En camisa de once varas / Héctor Horacio Hernández. -- 7a. Ed. --

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EN CAMISA DE ONCE VARAS
POR
HECTOR H. HERNANDEZ
PRESBITERO
Todo mundo debe leer e.ta obrita: estamos seguros
d" que sacarÁn provecho.
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EN CAMISA DE ONCE VARAS
POR
HECTOR H. HERNANDEZ
PRESBITERO
Todo mundo debe leer e.ta obrita: estamos seguros
de que sacarán provecho.
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NO ES PROlOGO
Tal,¡)cz me preguntes,
lector allngo, la
razón de un título tan' raro para la presente
obrita . .l/e de decirte que tal curiosidad
drás satisfacerla
110
po-
sin que la hayas leído: en-
tonees verás quz"énesson los que <se meten en
camisa de once varas.>
ProcÚra propagarla
con el mayor celo,
pues con la gracia de Dios ha de aclarar muchas ideas y disiPar muchas dudas.
Ya puedes empezar.
Que te haga buen
Iwoz1echo.
EL AUTOR
PARA CONSERVAR LA SALUD del alma lo mejor es
tomar cada seis meses una o vàrias suscripcione a
LA PRENSA, de Bogotá.
LA FELIC1DAD y EL BUEN HUMOR se conservan o
se recuperan leyendo LA PRENSA.
Vale $ 0,25 la luscripción
APOSTOLADO
DE LA PRENSA
BOGOTA--APARTADO
,
292
EL TITANIC
Pocos hechos en los últimos siglos han
conmovido más hondamente al mundo entero
que el naufragio del famoso TitallÙ. Eran las
diez· de la noche del catorce de abril de mil
novecientos doce. El monstruo de los mares
tenía 270 metros de longitud'y 28 de ancho,
la que equivale a decir que abarcaba tres
manzanas'y media; cra su desplazamiento de
45,000 tonelada~; su costo 10.000,000 de dólares; su capacidad de 2,500 pasajeros cómodamente alojados. Campeaban en él artísticos
jardines, un lago artificial, esplén~dos salones
y almacenes, un teatro y servicio perfecto de
alumbrado eléctrico y de coches, todo rebosante de lujo y llevado sobre las ondas por poderosísima maquinaria.
Llevaba 325 pasajeros de 1~ clase: 285 de
2l.l; 710 de 3~ y cosa de 800 tripulantes.
Iban
allí acaudalados de la talla de Isidoro Strauss
(50 millones), Alfredo G. Vanderbildt (75 millones), George \Videner (50 millones), Benja-
-
2-
min Guehenhein (98 mi!lones), y por encima
de estes, Juan Jacobo Astor, con 400 millones; todos estos capitales en oro.
Tambien formaban parte de los pasajeros tres sacerdotes cat6licos, el Gerente de la
Cornpafiia duefia del Titanic, varios periodistas, sabios y damas notables y,en fin, una
banda de musicos,
~Puede darse un cuadro mas completo de
la grandeza humana, desafiando sobre el movible elemento la omnipotencia del Criador?
En otro tiempo, cuando los descendientes de Noe petrificaron su soberbia en la torre
de Ba bel, bast6le a Dios para castigarlos en
su osadia confundir su lenguaje.
~Que hara en el siglo XX ante la ciencia,
las artes, la industria y la riquezas coligadas?
Dejara a los hombres que tom en todas
sus precauciones, y porencima de ellas, en el
momenta fijado par su Justicia, hara de ese
palacio flotaute 10 que un nino con la pompa
de jab6n que aprieta entre su mano.
En la manana de apuel dia el' vapor Niagara encontr6 una montana de hielo que rodab a sobre las aguas. El Capitan calcu16 su
longitud de 100 millas y dio aviso del peligro
a todas partes valiendose de radiotelegramas.
Mas aquella mole, empujada por un soplo de
-
3-
DiQs, seguía dócilmente hácia el lugar del desaHoentre el Señor y sus criaturas.
Son las diez y veinte minutos de la noche.
Riela la luna sobre el mar tranquilo y las
estrellas se bañan en su fondo.
Acaba de terminar un magnífico concierto en el Titanic y parte de los pasajeros duermen sin figurarse que ya la muerte cuenta los
postreros latidos de su corazón. Algo sublime,
horriblemente trágico, se prepara, y angustioso presentimiento embarga los ánimos y entumece las alas del huracán.
Escúchase un golpe seco, apágase con él
la luz eléctrica y el buque queda a obscuras.
Tal es su trepidación, que se diría que el Tt'ta1ll'C tiembla de miedo.
Súbito pavor cunde
por todos los corazones, y aunque la luz se
restablece a fuerza de acumuladores, vuelve
pronto a apagarse y ya la consternación es indescriptible.
Los telegrafistas Philips y Bride piden
auxilio incesantemente hasta que a las 12 Y
22 transmiten
este último telegrama recibido
en Halifax.
«Trabajan todas las bombas, pero perdemos espacio firme por momentos. EstáIl ya
en el agua los botes de salvamento, ocupados
por mujeres y nif'íQ!).Adiós. >
-4-
Entre tanto la gigantesca nave va bajando lentamente a su sepultura. Cada cual lucha
desesperado por salvar su vida, mas la oficialidad y los tripulantes cumplen sin contemplaciones su deber y gritan sin cesar: «jA los botes las mujeres y lo~ niños!>
Se oye horrible desconcierto de lamentos,
frases de desesperación, exclamaciones de súplica y oraciones en diferentes idiomas. Los
tres sacerdotes católicos van de un extremo a
otro, ya repartiendo absoluciones, ya escuchando blasfemias.
A medida que el buque se consume, el espacio seco se reduce y empieza entonces la
más horrible de las tragedias y la más grandiosa manifestación dé la nobleza y el heroísmo a que llegan los corazones humanos en
momentos de supremo sacrificio.
El archimillonario' Astor resuelve en ese
instante conquistar otra clase de riquezas, las
. del cielo, premio de su ábnegación en salvar
a los demás. Un ruso lleva en sus brazos a
una mujer y a un niño, ruega a los oficiales
que se los embarqueD, besa agradecido la
mano de sus bienhechores y mudo y resignado sube a esperar la muerte. Un niño inglés
rehusa salvarse sin S\,l padre, y no pudiéndose
desprenderle de su cuello, el Capitán los embarca ambos en un bote.
-5-
Cuando los marineros tratan de desalentarse, oyen de su Capitán las palabras de Wellington: «¡Muchachos! ¿Que van a decir de
nosotros en Inglatera?» Y Wilde, el 29 Jefe,
al soltar el último bote, grita al contramaestre: «¡A tu valor encomiendo esa gente! ¡Adiós,
Billy!» Un momento antes dice un oficial a la
señora del millonario Strauss: -« iSeñora! es
preciso partir.» -«¡Nunca!
contesta ella. Yo
no abandono a mi marido.» H.eplica el oficial:
-«Hay puesto para los dos.}) Strauss rehusa
mientras haya una sola mujer a quien salvar;
se lucha por desprenderle a su esposa, mas
ésta resiste y muere al fin abrazada a su marido.
Allá, en la más alto de la cubierta, plateadas sus sotanas por la luna, descubierta la.
cabeza, de pie como Moisés a orillas del Mar
Rojo, y extendidas las manos en actitud de
bendecir los botes que se geparan, contémplanse tres sacerdotes catÓlicos: están en el
ofertorio del sacrificio. Es entonces cuando
cerca de ellos los músicos del Titanic empiezan a tocar el himno «¡Más cerca de Tí, Dios
mío!» Y el eco de sus notas va a despedir a
los que se alejan embarcados en los botes,
arrulla en el sueño de la muerte a los que ya
perecieron, prepara y consuela a los que sobreviven, y sube ,c,lam?~<?~o'hasta el cielo pi-
-6-
diendo misericordia. Aún tiemblan sobre las
aguas los últimos acentos del himno, y ya la
gigantesca nave se ha arropado con la superficie cubierta de cadáveres. U na voz misteriosa parece repetir: <¡Así terminan las vanidades del mundo! ¡Sólo Cristo existió ayer,
existe hoy y existirá siempre! ¡Sólo Dios es
grande! »
De todos los pasajeros, 8ól0655 se salvaron recogidos por el CarPhaNa a las 4 y 10
minutos de la mañana.
Cuando el sol doró la superfiicie del mar,
no se notaba ni un ligero rizamiento que sirviera de epitafio al Titanic.
Al llegar aquí, no puedo resistirm~ a copiar el magnífico canto de Alberto Risco, hijo
de Loyola:
¡CERCA DE TI, DIOS MIO!
A lo. náufrago.
Callád por un momento,
rugido de los mares,
sosiéga tus enconos,
revuelta inmensidad;
olvída los titánicos
enconos seculales
y forma con tus ondas
del ••Titanic ••
-7-
fantásticos altares,
que va a cantar el hombre
de Dios la majestad.
Tu fuerza es el coloso;
tu atlante fortaleza
del ábrego mil vece~,
la saña encadenó;
sepulcro halló en tu seno
del rayo la fiereza,
pero vencer no puedes
del hom bre la realeza:
cortar su vida puedes;
pero humillarle, nó.
Celoso, al ver triunfantes
los genios de la ciencia
-que tus espaldas cÓncavas
rayando ufanas van,
-concentras en los bosques
de hielo tu potencia,
'Y en ellos cabalgando .
tu indÓmita violencia
se lanza contra el fuerte
costado del Titán.
¡Venciste! Por tus fauces
-descienden a la hondura
105 genios de la ciencia
-8-
en loca confusión;
y gime entre tus hielos'
su férrea contextura,
cual suenan del cordero
los huesos que tritura
con garra poderosa
famélico león.
¡Venciste[ ¡Mas el hombre:
te vence en su derrota!
tu triunfo ha roto el lazo
de su prisi6n mortal.
¿ Na escuchas los acordes
de melodía ignota?
¡Son almas que suspiran!
Sobre sus frentes flota
la ráfaga primera
de brisa perennal.·
«:Júntame a Tí, Dios mío;'
y s¡'la cruz un día
al alma con su peso
anega en el dolor,
hasta que desfallezca
rendido de agonía,
sea la oración postrera
que exhala el alma mía:
- iCerca de Tí, Dios mío,..
más cerca, más, Señor!
-
9'-
«Si el cáliz de amargura,.
que Tú me das rehuyera
mi labio, cual tu labio
la huyÓ en Getsemaní,
aunque anegado en llanto
mi corazón se viera,
con mi aflicciÓn luchando
sereno repitiera:
- iCerca de Tí, Dios mío,
más cerca, más, de Tí!
«Cuando la muerte hiele
mis miem bras con su frío;
cuando me quede solo
el único estertor,
sea la postrer palabra
que selle el labio mío,
como en las flores queda
el último rocío:
-iAcércame
a tu seno;
más cerca, más, Señor!» (1)
¿ Lo escuchas? son los hombresque presos en tu mano
bogando van al puerto
(1) Estas tres estrofas son la traducci6n casi literal del canto q'le !;e1l6los labios de los náufragos del
Z:i~ft·
.
-
10-
~,sinmiedo a naufragar.
¡El barco desaparece!
.
-¡Ya todo es oceano!
.
Y aun suena entre .las ondas
el canto sobrehumano:
-¡Cerca de T( Dios mío,
más cerca quiero estar!
Aprende esa plegaria,
revuelta mar bravía,
para .cantarla luego
del huracán al són;'
yo quiero que la escuche
de tí la raza impía,
que tánto de sus vanos
inventos se confía,
que tiene con su orgullo
tapiado el corélZÓn.
-Confiésa que ha quedado
rendida tu potencia,
.que en su victoria el hombre
te· huella con su pie,
porque el Titán no era
el genio de la ciencia
que hundió en sus torbellinos
tu indómita violencia,
porque eran los Titanes
los genios de la fe.
-
II-
Acógelos Dios mío,
en la mansión serena,
allí donde las almas
se abisman en tu amor.
No olvides que nos dejan
la tierra toda llena
con el perfume de esa
plegaria que aún resuena.
como suspiro eterno:
¡Cerca de Tí, Señor!
-.1:2-
D. GRAN INCENDIO EN CASANARE
El naufragio que acabamos 'de·describir
es más que la imagen descolorida y muerta de otro naufragio más ater;I'ador que con1inuamente estamos viendo en el presente siglo: el naufragio moral.del hombre, de la familia, de la sociedad y de los pueblos.
