Aldo Solari

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Aldo Solari (Uruguay)1
Algunas reflexiones comparativas —Capítulo final del texto “Los movimientos estudiantiles
universitarios en América Latina” (1968)
La percepción errónea de la autonomía del movimiento estudiantil como absoluta y del
poder que ostenta como muy alto crean una dialéctica compleja. Es sabido que el error es
un hecho social cuando determinados grupos se comportan en función de él. En este caso
específico se tiende a generar, por un lado, el proceso de la profecía que se autosatisface.
Desde que se parte de que el movimiento estudiantil es tan poderoso y tan autónomo es
mejor acceder a sus demandas que oponerse fuertemente a ellas lo que, desde luego,
tiende a aumentar el poder del movimiento estudiantil. Por otro lado, se genera un proceso
de sentido diferente, aunque puede ser paralelo. Desde que el movimiento estudiantil es tan
poderoso conviene introducirse desde dentro en él para tratar de manipularIo, al menos en
parte. En este caso la profecía se autosatisface en cuanto al poder, se autodestruye en
cuanto a la autonomía de ese poder. Cuanto más intensa sea la percepción que otros
grupos estratégicos tengan de la importancia del movimiento estudiantil, mayor es el riesgo
que éste corre de ser destruido, al menos temporalmente, por una confabulación de ellos, o
de parte de ellos, que verdaderamente detentan el poder (el caso de la intervención en la
Universidad de Buenos Aires) o de que los diferentes grupos que se disputan el poder al
nivel de la sociedad global traten de manipularlo (el caso actual de Chile).
Esta compleja dialéctica hace muy difícil predecir la resultante final de un movimiento
estudiantil determinado. Los hechos recientes dan la impresión de que esta afirmación es
menos verdadera que antes porque hacen pensar que el movimiento estudiantil tiene
características universales. Sería muy arduo, sin embargo, determinar cuáles serían ellas.
Los estudiantes se agitan en Varsovia, en Praga, en Alemania, en París, en Roma, en
Santiago de Chile, en Río de Janeiro, en Bogotá, en Nueva York, etc. Por un lado existe,
sin duda, un efecto de demostración. Los medios de comunicación de masas al nivel
mundial trasmiten a todos lados lo que ha ocurrido en cualquier parte del planeta. Ciertos
temas aparecen reiterados, la guerra del Vietnam, la liberación de los pueblos del tercer
mundo, etc. Pertenecen a la dimensión ideológica en sus aspectos más universales y, por
lo tanto, más fácilmente trasmisibles. A ese nivel la ideología no tiene porque diferenciarse
mucho y sería sorprendente que lo hiciera. Compartir ciertas creencias se convierte, al fin,
1
Tomado de Aldo Solari (comp.). Estudiantes y política en América Latina. Caracas, Monte
Ávila Editores, 1968.
en una de las dimensiones que define el rol de estudiante al menos al nivel de los
dirigentes. El proceso no es muy diferente en su mecánica a aquel por el cual los "hippies"
o coléricos latinoamericanos colocan en sus letreros leyendas que no son más que la
traducción, a veces en mal español, de las que levantan sus similares de Londres y Nueva
York. El movimiento estudiantil también se trasmite de un lado a otro de la tierra y repite
ciertos temas y "slogans" que pueden encontrarse en cualquier parte.
Es obvio que estas analogías al nivel ideológico no son las únicas. Aparecen también a otro
nivel: el de las técnicas de acción. Huelgas, barricadas, ocupación pacífica o violenta de
edificios universitarios, incendio de omnibuses, etc., no sólo son fácilmente trasmisibles,
sino que forman parte de un reino en el que el catálogo de medidas es necesariamente
limitado.
