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UCMaule - Revista Académica N°36 - Julio 2009
DONAR ÓRGANOS: DECISIÓN ÉTICA Y CRISTIANA
Hacia una cambio de mentalidad entre los católicos
Cristhian Almonacid Díaz
Facultad de Ciencias Religiosas y Filosóficas
Universidad Católica del Maule, Chile
[email protected]
I. Introducción
La muerte de Felipe Cruzat Solar,1 ha conmovido profundamente a nuestro país. En palabras de Monseñor Alejandro Goic: “Hoy Felipe le habla al corazón
de Chile. Trabajemos, hermanos, en forma incansable para que la donación de órganos se instale en nuestra sociedad como una tarea de todos, como una cruzada
generosa que hará gran bien para los que más sufren”.2
Según cifras entregadas por la Corporación de Trasplantes en Chile, en
este año 2008 los donantes efectivos de órganos al mes de Junio fueron 62 personas, en contraste con la lista de espera para donación, que al mes de Junio
2008 ascendía a 1661 pacientes, entre los cuales existen personas que esperan
trasplantes de Riñón (1.433), Hígado (217), Corazón (6) y Pulmones (5).3
Queda en evidencia que si bien los avances científico-médicos de los
últimos 50 años han permitido dar esperanza de sobrevida a pacientes con enfermedades antes incurables, la mentalidad entre los posibles donantes de órganos
no ha evolucionado ni cambiado a la par.
Un sinnúmero de factores pueden explicar este fenómeno. Este trabajo
supone que un factor importante es la influencia de las consideraciones religiosas
mal entendidas que pueden afectar la decisión de un potencial donante o de su
familia. Esto porque la donación de órganos toca aspectos que van más allá de
1
Niño que falleció, el viernes 3 de Marzo de 2009, en el Hospital Clínico de la Universidad Católica después de varios meses a la espera de un donante para ser trasplantado del corazón.
2
Declaración Pública 079/2009 titulada “Al corazón de Chile” del Presidente de la Conferencia Episcopal
de Chile, Mons. Alejandro Goic Karmelic, en Rancagua, 3 de abril de 2009.
3
Más información al respecto se puede encontrar en la página web de la Corporación de Trasplante en
Chile: http://www.trasplante.cl
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lo puramente racional, pues implica creencias que conllevan el respeto sagrado
a la persona fallecida o los temores propios a lo desconocido. Para colaborar en
aclaraciones al respecto y promover un cambio de mentalidad entre los católicos,
describiremos lo que se entiende por trasplante y las condiciones en las que se
puede ser donante, revisando los principales pronunciamientos del Magisterio de
la Iglesia Católica al respecto.
II. Definición e historia de los trasplantes
El desarrollo explosivo y acelerado de las ciencias de la salud y sus técnicas nos ha llevado a posibilidades inéditas de intervención sobre la vida humana. Entre estos avances encontramos los trasplantes de órganos que con fines
terapéuticos generan por sí mismos una serie de problemáticas y consideraciones
científicas, médicas, legales y por supuesto éticas.
La posibilidad de trasplante con fines terapéuticos ha provocado una necesaria interpelación a la sociedad. Lo que antes se veía con un rechazo casi
epidérmico a lo desconocido e imposible, ahora se propone como una exigencia
humana a la solidaridad y al deber ético, debido a que actualmente la posibilidad
más segura y viable de reemplazo de órganos enfermos tiene como condición casi
exclusiva la donación de órganos, ya sea de personas vivas o fallecidas.
Se define como trasplante a aquella intervención quirúrgica mediante la
cual se injerta en un organismo receptor un tejido o un órgano extraído de un donante, sea éste vivo o muerto. Al respecto hay que distinguir que existen trasplantes autoinjertos (cuando el donante y receptor es la misma persona) y trasplantes
heteroinjerto (cuando el donante es una persona distinta al receptor).4 También se
distingue entre homotrasplantes (cuando el trasplante es entre seres humanos)
y xenotrasplantes (cuando el trasplante se realiza con órganos de animales en
seres humanos). Cabe destacar que este último procedimiento se encuentra más
bien en una fase experimental y que sus resultados positivos se ven disminuidos
por las altas probabilidades de rechazo e infección, además presenta otras problemáticas éticas que en este trabajo no abordaremos.
