edad mínima de los contrayentes, la nulidad será subsanada y el matrimonio convalidado al llegar los menores a la mayoría, el hombre a los 14 años y la mujer a los 12, y cualquiera fuese la edad "cuando la esposa hubiese concebido" (art. 85, inc. 19). En cuanto al varón, sólo sería necesario que hubiese llegado a la edad legal y continuare cohabitando, para borrar la nulidad. E) En relación a las aptitudes de orden moral y social, que se refieren a los casos reglamentarios en los incisos 1, 2, 3, 5, 6 y 7 del artículo 99 de la Ley de Matrimonio civil, las posibilidades de convalidación son las que expondremos a continuación: 1? El matrimonio entre consanguíneos (ascendientes y descendientes, legítimos o ilegítimos), sin limitación (inc. 1), es de nulidad absoluta y constituye impedimento perimente del matrimonio. En línea recta comprenden al bisabuelo, abuelo, padre, hijo, nieto y biznieto; en línea colateral, se prohiben los matrimonios entre hermanos y medios hermanos, legítimos e ilegítimos (inc. 2). La prohibición no se extiende al tío y sobrina, primo y prima. La ley, cuando alude a los miembros "ilegítimos" de la familia en oposición a los legítimos, comprende, en consecuencia, al natural, adulterino e incestuoso ( 2 <) (25). (Conf. Machado, I, pág. 228, y Eusso, Código civil anotado, pág. 42.) Busso plantea la posibilidad de que, después del matrimonio, uno de los cónyuges sea reconocido como hijo natural por la persona que es padre legítimo del otro. O sea que los cónyuges sean hermanos naturales. Procede la nulidad del matrimonio, afirma, pero entendemos que si el hijo natural contestara el reconocimiento (artículo 335 Cód. civ.), en tal caso, el solo reconocimiento del padre no basta para dar por establecido el parentesco, sino que la cuestión debe ser resuelta en juicio; y recién entonces, según sea el resultado del mismo, el matrimonio quedará nulo (si el parentesco es admitido), o subsistirá (si es rechazado). 2» La afinidad en línea recta (inc. 3) constituye un impedimento dirimente, insusceptible de confirmación o convalidación. Conforme al Derecho nacional, el vínculo entre los parientes por la ley no cesa con la muerte, aun sin descendencia, de cualquiera de los cónyuges. El impedimento se halla constituido solamente en línea recta, es decir, entre el suegro y la nuera (viuda del hijo), entre la suegra y el yerno (viudo de la hija), entre el padrastro (viudo) y la (24) Machado, J. A., Exposición y comentario del Código civil argentino, t. 1, pág. 228. (25) Busso, E. B., Código civil argentino,: página 42. hijastra o sus descendientes, y entre la madrastra (viuda) y el hijastro o sus descendientes. El cónyuge viudo, en cambio, no está imposibilitado legalmente para casarse con el hermano de quien fue su cónyuge, es decir, con el cuñado. Cabe señalar, respecto al impedimento que tratamos, que ni siquiera las segundas nupcias lo hacen desaparecer. Porque los fundamentos que lo apuntalan tienen carácter permanente. De tal modo que, una persona dos veces viuda no podría contraer matrimonio con la madre de la que fue su primera esposa. 39 Existencia de un matrimonio anterior subsistente. El inciso 5 consagra el principio del impedimento de ligamen, o de vinculo. El Derecho argentino aseguraba —antes de la sanción de la ley 14.394 *, de disolución del vínculo conyugal— la indisolubilidad del matrimonio de por vida (art. 82 Ley Matr. civ.); desechando la ausencia con presunción de fallecimiento (art. 83) y el sistema de separación de cuerpos (art. 82). En consecuencia, sólo existieron dos medios para disolver y liquidar el vinculo: el fallecimiento de uno de los esposos y la nulidad del matrimonio. Conforme a la ordenación de la ley, la existencia del vínculo anterior determinaba en todos los casos la nulidad del segundo matrimonio, aun cuando mediare buena fe de la parte. Pero si el primer matrimonio se hubiere disuelto por fallecimiento, o hubiere sido declarado nulo, el segundo se convalida. Pero en el segundo supuesto deben establecerse requisitos para que el segundo matrimonio sea válido: a) Mientras la nulidad no hubiere sido declarada, ninguno de los contrayentes puede casarse; b) Pero si uno de ellos se casara, contrariando el impedimento de ligamen, y posteriormente se declarase nulo el primer casamiento, el último quedaría válido. Una vez anulado el primero, el segundo casamiento queda firme. 49 Homicidio o complicidad en la muerte de un cónyuge. El inciso 6 prevé una situación que importa un impedimento dirimente del matrimonio, que ha ido desapareciendo, paulatinamente, del Derecho comparado; sólo subsiste en el Derecho canónico, en el Código civil del Brasil y en el Derecho alemán. Se refiere al impedimento de crimen, que es de carácter perimente, siendo obstáculo insalvable para el casamiento entre el homicida o cómplice del homicidio del otro cónyuge en el matrimonio anteriior. Busso opina, a nuestro juicio con acierto,1 que el hecho constitutivo del impedimento es el acto material aue condena a la persona como autor o cómplice. Ese fallo es la certificación con fuerza * V. las N. de la B. en las oáss. 795 v 7flu. de voluntad legal del hecho causal. Como tal, constituye una cuestión prejudicial que ha de resolverse en la jurisdicción criminal. En algún caso, agrega, interesará distinguir entre el hecho del impedimento y su justificación; por ejemplo, si el acusado fuera absuelto por prescripción, pero si se probara su participación, debe subsistir el impedimento, en atención a la raizo legis (2«). 49 Impedimento de locura. Conforme a la opinión de algunos autores (Lafaille, Machado, Busso), el vocablo "locura" del inciso 7 debe tomarse con un criterio amplio y no solamente de acuerdo al criterio de demencia, con el que aparece en el artículo 141, que presupone un estado habitual de manía, imbecilidad o desorden mental. En el caso del artículo 9? de la Ley de Matrimonio civil, se comprende no sólo a los insanos declarados tales en juicio, sino también a los alienados de hecho. El matrimonio celebrado en tales condiciones, aunque se realice en los intervalos lúcidos, es nulo, y no puede ser validado. Bibiloni, en su Anteproyecto, y la comisión legislativa que proyectó la reforma de 1936, compartían también este criterio. O Situaciones personales de los contrayentes. Bajo este acápite hemos analizado precedentemente algunas circunstancias personales de los postulantes para el matrimonio, que la ley reconoce y que constituyen impedimentos temporales para casarse. 