ññm ¥EE ^ Mam. S3i Pjr&©BíWS ®@ ©(BimíM, BARCELONINAS, cuadro de Félix Mestres Borrell, que figura en la Esposíción Nacional cí¿ Bellas Artes PRENSA GRÁFICA EDIIOM DE [ ] mim n "LA ESFERA" a "MUNDO GRÁFICO" a "NUEVO MUNDO" • • •• Oficinas: HermosJlIa, 57, Madrid.—Teléfono S-9 BANCO URQUIJO MADRID Capital: 50.000.000 de pesetas. D a t o s d e l SEGUNDO b a l a n c e a l 31 EJERCICIO d e D i c i e m b r e dSOCIAL e 1919 Capital 50.000.000 Suscripto sin desembolsar. . . 2).Ü0O.OOO C u e n t a s currientes ipasivo>. . 255.0^.123 Depósitos 770.98J.OJ4 BANCOS PReaos oe SUSCRIPCIÓIH La Esfera MADRID Y PROVINCIAS » » » » EXTRANJERO Un año 40 pesetas 22 12 6) 35 45 25 Seis meses. Tres Un año » Seis meses. PORTUGAL Un año » Mundo Gráfico » » EXTRANJERO » PORTUGAL » FILIALES B a n c o LVquijo V a s c o n g a d o : B I L B A O Banco Urquijo d e Guipúzcoa (en formación): SAN SEBASTIAN Banco Minero-Industrial d e Asturias: GIJÓN Banco Urquijo Catalán: B A R C E L O N A Este Banco realiza toda clase de operaciones. Abre cuenlas corrientes en pesetas, abanando intereses según la escala siguiente: 2 por 100 al aE5o en las cuentas á la vista. I 3 por 100 a! ai\o en las cuentas á 6 meses. 2',2 por 100 » > 11 armases. ! 3 Va por 100 s » > aun aflo. También abre cuentrs corrle .tes en moneda extranjera, abonando intereses de 2 á 4 p jr 100, según sus clasei y condicionss. Seis meses • MADRID Y PROVINCIAS R e s e r v a s (segundo aflo d e ejercicio) E s t a t u t a r i a s . . 1.000.000 i novtnnn V o l u n t a r i a s . . . 2.530.000) ^'-oW-Olw Cifra total del B a l a n c e . . . 1.085.571.777,68 Un año 15 pesetas Seis meses Un aflo - •. • Seis meses.. 8 25 15 » » » Un año 18 » Seis meses 10 >' Un año Seis meses 19 pesetas 10 » Un año 30 » Seis meses Un año Seis meses...... 16 22 12 » » » Domicilio social: CALLE DE ALCALÁ, NUM. 55 Dirección telegráfica: URQUIJO. — Correos: Apartado 49 T E L É F O N O S : Ofíc ínaa, M. 358.—Gerencia, M. 38.? Nuevo Mundo MADRID V PROVINCIAS. » » EXTRANJERO » PORTUGAL ALFONSO FOTÓGRAFO 6, F u e n c a r r a l , 6 ./^míj^ton PmfHKfjHf^3 FOSFATINA FALIGRES Incomparable alimento para loa niñoB. Todos los médicos de niños lo recninieriilao a iTiiuaa de lúa cientiSf'an ctialidsdeB de su preparación. Las miiilren de fairiiliü lo -lan a eua cliiquilines pnra que se pongan sótidos y reKisietiteB; a los niños lea gusta, porqu» la F o s f a t i n a F a U é r e s , asociada con leclie, furnia una papilla do exqiiinito gusto. Empléase principalmente en la época del destete y durante el crecimiento. De fácil digestión, conviene a todon loa estómagos delidados. Culdaao con it» imiiacionei y ni]an i* f*" *•• . P A R Í S . 6, Huo d« !• Tachería y Farmartnn. Y Cartuchos para pistola automática ^ CONSERVAS TREVIJANO L O G I ^ O I V O Su pistola merece el mejor cartucho que pueda comprarse. Mimición de calidad inferior puede poner su vida en pelisro. Dr. Bengué, 47, Rué líiancbe, Paris. BIVVIME BEU6V1E CureLCiOTí GOTA-REUMATISMOS L a M a r c a Preferida 1*09 cartuchos Remington U M C para pistola automática sirven para esta clase de arma de ¡cualquiera marca que se fabrique y facilitan al .tirador la facultad de hacer uso de su propia destreza. 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Lo advertimos al ptiblico para que no acepte trato alguno con quienes no tengan autorización reciente, carnet de identificación de la casa, sellado con el sello de la misma y firmado por el Administrador Delegado, r>i satisfagan el importe de los recibos que les presenten al cobro en nuestro nombre, ni eslimen, en fin, garantizados sus intereses por nosotros, que no podemos responder de más gestiones que de las encomendadas á nuestros representantes debidamente autorizados. ^MC ^U^^^^W^i'i^ >*«<»^tt-^2<31_- ^naf'^iA'^i^C^- La muier que usa los famosos productos "PEELE" consigue BELLEZA JUVENIL y la conserva hasta la más avanzada edad. Los productos "PEELE", por su pureza y maravillosos resultados, tienen fama mundial y son recomendados por eminentes autoridades medicas. CASA PEELE, De -venta en todas las Perfumerías, principales Farmacias y en la "'•? de la P IMPORTADORES M A D R I D C a r r e r a de San Jerónimoi 4 0 EXCLUSIVOS p a r o l a I S L X D E C U B A t «LA TIJERA». 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Año VIL—Núm. 338 26 de Junio de 1920 ILUSTRACIÓN MUNDIAL RETRATO DE PURA MANJÓN Cuadro original de Juan Luis López, que figura en la Exposición Nacional de Bellas Artes LA ESFERA '^©CCP" DE LA VIDA Q U E F>A S A UÁNDO ha sido? ¿Ayer? ¿Anteayer? ¡Ocurre tantos días! Un ¡oven ha pedido permiso para pasar á saludarme. Una vez dentro de mi cuarto de estudio ha tartamudeado algunas excusas; se presentaba él solo, confiado en mi benevolencia, en esa benevolencia que se supone á los cronistas viejos, como á los veteranos de las armas el acreditado valor. ¿Es preciso decir que el joven visitante había compuesto unos versos? De antemano ha confesado su inexperiencia, su falta de preparación, su desconocimiento de la técnica. Luego me ha recitado, medio lloroso de puro turbado, varias estrofas. No sé si eran buenas ó malas; no he podido fijarme sino en el autor, desconcertado, trémulo, angustiado ante la posibilidad de un crudo desengaño. Le lie tendido mi mano y le he dicho con efusión sincera: (•:Amigo nn'o, ¡eso está muy bien!» C LOS VERSOS MALOS ^ ^ ^ T | una revista, y el director nos los devolvió con una carta amable y llena de piadosa benevolencia, excusándose en la plétora de original. Quizás un critico implacable se atrevió á decirnos la verdad desnuda, y entonces lloramos en silencio. El censor nos pareció injusto y malvado. N J había visto sino lo externo; pero ¿qué sabía él de las agitaciones ó ternuras de nuestro espíritti? Para nosotros los versos eran buenos, porque los veíamos por dentro y por fuera, en la superficie de las cuartillas y en el fon.lo de nuestro corazón. Por eso yo no me atrevo á sonreír ni á censurar los versos malos. Para nosotros son el misterio. Únicamente nos enojamos cuando un desconocido nos los presenta alegando que los hizo sin vocación, para ver si de ese modo gana la algún dinero. Entonces les lanzamos brutalmente la verdad al rostro y nos creamos un enemigo irreconciliable, que esparce acerca de nosotros las más absurdas y estúpidas leyendas, para que las gentes se rían de nosotros, con esa es- tulticia que caracteriza á los aficionados á cuentos de comadres. Pero á los otros los compadecemos sinceramente; son nuestros compañeros, nuestros hermanos; ¿quién sabe si lo que nosotros hacemos será tan malo como todo lo suyo? No puede exigirsenos sino que procedamos de buena fe. Tal vez el porvenir nos reserva los más penosos desencantos. El más doloroso tormento que Alighieri coronado no pudo imaginar es ser despojado de un laurel; porque una áurea diadema se alcanza con tesón y heroísmo, tal vez por azar; pero una de laurel se conquista con lá-^rimas y es para transformarla en tejidos de laureles y acantos, para lo que los hombres c:unbres se ciñeron las sienes de espinas. Ser arrojado del Paraíso lleva consigo la esperanza de una redención. Ningún horizonte sonríe á quien es expulsado del templo de la inmortalidad. Y se ha marchado satisfecho, á pesar de mi Al elogiar los versos malos hacemos, acaso, afirmación de no ser yo el llamado á publicar á sus autores un daño irreparable, porque los los versos y de que toda recomendación es para apartamos de su verdadero camino; animados los poetas contraproducon nuestros elogios, los cente. En los 0)03 se gniiiimiiin^^^^^^^^^ llEQBlillllllliiilM^^^^^^^^^ malos poetassiguenobsauivniana que ei j a sd- ^HS m tinados en sitiar una lorbía que los versos eran tnleza que para ellos semuy bellos. Venía únicará inexpugable, y cuanmente á confirmar su do se declaran vencidos, juicio; si el mío hubiera nada espera ya á su vida sido adverso, lo hubiera frustrada. "Perdni ablcdespreciado. Todos los mente se considerarán versos son excelentes postergados y, como los para su autor; porque él deformes orgánicos, tenno ve lo que ha escrito drán .siempre coníra la sobre las cuartillas, sino sociedad un pretexto de lo que quiso escribir, y rencor y venganza que eso no cabe duda que es no se extinguirá en ellos profunda y tiernamente sino con la muerte. Tenpoético. go para mí que todos los críticos acres y rencoroTodos hemos hecho sos no son sino vates versos muy malos, y los fracasados. liemos querido con toda el alma, como se quiere Pero yo sigo mirando á los hijos deformes. los versos malos con Cuando han pasado mucierto respeto supersticlios años y los hemos cioso. En ellos liayalgo encontrado en el fondo que no acertó á exprede algún cajón de un viesar el autor, pero que lajo mueble, hemos sentitió en el fondo de su do en nuestro rostro el espíritu. Son un eingma fuego de! rubor. ¿Cómo para todos, y son, adeno vimos antes nuestra más, el desencanto, lo torpeza, nuestro desmamás trágico de la vida. ñamiento, nuestro alejaFué la desesperación miento de la verdadera de no poder ser consapoesía? Y hemos ruto grado artista lo que hizo ios versos, pero sintientan malo á Nerón,y ella do un desgarramiento fué, sin duda, laque hizo en nuestras entrañas. tan bueno ú San Juan Campüamor, el divino de la Cruz; porque las y el menosnreciado üor caídas desde la idealiIOS pedantes del piíuládad, ó malan al alma ó reo /¡nevo, quemó en una la redimen. En este sendülora la correspondentido es ini bien que tocia amorosa de su juvendos los hombres hagan tud, y, con lágrimas en versos, aunque uno sólo las ojos, dijo íil ver sus por generación acierte cenizas c/iw /iiiino ¿as á ser poeta. El dolor ¿florias de la vida son. del pecado les quitará á Al quemar los versos de todos la máscara y se la adolescencia parece nos mostrarán tales coresonar en n o s o t r o s , mo son: á tmos los verecondenando la vanidad mos malvados y á otros de la gloria, la voz seredimidos por el dolor y vera del Eclesiastés. la ternura. En liltimo extremo, vale más hacer Unos versos malos... versos malos que no ha¡con qué angustiosa decerlos. Siempre se halectación paradójica los \ brá puesto en ejercicio e s c r i b i m o s ! iCon qué í una cualidad noble. No amor paternal fuimos I de otro modo los puelimando, una por una, i blos priiiiitivoá reverensus asperezas, cincelanI ciaron la belleza en ídodo sus frases, dando relos deformes. No sabían lieve ú sus imágenes y plasmarla en materia, modulación ú sus gritos pero la veneraban en esde dolor ó de pasión frepíritu. El hecho de biisnética! Y luego los ver; car la belleza es ya para sos eran malos. Los leípueblos é individuos un mos á los amigos y adiviexcelso m e r e c i m i e n t o namos en sus semblanLa benisima señorita Gloria de Urgoitl, hija de nuestro querido amigo D. Nicolás Maria, y el joven que jamás queda sin redoctor en Medicina D. José Madinaveitia y Tabuyo, despuSs de la ceremonia de su enlace, verificado tes una displicencia que ' compensa. con gran solemnidad y ante numerüsa y .selecta coiicurrcn^iia, en Ja iglesia parroquial de la Concepnuestro orgullo atribuyó ción, el (lia 16 del actual I'OT. CAMI'ÚA á necia incomprensión. Tal vez los enviamos á BODA ARISTOCRÁTICA i ^/^/^/^/^/^/^/^/$/^/&/i¡/^/^'% ©/ly^/S'^^Wis/a'it^Wé/a/^^-s/i!