Las similitudes son, pues, bastante superficiales como para concluir de ellas la identidad de
las causas. El que esas similitudes se reforzaran no cambiaría la naturaleza de la cuestión,
en tanto se mantuvieran al mismo nivel. Pero es menester analizar la hipótesis que
pretende, en un plano que se quiere más profundo, que existe una constante común a
todos los movimientos: la rebelión contra la sociedad y la rebelión contra el sistema
universitario. En un plano muy general puede objetarse que en Europa, Estados Unidos,
algunos países socialistas y América Latina las sociedades y los sistemas universitarios
contra los que se produciría la rebelión son muy diferentes. Aun dentro de América Latina,
es decir en sociedades que pueden recibir el calificativo cada vez más común y cada vez
menos aclaratorio de subdesarrolladas, las diferencias son considerables. En algunas
sociedades el movimiento estudiantil ha que dado casi totalmente desconectado de los
grupos estratégicos de poder, las discontinuidades entre él y el resto de la sociedad
parecen haberse profundizado por un proceso de autoacumulación. Al extremo de ese
proceso, los líderes estudiantiles, los pocos, son totalmente abandonados por los muchos,
la intensidad de su oposición se empareja con su soledad. Es lo que muestra Inglese para
la Argentina. En el otro extremo de una escala imaginaria, las tendencias que luchan dentro
del movimiento estudiantil son las mismas o casi las mismas que las que lo hacen al nivel
de la sociedad global. En ese caso el pacto interno al movimiento estudiantil es un aspecto
del pacto externo a él. Es lo que parece ocurrir en Chile. Los casos intermedios posibles y
reales son múltiples. La semejanza de las ideologías de política internacional no puede
hacer olvidar que sus temas no tienen el mismo peso para todos esos movimientos. Aunque
se les unan las semejanzas en las técnicas, que no son tantas como pueden aparecer al
observador superficial, no se alcanza a emparejar tantas diversidades.
La tesis merece, sin embargo, una consideración más detenida y que alcance a otros
planos. Si se considera la rebelión contra la sociedad, múltiples cuestiones podrían
plantearse. Baste analizar algunas de las más importantes.
El primer problema es el de determinar hasta qué punto hay realmente rebelión contra la
sociedad y hasta qué punto lo que existe es un esfuerzo para encontrar una mejor inserción
en la sociedad. Este es el problema previo al que habría que responder. Para hacerlo, se
plantean múltiples dificultades. El papel que la rebelión contra y la inserción en pueden
tener en distintos movimientos estudiantiles puede ser completamente diferente. En muchos
casos una de las dimensiones faltará total o casi totalmente. Dentro de un mismo
movimiento, aun suponiendo que existen las dos dimensiones, la proporción de líderes que
se encuentran en una u otra puede ser muy variable. Para algunos de ellos la rebelión debe
ser contra la sociedad, para otros la búsqueda de una mejor inserción. La proporción de
unos y otros debe variar en distintas fases. Si el movimiento contiene objetivos que se
refieren a la inserción en la sociedad existente y éstos son satisfechos, la proporción de los
líderes nihilistas (por darles algún nombre a los que están contra la sociedad) tenderá a
disminuir en relación con la que se dio al principio del movimiento. Si las resistencias de la
sociedad para proporcionar nuevos o mejores canales de inserción son muy fuertes, en
cambio, puede esperarse el proceso contrario: la proporción de los líderes nihilistas
aumentará y todo el movimiento tenderá a radicalizarse. Sea cual sea la radicalización de
un movimiento estudiantil en el punto de partida el que ésta aumente o disminuya es más el
producto de una dialéctica compleja entre él y la sociedad que un mero proceso de
generación interna. Cuando el movimiento se "desradicaliza" no sólo los líderes nihilistas
son menos sino que van quedando aislados. Cuando este proceso se intensifica no sólo
quedan aislados sino que pierden la solidaridad del resto de los estudiantes .Esto permite
comprender que separar a los grupos más extremos, generalmente muy pequeños, de los
restantes, es la tarea del gobierno o de los otros grupos estratégicos en la sociedad y tratar
de mantenerse identificados a todo el movimiento la tarea de los más extremos. Lo que
ocurre en ciertas ocasiones es que los grupos externos al movimiento estudiantil se
comportan de tal manera, ejerciendo la violencia por ejemplo, que el movimiento estudiantil
tiende a radicalizarse. Todo esto plantea problemas tan intrigantes como cruciales respecto
a la función que desempeñan los grupos más extremos dentro del movimiento estudiantil
que serán mencionados más adelante.