1? Existencia de tutela. El artículo 12 de la Ley de Matrimonio civil prohibe el matrimonio del tutor y de sus descendientes legítimos con el o la menor que haya tenido o que tuviese bajo tutela, hasta que fenecida ésta haya sido aprobada la cuenta de administración. El impedimento de tutela es solamente impediente, de nulidad relativa: cesa cuando se ha rendido cuentas de la administración y se haya acabado la tutela. La convalidación es amplia y sencilla y la infracción, si el matrimonio hubiese sido concertado en infracción, es solamente de carácter pecuniario; el matrimonio subsiste en todos sus efectos. Quedando a salvo el derecho de demandar la anulación, en los casos en que el tutor se hubiera valido de amenazas, coacción, engaño, etcétera, sobre el pupilo (arts. 14, 16 y 85, inc. 3). En cuanto a los curadores, según la opinión de Machado (-f), rige el mismo sistema que para el tutor. Busso apoya esta tesis, fundándose en una extensión dispuesta por la propia ley (art. 435). (26) (27) Busso, E. B., ob. cit., págs. 47 y 48. Machado, J. O., ob. cit., t. 1, pág. 299. 29 plazo de viudez. El artículo 93 de la Ley de Matrimonio civil prohibe el matrimonio de la viuda hasta pasados diez meses del fallecimiento, o de la nulidad del matrimonio anterior, con el fin de evitar la confusión de la paternidad. La prohibición no existe respecto del cónyuge masculino, cuyo segundo matrimonio —en caso de fallecimiento de la esposa o anulación del primer matrimonio— no se halla limitado por plazo alguno. Se trata de una de las prohibiciones matrimoniales y no de un impedimento impediente propiamente dicho. La existencia de tal impedimento no invalida el matrimonio, si ya se hubiere efectuado, y así lo entiende la opinión uniforme de los autores y buena parte de la jurisprudencia nacional. Mas la infracción no queda impune en otros aspectos, pues la viuda pierde derecho a los legados, liberalidades o beneficios que el marido le hubiere hecho en su testamento (art. 94). 39 Existencia de enfermedades contagiosas. Con propósitos altamente sanitarios y campeando por la presencia de generaciones exentas de taras transmitidas, el inciso 2 del artículo 24 de la Ley de Matrimonio civil establece como motivo de oposición de los padres, tutores y curadores respecto a! matrimonio del menor, la existencia en el otro contrayente de enfermedad contagiosa. La doctrina ha interpretado que el precepto tiene un carácter amplio y no establece distinciones entre males específicos y enfermedades en general. Salvat, por aplicación del principio de ubi lex non distinguit, llega a la conclusión de que el concepto de enfermedad contagiosa que utiliza la ley es de carácter amplio e ilimitado. Mas la norma eugenética a la que aludimos, no ha quedado aislada en la legislación patria. Por la ley 11.359, de 17 de septiembre de 1926, se prohibe el matrimonio entre leprosos y el de una persona sana con un leproso, y la ley 12.331, de 30 de diciembre de 1936, que lo prohibe a las personas de uno u otro sexo, afectadas por enfermedades venéreas, se complementa el sistema legal que tiende a salvaguardar la salud física y moral de las generaciones. El artículo 13 de la segunda de las ordenaciones legales citadas, estipula: "Las autoridades sanitarias deberán propiciar y facilitar la realización de exámenes médicos prenupciales. Los jefes de servicios médicos nacionales y los médicos que las autoridades sanitarias determinen, estarán facultados para expedir certificados a los futuros contrayentes que los soliciten. Estos certificados, que deberán expedirse gratuitamente, serán obligatorios para los varones que hayan de contraer matrimonio. No podrán contraer matrimonio las personas afectadas de enfermedades venéreas en periodos de contagio". En mérito de la promulgación de las leyes 11.359 y 12.331, se han creado dos nuevos impedimentos para el matrimonio, de carácter dirimente, y de acuerdo con las normas del Derecho nacional, de nulidad absoluta. Aunque dichas leyes, apunta Busso, no la establezcan, caerían sus infractores en el régimen del artículo 18 del Código civil, según el cual los actos prohibidos por las leyes son de ningún efecto. Ahora bien, el problema ha surgido con motivo del descubrimiento de métodos radicales de curación relacionados con las enfermedades venéreas. ¿Subsistirá el carácter de nulidad absoluta del matrimonio si la pericia médica demuestra palmariamente que el cónyuge afectado se ha sanado completamente? Concebimos que la rigidez de la norma se halla sujeta a la apreciación judicial, que deberá guiarse por el atesoramiento de la ciencia. En caso de revelarse que la enfermedad venérea "en el período de contagio" ha desaparecido, el matrimonio puede ser convalidado, pues la nulidad, o sea el impedimento dirímepte, se habría convertido en meramente ímpediente, de los que admiten una confirmación según las circunstancias. JURISPRUDENCIA. — Nulidad del matrimonio. Las disposiciones del Cód. civil, referentes a la nulidad de ¡os actos jurídicos, no son aplicables a Ir. nulidad del matrimonio (fallo !•) Inst. Cap., L. L., t. 19, pág. 231; G. del P., t. 147, pág. 130; Cám. 1» Apel. La Plata, Sala 2*, J. A., t' 945, pág. 563). La teoría de la nulidad de los actos Jurídicos ca inaplicable a la institución del matrimonio (Cám. Civ. -lo Cap., L. L., t. 41, pág.341; Cám. Nav. Civ.. Sala A. L. L.. t. 71, pág. 340). El régimen de !a nuiidau en ei matrimonio constituye uno especia!, qua naco del carácter particularísimo del acto Jurídico llamado matrimonio; por cuya razón deben aplicarse a¡ mismo las disposiciones especificas que al efecto contiene la ley respectiva, no pudiendo prevalecer sobre dicho régimen las normas generales de ¡os arts. 1038 y 1047 del Cód. civil (Sup. Corte Buenos Aires. L. L., t. 54, pág. 404; G. del P., t. 194, pág. 625; t. 81, pág. 329; L. L., t. 54, pág. 470; Cám. Nac. Civ., Sala B. L. L., t. 70, pág. 550; G. del !