laicidad y libertad sexual

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LAICIDAD Y LIBERTAD SEXUAL
Juan Antonio Férriz Papí
Coordinador del Área de Asuntos Religiosos
Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales
La realidad de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales se ha visto transformada
sustancialmente en estos últimos 6 años dentro del panorama legislativo español. La
aprobación de la Ley del matrimonio entre personas del mismo sexo en 2005 y la aprobación
de la Ley de identidad de género en 2007, junto a otras leyes estatales y autonómicas, que
reconocen la igualdad de las personas LGTB, han incrementado la igualdad de las personas
LGTB frente a una sociedad y ordenamiento jurídico muy heterocentrista hasta ahora.
Sin embargo, todos estos avances se ven amenazados constantemente por los sectores más
conservadores. Recientemente, Mariano Rajoy manifestaba su oposición a mantener la Ley del
matrimonio aunque el Tribunal Constitucional sentencie a favor de la misma. Seguidamente,
numerosos líderes populares se han sumado a esta opinión. Desde la jerarquía católica no
hacemos más que recibir mensajes de condena e insultos. Así, se presenta un futuro
complicado en el que habrá que seguir luchando con más fuerza si cabe. No es momento para
bajar la guardia, sino todo lo contrario, para defender los logros adquiridos y no ceder ni un
milímetro.
En esa línea se trabaja desde la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y
Bisexuales (FELGTB). Las distintas acciones que se realizan van encaminadas hacia la
concienciación social sobre estas realidades, su defensa mediante la presión política y el
trabajo por la igualdad y los Derechos Humanos. La FELGTB está constituida por más de 50
entidades LGTB de todo el Estado Español. Es una institución laica, y funciona de forma
democrática y participativa, organizándose en áreas que trabajan distintas realidades dentro
del mundo LGTB: políticas lésbicas, trans, bisexualidad, salud, educación, asuntos religiosos,
internacional, etc.
La doctrina oficial católica frente a la libertad sexual
Lo primero que debemos entender es los orígenes de la ideología que se está defendiendo
actualmente como doctrina oficial de la Iglesia Católica Apostólica Romana. No podemos
olvidar tampoco que en el mundo hay varias iglesias católicas, fruto de continuas divisiones y
cismas que se han producido a lo largo de la historia. Por eso, pensar en una única Verdad
como válida es erróneo, al igual que pensar como única Verdad la de la religión. Estas
ideologías absolutistas no son más que estrategias de autodefensa, y que no conducen más
que a la discriminación, racismos y xenofobias, y de esto ya hemos aprendido mucho en el
pasado.
El origen del cristianismo se da a partir del judaísmo. Jesús era judío, y por lo tanto cumplió y
celebró desde la tradición judía. No fundó ninguna religión. Más bien fueron sus discípulos, y
sobre todo Pablo de Tarso, quienes posteriormente iniciaron el cristianismo y su expansión por
todo el Mediterráneo. Igualmente ocurrió con el islam, en este caso predicado por
Muhammad.
El judaísmo decía (toda la línea ortodoxa del judaísmo todavía lo dice) que Dios tiene un plan:
la colonización de toda la tierra, “creced y multiplicaos”. Este Plan estaba basado en la
procreación. Cualquier acto sexual contrario a la procreación era considerado impuro. Así,
prácticas sexuales como el coito anal (ya sea heterosexual u homosexual), la homosexualidad,
la masturbación, los anticonceptivos, etc. eran consideradas prácticas antinaturales porque se
oponían al Plan de Dios. Sin embargo, prácticas como la poligamia o el incesto, incluso en
algunos casos la violación (se permitía violar a las esclavas) no eran condenadas, porque sí
contribuían al aumento de la prole. Ello también permitía la perpetuidad del clan familiar y el
aumento del número de guerreros.
Otro fundamento importante de la doctrina oficial católica actual es la filosofía de Agustín de
Hipona (354-430d.C). Agustín trasladó al cristianismo la concepción platónica sobre la
existencia de dos mundos paralelos, el de las formas y el de las ideas. Así, identificó el mundo
de lo espiritual como la perfección, la tendencia a Dios. Por el contrario, identificó el mundo de
lo corporal como lo imperfecto, donde se encontraba el pecado. Reconocía cualquier placer
corporal como la incitación a caer en la tentación y pecar, y así contaminar el alma. Para que el
alma pudiera llegar a Dios había que castigar el cuerpo y apartarlo de todo placer. Condenó el
placer sexual, y la sexualidad humana quedó reducida únicamente al acto reproductivo.