La segunda cuestión .a plantearse es la de cual es el tipo de sociedad contra la que se
produce la rebelión o respecto a la cual quiere mejorarse la inserción. En el caso de las
sociedades desarrolladas uno de los factores puede ser, aunque sin duda no con tanta
intensidad como es proclamado, la reacción respecto a la sociedad industrial, contra su
impersonalidad, u tecnificación creciente, contra todos los aspectos que se ha dado en
reunir bajo el concepto de alineación, término que oculta muy diversas significaciones. La
negación, aunque con ciertas limitaciones, de la sociedad industrial misma parece ser una
de las dimensiones del movimiento estudiantil norteamericano reciente. La guerra del
Vietnam y el problema negro se conjugan para producir una conciencia bastante aguda de
las grandes frustraciones de la sociedad industrial y de la necesidad de realizar plenamente
la paz y la completa integración de los grupos marginados hasta ahora, así como de la
profunda correlación existente entre ambos objetivos. Algunos indicadores permiten pensar
que algunas de las expresiones más nuevas del movimiento estudiantil europeo reconocen
influencias ideológicas venidas de los estudiantes norteamericanos, lo que abre la
posibilidad de que lleguen a América Latina a través de la intermediación de aquél.
Razones de falta de espacio y, sobre todo, derivadas de las grandes diferencias entre la
estructura social y universitaria norteamericana y las que se dan en América Latina, limita el
análisis comparativo que sigue a los movimientos estudiantiles europeos. Ello no implica,
desde luego, desconocer el alto interés de un estudio comparativo más general.
En el aspecto rebelión contra la sociedad, parece impresionante el paralelismo que han
señalado Touraine y otros entre la agitación de los estudiantes de Nanterre y luego del
resto de París, y las primeras protestas de los obreros contra la industrialización naciente
en el siglo pasado. El mismo nihilismo, el mismo hálito romántico, la exacerbación del
inconformismo que se convierte en el conformismo propio de los que integran el movimiento
y se transforma en un proceso autosostenido hasta cierto punto, etc. Así como esta
analogía parece muy notable a. primera vista, aunque habría que analizarla más a fondo
cuando se posean datos más sistemáticos, también parecen muy relevantes las
transformaciones que se producen a lo largo del proceso. Los que comparten una visión
absolutamente negativa de la sociedad son pocos y escasamente influyentes al principio;
parecen muchos más y sobre todo parecen dominar el movimiento en una segunda etapa;
en una tercera, vuelven a ser cada vez menos y, sobre todo, su influencia tiende a diluirse.
En esta, tercera etapa ocurre que algunas demandas que perseguían una mejor inserción
de los estudiantes en la universidad y en la sociedad, son aceptadas. La satisfacción de
esas demandas no implica por cierto una transformación de fondo de la sociedad industrial,
ni destruir la alineación que se supone le es característica pero es considerada por la gran
mayoría de los estudiantes como una recompensa satisfactoria o la más satisfactoria que
están en condiciones de obtener. De esa manera los grupos extremos quedan
relativamente aislados dentro del movimiento estudiantil mismo, el fenómeno puede
completarse con la acción policial contra ellos sin que ésta, salvo que sobrepase ciertos
límites, conmueva la solidaridad del resto de los estudiantes. Los grupos que forman el
poder y no sólo el gobierno, pueden diluir las grandes amenazas gracias a una dosificación
oportuna del bastón y de la zanahoria. Por otra parte, a lo largo del proceso se sumarán
grupos que poco o nada tienen que ver con los estudiantes y que aprovecharán o tratarán
de aprovechar el movimiento para sus propios fines. Si esto ocurre es el movimiento
estudiantil mismo y no sólo los grupos externos los que tienen interés en aislarlos. Siempre
reaparece el mismo problema, para quienes, en qué proporción y en qué momento es
válido el nihilismo. Conviene recordar que es entre los estudiantes universitarios franceses,
en los que la proporción de clase obrera es muy baja y no en los de los institutos
tecnológicos en que aparece la rebelión. Si las resistencias de la sociedad y de los grupos
estratégicos no son demasiado fuertes todo ocurre como si los grupos extremistas hubieran
sido funcionales para el movimiento estudiantil para obtener la satisfacción de demandas
mucho más modestas que las que tenían el principal peso al nivel declarativo y que, una
vez cumplida esa función, son dejados de lado. La dialéctica revolucionaria que es sólo
retórica para muchos, para hacerse realidad debe conjugarse con la voluntad revolucionaria
de otros grupos estratégicos. Cuando ésta falta, y falta casi siempre tanto dentro como
fuera de los estudiantes, sólo tiene la función de legitimar demandas que tienen una
relación superficial con ella.
