La Encarnación: Viviendo el Misterio

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La Encarnación: Viviendo el Misterio
Patsy McDonald, SHCJ
Director de Enseñanza y Aprendizaje, Ushaw College, Durham, Inglaterra
Introducción
Excepto en nuestros días realmente
sin brillo, los seres humanos venimos
equipados con una herramienta básica
que da sentido a nuestras experiencias.
El hecho de que no podamos saber
demasiado acerca de algún tema para
participar de una conversación con
algún experto no nos impide especular.
Esto es una de las muchas cosas que
aprendí durante décadas de salir de paseo
con mi padre.
¿Por qué las nubes de repente
son diferentes de aquéllas que
hemos estado observando toda
la semana? (No podemos hacer nada al
respecto, excepto tal vez tratar de recordar
dónde hemos dejado el paraguas). ¿Por
qué esta planta en particular no
produce flores mientras las otras
sí lo hacen? (Probablemente algo tenga
que ver con sus hormonas, pobre cosa)
¿Por qué esas rocas son de ese
color y forma inusuales? (Lo que
sea que las haya producido y formado no
ha sido sino sólo por miles de años, así es
que podemos especular libremente, seguros
del conocimiento de que no hará la menor
diferencia, al menos para ellas).
No son sólo los niños quienes quieren saber el
“porqué” de las cosas: lo que Bernard Lonergan
llamaba el “irrestricto deseo de saber” está vivo
y sano en la mayoría de nosotros. Es parte
del regalo de nuestra humanidad. En algunas
personas es la fuerza principal que determina
aspectos de nuestro carácter, haciéndonos querer
descubrir más acerca de la meteorología o de la
vida secreta de las plantas o del trabajo interior
de los átomos y moléculas de la historia geológica
de nuestro planeta. Aunque, siendo
realistas, nuestra experiencia se
limita solamente a un pequeño
rango de temas, estamos todo el
tiempo tratando de dar sentido
al mundo en el que vivimos, al
menos en aquellos aspectos que,
en un determinado momento,
pensamos que son importantes
para nosotros. Y, por supuesto, nunca
podemos decir qué exactamente dejará de tener un
vital significado para nosotros, como individuos o
como especie.
1
Tomemos las corrientes oceánicas, por ejemplo.
Los primeros navegantes europeos descubrieron
que si viajaban muy al sur en el Atlántico al salir
de España o Portugal, tomarían contacto con las
corrientes que van al oeste y con los vientos alisios
que los llevarían siempre a través de las islas del
Caribe. Las consecuencias políticas, culturales y
económicas todavía permanecen con nosotros. Hoy
en día, cuando tenemos otros medios de llegar de
Europa al Caribe, las corrientes oceánicas tienen
un significado diferente. Para darnos cuenta de
que ya no podemos contar con la garantía de su
regularidad y de que necesitamos poner mucha
atención a fenómenos como El Niño y La Niña, no
por razones de navegación, sino que porque, como
indicadores de nuestro propio impacto global, ellos
son parte del coro siempre creciente de la creación
que nos recuerda que no podemos continuar
viviendo como hemos estado haciéndolo en los
dos últimos siglos más o menos. Podemos no tener
un particular deseo de poner atención a lo que
las corrientes nos dicen, pero sería irresponsable
ignorar tal información que alimenta nuestro
instinto de dar sentido al mundo creado.
Para los cristianos, el mundo
creado no es solamente el lugar
que habitamos, sino que también
el lugar de la Encarnación, la realidad
que nosotras, como Hermanas de la Sociedad
del Santo Niño Jesús queremos dar a conocer,
como declaran nuestras Constituciones (n. 1). La
existencia eterna del mundo de Dios, que “era Dios
… hecho carne y vivió entre nosotros” ( Juan 1:1,
14) en la persona de Jesús de Nazareth. Esta
es una verdad puesta a nuestra
disposición por revelación divina,
no algo que podría alguna vez ser
deducido de nuestra experiencia
general. Ni es algo que podamos
entender completamente, porque
es un misterio en el más completo
sentido de la palabra: no un
adivinanza a ser resuelta sino que
un foco de exploración que nunca
termina y que tiene, creemos,
un significado supremo para
nosotros. Si algo hay que requiera
nuestra atención, es esto.
