Boletín N° 22

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Lima, 12 de marzo de 2007
Boletín Semanal
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Noticias
Jurisprudencia
Grupo de interés
sobre el
procesamiento de
violaciones de
derechos humanos
Coordinación y revisión:
Francisco Macedo Bravo
Diagramación y redacción:
Inés Martens Godinez
Colaboración:
Rosmery Huamán Meneses
Proyecto “Fortalecimiento de la política de procesamiento
penal de violaciones de derechos humanos”
Selección de noticias sobre judicialización de violaciones
de derechos humanos
6 al 12 de marzo
! Embargan bienes de Alberto Fujimori
(La Primera: 07 de marzo) La juez anticorrupción Magali Báscones decidió trabar embargo sobre
los bienes de Alberto Fujimori por haber avalado la entrega de dinero del Estado peruano al ex
presidente del directorio de Panamericana Televisión, Ernesto Schultz Landázuri. La medida
cautelar comprende el embargo hasta por un monto de 50 millones de soles.
http://www.ednoperu.com/noticia.php?IDnoticia=40174
! Sala Penal Nacional ordena ubicación de vocero del MRTA en Europa
(Correo: 07 de marzo) Antes de iniciarse un nuevo juicio oral contra Víctor Polay Campos y la
cúpula del MRTA, la Sala Penal Nacional del Poder Judicial ordenó la ubicación de Hugo
Avellaneda Valdez, considerado el vocero de dicho grupo subversivo en Europa.
http://www.correoperu.com.pe/paginas_nota.php?nota_id=44061&seccion_nota=1
Estados Unidos: Cuba y Venezuela son los mayores violadores de derechos humanos en
Latinoamérica
(El Comercio: 06 de marzo) De acuerdo con un informe publicado por el Departamento de Estado
de los Estados Unidos de América, Cuba y Venezuela son los países latinoamericanos en los cuales
se registró la mayor cantidad de violaciones de los derechos humanos durante el año 2006.
http://www.elcomercioperu.com.pe/EdicionOnline/Html/2007-03-06/onEcMundo0683894.html
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Índice de temas
I. DATOS GENERALES
II.LA DIFERENCIA ENTRE
JURISDICCIÓN Y COMPETENCIA
III. LOS RASGOS DEL DERECHO A LA
TUTELA JUDICIAL EFECTIVA
IV. LA VINCULATORIEDAD RELATIVA
DEL PRINCIPIO DE CONGRUENCIA
PROCESAL
V. LA APLICACIÓN DE LOS PRINCIPIOS
DE JURISDICCIÓN UNIVERSAL Y DE
SUBSIDIARIEDAD PARA CASOS DE
GENOCIDIO
VI. LA JURISDICCIÓN Y LA
SOBERANÍA ESTATAL
VII. LOS PUNTOS DE CONEXIÓN QUE
LEGITIMAN LA EXTENSIÓN
EXTRATERRITORIAL DE LA
JURISDICCIÓN
VIII. EL PRINCIPIO DE JUSTICIA
SUPLETORIA O DERECHO PENAL DE
REPRESENTACIÓN
Selección de Jurisprudencia Comparada
I. Datos generales
Recurso de Casación Nº 803/2001
Sentencia Nº 327/2003 del 25 de febrero de 2003
Sala Penal del Tribunal Supremo Español
Acceso a la sentencia:
http://www.derechos.org/nizkor/guatemala/doc/gtmsent.html
II. La diferencia entre jurisdicción y competencia
La jurisdicción es una de las expresiones de la soberanía del Estado. Es
entendida como la facultad o potestad de juzgar, es decir, de ejercer sobre
determinadas personas y en relación a determinados hechos, uno de los poderes
del Estado, sometiéndolas, en el caso del derecho penal, al ius puniendi que la ley
le atribuye. En este sentido tiene carácter previo a la competencia y no puede ser
confundida con ella. La determinación de la competencia supone atribuir a unos
determinados órganos jurisdiccionales el conocimiento de una determinada
clase de asuntos de forma prevalente a otros órganos jurisdiccionales, pero a
todos ellos les ha sido reconocida previamente la jurisdicción.
