La violencia en los programas televisivos (2.727 palabras - 6 folios) Lic. Daniel Cohen © Profesor titular de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina); presidente de la Fundación para la Investigación y el Desarrollo de la Ciencia. [email protected] En la década de los años setenta los estudios sobre la influencia de la televisión en los niños y adolescentes indicaban que los escolares veían un promedio de 1,5 a 3 horas por día la TV. En la década del ochenta, ese promedio se elevó de 2,5 a 5 horas por día. Diversos autores coinciden en que los niños en edad preescolar, comenzando desde los dos años, miran alrededor de tres mil horas de TV antes de ingresar al primer grado del ciclo básico. Durante el período de enseñanza primaria y secundaria, los estudiantes acumulan alrededor de diez mil horas de asistencia a clase, mientras que en el mismo tiempo gastan un promedio de quince mil horas frente a un aparato de TV. En conclusión, los niños y adolescentes contemporáneos dedican mayor tiempo a la TV que a la enseñanza formal. Los estudios científicos demuestran que el consumo de TV aumenta gradualmente desde los tres años hasta el comienzo de la adolescencia. A partir de este período disminuye el promedio de horas frente al televisor, pero aumenta la preferencia por los programas violentos entre los varones. También se ha concluido que los niños de bajo nivel socioeconómico ven más TV y tienen mayor interés por los programas violentos que los niños de niveles socioeconómico más altos. Diversos estudios también revelan una correlación entre bajo rendimiento escolar y exceso de TV. Los niños con altos niveles de consumo manifiestan serias deficiencias en su capacidad oral y escrita. Las estadísticas de los países donde se ha estudiado en profundidad este problema, revelan que el consumo tiende a mantenerse en los promedios actuales o a subir; pero en ningún caso a disminuir. Violencia emitida y aprendizaje observacional Uno de los análisis más completos sobre TV comercial en Estados Unidos, realizado por un equipo de expertos que dirigió G. Gerbner ('Violence in television drama'), demostró que el ochenta por ciento de los programas emitidos contenían al menos un incidente violento y que los programas de dibujos animados tenían la más alta frecuencia de actos violentos. En la programación de TV de Argentina se llegó a contabilizar un promedio de treinta incidentes violentos por hora. Las cifras parecen exageradas, sin embargo su constatación es muy sencilla, basta sentarse frente al televisor en actitud crítica y sumar los episodios de violencia. Un hecho importante descubierto en las investigaciones de la violencia en la TV es el fenómeno del aprendizaje observacional. Teoría avalada por muchos científicos que distinguen entre la adquisición de una conducta y su ejecución. De modo que la conducta aprendida puede ser almacenada y ejecutada posteriormente si se presentan las circunstancias apropiadas. A partir de esta propuesta teórica se han realizado innumerables trabajos de campo cuyas conclusiones revelan patéticamente la relación entre la violencia difundida por TV y las conductas agresivas. Los pioneros en investigaciones sobre la violencia ya aseveraban que los niños exhiben más conductas agresivas después de ver modelos agresivos en la TV o en el cine que en presencia de programas no agresivos o neutros. También se comprobó que los niños que muestran signos de angustia o malestar mientras observan escenas violentas, son menos propensos a tener conductas agresivas posteriormente. Algunos ejemplos clarificadores En un análisis efectuado sobre programas elegidos al azar en dos series que tuvieron gran repercusión en los públicos infantiles en la década de los ochenta ('Popeye' y 'He-Man'), se contabilizó en los treinta minutos que duran cada uno los siguientes hechos de violencia: Popeye y sus amigos He-Man 35 golpes 28 golpes 8 mentiras 8 mentiras 24 burlas a una persona 1 muerte 4 "dulces conquistas" a una mujer 1 desaparición tales como: tirarle del pelo, retorcerle el brazo, pegarle y encerrarla en un armario. Del mismo modo, el simpático Tom puede dar una clase de tortura en dos minutos: golpeando a un ratón con un libro, pegándole con una escoba, aplastándolo con la puerta o encerrándolo en las fauces de un perro. Estas escenas cotidianas forman parte de la pedagogía de la TV especialmente dedicada a los niños. Sin embargo, no todas las investigaciones dan resultados alarmantes. Un estudio realizado sobre dos mil niños de Buenos Aires, encuentra que el promedio de horas diarias de consumo de TV