otro, para hacer todo lo que El había decidido que fuese hecho, como si El mismo no tuviese sus manos. Pues siempre le están presentes el Verbo y la Sabiduría, el Hijo y el Espíritu, por medio de los cuales y en los cuales libre y espontáneamente hace todas las cosas, a los cuales habla diciendo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (Gén 1,26): toma de sí mismo la substancia de las creaturas, el modelo de las cosas hechas y la forma del ornamento del mundo». 7 SAN IRENEO, Adv. Haer., I, 10, 2: «Como antes hemos dicho, la Iglesia recibió esta predicación y esta fe, y, extendida por toda la tierra, con cuidado la custodia como si habitara en una sola familia. Conserva una misma fe, como si tuviese una sola alma y un solo corazón (Hech 4,32), y la predica, enseña y transmite con una misma voz, como si no tuviese sino una sola boca. Ciertamente son diversas las lenguas, según las diversas regiones, pero la fuerza de la Tradición es una y la misma. Las iglesias de la Germania no creen de manera diversa ni transmiten otra doctrina diferente de la que predican las de Iberia o de los Celtas, o las del Oriente, como las de Egipto o Libia, así como tampoco de las iglesias constituidas en el centro del mundo; sino que, así como el sol, que es una creatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así también la luz, que es la predicación de la verdad, brilla en todas partes (Jn 1,5) e ilumina a todos los seres humanos (Jn 1,9) que quieren venir al conocimiento de la verdad (1 Tim 2,4). Y ni aquel que sobresale por su elocuencia entre los jefes de la Iglesia predica cosas diferentes de éstas -porque ningún discípulo está sobre su Maestro (Mt 10,24)-, ni el más débil en la palabra recorta la Tradición: siendo una y la misma fe, ni el que mucho puede explicar sobre ella la aumenta, ni el que menos puede la disminuye.» 8 SAN IRENEO, Adv. Haer., IV, 20,7: «El Hijo habla del Padre desde el principio, porque desde el principio está con el Padre, y comunica al género humano, para su utilidad, las visiones proféticas, 6 8 El hombre: Ireneo denuncia e los gnósticos el concepto de hombre, quienes tenían un concepto dualístico del hombre: alma y cuerpo, pero considerando que el cuerpo es incapaz de acoger la salvación y por tanto destinado a la destrucción, porque el cuerpo proviene del mundo terrestre. Ireneo responde que también la carne tiene valor positivo, por tres motivos: porque la ha creado Dios con sus Manos, porque Cristo la ha hecho suya haciéndose hombre, porque es destinada a ser glorificada mediante la resurrección. La Cristología: Ireneo desarrolla una cristología en la cual pone el acento sobre todo en dos funciones de la encarnación del Hijo de Dios: la función soteriológica (Cristo obra nuestra salvación) y la función ejemplar (Cristo es el modelo de todo cristiano). Todo esto en contraposición a los ebionitas que consideraban a Cristo un simple hombre nacido de María y José; y contra los gnósticos que piensan que Cristo es en la carne pura apariencia. e) Método teológico: La cuestión del método teológico no existía explícitamente en tiempo de Ireneo. Sin embargo en Adv. Haer. la cuestión es ya presente y se resuelve con una adhesión clara: - Al método desde arriba, que rechaza cualquier subordinación de la Palabra de Dios a la filosofía o a cualquier otra forma de saber humano; - Al método positivo, con la plena y fiel acogida de la Palabra de Dios. Este es el único presupuesto (hipótesis) que el teólogo debe hacer suyo y sobre el cual cimentar su propio ingenio, «trabajando atentamente sobre eso», de modo tal que cualquiera que sea el resultado, sea siempre posible «llevarlo a casa» y hacerlo cohabitar con la Verdad de partida. La investigación del teólogo no se concluye en un «descubrimiento» de algo nuevo sobre la naturaleza divina, sino en una más profunda «inteligencia» de lo que Dios ha hecho o operado efectivamente para la humanidad. Es como girar en torno a un haz inamovible de la Verdad. Por tanto, Ireneo propone al teólogo como objeto de su investigación una lista de «misterios» verdaderamente fundamentales y difíciles, que tienen entre ellos un nexo lógico y cronológico bien preciso. Confirmando que es la historia de la salvación, como dato real, el Presupuesto de toda indagación teológica y el fundamento y la medida de Verdad de toda elaboración conceptual. la repartición de los carismas y sus ministerios, y en forma continuada y al mismo tiempo la glorificación del Padre, en el tiempo oportuno. Pues donde hay continuidad hay constancia, y donde hay constancia hay desarrollo en el tiempo, y donde hay desarrollo en el tiempo hay utilidad: por eso el Verbo fue hecho dispensador de la gracia del Padre para utilidad de los hombres, por los cuales ordenó toda esta Economía, para mostrar a Dios a los hombres y presentar el hombre a Dios. De esta manera custodió la invisibilidad del Padre, por una parte para que el hombre nunca despreciase a Dios y para que siempre tuviese en qué progresar; y por otra parte para revelar a Dios a los hombres mediante una rica Economía, a fin de que el hombre no cesase de existir faltándole Dios enteramente. Porque la gloria de Dios es el hombre viviente: y la vida del hombre es la visión de Dios. Si la manifestación de Dios por la creación da vida en la tierra a todos los vivientes, mucho más la manifestación por el Verbo del Padre da vida a aquellos que contemplan a Dios». 9 2.3 Orígenes9 a) Vida: Este exegeta, teólogo y filósofo, nació en Alejandría, el año 185, de una familia cristiana, primogénito de siete hijos. Desde pequeño fue impulsado por su padre a estudiar literatura y las Sagradas Escrituras, hacia la cual manifestó desde temprano una gran pasión. Durante la persecución de Septimio Severo (202-203), particularmente violenta en Alejandría, su padre fue martirizado. Por eso la vida de Orígenes estará marcada por dos grandes amores: el amor por la Escritura y el amor por el martirio. Después de la muerte del padre, por la pobreza de la familia, se vio obligado a abrir una escuela de gramática. Algunos años después, el obispo Demetrio le encargó la preparación al bautismo de los catecúmenos, tarea que asumió con mucho celo. Como la exigencia en esta tarea aumentaba, se dio cuenta de la necesidad de profundizar más en el conocimiento de la Escritura y de la filosofía. Por eso se fue a Palestina para conocer la lengua hebrea y los lugares geográficos de los cuales habla la Escritura. También frecuentó las lecciones del filósofo Ammonio Sacca, padre del neoplatonismo alejandrino. Junto con todo eso siempre se dedicó a la enseñanza y a publicar sus primeros comentarios a la Escritura. Seguramente por la excesiva importancia que le dio a la filosofía en las explicaciones de las verdades de fe. Por eso suscitó en la iglesia de Alejandría algunas reservas sobre su pensamiento, que con el pasar de los años se transformó en una oposición y luego en ruptura abierta. La ruptura se dio sobre todo por su ordenación sacerdotal (230), durante un viaje a Atenas, por manos de Teoctiso de Cesarea y de Alejandro de Jerusalén, sin la autorización de su obispo Demetrio. Las consecuencias fueron duras: se le prohibió enseñar, se le quitaron cargos sacerdotales y fue expulsado de la comunidad. También el Papa Ponciano apoyó estas decisiones de la Iglesia de Alejandría. Este fue uno de los momentos más dolorosos de la vida de Orígenes. Después de todo esto se retiró a Cesarea de Palestina, con su amigo Teoctiso. Allí abrió una escuela superior de teología, que se convirtió en la continuación de aquella de Alejandría. Enseñaba y predicaba también en la comunidad de los fieles, y al mismo tiempo escribía sus obras de diverso género: comentarios bíblicos, homilías, cartas, obras ascéticas y apologéticas. Durante la persecución de Decio (249-250), siendo Orígenes ya viejo, fue encarcelado y torturado brutalmente por la fe. Murió por estos maltratos el año 254. Fue sepultado en Tiro. Su tumba era visible hasta el siglo XIII, en la catedral de la ciudad. b) Obras Orígenes es quizá el autor más fecundo de la antigüedad ya sea pagana que cristiana: la lista es sorprendente, lamentablemente muchas de sus obras se han perdido. Sólo una pequeña parte se ha mantenido en lengua griega o traducciones latinas. Obras exegéticas: - Las Hexáplas: obra monumental en la cual, al lado del texto original hebreo de la Biblia, se coloca la traducción griega y aquellas más confiables de la época: Aquila, Símaco, LXX, Teodoción. - Los Escolio: breves anotaciones sobre pasajes particulares de la Escritura. 9 Cfr. R. TREVIJANO, Patrología, Madrid: BAC, 1998, pp. 172-185; Cfr. B. MONDIN, Dizionario dei teologi, Bologna: Edizioni Studio Domenicano, 1992, pp. 427-445; M. ARIAS REYERO, El Dios de nuestra fe, Santa Fe de Bogotá: CELAM, 1998 , pp. 245-252. 5 10 - Las Homilias: predicaciones dirigidas a los fieles de Cesarea, durante las celebraciones litúrgicas. - Los comentarios: amplios comentarios con tinte más exegético y científico; hay en ellos una mezcla singular de notas filológicas, textuales, históricas y etimológicas con observaciones de carácter teológico y filosófico. Predomina la interpretación alegórica. Obras sistemáticas: - De Los Principios: en cuatro libros son presentados de modo sistemático y profundo, con procedimiento teorético, todas las verdades principales de la fe cristiana, es decir, las doctrinas principales o fundamentales del cristianismo. Probablemente es el primer esbozo conocido de una teología sistemática. En él es donde mejor se manifiesta la profundidad y la audacia de la escuela alegórica y especulativa de Alejandría. - Contra Celso: para responder al platonismo de Celso, es la más completa e importante apología del cristianismo de los primeros siglos. Otras obras: La Oración, La Pascua, Disputa con Heráclides, el amplio Epistolario. c) El genio de Orígenes: Orígenes es indudablemente uno de los genios de la humanidad que, junto con Agustín y Tomás, se ha destacado como uno de los máximos pensadores del cristianismo. «Ningún otro ha permanecido así invisiblemente omnipresente» (H.U. v. Balthasar). Incluso uno de sus críticos más severos como Vicente de Lerins dice que Orígenes tenía una inteligencia vasta, penetrante, aguda, sin comparacón. Tenía un conocimiento profundo de la doctrina cristiana y una tremenda erudición. La estatura del genio de Orígenes parece mucho más grande y extraordinario si consideramos el hecho de que escribía en la primera mitad del siglo III. Los escritores prominentes antes de él sólo habían sido Ireneo, Clemente de Alejandría y Tertuliano; aunque ninguno de ellos había logrado dar al cristianismo una sólida implantación especulativa ni una vigorosa estructura sistemática. Orígenes se preocupó por dotar el mensaje cristiano de una base especulativa más consistente asimilando elementos de la cultura del tiempo y exponiendo los contenidos según las categorías filosóficas de la época. También presenta errores. Pero se debe considerar que escribe un siglo antes de Nicea, y dos siglos antes de Calcedonia, es decir en una época en la que muchas doctrinas antropológicas, cristológicas y trinitarias no habían recibido todavía una formulación autorizada de parte del magisterio eclesiástico y eran, por tanto, objeto de libre discusión. Actualmente son más los teólogos que piensan que el aporte de Orígenes para el cristianismo ha sido decisivo y altamente positivo. d) El teólogo eclesiástico controvertido Orígenes fue un hombre de fe, que conjugó su intensa labor de erudito con la seriedad del asceta. Siempre se sintió «hombre eclesiástico» y como tal se propuso ser teólogo. Su punto de partida es la revelación bíblica, que encuentra condensada en la predicación de fe de la Iglesia. «Conviene sin embargo saber esto: Puesto que los santos apóstoles al predicar a la fe de Cristo transmitieron ciertamente con toda claridad algunos puntos, los que consideraron necesarios para todos los creyentes, incluso para los que parecían más remisos en la investigación de la ciencia divina, pero dejando el buscar la razón de su afirmación a los que mereciesen los dones excelsos del Espíritu y principalmente a los que hubiesen recibido la gracia del discurso, de la sabiduría y de la ciencia del mismo Espíritu Santo. En cuanto a otras cosas, sin duda, dijeron que existen, pero callaron el de qué modo son o de dónde proceden. Ciertamente para que los más interesados de su posteridad, los que fuesen 11 amantes de la sabiduría, pudiesen tener una tarea con la que mostrar los frutos de su ingenio. Se trata de los que se preparen para ser dignos y capaces de recibir la sabiduría» (PArch, Praef. 