EN CAMISA DE ONCE VARAS POR HECTOR H. HERNANDEZ PRESBITERO Todo mundo debe leer e.ta obrita: estamos seguros d" que sacarÁn provecho. Imprimast'. HEHNAHUO. AnZOBIHP(1 nE BO(;UTÁ L :;. SEPTIMA ~t· Vt~,}(It~ n ~"U.hl pal-a ci país) ¡a Pn'fl!-'H de Colo;r¡bi;l-Apartado I'ACO:; JMI'ItENTA F.OITOH'AI. ADMINISTRACIÓN: OIo:L EDlCION pal-n el Exterior, tm d Apo~tolud() de :!:'~-·Bo~otá. <Atrio d~ la CatedraL) A='ITICII'AnOS APo~Tol .•ADO ATRIO DE l~ D¡'~ I.A I'REN¡;;A CA'J!EDRAI... DE COLOMBIA APAJt,3'ADO 292 EN CAMISA DE ONCE VARAS POR HECTOR H. HERNANDEZ PRESBITERO Todo mundo debe leer e.ta obrita: estamos seguros de que sacarán provecho. Jmprím8..si'. HERNAIU)(). ARZOllISPC, Il>; RO<:OTÁ L S. SEPTIMA ,"'lt· la v(.'nde a:;: V,ltl pwa I)rt'll:,a ci país y de ColoiTIui;j, -Apartado l'AnOS J~I'RENTA ¡'~DIT()RIAJ. AOl.INISTRACIÓN; UgL EDICION paJU el Ext.erior, 2!'2-Bog'otá. en el Apt:lt;tolado (Atrio de (h la Cat(.>Ural,) ,\~TICII'AIlO" APO.sT()LADO DB LA ATaJO n2 1.A CATEDR.41,. pRENRA nE COLOMB}A APARTADO 292 I~I)I«E EL T rI' \ '\ le ... 12 Lo~ Ifcl\IBRES LclCcl~ ..... LA \[F~In'E EL LABERI'\Tcl EL CAB.\LLcI \II~TERI(I~" LA \1..\<.llrr'\A I·:\;C\:'\T.\I) \ EL BITlïŒ EL PORRAZc) EL IlUl::\'f)E iºUE VE Pli,II'E TIGRE Y EL EL CO'\" PARA t:1\O ~!J liE 22 \'cli:nlRE 1>E D'::¡,AI.CI. c,l['¡';,C) IlE .\liï·:IŒ LA ARI.ILLA ~r" ilE ! . . .............• .....•...•.•• CABEZA L', ¡'.-\Yo! <;ATc) I.cl~ CAPOTE l)(l~ 57 . 61 . 65 72 .................• , ..• 77 81 NO ES PROlOGO Tal,¡)cz me preguntes, lector allngo, la razón de un título tan' raro para la presente obrita . .l/e de decirte que tal curiosidad drás satisfacerla 110 po- sin que la hayas leído: en- tonees verás quz"énesson los que <se meten en camisa de once varas.> ProcÚra propagarla con el mayor celo, pues con la gracia de Dios ha de aclarar muchas ideas y disiPar muchas dudas. Ya puedes empezar. Que te haga buen Iwoz1echo. EL AUTOR PARA CONSERVAR LA SALUD del alma lo mejor es tomar cada seis meses una o vàrias suscripcione a LA PRENSA, de Bogotá. LA FELIC1DAD y EL BUEN HUMOR se conservan o se recuperan leyendo LA PRENSA. Vale $ 0,25 la luscripción APOSTOLADO DE LA PRENSA BOGOTA--APARTADO , 292 EL TITANIC Pocos hechos en los últimos siglos han conmovido más hondamente al mundo entero que el naufragio del famoso TitallÙ. Eran las diez· de la noche del catorce de abril de mil novecientos doce. El monstruo de los mares tenía 270 metros de longitud'y 28 de ancho, la que equivale a decir que abarcaba tres manzanas'y media; cra su desplazamiento de 45,000 tonelada~; su costo 10.000,000 de dólares; su capacidad de 2,500 pasajeros cómodamente alojados. Campeaban en él artísticos jardines, un lago artificial, esplén~dos salones y almacenes, un teatro y servicio perfecto de alumbrado eléctrico y de coches, todo rebosante de lujo y llevado sobre las ondas por poderosísima maquinaria. Llevaba 325 pasajeros de 1~ clase: 285 de 2l.l; 710 de 3~ y cosa de 800 tripulantes. Iban allí acaudalados de la talla de Isidoro Strauss (50 millones), Alfredo G. Vanderbildt (75 millones), George \Videner (50 millones), Benja- - 2- min Guehenhein (98 mi!lones), y por encima de estes, Juan Jacobo Astor, con 400 millones; todos estos capitales en oro. Tambien formaban parte de los pasajeros tres sacerdotes cat6licos, el Gerente de la Cornpafiia duefia del Titanic, varios periodistas, sabios y damas notables y,en fin, una banda de musicos, ~Puede darse un cuadro mas completo de la grandeza humana, desafiando sobre el movible elemento la omnipotencia del Criador? En otro tiempo, cuando los descendientes de Noe petrificaron su soberbia en la torre de Ba bel, bast6le a Dios para castigarlos en su osadia confundir su lenguaje. ~Que hara en el siglo XX ante la ciencia, las artes, la industria y la riquezas coligadas? Dejara a los hombres que tom en todas sus precauciones, y porencima de ellas, en el momenta fijado par su Justicia, hara de ese palacio flotaute 10 que un nino con la pompa de jab6n que aprieta entre su mano. En la manana de apuel dia el' vapor Niagara encontr6 una montana de hielo que rodab a sobre las aguas. El Capitan calcu16 su longitud de 100 millas y dio aviso del peligro a todas partes valiendose de radiotelegramas. Mas aquella mole, empujada por un soplo de - 3- DiQs, seguía dócilmente hácia el lugar del desaHoentre el Señor y sus criaturas. Son las diez y veinte minutos de la noche. Riela la luna sobre el mar tranquilo y las estrellas se bañan en su fondo. Acaba de terminar un magnífico concierto en el Titanic y parte de los pasajeros duermen sin figurarse que ya la muerte cuenta los postreros latidos de su corazón. Algo sublime, horriblemente trágico, se prepara, y angustioso presentimiento embarga los ánimos y entumece las alas del huracán. Escúchase un golpe seco, apágase con él la luz eléctrica y el buque queda a obscuras. Tal es su trepidación, que se diría que el Tt'ta1ll'C tiembla de miedo. Súbito pavor cunde por todos los corazones, y aunque la luz se restablece a fuerza de acumuladores, vuelve pronto a apagarse y ya la consternación es indescriptible. Los telegrafistas Philips y Bride piden auxilio incesantemente hasta que a las 12 Y 22 transmiten este último telegrama recibido en Halifax. «Trabajan todas las bombas, pero perdemos espacio firme por momentos. EstáIl ya en el agua los botes de salvamento, ocupados por mujeres y nif'íQ!).Adiós. > -4- Entre tanto la gigantesca nave va bajando lentamente a su sepultura. Cada cual lucha desesperado por salvar su vida, mas la oficialidad y los tripulantes cumplen sin contemplaciones su deber y gritan sin cesar: «jA los botes las mujeres y lo~ niños!> Se oye horrible desconcierto de lamentos, frases de desesperación, exclamaciones de súplica y oraciones en diferentes idiomas. Los tres sacerdotes católicos van de un extremo a otro, ya repartiendo absoluciones, ya escuchando blasfemias. A medida que el buque se consume, el espacio seco se reduce y empieza entonces la más horrible de las tragedias y la más grandiosa manifestación dé la nobleza y el heroísmo a que llegan los corazones humanos en momentos de supremo sacrificio. El archimillonario' Astor resuelve en ese instante conquistar otra clase de riquezas, las . del cielo, premio de su ábnegación en salvar a los demás. Un ruso lleva en sus brazos a una mujer y a un niño, ruega a los oficiales que se los embarqueD, besa agradecido la mano de sus bienhechores y mudo y resignado sube a esperar la muerte. Un niño inglés rehusa salvarse sin S\,l padre, y no pudiéndose desprenderle de su cuello, el Capitán los embarca ambos en un bote. -5- Cuando los marineros tratan de desalentarse, oyen de su Capitán las palabras de Wellington: «¡Muchachos! ¿Que van a decir de nosotros en Inglatera?» Y Wilde, el 29 Jefe, al soltar el último bote, grita al contramaestre: «¡A tu valor encomiendo esa gente! ¡Adiós, Billy!» Un momento antes dice un oficial a la señora del millonario Strauss: -« iSeñora! es preciso partir.» -«¡Nunca! contesta ella. Yo no abandono a mi marido.» H.eplica el oficial: -«Hay puesto para los dos.}) Strauss rehusa mientras haya una sola mujer a quien salvar; se lucha por desprenderle a su esposa, mas ésta resiste y muere al fin abrazada a su marido. Allá, en la más alto de la cubierta, plateadas sus sotanas por la luna, descubierta la. cabeza, de pie como Moisés a orillas del Mar Rojo, y extendidas las manos en actitud de bendecir los botes que se geparan, contémplanse tres sacerdotes catÓlicos: están en el ofertorio del sacrificio. Es entonces cuando cerca de ellos los músicos del Titanic empiezan a tocar el himno «¡Más cerca de Tí, Dios mío!» Y el eco de sus notas va a despedir a los que se alejan embarcados en los botes, arrulla en el sueño de la muerte a los que ya perecieron, prepara y consuela a los que sobreviven, y sube ,c,lam?~<?~o'hasta el cielo pi- -6- diendo misericordia. Aún tiemblan sobre las aguas los últimos acentos del himno, y ya la gigantesca nave se ha arropado con la superficie cubierta de cadáveres. U na voz misteriosa parece repetir: <¡Así terminan las vanidades del mundo! ¡Sólo Cristo existió ayer, existe hoy y existirá siempre! ¡Sólo Dios es grande! » De todos los pasajeros, 8ól0655 se salvaron recogidos por el CarPhaNa a las 4 y 10 minutos de la mañana. Cuando el sol doró la superfiicie del mar, no se notaba ni un ligero rizamiento que sirviera de epitafio al Titanic. Al llegar aquí, no puedo resistirm~ a copiar el magnífico canto de Alberto Risco, hijo de Loyola: ¡CERCA DE TI, DIOS MIO! A lo. náufrago. Callád por un momento, rugido de los mares, sosiéga tus enconos, revuelta inmensidad; olvída los titánicos enconos seculales y forma con tus ondas del ••Titanic •• -7- fantásticos altares, que va a cantar el hombre de Dios la majestad. Tu fuerza es el coloso; tu atlante fortaleza del ábrego mil vece~, la saña encadenó; sepulcro halló en tu seno del rayo la fiereza, pero vencer no puedes del hom bre la realeza: cortar su vida puedes; pero humillarle, nó. Celoso, al ver triunfantes los genios de la ciencia -que tus espaldas cÓncavas rayando ufanas van, -concentras en los bosques de hielo tu potencia, 'Y en ellos cabalgando . tu indÓmita violencia se lanza contra el fuerte costado del Titán. ¡Venciste! Por tus fauces -descienden a la hondura 105 genios de la ciencia -8- en loca confusión; y gime entre tus hielos' su férrea contextura, cual suenan del cordero los huesos que tritura con garra poderosa famélico león. ¡Venciste[ ¡Mas el hombre: te vence en su derrota! tu triunfo ha roto el lazo de su prisi6n mortal. ¿ Na escuchas los acordes de melodía ignota? ¡Son almas que suspiran! Sobre sus frentes flota la ráfaga primera de brisa perennal.· «:Júntame a Tí, Dios mío;' y s¡'la cruz un día al alma con su peso anega en el dolor, hasta que desfallezca rendido de agonía, sea la oración postrera que exhala el alma mía: - iCerca de Tí, Dios mío,.. más cerca, más, Señor! - 9'- «Si el cáliz de amargura,. que Tú me das rehuyera mi labio, cual tu labio la huyÓ en Getsemaní, aunque anegado en llanto mi corazón se viera, con mi aflicciÓn luchando sereno repitiera: - iCerca de Tí, Dios mío, más cerca, más, de Tí! «Cuando la muerte hiele mis miem bras con su frío; cuando me quede solo el único estertor, sea la postrer palabra que selle el labio mío, como en las flores queda el último rocío: -iAcércame a tu seno; más cerca, más, Señor!» (1) ¿ Lo escuchas? son los hombresque presos en tu mano bogando van al puerto (1) Estas tres estrofas son la traducci6n casi literal del canto q'le !;e1l6los labios de los náufragos del Z:i~ft· . - 10- ~,sinmiedo a naufragar. ¡El barco desaparece! . -¡Ya todo es oceano! . Y aun suena entre .las ondas el canto sobrehumano: -¡Cerca de T( Dios mío, más cerca quiero estar! Aprende esa plegaria, revuelta mar bravía, para .cantarla luego del huracán al són;' yo quiero que la escuche de tí la raza impía, que tánto de sus vanos inventos se confía, que tiene con su orgullo tapiado el corélZÓn. -Confiésa que ha quedado rendida tu potencia, .que en su victoria el hombre te· huella con su pie, porque el Titán no era el genio de la ciencia que hundió en sus torbellinos tu indómita violencia, porque eran los Titanes los genios de la fe. - II- Acógelos Dios mío, en la mansión serena, allí donde las almas se abisman en tu amor. No olvides que nos dejan la tierra toda llena con el perfume de esa plegaria que aún resuena. como suspiro eterno: ¡Cerca de Tí, Señor! -.1:2- D. GRAN INCENDIO EN CASANARE El naufragio que acabamos 'de·describir es más que la imagen descolorida y muerta de otro naufragio más ater;I'ador que con1inuamente estamos viendo en el presente siglo: el naufragio moral.del hombre, de la familia, de la sociedad y de los pueblos. ¿ Quién no ha visto· esas flores que en "tiempo de