/ NOVIEMBRE 2011 – 15 LAS GALERÍAS COMERCIALES EN CONCEPCIÓN. TÚNELES, TRAMAS Y ALGO MÁS1 cOMMERcIAL GALLLERIES IN cONcEPcION. tUNNELS, GRIDS AND SOMEtHING MORE Rodrigo Herrera Ojeda2. Rodrigo Ganter Solís3 RESUMEN ABSTRACT La reflexión en torno al presente y el futuro de las galerías comerciales en Concepción abarcan un interesante campo, al estar cruzada por nociones de deterioro y abandono tanto como de potencialidades y posibilidades. Igualmente, incluyen una suerte de evaluación de la urbanidad penquista. En estas líneas intentamos contribuir a esta reflexión desde una perspectiva que creemos no del todo visible: la de la experiencialidad. PALABRAS CLAVES: galerías comerciales, deterioro, vivencia urbana A reflection on the present and future of commercial galleries in Concepcion embrace an interesting field of research, for being related to notions of deterioration and abandonment, as well as of potential and possibilities. Also, they include an evaluation of the local urbanity. In these lines we try to contribute to this reflection from a perspective that we believe not quite visible: the experiential. KEYWORDS: commercial galleries, detriment, urban experience Las galerías de Concepción constituyen una suerte de evaluación de la urbanidad “penquista”, al otorgarle singularidad e identificación con su medio y su sistema de vida. Proyecto de investigación “Explorando la trama urbana cotidiana del centro penquista: el caso de las galerías comerciales en el Concepción actual”. Dirección de Investigación de la Universidad de Concepción (2009-2011). 2 Antropólogo. Departamento de Sociología y Antropología. UdeC. [email protected] 3 Sociólogo. Departamento de Sociología y Antropología. UdeC [email protected] 1 Fecha de recepción: 16/12/09 Fecha de aceptación: 08/05/10 Revista URBANO 24. Págs . 15-21. concepción, chile. Noviembre 2011 16 – NOVIEMBRE 2011 / Asuntos Urbanos Nacionales I. Introducción ¿Cómo recuperarlas? La pregunta surge casi inevitablemente al poco rato de poner las galerías comerciales del centro penquista como tema de conversación ¿Reinventarse o desaparecer? Es uno de los escenarios más recurrentes a la hora de tentar sobre su futuro. Y, entremedio, un sinfín de opiniones, apreciaciones, recuerdos y recomendaciones en las que es posible apreciar como en ocasiones se diluye la singularidad de las galerías y se habla de un conjunto más complejo aún: el centro de la ciudad. El asunto así se complica, porque si ya era difícil intentar abstraer una cierta homogeneidad en torno a la noción de galerías comerciales de Concepción –caracterizadas en gran medida por su diversidad arquitectónica, ornamental, temática, etc.-, ya referir al centro de la ciudad como una unidad homogénea en la que pensar como un sistema abierto o cerrado, se vuelve un ejercicio aún más complicado, casi que voluntarioso. Pero volviendo por lo de las galerías. Partamos con un dato que podríamos caracterizar como “objetivo”: en el centro urbano de la ciudad de Concepción existe una gran cantidad de galerías comerciales ¿Cuántas? Ahí la objetividad no logra ponerse totalmente de acuerdo, aunque se discrepa por poco: 46 para unos, 48 para otros, 43 para otros de más allá44. Es que pareciera que un catastro realizado el año 2009, por ejemplo, no tenga asegurada su veracidad para el 2010. Puede que entremedio alguna haya desaparecido, o que quizá haya nacido alguna nueva, o se fusionaran otras tantas. Quien sabe. Porque a lo largo del siglo XX surgieron varias en etapas sucesivas al parecer más o menos planificadas, pero su dinámica fue variable, nunca lineal, variando nombres, extensiones y existencias en ocasiones de formas más abruptas que otras. Igual no cabe duda de que el dato “objetivo” es decidor, y más aún si le aplicamos un razonamiento ya del orden de lo cualitativo: hay muchas. Y eso debería ser indicador de algo… ¿pero de qué realmente?, o ¿es más un simple azar? En el fondo, ¿explica algo el que hayan tantas? La pregunta es compleja posiblemente porque involucra diversos niveles, Las fuentes de consultas sobre temas de esta índole remiten a la variedad y multiplicidad, por lo que enumerarlas a todas sería escribir otro texto. Están los reportajes periodísticos exhibidos en la prensa local, las memorias de titulación –principalmente de arquitectura- en las universidades locales, artículos varios que giran en torno a los temas urbanísticos de