3). Tarea específica del teólogo es dilucidar las cuestiones no aclaradas por la regla de fe. Las cuestiones fundamentales para la filosofía ecléctica del platonismo medio pasan a serlo también para la teología de Orígenes. Se esfuerza en desarrollar positivamente a partir de las Escrituras la respuesta a su cuestionamiento. Cuando ha encontrado una respuesta la coloca en el encuadre de argumentaciones filosóficas para aclararla de nuevo y todavía al final, como confirmación de sus ideas, trae a cuestión la Escritura. Orígenes tiene la cautela de presentar sus explicaciones como examen y discusión, más que como afirmaciones netas y definidas. Se distingue de los filósofos griegos ante todo por su concepción de la providencia. La providencia de Dios según Orígenes depende de la representación cristiana de la oikonomía. Desarrolla, pues, una doctrina y una filosofía que quiere ser cristiana, y lo es, precisamente porque sus puntos de partida son la Escritura y la regula fidei. El influjo de Orígenes queda reflejado por la reiteración de las controversias sobre la ortodoxia de su doctrina. La discusión continuó en los siglos posteriores, hasta llegar a la condena en el V Concilio Ecuménico del 553 (Constantinopla II) (DH, 433). Actualmente se ha reavivado la discusión sobre el carácter más o menos cristiano de su doctrina. Unos han subrayado el trasfondo platónico y el impulso gnóstico que alienta en sus teorías. Otros han destacado al creyente, biblista, eclesíastico y espiritual que siempre quiso ser. Después de todo, hay que reconocer la audacia de una empresa que busca respuestas a las cuestiones de su tiempo y la autenticidad de una piedad sobre la fe en Jesucristo. e) El «sistema» de Orígenes Orígenes no presentó un sistema filosófico-teológico comprehensivo, sino un conjunto de hipótesis como posibles respuestas a las muchas cuestiones que la regla de fe de la predicación eclesiástica dejaba abiertas. Hay que reconocer, sin embargo, que son algo más que un abanico de posibilidades desconexas, pues configuran un conjunto doctrinal coherente y bien trabajo que informa de modo consistente la mente de Orígenes como se constata en su transparencia a través de sus obras. La preexistencia es una hipótesis en la que piensa continuamente. Los dos temas de la libertad humana y de la providencia divina constituyen el núcleo de la teología sistemática de Orígenes. Son los presupuestos de su comprensión de la Escritura y los que condicionan su perspectiva sobre el proceso de la transformación del hombre a semejanza de Dios. En ambos se sitúa, sobre todo, en contradicción al gnosticismo. Dos creaciones: imaginó una primera creación puramente espiritual, el mundo preexistente de las mentes libres y destinadas a la beatitud; la segunda creación, la del mundo material, es obra del Dios bueno; pero, como en el platonismo y el gnosticismo, consecuencia de una caída. Doctrina sobre Dios y la Trinidad: surgen algunas ambigüedades. Dios es principio espiritual-intelectual. La divinidad es posesión substancial e indefectible del ser, del bien. El Padre es ingénito, el Hijo es génito, el Espíritu deriva del Padre por el Hijo. Coloca al Dios uno y trino fuera del ámbito de la craturalidad y habla de la generación eterna del Logos. Sin embargo respira el ambiente subordinacionista de la teología alejandrina. Cristología: El Hijo es Sabiduría y Logos de Dios. Es el creador ministerial del mundo. Distingue en Cristo: lo que es en sí (Hijo Unigénito), lo que es en sí y para otros (Sabiduría, Logos, Verdad, Vida), lo que es sólo para otros (redentor, camino, puerta, médico, etc.). La antropología: se basa sobre todo en una interpretación particular del relato de la creación del hombre (Gn 1,26-27). La imago representa una condición inicial de semejanza 12 con Dios, como ser espiritual e inteligente. La similitudo consiste en una estabilidad definitiva en santidad y virtud, alcanzable sólo tras prolongado esfuerzo. El hombre recibe una vocación implícita a la perfección desde el momento de su creación. La eclesiología: distingue entre simples y perfectos, sólo que no es una diversidad de naturalezas. Simples son los que confiesan a Cristo. Perfectos son los que han llegado a ser plenamente hijos de Dios e integran la Iglesia celeste. Escatología: se preocupa más por una escatología individual que general y aún más de la venida espiritual de Cristo a los perfectos. Es en la escatología donde queda más clara la tensión entre regla de fe y especulación. Como maestro se ve obligado frecuentemente a una lucha en doble frente: arguye contra los herejes que hay resurrección de los cuerpos, y contra los fieles que tienen un sentido bajo de la resurrección, que será en cuerpos espirituales. Una de sus hipótesis más audaces parte de que la acción salvífica no puede quedar frustrada. Opina que se llegará a una restauración universal, con la salvación incluso del diablo, aunque se precise la prolongación de la economía salvífica en nuevas sucesiones de mundos. f) El biblista La mayor parte de las obras de Orígenes son exegéticas. Se afana por trabajar sobre un texto seguro. Su Biblia es la de la Iglesia, la versión de los LXX. En un inmenso esfuerzo por asegurar su base textual, crea la primera edición crítica del AT. Según Eusebio, cotejó el texto de los LXX con el de las otras tres versiones más difundidas (Aquila, Símaco y Teodoción) y reunió todas estas traducciones, con otras que consiguió recuperar, en una sola obra, las dividió en columnas y las puso una junto a otra con el mismo texto hebreo. Nos ha dejado así el ejemplar de lo que se llama los Héxaplas. El mismo explica que trataba de resolver las variantes de las copias de los LXX, sirviéndose de las otras ediciones como criterio. Más allá de los LXX y del hebreo de los ejemplares judíos, quería llegar al hebreo primitivo. Su verdadero objetivo era por lo tanto alcanzar el texto original de la Biblia. Orígenes sostiene la doctrina de los dos sentidos, el manifiesto y el escondido. Sentido literal y alegórico. Sin embargo, uno de sus principios hermenéuticos es la constatación de la falta de claridad o lo enigmático de muchos textos bíblicos. La comparación de términos es un primer paso a la comparación de pasajes. Del cotejo de pasajes pasa fácilmente a la deducción teológica. Otras veces es la deducción teológica la que busca confirmación por la Escritura. Los sentidos de los textos bíblicos: Sentido del texto Tipos de hombre Tres lecturas de la Filosofía estoica bíblico Escritura Corporal Los simples Literal o histórica Lógica Psíquico Los que progresan Moral Pneumático Los perfectos Espiritual teológica Ética o Física Jerónimo dice que Orígenes desarrolló sus trabajos exegéticos en tres géneros literarios: excerpta o scholia, homileticum genus y tomoi o volumina. En sus comentarios a los libros bíblicos Orígenes utilizó todas las herramientas posibles en su tiempo, logrando hacerlo con brillantez. Su interés principal, sin embargo, va al sentido «mítico». No cabe duda de que estaba muy dotado para la penetración espiritual, aunque por su concepción platónica, moralizante y ahistórica, abusa de la alegoría. 13 2.4 San Agustín: el tema del pecado y la antropología10. a) Vida San Agustín de Hipona (354-430), es el más grande de los Padres de la Iglesia y uno de los más eminentes doctores de la Iglesia occidental, nació en el año 354 en Tagaste (Argelia actual). Su padre, Patricio, un pagano de cierta estación social acomodada, que luego de una larga y virulenta resistencia a la fe, hacia el final de su vida se convierte al cristianismo. Mónica, su madre, natural de África, era una devota cristiana, nacida de padres cristianos. Al enviudar, se consagró totalmente a la conversión de su hijo Agustín. Lo primero que enseñó a su hijo Agustín fue a orar, pero luego de verle gozar de esas santas lecciones sufrió al ver cómo iba apartándose de la Verdad hasta que su espíritu se infectó con los errores maniqueos y, su corazón, con las costumbres de la disoluta Roma. «Noche y día oraba y gemía con más lágrimas que las que otras madres derramarían junto al féretro de sus hijos», escribiría después Agustín en sus admirables Confesiones. Pero Dios no podía consentir se perdiese para siempre un hijo de tantas lágrimas. Mónica murió en Ostia, puerto de Roma, el año de 387, asistida por su hijo. Juventud y estudios: Agustín se educó como retórico en las ciudades norteafricanas de Tagaste, Madaura y Cartago. Entre los 15 y los 30 años vivió con una mujer cartaginesa cuyo nombre se desconoce, con quien tuvo un hijo en el año 372, llamado Adeodatus, que en latín significa regalo de Dios. Contienda intelectual: Inspirado por el tratado Hortensius de Cicerón, Agustín se convirtió en un ardiente buscador de la verdad, que le llevó a estudiar varias corrientes filosóficas. Durante nueve años, del 373 al 382, se adhirió al maniqueísmo, filosofía dualista persa, muy extendida en aquella época por el imperio romano. Su principio fundamental es el conflicto entre el bien y el mal, y a Agustín el maniqueísmo le pareció una doctrina que parecía explicar la experiencia y daba respuestas adecuadas sobre las cuales construir un sistema filosófico y ético. Además, su código moral no era muy estricto; Agustín recordaría posteriormente en sus Confesiones: «Concédeme castidad y continencia, pero no ahora mismo». Desilusionado por la imposibilidad de reconciliar ciertos principios maniqueistas contradictorios, Agustín, abandona la doctrina y decide por el escepticismo. En el año 383 se traslada de Cartago a Roma, y un año más tarde se va a Milán como profesor de retórica. Allí se mueve en círculos neoplatónicos. Allí también conoce al obispo de la ciudad, al gran Ambrosio, la figura eclesial de mayor renombre por santidad y conocimiento de aquel momento en Italia. Ambrosio le recibió con bondad y le ilustró en las ciencias divinas. Y así, poco a poco, renace en Agustín un nuevo interés por el cristianismo. Su mente, tan prodigiosa, inquita y curiosa, va descubriendo la Verdad que hasta ahora le había eludido, sin embargo, vacilaba en su compromiso por debilidades de la carne, temía comprometerse porque sabía que tendría que reformar su vida disoluta, y dejar atrás muchos gustos y placeres que tanto le atraían. Rezaba a menudo, «Señor, dame castidad, pero no ahora». Pero un día, según su propio relato, escuchó una voz, como la de un niño, que le decía: Tolle et legge (toma y lee). Pero, al darse cuenta que estaba completamente solo, le pareció inspiración del cielo y una exhortación divina a leer las Santas Escrituras. Abrió y leyó el primer pasaje que apareció al azar: «…no deis vuestros miembros, como armas de iniquidad al pecado, sino ofreceos más bien a Dios como quienes, muertos, han vuelto a la vida, y dad vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no tendrá ya dominio sobre vosotros, pues que no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia» (Rom 13, 13-14). Es entonces cuando Agustín se decide, y sin reserva, se entrega en alma y Cfr. R. TREVIJANO, Patrología, Madrid: BAC, 1998, pp. 292-309; Cfr. B. MONDIN, Dizionario dei teologi, Bologna: Edizioni Studio Domenicano, 1992, pp. 11-38. 