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DE REALIDADES Y VERDADES. EL PODER DEL ANALISTA.
Desde una inferencia psicoanalítica del Mito de la Caverna
Autores: Dr. Jorge A. Schejtman; Lic. María Rita Ragau; Lic. Lucila Goldin
A modo de introducción
La lectura del célebre Mito de la Caverna de Platón1 (1963) nos ha posibilitado
pensar- desde una perspectiva psicoanalítica- una serie de cuestiones que han
dado lugar a esta presentación.
Reflexionaremos acerca de diversos modos de ejercicio del poder y como
consecuencia, sobre las distintas realidades a las que ellos dan lugar. En
particular analizaremos la relación entre poder, sugestión, dependencia,
prematurez. Con respecto a esto último aportaremos una mirada cuestionadora.
Para llevar adelante nuestro estudio, nos hemos remitido a autores de diversas
disciplinas (Psicoanálisis, Filosofía, Ciencia Política, Sociología) que nos han
permitido abordar la temática del poder desde distintos vértices, bajo la
perspectiva del paradigma de la complejidad (Morin, 1998).
1
Platón describe una situación imaginaria en la que supone la existencia de una serie de individuos que
viven en una caverna, encadenados y ubicados de tal modo que nunca han sabido de la existencia del
mundo exterior. Solamente pueden ver una pared. En su superficie lo que pueden distinguir es una serie de
sombras que provienen de la proyección del fuego que se desempeña como una fuente luminosa, y que está
ubicado en la entrada de dicha caverna. Estas figuras son proyectadas por una serie de objetos y de
individuos que los transportan, quienes sí conocen la existencia del mundo exterior.
Luego Platón propone imaginar que uno de ellos es obligado a salir de la caverna. Salir lo expondría a un
encandilamiento, y confrontado a las personas y a las cosas que proyectaban el otro escenario, tendrían
dificultades en reconocer – en un primer momento- que lo hasta entonces visto, eran fruslerías. Aquellas
otras seguirían siendo las verdaderas.
Pero este sujeto irá percibiendo paulatina y progresivamente, sombras, reflejos, figuras, objetos, la noche;
hasta poder contemplar “el sol en sí, en su propio ámbito… como causa de las cosas que ellos habían visto.”
Supone luego la felicidad que le daría el descubrimiento de la nueva realidad, y al acordarse de su morada
anterior, de sus compañeros y de la sabiduría que existía allí., la desestimaría.
Si retornara a su antiguo hábitat e intentara explicarle su experiencia a muchos de quienes prosiguen allí, se
expondría no solamente al ridículo, hasta podría poner en juego su vida. Agregamos que quienes no han
vivenciado el conocimiento del Sol, desmentirían su existencia.
1
Desde una interpretación del Mito
En un trabajo recientemente presentado (Schejtman, Ragau, Goldin, 2013),
decíamos que la riqueza del diálogo platónico resulta tan atractiva como
inagotable, por la cantidad de metáforas, alegorías, simbolismos, con sus
respectivas aperturas y conclusiones, que su desarrollo y sus contenidos nos
formulan (J. Chacra, comunicación personal, 2012).
Para nuestro análisis vamos a considerar en el relato griego un punto de inflexión.
Si bien los desarrollos platónicos no lo explicitan- ya que la intención del relato
está centrada en el par conocimiento – desconocimiento- puede advertirse una
presencia, hay “alguien o algunos” que detentan el Poder2, dado que hay seres
que poseen la condición de obligar a que sus habitantes permanezcan –están
encadenados- o salgan de la caverna. La diferencia establecida por el
discernimiento o no del mundo exterior, delimita realidades diferentes. Es
innegable que quienes ejercen el Poder saben de la existencia de un mundo
exterior que el resto ignora. La posesión y uso de este conocimiento suscribe,
desde ya, una relación de asimetría, condición necesaria que define la existencia
de un Poder. Quienes detentan Poder y lo Ejercen pueden imponerle a los
habitantes de la caverna una realidad externa ficticia [la proyección de las
sombras]; sin embargo, para los sujetos que están en contacto con ella, las
mismas adquieren el sentido de verdad. Puede suceder que en ella queden
atrapados, o bien que quienes ejercitan el Poder, les posibiliten que dicha realidad
sufra transformaciones. Que se concrete una u otra será la consecuencia de
modos diferentes en que se efectiviza el Ejercicio del Poder. El hecho
determinante, según el texto, es que se obligue o no a un sujeto a salir de la
caverna.