heladas se abren hermosas por la mañana, cuando el primer cariño de ,la brisa :Jas despierta y el primer rayo de sol las entreabre; que parecen ufanarse con su hermosura 'Y qne, pocas horas más tarde, cuando el viento muge y la nieve cae en blanquísimos copos, .1;e tronchan sobre su' tallo, se dúblegan sin 'brillo y sin aroma, reconcentran sus pétalos como buscando calor y por fin, uno a uno, los 'Y31l dejando ¿~er hasta que arrastradas por el -vendaval quedan sumidas en la -primera char.ca que a su paso encuentran'? y ¿ quién no ve hoy jóvenes que hi muy -poco dejaron las caricias de la madre'Y el calor de su regazo con la frente pura y los la'bios sonrosados, que tal vez se ufanaron con .el ensueño de prolongada y feliz existencia; y, poco después, hundidos los ojos y sin brillo, mustios los labios, encorvado el cuerpo, débil :Ia voz, marchito,el corazón y atrofiado,el enGO - 13- tendimiento, ni rien con espontaneidad ni lloran con resignación y que antes de terminada la pubertad se hallan al fin de la vejez y pisan desengaños y huellan abrojos y se inclinan sobre un sepulcro prematuro? ¿ Qué es la que les pasa? ¿ Qué conjuro les arrebata la dicha con la juventud y les sume en desgraciada vejez a los quince años? Es la helada del espíritu; es el viento de las pasiones; es la lluvia del mal que los salpica; es el naufragio que los amenaza. ¡Desgárrase el alma cuando se encuentran a millares en la época presente jÓvenes imberbes que apenas si han saludado las primeras letras, o estudiantes de universidades, mozalbetes de billar que miran con compasivo desprecio a las generaciones de sesenta siglos tachonadas de lumbreras que iluminar{lll el mun(),O de las ciencias mientras ellas existan, de apologistas y teólogos, de astrónomos, historiadores, poetas, naturalistas, filólogos y literatos, cada uno de los cuales formaba legiones, sólo porque humillaron su razón a la fe. sólo porque creían en Dios! Desgárrase el alma, repito, ante esos jóvenes ya ancianos que nunca, a los quince años, murmuran una plegaria, ni entran en una iglesia, ni quieren autoridad que los do- 14 - mine, ni altar que les recuerde su princIpIo y su fin, ni Dios que los sentencie como sus obras piden. Ni menos triste se manifiesta el cuadro de la mayor parte de las señoritas del día. Na es que pasen el día alternando entre el espejo y el piano a la ventana, ni que sacrifiquen al padre a a la madre para satisfacer los insaciables antojos de la moda, ni que pisoteen tantas veces en veinticuatro horas cuantas ocasiones se presentan, el respeto y la obediencia debidos a los mayores; ni que hagan de sus relaciones de sociedad escuela, perenne de murmuración y chisme, ~erminadores de desavenencias y discordias. Todo ello fue- . fa tolerable en comparación con el descaro con que las jóyenes del día, salvo rarfsimas y por la mismo muy honrosas ~cepciones, se sirven de su hermosura y atavíos para corromper a los demás y r:orrom'perse a ~í mismas, . ora con sus vestidos que tánto van simplificando que se duda si es que pretenden volver a los tie"mpos en que la inocencia de nuestros padres no les dejaba caer en la cuenta de que se hallaban desnudos; ora con su presencia en funciones teatrales a cinematográficas donde su reputación las más de Jas veces queda mal parada y donde sirven de incentivo a p~iones ,por otra parte mal reprimidas; ora con la lec~ -15- tura de novelas inmundas que abrasan yenlodan el corazón; ora, en fin, en ese cúmulo de peligros que el sensualismo de nuestros tiempos prodiga a todas horas y en todos los lugares. Yesos jóvenes de ambos sexos, así desarrollados, son los hombres y mujeres del día de mañana, como los de hoy son los jóvenes de ayer. Ocurre, al escribir estas palabras, una pregunta horrible: si de lo's jÓvenes de la generación pasada, mil veces menos corrompidos e incrédulos que los que ahora se levantan, tenemos una sociedad tan atea e indiferente, tan carnal y metalizada, ¿ cuál será la sociedad del futuro? Hace muy poco tiempo un labrador de Albejón, en España, viendo su cosecha perdida, salió al aire libre, cerró los puños y los levantó en alto, bar botó unas cuantas blasfemias y después, tomando un revólver, le disparó un tiro a Dios; mas el proyectil empezÓ a sentir frío unos ochenta metros más arriba y resolvió devolverse, y, encontrando de paso al que lo había lanzado, lo traspasó con mayor fuerza que al salir del revólver: es que entonces disparaba Dios! ¿ No será esta la representación del hombre, de la familia, de la sociedad de mañana, si las cos~s no cambian de rumbo? • -16- Ni es menos espeluznante el cuadro de la familia a la dernÙre. Cuando la unión de los dos seres, jefes del hogar, se ha hecho civilmente, no se distingue de la amnistia entre el macho y la het;nbra de los potrcros, sino en que aquéllos visten seda, firman.Y hablan, y éstos nó. Cuando esa unión se ha hecho como ma.nda la Iglesia, no pocas veces sucede que el único móvil 'ha sido el dinero a la carne a ambas cosas reunidas, y entonces, aunque en distinta forma, volvemos al caso anterior. Lo común, la acostumbrado es que el marido no cree en nada, se llama espíritu fuerte porque prescinde de la fe y no mira bien a los curas, se gloría de pertenecer a alguna logia a hace al menos alarde de espíritu mundano que sólo atiende a la vida presente sin cuidarse de la futura. Por compromiso social pasará lo necesario para gastos en la casa, pero no andará muy preocupado por la fidelidad conyugal ni por la moralidad de sus hijos: bástale que se formen robustos, galantes, dignos de jwesentarse en público y hacer papel, La señora, por su parte, salvo, repetimos, muy raras excepciones, conçurrirá si queréis, a las fUhciones religiosas, será, y es muy posible, miembro de varias congregaciones, comulgará, y tampoco debemos parar mientes en ello; con mucha frecuencia. ayudará a -17- organizar procesiones y adornar pasos, tendrá en su retrete un delicado reclinatorio y junto a él un variado surtido de libros místicos, todo eso y algo más; pero en cambio, usará descotes como actriz de teatro; gastará horas enteras en afeites .Ymisturas para la piel que ya empieza a denunciar sus años; irá sin remordimiento, acompañada de sus hijos, a ver la representación de La casta Susalla u otras de la laya, a pesar del c1~mor que su inmoralidad produzca; asistirá a tertulias prolongadas hasta altas horas de la noche sin cuidarse de la qne entretanto pueda pasar en la casa; leerá también, alegando que Ulla debe estar al corriellte de todo. novelas que deberían dejar hediondas las manos; no tendr;'t repugnancia en que el hijo. quizá de doce. años, a quien dio una llave del portón porque es preciso que aprendan el /;oóenzarsc, vuelva al hogar pasada la media noche, quizá haciendo figuras 'geométricéls con los pies, {)se quede por fuera sin saber dónde. En una palabra, así el marido como la mujer, los hijos y la servidum bre, irán cada uno por su lado, no como Dios sino como el diablo les ayude. ¿ y la escuela y el colegio y el trabajo? En eso no se ponen los ojos sino accidentalmente, ·en cuanto conducen <;il lustre de la famttia, sin que sea cosa digna de examen el -18- que los hijos se eduquen con Dios o sin Dios, con sanas doctrinas o con acervo de sofismas y burlescas perogrulladas. El teatro, la escuela, el periódico, la novela, la pintura, las calles, las plazas, )os vestidos, las costumbres, el hogar y casi hasta la atmósfera se resienten de podredumbre e infectan con sus mi~smas. No hace diez años se dirigía un viajero, atravesando las interminables estepas de los Llanos de Casanare, hácia Arauca. Iba caballero en una mula, moviéndose por en medio de pajonales. resecos por el verano, como átomo perdido entre las arenas de un desierto. El sol dejaba caer sus rayos como chorros de plomo derretido. Meditabundo el viajero dejó volar su imaginación, en tanto que envolvía un cigarrillo. Sacó luégo un fósforo, lo encendió, arrojó la ceril1a después de soplarla con fuerza. y prosiguió su ca mino. Pocas cuadras adelante le saca de sus ensueños el confuso rumor de repetido chisporrote0, cierto olor acre y una especie de nube que lo envuelve. Vuelvè la cara y una muralla de fuego terminada en lengüetas, viva como el fulgor del rayo, rápida como el rodar de la tormenta, hiere sus ojos y le sobresalta el corazón. Oprime con las espuelas los costados de lei mula, se inclina sobre élla, I · - 1'9 - la fustiga con e] látigo a uno y otro lado, y parte como el huracán que zumba en sus oídos ya oculto e] sol y ennegrecido e] cielo. Galo~ pa sin cesar, y ¡::.areceque cuanto más apura, con mayor velocidad lo persiguen las llamas. Han pasado largos .Y mortales momento~. La noche tiende ya sus sombras sobre la pampa, y el jinete sigue galopando, exhausto ya y perdida la esperanza. De pronto un haz de paja encendido cae delantc de su cabalgadura, arrastrado por el viento 'yentonces el jinete, alcanzado por el incendio, sc detiene, baja de la mula, se pone de rodillas, vuelta nácia las ]lamas ]a cara i]u-· minada, levanta extendidas las manos, taladra con sus ojos los cielos y los chva como dos saetas en el coraz{m de Dios, pidiendo mi~ericordia. En un int:1nte el "¡ento cambia de âireccic'm y el afortunado viajero queda en salvo. Tal sucede con la humanidad en nuestro siglo, y tal es su remedio. Ya no puede decirse que se vive la vida sino que se fuma y se quema. Para los individuos, las familias y las sociedades, e] tiempo de su existencia es un cigarrillo más o menos; largo, más a menos grueso; pero de todos modos sólo produce cenizas y humos. Se le enciende con pasiones y esas 'pasiones producen horrorosos incendios: - o 20- niños ancianos por el vicio, hombres y mujeres sin fe, idólatras del oro y de la carne, familias sin unión y sin honra, sociedades sin moral. pueblos sin autoridad y sin Dios, convertidos en inmensa fábrica donde cada hombre es una máquina o una rueda, todo, menos una criatura con destinos eternos. El mundo está in~~ndiado; la humanidad galopa y en vano quiere escaparse de las llamas: ya los haces encendidos la circundan. Qué hacer? Apearse de su orgullo, postrarse en tierra, levantar los ojos y el corazón al cielo, extender las manos en plegaria ferviente, pedir .misericordia, volverse a Dios. Pero ¿ cuál, entre tántas causas como se señalan al estado de las cosas presentes, es la capital? Creemos que ~l olvido de la responsabilidad que pesa sobre nuestros actos: se olvida que si son libres, son también imputables, dig·nos de premio a de castigo. Vamos, pues, a estudiar someramente y . alâlcance de todas las inteligencias, el orden moral, su raiz y sus consecuencias; los falsos sistemas que acerca de él se han inventado; las doctrinas de los doctores católicos; la que la fe y la razón enseñan por el magIsterio de la Iglesia; la luch;¡ entre las consecuepcias deducidas de tales principios, y en conclusión lo que cada individuo, cada familia, cada socie- - 21- dad y el mundo entero tienen que hacer hoy si pretenden conjurar el incendio'y salvarse del naufragio. Carnína con confianza, benigno lector. Te prometemos no engañarte y hacer todo la posible para que a un mismo tiempo te deleites, te instruyas y te reformes. - 22- LOS HOMBRES LOCOS Como torrente desbordado que a su paso todo la derriba, la impiedad ha invadido el campo de la filosofía en las últimas centurias con tan potente empuje, que ha logrado echar por tierra, al menos momentáneamente, no pocas de las columnas que sostenían el edificio social; mas al modo que la inundación corre triunfante hasta encontrar el murallón de granito que la detiene; la impiedad llegÓ al ornen moral, quiso pasar por encima y trIJpezó con el obstáculo de que en una a eo otra forma, él existe impreso. en todas las conciencias rectas. Jamás, en realidad, fué m:is rudo el ataque q ne cuando los filósofos encÙloj>edistas del siglo XVIII se coligaron contra la moral cristiana y quisieron, sobre sus escombros, levantar una sociedad atea )~ desenfrenarla. M,as el ordcll moral los seguía por todas partes como el fanta,sma de Hamlet y su manera misma de proceder, las acciones de los demás y la naturaleza toda, les ponía en contradicción elocuente. En medio del derrumbamiento social producido al grito de i No hay Dios, 1zi reÙ:f{ión, ni moralidad! escapado de los basfemos labios de Voltaire y repetidos después por escritores adocenados que, \;in el talento de V01- - 23 -- taire, qmslCron emularlo; los cimiel1tos de ras sociedades europeas se han ido socavando por el vicio y el error que de los eruditos pasaron en conferencias amotinadas, en libros, folletos y periÓdicos. y Últimamente por medio de la más asquerosa pornografía, a las clases obreras y aun al sexo que por su naturaleza debería vivir en el mundo de los nobles v tiernos sentimientos, y no en la sentina de las pasiones degradantes~ Ni él tales predicadores dcl ateismo faltaron las sonoras palalJras de a({ÙJIlcs Nobles, arranques l.tCJler(lsos, <'¿"rindes dz.:ÚaJ, sl1lis/àèÚón del deber WJllpIÙ!o y mil más; ni en nuestros tiempos a los que cn la .