Untitled - Ministerio Público de la Defensa

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Boletín de jurisprudencia
internacional
Nº 1, noviembre de 2012
Derecho a la integridad personal en la
jurisprudencia internacional
Ministerio Público de la Defensa
DEFENSORÍA GENERAL DE LA NACIÓN
DEFENSORA GENERAL DE LA NACIÓN
Dra. Stella Maris Martínez
SECRETARIA GENERAL DE CAPACITACIÓN Y JURISPRUDENCIA
Dra. Sandra Ethel Yapur
APORTE JURISPRUDENCIAL
Dra. Irina Ferriello y Dr. Antonio Feliciano Rubio Rincón, con la colaboración de la
Dra. María Laura Folch
COORDINACIÓN EDITORIAL
Subsecretaría de Comunicación Institucional - Secretaría General de Política Institucional
Defensoría General de la Nación
2012 Ministerio Público de la Defensa
Defensoría General de la Nación
www.mpd.gov.ar
Callao 970 - CP 1023
Ciudad de Buenos Aires
Tirada: 300 ejemplares
Índice
Prólogo.......................................................................................... 5
Introducción................................................................................ 7
I. De los privados de la libertad......................................... 13
Cantoral Benavides Vs. Perú.........................................................................15
Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú.........................................................23
Vera Vera y otra Vs. Ecuador........................................................................47
II. De los niños, niñas y adolescentes................................ 71
“Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala.........73
Bulacio Vs. Argentina......................................................................................87
Hermanos Gómez Paquiyauri Vs. Perú....................................................93
“Instituto de Reeducación del Menor” Vs. Paraguay..........................119
Furlan y familiares Vs. Argentina...............................................................137
III. De los familiares................................................................. 151
Blake Vs. Guatemala.........................................................................................153
Kawas Fernández Vs. Honduras.................................................................159
Chitay Nech y otros Vs. Guatemala............................................................171
Furlan y familiares Vs. Argentina...............................................................181
IV. De las mujeres........................................................................ 183
González y otras (“Campo Algodonero”) Vs. México.........................185
Fernández Ortega y otros Vs. México.......................................................233
Rosendo Cantú y otra Vs. México...............................................................251
V. De los pueblos indígenas.................................................... 265
Comunidad Moiwana Vs. Surinam.............................................................267
Comunidad indígena Yakye Axa Vs. Paraguay......................................281
Comunidad Indígena Xákmok Kásek Vs. Paraguay............................287
Pueblo Saramaka Vs. Surinam.....................................................................293
VI. De los Migrantes................................................................. 297
Vélez Loor Vs. Panamá....................................................................................299
VII. De las desapariciones forzadas................................... 353
Velásquez Rodríguez Vs. Honduras...........................................................355
Godínez Cruz Vs. Honduras..........................................................................359
Anzualdo Castro Vs. Perú..............................................................................361
Radilla Pacheco Vs. México...........................................................................371
Gelman Vs. Uruguay.........................................................................................385
Prólogo
Es un enorme placer presentar el primer volumen del Boletín de
Jurisprudencia Internacional en materia de derechos humanos que se
enmarca dentro de las publicaciones de jurisprudencia que se editan
en el ámbito de la Secretaría General de Capacitación y Jurisprudencia
desde el año 2009.
El objetivo de esta nueva publicación es poner a disposición de
quienes integran el Ministerio Público de la Defensa, jurisprudencia
internacional sobre derechos fundamentales con el convencimiento de
que constituirá un aporte esencial para su trabajo diario.
El volumen se compone de una selección de fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) focalizada en la evolución jurisprudencial del alcance del derecho a la integridad personal.
La sistematización de los fallos escogidos se ha dirigido a presentar un
exhaustivo estudio sobre la violación de este derecho –contemplado en
el artículo 5 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos–.
Así, el libro se ha estructurado siguiendo un análisis transversal relativo a los siguientes grupos vulnerable: personas privadas de libertad;
niños, niñas y adolescentes; familiares de las víctimas; mujeres; pueblos indígenas; migrantes; y víctimas de desapariciones forzadas.
Tal como lo ha reafirmado recientemente la CorteIDH en el caso
“Furlan y familiares vs. Argentina” –primer caso en donde tomaron
intervención defensores interamericanos de la AIDEF– el derecho a
la integridad incluye tanto el aspecto físico como el psíquico y moral
e implica no sólo que el Estado debe respetarlo (obligación negativa)
sino que además, requiere que el Estado adopte todas las medidas
apropiadas para garantizarlo (obligación positiva).
El presente trabajo apunta a un mayor conocimiento de los estándares en materia de derechos humanos fijados por el sistema interamericano con la finalidad de convertirse en una herramienta útil que
contribuya al diálogo con los demás actores judiciales; ello a fin de lograr un adecuado control de convencionalidad que permita velar por la
utilidad de los instrumentos internacionales para la protección de los
derechos de nuestros asistidos.
Esta compilación se suma a los envíos en formato electrónico de
fallos internacionales de derechos humanos que periódicamente se
6
Prólogo
elaboran en la Secretaría General de Capacitación y Jurisprudencia y
se remiten a todas las dependencias de este Ministerio Público.
Por la realización de este trabajo quiero agradecerles a mis colaboradoras/es, quienes me han acompañado en esta iniciativa aportando su
conocimiento y esfuerzo para que esta publicación se hiciera realidad.
Me gustaría, por último, reiterar mi enorme agradecimiento a la Defensora General de la Nación, la Dra. Stella Maris Martínez, por su compromiso y constante apoyo y confianza para nuestro trabajo diario.
Sandra E. Yapur
Secretaria General de Capacitación y Jurisprudencia
de la Defensoría General de la Nación
Introducción
Toda persona sometida a cualquier clase de tortura, pena o trato
cruel, inhumano o degradante experimenta una grave lesión a su misma condición de ser humano. Sucede que en muchas de estas ocasiones dicho perjuicio lo desconecta completamente de uno de los valores
básicos que le corresponden como persona: la dignidad humana. De
esta manera, se la expone, a través del dolor y del tormento mental, a
graves riesgos para la vida.
Se puede afirmar categóricamente que nadie está en la posición
de negar a cualquier individuo la protección de su integridad personal, pues se establece como una prerrogativa inherente a la vida
misma del ser humano. Esto se traslada a su definición entendiéndose como un conjunto de condiciones físicas, psíquicas y morales que
hacen posible su existencia.
Es sabido que los derechos humanos son indisponibles para cualquier autoridad, grupo social o individuo, e incluso para sus mismos titulares, ya que a estos derechos se les ha otorgado un estatuto superior
con la finalidad de salvaguardarlos. Ello, por cuanto representan uno de
los valores superiores de la persona y sin los cuales no podrían realizar
sus proyectos de vida. Sin embargo, a pesar de esto, hemos sido testigos
de importantes violaciones de los derechos fundamentales de las personas perpetradas, en gran medida, por las autoridades públicas.
Cuando se cometen violaciones sobre el derecho a la integridad, la
responsabilidad puede ser exigible ante cualquier autoridad judicial,
con independencia de la nacionalidad del sujeto y del contexto territorial. Así, se pone de manifiesto la gran importancia que ha adquirido este
derecho en el plano internacional, ya sea con respecto a la normativa del
derecho internacional –cuya prohibición es imperativa para los Estado
y que no puede limitarse o suspenderse bajo ninguna circunstancia–,
como así también en la posibilidad efectiva de asignarle responsabilidad
a sus perpetradores, lo que da lugar al ejercicio de la jurisdicción universal en este tipo de hechos caracterizados por su imprescriptibilidad.
El derecho a la integridad nos lleva a entender una doble vertiente
en función de los casos que se han escogido para la elaboración de este
boletín. Por un lado, la obligación del Estado de no realizar ninguna acción u omisión de las que se prohíben en el artículo 5 de la Convención
8
Introducción
Americana de Derechos Humanos1, y el hecho de impedir que otros
sujetos la cometan. Por otro lado, hace referencia a la cualidad de todo
sujeto de ser merecedor de respeto sin que nadie pueda, en principio,
interferir en el o en las decisiones respecto de el, poniendo de manifiesto que el individuo es el dueño de si mismo, tiene autonomía personal y, por lo tanto, esta facultado para decidir a su respecto sin que el
Estado tenga la posibilidad de impedírselo.
Para que el ser humano pueda desarrollarse en su plenitud requiere que se mantengan sus facultades tanto físicas como psíquicas intactas. El derecho a la integridad personal implica, en consecuencia, una
triple dimensión. En el plano físico se hace referencia a la conservación
del cuerpo humano en su contexto anatómico y al equilibrio funcional
y fisiológico de los diferentes órganos que lo componen. Este derecho
protege la integridad física de las personas respecto de violaciones injustas contra el cuerpo o la salud que puedan producir menoscabos en
la capacidad para poder desarrollar un trabajo o movilizarse, que le
puedan causar una enfermedad, deformaciones físicas o mutilación de
alguno de sus miembros. Por otro lado, la integridad personal también
recoge el ámbito psicológico del ser humano. Este se entiende como la
preservación total y sin vulneraciones de las plenas facultades mentales propias de su actividad cerebral tales como la memoria, la razón,
el entendimiento y la voluntad. El funcionamiento normal tanto físico
como psíquico de un individuo asegura un despliegue de sus facultades humanas de una manera única y completa. El hecho de perder o
ver disminuidas estas facultades como consecuencia de la acción u
omisión de un tercero da lugar a una lesión de dicho derecho fundamental. Por último, la tercera dimensión que conlleva este derecho nos
posiciona en el aspecto moral del ser humano refiriéndonos a la capa1 Artículo 5. Derecho a la Integridad Personal
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral.
2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido
a la dignidad inherente al ser humano.
3. La pena no puede trascender de la persona del delincuente.
4. Los procesados deben estar separados de los condenados, salvo en circunstancias excepcionales, y serán sometidos a un tratamiento adecuado a su condición
de personas no condenadas.
5. Cuando los menores puedan ser procesados, deben ser separados de los adultos y llevados ante tribunales especializados, con la mayor celeridad posible, para
su tratamiento.
6. Las penas privativas de la libertad tendrán como finalidad esencial la reforma y
la readaptación social de los condenados.
Introducción
cidad y autonomía para cambiar, mantener y desarrollar sus valores
personales. Cualquiera que sea la lesión dirigida a humillar o agredir
moralmente a la persona puede comprometer no solo a la dimensión
física o psicológica de un individuo sino también a ese aspecto moral
que puede destruirse en base a conductas como las vejaciones, insultos, trata de personas, prostitución o violaciones sexuales.
En el plano internacional, el artículo 5 de la Convención Americana
establece en su primer inciso el derecho de toda persona a que se respete su integridad física, psíquica y moral mientras que, en el segundo
inciso, establece la prohibición de determinadas conductas. Sin embargo, la Convención Americana no procede a definir las diversas conductas que se establecen como prohibidas en el inciso segundo del artículo
5, ni tampoco otorga algún elemento con el fin de poder determinar
cuando se esta en presencia de alguna de ellas. El órgano que proceda
a la aplicación del tratado deberá determinar cuales son aquellos elementos clave para distinguir esas conductas prohibidas.
Lo verdaderamente importante cuando se procede a la distinción
entre los diferentes tipos prohibitivos de este artículo 5 es que introduce elementos que permiten dilucidar la existencia y las características de un hecho de tortura. Es destacable que este concepto de tortura
resalta la gravedad de este tipo de conductas que, históricamente, ha
sido llevado a cabo por el Estado utilizando el monopolio de la fuerza y
del poder frente a sujetos indefensos y que ha conllevado un reproche
acorde a esas circunstancias.
Se entiende, por tanto, que lo anterior constituye la explicación de
porque solamente la tortura ha sido merecedora de su conceptualización en los diferentes instrumentos internacionales a diferencia del
resto de conductas prohibidas en el articulo 5.2. Esta definición ha
sido llevada a cabo por la Declaración sobre la Protección de todas las
Personas contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles Inhumanos o
Degradantes2 y por la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Pe-
2 Artículo 1
1. A los efectos de la presente Declaración, se entenderá por tortura todo acto por
el cual un funcionario público, u otra persona a instigación suya, inflija intencionalmente a una persona penas o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales,
con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido o se sospeche que ha cometido, o de intimidar a esa persona o a otras. No se considerarán tortura las penas o sufrimientos
que sean consecuencia únicamente de la privación legítima de la libertad, o sean
inherentes o incidentales a ésta, en la medida en que estén en consonancia con las
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10
Introducción
nas Crueles, Inhumanas o Degradantes3; ambas en el ámbito universal.
Las definiciones que se recogen son similares salvo por pequeñas diferencias. Por otro lado, en el plano regional, es el artículo 2 de la Convención Interamericana para prevenir y sancionar la tortura4 la que
recoge dicha definición completada con el artículo 35 que nos identifica
quienes pueden llegar a ser autores de las conductas prohibidas.
La definición de tortura que recoge la Convención Interamericana
posee notables diferencias con respecto a las que se recogen en los instrumentos internacionales de ámbito universal. En primer lugar, incluReglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos.
2. La tortura constituye una forma agravada y deliberada de trato o pena cruel,
inhumano o degradante.
3 Artículo 1
1. A los efectos de la presente Convención, se entenderá por el término “tortura”
todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se
sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por
cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores
o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia
únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas.
2. El presente artículo se entenderá sin perjuicio de cualquier instrumento internacional o legislación nacional que contenga o pueda contener disposiciones de
mayor alcance.
4 Artículo 2
Para los efectos de la presente Convención se entenderá por tortura todo acto realizado intencionalmente por el cual se inflijan a una persona penas o sufrimientos
físicos o mentales, con fines de investigación criminal, como medio intimidatorio,
como castigo personal, como medida preventiva, como pena o con cualquier otro
fin. Se entenderá también como tortura la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad
física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica.
No estarán comprendidos en el concepto de tortura las penas o sufrimientos físicos o mentales que sean únicamente consecuencia de medidas legales o inherentes a éstas, siempre que no incluyan la realización de los actos o la aplicación de
los métodos a que se refiere el presente artículo.
5 Artículo 3
Serán responsables del delito de tortura:
a. los empleados o funcionarios públicos que actuando en ese carácter ordenen, instiguen, induzcan a su comisión, lo cometan directamente o que, pudiendo impedirlo, no lo hagan.
b. las personas que a instigación de los funcionarios o empleados públicos a
que se refiere el inciso a. ordenen, instiguen o induzcan a su comisión, lo cometan directamente o sean cómplices.
Introducción
ye a los particulares como posibles autores de las conductas prohibidas al igual que los funcionarios públicos que las cometan o induzcan
a su realización. En segundo lugar, mantiene la idea de que debe existir
un nexo entre el particular y el funcionario público. En tercer lugar,
con la inclusión de la frase “cualquier otro fin”, la Convención da lugar
a que puedan calificarse como hechos de tortura actos que no deriven
a un fin especifico y, en cuarto lugar, dicho acto debe causar en el sujeto
sufrimientos físicos o mentales sin que se llegue a especificar objetivamente algún requisito de severidad.
Esto sucede de manera diferente a como se recoge en otros textos
normativos como el artículo 7 del Pacto internacional de Derechos
Civiles y Políticos6 o el artículo 3 del Convenio Europeo de Derechos
Humanos7. En el primero de ellos, el Comité de Derechos Humanos de
las Naciones Unidas que es el órgano encargado de llevar a cabo su
aplicación, no ha procedido a distinguir entre las conductas prohibidas
dando a entender que la realización de cualquiera de ellas derivaría
en la lesión del derecho. En el Convenio Europeo puede decirse que
tampoco existen desarrollos normativos en base al concepto de tortura
y que la distinción se ha hecho con el fin de ofrecer un concepto más
acorde a una forma agravada de trato inhumano. La Comisión Europea
de Derechos Humanos, que fue el órgano competente para su aplicación, analizaba la severidad del tratamiento y el propósito que perseguía para proceder a la distinción entre la tortura y el trato inhumano
en base al grado de humillación que provocaba en el sujeto lesionado.
Es evidente que el núcleo central del derecho a la integridad personal lo constituye la prohibición de la tortura y de las penas o tratos
crueles, inhumanos o degradantes ocupando un lugar de suma relevancia en el derecho internacional de los derechos humanos y que se
refleja en la existencia de numerosos instrumentos internacionales
destinados específicamente a dichas conductas y en las normas especiales aplicables a los que las practican.
En este trabajo podrán encontrar de manera sistematizada una
parte de la jurisprudencia de la Corte Interamericana al respecto. Dicho órgano ha tenido la oportunidad de pronunciarse a la luz de los
mencionados instrumentos internacionales y se ha dirigido a la recep6 Artículo 7.
Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. En particular, nadie será sometido sin su libre consentimiento a experimentos médicos o científicos.
7 Artículo 3. Prohibición de la tortura
Nadie podrá ser sometido a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes.
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12
Introducción
ción por parte de los ordenamientos jurídicos nacionales. Todo esto
ha tenido reflejo en las decisiones de los altos tribunales de justicia y
en el propio diseño y estructuración de políticas públicas con el fin de
ofrecer a las generaciones venideras un mundo más justo a través de
una impecable protección de los derechos fundamentales.
I
De los privados de la libertad
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Cantoral Benavides Vs. Perú
Fecha de sentencia: 18 de agosto de 2000
Víctima: Luis Alberto Cantoral Benavides
Estado parte: Perú
Hechos del caso
Luis Alberto Cantoral Benavides, estudiante universitario, de nacionalidad peruana, fue detenido el 6 de febrero de 1993 en su domicilio
ubicado en Jr. Obreros Nº 566, 4to. Piso, letra A, distrito de La Victoria,
Lima, por miembros de la policía antiterrorista peruana (Dirección Nacional contra el Terrorismo -DINCOTE). Ellos llegaron buscando a su
hermano mayor, José Antonio Cantoral Benavides, y al no encontrarlo,
lo detienen a él. Como prendieron a su persona, su hermano mellizo,
Luis Fernando lo acompaña a la dependencia policial, quedando también detenido. La Policía investigaba a un grupo perteneciente a Sendero Luminoso, organización terrorista al margen de la ley en el Perú.
Con posterioridad, los hermanos Cantoral fueron conducidos fuera
de la oficina policial a una playa del litoral de Lima, donde fueron torturados y obligados a autoinculparse de traición a la patria. Sometidos
a proceso en un tribunal militar por delito de traición a la patria en el
juzgado de instrucción Especial de Marina por un juez “sin rostro” y por
el Consejo de Guerra de Marina también por jueces “’sin rostro’’ (Exp.
Nº011-TP-93-L), el Consejo Supremo de Justicia Militar absolvió a Luis
Alberto Cantoral y dispuso su excarcelación en tanto que condenó a Luis
Fernando a 25 años de prisión, el 11 de agosto de 1993. Sin embargo, al
cumplirse la orden de excarcelación, el juez de Marina se equivocó y excarceló a Luis Fernando y otras dos personas más. Al conocerse el hecho
se interpuso un habeas corpus, y durante su tramitación, el Consejo Supremo de Justicia Militar expidió una nueva pero írrita sentencia a partir
de un “Recurso Extraordinario de Revisión” que no está previsto en la
ley, por la cual modificó su sentencia y derivó a Luis Alberto Cantoral a la
justicia ordinaria para ser procesado por supuesto delito de terrorismo,
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16
Derecho a la integridad personal
el 24 de setiembre de 1993. En el proceso en el Poder Judicial por terrorismo se le condenó a 20 años de prisión por un tribunal “sin rostro”
de la Corte Superior de Justicia de Lima (Exp.Nº 634-93). La condena
fue confirmada por la Corte Suprema de Justicia de la República el 6 de
octubre de 1995 (Exp. Nº 950-94).
Durante su prisión en el Penal de Cachiche (Ica), también fue sometido a maltratos y torturas, siendo posteriormente trasladado al Penal Miguel Castro Castro en Lima. Al crearse la Comisión Ad Hoc para
proponer indultos de personas inocentes acusadas o condenadas por
delitos de terrorismo o traición a la patria, se presentó una solicitud el
9 de octubre de 1996. El 24 de junio de 1997 el gobierno le concedió
indulto mediante Resolución Suprema Nº 078-97-JUS, siendo excarcelado al día siguiente. Su caso fue objeto de pronunciamiento del Grupo
de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de las Naciones Unidas, que
mediante Decisión Nº 22/1994 declaró que su detención era arbitraria, solicitando al Gobierno de Perú que tome las medidas necesarias
para poner remedio a la situación, conforme a las disposiciones y principios de la Declaración Universal de Derechos Humanos y en el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Con fecha 18 de abril de
1994, la madre de Luis Alberto Cantoral Benavides con asesoría de la
Fundación Ecuménica para el Desarrollo y la Paz (FEDEPAZ), formularon petición ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
de la OEA por detención arbitraria, torturas y vulneración del principio
de prohibición del doble juzgamiento por los mismos hechos. La denuncia se tramitó con el registro Nº 11.337.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
El artículo 5 de la Convención Americana dispone, en sus numerales 1 y 2, que:
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física,
psíquica y moral
2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles,
inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad
será tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser
humano. (Cf. Párrafo 80)
Surge del expediente tramitado ante esta Corte que el señor Cantoral Benavides fue mantenido en condiciones de incomunicación
durante los primeros ocho días de su detención (supra párr. 63.e).
(Cf. Párrafo 81)
En el Derecho Internacional de los Derechos Humanos se ha establecido que la incomunicación debe ser excepcional y que su uso du-
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
rante la detención puede constituir un acto contrario a la dignidad humana. (Cf. Párrafo 82)
Desde sus primeras sentencias, esta Corte ha establecido que el
aislamiento prolongado y la incomunicación coactiva a los que se ve
sometida la víctima representan, por sí mismos, formas de tratamiento
cruel e inhumano, lesivas de la integridad psíquica y moral de la persona y del derecho de todo detenido al respeto debido a la dignidad
inherente al ser humano. 1(Cf. Párrafo 83)
En el caso Suárez Rosero (1997) la Corte volvió a pronunciarse sobre la incomunicación y señaló que ésta sólo puede decretarse como
una medida excepcional, dado que puede generar una situación de extremo sufrimiento psicológico y moral para el detenido. Así, ha dicho
que [u]na de las razones por las cuales la incomunicación es concebida
como un instrumento excepcional es por los graves efectos que tiene
sobre el detenido. En efecto, el aislamiento del mundo exterior produce en cualquier persona sufrimientos morales y perturbaciones psíquicas, la coloca en una situación de particular vulnerabilidad y acrecienta
el riesgo de agresión y arbitrariedad en las cárceles. 2(Cf. Párrafo 84)
En cuanto a las condiciones de reclusión, la Corte ha dado por probado que el señor Cantoral Benavides fue mantenido durante un año
bajo aislamiento riguroso, hacinado con otros presos en una celda pequeña, sin ventilación ni luz natural, y que las visitas que podía recibir estaban sumamente restringidas (supra párr. 63.k). También surge
claramente de las pruebas aportadas que la atención médica brindada
a la víctima fue muy deficiente (supra párr. 63.g.). Además, ya se ha
dejado establecido en esta misma sentencia que 20 días después de
haber sido privado de su libertad, cuando aún no había sido procesado,
y mucho menos condenado, el señor Cantoral Benavides fue exhibido
ante los medios de comunicación, vestido con ropas infamantes, junto
a otros detenidos, como autor del delito de traición a la patria (supra
párr. 63. i). (Cf. Párrafo 85)
El Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas (en adelante
“Comité de Derechos Humanos”) ha sostenido que la detención de un
preso con otras personas, en condiciones que representan un peligro
serio para su salud, constituye una violación del artículo 7 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos3. (Cf. Párrafo 86)
1 Cfr. Caso Fairén Garbi y Solís Corrales, supra nota 10, párr. 149; Caso Godínez Cruz, supra
nota 10, párr. 164 y Caso Velásquez Rodríguez, supra nota 10, párr. 156.
2 Caso Suárez Rosero, supra nota 10, párr. 90.
3 Cfr. Naciones Unidas. Comité de Derechos Humanos. Moriana Hernández Valentini de
Bazzano c. Uruguay, No. 5/1977 del 15 de agosto de 1979, párrs. 9 y 10.
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Derecho a la integridad personal
La Corte Interamericana ha manifestado que
Toda persona privada de libertad tiene derecho a vivir en condiciones de detención compatibles con su dignidad personal y el Estado
debe garantizarle el derecho a la vida y a la integridad personal. En
consecuencia, el Estado, como responsable de los establecimientos
de detención, es el garante de estos derechos de los detenidos. 4(Cf.
Párrafo 87)
En las medidas provisionales referentes al caso de la señora María
Elena Loayza Tamayo, quien fue coprocesada con el señor Cantoral Benavides por los delitos de traición a la patria y terrorismo, este Tribunal concluyó que las condiciones de detención de las personas acusadas de tales
delitos no se ajustaban a lo prescrito en la Convención Americana y dispuso que el Estado debía modifi[car] la situación en que se enc[ontraba]
encarcelada María Elena Loayza Tamayo, particularmente en lo referente
a las condiciones del aislamiento celular a [las] que est[aba] sometida,
con el propósito de que [esa] situación se adecu[ara] a lo dispuesto en el
artículo 5 de la Convención Americana [...]. 5(Cf. Párrafo 88)
Asimismo, ordenó la Corte que se brindara a la reclusa tratamiento
médico, tanto físico como psiquiátrico, a la mayor brevedad posible.
Esta Corte ha dejado establecido que la incomunicación durante la
detención, la exhibición pública con un traje infamante a través de medios de comunicación, el aislamiento en celda reducida, sin ventilación
ni luz natural, [...] las restricciones al régimen de visitas [...], constituyen formas de tratos crueles, inhumanos o degradantes en el sentido
del artículo 5.2 de la Convención Americana. 6(Cf. Párrafo 89)
Además, la Corte, por su parte, ha reiterado que “una persona
ilegalmente detenida [...] se encuentra en una situación agravada de
vulnerabilidad, de la cual surge un riesgo cierto de que se le vulneren
otros derechos, como el derecho a la integridad física y a ser tratada
con dignidad”7. (Cf. Párrafo 90)
Existen suficientes elementos para afirmar que, además de haber
sido incomunicado, y haber sido sometido a condiciones de reclusión
muy hostiles y restrictivas, el señor Cantoral Benavides fue en varias
ocasiones golpeado y agredido físicamente de otras maneras y que
4 Cfr. Caso Durand y Ugarte. Sentencia de 16 de agosto de 2000. Serie C No. 68, párr. 78 y
Caso Neira Alegría y otros, supra nota 14, párr. 60.
5 Caso Loayza Tamayo, Medidas Provisionales, Resolución de la Corte de 13 de septiembre de 1996, punto resolutivo 1.
6 Caso Loayza Tamayo, supra nota 12, párr. 58.
7 Cfr. Caso Villagrán Morales y otros. Sentencia de 19 de noviembre de 1999. Serie C No.
63, párr. 166; Caso Suárez Rosero, supra nota 10, párr. 90 y Caso Loayza Tamayo, supra
nota 12, párr. 57.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
esto le produjo intensos dolores corporales y sufrimientos emocionales (supra párr. 43.a. y 63.f. y j). (Cf. Párrafo 91)
Otras personas procesadas en el mismo trámite seguido contra el
señor Cantoral Benavides, manifestaron en sus declaraciones que padecieron actos de agresión similares a los perpetrados contra éste (supra párrs. 38 y 43.c). (Cf. Párrafo 92)
La Corte observa que es pertinente considerar los hechos que conforman el presente caso, en el contexto de las prácticas prevalecientes
por esa época en el Perú en relación con las personas inculpadas de los
delitos de traición a la patria y terrorismo. (Cf. Párrafo 93)
En ocasión de adoptar la sentencia de fondo en el caso Loayza Tamayo (1997), cuyo material probatorio fue incorporado al expediente
del presente caso (supra párr. 38), la Corte afirmó que
Durante la época de la detención de la señora María Elena Loayza
Tamayo, exist[ía] en el Perú una práctica generalizada de tratos
crueles, inhumanos y degradantes con motivo de las investigaciones criminales por delitos de traición a la patria y terrorismo [...].
8
(Cf. Párrafo 94)
Debe ahora la Corte determinar si los actos a los que se ha hecho
referencia son constitutivos de tortura, de tratos crueles, inhumanos o
degradantes, o de ambos tipos de infracción al artículo 5.2 de la Convención Americana. De todas maneras, corresponde dejar claro que
cualquiera que haya sido la naturaleza de los actos aludidos, se trata
de comportamientos estrictamente prohibidos por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos. A ese efecto, la Corte Europea de
Derechos Humanos ha señalado, refiriéndose al artículo 3 de la Convención Europea de Derechos Humanos, que el mismo prohíbe en términos absolutos la tortura y las penas o tratos inhumanos o degradantes, cualesquiera que sean los actos de la víctima. El artículo 3 no prevé
ninguna excepción, en lo cual contrasta con la mayoría de los preceptos
de la Convención [...] y [...] no admite derogación ni siquiera en el caso
de un peligro público que amenace a la vida de la nación9.
El mencionado Tribunal ha precisado, en reiteradas ocasiones, que
dicha prohibición rige aún en las circunstancias más difíciles para el
Estado, tales como las que se configuran bajo la agresión del terrorismo y el crimen organizado a gran escala.10 (Cf. Párrafo 95)
8 Caso Loayza Tamayo, supra nota 12, párr. 46.l.
9 Eur. Court HR, Ireland v. United Kingdom, Judgment of 18 January 1978. Series A Vol.
25, para. 163.
10 Cfr. Eur. Court HR, Labita v. Italy, Judgment of 6 April 2000, para. 119; Eur. Court HR,
Selmouni v. France, Judgment of 28 July 1999, para. 95; Eur. Court HR, Chahal v. United
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20
Derecho a la integridad personal
En sentido similar, la Corte Interamericana ha advertido que la
circunstancia de que un Estado sea confrontado con una situación de
terrorismo no debe acarrear restricciones a la protección de la integridad física de la persona. Específicamente, la Corte ha señalado que
[t]odo uso de la fuerza que no sea estrictamente necesario por
el propio comportamiento de la persona detenida constituye un
atentado a la dignidad humana [...] en violación del artículo 5 de
la Convención Americana. Las necesidades de la investigación y
las dificultades innegables del combate al terrorismo no deben
acarrear restricciones a la protección de la integridad física de la
persona.11 (Cf. Párrafo 96)
La Corte Europea ha subrayado que entre los elementos de la noción de tortura del artículo 1º. de la Convención contra la Tortura y
Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, está incluida
la intervención de una voluntad deliberadamente dirigida a obtener
ciertos fines, como obtener información de una persona, o intimidarla
o castigarla.12 (Cf. Párrafo 97)
La Convención Interamericana contra la Tortura define la tortura
en su artículo 2, como
todo acto realizado intencionalmente por el cual se inflijan a una
persona penas o sufrimientos físicos o mentales, con fines de investigación criminal, como medio intimidatorio, como castigo personal, como medida preventiva, como pena o con cualquier otro
fin. Se entenderá también como tortura la aplicación sobre una
persona de métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen
dolor físico o angustia psíquica.
Y agrega:
No estarán comprendidos en el concepto de tortura las penas o
sufrimientos físicos o mentales que sean únicamente consecuencia
de medidas legales o inherentes a éstas, siempre que no incluyan
la realización de los actos o la aplicación de los métodos a que se
refiere el presente artículo. (Cf. Párrafo 98)
En todo caso, la Corte Europea ha señalado recientemente que ciertos actos que fueron calificados en el pasado como tratos inhumanos o
degradantes, no como torturas, podrían ser calificados en el futuro de
una manera diferente, es decir, como torturas, dado que a las crecientes
exigencias de protección de los derechos y de las libertades fundamenKingdom, Judgment of 15 November 1996, Reports 1996-V, paras. 79 and 80; y Eur. Court
HR, Tomasi v. France, Judgment of 27 August 1992, Series A Vol. 241-A, para. 115.
11 Caso Castillo Petruzzi y otros, supra nota 9, párr. 197 y Caso Loayza Tamayo, supra
nota 12, párr. 57.
12 Cfr. Eur. Court HR, Mahmut Kaya v. Turkey, Judgment of 28 March 2000, para. 117.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
tales, debe corresponder una mayor firmeza al enfrentar las infracciones
a los valores básicos de las sociedades democráticas. 13(Cf. Párrafo 99)
Merece destacarse que según las normas internacionales de protección, la tortura no solamente puede ser perpetrada mediante el ejercicio
de la violencia física, sino también a través de actos que produzcan en la
víctima un sufrimiento físico, psíquico o moral agudo. (Cf. Párrafo 100)
Tanto la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanos o Degradantes como la Convención Interamericana sobre el
mismo tema, se refieren a esa posibilidad. Por otra parte, al consagrar en
términos positivos el derecho a la integridad personal, el último de esos
dos instrumentos internacionales hace expresa referencia al respeto a la
integridad psíquica y moral de la persona. (Cf. Párrafo 101)
La jurisprudencia internacional ha ido desarrollando la noción de
tortura psicológica. La Corte Europea de Derechos Humanos ha establecido que es suficiente el mero peligro de que vaya a cometerse alguna de las conductas prohibidas por el artículo 3 de la Convención
Europea para que pueda considerarse infringida la mencionada disposición, aunque el riesgo de que se trata debe ser real e inmediato. En
concordancia con ello, amenazar a alguien con torturarle puede constituir, en determinadas circunstancias, por lo menos un “trato inhumano”. 14Ese mismo Tribunal ha estimado que debe tomarse en cuenta, a
efectos de determinar si se ha violado el artículo 3 de la Convención
Europea de Derechos Humanos, no sólo el sufrimiento físico sino también la angustia moral. 15En el marco del examen de comunicaciones
individuales, el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas ha
calificado la amenaza de hacer sufrir a una persona una grave lesión
física como una “tortura psicológica”. 16(Cf. Párrafo 102)
De lo anterior puede concluirse que se ha conformado un verdadero régimen jurídico internacional de prohibición absoluta de todas las
formas de tortura. (Cf. Párrafo 103)
Atendiendo al conjunto de las circunstancias del caso y al contexto en que se produjeron los hechos, estima este Tribunal, sin lugar a
duda razonable, que cuando menos parte de los actos de agresión examinados en esta causa pueden ser calificados como torturas, físicas y
13 Cfr. Eur. Court HR, Selmouni v. France, supra nota 51, para. 101.
14 Cfr. Eur. Court HR, Campbell and Cosans, Judgment of 25 February 1982, Series A Vol.
48, para. 26.
15 Cfr. Eur. Court HR, Soering v. United Kingdom, Judgment of 7 July 1989, Series A Vol.
161, paras. 110 and 111.
16 Cfr. Naciones Unidas. Comité de Derechos Humanos. Miguel Angel Estrella vs. Uruguay, No. 74/1980 de 29 de marzo de 1983, párrs. 8.6 y 10.
21
22
Derecho a la integridad personal
psíquicas. Considera también la Corte que dichos actos fueron preparados e infligidos deliberadamente contra el señor Cantoral Benavides
cuando menos con un doble propósito. En la fase previa a la condena,
para suprimir su resistencia psíquica y forzarlo a autoinculparse o a
confesar determinadas conductas delictivas. En la etapa posterior a la
condena, para someterlo a modalidades de castigo adicionales a la privación de la libertad en sí misma. (Cf. Párrafo 104)
En cuanto a la alegada violación del artículo 5.1 y 5.2 de la Convención en relación con los familiares del señor Cantoral Benavides, la
Corte reconoce que la situación por la que atravesaron la señora Gladys
Benavides de Cantoral y el señor Luis Fernando Cantoral Benavides,
madre y hermano de la víctima, respectivamente, a raíz de la detención
y encarcelamiento de ésta, les produjo sufrimiento y angustia graves,
pero el Tribunal valorará los mismos a la hora de fijar las reparaciones
necesarias en virtud de las violaciones comprobadas de la Convención
Americana. (Cf. Párrafo 105)
Por lo expuesto, concluye la Corte que el Estado violó, en perjuicio
del señor Luis Alberto Cantoral Benavides, el artículo 5.1 y 5.2 de la
Convención Americana. (Cf. Párrafo 106)
Puntos Resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 198)
La Corte declara por unanimidad,
Que el Estado violó, en perjuicio de Luis Alberto Cantoral Benavides, el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos. (Cf. Párrafo 1)
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú
Fecha de sentencia: 25 de noviembre de 2006
Víctima: Personas privadas de libertad del Centro Penal “Miguel
Castro Castro”
Estado parte: Perú
Hechos del caso
El 9 de septiembre de 2004, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sometió ante la Corte una demanda contra el Estado del
Perú. Dicha demanda se originó en las denuncias No. 11.015 y 11.769,
recibidas en la Secretaría de la Comisión el 18 de mayo de 1992 y el 5
de junio de 1997. Los hechos habrían ocurrido a partir del 6 de mayo
de 1992 y se refieren a la ejecución del “Operativo Mudanza 1” dentro
del Penal Miguel Castro Castro17, durante el cual el Estado produjo la
muerte de al menos 42 internos, hirió a 175 internos, y sometió a trato
cruel, inhumano y degradante a otros 322 internos. Los hechos también se refieren al supuesto trato cruel, inhumano y degradante experimentado por las presuntas víctimas con posterioridad al “Operativo
Mudanza 1”. En la época en que ocurrieron los hechos, el pabellón 1A
del Penal Miguel Castro Castro estaba ocupado por alrededor de 135
internas mujeres y 50 varones, y el pabellón 4B lo estaba por aproximadamente 400 internos varones. Los internos de los pabellones 1A y
4B se encontraban acusados o sentenciados por los delitos de terrorismo o traición a la patria, y eran presuntamente miembros del Sendero
Luminoso. Muchos eran procesados sin sentencia condenatoria y en
algunos casos se dispuso el sobreseimiento de las causas.
17 El penal de máxima seguridad Miguel Castro Castro es un reclusorio para varones
y está ubicado en San Juan de Lurigancho, al este de la ciudad de Lima, capital del Perú
23
24
Derecho a la integridad personal
Operativo Mudanza 1
El Decreto Ley No. 25421 de 6 de abril de 1992 ordenó la reorganización del Instituto Nacional Penitenciario (INPE) y encargó a la Policía
Nacional del Perú el control de la seguridad en los establecimientos penitenciarios. Fue en el marco de esta disposición que se planificó y ejecutó el “Operativo Mudanza 1”. La versión oficial fue que dicho “operativo”
consistía en el traslado de las mujeres que se hallaban recluidas en el
pabellón 1A del Penal Miguel Castro Castro, a la cárcel de máxima seguridad de mujeres en Chorrillos. Las autoridades estatales no informaron
del referido traslado ni al Director del penal, ni a las prisioneras, sus
familiares o abogados. El objetivo real del “operativo” no fue el referido
traslado de las internas, sino que se trató de un ataque premeditado, un
operativo diseñado para atentar contra la vida y la integridad de los prisioneros que se encontraban en los pabellones 1A y 4B del Penal Miguel
Castro Castro. Los actos de violencia fueron dirigidos contra dichos pabellones, ocupados en el momento de los hechos por internos acusados
o sentenciados por delitos de terrorismo y traición a la patria.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Penal Miguel Castro Castro
El penal de máxima seguridad Miguel Castro Castro es un reclusorio para varones y está ubicado en San Juan de Lurigancho, al este de la
ciudad de Lima, capital del Perú 18.Está constituido por 12 pabellones
de 4 pisos, identificados como 1-A y 1-B hasta 6-A y 6-B. Cada uno de
estos pabellones cuenta con un patio independiente. El acceso a los
pabellones se efectúa a través de un patio central de forma octogonal,
conocido como “Rotonda”. A la entrada de cada pabellón existe un espacio enrejado denominado “Gallinero”. El conjunto de pabellones se
encuentra rodeado por un patio de arena conocido como “Tierra de nadie”. La entrada al establecimiento está constituida por un patio y oficinas administrativas, conocidos como “Admisión”19.(Cf. Párrafo 197.12.)
En la época en que ocurrieron los hechos, el pabellón 1A del Penal
18 Cfr. informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, CVR, suscrito el 27
de agosto de 2003 en la ciudad de Lima, Perú, Tomo VII, sección 2.68, Las ejecuciones
extrajudiciales en el penal Canto Grande, pág. 769 (expediente de anexos a la demanda,
anexo 6, correspondiente a un disco compacto).
19 Cfr. fotografías del penal Miguel Castro Castro (expediente de anexos a la demanda,
anexo 256, folios 2796 a 2823); y mapa del penal Miguel Castro Castro (expediente de
anexos a la demanda, anexo 254, folios 2781 a 2787).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Miguel Castro Castro estaba ocupado por alrededor de 135 internas mujeres y 50 varones, y el pabellón 4B lo estaba por aproximadamente 400
internos varones20. Los internos de los pabellones 1A y 4B se encontraban acusados o sentenciados por los delitos de terrorismo o traición a la
patria21, y eran presuntamente miembros del Sendero Luminoso22. Muchos eran procesados sin sentencia condenatoria y en algunos casos se
dispuso el sobreseimiento de las causas23. (Cf. Párrafo 197.13)
El 14 de abril de 1992 se realizó una inspección en el interior del
pabellón 1A del penal Miguel Castro Castro. Intervinieron en la citada
inspección, entre otros, directivos del penal, las internas delegadas de
dicho pabellón y representantes del Ministerio Público. En el acta de
inspección se hizo constar que no se hallaron armas de fuego, explosivos ni excavación de túneles24. (Cf. Párrafo 197.14)
Operativo Mudanza 1
El Decreto Ley No. 25421 de 6 de abril de 1992 ordenó la reorganización del Instituto Nacional Penitenciario (INPE) y encargó a la Policía Nacional del Perú el control de la seguridad en los establecimientos
penitenciarios. Fue en el marco de esta disposición que se planificó y
20 Cfr. informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, CVR, suscrito el 27 de
agosto de 2003 en la ciudad de Lima, Perú, Tomo V, sección 2.22, Las cárceles, pág. 703
y Tomo VII, sección 2.68, Las ejecuciones extrajudiciales en el penal Canto Grande, pág.
771 (expediente de anexos a la demanda, anexo 6, correspondiente a un disco compacto); y alegato del Estado durante la audiencia pública celebrada ante la Corte Interamericana los días 26 y 27 de junio de 2006.
21 Cfr. listados de internos recluidos en los pabellones 1A y 4B del Penal Miguel Castro
Castro (expediente de apéndice y anexos a la demanda, anexos 13, 14 y 15, folios 167 a
262); y alegato del Estado durante la audiencia pública celebrada ante la Corte Interamericana los días 26 y 27 de junio de 2006.
22 Cfr. informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, CVR, suscrito el 27
de agosto de 2003 en la ciudad de Lima, Perú, Tomo VII, sección 2.68, Las ejecuciones
extrajudiciales en el penal Canto Grande, pág. 770 (expediente de anexos a la demanda,
anexo 6, correspondiente a un disco compacto).
23 Cfr. diversas declaraciones testimoniales rendidas por internos sobrevivientes y familiares de internos sobrevivientes y fallecidos (expedientes de anexos a la demanda,
anexos entre el 82 y el 246, folios entre el 1226 y el 2732); diversos formularios de declaraciones escritas rendidas por internos sobrevivientes y familiares de internos sobrevivientes y fallecidos (expediente de anexos al escrito de solicitudes y argumentos, anexos
entre el 317 y el 412, folios entre el 3643 y el 4933); declaración testimonial rendida por
Gaby Balcázar Medina en la audiencia pública celebrada ante la Corte Interamericana
los días 26 y 27 de junio de 2006; y diversos formularios de declaraciones rendidas por
internos sobrevivientes y familiares de internos sobrevivientes y fallecidos (prueba presentada por el otro grupo de representantes de las presuntas víctimas y sus familiares).
24 Cfr. acta de inspección de 14 de abril de 1992 (expediente del trámite del caso ante la
Comisión, tomo I, folio 4004).
25
26
Derecho a la integridad personal
ejecutó el “Operativo Mudanza 1”25. La versión oficial fue que dicho
“operativo” consistía en el traslado de las mujeres que se hallaban recluidas en el pabellón 1A del Penal Miguel Castro Castro, a la cárcel de
máxima seguridad de mujeres en Chorrillos26. Las autoridades estatales no informaron del referido traslado ni al Director del penal, ni a las
prisioneras, sus familiares o abogados27. (Cf. Párrafo 197.15)
El objetivo real del “operativo” no fue el referido traslado de las internas, sino que se trató de un ataque premeditado, un operativo diseñado
para atentar contra la vida y la integridad de los prisioneros que se encontraban en los pabellones 1A y 4B del Penal Miguel Castro Castro. Los
actos de violencia fueron dirigidos contra dichos pabellones, ocupados
en el momento de los hechos por internos acusados o sentenciados por
delitos de terrorismo y traición a la patria28. (Cf. Párrafo 197.16)
La sentencia de la Sala Nacional de Terrorismo de 3 de febrero de
2004 indicó que “existen elementos que generan sospecha razonable
en el Colegiado Juzgador, respecto que, con motivo del operativo Mudanza Uno, se habría planificado desde las más altas esferas del gobierno […] la eliminación física de los internos por terrorismo que ocupaban los pabellones Uno A y cuatro B”. Durante los días 7 al 12 de mayo
de 1992 los recortes de prensa referidos a los sucesos que estaban
ocurriendo en el Penal Castro Castro, relataban las visitas que hizo al
interior del penal el entonces Ministro del Interior, así como las reuniones que llevó a cabo el Consejo de Ministros para evaluar la situación
del penal, y la visita que hizo Fujimori el día 10 de mayo de 1992, al
interior de dicho establecimiento penitenciario29. (Cf. Párrafo 197.17)
25 Cfr. decreto Ley No. 25421 expedido por el Presidente de la República del Perú el 6 de
abril de 1992, artículo 2 (expediente de anexos a la demanda, anexo 7, folio 74).
26 Cfr. informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, CVR, suscrito el 27
de agosto de 2003 en la ciudad de Lima, Perú, Tomo VII, sección 2.68, Las ejecuciones
extrajudiciales en el penal Canto Grande, pág. 771 (expediente de anexos a la demanda,
anexo 6, correspondiente a un disco compacto).
27 Cfr. sentencia emitida por la Sala Nacional de Terrorismo de la Corte Suprema de
Justicia del Perú el 3 de febrero de 2004 (expediente de anexos a la demanda, anexo 274,
folio 3221); y diversas declaraciones testimoniales rendidas por las internas sobrevivientes (expediente de anexos a la demanda, anexos entre el 83 y el 112, folios entre el
1237 y el 1482).
28 Cfr. sentencia emitida por la Sala Nacional de Terrorismo de la Corte Suprema de
Justicia del Perú el 3 de febrero de 2004 (expediente de anexos a la demanda, anexo 274,
folio 3235); y alegato del Estado durante la audiencia pública ante la Corte Interamericana celebrada los días 26 y 27 de mayo de 2006.
29 Cfr. sentencia emitida por la Sala Nacional de Terrorismo de la Corte Suprema de
Justicia del Perú el 3 de febrero de 2004 (expediente de anexos a la demanda, anexo 274,
folio 3235); libro “Ojo por ojo” de Humberto Jara (expediente de anexos a la demanda,
anexo 10, folios 98 y 99); artículo periodístico titulado “Terroristas se atrincheran en
pabellón y atacan con balas, dinamitazos y ácido” publicado en el diario “La Repúbli-
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Obligación de investigar efectivamente los hechos
La Corte ha establecido que para garantizar efectivamente los derechos a la vida y a la integridad es preciso cumplir la obligación de
investigar las afectaciones a los mismos, que deriva del artículo 1.1 de
la Convención en conjunto con el derecho sustantivo que debe ser amparado, protegido o garantizado30. (Cf. Párrafo 253)
Derecho a la integridad personal (Art. 5), en relación con el
artículo 1.1, ambos de la Convención Americana. También en su
conexión con los artículos 1, 6 y 8 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura.
Asimismo, es relevante indicar que, en uno de sus informes, la Defensoría del Pueblo del Perú concluyó que el involucramiento de las
mujeres en el conflicto armado cambió la percepción de la mujer y
provocó “un trato más cruel y violento sobre aquellas mujeres consideradas ‘sospechosas’31. En este caso ya ha quedado probado que el
ataque inició específicamente en el pabellón del penal ocupado por las
internas acusadas o sentenciadas por delitos de terrorismo y traición a
la patria (supra párr. 197.13 y 197.20). (Cf. Párrafo 270)
Este Tribunal ha indicado que la tortura y las penas o tratos crueles,
inhumanos o degradantes están estrictamente prohibidos por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos. La prohibición absoluta
de la tortura, tanto física como psicológica, pertenece hoy día al domica” el 7 de mayo de 1992 (expediente de anexos a la demanda, anexo 45, folios 1024 y
1027); artículo periodístico titulado “Ministro comprobó estado de rebeldía en el penal”
publicado en el diario “El Comercio” el 7 de mayo de 1992 (expediente de anexos a la
demanda, anexo 46, folio 1031); artículo periodístico titulado “Durante dieciséis horas
saldo de enfrentamiento entre terroristas en Canto Grande” publicado en el diario “Expreso” el 7 de mayo de 1992 (expediente de anexos a la demanda, anexo 48, folio 1056);
artículo periodístico titulado “Presidente evaluó con ministros y militares situación en
penal” publicado en el diario “Expreso” el 8 de mayo de 1992 (expediente de anexos a la
demanda, anexo 49, folios 1063 y 1064); artículo periodístico titulado “Por sucesos en
penales Fujimori demanda comprensión internacional” publicado en el diario “El Nacional” el 11 de mayo de 1992 (expediente de anexos a la demanda, anexo 59, folios 1105
y 1107); artículo periodístico titulado “Dudas sobre el número total de muertos en el
asalto al penal limeño de Canto Grande” publicado en el diario “El País” el 12 de mayo de
1992 (expediente de anexos a la demanda, anexo 66, folio 1149); y auto de apertura de
instrucción emitido el 29 de agosto de 2006 por el Segundo Juzgado Penal Supraprovincial del Perú (expediente sobre fondo y eventuales reparaciones y costas, tomo XI, folios
3173 a 3239).
30 Cfr. Caso Servellón García y otros, supra nota 3, párr. 119; Caso Ximenes Lopes, supra
nota 3, párr. 147; Caso de las Masacres de Ituango, supra nota 7, párr. 297; y Caso Baldeón
García, supra nota 21, párr. 92.
31 Cfr. Defensoría del Pueblo del Perú. Informe Defensorial No. 80, Violencia Política en
el Perú: 1980-1996, pág. 33.
27
28
Derecho a la integridad personal
nio del jus cogens internacional. Dicha prohibición subsiste aun en las
circunstancias más difíciles, tales como guerra, amenaza de guerra, lucha contra el terrorismo y cualesquiera otros delitos, estado de sitio o
de emergencia, conmoción o conflicto interno, suspensión de garantías
constitucionales, inestabilidad política interna u otras emergencias o
calamidades públicas32.(Cf. Párrafo 271)
Asimismo, se ha reconocido que las amenazas y el peligro real de
someter a una persona a lesiones físicas produce, en determinadas circunstancias, una angustia moral de tal grado que puede ser considerada tortura psicológica33. (Cf. Párrafo 272)
Asimismo, en cuanto a los referidos aspectos específicos de violencia
contra la mujer, esta Corte aplicará el artículo 5 de la Convención Americana y fijará sus alcances, tomando en consideración como referencia de
interpretación las disposiciones pertinentes de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer,
ratificada por el Perú el 4 de junio de 1996, y la Convención sobre Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, ratificada
por Perú el 13 de septiembre de 1982, vigente en la época de los hechos,
ya que estos instrumentos complementan el corpus juris internacional
en materia de protección de la integridad personal de las mujeres, del
cual forma parte la Convención Americana34. (Cf. Párrafo 276)
Respecto de los internos
1. Violaciones a la integridad personal de los internos como consecuencia del “Operativo Mudanza 1”
El ataque inició contra el pabellón de mujeres 1A del Penal Miguel
Castro Castro. Las internas que se encontraban en ese pabellón, incluidas las embarazadas, se vieron obligadas a huir del ataque en dirección al pabellón 4B. Este traslado fue especialmente peligroso por las
condiciones del ataque antes descritas; las internas sufrieron diversas
heridas. Un dato que muestra las condiciones extremas en que se desarrolló el ataque fue que las prisioneras tuvieron que arrastrarse pega32 Cfr. Caso Baldeón García, supra nota 21, párr. 117; Caso García Asto y Ramírez Rojas,
supra nota 122, párr. 222; y Caso Caesar. Sentencia de 11 de marzo de 2005. Serie C No.
123, párr. 59.
33 Cfr. Caso Baldeón García, supra nota 21, párr. 119; Caso Tibi. Sentencia de 7 de septiembre de 2004. Serie C No. 114, párr. 147; y Caso Maritza Urrutia. Sentencia de 27 de
noviembre de 2003. Serie C No. 103, párr. 92.
34 Cfr. Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri, supra nota 21, párr. 166; Caso “Instituto
de Reeducación del Menor”, supra nota 127, párr. 172; Opinión Consultiva OC-18/03 de
17 de septiembre de 2003. Serie A No. 118, párr. 120; y Caso de los “Niños de la Calle”
(Villagrán Morales y otros), supra nota 152, párr. 194.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
das al piso, y pasar por encima de cuerpos de personas fallecidas, para
evitar ser alcanzadas por las balas. Esta circunstancia resultó particularmente grave en el caso de las mujeres embarazadas quienes se
arrastraron sobre su vientre. (Cf. Párrafo 290)
Estas características del ataque que vivieron las internas, quienes
observaron la muerte de sus compañeras y vieron a mujeres embarazadas heridas arrastrándose por el suelo, generaron, como fue descrito
por la testigo Gaby Balcázar, “un clima de desesperación entre las mujeres”, de forma tal que sentían que iban a morir. En igual sentido, la perito
Deutsch concluyó que durante los cuatro días que duró el ataque “[l]os
internos permanecieron con el terror de que iban a morir,[ lo cual] originó un sufrimiento psicológico y emocional intenso”. (Cf. Párrafo 291)
Es importante aclarar que de la prueba aportada al Tribunal y de
los testimonios de los internos se desprende que las internas embarazadas también fueron víctimas del ataque al penal. Las mujeres embarazadas que vivieron el ataque experimentaron un sufrimiento psicológico adicional, ya que además de haber visto lesionada su propia
integridad física, padecieron sentimientos de angustia, desesperación
y miedo por el peligro que corría la vida de sus hijos. Las internas embarazadas que han sido identificadas ante esta Corte son las señoras
Eva Challco, quien aproximadamente un mes después del ataque tuvo a
su hijo Said Gabriel Challco Hurtado; Vicenta Genua López, quien tenía
cinco meses de embarazo; y Sabina Quispe Rojas, quien tenía ocho meses de embarazo (supra párr. 197.57). Al respecto, además de la protección que otorga el artículo 5 de la Convención Americana, es preciso
señalar que el artículo 7 de la Convención de Belem do Pará señala
expresamente que los Estados deben velar porque las autoridades y
agentes estatales se abstengan de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer. (Cf. Párrafo 292)
Con base en lo indicado anteriormente, este Tribunal considera que
el Estado es responsable de la violación a la integridad física de los
internos que resultaron heridos durante los hechos del 6 al 9 de mayo
de 1992, lo cual constituyó una violación al artículo 5 de la Convención
Americana. Asimismo, la Corte considera que, en las circunstancias del
presente caso, el conjunto de actos de agresión y las condiciones en
que el Estado puso deliberadamente a los internos (los que fallecieron
y los que sobrevivieron) durante los días del ataque, que causaron en
todos ellos un grave sufrimiento psicológico y emocional, constituyó
una tortura psicológica inferida en agravio de todos los miembros del
grupo, con violación de los artículos 5.1 y 5.2 de la Convención Americana, y 1, 6 y 8 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. Además, esta Corte estima que la violación del derecho a la integridad personal de las señoras Eva Challco, Sabina Quispe
29
30
Derecho a la integridad personal
Rojas y Vicenta Genua López se vio agravada por el factor de que se
encontraban embarazadas, de forma tal que los actos de violencia les
afectaron en mayor medida. Igualmente, la Corte considera que el Estado es responsable por los actos de tortura infligidos a Julia Marlene
Olivos Peña, con violación del artículo 5.2 de la Convención Americana
y de los artículos 1, 6 y 8 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. (Cf. Párrafo 293)
2. Tratos recibidos por los internos con posterioridad al 9 de mayo de
1992 y durante los traslados a otros penales y a los hospitales
Entre las internas que estuvieron en las condiciones descritas había mujeres embarazadas. Los agentes estatales no tuvieron ninguna
consideración respecto a la condición específica de éstas. Sólo fueron
identificadas ante la Corte las señoras Eva Challco, Sabina Quispe Rojas
y Vicenta Genua López (supra párr. 197.57). La posición boca abajo en
que tuvieron que permanecer resulta particularmente grave en el caso
de las mujeres embarazadas. Presenciar este trato hacia ellas generó
mayor angustia entre los demás internos. (Cf. Párrafo 298)
La Corte considera que los tratos descritos en los párrafos precedentes constituyeron un tratamiento inhumano violatorio del artículo
5 de la Convención Americana. Esta violación se vio agravada respecto
de aquellos internos que se encontraban heridos y respecto de las mujeres que se encontraban embarazadas. (Cf. Párrafo 300)
3. Tratos recibidos en los centros de salud a los que fueron trasladados los internos durante el ataque o una vez terminado éste
Con respecto al tratamiento que deben recibir las mujeres detenidas o arrestadas, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos ha señalado que “no deben sufrir discriminación,
y deben ser protegidas de todas las formas de violencia o explotación”. Asimismo, ha indicado que las detenidas deben ser supervisadas
y revisadas por oficiales femeninas y las mujeres embarazadas y en
lactancia deben ser proveídas con condiciones especiales durante su
detención35. El Comité para la Eliminación de la Discriminación contra
la Mujer ha señalado que dicha discriminación incluye la violencia basada en el sexo, “es decir, la violencia dirigida contra la mujer porque
es mujer o que la afecta en forma desproporcionada”, y que abarca “ac35 Cfr. O.N.U., Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos, Adoptadas por el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en Ginebra en 1955, y aprobadas por el Consejo Económico y Social
en sus resoluciones 663C (XXIV) de 31 de julio de 1957 y 2076 (LXII) de 13 de mayo de
1977, párrs. 23 y 53.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
tos que infligen daños o sufrimientos de índole física, mental o sexual,
amenazas de cometer esos actos, coacción y otras formas de privación
de la libertad”36. (Cf. Párrafo 303)
Se probó que en el Hospital de la Policía los internos heridos, quienes se encontraban en deplorables condiciones, fueron además desnudados y obligados a permanecer sin ropa durante casi todo el tiempo
que estuvieron en el hospital, que en algunos casos se prolongó durante varios días y en otros durante semanas, y se encontraron vigilados
por agentes armados (supra párr. 197.49). (Cf. Párrafo 304)
La Corte considera que todos los internos que fueron sometidos durante ese prolongado período a la referida desnudez forzada fueron víctimas de un trato violatorio de su dignidad personal. (Cf. Párrafo 305)
En relación con lo anterior, es preciso enfatizar que dicha desnudez
forzada tuvo características especialmente graves para las seis mujeres
internas que se ha acreditado que fueron sometidas a ese trato. Asimismo, durante todo el tiempo que permanecieron en este lugar a las internas no se les permitió asearse y, en algunos casos, para utilizar los
servicios sanitarios debían hacerlo acompañadas de un guardia armado
quien no les permitía cerrar la puerta y las apuntaba con el arma mientras hacían sus necesidades fisiológicas (supra párr. 197.49). El Tribunal
estima que esas mujeres, además de recibir un trato violatorio de su dignidad personal, también fueron víctimas de violencia sexual, ya que estuvieron desnudas y cubiertas con tan solo una sábana, estando rodeadas de hombres armados, quienes aparentemente eran miembros de las
fuerzas de seguridad del Estado. Lo que califica este tratamiento de violencia sexual es que las mujeres fueron constantemente observadas por
hombres. La Corte, siguiendo la línea de la jurisprudencia internacional
y tomando en cuenta lo dispuesto en la Convención para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, considera que la violencia
sexual se configura con acciones de naturaleza sexual que se cometen en
una persona sin su consentimiento, que además de comprender la invasión física del cuerpo humano, pueden incluir actos que no involucren
penetración o incluso contacto físico alguno37. (Cf. Párrafo 306)
La Corte hace notar el contexto en el que fueron realizados dichos
actos, ya que las mujeres que los sufrieron se hallaban sujetas al completo control del poder de agentes del Estado, absolutamente indefen36 Cfr. O.N.U., Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, 11º período de sesiones. Recomendación general 19 “La violencia contra la mujer”. Doc. HRI/
GEN/1/Rev. 1at84 (1994), párr. 6.
37 Cfr. ICTR, Case of Prosecutor v. Jean-Paul Akayesu. Judgment of September 2, 1998.
Case No. ICTR-96-4-T, para. 688.
31
32
Derecho a la integridad personal
sas, y habían sido heridas precisamente por agentes estatales de seguridad. (Cf. Párrafo 307)
El haber forzado a las internas a permanecer desnudas en el hospital, vigiladas por hombres armados, en el estado precario de salud en
que se encontraban, constituyó violencia sexual en los términos antes
descritos, que les produjo constante temor ante la posibilidad de que
dicha violencia se extremara aún más por parte de los agentes de seguridad, todo lo cual les ocasionó grave sufrimiento psicológico y moral,
que se añade al sufrimiento físico que ya estaban padeciendo a causa
de sus heridas. Dichos actos de violencia sexual atentaron directamente contra la dignidad de esas mujeres. El Estado es responsable por la
violación del derecho a la integridad personal consagrado en el artículo 5.2 de la Convención Americana, en perjuicio de las seis internas que
sufrieron esos tratos crueles, cuyos nombres se encuentran incluidos
en el Anexo 2 de víctimas de la presente Sentencia que para estos efectos forma parte de la misma. (Cf. Párrafo 308)
Por otra parte, en el presente caso se ha probado que una interna
que fue trasladada al Hospital de la Sanidad de la Policía fue objeto de
una “inspección” vaginal dactilar, realizada por varias personas encapuchadas a la vez, con suma brusquedad, bajo el pretexto de revisarla
(supra párr. 197.50). (Cf. Párrafo 309)
Siguiendo el criterio jurisprudencial y normativo que impera tanto
en el ámbito del Derecho Penal Internacional como en el Derecho Penal
comparado, el Tribunal considera que la violación sexual no implica
necesariamente una relación sexual sin consentimiento, por vía vaginal, como se consideró tradicionalmente. Por violación sexual también
debe entenderse actos de penetración vaginales o anales, sin consentimiento de la víctima, mediante la utilización de otras partes del cuerpo
del agresor u objetos, así como la penetración bucal mediante el miembro viril. (Cf. Párrafo 310)
La Corte reconoce que la violación sexual de una detenida por un
agente del Estado es un acto especialmente grave y reprobable, tomando en cuenta la vulnerabilidad de la víctima y el abuso de poder que
despliega el agente38. Asimismo, la violación sexual es una experiencia sumamente traumática que puede tener severas consecuencias39
38 Cfr. Eur.C.H.R., Case of Aydin v. Turkey (GC). Judgment of 25 September 1997, App. No.
57/1996/676/866, para. 83.
39 Cfr. O.N.U., Comisión de Derechos Humanos. 50° período de sesiones. Cuestión de los
derechos humanos de todas las personas sometidas a cualquier forma de detención o
prisión, y en particular la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes. Informe del Relator Especial, Sr. Nigel S. Rodley, presentado con arreglo a la resolución 1992/32 de la Comisión de Derechos Humanos. Doc. E/CN.4/1995/34 del 12 de
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
y causa gran daño físico y psicológico que deja a la víctima “humillada
física y emocionalmente”, situación difícilmente superable por el paso
del tiempo, a diferencia de lo que acontece en otras experiencias traumáticas40. (Cf. Párrafo 311)
Con base en lo anterior, y tomando en cuenta lo dispuesto en el artículo 2 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar
la Tortura, este Tribunal concluye que los actos de violencia sexual a
que fue sometida una interna bajo supuesta “inspección” vaginal dactilar (supra párr. 309) constituyeron una violación sexual que por sus
efectos constituye tortura. Por lo tanto, el Estado es responsable por
la violación del derecho a la integridad personal consagrado en el artículo 5.2 de la Convención Americana, así como por la violación de
los artículos 1, 6 y 8 de la referida Convención Interamericana para
Prevenir y Sancionar la Tortura, en perjuicio de la interna indicada en
el Anexo 2 de víctimas de la presente Sentencia que para estos efectos
forma parte de la misma. (Cf. Párrafo 312)
La Relatora Especial de la ONU para la Violencia contra las Mujeres ha
establecido, refiriéndose a la violencia contra las mujeres en el contexto
de un conflicto armado, que la “[l]a agresión sexual a menudo se considera y practica como medio para humillar al adversario” y que “las violaciones sexuales son usadas por ambas partes como un acto simbólico”41. Este
Tribunal reconoce que la violencia sexual contra la mujer tiene consecuencias físicas, emocionales y psicológicas devastadoras para ellas42, que
se ven agravadas en los casos de mujeres detenidas43. (Cf. Párrafo 313)
4. Condiciones generales de detención a las que fueron sometidos los
internos con posterioridad al “Operativo Mudanza 1”
En el análisis de la gravedad de los actos que puedan constituir tratos crueles, inhumanos o degradantes o tortura es preciso ponderar
enero de 1995, párr. 19.
40 Cfr. Eur.C.H.R., Case of Aydin v. Turkey (GC), Judgment of 25 September 1997, App. No.
57/1996/676/866, para. 83.
41 Cfr. O.N.U., Comisión de Derechos Humanos, 54º período de sesiones. Informe presentado por la Sra. Radhika Coomaraswamy, Relatora Especial sobre la violencia contra
la mujer, con inclusión de sus causas y consecuencias, de conformidad con la resolución
1997/44 de la Comisión. Doc. E/CN.4/1998/54 del 26 de enero de 1998, párrs. 12 y 13.
42 Cfr. O.N.U., Comisión de Derechos Humanos, 54º período de sesiones. Informe presentado por la Sra. Radhika Coomaraswamy, Relatora Especial sobre la violencia contra
la mujer, con inclusión de sus causas y consecuencias, de conformidad con la resolución
1997/44 de la Comisión. Doc. E/CN.4/1998/54 del 26 de enero de 1998, párr. 14.
43 Cfr. O.N.U., Comisión de Derechos Humanos, 54º período de sesiones. Informe presentado por la Sra. Radhika Coomaraswamy, Relatora Especial sobre la violencia contra
la mujer, con inclusión de sus causas y consecuencias, de conformidad con la resolución
1997/44 de la Comisión. Doc. E/CN.4/1998/54 del 26 de enero de 1998, párr. 14.
33
34
Derecho a la integridad personal
todas las circunstancias del caso, tales como la duración de los tratos,
sus efectos físicos y mentales, y en algunos casos, el sexo, la edad y el
estado de salud de la víctima, entre otros44. (Cf. Párrafo 316)
A la luz de los anteriores criterios, y con base en el acervo probatorio del caso, este Tribunal examinará el conjunto de condiciones de
detención y de tratamiento a las que fueron sometidos los internos en
los centros penales a los que fueron trasladados o reubicados después
del “Operativo Mudanza 1” (supra párr. 197.44). (Cf. Párrafo 318)
Dentro de las graves condiciones de detención se encuentran (supra párr. 197.51 y 197.52): ubicación en celdas en condiciones de
hacinamiento que no permitían adecuada movilidad ni aseguraban
condiciones razonables de higiene y salud, sin acceso a luz natural o
artificial; precarias condiciones de alimentación; falta de atención médica adecuada y de suministro de medicinas, no obstante que había
internos heridos y otros que adquirieron enfermedades en la cárcel;
falta de ropa de abrigo, inclusive para quienes estaban en la cárcel de
Yanamayo en donde las temperaturas descienden varios grados bajo
cero; severo régimen de incomunicación; desatención de las necesidades fisiológicas de la mujer al negarles materiales de aseo personal,
como jabón, papel higiénico, toallas sanitarias y ropa íntima para cambiarse; desatención de las necesidades de salud pre y post natal; prohibición de dialogar entre sí, leer, estudiar y realizar trabajos manuales. El daño y sufrimiento experimentados por las mujeres en general
y especialmente las mujeres embarazadas y por las internas madres
resultó particularmente grave en los términos que se describen más
adelante (infra párrs. 330 a 332). (Cf. Párrafo 319)
En seguida la Corte hará referencia a algunos parámetros y dictámenes en relación con tales condiciones de detención y trato a los
internos. Asimismo, se analizará las consecuencias especiales que tuvieron algunas de ellas en las mujeres en general, las mujeres embarazadas y las internas madres. (Cf. Párrafo 322)
En cuanto a la incomunicación, la Corte ya se ha referido en otros
44 Cfr. Presentación oral ante la Comisión de Derechos Humanos del Relator Especial
de Naciones Unidas sobre Tortura, Peter Kooijmans, incluida en: U.N., Commission on
Human Rights. 48º session. Summary Record of the 21st Meeting, Doc. E/CN.4/1992/
SR.21 of February 21, 1992, para. 35; y O.N.U., Comisión de Derechos Humanos. 50° período de sesiones. Cuestión de los derechos humanos de todas las personas sometidas a
cualquier forma de detención o prisión, y en particular la tortura y otros tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes. Informe del Relator Especial, Sr. Nigel S. Rodley, presentado con arreglo a la resolución 1992/32 de la Comisión de Derechos Humanos. Doc.
E/CN.4/1995/34 del 12 de enero de 1995, párr. 16.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
casos a los efectos que causa en los internos45, y ha indicado, inter alia,
que el “aislamiento prolongado y la incomunicación coactiva son, por
sí mismos, tratamientos crueles e inhumanos, lesivos de la integridad
psíquica y moral de la persona y del derecho al respeto de la dignidad
inherente al ser humano”46. Asimismo, ha establecido que la incomunicación sólo puede utilizarse de manera excepcional, tomando en cuenta
los graves efectos que genera, pues “el aislamiento del mundo exterior
produce en cualquier persona sufrimientos morales y perturbaciones
psíquicas, la coloca en una situación de particular vulnerabilidad y
acrecient[a] el riesgo de agresión y arbitrariedad en las cárceles”47. En
igual sentido, la Corte Europea de Derechos Humanos ha determinado
que el aislamiento sensorial total usado en conjunto con el aislamiento
social total puede destruir la personalidad de un individuo; y por tanto
constituye un tratamiento inhumano que no puede ser justificado aduciendo necesidad en seguridad48.(Cf. Párrafo 323)
La incomunicación severa tuvo efectos particulares en las internas
madres. Diversos órganos internacionales han enfatizado la obligación
de los Estados de tomar en consideración la atención especial que deben recibir las mujeres por razones de maternidad, lo cual implica, entre otras medidas, asegurar que se lleven a cabo visitas apropiadas entre
madre e hijo. La imposibilidad de comunicarse con sus hijos ocasionó un
sufrimiento psicológico adicional a las internas madres. (Cf. Párrafo 330)
También afectó a las mujeres la desatención de sus necesidades fisiológicas (supra párr. 319). El Comité Internacional de la Cruz Roja
ha establecido que el Estado debe asegurar que “las condiciones sanitarias [en los centros de detención] sean adecuadas para mantener
la higiene y la salud [de las prisioneras], permitiéndoles acceso regular a retretes y permitiéndoles que se bañen y que limpien su ropa
regularmente”49. Asimismo, dicho Comité también determinó que
45 Cfr. Caso Montero Aranguren y otros (Retén de Catia), supra nota 128, párr. 94; Caso
Raxcacó Reyes, supra nota 171, párr. 95 y 96; y Caso Lori Berenson Mejía, supra nota 168,
párr. 103.
46 Cfr. Caso De la Cruz Flores, supra nota 157, párr. 128; Caso Maritza Urrutia, supra nota
150, párr. 87; y Caso Bámaca Velásquez, supra nota 174, párr. 150.
47 Cfr. Caso De la Cruz Flores, supra nota 157, párr. 129; Caso Maritza Urrutia, supra nota
150, párr. 87; y Caso Bámaca Velásquez, supra nota 174, párr. 150.
48 Cfr. Eur.C.H.R., Case of Öcalan v. Turkey(GC), Judgment of 12 May 2005, App. No.
46221/99, para. 191
49 Cfr. International Committee of the Red Cross. Women Facing War: ICRC Study on the
Impact of Armed Conflict on Women, 2001, sec. III, ref. 0798 y disponible a http://www.
icrc.org. En el mismo sentido, cfr. O.N.U., Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos, Adoptadas por el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del
Delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en Ginebra en 1955, y aprobadas por el
Consejo Económico y Social en sus resoluciones 663C (XXIV) de 31 de julio de 1957 y
35
36
Derecho a la integridad personal
se deben realizar arreglos especiales para las detenidas en período
menstrual, embarazadas, o acompañadas por sus hijos50. La comisión
de esos excesos causó sufrimiento especial y adicional a las mujeres
detenidas. (Cf. Párrafo 331)
Quedó probado que en el caso de las internas Eva Challco y Sabina
Quispe Rojas el Estado desatendió sus necesidades básicas de salud
pre natal, y que con respecto a la última tampoco le brindó atención
médica post natal (supra párr. 197.57), lo cual implicó una violación
adicional a la integridad personal de éstas. (Cf. Párrafo 332)
Este Tribunal considera que el conjunto de condiciones de detención y de tratamiento a las que fueron sometidos los internos en los
centros penales donde se les trasladó o reubicó con posterioridad al
llamado “Operativo Mudanza 1”, constituyó tortura física y psicológica
infligida a todos ellos, con violación de los artículos 5.2 de la Convención Americana, y 1, 6 y 8 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. (Cf. Párrafo 333)
Respecto de los familiares de los internos
Finalmente, de la prueba se ha determinado que 25 familiares de
los internos sufrieron debido a la estricta incomunicación y restricción
de visitas que aplicó el Estado a los internos con posterioridad al ataque al penal (supra párr. 197.54 y 197.56). Este sufrimiento implicó
una violación a la integridad psíquica de tales familiares. Los nombres
de esos 25 familiares se encuentran incluidos en el Anexo 2 de víctimas
de la presente Sentencia que para estos efectos forma parte de la misma. (Cf. Párrafo 340)
La Corte considera que este tipo de medidas de incomunicación
causó una particular afectación en los niños por la privación del contacto y relación con sus madres internas, y por ello presume dicho sufrimiento respecto de los hijos de las internas que tenían menos de 18
años de edad en la época de la incomunicación (supra párrs. 197.54 y
197.56). Se ha probado que se encontraba en tal condición Yovanka
Ruth Quispe Quispe, hija de la interna Sabina Virgen Quispe Rojas, y
Gabriel Said Challco Hurtado, hijo de la interna Eva Challco (supra párr.
2076 (LXII) de 13 de mayo de 1977, párrs. 15-19.
50 Cfr. International Committee of the Red Cross. Women Facing War: ICRC Study on the
Impact of Armed Conflict on Women. 2001, ref. 0798 y disponible a http://www.icrc.org,
sección III. En el mismo sentido, cfr. O.N.U., Reglas mínimas para el tratamiento de los
reclusos, Adoptadas por el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención
del Delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en Ginebra en 1955, y aprobadas por
el Consejo Económico y Social en sus resoluciones 663C (XXIV) de 31 de julio de 1957 y
2076 (LXII) de 13 de mayo de 1977, párr. 23.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
197.57). Debido a que la Corte no cuenta con la prueba necesaria para
determinar la identidad de todos los hijos de las internas que en esa
época eran menores de 18 años, es preciso que dichas personas se presenten ante las autoridades competentes del Estado, dentro de los 8
meses siguientes a la notificación de esta Sentencia y demuestren su
filiación y edad que determine que estuvieron en el referido supuesto
y, por tanto, son víctimas de dicha violación. (Cf. Párrafo 341)
Por lo anteriormente expuesto, la Corte concluye que el Estado violó el derecho a la integridad personal consagrado en el artículo 5.1 de
la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1. de la misma,
en perjuicio de los familiares de los internos identificados en el Anexo
2 de víctimas de la presente Sentencia que para estos efectos forma
parte de la misma. (Cf. Párrafo 342)
1. Obligación de investigar efectivamente los hechos
El análisis de la obligación de investigar efectivamente los hechos
violatorios del derecho a la integridad personal se realiza tomando en
cuenta los parámetros a los que la Corte hizo referencia en los párrafos
253 a 256 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 343)
En particular, respecto de la obligación de garantizar el derecho reconocido en el artículo 5 de la Convención Americana, la Corte ha señalado que ésta implica el deber del Estado de investigar posibles actos
de tortura u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes51. Asimismo, en virtud de que el Perú ratificó el 4 de junio de 1996 la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia
contra la Mujer, a partir de esa fecha debía observar lo dispuesto en
el artículo 7.b de dicho tratado, que le obliga a actuar con la debida
diligencia para investigar y sancionar dicha violencia. La obligación de
investigar también se ve reforzada por lo dispuesto en los artículos 1, 6
y 8 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, de acuerdo a los cuales el Estado se encuentra obligado a “tomar
[…] medidas efectivas para prevenir y sancionar la tortura en el ámbito
de su jurisdicción”, así como para “prevenir y sancionar […] otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes”. Asimismo, de acuerdo
a lo dispuesto en el artículo 8 de esta Convención:
Cuando exista denuncia o razón fundada para creer que se ha cometido un acto de tortura en el ámbito de su jurisdicción, los Estados partes garantizarán que sus respectivas autoridades procederán de oficio
51 Cfr. Caso Vargas Areco, supra nota 3, párr. 78; Caso Ximenes Lopes, supra nota 3, párr.
147; y Caso de la Comunidad Moiwana. Sentencia de 15 de junio de 2005. Serie C No.
124, párr. 92.
37
38
Derecho a la integridad personal
y de inmediato a realizar una investigación sobre el caso y a iniciar,
cuando corresponda, el respectivo proceso penal. (Cf. Párrafo 344)
En igual sentido, el Tribunal ha señalado anteriormente que:
a la luz de la obligación general de garantizar a toda persona bajo
su jurisdicción los derechos humanos consagrados en la Convención, establecida en el artículo 1.1 de la misma, en conjunto con el
derecho a la integridad personal conforme al artículo 5 (Derecho
a la Integridad Personal) de dicho tratado, existe la obligación estatal de iniciar de oficio e inmediatamente una investigación efectiva que permita identificar, juzgar y sancionar a los responsables,
cuando existe denuncia o razón fundada para creer que se ha cometido un acto de tortura52.(Cf. Párrafo 345)
En el presente caso, la Corte considera que por los hechos declarados como violatorios del derecho a la integridad personal surgió para
el Estado la obligación de investigar las afectaciones del mismo, la cual
deriva del artículo 1.1 de la Convención Americana en conjunto con el
referido derecho sustantivo protegido en el artículo 5 de la misma, aplicando las referidas disposiciones de la Convención Interamericana para
Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer y de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. Dichas
disposiciones son aplicables al caso ya que especifican y complementan
las obligaciones que tiene el Estado con respecto al cumplimiento de los
derechos consagrados en la Convención Americana. (Cf. Párrafo 346)
Por todo lo anterior, la Corte concluye que el Estado es responsable por la violación del derecho a integridad personal consagrado en
el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 de
dicho tratado, en conexión con los artículos 1, 6 y 8 de la Convención
Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, en perjuicio de
los 41 internos fallecidos identificados y de los internos que sobrevivieron, quienes se encuentran identificados en el Anexo 2 de víctimas de
la presente Sentencia que para estos efectos forma parte de la misma.
Los hechos revisten especial gravedad en razón de las consideraciones
indicadas en este capítulo y en el Capítulo IX de “Responsabilidad internacional del Estado en el contexto del presente caso”. (Cf. Párrafo 349)
Asimismo, la Corte concluye que el Estado es responsable por la
violación del derecho a integridad personal consagrado en el artículo
5 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 de dicho tratado, en
52 Cfr. Caso Vargas Areco, supra nota 3, párr. 79; Caso Gutiérrez Soler, supra nota 147,
párr. 54; y Caso Baldeón García, supra nota 21, párr. 156. En el mismo sentido, cfr.
Eur.C.H.R., Case of Ilhan v. Turkey [GC], Judgment of 27 June 2000, App. No. 22277/93,
paras. 92 y 93; y Eur.C.H.R., Case of Assenov and others v. Bulgaria, Judgment of 28 October 1998, App. No. 90/1997/874/1086, para. 102.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
perjuicio de los familiares de los internos determinados en los párrafos
336, 337, 340 y 341 de este capítulo e identificados en el Anexo 2 de
víctimas de la presente Sentencia que para estos efectos forma parte
de la misma. (Cf. Párrafo 350)
Reparaciones (Aplicación del artículo 63.1)
Obligación de Reparar
Consideraciones de la Corte
De conformidad con el análisis realizado en los capítulos precedentes, la Corte ha declarado, con base en el reconocimiento parcial
de responsabilidad del Estado, y en los hechos del caso y la prueba
presentada ante este Tribunal, que el Estado es responsable por la violación de los derechos consagrados en el artículo 4 de la Convención
Americana, en relación con el artículo 1.1. de la misma; del artículo 5
de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en conexión con los artículos 1, 6 y 8 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura; y de los artículos 8.1 y 25 de
la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma,
en conexión con los artículos 7.b de la Convención Interamericana para
Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, y 1, 6 y 8
de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura.
La Corte ha establecido, en varias ocasiones, que toda violación de una
obligación internacional que haya producido un daño comporta el deber de repararlo adecuadamente53. A tales efectos, el artículo 63.1 de la
Convención Americana establece que:
[c]uando decida que hubo violación de un derecho o libertad protegidos en [la] Convención, la Corte dispondrá que se garantice al
lesionado en el goce de su derecho o libertad conculcados. Dispondrá asimismo, si ello fuera procedente, que se reparen las consecuencias de la medida o situación que ha configurado la vulneración de esos derechos y el pago de una justa indemnización a la
parte lesionada. (Cf. Párrafo 413)
Tal como lo ha señalado la Corte, el artículo 63.1 de la Convención
Americana refleja una norma consuetudinaria que constituye uno de
los principios fundamentales del Derecho Internacional contemporáneo
sobre la responsabilidad de los Estados. De esta manera, al producirse
un hecho ilícito imputable a un Estado, surge de inmediato la responsa53 Cfr. Caso Vargas Areco, supra nota 3, párr. 139; Caso Almonacid Arellano y otros, supra
nota 15, párr. 134; y Caso Goiburú y otros, supra nota 5, párr. 140.
39
40
Derecho a la integridad personal
bilidad internacional de éste por la violación de la norma internacional
de que se trata, con el consecuente deber de reparación y de hacer cesar
las consecuencias de la violación54. Dicha responsabilidad internacional
es distinta a la responsabilidad en el derecho interno55. (Cf. Párrafo 414)
La reparación del daño ocasionado por la infracción de una obligación internacional requiere, siempre que sea posible, la plena restitución (restitutio in integrum), la cual consiste en el restablecimiento
de la situación anterior a la violación. De no ser esto posible, cabe al
tribunal internacional determinar una serie de medidas para que, además de garantizar el respeto de los derechos conculcados, se reparen
las consecuencias que produjeron las infracciones y se establezca el
pago de una indemnización como compensación por los daños ocasionados56 u otros modos de satisfacción. La obligación de reparar, que
se regula en todos los aspectos (alcance, naturaleza, modalidades y
determinación de los beneficiarios) por el Derecho Internacional, no
puede ser modificada o incumplida por el Estado obligado, invocando
disposiciones de su derecho interno57. (Cf. Párrafo 415)
Las reparaciones, como el término lo indica, consisten en las medidas que tienden a hacer desaparecer los efectos de las violaciones
cometidas. Su naturaleza y su monto dependen del daño ocasionado en
los planos tanto material como inmaterial. Las reparaciones no pueden
implicar ni enriquecimiento ni empobrecimiento para la víctima o sus
sucesores58. (Cf. Párrafo 416)
De conformidad con los elementos probatorios recogidos durante
el proceso y a la luz de los anteriores criterios, la Corte procede a analizar las pretensiones presentadas por la Comisión y por la interviniente
común de los representantes de las presuntas víctimas y sus familiares, y las consideraciones del Estado respecto de las reparaciones, con
el objeto de determinar, en primer lugar, quiénes son los beneficiarios
de las reparaciones, para luego disponer las medidas de reparación de
los daños materiales e inmateriales, medidas de satisfacción y de no
repetición y, por último, lo relativo a costas y gastos. (Cf. Párrafo 417)
54 Cfr. Caso Vargas Areco, supra nota 3, párr. 64 y 140; Caso Almonacid Arellano y otros,
supra nota 15, párr. 135; y Caso Goiburú y otros, supra nota 5, párr. 141.
55 Cfr. Caso Servellón García y otros, supra nota 3, párr. 161; Caso Ximenes Lopes, supra
nota 3, párr. 208; y Caso de las Masacres de Ituango, supra nota 7, párr. 365.
56 Cfr. Caso Vargas Areco, supra nota 3, párr. 141; Caso Almonacid Arellano y otros, supra
nota 15, párr. 136; y Caso Servellón García y otros, supra nota 3, párr. 162.
57 Cfr. Caso Vargas Areco, supra nota 3, párr. 141; Caso Almonacid Arellano y otros, supra
nota 15, párr. 136; y Caso Servellón García y otros, supra nota 3, párr. 162.
58 Cfr. Caso Vargas Areco, supra nota 3, párr. 142; Caso Servellón García y otros, supra
nota 3, párr. 163; y Caso Almonacid Arellano y otros, supra nota 15, párr. 137.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Beneficiarios
La Corte ha determinado que los hechos del presente caso constituyeron una violación del artículo 4 de la Convención Americana, en relación
con el artículo 1.1. de la misma, en perjuicio de los 41 internos fallecidos
identificados en el Anexo 1 de víctimas de esta Sentencia; del artículo 5
de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma,
y en conexión con los artículos 1, 6 y 8 de la Convención Interamericana
para Prevenir y Sancionar la Tortura, en perjuicio de los 41 internos fallecidos identificados y de los internos que sobrevivieron; del artículo 5 de
la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en
perjuicio de los familiares de los internos determinados en los párrafos
336, 337, 340 y 341 del capítulo sobre violación a la integridad personal e
identificados en el Anexo 2 de víctimas de esta Sentencia; y de los artículos
8.1 y 25 de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la
misma, en conexión con los artículos 7.b) de Convención Interamericana
para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, y 1, 6 y 8
de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, en
perjuicio de los familiares inmediatos de los 41 internos fallecidos, de los
internos sobrevivientes y de los familiares de los internos determinados
en los párrafos 336, 337, 340 y 341 del capítulo sobre violación a la integridad personal e identificados en el Anexo 2 de víctimas de esta Sentencia. Dichas personas son acreedoras a las reparaciones que fije el Tribunal,
en calidad de víctimas de las mencionadas violaciones. (Cf. Párrafo 418)
Asimismo, los familiares inmediatos de las 41 víctimas fallecidas identificadas también serán acreedores de las reparaciones que fije la Corte,
en su carácter de derechohabientes de dichas víctimas. (Cf. Párrafo 419)
Otras formas de repación (medidas de satisfacción y garantías
de no repetición)
En este apartado el Tribunal determinará aquellas medidas de satisfacción que buscan reparar el daño inmaterial, que no tienen alcance
pecuniario, así como también dispondrá medidas de alcance o repercusión pública59. En casos como el presente que revisten extremada
gravedad estas medidas tienen especial relevancia. (Cf. Párrafo 435)
1. Obligación de investigar los hechos que generaron las violaciones del presente caso e identificar, juzgar y, en su caso, sancionar a
los responsables
La Corte ha establecido en esta Sentencia que los procedimientos in59 Cfr. Caso Vargas Areco, supra nota 3, párr. 152; Caso Servellón García y otros, supra
nota 3, párr. 186; y Caso Claude Reyes y otros, supra nota 19, párr. 156.
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42
Derecho a la integridad personal
ternos abiertos en el presente caso no han constituido recursos efectivos
para garantizar un verdadero acceso a la justicia por parte de las víctimas, dentro de un plazo razonable, que abarque el esclarecimiento de
los hechos, la investigación y sanción de los responsables y la reparación
de las violaciones a la vida e integridad personal. Por ello, el Tribunal
declaró al Estado responsable de la violación de los artículos 8.1 y 25 de
la Convención, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en conexión
con los artículos 7.b de Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, y 1, 6 y 8 de la Convención
Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. (Cf. Párrafo 436)
La Corte ha valorado como positivo que el Estado actualmente se
encuentre desarrollando procesos penales en la jurisdicción ordinaria.
Sin embargo, el Tribunal declaró como violatorio del derecho de acceso a la justicia que dichos procesos no abarquen la totalidad de los hechos violatorios de derechos humanos analizados en la presente Sentencia. Tanto las denuncias penales formuladas por la Fiscalía como los
autos de apertura de instrucción de los procesos penales dictados por
el Segundo Juzgado Penal Supraprovincial se refieren exclusivamente
a delitos de homicidio. (Cf. Párrafo 437)
Como ya se indicó, aún cuando el Estado ha realizado esfuerzos recientes en cuanto a la investigación penal de una parte de los hechos, las violaciones cometidas en este caso permanecen impunes. (Cf. Párrafo 438)
Además, tal como indicó la Corte el Estado debe adoptar todas
aquellas medidas necesarias para cumplir con la obligación de investigar y, en su caso, sancionar a los responsables de graves violaciones de
derechos humanos. (Cf. Párrafo 439)
La Corte reitera que el Estado está obligado a combatir esta situación
de impunidad por todos los medios disponibles, ya que ésta propicia la
repetición crónica de las violaciones de derechos humanos y la total indefensión de las víctimas y de sus familiares, quienes tienen derecho a conocer la verdad de los hechos60. El reconocimiento y el ejercicio del derecho
a la verdad en una situación concreta constituye un medio de reparación.
Por tanto, en el presente caso, el derecho a la verdad da lugar a una expectativa de las víctimas, que el Estado debe satisfacer61. (Cf. Párrafo 440)
A la luz de lo anterior, en un plazo razonable, el Estado debe conducir eficazmente los procesos penales que se encuentran trámite y los
60 Cfr. Caso Almonacid Arellano y otros, supra nota 15, párr. 148; Caso de la Comunidad
Moiwana, supra nota 190, párr. 204; y Caso Carpio Nicolle y otros. Sentencia de 22 de
noviembre de 2004. Serie C No. 117, párr. 128.
61 Cfr. Caso Blanco Romero y otros, supra nota 147, párr. 95; Caso de la Comunidad Moiwana, supra nota 190, párr. 204; y Caso Carpio Nicolle y otros, supra nota 226, párr. 128.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
que se llegaren a abrir, y debe adoptar todas las medidas necesarias
que permitan el esclarecimiento de todos los hechos del presente caso
y no sólo aquellos que derivaron en la muerte de las víctimas, en aras
de determinar la responsabilidad intelectual y material de quienes
participaron en dichas violaciones. Los resultados de estos procesos
deberán ser públicamente divulgados por el Estado, de manera que la
sociedad peruana pueda conocer la verdad acerca de los hechos del
presente caso. (Cf. Párrafo 441)
Asimismo, como garantía de no repetición, la Corte dispone que
el Estado debe, en un plazo razonable, establecer los medios necesarios para asegurar que la información y documentación relacionada
con investigaciones policiales relativa a hechos tan graves como los del
presente caso se conserve de forma tal que no se obstaculicen las correspondientes investigaciones. (Cf. Párrafo 442)
2. Entrega del cuerpo de Mario Francisco Aguilar Vega a sus familiares
Debido a que los familiares de Mario Francisco Aguilar Vega no han
recibido sus restos (supra párr. 251), este Tribunal dispone que el Estado debe realizar todas las actuaciones necesarias y adecuadas para
garantizar de manera efectiva la entrega, dentro de un plazo de 6 meses, permitiéndoles así darle la sepultura de la forma que estimen pertinente. El Estado deberá cubrir todos los gastos de entrega del cuerpo
de la víctima a sus familiares así como los gastos de entierro en los que
ellos puedan incurrir. (Cf. Párrafo 443)
Asimismo, debido a que existen dudas respecto de si el Perú cumplió con su deber de identificar a todos los internos que fallecieron y
entregar los restos a sus familiares, de conformidad con lo expuesto en
los párrafos 250 y 251 de la presente Sentencia, el Estado debe adoptar todas las medidas necesarias para asegurar que todos los internos
que fallecieron como consecuencia del ataque sean identificados y sus
restos entregados a sus familiares, de acuerdo con su legislación interna. En caso de que se llegue a identificar otros internos fallecidos,
sus familiares podrán hacer las reclamaciones correspondientes en el
derecho interno. (Cf. Párrafo 444)
3. Acto público de reconocimiento de responsabilidad en desagravio
de las víctimas y para satisfacción de sus familiares
Como lo ha dispuesto en otros casos62, la Corte considera necesario,
con el fin de reparar el daño causado a las víctimas y sus familiares y
62 Cfr. Caso Vargas Areco, supra nota 3, párr. 152; Caso Goiburú y otros, supra nota 5, párr.
173; y Caso Servellón García y otros, supra nota 3, párr. 198.
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Derecho a la integridad personal
de evitar que hechos como los de este caso se repitan, que el Estado
realice un acto público de reconocimiento de su responsabilidad internacional en relación con las violaciones declaradas en esta Sentencia
en desagravio a las víctimas y para satisfacción de sus familiares. Este
acto deberá realizarse en una ceremonia pública, con la presencia de
altas autoridades del Estado y de las víctimas y sus familiares. El Estado debe difundir dicho acto a través de los medios de comunicación63,
incluyendo la difusión en la radio y televisión. Para ello, el Estado cuenta con un plazo de un año, contado a partir de la notificación de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 445)
4. Publicación de la sentencia
Como lo ha dispuesto en otros casos, como medida de satisfacción64,
y tomando en cuenta que el Perú expresó que “acepta la reparación que
se refiere a la publicación de la Sentencia”, la Corte ordena que el Estado
debe publicar en el Diario Oficial y en otro diario de amplia circulación
nacional, por una sola vez, el capítulo relativo a los Hechos Probados de
esta Sentencia, sin las notas al pie de página, y la parte resolutiva de la
misma. Para estas publicaciones se fija el plazo de seis meses, a partir de
la notificación de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 446)
Asimismo, el Tribunal dispone que el Estado debe difundir las referidas partes de la presente Sentencia a través de una emisora radial y
un canal de televisión, ambos de amplia cobertura nacional, al menos
en dos ocasiones con un intervalo de dos semanas entre cada una. Para
ello, el Estado cuenta con el plazo de seis meses, contado a partir de la
notificación de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 447)
5. Asistencia médica y psicológica
Algunas de las víctimas sobrevivientes, así como algunos de los
familiares de los internos fallecidos y sobrevivientes que han rendido testimonio ante el Tribunal o han brindado su declaración jurada,
han expresado padecer secuelas físicas y/o problemas psicológicos
como consecuencia de los hechos de este caso. Asimismo, la perito Ana
Deutsch manifestó en su dictamen pericial que es necesario que las
víctimas y los familiares reciban tratamiento médico y psicológico adecuado. (Cf. Párrafo 448)
63 Cfr. Caso de las Niñas Yean y Bosico. Sentencia de 8 de septiembre de 2005. Serie C
No. 130, párr. 235; Caso de la Comunidad Indígena Yakye Axa, supra nota 127, párr. 226;
y Caso de la Comunidad Moiwana, supra nota 190, párr. 216.
64 Cfr. Caso Vargas Areco, supra nota 3, párr. 162; Caso Claude Reyes y otros, supra nota
19, párr. 160; y Caso Almonacid Arellano y otros, supra nota 15, párr. 162.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Con el fin de contribuir a la reparación de los daños físicos y psicológicos, el Tribunal dispone la obligación a cargo del Estado de brindar
gratuitamente, a través de sus instituciones de salud especializadas, el
tratamiento médico y psicológico requerido por las víctimas y los familiares, incluyendo los medicamentos que éstos requieran, tomando en
consideración los padecimientos de cada uno de ellos después de una
evaluación individual. (Cf. Párrafo 449)
Respecto de las víctimas que acrediten tener su domicilio en el exterior y prueben ante los órganos internos competentes, en la forma y
plazos establecidos en el párrafo 433.c) v y vii de esta Sentencia, que
con motivo de los hechos del presente caso necesitan recibir un tratamiento médico o psicológico adecuado, el Estado deberá depositarles
en una cuenta bancaria que cada víctima indique, la cantidad de US$
5.000,00 (cinco mil dólares de los Estados Unidos de América), con
el propósito de que ese dinero pueda constituir una ayuda para dicho
tratamiento. (Cf. Párrafo 450)
6. Medidas educativas
Las violaciones imputables al Estado en el presente caso fueron
perpetradas por personal de la policía, del ejército y de fuerzas especiales de seguridad, en violación de normas imperativas de Derecho
Internacional. Asimismo, la Corte ha indicado65 que para garantizar
adecuadamente el derecho a la vida y a la integridad, los miembros de
los cuerpos de seguridad deben recibir entrenamiento y capacitación
adecuados. (Cf. Párrafo 451)
En consecuencia, el Estado deberá diseñar e implementar, en un
plazo razonable, programas de educación en derechos humanos, dirigidos a agentes de las fuerzas de seguridad peruanas, sobre los estándares internacionales aplicables en materia de tratamiento de los
reclusos en situaciones de alteración del orden público en centros penitenciarios. (Cf. Párrafo 452)
En cuanto a las medidas solicitadas por la Comisión y la interviniente, sobre construcción de monumentos y la creación de un parque
en “la zona de Canto Grande”, el Estado alegó que “ya se ha erigido en
un lugar público de la capital un monumento (denominado el Ojo que
Llora) en favor de todas las víctimas del conflicto, en un lugar público
de la capital de la República y que es materia de continuos actos de
recuerdo y conmemoración”. (Cf. Párrafo 453)
Al respecto, la Corte valora la existencia del monumento y sitio pú65 Cfr. Caso Montero Aranguren y otros (Retén de Catia), supra nota 128, párr. 147.
45
46
Derecho a la integridad personal
blico denominado “El Ojo que Llora”, creado a instancias de la sociedad
civil y con la colaboración de autoridades estatales, lo cual constituye
un importante reconocimiento público a las víctimas de la violencia en
el Perú. Sin embargo, el Tribunal considera que, dentro del plazo de
un año, el Estado debe asegurarse que todas las personas declaradas
como víctimas fallecidas en la presente Sentencia se encuentren representadas en dicho monumento. Para ello, deberá coordinar con los
familiares de las víctimas fallecidas la realización de un acto, en el cual
puedan incorporar una inscripción con el nombre de la víctima según
la forma que corresponda de acuerdo a las características del monumento. (Cf. Párrafo 454)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 470)
La Corte declara por unanimidad,
El Estado violó el derecho a la integridad personal consagrado en el
artículo 5.1 y 5.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de dicho tratado, y en conexión con
los artículos 1, 6 y 8 de la Convención Interamericana para Prevenir y
Sancionar la Tortura, en perjuicio de los 41 internos fallecidos identificados y de los internos que sobrevivieron, cuyos nombres se encuentran incluidos en el Anexo 2 de víctimas de la presente Sentencia que
para estos efectos forma parte de ésta, en los términos de los párrafos
262 a 350 de la misma. (Cf. Párrafo 4)
El Estado violó el derecho a la integridad personal consagrado en el
artículo 5.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en
relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de los familiares
de los internos determinados en los párrafos 336, 337, 340 y 341 e
identificados en el Anexo 2 de víctimas de la presente Sentencia que
para estos efectos forma parte de ésta, en los términos de los párrafos
334 a 350 de la misma. (Cf. Párrafo 5)
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Vera Vera y otra Vs. Ecuador
Fecha de sentencia: 19 de mayo de 2011
Víctima: Pedro Miguel Vera Vera y Francisca Mercedes Vera Valdez
Estado parte: Ecuador
Hechos del caso
El señor Pedro Miguel Vera Vera, de veinte años de edad, fue detenido el 12 de abril de 1993 por miembros de la Policía Nacional de la ciudad de Santo Domingo de los Colorados, luego de que fuera perseguido
por un grupo de personas quienes aparentemente lo acusaban de haber cometido asalto y robo a mano armada y escucharse un disparo de
arma de fuego. Al detenerlo, los policías notaron que presentaba una
herida de bala a la altura del pecho en el costado izquierdo y lo trasladaron en taxi al Cuartel de Policía de la ciudad.
Luego de ser registrado en dicho lugar, ese mismo día el señor Vera
Vera fue trasladado al Hospital Regional de Santo Domingo de los Colorados, de donde fue dado de alta al día siguiente. El 13 de abril de 1993
el señor Vera Vera fue trasladado al Centro de Detención Provisional de
Santo Domingo de los Colorados, lugar donde permaneció hasta el 17 de
abril, cuando debido a las complicaciones de la herida de bala que presentaba, fue trasladado nuevamente al Hospital Regional de Santo Domingo de los Colorados. El 22 de abril fue llevado al Hospital Eugenio Espejo de Quito, lugar donde falleció al día siguiente a consecuencia de las
lesiones “consecutivas a la penetración de proyectil de arma de fuego”.
El levantamiento de su cadáver tuvo lugar ese mismo día en dicho
hospital por orden del Comisario Quinto Nacional, quien también ordenó la realización de la necropsia correspondiente. El 4 de mayo de 1993
el Juez Décimo Primero de lo Penal de Pichincha declaró extinta la acción
penal iniciada en contra del señor Vera Vera, en vista de su fallecimiento.
De conformidad con el acervo probatorio del caso, la Corte determinó que durante el primer internamiento del señor Vera Vera en el
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Derecho a la integridad personal
Hospital Regional de Santo Domingo de los Colorados no se le realizaron exámenes o diagnósticos pertinentes a fin de determinar si era
necesario someterlo a un tratamiento quirúrgico, debido a las lesiones causadas por la bala que se encontraba alojada en su cuerpo. Esto
constituyó una grave negligencia médica.
Además, mientras el señor Vera Vera permaneció detenido con una
herida de bala en el Centro de Detención Provisional de Santo Domingo de los Colorados, no fue sometido a una valoración física adecuada.
Como resultado, el señor Vera Vera ingresó al hospital nuevamente
cuando presentaba signos evidentes de complicaciones de la herida
que presentaba. Por lo tanto, la Corte estimó que la atención médica
recibida por el señor Vera Vera en el cuartel de policía fue negligente.
Asimismo, el señor Vera Vera no fue intervenido quirúrgicamente durante su segundo internamiento en el Hospital Regional de Santo
Domingo de los Colorados sino en el Hospital Eugenio Espejo de Quito,
luego de que la señora Francisca Mercedes Vera Valdez, madre del señor
Vera Vera, se hiciera cargo de los gastos de ambulancia y de proporcionar pintas de sangre para ello. El señor Vera Vera fue internado en malas
condiciones en este último hospital, y falleció el 23 de abril de 1993.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Derecho a la integridad personal y a la vida de Pedro Miguel
Vera Vera, en relación con las obligaciones de respetar y garantizar los derechos
Consideraciones de la Corte
Para examinar la alegada responsabilidad internacional del Estado por la violación a los derechos a la integridad personal66 y a la
vida67, en relación con las obligaciones de respeto y garantía a cargo de éste68, del señor Pedro Miguel Vera Vera, la Corte precisará, en
66 En lo pertinente, el artículo 5 (Derecho a la Integridad Personal) de la Convención
dispone que:
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral.
2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la
dignidad inherente al ser humano.
67 El artículo 4.1 de la Convención Americana establece que “[t]oda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente”.
68 El artículo 1.1 de la Convención Americana establece “[l]os Estados Partes en [la]
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
atención al acervo probatorio, las distintas etapas de la detención y
la atención médica recibidos por aquél. Por la variedad y complejidad
de los hechos alegados en el presente caso, éstos serán detallados
en las partes correspondientes de este capítulo. Posteriormente, el
Tribunal analizará los alegatos de las partes y determinará si dicha
atención se brindó de forma inadecuada a la luz de los estándares
derivados de la Convención, configurándose así posibles violaciones
a los derechos a la integridad personal y a la vida del señor Pedro
Miguel Vera Vera. (Cf. Párrafo 38)
1. La atención médica como parte del derecho a la vida e integridad personal de los detenidos y reclusos
Este Tribunal ha sostenido que el derecho a la vida es fundamental
en la Convención Americana, por cuanto de su salvaguarda depende la
realización de los demás derechos69. En razón de dicho carácter, los Estados tienen la obligación de garantizar la creación de las condiciones
que se requieran para su pleno goce y ejercicio70. (Cf. Párrafo 39)
Por otro lado, el derecho a la integridad personal es de tal importancia que la Convención Americana lo protege particularmente al
establecer, inter alia, la prohibición de la tortura, los tratos crueles,
inhumanos y degradantes y la imposibilidad de suspenderlo durante
estados de emergencia71. (Cf. Párrafo 40)
Los derechos a la vida y a la integridad personal no sólo implican
que el Estado debe respetarlos (obligación negativa), sino que, además,
requiere que el Estado adopte todas las medidas apropiadas para garantizarlos (obligación positiva), en cumplimiento de su deber general establecido en el artículo 1.1 de la Convención Americana72. (Cf. Párrafo 41)
Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a
garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin
discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento
o cualquier otra condición social”.
69 Cfr. Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 19 de noviembre de 1999. Serie C No. 63, párr. 144; Caso Zambrano Vélez y otros
Vs. Ecuador. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 4 de julio de 2007. Serie C No. 166,
párr. 78, y Caso Comunidad Indígena Xákmok Kásek. Vs. Paraguay, supra nota 21, párr. 186.
70 Cfr. Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala, supra nota
29, párr. 144; Caso González y otras (“Campo Algodonero”) Vs. México, supra nota 21, párr.
245, y Caso Comunidad Indígena Xákmok Kásek. Vs. Paraguay, supra nota 21, párr. 187.
71 Artículos 5 y 27 de la Convención Americana. Véase, además, Caso “Instituto de Reeducación del Menor” Vs. Paraguay. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 2 de septiembre de 2004. Serie C No. 112, párr. 157.
72 Cfr. Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala, supra nota
29, párr. 139; Caso González y otras (“Campo Algodonero”) Vs. México, supra nota 21, párr.
49
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Derecho a la integridad personal
El Tribunal ha señalado que de las obligaciones generales de respetar y garantizar los derechos que establece el artículo 1.1 de la
Convención Americana derivan deberes especiales determinables
en función de las particulares necesidades de protección del sujeto
de derecho, ya sea por su condición personal o por la situación específica en que se encuentre73. En tal sentido, esta Corte ha indicado
que, de conformidad con el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención, toda
persona privada de libertad tiene derecho a vivir en condiciones de
detención compatibles con su dignidad personal. Como responsable
de los establecimientos de detención, el Estado se encuentra en una
posición especial de garante de los derechos de toda persona que se
halle bajo su custodia74. Esto implica el deber del Estado de salvaguardar la salud y el bienestar de los reclusos y de garantizar que
la manera y el método de privación de libertad no excedan el nivel
inevitable de sufrimiento inherente a la detención75. En este sentido,
los Estados no pueden invocar privaciones económicas para justificar condiciones de detención que no cumplan con los estándares
mínimos internacionales en esta área y no respeten la dignidad del
ser humano76.(Cf. Párrafo 42)
Los derechos a la vida y a la integridad personal se hallan directa e
inmediatamente vinculados con la atención a la salud humana. En este
sentido, el artículo 10 del Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales establece que toda persona tiene derecho a la
salud, entendida como el disfrute del más alto nivel de bienestar físico, mental y social, e indica que la salud es un bien público77. Así, esta
245, y Caso Comunidad Indígena Xákmok Kásek. Vs. Paraguay, supra nota 21, párr. 187.
73 Cfr. Caso de la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 31 de enero de 2006. Serie C No. 140, párr. 111; Caso González y otras (“Campo Algodonero”) Vs. México, supra nota 21, párr. 243, y Caso Vélez Loor v. Panamá, supra nota 3, párr. 98.
74 Cfr. Caso Neira Alegría y otros Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 19 de enero de 1995. Serie C
No. 20, párr. 60; Caso Yvon Neptune Vs. Haití. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 6 de
mayo de 2008. Serie C No. 180, párr. 130, y Caso Vélez Loor v. Panamá, supra nota 3, párr. 198.
75 Cfr. Caso “Instituto de Reeducación del Menor” Vs. Paraguay, supra nota 32, párr. 159;
Caso Yvon Neptune Vs. Haití, supra nota 35, párr. 130, y Caso Vélez Loor v. Panamá, supra
nota 3, párr. 198.
76 Cfr. Caso Montero Aranguren y otros (Retén de Catia) Vs. Venezuela. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 5 de julio de 2006. Serie C No. 150, párrs. 85 y 87; Caso Boyce y otros Vs.
Barbados. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 20 de noviembre
de 2007. Serie C No. 169, párr. 88, y Caso Vélez Loor v. Panamá, supra nota 3, párr. 198.
77 Cfr. Caso Albán Cornejo y otros Vs. Ecuador. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 22 de noviembre de 2007. Serie C No. 171, párr. 117. Véase además, el artículo 25.1
de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el artículo XI de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, y la Observación General 14 del Comité
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. “El derecho al disfrute del más alto nivel
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Corte ha establecido que el Estado tiene el deber, como garante de la
salud de las personas bajo su custodia, de proporcionar a los detenidos
revisión médica regular y atención y tratamiento médicos adecuados
cuando así se requiera78. (Cf. Párrafo 43)
Este Tribunal ha señalado que la falta de atención médica adecuada no satisface los requisitos materiales mínimos de un tratamiento
digno conforme a la condición de ser humano en el sentido del artículo 5 de la Convención Americana79. Así, la falta de atención médica
adecuada a una persona que se encuentra privada de la libertad y
bajo custodia del Estado podría considerarse violatoria del artículo
5.1 y 5.2 de la Convención dependiendo de las circunstancias concretas de la persona en particular, tales como su estado de salud o el
tipo de dolencia que padece, el lapso transcurrido sin atención, sus
efectos físicos y mentales acumulativos80 y, en algunos casos, el sexo
y la edad de la misma, entre otros81.(Cf. Párrafo 44)
2. Análisis de cada etapa de la atención médica recibida por el
señor Vera Vera
A fin de determinar si en este caso se configuran violaciones a los derechos a la integridad personal y a la vida del señor Vera Vera, como fue
mencionado, el Tribunal analizará de manera separada las actuaciones
del Estado en cada una de las distintas etapas en que se dieron los hechos
generales establecidos en este capítulo (supra párr. 38). (Cf. Párrafo 45)
posible de salud (artículo 12 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales)”. 22º período de sesiones, 2000, U.N. Doc. E/C.12/2000/4 (2000), párr. 34.
“Los Estados tienen la obligación de respetar el derecho a la salud, en particular absteniéndose de denegar o limitar el acceso igual de todas las personas, incluidos, los presos
o detenidos, los representantes de las minorías, los solicitantes de asilo o los inmigrantes
ilegales, a los servicios de salud preventivos, curativos y paliativos[.]”
78 Cfr. Caso Tibi Vs. Ecuador. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 7 de septiembre de 2004. Serie C No. 114, párr. 157; Caso Montero Aranguren y
otros (Retén de Catia) Vs. Venezuela, supra nota 37, párr. 102, y Caso Vélez Loor v. Panamá,
supra nota 3, párr. 220.
79 Cfr. Caso De la Cruz Flores Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 18 de
noviembre de 2004. Serie C No. 115, párr. 131; Caso García Asto y Ramírez Rojas Vs. Perú.
Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de noviembre de
2005. Serie C No. 137, párr. 226, y Caso Montero Aranguren y otros (Retén de Catia) Vs.
Venezuela, supra nota 37, párr. 102.
80 Cfr. Caso Montero Aranguren y otros (Retén de Catia) Vs. Venezuela, supra nota 37, párr.
103, y Caso Vélez Loor Vs. Panamá, supra nota 3, párr. 220.
81 Cfr. Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala, supra nota
29, párr. 74; Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 8 de julio de 2004, párr. 113, y Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2006. Serie C No. 160, párr. 316.
51
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Derecho a la integridad personal
2.1. Arresto del señor Vera Vera y traslado al cuartel de policía para
registro
Esta Corte observa que el señor Pedro Miguel Vera Vera, de veinte
años de edad82, fue detenido el 12 de abril de 1993, aproximadamente a las 20:00 horas, por miembros de la Policía Nacional que prestaban servicios en distintas localidades de la ciudad de Santo Domingo
de los Colorados, luego de que fuera perseguido por un grupo de personas quienes aparentemente lo acusaban de haber cometido asalto
y robo a mano armada83 y escucharse un disparo de arma de fuego84.
Al detenerlo, los policías notaron que presentaba una herida de bala
a la altura del pecho en el costado izquierdo y lo trasladaron en taxi
al Cuartel de Policía. Según consta en el expediente del caso, luego de
ser registrado en el cuartel de policía, en donde también se percataron de que tenía una herida de bala, el señor Vera Vera fue trasladado
al Hospital Público de Santo Domingo de los Colorados85, donde in82 Cfr. Partida de defunción de Pedro Miguel Vera Vera, de 29 de abril de 1993 (expediente de anexos al escrito de solicitudes, argumentos y pruebas, anexo 19, folio 595).
83 Cfr. Parte al Jefe del Servicio Rural del Comando Pichincha No. 1, suscrito por el “Policía Especial […] Monte de Piedad”, de 12 de abril de 1993 (expediente de anexos al
escrito de solicitudes y argumentos, anexo 1, folio 538); declaración rendida por Wilmo
Rodrigo Hurtado Delgado el 31 de octubre de 1995 (expediente de fondo, tomo I, folio
320), y declaración rendida por Oswaldo Efrén Ramírez Ramírez el 31 de octubre de
1995 (expediente de fondo, tomo I, folio 321).
84 Cfr. Parte al Jefe del Servicio Rural del Comando Pichincha No. 1, suscrito por el “Policía Especial […] Monte de Piedad”, de 12 de abril de 1993 (expediente de anexos al
escrito de solicitudes y argumentos, anexo 1, folio 538); declaración rendida por Wilmo
Rodrigo Hurtado Delgado el 31 de octubre de 1995 (expediente de fondo, tomo I, folio
320), y declaración rendida por Oswaldo Efrén Ramírez Ramírez el 31 de octubre de
1995 (expediente de fondo, tomo I, folio 321).
85 Cfr. Oficio dirigido a la Subsecretaria de Organismos Internacionales del Ministerio de
Relaciones Exteriores del Ecuador, suscrito por el Subsecretario de Policía del Ministerio
de Gobierno, de 15 de diciembre de 1995 (expediente de anexos a la demanda, anexo 5,
folio 14); Parte al Jefe del Servicio Rural del Comando Pichincha No. 1, suscrito por el
“Policía Especial […] Monte de Piedad”, de 12 de abril de 1993 (expediente de anexos al
escrito de solicitudes y argumentos, anexo 1, folio 538); declaración rendida por Wilmo
Rodrigo Hurtado Delgado el 31 de octubre de 1995 (expediente de fondo, tomo I, folio
320); declaración rendida por Oswaldo Efrén Ramírez Ramírez el 31 de octubre de 1995
(expediente de fondo, tomo I, folio 321); informe policial no. 93-343 de la Dirección Nacional de Investigaciones, de 14 de abril de 1993 (expediente de anexos al escrito de
solicitudes y argumentos, anexo 2, folios 540 a 542); oficio 940-OID-SDC suscrito por el
Jefe de la Oficina de Investigación del Delito de Santo Domingo, dirigido a la Presidenta
del CEDHU, de 30 de junio de 1995 (expediente de anexos a la demanda, anexo 6, folio
16); informe policial 95-P2-34-SDC de la Dirección Nacional de Investigaciones, de 11
de diciembre de 1995 (expediente de anexos a la demanda, anexo 7, folio 19); informe
policial 95-P2-33-SDC de la Dirección Nacional de Investigaciones, dirigido al Jefe del
Comando del Servicio Rural Pichincha No. 1, de 4 de diciembre de 1995 (expediente de
anexos a la demanda, anexo 19, folio 69), e historia clínica de Pedro Miguel Vera Vera,
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
gresó a la sala de Emergencias las 20:20 horas y fue atendido por dos
médicos de turno86. (Cf. Párrafo 46)
Al respecto, las partes no proporcionaron argumentos ni elementos
probatorios que permitan al Tribunal analizar si, bajo las circunstancias en que el señor Vera Vera fue detenido, su traslado inicial en taxi
hacia el cuartel de policía y luego, veinte minutos después, al Hospital
Regional en Santo Domingo de los Colorados constituyó un incumplimiento por parte del Estado de obligaciones derivadas de la Convención. Por lo tanto, la Corte no se pronunciará sobre posibles violaciones
de los derechos humanos del señor Vera Vera cometidas durante este
lapso. (Cf. Párrafo 47)
2.2. Primer internamiento en el Hospital Público de Santo Domingo
de los Colorados
Por otro lado, se desprende del acervo probatorio que el 12 de abril
de 1993, al ingresar a la sala de Emergencias del Hospital Regional, el
señor Pedro Miguel Vera Vera se encontraba “en estado etílico y con
herida por arma de fuego a nivel de [la] región toráxica izquierda”. Permaneció “internado en la sala de observación” de la institución y, según indica el registro de dicha sala de Emergencias, quedó pendiente
la realización de una radiografía de tórax87. (Cf. Párrafo 48)
A las 2:00 horas del día 13 de abril de 1993 se hizo notar en el mencionado registro que el señor Vera Vera “contin[uaba] quejumbroso” y,
asimismo, a las 7:00 horas de ese mismo día se dejó constancia de que
había pasado la noche “irritable [y] quejumbroso”, que se le había realizado una radiografía, quedando “pendiente [su] retiro”, y que en dos
ocasiones “vomitó con residuo alimenticio color café”88. Al mediodía la
presunta víctima fue dada de alta por otros tres médicos de turno puesto
Primer Internamiento, Servicio de Emergencia, Hospital de Santo Domingo (expediente
de anexos a la demanda, anexo 8, folios 24 y 25).
86 Cfr. Historia clínica de Pedro Miguel Vera Vera, Primer Internamiento, Servicio de
Emergencia, Hospital de Santo Domingo de los Colorados (expediente de anexos a la demanda, anexo 8, folios 24 y 25); informe policial 95-P2-34-SDC de la Dirección Nacional
de Investigaciones, de 11 de diciembre de 1995 (expediente de anexos a la demanda,
anexo 7, folio 19), e informe policial 95-P2-33-SDC de la Dirección Nacional de Investigaciones, dirigido al Jefe del Comando del Servicio Rural Pichincha No. 1, de 4 de diciembre
de 1995 (expediente de anexos a la demanda, anexo 19, folio 69).
87 Cfr. Historia clínica de Pedro Miguel Vera Vera, Primer Internamiento, Servicio de
Emergencia, Hospital de Santo Domingo de los Colorados (expediente de anexos a la
demanda, anexo 8, folio 25).
88 Historia clínica de Pedro Miguel Vera Vera, Primer Internamiento, Servicio de Emergencia, Hospital de Santo Domingo de los Colorados (expediente de anexos a la demanda, anexo 8, folio 25).
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Derecho a la integridad personal
que, según su criterio, la herida de éste no ameritaba hospitalización89.
De conformidad con el registro médico, en ese momento se encontraba
“en mejor estado”, y se le prescribieron “cuidados generales”. El señor
Vera Vera fue retirado del Hospital escoltado por “miembros de la [Oficina de Investigación del Delito de Santo Domingo de los Colorados]”90.
(Cf. Párrafo 49)
Al respecto, la Corte recuerda que numerosas decisiones de organismos internacionales invocan las Reglas Mínimas de Naciones Unidas para el Tratamiento de Reclusos a fin de interpretar el contenido
del derecho de las personas privadas de la libertad a un trato digno
y humano. Aquéllas prescriben las normas básicas respecto al alojamiento, higiene, tratamiento médico y ejercicio de los privados de la
libertad91. En cuanto a los servicios médicos que se les deben prestar,
dichas Reglas señalan, inter alia, que “[e]l médico deberá examinar a
cada recluso tan pronto sea posible después de su ingreso y ulteriormente tan a menudo como sea necesario, en particular para determinar la existencia de una enfermedad física o mental, [y] tomar en su
caso las medidas necesarias[.]”92. (Cf. Párrafo 50)
También es pertinente recordar que el Principio 24 para la Protección de Todas las Personas Sometidas a Cualquier Forma de Detención o Prisión establece que: “[s]e ofrecerá a toda persona detenida o presa un examen médico apropiado con la menor dilación
posible después de su ingreso en el lugar de detención o prisión
y, posteriormente, esas personas recibirán atención y tratamiento
89 Cfr. Informe policial 95-P2-34-SDC de la Dirección Nacional de Investigaciones, de 11
de diciembre de 1995 (expediente de anexos a la demanda, anexo 7, folio 19); informe
policial 95-P2-33-SDC de la Dirección Nacional de Investigaciones, dirigido al Jefe del Comando del Servicio Rural Pichincha No. 1, de 4 de diciembre de 1995 (expediente de anexos a la demanda, anexo 19, folio 69); oficio dirigido a la Subsecretaria de Organismos
Internacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores, suscrito por el Subsecretario de
Policía del Ministerio de Gobierno, de 15 de diciembre de 1995 (expediente de anexos
a la demanda, anexo 5, folio 14), e historia clínica de Pedro Miguel Vera Vera, Primer
Internamiento, Servicio de Emergencia, Hospital de Santo Domingo de los Colorados (expediente de anexos a la demanda, anexo 8, folio 25).
90 Historia clínica de Pedro Miguel Vera Vera, Primer Internamiento, Servicio de Emergencia, Hospital de Santo Domingo de los Colorados (expediente de anexos a la demanda, anexo 8, folio 25).
91 Cfr. Caso Raxcacó Reyes Vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 15
de septiembre de 2005. Serie C No. 133, párr. 99. Reglas Mínimas de las Naciones para el
Tratamiento de Reclusos, adoptadas por el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en Ginebra en 1995,
y aprobadas por el Consejo Económico y Social en sus resoluciones 663C (XXIV) de 31 de
julio de 1957 y 2076 (LXVII) de 13 de mayo de 1977.
92 Regla 24 de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento de Reclusos, supra nota 52.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
médico cada vez que sea necesario. Esa atención y ese tratamiento
serán gratuitos”93. (Cf. Párrafo 51)
En relación con este primer internamiento del señor Pedro Miguel
Vera Vera en el Hospital Regional de Santo Domingo de los Colorados,
la Corte observa que de acuerdo con el peritaje de los señores Hans
Petter Hougen y Önder Özkalipci, no objetado por las partes (supra
párr. 20), durante este período los médicos que atendieron a la presunta víctima incurrieron en varias omisiones que constituyeron “grave
negligencia médica”94. Por un lado, los peritos referidos indicaron que
no existen registros de que se haya realizado “una evaluación de signos
vitales, incluida la [presión] arterial, en el día de su alta del hospital”.
Asimismo, dado que el registro de la sala de emergencias indicaba que
la presunta víctima tenía una bala alojada en el tejido subcutáneo en
el lado izquierdo95, “se necesita[ban] más exámenes a fin de determinar la trayectoria de la bala y si e[ra] necesario iniciar un tratamiento quirúrgico”. Según los peritos, “[e]sto es de conocimiento médico
general”96. (Cf. Párrafo 52)
Por otro lado, tales peritos refirieron que al constatar que el señor Vera Vera “vomitó con residuo alimenticio color café” (supra párr.