está relacionado con la clase social a la que pertenece: Clase media-alta 4 horas 06 minutos Clase media-media 4 horas 37 minutos Clase media-baja 5 horas 14 minutos Clase baja 5 horas 55 minutos Promedio general 4 horas 54 minutos Estas cifras son significativamente más altas que la de los países desarrollados. Sin embargo, las conclusiones a las que llega el sociólogo José Luis de Imaz al analizar los resultados de la investigación mencionada son contradictorios con los efectuados en muchos otros países. En el prólogo al libro ¿La televisión, forma o deforma?" (Merlo Flores de Ezcurra, Tatiana y Rey, Ana María), que contiene la investigación aludida, Imaz concluye: "La televisión argentina -mal que nos pese a los intelectuales- no siempre es la responsable del bajo rendimiento escolar, ni de la escasa ilustración, o de la pobreza del vocabulario que emplean los niños, o de su proclividad por las escenas de violencia. No, desde ese punto de vista la televisión no tiene tanta autonomía de vuelo, o por lo menos no podrá ser imputable de lo que ocurra en los medios sociales más pobres y deprimidos, ni en las familias peor constituidas". "Las carencias de estos últimos -por el contrario- son de tal cuantía que entre ellos la televisión les amplía el vocabulario, despliega la fantasía o refuerza las pautas de violencia preexistentes en el medio..." Algunos efectos estudiados Los efectos que produce la recepción pasiva (no crítica) de programas de TV sobre las personas y esencialmente sobre los niños y adolescentes se puede analizar objetivamente a través de las reacciones que ellos mismos experimentan. Mediante diversos estudios se ha podido comprobar la existencia de reacciones específicas cuando los niños son expuestos a programas con escenas predominantemente violentas. En estos casos los efectos pueden agruparse básicamente en siete categorías: imitación, liberación, estereotipo, refuerzo, miedo, acostumbramiento e identificación. Imitación Los niños tienen una marcada tendencia a reproducir en sus juegos acciones y actitudes observadas en su entorno (padres, hermanos, amigos, personajes de la TV, etc.). Aún antes de los tres años ya son frecuentes los actos por imitación. El niño copia o intenta hacer lo que otros hacen, ignorando la diferencia entre lo real y lo irreal, entre lo posible y lo imposible. Así, que un niño se accidente cayendo de una escalera a la que intenta subir luego de haber observado cómo lo hizo su padre, es un efecto por imitación de la vida real. En cambio, de los programas de TV surgen efectos trágicos de imitación cuando los niños se "convierten" en Supermán, Batman o Robocop, es decir personajes irreales que se presentan a los niños como verosímiles. Las experiencias demuestran que la contemplación de series violentas induce a los niños pequeños a provocar actos violentos. Liberación Al observar determinadas historias o escenas, algunas personas sienten una sensación de liberación, ingresan a un estadio psicológico en el que les resulta muy difícil controlar sus impulsos emocionales. La exacerbación de estos impulsos desde escenas o argumentos de violencia o prostitución -por ejemplo-, incitan al menos latentemente a ciertos individuos. No hay evidencias de que la TV cause enfermedades mentales o alteraciones de la personalidad en los niños normales, per si que éstos encuentran en la TV un medio de escape de la realidad. Estereotipo La permanente exposición a escenas de contenido violento induce al receptor pasivo a internalizar que la única manera de resolver sus problemas y conflictos es por el camino de la violencia, con lo cual se fomenta la formación de patrones violentos, impropios del hombre como individuo y como ser social. El niño tiende a identificarse con los valores que reflejan los personajes, en consecuencia adopta de los héroes violentos rasgos que se presentan como inevitables: la fuerza, el engaño o la violencia en sus múltiples formas. Refuerzo La manera en que la violencia es representada en las series televisivas contribuye a reforzar normas y valores de la sociedad allí representada. Que difieren, casi siempre, con las del receptor que no las puede asimilar con lo que ocurre en su entorno. La violencia emitida pasa a jugar un rol de agente reforzador que perpetúa un sistema de normas y valores, que se corresponde con el patrón del país de origen del material en contradicción con el país difusor del mismo. Miedo Las reacciones de miedo o terror son, en la amplía gama de efectos de la TV sobre los niños, las más perceptibles cotidianamente. Aunque las investigaciones en