¿ Quién no ha visto· esas flores que en
"tiempo de heladas se abren hermosas por la
mañana, cuando el primer cariño de ,la brisa
:Jas despierta y el primer rayo de sol las entreabre; que parecen ufanarse con su hermosura
'Y qne, pocas horas más tarde, cuando el viento muge y la nieve cae en blanquísimos copos,
.1;e tronchan sobre su' tallo, se dúblegan sin
'brillo y sin aroma, reconcentran sus pétalos
como buscando calor y por fin, uno a uno, los
'Y31l dejando ¿~er hasta que arrastradas por el
-vendaval quedan sumidas en la -primera char.ca que a su paso encuentran'?
y ¿ quién no ve hoy jóvenes que hi muy
-poco dejaron las caricias de la madre'Y el calor de su regazo con la frente pura y los la'bios sonrosados, que tal vez se ufanaron con
.el ensueño de prolongada y feliz existencia; y,
poco después, hundidos los ojos y sin brillo,
mustios los labios, encorvado el cuerpo, débil
:Ia voz, marchito,el corazón y atrofiado,el enGO
-
13-
tendimiento, ni rien con espontaneidad ni lloran con resignación y que antes de terminada
la pubertad se hallan al fin de la vejez y pisan
desengaños y huellan abrojos y se inclinan sobre un sepulcro prematuro?
¿ Qué es la que les pasa?
¿ Qué conjuro les arrebata la dicha con la
juventud y les sume en desgraciada vejez a
los quince años?
Es la helada del espíritu; es el viento de
las pasiones; es la lluvia del mal que los salpica; es el naufragio que los amenaza.
¡Desgárrase el alma cuando se encuentran
a millares en la época presente jÓvenes imberbes que apenas si han saludado las primeras
letras, o estudiantes de universidades, mozalbetes de billar que miran con compasivo desprecio a las generaciones de sesenta siglos tachonadas de lumbreras que iluminar{lll el mun(),O de las ciencias mientras ellas existan, de
apologistas y teólogos, de astrónomos, historiadores, poetas, naturalistas, filólogos y literatos, cada uno de los cuales formaba legiones, sólo porque humillaron su razón a la fe.
sólo porque creían en Dios!
Desgárrase el alma, repito, ante esos jóvenes ya ancianos que nunca, a los quince
años, murmuran una plegaria, ni entran en
una iglesia, ni quieren autoridad que los do-
14 -
mine, ni altar que les recuerde su princIpIo y
su fin, ni Dios que los sentencie como sus
obras piden.
Ni menos triste se manifiesta el cuadro de
la mayor parte de las señoritas del día.
Na es que pasen el día alternando entre
el espejo y el piano a la ventana, ni que sacrifiquen al padre a a la madre para satisfacer
los insaciables antojos de la moda, ni que pisoteen tantas veces en veinticuatro horas cuantas ocasiones se presentan, el respeto y la obediencia debidos a los mayores; ni que hagan
de sus relaciones de sociedad escuela, perenne de murmuración y chisme, ~erminadores
de desavenencias y discordias. Todo ello fue- .
fa tolerable en comparación con el descaro
con que las jóyenes del día, salvo rarfsimas y
por la mismo muy honrosas ~cepciones, se
sirven de su hermosura y atavíos para corromper a los demás y r:orrom'perse a ~í mismas,
. ora con sus vestidos que tánto van simplificando que se duda si es que pretenden volver
a los tie"mpos en que la inocencia de nuestros
padres no les dejaba caer en la cuenta de que
se hallaban desnudos; ora con su presencia en
funciones teatrales a cinematográficas donde
su reputación las más de Jas veces queda mal
parada y donde sirven de incentivo a p~iones
,por otra parte mal reprimidas; ora con la lec~
-15-
tura de novelas inmundas que abrasan yenlodan el corazón; ora, en fin, en ese cúmulo
de peligros que el sensualismo de nuestros
tiempos prodiga a todas horas y en todos los
lugares.
Yesos jóvenes de ambos sexos, así desarrollados, son los hombres y mujeres del día
de mañana, como los de hoy son los jóvenes
de ayer. Ocurre, al escribir estas palabras,
una pregunta horrible: si de lo's jÓvenes de la
generación pasada, mil veces menos corrompidos e incrédulos que los que ahora se levantan,
tenemos una sociedad tan atea e indiferente,
tan carnal y metalizada, ¿ cuál será la sociedad del futuro?
Hace muy poco tiempo un labrador de
Albejón, en España, viendo su cosecha perdida, salió al aire libre, cerró los puños y los levantó en alto, bar botó unas cuantas blasfemias
y después, tomando un revólver, le disparó un
tiro a Dios; mas el proyectil empezÓ a sentir
frío unos ochenta metros más arriba y resolvió devolverse, y, encontrando de paso al que
lo había lanzado, lo traspasó con mayor fuerza que al salir del revólver: es que entonces
disparaba Dios!
¿ No será esta la representación del hombre, de la familia, de la sociedad de mañana,
si las cos~s no cambian de rumbo?
•
-16-
Ni es menos espeluznante el cuadro de la
familia a la dernÙre. Cuando la unión de los
dos seres, jefes del hogar, se ha hecho civilmente, no se distingue de la amnistia entre el
macho y la het;nbra de los potrcros, sino en
que aquéllos visten seda, firman.Y hablan, y
éstos nó. Cuando esa unión se ha hecho como
ma.nda la Iglesia, no pocas veces sucede que
el único móvil 'ha sido el dinero a la carne a
ambas cosas reunidas, y entonces, aunque en
distinta forma, volvemos al caso anterior. Lo
común, la acostumbrado es que el marido no
cree en nada, se llama espíritu fuerte porque
prescinde de la fe y no mira bien a los curas,
se gloría de pertenecer a alguna logia a hace
al menos alarde de espíritu mundano que sólo
atiende a la vida presente sin cuidarse de la
futura. Por compromiso social pasará lo necesario para gastos en la casa, pero no andará
muy preocupado por la fidelidad conyugal ni
por la moralidad de sus hijos: bástale que se
formen robustos, galantes, dignos de jwesentarse en público y hacer papel,
La señora, por su parte, salvo, repetimos, muy raras excepciones, conçurrirá si queréis, a las fUhciones religiosas, será, y es muy
posible, miembro de varias congregaciones,
comulgará, y tampoco debemos parar mientes en ello; con mucha frecuencia. ayudará a
-17-
organizar procesiones y adornar pasos, tendrá
en su retrete un delicado reclinatorio y junto
a él un variado surtido de libros místicos, todo
eso y algo más; pero en cambio, usará descotes como actriz de teatro; gastará horas enteras en afeites .Ymisturas para la piel que ya
empieza a denunciar sus años; irá sin remordimiento, acompañada de sus hijos, a ver la
representación de La casta Susalla u otras de
la laya, a pesar del c1~mor que su inmoralidad
produzca; asistirá a tertulias prolongadas hasta altas horas de la noche sin cuidarse de la
qne entretanto pueda pasar en la casa; leerá
también, alegando que Ulla debe estar al corriellte de todo. novelas que deberían dejar
hediondas las manos; no tendr;'t repugnancia
en que el hijo. quizá de doce. años, a quien dio
una llave del portón porque es preciso que
aprendan el /;oóenzarsc, vuelva al hogar pasada la media noche, quizá haciendo figuras 'geométricéls con los pies, {)se quede por fuera sin
saber dónde. En una palabra, así el marido
como la mujer, los hijos y la servidum bre, irán
cada uno por su lado, no como Dios sino como
el diablo les ayude.
¿ y la escuela y el colegio y el trabajo?
En eso no se ponen los ojos sino accidentalmente, ·en cuanto conducen <;il lustre de la famttia, sin que sea cosa digna de examen el
-18-
que los hijos se eduquen con Dios o sin Dios,
con sanas doctrinas o con acervo de sofismas
y burlescas perogrulladas.
El teatro, la escuela, el periódico, la novela, la pintura, las calles, las plazas, )os
vestidos, las costumbres, el hogar y casi hasta
la atmósfera se resienten de podredumbre e
infectan con sus mi~smas.
No hace diez años se dirigía un viajero,
atravesando las interminables estepas de los
Llanos de Casanare, hácia Arauca. Iba caballero en una mula, moviéndose por en medio
de pajonales. resecos por el verano, como átomo perdido entre las arenas de un desierto.
El sol dejaba caer sus rayos como chorros de
plomo derretido.
Meditabundo el viajero dejó volar su imaginación, en tanto que envolvía un cigarrillo.
Sacó luégo un fósforo, lo encendió, arrojó la
ceril1a después de soplarla con fuerza. y prosiguió su ca mino. Pocas cuadras adelante le
saca de sus ensueños el confuso rumor de repetido chisporrote0, cierto olor acre y una especie de nube que lo envuelve. Vuelvè la cara
y una muralla de fuego terminada en lengüetas, viva como el fulgor del rayo, rápida como
el rodar de la tormenta, hiere sus ojos y le sobresalta el corazón. Oprime con las espuelas
los costados de lei mula, se inclina sobre élla,
I
· -
1'9 -
la fustiga con e] látigo a uno y otro lado, y
parte como el huracán que zumba en sus oídos
ya oculto e] sol y ennegrecido e] cielo. Galo~
pa sin cesar, y ¡::.areceque cuanto más apura,
con mayor velocidad lo persiguen las llamas.
Han pasado largos .Y mortales momento~. La
noche tiende ya sus sombras sobre la pampa,
y el jinete sigue galopando, exhausto ya y perdida la esperanza.
De pronto un haz de paja encendido cae
delantc de su cabalgadura, arrastrado por el
viento 'yentonces el jinete, alcanzado por el
incendio, sc detiene, baja de la mula, se pone
de rodillas, vuelta nácia las ]lamas ]a cara i]u-·
minada, levanta extendidas las manos, taladra con sus ojos los cielos y los chva como
dos saetas en el coraz{m de Dios, pidiendo
mi~ericordia. En un int:1nte el "¡ento cambia
de âireccic'm y el afortunado viajero queda en
salvo.
Tal sucede con la humanidad en nuestro
siglo, y tal es su remedio. Ya no puede decirse
que se vive la vida sino que se fuma y se
quema. Para los individuos, las familias y las
sociedades, e] tiempo de su existencia es un
cigarrillo más o menos; largo, más a menos
grueso; pero de todos modos sólo produce cenizas y humos. Se le enciende con pasiones y
esas 'pasiones producen horrorosos incendios:
-
o
20-
niños ancianos por el vicio, hombres y mujeres sin fe, idólatras del oro y de la carne, familias sin unión y sin honra, sociedades sin
moral. pueblos sin autoridad y sin Dios, convertidos en inmensa fábrica donde cada hombre es una máquina o una rueda, todo, menos
una criatura con destinos eternos. El mundo
está in~~ndiado; la humanidad galopa y en
vano quiere escaparse de las llamas: ya los
haces encendidos la circundan. Qué hacer?
Apearse de su orgullo, postrarse en tierra,
levantar los ojos y el corazón al cielo, extender las manos en plegaria ferviente, pedir
.misericordia, volverse a Dios.
Pero ¿ cuál, entre tántas causas como se
señalan al estado de las cosas presentes, es la
capital? Creemos que ~l olvido de la responsabilidad que pesa sobre nuestros actos: se olvida que si son libres, son también imputables,
dig·nos de premio a de castigo.
Vamos, pues, a estudiar someramente y .
alâlcance de todas las inteligencias, el orden
moral, su raiz y sus consecuencias; los falsos
sistemas que acerca de él se han inventado;
las doctrinas de los doctores católicos; la que
la fe y la razón enseñan por el magIsterio de
la Iglesia; la luch;¡ entre las consecuepcias deducidas de tales principios, y en conclusión lo
que cada individuo, cada familia, cada socie-
-
21-
dad y el mundo entero tienen que hacer hoy
si pretenden conjurar el incendio'y salvarse
del naufragio.
Carnína con confianza, benigno lector. Te
prometemos no engañarte y hacer todo la posible para que a un mismo tiempo te deleites,
te instruyas y te reformes.
-
22-
LOS HOMBRES LOCOS
Como torrente desbordado que a su paso
todo la derriba, la impiedad ha invadido el
campo de la filosofía en las últimas centurias
con tan potente empuje, que ha logrado echar
por tierra, al menos momentáneamente,
no
pocas de las columnas que sostenían el edificio social; mas al modo que la inundación
corre triunfante hasta encontrar el murallón de
granito que la detiene; la impiedad llegÓ al ornen moral, quiso pasar por encima y trIJpezó
con el obstáculo de que en una a eo otra forma, él existe impreso. en todas las conciencias
rectas. Jamás, en realidad, fué m:is rudo el
ataque q ne cuando los filósofos encÙloj>edistas
del siglo XVIII se coligaron contra la moral
cristiana y quisieron, sobre sus escombros,
levantar una sociedad atea )~ desenfrenarla.