49), los médicos del Hospital Regional debieron “verificar si existía o
no una hemorragia gastrointestinal o intraperioneal” mediante “algún
reconocimiento médico como ultrasonido, rayos X, lavado peritoneal
diagnóstico (LPD), laparoscopía, hemograma básico o comprobación
hematológica del vómito”. De esta manera, señalaron que ante la falta
de información que justificara el alta de un paciente del hospital con
“el historial y los hallazgos clínicos de[l señor] Pedro Miguel Vera Vera”,
como por ejemplo, resultados de laboratorio o de reconocimientos físicos, el permitir el egreso del señor Pedro Miguel Vera Vera el 13 de
abril de 1993 de dicha institución “constituy[ó] una grave negligencia
médica”97. (Cf. Párrafo 53)
93 Caso De la Cruz Flores Vs. Perú, supra nota 40, párr. 133. Principio 24 del Conjunto
de Principios para la Protección de Todas las Personas Sometidas a Cualquier Forma de
Detención o Prisión, Adoptado por la Asamblea General en su resolución 43/173, de 9
de diciembre de 1988.
94 Peritaje de los señores Hans Petter Hougen y Önder Özkalipci (expediente de fondo,
tomo I, folio 572).
95 Cfr. Historia clínica de Pedro Miguel Vera Vera, Primer Internamiento, Servicio de
Emergencia, Hospital de Santo Domingo de los Colorados (expediente de anexos a la
demanda, anexo 8, folio 25).
96 Peritaje de los señores Hans Petter Hougen y Önder Özkalipci (expediente de fondo,
tomo I, folio 572).
97 Peritaje de los señores Hans Petter Hougen y Önder Özkalipci (expediente de fondo,
tomo I, folio 572).
55
56
Derecho a la integridad personal
De esta manera, la Corte constata que el señor Vera Vera fue dado
de alta del Hospital Regional de Santo Domingo de los Colorados sin
que se hubiesen realizado los exámenes o diagnósticos pertinentes en
atención a su condición y a las lesiones que presentaba (supra párrs.
48 a 49). (Cf. Párrafo 54)
2.3. Atención en el Centro de Detención Provisional de Santo Domingo
de los Colorados
Esta Corte observa que el 13 de abril de 1993 el señor Vera Vera fue
trasladado al Centro de Detención Provisional de Santo Domingo98. Al
día siguiente el señor Vera Vera rindió declaración ante el Fiscal Décimo Primero de lo Penal de Pichincha99, y el Jefe de la Oficina de Investigación del Delito de Santo Domingo de los Colorados puso al señor
Vera Vera a disposición del Presidente de la Sala de Sorteos100. Asimismo, ese día fue atendido por el médico de la Unidad Policial, quien certificó que la presunta víctima “presenta[ba una] herida por proyectil
de arma de fuego, en hemitórax izq[uierdo,] aparentemente sin mayores complicaciones y realizada antes de su detención”101. El mismo
médico controló clínicamente al señor Vera Vera en todo momento en
el Centro de Detención Provisional de Santo Domingo. Según consta
en la declaración de dicho médico rendida ante la Dirección Nacional
de Investigaciones de la Policía Nacional, “bajo el mismo diagnóstico y
manteniendo el mismo criterio médico [de] que dicha herida no e[ra]
98 Cfr. Oficio dirigido a la Subsecretaría de Organismos Internacionales del Ministerio de
Relaciones Exteriores, suscrito por el Subsecretario de Policía del Ministerio de Gobierno,
de 15 de diciembre de 1995 (expediente de anexos a la demanda, anexo 5, folio 14); informe policial 93-343 de la Dirección Nacional de Investigaciones, de 14 de abril de 1993
(expediente de anexos a la demanda, anexo 2, folio 7); informe policial 95-P2-34-SDC de
la Dirección Nacional de Investigaciones, de 11 de diciembre de 1995 (expediente de anexos a la demanda, anexo 7, folios 19 y 20); informe policial 95-P2-33-SDC de la Dirección
Nacional de Investigaciones, dirigido al Jefe del Comando del Servicio Rural Pichincha No.
1, de 4 de diciembre de 1995 (expediente de anexos a la demanda, anexo 19, folio 69);
declaración del doctor Luis Fernando Lara Yáñez, Jefe de la Unidad Médica del Centro de
Detención Provisional de Santo Domingo, rendida ante la Dirección Nacional de Investigaciones el 15 de noviembre de 1995 (expediente de anexos a la demanda, anexo 10, folio
29), y certificado emitido por el Doctor Luis Fernando Lara Yáñez, de 14 de abril de 1993
(expediente de anexos al escrito de solicitudes y argumentos, anexo 3, folio 545).
99 Cfr. declaración rendida por el señor Pedro Miguel Vera Vera ante el Fiscal Décimo
Primero de lo Penal de Pichincha, de 14 de abril de 1993 (expediente de anexos a la
demanda, anexo 12, folios 43 y 44).
100 Cfr. oficio 93-686-OID-SDC-CP-1 del Jefe de la Oficina de Investigación del Delito de
Santo Domingo de los Colorados dirigido al Presidente de la Sala de Sorteos, de 14 de
abril de 1993, e informe policial 93-343 de la Dirección Nacional de Investigaciones, de
14 de abril de 1993 (expediente de anexos a la demanda, anexo 2, folios 5 a 7).
101 Certificado emitido por el doctor Luis Fernando Lara Yáéz, de 14 de abril de 1993
(expediente de anexos al escrito de solicitudes y argumentos, anexo 3, folio 545).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
de gravedad[,] se [le] administr[ó al señor Vera Vera] la medicación
[prescrita] en [el] hospital [de Santo Domingo de los Colorados] y se le
mant[uvo] bajo observación”102. (Cf. Párrafo 55)
De conformidad con el testimonio de la señora Francisca Mercedes
Vera Valdez rendido durante la audiencia pública (supra párr. 21), ésta
compró al menos algunos de los medicamentos suministrados a su hijo
mientras estuvo en el Centro de Detención Provisional, a instancia del
médico que lo atendía, quien además le solicitó la compra de “un gillette” para proceder con la extracción de la bala al señor Vera Vera. Al
respecto, el Estado aseveró que “la atención que recibió el señor Pedro
Vera Vera fue gratuita”, y que “[e]stos hechos nunca se han verificado
ni se han estudiado”. Sin embargo, la Corte observa que en su declaración jurada, el señor Francisco Rubén Vargas Balcázar (supra párr. 20),
quien acompañaba a la señora Vera Vera en ese momento, según ella
declaró ante el Tribunal, también mencionó que el médico del centro
de detención le indicó a ella que debía comprar “un bisturí [y] unas
pastillas” para que éste le extrajera la bala a su hijo. La Corte resalta
que esta declaración no fue objetada ni controvertida por el Estado,
quien contó con la oportunidad procesal para hacerlo (supra párr. 7).
De este modo, el Tribunal considera razonable inferir que la señora
Vera Valdez efectivamente proporcionó algunos medicamentos para
la atención de su hijo mientras estuvo detenido en los calabozos del
cuartel de policía de Santo Domingo de los Colorados. (Cf. Párrafo 56)
Igualmente, de conformidad con la declaración de la señora Vera Valdez (supra párr. 21), luego de comprar los medicamentos referidos pudo
pasar a ver a su hijo, quien se encontraba “en un piso mojado, acostado
[y del] color de un papel de despacho”, y le suplicaba, “madre, sácame, yo
ya no aguanto más”. Por ello, la señora Vera Valdez consiguió “un abogado, [quien] presentó [un] escrito [ante] el juez” a fin de que trasladaran a
su hijo a un hospital [infra párr. 60]. En ese mismo sentido, el señor Vargas Balcázar declaró (supra párr. 20) que la señora Vera Valdez “alcanz[ó
ver a su hijo] por unas mugrosas rejas[,] tirado en el piso[,] quejándose
de dolor y despojado de sus pertenencias[.] Pedro vio que estaba ella y a
través de las rejas [le] dijo ‘madre, mamita sácame de aquí[,] ayúdame[,]
ya no aguanto[,] me duele mucho’”. (Cf. Párrafo 57)
Por otro lado, se desprende del acervo probatorio que el 14 de abril
de 1993 la señora Vera Valdez, a través de un abogado, solicitó al Comi102 Declaración del doctor Luis Fernando Lara Yáñez, Jefe de la Unidad Médica del
Centro de Detención Provisional de Santo Domingo, rendida ante la Dirección Nacional
de Investigaciones el 15 de noviembre de 1995 (expediente de anexos a la demanda,
anexo 10, folio 29).
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58
Derecho a la integridad personal
sario Segundo Nacional de Policía de Santo Domingo de los Colorados
que ordenara el reconocimiento médico legal de su hijo a fin de que se
constatara su estado de salud se dispusiera su internamiento en una
clínica “para que recib[iera] inmediata atención médica y[, por lo tanto, se le] salv[ara] la vida[,] en virtud de que se enc[ontraba] detenido
en los Calabozos de la Policía de [la] ciudad”103. (Cf. Párrafo 58)
Asimismo, el Tribunal ha constatado que en respuesta a dicha solicitud, el mismo 14 de abril de 1993 el Comisario Segundo designó a dos
peritos médicos para que éstos realizaran el reconocimiento médico correspondiente, el cual se llevó a cabo ese mismo día con presencia de dicho Comisario104. Mediante informe de esa misma fecha, los peritos mencionados señalaron que el señor Vera Vera sufrió una herida por arma de
fuego, y recomendaron que se le “[s]acar[a] una radiografía para descartar lesiones definitivas; [se le] extra[jera] quirúrgicamente el proyectil;
[se llevara un c]ontrol médico permanente para evitar complicaciones[,
y se le otorgaran] no menos de quince días de incapacidad, salvo [que
hubieren] complicaciones”105. Del mismo modo, concluyeron que el señor Vera Vera presentaba: “una pequeña zona equimótica en [á]ngulo
izquierdo de ojo izquierdo[; un o]rificio de entrada de un proyectil [de]
dos [centímetros para adentro] de [la] glándula mamaria izquierda[; u]
na zona equim[ó]tica a nivel de zona dorso[-]lumbar izquierda, donde
a la palpación se encuentra una pequeña masa tumoral compatible con
proyectil [de arma de fuego, y a]bdomen […] doloroso a la palpación superficial y profunda”106. (Cf. Párrafo 59)
El 16 de abril de 1993 la señora Mercedes Vera presentó un escrito,
a través de su abogado, al Juez Décimo Primero de lo Penal de Pichincha a fin de que éste ordenara el traslado del señor Vera Vera desde
los calabozos de la Policía de dicha ciudad hasta una casa asistencial
para que le extrajera el proyectil de arma de fuego107. Ese mismo día
103 Escrito de Mercedes Vera dirigido al Comisario Segundo Nacional de Policía del
Cantón de Santo Domingo el 14 de abril de 1993, y orden de dicha autoridad para que
se efectúe el reconocimiento médico (expediente de anexos al escrito de solicitudes y
argumentos, anexo 6, folio 555).
104 Cfr. Acta de la diligencia de reconocimiento médico legal efectuada por el Comisario
Segundo Nacional de la Policía el 14 de abril de 1993 (expediente de anexos al escrito de
solicitudes y argumentos, anexo 7, folio 557).
105 Informe médico legal dirigido al Comisario Segundo Nacional de la Policía y suscrito
por los peritos médicos Tuesmann Merino y Verdi Cedeño, de 14 de abril de 1993 (expediente de anexos de escrito de solicitudes y argumentos, anexo 8, folio 559).
106 Informe médico legal dirigido al Comisario Segundo Nacional de la Policía y suscrito
por los peritos médicos Tuesmann Merino y Verdi Cedeño, de 14 de abril de 1993 (expediente de anexos de escrito de solicitudes y argumentos, anexo 8, folio 559).
107 Cfr. Escrito de Mercedes Vera dirigido al Juez Décimo Primero de lo Penal de Pichincha, de 16 de abril de 1993 (expediente de anexos al escrito de solicitudes y argu-
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
el mencionado juez ordenó el traslado del señor Vera Vera al Hospital
Regional con “la respectiva custodia policial”108, a fin de que fuera intervenido quirúrgicamente, y ordenó que se oficiara al Jefe del Comando Policial109 y al Director del Hospital Regional, quien además debía
informar sobre el estado del paciente en forma periódica durante el
tiempo que permaneciera internado110. Esta decisión también fue notificada “al Fiscal en su despacho”111. Asimismo, en ese día el Juez Décimo Primero dictó auto cabeza de proceso en contra del señor Vera
Vera, ordenando su prisión preventiva, que se girara la boleta constitucional de encarcelamiento y el oficio para su traslado al Centro de Rehabilitación Social de Varones de la Ciudad de Quito112. (Cf. Párrafo 60)
Consta en el expediente que el 16 de abril de 1993 el Jefe del Comando Rural de Policía de Pichincha No. 1 dirigió un comunicado al
mencionado Juez Décimo Primero informándole que el médico de la
unidad policial había manifestado que “no se justifica[ba] el traslado
del detenido al [h]ospital”113. Así, mediante informe de esa misma fecha, el médico de la unidad refirió que:
“el detenido ha[bía] sufrido una herida por proyectil de arma de
fuego[,] que luego de ingresar por tórax anterior[,] se desv[ió] hacia [la] fosa renal sin causar complicaciones. El detenido ha[bía]
recibido atención emergente [sic] en el hospital de la localidad y
por no haber complicaciones [fue] remitido a [esa unidad]; [fue
su] criterio que ese proyectil debe[ría] quedarse donde […] se
enc[ontraba,] ya que a su alrededor se produ[jo] un callo y como
no ha[bían] complicaciones[,] no se justifica[ba] la intervención
quirúrgica”114. (Cf. Párrafo 61)
mentos, anexo 9, folio 561).
108 Providencia emitida por el Juez Décimo Primero de lo Penal de Pichincha el 16 de abril
de 1993 (expediente de anexos al escrito de solicitudes y argumentos, anexo 10, folio 563).
109 Cfr. Oficio N-93-488-JDPPP-SDC del Juzgado Décimo Primero de lo Penal de Pichincha dirigido al Jefe del Comando del Servicio Rural Pichincha No. 1, de 16 de abril de
1993 (expediente de anexos al escrito de solicitudes y argumentos, anexo 11, folio 565).
110 Cfr. Oficio N-93-940-JDPPP-SDC del Juez Décimo Primero de lo Penal de Pichincha
y dirigido al Director del Hospital Regional de Santo Domingo, de 16 de abril de 1993
(expediente de anexos al escrito de solicitudes y argumentos, anexo 12, folio 566).
111 Providencia emitida por el Juez Décimo Primero de lo Penal de Pichincha el 16 de abril
de 1993 (expediente de anexos al escrito de solicitudes y argumentos, anexo 10, folio 563).
112 Cfr. Auto cabeza de proceso dictado por el Juez Décimo Primero de lo Penal de Pichincha dentro del proceso penal no. 189/93, de 16 de abril de 1993 (expediente de
anexos al escrito de solicitudes y argumentos, anexo 4, folios 547 a 550).
113 Oficio No. 93-426-SRP-1 del Jefe del Comando Rural Pichincha No. 1 dirigido al Juez
Décimo Primero de lo Penal de Pichincha, de 16 de abril de 1993 (expediente de anexos
al escrito de solicitudes y argumentos, anexo 12, folio 568).
114 Informe médico de Pedro Miguel Vera Vera, suscrito por el Doctor Luis Fernando
Lara Yáñez, Jefe de la Unidad Médica del Centro de Detención Provisional de Santo Domingo, de 16 de abril de 1993, (expediente de anexos al escrito de solicitudes y argu-
59
60
Derecho a la integridad personal
El señor Vera Vera permaneció en el Centro de Detención Provisional de Santo Domingo hasta el 17 de abril de 1993, fecha en que
aparentemente se presentaron “los primeros s[í]ntomas de complicaciones de la herida[, es decir, un] aumento de temperatura moderada[
y] dolor[.]”115. Cabe notar que en la declaración rendida ante la Dirección Nacional de Investigaciones dos años después (supra párr. 55),
el médico referido indicó que “el servicio médico de la unidad no […]
dispon[ía] de laboratorio ni rayos X[,] por lo que no se le pu[do] detectar a tiempo [la] complicación de la mencionada herida y [que] por ello
[fue] traslad[ado] al Hospital […] con el objeto de ser tratado y controlado por médicos de su especialidad”116. (Cf. Párrafo 62)
En vista de los hechos probados en esta sección, la Corte observa
que las Reglas Mínimas de Naciones Unidas para el Tratamiento de Reclusos ya mencionadas, además de exigir la realización de exámenes
médicos tan a menudo como sea necesario (supra párr. 50), también
señalan, inter alia, que:
[s]e dispondrá el traslado de los enfermos cuyo estado requiera
cuidados especiales, a establecimientos penitenciarios especializados o a hospitales civiles. Cuando el establecimiento disponga de
servicios internos de hospital, éstos estarán provistos del material,
del instrumental y de los productos farmacéuticos necesarios para
proporcionar a los reclusos enfermos los cuidados y el tratamiento
adecuados. Además, el personal deberá poseer suficiente preparación profesional117. (Cf. Párrafo 63)
Al respecto, el Tribunal observa que, de conformidad con el peritaje de los señores Hans Petter Hougen y Önder Özkalipci rendido en
el presente caso (supra párr. 20), si el señor Vera Vera “hubiera sido
sometido a un examen físico adecuado en la unidad médica policial,
el doctor responsable debería haber objetado el alta de [la presunta
víctima] y […] haberl[a] devuelto inmediatamente al hospital, especialmentos, anexo 13, folio 570).
115 Declaración del doctor Luis Fernando Lara Yáñez, Jefe de la Unidad Médica del Centro de Detención Provisional de Santo Domingo, rendida ante la Dirección Nacional de
Investigaciones el 15 de noviembre de 1995, (expediente de anexos al escrito de solicitudes y argumentos, anexo 5, folio 553).
116 Declaración del doctor Luis Fernando Lara Yáñez, Jefe de la Unidad Médica del Centro de Detención Provisional de Santo Domingo, rendida ante la Dirección Nacional de
Investigaciones el 15 de noviembre de 1995 (expediente de anexos al escrito de solicitudes y argumentos, anexo 5, folio 553).
117 Regla 22.2) de las Reglas Mínimas de las Naciones para el Tratamiento de Reclusos,
adoptadas por el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y
Tratamiento del Delincuente, celebrado en Ginebra en 1995, y aprobadas por el Consejo
Económico y Social en sus resoluciones 663C (XXIV) de 31 de julio de 1957 y 2076 (LXVII) de 13 de mayo de 1977.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
mente [dado] que no había posibilidad de un apropiado monitoreo de
[su] condición […] en el centro de detención”. (Cf. Párrafo 64)
Aunado a lo anterior, no se desprende del acervo probatorio que
el señor Vera Vera haya sido sometido a exámenes médicos especiales
al momento de ingresar a la Unidad Policial. Por otro lado, el Tribunal
observa que pese a no contar con los equipos necesarios para detectar
complicaciones que podrían requerir tratamiento y control por parte
de médicos especializados, el médico de la Unidad Policial concluyó
que no era necesaria la extracción de la bala que el señor Vera Vera
tenía alojada en el costado, por lo que no fue trasladado a un hospital
sino hasta cuatro días después, al presentarse los síntomas de complicaciones (supra párrs. 55 y 62). Todo ello, pese a las recomendaciones
de los peritos médicos designados por el Comisario Segundo Nacional
de Policía tras la realización del reconocimiento médico del señor Vera
Vera (supra párr. 59). Por lo tanto, la Corte estima que el tratamiento
y la atención médica recibida por el señor Vera Vera en el cuartel de
policía fue negligente. (Cf. Párrafo 65)
2.4. Segundo internamiento en el Hospital Público de Santo Domingo
de los Colorados, traslado al Hospital Eugenio Espejo de Quito y posterior
fallecimiento del señor Vera Vera
El Tribunal constata que fue recién el 17 de abril de 1993, a las 13:00
horas aproximadamente, que el señor Vera Vera fue trasladado nuevamente al Hospital de Santo Domingo de los Colorados118, en el cual
permaneció hasta el 22 de abril de 1993. Durante su segundo internamiento en dicho hospital se le diagnosticó “[a]bdomen agudo traumático”, “[h]erida por proyectil de arma de fuego en hemotórax izquierdo” y
“sepsis”119. De conformidad con la declaración de la señora Vera Valdez
rendida durante la audiencia pública (supra párr. 21), en esta etapa de
atención médica “[su] hijo estaba mal, ya no comía [ni] dormía [y,] esposado en una cama del hospital, no podía […] hacer sus necesidades en el
baño”. Asimismo, la señora Vera Valdez declaró que al llegar al hospital,
su hijo no fue intervenido quirúrgicamente puesto que:
“[le] dijeron […] que lo iban a tener ahí con sueros y pastillas hasta
[…] el día lunes que lleg[ara] el doctor […de turno para] hacer la
118 Cfr. Historia clínica de Pedro Miguel Vera Vera, Segundo Internamiento, Servicio de
Emergencia, Hospital de Santo Domingo de los Colorados (expediente de anexos a la
demanda, anexo 14, folio 48).
119 Oficio 123-DHSD-93 dirigido a Elsie Monge, Presidenta de la CEDHU, suscrito por el
Director del Hospital de Santo Domingo de los Colorados, de 13 de julio de 1993, al cual
adjunta la historia clínica no. 100036, del Servicio de Medicina Interna (expediente de
anexos al escrito de solicitudes y argumentos, anexo 14, folios 572 a 574).
61
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Derecho a la integridad personal
operación […]. [Así, se] acer[có] al policía [encargado] y le [preguntó,] ‘pero si no hay médico aquí, ¿por qué no lo llevamos al hospital
de Quito?’. [Éste le] dijo, ‘pero a mí no me han dado la orden para
yo poder salir de aquí […], tiene que esperar hasta el lunes que
el Juez le dé otra orden para poderlo llevar’[.] Y [de esta manera]
quedó [su] hijo ahí. [Ella] lloraba, […] suplicaba a las enfermeras
que por favor [l]e ayud[aran a conseguir] una orden para [poder]
llevar[lo] a Quito, pero fue imposible[.] Ya de allí llegó el día lunes.
El médico [al] que le tocaba operar a [su] hijo, lo examinó y dijo ‘no
señora, yo no lo voy a operar, tiene que irse a Quito’ [porque] ya la
enfermedad estaba bastante avanzada […]”.(Cf. Párrafo 66)
El Tribunal destaca que estas afirmaciones no fueron objetadas
ni desvirtuadas por el Estado, por lo cual se tienen por probadas.
(Cf. Párrafo 67)
La Corte observa que el 22 de abril el señor Vera Vera fue trasladado en ambulancia del Hospital de Santo Domingo de los Colorados al
Hospital Eugenio Espejo de Quito, aparentemente “a solicitud del cuerpo
policial”120, e ingresó a este último a las 14:55 horas. Ahí se le practicó
una “laparotomía exploratoria” de emergencia desde las 21:10 horas
del 22 de abril hasta las 1:45 horas del día siguiente. Como resultado
de la intervención quirúrgica, se diagnosticó que el señor Vera Vera presentaba: “líquido purulento libre en cavidad de más o menos 2000 cc”,
“abscesos múltiples, en espacios subfrénico derecho, corredera parieto
cólica y fosa esplénica”, una “perforación de más o menos 4 cm diámetro
en borde antimesentérico, con escape de contenido intestinal”, una “importante zona de emplastamiento que interesa espilón mayor, estómago,
bazo, colon trasverso y descendente, y pared abdominal antero lateral
izquierda”, “galeras fibrinopurulentas distribuidas difusamente en asas
intestinales delgadas y gruesas”, “necrosis marcada de colon trasverso y
descendente en zona adyacente a perforación”121. (Cf. Párrafo 68)
En este contexto, el Tribunal resalta que según la declaración de
la señora Vera Valdez (supra párr. 21), ella y su esposo se vieron obli120 Oficio 123-DHSD-93 dirigido a Elsie Monge, Presidenta de la CEDHU, y suscrito por
el Director del Hospital de Santo Domingo de los Colorados, de 13 de julio de 1993, al
cual adjunta la historia clínica no. 100036, del Servicio de Medicina Interna (expediente
de anexos al escrito de solicitudes y argumentos, anexo 14, folios 572 a 574), y oficio no.
7972-OIDP del Jefe de la Oficina de Investigación del Delito de Pichincha de 6 de mayo
de 1993, dirigido a Elsie Monge, adjuntándole el parte del levantamiento del cadáver de
Pedro Miguel Vera Vera, de 23 de abril de 1993, y parte informativo no. 2016-OIDP de
la Dirección Nacional de Investigaciones, de 4 de abril de 1993 (expediente de anexos al
escrito de solicitudes y argumentos, anexo 17, folios 588 a 590).
121 Historia clínica de Pedro Miguel Vera Vera, Servicio de Cirugía General, Hospital
Eugenio Espejo de Quito (expediente de anexos al escrito de solicitudes y argumentos
anexo 15, folios 576 a 583).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
gados a conseguir un préstamo para cubrir los gastos de traslado de
su hijo en ambulancia al Hospital Eugenio Espejo de Quito. La señora
Vera Valdez declaró, además, que una vez en dicho hospital, el señor
Pedro Miguel Vera Vera no fue intervenido sino hasta que ella consiguió, por sus propios medios y a falta de dinero, sólo dos de las cuatro
pintas de sangre que le fueron solicitadas en esa institución médica.
El señor Vera Vera fue operado, “como a las nueve de la noche” de ese
día. La declaración jurada del señor Vargas Balcázar confirma estas
aseveraciones. Asimismo, el Tribunal observa que el registro del Hospital Eugenio Espejo de 22 de abril de 1993 corrobora que el señor
Vera Vera fue intervenido a partir de las 21:10 horas (supra párr. 68),
como indicó su madre. (Cf. Párrafo 69)
La Corte observa, además, que el señor Vera Vera falleció en el Hospital Eugenio Espejo el 23 de abril de 1993, horas después de la operación122, a causa de “peritonitis y hemoperitóneo por laceraciones de
vasos mesentéricos, mesenterio y asas intestinales, consecutivos a la
penetración de proyectil de arma de fuego”123. El levantamiento y la
autopsia de su cadáver se llevaron a cabo en el Hospital Eugenio Espejo
ese mismo día por orden del Comisario Quinto Nacional124. Dicha autopsia indica que también tenía “varios puntos de sutura quirúrgica [,]
asas intestinales necrosadas, con presencia de natas de fibrina y material sero-purulento con restos de hemoperitóneo de 600cc [,] riñones
en shock[, y] estómago al corte vacío con su mucosa inflamada[.]” Fue
hasta que se realizó la autopsia de ley que se le extrajo un proyectil de
arma de fuego125. El 4 de mayo de 1993 el Juez Décimo Primero declaró
extinta la acción penal iniciada en contra del señor Vera Vera, en vista
de su fallecimiento. Esta decisión fue notificada, entre otros, “al Fiscal
en su despacho”126. (Cf. Párrafo 70)
La Corte observa que el Juez Décimo Primero de lo Penal ordenó la
intervención quirúrgica del señor Vera Vera el 16 de abril de 1993 (su122 Cfr. Oficio no. 93-1905-CP-1, del Coronel de Policía de E.M., dirigido al Juez Décimo
Primero de lo Penal de Pichincha, de 23 de abril de 1993 (expediente de anexos al escrito
de solicitudes y argumentos, anexo 16, folio 585).
123 Protocolo de autopsia 301-24-JI-PA-93 del Servicio Médico Legal, de 23 de abril de
1993 (expediente de anexos a la demanda, anexo 1, folio 2).
124 Cfr. Parte dirigido al Jefe de la Oficina de Investigación del Delito de Pichincha, de 23
de abril de 1993 (expediente de anexos al escrito de solicitudes y argumentos, anexo 17,
folio 589), y parte informativo no. 2016-OIDP de la Oficina de Investigación del Delito, de
4 de abril de 1993 (expediente de anexos al escrito de solicitudes y argumentos, anexo
17, folio 590).
125 Cfr. Protocolo de autopsia 301-24-JI-PA-93 del Servicio Médico Legal, de 23 de abril
de 1993 (expediente de anexos a la demanda, anexo 1, folio 2).
126 Providencia del Juez Décimo Primero de lo Penal de Pichincha, de 4 de mayo de
1993 (expediente de anexos al escrito de solicitudes y argumentos, anexo 20, folio 597).
63
64
Derecho a la integridad personal
pra párr. 60). Sin embargo, los médicos recién realizaron esta intervención el día 22 de abril de 1993 en el Hospital Eugenio Espejo de Quito
(supra párr. 68). Al respecto, el Tribunal destaca que fue debido a las
gestiones de la señora Vera Valdez que se trasladó a su hijo primero al
hospital público de Santo Domingo de los Colorados y luego al de Quito
para que fuera practicada la cirugía. (Cf. Párrafo 71)
Ahora bien, los peritos señalaron que “[l]a causa inmediata de
muerte [del señor Vera Vera] fue probablemente el shock postoperatorio, pero su condición antes de la operación era extremadamente mala
debido a las complicaciones de la herida de bala, que fue la causa subyacente de su muerte”. Dicho peritaje también refiere que “[n]o cabe
ninguna duda de que la herida de bala causó todas las lesiones descritas (perforación del diafragma, desgarro del bazo, perforación de
los vasos sanguíneos intestinales y de la flexión izquierda del intestino
grueso)”. Asimismo, indicaron que “[l]a sepsis, peritonitis, hemorragia
intraperitoneal y necrosis intestinal fueron complicaciones de una herida de bala no tratada en el pecho y abdomen”. El su peritaje también
concluyeron que si la presunta víctima “hubiera sido sometid[a] de inmediato a un tratamiento quirúrgico pertinente, sus oportunidades de
sobrevivir [aún ante la] la herida de bala habrían sido buenas”. Según
los peritos, “[l]a falta de intervención médica relevante durante el período de diez días después de recibir el disparo y hasta que fue transferido para su operación es totalmente inaceptable y es un claro ejemplo
de grave negligencia médica”127. (Cf. Párrafo 72)
El señor Pedro Miguel Vera Vera recibió un disparo de arma de fuego
el 12 de abril de 1993, el cual le provocó una herida. Fue intervenido quirúrgicamente hasta el 22 de ese mismo mes y año (supra párrs. 46 y 68).
A la luz de lo expuesto, el Tribunal considera que el plazo de diez días
que transcurrió desde que el señor Vera Vera fue herido de bala hasta
que efectivamente se le practicó la cirugía ordenada causó un deterioro
en su estado físico que llevó a su muerte. Lo anterior, pese a contar con
una orden judicial que requería su realización. Debido a esta demora de
diez días, a que la atención médica que recibió previo a que fuera intervenido quirúrgicamente no fue apropiada, y al hecho de que la señora
Vera Valdez se vio obligada a impulsar la operación, la Corte considera
que las autoridades ecuatorianas no proporcionaron atención médica
adecuada y oportuna al señor Pedro Miguel Vera Vera. (Cf. Párrafo 73)
Finalmente, este Tribunal observa que el peritaje de los señores Hans
Petter Hougen y Önder Özkalipci (supra párr. 20) indica que en el Hospi127 Peritaje de los señores Hans Petter Hougen y Önder Özkalipci (expediente de fondo,
tomo I, folios 571 a 573).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
tal Eugenio Espejo de Quito el señor Vera Vera “fue [internado] en muy
malas condiciones”, y que al observarse “necrosis intestinal en la autopsia indica que la cirugía no fue óptima”. Dicho peritaje señala, además,
que “el hecho de que no se recuperara el proyectil durante la intervención quirúrgica sino durante la autopsia aumenta [la] sospecha de una
intervención quirúrgica insuficiente”128. Al respecto, el Tribunal considera que la prueba referida es insuficiente para concluir que la intervención quirúrgica realizada en el Hospital Eugenio Espejo el 22 de abril de
1993 haya sido negligente. Por otra parte, la Comisión y el representante
no aportaron elementos adicionales al respecto. (Cf. Párrafo 74)
3. Violación de los artículos 5.1, 5.2 y 4.1 de la Convención, en
relación con el artículo 1.1 de la misma
En definitiva, el Tribunal observa que en este caso, el Estado no
brindó atención médica adecuada y oportuna al señor Pedro Miguel
Vera Vera. Lo anterior, puesto que éste fue dado de alta luego de su
primer internamiento en el Hospital de Santo Domingo de los Colorados sin que se hubiesen realizado los exámenes o diagnósticos pertinentes en atención a las lesiones que presentaba (supra párrs. 52 a
54); cuando estuvo detenido en el Centro de Detención Provisional
de Santo Domingo, el Estado no dispuso inmediatamente el traslado
del señor Vera Vera a un hospital que contara con las facilidades para
atender sus necesidades de salud sino que se le mantuvo en ese lugar
hasta que las complicaciones de su herida fueron evidentes (supra
párrs. 55, 62 y 65); cuando se le trasladó por segunda vez al Hospital
de Santo Domingo de los Colorados el señor Vera Vera no fue intervenido quirúrgicamente ni se adoptaron otras medidas apropiadas
para atender su grave estado de salud, lo cual le provocó un deterioro
físico mayor (supra párr. 66). Posteriormente, en el hospital Eugenio Espejo de Quito ya no se pudo salvar la vida del señor Vera Vera
dado que su condición de salud era ya muy delicada. En definitiva, la
intervención quirúrgica que requería el señor Vera Vera no se realizó
sino hasta diez días después de que recibió un impacto de bala y fue
detenido, no obstante su grave estado de salud (supra párrs. 70, 72
y 73). Además, la atención médica brindada por el Estado fue impulsada por la señora Vera Valdez en reiteradas ocasiones (supra párrs.
56 a 58, 60, 66, 69, 71 y 73). Para la Corte, la serie de omisiones en
que incurrió el Estado a través de sus agentes a lo largo del tiempo
en que Pedro Miguel Vera Vera estuvo bajo su custodia constituyó
128 Peritaje de los señores Hans Petter Hougen y Önder Özkalipci (expediente de fondo,
tomo I, folio 573).
65
66
Derecho a la integridad personal
negligencia médica que resultó en su muerte, lo cual compromete su
responsabilidad internacional. (Cf. Párrafo 75)
Adicionalmente, la Corte considera útil remitirse a jurisprudencia
de la Corte Europea de Derechos Humanos en casos en los cuales ha
habido un tratamiento médico negligente o deficiente a personas privadas de la libertad, en un grado tal que dicho Tribunal Europeo ha
considerado que los Estados han incurrido en violación del artículo 3
de la Convención Europea de Derechos Humanos129, el cual consagra la
prohibición, entre otros, de los tratos crueles, inhumanos y degradantes. Al respecto, la Corte Europea ha considerado que en el análisis de
este tipo de violaciones:
[l]os malos tratos deberán alcanzar un nivel mínimo de gravedad
para que puedan ubicarse en el marco del Artículo 3. La evaluación de
este nivel mínimo es, naturalmente, relativa; depende de todas las circunstancias del caso, tales como la duración de los tratos, sus efectos
físicos y mentales y, en algunos casos, el género, la edad, y estado de salud de la víctima […]. Si bien el propósito de esos tratos es un factor que
debe considerarse, en particular si tuvieron el propósito de humillar o
degradar a la víctima o no, la ausencia de tal propósito no lleva inevitablemente a la conclusión que no ha habido violación del artículo 3[.]
Además, no puede excluirse la posibilidad de que la detención de
una persona enferma pueda dar lugar a controversias bajo el Artículo
3 de la Convención[.]130(Cf. Párrafo 76)
Así, la Corte Europea ha tomado en cuenta factores tales como la falta
de asistencia médica de emergencia y especializada pertinente, deterioro excesivo de la salud física y mental de la persona privada de la libertad
y exposición a dolor severo o prolongado a consecuencia de la falta de
atención médica oportuna y diligente, las condiciones excesivas de seguridad a las que se ha sometido a la persona a pesar de su evidente estado
129 Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales.
130 C.E.D.H., Caso Sarban Vs. Moldova, (No. 3456/05), Sentencia de 4 de octubre de
2005. Final, 4 de enero de 2006, párrs. 75 y 76:
[I]ll-treatment must attain a minimum level of severity if it is to fall within the scope of Article 3. The assessment of this minimum level is, in the nature of things, relative; it depends
on all the circumstances of the case, such as the duration of the treatment, its physical and
mental effects and, in some cases, the sex, age and state of health of the victim[.]. Although
the purpose of such treatment is a factor to be taken into account, in particular whether it
was intended to humiliate or debase the victim, the absence of any such purpose does not
inevitably lead to a finding that there has been no violation of Article 3[.]
[M]oreover, it cannot be ruled out that the detention of a person who is ill may raise
issues under Article 3 of the Convention […].” Traducción al castellano de la Secretaría
de la Corte Interamericana.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
de salud grave y sin existir fundamentos o evidencias que las hicieran
necesarias, entre otros, para valorar si se ha dado un tratamiento inhumano o degradante a la persona privada de la libertad131. (Cf. Párrafo 77)
Al respecto, el Tribunal observa que en el presente caso la negligencia médica de las autoridades estatales ante el tipo de lesión que sufrió el
señor Vera Vera, es decir, una herida de bala, ocasionó un doloroso deterioro en su estado físico durante el transcurso de diez días, que culminó
con su muerte, resultados que pudieron haberse evitado con tratamiento médico adecuado y oportuno (supra párr. 75). Asimismo, por su estado de salud y por su privación de libertad, era evidente que el señor Vera
Vera no hubiera podido valerse por sí mismo para que fuera atendido de
manera oportuna ya que ello era una obligación de las autoridades que
estaban a cargo de su custodia. Para la Corte, estos hechos configuran
tratos inhumanos y degradantes en el sentido del artículo 5.2 de la Convención Americana en detrimento del señor Vera Vera. (Cf. Párrafo 78)
Por lo tanto, para este Tribunal es claro que la falta de atención adecuada y oportuna mientras el señor Pedro Miguel Vera Vera se encontraba bajo custodia del Estado generó violaciones a sus derechos a la
integridad personal y a la vida, por lo cual estima que el Estado ecuatoriano violó los artículos 5.1, 5.2 y 4.1 de la Convención Americana, en
relación con el artículo 1.1 de la misma, en su perjuicio. (Cf. Párrafo 79)
4. Supuesta situación carcelaria y de los servicios de salud de los
privados de la libertad en Ecuador en la época de los hechos
En el capítulo VI de esta Sentencia (supra párr. 30), la Corte ya
hizo referencia a que en su demanda la Comisión se refirió a una supuesta situación generalizada en el Ecuador de “sobrepoblación de
presos en establecimientos del sistema penitenciario, […] pobre dotación de las clínicas de salud en los centros penitenciarios en términos de equipos y medicinas, así como [de] falta de requerimientos
mínimos como […] acceso a atención médica,” entre otros, para situar
las violaciones de derechos humanos sufridas por el señor Pedro Miguel Vera Vera en 1993. (Cf. Párrafo 80)
La Corte observa que el único documento remitido por la Comisión
Interamericana como sustento de esta afirmación es el Informe sobre la
Situación de los Derechos Humanos en Ecuador, de 24 de abril de 1997,
realizado a partir de una visita in loco llevada a cabo en dicho Estado
en 1994 por la Comisión. La Corte destaca que, entre otros, el informe
versa sobre la disponibilidad de tratamiento médico y psicológico a
131 Cfr. C.E.D.H., Caso Sarban Vs. Moldova, (No. 3456/05), supra nota 90, y Caso Paladi
Vs. Moldova, (No. 39806/05), G.C., Sentencia de 10 de marzo de 2009.
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Derecho a la integridad personal
los prisioneros, sin aportar mayores datos, estadísticas y pruebas específicas acerca de los recursos disponibles y las prácticas seguidas
para brindar atención médica a personas privadas de la libertad en el
Estado en esa época132. Al respecto, la Corte considera que, ante el Tribunal, dicho informe por sí mismo no es suficiente para acreditar una
supuesta situación general en Ecuador durante la época de los hechos
de este caso sobre el tema planteado por la Comisión. (Cf. Párrafo 81)
Derecho a la integridad personal en relación con la obligación
de respetar y garantizar los derechos respecto de la señora Francisca Mercedes Vera Valdez
El Tribunal tiene competencia, a la luz de la Convención Americana
y con base en el principio iura novit curia, el cual se encuentra sólidamente respaldado en la jurisprudencia internacional, para estudiar la
posible violación de las normas de la Convención que no han sido alegadas en los escritos presentados ante ella, en la inteligencia de que las
partes hayan tenido la oportunidad de expresar sus respectivas posiciones en relación con los hechos que las sustentan133. (Cf. Párrafo 100)
En el presente caso ni la Comisión ni el representante alegaron la
violación del derecho a la integridad personal que consagra el artículo
5.1 de la Convención Americana, en perjuicio de la señora Francisca
Mercedes Vera Valdez. No obstante, la Corte estima que los hechos de
este caso, sobre los cuales las partes han tenido amplia posibilidad de
presentar alegatos y defenderse, muestran una afectación a este derecho, como se expondrá a continuación. (Cf. Párrafo 101)
Los hechos establecidos en el capítulo VII de la presente Sentencia
muestran la estrecha vinculación afectiva de la señora Francisca Mercedes Vera Valdez con su hijo Pedro Miguel Vera Vera y sus esfuerzos
para tratar de lograr que fuera atendido en instituciones de salud apropiadas, de manera acorde con el tipo de lesión que presentaba y con el
estado físico en el que encontraba (supra párrs. 56 a 58, 60, 66, 69, 71,
73 y 75). Al respecto, la Corte también considera pertinente señalar
que la declaración rendida por el señor Francisco Rubén Vargas Balcázar, esposo de la señora Vera Valdez y padrastro de Pedro Miguel Vera
Vera, quien de acuerdo a lo declarado por aquélla durante la audiencia
pública la acompañó en diversos momentos y compartió sus esfuerzos
132 Cfr. Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Informe sobre la Situación de
los Derechos Humanos en Ecuador, de 24 de abril de 1997 (expediente de anexos a la
demanda, anexo 11, folios 34 y 35).
133 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras, supra nota 11, párr. 163; Caso Usón Ramírez Vs. Venezuela, supra nota 6, párr. 53, y Caso Vélez Loor Vs. Panamá, supra nota 3,
párr. 184.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
por lograr que el señor Vera Vera recibiera atención médica adecuada,
también da cuenta de lo anterior134. (Cf. Párrafo 102)
Adicionalmente, durante la audiencia pública, la señora Vera Valdez
expresó que su vida ha sido triste al haber perdido a su hijo, ya que “le
negaron todos los derechos […] de vivir”. También manifestó que ante
los hechos sucedidos a éste, ella se sentía “bien mal”, y que no se encontraba bien de salud. Finalmente, expuso que esperaba que se “h[iciera]
justicia” porque mientras su hijo estuvo herido “no le dieron el pase
para que [tuviera] atención médica y pu[diera] vivir”. (Cf. Párrafo 103)
En otras oportunidades, el Tribunal ha considerado violado el derecho a la integridad psíquica y moral de algunos familiares con motivo del sufrimiento que estos han padecido a causa de las actuaciones
u omisiones de las autoridades estatales135, tomando en cuenta, entre
otros, la existencia de un estrecho vínculo familiar136. (Cf. Párrafo 104)
Para el Tribunal es claro que los hechos establecidos en esta Sentencia demuestran el sufrimiento que padeció la señora Vera Valdez
por el trato dispensado al señor Vera Vera mientras estuvo privado de
libertad con una herida de bala, por el trato recibido por ella misma
ante sus esfuerzos por procurarle una atención médica adecuada y
por la falta de esclarecimiento de los responsables por el fallecimiento
de su hijo. La Corte no considera necesario mayor abundamiento al
respecto y, por lo tanto, considera que el Estado es responsable por la
violación del derecho consagrado en el artículo 5.1 de la Convención,
en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de la señora
Francisca Mercedes Vera Valdez. (Cf. Párrafo 105)
Reparaciones (Aplicación del artículo 63.1 de la Convención
Americana)
Otras pretensiones de reparación
La Comisión solicitó a la Corte que ordene al Estado “adoptar todas
las medidas legales, administrativas y de otra índole para asegurar que
las personas privadas de libertad tengan acceso oportuno a los servicios
134 Cfr. Declaración rendida ante fedatario público (affidávit) por el señor Francisco
Rubén Vargas Balcázar (expediente de fondo, tomo I, folios 610 a 611).
135 Cfr. Caso de la Masacre de Mapiripán Vs. Colombia, supra nota 21, párr. 144; Caso
Gomes Lund y otros (Guerrilha do Araguaia) Vs. Brasil, supra nota 4, párr. 235, y Caso
Gelman Vs. Uruguay, supra nota 12, párr. 133.
136 Cfr. Caso Bámaca Velásquez Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 25 de noviembre de
2000. Serie C No. 70, párr. 163; Caso Valle Jaramillo y otros Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de noviembre de 2008. Serie C No. 192, párr. 119, y Caso
Ibsen Cárdenas e Ibsen Peña Vs. Bolivia, supra nota 94, párr. 127.
69
70
Derecho a la integridad personal
médicos que requieran de conformidad con su situación de salud”. Por
su parte, el representante pidió al Tribunal que ordene al Estado “cre[ar]
una política pública que permita el acceso a la salud de la personas privadas de la libertad”; una “[p]olítica sanitaria en la prisión […] integrada
en la política nacional de salud pública y […] compatible con ella”; “[q]ue
los internos tengan acceso a los servicios de salud ofertados en el país
sin ninguna discriminación basada en su situación jurídica”; “[q]ue los
internos se beneficien de la asistencia médica, quirúrgica y psiquiátrica
requerida[,] incluyendo aqu[é]llas de las que se dispone en la sociedad
libre”, y “dot[ar] a los centros de privación de libertad de medicinas y el
material adecuado para prevenir y tratar las enfermedades de las personas privadas de la libertad”. (Cf. Párrafo 138)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 152)
La Corte declara por unanimidad,
El Estado es responsable por la violación de los derechos a la integridad personal y a la vida establecidos en los artículos 5.1, 5.2 y 4.1
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación
con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio del señor Pedro Miguel
Vera Vera, en los términos de los párrafos 38 a 79 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 2)
El Estado es responsable por la violación del derecho a la integridad personal establecido en el artículo 5.1 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma,
en perjuicio de Francisca Mercedes Vera Valdez, en los términos de los
párrafos 100 a 105 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 4)
II
De los niños, niñas y adolescentes
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala
Fecha de Sentencia: 19 de noviembre 1999
Víctimas: Varias
Estado parte: Guatemala
Hechos del caso
Denuncia por la muerte de cinco niños de la calle. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) recibió una petición contra
el Estado de Guatemala por el secuestro, tortura y muerte de cuatro
menores y por el asesinato de otro menor en 1990 en la ciudad de Guatemala por parte de miembros de las fuerzas de seguridad y por la omisión estatal en brindar una adecuada protección judicial a las familias
de las víctimas. Interpretación del derecho a la vida como comprensivo
de las condiciones mínimas de una vida digna. Obligación de los estados de adoptar medidas especiales dirigidas a los niños. Interpretación
de la Convención Americana a partir de la Convención Internacional de
los Derechos del Niño.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
En el escrito de demanda, la Comisión alegó que el Estado había
violado el artículo 5 de la Convención Americana en perjuicio de Henry
Giovanni Contreras, Federico Clemente Figueroa Túnchez, Julio Roberto Caal Sandoval y Jovito Josué Juárez Cifuentes como consecuencia de
haber sido secuestrados por agentes del Estado, quienes “eran responsables de la integridad física de las víctimas mientras estaban [bajo] su
custodia”. (Cf. Párrafo 148)
Remarcó la Comisión que por la época en que ocurrieron los hechos
de este caso, los llamados “niños de la calle” eran sometidos a varias
formas de “abusos y persecuciones” por parte de “agentes de determinadas fuerzas de seguridad” del Estado, circunstancia que ya había
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Derecho a la integridad personal
sido puesta de manifiesto por parte de ese organismo interamericano
en varios de sus informes. (Cf. Párrafo 149)
Por su parte, en la oportunidad procesal de contestar la demanda,
el Estado no esgrimió ninguna defensa relacionada con la violación del
derecho a la integridad personal consagrado en la Convención Americana y, en particular, no controvirtió que las víctimas hubieran sido
torturadas (supra, párrs. 67 y 68). (Cf. Párrafo 150)
En sus alegatos finales la Comisión sostuvo que los cuatro jóvenes
víctimas de tortura fueron retenidos e incomunicados, situación que
por sí misma necesariamente produce “gran ansiedad y sufrimiento”.
(Cf. Párrafo 151)
A continuación, hizo especial referencia a la corta edad de las víctimas de las torturas, dos de ellas menores, Julio Roberto Caal Sandoval
de 15 años y Jovito Josué Juárez Cifuentes de 17 años de edad, y al
hecho de que vivían en las calles. (Cf. Párrafo 152)
La Comisión agregó, en esta oportunidad, que para las familias de
las víctimas las circunstancias que rodearon la muerte de estos jóvenes
habían sido una causa de sufrimiento. La forma en que los cuerpos fueron abandonados y la falta de respuestas acerca de lo sucedido causó
en los familiares angustia y miedo. A criterio de la Comisión, surge de
la prueba que las autoridades no intentaron comunicarse con las familias o darles mayor información una vez que se iniciaron las actuaciones. (Cf. Párrafo 153)
En sus alegatos finales el Estado no se pronunció sobre el tema (supra, párrs. 67 y 68). (Cf. Párrafo 154)
El artículo 5 de la Convención Americana establece que
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física,
psíquica y moral.
2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles,
inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será
tratada con el respecto debido a la dignidad inherente al ser humano. (Cf. Párrafo 155)
[...]
La Corte considera que debe proceder al análisis de la violación de
este artículo desde dos diversos ángulos. En primer lugar, debe examinar si existió o no violación del artículo 5.1 y 5.2 en perjuicio de los
jóvenes Contreras, Figueroa Túnchez, Juárez Cifuentes y Caal Sandoval.
En segundo lugar, la Corte valorará si los familiares de las víctimas fueron, por su parte, objeto de tratos crueles, inhumanos o degradantes.
(Cf. Párrafo 156)
Existen en el presente caso evidencias numerosas y concurrentes de que la integridad personal de los cuatro jóvenes mencionados
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
fue vulnerada y de que ellos fueron víctimas de graves maltratos y de
torturas físicas y psicológicas por parte de agentes del Estado y, más
concretamente, por miembros de la Policía Nacional, antes de sufrir la
muerte. (Cf. Párrafo 157)
Los cuerpos de los jóvenes fueron encontrados sin vida con marcas
graves de violencia física que el Estado no ha podido explicar. Obran
en el expediente fotografías de las caras y los cuellos de los cadáveres
de los jóvenes. En esas fotografías son bien visibles diversas heridas,
incluidas las que dejaron los proyectiles que les causaron la muerte, y
otras marcas de violencia física. Las cuatro autopsias mencionan la ubicación aproximada de las heridas de bala y en dos casos hacen referencia a otras lesiones evidentes en las fotografías, o localizadas en otras
partes de los cuerpos, atribuyéndolas genéricamente a “mordeduras
de animales”. No se precisa el tamaño de las heridas, su profundidad,
el tipo de animal que pudo haberlas producido, ni la circunstancia de
si ocurrieron antes o después de las muertes. Sobre las heridas en los
cuerpos de los otros dos jóvenes no existe en las autopsias ningún tipo
de explicación. (Cf. Párrafo 158)
En un informe de Amnistía Internacional incorporado al expediente (supra, párr. 59.c), que no fue objetado por el Estado, se señala que
los cadáveres presentaban signos de tortura: se les habían cortado
las orejas y la lengua, y se les habían quemado o extraído los ojos. A
[Caal Sandoval], además, parece que le habían echado algún líquido
hirviendo sobre el pecho y la barbilla. Según la oficina del Procurador General, las mutilaciones de que habían sido objeto los cuatro
se corresponden con el trato al que habitualmente somete la policía
a los que informan contra este cuerpo de seguridad. La mutilación
de las orejas, los ojos y la lengua significa que la persona había oído,
visto o hablado sobre algo inconveniente. (Cf. Párrafo 159)
Por su parte, uno de los peritos que intervino ante esta Corte (supra, párr. 66.a) remarcó que no se tomaron fotografías de cuerpo entero de ninguna de las cuatro víctimas. Sobre el daño en los ojos en todos
los casos, el perito afirmó, basándose en lo que alcanzaba a verse en las
fotografías, que era producto de los disparos recibidos en las cabezas;
y sobre la lengua de Federico Clemente Figueroa Túnchez, la única visible en las fotografías, y eso que “un poco afuera del foco”, manifestó que
no podía aseverar que hubiera sido mutilada de manera alguna. El perito destacó, en relación con dos cadáveres, que “ha[bía] heridas aquí
que no se [encontraban] en la necropsia y […que estaban] claramente
en la[s] foto[grafías]”. De otro lado, señaló que no había rastros de que
los jóvenes hubiesen intentado defenderse. (Cf. Párrafo 160)
Una testigo que declaró en los procesos internos, cuyos expedientes forman parte del acervo probatorio en este caso, se refirió a hechos
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Derecho a la integridad personal
que, conjuntamente con lo declarado por otros testigos y con lo que
surge de otros documentos allegados, permiten inferir la existencia
de un patrón general de violencia en contra de los “niños de la calle”.
Dicha testigo describió un secuestro anterior al que constituye los hechos del presente caso, del cual fue víctima junto a dos de los jóvenes
cuyos cuerpos fueron encontrados en los Bosques de San Nicolás, Juárez Cifuentes y Caal Sandoval. En su declaración narró que fueron llevados a un cementerio y proporcionó información sobre los dolorosos
maltratos a que fueron sometidos (supra, párr. 59.a). (Cf. Párrafo 161)
Debe tenerse presente que los jóvenes fueron retenidos clandestinamente por sus captores entre 10 y 21 horas. Este lapso medió entre dos
circunstancias de extrema violencia: la aprehensión forzada y la muerte
por impactos de arma de fuego en estado de indefensión, que el Tribunal
ya ha declarado probadas (supra, párr. 82). Es razonable inferir, aunque
no mediaran otras evidencias al respecto, que el trato que recibieron durante esas horas fue agresivo en extremo. (Cf. Párrafo 162)
Durante el tiempo de su retención los cuatro jóvenes permanecieron aislados del mundo exterior y seguramente estaban conscientes de
que sus vidas corrían grave peligro. Es razonable inferir que durante
esas horas pasaron, por esa sola circunstancia, por una situación de
extremo sufrimiento psicológico y moral. (Cf. Párrafo 163)
Es pertinente poner de presente, al efecto, que la Corte ha dicho
anteriormente que el mero hecho de ser introducido en la maletera de
un vehículo
constituye una infracción al artículo 5 de la Convención que tutela
la integridad personal, ya que, aún cuando no hubiesen existido
otros maltratos físicos o de otra índole, esa acción por sí sola debe
considerarse claramente contraria al respeto debido a la dignidad
inherente al ser humano1 .
y que en los eventos en los cuales la privación de la libertad es
legítima:
[u]na de las razones por las cuales la incomunicación es concebida
como un instrumento excepcional es por los graves efectos que tiene sobre el detenido. En efecto, el aislamiento del mundo exterior
produce en cualquier persona sufrimientos morales y perturbaciones psíquicas, la coloca en una situación de particular vulnerabilidad y acrecienta el riesgo de agresión y arbitrariedad en las
cárceles.2(Cf. Párrafo 164)
En sentido similar, la Corte Europea ha sostenido que la mera ame1 Caso Castillo Páez, supra nota 15, párr. 66.
2 Caso Suárez Rosero. Sentencia de 12 de noviembre de 1997. Serie C No 35, párr. 90.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
naza de una conducta prohibida por el precepto de la Convención
Europea (artículo 3), correspondiente al artículo 5 de la Convención
Americana, cuando sea suficientemente real e inminente, puede en sí
misma estar en conflicto con la norma de que se trata. En otras palabras: crear una situación amenazadora o amenazar a un individuo con
torturarlo puede constituir, en algunas circunstancias, al menos, tratamiento inhumano.3 (Cf. Párrafo 165)
Merece advertirse asimismo que, como ya lo ha dicho este Tribunal,
una persona ilegalmente detenida (supra, párr. 134) se encuentra en
una situación agravada de vulnerabilidad, de la cual surge un riesgo
cierto de que se le vulneren otros derechos, como el derecho a la integridad física y a ser tratada con dignidad4. (Cf. Párrafo 166)
Por último, de los documentos y testimonios que obran en el acervo
probatorio resulta evidente, como ya se ha afirmado, que los hechos
de este caso se produjeron en un contexto de mucha violencia contra
los niños y jóvenes que vivían en las calles (supra, párr. 79), violencia
que incluía, como un componente muy frecuente, diversas formas de
torturas y malos tratos5. (Cf. Párrafo 167)
Sustentado el hecho de que la integridad física y psíquica de los
jóvenes Contreras, Figueroa Túnchez, Caal Sandoval y Juárez Cifuentes
fue vulnerada y de que éstos fueron víctimas de malos tratos y torturas, procede la Corte a definir lo relativo a la imputación de responsabilidad. (Cf. Párrafo 168)
La Corte estima que los malos tratos y torturas fueron practicados
por las mismas personas que secuestraron y dieron muerte a los jóvenes. La Corte al haber establecido que los responsables de estas últimas conductas eran miembros de la Policía Nacional (supra, párrs.
128 y 142) es del caso concluir que los autores de los malos tratos y
torturas que se produjeron en el lapso que medió entre la captura y
la muerte, fueron agentes del Estado, ya se trate de los investigados y
acusados en los procesos internos, o de otros. (Cf. Párrafo 169)
Debe tenerse en cuenta, al respecto, la presunción establecida por
la Corte Europea al considerar responsable al Estado por los malos
tratos que exhibe una persona que ha estado bajo la custodia de agen3 Cfr. Eur. Court. H. R, Campbell and Cosans judgment of 25 February 1982, Serie A, no.
48, p. 12, § 26.
4 Cfr. Caso Loayza Tamayo, supra nota 15, párr. 57.
5 En informes, anexados al acervo probatorio en este caso, supra nota 11, de Casa Alianza
y Amnistía Internacional, se mencionan como formas de tortura y malos tratos dirigidos
a los “niños de la calle” en Guatemala, las heridas de bala, las quemaduras con cigarrillos,
las patadas y otros golpes contundentes, el derrame de pegamento en las cabezas, las
mordidas de perros amaestrados y diversas formas de humillación de palabra y de obra.
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Derecho a la integridad personal
tes estatales, si las autoridades son incapaces de demostrar que estos
agentes no incurrieron en tales conductas6. (Cf. Párrafo 170)
La Comisión señaló, en sus alegatos finales escritos, que las circunstancias de la muerte de las víctimas, así como la falta de actuación del
Estado, habían provocado en los familiares de las mismas “angustia y
también considerable temor”. La Corte considera que el hecho de que
este punto haya sido planteado tan sólo en los alegatos finales, no impide, per se, el examen y decisión sobre el mismo. (Cf. Párrafo 171)
De las constancias de autos y, en particular, de las declaraciones de
testigos que intervinieron en los procesos internos y ante este Tribunal, se colige que:
-Matilde Reyna Morales García, madre de Anstraum Aman Villagrán Morales, se enteró de su muerte a través de su hija Lorena y el
cadáver de su hijo no había sido reconocido hasta que ella se hizo
presente en la morgue. Pudo darle sepultura el día 27 de junio de
1990. Al momento de los hechos, estaba embarazada y temía por
su vida y por la de sus otros hijos, aunque negó que alguna vez la
hubieran amenazado. Asimismo, afirmó que no ha recibido información oficial sobre el caso;
-Ana María Contreras, madre de Henry Giovanni Contreras, supo
de la muerte de su hijo unos 15 días después de ocurrida porque
salió a buscarlo con una fotografía. Cuando se enteró, el joven ya
había sido enterrado como XX; en ese momento comenzó a hacer
los trámites de exhumación pero “estaba un poco enferma de la
cabeza y luego empe[zó] a empeorar” (supra, párr. 65.a) y no pudo
concluirlos. Sufrió una parálisis facial por la que debió permanecer internada durante un año, perdiéndolo “todo”. Aseguró que fue
amenazada mediante una carta anónima en la que le aconsejaban
“que dejara las cosas como estaban”. También manifestó que no
le informaron oficialmente sobre el desarrollo de las actuaciones
judiciales;
-Rosa Carlota Sandoval, madre de Julio Roberto Caal Sandoval,
tuvo conocimiento de lo ocurrido ocho días después de los hechos
a través de la versión de otros dos menores. Consta en el expediente que la señora Sandoval realizó los trámites de exhumación
pertinentes, ya que su hijo también había sido enterrado como XX,
y que fue acusadora privada en el caso hasta que falleció el 25 de
julio de 1991. Julio Roberto Caal Sandoval solía vivir con su abuela,
Margarita Sandoval Urbina, quien también participó en los procesos internos;
Marta Isabel Túnchez Palencia, madre de Federico Clemente Fi-
6 Cfr. Eur. Court H. R., Aksoy v. Turkey, supra nota 21, p. 2278, § 61;. Eur. Court HR, Ribitsch
v. Austria judgment of 4 December 1995, Serie A, no. 336, p. 26 y ss, § 34 y Eur. Court H.
R. case of Tomasi v. France of 27 August 1992, Series A no. 241-A, pp. 40-41, §§ 108-111.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
gueroa Túnchez, se enteró del secuestro de su hijo por los dichos
de dos menores, el mismo 15 de junio. El 18 de junio de 1990 supo,
a través de la prensa, que varios menores habían aparecido muertos y se presentó en el Gabinete de Identificación de la Policía Nacional para realizar el reconocimiento respectivo;
- no hay constancias en autos sobre diligencias que pudieran haber realizado los familiares de Jovito Josué Juárez Cifuentes. (Cf.
Párrafo 172)
Es evidente, asimismo, que las autoridades nacionales no tomaron
providencias para establecer la identidad de las víctimas, las cuales
permanecieron registradas como XX hasta que sus familiares se apersonaron a reconocerlos, a pesar de que tres de los jóvenes (Henry Giovanni Contreras, Federico Clemente Figueroa Túnchez y Jovito Josué
Juárez Cifuentes) tenían antecedentes penales consignados en los “archivos delincuenciales”. La negligencia por parte del Estado así puesta
de manifiesto, debe sumarse al hecho de que las autoridades no hicieron esfuerzos adecuados para localizar a los parientes inmediatos de
las víctimas, notificarles la muerte de éstas, entregarles los cadáveres
y proporcionarles información sobre el desarrollo de las investigaciones. El conjunto de esas omisiones postergó y, en algunos casos, negó a
los familiares la oportunidad de dar a los jóvenes una sepultura acorde
con sus tradiciones, valores o creencias y, por lo tanto, intensificó sus
sufrimientos. A ello se agrega el sentimiento de inseguridad e impotencia que le causó a esos parientes la abstención de las autoridades públicas en investigar a cabalidad los correspondientes delitos y castigar
a sus responsables. (Cf. Párrafo 173)
La Corte debe destacar entre las conductas de los agentes estatales
que intervinieron en los hechos del caso y que produjeron un impacto
sobre sus familiares, la correspondiente al tratamiento que se dio a los
cuerpos de los jóvenes cuyos cadáveres aparecieron en los Bosques de
San Nicolás, Henry Giovanni Contreras, Federico Clemente Figueroa
Túnchez, Julio Roberto Caal Sandoval y Jovito Josué Juárez Cifuentes.
Estas personas no sólo fueron víctimas de la violencia extrema correspondiente a su eliminación física, sino que, además, sus cuerpos fueron
abandonados en un paraje deshabitado, quedaron expuestos a las inclemencias del tiempo y a la acción de los animales y hubieran podido
permanecer así durante varios días, si no hubieran sido encontrados
fortuitamente. En el presente caso, es evidente que el tratamiento que
se dio a los restos de las víctimas, que eran sagrados para sus deudos
y, en particular, para sus madres, constituyó para éstas un trato cruel e
inhumano. (Cf. Párrafo 174)
En un caso reciente, ha sostenido la Corte que
la incineración de los restos mortales del señor Nicholas Blake,
para destruir todo rastro que pudiera revelar su paradero, atenta
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Derecho a la integridad personal
contra los valores culturales, prevalecientes en la sociedad guatemalteca, transmitidos de generación a generación, en cuanto al respeto debido a los muertos. [Esta acción] intensificó el sufrimiento
de los familiares del señor Nicholas Blake7. (Cf. Párrafo 175)
La Corte Europea ha tenido oportunidad de pronunciarse sobre
la condición de víctima de tratamientos inhumanos y degradantes de
una madre como resultado de la detención y desaparición de su hijo a
manos de las autoridades. Para determinar si se había violado o no el
artículo 3 de la Convención Europea, correspondiente al artículo 5 de
la Convención Americana, la Corte Europea ha valorado las circunstancias del caso, la gravedad del maltrato y el hecho de no contar con
información oficial para esclarecer el mismo. En virtud de esas consideraciones y de que se trataba de la madre de la víctima de una violación de derechos humanos, la Corte Europea concluyó que también ella
había sido víctima y que el Estado era responsable de la violación del
artículo 3 mencionado8. (Cf. Párrafo 176)
En virtud de todo lo expuesto, la Corte concluye que el Estado violó
el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en conexión con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de Henry
Giovanni Contreras, Federico Clemente Figueroa Túnchez, Jovito Josué
Juárez Cifuentes y Julio Roberto Caal Sandoval, y violó el artículo 5.2 de
la Convención, en conexión con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio
de las ascendientes de los mismos, Ana María Contreras, Matilde Reyna Morales García, Rosa Carlota Sandoval, Margarita Sandoval Urbina,
Marta Isabel Túnchez Palencia y Noemí Cifuentes. (Cf. Párrafo 177)
A la luz del artículo 19 de la Convención Americana la Corte debe
constatar la especial gravedad que reviste el que pueda atribuirse a un
Estado Parte en dicha Convención el cargo de haber aplicado o tolerado
en su territorio una práctica sistemática de violencia contra niños en
situación de riesgo. Cuando los Estados violan, en esos términos, los derechos de los niños en situación de riesgo, como los “niños de la calle”,
los hacen víctimas de una doble agresión. En primer lugar, los Estados
no evitan que sean lanzados a la miseria, privándolos así de unas míni7 Caso Blake, supra nota 16, párr. 115.
8 Eur. Court HR, Kurt v. Turkey, supra nota 21, pp. 1187, §§ 130-134. Véase en el mismo
sentido, Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Quinteros v. Uruguay, 21 de
julio de 1983 (19.º período de sesiones) Comunicación Nº 107/1981, párr. 14. En este
caso, el Comité afirmó que “comprend[ía] el profundo pesar y la angustia que padec[ió]
la autora de la comunicación como consecuencia de la desaparición de su hija y la continua incertidumbre sobre su suerte y su paradero. La autora tiene derecho a saber lo que
ha sucedido a su hija. En ese sentido es también una víctima de las violaciones del Pacto
[Internacional de Derechos Civiles y Políticos], en particular del artículo 7 [correspondiente al artículo 5 de la Convención Americana], soportadas por su hija”.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
mas condiciones de vida digna e impidiéndoles el “pleno y armonioso
desarrollo de su personalidad”9, a pesar de que todo niño tiene derecho
a alentar un proyecto de vida que debe ser cuidado y fomentado por los
poderes públicos para que se desarrolle en su beneficio y en el de la sociedad a la que pertenece. En segundo lugar, atentan contra su integridad
física, psíquica y moral, y hasta contra su propia vida. (Cf. Párrafo 191)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 253)
La Corte decide por unanimidad,
Declarar que el Estado violó el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en conexión con el artículo 1.1
de la misma, en perjuicio de Henry Giovanni Contreras, Federico Clemente Figueroa Túnchez, Jovito Josué Juárez Cifuentes y Julio Roberto
Caal Sandoval; (Cf. Párrafo 3)
Declarar que el Estado violó el artículo 5.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en conexión con el artículo 1.1 de la
misma, en perjuicio de las ascendientes de Henry Giovanni Contreras,
Federico Clemente Figueroa Túnchez, Jovito Josué Juárez Cifuentes y
Julio Roberto Caal Sandoval, las señoras Ana María Contreras, Matilde
Reyna Morales García, Rosa Carlota Sandoval, Margarita Sandoval Urbina, Marta Isabel Túnchez Palencia y Noemí Cifuentes; (Cf. Párrafo 4)
Voto concurrente conjunto de los jueces A.A. Cançado Trindade y A. Abreu Burelli
1. (…) El párrafo 144 de la presente Sentencia, a nuestro juicio, refleja con fidelidad el estado actual de evolución del derecho a
la vida en el marco del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos en general, y bajo la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 4) en particular. Afirma el carácter
fundamental del derecho a la vida, que, además de inderogable,
requiere medidas positivas de protección por parte del Estado
(artículo 1.1 de la Convención Americana).
2. El derecho a la vida implica no solo la obligación negativa de no
privar a nadie de la vida arbitrariamente, sino también la obligación positiva de tomar las medidas necesarias para asegurar
que no sea violado aquel derecho básico. Dicha interpretación
del derecho a la vida, de modo que abarque medidas positivas
9 Convención sobre los Derechos del Niño, Preámbulo, párr. 6.
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Derecho a la integridad personal
de protección por parte del Estado, encuentra respaldo hoy día
tanto en la jurisprudencia internacional como en la doctrina10.
Ya no puede haber duda de que el derecho fundamental a la vida
pertenece al dominio del jus cogens11.
3. El derecho a la vida no puede seguir siendo concebido restrictivamente, como lo fue en el pasado, referido sólo a la prohibición
de la privación arbitraria de la vida física. Creemos que hay diversos modos de privar a una persona arbitrariamente de la vida:
cuando es provocada su muerte directamente por el hecho ilícito
del homicidio, así como cuando no se evitan las circunstancias
que igualmente conducen a la muerte de personas como en el cas
d’espèce. En el presente caso Villagrán Morales versus Guatemala
(Fondo), atinente a la muerte de niños por agentes policiales del
Estado, hay la circunstancia agravante de que la vida de los niños
ya carecía de cualquier sentido; es decir, los niños victimados ya
se encontraban privados de crear y desarrollar un proyecto de
vida y aun de procurar un sentido para su propia existencia.
4. El deber del Estado de tomar medidas positivas se acentúa precisamente en relación con la protección de la vida de personas
vulnerables e indefensas, en situación de riesgo, como son los
niños en la calle. La privación arbitraria de la vida no se limita,
pues, al ilícito del homicidio; se extiende igualmente a la priva10 Cfr., al respecto, v.g., B. G. Ramcharan (ed.), The Right to Life in International Law, Dordrecht, Nijhoff, 1985, pp. 1-314; J. G. C. van Aggelen, Le rôle des organisations internationales
dans la protection du droit à la vie, Bruxelles, E. Story-Scientia, 1986, pp. 1-104; D. Prémont
y F. Montant (eds.), Actes du Symposium sur le droit à la vie - Quarante ans après l’adoption
de la Déclaration Universelle des Droits de l’Homme: Evolution conceptuelle, normative et jurisprudentielle, Genève, CID, 1992, pp. 1-91; A.A. Cançado Trindade, “Human Rights and the
Environment”, Human Rights: New Dimensions and Challenges (ed. J. Symonides), Paris/
Aldershot, UNESCO/Dartmouth, 1998, pp. 117-153; F. Przetacznik, “The Right to Life as a
Basic Human Right”, 9 Revue des droits de l’homme/Human Rights Journal (1976) pp. 585609. Y cf. los comentarios generales ns. 6/1982 y 14/1984 del Comité de Derechos Humanos, bajo el Pacto de Derechos Civiles y Políticos de Naciones Unidas, reproducidos in: United Nations, Compilation of General Comments and General Recommendations Adopted by
Human Rights Treaty Bodies, U.N. doc. HRI/GEN/1/Rev. 3, de 15.08.1997, pp. 6-7 y 18-19.
11 Cfr., al respecto, v.g., W. Paul Gormley, “The Right to Life and the Rule of Non-Derogability: Peremptory Norms of Jus Cogens”, The Right to Life in International Law, op. cit.
supra n. (1), pp. 120-159; Y. Dinstein, “The Erga Omnes Applicability of Human Rights”,
30 Archiv des Völkerrechts (1992) pp. 16-37; y cf., en general, inter alia, Alfred Verdross,
“Jus Dispositivum and Jus Cogens in International Law”, 60 American Journal of International Law (1966), pp. 55-63; Charles de Visscher, “Positivisme et jus cogens”, 75 Revue
générale de Droit international public (1971) pp. 5-11; y cf. también: International Court
of Justice, South West Africa Cases (2a. fase, Etiopía y Liberia versus África del Sur), Voto
Disidente del Juez K. Tanaka, ICJ Reports (1966) p. 298: “(...) surely the law concerning
the protection of human rights may be considered to belong to the jus cogens”.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
5.
6.
7.
8.
ción del derecho de vivir con dignidad. Esta visión conceptualiza el derecho a la vida como perteneciente, al mismo tiempo,
al dominio de los derechos civiles y políticos, así como al de los
derechos económicos, sociales y culturales, ilustrando así la interrelación e indivisibilidad de todos los derechos humanos.
La Corte Interamericana ha señalado, tanto en la presente Sentencia (párr. 193), como en su 16a. Opinión Consultiva, sobre El
Derecho a la Información sobre la Asistencia Consular en el marco
de las Garantías del Debido Proceso Legal (1999)12, que la interpretación de un instrumento internacional de protección debe
“acompañar la evolución de los tiempos y las condiciones de
vida actuales”, y que dicha interpretación evolutiva, consecuente con las reglas generales de interpretación de los tratados, ha
contribuido decisivamente a los avances del Derecho Internacional de los Derechos Humanos.
Nuestra concepción del derecho a la vida bajo la Convención
Americana (artículo 4, en conexión con el artículo 1.1) es manifestación de esta interpretación evolutiva de la normativa internacional de protección de los derechos del ser humano. En los
últimos años, se han deteriorado notoriamente las condiciones
de vida de amplios segmentos de la población de los Estados
Partes en la Convención Americana, y una interpretación del
derecho a la vida no puede hacer abstracción de esta realidad,
sobre todo cuando se trata de los niños en situación de riesgo en
las calles de nuestros países de América Latina.
Las necesidades de protección de los más débiles, -como los niños en la calle-, requieren en definitiva una interpretación del
derecho a la vida de modo que comprenda las condiciones mínimas de una vida digna. De ahí la vinculación inexorable que
constatamos, en las circunstancias del presente caso, entre los
artículos 4 (derecho a la vida) y 19 (derechos del niño) de la
Convención Americana, tan bien articulada por la Corte en los
párrafos 144 y 191 de la presente Sentencia.
Creemos que el proyecto de vida es consustancial del derecho
a la existencia, y requiere para su desarrollo condiciones de
vida digna, de seguridad e integridad de la persona humana. En
nuestro Voto Razonado Conjunto en el caso Loayza Tamayo versus Perú (Reparaciones, 1998) sostuvimos que el daño al pro-
12 Corte Interamericana de Derechos Humanos, El Derecho a la Información sobre la
Asistencia Consular en el marco de las Garantías del Debido Proceso Legal - Opinión Consultiva OC-16/99, de 01.10. 1999, Serie A, n. 16, párr. 114.
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Derecho a la integridad personal
yecto de vida debe ser integrado al universo conceptual de las
reparaciones bajo el artículo 63.1 de la Convención Americana.
Ahí expresamos que:
El proyecto de vida se encuentra indisolublemente vinculado
a la libertad, como derecho de cada persona a elegir su propio
destino. (...) El proyecto de vida envuelve plenamente el ideal de
la Declaración Americana [de los Derechos y Deberes del Hombre] de 1948 de exaltar el espíritu como finalidad suprema y
categoría máxima de la existencia humana13.
9. Una persona que en su infancia vive, como en tantos países de
América Latina, en la humillación de la miseria, sin la menor
condición siquiera de crear su proyecto de vida, experimenta un
estado de padecimiento equivalente a una muerte espiritual; la
muerte física que a ésta sigue, en tales circunstancias, es la culminación de la destrucción total del ser humano. Estos agravios
hacen víctimas no sólo a quienes los sufren directamente, en
su espíritu y en su cuerpo; se proyectan dolorosamente en sus
seres queridos, en particular en sus madres, que comúnmente
también padecen el estado de abandono. Al sufrimiento de la
pérdida violenta de sus hijos se añade la indiferencia con que
son tratados los restos mortales de éstos.
10. En circunstancias como las del presente caso, como lo ha reconocido esta Corte (párrs. 174-177), es imposible no incluir, en
la noción ampliada de víctima, a las madres de los niños asesinados14. La visión que sostenemos corresponde a creencias
profundamente arraigadas en las culturas de los pueblos de
América Latina, en el sentido de que la muerte definitiva de un
ser humano en el orden espiritual sólo se consuma con el olvido.
Los niños asesinados en una calle y en un bosque (irónicamente el bosque de San Nicolás, de tanto simbolismo para muchos
niños), no tuvieron la oportunidad de conciliarse con la idea de
su entrega a la eternidad; el respeto a los restos mortales de los
niños contribuye a proporcionar a las madres, al menos, la oportunidad de mantener viva, dentro de sí, la memoria de sus hijos
prematuramente desaparecidos.
11. Frente al imperativo de la protección de la vida humana, y a las
inquietudes y reflexiones suscitadas por la muerte, es muy di13 Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Loayza Tamayo versus Perú (Reparaciones), Sentencia de 27.11.1998, Serie C, n. 42, Voto Razonado Conjunto de los Jueces
A.A. Cançado Trindade y A. Abreu Burelli, párrs. 15-16.
14 En relación con el artículo 5.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
fícil separar dogmáticamente las consideraciones de orden jurídico de las de orden moral: estamos ante un orden de valores
superiores, -substratum de las normas jurídicas- que nos ayudan a buscar el sentido de la existencia y del destino de cada ser
humano. El Derecho Internacional de los Derechos Humanos, en
su evolución, en el umbral del año 2000, no debe en definitiva
permanecer insensible o indiferente a estas interrogantes.
85
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Bulacio Vs. Argentina
Fecha de Sentencia: 18 de septiembre de 2003
Víctimas: Walter David Bulacio
Estado parte: Argentina
Hechos del caso
En Argentina, se llevaban a cabo prácticas policiales de detención
indiscriminada, las mismas que incluían las denominadas “razzias”,
que eran detenciones por averiguaciones de identidad y conforme a
edictos contravencionales de la policía. Así, el Memorandum 40 facultaba a los policías para decidir si se notificaba o no al juez de menores
respecto de los niños o adolescentes detenidos.
El 19 de abril de 1991, la Policía Federal Argentina realizó una detención colectiva, la cual comprendió al joven Walter David Bulacio, de
17 años de edad, quien murió el 26 de abril de 1991. Los procesos judiciales iniciados por los familiares fueron dilatados y obstaculizados de
tal manera que a la fecha no existe un pronunciamiento firme por parte
de las autoridades judiciales. Los hechos sucedidos, así como la impunidad por la falta de resolución del caso han ocasionado a la familia de
Walter David Bulacio daños materiales e inmateriales.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos:
Quien sea detenido “tiene derecho a vivir en condiciones de detención compatibles con su dignidad personal y el Estado debe garantizarle el derecho a la vida y a la integridad personal”15. La Corte ha
establecido que el Estado, como responsable de los establecimientos
15 Cfr., Caso Cantoral Benavides, supra nota 30, párr. 87; Caso Durand y Ugarte, supra
nota 30, párr. 78; y Caso Castillo Petruzzi y otros, supra nota 30, párr. 195.
87
88
Derecho a la integridad personal
de detención, es el garante de estos derechos de los detenidos, lo cual
implica, entre otras cosas, que le corresponde explicar lo que suceda
a las personas que se encuentran bajo su custodia. Las autoridades
estatales ejercen un control total sobre la persona que se encuentra
sujeta a su custodia. La forma en que se trata a un detenido debe estar
sujeta al escrutinio más estricto, tomando en cuenta la especial vulnerabilidad de aquél16, función estatal de garantía que reviste de particular importancia cuando el detenido es un menor de edad. Esta circunstancia obliga al Estado a ejercer su función de garante adaptando
todos los cuidados que reclama la debilidad, el desconocimiento y la
indefensión que presentan naturalmente, en tales circunstancias, los
menores de edad. (Cf. Párrafo 126)
La vulnerabilidad del detenido se agrava cuando la detención es
ilegal o arbitraria. Entonces la persona se encuentra en completa indefensión, de la que surge un riesgo cierto de que se transgredan otros
derechos, como son los correspondientes a la integridad física y al trato digno17. El Estado debe proveer una explicación satisfactoria sobre
lo que ha sucedido a una persona que presentaba condiciones físicas
normales cuando se inició su custodia18 y durante ésta o al término de
la misma empeoró. Asimismo, es el Estado “el obligado a crear las condiciones necesarias para que cualquier recurso [a favor del detenido]
pueda” tener resultados efectivos19. Este Tribunal ha destacado que
la incomunicación del detenido debe ser excepcional, porque causa a
éste sufrimientos morales y perturbaciones psíquicas, ya que lo coloca
en una situación de particular vulnerabilidad y acrecienta el riesgo de
agresión y arbitrariedad en las cárceles20, y porque pone en peligro la
puntual observancia del debido proceso legal. (Cf. Párrafo 127)
16 Cfr. Eur. Court HR, Iwanczuk v. Poland (App. 25196/94) Judgment of 15 November
2001, para. 53.
17 Cfr., Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota 4, párr. 96; Caso Bámaca Velásquez, supra nota 30, párr. 150; y Caso Cantoral Benavides, supra nota 30, párr. 90.
18 Cfr., Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota 4, párr. 100. En igual sentido, cfr., Eur.
Court HR, Salman v. Turkey judgment of 27 June 2000, Reports of Judgments and Decisions
2000-VII, párr. 98; Eur. Court HR, Timurtas v. Turkey judgment of 13 June 2000, Reports of
Judgments and Decisions 2000-VI, párr. 82; Eur. Court HR, Selmouni v. France judgment of
28 July 1999, Reports of Judgments and Decisions 1999-V, párr. 87; Eur. Court HR, Ribitsch
v. Austria, supra nota 78, párr. 34; and Eur. Court H. R., Case of Tomasi v. France, supra
nota 78, párrs. 108-110.
19 Cfr., Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota 4, párr. 85; Caso Bámaca Velásquez,
supra nota 30, párr. 194; y Caso de la “Panel Blanca” (Paniagua Morales y otros), supra
nota 30, párr. 167.
20 Cfr., Caso Bámaca Velásquez, supra nota 30, párr. 150; Caso Cantoral Benavides, supra nota 30, párr. 82; y Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros), supra
nota 69, párr. 164.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Para salvaguardar los derechos de los niños detenidos, especialmente su derecho a la integridad personal, es indispensable que se
les separe de los detenidos adultos. Y, como lo estableciera este Tribunal, las personas encargadas de los centros de detención de niños
infractores o procesados deben estar debidamente capacitadas para el
desempeño de su cometido21. Finalmente, el derecho de los detenidos
de establecer comunicación con terceros, que les brindan o brindarán
asistencia y defensa, se corresponde con la obligación de los agentes
estatales de comunicar inmediatamente la detención del menor a esas
personas, aún cuando éste no lo haya solicitado22. (Cf. Párrafo 136)
La Corte considera probado que en la época de los hechos se llevaban
a cabo en la Argentina prácticas policiales que incluían las denominadas
razzias, detenciones por averiguaciones de identidad y detenciones por
edictos contravencionales de policía. El Memorandum 40 facultaba a los
policías para decidir si se notificaba o no al juez de menores respecto
de los niños o adolescentes detenidos (supra 69.A.1). Las razzias son incompatibles con el respeto a los derechos fundamentales, entre otros, de
la presunción de inocencia, de la existencia de orden judicial para detener –salvo en hipótesis de flagrancia- y de la obligación de notificar a los
encargados de los menores de edad. (Cf. Párrafo 137)
El Estado debe respetar el derecho a la vida de toda persona bajo su
jurisdicción, consagrado en el artículo 4 de la Convención Americana.
Esta obligación presenta modalidades especiales en el caso de los menores de edad, teniendo en cuenta como se desprende de las normas
sobre protección a los niños establecidos en la Convención Americana
y en la Convención de Derechos del Niño. La condición de garante del
Estado con respecto a este derecho, le obliga a prevenir situaciones que
pudieran conducir, por acción u omisión, a la afectación de aquél. Como
lo señalara este Tribunal anteriormente (supra 110-121) y para efectos
del caso concreto, si Walter David Bulacio fue detenido en buen estado de salud y posteriormente, murió, recae en el Estado la obligación
de proveer una explicación satisfactoria y convincente de lo sucedido y
desvirtuar las alegaciones sobre su responsabilidad, mediante elementos probatorios válidos23. Efectivamente, en su condición de garante el
21 Cfr., Condición jurídica y derechos humanos del niño, supra nota 4, párr. 78.
22 Cfr., Council of Europe. Committee on the Prevention of Torture, 9th General Report
[CPT/Inf (99) 12], para. 21.
23 Cfr., Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota 4, párr. 100. En igual sentido, cfr., Eur.
Court HR, Salman v. Turkey, supra nota 83, para. 98; Eur. Court HR, Timurtas v. Turkey,
supra nota 83, para. 82; Eur. Court HR, Selmouni v. France, supra nota 83, para. 87; Eur.
Court HR, Ribitsch v. Austria, supra nota 78, para. 34; and Eur. Court H. R., Case of Tomasi
v. France, supra nota 78, paras. 108-110.
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90
Derecho a la integridad personal
Estado tiene tanto la responsabilidad de garantizar los derechos del individuo bajo su custodia como la de proveer la información y las pruebas
relacionadas con lo que suceda al detenido24. (Cf. Párrafo 138)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 162)
La Corte decide por unanimidad,
(…) que conforme a los términos del reconocimiento de responsabilidad internacional efectuado por el Estado, éste violó los derechos
consagrados en los artículos 4, 5, 7 y 19 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos en perjuicio de Walter David Bulacio, y los
derechos consagrados en los artículos 8 y 25 también de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos en perjuicio de Walter David Bulacio y sus familiares, todos en relación con los artículos 1.1 y 2 de la
Convención 63 Americana sobre Derechos Humanos, en los términos
del párrafo 38 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 162)
Voto razonado del juez A.A. Cançado Trindade
II. De la Fragilidad a la Solidaridad Humana
24. (…) Como fue señalado en un peritaje en la memorable audiencia pública del 06 de marzo de 2003, ante la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, en el presente caso Bulacio versus Argentina25,
24 Cfr., Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota 4, párr. 111; Caso Durand y Ugarte, supra nota 30, párr. 65; y Caso Cantoral Benavides, supra nota 30, párr. 55. En este mismo
sentido la Corte Europea ha formulado una extensa jurisprudencia: Eur. Court HR, Aksoy
v. Turkey. judgment of 18 December 1996, Reports of Judgments and Decisions 1996-VI,
para. 61; Eur. Court HR, Salman v. Turkey, supra nota 83, para. 98; Eur. Court HR, Timurtas
v. Turkey, supra nota 83, para. 82; Eur. Court HR, Selmouni v. France, supra nota 83, para.
87; Eur. Court HR, Ribitsch v. Austria, supra nota 78, para. 34; y and Eur. Court H. R., Case
of Tomasi v. France, supra nota 78, paras. 108-111.
25 Dicha audiencia pública en el caso Bulacio versus Argentina es memorable por más de
un motivo. Quedará en la memoria de todos los que de ella participaron, sobre todo, por
el espíritu de respeto y dignidad que a ella supieron imprimir todos los intervenientes: las
representantes de los familiares de la víctima, los de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, así como los del Estado demandado, se mostraron genuina e igualmente
dispuestos a llegar a una solución satisfactoria para el caso en sus alegatos ante la Corte.
La referida audiencia, además, ya forma parte de la historia del Tribunal, pues fue la última
que se realizó en la primera sala de audiencias (que, con la ampliación de sus instalaciones,
ya no existe), utilizada desde que empezó a funcionar la Corte hasta entonces. Por esta
razón, al cerrarla, me permití anunciar: - “a partir del momento en que yo haga sonar el
mazo, esta sala dejará de ser una sala de audiencia y pasará a ser parte de la historia de
esta Corte” (CtIADH, Transcripción de la Audiencia Pública..., op. cit. supra n. (1), p. 56). Difícilmente podría este primer gran capítulo de la historia de la operación de la Corte tener
un cierre más adecuado y conmovedor que la referida audiencia pública en el caso Bulacio.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
mientras que la persona que pierde su cónyuge se torna viudo o viuda,
el que pierde el padre o la madre se torna huérfano, los idiomas (con
excepción del hebreo) no tienen un término correspondiente para el
padre o la madre que pierde su hijo o hija. La única calificación (en
hebreo) de esta situación traduce “la idea de abatimiento del alma”26.
25. Este vacío semántico se debe a la intensidad del dolor, que hace
con que los idiomas eviten nominarlo; hay situaciones de tan intenso e
insoportable dolor que simplemente “no tienen nominación”27. Es como
si nadie se atreviera a caracterizar la condición de la persona que las
padezca. En el marco conceptual de lo que se llama -quizás inadecuadamente- “reparaciones”, estamos ante un daño verdaderamente irreparable. La restitutio in integrum es una imposibilidad en relación con
la violación no sólo del derecho fundamental a la vida, sino, a mi juicio,
también de otros derechos humanos, como, v.g., el derecho a la integridad personal28. En circunstancias como las aquí consideradas -entre
otras tantas-, las reparaciones por violaciones de los derechos humanos
proporcionan a los victimados tan sólo los medios para atenuar su sufrimiento, tornándolo menos insoportable, quizás soportable.
Voto razonado concurrente del juez Sergio García Ramírez
a la sentencia dictada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Bulacio vs. Argentina, el 18 de septiembre del 2003
8. (…) ha bastado a la Corte con recoger el reconocimiento de responsabilidad que hace el Estado -expuesto en el acuerdo entre las partes y confirmado en la audiencia celebrada ante el Tribunal- por lo que
toca a la violación de diversos preceptos de la Convención Americana,
que se mencionan específicamente y que abarcan, entre otros, los derechos a la integridad y a la vida: artículos 2, 4, 5, 7, 8 y 25. Lógicamente, el reconocimiento de responsabilidad supone que el Estado considera que hubo, en efecto, conductas de sus agentes que significaron la
afectación de derechos de la víctima en puntos tales como la integridad
y la vida. El incumplimiento del deber de custodia que admite el Estado
-al que me referiré nuevamente, infra, párrs. 22-24, cuando examine la
calidad de garante que asume el Estado con respecto a personas sujetas a su jurisdicción y control inmediato-, puede comprender diversas
conductas, tanto activas como omisivas, que conducen a vulnerar bie26 Cf. CtIADH, Transcripción de la Audiencia Pública..., op. cit. supra n. (1), pp. 15 y 23
(circulación interna).
27 Ibid., p. 23 (peritaje de la psicóloga Sra. Graciela Guilis).
28 Un sobreviviente de la tortura, por ejemplo, jamás será la misma persona.
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92
Derecho a la integridad personal
nes jurídicos y derechos contenidos en la Convención: una vulneración
que abarca, por ejemplo, la integridad y la vida.
(...)
23. Como establecimientos y sistemas, la prisión y las instituciones
de detención y “tratamiento” para menores de edad corresponden a la
categoría de las “instituciones totales”, en las que la existencia se halla
sujeta a régimen minucioso y exhaustivo. El campo de la libertad se reduce drásticamente en manos del Estado rector de la institución y, por
ende, de la vida de quienes se hallan “institucionalizados”. Por lo tanto,
el Estado, cuyo ámbito de autoridad crece extraordinariamente, debe
asumir las consecuencias de esa autoridad. En tal virtud, responde de
muchas cosas que normalmente correrían bajo la responsabilidad de
los interesados, dueños de su conducta. Por eso tiene un extraordinario “deber de cuidado”, que no existiría en circunstancias diferentes.
24. Así, el Estado es garante de la vida, la integridad, la salud, entre otros bienes y derechos, de los detenidos, como lo es de que las
restricciones correspondientes a la detención no vayan más allá de
lo que resulte inherente a ésta, conforme a su naturaleza. En mi Voto
particular concurrente en el Caso Hilaire, Constantine, Benjamin y otros
vs. Trinidad y Tobago, Sentencia del 21 de junio de 2002, señalé que la
función de garante implica: a) omitir todo aquello que pudiera infligir
al sujeto privaciones más allá de las estrictamente necesarias para los
efectos de la detención o el cumplimiento de la condena, por una parte,
y b) proveer todo lo que resulte pertinente -conforme a la ley aplicablepara asegurar los fines de la reclusión: seguridad y readaptación social,
regularmente, por la otra”.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Hermanos Gómez Paquiyauri Vs. Perú
Fecha de Sentencia: 8 de julio de 2004
Víctimas: Hermanos Emilio Moisés y Rafael Samuel Gómez
Paquiyauri
Estado parte: Perú
Hechos del caso
Rafael Samuel Gómez Paquiyauri nació el 7 de febrero de 1974 en
San Miguel, Lima. Su hermano, Emilio Moisés Gómez Paquiyauri nació
el 6 de febrero de 1977 en San Miguel, Lima. Ambos eran estudiantes
en la época de los hechos, y ocasionalmente ayudaban a su padre en
diferentes labores, incluida la reparación de buques. En la mañana del
21 de junio de 1991, Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri
se dirigían al trabajo de su madre en la provincia de El Callao, cuando
fueron interceptados y detenidos por agentes de la Policía Nacional
Peruana que buscaban personas involucradas en supuestos actos terroristas, en cumplimento del plan “Cerco Noventiuno”. Luego de su
detención, Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri fueron
arrojados al suelo, golpeados a puntapiés, y un policía se paró sobre
sus espaldas. Enseguida los policías les cubrieron la cabeza y así los
arrastraron a la maletera de un auto patrullero. Estas acciones fueron
captadas por cámaras de televisión del Noticiero “90 segundos” difundido por el Canal 2 de la televisión nacional peruana.
Los hermanos Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri
fueron entonces trasladados, bajo custodia policial, hasta un lugar
llamado “Pampa de los Perros”, donde fueron golpeados a culatazos de escopeta y posteriormente asesinados mediante disparos
con armas de fuego en la cabeza, tórax y otras partes del cuerpo.
Aproximadamente una hora después de su detención, los cadáveres
de Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri fueron ingresados a la morgue del hospital San Juan, el cual actualmente se llama
“Daniel Alcides Carrión”, como NN (No Identificados). Antes de mo-
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Derecho a la integridad personal
rir, Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri fueron objeto
de torturas producidas por agentes de la Policía Nacional del Perú.
En la morgue, los cuerpos de Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez
Paquiyauri estaban llenos de sangre y tierra, sucios, mojados; había
masa encefálica en sus cabellos y Emilio tenía uno de sus dedos desprendidos. Ambos tenían los ojos vaciados. Los agentes estatales
involucrados en los hechos trataron de presentar ante la opinión
pública a Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri como si
hubieran sido terroristas, y su muerte se hubiera producido en el
marco de un enfrentamiento armado.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos:
Medidas provisionales
El 7 de mayo de 2004 la representante de las presuntas víctimas
y sus familiares solicitó al Tribunal que “tom[ara] las medidas que
cre[yera] conveniente para que […] los miembros de la familia Gómez
Paquiyauri […] no sufran represalias por su posición como [presuntas] víctimas en este caso ni acoso u hostigamiento con injerencias en
su domicilio con presiones y amenazas” para conminarlos a “aceptar”
soluciones amistosas por parte del Agente del Estado peruano u otros
agentes del Estado en este proceso. (Cf. Párrafo 36)
Asimismo, el 7 de mayo de 2004, la Corte emitió una Resolución en
la que decidió:
1. Requerir al Estado que adopt[ara], sin dilación, las medidas
necesarias para proteger la vida e integridad personal de los
miembros de la familia Gómez Paquiyauri que declararon ante
la Corte, señores Ricardo Samuel Gómez Quispe, Marcelina Paquiyauri Illanes de Gómez, Lucy Rosa Gómez Paquiyauri, Miguel
Ángel Gómez Paquiyauri, y Jacinta Peralta Allccarima, y los que se
encuentran en el Perú, a saber: los señores Ricardo Emilio, Carlos
Pedro, y Marcelina Haydée, todos Gómez Paquiyauri, y la menor
Nora Emely Gómez Peralta.
2.Requerir al Estado que adopt[ara], sin dilación, las medidas necesarias para proteger la vida e integridad personal del señor Ángel del Rosario Vásquez Chumo y los miembros de su familia.
[…]
En la misma Resolución, la Corte requirió al Estado que diera participación a los beneficiarios de medidas provisionales en la planificación e implementación de las mismas, y estableció plazos para que éste
presentara informes sobre las medidas provisionales, y la Comisión Interamericana y la representante de los beneficiarios de las medidas
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
provisionales integrantes de la familia Gómez Paquiyauri remitieran
sus observaciones a dichos informes. (Cf. Párrafo 38)
Violación del artículo 5, en relación con el artículo 1.1 de la
CADH. Artículos 1, 6 y 9 de la Convención Interamericana para
prevenir y sancionar la tortura
Consideraciones de la Corte
El artículo 5 de la Convención Americana dispone que:
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física,
psíquica y moral.
2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles,
inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será
tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano. (Cf. Párrafo 104)
[…]
La Convención Interamericana contra la Tortura establece:
Artículo 1
Los Estados partes se obligan a prevenir y a sancionar la tortura en
los términos de la […] Convención [Interamericana contra la Tortura].
Artículo 2
Para los efectos de la presente Convención se entenderá por tortura todo acto realizado intencionalmente por el cual se inflijan
a una persona penas o sufrimientos físicos o mentales, con fines
de investigación criminal, como medio intimidatorio, como castigo personal, como medida preventiva, como pena o con cualquier
otro fin. Se entenderá también como tortura la aplicación sobre
una persona de métodos tendientes a anular la personalidad de
la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no
causen dolor físico o angustia psíquica.
Artículo 6
De conformidad con lo dispuesto en el artículo 1 [de la Convención
Interamericana contra la Tortura], los Estados partes tomarán medidas efectivas para prevenir y sancionar la tortura en el ámbito de
su jurisdicción.
Artículo 9
Los Estados partes se comprometen a incorporar en sus legislaciones nacionales normas que garanticen una compensación adecuada para las víctimas del delito de tortura. (Cf. Párrafo 105)
En el capítulo anterior, la Corte concluyó que el Estado violó el derecho a la libertad personal de Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez
Paquiyauri al haberlos detenido ilegal y arbitrariamente y haberlos
mantenido fuera del control judicial (supra párr. 100). En este capítulo,
es preciso determinar si durante el período que ambos hermanos Gó-
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96
Derecho a la integridad personal
mez Paquiyauri estuvieron detenidos bajo custodia policial, antes de
que sus cuerpos sin vida ingresaran al hospital San Juan, se conculcó
su derecho a la integridad personal, consagrado en el artículo 5 de la
Convención Americana y en los artículos 1, 6 y 9 de la Convención Interamericana contra la Tortura. (Cf. Párrafo 106)
En el presente caso, el Estado manifestó que “condena toda clase
de agresión a la integridad personal de los ciudadanos que se encuentran dentro de su territorio, y que por tanto en el caso de los [h]ermanos Gómez Paquiyauri, los tribunales peruanos se han encargado
de sancionar a los responsables de dicho delito, a través de un debido
proceso”29. (Cf. Párrafo 107)
En otras oportunidades, este Tribunal ha establecido que una “persona ilegalmente detenida se encuentra en una situación agravada de
vulnerabilidad, de la cual surge un riesgo cierto de que se le vulneren
otros derechos, como el derecho a la integridad física y a ser tratada
con dignidad”30. Igualmente, esta Corte ha señalado que basta con que
la detención ilegal haya durado breve tiempo para que se configure,
dentro de los estándares del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos, una conculcación a la integridad psíquica y moral31, y que
cuando se presentan dichas circunstancias es posible inferir, aun cuando no mediaran otras evidencias al respecto, que el trato que la víctima
recibió durante su incomunicación fue inhumano y degradante32. En
este caso, los hermanos Gómez Paquiyauri no sólo fueron ilegal y arbitrariamente detenidos, sino que se les impidió que operaran en su
beneficio todas las salvaguardas establecidas en el artículo 7 de la Convención Americana. (Cf. Párrafo 108)
Es pertinente además tener presente que la Corte ha dicho anteriormente que el mero hecho de ser introducido en la maletera de un vehículo
constituye una infracción al artículo 5 de la Convención que tutela
la integridad personal, ya que, aún cuando no hubiesen existido
otros maltratos físicos o de otra índole, esa acción por sí sola debe
29 Contestación del Estado a la demanda de la Comisión Interamericana y al escrito de
solicitudes, argumentos y pruebas de la representante de las presuntas víctimas y sus
familiares (expediente sobre el fondo y las eventuales reparaciones, tomo II, folio 254).
30 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 87; Caso Juan Humberto Sánchez, supra
nota 15, párr. 96; Caso Bámaca Velásquez, supra nota 68, párr. 150; y Caso Cantoral Benavides, supra nota 26, párr. 90.
31 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 87; Caso Juan Humberto Sánchez, supra
nota 15, párr. 98; Caso Bámaca Velásquez, supra nota 68, párr. 128; y Caso Cantoral Benavides, supra nota 26, párrs. 82 y 83.
32 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 87; Caso Juan Humberto Sánchez, supra
nota 15, párr. 98; Caso Bámaca Velásquez, supra nota 68, párr. 150; y Caso Cantoral Benavides, supra nota 26, párrs. 83, 84 y 89.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
considerarse claramente contraria al respeto debido a la dignidad
inherente al ser humano33.(Cf. Párrafo 109)
En el presente caso, las presuntas víctimas, durante su detención y
antes de su muerte, recibieron maltratos físicos y psíquicos consistentes en: ser arrojadas al suelo, golpeadas a puntapiés, un policía se paró
sobre sus espaldas y otros policías les cubrieron la cabeza (supra párr.
67.f). Además fueron golpeadas a culatazos de escopeta y posteriormente asesinadas mediante disparos con armas de fuego en la cabeza,
tórax y otras partes del cuerpo, presentando así evidencias de más lesiones y heridas de bala de las que hubieran sido suficientes para causarles la muerte, si esa hubiera sido la única intención de los agentes
de la Policía Nacional del Perú. (Cf. Párrafo 110)
La Corte ha indicado que la tortura está estrictamente prohibida
por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos34. La prohibición de la tortura es absoluta e inderogable, aun en las circunstancias
más difíciles, tales como guerra, amenaza de guerra, “lucha contra el
terrorismo” y cualesquiera otros delitos, estado de sitio o de emergencia, conmoción o conflicto interior, suspensión de garantías constitucionales, inestabilidad política interna u otras emergencias o calamidades públicas35.(Cf. Párrafo 111)
Se ha conformado un régimen jurídico internacional de prohibición
absoluta de todas las formas de tortura, tanto física como psicológica,
régimen que pertenece hoy día al dominio de jus cogens internacional36.(Cf. Párrafo 112)
La Corte Europea ha señalado que el análisis de la gravedad de los
actos que puedan constituir tratos crueles, inhumanos o degradantes
o tortura, es relativo y depende de todas las circunstancias del caso,
tales como la duración de los tratos, sus efectos físicos y mentales y, en
algunos casos, el sexo, edad y estado de salud de la víctima, entre otros
37
.(Cf. Párrafo 113)
Este Tribunal ya ha tenido la oportunidad de aplicar y declarar la
responsabilidad de un Estado por la violación de la Convención Intera33 Caso Castillo Páez, supra nota 26, párr. 66; y cfr. Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros), supra nota 68, párr. 164.
34 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 89; y Caso Cantoral Benavides, supra nota
26, párr. 95.
35 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 89; y Caso Cantoral Benavides, supra nota
26, párr. 95.
36 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 92; y Caso Cantoral Benavides, supra nota
26, párrs. 102 y 103.
37 Cfr. Eur. Court H.R., Case Ireland v. the United Kingdom, Judgment of 18 January 1978,
Series A No. 25, para. 162.
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Derecho a la integridad personal
mericana contra la Tortura38. En el presente caso, ejercerá su competencia material para aplicar dicha Convención, que entró en vigor el 28
de febrero de 1987, y fue ratificada por el Perú el 28 de marzo de 1991.
Los artículos 1, 6 y 9 de dicho tratado obligan a los Estados partes a
tomar todas las medidas efectivas para prevenir y sancionar todos los
actos de tortura dentro del ámbito de su jurisdicción. (Cf. Párrafo 114)
Los hechos de este caso, efectuados de manera intencional, inflingieron graves sufrimientos físicos y mentales a las presuntas víctimas
(supra párrs 67.e a 67.j). (Cf. Párrafo 115)
Igualmente, entre los elementos de la noción de tortura establecidos en el artículo 2 de la Convención Interamericana contra la Tortura
se encuentra el infligir a una persona sufrimientos físicos o mentales
con cualquier fin39. En general, en las situaciones de violaciones masivas a los derechos humanos, el uso sistemático de tortura tiene como
fin el intimidar a la población. (Cf. Párrafo 116)
En consecuencia, la Corte considera que el conjunto de hechos señalados, teniendo en particular consideración que las presuntas víctimas
eran menores de edad, constituyen signos evidentes de tortura, a la luz de
la definición del artículo 2 de la Convención Interamericana contra la Tortura, en violación del artículo 5 de la Convención Americana, en relación
con el artículo 1.1 de la misma, y las obligaciones previstas en los artículos 1, 6 y 9 de la Convención Interamericana contra la Tortura, en perjuicio de Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri. (Cf. Párrafo 117)
En cuanto a los familiares de las víctimas de violaciones de los derechos humanos, esta Corte ha señalado, en otras oportunidades, que
éstos pueden ser, a su vez, víctimas40. En el caso sub judice, la vulneración
del derecho a la integridad psíquica y moral de los familiares de Rafael
Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri es consecuencia directa de
la detención ilegal y arbitraria de éstos el día 21 de junio de 1991; de
los malos tratos y torturas sufridos por éstos durante su detención, y de
la muerte de ambos aproximadamente una hora después de haber sido
38 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 95; Caso Bámaca Velásquez, supra nota 68,
párr. 223; Caso Cantoral Benavides, supra nota 26, párr. 191; Caso de los “Niños de la Calle”
(Villagrán Morales y otros), supra nota 68, párrs. 248 a 252; y Caso de la “Panel Blanca”
(Paniagua Morales y otros). Sentencia de 8 de marzo de 1998. Serie C No. 37, párr. 136.
39 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 91; y Caso Cantoral Benavides, supra nota
26, párr. 100.
40 Cfr. Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota 15, párr. 101; Caso Bámaca Velásquez,
supra nota 68, párr. 160; Caso Cantoral Benavides, supra nota 26, párr. 105; Caso de los
“Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros), supra nota 68, párrs. 175 y 176; y Caso
Castillo Páez. Reparaciones (art. 63.1 Convención Americana sobre Derechos Humanos).
Sentencia de 27 de noviembre de 1998. Serie C No. 43, párr. 59.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
detenidos, así como de la presentación oficial de los hechos como “un
enfrentamiento con elementos subversivos”. Todo lo señalado generó en
sus familiares inmediatos sufrimientos e impotencia ante las autoridades estatales, razón por la cual, en este caso, los familiares pueden ser
considerados víctimas de tratos crueles, inhumanos y degradantes41, en
violación del artículo 5 de la Convención Americana. (Cf. Párrafo 118)
Por lo anterior, la Corte considera que el Estado violó el artículo 5
de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de Marcelina Paquiyauri Illanes de Gómez; Ricardo
Samuel Gómez Quispe; Marcelina Haydée, Ricardo Emilio, Carlos Pedro, Lucy Rosa y Miguel Ángel, todos Gómez Paquiyauri; y Jacinta Peralta Allccarima. (Cf. Párrafo 119)
Sobre los derechos del niño (artículo 19) en relación con el artículo 1.1 de la CADH
Consideraciones de la Corte
El artículo 19 de la Convención Americana dispone que
[t]odo niño tiene derecho a las medidas de protección que su condición de menor requieren por parte de su familia, de la sociedad y
del Estado. (Cf. Párrafo 160)
En relación con el mencionado artículo, el Estado señaló que “efectivamente [est[á] en la obligación de garantizar medidas de protección
al menor y adolescente, en cuanto a salvaguardar sus derechos y libertades que se le garantiza por el s[ó]lo [hecho] de ser sujeto de derecho.
Y que [,] por tanto[,] en el caso concreto los agentes del Estado en vez
de velar y proteger los derechos de los hermanos Gómez Paquiyauri,
han violado sus derechos fundamentales”. (Cf. Párrafo 161)
Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri eran niños de
14 y 17 años, respectivamente, cuando fueron detenidos ilegal y arbitrariamente, torturados y ejecutados extrajudicialmente por agentes
de la Policía Nacional del Perú42. El Tribunal considera que revisten
especial gravedad los casos en los cuales las víctimas de violaciones a
los derechos humanos son niños, ya que sus derechos se encuentran
recogidos no sólo en la Convención Americana, sino también en nu41 Cfr. Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota 15, párr. 101; Caso Bámaca Velásquez,
supra nota 68, párr. 162; y Case of Kurt v. Turkey, supra nota 85, paras. 130-134.
42 La Corte ya ha establecido que “[e]n definitiva, tomando en cuenta la normativa internacional y el criterio sustentado por la Corte en otros casos, se entiende por ‘niño’ a toda
persona que no ha cumplido 18 años de edad”. Condición Jurídica y Derechos Humanos
del Niño. Opinión Consultiva OC-17/02 de 28 de agosto de 2002. Serie A No. 17, párr. 42;
y cfr. Caso Bulacio, supra nota 6, párr. 133.
99
100
Derecho a la integridad personal
merosos instrumentos internacionales, ampliamente aceptados por
la comunidad internacional, entre los cuales se destaca la Convención sobre los Derechos del Niño de la Organización de las Naciones
Unidas, “que hacen recaer en el Estado el deber de adoptar medidas
especiales de protección y asistencia en favor de los niños bajo su
jurisdicción”43. (Cf. Párrafo 162)
En esta materia, cuando se trata de la protección de los derechos
del niño y de la adopción de medidas para lograr dicha protección, rige
el principio del interés superior del niño, que se funda “en la dignidad
misma del ser humano, en las características propias de los niños y en
la necesidad de propiciar el desarrollo de éstos, con pleno aprovechamiento de sus potencialidades”44. (Cf. Párrafo 163)
El artículo 19 de la Convención Americana impone a los Estados
la obligación de adoptar “medidas de protección” requeridas por su
condición de niños. El concepto “medidas de protección” puede ser
interpretado tomando en cuenta otras disposiciones. Esta Corte ha
dicho que “al dar interpretación a un tratado no sólo se toman en
cuenta los acuerdos e instrumentos formalmente relacionados con
éste (inciso segundo del artículo 31 de la Convención de Viena), sino
también el sistema dentro del cual se inscribe (inciso tercero del artículo 31)”45. (Cf. Párrafo 164)
El Tribunal ha señalado anteriormente que esta orientación tiene
particular importancia para el Derecho Internacional de los Derechos
Humanos, el que ha avanzado sustancialmente mediante la interpretación evolutiva de los instrumentos internacionales de protección46.
Sobre el particular, esta Corte ha entendido que
[t]al interpretación evolutiva es consecuente con las reglas generales de interpretación de los tratados consagradas en la Convención
de Viena de 1969. Tanto esta Corte […] como la Corte Europea [...],
han señalado que los tratados de derechos humanos son instrumentos vivos, cuya interpretación tiene que acompañar la evolución de
los tiempos y las condiciones de vida actuales47.(Cf. Párrafo 165)
43 Caso Bulacio, supra nota 6, párr. 133; y Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros), supra nota 68, párr. 188.
44 Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño, supra nota 122, párr. 56; y cfr. Caso
Bulacio, supra nota 6, párr. 134.
45 El Derecho a la Información sobre la Asistencia Consular en el marco de las Garantías
del Debido Proceso Legal, supra nota 82, párr. 113; y cfr. Caso de los “Niños de la Calle”
(Villagrán Morales y otros), supra nota 68, párr. 192.
46 Cfr. Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros), supra nota 68, párr. 193.
47 El Derecho a la Información sobre la Asistencia Consular en el marco de las Garantías
del Debido Proceso Legal, supra nota 82, párr. 114; y cfr. Caso de los “Niños de la Calle”
(Villagrán Morales y otros), supra nota 68, párr. 193.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Tanto la Convención Americana como la Convención sobre los Derechos del Niño forman parte de un amplio corpus juris internacional
de protección de los niños que sirve a esta Corte para fijar el contenido
y los alcances de la disposición general definida en el artículo 19 de la
Convención Americana48. (Cf. Párrafo 166)
La Convención sobre los Derechos del Niño, la cual ha sido ratificada
de forma prácticamente universal, contiene diversas disposiciones que
se refieren a las obligaciones del Estado en relación con los menores que
se encuentren en supuestos fácticos similares a los que se examinan en
este caso y pueden arrojar luz, en relación con el artículo 19 de la Convención Americana, sobre la conducta que el Estado debió haber observado ante la misma. Dichas disposiciones son transcritas a continuación:
Artículo 2
1. Los Estados Partes respetarán los derechos enunciados en la
presente Convención y asegurarán su aplicación a cada niño sujeto
a su jurisdicción, sin distinción alguna, independientemente de la
raza, el color, el sexo, el idioma, la religión, la opinión política o
de otra índole, el origen nacional, étnico o social, la posición económica, los impedimentos físicos, el nacimiento o cualquier otra
condición del niño, de sus padres o de sus representantes legales.
2. Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para
garantizar que el niño se vea protegido contra toda forma de discriminación o castigo por causa de la condición, las actividades, las
opiniones expresadas o las creencias de sus padres, o sus tutores
o de sus familiares.
Artículo 6
1. Los Estados Partes reconocen que todo niño tiene el derecho
intrínseco a la vida.
2. Los Estados Partes garantizarán en la máxima medida posible la
supervivencia y el desarrollo del niño.
Artículo 37
Los Estados Partes velarán por qué:
a) Ningún niño sea sometido a torturas ni a otros tratos o penas
crueles, inhumanas o degradantes…;
b) Ningún niño sea privado de su libertad ilegal o arbitrariamente.
La detención, el encarcelamiento o la prisión de un niño se llevará
a cabo de conformidad con la ley y se utilizará tan sólo como medida de último recurso y durante el período más breve que proceda;
c) Todo niño privado de libertad sea tratado con la humanidad y el
respeto que merece la dignidad inherente a la persona humana, y
48 Cfr. Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño, supra nota 122, párr. 24; y Caso
de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros), supra nota 68, párr. 194.
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Derecho a la integridad personal
de manera que se tengan en cuenta las necesidades de las personas de su edad. En particular, todo niño privado de libertad estará
separado de los adultos, a menos que ello se considere contrario
al interés superior del niño, y tendrá derecho a mantener contacto
con su familia por medio de correspondencia y de visitas, salvo en
circunstancias excepcionales;
d) Todo niño privado de su libertad tendrá derecho a un pronto
acceso a la asistencia jurídica y otra asistencia adecuada, así como
derecho a impugnar la legalidad de la privación de su libertad ante
un tribunal u otra autoridad competente, independiente e imparcial y a una pronta decisión sobre dicha acción. (Cf. Párrafo 167)
Las normas transcritas permiten precisar, en variadas direcciones,
los alcances de las “medidas de protección” a que alude el artículo 19
de la Convención Americana. Entre ellas, merecen ser destacadas las
referentes a la no discriminación, a la prohibición de la tortura y a las
condiciones que deben observarse en casos de privación de la libertad
de niños. (Cf. Párrafo 168)
Por otro lado, a la luz de estas disposiciones y en relación con la
detención de menores, como lo ha señalado la Corte y se reconoce en
diversos instrumentos internacionales, la misma debe ser excepcional
y por el período más breve posible49.(Cf. Párrafo 169)
Asimismo, como la Corte lo analizó en el capítulo correspondiente
a la violación del artículo 5 de la Convención y las disposiciones de
la Convención Interamericana contra la Tortura (supra párr. 117), el
hecho de que las presuntas víctimas fueran niños obliga a la aplicación
de un estándar más alto para la calificación de acciones que atenten
contra su integridad personal. (Cf. Párrafo 170)
Finalmente, como ya lo señaló la Corte en un capítulo anterior (supra párr. 124), la obligación del Estado de respetar el derecho a la vida
de toda persona bajo su jurisdicción presenta modalidades especiales
en el caso de los menores de edad, como se desprende de las normas
sobre protección a los niños establecidas en la Convención Americana
y en la Convención sobre los Derechos del Niño; y se transforma en una
obligación de “prevenir situaciones que pudieran conducir, por acción
u omisión, a la afectación de aquél”50. (Cf. Párrafo 171)
Es claro para esta Corte que los actos perpetrados contra Rafael
Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri en el presente caso, en los
que se vieron involucrados agentes del Estado, contravienen estas pre49 Cfr. Caso Bulacio, supra nota 6, párr. 135; En el mismo sentido, cfr. artículo 37.b de la
Convención sobre los Derechos del Niño; y reglas 13 y 19 de las Reglas Mínimas de Naciones Unidas para la Administración de Justicia de Menores (Reglas de Beijing) (1985).
50 Cfr. Caso Bulacio, supra nota 6, párr. 138.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
visiones, de conformidad con lo expuesto en los capítulos precedentes
(supra párrs. 100, 117, 133 y 156). (Cf. Párrafo 172)
Por lo expuesto, la Corte considera que el Estado violó el derecho a
medidas especiales de protección para los menores consagrado en el
artículo 19 de la Convención Americana, en perjuicio de Rafael Samuel
y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri. (Cf. Párrafo 173)
Reparaciones (Aplicación del artículo 63.1 de la Convención)
Obligación de Reparar
Consideraciones de la Corte
De acuerdo con lo expuesto en los capítulos anteriores, la Corte ha
encontrado que con ocasión de los hechos de este caso se violaron los
artículos 4, 5, 7, 8, 19 y 25 de la Convención Americana, todos ellos en
relación con el artículo 1.1 de la misma, así como los artículos 1, 6, 8 y 9
de la Convención Interamericana contra la Tortura, en perjuicio de Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri; los artículos 5, 8, 11 y
25 de la Convención Americana, todos ellos en relación con el artículo
1.1 de la misma, en perjuicio de Ricardo Samuel Gómez Quispe, Marcelina Paquiyauri Illanes de Gómez, Ricardo Emilio Gómez Paquiyauri,
Carlos Pedro Gómez Paquiyauri, Marcelina Haydeé Gómez Paquiyauri,
Lucy Rosa Gómez Paquiyauri y Miguel Ángel Gómez Paquiyauri; los artículos 5 y 11 de la Convención Americana, en relación con el artículo
1.1 de la misma, en perjuicio de Jacinta Peralta Allccarima; y el artículo
11 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en
perjuicio de Nora Emely Gómez Peralta. Este Tribunal ha señalado, en
su jurisprudencia en reiteradas ocasiones, que es un principio de Derecho Internacional que toda violación a una obligación internacional
que haya causado un daño51, genera una obligación de proporcionar
una reparación adecuada de dicho daño . A tales efectos, la Corte se ha
basado en el artículo 63.1 de la Convención Americana, según el cual,
[c]uando decida que hubo violación de un derecho o libertad protegidos en [la] Convención, la Corte dispondrá que se garantice al
lesionado en el goce de su derecho o libertad conculcados. Dispondrá asimismo, si ello fuera procedente, que se reparen las consecuencias de la medida o situación que ha configurado la vulneración de esos derechos y el pago de una justa indemnización a la
parte lesionada. (Cf. Párrafo 187)
51 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 141; Caso Myrna Mack Chang, supra nota
5, párr. 234; y Caso Bulacio, supra nota 6, párr. 70.
103
104
Derecho a la integridad personal
Como lo ha señalado la Corte, el artículo 63.1 de la Convención
Americana recoge una norma consuetudinaria que constituye uno de
los principios fundamentales del derecho internacional contemporáneo sobre la responsabilidad de los Estados. De esta manera, al producirse un hecho ilícito imputable a un Estado, surge de inmediato la
responsabilidad internacional de éste por la violación de una norma
internacional, con el consecuente deber de reparación y de hacer cesar
las consecuencias de la violación52. (Cf. Párrafo 188)
La reparación del daño ocasionado por la infracción de una obligación internacional requiere, siempre que sea posible, la plena restitución (restitutio in integrum), la cual consiste en el restablecimiento de
la situación anterior a la violación. De no ser esto posible, como en el
presente caso, le corresponde a este Tribunal Internacional ordenar
que se adopten una serie de medidas para que, además de garantizarse
el respeto de los derechos conculcados, se reparen las consecuencias
que produjeron las infracciones y se efectúe el pago de una indemnización como compensación por los daños ocasionados en el caso pertinente53. Es necesario añadir las medidas de carácter positivo que el
Estado debe adoptar para asegurar que hechos lesivos como los del
presente caso no se repitan54. La obligación de reparar, que se regula en
todos los aspectos (alcance, naturaleza, modalidades y determinación
de los beneficiarios) por el derecho internacional, no puede ser modificada o incumplida por el Estado obligado invocando disposiciones de
su derecho interno55. (Cf. Párrafo 189)
Las reparaciones, como el término lo indica, consisten en las medidas
que tienden a hacer desaparecer o mitigar los efectos de las violaciones
cometidas. Su naturaleza y su monto dependen del daño ocasionado en
los planos tanto material como inmaterial56. En este sentido, las reparaciones que se establezcan, deben guardar relación con las violaciones declaradas en los capítulos anteriores en esta Sentencia. (Cf. Párrafo 190)
52 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 142; Caso Myrna Mack Chang, supra nota
5, párr. 235; y Caso Bulacio, supra nota 6, párr. 71.
53 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 143; Caso Myrna Mack Chang, supra nota
5, párr. 236; y Caso Bulacio, supra nota 6, párr. 72.
54 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 144; Caso Bulacio, supra nota 6, párr. 73;
y Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota 15, párr. 150.
55 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 143; Caso Myrna Mack Chang, supra nota
5, párr. 236; y Caso Bulacio, supra nota 6, párr. 72.
56 Cfr. Caso Myrna Mack Chang, supra nota 5, párr. 237.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Beneficiarios
La Corte resume ahora los argumentos de la Comisión Interamericana, de la representante de las víctimas y sus familiares y del Estado
sobre quiénes deben ser considerados beneficiarios de las reparaciones que la Corte dicte. (Cf. Párrafo 191)
Consideraciones de la Corte
La Corte procederá ahora a determinar la o las personas que constituyen en el presente caso la “parte lesionada”, en los términos del artículo 63.1 de la Convención Americana. (Cf. Párrafo 195)
En primer término, la Corte considera como “parte lesionada” a
Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri, en su carácter de
víctimas directas de las violaciones a los derechos consagrados en los
artículos 4, 5, 7, 8, 19 y 25 de la Convención Americana, en relación con
el artículo 1.1 del mismo tratado, así como en los artículos 1, 6, 8 y 9
de la Convención Interamericana contra la Tortura, por lo que serán
acreedores de las reparaciones que fije el Tribunal, tanto por concepto
de daño material, como de daño inmaterial. (Cf. Párrafo 196)
Por otro lado, los familiares de las víctimas, Ricardo Samuel Gómez
Quispe, su padre; Marcelina Paquiyauri Illanes de Gómez, su madre;
Ricardo Emilio Gómez Paquiyauri, Carlos Pedro Gómez Paquiyauri,
Marcelina Haydeé Gómez Paquiyauri, Lucy Rosa Gómez Paquiyauri,
Miguel Ángel Gómez Paquiyauri, sus hermanos, serán acreedores de
las reparaciones que determine el Tribunal en su carácter de víctimas
directas de las violaciones a los derechos consagrados en los artículos
5, 8, 11 y 25 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 de la misma. Por su parte, Jacinta Peralta Allccarima, novia de Rafael Samuel
Gómez Paquiyauri, será acreedora de las reparaciones que determine
el Tribunal en su carácter de víctima directa de las violaciones a los
derechos consagrados en los artículos 5 y 11 de la Convención. En la
misma forma, Nora Emely Gómez Peralta será acreedora de las reparaciones que determine el Tribunal en su carácter de víctima directa
de las violaciones a los derechos consagrados en el referido artículo
11 de la Convención. Asimismo, dichos familiares serán acreedores
de las reparaciones que el Tribunal fije en su carácter de lesionados
como consecuencia directa de la muerte de Rafael Samuel y Emilio
Moisés Gómez Paquiyauri. Al respecto, la Corte presume que los sufrimientos y la muerte de una ersona ocasionan a sus hijos57, cónyuge
57 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 169.a); Caso Myrna Mack Chang, supra
nota 5, párr. 264.a); Caso de la “Panel Blanca” (Paniagua Morales y otros). Reparaciones,
supra nota 116, párrs. 108, 125, 143 y 174; y Caso Cesti Hurtado. Reparaciones, supra
105
106
Derecho a la integridad personal
o compañera58, padres y hermanos un daño inmaterial59, por lo cual
no es necesario demostrarlo60. (Cf. Párrafo 197)
La Corte ha señalado, y lo reitera, que el derecho a la indemnización
por los daños sufridos por las víctimas hasta el momento de su muerte
se transmite por sucesión a sus herederos. En este sentido, el Tribunal
ha afirmado que
[e]s una regla común en la mayoría de las legislaciones que los sucesores de una persona son sus hijos. Se acepta también generalmente que el cónyuge participa de los bienes adquiridos durante el
matrimonio y algunas legislaciones le otorgan además un derecho
sucesorio junto con los hijos. Si no existen hijos ni cónyuge, el derecho privado común reconoce como herederos a los ascendientes.