Cualquier otra finalidad era antinatural.
Toda esta concepción negativa sobre la sexualidad humana ha minado cualquier posibilidad de
realización personal sobre esta faceta desde la religión católica. Actualmente, se ha
evolucionado sobre estos pensamientos, pero aún hay muchas rémoras que inciden
constantemente en esta ideología destructiva. Las instituciones católicas no hacen más que
repetir eslóganes condenatorios sobre la sexualidad humana. En el caso de la homosexualidad,
se ve como un enemigo a combatir, puesto que supone toda una revolución de la sexualidad.
Constantemente escuchamos manifestaciones atroces e insultos por parte de jerarcas
católicos. Nos encontramos con cosas como éstas: “Este es un plan macabro para exterminar a
la humanidad… me opondré hasta la muerte al matrimonio gay”, cardenal de Santo Domingo
(30-09-2010); “El SIDA es un acto de justicia… jugar con la naturaleza del amor conduce a
catástrofes así”, obispo Leonard de Bruselas (14-10-2010); “muchos psicólogos y psiquiatras
han demostrado, y me han dicho recientemente, que hay relación entre homosexualidad y
pedofilia. Esto es verdad. Este es el problema”, cardenal Bertone (12-04-2010); “Un
homosexual ha invertido la tendencia de su sexo. A ese niño que le adopta una pareja
homosexual, muy probablemente, hasta un 80% de las posibilidades, saldrá maricón”, obispo
de Alcalá (18-10-2004); “Hasta las cucarachas les dieron ahora ya rango de familia porque
viven bajo el mismo techo”, cardenal Trujillo (México) (15-10-2004). Estas manifestaciones son
insultantes, y lo único que pretenden es desprestigiar la práctica homosexual, juzgar que no es
natural (según su concepto de naturaleza) e incluso criminalizarla.
Acciones políticas por sectores católicos conservadores
Esta doctrina católica conservadora se busca, no sólo imponerla a todos sus feligreses, sino
trasladarla a toda la sociedad como normas morales de conducta. Buscan influenciar sobre la
vida pública española luchando contra la pluralidad de la sociedad. Las únicas manifestaciones
en la calle en las que se han visto representantes y jerarcas católicos han sido contra el
matrimonio entre personas del mismo sexo y contra el aborto. El cúlmen llegó con las
manifestaciones del cardenal García-Gasco en 2007, en las jornadas de la familia cristiana,
cuando afirmó que “nos encaminamos hacia el final de la democracia”. Es evidente la gran
preocupación que muestran por la moral sexual de los españoles. Sin embargo, esa moral de
las jerarquías no es tan evidente cuando abordan la pobreza o el acercamiento a otros
problemas sociales.
Respecto al matrimonio, ha habido numerosas acciones dirigidas por sectores católicos
conservadores, en muchas ocasiones a través de fuerzas políticas de derecha. Si hacemos un
recorrido por los titulares de periódicos, nos podemos encontrar cosas como éstas: “El
Vaticano insta a los funcionarios a boicotear las bodas gays” (21-06-2005); “Una magistrada de
Denia bloquea la boda de dos lesbianas y recurrirá al Tribunal Constitucional” (20-07-2005); “El
Partido Popular presenta recurso de inconstitucionalidad a la Ley de matrimonio entre
personas del mismo sexo” (30-09-2005); “Un juez frena la adopción de dos lesbianas porque
cree que no son una familia normal” (30-06-2007); “Rajoy se muestra dispuesto a derogar la
Ley del matrimonio homosexual aunque la avale el Tribunal Constitucional” (31-10-2010). Está
muy clara una ideología común fruto de estas convicciones católicas arcaicas y un intento de
imposición de la misma.