M,as el ordcll moral los seguía por todas partes como el fanta,sma de Hamlet y su manera
misma de proceder, las acciones de los demás
y la naturaleza toda, les ponía en contradicción elocuente.
En medio del derrumbamiento social producido al grito de i No hay Dios, 1zi reÙ:f{ión,
ni moralidad! escapado de los basfemos labios de Voltaire y repetidos después por escritores adocenados que, \;in el talento de V01-
-
23 --
taire, qmslCron
emularlo;
los cimiel1tos de
ras sociedades europeas se han ido socavando
por el vicio y el error que de los eruditos pasaron en conferencias
amotinadas,
en libros,
folletos y periÓdicos. y Últimamente
por medio de la más asquerosa
pornografía,
a las
clases obreras y aun al sexo que por su naturaleza debería vivir en el mundo de los nobles
v tiernos sentimientos,
y no en la sentina de
las pasiones degradantes~
Ni él tales predicadores
dcl ateismo faltaron las sonoras palalJras de a({ÙJIlcs
Nobles,
arranques l.tCJler(lsos, <'¿"rindes dz.:ÚaJ, sl1lis/àèÚón del deber WJllpIÙ!o y mil más; ni en nuestros tiempos
a los que cn la .\m(~rica hacen
gala de ir remedando
(uanto
pasa allende el
mar, han faltado las mu\, trilladas \' fascinadoras de conconha, loli'l'¡;nrill,
Iib('rt~7(!, 1:~7111l.
dad y
lentida d; mas ¿ qué viene a ser
ese c.úmulo de palabras
hermosas
cuando se
precinde de Dios y de su moral?
U n fárrago
de contradicciones
\' de absurdos,
Si Dios no exi~te y sus preceptos morales
no son sino chocheses
de curas \' de fr:1íles,
lo noble de las acciones quedará
~lljeto al antojo de cada uno; los arranques serán generosos cuando él cada uno se le venga en deseo;
las virtudes cívicas serán máscaras
de buena
.apariencia ..con.que el rico a el h~m bre de me-
.Ira
diana instrucción cubre la désnudez de sus
peores acciones; y la satisfacción del deber
cumplido será un absurdo. Si no existe Dios.
¿quién impone los deberes, quién castiga
su infracción, quién recompensa su cumplimiento?
Ni menos tontas son, siI1Dios ni moralidad, las palabras concordia y tolerancia.
No habiendo quién imponga deberes ni refr~ne pasiones, cada hombre querrá ser'independiente, dueño de hacer cuanto el cuerpo le pida,
y de impedir cuanto no le agrade, y multiplicada esta situación de ánimo tántas yeees
cuanto sea el núm,ero de los hombres, es imposible toda concordia y toda tolerancia.
¿ y qué decir de la libertad? ¿ Podrá ser
libre quien empieza por ser esclavo de una
pasión, de un error a del primer charlatán que
lo liberta de la creencia en Dios, para que le
crea ciegamente y le obedezca sin réplica a
él? Y si todos son libres, en el sentido que
la entienden los liberales, ninguno, por el mismo hecho, es libre, porque yo querré imponer
a todos mis caprichos y los demás, tan libres
como yo, querrán imponérmelos a mí y repetida esta contienda entre todos los hombres,
se parecerán a los cinco labriegos de la fábula
que, no teniendo cobertor sino para uno, quit
-
25-
sieron taparse con él todos y tirando en direcciones opuestas, acabaron por romperlo y:
darse de puños.
Baste una sencilla comparaciÓn para comprender la absurdo de la libertad sin Dios:
J.uan cree ser libre para escupir en la cara a.
Antonio; pero Antonio cree ser libre para
nivelarle las costillas a Juan con un garrote.
Será esta la libertad?
y lq. igualdad?
Casi dan ganas de reír al ver los aprietos
en que se ponen sus sostenedores. La tan sm;pirada igualdad de intereses, de posición, de
derechos y de deberes, sólo puede existir
cuando todos los hombres l1azcan en un solo
lugar, en un mismo instante, con igual inteligencia, con iguales condiciones físicas, desde
un lunar en la punta de la nariz, hasta un
dedo más en el pie izquierdo, si por casualidad.
uno sÓlo, el prototipo, se presenta así. Luégonecesitarían vivir haciendo todos una misma
cosa, vestidos de igual manera, comer una
misma cantidad, dormirse todos él un tiempo,
dar un mismo número de pasos en un mismo
punto, con fuerza igual y seguir todos así, estornudando a un tiempo y muriendo, en fin,
en un mismo instante, de igual enfermedad,
y ser enterrados simultáneamente, compenetrando todos los cuerpos en una misma sepul-
-
26-
'tura. Cualquier variación en la diche y eri
-cuanto compone la vida del hombre, romperla la igualdad.
¿ No sería la más imponderable necedad
·pretender que árboles diversos den frutos
iguales y que el mismo cauce nece<;iteel Ama%tlnas que el pestilente chorro de San Fran·cisco que atraviesa a Bogotá? ¿ Cómo entoniCeS, se pretende
igualar a los hombres, criaturas inteligentes, sin empezar por las materiales que les sirven de asiento y de morada?
¿ Puede existir un ejército en que todos
sean generales que manden igualmente i>ino
haya quien mandar?
¿ Pueden existir zapateros -si todos los
nombres hacen zapatos, pero no hay quien se
los ponga?
y predicando doquiera tan bonitas doc'trinas que sólo sirven para embaucar tontos y
'romper el dique de las pasiones, ¿ qué fraternidad existirá en los pueblos? La del tigre
'hambriento con el cordero amarrado; la que,
·en Colombia no pocas veces han experimen,tado los curas y lus frailes: ultrajes, expolia,ción y destierro. Esa fraternidad es la madre
legítima de la Revolución francesa del 93, de
la Commune, pe la Semana Roja de Barcelona,
.de los recientes certámenes de civilización en
.gœto, de los brotes de patriótica con~ordia e
-
27-
igualdad del 4 de ,mayo de191 2 en Bogotá y
en todo el país, de los edificantes ejemplos que
al mundo ha dado Méjico con su última guerra
de chacales y, en fin, de la última conflagración europea de 1914.
Bien echa de ver nuestro lector· lo importante que ¿s encontrar el secreto para no caer
en semejantes abismos, y conocer, sin parcialidad ni confusión, los distintos senderos tortuosos aue al fondo de ese abismo moral suelen conducir.
Esto es lo que vamos a hacer.
-
28-
LA MUERTE DE VOLTAIRE
Sin necesidad de entrar en pormenores
-que muchos conbcen,
que otros no creerán y
que los más atribuirán a fanatismo y exalta-ción, bástenos
repetir sobre la porsonalidad
de Voltaire, la que con tanto acierto dijo Cretineau- J 01)', que él «fue, sin disputa, la cncarnación menos imperfecta
del demonio
sobre la tierra.»
Siendo la muerte el eco de la vida, no es
,de extrañar el fin trágico del blasfemo de
'F aney ..
I
Al comenzar el año de 1778, Voltaire se
dirigió a París, donde fue recibido por los in-crédulos y por las muchedumbres
necias, que
se dejan arrastrar
por masas inconscientes,
ruidosa y magníficamente.
Mas el Patriarca
.de /05 fiIÓs%s,
como Ii:tmaban sus adeptos al
, apóstol de la lascivia y del excepticismo,
aún
aspiraba a más . .!IIi triunfo en París-había
·.dicho con cinismo sacrílego-será más glorio.so que el "dd Galileo (así llamaba á Jesucristo)
nt Jerusalén.
Habiendo emprendido la reforma del Diccionario de la lengua francesa con otros seu dofilósofos,
llamados
después
f!1Zcic!oj>edistas •
. vióse acometidô 'por agudísimos dolores, para
:mitigar los cuales, apeló a la morfina, con tal
-
29-
-exceso que a ratos se ponía loco. Visitóle el
Cura de San Sulpicio varias veces, sm conseguir otra cosa que oírle barbotar espantosas
blasfemias e imprecaciones. Su estado no podfa ser peor: aletargado .Y deJir;tntc, me'zclaba
los ayes con las blasfemias. 1\lonsicur Trouchin,
que le asistiÓ hasta el Último momento como
su médico e íntimo amigo, dijo en el resto de
su vida que si los pretendidos csfíritusful'Ytes
o $abiolldos a 1(( dcnÚl}'e, corrompidos por las
obras de Yoltaire, hubieran presenciado su
agonía, tal espectáculo fuera bastante él hacedes volver al buen camino. «Estaba el infeliz desnudo sobre su lecho, porque el ardor
que le consumía no le permitía tolerar ni aun
el roce de la sábana. Con los ojos encendidos
como dos tizones, maldecía como un endemoniado y golpeaba a las personas que le servían.
En una ocasién exclamó: «muero ahandonado de Dios'y de los hombres,» y en un rapto
de delirio, mejor de rabia impotente, seabalanzó al vaso de sus cxèr:cmentos, comió una
parte y la otra se la roció encima con espantoso desatino. Al aproximarse el último momento, las blasfemias se redoblaron y retorciéndos~, dijo: «Yo "iento que una mano me
empuja al tribunal de Dios;» y pidió, casi llorando de terror, que llamaran a un sacerdote;
pero los sectarios que rodeaban su lecho, im-
- 3°pidièron que cumpliera este deseo. El filósofo
volvió en seguida a sus imprecaciones, gritos,
aullidos y blasfemias, y entre vómitos asque"rosísimos y relinchos como de condenado, er¡"
zados 'los cabellos y, volteados los ojos, salió
de esta vida el alma de ese hombre, quizá el
péor de los nacidos de mujer, ya que el .mismo Judas que vendió a Jesucristo antes de
consumarse la redención, jamás]o llamó, corna Voltaire, «el infame.» El día de ta n hOI:ribIe muerte era precisamente el que Voltaire
tenía predicho, según]e escribió a un amigo,
para contemplar a Dias ma]' parada. iQuiso
ir por lana y salió algo más que trasquilat1o!
Quien recuerde las Furias de Orestes tendrá pálida idea de la muerte de Voltaire. Siempre la muerte del malvado se distinguirá de
la del justo como una noche obscura y tempestuosa de un día seren~, bañado en resplandores.
-De esta horrible escena en que el protagonista es Voltaire, vamos a sacar los fundamentos de nuestra doctrina enseñada por la
Santa Iglesia.
¿ Qué faltó en la vida de Voltaire y qué
falta en cuantos de lejos o de cerca siguen al
padre de la impiedad? El recuerdo de que el
hombre, por el hecho de serio, no puede desprenderse del orden moral, de modo que ~ia
-
31-
él no ajusta sus acciones, al menos morirá
aplastado por el peso de su vindicta, notificada por la conciencia que no calla y por la justicia divina que aun en este mundo se deja a
veces desplomar sobre el rebelde infractor de
sus preceptos.
No es el hombre un ser que sin salir de
sí encuentre su felicidad, porque entonces se
bastaría a sí mjsmo, no dependería en manera alguna de nadie, ni en su principio ni en su
fin; sería enteramente perfecto en un acto purísimo de su voluntad, y no dependiendo de
nadie, sería eterno e infinito, sería Dios, contra la que sabemos: que tuvimos padres, que
nacimos, que necesitamos a cada instante de
multitud de seres, que de buen grado a por
fuerza dependemos de alguien, y que en virtud de esa dependencia y de nuestra llaq·ueza.
de morir tenemos.
Ni es t;.¡mpoco el hombre un ser sujeto a
obrar por necesidad e irresistiblemente, a manera de criatura inanimada, sino que obra como ser inteligente ¿ Quién no elige cada día un
objeto más bien que otro y cambia de pareceres y se sustrae a la que otros quieren y
que a él, por una u otra razón, no le conviene
a sencillamente no le agrada?
¿ Quién culpó jamás a la piedra que rodando desde la cúspide de \\Il monte apl~.
-32-
al incauto viajero, ni quien fue tan loco que
pensase en castigarla? En cambio, ¿qué pueblo, por salvaje que se le suponga, no ha reprobado ciertas acciones del hombre y alabado otras? ¿ En qué pueblo no ha habido algún modo de premiar al que obra bien y de
castigar al que procede mal?
Salta, pues, à la vista que el hombre no .
