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Trabajos y
ensayos
Publicación del Máster Universitario y del
Doctorado en Estudios Internacionales.
Departamento de Derecho Internacional Público,
Relaciones Internacionales e Historia del Derecho
UPV/ EHU
Número 13
(enero de 2011)
ISSN: 1887-5688
La Mujer Rural, las Economías de Subsistencia y la Degradación
Medioambiental en el África Subsahariana
Aitziber Mondéjar Madina
1. INTRODUCCIÓN
Las mujeres son las más claras víctimas de la globalización neoliberal de los últimos
años. La pobreza sigue estando feminizada y esta feminización está directamente relacionada
con la falta de autonomía de las mujeres. Además, se puede decir que la pobreza continúa
siendo mayoritariamente rural, donde la actividad económica sigue siendo la agricultura de
subsistencia. Este sector en el África Subsahariana tiene entre un 60 y un 70 por ciento de
mano de obra femenina, que produce cerca del 80 por ciento de los alimentos de consumo del
continente.
Estas mujeres casi nunca son dueñas de las tierras que cultivan ni de los bosques de los
que extraen la madera con la que calentar sus hogares y elaborar alimentos para toda su
familia. Las leyes de mercado modernas no les favorecen, la interpretación patriarcal
interesada de las costumbres de explotación comunitaria las margina y siguen sometidas a la
dependencia de los hombres de sus familias, sean éstos padres, maridos, hermanos u otros. La
situación de desequilibrio entre sexos parece ser en gran medida fruto de la colonización y de
la época poscolonial. En África existió un mayor espectro de roles políticos, económicos,
socioculturales o “públicos” para las mujeres antes del colonialismo: “Trabajo y producción
no eran conjuntos, sino separados; las relaciones de género en cuanto a matrimonio u otros
formaban parte de otras relaciones sociales y comunitarias, lo que reta significativamente la
separación de esferas en los sistemas de género africanos”1. Sin embargo, las mujeres del
1
M. S. Vieitez Cerdeño y M. Jabardo Velasco, “África Subsahariana y diáspora africana. Género, desarrollo,
mujeres y feminismos” en E. Echart Munoz y A. Santamaría (coords.), África en el horizonte: introducción a la
realidad socioeconómica del África subsahariana, Madrid, Catarata, 2006, pp. 170-171.
1
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Aitziber Mondéjar Madina:
La Mujer Rural, las Economías de Subsistencia
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África Subsahariana hoy son tan víctimas de la discriminación del género femenino como en
cualquier otro punto del planeta.
Este ensayo pretende establecer, de forma general, los vínculos entre las mujeres del
mundo rural y la economía informal o de subsistencia y los vínculos de ambos con la
amenazante degradación medioambiental para clarificar la importancia que las mujeres, su
conocimiento y su visión del mundo han jugado, juegan y deben seguir jugando en un
desarrollo sostenible del continente subsahariano.
2. MEDIO RURAL Y POBREZA
Un 63% de la pobreza se da en el medio rural. Sin embargo, éste es un fenómeno que se
va extendiendo también a las ciudades, especialmente en África y Asia. En las ciudades de
nuestro planeta vive ya más del 50% de la población mundial y en infraviviendas el 35% de
los pobres del mundo2.
Se estima, además, que el 70% de las personas pobres sin acceso a la tierra y habitantes
de infraviviendas son mujeres, muchas de ellas con la triple sobrecarga del cuidado de sus
hogares, de los ingresos para la familia y del cuidado de los menores de edad. Esta situación
les hace dependientes de un adecuado acceso a la tierra.
En el África Subsahariana, las mujeres producen entre el 70 y el 80% del total de la
comida que se consume en los hogares, sin embargo, no son las propietarias de las tierras que
trabajan (menos del 5% de la tierra en todo el mundo es propiedad de las mujeres). Esta
desposesión las incapacita para obtener ganancias derivadas de su uso y las somete en muchos
casos a situaciones de servidumbre o depresión económica3.