/^/^.'®/®/®/^/®/^'^ 8/^/®/®/®,%^/®/®/^ •e/©/a/®/s/a.^-s/s>^/í/^/®/®/®/&-s/a/®,%^5/i.flg/®/®^^ ANTONIO a ZOZAYA '^'^/^/^'^•^^/^'^/^is^w^/^ LA ESFERA * * LA KXPOSICION :: :: N A C I O N A l v :: :: •Sí- * EL PAISAJE ^ •«• •«• •íí- E * • » * NTiíE el cuadro Aragón, de Domingo Marqués, pintado iiace más de cuarenta anos, y las notas alucinadas, delicuescentes de José Frau, entonadas con la externidad cromática de la paleta de Joaqm'n Mir, pudo liallarse algo semejante á la evolución del paisaje en España. Pero no se lialia con el sentido gradual que parecía lógico, sino á saltos bruscos y pasando violentamente á la exaltación—sincera ó no—de última hora, que hace pensar en una falsificación de la Naturaleza por un grupo de pirotécnicos donde escasean los háhiles. Va hemos diclio anteriormente que en esta Exposición, tan desdichada por su mediocridad y retraso, había demasiados paisajes, y que sentimos dentro del palacete una extraña claustrofobia con la ansiedad de los árboles, las flores y el cielo dejados en la puerta, como deja su libertad el hombre á quien encarcelan. Y sin embargo, el paisaje es tal vez lo más interesante de este menguado certamen anacrónico. El número de obras abruma; los descensos de aquellas firmas admiradas siempre como las de Mir y Rusirtol, ó cotizadas ayer como las de Meifrén, desaniman, y—no obstante—todavía quedan bastantes cuadros para el desquite vismil y el emocional deleite. Olvidemos, pues, esa equivocación total, absoluta, de Santiago Rusiñol, enviando el cuadro peor que ha pintado en su vida; prescindamos de esos tres cuadros de Meifrén que descubren la trama de sus anteriores efectismos y (comentado ya el arte íntimo, confidencial, de Regoyos y el momentáneo cansancio —adormecido en la repetición de una fórmula—que acusan los tres paisajes de Mir), para glosar aquellos aisla- •«• * * j^v'i*! •fí9 JfUmj^^^^E'^M^^^^E^^ i'si oj IdZ^l 1 íw * * $ Mi '"W^ Ifeuo iJI Hp^^Bfe' '•• '"^ •íí -tí• > 4f: * * •«• 4 •«• •«• •«• * •«• "Riera", cuadro original de D. Piiig Perucho •«• • tenuidad y largura que dicen la noche en el interlor.silencioso del mismo pueblo. También Lloréns nos cansa el grato optimismo de los encuentros que no defraudan. Francisco Lloréns, señala en la pintura del paisaje de nuestra época el realismo orientado á la decoración, sin que pierda ninguna de las cualidades expresivos la Naturaleza, pero orquestándola con una doble grandeza rítmica y colorista. Una campiña gallega que titula Remanso. Una marina que titula Basliagiieiro, y en ambas esa experta armonía y ese panteísmo claro con que Lloréns va mirando á Galicia para hacerla amable á sus contemporáneos. Remanso tiene la calidad y el empaque de un tapiz al que no hizo enfático el teína ni en el cual se desecaran los jugos naturales, como parecen siempre árboles, aguas, imbes y céspedes en los tapices. l^Io. El color en Lloréns conserva siempre una jugosidad fresca, una gracia cantarína. En Bastiagueiro, esas cualidades se desvian para dejar que adelante la otra, no menos bien lograda, de la línea. Ondulante de las olas, tranquila de In costa y en el conjunto aquella firmeza con apariencia de blandura ligada, por fortuna, al arte de Francisco Lloréns. * * "'Deshielo", cuadro original de Juan Espina Cristóbal Ruíz es como un monje que se retirase á *•«• I * t •«• * •íí•«• •íí•íí•«• <í•íf- <^ •íf • •íí- •íí•tí- •íí- t •íí•íí•íí- ••• •»• •«• •íf- dos aciertos que, á nuestro juicio, merecen detenida atención y elogio. Domingo Marqués hace pensar en el prestigio, un poco seco, del paisismo del siglo xix. La Naturaleza vista con la honradez de un técnico que no se escucha el corazón, sino que atiende exclusivamente á la entonación clásica del cuadro. Son tierras, plantas, montes, troncos, nubes, todo lo que Aras^ún muestra. Se comprende, como el cumplimiento de un deber, esa veracidad. Pero nos deja indiferentes luego, como un cambio de palabras corteses y triviales con un simple conocido; no con esa inquietud, con ese desvelo de todas las facultades sensoriales y sensuales que produce el diálogo con el amigo dilecto, el largo éxtasis solitario en el lugar donde nuestro espíritu se moldea, 1^.*'°,"/'^^"'^'^ temblorosa, apasionada, á una mujer. Nicolás Raurich es el incólume y el siempre destacado El insatisfecho también, á pesar de que podía estarlo tanto cuanto sus cuadros no dejan nunca de ser lo que él se propuso que fueran. Todavía hay quien evoca nostálgico sus Pantanos de Nemi. Y podrmn_ recordarse si no hubieran surgido en él las urentes visiones mediterráneas, esas tierras que parecen sacudidas por una jocundidad fecundadora y donde todo llene una calidad míe caldea los^ijos y el alma Una de esas visiones. Terruños, tiene en la Exposición. Y en noble contraste Noctaniljular, la serena calma del pueblo á la luz de la luna. Y es laudable por lógico el cambio de procedimiento entre esa cálida y vigorosa interpretación de San Polde Mar á todo sol, y la otra suave, desmayada, con frías pinceladas dé * # •«• * •íí•íí•íí•íí•íf •íí•íí«• «• a-íí•íí- •«• •íf •ít- •íí•íí•fí- t •íí•ífr •íf•íf li«iSÍL!¿!l'-^l -tí- "Sol en las cimas", cuadro de Juan Ángel Gómjz Alarcón •íí- LA ESFERA t * •ií- •ü* •«• •»• •i)- "Alquería valenciana", cuadro de Vicente Mutet •Jí- s * •» •íT * •» •» •» la vida contemplativa después de largos aíios de ser un labrador. Da esa sensación aniplia, totalizadora del paisaje á grandes extensiones y EÍ simples maneras esquemáticas. Un riístico que conoce la tierra con aquella profundidad geologizante que pedía Ruskin á los paisajistas; pero también un seráfico contemplador de ella muchas lloras, en esa inacción que acucia la sensibilidad con que los marinos interrogan el horizonte movible ó dejan á sus miradas que vuelen como unas gaviotas sobre las olas. Cristóbal Ruiz no pinta el paisaje: le sugiere. Las geíites suelen pasar por delante de sus cuadros sin verlos. Pero así pasan las gentes por muclias cosas que no halagan los sentidos ni adulan la pereza mental. Cristóbal Ruiz lo sabe y sonríe. Sonríe en él mismo y en sus cuadros, tan audaces de timidez, tan abiertos á la pureza de los primititivos, pero con un concepto opuesto, porque en su arte, donde todo parece estar ungido por la inocencia y el arrobo natividai, Cristóbal Ruiz no es un minucioso y obstinado detallis- "Paisaje aragonés", cuadro original de Francisco Domingo ta, sino un aspirador de espacios, como esos cbiquiliüs desnudos que abren los brazos para coger el sol y sólo ellos saben que pueden asirle... Ricardo Verdugo Landi quiso este año resumir su credo y su verbo. Así, después de tantos años de afrontar el mar, le concreta en un trozo de oleaje donde acuden todas las nostalgias de las costas invisibles y donde se agita todo el presagio de los abismos acechantes. Suele incurrirse en un pecado de demasiada confianza con estos artistas que, cual Ricardo Verdugo Landi, no abdican jamás de una preferencia única, donde ponen la mirada fiel y abnegada mientras viven. Nos acostumbramos á ver los cuadros de estos artistas entregados á un tema determinado, y el espíritu se asorda para distinguir la polifonía diversa de ese tema á cada nueva interpretación. Pero de pronto nos damos cuenta que somos nosotros los detenidos y el artista quien avanza. Así, la Marina de Verdugo Landi detiene por su revelación noble y perseguida largos años de silencio fecundo. El pintor de! mar da del mar la fisononn'a cambiante y ios rotos arabescos que parecen estar macizados y se disuelven como el agua misma verduzca, flecada de espumas. Y comprendemos que este momento del artista significa algo culminante donde han colaborado lá sinceridad, la maestría y la perseverancia. Ivo Pascual y Puig Perucho, se deciden al fin á pasar de las E.-íposiciones barceloniuas á los certámenes nacionales. ¿Ganan? ¿Pierden? Al hacer esta pregunta no tengo en cuenta las medallas ni las críticas incomprensivas de ciertos señores. Las dos cosas están al margen del arte. No sign.fican lo más mínimo. Es otro orden de ventajas ó inconvenientes al que me refiero, y que influirán en la decisiva actitud de estos dos paisajistas catalanes. Puig Perucho es un realista mesurado, normal, que pondera la emoción de sus obras sin dejar en plena libertad á la sensibilidad que indudablemente posee. Yo le desearía menos co- t t •«• •«• •«• S •íf •* •íí- t •«• t •íí•íf •«• •íc •»• t •íí•íí- •'- •:=-^^r'''--'!^^i^rmj6^>i'ií»fiBui^ •»• * S <^ * •«• "Tierras de iabor", cuadro de Cristóbal Ruiz •»• if*4r^í4r**********4í*4-***!lí4:*********^******'4^****4^***** 'Sol de mañana", cua^Iro de T. Pérez Rublo LA ESFERA * * •ft- I •«• -»• •:í- •«• •íí- 'T.erra franciscana", cuadro de José Nogut medido, menos coiTecto, con una de esas líricas escapadas que hacen tan simpático á un paisajista invadido de la alejíria que produce el campo en quien lo sabe amar. I^ero, aun eqiiilibríido, aun sometido á un criterio de distinción y sobriedad, Puiíf Perucho coiisigutí el acento veraz de la Naturaleza. Sobre todo en Riera. Ivo Pascual, por el contrario, es uu alma que vibra con la luz y con lus árboles. Desde hace mucho tiempo yo le sigo á través de las Exposiciones y revistas catalanas. Tuvo al principio reminiscencias d e Corot; después, surgió su personal visión clara, entusiasta, fácil, de una cordialidad contagiosa, de una atrayente juvenilia que será ¡uvenil más allá de la madurez. Por esto, al verle ahora entre tanto cuadro bituminoso por dentro ó por fuera, he sentido el regocijo de su visita. 'Remanso", cuadro üc Francisco Lloréns En la sala de los paisajistas modernos, según entiende la modernidad el Jurado de este año, está el fogoso lirismo de José Frau, la serenidad radiante de Pérez líubio, el esfuerzo t e n s o de Gómez Alarcün, la escapada romántica liacia un nuevo concepto — [leterodoxo p a r a su muuozdegrainismo — de M a r t í n e z Vázquez. Aurelio García Lesmes ha expuesto un buen cuadro: La carretera de Zamarramala, concebido en una clásica grandeza y resuelto con esa fuerza, un poco áspera, de su estilo peculiar; Medina Díaz presenta dos notas muy interesantes, sobre todo Amanecer — delicadísima y con una finura de matices extraordinarias—, é iLiual Ruiz un paisaje pleno de promesas, donde ya comienza á granar una realidad firme. 'La ioya de Guisando", cuadro de Eduirdo Martínez Vázquez * •«• I * SILVIO LAGO •»• * * 'Carretera de Zamarrama'a", cuadro de Aurelio García Lesmes "El viaducto de la calle de Segovia", cuadro de Rafa;! Forns I t LA ESFERA ^ 4 Aik A )k ik A; A A J!/A >!< A >!í * jíí )!í A * * * >!í A iW i!í A A-* >íí i!í A *)!í A i!