1 Nombre: Paternidad… un modelo terrenal y un modelo celestial. Propósito: Quiero traer al conocimiento, que la Historia bíblica, contiene el manual de paternidad. Dios es nuestro padre celestial y tiene destinada la PATERNIDAD para nosotros, al aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador, estamos aceptando ser vasos llenos de gracia, misericordia y amor incondicional, conceptos implícitos en la paternidad. Solo por gracia de Dios, estoy aquí hablando de este tema, o quizás porque Paul me ve desde hace 14 años que me congrego en esta comunidad, llevando carteras, peluches, muñecas y demás detalles que mis hijas traen con ellas pero que al final como papá debo andar cargando. En fin que sobre todo cuando Dios te regala hijas tan valiosas, el corazón no va con la razón, y siempre anda uno pensando en la mejor coartada que diré al juez, si alguien se atreve a hacerles daño. Solo tengo 18 años de ser padre y aprendí a serlo, siguiendo el modelo que mi padre celestial diseñó, leamos en MATEO: Mateo 1:18 El nacimiento de Jesús, el Cristo, fue así: Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José, pero antes de unirse a él, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. Mat 1:19 Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto. Mat 1:20 Pero cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Mat 1:21 Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» Mat 1:22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: Mat 1:23 «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel» (que significa «Dios con nosotros»). 2 Mat 1:24 Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a María por esposa. Este es el primer paso de este modelo que aprendí, recibir y amar a mi esposa. No podemos concebir la paternidad sin un profundo respeto y amor a la maternidad, desde el mandato bíblico de Efe 5:25 Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella. Entendiendo que ella es una hija de Dios y que al final de mis días, Mi padre celestial ( no mi suegro) me preguntará si acepté y amé el regalo que me dió, si su alma se ha salvado. Al igual que José, hemos de aceptar la voluntad de Dios, escuchar la voz de Dios, acompañar en una vida de entrega a la mujer que da vida a nuestros hijos, en el plan de hacer FAMILIA, como la voluntad primaria de nuestro Señor, si somos buenos esposos es muy seguro que seamos buenos padres, porque estamos entendiendo ese diseño sacrificial de entrega de Cristo a su iglesia, ese Misterio del que Pablo hablaba en su carta. Asumimos nuestro sacerdocio, el de ser cabeza, el de AMAR a la esposa, sin andar con ideas que son del mundo en relación a la belleza, la sensualidad y patrones distorsionados que solo provocan una separación y alejamiento. Y ella, la esposa se somete, se sujeta, claramente entendiendo, lo que representa éste mandato, el de respetar y valorar a su esposo, de animarlo y acompañarlo, con un profundo valor de la autoridad y responsabilidad delegada sobre él. Lidieth y yo, tenemos más de treinta años de estar juntos, nos amamos y nuestras hijas nacieron en el tiempo de Dios y tras haber pasado un diluvio de espera en nuestras vidas, pero el arco iris del pacto llegó con nuestra hija Miranda, y también llegó nuestra alegría de caminar con el Señor al nacer nuestra hija Clarisa. Y con ellas llega el segundo paso del modelo que aprendí. 3 Luc 2:40 El niño crecía y se fortalecía; progresaba en sabiduría, y la gracia de Dios lo acompañaba. Luc 2:46 Al cabo de tres días lo encontraron en el templo, sentado entre los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Luc 2:47 Todos los que le oían se asombraban de su inteligencia y de sus respuestas. Luc 2:52 Jesús siguió creciendo en sabiduría y estatura, y cada vez más gozaba del favor de Dios y de toda la gente. Aprendimos que la paternidad conlleva un segundo mandato: llevar a nuestros hijas al conocimiento de Dios, José instruyó a su hijo, asumió el rol de Padre, cuando damos a nuestros hijos instrucción