èS Dios, pero tampoco
es piedra ni máquina
parlante, y vése al punto la fútil de aquel teje·
maneje de los trascendentales y panteistas
que con Hegel, Scheling y Fichte a la cabeza,
suponen que el Ego purum no conoce màs ley
que una necesidad .férrea de volver y revolver
par el laberinto de los Egos y Non Egos. Con
sólo un poco de reflexión se ve también el
disparate de los materialistas que se imaginan
que el hom brc aparece en la escena del mundo
como los hongos en potrero fértil, sin màs entendimiento que una masa fosfórica para dar
de cuando en cuando algûn chispazo de representación cognoscitiva, ni màs vida y libertad que una serie de operaciones mecánicas. y veremos también, cuán equivocados
se encuentran Taine al afirmar que la virtud
yel vicio son producto de secresiones como
el vitriola y el azúcar, y Macherot con los positivistasquecreenque
el orden moral es una
especie de enteco .que lentamente acaba éon
~ 33-
los espíritus fuertes y arriscados y que las
penas con que la religión amenaza a los impíos esel coco-duende con que la nodriza acalla al pequeñuelo que la ensordece con su chirimía y destemplados
lloriqueos.
Ya tenemos, pues, dos fundamentos: que
el hombre ni es Dios, ni es máquina, ni es ser
fatalmente arrastrado a hacer una cosa y no
otra.
¿ Qué es entonces? Si no está en los extremos, si no es espíritu solamente,
ni materia ino'rg{tnica u orgánica a animada pero sin libertad, dÓnde estará? En el medio,
es decir, que participa de la uno y de la otro:
alma y cuerpo. Y en cuan~o tienc alma que en
tiende y quiere. como cada uno la experimenta, esa alma es espiritual, .Y en cuanto es
espiritual debe sobrevivir a la materia, por
que si pereciera con ésta, sería orgánica j entonces no podría entender ni querría libremente .•
Mas si sobrevive a la materia, debe quedar bajo el dominio de alguien y ese no es
otro que el mismo que le dió principio y la
conserva. y si tuvo principio en otro, si su
conservaciÓn está radicada en él, ¿ podrá estar
exenta de sujeción, de deberes y de derechos
para con e;;e ser a quien llamamos Dios? Y si
depende de Dios y a El la ligan deberes de
-
34-
que no puede eximirse en cuanto es su criatura, dedúcese que en el acuerdo o desacuerdo
con el querer de Dios est~ lo buerw y lo mal6
de su obra.
'
Tenemos, pues, el fundamento definitivo:
donde hay hombre tiene que haber morahdad
y es t'mposible destruír et orden moral sÙt destruír la misma naturaleza humana.
Mas ¿ cual es el límite entre las acciones
buenas y las malas? ¿ Qué hay en la naturaleza para que, independientemente de la libertad
individual, una acción quede señalada, marcada con la nota de moralidad?
Acompáñenos, amado lector, al viaje que
emprenderemos en seguida; de lo que usted
vea en él depenaen las más terribles consecuencias para los pueblos y para los individuos en particular.
-
35-
EL LABERINTO DE DEDALO
Entre las leyendas mitológicas de la antigucdad, es célebre la del Laberinto fabricado por Dédalo, oriundo de Atenas y descendiente de sus primeros reyes. Era un vasto
edificio cuya interior distribución era en tal
manera complicada,
que quien entrase una
vez en él, jamás acertaba a encontrar la salida. El mismo inventor y su hijo fueron, por
cierto crimen, encerrados cn él, y, como el
edificio no tenía cubierta alguna, cuentan que
padre e hijo, provistos de alas de cera, salvaron los rnuralloncs .Y quedaron en libertad.
Añaden que Icaro, olvidando las advertcncias
de su padre, se aprovechó de sus alas para volar muy alto, y habiéndose apriximado al sol
en demasía, se le derritieron las alas con el
calor de sus rayos, y, cayendo al mar, pereció para escarmiento de osadas presunciones.
Concluyen, en fin, refiriendo que solamente
Teseo pudo entrar en el Laberinto, matar al
monstruo Minot~uro que en él se encerraba,
y volver a salir, gracias a un hilo que Ariadna
le aconsejó atara en la puerta del edificio, llevándose consigo el otro cabo para poder f.ácibpente desandar lo andado.
-
36-
Tonta por demás puede ser la leyenda;
mas sabremos sacarle el jugo en provecho de
nuestros lectores.
Han tenido también las ciencias sus laberintos quizá m~s intrincados. Entremos en
uno de ellos.
I
Perdiendo los seudo-filósofos la esperanza de acabar con el orden moral, cambiaron
de rumbo; y al inquirir la regla que marca los
límites entre las acciones buenas y malas de
nuestra voluntad. pervirtieron lastimosamente
los concepto~, y antes que entrar en pretina
y ,contradecir a las pasiones, entraron sin precaución en el laberinto de los más extravagantes errores, en los cuales perecieron unos,
mientras que los restantes se dividieron en
dos bandos: el de aquellos que con las pobres
alas de la razón quisieron subir hasta Dios y
chamuscados se inundaron en el mar de los
vicios y de las penas interminables de otra
vida; y el de aquellos que, más cuerdos, llevaron consigo el hilo de la buena intención,
del deseo de la verdad y del bién y pudieron
desenredarse del laberinto y de nuevo gozar
de las bellezas del orden moral. Todos han
tenido y tendrán quienes los imiten, como más
adelante la verémos.
-
37-
A dos grupos podemos reducir todos estos amantes del desenfreno y de la sensualidad en sus diversas formas.
Figuran en el primero: los que, como Pirra, sostienen que sólo existe úno y todo la
demás no es sino ilusión, de modo que a mí
me parece que estoy escribiendo con una pluma y tint8, sobre papel, y que alguien entretanto se pasea por el corredor cercano, mas todo
eso es ilusión: sÓlo existo yo. Y a tí, lector
amigo, te parece que est6.s leyendo estas palabras y que ellas c~t;'lI1 en un libro, mas eso
es ilusión, no hay ni palabras ni libro ni carabina de Ambrosio. (.No te parece bonito el
sistema? Admitido él, ni hay Dios, ni homLres, ni criaturas, no hay m~'tsque el j'O, y ese
yo puede hacer la que le venga en apetito sin
tener que responderle a nadie. Cuentan que
un día iba Pirra con algunos discípulos por
una calle, cuando de pronto '1.'rremetiú contra
él un perro y le puso en precipitada fuga. Este
hecho abrió los ojos a uno de los engañados
por Pirra y le grit{):----No corra, ?vlaestro, parece perro, pero es una ilusiÚn---:\ pesar de la
advertencia, Pirra siguió corriendo porque la
ilusión perruna insistía en quererlo morder.
Hé aquí los espíritus fuertes en contradición
con la que em¡eñan.
-
38-
Se nos figqra ver a estos filósofos aislados en el espacio, como cierto caballero de
Bogotá cuya interesante aventura vamos a
narrar.
Había pasado una noche varias horas en
alegre tertulia con sus amigos, no sin mojar el paladar más de la necesario con diversos li~ores. Trepadas las exhalaciones de éstos a la cabeza y terminada la tertulia, dirigíase el caballero a su casa, cuando un perro,
pariente sin duda del de Pirra, saliÓ a perturbarle el paso ya, por efecto del licor, no muy
seguro. Defendióse el buen señor como pudo,
viendo quizá en plural los enemigos, y llegó
al Puente Cotg"ante. En medio de su embriaguez, acordóse que en ese punto era peligroso
el paso y quisJ, como medida preventiva, tantear el suelo, en medio de profundísima obscuridad. Tomó el bastón que llevaba pendiente
del brazo v tentó hácia adelante. No halló
suelo. Asustado se inclinó un poco más, siempre moviendo el bastón, pero nada encontrÓ.
Tanteó hacia los lados y sólo encontró el vacío. Volvi6se con mucho tiento y tocó hácia
atrás: el camino por donde había venido tampoco parecía. Temblando de pies a cabeza y
topeteándosele los dientes, creyóse presa de
terrible pesadilla. Ocurriósele tocar al menos
el suelo donde estaba de pie y .. , tampoco la
-
39-
naJló!! Empezaba ya a creerse de la luna para
.arriba cuando se le ocurrió revisar el bastón.
15ó10 tenía el mango, único resto de la bataUa canina!
Viene otro grupo de extravagantes:
unos vuelven a entrarse
en el laberinto
de su propio sér, constituyendo en fuente de
toda moralidad y de todo derecho una voluntad caprichosa a una razÓn ahsoluta e independiente, y otros no buscan esa fuente en sí
mismos, sino que van a cazarla en la naturaleza, pero no van él donde debieran ir y se
co~tentan COI. arbitrariedades y cosas puramente sensibles.
Van a la cabeza de los primeros Hobbes
y Housseau con todos los racionalistas, que,
abogando por la sencillez del estado salvaje,
canonizan la libertad de las selvas .r repren-,
den a la religiÓn por reprimir y tiranizar a la
naturaleza. Para ellos el hombre es tanto más
perfecto cuanto más se acerqup a la indbmita
salvajez del bruto. «El hombre, dice Hobbes,
es por naturaleza 'salvaje y enemigo de todos (homo !till/n'ni tutu.'". El hombre e~~loba
para el hombre,) sin más principios, de moralidad, leyes y religión que la voluntad de un
tirano que a viva fuerza lo redujo a mandamiento y señaló los límites de la moralidad.
Por tanto, si el hombre puede deshacerce de
-
4°-
su superioridad, quítelo de en medio cuanto>
antes y vuelva a su estado primitivo de voluptuosidad. >
Terribles principios. que a vuelta de siglo.
y medio obtuvieron completo desarrollo bajo
la pluma atea del filósofo de Ginebra, Juan
Jacabo· Rousseau, cuando al derivar las sociedades de un contrato más a menos explicita, colocó la fuente del orden moral en la
reunión de las voluntades, resumidas e interpretadas por el elegido para gobernar, y vertió el veneno que corroía su corazón ateo en
las siguientes frases:
«El único y verdadero remedio de los ma-les que nos aquejan, es volver al estado primitivo de la naturaleza; porque las leyes humanas sólo han servido Pílra poner cadenas a los
débiles, para dar fuerza a los ricos, para destruír la libertad natural .Y perpetuar la propie-·
dad y la desigualda:d.» ¿ Qué más se querían
los liberales? Ya quedaba resuelto el problema:.
si no hay más Dios que el ESTADO ni. más
fuente de moralidad y obligación que la voluntad del que me gobierna, ni más límites entre
bueno y malo que la libertad sin trabas de
cada uno, hay que gritar al punto: ¡Sálvese
quien pueda! y cada cual puede derir: !Gócela
yo y,árda el mundo! No má~ príncipes ni tronos ni leyes. ¡Viva yol Viva el pueblo soberano·
-41-
con todos los yoes! ¡Viva el sagrado derecho
de matar al que se me antoje!
y la peor, amados lectores, es que esos
gritos no han salido de mi mollera, sino que,
escamados los pueblos, les vino de perlas tan
cómoda doctrina y resolvieron ponerla en
práctica, y desde Francia hasta los últimos
confines del mundo civilizado¡ la sangre corrió a torrentes, y por no adorar a Dios, se
adoró la iniquidad en forma de mujer, y por
renunciar a un rey se aguantaron encima centenas de monstruos, azotes de la humanida.d •.
I-\efería un antioqueño que en la bataUa
de Paloneg'ro fùe tal la mortandad, que los
gallinazas sólo comían de general para arriba
y que a un pobre zancudo que se asomó por
curiosidad a una de las lomas del combate, le
dieron treinta mil bala.zos en una pata y hasta
una paja le sacaron de un ojo con una bala
de cañón. Y agregamos nosotros que esto no,
es ni sombra de lo que ha pasado en el mundo por causa de las sangrientas doctrinas de
Rousseau y de Hobbes.
Descanse un poco, amado lector, y prepárese para oir un cuento en seguida; mas no·
se deje llevar por la curiosidad: descanse un
poco, domine la comezón de saberlo todo en
un instante. No es la mucha comida sino 'la
bien digerida la que alimenta.
-
'42-
EL CABALLO MISTERIOSO
Erase n3 una vieja, no a una nariz pega-
&.. sino un viejo muy amigo de despistar la
gente. Aunque lleno de achaques y cubierto
~e canas, apenas oyó que en el pueblo de Comaicalle había fiestas muy ponderadas, se fue
bien provisto de dinero, resuelto a echar no
una sino todas las canas al aire. Vino de Comaicalle contando maravillas. U n día, en el
corrillo que solía formarse bajo el copudo ce-dro de la plaza, refirió la siguiente:
-Pues sabrán ustedes que en las mentadas fiestas, yes cosa de no creer, ví yo un caballo como jamás mortal alguno pudo soñarlo.
