AMPARO DIRECTO EN REVISIÓN 5929/2015 QUEJOSA Y RECURRENTE: **********. PONENTE: MINISTRO JOSÉ RAMÓN COSSÍO DÍAZ SECRETARIA: ROSALBA RODRÍGUEZ MIRELES En atención a lo dispuesto por el artículo 73, segundo párrafo, de la Ley de Amparo, así como la jurisprudencia 53/2014 de rubro: “PROYECTOS DE RESOLUCIÓN DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN Y DE LOS TRIBUNALES COLEGIADOS DE CIRCUITO. SÓLO DEBEN PUBLICARSE AQUELLOS EN LOS QUE SE ANALICE LA CONSTITUCIONALIDAD O LA CONVENCIONALIDAD DE UNA NORMA GENERAL, O BIEN, SE REALICE LA INTERPRETACIÓN DIRECTA DE UN PRECEPTO CONSTITUCIONAL O DE UN TRATADO INTERNACIONAL EN MATERIA DE DERECHOS HUMANOS”. A continuación se hace público el fragmento del proyecto de sentencia, en el cual se realiza el estudio de constitucionalidad respectivo: 58. Como puede observarse, el Tribunal Colegiado de Circuito realizó una interpretación sobre el derecho a la libertad personal y la forma en la cual, desde su perspectiva jurídica, ésta podía afectarse de forma válida. Sin embargo, tal interpretación no se ajustó a los precedentes que sobre el tema ha emitido esta Primera Sala, pues el órgano colegiado para realizar tales afirmaciones -la confesión de la víctima actualizó un delito y ello justificó que se privara de su libertad- no estudió si la detención se dio por flagrancia, caso urgente u orden de aprehensión, supuestos únicos a la luz de la doctrina constitucional que ha desarrollado esta Corte al interpretar el artículo 16 constitucional, que justifican la detención de una persona. 59. En efecto, esta Primera Sala en el amparo directo 14/20111 destacó que “[e]l artículo 16 de la Constitución Federal consagra un régimen general de libertades a favor de la persona, entre las cuales está ―por supuesto― el derecho a la libertad personal”, entendida “como una categoría específica equivalente a la libertad de movimiento o libertad deambulatoria”. 60. Dicho precepto establece de forma limitativa “en qué supuestos el Estado puede generar afectaciones válidas a este derecho y bajo qué condiciones”. En el mismo sentido, se señaló que “el artículo 7.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos prohíbe las afectaciones al derecho a la libertad personal salvo por las condiciones y causas fijadas de antemano por la Constitución”, al establecer literalmente que “[n]adie puede ser privado de su libertad física, salvo por las causas y en las condiciones fijadas de antemano por las Constituciones Políticas de los Estados Partes o por las leyes dictadas conforme a ellas”. 61. En este precedente se señaló también que el propio artículo 16 establece taxativamente los supuestos en los que está autorizada realizar una afectación a la libertad personal, los cuales se reducen a 1 Sentencia de 9 de noviembre de 2011, resuelta por unanimidad de cuatro votos de los señores Ministros Jorge Mario Pardo Rebolledo, José Ramón Cossío Díaz (Ponente), Olga Sánchez Cordero de García Villegas y Presidente Arturo Zaldívar Lelo de Larrea. Ausente el señor Ministro Guillermo I. Ortiz Mayagoitia. “la orden de aprehensión, las detenciones en flagrancia y caso urgente.” De esta manera, se explicó que “[p]or regla general, las detenciones deben estar precedidas por una orden de aprehensión” (énfasis añadido); mientras que las detenciones en “[l]os casos de flagrancia y urgencia son excepcionales”. 62. En este orden de ideas, también se destacó que “es el juez ―por su posición de independencia orgánica y su función de contrapeso con respecto a los demás poderes del Estado― quien mejor puede cumplir con la encomienda de anteponer el respeto de los derechos humanos de los gobernados y dar eficacia a la Constitución Federal”, lo que implica que está llamado a “fungir como un contrapeso, esto es, como un tercero imparcial, capaz de invalidar detenciones contrarias a los derechos recogidos por la Constitución”. 63. De acuerdo con lo anterior, también se enfatizó que si bien la regla general es que las detenciones deben estar precedidas de una orden judicial, esta posibilidad no existe “cuando se actualizan los supuestos excepcionales previstos por el mismo artículo 16 de la Constitución”, como sucede en el supuesto de flagrancia y caso urgente. 64. Así, sobre las detenciones en flagrancia, en el citado amparo directo 14/2011, esta Primera Sala desarrolló los lineamientos constitucionales que deben cumplir las detenciones en flagrancia. Al respecto, se destacó que de la actual redacción del quinto párrafo del artículo 16 constitucional se desprende una definición de lo que es un “delito flagrante”, al señalar con toda claridad que “[c]ualquier persona puede detener al indiciado en el momento en que esté cometiendo un delito o inmediatamente después de haberlo cometido, poniéndolo sin demora a disposición de la autoridad más cercana y ésta con la misma prontitud, a la del Ministerio Público”. 65. Por lo demás, esta Primera Sala constató que esta definición constitucional tiene un sentido “realmente restringido y acotado”, que es consistente con la interpretación que esta Suprema Corte había realizado históricamente sobre este concepto, al determinar que “un delito flagrante se configura cuando (y sólo cuando) se está cometiendo actual y públicamente” y, en consecuencia, “una detención en flagrancia no es aquella en la que se detiene con fundamento en una simple sospecha sobre la posible comisión de un delito”. 66. Así las cosas, se determinó que una detención en flagrancia sólo es válida en alguno de los siguientes supuestos: (i) cuando se observa directamente al autor del delito cometer la acción en ese preciso instante, esto es, en el iter criminis; o (ii) cuando se persigue al autor del delito que se acaba de cometer y existen elementos objetivos que hagan posible identificarlo y corroborar que en el momento inmediato anterior se encontraba cometiendo el delito. 67. Así, esta Primera Sala determinó en el precedente en cuestión que “la policía no tiene facultades para detener ante la sola sospecha de que alguien pudiera estar cometiendo un delito o de que estuviera por cometerlo”, ni “[t]ampoco puede detener para investigar”, precisándose que en el caso de los delitos permanentes, “[s]i la persona no es sorprendida al momento de estar cometiendo el delito o inmediatamente después de ello, no es admisible que la autoridad aprehensora detenga, sorprenda al inculpado y después intente justificar esa acción bajo el argumento de que la persona fue detenida mientras cometía el delito”. En esta línea, se aclaró que “la referencia a una actitud sospechosa, nerviosa o a cualquier motivo relacionado con la apariencia de una persona, no es una causa válida para impulsar una detención amparada bajo el concepto ‘flagrancia’”. 68. Con esta nueva aproximación, esta Suprema Corte distinguió claramente el concepto de delito flagrante, el cual está definido desde la Constitución, de la evidencia que debe existir previamente a que se lleve a cabo la detención sobre la actualización de la flagrancia. Como puede apreciarse, se trata de una distinción fundamental para poder analizar la constitucionalidad de una detención en flagrancia. 69. En este sentido, la función de los jueces no consiste exclusivamente en verificar si la persona detenida efectivamente se encontraba en flagrancia. El escrutinio judicial también debe comprender el análisis de la evidencia que se tenía antes de realizar la detención. Así, la constitucionalidad de una detención en flagrancia no depende exclusivamente de que la persona detenida efectivamente se haya encontrado en flagrancia. También debe examinarse la manera en la que se “descubre” o “conoce” la comisión de un delito flagrante. De esta manera, si no existe evidencia que justifiquen la creencia de que al momento de la detención se estaba cometiendo o se acababa de cometer un delito flagrante, debe decretarse la ilegalidad de la detención. 70. Esta aproximación al problema impide que en retrospectiva se puedan justificar como legítimas detenciones en flagrancia aquéllas que tienen en su origen registros ilegales a personas u objetos o entradas ilegales a domicilios que una vez realizados proporcionan la evidencia de la flagrancia. Con todo, este análisis debe completarse con los supuestos establecidos por esta Primera Sala de lo que se ha denominado “control preventivo”, que eventualmente sí puede llegar a justificar una detención en flagrancia, solo que por las particularidades del caso se estima innecesario abordar dicho estudio. 71. Detención por caso urgente. Respecto a este tema en principio esta Primera Sala al resolver la contradicción de tesis 105/2006-PS2, posteriormente retomadas en el amparo en revisión 135/20113, así como el amparo directo en revisión 2470/20114, sostuvo que del contenido del artículo 16 de la Constitución Federal se desprende que éste faculta –solo- al Ministerio público para que, en dichos supuestos y ante el riesgo fundado de que la persona indiciada se sustraiga de la acción de la justicia y siempre que no se pueda 2 Resuelta en sesión de Primera Sala correspondiente al 15 de noviembre de 2006, bajo la ponencia del Ministro José Ramón Cossío Díaz, por unanimidad de votos. 3 Resuelto en sesión de Primera Sala correspondiente al 6 de febrero de 2013, bajo la ponencia del Ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo, por unanimidad de votos. 4 Resuelto en sesión de Primera Sala correspondiente al 6 de febrero de 2013, bajo la ponencia del Ministro José Ramón Cossío Díaz, por unanimidad de votos. acudir ante la autoridad judicial, por razón de la hora, lugar o circunstancia, ordene su detención, bajo la responsabilidad del órgano investigador. 72. Posteriormente, en el amparo directo en revisión 3506/20145 se destacaron las características ontológicas normativamente previstas en la Constitución Federal, de la detención por caso urgente, determinadas por esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, considerándose que éstas son las siguientes: a) Es una restricción al derecho a la libertad personal; b) Es extraordinaria, pues deriva de condiciones no ordinarias, como el riesgo fundado de que la persona acusada de cometer un delito grave se sustraiga de la acción de la justicia y que por razón de la hora, lugar o circunstancia, el Ministerio Público no pueda ocurrir ante la autoridad judicial a solicitar una orden de aprehensión; c) Es excepcional, pues se aparta de la regla general sobre el control judicial previo dentro del régimen de detenciones. d) Debe estar, siempre, precedida de una orden por parte del Ministerio Público, una vez que se han acreditado los tres requisitos que la autorizan: i) que se trate de un delito grave, ii) que exista riesgo fundado de que el inculpado se fugue y ii) que por razones extraordinarias no sea posible el control judicial previo. 5 Resuelto en sesión de 03 de junio de 2015, por unanimidad de cinco votos, bajo la ponencia del Ministro José Ramón Cossío Díaz. 73. Del mismo modo, se precisó que de las características ontológicas de la detención por caso urgente, destaca que dicha medida implica una excepción al control judicial previo, que es preferente en el régimen de detenciones. Sin embargo, para esta Primera Sala, esta excepción se encuentra razonablemente compensada en la Constitución. En efecto, la caracterización de la detención por caso urgente como una medida restrictiva de la libertad personal, extraordinaria, excepcional y sujeta a la orden previa del Ministerio Público, constituye una garantía normativa que tiene como finalidad salvaguardar el derecho a la libertad personal cuando no existe control judicial previo. 74. En efecto, los requisitos constitucionales a los que está sujeta la detención por caso urgente configuran un control normativo intenso dispuesto por el legislador, que eleva el estándar justificativo para que el Ministerio Público decida ordenar la detención de alguna persona sin control previo por parte de un juez. Por ello, esta Primera Sala considera razonable que el constituyente determinara que el Ministerio Público deba demostrar que los tres requisitos establecidos en el artículo 16 constitucional se actualizan concurrentemente. Asimismo, para que se pueda acreditar que los tres requisitos se actualizan conjuntamente, esta Primera Sala considera que deben existir motivos objetivos y razonables, que el Ministerio Público tiene la carga de aportar para que la existencia de dichos elementos pueda ser corroborada posteriormente por un juez, cuando éste realice el control posterior de la detención, como lo dispone el artículo constitucional analizado. Ahora bien, el tipo de indicio que se requiere para acreditar la existencia de un caso urgente, se determina según el requisito de que se trate. 75. El primer requisito para determinar si se configura el caso urgente, establecido en el artículo 16 constitucional, es que se trate de un delito grave, así calificado por la ley. Para apreciar de qué tipo de delito se trata bastará que el Ministerio Público haga el análisis de la conducta típica, a partir de los elementos de prueba con los que cuente, para que después clasifique el delito, según el código penal y, con ello, esté en condiciones de consultar nuevamente la ley penal para saber cómo se determina la gravedad de los delitos y cuáles son estos. En nuestro país, existen dos métodos distintos, pues algunos códigos establecen un catálogo preciso y previo de delitos graves y otros los definen según el término medio aritmético. 