Sobre esta cuestión de la imagen social de las personas con

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Pensar la Discapacidad
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cermi.es El periódico de la discapacidad
MARZO 2009
Luis Cayo Pérez Bueno
Presidente del CERMI
La imagen social de las personas
con discapacidad. A propósito
de José Julián Barriga Bravo
S
obre esta cuestión de la imagen social de las personas con discapacidad
podemos enunciar algunas impresiones, más que conclusiones. Impresiones porque se trata de un debate vivo y vigente, que no puede concluir todavía, y porque se trata de un trabajo en curso sobre el que no se puede decir nada
definitivo, por suerte.
Si los medios de comunicación, todos, pero fundamentalmente los audiovisuales,
quieren parecerse a la sociedad a la que se dirigen tiene que mostrar la realidad de
la discapacidad, con normalidad y naturalidad. Si escamotean, opacan o distorsionen a estas personas no estarán dando una imagen fiel del mundo que nos ha
tocado vivir. Si aspiran a ser informativamente responsables, han de contar con la discapacidad.
Desde la discapacidad, hemos de abandonar la tentación del victimismo, tan fácil y
tan justificada, pues hemos sido durante demasiado tiempo víctimas; hemos de
descartar el lamento intransitivo sobre el poco caso que nos hacen, la imagen inadecuada que ofrecen, lo residual de la atención. Estamos en una sociedad muy
compleja, con múltiples focos de atención e interés. Las relaciones de la sociedad
con los medios son muy arduas, para todo tipo de sectores y grupos. Más que quejarnos, lo que no significa renunciar a una crítica vigorosa, debemos esforzarnos en
“seducir”a los medios. Con creatividad, con ingenio, con nuevas ideas, debemos atraérnoslos, haciéndoles ver que somos interesantes. Que somos, estamos, y contamos, y que tenemos algo que decir y que mostrar. Que nuestra presencia enriquece
el panorama.
La discapacidad es una cosa diversa, dispersa, plural y complicada. Es un dédalo a
veces inextricable para los medios. Desde las organizaciones de la discapacidad debemos ofrecernos permanentemente a los medios para orientarlos, aclararles
dudas, explicarles algunos matices, lo que ellos no tienen tiempo –por la dinámica
de su trabajo– para abordar con serenidad. Deben vernos como aliados o asistentes para el perfeccionamiento de su trabajo.
El que las personas con discapacidad accedamos como profesionales a los medios
puede ayudar a esa imagen normalizada y naturalizada de la discapacidad.
Si formamos parte de las redacciones o de los estudios, de
la nómina de guionistas o creativos, al final podremos tener
vías de acceso a las pantallas o a las páginas.
No sólo tenemos que salir, sino que hemos de poder acceder a los contenidos. Los medios, sobre todo los audiovisuales o los nuevos soportes como la TDT, deben ser
accesibles, como cuestión de derecho, a las personas con
discapacidad.
Hemos de hacer valer nuestra fuerza ante las empresas en
tanto que consumidores de bienes, productos y servicios, en
tanto que grupo de interés singularizado, con poder, aunque
sea relativo de prescripción, para que la publicidad nos tome
en consideración.
La creación de redes inter-sectores, la generación de alianzas, como el Comité de Apoyo a la Discapacidad en los Medios Audiovisuales,
que promueve la Fundación ONCE, son iniciativas acertadas en esta senda de
normalización y naturalidad de la imagen social de la discapacidad. Desde la
discapacidad debemos multiplicar, aunadamente, estos proyectos, en todas las
esferas.
La creación de un Foro de carácter permanente, constituido por las empresas
de medios de comunicación, los profesionales, los artistas y creativos, los
anunciantes y las organizaciones de personas con discapacidad y sus familias,
en el que abordar todas las cuestiones que conciernen a la imagen social de la
discapacidad, puede ser una medida acertada para que el debate, la aproximación y el trabajo en común se institucionalicen.
