CUADERNO DE CÁTEDRA DE TEORÍA I

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CUADERNO DE CÁTEDRA: INTRODUCCIÓN A UNA TEORÍA DEL LENGUAJE
Jorge E. Douglas Price, con la colaboración de María Raquel Calvo
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CUADERNO DE CÁTEDRA: INTRODUCCIÓN A UNA TEORÍA DEL LENGUAJE .... 1
Jorge E. Douglas Price, con la colaboración de María Raquel Calvo .................................... 1
1
2
Introducción .................................................................................................................... 4
1.1.
El lenguaje: concepto .................................................................................... 7
1.2.
Filosofía del Lenguaje. ............................................................................... 10
1.3.
Los enunciados valorativos. ........................................................................ 13
1.4.
Las corrientes analíticas .............................................................................. 14
1.5.
El lenguaje como actividad. ........................................................................ 15
Semiótica. ..................................................................................................................... 18
2.1
Concepto. .................................................................................................... 18
2.2
Lengua y Habla (Langue et Parole: Saussure) ............................................ 20
2.3
Cosas, signos, símbolos, discursos, textos e intérpretes. ............................ 23
2.4
Comunicaciones y Códigos ........................................................................ 24
3
Sintáctica ...................................................................................................................... 26
4
Semántica. La relación de las palabras con el mundo. ................................................. 29
4.1
Introducción. ............................................................................................... 29
4.2
Apuntes sobre Historia de la Filosofía del Lenguaje: Realismo vs
Convencionalismo Verbal ................................................................................................ 29
4.3
Las palabras y el mundo. Convencionalismo vs realismo verbal. .............. 33
4.3.1 El Cratilo. .............................................................................................. 34
4.4
La polémica en la época actual ................................................................... 42
1.6.
Introducción ................................................................................................ 46
4.4.1 Tipos de significado .............................................................................. 48
4.4.2 Palabras de Clase y Clasificaciones ...................................................... 49
4.4.3 Denotación
y
Designación.
Características
Definitorias
y
Concomitantes .............................................................................................................. 51
4.4.4 Reglas del Significado: Libertad de Estipulación y Uso Común.......... 53
1.7.
Características del Lenguaje Natural .......................................................... 55
4.4.5 Vaguedad, Ambigüedad, Textura Abierta. ........................................... 55
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5
Pragmática. ................................................................................................................... 58
1.8.
Diferencias con la semántica ...................................................................... 60
1.9.
Diferencia entre signos. Signos y símbolos ................................................ 60
1.10.
Usos y Funciones del Lenguaje ............................................................... 62
5.1.1 Las condiciones de los actos de comunicación y la conducta humana. 62
6
LA COMUNICACIÓN HUMANA ............................................................................. 66
6.1
La cultura como comunicación ................................................................... 66
6.2
Los axiomas de la comunicación ................................................................ 67
6.2.1 Primer Axioma: es imposible no comunicar: ....................................... 67
6.2.2 Segundo Axioma: Toda comunicación tiene un nivel de contenido y un
nivel de relación ........................................................................................................... 67
6.2.3 Tercer Axioma: La naturaleza de una relación depende de la
puntuación que los participantes hagan de las secuencias comunicacionales entre
ellos
67
6.2.4 Cuarto Axioma:La comunicación humana implica dos modalidades, la
digital y la analógica .................................................................................................... 67
6.2.5 Quinto Axioma: Los intercambios comunicacionales pueden ser tanto
simétricos como complementarios ............................................................................... 69
6.3
Mensajes no verbales .................................................................................. 69
6.4
Semiótica de la argumentación. .................................................................. 70
7
Semiótica y Derecho: ruinas circulares ........................................................................ 71
8
APÉNDICE .................................................................................................................. 76
8.1
El Golem .................................................................................................................... 76
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1
Introducción
¿Por qué ingresar a los estudios de derecho, al menos de la Teoría General del
Derecho, por vía de la Teoría del Lenguaje?
Lo primero que tengo que afirmar, como petición de principio, desde que no podré
desarrollar aquí su justificación, es porque entiendo que la sociedad son, como dice Niklas
Luhmann, las comunicaciones que producimos y esas comunicaciones se producen
principalmente, aunque no exclusivamente, a través del lenguaje.
Esta afirmación necesita de muchos matices que, insisto, no podré dar aquí, pero sí
decir que la comunicación, según dicha teoría, es un hecho altamente improbable, porque
toda la comunicación está basada en el principio de “doble contingencia1” (o contingencia
social), idea que tiene origen en la teoría sociológica de Talcott Parsons2.
La “doble contingencia” indica el hecho, no por obvio menos relevante, que
siempre hay un Alter para un Ego, y que tanto uno como el otro, observan las selecciones
del otro como contingentes (es decir: no necesarias, no forzosas, no esperadas); y
contingencia, significa, filosóficamente, exclusión de necesidad e imposibilidad; significa
que lo que es actual (y por lo tanto posible), es posible también de otras maneras (y por lo
tanto no necesario, en el sentido de fatal o ineluctable).
La doble contingencia significa, en estos términos, que siempre los mensajes que
forman parte del circuito de la comunicación, pueden ser decodificados por los sistemas
psíquicos que forman el entorno de la sociedad en un sentido diverso de aquél que le
otorgó el emisor.
Este problema, lo veremos en su momento, está a la base del funcionamiento de
todos los sistemas sociales, por ende también del Derecho.
1
“Para Aristóteles, lo contingente, se contrapone a lo necesario. ...En la literatura lógica clásica es frecuente
definir la contingencia como la posibilidad de que algo sea y la posibilidad de que algo no sea. Si el término
'algo' se refiere a una proposición, la definición corresponde efectivamente a la lógica; si 'algo' designa un
objeto,
corresponde
a
la
ontología….”
http://www.ferratermora.org/ency_concepto_ad_contingencia.html
2
Para Parsons el principio de doble contingencia indica: que las elecciones de ego son contingentes en su
selección y, por ende, la reacción de alter será contingente en la selección de ego y resultará de una
selección complementaria por parte de alter.
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Para avanzar un poco más en esta teoría hay que entender que revoluciona el
concepto de sistema, y que existen diversos tipos de sistemas (máquinas, seres vivos,
sistemas sociales, sistemas psíquicos).
Consecuentemente, los seres humanos individuales son considerados, por un lado,
seres vivos, organismos, y, por el otro, sistemas psíquicos. Ellos que constituyen el
“entorno” del sistema de la sociedad, no “son” la sociedad. La sociedad que, como los
seres humanos, es un sistema construido en base al “sentido”, es, precisamente, las
comunicaciones que ellos producen.
Ahora bien, desde esta perspectiva, un sistema social puede ser una interacción, o
una organización, o una sociedad.
La interacción es un sistema social cuya especificidad se da por la presencia física
de los interlocutores de la comunicación, es decir que existe interacción cuando la
percepción de la presencia física está en la base de la comunicación que se realiza a partir
de la doble contingencia. La interacción constituye el nivel mínimo de producción de la
comunicación: sin interacciones no sería posible ningún sistema social. Pero la interacción
no es la sociedad, sino es un tipo de episodios que permite la realización de la sociedad,
pero ellos mismos (los episodios), no pueden producirse sin tener una sociedad como
base, lo que hace ver la circularidad del fenómeno. Sólo porque existen ciertas
comunicaciones con sentidos relativamente homogéneos, es que puede suceder que las
interacciones tengan sentido, aún si están sometidas al principio de doble contingencia.
Para comprender mejor la evolución de la sociedad debemos recordar que primero
con la invención de la escritura y luego con la de otros medios de comunicación, la
comunicación (de la que la sociedad está “hecha” o aquello en lo que consiste la sociedad)
se hizo posible también “entre ausentes”, es decir: sin que sea necesaria la presencia física
de los interlocutores.
La organización es un tipo de sistema social que se constituye en base a reglas de
reconocimiento3 que lo vuelven identificable y que le permiten especificar las propias
estructuras. Las reglas son básicamente reglas de pertenencia, que pueden ser fijadas
3
Veremos oportunamente la relación entre este concepto de Luhmann y la Teoría del Derecho de H. L. Hart.
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mediante la selección de personal y la definición de los roles internos, sólo pocas personas
pueden ser miembros de una organización formal. Esto se refiere básicamente a
organizaciones como las empresas, las asociaciones, y también los aparatos del estado.
Las comunicaciones que fungen como elementos últimos de la organización
asumen la forma de decisiones. Las decisiones son comunicaciones de tipo particular, cuya
selección debe poder ser siempre atribuida a un miembro de la organización, pero ser
miembro del organización no equivale a ser parte del sistema organizado: “Las personas
ejercitan la pertenencia a la organización contribuyendo a determinar las estructuras que
permiten al sistema ser operativo, y, en cuanto sistemas psíquicos, permanecen en el
entorno de la organización4”.
La organización establece premisas de decisión, las cuales limitan de manera
diferenciada el ámbito del cual, de vez en cuando, se puede escoger. Estas premisas se
presentan de tres formas distintas: a) la organización establece programas, con base a los
cuales es posible evaluar la corrección de las decisiones, poniendo por ejemplo objetivos a
cumplir; b) el ámbito de decisión se restringe estableciendo algunas vías de comunicación,
por ejemplo mediante la estructuración jerárquica, mediante ella se vuelve claro qué
secuencia comunicativa puede tener la decisión y sí se pueden formar de este modo
expectativas realmente atendibles; y c) la tercera premisa que vuelve operativa a la
organización está relacionada con las personas que son miembros, es decir con los
requisitos para seleccionarlos o admitirlos, por ejemplo el tipo de currículo, las
capacidades, la reputación que la persona ha adquirido en base a la propia experiencia o
formación (y podríamos agregar: el propio método mediante el cual la organización
“decide” que una persona pasa a formar parte de ella).
Los programas, las vías de comunicación y las personas constituyen estructuras de
expectativas al interior de la organización que ponen a la organización misma en
posibilidad de operar.
4
Corsi, Giancarlo, Espósito, Elena y Baraldi, Claudio. Glosario sobre la Teoría Social de Niklas Luhmann,
Anthropos, Universidad Iberoamericana, México, 1996, pag.121/122.
6|Página
Estas tres premisas se consolidan en puestos de trabajo, cada puesto tiene tareas
que desarrollar (programa), pertenece a una cierta oficina (vía de comunicación) y está
ocupada por un aparato psíquico (persona): “De esta manera la contingencia se vuelve
operativa, ya que toda posibilidad decisional queda vinculada según lo que puede ser
variado y según lo que debe permanecer constante5”. Esta oscilación entre conservación e
innovación es la característica de los sistemas, como el del Derecho, por ejemplo.
Una segunda petición de principio es la de que, partiendo de esa misma teoría
sociológica, se afirma que los sistemas sociales, y el lenguaje como el derecho son
ejemplos de ellos, se “autofundan”, es decir fabrican sus propios componentes y sus
propias relaciones. No podemos ir a buscar a “otro” sitio, en “otro” lugar su origen, su
explicación o fundamentación. Este es el proceso que se denomina, en esta teoría, como
autopoiésis6.
1.1.
El lenguaje: concepto
El lenguaje es el instrumento que nos diferencia de las demás especies animales;
no porque las demás carezcan – en sentido amplio – de lenguaje, pues posible
atribuírselos desde esta perspectiva, sino porque no conocemos otra que haya generado
uno tan complejo y que sea, a la vez, constitutivo de las sociedades de la especie. Esto es
lo que ha llevado al biólogo y psicólogo Humberto Maturana a decir que los seres
humanos somos seres “lenguajeantes”, es decir seres constituidos en el lenguaje.
Un aspecto distintivo de los seres humanos respecto de otras especies con
capacidad para comunicarse por algún tipo de lenguaje es, como lo ha advertido el
pensamiento cartesiano, el elemento creativo en el uso del lenguaje.
5
Corsi, G. et alt., op.cit.pag.122.
"Una máquina autopoiética es una máquina organizada como un sistema de procesos de producción de
componentes concatenados de tal manera que producen componentes que: i) generan los procesos
(relaciones) de producción que los producen a través de sus continuas interacciones y transformaciones, y ii)
constituyen a la máquina como una unidad en el espacio físico" H. Maturana y F. Varela: De máquinas y
seres vivos, Editorial Universitaria, 1995. pág. 69.
6
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El lenguaje es, al mismo tiempo, constituyente y portador de la cultura humana.
Mediante él, el hombre, como especie, ha podido elaborar una meditación acerca de su
propia condición como especie.
La lengua forma una parte intrínseca de nosotros mismos, es nuestro vehículo de
comunicación y es también parte de la estructura de nuestra identidad: “De ello se deduce
que el lenguaje tiene dos características: por un lado, es el medio para lograr la expresión
personal, permitiéndonos articular nuestra genuina individualidad, y al mismo tiempo es lo
que tenemos en común con los restantes miembros de nuestra comunidad, lo que nos
asemeja y liga a ellos”7.
La cultura está cifrada en el lenguaje, bien que no solo en él, y todo lenguaje refleja los
intereses y actividades de las gentes que lo hablan. Por ello podemos ver que incluso el
mundo físico es clasificado de formas de manera diferentes por pueblos diversos, hasta el
punto de que uno se siente tentado de afirmar que los hablantes de lenguajes diferentes
viven mundos diferentes.
Noam Chomsky8 , dice que entre las varias razones que han inducido al estudio del
lenguaje, una de ellas es la especial importancia que tiene para el estudio de la naturaleza
humana, en tanto es una propiedad exclusiva de la especie y además tiene que ver, de
manera crucial, con el pensamiento, la acción y las relaciones sociales.
Es que, cuando uno habla, no repite –como un mero acto mecánico- algo ya oído,
sino que produce formas lingüísticas que se adecuan a la situación que lo evoca: “El uso
normal de la lengua es por tanto libre e indeterminado, pero no obstante apropiado a las
situaciones; y así lo reconocen los otros participantes en la situación del discurso, que
pudieron haber reaccionado de maneras similares y cuyos pensamientos, suscitados por el
discurso, corresponden a los del orador”9.
Cuando se habla acerca de una lengua, se piensa en algún tipo de fenómeno social,
una propiedad compartida por una comunidad. Es que en el uso corriente, el término
7
Fenichel Pitkin, Hanna. “Wittgenstein: El lenguaje, la política y la justicia”. P. 14
Chomsky, Noam. El Lenguaje y los Problemas del Conocimiento. Conferencias de Managua 1
9
Chomsky, Noam, op. cit.
8
8|Página
“lengua”, pone en juego otros factores que van más allá del acto de hablar, pues la
comunicación siempre conlleva factores sociopolíticos y normativos.
El lenguaje interviene en todo tipo de propuesta comunicativa: se usa como
expresión del pensamiento (lo que implica admitir que se usa también como parte del
proceso del pensar, cuestión que ha merecido profundos análisis que no podemos recoger
aquí), y también para establecer relaciones interpersonales sin ningún interés ulterior,
como los juegos (aunque muchos juegos forman parte de la trama social compleja, es
decir de un proceso comunicativo más amplio que excede a los “jugadores”, y, por
supuesto, para todo otro tipo de fines humanos.
El lenguaje, como objeto de la investigación científica ha tenido diversas
definiciones y todas ellas mantuvieron o mantienen la pretensión de corrección.
Es cierto que otros objetos científicos han merecido menos complicaciones en su
definición, o al menos eso parece; pero una característica, si se quiere extraña, de la
Lingüística es que trabaja con el propio objeto que estudia, esto es el lenguaje.
En esto, vale señalarlo, se “parece” al Derecho, no porque el objeto del Derecho
sea el lenguaje sino porque el Derecho está “hecho de lenguaje”, es uno de los
subsistemas sociales, es decir uno de los subsistemas de la sociedad que, como vimos,
según la teoría de Niklas Luhmann, está “hecha de comunicaciones” o, mejor dicho, es las
comunicaciones que producen los aparatos psíquicos, los individuos de la especie humana,
que son, a la sazón ellos mismos, entornos de la sociedad.
Como señala Graciela Reyes, el lenguaje natural (es decir el espontáneamente
generado en una comunidad cualquiera) puede definirse de maneras distintas, sea como
un objeto exterior – la totalidad de las enunciaciones que pueden producirse en una
comunidad de habla – (Bloomfield «A set of postulates for the sciences of language»,
1926, pag.156); como un sistema gramatical virtualmente existente en los cerebros de un
grupo de individuos, según la famosa descripción de Saussure10 («Curso de Lingüística
General», 1945, pag.57), ya sea como un sistema de conocimiento, el conjunto de
10
Lo que significa que nunca el lenguaje está “todo” presente en persona alguna, y, hasta podría decirse,
siquiera tampoco en el conjunto de los seres vivientes que lo hablan. Es más y menos que eso.
9|Página
representaciones mentales internalizadas por el individuo, de acuerdo con la definición de
Chomsky (Noam Chomsky, «Knowledge of language», 1986, pag.26)11.
Lo cierto es que algo podemos “ver”, si se permite la expresión, de común en estas
definiciones: cierta inasibilidad, o, mejor dicho, cierta variabilidad que no es más que la
característica de un objeto que muta constantemente (aunque, tal vez, la epistemología
contemporánea nos mostraría que es una característica que comparte con otros objetos
científicos).
Es cierto también que cada uno de estos modos de “ver” el lenguaje representa
distintas “ideologías”, como ya lo había advertido, a propósito del conocimiento en
general, Francis Bacon12.
Es decir, siempre, al observar el lenguaje como objeto, estamos aplicando un modo
de ver el mundo, con toda su carga de fracasos y preconceptos acerca del mismo mundo.
Por eso, sino todos, muchos de los filósofos, particularmente los que han
reflexionado sobre el conocimiento, también lo han hecho sobre el lenguaje y su
incidencia en ese proceso (así Platón, como veremos más adelante, Aristóteles, San
Agustín, Guillermo de Occam, Charles Sanders Pierce, William James, John Austin, Ludwig
Wittgenstein, Jürgen Habermas, y la lista podría continuar indefinidamente).
1.2.
Filosofía del Lenguaje.
Ahora bien, la filosofía no ha estado, no está, pacífica acerca del problema de qué
cosa sea el lenguaje, y, en todo caso, cómo hay que abordarlo.
Podríamos decir que el lenguaje fue considerado por la filosofía como un objeto
más de sus análisis, hasta el comienzo del siglo XX.
Recién desde entonces, comenzó a desarrollarse a partir de los estudios de dos
filósofos y lógicos importantísimos: Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, una corriente
que ha dado en llamarse “analítica”.
Analítica porque revela el papel decisivo, hasta entonces considerado inocuo del
lenguaje en la reflexión humana, analítica porque propone advertir que el lenguaje es el
11
12
Reyes, Graciela. La pragmática lingüística. El estudio del uso del lenguaje, Montesinos, Barcelona, 1990.
Me refiero a su conocida teoría de los idola fori.
10 | P á g i n a
mediador de nuestros debates y que en él habitan muchos de los problemas que
consideramos básicos de la filosofía o, incluso – a veces – irresolubles.
Puso, en suma, la atención sobre el hecho de que, en muchas oportunidades, los
debates se originaban en el lenguaje mismo y no en supuestas “esencias” o “piedras
filosofales”, detrás o debajo de las cuales habríamos de hallar la “verdad”.