\m(~rica hacen gala de ir remedando (uanto pasa allende el mar, han faltado las mu\, trilladas \' fascinadoras de conconha, loli'l'¡;nrill, Iib('rt~7(!, 1:~7111l. dad y lentida d; mas ¿ qué viene a ser ese c.úmulo de palabras hermosas cuando se precinde de Dios y de su moral? U n fárrago de contradicciones \' de absurdos, Si Dios no exi~te y sus preceptos morales no son sino chocheses de curas \' de fr:1íles, lo noble de las acciones quedará ~lljeto al antojo de cada uno; los arranques serán generosos cuando él cada uno se le venga en deseo; las virtudes cívicas serán máscaras de buena .apariencia ..con.que el rico a el h~m bre de me- .Ira diana instrucción cubre la désnudez de sus peores acciones; y la satisfacción del deber cumplido será un absurdo. Si no existe Dios. ¿quién impone los deberes, quién castiga su infracción, quién recompensa su cumplimiento? Ni menos tontas son, siI1Dios ni moralidad, las palabras concordia y tolerancia. No habiendo quién imponga deberes ni refr~ne pasiones, cada hombre querrá ser'independiente, dueño de hacer cuanto el cuerpo le pida, y de impedir cuanto no le agrade, y multiplicada esta situación de ánimo tántas yeees cuanto sea el núm,ero de los hombres, es imposible toda concordia y toda tolerancia. ¿ y qué decir de la libertad? ¿ Podrá ser libre quien empieza por ser esclavo de una pasión, de un error a del primer charlatán que lo liberta de la creencia en Dios, para que le crea ciegamente y le obedezca sin réplica a él? Y si todos son libres, en el sentido que la entienden los liberales, ninguno, por el mismo hecho, es libre, porque yo querré imponer a todos mis caprichos y los demás, tan libres como yo, querrán imponérmelos a mí y repetida esta contienda entre todos los hombres, se parecerán a los cinco labriegos de la fábula que, no teniendo cobertor sino para uno, quit - 25- sieron taparse con él todos y tirando en direcciones opuestas, acabaron por romperlo y: darse de puños. Baste una sencilla comparaciÓn para comprender la absurdo de la libertad sin Dios: J.uan cree ser libre para escupir en la cara a. Antonio; pero Antonio cree ser libre para nivelarle las costillas a Juan con un garrote. Será esta la libertad? y lq. igualdad? Casi dan ganas de reír al ver los aprietos en que se ponen sus sostenedores. La tan sm;pirada igualdad de intereses, de posición, de derechos y de deberes, sólo puede existir cuando todos los hombres l1azcan en un solo lugar, en un mismo instante, con igual inteligencia, con iguales condiciones físicas, desde un lunar en la punta de la nariz, hasta un dedo más en el pie izquierdo, si por casualidad. uno sÓlo, el prototipo, se presenta así. Luégonecesitarían vivir haciendo todos una misma cosa, vestidos de igual manera, comer una misma cantidad, dormirse todos él un tiempo, dar un mismo número de pasos en un mismo punto, con fuerza igual y seguir todos así, estornudando a un tiempo y muriendo, en fin, en un mismo instante, de igual enfermedad, y ser enterrados simultáneamente, compenetrando todos los cuerpos en una misma sepul- - 26- 'tura. Cualquier variación en la diche y eri -cuanto compone la vida del hombre, romperla la igualdad. ¿ No sería la más imponderable necedad ·pretender que árboles diversos den frutos iguales y que el mismo cauce nece<;iteel Ama%tlnas que el pestilente chorro de San Fran·cisco que atraviesa a Bogotá? ¿ Cómo entoniCeS, se pretende igualar a los hombres, criaturas inteligentes, sin empezar por las materiales que les sirven de asiento y de morada? ¿ Puede existir un ejército en que todos sean generales que manden igualmente i>ino haya quien mandar? ¿ Pueden existir zapateros -si todos los nombres hacen zapatos, pero no hay quien se los ponga? y predicando doquiera tan bonitas doc'trinas que sólo sirven para embaucar tontos y 'romper el dique de las pasiones, ¿ qué fraternidad existirá en los pueblos? La del tigre 'hambriento con el cordero amarrado; la que, ·en Colombia no pocas veces han experimen,tado los curas y lus frailes: ultrajes, expolia,ción y destierro. Esa fraternidad es la madre legítima de la Revolución francesa del 93, de la Commune, pe la Semana Roja de Barcelona, .de los recientes certámenes de civilización en .gœto, de los brotes de patriótica con~ordia e - 27- igualdad del 4 de ,mayo de191 2 en Bogotá y en todo el país, de los edificantes ejemplos que al mundo ha dado Méjico con su última guerra de chacales y, en fin, de la última conflagración europea de 1914. Bien echa de ver nuestro lector· lo importante que ¿s encontrar el secreto para no caer en semejantes abismos, y conocer, sin parcialidad ni confusión, los distintos senderos tortuosos aue al fondo de ese abismo moral suelen conducir. Esto es lo que vamos a hacer. - 28- LA MUERTE DE VOLTAIRE Sin necesidad de entrar en pormenores -que muchos conbcen, que otros no creerán y que los más atribuirán a fanatismo y exalta-ción, bástenos repetir sobre la porsonalidad de Voltaire, la que con tanto acierto dijo Cretineau- J 01)', que él «fue, sin disputa, la cncarnación menos imperfecta del demonio sobre la tierra.» Siendo la muerte el eco de la vida, no es ,de extrañar el fin trágico del blasfemo de 'F aney .. I Al comenzar el año de 1778, Voltaire se dirigió a París, donde fue recibido por los in-crédulos y por las muchedumbres necias, que se dejan arrastrar por masas inconscientes, ruidosa y magníficamente. Mas el Patriarca .de /05 fiIÓs%s, como Ii:tmaban sus adeptos al , apóstol de la lascivia y del excepticismo, aún aspiraba a más . .!IIi triunfo en París-había ·.dicho con cinismo sacrílego-será más glorio.so que el "dd Galileo (así llamaba á Jesucristo) nt Jerusalén. Habiendo emprendido la reforma del Diccionario de la lengua francesa con otros seu dofilósofos, llamados después f!1Zcic!oj>edistas • . vióse acometidô 'por agudísimos dolores, para :mitigar los cuales, apeló a la morfina, con tal - 29- -exceso que a ratos se ponía loco. Visitóle el Cura de San Sulpicio varias veces, sm conseguir otra cosa que oírle barbotar espantosas blasfemias e imprecaciones. Su estado no podfa ser peor: aletargado .Y deJir;tntc, me'zclaba los ayes con las blasfemias. 1\lonsicur Trouchin, que le asistiÓ hasta el Último momento como su médico e íntimo amigo, dijo en el resto de su vida que si los pretendidos csfíritusful'Ytes o $abiolldos a 1(( dcnÚl}'e, corrompidos por las obras de Yoltaire, hubieran presenciado su agonía, tal espectáculo fuera bastante él hacedes volver al buen camino. «Estaba el infeliz desnudo sobre su lecho, porque el ardor que le consumía no le permitía tolerar ni aun el roce de la sábana. Con los ojos encendidos como dos tizones, maldecía como un endemoniado y golpeaba a las personas que le servían. En una ocasién exclamó: «muero ahandonado de Dios'y de los hombres,» y en un rapto de delirio, mejor de rabia impotente, seabalanzó al vaso de sus cxèr:cmentos, comió una parte y la otra se la roció encima con espantoso desatino. Al aproximarse el último momento, las blasfemias se redoblaron y retorciéndos~, dijo: «Yo "iento que una mano me empuja al tribunal de Dios;» y pidió, casi llorando de terror, que llamaran a un sacerdote; pero los sectarios que rodeaban su lecho, im- - 3°pidièron que cumpliera este deseo. El filósofo volvió en seguida a sus imprecaciones, gritos, aullidos y blasfemias, y entre vómitos asque"rosísimos y relinchos como de condenado, er¡" zados 'los cabellos y, volteados los ojos, salió de esta vida el alma de ese hombre, quizá el péor de los nacidos de mujer, ya que el .mismo Judas que vendió a Jesucristo antes de consumarse la redención, jamás]o llamó, corna Voltaire, «el infame.» El día de ta n hOI:ribIe muerte era precisamente el que Voltaire tenía predicho, según]e escribió a un amigo, para contemplar a Dias ma]' parada. iQuiso ir por lana y salió algo más que trasquilat1o! Quien recuerde las Furias de Orestes tendrá pálida idea de la muerte de Voltaire. Siempre la muerte del malvado se distinguirá de la del justo como una noche obscura y tempestuosa de un día seren~, bañado en resplandores. -De esta horrible escena en que el protagonista es Voltaire, vamos a sacar los fundamentos de nuestra doctrina enseñada por la Santa Iglesia. ¿ Qué faltó en la vida de Voltaire y qué falta en cuantos de lejos o de cerca siguen al padre de la impiedad? El recuerdo de que el hombre, por el hecho de serio, no puede desprenderse del orden moral, de modo que ~ia - 31- él no ajusta sus acciones, al menos morirá aplastado por el peso de su vindicta, notificada por la conciencia que no calla y por la justicia divina que aun en este mundo se deja a veces desplomar sobre el rebelde infractor de sus preceptos. No es el hombre un ser que sin salir de sí encuentre su felicidad, porque entonces se bastaría a sí mjsmo, no dependería en manera alguna de nadie, ni en su principio ni en su fin; sería enteramente perfecto en un acto purísimo de su voluntad, y no dependiendo de nadie, sería eterno e infinito, sería Dios, contra la que sabemos: que tuvimos padres, que nacimos, que necesitamos a cada instante de multitud de seres, que de buen grado a por fuerza dependemos de alguien, y que en virtud de esa dependencia y de nuestra llaq·ueza. de morir tenemos. Ni es t;.¡mpoco el hombre un ser sujeto a obrar por necesidad e irresistiblemente, a manera de criatura inanimada, sino que obra como ser inteligente ¿ Quién no elige cada día un objeto más bien que otro y cambia de pareceres y se sustrae a la que otros quieren y que a él, por una u otra razón, no le conviene a sencillamente no le agrada? ¿ Quién culpó jamás a la piedra que rodando desde la cúspide de \\Il monte apl~. -32- al incauto viajero, ni quien fue tan loco que pensase en castigarla? En cambio, ¿qué pueblo, por salvaje que se le suponga, no ha reprobado ciertas acciones del hombre y alabado otras? ¿ En qué pueblo no ha habido algún modo de premiar al que obra bien y de castigar al que procede mal? Salta, pues, à la vista que el hombre no . èS Dios, pero tampoco es piedra ni máquina parlante, y vése al punto la fútil de aquel teje· maneje de los trascendentales y panteistas que con Hegel, Scheling y Fichte a la cabeza, suponen que el Ego purum no conoce màs ley que una necesidad .férrea de volver y revolver par el laberinto de los Egos y Non Egos. Con sólo un poco de reflexión se ve también el disparate de los materialistas que se imaginan que el hom brc aparece en la escena del mundo como los hongos en potrero fértil, sin màs entendimiento que una masa fosfórica para dar de cuando en cuando algûn chispazo de representación cognoscitiva, ni màs vida y libertad que una serie de operaciones mecánicas. y veremos también, cuán equivocados se encuentran Taine al afirmar que la virtud yel vicio son producto de secresiones como el vitriola y el azúcar, y Macherot con los positivistasquecreenque el orden moral es una especie de enteco .que lentamente acaba éon ~ 33- los espíritus fuertes y arriscados y que las penas con que la religión amenaza a los impíos esel coco-duende con que la nodriza acalla al pequeñuelo que la ensordece con su chirimía y destemplados lloriqueos. Ya tenemos, pues, dos fundamentos: que el hombre ni es Dios, ni es máquina, ni es ser fatalmente arrastrado a hacer una cosa y no otra. ¿ Qué es entonces? Si no está en los extremos, si no es espíritu solamente, ni materia ino'rg{tnica u orgánica a animada pero sin libertad, dÓnde estará? En el medio, es decir, que participa de la uno y de la otro: alma y cuerpo. Y en cuan~o tienc alma que en tiende y quiere. como cada uno la experimenta, esa alma es espiritual, .Y en cuanto es espiritual debe sobrevivir a la materia, por que si pereciera con ésta, sería orgánica j entonces no podría entender ni querría libremente .