•'., t. 203. pág. 385: Cám. Civ. 1' Cap., L. L., t. 32, pág. 645). Demencia. Para que pueda prosperar la acción de nulidad ds matrimonio, fundada en el art. 85, Inc. 2, de la ley de matrimonio, es necesario que el cónyuge capaz que pide la nulidad demuestre la locura de su cónyuge; que este estado existí:; cuando se realizó el matrimonio, desde que la locura sobreviníetite no lo hace anulable; que f'í actor ignoraba esa circunstancia, y que continuar:-, ¡a vida marital después de conocer el impedimento (Cám. Civ. 2» Cap., L. L., t. 23, pág. 669; Cám. Civ. 1» Cap., L. L., t. 51, pág. 136). DoZo. El dol(j hace anulable el matrimonio, de acuerdo con lo dispuesto en los arts. 16 y 85, Inc. 3, de la ley de matrimonio civil, pero esta causal debe interpretarse con prudencia (Cám. Civ. 2» Cap., L. L., t. 13, pág. 734; Cám. Civ. 1" Cap., L. ~L.. t. 27, páor- 86; G. de! P., t. 159. pág. 345; Cám. Civ. 1' Cap., L. L., t. 25, pág. 907). Vicio del consentimiento. Error. El criterio interpretativo en lo» casos de nulidad de matrimonio fundada en el error sobre la individualidad física o la personalidad civil, debe ser restrictivo (Sup. Corte Tucumán, L. L., t. 21, pág. 669. Segundas o ulteriores nupcias. La prohibición del art. 93 de ¡a ley de matrimonio es absoluta y 110 admite otra excepción fuera de la que la misma disposición lega¡ prescribe, aun cuando haya mediado vina separación de hecho que date de varios años antes de la fecha de la muerte del cónyuge de la interesada (Cám. Civ. 2" Cap., L. L., t. 6, pág. 262). Omisión del certificado prenupcial. La falta de certificado médico prenupcial establecido por la !ey 12.331, lio afecta la validez del matrimonio, pues se trata de una simpie omisión formal (Sup. Corte Tucumáii. L. L., t. 31, pág. 669). BIBLIOGRAFÍA. — La indicada en el texto y notas. CONVENCIÓN.* Derecho civil: 1. El vocablo del epígrafe proviene del latín conventio y onis; también se le hace derivar de conventius, substituto abstracto de conventus, que significa conjunto de hombres que van hacia un lugar; o, analizando más, provendría de los dos vocablos que forman la expresión conventio, es decir, los vocablos cum, que significa "con" y venire, que entraña la expresión "venir". La voz Convención reconoce significaciones diversas, vale decir, que constituye una acepción multívoca. Diversas ramas del saber jurídico le utilizan para expresar acuerdos o coincidencias de voluntades. Asi: en Derecho internacional púBlico, en Derecho del trabajo, en Derecho procesal, etcétera. También se le usa en una extensión que trasciende la órbita de lo jurídico. Así: el acuerdo para dar un paseo, etcétera (ver diccionario Escriche). Siendo propósito exclusivo de esta voz el tratarle dentro tíel Derecho civil argentino y, muy especialmente, dentro del Código civil —habida salvedad de las necesarias referencias comparativas hacia el pasado y hacia los actuales elementos jurídicos de la materia en otros países—, el desarrollo se va a circunscribir a ese objetivo y, sedientemente, se ha de remitir al lector a las respectivas voces de cada rama jurídica. 2. Cualquiera fuere la medida asignada a la voz Convención dentro del Código civil argentino, ella es un hecho jurídico, porque constituye un acontecimiento al que la ley aneja una consecuencia jurídica —y, en cuanto engendra esa consecuencia, se dice que es un hecho jurígeno—, según se desprende la definición contenida en el ar4 Por el Dr. Luis M-J BOFFI !?• C'JERO. tículo 896 (V. HECHOS JURÍDICOS), es un hecho humano o acto, pues interviene para su celebración la actividad humana (art. 897 y nota al art. 896 citado); es un acto voluntaría, por hallarse informado de discernimiento, intención, libertad y hecho exterior (arts. 897 y 913; voz ACTOS VOLUNTARIOS) ; es un acto voluntario lícito, por tipo seria una convención, hasta la más restricta, en que se le ubica para expresar otras figuras no comprendidas por el contrato, o bien como sinónimo de este último en su más estricta acepción. A estas corrientes extremas, naturalmente, se le deben de añadir las intermedias, algunas híbridas, otras más definidas. RILATERALES). Edit. Labor, 1950, I, pág. 1243). La órbita donde vive la convención es la de los actos jurídicos subjetivamente complejos, es decir, de los constituidos por varias personas que concurren a su formación. Pero esa complejidad puede darse por dos conductos distintos: mediante concurrencia de personas que guardan una . posición idéntica entre sí o por la concurrencia de personas que guardan distinto B) La que identifica esa figura con todo acto jurídico bilateral (Domat, Les Zois civiles dans leur orare naturel, primera parte, primer libro, primer título; De Ruggiero, Instituciones de Derecho civil, traducción de la cuarta edición italiana, Madrid, 1931, II, pág. 256 y 257; Savigny, citado por Vélez en la nota al artículo 1137, confiere al contrató una extensión análoga, aunque critique Arias lo que expresa el codificador sobre sus conceptos, G. Stolfi, Teoría del negozio giuridico, Padova, 1947; S. Pugliatti distingue, Zaío sensu, la contención del contrato, diciendo, también, que la contención, en un sentido estricto, se halla más bien dirigida a crear una situación jurídica estable, introducción al estudio del Derecho civil, traducción a la segunda edición, Méjico, 1943, pág. 300; etcétera). O La que considera a la convención como sinónima de coníraío, pero la distingue de las deZíberaciones, actos que se expresan, no ya por una coincidencia de intereses distintos sino porque la minoría acepta la coincidencia de la mayoría (Von Tuhr, Derecho civil, Depalma, II', págs. 245, 257, 258 y afines, sólo que tomando la institución del epígrafe, pero llamándolo convenio, concierto o acuerdo; Alsina, II, pág. 412, quien equipara convención y coníraío, pero sin dar mayor explicación). D) La que conceptúa' a la contención