Por ejemplo, para la corriente analítica, muchos de los problemas de la filosofía
son meros problemas “verbales”, esto es: si aclarásemos que entendemos por el término
“x”, la discusión cesaría y quedarían, a lo sumo, como supo decir William James, unos
pocos problemas, auténticamente filosóficos.
La primera corriente analítica, también denominada positivismo metodológico,
consideró básicamente que la manera en que la gente de la calle habla normalmente es
deficiente, descuidada y engañosa y que el papel a desempeñar por la filosofía con
respecto a este punto es corregir o reemplazar completamente el lenguaje ordinario, al
igual que la ciencia corrige o reemplaza la forma de comprender el mundo que
corresponde al llamado sentido común.
Esta tendencia trata de construir un lenguaje ideal, libre de las imperfecciones
lógicas del hablar cotidiano, intenta traducir expresiones que son ambiguas y que
pertenecen al lenguaje ordinario, es decir, clarificarlas, con una forma lógica precisa,
distinguiendo entre lo que tiene y no tiene sentido.
Parte de los mismos presupuestos lógicos en los que la teoría nació: para ellos los
enunciados auténticos o son tautológicos o pertenecen al universo discursivo de las
ciencias naturales, en tanto que el resto – particularmente los enunciados axiológicos, los
referidos a valores – son sinsentidos lógicos.
Es decir: sostienen que el uso del lenguaje informativo, el uso aquél en el que el
lenguaje se usa para describir algo (una cosa o un estado de cosas, en el más amplio
sentido del término “cosa”), es el único uso donde puede lograrse un acuerdo racional, el
caso en donde puede decirse “esto es verdadero o esto es falso”.
También ha llegado a observarse o señalarse que muchas expresiones que parecen
enunciados o bien no son formuladas en absoluto para registrar o suministrar información
11 | P á g i n a
directa acerca de los hechos o bien tienen ese propósito sólo en parte. Siguiendo esta
línea se ha mostrado, fragmentariamente hasta ahora, o por lo menos se ha presentado
como probable, que muchas perplejidades filosóficas tradicionales han surgido merced a
un error; el error de tomar como enunciados fácticos lisos y llanos a expresiones que son
sinsentidos.
De acuerdo con ello, el supuesto fundamental del Tractatus Logicus Philosophicus,
la primera gran obra de Ludwig Wittgenstein, es que el lenguaje es una figura de la
realidad (una “descripción” de la misma); y por ende su función es representar al mundo
para nuestro uso, para nuestra comprensión e interacción con él, una teoría que ya
estaba, al menos en forma preliminar, en San Agustín.
Para Wittgenstein, una proposición (y una proposición es un enunciado que
“afirma” algo) es una “figura de la realidad” y responde a “un modelo de la realidad tal
como nos la imaginamos”.
Esa figura puede ser correcta o incorrecta, verdadera o falsa, dependiendo de si
está “de acuerdo con la realidad”; y tal acuerdo es, fundamentalmente, una cuestión de
correspondencia de partes13.
Ahora bien, desde esa perspectiva, la de Wittgenstein, una proposición tiene
tantas partes distintivas como el estado de cosas que representa y estas partes son
esencialmente los nombres de los objetos del mundo que se combinan en la situación
particular.
Cada palabra es el nombre de una cosa y la proposición las relaciona unas con
otras de una cierta manera, pretendiendo decir algo verdadero sobre la realidad. La
proposición contenida en un enunciado es una especie de grabado o de mapa, donde las
relaciones reales son representadas por correspondientes relaciones en un medio
diferente.
En el lenguaje, el pensamiento aparece, con frecuencia, encubierto, y hay que
sacarlo a la luz mediante el análisis, traduciendo frases complejas a sus proposiciones
13
Esta idea conecta, además, con el problema epistemológico de los criterios de verdad, problema que no
podemos tampoco desarrollar aquí, pero que vale tener presente, pues la teoría de Wittgenstein, de la
verdad “como correspondencia” propia del denominado Círculo de Viena, ha merecido diversas refutaciones
como las que están presentes, por ejemplo, en la teoría de William James.
12 | P á g i n a
elementales, cada una de las cuales consta de “nombres de combinación inmediata”. Este
tipo de análisis es la tarea que debe realizar la filosofía propiamente dicha: se propone la
clarificación lógica de los pensamientos14.
La filosofía tradicional no ha meditado sobre las cuestiones que les preocupaban
desde el punto de vista de la lingüística; al contrario, dichos problemas se les han
presentado como ontológicos.
Esto equivale a decir: como vinculados al ser de las cosas, lo que es consecuente
con su idea del lenguaje como “espejo del mundo”, no se pensaba que el lenguaje fuese
una “construcción” sino un mero artefacto tan natural como nuestras manos o nuestros
oídos, en el cual no había “mediación” alguna de nuestra psiquis, de nuestra volición o
nuestras preferencias, o, incluso de nuestros errores epistémicos. En tanto que el lenguaje
“espejaba” al mundo, los problemas estaban en nuestra comprensión del mundo (en la
ontología) y no en alguna otra parte (como por ejemplo en el lenguaje).
El problema se acentuaba con los objetos de nuestra comunicación que no
pertenecen al mundo natural, así por ejemplo las ideas políticas o sociales. Las
investigaciones tradicionales, por caso, se han ceñido a la naturaleza de la libertad, pero
no han abordado los usos de la palabra “libertad”, es decir, entendían que una pregunta
tal era análoga a la pregunta ¿qué es una piedra? y por ende discutían sobre la “naturaleza
de la libertad”, tal como discutían acerca de la de la piedra.
Esta confusión entre semántica y ontología, ha sido una de las más frecuentes en la
historia de la filosofía y contra ella se alzó la corriente analítica, que califica a su vez como
una propuesta crítica, dado que permite desentrañar los supuestos ideológicos que están
presentes siempre en toda presunta “descripción” acerca de una cosa o un estado de
cosas.
1.3.
Los enunciados valorativos.
En suma, para estas teorías, en el mundo de los hechos, el mundo real, “todo es
como es y sucede como sucede”, en él no hay ningún valor.
14
Una idea análoga está presente, bien que en un sentido diferente, en el psicoanálisis fundado a partir de
los estudios de Sigmund Freud.
13 | P á g i n a
En un buen sentido, ello es así, el mundo es como es y sucede lo que sucede, pero
– paradójicamente – nosotros podemos entendernos con respecto al mundo, ya lo dijimos
casi exclusivamente a través del lenguaje y el lenguaje posee unas ciertas características
que eran desconocidas por la filosofía tradicional.
Esa filosofía, ignoraba la diferencia, por ejemplo, entre proposiciones y
prescripciones, o lo que es lo mismo entre enunciados informativos y enunciados
prescriptivos.
Para los autores del Círculo de Viena, por ejemplo, es claro que la ética no se
puede expresar en palabras. Para ellos la ética es “trascendental”. Así, la mayor parte de
las proposiciones y cuestiones que se han escrito sobre materia ética no son falsas, sino
sinsentidos. En consecuencia, las proposiciones contenidas en enunciados referidas a
valores no pueden tener ningún significado, pues “no describen nada”.
Para esta posición (la de la analítica), el sector del lenguaje que tiene significado
está confinado dentro de estrechos límites y gobernados por unas reglas claras e
inequívocas; la tarea de la filosofía consiste en separar en el uso del lenguaje lo que tiene
significado de lo que no lo tiene, esclareciendo el primero de acuerdo con las reglas antes
expuestas.
1.4.
Las corrientes analíticas
Para simplificar diremos que dentro de la corriente analítica se dice que hay dos
grandes líneas:
1)
La primera, vinculada a Wittgenstein, que entienden que los problemas
filosóficos son pseudo-problemas, que se originan en abusos cometidos en directo
detrimento del lenguaje ordinario o natural, cuando se pretende usarlo fuera de los
contextos donde cumple cabalmente su función.
2)
La otra, que se desarrolla en Oxford, entre otros puntos sostiene que la
tarea del filósofo consiste en la elucidación de los conceptos ordinarios, incorporados al
lenguaje común. Para esta corriente, hacer filosofía es poner en claro el complejo aparato
conceptual presupuesto en el empleo ordinario de palabras y expresiones que en su
mayoría pertenecen al lenguaje cotidiano no especializado; o bien que el lenguaje
14 | P á g i n a
ordinario recoge las distinciones que vale la pena hacer en los aspectos prácticos de la
vida humana. Por lo tanto, un estudio detenido del mismo, permite resolver todos los
problemas filosóficos genuinos relativos a aquellos aspectos. Todas las distinciones
conceptuales justificadas están incorporadas al lenguaje ordinario, y no hay distinción
incorporada a él que no esté justificada15. Por último sostienen que antes de preocuparse
por el origen o la naturaleza de los problemas filosóficos, como tarea indispensable previa,
se requiere dominar adecuadamente el cúmulo de distinciones y riquezas de matices que
exhibe el lenguaje ordinario; su estudio no garantiza la solución a los problemas filosóficos
pero constituye el punto de partida.
1.5.
El lenguaje como actividad.
Pero el propio Wittgenstein habría de plantear un giro revolucionario en la
concepción del lenguaje. Un giro que variaría sustancialmente el concepto acerca de cómo
el lenguaje se relaciona con el mundo (las cosas), a partir, justamente, de cómo lo usamos.
Ese “segundo Wittgenstein”, que es el de su libro Investigaciones Filosóficas16 ,
investiga la idea según la cual el lenguaje se fundamenta en un discurso en el que se habla
y se responde y que estas son cosas que nosotros hacemos; que el lenguaje es – ante todo
– discurso, y el hablar un lenguaje es parte de una actividad o de una forma de vida.
De esta forma, no se trata de que, cuando se comprende un lenguaje, se capte
alguna suerte de esencia interior del significado; antes bien, por el contrario, se trata de
saber cómo hacer ciertas cosas.
Comprender un lenguaje significa dominar una técnica. Por eso habría de
relacionarlo con los juegos y más específicamente con la teoría de los juegos.
Ello implicaba decir que las diferentes palabras, como las diferentes proposiciones
lingüísticas, al igual que las herramientas o útiles que la humanidad ha inventado (desde el
hacha al teléfono sólo por dar dos ejemplos), pueden ser utilizadas de muy diferentes
maneras, muchas veces separadas de su “función” originaria.
15
Se atribuye a Borges haber dicho que “siempre hay una buena razón para que exista una palabra”, esto es
que una propuesta comunicativa, un ruido o un grafismo, se transforman en “palabra” cuando superan el
“test de supervivencia” esto es que son aceptadas por la comunidad de hablantes, como tal. Es claro que
esto es una tautología, pero, en cierto modo – como veremos más adelante – todo el lenguaje lo es.
16
Ludwig Wittgenstein Investigaciones Filosóficas. Ediciones Altaya. Barcelona, Agosto de 1999.
15 | P á g i n a
Una de las razones que Wittgenstein tiene para enfatizar la diversidad de juegos de
lenguaje que utilizamos descansa en que quiere mostrar lo que de erróneo hay en la
hipótesis, que el mismo compartió en otro tiempo. Así dice: “Resulta interesante
comparar la multiplicidad de herramientas en el lenguaje y los modos en que son usadas,
la multiplicidad de las clases de palabras y de frases con lo que los lógicos han afirmado la
estructura del lenguaje (incluyendo al autor del Tractatus lógico-philosopicus)”17.
Eso significa que con el lenguaje se “hacen” muchas cosas, no solo informar, por
ejemplo: referir, afirmar, preguntar, interjectar; todos ellos aparecen sólo como juegos de
lenguaje, sin que sean más ejemplares que el resto. Wittgenstein ya no considera que sea
necesario traducir (o analizar) expresiones ordinarias según “su verdadera forma lógica”, a
la forma de la simple aseveración (o afirmación).
No se trata, tampoco, de que nosotros nunca refiramos o describamos, nunca
hagamos aseveraciones verdaderas o falsas, nunca utilicemos palabras como etiquetas. Se
trata de que estas funciones no son, como se afirmaba en su primera época, privilegiadas
o definitivas.
“El significado de una palabra es su uso en el lenguaje” dice Wittgenstein, es decir, lo
que hace al lenguaje es la forma en que es usado y practicado en los diversos juegos,
como dar órdenes, informar, etc. La gente aprende a hablar viendo cómo hablan los
demás en relación con ciertas prácticas y formas de vida específicas, de manera que los
usos del lenguaje difieren de un juego de lenguaje a otro y entre ellos solo hay un “aire de
familia” (“un parecido”).
Por eso es que las palabras no pueden ser entendidas fuera de la utilización que hacen
de ellas los hablantes y ese uso del lenguaje está en concordancia con las demás prácticas
que ellos realizan. El significado de las palabras es comprendido dentro de los juegos de
lenguaje de la comunidad a la que pertenecen y donde se los usa en forma práctica. Para
Wittgenstein “la expresión juego de lenguaje debe poner de relieve aquí que hablar del
lenguaje forma parte de una actividad o de una forma de vida”.
17
Wittgenstein, Ludwig. Investigaciones … Pág. 16 (23)
16 | P á g i n a
Así, cada juego de lenguaje tienes sus propias reglas del juego, las que son
comprendidas solo por aquellos que lo practican, porque así lo han pactado “sin darse
cuenta” (he aquí un juego de lenguaje, precisamente, porque es claro que no hay pactos,
en sentido estricto, que se configuren “sin darnos cuenta”, antes bien tenemos un
consenso tácito, afirmado en la práctica social respectiva y es esta práctica la que concede
“sentido” a lo que se dice, ella establece cómo se usan no sólo las palabras en las
oraciones, sino – más aún – qué sentido adquieren las oraciones – los enunciados
complejos – en los diversos “ambientes” o “juegos” en las que son utilizadas (pensemos,
por ejemplo, en las “declaraciones” de juegos que permiten la mentira, como el truco).
De allí que, para Wittgenstein, el lenguaje consista en juegos. Es el uso diario y “en
situación” de las palabras (y las oraciones) lo que genera todo y cualquier sentido de un
acto de comunicación en el mundo.
Por ende: cualquier significado y sentido de una expresión es siempre es relativo a
su “juego”, su marco relacional, su ambiente.
Esta nueva concepción lleva a observar que al análisis del lenguaje, que hasta aquí
se había concentrado en los aspectos semánticos y sintácticos, había que agregar una
tercera dimensión, la pragmática, esto es: incorporar al análisis del mismo, los contextos
que “indican” alternativas del sentido.
17 | P á g i n a
2
Semiótica.
2.1
Concepto.
En primer lugar, tenemos que explicar que al indagar sobre el término semiótica,
abarcamos, tal como lo propone Umberto Eco, tanto lo que Saussure, el padre de la
lingüística, llamó semiología, como lo que otros autores, como Peirce, llamaron
propiamente semiótica.
El lingüista suizo Ferdinand de Saussure, a comienzos del Siglo XX, consideró la
posibilidad de desarrollar una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida
social18, a la que denominó semiología, del griego semeion ("signo")19, en tanto que el
norteamericano Charles Sanders Peirce anunció el propósito de elaborar una teoría
general de los signos que los clasifique e identifique.
Vale señalar que para Saussure, el signo lingüístico es una entidad psíquica de dos
caras, que representa con un óvalo dividido al medio, que en su parte superior tiene al
concepto, y en su parte inferior a la imagen acústica (de por sí ya un “signo” complejo).
Signo es entonces, para él, la combinación del concepto y la imagen acústica, aunque en el
lenguaje corriente se designe como signo sólo a la imagen acústica, como por ejemplo una
palabra (él utiliza el caso de “árbol”)20.
Según Peirce, un signo es algo que está en lugar de alguna otra cosa para alguien
en ciertos aspectos y capacidades (aunque ese alguien pueda ser uno mismo, tal como si
Robinson dejase mensajes para sí en su solitaria isla, el personaje de Memento lo graba en
su piel). Como advierte Eco, un signo puede representar alguna otra cosa en opinión de
alguien sólo porque esa relación (representar) se da gracias a la mediación de un
interpretante, pero, afirma el autor del El nombre de la rosa, no se puede negar que
Peirce haya concebido en alguna ocasión el interpretante (que es otro signo que traduce y
explica el signo anterior, y así hasta el infinito) como un fenómeno psicológico que se ´se
produce´ en la mente de un posible intérprete, pero igualmente esto podría pensarse de
un modo no antropomórfico, por ejemplo, sostiene, la tríada de Peirce (signo, objeto,
18
19
Saussure, Ferdinand de. Curso de Lingüística General, Editorial Losada, Buenos Aires, 1945, pag.60.
Aclaraba que ella nos enseñaría en qué consisten los signos y cuáles son las leyes que los gobiernan.
20
Saussure, F. Op.cit. pag.129.
18 | P á g i n a
interpretante) aun cuando tenga un destinatario humano, puede provenir de una fuente
no humana, podríamos decir – por ello mismo – no intencional, tal como las “señales” del
clima o de las enfermedades (de hecho ese aspecto de la medicina se llama “semiología”).
Claro, que, como dice Morris, “algo es un signo sólo porque un intérprete lo interpreta
como signo de algo…por tanto, la semiótica no tiene nada que ver con el estudio de un tipo
de objetos en particular, sino con los objetos comunes en la medida en que (y sólo en la
medida en que) participan de la semiosis”.
En todo caso, por esto mismo, no perderemos de vista que ella la lengua no es el
único sistema de signos de los que se vale la Comunicación Humana, ni siquiera el
Derecho como uno de los subsistemas sociales; aunque aquí nos vamos a ocupar,
centralmente, de los signos lingüísticos, porque es a través de la lengua como instrumento
de comunicación que el derecho funciona (principalmente); se trata, valga el deliberado
juego de palabras, de una cuestión de códigos.
Según Eco, todas las formas de comunicación funcionan como emisión de
mensajes basados en códigos subyacentes21, es decir, agrega, que todo acto de
comunicación supone una competencia preexistente: que todo acto de «parole»
presupone una «langue» (en alusión a la conocida distinción de Saussure22, que veremos
más abajo).
No obstante, por todo ello, debemos advertir que será necesario precisar varios de
estos conceptos, como los de código y mensaje.
Un código es, dice Eco (siguiendo a Miller), un sistema de símbolos que por
convención previa está destinado a representar y a transmitir información desde la fuente
al punto de destino23”, aclarando que esto nos lleva a tener que definir también que
entendemos por «sistema», «símbolo», «fuente», «punto de destino», pero podemos
aceptar que cuando yo “me dirijo” a alguien mediante fonemas, gestos, sonidos,
grafismos, en suma “señales de algún tipo”, lo hago en base a un código preexistente que
permite “eso que llamamos comunicación”.
21
Eco, Umberto. Tratado de Semiótica General, Editorial Lumen, Milan, 2000, pag.9.
Este, distinguía entre « langue » y « parole », que fueron traducidos al español como “lengua” y “habla”.
23
Eco, U. op.cit.pag.9.
22
19 | P á g i n a
Una de las hipótesis de la semiótica es entonces, que existen estas convenciones
que determinan el valor de los signos y de sus reglas sintácticas, sin los cuales son vacíos.