• Mas si sobrevive a la materia, debe quedar bajo el dominio de alguien y ese no es otro que el mismo que le dió principio y la conserva. y si tuvo principio en otro, si su conservaciÓn está radicada en él, ¿ podrá estar exenta de sujeción, de deberes y de derechos para con e;;e ser a quien llamamos Dios? Y si depende de Dios y a El la ligan deberes de - 34- que no puede eximirse en cuanto es su criatura, dedúcese que en el acuerdo o desacuerdo con el querer de Dios est~ lo buerw y lo mal6 de su obra. ' Tenemos, pues, el fundamento definitivo: donde hay hombre tiene que haber morahdad y es t'mposible destruír et orden moral sÙt destruír la misma naturaleza humana. Mas ¿ cual es el límite entre las acciones buenas y las malas? ¿ Qué hay en la naturaleza para que, independientemente de la libertad individual, una acción quede señalada, marcada con la nota de moralidad? Acompáñenos, amado lector, al viaje que emprenderemos en seguida; de lo que usted vea en él depenaen las más terribles consecuencias para los pueblos y para los individuos en particular. - 35- EL LABERINTO DE DEDALO Entre las leyendas mitológicas de la antigucdad, es célebre la del Laberinto fabricado por Dédalo, oriundo de Atenas y descendiente de sus primeros reyes. Era un vasto edificio cuya interior distribución era en tal manera complicada, que quien entrase una vez en él, jamás acertaba a encontrar la salida. El mismo inventor y su hijo fueron, por cierto crimen, encerrados cn él, y, como el edificio no tenía cubierta alguna, cuentan que padre e hijo, provistos de alas de cera, salvaron los rnuralloncs .Y quedaron en libertad. Añaden que Icaro, olvidando las advertcncias de su padre, se aprovechó de sus alas para volar muy alto, y habiéndose apriximado al sol en demasía, se le derritieron las alas con el calor de sus rayos, y, cayendo al mar, pereció para escarmiento de osadas presunciones. Concluyen, en fin, refiriendo que solamente Teseo pudo entrar en el Laberinto, matar al monstruo Minot~uro que en él se encerraba, y volver a salir, gracias a un hilo que Ariadna le aconsejó atara en la puerta del edificio, llevándose consigo el otro cabo para poder f.ácibpente desandar lo andado. - 36- Tonta por demás puede ser la leyenda; mas sabremos sacarle el jugo en provecho de nuestros lectores. Han tenido también las ciencias sus laberintos quizá m~s intrincados. Entremos en uno de ellos. I Perdiendo los seudo-filósofos la esperanza de acabar con el orden moral, cambiaron de rumbo; y al inquirir la regla que marca los límites entre las acciones buenas y malas de nuestra voluntad. pervirtieron lastimosamente los concepto~, y antes que entrar en pretina y ,contradecir a las pasiones, entraron sin precaución en el laberinto de los más extravagantes errores, en los cuales perecieron unos, mientras que los restantes se dividieron en dos bandos: el de aquellos que con las pobres alas de la razón quisieron subir hasta Dios y chamuscados se inundaron en el mar de los vicios y de las penas interminables de otra vida; y el de aquellos que, más cuerdos, llevaron consigo el hilo de la buena intención, del deseo de la verdad y del bién y pudieron desenredarse del laberinto y de nuevo gozar de las bellezas del orden moral. Todos han tenido y tendrán quienes los imiten, como más adelante la verémos. - 37- A dos grupos podemos reducir todos estos amantes del desenfreno y de la sensualidad en sus diversas formas. Figuran en el primero: los que, como Pirra, sostienen que sólo existe úno y todo la demás no es sino ilusión, de modo que a mí me parece que estoy escribiendo con una pluma y tint8, sobre papel, y que alguien entretanto se pasea por el corredor cercano, mas todo eso es ilusión: sÓlo existo yo. Y a tí, lector amigo, te parece que est6.s leyendo estas palabras y que ellas c~t;'lI1 en un libro, mas eso es ilusión, no hay ni palabras ni libro ni carabina de Ambrosio. (.No te parece bonito el sistema? Admitido él, ni hay Dios, ni homLres, ni criaturas, no hay m~'tsque el j'O, y ese yo puede hacer la que le venga en apetito sin tener que responderle a nadie. Cuentan que un día iba Pirra con algunos discípulos por una calle, cuando de pronto '1.'rremetiú contra él un perro y le puso en precipitada fuga. Este hecho abrió los ojos a uno de los engañados por Pirra y le grit{):----No corra, ?vlaestro, parece perro, pero es una ilusiÚn---:\ pesar de la advertencia, Pirra siguió corriendo porque la ilusión perruna insistía en quererlo morder. Hé aquí los espíritus fuertes en contradición con la que em¡eñan. - 38- Se nos figqra ver a estos filósofos aislados en el espacio, como cierto caballero de Bogotá cuya interesante aventura vamos a narrar. Había pasado una noche varias horas en alegre tertulia con sus amigos, no sin mojar el paladar más de la necesario con diversos li~ores. Trepadas las exhalaciones de éstos a la cabeza y terminada la tertulia, dirigíase el caballero a su casa, cuando un perro, pariente sin duda del de Pirra, saliÓ a perturbarle el paso ya, por efecto del licor, no muy seguro. Defendióse el buen señor como pudo, viendo quizá en plural los enemigos, y llegó al Puente Cotg"ante. En medio de su embriaguez, acordóse que en ese punto era peligroso el paso y quisJ, como medida preventiva, tantear el suelo, en medio de profundísima obscuridad. Tomó el bastón que llevaba pendiente del brazo v tentó hácia adelante. No halló suelo. Asustado se inclinó un poco más, siempre moviendo el bastón, pero nada encontrÓ. Tanteó hacia los lados y sólo encontró el vacío. Volvi6se con mucho tiento y tocó hácia atrás: el camino por donde había venido tampoco parecía. Temblando de pies a cabeza y topeteándosele los dientes, creyóse presa de terrible pesadilla. Ocurriósele tocar al menos el suelo donde estaba de pie y .. , tampoco la - 39- naJló!! Empezaba ya a creerse de la luna para .arriba cuando se le ocurrió revisar el bastón. 15ó10 tenía el mango, único resto de la bataUa canina! Viene otro grupo de extravagantes: unos vuelven a entrarse en el laberinto de su propio sér, constituyendo en fuente de toda moralidad y de todo derecho una voluntad caprichosa a una razÓn ahsoluta e independiente, y otros no buscan esa fuente en sí mismos, sino que van a cazarla en la naturaleza, pero no van él donde debieran ir y se co~tentan COI. arbitrariedades y cosas puramente sensibles. Van a la cabeza de los primeros Hobbes y Housseau con todos los racionalistas, que, abogando por la sencillez del estado salvaje, canonizan la libertad de las selvas .r repren-, den a la religiÓn por reprimir y tiranizar a la naturaleza. Para ellos el hombre es tanto más perfecto cuanto más se acerqup a la indbmita salvajez del bruto. «El hombre, dice Hobbes, es por naturaleza 'salvaje y enemigo de todos (homo !till/n'ni tutu.'". El hombre e~~loba para el hombre,) sin más principios, de moralidad, leyes y religión que la voluntad de un tirano que a viva fuerza lo redujo a mandamiento y señaló los límites de la moralidad. Por tanto, si el hombre puede deshacerce de - 4°- su superioridad, quítelo de en medio cuanto> antes y vuelva a su estado primitivo de voluptuosidad. > Terribles principios. que a vuelta de siglo. y medio obtuvieron completo desarrollo bajo la pluma atea del filósofo de Ginebra, Juan Jacabo· Rousseau, cuando al derivar las sociedades de un contrato más a menos explicita, colocó la fuente del orden moral en la reunión de las voluntades, resumidas e interpretadas por el elegido para gobernar, y vertió el veneno que corroía su corazón ateo en las siguientes frases: «El único y verdadero remedio de los ma-les que nos aquejan, es volver al estado primitivo de la naturaleza; porque las leyes humanas sólo han servido Pílra poner cadenas a los débiles, para dar fuerza a los ricos, para destruír la libertad natural .Y perpetuar la propie-· dad y la desigualda:d.» ¿ Qué más se querían los liberales? Ya quedaba resuelto el problema:. si no hay más Dios que el ESTADO ni. más fuente de moralidad y obligación que la voluntad del que me gobierna, ni más límites entre bueno y malo que la libertad sin trabas de cada uno, hay que gritar al punto: ¡Sálvese quien pueda! y cada cual puede derir: !Gócela yo y,árda el mundo! No má~ príncipes ni tronos ni leyes. ¡Viva yol Viva el pueblo soberano· -41- con todos los yoes! ¡Viva el sagrado derecho de matar al que se me antoje! y la peor, amados lectores, es que esos gritos no han salido de mi mollera, sino que, escamados los pueblos, les vino de perlas tan cómoda doctrina y resolvieron ponerla en práctica, y desde Francia hasta los últimos confines del mundo civilizado¡ la sangre corrió a torrentes, y por no adorar a Dios, se adoró la iniquidad en forma de mujer, y por renunciar a un rey se aguantaron encima centenas de monstruos, azotes de la humanida.d •. I-\efería un antioqueño que en la bataUa de Paloneg'ro fùe tal la mortandad, que los gallinazas sólo comían de general para arriba y que a un pobre zancudo que se asomó por curiosidad a una de las lomas del combate, le dieron treinta mil bala.zos en una pata y hasta una paja le sacaron de un ojo con una bala de cañón. Y agregamos nosotros que esto no, es ni sombra de lo que ha pasado en el mundo por causa de las sangrientas doctrinas de Rousseau y de Hobbes. Descanse un poco, amado lector, y prepárese para oir un cuento en seguida; mas no· se deje llevar por la curiosidad: descanse un poco, domine la comezón de saberlo todo en un instante. No es la mucha comida sino 'la bien digerida la que alimenta. - '42- EL CABALLO MISTERIOSO Erase n3 una vieja, no a una nariz pega- &.. sino un viejo muy amigo de despistar la gente. Aunque lleno de achaques y cubierto ~e canas, apenas oyó que en el pueblo de Comaicalle había fiestas muy ponderadas, se fue bien provisto de dinero, resuelto a echar no una sino todas las canas al aire. Vino de Comaicalle contando maravillas. U n día, en el corrillo que solía formarse bajo el copudo ce-dro de la plaza, refirió la siguiente: -Pues sabrán ustedes que en las mentadas fiestas, yes cosa de no creer, ví yo un caballo como jamás mortal alguno pudo soñarlo. Abrieron todos la boca y contuvieron la respiración. El viejo prosiguió: -Si yo no la hubiera visto, no la había .creído. Era el caballo más raro. ¿ Han oído 1l5tedes hablar de él? -Nó, señor. Cuente usted pronto. - Pues bien. Cada vez que me acuerdo, .. Ya los espectadores no podían tenerse <le curiosidad y, con los ojos y la actitud del ·cuerpo, bien dejaban ver el anhelo de saber 10 ocurrido. -Era un ea-baIlo-continuó el pillo del viejo-negro, completamente negro, más