76. El segundo requisito consiste en que exista riesgo fundado de que el indiciado pueda sustraerse a la acción de la justicia. La expresión “fundado” significa que el riesgo de sustracción a la acción de la justicia se encuentre apoyado con motivos y razones, así como con indicios objetivos que sean eficaces para afirmar su existencia. Esto es, el Ministerio Público deberá probar que existían motivos objetivos y razonables para considerar que el implicado podría sustraerse de la acción de la justicia, de no realizarse la detención en dicho momento; sin que sea necesaria la existencia de prueba plena, de que el inculpado puede evadir la acción penal, para que se considere acreditado este requisito. 77. El tercer requisito estriba en que el Ministerio Público no pueda ocurrir ante la autoridad judicial por razón de la hora, lugar o circunstancia. Si bien la norma no precisa por qué el Ministerio Público debe ocurrir preferentemente ante un juez para llevar a cabo una detención, se entiende que ello es para solicitar una orden de aprehensión, lo que tiene aparejado el control judicial previo a la privación de la libertad. 78. Ahora bien, el precepto dispone con claridad los dos primeros motivos que el Ministerio Público puede oponer válidamente para justificar que no le fue posible ocurrir ante un juez: la hora o, bien, el lugar en el que se pretenda ejecutar una detención. Como ejemplo, el primer motivo podría configurarse cuando la detención se pretende ejecutar fuera de los horarios laborales de los juzgados penales y que éstos no hayan dispuesto alguna guardia para las horas posteriores a la jornada laboral ordinaria. En ambos casos, la imposibilidad de que algún juez controle la detención previamente trae aparejada la posibilidad de que el inculpado no sea detenido. En cuanto al segundo motivo, éste podría configurarse en aquellos casos en que, en el lugar en el que se pretende ejecutar una detención no existan jueces con quienes se pueda acudir o, bien, el juzgador se encuentra en diverso lugar cuya lejanía implicaría la imposibilidad de ocurrir ante él oportunamente, lo que conlleva también la posibilidad de que el inculpado no sea detenido. 79. Además de los dos motivos anteriores –la hora y el lugar–, el precepto dispone que el Ministerio Público podría justificar la imposibilidad de acudir ante un juez para solicitar una orden de captura, cuando las “circunstancias” en el momento en que se pretende ejecutar una detención no se lo permitan. 80. Las citadas “circunstancias” se refieren al contexto de modo, tiempo y lugar que configura el momento en que resulta necesario y perentorio llevar a cabo la detención de una persona que se le atribuye haber cometido un delito grave, porque de no hacerlo en esa justa oportunidad la persona podría evadirse de la acción de la justicia. En estos casos, para acreditar la existencia de las circunstancias referidas, el Ministerio Público deberá contar con motivos objetivos y razonables que permitan considerar dichas circunstancias; sin que sea necesaria prueba plena, pero que permitan su corroboración por parte del juzgador que controle la detención con posterioridad. 81. Una vez acreditados concurrentemente los tres requisitos anteriores, el Ministerio Público podrá ordenar la detención de la persona, bajo su más estricta responsabilidad, fundando y expresando los indicios que motiven su decisión. Esto significa que sólo mediante una orden –que constituye una resolución– emitida previamente por el Ministerio Público, que se encuentre debidamente fundada y motivada, podrá ejecutarse la detención posterior de una persona. 82. Ahora bien, debe tenerse presente, que los párrafos quinto y sexto del artículo 16 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y el artículo 7 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos integran un mismo régimen en materia de detenciones. 83. Lo anterior es así, porque el numeral 7.2 del Pacto de San José remite a la legislación de los Estados para que en ésta se determinen las causas y condiciones a partir de las cuales una persona puede ser privada de la libertad y porque en términos de los incisos segundo y tercero del artículo 31 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, para interpretar un instrumento internacional –como ahora se hace– se debe tomar en cuenta el sistema al cual se inscribe, lo que puede hacerse considerando el marco normativo estatal, si este último no es restrictivo de los derechos humanos. Esta orientación tiene particular importancia para el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, que ha avanzado sustancialmente mediante la interpretación evolutiva de los instrumentos internacionales de protección.6 6 Al respecto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos determinó lo siguiente: “Esta Corte ha dicho que ‘al dar interpretación a un tratado no sólo se toman en cuenta los acuerdos e instrumentos formalmente relacionados con éste (inciso segundo del artículo 31 de la Convención de Viena), sino también el sistema dentro del cual se inscribe (inciso tercero del artículo 31)’. Esta orientación tiene particular importancia para el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, que ha avanzado sustancialmente mediante la interpretación evolutiva de los instrumentos internacionales de protección”. Caso Tibi vs Ecuador. Sentencia de 7 de septiembre de 2004 (Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas), párr. 144. La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha hecho este mismo ejercicio, por ejemplo, en materia de tortura (vrg. Casos Tibi vs Ecuador, Bueno Alves vs Argentina), en materia de medidas de protección para menores y adolescentes (Caso Hermanos Gómez Paquillauri vs Perú) y en materia de derechos de los pueblos indígenas (vrg. Casos de la Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni vs Nicaragua, del Pueblo Indígena Kichwa de Sarayaku vs Ecuador y de la Comunidad indígena Yakye Axa vs Paraguay). En el caso de la Comunidad Yakye Axa vs Paraguay, cuya sentencia fue dictada el 17 de junio de 2005, la Corte Interamericana determinó el alcance del artículo 21 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos a la luz de los derechos reconocidos a los pueblos indígenas en la Constitución de Paraguay. Así lo expuso el tribunal regional: “126. En este sentido, esta Corte ha afirmado que al dar interpretación a un tratado no sólo se toman en cuenta los acuerdos e instrumentos formalmente relacionados con éste (inciso segundo del artículo 31 de la Convención de Viena), sino también el sistema dentro del cual se inscribe (inciso tercero del artículo 31 de dicha Convención)”. Y continuó: “127. En el presente caso, al analizar los alcances del citado artículo 21 de la Convención, el Tribunal considera útil y apropiado utilizar otros tratados internacionales distintos a la Convención Americana, tales como el Convenio No. 169 de la OIT, para interpretar sus disposiciones de acuerdo a la evolución del sistema interamericano, habida consideración del desarrollo experimentado en esta materia en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos”. En cuanto a la referencia al derecho interno del Estado, el tribunal internacional expuso que: “138. La Constitución paraguaya reconoce la identidad cultural de los pueblos indígenas y la liga al respectivo hábitat de cada uno de ellos, otorgándoles, además, una serie de derechos específicos, que sirven de base para que este Tribunal defina el alcance del artículo 21 de la Convención […]”. 84. Además, el artículo 1º constitucional dispone que las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con la propia Constitución y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia. Por ello, las normas constitucionales como las convencionales en materia de derechos humanos integran un mismo parámetro normativo que forma parte del orden jurídico interno. 85. En ese sentido, como ya se determinó, los requisitos genéricos establecidos en la Constitución Federal para la detención de una persona en el supuesto de “urgencia”, en relación a la gravedad del delito, este elemento se determina a partir del término medio aritmético de la pena que corresponda al delito que se haya cometido o bien de acuerdo al listado que establece los ilícitos que deben ser considerados graves; con relación al segundo requisito genérico, un supuesto casuístico, no limitativo, para determinar en qué casos existirá “riesgo fundado”, debe considerarse que existirá éste en atención a las circunstancias personales del inculpado, a sus antecedentes penales, a sus posibilidades de ocultarse, a ser sorprendido al tratar de abandonar el ámbito territorial de jurisdicción, de la autoridad que estuviera conociendo del hecho, o, en general, a cualquier indicio que haga presumir fundadamente que puede sustraerse de la acción de la justicia. 86. En cuanto a “las circunstancias personales”, los “antecedentes penales del inculpado” o a “sus posibilidades de ocultarse”, como justificación para considerar de que existe riesgo fundado, esta Primera Sala considera que, en su caso, deberá probarse por parte del Ministerio Público, por medio de pruebas indiciarias, objetivas y razonables que las referidas “circunstancias”, “antecedentes” o “posibilidades”, por sí mismas, son eficaces para acreditar que el imputado o inculpado7 está en posibilidad y tiene la intención de sustraerse de la acción de la justicia. 87. Lo anterior significa que no sólo porque el inculpado se encuentre en determinadas circunstancias personales, tenga antecedentes penales o pueda ocultarse, se puede considerar que ello, como consecuencia indefectible, traerá aparejada la configuración del riesgo fundado; sino que deberá probarse indiciariamente que dichas “circunstancias”, “antecedentes” y “posibilidades” reflejan de manera objetiva y razonable la intención del inculpado de sustraerse de la acción de la justicia y que, además, está en posibilidad de hacerlo. 88. Una vez que fue expuesto por esta Primera Sala el sentido del caso urgente como justificación para llevar a cabo una detención, debe concluirse, que cuando no se cumplen de manera concurrente los tres requisitos genéricos previstos en el artículo 16 constitucional y no existe orden previa emitida por el Ministerio Público, la detención que se llegara a ejecutar deberá calificarse como ilegal, pues resulta contraria no sólo al texto constitucional sino también a los numerales 7.1 y 7.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. 7 Se le denominará de manera indistinta. 89. Ahora bien, esta Primera Sala de la Suprema Corte analizará cuál deberá ser la reparación adecuada en aquellos casos en los que se haya ejecutado una detención ilegal, con motivo de que no se acreditaron los tres elementos genéricos dispuestos en la Constitución Federal que justifican la detención por caso urgente, a partir de una orden previa emitida por el Ministerio Público. 90. Para determinar lo anterior, deberá considerarse el órgano que realiza la detención y el momento en que se lleva a cabo el control de la misma. Aquí existen las siguientes posibilidades: a) Si la policía llevó a cabo motu proprio la detención de una persona sin mandato previo por parte del Ministerio Público en la que justifique el caso urgente, el órgano ministerial deberá calificar la detención como ilegal, una vez que la persona haya sido puesta a su disposición, y deberá ordenar que la persona detenida sea puesta inmediatamente en libertad. Asimismo, el Ministerio Público estará imposibilitado para admitir, considerar y valorar todo elemento de prueba que tenga un vínculo directo o que haya sido producto de la detención ilegal, por tener la calidad de pruebe ilícita. b) Si la detención la realizó la policía por mandato previo del Ministerio Público y éste aprecia que no se acreditan los elementos del caso urgente, deberá actuar en términos del inciso anterior. c) Si la detención fue ilícita, en términos de los dos incisos anteriores, y esta circunstancia no es corregida por el Ministerio Público al momento en que la persona es puesta a su disposición, el juez, al calificar la detención, una vez radicada la consignación hecha por la autoridad ministerial, deberá declararla ilegal y procederá a estudiar si las pruebas existentes tienen algún vínculo u origen con la detención para proceder a su anulación. Una vez hecho ésto, deberá estudiar el impacto en la situación jurídica de la persona detenida al dictar el auto de término constitucional. d) En segunda instancia, si el órgano de apelación aprecia que la detención fue ilegal, la calificará así y anulará las pruebas que tengan vínculo con la detención o cuyo origen se deba a ella. 91. Los razonamientos anteriores dieron origen a la tesis 1a. CCLII/2015 (10a.), sustentada por esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación8, que dice: DETENCIÓN POR CASO URGENTE. REQUISITOS PARA SU VALIDEZ. El artículo 16, párrafo sexto, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, prevé que sólo en casos urgentes, cuando se trate de delito grave así calificado por la ley y ante el riesgo fundado de que el indiciado pueda sustraerse a la acción de la justicia, siempre que no se pueda ocurrir ante la autoridad judicial por razón de la hora, lugar o circunstancia, el Ministerio Público podrá, bajo su responsabilidad, ordenar su detención, fundando y expresando los indicios que motiven su proceder. Ahora bien, de las características ontológicas de la detención por caso urgente, destaca que: a) es una restricción al derecho a la libertad personal; b) es extraordinaria, pues deriva de condiciones no ordinarias, como el riesgo fundado de que la persona acusada de cometer un delito grave se sustraiga a la acción de la justicia y que por razón de la hora, lugar o circunstancia, el Ministerio Público no pueda ocurrir ante la autoridad judicial a solicitar una orden de aprehensión; y, c) es excepcional, pues se aparta de la regla general sobre el control judicial previo dentro del régimen de detenciones. En ese sentido, para que sea válida o legal la detención por caso urgente debe estar precedida de una orden del Ministerio Público, una vez que se han acreditado los tres requisitos que la autorizan: i) que se trate de un delito grave; ii) que exista riesgo fundado de que el inculpado se fugue; y, iii) que por razones extraordinarias no sea posible el control judicial previo. Así, estos requisitos constitucionales a los que está sujeta la detención por caso urgente configuran un control normativo intenso dispuesto por el 8 Publicada en la Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima Época, Libro 21, Agosto de 2015, Tomo I, página 466. Tesis que derivó del Amparo directo en revisión 3506/2014. 