Si los signos y sus formulaciones pudiesen “comprenderse”, o lo que es lo mismo: fuesen
exitosos comunicacionalmente sin necesidad de estos códigos subyacentes, la semiótica
no tendría sentido porque estaríamos hablando de una relación natural y, por ende, no
existiría la diversidad de “lenguajes” que detectamos en la existencia cotidiana.
Me explico más de cerca: si el código de los lenguajes no fuese una invención,
entonces sería una facultad predispuesta en nuestra estructura psico-neuronal, en este
sentido un elemento natural no disponible, por lo tanto no arbitrario.
Volveremos sobre esto al tratar la cuestión de la relación de las palabras
(podríamos decir de los signos) con el mundo (podríamos decir las “cosas”), sin dejar de
advertir que es también un campo “en progreso”.
2.2
Lengua y Habla (Langue et Parole: Saussure)
Señala Saussure que existe una diferencia entre "la realización concreta de una
expresión lingüística o un conjunto de ellas" (habla) y "el sistema o estructura que genera
las expresiones de dichas expresiones" (lengua).
También señala que para ciertas personas, la lengua es sólo una nomenclatura,
una especie de taxonomía de ruidos o grafismos, pero que esa concepción es criticable
por muchas razones. Por ejemplo supone que las ideas preexisten a las palabras, para
Saussure, nuestro pensamiento sin los signos sería una masa amorfa, no dice nada – por
ejemplo – acerca de si el nombre (la palabra) es un hecho de naturaleza psíquica o
meramente vocal; por otra parte – agrega – supone que el vínculo que une a un nombre
con una cosa es una operación muy simple, lo cual está muy lejos de ser verdad24.
Advierte que el lenguaje tiene un lado individual y uno social, pero que no se
puede concebir el uno sin el otro. En cada instante el lenguaje implica a la vez un sistema
establecido y una evolución, es, a cada momento, una institución actual y un producto del
pasado (es en este sentido que decimos que el lenguaje “vive”).
24
Saussure, Ferdinand de. Op.cit., pags.127 y 191.
20 | P á g i n a
Se pregunta si sería posible resolver los dilemas que el lenguaje nos plantea
estudiando el de los niños y se responde que no, porque en los niños la “lengua” ya está
dada: “es imposible salir del círculo25”.
Por eso, dice, como no se puede evitar esa característica dual o multifacética del
lenguaje, hay que colocarse desde el primer momento en el terreno de la lengua y tomarla
como norma de todas las manifestaciones del lenguaje. Pero: ¿qué es la lengua?, para
Saussure, la lengua no se confunde con el lenguaje: la lengua no es sino una determinada
parte del lenguaje, que no se confunde con él, aunque sea esencial: “Es a la vez un
producto social de la facultad del lenguaje y un conjunto de convenciones necesarias
adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de esa facultad en los
individuos26”
La lengua, dice Saussure, es una institución social, pero que se diferencia en
muchos rasgos de otras instituciones sociales, como las políticas o las jurídicas. La lengua
es un sistema de signos que expresan ideas, y por eso es comparable a la escritura, al
alfabeto de los sordomudos, a los ritos simbólicos, a las formas de cortesía, a las señales
militares, etc. ; sólo que, afirma, es el más importante de esos sistemas.
La lengua, sostiene, “…existe en la colectividad en la forma de una suma de
acuñaciones depositadas en cada cerebro, más o menos como un diccionario cuyos
ejemplares, idénticos, fueran repartidos entre los individuos (ver pag.57). Es, pues, algo
que está en cada uno de ellos, aunque común a todos y situado fuera de la voluntad de los
depositarios…El habla es la suma de todo lo que las gentes dicen y comprende: a)
combinaciones individuales, dependientes de la voluntad de los hablantes; b) actos de
fonación igualmente voluntarios, necesarios para ejecutar tales combinaciones. No hay
nada de colectivo en el habla; sus manifestaciones son individuales y momentáneas….Por
todas estas razones sería quimérico reunir en un mismo punto de vista la lengua y el
habla27.
25
Saussure, Ferdinand de. Op.cit., pag.50.
Saussure, Ferdinand de. Op.cit., pag.51.
27
Saussure, Ferdinand de. Op.cit.pag.65.
26
21 | P á g i n a
Esto alude, al mismo tiempo, a las dos características que apunta Saussure como
constitutivas de la lengua, por un lado el carácter arbitrario del signo, al que ya nos hemos
referido, y por el otro a la relativa mutabilidad del mismo, esto es que si bien el signo es
arbitrario, su disposición por parte de los hablantes está limitada. Es decir el significante
es libremente elegido, pero una vez elegido la masa que habla la lengua ya no puede
ejercer su soberanía sobre una sola palabra. Quiere significar con ello que aún en las
lenguas originales, solo podemos presumir que un acto tal ocurriera (el de la convención
alrededor de la relación entre las cosas y los signos), pero es algo que jamás ha sido
comprobado. Hace aquí una analogía con las instituciones sociales y advierte que en cada
una hay un balance entre la tradición impuesta y la acción libre de la sociedad. Ya hemos
visto, vuelve a ello, el carácter arbitrario del signo, lo que expresa la posibilidad de su
mutación. Pero sabemos también que hace falta una multitud de signos para constituir
una lengua y éste no es un dato menor, desde que se puede pensar en que un individuo o
grupo de individuos influyan en la variación del sentido de un signo o grupo de signos,
pero no de todos ellos (de hecho se antoja imposible por el estado de suspensión de la
comunicación que supondría). El siguiente punto es que una lengua constituye un sistema,
donde se halla un principio de razón relativa, que hace indisponible – cuando menos en
forma absoluta – su forma constructiva, su gramática. Por última se verifica que en el nivel
colectivo, existe una resistencia en forma de inercia colectiva a las innovaciones
lingüísticas.
Claro que podemos distinguir en torno a ello, entre cambios en la estructura
gramatical y cambios en la estructura semántica.
Afirma Umberto Eco que al examinar las distintas lenguas originales, uno debe
contrastarlas con una noción rigurosa de lengua natural (en el sentido de lengua
espontánea) y, continua, una lengua natural (y en general cualquier sistema semiótico) se
compone de un plano de la expresión (un léxico, una fonología y una sintaxis) y un plano
del contenido que refiere el universo de conceptos que podemos expresar, que es como
decir el universo de distinciones que hemos hecho, esto es: el “conocimiento” que hemos
construido.
22 | P á g i n a
Allí es donde podemos percibir que se producen las mayores mutaciones.
Agrega el mismo autor: “En una lengua natural, la forma de la expresión, está
constituida por un sistema fonológico, por un repertorio léxico y por sus reglas
sintácticas…Para que los sonidos de una lengua sean comprensibles28 hay que asociarles
los significados, o bien los contenidos…Los distintos modos de organizar el contenido,
cambian de una lengua a otra y a veces también cambian según consideremos el uso
común de una lengua o su uso científico29”.
Esto significa, valga la redundancia, que debemos observar más de cerca cómo
funcionan esas relaciones entre “palabras” y “cosas”, lo que haremos en el punto 4.
2.3
Cosas, signos, símbolos, discursos, textos e intérpretes.
En la compleja gama de nociones que vamos a tratar a partir de aquí aparecerán
una serie de nociones claves para comprender este fenómeno distintivo de lo humano
que es la comunicación y su herramienta principal: el lenguaje.
Ellos son los que indicamos en el subtítulo: signos, símbolos, discursos, textos e
intérpretes.
Consideramos cosas, a todo aquello que responde al criterio heideggeriano de
cosa: es decir, lo que se nos aparece en tanto que se nos aparece, sin importar que exista
como objeto del mundo que llamamos “real” o no, tampoco si tiene o no corporeidad (o
algún otro tipo de manifestación física como los protones, por ejemplo), por ello es que
“cosa”, en este sentido, es un unicornio o un centauro, y también una ecuación de
segundo grado.
Llamaremos signo, por otra parte, a todas aquellas “cosas” que ocupen el lugar o
refieran, a otra cosa (en sentido más psicológico que nos “evoquen” otras “cosas”).
Llamaremos símbolos a la creación artificial de una “cosa” destinada a esa
“evocación”.
Llamaremos discurso a un evento comunicativo social, realizado mediante el
empleo de elementos lingüísticos, en donde se articula el enunciado con una situación de
28
En términos de teoría de la comunicación podríamos decir “sean pragmáticamente exitosos”, lo que
significa decir que puedan producir comunicación, más allá de cómo esta se produzca y los efectos que
cause.
29
Eco, Umberto. La estructura ausente, 1993, pags.30-31.
23 | P á g i n a
comunicación singular (con lo que se comunican unos aparatos psíquicos con otros). Es el
mecanismo más utilizado entre los seres humanos para producir comunicación; es aquello
en lo que consiste un circuito comunicativo, basado en la existencia de un código previo
que hace posible al mismo circuito, como dice el propio Eco.
Un texto es un discurso escrito y la escritura – como dice Niklas Luhmann – debió
suponer una catástrofe en términos de organización social al aparecer como un
instrumento que, a partir de entonces, permitirá tratar a los “ausentes como presentes” (y
es justamente lo que facilitará la progresiva autonomización del derecho como subsistema
social).
Intérprete es todo partícipe de un acto de comunicación, que puede o no ser un
sistema psíquico.
2.4
Comunicaciones y Códigos
La semiótica estudia todos los procesos culturales, afirma Eco, como procesos de
comunicación, pero – advierte – estos procesos parecen subsistir sólo porque debajo de
ellos subsiste un sistema de significación.
Un proceso comunicativo, dice, puede ser definido como el paso de una señal (lo
que no significa necesariamente un signo) desde una Fuente, a un Transmisor, a lo largo
de un Canal, hasta un Depositario (o punto de destino). En un proceso entre una máquina
y otra la señal no tiene capacidad significante, solo puede determinar al destinatario como
estímulo, en tal caso no se puede decir que haya comunicación, aunque sí hay
información. En cambio cuando el destinatario es un ser humano (aunque no es necesario
que la fuente sea otro ser humano, bastará con que se emitan señales conforme reglas
que él conoce) estamos frente a un proceso de comunicación, siempre que la señal no se
tome como simple estímulo y se solicite una respuesta30. Advierto, solo para observar la
circularidad del lenguaje que, contra ello, lo que ocurre entre máquinas son operaciones
análogas a las que ocurren entre humanos.
Muestra de ello es que Eco, afirma, que el hecho de la comunicación ocurre sólo
cuando existe un código y un código es un sistema de significación que reúne entidades
30
Eco, U. Op.cit. pags.24/25
24 | P á g i n a
presentes y entidades ausentes: “Siempre que una cosa MATERIALMENTE presente en la
percepción del destinatario REPRESENTA otra cosa a partir de reglas subyacentes, hay
significación31”.
31
Eco, U. Op.cit. pag.25.
25 | P á g i n a
3
Sintáctica
Ahora bien, en un nivel mucho más simple, ya podemos observar que el lenguaje
no se trata meramente palabras, es también, y principalmente, enunciados, y los
enunciados guardan – bien que diferentes en cada lengua – ciertas reglas de construcción,
reglas a las que llamamos sintácticas.
Sintáctica es la disciplina que se ocupa de la sintaxis. Este término, deriva del latín
syntaxis, y este a su vez del vocablo griego que se traduce como “coordinar”.
La sintáctica se ocupa de la análisis de la relación entre los distintos símbolos o
signos que constituyen el lenguaje.
Es referida también como la parte de la gramática que estudia las formas de
coordinación y unión de las palabras para formar las oraciones y expresar conceptos.
En suma, la sintaxis se encarga del estudio de las reglas que gobiernan la
combinatoria de constituyentes y la formación de unidades superiores a éstos, como los
sintagmas y oraciones.
Así como las palabras constituyen la menor unidad de sentido, las oraciones
constituyen las formas más pequeñas en las que una forma más amplia se puede analizar,
sintácticamente hablando.
El paradigma actual de la ciencia se basa en lo que ha dado en denominarse
gramática generativa, la que se centra en el análisis de la sintaxis, como constituyente
primitivo y fundamental, del lenguaje natural.
Por otra parte, el análisis sintáctico de una oración (o mínima unidad de
expresión). Ello supone la búsqueda del verbo, conjugado dentro de la oración, para
distinguir entre el sintagma sujeto y el sintagma predicado. Para esto, una vez que se
ubica el verbo, se pregunta quién realiza la acción. La respuesta constituye el sujeto,
mientras que el resto es el predicado.
Se supone que las reglas sintácticas nos proveen los criterios para la formación de
“enunciados u oraciones bien formadas” y parece que enunciados u oraciones bien
formadas son requisitos necesarios, aunque no suficientes (y en lo que sigue veremos
porqué) de una comunicación eficaz.
26 | P á g i n a
El análisis sintáctico es, en el campo de la Lingüística, el análisis de las funciones
sintácticas o relaciones de concordancia y jerarquía que guardan las palabras agrupándose
entre sí en sintagmas u oraciones. Como no está muchas veces claro el límite entre la
sintaxis y la morfología a estos respectos, especialmente según el tipo de lengua de que se
trate, también se suele denominar análisis morfosintáctico, aunque esta denominación se
suele reservar para un análisis más profundo y detenido.
Su estudio es importante, ya que de un correcto análisis sintáctico depende a
menudo la interpretación y comprensión de los textos, especialmente de los documentos
problemáticos en legislación, política o tecnología (el llamado procesamiento de lenguajes
naturales).
Es que el análisis sintáctico puede ayudar a despejar ambigüedades de
interpretación que generan los enunciados. En el Derecho existen numerosos ejemplos de
ello (es conocido el ejemplo del último acto de Los intereses creados, de Jacinto de
Benavente, donde un estereotipo de abogado dice: “Mi previsión se anticipa a todo.
Bastará con puntuar debidamente algún concepto. Ved aquí, donde dice «Y resultando
que si no declaró…”, basta una coma y dice: “Y resultando que sí, no declaró…” Y aquí: “Y
resultando que no, debe condenársele…”, fuera la coma, y dice: “Y resultando que no
debe condenársele…”.
Tal como señala Alf Ross el significado de una expresión depende del orden de las
palabras y de la manera en que estas se hallan conectadas, por ejemplo, afirma, desde
“…el punto de vista de la sintaxis a menudo será dudoso con qué miembro primario está
conectada una frase de modificación, excepción o condición. En tales casos la puntuación
puede ser importante. 12) «En el ejercicio de sus funciones los jueces están limitados por el
derecho. Los jueces no serán separados de sus cargos sino mediante juicio, ni serán
trasladados en contra de su voluntad, excepto en aquellos casos en que tenga lugar una
reorganización de los tribunales.» (Constitución Dinamarquesa, 1920, par. LXXI). La
estructura de la frase en este enunciado no pone en claro si la excepción relativa a la
reorganización de los tribunales se aplica solamente a la regla de que los jueces no pueden
ser trasladados en contra de su voluntad, o también la regla de que no pueden ser
27 | P á g i n a
separados de sus cargos sin juicio. El factor decisivo es la coma después de la palabra
“voluntad”. Esto demuestra que la interpolación: «ni serán trasladados en contra de su
voluntad» se encuentra en oposición respecto de (o es paralela a) la primera parte de la
frase, y que la excepción se refiere por igual a ambas alternativas. Si la coma se suprime, la
interpretación contraria sería natural32.”
En todo caso, podemos advertir rápidamente que el análisis sintáctico puede
resultar insuficiente, como por ejemplo cuando pensamos que el legislador puede haber
errado en la composición de la frase o sintagma, o bien pudo haber un error de imprenta
no salvado, etc.
No obstante, el sintáctico, es un tipo de análisis necesario en la actividad jurídica.
32
Ross, Alf. Sobre el Derecho y la Justicia, Eudeba, Buenos Aires, pags.122/123.
28 | P á g i n a
4
Semántica. La relación de las palabras con el mundo.
4.1
Introducción.
Todos hemos experimentado alguna vez en la vida una discusión que amenazó con
volverse interminable (y frecuentemente percibimos como estéril o “bizantina”) acerca
del “significado” de una palabra.
En esas discusiones acerca del “verdadero” significado de una palabra subyace,
muchas veces inadvertida una vieja historia de la filosofía del lenguaje: la disputa entre
realismo y convencionalismo verbal, que es la disputa acerca de si las palabras guardan
con el mundo, con ese continuum de cosas que lo componen y que cada cultura
“distingue” a su modo, aun cuando hallemos entre diversas culturas un “consenso
solapado” sobre la forma de observar el mundo.
4.2
Apuntes sobre Historia de la Filosofía del Lenguaje: Realismo vs
Convencionalismo Verbal
La historia, como veremos, tiene antecedentes bíblicos. En el Libro Primero
llamado Génesis, se contraponen las dos formas de relación de las palabras con el mundo
que se debaten en la filosofía originaria: por un lado dios mismo impone nombre a las
cosas en el acto de la creación33 y por el otro dios mismo delega en Adán la imposición de
los nombres34.
Pero antes Dios habló a Adán, y como dice Umberto Eco, no sabemos en qué
lengua pudo hablarle, salvo en una especie de iluminación interior, en la que dios, como
en otras partes de la Biblia se expresa mediante fenómenos externos (truenos y
relámpagos)35.
Ahora, cuando dice la Biblia que Adán impuso los nombres, es decir se transformó
en el “nomoteta” es decir el primer creador del lenguaje, no queda claro con qué criterio
lo hizo, según el mismo libro sagrado lo hizo, como señala Eco, nomnibus suis, lo que
33
“5. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche…8. Y llamó Dios a la expansión Cielos” (Citado de
La Santa Biblia. Antiguo y Nuevo Testamento. Revisión de 1960. Asociación Sociedad Bíblica Argentina,
Buenos Aires, 1990, pag.5)
34
“19. Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia de campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán
para que viese cómo las había de llamar; y lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre.20.Y
puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo…” (Ídem, pag.6).
35
Eco, U., op.cit., 1993, pag.19.
29 | P á g i n a
significa “con sus nombres”, se pregunta el maestro de Bolonia: “¿significa que Adán los
llamó con los nombres que ellos esperaban por algún derecho extralingüístico, o con los
nombres que ahora nosotros (en virtud de la convención adánica) les atribuimos? ¿El
nombre que les dio Adán es el nombre que debía tener el animal a causa de la naturaleza,
o el que el Nomoteta decidió asignarles arbitrariamente, ad placitum, instaurando así una
convención?”.36
La referencia inicial en esta discusión de la filosofía del lenguaje, la tomaré de los
griegos, estriba en que fueron los pioneros y sirven como natural preparación para tratar
el trabajo de los pensadores medievales, época en que, quizás como ninguna otra hasta el
siglo XX, el problema del lenguaje fue tratado.
Las preguntas y las respuestas de los griegos oscilan en los mismos términos que
las aquí planteadas: entre el naturalismo y el convencionalismo, esto es entre la idea que
las palabras guardan con las cosas un vínculo natural, de necesidad, o artificial, arbitrario.