ne- - 43- gro que azabache, todo el lado izquierdo, desde las orejas hasta la cola. Uno de los oyentes se apresusó a preguntar: -- ¿ y del otro lado como era? -Negro también-contestó el viejo. serio. como un chicote. El sistema que vimos en el capítulo anterior es verdaderamente desastroso. más negro. que el caballo de nuestra historia; mas el que vamos a ver, es como el anterior. El sistema de Rousseau sólo se propone la independencia de la mitad del hom brc a sea de la voluntad que no debe reconocer más fuente' de obligación y de moralidad que el capricho. Quedaba la razón, destello divino, en riesgo de encontrar, al ponerse en comunicación con los. objetos exteriores, alguna regla de moralidad, algún freno para las pasiones, y ante tamaño peligro, era urgentísimo independizar también a la razón para que el hombre no tenga más regla de moralidad que a sí mismo. Racionalismo crudo que encontró tam bién su pro-· tector en el filósofo de Koenisberg, Manuel Kant, llamado con justicia padre de los U/Jerates. ' Envuelto, como incauta mariposa, entrelas redes de un subjetivismo fanático, echÓ5eY luégoa revolotear sin rumbo fijo por el m~ -'44 - -do de las ideas; a pocas vueltas tropezó con el orden moral y, no pudiendo resistir ~u luz .y aferrado a sus célebres categorías, se vino a tierra:, se abismó en la razón pura y en la subjetividad, de donde sacó esta regla famosa, llamada el imperativo categórico de sus ideas morales: <Obra de manera, que la máxima de tu 'voluntad pueda servir al mismo tiempo de norma a principio dbjetivo de legislación univer:sal.:. El mismo desenvuelve!:u imperativo en las siguientes afirmaciones: 19 La rasó)! pura ha de sei, indepen-dientemente de Dios y de toda objetividad, ley y norma absoluta y autónoma de las acciones morales. 2Q Lo que no emana de este principio 'subjetivo (es decir la que mi razón PU? a no apruebe) no tiene fuerza de obligación, ni debe mover a nuestra propia voluntad, aunque 1:0<10 el género humano.diga la contrario y sal:ga al encuentro la misma revelación de Dios. Sentados estos principios, los racionalis·tas y liherales de nuestros días, se encargaron ·de sacar las consecuencias, y el indiferentismo y racionalismo comenzaron a propagarse en .las sociedades modernas, porque, ciertamen"te, si no hay más freno ni regla que el propio juicio azuzado por las pasiones y cegado por - 45- -el orgullo que hace ver el dictamen propio 'Superior al ajeno, si para el hombre no hay magisterio que la dirija, ni _superior que la enderece, ni camino cierto, ni norte para seguirlo, SI todo es idcalismo y nada hay fuera, si en términos filosÓficos todo es subjetividad con prescindencia de la objetividad extrínseca, Dios está de sobra, desaparecen El y ~u Religión, y queda tan s6lo el hom bre autócrata y la sociedad convertida en guerra de todos contra todos, ya que la razón les mandará a todos ser reyes y no sú bditos. Llegados a ese punto, cada pensamiento es una ley, cada juicio una regla de moralidad, y el homhre se convierte en Dios y terminan todo derecho y toda obli~ación . . Del salv3.jismo canonizado por Rousseau y por Hobbes, de la autoridad absoluta de la razón proclamada por Kant, y de la utilidad, defendida, según veremos luégo, como único argumento de la bueno y de la malo, nacen todas las libertades absolutas, el laicismo de 1;' enseñanza, el Estado sin Dios, la familia· sin matrimonid, el individuo sin conciencia, el alma sin premios ni castigos, en una pa)abra: el LIBERALISMO, el imperio de Satán por medio de las logias y el mundo, en .fin, brincandG . por los espacios como un asno salvaje que tira coces y hace 10 que su instinto Je pide. LA MAQUINA ENCANTADA ¿ No sabe nuestro lector una de las más famosas invenciones de las mentahdades de nuestros días? Pues vamos a ponerlo al tanto de este acontecimiento mundial. Es el caso que se encontraron, tal vez en la luna, un antioqueño y un andaluz, y cada uno a porfía comenzó a ponderar los progresos de s~ tierra. Después de increíbles exageraciones, cada una de las cuales sobrepujaba a la anterior, díjole el anduluz al antioqueño, creyendo que esta vez la dejaría ~in hábla: -Pues míre usted: en mi tierra se ha inventado una máquina estupenda: se coge de una pata un cerdo y con lazo y todo, así vivito. se le mete en la máquina ~se le da al volante de ésta un pequeño empujón y he aquí que con media vuelta se abren vëinticinco tubos y por el uno salen longanizas, por el otro chicharrones, por éste la - manteca acuartillada, por aquél las génovas' aII1arradas con el fique del lazo que llevaba el cerdo, y asi va salien.do todo, sin que siquiera qU,edela máquina engrasada. Oy610 el antioqueño con la boca abierta, y un tanto respuesto de su primera sorpresa, le contestó: - -47 - -Pues paisanito: allá en su tierra están muy atrasados porque, no me diga, yo ví en Marinilla una máquina en la cual, si al èliente no le gusta la calidad de las longanizas y chicharrones y. génovas y manteca y demás productos, se echan de nuevo, se le da media vuelta al volante en sentido contrario, y ipor la Virgen de Manizales! sale ese marrano brincando y con la soga al cuello, que ni los rojos el día que triunfen! ¡De más! Na te han gustado, lector amigo, las ilusiones de Pirro, ni los pacíficos sentimientos de Hobbes y Rouseau, ni las pesadillas de Kant? Pues vamos a dade media vueltecita a la máquina y verás cómo sale el marrano brincando. Nos referimos éd sistema de Bentham, llamado utilz'tarismo, más grosero y prosaico que los anteriores, pues que en él todo se reduce a cuestión de cocina y de bolsillo. Resucitando la moral de Sardanapalo, no reconoce más fundamento de moralidad que el interés y hace consistir ·la bondad y malicia de las acciones libres en la razón formal de utilidad y daño. De modo que, según estos principios, empujado el hombre por la vil codicia y por el placer sensual, marcharía a todo escape por la carrera del crimen sin encontrar barreraalguna en los derechos de propiedad y san~ to pudor y sin que el mismo Bentham, con todas sus industrias de armonismo y neutralización de mutuos derechos, fuera capaz de detenerlo en tan peligrosa via. Pues ¿ qu~ importa, en efecto, que mi vecino cuente con los mismos derechos que yo? Nos daremos prisa todos para ganarnos unos a otros por la ma,no, y prevenir antes que nadie la mayor utilidad. -Pero advierta usted---respondería Bentbam--que también sus colegas tienen ese mismo derecho y pudieran hacer otro tanto con usted, y que, por la mismo, nadie queda lesionado. , -- Entonces-contestaríamos-Ia· 'cuestión es de viveza: acabar uno con los demás antes que ellos acaben con uno. y no vale decir con Spencer que esta utilidad en que consiste la bondad de nuestras acciones, ha de tener ciertos visos de común y ha de ser resultado de un cálculo bien discutido. Porque,. admitido eso, el hombre más sagaz para obtener primero su utilidad a su placer, el más bribón, sería el más moral, el más virtuoso. 'No basta para justificar una acción, que sentado en su solio de Presidente de una República, después de haber discutido bien la proposición y despejado todas las incógnitas, - 49- después de considerar las fuerzas de que dispone, la debilidad de su conten<Iiente, la neutralidad de las otras potencias, saque al fin por consecuencias que para abrir un canal o adquirir cualquiera otra utilidad, puede, sin más razones, robarle lícitamente a un país inerme el territorio que sus agallas apetezcan. Según la doctrina de Bentham, esa nación absorbente sería el prototipo de la moralidad. Contra semejantes abusos reclama el sentimiento universal, que reconoce algunas acciones como buenas a malas por su naturale-za, sin que basten los acorazados y cañones, ni ks intereses de un pueblo usurpador, para hacerlas cambiar de aspecto en la nación menos civilizada . • Hace muy poco huíamos del hombre autócrata, Ùzd{'pou-liente, semi-Dios, jabalí de las selvas o tu'alZOen l/ir/ud de su razÓn jura, y ahora nos encontramos con el hombre egoís ta, carnal, calotladùr oz jro de su bolsillo,· con la soga dl' !a.r pasiones al eudlo. Prueba evidente de que si para ouscar una regla segura de moral, es preciso salir de nosotros mismos al mundo exterior y objetivar las ideas morales, no la es menos que este valor objetivo ha de tener hondas raíces en la esencia misma de las cosas. - - 50- No hay, pues, que cimentar el recto proceder de los hombres sobre terreno tan mudable y quebradizo como el propio capricho o la propia razón o la propia utilidad o el placer sensual en sus múltiples manifestaciones. No hay tampoco que hablar de simpatías y bené_volas afecciones del corazón con Shafterbury, ni de presentixpientos naturales hácia la bueno con Tomás Raid, ni de economía social con Adán Smit. Hay que abrir los ojos y renunciar a delirios, aunque al cuerpo formado de tierra no le cuadre la verdad. Salgamos ya del Laberinto, no para volar hasta el sol de la J usticia.-con las alas de cera de la pobre razón, porque el que presume de condor puede sepultarse en el lodo, ni tampoco pa.ra volver al error, sino para seguir atados a la sana doctrina, tras las huellas del único que salva las sociedades, las familias y los individuos: Jesucristo. - 51- El.. BUITRE QUE NO MUERE Nos refiere Virgilio en,la obra que la ha inmortalizado, cómo al llegar Eneas al Tártaro conducido por la Sibila, encontró sobre candente roca :l Ticio, el alumno de la Tierra que tenía sobre él un hambriento buitre devorándole continuamente e.Jhígado, y a medida que se la iba comiendo, el hígado renaCÍa. Así el feroz animal tenía por nido el pecho de la víctima, y ni el corbo pico se le amellaba, ni la víscera cesaba de renacer. . Ese buitre es el orden moral que no cesa de desgarrar la conciencia con hcrribles remor, dimientas a cuantos yacen tendidos sobre la roca incandescente del yicio. , ¿ Queréis ya, benévolo l~ctor, conocer de cerca ese buitre que no muere? ¿ Anheláis saber cuál es la norma de las buenas acciones para ejercitarlas y de las mal.s para huírlas a enmendarlas? Fijaos en un reloj. Cáundo "decís que es bueno? No cuando anda solamente, sino cuando marca con exactitud las horas, es decir, cuando se c~mforma con su naturaleza de reloj, en todas sus jartes, conservando cada rueda su puesto y desempeñando el oficio que le toca, y en todas sus retadones, guardándose la debida depeni~~¡¿t d¿k 't~a~Ë~6~t~cwn . . IIIUOlIC;. ~.ANGeI.. AIAH80 - 52- respecto a otras, y la armonía entre las distintas funciones que las partes desempeñan. y el hombre es un reloj, pero reloj' que si participa de los minerales y vegetales por su cuerpo y su desarrollo, siente con los animales y piensa y quiere con los espíritus, pues no debes olvipar que el hombre sino es Dios tampoco es piedra hi perro, sino anillo entre el irracional y Dios. ¿ Cuándo, pues, se dirá que el hombre es humo? No simplemente cuando a,nda, es decir, cuando come con buen apetito, duerme a pierna suelta, se ceba en placeres comunes .al cerdo y al asno, viste bien, camina con elegancia, y en fip, anda por el mundo y sus salones sin ton nt: son; sino cuando anda bt'en .. Ya nos parece ver en los labios de más de cuatro lectores, una sonrisita burlona y una no reprimida curiosidad por pregùntarnos: ¿y cómo se hace para saber si anda bÙn,'? Recuerden lo que dij!mos del reloj y entenderán nuestra respuesta: EslJueno el hombre c.uando sus actos todos se conforman con su natural~za de hombre, en cuanto es naturaleza racional, no sólo de acuerdo con lo que legítimamente pida cada una de sus partes, sino también en sus relaciones con sus· semejantes y con Dios. - 53- Por consiguiente, cuanto le quita el distintivo que tiene con el bruto y la iguala con éste, o la que es peor, la pone por debajo, deja de ser 'bueno para el hombre, la atrasa; y