como el simple acuerdo de voluntades, que por sí solo no generaba acción ni vínculo obligatorio, al paso que el contrato vestido de la forma requerida por el Derecho o de la causa reconocida como idónea, producía un vínculo obligatorio y daba nacimiento a la acción (ver Diccionario cita- estar conforme a los derechos y deberes Sin ánimo de agotar las diversas posiimpuestos en el ordenamiento jurídico ciones doctrinarias, porque algunas consticonsiderado como un todo coherente (art. tuyen verdaderas sutilezas del pensamiento 898; ver, asimismo, voz ACTOS LÍCITOS) ; es que-no han merecido acogida por los auun acto jurídico, porque se halla encami- tores de más prestigio, se pueden expresar nado de modo Inmediato a establecer con- las siguientes: secuencias jurídicas (art. 944; ver asimisA) La que describe a la convención como mo, voz ACTOS JURÍDICOS) ; y, finalmente comprensiva, igual que el contrato, de toes un acto jurídico "bilateral o multilateral, das las manifestaciones de voluntad lípues participan de su estructura dos o más cita en el Derecho civil, inclusive el testapersonas con intereses distintos, es decir, mento, que es un acto jurídico unilateral como partes diferentes (art. 946; ver, asi- según el Código civil argentino: artículo mismo, voces ACTOS BILATERALES, ACTOS PLU- 946 (ver Diccionario de Derecho privado, interés y constituyen otras tantas partes del acto jurídico. La convención actúa exclusivamente en este segundo caso, ya que el primero constituye vti ejemplo de acto jurídico unilateral (ver, al respecto, desarrollos de E. Colagrosso, II libro delle obbligazioni, parte general, Milano, página 229; Eetti, Teoría general del negocio jurídico, Madrid, pág. 222). 3. Configurada así la convención desde su concepto más genérico hasta las características más particulares que acusa, corresponde ahora asignarle su sitio entre los actos jurídicos bilaterales, puesto que el concepto de ellos, malgrado su particularidad frente al de hecho jurídico, es todavía genérico frente las convenciones con relevancia jurídica, sí se está a lo expuesto por algunas corrientes doctrinales. En efecto: la multivocidad de la voz del epígrafe no surge solamente del modo como lo utilizan en las diversas ramas del saber jurídico, sino, inclusive, en el Derecho civil. Históricamente, y en el campo doctrinario actual, se han dibujado diversas teorías que confieren a la convención extensiones que van desde la más alta, donde se le conceptúa sinónima de acto jurídico bilateral, por lo que todo acto jurídico de este do, pág. 1242, consultar, asimismo, De Ruggiero, op. cit., págs. 252 y afines, etc., etc.). E) La que ve los actos jurídicos bilaterales divididos en contratos (que serían los acuerdos de intereses contrapuestos), actos colectivos (que serían las sumas de declaraciones voluntarias concordantes; verbigracia: sociedades por acciones; asociaciones) y actos jurídicos (que serían los que no crean una situación jurídica subjetiva, sino una norma permanente o si- tuación objetiva o status; verbigracia: matrimonios, convenciones colectivas del trabajo). De ellos, sólo son convenciones los actos jurídicos. Sostienen esta corriente, de evidente impronta publicista, autores como Jellinek, Duguit, Hauriou, Fernández de Velasco, etcétera. Sobre esta tendencia doctrinal, ver L. Josserand, Derecho civil, revisado y completado por Andrés Bruno, E. J. E. A., Buenos Aires, 1950, II, volumen I, pág. 15, donde se critica fuertemente esa teoría. F) La que, desde el punto de vista estricto, considera a la convención —que denomina acuerdo— como el acto jurídico bilateral donde los intereses de las partes son paralelos o convergentes a un fin común; al paso que el contrato sería el acto jurídico bilateral donde esos intereses son contrapuestos (Betti, op. cit., pág. 225). • 4. El Código civil argentino no se aparta tampoco de la multivocidad, es decir, que ha contribuido sensiblemente a la confusión doctrinaria que reina sobre la figura. Así, llama convenciones a los acuerdos prenupciales entre los futuros cónyuges (art. 1217 y afines); denomina de ese modo a las cláusulas de los contratos (arts. 1197) y, en la nota al artículo 1137, distingue la expresión genérica, que reserva a la convención, de la específica, que dedica al contrato, en armonía con lo enseñado por Aubry y Rau en la cuarta edición, que es la tenida a la vista por el codificador argentino. Los autores nacionales no guardan uniformidad sobre el alcance de la voz convención dentro del Código. Así, para Lafaille, la convención sería el género, no comprensivo de los contratos —que exclusivamente engendran relaciones creditorias— y que abarca a los acuerdos extintivos de esas relaciones, distractos, acuerdos del derecho de familia (Contratos, Ediar, vol. I, pág. 11). Salvat, de su lado, entiende que la convención es el género y el contrato es la especie (Fuentes de las obligaciones, Edit. La Ley, I, pág. 12), aunque, como luego se verá, asigna al contrato en otra de sus obras, un campo de aplicación mayor que el especificado por Lafaille. Segovia, en cambio, sostiene que convención y contra- to son términos sinónimos (ver nota al artículo 1137). Ibarguren, a su turno, distingue entre el contrato, que circunscribe a las obligaciones y los créditos correlativos, y la convención, que es genérica (Las obZigaciones y el contrato en el Derecho romano y argentina, pág. 126). No aparece muy precisa la opinión de Llerena (notas al artículo 1137 y, antes, al 946). Arias dice que el artículo 1137 define equivocadamente el contraía, confiriéndole el alcance de la convención. Para ese autor, esta última constituye todo acuerdo de voluntades dirigido a un efecto jurídico, mientras que el contrato es ese acuerdo cuando crea o modifica derechos creditorios (Contratos civiles. "Teoría y práctica", BE. Aires, 1939). Acuña Anzorena sostiene que en nuestro Derecho los términos convención y contrato son sinónimos y que la distinción entre ellos carece de utilidad práctica (Salvat, Fuente de las obligaciones, obra actualizada por Acuña Anzorena, I, i 13, b). 