Verdaderamente Dios y
verdaderamente humano
La expresión clásica de la creencia cristiana acerca
de la persona de Jesús fue el resultado de los
debates en el
Concilio de
Calcedonia
en el 451.
Después de
adoptar como
propia la
declaración
del primer
Concilio
de Nicea
(325), la que
afirmaba que
lo que Dios es, Jesús es, el Consejo de Padres
en Calcedonia agregó que si los humanos
son, Jesús también lo es. Podemos resumir su
declaración acerca de Jesús, diciendo que Él
es “verdaderamente Dios y verdaderamente
humano”. Con sabiduría, los del Concilio ni
siquiera comenzaron a especular sobre lo que
exactamente entendían por “Dios” o “humano” o
2
lo que se refiere a la Encarnación no existen
paralelos exactos: una parte importante del
asunto es que es un acto de Dios.
cómo Jesús llegó a ser tal. Su formulación
no es un análisis químico o una “receta para
hacer un Jesús”. Más bien indica el tipo de
misterio que es Jesús, tanto en sí mismo y para
nosotros. “Verdaderamente
Dios
y verdaderamente humano”
suena paradójico, por supuesto.
¿Cómo puede alguien ser total
y absolutamente dos cosas
diferentes?
Grifos y centauros son interesantes, pero no
reales y los científicos que logran combinar
células de dos organismos diferentes para
formar una ilusión de vida (una mezcla de
oveja y cabra, por ejemplo) han producido
algo que no es ni una cosa ni la otra. Tales
monstruosidades literales me recuerdan un
ensayo de un estudiante de pregrado, menos
que brillante, que afirmaba confiadamente (a
pesar de mis esfuerzos) que Jesús era “mitad
Dios y mitad humano”. No era lo que Calcedonia
(ni yo) había dicho: un ser así no sería Dios ni
humano, tal como algo mitad caballo y mitad
perro no sería perro ni caballo. En relación a
Sin embargo, un lenguaje como “Verdaderamente
Dios y verdaderamente humano” no es del todo
extraño a nuestra propia experiencia. Yo puedo ser
verdaderamente 100 % hermana de mis hermanos
y 100 % hija de mis padres: las dos identidades
no están en competencia. Esto porque no son el
mismo tipo de cosa de la manera que lo son los
caballos y los perros. En realidad, es muy posible
que mientras mejor hija soy para mis padres más
plenamente soy hermana de mis hermanos, en
lugar de menos. En casos como éste, el aumento
de uno de los elementos no implica la reducción
en el otro. Así es con Jesús. Dios y “humano”
puede sonar como el mismo tipo de cosa, pero
pensando un poco se demostrará que no lo son.
Dios es radical y absolutamente
otro que el mundo creado, de un
modo que no podemos comenzar
a especificar. Si, como parte de
la revelación misma de Dios, la
iglesia primitiva experimentó a
Jesús como Dios y como humano,
existe al menos la posibilidad de
que mientras más plenamente
Dios sea Él, más plenamente
humano puede ser y viceversa. Tal
como con la definición de Calcedonia, lo que esta
formulación implica está todavía por explorarse (o
más precisarse más).