2.1. Motivos que impiden el acceso de las mujeres a la tierra
Existen varios motivos que contribuyen al atrincheramiento del patriarcado y la
discriminación de la mujer en el hogar y en la tierra: estructuras sociales, legales, culturales…
Las mujeres son, a juicio de Scholz, discriminadas universalmente y experimentan la
desigualdad en todos los ámbitos. La persistencia en muchos países de leyes, políticas y
2
B. Scholz, “Movimientos de mujeres y su lucha por el derecho a la tierra y a la vivienda digna: la comisión
Huariou” en E. Molina Bayón y N. San Miguel Abad (coords.), Buenas prácticas en derechos humanos de las
mujeres. África y América Latina, Madrid, UAM, 2009, p. 177.
3
Ibidem, p. 178.
2
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actitudes sociales discriminatorias y costumbres y tradiciones patriarcales impide a las
mujeres comprender cuáles son sus derechos respecto a la tierra y la vivienda4.
Es obligado, sin embargo, poner de manifiesto las diferencias regionales de los sistemas
de posesión de las tierras. Mientras que en el África Occidental existe un sistema dual de
coexistencia de propiedad sobre la base de arreglos tradicionales y de propiedad formal, en el
África Oriental las normas consuetudinarias que afectaban a la posesión de la tierra han sido
destruidas por los procesos de colectivización. Por otra parte, en muchos lugares del África
Austral se vivió un proceso de distribución de la tierra después de la independencia que
modificó igualmente las estructuras precoloniales de posesión.
Según datos del Centro de Desarrollo de la OCDE de 2007, las mujeres tienen un
acceso razonable a la tierra en la mayor parte del Norte de África, con excepción de Sudán y
Mauritania donde se rigen por la Sharia, que les impide poseer o heredar tierras. En la
mayoría de los países del África Central, por el contrario, se les impide el acceso a la tierra
por herencia, así como a la comercialización de la misma, ya que esta gestión les exige
documentación de la que no disponen5.
Por último, el proceso neoliberal de las últimas décadas que ha agudizado la distancia
entre ricos y pobres y la desigual distribución de la tierra, así como el énfasis en la
privatización y la propiedad individual, son también elementos que ahondan en la exclusión
de las mujeres. La colonización y la individualización de la propiedad han erosionado,
además, las prácticas y los procesos que en otros tiempos protegían los derechos de la
comunidad (y por lo tanto también de las mujeres) sobre la tierra. Las formas de solidaridad
existentes antes de este período han desaparecido o se han sustituido por prácticas basadas en
la costumbre, que son más permisivas con la violación de los derechos de la mujer.
No hay que olvidar que los responsables económicos, políticos y legales de todos los
países son en su mayoría hombres que muchas veces ignoran las provisiones estatutarias que
protegen los derechos de las mujeres o las reinterpretan a favor de los hombres, utilizando la
cultura de forma indebida para justificar el subyugamiento de las mujeres y su dependencia en
relación a los hombres.
4
Ibidem, p. 179.
L. Ogana y D. Kibuka-Musoke, “Gender and Economic Empowerment in Africa”, OECD Journal: General
Papers, vol. 2009/1, p. 108.
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Podríamos tomar como ejemplo el caso específico de Burkina Faso donde el reparto de
la propiedad colectiva de la tierra lo realiza el guardián de la tierra, responsable de administrar
el patrimonio del grupo en interés de la comunidad y en función de los derechos y las
necesidades de los hogares que lo requieran. El solicitante adquiere un derecho de usuario que
no puede tomarse como derecho de propiedad. Así, aunque las mujeres tengan derecho de
uso, al no tener derecho de sucesión, el derecho a la tierra queda en manos de hombres6.
A esta situación se puede añadir el conflicto entre la propiedad del Estado y los
derechos de propiedad tradicional, ya que la mayor parte de las prácticas de explotación
(sobre todo en el África Occidental) siguen siendo tradicionales mientras el Estado ostenta la
titularidad formal. Un ejemplo es Senegal y la explotación de sus bosques que desde la época
del colonialismo ha estado jerarquizada bajo la autoridad del Departamento Estatal de
Bosques para proveer al sector comercial y hacerse cargo de las necesidades urbanas del
carburante, excluyendo a las comunidades forestales de las decisiones relativas a la gestión de
estos recursos y de los beneficios económicos derivados, de forma que el desarrollo de las
economías de estos pueblos no fue nunca un elemento a tener en cuenta en la gestión de los
bosques7.