4
Informe Ethos, Trasplantes y Donación de Organos, N° 32, Universidad Alberto Hurtado, Santiago de
Chile, 2003
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En el caso de los homotrasplantes heteroinjertados con donante muerto,
la condición natural para la donación de órganos susceptibles de ser trasplantados
está dada por la determinación de muerte neurológica incontrovertible. Esto es, la
muerte de un ser humano al que le ha sobrevenido una interrupción irreversible
de las funciones cerebrales, incluyendo las del tronco cerebral. Esto se explica
porque la muerte cerebral, permite mantener oxigenación pulmonar, tensión arterial y latido cardíaco, haciendo que los órganos donados permanezcan “vivos” de
manera controlada, para su utilidad trasplantológica.5
El primer transplante fue realizado en el año 1954 por el doctor David
Hume en Boston. Fue un trasplante de riñón entre dos mellizos (el receptor vivió
ocho años). Por su parte, el primer trasplante de corazón fue realizado en el año
1967, por el doctor Christian Barnard en Sudáfrica.6
En Chile el primer trasplante realizado fue de riñón en el año 1967, por
los doctores Fernando y Roberto Vargas.7 Mientras que el primer trasplante de
corazón lo realizó el doctor Jorge Kaplán en el Hospital Naval, en el año 1968. En
esa ocasión se trasplantó el corazón a una mujer llamada María Elena Peñaloza,
quien logró sobrevivir por seis meses, falleciendo por una infección.8 A estas experiencias le siguieron los trasplantes de hígado en el año 1985 y el de pulmón en
el año 1999.9
Hoy existen trasplantes tanto de órganos como de tejidos. Estos trasplantes van desde la sencilla trasfusión de sangre, pasando por el reemplazo de
corneas, de huesos, de médula ósea, riñón, hígado, corazón, pulmón, páncreas,
hasta extremidades.
Estas amplias posibilidades son una realidad patente y cada vez son más
aceptadas socialmente, sin embargo, como apuntábamos más arriba, se mantienen índices bajos y preocupantes en lo que la donación respecta.
5
Véase García Marcos, Fermín, Aspectos Éticos en trasplantes de órganos, CB n°45, 2° 2001, pp.253265. También Colomo Gómez, Jesús, Muerte cerebral: algunas precisiones en torno a un concepto ambiguo, CB n°19, 3° 1994, pp.165-170.
6
Informe Ethos, Op.cit.
7
VARGAS, F. y VARGAS, R. (1967) Homotrasplante Renal: Caso Clínico. Rev. Med. de Chile, n° 95,
pág: 467.
8
Véase www.trasplante.cl, al 15 de Octubre 2008.
9
Si se quiere profundizar el tema histórico veáse Gracia, Diego, “Historia del trasplante de órganos”, en
Trasplantes de órganos: problemas técnicos, éticos y legales. Javier Gafo (ed.), Publicaciones de la Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 1996, pp. 13-32.
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III. Marco legal sobre trasplantes en Chile:
El marco regulatorio en Chile para el trasplante y la donación de órganos
está dado por la ley 19.451 que tiene fecha de promulgación el 29 de Marzo de
1996.
En términos generales allí se establece que los trasplantes se deben realizar con fines exclusivamente terapéuticos (art. 1°) y que la donación de órganos
se realizará gratuitamente (art. 3°). En el caso que el donante sea vivo, éste debe
manifestar expresamente por escrito su consentimiento informado, señalando los
órganos que quiere donar libre y voluntariamente. Además se consigna que en
cualquier momento el donante puede desistir de su decisión, aunque se haya comprometido con su firma, sin sujeción a ninguna formalidad y sin tener que asumir
obligación o responsabilidad alguna, posterior a su revocación (art. 6°).