3 de junio de 2015. Cinco votos de los Ministros Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, José Ramón Cossío Díaz, Jorge Mario Pardo Rebolledo, Olga Sánchez Cordero de García Villegas y Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena. Los Ministros Zaldívar, Pardo, Sánchez Cordero y Gutiérrez, reservaron su derecho para formular voto concurrente. Ponente: José Ramón Cossío Díaz. Secretaria: Rosalba Rodríguez Mireles. legislador, que eleva el estándar justificativo para que el Ministerio Público decida ordenar la detención de una persona sin control previo por parte de un juez. Por ello, esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación considera razonable que el Constituyente determinara que el Ministerio Público deba demostrar que los tres requisitos establecidos en el artículo 16 constitucional se actualizan concurrentemente. Además, deben existir motivos objetivos y razonables que el Ministerio Público tiene la carga de aportar para que la existencia de dichos elementos pueda corroborarse posteriormente por un juez, cuando éste realice el control posterior de la detención, como lo dispone el artículo constitucional referido. 92. Así, de acuerdo con este vasto marco conceptual, esta Primera Sala estima que el Tribunal Colegiado deberá atender si el planteamiento de la quejosa respecto a la detención de la que se dice fue objeto, está o no comprendida en alguno de los supuestos de excepción previstos en el artículo 16 de la Constitución Federal, para lo cual deberá realizar su razonamiento de un modo compatible con la doctrina que esta Sala ha establecido sobre este concepto constitucional.9 93. Segunda cuestión. ¿Es correcto que el Tribunal Colegiado haya resuelto que las agravantes contenidas en el 350, fracciones I y VII, del Código Penal para el Estado de Coahuila no vulneran el artículo 23 de la Constitución Federal en relación con el principio de non bis in ídem que le deriva? 94. Esta Primera Sala determina que la respuesta a tal cuestionamiento debe responderse en sentido afirmativo. Para comprender mejor por 9 No se soslaya que al inicio del presente estudio se aludió a la orden de aprehensión, como otro supuesto para justificar como constitucional la detención de una persona. Sin embargo, es evidente que este caso, previo a la detención de la quejosa, no existió orden de aprehensión alguna, por lo que se estima innecesario estudiar su parámetro de regularidad constitucional, pues al no existir orden de aprehensión en su contra resulta evidente que forzosamente la detención de ella solo podía justificarse bajo los siguientes dos supuestos constitucionales: flagrancia o caso urgente, cuya doctrina constitucional se desarrolló en párrafos que anteceden. qué se afirma lo anterior, el examen de este rubro se dividirá en dos temas: la interpretación que esta Primera Sala ha efectuado sobre el artículo 23 Constitucional, en relación con el principio non bis in idem que le deriva, y la verificación de esa interpretación realizada por el Tribunal Colegiado al caso concreto. 95. Interpretación del artículo 23 Constitucional, en relación con el principio non bis in ídem que le deriva. Esta primera Sala al resolver el amparo directo en revisión 2104/201510 y en el diverso amparo directo en revisión 3731/201511 sostuvo que la de prohibición de doble juzgamiento o non bis in ídem es una máxima del el derecho penal, que se encuentra consagrada en el texto de la primera parte del artículo 23 Constitucional, que dice: Artículo 23. Ningún juicio criminal deberá tener más de tres instancias. Nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito, ya sea que en el juicio se le absuelva o se le condene. […]. 96. Asimismo, se sostuvo que la esencia normativa de este precepto que consagra el principio non bis in idem, es la de que nadie pueda ser sometido a un proceso más de una vez y, en consecuencia, que tampoco pueda ser doblemente sancionado por los mismos hechos. 97. En las citadas resoluciones se destacó que dicho precepto ha sido interpretado por esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el sentido de que la prohibición de doble juzgamiento recae en los hechos atribuidos que configuran una conducta delictuosa 10 Aprobado por unanimidad de votos en sesión de 2 de septiembre de 2015, bajo la ponencia del Ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo. 11 Resuelto por unanimidad de cuatro votos en sesión de dos de diciembre de dos mil quince, bajo la ponencia del Ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea. concreta y no a la denominación general del delito. Su justificación radica en que una sentencia definitiva obtiene una firmeza tal que permite considerar su estudio como cosa juzgada, es decir, irrebatible, indiscutible, inmodificable ordinariamente por un órgano jurisdiccional y acatable en sus términos. 98. Del mismo modo, el citado principio se encuentra previsto en el artículo 8.4 de la Convención Americana sobre de Derechos Humanos, que establece: Artículo 8. Garantías Judiciales. […] 4. El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por los mismos hechos. […]. 99. Asimismo, se encuentra reconocido en el artículo 14.7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos que dice: Artículo 14. […] 7. Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual haya sido ya condenado o absuelto por una sentencia firme de acuerdo con la ley y el procedimiento penal de cada país. […]. 100. Como puede advertirse, la figura en estudio está dirigida a dotar de seguridad jurídica a todo gobernado frente a la actuación represiva del Estado, pues la circunstancia de que una persona pueda ser procesada o sancionada por segunda ocasión con respecto a un mismo hecho, atenta contra la dignidad humana, la libertad, la presunción de inocencia y, en general, al debido proceso, todo esto derivado del ejercicio excesivo o arbitrario del Estado. 101. De esta forma, la prerrogativa constitucional y convencional en estudio, prohíbe la persecución penal múltiple, es decir, que alguien sea juzgado más de una vez por la misma conducta delictuosa o por los mismos hechos constitutivos de un delito previsto por la ley, por lo que lo importante es que no se haga más de un pronunciamiento en relación con una conducta concreta, ya sea que obtenga una sentencia condenatoria o absolutoria. 102. Lo anterior, constituye un derecho de libertad y de legalidad en favor de todo gobernado la imposibilidad de ser objeto de una persecución estatal doble, o bien, a ser sancionado con la imposición de varias penas por un mismo hecho. Con ello, se tutela el derecho a la seguridad jurídica, que trasciende como principio de la cosa juzgada, por lo que se impide la multiplicidad de juzgamientos y, en consecuencia, de penas por el mismo hecho (un solo juzgamiento, una sola sentencia por un solo delito, así como una sola pena para el inculpado) y que ese derecho también prohíbe que pueda imponerse a una misma conducta una doble penalidad, con lo que se evita que se sancione penalmente más de una vez. 103. Derivado del análisis de los instrumentos jurídicos citados, la doctrina constitucional sostiene que el principio en estudio tiene dos modalidades: 1) Una vertiente sustantiva o material, consistente en que nadie debe ser castigado dos veces por la misma conducta. Con lo que se veda la plural imposición de consecuencias jurídicas sobre una misma infracción; y, 2) La vertiente adjetiva–procesal, que consiste en que nadie debe ser juzgado o procesado dos veces por el mismo hecho, siempre que sobre el mismo haya recaído una sentencia firme, auto de sobreseimiento, o confirmación del no ejercicio de la acción penal definitivo. 104. En la vertiente sustantiva o material estamos frente a la previsión de que a ninguna persona se le pueden imponer dos consecuencias jurídicas respecto de un mismo proceder. 105. Mientras que en la modalidad adjetiva–procesal el principio en estudio prohíbe un segundo procesamiento con relación un mismo delito; es decir, una vez que un gobernado ha sido definitivamente juzgado por un hecho, ya sea que haya sido absuelto o condenado, el principio fundamental en estudio es susceptible de ser vulnerado con la tramitación de un nuevo procedimiento. 106. Esto es, en la primera vertiente, el presupuesto estaría constituido por la identidad de la infracción y la consecuencia por la sanción de contenido punitivo o, en su caso absolución definitiva; en cambio, en la segunda, el presupuesto radicaría no en el delito, sino el hecho, por lo que la consecuencia sería evitar el segundo proceso. Así, se constituye como una protección prejudicial, precisamente para evitar la carga de una segunda tramitación procesal. 107. Se estima aplicable la tesis aislada en materia penal sustentada por esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,12 que dice: NON BIS IN ÍDEM, VIOLACIÓN NO CONFIGURADA AL PRINCIPIO DE. El artículo 23 de la Constitución prohíbe que alguien sea juzgado más de una vez por el mismo hecho, pero ello no significa que si alguien ejecuta una serie de conductas y se le procesa ante un Juez por algunas de ellas y otro es el tribunal que conoce de las restantes, se le esté juzgando dos veces por el mismo hecho. La circunstancia de que las conductas de referencia integren la misma figura ilegal es intrascendente; lo que importa es que no se haga más de un pronunciamiento en relación con una conducta concreta. Imaginando el caso de quien ejecuta una serie de robos y es enjuiciado tan sólo por parte de los mismos por no haberse descubierto los demás, nada impide que una vez acreditados los que permanecían ocultos se le enjuicie, pues tales hechos no fueron materia del pronunciamiento anterior que comprendía únicamente los que con anterioridad habían quedado acreditados. 108. Por otro lado, en las citadas resoluciones se estableció que la doctrina constitucional en torno al derecho fundamental en estudio perfila tres elementos configuradores o también llamados presupuestos de identidad, los cuales, tienen que ser constatados en cada caso a efecto de que pueda operar esta prerrogativa constitucional: a) Identidad del sujeto; b) Identidad en el hecho; e, c) Identidad de fundamento. 109. Con respecto al primer presupuesto de identidad (sujeto), podemos afirmar que como el derecho fundamental en estudio, representa una garantía de seguridad individual, únicamente puede proteger a la 12 Consultable en la Séptima Época del Semanario Judicial de la Federación, Volumen 58, Segunda Parte, pág. 57. persona que perseguida penalmente haya recibido sentencia pasada por la autoridad de cosa juzgada, a fin de que no vuelva a ser perseguida, procesada o sentenciada en otro procedimiento penal que tenga por objeto la imputación por el mismo hecho. Sin duda, se trata de un presupuesto de operatividad necesario que deviene personal e intransferible. 110. Tocante al segundo presupuesto de identidad (hecho), consiste en la identidad fáctica, elemento se refiere a que la persecución penal debe tener como base el mismo comportamiento o delito atribuido a la misma persona. A este elemento, también se le conoce como identidad objetiva. 111. Finalmente, en lo referente al tercer presupuesto de identidad (fundamento), se refiere a la constatación de la existencia de una previa decisión de fondo o definitiva que hubiera puesto fin a la controversia, ya sea absolviendo o condenando a la persona en contra de la cual se pretende realizar una segunda imputación o juzgamiento, o en su caso, que mediante alguna resolución análoga (sobreseimiento o no ejercicio definitivo) se hubiere generado el efecto de inafectabilidad de la situación jurídica establecida a favor del gobernado. 112. Es aplicable al respecto, la tesis aislada en materia penal, sustentada por la Sala Auxiliar de este Alto Tribunal,13 que dice: NON BIS IN ÍDEM. NATURALEZA DEL PRINCIPIO. El artículo 23 Constitucional prohíbe que una persona sea juzgada dos veces por el 13 Consultable en la Séptima Época del Semanario Judicial de la Federación, Volumen 56, Séptima Parte, pág. 39. mismo delito, pero de ninguna manera alude, en forma estricta, al nombre de este delito, sino que se refiere a los hechos materiales o individualizados constitutivos de ese delito, por lo que una primera condena por determinados y concretos hechos que se adecuan a la tipificación de cierto ilícito, no impide otra posterior por diversos hechos pero constitutivos también del mismo tipo. 113. A lo anterior debe agregarse que el fundamento jurídico que describe y sanciona la conducta atribuida al quejoso no debe ser necesariamente el previsto en el mismo cuerpo normativo, pues puede ocurrir que se instruya una causa penal a una misma persona por los mismos hechos, pero en una legislación diversa, correspondiente a otra entidad federativa o en distinto fuero. 