El último problema de explotación de las tierras tiene que ver con los conflictos entre
pastores y campesinos, pueblos y ciudades, granjeros autóctonos y migrantes en un contexto
de degradación medioambiental que cada vez empuja a más gente a desplazarse huyendo de
sequías, inundaciones u otras catástrofes.
2.2. La lucha de las mujeres por conservar sus tierras
Como ya hemos mencionado, las mujeres africanas son las responsables de la
producción de la mayor parte del alimento. Estos cultivos les reportan, además, algunos
ingresos derivados de la venta del excedente en los mercados locales: esta producción no se
mide, ni se valora ni está considerada trabajo en la economía formal.
6
F. Bogie Boogere, “Feminización de la pobreza rural: derechos y acceso a la tierra en Burkina Faso y África
occidental” en E. Molina Bayón y N. San Miguel Abad (coords.), Buenas prácticas en derechos humanos de las
mujeres. África y América Latina, Madrid, UAM, 2009, p. 205.
7
Ecoespaña-Instituto de Recursos Mundiales, Recursos mundiales: Las raíces de la resiliencia. Aumentar la
riqueza de los pobres, Madrid, Ecoespaña, 2008, p. 186.
4
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Como demuestra el estudio de Akeroyd8 sobre distintos tipos de estructuras de
explotación agrícola en el sur de África (agricultoras de subsistencia en Zambia, de
explotaciones comerciales a media escala en Zimbabue, residentes de asentamientos de
grandes compañías productoras de tabaco en Darwin, Zimbabue y mujeres agricultoras en
Malawi), la capacidad productiva de las mujeres sigue estando limitada por cuestiones legales
y económicas, religiosas o culturales construidas en el periodo colonial a través de la
formalización de la “ley consuetudinaria”9.
El desequilibrio social que el capitalismo provoca en el continente africano tiene que
ver con dos conceptos de la economía totalmente distintos: el comunitario que existía en
África y el individualista capitalista. Robert Cox10, crítico del materialismo histórico,
consideraba que “changing social relations of production are a major factor in the
understanding of progress and of changing economic and political forms of organization.
Such economic changes then have an effect on political and social organization”11.
Por su parte, Kütting12 habla de las consecuencias que tuvo la imposición del modelo de
producción capitalista en la relación de la sociedad con su entorno natural y resume en tres los
motivos que provocaron la ruptura de la relación entre ambos: “changed rhythmicity by the
imposition of mechanical onto ecological rhythms, a Newtonian rationality based on studying
parts rather than wholes, and disregard ofr the concept of entropy”.
Esta ruptura con el antiguo modelo de producción y de entendimiento de la economía
social será la causa por la que el trabajo de la mujer deje de ser reconocido y registrado en los
métodos de evaluación de datos estadísticos. Con la evolución del capitalismo, el lugar de la
mujer en la economía se verá cada vez más discriminado.
La lucha de las mujeres por librar a sus agriculturas de subsistencia de la invasión
capitalista que pretendía desmantelarla y redefinirla como trabajo masculino es histórica.
Como describe Ester Boserup en referencia al colonialismo en el Oeste de África:
8
A. V. Akeroyd, “Gender, food production and property rights: constraints on women farmers in southern
Africa” en H. Afshar, Women, development and survival in the Third World, Harlow, Longman Group, 1993 (2º
imp.), pp. 140-145.
9
Ibidem, p. 146.
10
R. W. Cox, Production, power and world order; social forces in the making of History, New York, Columbia
University Press, 1987, p. 1.
11
G. Kütting, Globalization and the environment: greening global political economy, New York, State
University of New York, 2004, p. 9.
12
G. Kütting, Environment, Society and International Relations: towards more effective international
environmental agreements, New York, Routledge, 2000, pp. 111-112.
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“…not only did colonial officers, missionaries, and later agricultural developers impose
commercial crops at the expense of food production; but also, though African women did most
of the farming, they excluded them from the study of modern farming systems and technical
assistance”13.
