El Cuerpo En La Histeria - Escuela Freudiana de Buenos Aires

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"El Cuerpo En La Histeria"
(*) Escuela Freudiana De Buenos Aires, 2007
Mariana Davidovich
El tema sobre el que me convocan a hablar, es el cuerpo en la histeria. ¿Hay acaso otro
cuerpo del que podamos hablar? ¿Tiene alguna particularidad respecto al cuerpo en la
neurosis obsesiva? Les pido que me acompañen en lo que Freud fue escuchando cuando sus
histéricas le pidieron que las deje hablar.
La señorita Elisabeth von R. es derivada a Freud en 1892. Esta joven mujer padecía dolores y
caminaba mal. Investigando en detalle sus piernas, Freud evalúa la fuerza motriz y los
reflejos, y concluye que no habría ningún motivo para suponer una afección orgánica. De
hecho, cuando pellizcaba u oprimía la piel y la musculatura de la pierna, la paciente enrojecía
y tenía una expresión más de placer que de dolor. La estimulación afectaba así lo que Freud
denomino una zona histerógena. No hay respuesta médica para el dolor porque se trata de un
cuerpo distinto al cuerpo anatómico. Es ante este límite de la medicina, que Freud decide
avanzar historizando el padecimiento, cuando comenzó y a que significantes se enlazó.
Apuesta a que los dolores de este cuerpo son síntomas en el sentido de verdades
amordazadas; y que entonces el dolor no estaría causado por las inervaciones nerviosas.
El Dr. Freud descubre que las parálisis histéricas no siguen el trazo del cuerpo anatómico.
Freud extrae a la histeria del discurso médico, en la medida en que sus síntomas no
responden a las leyes del sistema nervioso central. La anatomía no explica las
particularidades distintivas de las parálisis histéricas; “la histeria se comporta como si la
anatomía no existiera o como si no la conociera”. Se altera la función de la representación del
brazo o de la pierna, es decir que la lesión funcional Freud la piensa en relación a la imagen
narcisista, lesión de una parte de la imagen. Más aún, Freud interpreta la lesión funcional
como lesión debida al lazo de una representación con otra representación. En ese lazo hay
algo que escapa tanto del saber de la histérica como del médico, por lo cual Freud se desvía
de la clínica de la mirada, y decide escuchar ese saber insabido dando lugar a la palabra.
Así, el anclaje del síntoma corporal está en la palabra. Bajo hipnosis, o mejor, pidiéndole
que asocie, Isabel de R. va agrupando distintas escenas del estar de pie y yacer con el dolor.
Estaba de pie junto a una puerta cuando trajeron a su casa al padre que había tenido un
ataque al corazón; y, aterrorizada ella quedo de pie, plantificada. Al estar de pie, “stehen”, le
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seguían otros recuerdos. Se quedó parada stehen frente al lecho de su hermana muerta, así
los dolores se enlazaban con el estar de pie. La otra cadena asociativa que se abre es al
estar sentada observando la felicidad de su hermana. El ardiente deseo de ser tan feliz como
su hermana, la represión de este pensamiento, de esta idea, le habrían provocado fuertes
dolores. Estas escenas habrían vuelto doloroso el caminar (gehen).
La sensación de desvalimiento, y de no avanzar un paso más, esa representación, ese
profundo dolor psíquico del que no está advertida, muda en dolor corporal. La representación
inconciliable de desear estar con el cuñado, la excitación sexual concomitante se expresa en
lo corporal. Esta es la hipótesis básica de Freud. Impedida la expresión en palabras, se
expresa en el cuerpo. Entonces se escribe esa representación en el cuerpo que es parte del
psiquismo. El cuerpo es pues histerógeno, portador de un texto. Amordazada la palabra,
comienza a hablar el cuerpo. Cuerpo que es parte del psiquismo y por ende es legible en
transferencia. La paciente reprimió la representación erótica de su cc. Y trasmudó su
cantidad al cuerpo. El cuerpo sufre de reminiscencias. En ese cuerpo están representadas
palabras no dichas, recordemos que el cuerpo no es soma, entonces los pensamientos y
deseos eróticos reprimidos, no advertidos por la conciencia, “ahora el queda libre y tú puedes
convertirte en esposa de tu cuñado”, esas representaciones, paralizan sus piernas y le traen
dolor.
Entonces: de que piernas se trata? Freud da cuerpo teórico a lo que no se localiza en el
cuerpo anatómico. Dirá que Isabel expreso en la astasia abasia su impotencia, su no tener
apoyo, su imposibilidad de avanzar un paso mas. El cuerpo de Isabel llevo a este
descubrimiento paso a paso. Amordazada la palabra, comienza a hablar el cuerpo.
Pero entonces el cuerpo del que habla Freud es otro cuerpo que el de la medicina. Es el
cuerpo que describe guiado por la doliente mano de Isabel. Quiero decir que no fue el quien
llego, ni fue ella la que lo guió. Fue su cuerpo, el cuerpo de I. el que los guió a los dos. Freud
vacila, investiga, retrocede, pregunta. Isabel duda, asocia, se entrega a las distintas
propuestas de Freud. Pero es el cuerpo, esas piernas paralizadas, lo que verdaderamente los
guiaba y abría las distintas cadenas asociativas.