III. Los rasgos del derecho a la tutela judicial efectiva
Así, se dice en la STS 14/05/98 que, el derecho a la tutela judicial efectiva
comprende el de obtener una resolución debidamente motivada (Sentencia del
Tribunal Supremo de 26 abril 1995) como ha recordado también el Tribunal
Constitucional (Sentencias 36/1989, de 14 febrero; 14/1991, de 28 enero;
122/1991, de 3 junio; 13/1987, de 5 febrero), motivación que evita la arbitrariedad
de la resolución, mostrando a las partes cuál es el fundamento racional, fáctico y
jurídico, de la decisión judicial, y posibilitando su impugnación razonada,
mediante los recursos procedentes. Las resoluciones judiciales no son meras
expresiones de voluntad sino aplicación razonable y razonada de las normas
jurídicas, por lo que requieren una motivación que, aunque sea sucinta,
proporcione una respuesta adecuada en Derecho a la cuestión planteada y
resuelta. Ello no supone, sin embargo, el derecho a obtener una resolución
favorable a la pretensión deducida ante el órgano jurisdiccional, pues es
habitual que los Tribunales hayan de resolver entre pretensiones contrarias
entre sí.
IV. La vinculatoriedad relativa del principio de congruencia procesal
Coinciden los recurrentes en afirmar que la utilización de una argumentación
no empleada por las partes conduce a la indefensión. Tal planteamiento no
puede ser acogido favorablemente. Los planteamientos de las partes, unidos en
algunos aspectos a la actividad del órgano jurisdiccional, delimitan el objeto del
proceso, de modo que la decisión judicial debe producirse dentro de los límites
establecidos o señalados de esa forma. Así, la vigencia del principio acusatorio
impone que nadie pueda ser condenado por algo de lo que no haya sido acusado
y haya tenido posibilidad de defenderse, lo que implica una vinculación del
Tribunal a los hechos y a su calificación jurídica, de modo que se produzca una
correlación entre acusación y sentencia. Es una vinculación que tiene carácter
relativo, pues el Tribunal puede prescindir de hechos que no considere
suficientemente acreditados, puede añadir otros beneficiosos para el acusado
aun cuando no hayan sido alegados, y puede condenar por delito distinto
siempre que sea homogéneo y no más grave que el que fue objeto de acusación.
En la interpretación y aplicación de la Ley, el Tribunal no viene de ninguna forma condicionado por
el elenco de argumentaciones utilizado por las partes, pues ello podría conducir al absurdo de
obligar al órgano encargado constitucionalmente de la función de juzgar, que solo está sometido al
imperio de la Ley, a sostener la pertinencia de argumentaciones o interpretaciones que considera
incorrectas, lo que produciría un desplazamiento no constitucional hacia las partes del contenido
esencial de la función de juzgar.
Además, en algunas ocasiones, como aquí sucede, la índole de la cuestión planteada permite al
Tribunal superar incluso los planteamientos de las partes. En la determinación de los límites de la de
la jurisdicción, el Tribunal no está vinculado rígidamente por las distintas opciones defendidas, sino
que debe aplicar la ley estableciendo la solución que entienda correcta.
V. La aplicación de los principios de jurisdicción universal y de subsidiariedad para casos de
Genocidio
El Convenio no establece la jurisdicción universal, pero tampoco la excluye. Tampoco excluye otros
criterios. Si se reconoce la posibilidad de que intervenga más de una jurisdicción nacional, al ser
varios los criterios de atribución jurisdiccional, habrá de aceptarse algún criterio de prioridad,
orientado a resolver los supuestos de concurrencia efectiva y real de jurisdicciones activas, de
manera que ha [de] considerarse natural que la actuación de los Tribunales del lugar de comisión
excluya, en principio, la de los Tribunales de otro Estado. […]
En cualquier caso, el criterio de la subsidiariedad, además de no estar consagrado expresa o
implícitamente en el Convenio para la prevención y la sanción del delito de Genocidio, no resulta
satisfactorio en la forma en que ha sido aplicado por el Tribunal de instancia. Determinar cuando
procede intervenir de modo subsidiario para el enjuiciamiento de unos concretos hechos basándose
en la inactividad, real o aparente, de la jurisdicción del lugar, implica un juicio de los órganos
jurisdiccionales de un Estado acerca de la capacidad de administrar justicia que tienen los
correspondientes órganos del mismo carácter de otro Estado soberano. […]