este aspecto son contradictorias en sus resultados, pues se encuentran efectos contrarios que varían con la edad, el género, la raza y el contenido mismo de las escenas. El efecto traumatizante es, quizás, el aspecto más negativo entre las reacciones del niño o el adolescente frente a estos contenidos. Las pesadillas y temores nocturnos del niño aumentan cuando ha estado expuesto a escena violentas o de terror. La música y los efectos de sonido que acompañan a las escenas de terror alcanzan a veces a un primer plano en el juego de los lenguajes de la TV, desplazando a la imagen a un segundo lugar. De modo que el efecto más traumatizante lo produce la banda sonora. La violencia verbal en las series o películas puede amedrentar a los niños más que la brutalidad física. Una pelea doméstica en la TV puede constituir una experiencia traumática para un niño, al reproducir situaciones similares a las que vive. Acostumbramiento La falta eventual de reacción frente a estímulos violentos reiterados es el resultado a largo plazo de la exposición prolongada a estas escenas. Un niño ve, en la TV, no menos de una muerte por día. Un mínimo de trescientos por año. En su primer año de receptor pasivo (entre los 3 y 4 años), el mismo niño tuvo la oportunidad de ver más muertes que un soldado en el campo de batalla y -además- con la ventaja de los detalles del primer plano. El acostumbramiento termina desplazando a cualquier efecto inicial de miedo o terror. Porque el niño se acostumbra progresivamente a cualquier estímulo ambiental bueno o malo- mientras más lo experimenta. Siguiendo nuestra hipótesis, aquel niño que comenzó -como la mayoría- a convivir con la TV desde los tres años, a los 18 años habrá visto no menos de tres mil muertes reales (en los noticieros) o ficticias (en series y películas). Entonces, cabe preguntarse: ¿Cuál será su reacción frente a la muerte, en la vida real, si ha convivido con ella gracias a la TV? Identificación Durante la infancia, el niño se forma en sus sentimientos, en su conducta y en la actividad del pensamiento. La incorporación del lenguaje le abre posibilidades de intercambio y esencialmente de integración social. Las formas de identificación más estables se producen en el período de la inteligencia intuitiva, que abarca de los 2 a los 7/8 años. El aprendizaje, TV mediante, de normas de existencia basadas en la violencia y la muerte provocan en el niño la introyección de situaciones perjudiciales para su conducta social. Las series de violencia le enseñan a respetar normas que se imponen por la fuerza y relaciones antisociales frente a sus semejantes. Un niño "consumidor" de violencia televisiva desde sus primeros años, será incapaz de progresar y madurar en el cultivo de vínculos fraternos y solidarios, sufriendo una regresión en el desarrollo de las identificaciones personales y sociales con posibles inclinaciones hacia vínculos negativos. Los comportamientos antisociales surgen de un proceso de desarrollo defectuoso de la vida afectiva. La falta de identificación con modelos sanos conduce a la frustración y ésta al ejercicio de conductas agresivas. Una de esas conductas agresivas, afirman Mantei y Salomone ('El peligro de la identificación'), es la ira, que es una forma de indignación súbita que se manifiesta en una crisis emocional. En ella queda suspendida la acción de ataque físico hacia el adversario, se inhiben el pensamiento y el lenguaje, apareciendo el tartamudeo o la ronquera. Raramente la ira toma la forma de violencia hacia el otro, generalmente se irrumpe en insultos y gesticulaciones ofensivas. A veces llega a una violencia atenuada como el bofetazo... Esta autodestrucción afectiva se refleja día a día en la pantalla chica a través de ciertos personajes que demuestran maneras muy poco humanas de integración al mundo social y enseñan, sobre todo, formas de comportamiento distintas de las acostumbradas. Otros efectos para tener en cuenta Una institución norteamericana sin fines de lucro, la National Coalition on Television Violence (NCTV), analiza y lleva estadísticas sobre las muertes provocadas por imitación o inspiración en series y películas difundidas por la TV, en las que prima un alto contenido de violencia. La NCTV registra anualmente varios casos de asesinatos inspirados por la TV y reconoce que las imitaciones directas de la violencia difundida son sólo "la punta visible de un gran iceberg". Las escenas de violaciones también sirven a los imitadores. La difusión en TV de la película 'Nacida inocente', protagonizada por Lynda Blair, en cuyo argumento hay una escena de más de