“Ah”, solían decir mis estudiantes “¿y respecto
del pecado?” Posiblemente Jesús no podría ser
3
plenamente humano porque no se puede ser
humano sin pecar y la Iglesia nos enseña que
Jesús no pecó (en realidad: ver Hebreos 4:15). Su
conclusión podría ser correcta si definiéramos
“humano” como “pecaminoso”, pero ¿es necesario,
o siquiera deseable, hacerlo? Pensemos en las
personas que tocan el piano. Tarde o temprano,
alguno de los que he oído cometerá un error
cuando toque. Es posible llamar pianistas a esas
personas. En realidad, si tuvieras que escucharlos
el tiempo suficiente para llegar a definir (tal vez
con los dientes apretados) “pianista” como “alguien
que comete errores al tocar el piano”. Si se hace
eso, sin embargo, estaría negándose tal condición a
los más grandes pianistas del mundo, lo que parece
algo muy perverso de hacer. Seguramente, sería
mejor aceptar que, como pianistas, los aficionados
aporreos de teclas por parte de amigos y parientes,
serían apenas “obras en proceso”. Si aplicamos esta
analogía a la humanidad de Jesús, él es el real ser
humano y el resto de nosotros somos la obra en
proceso. Somos tan parte del Homo Sapiens como
lo es él, con seguridad, y en nuestro caso, nuestra
pecaminosidad e imperfección son cosas que deben
trascender, así como llegamos a ser más como él en
la formas particulares de abrirnos unos a otros. La
analogía no es completamente satisfactoria, pero
puede ayudar a las personas sobre esta dificultad
en particular. Es también, a propósito, una manera
más positiva de pensar en nuestra especie, la que a
veces es un correctivo útil a nuestras inclinaciones
naturales.
Quizás, entonces, podemos, al menos
provisionalmente, aceptar lo de “completamente
Dios y completamente humano” como una
afirmación potencialmente coherente acerca
de Jesús. Surge entonces la pregunta: ¿por
qué molestarnos respecto de esta declaración
Cristológica, que fue escrita hace más de 1.500
años, en una lengua extranjera, actualmente muerta
(griego helenístico), por un grupo de clérigos, de
cuya mayoría nosotros ni siquiera hemos oído
hablar, que se encontraban en un lugar que las
mayorías de las personas ubicarían con dificultad
en el mapa (a menos que hayan pasado unas
vacaciones en Turquía occidental)? La respuesta
es ésta: porque la
fórmula Calcedonia
especifica algo acerca de Jesús
que es una base necesaria para
los dos prácticas claves que han
caracterizado el Cristianismo
desde las épocas más remotas
hasta nuestros días: tratar de
vivir como Jesús y orar a Jesús.
Consideremos cada una de ellas.
Imitar a Jesús
La primera de estas practicas, tratar de vivir
como Jesús (el humano), es relativamente fácil de
entender como
idea, aun cuando
implique que
cualquier cosa
que pensemos
sea difícil de
sostener en la
vida diaria. La
imitación de Jesús
se origina en su
propio llamado
a los discípulos
de “síganlo”
o “vengan
4
con él” y aprendan de él. Los cuatro evangelios
concuerdan en que, desde el comienzo de su
ministerio, Jesús llamó a las personas a seguirlo
(Mateo 4:19; Marcos 1:17; Juan 1:43; cf. Lucas
5:10-11). Esto no es mera asociación: por ejemplo,
aunque Marcos pone “estar con Jesús” como el
propósito principal del ser discípulo (3:13-14),
lo que se pide a sus seguidores implica el cambio
de corazón y de mente (metanoia, “conversión”),
que Jesús ha estado predicando desde los tiempos
en que Juan fue arrestado (1:14-15). En los tres
capítulos centrales de su trabajo, Marcos especifica
el ser discípulo en términos tales como la auto
negación y el tomar la propia cruz, ser el último
y el servidor de todos y, en resumen, ser como el
Hijo del Hombre que “no vino a ser servido, sino a
servir y a dar su vida para la redención de muchos”
(10:45). No sólo en sus actitudes, sino que también
en su predicación y actividades de curación los
miembros de la iglesia primitiva trataron de ser
fieles en su imitación de Jesús y, en el mejor de
los casos, sus seguidores a través del tiempo han
hecho lo mismo. La afirmación cristiana es que
vivir de la manera en que Jesús lo hizo es ser
plenamente (verdaderamente) humano. El Jesús de
Marcos alcanza el corazón de éste cuando da por
hecho que lo que la gente realmente quiere es su
“vida”. Aquí, la palabra griega es psiqué (8:35; ver
también 3:4), que denota una manera especial de
pensar, sentir, actuar, ser ¿Cómo consiguen esto?