En el caso de los donantes muertos se establece en el art. 11 que la determinación de su deceso, susceptible de donación de órganos, será por muerte
encefálica que se declarará con las siguientes condiciones:
a. Ningún movimiento voluntario observado durante 1 hora.
b. Apnea luego de 3 minutos de desconexión de ventilador mecánico y,
c. Ausencia de reflejos troncoencefálicos.
Para ser donante se distingue a la persona plenamente capaz, que declara su intención de donación a través de diversos procedimientos: firma ante
notario, en la emisión de su Carnet de Identidad en el Registro Civil, en el momento de obtener o renovar su Licencia de Conducir, o al internarse en un recinto
hospitalario ante el director del mismo o ante quien haga las veces de un ministro
de fe (art. 8 y 9).
En el caso de personas que estando en estado de muerte, y no habiendo
evidenciado su intención de donar órganos en alguno de los procedimientos mencionados anteriormente, la autorización será resorte de su cónyuge o representante legal. A la falta de ambos, será una decisión de la mayoría de sus parientes
consanguíneos en el grado más próximo, hasta el tercer grado inclusive. Lo mismo
se aplica en el caso de menores de edad o de personas legalmente incapaces
(art.10).
En el resto de los artículos, la ley regula sanciones y otros procedimientos prácticos en el proceso de donación y trasplante de órganos.
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Unos de los aspectos que actualmente genera discusión en nuestro país,
es el hecho de que aun cuando existen antecedentes de declaración libre y voluntaria de ser donantes, en muchos casos de personas con muerte cerebral, son
las familias las que revocan esta decisión. Esto podría explicar la baja tasa de
donantes en nuestro país que llega a 8,2 donantes efectivos por cada 1.000.000
de habs., cuando el promedio en Europa, para la misma cantidad de habs., es
de 16,5. Esta situación es la que fundamenta un proyecto de ley, patrocinado
por algunos parlamentarios, para que se establezca la condición de donantes de
manera automática, de modo que aquel que no desee serlo, pueda manifestar su
oposición. En cualquier caso, se agregaría que la familia no esté en condiciones
legales de revocar una decisión expresa del donante, que en último caso se respetaría. Sin perjuicio de lo cual, la familia no puede ser desligada del proceso de donación, pues en consideración a nuestra idiosincrasia, decisiones importantes en
materias de salud normalmente pasan por el núcleo familiar.10 Este es un aspecto
importante de considerar, pues el número de donantes efectivos podría aumentar
en la medida que se profundiza el diálogo, la información y la educación al respecto. Una sana y solidaria reflexión podría redundar en una disposición acorde a
las necesidades de tantos enfermos que se encuentran en lista de espera para un
trasplante de órganos.
IV. Hacia un cambio de mentalidad entre los católicos:
Es de nuestro parecer que entre en los factores que más explican el bajo
porcentaje de donantes efectivos en nuestro país están las decisiones marcadas
por el trasfondo religioso, que colinda en muchos casos, con mitos y opciones de
fe mal entendidas.
La realidad nos muestra que nuestra sociedad tiene en su esencia cultural, una marcada disposición a permeabilizar desde la religión sus posturas éticas
y sus comportamientos morales. En este sentido la Iglesia Católica (la religión
mayoritaria y más influyente en Chile) cumple un papel preponderante, pues sus
enseñanzas magisteriales pueden aclarar opciones para la donación de órganos,
que no sólo no contradicen los valores del Evangelio sino que además, se abren a
un verdadero acto de amor.
10
Véase Álvarez, Hugo, Consentimiento presunto y respuesta requerida como alternativas a la escasez
de donantes: un análisis ético. Rev. Chilena de Cirugía. Vol 59 - N°3, Junio 2007; págs. 244-249
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No pensamos que la escasez de donantes se deba a falta de solidaridad,
pues si algo distingue a nuestro país es ese valor. Sí podría explicarse por falta de
conocimiento y concepciones un poco erróneas de nuestra fe. La falta de conocimiento, por ejemplo, implica no saber acerca de la muerte encefálica irreversible
(donde todo el encéfalo esté muerto), que es tan “muerte” como el diagnóstico de
paro cardiorespiratorio. Si bien esto último ha sido objeto de muchas discusiones
y controversias, existe una apreciación común de que el tema se resuelve desde
el punto de vista biológico y no religioso o filosófico.11 Entre las concepciones religiosas erróneas pueden llevar a muchos, por ejemplo, a pensar en la imposibilidad
de una resurrección con la falta de algún órgano vital, entre otros miedos.