un minuto con la violación de la actriz por cuatro compañeras del reformatorio en el que están internadas, produjo su efecto en la vida real rápidamente. Cuatro días después de la proyección, tres niñas y un varón violaron a una muchacha con un procedimiento similar al de la película. Los autores del hecho declararon ante el juez, con absoluta naturalidad, que se habían inspirado en las escenas que vieron en la TV. La calidad de los estímulos visuales y auditivos han convertido a la TV en un medio eficiente para provocar modificaciones en la conducta de los niños, cuando carecen de otros factores que lo impidan. "La TV origina actitudes donde no existían y puede modificar las existentes cuando no se presentan obstáculos" concluye el psicólogo venezolano Eduardo Santoro ('La TV venezolana y la formación de estereotipos en el niño'), porque "el refuerzo dado por la repetición y atractividad, unido a la actitud no defensiva que se adopta frente a la pantalla, hace que los mensajes tengan altas posibilidades de originar cambios en la conducta". La médica y psicoanalista argentina Raquel Soifer ('El niño y la televisión'), no duda en considerar la adicción de los niños al televisor como "una nueva forma de neurosis: la televisiosis o la televisitis", cuyas características psicopatológicas son, entre otras, las tendencias a la regresión mental, a la imitación y al sometimiento; las intensas ansiedades persecutorias y fóbicas; el predominio de la desorganización mental y la dispersión de la atención. La formación de la actitud critica Ante estas evidencias, cabe recordar la conclusión del pediatra Hernán Montenegro ('TV: ¿Comunicación o contaminación?'), de que ya "es imposible seguir pensando que la TV es una forma inofensiva de entretenimiento". Si nuestros niños son ingenuamente inducidos por el poder de atracción de los contenidos televisivos, es responsabilidad de los adultos proporcionarles métodos de autodefensa. De allí la necesidad de transmitir a los niños conocimientos mínimos, desde la escuela y la familia, que desarrollen rápidamente su actitud crítica frente a los mensajes que perciben. La técnica más simple consiste en analizar detalladamente, con los niños, todos los elementos (icónicos y sonoros) de los programas preferidos, las características de sus personajes, los valores que se atacan o se defienden, los hechos violentos, la realidad, irrealidad o verosimilitud de las historias o escenas que se reproducen, etc. La práctica cotidiana de "aprehender" con los niños a analizar lo que están viendo, les proveerá de formas de autodefensa frente a los contenidos que puedan causarles miedo, efectos de identificación o imitación o estereotipos inadecuados para su realidad social. Esta técnica brinda la posibilidad de inculcar a los niños lo que deben ver y de advertirles sobre lo que "prefieren" ver. La TV es una escuela paralela, no formal y asistemática, pero escuela al fin, a la que se le dedica muchas horas diarias. Y si en las escuelas -como escribió Ernesto Sábato- "se enseñase lo que los alumnos declararan preferir, en pocos años tendríamos una nación de infradotados". FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO EN BIBLIOGRAFÍAS: Cohen, Daniel (1998): La violencia en los programas televisivos. Revista Latina de Comunicación Social, 6. Recuperado el x de xxxx de 200x de: http://www.ull.es/publicaciones/latina/a/81coh.htm TELEVISION Y VIOLENCIA: SU IMPACTO SOBRE NIÑOS Y ADOLESCENTES La adolescencia es la etapa de la vida comprendida entre los 10 y los 19 años de edad, de acuerdo con la definición de la Organización Mundial de la Salud. Durante este período de la vida se producen una gran cantidad de cambios físicos, psicológicos y sociales normales, que conducen a su inserción positiva y productiva en la sociedad, y un muy reducido grupo de ellos y ellas adoptan conductas hostiles y violentas que se manifiestan de varias formas que preocupan a la sociedad. A su vez, también ellos son blanco de violencia por parte de la sociedad, de sus padres y otros adultos. Estas conductas no deseables tienen varios orígenes o causas: entre ellas, la violencia del medio (barrio, comunidad) en que viven y se desarrollan cuando niños, la violencia doméstica familiar (psicológica, física, sexual o por negligencia) que sufren desde edades muy tempranas y la exposición a los medios de comunicación masiva y sobre todo la televisión que les ofrece como producto de consumo diario, las más variadas formas de violencia psicológica, física, sexual, autoinfligida o contra terceros y sus propiedades. Es sobre esta exposición