Hizo falta entonces la histeria para que el psicoanálisis pudiera teorizar un cuerpo distinto al
biológico. Hagamos un poco de historia para pensar el punto de inflexión que implica pensar al
cuerpo como superficie de escritura.
En “El Fedon” Sócrates es condenado a morir, muerte que para él es significada
esencialmente como la separación de un cuerpo envejecido, mientras que el alma es
inmortal.Desde esa época entonces el alma adquirió dignidad respecto del despojo del
cuerpo, de lo perecedero del cuerpo. Y es Freud, quien al hacer hablar el dolor, restituye al
sujeto la dignidad perdida dividiendo el organismo del cuerpo y uniendo a éste con el alma.
Una vez más, y como en tantos otros temas, Lacan lee la letra de Freud. Esto no implica que
necesariamente coincida, sino que sostiene las preguntas. La pregunta por el cuerpo lo lleva
a la concepción de la cosa gozante, rompiendo con la oposición res cogitans= res extensa.
Recordemos que Descartes cliva la extensión del pensamiento. Antes de Descartes, el ser era
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de Dios, y el sujeto era una emanación del ser de Dios. Concretamente, no nos
pertenecíamos. Descartes le expropia el ser a Dios. En el mundo premoderno el ser se
centralizaba en Dios, en la modernidad el ser es del hombre, aunque Dios es el garante de la
verdad. Entonces, retomemos la oposición res cogitans- res extensa. Todo lo que no piensa
es res extensa; así el cuerpo es res extensa y por lo tanto no piensa. La cosa extensa no tiene
ser. Pero nosotros habíamos dicho que el cuerpo es parte del psiquismo, lo cierto es que es
la operatoria del psicoanálisis la que saca al cuerpo de la extensión situándolo como
pensante. Para nosotros Sujeto, goce y cuerpo son indisolubles, por eso nos resulta difícil ir
hacia atrás y pensar que le quedaba al oscurantismo el cuerpo. Por otro lado, si el cuerpo
fuera sólo res extensa, sería absolutamente lícito cualquier manipulación de la genética o de
la ciencia. Pero escuchando el dolor y el sufrimiento, Freud sitúa al cuerpo como histerógeno,
habitado por el pensamiento y el goce. Freud articula el cuerpo y la res pensante, y Lacan
cruza el pensamiento con el goce. El cuerpo subraya Lacan, es sustancia gozante, que se
constituye cuando se cadaveriza el goce para el goce del Otro. Es el significante el que
produce un desgarro, una hiancia entre cuerpo y goce. El objeto, resto de esa operación, es
en un segundo momento recuperado como plus de goce en la pulsión parcial. Así el yo incluye
en su centro un trozo de real. Liberado de ese goce incestuoso de ser el objeto de goce del
Otro, se podrán recuperar briznas de goce en la escala invertida de la ley del deseo. Pero la
negativa de abandonar ciertos goces incestuosos que no se abandonan fácilmente, detiene,
congela ese goce en síntomas, a la vez que el dolor hace pagar el precio del castigo por
conservar ese mismo goce. Es también el cuerpo de la histérica el que lo lleva a esta
formulación. Isabel por ejemplo, tendría que remover el goce de sostener al padre para poder
desear un hombre.
Quiero subrayar también, que en distintos momentos de su formulación teórica, Lacan
compara el cuerpo de la histérica con el cuerpo del obsesivo. En el Estadio del Espejo el
cuerpo de la histérica muestra la fragmentación y el del obsesivo la totalidad. El uno del
cuerpo se hace con mayor solidez en la neurosis obsesiva. El sujeto histérico en cambio, se
presenta como no teniendo asegurado un lugar en el Otro, y es en relación a esto que tiende a
sentirse fragmentada. Lacan dirá que las líneas de fragilización que definen la anatomía
fantasiosa, se manifiestan en los síntomas de escisión esquizoide o de espasmo de la histeria.
Más adelante, en “La agresividad en psicoanálisis” se repite la comparación y el cuerpo del
obsesivo grafica la totalidad como armadura, como teniendo la estructura de la fortificación al
estilo de Vauban ( muralla de defensa que parece intraspasable)
En “Función y Campo de la Palabra” la histérica aparece mostrando como el objeto a puede
ser portado por el semejante, cuestionando entonces la concepción euclidiana del adentro con
el afuera. Si el objeto a circula allí en el cuerpo del otro, podríamos decir que en la histeria el
cuerpo se ordena, se organiza esencialmente en relación al otro. Sucede que la histérica
ecuacionó deficitariamente en la equivalencia pene-niño, a diferencia del obsesivo que
ecuacionó demasiado. Se trata entonces de un cuerpo inconcluso, inacabado. Es un cuerpo
doliente, erógeno, sintomático, fragmentado, inconcluso, gozante.
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Estas reflexiones le permiten a Lacan construir frases como “eso goza”. Eso goza en el
padecimiento sintomático, eso goza en el desorganizado cuerpo de la histérica, en el cólico,
en la taquicardia, en el rubor, en el gemido, en el espasmo. Se tratará de que el artificio del
dispositivo analítico posibilite que devenga analizable el síntoma, esto es, literalmente “que
intervenga en la conversación”, (así lo menciona Freud en el caso del Hombre de los Lobos).
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