Paradójicamente, por medio de la auto negación y
el seguir a Jesús. Esto está lejos de ser simple, por
no decir doloroso. La muerte y la resurrección de
Jesús son el paradigma y la prueba definitiva. Pero
algunas de nuestras experiencias comunes, parecen
ofrecer la verificación de su verdad. Por ejemplo,
aferrarse a cualquier cosa que esté viva, matarla o,
en el mejor de los casos, impedir su crecimiento.
Si puede escaparse, lo hará, ya sea que se trate de
un cachorro o de un hijo amado. Quien es amado
sin egoísmo tiene más posibilidades de regresar
libremente y de mantenerse en una amorosa
relación. Sólo “siendo para los otros”, dice Jesús, es
como las personas pueden llegar a ser plenamente
humanas.
Rezar a Jesús
Aunque la práctica cristiana de vivir como Jesús
provenga de su iniciativa, se consigue de otra
manera, rezándole a Jesús. Nada en los evangelios
sugiere que Jesús haya enseñado a sus seguidores a
rezarle, una idea como ésa habría sido impensable
para cualquier
judío. Más bien, él
les enseñó a rezar
como él lo hacía,
a su padre (Lucas
11:1-4 Mateo 6:913; Marcos 14:3536; Juan 17). Por
el contrario, rezar
a Jesús (como
Dios) parece haber
sido un fenómeno
posterior a la
resurrección que la gente se encontró simplemente
haciéndolo, debido a que lo habían experimentado
como Señor resucitado (y debido a la comprensión,
posterior a la resurrección, de algunos de sus actos
durante su vida terrenal). Evidencias de que la
gente rezaba a Jesús, se encuentran en una serie de
escritos del Nuevo Testamento, desde los primeros
días. Se encuentran, por ejemplo, en Pablo (“Jesús
es el Señor”) [Rom 10:9; 1 Cor 12:3]; ‘Maranatha
[1 Cor 16:22]); en Lucas (‘Señor Jesús, recibe mi
espíritu’ [Hechos 7:59]); y en el Libro del Apocalipsis
5
(‘Ven, Señor Jesús”’ [Rev 22:20]).
Dado el fuerte compromiso con el monoteísmo
que había caracterizado a los primeros seguidores
de Jesús, dirigirse a Jesús resucitado como “Señor”
e incluso “Dios”, fue, para decirlo suavemente,
lo menos conveniente, y eso también ha dejado
huellas en los escritos del Nuevo Testamento. Por
ejemplo, lo relativo a no tener a Jesús y al Padre
en competencia mutua es evidente, de manera
particular, en Pablo y en Juan. Pablo insiste en
que, en ligar de disminuir, la gloria de Dios es
mayor cuando las personas honran a Jesús. De esta
manera, el himno filipense concluye diciendo que
toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor
“para la Gloria de Dios el Padre” (Fil 2:10-11), y
la propia visión de la consumación escatológica de
Pablo involucra el gradual sometimiento de todo a
Cristo, hasta el propio Hijo está sometido al Padre
“de modo que Dios pueda estar todo en todo”.
Viviendo el don de la Encarnación:
Presencia, Perdón, Normas (¿Valores?
¿Principios?) Misericordia ¿y?
Rezar a Jesús y vivir como Jesús es la doble
respuesta de la Iglesia a lo que los creyentes
entienden como un don gratuito de Dios
en la persona del Hijo de Dios y cualquier
espiritualidad de la Encarnación está basada en
de los cristianos actuales, que cuentan con muchos
recursos de palabra, música e imágenes que
no estaban disponibles (o no tan rápidamente
disponibles) para aquéllos de las primeras
generaciones. Vivir como Jesús, también, adopta
muchas formas diferentes y encontrar la manera
adecuada es una tarea por hacer y no algo ya dado.