la ciudad y que mencionan al paso las galerías, páginas webs relativas a temas de arquitectura, novelas locales en las que se convierten en escenarios frecuentes, entre otras fuentes de consulta donde es posible seguir pistas mínimas en las que aparecen las galerías comerciales como referencias concretas, aunque nunca en forma exclusiva. Con esto, y aunque suene paradojal, se pone de manifiesto que las galerías comerciales penquistas no son un elemento de discusión frecuente en los diversos formatos literarios existentes (científicos, novelescos, periodísticos, etc.), aunque si de alusión como al paso. 4 algunos de orden arquitectónico, otros urbanísticos, de todas maneras comerciales, y deberíamos decir que también del orden de lo socio-cultural. Para muchos quienes gustan de “pensar” Concepción desde su afecto por ella, no hay duda en que ellas representan un elemento que la singulariza, le proporciona “identidad”, por como fueron concebidas, por como se desarrollaron, por lo que fueron, aunque no queda tan claro si también por lo que son actualmente. Más aún, la vigencia de la discusión en torno a las galerías comerciales ha tenido últimamente un importante estimulo por la llegada inminente llegada del “mall del centro”, iniciativa que se visualiza casi como en oposición con las galerías, cada una representando mundos contrapuestos y enfrentadas a una desigual contienda en la que el gran Goliat acabará por hacer desaparecer el inmenso contingente de davides. A pesar de que cada una encarna una forma de despliegue de lógica comercial, en el que lo que constituye formalmente un espacio privado se rige en momentos por códigos de sociabilidad propios del ámbito público, ambas instancias se miran de reojo y con caras de pocos amigos. En esta división, las galerías representan –al parecer trasladándonos a un pasado no muy remoto, pero pasado al fin- una solución de índole urbanístico-comercial de mediados del siglo XX, aunque prácticamente recorrió todo el siglo, dando pie a acoger entre sus túneles toda una forma de hacer y vivir la ciudad. Porque allí no sólo se congregaron tiendas de todo tipo que juntaban y actuaban como espacios referenciales para “quedar”, para orientarse o para detenerse; sino que también aparecieron los cafés, los cines, restaurantes, las mismas escaleras, en fin, todo un abanico de posibilidades que las hicieron ser algo más que simples centro comerciales. Eran lugares que le daban vida al centro, pero además, por sí mismas, lograron encarnar formas de sociabilidad varias en paralelo a su actividad netamente comercial. El tema es que se habla de ello en pasado, como aquello que fueron, pero que ya no está. Se vaciaron, al parecer, en gran medida por obra y gracia de ese modelo importado de centro comercial que al mismo tiempo trae una propuesta distinta en términos de despliegue de vida social: los mall. En este contexto, las galerías constituyen un genérico alusivo a algo del pasado –a pesar de que el año 2009 se inauguró la Galería Italia entre las calles Barros Arana y O’Higgins-, que ya no resulta atractivo –diariamente reciben gente a raudales muchas de ellas-, y que comercialmente ya no rinden –a pesar de que encontrar locales en arriendo en alguna de ellas no es fácil ni económico. Frente a esta disyuntiva, quisiera aproximar unas cuantas imágenes que también pueden verse como reflexiones en torno a ciertas galerías, casi elegidas al azar, bien podrían ser estas como otras. Lo importante es que Las galerías comerciales en Concepción. ... Rodrigo Herrera Ojeda. Rodrigo Ganter Solís / NOVIEMBRE 2011 – 17 buscan rescatar una dimensión hasta ahora ausente de la discusión en torno a las galerías, cual es la experiencialidad de las mismas, lo que están moviendo en el día a día. Ello, partiendo de la base de que lo que ofrecen, en tanto espacios urbanos desprovistos de toda grandilocuencia, es por momentos distinto de aquello por lo que fueron planeadas y construidas. Y es que no estaba en los planes de nadie en un principio que las galerías pudieran acoger una variedad y variabilidad de experiencias urbanas como las que hoy cobijan, lo que las convierte en espacios complejos, de luces y sombras que hablan por todos y de todos los habitantes de la ciudad. Quizá por eso su incalculable valor. Vamos a las aproximaciones: II. Visiones La dinámica cotidiana de la galería Musalem (junto a su par galería Zaror) está