Igualmente, intentan influir en otros aspectos. La educación es un caballo de batalla en el que
no permiten ninguna injerencia ni siquiera por parte del Gobierno. Los acuerdos del
Concordato de 1979 parecen ser intocables, y otorga una serie de privilegios irreconciliables
con la Constitución Española. La imposición de una asignatura de religión en las escuelas es
una herramienta de poder que, además, es utilizada en ocasiones contra la propia igualdad de
la sociedad, y en concreto contra las personas LGTB. ¿Qué pensará un adolescente LGTB que
esté recibiendo estas enseñanzas contra sus propios sentimientos? De la misma forma, ataca
al propio sistema educativo español, contradiciendo la LOE (Ley Orgánica de Educación) en sus
aspectos básicos como el respeto a la diversidad, incluida la diversidad familiar. La creación de
la asignatura de educación para la ciudadanía ha sido contestada muy duramente,
desprestigiando su solvencia por el mero hecho de hablar en un capítulo sobre diversidad
familiar. Y ante todo esto, se intenta ocultar la lgtbfobia existente en las aulas por parte de la
CONCAPA (Confederación Católica de Padres de Alumnos).
La condena de los métodos anticonceptivos pasa, fundamentalmente, por la condena del
preservativo. Hemos tenido que escuchar declaraciones sin ningún fundamento justificando la
ineficacia del preservativo e intentando engañar a la población. Igualmente, con todas estas
afirmaciones surge una estigmatización hacia las personas seropositivas, consideradas víctimas
de estos actos “contranatura”.
Por último, la cuestión de igualdad para la mujer sigue siendo una asignatura pendiente. La
Conferencia Episcopal hacía la siguiente afirmación en 2003, en su directorio para la Pastoral
Familiar: “La revolución sexual es la responsable del incremento de la violencia doméstica”.
Con frases como esta todas las mujeres quedan obligadas a ser “obedientes y sumisas”, como
afirma el obispo de Orihuela-Alicante. La liberación sexual es un pecado, al igual que se
condena el feminismo. Sin embargo, no ocurre lo mismo con el machismo, donde incluso para
la violencia machista se refiere como “doméstica”, es decir, dentro de la casa, en lo privado,
donde no se puede actuar porque lo tienen que resolver entre dos. Este modelo es repetido de
forma constante en la estructura eclesial, gobernada y dirigida por hombres, donde la mujer
sólo sirve para limpiar la casa de Dios. Este verano, el Vaticano catalogaba la ordenación
sacerdotal de mujeres como un “delito grave” contra la Iglesia, equiparándolo al mismo nivel
que los abusos sexuales a menores. Todo un ejemplo del patriarcado y del machismo más
atrasado con respecto a la realidad del momento.
No toda la Iglesia Católica es así
No toda la Iglesia Católica es así. Cada vez más, la jerarquía católica se aleja de la realidad de su
propia iglesia. Esta doctrina deshumanizadora no es practicada por una gran parte de sus
feligreses. Muchos católicos y católicas se han desencantado y buscan fuera de sus
comunidades. Otras personas viven su fe de forma más distanciada, celebran sacramentos
como un acto social público sin mayor relevancia religiosa. Y luego hay un grupo importante de
movimientos y comunidades católicas, en su mayoría surgidos a partir del Concilio Vaticano II,
que viven su fe desde un discurso muy diferente. Son teólogos y teólogas que abogan por una
renovación profunda, religiosos y religiosas que trabajan desde sus propias comunidades por la
apertura, laicos y laicas implicados en las realidades sociales más acuciantes, y también entre
ellos católicas y católicos LGTB que trabajan por la normalización en sus comunidades. Este
discurso es en positivo. Plantea una filosofía mucho más cercana al ser humano, sus
necesidades y anhelos, huyendo de la condena y fomentando el amor. Optan por la pluralidad
y diversidad, reconociendo la existencia de la libertad religiosa y de conciencia, así como la
necesidad de la laicidad del Estado. Es más, la gran mayoría habla de la necesidad de pérdida
de poder de la Iglesia Católica para que verdaderamente empiece a ser evangelizadora.
Estas comunidades son repudiadas casi siempre por su jerarquía. Afirman que no son fieles a la
doctrina oficial, y por lo tanto actúan al margen. Son excluidos en su propia iglesia.