En general la Iglesia Católica se ha manifestado abierta y disponible a
apoyar la donación de órganos evidenciando en ello un acto altruista, que entrega
esperanza de vida a muchos sufrientes. Obviamente, esta postura se reafirma
toda vez que no falte el respeto a principios fundamentales como son la vida y la
dignidad del ser humano, su libertad de decisión (consentimiento informado) y que
la donación de órganos no signifique un daño o un mal al donante, incluso si se
busca el bien del receptor:
“El trasplante de órganos no es moralmente aceptable si el donante o
sus representantes no han dado su consentimiento consciente. El trasplante de
órganos es conforme a la ley moral y puede ser meritorio si los peligros y riesgos
físicos o psíquicos sobrevenidos al donante son proporcionados al bien que se
busca en el destinatario. Es moralmente inadmisible provocar directamente para
el ser humano bien la mutilación que le deja inválido o bien su muerte, aunque sea
para retardar el fallecimiento de otras personas.” (Catecismo de la Iglesia Católica,
n° 2296).
En el caso de donante fallecido, ya en el año 1956 (antes del Concilio
Vaticano II), el Papa Pío XII en su alocución a la Asociación Italiana de Donantes
de Córneas, admitía la licitud del trasplante de córneas de un cuerpo muerto a uno
vivo con estas palabras:
“Es necesario educar al público y explicarle con inteligencia y respeto
que consentir expresa o tácitamente en serias intervenciones contra la integridad
del cadáver, en interés de los que sufren, no ofende la piedad debida al difunto
cuando se tiene para ello poderosas razones. Tal consentimiento puede, a pesar
11
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Op.cit. García Marcos.
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de todo, significar para los parientes próximos un sufrimiento y un sacrificio, pero
este sacrificio tiene la aureola de la caridad misericordiosa hacia los hermanos que
sufren”.12
A propósito del significado de la muerte de un ser humano, el mismo Pío
XII, establece que el hombre es tal mientras vive, pero que al morir deja de serlo:
“… sería, en cambio, más exacto hablar de "implantación" o "inclusión" de un tejido muerto en un tejido viviente. A ustedes les corresponde examinar esta opinión
desde el punto de vista médico; desde el punto de vista filosófico y teológico, la
crítica está justificada. El trasplante de un tejido o de un órgano de un muerto a un
viviente no es trasplante de un hombre a otro hombre; el muerto era un hombre,
pero no lo es ya”.13
La extirpación de córnea en un cuerpo muerto, no es precisamente un
acto moral ilícito, pues la córnea es un “bien” que no le sirve ya al fallecido. Esta
apreciación, es perfectamente extensible a otros órganos del cuerpo:
“En relación con el difunto, al que se le quita la córnea, no se le daña en
ninguno de los bienes a que tiene derecho, ni en su derecho a tales bienes […]
Tampoco la extirpación es ya la privación de un bien; los órganos visuales, en
efecto (su presencia, su integridad), no poseen ya en el cadáver el carácter de
bienes, porque ya no le sirven y no hacen relación a ningún fin”.14
Obviamente esta apreciación se matiza con el correcto respeto por el
fallecido, que sigue siendo una obligación moral, tanto para los familiares cuando
deciden la donación o cuando apoyan la decisión anterior del fallecido, como para
los médicos que intervienen el cuerpo inerte:
“Por lo que concierne a la ablación de partes del cuerpo de un difunto
con fines terapéuticos, no se puede permitir al médico tratar a su gusto el cadáver.