Comenta Platón que quien sale quedaría expuesto -en un primer momento- a un
encandilamiento, y al confrontarse a las personas y a las
cosas que se
2
Poder: “ejercer una conducta un hombre en otro hombre”. No tiene que ver con el poder que se ejerce
sobre, por ejemplo, la naturaleza (Bobbio, Mattenucci y Pasquino, 1997).
2
proyectaban en el otro escenario tendría dificultades en reconocer que lo hasta
entonces visto eran fruslerías. Al comienzo las anteriores seguirían siendo las
verdaderas; luego, este sujeto iría percibiendo paulatina y progresivamente,
sombras, reflejos, figuras, objetos, la noche; hasta poder contemplar el sol3. Es
decir, establecería diferencias en relación con la realidad con la que convivía en la
caverna. Es el momento de admitir la existencia de una realidad diferente, la que
desenmascara a la anterior como fingida. No solamente en lo que hace a las
sombras proyectadas sino también, la realidad en tanto el modo de existencia en
la caverna. Realidades diferentes generadas por la experiencia, que consienten
distinguir aquella realidad devenida ficción, de la actual verdad.
Concluimos que el acceso a la nueva realidad que instaura la diferencia, es
un constructo que tiene como condición necesaria el accionar determinante
de un Otro que ejercita el Poder. De este modo se instituye por la experiencia
el contacto con el mundo de las cosas, lo que va componiendo una realidad
interna con contenidos de mayor riqueza. En un momento decisivo se
establece una primera relación causal, que cualifica a dicha realidad como
diferente de la conocida. Al poder diferenciarla, la del mundo de la caverna
queda delatada como simulada, como ilusoria; como una apariencia
engañadora. Queda al descubierto su carácter de ficción, al mismo tiempo
que la nueva realidad alcanza el rango de Verdad.
La realidad obtiene el status de verdad, cuando las experiencias que la cimientan
cualifican como ficción -al modo del apres coup-, la realidad primera. Inferimos por
lo expuesto que la Verdad es una cualidad de una realidad determinada, cuya
condición brindada por la experiencia es la transitoriedad, y que encuentra su
3
Para Platón el Sol, como causa de todas las cosas, simboliza el conocimiento, y como tal el Bien. Badiou
(2013) en su reciente interpretación actualizada del Mito de la Caverna, cambia la “Idea del Bien” por la
“Idea de lo Verdadero” y el término “alma” por “Sujeto”. Habla de la incorporación de un Sujeto a una
Verdad, en lugar de la ascensión del alma hacia el Bien. Transforma la caverna en una gigantesca sala de cine
en cuya pantalla se proyectan las sombras ilusorias y los espectadores se vuelven prisioneros de lo mediático
contemporáneo.
3
status al desmentir, como ya dijéramos, a otra realidad, la cual al perder su
carácter de verdad adquiere ahora el carácter de ficticia.
Locke (1690; 1999), forjador del empirismo, nos invita a sostener que la
experiencia como tal define un límite, pero que no lo es ella en sí. De esta manera
nuestras hipótesis concuerdan con un pensamiento actual que sostiene haber
arribado al fin de las certidumbres (Prigogine, 1996).
Las diversas vicisitudes que atraviesa La novela familiar de los neuróticos (Freud,
1909) durante el proceso psicoanalítico, podría, entre otras perspectivas de
nuestro quehacer, ser un ejemplo de lo que hemos desarrollado: “En el individuo
que crece, su desasimiento de la autoridad parental es una de las operaciones
más necesarias, pero también más dolorosas, del desarrollo. Es absolutamente
necesario que se cumpla”, comienza Freud (op.cit. p.217).