114. Es importante destacar que la vulneración al derecho humano sobre la prohibición de doble juzgamiento por los mismos hechos, debe ser analizada oficiosamente por los órganos ministeriales y jurisdiccionales, con independencia de que las propias partes lo hayan hecho valer; examen que además, es procedente en cualquier etapa del proceso, lógicamente incluida la fase de recursos ordinarios e incluso, en sede constitucional de amparo. Esto, al tratarse de una violación directa al artículo 23 Constitucional. 115. Así, podemos concluir que el derecho fundamental en examen es un principio de derecho que respeta la dignidad humana, al prohibir expresamente la doble persecución, procesamiento o juzgamiento de una misma persona con relación a un mismo hecho. Es de carácter personal y absoluto, y se proyecta en todos los sistemas punitivos, exigiendo que el ejercicio el derecho sancionador estatal se realice de manera armónica, sistemática y articulada cuya eventual vulneración es de estudio oficioso y preferente para todos los órganos del Estado. 116. Se estima aplicable por identidad de razón, la tesis aislada en materia constitucional y penal, sustentada por esta Primera Sala,14 que dice: ARTÍCULO 23 CONSTITUCIONAL, VIOLACIÓN DEL. El hecho de que otras personas hayan sido sentenciadas en el proceso del que emana el auto de formal prisión contra el quejoso, no puede considerarse una violación al artículo 23 constitucional, que prohíbe que una persona sea juzgada dos veces por el mismo delito. 117. Con motivo de lo anterior, se considera que fue correcta la interpretación realizada por el Tribunal Colegiado de Circuito referente a que al establecer la posibilidad de que existan en un solo caso de manera simultánea las agravantes previstas en las fracciones I y VII del artículo 350 del Código Penal para el Estado de Coahuila no vulnera el artículo 23 Constitucional relativo al principio non bis in ídem, pues como correctamente lo determinó el citado tribunal, ambas agravantes califican hechos diferentes. 118. Las fracciones I y VII del artículo 350 del Código Penal para el estado de Coahuila, dicen: Artículo 350. CIRCUNSTANCIAS CALIFICATIVAS DE HOMICIDIO Y LESIONES. Se entiende que el homicidio y las lesiones son calificados cuando concurra cualquiera de las circunstancias siguientes: I. RETRIBUCIÓN DADA O PROMETIDA. Cuando se ejecuten por retribución dada o prometida. […] VII. PREMEDITACIÓN, VENTAJA, ALEVOSÍA O TRAICIÓN. Cuando se cometan con premeditación, ventaja, alevosía o traición. 14 Consultable en el Quinta Época del Semanario Judicial de la Federación, tomo LXXXIII, pág. 3196 Hay premeditación, cuando el agente reflexiona serenamente sobre el homicidio o las lesiones que decide cometer. […]. 119. Conforme a tales fracciones el órgano colegiado correctamente desestimó los conceptos de violación de la quejosa, respecto a la inconstitucionalidad de la existencia de forma simultánea de tales agravantes, pues correctamente consideró que la retribución dada y la premeditación para cometer el delito ********** son calificativas distintas que regulan supuestos diferentes. 120. En efecto, el artículo 350 del código en cuestión establece como calificativa agravante cuando el ********** se realice por retribución dada o prometida, esto es, cuando el activo paga a una persona o prometa pagarle para que prive de la vida a otra; en cambio, la premeditación lo que sanciona como calificativa es la reflexión serena o meditación durante cierto lapso de tiempo respecto a la forma de llevar a cabo o realizar el ********** por parte del autor del delito. 121. Por lo que, ambas agravantes tratan supuestos diferentes, ya que una agrava el pago para que otro cometa el delito y, la otra la reflexión serena por parte del autor de cómo cometerlo, pudiendo coexistir ambas pues agrava actos diversos, por lo que no podría considerarse que la inclusión de ambas en las citada norma vulnere el artículo 23 constitucional, de ahí que se considere que la interpretación constitucional que realizó el Tribunal Colegiado sobre ese punto es acertada. 122. Tercera cuestión. ¿La interpretación que llevó a cabo el Tribunal Colegiado del artículo 20 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en relación con el derecho de defensa adecuada, en su vertiente conflicto de interés se ajustó a la doctrina desarrollada por esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nacióna? 123. Como indicó en párrafos que anteceden tal cuestionamiento debe responderse en sentido negativo. Como se recordará, en esencia, la quejosa planteó en la demanda de amparo que se violó su derecho de defensa adecuada, pues se generó un conflicto de intereses al designar ante el fiscal para su defensa al mismo abogado que nombraron a uno de sus coinculpados, quien hizo señalamientos en su contra, con lo cual se trasgredieron las formalidades esenciales del procedimiento. 124. En respuesta a lo anterior, en la sentencia de amparo, el Tribunal Colegiado determinó que en el caso no se actualizaba un conflicto de intereses. Para llegar a dicha conclusión, el órgano colegiado estimó que a pesar de que a la quejosa y su coacusado ********** los asistió en su declaración ministerial la misma defensora de oficio, de sus declaraciones se desprende que ambos aceptaron que existió un acuerdo entre ellos para privar de la vida a **********, pues los dos aceptaron su intervención en el injusto penal que se les atribuyó, haciéndose imputaciones entre sí precisas y directas, sin eludir su propia participación en los hechos. 125. Bajo esas premisas, atento a las consideraciones sostenidas por el Tribunal Colegiado, en suplencia de la deficiencia de la queja, contenida en el artículo 79, fracción III, inciso a), de la Ley de Amparo, esta Primera Sala advierte que la interpretación que llevó a cabo respecto al derecho de defensa adecuada, previsto en el artículo 20 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, no es acorde a la interpretación que esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sostiene al respecto. 126. En efecto, esta Primera Sala considera que para identificar en qué casos se vulnera el derecho de defensa adecuada es necesario: a) se aprecien imputaciones de cargo recíprocas en los coinculpados, sin el ánimo de exonerar su responsabilidad; y b) los coacusados coincidan en manifestar haber participado –aunque en grado distinto-, en la comisión del delito.15 127. Ahora bien, como se mencionó, al resolver el argumento de la quejosa en los cuales alegó que se violó en su perjuicio el derecho de defensa adecuada por conflicto de intereses, el órgano de amparo determinó lo contrario, debido a que estimó que aunque existen 15 Así lo sostuvo esta Primera Sala al resolver por unanimidad de votos el amparo directo en revisión 3044/2012, en sesión de 07 de febrero de 2014. Cabe precisar que en dicho precedente, el Ministro ponente del asunto que nos ocupa, en voto concurrente, disintió de lo señalado por la Sala, en la parte relativa al tema de “conflicto de interés”, señalando en este último lo siguiente: “…a) Sobre el parámetro para determinar la existencia del conflicto de intereses en la defensa. Considero poco claro el criterio empleado por la Sala para analizar lo relativo a si en un caso concreto existió conflicto de intereses en el desarrollo de la defensa de dos coinculpados por parte del mismo abogado. Estimo que la asistencia técnica del defensor en averiguación previa podría partir de la verificación de las circunstancias siguientes: Que se le permita al inculpado y al defensor, siempre que lo soliciten, la entrevista previa; que tengan acceso a las constancias de la investigación y puedan conocer las causas de las que deriva la imputación; que no exista obstáculo para ejercer el derecho de defensa; que se respete la libertad de designación del defensor, aun cuando los detenidos se imputen recíprocamente acusaciones. Sin embargo, los indiciados deberán tener pleno conocimiento de estas circunstancias y aceptar, en estos términos, la representación del mismo defensor; en caso de que solamente exista un defensor público, que sea asignado por la autoridad, el inculpado debe tener pleno conocimiento de la imputación que le está realizando su coinculpado. Pues no se puede soslayar del derecho a la asistencia por defensor técnico por parte del Estado, en caso de que el inculpado no nombre defensor particular. En el entendido de que el detenido podrá declarar siempre que insista en hacerlo, a pesar de tener conocimiento de que solamente puede ser representado por el mismo defensor público que asistió a su coinculpado. De lo contrario la autoridad ministerial deberá realizar todo cuanto esté a su alcance para nombrar un defensor público diferente a los detenidos con intereses opuestos.---…” imputaciones de cargo recíprocas y la quejosa junto con su coacusado coincidieron en que participaron en la comisión del delito no existió conflicto de interés en las declaraciones ministeriales de cinco de septiembre de dos mil cuatro entre ella y su coacusado **********, por lo que no resultó violatorio de derechos humanos que hubiesen sido asistidos por la misma defensora de oficio. 128. De lo anterior, se advierte que la interpretación efectuada por parte del Tribunal Colegiado sobre el alcance del derecho fundamental de defensa adecuada en lo referente al conflicto de intereses, previsto en el artículo 20 de la Constitución Federal, no es compatible con lo que al respecto ha sostenido esta Sala. En ese sentido, es claro que la interpretación aquí establecida debe tener un impacto en la revisión de los planteamientos de legalidad que haga el órgano colegiado. 129. De este modo, con base en las consideraciones anteriores, deben devolverse los autos al Tribunal Colegiado del conocimiento para que éste proceda nuevamente al estudio de legalidad que le corresponde, bajo los lineamientos constitucionales mencionados, a efecto de determinar si se violó el derecho de defensa adecuada por conflicto de intereses en perjuicio de la quejosa. 130. Cuarta cuestión. ¿Realmente la defensa material o técnicamente efectiva forma parte del derecho humano a contar con una defensa adecuada dentro del proceso penal? 131. La respuesta a esta interrogante debe responderse en sentido afirmativo. Como se indicó en párrafos anteriores, esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación advierte que el Tribunal Colegiado fue omiso en examinar los conceptos de violación que formuló la quejosa respecto a que tuvo una inadecuada defensa material o técnica durante el proceso, debido a que manifestó que existió descuido o torpeza por parte de sus defensores [oficiales y particulares] en el proceso penal seguido en su contra y que ello le impidió ofrecer pruebas paran demostrar la veracidad de sus afirmaciones. 132. Lo anterior, obligaba al órgano colegiado a realizar un estudio constitucional sobre al tema de defensa material o técnicamente efectiva oficial y particular como parte del derecho humano de todo procesado de contar con una defensa adecuada, tutelado en el artículo 20, apartado A, fracción IX, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos aplicable al caso, por lo que al no haberlo efectuado así, se procederá a realizar el estudio constitucional correspondiente. 133. El derecho a gozar de una defensa adecuada se encuentra inmerso, a su vez, en el derecho a gozar de un debido proceso y está tutelado en el artículo 20, apartado A, fracción IX de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, previo a la reforma constitucional de dieciocho de junio de dos mil ocho,16 en relación con el numeral 14 de 16 Debe hacerse la precisión de que en la presente ejecutoria, el análisis de constitucionalidad está sujeto al contenido normativo constitucional vigente con anterioridad a la reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación el dieciocho de junio de dos mil ocho, por tratarse de la norma jurídica base del control de constitucionalidad aplicable. Lo anterior porque la sentencia definitiva reclamada en el juicio de amparo directo, del que deriva el recurso de revisión que se resuelve, tiene su origen en un proceso penal instruido de conformidad con las reglas adjetivas que rigen el sistema procesal penal tradicional mixto, anterior al de carácter acusatorio incorporado con motivo de la mencionada reforma. El proceso penal instruido al demandante de amparo, se instruyó por el Juez Tercero de Primera Instancia en Materia Penal del Distrito Judicial de Saltillo, con residencia en Saltillo, Coahuila, quien registró la causa penal bajo el número **********. la propia Carta Magna y el artículo 8.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.17 134. El debido proceso se refiere al conjunto de requisitos que deben observarse en las instancias procesales, con la finalidad de que las personas estén en condiciones de defender adecuadamente sus derechos ante cualquier acto del Estado que pueda afectarlos.18 Se 17 Tales artículos dicen: Artículo 20. En todo proceso de orden penal, el inculpado, la víctima o el ofendido, tendrán las siguientes garantías: A. Del inculpado: IX.