Compete a la autoridad pública establecer las oportunas reglas […] Se deben
12
Pio XII, Alocución a los miembros de la asociación de donantes de córnea y de la unión italiana ciegos,
13 de Mayo 1956. El texto se puede encontrar íntegro en la página web (al mes de Octubre 2008): http://
www.vatican.va/holy_father/pius_xii/speeches/1956/documents/hf_p-xii_spe_19560514_cornea_sp.html
13
Ibid.
14
Ibid.
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también tomar en consideración los derechos y los deberes de aquellos a quienes
corresponde el cuidado del cuerpo del difunto. Por último, se deben respetar las
exigencias de la moral natural que prohiben considerar y tratar el cadáver del
hombre simplemente como una cosa o como el de un animal”.15
Por su parte Juan Pablo II, en la encíclica Evangelium Vitae apoya la
donación de órganos como un gesto humanitario y caritativo:
“… merece especial reconocimiento la donación de órganos, realizada
según criterios éticamente aceptables, para ofrecer una posibilidad de curación e
incluso de vida, a enfermos tal vez sin esperanzas”.16
Esta misma línea es la que sigue en su discurso pronunciado durante el
XVIII Congreso Internacional de la Sociedad de Trasplante.17
En términos generales, allí se acentúa que la donación de órganos en un
contexto moralmente aceptable, se convierte en un acto de amor, pues no se trata
de una donación de una parte de nosotros, sino de una donación de “nosotros
mismos”. Por lo que esta decisión tendrá un fuerte valor ético, cuando se toma con
la necesaria información y consentimiento.18
En la alocución se expone un tema de fondo; la determinación de muerte
para extirpación y la posterior donación de órganos. Esto porque la certeza del fallecimiento es el punto neurálgico y condición ética fundamental para la moralidad
de cualquier donación. El Papa dice al respecto:
“El reconocimiento de la dignidad singular de la persona humana implica
otra consecuencia: los órganos vitales singulares sólo pueden ser extraídos después de la muerte, es decir, del cuerpo de una persona ciertamente muerta. Esta
exigencia es evidente a todas luces, ya que actuar de otra manera significaría
causar intencionalmente la muerte del donante al extraerle sus órganos”.19
15
Discurso del Papa Pío XII a los participantes en la VIII Asamblea de la Asociación Médica Mundial, del
30 de Septiembre de 1954.
16
Juan Pablo II, Evangelium Vitae, 1995, n°86.
17
Juan Pablo II, Discurso con ocasión del XVIII Congreso Internacional de la Sociedad de Trasplantes, en
Roma, el 29 de Agosto de 2000. El texto se encuentra en la página web (al mes de Octubre 2008): http://
www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/2000/jul-sep/documents/hf_jp-ii_spe_20000829_
transplants_sp.html.
18
Ibid. n° 3.
19
Ibid. n°4
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La muerte desde el punto de vista de la teología, es una y la misma,
es decir, la desintegración o separación del principio de vida que es el alma y
de la realidad corporal, integrados en la persona humana. Ahora desde el punto
de vista científico-médico la definición y muerte se ha diversificado. Como decíamos más arriba, al diagnóstico de muerte más tradicional a partir del paro cardiorespiratorio, se ha sumado hacia fines de los años 60 la “muerte encefálica”, que
incluye como síntesis diagnóstica la determinación de que el cerebro (con todas
sus estructuras cerebrales) ya no funciona y no tiene posibilidad alguna de que
vuelva a funcionar. En esa condición, se ha perdido la posibilidad de integración
del organismo individual de una persona, produciéndose su fallecimiento.