Estas reglas generalmente admitidas en el concierto de las naciones deben ser aplicadas, a criterio de la Corte, en el presente litigio
a fin de determinar los sucesores de las víctimas en lo relativo a la
indemnización61. (Cf. Párrafo 198)
En el caso de Emilio Moisés Gómez Paquiyauri, éste no tenía ni cónyuge, ni compañera, ni hijos, por lo que la indemnización que le corresponde deberá ser entregada, en partes iguales, a sus padres, Ricardo Samuel
Gómez Quispe y Marcelina Paquiyauri Illanes de Gómez, en su carácter de
derechohabientes de Emilio Moisés Gómez Paquiyauri. (Cf. Párrafo 199)
nota 116, párrs. 40 y 54.
58 Cfr. Caso de la “Panel Blanca” (Paniagua Morales y otros). Reparaciones, supra nota 116,
párrs. 125, 173 y 174; y Caso Cesti Hurtado. Reparaciones, supra nota 116, párrs. 40 y 54.
59 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 169.c); Caso Myrna Mack Chang, supra
nota 5, párrs. 264.c) y f); Caso Bulacio, supra nota 6, párr. 98; Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota 15, párr. 175; Caso Trujillo Oroza. Reparaciones, supra nota 116, párr.
88.b); Caso Cantoral Benavides. Reparaciones, supra nota 108, párrs. 37 y 61 a) y d); Caso
de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros). Reparaciones, supra nota 116, párrs.
66 y 68; y Caso de la “Panel Blanca” (Paniagua Morales y otros). Reparaciones, supra nota
116, párrs. 108, 110, 125, 126, 143, 144 y 158.
60 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párrs. 169 y 169.b); Caso Myrna Mack Chang,
supra nota 5, párr. 264; Caso Bulacio, supra nota 6, párr. 98; Caso Juan Humberto Sánchez,
supra nota 15, párr. 175; Caso del Caracazo. Reparaciones, supra nota 17, párr. 50.e);
Caso Trujillo Oroza. Reparaciones, supra nota 116, párr. 88.b); Caso Bámaca Velásquez.
Reparaciones, supra nota 116, párr. 65.b); Caso Cantoral Benavides. Reparaciones, supra
nota 108, párrs. 37 y 61.a) y d); Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros).
Reparaciones, supra nota 116, párr. 66; y Caso de la “Panel Blanca” (Paniagua Morales y
otros). Reparaciones, supra nota 116, párrs. 108, 125, 143 y 158.
61 Caso Aloeboetoe y otros. Reparaciones (art. 63.1 Convención Americana sobre Derechos Humanos). Sentencia de 10 de septiembre de 1993. Serie C No. 15, párr. 62; En igual
sentido, cfr. Caso Bulacio, supra nota 6, párr. 85; Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota
15, párr. 164; Caso del Caracazo. Reparaciones, supra nota 17, párr. 91; Caso Trujillo Oroza. Reparaciones, supra nota 116, párr. 57; Caso Bámaca Velásquez. Reparaciones, supra
nota 116, párr. 32; y Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros). Reparaciones, supra nota 116, párr. 67.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
En el caso de Rafael Samuel Gómez Paquiyauri, la Corte ha tenido
por probado (supra párr. 67.u) que éste procreó una hija, Nora Emely
Gómez Peralta. Al respecto, la indemnización que le corresponda deberá ser repartida entre sus padres, Ricardo Samuel Gómez Quispe y
Marcelina Paquiyauri Illanes de Gómez, y su hija, Nora Emely Gómez
Peralta, de la siguiente manera:
a. el treinta por ciento (30%) de la indemnización se repartirá por
partes iguales entre los padres de la víctima; y
b. el setenta por ciento (70%) de la indemnización deberá ser entregado a su hija. (Cf. Párrafo 200)
Daño Material
De conformidad con los elementos probatorios recogidos durante
las diversas etapas del proceso y a la luz de los criterios establecidos
por este Tribunal en su jurisprudencia, a continuación la Corte procede
a analizar las pretensiones presentadas por la Comisión Interamericana, la representante de las víctimas y sus familiares y el Estado, con
el objeto de determinar las medidas de reparación relativas al daño
material. (Cf. Párrafo 201)
Consideraciones de la Corte
La Corte determinará en este acápite lo correspondiente al daño material, el cual supone la pérdida o detrimento de los ingresos de las víctimas
y, en su caso, de sus familiares y los gastos efectuados por estos últimos
como consecuencia de los hechos del presente caso62. (Cf. Párrafo 205)
a) Pérdida de ingresos
En el presente caso, el Tribunal ha tenido por probado que Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri eran estudiantes en la
época de los hechos. A pesar de que ha sido alegado que tanto Rafael
Samuel como Emilio Moisés Gómez Paquiyauri realizaban algunos
trabajos ocasionales en reparación de buques, la Corte no cuenta con
suficientes elementos probatorios para calcular exactamente a cuánto
ascendían sus ingresos. Sin embargo, el Tribunal estima presumible
y razonable suponer que ambos se hubieran incorporado al mercado
laboral en forma activa al concluir sus estudios. En razón de lo anterior,
la Corte decide fijar en equidad la cantidad de US$ 100.000,00 (cien
mil dólares de los Estados Unidos de América) como compensación
por la pérdida de ingresos de Rafael Samuel Gómez Paquiyauri, y la
62 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 155; Caso Myrna Mack Chang, supra nota
5, párr. 250; y Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota 15, párr. 162.
107
108
Derecho a la integridad personal
cantidad de US$ 100.000,00 (cien mil dólares de los Estados Unidos
de América) como compensación por la pérdida de ingresos de Emilio
Moisés Gómez Paquiyauri. Estas cantidades deberán ser repartidas de
conformidad con lo establecido en los párrafos 199 y 200 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 206)
b) Daño emergente
Una vez analizada la información recibida, así como la jurisprudencia establecida por la Corte y los hechos del caso, el Tribunal considera que la indemnización por daño material debe comprender también
una suma de dinero correspondiente a los gastos realizados por los
familiares de Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri, con
motivo de la muerte de éstos, entre otros, los gastos funerarios de ambas víctimas; el tratamiento médico que requirieron los hermanos de
las víctimas, Lucy Rosa y Miguel Ángel Gómez Paquiyauri, así como la
madre de los mismos, Marcelina Paquiyauri Illanes de Gómez; y cualquier gasto por tratamiento psicológico en que hubieren incurrido o en
que incurran los familiares por los daños sufridos como consecuencia
de las violaciones cometidas por el Estado. (Cf. Párrafo 207)
A este respecto, la Corte estima pertinente fijar, en equidad, la cantidad de US$ 40.500,00 (cuarenta mil quinientos dólares de los Estados Unidos de América) como indemnización por concepto de daño
emergente. Esta cantidad deberá ser entregada a los señores Ricardo
Samuel Gómez Quispe y Marcelina Paquiyauri Illanes de Gómez, padres de las víctimas. (Cf. Párrafo 208)
Daño Inmaterial
La Corte pasa a considerar aquellos efectos lesivos de los hechos del
caso que no tienen carácter económico o patrimonial. El daño inmaterial puede comprender tanto los sufrimientos y las aflicciones causados
a las víctimas directas y a sus allegados, el menoscabo de valores muy
significativos para las personas, así como las alteraciones, de carácter
no pecuniario, en las condiciones de existencia de la víctima o su familia. No siendo posible asignar al daño inmaterial un preciso equivalente monetario, sólo puede, para los fines de las reparaciones integrales
a las víctimas, ser objeto de compensación, y ello de dos maneras. En
primer lugar, mediante el pago de una cantidad de dinero o la entrega de
bienes o servicios apreciables en dinero, que el Tribunal determine en
aplicación razonable del arbitrio judicial y en términos de equidad. Y, en
segundo lugar, mediante la realización de actos u obras de alcance o repercusión públicos, tales como la transmisión de un mensaje de reprobación oficial a las violaciones de los derechos humanos de que se trata y
de compromiso con los esfuerzos tendientes a que no vuelvan a ocurrir y
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
que tengan como efecto la recuperación de la memoria de las víctimas, el
reconocimiento de su dignidad o el consuelo de sus deudos63. El primer
aspecto de la reparación de los daños inmateriales se analizará en esta
sección y el segundo en la siguiente. (Cf. Párrafo 211)
Consideraciones de la Corte
La jurisprudencia internacional ha señalado en reiteradas ocasiones que la sentencia constituye per se una forma de reparación. No obstante, por las circunstancias del presente caso, los sufrimientos que
los hechos causaron a las víctimas y a sus familiares, el cambio en las
condiciones de existencia de sus familiares y las demás consecuencias
de orden no material o no pecuniario que sufrieron éstos, la Corte estima pertinente el pago de una compensación, conforme a la equidad,
por concepto de daños inmateriales64. (Cf. Párrafo 215)
Al considerar y fijar las reparaciones por concepto de daño inmaterial, la Corte ha tomado en consideración las diversas clases de daños
inmateriales a los que la representante de las víctimas y sus familiares
y la Comisión han hecho referencia: la angustia de las víctimas antes de
morir como consecuencia de su detención ilegal y arbitraria y la tortura
de la que fueron objeto; el sufrimiento de los familiares de las víctimas
por la “gravedad de las violaciones”, así como por haber sido cometidas
éstas en perjuicio de dos de los miembros de la familia; las consecuencias “devastadoras” de los hechos del presente caso en la familia en su
conjunto, y en cada uno de sus miembros en forma individual, incluida
la pérdida del hijo de Marcelina Haydeé Gómez Paquiyauri; el dolor
causado por presentar a las víctimas como delincuentes que murieron
en un enfrentamiento armado; la angustia ante la subsistencia de una
situación de impunidad por no declarar la responsabilidad de todos
quienes ordenaron y encubrieron los hechos; y la estigmatización por
la asociación de los nombres de las víctimas con la calidad de “terroristas”, lo que incluso ha provocado que la hija de Rafael Samuel Gómez
Paquiyauri no esté legalmente inscrita como tal. (Cf. Párrafo 216)
Tal como lo ha señalado la Corte, el daño inmaterial infligido a las
víctimas resulta evidente, pues es propio de la naturaleza humana
que toda persona sometida a agresiones y vejámenes como los que se
cometieron contra Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri
(detención ilegal y arbitraria, torturas y muerte) experimente un pro63 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párrs. 161 y 171; Caso Myrna Mack Chang,
supra nota 5, párrs. 255 y 268; Caso Bulacio, supra nota 6, párrs. 90 y 105; y Caso Juan
Humberto Sánchez, supra nota 15, párr. 168.
64 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 166; Caso Myrna Mack Chang, supra nota
5, párr. 260; y Caso Bulacio, supra nota 6, párr. 96.
109
110
Derecho a la integridad personal
fundo sufrimiento moral65. Por esto, la Corte considera que este daño
inmaterial debe ser compensado en equidad, a cuyo efecto este Tribunal fija la cantidad de US$ 100.000,00 (cien mil dólares de los Estados
Unidos de América), para cada una de las víctimas, Rafael Samuel y
Emilio Moisés Gómez Paquiyauri, que serán entregadas a sus beneficiarios en los términos de los párrafos 199 y 200 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 217)
En el caso de los familiares inmediatos de Rafael Samuel y Emilio
Moisés Gómez Paquiyauri, es razonable concluir que las aflicciones sufridas por las víctimas se extienden a los miembros más cercanos de
la familia, particularmente a aquéllos que tenían un contacto afectivo
estrecho con ellos. Al respecto, la Corte considera que no se requiere
prueba para llegar a esa conclusión66. (Cf. Párrafo 218)
Dadas las circunstancias particulares del presente caso, que no permiten establecer fehacientemente el grado de padecimiento o aflicción
que puedan haber sufrido cada uno de los integrantes de la familia de
las víctimas, la Corte fija en equidad la cantidad de US$ 200.000,00 (doscientos mil dólares de los Estados Unidos de América) por concepto de
daño inmaterial. Esta cantidad será entregada por el Estado a los señores Ricardo Samuel Gómez Quispe y Marcelina Paquiyauri Illanes de Gómez, padres de las víctimas, quienes decidirán de acuerdo a su prudente
arbitrio lo referente a la utilización o distribución de dicha cantidad entre ellos y los demás miembros de la familia. (Cf. Párrafo 219)
Asimismo, para la reparación del daño inmaterial sufrido por Jacinta Peralta Allccarima y su hija Nora Emely Gómez Peralta, la Corte fija
en equidad, en beneficio de éstas, las cantidades de US$ 40.000,00 (cuarenta mil dólares de los Estados Unidos de América) y US$ 60.000,00
(sesenta mil dólares de los Estados Unidos de América), respectivamente. (Cf. Párrafo 220)
Otras Formas de Reparación (Medidas de satisfacción y Garantías de no repetición)
En este apartado el Tribunal entrará a determinar aquellas medidas
de satisfacción que buscan reparar el daño inmaterial, que no tienen
alcance pecuniario, así como también dispondrá medidas de alcance o
repercusión pública. Estas medidas buscan, inter alia, recuperar la me65 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 168; Caso Myrna Mack Chang, supra nota
5, párr. 262; Caso Bulacio, supra nota 6, párr. 98; y Caso Juan Humberto Sánchez, supra
nota 15, párr. 174.
66 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párrs. 169 y 169.b); Caso Myrna Mack Chang,
supra nota 5, párr. 264; y Caso Bulacio, supra nota 6, párr. 98.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
moria de las víctimas, el reconocimiento de su dignidad, el consuelo de
sus deudos o transmitir un mensaje de reprobación oficial de las violaciones de los derechos humanos de que se trata, así como evitar que
se repitan violaciones como las del presente caso67. (Cf. Párrafo 223)
Consideraciones de la Corte
a) Obligación de investigar los hechos que generaron las violaciones,
identificar y sancionar a los responsables
La Corte ha declarado, entre otros, que el Estado violó los artículos
8 y 25, en relación con el artículo 1.1 de la Convención, en perjuicio de
los familiares de la víctima, por la impunidad en la que se encuentran
el o los autores intelectuales de los hechos, lo que ha generado en éstos de las víctimas sentimientos de inseguridad, indefensión y angustia
(supra párr. 118). (Cf. Párrafo 227)
La Corte reconoce que en el presente caso la impunidad de los responsables no ha sido total, puesto que dos autores materiales han sido
juzgados y declarados culpables por los hechos (supra párr. 67.p). No
obstante, a la fecha de la presente Sentencia, después de más de trece
años, el o los autores intelectuales de los hechos aún no han sido juzgados ni sancionados. Por lo tanto, se ha configurado una situación de
grave impunidad, que constituye una infracción del deber del Estado
de investigar y sancionar a los responsables de los hechos violatorios
de los derechos humanos en el presente caso, que lesiona a los familiares de las víctimas y que propicia la repetición crónica de las violaciones de los derechos humanos de que se trata68. (Cf. Párrafo 228)
Este Tribunal se ha referido en reiteradas ocasiones al derecho que
asiste a lo familiares de las víctimas de conocer lo que sucedió y de
saber quiénes fueron los agentes del Estado responsables de los hechos69. Tal como lo ha señalado la Corte, “la investigación de los hechos
y la sanción de las personas responsables, […] es una obligación que
corresponde al Estado siempre que haya ocurrido una violación de los
derechos humanos y […] debe ser cumplida seriamente y no como una
mera formalidad”70. (Cf. Párrafo 229)
67 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 5, párr. 171; Caso Myrna Mack Chang, supra nota
5, párr. 268; Caso Cantoral Benavides. Reparaciones, supra nota 108, párr. 53; y Caso de
los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros). Reparaciones, supra nota 116, párr. 84.
68 Cfr. Caso Myrna Mack Chang, supra nota 5, párr. 272; Caso Bulacio, supra nota 6, párr.
120; y Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota 15, párrs. 143 y 185.
69 Cfr. Caso Myrna Mack Chang, supra nota 5, párr. 273; Caso Trujillo Oroza. Reparaciones,
supra nota 116, párr. 100; y Caso Cantoral Benavides. Reparaciones, supra nota 108, párr. 69.
70 Cfr. Caso Myrna Mack Chang, supra nota 5, párr. 273; Caso Trujillo Oroza. Reparaciones,
111
112
Derecho a la integridad personal
La Corte considera que las víctimas de graves violaciones de derechos humanos y sus familiares, en su caso, tienen el derecho a conocer
la verdad. En consecuencia, los familiares de las víctimas en el presente
caso tienen el derecho a ser informados de todo lo sucedido en relación
con dichas violaciones. Este derecho a la verdad ha venido siendo desarrollado por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos71; al ser
reconocido y ejercido en una situación concreta, ello constituye un medio
importante de reparación. Por lo tanto, da lugar a una expectativa que el
Estado debe satisfacer a los familiares de la víctima72.(Cf. Párrafo 230)
A la luz de lo anterior, para reparar este aspecto de las violaciones
cometidas, el Estado debe investigar efectivamente los hechos del presente caso, con el fin de identificar, juzgar y sancionar a todos los autores
intelectuales y demás responsables de la detención, torturas, y ejecución
extrajudicial de Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri. A tal
efecto, deberá adoptar todas las medidas judiciales y administrativas
necesarias con el fin de reabrir la investigación por los hechos del presente caso y localizar, juzgar y sancionar al o los autores intelectuales de
los mismos. Los familiares de las víctimas deberán tener pleno acceso
y capacidad de actuar en todas las etapas e instancias de dichas investigaciones, de acuerdo con la ley interna y las normas de la Convención
Americana. Asimismo, el Estado debe asegurar el cumplimiento efectivo
de la decisión que adopten los tribunales internos, en acatamiento de
esta obligación. El resultado del proceso deberá ser públicamente divulgado, para que la sociedad peruana conozca la verdad. (Cf. Párrafo 231)
La Corte advierte que el Estado debe garantizar que el proceso interno tendiente a investigar y sancionar a los responsables de los hechos de este caso surta sus debidos efectos. Además, el Estado deberá
supra nota 116, párr. 100; y Caso Cantoral Benavides. Reparaciones, supra nota 108, párr. 69.
71 Cfr. Caso Myrna Mack Chang, supra nota 5, párr. 274; Caso Trujillo Oroza. Reparaciones, supra nota 116, párr. 114; Caso Bámaca Velásquez. Reparaciones, supra nota 116,
párr. 76; Véase, por ejemplo, United Nations Human Rights Committee, Quinteros v. Uruguay, Communication No. 107/1981, decision of 21 July 1983; Naciones Unidas, Comisión
de Derechos Humanos, Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección
a las Minorías, 49º período de sesiones, Informe final revisado acerca de la cuestión de
la impunidad de los autores de violaciones de los derechos humanos (derechos civiles y
políticos) preparado por L. Joinet, UN General Assembly Doc. E/CN.4/Sub.2/1997/20/
Rev.1; y Naciones Unidas, Comisión de Derechos Humanos, Subcomisión de Prevención
de Discriminaciones y Protección a las Minorías, 45º período de sesiones, Estudio relativo al derecho de restitución, indemnización y rehabilitación a las víctimas de violaciones
flagrantes de los derechos humanos y las libertades fundamentales, Informe definitivo
presentado por Theo van Boven, Relator especial, E/CN.4/Sub .2/1993/8.
72 Cfr. Caso Myrna Mack Chang, supra nota 5, párr. 274; Caso Trujillo Oroza. Reparaciones, supra nota 116, párr. 114; Caso Bámaca Velásquez. Reparaciones, supra nota 116,
párr. 76; y Caso Castillo Páez, supra nota 26, párr. 90.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
abstenerse de recurrir a figuras como la amnistía, la prescripción y el
establecimiento de excluyentes de responsabilidad, así como medidas
que pretendan impedir la persecución penal o suprimir los efectos de
la sentencia condenatoria. (Cf. Párrafo 232)
En cuanto al cumplimiento de esta obligación de investigar y sancionar, la Corte ha establecido que:
[…] son inadmisibles las disposiciones de amnistía, las disposiciones de prescripción y el establecimiento de excluyentes de responsabilidad que pretendan impedir la investigación y sanción de los
responsables de las violaciones graves de los derechos humanos
tales como la tortura, las ejecuciones sumarias, extralegales o arbitrarias y las desapariciones forzadas, todas ellas prohibidas por
contravenir derechos inderogables reconocidos por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos73.(Cf. Párrafo 233)
b) Acto público de reconocimiento de responsabilidad internacional
y de desagravio a los familiares de Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez
Paquiyauri
Como consecuencia de las violaciones establecidas en el caso sub judice, la Corte considera que el Estado debe realizar un acto público de
reconocimiento de su responsabilidad en relación con los hechos de
este caso y de desagravio a las víctimas. Este acto deberá realizarse en
presencia de los familiares de las víctimas y también deberán participar
miembros de las más altas autoridades del Estado74.(Cf. Párrafo 234)
c) Publicación de las partes pertinentes de la Sentencia de la Corte
Asimismo, la Corte estima que como medida de satisfacción, el Estado debe publicar en el Diario Oficial y en otro diario de circulación
nacional, por una sola vez, el capítulo relativo a los hechos probados
de esta Sentencia, sin las notas al pie de página correspondientes, y la
parte resolutiva de la misma. (Cf. Párrafo 235)
d) Dar oficialmente el nombre de Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri a un colegio
Además, el Estado debe dar oficialmente el nombre de Rafael
Samuel Gómez Paquiyauri y Emilio Moisés Gómez Paquiyauri a un
centro educativo de la provincia de El Callao, mediante una ceremonia
pública y en presencia de los familiares de las víctimas. Ello contribui73 Caso Barrios Altos, supra nota 117, párr. 41; Caso del Caracazo. Reparaciones, supra
nota 17, párr. 119; Caso Trujillo Oroza. Reparaciones, supra nota 116, párr. 106; y Caso
Barrios Altos. Interpretación de Sentencia, supra nota 117, párr. 15.
74 Cfr. Caso Myrna Mack Chang, supra nota 5, párr. 278.
113
114
Derecho a la integridad personal
ría a despertar la conciencia pública sobre la necesidad de evitar la
repetición de hechos lesivos como los ocurridos en el presente caso y a
conservar viva la memoria de las víctimas75. (Cf. Párrafo 236)
e) Otras formas de reparación a favor de Nora Emely Gómez Peralta
Por otro lado, como medida de satisfacción, el Estado deberá establecer una beca de estudios hasta el nivel universitario, a favor de Nora
Emely Gómez Peralta, la cual incluirá, además, materiales educativos,
textos de estudio, uniformes y útiles escolares. (Cf. Párrafo 237)
Asimismo, el Estado deberá facilitar la inscripción de Nora Emely
Gómez Peralta, a solicitud de su madre, Jacinta Peralta Allccarima,
como hija de Rafael Samuel Gómez Paquiyauri. (Cf. Párrafo 238)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 253)
La Corte declara por unanimidad,
El Estado violó el Derecho a la Integridad Personal consagrado en
el artículo 5 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
en relación con el artículo 1.1. de la misma, y las obligaciones previstas en los artículos 1, 6 y 9 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, en perjuicio de Rafael Samuel y Emilio
Moisés Gómez Paquiyauri. Asimismo, el Estado violó el artículo 5 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el
artículo 1.1. de la misma, en perjuicio de Marcelina Paquiyauri Illanes
de Gómez, Ricardo Samuel Gómez Quispe, Marcelina Haydée Gómez
Paquiyauri, Ricardo Emilio Gómez Paquiyauri, Carlos Pedro Gómez Paquiyauri, Lucy Rosa Gómez Paquiyauri, Miguel Ángel Gómez Paquiyauri y Jacinta Peralta Allccarima, en los términos de los párrafos 106 a
119 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 3)
Voto razonado del juez ad hoc Francisco Eguiguren Praeli
He votado de manera conjunta compartiendo la sentencia de la Corte que declara la responsabilidad del Estado del Perú por la violación
de los derechos de los hermanos Rafael y Emilio Gómez Paquiyauri a
la vida, libertad personal, integridad personal, garantías judiciales y
otros. No obstante, estimo necesario expresar algunas reflexiones personales respecto a la naturaleza y circunstancias particulares de este
75 Cfr. Caso Myrna Mack Chang, supra nota 5, párr. 286; Caso Trujillo Oroza. Reparaciones, supra nota 116, párr. 122; y Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros).
Reparaciones, supra nota 116, párr. 103.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
caso, así como a la forma en que, considero, debería abordarse el tema
de la reparación a las víctimas, especialmente cuando se trata del asesinato de un niño y un adolescente.
(…)
3. Respecto al tema de las reparaciones, considero que hubiera
sido preferible establecer como criterio predominante la reparación
del daño al proyecto de vida, ocasionado por la ejecución de ambos
niños. Ello lo encuentro preferible y más adecuado que haber considerado dentro del daño material la pérdida de ingresos, como se ha
he hecho en ésta y otras sentencias de la Corte. El daño al proyecto de
vida, conforme señalaron los jueces Cançado Trindade y Abreu Burelli
en su voto razonado conjunto en el caso Loayza Tamayo, resulta un
concepto más apropiado tratándose de una reparación por violaciones
graves a los derechos humanos. Permite tomar distancia de criterios
propios del Derecho Civil Patrimonial, como la pérdida de ingresos, el
daño emergente, el daño al patrimonio familiar o el lucro cesante.
El daño al proyecto de vida involucra tanto aspectos materiales
como inmateriales en la violación de este derecho fundamental de la
persona; comprende así no sólo una reparación indemnizatoria por la
privación arbitraria de la vida, sino por la afectación y truncamiento al
libre desarrollo de la personalidad, la interrupción de las acciones que
pudieron realizar ambos niños no sólo en lo laboral (pérdida de ingresos) sino también en aspectos espirituales, la realización personal
y familiar, la consecución de planes y metas. Valorar el daño material
estimándolo en pérdida de ingresos, resulta poco satisfactorio sobre
todo tratándose de niños o adolescentes que no han adquirido aún
propiamente una inserción laboral o realización profesional, ni una
incorporación efectiva en el mercado de trabajo. El reconocimiento
de un daño al proyecto de vida, resulta así más integral y consistente
desde una perspectiva de protección a los derechos humanos, apartándose de corrientes esencialmente patrimonialistas. Además incluye la
dimensión inmaterial, lo que hace innecesario tener que contemplar
por separado un daño moral a las víctimas directas cuando éstas han
muerto. Considero, pues, que la Corte podría revisar los criterios para
establecer las reparaciones en casos futuros, con mayor razón cuando
se trata de niños o adolescentes privados de la vida.
4. Aunque tampoco comparo del todo el uso del criterio del daño
emergente, encuentro positivo que, finalmente, la Corte haya agrupado bajo este concepto un conjunto de gastos efectuados por la familia Gómez Paquiyauri a consecuencia de la muerte de sus hijos Rafael
y Emilio, tales como gastos funerarios y de tratamiento médico para
algunos de los familiares. También encuentro adecuado que se haya
optado por incluir en este rubro los recursos destinados para el trata-
115
116
Derecho a la integridad personal
miento psicológico que puedan haber requerido o que requieran en el
futuro los miembros de esta familia, como consecuencia del sufrimiento padecido y de los actos de hostigamiento y segregación a que fueron
injustamente expuestos. De este modo, se evita consignar los gastos
por tratamiento psicológico como un rubro específico de la reparación
por daño inmaterial, conforme se ha establecido en otros casos, reconociendo -más bien- que realmente se trata de un gasto a consecuencia
de la violación a los derechos sufrida, es decir, una suerte de “daño
emergente”. Dado que el grueso de estos gastos fueron afrontados por
los padres, parece razonable que esta reparación se entregue a ellos y
no individualmente a cada integrante de la familia.
5. Debe resaltarse la decisión de la Corte que, además de haber
considerado a los hermanos Rafael y Emilio Gómez Paquiyauri como
víctimas directas, resolvió incluir a los miembros de su familia (padres
y hermanos) como víctimas indirectas (parágrafos 118 y 119), atendiendo a los padecimientos ulteriores que han tenido que soportar en
su integridad personal y dignidad. En tal sentido, se justifica su condición de sujetos de reparación por daño inmaterial o moral.
Comparto lo expuesto por la Corte, en los parágrafos 218 y 219 de la
sentencia, respecto a que debe admitirse, sin necesidad de mayor probanza, el padecimiento y aflicción que causa la muerte de un familiar a
los miembros de la familia ligados por un estrecho contacto afectivo o físico con los fallecidos. Con mayor razón cuando se trata del asesinato de
un niño. También comparto la aseveración de que, no obstante, resulta
difícil en este caso determinar o individualizar el distinto grado de sufrimiento o afectación padecido por cada miembro del entorno familiar.
Por ello, dado que a lo largo del proceso ante la jurisdicción internacional se ha evidenciado que ha sido la familia Gómez Paquiyauri la que ha
padecido en su conjunto no sólo la muerte de sus hijos Rafael y Emilio,
sino los hostigamientos y afectaciones ulteriores, parece razonable que
la reparación por daño moral se entregue a los padres de las víctimas
directas, para que éstos decidan sobre la utilización o distribución de
este monto en favor del conjunto del núcleo familiar.
También está plenamente justificado que se haya incorporado como
víctimas, sujetas a reparación por daño moral, a la niña Nora Emely
Gómez Peralta, hija de Rafael Gómez Paquiyauri, nacida después de su
fallecimiento, y a su madre Jacinta Peralta. Ambas han sufrido especial
padecimiento y aflicción por la pérdida abrupta de Rafael en pleno embarazo de Jacinta, privando a su vez a la niña de la presencia de su padre.
6. Siendo que la reparación no debe limitarse únicamente a aspectos patrimoniales o de indemnización, resulta fundamental que la Corte haya incluido como parte de la reparación actos públicos de satisfacción, resarcimiento y desagravio a los hermanos Gómez Paquiyauri
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
y su familia. Puede así mencionarse los mandatos de la Corte para que
se haga un público reconocimiento de la responsabilidad del Estado
en este caso, la publicación de las partes pertinentes de la sentencia
que prueban la verdad de lo sucedido, que se asigne el nombre de los
hermanos Rafael y Emilio Gómez Paquiyauri a un colegio de El Callao, o
que se otorgue una beca de estudios para la niña Nora Emely.
7. Considero que el caso de los hermanos Gómez Paquiyauri es emblemático, pues ilustra sobre violaciones graves a los derechos humanos sucedidas en el Perú a consecuencia de una política represiva y
antisubversiva que desconoció los derechos fundamentales y el respeto a la dignidad de la persona. La responsabilidad del Estado es pues
nítida y manifiesta. De allí que, además de la reparación a las víctimas,
es importante el aporte de la sentencia al esclarecimiento de la verdad
y a la realización de actos y medidas que hagan que se tome conciencia
social de la magnitud del daño causado, así como a la necesidad de
evitar que estas situaciones se repitan.
El Estado y la sociedad peruana deben asumir y comprender que
el asesinato cruel y absurdo de un niño y un adolescente, no puede
quedar impune ni exento de sanción y reparación. Pero no se trata de
circunscribirse únicamente a aprobar o cuestionar el monto de la reparación patrimonial impuesta por la Corte al Estado en favor de los
familiares de los hermanos Gómez Paquiyauri. Detener arbitrariamente y maltratar a estos menores de edad, someterlos a torturas y ejecutarlos, mentir al público indicando que fueron terrositas muertos en
un enfrentamiento armado con las fuerzas del orden; son hechos muy
graves e inaceptables dentro de un régimen democrático, comprometido con el respeto de la persona humana y su dignidad.
Lo sucedido en el caso de los hermanos Gómez Paquiyauri debe
conmover y consternar a la sociedad peruana y sus autoridades. Si estos hechos no hubieran sido casualmente registrados por la televisión,
tal vez la verdad nunca se hubiera conocido ni los victimarios directos
habrían sido sancionados, aunque sea parcialmente. La Comisión de
la Verdad y Reconciliación Nacional ha documentado miles de casos
de violación a los derechos humanos que no tuvieron, en su momento,
esta posibilidad de esclarecimiento.
El caso de los hermanos Gómez Paquiyauri es particularmente doloroso, sobre todo porque se trató del asesinato de un niño y un adolescente inocentes de cualquier delito o falta, ejecutados por personal policial con crueldad e indolencia. La Corte Interamericana de Derechos
Humanos les ha hecho finalmente justicia, a ellos y a sus familiares. El
Estado Peruano debe asumir su responsabilidad, a pesar que actualmente exista un gobierno que se esfuerza por respetar los derechos
humanos y dar cumplimiento a las sentencias de la Corte.
117
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: “Instituto de Reeducación del Menor” Vs. Paraguay
Fecha de Sentencia: 2 de septiembre de 2004
Víctimas: Varias
Estado parte: Paraguay
Hechos del caso
El Instituto de Reeducación del Menor “Panchito López”, dependiente del Ministerio de Justicia y Trabajo del Paraguay, era un establecimiento de internación de niños en conflicto con la ley. El inmueble,
una vivienda particular de Asunción, había sido originalmente destinado para ser una casa habitación, por lo tanto, no contaba con una
infraestructura adecuada para funcionar como un centro de detención. Debido a las limitaciones del recinto, existían serios problemas
de hacinamiento e insalubridad. Además, los internos se encontraban
mal alimentados y carecían de asistencia médica, psicológica y dental
adecuada, mientras que aquellos internos con discapacidades físicas,
enfermedades mentales y/o problemas de adicciones, no recibían los
cuidados médicos que dichas condiciones requerían.
Debido al hacinamiento, muchos internos no contaban con camas,
frazadas y/o colchones individuales, debiendo hacer turnos o, derechamente, debiendo compartir las camas, frazadas y colchones con
otros internos, lo que facilitaba los abusos sexuales.
Con respecto a los programas educativos, estos sufrían graves deficiencias ya que no existía un número adecuado de maestros ni recursos suficientes para que los internos realizaran estudios básicos o
aprendieran algún oficio. Las posibilidades de realizar actividades de
recreación eran casi nulas.
Con respecto a los guardias del Instituto, este no contaba con un número adecuado en relación con el número de internos recluidos, y los
que había, no tenían una preparación idónea para la protección de niños privados de libertad ni estaban capacitados para responder de ma-
119
120
Derecho a la integridad personal
nera satisfactoria a situaciones de emergencia. Por su parte, los guardias frecuentemente aplicaron castigos violentos a los internos, tales
como el aislamiento, palizas y torturas. Por su parte, la gran mayoría de
los internos se encontraba procesada sin sentencia, no existiendo una
separación entre aquellos internos y los condenados. Tampoco existía
una separación de los internos de mayor edad.
Los procesos judiciales se caracterizaban por ser extremadamente
lentos, y si bien los internos contaban con asistencia legal, esta era en
general, deficiente.
Toda esta situación de precariedad, que fomentaba la desesperación y las tendencias violentas de los internos, facilitó la ocurrencia de
riñas y peleas dentro del recinto, las cuales involucraban algunas veces
armas de fabricación casera.
Ante esta situación, el 12 de noviembre de 1993 la Fundación Tekojojá interpuso un recurso de hábeas corpus genérico por las condiciones de reclusión en que se encontraban los internos del Instituto y
con el fin de reubicarlos en lugares adecuados. Sin embargo, y debido a
la demora en la tramitación del recurso, el día 14 de agosto de 1996 el
Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL) y la Fundación
Tekojojá presentaron una denuncia ante la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos en base a la denegación de justicia que representaba la no resolución del Habeas Corpus y la violación de Derechos
Humanos a que eran sometidos los internos del Instituto.
Por cuatro años las partes intentaron llegar a una solución amistosa,
durante los cuales el Estado Paraguayo se comprometió a cerrar de manera definitiva el Instituto en tres ocasiones distintas, sin que ninguna
de las fechas propuestas se cumpliera. Durante este proceso de solución
amistosa, se produjeron 3 incendios al interior del Instituto: 11 de febrero de 2000, 5 de febrero de 2001, y finalmente 25 de julio de 2001, en
los cuales muchos internos sufrieron quemaduras de gran envergadura
e incluso algunos murieron. El último incendio destruyó completamente
el recinto, obligando al Estado a cerrarlo definitivamente y trasladar a
los menores de edad a centros de privación de adultos.
Como consecuencia de estos hechos, los peticionarios se retiraron
del proceso de solución amistosa. Finalmente, el 20 de mayo de 2002
la Comisión presentó la demanda ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos:
En cuanto a la violación del artículo 5 de la Convención Americana
en relación con el artículo 1.1 de la misma, la Comisión alegó que:
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
a) el Estado es responsable de la violación a la integridad personal
de los internos heridos y quemados a causa de los tres incendios,
de todos los internos en el Instituto entre el 14 de agosto de 1996
y el 25 de julio de 2001, y de aquellos que fueron derivados posteriormente a penitenciarías para adultos, por no haber adoptado
las mínimas y más elementales medidas necesarias que permitieran garantizar el pleno goce del derecho a la integridad personal y
prevenir su afectación;
b) los internos heridos y quemados que sobrevivieron los incendios claramente sufrieron daños físicos y morales; por tanto, el
Estado es responsable por la violación al derecho a la integridad
personal de dichos ex internos; y
c) el Estado recluyó a los internos del Instituto en centros penitenciarios para adultos en repetidas ocasiones, particularmente con
posterioridad a cada incendio, poniendo en riesgo la integridad
personal de estos niños trasladados. Dicha práctica violó varias
normas internacionales respecto de niños privados de libertad.
(Cf. Párrafo 137)
En cuanto a la violación del artículo 5 de la Convención Americana en
relación con el artículo 1.1 de la misma, las representantes alegaron que:
a) el Estado no cumplió con su deber de respetar y garantizar la
integridad personal de los tres mil setecientos cuarenta y cuatro
niños que estuvieron detenidos en el Instituto entre el 14 de agosto de 1996 y el 25 de julio de 2001, incluyendo a sus familiares y a
los treinta y ocho niños que resultaron heridos y quemados en los
sucesivos incendios del Instituto, así como a los niños que fueron
trasladados a penitenciarías de adultos;
b) el ciclo de violencia al que el Estado sometió a los niños internos
en el Instituto constituyó una práctica sistemática de violaciones
de derechos humanos contraria a las normas internacionales de
protección de la niñez, lo cual tiene como consecuencia la inversión de la carga de la prueba respecto de la aplicabilidad de algunas de estas condiciones a todos los internos;
c) las condiciones de detención que imperaban en el Instituto incluyen, entre otras, la sobrepoblación, el hacinamiento, la no separación entre procesados y condenados, la falta de higiene, la mala
alimentación, la falta de atención médica, odontológica y psicológica
adecuada, la falta de programas de educación adecuados, la falta de
recreación, la falta de medidas de seguridad contra incendios, las
limitaciones en el número y en la capacitación de los guardias que
debían tratar a los adolescentes, la falta de control de la violencia física y psíquica, la existencia de prácticas de tratos inhumanos y torturas, incluyendo la existencia de una sala de torturas y celda de asilamiento, la falta de investigación disciplinaria y penal de los hechos
de malos tratos y tortura resultantes en la impunidad y el traslado
de niños a cárceles de adultos como castigo o por falta de espacio;
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Derecho a la integridad personal
d) los niños que fueron trasladados a centros para adultos sufrieron condiciones peores que en el Instituto, ya que había más hacinamiento, no tenían ventilación ni luz natural, debían hacer sus necesidades fisiológicas en el suelo y fueron sometidos a torturas; y
e) el Estado violó la integridad psíquica de los familiares de las presuntas víctimas, debido a que sufrieron situaciones de temor, dolor
y angustia por las condiciones en las que vivían los internos, por tratar de averiguar el estado y paradero de sus hijos tras los sucesivos
incendios que provocaron las muertes y las lesiones de varios de
ellos y por los traslados a cárceles con adultos. (Cf. Párrafo 140)
Consideraciones de la Corte
Dadas las particularidades propias de este caso, la Corte considera pertinente analizar de manera conjunta lo relacionado al derecho
a la vida y a la integridad personal de los internos, adultos y niños,
privados de libertad en el Instituto entre el 14 de agosto de 1996 y el
25 de julio de 2001, así como de dos niños que fueron trasladados del
Instituto a la Penitenciaría Regional de Emboscada. (Cf. Párrafo 144)
El artículo 4.1 de la Convención Americana dispone que:
Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho
estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de
la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente.
(Cf. Párrafo 145)
El artículo 5 establece en lo conducente que:
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física,
psíquica y moral.
2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles,
inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será
tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano.
[…]
4. Los procesados deben estar separados de los condenados, salvo en circunstancias excepcionales, y serán sometidos a un tratamiento adecuado a su condición de personas no condenadas.
5. Cuando los menores puedan ser procesados, deben ser separados de los adultos y llevados ante tribunales especializados, con la
mayor celeridad posible, para su tratamiento.
6. Las penas privativas de la libertad tendrán como finalidad esencial la reforma y la readaptación social de los condenados. (Cf. Párrafo 146)
La Corte llama la atención que en el presente caso un significativo
número de las violaciones alegadas tienen como presuntas víctimas a niños, quienes, al igual que los adultos, “poseen los derechos humanos que
corresponden a todos los seres humanos […] y tienen además derechos
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
especiales derivados de su condición, a los que corresponden deberes
específicos de la familia, la sociedad y el Estado”76. Así lo establece, por
lo demás, el artículo 19 de la Convención Americana que dispone que
“[t]odo niño tiene derecho a las medidas de protección que su condición
de menor requieren por parte de su familia, de la sociedad y del Estado”.
Esta disposición debe entenderse como un derecho adicional, complementario, que el tratado establece para seres que por su desarrollo físico
y emocional necesitan de protección especial77. (Cf. Párrafo 147)
Esta Corte analizará el presente caso teniendo este hecho en particular consideración, y decidirá sobre las violaciones alegadas respecto de
otros derechos de la Convención Americana, a la luz de las obligaciones
adicionales que el artículo 19 de la misma impone al Estado. Para fijar el
contenido y alcances de este artículo, tomará en consideración las disposiciones pertinentes de la Convención sobre los Derechos del Niño, ratificada por el Paraguay el 25 de septiembre de 1990 y que entró en vigor
el 2 de septiembre de 1990, y del Protocolo Adicional a la Convención
Americana sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Protocolo de San Salvador), ratificado por el
Paraguay el 3 de junio de 1997 y que entró en vigor el 16 de noviembre
de 1999, ya que estos instrumentos y la Convención Americana forman
parte de un muy comprensivo corpus juris internacional de protección
de los niños que la Corte debe respetar78.(Cf. Párrafo 148)
En el análisis sobre el posible incumplimiento del Estado de sus obligaciones derivadas del artículo 19 de la Convención Americana, debe
tenerse en consideración que las medidas de que habla esta disposición
exceden el campo estricto de los derechos civiles y políticos. Las acciones
que el Estado debe emprender, particularmente a la luz de las normas de
la Convención sobre los Derechos del Niño, abarcan aspectos económicos, sociales y culturales que forman parte principalmente del derecho a
la vida y del derecho a la integridad personal de niños. (Cf. Párrafo 149)
De este modo, la Corte no se pronunciará en este caso sobre la violación aislada del artículo 19 de la Convención Americana, sino que
incluirá su decisión al respecto en los capítulos correspondientes a los
demás derechos cuya violación ha sido alegada. (Cf. Párrafo 150)
76 Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño. Opinión Consultiva OC-17/02 de 28
de agosto de 2002. Serie A No. 17, párr. 54.
77 Cfr. Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño, supra nota 150, párr. 54; y Caso
de los Hermanos Gómez Paquiyauri, supra nota 26, párr. 164.
78 Cfr. Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri, supra nota 26, párr. 166; Caso de los
“Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros). Sentencia de 19 de noviembre de 1999.
Serie C No. 63, párr. 194; y Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño, supra nota
150, párr. 24.
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Derecho a la integridad personal
Este Tribunal ha establecido que quien sea detenido tiene derecho
a vivir en condiciones de detención compatibles con su dignidad personal y el Estado debe garantizarle el derecho a la vida y a la integridad
personal79. (Cf. Párrafo 151)
Frente a las personas privadas de libertad, el Estado se encuentra
en una posición especial de garante, toda vez que las autoridades penitenciarias ejercen un fuerte control o dominio sobre las personas que
se encuentran sujetas a su custodia80. De este modo, se produce una
relación e interacción especial de sujeción entre la persona privada de
libertad y el Estado, caracterizada por la particular intensidad con que
el Estado puede regular sus derechos y obligaciones y por las circunstancias propias del encierro, en donde al recluso se le impide satisfacer
por cuenta propia una serie de necesidades básicas que son esenciales
para el desarrollo de una vida digna. (Cf. Párrafo 152)
Ante esta relación e interacción especial de sujeción entre el interno y el Estado, este último debe asumir una serie de responsabilidades
particulares y tomar diversas iniciativas especiales para garantizar a
los reclusos las condiciones necesarias para desarrollar una vida digna
y contribuir al goce efectivo de aquellos derechos que bajo ninguna
circunstancia pueden restringirse o de aquéllos cuya restricción no deriva necesariamente de la privación de libertad y que, por tanto, no es
permisible. De no ser así, ello implicaría que la privación de libertad
despoja a la persona de su titularidad respecto de todos los derechos
humanos, lo que no es posible aceptar. (Cf. Párrafo 153)
La privación de libertad trae a menudo, como consecuencia ineludible, la afectación del goce de otros derechos humanos además del
derecho a la libertad personal81. Pueden, por ejemplo, verse restringidos los derechos de privacidad y de intimidad familiar. Esta restricción
de derechos, consecuencia de la privación de libertad o efecto colateral
de la misma, sin embargo, debe limitarse de manera rigurosa82, puesto
79 Cfr. Caso Bulacio, supra nota 56, parrs. 126 y 138; Caso Hilaire, Constantine y Benjamin
y otros. Sentencia de 21 de junio de 2002. Serie C No. 94, párr. 165; y Caso Cantoral Benavides. Sentencia de 18 de agosto de 2000. Serie C No. 69, párr. 87.
80 Cfr. Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri, supra nota 26, párr. 98; Caso Juan Humberto Sánchez. Sentencia de 7 de junio de 2003. Serie C No. 99, párr. 111; y Caso Bulacio,
supra nota 56, párr. 138. En el mismo sentido, cfr. Caso de la Cárcel de Urso Branco, supra
nota 54, considerando sexto; y Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri. Medidas Provisionales. Resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de 7 de mayo de
2004, considerando décimo tercero.
81 Cfr. Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri, supra nota 26, párr. 108; Caso Maritza
Urrutia, supra nota 57, párr. 87; y Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota 154, párr. 96.
82 Cfr. Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos, adoptadas por el Primer
Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delin-
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
que toda restricción a un derecho humano sólo es justificable ante el
Derecho Internacional cuando es necesaria en una sociedad democrática83. (Cf. Párrafo 154)
La restricción de otros derechos, por el contrario -como la vida, la
integridad personal, la libertad religiosa y el debido proceso- no sólo
no tiene justificación fundada en la privación de libertad, sino que
también está prohibida por el derecho internacional. Dichos derechos
deben ser efectivamente respetados y garantizados como los de cualquier persona no sometida a privación de libertad. (Cf. Párrafo 155)
Este Tribunal ha sostenido que el derecho a la vida es fundamental
en la Convención Americana, por cuanto de su salvaguarda depende la
realización de los demás derechos84. Al no ser respetado el derecho a la
vida, todos los demás derechos desaparecen, puesto que se extingue su
titular85. Los Estados tienen la obligación de garantizar la creación de
las condiciones que se requieran para el pleno goce y ejercicio de ese
derecho86. (Cf. Párrafo 156)
Por otro lado, el derecho a la integridad personal es de tal importancia que la Convención Americana lo protege particularmente al
establecer, inter alia, la prohibición de la tortura, los tratos crueles,
inhumanos y degradantes y la imposibilidad de suspenderlo durante
estados de emergencia87. (Cf. Párrafo 157)
El derecho a la vida y el derecho a la integridad personal no sólo
implican que el Estado debe respetarlos (obligación negativa), sino
que, además, requiere que el Estado adopte todas las medidas apropiadas para garantizarlos (obligación positiva), en cumplimiento de
su deber general establecido en el artículo 1.1 de la Convención Americana88.(Cf. Párrafo 158)
Una de las obligaciones que ineludiblemente debe asumir el Estado
en su posición de garante, con el objetivo de proteger y garantizar el
cuente, celebrado en Ginebra en 1955, y aprobadas por el Consejo Económico y Social
en sus resoluciones 663C (XXIV) de 31 de julio de 1957 y 2076 (LXII) de 13 de mayo de
1977, párr. 57.
83 Cfr. Caso “Cinco Pensionistas”, supra nota 55, párr. 116; y artículo 5 del Protocolo Adicional a la Convención Americana en Materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Protocolo de San Salvador).
84 Cfr. Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri, supra nota 26, párr. 128; Caso Myrna
Mack Chang, supra nota 40, párr. 152; y Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota 154,
párr. 110.
85 Supra nota 158.
86 Supra nota 158.
87 Artículos 5 y 27 de la Convención Americana.
88 Cfr. Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri, supra nota 26, párr. 129; Caso 19 Comerciantes, supra nota 26, párr. 153; y Caso Myrna Mack Chang, supra nota 40, párr. 153.
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Derecho a la integridad personal
derecho a la vida y a la integridad personal de las personas privadas
de libertad, es la de procurarle a éstas las condiciones mínimas compatibles con su dignidad mientras permanecen en los centros de detención, como ya lo ha indicado la Corte (supra párrs. 151, 152 y 153). En
igual sentido, la Corte Europea de Derechos Humanos ha indicado que:
según [el artículo 3 de la Convención], el Estado debe asegurar que
una persona esté detenida en condiciones que sean compatibles
con el respeto a su dignidad humana, que la manera y el método
de ejercer la medida no le someta a angustia o dificultad que exceda el nivel inevitable de sufrimiento intrínseco a la detención, y
que, dadas las exigencias prácticas del encarcelamiento, su salud
y bienestar estén asegurados adecuadamente, brindándole, entre
otras cosas, la asistencia médica requerida89. (Cf. Párrafo 159)
En materia de derecho a la vida, cuando el Estado se encuentra en
presencia de niños privados de libertad, como ocurre mayormente en
el presente caso, tiene, además de las obligaciones señaladas para toda
persona, una obligación adicional establecida en el artículo 19 de la
Convención Americana. Por una parte, debe asumir su posición especial de garante con mayor cuidado y responsabilidad, y debe tomar
medidas especiales orientadas en el principio del interés superior del
niño90. Por otra, la protección de la vida del niño requiere que el Estado
se preocupe particularmente de las circunstancias de la vida que llevará mientras se mantenga privado de libertad, puesto que ese derecho
no se ha extinguido ni restringido por su situación de detención o prisión (supra párr. 159). (Cf. Párrafo 160)
En este sentido, los artículos 6 y 27 de la Convención sobre los Derechos del Niño incluyen en el derecho a la vida la obligación del Estado de garantizar “en la máxima medida posible la supervivencia y el
desarrollo del niño”. El Comité de Derechos del Niño ha interpretado
la palabra “desarrollo” de una manera amplia, holística, que abarca lo
físico, mental, espiritual, moral, psicológico y social91. Mirado así, un
Estado tiene, respecto de niños privados de libertad y, por lo tanto,
bajo su custodia, la obligación de, inter alia, proveerlos de asistencia
de salud y de educación, para así asegurarse de que la detención a la
89 Eur. Court H.R. Kudla v. Poland, judgement of 26 october 2000, no. 30210/96, párr.
93-94.
90 Cfr. Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri, supra nota 26, párrs. 124, 163-164, y
171; Caso Bulacio, supra nota 56, párrs. 126 y 134; y Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros), supra nota 152, párrs. 146 y 191. En el mismo sentido, cfr. Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño, supra nota 150, párrs. 56 y 60.
91 Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, Observación General No. 5
de 27 de noviembre de 2003, párrafo 12.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
que los niños están sujetos no destruirá sus proyectos de vida92. En
este sentido, las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de
los Menores Privados de Libertad93 establecen que:
13. No se deberá negar a los menores privados de libertad, por razón de su condición, los derechos civiles, económicos, sociales o
culturales que les correspondan de conformidad con la legislación
nacional o el derecho internacional y que sean compatibles con la
privación de la libertad. (Cf. Párrafo 161)
En íntima relación con la calidad de vida, están las obligaciones del
Estado en materia de integridad personal de niños privados de libertad. La calificación de penas o tratos como crueles, inhumanos o degradantes debe considerar necesariamente la calidad de niños de los
afectados por ellos94. (Cf. Párrafo 162)
En consonancia con lo dicho anteriormente, las Reglas Mínimas de
las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de Menores
(Reglas de Beijing) disponen que:
Los menores confinados en establecimientos penitenciarios recibirán los cuidados, la protección y toda la asistencia necesaria -social, educacional, profesional, sicológica, médica y física- que puedan requerir debido a su edad, sexo y personalidad y en interés de
su desarrollo sano95. (Cf. Párrafo 163)
En este caso en concreto la Corte debe establecer si el Estado, en
cumplimiento de su posición de garante, adoptó las iniciativas para
garantizar a todos los internos del Instituto, adultos y niños, una vida
digna con el objeto de fortalecer su proyecto de vida, a pesar de su encierro. (Cf. Párrafo 164)
En el capítulo sobre hechos probados (supra párr. 134.3, 134.4 y
134.24) se concluyó que el Instituto no contaba con una infraestructura adecuada para albergar a los internos, que había una sobrepoblación
carcelaria y, consecuentemente, éstos se encontraban en una situación
de hacinamiento permanente. Estaban recluidos en celdas insalubres,
con escasas instalaciones higiénicas y muchos de estos internos no te92 Cfr. Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño, supra nota 150, párrs. 80-81, 84,
y 86-88; Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros), supra nota 152, párr.
196; y la regla 13.5 de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración
de la Justicia de Menores (Reglas de Beijing), adoptadas por la Asamblea General en su
resolución 40/33 de 28 de noviembre de 1985.
93 Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad,
adoptadas por la Asamblea General en su resolución 45/113 de 14 de diciembre de 1990.
94 Cfr. Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri, supra nota 26, párr. 170.
95 Regla 26.2 de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la
Justicia de Menores (Reglas de Beijing), adoptadas por la Asamblea General en su resolución 40/33 de 28 de noviembre de 1985.
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Derecho a la integridad personal
nían camas, frazadas y/o colchones, lo cual los obligaba a dormir en el
suelo, hacer turnos con sus compañeros, o compartir las pocas camas
y colchones (supra párr. 134.9 y 134.10). (Cf. Párrafo 165)
A estas condiciones de sobrepoblación y hacinamiento se suma, tal
como ha sido probado en el presente caso (supra párr. 134.4), que los
internos se encontraban mal alimentados, tenían muy pocas oportunidades de hacer ejercicio o realizar actividades recreativas, y no contaban con una atención médica, dental y psicológica adecuada y oportuna (supra párrs. 134.6 y 134.7). (Cf. Párrafo 166)
Asimismo, en el Instituto se utilizaba como método de castigo el
aislamiento, los maltratos y las incomunicaciones, con el propósito de
imponer disciplina sobre la población de internos (supra párr. 134.16),
método disciplinario prohibido por la Convención Americana96. Si bien
no ha quedado demostrado que todos los internos del Instituto lo sufrieron, esta Corte ha sostenido que la mera amenaza de una conducta
prohibida por el artículo 5 de la Convención Americana, cuando sea
suficientemente real e inminente, puede en sí misma estar en conflicto
con la norma de que se trata. En otras palabras, crear una situación
amenazadora o amenazar a un individuo con torturarlo puede constituir, al menos en algunas circunstancias, un tratamiento inhumano97.
En el caso sub judice, la amenaza de dichos castigos era real e inminente, creando un clima de permanente tensión y violencia que afectó el
derecho a una vida digna de los internos. (Cf. Párrafo 167)
De igual modo, las condiciones de detención infrahumanas y degradantes a que se vieron expuestos todos los internos del Instituto, conlleva necesariamente una afectación en su salud mental, repercutiendo
desfavorablemente en el desarrollo psíquico de su vida e integridad
personal. (Cf. Párrafo 168)
Además, ha quedado establecido que los internos del Instituto procesados sin sentencia no estaban separados de los condenados y, por
tanto, todos los internos eran sometidos al mismo trato sin distinción
alguna (supra párrs. 134.20 y 134.21). Esta situación coadyuvó a que
en el Instituto existiera un clima de inseguridad, tensión y violencia. El
propio Estado ha reconocido la falta de separación entre procesados y
condenados y ha señalado que ésta existía en el Instituto por “la falta
96 Cfr. Caso Maritza Urrutia, supra nota 57, párr. 87; Caso Hilaire, Constantine y Benjamin
y otros, supra nota 153, párr. 164; y Caso Bámaca Velásquez. Sentencia de 25 de noviembre de 2000. Serie C No. 70, párr. 150.
97 Cfr. Caso 19 Comerciantes, supra nota 26, párr. 149; y Caso de los “Niños de la Calle”
(Villagrán Morales y otros), supra nota 152, párr. 165. En el mismo sentido se ha pronunciado la Corte Europea. Cfr. Eur. Court. H. R, Campbell and Cosans judgment of 25 February
1982, Serie A, no. 48, p. 12, § 26.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
de disponibilidad de medios”98. Finalmente, no existían oportunidades
efectivas para que los internos se reformasen y reinsertasen a la sociedad (supra párr. 134.24). (Cf. Párrafo 169)
De este modo, la Corte puede concluir que en ningún momento existieron en el Instituto las condiciones para que los internos privados de
libertad pudieran desarrollar su vida de manera digna, sino más bien a
éstos se los hizo vivir permanentemente en condiciones inhumanas y
degradantes, exponiéndolos a un clima de violencia, inseguridad, abusos, corrupción, desconfianza y promiscuidad, donde se imponía la ley
del más fuerte con todas sus consecuencias. Al respecto, valga recordar
lo señalado por el Juez de Primera Instancia en lo Civil y Comercial
de Noveno Turno, al resolver el hábeas corpus genérico interpuesto a
favor de los internos del Instituto (supra párr. 134.28), en el sentido de
que en éste “se halla[ba]n acreditados los presupuestos de a) violencia
física, psíquica o moral que agrava las condiciones de detención de las
personas privadas de libertad; [y] b) la amenaza a la seguridad personal de los menores internos”. (Cf. Párrafo 170)
Estas circunstancias, atribuibles al Estado, son constitutivas de una
violación al artículo 5 de la Convención Americana respecto de todos
los internos que permanecieron en el Instituto. (Cf. Párrafo 171)
El Tribunal debe establecer ahora si el Estado cumplió, respecto de los niños, con las obligaciones adicionales que emergen de los
artículos 4, 5 y 19 de la Convención Americana, a la luz del corpus
juris internacional existente sobre la especial protección que éstos
requieren, entre las cuales se encuentran la disposición del artículo
5.5 de la Convención Americana que obliga a los Estados a mantener
a los niños privados de libertad separados de los adultos y, como se
dijo anteriormente (supra párr. 161), la especial supervisión periódica en el ámbito de la salud y la implementación de programas de
educación, derivadas de una correcta interpretación del artículo 4 de
la Convención, a la luz de las disposiciones pertinentes de la Convención sobre los Derechos del Niño y el artículo 13 del Protocolo Adicional a la Convención Americana en Materia de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, que el Paraguay ratificó el 3 de junio de 1997
y que entró en vigencia internacional el 16 de noviembre de 1999.
Estas medidas adquieren fundamental importancia debido a que los
niños se encuentran en una etapa crucial de su desarrollo físico, mental, espiritual, moral, psicológico y social que impactará de una u otra
forma su proyecto de vida. (Cf. Párrafo 172)
98 Escrito de contestación de la demanda, párr. 201, pág. 55.
129
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Derecho a la integridad personal
Ha quedado demostrado en este caso (supra párr. 134.6 y 134.7),
que los niños internos en el Instituto no tuvieron siquiera la atención
de salud adecuada que se exige para toda persona privada de libertad
y, por lo tanto, tampoco la supervisión médica regular que asegure a los
niños un desarrollo normal, esencial para su futuro. (Cf. Párrafo 173)
Está también probado que el Estado no brindó a los niños internos la educación que éstos requerían y a la cual aquél estaba obligado,
tanto en razón de la protección del derecho a la vida entendido en el
sentido señalado anteriormente, como por la disposición del artículo
13 del Protocolo Adicional a la Convención Americana en Materia de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales. El programa educativo
que se ofrecía en el Instituto era deficiente, ya que carecía de maestros y recursos adecuados (supra párr. 134.12). Este incumplimiento
del Estado causa consecuencias todavía más serias cuando los niños
privados de libertad provienen de sectores marginales de la sociedad,
como ocurre en el presente caso, pues ello les limita sus posibilidades
de reinserción efectiva en la sociedad y el desarrollo de sus proyectos
de vida. (Cf. Párrafo 174)
En cuanto al cumplimiento de la disposición del artículo 5.5 de la
Convención, ha quedado establecido (supra párr. 134.16) que en diversas oportunidades algunos internos fueron trasladados como castigo
o por necesidad del Instituto a las penitenciarías de adultos y compartían espacio físico con éstos, situación que exponía a los niños a
circunstancias que son altamente perjudiciales para su desarrollo y los
hace vulnerables ante terceros que, por su calidad de adultos, pueden
abusar de su superioridad. (Cf. Párrafo 175)
A la luz del escrito de contestación de la demanda, en donde el Estado se allanó respecto de su responsabilidad en relación con “las condiciones de detención incompatibles con la dignidad personal”, y de lo
anteriormente expuesto en este capítulo, puede concluirse que el Estado
no cumplió efectivamente con su labor de garante en esta relación especial de sujeción Estado – adulto/niño privado de libertad, al no haber
tomado las medidas positivas necesarias y suficientes para garantizarles
condiciones de vida digna a todos los internos y tomar las medidas especiales que se requerían para los niños. Más aun, fue el Estado quien
permitió que sus agentes amenazaran, afectaran, vulneraran o restringieran derechos que no podían ser objeto de ningún tipo de limitación
o vulneración, exponiendo de manera constante a todos los internos del
Instituto a un trato cruel, inhumano y degradante, así como a condiciones de vida indigna que afectaron su derecho a la vida, su desarrollo y
sus proyectos de vida, configurándose de este modo una violación de
los artículos 4.1, 5.1, 5.2 y 5.6 de la Convención Americana, en relación
con el artículo 1.1 de la misma, y respecto de los niños, leídos también a
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
la luz del artículo 19 de la misma Convención. Estas violaciones fueron
cometidas en perjuicio de todos los internos del Instituto entre el 14 de
agosto de 1996 y el 25 de julio de 2001, quienes figuran en la lista presentada por la Comisión el 19 de noviembre de 2002 (supra párr. 36), la
cual se anexa a la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 176)
Ahora bien, la Corte observa que el Estado, además de no crear las
condiciones y tomar las medidas necesarias para que los internos del
Instituto tuvieran y desarrollaran una vida digna mientras se encontraban privados de libertad y además de no cumplir con sus obligaciones complementarias respecto de los niños, mantuvo al Instituto en
condiciones tales que posibilitó que se produjeran los incendios y que
éstos tuvieran terribles consecuencias para los internos, a pesar de las
diversas advertencias y recomendaciones dadas por organismos internacionales y no gubernamentales respecto del peligro que esas condiciones entrañaban. Como resultado de estos sucesos, perdieron la
vida los internos Elvio Epifanio Acosta Ocampos, Marco Antonio Jiménez, Diego Walter Valdez, Sergio Daniel Vega Figueredo, Sergio David
Poletti Domínguez, Mario del Pilar Álvarez Pérez, Juan Alcides Román
Barrios, Antonio Damián Escobar Morinigo y Carlos Raúl de la Cruz
(supra párr. 134.29). (Cf. Párrafo 177)
En este sentido, de los hechos probados (supra párr. 134.32) se
advierte que el Estado no había tomado las prevenciones suficientes
para enfrentar la posibilidad de un incendio en el Instituto, ya que éste
originalmente no fue pensado como un centro de reclusión y, por consiguiente, no contaba con la implementación de todas las medidas de
seguridad, evacuación y emergencia necesarias para un evento de esta
naturaleza. Por ejemplo, no contaba con alarmas ni extintores de incendio y los guardias no tenían preparación para enfrentar situaciones
de emergencia. Valga recordar lo indicado por la Corte en el sentido
de que el Estado, en su función de garante, “debe diseñar y aplicar una
política penitenciaria de prevención de situaciones críticas”99 que podrían poner en peligro los derechos fundamentales de los internos en
su custodia. (Cf. Párrafo 178)
En atención a lo anterior, la Corte concluye que la falta de prevención del Estado, que llevó a la muerte a varios de los internos -y que
fue, si no para todos, para muchos de ellos particularmente traumática
y dolorosa, ya que la pérdida de la vida se produjo por asfixia o por
quemaduras, prolongándose la agonía para algunos por varios díasequivale a una negligencia grave que lo hace responsable de la violación del artículo 4.1 de la Convención Americana, en relación con el
99 Caso de la Cárcel de Urso Branco, supra nota 54, considerando decimotercero.
131
132
Derecho a la integridad personal
artículo 1.1 de la misma, y respecto de los niños, leído también a la luz
del artículo 19 de la misma Convención, en perjuicio de los internos
mencionados. (Cf. Párrafo 179)
Familiares
En lo que se refiere a la alegada violación de la integridad personal
de todos los familiares de los internos muertos y heridos como consecuencia de los hechos de este caso, la Corte considera que son víctimas
de esta violación aquellos familiares cercanos, como lo son los padres
y hermanos, que se han identificado ante esta Corte, a saber: (…) Esto
demuestra una relación de afecto y cercanía de dichas personas con
estos internos que permite al Tribunal presumir que las violaciones
sufridas por ellos originaron un fuerte sufrimiento, sentimientos de
angustia e impotencia. (Cf. Párrafo 191)
En este caso, los familiares mencionados han tenido que vivir el dolor y sufrimiento de sus hijos y, en el caso de Dirma Monserrat Peña, de
su hermano, como consecuencia de la violenta y dolorosa muerte que
algunos recibieron y la traumática experiencia de los que quedaron vivos. Además, respecto de los familiares de los heridos, éstos se encontraron en la necesidad de averiguar el paradero de aquellos después
de los siniestros y de buscar el hospital donde habían sido enviados.
Finalmente, todos los familiares identificados han sufrido con el tratamiento cruel que se les dio a los fallecidos y heridos mientras fueron
internos del Instituto. (Cf. Párrafo 192)
Por tanto, la Corte declara que el Estado es responsable, respecto
de estos familiares, de la violación del artículo 5.1 de la Convención
Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma. (Cf. Párrafo 193)
Reparaciones (Aplicación del artículo 63.1 de la Convención
Americana)
Obligación de reparar
Daño Inmaterial
La Corte pasa a considerar aquellos efectos lesivos de los hechos
del caso que no tienen carácter económico o patrimonial. El daño inmaterial puede comprender tanto los sufrimientos y las aflicciones
causados a las víctimas, el menoscabo de valores muy significativos
para las personas, así como las alteraciones en las condiciones de existencia de la víctima o su familia. No siendo posible asignar al daño inmaterial un preciso equivalente monetario, sólo puede ser objeto de
compensación, para los fines de la reparación integral a las víctimas,
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
de dos maneras. En primer lugar, mediante el pago de una cantidad de
dinero o la entrega de bienes o servicios apreciables en dinero, que el
Tribunal determine en aplicación razonable del arbitrio judicial y en
términos de equidad. Y, en segundo lugar, mediante otros medios cuyo
objetivo es comprometer al Estado con los esfuerzos tendientes a que
hechos similares no vuelvan a ocurrir. (Cf. Párrafo 295)
Consideraciones de la Corte
La jurisprudencia internacional ha establecido reiteradamente que
la sentencia constituye, per se, una forma de reparación100. No obstante, por las circunstancias del caso sub judice, los sufrimientos que los
hechos causaron a las personas declaradas víctimas en este caso, el
cambio en las condiciones de existencia de los ex internos heridos y de
los familiares de los internos fallecidos y heridos, así como las demás
consecuencias de orden no material o no pecuniario que sufrieron éstos, la Corte estima pertinente el pago de una compensación, conforme
a la equidad, por concepto de daños inmateriales101. (Cf. Párrafo 299)
Tal como lo ha señalado la Corte, el daño inmaterial infligido a las
víctimas resulta evidente, pues es propio de la naturaleza humana que
toda persona sometida, inter alia, a tratos contrarios a la integridad
personal y al derecho a una vida digna experimente un profundo sufrimiento, angustia moral, miedo e inseguridad, por lo que este daño no
requiere pruebas102. (Cf. Párrafo 300)
En este sentido, los internos en el Instituto sufrían condiciones inhumanas de detención, las cuales incluían, inter alia, sobrepoblación,
violencia, hacinamiento, mala alimentación, falta de atención médica
adecuada y tortura. Asimismo, se encontraban recluidos en celdas
insalubres con escasas instalaciones higiénicas y tenían muy pocas
oportunidades de realizar actividades recreativas. En este contexto
de condiciones inhumanas de detención en el Instituto, nueve internos103 fallecieron y 42104 resultaron heridos a causa de los incendios y
100 Cfr. Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri, supra nota 26, párr. 215; Caso 19 Comerciantes, supra nota 26, párr. 247; y Caso Maritza Urrutia, supra nota 57, párr. 166.
101 Supra nota 212.
102 Cfr. Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri, supra nota 26, párr. 217; Caso 19 Comerciantes, supra nota 26, párr. 248; y Caso Maritza Urrutia, supra nota 57, párr. 168.
103 Elvio Epifanio Acosta Ocampos, Marco Antonio Jiménez, Diego Walter Valdez, Sergio
Daniel Vega Figueredo, Sergio David Poletti Domínguez, Mario del Pilar Álvarez Pérez,
Juan Alcides Román Barrios, Antonio Damián Escobar Morinigo y Carlos Raúl de la Cruz.
104 Abel Achar Acuña, José Milciades Cañete Chamorro, Ever Ramón Molinas Zárate,
Arsenio Joel Barrios Báez, Alfredo Duarte Ramos, Sergio Vincent Navarro Moraez, Raúl
Esteban Portillo, Ismael Méndez Aranda, Pedro Iván Peña, Osvaldo Daniel Sosa, Walter
Javier Riveros Rojas, Osmar López Verón, Miguel Ángel Coronel Ramírez, César Fidelino
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134
Derecho a la integridad personal
un niño105 fue muerto a causa de una herida de bala. Posteriormente,
dos niños106 que habían sido trasladados del Instituto a la penitenciaría
para adultos de Emboscada fallecieron en esta última a causa de heridas de arma blanca. (Cf. Párrafo 301)
Este Tribunal considera que dichos sufrimientos se acrecientan
si se toma en consideración que la gran mayoría de las víctimas eran
niños y el Estado tenía obligaciones complementarias a las que tiene
frente a los adultos107. (Cf. Párrafo 302)
Teniendo en cuenta las distintas facetas del daño aducidas por la
Comisión y las representantes, y aplicando las anteriores presunciones, la Corte fija en equidad el valor de las compensaciones por concepto de daño inmaterial, en los términos que se indican en el cuadro
que se transcribe más adelante (infra párr. 309), de conformidad con
los siguientes parámetros:
a. Para fijar las indemnizaciones por los daños inmateriales sufridos por los internos fallecidos108 la Corte ha tomado en consideración que estas víctimas sufrían condiciones carcelarias
inhumanas, que eran, en su mayoría, niños y que murieron de
manera violenta estando bajo custodia del Estado. Estas situaciones les generaron, inter alia, miedo, angustia, desesperación
e impotencia, ya que la situación en que se encontraban era continua y muy probablemente no tenían esperanzas de que cambiara en un corto tiempo. Asimismo, esta Corte ha tomado en
consideración las circunstancias particularmente traumáticas
de su muerte y el hecho de que la mayoría de los fallecidos no
murió inmediatamente sino que agonizó en medio de terribles
dolores. En relación con los heridos109, la Corte ha consideraOjeda Acevedo, Heriberto Zarate, Francisco Noé Andrada, Jorge Daniel Toledo, Pablo Emmanuel Rojas, Sixto Gonzáles Franco, Francisco Ramón Adorno, Antonio Delgado, Claudio Coronel Quiroga, Clemente Luis Escobar González, Julio César García, José Amado
Jara Fernández, Alberto David Martínez, Miguel Angel Martínez, Osvaldo Mora Espinola,
Hugo Antonio Vera Quintana, Juan Carlos Zarza Viveros, Eduardo Vera, Cándido Ulises
Zelaya Flores, Hugo Olmedo, Oscar Rafael Aquino Acuña, Nelson Rodríguez, Demetrio
Silguero y Aristides Ramón Ortiz Bernal, Carlos Raúl Romero Giacomo, Carlos Román
Feris Almirón, Pablo Ayala Azola, Juan Ramón Lugo y Rolando Benítez.
105 Benito Augusto Adorno.
106 Richard Daniel Martínez y Héctor Ramón Vázquez.
107 Cfr. Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros), supra nota 208, párr.
91.b); y Condición jurídica y derechos humanos del niño, supra nota 150, párrs. 54, 60, y 93.
108 Elvio Epifanio Acosta Ocampos, Marco Antonio Jiménez, Diego Walter Valdez, Sergio
Daniel Vega Figueredo, Sergio David Poletti Domínguez, Mario del Pilar Álvarez Pérez,
Juan Alcides Román Barrios, Antonio Damián Escobar Morinigo, Carlos Raúl de la Cruz,
Benito Augusto Adorno, Richard Daniel Martínez y Héctor Ramón Vázquez.
109 Abel Achar Acuña, José Milciades Cañete Chamorro, Ever Ramón Molinas Zárate,
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
do, además de las consideraciones carcelarias inhumanas en
las cuales permanecieron mientras se encontraban internos, la
magnitud de las lesiones que sufrieron como consecuencia de
los incendios, y que significará para aquéllos con lesiones mayores una alteración permanente en los diversos aspectos de la
vida normal que podrían haber llevado; y
b. En la determinación de las indemnizaciones que corresponden a
los familiares identificados de los fallecidos y los heridos, declarados víctimas por esta Corte, se debe tomar en consideración
los sufrimientos que han padecido como consecuencia directa
de las heridas y/o de la muerte de estos internos. En este sentido, dichos familiares han padecido un profundo sufrimiento y
angustia en detrimento de su integridad psíquica y moral. Además, los hechos a que se vieron sometidos les generaron gran
dolor, impotencia, inseguridad, tristeza y frustración, lo cual les
ha causado una grave alteración en sus condiciones de existencia y en sus relaciones familiares y sociales, representado un serio menoscabo en su forma de vida. (Cf. Párrafo 303)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 340)
La Corte decide por unanimidad,
El Estado violó los derechos a la vida y a la integridad personal consagrados en los artículos 4.1, 5.1, 5.2 y 5.6 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma, y
también en relación con el artículo 19 de ésta, cuando las víctimas hayan sido niños, en perjuicio de todos los internos en el Instituto entre
el 14 de agosto de 1996 y el 25 de julio de 2001, en los términos de los
párrafos 176 y 190 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 4)
El Estado violó el derecho a la integridad personal consagrado en
los artículos 5.1 y 5.2 de la Convención Americana, en relación con los
Arsenio Joel Barrios Báez, Alfredo Duarte Ramos, Sergio Vincent Navarro Moraez, Raúl
Esteban Portillo, Ismael Méndez Aranda, Pedro Iván Peña, Osvaldo Daniel Sosa, Walter
Javier Riveros Rojas, Osmar López Verón, Miguel Ángel Coronel Ramírez, César Fidelino
Ojeda Acevedo, Heriberto Zarate, Francisco Noé Andrada, Jorge Daniel Toledo, Pablo Emmanuel Rojas, Sixto Gonzáles Franco, Francisco Ramón Adorno, Antonio Delgado, Claudio Coronel Quiroga, Clemente Luis Escobar González, Julio César García, José Amado
Jara Fernández, Alberto David Martínez, Miguel Angel Martínez, Osvaldo Mora Espinola,
Hugo Antonio Vera Quintana, Juan Carlos Zarza Viveros, Eduardo Vera, Cándido Ulises
Zelaya Flores, Hugo Olmedo, Oscar Rafael Aquino Acuña, Nelson Rodríguez, Demetrio
Silguero, Aristides Ramón Ortiz Bernal, Carlos Raúl Romero Giacomo, Carlos Román Feris Almirón, Pablo Ayala Azola, Juan Ramón Lugo y Rolando Benítez.
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136
Derecho a la integridad personal
artículos 1.1 y 19 de la misma, en perjuicio de los niños heridos a causa
de los incendios; y el derecho a la integridad personal consagrado en
el artículo 5.1 de la Convención Americana, en relación con el artículo
1.1 de ésta, en perjuicio de los familiares identificados de los internos
fallecidos y heridos, todo lo anterior en los términos de los párrafos
188, 190 y 193 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 6)
El Estado debe ocuparse particularmente de garantizar la vida, integridad y seguridad de las personas que rindieron declaración y de
sus familias, y debe proveerles la protección necesaria frente a cualesquiera personas, tomando en cuenta las circunstancias de este caso, en
los términos del párrafo 324 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 15)
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Furlan y familiares Vs. Argentina
Fecha de sentencia: 31 de agosto de 2012
Víctima: Sebastian Claus Furlan y familiares
Estado parte: Argentina
Hechos del caso
En el año 1988, Sebastián Furlan, quien por entonces tenía 14 años
de edad, mientras jugaba con otros niños en un campo de entrenamiento
militar abandonado por el Ejército, en la localidad de Ciudadela, provincia de Buenos Aires, recibió el impacto de un travesaño que cayó sobre
su cabeza ocasionándole fractura de cráneo y daños cerebrales graves.
Como consecuencia de ello, el padre de Sebastián, Danilo Furlan, inició
una acción de daños y perjuicios contra el Estado Nacional a fin de obtener el resarcimiento por los daños sufridos por su hijo y obtener los
medios necesarios para una adecuada rehabilitación. El referido proceso
civil que demoró aproximadamente 12 años y tres meses, fijó una indemnización en pesos. Sin embargo, y por aplicación de la ley 23.982 –consolidación de deudas-, dicho crédito fue cancelado mediante la suscripción
de bonos cuyo monto total recién se podría cobrar en el año 2016.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Consideraciones previas sobre los derechos de los niños y las
niñas, y las personas con discapacidad
La Corte resalta que en el presente caso las alegadas violaciones de
derechos consagrados en la Convención Americana se enmarcan en el
hecho que Sebastián Furlan era un niño al momento del accidente y
que, posteriormente, dicho accidente desencadenó que fuera un adulto con discapacidad. Teniendo en cuenta estos dos hechos, el Tribunal
considera que las presuntas vulneraciones deben ser analizadas a la
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138
Derecho a la integridad personal
luz: i) del corpus juris internacional de protección de los niños y las niñas, y ii) los estándares internacionales sobre la protección y garantía
de los derechos de personas con discapacidad. Estos dos marcos jurídicos deberán tenerse en cuenta de manera transversal en el análisis del
presente caso. (Cf. Párrafo 124)
La Convención Interamericana para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad (en adelante “CIADDIS”) define el término “discapacidad” como “una deficiencia
física, mental o sensorial, ya sea de naturaleza permanente o temporal,
que limita la capacidad de ejercer una o más actividades esenciales de la
vida diaria, que puede ser causada o agravada por el entorno económico
y social”57. Por su parte, la CDPD establece que las personas con discapacidad “incluyen a aquellas que tengan deficiencias físicas, mentales,
intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con diversas
barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás”58. (Cf. Párrafo 132)
Al respecto, la Corte observa que en las mencionadas Convenciones se tiene en cuenta el modelo social para abordar la discapacidad, lo cual implica que la discapacidad no se define exclusivamente por la presencia de una deficiencia física, mental, intelectual o
sensorial, sino que se interrelaciona con las barreras o limitaciones
que socialmente existen para que las personas puedan ejercer sus
derechos de manera efectiva. Los tipos de límites o barreras que comúnmente encuentran las personas con diversidad funcional en la
sociedad, son, entre otras59, barreras físicas o arquitectónicas60, co-
57 Artículo I de la CIADDIS.
58 Artículo 1 de la CDPD.
59 Cfr. Comité de los Derechos del Niño, Observación General No. 9, Los derechos de los
niños con discapacidad, CRC/C/GC/9, 27 de febrero de 2007, párr. 5 (“El Comité insiste
en que los obstáculos no son la discapacidad en sí misma, sino más bien una combinación de obstáculos sociales, culturales, de actitud y físicos que los niños con discapacidad
encuentran en sus vidas diarias”).
60 Cfr. Comité de los Derechos del Niño, Observación General No. 9, párr. 39 (“La inaccesibilidad física del transporte público y de otras instalaciones, en particular los edificios
gubernamentales, las zonas comerciales, las instalaciones de recreo, entre otras, es un
factor importante de marginación y exclusión de los niños con discapacidad y compromete claramente su acceso a los servicios, en particular la salud y la educación”).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
municativas61, actitudinales62 o socioeconómicas63. (Cf. Párrafo 133)
En este sentido, la Corte Interamericana reitera que toda persona que se encuentre en una situación de vulnerabilidad es titular
de una protección especial, en razón de los deberes especiales cuyo
cumplimiento por parte del Estado es necesario para satisfacer las
obligaciones generales de respeto y garantía de los derechos humanos. En este sentido, la Corte Interamericana reitera que toda persona que se encuentre en una situación de vulnerabilidad es titular
de una protección especial, en razón de los deberes especiales cuyo
cumplimiento por parte del Estado es necesario para satisfacer las
obligaciones generales de respeto y garantía de los derechos humanos. El Tribunal recuerda que no basta con que los Estados se abstengan de violar los derechos, sino que es imperativa la adopción
de medidas positivas, determinables en función de las particulares
necesidades de protección del sujeto de derecho, ya sea por su condición personal o por la situación específica en que se encuentre64,
como la discapacidad65. En este sentido, es obligación de los Estados
propender por la inclusión de las personas con discapacidad por
medio de la igualdad de condiciones, oportunidades y participación
en todas las esferas de la sociedad66, con el fin de garantizar que las
limitaciones anteriormente descritas sean desmanteladas. Por tanto, es necesario que los Estados promuevan prácticas de inclusión
61 Cfr. Comité de los Derechos del Niño, Observación General No. 9, párr. 37 (“El acceso
a la información y a los medios de comunicación, en particular las tecnologías y los sistemas de la información y de las comunicaciones, permite a los niños con discapacidad
vivir en forma independiente y participar plenamente en todos los aspectos de la vida”).
62 Cfr. Asamblea General de la ONU, Normas Uniformes sobre la igualdad de oportunidades para las personas con discapacidad, GA/RES/48/96, 4 de marzo de 1994, Cuadragésimo octavo período de sesiones, párr. 3 (“en lo que respecta a la discapacidad, también
hay muchas circunstancias concretas que han influido en las condiciones de vida de las
personas que la padecen: la ignorancia, el abandono, la superstición y el miedo son factores sociales que a lo largo de toda la historia han aislado a las personas con discapacidad
y han retrasado su desarrollo”).
63 Cfr. Caso Ximenes Lopes Vs. Brasil. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 4 de julio
de 2006. Serie C No. 149, párr. 104. Cfr. también Artículo III.2 de la Convención Interamericana para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Personas
con Discapacidad, y Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Observación
General No. 5, Personas con Discapacidad, U.N. Doc. E/C.12/1994/13 (1994), 12 de septiembre de 1994, párr. 9.
64 Cfr. Caso de la “Masacre de Mapiripán” Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 15 de septiembre de 2005. Serie C No. 134, párrs. 111 y 113, y Caso Pueblo
Indígena Kichwa de Sarayaku Vs. Ecuador. Fondo y reparaciones. Sentencia de 27 de junio
de 2012. Serie C No. 245, párr. 244.
65 Cfr. Caso Ximenes Lópes Vs. Brasil, párr. 103.
66 Cfr. artículo 5 de las Normas Uniformes sobre la igualdad de oportunidades para las
personas con discapacidad.
139
140
Derecho a la integridad personal
social y adopten medidas de diferenciación positiva para remover
dichas barreras67. (Cf. Párrafo 134)
Afectación jurídica de la lesión del plazo razonable y su impacto en la integridad personal
La Corte reitera que, para determinar la razonabilidad del plazo se
debe tomar en cuenta la afectación generada por la duración del procedimiento en la situación jurídica de la persona involucrada en el mismo68, considerando, entre otros elementos, la materia objeto de controversia69. En este sentido, este Tribunal ha establecido que si el paso del
tiempo incide de manera relevante en la situación jurídica del individuo,
resultará necesario que el procedimiento avance con mayor diligencia
a fin de que el caso se resuelva en un tiempo breve70. (Cf. Párrafo 194)
La Corte recuerda que la CDPD, anteriormente reseñada (supra
párr. 137), contiene normas sobre la importancia del acceso a justicia
de las personas con discapacidad “en igualdad de condiciones con las
demás” e “incluso mediante ajustes de procedimiento y adecuados a
la edad” (Preámbulo y art. 13.1). En este sentido, el Tribunal considera que en casos de personas vulnerables, como lo es una persona con
discapacidad, es imperante tomar las medidas pertinentes, como por
ejemplo la priorización en la atención y resolución del procedimiento
por parte de las autoridades a su cargo, con el fin de evitar retrasos en
la tramitación de los procesos, de manera que se garantice la pronta
resolución y ejecución de los mismos. (Cf. Párrafo 196)
En el presente caso, la Corte considera que la prueba que consta en
el expediente confirma la grave afectación a la salud física y psíquica de
Sebastián Furlan ocasionada a raíz del accidente y sus posteriores necesidades de atención médica y psicológica (supra párrs. 73, 74, 76, 77,
95, 96 y 111). Además, se encuentra probado que tanto Sebastián Furlan
como su familia no contaban con los medios económicos suficientes para
poder brindarle los tratamientos médicos y psiquiátricos que fueron recomendados a lo largo de los años (supra párr. 71). (Cf. Párrafo 197)
Con base en lo anteriormente expuesto, la Corte considera relevante recordar que el presente proceso civil por daños y perjuicios involucraba un menor de edad, y posteriormente un adulto, en condición de
67 Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Observación General No. 5, párr. 13.
68 Cfr. Caso Valle Jaramillo y otros Vs. Colombia, párr. 155.
69 Cfr. Caso Comunidad Indígena Xákmok Kásek. Vs. Paraguay. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 24 de agosto de 2010 Serie C No. 214, párr. 136.
70 Cfr. Caso Valle Jaramillo y otros Vs. Colombia, párr. 155, y Caso Comunidad Indígena
Xákmok Kásek. Vs. Paraguay, párr. 136.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
discapacidad, lo cual implicaba una obligación reforzada de respeto y
garantía de sus derechos. Particularmente, respecto a las autoridades
judiciales que tuvieron a cargo dicho proceso civil era imprescindible
que éstas tuvieran en cuenta las particularidades relacionadas con la
condición de vulnerabilidad en la que se encontraba la presunta víctima, pues, además de ser un menor de edad y posteriormente un adulto
con discapacidad, contaba con pocos recursos económicos para llevar
a cabo una rehabilitación apropiada. Al respecto, la Corte recuerda que
“es directo y significativo el vínculo existente entre la discapacidad, por
un lado, y la pobreza y la exclusión social, por otro”71. (Cf. Párrafo 201)
Por tanto, si las autoridades judiciales hubieran tenido en cuenta
el estado de vulnerabilidad en que se encontraba Sebastián Furlan por
las particularidades anteriormente descritas, hubiera sido evidente
que el presente caso exigía por parte de las autoridades judiciales una
mayor diligencia, pues de la brevedad del proceso dependía el objetivo
primordial del proceso judicial, el cual era obtener una indemnización
que podía estar destinada a cubrir las deudas que durante años la familia de Sebastián Furlan acumuló para efectos de su rehabilitación y
para llevar a cabo terapias necesarias tendientes a atenuar los efectos
negativos del paso del tiempo. Asimismo, la Corte observa que a pesar
de la concordancia entre los dos peritajes médicos respecto a la necesidad de tratamiento urgente de Sebastián Furlan, el juez de la causa
omitió adoptar medidas oportunas para garantizar un debido acceso a
la rehabilitación. (Cf. Párrafo 202)
Derecho a la integridad personal y acceso a la justicia de los
familiares de Sebastián Furlan
La Corte ha afirmado, en otras oportunidades, que los familiares
de las víctimas de violaciones de los derechos humanos pueden ser, a
su vez, víctimas72. El Tribunal ha considerado violado el derecho a la
integridad psíquica y moral de algunos familiares con motivo del sufrimiento que estos han padecido a causa de las actuaciones u omisiones
de las autoridades estatales73, tomando en cuenta, entre otros, las gestiones realizadas para obtener justicia y la existencia de un estrecho
vínculo familiar74. También se ha declarado la violación de este dere71 Caso Ximenes Lópes Vs. Brasil, párr. 104.
72 Cfr. Caso Vargas Areco Vs. Paraguay. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de septiembre de 2006. Serie C No. 155, párr. 83, y Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2006. Serie C No. 160, párr. 335.
73 Cfr. Caso Vera Vera y otra Vs. Ecuador. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 19 de mayo de 2011. Serie C No. 226, párr. 104.
74 Cfr. Caso Bámaca Velásquez Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 25 de noviembre de
141
142
Derecho a la integridad personal
cho por el sufrimiento generado a partir de los hechos perpetrados en
contra de sus seres queridos75. (Cf. Párrafo 249)
En el presente caso, la Corte encontra probado que: i) el accidente
sufrido por Sebastián Furlan, así como el transcurso del proceso civil,
tuvieron un impacto en el núcleo familiar, conllevando un estado de angustia y desesperación permanente en la familia, lo cual terminó quebrantando los lazos familiares y generando otro tipo de consecuencias, y
que la familia Furlan Fernández no contó con asistencia para desarrollar
un mejor apoyo a Sebastián Furlan, lo cual desencadenó una serie efectos negativos en el normal desarrollo y funcionamiento familiar; ii) es
evidente que la demora injustificada en el proceso, así como las demás
búsquedas llevadas a cabo por el señor Danilo Furlan con el fin de obtener otros tipo de ayuda para su hijo, ocasionaron un sufrimiento grave
en él, ya que no sólo asumió casi por completo los cuidados personales
de su hijo, sino además tomó a su cargo un proceso judicial interno; iii)
el quiebre de la realidad familiar afectó de manera negativa el rol en la
familia de la señora Susana Fernández, debido a que la misma pasó a ser
un grupo familiar donde su participación se redujo sustancialmente y
fue quien debió ocuparse de proveer económicamente en el hogar; iv) el
señor Claudio Furlan ha padecido psicológicamente por esta situación
al punto al que revive constantemente la separación de su familia, recuerda detalles específicos del accidente sufrido por su hermano y de
la separación de sus padres, y como consecuencia de las perturbaciones
sufridas, construyó un proyecto de vida alrededor de su hermano con
discapacidad y del padre a su cargo, y v) la señora Sabina Furlan también fue afectada por las circunstancias del presente caso, por la ruptura
de los lazos familiares y el hecho de que ella tuviera que vivir sola con
su madre, alejada de aquellos que una vez fueran sus seres más queridos, sus dos hermanos y su padre, así como la desatención sufrida por
ella durante su infancia debida a los cuidados especiales que requería su
hermano mayor. (Cf. Párrafo 251-264)
Por todo lo anterior, la Corte considera probada la desintegración
del núcleo familiar, así como el sufrimiento padecido por todos sus integrantes como consecuencia de la demora en el proceso civil, la forma
de ejecución de la sentencia y los demás problemas que tuvo Sebastián
Furlan para el acceso a una rehabilitación adecuada. De lo expuesto
anteriormente, la Corte considera que el Estado argentino ha incurrido
en la violación del derecho a la integridad personal consagrado en el
artículo 5 y el derecho al acceso a la justicia establecido en los artículos
2000. Serie C No. 70, párr. 163, y Caso Vera Vera y otra Vs. Ecuador, párr. 104.
75 Caso Baldeón García Vs. Perú, párr. 128, y Caso Ximenes Lopes Vs. Brasil, párr. 156.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
8.1 y 25, en relación con el artículo 1.1, todos de la Convención Americana, en perjuicio de Danilo Furlan, Susana Fernández, Claudio Erwin
Furlan y Sabina Eva Furlan. (Cf. Párrafo 265)
Conclusión general sobre el acceso a la justicia, el principio
de no discriminación y el derecho a la integridad personal de
Sebastián Furlan
El Estado alegó que si bien “los reclamantes da[ban] cuenta de las
normas internacionales en materia de no discriminación y protección
de los niños y de las personas con discapacidad y alega[ban] que el Estado argentino habría violado los deberes de especial protección que le
correspondían” a Sebastián Furlan, no proporcionaban explicación alguna acerca de “qué modo se habría cometido la violación de los mencionados deberes”. El Estado arguyó que los alegatos de las presuntas
víctimas adolecían de generalidad y que estos mismos argumentos habían sido “utiliza[dos] para fundar los otros derechos que, según sus
alegaciones, el Estado argentino habría violado”. (Cf. Párrafo 266)
Al respecto, la Corte considera que el derecho a la igualdad y no
discriminación abarca dos concepciones: una concepción negativa
relacionada con la prohibición de diferencias de trato arbitrarias76, y
una concepción positiva relacionada con la obligación de los Estados
de crear condiciones de igualdad real frente a grupos que han sido
históricamente excluidos o que se encuentran en mayor riesgo de ser
discriminados77. Asimismo, la Corte ha señalado que el derecho a la
integridad física, psíquica y moral, consagrado en el artículo 5.1 de la
Convención Americana, “no sólo implica que el Estado debe respetarlo
(obligación negativa), sino que, además, requiere que el Estado adopte
todas las medidas apropiadas para garantizarlo (obligación positiva),
en cumplimiento de su deber general establecido en el artículo 1.1 de
la Convención Americana”78. (Cf. Párrafo 267)
En el presente caso la Corte resalta que los menores de edad y las
personas con discapacidad deben disfrutar de un verdadero acceso a la
76 Cfr. Naciones Unidas, Comité de Derechos Humanos, Observación General 18, No discriminación, 10/11/89, CCPR/C/37, párr. 7; Opinión Consultiva OC-18/03, párr. 92.
77 Opinión Consultiva OC-17/02, párr. 44; Opinión Consultiva OC-18/03, párr. 88; Caso
Yatama Vs. Nicaragua. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 23 de junio de 2005. Serie C No. 127, párr. 185, y Caso López Álvarez Vs. Honduras. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 1 de febrero de 2006. Serie C No. 141, párr. 170.
78 Cfr. Caso “Instituto de Reeducación del Menor” Vs. Paraguay. Excepciones Preliminares,
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 2 de septiembre de 2004. Serie C No. 112,
párr. 158, y Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 8 de julio de 2004. Serie C No. 110, párr. 129.
143
144
Derecho a la integridad personal
justicia y ser beneficiarios de un debido proceso legal en condiciones de
igualdad con quienes no afrontan esas desventajas. Para alcanzar sus objetivos, el proceso debe reconocer y resolver los factores de desigualdad
real de quienes son llevados ante la justicia. La presencia de condiciones
de desigualdad real obliga a adoptar medidas de compensación que contribuyan a reducir o eliminar los obstáculos y deficiencias que impidan
o reduzcan la defensa eficaz de los propios intereses79. (Cf. Párrafo 268)
El Tribunal ha hecho referencia a la situación agravada de vulnerabilidad de Sebastián Furlan, por ser menor de edad con discapacidad viviendo en una familia de bajos recursos económicos, razón por
la cual correspondía al Estado el deber de adoptar todas las medidas
adecuadas y necesarias para enfrentar dicha situación. En efecto, ha
sido precisado el deber de celeridad en los procesos civiles analizados, de los cuales dependía una mayor oportunidad de rehabilitación.
Además, la Corte concluyó que era necesaria la debida intervención
del asesor de menores e incapaces o una aplicación diferenciada de
la ley que reguló las condiciones de ejecución de la sentencia, como
medidas que permitieran remediar de algún modo las situaciones de
desventaja en las que se encontraba Sebastián Furlan. Estos elementos demuestran que existió una discriminación de hecho asociada a
las violaciones de garantías judiciales, protección judicial y derecho
a la propiedad ya declaradas. Además, teniendo en cuenta los hechos
reseñados en el capítulo sobre la afectación jurídica producida a Sebastián Furlan en el marco del proceso civil (supra párrs. 197 a 203),
así como el impacto que la denegación al acceso a la justicia tuvo en
la posibilidad de acceder a una adecuada rehabilitación y atención
en salud (supra parrs. 197 a 203), la Corte considera que se encuentra probada, a su vez, la vulneración del derecho a la integridad personal. En consecuencia, la Corte declara que el Estado incumplió su
obligación de garantizar, sin discriminación, el derecho de acceso a
la justicia y el derecho a la integridad personal en los términos de
los artículos 5.1, 8.1, 21, 25.1 y 25.2.c, en relación con los artículos
1.1 y 19 de la Convención Americana en perjuicio de Sebastián Claus
Furlan. (Cf. Párrafo 269)
Reparaciones (Aplicación del artículo 63.1 de la Convención
Americana)
El Tribunal considera parte lesionada, en los términos del ar79 Cfr. El Derecho a la Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del
Debido Proceso Legal. Opinión Consultiva OC-16/99 de 1 de octubre de 1999. Serie A No. 16,
párr. 119; Opinión Consultiva OC-18/03, párr. 121, y Caso Vélez Loor Vs. Panamá, párr. 152.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
tículo 63.1 de la Convención, a quien ha sido declarada víctima de
la violación de algún derecho reconocido en la misma80. Por lo tanto, esta Corte considera como “parte lesionada” a Sebastián Claus
Furlan, sus padres Danilo Furlan y Susana Fernández, así como sus
hermanos, Claudio Erwin Furlan y Sabina Eva Furlan, quienes en su
carácter de víctimas de las violaciones declaradas en el capítulo VII
serán considerados beneficiarios de las reparaciones que ordene el
Tribunal. (Cf. Párrafo 274)
Medidas de rehabilitación
La Corte dispone la obligación a cargo del Estado de brindar gratuitamente, a través de sus servicios de salud especializados, y de forma
inmediata, adecuada y efectiva, el tratamiento médico, psicológico y
psiquiátrico a las víctimas. La Corte también entiende que el el proyecto de vida de Sebastián Furlan quedó gravemente afectado, por lo que
resulta necesario que se le ofrezca acceso a servicios y programas de
habilitación y rehabilitación, que se basen en una evaluación multidisciplinaria de las necesidades y capacidades de la persona, bajo consideración del ya referido modelo social para abordar la discapacidad.
(Cf. Párrafo 285-288)
Medidas de satisfacción
La Corte dispone, como lo ha ordenado en otros casos81, que el Estado publique, en el plazo de seis meses, contado a partir de la notificación de la presente sentencia: a) el resumen oficial de la presente
sentencia elaborada por la Corte, por una sola vez, en el Diario Oficial;
b) el resumen oficial de la presente sentencia elaborada por la Corte,
por una sola vez, en un diario de amplia circulación nacional, y c) la
presente Sentencia en su integridad, disponible por un período de un
año, en un sitio web oficial. (Cf. Párrafo 290)
Garantías de no repetición
El Tribunal considera importante implementar la obligación de
transparencia activa en relación con las prestaciones en salud y seguridad social a las que tienen derecho las personas con discapacidad
80 Cfr. Caso Bayarri Vs. Argentina. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 30 de octubre de 2008. Serie C No. 187, párr. 126 y Caso Díaz Peña Vs. Venezuela. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de junio de
2012. Serie C No. 244, párr. 149
81 Cfr. Caso Cantoral Benavides Vs. Perú. Excepciones Preliminares. Sentencia de 3 de septiembre de 1998. Serie C No. 40, párr. 79, y Caso Pueblo Indígena Kichwa de Sarayaku Vs.
Ecuador, párr. 307.
145
146
Derecho a la integridad personal
en Argentina, lo cual impone al Estado la obligación de suministrar
al público la máxima cantidad de información en forma oficiosa, entre otros, respecto a la información que se requiere para el acceso
a dichas prestaciones. Dicha información debe ser completa, comprensible, brindarse en un lenguaje accesible y encontrarse actualizada. Asimismo, se entendió que el Estado deberá adoptar las medidas necesarias para asegurar que al momento en que una persona
es diagnosticada con graves problemas o secuelas relacionadas con
discapacidad, le sea entregada a la persona o su grupo familiar una
carta de derechos que resuma en forma sintética, clara y accesible los
beneficios que contemplan las mencionadas normas, los estándares
sobre protección de las personas con discapacidad mental establecidos en esta sentencia y las políticas públicas análogas, así como las
instituciones que pueden prestar ayuda para exigir el cumplimiento
de sus derechos. (Cf. Párrafo 294-295)
Reformas legales al procedimiento civil y la ejecución de sentencias en casos que involucren a menores de edad y personas con
discapacidad
Con base en el control de convencionalidad, es necesario que las interpretaciones judiciales y administrativas y las garantías judiciales se
apliquen adecuándose a los principios establecidos en la jurisprudencia
de este Tribunal en el presente caso82. Ello es de particular relevancia
en relación con lo señalado en el presente caso respecto a la necesidad
de tener en cuenta las situaciones de vulnerabilidad que pueda afrontar
una persona, especialmente cuando se trate de menores de edad o personas con discapacidad, con el fin de que se les garantice un trato preferencial respecto a la duración de los procesos judiciales y en el marco de
los procesos en que se disponga el pago de indemnizaciones ordenadas
judicialmente (supra párrs. 204, 217 y 222). (Cf. Párrafo 305)
Capacitación a funcionarios públicos y cooperación entre instituciones estatales
En atención a lo solicitado por los Defensores Públicos Interamericanos –representantes de la familia Furlan-, la Corte entiende necesario que el Estado continúe realizando los cursos de capacitación a funcionarios de la rama ejecutiva y judicial83 y las campañas informativas
82 Cfr. Caso López Mendoza Vs. Venezuela. Fondo Reparaciones y Costas. Sentencia de 1 de
septiembre de 2011. Serie C No. 233, párr. 228, y Caso Atala Riffo y Niñas Vs. Chile, párr. 284.
83 Este aspecto también se relaciona con lo dispuesto en el artículo 13 de la Convención
de Naciones Unidas sobre Discapacidad, la cual contempla, en relación con el acceso a la
justicia, que los Estados Partes “promoverán la capacitación adecuada de los que traba-
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
públicas en materia de la protección de los derechos de personas con
discapacidad. Los programas de capacitación y formación deben reflejar debidamente el principio de la plena participación e igualdad84, y
realizarse en consulta con las organizaciones de personas con discapacidad85. Además, la Corte valora que el Estado continúe fortaleciendo la
cooperación entre instituciones estatales y organizaciones no gubernamentales, con el objetivo de brindar una mejor atención a las personas con discapacidad y sus familiares. Para esto, se debe garantizar que
las organizaciones de personas con discapacidad puedan ejercer un rol
fundamental, a fin de asegurar que sus preocupaciones sean consideradas y tramitadas debidamente86. (Cf. Párrafo 308)
Puntos resolutivos
Por tanto (Cf. Párrafo 335)
La Corte declara por unanimidad,
El Estado es responsable por la vulneración del artículo 8.1, en relación con los artículos 19 y 1.1 de la Convención Americana, por haber
excedido el plazo razonable, en perjuicio de Sebastián Claus Furlan, en
los términos de los párrafos 147 a 152, 156 a 159, 164 a 175, 179 a 190
y 194 a 205 de la presente Sentencia.
El Estado es responsable por la vulneración al derecho a la protección judicial y el derecho a la propiedad privada, consagrados en los
artículos 25.1, 25.2.c y 21, en relación con el artículo 1.1 de la Convención Americana, en perjuicio de Sebastián Claus Furlan, conforme a lo
establecido en los párrafos 209 a 223 de esta Sentencia.
El Estado es responsable por la violación del derecho a ser oído
consagrado en el artículo 8.1, en relación con los artículos 19 y 1.1 de
la Convención Americana en perjuicio de Sebastián Claus Furlan, en los
términos de los párrafos 228 a 233 de la presente Sentencia.
El Estado es responsable por la falta de participación del asesor
de menores, lo cual vulneró el derecho a las garantías judiciales esjan en la administración de justicia, incluido el personal policial y penitenciario”.
84 Cfr. Artículo 19.2 de las Normas Uniformes sobre la igualdad de oportunidades para
las personas con discapacidad, resolución aprobada por la asamblea general, Cuadragésimo octavo período de sesiones, 4 de marzo de 1994, A/RES/48/96.
85 Cfr. Artículo 19.3 de las Normas Uniformes sobre la igualdad de oportunidades para
las personas con discapacidad, resolución aprobada por la asamblea general, Cuadragésimo octavo período de sesiones, 4 de marzo de 1994, A/RES/48/96.
86 Cfr. Artículo 18 de las Normas Uniformes sobre la igualdad de oportunidades para las
personas con discapacidad, resolución aprobada por la asamblea general, Cuadragésimo
octavo período de sesiones, 4 de marzo de 1994, A/RES/48/96.
147
148
Derecho a la integridad personal
tablecido en el artículo 8.1, en relación con los artículos 19 y 1.1 de la
Convención Americana, en perjuicio de Sebastián Claus Furlan, de conformidad con lo dispuesto en los párrafos 237 a 243 de esta Sentencia.
El Estado es responsable por la violación del derecho a la integridad personal consagrado en el artículo 5.1 y el derecho al acceso a la
justicia establecido en los artículos 8.1 y 25, en relación con el artículo
1.1 de la Convención Americana, en perjuicio de Danilo Furlan, Susana
Fernández, Claudio Erwin Furlan y Sabina Eva Furlan, de conformidad
con lo dispuesto en los párrafos 249 a 265 de esta Sentencia.
El Estado es responsable por el incumplimiento de la obligación de
garantizar, sin discriminación, el derecho de acceso a la justicia y el derecho a la integridad personal en los términos de los artículos 5.1, 8.1,
21, 25.1 y 25.2.c, en relación con los artículos 1.1 y 19 de la Convención
Americana en perjuicio de Sebastián Claus Furlan, de conformidad con
lo dispuesto en los párrafos 267 a 269 de esta Sentencia.
Y dispone
por unanimidad, que:
Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación.
El Estado debe brindar la atención médica y psicológica o psiquiátrica gratuita y de forma inmediata, adecuada y efectiva, a través de sus
instituciones públicas de salud especializadas a las víctimas que así lo
soliciten, de conformidad con lo establecido en los párrafos 282 y 284
de la presente Sentencia.
El Estado debe conformar un grupo interdisciplinario, el cual, teniendo en cuenta la opinión de Sebastián Furlan, determinará las medidas de protección y asistencia que serían más apropiadas para su
inclusión social, educativa, vocacional y laboral, de conformidad con lo
establecido en los párrafos 285 y 288 de la presente Sentencia.
El Estado debe realizar las publicaciones indicadas en el párrafo
290 de la presente Sentencia, en el plazo de seis meses contado a partir
de la notificación de la misma.
El Estado debe adoptar las medidas necesarias para asegurar que al
momento en que una persona es diagnosticada con graves problemas o
secuelas relacionadas con discapacidad, le sea entregada a la persona o
su grupo familiar una carta de derechos que resuma en forma sintética,
clara y accesible los beneficios que contempla la normatividad argentina, de conformidad con lo establecido en los párrafos 294 y 295 de la
presente Sentencia.
El Estado debe pagar las cantidades fijadas en los párrafos 316, 321
y 325 de la presente Sentencia, por concepto de indemnizaciones por
daños materiales e inmateriales, y por el reintegro de costas y gastos,
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
en los términos de los referidos párrafos, así como reintegrar al Fondo
de Asistencia Legal de Víctimas la cantidad establecida en el párrafo
328 de la presente Sentencia.
El Estado debe, dentro del plazo de un año contado a partir de la
notificación de esta Sentencia, rendir al Tribunal un informe sobre las
medidas adoptadas para cumplir con la misma.
La Corte supervisará el cumplimiento íntegro de esta Sentencia, en
ejercicio de sus atribuciones y en cumplimiento de sus deberes conforme a la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y dará por
concluido el presente caso una vez que el Estado haya dado cabal cumplimiento a lo dispuesto en la misma.
VOTO CONCURRENTE DE LA JUEZA MARGARETTE MAY MACAULAY
Las omisiones y deficiencias en la atención médica provista por
los hospitales y la falta de orientación adicional por las distintas instituciones del estado involucradas en este caso, particularmente al
principio, luego del accidente, obstaculizaron el acceso a los beneficios de seguridad social y a un tratamiento oportuno, real, permanente, integral y adecuadamente supervisado, el cual hubiera prevenido
o disminuido el deterioro de la salud física y mental de Sebastián Furlan. Estos obstáculos de alguna forma están relacionados a la evidente situación de vulnerabilidad de Sebastián Furlan en ese momento,
lo cual resultó en varios intentos de suicidio y en un acto de agresión
contra su abuela. (Cf. Párrafo 347)
Además, estas omisiones e insuficiencias limitaron la posibilidad
de alcanzar una rehabilitación, lo cual probablemente hubiera instaurado actitudes más positivas en Sebastián Furlan sobre su discapacidad, el logro del mayor grado de integración posible, autonomía y el
fortalecimiento de sus capacidades con atributos positivos en su personalidad. Además, algunos de los planes de bienestar en los cuales el
Estado basó su defensa fueron brindados en instituciones a distancias
sustanciales de la residencia de la familia Furlan, lo cual demostró los
serios problemas de accesibilidad y de disponibilidad en los tratamientos considerados necesarios en su situación. (Cf. Párrafo 348)
A pesar de que Sebastián Furlan pudo haber recibido acceso a un
plan de salud y seguridad social con distintos beneficios relacionados,
dicho acceso no ocurrió dentro de un plazo razonable posterior al accidente. Esto se debió en parte a la falta de apoyo por parte del asesor de
menores y porque él no recibió en el momento adecuado la compensación que pudo haber contribuido al otorgamiento del cuidado integral
que se requería. (Cf. Párrafo 349)
Finalmente, en el presente caso, las consecuencias de las vio-
149
150
Derecho a la integridad personal
laciones cometidas en relación al derecho a la salud y al derecho a
seguridad social tuvieron un efecto negativo en la integridad física,
emocional y mental de Sebastián Furlan. Además, estas violaciones
se explican por la falta de mayor diligencia en cuanto a la adopción
de medidas especiales de protección requeridas por el principio de
no discriminación en estos tipos de casos. Por ende, en mi opinión,
podría decirse que el Estado violó el artículo 26 en relación a los artículos 5 y 1.1 de la Convención Americana en perjuicio de Sebastián
Furlan. (Cf. Párrafo 350)
III
De los familiares
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Blake Vs. Guatemala
Fecha de sentencia: 24 de enero de 1998
Víctima: Nicholas Chapman Blake
Estado parte: Guatemala
Hechos del caso
El 26 de marzo de 1985 los señores Nicholas Blake, periodista y
Griffith Davis, fotógrafo, ambos estadounidenses, residentes en Guatemala, salieron de Huehuetenango hasta llegar a San Juan Ixcoy y de
ahí caminaron hasta la aldea El Llano, sitio al que llegaron el 28 ó 29 de
marzo de 1985. Ahí fueron interrogados por Mario Cano, Comandante
de la Patrulla de Autodefensa Civil de El Llano, quien consultó a los oficiales de la guarnición militar de Las Majadas e instruyó a miembros de
dicha patrulla civil para que los trasladaran a la frontera con El Quiché
y les dijo: “si ustedes quieren mátenlos”.
Seguidamente los señores Nicholas Blake y Griffith Davis fueron llevados por los patrulleros citados a un sitio llamado Los Campamentos
donde les dieron muerte y luego arrojaron los cadáveres en la maleza
y los cubrieron con troncos de árboles. Los señores Nicholas Blake y
Griffith Davis permanecieron desaparecidos desde el 28 ó 29 de marzo de 1985 hasta las fechas en que se descubrieron sus restos: los del
señor Griffith Davis el 16 de marzo de 1992 y los del señor Nicholas
Blake el 14 de junio de 1992.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Medidas provisionales adoptadas en este caso
En el escrito de 11 de agosto de 1995, recibido en la Secretaría en
esa fecha, la Comisión Interamericana sometió a la Corte, en virtud de
los artículos 63.2 de la Convención Americana y 23 y 24 del Reglamen-
153
154
Derecho a la integridad personal
to, una solicitud de medidas provisionales relativa al caso Blake con
respecto a la situación que se describe como “un caso de extrema urgencia” con el fin de evitar un daño irreparable en favor del señor Justo Victoriano Martínez Morales, testigo en el caso, y de sus familiares
inmediatos Floridalma Rosalina López Molina (esposa), Víctor Hansel
Morales López (hijo), Edgar Ibal Martínez López (hijo) y Sylvia Patricia
Martínez López (hija). Los fundamentos de la solicitud de la Comisión
se resumen de la siguiente manera: (Cf. Párrafo 36)
El 16 de agosto de 1995 el Presidente, con fundamento en la petición de la Comisión y en los artículos 63.2 de la Convención y 24.4 del
Reglamento entonces vigente, solicitó a Guatemala que adoptara sin
dilación cuantas medidas fueran necesarias para asegurar eficazmente
la protección de la vida e integridad personal de Justo Victoriano Martínez Morales, Floridalma Rosalina López Molina, Víctor Hansel Morales López, Edgar Ibal Martínez López y Sylvia Patricia Martínez López.
Además, le solicitó que adoptara las medidas necesarias para que las
personas antes mencionadas continuaran viviendo en su lugar de residencia y se les garantizara que no serían perseguidas o amenazadas
por agentes del Estado guatemalteco o por personas que actuaran con
la aquiescencia del Estado. Asimismo, le solicitó que rindiera un informe sobre las medidas tomadas para hacerlas del conocimiento del
Tribunal. (Cf. Párrafo 37)
Consideraciones previas sobre el fondo
La desaparición forzada o involuntaria constituye una de las más
graves y crueles violaciones de los derechos humanos, pues no sólo
produce una privación arbitraria de la libertad sino que pone en peligro la integridad personal, la seguridad y la propia vida del detenido.
Además, le coloca en un estado de completa indefensión, acarreando
otros delitos conexos. De ahí la importancia de que el Estado tome todas las medidas necesarias para evitar dichos hechos, los investigue y
sancione a los responsables y además informe a los familiares el paradero del desaparecido y los indemnice en su caso. (Cf. Párrafo 66)
Violación del artículo 5 (Integridad personal) de la Convención Americana de Derechos Humanos
La Comisión en su escrito de alegatos finales argumentó que la desaparición forzada afectó directamente la integridad personal del señor
Nicholas Blake y la psíquica de sus familiares, quienes vivieron una trágica y prolongada experiencia a raíz de la desaparición; realizaron más
de veintiún viajes a Guatemala, más de la mitad de los cuales tuvieron
lugar después de marzo de 1987. En dichos viajes no contaron con la
colaboración de las autoridades guatemaltecas. (Cf. Párrafo 110)
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
La Corte estima que el hecho de que la alegación de la violación del
artículo 5 de la Convención no fue incluida en el escrito de la demanda
de la Comisión, sino tan sólo en su alegato final, no impide a este Tribunal analizar, de conformidad con el principio jura novit curia, dicha
alegación en el fondo de este caso. (Cf. Párrafo 111)
Esta cuestión que plantea la Comisión, sólo puede ser examinada
en relación con los familiares del señor Nicholas Blake, ya que la violación de la integridad psíquica y moral de dichos familiares, es una
consecuencia directa de su desaparición forzada. Las circunstancias de
dicha desaparición generan sufrimiento y angustia, además de un sentimiento de inseguridad, frustración e impotencia ante la abstención
de las autoridades públicas de investigar los hechos. (Cf. Párrafo 114)
Además, la incineración de los restos mortales del señor Nicholas
Blake, para destruir todo rastro que pudiera revelar su paradero, atenta contra los valores culturales, prevalecientes en la sociedad guatemalteca, transmitidos de generación a generación, en cuanto al respeto
debido a los muertos. La incineración de los restos mortales de la víctima, efectuada por los patrulleros civiles por orden de un integrante
del Ejército guatemalteco, (supra párr. 57. e) f) y g)) intensificó el sufrimiento de los familiares del señor Nicholas Blake. (Cf. Párrafo 115)
Por lo tanto, la Corte estima que tal sufrimiento, en detrimento de la
integridad psíquica y moral de los familiares del señor Nicholas Blake,
constituye una violación, por parte del Estado, del artículo 5 de la Convención en relación con el artículo 1.1 de la misma. (Cf. Párrafo 116)
Puntos resolutivos
Por tanto (Cf. Párrafo 124)
La Corte declara por unanimidad,
Declara que el Estado de Guatemala violó en perjuicio de los familiares de Nicholas Chapman Blake el derecho a la integridad psíquica
y moral consagrado en el artículo 5 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en los
términos señalados en los párrafos 112, 114, 115 y 116 de la presente
sentencia. (Cf. Párrafo 2)
Voto razonado del juez A. A. Cançado Trindade
IV. La Fragmentación Indebida del Delito de Desaparición Forzada
Toda esta construcción jurisprudencial es, sin embargo, dejada sin
efecto en las circunstancias del presente caso Blake, en razón de la limitación ratione temporis de la competencia de la Corte. La realidad
cambiante de los hechos, en definitiva, requiere siempre de las reglas
155
156
Derecho a la integridad personal
del derecho una renovación dinámica, para asegurar su constante adecuación a las nuevas necesidades de protección y, por ende, su eficacia.
Ésto naturalmente se aplica a la capacidad de respuesta y combate a
nuevas formas de violación de los derechos humanos. (Cf. Párrafo 12)
En el cas d’espèce, la limitación ratione temporis de la competencia
de la Corte Interamericana, al restringir el alcance de la vía judicial,
conlleva a la casi desfiguración del delito de desaparición forzada en el
caso Blake. Dicha limitación descompone aquel delito complejo, reteniendo para consideración, en cuanto a los derechos protegidos por la
Convención, los elementos referentes tan sólo a las garantías judiciales
(artículo 8(1) de la Convención Americana) y al derecho a la integridad
psíquica y moral (artículo 5 de la Convención), ambos en relación con
los familiares de la persona desaparecida. (Cf. Párrafo 13)
Hay otros aspectos preocupantes en la “fragmentación” del delito de
desaparición forzada de personas en violaciones sucesivas de los derechos humanos en el curso del tiempo: más allá de la artificialidad de tal
descaracterización reside el hecho de que, en la desaparición forzada
de personas, estamos ante la violación de derechos de carácter inderogable, como el propio derecho fundamental a la vida, en el marco de
una situación continuada. Es lo que oportunamente advierte el preámbulo de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de
Personas, que agrega -al igual que el preámbulo de la Declaración de
Naciones Unidas sobre la Protección de Todas las Personas contra las
Desapariciones Forzadas- que la práctica sistemática de dicha desaparición constituye un crimen de lesa humanidad. (Cf. Párrafo 14)
VIII. Obligaciones Convencionales (Responsabilidad) y Solución Judicial (Jurisdicción)
Como señala la Corte tanto en la presente Sentencia (párrafo 108)
como en la Sentencia de 17.09.1997 en el caso Loayza Tamayo versus
Perú (Fondo, párrafo 81), siendo la Comisión un órgano competente
junto con la Corte para “conocer de los asuntos relacionados con el cumplimiento de los compromisos contraídos por los Estados Partes” (artículo 33 de la Convención Americana), éstos últimos se comprometen a
atender lo aprobado en sus Informes. Siendo así, Guatemala, como Estado Parte en la Convención, sabrá ciertamente no sólo dar cumplimiento
a lo dispuesto en la presente Sentencia de la Corte, sino también tener
presentes bona fide las consideraciones del otro órgano de supervisión
de la Convención Americana, y las demás obligaciones convencionales
referentes a los derechos protegidos por la Convención Americana, que
derivan de su ratificación de ésta última. (Cf. Párrafo 36)
En fin, en cuanto a las violaciones de las garantías judiciales y del
derecho a la integridad psíquica y moral (artículos 8(1) y 5, respecti-
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
vamente, en relación con el artículo 1(1), de la Convención Americana)
en perjuicio de los familiares del señor Nicholas Chapman Blake, establecidas en la presente Sentencia de la Corte, permítome una última y
breve reflexión. Aquí reside, a mi juicio, el aporte de la Sentencia que
viene de dictar la Corte Interamericana para el desarrollo del tratamiento jurisprudencial del delito de desaparición forzada de persona,
en la medida en que da precisión a la posición de los familiares del desaparecido como titulares de los derechos protegidos por la Convención
Americana. (Cf. Párrafo 37)
En una situación continuada propia de la desaparición forzada de
persona, las víctimas son tanto el desaparecido (víctima principal)
como sus familiares; la indefinición generada por la desaparición forzada sustrae a todos de la protección del derecho1. No hay cómo negar
la condición de víctimas también a los familiares del desaparecido, que
tienen el cotidiano de sus vidas transformado en un verdadero calvario, en el cual los recuerdos del ser querido se mezclan con el tormento
permanente de su desaparición forzada. En mi entender, la forma compleja de violación de múltiples derechos humanos que representa el
delito de desaparición forzada de persona tiene como consecuencia la
ampliación de la noción de víctima de violación de los derechos protegidos. (Cf. Párrafo 38)
1 Cf., en este sentido, el artículo 1(2) de la Declaración de Naciones Unidas sobre la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas.