La etimología (Corominas y Pascal, 2000), nos aclara que Autoridad procede de
auctoritas, que viene de auctor que deriva de augere, que significa “hacer
progresar”. Se asocia al decir freudiano, al permitirnos subrayar que en su misma
composición significante la autoridad ha de proporcionar en su función hacer
progresar, es decir, el desasimiento de ella. Más adelante Freud (op. cit. p. 217)
afirma: “Para el niño pequeño, los padres son al comienzo la única autoridad y la
fuente de toda creencia”.
Estas creencias iniciales, esta realidad primera, tiende a sucumbir por el ejercicio
adecuado de una autoridad destinada en su función a hacer progresar. De allí que:
Pequeños sucesos en la vida del niño, que le provocan un talante
descontento, le dan ocasión para iniciar la crítica a sus padres y para
valorizar en esta toma de partido contra ellos la noticia adquirida de que
otros padres son preferibles en muchos aspectos (op. cit. p. 217).
Este acontecer lo entendemos como el enriquecimiento de la realidad psíquica, la
que ha sufrido una transformación al haber incorporado durante el transcurso de la
4
experiencia lo novedoso, 4 en el sentido de permitir el ingreso al psiquismo de algo
ajeno hasta entonces a él, aunque producto de su trabajo. La realidad inicial se ha
modificado. La noticia adquirida de que otros padres son preferibles en muchos
aspectos, la ha hecho prosperar a expensas de desmentir a la inicial como verdad,
pérdida dolorosa, pero absolutamente necesaria que se cumpla, en el decir
freudiano. Ello proporcionado por la Autoridad paterna
Volviendo a nuestro hombre en la caverna- o tal vez siguiendo con él-
la
obligación de salir viabilizada en este caso por una autoridad que propone e
impone este modo de ejercicio del Poder, ha hecho posible el itinerario al que
hemos aludido; el sujeto que ha podido realizar ese recorrido, ha desarrollado un
poder5, pero ahora en el sentido de potencia, de capacidades, producto de un
conocimiento actual cuyo carácter de mayor riqueza, implica todo un proceso de
liberación, de autonomía, de desprendimiento. Al decir de Freud (1937), un
robustecimiento del Yo. Entendemos que Winnicott (1962) enriquece esta
cuestión, al proponer un camino que va de la dependencia absoluta a la
dependencia relativa y de allí, a la independencia. El relato nos permite inferir que
en la inter-relación existente a partir de la experiencia, entre el modo en que la
autoridad ejerce el poder, el tipo de realidad al que permite acceder y los niveles
de conocimiento que posibilita alcanzar, se estructuran realidades internas
diferentes que definen a sujetos diferentes.
Desde el lugar del analista
Pensamos que la trayectoria de un análisis puede ser metaforizada como lo que
hasta aquí hemos descripto. La ubicación del analista, por sus conocimientos, y la
del paciente, por sus necesidades, ya de por sí establecen una relación de
asimetría, que hace que el analista pueda detentar y ejercer el Poder.
4
Lo novedoso, pensando desde el campo de lo transicional, puede remitirnos a lo que Winnicott (1971)
refiere como zona intermedia de experiencia, entre lo subjetivo y lo que se percibe en forma objetiva, a la
cual contribuyen la realidad interior y la vida exterior.
5
Poder – Potencia – Posibilidad- Acto
5
Nuevamente Freud (1912):
En esa medida confesamos sin ambages que los resultados del psicoanálisis
se basaron en una sugestión; sólo que por sugestión es preciso comprender
lo que con Ferenczi (1909) hemos descubierto ahí: el influjo sobre un ser
humano por medio de los fenómenos trasferenciales posibles con él.
Velamos por la autonomía última del enfermo aprovechando la sugestión
para hacerle cumplir un trabajo psíquico que tiene por consecuencia
necesaria una mejoría duradera de su situación psíquica” (p.103). [El
subrayado es nuestro].
