CUADERNO DE CÁTEDRA: INTRODUCCIÓN A UNA TEORÍA DEL LENGUAJE Jorge E. Douglas Price, con la colaboración de María Raquel Calvo 1|Página CUADERNO DE CÁTEDRA: INTRODUCCIÓN A UNA TEORÍA DEL LENGUAJE .... 1 Jorge E. Douglas Price, con la colaboración de María Raquel Calvo .................................... 1 1 2 Introducción .................................................................................................................... 4 1.1. El lenguaje: concepto .................................................................................... 7 1.2. Filosofía del Lenguaje. ............................................................................... 10 1.3. Los enunciados valorativos. ........................................................................ 13 1.4. Las corrientes analíticas .............................................................................. 14 1.5. El lenguaje como actividad. ........................................................................ 15 Semiótica. ..................................................................................................................... 18 2.1 Concepto. .................................................................................................... 18 2.2 Lengua y Habla (Langue et Parole: Saussure) ............................................ 20 2.3 Cosas, signos, símbolos, discursos, textos e intérpretes. ............................ 23 2.4 Comunicaciones y Códigos ........................................................................ 24 3 Sintáctica ...................................................................................................................... 26 4 Semántica. La relación de las palabras con el mundo. ................................................. 29 4.1 Introducción. ............................................................................................... 29 4.2 Apuntes sobre Historia de la Filosofía del Lenguaje: Realismo vs Convencionalismo Verbal ................................................................................................ 29 4.3 Las palabras y el mundo. Convencionalismo vs realismo verbal. .............. 33 4.3.1 El Cratilo. .............................................................................................. 34 4.4 La polémica en la época actual ................................................................... 42 1.6. Introducción ................................................................................................ 46 4.4.1 Tipos de significado .............................................................................. 48 4.4.2 Palabras de Clase y Clasificaciones ...................................................... 49 4.4.3 Denotación y Designación. Características Definitorias y Concomitantes .............................................................................................................. 51 4.4.4 Reglas del Significado: Libertad de Estipulación y Uso Común.......... 53 1.7. Características del Lenguaje Natural .......................................................... 55 4.4.5 Vaguedad, Ambigüedad, Textura Abierta. ........................................... 55 2|Página 5 Pragmática. ................................................................................................................... 58 1.8. Diferencias con la semántica ...................................................................... 60 1.9. Diferencia entre signos. Signos y símbolos ................................................ 60 1.10. Usos y Funciones del Lenguaje ............................................................... 62 5.1.1 Las condiciones de los actos de comunicación y la conducta humana. 62 6 LA COMUNICACIÓN HUMANA ............................................................................. 66 6.1 La cultura como comunicación ................................................................... 66 6.2 Los axiomas de la comunicación ................................................................ 67 6.2.1 Primer Axioma: es imposible no comunicar: ....................................... 67 6.2.2 Segundo Axioma: Toda comunicación tiene un nivel de contenido y un nivel de relación ........................................................................................................... 67 6.2.3 Tercer Axioma: La naturaleza de una relación depende de la puntuación que los participantes hagan de las secuencias comunicacionales entre ellos 67 6.2.4 Cuarto Axioma:La comunicación humana implica dos modalidades, la digital y la analógica .................................................................................................... 67 6.2.5 Quinto Axioma: Los intercambios comunicacionales pueden ser tanto simétricos como complementarios ............................................................................... 69 6.3 Mensajes no verbales .................................................................................. 69 6.4 Semiótica de la argumentación. .................................................................. 70 7 Semiótica y Derecho: ruinas circulares ........................................................................ 71 8 APÉNDICE .................................................................................................................. 76 8.1 El Golem .................................................................................................................... 76 3|Página 1 Introducción ¿Por qué ingresar a los estudios de derecho, al menos de la Teoría General del Derecho, por vía de la Teoría del Lenguaje? Lo primero que tengo que afirmar, como petición de principio, desde que no podré desarrollar aquí su justificación, es porque entiendo que la sociedad son, como dice Niklas Luhmann, las comunicaciones que producimos y esas comunicaciones se producen principalmente, aunque no exclusivamente, a través del lenguaje. Esta afirmación necesita de muchos matices que, insisto, no podré dar aquí, pero sí decir que la comunicación, según dicha teoría, es un hecho altamente improbable, porque toda la comunicación está basada en el principio de “doble contingencia1” (o contingencia social), idea que tiene origen en la teoría sociológica de Talcott Parsons2. La “doble contingencia” indica el hecho, no por obvio menos relevante, que siempre hay un Alter para un Ego, y que tanto uno como el otro, observan las selecciones del otro como contingentes (es decir: no necesarias, no forzosas, no esperadas); y contingencia, significa, filosóficamente, exclusión de necesidad e imposibilidad; significa que lo que es actual (y por lo tanto posible), es posible también de otras maneras (y por lo tanto no necesario, en el sentido de fatal o ineluctable). La doble contingencia significa, en estos términos, que siempre los mensajes que forman parte del circuito de la comunicación, pueden ser decodificados por los sistemas psíquicos que forman el entorno de la sociedad en un sentido diverso de aquél que le otorgó el emisor. Este problema, lo veremos en su momento, está a la base del funcionamiento de todos los sistemas sociales, por ende también del Derecho. 1 “Para Aristóteles, lo contingente, se contrapone a lo necesario. ...En la literatura lógica clásica es frecuente definir la contingencia como la posibilidad de que algo sea y la posibilidad de que algo no sea. Si el término 'algo' se refiere a una proposición, la definición corresponde efectivamente a la lógica; si 'algo' designa un objeto, corresponde a la ontología….” http://www.ferratermora.org/ency_concepto_ad_contingencia.html 2 Para Parsons el principio de doble contingencia indica: que las elecciones de ego son contingentes en su selección y, por ende, la reacción de alter será contingente en la selección de ego y resultará de una selección complementaria por parte de alter. 4|Página Para avanzar un poco más en esta teoría hay que entender que revoluciona el concepto de sistema, y que existen diversos tipos de sistemas (máquinas, seres vivos, sistemas sociales, sistemas psíquicos). Consecuentemente, los seres humanos individuales son considerados, por un lado, seres vivos, organismos, y, por el otro, sistemas psíquicos. Ellos que constituyen el “entorno” del sistema de la sociedad, no “son” la sociedad. La sociedad que, como los seres humanos, es un sistema construido en base al “sentido”, es, precisamente, las comunicaciones que ellos producen. Ahora bien, desde esta perspectiva, un sistema social puede ser una interacción, o una organización, o una sociedad. La interacción es un sistema social cuya especificidad se da por la presencia física de los interlocutores de la comunicación, es decir que existe interacción cuando la percepción de la presencia física está en la base de la comunicación que se realiza a partir de la doble contingencia. La interacción constituye el nivel mínimo de producción de la comunicación: sin interacciones no sería posible ningún sistema social. Pero la interacción no es la sociedad, sino es un tipo de episodios que permite la realización de la sociedad, pero ellos mismos (los episodios), no pueden producirse sin tener una sociedad como base, lo que hace ver la circularidad del fenómeno. Sólo porque existen ciertas comunicaciones con sentidos relativamente homogéneos, es que puede suceder que las interacciones tengan sentido, aún si están sometidas al principio de doble contingencia. Para comprender mejor la evolución de la sociedad debemos recordar que primero con la invención de la escritura y luego con la de otros medios de comunicación, la comunicación (de la que la sociedad está “hecha” o aquello en lo que consiste la sociedad) se hizo posible también “entre ausentes”, es decir: sin que sea necesaria la presencia física de los interlocutores. La organización es un tipo de sistema social que se constituye en base a reglas de reconocimiento3 que lo vuelven identificable y que le permiten especificar las propias estructuras. Las reglas son básicamente reglas de pertenencia, que pueden ser fijadas 3 Veremos oportunamente la relación entre este concepto de Luhmann y la Teoría del Derecho de H. L. Hart. 5|Página mediante la selección de personal y la definición de los roles internos, sólo pocas personas pueden ser miembros de una organización formal. Esto se refiere básicamente a organizaciones como las empresas, las asociaciones, y también los aparatos del estado. Las comunicaciones que fungen como elementos últimos de la organización asumen la forma de decisiones. Las decisiones son comunicaciones de tipo particular, cuya selección debe poder ser siempre atribuida a un miembro de la organización, pero ser miembro del organización no equivale a ser parte del sistema organizado: “Las personas ejercitan la pertenencia a la organización contribuyendo a determinar las estructuras que permiten al sistema ser operativo, y, en cuanto sistemas psíquicos, permanecen en el entorno de la organización4”. La organización establece premisas de decisión, las cuales limitan de manera diferenciada el ámbito del cual, de vez en cuando, se puede escoger. Estas premisas se presentan de tres formas distintas: a) la organización establece programas, con base a los cuales es posible evaluar la corrección de las decisiones, poniendo por ejemplo objetivos a cumplir; b) el ámbito de decisión se restringe estableciendo algunas vías de comunicación, por ejemplo mediante la estructuración jerárquica, mediante ella se vuelve claro qué secuencia comunicativa puede tener la decisión y sí se pueden formar de este modo expectativas realmente atendibles; y c) la tercera premisa que vuelve operativa a la organización está relacionada con las personas que son miembros, es decir con los requisitos para seleccionarlos o admitirlos, por ejemplo el tipo de currículo, las capacidades, la reputación que la persona ha adquirido en base a la propia experiencia o formación (y podríamos agregar: el propio método mediante el cual la organización “decide” que una persona pasa a formar parte de ella). Los programas, las vías de comunicación y las personas constituyen estructuras de expectativas al interior de la organización que ponen a la organización misma en posibilidad de operar. 4 Corsi, Giancarlo, Espósito, Elena y Baraldi, Claudio. Glosario sobre la Teoría Social de Niklas Luhmann, Anthropos, Universidad Iberoamericana, México, 1996, pag.121/122. 6|Página Estas tres premisas se consolidan en puestos de trabajo, cada puesto tiene tareas que desarrollar (programa), pertenece a una cierta oficina (vía de comunicación) y está ocupada por un aparato psíquico (persona): “De esta manera la contingencia se vuelve operativa, ya que toda posibilidad decisional queda vinculada según lo que puede ser variado y según lo que debe permanecer constante5”. Esta oscilación entre conservación e innovación es la característica de los sistemas, como el del Derecho, por ejemplo. Una segunda petición de principio es la de que, partiendo de esa misma teoría sociológica, se afirma que los sistemas sociales, y el lenguaje como el derecho son ejemplos de ellos, se “autofundan”, es decir fabrican sus propios componentes y sus propias relaciones. No podemos ir a buscar a “otro” sitio, en “otro” lugar su origen, su explicación o fundamentación. Este es el proceso que se denomina, en esta teoría, como autopoiésis6. 1.1. El lenguaje: concepto El lenguaje es el instrumento que nos diferencia de las demás especies animales; no porque las demás carezcan – en sentido amplio – de lenguaje, pues posible atribuírselos desde esta perspectiva, sino porque no conocemos otra que haya generado uno tan complejo y que sea, a la vez, constitutivo de las sociedades de la especie. Esto es lo que ha llevado al biólogo y psicólogo Humberto Maturana a decir que los seres humanos somos seres “lenguajeantes”, es decir seres constituidos en el lenguaje. Un aspecto distintivo de los seres humanos respecto de otras especies con capacidad para comunicarse por algún tipo de lenguaje es, como lo ha advertido el pensamiento cartesiano, el elemento creativo en el uso del lenguaje. 5 Corsi, G. et alt., op.cit.pag.122. "Una máquina autopoiética es una máquina organizada como un sistema de procesos de producción de componentes concatenados de tal manera que producen componentes que: i) generan los procesos (relaciones) de producción que los producen a través de sus continuas interacciones y transformaciones, y ii) constituyen a la máquina como una unidad en el espacio físico" H. Maturana y F. Varela: De máquinas y seres vivos, Editorial Universitaria, 1995. pág. 69. 6 7|Página El lenguaje es, al mismo tiempo, constituyente y portador de la cultura humana. Mediante él, el hombre, como especie, ha podido elaborar una meditación acerca de su propia condición como especie. La lengua forma una parte intrínseca de nosotros mismos, es nuestro vehículo de comunicación y es también parte de la estructura de nuestra identidad: “De ello se deduce que el lenguaje tiene dos características: por un lado, es el medio para lograr la expresión personal, permitiéndonos articular nuestra genuina individualidad, y al mismo tiempo es lo que tenemos en común con los restantes miembros de nuestra comunidad, lo que nos asemeja y liga a ellos”7. La cultura está cifrada en el lenguaje, bien que no solo en él, y todo lenguaje refleja los intereses y actividades de las gentes que lo hablan. Por ello podemos ver que incluso el mundo físico es clasificado de formas de manera diferentes por pueblos diversos, hasta el punto de que uno se siente tentado de afirmar que los hablantes de lenguajes diferentes viven mundos diferentes. Noam Chomsky8 , dice que entre las varias razones que han inducido al estudio del lenguaje, una de ellas es la especial importancia que tiene para el estudio de la naturaleza humana, en tanto es una propiedad exclusiva de la especie y además tiene que ver, de manera crucial, con el pensamiento, la acción y las relaciones sociales. Es que, cuando uno habla, no repite –como un mero acto mecánico- algo ya oído, sino que produce formas lingüísticas que se adecuan a la situación que lo evoca: “El uso normal de la lengua es por tanto libre e indeterminado, pero no obstante apropiado a las situaciones; y así lo reconocen los otros participantes en la situación del discurso, que pudieron haber reaccionado de maneras similares y cuyos pensamientos, suscitados por el discurso, corresponden a los del orador”9. Cuando se habla acerca de una lengua, se piensa en algún tipo de fenómeno social, una propiedad compartida por una comunidad. Es que en el uso corriente, el término 7 Fenichel Pitkin, Hanna. “Wittgenstein: El lenguaje, la política y la justicia”. P. 14 Chomsky, Noam. El Lenguaje y los Problemas del Conocimiento. Conferencias de Managua 1 9 Chomsky, Noam, op. cit. 8 8|Página “lengua”, pone en juego otros factores que van más allá del acto de hablar, pues la comunicación siempre conlleva factores sociopolíticos y normativos. El lenguaje interviene en todo tipo de propuesta comunicativa: se usa como expresión del pensamiento (lo que implica admitir que se usa también como parte del proceso del pensar, cuestión que ha merecido profundos análisis que no podemos recoger aquí), y también para establecer relaciones interpersonales sin ningún interés ulterior, como los juegos (aunque muchos juegos forman parte de la trama social compleja, es decir de un proceso comunicativo más amplio que excede a los “jugadores”, y, por supuesto, para todo otro tipo de fines humanos. El lenguaje, como objeto de la investigación científica ha tenido diversas definiciones y todas ellas mantuvieron o mantienen la pretensión de corrección. Es cierto que otros objetos científicos han merecido menos complicaciones en su definición, o al menos eso parece; pero una característica, si se quiere extraña, de la Lingüística es que trabaja con el propio objeto que estudia, esto es el lenguaje. En esto, vale señalarlo, se “parece” al Derecho, no porque el objeto del Derecho sea el lenguaje sino porque el Derecho está “hecho de lenguaje”, es uno de los subsistemas sociales, es decir uno de los subsistemas de la sociedad que, como vimos, según la teoría de Niklas Luhmann, está “hecha de comunicaciones” o, mejor dicho, es las comunicaciones que producen los aparatos psíquicos, los individuos de la especie humana, que son, a la sazón ellos mismos, entornos de la sociedad. Como señala Graciela Reyes, el lenguaje natural (es decir el espontáneamente generado en una comunidad cualquiera) puede definirse de maneras distintas, sea como un objeto exterior – la totalidad de las enunciaciones que pueden producirse en una comunidad de habla – (Bloomfield «A set of postulates for the sciences of language», 1926, pag.156); como un sistema gramatical virtualmente existente en los cerebros de un grupo de individuos, según la famosa descripción de Saussure10 («Curso de Lingüística General», 1945, pag.57), ya sea como un sistema de conocimiento, el conjunto de 10 Lo que significa que nunca el lenguaje está “todo” presente en persona alguna, y, hasta podría decirse, siquiera tampoco en el conjunto de los seres vivientes que lo hablan. Es más y menos que eso. 9|Página representaciones mentales internalizadas por el individuo, de acuerdo con la definición de Chomsky (Noam Chomsky, «Knowledge of language», 1986, pag.26)11. Lo cierto es que algo podemos “ver”, si se permite la expresión, de común en estas definiciones: cierta inasibilidad, o, mejor dicho, cierta variabilidad que no es más que la característica de un objeto que muta constantemente (aunque, tal vez, la epistemología contemporánea nos mostraría que es una característica que comparte con otros objetos científicos). Es cierto también que cada uno de estos modos de “ver” el lenguaje representa distintas “ideologías”, como ya lo había advertido, a propósito del conocimiento en general, Francis Bacon12. Es decir, siempre, al observar el lenguaje como objeto, estamos aplicando un modo de ver el mundo, con toda su carga de fracasos y preconceptos acerca del mismo mundo. Por eso, sino todos, muchos de los filósofos, particularmente los que han reflexionado sobre el conocimiento, también lo han hecho sobre el lenguaje y su incidencia en ese proceso (así Platón, como veremos más adelante, Aristóteles, San Agustín, Guillermo de Occam, Charles Sanders Pierce, William James, John Austin, Ludwig Wittgenstein, Jürgen Habermas, y la lista podría continuar indefinidamente). 