157
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Kawas Fernández Vs. Honduras
Fecha de sentencia: 3 de abril de 2009
Víctima: Blanca Jeannette Kawas Fernández
Estado parte: Honduras
Hechos del caso
Blanca Jeannette Kawas Fernández fue presidenta de la fundación
PROLANSATE, creada en 1990 con el objetivo de promover la protección y conservación de las áreas circundantes a la Bahía de Tela, en el
Departamento de Atlántida, Honduras, y mejorar la calidad de vida de
los habitantes de la zona. De acuerdo con el testimonio rendido ante
esta Corte por el señor Rafael Sambulá, ex director de la fundación, la
labor de la señora Kawas Fernández consistía en “dar los lineamientos
políticos que […] emanaban de la junta directiva, además de atender
denuncias relacionadas con daños ambientales que se pudieran dar en
la región y en el Municipio de Tela”. Bajo el liderazgo de la señora Kawas
Fernández, la fundación obtuvo, entre otros logros, la aprobación por
parte del Congreso Nacional del Decreto No. 154–94, mediante el cual
se otorgó a la zona de Punta Sal en el Departamento de Atlántida la categoría de Parque Nacional. Según el testimonio de su hermano, Jacobo Kawas, “en estas funciones [Blanca Jeannette] era incansable en su
ir y venir […], siempre ejerciendo sus funciones y tratando de que se
nombraran o que se declararan estas áreas como […] protegidas, lo cual
logró después de mucho esfuerzo y sacrificio”. El resultado de su labor,
se evidenció semanas después de su muerte (infra párr. 53), cuando el
17 de marzo de 1995 el Congreso Nacional le dio el nombre de “Parque
Nacional Blanca Janeth Kawas Fernández” al Parque Nacional Punta Sal,
al considerar que aquella había “realiz[ado] una entrega total en defensa del ecosistema”. A través de la fundación, la señora Kawas Fernández
denunció casos de explotación maderera ilegal, daños al Parque Nacional Punta Sal y otras zonas protegidas; también se opuso públicamente
a diversos proyectos de desarrollo económico en la zona. Días previos
159
160
Derecho a la integridad personal
a su muerte (infra párr. 53), la señora Kawas Fernández organizó una
marcha en la ciudad de Tela en protesta por la iniciativa del Estado de
otorgar títulos de propiedad en el Parque Nacional Punta Sal.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Artículo 5.1 (Derecho a la Integridad personal)2 en relación
con el artículo 1.1 (obligación de respetar los derechos) de la Convención Americana
La Comisión Interamericana no consideró en sus Informes de admisibilidad y fondo que se hubiera configurado una violación del artículo
5 de la Convención Americana y, consecuentemente, no alegó ante la
Corte la violación al derecho a la integridad personal en perjuicio de
los familiares de Blanca Jeannette Kawas Fernández. (Cf. Párrafo 125)
Conforme a la jurisprudencia de este Tribunal, la presunta víctima,
sus familiares o sus representantes pueden invocar derechos distintos
de los comprendidos en la demanda de la Comisión, sobre la base de
los hechos presentados por ésta3. En este caso, la Corte advierte que los
alegatos formulados por los representantes en cuanto a la violación del
artículo 5.1 de la Convención Americana, en perjuicio de los familiares
de Blanca Jeannette Kawas Fernández, se sustentan en hechos contenidos en la demanda, por lo que pasa a examinarlos. (Cf. Párrafo 127)
En varias oportunidades4, la Corte Interamericana ha declarado la
violación del derecho a la integridad personal de familiares de víctimas
de ciertas violaciones de los derechos humanos u otras personas con
vínculos estrechos con aquellas. Al respecto, en el caso Valle Jaramillo y
otros Vs. Colombia este Tribunal consideró que se puede declarar la violación del derecho a la integridad psíquica y moral de familiares directos
2 En lo pertinente, el artículo 5 señala que:
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral.
2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la
dignidad inherente al ser humano.
3 Cfr. Caso “Cinco Pensionistas” Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 28
de febrero de 2003. Serie C No. 98, párr. 155; Caso Ríos y otros. Excepciones Preliminares,
Fondo, Reparaciones y Costas, supra nota 10, párr. 42; y Caso Perozo y otros. Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, supra nota 10, párr. 32.
4 Cfr. Caso Blake Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 24 de enero de 1998. Serie C No.
36, párr. 114; Caso Heliodoro Portugal. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y
Costas, supra nota 123, párr. 163; Caso Valle Jaramillo y otros Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas, supra nota 8, párr. 119.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
de víctimas de ciertas violaciones de derechos humanos aplicando una
presunción iuris tantum respecto de madres y padres, hijas e hijos, esposos y esposas, compañeros y compañeras permanentes (en adelante “familiares directos”), siempre que ello responda a las circunstancias particulares en el caso. En el caso de tales familiares directos, corresponde al
Estado desvirtuar dicha presunción5. (Cf. Párrafo 128)
En los demás supuestos, el Tribunal deberá analizar si de la prueba
que consta en el expediente se acredita una violación del derecho a la
integridad personal de la presunta víctima, sea o no familiar de alguna
otra víctima en el caso. Respecto de aquellas personas sobre quienes
el Tribunal no presumirá una afectación del derecho a la integridad
personal por no ser familiares directos, la Corte evaluará, por ejemplo,
si existe un vínculo particularmente estrecho entre éstos y las víctimas
del caso que permita a la Corte declarar la violación del derecho a la
integridad personal. El Tribunal también podrá evaluar si las presuntas víctimas se han involucrado en la búsqueda de justicia en el caso
concreto6, o si han padecido un sufrimiento propio como producto de
los hechos del caso o a causa de las posteriores actuaciones u omisiones de las autoridades estatales frente a los hechos7. (Cf. Párrafo 129)
La Corte observa que los representantes han solicitado que se declare al Estado responsable por la violación del artículo 5.1 y 5.2 de la Convención Americana en perjuicio de los siguientes familiares directos de
Blanca Jeannette Kawas Fernández: señor Jacobo Kawas Cury, padre8;
Blanca Fernández, madre9; Selsa Damaris Watt Kawas, hija10, y Jaime
Alejandro Watt Kawas, hijo11. Por lo tanto, tomando en consideración
las circunstancias del presente caso, el Tribunal presume, en principio,
que la muerte de la señora Blanca Jeannette Kawas Fernández les causó
una afectación sobre su integridad psíquica y moral. Sin embargo, en
razón de que el Estado se opuso, con base en las consideraciones de la
Comisión Interamericana en su Informe de fondo12, a un eventual pro5 Cfr. Caso Valle Jaramillo y otros Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas, supra nota
8, párr. 119.
6 Cfr. Caso Bámaca Velásquez Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 25 de noviembre de
2000. Serie C No. 70, párr. 163; Caso Heliodoro Portugal. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas, supra nota 123, párr. 163, y Caso Valle Jaramillo y otros Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas, supra nota 8, párr. 119.
7 Cfr. Caso Blake. Fondo, supra nota 156, párr. 114; Caso Heliodoro Portugal. Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, supra nota 123, párr. 163, y Caso Valle Jaramillo y otros. Fondo, Reparaciones y Costas, supra nota 8, párr. 119.
8 Cfr. acta de nacimiento de Blanca Jeannette Kawas Fernández, supra nota 145
9 Cfr. acta de nacimiento de Blanca Jeannette Kawas Fernández, supra nota 145.
10 Cfr. acta de nacimiento de Selsa Damaris Watt Kawas, supra nota 148.
11 Cfr. acta de nacimiento del señor Jaime Alejandro Watt Kawas, supra nota 147.
12 Cfr. Informe de Fondo No. 63/06, supra nota 2.
161
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Derecho a la integridad personal
nunciamiento de la Corte con respecto a la presente violación alegada,
el Tribunal analizará la prueba aportada por los representantes. La Corte resalta que el Estado no objetó tales pruebas. (Cf. Párrafo 130)
De las declaraciones rendidas durante el trámite del presente caso,
se desprende que al señor Jacobo Kawas Cury, padre de la señora Blanca Jeannette Kawas Fernández, le afectó significativamente su muerte.
La señora Blanca Jeannette Kawas “era su brazo derecho, ella lo atendía y lo cuidaba de su dolencia [y] le administraba su negocio”13. La
relación de Blanca Jeannette Kawas con su padre era muy cercana; incluso se desplazó desde los Estados Unidos de América para proveerlo
de cuidados14. El señor Jacobo Kawas Cury falleció unos meses después
de la muerte de su hija15. (Cf. Párrafo 131)
Por otro lado, respecto a la relación de Blanca Jeannette Kawas Fernández con su madre, la señora Blanca Fernández, del expediente se constata
que aquella viajó junto con sus dos hijos a los Estados Unidos de América
para atender a su madre, quien se encontraba enferma16. Posteriormente,
Blanca Jeannette Kawas Fernández regresó a Honduras para cuidar de su
padre, pero mantuvo comunicación periódica con aquélla17. A raíz de los
hechos del presente caso, la señora Fernández sufrió “por la impotencia y
la rabia […] y lloró inconsolablemente, hasta la fecha su tema de conversación preferido es hablar sobre [su] hija”18. (Cf. Párrafo 132)
Asimismo, del expediente se desprende que la señora Selsa Damaris
Watt Kawas y su madre, Blanca Jeannette Kawas Fernández, tenían una
relación muy cercana. La señora Watt Kawas refirió que su madre la
apoyaba con la manutención de sus estudios en los Estados Unidos de
América y que “cuando [estaba] libre la visitaba [y] la inspiraba ver su
mi[s]ión y su visión ambientalista”. Declaró que habló por teléfono con
su madre “unos días antes de su muerte”. La señora Watt Kawas “ha
vivido un [t]rauma [a través] de la muerte violenta de [su] madre” y
13 Cfr. declaración del señor Jacobo Kawas Fernández rendida ante la Corte Interamericana, supra nota 25.
14 Cfr. declaración rendida ante fedatario público (affidávit) por el señor Jaime Alejandro Watt Kawas el 4 de noviembre de 2008 (expediente de fondo, tomo II, folio 453).
15 Cfr. declaración del señor Jacobo Kawas Fernández rendida ante la Corte Interamericana, supra nota 25, y declaración rendida ante fedatario público (affidávit) por el señor
Jorge Jesús Kawas Fernández el 30 de octubre de 2008 (expediente de fondo, tomo II,
folio 444).
16 Cfr. declaración rendida ante fedatario público (affidávit) por el señor Jorge Jesús
Kawas Fernández el 30 de octubre de 2008 (expediente de fondo, tomo II, folio 443).
17 Cfr. declaración rendida ante fedatario público (affidávit) por el señor Jaime Alejandro Watt Kawas el 4 de noviembre de 2008, supra nota 166.
18 Cfr. declaración rendida ante fedatario público (affidávit) por el señor Jorge Jesús
Kawas Fernández el 30 de octubre de 2008, supra nota 168.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
considera que este hecho ha provocado un “daño irreparable, un dolor
profundo que tr[a]za su línea [a través] de los años”19. Añadió que “[se]
siente desamparada y constantemente en stress [sic] cuando visit[a] a
su familia en Honduras” y que “[está] decepcionada de ver la ineptitud
de las autoridades ante un caso de asesinato que ha recibido atención
nacional e internacional”. Actualmente, Selsa Damaris Watt Kawas reside en Alemania y siente temor de volver a Honduras20. (Cf. Párrafo 133)
El señor Jaime Alejandro Watt Kawas, hijo de Blanca Jeannette Kawas
Fernández, declaró que su relación con su madre “fue siempre muy estrecha y [que] ella cumplía ampliamente su rol de madre”. Asimismo,
manifestó que al morir sufrió “un sentimiento de soledad y abandono
[,] como estar desprotegido sin el único ser que estaba muy cerca de
[su] persona”, por lo que necesitó del apoyo familiar para “sobrellevar
la tristeza que [lo] embargó […]”. El señor Watt Kawas declaró que su
vida “resultó en un cambio radical, negativo, frustrante, impregnado de
inestabilidad emocional y una profunda tristeza que [lo] llevó a no creer
en nada ni en nadie” y que “sient[e] la impotencia y la frustración de no
contar con una autoridad que pu[eda] determinar lo que pasó y por qué
pasó”21. Al momento en que Blanca Jeannette Kawas fue privada de la
vida, su hijo contaba con 17 años de edad22. (Cf. Párrafo 134)
Por otro lado, los representantes solicitaron al Tribunal que declarara la violación del artículo 5 de la Convención Americana en perjuicio de los hermanos de Blanca Jeannette Kawas Fernández: Jacobo
Roberto23; Jorge Jesús24, y Carmen Marilena25. La Corte observa que,
conforme a su jurisprudencia (supra párr. 128), los anteriores no son
considerados familiares directos por lo que no puede presumirse una
afectación en su integridad en términos del artículo 5.1 de la Convención Americana. En consecuencia, el Tribunal debe valorar la prueba
aportada por los representantes para tal efecto. (Cf. Párrafo 135)
Durante la audiencia pública (supra párr. 10) el señor Jacobo Roberto
Kawas Fernández indicó que arribó a la casa de Blanca Jeannette Kawas
19 Cfr. declaración rendida ante fedatario público (affidávit) por la señora Selsa Damaris
Watt Kawas el 28 de octubre de 2008 (expediente de fondo, tomo II, folios 428 a 429).
20 Cfr. declaración rendida ante fedatario público (affidávit) por la señora Selsa Damaris
Watt Kawas el 28 de octubre de 2008, supra nota 171.
21 Cfr. declaración rendida ante fedatario público (affidávit) por el señor Jaime Alejandro Watt Kawas el 4 de noviembre de 2008, supra nota 166.
22 Cfr. acta de nacimiento del señor Jaime Alejandro Watt Kawas, supra nota 147; y declaración rendida ante fedatario público (affidávit) por el señor Jorge Jesús Kawas Fernández el 30 de octubre de 2008, supra nota 168.
23 Cfr. acta de nacimiento del señor Jacobo Kawas Fernández, supra nota 150.
24 Cfr. acta de nacimiento del señor Jorge Jesús Kawas Fernández, supra nota 151.
25 Cfr. acta de nacimiento de la señora Carmen Marilena Kawas Fernández, supra nota 149.
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Derecho a la integridad personal
Fernández, su hermana, unos minutos después de su muerte. Declaró que
la vio “tirada en el suelo [y que] qui[so] levantarla [y] recogerla”. En el
expediente se constata que, posteriormente, “lideró” las investigaciones
iniciadas por las autoridades sobre este hecho26. El señor Kawas Fernández señaló que a raíz de su muerte, “no [tiene una] hermana mayor [de]
quien tenía todo el apoyo” y que “[h]a cambiado [su] vida en el sentido de
que [se] dedicaba a otras actividades [y] tuvo que [retomar] la dirección
de los negocios de [su] padre”, anteriormente atendidos por Blanca Jeannette Kawas Fernández. Mencionó que la posibilidad de declarar ante la
Corte Interamericana significaba “una oportunidad [para] que se haga
justicia, la esperanza de que no exista impunidad […]”.(Cf. Párrafo 136)
El señor Jorge Jesús Kawas Fernández declaró que la relación con su
hermana Blanca Jeannette Kawas Fernández era muy cercana, que “ella
era como la jefa de la familia, [que] cuando ven[í]a a Tegucigalpa se hospedaba en [su] casa y viceversa”. Asimismo, señaló que “desde temprana
edad ella fue como una madre para [él]”. Manifestó que “cuando su madre
biológica partió hacia los Estados Unidos, Jeannette, con apenas 18 años,
se hizo cargo de [su] cuidado” y que “siempre existió [un] cariño especial
más allá del cariño de hermanos y por su actuar [la familia le guardaba]
entero respeto y profundo agradecimiento”. El señor Jorge Jesús Kawas
señaló que la muerte de su hermana “fue el acabose[,] un impacto de incredulidad y desconcertación, que después se convirtió en un gran pesar y
en la tristeza de haberla perdido tan injustamente”. Asimismo, declaró que
la familia “[siente] temor […] por la incapacidad [del Estado] para investigar y castigar a los que cometen hechos sangrientos27”. (Cf. Párrafo 137)
Con relación a la señora Carmen Marilena Kawas Fernández, hermana de la víctima fallecida, consta en el expediente que su relación
con ésta era “muy buena” y que “siempre [la] apoyó”28. Asimismo, de la
declaración del señor Jacobo Roberto Kawas Fernández se desprende
que siendo la señora Blanca Jeannette la mayor de cuatro hermanos “a
temprana edad le tocó atender a sus hermanos menores [entre ellos, la
señora Carmen Marilena Kawas Fernández] y velar siempre por ellos
[…]”. El señor Jacobo Kawas Fernández también declaró que su hermana Carmen Marilena viajó a Honduras desde los Estados Unidos de
América para asistir al funeral de su hermana Blanca Jeannette29. El
26 Cfr. declaración rendida ante fedatario público (affidávit) por el señor Jorge Jesús
Kawas Fernández el 30 de octubre de 2008, supra nota 168.
27 Cfr. declaración rendida ante fedatario público (affidávit) por el señor Jorge Jesús
Kawas Fernández el 30 de octubre de 2008, supra nota 168.
28 Cfr. declaración rendida ante fedatario público (affidávit) por la señora Selsa Damaris
Watt Kawas el 28 de octubre de 2008, supra nota 171.
29 Cfr. declaración del señor Jacobo Kawas Fernández rendida ante la Corte Interameri-
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Tribunal destaca que el Estado reconoció la violación a los artículos 8 y
25 de la Convención Americana en perjuicio de “los familiares de Blanca Jeannette Kawas Fernández” (supra párr. 7), entre cuyos integrantes
se encuentra la señora Carmen Marilena. (Cf. Párrafo 138)
Con base en lo anterior, el Tribunal concluye que se encuentra demostrada la existencia de un estrecho vínculo familiar de los señores
Jacobo Roberto Kawas Cury, Blanca Fernández, Selsa Damaris Watt
Kawas, Jaime Alejandro Watt Kawas, Jacobo Kawas Fernández, Jorge Jesús Kawas Fernández y Carmen Marilena Kawas Fernández, con
Blanca Jeannette Kawas Fernández. Asimismo, la Corte constata que la
forma y las circunstancias en que Blanca Jeannette Kawas Fernández
fue privada de la vida y la falta de efectividad de las medidas adoptadas
para esclarecer los hechos y sancionar a los responsables, han provocado en dichas personas sufrimiento y angustia, además de un sentimiento de inseguridad, frustración e impotencia ante la abstención
de las autoridades públicas de investigar los hechos, afectando, por lo
tanto, su integridad psíquica y moral (supra párr. 117). En consecuencia, la Corte considera que el Estado es responsable por la violación
al artículo 5.1 de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de las referidas personas. El Tribunal
no considera que se haya producido una violación al artículo 5.2 de la
Convención Americana de acuerdo a su jurisprudencia sobre tortura y
otros tratos crueles, inhumanos o degradantes. (Cf. Párrafo 139)
Reparaciones (Aplicación del artículo 63.1 de la Convención
Americana)
Indemnizaciones
Daño inmaterial
En su jurisprudencia, el Tribunal ha determinado diversas formas
en que el daño inmaterial puede ser reparado30. (Cf. Párrafo 179)
cana, supra párr. 25.
30 El daño inmaterial puede comprender tanto los sufrimientos y las aflicciones causados a la víctima directa y a sus allegados, el menoscabo de valores muy significativos para
las personas, así como las alteraciones, de carácter no pecuniario, en las condiciones de
existencia de la víctima o su familia. Dado que no es posible asignar al daño inmaterial un
equivalente monetario preciso, sólo puede ser objeto de compensación, […], mediante el
pago de una cantidad de dinero o la entrega de bienes o servicios apreciables en dinero,
que el Tribunal determin[a …] en términos de equidad, así como mediante la realización
de actos u obras de alcance o repercusión públicos, que tengan como efecto el reconocimiento de la dignidad de la víctima y evitar que vuelvan a ocurrir violaciones de los derechos humanos. Cfr. Caso Neira Alegría Vs. Perú. Reparaciones y Costas. Sentencia de 19
165
166
Derecho a la integridad personal
La Comisión solicitó a la Corte que, atendiendo a la naturaleza del
caso, fije en equidad el monto de la compensación por concepto de
daños inmateriales en virtud de “los sufrimientos padecidos por los
familiares de la víctima como consecuencia de la falta de una investigación diligente de los hechos y consecuente sanción de los responsables,
entre otros agravios”. (Cf. Párrafo 180)
Asimismo, los representantes señalaron que “es evidente que los familiares de Blanca Jeannette Kawas Fernández han sufrido considerablemente a consecuencia de su muerte”. Al respecto, solicitaron al Tribunal
fijar una indemnización considerando “el dolor causado debido al tipo
de muerte violenta y repentina que sufrió la víctima[;] [que] este hecho
sucedió cuando la mayoría de los familiares estaba[n] fuera de Honduras[;] y que [l]os sentimientos de angustia por la muerte aumentaron
ante la frustración e impotencia por la impunidad de su asesinato”. Los
representantes también solicitaron a la Corte considerar que “su muerte
se originó por su condición de defensora ambientalista”. (Cf. Párrafo 181)
El Estado no hizo alegatos específicos respecto a este rubro. (Cf.
Párrafo 182)
En los capítulos VII y VIII de la presente Sentencia, el Tribunal concluyó que la forma y circunstancias en que Blanca Jeannette Kawas Fernández fue asesinada, así como la inactividad de las autoridades estatales en las investigaciones y la falta de eficacia de las medidas adoptadas
para esclarecer los hechos y en su caso sancionar a los responsables,
han afectado la integridad psíquica y moral de los señores Jacobo Kawas
Cury, ya fallecido, Blanca Fernández, Selsa Damaris y Jaime Alejandro
Watt Kawas, Jacobo Roberto Kawas Fernández, Jorge Jesús Kawas Fernández y Carmen Marilena Kawas Fernández, todos ellos familiares de la
señora Blanca Jeannette Kawas Fernández. (Cf. Párrafo 183)
La jurisprudencia internacional ha establecido reiteradamente que
una sentencia declaratoria de violación de derechos constituye per se
una forma de reparación31. No obstante, por las circunstancias del caso
sub judice, la Corte estima pertinente determinar el pago de una compensación, fijada equitativamente, por concepto de daños inmateriales a
de septiembre de 1996. Serie C No. 29, párr. 57; Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán
Morales y otros) Vs. Guatemala. Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de mayo de 2001.
Serie C No. 77, párr. 84; Caso Ríos y otros. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones
y Costas, supra nota 10, párr. 396, y Caso Perozo y otros. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas, supra nota 10, párr. 405.
31 Cfr. Caso Neira Alegría y otros Vs. Perú. Reparaciones y Costas. Sentencia de 19 de septiembre de 1996. Serie C No. 29, parr. 56; Caso Ríos y otros. Excepciones Preliminares,
Fondo, Reparaciones y Costas, supra nota 10, párr. 403 y Caso Perozo y otros. Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, supra nota 10, párr. 413.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
favor de los familiares de la señora Blanca Jeannette Kawas Fernández,
considerados víctimas de la violación de los artículos 5.1, 8.1 y 25.1 de la
Convención Americana, en conexión con el artículo 1.1 de la misma (supra párrs. 117 a 119 y 131 a 139). En consecuencia, el Tribunal ordena
al Estado pagar la cantidad de US $20,000.00 (veinte mil dólares de los
Estados Unidos de América) a favor de Selsa Damaris y Jaime Alejandro
Kawas Fernández, cada uno; la cantidad de US $20,000.00 (veinte mil
dólares de los Estados Unidos de América) a favor de la señora Blanca
Fernández y del señor Jacobo Kawas Cury, cada uno; US $10,000.00 (diez
mil dólares de los Estados Unidos de América) a favor de Jacobo Kawas
Fernández y, la cantidad de US $5,000.00 (cinco mil dólares de los Estados Unidos de América) a favor de la señora Carmen Marilena y del
señor Jorge Jesús, ambos de apellidos Kawas Fernández, cada uno. La
cantidad correspondiente al señor Jacobo Kawas Cury deberá entregarse por partes iguales a sus hijos. (Cf. Párrafo 184)
Por otra parte, tal como lo ha señalado la Corte en otras oportunidades32, en casos como el presente el daño inmaterial infligido a la
víctima resulta evidente. Al respecto y aunque no ha sido solicitado
por la Comisión y los representantes, la Corte decide ordenar al Estado
el pago de una compensación de US $50,000.00 (cincuenta mil dólares
de los Estados Unidos de América) por los daños morales sufridos por
Blanca Jeannette Kawas Fernández. Dicha cantidad deberá ser entregada en su totalidad y en partes iguales a los hijos de la víctima, Selsa
Damaris y Jaime Alejandro Watt Kawas. (Cf. Párrafo 185)
Otras pretensiones reparatorias
El Tribunal valora positivamente la creación del “Grupo de Investigación para las Muertes de Ambientalistas” adscrita a la Secretaría de Estado en el Despacho de Seguridad como respuesta a los hechos de violencia
generados en contra de ese grupo (supra párr. 70). No obstante, reitera
que las amenazas y los atentados a la integridad y a la vida de los defensores de derechos humanos y la impunidad de este tipo de estos hechos, son particularmente graves en una sociedad democrática. De conformidad con la obligación general de respetar y garantizar los derechos
establecida en el artículo 1.1 de la Convención, al Estado tiene el deber
de adoptar medidas de carácter legislativo, administrativo o judicial, o el
perfeccionamiento de las existentes, que garanticen la libre realización
32 Cfr. Caso Myrna Mack Chang. Fondo, Reparaciones y Costas, supra nota 8, párr. 260;
Caso Carpio Nicolle y otros Vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 22
de noviembre 2004. Serie C No. 117, párr. 117; Caso Zambrano Vélez y otros. Fondo, Reparaciones y Costas, supra nota 87, párr. 142, y Caso Huilca Tecse. Fondo, Reparaciones y
Costas, supra nota 183, párr. 97.
167
168
Derecho a la integridad personal
de las actividades de los defensores del medio ambiente; la protección
inmediata a los defensores del medio ambiente ante el peligro o amenazas que se susciten con motivo de su labor, y la investigación inmediata,
seria y eficaz de los actos que pongan en peligro la vida o la integridad de
los defensores ambientalistas, con motivo de su trabajo. (Cf. Párrafo 213)
En esta línea, y como una forma de contribuir a que hechos como
los del presente caso no se repitan, la Corte estima conveniente ordenar al Estado la realización de una campaña nacional de concientización y sensibilización, dirigida a funcionarios de seguridad, operadores de justicia y población general, sobre la importancia de la labor
que realizan los defensores del medio ambiente en Honduras y de sus
aportes en la defensa de los derechos humanos. El Estado contará con
un plazo máximo de dos años a partir de la notificación de la presente
Sentencia para su ejecución. (Cf. Párrafo 214)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 227)
La Corte declara, por unanimidad,
El Estado violó el derecho a la integridad personal previsto en el
artículo 5.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en
relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de Jacobo Roberto Kawas Cury, Blanca Fernández, Selsa Damaris Watt Kawas, Jaime
Alejandro Watt Kawas, Jacobo Roberto Kawas Fernández, Jorge Jesús
Kawas Fernández y Carmen Marilena Kawas Fernández, en los términos de los párrafos 131 a 139 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 3)
El Estado no violó el derecho a la integridad personal de Jacobo Roberto Kawas Cury, Blanca Fernández, Selsa Damaris Watt Kawas, Jaime
Alejandro Watt Kawas, Jacobo Roberto Kawas Fernández, Jorge Jesús
Kawas Fernández y Carmen Marilena Kawas Fernández, reconocido en
el artículo 5.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, de
conformidad con el párrafo 139 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 6)
Voto razonado del juez Sergio García Ramírez con respecto a
la sentencia de la corte interamericana de derechos humanos en el Caso kawas fernández vs. Honduras, del 3 de abril
de 2009
Preservación del ambiente
Debo agregar que la violación del deber de garantía que se observa
en este caso -en el que se ha vulnerado el derecho a la vida-, contraría
la protección general de quienes dedican su vida y su trabajo a la pre-
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
servación del ambiente, servicio que va mucho allá del derecho particular de alguno o algunos: concierne e interesa a todos. Esta dedicación
queda ahora de manifiesto, por cuanto la víctima era una distinguida
defensora del ambiente, que por serlo había enfrentado oposiciones y
adversidades. (Cf. Párrafo 11)
Las acciones y omisiones que lesionan directamente a quienes actúan en este ámbito, también intimidan a otras personas que realizan
actividades del mismo género. Por ello generan desaliento individual
y social, con severo perjuicio para la comunidad en su conjunto. La posición de la Corte sobre este punto concuerda, por lo demás, con la
reiterada exigencia de brindar especial protección a quienes asumen
la defensa de los derechos humanos. La preservación del medio, cuya
integridad constituye un derecho de todos, milita en esa dirección y
requiere tutela. (Cf. Párrafo 12)
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Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Chitay Nech y otros Vs. Guatemala
Fecha de sentencia: 25 de mayo de 2010
Víctima: Florencio Chitay Nech y Encarnación, Pedro, Eliseo, Estermerio y María Rosaura, todos de apellidos Chitay Rodríguez
Estado parte: Guatemala
Hechos del caso
El señor Chitay Nech estaba casado con Marta Rodríguez Quex, con
quien tuvo cinco hijos: Encarnación, Pedro, Eliseo, Estermenio y María
Rosaura, todos de apellidos Chitay Rodríguez, quienes residían en San
Martín Jilotepeque, Departamento de Chinaltenango, Guatemala. En el
año 1973 se unió a movimientos campesinos de la región e inició su
participación política afiliándose al partido Democracia Cristiana. En el
año 1977 el partido Democracia Cristiana presentó al señor Chitay Nech
como candidato a Concejal en la contienda electoral municipal de San
Martín Jilotepeque y resultó electo. Como consecuencia de la desaparición forzada del entonces Alcalde del Municipio, ocurrida el 21 de noviembre de 1980, Florencio Chitay Nech asumió la responsabilidad de la
Alcaldía. Desde junio de 1980 recibió diversas notas anónimas “en donde
le invitaban a desatender todas las actividades que realizaba”, y tuvieron
lugar diversos atentados perpetrados en su contra y de sus familiares,
tales como intentos de secuestro y ataques a su casa de habitación.
El 1 de abril de 1981 Florencio Chitay Nech salió de su vivienda en
la Ciudad de Guatemala para comprar leña, acompañado de su hijo Estermerio Chitay. Frente a la tienda de leña, un grupo de hombres armados se bajaron de un vehículo, dijeron el nombre de Florencio Chitay
Nech e intentaron subirlo a la fuerza pegándole en la cabeza. Uno de
los hombres tomó al niño del brazo y lo encañonó, por lo que el señor Chitay Nech dejó de resistirse y subió al vehículo. Posteriormente,
Estermerio corrió a su casa y contó lo sucedido a su familia y denunciaron los hechos ante la Policía Nacional. Desde entonces Florencio
Chitay se encuentra desaparecido.
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172
Derecho a la integridad personal
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Desaparición Forzada: artículos 7, 5, 4 y 3 (Derechos a la Libertad Personal, Integridad Personal, Vida y Reconocimiento a la
Personalidad Jurídica) de la Convención Americana de Derechos
Humanos
Al analizar un supuesto de desaparición forzada se debe tener en
cuenta que la privación de la libertad del individuo sólo debe ser entendida como el inicio de la configuración de una violación compleja que
se prolonga en el tiempo hasta que se conoce la suerte y el paradero de
la víctima. El análisis de una posible desaparición forzada no debe enfocarse de manera aislada, dividida y fragmentada sólo en la detención,
o la posible tortura, o el riesgo de perder la vida, sino más bien el enfoque debe ser en el conjunto de los hechos que se presentan en el caso
en consideración ante la Corte, tomando en cuenta la jurisprudencia
del Tribunal al interpretar la Convención Americana, así como la CIDFP
para los Estados que la hayan ratificado33. (Cf. Párrafo 89)
Respecto del artículo 7 de la Convención Americana, la Corte ha
reiterado que cualquier restricción al derecho a la libertad personal
debe darse únicamente por las causas y en las condiciones fijadas
de antemano por las Constituciones Políticas o por las leyes dictadas
conforme a ellas (aspecto material), y además, con estricta sujeción
a los procedimientos objetivamente definidos en la misma (aspecto
formal)34. (Cf. Párrafo 90)
La Corte estima suficientemente acreditado que Florencio Chitay
Nech fue detenido por agentes del Estado o por particulares que actuaron con su aquiescencia, así como, que transcurridos más de 29 años
desde su detención se desconoce su paradero. (Cf. Párrafo 91)
En este sentido, toda vez que haya motivos razonables para sospechar que una persona ha sido sometida a desaparición forzada debe
iniciarse una investigación35. Esta obligación es independiente de que
33 Cfr. Caso Heliodoro Portugal Vs. Panamá, supra nota 76, párr. 112; Caso Ticona Estrada
y otros Vs. Bolivia, supra nota 84, párr. 56, y Caso Anzualdo Castro Vs. México, supra nota
86, párr. 67.
34 Caso Gangaram Panday Vs. Surinam. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 21
de enero de 1994. Serie C No. 16, párr. 47. Cfr. Caso Servellón García y otros Vs. Honduras.
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 21 de septiembre de 2006. Serie C No. 152,
párr. 89, y Caso Ticona Estrada y otros Vs. Bolivia, supra nota 84, párr. 57.
35 Cfr. Artículo 12.2 de la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas y el artículo 13 de la Declaración sobre la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas. Además, el párrafo
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
se presente una denuncia, pues en casos de desaparición forzada el derecho internacional y el deber general de garantía imponen la obligación
de investigar el caso ex officio, sin dilación, y de una manera seria, imparcial y efectiva. Esto es un elemento fundamental y condicionante para la
protección de ciertos derechos afectados por esas situaciones, como la
libertad personal, la integridad personal y la vida36. Sin perjuicio de ello,
en cualquier caso, toda autoridad estatal, funcionario público o particular que haya tenido noticia de actos destinados a la desaparición forzada
de personas, debía denunciarlo inmediatamente37. (Cf. Párrafo 92)
En consideración de lo anterior, el Tribunal concluye que Florencio
Chitay fue detenido de manera ilegal y por ser considerado “enemigo interno”, en razón de su calidad de líder cooperativista y dirigente político
(supra párrs. 64, 69, 71, 72 y 74 e infra párr. 112). Asimismo, se puede
determinar que la detención y posterior desaparición de Florencio Chitay fue ocultada por las autoridades, en la medida que éstas no iniciaron
una investigación seria y efectiva ante la desaparición ocurrida, omitiendo su deber de garantía de los derechos vulnerados y sin dar hasta la
fecha respuesta sobre el paradero del señor Chitay Nech. (Cf. Párrafo 93)
En relación con el artículo 5 de la Convención Americana, este Tribunal ha sostenido que la desaparición forzada es violatoria del derecho a la integridad personal porque “el solo hecho del aislamiento
prolongado y de la incomunicación coactiva, representa un tratamiento cruel e inhumano [...] en contradicción con los párrafos 1 y 2 del [artículo 5 de la Convención]”38, por lo que “resulta evidente que en una
desaparición forzada la víctima de ésta vea vulnerada su integridad
personal en todas sus dimensiones”39. (Cf. Párrafo 94)
Asimismo, la Corte ha reconocido que “el sometimiento de detenidos a cuerpos represivos oficiales, agentes estatales o particulares que
63 de la Declaración y el Programa de Acción de Viena aprobados por la Conferencia
Mundial de Derechos Humanos el 25 de junio de 1993, establece que: “[e]s obligación de
todos los Estados, en cualquier circunstancia, emprender una investigación siempre que
haya motivos para creer que se ha producido una desaparición forzada en un territorio
sujeto a su jurisdicción y, si se confirman las denuncias, enjuiciar a los autores del hecho”.
36 Cfr. Caso de la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 31 de enero de 2006. Serie C No. 140, párr. 145; Caso Anzualdo Castro, supra
nota 86, párr. 65, y Caso Radilla Pacheco Vs. México, supra nota 12, párr. 143.
37 Cfr. Caso de la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia, supra nota 94, párr. 145; Caso
Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 86, párr. 65, y Caso Radilla Pacheco Vs. México, supra
nota 12, párr. 143.
38 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Fondo, supra nota 32, párr. 187; Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 86, párr. 85, y Caso Radilla Pacheco Vs. México, supra
nota 12, párr. 153.
39 Caso Ticona Estrada y otros Vs. Bolivia, supra nota 84, párr. 58.
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Derecho a la integridad personal
actúen con su aquiescencia o tolerancia, que impunemente practiquen
la tortura y el asesinato, representa, por sí mismo, una infracción al deber de prevención de violaciones a los derechos a la integridad física y
a la vida, aún en el supuesto de que no puedan demostrarse los hechos
de torturas o no haya sido ultimada, o si esos hechos no pueden demostrarse en el caso concreto”40. Además, el Tribunal ha establecido que
la desaparición forzada ha incluido con frecuencia la ejecución de los
detenidos, en secreto y sin fórmula de juicio, seguida del ocultamiento
del cadáver con el objeto de borrar toda huella material del crimen y
procurar la impunidad de quienes lo cometieron41. (Cf. Párrafo 95)
En lo que se refiere al artículo 4 de la Convención Americana, la
Corte ha considerado que por la naturaleza misma de la desaparición
forzada, la víctima se encuentra en una situación agravada de vulnerabilidad, de la cual surge el riesgo de que se violen diversos derechos,
entre ellos, el derecho a la vida. Esta situación se ve acentuada cuando
se está frente a un patrón sistemático de violaciones de derechos humanos. Del mismo modo, la Corte ha establecido que la falta de investigación de lo ocurrido representa una infracción del deber jurídico establecido en el artículo 1.1 de la Convención en relación con el artículo
4.1 de la misma, que consagra el deber de garantizar a toda persona
sujeta a su jurisdicción la inviolabilidad de la vida y el derecho a no
ser privado de ella arbitrariamente, lo cual comprende la prevención
razonable de situaciones que puedan redundar en la supresión de ese
derecho42. (Cf. Párrafo 96)
En relación con el artículo 3 de la Convención, la Comisión y los
representantes coincidieron en manifestar que con motivo de la desaparición forzada se vulneró el derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica de Florencio Chitay, dejándolo así por fuera del
ordenamiento jurídico e institucional y en una situación de total vulnerabilidad ante sus captores. Al respecto, el Estado no se allanó a la
violación de este derecho, por considerar que el mismo no tiene un
contenido jurídico propio, como había sido establecido anteriormente
por este Tribunal. (Cf. Párrafo 97)
40 Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Fondo, supra nota 32, párr. 175; Caso Ticona
Estrada y otros Vs. Bolivia, supra nota 84, párr. 59, y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra
nota 86, párr. 85.
41 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Fondo, supra nota 32, párr. 157; Caso Ticona Estrada y otros Vs. Bolivia, supra nota 84, párr. 59, y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú,
supra nota 86, párr. 85.
42 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Fondo, supra nota 32, párr. 188; Caso Ticona Estrada y otros Vs. Bolivia, supra nota 84, párr. 60, y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú,
supra nota 86, párr. 86.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
De acuerdo con su jurisprudencia más reciente, dado el carácter
múltiple y complejo de esta grave violación de derechos humanos, en el
Caso Anzualdo Castro Vs. Perú este Tribunal reconsideró su posición anterior y estimó posible que, en casos de esta naturaleza, la desaparición
forzada puede conllevar una violación específica del referido derecho:
más allá de que la persona desaparecida no pueda continuar gozando
y ejerciendo otros, y eventualmente todos los derechos de los cuales
también es titular, su desaparición busca no sólo una de las más graves
formas de sustracción de una persona de todo ámbito del ordenamiento jurídico, sino también negar su existencia misma y dejarla en una
suerte de limbo o situación de indeterminación jurídica ante la sociedad, el Estado e inclusive la comunidad internacional43. (Cf. Párrafo 98)
En consideración de lo anterior, si bien esta Corte había establecido
en anteriores casos que dicha definición no se refería expresamente al
reconocimiento de la personalidad jurídica entre los elementos de tipificación del delito complejo de esta práctica44, cabe hacer notar que en
aplicación del principio del efecto útil y de las necesidades de protección en casos de personas y grupos en situación de vulnerabilidad, este
Tribunal, de acuerdo con la evolución del corpus juris internacional en
la materia45, ha interpretado de manera amplia el artículo II de la CIDFP, lo que le ha permitido concluir que la consecuencia de la negativa
a reconocer la privación de libertad o paradero de la persona es, en
conjunto con los otros elementos de la desaparición, la “sustracción de
la protección de la ley”46 o bien la vulneración de la seguridad personal
y jurídica del individuo, lo cual impide directamente el reconocimiento
de la personalidad jurídica. (Cf. Párrafo 99)
Más aún, dicha consecuencia queda evidenciada cuando del modus operandi de esta práctica se desprende la intención deliberada,
no sólo de dejar al individuo fuera del ejercicio de los recursos legales y las garantías procesales pertinentes, sino también de otros
derechos, ya sean éstos civiles o políticos, así como la extracción de
su comunidad y grupo familiar, como se configura en el presente caso
(infra párr. 121). (Cf. Párrafo 100)
43 Cfr. Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 86, párr. 90, y Caso Radilla Pacheco Vs.
México, supra nota 12, párr. 157.
44 Cfr. Caso Bámaca Velásquez Vs. Guatemala. Fondo, supra nota 50, párr. 180, y Caso
Ticona Estrada y otros Vs. Bolivia, supra nota 84, párr. 69.
45 Cfr. Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa Vs. Paraguay. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 29 de marzo de 2006. Serie C No. 146, párr: 189; Caso del Pueblo Saramaka Vs. Surinam. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 28 de noviembre de 2007. Serie C No. 172, párr. 166, y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú,
supra nota 86, párr. 89.
46 Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 86, párr. 96.
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176
Derecho a la integridad personal
Por tanto, el Estado debe respetar y procurar los medios y condiciones jurídicas para que el derecho al reconocimiento de la personalidad
jurídica pueda ser ejercido libre y plenamente por sus titulares47. Dicho
reconocimiento determina su existencia efectiva ante la sociedad y el Estado, lo que le permite ser titular de derechos y obligaciones, ejercerlos y
tener capacidad de actuar, lo cual constituye un derecho inherente al ser
humano, que no puede ser en ningún momento derogado por el Estado
de conformidad con la Convención Americana48. (Cf. Párrafo 101)
En consecuencia, la Corte reitera que en los casos de desaparición
forzada de personas se deja a la víctima en una situación de indeterminación jurídica que imposibilita, obstaculiza o anula la posibilidad de la
persona de ser titular o ejercer en forma efectiva sus derechos en general, lo cual constituye una de las más graves formas de incumplimiento
de las obligaciones estatales de respetar y garantizar los derechos humanos49. Esto se tradujo en una violación del derecho al reconocimiento
de la personalidad jurídica de Florencio Chitay. (Cf. Párrafo 102)
En razón de lo anterior, la Corte estima que el Estado es responsable de la desaparición forzada de Florencio Chitay Nech y violó los
derechos consagrados en los artículos 7.1 (Derecho a la Libertad Personal), 5.1 y 5.2 (Derecho a la Integridad Personal), 4.1 (Derecho a la
Vida) y 3 (Derecho al Reconocimiento a la Personalidad Jurídica) de la
Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 (Obligación de
Respetar los Derechos), en su perjuicio. (Cf. Párrafo 103)
En conclusión, la Corte estima que el Estado es responsable por la
desaparición forzada de Florencio Chitay, ya que fue privado de su libertad de manera ilegal por agentes del Estado o por particulares con
aquiescencia del Estado, sin que a la fecha se conozca su paradero. Lo
anterior en un contexto sistemático de desapariciones forzadas selectivas en Guatemala, dirigidas, entre otros, contra líderes indígenas, con el
objetivo de desarticular toda forma de representación política a través
del terror y coartando así la participación popular que fuera contraria a la política del Estado. En específico, el modus operandi y el subsiguiente ocultamiento del paradero a que fue sometido el señor Chitay
Nech refleja la deliberada intención de extraerlo de la esfera jurídica e
impedirle el ejercicio de sus derechos tanto civiles como políticos. La
situación agravada de vulnerabilidad a la cual fue sometido sin duda le
47 Cfr. Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa Vs. Paraguay, supra nota 103, párr. 189;
Caso del Pueblo Saramaka Vs. Paraguay, supra nota 103, párr. 166, y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 86, párr. 88.
48 Cfr. Artículo 27 (Suspensión de Garantías) de la Convención Americana.
49 Cfr. Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 86, párr. 101, y Caso Radilla Pacheco Vs.
México, supra nota 12, párr. 157.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
provocó profundos sentimientos de angustia, miedo e indefensión, lo
cual implicó la vulneración de su integridad personal y vida. En consecuencia, la Corte considera que el Estado es responsable de la violación
de los derechos consagrados en los artículos 7.1 (Derecho a la Libertad
Personal), 5.1 y 5.2 (Derecho a la Integridad Personal), 4.1 (Derecho
a la Vida), 3 (Derecho al Reconocimiento a la Personalidad Jurídica) y
23.1 (Derechos Políticos) de la Convención Americana, en relación con
el artículo 1.1 (Obligación de Respetar los Derechos) de la misma, en
relación con el artículo I.a) de la CIDFP, en perjuicio de Florencio Chitay
Nech, por haberlo desaparecido forzosamente. (Cf. Párrafo 121)
Artículo 5.1 (Derecho a la Integridad personal) de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 (obligación de respetar los derechos) de la misma
El Tribunal ha reiterado en su jurisprudencia que los familiares de las
víctimas de violaciones de los derechos humanos pueden ser, a su vez,
víctimas50. En particular, en casos que involucran la desaparición forzada de personas, es posible entender que la violación del derecho a la
integridad psíquica y moral de los familiares de la víctima es una consecuencia directa, precisamente, de ese fenómeno, que les causa un severo
sufrimiento por el hecho mismo, que se acrecienta, entre otros factores,
por la constante negativa de las autoridades estatales de proporcionar
información acerca del paradero de la víctima o de iniciar una investigación eficaz para lograr el esclarecimiento de lo sucedido51. Asimismo,
este Tribunal ha estimado que se puede declarar la violación del derecho
a la integridad psíquica y moral de familiares directos de víctimas de
ciertas violaciones de derechos humanos como la desaparición forzada
aplicando una presunción iuris tantum respecto de madres y padres, hijas e hijos, esposos y esposas, y compañeros y compañeras permanentes
(en adelante “familiares directos”), siempre que ello responda a las circunstancias particulares en el caso. Respecto de tales familiares directos,
corresponde al Estado desvirtuar dicha presunción52. (Cf. Párrafo 220)
Al respecto, la Corte recuerda que en otros casos ha llegado a considerar que la privación continua de la verdad acerca del paradero de un
50 Cfr. Caso Castillo Páez Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 3 de noviembre de 1997. Serie C
No. 34, Punto Resolutivo cuarto; Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 86, párr. 105,
y Caso Radilla Pacheco Vs. México, supra nota 12, párr. 161.
51 Cfr. Caso Blake Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 24 de enero de 1998. Serie C No.
36, párr. 114; Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 86, párr. 105, y Caso Radilla Pacheco Vs. México, supra nota 12, párr. 161.
52 Cfr. Caso Valle Jaramillo y otros Vs. Colombia, supra nota 155, párr. 119; Caso Kawas
Fernández Vs. Honduras, supra nota 15, párr. 128, y Caso Radilla Pacheco Vs. México, supra
nota 12, párr 162.
177
178
Derecho a la integridad personal
desaparecido constituye una forma de trato cruel e inhumano para los
familiares cercanos53. Además, el Tribunal ha señalado que ante hechos
de desaparición forzada de personas, el Estado tiene la obligación de
garantizar el derecho a la integridad personal de los familiares también
por la vía de investigaciones efectivas. Más aún, la ausencia de recursos
efectivos ha sido considerada por la Corte como fuente de sufrimiento y
angustia adicionales para las víctimas y sus familiares54. (Cf. Párrafo 221)
El Tribunal ha establecido que es de suma importancia para los familiares de la víctima desaparecida el esclarecimiento del paradero final de la misma, ya que esto permite a los familiares aliviar la angustia
y sufrimiento causados por la incertidumbre del paradero de su familiar desaparecido55. (Cf. Párrafo 222)
En el presente caso, los sufrimientos ocasionados por el impacto
de la desaparición forzada de Florencio Chitay Nech quedan evidenciados en las declaraciones de sus familiares. En ese sentido, Eliseo
Chitay manifestó que sus familiares y él necesitan “conocer la verdad
de lo sucedido, del por qué de[l] secuestro y el objeto de que pa[saran]
penas, angustias, hambre y que cada uno de los miembros de [su] familia […] tuvi[eran] que separar[se] a corta edad salvaguardando [sus]
vidas, […] nunca goza[ron] de [su] niñez, de [su] juventud, a corta edad
tuvi[eron] que trabajar para ganan[arse] el sustento diario[, además]
hay una gran tristeza [por] estar solo en otro país”. Asimismo, Pedro
Chitay declaró que sus familiares y él tienen problemas psicológicos, y
no pueden lograr desahogarse, y que sienten un terror al ver un uniformado del ejército, y miedo de regresar ahora a Guatemala. Por su parte,
Encarnación Chitay expresó que el día de la desaparición forzada de su
padre fue “el día más triste de [su] vida” y que se sentía “triste y dolido
[por] no poder compartir con [sus] hermanos y sobre todo de estar a la
par de un padre y una madre [que] es lo más sagrado y divino para un
ser humano y [ellos] no [lo han vivido]”. (Cf. Párrafo 223)
Asimismo, Claudia Elisa Sesam López expresó que, siendo la pareja
de Encarnación Chitay, le “ha[bía] tocado vivir junto a él la desintegración familiar[,] […] tuvieron que salir adelante por ellos mismos, lo más
triste y lamentable [es] no poder regresar a sus comunidades.[ Además,]
todos padecen de alguna enfermedad [y] todos por supuesto con problemas emocionales y psicológicos aún no tratados”. (Cf. Párrafo 224)
53 Cfr. Caso Trujillo Oroza Vs. Bolivia. Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de febrero
de 2002. Serie C No. 92, párr. 114; Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 86, párr. 113,
y Caso Radilla Pacheco Vs. México, supra nota 12, párr. 166.
54 Cfr. Caso Blake Vs. Guatemala, supra nota 235, párr. 114; Caso Anzualdo Castro Vs.
Perú, supra nota 86, párr. 113, y Caso Radilla Pacheco Vs. México, supra nota 12, párr. 167.
55 Cfr. Caso Ticona Estrada y otros Vs. Bolivia, supra nota 84, párr. 155.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Tal como fue establecido en el presente caso, la Corte otorgó plenos
efectos jurídicos al reconocimiento parcial de responsabilidad internacional del Estado respecto al artículo 5 de la Convención. Asimismo,
este Tribunal nota que de las declaraciones rendidas por los familiares
de Florencio Chitay y de las violaciones declaradas en los capítulos anteriores, éstos han sufrido afectaciones a su integridad personal. Además, la denegación de justicia y el desconocimiento del paradero del
señor Chitay Nech que persiste hasta la fecha ha ocasionado en las presuntas víctimas un impacto traumático, que ha generado sentimientos
de indignación, frustración e incluso de temor. El Tribunal observa que
dichas experiencias impactaron sus relaciones sociales, alterando la
dinámica de su familia y su pertenencia a una comunidad indígena, lo
que les ha seguido causando sufrimiento y temor. (Cf. Párrafo 225)
Por lo expuesto, este Tribunal considera que las afectaciones a la
integridad personal sufridas por los miembros de la familia Chitay Rodríguez, comprendidas integralmente en el complejo fenómeno de la
desaparición forzada, subsisten mientras persistan los factores de impunidad verificados56 y no se tenga conocimiento del paradero del señor
Chitay Nech; esto último no ha permitido cerrar el proceso de duelo de
los familiares. En consecuencia, esta Corte considera que el Estado es
responsable por la violación del derecho a la integridad personal reconocido en el artículo 5.1 de la Convención, en relación con el artículo
1.1 de la misma, en perjuicio de Encarnación, Pedro, Eliseo, Estermerio
y María Rosaura, todos de apellidos Chitay Rodríguez. (Cf. Párrafo 226)
Reparaciones
D.2. Daño inmaterial
En relación al monto indemnizatorio adicional solicitado por los
representantes a favor de Encarnación y Estermerio, la Corte nota que
dicha solicitud no ha sido alegada en el momento procesal oportuno,
siendo éste el escrito de solicitudes y argumentos. Es decir, los representantes solicitaron por primera vez en los alegatos finales dicha indemnización adicional a favor de los dos hermanos, y no adjuntaron
elementos idóneos que permitan a la Corte eventualmente evaluar
las consecuencias particulares de tales hechos en las víctimas. Cabe
señalar que esta Corte, al examinar la violación del artículo 5.1 de la
Convención, tomó en cuenta la afectación a la integridad personal que
cada una de las víctimas, entre las que se encuentran Encarnación y
56 Cfr. Caso Goiburú y otros Vs. Paraguay, supra nota 87, párr. 103; Caso Anzualdo Castro Vs.
Perú, supra nota 86, párr. 114, y Caso Radilla Pacheco Vs. México, supra nota 12, párr. 172.
179
180
Derecho a la integridad personal
Estermerio, han padecido como consecuencia de la desaparición forzada de Florencio Chitay Nech, lo que configura el nexo causal para
las reparaciones que fije el Tribunal al respecto. Consecuentemente,
este Tribunal no fijará una indemnización adicional para Encarnación
Chitay y Estermerio Chitay Rodríguez por concepto de daño inmaterial
como fue solicitado por los representantes. (Cf. Párrafo 277)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 297)
La Corte declara por unanimidad,
El Estado es responsable por la desaparición forzada de Florencio
Chitay Nech y, en consecuencia, violó los derechos a la libertad personal, a la integridad personal, a la vida, al reconocimiento de la personalidad jurídica y derechos políticos consagrados en los artículos 7.1,
5.1, 5.2, 4.1, 3 y 23.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con la obligación de respeto y garantía, establecido
en el artículo 1.1 de la Convención, así como en relación con el artículo
I.a) de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de
Personas, en perjuicio de Florencio Chitay Nech, en los términos de los
párrafos 80 a 121 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 4)
El Estado es responsable de la violación al derecho a la integridad
personal reconocido en el artículo 5.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la Convención, en perjuicio de Encarnación, Pedro, Eliseo, Estermerio y María
Rosaura, todos de apellidos Chitay Rodríguez, en los términos de los
párrafos 220 a 226 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 8)
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Furlan y familiares Vs. Argentina
Fecha de sentencia: 31 de agosto de 2012
Víctima: Sebastian Claus Furlan y familiares
Estado parte: Argentina
Ver información del caso en la página 137.
181
IV
De las mujeres
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: González y otras (“Campo Algodonero”) Vs. México
Fecha de sentencia: 16 de noviembre de 2009
Víctima: Claudia Ivette González, Esmeralda Herrera Monreal y
Laura Berenice Ramos Monárrez
Estado parte: México
Hechos del caso
El 4 de noviembre de 2007 la Comisión Interamericana de Derechos presentó, de conformidad con los artículos 51 y 61 de la Convención, una demanda contra los Estados Unidos Mexicanos, a partir de la
cual se inició el presente caso. La petición inicial fue presentada ante la
Comisión el 6 de marzo de 2002. El 24 de febrero de 2005 la Comisión
aprobó los Informes No. 16/05, 17/05 y 18/05, mediante los cuales
declaró admisibles las respectivas peticiones. El 30 de enero de 2007
la Comisión notificó a las partes su decisión de acumular los tres casos.
Posteriormente, el 9 de marzo de 2007 aprobó el Informe de fondo No.
28/07, en los términos del artículo 50 de la Convención, el cual contenía determinadas recomendaciones para el Estado. Este informe fue
notificado al Estado el 4 de abril de 2007. Tras considerar que México
no había adoptado sus recomendaciones, la Comisión decidió someter
el presente caso a la jurisdicción de la Corte.
La demanda se relaciona con la supuesta responsabilidad internacional del Estado por “la desaparición y ulterior muerte” de las jóvenes Claudia Ivette González, Esmeralda Herrera Monreal y Laura
Berenice Ramos Monárrez, cuyos cuerpos fueron encontrados en un
campo algodonero de Ciudad Juárez el día 6 de noviembre de 2001.
Se responsabiliza al Estado por “la falta de medidas de protección a
las víctimas, dos de las cuales eran menores de edad; la falta de prevención de estos crímenes, pese al pleno conocimiento de la existencia de un patrón de violencia de género que había dejado centenares
de mujeres y niñas asesinadas; la falta de respuesta de las autoridades frente a la desaparición […]; la falta de debida diligencia en la
185
186
Derecho a la integridad personal
investigación de los asesinatos […], así como la denegación de justicia
y la falta de reparación adecuada”.
En este sentido, la Comisión demandó al Estado ante la Corte solicitando que ésta declarara la responsabilidad internacional del Estado
por incumplimiento de los derechos a la vida, a la integridad personal,
garantías judiciales, de la niñez, y protección judicial en relación con
las obligaciones de respeto, garantía y no discriminación de los derechos humanos, así como el deber de adoptar las disposiciones de derecho interno que sean necesarias para hacer efectivos dichos derechos,
de conformidad con la Convención Americana sobre Derechos Humanos (en adelante “la Convención Americana”). Asimismo, la Comisión
solicitó a la Corte que declarara la responsabilidad internacional del
Estado por incumplimiento de las obligaciones establecidas en el artículo 7 de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y
Erradicar la Violencia contra la Mujer (en adelante la “Convención de
Belém do Pará”). Por su parte, las y los representantes de las víctimas,
alegaron adicionalmente la violación de otros derechos establecidos
en la Convención Americana, a saber, el derecho a la libertad personal y
a la protección de la honra y de la dignidad, y las obligaciones establecidas en los artículos 8 (obligaciones “progresivas” relacionadas con la
prevención y protección) y del artículo 9 de la Convención de Belém do
Pará (relacionado con factores adicionales de riesgo para mujeres de
ciertos grupos); así como la inclusión de otras víctimas.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Reconocimiento parcial de responsabilidad internacional
En lo que se refiere a los hechos, la Corte observa que el Estado
admitió, en términos generales, los hechos de contexto relativos a la
violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez, particularmente los homicidios que se han registrado desde el inicio de los años 90, así como
los hechos referentes a lo que el Estado denomina “primera etapa” de
las investigaciones de los crímenes perpetrados en contra de las tres
víctimas, que abarca el período 2001 a 2003. Además, México aceptó
los hechos relativos a la afectación de la integridad psíquica y dignidad
de los familiares de las tres víctimas. (Cf. Párrafo 27)
Sobre la violencia y discriminación contra la mujer: derecho a
la vida (art. 4), derecho a la integridad personal (art. 5), derecho a
la libertad personal (art. 7), garantías judiciales (art. 8), derechos
del niño (art. 19), protección judicial (art. 25) en relación a los artículos de obligación de respetar los derechos (art. 1.1) y deber de
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
adoptar disposiciones de derecho interno (art. 2) de la Convención Americana y con el articulo 7 de la Convención Belém do Pará
La controversia planteada exige que la Corte analice el contexto que
rodeó a los hechos del caso y las condiciones en las cuales dichos hechos
pueden ser atribuidos al Estado y comprometer, en consecuencia, su responsabilidad internacional derivada de la presunta violación de los artículos 4, 5 y 7 de la Convención Americana, en relación con los artículos
1.1 y 2 de la misma y con el artículo 7 de la Convención Belém do Pará.
Asimismo, a pesar del allanamiento efectuado por el Estado, subsiste la
necesidad de precisar la entidad y gravedad de las violaciones ocurridas
respecto a los artículos 8.1 y 25.1 de la Convención, en conexión con los
artículos 1.1 y 2 de dicho tratado y el artículo 7 de la Convención Belém
do Pará. Para ello, el Tribunal pasará a realizar las consideraciones de
hecho y de derecho pertinentes, analizando las obligaciones de respeto,
garantía y no discriminación del Estado. (Cf. Párrafo 112)
1. Antecedentes contextuales
1.1. Ciudad Juárez
Ciudad Juárez está ubicada en el norte del estado de Chihuahua,
exactamente en la frontera con El Paso, Texas. Su población es de más
de 1.200.000 habitantes1. Se caracteriza por ser una ciudad industrial
-en donde se ha desarrollado particularmente la industria maquiladora- y de tránsito de migrantes, mexicanos y extranjeros2. El Estado,
así como diversos informes nacionales e internacionales, hacen mención a una serie de factores que convergen en Ciudad Juárez, como las
1 Cfr. Radiografía Socioeconómica del Municipio de Juárez elaborada por el Instituto Municipal de Investigación y Planeación, 2002 (expediente de anexos a la contestación de la
demanda, tomo XXV, anexo 2, folios 8488 a 8490, 8493, 8495 y 8510)
2 Cfr. Radiografía Socioeconómica del Municipio de Juárez 2002, supra nota 1, folio 8492;
CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, México: El Derecho a No
Ser Objeto de Violencia y Discriminación, OEA/Ser.L/V//II.117, Doc. 44, 7 de marzo de
2003 (expediente de anexos a la demanda, tomo VII, anexo 1, folio 1742); Naciones Unidas, Informe de México producido por el CEDAW bajo el Artículo 8 del Protocolo Facultativo de la Convención y respuesta del Gobierno de México, CEDAW/C/2005/OP.8/
MEXICO, 27 de enero de 2005 (expediente de anexos a la demanda, tomo VII, anexo 3b,
folio 1921); Naciones Unidas, Informe de la Relatora Especial sobre la violencia contra
la mujer, sus causas y consecuencias, Yakin Ertürk, Integración de los Derechos Humanos de la Mujer y la Perspectiva de Género: La Violencia contra la Mujer, Misión a México, E/CN.4/2006/61/Add.4, 13 de enero de 2006 (expediente de anexos a la demanda,
tomo VII, anexo 3c, folio 2011), y Amnistía Internacional, México: Muertes intolerables,
Diez años de desapariciones y asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua, AMR
41/027/2003 (expediente de anexos a la demanda, tomo VII, anexo 6, folio 2267).
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Derecho a la integridad personal
desigualdades sociales3 y la proximidad de la frontera internacional4,
que han contribuido al desarrollo de diversas formas de delincuencia
organizada, como el narcotráfico5, la trata de personas6, el tráfico de
armas 7 y el lavado de dinero8, incrementando así los niveles de inseguridad y violencia9. (Cf. Párrafo 113)
1.2 Fenómeno de homicidios de mujeres y cifras
La Comisión y los representantes alegaron que desde 1993 existe
un aumento significativo en el número de desapariciones y homicidios
de mujeres y niñas en Ciudad Juárez. Según la Comisión, “Ciudad Juárez se ha convertido en el foco de atención de la comunidad nacional
como internacional debido a la situación particularmente crítica de la
violencia contra las mujeres imperante desde 1993 y la deficiente respuesta del Estado ante estos crímenes”. (Cf. Párrafo 114)
El Estado, reconoció “la problemática que enfrenta por la situación
de violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez [,] particularmente,
los homicidios que se han registrado desde principios de los 90s del
siglo pasado”. (Cf. Párrafo 115)
La Corte toma nota de que no existen conclusiones convincentes
sobre las cifras en cuanto a homicidios y desapariciones de mujeres
3 Cfr. Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folio 1921; Informe de
la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, supra nota 2, folio 2011; Amnistía
Internacional, Muertes intolerables, supra nota 2, folio 2268, y Comisión Mexicana de
Defensa y Promoción de los Derechos Humanos A.C., Compendio de recomendaciones
sobre el feminicidio en Ciudad Juárez, Chihuahua, 2007 (expediente de anexos al escrito
de solicitudes y argumentos, tomo XX, anexo 11.1, folio 6564).
4 Cfr. CNDH, Informe Especial sobre los Casos de Homicidios y Desapariciones de Mujeres
en el Municipio de Juárez, Chihuahua, 2003 (expediente de anexos a la demanda, tomo VII,
anexo 5, folio 2168); Informe de la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, supra
nota 2, folio 2011, y Amnistía Internacional, Muertes intolerables, supra nota 2, folio 2267.
5 Cfr. CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 2, folio 1742; Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folios 1921 y 1922; CNDH, Informe
Especial, supra nota 4, folio 2168, y Comisión para Prevenir y Erradicar la Violencia contra
las Mujeres en Ciudad Juárez, Primer Informe de Gestión, noviembre 2003-abril 2004 (expediente de anexos a la contestación de la demanda, tomo XXV, anexo 7, folio 8666).
6 Cfr. Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folio 1922 e Informe de
la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, supra nota 2, folio 2011.
7 Cfr. Comisión para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en Ciudad Juárez, Primer Informe de Gestión, supra nota 5, folio 8666 e Informe de México producido
por el CEDAW, supra nota 2, folio 195.
8 Cfr. Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folio 1922 e Informe de
la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, supra nota 2, folio 2011.
9 Cfr. CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 2, folio 1742;
Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folios 1921 a 1922; CNDH, Informe Especial, supra nota 4, folio 2168, y Comisión Mexicana de Defensa y Promoción
de los Derechos Humanos A.C., Compendio de recomendaciones, supra nota 3, folio 6564.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
en Ciudad Juárez, pero observa que de cualquier forma son alarmantes. Más allá de los números, que aún cuando son muy significativos no son suficientes para entender la gravedad del problema de
violencia que viven algunas mujeres en Ciudad Juárez, los alegatos
de las partes, así como la prueba aportada por éstas, apuntan a un
fenómeno complejo, aceptado por el Estado (supra párr. 115), de
violencia contra las mujeres desde el año 1993, que ha sido caracterizado por factores particulares que esta Corte considera importante resaltar. (Cf. Párrafo 121)
1.3. Víctimas
En primer lugar, la Comisión y los representantes alegaron que las
víctimas eran mujeres jóvenes de 15 a 25 años de edad, estudiantes o
trabajadoras de maquilas o de tiendas u otras empresas locales, y que
algunas vivían en Ciudad Juárez desde hacía relativamente poco tiempo. El Estado no se pronunció al respecto. (Cf. Párrafo 122)
Los alegatos de los demandantes encontraron sustento en diversos
informes de entidades nacionales e internacionales que establecen que
las víctimas de los homicidios parecen ser predominantemente mujeres jóvenes10, incluyendo niñas11, trabajadoras–sobretodo de maquilas
10 Cfr. CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 64, folio
1744; Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 64, folios 1924 y 1926;
Informe de la Relatora Especial sobre las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, supra nota 73, folio 2052; Amnistía Internacional, Muertes intolerables, supra nota
64, folios 2256 y 2271, y Fiscalía Especial para la Atención de Delitos relacionados con
los Homicidios de Mujeres en Ciudad Juárez, Informe Final, supra nota 87, folio 14605.
11 Cfr. CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 2, folio 1764; Amnistía Internacional, Muertes intolerables, supra nota 2, folios 2256 y 2271,
y declaración rendida ante fedatario público por la perita Jusidman Rapoport el 21 de
abril de 2009 (expediente de fondo, tomo XIII, folio 3806).
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Derecho a la integridad personal
-, de escasos recursos13, estudiantes14 o migrantes15. (Cf. Párrafo 123)
12
1.4. Modalidad
En segundo lugar, la Comisión y los representantes alegaron que
un número considerable de los homicidios presentaron signos de violencia sexual. Según un informe de la Fiscalía Especial, algunos de los
homicidios y las desapariciones desde 1993 “han presentado características y/o patrones conductuales similares”16. (Cf. Párrafo 124)
Diversos informes establecen los siguientes factores en común en
varios de los homicidios: las mujeres son secuestradas y mantenidas
en cautiverio17, sus familiares denuncian su desaparición18 y luego
de días o meses sus cadáveres son encontrados en terrenos baldíos19
con signos de violencia, incluyendo violación u otros tipos de abusos
sexuales, tortura y mutilaciones20. (Cf. Párrafo 125)
12 Cfr. CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 2, folio
1744; Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folios 1924 y 1926; Informe de la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, supra nota 2, folio 2012,
y Amnistía Internacional, Muertes intolerables, supra nota 2, folios 2257 y 2271.
13 Cfr. Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 64, folios 1924 y 1926; Informe de la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, supra nota 64, folio 2012;
Amnistía Internacional, Muertes intolerables, supra nota 64, folio 2257; Fiscalía Especial
para la Atención de Delitos relacionados con los Homicidios de Mujeres en Ciudad Juárez,
Informe Final, supra nota 87, folio 14605; declaración rendida ante fedatario público por
la perita Monárrez Fragoso el 20 de noviembre de 2008 (expediente de fondo, tomo XIII,
folio 3911), y Comisión para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en Ciudad
Juárez, Tercer Informe de Gestión, mayo 2005-septiembre 2006, citando el Segundo Informe de Gestión, titulado “El feminicidio: formas de ejercer la violencia contra las mujeres”
(expediente de anexos a la contestación de la demanda, tomo XXVII, anexo 12, folio 9016).
14 Cfr. CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 2, folio
1744; Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folios 1924 y 1926; Informe de la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, supra nota 2, folio 2012,
y Amnistía Internacional, Muertes intolerables, supra nota 2, folios 2257 y 2271.
15 Cfr. CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 2, folio
1744 e Informe de la Relatora Especial sobre las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o
arbitrarias, supra nota 73, folio 2053.
16 Cfr. Fiscalía Especial para la Atención de Delitos relacionados con los Homicidios de
Mujeres en Ciudad Juárez, Informe Final, supra nota 87, folio 14525.
17 Cfr. Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folios 1924 y 1927 y
Amnistía Internacional, Muertes intolerables, supra nota 2, folio 2271.
18 Cfr. CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra 2, folio 1744.
19 Cfr. CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 2, folio
1744; Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folio 1927, e Informe
Final del Observatorio Ciudadano, supra nota 81, folio 6640.
20 Cfr. CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 64, folio
1744; Informe de la Relatora Especial sobre las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o
arbitrarias, supra nota 73, folio 2052; Amnistía Internacional, Muertes intolerables, supra
nota 64, folio 2271; CNDH, Recomendación 44/1998, supra nota 72, folio 2154, e Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 64, folio 1927.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
En cuanto a las características sexuales de los homicidios, el Estado
alegó que según cifras del año 2004, alrededor del 26% de los homicidios obedecía a actos de índole sexual violento. (Cf. Párrafo 126)
Por su parte, aunque la Fiscalía Especial concluyó que la mayoría de
los homicidios de mujeres en Ciudad Juárez fueron independientes unos
de otros y que, por tanto, eran cometidos en circunstancias de tiempo,
modo y ocasión distintos21, hasta el año 2005 esta institución “logró
determinar que el número de casos en los que se present[ó] el patrón
conductual que ha[bía] identificado el fenómeno denominado ‘Muertas
de Juárez’, e[ra] de alrededor [d]el 30% de los 379 homicidios identificados”, o sea alrededor de 113 mujeres. Asimismo, la Comisión para
Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en Ciudad Juárez
(en adelante la “Comisión para Ciudad Juárez”) señaló que, aunque seguían guardando discrepancias en cuanto a cifras absolutas, distintos
informes coincidieron en que una tercera parte del total de los homicidios de mujeres eran aquéllos clasificados como sexuales y/o seriales,
estos últimos “son aqu[é]llos donde se repite un patrón en el que por lo
general la víctima no conoce a su victimario y es privada de su libertad
y sometida a vejaciones y sufrimientos múltiples, hasta la muerte”22. Los
informes del CEDAW y de Amnistía Internacional también coincidieron
en que alrededor de un tercio de los homicidios tenían un componente
de violencia sexual o características similares23. (Cf. Párrafo 127)
1.5. Violencia basada en género
Según los representantes, el tema de género es el común denominador de la violencia en Ciudad Juárez, la cual “sucede como culminación de una situación caracterizada por la violación reiterada y
21 Cfr. Fiscalía Especial para la Atención de Delitos relacionados con los Homicidios de
Mujeres en Ciudad Juárez, Informe Final, supra nota 87, folio 14608. Al respecto, cabe notar que la Comisión para Ciudad Juárez señaló que, “[s]i bien es cierto que ha sido difícil
demostrar que los homicidios de mujeres en Ciudad Juárez están relacionados con asesinos seriales, faltó de parte de la [Fiscalía Especial] un análisis sobre el fenómeno criminal
que constituyeron los casos paradigmáticos, aquéllos en los que sí puede haber evidencias
de lo que la [Fiscalía Especial] llama ‘homicidios de mujeres con características y/o patrones conductuales similares’”. En similar sentido, criticó que la Fiscalía Especial “sigue
sin enfocar su análisis desde la perspectiva de género; no obstante las recomendaciones
internacionales que se han hecho” (Comisión para Prevenir y Erradicar la Violencia contra
las Mujeres en Ciudad Juárez, Tercer informe de gestión, supra nota 101, folio 9073).
22 Comisión para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en Ciudad Juárez,
Tercer informe de gestión, supra nota 13, folios 8996 y 8997.
23 Según el informe del CEDAW, publicado en el año 2005, el Instituto Chihuahuense de
la Mujer refirió 90 casos, la Fiscalía Especial y el Delegado de la Procuraduría General
de la República en Ciudad Juárez mencionó 93 casos y las ONGs contabilizaban 98 (Cfr.
Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folio 1924).
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Derecho a la integridad personal
sistemática de los derechos humanos”. Alegaron que “niñas y mujeres
son violentadas con crueldad por el solo hecho de ser mujeres y sólo
en algunos casos son asesinadas como culminación de dicha violencia pública y privada”. (Cf. Párrafo 128)
El Estado señaló que los homicidios “tienen causas diversas, con diferentes autores, en circunstancias muy distintas y con patrones criminales diferenciados, pero se encuentran influenciados por una cultura de
discriminación contra la mujer”. Según el Estado, uno de los factores estructurales que ha motivado situaciones de violencia contra las mujeres
en Ciudad Juárez es la modificación de los roles familiares que generó
la vida laboral de las mujeres. El Estado explicó que desde 1965 empezó en Ciudad Juárez el desarrollo de la industria maquiladora, el cual
se intensificó en 1993 con el Tratado de Libre Comercio con América
del Norte. Señaló que, al dar preferencia a la contratación de mujeres,
las maquiladoras causaron cambios en la vida laboral de éstas, lo cual
impactó también su vida familiar porque “los roles tradicionales empezaron a modificarse, al ser ahora la mujer la proveedora del hogar”. Esto,
según el Estado, llevó a conflictos al interior de las familias porque la
mujer empezó a tener la imagen de ser más competitiva e independiente
económicamente24. Además, el Estado citó el Informe del CEDAW para
señalar que “[e]ste cambio social en los papeles de las mujeres no ha
sido acompañado de un cambio en las actitudes y las mentalidades tradicionales -el cariz patriarcal- manteniéndose una visión estereotipada
de los papeles sociales de hombres y mujeres”. (Cf. Párrafo 129)
Otros factores mencionados por el Estado como generadores de
violencia y marginación son la falta de servicios públicos básicos en
las zonas marginadas; el narcotráfico, tráfico de armas, criminalidad,
lavado de dinero y trata de personas que se dan en Ciudad Juárez por
ser una ciudad fronteriza; el consumo de drogas; el alto índice de deserción escolar, y la existencia de “numerosos agresores sexuales” y
“efectivos militares […] provenientes de conflictos armados” en la cercana ciudad de El Paso. (Cf. Párrafo 130)
24 Estos alegatos coinciden con las conclusiones del Primer informe de gestión de la
Comisión para Ciudad Juárez, el cual señala que en la década de los setenta y los ochenta,
la industria maquiladora se caracterizó por la oferta casi exclusivamente a mujeres en un
contexto de desempleo masculino, lo cual “produjo un choque cultural al interior de las
familias” y que “los hombres se quedaron sin trabajo y las que sostenían el hogar eran las
mujeres” (Comisión para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en Ciudad
Juárez, Primer Informe de Gestión, supra nota 5, folio 8663. Ver también, Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folio 1922; declaración rendida ante fedatario público por el perito Pineda Jaimes el 15 de abril de 2009, expediente de fondo, tomo
VIII, folio 2825, y declaración de la perita Jusidman Rapoport, supra nota 11, folio 3778).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
La Corte toma nota de que a pesar de la negación del Estado en
cuanto a la existencia de algún tipo de patrón en los motivos de los homicidios de mujeres en Ciudad Juárez, éste señaló ante el CEDAW que
“están influenciados por una cultura de discriminación contra la mujer
basada en una concepción errónea de su inferioridad25”. También cabe
destacar lo señalado por México en su Informe de Respuesta al CEDAW,
en relación a las acciones concretas realizadas para mejorar la situación de subordinación de la mujer en México y en Ciudad Juárez:
debe reconocerse que una cultura fuertemente arraigada en estereotipos, cuya piedra angular es el supuesto de la inferioridad de
las mujeres, no se cambia de la noche a la mañana. El cambio de patrones culturales es una tarea difícil para cualquier gobierno. Más
aún cuando los problemas emergentes de la sociedad moderna: alcoholismo, drogadicción, tráfico de drogas, pandillerismo, turismo
sexual, etc., contribuyen a agudizar la discriminación que sufren
varios sectores de las sociedades, en particular aquellos que ya se
encontraban en una situación de desventaja, como es el caso de
las mujeres, los y las niñas, los y las indígenas26. (Cf. Párrafo 132)
Distintos informes coinciden en que aunque los motivos y los perpetradores de los homicidios en Ciudad Juárez son diversos, muchos
casos tratan de violencia de género que ocurre en un contexto de discriminación sistemática contra la mujer27. Según Amnistía Internacional,
las características compartidas por muchos de los casos demuestran
que el género de la víctima parece haber sido un factor significativo del
crimen, influyendo tanto en el motivo y el contexto del crimen como
en la forma de la violencia a la que fue sometida28. El Informe de la
Relatoría de la CIDH señala que la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez “tiene sus raíces en conceptos referentes a la inferioridad
y subordinación de las mujeres”29. A su vez, el CEDAW resalta que la
violencia de género, incluyendo los asesinatos, secuestros, desapariciones y las situaciones de violencia doméstica e intrafamiliar “no se
trata de casos aislados, esporádicos o episódicos de violencia, sino de
una situación estructural y de un fenómeno social y cultural enraizado
en las costumbres y mentalidades” y que estas situaciones de violencia
25 Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folio 1957.
26 Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folio 1960.
27 Cfr. CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 2, folio
1735; Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folio 1922; Informe de
la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, supra nota 2, folios 2001 a 2002, y
Amnistía Internacional, Muertes intolerables, supra nota 2, folios 2259 y 2269.
28 Amnistía Internacional, Muertes intolerables, supra nota 2, folio 2269.
29 CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 2, folio 1766
(citando carta del Secretario de Gobierno de Chihuahua a la Relatora Especial de 11 de
febrero de 2002).
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Derecho a la integridad personal
están fundadas “en una cultura de violencia y discriminación basada
en el género”30. (Cf. Párrafo 133)
Por su parte, la Relatora sobre la Violencia contra la Mujer de la
ONU explica que la violencia contra la mujer en México sólo puede entenderse en el contexto de “una desigualdad de género arraigada en
la sociedad”. La Relatora se refirió a “fuerzas de cambio que ponen en
entredicho las bases mismas del machismo”, entre las que incluyó la
incorporación de las mujeres a la fuerza de trabajo, lo cual proporciona
independencia económica y ofrece nuevas oportunidades de formarse.
Estos factores, aunque a la larga permitan a las mujeres superar la discriminación estructural, pueden exacerbar la violencia y el sufrimiento
a corto plazo. La incapacidad de los hombres para desempeñar su papel tradicionalmente machista de proveedores de sustento conduce al
abandono familiar, la inestabilidad en las relaciones o al alcoholismo,
lo que a su vez hace más probable que se recurra a la violencia. Incluso
los casos de violación y asesinato pueden interpretarse como intentos
desesperados por aferrarse a normas discriminatorias que se ven superadas por las cambiantes condiciones socioeconómicas y el avance
de los derechos humanos31. (Cf. Párrafo 134)
Por otro lado, la Comisión para Ciudad Juárez destacó que el énfasis de la Fiscalía Especial en la violencia intrafamiliar y en la grave
descomposición social como razones para los crímenes sexuales, no
rescata “los elementos de discriminación por género de la violencia
que específicamente afecta a las mujeres”, lo cual, “amalgama la violencia de género como parte de la violencia social, sin ahondar en la forma
como afecta específicamente a las mujeres”32. (Cf. Párrafo 135)
Por su parte, el Informe de la Comisión resaltó las características sexuales de los homicidios y señaló que “[s]i bien no se conoce
con suficiente certeza la magnitud de estos aspectos del problema,
las pruebas recogidas en determinados casos indican vínculos con la
prostitución o el tráfico con fines de explotación sexual” y que “[e]n
ambos casos pueden darse situaciones de coacción y abuso de mujeres que trabajan en el comercio sexual o se ven forzadas a participar
en él”33. (Cf. Párrafo 136)
30 Cfr. Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folios 1937 y 1949.
31 Informe de la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, supra nota 2, folios
2001 y 2002.
32 Comisión para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en Ciudad Juárez,
Primer Informe de Gestión, supra nota 5, folio 9074.
33 CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 2, folios 1748
y 1750 (citando carta del Secretario de Gobierno de Chihuahua a la Relatora Especial de
11 de febrero de 2002).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
1.6. Sobre el alegado feminicidio
En el presente caso, la Corte, a la luz de lo indicado en los párrafos
anteriores, utilizará la expresión “homicidio de mujer por razones de
género”, también conocido como feminicidio. (Cf. Párrafo 143)
Para efectos de este caso, la Corte considera que, teniendo en cuenta la prueba y argumentación sobre prueba obrante en el expediente,
no es necesario ni posible pronunciarse de manera definitiva sobre
cuáles homicidios de mujeres en Ciudad Juárez constituyen homicidios
de mujeres por razones de género, más allá de los homicidios de las
tres víctimas del presente caso. Por esta razón, se referirá a los casos
de Ciudad Juárez como homicidios de mujeres, aunque entienda que
algunos o muchos de éstos puedan haber sido cometidos por razones
de género y que la mayoría han ocurrido dentro de un contexto de violencia contra la mujer. (Cf. Párrafo 144)
En cuanto a las muertes producidas en el presente caso, la Corte
analizará en secciones posteriores, conforme a la prueba aportada
por las partes, si constituyen homicidios de mujeres por razones de
género. (Cf. Párrafo 145)
1.7. Actitudes discriminatorias de las autoridades
Al respecto, el Estado señaló que la cultura de discriminación de la
mujer “contribuyó a que tales homicidios no fueran percibidos en sus
inicios como un problema de magnitud importante para el cual se requerían acciones inmediatas y contundentes por parte de las autoridades
competentes”34. El Tribunal observa que aunque el Estado no señaló este
reconocimiento en el trámite ante la Corte, sí remitió el documento en el
que consta tal reconocimiento35, siendo parte del acervo probatorio que
será analizado conforme a las reglas de la sana crítica. (Cf. Párrafo 152)
2. Hechos del caso
2.1. Desapariciones de las víctimas
Laura Berenice Ramos Monárrez tenía 17 años de edad y era estudiante del quinto semestre de la preparatoria. La última noticia que se
conocía de ella era una llamada que hizo a una amiga el sábado 22 de
septiembre de 2001 para avisar que estaba lista para ir a una fiesta36.
34 Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folio 1957.
35 Cfr. Respuesta del gobierno de México al informe producido por el CEDAW bajo el
artículo 8 del Protocolo Facultativo de la Convención, 27 de enero de 2005 (anexos a la
contestación de la demanda, tomo XXV, anexo 6, folios 8612 a 8653).
36 Cfr. comparecencia de Claudia Ivonne Ramos Monárrez ante un subagente del Minis-
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Derecho a la integridad personal
La denuncia instaurada señalaba que desapareció el martes 25 de septiembre de 2001, sin que se ofrezcan más detalles37. (Cf. Párrafo 165)
Claudia Ivette González tenía 20 años de edad y trabajaba en una
empresa maquiladora. Según una amiga cercana, “casi siempre salía
con el tiempo limitado ya que le ayudaba a su hermana con el cuidado de su menor hija, motivo por el cual llegaba a veces tarde”38
al trabajo. El 10 de octubre de 2001 llegó dos minutos tarde a la
maquila, por lo que le fue impedida la entrada39. Ese mismo día desapareció40.(Cf. Párrafo 166)
Esmeralda Herrera Monreal tenía 15 años de edad y contaba con
“grado de instrucción tercero de secundaria”41. Desapareció el lunes 29
de octubre del 2001, luego de salir de la casa en la que trabajaba como
empleada doméstica42. (Cf. Párrafo 167)
terio Público adscrito a la Fiscalía Especial para la Investigación de Desaparición y Homicidio de Mujeres efectuada el 1 de octubre de 2001 (expediente de anexos a la demanda,
tomo VIII, anexo 17, folio 2621) y comparecencia de Rocío Itxel Núñez Acevedo ante un
subagente del Ministerio Público adscrito a la Fiscalía Especial para la Investigación de
Desaparición y Homicidio de Mujeres efectuada el 5 de octubre de 2001 (expediente de
anexos a la demanda, tomo VIII, anexo 19, folio 2625).
37 Cfr. Registro de Personas Desaparecidas No. 225/2001 diligenciado el 25 de septiembre de 2001 respecto a Laura Berenice Ramos Monárrez (expediente de anexos a la demanda, tomo VIII, anexo 11, folio 2609), y comparecencia de Benita Monárrez Salgado
ante un subagente del Ministerio Público adscrito a la Fiscalía Especial en la Investigación de Homicidios de Mujeres y Desaparición de Personas efectuada el 25 de septiembre de 2001 (expediente de anexos a la demanda, tomo VIII, anexos 12 y 14, folio 2611).
38 Información reseñada en el parte informativo emitido por dos agentes de la Policía
Ministerial adscritos a la Fiscalía Mixta para la Atención de Homicidios de Mujeres de
Chihuahua el 28 de septiembre de 2007 (expediente de anexos a la contestación de la
demanda, tomo XXXV, anexo 50, legajo II, tomo IV, folio 12974).
39 Cfr. declaración efectuada el 24 de octubre de 2001 por Juan Antonio Martínez Jacobo ante la Fiscalía Especial para la Investigación de Homicidios de Mujeres y Personas
Desaparecidas (expediente de anexos a la demanda, tomo VIII, anexo 23, folio 2637)
y Registro de Personas Desaparecidas No. 234/2001 diligenciado el 12 de octubre de
2001 respecto a Claudia Ivette González (expediente de anexos a la demanda, tomo VIII,
anexo 8, folio 2603).
40 Cfr. Registro de Personas Desaparecidas No. 234/2001, supra nota 39; comparecencia
de Mayela Banda González ante un subagente del Ministerio Público adscrito a la Fiscalía
Especial en la Investigación de Homicidios de Mujeres y Personas Desaparecidas efectuada el 12 de octubre de 2001 (expediente de anexos a la contestación de la demanda,
tomo XXXII, anexo 50 legajo II, tomo I, folio 11102), y declaración rendida por la señora
González en la audiencia pública celebrada ante la Corte Interamericana el 28 de abril
de 2009.
41 Comparecencia de Irma Monreal Jaime ante un agente del Ministerio Público adscrito
a la Fiscalía Especial en la Investigación de Homicidios de Mujeres y Personas Desaparecidas el 30 de octubre de 2001 (expediente de anexos a la demanda, tomo VIII, anexo
29, folio 2653).
42 Cfr. comparecencia de Irma Monreal Jaime, supra nota 41; Registro de Personas Desaparecidas No. 241/2001 diligenciado el 30 de octubre de 2001 respecto a Esmeralda
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
2.2. Alegados estereotipos proyectados por los funcionarios hacia los
familiares de las víctimas
La madre de la joven Herrera declaró que, al interponer la denuncia, las autoridades le dijeron que su hija “no está desaparecida, anda
con el novio o anda con los amigos de vaga”43, “que si le pasaba eso era
porque ella se lo buscaba, porque una niña buena, una mujer buena,
está en su casa”44. (Cf. Párrafo 198)
La madre de la joven González indicó que cuando acudieron a presentar el reporte de desaparición, un funcionario habría dicho a una
amiga de su hija que “seguro se había ido con el novio, porque las
muchachas eran muy ‘voladas’ y se les aventaban a los hombres”45.
La madre también señaló que cuando fueron a poner la denuncia le
dijeron que “a lo mejor se fue con el novio, que a lo mejor al rato
regresaba”46. (Cf. Párrafo 199)
Por su parte, la madre de la joven Ramos indicó que los agentes policiales le dijeron que ella tenía que buscar a su hija porque “todas las
niñas que se pierden, todas […] se van con el novio o quieren vivir su
vida solas”47. Agregó que en una ocasión solicitó a los agentes policiales para que la acompañaran a un salón de baile a buscar a su hija y que
ellos le habrían dicho “no señora, es muy tarde, nosotros ya tenemos
que ir a descansar y usted espere el momento en que le toque para
buscar a Laura”, y palmeando su espalda habrían manifestado: “vaya
usted para que se relaje, tómese unas heladas a nuestra salud, porque
nosotros no podemos acompañarla”48. (Cf. Párrafo 200)
Herrera Monreal (expediente de anexos a la demanda, tomo VIII, anexo 13, folio 2613),
y declaración rendida por la señora Monreal en la audiencia pública celebrada ante la
Corte Interamericana del 28 de abril de 2009.
43 Cfr. declaración rendida por la señora Monreal, supra nota 183. Ver también la manifestación de Irma Monreal Jaime en la petición presentada ante la Comisión Interamericana el 6 de marzo de 2002 (expediente de anexos a la demanda tomo XXVII, anexo 42,
folio 9802). En el mismo sentido, el hermano de la víctima declaró que las autoridades
decían no poder hacer nada “porque seguramente se había ido con el novio” (Cfr. declaración de la perito Azaola Garrido, supra nota 186, folio 3369).
44 Cfr. declaración de la señora Monreal Jaime, supra nota 183.
45 Cfr. comunicación presentada por Josefina González ante la Comisión Interamericana
en septiembre de 2006 (escrito de anexos a la demanda, tomo II, apéndice 5 volumen I,
folio 141).
46 Cfr. declaración de la señora González, supra nota183.
47 Cfr. declaración de la señora Monárrez, supra nota 183.
48 Cfr. declaración de la señora Monárrez, supra nota 183 y tarjeta informativa emitida
por el Comandante de la Agencia Federal de Investigación informando de la entrevista
sostenida con la señora Benita Monárrez Salgado el 15 de octubre de 2003 (expediente
de anexos a la contestación de la demanda, tomo XXXVII, anexo 50, legajo III tomo II,
folio 13579).
197
198
Derecho a la integridad personal
El Estado no controvirtió estas declaraciones de las madres de las
víctimas. (Cf. Párrafo 201)
De otra parte, el testimonio de la señora Delgadillo Pérez, respecto
al desempeño de las autoridades en el presente caso, indica que “[s]e
determina[ba] la responsabilidad o no de la víctima, de acuerdo al rol
social que a juicio del investigador tenía en la sociedad. Esto quiere
decir que si la mujer asesinada le gustaba divertirse, salir a bailar, tenía
amigos y una vida social, es considerada en parte, como responsable
por lo que sucedió”49. Según la testigo “[e]n ese entonces la autoridad
estigmatizaba a las víctimas de desaparición por el hecho de ser mujeres”, siendo el pretexto que “andaban con el novio” o “andaban de
locas”, “[s]e llegó también a culpar a las madres por permitir que sus
hijas anduvieran solas o que salieran por la noche”50. (Cf. Párrafo 202)
La Corte resalta que el testimonio de la señora Delgadillo Pérez, así
como las declaraciones de las madres y familiares de las víctimas, concuerdan con el contexto descrito por diversas instancias nacionales e
internacionales, en el cual funcionarios y autoridades “minimizaban el
problema” y denotaban “ausencia de interés y vocación por atender y remediar una problemática social grave” (supra párr. 154). (Cf. Párrafo 203)
De otra parte, la Corte constata que el formato en el que los familiares denunciaban la desaparición requería información sobre las “preferencias sexuales” de las víctimas51.(Cf. Párrafo 207)
El Tribunal considera que en el presente caso, los comentarios efectuados por funcionarios en el sentido de que las víctimas se habrían
ido con su novio o que tendrían una vida reprochable y la utilización de
preguntas en torno a la preferencia sexual de las víctimas constituyen
estereotipos. De otra parte, tanto las actitudes como las declaraciones
de los funcionarios demuestran que existía, por lo menos, indiferencia
hacia los familiares de las víctimas y sus denuncias. (Cf. Párrafo 208)
3. La violencia contra la mujer en el presente caso
Antes de analizar la posible responsabilidad internacional del
Estado en este caso, la Corte considera pertinente establecer si la
violencia que sufrieron las tres víctimas constituye violencia contra
la mujer según la Convención Americana y la Convención Belém do
Pará. (Cf. Párrafo 224)
49 Cfr. declaración de la testigo Delgadillo Pérez, supra nota 187, folio 3481.
50 Cfr. declaración de la testigo Delgadillo Pérez, supra nota 187, folios 3494 y 3495.
51 Registro de Personas Desaparecidas No. 225/2001, supra nota 37, folio 2609; Registro de Personas Desaparecidas No. 234/2001, supra nota 39, folio 2603, y Registro de
Persona Desaparecida No. 241/2001, supra nota 175, folio 2613.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
En el caso Penal Castro Castro vs. Perú, la Corte se refirió a algunos alcances del artículo 5 de la Convención Americana en cuanto a los
aspectos específicos de violencia contra la mujer, considerando como
referencia de interpretación las disposiciones pertinentes de la Convención Belém do Pará y la Convención sobre Eliminación de todas las
Formas de Discriminación contra la Mujer, ya que estos instrumentos
complementan el corpus juris internacional en materia de protección
de la integridad personal de las mujeres, del cual forma parte la Convención Americana52.(Cf. Párrafo 225)
La Convención Belém do Pará define la violencia contra la mujer
como “cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause
muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto
en el ámbito público como en el privado”53. (Cf. Párrafo 226)
Esta Corte ha establecido “que no toda violación de un derecho
humano cometida en perjuicio de una mujer conlleva necesariamente una violación de las disposiciones de la Convención de Belém do
Pará”54. (Cf. Párrafo 227)
En el presente caso, la Corte toma nota, en primer lugar, del reconocimiento del Estado con respecto a la situación de violencia contra
la mujer en Ciudad Juárez (supra párr. 222), así como su señalamiento con respecto a que los homicidios de mujeres en Ciudad Juárez “se
encuentran influenciados por una cultura de discriminación contra la
mujer” (supra párr. 0). (Cf. Párrafo 228)
En segundo lugar, el Tribunal observa lo establecido supra (párr. 0)
en cuanto a que los informes de la Relatoría de la CIDH, del CEDAW y
de Amnistía Internacional, entre otros, señalan que muchos de los homicidios de mujeres en Ciudad Juárez son manifestaciones de violencia
basada en género. (Cf. Párrafo 229)
En tercer lugar, las tres víctimas de este caso eran mujeres jóvenes, de escasos recursos, trabajadoras o estudiantes, como muchas
de las víctimas de los homicidios en Ciudad Juárez (supra párr. 0). Las
mismas fueron hechas desaparecer y sus cuerpos aparecieron en un
campo algodonero. Se ha tenido como probado que sufrieron graves
agresiones físicas y muy probablemente violencia sexual de algún tipo
antes de su muerte. (Cf. Párrafo 230)
Todo esto lleva a la Corte a concluir que las jóvenes González, Ramos y Herrera fueron víctimas de violencia contra la mujer según la
52 Cfr. Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2006. Serie C No. 160, párr. 276.
53 Artículo 1 de la Convención Belém do Pará.
54 Caso Perozo y otros Vs. Venezuela, supra nota 22, párr. 295.
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200
Derecho a la integridad personal
Convención Americana y la Convención Belém do Pará. Por los mismos motivos, el Tribunal considera que los homicidios de las víctimas
fueron por razones de género y están enmarcados dentro de un reconocido contexto de violencia contra la mujer en Ciudad Juárez. Corresponde ahora analizar si la violencia perpetrada contra las víctimas, que
terminó con sus vidas, es atribuible al Estado. (Cf. Párrafo 231)
Deber de respeto, garantía y no discriminación de los artículos referentes a derecho a la vida (art. 4), derecho a la integridad
personal (art. 5), derecho a la libertad personal (Art. 7) de la Convención Americana y acceso a la justicia conforme a los artículos
8 y 25 de la misma
El Tribunal ha establecido que, de acuerdo con el artículo 1.1 de la
Convención, los Estados están obligados a respetar y garantizar los derechos humanos reconocidos en ella. La responsabilidad internacional
del Estado se funda en actos u omisiones de cualquier poder u órgano
de éste, independientemente de su jerarquía, que violen la Convención
Americana55. (Cf. Párrafo 234)
En cuanto al deber de respeto, la Corte ha sostenido que la primera
obligación asumida por los Estados Partes, en los términos del citado
artículo, es la de “respetar los derechos y libertades” reconocidos en
la Convención. Así, en la protección de los derechos humanos, está necesariamente comprendida la noción de la restricción al ejercicio del
poder estatal56. (Cf. Párrafo 235)
Sobre la obligación de garantía la Corte ha establecido que puede
ser cumplida de diferentes maneras, en función del derecho específico
que el Estado deba garantizar y de las particulares necesidades de protección57. Esta obligación implica el deber de los Estados de organizar
todo el aparato gubernamental y, en general, todas las estructuras a
través de las cuales se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente el libre y pleno
ejercicio de los derechos humanos58. Como parte de dicha obligación,
55 Cfr. Caso Cantoral Huamaní y García Santa Cruz Vs. Perú. Excepción Preliminar, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 10 de julio de 2007. Serie C No. 167, párr 79 y Caso
Kawas Fernández Vs. Honduras, supra nota, párrs. 72 y 73.
56 Cfr. La expresión “leyes” en el artículo 30 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, Opinión Consultiva OC-6/86 del 9 de mayo de 1986. Serie A No. 6, párr. 21.
57 Cfr. Caso de la “Masacre de Mapiripán” Vs. Colombia, supra nota 252, párrs. 111 y 113;
Caso Perozo Vs. Venezuela, supra nota 22, párr. 298, y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra
nota 30, párr. 62
58 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras, Fondo. Sentencia de 29 de julio de 1988.
Serie C No. 4, párr. 166; Caso Kawas Fernández Vs. Honduras, supra nota 190, párr. 137, y
Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 30, párr. 62
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
el Estado está en el deber jurídico de “prevenir, razonablemente, las
violaciones de los derechos humanos, de investigar seriamente con
los medios a su alcance las violaciones que se hayan cometido dentro
del ámbito de su jurisdicción a fin de identificar a los responsables, de
imponerles las sanciones pertinentes y de asegurar a la víctima una
adecuada reparación”59. Lo decisivo es dilucidar “si una determinada
violación […] ha tenido lugar con el apoyo o la tolerancia del poder público o si éste ha actuado de manera que la trasgresión se haya cumplido en defecto de toda prevención o impunemente”60. (Cf. Párrafo 236)
Corresponde entonces al Tribunal verificar si México cumplió con
sus obligaciones de respetar y garantizar los derechos a la vida, la integridad personal y a la libertad personal de las jóvenes González, Ramos
y Herrera. (Cf. Párrafo 237)
4. Deber de garantía
Corresponde ahora al Tribunal analizar si el Estado previno adecuadamente la desaparición, vejámenes y muerte sufridas por las tres
víctimas y si investigó las mismas con debida diligencia. En otras palabras, si cumplió con el deber de garantía de los artículos 4, 5 y 7 de
la Convención Americana, conforme al artículo 1.1 de la misma y al
artículo 7 de la Convención Belém do Pará, que complementa el corpus
juris internacional en materia de prevención y sanción de la violencia
contra la mujer61, y si permitió un acceso a la justicia a los familiares
de las tres víctimas, conforme lo estipulan los artículos 8.1 y 25.1 de
la Convención Americana, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la
misma. (Cf. Párrafo 248)
4.1. Deber de prevención de los derechos a la libertad personal, integridad personal y vida de las víctimas
La Corte ha establecido que el deber de prevención abarca todas
aquellas medidas de carácter jurídico, político, administrativo y cultural que promuevan la salvaguarda de los derechos humanos y que
aseguren que las eventuales violaciones a los mismos sean efectivamente consideradas y tratadas como un hecho ilícito que, como tal, es
susceptible de acarrear sanciones para quien las cometa, así como la
59 Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Fondo, supra nota 257, párr. 174 y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 30, párr. 62
60 Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Fondo, supra nota 58, párr. 173; Caso Godínez
Cruz Vs. Honduras. Fondo. Sentencia de 20 de enero de 1989. Serie C No. 5, párr. 182, y
Caso Gangaram Panday Vs. Surinam. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 21 de
enero de 1994. Serie C No. 16, párr. 62.
61 Cfr. Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú, supra nota 52, párr. 276.
201
202
Derecho a la integridad personal
obligación de indemnizar a las víctimas por sus consecuencias perjudiciales. Es claro, a su vez, que la obligación de prevenir es de medio
o comportamiento y no se demuestra su incumplimiento por el mero
hecho de que un derecho haya sido violado62. (Cf. Párrafo 252)
La Convención Belém do Pará define la violencia contra la mujer
(supra párr. 226) y en su artículo 7.b obliga a los Estados Partes a utilizar la debida diligencia para prevenir, sancionar y erradicar dicha violencia. (Cf. Párrafo 253)
Desde 1992 el CEDAW estableció que “los Estados también pueden
ser responsables de actos privados si no adoptan medidas con la diligencia debida para impedir la violación de los derechos o para investigar y castigar los actos de violencia e indemnizar a las víctimas”63.
En 1993 la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la
mujer de la Asamblea General de las Naciones Unidas instó a los Estados a “[p]roceder con la debida diligencia a fin de prevenir, investigar
y, conforme a la legislación nacional, castigar todo acto de violencia
contra la mujer, ya se trate de actos perpetrados por el Estado o por
particulares”64 y lo mismo hizo la Plataforma de Acción de la Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing65. En el 2006 la Relatora Especial
sobre violencia contra la mujer de la ONU señaló que “[t]omando como
base la práctica y la opinio juris […] se puede concluir que hay una norma del derecho internacional consuetudinario que obliga a los Estados
a prevenir y responder con la debida diligencia a los actos de violencia
contra la mujer”66. (Cf. Párrafo 254)
En el caso Maria Da Penha Vs. Brasil (2000), presentado por una
víctima de violencia doméstica, la Comisión Interamericana aplicó por
primera vez la Convención Belém do Pará y decidió que el Estado había
menoscabado su obligación de ejercer la debida diligencia para prevenir,
sancionar y erradicar la violencia doméstica, al no condenar y sancionar al victimario durante quince años pese a las reclamaciones oportu62 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Fondo, supra nota 257, párr. 166; Caso
Perozo y otros Vs. Venezuela, supra nota 22, párr. 149, y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú,
supra nota 30, párr. 63.
63 Cfr. CEDAW, Recomendación general 19: La Violencia contra la Mujer, 11° período de
sesiones, 1992, U.N. Doc. HRI\GEN\1\Rev.1 at 84 (1994), párr. 9.
64 Cfr. Naciones Unidas, Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer.
Resolución de la Asamblea General 48/104 del 20 de diciembre de 1993. A/RES/48/104,
23 de febrero de 1994, artículo 4.c.
65 Naciones Unidas, Informe de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, Beijing,
4 al 15 de septiembre de 1995, Declaración y Plataforma de Acción de Beijing aprobada
en la 16° sesión plenaria celebrada el 15 de septiembre de 1995. A/CONF.177/20/Rev.1,
página 54, párr. 124 b.
66 Informe de la Relatora Especial sobre violencia contra la mujer, supra nota 2.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
namente efectuadas67. La Comisión concluyó que dado que la violación
forma parte de un “patrón general de negligencia y falta de efectividad
del Estado”, no sólo se violaba la obligación de procesar y condenar, sino
también la de prevenir estas prácticas degradantes68. (Cf. Párrafo 255)
De otra parte, la Relatoría Especial sobre la violencia contra la mujer de la ONU ha proporcionado directrices sobre qué medidas deben
tomar los Estados para cumplir con sus obligaciones internacionales
de debida diligencia en cuanto a prevención, a saber: ratificación de los
instrumentos internacionales de derechos humanos; garantías constitucionales sobre la igualdad de la mujer; existencia de leyes nacionales
y sanciones administrativas que proporcionen reparación adecuada a
las mujeres víctimas de la violencia; políticas o planes de acción que se
ocupen de la cuestión de la violencia contra la mujer; sensibilización
del sistema de justicia penal y la policía en cuanto a cuestiones de género, accesibilidad y disponibilidad de servicios de apoyo; existencia
de medidas para aumentar la sensibilización y modificar las políticas
discriminatorias en la esfera de la educación y en los medios de información, y reunión de datos y elaboración de estadísticas sobre la
violencia contra la mujer69.(Cf. Párrafo 256)
Asimismo, según un Informe del Secretario General de la ONU:
Es una buena práctica hacer que el entorno físico sea seguro para
las mujeres, y se han utilizado comunitarias auditorías de seguridad para detectar los lugares peligrosos, examinar los temores de
las mujeres y solicitar a las mujeres sus recomendaciones para mejorar su seguridad. La prevención de la violencia contra la mujer
debe ser un elemento explícito en la planificación urbana y rural y
67 CIDH, Caso 12.051, Informe No. 54/01, Maria Da Penha Maia Fernandes vs. Brasil,
Informe Anual, 2000, OEA/Ser.L/V.II.111 Doc.20 rev. (2000).
68 CIDH, Maria Da Penha Maia Fernandes vs. Brasil, supra nota 67, párr. 56. En el mismo
sentido se han pronunciado el CEDAW. Así, en el caso A.T. Vs. Hungría (2005), determinó
que el Estado no había cumplido las obligaciones establecidas en la Convención para
prevenir la violencia contra la víctima y protegerla. En particular, señaló que “preocupa
especialmente que no se haya promulgado legislación específica que combata la violencia doméstica y el acoso sexual, y la inexistencia de órdenes judiciales de amparo o de
abandono del hogar, o de albergues para la protección inmediata de las mujeres víctimas
de violencia doméstica” (Cfr. CEDAW, Comunicación No. 2/2003, Sra. A. T. Vs. Hungría,
32° período de sesiones, 26 de enero de 2005 párr. 9.3). En similar sentido, en el caso
Yildirim Vs. Austria, en el cual la víctima fue asesinada por su esposo, el CEDAW encontró
que el Estado había faltado a su deber de debida diligencia por no haberlo detenido (Cfr.
CEDAW, Comunicación No. 6/2005, Fatma Yildirim Vs. Austria, 39° período de sesiones,
23 de julio a 10 de agosto de 2007, párr. 12.1.4 y 12.1.5).
69 Cfr. Naciones Unidas, La violencia contra la mujer en la familia: Informe de la Sra. Radhika Coomaraswamy, Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, con inclusión de
sus causas y consecuencias, presentado de conformidad con la resolución 1995/85 de la
Comisión de Derechos Humanos, UN Doc. E/CN.4/1999/68, 10 de marzo de 1999, párr. 25.
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Derecho a la integridad personal
en el diseño de los edificios y residencias. Forma parte de la labor
de prevención el mejoramiento de la seguridad del transporte público y los caminos que emplean las mujeres, por ejemplo hacia las
escuelas e instituciones educacionales, los pozos, los campos y las
fábricas70. (Cf. Párrafo 257)
De todo lo anterior, se desprende que los Estados deben adoptar medidas integrales para cumplir con la debida diligencia en casos de violencia contra las mujeres. En particular, deben contar con un adecuado
marco jurídico de protección, con una aplicación efectiva del mismo y
con políticas de prevención y prácticas que permitan actuar de una manera eficaz ante las denuncias. La estrategia de prevención debe ser integral, es decir, debe prevenir los factores de riesgo y a la vez fortalecer las
instituciones para que puedan proporcionar una respuesta efectiva a los
casos de violencia contra la mujer. Asimismo, los Estados deben adoptar
medidas preventivas en casos específicos en los que es evidente que determinadas mujeres y niñas pueden ser víctimas de violencia. Todo esto
debe tomar en cuenta que en casos de violencia contra la mujer, los Estados tienen, además de las obligaciones genéricas contenidas en la Convención Americana, una obligación reforzada a partir de la Convención
Belém do Pará. La Corte pasará ahora a analizar las medidas adoptadas
por el Estado hasta la fecha de los hechos del presente caso para cumplir
con su deber de prevención. (Cf. Párrafo 258)
La Corte observa que informes nacionales e internacionales coinciden en que la prevención de los casos de homicidios de mujeres en
Ciudad Juárez, así como la respuesta frente a ellos, ha sido ineficaz e
insuficiente71. (Cf. Párrafo 273)
Según los hechos del presente caso, las víctimas González, Ramos y
Herrera eran mujeres jóvenes de 20, 17 y 15 años respectivamente, todas humildes, una estudiante, las otras dos trabajadoras. Salieron de su
casa un día y sus cuerpos fueron encontrados días o semanas más tarde
en un campo algodonero con signos de violencia sexual y demás maltratos. En los días entre sus desapariciones y el hallazgo de sus cuerpos, sus
madres y familiares acudieron a las autoridades en busca de respuestas,
pero se encontraron con juicios de valor respecto al comportamiento de
las víctimas y con ninguna acción concreta destinada a encontrarlas con
vida aparte de la recepción de declaraciones. (Cf. Párrafo 277)
70 Naciones Unidas, Asamblea General, Estudio a fondo sobre todas las formas de violencia contra la mujer. Informe del Secretario General, Sexagésimo primer período de
sesiones, A/61/122/Add.1, 6 de julio de 2006, párr. 352.
71 Cfr. CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 2, folio
1749; Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 2, folio 1924, y CNDH,
Recomendación 44/1998, supra nota, folio 2155.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
La Corte ha dado por probado y el Estado ha reconocido que en el
año 2001 Ciudad Juárez vivía una fuerte ola de violencia contra las mujeres. Los hechos del caso revelan paralelos significativos con el contexto probado. (Cf. Párrafo 278)
A pesar de que el Estado tenía pleno conocimiento del riesgo que
corrían las mujeres de ser objeto de violencia, no demostró haber adoptado medidas efectivas de prevención antes de noviembre de 2001 que
redujeran los factores de riesgo para las mujeres. Aunque el deber de
prevención sea uno de medio y no de resultado (supra párr. 251), el
Estado no ha demostrado que la creación de la FEIHM y algunas adiciones a su marco legislativo, por más que fueran necesarias y demuestren
un compromiso estatal, fueran suficientes y efectivas para prevenir las
graves manifestaciones de la violencia contra la mujer que se vivía en
Ciudad Juárez en la época del presente caso. (Cf. Párrafo 279)
Ahora bien, conforme a jurisprudencia de la Corte es claro que un
Estado no puede ser responsable por cualquier violación de derechos
humanos cometida entre particulares dentro de su jurisdicción. En
efecto, las obligaciones convencionales de garantía a cargo de los Estados no implican una responsabilidad ilimitada de los Estados frente
a cualquier acto o hecho de particulares, pues sus deberes de adoptar
medidas de prevención y protección de los particulares en sus relaciones entre sí se encuentran condicionados al conocimiento de una situación de riesgo real e inmediato para un individuo o grupo de individuos determinado y a las posibilidades razonables de prevenir o evitar
ese riesgo. Es decir, aunque un acto u omisión de un particular tenga
como consecuencia jurídica la violación de determinados derechos humanos de otro particular, aquél no es automáticamente atribuible al
Estado, pues debe atenderse a las circunstancias particulares del caso
y a la concreción de dichas obligaciones de garantía72. (Cf. Párrafo 280)
En el presente caso, existen dos momentos claves en los que el deber de prevención debe ser analizado. El primero es antes de la desaparición de las víctimas y el segundo antes de la localización de sus
cuerpos sin vida. (Cf. Párrafo 281)
Sobre el primer momento –antes de la desaparición de las víctimasla Corte considera que la falta de prevención de la desaparición no conlleva per se la responsabilidad internacional del Estado porque, a pesar
72 Cfr. Caso de la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia, supra nota 261, párr. 123; Caso
Comunidad Indígena Sawhoyamaxa Vs Paraguay, supra nota 261, párr. 155, y Caso Valle
Jaramillo y otros Vs. Colombia, supra nota 49, párr. 78. Ver también ECHR, Case of Kiliç v.
Turkey, Judgment of 28 March 2000, paras. 62 and 63 y ECHR, Case of Osman v. the United
Kingdom, Judgment of 28 October 1998, paras. 115 and 116.
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Derecho a la integridad personal
de que éste tenía conocimiento de una situación de riesgo para las mujeres en Ciudad Juárez, no ha sido establecido que tenía conocimiento
de un riesgo real e inmediato para las víctimas de este caso. Aunque el
contexto en este caso y sus obligaciones internacionales le imponen al
Estado una responsabilidad reforzada con respecto a la protección de
mujeres en Ciudad Juárez, quienes se encontraban en una situación de
vulnerabilidad, especialmente las mujeres jóvenes y humildes, no le
imponen una responsabilidad ilimitada frente a cualquier hecho ilícito
en contra de ellas. Finalmente, la Corte no puede sino hacer presente que la ausencia de una política general que se hubiera iniciado por
lo menos en 1998 -cuando la CNDH advirtió del patrón de violencia
contra la mujer en Ciudad Juárez-, es una falta del Estado en el cumplimiento general de su obligación de prevención. (Cf. Párrafo 282)
En cuanto al segundo momento -antes del hallazgo de los cuerposel Estado, dado el contexto del caso, tuvo conocimiento de que existía
un riesgo real e inmediato de que las víctimas fueran agredidas sexualmente, sometidas a vejámenes y asesinadas. La Corte considera que
ante tal contexto surge un deber de debida diligencia estricta frente a
denuncias de desaparición de mujeres, respecto a su búsqueda durante las primeras horas y los primeros días. Esta obligación de medio, al
ser más estricta, exige la realización exhaustiva de actividades de búsqueda. En particular, es imprescindible la actuación pronta e inmediata
de las autoridades policiales, fiscales y judiciales ordenando medidas
oportunas y necesarias dirigidas a la determinación del paradero de
las víctimas o el lugar donde puedan encontrarse privadas de libertad.
Deben existir procedimientos adecuados para las denuncias y que éstas conlleven una investigación efectiva desde las primeras horas. Las
autoridades deben presumir que la persona desaparecida está privada
de libertad y sigue con vida hasta que se ponga fin a la incertidumbre
sobre la suerte que ha corrido. (Cf. Párrafo 283)
México no demostró haber adoptado las medidas razonables, conforme a las circunstancias que rodeaban a los casos, para encontrar a
las víctimas con vida. El Estado no actuó con prontitud dentro de las
primeras horas y días luego de las denuncias de desaparición, dejando
perder horas valiosas. En el período entre las denuncias y el hallazgo
de los cuerpos de las víctimas, el Estado se limitó a realizar formalidades y a tomar declaraciones que, aunque importantes, perdieron su
valor una vez éstas no repercutieron en acciones de búsqueda específicas. Además, las actitudes y declaraciones de los funcionarios hacia los
familiares de las víctimas que daban a entender que las denuncias de
desaparición no debían ser tratadas con urgencia e inmediatez llevan
al Tribunal razonablemente a concluir que hubo demoras injustificadas luego de las presentaciones de las denuncias de desaparición. Todo
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
esto demuestra que el Estado no actuó con la debida diligencia requerida para prevenir adecuadamente las muertes y agresiones sufridas
por las víctimas y que no actuó como razonablemente era de esperarse
de acuerdo a las circunstancias del caso para poner fin a su privación
de libertad. Este incumplimiento del deber de garantía es particularmente serio debido al contexto conocido por el Estado -el cual ponía a
las mujeres en una situación especial de vulnerabilidad- y a las obligaciones reforzadas impuestas en casos de violencia contra la mujer por
el artículo 7.b de la Convención Belém do Pará. (Cf. Párrafo 284)
Además, la Corte considera que el Estado no demostró haber adoptado normas o implementado las medidas necesarias, conforme al artículo 2 de la Convención Americana y al artículo 7.c de la Convención
Belém do Pará, que permitieran a las autoridades ofrecer una respuesta inmediata y eficaz ante las denuncias de desaparición y prevenir
adecuadamente la violencia contra la mujer. Tampoco demostró haber
adoptado normas o tomado medidas para que los funcionarios responsables de recibir las denuncias tuvieran la capacidad y la sensibilidad
para entender la gravedad del fenómeno de la violencia contra la mujer
y la voluntad para actuar de inmediato. (Cf. Párrafo 285)
En razón de todo lo expuesto, el Tribunal considera que el Estado
violó los derechos a la vida, integridad personal y libertad personal
reconocidos en los artículos 4.1, 5.1, 5.2 y 7.1 de la Convención Americana, en relación con la obligación general de garantía contemplada
en el artículo 1.1 y la obligación de adoptar disposiciones de derecho
interno contemplada en el artículo 2 de la misma, así como con las obligaciones contempladas en el artículo 7.b y 7.c de la Convención Belém
do Pará, en perjuicio de Claudia Ivette González, Laura Berenice Ramos
Monárrez y Esmeralda Herrera Monreal. (Cf. Párrafo 286)
4.2. Deber de investigar efectivamente los hechos, conforme a los artículos 8.1 y 25.1 de la Convención, derivado de la obligación de garantía
de los derechos a la vida, integridad personal y libertad personal
De la obligación general de garantía de los derechos a la vida, integridad personal y libertad personal deriva la obligación de investigar los
casos de violaciones de esos derechos; es decir, del artículo 1.1 de la Convención en conjunto con el derecho sustantivo que debe ser amparado,
protegido o garantizado73. Asimismo, México debe observar lo dispuesto
73 Cfr. Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia, supra nota 261, párr. 142; Caso Heliodoro
Portugal Vs. Panamá. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 12 de agosto de 2008. Serie C No. 186, párr. 115, y Caso Perozo y otros Vs. Venezuela,
supra nota 22, párr. 298.
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208
Derecho a la integridad personal
en el artículo 7.b y 7.c de la Convención Belém do Pará, que obliga a actuar con la debida diligencia74 y a adoptar la normativa necesaria para
investigar y sancionar la violencia contra la mujer. (Cf. Párrafo 287)
El deber de investigar es una obligación de medio y no de resultado,
que debe ser asumida por el Estado como un deber jurídico propio y
no como una simple formalidad condenada de antemano a ser infructuosa75. La obligación del Estado de investigar debe cumplirse diligentemente para evitar la impunidad y que este tipo de hechos vuelvan a
repetirse. En este sentido, la Corte recuerda que la impunidad fomenta
la repetición de las violaciones de derechos humanos76. (Cf. Párrafo 289)
A la luz de ese deber, una vez que las autoridades estatales tengan
conocimiento del hecho, deben iniciar ex officio y sin dilación, una
investigación seria, imparcial y efectiva por todos los medios legales
disponibles y orientada a la determinación de la verdad y a la persecución, captura, enjuiciamiento y eventual castigo de todos los autores de
los hechos, especialmente cuando están o puedan estar involucrados
agentes estatales77. (Cf. Párrafo 290)
De otra parte, la Corte ha advertido que esta obligación se mantiene “cualquiera sea el agente al cual pueda eventualmente atribuirse
la violación, aún los particulares, pues, si sus hechos no son investigados con seriedad, resultarían, en cierto modo, auxiliados por el poder
público, lo que comprometería la responsabilidad internacional del
Estado”78. (Cf. Párrafo 291)
En tal sentido, en el marco de la obligación de proteger el derecho a
la vida, la Corte Europea de Derechos Humanos ha desarrollado la teoría
de la “obligación procesal” de efectuar una investigación oficial efectiva
en casos de violaciones a aquél derecho79. La Corte Interamericana también ha aplicado esta teoría en diversos casos80. (Cf. Párrafo 292)
74 Cfr. Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú, supra nota 52, párr. 344.
75 Cfr. Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 30, párr. 123 y Caso Garibaldi Vs. Brasil,
supra nota 252, párr. 113.
76 Cfr. Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 30, párr. 179 y Caso Garibaldi Vs. Brasil,
supra nota 252, párr. 141.
77 Cfr. Caso de la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia, supra nota 261, párr. 143; Caso
Heliodoro Portugal Vs. Panamá, supra nota 297, párr. 144, y Caso Valle Jaramillo y otros
Vs. Colombia, supra nota 49, párr. 101.
78 Caso de la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia, supra nota 261, párr. 145, y Caso
Kawas Fernández Vs. Honduras, supra nota 190, párr. 78.
79 Cfr. ECHR, Ergi v. Turkey, Judgment of 28.07.1998, Reports of Judgments, n. 81, paras.
85-86, ECHR, Akkoç v. Turkey, Judgment of 10 October 2000, paras. 77 to 99, and ECHR,
Kiliç v. Turkey, Judgment of 28 March 2000, paras. 78 to 83.
80 Cfr. Caso Juan Humberto Sánchez Vs. Honduras. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones
y Costas. Sentencia de 7 de junio de 2003. Serie C No. 99, párr. 112; Caso Valle Jaramillo y
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
La Corte considera que el deber de investigar efectivamente, siguiendo los estándares establecidos por el Tribunal (supra párrs. 0 a
0) tiene alcances adicionales cuando se trata de una mujer que sufre
una muerte, maltrato o afectación a su libertad personal en el marco
de un contexto general de violencia contra las mujeres. En similar sentido, la Corte Europea ha dicho que cuando un ataque es motivado por
razones de raza, es particularmente importante que la investigación
sea realizada con vigor e imparcialidad, teniendo en cuenta la necesidad de reiterar continuamente la condena de racismo por parte de la
sociedad y para mantener la confianza de las minorías en la habilidad
de las autoridades de protegerlas de la amenaza de violencia racial81. El
criterio anterior es totalmente aplicable al analizarse los alcances del
deber de debida diligencia en la investigación de casos de violencia por
razón de género. (Cf. Párrafo 293)
4.2.1. Alegadas irregularidades en la custodia de la escena del crimen, recolección y manejo de evidencias, elaboración de las autopsias y
en la identificación y entrega de los restos de las víctimas
El Tribunal concluye que en el presente caso se presentaron irregularidades relacionadas con: i) la falta de precisión de las circunstancias
del hallazgo de los cadáveres; ii) la poca rigurosidad en la inspección
y salvaguarda de la escena del crimen practicada por las autoridades;
iii) el indebido manejo de algunas de las evidencias recolectadas, y iv)
los métodos utilizados no fueron acordes para preservar la cadena de
custodia. (Cf. Párrafo 306)
La jurisprudencia de la Corte ha señalado que ciertas líneas de investigación, cuando eluden el análisis de los patrones sistemáticos en
los que se enmarcan cierto tipo de violaciones a los derechos humanos,
pueden generar ineficacia en las investigaciones82. (Cf. Párrafo 366)
Lo ocurrido en el presente caso es concordante con lo señalado previamente en el contexto respecto a que en muchas investigaciones se observa la falta de contemplación de las agresiones a mujeres como parte
de un fenómeno generalizado de violencia de género. En este sentido, la
CNDH señaló en su informe del año 2003 que la FEIHM no estaba estudiando “el fenómeno de manera global, sino que, a cada asunto se le
ha otorgado un tratamiento individual, al margen de las posibilidades
legales, como si se tratara de casos aislados plenamente diferenciados y
otros Vs. Colombia, supra nota 49, párr. 97, y Caso Garibaldi Vs. Brasil, supra nota 252, párr. 23.
81 Cfr. ECHR, Case of Angelova and Iliev v, Bulgaria, Judgment 26 July 2007, para.98.
82 Cfr. Caso de la Masacre de la Rochela Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 11 de de mayo de 2007. Serie C No. 163, párrs. 156, 158 y 164.
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210
Derecho a la integridad personal
no de manera integral”83. Por su parte, la testigo Delgadillo Pérez declaró
que “[n]o existe una estrategia integral en la investigación de los homicidios a partir de patrones de violencia detectados en cada caso”. Agregó
que “aunque sea una fiscalía especial, se asigna un determinado número
de casos a cada agente del ministerio público” 84y “no existen mesas de
discusión sobre estrategias de investigación y determinación de los hechos a investigar, donde la titular de la fiscalía, el equipo de investigadores, los policías judiciales y peritos, puedan tener una visión global de lo
que ocurre en cada hecho denunciado”85. (Cf. Párrafo 370)
A manera de conclusión, la Corte acepta el reconocimiento de responsabilidad por las irregularidades cometidas en la primera etapa de
las investigaciones. Sin embargo, el Tribunal ha constatado que en la
segunda etapa de las mismas no se han subsanado totalmente dichas
falencias. Las irregularidades en el manejo de evidencias, la alegada fabricación de culpables, el retraso en las investigaciones, la falta de líneas
de investigación que tengan en cuenta el contexto de violencia contra
la mujer en el que se desenvolvieron las ejecuciones de las tres víctimas y la inexistencia de investigaciones contra funcionarios públicos
por su supuesta negligencia grave, vulneran el derecho de acceso a la
justicia, a una protección judicial eficaz y el derecho de los familiares y
de la sociedad a conocer la verdad de lo ocurrido. Además, denota un
incumplimiento estatal de garantizar, a través de una investigación seria
y adecuada, los derechos a la vida, integridad personal y libertad personal de las tres víctimas. Todo ello permite concluir que en el presente
caso existe impunidad y que las medidas de derecho interno adoptadas
han sido insuficientes para enfrentar las graves violaciones de derechos
humanos ocurridas. El Estado no demostró haber adoptado normas o
implementado las medidas necesarias, conforme al artículo 2 de la Convención Americana y al artículo 7.c de la Convención Belém do Pará,
que permitieran a las autoridades ofrecer una investigación con debida
diligencia. Esta ineficacia judicial frente a casos individuales de violencia contra las mujeres propicia un ambiente de impunidad que facilita y
promueve la repetición de los hechos de violencia en general y envía un
mensaje según el cual la violencia contra las mujeres puede ser tolerada
y aceptada como parte del diario vivir. (Cf. Párrafo 388)
Por lo expuesto, el Tribunal concluye que el Estado incumplió con su
deber de investigar -y con ello su deber de garantizar- los derechos consagrados en los artículos 4.1, 5.1, 5.2 y 7.1 de la Convención Americana,
83 Cfr. CNDH, Informe Especial, supra nota 4, folio 2235.
84 Cfr. declaración de la testigo Delgadillo Pérez, supra nota 187, folio 3481.
85 Cfr. declaración de la testigo Delgadillo Pérez, supra nota 187, folio 3481.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma y con el artículo 7.b y 7.c
de la Convención Belém do Pará, en perjuicio de Claudia Ivette González,
Laura Berenice Ramos Monárrez y Esmeralda Herrera Monreal. Por los
mismos motivos, el Estado violó los derechos de acceso a la justicia y
protección judicial, consagrados en los artículos 8.1 y 25.1 de la Convención Americana, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma y 7.b y
7.c de la Convención Belém do Para, en perjuicio de los familiares de las
tres víctimas identificados en el párrafo 9 supra. (Cf. Párrafo 389)
4.3. Obligación de no discriminar: La violencia contra la mujer como
discriminación
Desde una perspectiva general la CEDAW define la discriminación
contra la mujer como “toda distinción, exclusión a restricción basada
en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular
el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente
de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer,
de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas
política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera”.