Ya antes Freud (1904) en su última conferencia ante un auditorio exclusivo de
médicos, les explicaba que:
Un factor que depende de la disposición psíquica de los enfermos viene a
influir, sin que nosotros lo busquemos, sobre el resultado de cualquier
procedimiento terapéutico introducido por el médico. Casi siempre lo hace en
sentido favorable, pero a menudo también en sentido desfavorable. Hemos
aprendido a aplicar a este hecho la palabra “sugestión”… (p. 248).6
Y más adelante: “¿No es entonces lícito que el médico se empeñe en apropiarse
de ese factor, servirse deliberadamente de él, guiarlo y reforzarlo? A esto, y sólo a
esto, los alienta la psicoterapia científica” (pp. 248-249).
Siempre en el diálogo con los médicos, los remite a:
…una experiencia conocida de antiguo: ciertos trastornos, y muy en
particular las psiconeurosis, son mucho más accesibles a influencias
anímicas que a cualquier otra medicación. No es un dicho moderno,
sino una vieja sentencia de los médicos, el de que a estas
enfermedades no las cura el medicamento, sino el médico, vale decir: la
personalidad del médico, en la medida en que ejerce una influencia
psíquica a través de ella. (p. 249). [El resaltado es nuestro].
6
En esta cita, Freud no considera la singularidad del médico, y la trascendencia que su proceder
determinará en “el resultado de cualquier procedimiento terapéutico”. Disentimos con su afirmación que es
…” Un factor que depende de la disposición psíquica de los enfermos viene a influir, sin que nosotros lo
busquemos…”
6
Convoquemos directamente a Ferenczi (1909-1912) quien alude a la sugestión
como:
…la introducción voluntaria de sensaciones, sentimientos, pensamientos y
decisiones en el universo mental del otro, y esto de manera tal que la
persona influenciada no pueda corregir ni modificar por propia iniciativa los
pensamientos y sentimientos sugeridos. En una palabra, diremos que la
sugestión consiste en imponer, o incluso en aceptar incondicionalmente una
influencia psíquica extraña. La desconexión del espíritu crítico es, pues, la
condición sine qua non para una sugestión eficaz (p. 259).
Ferenczi marca una diferencia en relación a la idea de sugestión. Define la que
maniata y somete al otro inyectando su pensamiento y aprovechando su situación
de desamparo, con la finalidad de hacer de ese sujeto el propio sostén del
sugestionador. Es un tipo de sugestión que provoca distorsiones e impide la salida
de la caverna, a diferencia del de nuestras consideraciones anteriores. De modo
que la sugestión ligada necesariamente a una situación de asimetría, ya que
reproduce la relación inicial de la condición humana de dependencia hacia otro- en
la que haremos hincapié más adelante- puede ser entendida como el poder que va
a posibilitar la salida de la caverna, tal como lo plantea Freud (1912). Así el
analista posicionado en un lugar de Poder puede facilitar el desarrollo del análisis
por medio de tramitaciones que lleven al insight y elaboración en la transferencia,
en la medida que dicho Poder sostenido por la sugestión que se establece, tenga
como función “… hacerle cumplir un trabajo psíquico que tiene por consecuencia
necesaria una mejoría duradera de su situación psíquica” (Freud, op.cit., p. 103).
Queda dicho que pensamos a la sugestión como un fenómeno de P/poder que
surge por el carácter con el que se estructura el campo analítico, que le es
inherente, y que hace posible la indispensable credibilidad en el analista7. Por eso
7
Freud explica que un carácter de credibilidad semejante al del paciente en el analista, está presente solo
en dos situaciones: en la fe del niño hacia los padres, y en la situación de enamoramiento (Freud, 1890).
7
afirmamos que es fuente del ejercicio del Poder del analista y el modo en que
dicho Poder se ejerce será determinante en el devenir de todo tratamiento.
8
Acceder a la Verdad, próxima realidad que desmiente la existente, brindada por la
experiencia, requiere un accionar del analista que favorezca la “salida de la
caverna”. Esta instancia será producto y generadora de experiencias que hagan
posible el acceso a otra realidad, a un conocimiento que instituya diferencias.