Por ejemplo, es obvio que las
mujeres del siglo veintiuno de
cualquier nacionalidad no pueden
imitar literalmente la mayoría de
los modos de vida de un judío del
siglo primero en el mediterráneo
oriental, pero esto debería
estimular el debate en lugar de
ponerle fin. Por otro lado, basar este tipo de
discusión en la tradición es esencial. Así como el
Concilio de Calcedonia señaló el misterio de la
persona de Cristo de una manera que ha resistido
la prueba del tiempo, así los evangelios nos dotan
de una orientación básica (debemos llamarlos
preceptos evangélicos) con la que podemos
elaborar la respuesta adecuada para nuestro propio
espacio y tiempo. Consideremos muy brevemente
cada evangelio a la vez.
esa tradición ¿Qué implica recibir este don? En
otras palabras, ¿cuáles son las
consecuencias de la Encarnación
para la vida cristiana? Obviamente,
los detalles van a variar de un época a otra y de
una persona a otra. Hay muchas maneras de rezar
a Jesús, como nos lo muestra la historia de la
espiritualidad y como aprendemos del testimonio
6
De acuerdo a Mateo, la encarnación significa
Incluso, al final de lo peor que podemos hacer, se
Él es Emmanuel (1:23), presente donde dos o
El amor es más fuerte que la muerte.
que Dios está con nosotros en la persona de Jesús.
tres se reúnen en su
nos ofrece la oportunidad de regresar a “Galilea”.
nombre (18:20) y con
El evangelista Lucas nos recuerda
del mundo (28:20).
disponible para todos,
sus seguidores al fin
repetidamente que la misericordia divina está
Esto es fácil de olvidar,
independientemente
momentos de peligro:
despreciado. Al
especialmente en
de lo patético o
él tal vez sea amable
mismo tiempo,
con nosotros, aunque aparentemente no siempre:
Lucas insiste en
muertos de miedo (8:24) ¿Qué se debe hacer?
recordándonos las
“Señor, sálvanos” (v 25). Las personas de poca fe
abrazar, aunque rara vez las mantengamos por
Él duerme mientras remamos y estamos medio
que Dios sigue
Actuar como los discípulos hicieron y suplicaron:
normas de una vida de disciplina que nos gustaría
pueden hacer esto (v 26)
mucho tiempo (¡Así necesitamos a Lucas!).
La buena noticia de Marcos es que el
El retrato que Juan hace
como los discípulos en los evangelios, podemos ser
el círculo, volviéndonos a Mateo. En el cuarto
perdón está siempre ahí para pedirlo. Siempre. Tal
repetidamente duros e incomprensivos. Podemos
negarnos a abandonar nuestra convicción de
que la plenitud
que anhelamos se
consigue al querer
tener el primer lugar
y asegurarnos de
que tenemos lo que
necesitamos, si es
necesario a costa de
los otros (10:35-45).
Podemos cansarnos y dormir mientras otros nos
necesitan (14: 33-41). Podemos traicionar una y
otra vez lo mejor de nosotros debido al miedo y
una y otra vez negar que conocemos las verdades
más importantes de nuestras vidas (14: 66-72).
de Jesús, nos lleva
en dos direcciones. Por un lado, nos completa
evangelio muestra lo que podemos anhelar y
esperar de la presencia de Jesús con nosotros (y el
Espíritu Santo y el Padre): aquéllos que aman a
Jesús y guardan su
palabra serán amados
por su Padre y serán
morada con el Padre
y el Hijo (Juan
14:23). Por otro
lado, este evangelio
nos ubica en una
trayectoria completamente nueva que muchos
encuentran de particular significado para nuestros
tiempos, por eso es preciso considerarlo con mayor
detalle.
7
Cristo y la Creación
Verbo que “se hizo carne y habitó entre nosotros”
(Juan 1: 14) es “aquél por quien todas las cosas
fueron hechas y nada se hizo sin Él” (v 3). Esto
equivale a decir que todo el mundo creado
se funda, de alguna manera, en la palabra de
Dios, que se hizo hombre en Jesús. Como
dijo el autor de la carta a los Colonenses…
en él todas las cosas fueron
creadas, en el cielo y en la Tierra,
visibles e invisibles, así tronos
como dominios, principados
y autoridades, todas las cosas
fueron creadas por él y para él. Él
está antes que todo y en él todo
se mantiene unido (1:16-17; ver también
Éfes. 1:4 y Heb 1:2-3)
Si en realidad esto es así, el mundo creado consiste
completamente en las cosas que existen, en, por y
para quien fue encarnado. Para aquellos con ojos
para ver, toda la creación señala la existencia de
quien se hizo hombre como Jesús de Nazareth
(citado en Culpepper). “El mundo está cargado de
la grandeza de Dios”, escribió el Jesuita Hopkins.