Los colonizadores impusieron una división sexual del trabajo y convirtieron el trabajo
de las mujeres en cooperación no remunerada al trabajo de sus maridos en el campo. Sin
embargo, estos ataques de los colonos no sucedieron sin resistencia. En Camerún, en 1958,
los agravios de la autoridad colonial llevaron a 7.000 mujeres rurales a desplazarse hasta la
capital de la región para manifestarse en contra la administración colonial británica durante
dos semanas14.
Las movilizaciones se sucedieron en muchos otros lugares de África en los años
cuarenta y cincuenta. De la misma forma protestaron en el periodo posterior a la
independencia, cuando se intentó reclutar a la mano de obra femenina como ayudantes no
retribuidas de sus maridos en proyectos de desarrollo agrícola.
Estas luchas permitieron sobrevivir a una parte del sector agrícola de subsistencia y
convirtió a las mujeres en las mayores agricultoras de subsistencia del planeta.
2.3. Consecuencias de las luchas de las mujeres por la tierra
Estas luchas de las mujeres no han estado exentas de críticas por parte de teóricos tanto
de corte marxista (Claude Meillassoux15) como de corte neoliberal (Caroline Moser16,
feminista del Banco Mundial). El primero considera que esta labor de subsistencia es la que
ha promovido el éxodo de mano de obra barata del campo a la ciudad, degradando cada vez
más la situación de las mujeres en el campo. La segunda considera que este trabajo de
subsistencia es improductivo y poco rentable y propone como alternativa “proyectos que
generen ingresos”.
13
E. Boserup, Women’s role in economic development, London, George Allen and Unwin Ltd, 1970, pp. 53-55.
S. Federici, “Women, Land-Struggles and Globalization: an International Perspective”, Journal of Asian and
African Studies, vol. 39 (1/2), 2004, p. 50.
15
C. Meillassoux, Maidens, Meal and Money : Capitalism and the Domestic Community, Cambridge,
Cambridge University Press, 1981, pp. 110-111.
16
C.O.N. Moser, Gender Planning and Development : Theory, Practice and Training, London, Routledge, 1993,
pp. 235-238.
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Federici17 considera que ambas propuestas ignoran la importancia estratégica que el
acceso a la tierra ha tenido para las mujeres y para sus comunidades. Considera, además, que
el mundo rural ha sido una fuente de poder para mujeres y hombres trabajadores en la que
apoyarse para llevar a cabo sus luchas y reivindicaciones contra el antiguo mundo colonial.
Eso permite entender el radical ataque, desde los 80 y durante los 90, del Banco Mundial, del
Fondo Monetario Internacional y de la Organización Mundial del Comercio contra este sector
bajo el disfraz de Ajuste Estructural y globalización, haciendo de la destrucción de la
agricultura de subsistencia y de la promoción de la comercialización de tierras la pieza central
de sus programas de ajuste estructural. “What has followed has been a major reproduction
crisis of a type and proportion not seen even in the colonial period”18.
Todavía hoy en África, una cuarta parte de la gente que vive en las ciudades confiesa
que no sobrevivirían sin la producción de alimentos de subsistencia. El mismo UN Population
Fund reconoce que unos doscientos millones de productores de subsistencia en las ciudades,
casi todas mujeres, proveen a alrededor de un millón de personas de por lo menos parte de su
dieta básica19.
3. MUJERES Y ECONOMÍAS DE SUBSISTENCIA
La mujer en economías de subsistencia produce y reproduce riqueza en armonía con la
naturaleza, ya que son expertas por derecho propio en el conocimiento ecológico de los
procesos naturales. Sin embargo, ni el conocimiento de las mujeres sobre estrategias de
subsistencia, ni su trabajo y habilidades han sido reconocidos por expertos del desarrollo
como una fuente de riqueza, a pesar de la utilidad para la comunidad20.
La exclusión de la mujer de la propiedad sobre la tierra las confina a un uso temporal de
la misma, sin estabilidad para invertir en ella. Esta falta de inversión junto con el desigual
reparto de tareas domésticas es la responsable de que las estadísticas sobre productividad
arrojen un resultado peor para el trabajo de las mujeres (10% inferior al de los hombres).
Habría que añadir además que en el reparto de tareas “el hombre tiende a quedarse con las
17
S. Federici, op. cit., p. 51.
Ibidem, p. 52.