en un primer momento sin duda determinada por los horarios de apertura y cierre del comercio. Ello también determina la caracterización del público, variable entre la mañana y la tarde, entre temprano en la tarde y la última hora de la misma, en la hora de las colaciones. También puede pensarse que hay una fuerte incidencia en la caracterización de este público a partir del tipo de productos posibles de encontrar en ella, mayoritaria e históricamente orientada al rubro vestuario (Martínez 2006; Camacho 1986), aunque con algunas inserciones que le otorgan singularidad. Pero no se entienda que este perfilamento hacia la venta de ropa signifique homogeneidad, ya que la variedad del rubro en términos de modas, edades y otros le otorga a la galería aquel sello de diversidad que las caracteriza a todas. Además, su par Galería Zaror –prácticamente un brazo de extensión de Musalem, aunque con otra luminosidad y decoración de locales- ofrece otro abanico de productos que amplían aún más sus posibilidades. Por eso, además de ropa juvenil, de adultos y guaguas, mezclados con camisetas de equipos de fútbol, medias, toallas y otros, también es posible encontrar en sus vitrinas e interiores música, botones, pilas, flores de plástico, juguetes infantiles, alfombras y otras tantas cosas más. Un plus en su conformación es sin duda el que otorga la sandwichería-fuente de soda- schopería “Gurú”, no precisamente ubicada en el centro físico de la galería, pero sí operando desde una cierta centralidad en términos sociales, en tanto punto de atracción y confluencia. Allí siempre Vista de Galería Musalem, localizada en la antigua articulación de la galería “La Moliat”, que fuera el primer pasaje comercial de Concepción (1900 aprox.) 18 – NOVIEMBRE 2011 / Asuntos Urbanos Nacionales está entrando y saliendo gente, pero también bandejas con completos, bebidas u otros en dirección locales comerciales vecinos. Es un espacio donde sentarse, donde detenerse, y sus ventanales abiertos hacia el exterior marcan su conexión con lo que pasa afuera (o adentro). En relación a la inserción de la galería en el contexto mayor, el hecho de que su conformación sea en el plano la de una cruz (además del brazo de la galería Zaror), la convierte en un excelente vía para acortar camino entre la manzana al abrirse a las cuatro calles que la rodean. Pero al mismo tiempo su conformación interna laberíntica que no respeta muy claramente el trazado de la cruz la convierte en un excelente lugar para perderse, arrancar o esconderse. Este último aspecto es de singular importancia al permitir en su cotidianeidad siempre el despliegue de escenas sociales que involucran persecuciones de lanzas por policía motorizada, remarcando como situaciones abruptas y ruidosas –exhalaciones humanas que corren v/s motos que aceleran, frenan y chirrian- pueden pasar a formar parte de un paisaje cotidiano que ya no exalta ni sobresalta, sino que es parte de su devenir. Ello, sin duda, fastidia a los locatarios, quienes enarbolan el discurso de la “inseguridad” sin mayor apuro y con cierta asiduidad en cualquier conversación informal. Ubicada además en uno de esos puntos de mayor nerviosidad de la ciudad (cercanía a la plaza de independencia, frente al mercado central), en sus interiores es posible ver diversos tipos de relaciones, aproximaciones, rutinas y usos por parte de locatarios, dependientes, clientes, transeúntes u otro tipo de usuarios. Y todo va desde la mayor familiaridad que pueden demostrarse locatarios vecinos, dependientes de locales distintos pero de dueños similares, o cargadores de mercadería que pasan por la cafetería-sandwichería-schopería a saludar; pasando por el tránsito lento de vendedores ambulantes, el más rápido de transeúntes variados, la mayor permanencia de cantantes informales, hasta llegar a los “lanzas” y sus cancerberos ya mencionados, todos agentes que establecen entre sí relaciones del orden de lo circunstancial y lo justo y necesario, que casi pareciera que no son nada. Adentrarse así en el detalle de la rutina de esta galería es, dado lo señalado, un ejercicio complejo. Nos obliga a entrar en el desglose de las relaciones de familiaridad, que reivindican un espíritu de comunidad, características de los ambientes semi-públicos en los que las personas se aproximan desde la recurrencia y que en ese estar pueden asumir pautas de mayor cercanía emocional, confianza, empatía