En América Latina la situación es muy diferente. Por más que sea posible, y en cierto modo
obligado, mimar ideologías y técnicas, no es a la sociedad industrial que se enfrentan los
estudiantes, si es que la enfrentan. Es a sociedades semi-industrializadas y dependientes.
Los grupos, generalmente muy minoritarios, que niegan a fondo la sociedad industrial o
realizan una anticipación a muy largo plazo o responden, en gran medida, a la influencia de
un sistema de valores tradicional a la cual su pertenencia a las clases medias los prepara.
La primera hipótesis es poco probable. Lo que se niega en los movimientos estudiantiles
latinoamericanos no es la futura sociedad industrial que pueda sobrevenir sino en todo caso
la sociedad capitalista dependiente en que se vive. Bajo esa negación se esconde, en
buena medida, no tanto la anticipación a los problemas de toda sociedad industrial de lo
que los estudiantes sólo tienen una experiencia literaria en el mejor de los casos, sino el
apego a los valores de la sociedad tradicional en que han sido formados. Sería muy fácil
demostrar la escasa penetración de los movimientos estudiantiles y del sistema de
enseñanza entero por valores verdaderamente modernos, aquellos que son propios de toda
sociedad industrial ya sea capitalista o socialista. Bajo la negación de los valores de la
sociedad industrial capitalista, en cuanto esa negación existe, se oculta la negación de los
valores de toda sociedad industrial. La aproximación creciente a esos efectos que los
grupos más extremistas, para. usar el lenguaje común, hacen entre Estados Unidos y Rusia
es bien sintomática a este respecto. Pero en tanto que en las sociedades desarrolladas esa
aproximación proviene de una experiencia real de los problemas de la sociedad industrial y
puede indicar la búsqueda de un camino hacia su superación, en los países
latinoamericanos proviene esencialmente de un esfuerzo de justificación de un sistema de
valores perimido. En este problema también, la dialéctica de ideología y realidad es muy
compleja. Es muy probable que temas ideológicos como los que se han dado en Francia y
otros países de Europa aparezcan con gran fuerza en el movimiento estudiantil
latinoamericano frente a una realidad muy diferente. Así como la década del 50 conoció
obras de teatro escritas por latinoamericanos sin ninguna experiencia de la guerra, ni nada
comparable a la vida de un europeo contemporáneo, que mimaban los temas, las ideas y
los procedimientos dramáticos de Jean Paul Sartre, los estudiantes pueden sentir que
afirman su modernidad y su carácter de avanzada al repetir temas de los movimientos que
son modernos y de avanzada en Europa, si es que lo son. Es, en definitiva, el mismo
mecanismo que se encuentra en muchos intelectuales que repitiendo temas de
intelectuales europeos o norteamericanos ponen en guardia a América Latina contra los
peligros de la excesiva importancia de la ciencia y de la penetración extrema de la
tecnología olvidando dos cuestiones igualmente esenciales. Primero, que en América
Latina el problema no es el exceso sino la falta de una adecuada penetración de la ciencia
y la tecnología. Segundo, que esta formulación ideológica se convierte en un obstáculo más
para ellas y tiene, de hecho, la función de privar a los latinoamericanos y sobre todo a los
más desheredados de los beneficios innegables que ellas comportan y que son pasados
bajo silencio o mencionados como muy secundarios. Por otra parte, en América Latina la
situación de los estudiantes universitarios en la sociedad, por su origen social y por su
carácter minoritario está mucho menos amenazada que en Europa. Los grupos
estrictamente revolucionarios han sido mucho menores, aunque las proclamaciones hayan
sido tanto o más fuertes. Sólo la situación de subdesarrollo y dependencia que tiende a
acentuarse puede hacerlos crecer y aún esto es difícil porque toca a problemas que son los
que los estudiantes, como todos los ciudadanos, sienten como realmente más lejanos a la
realidad concreta, aunque efectivamente no lo sean. Cuestiones de complejidad no menor
se plantean respecto a lo que ha dado en llamarse la rebelión contra la Universidad. Esta
también puede tener manifestaciones muy análogas en diferentes países, lo que está lejos
de indicar que sus causas sean idénticas. Los hechos son bastante curiosos. Los
estudiantes europeos han llegado recientemente a pedir una participación en la dirección
de la universidad que los latinoamericanos tienen desde hace mucho tiempo y reclaman
desde bastante más, lo que al menos indica que se generan tendencias análogas o que el
flujo de las comunicaciones va, en este caso, de las sociedades subdesarrolladas a las
desarrolladas. Pero el mismo hecho de que se llegue a demandas semejantes, en etapas
tan diferentes de la evolución de los sistemas universitarios hace sospechar que las causas
no pueden ser las mismas.