19
Ibidem, p. 57.
20
F. Bogie Boogere, op. cit., p. 201.
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tareas que reportan beneficio y se permite a la mujer comprometerse con las tareas no
remuneradas o menos lucrativas”21.
Los sistemas de investigación agrícolas normalmente ponderan la productividad de las
mujeres al 0.75 o el 0.8 de la de los hombres y no se valoran las labores de mujeres como el
abastecimiento de agua y madera. La producción que se valora es la que puede ser
comercializada en la ciudad o para la exportación y no en la economía local, que es
normalmente lo que hacen las mujeres. Por último, mencionar que los hombres son los únicos
que pueden acceder a créditos para invertir.
En el estudio de Akeroyd22 citado anteriormente, se analiza, además, la consideración
legal de las mujeres, dado que todavía existen lugares donde a las mujeres se les considera en
el estatus de los menores de edad bajo tutela de sus padres, sin derechos de propiedad y sin
derechos sobre los bienes del matrimonio y, a veces, ni sobre sus propios bienes. Si son
solteras sus acciones están limitadas por la ley y la costumbre, pero incluso si están casadas su
capacidad de decisión es mínima.
3.1. Las propuestas del New Partnership for Africa’s Development (NEPAD)
El NEPAD asegura que la agenda para el crecimiento y el desarrollo en África tiene que
pasar irremediablemente por el aprovechamiento del continente de todos sus recursos y
talentos y por la participación completa de las mujeres en la economía, la sociedad y la vida
política23.
En el diagnóstico de la situación de las mujeres se insta a los Gobiernos africanos que
han ratificado la “Solemne Declaración sobre Igualdad de Género en África” y el “Protocolo
sobre los Derechos de las Mujeres en África” a poner en práctica los compromisos ratificados
con la mayor prontitud posible y a crear indicadores que midan la evolución y el progreso en
los compromisos acordados.
El informe asegura además que el potencial de África en relación al género está mal
aprovechado porque esa mitad de la población femenina que no recibe formación ni recursos
económicos está produciendo muy por debajo de lo que podría producir. Así, las
implicaciones que supone poner en funcionamiento políticas de igualdad de género tienen que
21
Ibidem, p. 203.
A. V. Akeroyd, op. cit., pp. 139-165.
23
L. Ogana y D. Kibuka-Musoke, op. cit., p. 100.
22
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ver no sólo con una distribución social más adecuada, sino también con un potencial de
aceleración del crecimiento.
No se olvidan de nombrar los derechos de propiedad como una limitación de los
derechos de la mujer que requiere una atención urgente de los políticos y las reformas
agrícolas en África. Esta falta de derechos de propiedad afecta especialmente a las viudas y
divorciadas. Además, remarcan los desastres provocados por la privatización de la tierra que
está sumiendo en la pobreza a un amplio espectro de la población. Esta tendencia a considerar
la tierra no como un bien público, sino como un objeto de mercado con los títulos de
propiedad individuales marginaliza, más si cabe, a las mujeres, porque incluso en los casos en
los que legalmente pudiesen comprar tierras (cuando salen a la venta), ellas no tienen ni
dinero con el que comprar, ni acceso a crédito, ni información sobre el asunto.
Se apunta también que la propiedad privada de las tierras está siendo un obstáculo para
cualquier reforma agraria que tenga intención de hacer un reparto justo de las tierras. Por
último, se dice que una reforma legal, aunque necesaria, no sería suficiente, ya que los
derechos deben ser, además, puestos en práctica frente a la tradición y a prácticas de
discriminación muy enraizadas.
3.2. Las explotaciones agrarias de cultivos comerciales para la exportación
Existe el mito de que el proceso de desarrollo del sector agrícola en torno a
explotaciones para la exportación beneficia a las economías familiares y por ende a sus
miembros.
En la investigación de Akeroyd24 se desmonta este mito y se demuestra, primero, que
estas estructuras de corte occidental privilegian la figura de los hombres como arrendatarios y
los procedimientos para el alquiler y el usufructo de las tierras, y, segundo, que su objetivo es
fomentar y mejorar las técnicas de cultivos eminentemente masculinas. No se prevé la
posibilidad de adquisición de los derechos de tierra para mujeres en caso de separación,
divorcio o muerte del miembro masculino de la familia.