En nuestro siglo desde la reconstrucción de los estudios de Saussure, la tesis
predominante ha sido la convencionalista, no obstante que Noam Chomsky sostenga con
profundas investigaciones la tesis de la existencia de una cierta estructura gramatical,
innata, universal que, en todo caso – como dice Eco – constituye un “capítulo aparte” de
esta discusión. No obstante ello señalo, que si bien la tesis chomskyana no responde a las,
tal vez, ingenuas ideas del naturalismo platónico, insiste sobre algún grado de causalidad
en la formación del lenguaje.
Ahora, bien, desde un principio la pregunta fue: ¿cómo es que nuestras
expresiones se corresponden con la realidad? Para algunos las palabras corresponden a
las cosas por naturaleza, que es algo debido a la physis y esta se representa en logos, que
es la palabra (Beauchot, 1987, pág. 14). Ello explica la cierta relación que veremos en la
última parte de este tema, entre dicha forma de pensar y lo que denominamos el
pensamiento mágico, sumariamente expuesta en la idea de que quien posee el nombre de
la cosa, en el sentido de conocer el nombre, posee a la cosa misma y puede dominarla.
Esta idea está fuertemente asentada también en la Biblia y de ella, puede decirse, se
36
Eco, U., op.cit., 1993, pag.20.
30 | P á g i n a
derivaron todos los intentos de descubrir la lengua originaria, la lengua universal o la
“lengua perfecta” como señala Eco. Por eso el nombre auténtico de dios no es conocido,
conocerlo significaría conocer los que dios sabe, o conocer al mismo dios, que sería
análogo a disponer de su poder. Ello podría explicar por qué dios veda a los hombres
comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, aunque aquí la discusión nos llevaría a
otras derivaciones que no podemos atender ahora.
Volvamos entonces a los griegos. Entre las escuelas presocráticas, los pitagóricos
sostuvieron que la relación entre las palabras y las cosas es una relación o vínculo natural,
pero de un modo distinto: para ellos la naturaleza de las cosas son los números, medidas o
formas superiores y los nombres son los que resultan semejantes a aquellos o aquellas,
son nombres conformes a la razón.
Si bien la propia existencia de Pitágoras (532 AC) es puesta en dudas por algunos,
lo cierto es que le es atribuida la idea de haber descubierto las relaciones proporcionales
entre la altura de los sonidos y las longitudes de las cuerdas de la lira, de ello, de la
relación entre la música y estas proporciones matemáticas, dedujo la idea de una
“armonía universal”; según Aristóteles estos pensadores sostenían que “los elementos de
los números eran la esencia de todas las cosas y que los cielos eran armonía y número”,
idea que ha de persistir, bajo variadas formas hasta nuestros días.
Recuerda Eco en la obra que venimos comentando, una cita de Leibniz de enorme
valor ejemplificativo, dice el autor de Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano:
“Si Dios inspirase a Vuestra Alteza Serenísima el pensamiento de concederme tan sólo que
los 1.200 escudos que habéis tenido la bondad de fijar que se convirtieran en una renta
perpetua, sería feliz como Ramón Llul, y quizás con mayor merecimiento…Porque mi
invención comprende el uso de la razón entera, un juicio para las controversias, un
intérprete para las nociones, una balanza para las probabilidades, una brújula que nos
guiará a través del océano de las experiencias, un inventario de las cosas, una tabla de los
pensamientos, un microscopio para examinar las cosas presentes, un telescopio para
adivinar las lejanas, un cálculo general, una magia inocente, una cábala no quimérica, una
escritura que cada uno leerá en su propia lengua; y, finalmente, una lengua que se podrá
31 | P á g i n a
aprender en pocas semanas, y que enseguida se extendería por todo el mundo. Y que
llevaría consigo, adonde quiera que fuese, la verdadera religión.”37
La extensa cita es de enorme riqueza, pero extraeré de ella solo tres ideas
centrales: a) es posible construir una lengua universal perfecta; b) ella es o sería la suma
de todo el conocimiento (el árbol de la ciencia del bien y del mal, la verdadera religión) y
c) es un producto de la razón.
Lo cierto es que durante buena parte del Medioevo y avanzada la Modernidad, el
intento de construir una lengua tal, que cumpliese con esos tres objetivos, estuvo
presente, tal como lo muestra irónicamente el relato de Borges.
Sin embargo, debo señalar, que la distancia que hay entre el pensamiento mágico
animista inicial y éste de Leibniz, pese a que guardan cierta analogía en cuanto a la
relación de las palabras con las cosas o el mundo, se puede encontrar el comienzo del
pasaje del mitos al logos, que no es otra cosa que el pasaje de una explicación mágica y
animista del mundo a una explicación lógico-racional.
Aún antes de los sofistas aparecería Pármenides (540 AC), quien probablemente
tuvo relación con algunos pitagóricos y pese a que su doctrina está también incardinada,
en varios aspectos, en un esencialismo similar al que luego mantendrá Platón (como el de
que la verdad la pueden poseer, entre los mortales, sólo algunos: los filósofos), lo cierto es
que ya apuntará el carácter nomotético de la palabra: es el filósofo el que plasma el
conocimiento en los nombres.
Más tarde, ya con los sofistas aparecería en toda su dimensión la posición
antagónica: el convencionalismo verbal: es el nomos (ley, arbitrio, convención, institución)
lo que da al logos (palabra) su capacidad de representar a la physis (cosa, naturaleza),
pero esa relación no está sujeta sino al designio humano y no al de un ser humano en
particular, ni siquiera una especie, sino a todos y cada uno. Para Protágoras (480 AC), para
quien “el hombre es la medida de todas las cosas”, el hombre no domina las cosas
mediante la palabra, simplemente las designa; lo que si domina mediante la palabra es el
37
Eco, U. op.cit.pags.11-12.
32 | P á g i n a
ánimo de los oyentes, ha advertido la fuerza persuasiva del lenguaje; el lenguaje es un
arte o techne que tiene como fin la persuasión y es necesario para gobernar las ciudades.
Es principalmente Gorgias quien desarrollará un “Tratado de la oratoria” quien más
remarcará este poder del lenguaje, pero no es esto lo que origina el embate de los que
serán sus rivales socráticos, es la de la conexión que hacen entre esta concepción del
lenguaje y su teoría de la verdad: de cada tema hay dos tesis contrarias y nada permite
decidir de modo definitivo cuál es la verdadera, como el hombre es la medida de todas las
cosas, es él quien decide. Esta posición llevada a un extremo fue presentada como
pragmática e inmoral por los socráticos, como ya veremos en el análisis que hacemos del
quizás principal texto sobre filosofía del lenguaje de la antigüedad: el Cratilo de Platón.
4.3
Las palabras y el mundo. Convencionalismo vs realismo verbal.
En primer lugar debo señalar algo muy genérico que recuerdan en su estudio las
doctoras Bruera y Gómez38, cada vez que en este cuaderno me refiera a la expresión
“cosa” o “cosas” lo estaré haciendo en el sentido heideggeriano del término: “lo que en
general de algún modo es”, y en este sentido es, o son, tanto los objetos del mundo real
cuanto que los de la imaginación o los de la percepción, si como Husserl advertimos la
diferencia entre mundo real y mundo percibido, es decir todo lo que se nos aparece, en
tanto y como se nos aparece, con independencia de su “realidad”39, lo que nos lleva a
despojar al término cosa del carácter de materialidad tangible del que goza en el lenguaje
corriente.
Cosa, así, será tanto el manzano en flor, el verde nuevo y fresco del césped del
ejemplo de Husserl40, como el complejo de vivencias perceptivas que nos permite
“colegir” su existencia, tanto como un monstruo mítico o fabuloso ó como la “idea” que
separa las nociones de idea y experiencia.
Dicho esto podremos observar más de cerca, a través de un texto paradigmático: el
Cratilo de Platón, que refleja la discusión que se dio en los orígenes de la filosofía griega,
entre socráticos y sofistas, a propósito de esta relación que tiene múltiples y variadas
38
Gómez, Astrid-Bruera, Olga María. "Análisis del lenguaje jurídico". Editorial Belgrano, Buenos Aires, 1982.
Problema éste, el de la "realidad", que no puede ser objeto de este estudio y que refiere a problemas de
teoría del conocimiento que hemos de estudiar en otro curso.
40
Husserl, Edmund. "Ideas", FCE, Buenos Aires, 1949, pag.214.
39
33 | P á g i n a
implicancias y que subsiste solapada en discusiones actuales, aun cuando en sus términos
primitivos, como veremos, padezca de cierta ingenuidad y confusión.
4.3.1 El Cratilo.
Sin perjuicio de que Platón reitera algunas de estas ideas en otros diálogos, lo
cierto es que en “El Cratilo o del lenguaje”, expone su teoría central sobre la cuestión de la
relación de las palabras con el mundo, posición que pone en boca, como en los otros
diálogos, de su maestro Sócrates. Participan del diálogo tres personajes: Hermógenes,
Cratilo y el propio Sócrates.
Hermógenes inicia el diálogo indicándole a Sócrates que Cratilo piensa que: “cada
cosa tiene un nombre que le es naturalmente propio; que no es un nombre aquél de que se
valen algunos, después de haberse puesto de acuerdo para servirse de él; y que un nombre
de tales condiciones sólo consiste en una cierta articulación de la voz; sosteniendo, por lo
tanto que la naturaleza ha atribuido a los nombres un sentido propio, el mismo para los
helenos que para los bárbaros...41”.
En este párrafo Platón pone de manera sencilla y directa, en boca de Cratilo, la
concepción que ha dado en denominarse “realismo verbal”, en alusión a que el vínculo
existente entre las palabras y las cosas es un vínculo de género necesario, parte de la
cadena causal universal, de la misma suerte que las “otras” propiedades de las cosas. Al
mismo tiempo la está contrastando con su teoría rival: la del “convencionalismo verbal”,
teoría que sostiene, por el contrario, que entre palabras y cosas no media sino un vínculo
arbitrario, derivado pura y exclusivamente de la convención humana, que las cosas se
llaman como se llaman y bien podrían llamarse de cualquier otro modo.
La tesis realista en Platón se hace extrema en algunos aspectos y más sutil en
otros: por un lado los nombres se corresponden con las cosas hasta el punto que las
personas tienen su nombre correspondiente, esto es: no sólo los nombres comunes
guardan relación de necesidad con las cosas que designan sino que también los nombres
propios. No obstante, Platón recoge la dificultad de los casos que no se corresponden con
esa idea, el mismo caso de Hermógenes es uno: su nombre significa hijo de Hermes, dios
41
Platón. "El Cratilo o Del Lenguaje" en "Platón.Diálogos". Ed. Porrúa, México, 1996, pag.249.
34 | P á g i n a
de la ganancia, y ello le permite jugar una ironía para con su interlocutor que no era, ni
mucho menos, rico. Más tarde, en el diálogo, volverá sobre esta idea.
Hermógenes por el contrario sostiene: “Respecto a mí, mi querido Sócrates,
después de muchas discusiones con nuestro amigo y con muchos otros, no puedo creer que
los nombres tengan otra propiedad que la que deben a la convención y consentimiento de
los hombres. Tan pronto como alguno ha dado un nombre a una cosa, me parece que tal
nombre es la palabra propia; y si, cesando de servirse de ella, la reemplaza con otra, el
nuevo nombre no me parece menos propio que el primero. Así es que, si el nombre de
nuestros esclavos lo sustituimos con otro, el nombre sustituido no es menos propio que el
precedente. La naturaleza no ha dado nombre a ninguna cosa: todos los nombres tienen
su origen en la ley y el uso, y son obra de los que tienen el hábito de emplearlos...yo no
reconozco en los nombres otra propiedad que la siguiente: puedo llamar cada cosa con el
nombre que le he asignado; y tú con tal otro nombre, que también le has dado a tu vez. Así
es que veo que en diferentes ciudades las mismas cosas tienen nombres distintos, variedad
que se observa lo mismo comparando helenos con helenos, que helenos con bárbaros. 42”
Platón, cómo réplica, expondrá lo central de su teoría de los nombres: la
correspondencia de esta con su teoría del conocimiento. Según ella las cosas no son como
le parecen ser a cada hombre (Protágoras)43, las cosas son como son para todos
(Eutidemo) aunque sólo algunos puedan discernir lo que sea la cosa en sí. Así se presenta,
en su primer estado su teoría de las esencias: las cosas tienen una esencia estable y
permanente y ello es lo que permite que podamos distinguirlas de las otras cosas, pese a
los accidentes aparentes que dificultan entender la naturaleza de las mismas.
Ahora bien, dice Platón por boca de Sócrates, si las cosas son así, pueden las
acciones ser de otra manera? ó, no son una especie de seres las acciones?.
Sostiene que cada cosa debe ser hecha según se desprende de la naturaleza: “¿No
debemos, por el contrario, cortar como es natural cortar, y como una cosa debe ser
42
Platón. Op.cit., pags.249/251.
Aquí es donde cita el célebre aforismo de Protágoras de que "el hombre es la medida de todas las cosas".
Aforismo que ha sido interpretado como la clave de su relativismo. Según su teoría de la verdad las
sensaciones son la medida de todas las cosas y por ende aquella tiene sólo un valor individual.
43
35 | P á g i n a
cortada, si queremos cortar en efecto y llevar a feliz término nuestra operación?”44. De allí,
a la siguiente conclusión, solo un paso: nombrar, adjudicar nombres a las cosas es una
acción, de donde se sigue que habrá una manera natural de nombrar. A ello se refiere
explícitamente la primera cuarteta de El Golem, el poema de Borges que vimos más
arriba.
Los nombres son como instrumentos, y los instrumentos deben ser apropiados
para su función, luego hablar (o escribir) requiere de términos apropiados. Por ello es
necesario hablar conforme a cierta regla: “Entonces, si alguno habla sin otra regla que su
capricho, ¿hablará bien? ¿No es preciso, por el contrario, que diga las cosas como es
natural decirlas, y que sean dichas sirviéndose del instrumento conveniente para hablar
con verdad; mientras que, si procede de otra manera, se engañará y no hará nada de
provecho?45 Aquí aparece con toda claridad la ecuación platónica: los nombres se
corresponden con las cosas naturalmente, nombrar a las cosas con su nombre verdadero
equivale a emplear las herramientas apropiadas en un territorio complejo: el territorio de
la verdad.
Cada acción tiene su instrumento apropiado, el artesano echa mano de distintos
materiales, pero la idea es la misma, no hace la herramienta según su capricho, la hace
según lo ordena la naturaleza. El punto es descubrir, saber, quién es el artesano de la
palabra; para Platón está claro: es el legislador y el legislador es “de todos los artesanos el
que más escasea entre los hombres”.
Según esta teoría el legislador debe saber formar con sonidos y sílabas el nombre
que conviene naturalmente a la cosa, aunque utilice letras y sílabas distintas, no importará
tampoco si es heleno o bárbaro, lo que importa es que elija apropiadamente y la sabiduría
de la elección no dependerá de su juicio, el juicio determinante será el del “dialéctico”,
44
Platón. Op.cit., pag.252.
Platón. Op.cit., pag.252.
45
Platón. Op.cit., pag.252.
45
36 | P á g i n a
que es quien posee el don de interrogar y responder, es quien se va “servir” del
instrumento que la palabra es.46
Según Sócrates, la institución de nombres no es tarea para cualquiera, ni para
gente sin talento, Cratilo tiene razón cuando dice que hay nombres que son naturales para
las cosas y que no es dado a todo el mundo ser artífice de nombres “y que es sólo
competente el que sabe qué nombre es naturalmente propio a cada cosa, y acierta a
reproducir la idea mediante las letras y las sílabas”.47
Esta extraña idea para nosotros no será, sin embargo, tan extraña en buena parte
de la Antigüedad y aún de la Edad Media: las letras, no sólo las palabras, son significativas;
las letras tienen correspondencia con las ideas, las ideas son la esencia de las cosas, quien
conozca esta esencia y también la correspondencia con las letras, podrá formar los
nombres. Saber nombrar equivale a saber. Y de la correspondencia de las letras con los
números ya enunciada por los pitagóricos, surgirá más tarde, como veremos, el arte de la
Cábala, que no es más que la extensión de esta idea.
Durante un largo párrafo del diálogo Sócrates mostrará a su interlocutor
Hermógenes esta idea, pasando de los ejemplos de los nombres de los dioses o
semidioses (es decir sobre nombres propios) a los nombres comunes (o sustantivos).
Cuando ejemplifica sobre Zeus volvemos a encontrar la idea que también
encontraremos en ciertos intérpretes de la Biblia: “El nombre de Zeus encierra él solo todo
un discurso. Le hemos dividido en dos partes, de que indistintamente hacemos uso,
diciendo tan pronto Zeena como dia, reunidos estos dos términos, expresan la naturaleza
del dios; y tal debe ser, como hemos dicho, la virtud del nombre. En efecto; para nosotros y
para todos los seres que existen, no hay otra verdadera causa de la vida (tou dseen) que el
Señor y Rey del Universo. No podía darse a este dios un nombre más exacto, que el de
aquél por el que viven (di on dseen), todos los seres vivos; pero, como dije antes, este
nombre único ha sido dividido en dos diferentes. Que Zeus sea el hijo de Kronos (Saturno)
46
Está aquí, de manera clara, presente la teoría elitista del gobierno sostenida por Platón en toda su obra,
pero particularmente en La República: el gobierno de la ciudad es cosa que deba ser confiada a quienes
poseen la sabiduría, los filósofos que lo son por naturaleza y por naturaleza son pocos.
47
Platón. Op.cit. , pag.255.
37 | P á g i n a
parecerá una cosa impropia48, pero es muy racional pensar que Zeus desciende de alguna
inteligencia superior. Ahora bien, la palabra koros, significa, no hijo, sino lo que hay de
puro y sin mezcla en la inteligencia, vóos (noos). Pero Kronos mismo es hijo de ouranos (el
cielo), según la tradición; y la contemplación de las cosas de lo alto, se le llama con razón
ourania, oroosa ta anoo; es decir que contempla las cosas desde lo alto”.49
Sócrates asombrado de su propia sabiduría sigue retando a Hermógenes a indagar
sobre si los nombres prueban por sí mismos que no son producto de la casualidad sino
que dependen de alguna propiedad natural. Admite que los nombres de los héroes y de
los hombres podrían inducir a error, porque muchos son tomados de los antepasados y no
tienen relación con quienes los reciben y enuncia el núcleo irreductible de su tesis: “Es
muy probable que los verdaderamente propios se encuentran entre los que se refieren a
las cosas eternas y al orden de la naturaleza50”.
Se pregunta así porque los dioses han sido llamados theoi y se explica que ello
ocurrió porque los antiguos no reconocían otros dioses que los mismos que reconocen los
bárbaros: el sol, la luna, la tierra, los astros y el cielo. Y como los veían en continuo
movimiento, siempre corriendo (theonta), a causa de esta propiedad de correr los
llamaron theoi.
Como se ve Platón no se interroga acerca de el origen de los términos que utiliza
como referencia, ni se preocupa por las circularidades o los regresos al infinito, no
importaría que la explicación de porqué que algo esté siempre corriendo se lo llame
theonta porque evoca a la eterna actividad de los dioses, como no le importa la aparente
contradicción de que Zeus sea hijo de Cronos, contradicción que si va preocupar a la
mitología cristiana.