Para guiarse dentro de un problema que es imposible de explicar totalmente con los datos
de que se dispone, conviene subrayar ciertos hilos interpretativos. En una crisis como la
francesa lo que parece más notable es el desajuste entre la concepción de la universidad y
su función real. La universidad está concebida, y esto parece particularmente fuerte en
ciertas carreras, corno teniendo por objeto formar algo más que simples profesionales,
como persiguiendo la creación de líderes sociales de alto nivel, de lo que podrían llamarse
"generalistas". Este fenómeno ocurre en una sociedad que, por su nivel de desarrollo,
requiere cada vez más la formación de especialistas en sentido estricto. Para citar un solo
ejemplo de lo que se quiere decir aquí, piénsese en que hay una dramática y casi
caricaturesca tensión entre la formación de un psicólogo, con su revisión de las grandes
concepciones, el análisis de los magnos problemas, y el destino de la mayoría de los
egresados, muchos de los cuales terminarán al servicio de una gran empresa industrial
para tomar "tests" que determinen si un individuo sirve o no para la función de capataz.
Pero esta tensión sólo se siente como dramática dentro de ciertas condiciones que es
menester tomar en cuenta para explicar el fenómeno.
Hasta ahora se han intentado dos grandes líneas de explicación que se fundan en dos
clases de hechos que parecen haberse producido igualmente. Por un lado muchos han
visto la causa de la rebelión contra la universidad en la inadecuación de ésta a su función
actual: la formación de especialistas. Para otros la causa sería, justamente, que los
estudiantes perciben a la Universidad como demasiado al servicio de una sociedad cuya
legitimidad niegan. En una hipótesis se resalta que una parte de la protesta es contra la
inadecuación de los programas de estudio, de los métodos de examen y otras causas
académicas. En la otra hipótesis se insiste en que lo que se quiere destruir es la ligazón de
la universidad con la sociedad en el sentido de que aquella aparezca como subordinada a
la necesidad de proveer especialistas al capitalismo. Estas explicaciones que aparecen
como contradictorias pueden no serlo tanto y los hechos en que se basan provenir de un
haz común de causas.
En primer término debe tomarse en cuenta que las dos causas pueden actuar sobre
diferentes grupos de estudiantes, conduciéndolos a expresiones de insatisfacción que se
canalizan por medios muy similares. En segundo término, la explicación que pone el acento
en que la rebelión es porque la universidad está demasiado al servicio de una sociedad que
se niega, corresponde más bien a la rebelión contra la sociedad que a la rebelión contra la
Universidad. En tercer término, ambas causas están ligadas a un fenómeno más profundo,
la gran transformación que se ha producido en el carácter y en la función de la Universidad.