Por otro lado, el artículo VIII del Convenio para la represión y la sanción del delito de Genocidio
determina el procedimiento que deben seguir las partes contratantes en estos casos. Dispone este
artículo que "Toda Parte contratante puede recurrir a los órganos competentes de las Naciones
Unidas a fin de que éstos tomen, conforme a la Carta de las Naciones Unidas, las medidas que
juzguen apropiadas para la prevención y la represión de actos de Genocidio o de cualquiera de los
otros actos enumerados en el artículo III", actuación que no correspondería hacer efectiva a los
órganos de la jurisdicción española. Sin embargo, esta previsión, que obliga a España como parte del
Convenio, permite una reacción en el ámbito internacional tendente a evitar la impunidad de esta
clase de conductas. […]
El Convenio para la prevención y sanción del Genocidio, de 9 de diciembre de 1948, al que se adhirió
España el 13 de setiembre de 1968, fue publicado en el BOE de 8 de febrero de 1969. En este Convenio,
las partes contratantes confirman que el Genocidio es un delito de derecho internacional que se
comprometen a prevenir y a sancionar. Esta disposición, aunque supone la concreción normativa
del sentimiento internacional acerca del delito de Genocidio, no puede interpretarse en el sentido
pretendido por los recurrentes, según los cuales significa la consagración de la jurisdicción
universal. Tal entendimiento sería contradictorio con lo establecido posteriormente en el artículo 6,
que dispone que será competente para el enjuiciamiento la jurisdicción del territorio o una corte
penal internacional(1)
(1) ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS. Convenio para la prevención y sanción del delito de Genocidio. Artículo
6: Las personas acusadas de genocidio o de uno cualquiera de los actos enumerados en el artículo III, serán juzgadas por un tribunal
competente del Estado en cuyo territorio el acto fue cometido, o ante la corte penal internacional que sea competente respecto a
aquellas de las Partes contratantes que hayan reconocido su jurisdicción.
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Esta determinación de la jurisdicción no tendría sentido si se entendiera que el artículo I ya había
consagrado el compromiso de las partes contratantes de proceder a su persecución y sanción sea
cual fuere el lugar de comisión. Además, el artículo VIII del Convenio, antes transcrito, no autoriza
a cada Estado a instituir su jurisdicción bajo aquel principio de jurisdicción universal, sino que
contempla otra forma distinta de reaccionar ante la comisión de este delito fuera de su territorio,
estableciendo expresamente el recurso a los órganos competentes de la ONU con la finalidad de
que adopten las medidas pertinentes en cada caso.
[…] Sin embargo, como ya hemos indicado, aunque el Convenio no establece expresamente la
jurisdicción universal, tampoco la prohíbe. No sería correcto interpretar sus disposiciones de modo
que impidieran la persecución internacional de este delito con arreglo a otros criterios o principios
distintos del territorial.
VI. La jurisdicción y la soberanía estatal
La jurisdicción es una manifestación de la soberanía del Estado, por lo que sus límites iniciales son
coincidentes con los que le corresponden a aquella, que en muchos aspectos viene delimitada por la
de otros Estados. En este sentido, no son absolutamente equiparables los supuestos referidos a
lugares no sometidos a ninguna soberanía estatal y aquellos otros en los que la intervención
jurisdiccional afecta a hechos ejecutados en el territorio de otro Estado soberano.
La extensión extraterritorial de la ley penal, en consecuencia, se justifica por la existencia de
intereses particulares de cada Estado, lo que explica que actualmente resulte indiscutible el
reconocimiento internacional de la facultad de perseguir a los autores de delitos cometidos fuera
del territorio nacional, sobre la base del principio real o de defensa o de protección de intereses y del
de personalidad activa o pasiva. En estos casos el establecimiento unilateral de la jurisdicción tiene
su sentido y apoyo fundamental, aunque no exclusivo, en la necesidad de proveer a la protección de
esos intereses por el Estado nacional.
Cuando la extensión extraterritorial de la ley penal tenga su base en la naturaleza del delito, en
tanto que afecte a bienes jurídicos de los que es titular la Comunidad Internacional, se plantea la
cuestión de la compatibilidad entre el principio de justicia universal y otros principios de Derecho
Internacional Público.