Existen además en estas explotaciones otros problemas relacionados con la salud (estrés
y malnutrición), con desequilibrios demográficos, etc. que tienen su origen en la forma de
9
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organizar estas plantaciones, sobre la base de familias nucleares y alejadas de su estructura
social base. También se ha detectado malnutrición en zonas de producción agrícola comercial
(tanto en pueblos como en asentamientos) sobre todo si esta producción no es de alimentos de
consumo (tabaco, café, azúcar) cosa que no sucede allá donde se cultivan producciones de
subsistencia.
En general, se puede decir que las propuestas de desarrollo llegadas desde fuera están
dando más problemas que soluciones.
4. MUJERES Y MEDIO AMBIENTE
Los vínculos entre mujeres y medioambiente, así como el papel central de éstas en
cuestiones de cambio climático y degradación medioambiental, no son algo nuevo. El
movimiento ecofeminista ya lo destapó en los años 70 de mano de los feminismos
occidentales. A partir de los años 80 se añadirían también movimientos de mujeres del Tercer
Mundo, debido en gran medida al enorme impacto que la degradación medioambiental y la
contaminación tienen sobre estas regiones. Tanto los movimientos ecologistas como los
feministas reconocen la relación mujer-medioambiente y esto tiene implicaciones en la
agenda política mundial, pero las perspectivas desde las que se aborda este binomio son muy
distintas en cada caso.
Bretherton25 analiza tres posturas:
1) Las mujeres como el problema
Esta primera perspectiva apunta a las mujeres como las mayores responsables del
excesivo consumo en el mundo desarrollado, reduciendo así el papel de las mujeres al rol de
meras consumidoras. También se atribuye a las mujeres la responsabilidad del excesivo
crecimiento de la población y, por tanto, de su consumo y se propone el control de la
natalidad como solución. De nuevo se les considera un objeto susceptible de “ser
desarrollado” utilizando sobre ellas prácticas de contracepción que han supuesto terribles
problemas de salud.
24
A. V. Akeroyd, op. cit., en n.º 8, p. 158.
C. Bretherton, “Gender and environmental change: are women the key to safeguarding the planet?” en J.
Vogler y M. F. Imber, The Environment and International Relations, London, Routledge, 2005, pp. 108-129.
25
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La conferencia de El Cairo demostró que se seguía considerando a la mujer como un
problema, objeto de las políticas, en sus roles reproductivos y de consumo.
2) Las mujeres como las víctimas
La relación entre pobreza, degradación medioambiental y contaminación está de sobra
estudiada y documentada. Según datos de la Agencia para el Desarrollo Internacional de
Estados Unidos (USAID), la mayor parte de los pobres del mundo son mujeres y las familias
lideradas por mujeres siguen siendo las más pobres en todos los países. Mientras que en los
países desarrollados afecta más a los núcleos urbanos, en el Tercer Mundo se concentra
especialmente en el área rural.
La relación de la mujer con la tierra les hace especialmente vulnerables a los cambios
climáticos. La deforestación, la desertificación y la disminución o contaminación de las aguas
tiene efectos devastadores sobre ellas. Los bosques no sólo son fuente de madera, también de
plantas medicinales y su pérdida afecta enormemente a la calidad de vida de las mujeres.
Además, en la medida en que los bosques desaparecen, los recursos de agua también lo hacen
y las mujeres se ven obligadas a realizar cada vez más largos desplazamientos para llegar a las
fuentes de agua. La desertificación está reduciendo la cantidad de tierras cultivables y ellas
son las primeras que pierden los derechos de cultivo por no tener derecho a la propiedad de
las tierras.
Esta falta de recursos obliga a muchos hombres a emigrar a las ciudades dejando a las
mujeres solas con toda la responsabilidad del hogar. Las mujeres cabeza de familia alcanzan
ya el 50% de los hogares de Kenia, Ghana, Sierra Leona y Botsuana.