Abrieron todos la boca y contuvieron la
respiración. El viejo prosiguió:
-Si yo no la hubiera visto, no la había
.creído. Era el caballo más raro. ¿ Han oído
1l5tedes hablar de él?
-Nó,
señor. Cuente usted pronto.
- Pues bien. Cada vez que me acuerdo, ..
Ya los espectadores no podían tenerse
<le curiosidad y, con los ojos y la actitud del
·cuerpo, bien dejaban ver el anhelo de saber
10 ocurrido.
-Era
un ea-baIlo-continuó el pillo del
viejo-negro,
completamente negro, más ne-
-
43-
gro que azabache, todo el lado izquierdo, desde las orejas hasta la cola.
Uno de los oyentes se apresusó a preguntar:
-- ¿ y del otro lado como era?
-Negro también-contestó
el viejo. serio.
como un chicote.
El sistema que vimos en el capítulo anterior es verdaderamente desastroso. más negro.
que el caballo de nuestra historia; mas el que
vamos a ver, es como el anterior.
El sistema de Rousseau sólo se propone la
independencia de la mitad del hom brc a sea de
la voluntad que no debe reconocer más fuente'
de obligación y de moralidad que el capricho.
Quedaba la razón, destello divino, en riesgo de
encontrar, al ponerse en comunicación con los.
objetos exteriores, alguna regla de moralidad,
algún freno para las pasiones, y ante tamaño
peligro, era urgentísimo independizar también a la razón para que el hombre no tenga
más regla de moralidad que a sí mismo. Racionalismo crudo que encontró tam bién su pro-·
tector en el filósofo de Koenisberg, Manuel
Kant, llamado con justicia padre de los U/Jerates.
'
Envuelto, como incauta mariposa, entrelas redes de un subjetivismo fanático, echÓ5eY
luégoa revolotear sin rumbo fijo por el m~
-'44 -
-do de las ideas; a pocas vueltas tropezó con
el orden moral y, no pudiendo resistir ~u luz
.y aferrado a sus célebres categorías, se vino a
tierra:, se abismó en la razón pura y en la subjetividad, de donde sacó esta regla famosa,
llamada el imperativo categórico de sus ideas
morales:
<Obra de manera, que la máxima de tu
'voluntad pueda servir al mismo tiempo de norma a principio dbjetivo de legislación univer:sal.:. El mismo desenvuelve!:u imperativo en
las siguientes afirmaciones:
19 La rasó)! pura ha de sei,
indepen-dientemente de Dios y de toda objetividad,
ley y norma absoluta y autónoma de las acciones morales.
2Q Lo que no emana
de este principio
'subjetivo (es decir la que mi razón PU? a no
apruebe) no tiene fuerza de obligación, ni debe mover a nuestra propia voluntad, aunque
1:0<10 el género humano.diga la contrario y sal:ga al encuentro la misma revelación de Dios.
Sentados estos principios, los racionalis·tas y liherales de nuestros días, se encargaron
·de sacar las consecuencias, y el indiferentismo y racionalismo comenzaron a propagarse en
.las sociedades modernas, porque, ciertamen"te, si no hay más freno ni regla que el propio
juicio azuzado por las pasiones y cegado por
-
45-
-el orgullo que hace ver el dictamen propio 'Superior al ajeno, si para el hombre no hay magisterio que la dirija, ni _superior que la enderece, ni camino cierto, ni norte para seguirlo,
SI todo es idcalismo y nada
hay fuera, si en
términos filosÓficos todo es subjetividad con
prescindencia
de la objetividad extrínseca,
Dios está de sobra, desaparecen El y ~u Religión, y queda tan s6lo el hom bre autócrata
y la sociedad convertida en guerra de todos
contra todos, ya que la razón les mandará a
todos ser reyes y no sú bditos. Llegados a ese
punto, cada pensamiento es una ley, cada
juicio una regla de moralidad, y el homhre se
convierte en Dios y terminan todo derecho y
toda obli~ación .
. Del salv3.jismo canonizado por Rousseau
y por Hobbes, de la autoridad absoluta de la
razón proclamada por Kant, y de la utilidad,
defendida, según veremos luégo, como único
argumento de la bueno y de la malo, nacen
todas las libertades absolutas, el laicismo de
1;' enseñanza, el Estado sin Dios, la familia·
sin matrimonid, el individuo sin conciencia, el
alma sin premios ni castigos, en una pa)abra:
el LIBERALISMO, el imperio de Satán por medio de las logias y el mundo, en .fin, brincandG
. por los espacios como un asno salvaje que tira
coces y hace 10 que su instinto Je pide.
LA MAQUINA ENCANTADA
¿ No sabe nuestro lector una de las más
famosas invenciones de las mentahdades de
nuestros días? Pues vamos a ponerlo al tanto
de este acontecimiento mundial.
Es el caso que se encontraron, tal vez en
la luna, un antioqueño y un andaluz, y cada
uno a porfía comenzó a ponderar los progresos de s~ tierra. Después de increíbles exageraciones, cada una de las cuales sobrepujaba
a la anterior, díjole el anduluz al antioqueño,
creyendo que esta vez la dejaría ~in hábla:
-Pues míre usted: en mi tierra se ha inventado una máquina estupenda: se coge de
una pata un cerdo y con lazo y todo, así vivito.
se le mete en la máquina ~se le da al volante
de ésta un pequeño empujón y he aquí que con
media vuelta se abren vëinticinco tubos y por
el uno salen longanizas, por el otro chicharrones, por éste la - manteca acuartillada, por
aquél las génovas' aII1arradas con el fique
del lazo que llevaba el cerdo, y asi va salien.do todo, sin que siquiera qU,edela máquina
engrasada.
Oy610 el antioqueño con la boca abierta,
y un tanto respuesto de su primera sorpresa,
le contestó:
-
-47 -
-Pues
paisanito: allá en su tierra están
muy atrasados porque, no me diga, yo ví en
Marinilla una máquina en la cual, si al èliente
no le gusta la calidad de las longanizas y
chicharrones y. génovas y manteca y demás
productos, se echan de nuevo, se le da media
vuelta al volante en sentido contrario, y ipor
la Virgen de Manizales! sale ese marrano
brincando y con la soga al cuello, que ni los
rojos el día que triunfen! ¡De más!
Na te han gustado, lector amigo, las
ilusiones de Pirro, ni los pacíficos sentimientos de Hobbes y Rouseau, ni las pesadillas de
Kant? Pues vamos a dade media vueltecita
a la máquina y verás cómo sale el marrano
brincando.
Nos referimos éd sistema de Bentham,
llamado utilz'tarismo, más grosero y prosaico
que los anteriores, pues que en él todo se reduce a cuestión de cocina y de bolsillo. Resucitando la moral de Sardanapalo, no reconoce
más fundamento de moralidad que el interés
y hace consistir ·la bondad y malicia de las acciones libres en la razón formal de utilidad y
daño. De modo que, según estos principios,
empujado el hombre por la vil codicia y por
el placer sensual, marcharía a todo escape
por la carrera del crimen sin encontrar barreraalguna en los derechos de propiedad y san~
to pudor y sin que el mismo Bentham, con todas sus industrias de armonismo y neutralización de mutuos derechos, fuera capaz de detenerlo en tan peligrosa via. Pues ¿ qu~ importa, en efecto, que mi vecino cuente con los
mismos derechos que yo? Nos daremos prisa
todos para ganarnos unos a otros por la ma,no, y prevenir antes que nadie la mayor utilidad.
-Pero advierta usted---respondería Bentbam--que también sus colegas tienen ese
mismo derecho y pudieran hacer otro tanto
con usted, y que, por la mismo, nadie queda
lesionado.
,
-- Entonces-contestaríamos-Ia·
'cuestión
es de viveza: acabar uno con los demás antes
que ellos acaben con uno.
y no vale decir con Spencer que esta utilidad en que consiste la bondad de nuestras
acciones, ha de tener ciertos visos de común
y ha de ser resultado de un cálculo bien discutido. Porque,. admitido eso, el hombre más
sagaz para obtener primero su utilidad a su
placer, el más bribón, sería el más moral, el
más virtuoso.
'No basta para justificar una acción, que
sentado en su solio de Presidente de una República, después de haber discutido bien la
proposición y despejado todas las incógnitas,
-
49-
después de considerar las fuerzas de que dispone, la debilidad de su conten<Iiente, la neutralidad de las otras potencias, saque al fin por
consecuencias que para abrir un canal o adquirir cualquiera otra utilidad, puede, sin más razones, robarle lícitamente a un país inerme el
territorio que sus agallas apetezcan. Según la
doctrina de Bentham, esa nación absorbente
sería el prototipo de la moralidad.
Contra semejantes abusos reclama el sentimiento universal, que reconoce algunas acciones como buenas a malas por su naturale-za, sin que basten los acorazados y cañones,
ni ks intereses de un pueblo usurpador, para
hacerlas cambiar de aspecto en la nación menos civilizada .
•
Hace muy poco huíamos del hombre autócrata, Ùzd{'pou-liente, semi-Dios, jabalí de
las selvas o tu'alZOen l/ir/ud de su razÓn jura,
y ahora nos encontramos con el hombre egoís
ta, carnal, calotladùr oz jro de su bolsillo,·
con la soga dl' !a.r pasiones al eudlo. Prueba
evidente de que si para ouscar una regla segura de moral, es preciso salir de nosotros
mismos al mundo exterior y objetivar las ideas
morales, no la es menos que este valor objetivo ha de tener hondas raíces en la esencia
misma de las cosas.
-
-
50-
No hay, pues, que cimentar el recto proceder de los hombres sobre terreno tan mudable y quebradizo como el propio capricho o la
propia razón o la propia utilidad o el placer
sensual en sus múltiples manifestaciones. No
hay tampoco que hablar de simpatías y bené_volas afecciones del corazón con Shafterbury,
ni de presentixpientos naturales hácia la bueno con Tomás Raid, ni de economía social con
Adán Smit. Hay que abrir los ojos y renunciar a delirios, aunque al cuerpo formado de
tierra no le cuadre la verdad.
Salgamos ya del Laberinto, no para volar hasta el sol de la J usticia.-con las alas de cera de la pobre razón, porque el que presume de
condor puede sepultarse en el lodo, ni tampoco pa.ra volver al error, sino para seguir atados a la sana doctrina, tras las huellas del
único que salva las sociedades, las familias y
los individuos: Jesucristo.
-
51-
El.. BUITRE QUE NO MUERE
Nos refiere Virgilio en,la obra que la ha
inmortalizado,
cómo al llegar Eneas al Tártaro conducido por la Sibila, encontró sobre candente roca :l Ticio, el alumno de la Tierra que
tenía sobre él un hambriento buitre devorándole continuamente e.Jhígado, y a medida que
se la iba comiendo, el hígado renaCÍa. Así el feroz animal tenía por nido el pecho de la víctima, y ni el corbo pico se le amellaba, ni la
víscera cesaba de renacer.
. Ese buitre es el orden moral que no cesa
de desgarrar la conciencia con hcrribles remor, dimientas a cuantos yacen tendidos sobre la
roca incandescente del yicio.
,
¿ Queréis ya, benévolo l~ctor, conocer de
cerca ese buitre que no muere? ¿ Anheláis saber cuál es la norma de las buenas acciones
para ejercitarlas y de las mal.s para huírlas a
enmendarlas?
Fijaos en un reloj. Cáundo "decís que es
bueno? No cuando anda solamente, sino cuando marca con exactitud las horas, es decir,
cuando se c~mforma con su naturaleza de reloj, en todas sus jartes, conservando cada
rueda su puesto y desempeñando el oficio que
le toca, y en todas sus retadones, guardándose la debida depeni~~¡¿t d¿k 't~a~Ë~6~t~cwn .
. IIIUOlIC;.
~.ANGeI..
AIAH80
-
52-
respecto a otras, y la armonía entre las distintas funciones que las partes desempeñan.
y el hombre es un reloj, pero reloj' que
si participa de los minerales y vegetales por
su cuerpo y su desarrollo, siente con los animales y piensa y quiere con los espíritus, pues
no debes olvipar que el hombre sino es Dios
tampoco es piedra hi perro, sino anillo entre
el irracional y Dios.
¿ Cuándo, pues, se dirá que el hombre es
humo? No simplemente cuando a,nda, es decir, cuando come con buen apetito, duerme a
pierna suelta, se ceba en placeres comunes .al
cerdo y al asno, viste bien, camina con elegancia, y en fip, anda por el mundo y sus
salones sin ton nt: son; sino cuando anda
bt'en ..