5. Debe advertirse que, desde el punto de vista práctico, las convenciones con relevancia jurídica han de vivir la normación establecida para los contratos en general y en particular, así como para los que se denominan atipicos o innominados, es decir, los que la ley no designa bajo un nombre especial (art. 1143). Los órganos jurisdiccionales, en uso de la vía analógica establecida por el artículo 16, aplicarán las normas de los contratos afines a las convenciones no contractuales que se presenten a su decisión (las convenciones no contractuales son inaceptables para quienes establecen sinonimia entre contrato y convención. Ese hecho y el de que las convenciones se encuentren vinculadas de modo íntimo con los contratos y, en general, con los actos jurídicos bilaterales, hace que el desarrollo de esta voz no ofrezca en los Tratados o en las Enciclopedias una grande extensión, así como obliga a formalizar remisiones hacia las dos últimas voces premencionadas, complementos de la presente exposición. 6. Los fundamentos jurídicos de la convención son esencialmente los mismos que la doctrina ve en los contratos. De tal modo, las teorías de Bentham (interés individual en guardar la promesa por razones de utilidad), Puffendorf (pacto social tácito entre los sujetos para guardar fidelidad a su palabra respectiva), Giorgi (de ber de veracidad que se.aplica al expresar la voluntad de obligarse), Rosmini (el principio de neminen laedere), Schlossman (obligación que deriva del incumplimiento contractual más que del contrato mismo), Kant, Krug, Boistel (la persona limita su propia libertad en beneficio del otro contrayente, que se apropia, así, de aquélla), De Ruggiero (unidad volitiva contractual), Jacobi (el carácter obligatorio de cada una de las promesas sobre que reposa) y muchas otras, pueden aplicarse en la fundamentación de la figura del epígrafe porque, esencialmente, analiza el mismo fenómeno jurídico del acuerde, consentimiento, coincidencia de dos o más voluntades que constituirían una voluntad distinta de cada una de ellas. 7. El Código define los contratos por conducto de la siguiente frase: "hay contrato cuando varias personas se ponen de acuerdo sobre una declaración de voluntad común, destinada a reglar sus derechos" (art. 1137). Algunos autores entienden que esa definición es tomada de Savigny (verbigracia: Ibarguren, op. di., pág. 124; ver, con todo, criterio distinto de Arias, op. cit., págs. 47 y 48), que asigna a la figura contractual una extensión sumamente vasta, al punto de que le integran las relaciones creditorias. de familia, reales y que, inclusive, cual precursor de una teoría publicista que ya se vio, incluye-a las convenciones de Derecho público. La nota al artículo 1137, con todo, muestra que el codificador ee hizo eco de la distinción entre el género convencional y la especie contractual. En efecto: dice la misma en la parte pertinente: "Los jurisconsultos distinguen los contratos de las convenciones, aun cuando en el uso común se llaman convenciones a los contratos. Aubry y Rau definen: Convención es el acuerdo de dos o más personas sobre un objeto de interés jurídico, y contrato es la convención en que una o muchas personas se obligan hacia una o muchas personas a una prestación cualquiera. Durantón, distinguiendo las convenciones de los contratos, dice que ellas no comprenden sólo los contratos, sino que abrazan todos los pactos particulares que se les pueden agregar. Todo contrato es una convención; pero ino toda convención, aunque tenga efectos civiles, es contrato. La palabra convención es un término genérico que se aplica, a toda especie de negocio o cláusula que las partes tengan en mira. Verlmrn conventionis, dice la ley romana, ad omnia de quibus negotii contrahendi, transigendique causa consentiunt qui ínter se agut. L. 1. § 3, Dig. De Pactis." Es evidente que hay disonancia —e importante— entre la norma del Código votada por el Congreso y la doctrina que parece haber dominado el pensamiento científico de quien le proyectó, es decir, Vélez Sársíield. Este aspecto de la cuestión, que ya se viera, merece alguna particular insistencia. En otras partes todavía llama "convenciones" a las estipulaciones que los agentes formalizan de modo contractual. Así: artículo 1197. Se ha sostenido, con todo, que el Código sólo asigna a los contratos el alcance de acto jurídico, bilateral que dé nacimiento a derechos crediticios y obligaciones (Ibarguren, pág. 126; Lafaille, pág. 11). Pero diversos artículos del Código establecen, aunque, a veces, con sutileza, el principio amplio de convención y el de contrato, a cambio, como uno circunscripto al nacimiento de las relaciones creditorias. Así: el articulo 1168, el 1169, el 1133, etcétera. Y, antes, el 832, que llama a la trancacción "acto jurídico bilateral" (Lafaille, pág. 15; Salvat, Obi. n"? 1845, ed. 1933, nota 18, critica la contradicción de la nota al art. 1137 y la norma citada, porque aquélla se refiere a opiniones, y porque el texto predomina sobre la nota; dice, en consecuencia, que la transacción es un contrato porque "ella tiene por objeto reglar los derechos de las partes", de acuerdo al texto del art. 1137; empero, en el parágrafo 13 de la ed. La Ley, de "Fuentes de las Obligaciones", no alcanza a explicar claramente su posición y descarta a los derechos de familia, como pertenecientes a la órbita contractual). Quedarían fuera de esa concepción del contrato y quedarían, a cambio, comprendidos dentro del género convencional, todos los demás actos bilaterales y, aún, aquellas cláusulas que, a veces, llama convenciones (art. 1197), en oportunidades denomina pactos (acts. 1203, 1204, etc.). Es decir, el acto jurídico bilateral, sea considerado en el todo o fuera aislado en una o más de sus partes integrantes, y sea ese acto uno simple o complejo, con el alcance expresado en la voz "Condición", (v. voz respectiva), ese acto jurídico bilateral —se decía— es sinónimo de convención. Comprendería así: los contratos (que sólo engendran relaciones creditorias no familiares) ; los distractos (que desanudan contratos) ; las convenciones prenupciales; el acto jurídico matrimonial; los pactos que las partes introduzcan en la formación del contrato; etcétera. Debe añadirse que mientras Bihiloni mantiene el artículo 1137, malgrado la supresión de otros meramente doctrinarios, la Comisión Reformadora le elimina. 