í ¿í A » O ]VI 13 Fi . ^ » ... I •a •a •n -A f »- e- •H leif e- •« ÍS- ttfí- isíf te R-rMi-n Es de iioclie...; estoy solo...; débil lámpara alumbra mi aposento, pero sé que me cercan las tinieblas de un espacio sin término... Poco á poco de mí va apoderándose el temor de! misterio, y el rumor de mis pasos me parece que puede despertar á los espectros... Al detenerme, be visto mi sombra deslizarse en el espejo... Brotó en la tersa lámina del luminoso fondo, como un negro faíitasma, en cuyos ojos, que me penetran como dos aceros, hay un algo inquietante.,. ¡relámpago sombrío, que da miedo!... ¿Quién evocó esa imagen de la noclie? Esa sombra, ¿soy yo, ó es un espectro?... Dime, extraño fantasma, dime; ¿eres tú la imagen de mi cuerpo? A'f^fÍ^^'f-mff^^^'^^^'f^''('^^>mW^^ff?if.ff,,f,f!fi^^^^^^^ ¿Eres mi cuerpo mismo y yo el alma, que ve desde muy lejos?... ¿Por qué raro fenómeno los dos así nos vemos, como recién llegados de dos mundos diversos?... Yo no sé en qué consiste; perosiempre que veo surgir á mi faíitasma del fondo luminoso del espejo, hay un algo inquietante en su mirada que me deja perplejo... Fs de noche...; estoy solo...; débil lámpara alumbra mí aposento... RAMÓN m GODOY Y SOLA DIBUJO DE ECHEA » • í« lilileiílíif- t A ESFERA LOS OJOS y POESÍA C ON las poesías que se lian escrito en nuestro parnaso para elogiar la hermosura de linos ojos negros, azules ó verdes, se podría formar un volumen que fuese en grado sumo interesante. Ya luibo alguien que hizo esto con las composiciones dedicadas á la reina ele las flores, ti la rosa, formando un cancionero. Pero, ciertamente, habia de ser más curioso reunir las estrofas donde los poetas cristalizaron el sentimiento que en ellos produjo la mirada de unos ojos de mujer. Tarea sería ésta, si algo fatigosa, entretenida más qne otra clase de investigación literaria. En la preciosa floración lírica de nuestro siglo de oro, luce su delicadeza la fragancia exquisita del mejor madrigal que tenemos en España: el madrigal de los ojos claros, de Gutierre de Cetina, ignoro quién fuese la dama qne inspiró al soldado-poeta su bella composición. Fuese quien fuese, bien [nerecía el poeta, por su madrigal, que aquellos ojos, claros, serenos, más bel/os cuanto más piadosos, no le mirasen con ira, y sí dulces y agradecidos. Y si los ojos seguíanse mostrando airados, aún podían, en un rasgo de piedad, conceder al poeta lo que pide tan Innnildeniente en el último verso: Vaqueas! me miráis, miradme o/menos. Si hoy es celebrada como se merece la poesía, y sus versos anidan en boca de todos, creo yo qne tampoco debemos olvidarnos de la nuijerquecon tan bellos ojos inspiró tan bello madrigal, labrando así la inmortalidad de un poeta. Buscando entre las colecciones de poesías del siglo xvni, acaso llegaríamos á dar con algún madrigal dedicado á los ojos de una de las Filis, Cloris ó Dorilas que entonces cautivaban á los poetas. Mas para encontrar algo notable hemos de llegar al siglo xix. Las imaginaciones calenturientas de los genuinamente románticos, como Zorrilla y Espronceda, eran más á propósito para concebir leyendas misteriosas ó poesías excépticas y pesinnstas que para sentir la dulzura de un madrigal. Sin embargo, en sus obras se encuentran con frecuencia versos dedicados á unos ojos. ¿Quién no recuerda, por ejemplo, en Espronceda, los ojos de Elvira, «lángijídos y liermiisos, donde ucasn el amor brilló entre el velo del pudor que los cubre cnndorosos», Ó los de Teresa, que robaron á los cielos su azul? Y en Zorrilla tenemos, sin ir más lejos, las radiantes pupilas ÚG D." Inés, que convidan á Don Juan á beber las dos líquidas perlas que de ellas se desprenden. Y en la más popular de las Orientales se halla esta redondilla: ... Porque tus ojos son bellos, porque lii luz de la aurora sube al OrieiUe desde ellos, y el muudo su luuibre dora. • Entre otros poetas del siglo, dedicaron versos á unos ojos femeninos: Campoamor, en una de las poesías de su juventud A unos ojos; Selgas (Tas OJOS); Valera, una de las veces que sintió flDame tu amor... ó me muero!» Y aunque apagarlo sinuilcn, siempre el amor salta dentro; y ojos que miran amando, miran siempre convenciendo, V ttidos sus colmes, por la expresión iguales, reflejan los amores; sin que distinfías en sus crislalcs á los leales de los traidores, De nuestros poetas contemporáneos, casi puede decirse que ninguno ha dejado de rendir tributo en unos versos á la belleza de los ojos femeninos. No hay por qué citar nombres de todos conocidos. Y entre las obras de los poetas provincianos es inevitable el que no haya una composición titulada A tas ojos, donde se llame á éstos ardientes, soñadores y otros epítetos igualmente manoseados; eso si no sale alguno de esos obscuros rimadores llamando á los ojos de su amada «revolucionarios como Massaniello», cosa que ya ha ocurrido. Y, finalmente, ¿cómo olvidarnos, por la popularidad que ha adquirido, de la célebre seré\ nata de Molinos de viento? Aún se escucha, en \ labios de alguna i'jistre fregona, el conocido \ cantable; \ \ \ ^ Mis ojos al ver cegaron con sus no veo, iTias si te á los o)os, veo el los tuyos reflejos; miro cielo, Josi'i MONTERO ALONSO la tentación del verso (Al mirar tus ojos), y Bécquer en varias de sus rimas. El poeta sevillano debía de sentir predilección por/os OJOS verdes, porque asi tituló una de sus primorosas leyendas, confesando él mismo í'que tenía ganas de escribir cualquier cosa con este título^. Además, conocida es la defensa que de los ojos del color de la esperanza hace en una de sus rimas. Un poeta hoy olvidado, Eulogio Florentino Sauz, compuso una bella poesía sobre el color de los ojos: ... Corazón que en tiernos años, por unos ojos te pierdes; para enteuder sus amnilos, 110 mires si son castaños, negros, azules ó verdes. Que en todos Jos colores, por la expresión ifíuales, reflejítn los amores; sin que distiusas en sus cristales á los leales de los traidoresOjos que miran amando, siempre minin conveuciendo; y aunque apagarlo siuiiilen. siempre el amor salta dentro. Y no son los matices, ni los colores, lo que á los ojos hace tan bellos; sino el rayo de amores que brilla en ellos, T¡Dame tu amor... ó me matol», dicen unos ojos negros; y dicen unos azules; DIBUJOS DE OCIIOA LA ESFERA I V U E S T ^ R A S A ' I S I T A S ANTONIO FERNÁNDEZ BORDAS A claridad perlina del atardecer turbio y opaco, que penetra por el gran balcón del despacho, entona muy bien con la elegante bata que luce la bella dama de cabellos áureos y distinciones supremas, esposa del gran artista. Está sentada en una enorme butaca; entre sus manos largas, de dedos agudos y uñas brillantes, sostiene un libro de Clarín—5« lí/iico hijo—. Algunas veces se detiene en la lectuia, alza la vista del libro, y con sus grandes ojos negros acaricia inmensamente al marido. Otras interviene en nuestro diálogo para aromarlo con un recuerdo sentimental. He destacado la figura gentil, quebradiza é interesantísima de esta dama, porque indudablemente ella lia sido la musa del artista, el estímulo de su vida, la suprema razón de sus ambiciones de gloria. Sin ella, Fernández Bordas sería á estas horas un abogadillo; lo más un diputadete á Cortes. El me lo decía con naturalidad. —Yo le debo todo lo que soy á mi nuijer... Ella, insensiblemente, espoleó mi amor propio. —¿Y eso?—inquirí yo. —Mire usted: á mí no me gustaba el violín...; me entristecía demasiado. Mis nervios no aveníanse al lento resbalar del arco... ni al gemir de sus notas. Entonces lo abandoné y me hice bachiller y abogado. Entré de pasante en el bufete de Silvela. Aquella tarea de estudiar pleitos, me encantaba... y, ya dentro del bufete, comencé á destacarme. D. Francisco quería hacerme diputado. Pero, en esto, entré en relaciones con mí mujer, que tiene una cabecita un poco soñadora. Mi emplazamiento social no acababa de satisfacerla... María, la esposa, intervino dulcemente, hablando con una pereza de chicuela mimada: ^ N o , Antonio, recuerda: yo estaba enamorada de ti, pero al mismo tiempo no quería que continuases en el montón de los hombres anónimos que pasan por la vida sin dejar rastro. El artista volvió á coger la palabra. —Sí, eso en resumen: que ella soñaba casarse con un hombre que descollara, y como el hombre propone y la mujer dispone..., yo, por obra y gracia de .María, me hice artista... — ¿Y lo sie:;tes?-le preguntó ella con mimo. —¡Qué he de sentirlo, mujer!... Al contrario: lo que deploro es no haberme dedicado desde pequeño al violín... Estábamos en el despacho severo y elegante. En el fondo se veía el gabinete, el salón de muebles dorados, y á nuestra espalda el comedor... Todo suntuoso v que denotaba el eusto extraordinario de los dueños L tl9iH^Hi "-. i 1 J B 1 /'»/ Í| % Fernández Bordas, con su esposa, haciendo música \ ' k. - 6 9 >• f^ t í _ i . »\ > í y. \ f: |.^ y 1 ANTONIO FERNANDEZ BOIIDAS El célebre violinista es un hombre joven, más bien bajo, de tez morena, ojos negros y abimdante barba gris. Su cabeza, más que de artista, parece de político. Lo más interesante de su rostro es la expreiiún serena y afable que transparenta su espíritu nobilísimo y bondadoso. Habla con una distinguida timidez de hombre modesto que hace muy simpática su charla. —Créame usted—me decía sinceramente—, Al público no le interesa mi vida, ni mis emociones, ni lo que yo pueda decir y pensar. —Eso no—protesté yo—. Hoy día su figura en el arte es interesantísima. Además, sus opiniones sobre música tienen un valor innegable. —No lo crea usted—insistió él con marcado desaliento-. Yo me pongo á su disposición porque para mí es un honor que se ocupe usted de nu'; pero aquí la música está relegada á un lugar secundario, principalmente por el Estado. Al Estado no le preocupa la música ni un pitoche. —No obstante—interrumpí yo—, el público español ama á la música. —Sí, señor; á eso voy. De poco tiempo á esta parte, las Sociedades filarmónicas han hecho una labor cultural enorme, han difundido la afición á la buena música, y gracias á este gran esfuerzo, hemos podido admirar una porción de artistas. Pero contrastando con este esfuerzo esiá la mortal indiferencia oficial. Medirá usted que el Estado paga el Conservatorio. Asi es; pero, desgraciadamente, á esto se concreta su tutela. Un músico cursa sus estudios en el Conservatorio, y después, ¿qué?... Si no tiene suerte ante la realidad de la vida para ganar unas pesetas que resuelvan su situación, tiene que incorporarse á un café ó á la primer orquesta de mala muerte que lo acoge. Ya ese artista difícilmente conseguirá descollar. —¿Y qué ha de hacer el Estado?... —Reglamentar sus estudios y que se conviertan de una cosa honorífica en una carrera... Al ingeniero, al militar y hasta al abogado, los coloca el Estado. —íCómo que los coloca?... - T i e n e miles de plazas para los que estudian estas carreras; en cambio, al músico lo deja volar solo como á un pajaríllo..., y muchos consiguen remontarse, pero la generalidad caen y son devorados por la vida... Calló un momento; le ofrecí un cigarro. Se excusó: —perdone; no fumo. Mi único vicio es mi hogar. —¿Por qué y cómo se hizo usted músico? —Mi abuelo paterno fué el que inclinó á mi madre d que yo estudiara el violín. Yo me resistía; no tein'a afición; ya le he dicho á usted antes que mis nervios no rimaban bien con el arco. Esto era en Pontevedra. LA ESFERA —¿De donde usted es? —No. Yo nací en Orense, pero por casualidad. Pues bien; por no contrariar á mi madre, estudiaba violín. 