Prevención del riesgo de inundación

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IRITZIA OPINIÓN
Prevención del riesgo de
inundación: el mayor reto de
la política de aguas en Euskadi
Iñaki Urrizalki Oroz
Director General de la Agencia Vasca del Agua, URA
Diversas administraciones han aprobado recientemente el primer documento que exige la Directiva Europea del año 2007
sobre evaluación y gestión del riesgo de inundación. El azar ha
querido que esta aprobación haya coincidido con una de las
mayores inundaciones sufridas en los últimos 25 años en el
País Vasco, la que ocurrió durante el
fin de semana del 5 y 6 de noviembre y que afectó principalmente al
este de Gipuzkoa.
Este primer documento, denominado Evaluación Preliminar del Riesgo
de Inundación o “EPRI”, determina
las áreas con mayor riesgo de sufrir
inundaciones. Es decir, aquellos
territorios en los que hay mayor probabilidad de que ocurran estos fenómenos y en los que se pueden producir los mayores efectos sobre
personas, bienes e infraestructuras.
La EPRI ha sido elaborada por diversas administraciones. Por parte del
Gobierno Vasco lo han elaborado
conjuntamente la Agencia Vasca del
Agua URA (Departamento de Medio
Ambiente, Planificación Territorial,
Agricultura y Pesca) y la Dirección
de Atención de Emergencias y Meteorología (Departamento de
Interior). Por parte de la administración central han participado
las Confederaciones Hidrográficas del Cantábrico y Ebro. El
documento fue sometido a consulta pública y finalmente apro-
bado por los órganos de gobierno de las diversas instituciones.
La EPRI ha permitido constatar la vulnerabilidad de nuestro
territorio a las inundaciones. En ella se determina que en la
CAPV hay 100 áreas que concentran el mayor riesgo, y que se
sitúan sobre todo en la vertiente cantábrica. No obstante, estas
100 áreas no son las únicas que pueden sufrir efectos por inundaciones,
pero sí las que pueden acumular los
mayores daños. Antes del fin de 2013
deben realizarse los mapas de riesgo,
que deben profundizar sobre el trabajo realizado ahora y antes de 2015 se
tienen que aprobar los planes de gestión del riesgo de inundación: los planes que han de marcar la “hoja de
ruta” que permita aminorar este riesgo en las áreas con mayor probabilidad de sufrirlo.
La política de prevención de inundaciones se ha centrado en estos años
y en lo sucesivo también debe centrarse en tres pilares fundamentales,
admitiendo de antemano que las
inundaciones se seguirán produciendo y no podremos evitarlas, pero sí
podremos disminuir sus efectos
negativos sobre la sociedad. Incluso actualmente no podemos
descartar que estos fenómenos se incrementen en un futuro
debido a los cambios en el clima. El tema es demasiado serio
como para que no lo tengamos en cuenta.
Los nuevos asentamientos urbanos y las
nuevas infraestructuras
deben situarse en
zonas seguras. Y esto
sólo puede conseguirse
dotando a los ríos y a
los estuarios del necesario espacio para su
expansión.
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En primer lugar, y de manera perentoria, debemos evitar incrementar el ya abultado catálogo de áreas de riesgo, algo en lo
que estamos comprometidos desde hace ya tiempo. Los nuevos asentamientos urbanos y las nuevas infraestructuras deben
situarse en zonas seguras. Y esto sólo puede conseguirse
dotando a los ríos y a los estuarios del necesario espacio para
su expansión, sin ocupar con elementos sensibles las áreas que
pertenecen a estos ríos y estuarios y que reclaman periódicamente. Lo contrario es desafiar a la naturaleza. Y ya sabemos
que en este tipo de desafíos a la larga acabamos perdiendo.
En segundo lugar, debemos profundizar en la atención a las
emergencias. Por ahora no podemos garantizar un riesgo cero.
Durante mucho tiempo seguiremos sufriendo los efectos de
las inundaciones y es necesario que tengamos los mejores
mecanismos para que estos efectos negativos sean mínimos.
El viceconsejero de Interior lo explicaba en un artículo aludiendo a tres líneas de trabajo: alerta temprana (predicción, no sólo
meteorológica sino de la verdadera respuesta de los ríos), sistemas de ayuda a las decisiones (con una vigilancia en tiempo
real) y mejora de las respuestas operativas. Sin olvidar otros
elementos como una adecuada gestión de algunos embalses,
como las operaciones que se han realizado varias veces en el
Zadorra en los últimos años y la que efectuó Aguas del Añarbe,
reteniendo más de 8 millones de metros cúbicos durante el
último episodio de inundaciones en ese embalse, lo que permitió sin duda que los efectos de la crecida fueran menores en
la cuenca baja del Urumea.
En tercer lugar, debemos ejecutar las oportunas obras para disminuir el riesgo de inundación en áreas actualmente urbanizadas y en las que se esperan los mayores impactos. Se trata de
proyectos habitualmente muy complejos y en los que es esencial la coordinación y cooperación de diversas administraciones, desde la local hasta la estatal. En la Agencia Vasca del
Agua, en colaboración con los otros organismos, estamos trabajando en los 30 proyectos más prioritarios, que van a exigir
desembolsos multimillonarios y dolorosas operaciones urbanísticas, incluyendo numerosos realojos de viviendas y pabellones industriales. Siendo realistas, tardaremos al menos 10
años en llevar a cabo estos 30 proyectos más importantes y
detrás vendrán bastantes más.
La prevención de inundaciones es el mayor reto al que se
enfrenta la administración del agua en Euskadi, y para ello
requiere el concurso y la colaboración de todas las administraciones y del resto de la sociedad. Estoy convencido de que
vamos por el buen camino y, aunque queda mucho por transitar, lo acabaremos consiguiendo.
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Iñaki Cerrajería
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