Ya nos parece ver en los labios de más
de cuatro lectores, una sonrisita burlona y una
no reprimida curiosidad por pregùntarnos: ¿y
cómo se hace para saber si anda bÙn,'?
Recuerden lo que dij!mos del reloj y entenderán nuestra respuesta:
EslJueno el hombre c.uando sus actos todos se conforman con su natural~za de hombre, en cuanto es naturaleza racional, no sólo
de acuerdo con lo que legítimamente pida cada
una de sus partes, sino también en sus relaciones con sus· semejantes y con Dios.
-
53-
Por consiguiente, cuanto le quita el distintivo que tiene con el bruto y la iguala con
éste, o la que es peor, la pone por debajo,
deja de ser 'bueno para el hombre, la atrasa;
y cuanto la saca de su esfera y la quiere poner
sobre las leyes que el que la crió y es su dueño le impone, la hace obrar contra su naturaleza, la pone en el terreno de la malo, la adelanta y claro éstá que si la perfecCión del reloj no está en qt!ese atrase y se adelante, mucho meI).os la del hombre la estará en bajar
al nivel del bruto a en aspirar a libertarse de
Dios y de las; leyes así divinas como humanas
que deben regular su movimiento.
¿ De dónde nace, aun en el hombre descreído, aquella satisfacción que experimenta
al alargar la mano al desvalido en lugar solitario donde nadIe la ve, sino de que ia conciencia, aunque él no crea en ella, le grita la
conformidad de su obra carItativa con la naturaleza racional?
Tal vez se nos diría que favorecemos la
llamada moral independÙnte. En manera alguna. Es cierto,'y la sostenemos, que el primer movimientu de vergüenza o de satisfacción racional arranca en todas ocasiones de
que el que obra ve que su proc€der está conforme èon su naturaleza racional: más este no
es sin,o el primer eslabón que liga las acciones
-
54-
humanas con Dios; es, como quien dice, el
enganche más cercano al hombre en el cual
nos fundaremos para ascender en busca de
los otros.
Antes de. pasar adelante, bueno es observar el absurdo en que incurren quienes sostienen que cI hombre en público puede lícitamente obrar de modo. contrario a su conducta en privado: de modo que puede ser magnífico padre de familia y eje'mplar de católicos
de puertas para adentro, y un ateo y anticlerical y rojo y socialista y republicano intransigente y masón incoloro y sin carácter, si
ocupa un puesto público. Para mostrar ese absurdo preguntamos:
¿ Ca mbia el hombre de naturaleza por pas'ar de ciudadano a gobernante? Sí a nó.
-Sí. Entonces ya no es hombre, y como
tiene cuerpo, tampoco será ángel: cerá cerdo,
papagayo o la que qu~ráis.
-Nó. Entonces sus acciones deben conformarse a esa naturaleza que no cambia, y
por tanto, la que es bueno en la' alcoba, es
bueno en el palacio de Gobierno, y la que es
malo' en caS.l, es malo en todas partes.
Ya deserían muchos poder mudar de conciencia y hasta de, naturaleza. cada sábado al
mudar de camisa, y aun cada día.
-
55-
Quizá se alegue por otros que nuestra doc·
trina está muy buena hablando del individuo,
pero que las sociedades no reconocen más
fuente de obligación y de moralidad que la
autoridad de los gobernantes.
Preguntamos: ¿ de qué se componen las
sociedades? --De individuos.
¿ Pierden éstos su carácter de táles y su
naturaleza por reunirse con otros y someterse
a otro que los gobierne ?-No pierden nada;
luego ellos que son sujeto de lo que hace el
conjunto tienen la regla de moralidad que tenían antes de congregarse.
Además: si los individuos depende¡¿ del
que los crié: y son responsables de sus actos,
() en otras palabras,' si ellos no tienen sobre
sí mismos autoridad independiente de Dios,
¿cómo al reunirse dan al conjunto a al que los
dirige lo que no tienen ~ Prueba evidente de
que los individuos desl/;1tall, escogell al que ha
de gobernarlos, pero la autoridad la recibe del
que rige a los individuos como Criador y Señor, es decir, de Dios; y como en Dios no puede haber contradicción porque ésta sería defecto de sabiduría, y un Dios defectuoso es un
absurdo, resulta que la que es bueno a malo
para el individ viduo, la es para la sociedad, y
que una misma es la ley moral que dirige al
hombre, solo (j) acompañado. Quiere decir que
-
56-
en el primer caso 00' pasa por medio de otro
hom bre el precepto, y en. el segundo, sí; pero
lo mismo es orden real la que da el Rey del c~
lo directamente que Ja, que notifica su representante en nombre de El Y con poderes suficientes.
De donde salta a la vista que los actos del
súbdito no son buenos o malos por la autoridad del gobernante sino por la conformIdad
del mandato y de la acción con la ley de là
moralidad ya establecida y con la que vamos
:il establecer:
-
57. -
EL PORRAZO DE LA ARDILLA
Eramos muy jóvenes y estábamos estudiando en el Colegió de San Bartolomé, cuando llegaron las vacaciones de 1904. Con la
alegría de las almas al dejar el Purgatorio, suelen esperar los -muchachos esos días que, si
bien necesarios para el descanso, son tapi.
peligrosos para elespfritu.
¿ Qué no hace el
torrentè un año represado?
Nosotros, a decir verdad, ni éramos de
los más ni tampoco de los menos entusiastas.
Fuimos a pasar los dos meses a la vecina ciudad de Facatativá, donde entonces residía
nuestra familia, e ignoramos ~i por cariño (»
por ironía una hermana muy despierta nos tenia de regalo una ardilla domesticada que desde el alba a la noche todo la resolvía y doquiera estaba saltando y gruñendo en la actitud más divertida. Sirviónos de recreo los tres
primeros días. Ma" al cuarto, con la cadena
que solía llevar al cuello, se subió al árbol del
patio y al verse allí y,casi podemos decir, al
recordar su selva, púsose a brincar de rama
en rama, más feliz que nunca. En uno de esos
saltos, el extremo de la cadena habia quedado sobre una rama más alta que la en que ~f:
hallaba reposando un instaante,-y dejándose
llevar de su inquietud, resol'flW>treparse cade-
ua arriba. 'Como ésta no estaba asegurada,
todo fue intentarIo y deslizarse la malhadada
.cadena, dando con la graciosa ardilla en el
d~o suelo, donde expir6 entre tristes contor,SlOnes.
Hoy el recuerdo de aquel gozo amargado
de tan trágico modo, nos sirve muy bien para
~eguir engañando a nuestros lectores.que, engolosinados con la que pica la curiosidad, se
.servirán respondemos:
-¿ Qué es la naturaleza racional, como
regla de los actos hum~nos, si Dios no la sostiene y si a El no sube como a fuente primera
de virtud?
Es una pobre ardilla', inquieta por las penas y contingencias de la vida, que al agarrarse de la soga que lleva al cuello, da consigo
en tierra y allí, revolcándose, perece.
Hay pues, que subir y subir muy alto.
Cierto que el reloj será bueno si anda bien
y malo si anda mat; pero, ¿ quién le dio la naturaleza de reloj que tiene? ¿ Dónde esta la
norma que sirvió de modelo para señalarle su
naturaleza: que sirviera para marcar las horas
y no para algo inferior ni para algo superior?
El papel en que escribimos podría casi
responder aunque no sabe hablar.
Al reloj le diósu naturaleza el que pu.diendo hacer con el mismo metal una sartén
-
59,-"
para freír micos, la convirtió en reloj. La norma de su andar estaba en la mente del reloJero.
Pues bien. Volviendo al ham brc, ¿ quién
le diÓ la naturaleza racional que posee y a
quién debe conformárse esa naturaleza?
-Diósela Dios que la crió y en la esencia
de ese Dios está la raiz, el manantial de toda
regla que conduzca al bien y que aparte del
mal.
He aquí la fuente y regla suprema de moralidad: DIOS.
Podemos, pues, decir que al modo que la
brasa produce la llama que ilumina, Dios produce la llama de la regla prÓxima de -la mora.¡¡dad y que si la llama no existe sin la brasa,
tampoco puede existir moral alguna donde a
Dios se le saca de en medio.
Veáse aquí lo absurdo de la cacareada
moral indcpcndz'ente, como quien dice: llama
sin brasa, estornudo sin nariz.
Mas no pudiendo el hom bre reciLir en
cada caso particular de labios del mismo Dios
la expresión de su voluntad en orden a sus
propias acciones, d~beres y derechos, necesario se hacía que esa ley divina que ordena todas las cosas a su fin: el agua a humedecer •.
el fuego a quemar, el hombre a conocerlelamade y servirle, y así de todos y cada UD<>
-160·-
de los seres, tuviera los detalles y explanaciones necçsarias, especificando la general y ·acomodándolo a casos particulares y que esas interpretaciones y subdivisiones del Eluerer divino fueran conocidas del hombre. en general,
por la ley natural,y más en particular, por las
leyes positivas del mismo Dios promulgadas,
.ora por sus ángeles, corno en el Sinaí, ora por
:su hijo encarnado, ora, en fin, por la Iglesia.
y así corno la orden dada por el ministro '
~n nDmbre del rey tiene tanta fuerza como la
-dada directamente por el rey porque en definitiva ambas tienen el mismo origen, así también no menos obligan las leyes del Sinaí que
las dadas por la' Iglesia o pot los gobernantes
que- han recibido de Dios la autoridad. '
, Ni se objete que ha habido leyes inicuas
que no pueden tomarse por norma, pues respondemos que si eran inicuas no eran verdaderas leyes .
. Otro error que puede ocurrir es el de creer
que algo es bueno porque la ley lo manda. N6:
porque es bueno, es decir, porque se conforme a su naturaleza, a su 'fin, a la mente y
esencia de Dios que la cre6, por eso la manda
la ley. No entramos en las distinciones de las'
le.yes \por no ser éste:5ll lugar..
-'6iI-
EL DUENDE SIN CABEZA
Pocos serán los que no guarden entre el
repertorio de sus recuerdos el de haberse dejado engañar por los cuentos terroríficos que
la vieja legendaria de la casa, en cuyos brazos se meci6 toda la familia, les refería a la
lumbre de la hoguera a de la luna en los corredores del hogar, a al resplandor de la débil
lámpara que daba a la habitación algo de encantamiento. ¡Y cómo se creían con la más
sincera .ing-enuidad las más estrafalarias historias!
. Entre esos cuentos hay uno que casi todos hemos oído.
Era un tiempo en que las brujas bailaban
y en que los animales tenía n largas 'y ament
simas conversaciones. U na vez, no sabemos
por qué motivo, trab6se ruda pelea entre un
duènde muy barbado y una bruja muy pícara.
y es el caso que sabiendo la bruja que el viejo
se vanagloriaba en demasía de su imponente
faz y luenga harba, le di6 tal machetazo que
de un golpe le zafó la cabeza y ésta se fue rodandQPor el suelo.
C\1ando el pobre duende se vió sin cabeza empezó a sollozar con la más_desgarradora triSteza; derramó no menos de cinco mil
~
cada una como el puño de la mano y.
-
62-
no pudiel1do dominar su dolor, se mes6 los cabellos, se estiró las ore/as y hasta se revent6
de una palmada las narÙes. Cuandoasf hubo
expresado la hondo de su cuita, mt:ró donde
eOstabasu cabeza, y corriendo hácia ella, la
tomó en las manos y la besó con arrebatado
sen timien ta.
¿ Na te parece, amado lector, que tenemos razón, cuando llegamos a grandes, de
reímos? ¡Qué inocencia, qué ingenuidad, qué
celestial sentillez la de aquella edad arrullada
por ilusiones y vestida de alegrías!
y sin embargo, hay entre los hombres y
no pocas veces entre aquellos que se precian
de sabios, quienes admiten y defienden, no
por sencillez, sino por malicia consumada o
por crasa ignorancia,' absurdos mayores que
aquellos dJ duende sin cabeza que la colma
de ósculos llorando.
Si del individuo a de la sociedad se quita
la dependencia a las leyes de Dios y a la autoridad por él constituída, ¿qué queda?- Un
cuerpo sin cabeza porque acabamos de demostrar en el capítulo anterior que es 'imposible
concebir moralidad que no se base en Dios.
Yesos precisamente que más protestan
contra el tamaño disparate de que un tronco
sin cabeza pueda mirarla y ejecutar mil actos
más que la suponen en su puesto, hablan de
sagrados derechos, de i1lvio/abt'lt"dad de /a vid,l, de obltgaciones soda/es, de 'llirtudes cívicas, todo sin Dios, por suouesto.