10 14 cuerpo a Dios, siguiendo su ley y explicándola a otros. A los 33 años de edad recibe el santo bautismo en la Pascua del año 387. Su madre que se había trasladado a Italia para estar cerca de él, se llenó de gran gozo. Agustín, ya convertido, se dispuso volver con su madre a su tierra en África, y juntos se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había obtenido de Dios lo que más anhelaba en esta vida y podía morir tranquila. Sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, por la noche, mientras ambos platicaban debajo de un cielo estrellado de las alegrías que esperaban en el cielo, Mónica exclamó entusiasmada : «¿Y a mí que más me puede amarrar a la tierra ? Ya he obtenido mi gran deseo, el verte cristiano católico. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios». Pocos días después le invadió una fiebre y murió. Murió pidiendo a su hijo «que se acordara de ella en el altar del Señor». Murió en el año 387, a los 55 años de edad. Obispo y teólogo: Agustín regresó al norte de África y fue ordenado sacerdote el año 391, y consagrado obispo de Hipona (ahora Annaba, Argelia) en el 395, a los 41 años, cargo que ocuparía hasta su muerte. Fue un periodo de gran agitación política y teológica; los bárbaros amenazaban el imperio romano llegando incluso a saquear a Roma en el 410, y el cisma y la herejía amenazaban internamente la unidad de la Iglesia. Agustín emprendió con entusiasmo la batalla teológica y refutó brillantemente los argumentos paganos que culpaban al cristianismo por los males que afectaban a Roma. Combatió la herejía maniqueista y participó en dos grandes conflictos religiosos, el uno contra los donatistas, secta que sostenía que eran inválidos los sacramentos administrados por eclesiásticos en pecado. El otro, contra los pelagianos, seguidores de un monje británico de la época que negaba la doctrina del pecado original. Durante este conflicto, que duró por mucho tiempo, Agustín desarrolla sus doctrinas sobre el pecado original y la gracia divina, soberanía divina y predestinación. Sus argumentos sobre la gracia divina, le ganaron el título por el cual también se le conoce, Doctor de la Gracia. La doctrina agustiniana se situaba entre los extremos del pelagianismo y el maniqueísmo. Contra la doctrina de Pelagio mantenía que la desobediencia espiritual del hombre se había producido en un estado de pecado que la naturaleza humana era incapaz de cambiar. En su teología, los hombres y las mujeres son salvos por el Don de la Gracia Divina. Contra el maniqueísmo defendió con energía el papel del libre albedrío en unión con la gracia. Agustín murió en Hipona el 28 de agosto del año 430. Algunas de sus frases: «Si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad». «Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva...¡Tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo fuera..., y por fuera te buscaba...». «Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en Tí...». «La medida del amor es el amor sin medida...». b) Obras: La importancia de San Agustín entre los Padres y Doctores de la Iglesia es comparable a la de San Pablo entre los Apóstoles. Como prolífico escritor, apologista y brillante estilista. Su obra más conocida es su autobiografía Confesiones (400), donde narra sus primeros años y su conversión. 15 En su gran obra apologética La Ciudad de Dios (413-426), formula una filosofía teológica de la historia, y compara en ella la ciudad de Dios con la ciudad del hombre. De los veintidós libros de esta obra diez están dedicados a polemizar sobre el panteísmo. Los doce libros restantes se ocupan del origen, destino y progreso de la Iglesia, a la que considera como oportuna sucesora del paganismo. Sus otros escritos incluyen las Epístolas, de las que 270 se encuentran en la edición benedictina, fechadas entre el año 386 y el 429. Sus tratados: - De libero arbitrio (389-395), - De doctrina Christiana (397-428), - De Baptismo, Contra Donatistas (400-401), - De Trinitate (400-416), - De natura et gratia (415), - Retracciones (428) y homilías sobre diversos libros de la Biblia. c) Pensamiento Pensamiento Teológico: San Agustín es el máximo exponente de la teología en la época patrística y uno de los máximos representantes de todos los tiempos. Sobre todo nos ha dejado su herencia en dos grandes temas: la gracia y la Trinidad; en estos temas su aporte ha sido sustancial y decisivo. Para san Agustín la tarea de la teología es realizar un intellectus fidei (una inteligencia de la fe) en la razón (ratio) y por obra de la razón misma. Esta tarea es legítima y conveniente y necesaria. Legítima porque la revelación no tendría ninguna utilidad si no fuera escuchada y comprendida; es conveniente porque Dios no desprecia en nosotros lo que él mismo nos ha dado: la razón para apreciar lo que nos conceda por la fe. La teología también es necesaria para defender la fe de los ataques de los paganos y de las aberraciones de los herejes. Por tanto, la teología no es sólo una tarea personal sino más bien eclesial. La teología se distingue de la filosofía y de las otras ciencias humanas y naturales sobre todo por su objeto, que son las verdades misteriosas reveladas por Dios por boca de los Patriarcas, de los Profetas y conclusivamente por boca de Cristo y de sus apóstoles. Se distingue todavía más por su criterio de verdad: que no es la racionalidad y la evidencia de un acierto, sino la autoridad de quien lo dice. Para san Agustín la autoridad da a la fe (y a la teología) una certeza absoluta, que ningún procedimiento racional puede dar. Hay que reconocer que la conversión de Agustín del maniqueísmo a la Iglesia católica fue esencialmente una conversión del racionalismo a la fe. San Agustín tiene plena confianza en la autoridad de las Sagradas Escrituras y de la Iglesia. La Escritura tiene autoridad divina y, por tanto, infalible, verdadera, suma y segura. Y de igual autoridad goza la Tradición y la Iglesia. San Agustín cree en la Tradición apostólica e insiste sobre todo, como la había hecho Ireneo, en su antigüedad y en su universalidad. Fundamento último de la teología (y principio supremo) es la fe, por tanto la autoridad. Pero la fe por sí sola no constituye todavía la teología, aunque basada en una sólida autoridad. Sólo el intellectus fides, la inteligencia, la comprensión de eso que se ha escuchado por autoridad, realiza la ciencia teológica. Ciertamente para salvarse basta con la fe simple. Sin embargo, la prioridad absoluta de la fe no excluye el trabajo del intellectus, es más lo reclama sobre todo en las personas cultas. También se necesita de otro principio: la ratio, con todos sus recursos intelectuales. Los instrumentos son ante todo hermenéuticos, es decir, conocer la lengua, el estudio de la historia 16 sagrada y profana, conocer las reglas de la hermenéutica: sobre todo el sentido literal y alegórico. Además recomienda la dialéctica y la filosofía. El método practicado por san Agustín para realizar el intellectus fidei es necesariamente un método «de lo alto», como la exige la ciencia teológica, la cual no establece sus propios principios, sino que los recibe de una ciencia superior, la ciencia divina, que se ha complacido de revelarse a la humanidad en el curso de la historia de la salvación. Su procedimiento no es de tipo argumentativo, sino más bien introspectivo, interiorista. En el trabajo teológico san Agustín distingue tres momentos: bíblico (exposición y reconstrucción de las enseñanzas de la Escritura), dogmático (exposición de las enseñanzas de la Iglesia en los Concilios y en las tradiciones), explicativo (explicación racional y defensa argumentada de la doctrina católica ante los ataques de los herejes). Esto correspondería a la actual división: teología bíblica, dogmática y apologética. Además, san Agustín afirma que las virtudes indispensables para hacer teología son: fe, esperanza y caridad. Algunos temas especiales de su teología: - El misterio de pecado, de la gracia y la justificación En el campo de la antropología teológica, Agustín pone su atención sobre todo en tres cosas: el pecado original, la gracia y la justificación. A él se debe una sustancial clarificación de estos tres temas principales de la doctrina cristiana. Agustín se siente obligado a aclarar estos temas por la polémica contra Pelagio, quien prácticamente los negaba. La doctrina del pecado original: es una doctrina que tiene un puesto especial en la Iglesia desde tiempos de Ireneo, Tertuliano y Orígenes. Pero hasta que Pelagio la puso en duda, diciendo que el pecado de Adán le causó daño sólo a él y no a todo el género humano. Agustín responde con tres argumentos principales: - La enseñanza de la Sagrada Escritura (Génesis y San Pablo); - La práctica litúrgica del bautismo de los niños, basado sobre la convicción de que vienen al mundo en estado de pecado; - la experiencia universal del mal y del dolor, una experiencia que supone claramente una culpa común de la cual todo hombre es responsable. Para Agustín esta doctrina del pecado original es sumamente difícil de comprender. Agustín sobraya la participación efectiva, real y profunda de la misma culpa de Adán; y no sólo como imitación como pensaba Pelagio. La doctrina de la justificación: Agustín es el principal artífice de esta doctrina; es paralela a la doctrina del pecado original. Pelagio, negando el pecado original, había llegado a afirmar la autojustificación con el buen uso del libre albedrío y el cumplimiento de buenas obras. Agustín, afirmando las consecuencias del pecado original, también afirma que la causa de nuestra justificación es Dios, no la buena voluntad. La causa efectiva de la justificación es Cristo Jesús. La obra de Cristo en nuestro favor, contiene dos aspectos: - Uno negativo: la liberación del pecado; - Otro positivo: la gracia, la divinización del hombre mediante la participación a la vida divina. La gracia: el fruto de la justificación es la gracia; Agustín es por antonomasia el «doctor de la gracia». Dios es el autor único de la gracia. La gracia es una ayuda de Dios para obrar el bien agregado a la natura y la cultura (adiutorium bene agendi adiunctum naturae atque doctrinae); se trata de una ayuda interior, inefable. Consiste en una inspiración del amor. Dos son los obstáculos principales que impiden la caritas o sea la gracia: 17 - la ignorancia de la mente - y la debilidad de la voluntad. Y la ayuda de la gracia consiste precisamente en remover estos dos obstáculos. De todos