- Desde el inicio de su proceso será informado de los derechos que en su favor consigna esta Constitución y tendrá derecho a una defensa adecuada, por sí, por abogado, o por persona de su confianza. Si no quiere o no puede nombrar defensor, después de haber sido requerido para hacerlo, el juez le designará un defensor de oficio. También tendrá derecho a que su defensor comparezca en todos los actos del proceso y éste tendrá obligación de hacerlo cuantas veces se le requiera; y, […] Artículo. 14. […] Nadie podrá ser privado de la libertad o de sus propiedades, posesiones o derechos, sino mediante juicio seguido ante los tribunales previamente establecidos, en el que se cumplan las formalidades esenciales del procedimiento y conforme a las Leyes expedidas con anterioridad al hecho. […] Artículo 8. Garantías Judiciales […] 2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas: […] a) derecho del inculpado de ser asistido gratuitamente por el traductor o intérprete, si no comprende o no habla el idioma del juzgado o tribunal; b) comunicación previa y detallada al inculpado de la acusación formulada; c) concesión al inculpado de tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa; d) derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor de su elección o de comunicarse libre y privadamente con su defensor; e) derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado, remunerado o no según la legislación interna, si el inculpado no se defendiere por sí mismo ni nombrare defensor dentro del plazo establecido por la ley; f) derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y de obtener la comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas que puedan arrojar luz sobre los hechos; g) derecho a no ser obligado a declarar contra si mismo ni a declarar culpable, y h) derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior. 18 Cfr. Corte.I.D.H. Caso del Tribunal Constitucional Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 31 de enero de 2001. Serie C No. 71, párr. 69; y, Caso de Personas Dominicanas y Haitianas Expulsadas Vs. República Dominicana. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 28 de agosto de 2014. Serie C No. 282, párr. 349. Asimismo, al respecto esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la Jurisprudencia 1a./J. 11/2014 (10a.), publicada en la Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima Época, Libro 3, Febrero de 2014, Tomo I, pág. 396, sostuvo los siguiente: compone de diversos requisitos que deben observarse en las instancias procesales y éste se materializa y refleja en: i) un acceso a la justicia no sólo formal sino que reconozca y resuelva los factores de desigualdad real de los justiciables, ii) el desarrollo de un juicio justo, y iii) la resolución de las controversias de forma tal que la decisión adoptada se acerque al mayor nivel de corrección del derecho, es decir que se asegure su solución justa.19 135. En efecto, el derecho a gozar de una defensa adecuada es un componente central del debido proceso que obliga al Estado a tratar al individuo en todo momento como un verdadero sujeto del proceso, en el más amplio sentido de este concepto, y no simplemente como objeto DERECHO AL DEBIDO PROCESO. SU CONTENIDO. Dentro de las garantías del debido proceso existe un "núcleo duro", que debe observarse inexcusablemente en todo procedimiento jurisdiccional, y otro de garantías que son aplicables en los procesos que impliquen un ejercicio de la potestad punitiva del Estado. Así, en cuanto al "núcleo duro", las garantías del debido proceso que aplican a cualquier procedimiento de naturaleza jurisdiccional son las que esta Suprema Corte de Justicia de la Nación ha identificado como formalidades esenciales del procedimiento, cuyo conjunto integra la "garantía de audiencia", las cuales permiten que los gobernados ejerzan sus defensas antes de que las autoridades modifiquen su esfera jurídica definitivamente. Al respecto, el Tribunal en Pleno de esta Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la jurisprudencia P./J. 47/95, publicada en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo II, diciembre de 1995, página 133, de rubro: "FORMALIDADES ESENCIALES DEL PROCEDIMIENTO. SON LAS QUE GARANTIZAN UNA ADECUADA Y OPORTUNA DEFENSA PREVIA AL ACTO PRIVATIVO.", sostuvo que las formalidades esenciales del procedimiento son: (i) la notificación del inicio del procedimiento; (ii) la oportunidad de ofrecer y desahogar las pruebas en que se finque la defensa; (iii) la oportunidad de alegar; y, (iv) una resolución que dirima las cuestiones debatidas y cuya impugnación ha sido considerada por esta Primera Sala como parte de esta formalidad. Ahora bien, el otro núcleo es identificado comúnmente con el elenco de garantías mínimo que debe tener toda persona cuya esfera jurídica pretenda modificarse mediante la actividad punitiva del Estado, como ocurre, por ejemplo, con el derecho penal, migratorio, fiscal o administrativo, en donde se exigirá que se hagan compatibles las garantías con la materia específica del asunto. Por tanto, dentro de esta categoría de garantías del debido proceso, se identifican dos especies: la primera, que corresponde a todas las personas independientemente de su condición, nacionalidad, género, edad, etcétera, dentro de las que están, por ejemplo, el derecho a contar con un abogado, a no declarar contra sí mismo o a conocer la causa del procedimiento sancionatorio; y la segunda, que es la combinación del elenco mínimo de garantías con el derecho de igualdad ante la ley, y que protege a aquellas personas que pueden encontrarse en una situación de desventaja frente al ordenamiento jurídico, por pertenecer a algún grupo vulnerable, por ejemplo, el derecho a la notificación y asistencia consular, el derecho a contar con un traductor o intérprete, el derecho de las niñas y los niños a que su detención sea notificada a quienes ejerzan su patria potestad y tutela, entre otras de igual naturaleza. 19 Cfr. Corte. I.D.H Caso Ruano Torres y otros Vs. El Salvador. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 05 de octubre de 2015. Serie C No. 303, párr. 151. del mismo.20 Esto cobra especial relevancia tratándose del proceso penal, debido a los bienes jurídicos que se encuentran inmersos, como lo es la libertad del gobernado, por lo que esta Suprema Corte de Justicia de la Nación en su jurisprudencia le ha proporcionado matiz especial y diferenciado en tratándose de otras materias. 136. Esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se ha pronunciado en diversos precedentes de manera exhaustiva sobre el alcance de la obligación de las autoridades del Estado sobre el respeto, la protección y la forma a garantizar el derecho a contar con una defensa adecuada como parte del derecho humano a un debido proceso del que debe gozar toda persona sujeta a un procedimiento penal. Se ha destacado que para tener un real y efectivo acceso a la justicia dentro de un proceso penal es necesario cumplir, entre otros requisitos, con el derecho a contar con una defensa adecuada durante el mismo, lo cual implica que la persona a quien se le imputa la comisión de un delito tenga acceso a los medios necesarios, tanto materiales como técnicos para definir e implementar una estrategia de defensa.21 137. En efecto, se ha sostenido que para garantizar la defensa adecuada del inculpado, es necesario que esa defensa esté representada por una persona con licenciatura en derecho, para que cuente con la capacidad técnica para asesorar y apreciar lo que jurídicamente le es conveniente 20 Cfr. Corte.I.D.H. Caso Barreto Leiva Vs. Venezuela. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 17 de noviembre de 2009. Serie C No. 206, párr. 29, y Cfr. Caso Ruano Torres y otros Vs. El Salvador. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 05 de octubre de 2015. Serie C No. 303, párr. 151. 21 Amparo directo 47/2011, resuelto en sesión de 28 de noviembre de 2012, bajo la ponencia del Ministro José Ramón Cossío Díaz. Secretario: Julio Veredín Sena Velázquez. al inculpado, características que no se satisfacen con la sola asistencia de una persona de confianza, de ahí que esta Alta Corte hubiese establecido que es necesario que dicha defensa recaiga en un profesionista en derecho. 138. Del mismo modo, se ha destacado que la defensa adecuada no es una mera formalidad mero requisito formal, sino que requiere la participación efectiva del imputado y su defensa en el procedimiento. Por ello, la persona detenida puede ejercer el derecho a defenderse desde que es puesto a disposición del ministerio público y durante la etapa del procedimiento penal, contando desde ese momento con el derecho a que su defensa, entendida como asesoría legal, esté presente físicamente y en posibilidad de brindarle una asesoría efectiva. 139. Al respecto es aplicable la Jurisprudencia 1a./J. 26/2015 (10a.), sustentada por esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,22 que dice: DEFENSA ADECUADA EN MATERIA PENAL. LA FORMA DE GARANTIZAR EL EJERCICIO EFICAZ DE ESTE DERECHO HUMANO SE ACTUALIZA CUANDO EL IMPUTADO, EN TODAS LAS ETAPAS PROCEDIMENTALES EN LAS QUE INTERVIENE, CUENTA CON LA ASISTENCIA JURÍDICA DE UN DEFENSOR QUE ES PROFESIONISTA EN DERECHO. Conforme al parámetro de control de regularidad constitucional, que deriva de la reforma al artículo 1o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 10 de junio de 2011, que se configura por la observancia y aplicación de las normas constitucionales y de fuente internacional en materia de derechos humanos, así como la directriz de interpretación pro personae; el artículo 20, apartado A, fracción IX, del referido ordenamiento constitucional, texto anterior a la reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación el 18 de junio de 22 Publicada en la Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima Época, Libro 18, Mayo de 2015, Tomo I, pág. 240. 2008, debe interpretarse armónicamente con los numerales 8.2, incisos d) y e), de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y 14.3, incisos b) y d), del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, así como el criterio contenido en la tesis aislada P. XII/2014 (10a.) (*), emitida por el Tribunal Pleno de esta Suprema Corte de Justicia de la Nación, de rubro: "DEFENSA ADECUADA DEL INCULPADO EN UN PROCESO PENAL. SE GARANTIZA CUANDO LA PROPORCIONA UNA PERSONA CON CONOCIMIENTOS TÉCNICOS EN DERECHO, SUFICIENTES PARA ACTUAR DILIGENTEMENTE CON EL FIN DE PROTEGER LAS GARANTÍAS PROCESALES DEL ACUSADO Y EVITAR QUE SUS DERECHOS SE VEAN LESIONADOS.", y la propia doctrina de interpretación constitucional generada por esta Primera Sala. Lo anterior, para establecer que el ejercicio eficaz y forma de garantizar el derecho humano de defensa adecuada en materia penal implica que el imputado (lato sensu), a fin de garantizar que cuente con una defensa técnica adecuada, debe ser asistido jurídicamente, en todas las etapas procedimentales en las que intervenga, por un defensor que tenga el carácter de profesional en derecho (abogado particular o defensor público); incluso, de ser posible, desde el momento en que acontezca su detención. La exigencia de una defensa técnica encuentra justificación al requerirse de una persona que tenga la capacidad técnica para asesorar y apreciar lo que jurídicamente es conveniente para el imputado, a fin de otorgar una real y efectiva asistencia legal que le permita estar posibilidad de hacer frente a la imputación formulada en su contra. Lo cual no se satisface si la asistencia es proporcionada por cualquier otra persona que no reúna la citada característica, a pesar de ser de la confianza del referido imputado.23 140. Esta asistencia legal, en sentido amplio, se relaciona con los derechos reconocidos en los instrumentos internacionales de derechos 23 Amparo directo en revisión 1519/2013. 26 de junio de 2013. Mayoría de cuatro votos de los Ministros Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, José Ramón Cossío Díaz, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y Olga Sánchez Cordero de García Villegas. Disidente: Jorge Mario Pardo Rebolledo, quien formuló voto particular. Ponente: José Ramón Cossío Díaz. Secretario: Julio Veredín Sena Velázquez. - - -Amparo directo en revisión 1520/2013. 26 de junio de 2013. Mayoría de cuatro votos de los Ministros Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, José Ramón Cossío Díaz, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y Olga Sánchez Cordero de García Villegas. Disidente: Jorge Mario Pardo Rebolledo, quien formuló voto particular. Ponente: Arturo Zaldívar Lelo de Larrea. Secretaria: Carmina Cortés Rodríguez. - - - Amparo directo en revisión 2809/2012. 28 de agosto de 2013. Mayoría de cuatro votos de los Ministros Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, José Ramón Cossío Díaz, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y Olga Sánchez Cordero de García Villegas. Disidente: Jorge Mario Pardo Rebolledo, quien formuló voto particular. Ponente: Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena. Secretario: José Alberto Mosqueda Velázquez. - - - Amparo directo en revisión 449/2012. 28 de agosto de 2013. Mayoría de cuatro votos de los Ministros Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, José Ramón Cossío Díaz, quien formuló voto concurrente, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y Olga Sánchez Cordero de García Villegas. Disidente: Jorge Mario Pardo Rebolledo, quien formuló voto particular. Ponente: Jorge Mario Pardo Rebolledo. Secretario: José Díaz de León Cruz. - - - Amparo directo en revisión 3535/2012. 