Contrariamente a la visión de Dios que ha
prevalecido desde los tiempos de la Ilustración,
a mediados del siglo XVII, no se trata de que
Dios esté lejos “allá afuera” o “allá arriba” y que
haya dejado a los humanos a cargo de una esfera
más o menos autónoma llamada “naturaleza”.
Desde este punto de vista, que es el de los teístas,
la actividad de Dios estaría limitada al milagro
ocasional o al “acto de Dios”. Por el contrario, y
como los teólogos medievales enseñaron, Dios y la
palabra de Dios están íntimamente presentes en el
universo creado. Éste es otro aspecto de la idea de
“presencia”: Jesús, de
alguna manera,
está presente en la Iglesia a través
de la palabra, sacramento y la
vida en comunidad, pero, como
la Palabra de Dios, el Logos,
está también de alguna manera
contenido en “todo lo que fue
hecho”.
Como una idea cristiana fundamental, el
“Cristo cósmico” no es menos
parte de la tradición original
que reza a Jesús (como Dios) y
vive como Él (como humano):
como ya vimos, Jesús, como lo fundamental en la
creación, se encuentra en la Carta a los Colonenses
y en el cuarto evangelio, con alusiones en otros
lugares, como en Éfesios y en Hebreos. Y así como
la forma precisa de aquellas dos actividades
debe ser creativamente descubierta para nuestra
propia situación, así también debe serlo ésta. En
realidad, probablemente se necesita un mayor
esfuerzo aquí, por lo menos a largo plazo, puesto
que el trabajo básico en el lugar es mucho más
superficial de lo que es para la Cristología clásica
8
(aunque aquí hay mucho trabajo por hacer,
también). Al
desarrollar nuestra
comprensión de lo que significa
que Jesús esté de alguna manera
relacionado con la Creación es
mucho más complejo y riesgoso
que la comprensión de que
Jesús es verdaderamente Dios y
verdaderamente humano, aunque
sólo sea porque las distintas
ciencias nos han dado una
base empírica muy diferente en
contra, al considerar las partes
correspondientes del Nuevo
Testamento. Tal vez sólo sea ahora que
sabemos lo suficiente acerca del mundo, como para
intentar explorar este aspecto del misterio de la
Encarnación: por lo menos, hemos desarrollado un
alto grado de respeto por la enorme complejidad
del universo creado, desde los quarks a las galaxias
(¿y más allá?).
De todas maneras, es importante subrayar que
la doctrina de que Jesús es verdaderamente
Dios y verdaderamente hombre surgió de una
práctica cristiana particular: los seguidores
de Jesús consideraron que, para ser fieles a su
experiencia de él, simplemente tenían que rezarle
y comprometerse a vivir como él había vivido.
Además, la elaboración de las implicaciones
cristológicas de estas prácticas no ocurrió
rápidamente: tomó cuatrocientos años. Y se
necesitaron un pensamiento mucho más intenso
y argumentos mucho más acalorados antes de que
la Iglesia pudiera aclarar que aquellas prácticas se
relacionaban con la persona de Jesús.
¿Cuáles pudieron ser, entonces, las prácticas
cristianas sobre la que se basó nuestra propia
comprensión de la Encarnación? Me permito
sugerir que están relacionadas con nuestro
creciente sentido del imperativo ecológico:
la conciencia de la humanidad del modo en
que los humanos vivimos en el universo. Si,
como la tradición cristiana dice,
la creación existe en, por y para
el Verbo que se encarnó en Jesús
de Nazareth, la preocupación
práctica por el futuro del mundo
que compartimos con toda la
humanidad tiene para nosotros
una dimensión cristológica. En tal
caso, nuestra tarea consistirá en
buscar maneras de expresar este
aspecto de la encarnación, una
enorme tarea por muchas razones.