los frutos que la gracia produce en quien la recibe el más importante es la divinización del hombre por obra de Jesucristo, el hombre-Dios. El misterio de la predestinación: es uno de los puntos más delicados y oscuros de la doctrina de San Agustín. Movido por la polémica antipelagiana fue orientado a asumir una postura de rigorismo extremo. Antes de la polémica antipelagiana, Agustín asignaba a la predestinación un horizonte universal: todos los hombres son ordenados a la salvación; durante la polémica con Pelagio, Agustín niega la voluntad salvífica de Dios… - El misterio de la Trinidad: La definición correcta del misterio de la Trinidad fue el resultado de algunos siglos encendidos debates, de disputas, discusiones y de profundas reflexiones, de las cuales han participados varios padres de la Iglesia (Orígenes, Atanasio, Basilio, Tertuliano, Hilario y Agustín). Tertuliano fue el primero en introducir algunos términos claves para la definición del misterio trinitario, dando la terminología básica. Para definir las relaciones existentes entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo el usa la fórmula «una sustancia y tres personas». Parece que él fue el primero en usar el término trinitas. Las intervenciones de san Agustín en la clarificación del misterio trinitario ha sido decisivo. Su grandeza de teólogo revela todo su esplendor en el estudio de este sublime misterio, que por mérito de Agustín recibe su formulación definitiva. Agustín tiene también el mérito de haber precisado el significado de algunos términos claves como: persona, sustancia, hipóstasis. Mientras las Personas divinas son perfectamente idénticas a nivel de esencia y de perfecciones absolutas, se distinguen a nivel de relaciones. Es célebre aquel intento de Agustín de explicar el misterio de la Trinidad usando la imagen del alma (que es ya naturalmente imago Dei): la imagen más próxima se da en las facultades: memoria, inteligencia y voluntad, que siendo perfectamente distintas, sin embargo constituyen una única sustancia. - El misterio de Cristo: La cristología es uno de los puntos en los cuales más se nota el desarrollo del pensamiento de Agustín. En un primer momento, interpreta la figura y la obra de Cristo en sentido ejemplarístico, es decir, ver a Cristo como un maestro de verdades y como modelo para seguir: Cristo es la luz que vence las tinieblas (Conf. 7,7,1). Pero después, llega a una nueva comprensión del misterio de Cristo a la luz de la causalidad eficiente: así reconoce en Cristo no sólo el modelo de la sabiduría, sino sobre todo el artífice de nuestra salvación, el Salvador, el Redentor. Agustín define la plena realidad teándrica de Cristo, manteniendo la perfecta distinción de las dos naturalezas, en la unidad de la persona: no dos seres subsistentes y unidos accidentalmente, sino un único ser, una sola persona, el Hombre-Dios. Su preocupación principal está en afirmar la humanidad de Cristo: tiene cuerpo, alma y mente. Conviene recordar que para Agustín que esta afirmación tiene una base teorética fuerte: la aplicación rigurosa del principio según el cual sólo lo que ha sido asumido por parte de Cristo ha sido salvado. Por la su realidad teándrica, Cristo está en la condición ideal para ejercer su función de mediador y por tanto de redentor. Sólo Cristo puede ejercer la satisfacción y la representación. 18 - El misterio de la Iglesia: En el tema eclesiológico también Agustín nos ha dado un gran aporte, ya sea en cuestiones prácticas como en cuestión de pensamiento. Combatió con heroísmo herejías que ponían en peligro a la Iglesia, como la herejía del donatismo y el pelagianismo. Elabora modelos de Iglesia, en particular el modelo «político», que considera a la Iglesia como pueblo de Dios; este modelo tendrá una gran influencia en la teología, en la política y en la cultura en general en todo el Medioevo. Según Agustín, la Iglesia es toda la humanidad salvado por Cristo y que forma con él un único Cuerpo. A ella pertenecen «no sólo aquellos que se encuentran en un determinado lugar, sino cuantos están dispersos por el mundo; no sólo aquellos que existen hoy, sino aquellos que han existido y existirán, desde Abel hasta el fin del mundo» (Serm. 341). Agustín distingue en la Iglesia varios modos de ser: celeste, terrestre; visible, invisible; universal, particular, etc. Son modos de ser de una única realidad: la comunidad de aquellos que gracias a la acción salvífica de Cristo se han convertido en hijos de Dios y gozan o podrán gozar del premio de la vida eterna. Importantísima sobre todo la distinción entre Iglesia visible e invisible… Agustín también tiene muy claras las notas de la Iglesia: una, santa, católica, apostólica. De entre ellas pone el acento en la unidad y la catolicidad. Además confiesa abiertamente el primado de la Iglesia de Roma. - El misterio de la historia: Del misterio de la historia ya se había hablado Orígenes en Los Prinicipios, sin embargo su estudio era más una preocupación metafísica y no tanto histórica. Agustín será el primer pensador cristiano que elabora una verdadera ciencia de la historia y que trata de aclarar los principios que la regulan, el orden de los eventos pasados y futuros, el sentido global que la anima y la guía. La obra en la que estudia este tema difícil es De Civitate Dei. Tal escrito había surgido por una razón contingente: las acusaciones que los paganos hacían con insistencia a los cristianos de ser la causa de la caída del Imperio por haber traicionado la religión de sus padres. Agustín responde a las acusaciones (primeros 10 libros); Luego una tarea más amplia: el origen, desarrollo y sentido de la historia (libros XI—XXII); Origen: Dios, que crea los primeros hombres y luego los acompaña en su desarrollo. La articulación se hace en dos ciudades, celestial y terrena, de Dios y de los hombres. El amor de Dios y el amor de sí mismo están al origen de las dos ciudades. Sentido: el sentido de la historia se da en la incesante y durísima dialéctica entre los dos amores que han dado origen a las dos ciudades. No se trata, sin embargo, de dos ciudades con vidas paralelas, como si se tratara de realidades físicamente e históricamente divididas. «Las dos ciudades en este mundo están mezclas una en la otra» (19,2). Sentido: la dialéctica de las dos ciudades es orientada por Cristo hacia la plenitud de los tiempos. Los últimos libros son dedicados a los eventos escatológicos, a las realidades últimas. 19 2.5 Los primeros Concilios: Nicea, Éfeso, Calcedonia, Constantinopla I11. a) Nicea I (325)12: Primero ecuménico. Fue convocado, por la autoridad del Papa San Silvestre, y bajo el amparo del emperador Constantino, sobre todo para dar respuesta al arrianismo. Esta herejía enseñaba que el Verbo no era Dios en sentido estricto, es decir negaba la divinidad de Jesucristo y su consustancialidad con el Padre; consideraba que el Verbo era una especie de «Dios intermedio», el primer «hecho», por medio del cual Dios había creado el mundo. Fue desde el principio lleno de gracia, y adoptado como Hijo por el Padre en previsión de sus méritos. Contra tal doctrina el Concilio redactó y proclamó el credo que recitamos aún en la Eucaristía: el «Símbolo Niceno», que define la unidad absoluta de Dios, pero en tres personas, de la cuales el Hijo es engendrado y de la misma substancia del Padre. El credo de Nicea es el siguiente: Creemos en un solo Dios Padre omnipotente, creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles. Y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre, por quien todas las cosas fueron hechas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió y se encarnó, se hizo hombre, padeció, y resucitó al tercer día, subió a los cielos, y ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Y en el Espíritu Santo. Mas a los que afirman: «Hubo un tiempo en que no fue», y: «antes de ser engendrado no era, y que fue hecho de la nada, o los que dicen que es de otra hipóstasis o de otra sustancia o que el Hijo de Dios es cambiable o mudable, los anatematiza la Iglesia Católica. (DH, 125). b) Constantinopla I (381)13: En tiempo del Papa San Dámaso, se ocupó de las herejías de los mecedonianos, eunomianos o anomeos. Se perfeccionó el símbolo niceno, que por esto lo llamamos el credo "niceno-constantinopolitano". La herejía proviene de tres fuentes: Aecio y Eunomio, quienes dicen que el Espíritu es la primera creatura del Hijo; los «trópicos» egipcios, para ellos el Espiritu no puede poseer la divinidad porque no es engendrado; las «pneumatómacos» de Oriente, que atribuyen al Espíritu un modo inferior de producción de las cosas, inferioridad de naturaleza. Fue un Concilio de pacificación; puso fin a los cincuenta años de conflictos que desolaron al Oriente cristiano después del Concilio de Nicea. Asumió su herencia sobre la consustancialidad del Hijo, y afirmó la divinidad del Espíritu con otras palabras. Se afirma la divinidad del Espíritu Santo: «… y en El Espiritu Santo», «Señor», «Y vivificante», «que procede del Padre», «que juntamente con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado». Cfr. M. ARIAS REYERO, El Dios de nuestra fe, Santa Fe de Bogotá: CELAM, 19985, pp. 260-270. Cfr. B. SESBOÜÉ, «La Divinidad del Hijo y del Espíritu Santo (siglo IV)», en B. SESBOÜÉ – J.WOLINSKI, El Dios de la Salvación, tomo I, Salamanca: Secretariado Trinitario, 1995, pp. 188-207; C.I. GONZÁLEZ, El es nuestra Salvación, Bogotá: CELAM, 1991, pp. 322-334. 13 Cfr. B. SESBOÜÉ, «La Divinidad del Hijo y del Espíritu Santo (siglo IV)», en B. SESBOÜÉ – J.WOLINSKI, El Dios de la Salvación, tomo I, Salamanca: Secretariado Trinitario, 1995, pp. 207-221. 11 12 20 Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente, creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles o invisibles. Y en un solo Señor Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, nacido, no hecho, consustancial con el Padre, por quien fueron hechas todas las cosas; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió de los cielos y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María Virgen, y se hizo hombre, y fue crucificado por nosotros bajo Poncio Pilato y padeció y fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras, y subió a los cielos, y está sentado a la diestra del Padre, y otra vez ha de venir con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos; y su reino no tendrá fin. Y en el Espíritu Santo, Señor y vivificante, que procede del Padre, que juntamente con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado, que habló por los profetas. En una sola Santa Iglesia Católica y Apostólica. Confesamos un solo bautismo para la remisión de los pecados. Esperamos la resurrección de la carne y la vida del siglo futuro. Amén (DH 150). c) Éfeso (431)14: Fue convocado por el Papa San Celestino I y presidido por el Patriarca Cirilo de Alejandría, para dirimir el problema suscitado por la herejía nestoriana. Nestorio, patriarca de Constantinopla, había prohibido el culto a María «la Madre de Dios», afirmando que había sido madre solamente de Cristo en cuanto hombre. Tal doctrina ponía en serio peligro la unidad personal del Hijo de Dios y el Hijo de María, en Jesucristo. El decreto de Éfeso defiende dicha unidad personal de las dos naturalezas de Cristo, al afirmar a María como «Madre de Dios», por más que María haya engendrado a Jesucristo (estrictamente hablando) según la carne: pero es «carne de Dios». Las afirmaciones de Éfeso son: Pues, no decimos que la naturaleza del Verbo, transformada, se hizo carne; pero tampoco que se trasmutó en el hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; sino, más bien, que habiendo unido consigo el Verbo, según hipóstasis o persona, la carne animada de alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado hijo del hombre, no por sola voluntad o complacencia, pero tampoco por la asunción de la persona sola, y que las naturalezas que se juntan en verdadera unidad son distintas, pero que de ambas resulta un solo Cristo e Hijo; no como si la diferencia de las naturalezas se destruyera por la unión, sino porque la divinidad y la humanidad constituyen más bien para nosotros un solo Señor y Cristo e Hijo por la concurrencia inefable y misteriosa en la unidad... Porque no nació primeramente un hombre vulgar, de la santa Virgen, y luego descendió sobre Él el Verbo; sino que, unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne... De esta manera [los Santos Padres] no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios a la santa Virgen (DH 250-251). d) Calcedonia (451)15: 14 15 C.I. GONZÁLEZ, El es nuestra Salvación, Bogotá: CELAM, 1991, pp. 335-340. C.I. GONZÁLEZ, El es nuestra Salvación, Bogotá: CELAM, 1991, pp. 340-347. 