¿De cuando acá un simple hombre, como
cualquiera de nosotros, de carne y hueso, ha
de imponemos su voluntad y sujetamos a su'
coyunda, si no se reconoce que Dios le haya
dado autoridad?
Se responderá que eso dependió de un
mutuo convenio por el cual cada uno renunciÓ
algo de la suyo en favor de otro para que éste
los gobernase. ¿ Y cuándo sucedió y en dónde
tan estupendo convenio? ¿ Y en virtud de qué
derecho, aun suponiendo qué aquello así pasara, nosotros que no intervinimos debemos
sujetamos a la que otros pactaron?
De modo que sin Dios, que es la cabeza
no sólo de la creaciÓn sino del género humano
especialmente, no puede haber bue1lo, ni malo,
ni derecho, ni deber, ni cosa alguna que desnivele la igualdad de los hombres, pues como
en Dios descansa la esencia de esas palabras,
quitado El, no pueden ellas tener sentido, al
modo que nadie puede mirar la cabeza que le
quitaron del tronco.
Ocurre aquí o'tra reflexi6n. Así como el
marcar las horas bien marcadas
no es naturaleza exclusiva de un solo reloj, sino que debe,
serlo de todos, y así como la dependencia
del
-64 -
reloj al que lo hizo no es prvpia tan solo de
uno, sino de todos, ya diseminados por el mundo, ya reunidos en una sola "relojería; así también el orden moral y la dependencia de Dios
y de las leyes y autoridades que reúnan las
necesarias condiciones, no son peculiares de un
hombre solo sin0 de todo aquel que tenga naturaleza racional, ya se le mire solo, ya reunido en familia, ya, en fin, formando sociedad.
Dedúcese de aquí lo falso de la doctrina que
sostiene la licitud del Estado sin Dios y del
h0mbre público sin religi6n.
Maquia~elo sostuvo que lo malo que hagan los gob.ernantes no es pecado por n9 serIes imputable. ¿Dónde estaba su error o su
malicia? En que crey6 o se empeñó en hacerlo creer que los gobernantes pierden la naturaleza racional. ¡Poca hon'ra les hizo! Pues
s610 perdiéndola pueden eximirse de responder
por sus actos y de chamuscarse en el infierno
si lo merecen.
-
65-
iQUE ME PIQUE UN RAYO!
Estaba la noche sumamente obscura. La
lluvia azotaba la puerta entornada de una infeliz bohardilla donde, como sardinas en caja,
vivían o más bien morían la esposa de Fermín, unos diez escuálidos niñitos, dos gallinas, un gallo, una lora, un gato y un perro.
La miseria y la enfermedad estaban personificados en esos seres desgraciados.
El día la pasaba la pobre mujer revendiendo legumbres en la plaza para obtener con
la pequeña ganancia, el pan para ella y para
sus hijitos, pues con Fermín no debía contarse para nada, a no ser para recibir en las espaldas una lluvia de azotes cada vez que lle~
gaba ebrio de la calle, es decir, todas las noches. Cuando pasaba la gritería consiguiente
a tales desafueros, seguía el chillar en todos
los tonos de los rapazuelos que no podían
acostumbrarse a ver así tratada a su buena
madre: después la lora, el gallo con las gallinas, el gato a gata, y el perro daban las últimas notas de aquel concierto gratis pára la
vecindad.
Entre ésta teníamos nosotros no la honra, ni el placer, sino la inmensa desgracia de
contarnos, pues nuestra pieza en el Seminario quedaba en el segundo piso, con ventana
-
66-
para la calle, precisamente
encima del teatro
de los acontecimientos que venimos narrando.
Antes de pasar adelante debemos decir que
siempre nos era concedido saber qué guisaban,
los de abajo, pues el tufo no provocador sino
asfixiante de la sartén, subía por las rendijas
y saturaba nuestra pieza hasta dejar su atmósfera capaz de emborrachar a Baca.
U na noche llegó Fermín más ebrio que
de costumbre, si es que esto era posible, y
como acababa de oír una conferencia socid.lista. a un doctor muy sabiondo, en la cual se le
habia enseñado al respetable auditorio que eso
de creer en Dios y en moral y en conciencia
y en responsabilidad por lbs actos de la vida,
y en leyes y en autoridad y en deberes, no
era sino invención de los frailes y de los curas,
y que el hombre era libre y que no debía tolerarse la desigualdad de categorías sociales nide riquezas, Fermín resolvió ejercitar el primero su libertad, nivelando con un garrote las
costillas de su mujer, y acallando de un golpe
a uno de los chicuelos que salió a la defensa
de aquélla. Despues, comparando la que acababan de perorarle con la realidad de su bohardilla.Y con la amargo y apremiante de la
situación de su familia, concluyÓ borbotando
blasfemias e imprecaciones a las que puso fin
-
6¡-
con ésta que resonó a compás con un trueno
que asordaba el espacio:
-iQue me pique un raya!
Este rasgo histÓrico no es sino una de
las pinceladas con que podría pintarse el cuadro espeluznante de las familias sin Dios por
la falta de creencias, del freno de la moral y
de las leyes divinas y humanas y de fe en los
castigos de otra vida, en el padre o en la madre a ell ambos.
Póngase en lugar de bohardilla casa a
palacio; truéquense los denegridos muebles por
los de última moda, lujosa mente tapizados; en
lugar de perro y gato y lora, téngase coche y
palco en el teatro; cámbiese el lenguaje grotesco de la plebe por el atildado de la gente
culta; varíes e también el motivo del disgusto
y quítense, si se quiere, que no siempre se podrá, el detalle de los palos y tendremos las
mismas blasfemias, la misma a mayor desazón, las mismas a peores escenas en la casa
del rico que en la del pobre cuando Dios no
impera en ella. Querrá decir que en lugar de
garrote habra revólver para darse un tiro a
dado a otro en algún lance de los llamados de
honor y que en lugar de ser las borracheras
con chiena serán con brandy a con champaña y que en vez de andar los niños con el
cuerpo desarropado a cubierto de andrajos
-
68-
los del neo tendrán el alma en idéntica ~ituación, cosa mil veces más digna de consternar.
Como el ejemplo es más eficaz que la palabra, y como siempre la naturaleza humana
viciada por el.pecado, es más inclinada al mal
que al bien, no es difícil deducir por qué de
padres descreídos y depravados tienen que
salir hijos depravados y descreídos.
En confirmación de nuestra tésis no debe
olvidarse que el mismo Solá, tan inmoral que
los franceses sus compatriotas la llamaban te
couchón (el marrano,) jamás dejaba al alcance
de su hija ninguna de sus infames novelas,
prueba de la convicción en que estaba de que
el veneno de la obra se duplicaría para la hija
con el hecho de ser su padre el autor.
¿ Se quiere, pues formar a los hijos de tal
_modo que no afrenten el apellido que lleven y
que no maten de pena con sus desórdenes a
los mismos que los engendran?
Ante todo es preciso el buen ejemplo de
los padres; mas ya probamos que no hay moral sin Dios, y por tanto ningún padre podrá
mostrarse como modelo a sus hijos si antes
-no cumple los deberes que Dios le impone para
con ~l, ~a sociedad, la familia, y su propia
conCIenCIa.
Cuando las semillas que se siembran son
de cicuta, las' plantas que nacen tendrán las
propiedades
venenosas de aquella de donde
proced~n. Sea esta la ocasión de recomendar
aquí la famosa obra de Pereda De tal falo tal
astilla, donde se palpan los estragos de la familia sin Dios.
N os viene aquí de perlas para terminar
este artículo la reproducción
del que publicamos en La Prensa número 22 de 4 de octubre
de 1913. El hecho es perfectamente histórico:
En una de las más importantes ciudades
de España, cuyo nombre se omite por causa
muy conocida, fue condenadÇ> a la última pena el hijo mayor de llna noble y opulenta familia.
Hallándose ya el desventurado
joven en
capilla, pidió confesarse, y lo verificó lleno de
arrepentimiento
.Ysincero d%r con un virtuoso Padre de la Compañía de ] esú~. Terminada la confesiÓn le suplicÓ el rco hiciese venir a Sll padre él. la cárcel para que le perdonase .Yle trajera al propio tiempo el perdón de
su madre. H Ízolo el padre jesuíta, costándole
no poco trabajo que el padre de aquel infeliz
accediera a los deseos de su hijo, maE- al fin
consiguiÓ traerlo a la cárcel.
Apenas /0 vio aquel joven, se echó a los
pies del padre y le pidió le perdonase y que
la hiciese asimismo en nom bre de su madre.
Conmovido profundamente el padre concedió
-70 -
ambos perdones al hijo, abrazándole con ternura. Entonces levantándose éste, dijo:
-Ahora,
padre, le perdono yo el mal
que usted me ha hecho.
-¿ Qué mal te he hecho, hijo mío? respondió confuso.
-¿ Se acuerda usted, padre, de aquel día
en que al salir de la Iglesia me arrancó usted
del cuello una medalla, diciéndome: de/a esas
cosas que son bt'alerías de tu madre?
¿ Na recuerda usted-añadió-cuando
por
vez primera me insolenté con los criados, que
me dijo: lIaces bim, tÚ C1'CS el amo y puedes
tratarlos como qUlcras?
¿ Acaso se ha olvidado usted de que por las
primer;1s malas notas que traje del colegio fui
reprendido por mi madre, y usted le dijo: DéJale: es rlro y tlO necesita de trabajar?
¿Se acuerda de aquel día que por vez ¡:,rimera le quité una peseta a usted, para jugar.
cómo cuando mi madre al saberlo me encerró
por castigo. usted en vez de apoyarla me sacó
y poniéndome en la mano una onza de oro,
me dijo: Toma hIJo mío, que el dinero es para gozar?
Pues cuando perdí la fe porque a usted
jamás le veía cumplir con sus deberes religiosos. aborrecí el trabajo; de resultas me faltÓ
el dinero, y jugué para adquirido; perdí y fO-
-
71-
bé para jugar.; luégo asesiné, y mañana suho
al patíbulo, manchando la nobleza de nuestro
apellido con indeleble borrón. Dios le perdone
joh padre! como yo le perdono.Al oír tan terrible relato, cayó el padre al
suelo desmayado de dolor: exclamando:
-iQué horror! ¡que horror~ ¡Yo mismo el
ser el a.-';esinomoral ~e mi hijo!
¿ Cuántos padres podrían decirse otro
tanto, y lo que sería horriblemente peor, cuántas madres estarán en el mismo caso con
sus hijas infamadas, con sus hijos gangrenados por el vicio?
-
72-
EL TIGRE Y EL GATO
No hace mucho exhibian en distintas ciudades de Colombia un tigre de los más .corpulentos que se han encontrado, preso en jaula
de robustos barrotes. Habíanlo cazado en las
hermosas estepas de Casanare.
Cuando su exhibición había ya pn;xlucido
pingües ganancias a los empresarios, resolvieron éstos anunciar una lucha bien rara por
cierto: la del tigre con un gato.
Llegado el día de tan singular combate.
ante multitud de espectadores, entreabieron
la puerta de la jaula y lanzaron dentro al pobre gato.
Al ver el tigre un huésped que) aunque se
le parecía mucho, le era no obstante desconocido, quiso vengar de un zarpazo la ofensa
que se le hada al violar su domicilio, y con
los ojos hechos dos ascuas, lanzóse sobre el
intruso. Este al verse tan mal recibido, se
acordó del derecho de defensa y escapando el
golpe con suma habilidad, empezó a hacer
tales pruebas de acróbata, que jamás ninguno
le igualara.
En esa horrible lucha de la fuerza contra
la debilidad, llegó un instante en que el gato,
sin haberse dej;.¡do ni rasguñar del tigre, se le
agarró al cuello y en men0S tiempo del nece-
-73 -
sario para dividir un. trozo de mantequilla con
afilado cuchillo, le pasó la hilera de sus
uñas por la garganta y lo degolló. Pocos minutos después el tigre, bañado en charcos de
su propia sangre, expiraba delante de su pequeño vencedor.