Desde una perspectiva de tres momentos
Vayamos ahora a una cita importada de la filosofía:
Dice Blumenberg (2004, en Regueira, 2005) “Nuestra gran pérdida fue que
tuvimos que salir- figurada, metafóricamente- de la caverna, bajo cuya protección
{…..} el hombre primitivo pudo dormir tranquilo, conocer una nueva forma de
sueño, profundo, cobijado, sereno, que no podía permitirse ningún otro ser vivo”
(p. 2).
Esta definición, transportable al psicoanálisis, nos podría brindar una perspectiva
enriquecedora, además de la que ofrece, metafóricamente, la caverna de Platón.
Vista desde los orígenes del hombre, de su supuesta prematurez biológica,
podemos pensar a la caverna en primer lugar, como una adquisición, un lugar
reparador, que alberga, protege, posibilita la sobrevida. Este aporte modifica la
configuración de lo que hemos desarrollado. Ahora hay un antes de la caverna, el
momento de la caverna y la salida de ella. Son tres momentos, tres realidades
diferentes, concluyentes en lo que hace a la constitución del humano.
La caverna platónica, podríamos más precisamente decir “el momento de la
caverna”,- con un sujeto que suponemos ya a salvo- por esta misma condición,
tiene primordialmente una función de albergue. Surgirán luego los senderos de los
conflictos que según cómo se franqueen por las condiciones allí imperantes,
8
En este punto nos resulta interesante la definición de Arendt (1974, citada en Lukes, 1985) de Poder, quien
lo conceptualiza como la aptitud humana de actuar de manera concertada. Aparece disociado de la
“relación mando-obediencia” y “la cuestión del dominio”. El poder para ella es consensual y requiere
necesariamente de una legitimación.
8
definen el acontecer del sujeto humano, según sea obligado a salir o a
permanecer adentro, en condición de cavernícola. Acceder a ella es cuestión de
vida o muerte, tiene que ver con la indefensión del ser humano, con poder
sobrevivir, lo que hace imprescindible la presencia de un otro, que es quien
ejecutará una acción específica que hará posible la sobrevida y la consecuente
disminución de la tensión de necesidad,
como lo dice Freud (1895). Según
Paolicchi, Bozzalla, Maffezzoli y otros (2013):
Freud alude al desvalimiento originario del ser humano que impone la
necesidad de la presencia de otro auxiliar potente. Es así como se va
constituyendo el psiquismo en una realidad intersubjetiva signada por el
posicionamiento asimétrico del adulto que garantiza el sostén del infans
(p.106).
La acción específica sería el modo más primitivo de ejercicio del Poder. Y ella nos
confronta con lo que hace a la esencia del ser humano, como prematuro, para dar
cuenta de su desamparo, de su vulnerabilidad. El término prematurez emerge de
la comparación del humano con otras especies, y le otorga el carácter, surgido
desde dicha asimilación de su debilidad. Cabe reflexionar sobre dicha medición.
¿No debiéramos enfatizar más la condición de una naturaleza biológica humana
cualitativamente diferente? Prematurez, en su génesis etológica comparativa, le
confiere un sentido de insuficiencia que distorsiona las cualidades específicas y
singulares que hacen a un desarrollo, desde la biología, que converge en la
estructuración psíquica humana. Ello es plantear que una biología distintiva es la
raíz estructurante de todo sujeto humano. El ser humano es un carente esencial.
Es un Desamparado; es decir, está “desprevenido de antemano” (Corominas &
Pascual, 2000).9 Es ya una falta, una carencia que convoca a un otro, el que al
permitirle sobrevivir, le otorga simultáneamente la estructuración como sujeto
humano a partir de un encuentro intersubjetivo infranqueable, de cuidado pero
también traumático. En tanto, siguiendo a Laplanche (1989), el adulto impronta en
el infans la sexualidad humana.
9
De amparo: anteparare. Prevenir de antemano.