cuanto la saca de su esfera y la quiere poner sobre las leyes que el que la crió y es su dueño le impone, la hace obrar contra su naturaleza, la pone en el terreno de la malo, la adelanta y claro éstá que si la perfecCión del reloj no está en qt!ese atrase y se adelante, mucho meI).os la del hombre la estará en bajar al nivel del bruto a en aspirar a libertarse de Dios y de las; leyes así divinas como humanas que deben regular su movimiento. ¿ De dónde nace, aun en el hombre descreído, aquella satisfacción que experimenta al alargar la mano al desvalido en lugar solitario donde nadIe la ve, sino de que ia conciencia, aunque él no crea en ella, le grita la conformidad de su obra carItativa con la naturaleza racional? Tal vez se nos diría que favorecemos la llamada moral independÙnte. En manera alguna. Es cierto,'y la sostenemos, que el primer movimientu de vergüenza o de satisfacción racional arranca en todas ocasiones de que el que obra ve que su proc€der está conforme èon su naturaleza racional: más este no es sin,o el primer eslabón que liga las acciones - 54- humanas con Dios; es, como quien dice, el enganche más cercano al hombre en el cual nos fundaremos para ascender en busca de los otros. Antes de. pasar adelante, bueno es observar el absurdo en que incurren quienes sostienen que cI hombre en público puede lícitamente obrar de modo. contrario a su conducta en privado: de modo que puede ser magnífico padre de familia y eje'mplar de católicos de puertas para adentro, y un ateo y anticlerical y rojo y socialista y republicano intransigente y masón incoloro y sin carácter, si ocupa un puesto público. Para mostrar ese absurdo preguntamos: ¿ Ca mbia el hombre de naturaleza por pas'ar de ciudadano a gobernante? Sí a nó. -Sí. Entonces ya no es hombre, y como tiene cuerpo, tampoco será ángel: cerá cerdo, papagayo o la que qu~ráis. -Nó. Entonces sus acciones deben conformarse a esa naturaleza que no cambia, y por tanto, la que es bueno en la' alcoba, es bueno en el palacio de Gobierno, y la que es malo' en caS.l, es malo en todas partes. Ya deserían muchos poder mudar de conciencia y hasta de, naturaleza. cada sábado al mudar de camisa, y aun cada día. - 55- Quizá se alegue por otros que nuestra doc· trina está muy buena hablando del individuo, pero que las sociedades no reconocen más fuente de obligación y de moralidad que la autoridad de los gobernantes. Preguntamos: ¿ de qué se componen las sociedades? --De individuos. ¿ Pierden éstos su carácter de táles y su naturaleza por reunirse con otros y someterse a otro que los gobierne ?-No pierden nada; luego ellos que son sujeto de lo que hace el conjunto tienen la regla de moralidad que tenían antes de congregarse. Además: si los individuos depende¡¿ del que los crié: y son responsables de sus actos, () en otras palabras,' si ellos no tienen sobre sí mismos autoridad independiente de Dios, ¿cómo al reunirse dan al conjunto a al que los dirige lo que no tienen ~ Prueba evidente de que los individuos desl/;1tall, escogell al que ha de gobernarlos, pero la autoridad la recibe del que rige a los individuos como Criador y Señor, es decir, de Dios; y como en Dios no puede haber contradicción porque ésta sería defecto de sabiduría, y un Dios defectuoso es un absurdo, resulta que la que es bueno a malo para el individ viduo, la es para la sociedad, y que una misma es la ley moral que dirige al hombre, solo (j) acompañado. Quiere decir que - 56- en el primer caso 00' pasa por medio de otro hom bre el precepto, y en. el segundo, sí; pero lo mismo es orden real la que da el Rey del c~ lo directamente que Ja, que notifica su representante en nombre de El Y con poderes suficientes. De donde salta a la vista que los actos del súbdito no son buenos o malos por la autoridad del gobernante sino por la conformIdad del mandato y de la acción con la ley de là moralidad ya establecida y con la que vamos :il establecer: - 57. - EL PORRAZO DE LA ARDILLA Eramos muy jóvenes y estábamos estudiando en el Colegió de San Bartolomé, cuando llegaron las vacaciones de 1904. Con la alegría de las almas al dejar el Purgatorio, suelen esperar los -muchachos esos días que, si bien necesarios para el descanso, son tapi. peligrosos para elespfritu. ¿ Qué no hace el torrentè un año represado? Nosotros, a decir verdad, ni éramos de los más ni tampoco de los menos entusiastas. Fuimos a pasar los dos meses a la vecina ciudad de Facatativá, donde entonces residía nuestra familia, e ignoramos ~i por cariño (» por ironía una hermana muy despierta nos tenia de regalo una ardilla domesticada que desde el alba a la noche todo la resolvía y doquiera estaba saltando y gruñendo en la actitud más divertida. Sirviónos de recreo los tres primeros días. Ma" al cuarto, con la cadena que solía llevar al cuello, se subió al árbol del patio y al verse allí y,casi podemos decir, al recordar su selva, púsose a brincar de rama en rama, más feliz que nunca. En uno de esos saltos, el extremo de la cadena habia quedado sobre una rama más alta que la en que ~f: hallaba reposando un instaante,-y dejándose llevar de su inquietud, resol'flW>treparse cade- ua arriba. 'Como ésta no estaba asegurada, todo fue intentarIo y deslizarse la malhadada .cadena, dando con la graciosa ardilla en el d~o suelo, donde expir6 entre tristes contor,SlOnes. Hoy el recuerdo de aquel gozo amargado de tan trágico modo, nos sirve muy bien para ~eguir engañando a nuestros lectores.que, engolosinados con la que pica la curiosidad, se .servirán respondemos: -¿ Qué es la naturaleza racional, como regla de los actos hum~nos, si Dios no la sostiene y si a El no sube como a fuente primera de virtud? Es una pobre ardilla', inquieta por las penas y contingencias de la vida, que al agarrarse de la soga que lleva al cuello, da consigo en tierra y allí, revolcándose, perece. Hay pues, que subir y subir muy alto. Cierto que el reloj será bueno si anda bien y malo si anda mat; pero, ¿ quién le dio la naturaleza de reloj que tiene? ¿ Dónde esta la norma que sirvió de modelo para señalarle su naturaleza: que sirviera para marcar las horas y no para algo inferior ni para algo superior? El papel en que escribimos podría casi responder aunque no sabe hablar. Al reloj le diósu naturaleza el que pu.diendo hacer con el mismo metal una sartén - 59,-" para freír micos, la convirtió en reloj. La norma de su andar estaba en la mente del reloJero. Pues bien. Volviendo al ham brc, ¿ quién le diÓ la naturaleza racional que posee y a quién debe conformárse esa naturaleza? -Diósela Dios que la crió y en la esencia de ese Dios está la raiz, el manantial de toda regla que conduzca al bien y que aparte del mal. He aquí la fuente y regla suprema de moralidad: DIOS. Podemos, pues, decir que al modo que la brasa produce la llama que ilumina, Dios produce la llama de la regla prÓxima de -la mora.¡¡dad y que si la llama no existe sin la brasa, tampoco puede existir moral alguna donde a Dios se le saca de en medio. Veáse aquí lo absurdo de la cacareada moral indcpcndz'ente, como quien dice: llama sin brasa, estornudo sin nariz. Mas no pudiendo el hom bre reciLir en cada caso particular de labios del mismo Dios la expresión de su voluntad en orden a sus propias acciones, d~beres y derechos, necesario se hacía que esa ley divina que ordena todas las cosas a su fin: el agua a humedecer •. el fuego a quemar, el hombre a conocerlelamade y servirle, y así de todos y cada UD<> -160·- de los seres, tuviera los detalles y explanaciones necçsarias, especificando la general y ·acomodándolo a casos particulares y que esas interpretaciones y subdivisiones del Eluerer divino fueran conocidas del hombre. en general, por la ley natural,y más en particular, por las leyes positivas del mismo Dios promulgadas, .ora por sus ángeles, corno en el Sinaí, ora por :su hijo encarnado, ora, en fin, por la Iglesia. y así corno la orden dada por el ministro ' ~n nDmbre del rey tiene tanta fuerza como la -dada directamente por el rey porque en definitiva ambas tienen el mismo origen, así también no menos obligan las leyes del Sinaí que las dadas por la' Iglesia o pot los gobernantes que- han recibido de Dios la autoridad. ' , Ni se objete que ha habido leyes inicuas que no pueden tomarse por norma, pues respondemos que si eran inicuas no eran verdaderas leyes . . Otro error que puede ocurrir es el de creer que algo es bueno porque la ley lo manda. N6: porque es bueno, es decir, porque se conforme a su naturaleza, a su 'fin, a la mente y esencia de Dios que la cre6, por eso la manda la ley. No entramos en las distinciones de las' le.yes \por no ser éste:5ll lugar.. -'6iI- EL DUENDE SIN CABEZA Pocos serán los que no guarden entre el repertorio de sus recuerdos el de haberse dejado engañar por los cuentos terroríficos que la vieja legendaria de la casa, en cuyos brazos se meci6 toda la familia, les refería a la lumbre de la hoguera a de la luna en los corredores del hogar, a al resplandor de la débil lámpara que daba a la habitación algo de encantamiento. ¡Y cómo se creían con la más sincera .ing-enuidad las más estrafalarias historias! . Entre esos cuentos hay uno que casi todos hemos oído. Era un tiempo en que las brujas bailaban y en que los animales tenía n largas 'y ament simas conversaciones. U na vez, no sabemos por qué motivo, trab6se ruda pelea entre un duènde muy barbado y una bruja muy pícara. y es el caso que sabiendo la bruja que el viejo se vanagloriaba en demasía de su imponente faz y luenga harba, le di6 tal machetazo que de un golpe le zafó la cabeza y ésta se fue rodandQPor el suelo. C\1ando el pobre duende se vió sin cabeza empezó a sollozar con la más_desgarradora triSteza; derramó no menos de cinco mil ~ cada una como el puño de la mano y. - 62- no pudiel1do dominar su dolor, se mes6 los cabellos, se estiró las ore/as y hasta se revent6 de una palmada las narÙes. Cuandoasf hubo expresado la hondo de su cuita, mt:ró donde eOstabasu cabeza, y corriendo hácia ella, la tomó en las manos y la besó con arrebatado sen timien ta. ¿ Na te parece, amado lector, que tenemos razón, cuando llegamos a grandes, de reímos? ¡Qué inocencia, qué ingenuidad, qué celestial sentillez la de aquella edad arrullada por ilusiones y vestida de alegrías! y sin embargo, hay entre los hombres y no pocas veces entre aquellos que se precian de sabios, quienes admiten y defienden, no por sencillez, sino por malicia consumada o por crasa ignorancia,' absurdos mayores que aquellos dJ duende sin cabeza que la colma de ósculos llorando. Si del individuo a de la sociedad se quita la dependencia a las leyes de Dios y a la autoridad por él constituída, ¿qué queda?