Sin reconocer este problema abunda en ejemplos: el nombre del hombre
(anthroopos) deviene de que el hombre es el único animal que ve las cosas dando cuenta
de ellas, es el contemplador de lo que ha visto (anathroon a ooopen). Y como éstas da las
más variadas explicaciones, las que no excluyen vacilaciones y ciertas recurrencias al azar,
48
Esto es porque en griego la expresión kronos también significa viejo que chochea,.
Platón. Op.cit., pag.259.
50
Platón. Op.cit., pag.259.
49
38 | P á g i n a
como por ejemplo en el caso del dios del mar, Poseidón: “Creo que al inventor de la
palabra Poseidoon se le ocurrió por la siguiente circunstancia: según caminaba, la mar
detuvo sus pasos y no le permitió pasar adelante, siendo para él como una cadena puesta
en sus pies, llamó al dios que preside este poder Poseidoon, es decir que es una cadena
para los pies (posidesmos oon) y habrá añadido i por pura elegancia.. O quizás, en lugar de
la shabía primitivamente dos l y significaba entonces el dios que lo sabe todo (polla
eidoos). Quizá también de la acción de conmover la tierra se la llamado el que conmueve
(o-seioon) y se habrá añadido una p y una d.”51
De este modo Sócrates (Platón) sigue “demostrando” que cada nombre es
apropiado; aún más cuando tropiece con dificultades para hallar la etimología o las
razones de un nombre, dirá que el origen de la palabra no es griego y que no hay que
atormentarse con esas palabras y valiéndose ora de la combinación de grafismos ora de
los fonemas, explica uno a uno los nombres que se le proponen. Así ante los interrogantes
de Hermógenes ataca la cuestión de algunos nombres referidos “a la virtud”, como
froneesis (sabiduría), sunesis (comprensión), dikaiosunee (la justicia), gnoome
(conocimiento) o episteemee (ciencia). Y con el mismo método que empleara con los
nombres de los dioses, buscando similitudes fonéticas o proponiendo que la búsqueda de
armonía o simplemente el paso del tiempo ha insertado letras donde no las había o las
quitado, explica una a una estas palabras, cuando a Hermógenes una de estas
explicaciones le resulta inverosímil le responde: “...en fin, han quedado desfiguradas las
palabras en todos sentidos, ya a causa de falsos embellecimientos, ya por efecto del
tiempo. Así en la palabra katoptron (espejo) se ha insertado la r contra toda razón? He
aquí cómo se conducen los que no buscan la verdad y sólo hacen caso de la pronunciación.
A fuerza de intercalar letras en las palabras primitivas, las han alterado hasta tal punto,
que nadie puede saber hoy lo que significan...Pero, si por otra parte, pudiéramos hacer en
las palabras todas las supresiones y adiciones que quisiéramos, nuestra tarea sería
sencilla, y podríamos acomodar toda clase de nombres a toda clase de cosas”52.
51
Platón. Op.cit., pag.264.
Platón. Op.cit., pag.273.
52
39 | P á g i n a
Vuelve entonces a intentar demostrar su tesis, las palabras resultan de las unión de
sonidos significativos, de un término deriva otro término, siempre hay una
correspondencia y cuando la indagación etimológica no alcanza, Sócrates responde con
una ironía: “Hermógenes: Pero esta palabra kakon (mal), de que te has servido en muchas
de tus explicaciones, ¿de dónde procede? Sócrates. Por Zeus!, ésa es una palabra
extranjera, de que es difícil dar razón. Voy, por lo tanto, a acudir a mi famoso expediente.
Hermógenes: ¿Qué expediente? Sócrates: El de decir que es una palabra de origen
bárbaro.”53 Explica que si las palabras han intervertido su sentido original es porque la
nueva lengua ha cambiado las letras, cambiando el sentido y buscando el nombre original
será se encuentre su verdadero sentido. Pero finalmente aborda el problema último: ¿cuál
es el sentido de las primeras palabras, las palabras elementales, las que no pueden ser
reducidas a otras palabras?
La respuesta vuelve a ser la misma: la propiedad de los nombres que han
examinado hasta allí es que nos representan lo que es cada cosa; pero las palabras
derivadas toman de las primitivas el poder que tienen de representar cada cosa y las
palabras primitivas surgen de su correspondencia con las cosas, de su “imitación” de la
cosa, no como las onomatopeyas (las que representan el balido de las ovejas, el canto del
gallo, etc.) sino por la conformación de sentidos que surgen de distinguir las vocales, las
consonantes y mudas.
Ensaya rechazar (luego volverá sobre él) el recurso al argumento divino: los dioses
no han instituido las palabras primitivas; no, el autor de los nombres, siempre ha
procedido de la misma manera, formando con las letras y las sílabas nombres para
designar cada ser, y con estos nombres, otros más compuestos, procurando siempre con
empeño imitar la naturaleza de las cosas.
Ahora bien, ¿quiénes (si los nombres tienen esta particularidad ) tendrán la virtud
de crear los nombres? Los peritos en este arte son los legisladores, pero en él sucederá
como en las otras artes, habrá buenos y malos artífices, buenos y malos legisladores. Y
para Platón el buen arte será el de imitar a las cosas de la mejor manera posible, lo que no
53
Platón. Op.cit., pags.274/275.
40 | P á g i n a
significa duplicarlas, y la palabra bien hecha será la palabra que encierre las letras
convenientes, aunque pueda tener una letra inútil, lo que resulta mejor explicación que la
del modo ensalzado por Hermógenes, según el cual los nombres proceden de convenios
que representan las cosas sólo por los que han intervenido en estas convenciones,
conociéndolas de antemano; que la propiedad de los nombres nace exclusivamente de
estos pactos; que no existe razón para fijarse en el sentido que tienen al presente y que lo
mismo podría llamarse grande lo que se llama pequeño, como pequeño lo que se llama
grande.
Sin embargo, admite Platón por boca de Sócrates, el uso, que es la forma de estas
convenciones, es a veces un recurso del que se ve precisado el filósofo para explicar la
propiedad de una cosa, pero las palabras más bellas son las formadas por entero, o en
gran parte, por elementos semejantes a las cosas, pues esa es su virtud: enseñar lo que las
cosas son: “Quizá, mi querido Cratilo, lo que piensas es lo siguiente: que cuando se sabe lo
que es el nombre, como el nombre es semejante a la cosa, se conoce igualmente la cosa,
puesto que es semejante al nombre...Supongo que en este mismo sentido dices que el que
sabe los nombres sabe igualmente las cosas”54
Pero, si el primer legislador ha puesto los nombres conociendo las propiedades de
las cosas, ¿cómo pudo aprender y encontrar las cosas, puesto que aún no existían las
primeras palabras? ¿Cómo pudo distinguir entre los “buenos” y los “malos” nombres?.
¿Cómo pudo llegar a establecer la relación?
La respuesta de Platón se vuelve hacia la relación entre lenguaje y verdad: la única
manera de pensar sin nombres, sin palabras, es pensar sobre las cosas mismas,
estudiando la relación de las unas con las otras, cuándo son del mismo género y cuando
no lo son; por lo tanto es posible conocer a las cosas por sus nombres y por sí mismas. Y
conocerlas por sí mismas es el “verdadero” conocimiento: “lo importante es reconocer que
no es en los nombres, sino en las cosas mismas donde es preciso buscar y estudiar las
cosas”55
54
Platón. Op.cit., pag.291.
Platón. Op.cit., pag.293.
55
41 | P á g i n a
Y allí para cerrar el diálogo reaparece con claridad la relación que hay entre
filosofía del lenguaje, ontología y gnoseología: las cosas no pueden estar en perpetuo
cambio como sostiene Heráclito, si estuviesen en perpetuo movimiento no podrían ser
conocidas por nadie, mudarían de naturaleza y no hay inteligencia que pueda conocer un
objeto si este no tiene una manera de ser determinada.
En realidad, este final no resuelve el interrogante, deja abierta la cuestión, pues
aún si el interlocutor de Sócrates admitiera, contra Heráclito, que las cosas no están en
perpetuo cambio y contra los sofistas que no es cierto que sobre ese cambio las
convenciones instalan, para porciones del mismo a las que llamamos cosas, “nombres”
arbitrarios; sino que las cosas están estables, bajo una apariencia de cambio y que una
naturaleza o esencia de ellas es posible de ser descubierta y descubierta y que una vez
efectuado el “descubrimiento” se le podría asignar el nombre verdadero, siguiendo la
combinatoria correcta de las letras, nos remitiría al problema de determinar de dónde
obtenemos la validez de las reglas de esa “combinatoria”. La disputa entre objetivismo y
relativismo está aflorando en ello, pero ésa es otra discusión.
4.4
La polémica en la época actual
En nuestra época persiste la polémica sobre la relación de las palabras con el
mundo, bien que planteada en otros términos.
El lenguaje era tenido hasta fines del siglo XIX como un sistema de signos para
referirnos a las cosas en el sentido heideggeriano del término “cosa”, es decir de todo lo
que se nos aparece en tanto que se nos aparece.
Esta teoría era llamada “esencialista” porque creía que la lengua era un
instrumento para designar a la realidad, donde los conceptos lingüísticos reflejaban una
presumida esencia de las cosas. Ya no se trata de la ingenuidad del Cratilo, pero mantenía
en lo epistemológico la tesis platónica un universo de ideas preexistentes, de un acceso
privilegiado al conocimiento, del cual los nombres eran “su representación”.
Contra esta concepción se alzó el enfoque que concibe al lenguaje como discurso,
como actividad, según el cual no solo la relación de las palabras con el mundo, sino
42 | P á g i n a
también, el entero juego de sus comunicaciones, queda conformado por las mismas
comunicaciones que los seres humanos producen.
El principio de arbitrariedad del signo ya fue expuesto de forma categórica por
Ferdinand de Saussure, quien decía por ejemplo “Así la idea de sur no está ligada por
relación alguna interior a la secuencia de sonidos s-u-r que le sirve de significante; podría
ser representada igualmente por otra secuencia de sonidos. Sirvan de prueba las
diferencias entre las lenguas56 y la propia existencia de lenguas diferentes (...)”57.
Aunque el propio Saussure admitiera que si bien la palabra símbolo se utiliza para
designar al signo lingüístico, o más exactamente a lo que él llama el significante, el que
cae bajo su primer principio esto es que todo signo es arbitrario, no deja de admitir que
hay en él cierto resto “natural”, a modo de ejemplo, dice el símbolo de la justicia, la
balanza, no podría reemplazarse por un carro (adelanto que hay aquí, para mí, una suerte
de confusión en Saussure que no es el caso despejar en este punto).
La palabra arbitrario requiere también una observación. No debe dar la idea de que
el significado depende de la libre elección del hablante (ya veremos luego que no está en
manos del individuo cambiar nada en un signo una vez establecido por un grupo
lingüístico); queremos decir que el significante es inmotivado, esto es, arbitrario en
relación al significado, con el cual no tiene ningún lazo natural en la realidad” 58.
En razón de esa arbitrariedad entre concepto e imagen acústica, entre significado y
significante, debe prevalecer – como significado – el uso que se hace de la lengua.
Como enseña el profesor Tércio Sampaio Ferraz, definir un concepto no es lo
misma cosa que describir la realidad, pues la descripción de la realidad depende de cómo
definimos el concepto y no lo contrario. O sea: “la descripción de la realidad varía
conforme los usos conceptuales”.
Por eso es que el significado no depende solamente de los hechos
correspondientes, sino también del hablante y de la situación (la pragmática), de allí que
56
Ver a propósito del mito de la torre de Babel y la confussio linguorum, las reflexiones de Umberto Eco en :
La búsqueda de la lengua perfecta. Crítica, Barcelona, 1994.
57
Saussure, Ferdinand de. Curso de Lingüística General, pag.130.
58
Saussure, Ferdinand de. Curso de Lingüística General, pag.131.
43 | P á g i n a
no sea posible una noción simple de correlación entre las palabras y el mundo. Es siempre
una relación “mediada”.
Esas dos concepciones, la que veía al lenguaje “como representación del mundo”,
casi como una derivación del pensamiento platónico, y la del lenguaje “como actividad”,
las podemos encontrar en los trabajos de un mismo pensador: Ludwig Wittgenstein, la
primera en su Tratactus Logico-Philosophicus y la segunda en Investigaciones Filosóficas.
En el primer Wittgenstein, la idea central es que su función es la representación del
mundo, un enunciado, una proposición, en esta visión, describe un posible estado de
cosas, y esto es posible porque las palabras se corresponden vis a vis con las cosas, algo
como la de idea de Swift en Los viajes de Gulliver de crear un idioma consistente en las
propias cosas.
Cada enunciado es una forma de relacionar unas cosas con otras y pretende decir
algo verdadero sobre la “realidad” (lo que remite a otro supuesto epistemológico que no
podemos discutir aquí: el del acceso a “la” verdad). Para comprender el significado de una
proposición, era preciso, entonces, conocer su correspondencia con la realidad, que es,
por eso mismo su condición de verificabilidad (dicho sea de paso es el criterio de verdad
que predominará en el Círculo de Viena al que Wittgenstein ha de contribuir a fundar, y
del que será tributaria la teoría jurídica de Hans Kelsen, como ya veremos al ver su teoría,
precisamente, de los conceptos jurídicos fundamentales).
Según esta escuela, existen, claro, otras formas de expresión del lenguaje, pero
estas pueden traducirse a proposiciones básicas o elementales, a excepción de las
tautologías (frases que son verdaderas per se, pero que no “informan”, del tipo «blanco es
blanco») o “sinsentidos” lógicos, tal el caso de las expresiones meramente emocionales
del tipo de los, para autores como Carnap por ejemplo, los juicios de valor, juicios que al
carecer de significado no merecen mayor análisis.
Por eso la filosofía debía ocuparse del análisis del lenguaje (de allí el surgimiento
de la escuela analítica) que habría de ocuparse de esclarecer las frases complejas en
proposiciones elementales, para clarificar la lógica de los pensamientos.
44 | P á g i n a
Para ello, el instrumento de esa actividad, sólo podría ser la sintaxis lógica, el
estudio de la estructura formal del lenguaje, toda vez que averiguando la relación
estructural de las palabras en la proposición se podía averiguar su verificabilidad empírica
y con ello se permitía su confirmación por la realidad. Se pasaba entonces, en la filosofía,
de la ontología a la lógica.
Esta corriente fue conocida como neopositivismo lógico y su marca distintiva fue el
intento metodológico de construir un lenguaje artificial, desprovisto de las imperfecciones
del lenguaje ordinario o “natural”, desvinculado de cuestiones metafísicas, que al mismo
tiempo podía permitir un conocimiento neutro, básico para producir ciencia.
Era preciso entonces elaborar un objeto para la ciencia a partir de esos
presupuestos, lo que fue procurado estableciendo dos niveles de lenguaje: el lenguajeobjeto y el metalenguaje.
Esta propuesta fue recogida en el campo de la Teoría Jurídica por Kelsen, quien
analizó el objeto de su ciencia, a partir de esta propuesta metodológica. Por eso el
derecho en cuanto objeto del conocimiento, en cuanto teoría del derecho, se sitúa en un
plano diferente de la doctrina jurídica (la dogmática). Tal separación conceptual es la que
permite pensar en una meta-teoría del derecho, como un meta-lenguaje, distinto de su
objeto. Esto se verá en la unidad II, al estudiar, como dije, la teoría de los conceptos
jurídicos fundamentales o básicos, desarrollada por el propio Kelsen (bien que también la
veremos desde otras perspectivas).
Pero, como ya lo anunciamos más arriba, el segundo Wittgenstein, niega que la
función esencial del lenguaje sea la de conformar una representación del mundo o de las
cosas, en la cual las palabras son esencialmente los nombres de los objetos del mundo de
modo que cada una de ellas se pueda adherir a la cosa designada como si fuese una
“etiqueta”. No quiere decir, claro, que esta función no sea cumplida efectivamente, sino
que esa no es su función esencial.
Es decir que las preocupaciones de Wittgenstein pasaron de la sintáctica y la
semántica a la pragmática, esto es: a la relación de los usuarios del lenguaje y al análisis de
45 | P á g i n a
sus usos y funciones. Y ello se debió a la advertencia de que no había significados fijos,
unívocos, y que claramente ellos variaban con el uso.
El lenguaje deja de ser un mediador entre los sujetos y el mundo (las cosas) para
ser un medio de relación entre los sujetos.
Ello significa que expresiones exactamente iguales, pueden representar
significados diferentes según su contexto de utilización. En otras palabras: esa alteración
del modo de significar es característica de los procesos de comunicación, toda vez que,
puede decirse, todas las expresiones tienen siempre sentidos incompletos, que serán,
llenados, en el contexto de la enunciación fáctica o, mejor dicho, “comunicacional”.
Para que haya comunicación, son necesarias reglas globales de referencia en el
contexto en que estas ocurren. Deben existir, pues, convenciones sobre la utilización de
los términos.
Tales reglas, no identifican procesos ideales de comunicación, pero sirven para
guiar o modificar la comunicación, y por ende también pasan a influir en la conducta de
los individuos. Otro aspecto que resulta claro en esta segunda visión de Wittgenstein que
venimos desarrollando: el lenguaje opera sobre las conductas más allá de los contenidos
“literales” de los mismos mensajes. No es más que otro aspecto de la pragmática. Eso es
lo que quiere decir que, conforme varía el contexto, varía el significado.
Entonces, para poder comprender la comunicación, Wittgenstein propone un
instrumental metodológico, llamado “juegos del lenguaje”, los cuales constituyen modelos
de paradigmas establecidos por las modalidades de empleo de las expresiones lingüísticas.
Esta comparación entre lenguaje y juegos es extremadamente importante, pero compleja
como para ser explicada en toda su extensión.
1.6. Introducción
Al estudiar el lenguaje podemos estudiar diversos aspectos de él. Podemos
estudiar la relación de las palabras con el mundo (o con las cosas), es decir adentrarnos en
el complejo mundo del significado o los significados, que muchas veces es confundido con
todo el problema acerca del lenguaje. Estaremos hablando entonces de semántica.
46 | P á g i n a
La semántica, dice Luhmann, es el patrimonio conceptual de la sociedad, la
semántica se define en términos de sentido y comunicación. El sentido es una conquista
evolutiva de los sistemas sociales (a través de comunicaciones) y de los sistemas psíquicos
(a través de pensamientos). Mediante él es posible la construcción de la complejidad de
tales sistemas. Basándose en la fenomenología de Husserl, Luhmann afirma que el sentido
es la premisa para la elaboración de toda experiencia, es la forma mediante la que
ordenamos el experimentar o hacemos inteligible el mundo. Es decir es el medio
indispensable para la operación de estos sistemas. El sentido incluye a su contraparte: el
sinsentido, o, lo que es lo mismo, el sinsentido tiene sentido: “El mundo se constituye, por
tanto, como globalidad de las referencias de sentido: el sentido determina por sistemas
sociales y sistemas psíquicos el inevitable excedente de posibilidades que construye la
complejidad del mundo…59”.