28 de agosto de 2013. Mayoría de cuatro votos de los Ministros Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, José Ramón Cossío Díaz, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y Olga Sánchez Cordero de García Villegas. Disidente: Jorge Mario Pardo Rebolledo, quien formuló voto particular. Ponente: Arturo Zaldívar Lelo de Larrea. Secretaria: Carmina Cortés Rodríguez. humanos: el derecho a la tutela judicial, el derecho a un recurso efectivo y el derecho a la igualdad. Este conjunto de derechos tiene por objeto garantizar el acceso a un órgano jurisdiccional predeterminado, independiente e imparcial que decida, basándose en el derecho, en un proceso que respete las garantías procesales, en un sistema que las prevea y donde el acceso sea garantizado a todas las personas, sin distinciones que no puedan ser justificadas con argumentos objetivos y razonables.24 141. Así, se ha concluido que la defensa adecuada tiene dos aspectos: el formal y el material. El primero consiste, en esencia, en no impedirle al inculpado el ejercicio de ese derecho, como sucede por ejemplo, entre otros, con la garantía de contar con la asistencia legal de un licenciado en derecho, y el segundo, respecto de la asistencia efectiva a través del defensor (presencia física y ayuda efectiva). 142. La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha sostenido que el derecho a la defensa se proyecta en dos facetas dentro del proceso penal: por un lado, a través de los propios actos del inculpado, siendo su exponente central la posibilidad de rendir una declaración libre sobre los hechos que se le atribuyen y, por el otro, por medio de la defensa técnica, ejercida por un profesional del Derecho, quien cumple la función de asesorar al investigado sobre sus deberes y derechos, así como el de ejecutar, entre otras cuestiones, un control crítico y de legalidad en la producción de pruebas.25 24 Amparo directo 47/2011, resuelto en sesión de 28 de noviembre de 2012, bajo la ponencia del Ministro José Ramón Cossío Díaz. Secretario Julio Veredín Sena Velázquez. 25 Cfr. Caso Ruano Torres y otros Vs. El Salvador. párr 153. 143. En efecto, el ejercicio efectivo del derecho humano de defensa adecuada, exige de una intervención activa del defensor y no solamente presencial. De esta forma, debe comprenderse que si desde el inicio del proceso penal el inculpado debe contar con la asistencia efectiva del asesor legal, esto es con la finalidad de garantizarle una defensa adecuada, sin que haya razón alguna para que esa efectividad de la defensa se disminuya o reduzca durante el juicio, a lo largo de todas sus etapas procedimentales. 144. Al respecto es ilustrativa la tesis 1a. XVII/2016 (10a.), sustentada por esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,26 que dice: DEFENSA ADECUADA EN MATERIA PENAL. ANTE LA AUSENCIA DEL DEFENSOR PARTICULAR, ESTE DERECHO HUMANO DEBE GARANTIZARSE POR EL JUEZ DE LA CAUSA CON LA DESIGNACIÓN DE UN DEFENSOR PÚBLICO QUE ASISTA JURÍDICAMENTE AL PROCESADO. La garantía del derecho humano de defensa adecuada se satisface siempre que en los actos que constituyen el proceso penal en que intervenga, el imputado cuente con la asistencia jurídica de un profesional en derecho; es por eso que el juez que instruye la causa penal debe designar defensor público en caso de ausencia de defensor particular que lo había venido representando. En el entendido de que en la prerrogativa de defensa adecuada, el defensor tiene que cumplir con las condiciones necesarias para que el imputado sea asistido jurídicamente; por lo tanto, resulta necesaria tanto la Publicada en la Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima Época, Libro 26, Enero de 2016, Tomo II, pág. 963. Amparo directo en revisión 94/2014. 3 de septiembre de 2014. Cinco votos de los Ministros Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, José Ramón Cossío Díaz, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, Olga Sánchez Cordero de García Villegas y Jorge Mario Pardo Rebolledo. Ponente: José Ramón Cossío Díaz. Secretario: Julio Veredín Sena Velázquez. Amparo directo en revisión 3250/2013. 24 de septiembre de 2014. Cinco votos de los Ministros Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, José Ramón Cossío Díaz, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, Olga Sánchez Cordero de García Villegas, quien reservó su derecho para formular voto concurrente, y Jorge Mario Pardo Rebolledo. Ponente: Arturo Zaldívar Lelo de Larrea. Secretario: Javier Mijangos y González. 26 presencia física del defensor, como que realice actos jurídicos efectivos, en todas las diligencias en que aquél intervenga directamente. 145. El derecho a contar con una defensa no puede limitarse a los aspectos meramente procesales o de trámite, sino que requiere que se implementen todas aquellas medidas y gestiones necesarias para garantizar que el imputado ha tenido en su defensor a una persona capacitada para demostrar jurídicamente su inocencia, o bien, cualquier otro aspecto sustancial que le pudiera resultar benéfico, como lo sería la reducción de la pena. 146. El solo nombramiento de un letrado en derecho para que asuma la defensa de un imputado, no satisface ni efectiviza, por sí mismo, el derecho a gozar de una defensa adecuada, para ello es menester que el letrado además de estar presente físicamente en las diligencias correspondientes, se encuentre en posibilidad de brindarle una asesoría material o técnicamente efectiva, por lo que para estar en aptitud de sostener que existe una verdadera defensa adecuada, se debe valorar y tomar en cuenta la efectividad de éste, y no solo considerarse satisfecha con la presencia física de quien sea designado como defensor. 147. La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que el solo nombramiento de un abogado para cumplir con una formalidad procesal, equivaldría a no contar con defensa material o técnica, por lo que es imperante que el defensor actúe de manera diligente para proteger las garantías procesales del acusado y evitar así que sus derechos se vean lesionados.27 148. Por su parte, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en su jurisprudencia ha desarrollado una doctrina garantista del derecho a una defensa adecuada otorgándole un contenido material. Desde el caso Artico vs Italia28 sostuvo que el Convenio Europeo no está destinado a garantizar derechos teóricos o ilusorios, sino derechos prácticos y efectivos, esto es, que se permita a las partes acceder a ellos, requiriendo para ello una defensa materialmente y técnicamente efectiva. 149. Derivado del estudio anterior, es factible afirmar que como parte del derecho a gozar de una defensa adecuada se encuentra comprendido que el defensor tenga una actuación diligente y eficaz, esto es, una verdadera intervención material o técnica, dirigida no solo a asegurar el respeto de los derechos del acusado, sino también a que las decisiones proferidas en el curso del proceso penal se encuentren ajustadas al derecho y a la justicia, pues no debe soslayarse que en gran medida el que otros derechos se materialicen, dependerá de la efectividad de la defensa. 150. Por ejemplo, en el supuesto de que una decisión sea adversa a los intereses de su defendido, el defensor debe utilizar todos los medios de defensa instituidos, para estar en aptitud de garantizar una defensa 27 Cfr. Corte I.D.H., Cabrera García y Montiel Flores Vs. México. Sentencia de 26 de noviembre de 2010. Serie C No. 220, párr. 155; y, Caso Ruano Torres y otros Vs. El Salvador. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 05 de octubre de 2015. Serie C No. 303, párr. 157. 28 TEDH. “Artico v. Italy”, Sentencia de 13 de mayo de 1980. materialmente o técnicamente efectiva a favor de aquél,29 de lo contrario no tendría sentido alguno, que el inculpado tenga derecho a gozar de un recurso efectivo, si finalmente su defensa omite interponerlo. 151. Una vez que ha quedado establecido que la defensa material o técnicamente efectiva es parte del derecho humano a contar con una defensa adecuada dentro del proceso penal, esto nos conduce a cuestionarnos si en aras de garantizar ese derecho ¿el juzgador debe 29 Inclusive, en el nuevo sistema de justicia penal existe un capítulo especial dirigido a regular las funciones del defensor dentro del procedimiento penal. En el artículo 117 del Código Nacional de Procedimientos Penales, se establecen una serie de directrices específicas que deben seguir los defensores, con la finalidad de garantizar que la defensa del imputado sea materialmente efectiva. Tal numeral dispone: Artículo 117. Obligaciones del Defensor Son obligaciones del Defensor: I. Entrevistar al imputado para conocer directamente su versión de los hechos que motivan la investigación, a fin de ofrecer los datos y medios de prueba pertinentes que sean necesarios para llevar a cabo una adecuada defensa; II. Asesorar al imputado sobre la naturaleza y las consecuencias jurídicas de los hechos punibles que se le atribuyen; III. Comparecer y asistir jurídicamente al imputado en el momento en que rinda su declaración, así como en cualquier diligencia o audiencia que establezca la ley; IV. Analizar las constancias que obren en la carpeta de investigación, a fin de contar con mayores elementos para la defensa; V. Comunicarse directa y personalmente con el imputado, cuando lo estime conveniente, siempre y cuando esto no altere el desarrollo normal de las audiencias; VI. Recabar y ofrecer los medios de prueba necesarios para la defensa; VII. Presentar los argumentos y datos de prueba que desvirtúen la existencia del hecho que la ley señala como delito, o aquellos que permitan hacer valer la procedencia de alguna causal de inimputabilidad, sobreseimiento o excluyente de responsabilidad a favor del imputado y la prescripción de la acción penal o cualquier otra causal legal que sea en beneficio del imputado; VIII. Solicitar el no ejercicio de la acción penal; IX. Ofrecer los datos o medios de prueba en la audiencia correspondientes y promover la exclusión de los ofrecidos por el Ministerio Público o la víctima u ofendido cuando no se ajusten a la ley; X. Promover a favor del imputado la aplicación de mecanismos alternativos de solución de controversias o formas anticipadas de terminación del proceso penal, de conformidad con las disposiciones aplicables; XI. Participar en la audiencia de juicio, en la que podrá exponer sus alegatos de apertura, desahogar las pruebas ofrecidas, controvertir las de los otros intervinientes, hacer las objeciones que procedan y formular sus alegatos finales; XII. Mantener informado al imputado sobre el desarrollo y seguimiento del procedimiento o juicio; XIII. En los casos en que proceda, formular solicitudes de procedimientos especiales; XIV. Guardar el secreto profesional en el desempeño de sus funciones; XV. Interponer los recursos e incidentes en términos de este Código y de la legislación aplicable y, en su caso, promover el juicio de Amparo; XVI. Informar a los imputados y a sus familiares la situación jurídica en que se encuentre su defensa, y XVII. Las demás que señalen las leyes. evaluar en todos los supuestos si la persona sometida a proceso penal gozó de una adecuada defensa material o técnica, sin importar si ésta recayó en un defensor particular u oficial? La respuesta a esta interrogante es negativa. 152. Esta Primera Sala Suprema Corte de Justicia de la Nación sobre el tema específico [defensa material o técnica] ha sostenido, sin realizar diferenciación alguna entre defensa privada u oficial, que el derecho a contar con una defensa material, no puede llegar al extremo de evaluar los métodos de defensa empleados por el defensor o su pericia, pues la obligación del Juez de asegurarse de que se satisfacen las condiciones que posibilitan la defensa adecuada, no implica que deba evaluar la forma en que se conduce el defensor. 153. De igual modo, que el juzgador no puede evaluar los métodos que el defensor emplea para logar el cometido de la representación, es decir, verificar que éste efectivamente llevará a cabo una estrategia más afín a los intereses de los coinculpados, porque el determinar lo anterior, implicaría excederse de la obligación del Juez de vigilar que en el proceso se garantice una defensa adecuada, pues cualquier deficiencia al respecto en todo caso sería materia de responsabilidad profesional del defensor. 