- Un cuerpo sin cabeza porque acabamos de demostrar en el capítulo anterior que es 'imposible concebir moralidad que no se base en Dios. Yesos precisamente que más protestan contra el tamaño disparate de que un tronco sin cabeza pueda mirarla y ejecutar mil actos más que la suponen en su puesto, hablan de sagrados derechos, de i1lvio/abt'lt"dad de /a vid,l, de obltgaciones soda/es, de 'llirtudes cívicas, todo sin Dios, por suouesto. ¿De cuando acá un simple hombre, como cualquiera de nosotros, de carne y hueso, ha de imponemos su voluntad y sujetamos a su' coyunda, si no se reconoce que Dios le haya dado autoridad? Se responderá que eso dependió de un mutuo convenio por el cual cada uno renunciÓ algo de la suyo en favor de otro para que éste los gobernase. ¿ Y cuándo sucedió y en dónde tan estupendo convenio? ¿ Y en virtud de qué derecho, aun suponiendo qué aquello así pasara, nosotros que no intervinimos debemos sujetamos a la que otros pactaron? De modo que sin Dios, que es la cabeza no sólo de la creaciÓn sino del género humano especialmente, no puede haber bue1lo, ni malo, ni derecho, ni deber, ni cosa alguna que desnivele la igualdad de los hombres, pues como en Dios descansa la esencia de esas palabras, quitado El, no pueden ellas tener sentido, al modo que nadie puede mirar la cabeza que le quitaron del tronco. Ocurre aquí o'tra reflexi6n. Así como el marcar las horas bien marcadas no es naturaleza exclusiva de un solo reloj, sino que debe, serlo de todos, y así como la dependencia del -64 - reloj al que lo hizo no es prvpia tan solo de uno, sino de todos, ya diseminados por el mundo, ya reunidos en una sola "relojería; así también el orden moral y la dependencia de Dios y de las leyes y autoridades que reúnan las necesarias condiciones, no son peculiares de un hombre solo sin0 de todo aquel que tenga naturaleza racional, ya se le mire solo, ya reunido en familia, ya, en fin, formando sociedad. Dedúcese de aquí lo falso de la doctrina que sostiene la licitud del Estado sin Dios y del h0mbre público sin religi6n. Maquia~elo sostuvo que lo malo que hagan los gob.ernantes no es pecado por n9 serIes imputable. ¿Dónde estaba su error o su malicia? En que crey6 o se empeñó en hacerlo creer que los gobernantes pierden la naturaleza racional. ¡Poca hon'ra les hizo! Pues s610 perdiéndola pueden eximirse de responder por sus actos y de chamuscarse en el infierno si lo merecen. - 65- iQUE ME PIQUE UN RAYO! Estaba la noche sumamente obscura. La lluvia azotaba la puerta entornada de una infeliz bohardilla donde, como sardinas en caja, vivían o más bien morían la esposa de Fermín, unos diez escuálidos niñitos, dos gallinas, un gallo, una lora, un gato y un perro. La miseria y la enfermedad estaban personificados en esos seres desgraciados. El día la pasaba la pobre mujer revendiendo legumbres en la plaza para obtener con la pequeña ganancia, el pan para ella y para sus hijitos, pues con Fermín no debía contarse para nada, a no ser para recibir en las espaldas una lluvia de azotes cada vez que lle~ gaba ebrio de la calle, es decir, todas las noches. Cuando pasaba la gritería consiguiente a tales desafueros, seguía el chillar en todos los tonos de los rapazuelos que no podían acostumbrarse a ver así tratada a su buena madre: después la lora, el gallo con las gallinas, el gato a gata, y el perro daban las últimas notas de aquel concierto gratis pára la vecindad. Entre ésta teníamos nosotros no la honra, ni el placer, sino la inmensa desgracia de contarnos, pues nuestra pieza en el Seminario quedaba en el segundo piso, con ventana - 66- para la calle, precisamente encima del teatro de los acontecimientos que venimos narrando. Antes de pasar adelante debemos decir que siempre nos era concedido saber qué guisaban, los de abajo, pues el tufo no provocador sino asfixiante de la sartén, subía por las rendijas y saturaba nuestra pieza hasta dejar su atmósfera capaz de emborrachar a Baca. U na noche llegó Fermín más ebrio que de costumbre, si es que esto era posible, y como acababa de oír una conferencia socid.lista. a un doctor muy sabiondo, en la cual se le habia enseñado al respetable auditorio que eso de creer en Dios y en moral y en conciencia y en responsabilidad por lbs actos de la vida, y en leyes y en autoridad y en deberes, no era sino invención de los frailes y de los curas, y que el hombre era libre y que no debía tolerarse la desigualdad de categorías sociales nide riquezas, Fermín resolvió ejercitar el primero su libertad, nivelando con un garrote las costillas de su mujer, y acallando de un golpe a uno de los chicuelos que salió a la defensa de aquélla. Despues, comparando la que acababan de perorarle con la realidad de su bohardilla.Y con la amargo y apremiante de la situación de su familia, concluyÓ borbotando blasfemias e imprecaciones a las que puso fin - 6¡- con ésta que resonó a compás con un trueno que asordaba el espacio: -iQue me pique un raya! Este rasgo histÓrico no es sino una de las pinceladas con que podría pintarse el cuadro espeluznante de las familias sin Dios por la falta de creencias, del freno de la moral y de las leyes divinas y humanas y de fe en los castigos de otra vida, en el padre o en la madre a ell ambos. Póngase en lugar de bohardilla casa a palacio; truéquense los denegridos muebles por los de última moda, lujosa mente tapizados; en lugar de perro y gato y lora, téngase coche y palco en el teatro; cámbiese el lenguaje grotesco de la plebe por el atildado de la gente culta; varíes e también el motivo del disgusto y quítense, si se quiere, que no siempre se podrá, el detalle de los palos y tendremos las mismas blasfemias, la misma a mayor desazón, las mismas a peores escenas en la casa del rico que en la del pobre cuando Dios no impera en ella. Querrá decir que en lugar de garrote habra revólver para darse un tiro a dado a otro en algún lance de los llamados de honor y que en lugar de ser las borracheras con chiena serán con brandy a con champaña y que en vez de andar los niños con el cuerpo desarropado a cubierto de andrajos - 68- los del neo tendrán el alma en idéntica ~ituación, cosa mil veces más digna de consternar. Como el ejemplo es más eficaz que la palabra, y como siempre la naturaleza humana viciada por el.pecado, es más inclinada al mal que al bien, no es difícil deducir por qué de padres descreídos y depravados tienen que salir hijos depravados y descreídos. En confirmación de nuestra tésis no debe olvidarse que el mismo Solá, tan inmoral que los franceses sus compatriotas la llamaban te couchón (el marrano,) jamás dejaba al alcance de su hija ninguna de sus infames novelas, prueba de la convicción en que estaba de que el veneno de la obra se duplicaría para la hija con el hecho de ser su padre el autor. ¿ Se quiere, pues formar a los hijos de tal _modo que no afrenten el apellido que lleven y que no maten de pena con sus desórdenes a los mismos que los engendran? Ante todo es preciso el buen ejemplo de los padres; mas ya probamos que no hay moral sin Dios, y por tanto ningún padre podrá mostrarse como modelo a sus hijos si antes -no cumple los deberes que Dios le impone para con ~l, ~a sociedad, la familia, y su propia conCIenCIa. Cuando las semillas que se siembran son de cicuta, las' plantas que nacen tendrán las propiedades venenosas de aquella de donde proced~n. Sea esta la ocasión de recomendar aquí la famosa obra de Pereda De tal falo tal astilla, donde se palpan los estragos de la familia sin Dios. N os viene aquí de perlas para terminar este artículo la reproducción del que publicamos en La Prensa número 22 de 4 de octubre de 1913. El hecho es perfectamente histórico: En una de las más importantes ciudades de España, cuyo nombre se omite por causa muy conocida, fue condenadÇ> a la última pena el hijo mayor de llna noble y opulenta familia. Hallándose ya el desventurado joven en capilla, pidió confesarse, y lo verificó lleno de arrepentimiento .Ysincero d%r con un virtuoso Padre de la Compañía de ] esú~. Terminada la confesiÓn le suplicÓ el rco hiciese venir a Sll padre él. la cárcel para que le perdonase .Yle trajera al propio tiempo el perdón de su madre. H Ízolo el padre jesuíta, costándole no poco trabajo que el padre de aquel infeliz accediera a los deseos de su hijo, maE- al fin consiguiÓ traerlo a la cárcel. Apenas /0 vio aquel joven, se echó a los pies del padre y le pidió le perdonase y que la hiciese asimismo en nom bre de su madre. Conmovido profundamente el padre concedió -70 - ambos perdones al hijo, abrazándole con ternura. Entonces levantándose éste, dijo: -Ahora, padre, le perdono yo el mal que usted me ha hecho. -¿ Qué mal te he hecho, hijo mío? respondió confuso. -¿ Se acuerda usted, padre, de aquel día en que al salir de la Iglesia me arrancó usted del cuello una medalla, diciéndome: de/a esas cosas que son bt'alerías de tu madre? ¿ Na recuerda usted-añadió-cuando por vez primera me insolenté con los criados, que me dijo: lIaces bim, tÚ C1'CS el amo y puedes tratarlos como qUlcras? ¿ Acaso se ha olvidado usted de que por las primer;1s malas notas que traje del colegio fui reprendido por mi madre, y usted le dijo: DéJale: es rlro y tlO necesita de trabajar? ¿Se acuerda de aquel día que por vez ¡:,rimera le quité una peseta a usted, para jugar. cómo cuando mi madre al saberlo me encerró por castigo. usted en vez de apoyarla me sacó y poniéndome en la mano una onza de oro, me dijo: Toma hIJo mío, que el dinero es para gozar? Pues cuando perdí la fe porque a usted jamás le veía cumplir con sus deberes religiosos. aborrecí el trabajo; de resultas me faltÓ el dinero, y jugué para adquirido; perdí y fO- - 71- bé para jugar.; luégo asesiné, y mañana suho al patíbulo, manchando la nobleza de nuestro apellido con indeleble borrón. Dios le perdone joh padre! como yo le perdono.Al oír tan terrible relato, cayó el padre al suelo desmayado de dolor: exclamando: -iQué horror! ¡que horror~ ¡Yo mismo el ser el a.-';esinomoral ~e mi hijo! ¿ Cuántos padres podrían decirse otro tanto, y lo que sería horriblemente peor, cuántas madres estarán en el mismo caso con sus hijas infamadas, con sus hijos gangrenados por el vicio? - 72- EL TIGRE Y EL GATO No hace mucho exhibian en distintas ciudades de Colombia un tigre de los más .corpulentos que se han encontrado, preso en jaula de robustos barrotes. Habíanlo cazado en las hermosas estepas de Casanare. Cuando su exhibición había ya pn;xlucido pingües ganancias a los empresarios, resolvieron éstos anunciar una lucha bien rara por cierto: la del tigre con un gato. Llegado el día de tan singular combate. ante multitud de espectadores, entreabieron la puerta de la jaula y lanzaron dentro al pobre gato. Al ver el tigre un huésped que) aunque se le parecía mucho, le era no obstante desconocido, quiso vengar de un zarpazo la ofensa que se le hada al violar su domicilio, y con los ojos hechos dos ascuas, lanzóse sobre el intruso. Este al verse tan mal recibido, se acordó del derecho de defensa y escapando el golpe con suma habilidad, empezó a hacer tales pruebas de acróbata, que jamás ninguno le igualara. En esa horrible lucha de la fuerza contra la debilidad, llegó un instante en que el gato, sin haberse dej;.