1.2. Filosofía del Lenguaje. Ahora bien, la filosofía no ha estado, no está, pacífica acerca del problema de qué cosa sea el lenguaje, y, en todo caso, cómo hay que abordarlo. Podríamos decir que el lenguaje fue considerado por la filosofía como un objeto más de sus análisis, hasta el comienzo del siglo XX. Recién desde entonces, comenzó a desarrollarse a partir de los estudios de dos filósofos y lógicos importantísimos: Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, una corriente que ha dado en llamarse “analítica”. Analítica porque revela el papel decisivo, hasta entonces considerado inocuo del lenguaje en la reflexión humana, analítica porque propone advertir que el lenguaje es el 11 12 Reyes, Graciela. La pragmática lingüística. El estudio del uso del lenguaje, Montesinos, Barcelona, 1990. Me refiero a su conocida teoría de los idola fori. 10 | P á g i n a mediador de nuestros debates y que en él habitan muchos de los problemas que consideramos básicos de la filosofía o, incluso – a veces – irresolubles. Puso, en suma, la atención sobre el hecho de que, en muchas oportunidades, los debates se originaban en el lenguaje mismo y no en supuestas “esencias” o “piedras filosofales”, detrás o debajo de las cuales habríamos de hallar la “verdad”. Por ejemplo, para la corriente analítica, muchos de los problemas de la filosofía son meros problemas “verbales”, esto es: si aclarásemos que entendemos por el término “x”, la discusión cesaría y quedarían, a lo sumo, como supo decir William James, unos pocos problemas, auténticamente filosóficos. La primera corriente analítica, también denominada positivismo metodológico, consideró básicamente que la manera en que la gente de la calle habla normalmente es deficiente, descuidada y engañosa y que el papel a desempeñar por la filosofía con respecto a este punto es corregir o reemplazar completamente el lenguaje ordinario, al igual que la ciencia corrige o reemplaza la forma de comprender el mundo que corresponde al llamado sentido común. Esta tendencia trata de construir un lenguaje ideal, libre de las imperfecciones lógicas del hablar cotidiano, intenta traducir expresiones que son ambiguas y que pertenecen al lenguaje ordinario, es decir, clarificarlas, con una forma lógica precisa, distinguiendo entre lo que tiene y no tiene sentido. Parte de los mismos presupuestos lógicos en los que la teoría nació: para ellos los enunciados auténticos o son tautológicos o pertenecen al universo discursivo de las ciencias naturales, en tanto que el resto – particularmente los enunciados axiológicos, los referidos a valores – son sinsentidos lógicos. Es decir: sostienen que el uso del lenguaje informativo, el uso aquél en el que el lenguaje se usa para describir algo (una cosa o un estado de cosas, en el más amplio sentido del término “cosa”), es el único uso donde puede lograrse un acuerdo racional, el caso en donde puede decirse “esto es verdadero o esto es falso”. También ha llegado a observarse o señalarse que muchas expresiones que parecen enunciados o bien no son formuladas en absoluto para registrar o suministrar información 11 | P á g i n a directa acerca de los hechos o bien tienen ese propósito sólo en parte. Siguiendo esta línea se ha mostrado, fragmentariamente hasta ahora, o por lo menos se ha presentado como probable, que muchas perplejidades filosóficas tradicionales han surgido merced a un error; el error de tomar como enunciados fácticos lisos y llanos a expresiones que son sinsentidos. De acuerdo con ello, el supuesto fundamental del Tractatus Logicus Philosophicus, la primera gran obra de Ludwig Wittgenstein, es que el lenguaje es una figura de la realidad (una “descripción” de la misma); y por ende su función es representar al mundo para nuestro uso, para nuestra comprensión e interacción con él, una teoría que ya estaba, al menos en forma preliminar, en San Agustín. Para Wittgenstein, una proposición (y una proposición es un enunciado que “afirma” algo) es una “figura de la realidad” y responde a “un modelo de la realidad tal como nos la imaginamos”. Esa figura puede ser correcta o incorrecta, verdadera o falsa, dependiendo de si está “de acuerdo con la realidad”; y tal acuerdo es, fundamentalmente, una cuestión de correspondencia de partes13. Ahora bien, desde esa perspectiva, la de Wittgenstein, una proposición tiene tantas partes distintivas como el estado de cosas que representa y estas partes son esencialmente los nombres de los objetos del mundo que se combinan en la situación particular. Cada palabra es el nombre de una cosa y la proposición las relaciona unas con otras de una cierta manera, pretendiendo decir algo verdadero sobre la realidad. La proposición contenida en un enunciado es una especie de grabado o de mapa, donde las relaciones reales son representadas por correspondientes relaciones en un medio diferente. En el lenguaje, el pensamiento aparece, con frecuencia, encubierto, y hay que sacarlo a la luz mediante el análisis, traduciendo frases complejas a sus proposiciones 13 Esta idea conecta, además, con el problema epistemológico de los criterios de verdad, problema que no podemos tampoco desarrollar aquí, pero que vale tener presente, pues la teoría de Wittgenstein, de la verdad “como correspondencia” propia del denominado Círculo de Viena, ha merecido diversas refutaciones como las que están presentes, por ejemplo, en la teoría de William James. 12 | P á g i n a elementales, cada una de las cuales consta de “nombres de combinación inmediata”. Este tipo de análisis es la tarea que debe realizar la filosofía propiamente dicha: se propone la clarificación lógica de los pensamientos14. La filosofía tradicional no ha meditado sobre las cuestiones que les preocupaban desde el punto de vista de la lingüística; al contrario, dichos problemas se les han presentado como ontológicos. Esto equivale a decir: como vinculados al ser de las cosas, lo que es consecuente con su idea del lenguaje como “espejo del mundo”, no se pensaba que el lenguaje fuese una “construcción” sino un mero artefacto tan natural como nuestras manos o nuestros oídos, en el cual no había “mediación” alguna de nuestra psiquis, de nuestra volición o nuestras preferencias, o, incluso de nuestros errores epistémicos. En tanto que el lenguaje “espejaba” al mundo, los problemas estaban en nuestra comprensión del mundo (en la ontología) y no en alguna otra parte (como por ejemplo en el lenguaje). El problema se acentuaba con los objetos de nuestra comunicación que no pertenecen al mundo natural, así por ejemplo las ideas políticas o sociales. Las investigaciones tradicionales, por caso, se han ceñido a la naturaleza de la libertad, pero no han abordado los usos de la palabra “libertad”, es decir, entendían que una pregunta tal era análoga a la pregunta ¿qué es una piedra? y por ende discutían sobre la “naturaleza de la libertad”, tal como discutían acerca de la de la piedra. Esta confusión entre semántica y ontología, ha sido una de las más frecuentes en la historia de la filosofía y contra ella se alzó la corriente analítica, que califica a su vez como una propuesta crítica, dado que permite desentrañar los supuestos ideológicos que están presentes siempre en toda presunta “descripción” acerca de una cosa o un estado de cosas. 1.3. Los enunciados valorativos. En suma, para estas teorías, en el mundo de los hechos, el mundo real, “todo es como es y sucede como sucede”, en él no hay ningún valor. 14 Una idea análoga está presente, bien que en un sentido diferente, en el psicoanálisis fundado a partir de los estudios de Sigmund Freud. 13 | P á g i n a En un buen sentido, ello es así, el mundo es como es y sucede lo que sucede, pero – paradójicamente – nosotros podemos entendernos con respecto al mundo, ya lo dijimos casi exclusivamente a través del lenguaje y el lenguaje posee unas ciertas características que eran desconocidas por la filosofía tradicional. Esa filosofía, ignoraba la diferencia, por ejemplo, entre proposiciones y prescripciones, o lo que es lo mismo entre enunciados informativos y enunciados prescriptivos. Para los autores del Círculo de Viena, por ejemplo, es claro que la ética no se puede expresar en palabras. Para ellos la ética es “trascendental”. Así, la mayor parte de las proposiciones y cuestiones que se han escrito sobre materia ética no son falsas, sino sinsentidos. En consecuencia, las proposiciones contenidas en enunciados referidas a valores no pueden tener ningún significado, pues “no describen nada”. Para esta posición (la de la analítica), el sector del lenguaje que tiene significado está confinado dentro de estrechos límites y gobernados por unas reglas claras e inequívocas; la tarea de la filosofía consiste en separar en el uso del lenguaje lo que tiene significado de lo que no lo tiene, esclareciendo el primero de acuerdo con las reglas antes expuestas. 1.4. Las corrientes analíticas Para simplificar diremos que dentro de la corriente analítica se dice que hay dos grandes líneas: 1) La primera, vinculada a Wittgenstein, que entienden que los problemas filosóficos son pseudo-problemas, que se originan en abusos cometidos en directo detrimento del lenguaje ordinario o natural, cuando se pretende usarlo fuera de los contextos donde cumple cabalmente su función. 2) La otra, que se desarrolla en Oxford, entre otros puntos sostiene que la tarea del filósofo consiste en la elucidación de los conceptos ordinarios, incorporados al lenguaje común. Para esta corriente, hacer filosofía es poner en claro el complejo aparato conceptual presupuesto en el empleo ordinario de palabras y expresiones que en su mayoría pertenecen al lenguaje cotidiano no especializado; o bien que el lenguaje 14 | P á g i n a ordinario recoge las distinciones que vale la pena hacer en los aspectos prácticos de la vida humana. Por lo tanto, un estudio detenido del mismo, permite resolver todos los problemas filosóficos genuinos relativos a aquellos aspectos. Todas las distinciones conceptuales justificadas están incorporadas al lenguaje ordinario, y no hay distinción incorporada a él que no esté justificada15. Por último sostienen que antes de preocuparse por el origen o la naturaleza de los problemas filosóficos, como tarea indispensable previa, se requiere dominar adecuadamente el cúmulo de distinciones y riquezas de matices que exhibe el lenguaje ordinario; su estudio no garantiza la solución a los problemas filosóficos pero constituye el punto de partida. 1.5. El lenguaje como actividad. Pero el propio Wittgenstein habría de plantear un giro revolucionario en la concepción del lenguaje. Un giro que variaría sustancialmente el concepto acerca de cómo el lenguaje se relaciona con el mundo (las cosas), a partir, justamente, de cómo lo usamos. Ese “segundo Wittgenstein”, que es el de su libro Investigaciones Filosóficas16 , investiga la idea según la cual el lenguaje se fundamenta en un discurso en el que se habla y se responde y que estas son cosas que nosotros hacemos; que el lenguaje es – ante todo – discurso, y el hablar un lenguaje es parte de una actividad o de una forma de vida. De esta forma, no se trata de que, cuando se comprende un lenguaje, se capte alguna suerte de esencia interior del significado; antes bien, por el contrario, se trata de saber cómo hacer ciertas cosas. Comprender un lenguaje significa dominar una técnica. Por eso habría de relacionarlo con los juegos y más específicamente con la teoría de los juegos. Ello implicaba decir que las diferentes palabras, como las diferentes proposiciones lingüísticas, al igual que las herramientas o útiles que la humanidad ha inventado (desde el hacha al teléfono sólo por dar dos ejemplos), pueden ser utilizadas de muy diferentes maneras, muchas veces separadas de su “función” originaria. 15 Se atribuye a Borges haber dicho que “siempre hay una buena razón para que exista una palabra”, esto es que una propuesta comunicativa, un ruido o un grafismo, se transforman en “palabra” cuando superan el “test de supervivencia” esto es que son aceptadas por la comunidad de hablantes, como tal. Es claro que esto es una tautología, pero, en cierto modo – como veremos más adelante – todo el lenguaje lo es. 16 Ludwig Wittgenstein Investigaciones Filosóficas. Ediciones Altaya. Barcelona, Agosto de 1999. 15 | P á g i n a Una de las razones que Wittgenstein tiene para enfatizar la diversidad de juegos de lenguaje que utilizamos descansa en que quiere mostrar lo que de erróneo hay en la hipótesis, que el mismo compartió en otro tiempo. Así dice: “Resulta interesante comparar la multiplicidad de herramientas en el lenguaje y los modos en que son usadas, la multiplicidad de las clases de palabras y de frases con lo que los lógicos han afirmado la estructura del lenguaje (incluyendo al autor del Tractatus lógico-philosopicus)”17. Eso significa que con el lenguaje se “hacen” muchas cosas, no solo informar, por ejemplo: referir, afirmar, preguntar, interjectar; todos ellos aparecen sólo como juegos de lenguaje, sin que sean más ejemplares que el resto. Wittgenstein ya no considera que sea necesario traducir (o analizar) expresiones ordinarias según “su verdadera forma lógica”, a la forma de la simple aseveración (o afirmación). No se trata, tampoco, de que nosotros nunca refiramos o describamos, nunca hagamos aseveraciones verdaderas o falsas, nunca utilicemos palabras como etiquetas. Se trata de que estas funciones no son, como se afirmaba en su primera época, privilegiadas o definitivas. “El significado de una palabra es su uso en el lenguaje” dice Wittgenstein, es decir, lo que hace al lenguaje es la forma en que es usado y practicado en los diversos juegos, como dar órdenes, informar, etc. La gente aprende a hablar viendo cómo hablan los demás en relación con ciertas prácticas y formas de vida específicas, de manera que los usos del lenguaje difieren de un juego de lenguaje a otro y entre ellos solo hay un “aire de familia” (“un parecido”). Por eso es que las palabras no pueden ser entendidas fuera de la utilización que hacen de ellas los hablantes y ese uso del lenguaje está en concordancia con las demás prácticas que ellos realizan. El significado de las palabras es comprendido dentro de los juegos de lenguaje de la comunidad a la que pertenecen y donde se los usa en forma práctica. Para Wittgenstein “la expresión juego de lenguaje debe poner de relieve aquí que hablar del lenguaje forma parte de una actividad o de una forma de vida”. 17 Wittgenstein, Ludwig. Investigaciones … Pág. 16 (23) 16 | P á g i n a Así, cada juego de lenguaje tienes sus propias reglas del juego, las que son comprendidas solo por aquellos que lo practican, porque así lo han pactado “sin darse cuenta” (he aquí un juego de lenguaje, precisamente, porque es claro que no hay pactos, en sentido estricto, que se configuren “sin darnos cuenta”, antes bien tenemos un consenso tácito, afirmado en la práctica social respectiva y es esta práctica la que concede “sentido” a lo que se dice, ella establece cómo se usan no sólo las palabras en las oraciones, sino – más aún – qué sentido adquieren las oraciones – los enunciados complejos – en los diversos “ambientes” o “juegos” en las que son utilizadas (pensemos, por ejemplo, en las “declaraciones” de juegos que permiten la mentira, como el truco). De allí que, para Wittgenstein, el lenguaje consista en juegos. Es el uso diario y “en situación” de las palabras (y las oraciones) lo que genera todo y cualquier sentido de un acto de comunicación en el mundo. Por ende: cualquier significado y sentido de una expresión es siempre es relativo a su “juego”, su marco relacional, su ambiente. Esta nueva concepción lleva a observar que al análisis del lenguaje, que hasta aquí se había concentrado en los aspectos semánticos y sintácticos, había que agregar una tercera dimensión, la pragmática, esto es: incorporar al análisis del mismo, los contextos que “indican” alternativas del sentido. 17 | P á g i n a 2 Semiótica. 2.1 Concepto. En primer lugar, tenemos que explicar que al indagar sobre el término semiótica, abarcamos, tal como lo propone Umberto Eco, tanto lo que Saussure, el padre de la lingüística, llamó semiología, como lo que otros autores, como Peirce, llamaron propiamente semiótica. El lingüista suizo Ferdinand de Saussure, a comienzos del Siglo XX, consideró la posibilidad de desarrollar una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social18, a la que denominó semiología, del griego semeion ("signo")19, en tanto que el norteamericano Charles Sanders Peirce anunció el propósito de elaborar una teoría general de los signos que los clasifique e identifique. Vale señalar que para Saussure, el signo lingüístico es una entidad psíquica de dos caras, que representa con un óvalo dividido al medio, que en su parte superior tiene al concepto, y en su parte inferior a la imagen acústica (de por sí ya un “signo” complejo). Signo es entonces, para él, la combinación del concepto y la imagen acústica, aunque en el lenguaje corriente se designe como signo sólo a la imagen acústica, como por ejemplo una palabra (él utiliza el caso de “árbol”)20. Según Peirce, un signo es algo que está en lugar de alguna otra cosa para alguien en ciertos aspectos y capacidades (aunque ese alguien pueda ser uno mismo, tal como si Robinson dejase mensajes para sí en su solitaria isla, el personaje de Memento lo graba en su piel). Como advierte Eco, un signo puede representar alguna otra cosa en opinión de alguien sólo porque esa relación (representar) se da gracias a la mediación de un interpretante, pero, afirma el autor del El nombre de la rosa, no se puede negar que Peirce haya concebido en alguna ocasión el interpretante (que es otro signo que traduce y explica el signo anterior, y así hasta el infinito) como un fenómeno psicológico que se ´se produce´ en la mente de un posible intérprete, pero igualmente esto podría pensarse de un modo no antropomórfico, por ejemplo, sostiene, la tríada de Peirce (signo, objeto, 18 19 Saussure, Ferdinand de. Curso de Lingüística General, Editorial Losada, Buenos Aires, 1945, pag.60. Aclaraba que ella nos enseñaría en qué consisten los signos y cuáles son las leyes que los gobiernan. 20 Saussure, F. Op.cit. pag.129. 18 | P á g i n a interpretante) aun cuando tenga un destinatario humano, puede provenir de una fuente no humana, podríamos decir – por ello mismo – no intencional, tal como las “señales” del clima o de las enfermedades (de hecho ese aspecto de la medicina se llama “semiología”). Claro, que, como dice Morris, “algo es un signo sólo porque un intérprete lo interpreta como signo de algo…por tanto, la semiótica no tiene nada que ver con el estudio de un tipo de objetos en particular, sino con los objetos comunes en la medida en que (y sólo en la medida en que) participan de la semiosis”. En todo caso, por esto mismo, no perderemos de vista que ella la lengua no es el único sistema de signos de los que se vale la Comunicación Humana, ni siquiera el Derecho como uno de los subsistemas sociales; aunque aquí nos vamos a ocupar, centralmente, de los signos lingüísticos, porque es a través de la lengua como instrumento de comunicación que el derecho funciona (principalmente); se trata, valga el deliberado juego de palabras, de una cuestión de códigos. Según Eco, todas las formas de comunicación funcionan como emisión de mensajes basados en códigos subyacentes21, es decir, agrega, que todo acto de comunicación supone una competencia preexistente: que todo acto de «parole» presupone una «langue» (en alusión a la conocida distinción de Saussure22, que veremos más abajo). No obstante, por todo ello, debemos advertir que será necesario precisar varios de estos conceptos, como los de código y mensaje. Un código es, dice Eco (siguiendo a Miller), un sistema de símbolos que por convención previa está destinado a representar y a transmitir información desde la fuente al punto de destino23”, aclarando que esto nos lleva a tener que definir también que entendemos por «sistema», «símbolo», «fuente», «punto de destino», pero podemos aceptar que cuando yo “me dirijo” a alguien mediante fonemas, gestos, sonidos, grafismos, en suma “señales de algún tipo”, lo hago en base a un código preexistente que permite “eso que llamamos comunicación”. 