8. Historia: Sin que se incurra en el error de pensar que no hubo fenómenos jurídicos convencionales ni, aún, concep- tos que, claros a no, versaran sobre las convenciones con anterioridad a las nor- mas del Derecho romano, la voz se circunscribirá a estas últimas como punto de partida, no solamente porque ese método es el que se usa de común, sino también porque se desea evitar la predominancia, en el desarrollo de esta voz, de la inves- tigación histórica por encima de la com- parativa actual. En Roma había una distinción entre los conceptos, de contrato y convención. Según algunos autores, podía distinguirse otra figura: el pacto, que así se designaba a la escritura fijada primitivamente en cera (ver De Ruggiero, op. cit., pág. 252). Para otros autores, la distinción no era tan ní- tida (así: Ibarguren, op. cit. págs. 112 a 124). Convención era, en realidad, el simple acuerdo de voluntades, es decir, el que no generaba, de por si, un vínculo jurídicamente obligatorio. Ulpiano ha definido la materia de modo variado. Al respecto, pueden verse los parágrafos uno, dos y tres, fragmento primero del título catorce del libro, segundo. Es interesante transcri- bir esas definiciones. Parágrafo primero: "De la convención toma su nombre el pacto y de aquí tambión el nombre de paz". Parágrafo segundo: "Y es pacto el consentimiento de dos o más personas sobre una misma cosa convenida". Parágrafo tercero: "La palabra convención es genérica, perteneciendo a todo aquello sobre que, para celebrar o transigir un negocio, consienten los que entre sí lo tratan; porque asi como se dice que convienen los que de diversas puntos se reúnen y van a un mismo lugar, así también los que, por diversos movimientos del ánimo, consienten en una misma cosa, esto es, se encaminan a un mismo parecer. Mas de tal modo es genérica la palabra convención, que, como discretamente dice Pedio, no hay ningún contrato que en sí no contenga convención, ya se haga de obra, ya de palabra, porque, aún la estipulación que se hace de palabra, es nula si no,tuviera el consentimiento". Como se ve, aquí aparecen el pacto y la convención como figuras sinónimas y genéricas, al paso que el contrato actúa como figura específica (confrontar Ibarguren, op. cit., pág. 111). Además, en el fragmento primero, libro segundo, título decimocuarto, Ulpiano, que se pronuncia por el carácter genérico de la voz convención, lo hace vinculándole con el contrato y no con respecto al pacto, al que conceptúa como sinónimo de aquella figura. En el fragmento séptimo de ese mismo lugar, señala una diferencia importante en cuanto a los efectos jurídicos de la convención y del contrato, al expresar el carácter nominado del contrato y la acción a que daba nacimiento, siempre como especie del género convencional. De esos textos y de algunos otros, cuya sola mención excedería innecesariamente la extensión de esta voz, los autores han extraído conclusiones no siempre acordes. Para Ibarguren, cuyo estudio luce más en la parte romana que en la dogmática nacional, la convención era el género y el contrato era la especie. Este era la convención nominada, la que tomaba un nombre —o, como dice el Diccionario de Derecho privado ya aludido, la que estaba vestida de forma legal, o bien tenía causas reconocidas como aptas para engendrar un vínculo obligatorio— y contaba con acción para proteger los efectos acordados; los pactos —que eran sinónimos de las convenciones— podían ser vestidos o confirmados y desnudos, es decir, desprovistos de formas; pudiendo citarse, como ejemplos de los primeros, que daban acción al igual que los contratos, a las donaciones, pactos de constituto, de hipotecas, de permutación, etcétera; y pudiendo mencionarse entre los segundos, que estaban desprovistos de acción, carecían de nombre y sólo engendraban obligaciones naturales, a la transacción, el compromiso, el pactum de non petendo (ver Lafaille, op. cit., págs. 12 y 13, nota 44; pág. 21, nota 93; Ibarguren, op. cit., pág. 124; Diccionario cit., pág. 1242; Nueva Enciclopedia Jurídica, Seix, 1953, pág. 709; Bonfante, Instituciones de Derecho romano, pág. 501; Paturini G., Actes et contrats en Droit romain bizantin, París, 1917; Man,enti, Contributo alia teoría generales dei pacta, 1891; Arangio-Ruiz, Instituciones de Derecho romano, Depalma, 1952, págs. 393 a 395; Messineo F., Dottrina Genérale del contralto, pág. 31, así como escogida bibliografía de páginas 17 y 18; Hunter. G. A., Sumario de Derecho romano, traducción de Unamuno, Madrid, págs. 98 y 99; Pollock, F., Principies of contract: A treatise on the general principies concerning the valídity of agreemment in the law of England, séptima edición, 1902, págs. 8 y 9; Arias, op. cit., págs. 47 y 48; Story, W. W., A treatise on tre law of contracts, Boston, 1856, etc. etc.). Estas concepciones romanas se van transformando en las etapas ulteriores de la evolución jurídica, priyando la tendencia a conferir efectividad normativa a todo acuerdo llevado con esa finalidad, exigiendo con menos rigor la observación de las convenciones postales, las monetarias, de comercio. Otro rasgo diferencial es el de que las convenciones pueden ser suscriptas por las cancillerías o por los jefes de Estado, mientras que los tratados son siempre por los jefes de Estado. Sin embargo, no se ha observado a través de las realizaciones históricas una absoluta y completa sujeción a los conceptos precedentemente expuestos. Algunos ejemplos permiten advertir que acuerdos ínterJUHISPRUDENCIA. — Este tópico merece la misma nacionales similares por su contenido reciaclaración del precedente epígrafe 9. ben la designación de tratados o de conBIBLIOGRAFÍA. — Como la más adecuada, puede venciones indistintamente, lo que revela verse la del texto, así como la escogidamente menuna arbitrariedad en el lenguaje que pocionada por la mayoría de esos autores. dría inquietar a quien buscase rigurosa precisión en el léxico jurídico internacional. CONVENCIÓN COLECTIVA DE TRABAObservemos: a) En la.Segunda Conferencia JO. (V. CONTRATO COLECTIVO DE TRABAJO.) de La Haya (1S07) se aprobaron los siCONVENCIÓN CONSTITUYENTE. (V. guientes convenios: I. Para el Arreglo Pacífico de los Conflictos Internacionales; CONSTITUYENTE. ) II. Relativo a la Ruptura de las Hostilidades; III. A la Limitación del Empleo de la CONVENCIONES INTERNACIONALES. * Fuerza para el Cobro de Deudas; IV. A las SUMARIO: 1. Convenciones y tratados. 