indiscriminada a la que se expone a los niños de todas las clases sociales y sus efectos que deseo poner en su conocimiento un artículo publicado por la Academia Americana de Psiquiatría de la Niñez y Adolescencia1. ¨Los niños y la violencia en la televisión¨. ¨Muchos niños pasan un promedio de 3-4 horas diarias viendo televisión. La televisión puede ser una influencia muy poderosa en el desarrollo del sistema de valores, en la formación del carácter y en la conducta. Lamentablemente muchos de los programas de televisión contienen un alto grado de violencia. Los psiquiatras de niños y adolescentes que han estudiado los efectos de la violencia en la televisión han encontrado que éstos pueden: Imitar la violencia que observan en la televisión, Identificarse con ciertos tipos, caracteres, víctimas y/o victimarios Tornarse ¨inmunes¨ al horror de la violencia; y Gradualmente aceptar la violencia como manera de resolver problemas. De manera que la exposición extensa a programas de televisión que contengan violencia causa mayor agresividad en los niños. En ocasiones, el ver tan sólo un programa violento puede aumentar la agresividad. Los niños que ven espectáculos en los que la violencia es presentada de forma muy realista, repetida, o sin ser castigada, tienen mayor probabilidad de imitar lo que ven. El impacto de la violencia en la televisión puede reflejarse en la conducta del niño inmediatamente o manifestarse más tarde en su desarrollo. Las jóvenes pueden afectarse aun cuando en la atmósfera familiar no haya tendencia hacia la violencia. Esto no quiere decir que la violencia que se ve en la televisión es la única causa de conducta violenta o agresiva, pero no hay duda de que es un factor significativo. Los padres pueden proteger a los niños del exceso de violencia en la televisión: Prestando mayor atención a los programas que ven los niños. Estableciendo límites en el tiempo que pasan viendo televisión. Evitando que vean aquellos programas conocidos como violentos. Deben cambiar el canal, o apagar el televisor cuando aparecen escenas ofensivas, y explicarle al niño aquello que consideran malo o inadecuado del programa. Señalar al niño que aunque el actor no se lastimó, hirió o murió durante el programa, la violencia puede producir dolor o muerte si sucede en la vida real. Desaprobando los episodios violentos que suceden frente a los niños, enfatizando el hecho de que esa no es la mejor forma de resolver un problema. Para contrarrestar la presión que ejercen los pares, compañeros y amigos, debe comunicarse con otros padres para poner en vigor reglas similares sobre el tiempo y tipo de programa que deben ver los niños. Los padres deben utilizar estas medidas para prevenir los efectos dañinos que la televisión puede tener en otras áreas como el estereotipo racial o sexual. Aparte del contenido del programa de televisión el tiempo que los niños dedican a esta actividad debe limitarse ya que los saca de actividades más provechosas como lo son el jugar con sus amigos, la interacción familiar, el estudio y la lectura. Si los padres tienen dificultades serias estableciendo controles y límites o preocupación genuina en cuanto a la reacción del niño a la televisión, deben consultar a un Psiquiatra de niños y adolescentes para que les ayude con el problema.¨ Para lograr el desarrollo positivo de nuestros adolescentes se hace necesario que los padres brinden afecto a sus hijos, que mantengan un diálogo abierto y receptivo, y al mismo tiempo establecer límites conjuntamente con ellos, en las múltiples situaciones que se presentan en diario vivir y convivir. Dr. Solum Donas Consultor OPS/OMS Salud Integral del Adolescente 02 de julio de 1998 Efectos de Violencia en la Televisión Pueden Impactar los Valores Familiares Hace sesenta años, la televisión era vista como una curiosidad desconocida. La televisión era en blanco y negro con figuras fantasmas tan pequeñas que eran muy difíciles de ver. Hoy, esa curiosidad se ha convertido en la compañía de muchos, incluyendo nuestros hijos. La televisión ha reemplazado los documentos escritos. Los programas de televisión reportan las noticias y el clima, nos persuaden para comprar ciertos productos y también nos muestra programas que glorifican la violencia. La televisión ha afectado nuestro sistema familiar de valores tanto positiva como negativamente. La violencia en la televisión ha sido relacionada a la agresividad en el comportamiento de los niños, aunque no está realmente claro cuál es el impacto que tiene la violencia en televisión. Esto se debe a que los niños que son más afectados por