A este respecto, es preciso tener en cuenta que en la doctrina del derecho penal internacional
público no existe ninguna objeción al principio de justicia universal cuando éste proviene de una
fuente reconocida del derecho internacional, especialmente cuando ha sido contractualmente
aceptado por Estados parte de un Tratado. En tales casos se admite que el principio tiene una
justificación indudable. Por el contrario, cuando solo ha sido reconocido en el derecho penal
interno, en la práctica, los alcances de dicho principio han sido limitados por la aplicación de otros
igualmente reconocidos en el derecho internacional. En este sentido, se ha entendido que el
ejercicio de la jurisdicción no puede -como ha quedado dicho- contravenir otros principios del
derecho internacional público ni operar cuando no existe un punto de conexión directo con
intereses nacionales. Ambas limitaciones han sido expresamente aceptadas por los Tribunales
alemanes (confr. Tribunal Supremo Federal Alemán, BGHSt 27,30: 34,340; auto de 13.2.1994 [1 BGs
100/94]).
VII. Los puntos de conexión que legitiman la extensión extraterritorial de la jurisdicción
[…] Como antes indicábamos, hoy tiene un importante apoyo en la doctrina la idea de que no le
corresponde a ningún Estado en particular ocuparse unilateralmente de estabilizar el orden,
recurriendo al Derecho Penal, contra todos y en todo el mundo, sino que más bien hace falta un
punto de conexión que legitime la extensión extraterritorial de su jurisdicción. Sin duda existe un
consenso internacional respecto a la necesidad de perseguir esta clase de hechos, pero los acuerdos
entre Estados no han establecido la jurisdicción ilimitada de cualquiera de ellos sobre hechos
ocurridos en el territorio de otro Estado, habiendo recurrido, por el contrario, a otras soluciones.
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La cuestión se plantea en ocasiones con especiales particularidades, pues no puede descartarse
que, en determinadas circunstancias, se hayan cometido crímenes de derecho internacional con
el consentimiento o, incluso la participación directiva, de las autoridades del Estado, lo que
podría impedir su efectiva persecución. En estos supuestos, los crímenes se cometen en el marco
de lo que en la doctrina moderna se ha identificado como estructuras o maquinarias de poder
organizadas, que, situadas extramuros del Estado de Derecho, presentan características propias
muy específicas, que repercuten especialmente sobre las reglas de la autoría y la participación.
En estas ocasiones, la especial gravedad de los hechos, unida a la ausencia de normas
internacionales expresas, o a la inexistencia de una organización internacional de los Estados,
podría explicar la actuación individual de cualquiera de ellos orientada a la protección de los
bienes jurídicos afectados. […]
Por otro lado, una parte importante de la doctrina y algunos Tribunales nacionales se han
inclinado por reconocer la relevancia que a estos efectos pudiera tener la existencia de una
conexión con un interés nacional como elemento legitimador, en el marco del principio de
justicia universal, modulando su extensión con arreglo a criterios de racionalidad y con respeto
al principio de no intervención. En estos casos podría apreciarse una relevancia mínima del
interés nacional cuando el hecho con el que se conecte alcance una significación equivalente a la
reconocida a otros hechos que, según la ley interna y los tratados, dan lugar a la aplicación de los
demás criterios de atribución extraterritorial de la jurisdicción penal. Se une así el interés común
por evitar la impunidad de crímenes contra la Humanidad con un interés concreto del Estado en
la protección de determinados bienes.
Esta conexión deberá apreciarse en relación directa con el delito que se utiliza como base para
afirmar la atribución de jurisdicción y no de otros delitos, aunque aparezcan relacionados con
él, pues solo así se justifica dicha atribución jurisdiccional. En este sentido, la existencia de una
conexión en relación con un delito o delitos determinados, no autoriza a extender la jurisdicción
a otros diferentes, en los que tal conexión no se aprecie.
VIII. El principio de justicia supletoria o Derecho penal de representación
Cuando se va más allá de los efectos de los principios de territorialidad, real o de defensa y de
personalidad activa o pasiva, se establece como fórmula de colaboración de cada uno de los
Estados en la persecución de los delitos objeto de cada Tratado, la obligación de juzgar a los
presuntos culpables cuando se encuentren en su territorio y no se acceda a la extradición
solicitada por alguno de los otros Estados a los que el respectivo Convenio haya obligado a
instituir su jurisdicción. Ello responde, según entiende un sector importante de la doctrina, al
llamado principio de justicia supletoria o de derecho penal de representación, al menos en un
sentido amplio. Entendido de esta forma o bien, como sostiene otro sector doctrinal, como un
elemento de conexión en el ámbito del principio de jurisdicción universal, el Estado donde se
encuentre el presunto culpable está legitimado para actuar contra él, cuando se trate de alguno
de estos delitos.
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