Juan Pablo II dice en este sentido:
“… se puede afirmar que el reciente criterio de certificación de la muerte
antes mencionado, es decir, la cesación total e irreversible de toda actividad cerebral, si se aplica escrupulosamente, no parece en conflicto con los elementos
esenciales de una correcta concepción antropológica. En consecuencia, el agente
sanitario que tenga la responsabilidad profesional de esa certificación puede basarse en ese criterio para llegar, en cada caso, a aquel grado de seguridad en el
juicio ético que la doctrina moral califica con el término de "certeza moral". Esta
certeza moral es necesaria y suficiente para poder actuar de manera éticamente correcta. Así pues, sólo cuando exista esa certeza será moralmente legítimo
iniciar los procedimientos técnicos necesarios para la extracción de los órganos
para el trasplante, con el previo consentimiento informado del donante o de sus
representantes legítimos”.20
Este discurso termina con orientaciones para la asignación de órganos,
que siempre debe seguir un criterio de justicia y donde no debe caber ningún
tipo de discriminación o criterios utilitaristas (basados en capacidades laborales o
condición social). Además se expresa la posibilidad cierta de licitud moral de los
xenotrasplantes, siempre y cuando no menoscabe la integridad de la identidad
psicológica o genética de la persona que lo recibe; y, por otra, que exista la comprobada posibilidad biológica de realizar con éxito ese trasplante, sin exponer al
receptor a un riesgo excesivo. Por último, el Papa señala que la clonación para
los efectos de trasplantes, es siempre inaceptable desde el punto de vista moral,
pues en cualquier caso una donación de órganos en estas condiciones significará
la experimentación y destrucción de embriones humanos, lo que va en contra de
20
Ibid. n°5
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los derechos fundamentales de la vida y la dignidad humana, incluso desde su
etapa embrionaria.
Un ejemplo de apertura a la donación entre los Católicos es el mismo
Papa Benedicto XVI que siendo Cardenal y Prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, reconoció en una entrevista que había decidido hace tiempo
ser donante: “Hace años que me inscribí en la asociación y llevo siempre conmigo
este documento en el que, además de mis datos personales, está escrito que
estoy dispuesto, si se da el caso, a ofrecer mis órganos para ayudar a cualquiera
que tenga necesidad: es simplemente un acto de amor”.21
En síntesis, la donación de órganos se convierte en un acto de caridad
supremo, pues aquel que decide donar sus órganos, de algún modo se asemeja a
Cristo, que fue capaz de dar su vida por el rescate de muchos. De este modo dar
órganos es dar vida.
Ante el temor de muchos creyentes de que donar órganos después de la
muerte, puede afectar a su Resurrección, se debe entender que todo cuerpo inerte se corrompe. De este modo, o los órganos se corrompen después de nuestra
muerte o se convierten en una esperanza de vida para muchos otros. Sólo por la
Resurrección de Cristo, nuestra corruptibilidad pasará a incorruptibilidad,22 permaneciendo en nosotros el amor y su obras (1 Cor 13, 8).
En efecto, la fe católica cree que el cuerpo corruptible se transformará en
un cuerpo incorruptible por la acción del Espíritu de Dios:
“Así también en la resurrección de los muertos: se siembra corrupción,
resucita incorrupción; se siembra vileza, resucita gloria; se siembra debilidad, resucita fortaleza; se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual” (1°
Cor. 15, 42-44).
De modo que el cuerpo resucitado es un cuerpo “nuevo”, pneumático, incorruptible, glorioso, liberado de las leyes de la materia terrestre y de todas sus apariencias (Jn.
20, 19.26.; Lc. 24, 16). El cristianismo concibe la Resurrección como una restauración íntegra del ser humano, pero de un cuerpo que nace desde el Espíritu, totalmente distinto:
21
22
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Fuente Zenit, Roma, 4 febrero 1999.
Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et Spes, n° 39.
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“Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como
Salvador al Señor Jesucristo, el cual transfigurará nuestro pobre cuerpo a imagen
de su cuerpo glorioso, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las
cosas” (Flp. 3, 20-21).23
En tanto creemos en la Resurrección y la Salvación, nuestras obras de
amor nos encaminan a paso firme a aquella meta. Pues la caridad hacia nuestros
hermanos nos acerca a Dios, que es Amor. No está demás entonces pensar que
donar órganos, como acto de generosidad y solidaridad, es al mismo tiempo una
ganancia en el amor entregado y en el acercamiento al Reino de Dios.