En el ámbito interamericano, la Convención Belém do Pará señala que
la violencia contra la mujer es “una manifestación de las relaciones de
poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres” y reconoce
que el derecho de toda mujer a una vida libre de violencia incluye el
derecho a ser libre de toda forma de discriminación. (Cf. Párrafo 394)
El CEDAW ha declarado que la definición de la discriminación
contra la mujer “incluye la violencia basada en el sexo, es decir, la violencia dirigida contra la mujer [i] porque es mujer o [ii] que la afecta
en forma desproporcionada”. El CEDAW también ha señalado que “[l]
a violencia contra la mujer es una forma de discriminación que impide gravemente que goce de derechos y libertades en pie de igualdad
con el hombre”86. (Cf. Párrafo 395)
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos declaró en el caso Opuz
vs. Turquía que “la falla del Estado de proteger a las mujeres contra la
violencia doméstica viola el derecho de ellas a igual protección de la
ley y esta falla no necesita ser intencional”. La Corte Europea consideró
que aunque la pasividad judicial general y discriminatoria en Turquía
no era intencional, el hecho de que afectaba principalmente a las mujeres permitía concluir que la violencia sufrida por la peticionaria y su
madre podía considerarse violencia basada en género, lo cual es una
forma de discriminación en contra de las mujeres. Para llegar a esta
86 Cfr. CEDAW, Recomendación general 19: La Violencia contra la Mujer, supra nota 268,
párr. 1 y 6.
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212
Derecho a la integridad personal
conclusión, el Tribunal aplicó el principio según el cual una vez que se
demuestra que la aplicación de una regla lleva a un impacto diferenciado entre mujeres y hombres, el Estado debe probar que se debe a
factores objetivos no relacionados con la discriminación. La Corte Europea constató que en el lugar en que vivía la peticionaria se presentaba el número más alto de víctimas de violencia doméstica, que las
víctimas eran todas mujeres, que la mayoría de las víctimas eran del
mismo origen y, además, que las mujeres víctimas enfrentaban problemas cuando denunciaban la violencia, como el hecho que los policías
no investigaban los hechos sino que asumían que dicha violencia era
un “tema familiar”87. (Cf. Párrafo 396)
En el caso del Penal Castro Castro Vs. Perú, la Corte señaló que las
mujeres detenidas o arrestadas “no deben sufrir discriminación, y deben ser protegidas de todas las formas de violencia o explotación”, que
“deben ser supervisadas y revisadas por oficiales femeninas”, que las
mujeres embarazadas y en lactancia “deben ser proveídas con condiciones especiales”. Dicha discriminación incluye “la violencia dirigida
contra la mujer porque es mujer o que la afecta en forma desproporcionada”, y que abarca “actos que infligen daños o sufrimientos de índole física, mental o sexual, amenazas de cometer esos actos, coacción
y otras formas de privación de la libertad”88. (Cf. Párrafo 397)
En el presente caso, el Tribunal constata que el Estado señaló ante
el CEDAW que la “cultura de discriminación” de la mujer “contribuyó a
que [los] homicidios [de mujeres en Ciudad Juárez] no fueran percibidos en sus inicios como un problema de magnitud importante para el
cual se requerían acciones inmediatas y contundentes por parte de las
autoridades competentes”. Además, el Estado también señaló que esta
cultura de discriminación contra la mujer estaba basada “en una concepción errónea de su inferioridad” (supra párr. 132). (Cf. Párrafo 398)
La Corte considera que estas declaraciones remitidas como prueba por el Estado, son coincidentes con su reconocimiento de responsabilidad en el sentido de que en Ciudad Juárez existe una “cultura de
discriminación” que influenció en los homicidios de las mujeres en
Ciudad Juárez. Asimismo, la Corte observa que como ya fue establecido supra, diferentes informes internacionales hicieron la conexión
entre la violencia contra la mujer y la discriminación contra la mujer
en Ciudad Juárez. (Cf. Párrafo 399)
De otro lado, al momento de investigar dicha violencia, ha quedado
establecido que algunas autoridades mencionaron que las víctimas eran
87 ECHR, Case of Opuz v. Turkey, Judgment of 9 June 2009, paras. 180, 191 y 200.
88 Cfr. Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú, supra nota 248, párr. 303.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
“voladas” o que “se fueron con el novio”, lo cual, sumado a la inacción estatal en el comienzo de la investigación, permite concluir que esta indiferencia, por sus consecuencias respecto a la impunidad del caso, reproduce la violencia que se pretende atacar, sin perjuicio de que constituye
en sí misma una discriminación en el acceso a la justicia. La impunidad
de los delitos cometidos envía el mensaje de que la violencia contra la
mujer es tolerada, lo que favorece su perpetuación y la aceptación social
del fenómeno, el sentimiento y la sensación de inseguridad en las mujeres, así como una persistente desconfianza de éstas en el sistema de
administración de justicia. Al respecto, el Tribunal resalta lo precisado
por la Comisión Interamericana en su informe temático sobre “Acceso a
la Justicia para Mujeres Víctimas de Violencia” en el sentido de que
[l]a influencia de patrones socioculturales discriminatorios puede
dar como resultado una descalificación de la credibilidad de la víctima durante el proceso penal en casos de violencia y una asunción
tácita de responsabilidad de ella por los hechos, ya sea por su forma de vestir, por su ocupación laboral, conducta sexual, relación o
parentesco con el agresor, lo cual se traduce en inacción por parte
de los fiscales, policías y jueces ante denuncias de hechos violentos. Esta influencia también puede afectar en forma negativa la investigación de los casos y la valoración de la prueba subsiguiente,
que puede verse marcada por nociones estereotipadas sobre cuál
debe ser el comportamiento de las mujeres en sus relaciones interpersonales89. (Cf. Párrafo 400)
En similar forma, el Tribunal considera que el estereotipo de género
se refiere a una pre-concepción de atributos o características poseídas o
papeles que son o deberían ser ejecutados por hombres y mujeres respectivamente. Teniendo en cuenta las manifestaciones efectuadas por el
Estado (supra párr. 398), es posible asociar la subordinación de la mujer
a prácticas basadas en estereotipos de género socialmente dominantes
y socialmente persistentes, condiciones que se agravan cuando los estereotipos se reflejan, implícita o explícitamente, en políticas y prácticas,
particularmente en el razonamiento y el lenguaje de las autoridades de
policía judicial, como ocurrió en el presente caso. La creación y uso de
estereotipos se convierte en una de las causas y consecuencias de la violencia de género en contra de la mujer. (Cf. Párrafo 401)
Por ello, el Tribunal considera que en el presente caso la violencia
contra la mujer constituyó una forma de discriminación y declara que
el Estado violó el deber de no discriminación contenido en el artículo
89 CIDH, Acceso a la justicia para las mujeres víctimas de violencia en las Américas, OEA/
Ser.L/V/II. Doc. 68, 20 enero 2007 (expediente de anexos a la demanda, tomo VII, anexo
2, folio 1822).
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214
Derecho a la integridad personal
1.1 de la Convención, en relación con el deber de garantía de los derechos consagrados en los artículos 4.1, 5.1, 5.2 y 7.1 de la Convención
Americana, en perjuicio de Laura Berenice Ramos Monárrez, Esmeralda Herrera Monreal y Claudia Ivette González; así como en relación
con el acceso a la justicia consagrado en los artículos 8.1 y 25.1 de la
Convención, en perjuicio de los familiares de las víctimas identificados
en el párrafo 9 supra. (Cf. Párrafo 402)
Sobre la violación de los derechos de las niñas (Artículo 19) en
la Convención Americana
Como ya se ha establecido con anterioridad, en la época de los hechos, las autoridades públicas tenían conocimiento de un contexto de
desapariciones, violencia y homicidios contra mujeres jóvenes y niñas
(supra párr. 129). (Cf. Párrafo 402)
El experto independiente de las Naciones Unidas para el estudio
de la violencia contra los niños ha afirmado que “[l]a violencia contra
los niños se presenta bajo diversas formas y depende de una amplia
gama de factores, desde las características personales de la víctima y el
agresor hasta sus entornos culturales y físicos”. El grado de desarrollo
económico, el nivel social, la edad, el sexo y el género son algunos de
los muchos factores relacionados con el riesgo de la violencia letal. Asimismo, ha manifestado que “la violencia sexual afecta principalmente
a los que han alcanzado la pubertad o la adolescencia”, siendo las niñas
las más expuestas a sufrir este tipo de violencia90. (Cf. Párrafo 402)
Esta Corte ha establecido que los niños y niñas tienen derechos especiales a los que corresponden deberes específicos por parte de la
familia, la sociedad y el Estado. Además, su condición exige una protección especial que debe ser entendida como un derecho adicional y
complementario a los demás derechos que la Convención reconoce a
toda persona91. La prevalencia del interés superior del niño debe ser
entendida como la necesidad de satisfacción de todos los derechos de
la infancia y la adolescencia, que obliga al Estado e irradia efectos en la
interpretación de todos los demás derechos de la Convención cuando
90 Naciones Unidas, Informe del experto independiente para el estudio de la violencia
contra los niños, Paulo Sérgio Pinheiro, presentado con arreglo a la resolución 60/231
de la Asamblea General, A/61/299, 29 de agosto de 2006, párrs. 25, 29 y 30.
91 Cfr. Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño. Opinión Consultiva OC-17/02 de
28 de agosto de 2002. Serie A No. 17, párrs. 53, 54 y 60; Caso de los Hermanos Gómez
Paquiyauri Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 8 de julio de 2004. Serie
C No. 110, párr. 164, y Caso de las Niñas Yean y Bosico Vs. República Dominicana. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 8 de septiembre de 2005.
Serie C No. 130, párr. 133.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
el caso se refiera a menores de edad92. Asimismo, el Estado debe prestar especial atención a las necesidades y los derechos de las presuntas
víctimas en consideración a su condición de niñas, como mujeres que
pertenecen a un grupo en una situación vulnerable93. (Cf. Párrafo 402)
En el presente caso, la Corte considera que el Estado tenía la obligación de adoptar todas las medidas positivas que fueran necesarias para
garantizar los derechos de las niñas desaparecidas. En concreto, el Estado tenía el deber de asegurar que fueran encontradas a la mayor brevedad, una vez los familiares reportaron su ausencia, especialmente debido
a que el Estado tenía conocimiento de la existencia de un contexto específico en el que niñas estaban siendo desaparecidas. (Cf. Párrafo 402)
A pesar de la existencia de legislación para la protección de la niñez94, así como de determinadas políticas estatales95, la Corte resalta que de la prueba aportada por el Estado no consta que, en el caso
concreto, esas medidas se hayan traducido en medidas efectivas para
iniciar una pronta búsqueda, activar todos los recursos para movilizar
a las diferentes instituciones y desplegar mecanismos internos para
obtener información que permitiera localizar a las niñas con rapidez y,
una vez encontrados los cuerpos, realizar las investigaciones, procesar
y sancionar a los responsables de forma eficaz y expedita. En definitiva,
el Estado no demostró tener mecanismos de reacción o políticas públicas que dotaran a las instituciones involucradas de los mecanismos
necesarios para garantizar los derechos de las niñas. (Cf. Párrafo 402)
Consecuentemente, este Tribunal encuentra que el Estado violó el
derecho consagrado en el artículo 19 de la Convención, en relación con
los artículos 1.1 y 2 de dicho tratado, en perjuicio de las niñas Esmeralda
Herrera Monreal y Laura Berenice Ramos Monárrez. (Cf. Párrafo 402)
92 Cfr. Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño, supra nota 417, párrs. 56, 57 y
60 y Caso de las Niñas Yean y Bosico Vs. República Dominicana, supra nota 417, párr. 134.
93 Cfr. CEDAW, Recomendación general 24: La mujer y la salud, 20° período de sesiones,
A/54/38/Rev.1, 1999, párr. 6 y Caso de las Niñas Yean y Bosico Vs. República Dominicana,
supra nota 417, párr. 134.
94 Cfr. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, artículo 4 (expediente de
anexos a la contestación de la demanda, anexo 43, tomo XXVIII, folio 9816) y Ley para
la Protección de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, publicada en el Diario
Oficial de la Federación el 29 de mayo de 2000, artículos 2 a 5 (expediente de anexos a la
contestación de la demanda, anexo 103, tomo XLIII, folio 16049).
95 Como por ejemplo la creación del Consejo Nacional para la Infancia y la Adolescencia
(expediente de anexos a la contestación de la demanda, anexo 104, tomo XLIII, folios
16065 a 16068); el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (expediente de fondo, tomo III, folio 1082); el Plan de Acción Nacional para Prevenir, Atender y
Erradicar la Explotación Sexual Comercial Infantil (expediente de fondo, tomo III, folio
1082), y la Campaña de Prevención de la Violencia hacia la Niñez (expediente de fondo,
tomo III, folio 1085).
215
216
Derecho a la integridad personal
Derecho a la integridad personal de los familiares de las víctimas
5. Sufrimiento de los familiares por lo ocurrido con las víctimas
y por la búsqueda de la verdad
La Corte ha declarado en otras oportunidades que los familiares de
las víctimas de violaciones de los derechos humanos pueden ser, a su
vez, víctimas96. (Cf. Párrafo 215)
Del acervo probatorio se desprende que tras la desaparición de las
tres víctimas, los familiares tuvieron que emprender diferentes actuaciones para buscar a las desaparecidas ante la inactividad de las autoridades, las cuales al mismo tiempo emitían juicios reprochables en
contra de las jóvenes, causando con ello sufrimiento a los familiares.
Así, los informes periciales indicaron que los juicios emitidos por las
autoridades, en el sentido de que la culpabilidad de las desapariciones
radicaba en la conducta de las jóvenes, “producen confusión y angustia
en los familiares, especialmente en aquellos en [los] que les consta que
la vida de sus hijas no concuerda con estas versiones”97. Asimismo, “[l]
as madres insisten en el agravio experimentado por la negligencia de
las autoridades y la inhumanidad con que han sido tratadas, subrayando […] el padecimiento agravado por ese maltrato, por desalentar la
denuncia que tal vez hubiera permitido encontrarlas con vida y por la
falta de información durante todo el proceso”98. (Cf. Párrafo 419)
Por otra parte, los familiares sufrieron en su salud mental y emocional por la falta de diligencia en la determinación de la identidad de
los restos encontrados y la falta de información sobre las actuaciones
realizadas por parte de las autoridades. Así, “[l]a no identificación de
los cuerpos [por el lapso de varios años] ha impedido a las familias
vivir los ritos que acompañan la muerte y el entierro de su ser querido,
alterando bruscamente su proceso de duelo. No han podido sanar las
heridas, obligadas a vivir con un dolor permanente que se reaviva cada
96 Cfr. Caso Bámaca Velásquez Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 25 de noviembre de
2000. Serie C No. 70, párr. 160; Caso Escué Zapata Vs. Colombia, supra nota 309, párr. 77
y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 30, párr 105. Si bien en la sentencia del caso
Valle Jaramillo, la Corte estableció que con respecto a los familiares que no pertenecen al
núcleo de “familiares directos” no hay presunción de sufrimiento si no que corresponde
al Tribunal analizar en esos casos si existe, inter alia, vínculo afectivo, sufrimiento o si
participaron en la búsqueda de la verdad, en el presente caso el Estado se allanó respecto
al alegado sufrimiento de los familiares, por lo que la Corte no aplica en el presente caso
tal análisis (Cfr. Caso Valle Jaramillo y otros Vs. Colombia. supra nota 49, párr 119).
97 Cfr. declaración rendida mediante fedatario público por la perito Lira Kornfeld el 21
de abril de 2009 (expediente de fondo, tomo XI, folio 3340).
98 Cfr. declaración de la perito Lira Kornfeld, supra nota 426, folio 3340.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
vez que las noticias anuncian el hallazgo de nuevos cadáveres”99. (Cf.
Párrafo 420)
La falta de investigaciones tendientes a hallar la verdad, juzgar y, en
su caso, sancionar a los responsables “agrava la experiencia de impotencia, desamparo e indefensión de estas familias”100. (Cf. Párrafo 421)
El Estado reconoció que “las irregularidades admitidas por la autoridad al inicio de las investigaciones de los [tres] homicidios […],
afectaron directamente a los familiares […]. En tal virtud, el Estado reconoce y acepta que el derecho a la integridad psíquica y moral de los
familiares se vio vulnerado”. (Cf. Párrafo 422)
En virtud de lo expuesto, la Corte concluye que la violación de la integridad personal de los familiares de las víctimas se ha configurado por
las circunstancias sufridas durante todo el proceso desde que las jóvenes
Esmeralda Herrera Monreal, Claudia Ivette González y Laura Berenice
Ramos Monárrez desaparecieron, así como por el contexto general en el
que ocurrieron los hechos. La irregular y deficiente actuación de las autoridades del Estado a la hora de buscar el paradero de las víctimas una
vez reportada su desaparición, la mala diligencia en la determinación de
la identidad de los restos, de las circunstancias y causas de las muertes,
el retraso en la entrega de los cadáveres, la ausencia de información sobre el desarrollo de las investigaciones y el trato dado a los familiares
durante todo el proceso de búsqueda de verdad ha provocado en ellos
un gran sufrimiento y angustia. Todo ello, a criterio del Tribunal, configura un trato degradante, contrario al artículo 5.1 y 5.2 de la Convención
Americana, en relación con el artículo 1.1, en perjuicio de Irma Monreal
Jaime, Benigno Herrera Monreal, Adrián Herrera Monreal, Juan Antonio
Herrera Monreal, Cecilia Herrera Monreal, Zulema Montijo Monreal,
Erick Montijo Monreal, Juana Ballín Castro, Irma Josefina González Rodríguez, Mayela Banda González, Gema Iris González, Karla Arizbeth
Hernández Banda, Jacqueline Hernández, Carlos Hernández Llamas, Benita Monárrez Salgado, Claudia Ivonne Ramos Monárrez, Daniel Ramos
Monárrez, Ramón Antonio Aragón Monárrez, Claudia Dayana Bermúdez
Ramos, Itzel Arely Bermúdez Ramos, Paola Alexandra Bermúdez Ramos,
Atziri Geraldine Bermúdez Ramos. (Cf. Párrafo 424)
5.1. Amenazas, intimidación y hostigamientos sufridos por los familiares
La prueba pericial aportada en el proceso ante la Corte ha determinado, en cuanto a los familiares de la joven Ramos, que sufren miedo
99 Cfr. Amnistía Internacional, Muertes intolerables, supra nota 64, folio 2282 En igual sentido CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 64, folio 1745.
100 Cfr. declaración de la perito Lira Kornfeld, supra nota 426, folio 3339.
217
218
Derecho a la integridad personal
sostenido por los peligros y las amenazas diversas que han padecido,
reflejados en hechos que han puesto en peligro su seguridad y su integridad en espacio público, sin que las autoridades hayan dado atención
expedita y adecuada a sus demandas. También han padecido sensaciones de soledad y aislamiento por la desconfianza creciente en las
autoridades101. (Cf. Párrafo 434)
Del expediente del presente caso se desprenden ciertos datos en referencia a la existencia de un patrón de conductas estatales hacia familiares de mujeres víctimas de violencia en Ciudad Juárez que consistían
en tratos despectivos e irrespetuosos y hasta agresivos cuando intentaban obtener información sobre las investigaciones102, que además generaban en la mayoría de los casos desconfianza y temor, por lo que no denunciaban los hechos. En algunos casos los familiares manifestaron que
se les dijo que dejaran de realizar averiguaciones o llevar a cabo otras
actividades en procura de justicia103. Asimismo, se ha reportado que “el
hostigamiento y las amenazas a las familiares de las víctimas, a sus representantes y a las organizaciones de la sociedad civil, se ha recrudecido en la misma medida en que la presión nacional e internacional se
han acrecentado”, haciéndolos responsables por esa dimensión nacional
e internacional que ha tomado la situación104. (Cf. Párrafo 435)
Con base en lo anterior, la Corte considera que del acervo probatorio se desprende que la señora Monárrez sufrió diversos actos de
hostigamiento desde la desaparición de su hija hasta que abandonó su
país para irse como asilada a Estados Unidos, circunstancias que también sufrieron sus tres hijos y nietos. (Cf. Párrafo 436)
En virtud de lo expuesto, la Corte concluye que los actos de hostigamiento que sufrieron los familiares configura una violación al derecho a la integridad personal consagrado en el artículo 5.1 y 5.2 de la
Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en
perjuicio de Adrián Herrera Monreal, Benita Monárrez Salgado, Claudia Ivonne Ramos Monárrez, Daniel Ramos Monárrez, Ramón Antonio
Aragón Monárrez, Claudia Dayana Bermúdez Ramos, Itzel Arely Bermúdez Ramos, Paola Alexandra Bermúdez Ramos y Atziri Geraldine
Bermúdez Ramos. (Cf. Párrafo 440)
101 Cfr. declaración del perito de la Peña Martínez, supra nota 186, folio 3352.
102 Cfr. CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 64, folios
1745 y 1770 y Naciones Unidas, Informe de México producido por el CEDAW, supra nota
64, folio 1924.
103 Cfr. CIDH, Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, supra nota 64, folios
1748 y 1769.
104 Cfr. Informe de México producido por el CEDAW, supra nota 64, folio 1946.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 602)
La Corte decide, por unanimidad,
Aceptar parcialmente la excepción preliminar interpuesta por el
Estado, de conformidad con los párrafos 31 y 80 de la presente Sentencia y, por ende, declarar que: i) tiene competencia contenciosa en razón
de la materia para conocer de alegadas violaciones al artículo 7 de la
Convención Belém do Pará, y ii) no tiene competencia contenciosa en
razón de la materia para conocer de supuestas violaciones a los artículos 8 y 9 de dicho instrumento internacional. (Cf. Párrafo 1)
Aceptar el reconocimiento parcial de responsabilidad internacional
efectuado por el Estado, en los términos de los párrafos 20 a 30 de la
presente Sentencia. (Cf. Párrafo 2)
Declara, por unanimidad, que,
No puede atribuir al Estado responsabilidad internacional por
violaciones a los derechos sustantivos consagrados en los artículos 4
(Derecho a la Vida), 5 (Derecho a la Integridad Personal) y 7 (Derecho
a la Libertad Personal) de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, derivadas del incumplimiento de la obligación de respeto
contenida en el artículo 1.1 de la misma, de conformidad con los párrafos 238 a 242 de esta Sentencia. (Cf. Párrafo 3)
El Estado violó los derechos a la vida, integridad personal y libertad personal reconocidos en los artículos 4.1, 5.1, 5.2 y 7.1 de la Convención Americana, en relación con la obligación general de garantía
contemplada en el artículo 1.1 y la obligación de adoptar disposiciones
de derecho interno contemplada en el artículo 2 de la misma, así como
con las obligaciones contempladas en el artículo 7.b y 7.c de la Convención Belém do Pará, en perjuicio de Claudia Ivette González, Laura
Berenice Ramos Monárrez y Esmeralda Herrera Monreal, en los términos de los párrafos 243 a 286 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 4)
El Estado incumplió con su deber de investigar -y con ello su deber de
garantizar- los derechos a la vida, integridad personal y libertad personal, consagrados en los artículos 4.1, 5.1, 5.2 y 7.1 de la Convención Americana, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma y con el artículo
7.b y 7.c de la Convención Belém do Pará, en perjuicio de Claudia Ivette
González, Laura Berenice Ramos Monárrez y Esmeralda Herrera Monreal. Por los mismos motivos, el Estado violó los derechos de acceso a la
justicia y protección judicial, consagrados en los artículos 8.1 y 25.1 de la
Convención Americana, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma y
7.b y 7.c de la Convención Belém do Pará, en perjuicio de: (…) de conformidad con los párrafos 287 a 389 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 5)
219
220
Derecho a la integridad personal
El Estado violó el deber de no discriminación contenido en el artículo 1.1 de la Convención Americana, en relación con el deber de garantía
de los derechos a la vida, integridad personal y libertad personal, consagrados en los artículos 4.1, 5.1, 5.2 y 7.1 de dicho tratado, en perjuicio de Laura Berenice Ramos Monárrez, Esmeralda Herrera Monreal y
Claudia Ivette González; así como en relación con el acceso a la justicia
consagrado en los artículos 8.1 y 25.1 de la mencionada Convención,
en perjuicio de Irma Monreal Jaime, Benigno Herrera Monreal, Adrián
Herrera Monreal, Juan Antonio Herrera Monreal, Cecilia Herrera Monreal, Zulema Montijo Monreal, Erick Montijo Monreal, Juana Ballín Castro, Irma Josefina González Rodríguez, Mayela Banda González, Gema
Iris González, Karla Arizbeth Hernández Banda, Jacqueline Hernández,
Carlos Hernández Llamas, Benita Monárrez Salgado, Claudia Ivonne
Ramos Monárrez, Daniel Ramos Monárrez, Ramón Antonio Aragón
Monárrez, Claudia Dayana Bermúdez Ramos, Itzel Arely Bermúdez Ramos, Paola Alexandra Bermúdez Ramos y Atziri Geraldine Bermúdez
Ramos, en los términos de los párrafos 390 a 402 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 6)
El Estado violó los derechos del niño, consagrados en el artículo 19
de la Convención Americana, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la
misma, en perjuicio de las niñas Esmeralda Herrera Monreal y Laura
Berenice Ramos Monárrez, de conformidad con los párrafos 403 a 411
de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 7)
El Estado violó el derecho a la integridad personal, consagrado en
el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma, por los sufrimientos causados a Irma Monreal Jaime, Benigno Herrera Monreal, Adrián Herrera Monreal, Juan Antonio
Herrera Monreal, Cecilia Herrera Monreal, Zulema Montijo Monreal,
Erick Montijo Monreal, Juana Ballín Castro, Irma Josefina González Rodríguez, Mayela Banda González, Gema Iris González, Karla Arizbeth
Hernández Banda, Jacqueline Hernández, Carlos Hernández Llamas,
Benita Monárrez Salgado, Claudia Ivonne Ramos Monárrez, Daniel
Ramos Monárrez, Ramón Antonio Aragón Monárrez, Claudia Dayana
Bermúdez Ramos, Itzel Arely Bermúdez Ramos, Paola Alexandra Bermúdez Ramos y Atziri Geraldine Bermúdez Ramos, en los términos de
los párrafos 413 a 424 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 8)
El Estado violó el derecho a la integridad personal, consagrado en
el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención Americana, en relación con el
artículo 1.1 de la misma, por los actos de hostigamiento que sufrieron Adrián Herrera Monreal, Benita Monárrez Salgado, Claudia Ivonne Ramos Monárrez, Daniel Ramos Monárrez, Ramón Antonio Aragón
Monárrez, Claudia Dayana Bermúdez Ramos, Itzel Arely Bermúdez Ramos, Paola Alexandra Bermúdez Ramos y Atziri Geraldine Bermúdez
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Ramos, en los términos de los párrafos 425 a 440 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 9)
y, dispone por unanimidad, que,
Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación. (Cf.
Párrafo 11)
El Estado deberá, conforme a los párrafos 452 a 455 de esta Sentencia, conducir eficazmente el proceso penal en curso y, de ser el caso,
los que se llegasen a abrir, para identificar, procesar y, en su caso, sancionar a los responsables materiales e intelectuales de la desaparición,
maltratos y privación de la vida de las jóvenes González, Herrera y Ramos, conforme a las siguientes directrices:
i) se deberá remover todos los obstáculos de jure o de facto que
impidan la debida investigación de los hechos y el desarrollo de
los respectivos procesos judiciales, y usar todos los medios disponibles para hacer que las investigaciones y procesos judiciales sean expeditos a fin de evitar la repetición de hechos iguales
o análogos a los del presente caso;
ii) la investigación deberá incluir una perspectiva de género; emprender líneas de investigación específicas respecto a violencia
sexual, para lo cuál se deben involucrar las líneas de investigación sobre los patrones respectivos en la zona; realizarse conforme a protocolos y manuales que cumplan con los lineamientos
de esta Sentencia; proveer regularmente de información a los
familiares de las víctimas sobre los avances en la investigación
y darles pleno acceso a los expedientes, y realizarse por funcionarios altamente capacitados en casos similares y en atención a
víctimas de discriminación y violencia por razón de género;
iii)deberá asegurarse que los distintos órganos que participen
en el procedimiento de investigación y los procesos judiciales
cuenten con los recursos humanos y materiales necesarios para
desempeñar las tareas de manera adecuada, independiente e
imparcial, y que las personas que participen en la investigación
cuenten con las debidas garantías de seguridad, y
iv) los resultados de los procesos deberán ser públicamente divulgados para que la sociedad mexicana conozca los hechos objeto
del presente caso. (Cf. Párrafo 12)
El Estado deberá, dentro de un plazo razonable, investigar, por intermedio de las instituciones públicas competentes, a los funcionarios
acusados de irregularidades y, luego de un debido proceso, aplicará las
sanciones administrativas, disciplinarias o penales correspondientes a
quienes fueran encontrados responsables, conforme a lo expuesto en
los párrafos 456 a 460 de esta Sentencia. (Cf. Párrafo 13)
221
222
Derecho a la integridad personal
El Estado deberá realizar, dentro de un plazo razonable, las investigaciones correspondientes y, en su caso, sancionar a los responsables
de los hostigamientos de los que han sido objeto Adrián Herrera Monreal, Benita Monárrez Salgado, Claudia Ivonne Ramos Monárrez, Daniel
Ramos Monárrez, Ramón Antonio Aragón Monárrez, Claudia Dayana
Bermúdez Ramos, Itzel Arely Bermúdez Ramos, Paola Alexandra Bermúdez Ramos y Atziri Geraldine Bermúdez Ramos, de conformidad con
lo expuesto en los párrafos 461 y 462 de esta Sentencia. (Cf. Párrafo 14)
El Estado deberá, en el plazo de seis meses a partir de la notificación
de la presente Sentencia, publicar en el Diario Oficial de la Federación,
en un diario de amplia circulación nacional y en un diario de amplia
circulación en el estado de Chihuahua, por una sola vez, los párrafos
113 a 136, 146 a 168, 171 a 181, 185 a 195, 198 a 209 y 212 a 221 de
esta Sentencia y los puntos resolutivos de la misma, sin las notas al pie
de página correspondientes. Adicionalmente, el Estado deberá, dentro
del mismo plazo, publicar la presente Sentencia íntegramente en una
página electrónica oficial del Estado. Todo ello de conformidad con el
párrafo 468 de esta Sentencia. (Cf. Párrafo 15)
El Estado deberá, en el plazo de un año a partir de la notificación de
esta Sentencia, realizar un acto público de reconocimiento de responsabilidad internacional, en relación con los hechos del presente caso,
en honor a la memoria de Laura Berenice Ramos Monárrez, Esmeralda
Herrera Monreal y Claudia Ivette González, en los términos de los párrafos 469 y 470 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 16)
El Estado deberá, en el plazo de un año a partir de la notificación
de esta Sentencia, levantar un monumento en memoria de las mujeres
víctimas de homicidio por razones de género en Ciudad Juárez, en los
términos de los párrafos 471 y 472 de la presente Sentencia. El monumento se develará en la misma ceremonia en la que el Estado reconozca públicamente su responsabilidad internacional, en cumplimiento de
lo ordenado en el punto resolutivo anterior. (Cf. Párrafo 17)
El Estado deberá, en un plazo razonable, continuar con la estandarización de todos sus protocolos, manuales, criterios ministeriales de
investigación, servicios periciales y de impartición de justicia, utilizados para investigar todos los delitos que se relacionen con desapariciones, violencia sexual y homicidios de mujeres, conforme al Protocolo
de Estambul, el Manual sobre la Prevención e Investigación Efectiva de
Ejecuciones Extrajudiciales, Arbitrarias y Sumarias de Naciones Unidas y los estándares internacionales de búsqueda de personas desaparecidas, con base en una perspectiva de género, conforme a lo dispuesto en los párrafos 497 a 502 de esta Sentencia. Al respecto, se deberá
rendir un informe anual durante tres años. (Cf. Párrafo 18)
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
El Estado deberá, en un plazo razonable y de conformidad con los párrafos 503 a 506 de esta Sentencia, adecuar el Protocolo Alba, o en su
defecto implementar un nuevo dispositivo análogo, conforme a las siguientes directrices, debiendo rendir un informe anual durante tres años:
i) implementar búsquedas de oficio y sin dilación alguna, cuando
se presenten casos de desaparición, como una medida tendiente
a proteger la vida, libertad personal y la integridad personal de
la persona desaparecida;
ii) establecer un trabajo coordinado entre diferentes cuerpos de
seguridad para dar con el paradero de la persona;
iii) eliminar cualquier obstáculo de hecho o de derecho que le reste
efectividad a la búsqueda o que haga imposible su inicio como
exigir investigaciones o procedimientos preliminares;
iv) asignar los recursos humanos, económicos, logísticos, científicos o de cualquier índole que sean necesarios para el éxito de la
búsqueda;
v) confrontar el reporte de desaparición con la base de datos de
personas desaparecidas referida en los párrafos 509 a 512 supra, y
vi) priorizar las búsquedas en áreas donde razonablemente sea
más probable encontrar a la persona desaparecida sin descartar arbitrariamente otras posibilidades o áreas de búsqueda.
Todo lo anterior deberá ser aún más urgente y riguroso cuando
la desaparecida sea una niña. (Cf. Párrafo 19)
El Estado deberá crear, en un plazo de seis meses a partir de la
notificación de esta Sentencia, una página electrónica que deberá actualizarse permanentemente y contendrá la información personal necesaria de todas las mujeres, jóvenes y niñas que desaparecieron en
Chihuahua desde 1993 y que continúan desaparecidas. Dicha página
electrónica deberá permitir que cualquier individuo se comunique por
cualquier medio con las autoridades, inclusive de manera anónima, a
efectos de proporcionar información relevante sobre el paradero de la
mujer o niña desaparecida o, en su caso, de sus restos, de conformidad
con los párrafos 507 y 508 de esta Sentencia. (Cf. Párrafo 20)
El Estado deberá, dentro del plazo de un año a partir de la notificación de esta Sentencia y de conformidad con los párrafos 509 a 512 de
la misma, crear o actualizar una base de datos que contenga:
i) la información personal disponible de mujeres y niñas desaparecidas a nivel nacional;
ii) la información personal que sea necesaria, principalmente genética y muestras celulares, de los familiares de las personas
223
224
Derecho a la integridad personal
desaparecidas que consientan -o que así lo ordene un juez- para
que el Estado almacene dicha información personal únicamente
con objeto de localizar a la persona desaparecida, y
iii) la información genética y muestras celulares provenientes de
los cuerpos de cualquier mujer o niña no identificada que fuera
privada de la vida en el estado de Chihuahua. (Cf. Párrafo 21)
El Estado debe continuar implementando programas y cursos permanentes de educación y capacitación en derechos humanos y género;
perspectiva de género para la debida diligencia en la conducción de averiguaciones previas y procesos judiciales relacionados con discriminación,
violencia y homicidios de mujeres por razones de género, y superación
de estereotipos sobre el rol social de las mujeres dirigidos a funcionarios
públicos en los términos de los párrafos 531 a 542 de la presente Sentencia. El Estado deberá informar anualmente, durante tres años, sobre la
implementación de los cursos y capacitaciones. (Cf. Párrafo 22)
El Estado deberá, dentro de un plazo razonable, realizar un programa de educación destinado a la población en general del estado de
Chihuahua, con el fin de superar dicha situación. A tal efecto, el Estado
deberá presentar un informe anual por tres años, en el que indique las
acciones que se han realizado con tal fin, en los términos del párrafo
543 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 23)
El Estado debe brindar atención médica, psicológica o psiquiátrica
gratuita, de forma inmediata, adecuada y efectiva, a través de instituciones estatales de salud especializadas, a Irma Monreal Jaime, Benigno
Herrera Monreal, Adrián Herrera Monreal, Juan Antonio Herrera Monreal, Cecilia Herrera Monreal, Zulema Montijo Monreal, Erick Montijo
Monreal, Juana Ballín Castro, Irma Josefina González Rodríguez, Mayela Banda González, Gema Iris González, Karla Arizbeth Hernández Banda, Jacqueline Hernández, Carlos Hernández Llamas, Benita Monárrez
Salgado, Claudia Ivonne Ramos Monárrez, Daniel Ramos Monárrez,
Ramón Antonio Aragón Monárrez, Claudia Dayana Bermúdez Ramos,
Itzel Arely Bermúdez Ramos, Paola Alexandra Bermúdez Ramos y Atziri Geraldine Bermúdez Ramos, si éstos así lo desean, en los términos de
los párrafos 544 a 549 de esta Sentencia. (Cf. Párrafo 24)
Voto concurrente de la jueza Cecilia Medina Quiroga en relación con la sentencia González y otras (“campo algodonero”)
vs. México, de 16 de noviembre de 2009
1. Aun cuando concuerdo con la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante “Corte” o “Tribunal”) en este
caso, en el sentido de que existe una violación del artículo 5.2 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos (en adelante “Con-
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
vención Americana” o “Convención”), no concuerdo con el hecho de
que la Corte no haya calificado como tortura las acciones perpetradas
en contra de las víctimas.
2. Desde un punto de vista práctico-jurídico no hay mayores diferencias en calificar o no una conducta como tortura. Tanto la tortura
como los tratos crueles, inhumanos o degradantes son violaciones de
un derecho humano y todos estos actos se regulan prácticamente de la
misma manera. Sin perjuicio de esto, la Corte no ha vacilado en otros
casos en calificar una conducta como tortura, a menudo sin mencionar
las razones por las cuales lo ha hecho y se advierte que el elemento
principal es el de la severidad de la acción y cómo la misma afecta a
la víctima. Es la conducta, en general, la que determina la distinción
entre tortura y otros tratamientos crueles, inhumanos o degradantes.
La razón de calificar un acto como tortura obedece al mayor estigma
que se asigna a éste en relación con otros también incompatibles con
el artículo 5.2 de la Convención.
3. La Corte decidió explicitar los requisitos que se exigían para que
hubiera tortura en el caso Bueno Alves Vs. Argentina, entendiendo que
se está frente a un acto constitutivo de tortura cuando el maltrato es:
a) intencional; b) cause severos sufrimientos físicos o mentales, y c)
se cometa con determinado fin o propósito105. Si analizamos estos tres
elementos, veremos que el primero y el tercero pueden hallarse presentes en otros tratamientos incompatibles con el artículo 5.2 de la
Convención. La intencionalidad se refiere a la conciencia del sujeto de
que está realizando un acto que va a causar un sufrimiento o un sentimiento de humillación y el propósito se refiere a las razones por las
cuales lo ejecuta: dominación, discriminación, sadismo, logro de alguna acción u omisión de la víctima u otros. Ambos elementos pueden
existir en los tratamientos crueles, inhumanos o degradantes. Por lo
tanto, lo que realmente distingue la tortura de otros tratos, en los términos en que se formuló por la Corte en el caso Bueno Alves, es la severidad del sufrimiento físico o mental.
4. La Corte Europea de Derechos Humanos (en adelante “Corte Europea”) adoptó precisamente esa posición. En este sentido, en el caso
Irlanda Vs. Reino Unido, decidió que la tortura se refiere a “un trato
inhumano que causa sufrimiento muy serio y cruel”106.
105 Cfr. Caso Bueno Alves Vs Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 11 de
mayo de 2007. Serie C No.164, párr. 79, y Caso Bayarri Vs. Argentina. Excepción Preliminar,
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de octubre de 2008. Serie C No. 187, párr. 81.
106 Cfr. European Court of Human Rights, Case of Ireland v. The United Kingdom, (Application no. 5310/71) Judgment Strasbourg, 18 January 1978, para. 167.
225
226
Derecho a la integridad personal
5. La Observación General 20 al Artículo 7 del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos (en adelante “el Pacto”), del Comité de
Derechos Humanos107, sostiene que la distinción entre las distintas formas de tratamiento a las que hace referencia el Pacto “depende de la
clase, propósito y severidad del tratamiento particular”108. Ese mismo
Comité no hizo distinciones entre los diversos tipos de conducta cuando sostuvo en la Observación señalada que:
La finalidad de las disposiciones del artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos es proteger la dignidad y la
integridad física y mental de la persona. El Estado Parte tiene el
deber de brindar a toda persona, mediante medidas legislativas y
de otra índole, la protección necesaria contra los actos prohibidos
por el artículo 7, sean infligidos por personas que actúen en el desempeño de sus funciones oficiales, al margen de dichas funciones
o incluso a título privado109
6. Tampoco hizo distinción alguna la Corte Europea en el reciente
caso Opuz Vs. Turquía110, donde sostuvo:
En cuanto a la cuestión de si puede considerarse al Estado responsable, bajo el artículo 3, por los malos tratos infligidos a personas
por parte de actores no estatales, la Corte recuerda que la obligación de los Estados Partes conforme al artículo 1 de la Convención de asegurar a toda persona bajo su jurisdicción los derechos
y libertades consagrados en la Convención, conjuntamente con el
artículo 3, requiere de los Estados que tomen medidas diseñadas
para asegurar que los individuos bajo su jurisdicción no sean objeto de tortura o tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, incluyendo malos tratos perpetrados por individuos privados
(ver, mutatis mutandi, H.L.R. v. France, 29 April 1997, § 40, Reports
1997-III). Particularmente, los niños y otros individuos vulnerables tienen derecho a protección por parte del Estado, en forma de
107 Cfr. General Comment No. 20: Replaces general comment concerning prohibition of torture and cruel treatment or punishment (Art. 7): 10/03/92 CCPR General Comment No.20.
108 Cfr. General Comment No. 20, supra nota 3, párr. 4.
109 Cfr. General Comment No. 20, supra nota 3, párr. 2. También hace referencia a actos
de tortura cometidos por particulares en el párr. 13 de la misma Observación General,
en el sentido de que:
[a]l presentar sus informes, los Estados Partes deberán indicar las disposiciones de su derecho penal que sancionan la tortura y los tratos o castigos
crueles, inhumanos y degradantes, y especificar la sanciones aplicables a esos
actos, sean éstos cometidos por funcionarios públicos u otras personas que actúen en nombre del Estado o por particulares. Serán considerados responsables
quienes violen el artículo 7, ya sea alentando, ordenando o perpetrando actos
prohibidos
110 Cfr. European Court of Human Rights, Case of Opuz v. Turkey, (Application no. 33401/02),
Judgment Strasbourg, 9 June 2009, para. 159. Ver también Case of Z and others v. the United
Kingdom (Application no. 29392/95), Judgment Strasbourg 10 May 2001, párr. 73-
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
disuasión efectiva, contra aquellas violaciones serias a la integridad personal (ver A. v. the United Kingdom, 23 September 1998, §
22, Reports 1998-VI)111.
7. Como puede observarse, ninguna de estas decisiones o interpretaciones hace alusión al requisito de la exigencia de la participación
activa, la aquiescencia o tolerancia, o la inacción de un agente estatal.
Ese es un requisito agregado por la Convención Interamericana para
Prevenir y Sancionar la Tortura (en adelante “la CIPST”) y por la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos
o Degradantes (en adelante “Convención contra la Tortura”). Ambas
Convenciones son posteriores a la Convención Americana, habiendo
entrado en vigor en 1987.
8. Si se leen los párrafos 218, 219, 220 y 230 de este fallo, puede
advertirse que las tres víctimas sufrieron graves agresiones físicas y
muy probablemente violencia sexual de algún tipo antes de su muerte.
La descripción del estado de los cadáveres, aunque fue hecha de manera ineficiente en los primeros momentos, muestra la magnitud del
tratamiento que se les infligió, de modo que los hechos permitían ser
considerados como actos de tortura.
9. No parece pues, haber justificación al hecho de que el tratamiento
que se aplicó a las tres víctimas de este caso no se haya calificado como
tortura, salvo el hecho de que la Corte consideró que no era posible
encontrar que un Estado pudiera ser responsable de un acto de tortura
si no había prueba de que éste hubiera sido perpetrado por agentes del
Estado o se hubiera llevado a cabo cuando un empleado o funcionario
público pudiendo impedir el acto no lo hubiera hecho (artículo 3.a112
de la CIPST) o, en los términos del artículo 1113 de la Convención contra
111 Cfr. European Court of Human Rights, Case of Opuz v. Turkey, supra nota 6, párra. 159.
112 El artículo 3 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura
establece:
Serán responsables del delito de tortura:
a. los empleados o funcionarios públicos que actuando en ese carácter ordenen,
instiguen, induzcan a su comisión, lo cometan directamente o que, pudiendo
impedirlo, no lo hagan.
b. las personas que a instigación de los funcionarios o empleados públicos a que
se refiere el inciso a. ordenen, instiguen o induzcan a su comisión, lo cometan
directamente o sean cómplices.
113 El artículo 1.1 de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanos o Degradantes establece:
A los efectos de la presente Convención, se entenderá por el término “tortura” todo
acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos
graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche
227
228
Derecho a la integridad personal
la Tortura, el acto se hubiera realizado con la aquiescencia de un agente del Estado.
10. Con respecto a la formulación de la Convención contra la Tortura, baste decir que el propio Comité contra la Tortura, creado por dicha
Convención, ha sostenido que:
cuando las autoridades del Estado […] tienen conocimiento o motivos fundados para creer que sujetos privados o actores no estatales
perpetran actos de tortura o malos tratos y no ejercen la debida diligencia para impedir, investigar, enjuiciar y castigar a dichos sujetos
privados o actores no estatales […] el Estado es responsable […] por
consentir o tolerar esos actos inaceptables. La negligencia del Estado a la hora de intervenir para poner fin a esos actos, sancionar a
los autores y ofrecer reparación a las víctimas de la tortura facilita
y hace posible que los actores no estatales cometan impunemente
actos prohibidos por la Convención, por lo que la indiferencia o inacción del Estado constituye una forma de incitación y/o de autorización de hecho. El Comité ha aplicado este principio a los casos en
que los Estados Partes no han impedido actos de violencia de género, como la violación, la violencia en el hogar, la mutilación genital
femenina o la trata, o no han protegido a las víctimas114.
11. También el Relator especial sobre la cuestión de la tortura, refiriéndose al artículo 1 de la Convención contra la Tortura, que consagra
obligaciones similares al citado artículo 3 de la CIPST, señaló que:
se ha utilizado con frecuencia para excluir del ámbito de protección
que dispone la Convención la violencia contra la mujer al margen
del control directo del Estado. No obstante, [dicho artículo,] cuando
habla de consentimiento o aquiescencia del funcionario público[,]
hace extensivas claramente las obligaciones del Estado a la esfera
privada y debería entenderse que abarca la falta de protección por
parte del Estado de las personas que estén dentro de su jurisdicción contra la tortura y los malos tratos por particulares115.
12. En cuanto a la CIPST, tres puntos son pertinentes de destacar. El
primero es que la Convención Americana, vigente desde julio de 1978,
no contiene una definición de esta conducta y que la Corte ha debido
que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o
sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia
únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas.
114 Comité contra la tortura, Observación General No. 2 sobre aplicación del artículo 2
por los Estados Partes, documento CAT/C/GC/2, de 24 de enero de 2008, párr. 18
115 Informe 2008 del Relator Especial sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, Manfred Nowak, doc. A/HRC/7/3 de 15 de enero de 2008, párr. 31.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
construirla de acuerdo a sus facultades como órgano autorizado para
dar una interpretación auténtica de las disposiciones de ese tratado,
por lo que el concepto de tortura del Tribunal, explicitado o no explicitado en los fallos, pero presente en la mente de los juzgadores, no
debe ser necesariamente igual al de dichas convenciones y no debe
ineludiblemente ser aplicado. El segundo es que no todos los Estados
partes de la Convención Americana lo son de la CIPST, por lo que la
Corte hasta hoy puede estar enfrentada a conocer de un caso de tortura sin poder aplicar esa Convención directamente. De hecho, en este
fallo no se aplica la Convención Interamericana contra la Tortura, ni se
utiliza para iluminar la interpretación de las normas de la Convención
Americana. El tercero recuerda que el propio Tribunal determinó que,
tras considerar el concepto de tortura desarrollado en el sistema europeo de derechos humanos y la definición prevista en la CIPST, había
llegado a la conclusión de “que se ha formado un verdadero régimen
jurídico internacional de prohibición absoluta de todas las formas de
tortura”116, tanto física como psicológica117.
13. Habiéndose formulado un corpus juris internacional, es procedente ver cómo se aplica para dar la mayor protección a los derechos
humanos de los individuos. Quizás el mejor resumen de la posición que
se pueda adoptar en este caso, que es un caso de violación grave de la
integridad de dos niñas y una jóven mujer -de por sí pertenecientes
a un sector colocado por la sociedad en un estado de vulnerabilidad,
que a su vez es permitido por el Estado-, se encuentra en un fallo de la
Corte Penal Internacional para la Ex-Yugoslavia (en adelante “Tribunal
para la Ex-Yugoslavia”).
14. En el caso Prosecutor v. Dragoljub Kunarac, Radomir Kovac y Zoran Vukovic118, el Tribunal para la Ex-Yugoslavia acude, en el párrafo
116 Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 8 de julio de 2004. Serie C No. 110, párr. 112. Ver también Caso Fermín Ramírez
Vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 20 de junio de 2005. Serie C
No. 126, párr. 117, y Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2006. Serie C No. 160, párr. 271.
117 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Excepciones Preliminares. Sentencia de
26 de junio de 1987. Serie C No. 1, párr.103. Igualmente, Caso Cantoral Benavides Vs.
Perú. Fondo. Sentencia de 18 de agosto de 2000. Serie C No. 69, párr 102; Caso Maritza
Urrutia Vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de noviembre de
2003. Serie C No. 103, párr. 92; Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri Vs. Perú. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 8 de julio de 2004. Serie C No. 110, párr. 112.
118 Cfr. International Tribunal for the Prosecution of Persons Responsible for Serious
violations of International Humanitarian Law Committed in the Territory of the Former
Yugoslavia since 1991, Trial chamber, Prosecutor v. Dragoljub Kunarac, Radomir Kovac
and Zoran Vukovic, Judgment of 22 February 2001.
229
230
Derecho a la integridad personal
479, a la jurisprudencia de la Corte Europea119 y, en el párrafo 482, a
su propia jurisprudencia120 para sostener que la definición de la Convención contra la Tortura no constituye una norma de derecho consuetudinario. La definición contenida en esa Convención sólo puede ser
utilizada en la medida en que otros instrumentos internacionales o leyes nacionales no den al individuo una protección más amplia o mejor.
Ésto repite, por lo demás, una de las normas básicas de la aplicación de
los instrumentos de derechos humanos que se encuentra en el artículo
29.b.121 de la Convención Americana y en el artículo 5.2122 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
15. El Tribunal para la Ex-Yugoslavia, después de examinar el conjunto de normas y reglas que se refieren a la tortura, llega, por una parte, a
la conclusión, que comparto, de que hay tres elementos en la tortura que
no son objetados y que constituyen, por consiguiente, jus cogens: i) el
sufrimiento o dolor severos, físicos o mentales, ya sea por acción u omisión; ii) la intencionalidad del acto y iii) la motivación o fin del acto para
conseguir algo123. Por otra parte, hay tres elementos que permanecen
en contienda y, por lo tanto, no forman parte del jus cogens: i) la lista de
motivaciones por las cuales el acto se comete; ii) la necesidad de que el
acto se cometa en conexión con un conflicto armado; y iii) el requisito de
que el acto sea perpetrado o sea instigado por un agente del Estado o se
realice con su consentimiento o aquiescencia124.
16. Todo este razonamiento me lleva a sostener que la Corte no
119 Costello-Roberts v. UK, 25 Mar 1993, Series A, No 247-C, paras. 27-28; HLR v. France,
29 Apr 1997, Reports 1997-III, p. 758, para. 40; and A v. UK, 23 Sept 1998, Reports of
Judgments and Decisions 1998-VI, p. 2692, para. 22.
120 Cfr. International Tribunal for the Prosecution of Persons Responsible for Serious
violations of International Humanitarian Law Committed in the Territory of the Former
Yugoslavia since 1991, Trial Chamber, Prosecutor v Furundžija, Case IT-95-17/1-T, Judgment, 10 Dec 1998, para. 160.
121 El artículo 29.b de la Convención establece:
Ninguna disposición de la presente Convención puede ser interpretada en el sentido de:
b) limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda estar reconocido
de acuerdo con las leyes de cualquiera de los Estados Partes o de acuerdo con otra convención en que sea parte uno de dichos Estados;
122 El artículo 5.2 del Pacto establece:
No podrá admitirse restricción o menoscabo de ninguno de los derechos humanos fundamentales reconocidos o vigentes en un Estado Parte en virtud de leyes, convenciones,
reglamentos o costumbres, so pretexto de que el presente Pacto no los reconoce o los
reconoce en menor grado.
123 Cfr. Prosecutor v. Dragoljub Kunarac, Radomir Kovac and Zoran Vukovic, supra nota
14, párr. 483.
124 Cfr. Prosecutor v. Dragoljub Kunarac, Radomir Kovac and Zoran Vukovic, supra nota
14, párr. 484.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
está obligada a aplicar o a guiarse ni por la definición de la CIPST
ni por la de la Convención contra la Tortura, sino que debería hacer
prevalecer la concepción del jus cogens, puesto que ella establece la
mejor protección para las víctimas de tortura. Recuerdo, por lo demás, que el artículo 16 de la CIPST dispone que esa Convención “deja
a salvo lo dispuesto por la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, por otras convenciones sobre la materia y por el Estatuto
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos respecto del
delito de tortura”, de modo que interpretar la tortura apartándose de
dicha Convención no constituye un incumplimiento de la misma sino
, por el contrario, su aplicación fiel.
17. Si la Corte es independiente para definir la tortura y por lo tanto
no necesita integrar como un elemento del concepto de la misma la
participación por acción u omisión de un agente del Estado (ni necesita tampoco interpretar de manera estrecha el concepto de aquiescencia, puesto que en este caso -basándome en los hechos- sostengo
que usando el concepto de aquiescencia del Comité contra la Tortura
había aquiescencia del Estado) el único problema que debería analizarse es si es posible atribuirle al Estado el no haber cumplido con su
obligación de garantizar la integridad personal de las víctimas frente a
la posibilidad de la tortura. No necesito repetir lo que la Corte ha dicho
en numerosos fallos y que reitera en éste en cuanto a que la obligación
de garantizar requiere el deber de prevenir.
18. El fallo en este caso establece dos momentos en que el Estado
no cumplió con ese deber a cabalidad. El primero es el de antes de la
desaparición de las víctimas y no se refiere a la obligación de impedir
que esas tres víctimas fueran secuestradas; ello sería desproporcionado. Lo que sí se podía exigir es que desde el momento en que el Estado
tuvo conocimiento oficial (no menciono el no oficial), es decir, por lo
menos desde el momento en que la Comisión Nacional de Derechos
Humanos advirtió oficialmente sobre la existencia del patrón de violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez, hubo una ausencia de políticas destinadas a intentar revertir la situación.
19. El segundo momento, que es el que me interesa para este voto, es
el lapso entre el momento en que las tres víctimas desaparecieron y la
respuesta del Estado frente a esa desaparición, que fue, de acuerdo al fallo, completamente tardía y hasta hoy insuficiente. La Corte reconoce en
el párrafo 283 del fallo que el Estado “tuvo conocimiento de que existía
un riesgo real e inmediato de que las víctimas fueran agredidas sexualmente, sometidas a vejámenes y asesinadas”, y que, por consiguiente,
“considera que ante tal contexto surge un deber de debida diligencia
estricta frente a denuncias de desaparición de mujeres, respecto a su
búsqueda durante las primeras horas y los primeros días”.
231
232
Derecho a la integridad personal
20. Si la Corte hubiera concluído que el Estado era en este caso responsable de la tortura a la que fueron sometidas las víctimas, el Tribunal hubiera seguido la tendencia de otros órganos de supervisión
internacionales, ya citados, que han venido instituyendo una tendencia
en cuanto a la responsabilidad de los Estados por actos de tortura cometidos por agentes no estatales, lo que, estimo, hubiera constituido
un importante desarrollo y aclaración de un tema sobre el cual la Corte
con certeza deberá seguir ocupándose.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Fernández Ortega y otros Vs. México
Fecha de sentencia: 30 de agosto de 2010
Víctima: Inés Fernández Ortega y los siguientes familiares: Fortunato Prisciliano Sierra (esposo), Noemí, Ana Luz, Colosio, Nélida y
Neftalí Prisciliano Fernández (hijos), María Lídia Ortega (madre),
Lorenzo y Ocotlán Fernández Ortega (hermanos)
Estado parte: México
Hechos del caso
La señora Inés Fernández Ortega es una mujer indígena perteneciente a la comunidad indígena Me’phaa, residente en Barranca Tecoani, estado de Guerrero. Al momento de los hechos tenía 24 años.
El 22 de marzo de 2002, alrededor de las tres de la tarde, la señora
Fernández Ortega se encontraba en su casa en compañía de sus cuatro
hijos Noemí, Ana Luz, Nélida y Colosio, todos ellos de apellidos Prisciliano Fernández, cuando un grupo de aproximadamente once militares, vestidos con uniformes y portando armas, se acercó a su casa. Tres
de ellos ingresaron en el domicilio sin su consentimiento y le preguntaron, en varias ocasiones, a dónde había ido a robar carne su marido;
a lo que ella no contestó, por no hablar bien español y por miedo.
Los militares le apuntaron con sus armas insistiendo con la misma
pregunta; acto seguido, uno de ellos la tomó de las manos y, apuntándole con el arma, le dijo que se tirara al suelo; ella así lo hizo. Una vez
en el suelo, otro militar, con una mano tomó las manos de Inés Fernández y con la otra le levantó la falda, le bajó la ropa interior y la violó
sexualmente, mientras los otros dos militares miraban.
Posteriormente, los tres militares salieron de la casa y se retiraron
del lugar, junto con los que se habían quedado afuera. En los momentos
inmediatamente previos a la violación sexual, los cuatro hijos de Inés
Fernández corrieron al domicilio de sus abuelos, quienes vivían cerca.
Una vez que el grupo de militares se retiró de la propiedad, los niños re-
233
gresaron con su abuelo paterno al domicilio familiar, donde encontraron
a su madre llorando. Más tarde, cuando su esposo, el señor Prisciliano
Sierra, regresó a la casa Inés Fernández Ortega y le contó lo ocurrido.
Al día siguiente, el esposo de Inés, acudió a la Organización del Pueblo Indígena Me’phaa (OPIM), en Ayutla de los Libres, a denunciar lo
sucedido a su esposa. Lo atendieron el señor Ramírez Rodríguez y la
señora Eugenio Manuel, quién llamó al señor Lugo Cortés, Visitador
General de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos del estado de Guerrero (CODDEHUM), para presentar una queja.
Ese mismo día, los dos miembros de la OPIM y el Visitador General
llevaron un doctor particular de Ayutla al domicilio de la señora Fernández Ortega, pues ella se sentía muy mal.
El médico sólo le dio analgésicos dado que, según refirió, “no había
más medicina”.
El 24 de marzo de 2002 Inés y su esposo, los representantes de la
OPIM y el Visitador General se presentaron ante el Ministerio Público del Fuero Común del Distrito Judicial de Allende, con residencia en
el Municipio de Ayutla los Libres, para interponer la denuncia de los
hechos, dando origen a la averiguación previa ALLE/SC/03/76/2002.
Debido a las dificultades de Inés Fernández Ortega para hablar español, ya que su lengua materna es el me’phaa, la señora Eugenio Manuel
participó como intérprete en su declaración.
Cuando Inés Fernández señaló que los autores de los hechos eran
miembros del Ejército, el agente del Ministerio Público les dijo “que no
tenía tiempo de recibir la denuncia”. Finalmente, tras la intervención
del Visitador General de la Comisión de Derechos Humanos de Guerrero, un funcionario del Ministerio Público tomó la declaración a Inés
Fernández Ortega. El Ministerio Público solicitó al médico legista del
Distrito que realizara una auscultación a Inés Fernández a la brevedad
y que remitiera un certificado médico legal ginecológico de lesiones.
Inés Fernández y su esposo insistieron en que debía de ser revisada por una doctora mujer. Debido a que no había ninguna mujer que
pudiera realizar el examen médico, el Ministerio Público refirió a la
presunta víctima al Hospital General de Ayutla.
Ese mismo día, la señora Inés Fernández se presentó en el Hospital
General de Ayutla, donde solicitó la revisión médica por parte de una
doctora. Le informaron que no había ninguna doctora en ese momento
y se le indicó que regresara en los turnos de lunes a viernes. Al día
siguiente, 25 de marzo de 2002, la señora Fernández Ortega acudió de
nuevo al Hospital General de Ayutla y una doctora realizó una revisión
ginecológica, en la cual determinó que Inés no presentaba datos de
agresión y solicitó la realización de exámenes de laboratorio.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
El 4 de abril de 2002, el Director del Hospital General de Ayutla
informó al Ministerio Público que no contaban con los reactivos necesarios para realizar los estudios de laboratorio solicitados, por lo
que no fueron realizados. Al día siguiente, Inés Fernández solicitó al
Ministerio Público que requiriera al Director del referido hospital que
explicara por escrito qué hizo el personal médico a su cargo con las
muestras tomadas para realizar los análisis que solicitó la doctora. No
se recibió respuesta.
El 25 de marzo de 2002, tres días después de los hechos, el Diario
local “El Sur” publicó una nota periodística sobre la violación de Inés
Fernández Ortega a manos de militares, publicación que provocó que,
el 27 de marzo de 2002, el Comandante de la 35ª Zona Militar presentara ante el Ministerio Público Militar una denuncia para que se investigaran hechos probablemente constitutivos de delito cometidos por
personal militar, dando origen a la averiguación previa 35ZM/06/2002.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Reconocimiento Parcial de Responsabilidad Internacional
En lo que se refiere a los hechos, la Corte observa que el Estado reconoció parcialmente su responsabilidad internacional de manera suficientemente clara y específica respecto de la dilación en la atención
médica y psicológica a la señora Fernández Ortega, la extinción de la
prueba pericial tomada a la presunta víctima y la dilación y ausencia de
debida diligencia en las investigaciones del caso. Con base en esos hechos, México reconoció su responsabilidad internacional por las violaciones a los derechos a las garantías judiciales y a la protección judicial
establecidos en los artículos 8.1 y 25 de la Convención Americana, así
como el derecho a la integridad personal establecido en el artículo 5
del mismo tratado, en este último caso únicamente en lo que se refiere
a la afectación psicológica, en perjuicio de la señora Fernández Ortega. Finalmente, en cuanto a las pretensiones sobre las reparaciones,
con base en su reconocimiento de responsabilidad, el Estado solicitó al
Tribunal que dicte aquellas medidas adecuadas con el derecho internacional y su jurisprudencia. (Cf. Párrafo 23)
Por último, la Corte observa que se mantiene la controversia entre
las partes en cuanto a ciertos hechos y a las pretensiones referidas a
las alegadas violaciones a los derechos a la integridad personal, a las
garantías judiciales, a la honra y a la dignidad, a la libertad de asociación, a la igualdad ante a ley y a la protección judicial reconocidos, respectivamente, en los artículos 5, 8, 11, 16, 24 y 25 de la Convención
235
236
Derecho a la integridad personal
Americana en relación con la obligación general de respeto y garantía
establecida en su artículo 1.1; a la obligación de adoptar disposiciones
de derecho interno prevista en el artículo 2 del mismo instrumento internacional, así como a aquellas obligaciones derivadas de los artículos
1, 6 y 8 de la Convención contra la Tortura y del artículo 7 de la Convención de Belém do Pará. En vista de lo anterior, el Tribunal considera
necesario dictar una Sentencia en la cual se determinen los hechos y
todos los elementos del fondo del asunto, así como sus eventuales consecuencias en cuanto a las reparaciones. (Cf. Párrafo 26)
Artículo 5 (Derecho a la integridad personal)125, en relación con los
artículos 1.1 (obligación de respetar los derechos)126 de la convención
americana y 1, 2 y 6 de la Convención Interamericana para prevenir y
sancionar la tortura127, y 7 de la convención de Belém do Pará128.
125 El artículo 5 de la Convención Americana dispone, en lo pertinente:
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral.
2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido
a la dignidad inherente al ser humano.
126 El artículo 1.1 de la Convención establece: “[l]os Estados Partes en esta Convención
se comprometen a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar
su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de
cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social”.
127 La Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura establece, inter alia:
Artículo 1.
Los Estados partes se obligan a prevenir y a sancionar la tortura en los términos
de la presente Convención.
Artículo 2.
Para los efectos de la presente Convención se entenderá por tortura todo acto realizado intencionalmente por el cual se inflijan a una persona penas o sufrimientos
físicos o mentales, con fines de investigación criminal, como medio intimidatorio,
como castigo personal, como medida preventiva, como pena o con cualquier otro
fin. Se entenderá también como tortura la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad
física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica.
Artículo 6.
De conformidad con lo dispuesto en el artículo 1, los Estados partes tomarán medidas efectivas para prevenir y sancionar la tortura en el ámbito de su jurisdicción.
Los Estados partes se asegurarán de que todos los actos de tortura y los intentos
de cometer tales actos constituyan delitos conforme a su derecho penal, estableciendo para castigarlos sanciones severas que tengan en cuenta su gravedad.
128 El artículo 7.a y b de la Convención Belém do Pará dispone, en lo pertinente que:
Los Estados Partes condenan todas las formas de violencia contra la mujer y convienen en adoptar, por todos los medios apropiados y sin dilaciones, políticas
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
A. Calificación jurídica de los hechos relacionados con la violación sexual
Dado que la Corte ha considerado probado que la señora Fernández Ortega fue víctima de un hecho de violencia sexual cometido por
agentes estatales, corresponde determinar su calificación jurídica.
(Cf. Párrafo 117)
Este Tribunal recuerda, como lo señala la Convención de Belém do
Pará, que la violencia contra la mujer no sólo constituye una violación
de los derechos humanos, sino que es “una ofensa a la dignidad humana y una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres”, que “trasciende todos los sectores
de la sociedad independientemente de su clase, raza o grupo étnico,
nivel de ingresos, cultura, nivel educacional, edad o religión y afecta
negativamente sus propias bases”129. (Cf. Párrafo 118)
La Corte, siguiendo la jurisprudencia internacional y tomando en
cuenta lo dispuesto en dicha Convención, ha considerado anteriormente que la violencia sexual se configura con acciones de naturaleza
sexual que se cometen contra una persona sin su consentimiento, que
además de comprender la invasión física del cuerpo humano, pueden
incluir actos que no involucren penetración o incluso contacto físico
alguno130. En particular, la violación sexual constituye una forma paradigmática de violencia contra las mujeres cuyas consecuencias, incluso, trascienden a la persona de la víctima. (Cf. Párrafo 119)
El Tribunal examinará si los hechos del presente caso se subsumen
en la figura de tortura, como lo afirmaron la Comisión Interamericana
y los representantes. A tal efecto, la Corte recuerda que en el caso Bueno Alves Vs. Argentina131, siguiendo la definición establecida en la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, entendió
que se está frente a un acto de tortura cuando el maltrato cumple con
orientadas a prevenir, sancionar y erradicar dicha violencia y en llevar a cabo lo
siguiente:
a. abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer y velar
por que las autoridades, sus funcionarios, personal y agentes e instituciones se
comporten de conformidad con esta obligación[, y]
b. actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia
contra la mujer[.]
129 Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra
la Mujer. Preámbulo.
130 Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 25 de noviembre de 2006. Serie C No. 160, párr. 306.
131 Cfr. Caso Bueno Alves Vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 11 de
mayo de 2007. Serie C No. 164, párr. 79.
237
238
Derecho a la integridad personal
los siguientes requisitos: i) es intencional; ii) causa severos sufrimientos físicos o mentales, y iii) se comete con determinado fin o propósito.
(Cf. Párrafo 120)
i) Intencionalidad
Con respecto a la existencia de un acto intencional, de las pruebas que
constan en el expediente queda acreditado que el maltrato fue deliberadamente infligido en contra de la víctima. En efecto, la Corte considera
probado que uno de los atacantes tomó a la señora Fernández Ortega de
las manos, la obligó a acostarse en el suelo, y mientras era apuntada al
menos con un arma, un militar la penetró sexualmente mientras los otros
dos presenciaban la ejecución de la violación sexual. (Cf. Párrafo 121)
ii) Sufrimiento físico o mental severo
Con el fin de analizar la severidad del sufrimiento padecido, la Corte debe tomar en cuenta las circunstancias específicas de cada caso.
Para ello, se deben considerar las características del trato, tales como
la duración, el método utilizado o el modo en que fueron infligidos los
padecimientos, los efectos físicos y mentales que éstos pueden causar,
así como las condiciones de la persona que padece dichos sufrimientos, entre ellos, la edad, el sexo, el estado de salud, entre otras circunstancias personales132. (Cf. Párrafo 122)
En cuanto al sufrimiento físico, la Corte recuerda que existe un certificado médico emitido tres días después de los hechos, que indica
que no hay evidencia de lesiones físicas (supra párr. 86). Sin embargo,
la Corte también cuenta con prueba testimonial que indica que al día
siguiente de los hechos la señora Fernández Ortega se encontraba lastimada, con malestares y dolores físicos, e incluso requirió la asistencia
de un médico particular (supra párr. 84)133. (Cf. Párrafo 123)
Independientemente de lo anterior, la Corte ha establecido que
un acto de tortura puede ser perpetrado tanto mediante actos de violencia física como a través de actos que produzcan en la víctima un
132 Cfr. Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala. Fondo.
Sentencia de 19 de noviembre de 1999. Serie C No. 63, párr. 74, y Caso Bueno Alves, supra
nota 108, párr. 83.
133 Cfr. Declaración rendida ante fedatario público por el señor Prisciliano Sierra, supra
nota 66, folios 1500 y 1501; declaración rendida ante fedatario público por la señora
Eugenio Manuel, supra nota 72, folio 1152; declaración rendida ante fedatario público
por el señor Ramírez Rodríguez, supra nota 72, folio 1510; declaración rendida ante fedatario público por el señor Lugo Cortés, supra nota 67, folio 1532, y declaración rendida
ante fedatario público por Noemí Prisciliano Fernández supra nota 68, folio 1494.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
sufrimiento psíquico o moral agudo134. Adicionalmente, este Tribunal
ha reconocido que la violación sexual es una experiencia sumamente
traumática que tiene severas consecuencias y causa gran daño físico y
psicológico que deja a la víctima “humillada física y emocionalmente”,
situación difícilmente superable por el paso del tiempo, a diferencia
de lo que acontece en otras experiencias traumáticas135. De ello se desprende que es inherente a la violación sexual el sufrimiento severo de
la víctima, aun cuando no exista evidencia de lesiones o enfermedades
físicas. En efecto, no en todos los casos las consecuencias de una violación sexual serán enfermedades o lesiones corporales. Las mujeres
víctimas de violación sexual también experimentan severos daños y
secuelas psicológicas y aun sociales. (Cf. Párrafo 124)
En el presente caso, la señora Fernández Ortega estuvo sometida
a un acto de violencia sexual y control físico del militar que la penetró
sexualmente de manera intencional; su vulnerabilidad y la coerción
que el agente estatal ejerció sobre ella se reforzó con la participación
de otros dos militares también armados, que agravaron el marco de
violencia sexual ejercido contra la víctima, habiendo, incluso, otro grupo de militares que esperaron fuera de la casa. Resulta evidente para la
Corte que el sufrimiento padecido por la señora Fernández Ortega, al
ser obligada a mantener un acto sexual contra su voluntad, hecho además que fue observado por otras dos personas, es de la mayor intensidad. El sufrimiento psicológico y moral se agravó dadas las circunstancias en las cuales se produjo la violación sexual, en tanto no podía
descartarse que la violencia sufrida se extremara aún más por parte
de los agentes estatales que presenciaban el acto de violación, ante la
posibilidad de que fuera también violada sexualmente por ellos o por
quienes se encontraban afuera de la casa. De igual modo, la presencia
de sus hijos en los momentos iniciales del hecho, así como la incertidumbre de si se encontraban en peligro o si habrían podido escapar,
intensificaron el sufrimiento de la víctima. (Cf. Párrafo 125)
En este sentido, la perita Correa González se refirió a la situación de
humillación y desprotección en la que se encontraba la víctima y al impacto emocional que le generó el hecho que sus hijos estuvieran presentes y que los autores fueran soldados, puesto que “para ella significaban una figura de autoridad[,] lo que no le permitió valorar el riesgo
de su presencia”. La permanencia de los otros dos militares “aument[ó]
134 Cfr. Caso Cantoral Benavides Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 18 de agosto de 2000.
Serie C No. 69, párr. 100, y Caso Maritza Urrutia Vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 27 de noviembre de 2003. Serie C No. 103, párr. 91.
135 Cfr. Caso del Penal Miguel Castro Castro, supra nota 107, párr. 311. Cfr. también
ECHR, Case of Aydin v. Turkey (GC), supra nota 92, para. 83.
239
240
Derecho a la integridad personal
el grado de indefensión, humillación e hizo que se sintiera totalmente
impotente y sin capacidad de reacción alguna”. Adicionalmente, se refirió a los efectos psicosomáticos sufridos a partir de la violación sexual
136
. Por su parte, la perita Hernández Castillo señaló que de acuerdo a
la cosmovisión indígena, el sufrimiento de la señora Fernández Ortega
fue vivido como una “pérdida del espíritu”137. (Cf. Párrafo 126)
iii) Finalidad
La Corte considera que, en términos generales, la violación sexual,
al igual que la tortura, persigue entre otros, los fines de intimidar, degradar, humillar, castigar o controlar a la persona que la sufre138. La violación sexual de la señora Fernández Ortega se produjo en el marco de
una situación en la que los agentes militares interrogaron a la víctima
y no obtuvieron respuesta sobre la información solicitada (supra párrs.
82 y 108). Sin descartar la eventual concurrencia de otras finalidades,
la Corte considera probado que el presente caso tuvo la finalidad específica de castigo ante la falta de información solicitada. (Cf. Párrafo 127)
Por otra parte, esta Corte considera que una violación sexual puede
constituir tortura aún cuando consista en un solo hecho u ocurra fuera
de instalaciones estatales139, como puede ser el domicilio de la víctima.
Esto es así ya que los elementos objetivos y subjetivos que califican un
hecho como tortura no se refieren ni a la acumulación de hechos ni al
lugar donde el acto se realiza, sino a la intencionalidad, a la severidad
del sufrimiento y a la finalidad del acto, requisitos que en el presente
caso se encuentran cumplidos. Con base en lo anterior, la Corte concluye que la violación sexual en el presente caso implicó una violación a la
integridad personal de la señora Fernández Ortega, constituyendo un
acto de tortura en los términos del artículo 5.2 de la Convención Americana y 2 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar
la Tortura. (Cf. Párrafo 128)
En cuanto a la alegada violación, con base en los mismos hechos,
del artículo 11 de la Convención Americana, la Corte ha precisado que,
si bien esa norma se titula “Protección de la Honra y de la Dignidad”, su
136 Cfr. Informe pericial psicosocial escrito de la señora Correa González presentado en
la audiencia pública (expediente de fondo, tomo IV, folios 1612 y 1613).
137 Dictamen rendido por la perita Hernández Castillo en la audiencia pública celebrada
ante la Corte Interamericana el 15 de abril de 2010.
138 Cfr. ICTR, Prosecutor v. Jean-Paul Akayesu, Judgment of September 2, 1998. Case No.
ICTR-96-4-T, para. 597, y CAT, Case V.L. v. Switzerland, Decision of 22 January 2007, U.N.
Doc. CAT/C/37/D/262/2005, para. 8.10.
139 Cfr. CAT, Case V.L. v. Switzerland, supra nota 115, para. 8.10.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
contenido incluye, entre otros, la protección de la vida privada140. Por
su parte, el concepto de vida privada es un término amplio no susceptible de definiciones exhaustivas141, pero que comprende, entre otros
ámbitos protegidos, la vida sexual142 y el derecho a establecer y desarrollar relaciones con otros seres humanos143. La Corte considera que
la violación sexual de la señora Fernández Ortega vulneró valores y
aspectos esenciales de su vida privada, supuso una intromisión en su
vida sexual y anuló su derecho a tomar libremente las decisiones respecto con quien tener relaciones sexuales, perdiendo de forma completa el control sobre sus decisiones más personales e íntimas y sobre
las funciones corporales básicas144. (Cf. Párrafo 129)
Como ha sido señalado anteriormente por este Tribunal, el Comité
para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer ha sostenido
que la definición de la discriminación contra la mujer “incluye la violencia basada en el sexo, es decir, la violencia dirigida contra la mujer
[i] porque es mujer o [ii] porque la afecta en forma desproporcionada”.
Asimismo, también ha señalado que “[l]a violencia contra la mujer es
una forma de discriminación que impide gravemente que goce de derechos y libertades en pie de igualdad con el hombre”145. (Cf. Párrafo 130)
Con base en lo anterior, la Corte concluye que el Estado es responsable por la violación de los derechos a la integridad personal, a la dignidad y a la vida privada, consagrados, respectivamente, en los artículos
5.2, 11.1 y 11.2 de la Convención Americana, en relación con los artículos 1.1 del mismo tratado y 1, 2 y 6 de la Convención Interamericana
para Prevenir y Sancionar la Tortura, así como por el incumplimiento
del deber establecido en el artículo 7.a de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, en
perjuicio de la señora Fernández Ortega. (Cf. Párrafo 131)
140 Cfr. Caso de las Masacres de Ituango Vs. Colombia. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 1 de julio de 2006 Serie C No. 148, párr. 193; Caso Tristán
Donoso Vs. Panamá. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 27
de enero de 2009 Serie C No. 193, párr. 55, y Caso Escher y otros, supra nota 97, párr. 113.
141 Cfr. ECHR, Case of Niemietz v. Germany, Judgment of 16 December 1992, App. No.
13710/88, para. 29, y Case of Peck v. United Kingdom, Judgment of 28 January 2003, App.
No. 44647/98, para. 57.
142 Cfr. ECHR, Case of Dudgeon v. the United Kingdom, Judgment of 22 October 1981,
App. No. 7525/76, para. 41, y ECHR, Case of X and Y v. the Netherlands, Judgment of 26
March 1985, App. No. 8978/80, para. 22.
143 Cfr. ECHR, Case of Niemietz v. Germany, supra nota 118, para. 29, y ECHR, Case of
Peck v. United Kingdom, supra nota 118, para. 57.
144 Cfr. ECHR, Case of M.C. v. Bulgaria, supra nota 104, para. 150, e ICTY, Case of Mucic
et. al. “Celebici Camp”. Judgment of November 16, 1998. Case No. IT-96-21-T, para. 492.
145 Caso González y otras (“Campo Algodonero”), supra nota 15, párr. 395.
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242
Derecho a la integridad personal
Por otra parte, la Corte estima que no resulta necesario pronunciarse sobre otros alegatos basados en los mismos hechos y decide realizar
el examen relativo a una eventual violación de las obligaciones procesales derivadas de las disposiciones mencionadas en el Capítulo IX de
esta Sentencia, correspondiente a los artículos 8 y 25 de la Convención
Americana. (Cf. Párrafo 132)
B. Integridad personal de la señora Fernández Ortega y de sus
familiares
i) Integridad personal de la señora Fernández Ortega
La Comisión destacó que la señora Fernández Ortega, a pesar de
las barreras culturales, económicas y sociales, así como de idioma, denunció a las autoridades haber sido víctima de una violación sexual.
Desde que interpuso la denuncia en su búsqueda de justicia enfrentó,
entre otras múltiples barreras, la resistencia, el silencio, la negligencia,
el hostigamiento, el miedo, la revictimización y un fuero sin competencia. La falta de esclarecimiento de los hechos y la consecuente impunidad acentuaron la discriminación, la subordinación y el racismo en su
contra y la deslegitimaron frente a los miembros de su comunidad. La
respuesta estatal ha causado un perjuicio emocional tanto a ella como
a su familia y constituyó una humillación y degradación violatoria del
derecho a la integridad personal y a la vida privada. Los métodos de
investigación del fuero militar y la falta de protección generaron una
forma de revictimización de la señora Fernández Ortega en contravención de la Convención de Belém do Pará, situación agravada por su
condición de indígena y por el desconocimiento del idioma. Con base
en lo anterior, solicitó a la Corte que declare al Estado responsable de
la violación de los artículos 5.1 y 11 de la Convención Americana, en
perjuicio de la señora Fernández Ortega, en relación con el artículo 1.1
de dicho instrumento, debido a la afectación sufrida por la investigación deficiente por parte de las autoridades estatales. (Cf. Párrafo 133)
Por su parte, los representantes coincidieron con la Comisión en
cuanto a la violación al derecho a la integridad personal en perjuicio
de la señora Fernández Ortega por la impunidad en que se mantiene el
caso, cuya investigación lleva más de ocho años, prolongándose así su
sufrimiento y agravándose la huella que dejaron los hechos. Indicaron
que la víctima ha experimentado sentimientos de desesperanza y ha
perdido la confianza en el Estado que no ha atendido su demanda de
justicia y ha protegido a los militares, al haber llevado a cabo la investigación la misma institución a la cual pertenecen los responsables de
los hechos. Más aún, la posibilidad de comparecer ante militares “generaba un nivel de ansiedad y angustia considerable” a la señora Fer-
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
nández Ortega. En consecuencia, solicitaron a la Corte que declare que
el Estado “es responsable de la violación del derecho a la integridad
personal de la víctima por el sufrimiento causado a raíz del estado de
impunidad absoluta en que permanece la agresión de la que fue objeto” tomando en cuenta “la cosmovisión indígena y los efectos que estos
hechos han causado en la comunidad en su conjunto”. (Cf. Párrafo 134)
En la audiencia pública y en sus alegatos finales escritos México reconoció que el retraso en la atención médica, la pérdida de las pruebas
ginecológicas y el retraso en la investigación de los hechos del caso,
configuran violaciones a los artículos 8.1 y 25 de la Convención Americana y, en consecuencia, también al artículo 5.1 del mismo ordenamiento, respecto de la integridad psicológica de la señora Fernández
Ortega. (Cf. Párrafo 135)
El Tribunal admitió el reconocimiento de responsabilidad internacional del Estado referido a la violación al derecho a la integridad
personal en perjuicio de la señora Fernández Ortega, relacionado con
las violaciones reconocidas a los artículos 8.1 y 25 de la Convención
Americana (supra párrs. 21 a 25). (Cf. Párrafo 136)
Asimismo, la Corte observa que del testimonio de la señora Fernández Ortega se desprenden afectaciones a su integridad personal
relativas al trato que recibió al interponer su denuncia ante las autoridades146, así como sentimientos de profundo temor por la presencia
de militares e impotencia relacionados con la falta de justicia en su
caso147. (Cf. Párrafo 137)
146 La señora Fernández Ortega declaró: “casi todos eran hombres, no había doctora ni
una persona que hablara me’phaa para que le dijera en español al licenciado lo que yo
estoy declarando[,] pero doctora […] no había, solo un hombre y me dijeron que él me iba a
revisar, pero yo no quise, ya tanto había sufrido dando mi declaración cuando todos me estaban oyendo para que otra vez me viera un médico. Me acuerdo bien como ese médico del
Ministerio Público me dijo “porque no quieres que te revise, si no fueron mujeres los que
te violaron fueron hombres, porque no dejas que yo te revise”, declaración rendida ante
fedatario público por la señora Fernández Ortega, supra nota 62, folios 1485, y declaración
rendida ante fedatario público por el señor Lugo Cortés, supra nota 67, folios 1533 y 1534.
147 La señora Fernández Ortega declaró: “[c]uando pienso en lo que me pasó me siento
muy mal porque tampoco las autoridades han hecho justicia, con tanto trabajo, caminando, pasando hambre, gastando y con vergüenza he ido hasta Ayutla para que se me haga
justicia, pero no se ha hecho nada. He buscado por todos lados, pero nadie del gobierno
hace nada. Ellos nunca han aceptado que fueron militares los que me violaron, todos dudan de mí y [n]o me creen de lo que he denunciado por eso no hacen justicia” Asimismo,
indicó “[y]o no me sentía bien y andaba con miedo, pero quería que siguiera la denuncia
porque no estaba bien lo que me hicieron” y añadió “[c]ada vez que bajábamos a Ayutla
eran muchos problemas, porque mis hijos se quedaban solos, y me daba miedo […] que
llegaran más [militares] y les hicieran algo. Aparte de que ni dinero teníamos para estar
yendo y descuidamos la parcela y los animales”. Finalmente, manifestó “si el Ministerio
Público de Ayutla[,] que no es militar[,] no me trató bien y no me creía, cómo iba a ser el
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244
Derecho a la integridad personal
Teniendo en cuenta lo anterior y el reconocimiento de responsabilidad del Estado, la Corte declara que México violó el derecho a la
integridad personal de la señora Fernández Ortega consagrado en el
artículo 5.1 de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1
del mismo instrumento. (Cf. Párrafo 138)
ii) Integridad personal de los familiares de la señora Fernández Ortega
La Corte ha declarado en otras oportunidades que los familiares
de las víctimas de violaciones de los derechos humanos pueden ser,
a su vez, víctimas. El Tribunal ha considerado violado el derecho a la
integridad psíquica y moral de familiares de víctimas con motivo del
sufrimiento adicional que estos han padecido como producto de las
circunstancias particulares de las violaciones perpetradas contra sus
seres queridos y a causa de las posteriores actuaciones u omisiones de
las autoridades estatales frente a los hechos148. (Cf. Párrafo 143)
En lo que respecta al señor Prisciliano Sierra, del acervo probatorio se desprende que sufrió diversas afectaciones que se manifestaron
en sentimientos de miedo, ira y desconfianza relacionados con la búsqueda de justicia y la impunidad en que se encuentra el caso149. Por
otra parte, la Corte no encuentra que sean imputables al Estado las
afectaciones alegadas por los representantes a la reputación del señor
Prisciliano Fernández por la violación sexual de su esposa o aquellas
militar si son sus compañeros los que me violaron. […] Yo me puse triste cuando me dijeron que mi caso lo iban a tener los mismos [militares] que me violaron porque entonces
no iba a [haber] culpables, porque entre ellos no se van a acusar, por eso pensé abandonar mi caso y ya no quería hacer nada”, declaración rendida ante fedatario público por la
señora Fernández Ortega, supra nota 62, folios 1486 a 1488.
148 Cfr. Caso Blake Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 24 de enero de 1998. Serie C No.
36, párr. 114; Caso Radilla Pacheco, supra nota 33, párr. 161, Caso Chitay Nech y otros,
supra nota 18, párr. 220.
149 El señor Prisciliano Sierra declaró: “[cuando] nos dijeron que el caso ya estaba con
los [militares], que ellos iban a investigarlo[, a] mí me dio much[a ira] eso porque no me
daba confianza que ellos mismos investigaran”. Además, la búsqueda de justicia implicó
que tuvieran que desplazarse de su comunidad de manera que “cada vez que iba[n] a
Ayutla tenía[n] que dejar solos a [sus] hijos con miedo de que les pasara algo”. Asimismo,
indicó que “siempre estábamos con miedo de que algo nos pasara ya que vivimos solos
en la orilla de Barranca Tecoani”. También indicó que “siempre estamos asustados[.] Yo
no me siento bien [al ver que] ha pasado tanto tiempo desde que lastimaron a mi esposa
sin que hay[a] pasado nada, como que nadie nos cree y a los [militares] sí”, declaración
rendida ante fedatario público por el señor Prisciliano Sierra, supra nota 66, folios 1502
a 1504. Por otra parte, la perita Correa González indicó que el señor Prisciliano Sierra
“[s]iente que no ha podido cuidar bien a su familia, ya que por estar acompañando a [su
esposa] a todo lo relacionado con el proceso de denuncia su situación económica se ha
deteriorado a tal punto que ya no pueden vivir como vivían antes”, peritaje psicosocial
realizado por la señora Correa González, supra nota 113, folios 1617 y 1618.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
relativas a un supuesto incumplimiento de un determinado rol socialmente asignado (supra párr. 140). (Cf. Párrafo 144)
En cuanto a los hijos de la señora Fernández Ortega, el Tribunal
considera que una de las principales afectaciones que sufrieron se relaciona con su presencia ante una situación de violencia extrema, hasta
el momento inmediatamente previo a la violación sexual de su madre
(supra párr. 83), hecho que previsiblemente generó una profunda alteración psicológica, intenso temor e incertidumbre. La perita Correa
González indicó que el impacto psicológico más evidente “tiene que ver
con las huellas de las imágenes de horror con las que han tenido que
vivir durante tanto tiempo, además [d]el hecho de haber experimentado la muerte por la posibilidad de que su madre hubiera muerto y de la
violencia [de la] que fue objeto les ha ido generando una sensación de
temor y de desconfianza ante la vida”150. Al respecto, la Corte observa
que dos de los hijos presentes al momento previo a la violación sexual,
Nélida Prisiciliano Fernández y Colosio Prisciliano Fernández tenían
tres y cuatro años, constando al Tribunal que solamente este último
tiene algunos recuerdos de los hechos151. Por su parte, las dos hijas mayores tienen recuerdos claros de lo ocurrido152 e incluso la mayor, Noemí Prisciliano Fernández, ha declarado sobre los hechos que presenció
y el impacto que ello le generó153. Debido a las diferentes vivencias e
intensidad en el recuerdo, la Corte entiende que la afectación producida por haber presenciado los hechos previos a la violación sexual no es
igual para los cuatro hijos154. (Cf. Párrafo 145)
Por otra parte, la afectación de los hijos también está relacionada
con la búsqueda de justicia que emprendieron sus padres, así como
con las consecuencias que esa búsqueda, conjuntamente con los efectos de la propia violación sexual, generaron en las relaciones intrafamiliares. El Tribunal ha constatado que la señora Fernández Ortega y su
esposo se vieron obligados a desplazarse de su comunidad en aquellas
ocasiones que debieron realizar diligencias relacionadas con la búsqueda de justicia en el caso. Consecuentemente tuvieron que dejar a
150 Peritaje psicosocial realizado por la señora Correa González, supra nota 113, folio
1618. La Corte hace notar que el peritaje de la señora Correa indica que a los “niños
pequeños no se les realizaron entrevistas para no causar daño[,] debido a que podrían
revivir sus recuerdos sin posibilidad de contención ante la situación”.
151 Cfr. Valoración del impacto psicológico, supra nota 30, folio 5691.
152 Cfr. Valoración del impacto psicológico, supra nota 30, folios 5690 y 5691.
153 Cfr. Declaración rendida ante fedatario público por Noemí Prisciliano Fernández,
supra nota 68, folio 1494.
154 Conforme al acta de nacimiento Neftalí Prisciliano Fernández nació el 17 de septiembre de 2003, es decir un año y medio después de haber ocurrido los hechos, cfr. Acta
de nacimiento de Neftalí Prisciliano Fernández, supra nota 65, folio 3886.
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Derecho a la integridad personal
sus hijos solos en la casa, lo cual generaba en los niños un profundo
miedo, especialmente por la presencia de militares en la zona155. De
tal modo, los hechos del caso y la búsqueda de justicia generaron cambios significativos y perjudiciales en la vida familiar que afectaron de
manera especial a los hijos, quienes han experimentado un profundo
sufrimiento durante todos estos años156. (Cf. Párrafo 146)
Adicionalmente, en lo que respecta a la joven Noemí Prisciliano Fernández, ella tuvo que presentarse a las autoridades para declarar sobre
los hechos157. Así lo ha constatado el peritaje de la señora Correa Gonzá155 Noemí Prisciliano Fernández declaró: “yo me quedaba sol[a] con mis hermanos y
me daba mucho miedo porque me la pasaba pensando que los [militares] iban a venir
otra vez”, declaración rendida ante fedatario público por Noemí Prisciliano Fernández,
supra nota 68, folio 1494. Asimismo el señor Prisciliano Sierra manifestó: “cada [vez]
que íbamos a Ayutla teníamos que dejar solos a nuestros hijos con miedo de que les
pasara algo”, declaración rendida ante fedatario público por el señor Prisciliano Sierra,
supra nota 66, folio 1502. Por su parte la señora Fernández Ortega declaró: “[c]ada vez
que bajábamos a Ayutla eran muchos problemas, porque mis hijos se quedaban solos, y
me daba miedo […] que llegaran más [militares] y les hicieran algo”, declaración rendida
ante fedatario público por la señora Fernández Ortega, supra nota 62, folio 1486.
156 La señora Fernández Ortega declaró “[nuestros hijos] también han sufrido mucho por
lo que nos pasó, sobre todo los que vieron como los soldados empezaron a abusar de mí.
A Noemí y Ana Luz ya las mandamos a Ayutla porque en Barranca Tecoani les puede pasar
algo. Como ellas vieron todo, yo veo que sufren mucho y que se acuerdan de lo que pasó,
porque ellas le tienen miedo a los [militares]. Los más chico[s] también sufren. Colosio y
Nélida eran muy chicos cuando pasó todo pero bien se dan cuenta de cómo hemos tenido
problemas y no les va bien en la escuela. Hasta Neftalí que no había nacido cuando vinieron los [militares], veo que tiene miedo y que no se despega de mí”, declaración rendida
ante fedatario público por la señora Fernández Ortega, supra nota 62, folio 1488. Noemí
Prisciliano Fernández declaró: “a veces yo y mis hermanos nos quedábamos solos y no
había nada que comer, porque el poco dinero lo ocupaban para salir a pedir justicia. Luego,
cuando mi papá y mi mamá volvían, a veces veía que discutían mucho por lo que había pasado y se desesperaban. Fue muy difícil todo eso. Yo a veces nada más me quedaba callada
o me despertaba en las noches llorando y con miedo. Yo pienso que después de lo que pasó
todo cambió para nosotros […] me siento enojada o con miedo […] Ya ahora hablo español
y tuve que venir a Ayutla para estudiar y vuelvo a mi casa […] seguido, pero como quiera
siento miedo cuando ando sola o cuando veo a los [militares]. Y ya que soy más grande
veo que también mi papá, mi mamá y mis hermanos andan con miedo también. Antes […]
todos vivíamos bien, pero después todo cambió, mis hermanos están muy tristes en la
escuela, los otros niños se ríen de nosotros […], mis hermanos chiquitos casi no se juntan
ni juegan con otros niños, mi hermano Colosio que ahora ya está grandecito hasta se ha
peleado con otros niños por lo que dicen de mi mamá”, declaración rendida ante fedatario
público por Noemí Prisciliano Fernández, supra nota 68, folio 1495. Por su parte el señor
Prisciliano Sierra manifestó: “[d]espués cuando mi hija Noemí terminó la primaria se fue
a estudiar su educación secundaria a la ciudad de Ayutla, porque sentíamos que era peligroso le pudiera pasar algo y lo mismo hicimos con Ana Luz”, declaración rendida ante
fedatario público por el señor Prisciliano Sierra, supra nota 66, folio 1503.
157 Noemí Prisciliano Fernández declaró: “estaba muy nerviosa porque no hablaba casi
nada de español entonces. Todo eso fue muy difícil porque nadie más nos ayudaba y como
que no nos creían lo que había pasado y nos trataban mal por no hablar español”, declaración
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
lez, al indicar que el hecho de haber tenido que declarar ante instancias
públicas a su corta edad “le ha generado una victimización secundaria
debido a que recordó[,] en presencia de autoridades gubernamentales[,] lo que le sucedió a su madre, causándole mucho temor [e ira], sensación que permaneció por mucho tiempo”158. (Cf. Párrafo 147)
La perita Correa González indicó que “el clima emocional de la familia […] ha estado permeado por el miedo[. S]e observa la imposibilidad de hablar de la emoción que los afecta, tienen el temor a despertar
lo que ha quedado en silencio por tanto tiempo, a no saber qué decir, y
a no saber qué hacer. Este sentimiento de estar en permanente riesgo
ha hecho que se encuentren en la incertidumbre e inseguridad generando un agotamiento afectivo que les impide mejorar sus relaciones
familiares”159. (Cf. Párrafo 148)
Con base en las anteriores consideraciones, la Corte concluye que
la violación sexual de la señora Fernández Ortega, así como los hechos
relacionados con la búsqueda de justicia y la impunidad del presente
caso, implicaron una violación al derecho a la integridad personal consagrado en el artículo 5.1 de la Convención Americana, en perjuicio del
señor Prisciliano Sierra y de Noemí, Ana Luz, Colosio, Nélida y Neftalí,
todos ellos de apellidos Prisciliano Fernández, en relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento. (Cf. Párrafo 149)
Por otra parte, la Corte observa que el alegato de los representantes sobre la alegada violación al artículo 19 de la Convención Americana es extemporáneo (supra párr. 140), por lo que no hará ninguna
consideración al respecto. Asimismo, el Tribunal estima que no resulta
necesario pronunciarse sobre otros alegatos que se refieren a los mismos hechos y que ya han sido analizados a la luz de otras obligaciones
convencionales. (Cf. Párrafo 150)
En cuanto a la madre y hermanos de la señora Fernández Ortega,
la Corte considera pertinente recordar que si bien ha determinado
en su jurisprudencia que se puede declarar la violación del derecho
a la integridad psíquica y moral de familiares directos de víctimas de
ciertas violaciones de derechos humanos aplicando una presunción
iuris tantum respecto de madres y padres, hijas e hijos, esposos y esposas, compañeros y compañeras permanentes, esto se ha limitado a
determinado tipo de casos, siempre que ello responda a sus circunstancias particulares, conforme ha sucedido, por ejemplo, en los casos
de masacres, desapariciones forzadas de personas, y ejecuciones exrendida ante fedatario público por Noemí Prisciliano Fernández, supra nota 68, folio 1494.
158 Peritaje psicosocial realizado por la señora Correa González, supra nota 113, folio 1618.
159 Peritaje psicosocial realizado por la señora Correa González, supra nota 113, folio 1619.
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Derecho a la integridad personal
trajudiciales160. No se presume, por tanto, la violación a la integridad
personal de familiares en todo tipo de casos, ni respecto de todos los
familiares. En el presente caso, la Corte analizará si de la prueba que
consta en el expediente se acredita una violación del derecho a la integridad personal de la madre y los hermanos de la señora Fernández
Ortega. (Cf. Párrafo 151)
Respecto de la señora María Lidia Ortega, madre de la señora Fernández Ortega, la Corte solo cuenta con el peritaje de la señora Correa
González en el que indica algunas afectaciones que la primera habría
sufrido. La Corte no cuenta con prueba suficiente que demuestre que
las afectaciones alegadas implicaron una violación a la integridad personal de dicha persona. Más aún, determinados alegatos presentados
por los representantes para sostener el sufrimiento padecido por la
señora María Lidia Ortega, en concreto que “se ha hecho cargo del cuidado de sus [nietos] cuando ha sido necesario, para que [la señora Fernández Ortega] pueda llevar a cabo las gestiones que requiere en busca
de justicia”, no resultan consistentes con los testimonios de la señora
Fernández Ortega, su esposo e hija sobre las consecuencias de la búsqueda de justicia, que implicó, según indicaron, dejar solos a sus hijos
(supra párr. 146). (Cf. Párrafo 152)
En relación con los señores Lorenzo y Ocotlán Fernández Ortega,
los representantes refieren que experimentaron sufrimientos por la
violación sexual de su hermana y por la falta de justicia. El señor Lorenzo Fernández Ortega fue objeto de tortura hasta ser asesinado por
el apoyo que brindó a su hermana en la búsqueda de justicia. Si bien
la averiguación previa abierta por este hecho indicó que el cuerpo del
señor Lorenzo Fernández Ortega, hallado muerto el 10 de febrero de
2008, presentaba numerosas lesiones161, y que la señora Fernández
Ortega y otras personas afirman que tal hecho se vincula con la búsqueda de justicia en el presente caso162, la Corte observa que se trata
160 Cfr. Caso Valle Jaramillo y otros Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 27 de noviembre de 2008. Serie C No. 192, párr. 119; Caso Radilla Pacheco, supra nota
33, párr. 162, y Caso Chitay Nech y otros, supra nota 18, párr. 220.
161 Cfr. Ministerio Público del Fuero Común de Allende. Averiguación previa ALLE/
SC/01/032/2008 por homicidio, supra nota 30, 5714 a 5725.
162 La señora Fernández Ortega declaró: [t]ambién en el mes de febrero de [2008] a
mi hermano Lorenzo Fernández Ortega, que todo el tiempo me estuvo acompañando y
dándome consejo y ánimo para que siguiera pidiendo justicia, lo encontraron muerto y
torturado. […] en lugar que me hagan justicia por la violación que me hicieron, mataron
a mi hermano que me apoyaba mucho y siempre me ayudó” Cfr. Declaración rendida ante
fedatario público por la señora Fernández Ortega, supra nota 62, folio 1489. En términos
similares Cfr. Peritaje psicosocial realizado por la señora Correa González, supra nota
113, folios 1612 y 1613, y declaración rendida ante fedatario público por Noemí Prisciliano Fernández, supra nota 68, folio 1495.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
de imputaciones genéricas que carecen de respaldo probatorio. De
tal modo, el Tribunal no cuenta con prueba suficiente que le permita acreditar el nexo causal de la agresión que sufrió el señor Lorenzo
Fernández Ortega con los hechos del presente caso. De igual modo, la
Corte tampoco cuenta con prueba testimonial, pericial o documental
que demuestre una violación al derecho a la integridad personal del
señor Ocotlán Fernández Ortega. (Cf. Párrafo 153)
Con base en las anteriores consideraciones, la Corte no encuentra
probada la violación al derecho a la integridad personal, consagrado
en el artículo 5.1 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 de la
misma, en perjuicio de la señora María Lidia Ortega, y de los señores
Lorenzo y Ocotlán Fernández Ortega. (Cf. Párrafo 154)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 308)
La Corte declara por unanimidad, que:
El Estado es responsable por la violación de los derechos a la integridad personal, a la dignidad y a la vida privada, consagrados, respectivamente, en los artículos 5.1 y 5.2, 11.1 y 11.2 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en relación con los artículos 1.1
de la misma y 1, 2 y 6 de la Convención Interamericana para Prevenir
y Sancionar la Tortura, así como por el incumplimiento del deber establecido en el artículo 7.a de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, en perjuicio
de la señora Fernández Ortega, de conformidad con lo expuesto en los
párrafos 100 a 131 y 136 a 138 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 1)
El Estado es responsable por la violación del derecho a la integridad personal, consagrado en el artículo 5.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la
misma, en perjuicio del señor Prisciliano Sierra y de Noemí, Ana Luz,
Colosio, Nélida y Neftalí, todos ellos de apellidos Prisciliano Fernández,
de conformidad con lo expuesto en los párrafos 143 a 149 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 2)
No cuenta con elementos que demuestren la existencia de una violación al derecho a la integridad personal en perjuicio de la señora María Lidia Ortega ni de los señores Lorenzo y Ocotlán Fernández Ortega,
de conformidad con lo expuesto en los párrafos 151 a 154 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 3)
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Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Rosendo Cantú y otra Vs. México
Fecha de sentencia: 31 de agosto de 2010
Víctima: Valentina Rosendo Cantú y Yenys Bernardino Rosendo
Estado parte: México
Hechos del caso
Los hechos del caso se producen en México, en el estado de Guerrero, en un contexto de importante presencia militar destinada a reprimir la delincuencia organizada. Varias denuncias indicaban que
en esa represión se vulneraban derechos fundamentales. Un alto
porcentaje de la población pertenece a comunidades indígenas que
residen en los municipios de gran marginación y pobreza. La población indígena se encuentra en una situación de gran desventaja en
cuanto a la administración de justicia y los servicios de salud, por no
hablar español y no contar con intérpretes, por falta de recursos económicos para acceder a un abogado, trasladarse a centros de salud o
a los órganos judiciales y temor de pedir la debida protección a las
instancias públicas de derechos humanos y también por ser víctimas
de prácticas violatorias del debido proceso.
Entre las formas de violencia que afectan a la población, y especialmente a las mujeres, se encuentra la “violencia institucional
castrense”, que coloca al género femenino en una situación de extrema fragilidad, aparte de hacerle padecer las consecuencias de una
estructura patriarcal ciega a la equidad de género. Manifestación de
esto es el hecho de que entre 1997 y 2004 se hayan presentado seis
denuncias de violaciones sexuales a mujeres indígenas, actos atribuidos a miembros del ejército en el estado de Guerrero. Hasta el momento los responsables no han sido sancionados.
La señora Rosendo Cantú es una mujer indígena perteneciente a
la comunidad indígena Mé phaa, originaria de la comunidad de Caxitepec, estado de Guerrero. Al momento de los hechos tenia 17 años
251
252
Derecho a la integridad personal
y estaba casada con el señor Fidel Bernardo Sierra, con quien residía
junto con la hija de ambos, de 3 meses de edad. Habitaban en un lugar
situado a una hora aproximadamente de la comunidad de Barranca Bejuco, zona montañosa, aislada, y de difícil acceso.
La señora Cantú declaró que el 16 de febrero de 2002 se encontraba
en un arroyo cercano a su domicilio, hacia donde se había dirigido para
lavar ropa, cuando ocho militares acompañados de un civil que llevaban detenido, se acercaron a ella y la rodearon. Dos de ellos la interrogaron sobre “los encapuchados”, le mostraron la foto de una persona, y
una lista con nombres, mientras uno de ellos la apuntaba con su arma.
Rosendo Cantú contestó que no conocía a esa gente. El militar que la
apuntaba la golpeó en el pecho con el arma, haciéndola caer al suelo y
perder el conocimiento por un momento. Relató que cuando recobró
el conocimiento, uno de los militares la sentó y la tomó del cabello,
insistiendo mientras sobre la información requerida. Manifestó que, a
continuación, “con violencia le rasguñaron la cara”, le quitaron la falda
y la ropa interior y la tiraron al suelo. Uno de ellos la violó sexualmente,
al término de lo cual otro de los militares, que también la interrogaba,
procedió de igual manera.
Al llegar a su casa, la señora Cantú contó lo ocurrido a su cuñada
y esposo. Este último fue a denunciar los hechos a las autoridades comunitarias de Barraca Bejuco. Posteriormente, la Sra. Rosendo Cantú
junto con su esposo acudieron a una clínica y a un Hospital de la zona,
donde no fue bien atendida. El Hospital argumentó que no contaban
con personal especializado en ginecología.
Por otra parte, la Sra. Rosendo Cantú y su esposo debieron sortear múltiples obstáculos para acceder a la justicia. Al no haber un
perito traductor, el esposo debió cumplir esta tarea, ya que la víctima sólo hablaba el idioma de la comunidad indígena a la que pertenecía. A pesar de todas estas dificultades, presentaron queja y denuncia por “presuntas violaciones consistentes en tortura, lesiones
y violación sexual por parte de miembros del ejército”. La primera
denuncia formal fue interpuesta por Valentina Rosendo Cantú ante
el Ministerio Público del Fuero Común con sede en Ayutla de los
Libres. El Ministerio se declaró incompetente, por lo que turnó el
caso al Fuero Militar. Valentina presentó entonces un amparo, solicitando que las autoridades militares declinen la competencia del
caso, interponiendo luego otro amparo para lograr que su caso se
traslade a un Juzgado de Amparo en Material Penal en el D.F. El amparo fue denegado, por lo que, en el año 2003, la Sra. Rosendo Cantú
decidió acudir a la Comisión Interamericana.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Artículo 5 (derecho a la integridad personal)163 en relación
con los artículos 1.1 (obligación de respetar los derechos) de la
Convención Americana y 1, 2 y 6 de la Convención Interamericana
para prevenir y sancionar la tortura164, y 7 de la Convención de
Belém do Pará165.
A. Calificación jurídica de los hechos relacionados con la violación sexual
Dado que la Corte ha considerado probado que la señora Rosendo Cantú fue víctima de un hecho de violencia sexual cometido por agentes estatales, corresponde determinar su calificación jurídica. (Cf. Párrafo 107)
163 El artículo 5 de la Convención Americana dispone, en lo pertinente, que:
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral.
2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la
dignidad inherente al ser humano.
164 La Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura establece, inter
alia, que:
Artículo 1
Los Estados partes se obligan a prevenir y a sancionar la tortura en los términos
de la presente Convención.
Artículo 2
Para los efectos de la presente Convención se entenderá por tortura todo acto realizado intencionalmente por el cual se inflijan a una persona penas o sufrimientos
físicos o mentales, con fines de investigación criminal, como medio intimidatorio,
como castigo personal, como medida preventiva, como pena o con cualquier otro
fin. Se entenderá también como tortura la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad
física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica.
Artículo 6
De conformidad con lo dispuesto en el artículo 1, los Estados partes tomarán medidas efectivas para prevenir y sancionar la tortura en el ámbito de su jurisdicción.
Los Estados partes se asegurarán de que todos los actos de tortura y los intentos
de cometer tales actos constituyan delitos conforme a su derecho penal, estableciendo para castigarlos sanciones severas que tengan en cuenta su gravedad.
165 El artículo 7.a y b de la Convención Belém do Pará dispone, en lo pertinente que:
Los Estados Partes condenan todas las formas de violencia contra la mujer y convienen en adoptar, por todos los medios apropiados y sin dilaciones, políticas orientadas a prevenir, sancionar y erradicar dicha violencia y en llevar a cabo lo siguiente:
a. abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer y velar
por que las autoridades, sus funcionarios, personal y agentes e instituciones se
253
254
Derecho a la integridad personal
Este Tribunal recuerda, como lo señala la Convención de Belém do
Pará, que la violencia contra la mujer no solo constituye una violación
de los derechos humanos, sino que es “una ofensa a la dignidad humana y una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres”, que “trasciende todos los sectores
de la sociedad independientemente de su clase, raza o grupo étnico,
nivel de ingresos, cultura, nivel educacional, edad o religión y afecta
negativamente sus propias bases”166. (Cf. Párrafo 108)
La Corte, siguiendo la jurisprudencia internacional y tomando en
cuenta lo dispuesto en dicha Convención, ha considerado anteriormente que la violencia sexual se configura con acciones de naturaleza
sexual que se cometen contra una persona sin su consentimiento, que
además de comprender la invasión física del cuerpo humano, pueden
incluir actos que no involucren penetración o incluso contacto físico
alguno167. En particular, la violación sexual constituye una forma paradigmática de violencia contra las mujeres cuyas consecuencias, incluso, trascienden a la persona de la víctima. (Cf. Párrafo 109)
El Tribunal examinará si los hechos del presente caso se subsumen en
la figura de tortura, como lo afirmaron la Comisión Interamericana y los
representantes. A tal efecto, la Corte recuerda que en el caso Bueno Alves
Vs. Argentina168, siguiendo la definición establecida en la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, entendió que se está
frente a un acto de tortura cuando el maltrato cumple con los siguientes
requisitos: i) es intencional; ii) causa severos sufrimientos físicos o mentales, y iii) se comete con determinado fin o propósito. (Cf. Párrafo 110)
i) Intencionalidad
Con respecto a la existencia de un acto intencional, de las pruebas
que constan en el expediente queda acreditado que el maltrato fue
deliberadamente infligido en contra de la víctima. En efecto, la Corte considera probado que uno de los atacantes golpeó en el abdomen
a la señora Rosendo Cantú con su arma, cayendo la víctima al suelo,
comporten de conformidad con esta obligación[, y]
b. actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia
contra la mujer[.]
166 Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra
la Mujer. Preámbulo.
167 Cfr. Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2006. Serie C No. 160, párr. 306. También ICTR, Case of Prosecutor v. Jean-Paul Akayesu. Judgment of September 2, 1998. Case No. ICTR-96-4-T, para. 688.
168 Cfr. Caso Bueno Alves Vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 11 de
mayo de 2007. Serie C No. 164, párr. 79.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
posteriormente la tomaron del cabello y le rasguñaron la cara y, por la
fuerza, mientras era apuntada con un arma, fue penetrada sexualmente por dos militares, mientras otros seis presenciaban la ejecución de
la violación sexual. (Cf. Párrafo 111)
ii) Sufrimiento físico o mental severo
Con el fin de analizar la severidad del sufrimiento padecido, la
Corte debe tomar en cuenta las circunstancias específicas de cada
caso. Para ello, se deben considerar las características del trato, tales como la duración, el método utilizado o el modo en que fueron
infligidos los padecimientos, los efectos físicos y mentales que éstos
pueden causar, así como las condiciones de la persona que padece
dichos sufrimientos, entre ellos, la edad, el sexo y el estado de salud,
entre otras circunstancias personales169. (Cf. Párrafo 112)
En cuanto al sufrimiento físico, la Corte recuerda que existen dos
certificados médicos emitidos 12 y 23 días después de los hechos, respectivamente, que indican evidencia de lesiones físicas (supra párr.
101). Asimismo, la Corte también cuenta con prueba testimonial que
indica que, con posterioridad a los hechos, la señora Rosendo Cantú se
encontraba lastimada, con dolores físicos, e incluso requirió la asistencia de dos médicos (supra párr. 100)170. (Cf. Párrafo 113)
Independientemente de lo anterior, la Corte ha establecido que
un acto de tortura puede ser perpetrado tanto mediante actos de violencia física como a través de actos que produzcan en la víctima un
sufrimiento psíquico o moral agudo171. Adicionalmente, este Tribunal
ha reconocido que la violación sexual es una experiencia sumamente
traumática que tiene severas consecuencias y causa gran daño físico y
psicológico que deja a la víctima “humillada física y emocionalmente”,
situación difícilmente superable por el paso del tiempo, a diferencia
de lo que acontece en otras experiencias traumáticas172. De ello se desprende que es inherente a la violación sexual el sufrimiento severo de
la víctima, aun cuando no exista evidencia de lesiones o enfermedades
169 Cfr. Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala. Fondo.
Sentencia de 19 de noviembre de 1999. Serie C No. 63, párr. 74, y Caso Bueno Alves, supra
nota 122, párr. 83.
170 Cfr. Declaraciones rendidas por la señora Bernardino Morales y el señor Bernardino
Morales, supra nota 111, coinciden al mencionar que cuando vieron por primera vez a la
presunta víctima tras los hechos, estaba llorando, semidesnuda, con rasguño en la cara.
171 Cfr. Caso Cantoral Benavides Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 18 de agosto de 2000.
Serie C No. 69, párr. 100, y Caso Maritza Urrutia Vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 27 de noviembre de 2003. Serie C No. 103, párr. 91.
172 Cfr. Caso del Penal Miguel Castro Castro, supra nota 121, párr. 311. Cfr. También
ECHR, Case of Aydin v. Turkey (GC), supra nota 99, para. 83.
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256
Derecho a la integridad personal
físicas. En efecto, no en todos los casos las consecuencias de una violación sexual serán enfermedades o lesiones corporales. Las mujeres
víctimas de violación sexual también experimentan severos daños y
secuelas psicológicas y aun sociales. (Cf. Párrafo 114)
En el presente caso, la señora Rosendo Cantú estuvo sometida a
un acto de violencia y control físico de los militares que la penetraron
sexualmente de manera intencional; su vulnerabilidad y la coerción
que los agentes estatales ejercieron sobre ella se reforzaron con la participación de otros seis militares también armados, que agravaron el
marco de violencia sexual ejercido contra la víctima. Resulta evidente
para la Corte que el sufrimiento padecido por la señora Rosendo Cantú,
al ser obligada a mantener actos sexuales contra su voluntad, hecho
que además fue observado por otras seis personas, es de la mayor intensidad, más aún considerando su condición de niña. El sufrimiento
psicológico y moral se agravó dadas las circunstancias en las cuales se
produjo la violación sexual, en tanto no podía descartarse que la violencia sufrida se extremara aún más por parte de los agentes estatales
que presenciaban el acto de violación, ante la posibilidad de que fuera
también violada sexualmente por ellos. (Cf. Párrafo 115)
En este sentido la perita Correa González refirió que la señora Rosendo Cantú sintió impotencia, incapacidad de reacción y humillación
ante las agresiones y la violación sexual de los dos militares, sentimientos que se agravaron por la presencia de los otros militares durante la
violación. Asimismo, manifestó que en el momento de los hechos experimentó desesperación y angustia. Indicó que “verse a sí misma como
había quedado –golpeada, sin ropa, violada- era […] un hecho tan traumático, que no podía aceptar lo que había sucedido”. Además, en días
posteriores a la violación experimentó vergüenza e impotencia física y
emocional. Adicionalmente, se refirió a los efectos psicosociales y psicosomáticos sufridos a partir de la violación sexual173. (Cf. Párrafo 116)
iii) Finalidad
La Corte considera que, en términos generales, la violación sexual,
al igual que la tortura, persigue, entre otros, los fines de intimidar, degradar, humillar, castigar o controlar a la persona que la sufre174. La
violación sexual de la señora Rosendo Cantú se produjo en el marco de
una situación en la que los agentes militares interrogaron a la víctima
173 Cfr. Declaración rendida ante fedatario público por la perita Correa González (expediente de fondo, tomo III, folios 1249, 1250, 1252 y 1254).
174 Cfr. ICTR, Prosecutor v. Jean-Paul Akayesu, supra nota 121, para. 597, y CAT, Case V.L.
v. Switzerland, Decision of 22 January 2007, U.N. Doc. CAT/C/37/D/262/2005, para. 8.10.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
y no obtuvieron respuesta sobre la información solicitada (supra párr.
73). Sin descartar la eventual concurrencia de otras finalidades, el Tribunal considera probado que el presente caso tuvo la finalidad específica de castigo ante la falta de información solicitada. (Cf. Párrafo 117)
Por otra parte esta Corte considera que una violación sexual puede
constituir tortura aún cuando consista en un solo hecho u ocurra fuera
de instalaciones estatales175. Esto es así ya que los elementos objetivos
y subjetivos que califican un hecho como tortura no se refieren ni a
la acumulación de hechos ni al lugar donde el acto se realiza, sino a
la intencionalidad, a la severidad del sufrimiento y a la finalidad del
acto, requisitos que en el presente caso se encuentran cumplidos. Con
base en lo anterior, el Tribunal concluye que la violación sexual en el
presente caso implicó una violación a la integridad personal de la señora Rosendo Cantú, constituyendo un acto de tortura en los términos
de los artículos 5.2 de la Convención Americana y 2 de la Convención
Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. (Cf. Párrafo 118)
En cuanto a la alegada violación, con base en los mismos hechos,
del artículo 11 de la Convención Americana, la Corte ha precisado que,
si bien esa norma se titula “Protección de la Honra y de la Dignidad”,
su contenido incluye, entre otros, la protección de la vida privada176.
Por su parte, el concepto de vida privada es un término amplio no susceptible de definiciones exhaustivas177, pero que comprende, entre
otros ámbitos protegidos, la vida sexual178 y el derecho a establecer y
desarrollar relaciones con otros seres humanos179. La Corte considera
que la violación sexual de la señora Rosendo Cantú vulneró valores y
aspectos esenciales de su vida privada, supuso una intromisión en su
vida sexual y anuló su derecho a tomar libremente las decisiones respecto con quien tener relaciones sexuales, perdiendo de forma completa el control sobre sus decisiones más personales e íntimas, y sobre
las funciones corporales básicas180. (Cf. Párrafo 119)
175 Cfr. CAT, Case V.L. v. Switzerland, supra nota 128, para. 8.10.
176 Cfr. Caso de las Masacres de Ituango Vs. Colombia. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 1 de julio de 2006 Serie C No. 148, párr. 193; Caso Tristán
Donoso Vs. Panamá. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de
enero de 2009 Serie C No. 193, párr. 55, y Caso Escher y otros, supra nota 115, párr. 114.
177 Cfr. ECHR, Case of Niemietz v. Germany, Judgment of 16 December 1992, App. No.
13710/88, para. 29, y Case of Peck v. United Kingdom, Judgment of 28 January 2003, App.
No. 44647/98, para. 57.
178 Cfr. ECHR, Case of Dudgeon v. the United Kingdom, Judgment of 22 October 1981,
App. No. 7525/76, para. 41, y ECHR, Case of X and Y v. the Netherlands, Judgment of 26
March 1985, App. No. 8978/80, para. 22.
179 Cfr. ECHR, Case of Niemietz v. Germany, supra nota 131, para. 29, y ECHR, Case of
Peck v. United Kingdom, supra nota 131, para. 57.
180 Cfr. ECHR, Case of M.C. v. Bulgaria, Judgment of 4 December 2003, App. No. 39272/98,
257
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Derecho a la integridad personal
Como ha sido señalado anteriormente por este Tribunal, el Comité
para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer ha sostenido
que la definición de la discriminación contra la mujer “incluye la violencia basada en el sexo, es decir, la violencia dirigida contra la mujer
porque [i)] es mujer o [ii)] le afecta en forma desproporcionada”. Asimismo, también ha señalado que “[l]a violencia contra la mujer es una
forma de discriminación que impide gravemente que goce de derechos
y libertades en pie de igualdad con el hombre”181. (Cf. Párrafo 120)
Con base en lo anterior, la Corte concluye que el Estado es responsable por la violación de los derechos a la integridad personal, a la dignidad y a la vida privada, consagrados, respectivamente, en los artículos
5.2, 11.1 y 11.2 de la Convención Americana, en relación con los artículos 1.1 del mismo tratado y 1, 2 y 6 de la Convención Interamericana
para Prevenir y Sancionar la Tortura, así como por el incumplimiento
del deber establecido en el artículo 7.a de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, en
perjuicio de la señora Rosendo Cantú. (Cf. Párrafo 121)
Por otra parte, la Corte estima que no resulta necesario pronunciarse sobre otros alegatos basados en los mismos hechos y decide
realizar el examen relativo a una eventual violación de las obligaciones procesales derivadas de las disposiciones mencionadas en el Capítulo IX de esta Sentencia, correspondiente a los artículos 8 y 25 de
la Convención Americana. (Cf. Párrafo 122)
B. Integridad personal de la señora Rosendo Cantú y sus
familiares
i) Integridad personal de la señora Rosendo Cantú
El Tribunal admitió el reconocimiento de responsabilidad internacional del Estado referido a la violación al derecho a la integridad
personal en perjuicio de la señora Rosendo Cantú, desde que fueron
denunciados los hechos ante el Ministerio Público del fuero común, relacionado con las violaciones reconocidas a los artículos 8.1, 25 y 19
de la Convención Americana (supra párrs. 21 al 25). (Cf. Párrafo 127)
Asimismo, la Corte observa que del testimonio de la señora Rosendo
Cantú se desprenden afectaciones a su integridad personal relativas al
trato que recibió al interponer su denuncia ante las autoridades182 y a los
para. 150, e ICTY, Case of Mucic et. al. “Celebici Camp”. Judgment of November 16, 1998.
Case No. IT-96-21-T, para. 492.