la violencia en la televisión son aquellos que ya están en riesgo de comportamiento violento. Otros factores individuales y familiares pueden ser la causa de comportamiento violento. Los niños que son agresivos o tienen una naturaleza agresiva son atraídos y tienden a mirar programas violentos en la televisión. Algunos niños no muestran ningún sentimiento hacia el horror y se convierten en personas insensibles al dolor o sufrimiento de otros. Ellos pueden aceptar gradualmente la violencia como una manera de resolver sus problemas. Ellos pueden imitar la violencia que miran en la televisión y pueden comportarse de manera agresiva y dañina con otros. También pueden convertirse en personas temerosas al mundo que los rodea. Las familias pueden edificar sobre sus fortalezas para convertirse en "inteligentes" miradores de televisión. Aquí tiene algunas sugerencias: 1) ¿Quién realmente importante en la televisión? ¿Cómo son los personajes representados en la televisión? Seleccione una semana y grabe todos los personajes de los programas. Asegúrese de incluir caricaturas. Busque a los héroes, heroínas, y personajes buenos y malos. Describa a los personajes por edad, sexo, raza o antecedentes étnicos. ¿Existen ciertas características que son comunes para los personajes buenos, personajes malos o víctimas? Ayude a sus niños a ver y a hablar acerca de las diferencias que existen. Si queremos que los niños conozcan nuestros valores, ellos necesitan verlos y oírlos, para ayudarles a filtrar y distinguir los mensajes que ven y escuchan en la televisión. 2) La televisión es un negocio para hacer dinero. Mantenga un diario durante una semana sobre los anuncios comerciales en televisión y cómo estos influyen en el televidente. Hable acerca del producto, el mensaje, la manera en que éste luce muy glamoroso y antojadizo. ¿Está el comercial realmente produciendo resultados? Cada actividad puede ayudar a reforzar el sistema de valores de su familia a través de una comunicación abierta que incluye comentarios de cada uno. ¿Tienen los programas violentos publicidad de productos usados regularmente por las familias? Los anuncios nos motivan a usar productos con mas frecuencia. La violencia en la televisión captura nuestra atención y nos mantiene viendo. Los adultos pueden influir positivamente en la manera en que la televisión afecta a los niños proveyendo una guía y fijando límites en los programas de televisión que los niños miran. http://urbanext.illinois.edu/familyworks_sp/values-04.html LOS NIÑOS Y LA VIOLENCIA EN LA TELEVISION Los niños americanos ven televisión por un promedio de tres a cuatro horas diarias. La televisión puede ser una influencia poderosa en el desarrollo de un sistema de valores y en la formación del comportamiento. Desgraciadamente, una gran parte de la programación actual es violenta. Cientos de estudios sobre los efectos de la violencia en la televisión en los niños y los adolescentes han encontrado que los niños pueden: volverse "inmunes" al horror de la violencia; gradualmente aceptar la violencia como un modo de resolver problemas; imitar la violencia que observan en la televisión; identificarse con ciertos caracteres, ya sean víctimas o agresores. Los niños que se exponen excesivamente a la violencia en la televisión tienden a ser más agresivos. Algunas veces, el mirar un sólo programa violento puede aumentar la agresividad. Los niños que miran espectáculos en los que la violencia es muy realista, se repite con frecuencia, o no recibe castigo, son los que más tratarán de imitar lo que ven. El impacto de la violencia en la televisión puede ser evidente de inmediato en el comportamiento del niño o puede surgir años más tarde y la gente joven puede verse afectada aun cuando la atmósfera familiar no muestre tendencias violentas. Esto no indica que la violencia en la televisión es la única fuente de agresividad o de comportamiento violento, pero es un contribuyente significativo. Los padres pueden proteger a los niños de la violencia excesiva en la televisión de la siguiente manera: prestandole atención a los programas que los niños ven en la televisión y mirando algunos con ellos; estableciendo límites a la cantidad de tiempo que pueden estar viendo televisión; señalandoles que aunque el actor no se ha hecho daño ni se ha muerto, tal violencia en la vida real resulta en dolor o en muerte; negandose a dejar que los niños vean programas que se sabe contienen violencia, y cambiando el canal o apagando la televisión cuando se presenta algo ofensivo, explicandoles qué hay de malo en el programa; no dando su aprobación