6 B €> B B B B B B B B B B g —r.Con proveclio? —Sí, con mucho provecho; era tal la disposición que tenía, que sin preocuparme gran cosa de los estudios, en fuerza de facilidad, resultaba un caso extraordinario que á mí mismo me sorprendía. A los nueve años vine a Madrid á estudiar con Monasterio, y á los doce, en unos exámenes á ios cuales asistió el gran Sarasate como jurado, obtuve el primer premio. Al llefíor á este pimto abandoné por completo la música y me dediqué á los estudios universitarios. Pero en esto, ya con mi bufete y casi mi clientela, se muere Monasterio, y estimulado por María concurro á solicitar su cátedra del Conservatorio, y me la dieron. Entonces dejé todo y me consagré á dar conciertos, y ya llevo ganándome la vida con el violín diez y seis años. —¿Y cuánto habrá usted ganado en todo ese tiempo? —Alrededor de un millón de pesetas..., el mismo que me he gastado... —Pues usted tiene fortuna. —Yo heredé capital de mis padres, y ese es el que prevalece; lo que gano lo gasto; no quiero privar á nii familia de ningún capricho... María intervino, risueña: —Y los míos son muy caros,,, ¿verdad, Antonio? El esposo sonrió afablemente. —¿Le gusta á usted enseñar, maestro? —Si, señor, mucho; enseñar es crear. Desde que se fundaron, todos los premios Sarasate se los llevan alinnnos míos. —¿Toca usted otro instrumento? —El piano un poquito. —¿Cuál es el día más feliz que tuvo iisted en su vida?... — Cuando en el Príncipe Alfonso, ya derruido, salí por primera vez al público y obtuve un éxito tremendo. Dura aquello un momento más y pierdo la razón, de alegría, —¿Es usted muy nervioso? —Unos nervios especiales. Se me sueltan dos días antes de tocar en público y me martirizan tremendamente. Y si no toco más es porque paso demasiado mal rato; un núedo espantoso. —Pues el espectador no se lo nota á usted. Tiene usted la fama de tranquilo y dueño de sí. —Por eso le decía á usted que mis nervios son especiales... No salen á flor de piel, pero dentro están haciendo el destrozo. —Cuando está usted tocando, ¿se da usted cuenta de lo que le rodea? —Me doy cuenta de todo; percibo el menor ruido, pero estoy poseído de un miedo terrible... ¡terrible!... —¿Ante qué público obtuvo usted su mayor éxito? Meditó un momento... Y... —No sé... Tal vez una tarde en Oviedo, que me sacaron en hombros. Me dirigí á su esposa: —Usted, María, ¿asiste á los conciertos de su marido? —¿En público? -Sí... —¡Oh, no!—rechazó con horror—. Jamás... No podría resistirlo... La inquietud me haría añicos el corazón, —Y dígame usted, gran artista, ¿recuerda usted el instante más angustioso de su vida? — ¡Ya lo creo! Un rato espantoso.,. Fué en no sé qué concierto; de pronto me abandonó la memoria y no sabía salirme de un compás quejumbroso, que repelía y repetía sin cesar, cada vez más doloridamente... Era como una pesadilla. Ya la frente se me perlaba de sudor frío y las piernas me [laqueaban. Ya no era yo el que llevaba el violín, sino el violín el que dominaba mis manos y se aferraba en aquel compás angustioso. Por fin, no sé cómo, salí de él... ¡No quiero acordarme de aquello!... —¿Y el público lo notó? —No, al contrario; como yo transmitía mi aflicción en la queja del violín, emocioné más al público y tuve un gran éxito. —De su familia, ¿á quién quiere usted más? Terció, rápida, la voz dulce de la rubia y angelical compañera: —No vayas á decir que á los chicos, Antonio. El rió, satisfecho, y, con indecisión, murmuró: - P e r o . . . mujer... Esto es un compromiso. Porque yo le adoro á ti y á los chicos, - P e r o primero á mi. ¡Que conste! —¿Usted—pregunté yo—quiere más á su esposo que á sus hijos? —¡Ya lo creo!—afirmó rotundamente. — Ponga usted que los quiero igual. —¡Nü!^No! —Lo que ustedes quieran. Yo procuraré satisfacer á los dos. Y la composición, ¿no le gusta á usted? ¿No ha escrito usted nada? —He hecho tres ó cuatro cosas que me resul- taron muy mal, las rompí, y no he vuelto á escribir. No poseo el don de la originalidad. —¿Cuál es su músico compositor preferido? —Los grandes clásicos. —¿Y de los españoles contemporáneos? —¡Ah! Eso no lo puedo decir. Si diera un nombre tendría muchos disgustos. Hizo im silencio y, llevado por el curso de sus ideas, como si pensase en voz alta, continuó; —En España estamos ahora en un momento de arte musical muy interesante. La escuela nacionalista va abriéndose paso y trlimfando. Hay músicos, Falla, Vives, Conrado del Campo, Gurina y otros, que son realidades... —¿Cuál es su obra preferida para interpretarla con el violín? —El Concierto de Beethoven. —¿Recuerda usted alguna anécdota interesante? —Muchas... Hace tres años estábamos nosotros en im balneario... Todas las tardes, á la hora del te, se situaba en la puerta del jardín un infeliz ciego que con un violín cascado nos daba unas murgas tremendas. Apenas sacaba unos céntimos. Tal lástima medió un día, que en vez de tomar te me decidí á reemplazarle. Cogí su violín y su platillo, me dejé caer sobre el muro y di un concierto. Al cuarto de hora le habíamos recaudado al ciego cerca de mil pesetas. El infeliz se hacía cruces; creía que yo había sido un enviado de Dios... —¿Usted toca siempre con el mismo violín? —Sí, siempre; se le llega á querer extraordinariamente. Es tan de uno, lo ha tenido uno tantas veces en instantes de emoción junto al corazón, que se nos figura algo material de nuestro cuerpo. Este lo tengo hace veinte años y no lo cambiaría por nada del mundo. —Le parecerá á usted que suena mejor que ninguno. —No. El sonido del violín es una cosa personal. Creo que la distinción mía es la calidad de sus sonidos. Eso dicen, por lo menos. Yo á cualquier violin, por muy malo que sea, le hago sonar de tma forma pastosa, dulce y expresiva. —Me han dicho que este año va usted á las fiestas de San Fermín en sustitución de Sarasate, —En efecto; extraoflcialmente, esas son las noticias que tengo. —¿Cuál es el rasgo más acentuado de su carácter? —La voluntad. EL CABALLERO AUDAZ Fernández Bordas, con su esposa y su hijo mayor FOTS, CAMPÚA a a 9 a aa e 9 a & aa a 9 9 9 g LA ESFERA SRTA. ANITA DE ICAZA tíii el mundo eleyaiite es prnverbiül la belleza de la mayor de Ins liijas del ilustre escritor D. Francisco A. de Ica/.a. Desde aliora, será preciso pluralizar la ponderacióu y duplicar los Ralaiitcbi-cinRios, porque olra hija del prestigioso erudito acaba de Iiacer su presentación en la alta societlad. Nuestra fotografia reproduce la figura gentilísima de la señoritu Auita de Icaza. cuya fina belleza-aristocrutica tiene el encanto sutil y elegante de mi maravilloso estilizado rctratf) de líeyiiolds. Como su liermana, Ariita de Icaza será ornato yorgailo de nuestros salones, y con ella compartirá esa misión decandad que es el más noble blasón de niiestía'arislocracia. FOT- líAULAK LA ESFERA ESPAÑA ARTÍSTICA Y MONUMENTAL VALIOSA ESCALERA DE LA UNIVERSIDAD- DE Fot Hielscher SALAMANCA PANORAMAS LA ESFERA AFRICANOS En pleno mar de arena LA ESFERA Esqueleto de un camello en el Desierto Oasis de Kezer EL DESIERTO C OMO en los tiempos anteriores al Islam, antes del soberbio florecimiento de la raza de Ismail, viven actualmente las tribus árabes en tas vastas y doradas soledades del Desierto. Dos grandes y poderosas tribus dominan los desiertos de Arabia; los Anesé y los A/l el Cbemal y Arob el Kebli, Los Anezé llegan á extenderse hasta el Eufrates, junto al Irak Arabi, cerca de Bagdad, aunque su residencia ordinaria es en el Hauran. Esta tribu ha sido siempre la mediadora con el Bachá de Damasco y los protectores de las caravanas de peregrinos que van á la ciudad santa de la Meca. Los AJ¿ el C/iemal son famosos ea todo ei Desierto, por la pureza con que conservan á través de los siglos la perfecta y elegantísima raza de sus caballos. En Siria existen tres razas caballares: ta rara y genuina árabe, lá turcomana y la kurda, que es un producto de los cruzamientos de las dos primeras. Los ,4y7t'/C/(í?/«a/cuentan con cinco tipos nobles, que, según sus historiales, descienden de las cinco yeguas predilectas del Profeta, y que luego se subdivideii en diversas ramificaciones. Cuando nace en esta tribu un potro de verdadera sangre noble, existe la tradicional costumbre ele reunir como testigos á los más venerables ancianos, se extiende un escrito en que se especifican las seilales características del animal y se traza su genealogía en un trozo de cuero bien curtido, que se guarda en una bolsa de tela púrpura y se suspende de su cuello. Las fórmulas genealógicas son siempre las mismas. «Dios. Enocli. En el nombre de Dios misericordioso, Señor de todo lo creado: que la pa^ y tas oraciones sean con nuestro señor Mujamma^y con los suyos, y con sus adictos; que la paz sea con los que lean este escrito y compren^' ^ii su sentido- Este documento se refiere al potro llamado Obeian, de la pura, verdadera y noble raza de Sakianí, negro, con una estrella blanca en la frente; su piel es brillante y suave, y se asemeja á los caballos de que dijo el Profeta: «Una noble y valerosa raza caballar constituye una hermosa riqueza.« Este potro Suklaní ha sido comprado por Kosrein, hijo de Emeit, árabe anezé. El padre del potro es el magnifico caballo Meryan, de la raza de K( "Jlan, y su madre la muy célebre yegua Sakhia, e.xquisita perla de su raza. Conforme á lo que hemos visto, juramos por nuestra esperanza de felicidad y por nuestros ceñidore.'^, ¡olí, jeques sabios!, que este potro es más bello y noble que sus padres. ¡Gracias sean dadas á Dios, Señor de todas las criaturas! Fué escrito el 1 de Safar, etc.» Una calle del oasis El-Farjan Las instituciones políticas de los árabes del Desierto, la misión de sus jeques y ancianos, se adaptan plenamente al espíritu tradicional de su vida libre, independiente y errante. El gran legislador Mujammad, que pudo Imponer sus leyes á todo el vasto Imperio musulmán, no tuvo idéntica fortuna con su extrailo' pueblo árabe. Las tribus se conformaron con algunos ritos religiosos y con la práctica de algunas ceremonias exteriores; pero todas sus untio;uas leyes fundamentales, que no estaban en contradicción abierta con la doctrina del Profeta, fueron conservadas pura é invariablementti. El Yemen y el Nedjid permanecen con la liíisma arquitectura espiritual que en los días anteislámicos, y nada lia evolucionado profundamente en et Desierto,, que sigue enigmático y resplandeciente como cuando cruzaba por sus arenas de oro y de fiebre el cortejo fabuloso de Belkis, la Reina de Saba. ISAAC MUÑOZ ÍSK^- Cannello dispuesto en el oasis para conducir una mujer LA ESFERA ESPAÑA ARTÍSTICA Y MONUMENTAL r u*ií H 1^ VISTA D E LA ARTÍSTICA FACHADA DEL FoL Hielschor SEMINARIO DE B A E Z A (JAÉN) LA ESFERA i DEL M A D R I D DE O T R O S T I E M P O S I n n n H n n H EN SAN ANTONIO DE LA FLORIDA H xuítmtoaniiummnnnaj^nHHaisímHEitmciiJ xíxxmmxmmmnuxxnmmiíaxtiannmxautinwi^^ • DIBUJO DE RICARDO MARÍN Hj3HjítuxmixmünnnnnmitíxmnHHHnniinn LA ESFERA Vuele la estrofa ligera y ría el ritmo que gira, cantando la Primavera sobre la lira. Y hagamos nuestros ensi:cños En las frondas del jardín de oro de seda y de tul, y ocultos entre rosales, robemos al bandolín bajo los cielos risueños de un bello azul. himnos