Algunas explicaciones feministas identifican explícitamente a las mujeres y al medio
ambiente como víctimas, basándose en la interconexión entre explotación económica y
opresión política inherente al concepto de patriarcado. El problema de identificar a las
mujeres como víctimas es que se las vuelve a convertir en objeto pasivo al que se debe hacer
llegar el bienestar, poniendo el énfasis en su dura situación más que en las causas que
provocan esa situación y reforzando la imposición de una estrecha interpretación occidental
de las mujeres exclusivamente en su rol reproductivo.
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3) Las mujeres como las salvadoras
Esta aproximación comparte algunas asunciones de la anterior. Argumenta que existen
vínculos fundamentales y una cierta equivalencia entre las mujeres y el mundo natural. El rol
del hombre se asocia con la condición de trascendencia y con la superioridad y el control
sobre la naturaleza. Se critica específicamente la cosmovisión occidental y la época de la
Ilustración y las revoluciones científicas por haber ahondado aún más en esta explotación de
la naturaleza y de las mujeres como seres subordinados al hombre, legitimando la división
estereotipada entre sexos, apoyada a su vez por los sistemas políticos y legales.
El ecofeminismo, por su parte, se ha acercado más a la rama del feminismo que enfatiza
las diferencias entre géneros revalorizando socialmente los atributos de ambos, siendo los
femeninos (cooperación y nutrición) los únicos que pueden acabar con la explotación tanto de
las mujeres como de la naturaleza. Desde el siglo
XVI
en adelante ha primado la visión
dualista del mundo que separaba cultura y naturaleza en detrimento de una visión holística. Se
trataría, pues, bajo esta perspectiva, de recuperar la visión holística del mundo que enfatiza la
necesaria interconexión e igual valor de todas las formas de vida. El ecofeminismo enfatiza
también la experiencia de las mujeres como seres explotados y oprimidos, nexo que
comparten con la naturaleza.
Sin embargo, también deberían considerarse críticas hechas al ecofeminismo, entre ellas
la que cuestiona si el esfuerzo de garantizar a las mujeres una responsabilidad en el proceso
de salvaguardar el medio ambiente está suficientemente legitimado por la cultura patriarcal de
subordinación de la mujer. Asumir esto supondría reproducir el dualismo y las jerarquías26.
4.1. Movimientos de mujeres a favor del medio ambiente
Aunque todos los movimientos a favor del medio ambiente han tenido una clara
participación y responsabilidad femenina, siempre vinculando la salud del medio ambiente
con la salud del ser humano y ligándolo a las contradicciones entre producción y
reproducción, ha sido en el mundo menos desarrollado donde los movimientos de mujeres a
favor del medio ambiente han sido más efectivos.
26
Braidotti, Rosi, et. al., Women, the Environment and Sustainable Development: towards a theoretical
synthesis, London, Zed Books, 1995 (2ª imp.), p. 167.
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Federici27 acusa al Banco Mundial de la destrucción de la agricultura de subsistencia y
de la promoción de la comercialización de las tierras, en su mayor parte para la explotación
agrícola de exportación, lo que ha provocado no sólo que las tierras se hayan vallado, sino
también que los mercados africanos se hayan visto invadidos de comida importada de Europa
y Norteamérica, desplazando a las mujeres de los mercados locales.
¿Qué han hecho las mujeres africanas para afrontar estas amenazas? La autora habla de
cuatro estrategias distintas28:
1) La expansión de la agricultura de subsistencia a los centros urbanos
Las mujeres han comenzado a cultivar en sus jardines creando lo que se ha denominado
cooking pot economies. Es un fenómeno que se observa en las capitales de Guinea Bissau, de
Tanzania, de Zambia, de R. D. Congo y de Uganda.
Esta lucha por la tierra es, en opinión de Federici, la que ha llevado a las mujeres en
Guinea Bissau a quedarse en las zonas rurales mientras la mayor parte de los hombres
emigraban a las ciudades, con la consiguiente feminización de las zonas rurales.
2) La defensa de comunidades amenazadas por proyectos comerciales de construcciones
denominados “desarrollo urbano”
Estos proyectos de construcción del Banco Mundial y de otras instituciones implicaban
la perdida de tierras para cultivo. Las mujeres se organizaron en oposición a estos proyectos
que pretendían destruir las tierras de cultivo alrededor de sus casas bajo el lema “land and life
are not for sale”29.