21 Bajo la autoridad del Papa San León Magno, se reunió este Concilio para definir bien la doctrina cristológica, defendiéndola de algunas ambigüedades y posturas heréticas que negaban a Jesucristo las naturalezas divina o la humana, o las confundían. Se determinó en una formula bien precisa que en Jesucristo hay una sola persona (uno solo y mismo Hijo nuestro Señor Jesucristo) en dos naturalezas (la divina y la humana) que son completas. La definición de Calcedonia es: Siguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado [Hebr. 4, 15]; engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad; que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas (2), sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo, como de antiguo acerca de Él nos enseñaron los profetas, y el mismo Jesucristo, y nos lo ha trasmitido el Símbolo de los Padres. Así, pues, después que con toda exactitud y cuidado en todos sus aspectos fue por nosotros redactada esta fórmula, definió el santo y ecuménico Concilio que a nadie será licito profesar otra fe, ni siquiera escribirla o componerla, ni sentirla, ni enseñarla a los demás (DH 300). e) Constantinopla II (553): Convocado por la autoridad del Papa Virgilio, condenó la herejía de los "tres capítulos", confirmando la doctrina de los concilios anteriores sobre la Trinidad, la divinidad de Jesucristo y maternidad divina de María. Condena siempre el Monofisismo También condena a: Arrio, Eunomio, Macedonio, Apolinar, Nestorio, Eutiques y Orígenes. f) Constantinopla III (680-681 )16: Afrontó un problema por la mala interpretación de Calcedonia: en la cual aceptando las dos naturalezas de Cristo, algunos teólogos afirmaban en él una sola voluntad; tal doctrina se llama monotelismo, y da pie a la afirmación de una naturaleza humana incompleta en Cristo. El Concilio definió las dos naturalezas con dos «acciones» y dos voluntades, si bien en una misma persona. Las afirmaciones del Concilio son: 16 C.I. GONZÁLEZ, El es nuestra Salvación, Bogotá: CELAM, 1991, pp. 348-353. 22 Y predicamos igualmente en El dos voluntades naturales o quereres y dos operaciones naturales, sin división, sin conmutación, sin separación, sin confusión, según la enseñanza de los Santos Padres; y dos voluntades, no contrarias - ¡Dios nos libre! --, como dijeron los impíos herejes, sino que su voluntad humana sigue a su voluntad divina y omnipotente, sin oponérsele ni combatirla, antes bien, enteramente sometida a ella. Era, en efecto, menester que la voluntad de la carne se moviera, pero tenía que estar sujeta a la voluntad divina del mismo, según el sapientísimo Atanasio. Porque a la manera que su carne se dice y es carne de Dios Verbo, así la voluntad natural de su carne se dice y es propia de Dios Verbo, como El mismo dice: Porque he bajado del cielo., no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me ha enviado [Jn, 6, 38], llamando suya la voluntad de la carne, puesto que la carne fue también suya. Porque a la manera que su carne animada santísima e inmaculada, no por estar divinizada quedó suprimida, sino que permaneció en su propio término y razón, así tampoco su voluntad que-dó suprimida por estar divinizada, como dice Gregorio el Teólogo: «Porque el querer de Él, del Salvador decimos, no es contrario a Dios, como quiera que todo El está divinizado» (DH, 556). 23 Cuadro Comprensivo Concilio Nicea Año Constantinopla I 381 Éfeso 431 Calcedonia 451 - Monofisismo: Cristo es el resultado de la composición de 2 naturalezas (divina y humana) que no subsisten. Acentúan la naturaleza divina en Cristo. En Jesucristo hay una San Leon I, el sola persona en dos Grande naturalezas que son completas. Constantinopla II 553 Monofisismo Confirma la doctrina de Papa Virgilio los Concilios anteriores sobre la Trinidad, la divinidad de Jesucristo y la maternidad divina de María. Constantinopla III 680/ 1 Monotelismo: En Cristo una única voluntad divina, negando la humana. Afirma las naturalezas con «acciones» y voluntades, en misma persona. 325 Error que atacaba - Arrianismo: Sostenía que el Hijo de Dios venía de la nada y que antes del nacimiento no existía y era una creatura. Definición Personaje En Hijo es engendrado San Atanasio de la misma substancia del Padre. Afirma la verdadera divinidad de Cristo. - Apolinaristas: - La divinidad del Que afirma una humanidad Espíritu Santo incompleta en el Hijo del hombre. - Afirma la completa humanidad de Cristo - Pneumatistas o Macedonianos. - Eunomianos - Nestorianismo: Afirma la unidad No reconoce a María como personal de las dos Madre de Dios. naturalezas de Cristo. Basilio de Cesarea. Papa Dámaso Hilario de Poitiers San Cirilo. dos dos dos una 24 UNIDAD III: TEOLOGÍA MEDIEVAL. Introducción La teología escolástica medieval se desarrolló a lo largo de ocho siglos, y mantuvo su presencia incluso en la edad moderna. Se pueden identificar tres grandes fases: la de transición y gestación de la dialéctica, la gran escolástica y la escolástica tardía. Aunque la teología medieval, siguiendo a san Agustín, se mueva inicialmente en el horizonte filosófico neoplatónico, cede lugar a Aristóteles, elaborando una nueva síntesis. Aristóteles fue entrando por etapas en la cultura medieval: - Siglo VI: se hace presente como maestro de la gramática, influyendo en las reglas de discurso, gracias a la traducción de sus obras lógicas realizadas por Boécio. - Siglos XI-XII: con la dialéctica y el método «sic et non» (sí y no), que condiciona el raciocinio. - Siglo XIII: entra en la teología, por medio de la metafísica, con sus categorías globalizantes para comprender el ser humano y el mundo. 1. Etapas de la escolástica17 1.1 La gestación La fase de gestación comprende los siglos del VII al X. La Iglesia y la sociedad de Occidente viven inmersas en un cierto estancamiento. La cultura grecorromana sucumbe ante las invasiones bárbaras en Occidente y la ascensión del Islamismo en Oriente. En el ambiente rural feudal, estático y conservador, la teología se transmite en las escuelas de las abadías y obispados por medio de obras en su mayor parte, de compilación y reproducción. La teología se limita a la lectura y al comentario de la Escritura, influenciados por los textos patrísticos, cuyos escritos fueron recogidos y seleccionados en florilegios o cadenas. Las citas recortadas, retiradas de su contexto, se empobrecieron enormemente. 1.2 Los comienzos En el siglo X y XII, se producen cambios significativos, tanto en la sociedad como en la Iglesia. Surgen comunas, corporaciones, órdenes religiosas unificadas, movimientos de las órdenes mendicantes. Nacen también las universidades. Todos estos acontecimientos impulsan a la teología. Entre 1120 y 1160, se descubren los escritos aristotélicos, que proporcionan una teoría crítica del saber y de la demostración. Estos modelan la nueva mentalidad: «El pensamiento por la confrontación, resultante de la aproximación dialéctica de negación y afirmación, maduró en esta sociedad en cambio, caracterizada por la multiplicación de intercambio» (B. Forte). La dialéctica, al utilizar la tensión del «sic et non», nos muestra espíritus problemáticos e inquietos, sedientos de análisis y distinciones esclarecedoras. Mucho de lo que se daba por cierto y seguro comienza a ser cuestionado. Con la entrada de la dialéctica, se crea un conflicto entre «tradicional» e «innovador». La teología monástica representa la tendencia conservadora. San Bernardo de Claraval, por ejemplo, combate la pretensión orgullosa de penetrar el misterio divino con los medios de la dialéctica. Se encuentra con la oposición de Abelardo, quien codifica el «sic et non». La dialéctica 17 Cfr. J.B. LIBANIO– A. MURAD, Introducción a la teología, México: Dabar, 2000, pp. 120-129. 25 queda consagrada con el Libro de las sentencias de Pedro Lombardo, el cual reúne textos de la Biblia y la patrística, clasificados en grandes temas: Trinidad, creación y caída, redención de Cristo, sacramentos y escatología. Su método consiste en elaborar el argumento de autoridad, recogiendo textos de los Padres aparentemente contradictorios, especialmente de San Agustín y san Juan Crisóstomo, en utilizar la dialéctica para discutirlos, llegar a una conciliación, si era posible, a base de distinciones, y finalmente extraer las conclusiones racionales deducibles. Procura capacitar a los maestros y armonizar las tradicionales autoridades del pensamiento teológico con la dialéctica. Ya Anselmo uno la teología monástica agustiniana, favorable a la absoluta suficiencia de la fe, con el pensamiento especulativo dialéctico. Trabaja para transformar la verdad creída en verdad sabida, pensada y expresada. La fe en busca de inteligencia (Fides quaerens intellectum)18. Oriente no asimila la dialéctica, conservó el rasgo contemplativo y simbólico, privilegia la dimensión apofática, misteriosa, del silencio de la teología, sosteniendo que ninguna definición humana consigue abarcar la trascendencia divina. A partir del siglo XI, se distinguen seis elementos en la enseñanza de la escolástica: a) Lectio: explicación del maestro; los estudiantes deben retener informaciones en su memoria. b) Commentarium: exégesis de las grandes obras de los maestros del pasado. c) Questio: desarrollo dialéctico, sometiendo determinadas afirmaciones a la elaboración crítica. d) Disputatio: estudiantes y maestros discurren juntos sobre temas y pensamientos de determinado autor u obra. e) Quodlibet: extensión de la disputatio. Discusión libre sobre cualquier tipo de asunto. f) Sententiae: afirmaciones retomadas de las sumas teológicas. Las disposiciones para el alumnos eran: - Empleo organizado del tiempo - Concentración de la atención - Cultivo de la memoria - Tomar notas - Discutir con los colegas - Orar. 1.3 El esplendor de la escolástica Se practica la teología en las «escuelas», de tipo universitario, vinculada a la incipiente vida urbana. Lentamente, las universidades se convierten en centros de intensa vida intelectual. Se enseña sacra doctrina (doctrina sagrada), en el horizonte de otras ciencias o artes. Los teólogos, como profesores, ejercitan el análisis metódico y crítico y el raciocinio dialéctico. Se difunden y se utilizan otra obras de Aristóteles: Metafísica, Política y Tratado del Alma. Lentamente se impone cierta autonomía de lo profano, tanto bajo el plano del pensamiento y el ejercicio de la filosofía y de las ciencias humanas, como bajo el plano de la praxis histórica con las tensiones entre el poder mundano y la autoridad eclesiástica. En el plano del pensamiento, se establece la distinción entre «creer» y «comprender». Se valora y se legitima el conocer por el conocer, algo más que el puro memorizar. Tomás de Aquino, la figura máxima e insuperable de la escolástica, combina rigor teórico, creatividad y osadía. Desarrolla una teología obediente a la revelación, que responde a las SAN ANSELMO, Proslogion, Prooem: 158,227: «Señor, no pretendo penetrar su profundidad, porque en forma alguna mi razón puede compararse con ella; deseo entender en cierto modo tu verdad, que mi corazón cree y ama. En efecto, no busco entender para creer, sino que creo para entender». 