o complicidad al enfatizar precisamente todo aquello que los pone en común frente a otros. Son los códigos conocidos exclusivamente por los locatarios, quienes manejan su lenguaje comunicacional que les permite hablar a través de gestos, los comentarios o alusiones de quienes van de pasada al “Gurú”, entremedio de sus faenas, sus cosas, los saludos alargados entre quienes han de actualizar el vínculo a través de la constatación del tiempo y otras rutinas. Pero también nos obliga a hacernos cargo y poner la atención sobre la inestabilidad de lo circunstancial, ese orden de lo infinitesimal que tan pronto como parece formar algo no logra cristalizar y se diluye en la nada, como puede ser la imagen del rostro del lanza escapando, el gesto de desatención del transeúnte con el que uno se acaba de cruzar, el saludo de baja intensidad con el que locatario recibe al cliente al entrar a su local, la mirada desatenta del que espera y se distrae oteando el entorno. Porque la galería Musalem propone la sobreposición de relaciones, la mixtura. Es decir, uno puede acabar construyendo una clasificación que daría cuenta de un cierto agrupamiento de relaciones escenificadas, aunque nunca conociendo de antemano el orden cronológico de su desarrollo. Es decir, su potencial dinámica de sociabilidades apunta hacia el infinito, aunque finalmente el despliegue de las relaciones dadas acaba por delimitar patrones de interacción finitos que revelan mayor o menor familiaridad, mayor o menor rutinidad, mayor o menor formalidad, mayor o menor distancia social para hacer frente a la cercanía física. La galería Musalem conforma entonces un espacio arquitectónico que fomenta “escenas” de vida pública y privada, de encuentros y desencuentros, donde, al decir de D. Harvey, la armonía nace del enfrentamiento de las diferencias. Es un espacio conflictivo, de visibilización de conflictos porque no queda otra alternativa, pero que ofrece también continuas maneras de resolverlos, generalmente sin alterar el pacto de la baja intensidad que caracteriza por sobre todo el discurrir por las galerías. A través de este breve recorrido por los interiores de una manzana céntrica hacemos un pequeño viaje por la historia de las galerías del centro de la ciudad. Del año 1940, cuando se inaugura la galería Martínez como la primera galería ya asimilada como tal, hasta 1992, cuando la galería Las Araucarias hace su estreno mostrando una fisonomía distinta, posiblemente intentando innovar, con dos pisos de locales comerciales, escaleras en sus tres extremos (su figura conforma una L) y aprovechamiento de la luz natural. Entremedio, tenemos la galería Rialto, fundada en 1954, que conecta ambas entre sí. Es interesante la estadística que muestra a la galería Martínez como la más transitada de todas las existentes en el centro (Martínez 2006), siendo que es una de las menos intervenidas en temas de ambientación y decoración. En ese sentido es sencilla, un callejón que llega hasta lo que ahora es la galería Rialto y que conecta con Las Araucarias y así se tiene acceso desde la peatonal Barros Arana a las calles Anibal Pinto, Freire o Colo Colo indistintamente y siempre bajo techo. Funciona como una arteria, un canal que permite Las galerías comerciales en Concepción. ... Rodrigo Herrera Ojeda. Rodrigo Ganter Solís / NOVIEMBRE 2011 – 19 Vistas de galerías Martínez/Rialto/Las Araucarias, en función de una arteria que canaliza el mayor flujo de personas en el centro de Concepión. evacuar, pero que también lanza corporalidades a la peatonal, transformando su entrada en un pequeño punto nervioso en el que las rutas y trayectorias corpóreas se desvían repentinamente, cambian abruptamente su andar, dando lugar a roces, intercambios de miradas y gestos que intencionan un micro-espacio por micro-momentos. Llama la atención igualmente que desde hace un buen rato a la fecha su cartel de entrada que da a la calle peatonal Barros Arana no está, y aún así el público entra y sale por ella sin problemas, dando cuenta de la redundancia de ciertos registros que inundan el mapa citadino, que están allí, pero que cuando no están a nadie parece modificársele la vida sustancialmente. De hecho, su nombre está en boca de todos, pero de nadie a la vez. Indicar a alguien un local dentro de esta galería casi siempre exige un detalle más que su nombre, “la martínez”, obligando a precisiones más detalladas como un “la que está al frente de”, “la que sale a”. Y ello pasaba igual cuando el cartel de entrada se encontraba en su lugar. Como que las precisiones en torno a ella entran en una marea de dudas detonadas por el constante ajetreo que caracteriza su entorno, su flujo permanente de gentes, volviendo un ejercicio complejo el situarla, fijarla en un mapa sin que pierda aquello que la nutre: la movilidad. Su conexión con la galería Rialto no conlleva un gran sobresalto en los estímulos, son sólo detalles los que permiten hacer ver que se ha entrado en otra galería, cuestión no obstante que parece estar bastante clara para los locatarios. Donde si se marca una distinción que se vuelve ostensible es en su conexión con Las Araucarias. Ahí el entorno está impregnado de otra lógica. Locales más visibles y claramente delimitados, un espacio interior para transitar más ancho, luz natural que entra por un techo ubicado a una altura considerable, y también menos gente circulando, dan una sensación de mayor amplitud a Las Araucarias en relación a 20 – NOVIEMBRE 2011 / Asuntos Urbanos Nacionales las otras dos galerías con que se conecta. Se puede observar un patrón diferente que se ha seguido que de alguna manera ya no evoca un pasaje, sino que busca hacerse valer por sí mismo. Se puede pensar que el cualquier otro lugar Las Araucarias habría sido un centro comercial por sí mismo, autónomo, con sus entradas y salidas hacia el exterior. Pero como le tocó construirse en Concepción, la fuerza de las tendencias la llevaron a ser parte de un sistema mayor, una extensión que recorre el centro penquista llevando de la calle a los túneles y de vuelta a la calle nuevamente, pero ahora a otra. Sigue una tendencia diferente, más propia de los centros comerciales de los año ’80 y ’90, pero se acopla a una red ya instalada. Y ahí quizá se denota un sello: no es que se hable o se promocione el Centro Comercial Las Araucarias, sino que se habla y promociona la galería Las Araucarias, exhibiendo la plasticidad del término que alguna vez vino a designar a su vecina, la galería Martínez. Todo un sistema-red en el que el transeúnte apenas se entera de que ha cruzado por tres galerías desde que ingresó a una por calle Barros Arana y sale nuevamente al exterior en Castellón para enfrentarse a una muralla infranqueable que delimita los contornos de una “Gran Tienda” como se le llama a Almacenes París. Cuánto de esta abrupta interrupción de la trayectoria ha perjudicado su posicionamiento como emplazamiento comercial es difícil de proyectar, pero es un hecho que la salida hacia calle Castellón deja al caminante en medio de un vacío, a mitad de camino entre, como en la disyuntiva de seguir o devolverse sobre sus pasos. Esta sensación posiblemente se ve acentuada porque el paso por la galería como que consiguió el objetivo de sacar al transeúnte de la ciudad, de sus intenciones, de sus motivos para estar allí. No es un viaje de placer ni introspectivo el que se ofrece; no hay misticismo de por medio ni experiencias sublimantes. Es menos que eso, todo más banal, prosaico. En medio de un cierto deterioro generalizado, o más bien de una luz y coloridos que no esconden el paso del tiempo, un silencio que permite escuchar los propios pasos la caminar, todo hace olvidar que se está transitando a unos metros de una de las zonas urbanas emblemáticas de Concepción, un verdadero pasillo siempre utilizado –aunque no siempre habilitado para ello- que conecta el “centro” de la ciudad con una de sus extensiones más preciadas, como es la Universidad de Concepción. Allí adentro no hay mayor bullicio, el lenguaje de los que están –pocos, por De acuerdo con la ordenanza del Plan Regulador Comunal 2000, las galerías se definen “como un espacio destinado exclusivamente al tránsito peatonal que acoge una actividad comercial, construida al interior de una manzana, con acceso a una vía pública y está regulada en la OGUyC” Las galerías comerciales en Concepción. ... Rodrigo Herrera Ojeda. Rodrigo Ganter Solís / NOVIEMBRE 2011 – 21 lo general- remite casi exclusivamente a lo gestual, a miradas inalteradas que otean alrededor bajo el tintinear de los fluorescentes suplantan día y noche la luz natural. Es claro que la experiencia del tránsito por Giacamán es la experiencia del anti-mall. Allí nada se parece a lo que hoy es la referencia del éxito comercial, del como se deben hacer las cosas en esa materia. Y