PS:entre el TLC y el pulpo del imperialismo(2005)

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PS:entre el TLC y el pulpo del imperialismo(2005)
(07-03-2005 a las 00:00:00) - Contribuido por Antonio Cortés Terzi - Última actualización ()
Reafirmemos la fe socialista Que es deber sin descanso luchar Contra el pulpo del imperialismo Que a los pueblos
desea atrapar (Marsellesa Socialista)
No es claro -por lo menos no hay señales públicas que así lo indiquen- que los
socialistas estén asumiendo a cabalidad la situación en la que se encuentran y
los problemas que de ella derivan o pueden derivar. Por supuesto que el elemento
clave de esa situación radica en que es Michelle Bachelet, militante de sus
filas, la precandidata mejor posicionada en la ciudadanía y que hoy aparece con
las mayores opciones de devenir en Presidenta de Chile. Es evidente que ese dato contrasta con una representación
electoral perennemente
instalada en alrededor del 12%. Y no es congruente tampoco con la
comparativamente escasa gravitación política y político-cultural del PS en el
escenario nacional. En gran medida, esa poca gravitación tiene que ver menos con el modesto caudal
de votos y mucho más con un deterioro de la identidad y de la personalidad del
socialismo actual, con carencias en la reconstrucción de idearios, iniciativas y
discursos. En rigor, la votación de hoy equivale al promedio de la votación histórica del
PS a lo largo de su vida. Lo que está por bajo del promedio histórico es su
representación social y su protagonismo político y político-intelectual. Ahora bien, esos problemas del PS se arrastran por
casi quince años y siempre se
han encontrado excusas para postergar su discusión (o formalizarlas al extremo)
y para postergar la adopción de medidas correctoras. Durante todo ese tiempo los
socialistas han realizado un brillante ejercicio de gatopardismo. En el PS se ha creado factualmente una suerte de
estructura y de cultura
conservadora que impele hacia una resignación conformista y que ha sido capaz de
absorber o neutralizar sus propias incomodidades y conflictividades. Las razones que explican ese mecanismo son
varias, pero dos son las más nítidas
y complementarias. De un lado está el enorme rol de factor centrípeto que
desempeña el ser partido de gobierno. Sin duda que ese es un factor
espontáneamente autodisciplinador y aglutinante, pero que ayuda también a la
disciplina coactiva que inevitablemente todo partido desarrolla. Y de otro lado
está un componente autoinhibitorio, que se origina en miradas críticas hacia el
pasado socialista y que se expresa en un fuerte temor y rechazo a que las pugnas
internas terminen en escisiones. Ambas razones, como se dijo, se complementan,
haciéndose difícil distinguir cuál es la que más pesa. Pero hay otras dos razones menos evidentes y, sin embargo, tan
relevantes como
las anteriores en cuanto a promover conservadurismo. La primera podríamos llamarla el "síndrome de la sobrevivencia".
El PS vivió por
más de tres lustros en las catacumbas y bajo amenaza de muerte. En ese lapso, la
muerte -la muerte real, física y no metafórica- fue un antecedente cotidiano en
la existencia de los socialistas y de su partido. Es obvio que vivencias tan
intensas dejan huellas. En nuestra opinión, en el conformismo socialista hay algo de esas huellas: la
marca de percibirse como sobreviviente, lo que, normalmente, se acompaña con un
sentido de gratitud por cualquiera sean las cosas que le ofrezca la sobrevida,
por muy modestas que esas cosas sean. Con una óptica tal, el balance de la
sobrevida socialista no sería nada despreciable. La segunda razón -que en este caso ayuda a explicar el
conservadurismo- es la
que Gramsci menciona como la ley del "décimo sumergido". Escribe Gramsci: "Un
proverbio inglés dice que toda multitud tiene un décimo sumergido. Y este décimo
impide actuar a los otros nueve décimos". El PS tiene su décimo sumergido en una militancia (y en alguna dirigencia)
tradicional, atávica, con nostálgicos síntomas de sobreviviente y que cumplen el
papel que describe Gramsci. Y lo pueden cumplir, en primer lugar, porque ese
décimo se incrementa notablemente cuando el socialismo se reduce al partido de
los locales, eventos y ritos. Es decir, el décimo sumergido ha tenido el mérito
de gravitar allí donde se resuelven los temas formales del poder interno
partidario. "Mérito" que comparten también con dirigentes que, por estrictos
cálculos de poder, se alían a ese décimo. Pero el asunto no termina aquí. El prolongado estancamiento político,
electoral,
cultural, etc., del socialismo pasa por otro fenómeno, un tanto delicado de
tratar. Podría resumirse metafóricamente diciendo que se trata de pérdidas de
"adrenalina política". Es sabido que, en lo sustancial y en los hechos, el PS ha sido conducido por un
conjunto relativamente pequeño de figuras. Un porcentaje muy importante de esos
dirigentes son "sesentistas de ayer" y "sesentones de hoy". Y nada de malo hay
en ello. Al fin de cuenta han liderado el proceso de la sobrevivencia. El punto está en que es una generación seguramente con excepciones- que está
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agotada o agotándose y cuyas proyecciones político-individuales están ya
definidas y no son de mucho más alcance. Con un sino conocido y de esa natura
hay poca producción de adrenalina política, ergo, escasea la audacia y la pasión
y sobra la prudencia y la contemplación. Es por eso que, teniendo las
capacidades, las condiciones, los recursos, los poderes, etc. para impulsar
cambios en el PS -que además lo cree necesarios- esa generación no lo ha hecho.
Han optado por soslayar o mediatizar los conflictos con los atavismos, con el
décimo sumergido, con el espíritu de sobreviviente, etc. y se han conformado con
administrar un partido que flota, pero no navega. Sin embargo, en los últimos tiempos se han develado circunstancias
y procesos
que reeditan convocatorias para que esa generación concluya lo que bien podría
considerar su misión histórica: sentar las bases para la radical reconstrucción
de un socialismo que deberá enfrentar un futuro en el que poco o nada tendrán
que aportar los atavismos, los décimos sumergidos y los sobrevivientes
complacidos de ser eso y nada más. La primera circunstancia se llama Michelle Bachelet. De por sí las
características de su candidatura le exigen relecturas y redeacuaciones al PS. Y
tanto más lo demandaría su eventual presidencia. Y el proceso previsible más
relevante que se avecina será el cambio de escenario y de ciclo que se va a
empezar a plasmar después de las elecciones de diciembre con independencia de
sus resultados. Por último, si los "sesentones sesentistas" son instados a protagonizar una
etapa de cambios, es porque, simplemente, en el PS no existe en la actualidad
ninguna otra generación de dirigentes igual de estructurada y en condiciones de
emprender con rapidez y eficacia una tarea de esa índole. Además, es una misión
que tiene riesgos, pero, para esa generación ¿qué y cuánto tiene que perder? Lo que está planteado, en última
instancia, es que el PS debe dilucidar
contraposiciones tan extremas como el apoyar el TLC con EEUU y, a la par, cantar
"contra el pulpo del imperialismo."
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