181 Caso González y otras (“Campo Algodonero”) Vs. México, supra nota 21, párr. 395.
182 La señora Rosendo Cantú declaró: “cuando fui a poner la denuncia en la agencia del
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
obstáculos que ha tenido que enfrentar en la búsqueda de justicia y los
sentimientos de temor por la presencia de militares183. (Cf. Párrafo 128)
Sin perjuicio del reconocimiento de responsabilidad del Estado, los
representantes alegaron que la afectación a la integridad personal de
la señora Rosendo Cantú comenzó antes, “pues se le impidió el acceso
a los servicios primarios de salud […] inmediatamente después de la
violación sexual”, siendo la primera ocasión el 18 de febrero de 2002,
“bajo el argumento de que no contaba con equipo técnico y por temor
a los militares” y el 25 de febrero de 2002 “cuando acudió al Hospital
General de Ayutla por no contar con cita médica”. Por su parte, el Estado controvirtió este alegato indicando que la señora Rosendo Cantú
“recibió atención médica […] de manera inmediata a que esta se presentó en el sistema de salud del estado de Guerrero”. (Cf. Párrafo 129)
Teniendo en cuenta el reconocimiento de responsabilidad del
Estado y las afectaciones relacionadas, inter alia, con la interposición de la denuncia y los obstáculos relativos a la búsqueda de justicia señaladas, el Tribunal declara que México violó el derecho a la
integridad personal de la señora Rosendo Cantú consagrado en el
artículo 5.1 de la Convención Americana, en relación con el artículo
1.1 de la misma. (Cf. Párrafo 131)
Ministerio Público de Ayutla […] ahí no quisieron dejarme entrar porque me decían que
no ha[bían] personas para que tom[aran] mi declaración y también estaba una licenciada ahí que nos dijo es que yo ya […] terminé el horario de trabajo, […] y ahí tuvo que
intervenir la Comisión de Derechos Humanos estatal para poder poner mi denuncia. Y
cuando entré ellos sabían que yo no hablaba bien el español y no me pusieron ni un traductor, ya cuando […] hablé y puse mi declaración me decían ¿cómo sabe que fueron los
militares los que te violaron porque ellos no hacen eso, ellos son buenos? Y también me
dijeron […] ¿cómo que eso te dijeron si no sabes hablar español, y cómo sabes que fueron
militares los que te abusaron? […] Y ahí salimos, yo pensé que iba nada más a poner una
denuncia e iban a agarrar a los militares que abusaron de mí pero no fue así”, declaración
rendida por la señora Rosendo Cantú en la audiencia pública, supra nota 64.
183 La señora Rosendo Cantú manifestó: “a pesar de que […] me dijeron que iba a ir
[…] a hablar con la justicia militar, ¿cómo iba a ir yo allá si nunca me creyeron? […] Me
daba tanto miedo por el temor, pues ¿cómo iba a ir […] a la justicia militar si ellos son
los mismos que abusaron de mí?”, declaración rendida por la señora Rosendo Cantú en
la audiencia pública, supra nota 96. Además declaró: “tengo el temor fundado de que […]
la indagatoria […] sea ilegalmente turnada ante el Ministerio Público Militar, con graves
perjuicios a mis garantías individuales, demanda de amparo presentado por la señora
Rosendo Cantú ante el Juez Primero de Distrito del Vigésimo Primer Circuito en el Estado de Guerrero de 6 de junio de 2002 (expediente de anexos a la demanda, anexo 20,
tomo I, folio 506). También indicó: “no quería salir porque el recuerdo que me dejaron
los militares fue muy grande que […] me dio tanto miedo. […] [Y]o no quería salir de la
comunidad, no salí porque yo quise de mi comunidad, sino que salí por el miedo por el
temor que estuviera[n] muchos militares”, declaración rendida por la señora Rosendo
Cantú en la audiencia pública, supra nota 64.
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Derecho a la integridad personal
ii) Integridad personal de los familiares de la señora Rosendo Cantú
La Corte ha declarado en otras oportunidades que los familiares de las víctimas de violaciones de los derechos humanos pueden ser, a su vez, víctimas. El Tribunal ha considerado violado el
derecho a la integridad psíquica y moral de familiares de víctimas
con motivo del sufrimiento adicional que estos han padecido como
producto de las circunstancias particulares de las violaciones perpetradas contra sus seres queridos y a causa de las posteriores
actuaciones u omisiones de las autoridades estatales frente a los
hechos184.(Cf. Párrafo 137)
La Corte considera, en el caso de la niña Yenys Bernardino Rosendo, quien tenía pocos meses de edad al momento de ocurridos los hechos, que una de las afectaciones que sufrió fueron los destierros que
ha debido enfrentar con su madre a raíz de los hechos, el alejamiento
de su comunidad y de su cultura indígena, y el desmembramiento de
la familia. La perita Correa González indicó que “la niña ha sufrido en
[ocho] años, al menos un cambio drástico del campo a la ciudad, y tres
cambios de ciudad, lo [cual] se traduce en cambio de escuelas, barrios,
amigos, cotidianeidad[] afectando la construcción de su identidad”185.
Estos traslados generaron que su crianza se desarrolle lejos de su familia materna, a la que se encuentra fuertemente vinculada, al punto
que ha indicado que “no quiere estar en la ciudad, sino irse con sus
[abuelos] a Caxitepec”186. Asimismo, la psicóloga González Marín señaló que la niña Yenys Bernardino Sierra “fue creciendo en medio de un
escenario violento, lo que ha originado en ella sentimientos de inseguridad y desprotección”. Por otro lado, los cambios de residencia le “han
generado confusión [y] constantemente cuestiona a su madre el hecho
de estar lejos de la comunidad”. Adicionalmente, los traslados tuvieron
como consecuencia también que su educación fuera de la comunidad
se desarrolle en escuelas en que sólo se habla español187. Por último,
las circunstancias en las que se está desarrollando su infancia, según la
184 Cfr. Caso Blake Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 24 de enero de 1998. Serie C No.
36, párr. 114; Caso Radilla Pacheco, supra nota 36, párr. 161, Caso Chitay Nech y otros,
supra nota 25, párr. 220.
185 Declaración rendida ante fedatario público por la perita Correa González, supra nota
127, folio 1261. Cfr. Declaración jurada rendida por la psicóloga Alejandra González Marín el 22 de octubre de 2009 (expediente anexos al escrito de solicitudes y argumentos,
tomo I, folio 5482).
186 Declaración jurada rendida por la psicóloga González Marín, supra nota 145, folio
5482. Cfr. Declaración rendida ante fedatario público por la perita Correa González, supra nota 127, folios 1261 y 1262.
187 Cfr. Declaración jurada rendida por la psicóloga González Marín, supra nota 145,
folio 5481.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
perito Correa González, pueden a futuro acarrear secuelas emocionales188. (Cf. Párrafo 138)
Con base en las anteriores consideraciones, la Corte concluye que la
violación sexual sufrida por la señora Rosendo Cantú, las consecuencias
de la misma, y la impunidad en que se mantiene el caso, provocaron una
afectación emocional a Yenys Bernardino Rosendo, en contravención del
derecho reconocido en el artículo 5.1 de la Convención Americana, en
relación con el artículo 1.1 de dicho instrumento. (Cf. Párrafo 139)
Respecto a la alegada violación del derecho a la integridad personal
de los demás familiares de la señora Rosendo Cantú, la Corte señala que,
de acuerdo a su jurisprudencia, las presuntas víctimas deben estar señaladas en la demanda y en el informe de la Comisión según el artículo 50
de la Convención. Además, de conformidad con el artículo 33.1 del Reglamento, corresponde a la Comisión y no a este Tribunal identificar con
precisión y en la debida oportunidad procesal a las presuntas víctimas
en un caso ante esta Corte189. Tomando en cuenta lo anterior, de acuerdo
con su jurisprudencia reiterada, el Tribunal considera como presuntas
víctimas a aquellas que así aparecen indicadas en el escrito de demanda
de la Comisión. En el presente caso, en cuanto a los familiares de la señora Rosendo Cantú, la Comisión indicó como presunta víctima únicamente a la niña Yenys Bernadino Rosendo190. Por lo anterior, la Corte no se
referirá a las alegadas violaciones en perjuicio de los padres y hermanos
de la señora Rosendo Cantú. (Cf. Párrafo 140)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 295)
la Corte decide, por unanimidad:
Admitir el retiro de la excepción preliminar interpuesta por el Estado,
en los términos del párrafo 13 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 1)
Aceptar el reconocimiento parcial de responsabilidad internacional
efectuado por el Estado, en los términos de los párrafos 16 a 26 de la
presente Sentencia. (Cf. Párrafo 2)
Declara, por unanimidad, que:
188 Cfr. Declaración rendida ante fedatario público por la perita Correa González, supra
nota 127, folio 1261.
189 Cfr. Caso de las Masacres de Ituango, supra nota 130, párr. 98; Caso De la Masacre de
Las Dos Erres, supra nota 27, párr. 20, y Caso Chitay Nech y otros, supra nota 25, párr. 44.
190 Igualmente en el Informe Fondo No. 36/09, la Comisión estableció responsabilidad
del Estado por la violación del artículo 5.1 de la Convención en perjuicio de Yenys Bernardino Rosendo, supra nota 3, folio 404.
261
262
Derecho a la integridad personal
El Estado es responsable por la violación de los derechos a la integridad personal, a la dignidad y a la vida privada, consagrados, respectivamente, en los artículos 5.1 y 5.2, 11.1 y 11.2 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en relación con los artículos 1.1
de la misma y 1, 2 y 6 de la Convención Interamericana para Prevenir
y Sancionar la Tortura, así como por el incumplimiento del deber establecido en el artículo 7.a de la Convención Interamericana para Prevenir Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, en perjuicio de la
señora Rosendo Cantú, de conformidad con lo expuesto en los párrafos
89 a 121 y 127 a 131 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 3)
El Estado es responsable por la violación del derecho a la integridad
personal, consagrado en el artículo 5.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en
perjuicio de Yenys Bernardino Sierra, de conformidad con lo expuesto
en los párrafos 137 a 139 de esta Sentencia. (Cf. Párrafo 4)
No corresponde emitir un pronunciamiento sobre la alegada violación a la integridad personal, contenida en el artículo 5.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en perjuicio del señor
Victoriano Rosendo Morales, la señora María Cantú García y los hermanos y hermanas de la señora Rosendo Cantú, de conformidad con
lo expuesto en el párrafo 140 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 5)
Y dispone, por unanimidad, que,
Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación. (Cf. Párrafo 6)
El Estado deberá conducir en el fuero ordinario, eficazmente y
dentro de un plazo razonable, la investigación y, en su caso, el proceso penal que tramite en relación con la violación sexual de la señora
Rosendo Cantú, con el fin de determinar las correspondientes responsabilidades penales y aplicar, en su caso, las sanciones y demás consecuencias que la ley prevea, de conformidad con lo establecido en los
párrafos 211 a 213 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 7)
El Estado deberá, de acuerdo con la normativa disciplinaria pertinente, examinar el hecho y la conducta del agente del Ministerio Público que dificultaron la recepción de la denuncia presentada por la
señora Rosendo Cantú, así como del médico que no dio el aviso legal
correspondiente a las autoridades, de conformidad con lo establecido
en el párrafo 214 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 8)
El Estado deberá adoptar, en un plazo razonable, las reformas legislativas pertinentes para compatibilizar el artículo 57 del Código de
Justicia Militar con los estándares internacionales en la materia y de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, de conformidad con
lo establecido en el párrafo 222 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 9)
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
El Estado deberá adoptar las reformas pertinentes para permitir
que las personas afectadas por la intervención del fuero militar cuenten con un recurso efectivo de impugnación de tal competencia, de
conformidad con lo establecido en el párrafo 223 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 10)
El Estado deberá realizar un acto público de reconocimiento de
responsabilidad internacional en relación con los hechos del presente
caso, de conformidad con lo establecido en el párrafo 226 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 11)
El Estado deberá realizar las publicaciones dispuestas, de conformidad con lo establecido en el párrafo 229 de la presente Sentencia.
(Cf. Párrafo 12)
El Estado deberá continuar con el proceso de estandarización de
un protocolo de actuación, para el ámbito federal y del estado de Guerrero, respecto de la atención e investigación de violaciones sexuales
considerando, en lo pertinente, los parámetros establecidos en el Protocolo de Estambul y en las Directrices de la Organización Mundial de
la Salud, de conformidad con lo establecido en el párrafo 242 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 13)
El Estado deberá continuar implementando programas y cursos
permanentes de capacitación sobre investigación diligente en casos de
violencia sexual contra las mujeres, que incluyan una perspectiva de
género y etnicidad, los cuales deberán impartirse a los funcionarios
federales y del estado de Guerrero, de conformidad con lo establecido
los párrafos 245 y 246 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 14)
El Estado deberá continuar con las acciones desarrolladas en materia de capacitación en derechos humanos de integrantes de las Fuerzas
Armadas, y deberá implementar, en un plazo razonable, un programa
o curso permanente y obligatorio de capacitación y formación en derechos humanos, dirigido a los miembros de las Fuerzas Armadas, de
conformidad con lo establecido en el párrafo 249 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 15)
El Estado deberá brindar el tratamiento médico y psicológico que
requieran las víctimas, de conformidad con lo establecido en los párrafos 252 y 253 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 16)
El Estado deberá otorgar becas de estudios en instituciones públicas mexicanas en beneficio de la señora Rosendo Cantú y de su hija,
Yenys Bernardino Rosendo, de conformidad con lo establecido en el
párrafo 257 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 17)
El Estado deberá continuar brindando servicios de tratamiento a
mujeres víctimas de violencia sexual por medio del centro de salud de
Caxitepec, el cual deberá ser fortalecido a través de la provisión de re-
263
264
Derecho a la integridad personal
cursos materiales y personales, de conformidad con lo establecido en
el párrafo 260 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 18)
El Estado deberá asegurar que los servicios de atención a las mujeres víctimas de violencia sexual sean proporcionados por las instituciones indicadas por México, entre otras, el Ministerio Público en
Ayutla de los Libres, a través de la provisión de los recursos materiales
y personales, cuyas actividades deberán ser fortalecidas mediante acciones de capacitación, de conformidad con lo establecido en el párrafo
263 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 19)
El Estado deberá continuar las campañas de concientización y sensibilización de la población en general sobre la prohibición y los efectos de la violencia y discriminación contra la mujer indígena, en los
términos del párrafo 267 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 20)
El Estado deberá pagar las cantidades fijadas en los párrafos 274,
279 y 286 de la presente Sentencia, por concepto de indemnización
por daño material e inmaterial y por el reintegro de costas y gastos,
según corresponda, dentro del plazo de un año, contado a partir de la
notificación del presente Fallo, en los términos de los párrafos 287 a
294 del mismo. (Cf. Párrafo 21)
La Corte supervisará el cumplimiento íntegro de esta Sentencia, en
ejercicio de sus atribuciones y en cumplimiento de sus deberes conforme a la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y dará
por concluido el presente caso una vez que el Estado haya dado cabal
cumplimiento a lo dispuesto en la misma. Dentro del plazo de un año
a partir de la notificación de esta Sentencia el Estado deberá rendir al
Tribunal un informe sobre las medidas adoptadas para darle cumplimiento. (Cf. Párrafo 22)
V
De los pueblos indígenas
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Comunidad Moiwana Vs. Surinam
Fecha de Sentencia: 15 de junio de 2005
Víctimas: Comunidad Moiwana
Estado parte: Surinam
Hechos del caso
El 29 de noviembre de 1986 miembros de las fuerzas armadas de
Suriname habrían atacado la comunidad N’djuka Maroon de Moiwana.
Los soldados supuestamente masacraron a más de 40 hombres, mujeres
y niños, y arrasaron la comunidad. Los que lograron escapar presuntamente huyeron a los bosques circundantes, y después fueron exiliados o
internamente desplazados. Asimismo, a la fecha de la presentación de la
demanda, supuestamente no habría habido una investigación adecuada
de la masacre, nadie habría sido juzgado ni sancionado, y los sobrevivientes permanecerían desplazados de sus tierras; consecuentemente,
serían incapaces de retomar su estilo de vida tradicional. Por estas razones, la Comisión señaló que, mientras que el ataque en sí era anterior a
la ratificación de la Convención Americana por parte de Suriname y a su
reconocimiento de la competencia contenciosa de la Corte, la presunta
denegación de justicia y el desplazamiento ocurrido con posterioridad al
ataque constituían el objeto de la demanda.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Artículo 5 de la Convención Americana (Derecho a la Integridad Personal) en relación con el artículo 1.1 de la misma (Obligación de Respetar los Derechos)
Consideraciones de la Corte
El artículo 5.1 de la Convención Americana dispone que “[t]oda
persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica
y moral”. (Cf. Párrafo 90).
267
268
Derecho a la integridad personal
La Corte observa que la Comisión no presentó argumentos en relación con la presunta violación del artículo 5 de la Convención Americana. Sin embargo, la jurisprudencia del Tribunal ha establecido
con claridad que los representantes pueden argumentar que ha habido otras violaciones diferentes de las alegadas por la Comisión, siempre y cuando esos argumentos de derecho se atengan a los hechos
contenidos en la demanda1. Los peticionarios son los titulares de los
derechos consagrados en la Convención; por lo tanto, privarlos de la
oportunidad de someter sus propios alegatos de derecho constituiría
una restricción indebida de su derecho de acceso a la justicia, que
emana de su condición de sujetos del Derecho Internacional de los
Derechos Humanos2. Asimismo, esta Corte tiene competencia –a la
luz de la Convención Americana y con base en el principio iura novit
curia, el cual se encuentra sólidamente respaldado en la jurisprudencia internacional– para estudiar la posible violación de las normas de
la Convención que no han sido alegadas en los escritos presentados
ante ella, en la inteligencia de que las partes hayan tenido la oportunidad de expresar sus respectivas posiciones en relación con los
hechos relevantes3. (Cf. Párrafo 91)
En cuanto al presente caso, el Tribunal decidió anteriormente que
no tiene competencia para examinar los hechos del 29 de noviembre de
1986. Sin embargo, tiene competencia para examinar el cumplimiento por parte del Estado de su obligación de garantizar el derecho a la
integridad personal, que se traduce aquí en la obligación de investigar
las posibles violaciones al artículo 5 de la Convención. (Cf. Párrafo 92)
La falta de cumplimiento de esta obligación ha impedido a los
miembros de la comunidad Moiwana honrar adecuadamente a sus
seres queridos fallecidos y ha implicado la separación forzosa de éstos de sus tierras tradicionales, situaciones que afectan los derechos
de estos miembros consagrados en el artículo 5 de la Convención.
Además, se ha afectado la integridad personal de los miembros de la
comunidad por el sufrimiento que les ha causado la obstaculización,
a pesar de sus esfuerzos persistentes, para obtener justicia por el ataque a su aldea, particularmente a la luz del énfasis de los N’djuka en
1 Cfr. Caso De La Cruz Flores. Sentencia de 18 de noviembre de 2004. Serie C No. 115,
párr. 122; Caso “Instituto de Reeducación del Menor”. Sentencia de 2 de septiembre de
2004. Serie C No. 112, párr. 125; y Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri. Sentencia de
8 de julio de 2004. Serie C No. 110, párr. 179.
2 Cfr. Caso De La Cruz Flores, supra nota 59, párr. 122; Caso “Instituto de Reeducación del
Menor”, supra nota 59, párr. 125; y Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri, supra nota
59, párr. 179.
3 Cfr. Caso “Instituto de Reeducación del Menor”, supra nota 59, párr. 126.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
sancionar apropiadamente las violaciones cometidas. La Corte empezará este examen por este último punto. (Cf. Párrafo 93)
a) Obstaculización a los esfuerzos de los miembros de la comunidad
para obtener justicia
A pesar de los diversos esfuerzos de los miembros de la comunidad
y de sus representantes legales, así como de la clara evidencia de la
responsabilidad del Estado, no existe indicación alguna de que haya
habido una investigación seria y completa sobre los hechos del 29 de
noviembre de 1986, como se analizará en la sección correspondiente
a los artículos 8 y 25 de la Convención Americana (infra párrs. 139 a
164). Asimismo, los miembros de la comunidad no han recibido reparación alguna por esos hechos (supra párr. 86.33). Tal ausencia de
recursos efectivos ha sido considerada por la Corte como fuente de
sufrimiento y angustia para víctimas y sus familiares4; incluso, en el
presente caso, ha creado en los miembros de la comunidad la convicción de que el Estado los discrimina activamente. Por ejemplo, Antonia
Difienjo señaló que “en comparación con otros en el país, […] nosotros
no tenemos los mismos derechos en Suriname”. Stanley Rensch expresó que existe “un apoyo insuficiente a la idea […] de que los Maroons se
merezcan el mismo tipo de protección legal en el país”. (Cf. Párrafo 94)
Más aun, la impunidad persistente ha tenido un grave impacto en
los miembros de la comunidad de Moiwana, como pueblo N’djuka. Tal
como se ha señalado en los hechos probados (supra párr. 86.10), la justicia y la “responsabilidad colectiva” son principios centrales en la sociedad N’djuka tradicional. Si un miembro de la comunidad es ofendido,
sus familiares –que serían todos los miembros de linaje maternal– están obligados a buscar justicia para la ofensa cometida. Si ese familiar
ha muerto, los N’djuka creen que su espíritu no podrá descansar en paz
hasta que se haga justicia. Mientras que la ofensa siga sin sanción, el
espíritu de la víctima –y posiblemente otros espíritus ancestrales– pueden atormentar a sus familiares vivientes. (Cf. Párrafo 95)
En este sentido, el perito Kenneth Bilby manifestó que, de conformidad con las creencias tradicionales, los espíritus de los muertos afectan
a un número cada vez mayor de miembros de la comunidad cuando no
hay solución a una transgresión grave. Los testigos que declararon ante
la Corte expresaron un gran miedo hacia esos espíritus y mucho remordimiento porque sus esfuerzos para obtener justicia aun no han tenido éxito. Como lo declaró Andre Ajintoena, es “esencial” buscar justicia
cuando alguien muere de manera injusta; esta obligación de “enderezar
4 Cfr. Caso de las Hermanas Serrano Cruz, supra nota 9, párrs. 113 a 115.
269
270
Derecho a la integridad personal
las cosas”, si no se cumple, causará sufrimientos tanto a los vivos como
a los muertos. Por estas razones, el señor Ajintoena estableció una organización, Association Moiwana, dedicada a promover una investigación
del ataque de 1986; sin embargo, debido a la denegación de justicia a
la que se siguen enfrentando los miembros de la comunidad, el señor
Ajintoena señaló, “es como si estuviéramos muriendo una segunda vez”,
Así, los miembros de la comunidad no sólo han sufrido la indignación y
vergüenza de haber sido abandonados por el sistema de justicia penal
de Suriname –a pesar de las graves acciones perpetradas en contra de su
aldea– sino también han debido sentir la ira de los familiares que murieron injustamente durante el ataque. (Cf. Párrafo 96)
Asimismo, debido a la impunidad continuada por la operación militar de 1986 y al desconocimiento por parte de los miembros de la
comunidad acerca de los motivos de tal ataque, éstos han sufrido una
profunda ansiedad frente a la posibilidad de enfrentar hostilidades si
regresaran a sus tierras tradicionales. Erwin Willemdam testificó ante
la Corte que, desde que ocurrió el ataque, ha conducido su vehículo
cerca de la aldea de Moiwana en varias ocasiones, pero nunca se ha
detenido: “mientras no se haya hecho justicia, […] no podemos regresar a quedarnos a ese lugar”. La prueba testimonial demostró que para
que los miembros de la comunidad se sientan suficientemente seguros
para establecer nuevamente su residencia en la aldea de Moiwana, deben conocer por qué ocurrieron las muertes y qué hará el Estado para
exigir la responsabilidad de los autores de esos hechos. (Cf. Párrafo 97)
b) Imposibilidad de los miembros de la comunidad de honrar apropiadamente a sus seres queridos fallecidos
Como quedó establecido en los hechos probados (supra párrs. 86.7
a 86.9), el pueblo N’djuka tiene rituales específicos y complejos que se
deben seguir después de la muerte de un miembro de la comunidad. Asimismo, es extremadamente importante tener la posesión de los restos
mortales del fallecido, ya que el cadáver debe ser tratado en una forma
particular durante las ceremonias mortuorias N’djuka y ser colocado en
el lugar adecuado de entierro del grupo familiar. Sólo quienes han sido
considerados indignos no reciben un entierro honorable. (Cf. Párrafo 98)
Si no se realizan los diferentes rituales mortuorios de conformidad con la tradición N’djuka, esto se considera una transgresión moral
profunda, lo cual no sólo provoca el enojo del espíritu de la persona
que murió, sino también puede ofender a otros ancestros (supra párr.
86.9). Esto tiene como consecuencia una serie de “enfermedades de
origen espiritual” que se manifiestan como enfermedades físicas reales
y pueden afectar a toda la descendencia (supra párr. 86.9). Los N’djuka
consideran que tales enfermedades no se curan espontáneamente,
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
sino deben resolverse a través de medios culturales y ceremoniales;
si esto no es así, las condiciones persistirían a través de generaciones
(supra párr. 86.9). En este sentido, la señora Difienjo manifestó que, de
no realizarse las ceremonias mortuorias:
esto representará una carga para todos los niños, también nos
perseguirá a nosotros. […] Es como si no existiéramos en la tierra.
Quiero decir, esa sería la carga. […] Si no se hace apropiadamente con aquellos a quienes mataron, entonces muchas cosas nos
pueden pasar. […]. De manera que si no se llevan a cabo los ritos
apropiados de quienes murieron, entonces estamos en medio de la
nada. (Cf. Párrafo 99)
Por esta razón, una de las principales fuentes de sufrimiento para
los miembros de la comunidad es que ignoran lo que aconteció con los
restos de su seres queridos y, como resultado, no pueden honrarlos y
enterrarlos según los principios fundamentales de la cultura N’djuka.
Además, la Corte observa que los miembros de la comunidad se han
visto afectados emocionalmente por la información de que algunos cadáveres fueron incinerados en una funeraria de Moengo. Tal como lo
declaró el señor Willemdam, “esa es una de las peores cosas que nos podría ocurrir, quemar el cuerpo de alguien que murió”. (Cf. Párrafo 100)
c) La separación de los miembros de la comunidad de sus tierras tradicionales
Los hechos probados demuestran que la conexión de la comunidad N’djuka a su tierra tradicional reviste vital importancia espiritual,
cultural y material (supra párr. 86.6). En efecto, tal como lo señalaron
los peritos Thomas Polimé y Kenneth Bilby (supra párrs. 79 y 80.e),
para que se pueda preservar la identidad e integridad de la cultura,
los miembros de la comunidad deben mantener una relación fluida y
multidimensional con sus tierras ancestrales. (Cf. Párrafo 101)
Sin embargo, la aldea de Moiwana y las tierras tradicionales circundantes han estado abandonadas desde los hechos del 29 de noviembre de 1986 (supra párr. 86.19). Muchos miembros de la comunidad
han sido desplazados internamente en Suriname y el resto permanece,
hasta hoy, como refugiados en la Guyana Francesa (supra párr. 86.18).
Desde su huida de la aldea de Moiwana, muchos miembros de la comunidad, si no todos, han sufrido pobreza y privación por su incapacidad
de desarrollar sus formas tradicionales de subsistencia y sustento (supra párr. 86.18). La señora Difienjo testificó ante la Corte que, desde la
fecha del ataque, su vida “se ha visto completamente perturbada”; además, indicó que las dificultades de los refugiados han sido ignoradas
por el Estado y enfatizó que la Guyana Francesa “no es [su] lugar”. Por
su parte, el señor Ajintoena declaró que “han perdido todo” después
271
272
Derecho a la integridad personal
de los hechos de 1986 y que necesitan “urgentemente” regresar a sus
tierras tradicionales para “restaurar [sus] vidas”. Asimismo, manifestó
que, con el ataque, “el gobierno destruyó la tradición cultural […] de las
comunidades Maroon en Moiwana”. (Cf. Párrafo 102)
Con fundamento en el anterior análisis, la Corte concluye que los
miembros de la comunidad Moiwana han sufrido emocional, psicológica, espiritual y económicamente, en forma tal que constituye un violación por parte del Estado del artículo 5.1 de la Convención Americana,
en relación con el artículo 1.1 de dicho tratado, en perjuicio de aquéllos. (Cf. Párrafo 103)
La integridad personal en el ámbito de la violación del artículo
21 de la CADH (derecho a la propiedad) y en relación con el artículo
1.1 de la misma (obligación de respetar los derechos)
Sin embargo, esta Corte ha sostenido que, en el caso de comunidades indígenas que han ocupado sus tierras ancestrales de acuerdo con
sus prácticas consuetudinarias –pero que carecen de un título formal de
propiedad– la posesión de la tierra debería bastar para que obtengan
el reconocimiento oficial de dicha propiedad y el consiguiente registro5.
La Corte llegó a esa conclusión considerando los lazos únicos y duraderos que unen a las comunidades indígenas con su territorio ancestral. La
estrecha relación que los indígenas mantienen con la tierra debe de ser
reconocida y comprendida como la base fundamental de sus culturas, su
vida espiritual, su integridad y su supervivencia económica6. Para tales
pueblos, su nexo comunal con el territorio ancestral no es meramente
una cuestión de posesión y producción, sino un elemento material y espiritual del que deben gozar plenamente, inclusive para preservar su legado cultural y transmitirlo a las generaciones futuras7. (Cf. Párrafo 131)
Los miembros de la comunidad no son indígenas de la región; según los hechos probados, la aldea de Moiwana fue fundada por clanes
N’djuka a finales del siglo XIX (supra párr. 86.11). Sin embargo, desde
ese momento hasta el ataque de 1986, los miembros de la comunidad
vivieron en el área con estricto apego a las costumbres N’djuka. El perito Thomas Polimé describió la naturaleza de su relación con las tierras
en la aldea de Moiwana y sus alrededores de la siguiente manera:
[los] N’djuka, al igual que otros pueblos indígenas y tribales, tienen una relación profunda y omnicomprensiva con sus tierras an-
5 Cfr. Caso de la Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni. Sentencia de 31 de agosto de
2001. Serie C No. 79, párr. 151.
6 Cfr. Caso de la Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni, supra nota 171, párr. 149.
7 Cfr. Caso de la Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni, supra nota 171, párr. 149.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
cestrales. Se encuentran intrínsecamente ligados a esas tierras y
a los sitios sagrados que ahí se encuentran, y su desplazamiento
forzado ha cortado esos lazos fundamentales. Muchos de los sobrevivientes y sus familiares señalan su lugar de origen en, o cerca
de, la aldea de Moiwana. Su imposibilidad de mantener su relación
con sus tierras ancestrales y con sus sitios sagrados los ha privado de un aspecto fundamental de su identidad y de su sentido de
bienestar. Sin una comunión regular con esas tierras y sitios, son
incapaces de practicar y gozar sus tradiciones culturales y religiosas, en mayor detrimento a su seguridad personal y colectiva y a su
sentido de bienestar. (Cf. Párrafo 132)
En este sentido, los miembros de la comunidad, un pueblo tribal
N’djuka, poseen una “relación omnicomprensiva” con sus tierras tradicionales, y su concepto de propiedad en relación con ese territorio no se
centra en el individuo, sino en la comunidad como un todo8. En virtud
de lo anterior, la jurisprudencia de esta Corte en relación con las comunidades indígenas y sus derechos comunales a la propiedad, de conformidad con el artículo 21 de la Convención, debe también aplicarse a los
miembros de la comunidad tribal que residía en Moiwana: su ocupación
tradicional de la aldea de Moiwana y las tierras circundantes –lo cual ha
sido reconocido y respetado durante años por los clanes N’djuka y por
las comunidades indígenas vecinas (supra párr. 86.4)– debe bastar para
obtener reconocimiento estatal de su propiedad. Los límites exactos de
ese territorio, sin embargo, sólo pueden determinarse previa consulta
con dichas comunidades vecinas (infra párr. 210). (Cf. Párrafo 133)
Con base en lo anterior, los miembros de la comunidad pueden ser
considerados los dueños legítimos de sus tierras tradicionales, por lo
cual tienen derecho al uso y goce de las mismas. Sin embargo, de los
hechos aparece que este derecho les ha sido negado hasta hoy como consecuencia de los sucesos de noviembre del 1986 y la conducta posterior
del Estado respecto de la investigación de estos hechos. (Cf. Párrafo 134)
Por todo lo expuesto, la Corte concluye que Suriname violó el derecho de los miembros de la comunidad al uso y goce comunal de su
propiedad tradicional. Consecuentemente, el Tribunal considera que
el Estado violó el artículo 21 de la Convención Americana, en relación
con el artículo 1.1 de dicho tratado, en perjuicio de los miembros de la
comunidad Moiwana. (Cf. Párrafo 135)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 233)
8 Cfr. Caso de la Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni, supra nota 171, párr. 149.
273
274
Derecho a la integridad personal
La Corte decide, por unanimidad,
El Estado violó el derecho a la integridad personal consagrado en el
artículo 5.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en
relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de los miembros
de la comunidad Moiwana, en los términos del párrafo 103 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 1)
Voto concurrente de la jueza Cecilia Medina
Estoy de acuerdo con la decisión de la Corte de que se han violado
los artículos 5.1, 22 y 21 de la Convención Americana, todos ellos en
relación con el artículo 1.1 de la misma, y los artículos 8.1 y 25 de esa
Convención. Sin perjuicio de ello, redacto este voto porque estimo que
la Corte omitió declarar en la sentencia la violación del artículo 4 basada en la falta de cumplimiento por parte del Estado de su obligación de
investigar la privación de las vidas como consecuencia de la masacre
ocurrida en Moiwana en 1986 y no precisó la violación del artículo 5,
también en cuanto al incumplimiento de la obligación de investigar estos mismos hechos, pero en relación con la integridad personal9. En mi
opinión, la omisión respecto del artículo 4 dejó, además, sin sustento la
violación de los artículos 8 y 25 de la Convención.
Quisiera establecer, en primer término, las premisas generales de
esta posición y, posteriormente, referirme al caso en particular, objeto
de esta sentencia.
Con respecto a las premisas generales:
1. Las obligaciones para los Estados que establece la Convención
Americana, son las de respetar y garantizar los derechos humanos consagrados en ella. La obligación de garantizar, relevante en este voto,
“no se agota con la existencia de un orden normativo dirigido a hacer
posible el cumplimiento de esta obligación, sino que comporta la necesidad de una conducta gubernamental que asegure la existencia, en la
realidad, de una eficaz garantía del libre y pleno ejercicio de los derechos humanos”10. Con estas palabras, la Corte establece la noción de la
obligatoriedad para los Estados Partes de ejecutar acciones destinadas
a cumplir con esta disposición.
Como la obligación de garantizar se refiere a los derechos específi9 En el caso del artículo 5, además de la falta de investigación de las violaciones a la
integridad producidas en el hecho mismo de la masacre, había otras alegaciones de violaciones referidas a hechos sobrevivientes a la masacre, respecto de las cuales la Corte sí
se pronunció (ver párrs. 90 a 103)
10 Ibídem, párr. 167.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
cos, ella se cumplirá de diversas maneras según sea el derecho que sea
el objeto de la garantía.
2. En mi opinión, y creo que en la jurisprudencia de la Corte, la obligación de investigar, que la Corte ha mencionado de manera consistente en los casos de violaciones de los artículos 4 y 5 de la Convención,
deriva de la obligación general que tienen los Estados partes de garantizar estos dos derechos, es decir, del artículo 1.1 de la Convención
leído conjuntamente con los artículos 4 o 5 de la misma. La fundamentación clara en apoyo de esta posición, que prevalece hasta ahora, se
encuentra en el inicio de la actividad jurisdiccional de la Corte11.
3. Por otra parte, se deriva de lo dicho anteriormente que esta obligación de investigar sólo se puede exigir en función de un derecho
sustantivo que debe ser amparado. La Corte ha sostenido regularmente la imprescindible ligazón de la obligación de garantizar, y por ende
de la de investigar, con el derecho respectivo que debe ser garantizado.
Esta posición se observa ya en la primera sentencia de la Corte,
donde afirma que el artículo 1.1 “contiene la obligación contraída por
los Estados Partes en relación con cada uno de los derechos protegidos, de tal manera que toda pretensión de que se ha lesionado alguno
de esos derechos, implica necesariamente la de que se ha infringido
también el artículo 1.1 de la Convención”12. De manera acorde con esta
posición, en el caso Tibi, por ejemplo, la Corte sostuvo que en razón
de la obligación del artículo 1.1 de respetar y garantizar los derechos
de la Convención, “el Estado tiene el deber de iniciar de oficio e inmediatamente una investigación efectiva que permita identificar, juzgar y
sancionar a los responsables cuando existe denuncia o razón fundada
para creer que se ha cometido un acto de tortura en violación del artículo 5 de la Convención Americana”13. En el caso Myrna Mack Chang,
la Corte manifestó que “…la salvaguarda del derecho a la vida requiere
que se realice una investigación oficial efectiva cuando hay personas
que pierden la vida como resultado del uso de la fuerza por agentes del
Estado”14. Esta idea se repite, inter alia, en la sentencia del caso Hermanos Gómez Paquiyauri15, en la del caso Cantoral Benavides16, en la del
11 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez. Sentencia de 29 de julio de 1988. Serie C No. 4, párrs.
166 a 177.
12 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez, supra nota 3, párr. 162.
13 Cfr. Caso Tibi. Sentencia de 7 de septiembre de 2004. Serie C No. 114, párr. 159.
14 Cfr. Caso Myrna Mack Chang. Sentencia de 25 de noviembre de 2003. Serie C No. 101,
párr. 131.
15 Cfr. Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri. Sentencia de 8 de julio de 2004. Serie C
No. 110, párr. 131.
16 Cfr. Caso Cantoral Benavides. Sentencia de 18 de agosto de 2000. Serie C No. 69, punto
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Derecho a la integridad personal
caso Caballero Delgado y Santana17 y en la de Baena Ricardo y otros18.
Aun en los casos en que la Corte ha examinado la violación del artículo 1 en un capítulo independiente, no ha dejado de ligar esta violación del artículo 1.1 con el derecho violado. En el caso Juan Humberto
Sánchez, por ejemplo, la Corte resuelve que “Las violaciones del derecho a la libertad y seguridad personal, a la vida, a la integridad física,
psíquica y moral…, que han sido establecidas en esta sentencia, son
imputables al Estado… En consecuencia, el Estado es responsable por
la inobservancia del artículo 1.1 de la Convención, en relación con las
violaciones declaradas a los artículos 4,5, 7, 8 y 25 de la misma”19. La
sentencia en el caso Bámaca Velásquez, con una organización semejante, dice exactamente lo mismo20.
4. Una situación similar se presenta con respecto al artículo 2 de la
Convención, que también contiene una obligación general que subyace
a los derechos consagrados. La Corte ha tenido a ese respecto la misma
posición, incluso cuando ha tratado la violación del artículo 2 en un
capítulo diferente. En el caso Suárez Rosero, por ejemplo, la Corte establece primero una violación del artículo 7. 5 y, en el capítulo en que
trata el artículo 2 concluye que:
“En conclusión, la Corte señala que la excepción contenida en el
artículo 114 bis citado infringe el artículo 2 de la Convención por
cuanto el Ecuador no ha tomado las medidas adecuadas de derecho interno que permitan hacer efectivo el derecho contemplado
en el artículo 7.5 de la Convención”21. (Cf. Párrafo 99)
De esta manera, la Corte vincula el incumplimiento del artículo 2
con la violación de un derecho específico.
5. No parece posible que esta vinculación entre la obligación del artículo 1.1 y el derecho sustantivo que se ampara permita que se declare
una violación autónoma de ese derecho. Si el Estado está obligado a
garantizar los derechos establecidos en la Convención –como lo dice el
artículo 1.1- el objeto de la garantía sólo puede ser uno o más de esos
derechos, y la obligación se entenderá no cumplida sólo respecto de
ese derecho, lo que constituirá una violación de este último.
resolutivo 10.
17 Cfr. Caso Caballero Delgado. Sentencia de 8 de diciembre de 1995. Serie C No. 22, párr. 56.
18 Cfr. Caso Baena Ricardo y Otros. Sentencia de 2 de febrero de 2001. Serie C No. 72,
punto resolutivo 5.
19 Cfr. Caso Juan Humberto Sánchez. Sentencia de 7 de junio de 2003. Serie C No. 99,
párr. 145.
20 Cfr. Caso Bámaca Velásquez. Sentencia de 25 de noviembre de 2000. Serie C No. 70,
párr. 213. Ver también puntos resolutivos 6 y 8.
21 Cfr. Caso Suárez Rosero. Sentencia de 12 de noviembre de 1997. Serie C No. 35, párr. 99.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Estimo, entonces, que el fundamento jurídico que la Corte puede
invocar para demandar de un Estado el cumplimiento de la obligación
del artículo 1.1 es la existencia de una violación de un derecho que
debió ser amparado, protegido o garantizado. Dicho en otros términos,
no parece posible encontrar otro fundamento jurídico para obligar a
un Estado a investigar hechos sino que el de que la Corte decida que,
efectivamente, al no investigar, se ha violado la obligación de garantizar un derecho específico.
No me parece tampoco posible que la Corte tenga la facultad de
exigir al Estado que investigue algún hecho, sin darle a esa exigencia
un fundamento jurídico que emane de la Convención o de las normas
internacionales a las que la Corte pueda recurrir para fundamentar sus
decisiones. De hecho, no parece existir en la jurisprudencia de la Corte mención alguna de otro fundamento jurídico que no sea el descrito
anteriormente.
6. Entrando ahora a otro aspecto del problema, parece haber también jurisprudencia asentada de la Corte, la que comparto, que un
derecho consagrado en la Convención puede ser violado tanto por la
acción como por la omisión del Estado. Esto, que la Corte ya dijo en la
sentencia de fondo de Velásquez Rodríguez, está particularmente precisado en la sentencia del caso Instituto de Reeducación del Menor, en
cuyo párrafo 156 la Corte sostiene que los Estados “tienen la obligación de garantizar la creación de las condiciones que se requieran para
el pleno goce y ejercicio” del derecho a la vida, para establecer más
adelante que, al no haber tomado Paraguay “medidas positivas necesarias y suficientes para garantizarles condiciones de vida digna a todos
los internos y tomar las medidas especiales que se requerían para los
niños”, el Estado había violado el artículo 422.
Con respecto a este caso en particular.
1. El primer punto que la Corte debió resolver en este caso se refirió a
la competencia ratione temporis para conocer de él, ya que la masacre de
muchos miembros de la Comunidad Moiwana había ocurrido en 1986,
es decir, antes de la fecha de vigencia de la Convención Americana en
Suriname y antes también de la fecha del reconocimiento de la competencia de la Corte por parte de dicho Estado23. La Corte, respetando esa
22 Cfr. Caso “Instituto de Reeducación del Menor”. Sentencia de 2 de septiembre de 2004.
Serie C No. 112, párr. 176. Ver, además, el punto resolutivo 4 de la sentencia.
23 La Corte se había enfrentado a un problema parecido en el caso de las Hermanas
Serrano Cruz, pero allí existía un obstáculo que le impedía declarar subsistente la obligación de investigar porque el Estado había reconocido la competencia de la Corte con la
reserva expresa de que la Corte podía examinar sola y exclusivamente los hechos o actos
jurídicos posteriores a la fecha de depósito de la declaración de aceptación de la compe-
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Derecho a la integridad personal
incompetencia, sostiene, al resolver la excepción preliminar ratione temporis interpuesta por el Estado, que efectivamente no puede examinar la
violación del artículo 4 en relación con la presunta privación arbitraria
de la vida a miembros de la Comunidad Moiwana por agentes del Estado, ni la violación del artículo 5 que pudiera surgir de afectaciones a
la integridad personal ocurridas el día de los sucesos de 1986, es decir,
no puede pronunciarse sobre la presunta violación de la obligación de
respetar el derecho a la vida y el derecho a la integridad personal que
habría ocurrido el 29 de noviembre de 1986 en Suriname24.
Sin perjuicio de ello, la Corte entiende que los hechos producidos
en 1986 generaron la obligación de investigarlos, y que esta obligación estaba pendiente de ejecución al momento de adquirir la Corte
competencia para juzgar al Estado de Suriname y, por lo tanto, ratione
temporis, caía bajo la jurisdicción de la Corte25.
2. La generación de la obligación de investigar se produjo, en mi
opinión, al momento de la masacre. No hay que olvidar que Suriname
era a esa fecha miembro de la Organización de Estados Americanos y,
en tanto miembro, estaba sujeto al respeto y garantía de los derechos
humanos establecidos en la Declaración Americana sobre Derechos y
Deberes del Hombre, entre los cuales se encuentran, en el artículo I,
los derechos a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona. La
masacre de la aldea de Moiwana no se produjo, pues, en ausencia de
normas del sistema que Suriname debía respetar.
Sin embargo, la Corte estaba imposibilitada de supervisar el cumplimiento de dicha obligación por carecer de competencia para ello. Ella
nació al momento del depósito por Suriname del documento de su reconocimiento conforme al artículo 62 de la Convención. En ese instante, la
obligación de investigar se encontraba pendiente, ya que es una obligación que no se agota en el momento en que suceden los hechos26. Esto
es, por lo demás, lo que decide la Corte en el párrafo 40 de la sentencia.
3. Habiendo la Corte decidido que el Estado tenía la obligación de
investigar los hechos de la masacre, debió haber expresado el fundamento jurídico de dicha obligación, puesto que si no existe ese fundatencia o los hechos o actos jurídicos cuyo principio de ejecución fueran posteriores a esa
misma fecha (Ver Caso de las Hermanas Serrano Cruz. Sentencia de 23 de noviembre de
2004. Serie C No. 118, párrs. 57 a 96).
24 Ver párrs 37 a 43.
25 Ver párr. 40.
26 En este mismo sentido, la Corte señaló, en el caso Tibi, que “[d]esde que entró en vigor
en el Ecuador la referida Convención Interamericana contra la Tortura (9 de diciembre
de 1999), es exigible al Estado el cumplimiento de las obligaciones contenidas en dicho
tratado. (Cfr. Caso Tibi, supra nota 5, párr. 159)
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
mento, tampoco existirá la obligación. La sentencia omite esta mención
en el párrafo 156 de la misma.
Esto se hace imprescindible puesto que, si no existe la obligación
de investigar, tampoco puede la Corte sostener que ha habido una violación de los artículos 8.1 y 25 en perjuicio de los miembros de la Comunidad. Los artículos 8.1 y 25 establecen, el primero, cómo se debe
investigar cuando existe la obligación de hacerlo, y el segundo, la necesidad de que exista un recurso “que la ampare contra actos que violen
sus derechos fundamentales…”.
La mención que la Corte hace al artículo 1.1 no resuelve este vacío.
La obligación de garantizar, en ese caso, se refiere al deber de cumplir
con el contenido del artículo 8 y con el del artículo 25, pero no puede
servir de fundamento para sostener que existía para el Estado la obligación de investigar. El debido proceso y los recursos sólo son exigibles
para amparar otro u otros derechos humanos; estos otros derechos
provienen necesariamente de otra fuente, que en este caso se omite.
4. Basándome en las consideraciones y razonamientos de la primera parte de este voto, y de las consideraciones sobre el caso mismo que
anteceden este párrafo, puedo concluir que, en esta sentencia, lo que
obliga al Estado de Suriname a investigar los hechos de la masacre de
Moiwana de 1986 es la existencia de su obligación de garantizar los
derechos a la vida y a la integridad personal, y que el no garantizarlos
configura una violación de los artículos 4 y 5 que los consagran, leídos
en conjunto con el artículo 1.1.
5. Por esta razón, estimo que la Corte debió haber declarado violados estos artículos 4 y 5, en relación con la falta de cumplimiento de
la obligación de investigar, porque ella era parte de la obligación de
garantizar las privaciones de vida y las afectaciones de la integridad
personal alegadas en el caso.
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Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Comunidad indígena Yakye Axa Vs. Paraguay
Fecha de Sentencia: 17 de junio de 2005
Víctimas: Comunidad indígena Yakye Axa
Estado parte: Paraguay
Hechos del caso
Desde el año 1996 parte de la Comunidad Yakye Axa está asentada
al costado de la ruta que une Pozo Colorado y Concepción en el Departamento de Presidente Hayes, frente a la alambrada de la Estancia
Loma Verde. En este lugar se encuentran asentadas un número que oscila entre 28 a 57 familias. El grupo restante de miembros de la Comunidad Yakye Axa permanecen en otras aldeas aledañas. Las tierras reclamadas por la comunidad, son las que a finales del siglo XIX grandes
extensiones de tierra del Chaco paraguayo fueron vendidas a través de
la bolsa de valores de Londres. En esa misma época y como consecuencia de la adquisición de estas tierras por parte de empresarios británicos, comenzaron a instalarse varias misiones de la iglesia anglicana en
la zona. En el año 1907 W.B. Grubb fundó la Misión Makxlawaya dentro
del territorio del pueblo indígena Lengua con la finalidad de iniciar su
evangelización y “pacificación”. En el año 1993 los miembros de la Comunidad decidieron iniciar los trámites ante la administración pública,
el Congreso Nacional y diversos órganos judiciales para reivindicar las
tierras que consideran como su hábitat tradicional.
A causa de ello, los miembros de la Comunidad Yakye Axa han sido
víctimas de constantes amenazas y actos de hostigamiento durante
el tiempo que han permanecido asentados al costado de la carretera
pública que une Pozo Colorado y Concepción. Frente a estos hechos,
los miembros de la Comunidad presentaron denuncias ante diversos
órganos del Estado, sin que se conozca del inicio de algún tipo de investigación. Las condiciones de miseria en las que viven los miembros de
la Comunidad Yakye Axa que están asentados al costado de la carretera
pública son extremas. No cuentan con los servicios básicos mínimos.
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Derecho a la integridad personal
Como consecuencia de estas condiciones, los miembros de la Comunidad indígena que se encuentran en este asentamiento padecen de
desnutrición, anemia y de una parasitosis general.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
La integridad personal en el ámbito de la violación del artículo
21 de la convención americana (derecho a la propiedad privada)
en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma
Consideraciones de la Corte
El artículo 21 de la Convención Americana dispone que:
1. Toda persona tiene derecho al uso y goce de sus bienes. La ley
puede subordinar tal uso y goce al interés social.
2. Ninguna persona puede ser privada de sus bienes, excepto mediante el pago de indemnización justa, por razones de utilidad pública o de interés social y en los casos y según las formas establecidas por la ley.
3. Tanto la usura como cualquier otra forma de explotación del
hombre por el hombre, deben ser prohibidas por la ley. (Cf. Párrafo 123)
Al analizar el contenido y alcance del artículo 21 de la Convención en
el presente caso, la Corte tomará en cuenta, a la luz de las reglas generales de interpretación establecidas en el artículo 29 de la misma y como
lo ha hecho anteriormente27, la significación especial de la propiedad
comunal de las tierras ancestrales para los pueblos indígenas, inclusive
para preservar su identidad cultural y trasmitirla a las generaciones futuras, así como las gestiones que ha realizado el Estado para hacer plenamente efectivo este derecho (supra párr. 51). (Cf. Párrafo 124)
En otras oportunidades, tanto este Tribunal28 como la Corte Europea de Derechos Humanos29 han señalado que los tratados de derechos humanos son instrumentos vivos, cuya interpretación tiene que
27 Cfr. Caso Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni, supra nota 176, párr. 148.
28 Cfr. Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri. Sentencia de 8 de julio de 2004. Serie C
No 110, párr. 165; Caso Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni, supra nota 176, párr.
146; Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros), supra nota 182, párr. 193,
y El Derecho a la Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del
Debido Proceso Legal. Opinión Consultiva OC-16/97 de 14 de noviembre de 1997. Serie
A No. 16, párr. 114.
29 Cfr. Eur. Court H.R., Tyrer v. The United Kingdom, 5856/72, judgment of 25 April 1978.
Series A no. A26, párr. 31.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
acompañar la evolución de los tiempos y las condiciones de vida actuales. Tal interpretación evolutiva es consecuente con las reglas generales de interpretación consagradas en el artículo 29 de la Convención
Americana, así como las establecidas por la Convención de Viena sobre
el Derecho de los Tratados. (Cf. Párrafo 125)
En este sentido, esta Corte ha afirmado que al dar interpretación a un
tratado no sólo se toman en cuenta los acuerdos e instrumentos formalmente relacionados con éste (inciso segundo del artículo 31 de la Convención de Viena), sino también el sistema dentro del cual se inscribe
(inciso tercero del artículo 31 de dicha Convención)30. (Cf. Párrafo 126)
En el presente caso, al analizar los alcances del citado artículo 21
de la Convención, el Tribunal considera útil y apropiado utilizar otros
tratados internacionales distintitos a la Convención Americana, tales
como el Convenio No. 169 de la OIT, para interpretar sus disposiciones
de acuerdo a la evolución del sistema interamericano, habida consideración del desarrollo experimentado en esta materia en el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos. (Cf. Párrafo 127)
Al respecto, la Corte ha señalado que:
El corpus juris del Derecho Internacional de los Derechos Humanos
está formado por un conjunto de instrumentos internacionales de
contenido y efectos jurídicos variados (tratados, convenios, resoluciones y declaraciones). Su evolución dinámica ha ejercido un impacto positivo en el Derecho Internacional, en el sentido de afirmar
y desarrollar la aptitud de este último para regular las relaciones entre los Estados y los seres humanos bajo sus respectivas jurisdicciones. Por lo tanto, esta Corte debe adoptar un criterio adecuado para
considerar la cuestión sujeta a examen en el marco de la evolución
de los derechos fundamentales de la persona humana en el derecho
internacional contemporáneo31. (Cf. Párrafo (128)
Debe tenerse en cuenta, además, que en virtud del artículo 29.b) de
la Convención ninguna disposición de ésta puede ser interpretada en
el sentido de “limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad
que pueda estar reconocido de acuerdo con las leyes de cualquiera de
los Estados partes o de acuerdo con otra convención en que sea parte
uno de dichos Estados”. (Cf. Párrafo 129)
30 Cfr. Caso Tibi, supra nota 179, párr. 144; Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri, supra nota 192, párr. 164; Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros), supra
nota 182, párrs. 192 y 193; y El Derecho a la Información sobre la Asistencia Consular en
el Marco de las Garantías del Debido Proceso Legal, supra nota 191, párr. 113.
31 Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados. Opinión Consultiva
OC-18/03 de 17 de Septiembre de 2003. Serie A No. 18, párr. 120, y cfr. El Derecho a la
Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del Debido Proceso
Legal, supra nota 191, párr. 115.
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284
Derecho a la integridad personal
El Convenio Nº 169 de la OIT contiene diversas disposiciones que
guardan relación con el derecho a la propiedad comunal de las comunidades indígenas que se examina en este caso, disposiciones que pueden ilustrar sobre el contenido y alcance del artículo 21 de la Convención Americana. El Estado ratificó e incorporó el referido Convenio No.
169 a su derecho interno mediante la Ley Nº 234/93. (Cf. Párrafo 130)
Haciendo uso de los criterios señalados, este Tribunal ha resaltado
que la estrecha relación que los indígenas mantienen con la tierra debe
de ser reconocida y comprendida como la base fundamental de su cultura, vida espiritual, integridad, supervivencia económica y su preservación y transmisión a las generaciones futuras32. (Cf. Párrafo 131)
La cultura de los miembros de las comunidades indígenas corresponde a una forma de vida particular de ser, ver y actuar en el mundo,
constituido a partir de su estrecha relación con sus territorios tradicionales y los recursos que allí se encuentran, no sólo por ser estos su
principal medio de subsistencia, sino además porque constituyen un
elemento integrante de su cosmovisión, religiosidad y, por ende, de su
identidad cultural. (Cf. Párrafo 135)
Lo anterior guarda relación con lo expresado en el artículo 13 del
Convenio Nº 169 de la OIT, en el sentido de que los Estados deberán
respetar “la importancia especial que para las culturas y valores espirituales de los pueblos interesados reviste su relación con las tierras
o territorios, o con ambos, según los casos, que ocupan o utilizan de
alguna otra manera, y en particular los aspectos colectivos de esa relación.” (Cf. Párrafo 136)
En consecuencia, la estrecha vinculación de los pueblos indígenas
sobre sus territorios tradicionales y los recursos naturales ligados a
su cultura que ahí se encuentren, así como los elementos incorporales
que se desprendan de ellos, deben ser salvaguardados por el artículo
21 de la Convención Americana. Al respecto, en otras oportunidades,
este Tribunal ha considerado que el término “bienes” utilizado en dicho artículo 21, contempla “aquellas cosas materiales apropiables, así
como todo derecho que pueda formar parte del patrimonio de una persona; dicho concepto comprende todos los muebles e inmuebles, los
elementos corporales e incorporales y cualquier otro objeto inmaterial
susceptible de tener un valor”33. (Cf. Párrafo 137)
32 Cfr. Caso Masacre Plan de Sánchez. Reparaciones (art. 63.1 Convención Americana sobre Derechos Humanos). Sentencia de 19 de noviembre 2004. Serie C No. 116, párr. 85,
y Caso Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni, supra nota 176, párr. 149.
33 Cfr. Caso Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni, supra nota 176, párr. 144, y Caso
Ivcher Bronstein, supra nota 176, párr. 122.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Voto parcialmente disidente del juez A. Abreu Burelli
Al respecto, de las múltiples definiciones que se han dado sobre la
cultura, resalta, a mi criterio, aquella que la califica como el conjunto de
los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos
de una sociedad, un grupo social o una persona y que abarca, además
de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos,
los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias34. (Cf. Párrafo 20)
En el ámbito del derecho internacional de los derechos humanos, el
derecho a la identidad cultural aún está en permanente construcción y
depende primordialmente de los derechos culturales. (Cf. Párrafo 21)
En el ámbito regional americano, la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre en su Artículo XIII se dispone que:
[t]oda persona tiene el derecho de participar en la vida cultural
de la comunidad, gozar de las artes y disfrutar de los beneficios
que resulten de los progresos intelectuales y especialmente de los
descubrimientos científicos.
Tiene asimismo derecho a la protección de los intereses morales
y materiales que le correspondan por razón de los inventos, obras
literarias, científicas y artísticas de que sea autor. (Cf. Párrafo 22)
En el Artículo 14 del Protocolo Adicional de la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, “Protocolo de San Salvador”, se consagra que:
1. Los Estados partes en el presente Protocolo reconocen el derecho de toda persona a:
a. participar en la vida cultural y artística de la comunidad;
b. gozar de los beneficios del progreso científico y tecnológico;
c. beneficiarse de la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas,
literarias o artísticas de que sea autora.
2. Entre las medidas que los Estados partes en el presente Protocolo deberán adoptar para asegurar el pleno ejercicio de este derecho figurarán las necesarias para la conservación, el desarrollo y la
difusión de la ciencia, la cultura y el arte.
3. Los Estados partes en el presente Protocolo se comprometen a
respetar la indispensable libertad para la investigación científica y
para la actividad creadora.
4. Los Estados partes en el presente Protocolo reconocen los beneficios que se derivan del fomento y desarrollo de la cooperación y
de las relaciones internacionales en cuestiones científicas, artísticas y culturales, y en este sentido se comprometen a propiciar una
34 Cfr. Preámbulo de la Declaración Universal de las UNESCO sobre la diversidad cultural.
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286
Derecho a la integridad personal
mayor cooperación internacional sobre la materia. (Cf. Párrafo 23)
En lo que respecta a la Convención Americana, el derecho a la
identidad cultural, si bien no se encuentra establecido expresamente,
sí se encuentra protegido en el tratado a partir de una interpretación
evolutiva del contenido de los derechos consagrados en los artículos
1.1, 5, 11, 12, 13, 15, 16, 17, 18, 21, 23 y 24 del mismo, dependiendo
de los hechos del caso concreto. Es decir, no siempre que se vulnere
uno de dichos artículos se estaría afectando el derecho a la identidad
cultural. (Cf. Párrafo 24)
La protección del artículo 5 (Derecho a la Integridad Personal) de
la Convención Americana, en conjunción con el artículo 10 (Derecho a
la Salud) del Protocolo de San Salvador comprende el derecho de los
miembros de los grupos étnicos y culturales de utilizar sus propias medicinas y prácticas de salud tradicionales, así como el derecho de acceso a las instituciones de sanidad y atención médica que se brinda al
resto de la población en aras de conservar su integridad física, psíquica
y moral. (Cf. Párrafo 25)
La protección del artículo 11 (Protección de la Honra y Dignidad)
de la Convención comprende el derecho de los miembros de los grupos
étnicos y culturales a no sufrir injerencias arbitrarias o abusivas en su
vida privada, familiar y comunal, lo que implica la preservación de su
cultura y el respeto a la integridad de los valores, prácticas e instituciones de esos pueblos. (Cf. Párrafo 26)
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Comunidad Indígena Xákmok Kásek Vs. Paraguay
Fecha de Sentencia: 24 de agosto de 2010
Víctimas: Comunidad indígena Xákmok Kásek
Estado parte: Paraguay
Hechos del caso
Hasta marzo de 2008, el principal asentamiento de la Comunidad
Indígena Xákmok Kásek se encontraba al interior de la estancia denominada “Salazar”, ubicada en el distrito de Río Verde, Departamento de
Presidente Hayes, Región occidental del Chaco Paraguayo.
A partir de la primera semana de marzo de 2008 los miembros de la
Comunidad Indígena Xákmok Kásek que se encontraban en dicha estancia fueron obligados a desplazarse a un área de 1.500 hectáreas de tierra
cedida por la Comunidad indígena Cora-í, ubicada a 375 kilómetros de
Asunción. La comunidad reivindica actualmente como territorio ancestral
una extensión de 10.700 hectáreas que se encuentra ubicada al interior de
la Estancia Salazar. Para la fecha de la solicitud de reivindicación realizada ante las autoridades administrativas paraguayas en 1990, la Estancia
Salazar formaba parte de una propiedad de la empresa Eaton y Cia. S.A.
conformada por más de 90.000 hectáreas De conformidad con el censo de
2008, la comunidad Indígena, hasta ese momento, estaba conformada por
67 familias y un total de 273 personas. Diezmados, despojados de sus tierras y con el acceso restringido para realizar actividades de su economía
tradicional (caza, pesca, recolección agricultura y cría de animales domésticos) muchos indígenas se vieron obligados y se ven obligados a trabajar
en las estancias bajo condiciones de semiesclavitud. Tal es el caso de los
miembros de Xákmok Kásek y Cora’í quienes han sido explotados laboralmente por más de 40 años por los propietarios de la estancia Salazar,
negándole éstos además sus derechos a tener hacienda propia y a cultivar
la tierra. Un ejemplo de esta explotación constituye la remuneración de los
indígenas, quienes durante varios años recibieron de los propietarios sólo
caña de baja calidad como pago de su trabajo. La situación no ha cambiado
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Derecho a la integridad personal
mucho en el presente, en lo que se refiere a sus condiciones de vida. Muchas de las restricciones que impone el vivir en “propiedad privada” y bajo
subordinación laboral continúan y -en algún sentido- se han acentuado
debido a la lucha por recuperar parte de su territorio tradicional que las
comunidades emprenden, reivindicación a la cual se opone tenazmente
el propietario actual de la estancia Salazar, el señor Roberto Carlos Eaton.
A nivel formal, los niños y niñas de la Comunidad Xákmok Kásek se
encuentran entre las personas más afectadas por la falta de documentos de identidad. La falta de documentos de identidad pone en serio
peligro el acceso a los servicios públicos de educación, salud, asistencia
sanitaria, bienestar social, entre otros. Los miembros de la comunidad
se encuentran en una situación de vulnerabilidad y riesgo extremo, viviendo en condiciones de precariedad infrahumana, sin atención médica adecuada, lo que ha implicado la muerte de varios de sus miembros. Ello contribuye a profundizar las condiciones de marginalización
y discriminación de los integrantes de la comunidad.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Los representantes alegaron la violación del artículo 5.1 de la Convención en perjuicio de los miembros de la Comunidad por el “fallecimiento de sus familiares y también por la situación precaria en que se
encuentran por no acceder a sus tierras, por lo que [se ha violado] la
integridad personal cultural y a la vez la integridad colectiva cultural”.
Sostuvieron que el sufrimiento de los familiares que han perdido a sus
seres queridos ha sido agudo, especialmente considerando los rasgos
culturales de su Comunidad. Asimismo, señalaron que la muerte de los
seres queridos afectó a la Comunidad, teniendo en cuenta los patrones
culturales de la misma, relacionados con la memoria de los muertos y
la manera de enterrarlos. Resaltaron que “[l]os miembros de la Comunidad Xákmok Kásek han experimentado sufrimiento físico, psíquico
y moral, cuestión que ha atentado contra su derecho a la integridad
personal”. (Cf. Párrafo 235)
El Estado no se pronunció sobre lo expuesto. (Cf. Párrafo 236)
La Corte reitera que las presuntas víctimas y sus representantes
pueden invocar la violación de otros derechos distintos a los ya comprendidos en la demanda, en tanto son ellos titulares de todos los derechos consagrados en la Convención, mientras ello se atenga a los hechos ya contenidos en la demanda35. En efecto, la demanda constituye
35 Cfr. Caso “Cinco Pensionistas” Vs. Perú, supra nota 262, párr. 155; Caso Barreto Leiva
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
el marco fáctico del proceso ante la Corte, por lo que no es admisible
alegar nuevos hechos distintos de los planteados en dicho escrito, sin
perjuicio de exponer aquellos que permitan explicar, aclarar o desestimar los que han sido mencionados en la demanda, o bien, responder a
las pretensiones del demandante36. La excepción a este principio son los
hechos que se califican como supervinientes, que podrán ser remitidos
al Tribunal en cualquier estado del proceso antes de la emisión de la
sentencia37. Por otra parte, el momento para que las presuntas víctimas
o sus representantes ejerzan plenamente aquel derecho de locus standi in judicio es el escrito de solicitudes y argumentos38. Finalmente, las
presuntas víctimas deben estar señaladas en la demanda, lo cual debe
corresponder con el informe de la Comisión Interamericana al que hace
referencia el artículo 50 de la Convención39. (Cf. Párrafo 237)
En el presente caso los representantes solicitaron se declare la violación del artículo 5.1 de la Convención desde su escrito de solicitudes
y argumentos, es decir, presentaron su solicitud en el momento procesal oportuno. (Cf. Párrafo 238)
En cuanto a la sujeción al marco fáctico presentado en la demanda,
la Corte observa que si bien la Comisión no alegó expresamente la violación del artículo 5.1 de la Convención, señaló en su demanda que “la
falta de garantía efectiva del derecho de propiedad de la Comunidad ha
significado situar a sus miembros en una situación de desprotección y
vulnerabilidad extrema, que ha traído como consecuencia la vulneración del derecho a la vida y a la integridad personal de los miembros
de la Comunidad”. Asimismo, la Comisión indicó que los miembros de
la Comunidad han sido sometidos a “sufrimientos, angustias e indigniVs. Venezuela. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 17 de noviembre de 2009. Serie
C No. 206, párr. 94, y Caso Manuel Cepeda Vargas Vs. Colombia, supra nota 8, párr. 49.
36 Cfr. Caso “Cinco Pensionistas” Vs. Perú, supra nota 262, párr. 153; Caso Ríos y otros
Vs. Venezuela. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 28
de enero de 2009. Serie C No. 194, párr. 42, y Caso Manuel Cepeda Vargas Vs. Colombia,
supra nota 8, párr. 49.
37 Cfr. Caso “Cinco Pensionistas” Vs. Perú, supra nota 262, párr. 154; Caso Perozo y otros
Vs. Venezuela, supra nota 262, párr. 67, y Caso Manuel Cepeda Vargas Vs. Colombia, supra
nota 8, párr. 49.
38 Cfr. Caso de la Masacre de Mapiripán Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 15 de septiembre de 2005. Serie C No. 134, párr. 56; Caso Reverón Trujillo Vs.
Venezuela. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de junio
de 2009. Serie C No. 197, párr. 136, y Caso González y otras (“Campo Algodonero”) Vs.
México, supra nota 14, párr. 232.
39 Cfr. Caso de las Masacres de Ituango Vs. Colombia. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 1 de julio de 2006. Serie C No. 148, párr. 98; Caso Radilla
Pacheco Vs. México, supra nota 12, párr. 108, y Caso Chitay Nech y otros Vs. Guatemala,
supra nota 8, párr. 44.
289
290
Derecho a la integridad personal
dades […] durante los años en que han esperado una respuesta efectiva del Estado del Paraguay a su reclamo territorial”. En razón de lo
anterior, el Tribunal considera que los alegatos de los representantes
guardan sustento en el marco fáctico expuesto por la Comisión en su
demanda. (Cf. Párrafo 239)
Por último, en relación con la identificación de las presuntas víctimas
de la violación alegada por los representantes, el Tribunal observa que
los familiares de las personas fallecidas no fueron identificados como
víctimas por la Comisión en su informe de fondo ni en su demanda. Consecuentemente, la Corte no analizará las presuntas afectaciones de los
familiares de las personas fallecidas. Dado lo anterior, corresponde a
la Corte determinar si los miembros de la Comunidad son o no víctimas
de la violación de su derecho a la integridad personal. (Cf. Párrafo 240)
Cumplidos los requisitos formales en los términos expuestos, la
Corte pasa a estudiar el fondo de la cuestión. (Cf. Párrafo 241)
En lo que respecta a la supuesta afectación de la “integridad cultural”, el Tribunal analizó en los párrafos 174 a 182 supra las consecuencias que produjo la no restitución del territorio tradicional a los
miembros de la Comunidad. Asimismo, en el capítulo relativo al artículo 4 de la Convención, la Corte analizó las condiciones de vida de los
miembros de la Comunidad. En tal sentido, considera que los hechos
expuestos en este punto por los representantes no guardan relación
con el artículo 5 de la Convención, sino con los ya analizados artículos
4 y 21 de la misma y con las reparaciones que el Tribunal ordenará
infra con base en el artículo 63.1 de la Convención. (Cf. Párrafo 242)
En lo que respecta a la integridad psíquica y moral, la Corte recuerda que en el caso de la Comunidad Moiwana Vs. Surinam consideró que
la “separación de los miembros de la [C]omunidad de sus tierras tradicionales” era un hecho que junto con la impunidad en la que se encontraban las muertes producidas en el seno de la Comunidad causaba
un sufrimiento a las víctimas en forma tal que constituía una violación
por parte del Estado del artículo 5.1 de la Convención Americana en su
perjuicio40. (Cf. Párrafo 243)
En el presente caso, varias de las presuntas víctimas que declararon
ante la Corte expresaron el pesar que ellas y los miembros de la Comunidad sienten por la falta de restitución de sus tierras tradicionales,
la pérdida paulatina de su cultura y la larga espera que han debido soportar en el transcurso del ineficiente procedimiento administrativo.
Adicionalmente, las condiciones de vida miserables que padecen los
40 Cfr. Caso de la Comunidad Moiwana Vs. Surinam, supra nota 129, párrs. 101 a 103.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
miembros de la Comunidad, la muerte de varios de sus miembros y
el estado general de abandono en la que se encuentran generan sufrimientos que necesariamente afectan la integridad psíquica y moral de
todos los miembros de la Comunidad. Todo ello constituye una violación del artículo 5.1 de la Convención, en perjuicio de los miembros de
la Comunidad Xákmok Kásek. (Cf. Párrafo 244)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 377)
La Corte decide, por unanimidad,
El Estado violó el derecho a la integridad personal, consagrado en
el artículo 5.1 de la Convención Americana, en relación con el artículo
1.1 de la misma, en perjuicio de todos los miembros de la Comunidad
Xákmok Kásek, de conformidad con lo expuesto en los párrafos 242 a
244 de esta Sentencia. (Cf. Párrafo 5)
Voto concurrente del juez Eduardo Vio Grossi
II.- DERECHO DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
A.- Eventual nueva perspectiva
Sin embargo, también es cierto que la CorteIDH, en la misma sentencia de autos, se ha referido a la citada Comunidad Xákmok Kásek
como el sujeto que reclama derechos y ello particularmente en lo que
dice relación con el derecho al territorio41 y con la “propiedad comunitaria” que le correspondería42 e, incluso, menciona expresamente a la
Comunidad como la beneficiaria de las medidas que decreta43, aunque
en algunos de estos últimos casos lo hace remitiéndose a los fundamentos de la resolución en donde, en cambio, alude a los miembros
de la colectividad44 y en otros lo hace indistintamente a éstos y a la
Comunidad45. (Cf. Párrafo 8)
Con esas referencias, entonces, la CorteIDH, sin alejarse de su posición tradicional, parecería dejar margen para que en el futuro pudiese
disponer de la posibilidad de adoptar nueva aproximación en la materia
y eso, en particular, al afirmar, en el párrafo 85 del fallo en comento, que
41 Ej.: párrafo 64 y ss. y 80 y ss.
42 Ej.: párrafo 85 y ss.
43 Puntos Resolutivos 13 a 15, 23, 25 y 26.
44 Ver supra nota 6 con relación a puntos resolutivos 13, 15 y 23.
45 Puntos Resolutivos 25 y 26.
291
292
Derecho a la integridad personal
“ha considerado que la estrecha vinculación de los pueblos indígenas con sus tierras tradicionales y los recursos naturales ligados a
su cultura que ahí se encuentren, así como los elementos incorporales que se desprendan de ellos, deben ser salvaguardados por el
artículo 21 de la Convención Americana.”46 (Cf. Párrafo 9)
Del mismo modo, en el párrafo 86 de la misma sentencia, la CorteIDH reproduce lo que había manifestado en otras ocasiones47, en cuanto
a que entre los indígenas
“existe una tradición comunitaria sobre una forma comunal de la
propiedad colectiva de la tierra, en el sentido de que la pertenencia
de ésta no se centra en un individuo sino en el grupo y su comunidad. Los indígenas por el hecho de su propia existencia tienen
derecho a vivir libremente en sus propios territorios; la estrecha
relación que los indígenas mantienen con la tierra debe de ser reconocida y comprendida como la base fundamental de sus culturas, su vida espiritual, su integridad y su supervivencia económica.
Para las comunidades indígenas la relación con la tierra no es meramente una cuestión de posesión y producción sino un elemento
material y espiritual del que deben gozar plenamente, inclusive
para preservar su legado cultural y transmitirlo a las generaciones
futuras.” (Cf. Párrafo 10)
Y en el párrafo 87 de esa resolución, la CorteIDH añade que
“[a]simismo, la Corte ha señalado que los conceptos de propiedad
y posesión en las comunidades indígenas pueden tener una significación colectiva, en el sentido de que la pertenencia de ésta “no se
centra en un individuo sino en el grupo y su comunidad”. Esta noción
del dominio y de la posesión sobre las tierras no necesariamente corresponde a la concepción clásica de propiedad, pero merece igual
protección del artículo 21 de la Convención. Desconocer las versiones específicas del derecho al uso y goce de los bienes, dadas por la
cultura, usos, costumbres y creencias de cada pueblo, equivaldría a
sostener que sólo existe una forma de usar y disponer de los bienes,
lo que a su vez significaría hacer ilusoria la protección del artículo
21 de la Convención para millones de personas.” (Cf. Párrafo11)
46 Artículo 21. “Derecho a la Propiedad Privada”
1. Toda persona tiene derecho al uso y goce de sus bienes. La ley puede subordinar tal uso y goce al interés social.
2. Ninguna persona puede ser privada de sus bienes, excepto mediante el pago de
indemnización justa, por razones de utilidad pública o de interés social y en los
casos y según las formas establecidas por la ley.
3. Tanto la usura como cualquier otra forma de explotación del hombre por el
hombre, deben ser prohibidas por la ley”.
47 Cfr. Caso Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni Vs. Nicaragua, citada en nota 2,
párr. 149; Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa Vs. Paraguay, citada en nota 2, párr.
118, y Caso del Pueblo Saramaka. Vs. Surinam, citada en nota 2, párr. 90.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Pueblo Saramaka Vs. Surinam
Fecha de Sentencia: 28 de noviembre de 2007
Víctimas: Comunidad Saramaka
Estado parte: Surinam
Hechos del caso
El origen de este caso es que Surinam no había reconocido ni protegido jurídicamente los derechos de los pueblos indígenas y tribales
a poseer y controlar las tierras, territorios y recursos que habían ocupado y usado tradicionalmente, y además estaba violando activamente
esos derechos al otorgar concesiones madereras y mineras. Los Saramaka son descendientes de esclavos africanos que lucharon hasta
conseguir la libertad en el siglo XVIII y establecieron comunidades
autónomas en el interior de la selva tropical de Surinam. Por lo tanto
los Saramaka no son indígenas, pero la Corte Interamericana considera que constituyen un pueblo tribal y en general les aplica los mismos
derechos que a los pueblos indígenas. Desde esa perspectiva, este caso
contribuye a confirmar y desarrollar los derechos de los pueblos indígenas conforme al derecho internacional.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
La integridad en el ámbito de la falta de reconocimiento de la
personalidad jurídica del pueblo Saramaka como un impedimento para poder recibir un título de propiedad comunal de sus tierras en calidad de comunidad tribal y para tener acceso equitativo a la protección judicial de sus derechos de propiedad
La Corte ha tratado en otras ocasiones el tema del derecho a la personalidad jurídica en el contexto de las comunidades indígenas y ha
sostenido que los Estados tienen el deber de procurar los medios y con-
293
294
Derecho a la integridad personal
diciones jurídicas en general necesarias para que el derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica pueda ser ejercido por sus titulares48.
La cuestión en el presente caso es de distinta naturaleza. Aquí la cuestión reside en si la falta de reconocimiento de la personalidad jurídica
del pueblo Saramaka lo convierte en inelegible conforme al derecho interno para recibir el título comunal de sus tierras como comunidad tribal y tener acceso igualitario a la protección judicial de sus derechos de
propiedad. La cuestión no gira en torno al derecho individual a que el Estado reconozca la personalidad jurídica de cada miembro. En Surinam,
todas las personas, sean miembros individuales Saramaka o no, tienen
derecho a ser propietarios y a obtener protección judicial contra toda
violación de ese derecho individual49. Aún así, el Estado no reconoce al
pueblo Saramaka como entidad jurídica capaz de usar y gozar de la propiedad comunal como un grupo tribal. Asimismo, el Estado no reconoce
al pueblo Saramaka como una entidad jurídica capaz de obtener acceso
igualitario a la protección judicial ante toda violación de sus derechos de
propiedad comunal. (Cf. Párrafo 167)
La Corte nota que es necesario el reconocimiento de la personalidad
jurídica de los miembros individuales de la comunidad para el goce de
otros derechos, como el derecho a la vida y a la integridad personal50.
Sin embargo, dicho reconocimiento individual no toma en cuenta el
modo en que los miembros de los pueblos indígenas y tribales en general, y el Saramaka en particular, gozan y ejercen un derecho en especial; es decir, el derecho a usar y gozar colectivamente de la propiedad
de conformidad con sus tradiciones ancestrales. (Cf. Párrafo 168)
El reconocimiento de su personalidad jurídica es un modo, aunque
no sea el único, de asegurar que la comunidad, en su conjunto, podrá gozar y ejercer plenamente el derecho a la propiedad, de conformidad con
su sistema de propiedad comunal, así como el derecho a igual protección
judicial contra toda violación de dicho derecho. (Cf. Párrafo 171)
La Corte considera que el derecho a que el Estado reconozca su
personalidad jurídica es una de las medidas especiales que se debe
proporcionar a los grupos indígenas y tribales a fin de garantizar que
éstos puedan gozar de sus territorios según sus tradiciones. Ésta es la
consecuencia natural del reconocimiento del derecho que tienen los
miembros de los grupos indígenas y tribales a gozar de ciertos derechos de forma comunitaria. (Cf. Párrafo 172)
48 Cfr. Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa, supra nota 75, párr. 189.
49 Cfr. Constitución de Surinam, Artículo 41, supra nota 119, y Artículo 1386 del Código
Civil de Surinam (expediente de anexos a la demanda, anexo 4, folios 51).
50 Cfr. Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa, supra nota 75, párrs. 188-190.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
En este caso, el Estado no reconoce que el pueblo Saramaka pueda
gozar y ejercer los derechos de propiedad como una comunidad51. Asimismo, la Corte observa que se le ha negado a otras comunidades en
Surinam el derecho de solicitar protección judicial contra presuntas violaciones de su derecho a la propiedad colectiva, precisamente porque
un juez consideró que esa comunidad no tenía la capacidad legal necesaria para solicitar dicha protección52. Esto sitúa al pueblo Saramaka en
una situación vulnerable donde los derechos a la propiedad individual
pueden triunfar sobre los derechos a la propiedad comunal, y donde el
pueblo Saramaka no pueda solicitar, como personalidad jurídica, protección judicial en contra de las violaciones a sus derechos de propiedad
reconocidos en el artículo 21 de la Convención53. (Cf. Párrafo 173)
En conclusión, el pueblo Saramaka es una entidad tribal distintiva
que se encuentra en una situación de vulnerabilidad, tanto respecto del
Estado así como de terceras partes privadas, en tanto que carecen de capacidad jurídica para gozar, colectivamente, del derecho a la propiedad y
para reclamar la presunta violación de dicho derecho ante los tribunales
internos. La Corte considera que el Estado debe reconocer a los integrantes del pueblo Saramaka dicha capacidad para ejercer plenamente
estos derechos de manera colectiva. Esto puede lograrse mediante la
adopción de medidas legislativas o de otra índole que reconozcan y tomen en cuenta el modo particular en que el pueblo Saramaka se percibe
como colectivamente capaz de ejercer y gozar del derecho a la propiedad. Por tanto, el Estado debe establecer las condiciones judiciales y administrativas necesarias para garantizar la posibilidad de reconocimiento de su personalidad jurídica, a través de la realización de consultas con
el pueblo Saramaka, con pleno respeto a sus costumbres y tradiciones, y
con el objeto de asegurarle el uso y goce de su territorio de conformidad
con su sistema de propiedad comunal, así como del derecho de acceso a
la justicia e igualdad ante la ley54. (Cf. Párrafo 174)
El incumplimiento por parte del Estado de llevarlo a cabo ha resultado en la violación del derecho de los miembros del pueblo Sa51 Cfr. Caso de la Comunidad Moiwana, supra nota 77, párr. 86.5.
52 Affidávit de Mariska Muskiet de 3 de abril de 2007 (expediente de affidávits y observaciones, anexo 7, folio 1946).
53 Cfr., por ejemplo, caso Marijkedorp (decidiendo que los títulos de propiedad privada
opacan las formas tradicionales de tenencia de tierras). Cfr. además Affidávit de Mariska Muskiet, supra nota 187, y Banco Interamericano de Desarrollo, Pueblos Indígenas y
Maroons en Surinam, supra nota 97, (folio 568) (declarando que “[b]ajo el derecho surinamés, las comunidades y pueblos indígenas y tribales carecen de personalidad jurídica
y por tanto no tienen la capacidad para ejercer sus derechos […] Cualquier intento por
parte de pueblos indígenas para hacer uso del sistema judicial a, por tanto, fracasado”)
54 Cfr. Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa, supra nota 75, párr. 189.
295
296
Derecho a la integridad personal
ramaka al reconocimiento de su personalidad jurídica conforme al
artículo 3 de la Convención en relación con su derecho a la propiedad
de acuerdo con el artículo 21 de dicho instrumento y el derecho a la
protección judicial conforme al artículo 25 del mismo cuerpo legal,
así como respecto de la obligación general de los Estados de adoptar las medidas legislativas o de otra índole que sean necesarias para
hacer efectivo esos derechos y respetar y asegurar su libre y pleno
ejercicio sin discriminación, de conformidad con los artículos 2 y 1.1
de la Convención, respectivamente. (Cf. Párrafo 175)
VI
De los Migrantes
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Vélez Loor Vs. Panamá
Fecha de sentencia: 23 de noviembre de 2010
Víctima: Jesús Tranquilino Vélez Loor
Estado parte: Panamá
Hechos del caso
El señor Jesús Tranquilino Vélez Loor, de nacionalidad ecuatoriana,
fue retenido el 11 de noviembre de 2002 en el Puesto Policial de Tupiza, en la Provincia del Darién, República de Panamá, por “no portar la
documentación necesaria para permanecer en [dicho] país”. Posteriormente, la Directora Nacional de Migración y Naturalización del Ministerio de Gobierno y Justicia dictó la orden de detención 1430, y el señor
Vélez Loor fue trasladado a la Cárcel Pública de La Palma. Mediante
resolución 7306, el 6 de diciembre de 2002 la Directora Nacional de
Migración, luego de constatar que el señor Vélez Loor había sido deportado el 18 de septiembre de 1996 de Panamá, resolvió imponerle
“la pena de dos (2) años de prisión en uno de los Centros Penitenciarios del País”, por haber infringido las disposiciones del Decreto Ley
Número 16 sobre Migración de 30 de junio de 1960. La referida resolución no fue notificada al señor Vélez Loor. El 18 de diciembre de 2002
fue trasladado al Centro Penitenciario La Joyita. Mediante resolución
8230, el 8 de septiembre de 2003 la Directora Nacional de Migración
resolvió dejar sin efecto la pena impuesta, y el 10 de septiembre de
2003 el señor Vélez Loor fue deportado hacia la República de Ecuador.
Durante el tiempo que el señor Vélez Loor estuvo recluido en la
Cárcel Pública de La Palma y el Centro Penitenciario La Joyita, el Estado reconoció que existían “entre otros, documentados por las distintas autoridades panameñas […] los siguientes problemas: deficiencias
estructurales en los centros de detención, problemas en el suministro
regular de agua, sobrepoblación penitenciaria, deficiencia de los sistemas de clasificación de las personas privadas de libertad, deficiencias
de los programas de resocialización y educación”. Tras ser deportado,
299
300
Derecho a la integridad personal
el señor Vélez Loor dio noticia al Estado panameño sobre alegados actos de tortura y malos tratos ocurridos en Panamá, tanto durante su
detención en el Darién, como mientras estuvo recluido en los referidos
centros penitenciarios.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Derecho a la libertad personal, garantías judiciales, principio
de legalidad y protección judicial en relación con las obligaciones
de respetar y garantizar los derechos y el deber de adoptar disposiciones de derecho interno
Una vez establecido el alcance del reconocimiento parcial de responsabilidad realizado por el Estado (supra Capítulo VI), el Tribunal
procede a evaluar los aspectos sobre los cuales subsiste la controversia
respecto a los artículos 71,
1 El artículo 7 de la Convención Americana dispone que:
1. Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad personales.
2. Nadie puede ser privado de su libertad física, salvo por las causas y en las condiciones fijadas de antemano por las Constituciones Políticas de los Estados Partes
o por las leyes dictadas conforme a ellas.
3. Nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento arbitrarios.
4. Toda persona detenida o retenida debe ser informada de las razones de su detención y notificada, sin demora, del cargo o cargos formulados contra ella.
5. Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u
otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá
derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad,
sin perjuicio de que continúe el proceso. Su libertad podrá estar condicionada a
garantías que aseguren su comparecencia en el juicio.
6. Toda persona privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal competente, a fin de que éste decida, sin demora, sobre la legalidad de su
arresto o detención y ordene su libertad si el arresto o la detención fueran ilegales. En los Estados Partes cuyas leyes prevén que toda persona que se viera amenazada de ser privada de su libertad tiene derecho a recurrir a un juez o tribunal
competente a fin de que éste decida sobre la legalidad de tal amenaza, dicho recurso no puede ser restringido ni abolido. Los recursos podrán interponerse por
sí o por otra persona.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
82 y 253 de la Convención Americana, en relación con los artículos 1.14
y 25 de la Convención Americana, de acuerdo a los hechos del presente
caso, las pruebas presentadas y los alegatos de las partes. (Cf. Párrafo
91)
2 El artículo 8 de la Convención estipula, en lo pertinente:
1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un
plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial,
establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación
penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.
2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia
mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda
persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas:
[…]
b) comunicación previa y detallada al inculpado de la acusación formulada;
c) concesión al inculpado del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa;
d) derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un
defensor de su elección y de comunicarse libre y privadamente con su defensor;
e) derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por
el Estado, remunerado o no según la legislación interna, si el inculpado no se
defendiere por sí mismo ni nombrare defensor dentro del plazo establecido
por la ley;
f) derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y
de obtener la comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas que
puedan arrojar luz sobre los hechos;
[…]
h) derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior.
3 El artículo 25.1 de la Convención prevé:
Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley
o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que
actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.
4 El artículo 1.1 establece que:
Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los derechos y
libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza,
color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen
nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social.
5 El artículo 2 de la Convención dispone que:
Si el ejercicio de los derechos y libertades mencionados en el artículo 1 no estuviere ya garantizado por disposiciones legislativas o de otro carácter, los Estados
Partes se comprometen a adoptar, con arreglo a sus procedimientos constitucionales y a las disposiciones de esta Convención, las medidas legislativas o de otro
carácter que fueren necesarias para hacer efectivos tales derechos y libertades.
301
302
Derecho a la integridad personal
Es un hecho no controvertido que el señor Jesús Tranquilino Vélez
Loor, de nacionalidad ecuatoriana, fue retenido en el Puesto Policial de
Tupiza, en la Provincia del Darién, República de Panamá, el 11 de noviembre de 2002, por “no portar la documentación necesaria para permanecer en [dicho] país”6. La zona en la cual fue aprehendido el señor
Vélez Loor es un área de frontera y selvática. La falta de autoridades de
migración en la zona hace que los controles migratorios estén a cargo
de la Policía Nacional7. Ese día, el encargado del Puesto de la Nueva Esperanza realizó un informe de novedad dirigido al Director de la Zona
Policial de Darién8, comunicando “la captura de dos (2) extranjeros” a
las 2:13 horas de ese día, entre ellos el señor Vélez Loor. (Cf. Párrafo 92)
El señor Vélez Loor fue, según consta en el oficio No. ZPD/SDIIP 19202, “remitido” a la Dirección de Migración y Naturalización de Darién el
12 de noviembre de 20029. En el poblado de Metetí se rellenó un formulario de migración denominado de “filiación” con información del señor
6 Oficio No. ZPD/SDIIP 192-02 emitido por la Subdirección de Información e Investigación Policial de la Zona de Policía de Darién del Ministerio de Gobierno y Justicia de
Panamá el 12 de noviembre de 2002 (expediente de prueba, tomo VI, anexo 2 a la contestación de la demanda, folio 2482).
7 El Estado sostuvo que “Tupiza, población de la Provincia de Darién en la que se produjo la
detención del señor Vélez, no cuenta con puesto migratorio, [por lo que] los controles migratorios son realizados por la Policía Nacional”. Ver también Wing, Fernando. “Los Refugiados y
la Legislación sobre el Derecho al Asilo en la República de Panamá” publicado en Asilo y Refugio en las Fronteras de Colombia, PCS, Bogotá, 2003 (expediente de prueba, tomo IV, anexo 17
al escrito autónomo de solicitudes, argumentos y pruebas, folios 1621 a 1622).
8 Cfr. Informe de novedad emitido por la Policía Nacional localizada en la Zona de Policía
de Darién, Panamá el 11 de noviembre de 2002 (expediente de prueba, tomo III, anexo 8 a
la demanda, folio 1211); Nota No. AL-0874-04 emitida por la Dirección de Asesoría Legal
de la Policía Nacional del Ministerio de Gobierno y Justicia de Panamá el 30 de marzo de
2004 (expediente de prueba, tomo III, anexo 6 a la demanda, folio 1206); Nota No. 208DGSP.DAL emitida por la Subdirectora General del Sistema Penitenciario del Ministerio
de Gobierno y Justicia dirigida a la Directora General de Asuntos Jurídicos y Tratados del
Ministerio de Relaciones Exteriores el 22 de febrero de 2006 (expediente de prueba, tomo
VIII, anexo 25 a la contestación de la demanda, folios 3192 a 3194); Informe del Director
General de la Policía Nacional de Panamá dirigido a la Directora General de Asuntos Jurídicos y Tratados el 24 de febrero de 2006 (expediente de prueba, tomo IV, anexo 5 al escrito
autónomo de solicitudes, argumentos y pruebas, folio 1572); Nota No. 268-DGSP.DAL emitida por la Dirección General del Sistema Penitenciario de Panamá dirigida a la Directora
General de Asuntos Jurídicos y Tratados el 12 de abril de 2007 (expediente de prueba,
tomo IV, anexo 13 al escrito autónomo de solicitudes, argumentos y pruebas, folio 1605).
9 Cfr. Oficio No. ZPD/SDIIP 192-02, supra nota 67; Nota No. DNMYN-AL-32-04 emitida por
la Dirección Nacional de Migración y Naturalización del Ministerio de Gobierno y Justicia
de Panamá el 17 de febrero de 2004 (expediente de prueba, tomo III, anexo 5 a la demanda,
folio 1203); Informe del Director General de la Policía Nacional de Panamá, supra nota 69,
y Orden de Detención No. 1430-DNMYN-SI emitida por la Dirección Nacional de Migración
y Naturalización del Ministerio de Gobierno y Justicia el 12 de noviembre de 2002 (expediente de prueba, tomo VI, anexo 2 a la contestación de la demanda, folios 2480 a 2481).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Vélez Loor10 y, posteriormente, la Directora Nacional de Migración y Naturalización del Ministerio de Gobierno y Justicia (en adelante “Directora
Nacional de Migración”) dictó la orden de detención 143011, y el señor
Vélez Loor fue trasladado a la Cárcel Pública de La Palma, según consta,
ya que “la Dirección Nacional de Migración no c[ontaba] con celdas especiales para ubicar a los indocumentados”12. (Cf. Párrafo 93)
Mediante resolución 7306, el 6 de diciembre de 2002 la Directora
Nacional de Migración, luego de constatar que el señor Vélez Loor había sido deportado previamente de la República de Panamá a través
de la resolución 6425 de 18 de septiembre de 1996, por encontrarse
“ilegal” en el territorio nacional13, resolvió imponerle “la pena de dos
(2) años de prisión en uno de los Centros Penitenciarios del País” por
haber “hecho caso omiso de las advertencias […] sobre el impedimento
de entrada que exist[ía] contra él” y, en consecuencia, haber infringido
las disposiciones del Decreto Ley Número 16 sobre Migración, de 30
de junio de 1960 (en adelante “Decreto Ley 16 de 1960” o “Decreto
Ley 16”)14. La referida resolución no fue notificada al señor Vélez Loor
(supra párr. 60 e infra párr. 175). Con posterioridad el señor Vélez Loor
fue trasladado al Centro Penitenciario La Joyita15. (Cf. Párrafo 94)
10 Cfr. Filiación del señor Vélez Loor en el Registro de Inmigrantes de la Dirección Nacional
de Migración y Naturalización del Ministerio de Gobierno y Justicia de 12 de noviembre de
2002 (expediente de prueba, tomo VI, anexo 2 a la contestación de la demanda, folio 2456).
11 Cfr. Orden de Detención No. 1430-DNMYN-SI, supra nota 70.
12 Nota No. 208-DGSP.DAL, supra nota 69, y Nota No. 268-DGSP.DAL, supra nota 69. Ver
también, Wing, Fernando. “Los Refugiados y la Legislación sobre el Derecho al Asilo en la
República de Panamá”, supra nota 68, folio 1619.
13 Si bien el señor Vélez Loor había sido deportado de Panamá también en enero de
2002, no se desprende de la resolución que esta circunstancia haya sido considerada a
los fines de imponer la sanción. Cfr. Resolución No. 6425 emitida por la Dirección Nacional de Migración y Naturalización del Ministerio de Gobierno y Justicia de Panamá el
18 de septiembre de 1996 (expediente de prueba, tomo III, anexo 3 a la demanda, folio
1197) y Resolución No. 0185 emitida por la Dirección Nacional de Migración y Naturalización del Ministerio de Gobierno y Justicia de Panamá el 9 de enero de 2002 (expediente de prueba, tomo VI, anexo 1 a la contestación de la demanda, folio 2396).
14 Cfr. Resolución No. 7306 emitida por la Dirección Nacional de Migración y Naturalización del Ministerio de Gobierno y Justicia de Panamá el 6 de diciembre de 2002 (expediente de prueba, tomo VI, anexo 1 a la contestación de la demanda, folios 2394 a 2395);
Informe del Director General de la Policía Nacional de Panamá, supra nota 69, folio 1573,
y Nota No. 268-DGSP.DAL, supra nota 69.
15 Cfr. Comunicación No. DNMYN-SI-1265-02 emitida por la Dirección Nacional de Migración y Naturalización del Ministerio de Gobierno y Justicia dirigida al Director de la
Zona de Policía de Darién de la Policía Nacional el 12 de diciembre de 2002 (expediente
de prueba, tomo VI, anexo 2 a la contestación de la demanda, folio 2483); Comunicación
No. DNMYN-SI-1264-02 emitida por la Dirección Nacional de Migración y Naturalización
del Ministerio de Gobierno y Justicia dirigida al Supervisor de Migración en Metetí, Provincia de Darién el 12 de diciembre de 2002 (expediente de prueba, tomo VI, anexo 2 a la
contestación de la demanda, folio 2484); Comunicación No. DNMYN-SI-1266-02 emitida
303
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Derecho a la integridad personal
El 8 de septiembre de 2003 la Directora Nacional de Migración, mediante resolución 8230, resolvió dejar sin efecto la pena impuesta al
señor Vélez Loor, ya que presentó un pasaje para abandonar el país16, y
al día siguiente fue trasladado del Centro Penitenciario La Joyita hacia
las instalaciones de la Dirección Nacional de Migración en Ciudad de
Panamá17. El 10 de septiembre de 2003 el señor Vélez Loor fue deportado hacia la República del Ecuador18. (Cf. Párrafo 95)
La norma que dio fundamento a la privación de la libertad del señor Vélez Loor era el Decreto Ley 16 de 30 de julio de 1960 sobre Migración19, el cual fue derogado mediante el artículo 141 del Decreto
Ley No. 3 de 22 de febrero de 200820. Esto es, con posterioridad a los
hechos que motivaron el presente caso, se introdujeron reformas en
el marco normativo panameño en materia migratoria. Sin embargo,
corresponde que el Tribunal se pronuncie sobre la ley migratoria que
estaba vigente en Panamá a la fecha en que sucedieron los hechos del
presente caso y fue aplicada al señor Vélez Loor en relación con las
por la Dirección Nacional de Migración y Naturalización del Ministerio de Gobierno y
Justicia dirigida al Director del Centro Penitenciario La Joya el 12 de diciembre de 2002
(expediente de prueba, tomo VI, anexo 2 a la contestación de la demanda, folio 2485), y
Oficio No. 2778 T emitida por la Directora General del Sistema Penitenciario dirigido a la
Dirección Nacional de Migración y Naturalización el 11 de diciembre de 2002 (expediente de prueba, tomo VI, anexo 2 a la contestación de la demanda, folio 2486).
16 Cfr. Resolución No. 8230 emitida por la Dirección Nacional de Migración y Naturalización del Ministerio de Gobierno y Justicia el 8 de septiembre de 2003 (expediente de
prueba, tomo VI, anexo 1 a la contestación de la demanda, folios 2398 a 2399) y Nota No.
268-DGSP.DAL, supra nota 69.
17 Cfr. Ficha de egreso del Centro Penitenciario de La Joyita de Jesús Vélez Loor el 9 de septiembre de 2003 (expediente de prueba, tomo VI, anexo 3 a la contestación de la demanda,
folio 2536), e Informe del Director General de la Policía Nacional, supra nota 69, folio 1574.
18 Cfr. Nota A.J. No. 551 emitida por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Panamá a
la Embajadora de Panamá en el Ecuador el 10 de marzo de 2004 (expediente de prueba,
tomo IV, anexo 3 al escrito autónomo de solicitudes, argumentos y pruebas, folios 1567 a
1568); Salvoconducto No. 59/03 emitido por el Consulado General del Ecuador en Panamá el 10 de septiembre de 2003 (expediente de prueba, tomo III, anexo 21 a la demanda,
folio 1254); Nota No. DNMYN-AL-32-04, supra nota 70; Nota No. 4-2-105/2009 emitida
por la Embajada de Ecuador en Panamá dirigida al Ministerio de Relaciones Exteriores
de Panamá el 15 de septiembre de 2009 (expediente de prueba, tomo VI, anexo 1 a la
contestación de la demanda, folio 2437).
19 Cfr. Decreto Ley No. 16 de 30 de junio de 1960 publicado en la Gaceta Oficial el 5 de julio de 1960 (expediente de prueba, tomo VIII, anexo 54 a la contestación de la demanda,
folios 3619 a 3635) y Decreto Ley No. 16 de 30 de junio de 1960 sobre Migración, texto
integrado, con sus respectivas modificaciones, subrogaciones, derogaciones y adiciones
(expediente de prueba, tomo III, anexo 1 a la demanda, folios 1145 a 1155).
20 Cfr. Decreto Ley No. 3 de 22 de febrero de 2008 que crea el Servicio Nacional de Migración, la Carrera Migratoria y dicta otras disposiciones, publicada en la Gaceta Oficial
Digital el 26 de febrero de 2008 (expediente de prueba, tomo VII, anexo 10 a la contestación de la demanda, folio 2895).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
obligaciones que incumben a Panamá en virtud de la Convención Americana. (Cf. Párrafo 96)
Este Tribunal ya ha manifestado que, en el ejercicio de su facultad de
fijar políticas migratorias21, los Estados pueden establecer mecanismos
de control de ingreso a su territorio y salida de él con respecto a personas que no sean nacionales suyas, siempre que dichas políticas sean
compatibles con las normas de protección de los derechos humanos establecidas en la Convención Americana22. En efecto, si bien los Estados
guardan un ámbito de discrecionalidad al determinar sus políticas migratorias, los objetivos perseguidos por las mismas deben respetar los
derechos humanos de las personas migrantes23. (Cf. Párrafo 97)
En este sentido, la Corte ha establecido que de las obligaciones generales de respetar y garantizar los derechos, derivan deberes especiales,
determinables en función de las particulares necesidades de protección
del sujeto de derecho, ya sea por su condición personal o por la situación
específica en que se encuentre24. A este respecto, los migrantes indocumentados o en situación irregular han sido identificados como un grupo
en situación de vulnerabilidad25, pues “son los más expuestos a las vio21 La política migratoria de un Estado está constituida por todo acto, medida u omisión
institucional (leyes, decretos, resoluciones, directrices, actos administrativos, etc…) que
versa sobre la entrada, salida o permanencia de población nacional o extranjera dentro
de su territorio. Cfr. Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados. Opinión Consultiva OC-18/03 de 17 de septiembre de 2003. Serie A No. 18, párr. 163.
22 Cfr. Asunto Haitianos y Dominicanos de origen Haitiano en la República Dominicana
respecto República Dominicana. Medidas Provisionales. Resolución de la Corte Interamericana de 18 de agosto de 2000, Considerando cuarto.
23 Cfr. Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, supra nota 82, párr.
168. De igual forma, el Relator Especial del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones
Unidas sobre los derechos humanos de los migrantes, ha sostenido que “[a]unque todos
los Estados tienen el derecho soberano de proteger sus fronteras y regular sus políticas
de migración, al promulgar y aplicar la legislación nacional en materia de inmigración
también deben asegurar el respeto de los derechos humanos de los migrantes”. Naciones
Unidas, Consejo de Derechos Humanos, “Promoción y protección de todos los derechos
humanos, civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, incluido el derecho al desarrollo”, Informe del Relator Especial sobre los derechos humanos de los migrantes, Sr. Jorge
Bustamante, A/HRC/7/12, 25 de febrero de 2008, párr. 14 (expediente de prueba, tomo V,
anexo 24 al escrito autónomo de solicitudes, argumentos y pruebas, folio 2017).
24 Cfr. Caso de la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 31 de enero de 2006. Serie C No. 140, párr. 111; Caso González y otras (“Campo
Algodonero”), supra nota 20, párr. 243, y Caso Anzualdo Castro, supra nota 60, párr. 37.
25 Del mismo modo, la Asamblea General de las Naciones Unidas resaltó “la situación de vulnerabilidad en que suelen encontrarse los migrantes debido, entre otras cosas, a que no viven
en sus Estados de origen y a las dificultades que afrontan a causa de diferencias de idioma,
costumbres y culturas, así como las dificultades económicas y sociales y los obstáculos para
regresar a sus Estados de origen a que deben hacer frente los migrantes sin documentación
o en situación irregular”. Naciones Unidas, Asamblea General, Resolución sobre “Protección
de los migrantes”, A/RES/54/166, 24 de febrero de 2000, Preámbulo, párr. quinto, citado
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306
Derecho a la integridad personal
laciones potenciales o reales de sus derechos”26 y sufren, a consecuencia de su situación, un nivel elevado de desprotección de sus derechos y
“diferencias en el acceso […] a los recursos públicos administrados por
el Estado [con relación a los nacionales o residentes]”27. Evidentemente,
esta condición de vulnerabilidad conlleva “una dimensión ideológica y
se presenta en un contexto histórico que es distinto para cada Estado, y
es mantenida por situaciones de jure (desigualdades entre nacionales y
extranjeros en las leyes) y de facto (desigualdades estructurales)”28. Del
mismo modo, los prejuicios culturales acerca de los migrantes permiten la reproducción de las condiciones de vulnerabilidad, dificultando
la integración de los migrantes a la sociedad29. Finalmente, es de notar
que las violaciones de derechos humanos cometidas en contra de los
migrantes quedan muchas veces en impunidad debido, inter alia, a la
existencia de factores culturales que justifican estos hechos, a la falta de
acceso a las estructuras de poder en una sociedad determinada, y a impedimentos normativos y fácticos que tornan ilusorios un efectivo acceso a la justicia30. (Cf. Párrafo 98)
En aplicación del principio del efecto útil y de las necesidades de
protección en casos de personas y grupos en situación de vulnerabilidad31, este Tribunal interpretará y dará contenido a los derechos reconocidos en la Convención, de acuerdo con la evolución del corpus juris
internacional existente en relación con los derechos humanos de los
migrantes, tomando en cuenta que la comunidad internacional ha reconocido la necesidad de adoptar medidas especiales para garantizar
la protección de los derechos humanos de este grupo32. (Cf. Párrafo 99)
en Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, supra nota 82, párr. 114.
26 Naciones Unidas, Consejo Económico y Social, “Grupos específicos e individuos: Trabajadores migrantes. Derechos humanos de los migrantes”, Informe presentado por la Relatora Especial, Sra. Gabriela Rodríguez Pizarro, de conformidad con la Resolución 1999/44
de la Comisión de Derechos Humanos, E/CN.4/2000/82, 6 de enero de 2000, párr. 28.
27 Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, supra nota 82, párr. 112.
28 Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, supra nota 82, párr. 112.
29 Cfr. Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, supra nota 82, párr. 113
30 Cfr. Naciones Unidas, Consejo Económico y Social, “Grupos específicos e individuos: Trabajadores migrantes. Derechos humanos de los migrantes”, Informe presentado por la Relatora Especial, Sra. Gabriela Rodríguez Pizarro, de conformidad con la Resolución 1999/44 de
la Comisión de Derechos Humanos, E/CN.4/2000/82, 6 de enero de 2000, párr. 73, y Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, supra nota 82, párr. 112.
31 Cfr. Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa Vs Paraguay. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 29 de marzo de 2006. Serie C No. 146, párr. 189; Caso Ibsen Cárdenas
e Ibsen Peña, supra nota 28, párr. 90, y Caso Comunidad Indígena Xákmok Kásek, supra
nota 28, párr. 250.
32 Cfr. Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, supra nota 82,
párr. 117, citando Naciones Unidas, Informe de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social celebrada en Copenhague, 6 a 12 de marzo de 1995, A/CONF.166/9, de 19 de abril
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Esto no significa que no se pueda iniciar acción alguna contra las
personas migrantes que no cumplan con el ordenamiento jurídico estatal, sino que al adoptar las medidas que correspondan, los Estados
deben respetar sus derechos humanos y garantizar su ejercicio y goce
a toda persona que se encuentre bajo su jurisdicción, sin discriminación alguna por su regular o irregular estancia, nacionalidad, raza,
género o cualquier otra causa33. De igual forma, la evolución de este
ámbito del derecho internacional ha desarrollado ciertos límites a la
aplicación de las políticas migratorias que imponen un apego estricto
a las garantías del debido proceso y al respeto de la dignidad humana34,
cualquiera que sea la condición jurídica del migrante. (Cf. Párrafo 100)
En razón de lo anterior, la Corte considera pertinente realizar un
análisis diferenciado en relación con los actos y momentos diversos en
los cuales la libertad personal del señor Vélez Loor fue restringida, de
acuerdo a los alegatos presentados por las partes y sobre los cuales el
Estado no ha aceptado su responsabilidad internacional. En tal sentido,
la Corte se referirá a las siguientes cuestiones: a) aprehensión inicial
por la Policía de Tupiza el 11 de noviembre de 2002; b) orden de detención 1430 de 12 de noviembre de 2002; c) recursos efectivos para cuestionar la legalidad de la detención; d) procedimiento ante la Dirección
Nacional de Migración y Naturalización entre el 12 de noviembre y el 6
de diciembre de 2002; e) derecho a la información y acceso efectivo a
la asistencia consular; f) privación de libertad en aplicación del artículo
de 1995, Anexo II Programa de Acción, párrs. 63, 77 y 78, disponible en: http://www.inclusion-ia.org/espa%F1ol/Norm/copspanish.pdf; Naciones Unidas, Informe de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo celebrada en El Cairo del 5 al 13
de septiembre de 1994, A/CONF.171/13, de 18 de octubre de 1994, Programa de Acción,
Capítulo X.A. 10. 2 a 10.20, disponible en: http://www.un.org/popin/icpd/conference/
offspa/sconf13.html, y Naciones Unidas, Asamblea General, Conferencia Mundial sobre
Derechos Humanos celebrada en Viena, Austria, del 14 al 25 de junio de 1993, A/CONF.
157/23, de 12 de julio de 1993, Declaración y Programa de Acción, I.24 y II.33-35, disponible en: http://www.cinu.org.mx/temas/dh/decvienapaccion.pdf.
33 Cfr. Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, supra nota 82, párr. 118.
34 Cfr. Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, supra nota 82,
párr. 119. Asimismo, la Comisión Africana sobre Derechos Humanos y de los Pueblos ha
señalado que “[…] no pretende cuestionar ni tampoco cuestiona el derecho de un Estado
a tomar acciones legales en contra de los inmigrantes ilegales tales como deportarlos
a sus países de origen si los tribunales competentes así lo deciden. Sin embargo, la Comisión considera que es inaceptable deportar a individuos sin darles la posibilidad de
argumentar su caso ante las cortes nacionales competentes, ya que ello es contrario al
espíritu y texto de la Carta [Africana de los Derechos Humanos y de los Pueblos] y del
derecho internacional”. African Commission of Human and Peoples´ Rights, Communication No: 159/96- Union Inter Aficaine des Droits de l’ Homme, Federation Internationale
des Ligues des Droits de l’Homme, Rencontre Africaine des Droits de l’Homme, Organisation Nationale des Droits de l’Homme au Sénégal and Association Malienne des Droits de
l’Homme au Angola, decision of 11 November, 1997, para. 20.
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Derecho a la integridad personal
67 del Decreto Ley 16 de 1960; g) notificación de la Resolución 7306 de
6 de diciembre de 2002, y recursos respecto del fallo sancionatorio, y
h) ilegalidad del lugar de reclusión de extranjeros sancionados en aplicación del Decreto Ley 16 de 1960. (Cf. Párrafo 101)
[…]
e) Derecho a la información y acceso efectivo a la asistencia
consular
La Comisión se refirió a las omisiones incurridas por el Estado de
Panamá que “impidieron el acceso a asistencia consular adecuada y
oportuna”. Al respecto, argumentó que “el derecho a la asistencia consular implica que la persona detenida o sometida a proceso sea informada de su derecho de contactarse con el consulado y le sean proporcionados los medios para ello”, lo cual “no ocurrió en el presente caso,
pues el Estado panameño decidió unilateralmente informar al Estado
ecuatoriano sobre la situación, sin disponer medio alguno para que
fuera la [presunta] víctima quien entrara en contacto con su consulado
y solicitara el apoyo que requería”. Asimismo, la Comisión advirtió que
“no existe prueba alguna de que el Estado de Ecuador haya sido informado oficialmente del proceso que se seguía a la [presunta] víctima ni
de la sanción penal que el mismo podía acarrear”. Las representantes
coincidieron con la Comisión respecto a que “[e]l Estado tampoco informó a[l señor Vélez Loor] de su derecho a contar con la asistencia
consular”. Asimismo, alegaron que “el referido derecho no se satisface
con la sola notificación por parte de las autoridades del Estado que recibe”, ya que “es el individuo quien es el titular del derecho de información y notificación consular, por lo tanto, Panamá debió informarle sin
demora al señor Vélez su derecho de comunicarse con el consulado de
su país, y además asegurar las condiciones para que pudiese hacerlo si
lo hubiese decidido”. (Cf. Párrafo 149)
El Estado señaló que el “Consulado de la República del Ecuador fue
notificado telefónicamente por la Dirección Nacional de Migración […]
sobre la detención del [s]eñor Vélez Loor, el día 12 de noviembre de
2002” y que el señor Vélez Loor tuvo comprobado auxilio consular de
su país “[d]esde inicios del mes de diciembre [de 2002]”. Asimismo,
el Estado sostuvo que “en la época de los hechos, […] Panamá al igual
que la gran mayoría de los países, aplicaba entonces un criterio estatista respecto de la notificación consular [, por lo que] entendía el derecho de notificación consular como un derecho del Estado de envío,
no como un derecho del individuo”. Por ello, el Estado considera que
“[e]n el momento de la detención del señor Vélez la notificación hecha
al cónsul [de Ecuador] respecto de la detención del individuo era, de
acuerdo a los estándares internacionales suficiente y adecuada[, por
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
tanto] la obligación contemplada por el artículo 36 de la Convención de
Viena se había cumplido cabalmente”. (Cf. Párrafo 150)
La Corte ya se ha pronunciado sobre el derecho a la asistencia consular en casos relativos a la privación de libertad de una persona que no es
nacional del país que le detiene. En el año 1999, en la opinión consultiva
sobre El Derecho a la Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del Debido Proceso Legal, la Corte declaró inequívocamente que el derecho del detenido extranjero a la información sobre la
asistencia consular, hallado en el artículo 36 de la Convención de Viena
sobre Relaciones Consulares (en adelante “la Convención de Viena”), es
un derecho individual y una garantía mínima protegida dentro del sistema interamericano35. Este principio fue reiterado por la Corte Internacional de Justicia en el caso LaGrand en el año 200136. Adicionalmente,
existían también instrumentos internacionales no vinculantes que establecían este derecho37. En consecuencia, no es cierto lo afirmado por el
Estado que a la época de los hechos, esto es el año 2002, la notificación
al consulado era suficiente. (Cf. Párrafo 151)
La Corte observa que los extranjeros detenidos en un medio social
y jurídico diferente de los suyos, y muchas veces con un idioma que
desconocen, experimentan una condición de particular vulnerabilidad,
que el derecho a la información sobre la asistencia consular, enmarcado en el universo conceptual de los derechos humanos, busca remediar
de modo tal de asegurar que la persona extranjera detenida disfrute
de un verdadero acceso a la justicia, se beneficie de un debido proceso
legal en condiciones de igualdad con quienes no afrontan esas desventajas, y goce de condiciones de detención compatibles con el respeto
debido a la dignidad de las personas. Para alcanzar sus objetivos, el
proceso debe reconocer y resolver los factores de desigualdad real de
quienes son llevados ante la justicia. Es así como se atiende el principio
de igualdad ante la ley y los tribunales y a la correlativa prohibición de
discriminación. La presencia de condiciones de desigualdad real obliga
a adoptar medidas de compensación que contribuyan a reducir o eli35 Cfr. El Derecho a la Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del Debido Proceso Legal, supra nota 145, párrs. 84 y 124.
36 Cfr. ICJ, LaGrand Case (Germany v. United States of America), I.C.J. Reports 2001, Judgment of 27 June 2001, page 494, para. 77.
37 Cfr. Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos. Adoptadas por el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente,
celebrado en Ginebra en 1955, y aprobadas por el Consejo Económico y Social en sus
resoluciones 663C (XXIV) de 31 de julio de 1957 y 2076 (LXII), de 13 de mayo de 1977,
Regla 38.1, y Naciones Unidas, Asamblea General, Conjunto de Principios para la protección de todas las personas sometidas a cualquier forma de detención o prisión, Resolución 43/173, de 9 de diciembre de 1988, Principio 16.2.
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310
Derecho a la integridad personal
minar los obstáculos y deficiencias que impidan o reduzcan la defensa
eficaz de los propios intereses38. (Cf. Párrafo 152)
Es así que desde la óptica de los derechos de la persona detenida
tres son los componentes esenciales del derecho debido al individuo
por el Estado Parte39: 1) el derecho a ser notificado de sus derechos
bajo la Convención de Viena40; 2) el derecho de acceso efectivo a la comunicación con el funcionario consular, y 3) el derecho a la asistencia
misma. (Cf. Párrafo 153)
Para prevenir detenciones arbitrarias, la Corte reitera la importancia de que la persona detenida sea notificada de su derecho de
establecer contacto con una tercera persona, tal como el funcionario
consular, para informarle que se halla bajo custodia del Estado, lo cual
debe realizarse en conjunto con sus obligaciones bajo el artículo 7.4 de
la Convención. Cuando la persona detenida no es nacional del Estado
bajo el cual se haya en custodia, la notificación de su derecho a contar
con la asistencia consular se erige también en una garantía fundamental de acceso a la justicia y permite el ejercicio efectivo del derecho
de defensa, pues el cónsul puede asistir al detenido en diversos actos
de defensa, como el otorgamiento o contratación de patrocinio letrado, la obtención de pruebas en el país de origen, la verificación de las
38 Cfr. El Derecho a la Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del Debido Proceso Legal, supra nota 145, párr. 119; Condición Jurídica y Derechos
de los Migrantes Indocumentados, supra nota 82, párr. 121, y Caso Baldeón García, supra
nota 27, párr. 202.
39 Se debe tener en cuenta que los estándares siguientes no se aplican a las personas detenidas o retenidas que hayan solicitado una medida de protección internacional (supra
párr. 106). Si son detenidas, tales personas gozan de los derechos bajo la Convención de
Viena, no obstante, hay otras consideraciones para proteger sus intereses, las cuales la
Corte no estima pertinente examinar en esta Sentencia.
40 Así, el detenido extranjero tiene el derecho a ser informado de su derecho: 1) a que
el Estado receptor le informe a la oficina consular competente sobre su situación; y 2) a
que el Estado receptor transmita sin demora “cualquier comunicación dirigida a la oficina
consular” por el detenido. Cfr. Artículo 36.1.b) de la Convención de Viena sobre Relaciones
Consulares. Documento (A/CONF.25/12) (1963) de 24 de abril de 1963, en vigor a partir
del 19 de marzo de 1967, y rige desde esa fecha para el Ecuador (que la había ratificado
el 11 de marzo de 1965), y para Panamá desde el trigésimo día siguiente al depósito de su
instrumento de ratificación, efectuada el 28 de agosto de 1967. Esta notificación le debe
ser hecha antes de que “rinda su primera declaración”. El Derecho a la Información sobre la
Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del Debido Proceso Legal, supra nota 145,
párr. 106; Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez, supra nota 99, párr. 164, y Caso Bueno
Alves Vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 11 de mayo de 2007. Serie C
No. 164, párr. 116. Así como los otros derechos que tiene quien es privado de libertad, éste
“constituye un mecanismo para evitar detenciones ilegales o arbitrarias desde el momento
mismo de la privación de libertad y, a su vez, garantiza el derecho de defensa del individuo”.
Ver mutatis mutandis Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota 97, párr. 82; Caso Usón Ramírez, supra nota 10, párr. 147, y Caso Yvon Neptune, supra nota 97, párr. 105.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
condiciones en que se ejerce la asistencia legal y la observación de la
situación de privación de libertad41. (Cf. Párrafo 154)
El Tribunal pasa, seguidamente, a determinar si el Estado informó
al señor Vélez Loor del derecho que le asistía. Del expediente obrante
ante la Corte no se desprende elemento probatorio alguno que demuestre que el Estado haya notificado al señor Vélez Loor, como detenido
extranjero, su derecho a comunicarse con un funcionario consular de
su país, a fin de procurar la asistencia reconocida en el artículo 36.1.b
de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares. La Corte considera que correspondía al Estado demostrar que en el presente caso
cumplió con la obligación de notificar al señor Vélez Loor el derecho a
la asistencia consular que asiste a todo extranjero detenido y no sólo
a la Embajada de Ecuador. Sobre esto, es importante resaltar que la
Convención de Viena pone la decisión de ser o no visitado por el funcionario consular en manos del detenido42. (Cf. Párrafo 155)
Ahora bien, todas las partes coinciden en que en algún momento
se informó a las autoridades consulares de Ecuador que el señor Vélez
Loor se encontraba bajo custodia del Estado panameño (supra párrs.
149 y 150), pero subsiste la controversia respecto de cuándo fue la
fecha en que fue hecha esta notificación al consulado. La prueba proporcionada no ha sido conteste en cuanto a la fecha y el modo en que
se puso en conocimiento del Consulado del Ecuador en Panamá que el
señor Vélez Loor se encontraba bajo la custodia estatal43. Lo cierto es
que al 5 de diciembre de 2002 la misión consular ecuatoriana ya había
iniciado gestiones para obtener la deportación del señor Vélez Loor44.
41 Cfr. El Derecho a la Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del Debido Proceso Legal, supra nota 145, párr. 86; Caso Chaparro Álvarez y Lapo
Íñiguez, supra nota 99, párr. 164, y Caso Bueno Alves, supra nota 157, párr. 116.
42 En lo pertinente el artículo 36.1.c) de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares señala que “[…] los funcionarios consulares se abstendrán de intervenir en favor
del nacional detenido, cuando éste se oponga expresamente a ello”.
43 Al respecto, el señor González declaró que el Consulado de la República de Ecuador fue
notificado telefónicamente por el entonces Jefe de Investigaciones de la Dirección Nacional
de Migración y Naturalización del Ministerio de Gobierno y Justicia sobre la detención del
señor Vélez Loor. Cfr. Declaración rendida por Carlos Benigno González Gómez, supra nota
122, folio 3787. Por otro lado, el señor Vélez Loor sostuvo que “en un tiempo yo tuve la
oportunidad de llamar al Consulado de Ecuador a través de un teléfono clandestino”. Declaración rendida por Jesús Tranquilino Vélez Loor en la audiencia pública celebrada ante
la Corte Interamericana el 25 de agosto de 2010. Finalmente, el señor Ochoa manifestó “[p]
ocos días antes de [n]avidad [c]uando me llevaron a la embajada ecuatoriana para sacar
mis huellas y verificar mi nacionalidad, pude hablar con la embajadora, […l]e comenté del
caso del Sr. Vélez, y ella me contó que yo tenía que hablar con el Director de Migración”. Declaración rendida por el señor Leoncio Raúl Ochoa Tapia ante fedatario público (affidávit)
el 6 de agosto de 2010 (expediente de prueba, tomo IX, affidávits, folio 3656).
44 Cfr. Nota No. 3-6-3/2002 emitida por el Consulado de Ecuador en Panamá dirigido al
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Derecho a la integridad personal
Al respecto, el señor Vélez Loor declaró que durante el tiempo que estuvo recluido en la Cárcel Pública de La Palma se entrevistó con funcionarios de inmigración, sin embargo, manifestó que “nunca tuv[o]
conocimiento” de las gestiones que estaba realizando en diciembre de
2002 el Consulado ecuatoriano en su favor. Asimismo, refirió que “nunca sup[o] cómo sucede la deportación” y que “no s[abe] cuáles hayan
sido las gestiones”45. (Cf. Párrafo 156)
Es pertinente recordar que el derecho de un detenido extranjero a
solicitar la ayuda del consulado de su país ha sido considerado como
un componente de las “garantías mínimas para brindar a los extranjeros la oportunidad de preparar adecuadamente su defensa”46. Es así
que la Corte ha destacado varios actos relacionados con la defensa en
los que el cónsul puede asistir al detenido (supra párr. 154) y su importancia para garantizar el cumplimiento del derecho a “ser asistido
por un defensor” bajo el artículo 8.2.d) de la Convención. De modo tal
que “[l]a inobservancia u obstrucción de[l] derecho [del detenido] a la
información afecta las garantías judiciales”47, y puede resultar en una
violación de las mismas. (Cf. Párrafo 157)
En cuanto al acceso efectivo a la comunicación consular, la Convención de Viena dispone que al detenido se le debe permitir: 1) comunicarse libremente con los funcionarios consulares; y 2) recibir visitas de
ellos48. Según este instrumento, “los funcionarios consulares tendrán
derecho a visitar al nacional del Estado [y] a organizar su defensa ante
los tribunales”49. Es decir, el Estado receptor no debe obstruir la actuación del funcionario consular de brindar servicios legales al detenido.