Aunque implique una simplificación excesiva y sea imposible establecer porcentajes de
estudiantes universitarios sobre los grupos correspondientes de edad que tenga una validez
universal es legítimo hablar de las universidades cuando han entrado plenamente en el
fenómeno de la masificación y antes que ese proceso se haya producido. Antes de la
masificación una universidad ofrece a sus egresados; al menos en su gran mayoría: a) una
ocupación prácticamente segura; b) una ocupación de nivel, social relativamente alto, ya
por su remuneración, ya por su prestigio social, ya por ambas circunstancias conjugadas; c)
un rol de liderazgo en la sociedad o un rol que está muy próximo a los que ejercen esa
función de liderazgo. Es obvio que para que todas estas circunstancias se produzcan es
necesario, además, que la sociedad esté en un proceso de desarrollo autosostenido y que
la universidad funcione académicamente, de un modo percibido como relativamente
satisfactorio. Pero supuestas esas condiciones que generalmente se han dado en las
sociedades hoy desarrolladas, la masificación aparece como la variable fundamental,
porque pone en peligro todas o casi todas esas seguridades para un porcentaje creciente
de alumnos.
En primer lugar, la sociedad no es capaz o no lo es en la misma medida que en el pasado,
de asegurar una alta ocupación ni una función de liderazgo. Para las posiciones que
implican esa función, la Universidad es cada vez más, en cuanto lo es, una condición
necesaria pero no suficiente. El liderazgo social, en la medida que se recluta entre los
egresados universitarios, lo es por mecanismos que cada vez dependen menos de la
Universidad —que proporciona una calidad cada vez más abundante—, y cada vez más del
comportamiento posterior o de las relaciones personales. En segundo lugar, y en forma
concomitante, la Universidad sólo es capaz por sí misma, en cuanto lo es, de garantizar
posiciones de especialización socialmente no demasiado elevadas. En otras palabras, el
proceso de devaluación de la educación, en relación al que tenía en el pasado, que se ha
producido ya en los otros grados de la enseñanza, llega a la Universidad. Hasta ciertos
límites la correlación entre educación y ocupación de carácter positivo, a educación altaocupación alta y viceversa, no deja de crecer; luego comienza a disminuir. La condición de
educado a ciertos niveles se hace universal y las ocupaciones sólo la exigen como
necesaria pero no suficiente. Cuando ese fenómeno comienza a llegar a la universidad el
proceso está lejos de haberse completado, pero ha dado un paso de importancia
considerable.
En esas condiciones hay una unidad profunda que se manifiesta en las corrientes que
niegan a la universidad como en las que niegan a la sociedad; son dos reacciones
igualmente elitarias. Sólo se conciben en aquellos que han internalizado pautas que afirman
su derecho a ocupar un papel de especial relevancia en la sociedad.
Esas pautas han sido internalizadas antes de la Universidad dado el origen social de los
estudiantes; pero la Universidad no ha hecho sino reafirmadas. La confirmación de este
hecho se encuentra en que la rebelión no se produce en los alumnos de los institutos
tecnológicos que casi seguramente tendrán un destino inferior al de los universitarios; pero
en los que ese destino es aceptado en el proceso mismo de socialización de la institución
educativa. Además, los alumnos de los institutos tecnológicos provienen de estratos
sociales inferiores, comparativamente a los de las universidades; un destino menor les
aparece subjetivamente como satisfactorio porque implica generalmente un ascenso social.
La paradoja más interesante es que una protesta que proviene esencialmente de una élite
que no se resigna a perder o a ver disminuido su carácter de tal, se traduce en la afirmación
de valores, al nivel declarativo, de tipo profundamente igualitario. Los estudiantes
universitarios hablan como si se sintieran explotados. Realmente son explotados si la
cuestión se mide en función de sus expectativas frustradas. Esto los hace buscar una
identificación con los obreros para los cuales la explotación, en cuanto existe, es una
situación mucho más objetiva. Pero esa identificación, sinceramente sentida por muchos
estudiantes sólo es objetivamente posible en circunstancias muy especiales que
rápidamente tienden a desaparecer, salvo el caso excepcional de una situación
verdaderamente revolucionaria.
Este análisis no .intenta minimizar la importancia que pueden tener otros factores como el
abarrotamiento de las aulas, la escasa posibilidad de contacto con los profesores, el
sistema de exámenes que la misma masificación ha convertido en un rito absurdo. Todos
ellos juegan un papel, sin duda, en la rebelión, contra la universidad, en el deseo de hacerla
un lugar más humano y en la idea de asumir un rol en el ejercicio del poder para lograrlo.