21 Eco, Umberto. Tratado de Semiótica General, Editorial Lumen, Milan, 2000, pag.9. Este, distinguía entre « langue » y « parole », que fueron traducidos al español como “lengua” y “habla”. 23 Eco, U. op.cit.pag.9. 22 19 | P á g i n a Una de las hipótesis de la semiótica es entonces, que existen estas convenciones que determinan el valor de los signos y de sus reglas sintácticas, sin los cuales son vacíos. Si los signos y sus formulaciones pudiesen “comprenderse”, o lo que es lo mismo: fuesen exitosos comunicacionalmente sin necesidad de estos códigos subyacentes, la semiótica no tendría sentido porque estaríamos hablando de una relación natural y, por ende, no existiría la diversidad de “lenguajes” que detectamos en la existencia cotidiana. Me explico más de cerca: si el código de los lenguajes no fuese una invención, entonces sería una facultad predispuesta en nuestra estructura psico-neuronal, en este sentido un elemento natural no disponible, por lo tanto no arbitrario. Volveremos sobre esto al tratar la cuestión de la relación de las palabras (podríamos decir de los signos) con el mundo (podríamos decir las “cosas”), sin dejar de advertir que es también un campo “en progreso”. 2.2 Lengua y Habla (Langue et Parole: Saussure) Señala Saussure que existe una diferencia entre "la realización concreta de una expresión lingüística o un conjunto de ellas" (habla) y "el sistema o estructura que genera las expresiones de dichas expresiones" (lengua). También señala que para ciertas personas, la lengua es sólo una nomenclatura, una especie de taxonomía de ruidos o grafismos, pero que esa concepción es criticable por muchas razones. Por ejemplo supone que las ideas preexisten a las palabras, para Saussure, nuestro pensamiento sin los signos sería una masa amorfa, no dice nada – por ejemplo – acerca de si el nombre (la palabra) es un hecho de naturaleza psíquica o meramente vocal; por otra parte – agrega – supone que el vínculo que une a un nombre con una cosa es una operación muy simple, lo cual está muy lejos de ser verdad24. Advierte que el lenguaje tiene un lado individual y uno social, pero que no se puede concebir el uno sin el otro. En cada instante el lenguaje implica a la vez un sistema establecido y una evolución, es, a cada momento, una institución actual y un producto del pasado (es en este sentido que decimos que el lenguaje “vive”). 24 Saussure, Ferdinand de. Op.cit., pags.127 y 191. 20 | P á g i n a Se pregunta si sería posible resolver los dilemas que el lenguaje nos plantea estudiando el de los niños y se responde que no, porque en los niños la “lengua” ya está dada: “es imposible salir del círculo25”. Por eso, dice, como no se puede evitar esa característica dual o multifacética del lenguaje, hay que colocarse desde el primer momento en el terreno de la lengua y tomarla como norma de todas las manifestaciones del lenguaje. Pero: ¿qué es la lengua?, para Saussure, la lengua no se confunde con el lenguaje: la lengua no es sino una determinada parte del lenguaje, que no se confunde con él, aunque sea esencial: “Es a la vez un producto social de la facultad del lenguaje y un conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de esa facultad en los individuos26” La lengua, dice Saussure, es una institución social, pero que se diferencia en muchos rasgos de otras instituciones sociales, como las políticas o las jurídicas. La lengua es un sistema de signos que expresan ideas, y por eso es comparable a la escritura, al alfabeto de los sordomudos, a los ritos simbólicos, a las formas de cortesía, a las señales militares, etc. ; sólo que, afirma, es el más importante de esos sistemas. La lengua, sostiene, “…existe en la colectividad en la forma de una suma de acuñaciones depositadas en cada cerebro, más o menos como un diccionario cuyos ejemplares, idénticos, fueran repartidos entre los individuos (ver pag.57). Es, pues, algo que está en cada uno de ellos, aunque común a todos y situado fuera de la voluntad de los depositarios…El habla es la suma de todo lo que las gentes dicen y comprende: a) combinaciones individuales, dependientes de la voluntad de los hablantes; b) actos de fonación igualmente voluntarios, necesarios para ejecutar tales combinaciones. No hay nada de colectivo en el habla; sus manifestaciones son individuales y momentáneas….Por todas estas razones sería quimérico reunir en un mismo punto de vista la lengua y el habla27. 25 Saussure, Ferdinand de. Op.cit., pag.50. Saussure, Ferdinand de. Op.cit., pag.51. 27 Saussure, Ferdinand de. Op.cit.pag.65. 26 21 | P á g i n a Esto alude, al mismo tiempo, a las dos características que apunta Saussure como constitutivas de la lengua, por un lado el carácter arbitrario del signo, al que ya nos hemos referido, y por el otro a la relativa mutabilidad del mismo, esto es que si bien el signo es arbitrario, su disposición por parte de los hablantes está limitada. Es decir el significante es libremente elegido, pero una vez elegido la masa que habla la lengua ya no puede ejercer su soberanía sobre una sola palabra. Quiere significar con ello que aún en las lenguas originales, solo podemos presumir que un acto tal ocurriera (el de la convención alrededor de la relación entre las cosas y los signos), pero es algo que jamás ha sido comprobado. Hace aquí una analogía con las instituciones sociales y advierte que en cada una hay un balance entre la tradición impuesta y la acción libre de la sociedad. Ya hemos visto, vuelve a ello, el carácter arbitrario del signo, lo que expresa la posibilidad de su mutación. Pero sabemos también que hace falta una multitud de signos para constituir una lengua y éste no es un dato menor, desde que se puede pensar en que un individuo o grupo de individuos influyan en la variación del sentido de un signo o grupo de signos, pero no de todos ellos (de hecho se antoja imposible por el estado de suspensión de la comunicación que supondría). El siguiente punto es que una lengua constituye un sistema, donde se halla un principio de razón relativa, que hace indisponible – cuando menos en forma absoluta – su forma constructiva, su gramática. Por última se verifica que en el nivel colectivo, existe una resistencia en forma de inercia colectiva a las innovaciones lingüísticas. Claro que podemos distinguir en torno a ello, entre cambios en la estructura gramatical y cambios en la estructura semántica. Afirma Umberto Eco que al examinar las distintas lenguas originales, uno debe contrastarlas con una noción rigurosa de lengua natural (en el sentido de lengua espontánea) y, continua, una lengua natural (y en general cualquier sistema semiótico) se compone de un plano de la expresión (un léxico, una fonología y una sintaxis) y un plano del contenido que refiere el universo de conceptos que podemos expresar, que es como decir el universo de distinciones que hemos hecho, esto es: el “conocimiento” que hemos construido. 22 | P á g i n a Allí es donde podemos percibir que se producen las mayores mutaciones. Agrega el mismo autor: “En una lengua natural, la forma de la expresión, está constituida por un sistema fonológico, por un repertorio léxico y por sus reglas sintácticas…Para que los sonidos de una lengua sean comprensibles28 hay que asociarles los significados, o bien los contenidos…Los distintos modos de organizar el contenido, cambian de una lengua a otra y a veces también cambian según consideremos el uso común de una lengua o su uso científico29”. Esto significa, valga la redundancia, que debemos observar más de cerca cómo funcionan esas relaciones entre “palabras” y “cosas”, lo que haremos en el punto 4. 2.3 Cosas, signos, símbolos, discursos, textos e intérpretes. En la compleja gama de nociones que vamos a tratar a partir de aquí aparecerán una serie de nociones claves para comprender este fenómeno distintivo de lo humano que es la comunicación y su herramienta principal: el lenguaje. Ellos son los que indicamos en el subtítulo: signos, símbolos, discursos, textos e intérpretes. Consideramos cosas, a todo aquello que responde al criterio heideggeriano de cosa: es decir, lo que se nos aparece en tanto que se nos aparece, sin importar que exista como objeto del mundo que llamamos “real” o no, tampoco si tiene o no corporeidad (o algún otro tipo de manifestación física como los protones, por ejemplo), por ello es que “cosa”, en este sentido, es un unicornio o un centauro, y también una ecuación de segundo grado. Llamaremos signo, por otra parte, a todas aquellas “cosas” que ocupen el lugar o refieran, a otra cosa (en sentido más psicológico que nos “evoquen” otras “cosas”). Llamaremos símbolos a la creación artificial de una “cosa” destinada a esa “evocación”. Llamaremos discurso a un evento comunicativo social, realizado mediante el empleo de elementos lingüísticos, en donde se articula el enunciado con una situación de 28 En términos de teoría de la comunicación podríamos decir “sean pragmáticamente exitosos”, lo que significa decir que puedan producir comunicación, más allá de cómo esta se produzca y los efectos que cause. 29 Eco, Umberto. La estructura ausente, 1993, pags.30-31. 23 | P á g i n a comunicación singular (con lo que se comunican unos aparatos psíquicos con otros). Es el mecanismo más utilizado entre los seres humanos para producir comunicación; es aquello en lo que consiste un circuito comunicativo, basado en la existencia de un código previo que hace posible al mismo circuito, como dice el propio Eco. Un texto es un discurso escrito y la escritura – como dice Niklas Luhmann – debió suponer una catástrofe en términos de organización social al aparecer como un instrumento que, a partir de entonces, permitirá tratar a los “ausentes como presentes” (y es justamente lo que facilitará la progresiva autonomización del derecho como subsistema social). Intérprete es todo partícipe de un acto de comunicación, que puede o no ser un sistema psíquico. 2.4 Comunicaciones y Códigos La semiótica estudia todos los procesos culturales, afirma Eco, como procesos de comunicación, pero – advierte – estos procesos parecen subsistir sólo porque debajo de ellos subsiste un sistema de significación. Un proceso comunicativo, dice, puede ser definido como el paso de una señal (lo que no significa necesariamente un signo) desde una Fuente, a un Transmisor, a lo largo de un Canal, hasta un Depositario (o punto de destino). En un proceso entre una máquina y otra la señal no tiene capacidad significante, solo puede determinar al destinatario como estímulo, en tal caso no se puede decir que haya comunicación, aunque sí hay información. En cambio cuando el destinatario es un ser humano (aunque no es necesario que la fuente sea otro ser humano, bastará con que se emitan señales conforme reglas que él conoce) estamos frente a un proceso de comunicación, siempre que la señal no se tome como simple estímulo y se solicite una respuesta30. Advierto, solo para observar la circularidad del lenguaje que, contra ello, lo que ocurre entre máquinas son operaciones análogas a las que ocurren entre humanos. Muestra de ello es que Eco, afirma, que el hecho de la comunicación ocurre sólo cuando existe un código y un código es un sistema de significación que reúne entidades 30 Eco, U. Op.cit. pags.24/25 24 | P á g i n a presentes y entidades ausentes: “Siempre que una cosa MATERIALMENTE presente en la percepción del destinatario REPRESENTA otra cosa a partir de reglas subyacentes, hay significación31”. 31 Eco, U. Op.cit. pag.25. 25 | P á g i n a 3 Sintáctica Ahora bien, en un nivel mucho más simple, ya podemos observar que el lenguaje no se trata meramente palabras, es también, y principalmente, enunciados, y los enunciados guardan – bien que diferentes en cada lengua – ciertas reglas de construcción, reglas a las que llamamos sintácticas. Sintáctica es la disciplina que se ocupa de la sintaxis. Este término, deriva del latín syntaxis, y este a su vez del vocablo griego que se traduce como “coordinar”. La sintáctica se ocupa de la análisis de la relación entre los distintos símbolos o signos que constituyen el lenguaje. Es referida también como la parte de la gramática que estudia las formas de coordinación y unión de las palabras para formar las oraciones y expresar conceptos. En suma, la sintaxis se encarga del estudio de las reglas que gobiernan la combinatoria de constituyentes y la formación de unidades superiores a éstos, como los sintagmas y oraciones. Así como las palabras constituyen la menor unidad de sentido, las oraciones constituyen las formas más pequeñas en las que una forma más amplia se puede analizar, sintácticamente hablando. El paradigma actual de la ciencia se basa en lo que ha dado en denominarse gramática generativa, la que se centra en el análisis de la sintaxis, como constituyente primitivo y fundamental, del lenguaje natural. Por otra parte, el análisis sintáctico de una oración (o mínima unidad de expresión). Ello supone la búsqueda del verbo, conjugado dentro de la oración, para distinguir entre el sintagma sujeto y el sintagma predicado. Para esto, una vez que se ubica el verbo, se pregunta quién realiza la acción. La respuesta constituye el sujeto, mientras que el resto es el predicado. Se supone que las reglas sintácticas nos proveen los criterios para la formación de “enunciados u oraciones bien formadas” y parece que enunciados u oraciones bien formadas son requisitos necesarios, aunque no suficientes (y en lo que sigue veremos porqué) de una comunicación eficaz. 26 | P á g i n a El análisis sintáctico es, en el campo de la Lingüística, el análisis de las funciones sintácticas o relaciones de concordancia y jerarquía que guardan las palabras agrupándose entre sí en sintagmas u oraciones. Como no está muchas veces claro el límite entre la sintaxis y la morfología a estos respectos, especialmente según el tipo de lengua de que se trate, también se suele denominar análisis morfosintáctico, aunque esta denominación se suele reservar para un análisis más profundo y detenido. Su estudio es importante, ya que de un correcto análisis sintáctico depende a menudo la interpretación y comprensión de los textos, especialmente de los documentos problemáticos en legislación, política o tecnología (el llamado procesamiento de lenguajes naturales). Es que el análisis sintáctico puede ayudar a despejar ambigüedades de interpretación que generan los enunciados. En el Derecho existen numerosos ejemplos de ello (es conocido el ejemplo del último acto de Los intereses creados, de Jacinto de Benavente, donde un estereotipo de abogado dice: “Mi previsión se anticipa a todo. Bastará con puntuar debidamente algún concepto. Ved aquí, donde dice «Y resultando que si no declaró…”, basta una coma y dice: “Y resultando que sí, no declaró…” Y aquí: “Y resultando que no, debe condenársele…”, fuera la coma, y dice: “Y resultando que no debe condenársele…”. Tal como señala Alf Ross el significado de una expresión depende del orden de las palabras y de la manera en que estas se hallan conectadas, por ejemplo, afirma, desde “…el punto de vista de la sintaxis a menudo será dudoso con qué miembro primario está conectada una frase de modificación, excepción o condición. En tales casos la puntuación puede ser importante. 12) «En el ejercicio de sus funciones los jueces están limitados por el derecho. Los jueces no serán separados de sus cargos sino mediante juicio, ni serán trasladados en contra de su voluntad, excepto en aquellos casos en que tenga lugar una reorganización de los tribunales.» (Constitución Dinamarquesa, 1920, par. LXXI). La estructura de la frase en este enunciado no pone en claro si la excepción relativa a la reorganización de los tribunales se aplica solamente a la regla de que los jueces no pueden ser trasladados en contra de su voluntad, o también la regla de que no pueden ser 27 | P á g i n a separados de sus cargos sin juicio. El factor decisivo es la coma después de la palabra “voluntad”. Esto demuestra que la interpolación: «ni serán trasladados en contra de su voluntad» se encuentra en oposición respecto de (o es paralela a) la primera parte de la frase, y que la excepción se refiere por igual a ambas alternativas. Si la coma se suprime, la interpretación contraria sería natural32.” En todo caso, podemos advertir rápidamente que el análisis sintáctico puede resultar insuficiente, como por ejemplo cuando pensamos que el legislador puede haber errado en la composición de la frase o sintagma, o bien pudo haber un error de imprenta no salvado, etc. No obstante, el sintáctico, es un tipo de análisis necesario en la actividad jurídica. 32 Ross, Alf. Sobre el Derecho y la Justicia, Eudeba, Buenos Aires, pags.122/123. 28 | P á g i n a 4 Semántica. La relación de las palabras con el mundo. 4.1 Introducción. Todos hemos experimentado alguna vez en la vida una discusión que amenazó con volverse interminable (y frecuentemente percibimos como estéril o “bizantina”) acerca del “significado” de una palabra. En esas discusiones acerca del “verdadero” significado de una palabra subyace, muchas veces inadvertida una vieja historia de la filosofía del lenguaje: la disputa entre realismo y convencionalismo verbal, que es la disputa acerca de si las palabras guardan con el mundo, con ese continuum de cosas que lo componen y que cada cultura “distingue” a su modo, aun cuando hallemos entre diversas culturas un “consenso solapado” sobre la forma de observar el mundo. 4.2 Apuntes sobre Historia de la Filosofía del Lenguaje: Realismo vs Convencionalismo Verbal La historia, como veremos, tiene antecedentes bíblicos. En el Libro Primero llamado Génesis, se contraponen las dos formas de relación de las palabras con el mundo que se debaten en la filosofía originaria: por un lado dios mismo impone nombre a las cosas en el acto de la creación33 y por el otro dios mismo delega en Adán la imposición de los nombres34. Pero antes Dios habló a Adán, y como dice Umberto Eco, no sabemos en qué lengua pudo hablarle, salvo en una especie de iluminación interior, en la que dios, como en otras partes de la Biblia se expresa mediante fenómenos externos (truenos y relámpagos)35. Ahora, cuando dice la Biblia que Adán impuso los nombres, es decir se transformó en el “nomoteta” es decir el primer creador del lenguaje, no queda claro con qué criterio lo hizo, según el mismo libro sagrado lo hizo, como señala Eco, nomnibus suis, lo que 33 “5. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche…8. Y llamó Dios a la expansión Cielos” (Citado de La Santa Biblia. Antiguo y Nuevo Testamento. Revisión de 1960. Asociación Sociedad Bíblica Argentina, Buenos Aires, 1990, pag.5) 34 “19. Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia de campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre.20.Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo…” (Ídem, pag.6). 35 Eco, U., op.cit., 1993, pag.19. 29 | P á g i n a significa “con sus nombres”, se pregunta el maestro de Bolonia: “¿significa que Adán los llamó con los nombres que ellos esperaban por algún derecho extralingüístico, o con los nombres que ahora nosotros (en virtud de la convención adánica) les atribuimos? ¿El nombre que les dio Adán es el nombre que debía tener el animal a causa de la naturaleza, o el que el Nomoteta decidió asignarles arbitrariamente, ad placitum, instaurando así una convención?”