2. Las convenciones en materia laboral. 8. La obliLeyes y Costumbres de la Guerra; V. A los gatoriedad de ¡ES convenciones votadas en Derechos y Deberes de las Potencias y de la Conferencia Internacional del Trabajo: las Personas Naturales en Caso de Guerra Planteamiento de la cuestión en el DereTerrestre; VI. Sobre el Trato de los Fuques cho argentino. 4. Convenciones de naturaleza laboral concertadas al margen de la Mercantes Enemigos al Romperse las HosOrganización Internacional del Trabajo. tilidades; VIL Sobre la Transformación de 1. Convenciones y tratados. La conven- los Buques Mercantes en Buques de Guerra; ción constituye una de las formas que suele VIII. Sobre la Colocación de Minas Submaasumir el tratado internacional. Su diferen- rinas Automáticas de Contacto; IX. Relaciación, empero, no es susceptible de lo- tivo al Bombardeo por Fuerzas Navales en. Tiempo de Guerra; X. Sobre el Establecigrarse con rigurosa exactitud. El tratado abarca, en un sentido amplio, miento de un Tribunal Internacional de toda clase de instrumentos jurídicos inter- Presas, b) En la Conferencia Interamerinacionales. La gran variedad de ellos ha cana de Consolidación de la Paz, reunida permitido sostener que la única caracterís- en Buenos Aires en 1936, se aprobaron tica universal de los tratados es "la consa- contenciones sobre: Mantenimiento, Afiangración por escrito de un acuerdo entre zamiento y Restablecimiento de la Paz, Intercambio de Publicaciones; Facilidades a entidades políticas (no siempre soberanas) con las formalidades conducentes a asegu- exposiciones artísticas; Para el fomento de las Relaciones Culturales interamericanas; rar su cumplimiento" í 1 ). ampliar y asegurar el Aun cuando no exista concordancia ple- y para coordinar, de los tratados existentes enna en la doctrina, se utiliza la palabra tra- cumplimiento tre los Estados americanos, c) El 4 de agostado para referirse a los acuerdos políticos to de 1939 se firmaron en Montevideo trade gran importancia y trascendencia, en el tados Asilo y Refugio políticos; proplano internacional. Así, los tratados de piedadsobre: intelectual; y una contención sobre Westfalia, 1648; de Viena, 1815; de París, el ejercicio de profesiones liberales. 1856; de neutralización del canal de Suez, Los doctores Moreno Quintana y Bollini 1888; de Montevideo, 1889. Se emplea el ( 2 ) consideran al tratado como voz vocablo convención para aplicarlo a acuer- Shaw dentro de la cual encuadra la dos internacionales cuyo contenido suele ser genérica, convención, que se refiere a tratados de ajeno a la política, y que, generalmente, reimportancia. visten menor solemnidad que los tratados: menor Para el doctor Isidoro Ruiz Moreno, en cambio, la palabra convención es la expreformas. Tan plausible evolución pudo operarse merced, a la influencia del Derecho canónico, en parte del germánico, etcétera (ver desarrollos de la doctrina que menciona De Ruggiero, op. cit., pág. 255, nota 3; etc., etc.). 9. Derecho comparado: Ante el carácter, varias veces aludido, de esta voz, deberá remitirse al lector a las voces: CONTRATO y a cada una de las que trate uno en particular, como COMPRAVENTA, etcétera. * Por el Dr. LEÓN SCHOSTER. (1) ürsúa, F. A., Derecho internacional público, pág. 309, México 1938. (2) Moreno Quintana, L. M., y Bollini Shaw, C. M., Derecho internacional publico, pág. 306. Bs. Aires. 1950. sión genérica, es decir que le corresponde el sentido de la definición que él mismo da de los tratados: "Actos por los que se crean, modifican, renuevan o extinguen obligaciones internacionales". Considera que dentro de esa definición caben todas las demás formas de acuerdos de voluntades internacionales, y aplica el término tratado para "las convenciones más importantes por su objeto, o por el número e importancia de los Estados que las suscriben" ( 3 ). No obstante esa diversidad de designaciones, adquiere en Derecho internacional una utilización bastante uniforme la expresión tratado para referirse al llamado tratado-contrato, que establece reglas generalmente bilaterales, y convención (o convenio), al denominado tratado-ley, cuya característica es el establecimiento de normas por vía multilateral. 2. Las convenciones en materia laboral. Con el advenimiento del Derecho internacional del trabajo, las convenciones han adquirido singular jerarquía por haber sido importantes fuentes creadoras de Derecho común y haber alcanzado —mediante los organismos de la Organización Internacional del Trabajo— una difusión y aplicación de notable extensión territorial. Como dice Krotoschin, "la obra de la O. I. T. es una verdadera obra legislativa no en el sentido estricto de la palabra, en uso para la legislación nacional, sino en un sentido amplio. Se la puede comparar con una auténtica función legislativa porque ésta es ejercida por un órgano que se asemeja a un parlamento internacional (universal), o sea la Conferencia Internacional del Trabajo, y porque ciertos procedimientos tienden a dar fuerza a las resoluciones adoptadas o a asegurar su aplicación" (*). La actividad legislativa de la Organización Internacional del Trabajo se ejerce mediante la sanción de proyectos de convenciones y recomendaciones por intermedioo del órgano específico: la Conferencia Internacional del Trabajo (véase esta voz en el t. III, pág. 773 de esta Enciclopedia). De acuerdo con el artículo 19 de la Constitución de la Organización Internacional del Trabajo, sancionado un proyecto de convención por la Conferencia, debe ser ratificado por los respectivos gobiernos para que adquiera el carácter de verdadera convención y se convierta en derecho positivo vigente dentro de cada Estado. Cada (3) Ruiz Moreno. I., Manual de Derecho internacional público, pág. 277. Bs. Aires. 