18 26 exigencias de la epistemología aristotélica hasta el punto de, como consecuencia, llamarse ciencia. La Suma Teológica será durante siglos el texto base de la elaboración teológica. Existirán otras formas de teología en esta época, como la monástico-agustiniana. San Buenaventura y la Escuela Franciscana, por ejemplo, rechazan tratar la teología como ciencia. SIGLO VIII – X ETAPA Gestación ALGUNOS TEÓLOGOS _________ XI – XII Inicios Anselmo de Cantorbery, Pedro Abelardo, Pedro Lombardo XIII Alta Escolástica Escuela Dominicana: Alberto Magno, Tomás de Aquino, Eckart XIV- XV Escolástica tardía Escuela franciscana: Buenaventura, Duns Escoto, Guillermo de Ockham, Gabriel Biel. 1.4 Evaluación crítica - La teología escolástica medieval contribuyó singularmente al proceso de interpretación de la fe. Al pasar de los símbolos y analogías al concepto, imprime rigor teórico al acto de pensar la fe. - Al utilizar una lógica estricta, sirviéndose de método deductivo y articulando categorías abarcadoras, gana ciudadanía en el ámbito del pensamiento articulado por la razón. - Algunos límites: fuerte conceptualismo, racionalismo, esencialismo, metaficismo, abstractismo, tendencia al deductivismo, a-historicismo. Por considerar objeto de la ciencia solamente las cosas necesarias y universales, excluye las necesarias y contingentes, ignorando así el lado concreto, histórico, experimental, personal y relativo del ser. - A partir de datos revelados tenidos como «seguros», la elaboración teológica se reduce a una «ciencia de conclusiones», que deja de escrutar con energía y pasión. - Falta una consideración suficiente sobre el componente intuitivo y metaconceptual en el campo del conocimiento espiritual, que estaba presente en la patrística. - Predomina el conceptualismo, a veces, árido y abstracto. Se pierde el sentido histórico-salvífico de la fe cristiana y de su pensamiento reflexivo. - El énfasis en el momento científico-racional de la fe favorece la separación creciente entre la teología y la espiritualidad, liturgia, Escritura y vida de la Iglesia. La distinción conduce a la separación. 27 2. Santo Tomás de Aquino: la teología como ciencia de la fe19. Introducción: Características de la teología escolástica a partir de Santo Tomás Santo Tomás de Aquino reconstruye la relación entre credere (creer) e intelligere (entender). Distingue para unir. El principio patrístico «creer para comprender» es sustituido por «creer y comprender». El momento elaborativo y sistematizante del pensamiento creyente se realiza por la vía de la relación, afirmación y negación. Es una teología generada por la conjugación de de un doble foco: la ciencia de Dios comunicada por la revelación (teología) y la ciencia del hombre alcanzada por la reflexión autónoma (filosofía). Tomás de Aquino emprende dos operaciones de inmenso alcance: la asimilación de Aristóteles y la recreación de los elementos tradicionales de la fe y de la cultura cristiana, a partir de la herencia bíblica, patrística y filosófica (especialmente neoplatónica y aristotélica) que llegaron hasta él. Tomas mantiene como principio el contacto con la Escritura y la espiritualidad. El alto grado de especulación intelectual no lo aleja de la experiencia mística y de la práctica de l caridad. El contacto con la filosofía aristotélica amplia el horizonte teológico. Algunas categorías de Aristóteles proporcionan claves paradigmáticas para comprender mejor, organizar y profundizar los datos de fe: potencia y acto, materia y forma, las cinco causas (material, formal, eficiente, final, ejemplar), substancia y accidente, etc. La teología se comprende como ciencia en el sentido aristotélico: conocimiento conceptual, cierto, evidente, mediado por sus principios y causas por los cuales una cosa es lo que es. La conciliación entre la fe y la razón se refleja en el hecho de que los intelectuales son religiosos, personas de fe. De este modo, la filosofía no sirve para buscar la verdad, sino para demostrarla. 2.1 Vida: Tomás nació en Roccasecca, cerca de Aquino, Nápoles. Hijo del Conde Landolfo de Aquino y Teodora, Condesa de Teano. Era el menor de 12 hermanos y su familia estaba emparentada con los emperadores Enrique VI y Federico II y los reyes de Aragón, Castilla y Francia. A los 5 años fue enviado a recibir su primera formación con los monjes Benedictinos de Monte Casino. Desde muy pequeño se observó su buena disposición para la meditación y oración y su maestro se sorprendió al oírle preguntar «¿qué es Dios?». Alrededor del año 1236, le enviaron a la Universidad de Nápoles, donde sus maestros fueron Pietro Martín y Petrus Hibernos, pero pronto supero a Martín en Gramática y fue transferido a Pedro de Irlanda quien le formo en Lógica y Ciencias Naturales. Tomás repetía las lecciones con mayor profundidad y lucidez que sus maestros. Entre 1240 y 1243 recibió el hábito de la Orden de Santo Domingo, atraído y dirigido por Juan de San Julián, un conocido predicador del convento de Nápoles. Al recibir la noticia, su madre se apresuró a ir a Nápoles para ver a su hijo. Los Dominicos temiendo que se lo llevaran, le enviaron a Roma, aunque su destino final sería París o Colonia. 19 Cfr. B. MONDIN, Dizionario dei teologi, Bologna: Edizioni Studio Domenicano, 1992, pp. 621-667. 28 Teodora recurrió a los hermanos de Tomás, soldados del emperador Federico, quienes capturaron al novicio cerca del pueblo de Aquependente y le recluyeron en la fortaleza de San Juan de Roccasecca. Allí estuvo detenido casi dos años, mientras sus padres, hermanos y hermanas hacían lo posible por destruir su vocación. Tras los impulsos de ira y tristeza, su madre empezó a ceder; se les permitió a los Dominicos proporcionarle nuevos hábitos y con la ayuda de su hermana obtuvo algunos libros – Las Sagradas Escrituras, la Metafísica de Aristóteles y las sentencias de Pedro Lombardo. Tras año y medio o dos en prisión, fue liberado, bajándolo en un cesto a los brazos de los Dominicos que se admiraron al darse cuenta de que durante su cautiverio había progresado tanto como si hubiera estado en el Studium Generale. Tomás enseguida hizo sus votos y sus superiores lo enviaron a Roma. En 1245 se trasladó a París junto con Alberto Magno y en 1248 ambos volvieron a Colonia. Durante su estancia en Colonia, fue ordenado sacerdote por Conrado de Hochstaden, Arzobispo de esta ciudad. En 1251 o 1252, el Maestro General de la Orden, aconsejado por Alberto Magno y Hugo de San Caro, nombró a Tomás Bachiller (subregente) del Studium Dominico en París. Este nombramiento puede considerarse como el principio de su vida pública, ya que su enseñanza rápidamente llamó la atención tanto de profesores como de alumnos. Sus deberes consistían principalmente en explicar las Sentencias de Pedro Lombardo, y sus comentarios sobre ese texto teológico le proporcionaron el material y, en gran parte, un esquema general para su obra magna, la Summa Theologica. Santo Tomás recibió su doctorado en Teología en 1257 y su tema fue «La Majestad de Cristo». Desde entonces, la vida de Tomás puede resumirse en pocas palabras, orar, predicar, enseñar, escribir, viajar. Tan dedicado estaba a su sagrada misión que con lágrimas pedía que no le obligaran a aceptar la titularidad del Arzobispado de Nápoles, que le fue conferido por Clemente IV en 1265. Si hubiese aceptado este nombramiento, muy probablemente nunca hubiera escrito la Suma Teológica. Cediendo a las peticiones de sus hermanos, en varias ocasiones participó en las deliberaciones de los Capítulos Generales de la Orden. Uno de dichos capítulos tuvo lugar en Valenciennes (1259), donde colaboró con Alberto Magno y Pedro de Tarentasia (que sería el Papa Inocencio V) a formular un sistema de estudios que substancialmente permanece hasta hoy en los studia generalia de la Orden Dominicana. No sorprende leer en las biografías de Santo Tomás que frecuentemente se abstraía y quedaba en éxtasis. Hacia el final de su vida estos momentos de éxtasis se sucedían con mayor frecuencia. Una vez en Nápoles, en 1273, tras completar su tratado sobre la Eucaristía, tres hermanos le vieron levitar en éxtasis, y oyeron una voz que venía del crucifijo del altar que decía: «Has escrito bien de mí, Tomás, ¿qué recompensa deseas?». Tomás respondió, «Nada más que a ti, Señor». La Summa Theologica fue la obra más famosa de Santo Tomás. Fundamentándose en la Sagrada Escritura, la filosofía, la teología y la doctrina de los santos, explica todas las enseñanzas católicas. El autor mismo la consideraba sencillamente un manual de la doctrina Cristiana para estudiantes. En realidad es una completa exposición, ordenada con criterio científico de la Teología y a la vez un sumario de la Filosofía Cristiana. El Concilio de Trento contaba con tres libros de consulta principal: la Sagrada Biblia, los Decretos de los Papas, y la Suma Teológica de Santo Tomás. El Papa le encargó que escribiera los himnos para la Fiesta Corpus Christi. Así compuso el Pange Lingua y el Tantum Ergo y varios otros cantos Eucarísticos clásicos. Su devoción por la Virgen María fue muy grande y en el margen de sus cuadernos escribía: «Dios te salve María». Y el 6 de diciembre de 1273, dejó su pluma y no escribió más. Ese día, durante la Misa, experimentó un éxtasis de mucha mayor duración que la acostumbrada; sobre lo que le fue revelado sólo podemos conjeturar por su respuesta al Padre Reinaldo, que le animaba a continuar sus 29 escritos: «No puedo hacer más. Se me han revelado tales secretos que todo lo que he escrito hasta ahora parece que no vale para nada». Tomás comenzó su preparación inmediata para la muerte. Gregorio X, habiendo convocado un concilio general a celebrar en Lyon el primero de mayo de 1274, invitó a Santo Tomás y San Buenaventura a participar en las deliberaciones, ordenó al primero traer al concilio su tratado Contra errores Graecorum (Contra los Errores de los Griegos). Intentó obedecer y salió a pie en enero de 1274, pero le fallaron las fuerzas; cayó desplomado cerca de Terracina, desde donde le llevaron al Castillo de Maienza, hogar de su sobrina la Condesa Francesca Ceccano. Los monjes cistercienses de Fossa Nuova, insistieron para que se alojara con ellos, y así fue trasladado a su monasterio. Murió el 7 de marzo de 1274. Fue canonizado por Juan XXII, el 18 de julio de 1323. San Pío V proclamó a Santo Tomás Doctor de la Iglesia en 1567. En la Encíclica Aeterni Patris del 4 de agosto de 1879 sobre la restauración de la filosofía cristiana, León XIII le declaró «príncipe y maestro de todos los doctores escolásticos». El mismo ilustre pontífice, mediante una Breve del 4 de agosto de 1880, le designó patrono de todas las universidades, academias y escuelas católicas de todo el mundo. 