.36 La referencia inicial en esta discusión de la filosofía del lenguaje, la tomaré de los griegos, estriba en que fueron los pioneros y sirven como natural preparación para tratar el trabajo de los pensadores medievales, época en que, quizás como ninguna otra hasta el siglo XX, el problema del lenguaje fue tratado. Las preguntas y las respuestas de los griegos oscilan en los mismos términos que las aquí planteadas: entre el naturalismo y el convencionalismo, esto es entre la idea que las palabras guardan con las cosas un vínculo natural, de necesidad, o artificial, arbitrario. En nuestro siglo desde la reconstrucción de los estudios de Saussure, la tesis predominante ha sido la convencionalista, no obstante que Noam Chomsky sostenga con profundas investigaciones la tesis de la existencia de una cierta estructura gramatical, innata, universal que, en todo caso – como dice Eco – constituye un “capítulo aparte” de esta discusión. No obstante ello señalo, que si bien la tesis chomskyana no responde a las, tal vez, ingenuas ideas del naturalismo platónico, insiste sobre algún grado de causalidad en la formación del lenguaje. Ahora, bien, desde un principio la pregunta fue: ¿cómo es que nuestras expresiones se corresponden con la realidad? Para algunos las palabras corresponden a las cosas por naturaleza, que es algo debido a la physis y esta se representa en logos, que es la palabra (Beauchot, 1987, pág. 14). Ello explica la cierta relación que veremos en la última parte de este tema, entre dicha forma de pensar y lo que denominamos el pensamiento mágico, sumariamente expuesta en la idea de que quien posee el nombre de la cosa, en el sentido de conocer el nombre, posee a la cosa misma y puede dominarla. Esta idea está fuertemente asentada también en la Biblia y de ella, puede decirse, se 36 Eco, U., op.cit., 1993, pag.20. 30 | P á g i n a derivaron todos los intentos de descubrir la lengua originaria, la lengua universal o la “lengua perfecta” como señala Eco. Por eso el nombre auténtico de dios no es conocido, conocerlo significaría conocer los que dios sabe, o conocer al mismo dios, que sería análogo a disponer de su poder. Ello podría explicar por qué dios veda a los hombres comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, aunque aquí la discusión nos llevaría a otras derivaciones que no podemos atender ahora. Volvamos entonces a los griegos. Entre las escuelas presocráticas, los pitagóricos sostuvieron que la relación entre las palabras y las cosas es una relación o vínculo natural, pero de un modo distinto: para ellos la naturaleza de las cosas son los números, medidas o formas superiores y los nombres son los que resultan semejantes a aquellos o aquellas, son nombres conformes a la razón. Si bien la propia existencia de Pitágoras (532 AC) es puesta en dudas por algunos, lo cierto es que le es atribuida la idea de haber descubierto las relaciones proporcionales entre la altura de los sonidos y las longitudes de las cuerdas de la lira, de ello, de la relación entre la música y estas proporciones matemáticas, dedujo la idea de una “armonía universal”; según Aristóteles estos pensadores sostenían que “los elementos de los números eran la esencia de todas las cosas y que los cielos eran armonía y número”, idea que ha de persistir, bajo variadas formas hasta nuestros días. Recuerda Eco en la obra que venimos comentando, una cita de Leibniz de enorme valor ejemplificativo, dice el autor de Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano: “Si Dios inspirase a Vuestra Alteza Serenísima el pensamiento de concederme tan sólo que los 1.200 escudos que habéis tenido la bondad de fijar que se convirtieran en una renta perpetua, sería feliz como Ramón Llul, y quizás con mayor merecimiento…Porque mi invención comprende el uso de la razón entera, un juicio para las controversias, un intérprete para las nociones, una balanza para las probabilidades, una brújula que nos guiará a través del océano de las experiencias, un inventario de las cosas, una tabla de los pensamientos, un microscopio para examinar las cosas presentes, un telescopio para adivinar las lejanas, un cálculo general, una magia inocente, una cábala no quimérica, una escritura que cada uno leerá en su propia lengua; y, finalmente, una lengua que se podrá 31 | P á g i n a aprender en pocas semanas, y que enseguida se extendería por todo el mundo. Y que llevaría consigo, adonde quiera que fuese, la verdadera religión.”37 La extensa cita es de enorme riqueza, pero extraeré de ella solo tres ideas centrales: a) es posible construir una lengua universal perfecta; b) ella es o sería la suma de todo el conocimiento (el árbol de la ciencia del bien y del mal, la verdadera religión) y c) es un producto de la razón. Lo cierto es que durante buena parte del Medioevo y avanzada la Modernidad, el intento de construir una lengua tal, que cumpliese con esos tres objetivos, estuvo presente, tal como lo muestra irónicamente el relato de Borges. Sin embargo, debo señalar, que la distancia que hay entre el pensamiento mágico animista inicial y éste de Leibniz, pese a que guardan cierta analogía en cuanto a la relación de las palabras con las cosas o el mundo, se puede encontrar el comienzo del pasaje del mitos al logos, que no es otra cosa que el pasaje de una explicación mágica y animista del mundo a una explicación lógico-racional. Aún antes de los sofistas aparecería Pármenides (540 AC), quien probablemente tuvo relación con algunos pitagóricos y pese a que su doctrina está también incardinada, en varios aspectos, en un esencialismo similar al que luego mantendrá Platón (como el de que la verdad la pueden poseer, entre los mortales, sólo algunos: los filósofos), lo cierto es que ya apuntará el carácter nomotético de la palabra: es el filósofo el que plasma el conocimiento en los nombres. Más tarde, ya con los sofistas aparecería en toda su dimensión la posición antagónica: el convencionalismo verbal: es el nomos (ley, arbitrio, convención, institución) lo que da al logos (palabra) su capacidad de representar a la physis (cosa, naturaleza), pero esa relación no está sujeta sino al designio humano y no al de un ser humano en particular, ni siquiera una especie, sino a todos y cada uno. Para Protágoras (480 AC), para quien “el hombre es la medida de todas las cosas”, el hombre no domina las cosas mediante la palabra, simplemente las designa; lo que si domina mediante la palabra es el 37 Eco, U. op.cit.pags.11-12. 32 | P á g i n a ánimo de los oyentes, ha advertido la fuerza persuasiva del lenguaje; el lenguaje es un arte o techne que tiene como fin la persuasión y es necesario para gobernar las ciudades. Es principalmente Gorgias quien desarrollará un “Tratado de la oratoria” quien más remarcará este poder del lenguaje, pero no es esto lo que origina el embate de los que serán sus rivales socráticos, es la de la conexión que hacen entre esta concepción del lenguaje y su teoría de la verdad: de cada tema hay dos tesis contrarias y nada permite decidir de modo definitivo cuál es la verdadera, como el hombre es la medida de todas las cosas, es él quien decide. Esta posición llevada a un extremo fue presentada como pragmática e inmoral por los socráticos, como ya veremos en el análisis que hacemos del quizás principal texto sobre filosofía del lenguaje de la antigüedad: el Cratilo de Platón. 4.3 Las palabras y el mundo. Convencionalismo vs realismo verbal. En primer lugar debo señalar algo muy genérico que recuerdan en su estudio las doctoras Bruera y Gómez38, cada vez que en este cuaderno me refiera a la expresión “cosa” o “cosas” lo estaré haciendo en el sentido heideggeriano del término: “lo que en general de algún modo es”, y en este sentido es, o son, tanto los objetos del mundo real cuanto que los de la imaginación o los de la percepción, si como Husserl advertimos la diferencia entre mundo real y mundo percibido, es decir todo lo que se nos aparece, en tanto y como se nos aparece, con independencia de su “realidad”39, lo que nos lleva a despojar al término cosa del carácter de materialidad tangible del que goza en el lenguaje corriente. Cosa, así, será tanto el manzano en flor, el verde nuevo y fresco del césped del ejemplo de Husserl40, como el complejo de vivencias perceptivas que nos permite “colegir” su existencia, tanto como un monstruo mítico o fabuloso ó como la “idea” que separa las nociones de idea y experiencia. Dicho esto podremos observar más de cerca, a través de un texto paradigmático: el Cratilo de Platón, que refleja la discusión que se dio en los orígenes de la filosofía griega, entre socráticos y sofistas, a propósito de esta relación que tiene múltiples y variadas 38 Gómez, Astrid-Bruera, Olga María. "Análisis del lenguaje jurídico". Editorial Belgrano, Buenos Aires, 1982. Problema éste, el de la "realidad", que no puede ser objeto de este estudio y que refiere a problemas de teoría del conocimiento que hemos de estudiar en otro curso. 40 Husserl, Edmund. "Ideas", FCE, Buenos Aires, 1949, pag.214. 39 33 | P á g i n a implicancias y que subsiste solapada en discusiones actuales, aun cuando en sus términos primitivos, como veremos, padezca de cierta ingenuidad y confusión. 4.3.1 El Cratilo. Sin perjuicio de que Platón reitera algunas de estas ideas en otros diálogos, lo cierto es que en “El Cratilo o del lenguaje”, expone su teoría central sobre la cuestión de la relación de las palabras con el mundo, posición que pone en boca, como en los otros diálogos, de su maestro Sócrates. Participan del diálogo tres personajes: Hermógenes, Cratilo y el propio Sócrates. Hermógenes inicia el diálogo indicándole a Sócrates que Cratilo piensa que: “cada cosa tiene un nombre que le es naturalmente propio; que no es un nombre aquél de que se valen algunos, después de haberse puesto de acuerdo para servirse de él; y que un nombre de tales condiciones sólo consiste en una cierta articulación de la voz; sosteniendo, por lo tanto que la naturaleza ha atribuido a los nombres un sentido propio, el mismo para los helenos que para los bárbaros...41”. En este párrafo Platón pone de manera sencilla y directa, en boca de Cratilo, la concepción que ha dado en denominarse “realismo verbal”, en alusión a que el vínculo existente entre las palabras y las cosas es un vínculo de género necesario, parte de la cadena causal universal, de la misma suerte que las “otras” propiedades de las cosas. Al mismo tiempo la está contrastando con su teoría rival: la del “convencionalismo verbal”, teoría que sostiene, por el contrario, que entre palabras y cosas no media sino un vínculo arbitrario, derivado pura y exclusivamente de la convención humana, que las cosas se llaman como se llaman y bien podrían llamarse de cualquier otro modo. La tesis realista en Platón se hace extrema en algunos aspectos y más sutil en otros: por un lado los nombres se corresponden con las cosas hasta el punto que las personas tienen su nombre correspondiente, esto es: no sólo los nombres comunes guardan relación de necesidad con las cosas que designan sino que también los nombres propios. No obstante, Platón recoge la dificultad de los casos que no se corresponden con esa idea, el mismo caso de Hermógenes es uno: su nombre significa hijo de Hermes, dios 41 Platón. "El Cratilo o Del Lenguaje" en "Platón.Diálogos". Ed. Porrúa, México, 1996, pag.249. 34 | P á g i n a de la ganancia, y ello le permite jugar una ironía para con su interlocutor que no era, ni mucho menos, rico. Más tarde, en el diálogo, volverá sobre esta idea. Hermógenes por el contrario sostiene: “Respecto a mí, mi querido Sócrates, después de muchas discusiones con nuestro amigo y con muchos otros, no puedo creer que los nombres tengan otra propiedad que la que deben a la convención y consentimiento de los hombres. Tan pronto como alguno ha dado un nombre a una cosa, me parece que tal nombre es la palabra propia; y si, cesando de servirse de ella, la reemplaza con otra, el nuevo nombre no me parece menos propio que el primero. Así es que, si el nombre de nuestros esclavos lo sustituimos con otro, el nombre sustituido no es menos propio que el precedente. La naturaleza no ha dado nombre a ninguna cosa: todos los nombres tienen su origen en la ley y el uso, y son obra de los que tienen el hábito de emplearlos...yo no reconozco en los nombres otra propiedad que la siguiente: puedo llamar cada cosa con el nombre que le he asignado; y tú con tal otro nombre, que también le has dado a tu vez. Así es que veo que en diferentes ciudades las mismas cosas tienen nombres distintos, variedad que se observa lo mismo comparando helenos con helenos, que helenos con bárbaros. 42” Platón, cómo réplica, expondrá lo central de su teoría de los nombres: la correspondencia de esta con su teoría del conocimiento. Según ella las cosas no son como le parecen ser a cada hombre (Protágoras)43, las cosas son como son para todos (Eutidemo) aunque sólo algunos puedan discernir lo que sea la cosa en sí. Así se presenta, en su primer estado su teoría de las esencias: las cosas tienen una esencia estable y permanente y ello es lo que permite que podamos distinguirlas de las otras cosas, pese a los accidentes aparentes que dificultan entender la naturaleza de las mismas. Ahora bien, dice Platón por boca de Sócrates, si las cosas son así, pueden las acciones ser de otra manera? ó, no son una especie de seres las acciones?. Sostiene que cada cosa debe ser hecha según se desprende de la naturaleza: “¿No debemos, por el contrario, cortar como es natural cortar, y como una cosa debe ser 42 Platón. Op.cit., pags.249/251. Aquí es donde cita el célebre aforismo de Protágoras de que "el hombre es la medida de todas las cosas". Aforismo que ha sido interpretado como la clave de su relativismo. Según su teoría de la verdad las sensaciones son la medida de todas las cosas y por ende aquella tiene sólo un valor individual. 43 35 | P á g i n a cortada, si queremos cortar en efecto y llevar a feliz término nuestra operación?”44. De allí, a la siguiente conclusión, solo un paso: nombrar, adjudicar nombres a las cosas es una acción, de donde se sigue que habrá una manera natural de nombrar. A ello se refiere explícitamente la primera cuarteta de El Golem, el poema de Borges que vimos más arriba. Los nombres son como instrumentos, y los instrumentos deben ser apropiados para su función, luego hablar (o escribir) requiere de términos apropiados. Por ello es necesario hablar conforme a cierta regla: “Entonces, si alguno habla sin otra regla que su capricho, ¿hablará bien? ¿No es preciso, por el contrario, que diga las cosas como es natural decirlas, y que sean dichas sirviéndose del instrumento conveniente para hablar con verdad; mientras que, si procede de otra manera, se engañará y no hará nada de provecho?45 Aquí aparece con toda claridad la ecuación platónica: los nombres se corresponden con las cosas naturalmente, nombrar a las cosas con su nombre verdadero equivale a emplear las herramientas apropiadas en un territorio complejo: el territorio de la verdad. Cada acción tiene su instrumento apropiado, el artesano echa mano de distintos materiales, pero la idea es la misma, no hace la herramienta según su capricho, la hace según lo ordena la naturaleza. El punto es descubrir, saber, quién es el artesano de la palabra; para Platón está claro: es el legislador y el legislador es “de todos los artesanos el que más escasea entre los hombres”. Según esta teoría el legislador debe saber formar con sonidos y sílabas el nombre que conviene naturalmente a la cosa, aunque utilice letras y sílabas distintas, no importará tampoco si es heleno o bárbaro, lo que importa es que elija apropiadamente y la sabiduría de la elección no dependerá de su juicio, el juicio determinante será el del “dialéctico”, 44 Platón. Op.cit., pag.252. Platón. Op.cit., pag.252. 45 Platón. Op.cit., pag.252. 45 36 | P á g i n a que es quien posee el don de interrogar y responder, es quien se va “servir” del instrumento que la palabra es.46 Según Sócrates, la institución de nombres no es tarea para cualquiera, ni para gente sin talento, Cratilo tiene razón cuando dice que hay nombres que son naturales para las cosas y que no es dado a todo el mundo ser artífice de nombres “y que es sólo competente el que sabe qué nombre es naturalmente propio a cada cosa, y acierta a reproducir la idea mediante las letras y las sílabas”.47 Esta extraña idea para nosotros no será, sin embargo, tan extraña en buena parte de la Antigüedad y aún de la Edad Media: las letras, no sólo las palabras, son significativas; las letras tienen correspondencia con las ideas, las ideas son la esencia de las cosas, quien conozca esta esencia y también la correspondencia con las letras, podrá formar los nombres. Saber nombrar equivale a saber. Y de la correspondencia de las letras con los números ya enunciada por los pitagóricos, surgirá más tarde, como veremos, el arte de la Cábala, que no es más que la extensión de esta idea. Durante un largo párrafo del diálogo Sócrates mostrará a su interlocutor Hermógenes esta idea, pasando de los ejemplos de los nombres de los dioses o semidioses (es decir sobre nombres propios) a los nombres comunes (o sustantivos). Cuando ejemplifica sobre Zeus volvemos a encontrar la idea que también encontraremos en ciertos intérpretes de la Biblia: “El nombre de Zeus encierra él solo todo un discurso. Le hemos dividido en dos partes, de que indistintamente hacemos uso, diciendo tan pronto Zeena como dia, reunidos estos dos términos, expresan la naturaleza del dios; y tal debe ser, como hemos dicho, la virtud del nombre. En efecto; para nosotros y para todos los seres que existen, no hay otra verdadera causa de la vida (tou dseen) que el Señor y Rey del Universo. No podía darse a este dios un nombre más exacto, que el de aquél por el que viven (di on dseen), todos los seres vivos; pero, como dije antes, este nombre único ha sido dividido en dos diferentes. Que Zeus sea el hijo de Kronos (Saturno) 46 Está aquí, de manera clara, presente la teoría elitista del gobierno sostenida por Platón en toda su obra, pero particularmente en La República: el gobierno de la ciudad es cosa que deba ser confiada a quienes poseen la sabiduría, los filósofos que lo son por naturaleza y por naturaleza son pocos. 47 Platón. Op.cit. , pag.255. 37 | P á g i n a parecerá una cosa impropia48, pero es muy racional pensar que Zeus desciende de alguna inteligencia superior. Ahora bien, la palabra koros, significa, no hijo, sino lo que hay de puro y sin mezcla en la inteligencia, vóos (noos). Pero Kronos mismo es hijo de ouranos (el cielo), según la tradición; y la contemplación de las cosas de lo alto, se le llama con razón ourania, oroosa ta anoo; es decir que contempla las cosas desde lo alto”.49 Sócrates asombrado de su propia sabiduría sigue retando a Hermógenes a indagar sobre si los nombres prueban por sí mismos que no son producto de la casualidad sino que dependen de alguna propiedad natural. Admite que los nombres de los héroes y de los hombres podrían inducir a error, porque muchos son tomados de los antepasados y no tienen relación con quienes los reciben y enuncia el núcleo irreductible de su tesis: “Es muy probable que los verdaderamente propios se encuentran entre los que se refieren a las cosas eternas y al orden de la naturaleza50”. Se pregunta así porque los dioses han sido llamados theoi y se explica que ello ocurrió porque los antiguos no reconocían otros dioses que los mismos que reconocen los bárbaros: el sol, la luna, la tierra, los astros y el cielo. Y como los veían en continuo movimiento, siempre corriendo (theonta), a causa de esta propiedad de correr los llamaron theoi. Como se ve Platón no se interroga acerca de el origen de los términos que utiliza como referencia, ni se preocupa por las circularidades o los regresos al infinito, no importaría que la explicación de porqué que algo esté siempre corriendo se lo llame theonta porque evoca a la eterna actividad de los dioses, como no le importa la aparente contradicción de que Zeus sea hijo de Cronos, contradicción que si va preocupar a la mitología cristiana. Sin reconocer este problema abunda en ejemplos: el nombre del hombre (anthroopos) deviene de que el hombre es el único animal que ve las cosas dando cuenta de ellas, es el contemplador de lo que ha visto (anathroon a ooopen). Y como éstas da las más variadas explicaciones, las que no excluyen vacilaciones y ciertas recurrencias al azar, 48 Esto es porque en griego la expresión kronos también significa viejo que chochea,. Platón. Op.cit., pag.259. 