El sentido permite referirse no solo a todo lo actual (lo que observamos como real
ya dado) sino a todo lo posible, mantiene accesible el mundo no actualizado (o no dado
todavía); en otros términos: el sentido permite la reducción y el mantenimiento
simultáneos de la complejidad del mundo en el sistema.
El sentido opera a través de selecciones, y selección es la actualización de algo a
través de la negación de lo demás. El sentido (o la atribución de sentido) es la operación
específica de los sistemas sociales y los sistemas psíquicos; es mediante ella que se
diferencian de los sistemas biológicos.
La semántica explora entonces las dimensiones y actualizaciones del sentido, las
conexiones entre las formulaciones más elementales (palabras) o más complejas
(enunciados, oraciones, proposiciones) y el mundo. La semántica explora el significado,
aún si no podemos aquí exponer todo lo que se ha debatido sobre el significado de la
palabra “significado60”.
La semántica es, entonces, un área de la lingüística que se ocupa del estudio del
significado de las palabras en el lenguaje.
59
Corsi, G. et alt., op.cit.pag.147.
Ver por ejemplo el conocido trabajo de C.K.Ogden y I.A. Richards, El significado del significado, Paidós,
Buenos Aires, 1984.
60
47 | P á g i n a
La semántica lingüística contrasta con otros dos aspectos que intervienen en una
expresión con significado: la sintaxis y la pragmática.
La semántica es el estudio del significado atribuible a expresiones sintácticamente
bien formadas.
La sintaxis estudia sólo las reglas y principios sobre cómo construir expresiones
interpretables semánticamente a partir de expresiones más simples, pero en sí misma no
permite atribuir significados.
La semántica examina el modo en que los significados se atribuían a las palabras,
sus modificaciones a través del tiempo y aún sus cambios por nuevos significados. La
lexicografía es otra parte de la semántica que trata de describir el significado de las
palabras de un idioma en un momento dado, y suele exhibir su resultado en la confección
de diccionarios.
4.4.1 Tipos de significado
Pero significado es, a su vez, una palabra ambigua. Se la usa como “representación
de palabra a cosa”, por ejemplo es así cuando decimos que la palabra casa significa “algún
género de construcción para proteger a las personas de la intemperie” (lo cual por
supuesto requerirá, como vengo explicando que se dé cuenta del significado de
“construcción” y de “intemperie”, por ejemplo).
También, como vimos, en el sentido de signo natural (o, lo que es lo mismo, como
representativo de vinculaciones entre fenómenos naturales, a partir de la explicación
causal), por ejemplo: esa humedad en la ruta implica que llovió aquí recientemente, o, ese
humo significa que hay un incendio actual, también cuando preguntamos qué significa
que haya habido un maremoto.
Por último también nos preguntamos por el significado de actitudes humanas, así
cuando preguntamos: ¿qué significa que se haya quedado callado? (como veremos, en
materia de comunicación humana, no hay jamás momento sin comunicar: es imposible no
hacerlo, por ende callarse es siempre decir algo).
Pero hay también otros tipos de significado.
48 | P á g i n a
Existe, como dicen Bruera y Gómez (y Hospers) también el significado emotivo: que
es el contenido afectivo de un enunciado, expresión o palabra. El lenguaje tiene una
dimensión psicológica poco estudiada pero de enormes implicancias: la de su influencia en
la conducta de los participantes en las comunicaciones.
El significado emotivo es aquella potencialidad de los enunciados de provocar
nuestra aceptación o rechazo a una conducta sugerida por el entorno comunicativo.
El lenguaje de la política o de la poesía pueden ser manifiestos ejemplos de ello,
pero no son, ni mucho menos, los únicos ejemplos.
También, sostienen Bruera y Gómez, podemos hablar de significado pictórico
cuando las unidades lingüísticas utilizadas son usadas para transmitir o provocar una
imagen mental.
4.4.2 Palabras de Clase y Clasificaciones
El mundo está compuesto por millones de cosas. El solo advertir que cualquiera de
las pequeñas cosas que componen nuestro mundo cotidiano podría ser descompuesta en
otras miles, si, por ejemplo, realizáramos un estudio a nivel atómico o sub-atómico; o que,
si nos dirigiéramos hacia el mundo macrofísico, también podríamos constatar que los
objetos existentes en el universo, y sólo hasta donde este, con gran esfuerzo metafórico,
puede denominarse “conocido”, son millones de millones; nos llevaría a concluir que
nombrar a cada una de las cosas del mundo con un nombre particular, “propio”, sería
tarea imposible y, por consiguiente, bloquearía la comunicación.
Si nos comunicamos, es porque hemos creado un conjunto de signos que implican
una reducción de la complejidad del mundo.
Es que las cosas más parecidas entre sí, como una gota de agua y otra (viejísimo y
utilizado canon de la similitud), podrían diferenciarse de modo relativo, espacial por
ejemplo: una sería la gota de agua “de la derecha” y otra “la de la izquierda”.
Ello no obstante que, justamente, hay circunstancias en que pongo nombres
“individuales” a ciertos “casos del mundo”, por ejemplo cuando me refiero a otras
personas, incluso a ciertos animales, así ciertos individuos que pertenecen a una clase de
49 | P á g i n a
cosas (por caso las ovejas) tienen un nombre propio (por ejemplo Dolly, la primera oveja
clonada).
Por eso se diferencia entre nombres propios y nombres comunes. Una diferencia
que podríamos observar es que los primeros pueden usarse en ámbitos más pequeños
que los segundos, justamente porque la excesiva individualización es un obstáculo a la
comunicación, desde que ningún rasgo permite que el interlocutor ponga en relación la
cosa con el nombre (ninguna circunstancia externa, ni siquiera interna, permite deducir
que mi nombre es Jorge, como sí algunas permiten deducir que pertenezco a la especie
humana, y por ello ser calificado como hombre).
Ahora bien, esa reducción de la complejidad del mundo ¿cómo se realiza? Se
realiza mediante un proceso de doble secuencia: a) distingo de entre el magma o continuo
del mundo una sección, sección a la que (por esa misma distinción) identifico como “una
cosa” y b) nombro a esa sección del mundo, la “bautizo”, con un signo que pasa a
representarla y de ese modo podré referirme a esa sección del mundo compuesta por un
sinnúmero de casos particulares de cosas, como si se tratara de una sola cosa; así, por
ejemplo, de una sección continua del mundo que presenta una gran diversidad de casos
particulares, extracto – sin embargo – algunas características y llamo a todos esos casos
como si fuesen un mismo animal, por ejemplo el perro. A partir de allí la palabra “perro”
distinguirá a un grupo de animales de otro, aunque se le parezcan como los lobos, y
aunque algunos de ellos, de los que he considerado bajo la clasificación, se parezcan tan
poco como un chihuahua y un dogo argentino.
En suma, esa reducción la realizamos mediante el establecimiento de algunas
semejanzas. El concepto de semejanza es de por sí vago y elusivo, lo que ha dado a largos
tratamientos en la filosofía, remito por ejemplo a las distinciones que siguiendo a Michel
Foucault he realizado en otra obra61, pero ayuda a comprender como realizamos el
proceso.
61
Douglas Price, Jorge Eduardo. La decisión judicial, Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2012.
50 | P á g i n a
Producimos esa selección del mundo, a partir de características que juzgamos
relevantes en las cosas y que nos permiten agruparlas en clases, a ella les aplicamos
palabras que, por esa misma condición, llamamos palabras de clase.
Dice Hospers que cuando empleamos palabras de clase, pues, agrupamos muchas
cosas bajo una misma denominación (asignamos el mismo rótulo impreso a muchas
botellas) sobre la base de características que estas cosas tienen en común. Al usar la
misma palabra para referirnos a muchas cosas, tratamos a éstas (al menos por el
momento) como si fuesen todas iguales e ignoramos sus diferencias. En este hecho yacen
las ventajas y desventajas de las palabras de clase.62”
La ventaja ya está explicada, mediante ellas podemos reducir la complejidad y
diversidad del mundo y podemos comunicar en la sociedad nuestros mensajes de manera
inteligible para otros sistemas psíquicos.
La desventaja, como ya se dijo, es el revés de su ventaja, como las palabras de
clase son el resultado de “olvidar diferencias”, tienden, como dice el mismo Hospers, a
fosilizar nuestra concepción del mundo, e impedir verlas. No hay dos cosas del mundo que
sean exactamente iguales en todos los aspectos, al menos en el relacional como ya dije. Al
propio tiempo eso hace que aumente su vaguedad, es decir la relativa indeterminación de
su campo de aplicación.
También hay que descartar la ingenua idea de que haya “clases naturales de
cosas”, como nos inducen a pensar las enciclopedias (de ello se mofa Borges, en El idioma
analítico de John Wilkins, al que ya nos hemos referido).
4.4.3 Denotación y Designación. Características Definitorias y Concomitantes
Según venimos explicando las palabras representan cosas, y, a menos que sean
nombres propios, clases de cosas. Pero también hemos relacionado a las palabras,
advierte Hospers, con características. Se pregunta ¿cuál de estas dos características es
correcta?63
62
63
Hospers, John. Introducción al Análisis Filosófico, Editorial Macchi, Buenos Aires, 1965, pag.25.
Hospers, J., op.cit.pag.33.
51 | P á g i n a
La respuesta es que ambas lo son, pero no de la misma manera. ¿Qué significa
esto?, significa que las palabras representan las dos cosas, pero no de la misma manera,
las palabras denotan, pero también designan.
La palabra “oveja” denota a “Dolly”, “Little”, “Mancha” y a todas las cosas
particulares del mundo a las cuales les es aplicable la palabra “oveja”, pero también
designa las características que una cosa debe tener para que le apliquemos la palabra
“oveja”. Bien que seguiremos advirtiendo aquí sobre los juegos del lenguaje.
Por lo general una definición comprende varias características que llamamos
definitorias. En rigor toda cosa del mundo tiene un conjunto de características
(accidentes, diferencias) relativamente, hasta – podríamos decir – infinitamente grande,
pero esas características “sin las cuales no se aplicaría a la cosa una palabra determinada,
son las que definen a esa palabra, son sus características definitorias64”. En suma son
aquellas características que nos revelan que estamos frente a un caso del mundo donde
es, o sería, correcto aplicar una cierta palabra: “Un enunciado que registra la lista
completa de las características definitorias de una palabra es la definición de esta
palabra65”. Las definiciones que frecuentemente proporcionan los diccionarios
corresponden a este tipo.
Por el contrario, aquellas características, sin las cuales igual se aplicaría a la cosa
del mundo la misma palabra, se llaman concomitantes.
Las ovejas pueden, por ejemplo, tener toda su lana o estar esquiladas, no por ello,
la palabra dejará de ser usada.
Cuando definimos por denotación, en cambio, lo que hacemos es identificar cosas
del mundo que caen bajo la aplicación de la palabra, así como si dijéramos que, bajo las
condiciones de nuestro ejemplo, “Dolly”, “Little”, “Mancha”, son “ovejas” y con ello
procuráramos que nuestro interlocutor comprenda a qué tipo de objeto del mundo nos
estamos refiriendo.
Ahora bien, este tipo de definiciones, son verbales, es decir empleamos lenguaje
digital para hacerlo, empleamos palabras – sea en forma oral o escrita – pero también
64
65
Hospers, J., op.cit.pag.34/35.
Hospers, J., op.cit.pag.35.
52 | P á g i n a
podemos realizar definiciones ostensivas, es decir definiciones que consisten en señalar
mediante algún gesto la cosa (o serie de cosas) del mundo a la que aplicamos la palabra.
Así por ejemplo si procuráramos definir oveja, no ya mencionado sus características, o
mencionando los nombres de los animales (como lo propusimos en el párrafo anterior)
sino indicando los casos específicos del mundo en los que empleamos esa palabra.
Tenemos que advertir aquí nuevamente que el lenguaje es una función viva, por lo
tanto que los criterios de aplicación de las palabras pueden cambiar. Eso explica que su
vaguedad pueda aumentar o restringirse, que puedan aparecer casos de ambigüedad o
desaparecer; también, entonces, sus características definitorias pueden cambiar.
Hospers, como Eco, traen el conocido caso de la ballena, especie animal conocida
desde la antigüedad, pero sobre la que se ignoró su carácter de mamífero hasta hace
relativamente poco tiempo. Ello no implicó que la palabra con que la especie era
conocida, “ballena”, dejase de ser usada, sino que se “agregó” una característica
definitoria más.
4.4.4 Reglas del Significado: Libertad de Estipulación y Uso Común
Dos reglas rigen las variables del lenguaje ordinario, son ellas las del título: a) la de
libertad de estipulación y b) la del uso común. Como veremos podrían ponerse en sentido
inverso o incluso recordar siempre la circularidad de la que venimos hablando cuando
hablamos sobre el lenguaje.
Como dice Hospers, recordando lo que ya hemos visto con Saussure o en el debate
entre realismo y convencionalismo: no existen palabras correctas para las cosas, eso
significa que esos ruidos y/o grafismos que son las palabras (ruidos y/o grafismos que se
transforman en tales por obra de nuestras convenciones) están, de algún modo, librados a
nuestra voluntad, ello es lo que constituye (lo veremos más abajo) la libertad de
estipulación.
Digo de algún modo porque, como también enseñaba Saussure, en cada ocasión yo
puedo variar el significado de una palabra o una frase, o lo puede hacer mi interlocutor, o
todos y cada uno de los participantes de un discurso.
53 | P á g i n a
Sin embargo, para hacerlo, so riesgo de no ser comprendidos en absoluto (o,
siguiendo el primer axioma de la comunicación, ser mal comprendidos) deberemos
recurrir en “buena medida” a las convenciones ya existentes, es decir al modo en que las
otras personas lo hacen.
Esto significa someternos a la regla del uso común, que no es otra que aquella que
diría que, en todo proceso comunicacional a través del lenguaje digital, conviene utilizar
las correspondencias de significado que habitualmente usan los parlantes de la lengua en
la que pretendo comunicar. Lo cual, como ya podemos comprender, no es cosa sencilla,
porque tampoco es en ningún lenguaje ordinario, enteramente claro cuáles son las
correspondencias que los parlantes de esa lengua usan, habida cuenta de las dificultades
ya señaladas, que las características de ese tipo de lenguaje plantea (ambigüedad,
vaguedad, textura abierta), máxime si se trata de lenguajes territorial y poblacionalmente
muy extendidos, como puede ser el caso del español (baste con observar en los
correctores gramaticales predispuestos de los procesadores de texto, la diversidad de
tipos que ofrecen según, precisamente, las “regiones lingüísticas”).
Pero, también podría hacer otra cosa, y proponer a mis interlocutores atribuir
otros “ruidos o grafismos” a ciertos conceptos y en “términos” ya existentes incluir
“nuevos significados”.
Es decir, no existe obligación de usar, ni en sentido legal, ni en sentido sociológico,
los términos o los giros lingüísticos, tal como el “uso común” lo sugiere o aconseja. Es
decir, como dice Hospers “Cualquiera puede usar el ruido que le plazca para referirse a
cualquier cosa, con tal de que aclare qué es lo que designa el ruido [y/o grafismo] en
cuestión. Esta es la regla de la libertad de estipulación66”.
Claro que, como advierte nuestro autor, nosotros empleamos comúnmente las
palabras tal como el uso común lo sugiere, pero también – conforme el principio de doble
contingencia que ya hemos explicado – mi uso siempre implica un implícito ejercicio de la
libertad de estipulación desde que siempre cada emisor de mensajes los emite, y no
puede ser de otro modo, según su propio entendimiento de lo que podríamos llamar el
66
Hospers, J., op.cit.pag.14.
54 | P á g i n a
código de fondo o código se sentido¸ que es aquél que cada uno construye en la misma
construcción de su reserva cultural.
Esto significa que, en rigor nos entendemos, parafraseando a Rawls (que utiliza
esta expresión para referirse al área de valores compartidos de la teoría de la justicia de
una sociedad), merced a un “consenso solapado de sentido”.
Libertad de estipulación, significa pues, la posibilidad de atribuir arbitrariamente
significado a un término, o, inversamente, atribuir arbitrariamente un ruido y/o grafismo a
una “cosa” del mundo (debo insistir nuevamente que uso el término “cosa” en el sentido
heideggeriano del término, lo que constituye, al mismo tiempo, un buen ejemplo de uso
de la libertad de estipulación).
1.7. Características del Lenguaje Natural
4.4.5 Vaguedad, Ambigüedad, Textura Abierta.
La vaguedad y la ambigüedad son las dos principales formas de indeterminación
semántica.
Un término es vago, cuando presenta “dudas” respecto a su utilización, es decir: a
su aplicación respecto de ciertas “cosas” del mundo (reitero que uso el término cosa en el
amplísimo sentido heideggeriano). Esto significa que se trata de un problema de
denotación (es decir, precisamente, de identificación de los casos del mundo a los cuales
se pretende aplicar, es decir que deja indeterminada las situaciones particulares en que la
palabra – o la expresión – es o puede ser aplicada).
Es frecuente pensar que la vaguedad proviene de una mala construcción del
lenguaje, que ella es producto de un modo “descuidado” de hablar o pensar. Sin embargo,
a poco que examinemos la relación de las palabras del lenguaje ordinario con el mundo,
veremos que aún si realizásemos un fuerte esfuerzo para restringir los sentidos de una
palabra la vaguedad continuará allí, y continuará porque el mundo es, desde la
perspectiva de nuestra observación, un continuo. Para algunos esto no es así, sino que
existen algunos casos de continuos, como por ejemplo el de los colores o el de los sonidos
(pensemos, por ejemplo, en el pasaje de azul a indigo, o de graves a medios,
respectivamente). Pero, en rigor, todas las cosas se nos presentan en un todo sin solución
55 | P á g i n a
de continuidad, es decir en un continuo, y lo que las “separa” no son características
“naturales” que nos llevan ineluctablemente a esa separación. Lo que las separa, como lo
demuestra Borges en el Idioma Analítico de John Wilkins o Foucault en Las palabras y las
cosas.
En estos casos, dice Hospers, nos encontramos con que existen dos regiones claras:
la primera es aquella donde no dudamos en que la palabra es aplicable, el foco fáctico o
de hecho, donde la generalidad de los sistemas psíquicos consideran aplicable la palabra y
la segunda es aquella donde tampoco dudamos en que la palabra no se aplica; pero existe
una zona situada entre ambas (por describirlo gráficamente) en donde se duda si la
palabra es aplicable o no, a esto se llama “zona de penumbra”. Muchas de las discusiones
verbales se derivan de esta particularidad.
Y además están las gradaciones en las propias construcciones sociales (sin dejar de
observar por ello, que todo el conocimiento es una construcción social, así por ejemplo el
conocimiento de los colores y los sonidos y sus divisiones). Pensemos en las categorías
mediante las cuales definimos ciertas “cosas”, por ejemplo el derecho define ciertos roles,
capacidades, competencias. Así podríamos ver que según la Constitución de la Provincia
de Río Negro toda población con asentamiento estable de más de dos mil personas
constituye un Municipio (art.226), en tanto que si tiene menos de dos mil constituye una
Comuna (art.241); en el primer caso la Constitución le concede a esa población el derecho
a dictar su propia Carta Orgánica, es decir le otorga lo que se conoce en teoría
constitucional como autonomía plena.