2.2 Obras: Comentarios a la Sagrada Escritura: Job, Salmos, Isaías, Jeremías, los Evangelios… Comentarios a Aristóteles: Metafísica, Política… Obras sistemáticas: - Comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo - Suma contra Gentiles - Suma Teológica - Questiones disputatae - Questiones Quodlibetales Otras obras: - Contra Averroes - Sobre la perfección de la vida espiritual - Sobre el ente y la esencia - Sermones… 2.3 Pensamiento: a) Dios Uno y Trino Santo Tomás tiene una doctrina filosófica y teológica riquísima sobre Dios, sin duda entre las más ricas, profundas, originales y más completas sobre el argumento. Su especulación metafísica se concluye siempre con Dios, y su meditación teológica comienza siempre de Dios. Es propiamente en sus reflexión sobre Dios que su originalidad filosófica (filosofía del ser) consigue los resultados más vistosos y más significativos. En las obras en la que afronta la cuestión, lo hace siempre siguiendo el mismo orden: - en primer lugar, estudia lo que de Dios es ya accesible a la razón, sin la ayuda de la revelación: existencia, naturaleza, atributos, operaciones de Dios; - sucesivamente, estudia todo lo que de Dios ha sido manifestado a través de la revelación. Es decir que primero hay una «teología natural» y luego hace una «teología dogmática o revelada». Santo Tomás recuerda ante todo que contra la existencia de Dios se usan tres argumentos: el mal, la libertad y la ciencia, que sería capaz de explicar todo sin recurrir a Dios. 30 - Las cinco vías: como no se tiene ninguna intuición de Dios, ni se su esencia, ni de su existencia, para probar que él existe se procede a posteriori, examinando los fenómenos que nos circundan (incluso el mismo fenómeno humano). Primera vía: El movimiento como actuación del móvil: Es cierto y consta por el sentido que en este mundo algunas cosas son movidas. Pero todo lo que es movido es movido por otro. Por tanto, si lo que mueve es movido a su vez, ha de ser movido por otro, y este por otro. Mas así no se puede proceder hasta el infinito… Luego es necesario llegar a un primer motor que no es movido por nada; y este todos entienden que es Dios. Segunda vía: Experiencia de un orden de causas eficientes: Vemos que en este mundo sensible existe un orden de causas eficientes; pero no vemos ni es posible que algo sea causa eficiente de sí mismo, porque de lo contrario sería anterior a sí mismo, lo cual es imposible. Ahora bien, no es posible que en el orden de causas eficientes se proceda hasta el infinito… Luego es necesario suponer una causa eficiente primera, que todos llaman Dios. Tercera vía: La contingencia o limitación en el existir: Nos encontramos con cosas que tienen posibilidad de existir y de dejar de existir, pues algunas se engendran y se corrompen. Ahora bien, lo que tiene posibilidad de no existir alguna vez no existe. De ahí que si todas las cosas tuviesen esa posibilidad de no existir, alguna vez no habría existido nada, y por consiguiente ahora tampoco, pues de la nada no procede nada. Pero dado que ahora existe algo, es que no todas las cosas tienen posibilidad de existir y de no existir, que algo ha de ser necesario, y esto, en última instancia, es Dios. Cuarta vía: Diversos grados de perfección en las cosas: Encontramos en este mundo cosas más o menos buenas, más o menos verdaderas, más o menos nobles, y otras cualidades así. Ahora bien, el más y el menos se dicen de cosas diversas según la diversa aproximación a lo que es máximo en ese orden. Por eso ha de haber algo que sea óptimo, nobilísimo, máximamente verdadero y, por consiguiente, máximo ser. Y como lo que es máximo en un género es causa de todo lo que se contiene bajo ese género, ha de haber un máximo ser causa de la bondad, de la verdad, de la nobleza y de las demás cualidades por el estilo; y este es Dios. Quinta vía: El gobierno de las cosas: Vemos que algunas cosas que carecen de conocimiento, esto es, los cuerpos naturales, obran con intención de fin… Ahora bien, las cosas que no tienen conocimiento no tienden a un fin si no son dirigidas por algún cognoscente e inteligente. Luego existe algún ser inteligente que dirige todas las cosas naturales a un fin; que es lo que llamamos Dios. - Respuestas a los argumentos de los ateos: Al argumento del mal: responde con Agustín, Dios permite el mal para sacar bienes. Al argumento de la ciencia: Dios es la causa primera de todo lo que estudia la ciencia. Al argumento de la libertad: los actos del libre albedrío deben conducir al a una causa primera inmutable y necesaria. - la esencia de Dios: Aceptada la existencia de Dios, Tomás estudia la esencia, su naturaleza y sus operaciones. Este es un argumento más difícil que probar su existencia. La trascendencia divina es abismal que el hombre no dispone de ningún concepto y de ninguna palabra para pensar y hablar adecuadamente. Por eso se debe enfatizar el valor analógico del lenguaje. Valora la analogía con sus tres momentos: positivo, negativo y eminencial. Tomás identifica la esencia de Dios con el ser: Dios es aquel que es por esencia el ser. De allí deduce sus atributos: verdad, bondad, belleza, perfección, infinitud. - Las operaciones divinas: 31 La vida de Dios y sus obras. Dos órdenes de operaciones: Ad intra: son aquellas que constituyen la vida íntima de Dios y se trata precisamente de las operaciones del conocer y del querer. Ad extra: sobra las relaciones de Dios con el mundo, precisamente la creación, la providencia y la conservación. - La Trinidad: Asume la enseñanza de Agutín. La novedad de Tomás está en el estudio de las dos operaciones específicas e inmanentes del espíritu humano: la intelección y la volición. La individuación de las tres hipostasis divinas es la siguiente: El Padre es la subsistencia de la de la paternidad; el Hijo, tiene la filiación respecto al Padre; el Espíritu Santo es espiración pasiva. Las tres personas divinas tienen nombre propio: Padre, en cuanto genera al Hijo, es ingénito, porque no deriva de ninguno; principio, porque de él deriva el Hijo y el Espíritu Santo. Hijo, en cuando generado del Padre; Verbo, porque es término del pensamiento divino; Imagen, porque reproduce sustancialmente al Padre. Amor, en cuanto término de la volición; Don, en él Dios se da; Espíritu, porque es espirado del Padre y del Hijo. Las operaciones ad extra, fruto de los atributos absolutos que son el pensar y el querer divino, competen en común a las tres personas. En cambio las misiones tocan individualmente a las singulares personas de la Trinidad. b) Antropología teológica c) Cristología d) Eclesiología 32 3. San Anselmo: el problema de la redención20. 3.1 Vida y obras: San Anselmo nació en Aosta (Italia) en 1033 de noble familia. Desde muy niño se sintió inclinado hacia la vida contemplativa. Pero su padre, Gandulfo, se opuso: no podía ver a su primogénito hecho un monje; anhelaba que siguiera sus huellas. A causa de esto, Anselmo sufrió tanto que se enfermó gravemente, pero el padre no se conmovió. Al recuperar la salud, el joven pareció consentir al deseo paterno. Se adaptó a la vida mundana, y hasta pareció bien dispuesto a las fáciles ocasiones de placeres que le proporcionaba su rango; pero en su corazón seguía intacta la antigua llamada de Dios. En efecto, pronto abandonó la casa paterna, pasó a Francia y luego a Bec, en Normandía, en cuya famosa abadía enseñaba el célebre maestro de teología, el monje Lanfranco. Anselmo se dedicó de lleno al estudio, siguiendo fielmente las huellas del maestro, de quien fue sucesor como abad, siendo aún muy joven. Se convirtió entonces en un eminente profesor, elocuente predicador y gran reformador de la vida monástica. Sobre todo llegó a ser un gran teólogo. Su austeridad ascética le suscitó fuertes oposiciones, pero su amabilidad terminaba ganándose el amor y la estima hasta de los menos entusiastas. Era un genio metafísico que, con corazón e inteligencia, se acercó a los más profundos misterios cristianos: «Haz, te lo ruego, Señor— escribía—, que yo sienta con el corazón lo que toco con la inteligencia». Sus dos obras más conocidas son el Monologion, o modo de meditar sobre las razones de la fe, y el Proslogion: fides quaerens intellectum, o la fe que busca la inteligencia. Es necesario, decía él, impregnar cada vez más nuestra fe de inteligencia, en espera de la visión beatífica. Sus obras filosóficas, como sus meditaciones sobre la Redención, provienen del vivo impulso del corazón y de la inteligencia. En esto, el padre de la Escolástica se asemejaba mucho a San Agustín. Fue elevado a la dignidad de arzobispo primado de Inglaterra, con sede en Canterbury, y allí el humilde monje de Bec tuvo que luchar contra la hostilidad de Guillermo el Rojo y Enrique I. Los contrastes, al principio velados, se convirtieron en abierta lucha más tarde, a tal punto que sufrió dos destierros. Fue a Roma no sólo para pedir que se reconocieran sus derechos, sino también para pedir que se mitigaran las sanciones decretadas contra sus adversarios, alejando así el peligro de un cisma. Esta muestra de virtud suya terminó desarmando a sus opositores. Murió en Canterbury el 21 de abril de 1109. En 1720 el Papa Clemente XI lo declaró doctor de la Iglesia. Otras obras: Cur Deus homo, Origen del alma, De veritate, De libero arbitrio, De casu diaboli, , De mysterio Trinitatis, Meditationes, De concordia praescientiae et praedestinationis. 20 Cfr. B. MONDIN, Dizionario dei teologi, Bologna: Edizioni Studio Domenicano, 1992, pp. 58-63. 33 3.2 Pensamiento: Anselmo es el máximo teólogo del siglo XI, es el que retoma los estudios teológicos después de cinco siglos de largo silencio. Comparado con Orígenes, Agustín o Santo Tomás, Anselmo no escribió mucho, sin embargo todas sus obras tuvieron gran suceso e influencia en los autores posteriores a él. El mérito principal de su trabajo teológico tomado de modo global es el de haber puesto las bases de la misma ciencia teológica dándole un estatuto epistemológico propio, distinto de la exégesis bíblica y distinto de la filosofía: lo define como estudio racional de la fe (fides quaerens intellectum). La via de la teología es la de iluminar el significado y la verdad de los artículos del Credo «razonando» (ratiocinando). a) El método: relación entre fe y razón : Anselmo no trató nunca de modo explícito la cuestión de la relación entre fe y razón, mucho menos de la relación entre filosofía y teología. Siempre trabaja en el horizonte teológico. Y en este horizonte, Anselmo trata de dar a la razón su propia función, que es razonar, confirmar con procedimientos argumentativos, demostrativos, eso que la mente ya posee, ya sea mediante la luz natural o mediante la luz de fe. La tarea de la razón en teología es no es descubrir la verdad, sino de certificarla, verificarla, corroborarla, es decir, de demostrar que es racional y, por tanto, si la razón quiere ser fiel a sí misma (racional) debe acoger esa verdad. Su objetivo no es tanto filosófico, sino teológico. Su método es rigurosamente especulativo, racional, argumentativo. b) Redención y encarnación: En su obra Cur Deus homo, Anselmo enfrenta el misterio de la redención y, en el contexto de este discurso, también hace un estudio sobre