¡do ni rasguñar del tigre, se le agarró al cuello y en men0S tiempo del nece- -73 - sario para dividir un. trozo de mantequilla con afilado cuchillo, le pasó la hilera de sus uñas por la garganta y lo degolló. Pocos minutos después el tigre, bañado en charcos de su propia sangre, expiraba delante de su pequeño vencedor. Este episodio, que tuvo lugar en una ciudad de Colombia, es la mejor imagen de loque llega a ser cada familia y cada nación si se olvidan de Dios. SÓlo que entonces la jaula 3~rá la casa a el territorio patrio, el tigre quedará reemplazado por el que tenga más fuerza, más dinero () más habilidad para imponerse a todos, y el gato será el ser débil, que necesita de la astucia para poder vencer. y basta realmente mirar uno solo de los hogares sin Dios. El marido es el tirano de la fuerza bruta que trata a su e~posa como a esclava a a la m{lS con la i1ngida ternura que le merece el ser su instrumento de placer a su ayuda necesaria. El día en que la belleza se agoste a la salud se destruya con cruel enfermedad, habrá cesado el cariño, pues no quedará resorte en lo humano capaz de hacer tolerables los sufrimientos y penalidades de la vida. Entonces el hombre, a se desentiende del hogar, concretándose a dar la necesario para comer, con la frialdad ·de una máquina •. yeso por respeto a la sociedad o se retira del -74 - todo, si es que no pone fin a sus días con un pistoletazo. La esposa que no aportó al matrimonio virtudes sólidas, en tanto complacerá a su ma~ rido y cuidará de él, en cuanto la necesite a la sanción social se la exija; mas no tendrá inconveniente en separarse de su lado cuando pueda quedar bien ante la sociedad, aunque pase por encima de su conciencia. Por iguales razones, la casa y la familia y la servidumbre irán manga por hom bro. y si con la astucia a la do blez puede vencer la fuerza, no tendrá dificultad en hacerla. Si de la familia se pasa a la SOCIedad,ésta será también lucha de tigres y gatos donde se degüellen cada día, si 110 los cuerpos, sí por la menos las almas, cumpliéndose siempre en bienes y en honra, la orden de desbandada: iSálvese quien pueda! Mas si de la familia y de la sQciedad se pasa a las naciones, aquí sí que se ve la lucha sangrienta de ambiciones desmedidas, de orgullos vengativos, de codicias vergonzosas a bien, la lucha de unas con otras, realizándose siempre el aforismo de que 4:elpez grande se come al chico.» ¿ Cuál de todas estas afirmaciones se nos puede negar, si para hacerlo sería preciso no haber vivido arriba de un diao estar tan abs~ - 75- traído de las cosas de la tierra que pudiéramos preguntar como Pablo, el primer ermitaño: ¿ Existen todavía hombres? ¿ Construyen todavía casas? . H.ecordamos una historieta que nos sirve' al presente para pintar mejor el estado de la sociedad y de la familia y de los pueblos sin Dios. Iban de campaña en el ejército liberal del norte, que peleÓ en Paloncgro, dos militares de los que el uno era Coronel y el otro soldado raso. Después de aquel célebre combate, vagaban los dos derrotados por un páramo cuando los sorprendió la noche. El frío, el hambre, la impresión de ser apresados de UD instante a otro, no les dejaba dormir. -Dime, Cándido---preguntÓ el Coronel al soldado-¿ no tienes nada que comer? -Solamente tengo, mi Coronel, un tabaco. -Pero e!'o no será para comer. --NÔ, mi Coronel, pero sí es un alivio con este frío tan granàt;. -Pues bien: como el tabaco no nos alcanza para los dos, vamos a arreglar nos de un modo muy equitativo: dáme el tabaco y mientras yo fumo, tú escupes. ¿ Qué es la que hacen hoy esos azuzadores del pueblo bajo la ~ de conferencias -76 - sobre sus derechos y sus Ùttereses soberanos y .sagrados; qué es la que hacen las clases aco- modadas cuando en ellas no reina la moral de Jesucristo? Fuman el trabajo y los sudores de los pobres mientras éstos escupen sus propias entrañas carcomIdas por la miseria .. No hay, pues, que extrañar que día por día se agigante la lucha entre los ricos y los pobres, entre los nobles y los plebeyos, si no se admite un lazo de unión que haga misericordiosos y caritativos a los unos y tolerantes y sufridos y resignados a los otros, y ese lazo de unión no es otro que el orden moral acatado por todos, la voz de la cenciencia, los preceptos de Dios y de la Iglesia, las leyes humanas, la autoridad pública y privada, aplí,cadores, intérpretes a fuentes de aquel orden en la fórma que queda ya plenamente expli,cada en artículos ante.r..jores. -77- ,CON UNO DE LOS DOS Consecuencia de la dicho hasta aquí es que no se puede unir el imperio de la carne sin ley con la tranquilidad y los frutos del imperio del alma sobre esa carne, a en otras palabras: que no se puede encender una vela ;¡ Dios y otra al diablo. Hemos llegado a este dilema: o los Ùu'¡z'vz'duos y las familias y las naciones se acercan a C, t'sto, o rodará'l al abismo. Convirtamos un momento la miraba al viejo mundo y encontraremos lecciones fecundas en saludables enseñanzas. ¿ Cómo empieza la ruina moral y aun material de todos aquellos paísef:? En Ingla'terra, Alemania y algunos otros, con la Reforma pro-' testante que puede pintarse con tres palabras: orgullo que lleva a la desobediencia al Papa; sensualidad que lleva al crimen; saqueo y codicia que se impone lógicamente para dar rienda buelta a las pasiones; en Francia, con la Revolución vJlter'íana del 93, que puede compendiarse así: imperio absoluto de la razón deificada que se traduce en diluvios de sangre, de podredumbre y de herejía; en Italia con el auge concedido a las sociedades secretas y al judaísmo, que se sintetizan en odio formal a Jesucristo. doquiera que su espíritu -78- sople, sea en tronos, cátedras, costumbres, libros, teatros u hogares y en España con las libertades dadas al socialismo y comunismo,"que se empeñan en atacar toda autoridad y toda religión y en nivelar el género humano, aunque para conseguirlo se haga necesario cortar la cabeza a la más alto y volar todo edificio y toda montaña que perturbe la decantada igualdad; y si del Viejo Mundo pasamos al Nuevo, en éste la ruina moral 'reconoce por causas algo de todo lo anterior más la idolatría del oro que atropella todo derecho y el liberalismo neto que es el basurero donde se recoge todo la malo de todos los errores. ¿ Cómo se iban agigantando de nuevo Inglaterra .YAlemania hasta antes de estallar la conflagración europea? Con la vuelta a grandes pasos hacia el catolicismo, con la enérgica actitud de los buenos sobre los malos para defender sus creencias contra el ultraje y para llevarIas triunfantes a las cámaras y al ejército. y esta resurrección se venía acentuando también en los demás países de la Europa, especialmente en Francia, donde, a despecho del Gobierno, los católicos se han determinado a dar la preferencia a los bienes espirituales sobre los materiales,. sosteniendo a su costa las escuelas y el culto, y no solo en Europa sino en Améri~a se ve que a medida que los pueblos -79 - se convierten a Cristo, crecen en prosperidad de todo gél\ero. Ahí están los Estados U nidos donde, más que en ninguna otra parte, el catolicismo toma hoy incremento gigantesco; y ahí está Colombia, que al amparo de la paz, a medida que ha ido desertando de las filas del liberalismo, ha ido creciendo en riquezas y ve en lontananza días de mucha grandeza. En cambio España (hasta antes de caer el Gobierno liberal) Portugal, Méjico y varias Repúblicas ~uramericanas, yen .los momentos actuales casi toda la Europa, en la misma proporción en que arrojan el Crucifijo de las escuelas y expulsan a persiguen. las órdenes religiosas y el clero, y roban los bienes eclesiásticos y se empeñan e¡l cerrar los templos y fundir las campanas y apagar los incensarios y echar a Dios de las leyes y de las conciencias, ven multiplicarse los salvajes y sanguinarios atentados que contra gobernantes y pueblos enteros cometen muchedumbres ebrias de matanza. No puede obtenerse otro fruto cuand~ al pueblo se le arrancan sus creencias y el respeto a la autoridad, y al niño se le prohibe invocar a Dios, favoreciendo a tolerando la enseñanza impía, y cuando se fomenta la prensa obscena y desbocada y se trae can los teatros y cinematógrafos en escuelas perennes de corrupción, y se deja calum- - 80- niar al clero impunemente, al clero que es en todas partes el portaestandarte genuino del progreso, de la civilización y del bien moral. Hay, pues, que escoger: i O hacia Cristo o hacia el abismo! -II •• ., . lièspùés de todo lb expuesto hay que sa: car consecuencias prácticas: Antes que todos los bienes de la tierra están los del alma y por tanto, no debe omitirse esfuerzo para defender nuestras creencias y profesadas sin respetos humanos; para trabajar por la conversión de los demás, cada uno en la medida de sus fuerzas; para acatar a ojo cerrado las leyes de la Iglesia;, páta a¡)07 yar a todo trance a la autoridad legítima: pará prestar apoyo a la buena prensa y pérsegui~ la mala; para no permitir la implantación de los principios liberales, masónicos, socialistas y, en una palabra, opuestos a las doctrinas dé Jesucristo; para cuidar con, verdadero celo de los que nos estén encomendados; para aliviar las desgracias ajenas cuanto nos sea posible; para tener una sola conciencia así en público como en privada; para cumplir los deberes que cada estado de la vida impone; para ser, en una palabra, buenos católicos. Tratándose de la educación de la familia, debe pasarse por encima de toda consideración mundana y elegir siempre los colegios donde ante todo se enseñe a conocer, a servir y a amar a Dios, sin permitir por ningán \ - Si .o.;; motivo la entrada en el hogar de periódicos, libros o pinturas obscenas o en alguna mane· ra corruptoras. Tratándose de las autoridades, debe tenerse muy presente que toda autoridad viene de Dios y que, por tanto, debe apoyarse su acción mientras ésta no ,pugne con deberes de orden superior. La rebelión contra la au~ toridad legítima sièmpre es un crimen injustificable. , Tratándose de Dios, hay que tener muy presente que tarde,? te.mprano caere~os ~n sus manos y que, slqUlera por convemenCla, debemos 8catar sus leyes, defender sus dogmas y ser hijos sumisos de la Iglesia con la dbservancia de lo? preceptos y leyes de ésta y con la obediencia a los Pastores que ticnen por cargo dirigimos. Tratándose de la sociedad en general, no conocemos mejor principio para r:umplir los deberes que con ella tenemos, que el siguiente: «No hagas a otro la que no quieras para tí. » Por último, tratándose de nuestra alma, no debemos olvidar que sólo tenemos una; que todo la habremos perdido si no salvamos ésta; que no la podemos salvar sin llevar una vida como la quiere Dios, es decir, en un todo conforme con el orden moral. Ese orden pide -heOfi'lb corortamiento el premio para el que obre bien, para el que no la viola, y el castigo pará el que obra mal. En todos los hombres hay una parte que se ve y otra que no se ve. En el santo las dos son iguales: virtud por dentro y por fuera. En los demás hay gradación: desde el exterior más santo con el interior más malo, hasta el interior más bueno pero tapado a la fuerza; por sistema o por orgullo, con el exterior más malo. iCuántos en realidad tienen corazón noble, quizá creencias vivas y deseos del bien, pero los prejuicios de partido, las conveniencias sociales a un honor mal entendido les obligan a mostrarse enteramente opuestos a su interior! ¿ Por qué no romper de un golpe esas cadenas que impiden hacer el bien y, persuadido el entendimiento de la verdad, hacer que el coraz6n la abrace y que el hombre la ponga por obra? ¿Para qué sostener 'esa comedia si al llegar la muerte ha de convertirse en tragedia de desenlace fatal? La vida es el plazo para comprar el cielo; ella es como la sala de ~tudiencias que Dios concede al hombre. ¿ N a es verdadera locura ultrajarle y hacerle que pronuncie la sentencia a tormentos eternos, pudiendo con tan pouo esfuerzo obtener de El durante el mismo tiempo grandes mercedes que no terminarán? -. 84 . Plegu~ a Dios bendecir este opdscu1o¡ abrir los ojos que están cerrados, iluminar más los que estén abiertos, acercar muchos cora': zones a Cristo y asi salvar muchas almas. No olvidéis amado lector, pedir por quiert ha escrito estai líneas ton la más rectá inteIi~ cÏón de sero') útil: RECETAS PRACTICAS Y UMUY TILES PARA TODO" H08AR O INDtYIDUO LAS NOTICIASY todo la AMENO se encuentran La Prensa. EL PADRE DF. FAMILIAque ame a sus estar suscrito a La Prensa. en hijos, debe" TODO AMIGOQUE SEA VERDADERA;\IESTETAl. debe obsequiar a sus amigos suscripciones a La Prensa. LA MEJOR MÁXIMADE HOY, ES: «Suscríbase La Prensa y será felíz.> a LA MAYORDESGRACIAY CAUSADE MUCHOS MALES es no estar suscrito a L'l Prensa. EL QUE TIENE f, 0,25 no sabe gastar su dinero. Y no se suscribe a La Prensa, LA PRENSA es el periódico que cuenta suscriptores en todos los partidos, porque sólo trata asuntos que a todos les importan y siempre dice la VERDAD. ¡¡A IBscrl~lrse todo el mundo a "La Prensa" de Bogatm La suscripción a seis me¡es, a sea medio año s610 vale f, 0,25. " En la Oficina de Correos de ésa le informan la manera de dirigirse a nosotros y enviamos el valor de sus suscripciones. No se le olviden nuestras direcciones: Apo.tolado de la Prensa de Colombia BOI0t6-Apartado JlAITU 292-Por teWrnfo: APOSTOLADO LJUUJ.a.-ATRIODE LA CATEDRAL APOSTOLADO DE LA PRENSA DE COLOMBIA ATRIO DE LA CATREDRAL-1l0GOT,(-APARTADO 292 . 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