9
Lo que acabamos de plantear, continuando con nuestra metáfora, nos permite
postular que la función del analista debe dar cuenta también de las problemáticas
que conllevan aquellos pacientes que aún no han entrado a la caverna. Sus
carencias planteadas como estructurantes, nos emplazan. Desoír dichas
circunstancias, es atentatorio con la condición del Sujeto Humano. Es lo que
afirma Ferenczi (1932), quien nos dice que la persona infantil, tan poco
consolidada todavía, no tiene ninguna capacidad de existir sin un apoyo
omnilateral por parte del ambiente, por lo cual propone que el análisis debería
poder procurar al paciente el medio favorable, que en su momento le faltó, para la
construcción del yo. Es decir, atender analíticamente la carencia, es estructurante.
Se desprende entonces que habitar la caverna platónica pone de manifiesto lo
exitoso inicialmente del ejercicio de la acción específica, en la medida en que sus
habitantes están vivos.
Dos son las conclusiones en las que nos detendremos de modo sucinto. En primer
lugar entendemos que todo este suceder consecuencia de la indefensión humana,
es lo que ofrece la matriz, el prototipo sobre y desde el cual se establece la
necesidad de la existencia de un otro que ejercite el Poder. Retornando a Arendt
(op. cit. 1985): se trata de consensuar el Poder del adulto, con la particular
constitución biológica humana. El ejercicio de la acción específica “no viaja sola”,
está personalizada y genera efectos desde los comienzos, por quien la despliega.
Cabe agregar que ya allí, el infans ha sido impactado por la singularidad, por la
estructuración del adulto que lo cuida. El Ejercicio del Poder está llevado a cabo
primariamente por la madre en el infans, y por el padre, ya en tiempos edípicos.
La presencia funcional es de ambos, sólo que en los comienzos el privilegio es el
de la función materna; luego, la función paterna. La operatividad de sus
presencias en cuanto a su funcionalidad, hacen que el ser humano sea un ser
cultural. La segunda conclusión está entramada con la primera. Afirmamos en ella
10
que quien ejecuta la acción específica tiene determinadas características
personales.
Es curioso cómo, en otros espacios, el político por ejemplo, son tan atendibles y
considerados los efectos y el modo en que impronta la personalidad de quien
ejerce el Poder (en comparación con nuestra disciplina). En un trabajo anterior
(Schejtman, J.; Goldin L., 2010) a propósito del fin de la cura, planteamos que no
tomar en cuenta en cada tratamiento la singularidad de quien lo dirige, guardaba
coherencia con la consideración científica naturalista del psicoanálisis, presente
en Freud, que ha sido cuestionada por algunos, continuada por otros. Tener
presente la singularidad del analista, va en línea con lo que en el citado trabajo
mencionáramos, teniendo en cuenta los aportes de Morin (op. cit. 1998) con la
introducción de su Paradigma de la Complejidad (Grinfeld; Schejtman; 2000).
Complejidad entendida como un pensamiento en red (complexus) que se opone a
la simplicidad de considerar que el suceder en un análisis está aportado tan solo
por la singularidad del paciente.
Para finalizar…
La Alegoría de la Caverna nos llevó a interrogarnos sobre diversas cuestiones
acerca del modo en que es posible ejercer el Poder en correspondencia con
nuestra función como analistas.
El itinerario allí iniciado nos fue conduciendo hasta poder rescatar la naturaleza
humana, en su esencia biológica, como una materia prima específica que exige
para sobrevivir la presencia de un adulto- encuentro ineludible- que improntará
originariamente con su singularidad. Ese primer modo de ejercicio del Poder
estructurará el desarrollo psíquico humano, como consecuencia de las
experiencias posibilitadas, enlazando realidades diferentes. La verdad será una
cualidad transitoria de una realidad que objeta a otra. No se trata entonces de lo
permanente, de lo excluyente.
11
Si el desamparo es estructurante, de dichas carencias y en esa dirección, puede
dar cuenta el psicoanálisis a partir del Poder ejercido por el psicoanalista,
legitimando a la sugestión, desde Freud, como aquello que lo hace posible.
Todo ello hace al posicionamiento del analista, quien en su operatividad, debiera
tener presente el modo en que su singularidad es determinante del suceder
durante el tratamiento.
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