sin embargo, ahí están peluqueros, sus diarios y sus clientes; el enmarcador de cuadros y su amplio local, la tienda de disfraces en un rincón lejos de todo y de todos, las costureras, notarías, farmacias homeopáticas, tiendas computacionales y otros haciendo el día a día. Los caminantes, al cruzarse, casi como abrumados por tanto silencio y soledad que rodea, rehúyen cruzarse la mirada, como si aquello implicara intimar demasiado en un lugar en el que los códigos ameritan un comportamiento acorde con la vida pública. Es entonces ésta una experiencia curiosa, que cruza un entorno que parece invitar a la introspección –cual monasterio o abadía en la montaña en el que da lo mismo el día y lo hora que sean-, pero construido para ser usufructuado por los grandes enemigos del retiro y la observancia pasiva, que son los comerciantes. Éstos últimos, en todo caso, parecen –sólo eso- estar ajenos a lo que los pasillos ofrezcan, como indiferentes a distinguir entremedio del gentío –que es casi un decir en esta galería- quienes serán clientes y quieres sólo pasan por allí. Esconde secretos la galería Giacamán. Sabe historias, pero quiere parecer que no. Quiere aparentar que por ahí no ha pasado nada ni nadie, pero se ve que no. Algún día, cuando ya no esté, alguien preguntará por aquel lúgubre lugar que se abría a la calle con cierta magnificencia en su entrada y que trasladaba hacia ninguna parte y no conducía hacia ningún lugar. Todo lo contrario, según dicen sus promotores, de lo que a unas cuadras de distancia será el Mall del Centro. III. Comentarios finales ¿Cuál es la discusión de fondo en torno a las galerías comerciales? La pregunta surge porque, en definitiva, las galerías están allí, en constante uso/desuso, pero activas, formando parte de la dinámica de la ciudad; o más que eso, son ella misma, en su versión concreta, empírica, más allá de cualquier ilusión urbanística. Pero parecen ser también objeto de deseo para ser intervenidas, cambiadas, rehechas a imagen y semejanza de quien sabe que modelo, ideal o proyecto, de centro comercial o de ciudad. Quienes por ello abogan parecen olvidar que están allí todavía; con sus conflictos internos y externos, sus tensiones y problemas; pero allí, apropiadas y apropiables. No únicamente como parte representativa de un tiempo, sino además como espacios posibles de acoger lo diverso desde lo no necesariamente planificado. Eso quiere decir que la experiencia de ser parte de ellas o simplemente transitar por ellas sigue siendo una experiencia que no sólo singulariza el centro penquista, sino que lo conforma, lisa y llanamente. En sus detalles, en sus rutinas; sus reclamos y temas pendientes. Es cierto que sólo hemos hablado de un reducido número de ellas. Pero podríamos haber hablado también de la galería Alessandri, verdadero icono de las galerías comerciales penquistas que ha despertado diversos intereses y ya se avizoran su renovación, su transformación. O de la red de galerías Universitaria/Ramos/Montserrat que indisolublemente nos lleva a la Zaror/Musalem. Porque ahí están los fluidos peatonales de Concepción, su ritmo, con sus pausas y sus prisas. O quizá de la galería Internacional que conduce al Centro Comercial Caracol a través de la galería La Hechicera, punto comercial que no decae ni a costa de terremotos y ruinas del vecindario inmediato. Todos extractos –al igual que los narrados- de la experiencia de la ciudad de Concepción, experiencia que no es de nadie; o más bien dicho que es de la ciudad, o sea que no es de nadie en particular, de todos en general. En este contexto es que surgen las dudas en torno a los tantos planes posibles para “re-activarlas”, “re-inventarlas”, “re-pensarlas”. Si los expertos las quieren transformar, bien, háganlo. Con los que saben en la materia, con asesorías, ante-proyectos y profesionalismo. Pero, nada, queda la duda. También pudiera ser que le preguntaran antes a Concepción, o sea, a nadie, que es lo mismo que decir a todos en general. R EFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Camacho, Alba. 1986. Galerías comerciales en Concepción. Seminario Título, Facultad Arquitectura, Universidad de Bío Bío, Concepción Elizalde Cid, Alicia, Galerías de Concepción, un sistema de circulación, Revista URBANO Nº4, Julio de 2001, FACDUniversidad del Bio Bio, Concepción, 2001 Martínez, Aldo. 2006. 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