3) La formación de sistemas regionales de autosuficiencia con la intención de garantizar
la seguridad agrícola y mantener una economía basada en la solidaridad renunciando a la
competitividad.
4) La lucha contra la desforestación, ya que los bosques son fuente de recursos de las
economías de subsistencia.
27
S. Federici, op. cit. en n.º 14, p. 52.
Ibidem, pp. 53-57.
29
Ibidem, p. 55.
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Número 13, enero de 2011
Aitziber Mondéjar Madina:
La Mujer Rural, las Economías de Subsistencia
y la Degradación Medioambiental en el África Subsahariana
Cabe destacar aquí la iniciativa “Green Belt Movement”30 bajo el liderazgo de Wangari
Maathai, comprometido a plantar un cinturón verde alrededor de las mayores ciudades y que
desde 1977 ha plantado más de 45 millones de árboles (sólo en Kenia) para prevenir la
deforestación, la erosión del suelo, la desertificación y la escasez de madera como
combustible.
También hay que destacar las luchas por mantener los bosques de manglares en el delta
del Níger, bosques afectados por la contaminación originada en las plantas de producción de
petróleo, que en 1984 y lideradas por miles de mujeres que exigieron y consiguieron de la Pan
Ocean’s Production Station una compensación por la destrucción de sus aguas, árboles y
tierras. Vale la pena mencionar que este movimiento de mujeres ha retomado su lucha
también en el delta del Níger en 2002, esta vez contra la empresa petrolera Chevron/Texaco31,
arrastrando con ellas todo un movimiento civil de protesta que llegó hasta organizaciones
rurales autónomas por la defensa del delta del Níger y en contra de la contrainsurgencia
militar de EE. UU. y Nigeria.
5. CONCLUSIONES
Lo más relevante de este ensayo es evidenciar la importancia del papel no reconocido
de las mujeres para la subsistencia del continente africano. Su trabajo, que se enmarca dentro
de la economía informal, degradando su conocimiento, su esfuerzo y sus resultados por
debajo de otros sectores de la economía, sigue siendo imprescindible. También se pone de
relieve el papel activo y reivindicativo de las mujeres del África Subsahariana como
guardianas de este saber y de la salud de sus gentes frente a las continuas amenazas externas
de proyectos de desarrollo que arrinconan cada vez más a estas mujeres y limitan sus
posibilidades físicas y económicas en un contexto de economía neoliberal causante de la
degradación medioambiental que también se ceba más con ellas.
Todos los organismos, grandes y pequeños, nacionales, continentales, internacionales
son conscientes de esta situación y todos hablan del valor de la mujer y de la necesidad de
poner en práctica medidas, tanto para el bien de las mujeres como para el bien de todo el
subcontinente, puesto que van unidos.
30
The Green Belt Movement, en http://www.greenbeltmovement.org/.
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La Mujer Rural, las Economías de Subsistencia
y la Degradación Medioambiental en el África Subsahariana
Pero las palabras se quedan en el papel y la realidad se muestra reacia a cambiar. Así, y
a pesar de las luchas por alzar la voz de muchas mujeres que han conseguido grandes avances
en política, en economía, en recuperación del medio ambiente, etc., su situación como
colectivo empeora como consecuencia de los desastres climáticos, las guerras civiles, la
recesión económica y las políticas económicas globales y locales32.
El peso de la solución al problema medioambiental no puede ni debe recaer en un solo
colectivo social. La solución al problema medioambiental pasa por un cambio de modelo
económico que a su vez recupere un concepto holístico de la economía en el que la mujer
vuelva a tener la consideración y el papel que le corresponde y se superen las asunciones de la
economía actual basadas en el crecimiento ilimitado, la utilización de recursos infinita y la
maximización de los beneficios a costa de la degradación humana y medioambiental.
31
T. E. Turner y L. S. Brownhill, “Why women are at war with Chevron: Nigerian subsistence struggles against
the international oil industry”, Journal of Asian and African Studies, vol. 39 (1/2), 2004, pp. 63-93.
32
A. V. Akeroyd, op. cit., p. 155.
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