triunfales Entre deleites ¡j amores y con rimas de cristal, pongamos sobre las (lores un madrigal. En los labios de la amada pongamos un beso ardiente (la caricia perfumada de adolescente.) Una fiesta de armonía vibre en nuestros corazones, y tenga la luz del día nuestras pasiones. l-labrá perfumes de rosas. y se hablaran los amantes muy tiernas y bellas cosas lodo anhelantes. /Encanto de Primavera! Volarán los madrií>ales de bella musa ligera ¡runas triunfalest Contemos la serenata que tiene un ritmo gentil bajo la luna de plata del mes de Abril. Y que tiemble en su sonrisa la caricia fervorosa, como tiembla entre la brisa la mariposa. Al suave claro de luna el alma dirá su canto y las ilusiones de una noche de encanto. Y mil guirnaldas de flores (¡divino y fresco tesorol) coronarán los amores de ensueños de oro. En tanto la serenata, poeta en ritmo gentil, rima la luna de piala del mes de Abril. Y arronca ú (u bandolín, oculto entre los rosales, en las frondas del jardín rimas triunfales. Juan CfíAVÁS Y DIUUJO Dli MtZQL'ITA ALMl:» MARTl i LA ESFERA EL PRÍNCIPE DE ASTURIAS, CABO DEL EJÉRCITO S. M. la Reina Doña Victoria con el Principe de Asturias y el Infante D. Jaime, después de serles impuestos al primero los galones de cabo FOT. CAMf'ÚA lies uc cauo uei reijinuenio UKI i\cy. nucaua luiuyi.iuu, UULCIIIUU [JOCUS insiaiiies aespucs lia: BCsunao do dicíioa octo», celobnido en la Casa de Cnmpu, muestra al Príncipe soldado le se reiiega la nonaa saiisiacción que la domina parn la Real familia, sino para la nación liispaiia. LA ESFERA CUENTOS DE "LA E5FERA" LA POBRE FATALIDAD Lo c o n o c i ó un día (le parada, en q u e la mui-hedumbre la había corladool])aso y ella no había tenido más remedio que aguardar á que tci-minase la visto.'-'a fiesta. Los vítores y alabanzas del Imcn pueblo so le dieron á conocer entre los niilitíircs q u e le rendían pleitesíii. Era, en vei'dad, un real 1 ¡po. Alto, esbelto, muy joven, con su cabeza y su bigote rubios, con sus ojos aziües de una exprefiión triste, con su boca contraída por una fonrí-Ta de circunHtr.ucias, la atrajo desde el primer momento; por í^i ello fuera poco, vestía un ricpiifimo unif(»nne de c a p i t á n general, lleno de oro ycondecoraciones,con plumas b l a n c a s en el casco brillante, y montaba un soberbio caballo negro que l)arría el suelo i. on las crines desuhirgacola. El rey oslaba próximo á casarse, y su esp o n t á n e a admiradora en\-idió la suerte de la princesa eslíclta y xnibia c o m o él, tino compartiría su trono. ¡Oh, la envidiaba, sin odiarla por Oío! üemaíicdo sabía c¡ue á uUa pobre í-in'ienta íae.-^labaprohibido aquel liombre Inasequil:)le; pero Uu la e.'^taba prohibido amarlo C'eslleDiablequIllEnl les flls qul nous remuentl BAUÜtLAlHli. E de LLA no ci-.i aquel país do nieve y fi-ío.sinodouna tierra donde el KoI abrasaba y en las caras relui-ííin pupiliiíi obsc'Xiras entre párpados 37:11latlos de fiebre. Jíahía ido basta allí por easualidad, navegando -sobro el oleajedesu propia oxistentia, lina üxistenciii bvimilde, anónima. lín Hu i>alri;i llenaba las fiiii(ionosdocriadi junioáuniíiReuiero extranjero qne vivía sin familia, ycuando su amo, cargado de vejez, se retiró al suelo nata!, para d o r m i r en la m i s m a tmnba que SUR progenitores doí-i^uéB de recorrer el m u n d o , so la l l e v ó consigo. Luego, muerto su antiguo señor á poco de llegar, vicndo^e sola cu una población e x t r a ña, cuya lengua apenas si entendía aún, salió adelante como pudo, asist ¡sudo por boras en lascases, ron el propósito inmediato de subvenir á lomas imprescindible; y pasó tienqio, mucho tiempo, .sin qne la ¡nfelia consiguiera nunca ahorrar para repatriarse. Ya no aspiraba á ello tampoco. Claro cjue se sentía vencida en su asendereada madurez, y pensaba que habría sitio mejor retornar con ios suyos, puesto que, al fin y al cabo, tem'a a l g u n o s parientes en el rincón aldeano d o n d e vio la \n-jL, aquella abrasadora luz mediterránea q\io no cegaría niás sus ojos; claro que á voces 1"tunelancolizaba la nostalgia de primaveras lujuriantes y de cielo.s azules; pero... Jín lo más recóutlilo del corazón retenía ini secreto inconcebible: estaba enamorada. Su exigua cabellera gris bajo la cofia de tul negro con cintas violeta; .su rostro, un día curtido por el sol del terruño y á la sazón arado por los años; su liso cuerpo de soltera cincuentona que se recalaba dentro de un hábito de color sombrío, no parecían, ciertamentó, el estucho apropiado de u n volcán pasio- %:y2/0/2/S/iy2>'Q/^i>íy;y^^ más allá LIPI es- pacio y ser su novia en los del i q u i o s do la imaginación; ima novia desconocida para todos y para él mismo. nal; y ho aquí, empero, que estaba enamorada. Sin .=er mngúu ensueño, el objeto de su rmor era quizá más irrealizable para ella. Hay mujeres prendadas LIC un bandido cuyo retrato hnn vi^to en los ])eriócli( os; las hay c^ue so encapricbau ]-)or un tenor do ópera, deslumhradas ante el prestigio físico do una voz dulce y irnos trajes hermosos; las hay, en fin, que jamás han amado, aun siendo capaces de hiperbólicos amores, y concentran toda su iuten^idail de afecto en un sobrino, en un gato ó en una jjacicnzuda labor do tapicería... Ella amaba ú un rey. Volvió á ver en distintas oca.sioncs al novio do sus sueños imposibles, apuesto siempre con los suntno.':os uniformes, siempre triste, á juzgar por la amargura cine sobrenadaba en el agua azul do sus ])iq)ilas y por la pálida sonrisa que torcía su boca. ¿No era acaso feliz? ;,No amaba quizií á la ])rincesa cpio teníanle destinada?... La solterona habría dado cualquier cosa por ser un hada buena Cjue protogie.'ce al joven soberano; un bada omnipotente que nniquilcse con su varita de virtudes á quien le b¡( iera Pufrir y coImaEQ de dichas á quien le sirviera con cariño; LA ESFERA minutos tuvo en quií lml.)ría prefcvídu iiuiiolnivu á t'l,aiTojún(loso entro las patas cki su (.:al)nlg!tdura ó pidiéndole audiencia para morir unte su vista después de revelarle lo que ÍV todos callaba. Poíro á poco, su tranquila pasión degeneró on algo fantástico, morboso, hasta el punto do poblar con espectros intangibles la soledad con^^llsa de sus noí-hes y aun la rutina torpe de sus días. Volando así por el firmamento estrellado del absurdo; gozando con sus divagaciones, efectuaba de un modo maquinal las faenas caseras... y más de ima vez se la había roto un plato que dejara caer al suelo depde la altura de una nube. •ao Todo el aparatoso lujo de la realeza, toda la pompa protocolaria y oficial, íbanse despL'jgando lentamente en mirífifas ostentaciones: iirimcro era un desfile intenninable de troiias, cuyo ]ía.so ritniiil)nn solemnes músicas; luego, representaciones de entidades ilustres con enseñas y trajes anacrónicos consen^ados á través de los siglos; después, muclias carrozas que conducían á la Nobleza, carrozas de preciosos materiales, arrastradas por caballos magníficos. A mnbos lados del cortejo se aglomeraba la muchedumbre en dos compactos grupos tras las filas de soldados que cubrían la carrera, y sobre la ancha plaza antigua con altos edificios góticos, hundiendo sus agujas en la niebla opalizada por in\ tímido sol septentrional, comíase un amblante de impaciencia irrefrenable, bulliciosa. Acababa de casarse oí rey, y la nación recibía el gozoso acontecimiento con gallardetes, colgaduras, iluminaciones y bailes públicos. E n aquel momento saldi'ía de la iglesia, el monarca junto á su roLriente cónyuge, una princesa casi niña.á la que el jjueblo anlielaba < onoccr; llegarían ]>O:Ü más tarde en la última carroza, de nácar y oro, rematada ])or una corona rutilante, ])recedida do otra carroza de respeto; llevarían á los hombros el arniifio emblemático y en los corazones un latido de divina emoción... La multitud esperaba, sonriente, con flores en las <:/ii/ó''yii/a''a'^i'Qi^y;yc^^ manos para alfunibi-ar de pétalos el camino nupcial, piorrimi])iendo á la vez en vivas cliiinorosos. Hacía frío, un frió cortante propio do la norteña primavera; pero ninguno lo notaba, porque el entusiasmo, caldeando los osjiiritus, ponía los c\ioi"jjos insensibles. Y la serie de uniformes y carrozas eternizábase á lo largo del trayecto cual una procesión fastuosa de feérico delirio. Ella miraba... Sin flores quo desparramar á los pies de la comitiva, por no saber esta costmnbre; con los brazos caídos, desfallecía do estupor, casi do angustia, en su inefable atontamiento de pobre nmjer. ¡Si supiese él que entonces una plelícya ínfima medio se desmayaba de amor inmaculado en espera de verle!... —Tutlo ció 6 beUissimo. Se volvió para vei- quién hablaba en un idioma semejante al dialecto do su provincia, y al mirar á su alrededor, la chocaron los ojos de azabache do im individuo tan moreno como ella, de modesta caladux'a y más c[ue simpáticas facciones. Aunque no se comprendían muy bien, entablaron conversación, elogiando fervorosantentc aquel alarde do boato, y á manera de un eco, la mujer respondía: —Bellísimo, l>ellÍMÍmo. —Atmnirevole.' Era una nota exótica el acento cálido y caricioso de] commiicativo italiano, que sonreía sin dejar do hablar, enseñando entre sus labios gruesos irnos clientes deslumbradores. En la diestra llevaba nn gran ramo do adelfas. Ella suspiró, pesarosa de que no se la octirriesc comprar al ir allá una l»razada de pétalos fragantes. —Le place (¡ucslo inazzo <l i flor i? Sin eluda la gustaba el haz do flor(;s, tanto más cuanto (pie olla no jíoseía ninguna; y asintiendo con la cabeza, la infeliz moduló un segundo suspiro... Los reyes se acercaban. A cada instante ora mayor el rumoreo de la gente, Rai-gando do im])rovÍ.