V. A modo de conclusión:
El trasplante de órganos, se constituye en un extraordinario avance médico al servicio de toda la humanidad, cumpliendo con ello su primordial misión y
poniéndose al servicio de los que más sufren.
Dada la realidad tan escasa en donación de órganos, esto se convierte
de cierto modo en una obligación ética, manifestación evidente de solidaridad
cristiana y comunión con el sufriente. Esta decisión es personal y debe ser siempre libre, voluntaria y debidamente informada.
La decisión personal de ser donante se debería entender como una última voluntad del fallecido, que no podría ser revocada por la familia. De todos
modos, pensamos que es importante acompañar la aceptación de los parientes
cercanos con la debida información, respetando el duelo propio en tan triste acontecimiento. En este sentido, cuando la decisión para la donación se encuentra
en los parientes, parece radical la necesidad de contar con personal idóneo (con
habilidades comunicacionales, por ejemplo) que pueda acercarse a las familias en
las circunstancias de sufrimiento, obviamente sin coaccionar su libertad.
Con respecto a esto último, la donación de órganos requiere de educación y diálogo entre todos los integrantes de la familia, pues una correcta información y sopeso de las condiciones para la donación, es condición preclara para
generar una cultura de la vida desde la irrevertible situación de muerte.
23
Respecto del mismo tema véase: Rm. 8, 18; 2 Co 4, 17; Col 3,3-4
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Es necesario discutir con atención proyectos de ley que establezcan la
condición de donante de manera automática, aunque se conceda el derecho de
negarse con posterioridad. Pues estas iniciativas se basan en un consentimiento
presunto y no tácito. Sólo si existe una intención explícita, se respeta al cien por
cien la libertad y autonomía individual para ser donante. Además, es importante
considerar los necesarios resguardos legales para que toda donación se haga
respetando los principios éticos y de justicia, tanto para el posible donante como
para los receptores.
La Iglesia Católica, hasta ahora ha manifestado su apoyo a la donación
de órganos. Son múltiples las cartas pastorales de diversos Obispos y de Conferencias Episcopales, incluida la de nuestro país, que se han escrito para enseñar
y motivar entre los católicos este acto de caridad. Resta por supuesto aumentar
la información y la educación que se pueden realizar en las comunidades parroquiales y en los colegios, con los estudiantes y los apoderados. Pues estamos
convencidos que la donación de órganos, dentro de las necesarias condiciones
éticas, se transforma en un moderno acto de caridad y solidaridad cristiana.
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Referencias bibliográficas:
Álvarez, H. (2007) “Consentimiento presunto y respuesta requerida como alternativas a la escasez de donantes: un análisis ético”, Rev. Chilena de Cirugía. Vol
59 - N°3, Junio; págs. 244-249
Colomo G., J. (1994) “Muerte cerebral: algunas precisiones en torno a un concepto ambiguo”, en CB n°19, 3°, pp.165-170.
Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et Spes.
García M., F. (2001) “Aspectos Éticos en trasplantes de órganos”, en CB n°45,
2°, pp.253-265.
Gracia, D. (1996) “Historia del trasplante de órganos”, en Trasplantes de órganos: problemas técnicos, éticos y legales. Javier Gafo (ed.), Publicaciones de la
Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, , pp. 13-32.
VARGAS, F. y VARGAS, R. (1967) Homotrasplante Renal: Caso Clínico. Rev.
Med. de Chile, n° 95, pág: 467.
Informe Ethos. (2003) Trasplantes y Donación de Órganos, N° 32, Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile,
Juan Pablo II, Evangelium Vitae.
Juan Pablo II. (2000) Discurso con ocasión del XVIII Congreso Internacional de
la Sociedad de Trasplantes, en Roma, el 29 de Agosto.
Pio XII. (1956) Alocución a los miembros de la asociación de donantes de córnea
y de la unión italiana ciegos, 13 de Mayo.
Pío XII. (1954) Discurso a los participantes en la VIII Asamblea de la Asociación
Médica Mundial, del 30 de Septiembre.
Webgrafía:
http://www.vatican.va
www.trasplante.cl
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pág. 95
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