50 Platón. Op.cit., pag.259. 49 38 | P á g i n a como por ejemplo en el caso del dios del mar, Poseidón: “Creo que al inventor de la palabra Poseidoon se le ocurrió por la siguiente circunstancia: según caminaba, la mar detuvo sus pasos y no le permitió pasar adelante, siendo para él como una cadena puesta en sus pies, llamó al dios que preside este poder Poseidoon, es decir que es una cadena para los pies (posidesmos oon) y habrá añadido i por pura elegancia.. O quizás, en lugar de la shabía primitivamente dos l y significaba entonces el dios que lo sabe todo (polla eidoos). Quizá también de la acción de conmover la tierra se la llamado el que conmueve (o-seioon) y se habrá añadido una p y una d.”51 De este modo Sócrates (Platón) sigue “demostrando” que cada nombre es apropiado; aún más cuando tropiece con dificultades para hallar la etimología o las razones de un nombre, dirá que el origen de la palabra no es griego y que no hay que atormentarse con esas palabras y valiéndose ora de la combinación de grafismos ora de los fonemas, explica uno a uno los nombres que se le proponen. Así ante los interrogantes de Hermógenes ataca la cuestión de algunos nombres referidos “a la virtud”, como froneesis (sabiduría), sunesis (comprensión), dikaiosunee (la justicia), gnoome (conocimiento) o episteemee (ciencia). Y con el mismo método que empleara con los nombres de los dioses, buscando similitudes fonéticas o proponiendo que la búsqueda de armonía o simplemente el paso del tiempo ha insertado letras donde no las había o las quitado, explica una a una estas palabras, cuando a Hermógenes una de estas explicaciones le resulta inverosímil le responde: “...en fin, han quedado desfiguradas las palabras en todos sentidos, ya a causa de falsos embellecimientos, ya por efecto del tiempo. Así en la palabra katoptron (espejo) se ha insertado la r contra toda razón? He aquí cómo se conducen los que no buscan la verdad y sólo hacen caso de la pronunciación. A fuerza de intercalar letras en las palabras primitivas, las han alterado hasta tal punto, que nadie puede saber hoy lo que significan...Pero, si por otra parte, pudiéramos hacer en las palabras todas las supresiones y adiciones que quisiéramos, nuestra tarea sería sencilla, y podríamos acomodar toda clase de nombres a toda clase de cosas”52. 51 Platón. Op.cit., pag.264. Platón. Op.cit., pag.273. 52 39 | P á g i n a Vuelve entonces a intentar demostrar su tesis, las palabras resultan de las unión de sonidos significativos, de un término deriva otro término, siempre hay una correspondencia y cuando la indagación etimológica no alcanza, Sócrates responde con una ironía: “Hermógenes: Pero esta palabra kakon (mal), de que te has servido en muchas de tus explicaciones, ¿de dónde procede? Sócrates. Por Zeus!, ésa es una palabra extranjera, de que es difícil dar razón. Voy, por lo tanto, a acudir a mi famoso expediente. Hermógenes: ¿Qué expediente? Sócrates: El de decir que es una palabra de origen bárbaro.”53 Explica que si las palabras han intervertido su sentido original es porque la nueva lengua ha cambiado las letras, cambiando el sentido y buscando el nombre original será se encuentre su verdadero sentido. Pero finalmente aborda el problema último: ¿cuál es el sentido de las primeras palabras, las palabras elementales, las que no pueden ser reducidas a otras palabras? La respuesta vuelve a ser la misma: la propiedad de los nombres que han examinado hasta allí es que nos representan lo que es cada cosa; pero las palabras derivadas toman de las primitivas el poder que tienen de representar cada cosa y las palabras primitivas surgen de su correspondencia con las cosas, de su “imitación” de la cosa, no como las onomatopeyas (las que representan el balido de las ovejas, el canto del gallo, etc.) sino por la conformación de sentidos que surgen de distinguir las vocales, las consonantes y mudas. Ensaya rechazar (luego volverá sobre él) el recurso al argumento divino: los dioses no han instituido las palabras primitivas; no, el autor de los nombres, siempre ha procedido de la misma manera, formando con las letras y las sílabas nombres para designar cada ser, y con estos nombres, otros más compuestos, procurando siempre con empeño imitar la naturaleza de las cosas. Ahora bien, ¿quiénes (si los nombres tienen esta particularidad ) tendrán la virtud de crear los nombres? Los peritos en este arte son los legisladores, pero en él sucederá como en las otras artes, habrá buenos y malos artífices, buenos y malos legisladores. Y para Platón el buen arte será el de imitar a las cosas de la mejor manera posible, lo que no 53 Platón. Op.cit., pags.274/275. 40 | P á g i n a significa duplicarlas, y la palabra bien hecha será la palabra que encierre las letras convenientes, aunque pueda tener una letra inútil, lo que resulta mejor explicación que la del modo ensalzado por Hermógenes, según el cual los nombres proceden de convenios que representan las cosas sólo por los que han intervenido en estas convenciones, conociéndolas de antemano; que la propiedad de los nombres nace exclusivamente de estos pactos; que no existe razón para fijarse en el sentido que tienen al presente y que lo mismo podría llamarse grande lo que se llama pequeño, como pequeño lo que se llama grande. Sin embargo, admite Platón por boca de Sócrates, el uso, que es la forma de estas convenciones, es a veces un recurso del que se ve precisado el filósofo para explicar la propiedad de una cosa, pero las palabras más bellas son las formadas por entero, o en gran parte, por elementos semejantes a las cosas, pues esa es su virtud: enseñar lo que las cosas son: “Quizá, mi querido Cratilo, lo que piensas es lo siguiente: que cuando se sabe lo que es el nombre, como el nombre es semejante a la cosa, se conoce igualmente la cosa, puesto que es semejante al nombre...Supongo que en este mismo sentido dices que el que sabe los nombres sabe igualmente las cosas”54 Pero, si el primer legislador ha puesto los nombres conociendo las propiedades de las cosas, ¿cómo pudo aprender y encontrar las cosas, puesto que aún no existían las primeras palabras? ¿Cómo pudo distinguir entre los “buenos” y los “malos” nombres?. ¿Cómo pudo llegar a establecer la relación? La respuesta de Platón se vuelve hacia la relación entre lenguaje y verdad: la única manera de pensar sin nombres, sin palabras, es pensar sobre las cosas mismas, estudiando la relación de las unas con las otras, cuándo son del mismo género y cuando no lo son; por lo tanto es posible conocer a las cosas por sus nombres y por sí mismas. Y conocerlas por sí mismas es el “verdadero” conocimiento: “lo importante es reconocer que no es en los nombres, sino en las cosas mismas donde es preciso buscar y estudiar las cosas”55 54 Platón. Op.cit., pag.291. Platón. Op.cit., pag.293. 55 41 | P á g i n a Y allí para cerrar el diálogo reaparece con claridad la relación que hay entre filosofía del lenguaje, ontología y gnoseología: las cosas no pueden estar en perpetuo cambio como sostiene Heráclito, si estuviesen en perpetuo movimiento no podrían ser conocidas por nadie, mudarían de naturaleza y no hay inteligencia que pueda conocer un objeto si este no tiene una manera de ser determinada. En realidad, este final no resuelve el interrogante, deja abierta la cuestión, pues aún si el interlocutor de Sócrates admitiera, contra Heráclito, que las cosas no están en perpetuo cambio y contra los sofistas que no es cierto que sobre ese cambio las convenciones instalan, para porciones del mismo a las que llamamos cosas, “nombres” arbitrarios; sino que las cosas están estables, bajo una apariencia de cambio y que una naturaleza o esencia de ellas es posible de ser descubierta y descubierta y que una vez efectuado el “descubrimiento” se le podría asignar el nombre verdadero, siguiendo la combinatoria correcta de las letras, nos remitiría al problema de determinar de dónde obtenemos la validez de las reglas de esa “combinatoria”. La disputa entre objetivismo y relativismo está aflorando en ello, pero ésa es otra discusión. 4.4 La polémica en la época actual En nuestra época persiste la polémica sobre la relación de las palabras con el mundo, bien que planteada en otros términos. El lenguaje era tenido hasta fines del siglo XIX como un sistema de signos para referirnos a las cosas en el sentido heideggeriano del término “cosa”, es decir de todo lo que se nos aparece en tanto que se nos aparece. Esta teoría era llamada “esencialista” porque creía que la lengua era un instrumento para designar a la realidad, donde los conceptos lingüísticos reflejaban una presumida esencia de las cosas. Ya no se trata de la ingenuidad del Cratilo, pero mantenía en lo epistemológico la tesis platónica un universo de ideas preexistentes, de un acceso privilegiado al conocimiento, del cual los nombres eran “su representación”. Contra esta concepción se alzó el enfoque que concibe al lenguaje como discurso, como actividad, según el cual no solo la relación de las palabras con el mundo, sino 42 | P á g i n a también, el entero juego de sus comunicaciones, queda conformado por las mismas comunicaciones que los seres humanos producen. El principio de arbitrariedad del signo ya fue expuesto de forma categórica por Ferdinand de Saussure, quien decía por ejemplo “Así la idea de sur no está ligada por relación alguna interior a la secuencia de sonidos s-u-r que le sirve de significante; podría ser representada igualmente por otra secuencia de sonidos. Sirvan de prueba las diferencias entre las lenguas56 y la propia existencia de lenguas diferentes (...)”57. Aunque el propio Saussure admitiera que si bien la palabra símbolo se utiliza para designar al signo lingüístico, o más exactamente a lo que él llama el significante, el que cae bajo su primer principio esto es que todo signo es arbitrario, no deja de admitir que hay en él cierto resto “natural”, a modo de ejemplo, dice el símbolo de la justicia, la balanza, no podría reemplazarse por un carro (adelanto que hay aquí, para mí, una suerte de confusión en Saussure que no es el caso despejar en este punto). La palabra arbitrario requiere también una observación. No debe dar la idea de que el significado depende de la libre elección del hablante (ya veremos luego que no está en manos del individuo cambiar nada en un signo una vez establecido por un grupo lingüístico); queremos decir que el significante es inmotivado, esto es, arbitrario en relación al significado, con el cual no tiene ningún lazo natural en la realidad” 58. En razón de esa arbitrariedad entre concepto e imagen acústica, entre significado y significante, debe prevalecer – como significado – el uso que se hace de la lengua. Como enseña el profesor Tércio Sampaio Ferraz, definir un concepto no es lo misma cosa que describir la realidad, pues la descripción de la realidad depende de cómo definimos el concepto y no lo contrario. O sea: “la descripción de la realidad varía conforme los usos conceptuales”. Por eso es que el significado no depende solamente de los hechos correspondientes, sino también del hablante y de la situación (la pragmática), de allí que 56 Ver a propósito del mito de la torre de Babel y la confussio linguorum, las reflexiones de Umberto Eco en : La búsqueda de la lengua perfecta. Crítica, Barcelona, 1994. 57 Saussure, Ferdinand de. Curso de Lingüística General, pag.130. 58 Saussure, Ferdinand de. Curso de Lingüística General, pag.131. 43 | P á g i n a no sea posible una noción simple de correlación entre las palabras y el mundo. Es siempre una relación “mediada”. Esas dos concepciones, la que veía al lenguaje “como representación del mundo”, casi como una derivación del pensamiento platónico, y la del lenguaje “como actividad”, las podemos encontrar en los trabajos de un mismo pensador: Ludwig Wittgenstein, la primera en su Tratactus Logico-Philosophicus y la segunda en Investigaciones Filosóficas. En el primer Wittgenstein, la idea central es que su función es la representación del mundo, un enunciado, una proposición, en esta visión, describe un posible estado de cosas, y esto es posible porque las palabras se corresponden vis a vis con las cosas, algo como la de idea de Swift en Los viajes de Gulliver de crear un idioma consistente en las propias cosas. Cada enunciado es una forma de relacionar unas cosas con otras y pretende decir algo verdadero sobre la “realidad” (lo que remite a otro supuesto epistemológico que no podemos discutir aquí: el del acceso a “la” verdad). Para comprender el significado de una proposición, era preciso, entonces, conocer su correspondencia con la realidad, que es, por eso mismo su condición de verificabilidad (dicho sea de paso es el criterio de verdad que predominará en el Círculo de Viena al que Wittgenstein ha de contribuir a fundar, y del que será tributaria la teoría jurídica de Hans Kelsen, como ya veremos al ver su teoría, precisamente, de los conceptos jurídicos fundamentales). Según esta escuela, existen, claro, otras formas de expresión del lenguaje, pero estas pueden traducirse a proposiciones básicas o elementales, a excepción de las tautologías (frases que son verdaderas per se, pero que no “informan”, del tipo «blanco es blanco») o “sinsentidos” lógicos, tal el caso de las expresiones meramente emocionales del tipo de los, para autores como Carnap por ejemplo, los juicios de valor, juicios que al carecer de significado no merecen mayor análisis. Por eso la filosofía debía ocuparse del análisis del lenguaje (de allí el surgimiento de la escuela analítica) que habría de ocuparse de esclarecer las frases complejas en proposiciones elementales, para clarificar la lógica de los pensamientos. 44 | P á g i n a Para ello, el instrumento de esa actividad, sólo podría ser la sintaxis lógica, el estudio de la estructura formal del lenguaje, toda vez que averiguando la relación estructural de las palabras en la proposición se podía averiguar su verificabilidad empírica y con ello se permitía su confirmación por la realidad. Se pasaba entonces, en la filosofía, de la ontología a la lógica. Esta corriente fue conocida como neopositivismo lógico y su marca distintiva fue el intento metodológico de construir un lenguaje artificial, desprovisto de las imperfecciones del lenguaje ordinario o “natural”, desvinculado de cuestiones metafísicas, que al mismo tiempo podía permitir un conocimiento neutro, básico para producir ciencia. Era preciso entonces elaborar un objeto para la ciencia a partir de esos presupuestos, lo que fue procurado estableciendo dos niveles de lenguaje: el lenguajeobjeto y el metalenguaje. Esta propuesta fue recogida en el campo de la Teoría Jurídica por Kelsen, quien analizó el objeto de su ciencia, a partir de esta propuesta metodológica. Por eso el derecho en cuanto objeto del conocimiento, en cuanto teoría del derecho, se sitúa en un plano diferente de la doctrina jurídica (la dogmática). Tal separación conceptual es la que permite pensar en una meta-teoría del derecho, como un meta-lenguaje, distinto de su objeto. Esto se verá en la unidad II, al estudiar, como dije, la teoría de los conceptos jurídicos fundamentales o básicos, desarrollada por el propio Kelsen (bien que también la veremos desde otras perspectivas). Pero, como ya lo anunciamos más arriba, el segundo Wittgenstein, niega que la función esencial del lenguaje sea la de conformar una representación del mundo o de las cosas, en la cual las palabras son esencialmente los nombres de los objetos del mundo de modo que cada una de ellas se pueda adherir a la cosa designada como si fuese una “etiqueta”. No quiere decir, claro, que esta función no sea cumplida efectivamente, sino que esa no es su función esencial. Es decir que las preocupaciones de Wittgenstein pasaron de la sintáctica y la semántica a la pragmática, esto es: a la relación de los usuarios del lenguaje y al análisis de 45 | P á g i n a sus usos y funciones. Y ello se debió a la advertencia de que no había significados fijos, unívocos, y que claramente ellos variaban con el uso. El lenguaje deja de ser un mediador entre los sujetos y el mundo (las cosas) para ser un medio de relación entre los sujetos. Ello significa que expresiones exactamente iguales, pueden representar significados diferentes según su contexto de utilización. En otras palabras: esa alteración del modo de significar es característica de los procesos de comunicación, toda vez que, puede decirse, todas las expresiones tienen siempre sentidos incompletos, que serán, llenados, en el contexto de la enunciación fáctica o, mejor dicho, “comunicacional”. Para que haya comunicación, son necesarias reglas globales de referencia en el contexto en que estas ocurren. Deben existir, pues, convenciones sobre la utilización de los términos. Tales reglas, no identifican procesos ideales de comunicación, pero sirven para guiar o modificar la comunicación, y por ende también pasan a influir en la conducta de los individuos. Otro aspecto que resulta claro en esta segunda visión de Wittgenstein que venimos desarrollando: el lenguaje opera sobre las conductas más allá de los contenidos “literales” de los mismos mensajes. No es más que otro aspecto de la pragmática. Eso es lo que quiere decir que, conforme varía el contexto, varía el significado. Entonces, para poder comprender la comunicación, Wittgenstein propone un instrumental metodológico, llamado “juegos del lenguaje”, los cuales constituyen modelos de paradigmas establecidos por las modalidades de empleo de las expresiones lingüísticas. Esta comparación entre lenguaje y juegos es extremadamente importante, pero compleja como para ser explicada en toda su extensión. 1.6. Introducción Al estudiar el lenguaje podemos estudiar diversos aspectos de él. Podemos estudiar la relación de las palabras con el mundo (o con las cosas), es decir adentrarnos en el complejo mundo del significado o los significados, que muchas veces es confundido con todo el problema acerca del lenguaje. Estaremos hablando entonces de semántica. 46 | P á g i n a La semántica, dice Luhmann, es el patrimonio conceptual de la sociedad, la semántica se define en términos de sentido y comunicación. El sentido es una conquista evolutiva de los sistemas sociales (a través de comunicaciones) y de los sistemas psíquicos (a través de pensamientos). Mediante él es posible la construcción de la complejidad de tales sistemas. Basándose en la fenomenología de Husserl, Luhmann afirma que el sentido es la premisa para la elaboración de toda experiencia, es la forma mediante la que ordenamos el experimentar o hacemos inteligible el mundo. Es decir es el medio indispensable para la operación de estos sistemas. El sentido incluye a su contraparte: el sinsentido, o, lo que es lo mismo, el sinsentido tiene sentido: “El mundo se constituye, por tanto, como globalidad de las referencias de sentido: el sentido determina por sistemas sociales y sistemas psíquicos el inevitable excedente de posibilidades que construye la complejidad del mundo…59”. El sentido permite referirse no solo a todo lo actual (lo que observamos como real ya dado) sino a todo lo posible, mantiene accesible el mundo no actualizado (o no dado todavía); en otros términos: el sentido permite la reducción y el mantenimiento simultáneos de la complejidad del mundo en el sistema. El sentido opera a través de selecciones, y selección es la actualización de algo a través de la negación de lo demás. El sentido (o la atribución de sentido) es la operación específica de los sistemas sociales y los sistemas psíquicos; es mediante ella que se diferencian de los sistemas biológicos. La semántica explora entonces las dimensiones y actualizaciones del sentido, las conexiones entre las formulaciones más elementales (palabras) o más complejas (enunciados, oraciones, proposiciones) y el mundo. La semántica explora el significado, aún si no podemos aquí exponer todo lo que se ha debatido sobre el significado de la palabra “significado60”. La semántica es, entonces, un área de la lingüística que se ocupa del estudio del significado de las palabras en el lenguaje. 