Como puede observarse, es nuestra relación con el mundo, la que generamos a
través de ese proceso que llamamos “conocimiento”, que consiste primero en un acto de
“distinción” y luego en otro de “nombramiento” o “bautismo”, la que establece esa
relativa indeterminación del campo de aplicación de las palabras que llamamos vaguedad.
Esto es lo que hace, precisamente, que todas las palabras sean potencialmente
vagas. Su uso, como lo ha mostrado Wittgenstein, depende de las interacciones entre las
personas, de sus juegos de lenguaje, lo que hace que su significado, esto es “el campo de
56 | P á g i n a
aplicación de la palabra”, devenga perpetuamente “móvil”, es decir desplazable, con lo
que siempre tendremos incerteza en los límites.
La ambigüedad, diversamente, está presente cuando ocurre una indeterminación
de clase en el término que se aplica, esto es: cuando un mismo término o palabra puede
ser utilizado para referir dos o más “objetos” del mundo (cosas).
Hay distintos tipos de ambigüedad como los casos que llaman los filósofos de
“simple homonimia”, queriendo expresar con ello que sea por casualidad, sea por
vinculaciones que el estudio etimológico de los términos no nos permite recuperar (y si las
recuperáramos tampoco tendría importancia), existen casos donde cosas “muy diversas”
del mundo (queriendo expresar con ello que no hallamos que sean cosas que tengan una
cierta conexión natural o conceptual entre sí, por lo menos “observable”67 en términos
simples), por ejemplo: el término “radio” que significa tanto “la mitad del diámetro” (en
geometría, ), como “artefacto de comunicaciones a través de ondas hertzianas” (en
tecnología), como “hueso externo del antebrazo” (en anatomía), como “un elemento,
metal acalinotérreo, producto secundario del uranio, cuyo número atómico es 88” (en
Química68).
Existen otros casos, en cambio, donde la misma palabra denota diversas
secuencias de una relación proceso-producto, así por ejemplo cuando utilizamos el
término "pintura”, que puede referirse tanto al elemento con que se realiza la acción de
pintar, como al acto mismo de pintar, como al resultado de dicho acto.
Por último, debemos señalar que la imposibilidad de establecer un significado
preciso, sea para los conceptos, como para las expresiones, es lo que Waismann llamó “la
textura abierta del lenguaje”. Desde su perspectiva, esta indeterminación es radical, esto
es: no puede ser eliminada, más allá de que uno pueda tomar decisiones sobre en qué
sentido el término debe ser empleado, siempre restarán innúmeras posibilidades
distintas.
67
Utilizo el término « observar » en sentido figurado, es decir como aproximación al objeto desde el punto
de vista intelectual, lo que puede
68
Fue descubierto por los esposos Curie en 1898.
57 | P á g i n a
La textura abierta, refiere, en mi concepto, al mismo fenómeno de producción de
sentido. La producción de sentido, la continua actualización de referencias posibles, se
produce como todos los eventos de la sociedad en el presente y todos simultáneamente.
Ello implica que no podemos conocer de antemano los desplazamientos de sentido que
ocurrirán en el lenguaje, sólo que ocurrirán. Sabemos también que en cuanto
participantes, como aparatos psíquicos, del proceso de comunicación influiremos en ese
proceso de atribución/creación de signos y sentidos.
Eso implica que en el lenguaje se ganan y pierden, signos y sentidos,
continuamente, y que todo lo que podemos hacer es retener ese dato, para procesar –
como sistemas psíquicos – las comunicaciones que forman parte de la sociedad, de la cual
somos entorno.
5
Pragmática.
Ello no obstante, debemos advertir ahora, que no basta un adecuado uso de las
costumbres semánticas y sintácticas de una lengua para tener una comunicación eficaz
(acto que está compuesto tanto de la enunciación como de la comprensión/interpretación
de un enunciado).
En efecto, para autores como Searle, quien formulara la teoría clásica de los actos
de habla, el estudio del uso del lenguaje no despeja muchos de los problemas que, se
supone, debería despejar.
El estudio a fondo del lenguaje puede revelarnos que podemos comunicarnos aún
faltando a aquellas reglas que sugieren la semántica y la sintáctica de mi lengua, o que
bien podríamos fallar respetándolas. Como dice Graciela Reyes “La falta de lenguaje (que
se manifiesta por ejemplo en el silencio, los falsos comienzos, las interrupciones, las
torpezas, las hesitaciones e incluso las confesiones de impotencia comunicativa) sigue
siendo lenguaje, es parte de su uso, en una dimensión puramente afectiva, expresiva, tan
importante como la función representativa que hace del lenguaje, en la visión tradicional,
el vehículo del pensamiento69.”
69
Reyes, G. op.cit.pag.20.
58 | P á g i n a
La pragmática, que de eso se trata, nos enseña que el lenguaje no son solo esas
relaciones de sentido o significado (la semántica) y las reglas acerca de cómo ligarlas para
que “adquieran” un sentido bien determinado (la sintaxis), sino también que el juego
comunicacional puede variar completamente en relación tanto a la información que se
procura producir, como – y principalmente – a las conductas que se busca influir, según
unos códigos que intervienen en la comunicación y en la que intervienen otros actos,
además de los actos de habla, de allí – por ejemplo – que hablemos de dos tipos de
lenguaje, el lenguaje digital y el analógico. Dos tipos de lenguaje que, advirtamos desde
ahora, no caminan por sendas separadas, aún si cada uno podría producir actos
comunicativos per se.
La pragmática podría ser definida como el estudio de cómo se interpreta el
significado producido en el uso del lenguaje. Los romanos tenían una expresión bien
gráfica para ilustrar lo que digo: un acto jurídico formalmente válido desde su aspecto
exterior, por la serie de ritos lingüísticos y de otro tipo seguido70 adecuadamente por
ciertas personas con aptitud para hacerlo, no tenía validez porque había sido ejecutado
“iocandi gratia”, es decir en broma, de modo no serio; distinción que, como vemos, es
totalmente externa a los actos de habla que se hubieran podido suceder, tanto a su
sintaxis como a su semántica; o, lo que es lo mismo, la función del enunciado no se
descubre atendiendo al enunciado mismo.
Por otro lado, la pragmática se refiere a cómo las circunstancias y el contexto
ayudan a decidir entre alternativas de uso o interpretación; gracias a la pragmática el
lenguaje puede ser usado con fines humorísticos o irónicos.
Además, permite reducir la ambigüedad de las expresiones seleccionando sólo un
conjunto adecuado de interpretaciones en un determinado contexto.
70
Sabida es la importancia que se concedía entonces a los ritos simbólicos, ante la carencia de medios
registrales, aún si la escritura ya se había inventado y se utilizaba como medio de, como diría Luhmann,
hacer presente a los ausentes, lo que supuso uno de los cambios más enormes de la historia de la sociedad
humana y también, obviamente, del lenguaje y del derecho.
59 | P á g i n a
La pragmática en suma es la disciplina que estudia la relación entre signos,
significantes y significados y la influencia de los contextos en que los hablantes los usan,
en el producido semiótico final.
1.8. Diferencias con la semántica
Dice Leech que la forma lógica o representación semántica de una oración es
diferente de su interpretación pragmática, ¿qué quiere decir esto?
Quiere decir que hay dos formas de interpretar un mensaje lingüístico. Una que
podríamos llamar meramente semántica, la que proviene del ejercicio de utilizar las
formas de correlación que hemos desarrollado en el lenguaje, para “traducir” la oración o
enunciado en otra oración o enunciado que le proporcione al interlocutor otra
“aproximación” a su sentido. Una aproximación que juzgamos adecuada. Es el tipo de
interpretación que podemos hacer con un diccionario, aunque, como veremos
seguidamente, nunca podemos descartar situaciones paradojales cuando hablamos de la
pragmática. La otra forma tiene que ver con lo relacional, con el contexto, con la situación.
La misma frase tiene significados diferentes según que, por ejemplo, sea claro que la
pronunciamos “en serio” o “en broma”.
Por eso también, agrega Leech que la pragmática relaciona el significado
convencional de un enunciado con su fuerza ilocucionaria (es decir, lo que ese enunciado
hace: Prometer, Afirmar, Interrogar, etc.)
1.9. Diferencia entre signos. Signos y símbolos
En definitiva la comunicación se realiza mediante signos, pero no simplemente
mediante los signos, sino signos en base a códigos.
Pero, a su vez, las relaciones entre los signos pueden ser múltiples.
La más común, es la que percibimos en el lenguaje ordinario. Los seres humanos
hemos correlacionado, como ya vimos, unas cosas con otras, acordando que una de ellas
“implica” a la otra. Se trata, como vemos, de una relación “artificial”, voluntaria o
arbitraria. Arbitraria en tanto contingente, porque es del modo en que es, y pudo ser de
cualquier otro modo.
60 | P á g i n a
Pero hay otros casos en que la relación entre las cosas, en las que una aparece
como “signo” de la otra, es una relación en la que no podemos influir, llamamos a esa
clase de relaciones “naturales” porque están así dadas en “eso” que llamamos naturaleza.
Y lo que se da en la naturaleza es “necesario”, en tanto que, justamente, no es
modificable por el ser humano71.
Algunos autores llaman a la primera relación signo arbitrario, y a la segunda signo
natural. Otros, como John Hospers, por ejemplo, prefieren emplear la palabra símbolo
para la primera y la palabra signo para la segunda.
Lo cierto es que, ateniéndonos a lo que hemos dicho ya sobre la convencionalidad
del lenguaje, no hay “una” forma para llamar a esta distinción, pero se nos ocurre que la
primera, la de usar el sustantivo “signo” con los adjetivos “artificial” y “natural”, nos
permite eliminar ciertas dudas interpretativas y, al mismo tiempo, conservar – vaya como
deliberado juego de palabras – la potencialidad explicativa de “signo” como signo.
71
Debemos tener presente que las intervenciones del hombre en la naturaleza, no alteran sus leyes, sí, tal
vez, su curso, que es otra cuestión. Pero, en todo caso, toda alteración del curso de la naturaleza el hombre
la logra produciendo “otras intersecciones” que aquellas que están ya presentes en el curso de ella. Por
ejemplo: si realizo explosiones nucleares puedo producir profundas alteraciones en el curso de los
ecosistemas, pero esas alteraciones se producen “en cumplimiento de leyes naturales” (esta forma de
expresarme para referirme a leyes de la naturaleza no hace sino mostrar, paralelamente, de qué modo la
ambigüedad de algunos términos, en este caso “ley”, puede producir dudas o interferencias en la
comunicación).
61 | P á g i n a
1.10.
Usos y Funciones del Lenguaje
5.1.1 Las condiciones de los actos de comunicación y la conducta humana.
Para comprender en qué registro se instala el lenguaje jurídico, tenemos que
distinguir también que existen distintos usos del lenguaje, varios de los cuales podemos
reconocer en el campo del discurso jurídico.
En lo que sigue haré breves descripciones de ellos y los referenciaremos a las
posibilidades dentro de aquél discurso.
Uso Informativo
Se trata de la función referencial o representativa: consiste en informar o
transmitir un contenido o hecho tal como el emisor lo juzga.
Es el tipo de uso más extendido, aquél que se suponía constituía el uso por
antonomasia del lenguaje. Incluso, si bien algunos lo diferencian, podríamos incluir dentro
del mismo el uso “metalingüístico”, es decir aquél enderezado a proporcionar información
sobre el propio lenguaje (como por ejemplo puede ser el caso prototípico de los
diccionarios).
Por ejemplo, veremos en la unidad siguiente, un interesante ejercicio de
referencias metalingüísticas al considerar la teoría de los conceptos jurídicos
fundamentales o básicos.
También observaremos en nuestro curso, la conocida distinción formulada por
Kelsen entre normas y proposiciones normativas y podremos observar la interacción,
dentro del fenómeno jurídico, entre dos tipos de usos: éste, que es el que utilizará la
dogmática o ciencia del derecho, para referirse a su campo y los usos prescriptivo y
operativo que se dan en el campo de la producción normativa propiamente dicha.
Uso Expresivo
Se transmiten estados de ánimo. Puede observarse como una variante del uso
informativo, pero está conectado íntimamente con los estados emocionales de los
participantes del acto de comunicación (vgr.: te amo!).
62 | P á g i n a
Uso prescriptivo
Se trata de uno de los usos en que el emisor procura que los receptores realicen
una determinada actividad (positiva o negativa, es decir de acción u omisión). Esta función
es conocida como conativa o apelativa.
Las normas o enunciados jurídicos, son el caso prototípico de este tipo de uso. Aún
si pueda discutirse mucho sobre los elementos constitutivos de un enunciado normativo
(prescripción según Von Wright), no cabe duda alguna sobre su función, esto es la de
motivar la conducta.
Uso emotivo
Es aquél en que lo informativo o cognoscitivo, pasa a un segundo lugar y lo que se
procura es producir reacciones emotivas en los interlocutores apelando al significado
emocional de palabras o enunciados.
Esta función también puede es llamada poética o estética, los mensajes, por lo
general, apelan a formas no literales. Las diversas formas de la metáfora son la expresión
más elocuente de ello.
La metáfora es una figura retórica que consiste en denominar, describir o calificar
algo a través de su semejanza o analogía con otra cosa. La metáfora se diferencia de la
comparación, porque en no relaciona los términos mediante verbos que indican la
semejanza, como “parecer”, o aún utilizando el verbo “ser” indica claramente la
“asociación”, tal como cuando se dice “son como”, sino que une los términos
directamente mediante dicho verbo, o convierte a uno de ellos en complemento del otro
que funge como sustantivo, o simplemente por aposición (se trata de poner dos o más
sustantivos, sin conjunción, en esta caso dando a entender que el uno implica al otro,
como al decir: el mar, el sendero innumerable).
La metáfora puede ser explícita o implícita y en este último caso tan conectada a la
sola imagen o emoción del que habla o escribe, que podemos hablar de lenguaje críptico,
tal como el de los denominados poetas herméticos.
Uso operativo.
63 | P á g i n a
Cuando se hace referencia al Uso Operativo del Lenguaje, se refiere a aquel tipo de
expresiones que no describen un estado de cosas (expresiones que son usadas para
suministrar información acerca de la realidad, como por ejemplo ”El libro está sobre la
mesa”), sino que, al pronunciarlas se está produciendo un cambio en el estado de cosas.
Cuando uno dice “Prometo ir al cine contigo”, no sólo lleva a cabo la acción de
pronunciar la expresión, sino que hace algo más, es la acción de prometer.
Según Austin este tipo de expresiones.

Son enunciados;

No describen un estado de cosas (no se está informando acerca de una
promesa, se está prometiendo);

No son verificables (no se puede comprobar si son verdaderas o falsas)

Generalmente se expresan en la primera persona del singular del presente
del indicativo.
Al pronunciar este tipo de enunciados, en ciertas circunstancias, se lleva a cabo
una acción que no debe confundirse con la acción de pronunciarla, es lo que Austin llamó
“expresiones realizativas”.
Cuando alguien pronuncia este tipo de expresiones se puede observar:
a)
El acto de decirlo, (la emisión del sonido): acto locucionario.
b)
El acto que se lleva a cabo al decir algo, (prometer, saludar, felicitar): acto
ilocucionario.
c)
El acto que se lleva a cabo por que se dice algo, (intimidar, ofender,
convencer): acto perlocucionario.
La relación que se produce entre la dimensión locucionaria (acto de decir) y la
dimensión perlocucionaria (lo que acontece por que decimos algo) es una conexión causal
(relación causa-efecto), mientras que la relación entre la dimensión locucionaria (acto de
decir) y la dimensión ilocucionaria (lo que acontece al decir algo) es una relación
convencional.
64 | P á g i n a
Emitir una expresión, por ejemplo: ”Sí, juro” es realizar una acción, que no se
concibe como el mero decir algo. Además de decir algo, está haciendo algo: asumir el
cargo para el que se está prestando juramento.
Expresar estas palabras es el acontecimiento principal, pero no es el único
elemento necesario para considerar que el acto se ha llevado con éxito. Es necesario
además que las circunstancias en que las palabras se pronuncian sean apropiadas (en el
ejemplo del juramento, la expresión debe expresarse en el acto del juramento), que las
palabras que se expresan sean las apropiadas (no podrían utilizarse palabras distintas que
aquellas que están previstas en la fórmula de toma del juramento) y que las personas que
pronuncian las palabras sean las apropiadas para hacerlo (la persona designada para el
cargo).
Cuando no se cumplen los requisitos, no decimos que la expresión es falsa, sino
que el acto es falso, nos encontramos con que el acto no se ha logrado,
Es decir que además de pronunciar las palabras correspondientes al realizativo, es
necesario que ocurran otras cosas para decir que ha sido ejecutada con éxito. En estos
casos no podemos preguntarnos si las expresiones realizativas son verdaderas o falsas,
podemos observar si han sido afortunadas o desafortunadas.
65 | P á g i n a
6
LA COMUNICACIÓN HUMANA
6.1
La cultura como comunicación
Como resultado de lo que vengo afirmando acerca de la sociedad, resulta claro
también que comparto con Umberto Eco aquello de entender a la Semiótica, a toda la
cultura, como comunicación, lo que implica considerar a toda actividad humana como
comunicación, ergo a toda actividad humana como cultural, en tanto que actividad
transformadora de lo “natural”.
Está claro entonces que no empleo aquí el término cultura en el sentido restringido
en el que suele ser empleada como “cultura de elite” o de las “buenas maneras” o del
“buen gusto”, sentidos en las que es usada con mucha frecuencia.
Debemos recordar aquí, que la sociedad es las comunicaciones que producen los
sistemas psíquicos y que está compuesta de varios subsistemas (de los cuales el derecho
es uno). También debemos recordar que el humano no es el único sistema de
comunicaciones que conocemos, los etólogos han estudiado con suficiente extensión las
diversas formas de comunicación entre animales (que llevaron algunos a considerar hasta
la existencia de alguna “convencionalización elemental”72), algunas de las cuales se
revelan como altamente desarrolladas; aún si en este aspecto debemos señalar la fuerte
tendencia hacia la antropomorfización de esos análisis.
Entonces, al estudiar el derecho como objeto producido por la sociedad, tenemos
que recordar que el derecho es un sistema de comunicaciones de la misma que se ha
autonomizado, a partir de ciertas distinciones (como lícito/ilícito) y que tiene formas de
producción semántica que se han diferenciado y especializado (tanto en lo que respecta a
los enunciados – como las normas por ejemplo – como a las organizaciones – verbigracia
los tribunales – a los que trataremos de observar en las unidades que siguen.
72
Eco, U. op.cit.pag.10.
66 | P á g i n a
6.2
Los axiomas de la comunicación
6.2.1 Primer Axioma: es imposible no comunicar:
Es imposible no comunicarse: Todo comportamiento es una forma de
comunicación. Como no existe forma contraria al comportamiento («no comportamiento»
o «anticomportamiento»), tampoco existe «no comunicación».