=o la opacidad bltiiunzca de la niebla, el sol tuvo de pronto un brillo franco y so tornó en un sol de fiesta como el día, como las personas, espejeando sobre los galones y las annas do la tropa de gala. ¡Hasta qué extremo sufría la mísera por no diíiDoner ni do mía rosa nuistiii para que la aplastafc con sus ruedas el carruaje regio, que avanzaba ya entre aplausos y gritos, herido por la luz, en pleno triunfo!... Nadie acaso sosjjecharía el rich'culo drama desarrollado bajo aquella cofia de tid negro con cintas viólela, del pi'opio modo que nadie reparaba on la \-ulgaridad de acjuella mujer rígida dentro de un hábito sombrío, Pero he acpií quo oí italiano acertó de repente con la gallardía do un gesto galante. Estando muy próxima la carroza augusta, on lugar do ofrendiu" por sí mismo el ramo, se lo brindó á la humilde enamorada ])ara quo lo arrojase al paso <lcl matrimonio real. —Prenda. La favorecida no supo sicjuicra agradecerlo, enmudeciendo de ventiu'a; apenas si pudo sostener la liviana carga, quo se la antojó posaba de mi modo increíble; la pareció, en fin, que todo se desvanecía en torno suyo, incluso su desinteresado favtjreccdor, todo, excepto la suntuosa masa de oro y nácar arrastrada con lentitud por blancos corceles entre clamores de entusiasmo bajo el sol espléndido... Y poniendo en su act o ol alma entera, sin vacilar, lanzó á tiempo acpiellas flores, inexorable y pueril como el destino. A raíz de la horrible exjilosíón, cpie hubo do causar centena res do víctimas, alguien, tras del tUMudlo t oiisiguicnte, reveló ciuién había tirado la bomba oculta on un ramo de adelfas, y se idcníifitú. poi- último, el obsciu-o cadáver confundido con lautos otros cuerpos destrozados. Así fué (úmo la inocente criatura que en vida amó más á acpiel rey, pasó á la historia en calidad do tem.'brosa anarquista solitaria. GKIUIÁN' GÓMEZ DE T,A MATA DIBUJOS DE RIBAS LA ESFERA aiit JUAN RUIZ DE LUNA Y LA CERÁMICA DE TALAVERA aiiE UIZ do Luna, en su retablo Kenacimiento, • se muestra un admirable renovador del arte clásico y genuinanicnto español. Ante esa bellísima obra do arto, como ante el precioso jarrón, el panol Cuerda saca y Takivera, se ensancha el alma do orgullo por jioseer una cerámica tan hermoí-a y ailí-tica como la talaverana,» Ei-tas nobles palabras do Antonio de Lczama en La Libertad dan la nota justa de los sentimientos que todo español digno do tal nombre ha do experimentar, y de hecho experimenta, ante las obras admirables do la actual cerámica talaverana. Es esa cerámica, en efecto, algo tan nueptro, tan típicamcnto español, tan cai-tellano, que no se ha raenoster una exuberante imaginación de poeta para evocar tras ella toda la España di 1 gran siglo: Lope, Cer\*antes, Quevcdo; los Felipes severos y elegantes, dueño." de dos mundos. dSe engancha el alma de orgullo por poseer una cerámica tan hermoi-a y tan artí; tica como la talaverana...» Es cierto. Y ese legítimo entusiaímo debiera llevar su ardor y su eficacia á nuestra crítica de arto, á mrnudo absorta en extrañas novedades provisión ales, cuando no apegada á los scudoclasici?mos académicos. Era la hora bien sonada do que el renacimiento español do las artes decorativas y aplicadas, quo f-o extiende avaíollodor dentro y fuera ya de la Penín?ula, y quo ^e inició con la resurrección do esta miíma cerámica de 'J'alavera, hoy culminante y perfecta en la obi'a do Rui'/, do Lima pre?cntoda en la Exposición Nacional, rncrecieso la preferenlísima atención, caji la atención exclusiva, do los críticos y escritores do Ai'te, de cuantos, en fin, tienen vina pluma en la mano para propul.'^or el movimiento artístico español ó iluminar la conciencia pi'iblica .sobre sus tendencias y adelantos. R •' • ' Claro está que no me refiero á cierto linaje de inveterados profesionales de la crítica de arto meramente informadora ó reporteril. Erto.s, en FU mayoría, harto hacen con .cortear la propia ignorancia recorriendo la cuerda floja de sus largas revistas con el balancín del tópico y el camelo; llenando de vaciedades ó inepcias el camino quo periódica mentó recorren, y que va invariablemente désele *antos de cnterarfe» hasta «def-pués... de no haberse enterado». Incapaces los más do una impresión directa ante la obra de arte, y.'^in la cultura necesaria para tener por reflejo con cierta nitidez esas impresiones, sus ci'ónicas, intercolumnios inagotables, no pasan de ser catálogos (todo menos jlui-trados) do cualquiera Exposición artíítica. No es á ellos, pues, ú ciuicnes me refiero. Hablaba yo, echando do menos su actuación, do los gránelos artistas y escritores y de los vereladeros sabios en la materia: quiero elecír un ^Manuel Cossío, un Sánchex Rivera, im Manuel Bueno, un ValleInclán... Pues en verdad os digo, y no mo faltarían rabones en qiio probarlo, donde más largo se contiene, q\io lo más importante, tal vez lo único importante do la actual Exposición, en el sentido del elesarrollo de nuestro arte y como capítulo de su historia, son esas soberbias piezas do Talavera cjue presenta Ruiz de Luna en la sección de Al-te eiecorativo. Por mi parte, yo no puedo sino cantar, emocionado ante la obra do Ru¡« Luna, la resurrección y la victoria del arto talavcrano, .--intiendo e.=,e noble orgullo do que habla Lezama, y tratar de infundirlo en el espíritu de los lectores con ayuda -— la más efica'z — de las aclmirables reproducciones fotográficas quo adornan esta plana, ReCü6RD0 mSTÓRíCO fuente y apücaclonea de cerámica esmallatla, construida por RuIz de Luna en el estudio de D. Mariano tíenlliure ¡La resiu'receión del arte talaverano!... Para comprenderla y sentir toda su iniportancia, conviene tal voz un poco volver los ojos atrás, hacia cosas quizá olvidadas de puro sabidas. Fuó, sin duda, el renacimiento i t a l i a n o , el gran Renacimiento, padre de todos los del mundo, y quo tan elirecta y eficazmente nos influyó, el que trajo á España — tierra, por lo elemás, de alta tradición cerámica, désele la ibérica y la saguntina hasta la admirable musulm a n a — la célebre loza de cubierta estañífera ciue, aclimatada aquí y pronta modificada y sellaela con nuestro sello vernáculo hasta hacerse pro] ia y, por decirlo así, «plateros(;a», como la arciuitcctura lenacenti^ta, proelujo los dos grandes centros y las tíos grandes escuelas cerámicas de Sevilla y Talavera, amén ele otras nmchas cuya hir^toria es menos brillante y desarrolla. da. Ya hacia ISi'S hay constancia en Sevilla del nombre elel célebre Nieuloso, ceramista italiano contemporáneo ele Gubl)iü, establecido allí y p!"oduciendo exceU ntes obras de laza y mayólica. La escuela talaverana se separó y di^tirguió á poco do la do Sevilla con caracteres propios inconfundi'oles, á eliferencia do su hermana mayor, si no gemela. Lo cierto es que hacía 1Ü03, el célebre fray 9 larrón de cerámica, d» estilo Renacimiento, con pedestal de nogal y cerámica, de dos metros de altura Andrés do Torrojón pudo decir y escribir ele la cerámica do Talavera, quo había llegado á un grado sumo do perfección en lo vario y bello del elibujo, la rie]_ueza del color, la suavielad de los matices... Mientras la cerámica sevillana — me refiero siempre á la de pastas porosas, y entre ellas, por el caso particular, exclusivamente á la loza — modificó sus cualídaeles originarias con una gran sobriedad de orname'ntación, perfeccionondo la técnica y dónelo al dibujo el carácter que so obsei-va en su adaptación, jjropia de la arquitectura renacentista, Talavera continuó más jugosa, más decorativa, más bordaela, ])or decirlo así, su cerámica, y también, si queréis, más fiel á su origen italiano, aunque mejorándolo en tercio y quinto, con su gusto por las bellas formas de los albarellos y jarrones, pintados en a-zul, al estilo de Savona y Genova, ó ele las polícromas elecoraciones do cabalgatas, cacerías y batallas, al modo elel florentino Tempesta, que vivió por los años de 155ó á 163t). En 1051 ocho hornos funcionaban constantemente en Talavera, cmpleanelo á más de 200 trabajaelorcs, y la cerámica talaverana llenaba Es-paña— las Es pañas do entonces, cjue comprendían casi todo el Nuevo Múñelo — do obras tan perfectas, tan admirables y acabadas como atestiguan los azulejos del soberbio jíalatio eli 1 Infantado, do Guadalajara; el templo de la Virgen del Prado, en la propia Talavera, y otros mil do asuntos religiosos ó profanos quo liarían interminable BU relación y elogio. E l higlo x v í n hi'zo evolucionar la decoración 0[ííaii33C2i[í)£a®>£íi5íCcatS]íÍ]c¡: »**tíií]tíi[í)t;j[Cíj£ji[íiiíi[;]tí]:í,[p[í][;i:j}C¡i[íif;]t;icí[í]Sictici](í ©ffit^tí^iíicíiciJcíiS:) tptticíEíicíicíitíiíSíícíitíJtíiíiíí^íS^tSKícíifficfitíiiíicíiiíi**** *(í(£ili!li[l5[l]cíiaiími£i¡!í)ií& LA E S F E R A i e e e €> cerámica talavorana — que se mantuvo, empero, castiga y típica — un poco en el sentido del barroquismo irancés, el cual sabido os que tuvo también su adaptación española bien considerable con cl célebre Churriguera. Allí empe'zó, con todo, la decadencia de aquel famoso centro de arto cerámico, hapta que en el siglo xix, reducido exclusivamente casi A la producción de la más modesta cacharrería para uso do las clases proletarias, pudo decirse que los ya escasos alfares talaveranoshabían extinguido por completo sus fecundos hogares. Un dichoso resurgimiento del gusto, no ya español, sino general, en pro de las tradiciones artísticas del pasado, que sucedió á la amarga época del positivismo seudocientífico del segundo tercio del último siglo; una feüz y enérgica reacción en pro de nuestras glorias legítimas y nuestros valores positivos, depreciados por una novelería detestable y una pretenciosa incultura, hi'¿o germinar y concretó en la mente y en el corazón de dos grandes artistas la idea magnífica y la tremenda empresa de resucitar la cerámica de Talavera: he nombrado á Enrique Guijo y á Juan Ruiz de Luna. tA IMPROBA LABOR 6 fi Y notad bien, la magnitud de la empresa. No era sólo cuestión de continuar una tradición artística adaptando su desarrollo á las modalidades actuales. Se trataba, en realidad, de la verdadera «resurrección» do un arto casi perdido, complicado además con las dificultades de una fabricación y de una industria que, con el adelanto de los tiempos y la lu-gencia de la vida moderna, agravaban sobre toda ponderación el magno problema, Y aquí — antes do seguir adelante — me parece llegada la hora do salir al paso á ima de las objeciones, la más corriente y aparentemente seria quo por ciertos seudocríticos, más ligeros que bien intencionados, se ha hecho á la actual producción cerámica de Talavera, Afectan los tales tildarla de mera imitapión do la cacharrería antigua talaverana. "i olvidan ó desconocen, en primer lugar, que esto no es absolutamente cierto. Basta, en efecto, comparar las modernas obras del a n e taiavorano á las primitivas y antiguas, para apreciar no sólo la acomodación y la adaptación do la vieja técnica, en cierto modo inmutable, á las necesidades y gu.-tos actuales, sino la suma discreción y ol supremo saber do arte con que esta evolución ha sabido llevarse. Tratándose de la resurrección de un arte clásico, del que ei-an aprcciables groaso inodo las tres grandes etapas, preciso era restaurarlo en aquélla do su apogeo, tanto más cuanto que olla coincidía con la más espléndida floración do las artes plásticas y decorativas en Europa, Y á ello so aplicaron, ante todo, estos dos hombres, que habían tomado sobre sí la grande obra de restaurar la cerámica talaverana. Pocos son los que conocen las vicisitudes y penahdades, las ansiedades y zozobras do sus primeros años de labor. Menos aún los que, sabiendo, siquiera sea vagamente, de los secretos de un arte en que el fuego ticno vma parto tan eficaz coir\o caprichosa, pueden juzgar do la cruenta lucha que ha precedido á la gran victoria. Basta pensar que, como Leoparcío escribía, elogiando al viejo Gubbio italiano, sólo se logra á veces un seis por ciento de las piev.as metidos en un horno. Añádase á esto la dificultad de ci-car unjjlantel do obreros y artistas a\ixiliarcR familiarizados con los secretos y arcanidados de esta labor, y se estará en camino de comprender toda la angustia y, al par, toda la fuerza do poder y do saber que fueron necesarias á Juan Ruiz de Luna y á Enrique Guijo en los primeros momentos; los largos estudios y los penosos ensayos á quo tuvieron quo entregarse. El éxito coronó, empero, luego sus esfuerzos. A partir do 1908, ol horno do Talavera comenzaba á difundirpor España, y aun per el extranjero, las más bellas obras do nuestra más típica cerámica, quo no .