59 Corsi, G. et alt., op.cit.pag.147. Ver por ejemplo el conocido trabajo de C.K.Ogden y I.A. Richards, El significado del significado, Paidós, Buenos Aires, 1984. 60 47 | P á g i n a La semántica lingüística contrasta con otros dos aspectos que intervienen en una expresión con significado: la sintaxis y la pragmática. La semántica es el estudio del significado atribuible a expresiones sintácticamente bien formadas. La sintaxis estudia sólo las reglas y principios sobre cómo construir expresiones interpretables semánticamente a partir de expresiones más simples, pero en sí misma no permite atribuir significados. La semántica examina el modo en que los significados se atribuían a las palabras, sus modificaciones a través del tiempo y aún sus cambios por nuevos significados. La lexicografía es otra parte de la semántica que trata de describir el significado de las palabras de un idioma en un momento dado, y suele exhibir su resultado en la confección de diccionarios. 4.4.1 Tipos de significado Pero significado es, a su vez, una palabra ambigua. Se la usa como “representación de palabra a cosa”, por ejemplo es así cuando decimos que la palabra casa significa “algún género de construcción para proteger a las personas de la intemperie” (lo cual por supuesto requerirá, como vengo explicando que se dé cuenta del significado de “construcción” y de “intemperie”, por ejemplo). También, como vimos, en el sentido de signo natural (o, lo que es lo mismo, como representativo de vinculaciones entre fenómenos naturales, a partir de la explicación causal), por ejemplo: esa humedad en la ruta implica que llovió aquí recientemente, o, ese humo significa que hay un incendio actual, también cuando preguntamos qué significa que haya habido un maremoto. Por último también nos preguntamos por el significado de actitudes humanas, así cuando preguntamos: ¿qué significa que se haya quedado callado? (como veremos, en materia de comunicación humana, no hay jamás momento sin comunicar: es imposible no hacerlo, por ende callarse es siempre decir algo). Pero hay también otros tipos de significado. 48 | P á g i n a Existe, como dicen Bruera y Gómez (y Hospers) también el significado emotivo: que es el contenido afectivo de un enunciado, expresión o palabra. El lenguaje tiene una dimensión psicológica poco estudiada pero de enormes implicancias: la de su influencia en la conducta de los participantes en las comunicaciones. El significado emotivo es aquella potencialidad de los enunciados de provocar nuestra aceptación o rechazo a una conducta sugerida por el entorno comunicativo. El lenguaje de la política o de la poesía pueden ser manifiestos ejemplos de ello, pero no son, ni mucho menos, los únicos ejemplos. También, sostienen Bruera y Gómez, podemos hablar de significado pictórico cuando las unidades lingüísticas utilizadas son usadas para transmitir o provocar una imagen mental. 4.4.2 Palabras de Clase y Clasificaciones El mundo está compuesto por millones de cosas. El solo advertir que cualquiera de las pequeñas cosas que componen nuestro mundo cotidiano podría ser descompuesta en otras miles, si, por ejemplo, realizáramos un estudio a nivel atómico o sub-atómico; o que, si nos dirigiéramos hacia el mundo macrofísico, también podríamos constatar que los objetos existentes en el universo, y sólo hasta donde este, con gran esfuerzo metafórico, puede denominarse “conocido”, son millones de millones; nos llevaría a concluir que nombrar a cada una de las cosas del mundo con un nombre particular, “propio”, sería tarea imposible y, por consiguiente, bloquearía la comunicación. Si nos comunicamos, es porque hemos creado un conjunto de signos que implican una reducción de la complejidad del mundo. Es que las cosas más parecidas entre sí, como una gota de agua y otra (viejísimo y utilizado canon de la similitud), podrían diferenciarse de modo relativo, espacial por ejemplo: una sería la gota de agua “de la derecha” y otra “la de la izquierda”. Ello no obstante que, justamente, hay circunstancias en que pongo nombres “individuales” a ciertos “casos del mundo”, por ejemplo cuando me refiero a otras personas, incluso a ciertos animales, así ciertos individuos que pertenecen a una clase de 49 | P á g i n a cosas (por caso las ovejas) tienen un nombre propio (por ejemplo Dolly, la primera oveja clonada). Por eso se diferencia entre nombres propios y nombres comunes. Una diferencia que podríamos observar es que los primeros pueden usarse en ámbitos más pequeños que los segundos, justamente porque la excesiva individualización es un obstáculo a la comunicación, desde que ningún rasgo permite que el interlocutor ponga en relación la cosa con el nombre (ninguna circunstancia externa, ni siquiera interna, permite deducir que mi nombre es Jorge, como sí algunas permiten deducir que pertenezco a la especie humana, y por ello ser calificado como hombre). Ahora bien, esa reducción de la complejidad del mundo ¿cómo se realiza? Se realiza mediante un proceso de doble secuencia: a) distingo de entre el magma o continuo del mundo una sección, sección a la que (por esa misma distinción) identifico como “una cosa” y b) nombro a esa sección del mundo, la “bautizo”, con un signo que pasa a representarla y de ese modo podré referirme a esa sección del mundo compuesta por un sinnúmero de casos particulares de cosas, como si se tratara de una sola cosa; así, por ejemplo, de una sección continua del mundo que presenta una gran diversidad de casos particulares, extracto – sin embargo – algunas características y llamo a todos esos casos como si fuesen un mismo animal, por ejemplo el perro. A partir de allí la palabra “perro” distinguirá a un grupo de animales de otro, aunque se le parezcan como los lobos, y aunque algunos de ellos, de los que he considerado bajo la clasificación, se parezcan tan poco como un chihuahua y un dogo argentino. En suma, esa reducción la realizamos mediante el establecimiento de algunas semejanzas. El concepto de semejanza es de por sí vago y elusivo, lo que ha dado a largos tratamientos en la filosofía, remito por ejemplo a las distinciones que siguiendo a Michel Foucault he realizado en otra obra61, pero ayuda a comprender como realizamos el proceso. 61 Douglas Price, Jorge Eduardo. La decisión judicial, Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2012. 50 | P á g i n a Producimos esa selección del mundo, a partir de características que juzgamos relevantes en las cosas y que nos permiten agruparlas en clases, a ella les aplicamos palabras que, por esa misma condición, llamamos palabras de clase. Dice Hospers que cuando empleamos palabras de clase, pues, agrupamos muchas cosas bajo una misma denominación (asignamos el mismo rótulo impreso a muchas botellas) sobre la base de características que estas cosas tienen en común. Al usar la misma palabra para referirnos a muchas cosas, tratamos a éstas (al menos por el momento) como si fuesen todas iguales e ignoramos sus diferencias. En este hecho yacen las ventajas y desventajas de las palabras de clase.62” La ventaja ya está explicada, mediante ellas podemos reducir la complejidad y diversidad del mundo y podemos comunicar en la sociedad nuestros mensajes de manera inteligible para otros sistemas psíquicos. La desventaja, como ya se dijo, es el revés de su ventaja, como las palabras de clase son el resultado de “olvidar diferencias”, tienden, como dice el mismo Hospers, a fosilizar nuestra concepción del mundo, e impedir verlas. No hay dos cosas del mundo que sean exactamente iguales en todos los aspectos, al menos en el relacional como ya dije. Al propio tiempo eso hace que aumente su vaguedad, es decir la relativa indeterminación de su campo de aplicación. También hay que descartar la ingenua idea de que haya “clases naturales de cosas”, como nos inducen a pensar las enciclopedias (de ello se mofa Borges, en El idioma analítico de John Wilkins, al que ya nos hemos referido). 4.4.3 Denotación y Designación. Características Definitorias y Concomitantes Según venimos explicando las palabras representan cosas, y, a menos que sean nombres propios, clases de cosas. Pero también hemos relacionado a las palabras, advierte Hospers, con características. Se pregunta ¿cuál de estas dos características es correcta?63 62 63 Hospers, John. Introducción al Análisis Filosófico, Editorial Macchi, Buenos Aires, 1965, pag.25. Hospers, J., op.cit.pag.33. 51 | P á g i n a La respuesta es que ambas lo son, pero no de la misma manera. ¿Qué significa esto?, significa que las palabras representan las dos cosas, pero no de la misma manera, las palabras denotan, pero también designan. La palabra “oveja” denota a “Dolly”, “Little”, “Mancha” y a todas las cosas particulares del mundo a las cuales les es aplicable la palabra “oveja”, pero también designa las características que una cosa debe tener para que le apliquemos la palabra “oveja”. Bien que seguiremos advirtiendo aquí sobre los juegos del lenguaje. Por lo general una definición comprende varias características que llamamos definitorias. En rigor toda cosa del mundo tiene un conjunto de características (accidentes, diferencias) relativamente, hasta – podríamos decir – infinitamente grande, pero esas características “sin las cuales no se aplicaría a la cosa una palabra determinada, son las que definen a esa palabra, son sus características definitorias64”. En suma son aquellas características que nos revelan que estamos frente a un caso del mundo donde es, o sería, correcto aplicar una cierta palabra: “Un enunciado que registra la lista completa de las características definitorias de una palabra es la definición de esta palabra65”. Las definiciones que frecuentemente proporcionan los diccionarios corresponden a este tipo. Por el contrario, aquellas características, sin las cuales igual se aplicaría a la cosa del mundo la misma palabra, se llaman concomitantes. Las ovejas pueden, por ejemplo, tener toda su lana o estar esquiladas, no por ello, la palabra dejará de ser usada. Cuando definimos por denotación, en cambio, lo que hacemos es identificar cosas del mundo que caen bajo la aplicación de la palabra, así como si dijéramos que, bajo las condiciones de nuestro ejemplo, “Dolly”, “Little”, “Mancha”, son “ovejas” y con ello procuráramos que nuestro interlocutor comprenda a qué tipo de objeto del mundo nos estamos refiriendo. Ahora bien, este tipo de definiciones, son verbales, es decir empleamos lenguaje digital para hacerlo, empleamos palabras – sea en forma oral o escrita – pero también 64 65 Hospers, J., op.cit.pag.34/35. Hospers, J., op.cit.pag.35. 52 | P á g i n a podemos realizar definiciones ostensivas, es decir definiciones que consisten en señalar mediante algún gesto la cosa (o serie de cosas) del mundo a la que aplicamos la palabra. Así por ejemplo si procuráramos definir oveja, no ya mencionado sus características, o mencionando los nombres de los animales (como lo propusimos en el párrafo anterior) sino indicando los casos específicos del mundo en los que empleamos esa palabra. Tenemos que advertir aquí nuevamente que el lenguaje es una función viva, por lo tanto que los criterios de aplicación de las palabras pueden cambiar. Eso explica que su vaguedad pueda aumentar o restringirse, que puedan aparecer casos de ambigüedad o desaparecer; también, entonces, sus características definitorias pueden cambiar. Hospers, como Eco, traen el conocido caso de la ballena, especie animal conocida desde la antigüedad, pero sobre la que se ignoró su carácter de mamífero hasta hace relativamente poco tiempo. Ello no implicó que la palabra con que la especie era conocida, “ballena”, dejase de ser usada, sino que se “agregó” una característica definitoria más. 4.4.4 Reglas del Significado: Libertad de Estipulación y Uso Común Dos reglas rigen las variables del lenguaje ordinario, son ellas las del título: a) la de libertad de estipulación y b) la del uso común. Como veremos podrían ponerse en sentido inverso o incluso recordar siempre la circularidad de la que venimos hablando cuando hablamos sobre el lenguaje. Como dice Hospers, recordando lo que ya hemos visto con Saussure o en el debate entre realismo y convencionalismo: no existen palabras correctas para las cosas, eso significa que esos ruidos y/o grafismos que son las palabras (ruidos y/o grafismos que se transforman en tales por obra de nuestras convenciones) están, de algún modo, librados a nuestra voluntad, ello es lo que constituye (lo veremos más abajo) la libertad de estipulación. Digo de algún modo porque, como también enseñaba Saussure, en cada ocasión yo puedo variar el significado de una palabra o una frase, o lo puede hacer mi interlocutor, o todos y cada uno de los participantes de un discurso. 53 | P á g i n a Sin embargo, para hacerlo, so riesgo de no ser comprendidos en absoluto (o, siguiendo el primer axioma de la comunicación, ser mal comprendidos) deberemos recurrir en “buena medida” a las convenciones ya existentes, es decir al modo en que las otras personas lo hacen. Esto significa someternos a la regla del uso común, que no es otra que aquella que diría que, en todo proceso comunicacional a través del lenguaje digital, conviene utilizar las correspondencias de significado que habitualmente usan los parlantes de la lengua en la que pretendo comunicar. Lo cual, como ya podemos comprender, no es cosa sencilla, porque tampoco es en ningún lenguaje ordinario, enteramente claro cuáles son las correspondencias que los parlantes de esa lengua usan, habida cuenta de las dificultades ya señaladas, que las características de ese tipo de lenguaje plantea (ambigüedad, vaguedad, textura abierta), máxime si se trata de lenguajes territorial y poblacionalmente muy extendidos, como puede ser el caso del español (baste con observar en los correctores gramaticales predispuestos de los procesadores de texto, la diversidad de tipos que ofrecen según, precisamente, las “regiones lingüísticas”). Pero, también podría hacer otra cosa, y proponer a mis interlocutores atribuir otros “ruidos o grafismos” a ciertos conceptos y en “términos” ya existentes incluir “nuevos significados”. Es decir, no existe obligación de usar, ni en sentido legal, ni en sentido sociológico, los términos o los giros lingüísticos, tal como el “uso común” lo sugiere o aconseja. Es decir, como dice Hospers “Cualquiera puede usar el ruido que le plazca para referirse a cualquier cosa, con tal de que aclare qué es lo que designa el ruido [y/o grafismo] en cuestión. Esta es la regla de la libertad de estipulación66”. Claro que, como advierte nuestro autor, nosotros empleamos comúnmente las palabras tal como el uso común lo sugiere, pero también – conforme el principio de doble contingencia que ya hemos explicado – mi uso siempre implica un implícito ejercicio de la libertad de estipulación desde que siempre cada emisor de mensajes los emite, y no puede ser de otro modo, según su propio entendimiento de lo que podríamos llamar el 66 Hospers, J., op.cit.pag.14. 54 | P á g i n a código de fondo o código se sentido¸ que es aquél que cada uno construye en la misma construcción de su reserva cultural. Esto significa que, en rigor nos entendemos, parafraseando a Rawls (que utiliza esta expresión para referirse al área de valores compartidos de la teoría de la justicia de una sociedad), merced a un “consenso solapado de sentido”. Libertad de estipulación, significa pues, la posibilidad de atribuir arbitrariamente significado a un término, o, inversamente, atribuir arbitrariamente un ruido y/o grafismo a una “cosa” del mundo (debo insistir nuevamente que uso el término “cosa” en el sentido heideggeriano del término, lo que constituye, al mismo tiempo, un buen ejemplo de uso de la libertad de estipulación). 1.7. Características del Lenguaje Natural 4.4.5 Vaguedad, Ambigüedad, Textura Abierta. La vaguedad y la ambigüedad son las dos principales formas de indeterminación semántica. Un término es vago, cuando presenta “dudas” respecto a su utilización, es decir: a su aplicación respecto de ciertas “cosas” del mundo (reitero que uso el término cosa en el amplísimo sentido heideggeriano). Esto significa que se trata de un problema de denotación (es decir, precisamente, de identificación de los casos del mundo a los cuales se pretende aplicar, es decir que deja indeterminada las situaciones particulares en que la palabra – o la expresión – es o puede ser aplicada). Es frecuente pensar que la vaguedad proviene de una mala construcción del lenguaje, que ella es producto de un modo “descuidado” de hablar o pensar. Sin embargo, a poco que examinemos la relación de las palabras del lenguaje ordinario con el mundo, veremos que aún si realizásemos un fuerte esfuerzo para restringir los sentidos de una palabra la vaguedad continuará allí, y continuará porque el mundo es, desde la perspectiva de nuestra observación, un continuo. Para algunos esto no es así, sino que existen algunos casos de continuos, como por ejemplo el de los colores o el de los sonidos (pensemos, por ejemplo, en el pasaje de azul a indigo, o de graves a medios, respectivamente). Pero, en rigor, todas las cosas se nos presentan en un todo sin solución 55 | P á g i n a de continuidad, es decir en un continuo, y lo que las “separa” no son características “naturales” que nos llevan ineluctablemente a esa separación. Lo que las separa, como lo demuestra Borges en el Idioma Analítico de John Wilkins o Foucault en Las palabras y las cosas. En estos casos, dice Hospers, nos encontramos con que existen dos regiones claras: la primera es aquella donde no dudamos en que la palabra es aplicable, el foco fáctico o de hecho, donde la generalidad de los sistemas psíquicos consideran aplicable la palabra y la segunda es aquella donde tampoco dudamos en que la palabra no se aplica; pero existe una zona situada entre ambas (por describirlo gráficamente) en donde se duda si la palabra es aplicable o no, a esto se llama “zona de penumbra”. Muchas de las discusiones verbales se derivan de esta particularidad. Y además están las gradaciones en las propias construcciones sociales (sin dejar de observar por ello, que todo el conocimiento es una construcción social, así por ejemplo el conocimiento de los colores y los sonidos y sus divisiones). Pensemos en las categorías mediante las cuales definimos ciertas “cosas”, por ejemplo el derecho define ciertos roles, capacidades, competencias. Así podríamos ver que según la Constitución de la Provincia de Río Negro toda población con asentamiento estable de más de dos mil personas constituye un Municipio (art.226), en tanto que si tiene menos de dos mil constituye una Comuna (art.241); en el primer caso la Constitución le concede a esa población el derecho a dictar su propia Carta Orgánica, es decir le otorga lo que se conoce en teoría constitucional como autonomía plena. Como puede observarse, es nuestra relación con el mundo, la que generamos a través de ese proceso que llamamos “conocimiento”, que consiste primero en un acto de “distinción” y luego en otro de “nombramiento” o “bautismo”, la que establece esa relativa indeterminación del campo de aplicación de las palabras que llamamos vaguedad. Esto es lo que hace, precisamente, que todas las palabras sean potencialmente vagas. Su uso, como lo ha mostrado Wittgenstein, depende de las interacciones entre las personas, de sus juegos de lenguaje, lo que hace que su significado, esto es “el campo de 56 | P á g i n a aplicación de la palabra”, devenga perpetuamente “móvil”, es decir desplazable, con lo que siempre tendremos incerteza en los límites. La ambigüedad, diversamente, está presente cuando ocurre una indeterminación de clase en el término que se aplica, esto es: cuando un mismo término o palabra puede ser utilizado para referir dos o más “objetos” del mundo (cosas). Hay distintos tipos de ambigüedad como los casos que llaman los filósofos de “simple homonimia”, queriendo expresar con ello que sea por casualidad, sea por vinculaciones que el estudio etimológico de los términos no nos permite recuperar (y si las recuperáramos tampoco tendría importancia), existen casos donde cosas “muy diversas” del mundo (queriendo expresar con ello que no hallamos que sean cosas que tengan una cierta conexión natural o conceptual entre sí, por lo menos “observable”67 en términos simples), por ejemplo: el término “radio” que significa tanto “la mitad del diámetro” (en geometría, ), como “artefacto de comunicaciones a través de ondas hertzianas” (en tecnología), como “hueso externo del antebrazo” (en anatomía), como “un elemento, metal acalinotérreo, producto secundario del uranio, cuyo número atómico es 88” (en Química68). Existen otros casos, en cambio, donde la misma palabra denota diversas secuencias de una relación proceso-producto, así por ejemplo cuando utilizamos el término "pintura”, que puede referirse tanto al elemento con que se realiza la acción de pintar, como al acto mismo de pintar, como al resultado de dicho acto. Por último, debemos señalar que la imposibilidad de establecer un significado preciso, sea para los conceptos, como para las expresiones, es lo que Waismann llamó “la textura abierta del lenguaje”. Desde su perspectiva, esta indeterminación es radical, esto es: no puede ser eliminada, más allá de que uno pueda tomar decisiones sobre en qué sentido el término debe ser empleado, siempre restarán innúmeras posibilidades distintas. 