a los episodios violentos frente a sus hijos, enfatizando la creeencia de que tal comportamiento no es la mejor manera de resolver un problema; Contrarrestando la presión que ejercen sus amigos y compañeros de clase, comunicandose con otros padres y poniendose de acuerdo para establecer reglas similares sobre la cantidad de tiempo y el tipo de programa que los niños pueden mirar. Los padres deben de también tomar ciertas medidas para prevenir los efectos dañinos de la televisión en temas tales como los asuntos raciales y los estereotipos sexuales. La cantidad de tiempo que los niños miran televisión, no importa el contenido, debe de ser moderada, ya que impide a los niños el llevar a cabo otras actividades de mayor beneficio, tales como el leer y el jugar con sus amigos. Si los padres tienen dificultades serias estableciendo límites o mucha preocupación sobre cómo su niño está reaccionando a la televisión, ellos deben de ponerse en contacto con un psiquiatra de niños y adolescentes para que los ayude a definir el problema. No. 13 (Revisado 4/98) http://www.familymanagement.com/facts/spanish/apuntes13.html Disfunciones de la Socialización a través de los Medios de Comunicación Por Bernardo Gómez Número 44 Introducción La mayor parte de los teóricos que, a lo largo del último medio siglo, se han ocupado de analizar los efectos de la comunicación de masas, desde Paul Lazarsfeld hasta Mauro Wolf, han llamado la atención sobre el potencial socializador que atesoran los medios, en lo que constituye quizá el resultado más determinante de su actuación. Por socialización hemos de entender la internalización de normas, valores y pautas de conducta sociales por parte del individuo, un proceso que le sirve para relacionarse de manera satisfactoria con el mundo que le rodea, para vivir en sociedad y entender el entramado en el que se halla inmerso. Pese a su trascendencia, este papel de los medios de comunicación es históricamente reciente. En un principio, la familia era el órgano que dirigía y situaba al individuo en una continua adaptación al mundo social y natural. Cuando ésta se quedó sin recursos suficientes frente a una sociedad en progresivo desarrollo y en dilatado aumento de complejidad, la escuela surgió como una segunda institución que hacía posible la socialización. Con el devenir del tiempo y junto a estas dos instituciones, aparecen los medios de comunicación de masas, que van tomando espacios a la escuela, como en su momento hiciera ésta con la familia, provocando una profunda revisión de su trabajo. En palabras de Victoria Camps, Los medios de comunicación [...] son los espacios donde lo público se hace transparente y donde los ciudadanos aprenden los hechos más elementales de la cultura, incluida la cultura democrática: modos de vivir, de comportarse, de relacionarse entre sí, de divertirse, de consumir (Pérez Tornero, 1994, p. 15). Los media son una de las herramientas de conocimiento de la estructura del mundo que tiene a su disposición el individuo en las sociedades contemporáneas. Pero, ¿qué imagen de la sociedad transmiten? Desde luego, una nada inocente. Es un axioma aceptado en comunicación que los medios no se limitan a reflejar la realidad, sino que en buena medida contribuyen a crearla. Podemos decir que existe una realidad que efectivamente es, verídica, y una realidad mediática, que en apariencia es reflejo especular de aquélla, pero que de hecho toma de ella sólo lo que le interesa, refundiéndolo para ofrecerlo a la audiencia de manera simplificada y esquemática. Se trata de una realidad distorsionada, por cuanto es fruto de la selección del emisor y obedece a los cánones ideológicos, sociales, económicos, culturales e incluso religiosos de éste. También es irreal en la medida en que responde a la propia lógica de los media , que priman valores como la actualidad, la espontaneidad o la espectacularidad en su discurso. Es lo que Cebrián de la Serna (1992) define como “modelo de realidad”; en la práctica, hay casi tantos modelos de realidad como medios de comunicación. Quizá el intento más completo de sistematizar el efecto socializador de los mass media –en concreto, de la televisión–, corresponde a la “teoría del cultivo” o “teoría de la cultivación”, desarrollada por el norteamericano George Gerbner (1979, pp. 177-196). El que fuera profesor de la Universidad de Pennsylvania atribuye al medio televisivo y, sobre todo, a los géneros de ficción, un papel fundamental en la construcción de representaciones mentales de la realidad en las sociedades contemporáneas. Cuantas más horas se sumerge un individuo en el mundo de la televisión, mayor es la coincidencia entre la concepción que éste tiene de su entorno y la representación televisiva del mismo, de modo que su idea de lo que le rodea no se ajusta a lo que de hecho es . El modelo de cultivo puede sistematizarse en las siguientes etapas (Wolf, 1994, pp. 97-98): Los espectadores de ficción televisiva observan en pantalla un mundo que difiere por completo del real, no sólo en lo que respecta a los acontecimientos reflejados, edulcorados o violentados según los casos, sino también a la representación de los roles sociales – étnicos, sexuales, profesionales...