9
encarnación a la luz de la ciencia
muestra que el riesgo es muy
elevado, dado que la Iglesia
entiende bien la determinación
de salvaguardar los misterios
que se le han encomendado. Al
final del siglo diecinueve y la primera mitad del
veinte, ofrecen muchos ejemplos de científicos
Una de estas razones es la
naturaleza ambigua de la creación
misma. La variedad de materiales con qué
estamos hechos, nos hace sensibles, tanto al
placer como al dolor. Esto también funciona en el
combustible, lo que nos exige ser consumidores.
Esto, pese a que Mateo (6:25-34) tiende a ponernos
ansiosos respecto de asegurar la disponibilidad
de las muchas necesidades que tenemos para
sobrevivir: alimento y agua, vivienda, compañía,
significados. Excepto el último, estos recursos
son finitos y de muchas maneras impredecibles.
Estamos, por lo tanto, en competencia por ellos
con otros, lo que agrega una forma mayor de estrés
y peligro potencial. Tarde o temprano, nuestros
cuerpos se agotarán. A las buenas personas les
suceden cosas malas todo el tiempo. Por eso,
aunque experimentamos (al menos en la fe) el
mundo como bueno, la realidad que se vive es a
menudo otra cosa distinta. Y es en este mundo que
el Señor se ha encarnado. Al parecer tenemos que
trabajar para darle sentido a esto.
Una segunda razón para la
dificultad intrínseca a esta tarea
es que la historia de quienes
han intentado interpretar la
bien intencionados que cayeron en desgracia ante
las autoridades de la Iglesia al tratar de conectar
su disciplina primaria con su fe católica. En la
Inglaterra del siglo diecinueve, por ejemplo, el
biólogo católico líder que respondió a las ideas
de Darwin fue San George Jackson Mivart
(1827=1900). El libro de Mivart, Sobre el Origen
de las Especies, fue publicado en 1871 y, cinco
años después, el papa Pío IX le concedió el grado
de doctor en Filosofía, pero Mivart fue finalmente
excomulgado, no por sus ideas científicas, sino que
por negar la posibilidad del infierno. Al sacerdote
de la Santa Cruz Americana, John A Zam (18511921) se le exigió que retirara su libro Evolución y
Dogma (1896), en el que promovía una forma de
“evolución teísta”. El ejemplo que probablemente
venga a la mente de más personas es el delJesuita y
palenteólogo francés Pierre Teilhard de Chardin.
Cuando en 1970 yo era novicia en Harrógate, la
comunidad incluía a la Hermana Marie St Jean
Teilhard Chambon. Para entonces, su famoso
primo había muerto hacía quince años y, en
el intertanto, algo había sido rehabilitado en
la práctica, aunque no oficialmente. Encontré
encantador que la octogenaria hermana en nuestras
sesiones de conversación en francés se asociara
felizmente a sí misma con él, pero quienes habían
vivido con ella en los años difíciles, me aseguraban
10
que no siempre había sido así. Es evidente que
tratar de dar sentido para nuestros días al Cristo
cósmico no es el lugar para los débiles de corazón,
pero entonces tampoco era el camino a Calcedonia.
En tercer lugar, está la pregunta
de quién es competente para
asumir esta tarea.
De esta manera, no parece adecuado para
aficionados ni tampoco para la ciencia o la teología.
El desarrollo extenso de todas las ciencias durante
las décadas pasadas es suficiente para hacer todo,
pero los más intrépidos titubean de poner todo
en diálogo con la teología y, aun cuarenta años
después de graduarme en biología, reconozco que
hay alguna “ciencia” muy dudosa entre algunos
profesionales de la “teología de la creación”.
Y, sin embargo, aparte de
cualquier compromiso cristiano,
el conocimiento de la humanidad
de nuestros efectos a largo
plazo en el planeta, exige que no
podamos continuar tratando el
mundo que nos rodea como lo
hacemos en el presente. Tal vez, si
de la mejor manera continuamos
orando a Jesús y viviendo como
Jesús, estaremos en condiciones
de ver el camino a seguir.
Sociedad del Santo Niño Jesús
http://www.santoninojesus.org
http://www.shcj.co.uk/
http://www.vocations.shcj.org/
http://www.shcj.org
11
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