6.2.2 Segundo Axioma: Toda comunicación tiene un nivel de contenido y un
nivel de relación
Ello de tal manera que el último clasifica al primero, y es, por tanto, una metacomunicación: esto significa que toda comunicación tiene, además del significado de las
palabras, más información sobre cómo el que habla quiere ser entendido y que le
entiendan, así como, cómo la persona receptora va a entender el mensaje; y cómo el
primero ve su relación con el receptor de la información.
6.2.3 Tercer Axioma: La naturaleza de una relación depende de la puntuación
que los participantes hagan de las secuencias comunicacionales entre ellos
Tanto el emisor como el receptor de la comunicación estructuran el flujo de la
comunicación de diferente forma y, así, interpretan su propio comportamiento como
mera reacción ante la del otro. Cada uno cree que la conducta del otro es «la» causa de su
propia conducta, cuando lo cierto es que la comunicación humana no puede reducirse a
un sencillo juego de causa-efecto, sino que es un proceso cíclico y circular, en el que cada
parte contribuye a la continuidad (o ampliación, o modulación) del intercambio. Un
ejemplo es el conflicto entre Israel y Palestina, donde cada parte actúa aseverando que no
hace más que defenderse ante los ataques de la otra.
6.2.4 Cuarto Axioma:La comunicación humana implica dos modalidades, la
digital y la analógica
La comunicación no implica simplemente las palabras habladas o escritas
(comunicación digital: lo que se dice); también es importante la comunicación no verbal (o
comunicación analógica: cómo se dice).
Esto significa que la comunicación humana no es sólo digital (es decir basada en
lenguajes creados a partir de ruidos y grafismos) sino también analógica (lo que
67 | P á g i n a
comprende toda la extensa gama de “señales o mensajes” que producimos con el cuerpo,
que va desde el lenguaje gestual al de los meros comportamientos o actitudes).
Según describe el mismo Watzlawick, nuestra estructura fisiológica comparte dos
modos de “comunicación”, el del sistema nervioso central y el del sistema “humoral”. En
el primero las unidades funcionales (las neuronas) reciben paquetes quánticos de
información a través de las sinapsis y agrega que cuando “…llegan a las sinapsis, estos
“paquetes” producen potenciales postsinápticos excitatorios o inhibitorios que la neurona
acumula y que provocan o inhiben su descarga. Esta parte específica de actividad nerviosa,
que consiste en la presencia o ausencia de su descarga, transmite, por lo tanto,
información digital binaria. Por otro lado el sistema humoral no está basado en la
digitalización de información. Este sistema comunica liberando cantidades discretas de
sustancias específicas en el torrente circulatorio. Asimismo se sabe que las modalidades
neuronal y humoral de comunicación intraorgánica no sólo existen la una junto a la otra,
sino que se complementan y dependen mutuamente a menudo de manera muy compleja.
Estos dos modos básicos de comunicación aparecen también en el campo de los
organismos fabricados por el hombre: hay computadoras que utilizan el principio del “todo
o nada” de los tubos de vacío o los transistores a las que se llama digitales, porque
básicamente son calculadoras que trabajan con dígitos; y hay otra clase de aparatos que
manejan magnitudes positivas discretas – análogas a los datos – por lo cual se los llama
analógicos73”
Podríamos pensar aquí en la interesante paradoja que nos podrían plantear los
relojes « digitales » y « analógicos », desde que estos últimos manejan unos datos
“discretos”, resultados de mecanismos que procuraron una división enteramente
“artificial” de la flecha del tiempo, aún si inspirada en la cadena natural de sucesos
relativos a la interrelación entre, básicamente, la Tierra, la Luna y el Sol.
73
Watzlawick, Paul; Beavin Bavelas, Janet y Jackson, Don D. Teoría de la Comunicación Humana, Herder,
Barcelona, 1997, pag.62.
68 | P á g i n a
En la comunicación humana es posible referirse a los objetos de dos maneras
distintas: a) se las puede representar con un símil (tal como un dibujo, un ícono, una
ejemplar) o, b), mediante un nombre.
Estos dos modos, el uno mediante una semejanza auto-explicativa, el otro
mediante la palabra, son equivalentes a los conceptos de computadoras analógicas y
digitales.
6.2.5 Quinto Axioma: Los intercambios comunicacionales pueden ser tanto
simétricos como complementarios
Ello depende de si la relación de las personas comunicantes está basada en
intercambios igualitarios, es decir, tienden a igualar su conducta recíproca (p. ej.: el grupo
A critica fuertemente al grupo B, el grupo B critica fuertemente al grupo A); o si está
basada en intercambios aditivos, es decir, donde uno y otro se complementan,
produciendo un acoplamiento recíproco de la relación (p. ej.: A se comporta de manera
dominante, B se atiene a este comportamiento). Una relación complementaria es la que
presenta un tipo de autoridad (padre-hijo, profesor-alumno) y la simétrica es la que se
presenta en seres de iguales condiciones (hermanos, amigos, amantes, etc.)
6.3
Mensajes no verbales
Como puede advertirse, sin lugar a dudas, existen mensajes “no verbales”, tales los
que producimos – por ejemplo – a través de olores, colores, tactos, gustos, pero
fundamentalmente gestos, y no necesariamente de modo aislado, sino que muchas veces
combinados componiendo verdaderos códigos que han sido objeto de desciframiento e
investigaciones profundas (por ello es que podemos hablar de semióticas del gusto, del
olfato, del tacto, del gesto, de la música, del cine, etc.).
También observa Eco la diversidad de lenguajes desarrollados para-verbalmente
como el de los silbidos (en Islas Canarias en donde modulan no tonemas sino fonemas del
español hablado) o el “lenguaje de xilofón” en Birmania, podríamos agregar los lenguajes
de señas inventados por la mafia o las señales de todo tipo utilizadas por el crimen
organizado.
69 | P á g i n a
A su vez, cuando la gente “realiza estas comunicaciones”, realiza también de modo
tal vez inconsciente pero sin duda aprendido, una compleja gama de reacciones
corporales concomitantes, que pueden ser estructuradas analógicamente y estudiadas,
también como “telón de fondo” de la comunicación. Esas actividades nos llevan a
considerar a la cinésica, es decir aquella parcela de la semiótica que se ocupa, de la
investigación de estas modalidades que no podemos llamar un código en sí mismas, pero
sí partes del código.
Eco cita muchos ejemplos, como el del lenguaje de señas de los monjes de
clausura, o los movimientos rituales de los monjes budistas, la gesticulación napolitana
(que según admite el propio Wittgenstein74 lo llevó a reformular el problema del
significado, a partir del denominado “gesto de Sraffa”75); pero no sólo ello, los modos de
caminar, los de reír, los del teatro y la danza, los eróticos, los gestos oratorios, las
modalidades del comer y el beber, los gestos del juego (como en las barajas por ejemplo),
etc.
Todos ellos pueden ocupar un lugar, de hecho lo ocupan frecuentemente, en las
comunicaciones funcionando como códigos para-verbales que actúan como «telón de
fondo» de nuestras comunicaciones, pero de modo tan importante que pueden producir
una inversión completa del sentido de la comunicación. Es aquí donde podemos ver
actuar de un modo sumamente didáctico la noción de Wittgenstein.
Así lo podemos observar en las investigaciones sobre la mayor diversidad de
campos, tal como los códigos musicales, las estructuras de familia, las relaciones sexuales,
los códigos y mensajes estéticos en general, o sobre la comunicación de masas (y dentro
de ella nuevamente los de sus diversas formas como los periódicos escritos, la televisión,
el cine, los comics o historietas, la publicidad, etc.), también en la investigación de las
estructuras de organización familiar o en la estética del arte.
6.4
Semiótica de la argumentación.
Desde este punto de vista es que se estudia, en particular en el análisis de la
comunicación de masas, la influencia de la argumentación, ya sea a través de una
74
75
Wittgenstein, Ludwig. Investigaciones Lógicas, ……
Eco, U. op.cit. pag.12.
70 | P á g i n a
relectura de los tratados clásicos de teoría de la argumentación, como los de Aristóteles o
Quintiliano, como del desarrollo de nuevas teorías en el campo de la influencia del
lenguaje en la conducta humana (un aspecto que los filósofos del derecho suelen ignorar),
un desarrollo que retomaremos en la Unidad sobre Teoría de la Producción Jurídica, pero
que se vuelve necesario advertir desde este punto, para tratar de comenzar a entender el
fenómeno jurídico.
7
Semiótica y Derecho: ruinas circulares
Quiero advertir sobre esta relación, a modo de justificar por qué estamos tratando
en un curso de Teoría General del Derecho, estos temas, refiriéndome a dos relatos y un
poema, muchas veces citados, pero no por ello menos necesarios, de Jorge Luis Borges. El
primero de los relatos, se llama Las ruinas circulares76, el segundo El Idioma Analítico de
John Wilkins77y el poema es El Golem.
En el primero de los relatos, el protagonista, el hombre que venía del sur, “donde
el idioma zend no está contaminado con el griego”, duerme en un templo circular, un
templo antiguo devorado por el fuego. Lo hace para cuidar su sueño: hacer un hombre.
Sabe también que río abajo hay otro templo, también circular, con otros dioses.
Se soñaba, a sí mismo, en un anfiteatro circular que de alguna manera era el
templo.
El primer sueño fue vano, pero el segundo, con elaborada paciencia, le dio por
resultado un Adán, como los rojos Adanes que antes creaban los demiurgos.
En el sueño del hombre que soñaba, el soñado despertó. Luego de perfeccionarlo y
acomodarlo a la realidad, lo envió río abajo, al otro templo, de ruinas circulares.
Temía que ese hijo, que había soñado, entraña por entraña, cabello por cabello,
descubriera su mera condición de simulacro, hasta que un fuego sobrevino, como hace
siglos a devorar el templo, todo, menos a él, que tampoco era real, Otro lo estaba
soñando.
El origen del derecho y del lenguaje, se parecen, ambos se izan desde sus propios
cabellos, se autofundan en círculos concéntricos, nacen de alguna otra cosa,
76
77
Borges, Jorge Luis. Ficciones, Emecé, Buenos Aires, 1979.
Borges, Jorge Luis. Otras Inquisiciones, Emecé, Buenos Aires, 1960, pags.139/144.
71 | P á g i n a
diferenciándose
como
sistemas
autónomos,
se
construyen
y
deconstruyen
continuamente, perpetuamente: son ruinas circulares.
Así como un signo derivó en otro, hasta el surgimiento de la palabra, que luego
llama a otra palabra, y parecen construir un mundo tangible, así de una marca se pasó a
una regla que deriva en otra regla, que deriva en otra…que deriva en la primera.
En el segundo relato, un filólogo intenta construir una lengua perfecta, una lengua
tan racional que representaría al mundo tan lógicamente que, si se supieran las
características de una cosa, se sabría su nombre, aún si este fuere desconocido para el
interlocutor, y si, por el contrario, sólo se conociese el nombre de la cosa, entonces se
conocerían por derivación sus características: “Las palabras del idioma analítico de John
Wilkins no son torpes símbolos arbitrarios; cada una de las letras que las integran es
significativa, como lo fueron las de la Sagrada Escritura para los cabalistas, Mauthner
observa que los niños podrían aprender ese idioma sin saber que es artificioso; después en
el colegio descubrirían que es también una clave universal y una enciclopedia secreta78”.
La ironía de Borges se puede percibir enseguida, la resistencia de las cosas a
clasificación tan bien encastrada del mundo, da por resultado, casos horrorosos: la belleza
es un pez vivíparo y oblongo. Al propio tiempo, el relato da cuenta de otros intentos no
menos desopilantes, así cierta enciclopedia china conocida como Emporio celestial de
conocimientos benévolos, clasifica a los animales del siguiente modo: “…(a) pertenecientes
al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos,
(g) perros sueltos, (h) incluídos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, j)
innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que
acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas. 79” Dice Michel Foucault, que
de la hilaridad que produce este relato, nació la idea de uno de sus libros más
emblemáticos, justamente Las palabras y las cosas. Afirma allí que lo que produce este
relato es la ruptura de lo que entendemos por las clasificaciones “normales”, es decir por
nuestro modo de separar el continuo del mundo y el hábito que adquirimos de observar a
78
79
Borges, J.L., op.cit.pag.141.
Borges, J.L., op.cit.pag.142.
72 | P á g i n a
esa clasificación como no hecha por nuestro arbitrio, sino impuesta a nuestra conciencia
por el propio mundo. En definitiva vestigios del viejo “realismo” platónico.
El mismo problema habita los dos relatos: la intrincada red de conceptos de la que
hacemos el mundo, no está fundada en parte alguna, solo en nuestras distinciones, que
son tan inasibles como los sueños. Con ellas “construimos” el mundo que habitamos,
sueños que sueñan otros, y que nosotros mismos soñamos para otros.
El otro texto de Borges muestra de modo incomparable las relaciones entre
lenguaje, conocimiento y “realidad”. Se trata del poema El Golem, que es también un
relato, y que comienza con una clara referencia a la disputa entre convencionalistas y
realistas, en orden a la relación de las palabras con las cosas, diciendo:
“Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.”
Ello para afirmar luego que, Juda León (que era Rabino en Praga), practicando el
arte de la cábala80, dio vida – por fin – a un muñeco de paja, el Golem, pero advierte:
80
Tomado de Wikipedia : La Cábala (palabra que significa «recibir» para algunos, «clave» para otros) es un
sistema de interpretación mística y alegórica del Antiguo Testamento,2 que busca en la Torá (el Pentateuco,
los primeros cinco libros de la Biblia), el significado del mundo y la «verdad». Pretende interpretar los
sentidos ocultos de los cinco libros y en ellos busca la revelación. Puede entenderse de una forma metafísica,
buscando la iluminación, o se puede entender como un medio a través del cual llegar a conocer la realidad
que nos rodea. Kabalística es la afirmación de que «el conocimiento absoluto no tiene objeto sino que es un
medio». Para los Kabalistas, el lenguaje es creador y la Torá contiene todos los textos, todas las
combinaciones que pueden darse para crear otros mundos y otras realidades. Los Kabalistas entienden que
el nombre de Dios está formado por todas las letras que componen el alfabeto y que éste, por tanto, tiene
múltiples formas. Dios se sirvió de las letras para crear el universo a través de sus emanaciones o sefirot.
La cábala especulativa investiga los sentidos recónditos relativos a la Sagrada Escritura, y a los misterios de
la naturaleza y la creación, y se subdivide en artificial o simbólica, y real o dogmática.
En la cábala especulativa simbólica, se prescriben determinadas reglas hermenéuticas para descifrar el
sentido oculto de los textos de la Biblia. Así, para descifrar el sentido oculto de los textos de la Biblia (a los
que se considera acompañados de un sentido recóndito) se colocan verticalmente unas encima de otras las
palabras de diferentes versos de la Sagrada Escritura, resultando nuevas palabras de las letras en lectura
vertical. Las palabras se disponen en forma de cuadro para poder ser leídas verticalmente o en bustrófedon.
Las palabras se juntan totalmente y se las separa de nuevo, etc. A reglas de este orden responden las tres
variedades de cábala especulativa simbólica: La Gematría considera el valor numérico de la palabra o
palabras del texto, cuyo sentido se indaga, el cual será el de otra palabra extraña cuyas letras sumen el
mismo valor numérico que aquella o aquellas. Así, en el Génesis XLIX, 10, se lee: «No se le quitara la vara de
mando a Judá, ni (faltará) el legislador (la antorcha suprema) de entre los de su generación (descendencia)
hasta que venga el Pacífico (Shiló Yabosh)». Para saber quién es el pacífico, los cabalistas suman los valores
73 | P á g i n a
“Tal vez hubo un error en la grafía
o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.”
La ironía borgeana, se ríe del intento de “descubrir lo que Dios sabe” y remata el
poema (que introducimos completo en los Anexos de este Cuaderno, conjuntamente con
los otros dos textos), diciendo:
“En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?”
La ironía de Borges, refiere que estamos constituidos en el lenguaje, como el Adán
del sueño, en el lenguaje de otros, y el lenguaje, el entero lenguaje, son siempre ruinas
circulares devoradas por el fuego del tiempo.
Ruinas circulares en un doble sentido: en primer lugar porque las palabras no se
conectan con el mundo sino con otras palabras y si tuviéramos a la vez la impaciencia de
no conformarnos y la paciencia de continuar buscando, como el soñador, hallaríamos que
al final, en el principio, está la misma palabra desde la que partió la búsqueda y en
segundo lugar la producción de sueños, distinciones, palabras, se da también en
permanentes círculos de producción que como el nudo borromeo, semejan estar adentro
y afuera al mismo tiempo. Todo diccionario sería así una gigantesca tautología.
Nuestra vida está hecha de relatos, de relatos que se enhebran los unos a los otros,
los unos en los otros, dejándonos constituidos en el relato que nosotros mismos hacemos
de nuestra propia vida.
de número de las palabras hebreas «hasta que venga el pacífico», que dan Yod es igual a 10, Bet es igual a 2,
Alef es igual a 1, Shin es igual a 300, Yod es igual a 10, Lámed es igual a 30, He es igual a 5, total 358. Como
‫ ַ י‬Mashíaj son igualmente 358, el pacífico será el
que los valores de las letras que entran en la palabra ‫ש‬
‫חִׁ ָמ‬
Mesías.
74 | P á g i n a
El derecho y la semiótica se enlazan, en realidad eso que llamamos la producción
de derecho es un extenso ejercicio semiótico, en el que construimos campos diversos,
textos que fundan textos, a partir de los cuales realizamos actos de discernimiento, en los
que nuestras vidas y otras vidas, son juzgadas y jugadas.
75 | P á g i n a
8
APÉNDICE
8.1
El Golem
Jorge Luis Borges
Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de ‘rosa’ está la rosa
y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’.
Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.
Los artificios y el candor del hombre
no tienen fin. Sabemos que hubo un día
en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
en las vigilias de la judería.
No a la manera de otras que una vaga
sombra insinúan en la vaga historia,
aún está verde y viva la memoria
de Judá León, que era rabino en Praga.
Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dió a permutaciones
76 | P á g i n a
de letras y a complejas variaciones
y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,
la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
de las Letras, del Tiempo y del Espacio.
El simulacro alzó los soñolientos
párpados y vio formas y colores
que no entendió, perdidos en rumores
y ensayó temerosos movimientos.
Gradualmente se vio (como nosotros)
aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.
(El cabalista que ofició de numen
a la vasta criatura apodó Golem;
estas verdades las refiere Scholem
en un docto lugar de su volumen.)
El rabí le explicaba el universo
“esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga.”
y logró, al cabo de años, que el perverso
barriera bien o mal la sinagoga.
Tal vez hubo un error en la grafía
77 | P á g i n a
o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.
Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.
Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
ya que a su paso el gato del rabino
se escondía. (Ese gato no está en Scholem
pero, a través del tiempo, lo adivino.)
Elevando a su Dios manos filiales,
las devociones de su Dios copiaba
o, estúpido y sonriente, se ahuecaba
en cóncavas zalemas orientales.
El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. ‘¿Cómo’ (se dijo)
‘pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?’
‘¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?’
78 | P á g i n a
En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
79 | P á g i n a
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