67 Utilizo el término « observar » en sentido figurado, es decir como aproximación al objeto desde el punto de vista intelectual, lo que puede 68 Fue descubierto por los esposos Curie en 1898. 57 | P á g i n a La textura abierta, refiere, en mi concepto, al mismo fenómeno de producción de sentido. La producción de sentido, la continua actualización de referencias posibles, se produce como todos los eventos de la sociedad en el presente y todos simultáneamente. Ello implica que no podemos conocer de antemano los desplazamientos de sentido que ocurrirán en el lenguaje, sólo que ocurrirán. Sabemos también que en cuanto participantes, como aparatos psíquicos, del proceso de comunicación influiremos en ese proceso de atribución/creación de signos y sentidos. Eso implica que en el lenguaje se ganan y pierden, signos y sentidos, continuamente, y que todo lo que podemos hacer es retener ese dato, para procesar – como sistemas psíquicos – las comunicaciones que forman parte de la sociedad, de la cual somos entorno. 5 Pragmática. Ello no obstante, debemos advertir ahora, que no basta un adecuado uso de las costumbres semánticas y sintácticas de una lengua para tener una comunicación eficaz (acto que está compuesto tanto de la enunciación como de la comprensión/interpretación de un enunciado). En efecto, para autores como Searle, quien formulara la teoría clásica de los actos de habla, el estudio del uso del lenguaje no despeja muchos de los problemas que, se supone, debería despejar. El estudio a fondo del lenguaje puede revelarnos que podemos comunicarnos aún faltando a aquellas reglas que sugieren la semántica y la sintáctica de mi lengua, o que bien podríamos fallar respetándolas. Como dice Graciela Reyes “La falta de lenguaje (que se manifiesta por ejemplo en el silencio, los falsos comienzos, las interrupciones, las torpezas, las hesitaciones e incluso las confesiones de impotencia comunicativa) sigue siendo lenguaje, es parte de su uso, en una dimensión puramente afectiva, expresiva, tan importante como la función representativa que hace del lenguaje, en la visión tradicional, el vehículo del pensamiento69.” 69 Reyes, G. op.cit.pag.20. 58 | P á g i n a La pragmática, que de eso se trata, nos enseña que el lenguaje no son solo esas relaciones de sentido o significado (la semántica) y las reglas acerca de cómo ligarlas para que “adquieran” un sentido bien determinado (la sintaxis), sino también que el juego comunicacional puede variar completamente en relación tanto a la información que se procura producir, como – y principalmente – a las conductas que se busca influir, según unos códigos que intervienen en la comunicación y en la que intervienen otros actos, además de los actos de habla, de allí – por ejemplo – que hablemos de dos tipos de lenguaje, el lenguaje digital y el analógico. Dos tipos de lenguaje que, advirtamos desde ahora, no caminan por sendas separadas, aún si cada uno podría producir actos comunicativos per se. La pragmática podría ser definida como el estudio de cómo se interpreta el significado producido en el uso del lenguaje. Los romanos tenían una expresión bien gráfica para ilustrar lo que digo: un acto jurídico formalmente válido desde su aspecto exterior, por la serie de ritos lingüísticos y de otro tipo seguido70 adecuadamente por ciertas personas con aptitud para hacerlo, no tenía validez porque había sido ejecutado “iocandi gratia”, es decir en broma, de modo no serio; distinción que, como vemos, es totalmente externa a los actos de habla que se hubieran podido suceder, tanto a su sintaxis como a su semántica; o, lo que es lo mismo, la función del enunciado no se descubre atendiendo al enunciado mismo. Por otro lado, la pragmática se refiere a cómo las circunstancias y el contexto ayudan a decidir entre alternativas de uso o interpretación; gracias a la pragmática el lenguaje puede ser usado con fines humorísticos o irónicos. Además, permite reducir la ambigüedad de las expresiones seleccionando sólo un conjunto adecuado de interpretaciones en un determinado contexto. 70 Sabida es la importancia que se concedía entonces a los ritos simbólicos, ante la carencia de medios registrales, aún si la escritura ya se había inventado y se utilizaba como medio de, como diría Luhmann, hacer presente a los ausentes, lo que supuso uno de los cambios más enormes de la historia de la sociedad humana y también, obviamente, del lenguaje y del derecho. 59 | P á g i n a La pragmática en suma es la disciplina que estudia la relación entre signos, significantes y significados y la influencia de los contextos en que los hablantes los usan, en el producido semiótico final. 1.8. Diferencias con la semántica Dice Leech que la forma lógica o representación semántica de una oración es diferente de su interpretación pragmática, ¿qué quiere decir esto? Quiere decir que hay dos formas de interpretar un mensaje lingüístico. Una que podríamos llamar meramente semántica, la que proviene del ejercicio de utilizar las formas de correlación que hemos desarrollado en el lenguaje, para “traducir” la oración o enunciado en otra oración o enunciado que le proporcione al interlocutor otra “aproximación” a su sentido. Una aproximación que juzgamos adecuada. Es el tipo de interpretación que podemos hacer con un diccionario, aunque, como veremos seguidamente, nunca podemos descartar situaciones paradojales cuando hablamos de la pragmática. La otra forma tiene que ver con lo relacional, con el contexto, con la situación. La misma frase tiene significados diferentes según que, por ejemplo, sea claro que la pronunciamos “en serio” o “en broma”. Por eso también, agrega Leech que la pragmática relaciona el significado convencional de un enunciado con su fuerza ilocucionaria (es decir, lo que ese enunciado hace: Prometer, Afirmar, Interrogar, etc.) 1.9. Diferencia entre signos. Signos y símbolos En definitiva la comunicación se realiza mediante signos, pero no simplemente mediante los signos, sino signos en base a códigos. Pero, a su vez, las relaciones entre los signos pueden ser múltiples. La más común, es la que percibimos en el lenguaje ordinario. Los seres humanos hemos correlacionado, como ya vimos, unas cosas con otras, acordando que una de ellas “implica” a la otra. Se trata, como vemos, de una relación “artificial”, voluntaria o arbitraria. Arbitraria en tanto contingente, porque es del modo en que es, y pudo ser de cualquier otro modo. 60 | P á g i n a Pero hay otros casos en que la relación entre las cosas, en las que una aparece como “signo” de la otra, es una relación en la que no podemos influir, llamamos a esa clase de relaciones “naturales” porque están así dadas en “eso” que llamamos naturaleza. Y lo que se da en la naturaleza es “necesario”, en tanto que, justamente, no es modificable por el ser humano71. Algunos autores llaman a la primera relación signo arbitrario, y a la segunda signo natural. Otros, como John Hospers, por ejemplo, prefieren emplear la palabra símbolo para la primera y la palabra signo para la segunda. Lo cierto es que, ateniéndonos a lo que hemos dicho ya sobre la convencionalidad del lenguaje, no hay “una” forma para llamar a esta distinción, pero se nos ocurre que la primera, la de usar el sustantivo “signo” con los adjetivos “artificial” y “natural”, nos permite eliminar ciertas dudas interpretativas y, al mismo tiempo, conservar – vaya como deliberado juego de palabras – la potencialidad explicativa de “signo” como signo. 71 Debemos tener presente que las intervenciones del hombre en la naturaleza, no alteran sus leyes, sí, tal vez, su curso, que es otra cuestión. Pero, en todo caso, toda alteración del curso de la naturaleza el hombre la logra produciendo “otras intersecciones” que aquellas que están ya presentes en el curso de ella. Por ejemplo: si realizo explosiones nucleares puedo producir profundas alteraciones en el curso de los ecosistemas, pero esas alteraciones se producen “en cumplimiento de leyes naturales” (esta forma de expresarme para referirme a leyes de la naturaleza no hace sino mostrar, paralelamente, de qué modo la ambigüedad de algunos términos, en este caso “ley”, puede producir dudas o interferencias en la comunicación). 61 | P á g i n a 1.10. Usos y Funciones del Lenguaje 5.1.1 Las condiciones de los actos de comunicación y la conducta humana. Para comprender en qué registro se instala el lenguaje jurídico, tenemos que distinguir también que existen distintos usos del lenguaje, varios de los cuales podemos reconocer en el campo del discurso jurídico. En lo que sigue haré breves descripciones de ellos y los referenciaremos a las posibilidades dentro de aquél discurso. Uso Informativo Se trata de la función referencial o representativa: consiste en informar o transmitir un contenido o hecho tal como el emisor lo juzga. Es el tipo de uso más extendido, aquél que se suponía constituía el uso por antonomasia del lenguaje. Incluso, si bien algunos lo diferencian, podríamos incluir dentro del mismo el uso “metalingüístico”, es decir aquél enderezado a proporcionar información sobre el propio lenguaje (como por ejemplo puede ser el caso prototípico de los diccionarios). Por ejemplo, veremos en la unidad siguiente, un interesante ejercicio de referencias metalingüísticas al considerar la teoría de los conceptos jurídicos fundamentales o básicos. También observaremos en nuestro curso, la conocida distinción formulada por Kelsen entre normas y proposiciones normativas y podremos observar la interacción, dentro del fenómeno jurídico, entre dos tipos de usos: éste, que es el que utilizará la dogmática o ciencia del derecho, para referirse a su campo y los usos prescriptivo y operativo que se dan en el campo de la producción normativa propiamente dicha. Uso Expresivo Se transmiten estados de ánimo. Puede observarse como una variante del uso informativo, pero está conectado íntimamente con los estados emocionales de los participantes del acto de comunicación (vgr.: te amo!). 62 | P á g i n a Uso prescriptivo Se trata de uno de los usos en que el emisor procura que los receptores realicen una determinada actividad (positiva o negativa, es decir de acción u omisión). Esta función es conocida como conativa o apelativa. Las normas o enunciados jurídicos, son el caso prototípico de este tipo de uso. Aún si pueda discutirse mucho sobre los elementos constitutivos de un enunciado normativo (prescripción según Von Wright), no cabe duda alguna sobre su función, esto es la de motivar la conducta. Uso emotivo Es aquél en que lo informativo o cognoscitivo, pasa a un segundo lugar y lo que se procura es producir reacciones emotivas en los interlocutores apelando al significado emocional de palabras o enunciados. Esta función también puede es llamada poética o estética, los mensajes, por lo general, apelan a formas no literales. Las diversas formas de la metáfora son la expresión más elocuente de ello. La metáfora es una figura retórica que consiste en denominar, describir o calificar algo a través de su semejanza o analogía con otra cosa. La metáfora se diferencia de la comparación, porque en no relaciona los términos mediante verbos que indican la semejanza, como “parecer”, o aún utilizando el verbo “ser” indica claramente la “asociación”, tal como cuando se dice “son como”, sino que une los términos directamente mediante dicho verbo, o convierte a uno de ellos en complemento del otro que funge como sustantivo, o simplemente por aposición (se trata de poner dos o más sustantivos, sin conjunción, en esta caso dando a entender que el uno implica al otro, como al decir: el mar, el sendero innumerable). La metáfora puede ser explícita o implícita y en este último caso tan conectada a la sola imagen o emoción del que habla o escribe, que podemos hablar de lenguaje críptico, tal como el de los denominados poetas herméticos. Uso operativo. 63 | P á g i n a Cuando se hace referencia al Uso Operativo del Lenguaje, se refiere a aquel tipo de expresiones que no describen un estado de cosas (expresiones que son usadas para suministrar información acerca de la realidad, como por ejemplo ”El libro está sobre la mesa”), sino que, al pronunciarlas se está produciendo un cambio en el estado de cosas. Cuando uno dice “Prometo ir al cine contigo”, no sólo lleva a cabo la acción de pronunciar la expresión, sino que hace algo más, es la acción de prometer. Según Austin este tipo de expresiones. Son enunciados; No describen un estado de cosas (no se está informando acerca de una promesa, se está prometiendo); No son verificables (no se puede comprobar si son verdaderas o falsas) Generalmente se expresan en la primera persona del singular del presente del indicativo. Al pronunciar este tipo de enunciados, en ciertas circunstancias, se lleva a cabo una acción que no debe confundirse con la acción de pronunciarla, es lo que Austin llamó “expresiones realizativas”. Cuando alguien pronuncia este tipo de expresiones se puede observar: a) El acto de decirlo, (la emisión del sonido): acto locucionario. b) El acto que se lleva a cabo al decir algo, (prometer, saludar, felicitar): acto ilocucionario. c) El acto que se lleva a cabo por que se dice algo, (intimidar, ofender, convencer): acto perlocucionario. La relación que se produce entre la dimensión locucionaria (acto de decir) y la dimensión perlocucionaria (lo que acontece por que decimos algo) es una conexión causal (relación causa-efecto), mientras que la relación entre la dimensión locucionaria (acto de decir) y la dimensión ilocucionaria (lo que acontece al decir algo) es una relación convencional. 64 | P á g i n a Emitir una expresión, por ejemplo: ”Sí, juro” es realizar una acción, que no se concibe como el mero decir algo. Además de decir algo, está haciendo algo: asumir el cargo para el que se está prestando juramento. Expresar estas palabras es el acontecimiento principal, pero no es el único elemento necesario para considerar que el acto se ha llevado con éxito. Es necesario además que las circunstancias en que las palabras se pronuncian sean apropiadas (en el ejemplo del juramento, la expresión debe expresarse en el acto del juramento), que las palabras que se expresan sean las apropiadas (no podrían utilizarse palabras distintas que aquellas que están previstas en la fórmula de toma del juramento) y que las personas que pronuncian las palabras sean las apropiadas para hacerlo (la persona designada para el cargo). Cuando no se cumplen los requisitos, no decimos que la expresión es falsa, sino que el acto es falso, nos encontramos con que el acto no se ha logrado, Es decir que además de pronunciar las palabras correspondientes al realizativo, es necesario que ocurran otras cosas para decir que ha sido ejecutada con éxito. En estos casos no podemos preguntarnos si las expresiones realizativas son verdaderas o falsas, podemos observar si han sido afortunadas o desafortunadas. 65 | P á g i n a 6 LA COMUNICACIÓN HUMANA 6.1 La cultura como comunicación Como resultado de lo que vengo afirmando acerca de la sociedad, resulta claro también que comparto con Umberto Eco aquello de entender a la Semiótica, a toda la cultura, como comunicación, lo que implica considerar a toda actividad humana como comunicación, ergo a toda actividad humana como cultural, en tanto que actividad transformadora de lo “natural”. Está claro entonces que no empleo aquí el término cultura en el sentido restringido en el que suele ser empleada como “cultura de elite” o de las “buenas maneras” o del “buen gusto”, sentidos en las que es usada con mucha frecuencia. Debemos recordar aquí, que la sociedad es las comunicaciones que producen los sistemas psíquicos y que está compuesta de varios subsistemas (de los cuales el derecho es uno). También debemos recordar que el humano no es el único sistema de comunicaciones que conocemos, los etólogos han estudiado con suficiente extensión las diversas formas de comunicación entre animales (que llevaron algunos a considerar hasta la existencia de alguna “convencionalización elemental”72), algunas de las cuales se revelan como altamente desarrolladas; aún si en este aspecto debemos señalar la fuerte tendencia hacia la antropomorfización de esos análisis. Entonces, al estudiar el derecho como objeto producido por la sociedad, tenemos que recordar que el derecho es un sistema de comunicaciones de la misma que se ha autonomizado, a partir de ciertas distinciones (como lícito/ilícito) y que tiene formas de producción semántica que se han diferenciado y especializado (tanto en lo que respecta a los enunciados – como las normas por ejemplo – como a las organizaciones – verbigracia los tribunales – a los que trataremos de observar en las unidades que siguen. 72 Eco, U. op.cit.pag.10. 66 | P á g i n a 6.2 Los axiomas de la comunicación 6.2.1 Primer Axioma: es imposible no comunicar: Es imposible no comunicarse: Todo comportamiento es una forma de comunicación. Como no existe forma contraria al comportamiento («no comportamiento» o «anticomportamiento»), tampoco existe «no comunicación». 6.2.2 Segundo Axioma: Toda comunicación tiene un nivel de contenido y un nivel de relación Ello de tal manera que el último clasifica al primero, y es, por tanto, una metacomunicación: esto significa que toda comunicación tiene, además del significado de las palabras, más información sobre cómo el que habla quiere ser entendido y que le entiendan, así como, cómo la persona receptora va a entender el mensaje; y cómo el primero ve su relación con el receptor de la información. 