La laicidad como principio para un Estado plural e igualitario
Desde FELGTB entendemos la necesidad de independencia del Estado Español frente a
cualquier confesión religiosa como principio básico para apostar por una sociedad plural. No es
de recibo la existencia de un Concordato con el Vaticano que otorgue privilegios a la Iglesia
Católica por encima de la voluntad de la ciudadanía. Tampoco es de recibo que las autoridades
públicas se sometan ante una autoridad religiosa, ni que realicen juramentos sobre la Biblia o
frente a crucifijos. Son actos públicos que se deben realizar frente a toda la sociedad, no frente
a ninguna confesión religiosa. Por ello, nuestro compromiso por la defensa de un Estado laico
queda reflejado en la ponencia política aprobada en 2009 en nuestro V Congreso Estatal:
“Entre uno de nuestros objetivos más importantes tiene que estar la lucha por un verdadero
Estado laico que garantice la convivencia entre los ciudadanos y ciudadanas que profesan
diferentes creencias, o ninguna creencia, y diferentes opciones morales”.
Esta laicidad debe ser trasladada a todas las entidades de la administración pública, desde
Ayuntamientos hasta escuelas y hospitales. No cabe en el sistema educativo público la
enseñanza religiosa, sino más bien una educación de la ética ciudadana, basada en valores
democráticos y respeto a la pluralidad. Tampoco caben símbolos religiosos en espacios
públicos compartidos. No se puede presuponer la confesionalidad del ejército, ni funerales de
Estado religiosos presididos por autoridades religiosas. Estas cuestiones nos muestran que, a
pesar de que la Constitución Española define al Estado español como aconfesional, todavía
vivimos y rememoramos costumbres adquiridas que lo único que hacen es continuar
mostrando el sometimiento del Estado a la autoridad Católica.
Ahora bien, hay algunos aspectos que existen y que no deberíamos obviar:
En primer lugar, la existencia del hecho religioso. Es innegable que un alto porcentaje de la
sociedad sigue siendo religiosa y no se puede negar su libre manifestación. Querer imponer un
laicismo a toda la sociedad es volver al mismo hecho discriminatorio que nosotros mismos
criticamos. Debemos llegar a un entendimiento donde cada uno, de forma personal y libre,
pueda vivir y experienciar en base a sus creencias e ideología, y lo mismo ocurre con el espacio
público, donde habrá que acordar de qué manera se comparte, siempre desde la igualdad y el
respeto a la diferencia y los Derechos Humanos.
En segundo lugar, no podemos renunciar a nuestra historia. Hemos vivido en un entorno
impregnado de lo religioso que, por suerte o por desgracia, nos ha llevado a la situación actual:
La literatura, la cultura, el arte, la arquitectura, la política… Negar este hecho es aparcar
nuestra historia y, como consecuencia, olvidarla. Eso sería catastrófico para nuestra
civilización. Es necesario reconocer y rescatar qué ha significado lo religioso para las diferentes
culturas, y de qué forma ha influido en su comportamiento y evolución. Podemos aprender
mucho todavía, y nos puede ayudar a dirigir nuestro futuro de aquí en adelante.
En tercer lugar, la pluralidad confesional e ideológica. Desde una visión reduccionista, parece
que en España sólo se pueda ser católico o ateo. Nada más lejos de la realidad. Además,
dentro de esas mismas terminologías hay un abanico amplísimo de filosofías y corrientes
ideológicas. La gran apuesta es que seamos capaces de alcanzar un alto grado de convivencia
entre todas ellas, y evitemos supremacías e imposiciones.
Y en cuarto lugar, la laicidad por sí sola no garantiza la pluralidad ni la igualdad. A partir de ahí,
se debe hacer todo un trabajo educativo basado en estos valores, pero sobre todo en el
respeto a la diferencia, como enriquecimiento de la sociedad desde la inclusión y la
participación democrática.
A modo de conclusiones
Las instituciones eclesiales católicas están presionando por alcanzar un mayor control sobre el
Gobierno de España. La libertad sexual es cada vez más posible, pero los intentos de
imposición de una moral retrógada por esta jerarquía amenazan con un retroceso de las
libertades en general.
Un Estado laico posibilitará un Estado plural, que represente a toda la ciudadana, ya sea
religiosa o no. Por ello, la separación Iglesia-Estado es ya una necesidad y una exigencia
clamorosa. La FELGTB apuesta decididamente por la laicidad del Estado y de todas las
instituciones públicas, sin injerencia alguna por parte de cualquier confesión religiosa.
Debemos trabajar por una educación en valores que nos ayude a reconocer nuestra capacidad
de libertad, también nuestra libertad sexual, pero más aún, desde una ética ciudadana basada
en el respeto hacia la diferencia y la convivencia en democracia.
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