–, que resultan altamente estereotipados. Los grandes consumidores de televisión, definidos como aquellos que se exponen a sus emisiones durante al menos cuatro horas al día, experimentan un “desplazamiento de realidad”, identificando lo que ven en la pequeña pantalla con lo que les rodea. La naturaleza de los estereotipos presentes en los medios de comunicación es muy amplia. Los más abundantes son los de tipo sexual, que ofrecen una imagen esquemática del hombre y de la mujer, con matices que para aquél son en su mayoría positivos, y para ésta, principalmente negativos. El rol de ama de casa, en inferioridad de condiciones con respecto al marido, continúa siendo mayoritario en la televisión y en la publicidad. Respecto de esta última, Kathleen Reardon (1983) cita tres tácticas fundamentales de anulación de la mujer como actante mediática, todas utilizadas con asiduidad: el descrédito, el aislamiento y el socavamiento. La primera estrategia se observa en aquellos mensajes publicitarios que presentan a los personajes femeninos desempeñando roles característicos del hombre, pero de manera incorrecta. La segunda consiste en segregar a la mujer y situarla en entornos domésticos, al margen de todo lo que no sea el hogar. La tercera táctica se da al presentarla como mero objeto sexual a disposición de su pareja. La situación es tal que, en la 4ª Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Pekín en 1995, la UNESCO se comprometió a defender un equilibrio más equitativo entre los sexos en los medios de comunicación. También abundan –junto a otros de menor incidencia, como los profesionales, los familiares o los regionales–, los estereotipos de carácter étnico. Los medios tienden a presentar de manera simplificada a los individuos que no pertenecen a la raza blanca (afroamericanos, asiáticos, subsaharianos, etcétera), con rasgos no por fuerza negativos, pero siempre maniqueos. Y no es un problema exclusivo de los géneros de ficción: también los espacios informativos difunden a veces caracterizaciones tendenciosas de los sujetos de determinadas etnias, reforzando de manera inconsciente los prejuicios que puedan anidar en la audiencia. Los estereotipos e ncierran una porción de realidad y no son a priori desechables, puesto que ayudan al individuo a desenvolverse en sociedad. El problema es la esquematización, el reduccionismo que comportan, y su difusión generalizada a través de los mass media . Conclusión No se trata, en cualquier caso, de adoptar posturas “apocalípticas” en relación con los efectos de la comunicación de masas. Los medios cumplen un papel socializador importante, pero es justo reconocer que el entorno social (familia, escuela, círculo de amigos) y la propia disposición psicológica de los sujetos receptores actúan como elementos correctores, o dicho de manera más neutral, redefinidores de los mensajes mediáticos. Así parece confirmarse, al menos, en el terreno de la violencia televisiva. El efecto de los media no resulta por lo general determinante en la formación del público infantil o juvenil, aunque es innegable que desempeñan un destacado papel en el proceso de adquisición de conocimientos y valores sociales que el individuo experimenta durante sus primeros años de vida. Para atajar el influjo negativo de la comunicación de masas, la labor fundamental de padres y educadores debe ser la de desterrar la unilateralidad de los mensajes mediáticos, dialogando sobre sus contenidos, discutiéndolos, desmitificándolos en suma. Para ello es necesario, en primer lugar, integrar los medios en el contexto educativo, convirtiendo al alumno en un comunicador –emisor y receptor– inteligente y crítico; y en segundo lugar, dotarlos de contenido educativo adecuado. Referencias: Aguaded Gómez, J. I. (2000). Televisión y telespectadores . Huelva, España: Grupo Comunicar. Allende, V. (1997). Visiones del Islam en los medios de comunicación . Madrid, España: UNED. 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