6.2.3 Tercer Axioma: La naturaleza de una relación depende de la puntuación que los participantes hagan de las secuencias comunicacionales entre ellos Tanto el emisor como el receptor de la comunicación estructuran el flujo de la comunicación de diferente forma y, así, interpretan su propio comportamiento como mera reacción ante la del otro. Cada uno cree que la conducta del otro es «la» causa de su propia conducta, cuando lo cierto es que la comunicación humana no puede reducirse a un sencillo juego de causa-efecto, sino que es un proceso cíclico y circular, en el que cada parte contribuye a la continuidad (o ampliación, o modulación) del intercambio. Un ejemplo es el conflicto entre Israel y Palestina, donde cada parte actúa aseverando que no hace más que defenderse ante los ataques de la otra. 6.2.4 Cuarto Axioma:La comunicación humana implica dos modalidades, la digital y la analógica La comunicación no implica simplemente las palabras habladas o escritas (comunicación digital: lo que se dice); también es importante la comunicación no verbal (o comunicación analógica: cómo se dice). Esto significa que la comunicación humana no es sólo digital (es decir basada en lenguajes creados a partir de ruidos y grafismos) sino también analógica (lo que 67 | P á g i n a comprende toda la extensa gama de “señales o mensajes” que producimos con el cuerpo, que va desde el lenguaje gestual al de los meros comportamientos o actitudes). Según describe el mismo Watzlawick, nuestra estructura fisiológica comparte dos modos de “comunicación”, el del sistema nervioso central y el del sistema “humoral”. En el primero las unidades funcionales (las neuronas) reciben paquetes quánticos de información a través de las sinapsis y agrega que cuando “…llegan a las sinapsis, estos “paquetes” producen potenciales postsinápticos excitatorios o inhibitorios que la neurona acumula y que provocan o inhiben su descarga. Esta parte específica de actividad nerviosa, que consiste en la presencia o ausencia de su descarga, transmite, por lo tanto, información digital binaria. Por otro lado el sistema humoral no está basado en la digitalización de información. Este sistema comunica liberando cantidades discretas de sustancias específicas en el torrente circulatorio. Asimismo se sabe que las modalidades neuronal y humoral de comunicación intraorgánica no sólo existen la una junto a la otra, sino que se complementan y dependen mutuamente a menudo de manera muy compleja. Estos dos modos básicos de comunicación aparecen también en el campo de los organismos fabricados por el hombre: hay computadoras que utilizan el principio del “todo o nada” de los tubos de vacío o los transistores a las que se llama digitales, porque básicamente son calculadoras que trabajan con dígitos; y hay otra clase de aparatos que manejan magnitudes positivas discretas – análogas a los datos – por lo cual se los llama analógicos73” Podríamos pensar aquí en la interesante paradoja que nos podrían plantear los relojes « digitales » y « analógicos », desde que estos últimos manejan unos datos “discretos”, resultados de mecanismos que procuraron una división enteramente “artificial” de la flecha del tiempo, aún si inspirada en la cadena natural de sucesos relativos a la interrelación entre, básicamente, la Tierra, la Luna y el Sol. 73 Watzlawick, Paul; Beavin Bavelas, Janet y Jackson, Don D. Teoría de la Comunicación Humana, Herder, Barcelona, 1997, pag.62. 68 | P á g i n a En la comunicación humana es posible referirse a los objetos de dos maneras distintas: a) se las puede representar con un símil (tal como un dibujo, un ícono, una ejemplar) o, b), mediante un nombre. Estos dos modos, el uno mediante una semejanza auto-explicativa, el otro mediante la palabra, son equivalentes a los conceptos de computadoras analógicas y digitales. 6.2.5 Quinto Axioma: Los intercambios comunicacionales pueden ser tanto simétricos como complementarios Ello depende de si la relación de las personas comunicantes está basada en intercambios igualitarios, es decir, tienden a igualar su conducta recíproca (p. ej.: el grupo A critica fuertemente al grupo B, el grupo B critica fuertemente al grupo A); o si está basada en intercambios aditivos, es decir, donde uno y otro se complementan, produciendo un acoplamiento recíproco de la relación (p. ej.: A se comporta de manera dominante, B se atiene a este comportamiento). Una relación complementaria es la que presenta un tipo de autoridad (padre-hijo, profesor-alumno) y la simétrica es la que se presenta en seres de iguales condiciones (hermanos, amigos, amantes, etc.) 6.3 Mensajes no verbales Como puede advertirse, sin lugar a dudas, existen mensajes “no verbales”, tales los que producimos – por ejemplo – a través de olores, colores, tactos, gustos, pero fundamentalmente gestos, y no necesariamente de modo aislado, sino que muchas veces combinados componiendo verdaderos códigos que han sido objeto de desciframiento e investigaciones profundas (por ello es que podemos hablar de semióticas del gusto, del olfato, del tacto, del gesto, de la música, del cine, etc.). También observa Eco la diversidad de lenguajes desarrollados para-verbalmente como el de los silbidos (en Islas Canarias en donde modulan no tonemas sino fonemas del español hablado) o el “lenguaje de xilofón” en Birmania, podríamos agregar los lenguajes de señas inventados por la mafia o las señales de todo tipo utilizadas por el crimen organizado. 69 | P á g i n a A su vez, cuando la gente “realiza estas comunicaciones”, realiza también de modo tal vez inconsciente pero sin duda aprendido, una compleja gama de reacciones corporales concomitantes, que pueden ser estructuradas analógicamente y estudiadas, también como “telón de fondo” de la comunicación. Esas actividades nos llevan a considerar a la cinésica, es decir aquella parcela de la semiótica que se ocupa, de la investigación de estas modalidades que no podemos llamar un código en sí mismas, pero sí partes del código. Eco cita muchos ejemplos, como el del lenguaje de señas de los monjes de clausura, o los movimientos rituales de los monjes budistas, la gesticulación napolitana (que según admite el propio Wittgenstein74 lo llevó a reformular el problema del significado, a partir del denominado “gesto de Sraffa”75); pero no sólo ello, los modos de caminar, los de reír, los del teatro y la danza, los eróticos, los gestos oratorios, las modalidades del comer y el beber, los gestos del juego (como en las barajas por ejemplo), etc. Todos ellos pueden ocupar un lugar, de hecho lo ocupan frecuentemente, en las comunicaciones funcionando como códigos para-verbales que actúan como «telón de fondo» de nuestras comunicaciones, pero de modo tan importante que pueden producir una inversión completa del sentido de la comunicación. Es aquí donde podemos ver actuar de un modo sumamente didáctico la noción de Wittgenstein. Así lo podemos observar en las investigaciones sobre la mayor diversidad de campos, tal como los códigos musicales, las estructuras de familia, las relaciones sexuales, los códigos y mensajes estéticos en general, o sobre la comunicación de masas (y dentro de ella nuevamente los de sus diversas formas como los periódicos escritos, la televisión, el cine, los comics o historietas, la publicidad, etc.), también en la investigación de las estructuras de organización familiar o en la estética del arte. 6.4 Semiótica de la argumentación. Desde este punto de vista es que se estudia, en particular en el análisis de la comunicación de masas, la influencia de la argumentación, ya sea a través de una 74 75 Wittgenstein, Ludwig. Investigaciones Lógicas, …… Eco, U. op.cit. pag.12. 70 | P á g i n a relectura de los tratados clásicos de teoría de la argumentación, como los de Aristóteles o Quintiliano, como del desarrollo de nuevas teorías en el campo de la influencia del lenguaje en la conducta humana (un aspecto que los filósofos del derecho suelen ignorar), un desarrollo que retomaremos en la Unidad sobre Teoría de la Producción Jurídica, pero que se vuelve necesario advertir desde este punto, para tratar de comenzar a entender el fenómeno jurídico. 7 Semiótica y Derecho: ruinas circulares Quiero advertir sobre esta relación, a modo de justificar por qué estamos tratando en un curso de Teoría General del Derecho, estos temas, refiriéndome a dos relatos y un poema, muchas veces citados, pero no por ello menos necesarios, de Jorge Luis Borges. El primero de los relatos, se llama Las ruinas circulares76, el segundo El Idioma Analítico de John Wilkins77y el poema es El Golem. En el primero de los relatos, el protagonista, el hombre que venía del sur, “donde el idioma zend no está contaminado con el griego”, duerme en un templo circular, un templo antiguo devorado por el fuego. Lo hace para cuidar su sueño: hacer un hombre. Sabe también que río abajo hay otro templo, también circular, con otros dioses. Se soñaba, a sí mismo, en un anfiteatro circular que de alguna manera era el templo. El primer sueño fue vano, pero el segundo, con elaborada paciencia, le dio por resultado un Adán, como los rojos Adanes que antes creaban los demiurgos. En el sueño del hombre que soñaba, el soñado despertó. Luego de perfeccionarlo y acomodarlo a la realidad, lo envió río abajo, al otro templo, de ruinas circulares. Temía que ese hijo, que había soñado, entraña por entraña, cabello por cabello, descubriera su mera condición de simulacro, hasta que un fuego sobrevino, como hace siglos a devorar el templo, todo, menos a él, que tampoco era real, Otro lo estaba soñando. El origen del derecho y del lenguaje, se parecen, ambos se izan desde sus propios cabellos, se autofundan en círculos concéntricos, nacen de alguna otra cosa, 76 77 Borges, Jorge Luis. Ficciones, Emecé, Buenos Aires, 1979. Borges, Jorge Luis. Otras Inquisiciones, Emecé, Buenos Aires, 1960, pags.139/144. 71 | P á g i n a diferenciándose como sistemas autónomos, se construyen y deconstruyen continuamente, perpetuamente: son ruinas circulares. Así como un signo derivó en otro, hasta el surgimiento de la palabra, que luego llama a otra palabra, y parecen construir un mundo tangible, así de una marca se pasó a una regla que deriva en otra regla, que deriva en otra…que deriva en la primera. En el segundo relato, un filólogo intenta construir una lengua perfecta, una lengua tan racional que representaría al mundo tan lógicamente que, si se supieran las características de una cosa, se sabría su nombre, aún si este fuere desconocido para el interlocutor, y si, por el contrario, sólo se conociese el nombre de la cosa, entonces se conocerían por derivación sus características: “Las palabras del idioma analítico de John Wilkins no son torpes símbolos arbitrarios; cada una de las letras que las integran es significativa, como lo fueron las de la Sagrada Escritura para los cabalistas, Mauthner observa que los niños podrían aprender ese idioma sin saber que es artificioso; después en el colegio descubrirían que es también una clave universal y una enciclopedia secreta78”. La ironía de Borges se puede percibir enseguida, la resistencia de las cosas a clasificación tan bien encastrada del mundo, da por resultado, casos horrorosos: la belleza es un pez vivíparo y oblongo. Al propio tiempo, el relato da cuenta de otros intentos no menos desopilantes, así cierta enciclopedia china conocida como Emporio celestial de conocimientos benévolos, clasifica a los animales del siguiente modo: “…(a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluídos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas. 79” Dice Michel Foucault, que de la hilaridad que produce este relato, nació la idea de uno de sus libros más emblemáticos, justamente Las palabras y las cosas. Afirma allí que lo que produce este relato es la ruptura de lo que entendemos por las clasificaciones “normales”, es decir por nuestro modo de separar el continuo del mundo y el hábito que adquirimos de observar a 78 79 Borges, J.L., op.cit.pag.141. Borges, J.L., op.cit.pag.142. 72 | P á g i n a esa clasificación como no hecha por nuestro arbitrio, sino impuesta a nuestra conciencia por el propio mundo. En definitiva vestigios del viejo “realismo” platónico. El mismo problema habita los dos relatos: la intrincada red de conceptos de la que hacemos el mundo, no está fundada en parte alguna, solo en nuestras distinciones, que son tan inasibles como los sueños. Con ellas “construimos” el mundo que habitamos, sueños que sueñan otros, y que nosotros mismos soñamos para otros. El otro texto de Borges muestra de modo incomparable las relaciones entre lenguaje, conocimiento y “realidad”. Se trata del poema El Golem, que es también un relato, y que comienza con una clara referencia a la disputa entre convencionalistas y realistas, en orden a la relación de las palabras con las cosas, diciendo: “Si (como afirma el griego en el Cratilo) el nombre es arquetipo de la cosa en las letras de 'rosa' está la rosa y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.” Ello para afirmar luego que, Juda León (que era Rabino en Praga), practicando el arte de la cábala80, dio vida – por fin – a un muñeco de paja, el Golem, pero advierte: 80 Tomado de Wikipedia : La Cábala (palabra que significa «recibir» para algunos, «clave» para otros) es un sistema de interpretación mística y alegórica del Antiguo Testamento,2 que busca en la Torá (el Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia), el significado del mundo y la «verdad». Pretende interpretar los sentidos ocultos de los cinco libros y en ellos busca la revelación. Puede entenderse de una forma metafísica, buscando la iluminación, o se puede entender como un medio a través del cual llegar a conocer la realidad que nos rodea. Kabalística es la afirmación de que «el conocimiento absoluto no tiene objeto sino que es un medio». Para los Kabalistas, el lenguaje es creador y la Torá contiene todos los textos, todas las combinaciones que pueden darse para crear otros mundos y otras realidades. Los Kabalistas entienden que el nombre de Dios está formado por todas las letras que componen el alfabeto y que éste, por tanto, tiene múltiples formas. Dios se sirvió de las letras para crear el universo a través de sus emanaciones o sefirot. La cábala especulativa investiga los sentidos recónditos relativos a la Sagrada Escritura, y a los misterios de la naturaleza y la creación, y se subdivide en artificial o simbólica, y real o dogmática. En la cábala especulativa simbólica, se prescriben determinadas reglas hermenéuticas para descifrar el sentido oculto de los textos de la Biblia. Así, para descifrar el sentido oculto de los textos de la Biblia (a los que se considera acompañados de un sentido recóndito) se colocan verticalmente unas encima de otras las palabras de diferentes versos de la Sagrada Escritura, resultando nuevas palabras de las letras en lectura vertical. Las palabras se disponen en forma de cuadro para poder ser leídas verticalmente o en bustrófedon. Las palabras se juntan totalmente y se las separa de nuevo, etc. A reglas de este orden responden las tres variedades de cábala especulativa simbólica: La Gematría considera el valor numérico de la palabra o palabras del texto, cuyo sentido se indaga, el cual será el de otra palabra extraña cuyas letras sumen el mismo valor numérico que aquella o aquellas. Así, en el Génesis XLIX, 10, se lee: «No se le quitara la vara de mando a Judá, ni (faltará) el legislador (la antorcha suprema) de entre los de su generación (descendencia) hasta que venga el Pacífico (Shiló Yabosh)». Para saber quién es el pacífico, los cabalistas suman los valores 73 | P á g i n a “Tal vez hubo un error en la grafía o en la articulación del Sacro Nombre; a pesar de tan alta hechicería, no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.” La ironía borgeana, se ríe del intento de “descubrir lo que Dios sabe” y remata el poema (que introducimos completo en los Anexos de este Cuaderno, conjuntamente con los otros dos textos), diciendo: “En la hora de angustia y de luz vaga, en su Golem los ojos detenía. ¿Quién nos dirá las cosas que sentía Dios, al mirar a su rabino en Praga?” La ironía de Borges, refiere que estamos constituidos en el lenguaje, como el Adán del sueño, en el lenguaje de otros, y el lenguaje, el entero lenguaje, son siempre ruinas circulares devoradas por el fuego del tiempo. Ruinas circulares en un doble sentido: en primer lugar porque las palabras no se conectan con el mundo sino con otras palabras y si tuviéramos a la vez la impaciencia de no conformarnos y la paciencia de continuar buscando, como el soñador, hallaríamos que al final, en el principio, está la misma palabra desde la que partió la búsqueda y en segundo lugar la producción de sueños, distinciones, palabras, se da también en permanentes círculos de producción que como el nudo borromeo, semejan estar adentro y afuera al mismo tiempo. Todo diccionario sería así una gigantesca tautología. Nuestra vida está hecha de relatos, de relatos que se enhebran los unos a los otros, los unos en los otros, dejándonos constituidos en el relato que nosotros mismos hacemos de nuestra propia vida. de número de las palabras hebreas «hasta que venga el pacífico», que dan Yod es igual a 10, Bet es igual a 2, Alef es igual a 1, Shin es igual a 300, Yod es igual a 10, Lámed es igual a 30, He es igual a 5, total 358. Como ַ יMashíaj son igualmente 358, el pacífico será el que los valores de las letras que entran en la palabra ש חִׁ ָמ Mesías. 74 | P á g i n a El derecho y la semiótica se enlazan, en realidad eso que llamamos la producción de derecho es un extenso ejercicio semiótico, en el que construimos campos diversos, textos que fundan textos, a partir de los cuales realizamos actos de discernimiento, en los que nuestras vidas y otras vidas, son juzgadas y jugadas. 75 | P á g i n a 8 APÉNDICE 8.1 El Golem Jorge Luis Borges Si (como afirma el griego en el Cratilo) el nombre es arquetipo de la cosa en las letras de ‘rosa’ está la rosa y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’. Y, hecho de consonantes y vocales, habrá un terrible Nombre, que la esencia cifre de Dios y que la Omnipotencia guarde en letras y sílabas cabales. Adán y las estrellas lo supieron en el Jardín. La herrumbre del pecado (dicen los cabalistas) lo ha borrado y las generaciones lo perdieron. Los artificios y el candor del hombre no tienen fin. Sabemos que hubo un día en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre en las vigilias de la judería. No a la manera de otras que una vaga sombra insinúan en la vaga historia, aún está verde y viva la memoria de Judá León, que era rabino en Praga. Sediento de saber lo que Dios sabe, Judá León se dió a permutaciones 76 | P á g i n a de letras y a complejas variaciones y al fin pronunció el Nombre que es la Clave, la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio, sobre un muñeco que con torpes manos labró, para enseñarle los arcanos de las Letras, del Tiempo y del Espacio. El simulacro alzó los soñolientos párpados y vio formas y colores que no entendió, perdidos en rumores y ensayó temerosos movimientos. Gradualmente se vio (como nosotros) aprisionado en esta red sonora de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora, Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros. (El cabalista que ofició de numen a la vasta criatura apodó Golem; estas verdades las refiere Scholem en un docto lugar de su volumen.) El rabí le explicaba el universo “esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga.” y logró, al cabo de años, que el perverso barriera bien o mal la sinagoga. Tal vez hubo un error en la grafía 77 | P á g i n a o en la articulación del Sacro Nombre; a pesar de tan alta hechicería, no aprendió a hablar el aprendiz de hombre. Sus ojos, menos de hombre que de perro y harto menos de perro que de cosa, seguían al rabí por la dudosa penumbra de las piezas del encierro. Algo anormal y tosco hubo en el Golem, ya que a su paso el gato del rabino se escondía. (Ese gato no está en Scholem pero, a través del tiempo, lo adivino.) Elevando a su Dios manos filiales, las devociones de su Dios copiaba o, estúpido y sonriente, se ahuecaba en cóncavas zalemas orientales. El rabí lo miraba con ternura y con algún horror. ‘¿Cómo’ (se dijo) ‘pude engendrar este penoso hijo y la inacción dejé, que es la cordura?’ ‘¿Por qué di en agregar a la infinita serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana madeja que en lo eterno se devana, di otra causa, otro efecto y otra cuita?’ 78 | P á g i n a En la hora de angustia y de luz vaga, en su Golem los ojos detenía. ¿Quién nos dirá las cosas que sentía Dios, al mirar a su rabino en Praga? 79 | P á g i n a