154. Lo anterior se sostuvo en las sentencias que dieron origen a la Jurisprudencia 1a./J. 12/2012 (9a.), de esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,30 del rubro: 30 Publicada en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, Libro X, Julio de 2012, Tomo 1, pág. 433. Del mismo modo, recientemente dicho criterio se sostuvo en las sentencias emitidas por mayoría en los DEFENSA ADECUADA. FORMA EN QUE EL JUEZ DE LA CAUSA GARANTIZA SU VIGENCIA. La garantía individual de defensa adecuada contenida en el artículo 20, apartado A, fracción V, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (en su texto anterior a la reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación el 18 de junio de 2008) entraña una prohibición para el Estado consistente en no entorpecer el ejercicio del derecho de defensa del gobernado y un deber de actuar, en el sentido de informarle el nombre de su acusador, los datos que obren en la causa, brindarle la oportunidad de nombrar un defensor, no impedirle que se entreviste de manera previa y en privado con él y, en general, no impedir u obstaculizar el ejercicio de las cargas procesales que le corresponden dentro del proceso penal para desvirtuar la acusación del Ministerio Público. Así, para proteger la citada garantía es necesario que la labor de quien funja como defensor sea eficaz, pues aquélla no puede concebirse como un mero requisito formal, sino que debe permitir una instrumentación real para tener oportunidades de descargo que, básicamente, permitan al imputado una efectiva participación en el proceso. Ahora bien, el juez de la causa garantiza la posibilidad de defensa al permitir que se den todas las condiciones necesarias para que el inculpado sea debidamente asistido, tanto formal como materialmente, de manera que si en los hechos no puede calificar su adecuada defensa -en razón de la forma en que se conduce el defensor respectivo-, ello no significa que el juez de la causa viole la garantía en cuestión, pues el control de la correcta o incorrecta actitud procesal del defensor, del debido ejercicio de las cargas procesales, así como de su pericia jurídica, sólo podrían ser materia de responsabilidad profesional, en términos de las leyes administrativas o penales, y según se trate de un defensor de oficio o particular. Esto es, el juez respeta la garantía de defensa adecuada: (i) al no obstruir en su materialización (como ocurre cuando niega el derecho a una entrevista previa y en privado o interfiere y obstaculiza la participación efectiva del asesor) y (ii) al tener que asegurarse, con todos los medios legales a su alcance, que se satisfacen las condiciones que posibilitan la defensa adecuada, sin que ello signifique que esté en condiciones de revisar la forma en que los defensores efectivamente logran su cometido, pues ello excedería las facultades que tiene a su cargo para vigilar que en el proceso se garantice una defensa adecuada. amparos directos en revisión 3844/2013 bajo la ponencia del Ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena el 10 de junio de 2015 y en el 1732/2016 bajo la ponencia de la Ministra Norma Lucía Piña Hernández fallado el 06 de julio de 2016. 155. Sin embargo, un nuevo paradigma constitucional conduce a esta Primera Sala a separarse parcialmente de las consideraciones expuestas en la citada jurisprudencia, tratándose específicamente de aquellos supuestos en los cuales la defensa del inculpado recayó en un letrado oficial. No así, cuando ésta se llevó a cabo por un abogado particular o privado designado por el propio imputado. 156. En efecto, cuando la defensa del inculpado recayó en un letrado privado, el órgano judicial no puede ni debe supervisar su actuación, es decir, si existió una verdadera pasividad o falta de pericia profesional por parte de éste. Lo anterior es así, porque a diferencia de lo que acontece con la elección del letrado de oficio, en los defensores particulares su nombramiento y asistencia es de libre designación, por lo que se parte del presupuesto de que existe una previa relación de confianza por parte del imputado con el profesional que él decidió nombrar para asumir la defensa de sus intereses en el procedimiento penal seguido en su contra. 157. Por lo que, tocante a la defensa particular o privada, son otros los mecanismos jurídicos con los que, de ser el caso, contará el imputado para exigirle responsabilidad por su falta de pericia, pues ello se traduciría, de ser el caso, en responsabilidad profesional del defensor.31 De ahí que se sostenga que si bien el derecho a contar con una defensa material o técnicamente efectiva forma parte del derecho humano a gozar de una defensa adecuada, el juez no puede evaluar los métodos empleados por el letrado privado o su eficacia técnica, 31 De manera similar se ha pronunciado el Tribunal Constitucional Español en la sentencia STC 91/1994, de 21 de marzo de 1994. porque implicaría que el juzgador intervenga más allá de su función en la voluntad del imputado, quien decidió de manera libre optar y designar a un abogado particular, por lo que será el propio imputado quien asuma las consecuencias del nombramiento que él realizó. 158. Caso contrario acontece con el defensor oficial, pues además de que la relación de confianza antes descrita es prácticamente inexistente o nula, por lo menos de forma inicial durante el procedimiento penal, su nombramiento no obedece a un acto de libre voluntad o consentimiento por parte del inculpado, sino que deriva, la mayoría de las veces, de su falta de capacidad económica para elegir un abogado particular que lo represente, pues ante la ausencia de medios necesarios para contratar un letrado particular, se ve obligado a designar uno de oficio, o bien, el propio juzgador ante la ausencia de designación le nombra uno. 159. Tal designación deriva de un imperativo constitucional y convencional previsto, respectivamente, en el artículo 20, apartado A, fracción IX, de la Constitución y en el numeral 8.2, inciso e), de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, por lo que, como otros derechos dentro del procedimiento penal, para que sea garantizado y efectivizado debe ser susceptible de protección, en la medida de lo posible, por parte del juzgador. 160. En efecto, de los citados numerales se obtiene que si el imputado no quiere o no puede designar un letrado que lo defienda durante el proceso penal, el Estado representado por el Juez o Ministerio Público de acuerdo a la etapa correspondiente, tendrá la obligación de asignarle uno, por conducto de la Defensoría Pública, sea Federal o de alguna Entidad Federativa, según sea el caso. Por lo que el Estado a través del órgano jurisdiccional correspondiente deberá extremar las medidas necesarias para que el derecho de defensa no sea meramente formal, sino que éste se materialice de una forma efectiva a favor del inculpado. 161. El órgano jurisdiccional debe velar por evitar la vulneración de ese derecho en perjuicio del justiciable durante el proceso penal que designó un letrado de oficio, no bastando para tutelarlo la sola designación de un letrado en derecho, pues, se insiste, su realización efectiva requiere proporcionar una asistencia letrada real y operativa por parte del defensor que ha sido designado por el Estado para velar por los intereses del imputado. 162. Esto se traduce en una obligación especial de cuidar que los derechos de los ciudadanos a defenderse de una forma material o técnicamente efectiva no se vean disminuidos, al no tener opción de elegir un letrado en derecho de su confianza, por lo que en estos supuestos el juzgador se encuentra constreñido a velar la actuación del letrado de oficio, como parte del derecho de todo procesado de gozar de una defensa adecuada, comprendido, a su vez, en el derecho a un debido proceso. 163. La Corte Interamericana de Derechos Humanos en el Caso Ruano Torres y otros Vs. El Salvador,32 en donde una de las 32 Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 05 de octubre de 2015. Serie C No. 303. alegaciones principales fue que la defensa técnica provista por el Estado no actuó de una manera eficiente, sostuvo que en tratándose del defensor de oficio el solo designarlo y con ello cumplir con una formalidad procesal prevista en la Convención equivaldría a no contar con defensa técnica, por lo que estimó que era imperante que el letrado oficial actuara de manera diligente con el fin de proteger las garantías procesales del acusado, para evitar que sus derechos se vean lesionados.33 164. Para tal fin, refirió que era necesario que la institución de la defensa pública, como medio a través del cual el Estado garantiza el derecho irrenunciable de todo inculpado de delito de ser asistido por un defensor, sea dotada de garantías suficientes para su actuación eficiente y en igualdad de armas con el poder persecutorio. La Corte Interamericana sostuvo que para cumplir con este cometido el Estado debe adoptar todas las medidas adecuadas.34 Entre ellas, contar con defensores idóneos y capacitados que puedan actuar con autonomía funcional. 165. Por su parte, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en su jurisprudencia, como se indicó, ha dotado de un contenido material a la defensa adecuada tratándose de defensores de oficio, que supera al del simple nombramiento de un abogado, para lo cual ha destacado que las autoridades están obligadas a intervenir cuando la asistencia 33 34 Cfr. Caso Cabrera García y Montiel Flores Vs. México, supra, párr. 155. Cfr. Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez Vs. Ecuador, supra, párr. 159, y Caso Cabrera García y Montiel Flores Vs. México, supra, párr. 155. jurídica proporcionada por el defensor de oficio es manifiestamente ineficaz, destacándose, entre otras, las sentencias siguientes: En Daud vs Portugal35 el citado Tribunal encontró la existencia de una violación procesal debido a que el demandante tuvo una defensa inadecuada, pues su primer abogado no tomó medida alguna para su defensa y el segundo le fue asignado sólo con tres días de anterioridad al inicio del juicio. En Czekalla vs Portugal36 determinó que el hecho de que el abogado de oficio del demandante hubiese interpuesto una apelación sin explicar en qué forma se violaron o aplicaron mal los preceptos jurídicos, constituía una violación al derecho de defensa. Para el Tribunal Europeo la falta de cumplimiento de un simple requisito formal, para el supuesto examinado, era un “fallo manifiesto” que ameritaba una intervención positiva de las autoridades competentes. El tribunal sostuvo que los Estados no eran responsables de cualquier deficiencia o error en la conducción de la defensa de oficio, sin embargo, precisó que bajo ciertas circunstancias, una deficiencia para cumplir con una condición puramente formal, no puede considerarse como una estrategia de defensa o imprudencia ante la falta de argumentación. Lo anterior, refirió, para los supuestos en los cuales, como resultado de esa negligencia al acusado se le privó de la oportunidad de que el recurso fuese llevado al tribunal superior. En el caso Falcao Dos Santos vs Portugal37 el Tribunal Europeo determinó que hubo violación a los derechos del demandante, porque el abogado de oficio permaneció en TEDH, “Daud v. Portugal”, Sentencia de 21 de abril de 1998, parr. 39 y ss. TEDH, “Czekalla v. Portugal”, Sentencia de 10 de octubre de 2003, parr. 68 y ss. 37 TEDH, “Falcao dos Santos v. Portugal”, Sentencia de 3 de julio de 2012, parr.42-49. 35 36 silencio durante el proceso, sin contrainterrogar a los testigos de cargo, lo cual cobró relevancia debido a los reiterados señalamientos del demandante acerca de la falta de efectividad de su abogado. El citado tribunal concluyó que las autoridades no garantizaron la “asistencia legal” efectiva en virtud de que ésta no se satisface con el simple “nombramiento” de un abogado. 166. Lo antes expuesto nos lleva a la conclusión de que cuando la defensa recaiga en un defensor de oficio, el juzgador debe evaluar su actuación y verificar si la persona sometida al proceso penal gozó de una adecuada defensa material o técnica. De lo contrario, carecería de sentido la obligación del Estado de ofrecer dicha defensa al inculpado, si no se le garantiza que la persona que el mismo Estado le ha designado tiene los conocimientos y capacidad necesarios para defenderlo efectivamente. 167. Como se ha destacado, el derecho de defensa adecuada debe comprender un carácter de defensa eficaz y oportuna, realizada por gente verdaderamente capacitada, que permita fortalecer la defensa conforme a los intereses del inculpado y no como un simple medio o requisito formal con la finalidad de cumplir con un imperativo constitucional o convencional. Una defensa aparente, solo para darle legitimidad al proceso o para validar actuaciones por la presencia del defensor de oficio, es violatorio del derecho a contar con una defensa material o técnicamente efectiva previsto en artículo 20, apartado A, fracción IX, de la Constitución y en el numeral 8.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. 168. Ahora bien, es importante precisar que no toda deficiencia o error en la conducción de la defensa del letrado de oficio, de facto, implica una vulneración al derecho a gozar dentro del proceso penal de una defensa material o técnicamente efectiva.38 Una discrepancia no sustancial con la estrategia de defensa o el resultado desfavorable del proceso penal respecto a los intereses del inculpado [que haya sido condenado], no será, por sí misma, razón suficiente para afirmar que se vulneró el derecho en cuestión, sino que deberá comprobarse o demostrarse una negligencia inexcusable o una falla manifiesta.39 169. Para ello, es menester que concurran una serie de circunstancias que permitan establecer que la defensa de oficio incurrió en verdaderas omisiones o fallas graves que hicieron evidente que al inculpado no se le brindó un patrocinio efectivo. Por lo que, el juzgador tendrá que verificar, además, si lo anterior constituyó una negligencia inexcusable en el ejercicio de la defensa que tuvo o puede tener un efecto decisivo en contra de los intereses del imputado. 38 En similar sentido y haciendo referencia al TEDH se pronunció la Corte Interamericana de Derechos Humanos en la citada resolución de Ruano Torres y Otros vs. El Salvador, en donde además enfatizó lo expuesto por la Asamblea General de la OEA en el sentido de que la Asamblea General del citado organismo de que México es parte, ha instado a los Estados a que “adopten acciones tendientes a que los defensores públicos oficiales cuenten con presupuesto adecuado y gocen de independencia, autonomía funcional, financiera y/o presupuestaria y técnica”. A criterio de la Asamblea General tales medidas son apropiadas para garantizar “un servicio público eficiente, libre de injerencias y controles indebidos por parte de otros poderes del Estado que afecten su autonomía funcional y cuyo mandato sea el interés de su defendido o defendida” [Resolución AG/RES. 2801 (XLIII-O/13), Hacia la autonomía de la defensa pública oficial como garantía de acceso a la justicia, 5 de junio de 2013, párr. 4; Resolución AG/RES. 2821 (XLIV-O/14), Hacia la autonomía y fortalecimiento de la Defensa Pública Oficial como garantía de acceso a la justicia, 10 de junio de 2014, párr. 5. Véase también, Resolución AG/RES. 2656 (XLI-O/11), Garantías para el acceso a la justica. El rol de los de los defensores públicos oficiales, 7 de junio de 2011, párr. 4; Resolución AG/RES. 2714 (XLII-O/12), Defensa pública oficial como garantía de acceso a la justicia de las personas en condiciones de vulnerabilidad, 4 de junio de 2012, párr. 4.]