Asimismo, el detenido tiene el derecho a la asistencia misma, lo cual
impone al Estado del cual el detenido es nacional el deber de proteger
los derechos de sus nacionales en el extranjero brindando protección
consular. Las visitas de los funcionarios consulares deberían ser con
miras a proveer la “protección de los intereses” del detenido nacional,
Jefe del estado Mayor de la Armada de Panamá el 5 de diciembre de 2002 (expediente de
prueba, tomo VIII, anexo 51 a la contestación de la demanda, folio 3531).
45 Declaración rendida por Jesús Tranquilino Vélez Loor en la audiencia pública celebrada ante la Corte Interamericana el 25 de agosto de 2010.
46 El Derecho a la Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías
del Debido Proceso Legal, supra nota 145, párr. 122; Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez, supra nota 99, párr. 164, y Caso Bueno Alves, supra nota 157, párr. 116.
47 El Derecho a la Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías
del Debido Proceso Legal, supra nota 145, párr. 129; Caso Acosta Calderón Vs. Ecuador.
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 24 de junio de 2005. Serie C No. 129, párrs.
125 y 126, y Caso Tibi, supra nota 27, párrs. 195 y 196.
48 Cfr. Convención de Viena sobre Relaciones Consulares, artículos 36.1.a) y 36.1.b).
49 Convención de Viena sobre Relaciones Consulares, artículo 36.1.c).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
particularmente los asociados con “su defensa ante los tribunales”50.
De esta manera, el derecho a la visita consular presenta un potencial
para garantizar y dar efectividad a los derechos a la libertad personal,
la integridad personal y la defensa. (Cf. Párrafo 158)
La Corte observa que, si bien el señor Vélez Loor tuvo comprobada
comunicación con funcionarios consulares de Ecuador en el Estado de
Panamá51, el procedimiento administrativo que duró del 12 de noviembre al 6 de diciembre de 2002, y que culminó con la resolución que
le impuso una sanción de privación de la libertad, no le proporcionó
la posibilidad de ejercer el derecho de defensa, audiencia ni del contradictorio, ni mucho menos garantizaba que dicho derecho pudiera
ejercerse en términos reales (supra párr. 144). Es decir, si bien el señor
Vélez Loor recibió visitas por parte de los funcionarios consulares en el
Centro Penitenciario La Joyita con posterioridad a la imposición de la
sanción52, en las cuales se le entregaron útiles de aseo personal, dinero
en efectivo y medicinas y se solicitó la intervención de médicos que verificasen su salud, no pudo ejercer su derecho a la defensa con la asistencia consular ya que el procedimiento administrativo sancionatorio
no permitió materializarla como parte del debido proceso legal, pues
se decidió sin que la parte fuese oída. (Cf. Párrafo 159)
Por lo anteriormente expuesto, la Corte concluye que en el presente caso la falta de información al señor Vélez Loor sobre su derecho a
comunicarse con el consulado de su país y la falta de acceso efectivo
a la asistencia consular como un componente del derecho a la defensa y del debido proceso, contravino los artículos 7.4, 8.1 y 8.2.d de la
Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en
perjuicio del señor Vélez Loor. (Cf. Párrafo 160)
Derecho a la integridad personal en relación con las obligaciones de respetar y garantizar los derechos y las obligaciones contenidas en la Convención Interamericana para prevenir y sancionar
la tortura
Los alegatos de la Comisión y las representantes, bajo el artículo 5 de
la Convención Americana y la Convención contra la Tortura, se refieren
50 Cfr. El Derecho a la Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del Debido Proceso Legal, supra nota 145, párr. 87; Caso Chaparro Álvarez y Lapo
Íñiguez, supra nota 99, párr. 164 y Caso Bueno Alves, supra nota 157, párr. 116.
51 Cfr. Nota No. 4-2-105/2009, supra nota 79, folios 2435 y 2436, y Nota No. 3-8/09/2003
emitida por la Embajada de Ecuador en Panamá dirigida al Director del Centro Penitenciario La Joyita el 26 de febrero de 2003 (expediente de prueba, tomo VIII, anexo 53 a la
contestación de la demanda, folio 3611).
52 Cfr. Nota No. 4-2-105/2009, supra nota 79, folios 2435 y 2436.
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Derecho a la integridad personal
a: i) las condiciones carcelarias y ii) la obligación de investigar los actos
de tortura. Además, los alegados actos de tortura y la obligación de tipificar la tortura como delito, traídos a este proceso por las representantes, serán tomadas en cuenta en tanto complementan la obligación de
investigar los alegados actos de tortura (supra párr. 47). El Estado, por
su parte, reconoció su responsabilidad internacional por la violación
del derecho a la integridad personal contenido en los artículos 5.1 y
5.2 de la Convención Americana, con relación al artículo 1.1 del mismo
instrumento, únicamente en cuanto a determinadas condiciones de detención a las que fue sometido el señor Vélez Loor durante su privación
de libertad, con excepción de la obligación de brindar asistencia médica
adecuada y del suministro de agua (supra párr. 67). (Cf. Párrafo 196)
En efecto, el Estado “admit[ió] que las graves deficiencias que afectan al sistema [p]enitenciario [n]acional, afectan negativamente el derecho a la integridad de las personas privadas de libertad”. Al respecto,
hizo especial énfasis “respecto de las graves deficiencias físicas, estructurales y de funcionamiento”, las cuales contradicen las leyes internas,
así como los estándares internacionales sobre la materia, adoptados
por el país. Con relación a la Cárcel Pública de La Palma y al Complejo
La Joya-La Joyita, “reconoc[ió] la existencia, entre otros, documentados
por las distintas autoridades panameñas de los siguientes problemas:
deficiencias estructurales en los centros de detención, problemas en el
suministro regular de agua, sobrepoblación penitenciaria, deficiencia
de los sistemas de clasificación de las personas privadas de libertad,
deficiencias de los programas de resocialización y educación”. El Estado
también explicó que para remediar la situación de sobrepoblación en
los centros penitenciarios del país “ha adoptado medidas con efectos a
breve término y a mediano plazo”, mismas que expuso a detalle. En tal
sentido, aceptó la responsabilidad53, limitada a la época de los hechos, y
se sometió a la decisión que la Corte disponga. (Cf. Párrafo 197)
Esta Corte ha indicado que, de conformidad con el artículo 5.1 y
53 En relación con las condiciones de detención reconocidas por el Estado, el Tribunal
observa que tras una visita efectuada a Panamá y específicamente al penal de La Joyita en
junio de 2001, la Comisión Interamericana emitió un comunicado de prensa en el cual hizo
alusión a condiciones de detención incompatibles con la dignidad humana. Se refirió, entre
otros, a sus altos índices de población; al gran número de detenidos que se veían obligados
a dormir en el suelo o colgados en hamacas, colocadas a veces a cuatro metros de altura
del piso; a las deterioradas e insuficientes instalaciones sanitarias, lo que ponía en riesgo
la salud de la población existente. Asimismo, la Comisión constató serias deficiencias en
los servicios de salud accesibles a los detenidos, así como la falta de oportunidades de
ocupación laboral, programas de rehabilitación y actividades recreativas. Cfr. Comunicado
de Prensa No. 10/01 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de 8 de junio
de 2001 (expediente de prueba, tomo III, anexo 29 de la demanda, folios 1529 y 1530).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
5.2 de la Convención54, toda persona privada de libertad tiene derecho a vivir en condiciones de detención compatibles con su dignidad
personal. Como responsable de los establecimientos de detención, el
Estado se encuentra en una posición especial de garante de los derechos de toda persona que se halle bajo su custodia55. Esto implica el
deber del Estado de salvaguardar la salud y el bienestar de los reclusos, brindándoles, entre otras cosas, la asistencia médica requerida,
y de garantizar que la manera y el método de privación de libertad no
excedan el nivel inevitable de sufrimiento inherente a la detención56.
Su falta de cumplimento puede resultar en una violación de la prohibición absoluta de aplicar tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes57. En este sentido, los Estados no pueden invocar privaciones
económicas para justificar condiciones de detención que no cumplan
con los estándares mínimos internacionales en esta área y no respeten la dignidad del ser humano58. (Cf. Párrafo 198)
De la prueba presentada en este caso se desprende que en la época
de los hechos de la detención del señor Vélez Loor sólo existía un albergue migratorio en todo el país, específicamente en la Ciudad de Pana54 El artículo 5 de la Convención Americana dispone, en lo pertinente, que:
Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral.
Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a
la dignidad inherente al ser humano.
55 Cfr. Caso Neira Alegría y otros Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 19 de enero de 1995. Serie
C No. 20, párr. 60; Caso Yvon Neptune, supra nota 97, párr. 130, y Caso Montero Aranguren
y otros (Retén de Catia) Vs. Venezuela. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 5 de
julio de 2006. Serie C No. 150, párrs. 85 y 87.
56 Cfr. Caso “Instituto de Reeducación del Menor” Vs. Paraguay. Excepciones Preliminares,
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 2 de septiembre de 2004. Serie C No. 112,
párr. 159; Caso Yvon Neptune, supra nota 97, párr. 130, y Caso Boyce y otros Vs. Barbados.
Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 20 de noviembre de
2007. Serie C No. 169, párr. 88.
57 Cfr. Caso Cantoral Benavides, supra nota 27, párr. 95; Caso Boyce y otros, supra nota
208, párr. 88, y Caso Bueno Alves, supra nota 157, párrs. 75 y 76. Al respecto, el Comité
contra la Tortura ha expresado que “[l]a sobrepoblación y las precarias condiciones materiales y de higiene en los establecimientos carcelarios, la carencia de servicios básicos,
en especial atención médica apropiada, la incapacidad de las autoridades de garantizar
la protección de los reclusos en situaciones de violencia intercarcelaria […] y otras graves carencias, además de incumplir las Reglas mínimas de las Naciones Unidas para el
tratamiento de los reclusos, agravan la privación de libertad de los reclusos condenados
y procesados y la transforman en una pena cruel, inhumana y degradante y, para los últimos, además, una pena anticipada de sentencia”. Naciones Unidas, Informe del Comité
contra la Tortura, 25º período de sesiones (13 a 24 de noviembre de 2000) / 26º período
de sesiones (30 de abril a 18 de mayo de 2001), A/56/44, 10 de mayo de 2001, párr. 95f.
58 Cfr. Caso Montero Aranguren y otros (Retén de Catia), supra nota 207, y Caso Boyce y
otros, supra nota 208, párr. 88.
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Derecho a la integridad personal
má, para alojar a las personas en situación migratoria irregular, mientras se determinaba su situación y se definía si iban a ser deportadas o
no59. Actualmente, Panamá cuenta con dos albergues migratorios, los
cuales se ubican en la referida ciudad capital60, por lo que las personas
retenidas en áreas fronterizas, sean migrantes irregulares o personas
en busca de protección internacional, son alojados en los centros penitenciarios de las provincias o en las estaciones de policía hasta que
su traslado a los albergues del Servicio Nacional de Migración en la
Ciudad de Panamá se hace posible61. (Cf. Párrafo 199)
Así, al ser detenido en la Provincia del Darién, el señor Vélez Loor
fue remitido junto con otras cuatro personas más de nacionalidades
extranjeras62 a la Cárcel Pública de La Palma63 (supra párr. 93), que es
el principal centro de reclusión de la región64. El testimonio del señor
Vélez Loor revela que durante su detención en La Palma también había
“detenidos peruanos y sus esposas, y colombianos […], con sus niños,
mujeres embarazadas, [y] una peruana adolescente embarazada”65.
Dentro de las instalaciones se encontraban tres celdas para varones:
la celda grande, la preventiva y la cuadra, que eran antiguos depósitos
de materiales con ausencia de ventilación tanto natural como artificial66. Asimismo, existía un cuarto para las mujeres que se encontraban
59 Cfr. Declaración rendida por María Cristina González en la audiencia pública celebrada ante la Corte Interamericana el 25 de agosto de 2010.
60 Cfr. Declaración rendida por María Cristina González en la audiencia pública celebrada ante la Corte Interamericana el 25 de agosto de 2010.
61 Cfr. Declaración rendida por la señora Sharon Irasema Díaz Rodríguez, supra nota
135, folio 3667, y Nota DDP-RP-DRI No. 24-2010, supra nota 135.
62 Cfr. Nota No. 061 Sección Judicial emitida por el Jefe del Primer Batallón de Apoyo y
Servicio de la Cárcel Pública de La Palma dirigida al Fiscal Auxiliar de la República el 2 de
septiembre de 2009 (expediente de prueba, tomo VI, anexo 1 a la contestación de la demanda, folio 2400), y Nota No. 163-02 Regional Metetí emitida por el Supervisor Regional
de Migración de Metetí dirigida al Jefe de la Zona Policial de Darién el 12 de noviembre de
2002 (expediente de prueba, tomo VI, anexo 1 a la contestación de la demanda, folio 2401).
63 Cfr. Formulario Único de Filiación, Cárcel Pública de la Palma, Darién, Sistema Penitenciario, Ministerio de Gobierno y Justicia, 12 de noviembre de 2002 (expediente de
prueba, tomo III, anexo 11 a la demanda, folio 1219), y Expediente del señor Jesús Tranquilino Vélez Loor en el Sistema Penitenciario Nacional (expediente de prueba, tomo VI,
anexo 3 a la contestación de la demanda, folios 2624 y 2625).
64 Cfr. Información sobre la Cárcel Pública de La Palma disponible en la página web de la
Dirección General del Sistema Penitenciario (expediente de prueba, tomo IV, anexo 8 al
escrito autónomo de solicitudes, argumentos y pruebas, folio 1581).
65 Declaración rendida por Jesús Tranquilino Vélez Loor en la audiencia pública celebrada ante la Corte Interamericana el 25 de agosto de 2010.
66 Cfr. Declaración rendida por la señora Sharon Irasema Díaz Rodríguez, supra nota
135, folios 3664 a 3665, e Informe Especial del Defensor del Pueblo de la República de
Panamá sobre la Situación de las Cárceles del Interior del País de 12 de abril de 2005
(expediente de prueba, tomo VIII, anexo 42 a la contestación de la demanda, folio 3438).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
recluidas, desprovisto de seguridad y de una separación física67. Allí,
el señor Vélez Loor estuvo detenido en la celda donde se alojaban a
los privados de libertad de buen comportamiento y a los ancianos68,
la cual se encontraba próxima a un depósito de combustible69. En este
recinto estuvo privado de libertad junto con personas detenidas por
delitos70. (Cf. Párrafo 200)
Posteriormente, el 18 de diciembre de 2002 el señor Vélez Loor fue
trasladado al Complejo Penitenciario La Joya-La Joyita71, donde ingresó
al día siguiente72 y fue recluido en el Pabellón 6 del Centro Penitenciario
La Joyita, sección destinada a los privados de libertad de nacionalidad
extranjera73, donde también compartió celda con personas privadas de
libertad por delitos74. Este centro está ubicado en el Corregimiento de
Pacora, Ciudad de Panamá, y hoy en día se ha convertido en el centro
penitenciario más grande del país75. (Cf. Párrafo 201)
La Cárcel Pública de La Palma en el año 2003 mantenía una capacidad física para recluir 108 personas, tanto mujeres como hombres76.
67 Cfr. Declaración rendida por la señora Sharon Irasema Díaz Rodríguez, supra nota
135, folios 3664 a 3665, e Informe Especial del Defensor del Pueblo de la República de
Panamá, supra nota 218.
68 Cfr. Nota No. 208-DGSP.DAL, supra nota 69.
69 Cfr. Nota No. 208-DGSP.DAL, supra nota 69, y Declaración rendida por Leoncio Raúl
Ochoa Tapia, supra nota 160, folio 3657.
70 Cfr. Declaración rendida por Jesús Tranquilino Vélez Loor en la audiencia pública celebrada ante la Corte Interamericana el 25 de agosto de 2010, y Declaración rendida por
Leoncio Raúl Ochoa Tapia, supra nota 160, folio 3657. El testigo González sostuvo que
las personas detenidas a órdenes de migración no estaban ubicadas en la misma área
del cuartel de La Palma que las personas detenidas por causas penales o policiales. Cfr.
Declaración rendida por Carlos Benigno González Gómez, supra nota 122, folio 3789.
71 Cfr. Comunicación No. DNMYN-SI-1265-02, supra nota 76; Comunicación No. DNMYN-SI-1264-02, supra nota 76; Comunicación No. DNMYN-SI-1266-02, supra nota 76,
y Oficio No. 2778 T, supra nota 76.
72 Cfr. Expediente del señor Jesús Tranquilino Vélez Loor, supra nota 215, folio 2643;
Nota No. 208-DGSP.DAL, supra nota 69, e Informe del Director General de la Policía Nacional de Panamá, supra nota 69, folio 1574.
73 Cfr. Informe del Director General de la Policía Nacional de Panamá, supra nota 69,
folio 1574; Información sobre el Centro Penitenciario La Joyita disponible en la página
web de la Dirección General del Sistema Penitenciario (http://sistemapenitenciario.gob.
pa/detailcentros.php?centID=2) (expediente de prueba, tomo IV, anexo 10 al escrito autónomo de solicitudes, argumentos y pruebas, folio 1582), y Nota No. 1420-DGSP.DAL
emitida por el Director General del Sistema Penitenciario dirigida al Fiscal Auxiliar de la
República el 13 de octubre de 2009 (expediente de prueba, tomo VI, anexo 3 a la contestación de la demanda, folio 2553).
74 Cfr. Declaración rendida por Jesús Tranquilino Vélez Loor en la audiencia pública celebrada ante la Corte Interamericana el 25 de agosto de 2010.
75 Cfr. Información sobre el Centro Penitenciario La Joyita, supra nota 225.
76 Cfr. Declaración rendida por la señora Sharon Irasema Díaz Rodríguez, supra nota
135, folio 3664.
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Derecho a la integridad personal
Según datos oficiales del Sistema Penitenciario panameño77, en el año
2002 su población total había llegado a 146 y en 2003 a 149. Por su
parte, el Centro Penitenciario La Joyita en el año 2003 mantenía una
capacidad física para albergar 1770 personas78. Según datos oficiales
del Sistema Penitenciario panameño79, en el año 2002 su población total de privados de libertad había llegado a 2430 detenidos y en el año
2003 a 2917. (Cf. Párrafo 202)
Al haber sobrepasado los límites de su capacidad, ambas unidades
penitenciarias se encontraban, al momento de los hechos, con altos índices de sobrepoblación. Aún más, dado que la densidad poblacional
era mayor al 120% de su capacidad de alojamiento oficialmente prevista, el Tribunal considera que los niveles de sobrepoblación habían
alcanzado un estado crítico. En consecuencia, durante el tiempo que
el señor Vélez Loor estuvo recluido en La Palma y en La Joyita existían
altos niveles de hacinamiento con una densidad poblacional de 135%
y 164%, respectivamente. (Cf. Párrafo 203)
Como ya ha destacado este Tribunal80, bajo tal situación de hacinamiento se obstaculiza el normal desempeño de funciones esenciales en
los centros, como la salud, el descanso, la higiene, la alimentación, la
seguridad, el régimen de visitas, la educación, el trabajo, la recreación
y la visita íntima; se ocasiona el deterioro generalizado de las instalaciones físicas; provoca serios problemas de convivencia, y se favorece
la violencia intra-carcelaria. Todo ello en perjuicio tanto de los reclusos
como de los funcionarios que laboran en los centros penitenciarios,
debido a las condiciones difíciles y riesgosas en las que desarrollan sus
actividades diarias. (Cf. Párrafo 204)
Dado que estos alegatos y el reconocimiento se refieren a hechos
ocurridos mientras el señor Vélez Loor se encontraba bajo la custodia
del Estado panameño debido a su situación migratoria irregular, pri77 Cfr. Informe del Departamento de Estadística de la Dirección Administrativa del Ministerio de Gobierno y Justicia titulado “Población Penitenciaria en la República por año según Centro penitenciario 2000-2007” (expediente de prueba, tomo IV, anexo 12 al escrito
autónomo de solicitudes, argumentos y pruebas, folio 1601). En el mismo sentido, declaración rendida por la señora Sharon Irasema Díaz Rodríguez, supra nota 135, folio 3664.
78 Cfr. Declaración rendida por la señora Sharon Irasema Díaz Rodríguez, supra nota
135, folio 3664, y Alianza Ciudadana Pro Justicia, Áudito Ciudadano de la Justicia Penal
en Panamá, Panamá 2004 (expediente de prueba, tomo IV, anexo 18 al escrito autónomo
de solicitudes, argumentos y pruebas, folio 1732).
79 Cfr. Informe del Departamento de Estadística, supra nota 229, folio 1602). En el mismo sentido, Declaración rendida por la señora Sharon Irasema Díaz Rodríguez, supra
nota 135, folio 3664.
80 Cfr. Caso Montero Aranguren y otros (Retén de Catia), supra nota 207, párr. 90, y Caso
Boyce y otros, supra nota 208, párr. 93.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
vado de libertad en centros penitenciarios del sistema nacional, el Tribunal habrá de referirse a continuación a la necesidad de que las personas detenidas por su situación migratoria permanezcan en lugares
distintos a los destinados a las personas acusadas o condenadas por
la comisión de delitos penales, para posteriormente, entrar a analizar
los asuntos sobre los cuales subsiste la controversia. (Cf. Párrafo 205)
a) Necesidad de que las personas detenidas por su situación migratoria permanezcan en lugares distintos a los destinados a las
personas acusadas o condenadas por la comisión de delitos penales
Tanto la Comisión como las representantes argumentaron la obligación del Estado de separar a las personas que han cometido infracciones penales de aquellas que son detenidas por cuestiones migratorias. El Estado no realizó un alegato específico respecto a este
argumento, pero aceptó “la existencia de una seria deficiencia en los
sistemas de clasificación de la población de privados de libertad”. En
lo que respecta al Pabellón 6 del Centro Penitenciario La Joyita donde
estuvo recluido el señor Vélez Loor, expresó que “es un pabellón [d]
e seguridad media a baja donde eran ubicadas personas privadas de
libertad por las mismas causas que el señor Vélez y otras causas que
excluían a detenidos co[n]siderados peligrosos”. De igual modo, alegó
que la apertura de albergues migratorios de la Dirección Nacional de
Migración, en donde únicamente se alojan migrantes, garantiza la aludida separación. (Cf. Párrafo 206)
Si bien la Corte ya se ha referido a la situación de particular vulnerabilidad en que suelen encontrarse las personas migrantes (supra párr.
98), en este caso es importante resaltar cómo dicha vulnerabilidad se
ve incrementada cuando por causa de su sola situación migratoria irregular son privadas de libertad en centros penitenciarios en los que son
recluidas con personas procesadas y/o sancionadas por la comisión de
delitos81, como ocurrió en el presente caso. Dicha situación hace que
los migrantes sean más propensos a sufrir tratos abusivos, pues conlleva una condición individual de facto de desprotección respecto del resto de los detenidos. Así, en el marco de sus obligaciones de garantía de
los derechos reconocidos en la Convención, el Estado debe abstenerse
de actuar de manera tal que propicie, estimule, favorezca o profundice
81 En el mismo sentido, Naciones Unidas, Informe de la Relatora Especial, Sra. Gabriela
Rodríguez Pizarro, de conformidad con la Resolución 2002/62 de la Comisión de Derechos Humanos, E/CN.4/2003/85, 30 de diciembre de 2002, párr. 16, y Naciones Unidas,
Consejo de Derechos Humanos, Informe del Relator Especial sobre los derechos humanos de los migrantes, supra nota 84, folio 2027, párr. 41.
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Derecho a la integridad personal
esa vulnerabilidad82 y ha de adoptar, cuando sea pertinente, medidas
necesarias y razonables para prevenir o proteger los derechos de quienes se encuentren en tal situación. (Cf. Párrafo 207)
Por ello, de resultar necesario y proporcionado en el caso en concreto, los migrantes deben ser detenidos en establecimientos específicamente destinados a tal fin que sean acordes a su situación legal y no
en prisiones comunes, cuya finalidad es incompatible con la naturaleza
de una posible detención de una persona por su situación migratoria,
u otros lugares donde puedan estar junto con personas acusadas o
condenadas por delitos penales. Este principio de separación atiende,
ciertamente, a las diferentes finalidades de la privación de libertad. En
efecto, cuando se trata de personas que sufren condena, las condiciones
de privación de libertad deben propender a la “finalidad esencial” de
las penas privativas de la libertad que es “la reforma y la readaptación
social de los condenados”83. Cuando se trata de migrantes, la detención y privación de libertad por su sola situación migratoria irregular,
debe ser utilizada cuando fuere necesario y proporcionado en el caso
en concreto, solamente admisible durante el menor tiempo posible y
en atención a los fines legítimos referidos (supra párrs. 169 y 171).
En efecto, para la época de la detención del señor Vélez Loor varios
organismos internacionales se habían pronunciado sobre la necesaria
separación de aquellas personas privadas de libertad por infracción a
las leyes migratorias de quienes están detenidos, ya sea como procesados o como condenados, por delitos penales84. Por consiguiente, el Tri82 Cfr. Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, supra nota 82,
párrs. 112 y 172; Caso Manuel Cepeda Vargas, supra nota 11, párr. 172, y Caso Perozo,
supra nota 9, párr. 118.
83 El artículo 5.6 de la Convención Americana establece que: “[l]as penas privativas de la libertad tendrán como finalidad esencial la reforma y la readaptación social de los condenados”.
84 El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en una decisión del año 2000, manifestó que
“entendía que no era deseable que los que se encuentran aguardando una deportación estén
en el mismo lugar que aquellos prisioneros condenados por ofensas penales”. Eur. Court HR,
Ha You ZHU v. United Kingdom (Application no. 36790/97) Admissibility of 12 September
2000, page 6. (traducción de la Secretaría) Asimismo, la Relatoría sobre Trabajadores Migratorios y Miembros de sus Familias en el Hemisferio, en el año 2001, consideró que las
personas en situación migratoria irregular privadas de libertad por este solo hecho, deben
ser retenidas “en recintos de detención y no en prisiones comunes”. Organización de Estados
Americanos, Informe Anual de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 2000. Segundo Informe de Progreso de la Relatoría sobre Trabajadores Migratorios y Miembros de
sus Familias, Capítulo VI Estudios Especiales, 16 abril 2001, OEA/Ser./L/V/II.111, doc. 20
rev., párr. 110. De igual modo, el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria, en el año
2003, recomendó “terminar con la práctica actual de detener a extranjeros por razones de
migración conjuntamente con personas a las que se les imputa la comisión de delitos comunes”. Naciones Unidas, Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria, Informe del Grupo,
Los derechos civiles y políticos, en particular las cuestiones relacionadas con: la tortura y de
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
bunal considera que los Estados deben disponer de establecimientos
públicos separados, específicamente destinados a este fin85 y, en caso
de que el Estado no cuente con dichas facilidades, deberá disponer de
otros lugares, los cuales en ningún caso podrán ser los centros penitenciarios86. (Cf. Párrafo 208)
Si bien la privación de libertad trae a menudo, como consecuencia
ineludible, la afectación del goce de otros derechos humanos además del
derecho a la libertad personal, en caso de personas privadas de libertad exclusivamente por cuestiones migratorias, los lugares de detención
deben encontrarse diseñados a los fines de garantizar “condiciones materiales y un régimen adecuado para su situación legal, y cuyo personal
esté debidamente cualificado”87, evitando en lo posible la desintegración
de los núcleos familiares. En consecuencia, el Estado está obligado a
la detención, E/CN.4/2004/3/Add.3, 23 de diciembre de 2003, Recomendación 75.
85 La Convención Internacional sobre la Protección de todos Trabajadores Migratorios
y sus Familias, de 18 de diciembre de 1990, en su artículo 17(3) establece que: “[t]odo
trabajador migratorio o familiar suyo que se encuentre detenido en un Estado de tránsito
o en el Estado de empleo por violación de las disposiciones sobre migración será alojado,
en la medida de lo posible, en locales distintos de los destinados a las personas condenadas
o a las personas detenidas que esperen ser juzgadas”. Convención Internacional sobre la
Protección de todos Trabajadores Migratorios y sus Familias, aprobada por la Asamblea
General en su Resolución 45/158, de 18 de diciembre de 1990. Asimismo, el Comité Europeo para la Prevención de la Tortura y de las Penas o Tratos Inhumanos o Degradantes, en
el año 2002, había sido de la opinión que “en los casos en los que se considera necesario
privar a las personas de su libertad durante un período prolongado de acuerdo con la legislación de extranjería, se deberían acomodar en establecimientos específicamente diseñados para tales propósitos, que ofrezcan condiciones materiales y un régimen adecuado
para su situación legal, y cuyo personal esté debidamente cualificado”. Comité Europeo
para la Prevención de la Tortura y de las Penas o Tratos Inhumanos o Degradantes (CPT),
Normas del CPT, Secciones de los Informes Generales del CPT dedicadas a cuestiones de
fondo, CPT/Inf/E (2002) 1 – Rev. 2004, Capítulo IV. Ciudadanos extranjeros detenidos bajo
legislaciones de extranjería, Extracto del 7º Informe General [CPT/Inf (97) 10], párr. 29.
86 Cfr. La Relatoría de Naciones Unidas sobre Trabajadores Migratorios y Miembros de
sus Familias, en el año 2002, recomendó a los Estados “[v]elar por que los migrantes
sometidos a detención administrativa sean alojados en establecimientos públicos destinados específicamente a ese fin o, cuando no sea posible, en instalaciones diferentes de
las destinadas a los detenidos por delitos penales”. Naciones Unidas, “Grupos específicos
e individuos: Trabajadores migrantes”, Informe de la Relatora Especial, Sra. Gabriela Rodríguez Pizarro, de conformidad con la Resolución 2002/62 de la Comisión de Derechos
Humanos, E/CN.4/2003/85, 30 de diciembre de 2002, párr. 75. i).
87 Comité Europeo para la Prevención de la Tortura y de las Penas o Tratos Inhumanos
o Degradantes (CPT), Normas del CPT, Secciones de los Informes Generales del CPT dedicadas a cuestiones de fondo, CPT/Inf/E (2002) 1 – Rev. 2004, Capítulo IV. Ciudadanos
extranjeros detenidos bajo legislaciones de extranjería, Extracto del 7º Informe General
[CPT/Inf (97) 10], párr. 29. En la misma línea, Organización de Estados Americanos, Informe Anual de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 2000. Segundo Informe
de Progreso de la Relatoría sobre Trabajadores Migratorios y Miembros de sus Familias,
Capítulo VI Estudios Especiales, 16 abril 2001, OEA/Ser./L/V/II.111, doc. 20 rev., párr. 110.
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Derecho a la integridad personal
adoptar determinadas medidas positivas, concretas y orientadas, para
garantizar no sólo el goce y ejercicio de aquellos derechos cuya restricción no resulta un efecto colateral de la situación de privación de la libertad, sino también para asegurar que la misma no genere un mayor riesgo
de afectación a los derechos, a la integridad y al bienestar personal y
familiar de las personas migrantes. (Cf. Párrafo 209)
La Corte considera que dado que el señor Vélez Loor fue privado de
libertad en la Cárcel Pública de La Palma y, posteriormente, en el Centro
Penitenciario La Joyita, centros carcelarios dependientes del sistema penitenciario nacional en los cuales fue recluido junto con personas procesadas y/o sancionadas por la comisión de delitos, el Estado violó el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1
de dicho instrumento, en perjuicio del señor Vélez Loor. (Cf. Párrafo 210)
b) Condiciones de detención en la Cárcel Pública de La Palma y
en el Centro Penitenciario La Joyita
Habida cuenta del reconocimiento parcial de responsabilidad hecho por el Estado (supra Capítulo VI), subsiste la controversia sobre las
cuestiones relacionadas con el suministro de agua en La Joyita y con la
atención médica brindada al señor Vélez Loor en dicho recinto, que se
examinarán a continuación. (Cf. Párrafo 211)
1) Suministro de agua en La Joyita
Respecto del Centro Penitenciario La Joyita, la Comisión resaltó, entre otros, “las falencias en el acceso a servicios básicos como la falta de
duchas, agua potable, y un sistema adecuado para disponer la basura
de los reclusos”. Las representantes manifestaron que el señor Vélez
Loor estuvo detenido sin “suficiente agua para el consumo humano y la
poca que había era [de] mala calidad”, y que la ausencia de suministro
de agua en La Joyita se prolongó por dos semanas. (Cf. Párrafo 212)
El Estado expresó que “[e]s fals[o] que los reclusos habían estado
sin agua durante más de dos semanas [en La Joyita]”, ya que durante dicho período se adoptaron medidas de urgencia para garantizar el
suministro a través del “uso de camiones cisternas”, se identificaron
las causas inmediatas del problema y realizaron los correctivos necesarios para normalizar el referido suministro. En este sentido, controvirtió “la existencia de actuaciones dolosas en contra de las personas
privadas de libertad” y resaltó que “[r]esulta tendenciosa la afirmación
de que el desabastecimiento de agua sea utilizado como una forma de
castigo hacia la población de privados de libertad”. (Cf. Párrafo 213)
De la prueba se desprende que, durante una visita de inspección que
realizó el personal del Programa de Supervisión de los Derechos de las
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Personas Privadas de Libertad de la Defensoría del Pueblo de Panamá el
23 de junio de 2003, un grupo de internos del Centro Penitenciario La
Joyita denunció la falta de suministro de agua potable por un período de
15 días en las instalaciones de dicho centro, lo cual habría ocasionado
cuadros de deshidratación, diarrea y conjuntivitis en internos de algunos pabellones, así como el desbordamiento de aguas servidas. El 1 de
julio de 2003 el Defensor del Pueblo admitió dicha queja, y personal de
la Defensoría realizó nuevamente una visita, constatando que “el lugar
aún permane[cía] sin agua debido a un problema eléctrico que ha[bía]
afectado el suministro”88. Las deficiencias y ausencia en el suministro de
agua para consumo humano, y su mala calidad, en el Centro Penitenciario La Joyita, han sido objeto de estudio y pronunciamiento también por
parte de la Defensoría del Pueblo en el año 200489. (Cf. Párrafo 214)
88 Comunicado de prensa emitido por la Defensoría del Pueblo a través de su página de Internet http://defensoriadelpueblo.gob.pa/mainprensa.php?page=1&catid=&start=1900 el
1 de julio de 2003 (expediente de prueba, tomo III, anexo 30 a la demanda, folio 1536).
Ver también, Nota periodística aparecida en el diario “La Prensa” titulada “Crisis Sanitaria en La Joya y La Joyita” el 2 de julio de 2003 (expediente de prueba, tomo V, anexo 29
al escrito autónomo de solicitudes, argumentos y pruebas, folio 2197).
89 En el Informe Especial de la Defensoría del Pueblo de la República de Panamá sobre
la Calidad, Análisis del Agua para Consumo Humano en el Complejo Penitenciario La
Joya–Joyita en Panamá y en la Investigación de la Defensoría del Pueblo en el Complejo
Penitenciario La Joya relativas a la situación de las Aguas Residuales, se documentaron las
deficiencias y ausencia en el suministro de agua para consumo humano, y su mala calidad.
Cfr. Informe Especial de la Defensoría del Pueblo de la República de Panamá sobre La calidad, análisis del agua para consumo humano en el Complejo Penitenciario La Joya–Joyita
Panamá, 17 de septiembre de 2004, págs. 8 a 9 y 23 a 25 (expediente de prueba, disco
compacto, anexo 31 al escrito autónomo de solicitudes, argumentos y pruebas). Además,
en el Informe Especial de la Defensoría del Pueblo de la República de Panamá relativo al
Derecho a la Salud en los Centros Penitenciarios de 2008, este organismo advirtió que, de
acuerdo al informe N° 05-1773-2007 emitido por el Centro Experimental de Ingeniería del
Laboratorio de Química y Física Aplicada, el Centro Penitenciario La Joyita “cuenta con una
planta potabilizadora de agua desde la cual se conduce a un tanque de almacenamiento,
que actualmente funciona por gravedad, ya que las bombas están dañadas”; asimismo, “se
recibe abastecimiento de agua del [Instituto de Acueductos y Alcantarillados Nacionales],
con un suministro alterno”; además, “las tuberías de conducción de aguas negras de los
diferentes pabellones, en general, han colapsado, casi todas son cortadas toda vez que se
tapan”, y “[l]as aguas residuales corren a cielo abierto”. Informe Especial de la Defensoría
del Pueblo de la República de Panamá relativo al Derecho a la Salud en los Centros Penitenciarios en 2008 y su anexo II (expediente de prueba, tomo VIII, anexo 43 a la contestación
de la demanda, folios 3452 a 3453 y 3467 a 3469). A su vez, la Clínica Internacional de
Derechos Humanos de la Universidad de Harvard en las visitas que realizó en marzo y
octubre de 2007 a dicho centro también documentó, inter alia, los problemas con el acceso
a agua potable y la carencia del líquido, debido a su desabastecimiento y las constantes
suspensiones por períodos prolongados, aunado a su mala calidad y al desbordamiento de
aguas servidas. Cfr. Informe realizado por la Clínica Internacional de derechos Humanos de
la Universidad de Harvard titulado “Del Portón para Acá Se Acaban Los Derechos Humanos: Injusticia y Desigualdad en las Cárceles Panameñas” en marzo de 2008 (expediente de
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Derecho a la integridad personal
La Corte estima probado que en junio de 2003, mientras el señor
Vélez Loor se encontraba recluido en el Centro Penitenciario La Joyita,
se produjo un problema en el suministro de agua que habría afectado
a la población carcelaria. La prueba allegada demuestra que las deficiencias en el suministro de agua potable en el Centro Penitenciario La
Joyita han sido una constante (supra párr. 197), y que en el año 2008
el Estado habría adoptado algunas medidas al respecto90. El Tribunal
observa que la falta de suministro de agua para el consumo humano es
un aspecto particularmente importante de las condiciones de detención. En relación con el derecho al agua potable, el Comité de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas ha señalado
que los Estados Partes deben adoptar medidas para velar por que “[l]
os presos y detenidos tengan agua suficiente y salubre para atender a
sus necesidades individuales cotidianas, teniendo en cuenta las prescripciones del derecho internacional humanitario y las Reglas mínimas
para el tratamiento de los reclusos”91. Asimismo, las Reglas Mínimas
establecen que “[s]e exigirá de los reclusos aseo personal y a tal efecto
dispondrán de agua y de los artículos de aseo indispensables para su
salud y limpieza”, así como que “[t]odo recluso deberá tener la posibilidad de proveerse de agua potable cuando la necesite”92. En consecuencia, los Estados deben adoptar medidas para velar porque las personas privadas de libertad tengan acceso a agua suficiente y salubre
para atender sus necesidades individuales cotidianas, entre ellas, el
prueba, tomo III, anexo 27 a la demanda, folios 1326, 1342, 1349, 1362 y 1363).
90 Al respecto, en el marco del procedimiento ante la Comisión Interamericana el Director
General del Sistema Penitenciario de la República de Panamá informó que “[l]os problemas
de agua potable se hicieron notables con el aumento de la población del Complejo La Joya”, y
que después de muchos esfuerzos “a finales del 2008 se logró la adecuación de la planta potabilizadora con equipo de succión, procesamiento, almacenamiento y distribución nuevos,
con lo cual se da una total cobertura de agua potable, las 24 horas del día, a todo el Complejo
La Joya”. Nota No. 0045-DGSP-AFP emitida por el Director General del Sistema Penitenciario
dirigida al Viceministro de Seguridad Pública el 27 de mayo de 2009 (expediente de prueba,
tomo VIII, anexo 29 a la contestación de la demanda, folios 3242 y 3243).
91 Naciones Unidas, Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Observación
general Nº 15 (2002) sobre El derecho al agua (artículos 11 y 12 del Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales), aprobada por el Comité en su 29º período de
sesiones (2002), HRI/GEN/1/Rev.7, 2002, párr. 16.g) (expediente de prueba, tomo V, anexo 23 al escrito autónomo de solicitudes, argumentos y pruebas, folio 2002). Ver también,
Organización de Estados Americanos, Asamblea General, AG/RES. 2349 (XXXVII-O/07),
Resolución sobre “El agua, la salud y los derechos humanos”, Aprobada en la cuarta sesión
plenaria, celebrada el 5 de junio de 2007, Puntos Resolutivos primero a tercero.
92 Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el tratamiento de los reclusos, adoptadas
por el Primer Congreso de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y el Tratamiento de los Delincuentes, celebrado en Ginebra en 1955, y aprobadas por el Consejo
Económico y Social en sus resoluciones 663 C (XXIV), de 31 de julio de 1957, y 2076
(LXII), de 13 de mayo de 1977, Reglas 15 y 20(2).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
consumo de agua potable cuando lo requiera, así como para su higiene
personal93. (Cf. Párrafo 215)
El Tribunal considera que la ausencia de las condiciones mínimas
que garanticen el suministro de agua potable dentro de un centro penitenciario constituye una falta grave del Estado a sus deberes de garantía hacia las personas que se encuentran bajo su custodia, toda vez
que las circunstancias propias del encierro impiden que las personas
privadas de libertad satisfagan por cuenta propia una serie de necesidades básicas que son esenciales para el desarrollo de una vida digna94, tales como el acceso a agua suficiente y salubre. (Cf. Párrafo 216)
Por lo demás, en cuanto a lo manifestado por el Estado (supra párr.
213), el Tribunal no cuenta con elementos suficientes que le permitan
determinar si esta práctica se utilizaba como método de castigo hacia
la población reclusa. (Cf. Párrafo 217)
2) Asistencia médica
En cuanto a la falta de asistencia médica adecuada, la Comisión sostuvo que “[l]a información disponible indica que durante su detención
en La Joya-Joyita, el señor Vélez Loor recibió atención médica básica,
sin embargo, no recibió atención especializada que requería en virtud
de la aparente fractura craneal que presentaba”. Por su parte, las representantes manifestaron que no consta que el señor Vélez Loor haya
sido sometido a un examen médico al momento de ser admitido en la
Cárcel de La Palma o cuando fue trasladado al Complejo Penitenciario
La Joya-La Joyita, y que el Estado “en ningún momento brindó atención
médica adecuada y completa a la [presunta] víctima”. En especial, se
refirieron a la falta de realización del único examen que se le prescribió, que era un CAT del cráneo. (Cf. Párrafo 218)
El Estado, por su parte, señaló que “el señor Vélez recibió tratamiento médico oportuno y adecuado, con las limitaciones que la condición
que el centro penitenciario imponía en iguales términos al resto de las
personas privadas de libertad recluidas en esa época en el Complejo La
Joya”. Se opuso a la afirmación hecha por la Comisión y las representantes respecto de la ausencia de atención médica especializada y se
93 Recientemente, la Asamblea General de Naciones Unidas reconoció que “el derecho al
agua potable y el saneamiento es un derecho humano esencial para el pleno disfrute de
la vida y de todos los derechos humanos”. Naciones Unidas, Asamblea General, Resolución
64/292 en su 108ª sesión plenaria de 28 de julio de 2010 sobre “El derecho humano al agua
y el saneamiento”, A/Res/64/292, 3 de agosto de 2010, párr. 1.
94 Cfr. Caso “Instituto de Reeducación del Menor”, supra nota 208, párr. 152; Caso Montero
Aranguren y otros (Retén de Catia), supra nota 207, párr. 87, y Caso García Asto y Ramírez
Rojas, supra nota 99, párr. 221.
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Derecho a la integridad personal
refirió con detalle a la actividad y atención médica registrada en el “expediente médico del señor Vélez” en la Clínica del Centro La Joya, del
cual surge que durante el período de protesta fue el propio señor Vélez
Loor quien se negó a aceptar la referida asistencia. (Cf. Párrafo 219)
Este Tribunal ha señalado que el Estado tiene el deber de proporcionar a los detenidos revisión médica regular y atención y tratamiento adecuados cuando así se requiera95. El Principio 24 del Conjunto
de Principios para la Protección de Todas las Personas Sometidas a
Cualquier Forma de Detención o Prisión determina que “[s]e ofrecerá a toda persona detenida o presa un examen médico apropiado con
la menor dilación posible después de su ingreso en el lugar de detención o prisión y, posteriormente, esas personas recibirán atención y
tratamiento médico cada vez que sea necesario. Esa atención y ese tratamiento serán gratuitos”96. La atención por parte de un médico que
no tenga vínculos con las autoridades penitenciarias o de detención
es una importante salvaguardia en contra de la tortura y malos tratos, físicos o mentales, de las personas privadas de libertad97. De otra
parte, la falta de atención médica adecuada podría considerarse en sí
misma violatoria del artículo 5.1 y 5.2 de la Convención dependiendo
de las circunstancias concretas de la persona en particular, el tipo de
dolencia que padece, el lapso transcurrido sin atención y sus efectos
acumulativos98. (Cf. Párrafo 220)
Al respecto, la Corte observa que del expediente médico del señor
Vélez Loor se desprende, inter alia, que el 20 de marzo de 2003 fue
evaluado por cefaleas y mareos, producto de una fractura en el cráneo
con una antigüedad que el médico determinó de más o menos un año
y medio, por lo cual se le ordenó realizar un CAT del cráneo99; el 10
de abril de 2003 el señor Vélez fue solicitado para evaluación médica
negándose a salir para ser atendido, pero el médico al revisar el expediente determinó que el interno tenía un antecedente de fractura de
cráneo expuesto y que el CAT cerebral no se había realizado, por lo cual
95 Cfr. Caso Tibi, supra nota 27, párr. 156; Caso Montero Aranguren y otros (Retén de Catia),
supra nota 207, párr. 102, y Caso García Asto y Ramírez Rojas, supra nota 99, párr. 227.
96 Naciones Unidas, Conjunto de Principios para la Protección de Todas las Personas Sometidas a Cualquier Forma de Detención o Prisión, Adoptados por la Asamblea General
en su Resolución 43/173, 09 de diciembre de 1988, Principio 24.
97 Cfr. Caso Montero Aranguren y otros (Retén de Catia), supra nota 207, párr. 102.
98 Cfr. Caso García Asto y Ramírez Rojas, supra nota 99, párr. 226; Caso del Penal Miguel
Castro Castro, supra nota 27, párr. 302, y Caso Montero Aranguren y otros (Retén de Catia), supra nota 207, párrs. 102 y 103.
99 Cfr. Nota del Dr. Guillermo A. Garay M. de 20 de marzo de 2003 en el expediente médico del señor Vélez Loor en el Complejo La Joya-Joyita (expediente de prueba, tomo VIII,
anexo 53 a la contestación de la demanda, folio 3609).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
sugirió descartar trastorno encefálico con el CAT ordenado100, y el 22
de abril de 2003 el señor Vélez Loor fue evaluado por cefaleas y mareos, producto de una antigua fractura de cráneo y se le ordenó un CAT
cerebral, que no se pudo realizar debido a su costo101. (Cf. Párrafo 221)
La Corte observa que, a pesar de sus recurrentes problemas de
cefaleas y mareos, y la necesidad determinada por los galenos que lo
atendieron que debía realizarse un CAT cerebral, dicho estudio no se
concretó y el señor Vélez Loor no recibió atención médica adecuada
y oportuna con relación a esta lesión, lo cual pudo haber tenido consecuencias desfavorables en su estado de salud actual y es contrario
al tratamiento digno debido. Según el perito Flores Torrico, “tanto el
dolor de cabeza, la cefalea, la visión borrosa, el lagrimeo que presenta
el señor Vélez Loor, el vértigo y los mareos pueden perfectamente relacionarse con el golpe en la cabeza que recibió con un objeto contundente, que le causó una herida y una cicatriz […] en la región frontoparietal derecha”102. (Cf. Párrafo 222)
La Corte encuentra probado, en consecuencia, que los servicios de
asistencia médica a los cuales tuvo acceso el señor Vélez Loor no se
prestaron de manera oportuna, adecuada y completa, ya que la aparente fractura craneal que presentaba permaneció sin atención médica
especializada ni medicación adecuada y tampoco fue debidamente tratada. (Cf. Párrafo 223)
En definitiva, las representantes sostuvieron que las condiciones
carcelarias a las que estuvo sometido el señor Vélez Loor “constituyeron tratos crueles, inhumanos y degradantes”, ya que “[d]urante los
diez meses que estuvo bajo la custodia de las autoridades panameñas
[…] vivió en condiciones infrahumanas alejadas de todo respeto a su
dignidad”. (Cf. Párrafo 224)
La Corte valora la voluntad política del Estado para mejorar las condiciones de detención de las personas privadas de libertad y su sistema
penitenciario103. El hecho es que el señor Vélez Loor, detenido por casi
100 Cfr. Comunicación de la Clínica de la Joyita al Director del Centro Penal La Joyita de 10 de
abril de 2003 (expediente de prueba, tomo VIII, anexo 53 a la contestación de la demanda,
folio 3612); Nota médica del Dr. Mastellari de 10 de abril de 2003 en el expediente médico
del señor Vélez Loor en el Complejo La Joya-Joyita (expediente de prueba, tomo VIII, anexo
53 a la contestación de la demanda, folio 3609), y Nota No. 208-DGSP.DAL, supra nota 69.
101 Cfr. Nota No. 208-DGSP.DAL, supra nota 69, y Oficio No. 450-SP emitido por la Jefa
de Salud Penitenciaria del Ministerio de Gobierno y Justicia dirigido a Jesús Vélez Loor
el 22 de abril de 2003 (expediente de prueba, tomo VIII, anexo 53 a la contestación de la
demanda, folio 3613).
102 Peritaje rendido por Marcelo Flores Torrico en la audiencia pública celebrada ante
la Corte Interamericana el 25 de agosto de 2010.
103 Cfr. Declaración rendida por la señora Roxana Méndez ante fedatario público (affidá-
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Derecho a la integridad personal
diez meses, estuvo sujeto a condiciones de detención que no respetaron su integridad y dignidad inherente. (Cf. Párrafo 225)
En relación con el alegado “contexto de violencia y denuncias de
abuso policial en los centros penitenciarios panameños, en perjuicio
de una persona extranjera cuyas garantías habían sido negadas”, la
Corte observa que las representantes no acompañaron prueba suficiente y variada que se refiera a la época de los hechos que permita a la
Corte corroborar tal afirmación. (Cf. Párrafo 226)
De acuerdo al reconocimiento del Estado y la prueba recibida, la
Corte determina que las condiciones de detención en la Cárcel Pública
de La Palma, así como aquellas en el Centro Penitenciario La Joyita,
en su conjunto constituyeron tratos crueles, inhumanos y degradantes
contrarios a la dignidad del ser humano y por lo tanto, configuran una
violación del artículo 5.1 y 5.2 de la Convención Americana, en relación
con el artículo 1.1 de dicho instrumento, en perjuicio del señor Vélez
Loor. (Cf. Párrafo 227)
c) Deber de iniciar de oficio y de inmediato una investigación
respecto de los alegados actos de tortura
Tanto la Comisión como las representantes manifestaron que, después
de ser deportado a su país, en enero de 2004 el señor Vélez Loor presentó
a través de su entonces abogado una denuncia ante la Embajada de Panamá en Quito, Ecuador, en la que alegaba haber sido objeto de tortura
durante el tiempo que estuvo bajo custodia panameña. Sin embargo, el
Estado no abrió ningún tipo de investigación penal sobre las referidas
denuncias sino hasta la notificación del informe de fondo emitido por la
Comisión. Por ello, consideraron evidente el incumplimiento del Estado
de Panamá de la obligación de investigar seriamente la denuncia sobre posibles actos de tortura que ocurran bajo su jurisdicción. (Cf. Párrafo 228)
vit) el 12 de agosto de 2010 (expediente de prueba, tomo IX, affidávits, folios 3738 a 3746);
Plan Maestro para la Construcción de la Infraestructura Penitenciaria de Panamá sin fecha
(expediente de prueba, tomo VIII, anexo 52 a la contestación de la demanda, folios 3533
a 3558); Acta de Apertura de Propuestas para la Contratación del Diseño, Construcción,
Equipamiento del Nuevo Complejo Penitenciario o Carcelario La Nueva Joya, bajo la Modalidad de Llave en Mano del Departamento de Proveeduría y Compras Institucional del
Ministerio de Gobierno y Justicia el 17 de marzo de 2010 (expediente de prueba, tomo VIII,
anexo 52 a la contestación de la demanda, folios 3559 a 3579); Informe de la Comisión
Evaluadora, Precalificación No. 1 para la Contratación del Diseño, Construcción, Equipamiento del Nuevo Complejo Penitenciario o Carcelario La Nueva Joya bajo la Modalidad
de Llave en Mano de 27 de marzo de 2010 (expediente de prueba, tomo VIII, anexo 52 a la
contestación de la demanda, folios 3580 a 3604), y Resolución No. 125-2010 emitida por
el Ministerio de Gobierno y Justicia el 7 de abril de 2010 (expediente de prueba, tomo VIII,
anexo 52 de la contestación de la demanda, folios 3605 a 3606).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
El Estado resaltó que el señor Vélez Loor “nunca, durante su permanencia en el territorio de la República de Panamá, denunció ningún acto de
tortura cometido en su contra”. Asimismo, advirtió que “el día 30 de marzo
de 2003 el señor Vélez presentó a la Defensoría del Pueblo una solicitud
para lograr la intermediación de dicha institución únicamente respecto de
su deportación hacia Ecuador [y que en l]a queja presentada no consta
ninguna referencia ni ninguna denuncia de maltrato, tortura, negación a
la asistencia médica u otros, que según él, ocurrieron desde el día de su
detención”. De este modo, “la primera noticia que las autoridades del Estado panameño tuvieron sobre supuestos actos de tortura y malos tratos en
contra del señor Vélez fue recibida en la Embajada de Panamá en el Ecuador, el 24 de enero de 2004”, y sobre la cual “inició de manera inmediata
un procedimiento de investigación administrativa”, pero “los resultados
de la verificación realizada hacían evidente la falta de concordancia entre
los hechos y las circunstancias descritos en [dicha] comunicación […] y la
información remitida por las distintas autoridades panameñas”. Así, “[e]
l expediente de la queja presentada se mantuvo abierto pero no se interpuso una denuncia formal sobre los hechos ya que no existían elementos
que permitieran sustentar adecuadamente tal denuncia”. Finalmente, el
Estado se refirió a la existencia y avance de una investigación por parte del
Ministerio Público iniciada en el mes de abril de 2009. Al respecto, sostuvo
que el Estado panameño ha realizado solicitudes continuas para lograr la
declaración inicial del señor Vélez Loor pero que ésta no puede llevarse a
cabo sin una cooperación directa del mismo. (Cf. Párrafo 229)
La Corte ha señalado que, de conformidad con el artículo 1.1 de la
Convención Americana, la obligación de garantizar los derechos reconocidos en los artículos 5.1 y 5.2 de la Convención Americana implica el
deber del Estado de investigar posibles actos de tortura u otros tratos
crueles, inhumanos o degradantes104. Esta obligación de investigar se
ve reforzada por lo dispuesto en los artículos 1, 6 y 8 de la Convención
contra la Tortura105, que obligan al Estado a “tomar[…] medidas efectivas para prevenir y sancionar la tortura en el ámbito de su jurisdicción”, así como a “prevenir y sancionar […] otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes”. Además, de acuerdo con lo dispuesto en el
artículo 8 de esta Convención, los Estados Parte garantizarán
[…] a toda persona que denuncie haber sido sometida a tortura en
el ámbito de su jurisdicción el derecho a que el caso sea examinado
imparcialmente[, y]
104 Cfr. Caso Ximenes Lopes Vs. Brasil. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 4 de
julio de 2006. Serie C No. 149, párr. 147; Caso González y otras (“Campo Algodonero”),
supra nota 20, párr. 246, y Caso Bayarri, supra nota 27, párr. 88.
105 El artículo 1 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura
329
330
Derecho a la integridad personal
[c]uando exista denuncia o razón fundada para creer que se ha cometido un acto de tortura en el ámbito de su jurisdicción, […] que
sus respectivas autoridades procederán de oficio y de inmediato a
realizar una investigación sobre el caso y a iniciar, cuando corresponda, el respectivo proceso penal106. (Cf. Párrafo 230)
Esta obligación de investigar se sustenta en información que la Corte ha conocido mediante el escrito de solicitudes y argumentos de las
representantes y declaraciones recibidas en audiencia pública ante el
Tribunal, así como a través de información que en su oportunidad fue
presentada ante la Comisión y conocida por ésta107. (Cf. Párrafo 231)
Las representantes manifestaron que “desde el primer momento
de su detención el señor Jesús Vélez Loor fue maltratado por agentes
dispone que:
Los Estados partes se obligan a prevenir y a sancionar la tortura en los términos
de la presente Convención.
Asimismo, el artículo 6 dispone que:
De conformidad con lo dispuesto en el artículo 1, los Estados partes tomarán medidas efectivas para prevenir y sancionar la tortura en el ámbito de su jurisdicción.
Los Estados partes se asegurarán de que todos los actos de tortura y los intentos
de cometer tales actos constituyan delitos conforme a su derecho penal, estableciendo para castigarlos sanciones severas que tengan en cuenta su gravedad.
Igualmente, los Estados partes tomarán medidas efectivas para prevenir y sancionar, además, otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes en el ámbito
de su jurisdicción.
Por su parte, el artículo 8 establece que:
Los Estados partes garantizarán a toda persona que denuncie haber sido sometida a tortura en el ámbito de su jurisdicción el derecho a que el caso sea examinado
imparcialmente.
Asimismo, cuando exista denuncia o razón fundada para creer que se ha cometido un
acto de tortura en el ámbito de su jurisdicción, los Estados partes garantizarán que
sus respectivas autoridades procederán de oficio y de inmediato a realizar una investigación sobre el caso y a iniciar, cuando corresponda, el respectivo proceso penal.
Una vez agotado el ordenamiento jurídico interno del respectivo Estado y los recursos que éste prevé, el caso podrá ser sometido a instancias internacionales
cuya competencia haya sido aceptada por ese Estado.
106 Desde el 28 de septiembre de 1991, fecha en que entró en vigor en Panamá la referida Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura conforme a su
artículo 22, es exigible al Estado el cumplimiento de las obligaciones contenidas en dicho
tratado (supra párr. 57).
107 Petición original recibida en la Comisión Interamericana el 10 de febrero de 2004
(expediente de prueba, tomo I, apéndice 3 a la demanda, folios 225 a 228), y Escrito
recibido en la Comisión Interamericana el 3 de agosto de 2004 (expediente de prueba,
tomo I, apéndice 3 a la demanda, folios 214 a 218). En el mismo sentido, Observaciones
sobre el fondo presentadas por el peticionario a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el 31 de enero de 2007 (expediente de prueba, tomo VIII, anexo 38 a la
contestación de la demanda, folios 3326 a 3329).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
estatales”, y durante los diez meses que estuvo en prisión “fue torturado como represalia por reivindicar sus derechos”. Así, se refirieron con
detalle a los presuntos actos constitutivos de “tortura y malos tratos[,]
incluyendo la tortura sexual”, en los siguientes términos:
a) al momento de su detención [el 11 de noviembre de 2002,] los
agentes de la Policía Nacional de Panamá que lo detuvieron realizaron varios disparos que lo obligaron a tirarse al suelo boca abajo. Posteriormente, uno de los agentes puso su pie sobre la cabeza
del señor Vélez Loor [y] el otro se paró sobre sus manos y apoyó
fuertemente su bayoneta sobre la espalda de la [presunta] víctima,
amenazándolo con matarlo. Posteriormente, le esposaron las manos, le pusieron grilletes en los pies y lo hicieron caminar descalzo,
hasta un pequeño cuartel, donde permaneció esposado a un poste
por aproximadamente 8 horas.
b) en la Cárcel Pública de la Palma, el señor Jesús Vélez Loor y otros
migrantes en situación irregular iniciaron una huelga de hambre,
para exigir su inmediata deportación. En represalia, la [presunta]
víctima recibió, en sus palabras: “un golpe en mi espina dorsal, una
rotura en mi cabeza con un palo de madera en el cual yo pude reconocer a mi agresor policial”.
c) [en el Complejo La Joya-Joyita], sufrió una lesión en la cadera,
producto de una caída de una hamaca debido a que miembros de
la Policía ingresaron al Pabellón No. 6 lanzando bombas lacrimógenas. A pesar de haber solicitado atención médica en reiteradas
ocasiones por las lesiones que se le habían ocasionado […] no se
le proporcionó [ésta]. Ante la falta de respuesta a sus solicitudes,
el 1 de junio de 2003 el señor Vélez se cosió la boca e inició una
nueva huelga de hambre en el Pabellón 6 de La Joyita para solicitar que se le atendiera. [En] castigo se le trasladó al Pabellón 12,
considerado como de alta seguridad[, en donde, conforme lo señalado por la presunta víctima:] “me sacaron la ropa y totalmente desnudo me tiraron al suelo, empezaron a garrotearme con el
garrote policial en la espalda, en las piernas y las plantas de los
pies, me pateaban la cabeza y con la bota me raspaban la parte
del cuero cabelludo de mi cabeza, mientras estaba boca abajo,
después me alzaron la cabeza derramándome gas lacrimógeno
en la cara y ojos, no podía respirar y tuve que forzar los hilos que
tenía mi boca para poder respirar […] después de esta larga tortura [un] Teniente […] me encerró en una pequeña celda llamada
la Discoteca […] luego me tiraron el polvo de gas lacrimógeno en
mi cuerpo y alrededor de la celda [el cual produce una] terrible
sofocación […] pocas horas después llegó un guardia homosexual
el cual me propuso […] que si tenía relación sexual con él me enviaría a otro lugar […] y por haberme negado me empezó a garrotear propinándome una tremenda paliza y sacó un envase de
polvo que no sé que era y me lo regó en la espalda y en mis partes
íntimas, luego puso un poco en un papel y con un lápiz que car-
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Derecho a la integridad personal
gaba en el bolsillo lo envolvió en el polvo y me introdujo por mi
ano casi dos centímetros ese extraño material en la parte interior
de mi recto con la parte del borrador del lápiz, ese polvo me ardía
como fuego”. (Cf. Párrafo 232)
Durante la audiencia pública el señor Vélez Loor declaró en forma
detallada que:
[…a]l momento que fui detenido […] la policía abrió fuego con
fusiles […], me obligaron a tirarme al piso, se acercaron, se pararon en mis brazos, me hicieron abrir mis brazos en forma de cruz
en el piso, se pararon en mis manos abiertas sobre la palma de
mi mano, y me despojaron de mis pertenencias. Posteriormente
a eso, me sacaron mis zapatos, mis calzados, me pusieron unos
grilletes en mis brazos y en mis pies y me obligaron a caminar
descalzo […] hasta un pequeño cuartel de la población Nueva Esperanza de la Provincia del Darién. […] Lo que hicieron después
[fue] colgarme de un poste […] de mi brazo derecho donde yo
permanecí casi ocho horas […].
[En la Cárcel Pública de La Palma,] todos los presos que estaban
por situación migratoria [tomaron la] decisión [… de] hacer una
huelga pacífica, tomados de las manos hacia afuera en un momento que nos sacaron, [y] en eso llega un montón de policías y
empiezan a arrastrarnos de los pies, como estábamos agarrados
empezaron a darnos garrotazos, palazos, […] y en esa golpiza que
nos dieron a mí me rompieron el cráneo […].
[En el marco de una huelga de hambre en el Centro Penitenciario
La Joyita] el 1 de junio [de 2003] me costuré mi boca [… en respuesta,] me llevaron al pabellón 12 de máxima seguridad, caminando,
alejado de los demás pabellones […], entonces un policía […] dijo:
‘tráigame ese para acá, ¿por qué te has cosido la boca?’. Bueno, yo
no hablaba nada porque tenía mi boca cosida, en ese momento me
empiezan a regarme gas en mi cara, yo me veo obligado a forzar
mis labios, se me desgarraron mis labios para poder respirar, y me
sangré todo, y de allí me sacan la ropa […] me dejaron desnudo y
me pusieron mis esposas, […] en los pies[, lo acostaron en el piso
y] empiezan a caminar en una forma circular, primeramente dando golpes con unos garrotes gruesos sobre las plantas de los pies,
y al regreso venían caminando por las espaldas de los detenidos
desnudos y destapando botellas de gas lacrimógeno y regándola
en los cuerpos desnudos y tirándoles agua […], era desesperante,
era como fuego en la piel. De allí otra vez rotaron y lo hacían virar
boca arriba y venían caminando por las barrigas […] De allí […],
me llevaron a un cuartito que lo conocen ‘la discoteca’ [… y] me
siguieron regando ese polvo […] de allí me encerraron en un pabelloncito […] ahí me siguen regando gas, viene un policía con burla,
riéndose, y me dice: ‘¿ah quieres tener sexo conmigo?’ Y riéndose,
[…], me golpea con sus botas, entonces, allí me inserta con un lápiz
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
por el lado del borrador polvo por mi ano, y me da patadas […]108.
(Cf. Párrafo 233)
La Corte observa que, tras ser deportado a la República de Ecuador
(supra párr. 95), el señor Vélez Loor denunció ante organismos estatales de su país haber sido objeto de actos de torturas y malos tratos
tanto en la Cárcel Pública de La Palma como en el Centro Penitenciario
La Joyita109. Específicamente, dirigió una comunicación a la Comisión
de Derechos Humanos del Congreso Nacional del Ecuador el 15 de septiembre de 2003110 y a la Defensoría del Pueblo en Ecuador el 10 de
noviembre de 2003111. (Cf. Párrafo 234)
Posteriormente, según afirma el Estado, el 24 de enero de 2004 fue
presentado ante la Embajada de Panamá en Ecuador un escrito elaborado por quien manifestó ser apoderado legal del señor Vélez Loor112,
al cual se adjuntó la queja que habría sido presentada ante la Defensoría del Pueblo de Ecuador (supra párr. 234). Las partes coinciden
en que esta fue la primera vez que se dio noticia a las autoridades del
Estado de Panamá sobre los alegados actos de tortura y malos tratos.
De igual forma, el 15 de septiembre de 2004 el señor Vélez Loor puso
en conocimiento de la Cancillería de la República de Panamá113 los hechos ocurridos. La Corte ha constatado que en ambos escritos se dio
noticia al Estado panameño sobre los alegados actos de tortura y malos
tratos ocurridos en Panamá, tanto durante su detención en el Darién,
como mientras estuvo recluido en la Cárcel Pública de La Palma y en
el Centro Penitenciario La Joyita. Posteriormente, el 7 y 24 de octubre
de 2004 el señor Vélez Loor envió a la Dirección General de Política
108 Declaración rendida por Jesús Tranquilino Vélez Loor en la audiencia pública celebrada ante la Corte Interamericana el 25 de agosto de 2010.
109 Refirió haber sido detenido en la Provincia del Darién por autoridades del Estado
panameño; quienes lo ataron de pies y manos y lo condujeron hasta la población de Metetí; que en la Cárcel Pública de La Palma realizó una huelga de hambre como protesta
y fue torturado en represalia; en el Pabellón 6 del Centro Penitenciario La Joyita realizó
una huelga de hambre en el marco de la cual se cosió la boca; lo enviaron al pabellón
número 12 de máxima seguridad, y fue objeto de tortura física y psicológica.
110 Cfr. Escrito del señor Vélez Loor a la Comisión de Derechos Humanos del Congreso
Nacional de Ecuador con acuse de recibido de dicho organismo el 15 de septiembre de
2003 (expediente de prueba, tomo III, anexo 22 a la demanda, folio 1256).
111 Cfr. Escrito del señor Vélez Loor a la Defensoría del Pueblo de Ecuador con acuse de
recibido de dicho organismo el 10 de noviembre de 2003 (expediente de prueba, tomo
III, anexo 19 a la demanda, folio 1242).
112 Cfr. Nota E.P.Ec No. 035-04 emitida por la Embajada de Panamá en el Ecuador dirigida al Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá el 27 de enero de 2004 (expediente
de prueba, tomo VIII, anexo 22 a la contestación de la demanda, folios 3179 a 3182).
113 Cfr. Denuncia suscrita por Jesús Tranquilino Vélez interpuesta ante la Cancillería de
la República de Panamá el 15 de septiembre de 2004 (expediente de prueba, tomo VIII,
anexo 48 a la contestación de la demanda, folio 3508).
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Derecho a la integridad personal
Exterior – Asuntos Jurídicos y Tratados de Panamá dos correos electrónicos114. (Cf. Párrafo 235)
La Corte observa que los escritos referidos fueron presentados por
el señor Vélez Loor ante el Estado de Panamá una vez que ya no se encontraba bajo la custodia del mismo. Al respecto, es indispensable notar que la víctima suele abstenerse, por temor, de denunciar los hechos
de tortura o mal trato, sobre todo si se encuentra detenida en el mismo
recinto donde estos ocurrieron115. Dada la situación de vulnerabilidad
e indefensión que provocan las instituciones como las cárceles, cuyo
interior está completamente fuera del escrutinio público, es importante resaltar la necesidad de que se realicen inspecciones periódicas de
los centros de detención116, de garantizar la independencia del personal médico y de salud encargado de examinar y prestar asistencia a los
detenidos117, y que éstos cuenten con mecanismos accesibles, adecuados y eficaces para hacer valer sus reclamos y presentar quejas durante su privación de libertad118. (Cf. Párrafo 236)
De la prueba se desprende que, con posterioridad a la recepción de
la queja en la Embajada de Panamá (supra párr. 235), el 27 de enero de
2004 se remitió dicho escrito al Ministerio de Relaciones Exteriores de
Panamá119 y el 10 de febrero de 2004 la Dirección General de Asuntos
Jurídicos y Tratados del Ministerio de Relaciones Exteriores informó a
la Embajada que se había solicitado información a la Policía Nacional y
114 En ambos manifestó que “fu[e] víctima de un cruel encar[c]elamiento por parte de
la Directora de Migración”, durante el cual lo enviaron al Pabellón 12 del Centro Penitenciario La Joyita, en donde, “fu[e] salvajemente maltratado f[ís]icamente[,] moralmente
y sexualmente”. Además, manifestó que durante dicho encarcelamiento “[l]e rompieron
[la] cabeza con un palo abriendo una herida de casi 4 [c]entímetros lo cual ha[s]ta ahora
est[á] sufriendo aquella fractura”. En el segundo correo, agregó que “un policía homosexual de la Joyita [le] exijía que [le] dejara [h]a[c]er sexo oral en [su] pene para sacar[lo]
del cuarto de tortura que es conocido como la discoteca del Pabellón 12 […]”. Nota A.J.
No. 2865 emitida por la Directora General de Asuntos Jurídicos y Tratados del Ministerio
de Relaciones Exteriores de Panamá dirigida al Encargado de Asuntos Consulares de la
Embajada de Panamá en el Ecuador de 17 de noviembre de 2004 y anexos (expediente
de prueba, tomo VIII, anexo 23 a la contestación de la demanda, folios 3184 a 3186).
115 Cfr. Caso Bayarri, supra nota 27, párr. 92.
116 Cfr. Naciones Unidas, Comité contra la Tortura, Observación General No. 2: Aplicación
del artículo 2 por los Estados Parte, CAT/C/GC/2, 24 de enero de 2008, párr. 13.
117 Cfr. Caso Bayarri, supra nota 27, párr. 92. Ver también, Naciones Unidas, Oficina del
Alto Comisionado para los Derechos Humanos, Protocolo de Estambul (Manual para la
investigación y documentación eficaces de la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes), Nueva York y Ginebra, 2001, párrs. 56, 60, 65 y 66, y Naciones
Unidas, Comité contra la Tortura, Observación General No. 2, supra nota 268.
118 Cfr. Naciones Unidas, Comité contra la Tortura, Observación General No. 2, supra nota 268.
119 Cfr. Nota E.P.Ec No. 035-04, supra nota 264.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
a la Dirección Nacional de Migración de Panamá120, sobre “si en efecto
tuvo lugar en [Panamá] la detención y posterior deportación del señor
Vélez Loor”121. En respuesta, el 17 de febrero y 30 de marzo de 2004
la Dirección Nacional de Migración y la Policía Nacional informaron,
respectivamente, la situación migratoria del señor Vélez Loor en Panamá sin hacer referencia a los actos de tortura y malos tratos denunciados122. (Cf. Párrafo 237)
En respuesta a la comunicación de 15 de septiembre de 2004, el
27 de septiembre de 2004 la Dirección General de Política Exterior se
refirió a otros hechos también expuestos por el señor Vélez, pero sin
presentar información relacionada con los supuestos actos de tortura123. Asimismo, los días 7 y 24 de octubre de 2004 el señor Vélez Loor
envió a la Dirección General de Política Exterior de Panamá correos
electrónicos en referencia a la comunicación de 15 de septiembre (supra párr. 235). En respuesta, el 17 de noviembre de 2004 la Directora
General de Asuntos Jurídicos y Tratados del Ministerio de Relaciones
Exteriores solicitó información al Encargado de Asuntos Consulares de
la Embajada de Panamá en el Ecuador, pero sin referirse a los supuestos actos de tortura124. (Cf. Párrafo 238)
En relación con estas verificaciones, el Estado negó haber omitido
emprender una investigación seria y diligente de las denuncias de tortura realizadas por el señor Vélez Loor toda vez que, a su entender, la obligación de investigar contenida en la Convención contra la Tortura “está
sujeta a la existencia de una razón fundada para creer que tales actos
hayan ocurrido. Entender lo contrario implicaría que cualquier señalamiento infundado respecto de la ocurrencia de tales actos obliga al Estado a iniciar procedimientos de denuncias frívolos que lejos tener alguna
utilidad respecto a la aprehensión y sanción de actos de tortura resulten
en un desgaste inútil de los recursos judiciales”. (Cf. Párrafo 239)
120 Cfr. Nota A.J. No. 323 emitida por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Panamá a
la Embajadora de Panamá en el Ecuador el 10 de febrero de 2004 (expediente de prueba,
tomo III, anexo 25 a la demanda, folio 1305).
121 Nota A.J. No. 324 emitida por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Panamá a la
Directora Nacional de Migración y Naturalización el 10 de febrero de 2004 (expediente
de prueba, tomo VI, anexo 2 a la contestación de la demanda, folios 2509 a 2510), y Nota
A.J. No. 322 emitida por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Panamá al Director de
la Policía Nacional el 10 de febrero de 2004 (expediente de prueba, tomo VIII, anexo 33
a la contestación de la demanda, folios 3265 a 3266).
122 Cfr. Nota No. DNMYN-AL-32-04, supra nota 70, folios 1202 a 1204, y Nota No. AL0874-04, supra nota 69, folios 1206 a 1207.
123 Cfr. Nota No. DGPE-DC-2666-04 emitida por el Ministerio de Relaciones Exteriores el 27
de septiembre de 2004 (expediente de prueba, tomo III, anexo 7 a la demanda, folio 1209).
124 Cfr. Nota A.J. No. 2865, supra nota 266.
335
336
Derecho a la integridad personal
Al respecto, la Corte aclara que de la Convención contra la Tortura surgen dos supuestos que accionan el deber estatal de investigar:
por un lado, cuando se presente denuncia, y, por el otro, cuando exista
razón fundada para creer que se ha cometido un acto de tortura en el
ámbito de la jurisdicción del Estado. En estas situaciones, la decisión
de iniciar y adelantar una investigación no recae sobre el Estado, es
decir, no es una facultad discrecional, sino que el deber de investigar
constituye una obligación estatal imperativa que deriva del derecho internacional y no puede desecharse o condicionarse por actos o disposiciones normativas internas de ninguna índole125. En el presente caso,
dado que el señor Vélez Loor había interpuesto a través de una tercera persona la queja ante la Embajada de Panamá (supra párr. 235) de
modo tal que había puesto en conocimiento del Estado los hechos, esto
era base suficiente para que surgiera la obligación del Estado de investigarlos de manera pronta e imparcial. Además, como ya ha señalado
este Tribunal, aún cuando los actos de tortura o tratos crueles, inhumanos o degradantes no hayan sido denunciados ante las autoridades
competentes por la propia víctima, en todo caso en que existan indicios
de su ocurrencia, el Estado deberá iniciar de oficio y de inmediato una
investigación imparcial, independiente y minuciosa que permita determinar la naturaleza y el origen de las lesiones advertidas, identificar a
los responsables e iniciar su procesamiento126. (Cf. Párrafo 240)
En el presente caso la Corte observa que las autoridades estatales
no procedieron con arreglo a las previsiones debidas, ya que la actuación del Estado únicamente se limitó a verificar la detención y presencia del señor Vélez Loor en Panamá durante la época señalada (supra
párr. 237). Recién el 14 de octubre de 2008 el Ministerio de Relaciones
Exteriores, a través de su Departamento de Derechos Humanos, remitió a la Defensoría del Pueblo el escrito junto con la queja firmada por
el señor Vélez Loor (supra párr. 235), el cual fue recibido el día 16 de
ese mes y año127. En relación con los escritos de 15 de septiembre y 7
y 24 de octubre de 2004 presentados por el señor Vélez Loor, no consta que el Estado hubiera realizado gestión alguna sobre los supuestos
actos de tortura y malos tratos denunciados. Así, las autoridades que
tuvieron conocimiento de tales denuncias no presentaron ante las au125 Cfr. Caso del Penal Miguel Castro Castro, supra nota 27, párr. 347; Caso Escué Zapata,
supra nota 103, párr. 75, y Caso Bueno Alves, supra nota 157, párr. 90.
126 Cfr. Caso Gutiérrez Soler, supra nota 27, párr. 54; Caso Bayarri, supra nota 27, párr.
92, y Caso Bueno Alves, supra nota 157, párr. 88.
127 Cfr. Oficio A.J.D.H. No. 106 remitido por el Jefe del Departamento de Derechos Humanos del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Panamá al Defensor del
Pueblo de 14 de octubre de 2008 (expediente de prueba, tomo VI, anexo 1 a la contestación de la demanda, folio 2422).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
toridades correspondientes en la jurisdicción de Panamá las denuncias
respectivas a fin de iniciar de oficio y de inmediato una investigación
imparcial, independiente y minuciosa que garantizara la pronta obtención y preservación de pruebas que permitieran establecer lo que
había sucedido a Jesús Tranquilino Vélez Loor. Por el contrario, rebatieron la veracidad de los hechos de tortura aducidos sin una investigación exhaustiva (supra párr. 239). De igual forma, en el marco de
este procedimiento, el Estado ha negado que ocurrieran los alegados
actos de tortura lo cual, tal como señaló la Comisión, compromete la
seriedad de la conducción del proceso penal interno. (Cf. Párrafo 241)
Finalmente, es de notar que no fue hasta la notificación del Informe
de Fondo 37/09 emitido por la Comisión Interamericana, que se pusieron en conocimiento de la Fiscalía Auxiliar de la República del Ministerio Público de Panamá los hechos denunciados por el señor Vélez Loor
y el 10 de julio de 2009 se iniciaron las investigaciones. La Fiscalía, al
considerar que “[lo] expuesto constituy[ó] una noticia criminis”, dispuso iniciar de inmediato la investigación sumaria por delito contra
la libertad en perjuicio del señor Vélez Loor “tendiente a esclarecer
todas aquellas circunstancias que conlleven a la acreditación del hecho
punible, su naturaleza y consecuencias de relevancia jurídico penal, así
como los supuestos responsables”128. En tal sentido, el 11 de agosto de
2009 solicitó información relacionada con la detención en Panamá del
señor Vélez Loor a todas las autoridades involucradas, según el relato
proporcionado por éste129. Dichos requerimientos fueron reiterados el
19 de octubre de 2009130. A diciembre de 2009 algunas dependencias
públicas habían remitido la información solicitada, mientras que otras
respuestas aún se encontraban pendientes131. Finalmente, el 5 de abril
de 2010 se practicó una diligencia de inspección ocular en el Centro
Penitenciario La Joyita que, empero, no pudo ser concluida, ya que los
documentos a inspeccionar eran “libros de vieja data, y se encontraban
archivados”132. (Cf. Párrafo 242)
En cuanto a los alegatos del Estado sobre la imposibilidad de obte128 Auto de apertura de la investigación emitido por la Fiscalía Auxiliar de la República
del Ministerio Público de Panamá el 10 de julio de 2009 (expediente de prueba, tomo VI,
anexo 1 a la contestación de la demanda, folio 2373).
129 Cfr. Auto emitido por la Fiscalía Auxiliar de la República del Ministerio Público de Panamá el 11 de agosto de 2009 (expediente de prueba, tomo VI, anexo 1 a la contestación
de la demanda, folios 2374 a 2378).
130 Cfr. Expediente No. 1219 de la Fiscalía Auxiliar de la República sobre la investigación
por el delito contra la libertad en perjuicio de Jesús Tranquilino Vélez Loor (expediente
de prueba, tomo VI, anexo 1 a la contestación de la demanda, folios 2428 a 2440).
131 Cfr. Expediente No. 1219, supra nota 282.
132 Expediente No. 1219, supra nota 282, folios 2254, 2255, 2272 a 2279 y 2289.
337
338
Derecho a la integridad personal
ner determinada prueba (supra párr. 229), el Tribunal considera que
el Estado no puede atribuir la falta de cumplimiento y/o la dilación de
sus obligaciones convencionales a las gestiones de coordinación a nivel
internacional necesarias para la efectiva tramitación de una medida de
prueba, pues corresponde al Estado realizar todas las gestiones concretas y pertinentes para cumplir con esta obligación y, en particular, adoptar las medidas necesarias para lograr la comparecencia de los testigos
y cualquier otra diligencia que pueda contribuir al avance de las investigaciones arbitrando todos los medios disponibles, administrativos,
judiciales, diplomáticos o los que fueren pertinentes, a fin de avanzar
en la investigación, como así también evacuar las diligencias requeridas a tal efecto133. Al respecto, es relevante señalar la importancia de la
cooperación de la víctima para poder realizar algunas de las diligencias
dispuestas por el órgano a cargo de la investigación. (Cf. Párrafo 243)
Respecto al alegato de las representantes que el Estado es responsable por no haber tipificado adecuadamente el delito de tortura, la
Corte recuerda que ha determinado en el caso Heliodoro Portugal vs.
Panamá el incumplimiento de las obligaciones establecidas en la Convención contra la Tortura a este respecto, lo cual tiene efectos generales que trascienden el caso concreto134. (Cf. Párrafo 244)
En consecuencia, la Corte Interamericana concluye que hay alegadas
violaciones serias a la integridad personal del señor Vélez Loor que podrían llegar a constituir tortura, las cuales corresponde a los tribunales
internos investigar. Así, el Tribunal determina que el Estado no inició con
la debida diligencia hasta el 10 de julio de 2009 una investigación sobre
los alegados actos de tortura y malos tratos a los que habría sido sometido el señor Vélez Loor, de modo tal que incumplió el deber de garantía del
derecho a la integridad personal reconocido en el artículo 5.1 y 5.2 de la
Convención Americana, en conexión con el artículo 1.1 de la misma, y las
obligaciones contenidas en los artículos 1, 6 y 8 de la Convención contra
la Tortura, en perjuicio del señor Vélez Loor. (Cf. Párrafo 245)
Reparaciones (Aplicación del artículo 63.1 de la Convención
Americana)
Sobre la base de lo dispuesto en el artículo 63.1 de la Convención
133 Cfr. Caso Cantoral Benavides Vs. Perú. Supervisión de Cumplimiento de Sentencia.
Resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de 20 de noviembre de
2009, Considerando 19.
134 Cfr. Caso Barrios Altos Vs. Perú. Interpretación de la Sentencia de Fondo. Sentencia de
3 de septiembre de 2001. Serie C No. 83, párr. 18; Caso Ibsen Cárdenas e Ibsen Peña, supra
nota 28, párr. 194, y Caso Anzualdo Castro, supra nota 60, párr. 191.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Americana135, la Corte ha indicado que toda violación de una obligación internacional que haya producido daño comporta el deber de repararlo adecuadamente136 y que esa disposición “recoge una norma
consuetudinaria que constituye uno de los principios fundamentales
del Derecho Internacional contemporáneo sobre responsabilidad de
un Estado”137. (Cf. Párrafo 255)
Asimismo, este Tribunal ha establecido que las reparaciones deben tener un nexo causal con los hechos del caso, las violaciones
declaradas, los daños acreditados y las medidas solicitadas para reparar los daños respectivos. Por lo tanto, la Corte deberá observar
dicha concurrencia para pronunciarse debidamente y conforme a derecho138. (Cf. Párrafo 256)
En consideración de las violaciones a la Convención Americana y
a la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura
declaradas en los capítulos anteriores, el Tribunal analizará las pretensiones presentadas por la Comisión y las representantes, así como las
posiciones del Estado, a la luz de los criterios fijados en la jurisprudencia de la Corte en relación con la naturaleza y alcances de la obligación
de reparar139, con el objeto de disponer las medidas tendientes a reparar los daños ocasionados a la víctima. (Cf. Párrafo 257)
Al ordenar medidas de reparación en el presente caso, la Corte tendrá en cuenta que el señor Vélez Loor no es nacional ni residente del Estado panameño y que, en razón de su situación como migrante privado
de libertad, al momento de los hechos se encontraba en una situación de
especial vulnerabilidad (supra párrs. 28, 132 y 207). (Cf. Párrafo 258)
135 El artículo 63.1 de la Convención dispone que “[c]uando decida que hubo violación de
un derecho o libertad protegidos en [la] Convención, la Corte dispondrá que se garantice al
lesionado en el goce de su derecho o libertad conculcados. Dispondrá asimismo, si ello fuera
procedente, que se reparen las consecuencias de la medida o situación que ha configurado
la vulneración de esos derechos y el pago de una justa indemnización a la parte lesionada”.
136 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Reparaciones y Costas. Sentencia de 21
de julio de 1989. Serie C No. 7, párr. 25; Caso Ibsen Cárdenas e Ibsen Peña, supra nota 28,
párr. 231, y Caso Rosendo Cantú y otra, supra nota 27, párr. 203.
137 Cfr. Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala. Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de mayo de 2001. Serie C No. 77, párr. 62; Caso Ibsen Cárdenas
e Ibsen Peña, supra nota 28, párr. 231, y Caso Rosendo Cantú y otra, supra nota 27, párr. 203.
138 Cfr. Caso Ticona Estrada Vs. Bolivia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de
noviembre de 2008. Serie C No. 191, párr. 110; Caso Ibsen Cárdenas e Ibsen Peña, supra
nota 28, párr. 262, y Caso Rosendo Cantú y otra, supra nota 27, párr. 204.
139 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez, supra nota 297, párrs. 25 a 27; Caso Garrido y Baigorria, supra nota 198, párr. 43, y Caso de la “Panel Blanca” (Paniagua Morales y otros),
supra nota 48, párrs. 76 a 79.
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Derecho a la integridad personal
A. Parte Lesionada
El Tribunal considera parte lesionada, en los términos del artículo
63.1 de la Convención, a quien ha sido declarado víctima de la violación
de algún derecho reconocido en la misma. En el presente caso la víctima
es el señor Jesús Tranquilino Vélez Loor, quien será considerado beneficiario de las reparaciones que ordene este Tribunal. (Cf. Párrafo 259)
B. Medidas de rehabilitación, de satisfacción, obligación de investigar y garantías de no repetición
La Comisión consideró relevante que el Tribunal disponga que el
Estado panameño ejecute medidas de satisfacción y rehabilitación.
Manifestó que estas medidas “deben tomar en especial consideración
las expectativas de la víctima en su condición de extranjero respecto
de Panamá y se dispongan los medios necesarios para que su condición de inmigrante no constituya un obstáculo en el cumplimiento de
tales reparaciones”. De igual manera, señaló que el Estado se encuentra
obligado a prevenir la recurrencia de violaciones de derechos humanos. Las representantes indicaron que estas reparaciones son de gran
transcendencia, no sólo para el presente caso sino para evitar que sigan ocurriendo violaciones como aquéllas ocurridas en este caso. El
Estado señaló, por su parte, que ha adoptado algunas medidas que
coinciden con las descritas en la pretensión de las demandantes, y que
dichas medidas se encuentran en plena ejecución. (Cf. Párrafo 260)
El Tribunal determinará las medidas que buscan reparar el daño
inmaterial y que no tienen naturaleza pecuniaria, y dispondrá medidas
de alcance o repercusión pública140. (Cf. Párrafo 261)
1. Medidas de rehabilitación
a) Brindar a la víctima tratamiento médico y psicológico adecuado
La Comisión solicita a la Corte que ordene al Estado brindar la asistencia médica y psicológica para mitigar los efectos físicos y psíquicos de
las condiciones inhumanas de detención a las que estuvo sometido el señor Vélez Loor. Las representantes, por su parte, solicitan a la Corte que
ordene al Estado proveer de forma gratuita tratamiento médico y psicológico al señor Vélez Loor, incluyendo el suministro de los medicamentos
que se requieran. Especificaron que “[e]n virtud de que la víctima no reside en Panamá, el Estado debe adoptar las medidas para que el mismo
140 Cfr. Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros), supra nota 298, párr.
84; Caso Manuel Cepeda Vargas, supra nota 11, párr. 219, y Caso Chitay Nech y otros,
supra nota 104, párr. 242.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
sea proveído en Santa Cruz, Bolivia -donde actualmente reside- por personal e instituciones especializadas en la atención de víctimas de hechos
de violencia como los ocurridos en el presente caso”. El tratamiento que
corresponda “debe ser establecido luego de que la víctima sea sometida
a un diagnóstico completo” y de acuerdo a un plan para su implementación. El Estado expresó que existe mérito y no se opone a que la Corte
disponga medidas de rehabilitación a favor del señor Vélez Loor, “respecto de los daños materiales e inmateriales por los daños sufridos por
la vulneración del derecho de integridad personal, libertad personal, las
garantías judiciales, y la protección judicial”. (Cf. Párrafo 262)
La Corte estima, como lo ha hecho en otros casos141, que es preciso
disponer una medida de reparación que brinde una atención adecuada
a los padecimientos físicos y psicológicos sufridos por la víctima. Por
lo tanto, habiendo constatado las violaciones y los daños sufridos por
el señor Vélez Loor mientras permaneció bajo la custodia del Estado de
Panamá (supra párr. 227), el Tribunal considera necesario ordenar medidas de rehabilitación en el presente caso, las cuales deben tomar en
cuenta la expectativa de la víctima y su condición de extranjero (supra
párr. 258). Es por ello que este Tribunal no considera pertinente que el
señor Vélez Loor reciba su tratamiento médico y psicológico en Panamá, sino que debe poder ejercer su derecho a la rehabilitación en el lugar donde se encuentre para poder cumplir con el objetivo y fin de dicha rehabilitación. En este orden de ideas la Corte, tomando en cuenta
las consideraciones realizadas supra (párr. 258), estima necesario que
Panamá proporcione al señor Vélez Loor una suma destinada a sufragar los gastos de tratamiento médico y psicológico especializados, así
como otros gastos conexos, en el lugar en que resida. (Cf. Párrafo 263)
En consecuencia, dispone que el Estado debe otorgar por una sola
vez al señor Vélez Loor, en un plazo de seis meses contados a partir de
la notificación de esta Sentencia, la suma de US$ 7.500,00 (siete mil
quinientos dólares de los Estados Unidos de América) por concepto de
tratamiento y atención médica y psicológica especializada, así como
medicamentos y otros gastos futuros relacionados. (Cf. Párrafo 264)
2. Medidas de Satisfacción
a)Publicación de la Sentencia
La Comisión no se refirió a esta medida de satisfacción. Por su par141 Cfr. Caso Barrios Altos Vs. Perú. Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de noviembre
de 2001. Serie C No. 87, párrs. 42 y 45; Caso Rosendo Cantú y otra, supra nota 27, párr.
252, y Caso Fernández Ortega y otros, supra nota 27, párr. 251.
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Derecho a la integridad personal
te, las representantes solicitan que se “ordene al Estado panameño la
publicación total de la [S]entencia, tanto en la Gaceta Oficial de Panamá
como en dos de los periódicos de mayor circulación en el país elegidos
de común acuerdo con la víctima y sus representantes”. En sus alegatos
finales precisaron que, en aras del restablecimiento del honor y dignidad del señor Vélez Loor respecto de su familia en el Ecuador, la publicación de las partes pertinentes de la Sentencia debe hacerse también
en un diario de amplia circulación en el Ecuador. El Estado señaló que
la publicidad de la Sentencia que dicte la Corte se encuentra ya garantizada en virtud del contenido del artículo 31 de su Reglamento, por lo
que se opuso a esta solicitud. (Cf. Párrafo 265)
La Corte estima que la presente medida de satisfacción es relevante
y trascendente para restablecer la dignidad de la víctima, quien sufrió
física y emocionalmente a causa de la privación arbitraria de su libertad, por las condiciones crueles, inhumanas y degradantes a las que
estuvo sometido durante su detención y por la frustración y perjuicio
que le generó haber sido sometido a un proceso migratorio sin las debidas garantías. Por tal razón, como lo ha dispuesto este Tribunal en
otros casos142, el Estado debe publicar, por una sola vez, en el Diario
Oficial de Panamá, la presente Sentencia, con los respectivos títulos y
subtítulos, sin las notas al pie de página, así como la parte resolutiva
de la misma. Asimismo, el Estado debe publicar en un diario de amplia
circulación en Panamá y otro de Ecuador, el resumen oficial de la Sentencia elaborado por la Corte. Adicionalmente, como ha sido ordenado
por la Corte en ocasiones anteriores143, el presente Fallo debe publicarse íntegramente en un sitio web oficial y estar disponible durante un
período de un año. Para realizar las publicaciones en el Diario Oficial,
los periódicos y en Internet se fija el plazo de un año, a partir de la notificación de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 266)
3. Obligación de investigar los alegados actos de tortura y otras
afectaciones cometidas en perjuicio del señor Vélez Loor e identificar, juzgar y, en su caso, sancionar a los responsables
La Comisión solicita a la Corte que ordene al Estado adelantar una
investigación seria y diligente sobre las denuncias de tortura supuestamente cometidas bajo la jurisdicción del Estado panameño en perjuicio del señor Vélez Loor. (Cf. Párrafo 267)
142 Cfr. Caso Barrios Altos, supra nota 302, Punto Resolutivo 5.d); Caso Ibsen Cárdenas e
Ibsen Peña, supra nota 28, párr. 244, y Caso Rosendo Cantú y otra, supra nota 27, párr. 229.
143 Cfr. Caso de las Hermanas Serrano Cruz Vs. El Salvador. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 1 de marzo de 2005. Serie C No. 120, párr. 195; Caso Ibsen Cárdenas e Ibsen Peña,
supra nota 28, párr. 244, y Caso Comunidad Indígena Xákmok Kásek, supra nota 28, párr. 298.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Las representantes sostuvieron que el Estado panameño debía investigar de forma seria y exhaustiva los actos de tortura que habrían
sido cometidos en perjuicio del señor Vélez Loor, con relación a todos
los partícipes que debieran ser sancionados de acuerdo a la gravedad
de las violaciones cometidas. Asimismo, señalaron que debería investigarse la identidad de los funcionarios responsables de otras violaciones
cometidas en contra de la víctima y sancionarlos de manera adecuada.
Indicaron que “al iniciarse las investigaciones la víctima deberá tener
pleno acceso y capacidad de actuar en todas las etapas procesales de
acuerdo con la ley interna y la Convención Americana, y se le deberá
garantizar una efectiva protección a él y a todas las personas involucradas en el impulso de las investigaciones”. Adicionalmente, solicitan que
los resultados de las investigaciones sean divulgados pública y ampliamente, para que la sociedad panameña los conozca. Finalmente, enfatizaron la necesidad que tenía el señor Vélez Loor de obtener justicia y
de que lo que le ocurrió fuera “condenado en Panamá” para poder ver
“restablecido en su honor y su dignidad”. (Cf. Párrafo 268)
Por su parte, el Estado informó que el Ministerio Público había
abierto una investigación penal a fin de determinar responsabilidades
sobre los hechos mencionados en este caso. Respecto de las otras violaciones, el Estado señaló que la obligación de ofrecer medidas como
ésta no es posible y se opuso a tal solicitud, ya que “éstas solo podrían
ser ordenadas frente a la determinación efectiva de que ha ocurrido una
violación a los hechos protegidos por la Convención”. (Cf. Párrafo 269)
Teniendo en cuenta que a partir del 10 de julio de 2009 se está llevando a cabo una investigación sumaria por el delito contra la libertad
en perjuicio del señor Vélez Loor (supra párrs. 242 y 245), así como la
jurisprudencia de este Tribunal144, la Corte dispone que el Estado debe
continuar eficazmente y conducir con la mayor diligencia y dentro de
un plazo razonable la investigación penal iniciada por los hechos comunicados por el señor Vélez Loor. Para ello, el Estado debe emprender con seriedad todas las acciones necesarias con el fin de individualizar, juzgar y, en su caso, sancionar a todos los autores y partícipes
de los hechos denunciados por el señor Vélez Loor, para los efectos
penales y cualesquiera otros que pudieran resultar de la investigación
de los hechos. Para la investigación de los alegados actos de tortura, las
autoridades competentes deberán tomar en consideración las normas
internacionales de documentación e interpretación de los elementos
de prueba forense respecto de la comisión de actos de tortura y par144 Cfr. Caso del Penal Miguel Castro Castro, supra nota 27, párr. 441; Caso Rosendo Cantú
y otra, supra nota 27, párr. 211, y Caso Fernández Ortega y otros, supra nota 27, párr. 228.
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Derecho a la integridad personal
ticularmente las definidas en el Manual para la investigación y documentación eficaces de la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes (“el Protocolo de Estambul”)145. (Cf. Párrafo 270)
4. Garantías de no repetición
a) Adopción de medidas para garantizar la separación de las personas detenidas por razones migratorias de aquellas detenidas por delitos
penales
La Comisión no se refirió a esta medida. Las representantes señalaron que en la actualidad la legislación panameña prevé que las personas migrantes en situación irregular que se encuentren detenidas, permanecerán en “albergues preventivos de corta estancia”. Sin embargo,
sólo existen dichos albergues en la Ciudad de Panamá, y los migrantes
en situación irregular detenidos en otras regiones permanecen en centros penitenciarios en conjunto con personas procesadas y condenadas por delitos penales. Por lo tanto, solicitan a la Corte que ordene al
Estado panameño que adopte medidas efectivas para garantizar que
las personas detenidas por razones migratorias permanezcan en centros destinados a ellos, en los cuales se satisfagan sus necesidades de
manera adecuada. El Estado se refirió a la apertura de los albergues de
la Dirección Nacional de Migración y las características de su funcionamiento y consideró importante destacar que en los albergues migratorios únicamente se alojan migrantes. (Cf. Párrafo 271)
En el presente caso el Tribunal determinó que el señor Vélez Loor
fue privado de libertad en la Cárcel Pública de La Palma y, posteriormente, en el Centro Penitenciario La Joyita, centros carcelarios dependientes del sistema penitenciario nacional en los cuales fue recluido
junto con personas procesadas y/o sancionadas por la comisión de
delitos penales, a raíz de su situación migratoria irregular (supra párr.
210). Para que las personas privadas de libertad por cuestiones migratorias bajo ninguna circunstancia sean llevadas a centros penitenciarios u otros lugares donde puedan estar junto con personas acusadas
o condenadas por delitos penales, la Corte ordena al Estado que, en
un plazo razonable, adopte las medidas necesarias para disponer de
establecimientos con capacidad suficiente para alojar a las personas
cuya detención es necesaria y proporcionada en el caso en concreto
por cuestiones migratorias, específicamente adecuados para tales pro145 Cfr. Naciones Unidas, Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, Protocolo de Estambul (Manual para la investigación y documentación eficaces de la tortura
y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes), Nueva York y Ginebra, 2001.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
pósitos, que ofrezcan condiciones materiales y un régimen acorde para
migrantes, y cuyo personal sea civil y esté debidamente calificado y
capacitado. Estos establecimientos deberán contar con información
visible en varios idiomas acerca de la condición legal de los detenidos,
fichas con nombres y teléfonos de los consulados, asesores legales y
organizaciones a los que estas personas pudiesen recurrir para pedir
apoyo si así lo estiman pertinente. (Cf. Párrafo 272)
b) Adecuación de las condiciones carcelarias en la Cárcel Pública de
La Palma y en el Complejo Penitenciario La Joya-La Joyita a los estándares internacionales
La Comisión solicita a la Corte que ordene al Estado asegurar que
los centros de detención panameños cumplan con estándares mínimos
compatibles con un trato humano y que permitan a las personas privadas de libertad tener una vida digna. (Cf. Párrafo 273)
Las representantes, por su parte, reiteraron que la mayoría de las
“condiciones de detención infrahumanas” que soportó el señor Vélez
Loor se mantienen en la actualidad. Por lo tanto, solicitan a la Corte
que ordene al Estado panameño “la creación de un plan a corto, mediano y largo plazo para asegurar que el Sistema Penitenciario contará
con los recursos necesarios para su adecuado funcionamiento en un
plazo razonable”, así como “la creación de un mecanismo interinstitucional destinado al mejoramiento de las condiciones carcelarias en el
país y por ende de la calidad de vida de los privados de libertad”. En
particular, solicitan que se ordene al Estado garantizar que las personas encargadas de la custodia de los privados de libertad sean civiles
con la preparación adecuada y no miembros de la Policía Nacional; la
adopción de medidas efectivas para mejorar las condiciones de detención de las personas privadas de libertad en cárceles panameñas, y garantizar que el Sistema Penitenciario panameño cuente con suficientes
médicos, los cuales deben contar con la independencia necesaria para
llevar a cabo su labor y establecer protocolos para el examen de las
personas privadas de libertad. (Cf. Párrafo 274)
El Estado informó en detalle sobre las medidas adoptadas para mejorar las condiciones de vida de las personas privadas de libertad, las
cuales estarían actualmente en ejecución. Señaló que, desde el mes de
julio de 2009, se ha incrementado la adopción de medidas tendientes
a disminuir el hacinamiento existente en los centros penitenciarios
del país. Asimismo, indicó que bajo “la coordinación directa del jefe de
la Cartera de Gobierno, la Dirección General del Sistema Penitenciario adelanta, además de medidas de impacto inmediato en el mejoramiento de la situación de las personas privadas de libertad, programas
integrales para resolver a mediano plazo las deficiencias, carencias e
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Derecho a la integridad personal
irregularidades”. Además, informó sobre medidas concretas adoptadas
en cuanto a la salud. Entre ellas, resaltó la implementación de giras
médicas a los centros del interior del país, además de dotación de insumos a las clínicas de los centros penitenciarios. Adicionalmente, el
Estado informó que había conseguido la firma de un convenio con el
Ministerio de la Salud para incrementar el servicio médico de la clínica
en el complejo La Joya. (Cf. Párrafo 275)
La Corte toma nota de las deficientes condiciones de detención, reconocidas por el Estado (supra párrs. 60 y 197), en la Cárcel Pública de
La Palma y en el Centro Penitenciario La Joyita, las cuales son incompatibles con la Convención Americana. Dado que este caso se refiere a
migrantes y se ha establecido que éstos no pueden ser alojados en tales establecimientos, el Tribunal considera que en este caso no resulta
pertinente ordenar una medida como la solicitada. No obstante, la Corte
recuerda la posición especial de garante que tiene el Estado con respecto a las personas privadas de libertad, razón por la cual se encuentra
especialmente obligado a garantizar los derechos de las mismas146, en
particular, el adecuado suministro de agua en el Complejo Penitenciario
La Joya-La Joyita, y a asegurar que las condiciones de detención en este
Complejo y en la Cárcel Pública de La Palma se adecuen a los estándares
internacionales relativos a esta materia. (Cf. Párrafo 276)
c) Medidas de capacitación para funcionarios estatales
Las representantes solicitan a la Corte que “ordene al Estado el establecimiento de programas de formación dirigidos a los funcionarios
del Servicio Nacional de Migración [co]n relación a las garantías del
debido proceso y el derecho que tienen todas las personas […] a tener
acceso a ellas de manera efectiva” y que el contenido de dichos programas sea establecido de común acuerdo con organizaciones reconocidas en materia de derechos de las personas migrantes. En relación con
el establecimiento de programas de formación, el Estado no se pronunció. (Cf. Párrafo 277)
Después del análisis de la prueba aportada por la Comisión y las representantes y teniendo en cuenta el reconocimiento de responsabilidad del Estado, esta Corte determinó que las violaciones a los derechos
146 Cfr. Asunto de la Cárcel de Urso Branco. Medidas provisionales respecto de Brasil. Resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de 18 de junio de 2002, Considerandos sexto y octavo; Asunto Centro Penitenciario de Aragua “Cárcel de Tocorón”. Medidas
provisionales respecto de Venezuela. Resolución de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos de 24 de noviembre de 2010, Considerando decimosegundo, y Asunto Guerrero
Larez. Medidas Provisionales respecto de Venezuela. Resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de 17 de noviembre de 2009, Considerando decimotercero.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
del señor Vélez Loor se caracterizaron por la acción u omisión especialmente de funcionarios de la entonces Dirección Nacional de Migración
y Naturalización y del Sistema Penitenciario Nacional. En razón de lo
expuesto y en las circunstancias del presente caso, esta Corte considera
que el Estado debe realizar, en un plazo de razonable, un programa de
formación y capacitación para el personal del Servicio Nacional de Migración y Naturalización, así como para otros funcionarios que por motivo de su competencia tengan trato con personas migrantes, en cuanto
a los estándares internacionales relativos a los derechos humanos de los
migrantes, las garantías del debido proceso y el derecho a la asistencia
consular. Dentro de dicho programa, el Estado deberá hacer especial
mención a la presente Sentencia y a los instrumentos internacionales de
derechos humanos de los que Panamá es parte. (Cf. Párrafo 278)
La Comisión solicita que se ordene al Estado adoptar medidas para
que “las autoridades panameñas conozcan y den cumplimiento a su
obligación de iniciar investigaciones de oficio siempre que exista denuncia o razón fundada para creer que se ha cometido un hecho de
tortura bajo su jurisdicción”. (Cf. Párrafo 279)
La Corte dispone que el Estado debe implementar, en un plazo razonable, programas de capacitación sobre la obligación de iniciar investigaciones de oficio siempre que exista denuncia o razón fundada
para creer que se ha cometido un hecho de tortura bajo su jurisdicción,
destinados a integrantes del Ministerio Público, del Poder Judicial, de
la Policía Nacional, así como a personal del sector salud con competencia en este tipo de casos y que por motivo de sus funciones sean los
primeros llamados a atender a víctimas de tortura. (Cf. Párrafo 280)
d) Medidas para asegurar que la legislación panameña en materia
migratoria y su aplicación sean compatibles con la Convención Americana sobre Derechos Humanos
La Comisión solicita a la Corte que ordene al Estado garantizar que
la legislación interna en materia migratoria y su aplicación sean compatibles con las garantías mínimas establecidas en los artículos 7 y 8
de la Convención Americana, incluyendo las reformas legislativas que
sean necesarias para asegurar que en los procesos migratorios se observen estrictamente todas las garantías convencionales. Igualmente,
resaltó que si bien el Decreto Ley No.3 de 2008 eliminó la criminalización de la reincidencia migratoria, varios extremos en dicha normativa
continuarían siendo incompatibles con la Convención Americana147.
147 En particular, se refirió a la aplicación de la detención migratoria como regla general
y no como excepción; a la posibilidad de que dicha detención se extienda por un período
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Derecho a la integridad personal
Por ello, solicita a la Corte que ordene al Estado desplegar los esfuerzos necesarios para completar el proceso de adecuación de la legislación migratoria con la Convención Americana. (Cf. Párrafo 281)
Las representantes concordaron con la Comisión en que la legislación vigente sigue sin respetar las garantías del debido proceso de las
personas sometidas a procesos migratorios, ya que “mantiene varias
de las falencias que provocaron y propiciaron las violaciones de los
derechos de la víctima en este caso”148. En atención a ello, las representantes solicitan a la Corte que ordene al Estado panameño modificar su legislación de manera que se le garantice el derecho al debido
proceso de los migrantes, y en particular, que reforme su legislación
para garantizar la revisión judicial de la detención de las personas por
razones migratorias, el derecho a ser asistido por un abogado de oficio
y el derecho a la información consular. (Cf. Párrafo 282)
El Estado indicó que “[n]o podría […] solicitarse […] la modificación de la ley migratoria actual, ya que la [d]emanda presentada por la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos no incluye acusación
alguna respecto del Decreto Ley 3 de 2008”. Además, señaló que “[n]
o existe en la Convención disposición alguna que permita a la Corte
decidir [sobre] una ley que no ha afectado aún derechos y libertades
protegidos de individuos determinados, por lo que tal pretensión no
podría ser admitida bajo la premisa de una medida de satisfacción”.
Por lo tanto, el Estado se opuso a la solicitud. (Cf. Párrafo 283)
La Corte toma nota de que la República de Panamá efectuó modificaciones en su legislación, y en particular, en la normativa migratoria,
durante el tiempo en que el presente caso estuvo bajo el conocimiento
de los órganos del sistema interamericano de protección de los derechos humanos. En efecto, el Estado derogó el Decreto Ley 16 de 1960 a
través del Decreto Ley 3 de 2008, eliminando la posibilidad de aplicar
sanciones de naturaleza punitiva a quienes ingresen a Panamá violando órdenes de deportación anteriores. (Cf. Párrafo 284)
Al respecto, este Tribunal resalta que la competencia contenciosa de
la Corte no tiene por objeto la revisión de las legislaciones nacionales en
de 18 meses, y a la ausencia de control judicial de la privación de libertad de una persona
por razones migratorias, salvo que se interpongan recursos judiciales que no necesariamente se encuentran a disposición de inmigrantes indocumentados o irregulares.
148 Se refirieron, inter alia, a que el Servicio Nacional de Migración sigue teniendo facultad
de ordenar la detención de personas extranjeras y puede extender la misma hasta dieciocho
meses, sin que existan mecanismos para garantizar un control judicial automático de esta
detención, y a que no se adoptan medidas tendientes a asegurar el debido proceso de los extranjeros, como proveerles traducción a su idioma, asistencia jurídica o asistencia consular.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
abstracto149, sino que es ejercida para resolver casos concretos en que se
alegue que un acto del Estado, ejecutado contra personas determinadas,
es contrario a la Convención. De modo tal que al conocer del fondo del
asunto, la Corte examinó si la conducta del Estado se ajustó o no a la Convención en relación con la legislación vigente al momento de los hechos.
Dado que en el presente caso el Decreto Ley 3 de 2008 no fue aplicado al
señor Vélez Loor, este Tribunal no emitirá un pronunciamiento sobre la
compatibilidad del mismo con la Convención. (Cf. Párrafo 285)
No obstante, el Tribunal considera pertinente recordar al Estado
que debe prevenir la recurrencia de violaciones a los derechos humanos como las ocurridas y, por eso, adoptar todas las medidas legales,
administrativas y de otra índole que sean necesarias para evitar que
hechos similares vuelvan a ocurrir en el futuro, en cumplimiento de
sus deberes de prevención y garantía de los derechos fundamentales
reconocidos por la Convención Americana. Asimismo, debe adoptar
todas “las medidas legislativas o de otro carácter que fueran necesarias para hacer efectivos” los derechos reconocidos por la Convención
Americana150, razón por la cual la obligación estatal de adecuar la legislación interna a las disposiciones convencionales no se limita al texto
constitucional o legislativo, sino que deberá irradiar a todas las disposiciones jurídicas de carácter reglamentario y traducirse en la efectiva
aplicación práctica de los estándares de protección de los derechos humanos de las personas migrantes. En particular, en lo relativo a la notificación a los detenidos extranjeros sobre su derecho a la asistencia
consular, así como a asegurar la revisión judicial directa ante un juez
o tribunal competente para que decida sobre la legalidad del arresto o
detención. (Cf. Párrafo 286)
Asimismo, cabe resaltar que cuando un Estado ha ratificado un
tratado internacional como la Convención Americana, quienes ejercen
funciones jurisdiccionales también están sometidos a ella, lo que les
obliga a velar porque el efecto útil de la Convención no se vea mermado
o anulado por la aplicación de leyes contrarias a sus disposiciones, objeto y fin. En otras palabras, los órganos de cualquiera de los poderes
cuyas autoridades ejerzan funciones jurisdiccionales deben ejercer no
sólo un control de constitucionalidad, sino también “de convencionalidad” ex officio entre las normas internas y la Convención Americana,
149 Cfr. Caso Genie Lacayo Vs. Nicaragua. Excepciones Preliminares. Sentencia de 27 de
enero de 1995. Serie C No. 21, párr. 50; Caso Manuel Cepeda Vargas, supra nota 11, párr.
51, y Caso Usón Ramírez, supra nota 10, párr. 154.
150 Caso de la “Panel Blanca” (Paniagua Morales y otros), supra nota 48, párr. 203; Caso
Salvador Chiriboga, supra nota 202, párr. 122, y Caso Zambrano Vélez y otros, supra nota
200, párr. 153.
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evidentemente en el marco de sus respectivas competencias y de las
regulaciones procesales correspondientes151. (Cf. Párrafo 287)
En consecuencia la Corte recuerda que la conducta del Estado en
todos sus ámbitos, relativa a la materia migratoria, debe ser concordante con la Convención Americana. (Cf. Párrafo 288)
e) Tipificación adecuada del delito de tortura
La Comisión no presentó pretensión alguna respecto a esta medida.
Las representantes, por su parte, señalaron que hasta el momento, el
delito de tortura sigue sin ser tipificado de manera adecuada en Panamá. En consecuencia, solicitan a la Corte que ordene al Estado panameño que modifique su legislación, “de manera que tipifique el delito de
tortura, en los términos ordenados en su sentencia del caso Heliodoro
Portugal v. Panamá y de acuerdo a lo establecido en la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura”. El Estado señaló
que existe un anteproyecto de ley para la tipificación completa del delito de tortura. (Cf. Párrafo 289)
La Corte ya se ha referido a la obligación general de los Estados de
adecuar su legislación interna a las normas de la Convención Americana (supra párr. 194). Esto mismo es aplicable tratándose de la suscripción de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar
la Tortura, lo cual se deriva de la norma consuetudinaria conforme a
la cual un Estado que ha celebrado un convenio internacional, debe
introducir en su derecho interno las modificaciones necesarias para
asegurar la ejecución de las obligaciones asumidas. (Cf. Párrafo 290)
En la Sentencia del caso Heliodoro Portugal vs. Panamá el Tribunal
ya había declarado el incumplimiento de las obligaciones a cargo del Estado y ordenado la consecuente reparación en los siguientes términos:
[E]l Tribunal estima pertinente ordenar al Estado que adecue en
un plazo razonable su derecho interno y, al respecto, tipifique [el
delito de] tortura, en los términos y en cumplimiento de los compromisos asumidos en relación [con] la Convención contra la Tortura […]152. (Cf. Párrafo 291)
En tal sentido, la Corte no considera pertinente ordenar de nuevo la
tipificación adecuada del delito de tortura, pues dicha medida de reparación ya fue establecida en la Sentencia supra indicada y aquélla tiene
efectos generales que trascienden el caso concreto. Asimismo, el cumplimiento de lo ordenado en dicha Sentencia se continúa evaluando en
151 Cfr. Caso Almonacid Arellano, supra nota 48, párr. 124; Caso Ibsen Cárdenas e Ibsen
Peña, supra nota 28, párr. 202, y Caso Rosendo Cantú y otra, supra nota 27, párr. 219.
152 Cfr. Caso Heliodoro Portugal, supra nota 27, párr.259.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
la etapa de supervisión de cumplimiento de la misma. (Cf. Párrafo 292)
f) Otras medidas solicitadas
Las representantes solicitan, además, que se ordene al Estado: a)
realizar un acto en el cual reconozca expresamente su responsabilidad
por las violaciones cometidas y se comprometa a que hechos similares
no vuelvan a ocurrir; b) investigar de forma seria y efectiva la identidad de los funcionarios que omitieron procurar el inicio de una investigación por los alegados actos de tortura cometidos en perjuicio de la
víctima; c) crear “protocolos que obliguen a la realización de exámenes médicos completos a las personas privadas de libertad al momento
que ingresan a los distintos centros penitenciarios, frente a cualquier
indicio de malos tratos y tortura, o respecto de los distintos centros
penitenciarios que puedan presentar”; d) la creación de un mecanismo de “visitas periódicas a los lugares de detención, con la intención
de prevenir, detectar y sancionar aquellas conductas que impliquen la
vulneración de los derechos a la seguridad e integridad personal y a la
vida de las personas privadas de libertad”, y e) el establecimiento de
“un mecanismo, por medio del cual, los privados de libertad tengan la
posibilidad de dar a conocer directamente a las autoridades correspondientes, los actos de agresión de que son objeto por parte de las
personas encargadas de su custodia”. (Cf. Párrafo 293)
Respecto a estas solicitudes, la Corte considera que la emisión de la
presente Sentencia y las reparaciones ordenadas en este capítulo resultan suficientes y adecuadas para remediar las violaciones sufridas
por la víctima153. (Cf. Párrafo 294)
Adicionalmente, las representantes solicitan a la Corte que ordene
al Estado panameño dar cumplimiento a la Ley No. 55 de 30 de julio de
2003 y garantice que la dirección de los centros penitenciarios y la custodia de los privados de libertad sean llevadas a cabo por funcionarios
públicos civiles, que cuenten con la preparación necesaria para ello. El
Estado señaló que el Sistema Penitenciario Nacional ha trabajado para
la captación de recursos humanos interesados en recibir capacitación
formal para ejercer labores de custodia en los centros penitenciarios
del país. No obstante, reconoció que los resultados de las convocatorias no han encontrado eco en la sociedad. Por lo tanto, informó que
continúa con las convocatorias para ubicar personas con el perfil adecuado para el ejercicio de esta función. Señaló que la convocatoria para
nuevos custodios penitenciarios se realiza a través de los medios de
153 Cfr. Caso Radilla Pacheco, supra nota 25, párr. 359; Caso Rosendo Cantú y otra, supra
nota 27, párr. 267, y Caso Manuel Cepeda Vargas, supra nota 11, párr. 238.
351
352
Derecho a la integridad personal
comunicación a nivel nacional. Asimismo, indicó que actualmente el
programa de convocatorias para el reclutamiento de custodios civiles
ha dispuesto una cuota de 200 custodios y B/.30.000,00 (treinta mil
Balboas) para su capacitación inicial. (Cf. Párrafo 295)
La Corte valora positivamente los esfuerzos realizados por el Estado, encaminados a la incorporación y capacitación de personal civil
calificado para ejercer labores de custodia en los centros penitenciarios de Panamá. Sin embargo, advierte que en el presente caso no se ha
pronunciado en sus consideraciones de fondo con respecto a las disposiciones de derecho interno relativas a la Ley No. 55 de 2003, por lo
que no es posible fijar reparaciones al respecto. (Cf. Párrafo 296)
En sus alegatos finales escritos, las representantes solicitan a la
Corte que ordene al Estado garantizar la separación de las personas
procesadas de las condenadas. (Cf. Párrafo 297)
La Corte observa que esta solicitud no fue presentada en el momento procesal oportuno por las representantes, esto es, en su escrito de
solicitudes y argumentos. Por lo anterior, esta medida de reparación
solicitada extemporáneamente no será considerada por el Tribunal.
(Cf. Párrafo 298)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 327)
La Corte decide por unanimidad,
El Estado es responsable por la violación del derecho a la integridad
personal reconocido en el artículo 5.1 y 5.2, en relación con el artículo
1.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, respecto a
las condiciones de detención, en perjuicio del señor Jesús Tranquilino
Vélez Loor, de conformidad con lo expuesto en los párrafos 196 a 227
de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 8)
El Estado es responsable por la falta de garantía del derecho a la
integridad personal reconocido en el artículo 5.1 y 5.2, en relación con
el artículo 1.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
y por el incumplimiento de los artículos 1, 6 y 8 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, respecto de la obligación de investigar los alegados actos de tortura, en perjuicio del señor
Jesús Tranquilino Vélez Loor, de conformidad con lo expuesto en los
párrafos 228 a 245 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 9)
VII
De las desapariciones forzadas
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Velásquez Rodríguez Vs. Honduras
Fecha de sentencia: 29 de julio de 1988
Víctima: Ángel Manfredo Velásquez Rodríguez
Estado parte: Honduras
Hechos del caso
Ángel Manfredo Velásquez Rodríguez, un estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, “fue apresado en forma violenta
y sin mediar orden judicial de captura, por elementos de la Dirección
Nacional de Investigación (DNI) y del G-2 de las Fuerzas Armadas de
Honduras”, en Tegucigalpa, el 12 de septiembre de 1981 en horas de
la tarde. Los denunciantes declararon que varios testigos oculares manifestaron que fue llevado junto con otros detenidos a las celdas de la
II Estación de la Fuerza de Seguridad Pública ubicadas en el Barrio El
Machén de Tegucigalpa, donde fue sometido a “duras interrogaciones
bajo crueles torturas, acusado de supuestos delitos políticos”; agrega
la denuncia que el 17 de septiembre de 1981 fue trasladado al I Batallón de Infantería donde prosiguieron con los interrogatorios descritos y que, a pesar de esto, todos los cuerpos policiales y de seguridad
negaron su detención.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Si bien no existe ningún texto convencional en vigencia, aplicable a
los Estados Partes en la Convención, que emplee esta calificación, la doctrina y la práctica internacionales han calificado muchas veces las desapariciones como un delito contra la humanidad (Anuario Interamericano de Derechos Humanos, 1985, págs. 369, 687 y 1103). La Asamblea
de la OEA ha afirmado que “es una afrenta a la conciencia del Hemisferio
y constituye un crimen de lesa humanidad” (AG/RES.666, supra). También la ha calificado como “un cruel e inhumano procedimiento con el
355
356
Derecho a la integridad personal
propósito de evadir la ley, en detrimento de las normas que garantizan
la protección contra la detención arbitraria y el derecho a la seguridad e
integridad personal” (AG/RES. 742, supra). (Cf. Párrafo 153)
Además, el aislamiento prolongado y la incomunicación coactiva a
los que se ve sometida la víctima representan, por sí mismos, formas
de tratamiento cruel e inhumano, lesivas de la libertad psíquica y moral de la persona y del derecho de todo detenido al respeto debido a
la dignidad inherente al ser humano, lo que constituye, por su lado,
la violación de las disposiciones del artículo 5 de la Convención que
reconocen el derecho a la integridad personal como sigue:
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral.
2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles,
inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será
tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano.
Por lo demás, las investigaciones que se han verificado donde ha
existido la práctica de desapariciones y los testimonios de las víctimas
que han recuperado su libertad demuestran que ella incluye el trato
despiadado a los detenidos, quienes se ven sometidos a todo tipo de
vejámenes, torturas y demás tratamientos crueles, inhumanos y degradantes, en violación también al derecho de la integridad física reconocido en el mismo artículo 5 de la Convención. (Cf. Párrafo 156)
El deber de prevención abarca todas aquellas medidas de carácter
jurídico, político, administrativo y cultural que promuevan la salvaguarda de los derechos humanos y que aseguren que las eventuales
violaciones a los mismos sean efectivamente consideradas y tratadas
como un hecho ilícito que, como tal, es susceptible de acarrear sanciones para quien las cometa, así como la obligación de indemnizar a las
víctimas por sus consecuencias perjudiciales. No es posible hacer una
enumeración detallada de esas medidas, que varían según el derecho
de que se trate y según las condiciones propias de cada Estado Parte.