Pero estas causas sólo tienen sentido dentro del marco fundamental que se ha tratado de
describir. Los estudiantes europeos han pasado de una situación en que los factores
favorables a un alto compromiso con las tareas académicas eran muchos y muy activos a
otra en que rápidamente se hacen casi tan escasos como en las universidades
latinoamericanas. El distanciamiento con la universidad y el distanciamiento con la sociedad
tienden a unirse puesto que, en definitiva, en el período de la vida en que se encuentran los
estudiantes, ambas tienden a confundirse en las frustraciones que sienten.
Todas las causas enumeradas y otras que sería imposible considerar aquí desembocan en
una fase dada en la radicalización política; pero para unos, los menos, es realmente la
negación total de la sociedad, para otros, la gran mayoría, es un modo de volver a afirmarse
en la sociedad. En ciertas ocasiones, como ha ocurrido en Francia, la coyuntura produce el
levantamiento de otros grupos y el movimiento estudiantil tiende a aparecer a la cabeza de
una inmensa demanda de transformación. En cierro modo es la cabeza, porque tiene la
capacidad intelectual para dar a esas demandas una expresión ideológica o, quizás mejor,
varias expresiones ideológicas sentidas como satisfactorias y no contradictorias por muchos
grupos, aunque al observador puedan aparecer como incoherentes. El fenómeno es que si
los otros grupos obtienen satisfacción, y en la medida que la obtienen, la cabeza se va
quedando sin cuerpo; si ella misma la obtiene se desgrana. Al fin del proceso ciertos
cambios se han producido, pero sería tan exagerado atribuírselos al movimiento estudiantil
como negar que éste haya tenido alguna participación en ellos.
En América Latina la situación es muy diferente. La mayoría de las universidades están
muy lejos de alcanzar la masificación en sentido propio y los estudiantes universitarios son
una minoría privilegiada. No existe un proceso por el cual de una situación en que había
muchos factores favorables a un alto compromiso académico se pasa a otra en que casi
desaparecen. Por el contrario, el alto compromiso académico ha dejado de existir hace
mucho tiempo, si es que existió alguna vez, junto con los factores que podrían provocarlo.
Las demandas por modificar la estructura de la Universidad derivan mucho más del papel
relativamente central que ésta desempeña en la distribución del poder en la sociedad que
de la cuestión académica propiamente dicha. Como ya se ha señalado, a cincuenta años
de la reforma de Córdoba lo que más ha permanecido en las universidades son sus
características desde el punto de vista académico, lo que ha cambiado es el acceso de
nuevos grupos y el reclamo de los mismos de tener un papel en la distribución del poder. El
proceso de devaluación de la educación al nivel universitario no se ha producido todavía y
la mayoría de las sociedades latinoamericanas están muy lejos de acercarse a él. Sólo
podría señalarse el caso muy especial de la Universidad de Buenos Aires que es la que
más lejos ha ido en el proceso de masificación y también aquella en que el movimiento
estudiantil ha llegado más allá en sus demandas de transformación de la sociedad. Los
estudiantes latinoamericanos no están amenazados por no encontrar en la sociedad las
posiciones de liderazgo para los que la universidad los prepara, ni por las exigencias
demasiado agudas de una especialización extrema, más bien están amenazados, pero sólo
en algunos países, por las posibilidades de la desocupación pura y simple dado el bajo
nivel de desarrollo o el gran estancamiento a partir de un nivel relativamente alto, como
ocurre en los países del cono sur. Las causas, pues, son muy diferentes, como muy
diferente la situación de los profesores.
En tanto que los estudiantes europeos y estadounidenses han encontrado profesores que
de algún modo proporcionan una sustentación ideológica a sus movimientos, los
latinoamericanos sólo han encontrado profesores que los han acompañado pero no que
hayan sido capaces de desempeñar un verdadero liderazgo.