. 39 Corte IDH, Caso Ruano Torres y otros Vs. El Salvador. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 05 de octubre de 2015. Serie C No. 303, párr. 164 y 166. 170. Lo anterior, nos conduce a cuestionarnos cuáles serán esas circunstancias a evaluar o parámetros a seguir por parte de los Tribunales Colegiados en un juicio de amparo directo y que a su vez les permitan establecer si se vulneró o no en perjuicio del quejoso su derecho a contar con una defensa material o técnicamente efectiva en el proceso penal del que deriva el acto reclamado. Esta Primera Sala se considera que los pasos a seguir son los siguientes: 171. En primer lugar, el Tribunal Colegiado deberá verificar que las deficiencias o fallas en la defensa de oficio no sean imputables al quejoso, esto es, que no sean el resultado de su intención de evadir el proceso y la administración de justicia, sino que se debieron a causas ajenas a su voluntad. Un criterio orientador que permite dilucidar de que no se está en ese supuesto, es cuando el inculpado manifestó constantemente ante el juez del proceso penal su inconformidad con el defensor oficial que le fue designado, debido a la falta de actividad de éste, llegando a solicitar, incluso, su cambio. 172. En segundo lugar, el órgano colegiado deberá evaluar que las fallas o deficiencias en la defensa oficial no sean, desde ningún punto de vista, consecuencia de la estrategia planteada por el defensor de oficio con la finalidad de favorecer los intereses de su representado, pues al ser licenciado en derecho se le reconoce un amplio margen de libertad para ejercer sus funciones. Sin embargo, a pesar de ese libre ejercicio y desarrollo de su función, lo que se intenta evitar con la verificación de este factor, es que la figura del defensor oficial se vuelva una mera cuestión formal o decorativa sin carácter efectivo o material alguno a favor de los intereses del inculpado.40 173. Un criterio orientador que permite verificar lo anterior, es por ejemplo que la ausencia parte del letrado oficial hayan afectado de manera manifiesta y notoria otros derechos del imputado, en particular, los que forman parte sustancial del debido proceso penal. Para ello, el tribunal colegiado deberá cerciorarse, por ejemplo, si en la causa penal aconteció lo siguiente: El defensor no desplegó una mínima actividad probatoria, a pesar de la manifiesta existencia de pruebas de cargo legalmente obtenidas contra su defendido. Que en las diligencias correspondientes el abogado de oficio permaneció en silencio durante todo el proceso, o bien, que el propio inculpado no emita versión alguna de los hechos que le son imputados, sin que ese silencio implicara de forma evidente una estrategia de defensa, sino una omisión real por parte del letrado. Lo anterior acontece, por ejemplo, cuando el letrado omite interrogar o contrainterrogar a los testigos de cargo durante todo el juicio, a pesar de ser evidente las imputaciones realizadas contra su defendido. Falta de interposición de recursos legalmente procedentes en detrimento de los derechos del inculpado. Abandono total de la defensa o ausencia constante en las diligencias que tengan impacto en el proceso penal.41 40 De manera similar se ha pronunciado la Corte Constitucional de Colombia, entre otras, en las sentencias C127/11 de 02 de marzo de 2011, T- 395/10 de 24 de mayo de 2010, C-069/09 de 10 de febrero de 2009 y C212/07 de 21 de marzo de 2007. 174. Esta Primera Sala, como ya se indicó, no soslaya que cada abogado es autónomo en el diseño de la defensa a seguir a favor del inculpado, conforme al caso sometido a su conocimiento, pues el mismo puede presentar diversas estrategias metodológicas. Por lo que, el silencio o la inactividad del inculpado o su defensor puede ser interpretado como una estrategia legítima de defensa a favor de los intereses del primero, derivada de una táctica defensiva ponderada y examinada cuidadosamente por el propio defensor de oficio, máxime si conforme al principio de presunción de inocencia, es al Estado a quien, a través del Ministerio Público, le corresponde demostrar el delito y la responsabilidad plena del inculpado.42 41 La Corte Interamericana de Derechos Humanos en el citado caso Ruano Torres y otros Vs. El Salvador, para evaluar los puntos anteriores, citó diversos casos resueltos por Colombia, Argentina y Costa Rica, en donde los tribunales nacionales han identificado una serie de supuestos no exhaustivos que son indicativos de una vulneración del derecho a la defensa y, en razón de su entidad, han dado lugar como consecuencia la anulación de los respectivos procesos o la revocación de sentencias proferidas: a) No desplegar una mínima actividad probatoria. b) Inactividad argumentativa a favor de los intereses del imputado. c) Carencia de conocimiento técnico jurídico del proceso penal. d) Falta de interposición de recursos en detrimento de los derechos del imputado. e) Indebida fundamentación de los recursos interpuestos. f) Abandono de la defensa. 42 Al respecto es ilustrativa la Jurisprudencia 1a./J. 26/2014 (10a.), sustentada por esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, publicada en la Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima Época, Libro 5, Abril de 2014, Tomo I, pág. 476, que dice: PRESUNCIÓN DE INOCENCIA COMO ESTÁNDAR DE PRUEBA. La presunción de inocencia es un derecho que puede calificarse de "poliédrico", en el sentido de que tiene múltiples manifestaciones o vertientes relacionadas con garantías encaminadas a regular distintos aspectos del proceso penal. Una de esas vertientes se manifiesta como "estándar de prueba" o "regla de juicio", en la medida en que este derecho establece una norma que ordena a los jueces la absolución de los inculpados cuando durante el proceso no se hayan aportado pruebas de cargo suficientes para acreditar la existencia del delito y la responsabilidad de la persona; mandato que es aplicable al momento de la valoración de la prueba. Dicho de forma más precisa, la presunción de inocencia como estándar de prueba o regla de juicio comporta dos normas: la que establece las condiciones que tiene que satisfacer la prueba de cargo para considerar que es suficiente para condenar; y una regla de carga de la prueba, entendida como la norma que establece a cuál de las partes perjudica el hecho de que no se satisfaga el estándar de prueba, conforme a la cual se ordena absolver al imputado cuando no se satisfaga dicho estándar para condenar. 175. El derecho a guardar silencio lejos de ser una restricción del derecho a la defensa o del debido proceso, constituye una garantía del inculpado prevista en el artículo 20, apartado A, fracción II de la Constitución Federal y el numeral 8.2, inciso g), de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la cual debe interpretase, para el punto que nos ocupa, en el sentido de que aquél no podrá ser obligado a declarar ya sea para autoincriminarse, para exponer su versión defensiva de los hechos que le son imputados o para que su defensa exponga los argumentos o las pruebas sobre las cuales sustentará o se centrará su defensa. 176. Por tanto, si bien el silencio o la nula actividad probatoria por parte de la defensa puede ser interpretada como una estrategia legítima de éste a favor de los intereses de su coinculpado. Sin embargo, es importante que el tribunal examine cuidadosamente que lo anterior no obedeció al descuido, apatía o desinterés evidente por parte del letrado de oficio en realizar una defensa material o técnicamente efectiva a favor de los intereses de su defendido. 177. Lo anterior no debe entenderse en el sentido de que el Tribunal Colegiado debe examinar, por ejemplo, si las promociones o los recursos presentados por el defensor de oficio estuvieron lo suficientemente fundados o motivados, pues no debe olvidarse que a diferencia de otros países, en el proceso penal mexicano [en primera y segunda instancia], así como en el juicio de amparo, existe la figura de la suplencia de la queja deficiente a favor del inculpado, que de suyo implica que si existen fallas de esa naturaleza, el juzgador se encuentra obligado a subsanarlas de serle benéficas al reo. 178. Del mismo modo, tampoco debe interpretarse en el sentido de que el Tribunal Colegiado debe estudiar, en aras de verificar si se vulneró el derecho a contar con una defensa material o técnicamente efectiva [no aspectos de fondo del acto reclamado], si las pruebas ofertadas fueron suficientes o conducentes para demostrar la versión de la defensa, o bien, si el interrogatorio o contrainterrogatorio de la defensa en las diligencias respectivas fue lo suficientemente eficaz, pues implicaría valorar aspectos ajenos al arbitrio del juez y que trastocarían el principio de imparcialidad judicial. 179. Se trata de evaluar cuestiones de hecho más que de fondo, por ejemplo, ausencia absoluta de pruebas sin justificación alguna, lo cual es diferente a estudiar su contenido o conducencia en aras de beneficiar la versión del inculpado; o bien, ausencia absoluta de la interposición de recursos, lo que es diverso a examinar la fundamentación y motivación de éste, pues entonces el juez lejos de ser el rector del proceso, se convertiría en el defensor del inculpado, lo cual es jurídicamente inadmisible. 180. En tercer lugar, el Tribunal Colegiado deberá evaluar si la falta de defensa material o técnica impactó o no en el sentido del fallo, pues podría acontecer, por ejemplo, que a pesar de que existieron fallas u omisiones evidentes y graves en la defensa, el inculpado es absuelto del delito que le fue imputado. 181. Lo antes expuesto, permite sostener que el criterio para definir si existió o no violación al derecho a contar dentro del proceso penal con una defensa material o técnicamente efectiva, debe analizarse y evaluarse tomando en consideración caso por caso, pues el ámbito de protección de ese derecho no consiste en examinar de forma aislada una actuación o el contenido de un diligencia en particular en la que intervino el defensor o dejó de hacerlo. 182. Se trata de estudiar detalladamente el caso entendido como un todo, pues la vulneración al derecho que nos ocupa solo es determinable a partir de la evaluación de un conjunto de circunstancias que rodean al caso concreto, por ser ésta la forma de medir las verdaderas consecuencias jurídicas de una afectación de esta magnitud, lo anterior para que esto no entre en conflicto con otros derechos como el de pronta y oportuna impartición de justicia, o bien, afecte de manera indiscriminada los derechos de la parte contraria. 183. Por tanto, serán la suma de todas las circunstancias antes expuestas las que deberá evaluar el Tribunal Colegiado cuando en un juicio de amparo directo le sea alegado por parte del quejoso que se vulneró en su perjuicio el derecho a contar con una defensa material o técnicamente efectiva. Por lo que, de encontrarse que sí se vulneró el citado derecho en perjuicio del peticionario de amparo y que además ello tuvo un impacto en el fallo, el Tribunal Colegiado deberá ordenar la reposición del procedimiento a partir de la diligencia inmediatamente anterior de donde surgió la vulneración al citado derecho. 184. Finalmente, es importante precisar que de considerarse que durante el procedimiento penal el juzgador advierte algunas de las citadas fallas o deficiencias, en estos supuestos el juez deberá informar al inculpado de tal circunstancia, por lo menos hasta antes del cierre de instrucción, con la finalidad de preguntarle si a pesar de las fallas u omisiones detectadas, desea continuar con su mismo defensor de oficio. 185. Si el inculpado decide cambiar el abogado de oficio, el juzgador deberá ordenar que se le designe un nuevo letrado, previo informe a la autoridad respectiva [defensoría pública], informándole de las fallas del letrado oficial y las razones de su cambio, para que ésta actúe según corresponda. Al efectuarse el cambio, deberá otorgarse al inculpado y su defensa el tiempo suficiente y necesario para subsanar las fallas o deficiencias que se hubieran presentado, atendiendo a las circunstancias del caso concreto, previa vista al inculpado y a su nueva defensa, con la finalidad de que éstos manifiesten lo que estimen conducente y así evitar que el derecho a contar con una defensa adecuada se vea nuevamente vulnerado. 186. Ahora bien, si el inculpado insiste en seguir con el mismo defensor oficial, el juzgador deberá informarle detalladamente, en presencia de su abogado, de las posibles consecuencias de su decisión, así como que éstas, al tenor de lo expuesto en el primer punto, se considerará como una deficiencia o falla en la defensa material o técnicamente efectiva imputable a él, no así al órgano jurisdiccional, dado que él fue debidamente informado de la situación y aun así aceptó sus consecuencias. De todo lo anterior, deberá dejarse constancia en el expediente, con las firmas de las partes que intervinieron en la diligencia.