en la doctrina bíblica, estamos educando para la vida eterna, doctrina viene de una palabra hebrea que significa educación-enseñanza, instruirlos en el conocimiento de Dios, de Su palabra y de las enseñanzas de Jesucristo y no sólo de los Beneficios de seguirle. Posiblemente algunos de nosotros latinos, nos enseñaron a hacer la carta al niño Dios y continuamos nuestros días en sólo pedir a DIOS, así como algunos, en otros países le piden a Santa Claus cada navidad. No es esa una relación sana con el Padre y su voluntad. No podemos pensar que el mundo o los docentes en las escuelas, los están educando, es mi responsabilidad, la responsabilidad de cada uno de nosotros el asumir ese papel, Proverbios 22:6 Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará. Cuál es ese camino, el único camino, Jesús. A veces toca a los abuelos, tíos o parientes, asumir el reto y llevar adelante esta labor de educación por amor o misericordia, pero no restemos valor y responsabilidad a quienes realmente fueron llamados a hacerlo y mucho menos les quitemos la oportunidad. Conforme les estoy compartiendo, resumo que la Palabra de Dios nos guía a la paternidad desde estos dos modelos, amando a nuestras esposas e 4 instruyendo a nuestros hijos en el conocimiento de Dios, dentro de una familia. Pero qué pasa cuando no hemos crecido dentro de este diseño de paternidad y Satanás con toda su influencia sobre el mundo lo rompió. Qué pasa con los que no conocieron a su padre biológico, o los que nunca han sentido esa presencia masculina guiando sus vidas, los que desde el abuso, el maltrato o la indiferencia han recorrido sus días, ajenos al abrazo que conforta. Como sanamos esa área de nuestras emociones, esa parte del alma, que persigue el diseño divino y que los hombres nos niegan. Como restauramos la paternidad terrenal ausente? Lo hacemos a través del modelo en Jesucristo, si lo recibimos a ÉL en nuestras vidas, estamos recibiendo su legado eterno, la Salvación del juicio venidero, la justificación ante Dios Padre, la sanidad de la resurrección y la compañía del Espíritu Santo en nuestras vidas. Recibimos el Espíritu consolador que nos revela a CRISTO, que nos revela Su palabra de vida, que Él mismo escribió, y que nos unge con Su poder para ir y hacer discípulos, y que como dice en: Rom 8:14-15 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu, que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!» En esa adopción se nos revela la paternidad celestial, ese modelo que DIOS en Su gracia nos ofrece, para restaurarnos en la fuerza inagotable del poder de Cristo, para que entendamos que no se trata de añadir a Cristo a nuestras vidas, sino de entender que no hay vida sin Cristo. Es el espíritu de Dios en nosotros el que nos llevará a recordar cómo fueron esas relaciones de paternidad en nuestra infancia, cómo vivimos a nuestros padres terrenales, y a partir de allí, iniciar el proceso de sanidad, 5 de restauración de ese pasado. Sólo el Espíritu Santo nos ungirá con el aceite del perdón, como el único puente para alcanzar esa redención, y no para que nos sintamos mejor, para que elevemos nuestra autoestima, o para que seamos todo lo que debemos ser, sino para caminar en libertad, para dejar atrás el pecado que nos ata al orgullo, al dolor, al resentimiento, a la amargura, con el que le estamos gritando a Dios que ÉL no tiene el poder de ser nuestro padre, que no queremos la adopción que nos ofrece, que preferimos el infierno porque el sacrificio de sangre y amor con su hijo, no es suficiente para nuestras vidas. Hoy como dice en la carta a los Romanos los invito, a renovar diariamente el entendimiento, a buscar la llenura del Espíritu Santo que viene con la llenura de la Palabra de Dios, a permanecer en el Señor y entender y hacer Su voluntad, a recibir esa paternidad que nos permita llevar por la eternidad el nombre de Dios. Seamos vasos llenos de gracia, misericordia y amor incondicional. Seamos cristianos, conforme a la IMAGEN DE CRISTO.