el misterio de la encarnación. El misterio de la redención es misterio excelso, el más grande de todos los misterios después del misterio de la naturaleza divina. Su obra intenta dar una respuesta al siguiente dilema, con el cual se quería la irracionalidad de la obra redentora de Cristo: la noción cristiana de redención, debiendo implicar un nacimiento, una fatiga, un dolor y sobre todo una muerte es ofensiva respecto a la infinita sabiduría y dignidad de Dios. Aquí está el dilema: o Dios podía obrar nuestra salvación diversamente o no podía… Si no podía, entonces no es omnipotente; si podía, entonces no es sapiente. La trama de la larga y meticulosa argumentación con la cual Anselmo busca probar la racionalidad (necesidad) de la redención se evidencia claramente ya desde los títulos de los capítulos de su obra: - En el orden del Universo es intolerable el hecho de que la creatura quite al Creador el debido honor y no restituya aquello que le ha quitado. - El hombre no puede ser salvado sin satisfacción por el pecado. - La satisfacción debe ser medida por el pecado y el hombre no puede dársela a sí mismo. - Es necesario que el hombre sea salvado por Cristo. - Es necesario que sea perfecto Dios y perfecto hombre. - Sólo un hombre-Dios puede cumplir esa satisfacción que salva al hombre. - Su muerte supera la grandeza y el número de todos los pecados. Anselmo antepone que no era conveniente que Dios remitiera el pecado de Adán sólo por misericordia; en efecto, «quitar así el pecado no es otra cosa sino no castigar. Y porque castigar no 34 es otra cosa que restituir el orden destruido por el pecado, si no se castiga el pecado de deja pasar al desorden» (I,12). Ahora bien, dado que con su pecado el hombre ha provocado a Dios una ofensa infinita, el mismo no tiene el poder de repararlo: sólo un hombre-Dios tiene el poder de ejecutar una reparación adecuada, dando a Dios su honor debido del cual ha sido privado con el pecado. Además, si esta reparación falta, no se realizaría el designio de Dios. En otras palabras: Dios no puede dejar que el hombre perezca (aunque concede la salvación no por necesidad, sino por bondad y misericordia), ni tampoco puede salvarlo hasta que alguien no satisfaga por sus pecados. Por tanto, ya que el hombre debe llegar a la beatitud, su imposibilidad de reparar es la razón que hace necesaria la redención por obra de Cristo, el hombre-Dios. En el segundo libro de Cur Deus homo, Anselmo da una justificación de la realización concreta de la redención, a partir de la encarnación del Verbo de Dios. Éste toma la naturaleza humana de la estirpe de Adán para identificarse con los pecadores y reparar para ellos; nace de una Madre-Virgen para valerse de la única posibilidad todavía no realizada en la generación humana y para circundarse de mayor pureza. No es toda la Trinidad que se encarna, de otro modo no sería el único salvador, y es imposible que tres personas puedan asumir el mismo hombre en unidad de persona. Solo la persona del Hijo se encarna para darnos la verdadera semejanza con Dios y liberarnos de la fala semejanza de Dios que tienen el pecado y el demonio. Anselmo examina la impecabilidad de Cristo, su inocencia perfecta que lo haría inmune a la muerte. Cristo es el único que puede satisfacer: Si, en cuanto creatura debe dar todo a Dios, Como creatura sin pecado no le debe la muerte, y por tanto puede dar Dios algo no debido. El valor de esta muerte es infinito, supera inmensamente el pecado porque es la muerte del hombre que se identifica personalmente con Dios. En la muerte de Cristo tenemos la redención y la concretización de todas las condiciones que pide una satisfacción perfecta: la libre voluntad, la inmensidad el valor, la gratuidad. La muerte de Cristo repara los pecados incluso más graves. Esa muerte hace sentir su benéfico influjo en todo tiempo, aún en aquel que precede a su realización histórica. El Cur Deus homo es la primera elaboración sistemática de la soteriología. Es un argumento excesivamente jurídica, con una visión cuantitativa de la redención, pero que tiene un mérito innegable. Tiene mucho méritos sus reflexiones sobre: el pecado, la satisfacción, la necesidad de restablecer el orden primitivo, la superioridad del hombre que no admite ninguna servidumbre que no sea a Dios, el destino del hombre a la felicidad. En el siglo XI uno de los pensadores más brillantes de la Iglesia, Anselmo, arzobispo de Canterbury, escribió tres obras importantes que han influido en la Iglesia desde entonces. En el campo de la filosofía cristiana, nos ofreció su Monologium y su Proslogium; en el campo de la teología sistemática, escribió el gran clásico cristiano Cur Deus Homo, cuya traducción significa “Por qué Dios se hizo hombre?” En esta obra, Anselmo establece los fundamentos filosóficos y teológicos para un aspecto importante en el entendimiento de la Iglesia de la expiación de Cristo, concretamente la visión de satisfacción de la expiación. Aquí Anselmo sostiene que la expiación resulta necesaria para satisfacer la justicia de Dios. Esta opinión se convirtió en el eje de la ortodoxia cristiana clásica de la Edad Media en cuanto al entendimiento de la Iglesia sobre 35 la obra de Cristo en Su expiación. No obstante, desde entonces la visión de la satisfacción de la expiación ha tenido sus críticos. En la Edad Media se formularon preguntas sobre la conveniencia de creer que la expiación de Jesús se creó necesariamente por alguna ley abstracta del universo que exigía que la justicia de Dios se llevara a cabo. Lo que dio lugar al llamado debate Ex Lex. En este debate de Ex Lex, se formuló la pregunta de si la voluntad de Dios funcionaba aparte o fuera de cualquier ley (ex lex), o si estaba sujeta a alguna norma de justicia o ley cósmica que exigía que Dios la cumpliese y por tanto, Su voluntad se ejercía ante la ley (sub lego). La pregunta era: ¿Dios se encuentra fuera o ante la ley? La respuesta de la Iglesia a este dilema consistió básicamente en “maldecir ambos lados,” y declarar que Dios no se encuentra ni fuera ni ante la ley, en esos dos sentidos. En otras palabras, la Iglesia respondió por afirmar que Dios es a la vez fuera de la ley y ante la ley; Él es libre de cualquier restricción impuesta sobre Él por alguna ley del exterior de Él. En ese sentido, se encuentra aparte de la ley y no ante ella. Al mismo tiempo, Dios no es arbitrario o caprichoso y actúa de acuerdo a la ley de Su propia naturaleza. La Iglesia constató que Dios forma una ley por sí mismo Lo que refleja no un espíritu sin ley dentro de Dios, sino que la norma de su comportamiento y su voluntad se basan en lo que los teólogos ortodoxos del siglo XVII llamaban “la ley natural de Dios.” La ley natural de Dios, como expresión teológica, se puede malinterpretar o confundir fácilmente con un concepto más amplio presente en la teoría política y en la teología de la llamada “ley natural” (lex naturalis). En ese sentido, hace referencia a aquellas cosas que Dios revela en el mundo de la naturaleza relacionadas con algunos principios éticos. En contraste con este uso común del termino ley natural, la Confesión de Westminster del s. XVII veía la ley natural de Dios de la siguiente manera: Dios se rige de acuerdo a la ley de Su propia naturaleza. Lo que es lo mismo, la actuación de Dios nunca contradiría Su propia santidad, Su propia justicia, Su propia omnipotencia, etc. El nunca pondría en compromiso la perfección de Su propio ser o el carácter de su actuación en lo que hace El. Cuando la Iglesia confiesa la necesidad de satisfacción de la justicia de Dios, dicha necesidad no es algo que se impone a Dios desde fuera, sino es por Su propio carácter y naturaleza. Dios necesita ser Dios, nunca comprometer Su propia santidad, rectitud o justicia. En ese sentido se considera necesaria una expiación que satisfaga Su justicia. Recientemente los pensadores modernos se han opuesto a la visión de satisfacción de la expiación basándose en que ensombrece la propia gracia y amor de Dios. Si Dios es amor, ¿por qué no puede solo perdonar a las personas gratuitamente por la pura motivación de Su propio amor y gracia sin preocuparse de satisfacer algún tipo de justicia, si se trata de una ley de Su propia naturaleza u otra que él impone? Una vez más, esta visión de la expiación no tiene éxito para entender que Dios nunca negociará su propia rectitud incluso fuera de Su deseo de salvar a los pecadores. En la expiación, vemos que Dios manifiesta tanto Su amor misericordioso hacia nosotros así como una dedicación a Su propia rectitud y justicia. La obra de Cristo sirve a la justicia que satisface los requerimientos de la justicia divina y es ahí donde mantiene la dedicación de Dios a la rectitud y justicia. Dios satisface los requerimientos de Su rectitud ofreciéndonos un Sustituto que se ponga en nuestro lugar y que ofrezca esa satisfacción por nosotros. Esto muestra maravillosamente la gracia de Dios en medio de esa satisfacción. La gracia de Dios se pone de manifiesto con la satisfacción de Su justicia en cuanto que se realiza en nuestro lugar a través de Aquél que ha nombrado. Es la naturaleza de Dios como Juez de todo el mundo hacer lo correcto. Y el Juez que hace lo correcto, nunca, nunca transgrede los cánones de Su propia rectitud. La Biblia explica la cruz en términos de propiciación y expiación, los dos cumplimientos de Cristo en nuestro lugar. La Propiciación hace referencia específicamente a la labor de Cristo de satisfacer la justicia de Dios. Paga las consecuencias de nuestros pecados. Nosotros 36 somos los deudores que no posiblemente pueden pagar la deuda moral a la que hemos incurrido con nuestra ofensa a la justicia de Dios y la ira de Dios se satisface y propicia con el sacrificio perfecto que Cristo realiza en nuestro lugar. Pero eso es tan sólo un aspecto de esa labor. En el caso de la expiación, nuestros pecados se eliminan al transferirse o imputarse a Cristo, que sufre como vicario por nosotros. Dios es satisfecho y nuestro pecado eliminado con la expiación perfecta de Jesús. Este satisface el sentido dual del pecado expiado en el Antiguo Testamento del día de Expiación con el sacrificio de un animal y la transferencia simbólica de los pecados de las personas al chivo expiatorio que fue enviado al desierto eliminando así los pecados de esas personas. 4. Teología postridentina21. Podemos localizar, a grandes rasgos, una corriente hegemónica de teología que estuvo en práctica desde el principio de la Edad Moderna hasta la víspera del Concilio Vaticano II. Son cinco siglos de vigencia, comprendiendo el período en que la humanidad realizó cambios cualitativos con una rapidez cada vez mayor. a) Cambio en la sociedad, rigidez en la teología b) Características: - La teología hegemónica se caracteriza por su sumisión al magisterio. - La teología se constituye como la gran arma del magisterio para combatir las herejías. - Se especializa en las tareas de exponer, definir, defender, probar y confirmar la ortodoxa, examinar y condenar los errores. - Abandona su función de investigación para convertirse en exposición autoritaria de la doctrina. - El primer destinatario de la teología llega a ser casi exclusivamente el clérigo, religioso o diocesano. - La teología se desarrolla sobre todo en tres grandes áreas: fundamental, dogmática y moral. c) Evaluación crítica: 21 Cfr. J.B. LIBANIO– A. MURAD, Introducción a la teología, México: Dabar, 2000, pp. 129-133. 37