=ólo por su Cuadro de azulejos cerámicos carácter y perfección podían confundir.?o con las do la época del apogeo renacentista, pino que, á más de mejorarla, aseguraban el denurollo progresivo y vital, ya para siempre, de ima de las miis bellas y típicas manifostaciones del nrte decorativo español. Es máf; Talavera volvía á ser un nombro mundial. Su cerámica había resurgido. ca ni apartarse por completo del terrible y fascinador «nido de víboras», que es el horno donde cuajan los esmaltes, extendió su actividad á otras manifestaciones de las artes aplicadas y suntuarias: ladecoración arquitectónica, el mobiliario, la talla, la herrería artística... Juan Ruiz do Luna, el toledano, sin perder su contacto con Guijo, que le representa en Madrid, so consagró por completo á la gran obra de su cerámica talaverana, para la que fueron siempre todos sus desvelos. Su fábrica alcanzó pronto universal renombre, y reunió muy luego todos los medios materiales y técnicos necesarios al arte y á la riqueza do su producción. Los jarrones, los platos, tas ánforas, los azulejos, los frisos y los paneles; las magníficas aplicaciones de cerámica esmaltada, como la que aquí reproducimos, formando parte de una fuente esculpida por el gran Benlliure, decoraron prontoy decoran cada vez más con profusión la morada de los aristócratas de la fortuna y del buen gusto, eis LA exposiciórt Hemos dicho que por su significado y transcendencia en la historia de nuestras artes decorativas, la obra presentada por Juan Ruiz de Luna era tal vez lo más importante y atendible do la Exposición Nacional de Bellas Artes. Tenemos e i TRILIMFO quo añadir que, intrínsecamente, el valor artístiEl triunfo — ya lo hemos dicho -—- estaba con- co do esta obra es también excepcional. seguido á los pocos años de labor, merced al taEl magnífico retablo, de seis metros de olto, lento, á la firme voluntai.! de ambos luchadores. en que so representa al Apóstol Santiago hoEnrique Guijo, espíritu del Renacimiento, llando á la morisma sobre su tradicional caballo inquieto de todo arte, sin abandonar la cerámi- blanco, os obra de ima magnificencia ¡-:óIo comparable á la severa elegancia do su puro estilo Riíiiacimiento, en que la armonía do las líneas, la juí-teza del dibujo, la suavidad de los tonos y la riqueza do la decoración forman un conjunto perfecto. No es menos admirable cl jarrón, de casi dos metros de alto, también al estilo de la gran época talaverana; pero con una gracia de línea y una coloración tan exquisita como hasta hoy no se habían logrado en esta clase do obras de Talavera, Saben los técnicos lo difícil que es lograr piezas arquitectónicas en barro esmaltado do las proporciones y con la unidad y suavidad de coloración, con la riqueza ue matiz del altar presentado por Ruiz de Luna. Los técnicos y los artistas saben también hasta qué punto es único oso jarrón — todo elegancia y gracia —, por su tamaño, por su composición, admirable de motivos decorativos, y por su color, pintado sobre crudo bajo la cubierta estañífera. El triunfo do la labor do Ruiz de Luna en la Exposición os evidente y clamoroso para el público quo so agolpa ante su obra. También lo es para los verdaderos amantes del arte. También lo es para España, que ve restauradas las legitimas glorias de sus más bellas tradiciones artísticas. Y sin embargo..., vamos á terminar estas lineas con una noticia estupefaciente. Parece quo á última hora so ha escamoteado definitivamente á Juan Ruiz de Luna la primera medalla ó diploma honorífico para que el propio Jurado de la Exposición lo había propuesto... ¡Ño importa! Podríamos extendernos en largar consideraciones sobro la selección á la inversa que viene haciéndose oficialmente en nuestro pais; sobro el desconocimiento suicida y más ó menos sincero por ])arto de nuestros dircctoi-os políticos y mangoncailoros de toda especio de los verdaderos valores positivos quo en España existen; sobro el abandono ó la mala fe de los quo están llamados á velar no sólo por la justicia estricta, sino por L1 apoyo moral y material á las grandes obras del espíritu y del arte; sobre la defección torpe y cruel de los quo han debido romper más íoiv i s en esto palenque por el artitta y el con.pañero... Pero, en verdad, ya hemos estampado las dos palabras que encierran el verdadero comentario y la expresión de lo que este hecho absurdo é inesperado puedo influir en la labor fuerte, noble y grande de Ruir do Luna, ¡No importa! Retablo cerámico, de estilo Renacimiento, para un altar acÍl**IÍlSíailS4*C£tfc®*lS3í*tíl***CÍlCílIíll$£ía:*a[atí}£ÍIÍ[ÍES^^ MATJÜET, aiACHADO IÍ]IÍ*****CÍ]CÍ[í](í[ílJl[ÍJ[fcl33(Íl33£*l[fiCS[StS[ílCÍ(ítS*CaEÍ*tí[íí^ LA ESFERA # • ' • ^^•M||v>¿| LA SEÑORITA PRIMAVERA LA ESFERA •i" •í" -ÍMKV ^VUV^ A R T E V I L L A L Ó N Y SU R O L L O ILLA asoleada y tostada esta de Villalúii, tendida en un raso á todo aire y á toda luz. Pero gózase en sus calles de una grata y fresca penumbra, porque para eso la sapientísima necesidad ha dispuesto soportales á una y otra banda de cada rúa. Así, áíidase todo Villalún á cubierto, bien cómodamente. Bajo este dosel de los pórticos vase caminando, y las pisadas retumban sonoramente: es que marcháis sobre bóvedas de silos y bodegas. Toda la vüla está minada. Bajo vuestros pies se halla almacenada la riiiueza del lugar; en estos silos reco- V * * * ^^nA^ ESRAIMOL. gen y guardan el grano; cojmados, ciérranles la boca con una gran piedra redonda. La boca está en la acera, en el arroyo, en plena calle; no tiene el silo otra entrada ni otra deíensa, y aquel tesoro de los rubios granos permanece intacto. No puede darse un caso más elevado de honradez colectiva. En esta noble villa hablan los monumentos antes que los archivos, y si los escritos más viejos que aluden á Villalón datan de finales del siglo xni, una torre, la de San Miguel, proclama la importancia del lugar tal vez un siglo antes. Porque bien se ve que los cuerpoa bajos-de ese campanario son obra semirrománica, del acabar del xii ó de los comienzos del xiii. Como sería toda la iglesia, hoy reíormadi¿ima en bien distintas épocas. Ello ha producido una planta bien extraña; nave central, con doá colaterales á la Epístola y una sola al Evangelio, más dos brazos de crucero, uno de ellos antiguo. Lo que resta del xui en el templo es insignificante. En cambio, domina una reconstrucción del xv, acuso la del cardenal Fray Juan de Torquemada; de ella son los muros de la nave alta, con series de ventanas en ojiva, en herradura apuntada y en herradura ultrasemicircular; dos hermosas puertas, una íiímida y otra de herradura, en los ejes de las colaterales y ambas con alfiz; un ?o')erb¡o t e - ' cho de alfargia que cubre toda la nave mayor y que hoy está oculto por la moderna bóveda que se volteó debajo hacia el siglo xvin. Esa tecliinnbre de artesón está toda policromada con entrelazos, labores vegetales y blasones, unos con Uses, otros de Castilla y León, sin la granada. De esta época del cardenal TorquematUí puede ser también un trozo de artesonatio, stintuosísimo, que cubre la capilla del Rosario. Y recuerda a! generoso purpurado la reja de su capilla con las armas paríanles íunis cre/f¡uía~e¡\ la crestería. Pero esta verja pudiera ser aproximadamente contemporánea de la muerte del c a r d e n a l — M(15, según la lápida recordatoria del 'crucero. Las obras modernas de San Miguel: capilla mayor, cúpula, bóvedas, etc., son bien insignificantes. Pero es bien saliente, en cambio, el sepulcro de Diego González del Barco, canónigo de León, muerto en 153(); primorosa obra del Renacimiento, cuajada de grutescos finísimos, que asemeja y euntla á los altares laterales de San I'rancisco, de Rioseco. No es sólo en Villalón, San Miguel, por su tccbínnbre de madera artesonada. Tiénela también oculta, de la misma época, San Pedro, y liénela asimismo San Juan; la de éste de lacerías, en la capilla mayor, y visible. Es muy interesante. El arte mudejar está, pues, brillantemente representado en la villa, como en otros lugares ignorados de la 'Herra de Campos. Como se ve, el siglo xv fué una época de gran esplendor para Villalón. Y había de completar su pompa con la erección—en la segunda untad de la centuria—del famoso Rollo, rey Indiscutible de los Rollos espailoles, orgullo de Villalón y monumento insigne de su libertad jurisdiccional. Asegúrase que el concejo villalonés acudió, para erigir el Rollo, á la obra de la catedral de Burgos, pidiendo maestros de tos que allí trabajaban, y que el cabildo envió á uno de sus artistas e-x-tranjeros. Este levatitó el líollo. No va descaminada la afirmación. El Rollo es obra de tipo húrgales. Pero no era preciso recurrir á Burgos para encontrar artistas de esa escuela; bastaba i|ue de Valladolid hubiese acudido uno de los que trabajaban en la fachada de San Gregorio y en su capilla... Al fin, todo parece del mismo arte. Aunque de silueta gótica, el Rollo villalonés es mi ejemplar de la transición. Se alza sobre una gradería de seis escalones, que hace destacar al monumento de un modo airosísimo. Sobre mi zócalo de planta cuadrada se levanta un núcleo de esa misma sección, con haces de baquetillas en los ungidos y hornacinas en los frentes, hoy vacías; quedan las repisillas y el coronamiento conopial, con medallones, bustos y labores vegetales encima. Remata á este primer cuerpo una faja exornada, con gúrgidas en los ángulos, y leones sentados sobre ellas y en los frentes, al arranque del seginido cuerpo. I:ste tiene los frentes decorados con bichas y liojarascas en labor calada, flanqueados por columniüas de Fuste labrado, y acaba esta parte con moldura y gárgolas angidares, De aquí parte el remate: una aguja, flanqueada Stif ,ji;f,.f^.lti.:j,,f .;;.|..|,.y,,5,,|,^^,ji,f,i}i,j,.l,.j;^^|j¿f4''í''f'í*'T*'í''í''^'^ ^uv^ * * * •i' * * * * • * lili' * «i- * "i* * Villaiún.-iian Mi¿ucl y el Kulio * * por otras cuatro más pe;]uefias, con crespas y arqtnilos conopiales y eiUazadas unas á otras por conopios también. Del centro brota, entre crochets, el pináculo más alto, con moldura y crespas muy gruesas, sustentando una bellísima veleta, que es una verdadera obra maestra de rejería. Los cuatro pináculos angulares tuvieron también sus veletas. Queda hoy tan sólo una para acreditarlo, fina y elegantísima, por cierto. Todo el monumento se baila uniy descompuesto y amenazado de destrucción. Y bien sería que ello se evitara, ya que no exigiría grandes atenciones ni grantles dispendios. Porque el Rollo de Villalón es, sin duda, el ejemplar más rico y artístico de todos los dispersos en nuestra patria; porque representa honrosísimas prerrogativas municipales, la villa debe atender á su típico y hermoso monumento. Y el Estado, España, no olvidarlo, qtie, al fin, es el solar de estos característicos y nobles pilares. FRANCISCO ANTÓN r o r S . DEL AUTOIí •i•i- * •i- * •í- ^ tí•í»í»?• •i•ilili- * tilí•^ lililílililili' lili- * •i- * lili- * lililili- * * * * lililili' * lililili«i•i•iViilalón.—San Miguel.