Los medios de comunicación, pese a su importancia e influjo, son un elemento más
de las sociedades complejas. Las minorías singularizadas como la discapacidad no
debemos preocuparnos y ocuparnos, pero no obsesionarnos con ese “mátrix” a veces ingrato. Hay vida fuera de los medios al uso, y hay posibilidades de generar nuevos medios o explotar de nuevas formas los medios habituales. Internet, los
“blogs”, las redes sociales, los móviles, etc., nos ofrecen posibilidades aún inéditas
que podemos y debemos ensayar.
Todas esas impresiones pueden extraerse de la lectura del libro “La imagen social
de las personas con discapacidad. Estudios en homenaje a José Julián Barriga Bravo”. Se trata de la obra más amplia e integral editada en España para abordar esta
cuestión tan poliédrica de la imagen social de la discapacidad. Bajo las directrices
de Juan Antonio Ledesma, eficaz y solvente editor, la publicación reúne estudios sectoriales siempre pertinentes y esclarecedores sobre lo más relevantes aspectos de
la imagen social de la discapacidad. En pocas ocasiones, pueden encontrarse en
nuestra literatura sobre discapacidad o medios, artículos de fondo, investigaciones
de las reunidas en este libro por Juan Antonio Ledesma. Publicidad y discapacidad,
el estado de la cuestión en Europa, la imagen social a lo largo de la Historia, la proyección social del deporte paralímpico, los procesos de estigmatización, la imagen de
la discapacidad en la vorágine de los nuevos medios y soportes tecnológicos, etc.,
son algunos de los asuntos que nuclean este libro multidisciplinar y variado, pero nunca disperso.
P
ero si bien es cierto que se trata de una obra científica, no lo es menos que
en ella late una pasión, una pasión contenida, si se quiere, elegante, que no
llega nunca a la efusión, pero que no reniega de un contenido afectivo. Y la
afectividad viene dada porque se concibió como un homenaje a una persona concreta, a alguien como Julián Barriga que es quien más ha hecho en España por conciliar proactivamente la discapacidad y los medios de comunicación. Por dignificar la
imagen social de las personas con discapacidad.
Desde su cargo durante muchos años como director general de
Servimedia, Julián Barriga, y siempre con arreglo a criterios profesionales, ha desplegado una actividad incesante para que
el tratamiento de los medios hacia la discapacidad fuera normalizador. Primero, para cobrar visibilidad, y luego, para que una
vez la discapacidad fuera visible, como un hecho más de los
tantos que concurren en nuestro horizonte personal y social,
adquiriera la nota de naturalidad. Para que se perdieran los sesgos y las aristas, los prejuicios y las inercias, las disolventes
ideas recibidas. El trabajo de Julián, en esta área, ha sido ingente y enormemente productivo. Y de ahí la necesidad de un
libro de estas características, un libro de amigos, pero también de profesionales, agradecidos y reconocidos. Gratitud y reconocimiento para alguien como Julián Barriga que nos ha ayudado, con su mejor
saber y entender, que créanme es mucho, a que la discapacidad sea percibida con
naturalidad, con normalidad. Tiempos extraños en los que la normalidad requiere de
trabajos casi heroicos, pero que después de Julián pierdan esa nota casi de gesta, y
se convierten en una prosaica normalidad. A pesar de ser Julián un representante
de una tierra como la extremeña que se ha prestado tanto a la épica, su tarea ha
permitido que la discapacidad conquiste el común y corriente espacio de la normalidad. Ser percibidos como seres humanos, comunes y corrientes, supone un cambio
de efectos irreversibles. Ni héroes ni víctimas, sino puras y simples personas.
Más que quejarnos, lo
que no significa
renunciar a una
crítica vigorosa,
debemos esforzarnos
en “seducir” a los
medios. Con
creatividad, ingenio,
con nuevas ideas
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