Es claro, a su vez, que la obligación de prevenir es de medio o comportamiento y no se demuestra su incumplimiento por el mero hecho
de que un derecho haya sido violado. Pero sí es obvio, en cambio, que
el sometimiento de detenidos a cuerpos represivos oficiales que impunemente practiquen la tortura y el asesinato representa, por sí mismo,
una infracción al deber de prevención de violaciones a los derechos a
la integridad física y a la vida, aun en el supuesto de que una persona
dada no haya sufrido torturas o no haya sido ultimada, o si esos hechos
no pueden demostrarse en el caso concreto. (Cf. Párrafo 175)
La desaparición de Manfredo Velásquez es violatoria del derecho a
la integridad personal reconocido en el artículo 5 de la Convención (su-
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
pra 156). En primer lugar porque el solo hecho del aislamiento prolongado y de la incomunicación coactiva, representa un tratamiento cruel
e inhumano que lesiona la integridad psíquica y moral de la persona y
el derecho de todo detenido a un trato respetuoso de su dignidad, en
contradicción con los párrafos 1 y 2 del citado artículo. En segundo
lugar porque, aun cuando no ha sido demostrado de modo directo que
Manfredo Velásquez fue torturado físicamente, la mera circunstancia
de que su secuestro y cautiverio hayan quedado a cargo de autoridades
que comprobadamente sometían a los detenidos a vejámenes, crueldades y torturas representa la inobservancia, por parte de Honduras, del
deber que le impone el artículo 1.1, en relación con los párrafos 1 y 2
del artículo 5 de la Convención. En efecto, la garantía de la integridad
física de toda persona y de que todo aquél que sea privado de su libertad sea tratado con el respeto debido a la dignidad inherente al ser
humano, implica la prevención razonable de situaciones virtualmente
lesivas de los derechos protegidos. (Cf. Párrafo 187)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 198)
La Corte, por unanimidad
Declara que Honduras ha violado en perjuicio de Ángel Manfredo
Velásquez Rodríguez los deberes de respeto y de garantía del derecho
a la integridad personal reconocido en el artículo 5 de la Convención,
en conexión con el artículo 1.1 de la misma. (Cf. Párrafo 3)
357
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Godínez Cruz Vs. Honduras
Fecha de sentencia: 20 de enero de 1989
Víctima: Saúl Godínez Cruz
Estado parte: Honduras
Hechos del caso
Saúl Godínez Cruz desapareció el 22 de julio de 1982, después de
haber salido de su casa en motocicleta a las 6:20 a.m. rumbo al Instituto
Prevocacional “Julia Zelaya” en Monjarás de Choluteca, donde trabajaba
como profesor. De acuerdo con lo denunciado, un testigo habría visto a
una persona cuya descripción coincidía con la de Godínez en el momento
de ser detenido por un hombre que vestía uniforme militar, acompañado
por dos personas vestidas de civil, quienes lo habrían introducido, junto
con su motocicleta, en un vehículo de doble cabina sin placas. Según algunos vecinos, la casa de Godínez había sido vigilada, presumiblemente
por agentes de investigación, en los días anteriores a su desaparición.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Además, el aislamiento prolongado y la incomunicación coactiva a
los que se ve sometida la víctima representan, por sí mismos, formas
de tratamiento cruel e inhumano, lesivas de la libertad psíquica y moral de la persona y del derecho de todo detenido al respeto debido a
la dignidad inherente al ser humano, lo que constituye, por su lado, la
violación de las disposiciones del artículo 5 de la Convención que reconocen el derecho a la integridad personal como sigue:
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física,
psíquica y moral.
2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el
respeto debido a la dignidad inherente al ser humano. (Cf. Párrafo 164)
359
360
Derecho a la integridad personal
Por lo demás, las investigaciones que se han verificado donde ha
existido la práctica de desapariciones y los testimonios de las víctimas
que han recuperado su libertad demuestran que ella incluye el trato
despiadado a los detenidos, quienes se ven sometidos a todo tipo de
vejámenes, torturas y demás tratamientos crueles, inhumanos y degradantes, en violación también al derecho de la integridad física reconocido en el mismo artículo 5 de la Convención.
Sí es obvio, en cambio, que el sometimiento de detenidos a cuerpos
represivos oficiales que impunemente practiquen la tortura y el asesinato representa, por sí mismo, una infracción al deber de prevención
de violaciones a los derechos a la integridad física y a la vida, aun en
el supuesto de que una persona dada no haya sufrido torturas o no
haya sido ultimada o si esos hechos no pueden demostrarse en el caso
concreto. La instauración de una práctica de desapariciones por un gobierno dado significa, por sí sola, el abandono del deber jurídico, de
prevenir violaciones de los derechos humanos cometidas bajo la cobertura del poder público. (Cf. Párrafo 186)
La desaparición de Saúl Godínez es violatoria del derecho a la integridad personal reconocido en el artículo 5 de la Convención (supra 164).
En primer lugar porque el solo hecho del aislamiento prolongado y de la
incomunicación coactiva, representa un tratamiento cruel e inhumano
que lesiona la integridad psíquica y moral de la persona y el derecho de
todo detenido a un trato respetuoso de su dignidad, en contradicción
con los párrafos 1 y 2 del citado artículo. En segundo lugar porque, aun
cuando no ha sido demostrado de modo directo que Saúl Godínez fue
torturado físicamente, la mera circunstancia de que haya sido librado en
manos de autoridades que comprobadamente sometían a los detenidos
a vejámenes, crueldades y torturas representa la inobservancia, por parte de Honduras, del deber que le impone el artículo 1.1, en relación a los
párrafos 1 y 2 del artículo 5 de la Convención. En efecto, la garantía de la
integridad física de toda persona y de que todo aquél que sea privado de
su libertad sea tratado con el respeto debido a la dignidad inherente al
ser humano, implica la prevención razonable de situaciones virtualmente lesivas de los derechos protegidos. (Cf. Párrafo 197)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 203)
La Corte, por unanimidad
Declara que Honduras ha violado en perjuicio de Saúl Godínez Cruz
los deberes de respeto y de garantía del derecho a la integridad personal reconocido en el artículo 5 de la Convención, en conexión con el
artículo 1.1 de la misma. (Cf. Párrafo 3)
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Anzualdo Castro Vs. Perú
Fecha de sentencia: 22 de septiembre de 2009
Víctima: Kenneth Ney Anzualdo Castro
Estado parte: Perú
Hechos del caso
Los hechos que fueron presentados por la Comisión se refieren a la
alegada desaparición forzada del señor Kenneth Ney Anzualdo Castro
(en adelante “el señor Anzualdo Castro”) a partir del 16 de diciembre de
1993, supuestamente ejecutada por agentes del Servicio de Inteligencia
del Ejército (en adelante “SIE”) de esa época Al momento de su desaparición tenía 25 años de edad y estudiaba en la Escuela Profesional de
Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional del Callao. Estuvo vinculado con la Federación de Estudiantes. En
octubre de 1991 la casa donde residía junto a su familia fue intervenida y
el señor Anzualdo Castro fue detenido junto con otras personas, por supuestas actividades terroristas, por lo cual permaneció 15 días detenido
en la Dirección Nacional contra el Terrorismo. Se alegó que el día en que
fue secuestrado o detenido, el señor Anzualdo Castro habría sido llevado
a los sótanos del cuartel general del Ejército, donde habría sido eventualmente ejecutado y sus restos incinerados en hornos que existían en
esos sótanos. La Comisión señaló que los hechos se enmarcaban en una
época caracterizada por un “patrón de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y masacres atribuidas a agentes del Estado y a grupos vinculados a los organismos de seguridad”, favorecido por un patrón
de impunidad en la investigación y persecución de ese tipo de hechos.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
[…]
361
362
Derecho a la integridad personal
B. La desaparición forzada como violación múltiple de derechos humanos
(…) la Comisión y los representantes sostuvieron que el Estado es
responsable por la violación del derecho a la integridad personal de
Kenneth Anzualdo, en los términos del artículo 5 de la Convención en
relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento, alegando que su
privación de la libertad le produjo sufrimientos morales y psíquicos.
Consideraron que se debe inferir que Kenneth fue interrogado violentamente y torturado durante el tiempo que permaneció en dichos sótanos, conforme al referido modus operandi. El Estado no se refirió en
específico a estos alegatos. (Cf. Párrafo 54)
(…) la Comisión y los representantes alegaron que el Estado es responsable por la violación del derecho a la integridad personal de los
familiares del señor Anzualdo Castro, como consecuencia directa de
su privación ilegal y arbitraria de la libertad y del desconocimiento e
incertidumbre acerca de su paradero, sumado a la falta de resultados
de las acciones planteadas por los familiares, la falta de investigación
diligente y de procesamiento y sanción de los autores materiales e
intelectuales de la desaparición. Alegaron los representantes que los
familiares deben ser considerados víctimas de tratos crueles, inhumanos y degradantes. El Estado no presentó alegatos al respecto, aunque
en sus alegatos finales, si bien para controvertir las solicitudes sobre
reparaciones, manifestó que “no existe nexo de causalidad” entre la
desaparición y el desarrollo de la enfermedad de cáncer en la señora
Isabel Castro Cachay de Anzualdo. (Cf. Párrafo 58)
La Corte ha verificado la creciente consolidación de una perspectiva
de la comunidad internacional, y en particular del Sistema Interamericano, comprensiva de la gravedad y el carácter continuado o permanente y autónomo de la figura de desaparición forzada de personas. En
su jurisprudencia constante sobre este tipo de casos, la Corte ha reiterado que la desaparición forzada de personas constituye una violación
múltiple de varios derechos protegidos por la Convención Americana y
coloca a la víctima en un estado de completa indefensión, acarreando
otras vulneraciones conexas, particularmente grave cuando forma parte de un patrón sistemático o práctica aplicada o tolerada por el Estado.
Se trata, en suma, de una grave violación de derechos humanos, dada la
particular gravedad de las transgresiones que conlleva y naturaleza de
los derechos lesionados1, que implica un craso abandono de los prin1Considerando que la desaparición forzada de personas viola múltiples derechos esenciales de la persona humana de carácter inderogable, tal como están consagrados en la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en la Declaración Americana de los
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
cipios esenciales en que se fundamenta el Sistema Interamericano2 y
cuya prohibición ha alcanzado carácter de jus cogens3. (Cf. Párrafo 59)
La jurisprudencia de órganos de Naciones Unidas4, así como del
Sistema Europeo de Derechos Humanos5, coincide con esta caracterización, al igual que varias Cortes Constitucionales de los Estados americanos6. En sentido similar se han pronunciado tribunales nacionales
del Estado demandado, por ejemplo, la Sala Penal Nacional del Perú7.
Derechos y Deberes del Hombre y en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, preámbulo.
2 Cfr. Caso de las Hermanas Serrano Cruz. Excepciones preliminares. Sentencia de 23 de
noviembre de 2004. Serie C No. 118, párrs. 100-106; Caso Heliodoro Portugal Vs. Panamá. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 12 de agosto de
2008. Serie C No. 186, párr. 118, y Caso La Cantuta Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 29 de noviembre de 2006. Serie C No. 162, párr. 115.
3 Cfr. Caso Goiburú y otros Vs. Paraguay. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 22
de septiembre de 2006. Serie C No. 153, párr. 84; Caso Tiu Tojín Vs. Guatemala. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de noviembre de 2008. Serie C No. 190, párr. 91,
y Caso La Cantuta Vs. Perú, supra nota 58, párr. 157.
4 Cfr. Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Caso de Ivan Somers v. Hungría, Comunicación No. 566/1993, 57º período de sesiones, CCPR/C/57/D/566/1993
(1996), 23 de julio de 1996, párr. 6.3; Caso de E. y A.K. v. Hungría, Comunicación No.
520/1992, 50º período de sesiones, CCPR/C/50/D/520/1992 (1994), 5 de mayo de
1994, párr. 6.4, y Caso de Solorzano v. Venezuela, Comunicación No. 156/1983, 27º período de sesiones, CCPR/C/27/D/156/1983 (1986), 26 de marzo de 1986, párr. 5.6.
5 Cfr. Kurt v. Turkey, App. No. 24276/94, Eur. Ct. H.R. (1998); Cakici v. Turkey, Eur. Ct. H.R.
(1999); Ertak v. Turkey, Eur. Ct. H.R. (2000); Timurtas v. Turkey, Eur. Ct. H.R. (2000); Tas
v. Turkey, Eur. Ct. H.R. (2000); Cyprus v. Turkey, Application No. 25781/94, Eur. Ct. H.R.
(2001), párrs. 136, 150 y 158.
6 Cfr. Caso Marco Antonio Monasterios Pérez, Tribunal Supremo de Justicia de la República Bolivariana de Venezuela, sentencia de 10 de agosto de 2007 (declarando la naturaleza pluriofensiva y permanente del delito de desaparición forzada); Caso Jesús Piedra
Ibarra, Suprema Corte de Justicia de México, sentencia de 5 de noviembre de 2003 (afirmando que las desapariciones forzadas son delitos continuados y que la prescripción se
debe comenzar a calcular a partir de que se encuentren los restos); Caso Caravana, Sala
Penal de la Corte Suprema de Chile, sentencia de 20 de julio de 1999; Caso de desafuero
de Pinochet, Pleno de la Corte Suprema de Chile, sentencia de 8 de agosto del 2000; Caso
Sandoval, Corte de Apelaciones de Santiago de Chile, sentencia de 4 de enero del 2004
(todos declarando que el delito de desaparición forzada es continuo, de lesa humanidad,
imprescriptible y no amnistiable); Caso Vitela y otros, Cámara Federal de Apelaciones de
lo Criminal y Correccional de Argentina, sentencia de 9 de septiembre de 1999 (declarando que las desapariciones forzadas son delitos continuos y de lesa humanidad); Caso
José Carlos Trujillo, Tribunal Constitucional de Bolivia, sentencia de 12 de noviembre
del 2001 (en el mismo sentido); Caso Castillo Páez, Tribunal Constitucional del Perú,
sentencia de 18 de marzo de 2004 (declarando, a razón de lo ordenado por la Corte Interamericana en el mismo caso, que la desaparición forzada es un delito permanente hasta
tanto se establezca el paradero de la víctima); Caso Juan Carlos Blanco y Caso Gavasso y
otros, Corte Suprema de Uruguay, sentencia de 18 de octubre de 2002 y sentencia de 17
de abril del 2002, respectivamente (en igual sentido). Los casos anteriores están citados
en el Caso Heliodoro Portugal Vs. Panamá, supra nota 58, párr. 111.
7 Cfr. sentencia del 20 de marzo de 2006, Sala Penal Nacional del Perú por el delito con-
363
364
Derecho a la integridad personal
Además, en razón de la naturaleza misma de la desaparición forzada,
mediante la cual se somete a la víctima a una situación agravada de
vulnerabilidad, surge el riesgo de que se violen diversos derechos, lo
cual se evidencia en mayor medida cuando se está frente a un patrón
sistemático de violaciones de derechos humanos8.(Cf. Párrafo 61)
En casos de desaparición forzada, la característica común a todas
las etapas del hecho es la denegación de la verdad de lo ocurrido (infra párrs. 118 y 119). Uno de los elementos centrales de prevención y
erradicación de dicha práctica es la adopción de medidas eficaces para
prevenir su ocurrencia o, en su caso, cuando se sospecha que una persona ha sido sometida a una desaparición forzada, poner fin prontamente a dicha situación. En este sentido, el deber de prevención abarca
todas aquellas medidas de carácter jurídico, político, administrativo y
cultural que promuevan la salvaguarda de los derechos humanos9. Así,
la privación de libertad en centros legalmente reconocidos y la existencia de registros de detenidos, constituyen salvaguardas fundamentales, inter alia, contra la desaparición forzada. A contrario sensu la
puesta en funcionamiento y el mantenimiento de centros clandestinos
de detención configura per se una falta a la obligación de garantía, por
atentar directamente contra los derechos a la libertad personal, integridad personal y vida. (Cf. Párrafo 63)
En definitiva, toda vez que haya motivos razonables10 para sospechar que una persona ha sido sometida a desaparición forzada, debe
iniciarse una investigación. Esta obligación es independiente de que
se presente una denuncia, pues en casos de desaparición forzada el
derecho internacional y el deber general de garantía, a que Perú se encuentra obligado, imponen la obligación de investigar el caso ex offitra la libertad-secuestro de Ernesto Rafael Castillo Páez. En este caso, transcurridos casi
dieciséis años desde que se produjeron los hechos y casi cuatro desde que se inició el
proceso penal contra sus perpetradores, la Sala Penal Nacional de Perú emitió una sentencia condenatoria contra ellos por el delito de desaparición forzada, a partir de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de noviembre de 1997. En este
mismo sentido, sentencia de 10 de agosto de 2007 del Tribunal Supremo de Justicia de la
República Bolivariana de Venezuela, caso Monasterios Pérez y Marco Antonio.
8 Cfr. Caso Ticona Estrada Vs. Bolivia, supra nota 63, párr. 60.
9 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Fondo, supra nota 11, párr. 175.
10 Cfr. artículo 12.2 de la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas y artículo 13 de la Declaración sobre la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas. Además, la Declaración
y el Programa de Acción de Viena aprobados por la Conferencia Mundial de Derechos
Humanos el 25 de junio de 1993, estableció que: “es obligación de todos los Estados, en
cualquier circunstancia, emprender una investigación siempre que haya motivos para
creer que se ha producido una desaparición forzada en un territorio sujeto a su jurisdicción y, si se confirman las denuncias, enjuiciar a los autores del hecho” (párr. 62).
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
cio, sin dilación, y de una manera seria, imparcial y efectiva. Esto es un
elemento fundamental y condicionante para la protección de ciertos
derechos afectados por esas situaciones, como la libertad personal, la
integridad personal y la vida11. Sin perjuicio de ello, en cualquier caso,
toda autoridad estatal, funcionario público o particular que haya tenido noticia de actos destinados a la desaparición forzada de personas,
deberá denunciarlo inmediatamente. (Cf. Párrafo 65)
En consecuencia con todo lo anterior, este Tribunal ha sostenido
que “el análisis de una posible desaparición forzada no debe enfocarse
de manera aislada, dividida y fragmentada sólo en la detención, o la
posible tortura, o el riesgo de perder la vida, sino más bien el enfoque
debe ser en el conjunto de los hechos que se presentan en el caso en
consideración ante la Corte”12. De este modo, el tratamiento integral de
la desaparición forzada como una forma compleja de violación de derechos humanos ha llevado a este Tribunal a analizar en forma conjunta la violación de varios derechos reconocidos en la Convención13. Este
tratamiento es consecuente con el carácter continuado o permanente
de aquel fenómeno y con la necesidad de considerar el contexto en que
ocurrieron, analizar sus efectos prolongados en el tiempo y enfocar integralmente sus consecuencias14, teniendo en cuenta el corpus juris de
protección tanto interamericano cono internacional. (Cf. Párrafo 67)
11 Cfr. Caso de la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 31 de enero de 2006. Serie C No. 140, párr. 145; Caso Kawas Fernández Vs. Honduras, supra nota 14, párr. 75, y Caso Heliodoro Portugal Vs. Panamá, supra nota 58, párr. 115.
12 Cfr. Caso Heliodoro Portugal Vs. Panamá, supra nota 58, párr. 112, y Caso Ticona Estrada Vs. Bolivia, supra nota 63, párr. 56.
13 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Fondo. Sentencia de 29 de julio de 1988.
Serie C No. 4; Caso Godínez Cruz Vs. Honduras. Fondo. Sentencia de 20 de enero de 1989.
Serie C No. 5; Caso Caballero Delgado y Santana Vs. Colombia. Fondo. Sentencia de 8 de diciembre de 1995. Serie C No. 22; Caso Benavides Cevallos Vs. Ecuador. Fondo, Reparaciones
y Costas. Sentencia de 19 de junio de 1998. Serie C No. 38; Caso del Caracazo Vs. Venezuela.
Fondo. Sentencia de 11 de noviembre de 1999. Serie C No. 58; Caso Trujillo Oroza Vs. Bolivia. Fondo. Sentencia de 26 de enero de 2000. Serie C No. 64; Caso Molina Theissen Vs.
Guatemala. Fondo. Sentencia de 4 de mayo de 2004. Serie C No. 106; Caso 19 Comerciantes
Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 5 de julio de 2004. Serie C No. 109;
Caso de la “Masacre de Mapiripán” Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 15 de septiembre de 2005. Serie C No. 134; Caso Blanco Romero y otros Vs. Venezuela.
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 28 de noviembre de 2005. Serie C No. 138; Caso
de la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 31
de enero de 2006. Serie C No. 140; Caso Goiburú y otros Vs. Paraguay. Fondo, Reparaciones
y Costas. Sentencia de 22 de septiembre de 2006. Serie C No. 153; Caso La Cantuta Vs. Perú,
supra nota 58; Caso Tiu Tojín Vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26
de noviembre de 2008. Serie C No. 190, y Caso Ticona Estrada Vs. Bolivia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de noviembre de 2008. Serie C No. 191.
14 Cfr. Caso Goiburú y otros Vs. Paraguay, supra nota 59, párr. 85.
365
366
Derecho a la integridad personal
B.1 Derechos a la libertad personal, integridad personal, vida y
al reconocimiento de la personalidad jurídica
En situaciones de privación de la libertad como las del presente
caso, el hábeas corpus representa, dentro de las garantías judiciales
indispensables, el medio idóneo tanto para garantizar la libertad de la
persona como para controlar el respeto a la vida y proteger la integridad personal del individuo, para asegurar que el detenido sea presentado ante al órgano judicial encargado de constatar la legalidad de la
detención, así como para impedir su desaparición o la indeterminación
de su lugar de detención y protegerlo contra la tortura u otros tratos
o penas crueles, inhumanos o degradantes15. Estos criterios son reflejados en los artículos X y XI de la CIDFP, específicamente en lo que se
refiere a la desaparición forzada de personas. (Cf. Párrafo 72)
Sin perjuicio de que la Corte ya ha reconocido que la desaparición
forzada incluye con frecuencia la ejecución de los detenidos, en secreto
y sin fórmula de juicio, seguida del ocultamiento del cadáver con el
objeto de borrar toda huella material del crimen y procurar la impunidad de quienes lo cometieron16, el Tribunal también considera que
el sometimiento de detenidos a cuerpos represivos oficiales, agentes
estatales o particulares que actúen con su aquiescencia o tolerancia,
que impunemente practiquen la tortura y el asesinato representa, por
sí mismo, una infracción al deber de prevención de violaciones a los
derechos a la integridad personal y a la vida, aún en el supuesto de
que no puedan demostrarse los hechos de torturas o de privación de
la vida de la persona en el caso concreto17. Además, este Tribunal ha
sostenido que la desaparición forzada es violatoria del derecho a la
integridad personal porque “el solo hecho del aislamiento prolongado
y de la incomunicación coactiva, representa un tratamiento cruel e inhumano [...] en contradicción con los párrafos 1 y 2 del [artículo 5 de la
Convención]”18. (Cf. Párrafo 85)
15 Cfr. Caso Neira Alegría y otros Vs. Perú. Fondo, supra nota 43, párr. 82; Caso La Cantuta
Vs. Perú, supra nota 58, párr. 111, y Caso de las Hermanas Serrano Cruz Vs. El Salvador.
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 1 de marzo de 2005. Serie C No. 120, párr.
79. Ver también El Hábeas Corpus Bajo Suspensión de Garantías (arts. 27.2, 25.1 y 7.6
Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-8/87 del 30
de enero de 1987. Serie A No. 8, párr. 35.
16 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Fondo, supra nota 11, párr. 157; Caso Ticona Estrada vs. Bolivia, supra nota 63, párr. 59, y Caso Gómez Palomino Vs. Perú, supra
nota 63, párr. 103.
17 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Fondo, supra nota 11, párr. 175, y Caso
Ticona Estrada vs. Bolivia, supra nota 63, párr. 59.
18 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Fondo, supra nota 11, párrs. 156 y 187;
Caso Ticona Estrada Vs. Bolivia, supra nota 63, párr. 58; y Caso Chaparro Álvarez y Lapo
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
En el presente caso, el señor Anzualdo Castro fue secuestrado o
privado de su libertad y llevado a un centro clandestino de detención.
En el referido contexto de la práctica sistemática de desapariciones
forzadas y dado el modus operandi de las mismas en esa época en el
Perú, el traslado coactivo del señor Anzualdo Castro a los sótanos del
SIE y la subsiguiente incomunicación a que fue sometido, sin duda le
provocaron profundos sentimientos de miedo, angustia e indefensión
e implicaron someterlo a un grave riesgo de que agentes estatales lo
sometieran a actos de tortura o actos crueles, inhumanos o degradantes y, posteriormente, lo privaran de su vida. En razón de estas consideraciones, el Estado incurrió en faltas a su deber de garantizar a
toda persona sujeta a su jurisdicción sus derechos a no ser privado
de la vida arbitrariamente y a la integridad personal, lo cual comprende la prevención razonable de situaciones que puedan redundar en
la supresión de esos derechos, en particular de la práctica de las desapariciones forzadas. De tal manera, el Estado es responsable por la
violación de los derechos a la integridad personal y a la vida del señor
Anzualdo Castro. (Cf. Párrafo 86)
Por las razones anteriores, la Corte considera que el Estado es responsable por la desaparición forzada del señor Anzualdo Castro, perpetrada en el marco de una práctica sistemática de ese tipo de graves
violaciones de derechos humanos, propiciada, practicada y tolerada por
agentes estatales en la época de los hechos. En consecuencia, el Estado
es responsable por la violación de los derechos a la libertad personal, integridad personal, vida y al reconocimiento de la personalidad jurídica,
reconocidos en los artículos 7.1, 7.6, 5.1, 5.2, 4.1 y 3 de la Convención, en
relación con el artículo 1.1 de la misma y con el artículo I de la CIDFP, en
perjuicio del señor Kenneth Ney Anzualdo Castro. (Cf. Párrafo 103)
B.2 Derecho a la integridad personal de los familiares
La Comisión y los representantes alegaron que el Estado es responsable por la violación del derecho a la integridad personal de los familiares de Kenneth Ney Anzualdo Castro, es decir, de su padre Félix Vicente
Anzualdo Vicuña; de su madre Iris Isabel Castro Cachay de Anzualdo,
fallecida el 26 de octubre de 2006; y de sus hermanos Marly Arleny Anzualdo Castro y Rommel Darwin Anzualdo Castro. (Cf. Párrafo 104)
La Corte ha considerado en numerosos casos que los familiares de
las víctimas de violaciones de los derechos humanos pueden ser, a su
Iñiguez Vs. Ecuador. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
21 de noviembre de 2007. Serie C No. 170, párr. 171.
367
368
Derecho a la integridad personal
vez, víctimas19. En particular, en casos que involucran la desaparición
forzada de personas, es posible entender que la violación del derecho
a la integridad psíquica y moral de los familiares de la víctima es una
consecuencia directa, precisamente, de ese fenómeno, que les causa un
severo sufrimiento por el hecho mismo, que se acrecienta, entre otros
factores, por la constante negativa de las autoridades estatales de proporcionar información acerca del paradero de la víctima o de iniciar
una investigación eficaz para lograr el esclarecimiento de lo sucedido20. (Cf. Párrafo 105)
Adicionalmente, en el peritaje psicológico que contiene una evaluación de los tres familiares del señor Anzualdo Castro, se constató que
la desaparición ha tenido un impacto traumático e irreparable sobre
el núcleo familiar, y que se registra en ellos una serie de efectos en su
estado de salud21. (Cf. Párrafo 111)
Asimismo, en los términos señalados (supra párr. 102), ante los hechos de la desaparición forzada, el Estado tenía la obligación de garantizar el derecho a la integridad personal de los familiares también por
la vía de investigaciones efectivas. Más aún, la ausencia de recursos
efectivos ha sido considerada por la Corte como fuente de sufrimiento y angustia adicionales para las víctimas y sus familiares22. Han sido
constatadas ante la Corte todas las gestiones realizadas por los familiares con ocasión de la desaparición del señor Anzualdo Castro ante
distintas instituciones y dependencias estatales para determinar su
paradero (supra párrs. 70 y 71), así como para impulsar las investigaciones (infra párrs. 127 a 154). La demora de las investigaciones, por
demás incompletas e inefectivas (infra párrs. 156 y 157), ha exacerbado los sentimientos de impotencia en los familiares. La Corte recuerda
que en otros casos ha llegado a considerar que la privación continua de
la verdad acerca del destino de un desaparecido constituye una forma
de trato cruel e inhumano para los familiares cercanos23. Es clara para
19 Cfr. Caso Bámaca Velásquez Vs. Guatemala. Fondo, supra nota 42, párr. 160; Caso Cantoral Huamaní y García Santa Cruz Vs. Perú. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 10 de julio de 2007. Serie C No. 167, párr. 112, y Caso Escué Zapata
Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 4 de julio de 2007. Serie C No.
165, párr. 77.
20 Cfr Caso Blake Vs. Guatemala. Fondo, supra nota 42, párr. 114; Caso Ticona Estrada
Vs. Bolivia, supra nota 63, párr. 87, y Caso La Cantuta Vs. Perú, supra nota 58, párr. 123.
21 Cfr. informes de los peritajes psicológicos realizados por Carlos Jibaja Zarate a Félix
Vicente Anzualdo Vicuña, Marly Arleny Anzualdo Castro y Rommel Darwin Anzualdo
Castro (expediente de prueba, tomo XI, folios 4386, 4392 y 4399).
22 Cfr. Caso Blake Vs. Guatemala. Fondo, supra nota 42, párr. 114; Caso Heliodoro Portugal
Vs. Panamá, supra nota 58, párr. 174, y Caso La Cantuta Vs. Perú, supra nota 58, párr. 125.
23 Cfr. Caso Trujillo Oroza Vs. Bolivia. Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de febrero
de 2002. Serie C No. 92, párr. 114; Caso La Cantuta Vs. Perú, supra nota 58, párr. 125, y
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
este Tribunal la vinculación del sufrimiento de los familiares con la violación del derecho a conocer la verdad (infra párrs. 118 a 120, 168 y
169), lo que ilustra la complejidad de la desaparición forzada y de los
múltiples efectos que ha causado. (Cf. Párrafo 113)
Los hechos del presente caso permiten concluir que la violación de
la integridad personal de los familiares del señor Anzualdo Castro se
ha configurado por las situaciones y circunstancias vividas por ellos,
antes, durante y con posterioridad a dicha desaparición, así como por
el contexto general en que ocurrieron los hechos. Los familiares presentan secuelas físicas y psicológicas y los hechos han impactado sus
relaciones sociales y laborales, además de haber alterado la dinámica de su familia. Estas afectaciones, comprendidas integralmente en
la complejidad de la desaparición forzada, se proyectan en el tiempo
mientras persistan los factores de impunidad verificados24. En consecuencia, el Estado es responsable por la violación del derecho a la integridad personal de Félix Vicente Anzualdo Vicuña, Iris Isabel Castro
Cachay de Anzualdo, Marly Arleny Anzualdo Castro y Rommel Darwin
Anzualdo Castro, reconocidos en el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención,
en relación con el artículo 1.1 de la misma. (Cf. Párrafo 114)
Puntos resolutivos
Por tanto, (Cf. Párrafo 239)
La Corte declara, por unanimidad, que:
El Estado es responsable por la desaparición forzada del señor Kenneth Ney Anzualdo Castro y, en consecuencia, violó los derechos a la
libertad personal, integridad personal, vida y al reconocimiento de la
personalidad jurídica, reconocidos en los artículos 7.1, 7.6, 5.1, 5.2, 4.1
y 3 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación
con las obligaciones de respetar y garantizar esos derechos, contenidas en el artículo 1.1 de la misma, así como en relación con el artículo
I de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, en perjuicio de Kenneth Ney Anzualdo Castro, en los términos
de los párrafos 33 a 103 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 1)
El Estado violó, como consecuencia de la desaparición forzada de
Kenneth Ney Anzualdo Castro, los derechos a la integridad personal,
garantías judiciales y protección judicial, reconocidos en los artículos
5.1, 5.2, 8.1 y 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
Caso Goiburú y otros Vs. Paraguay, supra nota 59, párr. 101.
24 Cfr. Caso Goiburú y otros Vs. Paraguay, supra nota 59, párr. 103, y Caso La Cantuta Vs.
Perú, supra nota 58, párr. 126.
369
370
Derecho a la integridad personal
en relación con las obligaciones de respetar y garantizar esos derechos
y de adoptar disposiciones de derecho interno, contenidas en los artículos 1.1 y 2 de la misma y I.b) y III de la Convención Interamericana
sobre Desaparición Forzada de Personas, en perjuicio de Félix Vicente
Anzualdo Vicuña, Iris Isabel Castro Cachay de Anzualdo, Marly Arleny
Anzualdo Castro y Rommel Darwin Anzualdo Castro, en los términos
de los párrafos 104 a 169 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 2)
Voto razonado del juez Sergio García Ramírez
La desaparición forzada afecta la libertad de la víctima y la posibilidad de acceder a la justicia. Estos son los derechos centrales, notorios, que la desaparición vulnera. Las caracterizaciones contenidas en
los instrumentos internacionales militan en esa dirección, de manera
precisa y clara. Si estuviésemos -que no lo estamos, pero la analogía
ayuda- estableciendo la clasificación de delitos cometidos a través de
cierto hecho que afecta bienes jurídicos sujetos a tutela penal, seguramente concluiríamos que hay delito contra la libertad y delito contra
la justicia (bajo las expresiones que correspondan según la técnica de
clasificación utilizada por los códigos de la materia). También podemos decir, dando un paso más allá de la descripción normativa precisa
y puntual de los hechos, que la desaparición entraña lesión a la integridad psíquica de la víctima, en tanto genera en ésta -hay que presumirlo, pero es perfectamente razonable que se presuma- angustia,
dolor, temor, sufrimiento, que son los datos característicos del ataque
a la integridad psíquica. Esta conclusión no desborda los hechos de la
desaparición, sino deriva naturalmente de ellos. (Cf. Párrafo 15)
(…) Cuando un agente del Estado lesiona gravemente a una persona, privándola enteramente de la capacidad de razonamiento e incluso de la conciencia, genera una situación que impide a la víctima, en
forma total y absoluta, el ejercicio de cualquier derecho. Hay, por supuesto, violación del derecho a la integridad física. ¿Sostendremos que
también existe violación del derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica porque la víctima ha quedado, de facto, en una especie de
limbo o vacío? Se dirá, desde luego, que otras personas pueden ejercer
algunos derechos del lesionado, actuando a favor de éste. Eso mismo
podría ocurrir en el caso del desaparecido. (Cf. Párrafo 33)
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Radilla Pacheco Vs. México
Fecha de sentencia: 23 de Noviembre de 2009
Víctima: Rosendo Radilla Pacheco
Estado parte: México
Hechos del caso
Los hechos del presente caso se refieren a la presunta desaparición
forzada del señor Rosendo Radilla Pacheco, que habría tenido lugar
desde el 25 de agosto de 1974, a manos de efectivos del Ejército en el
Estado de Guerrero, México. El 25 de agosto de 1974, detuvieron ilegalmente en un retén militar al señor Rosendo Radilla Pacheco, quien
fue visto por última vez en el Ex. Cuartel Militar de Atoyac de Álvarez,
Guerrero. Rosendo Radilla fue un destacado y querido líder social del
municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero, quien trabajó por la salud y
educación de su pueblo y quien fungió como presidente Municipal. Su
paradero sigue siendo desconocido.
En México durante la década de los setenta y principios de los
ochenta, se cometieron numerosas violaciones de los derechos humanos por parte de integrantes del Estado, éstas formaron parte de
una política de Estado que resultó en la comisión de crímenes de
lesa humanidad, que se mantienen en total impunidad a la fecha.
Parte de esta política de Estado involucró la persecución y detención arbitraria de opositores al régimen principalmente activistas
políticos y dirigentes sociales. A este periodo histórico se le denominó “guerra sucia”. Es en este contexto en el que se da la detención
del señor Rosendo Radilla.
Según la Comisión Interamericana, las alegadas violaciones derivadas de este hecho “se prolongan hasta la fecha, por cuanto el Estado
mexicano no ha establecido el paradero de la [presunta] víctima ni se
han encontrado sus restos”. De acuerdo a lo alegado por la Comisión,
“[a] más de 33 años de los hechos, existe total impunidad ya que el Es-
371
372
Derecho a la integridad personal
tado no ha sancionado penalmente a los responsables, ni ha asegurado
a los familiares una adecuada reparación”.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Excepciones preliminares
Como se dijo, en su escrito de contestación de la demanda el Estado
interpuso cuatro excepciones preliminares relativas a la competencia
temporal y material de este Tribunal para conocer del presente caso. Al
respecto, la Corte estima necesario reiterar que, como todo órgano con
funciones jurisdiccionales, tiene el poder inherente a sus atribuciones
de determinar el alcance de su propia competencia (compétence de la
compétence). En tal sentido, esta Corte ha considerado que no puede
dejar a la voluntad de los Estados la determinación de cuáles hechos se
encuentran excluidos de su competencia25. Tomando en cuenta lo anterior, la Corte analizará la procedencia de las excepciones preliminares
interpuestas en el orden en que fueron planteadas. (Cf. Párrafo 14)
D. Incompetencia ratione temporis para conocer de presuntas
violaciones a los derechos a la vida y a la integridad personal (artículos 4 y 5 de la Convención Americana) en perjuicio del señor
Rosendo Radilla Pacheco
La Corte observa que la excepción interpuesta por el Estado se fundamenta en la presunción según la cual una persona desaparecida se tiene
como muerta cuando haya transcurrido un tiempo considerable, sin que
se tenga noticias de su paradero o de la localización de sus restos. El Estado sostiene que, bajo un análisis de derecho y de jurisprudencia comparada, la muerte y alegada tortura del señor Rosendo Radilla Pacheco
habrían ocurrido con anterioridad a la fecha de ratificación de la competencia contenciosa de la Corte el 16 de diciembre de 1998, ya que desde la
fecha de su detención, el 25 de agosto de 1974, habrían transcurrido más
de 24 años sin conocer noticias de su paradero. (Cf. Párrafo 44)
No es posible para este Tribunal arribar en esta etapa del procedimiento a la conclusión que conlleva la presunción alegada por el Es25 Cfr. Caso de las Hermanas Serrano Cruz Vs. El Salvador. Excepciones Preliminares. Sentencia de 23 de noviembre de 2004. Serie C No. 118, párr. 74; Caso Almonacid Arellano y
otros Vs. Chile. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de
septiembre de 2006. Serie C No. 154, párr. 45, y Caso García Prieto y otros Vs. El Salvador.
Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 20 de noviembre de
2007. Serie C No. 168, párr. 41.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
tado, sin que ello implique adelantar el análisis sobre ciertos hechos
afirmados y las pruebas allegadas en su conjunto. En efecto, la presunción de muerte invocada por el Estado, como tal, tiene el carácter iuris
tantum, es decir, admite prueba en contrario. La misma busca concluir
que una persona desaparecida o de la que no se tiene noticias, luego de
transcurrido cierto tiempo sin tener prueba alguna sobre su paradero
o destino, se presume muerta. (Cf. Párrafo 45)
Una presunción de este tipo debe tener al menos los siguientes elementos para que pueda configurarse: a) que exista un hecho o estado
de cosas, b) la inexistencia de prueba que permitiese razonablemente
inferir que dicho estado de cosas no es tal, c) la existencia de una regla de presunción respecto al hecho o estado de cosas referido, y d)
la conclusión de la presunción a la que se puede llegar luego de dicho
análisis. Así, para poder ser analizada de manera íntegra en esta etapa
del procedimiento, la Corte debería entonces considerar y valorar ciertos hechos afirmados en la demanda que hacen parte de los méritos de
fondo del caso, la inexistencia de pruebas que demuestren lo contrario,
y la existencia de la regla de presunción de muerte, para finalmente
llegar a la conclusión establecida en la presunción. (Cf. Párrafo 46)
Igualmente, el Tribunal observa que las reglas de presunción, por
lo general, invierten la carga de la prueba de ciertos hechos a favor de
alguna de las partes en el proceso, cuando por ausencia de pruebas
concluyentes no se puede llegar a afirmar el hecho que la presunción
establece, ello con el fin de alcanzar certeza jurídica en el litigio de
un caso sobre los hechos bajo análisis. En el caso de la presunción de
muerte por desaparición forzada, la carga de la prueba recae sobre la
parte que tenía el presunto control sobre la persona detenida o retenida y la suerte de la misma -generalmente el Estado-, quien tiene que
demostrar el hecho contrario que se concluye de dicha presunción, es
decir que la persona no ha muerto. (Cf. Párrafo 47)
En este sentido, sería inadmisible que la parte sobre quien recae
la carga de desvirtuar la presunción haga uso de la misma a fin de
excluir o limitar, anticipadamente mediante una excepción preliminar, la competencia del Tribunal sobre ciertos hechos en un caso de
desaparición forzada. De lo contrario, el Estado estaría usando la presunción de muerte para invertir nuevamente la carga de la prueba
sobre quien la alegó por primera vez, es decir la Comisión y las presuntas víctimas. El uso de una presunción de tal manera hace ineficaz
la existencia de la misma y desvirtúa el sentido de su existencia en el
derecho. (Cf. Párrafo 48)
En todo caso, la Corte advierte que la presunción de muerte en casos de desaparición forzada sólo permite concluir que se presume que
el señor Rosendo Radilla murió, mas no conlleva a establecer con cer-
373
374
Derecho a la integridad personal
teza o aproximación la fecha exacta de su muerte, lo cual sería determinante para dar lugar a lo que el Estado solicita. (Cf. Párrafo 49)
Por todo lo expuesto, este Tribunal desestima la presente excepción
preliminar y se declara competente para analizar los hechos que presuntamente vulnerarían los artículos 4 y 5 de la Convención Americana en perjuicio del señor Radilla Pacheco. (Cf. Párrafo 50)
Consideraciones Previas
Determinación de las presuntas víctimas en el presente caso
La Corte advierte que los representantes alegaron que, como líder
comunitario, la desaparición forzada del señor Rosendo Radilla Pacheco
tuvo un impacto particular en “la comunidad” en la que vivía. Al respecto,
indicaron que “[a] partir de entrevistas con personas clave en la comunidad hemos determinado el daño moral que la desaparición de Rosendo Radilla, así como las circunstancias previas (contexto) y posteriores
(impunidad), causaron en la comunidad”. Con base en ello, solicitaron al
Tribunal que declare la violación al derecho a la integridad personal, reconocido en el artículo 5 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 del
mismo instrumento, en perjuicio de dicha “comunidad”. (Cf. Párrafo 112)
Sobre la desaparición forzada de Rosendo Radilla Pacheco
En el derecho internacional la jurisprudencia de este Tribunal ha
sido precursora de la consolidación de una perspectiva comprensiva
de la gravedad y el carácter continuado o permanente y autónomo de
la figura de la desaparición forzada de personas. La Corte ha reiterado
que ésta constituye una violación múltiple de varios derechos protegidos por la Convención Americana que coloca a la víctima en un estado de completa indefensión, acarreando otras vulneraciones conexas,
siendo particularmente grave cuando forma parte de un patrón sistemático o práctica aplicada o tolerada por el Estado. La desaparición
forzada implica un craso abandono de los principios esenciales en que
se fundamenta el Sistema Interamericano26, y su prohibición ha alcanzado carácter de jus cogens27. (Cf. Párrafo 139)
26 Cfr. Caso de las Hermanas Serrano Cruz, supra nota 19, párrs. 100 a 106; Caso Heliodoro Portugal Vs. Panamá, supra nota 24, párr. 118, y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú,
supra nota 44, párr. 59. La CIDFP señala en el párrafo 4 de su preámbulo que “[l]a desaparición forzada de personas viola múltiples derechos esenciales de la persona humana
de carácter inderogable, tal como están consagrados en la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre
y en la Declaración Universal de Derechos Humanos”.
27 Cfr. Caso Goiburú y otros Vs. Paraguay, supra nota 83, párr. 84; Caso Tiu Tojín Vs. Gua-
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
(…) ya que uno de los objetivos de la desaparición forzada es impedir el ejercicio de los recursos legales y de las garantías procesales
pertinentes, cuando una persona ha sido sometida a secuestro, retención o cualquier forma de privación de la libertad con el objetivo de
ocasionar su desaparición forzada, si la víctima misma no puede acceder a los recursos disponibles, resulta fundamental que los familiares u
otras personas allegadas puedan acceder a procedimientos o recursos
judiciales rápidos y eficaces como medio para determinar su paradero
o su estado de salud o para individualizar a la autoridad que ordenó la
privación de libertad o la hizo efectiva28. (Cf. Párrafo 141)
En definitiva, toda vez que haya motivos razonables para sospechar
que una persona ha sido sometida a desaparición forzada debe iniciarse una investigación29. Esta obligación es independiente de que se presente una denuncia, pues en casos de desaparición forzada el derecho
internacional y el deber general de garantía, imponen la obligación de
investigar el caso ex officio, sin dilación, y de una manera seria, imparcial y efectiva. Esto es un elemento fundamental y condicionante para
la protección de ciertos derechos afectados por esas situaciones, como
la libertad personal, la integridad personal y la vida30. Sin perjuicio de
ello, en cualquier caso, toda autoridad estatal, funcionario público o
particular que haya tenido noticia de actos destinados a la desaparición forzada de personas, deberá denunciarlo inmediatamente31. La
obligación de investigar persiste hasta que se encuentre a la persona
privada de libertad o aparezcan sus restos. (Cf. Párrafo 143)
C.1 Derechos a la libertad personal, integridad personal, vida y al reconocimiento de la personalidad jurídica
La Comisión alegó, en acápites separados, que el Estado era responsable de haber privado ilegalmente de la libertad al señor Raditemala, supra nota 24, párr. 91, y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 44, párr. 59.
28 Cfr. obligación a que hace referencia el artículo X de la CIDFP. Asimismo, el Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 44, párr. 64.
29 Cfr. artículo 12.2 de la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas y artículo 13 de la Declaración sobre la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas. Además, la Declaración
y el Programa de Acción de Viena aprobados por la Conferencia Mundial de Derechos
Humanos el 25 de junio de 1993, establece que: “[e]s obligación de todos los Estados, en
cualquier circunstancia, emprender una investigación siempre que haya motivos para
creer que se ha producido una desaparición forzada en un territorio sujeto a su jurisdicción y, si se confirman las denuncias, enjuiciar a los autores del hecho” (párr. 62).
30 Cfr. Caso de la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 31 de enero de 2006. Serie C No. 140, párr. 145, y Caso Anzualdo Castro vs.
Perú, supra nota 44, párr. 65.
31 Cfr. Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 44, párr. 65.
375
376
Derecho a la integridad personal
lla Pacheco, y de no haberlo puesto a disposición de juez competente.
Asimismo, señaló que dicha detención se había producido “[e]n un
contexto de detenciones y torturas a los detenidos”, que existían serios
indicios de que el señor Radilla Pacheco habría sido sometido a torturas, y que el Estado no había realizado una investigación seria y objetiva de dichos actos. Agregó que, debido a que han transcurrido “[3]3
años desde la fecha de su detención, sin noticias acerca de su paradero
[…] exist[ía]n suficientes elementos de convicción para considerar que
[el señor] Radilla Pacheco perdió la vida en manos de los miembros
del Ejército mexicano”. Además, indicó que el Estado ha incumplido su
obligación de garantizar el derecho a la vida del señor Rosendo Radilla Pacheco a través de una investigación seria, diligente e imparcial, y
que las investigaciones adelantadas habían “[m]ostrado dilaciones y
falta de efectividad”. Finalmente, la Comisión alegó que la desaparición
forzada generaba una violación al reconocimiento de la personalidad
jurídica de la presunta víctima, dado que el objetivo preciso de la desaparición forzada es sustraer al individuo de la protección que le es
debida, con la intención clara y deliberada de eliminar la posibilidad de
que la persona interponga las acciones legales, excluyéndola del orden
jurídico e institucional. (Cf. Párrafo 147)
Los representantes coincidieron con los argumentos expuestos
por la Comisión. Además, solicitaron a la Corte declarar la violación
del artículo 7 de la Convención, en relación con los artículos II y XI de
la CIDFP. Al respecto, cabe reiterar que este Tribunal ha establecido
que la presunta víctima, sus familiares o sus representantes pueden
invocar derechos distintos de los comprendidos en la demanda de la
Comisión, sobre la base de los hechos presentados por ésta32. Por otro
lado, la Corte observa que los representantes no alegaron la violación
del derecho al reconocimiento a la personalidad jurídica, establecido
en el artículo 3 de la Convención Americana. (Cf. Párrafo 148)
El Estado, por su parte, reconoció su responsabilidad internacional por la violación de los derechos reconocidos en los artículos 5 y
7 de la Convención Americana, en perjuicio del señor Radilla Pacheco
(supra párr. 52). Al respecto, reconoció que el señor Radilla Pacheco
había sido privado ilegal y arbitrariamente de la libertad por un funcionario público. El Estado también indicó que es razonable presumir
su muerte (supra párr. 53). Además, señaló que de conformidad con
32 Cfr. Caso “Cinco Pensionistas” Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 28
de febrero de 2003. Serie C No. 98, párr. 155; Caso Acevedo Buendía y otros (“Cesantes y
Jubilados de la Contraloría”) Vs. Perú. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 1 de julio de 2009 Serie C No. 198, párr. 97, y Caso Escher y otros Vs. Brasil,
supra nota 64, párr. 191.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
lo establecido por esta Corte en sus decisiones, cuando se “[a]legue la
desaparición de la víctima no procede la condena por violaciones al
derecho a la personalidad jurídica, puesto que dicho derecho tiene un
contenido jurídico propio”. (Cf. Párrafo 149)
El Tribunal estima suficientemente acreditado que el señor Rosendo
Radilla Pacheco fue detenido por militares del Ejército en un retén militar ubicado a la entrada de la Colonia Cuauhtémoc, en Atoyac de Álvarez, Guerrero, el 25 de agosto de 1974, y posteriormente trasladado al
Cuartel Militar de Atoyac de Álvarez. Allí habría permanecido detenido
de forma clandestina por varias semanas, donde fue visto por última vez,
con los ojos vendados y signos de maltrato físico. Transcurridos más de
35 años desde su detención, los familiares del señor Radilla Pacheco
desconocen su paradero, a pesar de las gestiones realizadas. El Estado
continúa negando el paradero de la víctima, en tanto hasta la fecha no
ha dado una respuesta determinante sobre su destino. (Cf. Párrafo 150)
El patrón de las detenciones efectuadas en la época permite concluir
que el señor Rosendo Radilla Pacheco fue detenido por ser considerado simpatizante de la guerrilla. Detenciones como éstas se realizaban
sin orden expedida por autoridad competente y en la clandestinidad,
teniendo como propósito sustraer al individuo de la protección de la
ley, con el fin de quebrantar su personalidad y obtener confesiones o
informaciones sobre la insurgencia (supra párr. 136). Al respecto, la
Comisión Nacional de los Derechos Humanos señaló que un documento localizado en los archivos de la extinta Dirección Federal de Seguridad de México se refiere a la situación entonces prevaleciente en el
área correspondiente a la sierra de Atoyac de Álvarez, Guerrero, principalmente, a la acción de la organización conocida como el “Partido
de los Pobres”. En dicho documento se menciona que, si bien los “[p]
obladores de la región” no participaban de las acciones de dicho grupo
“clandestino”, tampoco denunciaban por temor a dicha organización,
lo que significaba que ésta contaba “[c]on el apoyo y la simpatía de los
habitantes de la Zona”. Especialmente, de acuerdo a lo indicado por la
Comisión Nacional, tal documento expresa que:
E[ra] necesario, para poder contrarrestar las actividades que
desarrolla[ba] es[e] grupo, en el medio urbano y rural, emplear
las mismas técnicas que ellos, utilizando fuerzas de golpeo que en
forma clandestina actúan directamente en contra de los miembros
ya identificados y ubicados, para quebrantarlos moral y materialmente, hasta lograr su total destrucción”33. (Cf. Párrafo 151)
33 Cfr. Recomendación 026/2001 de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos
(expediente de anexos a la demanda, anexo 3, folio 883 y expediente de anexos a la contestación a la demanda, anexo V.2, página 12).
377
378
Derecho a la integridad personal
Así, la desaparición del señor Radilla Pacheco no sólo es, a todas luces, contraria al derecho a la libertad personal, sino, además, se enmarca
en un patrón de detenciones y desapariciones forzadas masivas (supra
párrs. 132 a 137), lo cual permite concluir que aquélla lo colocó en una
grave situación de riesgo de sufrir daños irreparables a su integridad
personal y a su vida. Al respecto, es destacable el pronunciamiento de
la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, la cual determinó que:
Por el modus operandi de los servidores públicos involucrados y su
actuar al margen de la ley, así como los testimonios que logró recabar [la] Comisión Nacional de quienes sufrieron actos típicos de la
tortura y con posterioridad obtuvieron su libertad, muy probablemente fueron sometidos a la misma práctica las personas víctimas
de la desaparición forzada y que fue utilizada como medio para obtener confesiones e información para localizar a otras personas34.
(Cf. Párrafo 152)
En ese sentido, para la Corte es evidente que las autoridades militares que detuvieron al señor Radilla Pacheco eran responsables por la
salvaguarda de sus derechos. El Tribunal ha establecido que el sometimiento de detenidos a cuerpos represivos oficiales, agentes estatales o
particulares que actúen con su aquiescencia o tolerancia, que impunemente practiquen la tortura y el asesinato representa, por sí mismo, una
infracción al deber de prevención de violaciones a los derechos a la integridad personal y a la vida, aún en el supuesto de que no puedan demostrarse los hechos de torturas o de privación de la vida de la persona en
el caso concreto35. Además, esta Corte ha sostenido que la desaparición
forzada es violatoria del derecho a la integridad personal porque “[e]l
solo hecho del aislamiento prolongado y de la incomunicación coactiva,
representa un tratamiento cruel e inhumano [...] en contradicción con
los párrafos 1 y 2 del artículo 5 de la Convención”36. (Cf. Párrafo 153)
Tomando en cuenta lo anterior, la Corte concluye que el Estado es
responsable por la violación del derecho a la libertad e integridad personal, y a la vida del señor Rosendo Radilla Pacheco, en relación con lo
dispuesto en los artículos I y XI de la CIDFP. (Cf. Párrafo 154)
En cuanto a la alegada violación del artículo 3 de la Convención
34 Cfr. Recomendación 026/2001 de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos
(expediente de anexos a la demanda, anexo 3, folio 899 y expediente de anexos a la contestación a la demanda, anexo V.2, página 27).
35 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras, supra nota 24, párr. 175; Caso Ticona Estrada
vs. Bolivia, supra nota 23, párr. 59, y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 44, párr. 85.
36 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras, supra nota 24, párrs. 156 y 187; Caso
Chaparro Álvarez y Lapo Iñiguez Vs. Ecuador. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 21 de noviembre de 2007. Serie C No. 170, párr. 171, y Caso
Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 44, párr. 85.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Americana (supra párr. 147), la Corte ha considerado que el contenido
propio del derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica es
que se reconozca a la persona,
[e]n cualquier parte como sujeto de derechos y obligaciones, y a
gozar de los derechos civiles fundamentales[, lo cual] implica la
capacidad de ser titular de derechos (capacidad y goce) y de deberes; la violación de aquel reconocimiento supone desconocer en
términos absolutos la posibilidad de ser titular de [los] derechos y
deberes [civiles y fundamentales]37. (Cf. Párrafo 155)
Este derecho representa un parámetro para determinar si una persona es titular o no de los derechos de que se trate y si los puede ejercer38, por lo que la violación de aquel reconocimiento hace al individuo
vulnerable frente al Estado o particulares39. De este modo, el contenido
del derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica se refiere al
correlativo deber general del Estado de procurar los medios y condiciones jurídicas para que ese derecho pueda ser ejercido libre y plenamente por sus titulares40 o, en su caso, la obligación de no vulnerar
dicho derecho. (Cf. Párrafo 156)
En su sentencia emitida en el caso Anzualdo Castro Vs. Perú este
Tribunal consideró que, en casos de desaparición forzada, atendiendo
al carácter múltiple y complejo de esta grave violación de derechos humanos, su ejecución puede conllevar la vulneración específica del derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica. Más allá de que la
persona desaparecida no pueda continuar gozando y ejerciendo otros,
y eventualmente todos, los derechos de los cuales también es titular, su
desaparición busca no sólo una de las más graves formas de sustracción de una persona de todo ámbito del ordenamiento jurídico, sino
también negar su existencia misma y dejarla en una suerte de limbo o
situación de indeterminación jurídica ante la sociedad y el Estado41. En
37 Cfr. Caso Bámaca Velásquez, Fondo. Sentencia de 25 de noviembre de 2000. Serie C No.
70, párr. 179; Caso del Pueblo Saramaka Vs. Suriname. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 28 de noviembre de 2007. Serie C No. 172, párr. 166,
y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 44, párr. 87.
38 Cfr. Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa Vs. Paraguay. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 29 de marzo de 2006. Serie C No. 146, párr. 188; Caso del Pueblo Saramaka. Vs.
Suriname, supra nota 144, párr. 166, y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 44, párr. 88.
39 Cfr. Caso de las Niñas Yean y Bosico Vs. República Dominicana. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 8 de septiembre de 2005. Serie C No.
130, párr. 179; Caso del Pueblo Saramaka. Vs. Suriname, supra nota 144, párr. 166, y Caso
Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 44, párr. 88.
40 Cfr. Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa Vs. Paraguay, supra nota 145, párr. 189;
Caso del Pueblo Saramaka. Vs. Suriname, supra nota 144, párr. 167, y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 44, párr. 88.
41 Cfr. Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 44, párr. 90.
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Derecho a la integridad personal
el caso que nos ocupa, esto se tradujo en una violación del derecho al
reconocimiento de la personalidad jurídica del señor Rosendo Radilla
Pacheco. (Cf. Párrafo 157)
En consideración de lo anterior, la Corte concluye que el Estado es
responsable de la violación de los derechos a la libertad personal, la
integridad personal, el reconocimiento a la personalidad jurídica y la
vida del señor Rosendo Radilla Pacheco, en virtud de la desaparición
forzada de la cual es víctima, realizada por agentes militares. En tal
sentido, el Estado tiene el deber de garantizar los derechos a través
de la prevención e investigación diligente de la desaparición forzada.
Esto obliga al Estado a adelantar investigaciones serias y efectivas para
determinar su suerte o paradero, identificar a los responsables y, en su
caso, imponerles las sanciones correspondientes. El desconocimiento
del destino del señor Radilla Pacheco, su paradero o el de sus restos,
se mantiene hasta el día de hoy, sin que haya habido una investigación
efectiva para averiguar lo sucedido, lo que hace evidente el incumplimiento de este deber. La Corte analizará en el Capítulo IX de esta Sentencia lo relativo al deber de investigación a cargo del Estado. Para la
determinación de las violaciones alegadas, basta señalar que en este
caso el Estado no ha garantizado efectivamente los derechos contenidos en las disposiciones analizadas. (Cf. Párrafo 158)
En conclusión, el Estado es responsable de la violación de los artículos 7.1 (Libertad Personal); 5.1 y 5.2 (Integridad Personal); 3 (Derecho al Reconocimiento de la Personalidad Jurídica) y 4.1 (Derecho a
la Vida), en perjuicio del señor Rosendo Radilla Pacheco, en razón del
incumplimiento del deber de garantía y de respeto de dichos derechos,
establecido en el artículo 1.1 de la Convención Americana, todos ellos
en relación con los artículos I y XI de la CIDFP. (Cf. Párrafo 159)
C.2 Derecho a la integridad personal de los familiares del señor Rosendo Radilla Pacheco
La Comisión y los representantes alegaron que el Estado es responsable por la violación del derecho a la integridad personal de los
siguientes familiares del señor Rosendo Radilla Pacheco, a saber, sus
doce hijos: Tita, Andrea, Rosendo, Romana, Evelina, Rosa, Agustina, Ana
María, Carmen, Pilar, Victoria y Judith, todos de apellidos Radilla Martínez. Al respecto, el Tribunal se remite a lo señalado en el Capítulo VII de
esta Sentencia, en el sentido de que se considerarán únicamente como
presuntas víctimas a las señoras Tita y Andrea, y al señor Rosendo, todos de apellidos Radilla Martínez (supra párr. 111). (Cf. Párrafo 160)
La Corte ha considerado en numerosos casos que los familiares de
las víctimas de violaciones de los derechos humanos pueden ser, a su
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
vez, víctimas42. En particular, en casos que involucran la desaparición
forzada de personas, es posible entender que la violación del derecho
a la integridad psíquica y moral de los familiares de la víctima es una
consecuencia directa, precisamente, de ese fenómeno, que les causa
un severo sufrimiento por el hecho mismo, que se acrecienta, entre
otros factores, por la constante negativa de las autoridades estatales
de proporcionar información acerca del paradero de la víctima o de
iniciar una investigación eficaz para lograr el esclarecimiento de lo
sucedido43. (Cf. Párrafo 161)
Al respecto, este Tribunal ha estimado que se puede declarar la violación del derecho a la integridad psíquica y moral de familiares directos de víctimas de ciertas violaciones de derechos humanos aplicando
una presunción iuris tantum respecto de madres y padres, hijas e hijos,
esposos y esposas, y compañeros y compañeras permanentes (en adelante “familiares directos”), siempre que ello responda a las circunstancias particulares en el caso. Respecto de tales familiares directos,
corresponde al Estado desvirtuar dicha presunción44. (Cf. Párrafo162)
Tomando en consideración las circunstancias del presente caso, el
Tribunal presume, en principio, que la desaparición forzada del señor
Radilla Pacheco causó a sus hijos Tita, Andrea y Rosendo, de apellidos
Radilla Martínez, una afectación sobre su integridad psíquica y moral.
(Cf. Párrafo 163)
El Estado no ha desvirtuado tal presunción, por el contrario, admitió que “[l]a angustia propia de la naturaleza humana al desconocer la
suerte de un ser querido, obligan a un reconocimiento de la responsabilidad del Estado sobre dicha situación, en violación al artículo 5 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos”, en perjuicio de
dichos familiares (supra párrs. 52 y 53). (Cf. Párrafo 164)
Las declaraciones rendidas ante este Tribunal por los familiares del
señor Radilla Pacheco son reveladoras en este sentido. El señor Rosendo Radilla Martínez, hijo de la víctima, se pronunció sobre los efectos,
en su familia y en su caso particular, de la negativa del Estado de brindar información sobre el paradero de su padre, e indicó que:
“De hecho [causó] un daño muy grande [… d]espués de tanta es-
42 Cfr. Caso Castillo Páez Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 3 de noviembre de 1997. Serie C
No. 34, Punto Resolutivo cuarto; Caso Kawas Fernández Vs. Honduras, supra nota 40, párr.
128, y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 44, párr. 105.
43 Cfr. Caso Blake Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 24 de enero de 1998. Serie C No. 36,
párr. 114; Caso Ticona Estrada Vs. Bolivia, supra nota 23, párr. 87, y Caso Anzualdo Castro
Vs. Perú, supra nota 44, párr. 105.
44 Cfr. Caso Valle Jaramillo y otros Vs. Colombia, supra nota 40, párr. 119, y Caso Kawas
Fernández Vs. Honduras, supra nota 40, párr. 128.
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382
Derecho a la integridad personal
pera mi madre murió en el 84, después de estar un año en estado
de coma [… E]lla […] esperó mucho tiempo a mi padre, incluso,
planchaba su ropa, arreglaba su ropa todavía, y decía ‘Rosendo va
a entrar por esa puerta, Rosendo va a entrar por esa puerta’ […]
y mi padre nunca regresó. Yo creo que […] el dolor que sentí a la
muerte de mi madre, creo que ha sido superado [… Ella] está en un
lugar, sus restos están depositados en un panteón, y creo que estoy
resignado a que mi madre haya muerto. Pero el hecho de no saber
dónde está mi padre, dónde quedó, qué fue de él, eso sí afecta mucho, demasiado realmente […]
[E]l sufrimiento que hemos llevado ha sido muy grande, […] y necesitamos terminar con esta etapa […] tenemos un duelo prolongado nosotros, […] llevamos este duelo siempre, […] no se puede
estar ni de día ni de noche porque se recuerda y no sabemos que
pasó. [...] Lo principal sería que se nos entregue el cadáver de mi
padre, el cuerpo, los restos de él […]45. (Cf. Párrafo 165)
Al respecto, la Corte recuerda que en otros casos ha llegado a considerar que la privación continua de la verdad acerca del destino de un
desaparecido constituye una forma de trato cruel e inhumano para los
familiares cercanos46. En el presente caso, para este Tribunal es clara la
vinculación del sufrimiento de los familiares del señor Rosendo Radilla
Pacheco con la violación del derecho a conocer la verdad (infra párrs.
180 y 313), lo que ilustra la complejidad de la desaparición forzada y
de los múltiples efectos que causa. (Cf. Párrafo 166)
Asimismo, el Tribunal ha señalado que ante hechos de desaparición
forzada de personas, el Estado tiene la obligación de garantizar el derecho a la integridad personal de los familiares también por la vía de
investigaciones efectivas. Más aún, la ausencia de recursos efectivos ha
sido considerada por la Corte como fuente de sufrimiento y angustia
adicionales para las víctimas y sus familiares47. En el presente caso han
sido constatadas ante la Corte todas las gestiones realizadas por familiares del señor Radilla Pacheco, con ocasión de su desaparición, ante
distintas instituciones y dependencias estatales para determinar su
paradero, así como para impulsar las investigaciones correspondientes (infra párrs. 183 a 189, y 260 a 264). (Cf. Párrafo 167)
La demora y la falta de efectividad de dichas investigaciones (infra
45 Cfr. Declaración rendida por el señor Rosendo Radilla Martínez durante la audiencia
pública celebrada ante la Corte Interamericana el 7 de julio de 2009.
46 Cfr. Caso Trujillo Oroza Vs. Bolivia. Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de febrero
de 2002. Serie C No. 92, párr. 114; Caso La Cantuta Vs. Perú, supra nota 51, párr. 125, y
Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 44, párr. 113.
47 Cfr. Caso Blake Vs. Guatemala, supra nota 150, párr. 114; Caso Heliodoro Portugal Vs.
Panamá, supra nota 24, párr. 174, y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 44, párr. 113.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
párrs. 201, 212, 214, 234 y 245) ha exacerbado en los familiares del señor Radilla Pacheco los sentimientos de impotencia y de desconfianza
en las instituciones del Estado. (Cf. Párrafo 168)
Igualmente, se ha constatado la afectación moral de los familiares
del señor Radilla Pacheco, producto de la estigmatización e indiferencia que recibían casos como éste ante las autoridades. La señora Tita
Radilla Martínez manifestó que:
[n]o [los] tomaban en cuenta [… q]uería[n] presentar una denuncia y […] en el Ministerio Público [les] decía[n] ‘no, […] es que eso
ya pasó’. Entonces nunca tuvi[eron] un trato como debería de ser.
[… R]ecuerd[a] cuando se hizo la denuncia de la [Procuraduría General de Republica], antes de la Fiscalía [Especial], a una compañera le dijo el Ministerio Público ‘oiga señora que no sería más fácil
que se buscara otro marido, a que busque el que anda buscando’.
[…] A las personas les preguntaban […] ‘¿tu familiar anduvo con
Lucio Cabañas? […] ustedes también son responsables, porque si
su familiar anduvo en el movimiento armado, ustedes tienen la
culpa’48. (Cf. Párrafo 169)
En términos similares, declaró la señora Andrea Radilla Martínez,
quien manifestó que:
[P]resent[ó] una denuncia penal en 1992 ante el Ministerio Público
con la asistencia de representantes de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en un ambiente tenso porque [s]e sentía ante el banquillo de los acusados por el trato nada amigable del Agente, y las miradas de sus acompañantes que parecían cuestionar[la] por el estigma
que significa ser hija de un detenido desaparecido durante la guerra
sucia49. (Cf. Párrafo 170)
Adicionalmente, la Corte observa que, según el informe sobre la afectación psicosocial de los familiares del señor Rosendo Radilla, su desaparición ha tenido un impacto traumático y diferenciado en la familia como
colectivo, debido a la obligada reestructuración de roles de cada una de
los miembros, con las evidentes afectaciones al proyecto de vida de cada
uno50. En tal sentido se expresaron tanto el señor Rosendo Radilla Martínez51 como la señora Andrea Radilla Martínez. Esta última declaró que:
48 Cfr. Declaración rendida por la señora Tita Radilla Martínez durante la audiencia pública celebrada ante la Corte Interamericana el 7 de julio de 2009.
49 Cfr. Declaración rendida por la señora Andrea Radilla Martínez ante fedatario público
(affidávit) el 10 de junio de 2009 (expediente de fondo, tomo IV, folio 1159).
50 Cfr. Antillón Najlis, Ximena, Desaparición forzada durante la guerra sucia: impacto
psicosocial individual, familiar y comuntiario. La desaparición forzada de Rosendo Radilla
Pacheco en Atoyac de Alvarez, Guerrero (expediente de anexos al escrito solicitudes y
argumentos, anexo K, folio 2270).
51 Cfr. Declaración rendida por el señor Rosendo Radilla Martínez durante la audiencia
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384
Derecho a la integridad personal
[Su] vida dio un giro total, de sentir[s]e protegida, apoyada y tranquila, pas[ó] a sentir[s]e responsable de [su] madre y sus responsabilidades, [s]e sent[ió] interrogada, vigilada y sin recibir solidaridad de
nadie, la angustia fue [su] estado natural52. (Cf. Párrafo 171)
Tomando en cuenta lo anterior, este Tribunal concluye que la violación de la integridad personal de los familiares del señor Rosendo
Radilla Pacheco se ha configurado por las situaciones y circunstancias
vividas por ellos durante la desaparición de aquél. Estas afectaciones,
comprendidas integralmente en la complejidad de la desaparición forzada (supra párrs. 138 a 146), subsisten mientras persistan los factores de impunidad verificados53. En consecuencia, el Estado es responsable por la violación del derecho a la integridad personal de Tita,
Andrea y Rosendo, todos de apellidos Radilla Martínez, reconocido en
el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 de
la misma. (Cf. Párrafo 172)
Puntos resolutivos
Por tanto,
La Corte decide, por unanimidad
El Estado es responsable de la violación de los derechos a la libertad personal, a la integridad personal, al reconocimiento de la personalidad jurídica y a la vida, consagrados en los artículos 7.1, 5.1, 5.2, 3 y
4.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación
con la obligación de respetar y garantizar contenida en el artículo 1.1
de la misma y con los artículos I y XI de la Convención Interamericana
sobre Desaparición Forzada de Personas, en perjuicio del señor Rosendo Radilla Pacheco, en los términos de los párrafos 120 a 159 de la
presente Sentencia. (Cf. Párrafo 3)
El Estado es responsable por la violación del derecho a la integridad personal consagrado en los artículos 5.1 y 5.2 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de
la misma, en perjuicio de las señoras Tita y Andrea, y del señor Rosendo, todos de apellidos Radilla Martínez, en los términos de los párrafos
160 a 172 de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 4)
pública celebrada ante la Corte Interamericana el 7 de julio de 2009.
52 Cfr. Declaración rendida ante fedatario público (affidávit) por la señora Andrea Radilla Martínez (expediente de fondo, tomo IV, folio 1159).
53 Cfr. Caso Goiburú y otros Vs. Paraguay, supra nota 83, párr. 103; Caso La Cantuta Vs.
Perú, supra nota 51, párr. 126, y Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, supra nota 44, párr. 114.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Caso: Gelman Vs. Uruguay
Fecha de sentencia: 24 de febrero de 2011
Víctima: Juan Gelman, María Claudia García Iruretagoyena de Gelman y María Macarena Gelman García Iruretagoyena
Estado parte: Uruguay
Hechos del caso
Los hechos del presente caso ocurrieron durante la dictadura cívico-militar que gobernó Uruguay entre 1973 y 1985, en el marco de
prácticas sistemáticas de detenciones arbitrarias, torturas, ejecuciones
extrajudiciales y desapariciones forzadas perpetradas por las fuerzas
de seguridad e inteligencia de la dictadura uruguaya en colaboración
con autoridades argentinas, en el marco de la doctrina de seguridad
nacional y de la llamada “Operación Cóndor”.
La Operación Cóndor fue el nombre clave que se dio a la alianza
entre las fuerzas de seguridad y militares y servicios de inteligencia de
las dictaduras del Cono Sur durante la década de los setenta del siglo
XX, en su lucha y represión contra personas designadas como “elementos subversivos”. El plan Cóndor operaba en tres grandes áreas: en las
actividades de vigilancia política de disidentes exiliados o refugiados;
en la operación de acciones encubiertas o clandestinas de contrainsurgencia; y en acciones conjuntas de exterminio dirigidas a grupos o individuos específicos, para lo cual se conformaban equipos especiales
de asesinos que operaban dentro y fuera de las fronteras de sus países.
Esa coordinación transnacional fue muy organizada, con entrenamientos constantes, sistemas de comunicación avanzados, centros de inteligencia y planificación estratégica, así como con un sistema paralelo de prisiones clandestinas y centros de tortura, con el propósito de
recibir a los prisioneros extranjeros detenidos. Ciudadanos de varios
países de la región fueron retenidos y luego trasladados a sus países,
donde fueron entregados a cuerpos militares de la Operación Cóndor.
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386
Derecho a la integridad personal
Las operaciones clandestinas incluyeron en muchos casos la sustracción, supresión o sustitución de identidad y apropiación ilícita de
niños y niñas, para lo cual mujeres embarazadas eran detenidas en el
marco de las referidas operaciones y mantenidas vivas. En numerosos
casos, los niños y niñas recién nacidos o nacidos en cautiverio eran
entregados a familias de militares o policías o de terceros, luego de que
sus padres fueran desaparecidos o ejecutados.
María Claudia García Iruretagoyena Casinelli, de nacionalidad argentina, y su esposo Marcelo Ariel Gelman Schubaroff, fueron detenidos junto con otros familiares y amigos el 24 de agosto de 1976 en
Buenos Aires, Argentina, por militares uruguayos y argentinos. Al
momento de su privación de libertad, María Claudia tenía 19 años de
edad y se encontraba en avanzado estado de embarazo (alrededor de
7 meses). Fueron llevados al centro de detención y tortura clandestino
conocido como “Automotores Orletti”, en Buenos Aires, donde permanecieron juntos algunos días y posteriormente fueron separados. En
octubre de 1976 María Claudia García fue trasladada de forma clandestina a Montevideo en Uruguay, por autoridades uruguayas en el
denominado “segundo vuelo”, y alojada en la sede del Servicio de Información de Defensa del Uruguay (en adelante “SID”). En lo sucesivo,
habría sido trasladada al Hospital Militar, donde dio a luz a una niña.
Su hija recién nacida fue sustraída y entregada ilícitamente a un policía uruguayo y su esposa, quienes la registraron como hija propia y le
dieron el nombre de María Macarena Tauriño Vivian. Desde entonces
María Claudia García Iruretagoyena se encuentra desaparecida.
El señor Juan Gelman, padre de Marcelo Gelman y suegro de María Claudia García Iruretagoyena, y su esposa, realizaron por su cuenta
averiguaciones para conocer lo ocurrido a su hijo, a su nuera y a la
hija de ambos, que presumían había nacido durante el cautiverio de
sus padres. A finales de 1999, obtuvieron información que permitió
develar la verdadera identidad y la ubicación de María Macarena. El
31 de marzo de 2000 María Macarena tuvo por primera vez contacto
con su abuelo paterno, enterándose así de los hechos que rodearon la
desaparición de sus padres biológicos. A partir de ese momento, ella
emprendió las acciones legales pertinentes para recuperar su verdadera identidad, por lo que a partir del año 2005 adoptó el nombre de
María Macarena Gelman García Iruretagoyena.
Sobre la violación del artículo 5 (Integridad personal) de la
Convención Americana de Derechos Humanos
Derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica, a la
vida, a la integridad y a la libertad personal de María Claudia Gar-
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
cía Iruretagoyena de Gelman, en relación con las obligaciones de
respetar y garantizar los derechos (Convención Americana y Convención Interamericana sobre desaparición forzada)
Con el fin de examinar la alegada responsabilidad internacional
del Uruguay por la violación a los derechos al reconocimiento de la
personalidad jurídica, a la vida, a la integridad personal y a la libertad personal de María Claudia García, en relación con las obligaciones de respeto y garantía establecidas en la Convención Americana,
y con las disposiciones de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada que se alegan violadas, el Tribunal sintetizará los
alegatos de las partes, establecerá los hechos no controvertidos y
que considera probados y hará las consideraciones pertinentes. En
el presente caso se establecen los hechos, fundamentalmente, con
base en la no controversia del Estado y la información aportada por
la Comisión y los representantes. El Estado no se refirió en particular a estos alegatos, pero reconoció las violaciones de los derechos
humanos de María Claudia García en su conjunto (supra párrs. 19 a
22), razón por la cual en el siguiente apartado no se incluyen alegatos del Estado. (Cf. Párrafo 41)
A. La desaparición forzada de María Claudia García Iruretagoyena de Gelman
A.2 Calificación jurídica
Por el modo en que María Claudia García fue privada de su libertad en avanzado estado de embarazo, secuestrada en Buenos Aires
por autoridades argentinas y probablemente uruguayas en un contexto de detenciones ilegales en centros clandestinos (“Automotores
Orletti” y el SID), y posteriormente trasladada a Montevideo, bajo la
Operación Cóndor, su privación de libertad fue manifiestamente ilegal, en violación del artículo 7.1 de la Convención, y sólo puede ser
entendida como el inicio de la configuración de la violación compleja
de derechos que implica la desaparición forzada. Constituyó además
un flagrante incumplimiento de la obligación estatal de mantener a
las personas privadas de libertad en centros de detención oficialmente reconocidos y presentarla sin demora ante la autoridad judicial
competente. (Cf. Párrafo 91)
En casos de desaparición forzada de personas se viola el derecho al
reconocimiento de la personalidad jurídica, reconocido en el artículo 3
de la Convención Americana, pues se deja a la víctima en una situación
de indeterminación jurídica que imposibilita, obstaculiza o anula la posibilidad de la persona de ser titular o ejercer en forma efectiva sus derechos en general, lo cual constituye una de las más graves formas de
387
388
Derecho a la integridad personal
incumplimiento de las obligaciones estatales de respetar y garantizar
los derechos humanos54. (Cf. Párrafo 92)
Su traslado desde Argentina a Uruguay pretendió sustraerla de la
protección de la ley en ambos Estados, tanto por su permanencia en
centros clandestinos de detención, como por el hecho mismo de haber
sido forzada a salir de su país sin ningún tipo de control migratorio,
persiguiéndose así anular su personalidad jurídica, negar su existencia
y dejarla en una suerte de limbo o situación de indeterminación jurídica ante la sociedad, el Estado e inclusive la comunidad internacional,
lo que, por ende, constituye también una violación de su derecho al
reconocimiento de la personalidad jurídica, reconocido en el artículo 3
de la Convención55. (Cf. Párrafo 93)
Por otro lado, la desaparición forzada de María Claudia García es
violatoria del derecho a la integridad personal porque el solo hecho
del aislamiento prolongado y de la incomunicación coactiva, representa un tratamiento cruel e inhumano en contradicción con los párrafos
1 y 2 del artículo 5 de la Convención56. (Cf. Párrafo 94)
Además, una vez detenida, ella estuvo bajo control de cuerpos represivos oficiales que impunemente practicaban la tortura, el asesinato
y la desaparición forzada de personas, lo que representa, por sí mismo,
una infracción al deber de prevención de violaciones a los derechos a la
integridad personal y a la vida, reconocidos en los artículos 5 y 4 de la
Convención Americana, aún en el supuesto de que no puedan demostrarse los hechos de torturas o de privación de la vida de la persona en
el caso concreto57. (Cf. Párrafo 95)
Si bien no hay información categórica acerca de lo ocurrido a María
Claudia García con posterioridad a la sustracción de su hija, la práctica de desapariciones ha implicado con frecuencia la ejecución de los
detenidos, en secreto y sin fórmula de juicio, seguida del ocultamiento
del cadáver con el objeto de borrar toda huella material del crimen y de
procurar la impunidad de quienes lo cometieron, lo que significa una
54 Cfr. Caso Anzualdo Castro, supra nota 75, párr. 101, y Caso Radilla Pacheco, supra nota
74, párr. 157.
55 Cfr. Caso Anzualdo Castro, supra nota 75, párr. 90; Caso Chitay Nech y otros, supra nota
63, párr. 98, y Caso Ibsen Cárdenas e Ibsen Peña, supra nota 9, párr. 98.
56 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez, supra nota 20, párrs. 156 y 187; Caso Chaparro Álvarez
y Lapo Iñiguez Vs. Ecuador. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 21 de noviembre de 2007. Serie C No. 170, párr. 171, y Caso Anzualdo Castro,
supra nota 75, párr. 85.
57 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez, supra nota 20, párr. 175; Caso Ticona Estrada y otros Vs.
Bolivia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de noviembre de 2008. Serie C No.
191, párr. 59, y Caso Anzualdo Castro, supra nota 75, párr. 85.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
brutal violación del derecho a la vida, reconocido en el artículo 4 de la
Convención. (Cf. Párrafo 96)
El estado de embarazo en que se encontraba María Claudia García cuando fue detenida constituía la condición de particular vulnerabilidad por la cual se dio una afectación diferenciada en su caso.
A su vez, en Argentina ya había sido separada de su esposo y luego
trasladada al Uruguay sin conocer el destino de aquél, lo que en sí
mismo representó un acto cruel e inhumano. Posteriormente, fue retenida en un centro clandestino de detención y torturas, a saber, el
SID, donde su tratamiento diferenciado respecto de otras personas
detenidas –pues estuvo separada de éstas- no se dio para cumplir una
obligación especial de protección a su favor, sino para lograr la finalidad de su retención ilegal, de su traslado al Uruguay y de su eventual
desaparición forzada, cual era, la instrumentalización de su cuerpo
en función del nacimiento y el período de lactancia de su hija, quien
fue entregada a otra familia luego de ser sustraída y sustituida su
identidad (infra párrs. 106 a 116). Los hechos del caso revelan una
particular concepción del cuerpo de la mujer que atenta contra su
libre maternidad, lo que forma parte esencial del libre desarrollo de
la personalidad de las mujeres. Lo anterior es aún más grave si se
considera, según fue señalado, que su caso se dio en un contexto de
desapariciones de mujeres embarazadas y apropiaciones ilícitas de
niños ocurridos en el marco de la Operación Cóndor. (Cf. Párrafo 97)
Los señalados actos cometidos contra María Claudia García pueden ser calificados como una de las más graves y reprochables formas de violencia contra la mujer58, que habrían sido perpetrados por
agentes estatales argentinos y uruguayos, que afectaron gravemente
su integridad personal y estuvieron claramente basados en su género. Los hechos le causaron daños y sufrimientos físicos y psicológicos
que, por los sentimientos de grave angustia, desesperación y miedo
que pudo experimentar al permanecer con su hija en un centro clandestino de detención, donde usualmente se escuchaban las torturas
58 Cfr., en tal sentido, artículos 1 y 2 de la Convención de Belém do Pará. Como ha sido
señalado anteriormente por este Tribunal, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer ha sostenido que la definición de la discriminación contra la mujer “incluye la violencia basada en el sexo, es decir, la violencia dirigida contra la mujer [i]
porque es mujer o [ii] porque la afecta en forma desproporcionada”. Asimismo, también
ha señalado que “[l]a violencia contra la mujer es una forma de discriminación que impide gravemente que goce de derechos y libertades en pie de igualdad con el hombre”. Cfr.,
al respecto, Caso González y otras (“Campo Algodonero”), supra nota 79, párr. 395; Caso
Fernández Ortega y otros. Vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 30 de agosto de 2010 Serie C No. 215, párr. 129, y Caso Rosendo Cantú y otra
supra nota 9, párr. 120.
389
390
Derecho a la integridad personal
infligidas a otros detenidos en el SID59, y no saber cuál sería el destino
de ella cuando fueron separadas60, así como haber podido prever su
fatal destino, constituyen una afectación de tal magnitud que debe
ser calificada como la más grave forma de vulneración de su integridad psíquica. (Cf. Párrafo 98)
Esta desaparición forzada constituye, por la naturaleza de los derechos lesionados, una violación de una norma jus cogens, especialmente
grave por haber acontecido como parte de una práctica sistemática de
“terrorismo de Estado” a nivel inter-estatal61. (Cf. Párrafo 99)
La preparación y ejecución de la detención y posterior desaparición
forzada de María Claudia García no habrían podido perpetrarse sin el
conocimiento u órdenes superiores de las jefaturas militares, de policía e inteligencia de ese entonces, o sin la colaboración, aquiescencia
o tolerancia, manifestadas en diversas acciones realizadas en forma
coordinada o concatenada, de miembros de los cuerpos de seguridad
y servicios de inteligencia (e inclusive diplomáticos) de los Estados involucrados, por lo que los agentes estatales faltaron gravemente a sus
deberes de prevención y protección de los derechos de las víctimas,
consagrados en el artículo 1.1 de la Convención Americana, y utilizaron la investidura oficial y recursos otorgados por el Estado para cometer las violaciones. (Cf. Párrafo 100)
En consideración de lo anterior, en virtud de su desaparición forzada, que se mantiene hasta el día de hoy, la Corte concluye que el Estado
es responsable por la violación de los derechos a la libertad personal,
la integridad personal, la vida y al reconocimiento a la personalidad jurídica de la señora María Claudia García Iruretagoyena, reconocidos en
los artículos 7.1, 5.1 y 5.2, 4.1 y 3, en razón del incumplimiento de sus
obligaciones de respetar y garantizar esos derechos, establecidas en
el artículo 1.1, todos de la Convención Americana, en relación con los
artículos I y XI de la Convención Interamericana sobre Desaparición
Forzada de Personas62. (Cf. Párrafo 101)
59 Testimonio de Sara Méndez. rendida por Juan Gelman durante la audiencia pública.
60 Cfr., mutatis mutandi, Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2006. Serie C No. 160, párr. 103.
61 Por ende puede ser calificada como un crimen de lesa humanidad.
62 En numerosos casos la Corte ha analizado, o declarado la violación, de las disposiciones de la referida Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada. Al respecto,
ver los siguientes casos: Caso Blanco Romero y otros vs. Venezuela, arts. I, X y XI; Caso
Heliodoro Portugal vs. Panamá. arts. I y II; Caso Tiu Tojín vs. Guatemala, art. I; Caso Ticona
Estrada vs. Bolivia, arts. I, III y XI; Caso Anzualdo Castro vs. Perú, arts. I y II; Caso Radilla
Pacheco vs. México, arts. I y II; Caso Ibsen Cárdenas vs. Bolivia, arts. I y XI; y Caso Chitay
Nech y otros vs. Guatemala.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Derechos al reconocimiento de la personalidad jurídica, del
niño, a la protección de la familia, al nombre, a la nacionalidad y
a la integridad personal de María Macarena Gelman García Iruretagoyena, y derecho a la integridad personal de Juan Gelman, y la
obligación de respetar los derechos
En este capítulo la Corte analizará, a la luz del reconocimiento de responsabilidad internacional, los hechos y las alegadas violaciones a los derechos humanos planteados por la Comisión y los representantes en perjuicio de María Macarena Gelman, a saber: el derecho al reconocimiento
de la personalidad jurídica, el derecho a la familia, el derecho al nombre,
los derechos del niño, el derecho a la nacionalidad, el derecho a la integridad personal y el derecho a la protección de la honra y de la dignidad,
reconocidos en los artículos 3, 17, 18, 19, 20, 5 y 11 de la Convención,
respectivamente. Asimismo, en este capítulo el Tribunal abordará las alegadas violaciones de los derechos reconocidos en los artículos 5 y 11 de
la Convención, en perjuicio del señor Juan Gelman. (Cf. Párrafo 102)
La sustracción y supresión de la identidad de la niña María Macarena Gelman como forma de desaparición forzada
Puesto que se trata de la hija de una mujer desaparecida, sustraída
a los pocos días de haber nacido en cautiverio, luego retenida, separada de su madre a las pocas semanas de existencia, así como suprimida
y sustituida su identidad para ser entregada a una familia que no era la
suya, más allá de lo planteado por la Comisión y los representantes, la
Corte determinará la calificación jurídica de los hechos en las circunstancias del caso63. (Cf. Párrafo 117)
Los hechos del caso revelan que la integridad personal de María Macarena Gelman García pudo verse afectada por las circunstancias de su
nacimiento y de sus primeras semanas de vida64. No obstante, resulta
evidente que la vulneración del derecho a la integridad psíquica ocurrió
a partir del momento en que descubrió su verdadera identidad, lo que
quiere decir que la violación de su integridad psíquica y moral es una
63 En el Caso De la Masacre de la Dos Erres Vs. Guatemala, la Corte señaló “la especial gravedad que reviste el que pueda atribuirse a un Estado Parte en dicha Convención el cargo
de haber aplicado o tolerado en su territorio una práctica sistemática de sustracciones y
retenciones ilegales de menores”, pero no se calificaron los hechos como desaparición forzada. Caso De la Masacre de las Dos Erres Vs. Guatemala. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 24 de noviembre de 2009. Serie C No. 211, párrs. 177 y 199.
64 Las evidencias científicas señalan que la alimentación, las tensiones, la presión psicológica y física experimentada por la madre durante el embarazo tiene efectos sistémicos
que inciden sobre los hijos […], pudiendo incluso alterar su posterior desarrollo físico.
Cfr. Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, supra nota 23, Cap. V, pág. 255.
391
392
Derecho a la integridad personal
consecuencia tanto de la desaparición forzada de su madre y de haberse
enterado de las circunstancias de la muerte de su padre biológico, como
de la violación de su derecho a conocer la verdad sobre su propia identidad, de la falta de investigaciones efectivas para el esclarecimiento de los
hechos y del paradero de María Claudia García y, en general, de la impunidad en la que permanece el caso, lo cual le ha generado sentimientos
de frustración, impotencia y angustia. (Cf. Párrafo 118)
En este sentido, María Macarena Gelman declaró ante la Corte sobre
cómo esta grave alteración en sus condiciones de existencia ha afectado
su proyecto de vida desde que conoció su verdadera identidad, cuando
tenía cerca de 24 años de edad. A partir de entonces, luego de reclamar
su filiación legítima ante la jurisdicción uruguaya e inscribirse como hija
legítima de Marcelo Gelman y María Claudia García, ella emprendió una
búsqueda de su verdadero origen y las circunstancias de la desaparición
de su madre. Según expresó, a partir de entonces “ha dedicado su vida a
esto” y la búsqueda la “fue absorbiendo”, pues “fu[e] perdiendo motivaciones, no h[a] podido volver a disfrutar, siempre pendiente y pensando
que algo más puede pasar, [sin] proyección [de su vida] mas allá de un
mes, viajando entre Montevideo y Buenos Aires”. Concluyó que “no es
mucho más que esto [su] vida ahora”65. Al respecto, la perita Deustch observó que “ella ha sido afectada en lo más íntimo de su ser: su identidad”,
pues el conocimiento de los hechos “la hizo tambalearse y le desestructuró su mundo interno”. La perita concluyó que María Macarena Gelman
“presenta síntomas que perturban su vida, le impiden retomar un proyecto para su futuro, y le causan dolor”66. (Cf. Párrafo 119)
Lo anterior revela que la sustracción de niños y/o niñas efectuada
por agentes estatales para ser entregados ilegítimamente en crianza
a otra familia, modificando su identidad y sin informar a su familia
biológica sobre su paradero, tal como ocurrió en el presente caso,
constituye un hecho complejo que implica una sucesión de acciones
ilegales y violaciones de derechos para encubrirlo e impedir el restablecimiento del vínculo entre los menores de edad sustraídos y sus
familiares. (Cf. Párrafo 120)
En su condición de ese entonces, como niña, María Macarena Gelman tenía derecho a medidas especiales de protección que, bajo el artículo 19 de la Convención, correspondían a su familia, la sociedad y el
Estado. A su vez, las alegadas violaciones a los derechos reconocidos
en los artículos 3, 17, 18 y 20 de la Convención deben interpretarse a la
65 Cfr. Declaración rendida por María Macarena Gelman durante la audiencia pública.
66 Cfr. Dictamen pericial de Ana Deutsch rendido ante fedatario público el 17 de noviembre de 2010, prueba, folio 5130.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
luz del corpus juris de los derechos de la niñez67 y, en particular según
las circunstancias especiales del caso, armónicamente con las demás
normas que les atañen, en especial con los artículos 7, 8, 9, 11, 16, y 18
de la Convención sobre los Derechos del Niño. (Cf. Párrafo 121)
Así, la referida situación afectó lo que se ha denominado el derecho
a la identidad, que si bien no se encuentra expresamente contemplado en la Convención, en las circunstancias del presente caso es posible determinarlo sobre la base de lo dispuesto por el artículo 8 de la
Convención sobre los Derechos del Niño, que establece que tal derecho
comprende, entre otros, el derecho a la nacionalidad, al nombre y a las
relaciones de familia. Asimismo, el derecho a la identidad puede ser
conceptualizado, en general, como el conjunto de atributos y características que permiten la individualización de la persona en sociedad y,
en tal sentido, comprende varios otros derechos según el sujeto de derechos de que se trate y las circunstancias del caso68. (Cf. Párrafo 122)
Al respecto, la Asamblea General de la Organización de Estados
Americanos (en adelante la “OEA”) señaló “que el reconocimiento de la
identidad de las personas es uno de los medios a través del cual se facilita el ejercicio de los derechos a la personalidad jurídica, al nombre,
a la nacionalidad, a la inscripción en el registro civil, a las relaciones
familiares, entre otros derechos reconocidos en instrumentos internacionales como la Declaración Americana de los Derechos y Deberes
del Hombre y la Convención Americana”69. Asimismo estableció que “la
67 Cfr. Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño. Opinión Consultiva OC-17 del 28
de agosto de 2002. Serie A No. 17, párr. 24. También véase: CIDH, Informe: La infancia y
sus derechos en el Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos, segunda edición, OEA/Ser. L/V/II.133 Doc. 34, Washington, 29 de Octubre 2008, párrs. 43 y 44.
68 El derecho a la identidad está previsto en las legislaciones nacionales de varios Estados de las Américas, como por ejemplo en el Código de la Niñez y la Adolescencia de
Uruguay que establece el derecho a la identidad como uno de los derechos esenciales de
los niños. Igualmente ha sido reconocido por jurisprudencia interna de algunos Estados,
como son: los casos de la Corte Constitucional Colombiana, en el sentido que la “identidad personal es un derecho de significación amplia, que engloba otros derechos […y
que] supone un conjunto de atributos, de calidades, tanto de carácter biológico, como
los referidos a la personalidad que permiten precisamente la individualización de un
sujeto en sociedad” (al respecto, ver la sentencia de tutela T-477/1995, de 23 de octubre
de 1995); y el Tribunal Constitucional de Perú, que señaló que “toda persona tiene derecho a la identidad, derecho que comprende tanto al derecho a un nombre –conocer a sus
padres y conservar sus apellidos–, el relativo a tener una nacionalidad y la obligación de
que el Estado reconozca su personalidad jurídica” (al respecto, ver, Segunda Sala, sentencia de recurso de agravio constitucional de 25 de julio de 2005).
69 Cfr. OEA, “Programa Interamericano para el Registro Civil Universal y ‘Derecho a la
Identidad’”, resolución AG/RES. 2286 (XXXVII-O/07) de 5 de junio de 2007; resolución
AG/RES. 2362 (XXXVIII-O/08) de 3 de junio de 2008 y, y resolución AG/RES. 2602 (XLO/10), sobre seguimiento al programa, de 8 de junio de 2010. Sobre ese aspecto el Co-
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394
Derecho a la integridad personal
falta de reconocimiento de la identidad puede implicar que la persona no cuente con constancia legal de su existencia, dificultando el pleno ejercicio de sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y
culturales”70. En ese mismo sentido, el Comité Jurídico Interamericano
expresó que el “derecho a la identidad es consustancial a los atributos
y a la dignidad humana” y que, en consecuencia, “es un derecho humano fundamental oponible erga omnes como expresión de un interés
colectivo de la [c]omunidad [i]nternacional en su conjunto[,] que no
admite derogación ni suspensión en los casos previstos por la Convención Americana”71. (Cf. Párrafo 123)
En cuanto a la sustracción y apropiación ilícita de niños y niñas,
jurisprudencia argentina ha considerado que ello afectaba el derecho
a la identidad de las víctimas, toda vez que se había alterado el estado
civil de los niños y se habían atribuido datos filiatorios que impidieron
conocer la verdadera identidad de los mismos, quedando eliminado
cualquier indicio relativo a su verdadero origen y evitando el contacto
con la verdadera familia72. En ese mismo sentido, la Cámara Federal
de Apelaciones de San Martín afirmó, en relación con la identidad de
los niños sustraídos en Argentina y citando un voto minoritario de la
Cámara Federal de Apelaciones de La Plata73, que “[e]l reconocimiento social del derecho prevaleciente de la familia a educar a los niños
que biológicamente traen a la vida, se cimenta además en un dato que
cuenta con muy fuerte base científica, que es la herencia genética de
las experiencias culturales acumuladas por las generaciones precedentes”, añadiendo que “la personalidad no se forma, entonces, en un proceso sólo determinado mediante la transmisión de actitudes y valores
por los padres y otros integrantes del grupo familiar, sino también por
las disposiciones hereditarias del sujeto, ante lo cual la vía normal de
formación de la identidad resulta ser la familia biológica”, concluyendo
mité Jurídico Interamericano consideró que la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, si bien no consagra el derecho a la identidad bajo ese nombre expresamente,
sí incluye, como se ha visto, el derecho al nombre, el derecho a la nacionalidad y el derecho relativo a la protección de la familia. Al respecto, cfr. Comité Jurídico Interamericano, Opinión “sobre el alcance del derecho a la identidad”, resolución CJI/doc. 276/07
rev. 1, de 10 de agosto de 2007, párrs. 11.2 y 18.3.3, ratificada mediante resolución CJI/
RES.137 (LXXI-O/07), de 10 de agosto de 2010.
70 Cfr. OEA, Resoluciones AG/RES. 2286 (XXXVII-O/07); 2362 (XXXVIII-O/08), y 2602
(XL-O/10), supra nota 133.
71 Cfr. Comité Jurídico Interamericano, Opinión, supra nota 133, párr. 12.
72 Cfr. Tribunal Oral en lo Criminal Federal No. 6 de la Capital Federal de Argentina, autos
caratulados “REI, Víctor Enrique s/sustracción de menor de diez años”, supra nota 55.
73 Cfr. Cámara Federal de Apelaciones de La Plata, Argentina, Sala Tercera, en autos caratulados “C., O.O. s/infracción artículos 139 inciso 2° y 293 del Código Penal”, causa No.
08.787, de 9 de diciembre de 1988,voto minoritario del juez Leopoldo Schiffrin.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
que el “derecho del niño es, ante todo, el derecho a adquirir y desarrollar una identidad, y, consecuentemente, a su aceptación e integración
por el núcleo familiar en el que nace”74. (Cf. Párrafo 124)
Por otro lado, el derecho a que se proteja la familia y a vivir en ella,
reconocido en el artículo 17 de la Convención, conlleva que el Estado
está obligado no sólo a disponer y ejecutar directamente medidas de
protección de los niños, sino también a favorecer, de la manera más
amplia, el desarrollo y la fortaleza del núcleo familiar75. Por ende, la
separación de niños de su familia constituye, bajo ciertas condiciones,
una violación del citado derecho76, pues inclusive las separaciones legales del niño de su familia solo pueden proceder si están debidamente
justificadas en el interés superior del niño, son excepcionales y, en lo
posible, temporales77. (Cf. Párrafo 125)
Particularmente cuando María Macarena Gelman se encontraba en
su primera infancia, hubo una injerencia ilegal por parte del Estado
en su familia de origen, la cual vulneró el derecho de protección a la
misma, al imposibilitar u obstaculizar su permanencia con su núcleo
familiar y establecer relaciones con él. El Estado tenía conocimiento
de la existencia de María Macarena Gelman y de la situación en la que
ésta se encontraba, pero hasta el año 2000 omitió toda gestión para
garantizarle su derecho a la familia. (Cf. Párrafo 126)
En cuanto al derecho al nombre, reconocido en el artículo 18 de la
Convención y también en diversos instrumentos internacionales78, la
Corte ha establecido que constituye un elemento básico e indispensable
de la identidad de cada persona, sin el cual no puede ser reconocida por
74 Cfr. Tribunal Oral en lo Criminal Federal No. 6 de la Capital Federal de Argentina, autos caratulados “ Zaffaroni Islas, Mariana s/ av. circunstancias de su desaparición - FURCI, Miguel Ángel-González de FURCI, Adriana”, causa No. 403, de 5 de agosto de 1994,
voto del Juez Mansur en la posición mayoritaria.
75 Cfr. Opinión Consultiva OC-17, supra nota 131, párr. 66; Caso de las Hermanas Serrano
Cruz Vs. El Salvador. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 01 de marzo de 2005.
Serie C No. 120, párr. 141, y Caso Chitay Nech, supra nota 63, párr. 157.
76 Cfr. Opinión Consultiva OC-17, supra nota 131, párrs. 71 y 72; y 72; Caso De la Masacre de
las Dos Erres, supra nota 127, párr. 187, y Caso Chitay Nech y otros, supra nota 63, párr. 157.
77 Cfr. Opinión Consultiva OC-17, supra nota 131, párr. 77.
78 Cfr. entre otros, el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, artículo 24.2;
Convención sobre los Derechos del Niño, artículo 7.1; African Charter on the Rights and Welfare of the Child, artículo 6.1, y Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos
de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares, artículo 29. El Tribunal Europeo
de Derechos Humanos afirmó que el derecho al nombre se encuentra protegido por el artículo 8 del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades
Fundamentales, aunque este no esté específicamente mencionado, cfr. T.E.D.H., Stjerna v. Finland, Application No. 18131/91, Judgment of 25 November 1994, para. 37, y T.E.D.H., Case of
Burghartz v. Switzerland, Application No. 16213/90Judgment of 22 February 1994, para. 24.
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396
Derecho a la integridad personal
la sociedad ni registrada ante el Estado79. Además, el nombre y el apellido son “esenciales para establecer formalmente el vínculo existente
entre los diferentes miembros de la familia”80. Este derecho implica, por
ende, que los Estados deben garantizar que la persona sea registrada
con el nombre elegido por ella o por sus padres, según sea el momento
del registro, sin ningún tipo de restricción ni interferencia en la decisión
de escoger el nombre y, una vez registrada la persona, que sea posible
preservar y restablecer su nombre y su apellido. En el contexto de este
caso, María Macarena Gelman vivió con otro nombre e identidad durante más de 23 años. Su cambio de nombre, como medio para suprimir
su identidad y ocultar la desaparición forzada de su madre, se mantuvo
hasta el año 2005, cuando las autoridades uruguayas le reconocieron su
filiación y aceptaron el cambio de nombre. (Cf. Párrafo 127)
Por otra parte, el derecho a la nacionalidad, consagrado en el artículo 20 de la Convención, en tanto vínculo jurídico entre una persona
y un Estado, es un prerrequisito para que puedan ejercerse determinados derechos81 y es también un derecho de carácter inderogable reconocido en la Convención Americana82. En consecuencia, el
derecho a la nacionalidad conlleva el deber del Estado con el que se
establece tal vinculación, tanto de dotar al individuo de un mínimo
de amparo jurídico en el conjunto de relaciones, como de protegerlo contra la privación en forma arbitraria de su nacionalidad y, por
tanto, de la totalidad de sus derechos políticos y de aquellos derechos civiles que se sustentan en ésta83. Igualmente, importa, cuando
se trate de niños y niñas, tener en cuenta la protección específica que
les corresponde, por ejemplo, que no se les prive arbitrariamente del
79 Cfr. Caso de las Niñas Yean y Bosico Vs. República Dominicana. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 8 de septiembre de 2005. Serie C No. 130,
párr. 182, y Caso De la Masacre de las Dos Erres, supra nota 127, párr. 192.
80 Cfr. Caso de las Niñas Yean y Bosico, supra nota 143, párr. 184, y Caso De la Masacre de
las Dos Erres, supra nota 127, párr. 192.
81 Cfr. Caso de las Niñas Yean y Bosico, supra nota 143, párr. 137.
82 Cfr. Caso de las Niñas Yean y Bosico, supra nota 143, párr. 136. Sobre este tema, el
Tribunal ha reconocido a los derechos no susceptibles de suspensión como un núcleo
inderogable de derechos, al respecto, cfr. Caso de la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia.
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 31 de enero de 2006. Serie C No. 140, párr.
119, y Caso González y otras (“Campo Algodonero”), supra nota 79, párr. 244. La Corte
recuerda que su jurisprudencia considera el derecho a la nacionalidad como no susceptible de ser suspendido, al respecto, cfr. El Hábeas Corpus Bajo Suspensión de Garantías
(arts. 27.2, 25.1 y 7.6 Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-8 del 30 de enero de 1987. Serie A No. 8, párr. 23.
83 Cfr. Propuesta de Modificación a la Constitución Política de Costa Rica Relacionada con la
Naturalización. Opinión Consultiva OC-4 del 19 de enero de 1984. Serie A No. 4, párr. 34; Caso
Castillo Petruzzi y otros Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de mayo de
1999. Serie C No. 52, párr. 100, y Caso de las Niñas Yean y Bosico, supra nota 143, párr. 139.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
medio familiar 84y que no sean retenidos y trasladados ilícitamente
a otro Estado85. En el presente caso, el traslado ilícito a otro Estado
de la madre de María Macarena Gelman en estado de embarazo, con
el referido propósito (supra párr. 97), frustraron el nacimiento de la
niña en el país de origen de su familia biológica donde normalmente hubiese nacido, lo que tuvo como consecuencia que, mediante su
supresión de identidad, adquiriera la nacionalidad uruguaya por una
situación arbitraria, en violación del derecho reconocido en el artículo 20.3 de la Convención. (Cf. Párrafo 128)
En este caso, los hechos afectaron el derecho a la libertad personal
de María Macarena Gelman puesto que, adicionalmente al hecho de
que la niña nació en cautiverio, su retención física por parte de agentes
estatales, sin el consentimiento de sus padres, implican una afectación
a su libertad, en el más amplio término del artículo 7.1 de la Convención. Este derecho implica la posibilidad de todo ser humano de autodeterminarse y escoger libremente las opciones y circunstancias que
le dan sentido a su existencia. En el caso de los niños y niñas, si bien
son sujetos titulares de derechos humanos, aquéllos ejercen sus derechos de manera progresiva a medida que desarrollan un mayor nivel
de autonomía personal86, por lo que en su primera infancia actúan en
este sentido por conducto de sus familiares. En consecuencia, la separación de un niño de sus familiares implica, necesariamente, un menoscabo en el ejercicio de su libertad. (Cf. Párrafo 129)
Los hechos probados afectaron también el derecho a la vida, previsto en el artículo 4.1 de la Convención, en perjuicio de María Macarena
Gelman, en la medida que la separación de sus padres biológicos puso
en riesgo la supervivencia y desarrollo de la niña, supervivencia y desarrollo que el Estado debía garantizar, acorde a lo dispuesto en el artículo 19 de la Convención y en el artículo 6 de la Convención sobre Derechos del Niño, especialmente a través de la protección a la familia y la
no injerencia ilegal o arbitraria en la vida familiar de los niños y niñas,
pues la familia tiene un rol esencial en su desarrollo87.(Cf. Párrafo 130)
84 Convención sobre los Derechos del Niño, artículo 16.
85 Convención sobre los Derechos del Niño, artículo 11, y Convención Interamericana
sobre restitución internacional de menores, artículo 4º.
86 Cfr. Comité de los Derechos del Niño. Observación General 7: Realización de los derechos del niño en la primera infancia, 40° período de sesiones, U.N. Doc. CRC/C/GC/7/
Rev.1, 20 de septiembre de 2006. párr. 17.
87 Cfr. Opinión Consultiva OC-17, supra nota 131, párrs. 66 y 71. En el mismo sentido, el
artículo 16 del Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos
en Materia de Derechos Económicos, Sociales Y Culturales “Protocolo de San Salvador”
dispone que “[t]odo niño tiene el derecho de crecer al amparo y bajo la responsabilidad
de sus padres; salvo circunstancias excepcionales, reconocidas judicialmente, el niño de
397
398
Derecho a la integridad personal
La situación de un menor de edad cuya identidad familiar ha sido
alterada ilegalmente y causada por la desaparición forzada de uno de
sus padres, como es el caso relativo a María Macarena Gelman, solo
cesa cuando la verdad sobre su identidad es revelada por cualquier
medio y se garantizan a la víctima las posibilidades jurídicas y fácticas de recuperar su verdadera identidad y, en su caso, vínculo familiar,
con las consecuencias jurídicas pertinentes. Así, el Estado no garantizó
su derecho a la personalidad jurídica, en violación del artículo 3 de la
Convención. (Cf. Párrafo 131)
En mérito de lo anterior, la sustracción, supresión y sustitución de
identidad de María Macarena Gelman García como consecuencia de la
detención y posterior traslado de su madre embarazada a otro Estado
pueden calificarse como una forma particular de desaparición forzada
de personas, por haber tenido el mismo propósito o efecto, al dejar la
incógnita por la falta de información sobre su destino o paradero o la
negativa a reconocerlo, en los propios términos de la referida Convención Interamericana. Esto es consistente con el concepto y los elementos constitutivos de la desaparición forzada ya abordados (supra párrs.
64 a 78), entre ellos, la definición contenida en la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas, de 2007, que en su artículo 2° se refiere a “cualquier otra
forma de privación de libertad”. Además, tal situación está prevista específicamente en el artículo 25 de esta Convención Internacional88 y
ha sido reconocida por varios órganos internacionales de protección
de los derechos humanos89. En el caso del Uruguay, sus disposiciones
corta edad no debe ser separado de su madre”.
88 Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas, Artículo 25:
1. Los Estados Partes tomarán las medidas necesarias para prevenir y sancionar
penalmente:
a) La apropiación de niños sometidos a desaparición forzada, o de niños cuyo
padre, madre o representante legal son sometidos a una desaparición forzada,
o de niños nacidos durante el cautiverio de su madre sometida a una desaparición forzada.
89 Cfr. Informe del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias en su
Misión a El Salvador, Consejo de Derechos Humanos, 7° período de sesiones, U.N. Doc. A/
HRC/7/2/Add.2, de 26 de octubre de 2007, párr. 23: “Un fenómeno que se dio en el país
durante la época del conflicto armado […] fue la desaparición forzada de niñas y niños. […].
Según dichas fuentes, los niños y niñas eran sustraídos durante la ejecución de operativos
militares después de que sus familiares fueran ejecutados u obligados a huir para proteger
sus vidas. Asimismo, era frecuente la apropiación de niños y niñas por parte de jefes militares quienes los incluían en sus senos familiares como hijos”; Informe del Grupo de Trabajo
sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias en su Misión a Argentina, Consejo de Derechos Humanos, 10° período de sesiones, U.N. Doc. A/HRC/10/9/Add.1, de 29 de diciembre
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
internas reconocen a los niños y niñas sustraídas como víctimas de
desapariciones forzadas90. (Cf. Párrafo 132)
Derechos a la protección de la familia e integridad personal del
señor Juan Gelman
Los hechos también afectaron el derecho a la integridad personal
de Juan Gelman, en especial, el derecho a que se respete su integridad psíquica, contemplado en el artículo 5.1 de la Convención, ya que
los familiares de las víctimas de violaciones de los derechos humanos
pueden ser, a su vez, víctimas91. En particular, en casos que involucran
la desaparición forzada de personas, es posible entender que la violación del derecho a la integridad psíquica y moral de los familiares de la
de 2008, párr. 10: “Un fenómeno específico que se dio […] durante la época de la dictadura
militar […] fue la desaparición forzada de niñas y niños, y de niños y niñas nacidos en cautiverio. Los niños y niñas eran sustraídos, despojados de su identidad y arrebatados de sus
familiares. Asimismo, era frecuente la apropiación de niños y niñas por parte de jefes militares quienes los incluían en sus senos familiares como hijos”, y Informe del Grupo de Trabajo
sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias, Consejo de Derechos Humanos, 10° período
de sesiones, U.N. Doc. A/HRC/10/9, de 25 de febrero de 2009, párr. 456: “los niños también
son víctimas de las desapariciones, tanto directa como indirectamente”. La desaparición de
un niño, su traslado ilícito y la pérdida de un progenitor debido a su desaparición son violaciones graves de los derechos del niño”. Sobre el reconocimiento del fenómeno de la desaparición forzada de niños en contextos de conflicto armado o dictaduras militares, consultar
Comité de los Derechos del Niño, Examen de los informes presentados por los Estados Partes
en virtud del artículo 44 de la Convención, respecto de: Argentina, 31° período de sesiones,
U.N. Doc. CRC/C/15/Add.187, de 9 de octubre de 2002, párrs. 34 y 35; El salvador, 36° período de sesiones, U.N. Doc. CRC/C/15/Add.232, de 30 de junio de 2004, párrs. 31 y 32; El Salvador, 53° período de sesiones, U.N. Doc. CRC/C/SLV/CO/3-4, 17 de febrero de 2010, párrs. 37
y 38, y Guatemala, 55° período de sesiones, U.N. Doc. CRC/C/GTM/CO/3-4, de 25 de octubre
de 2010, párr. 87. Finalmente, ver también Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Cuestión de las desapariciones forzadas o involuntarias, resoluciones: 53ª sesión, U.N.
Doc. E/CN.4/RES/1995/38, de 3 de marzo de 1995, párr. 23; 57ª sesión, U.N. Doc. E/CN.4/
RES/1997/26, de 11 de abril de 1997, párr. 2.d; 51ª sesión, U.N. Doc. E/CN.4/RES/1998/40,
de 17 de abril de 1998, párr. 2.d; 55ª sesión, U.N. Doc. E/CN.4/RES/1999/38, de 26 de abril
de 1999, párr. 2.d; 60ª sesión, U.N. Doc. E/CN.4/RES/2000/37, de 20 de abril de 2000, párr.
2.d, y 51ª sesión, U.N. Doc. E/CN.4/RES/2002/41, de 23 de abril de 2002, párr. 2.d.
90 Cfr. Ley 18.596 sobre reconocimiento y reparación a las víctimas de la actuación ilegítima del Estado entre el 13 de junio de 1968 y el 28 de febrero de 1985, cuyo artículo 9,
inciso G, reconoce “la condición de víctima y la responsabilidad institucional que le cabe
al [Estado por] haber afectado la dignidad humana de quienes hubiesen […] [n]acido
durante la privación de libertad de su madre, o que siendo niños o niñas hayan permanecido desaparecidos”, supra nota 8, folios 5006 y 5007, y Resolución de la Presidencia de
la República No. 858/2000, supra nota 23, la cual destaca la necesidad de “dar los pasos
posibles para determinar la situación de los detenidos-desaparecidos durante el régimen de facto, así como de los menores desaparecidos en iguales condiciones”, folio 277.
91 Cfr. Caso Castillo Páez Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 3 de noviembre de 1997. Serie
C No. 34, Punto Resolutivo cuarto; Caso Ibsen Cárdenas e Ibsen Peña, supra nota 9, párr.
126, y Caso Gomes Lund y otros (Guerrilha do Araguaia), supra nota 16, párr. 235.
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400
Derecho a la integridad personal
víctima es una consecuencia directa de ese fenómeno, que les causa un
severo sufrimiento por el hecho mismo, que se acrecienta, entre otros
factores, por la constante negativa de las autoridades estatales de proporcionar información acerca del paradero de la víctima o de iniciar
una investigación eficaz para lograr el esclarecimiento de lo sucedido92. Además, la privación del acceso a la verdad de los hechos acerca
del destino de un desaparecido constituye una forma de trato cruel e
inhumano para los familiares cercanos93, lo que hace presumir un daño
a la integridad psíquica y moral de familiares directos de víctimas de
ciertas violaciones de derechos humanos94. (Cf. Párrafo 133)
De tal manera, resulta evidente la violación del referido derecho en
el caso de Juan Gelman, tanto por las consecuencias sufridas ante los
hechos del caso, como por su búsqueda de justicia. En su testimonio
rendido ante la Corte, Juan Gelman manifestó que el no saber la verdad
de lo ocurrido con María Claudia García lo afecta profundamente y que,
además de las vidas de su hijo y su nuera, le privaron de 23 años de
vida de su nieta, a quien no vio crecer, dar su primer paso, ni llamarlo
“abelo”, todo lo cual le generó un vacío que tanto María Macarena Gelman como él están intentando superar y construir hacia adelante, ante
la imposibilidad de reconstruir el pasado. La perita Deutsch observó
que Juan Gelman puede relatar los hechos, pero tiene dificultades para
hablar de sus sentimientos como una “cuestión de pudor doble: personal y por no cargar (emocionalmente) al otro”. Además de imaginar
los últimos momentos de Marcelo y María Claudia, tuvo impedimentos
para impulsar la búsqueda de su nieta por la incapacidad para concentrarse, y ha preferido no verbalizar su dolor y refugiarse en la escritura, en sus poemas. (Cf. Párrafo 134)
Los hechos del caso revelan también la grave injerencia ilegal por
parte del Estado en la familia de Juan Gelman, lo que vulneró su derecho de protección a su familia, al imposibilitar u obstaculizar su permanencia con su núcleo familiar y restablecer relaciones con éste. Su
búsqueda de justicia es paradigmática en este tipo de desapariciones
forzadas y es, principalmente, gracias a sus propias gestiones que los
hechos han sido mayormente revelados. (Cf. Párrafo 135)
92 Cfr Caso Blake Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 24 de enero de 1998. Serie C No. 36,
párr. 114; Caso Ibsen Cárdenas e Ibsen Peña, supra nota 9, párr. 126, y Caso Gomes Lund y
otros (Guerrilha do Araguaia), supra nota 16, párr. 241.
93 Cfr. Caso Trujillo Oroza, supra nota 12, párr. 114; Caso Ibsen Cárdenas e Ibsen Peña, supra
nota 9, párr. 130, y Caso Gomes Lund y otros (Guerrilha do Araguaia), supra nota 16, párr. 240.
94 Cfr. Caso Valle Jaramillo y otros Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
27 de noviembre de 2008. Serie C No. 192, párr. 119; Caso Ibsen Cárdenas e Ibsen Peña, supra
nota 9, párr. 127, y Caso Gomes Lund y otros (Guerrilha do Araguaia), supra nota 16, párr. 235.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Finalmente, en relación con el artículo 11 de la Convención, el Tribunal considera que la Comisión y los representantes no han aportado
argumentos claros y distintos a los planteados respecto de las alegadas
violaciones a los derechos analizados y que atiendan al contenido jurídico propio de esa norma. En todo caso, la Corte estima que no corresponde analizar los hechos del presente caso bajo el artículo 11 de la
Convención. (Cf. Párrafo 136)
Conclusión
La Corte declara que el Estado es responsable por haber violado,
desde el nacimiento de María Macarena Gelman y hasta el momento en
que recuperó su verdadera y legítima identidad, el derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica, a la vida, a la integridad personal,
a la libertad personal, a la familia, al nombre, a los derechos del niño
y a la nacionalidad, reconocidos en los artículos 3, 4, 5, 7, 17, 18, 19 y
20.3, en relación con los artículos 1.1 de la Convención y los artículos I
y XI de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada, en
perjuicio de ella. (Cf. Párrafo 137)
Además, el Estado es responsable por la violación de los derechos
a la integridad personal y a la protección de la familia, reconocidos en
los artículos 5 y 17, en relación con el artículo 1.1 de la Convención
Americana, en perjuicio del señor Juan Gelman. (Cf. Párrafo 138)
Reparaciones (Aplicación del artículo 63.1 de la Convención
Americana)
Sobre la base de lo dispuesto en el artículo 63.1 de la Convención, la
Corte ha indicado que toda violación de una obligación internacional que
haya producido daño comporta el deber de repararlo adecuadamente95
y que esa disposición “recoge una norma consuetudinaria que constituye uno de los principios fundamentales del Derecho Internacional contemporáneo sobre responsabilidad de un Estado”96. (Cf. Párrafo 247)
Este Tribunal ha establecido que las reparaciones deben tener un
nexo causal con los hechos del caso, las violaciones declaradas, los
daños acreditados, así como con las medidas solicitadas para reparar
los daños respectivos. Por lo tanto, la Corte deberá observar dicha
95 Cfr. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Reparaciones y Costas. Sentencia de 21 de
julio de 1989. Serie C No. 7, párr. 25; Caso Gomes Lund y otros (Guerrilha do Araguaia),
supra nota 16, párr. 245, y Caso Cabrera García y Montiel Flores, supra nota 16, párr. 209.
96 Cfr. Caso Castillo Páez Vs. Perú. Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de noviembre
de 1998. Serie C No. 43, párr. 50; Caso Gomes Lund y otros (Guerrilha do Araguaia), supra
nota 16, párr. 245, y Caso Cabrera García y Montiel Flores, supra nota 16, párr. 209.
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402
Derecho a la integridad personal
concurrencia para pronunciarse debidamente y conforme a derecho97. (Cf. Párrafo 248)
A. Parte lesionada
Se considera parte lesionada en este caso a María Claudia García,
María Macarena Gelman y Juan Gelman. Así lo ha reconocido el Estado
y así se declara en esta Sentencia. (Cf. Párrafo 249)
B. Otras medidas de satisfacción y garantías de no repetición
B.1. Satisfacción
Acto público de reconocimiento de responsabilidad internacional y
recuperación de la memoria de María Claudia García de Gelman
En razón de lo anterior, como lo ha hecho en otros casos98, el Tribunal estima que el Estado debe realizar un acto público de reconocimiento
de responsabilidad internacional en relación con los hechos del presente
caso, refiriéndose a las violaciones establecidas en esta Sentencia. El acto
deberá llevarse a cabo mediante una ceremonia pública conducida por altas autoridades nacionales y con presencia de las víctimas del presente
caso. El Estado deberá acordar con las víctimas o sus representantes la
modalidad de cumplimiento del acto público de reconocimiento, así como
las particularidades que se requieran, tales como el lugar y la fecha para su
realización. Dicho acto deberá ser difundido a través de medios de comunicación y, para su realización, el Estado cuenta con el plazo de un año contado a partir de la notificación de la presente Sentencia. (Cf. Párrafo 266)
Asimismo, según su compromiso y en el plazo de un año, el Estado
deberá develar, en un lugar con acceso público del edificio del SID, una
placa con la inscripción de los nombres de las víctimas y el período en
que estuvieron allí detenidas ilegalmente. (Cf. Párrafo 267)
B.2. Garantías de no repetición
i. Creación de unidades especializadas para investigación de denuncias de graves violaciones de derechos humanos y elaboración de protocolo para recolección e identificación de restos
97 Cfr. Caso Ticona Estrada y otros, supra nota 109, párr. 110; Caso Gomes Lund y otros
(Guerrilha do Araguaia), supra nota 16, párr. 246, y Caso Cabrera García y Montiel Flores,
supra nota 16, párr. 210.
98 Cfr. Caso Kawas Fernández Vs. Honduras. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
3 de abril de 2009 Serie C No. 196, párr. 202; Caso Rosendo Cantú y otra, supra nota 9,
párr. 226, y Caso Gomes Lund y otros (Guerrilha do Araguaia), supra nota 16, párr. 277.
Boletín de jurisprudencia internacional Nº 1
Los representantes solicitaron a la Corte que ordene al Estado “la
creación de unidades especializadas en el Ministerio Público y en el Poder Judicial, para la investigación de denuncias sobre graves violaciones de derechos humanos”, para lo cual debería “reorganizar administrativamente los recursos financieros, técnicos y administrativos” para
garantizar su funcionamiento. Fundamentaron su solicitud en que el
Ministerio Público Fiscal y el Poder Judicial no están organizados para
responder eficientemente a causas de este tipo, en su falta de estrategias integrales de investigación, en su carga de trabajo y en la falta de
especialización y dedicación exclusiva a estos temas. (Cf. Párrafo 272)
El Estado informó que se “ha elaborado un proyecto de ley por el
cual se crean unidades especializadas en el Ministerio Público [y] en
el Poder Judicial con jurisdicción para [participar] en ‘la investigación
de denuncias de graves violaciones de derechos humanos’”. Asimismo señaló que “se ha elaborado un proyecto por el cual se crea una
Comisión Interministerial con el cometido específico de continuar las
investigaciones has esclarecer el destino de los desaparecidos entre
los años 1973 a 1895 [sic] así como la de ‘Elaborar un Protocolo para
recolección e información de restos de personas desaparecidas’”. E
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