—Reja d e l a c a p i l . ' a d e Torquemada * •i' li- «i- LA ESFERA EL PUENTE DE CALDAS Cuadro de Joaquín Mir, que figura en la Exposición Nacional de Bellas Artes K onim en el pnlacclc de la Expolie ón Nacional, '[uti huele á barin^íyá cem derretida por el calor, y se deja fuera Iii frfí.scura dulce de los árboles y tus flores naturales. Siempre hemos liet ho obseivar á los paisajistas osta desventaja en la t ompetonc ia de sus cuadros con el aii-e libre y la frondal belleza del Ketiro. Mientras las Exposií iones nai'ionales no se trafíladen á un lugar menos adverso, los paisajistas debían abí^tcncr.-c de cnvitr sus tuaflros. Que halláramos sólo dentro del palacete fífíuras, momentos, escenas de interior. Los retratos ([ue parecen expresar la tortura vanidosa del modelo, los temas heroicos ó humildes, las fanta^ins decorativas. Y entonces tornaríamos á los árboles, y las aguas, y los cielos, y loa sembrados floridos. sin i'C7nnrdimiento y .'^in fatiga. Pero Ins paisajistas no cpiieren atender nuestra súplica. A cada Exposición Nacional encontramos mayor número tic rimdros de paisaje. Tantos, qiie no liny parerl f-ín alguno. Los hay de todas clases y tamaño?; de todas horas y de la n^fís diversa elocuencia. j\[i chos malo.". bastantes mcdiot res y unos pocos -mtiy pocos — buenos. S Y e.sn abundancia entrí.^ítece, porque nos recuerda las mañanas de los lunes en las afueras do las ciudades, con la hierba ajercida, los papeles grasicntos lie las meriendas, las calvas ntgnis de las fog.iratas inútiles, las mmas def gajt'da.': y las herida.-^ tontas de los tromos. Nos remcrda tí mbicn tal empeño pai>i( ida, e-'os grafitos de los lugares hií-tóritos freiucntiulos por el turirmo, donde las gentes anodinas é inéditas van grtibando nnmbrcs y fechas, t o n e l objeto de fijar su estada ó inmortalizar su pafo. Puedo j)¡ntoree u n retrato por el amor á la persona que se retrata ó para cobrar sii orgullo: puede pintarse u n cuadro *con asunto» para vendt ríe á los buenos b\trgueses ó arrancar una mccUilla á los malos Juratios; pero los paisajes-; no es necesario pintarlos, no es pret Í¡?o exhibirles, y, como ios libras de ver; os, no suelen comprürse. Aíí, no deben escribir veri os todos los escritorc.'', ni pintar paisajes todos los pintores. Porque In senf-ibilidad es algo concedido como un don á ciertos espíritus elegidos. Y una e.strnfa, un paisaje, son, antes cpio obra de arte ó de realidad, ima depuración íntima, solitaria y emocionada de la sensi- bilidad. Ksta depuración íntima, solitaria y emocionada, la ene outromos en muy potos, en contados pai.^ajifrtas españoles. Wir es uno de esos paifajirtas. Hi] y en Joacpu'n Wir una insatisfcclia sed dt; idealismo que acaba por contagiar á quienes aman su pintura, liaí-ta el jjunío de serle en ellos conli"aria. Le íobrepaí-an, le dejen atrás cuando ól — invoKintariímdile—se re'/cga ó se t onfonna fin el logro ])!(no de su a.']>ira(ión. Y entonces:, los que ammios sii pintura por tomo la sabcmo.'i sicmjire orientada 1IM( ÍÍI un norte de purevm y exalfac ¡ón, la tontcmplnmorí im poto tristes, ton el mismo amor, pero no ya eon el ]>ret¿rilo ent\i!:iafmo. Frente ásu^í tres cuadros de la National. FA moVí (h Vesclop, El gorc y Caldas, hemos tenido un instante de defraiidiitkny decansnntio. pnvtiue .loaquin jMir ha dejado sin satiffat cr ÍU íuctuictud y ha preh'rido no limpiar la paleta desde cpie pintíi Las a(juas de Mogiida y sus derivados coetáneos. Pero ese instante pasnrá cuf ndo Joaquín Mir ven .-u rezaga miento y .=u momentáneo abandono, S. L. --r: QUE ACOMPAÑA SIEMPRE AL PETRÓLEO GAL LA ESFERA X * * * * * * * * *••;:**** * * * * * * 4 * * J ^ - + - * - t - * * * * * * * 4 * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * I LA FOTOGRAFÍA WALKEN | * t t t I * * •«• •«• •íí- •íf- •«• •«• •«• •íf * •fr *• •«• I t * t t I •«• S * t •íí- * •íí- •{(• •(*• t L A fotografía «Walken», situada en el punto mus cénti-ico de esta corte, y favorecida por una numerosa y entusiasta clientela, es licitamente acreedora á la admiración del público en general, por el gusto exquisito de que en ella se liace gala. «Watken», artista por temperamento, ferviente enamorado de !a belleza y exigente de sí mismo para el mejor resultado de sus primores fotográficos, es un perfecto dominador de lo que podría denominarse enconiiásticaniente Artj ds retratar, porque saíí**•*******-^^^=!-'-!•''i"t+•^*********•í:*-^-i•-4;^^K**=t^+*í^-**^I:* ber retratar no es sólo saber obtener buenas fotografías, sino esto, y además, reunir en la copia de la imagen el retrato físico y el psicológico. Y esto lo consigue el talento de «Walken» cuando ejecuta sus retratos, qu3 íi-'mn espirita. «Walken» ha conquistado una envidiable popularidad como fotógrafo de artistas. Por su galería han desfilado todas las personalidades de la literatura y de la escena. Pero del mismo modo ha merecido, en justicia, el favor de todas las clases sociales. •íf•íí¿í. •íf •¡•i- t m TTIIVT-^S m Pedro Glosas LITÜ6RÁFICAS Y TIP03.l\FICA3 DB Sucursal de LA ESFERA MUNDO GRÁFICO y NUEVO MUNDO AIiTÍCÜLOS PARA LAS ARTÍ3 GRÁFICAS rébnca: Carretas, Üj al í) QRQTZ] V\ 1 lesfacho: Unión. 21 DUIILLLJ.U i:iAit:[i;ii:iiiiiiiii;]iiiii;iimii[|ii:i!i![i:i:¡:ir!ii';;[¡i¡lili!il!l]l!i;i:;[;r[;i!tiiii:ii:¡Mii;:!:i!i!i![¡i!iii¡ii^ ¿Ouiére usted aprender idiomas? Vaya á la ESCUELA BERUTZ ARENAL, 24 FUNDADñ EN 1854 • APARTADO 97 Nadie se los enseñará mejor 5e remite á provincias y Extranjero toda clase de libros, y gratuiiannente el Boletín bibliográfico ol JE USEUd l& D A \ t f^ ^ Especialidad en biso* ^ * * ' ' ^ - ' *-' ñei p a n caballeros y postizis de señora, con ra a natural, invención de esia Casn. Aplicación de lintura;. d^dulac ón Marcel. Manicura. Períum?ria. On parle franjáis.—Te él° S70-M. Huertas. 7 dupL", Madrid. W^ 4 0 [;;;íi:i;ii!!ii;i!!;i.i!rr!.:'i { Jabón, 1¿C.—Crema. !:.51.~p3l)i^. 2.57.— Apua cutánea. 5.50. — A^na d2 Col j t! i, J,5}. 6.10 y 10 pesetas, se,Qiii fraic y. — Lociones pota el pelo, •i,50,6.50u 20 ptas., ses'in frasco. ÚLTIMAS CREACIONES P r o d u c t o s S e r l e •Idoal-t ACACIA, MIMOSA, GINESTA. ROS.l DS ¡Z1\CO. ADMIRABLE, MATINAL. CHIPRE ROCÍO HOfl. ROSA, VÉRTIGO. CLAVEL, HUGUET, VIOLETA, JAZ.Ii.'f Iabón,3.—PoWos, 4.—Loción, 4,50, 5,50 y 20. Esencia para el pañuelo, IS pesetas frasco con estudie. Corlé* Hermano», SARRIA {B,\RCELO^^.\). los clichés usatlos en esta revista. ;-: Dirigirse á Hermosilla, 5/ :- Q U E ES LA HAS ACREDITADA DE C5PAÑA esecdp O T O G R A F O S3Sa©33Sa3©^ .m 16, Sevilla, 16 entréganse á caballero Formal desposando bondadosa é inocente señor!la: evitar suicidio. Escribid con sello 25 céntimos para respuesta; Matrimonial Club of New-York, Oporio. iiiiiuuii;iu;iiiiiiiuiiioiiiiui!iiuiiiii;aiiii]iiiiii!iiiiií![iiiQii]iu]Diiii!i¡iiiii!iii!;;iiitiiwii]iiiiii]iinni[iiu[!^ Lea Ud. los viernes la revista ilustrada En el Averno, Luzbel, l^s viejas feas tortura )orque en la Ti rra no usaron os producios PECA-CURA. Pesos oro 5 0 0 . 0 0 0 Nlvo MUNDO céntimos número en toda España El papel en que se imprime esta ilustración está fabricado especialmente para " L A E S F E R A " por LA P A P E L E R A ESPAÑOLA E l É ü le la Poli ] M lili z ELIXIR ESTOMACAL PÍDASE Á ESTA ADMINISTRACIÓN W^^ Agente de Saiz de Carlos (STOMALIX) ESTÓMAGO É INTESTINOS tí dofor de estómago, la dispepsia, tas acedías, vómitos, inapetencia, diarreas en niños y adultos que, á veces, alternan con estreñimiento, ditatación y úlcera del estómago, etc. Es antiséptico Para toda la publicidad e x t r a n j e r a en "Mundo Gráfico" y "La Esfera", dirigirse á la Agencia H a v a s . 8, Place de la Bourse, Paris; 113, Cheapside, London E. C , y Preciados, 9, Madrid. De venta en las principales farmacias del mundo y en Serrano, 30, desde donde se remiten folletos á quien los pida. HERMOSA En A n d a l u c í a (Córdoba, Sevilla, Huelva, Cádiz, Málaga,Granada, Jaén y Almería), á Sevilla, calle de Albareda, 16. Director: D . R a m ó n G a r cía Lara. "La Esfera" y "Mundo Gráfico". Únicos agentes para la República Argentina: O r t i g o s a y C.% Rivadavia, 6 9 8 , Buenos Aires. Nota: Esta Empresa no responde de las suscripciones que no van hechas directamente en la República Argentina por nuestros agentes Sre?. Crt¡go-a y C", únicas personas autorizadas. l o e s - f c a r í i . tocia, mujor* que? s e f i - i o c i o n e con. ALCOHOLATO de rosas, violetas, jazmín, etc. Carmen, ÍO, ALCOHOLERA SRRDipS FiriRS En las V a s c o n g a d a s y N a v a r r a (Álava, Vizcaya y Guipuzcoa.-Navarra), á San Sebastián, calle de San Ignacio de Leyóla, 1. Director: D . P e dro Garlean o. En L e v a n t e (Valencia, Castellón, Alicante, Murcia y Albacete), á Valencia, Plaza de Canalejas, 2. Director: D . A m b r o s i o Huici. Delegación de "Prensa Gráfica" en Portugal, d o a A l e j o C a r r e r a . Rúa Áurea, H b , Lisboa, y rúa Santa Catalina,53,Oporto. '¿7/ naVEDUOE/"% FÁBRICA DE CORBATAS Para anuncios y suscripciones diríjanse á las delegaciones de " P r e n s a Gráfica" y "El Sol" en Baleares y Cataluña (Ibiza, Formentera, C a brera, Mallorca y Menorca.-Barcelona, Tarragona, Gerona y Lérida), á Barcelona, Rambla de Canaletas, 9. Director: D . J o a quín Montaner. de " P r e n s a Gráfica" en Méjico, D . N i c o l á s R u e d a . Avenida del Uru^fuay, 55. Apartado de Correos 2.546. Es recetado por los médicos de las cinco partes del mundo porquetonia ea, ayuda á las digestiones y abre el apetito, curando las molesliaü del 13, ^ y^ O A 1 > R I J I . AV R1, ^mlk 13 C;i:nÍ3H, Guaitíj, Pjiu-'b), Oéncroá de i:uiUo. Elejjaiicia, Surtido, Ecoiiomix PIÍECIO FIJO. Caz jiiniíSi ea lil}. 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Usándolo una ó dos vece= por semana, se evitan los cabullas blancos, pues devuelve al cabello, sin teñirlo, la substancia que le da vida y color, haya sido rubio, negro ó castaño. Es inofensivo hasta para los ñeipéticos. No manclia. Se Uia lo mismo que el ron quina. POLVOS BELLEZA (selectos é higiénicos) ZS^íS^^ p7ilVlHo'ÍLLíZr'(veaeta1 linguido y aiherencia al ycu'is, sonoiiscuro. los mejcres que existen, be venden Blancos, Nalurale-,perfuma Rosados, R chel claro Racliel De v.nla en prifumErlas de España, América y Porlugí'.—Ei Buenos RFT í F 7 í\ ^^^^ ^' *^"'''- ^^ '""í^'"'' ^' •'O'"'""- 'í^'^eti L U u i V l i i D i y l y L L r ¿ / H emp.e^iria para la juventud natural del rii< tío y . nne^a de loi peciioa en la mujer. La; personas d¿ roitro e.iv.'jccido ó con arrufas, granos, erupciones, bjrros.pjcas, asperezas, manchas, etc., á las '¿'i liora>de usana la beuJiceu. Evita el crcciiuicn.o d^:l vdlo. Ei iuofensiva. Dele toso peifume. TINTIIR 3 WINTFR Marca belleza. Con una sita aplicacióa deslill 1 UUíl f V l i l 1 t f l \ aparecen lai anay, cabello, barba ó bigote, hermoso castaño ó negro. Es la mejor y más prácJca. Detiene innifdialaniento la caí la del labdlo. Mae re lacer el cabello F J J L U L | \ U I J l / L / u l Ln. ^ V C y C L u / á los calvos, por rebeld? que s?a 'a calvicie. C:ibeza sana y limpia e casp i. AÍPCSJ A. García y C.'', calle Cerrllo, 393.—En Habana, dro:u;rÍa ds Sarrá. FABRICANTES; A r g e o t c , Costa y C:a., B a d s l o n a ( E s p a ñ a ) . Kan I.VPRENTA DE «PRENSA QR.^FICA», IIERMOSILLA, 5 7 , MADIila 0 rROlllDIDA LA REPRODUCCIÓN DE Tli.STO, D:IJUJ03 V FOTOOaAÍ'i.Vi