En un sistema político de compromiso, como son todos los latinoamericanos, salvo el
cubano, la Universidad tiene una significación por sí misma como centro del poder, es una
colección de cargos y jerarquías importantes, tiene una significación como plataforma para
insertarse en otras posiciones del sistema político, puede servir, a través del movimiento
estudiantil de canalización a muchas fuerzas que se oponen al pacto existente porque no
les da suficiente cabida en él. Estas y muchas otras funciones que se han señalado a lo
largo de este trabajo, hace que la influencia sobre la Universidad o el dominio de ella
tengan una significación particularmente relevante. Un observador atento de los
movimientos estudiantiles podría incluso notar que si los grandes temas ideológicos se
reiteran, la intensidad de su papel varía considerablemente. A veces es tan pequeña que
oculta mal que el objetivo es alcanzar el poder, el poder desnudo y que las
transformaciones que se buscan son mucho más formales que reales. En otros casos, la
dosificación de los ingredientes cambia, pero la relación con el poder siempre desempeña
un papel importante.
Un análisis de esta naturaleza, en virtud de los conocimientos de que se dispone, e
independientemente de las limitaciones de su autor, deja de lado una serie de problemas y
de variables. Aquí se han considerado las variables estructurales. No se ignora ni se
minimiza la existencia de factores psicológicos propios de la edad juvenil. Pero lo que se
trata de explicar en un análisis de este tipo es porqué esos factores se manifiestan en
determinados movimientos sociales y no en otros, cuáles son las estructuras sociales que
los enmarcan y les dan sentido.
La variable más importante sobre la que se ha insistido a lo largo de este análisis es la de
participación en el poder. El movimiento estudiantil es una vía acceso y un modo de
ejercicio del poder y se encuentra muy estrechamente ligado y de una manera bastante
específica a la mecánica del poder político América Latina. Eso es una de las cosas que
también lo separan de sus similares europeos. La participación en el poder no es la única
variable, por cierto, y otras han sido mencionadas, pero el papel que juega en el
movimiento latinoamericano parece particularmente importante. Esto no significa que la
jugará en la misma dosis en el futuro, es posible que haya cambios con respecto a eso si
otras vías de inserción se institucionalizan. Por ello no es extraño tampoco que la historia
del movimiento estudiantil haya estado vinculada a la violencia. Casi nunca demasiado
fuerte, porque los estudiantes estaban ligados a los que ostentaban el poder gubernamental
por mil lazos, pero no ha dejado de existir, a veces de manera bastante extrema cuando se
ha creído al poder político en peligro, y de funcionar muy a menudo como un factor
desencadenante de la solidaridad estudiantil. Cuando los tenedores del poder no han
podido canalizar, han tenido que destruir por el uso de la violencia las principales
manifestaciones del movimiento. Han podido hacerlo con menos dificultades cuanto más
solo ha estado éste en la coyuntura.
Todo parece indicar que el movimiento estudiantil ha sido mucho menos dinámico, mucho
más ligado al status quo y a su afirmación dentro de él que lo que podría deducirse de sus
declaraciones, de las banderas que ha enarbolado, de su radicalización política aparente.
Pero si eso es verdad, también lo es que no es fácil encontrar grupos en América Latina
que hayan sido más dinámicos que los estudiantes, salvo circunstancias excepcionales. Es
innegable que ciertas transformaciones se han producido por la obra de los movimientos
estudiantiles, aunque muy a menudo más espectaculares que de fondo, y que cierta
participación, en los cambios han tenido. En lo que se refiere a la sociedad global, han
contribuido a la formación y a la afirmación de nuevas élites, siempre dentro de ese
reservorio aparentemente inagotable que son las clases medias en América Latina, las que,
su vez formularán nuevos compromisos políticos. En lo que tiene que ver con las
universidades, si es difícil atribuir a los estudiantes transformaciones muy de fondo, menos
todavía es posible imputadas a los profesores. La experiencia en América Latina parece ser
que donde sólo los profesores manejan la Universidad, por causas que se ha tratado de
explicar a lo largo de este trabajo, el estancamiento y el conformismo imperan todavía más
fuertemente que cuando intervienen los estudiantes. En ese sentido la percepción que se
tiene a veces de que los estudiantes son muy dinámicos proviene en buena medida no de
que lo sean tanto, sino de la ausencia de dinamismo de otros grupos.
Estudiar a los estudiantes es en última instancia una manera de pensar a la sociedad
latinoamericana y es lástima que relativamente tan pocos análisis sistemáticos se les hayan
dedicado. En ese aspecto la reunión de trabajos que compone este libro intenta ser un
comienzo de análisis de una problemática compleja.
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