Este episodio, que tuvo lugar en una ciudad de Colombia, es la mejor imagen de loque llega a ser cada familia y cada nación si
se olvidan de Dios. SÓlo que entonces la jaula
3~rá la casa a el territorio patrio, el tigre quedará reemplazado por el que tenga más fuerza, más dinero () más habilidad para imponerse a todos, y el gato será el ser débil, que necesita de la astucia para poder vencer.
y basta realmente mirar uno solo de los
hogares sin Dios. El marido es el tirano de la
fuerza bruta que trata a su e~posa como a esclava a a la m{lS con la i1ngida ternura que
le merece el ser su instrumento de placer a su
ayuda necesaria. El día en que la belleza se
agoste a la salud se destruya con cruel enfermedad, habrá cesado el cariño, pues no quedará resorte en lo humano capaz de hacer tolerables los sufrimientos y penalidades de la
vida. Entonces el hombre, a se desentiende
del hogar, concretándose a dar la necesario
para comer, con la frialdad ·de una máquina •.
yeso por respeto a la sociedad o se retira del
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todo, si es que no pone fin a sus días con un
pistoletazo.
La esposa que no aportó al matrimonio
virtudes sólidas, en tanto complacerá a su ma~
rido y cuidará de él, en cuanto la necesite a
la sanción social se la exija; mas no tendrá
inconveniente en separarse de su lado cuando
pueda quedar bien ante la sociedad, aunque
pase por encima de su conciencia. Por iguales razones, la casa y la familia y la servidumbre irán manga por hom bro.
y si con la astucia a la do blez puede vencer la fuerza, no tendrá dificultad en hacerla.
Si de la familia se pasa a la SOCIedad,ésta
será también lucha de tigres y gatos donde se
degüellen cada día, si 110 los cuerpos, sí por la
menos las almas, cumpliéndose siempre en bienes y en honra, la orden de desbandada: iSálvese quien pueda!
Mas si de la familia y de la sQciedad se
pasa a las naciones, aquí sí que se ve la lucha
sangrienta de ambiciones desmedidas, de orgullos vengativos, de codicias vergonzosas a
bien, la lucha de unas con otras, realizándose
siempre el aforismo de que 4:elpez grande se
come al chico.»
¿ Cuál de todas estas afirmaciones se nos
puede negar, si para hacerlo sería preciso no
haber vivido arriba de un diao estar tan abs~
-
75-
traído de las cosas de la tierra que pudiéramos preguntar como Pablo, el primer ermitaño: ¿ Existen todavía hombres? ¿ Construyen todavía casas?
.
H.ecordamos una historieta que nos sirve'
al presente para pintar mejor el estado de la
sociedad y de la familia y de los pueblos sin
Dios.
Iban de campaña en el ejército liberal del
norte, que peleÓ en Paloncgro, dos militares
de los que el uno era Coronel y el otro soldado raso. Después de aquel célebre combate,
vagaban los dos derrotados por un páramo
cuando los sorprendió la noche. El frío, el
hambre, la impresión de ser apresados de UD
instante a otro, no les dejaba dormir.
-Dime,
Cándido---preguntÓ el Coronel
al soldado-¿ no tienes nada que comer?
-Solamente tengo, mi Coronel, un tabaco.
-Pero
e!'o no será para comer.
--NÔ, mi Coronel, pero sí es un alivio
con este frío tan granàt;.
-Pues
bien: como el tabaco no nos alcanza para los dos, vamos a arreglar nos de
un modo muy equitativo: dáme el tabaco y
mientras yo fumo, tú escupes.
¿ Qué es la que hacen hoy esos azuzadores del pueblo bajo la ~
de conferencias
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sobre sus derechos y sus Ùttereses soberanos y
.sagrados; qué es la que hacen las clases aco-
modadas cuando en ellas no reina la moral de
Jesucristo? Fuman el trabajo y los sudores de
los pobres mientras éstos escupen sus propias
entrañas carcomIdas por la miseria ..
No hay, pues, que extrañar que día por
día se agigante la lucha entre los ricos y los
pobres, entre los nobles y los plebeyos, si no
se admite un lazo de unión que haga misericordiosos y caritativos a los unos y tolerantes
y sufridos y resignados a los otros, y ese lazo
de unión no es otro que el orden moral acatado por todos, la voz de la cenciencia, los preceptos de Dios y de la Iglesia, las leyes humanas, la autoridad pública y privada, aplí,cadores, intérpretes a fuentes de aquel orden
en la fórma que queda ya plenamente
expli,cada en artículos ante.r..jores.
-77-
,CON UNO DE LOS DOS
Consecuencia de la dicho hasta aquí es
que no se puede unir el imperio de la carne
sin ley con la tranquilidad y los frutos del imperio del alma sobre esa carne, a en otras palabras: que no se puede encender una vela ;¡
Dios y otra al diablo.
Hemos llegado a este dilema: o los Ùu'¡z'vz'duos y las familias y las naciones se acercan
a C, t'sto, o rodará'l al abismo.
Convirtamos un momento la miraba al
viejo mundo y encontraremos lecciones fecundas en saludables enseñanzas.
¿ Cómo empieza la ruina moral y aun material de todos aquellos paísef:? En Ingla'terra,
Alemania y algunos otros, con la Reforma pro-'
testante que puede pintarse con tres palabras:
orgullo que lleva a la desobediencia al Papa;
sensualidad que lleva al crimen; saqueo y codicia que se impone lógicamente para dar
rienda buelta a las pasiones; en Francia, con
la Revolución vJlter'íana del 93, que puede
compendiarse así: imperio absoluto de la razón deificada que se traduce en diluvios de
sangre, de podredumbre y de herejía; en Italia con el auge concedido a las sociedades secretas y al judaísmo, que se sintetizan en odio
formal a Jesucristo. doquiera que su espíritu
-78-
sople, sea en tronos, cátedras, costumbres,
libros, teatros u hogares y en España con
las libertades dadas al socialismo y comunismo,"que se empeñan en atacar toda autoridad
y toda religión y en nivelar el género humano,
aunque para conseguirlo se haga necesario
cortar la cabeza a la más alto y volar todo
edificio y toda montaña que perturbe la decantada igualdad; y si del Viejo Mundo pasamos al Nuevo, en éste la ruina moral 'reconoce por causas algo de todo lo anterior más la
idolatría del oro que atropella todo derecho y
el liberalismo neto que es el basurero donde
se recoge todo la malo de todos los errores.
¿ Cómo se iban agigantando de nuevo Inglaterra .YAlemania hasta antes de estallar la
conflagración europea? Con la vuelta a grandes pasos hacia el catolicismo, con la enérgica
actitud de los buenos sobre los malos para defender sus creencias contra el ultraje y para
llevarIas triunfantes a las cámaras y al ejército.
y esta resurrección se venía acentuando también en los demás países de la Europa, especialmente en Francia, donde, a despecho del Gobierno, los católicos se han determinado a dar
la preferencia a los bienes espirituales sobre
los materiales,. sosteniendo a su costa las escuelas y el culto, y no solo en Europa sino en
Améri~a se ve que a medida que los pueblos
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se convierten a Cristo, crecen en prosperidad
de todo gél\ero. Ahí están los Estados U nidos
donde, más que en ninguna otra parte, el catolicismo toma hoy incremento gigantesco; y
ahí está Colombia, que al amparo de la paz,
a medida que ha ido desertando de las filas
del liberalismo, ha ido creciendo en riquezas y
ve en lontananza días de mucha grandeza.
En cambio España (hasta antes de caer
el Gobierno liberal) Portugal, Méjico y varias
Repúblicas ~uramericanas, yen .los momentos
actuales casi toda la Europa, en la misma proporción en que arrojan el Crucifijo de las escuelas y expulsan a persiguen. las órdenes religiosas y el clero, y roban los bienes eclesiásticos y se empeñan e¡l cerrar los templos y
fundir las campanas y apagar los incensarios
y echar a Dios de las leyes y de las conciencias, ven multiplicarse los salvajes y sanguinarios atentados que contra gobernantes y
pueblos enteros cometen muchedumbres ebrias
de matanza. No puede obtenerse otro fruto
cuand~ al pueblo se le arrancan sus creencias
y el respeto a la autoridad, y al niño se le
prohibe invocar a Dios, favoreciendo a tolerando la enseñanza impía, y cuando se fomenta la prensa obscena y desbocada y se
trae can los teatros y cinematógrafos en escuelas perennes de corrupción, y se deja calum-
- 80-
niar al clero impunemente, al clero que es en
todas partes el portaestandarte genuino del
progreso, de la civilización y del bien moral.
Hay, pues, que escoger:
i
O hacia Cristo o hacia el abismo!
-II ••
.,
.
lièspùés de todo lb expuesto hay que sa:
car consecuencias prácticas:
Antes que todos los bienes de la tierra
están los del alma y por tanto, no debe omitirse esfuerzo para defender nuestras creencias
y profesadas sin respetos humanos; para trabajar por la conversión de los demás, cada
uno en la medida de sus fuerzas; para acatar
a ojo cerrado las leyes de la Iglesia;, páta a¡)07
yar a todo trance a la autoridad legítima: pará
prestar apoyo a la buena prensa y pérsegui~
la mala; para no permitir la implantación de
los principios liberales, masónicos, socialistas
y, en una palabra, opuestos a las doctrinas dé
Jesucristo; para cuidar con, verdadero celo de
los que nos estén encomendados; para aliviar
las desgracias ajenas cuanto nos sea posible;
para tener una sola conciencia así en público
como en privada; para cumplir los deberes
que cada estado de la vida impone; para ser,
en una palabra, buenos católicos.
Tratándose de la educación de la familia, debe pasarse por encima de toda consideración mundana y elegir siempre los colegios
donde ante todo se enseñe a conocer, a servir y a amar a Dios, sin permitir por ningán
\
- Si
.o.;;
motivo la entrada en el hogar de periódicos,
libros o pinturas obscenas o en alguna mane·
ra corruptoras.
Tratándose de las autoridades, debe tenerse muy presente que toda autoridad viene
de Dios y que, por tanto, debe apoyarse su
acción mientras ésta no ,pugne con deberes
de orden superior. La rebelión contra la au~
toridad legítima sièmpre es un crimen injustificable.
, Tratándose de Dios, hay que tener muy
presente que tarde,? te.mprano caere~os ~n
sus manos y que, slqUlera por convemenCla,
debemos 8catar sus leyes, defender sus dogmas y ser hijos sumisos de la Iglesia con la
dbservancia de lo? preceptos y leyes de ésta
y con la obediencia a los Pastores que ticnen
por cargo dirigimos.
Tratándose de la sociedad en general, no
conocemos mejor principio para r:umplir los
deberes que con ella tenemos, que el siguiente:
«No hagas a otro la que no quieras para
tí. »
Por último, tratándose de nuestra alma,
no debemos olvidar que sólo tenemos una; que
todo la habremos perdido si no salvamos ésta;
que no la podemos salvar sin llevar una vida
como la quiere Dios, es decir, en un todo conforme con el orden moral. Ese orden pide
-heOfi'lb
corortamiento el premio para el
que
obre
bien, para el que no la viola, y el castigo pará
el que obra mal.
En todos los hombres hay una parte que
se ve y otra que no se ve. En el santo las dos
son iguales: virtud por dentro y por fuera. En
los demás hay gradación: desde el exterior
más santo con el interior más malo, hasta el
interior más bueno pero tapado a la fuerza;
por sistema o por orgullo, con el exterior más
malo. iCuántos en realidad tienen corazón noble, quizá creencias vivas y deseos del bien,
pero los prejuicios de partido, las conveniencias sociales a un honor mal entendido les
obligan a mostrarse enteramente opuestos a su
interior! ¿ Por qué no romper de un golpe esas
cadenas que impiden hacer el bien y, persuadido el entendimiento de la verdad, hacer que
el coraz6n la abrace y que el hombre
la
ponga por obra? ¿Para qué sostener 'esa comedia si al llegar la muerte ha de convertirse
en tragedia de desenlace fatal?
La vida es el plazo para comprar el cielo; ella es como la sala de ~tudiencias que Dios
concede al hombre. ¿ N a es verdadera locura
ultrajarle y hacerle que pronuncie la sentencia
a tormentos eternos, pudiendo con tan pouo
esfuerzo obtener de El durante el mismo tiempo grandes mercedes que no terminarán?
-. 84 . Plegu~ a Dios bendecir este opdscu1o¡
abrir los ojos que están cerrados, iluminar más
los que estén abiertos, acercar muchos cora':
zones a Cristo y asi salvar muchas almas.
No olvidéis amado lector, pedir por quiert
ha escrito estai líneas ton la más rectá inteIi~
cÏón de sero') útil:
RECETAS PRACTICAS Y UMUY TILES
PARA TODO" H08AR O INDtYIDUO
LAS NOTICIASY todo la AMENO se encuentran
La Prensa.
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estar suscrito a La Prensa.
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hijos, debe"
TODO AMIGOQUE SEA VERDADERA;\IESTETAl. debe obsequiar a sus amigos suscripciones a La Prensa.
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La Prensa y será felíz.>
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