1943. (4) Krotoschin, E., Tratado práctico de Derecho del trabajo, t. 2, pág. 1014, Bs. Aires. 1955. miembro de la O.I.T. debe someter el proyecto de convención sancionado por la Conferencia al poder legislativo u otras autoridades competentes, dentro del término de un año (excepcionalmente, 18 meses). Los proyectos de convención —tal como lo señala Lewis L. Lorwin— no contienen su sentido más profundo en las disposiciones concretas de su texto, sino en los principios generales en que se inspiran. Sus bases primordiales son: a) su universalidad; b) la igualdad de todos los países y trabajadores; c) la representación, en sus acuerdos, de los distintos elementos (»). Ratificado un proyecto de convención por el organismo legislativo propio del Estadomiembro, se convierte en convención y el Estado debe dar cumplimiento a todas las obligaciones que emergen de aquélla. Además, según el artículo 22 de la Constitución, cada miembro debe presentar anualmente a la Oficina Internacional del Trabajo —que es el órgano administrativo encargado de asegurar el funcionamiento regular de la O.I.T.— un informe acerca de las medidas adoptadas para poner en ejercicio las convenciones respectivas. En el supuesto de que los gobiernos no sometan a la consideración del poder legislativo correspondiente los proyectos de convenciones, pueden ser juzgados por el Tribunal de Justicia Internacional y, en caso de que, ratificado el convenio, éste no se haya puesto en ejecución, puede, de acuerdo con lo establecido en la Constitución, llegarse a aplicarle sanciones económicas al Estado que haya incurrido en esa transgresión. Desde 1919 hasta el 21 de junio de 1955, la Conferencia Internacional del Trabajo sancionó 104 convenciones («). 3. La obligatoriedad de las convenciones votadas en la Conferencia. Tal como se expresó más arriba, el artículo 19, inciso 5, de la Constitución de la O.I.T. impone a,cada miembro la obligación de someter el proyecto de convención al poder legislativo dentro de un año a partir de la clausura de la Conferencia, pudiéndose exceder dicho plazo a 18 meses en supuestos excepcionales. Al ratificar el organismo legislativo el proyecto de convención, adquire ésta fuerza (5) Cit. por Guillermo Cabanellas, Tratado de Derecho laboral, t. 1, pág. 502, Bs. Aires, 1949. (6) V. la nómina de las convenciones en el t. 3, pág. 774 (voz CONFERENCIA INTERNACIONAL DEL TRABAJO) de esta Enciclopedia. A dicha nómina debe agregarse el Convenio 104, relativo a la abolición de las sanciones penales por incumplimiento del contrato de trabajo por parte de los trabajadores Indígenas, adoptado en la 38' reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo, celebrada en Ginebra en 1955. legal y se convierte en derecho nacional vigente. El mismo artículo 19 citado dispone que, una vez lograda esa ratificación, el Estadomiembro "tomará las medidas necesarias para hacer efectivas las disposiciones de la convención". En la República Argentina se ha planteado un interesante debate acerca de la obligatoriedad de las convenciones ratificadas, que excede el interés puramente local, ya que, por los argumentos utilizados, la índole de las cuestiones debatidas y el prestigio de los autores que intervinieron, se puede sostener que constituye una polémica de trascendencia universal con respecto al tema. Ello justifica el espacio que dedicamos al análisis de dicho asunto, que Krotoschin considera "la cuestión jurídica más deUcada" ("). Con motivo de la sanción de las leyes 11.727 y 12.232, que ratificaron algunos convenios adoptados por la O.I.T., y principalmente en lo que respecta a la segunda de las leyes nombradas, sancionada el 27 de setiembre de 1935, en cuanto se relaciona con la extensión de la reparación de los accidentes del trabajo a los obreros de la agricultura, se recogieron opiniones divergentes acerca del alcance de la ratificación aludida. Intervinieron emitiendo sus respectivas opiniones notables juristas argentinos, pronunciándose en favor o en contra de las siguientes tesis: a) La ley 12.232 ha extendido automáticamente los beneficios de la ley de accidentes del trabajo número 9688 a los obreros agrícolas, al aprobar la Convención de Ginebra de 1921; b) La ley nacional 12.232 supone solamente un compromiso de dictar en lo futuro leyes que expresamente extiendan los beneficios de la indemnización a los trabajadores del campo, requiriéndose, entonces, además de la ley ratificatoria del convenio, otra ley especial. Adhirieron a la primera tesis los doctores Leónidas Anastasi, Eduardo B. Scatena, Juan D. Pozzo, Carlos R. Desmarás, Juan D. Ramírez Oronda, Carlos Alberto Alcorta, Manuel Pinto y Mariano R. Tissembaum. Se pronunciaron en favor de la segunda los doctores Alejandro Unsain, Agustín A. Costa y Alfredo L. Palacios. El doctor Carlos Alberto Alcorta, consultado por el doctor Desmarás acerca de si consideraba que los asalariados agrícolas gozan de los beneficios de la ley de acci(7) Krotoschin, E., op. cit., t. 2, pág. 1036. dentes 9688 frente a las disposiciones de la ley 12.232, respondió: "Me permito opinar afirmativamente. El artículo 1°, inciso 3°, de la ley 12.232, al aprobar dicha convención que vincula a la Argentina como parte interesada (en virtud de la ley 11.722), hace suyos los preceptos de la misma, y entre ellos se encuentra principalmente el artículo 2°, que establece: "Todo miembro de la Organización Internacional del Trabajo que ratifique la presente convención se compromete a extender a todos los asalariados agrícolas el beneficio de las leyes y reglamentos que tengan por objeto indemnizar a las víctimas de accidentes sobrevenidos por el hecho o en ocasión del trabajo". "Esta norma de la convención, en mérito del precepto aprobatorio de la ley número 12.232 (art. 1°, inc. 3?), es ley para la Argentina, y debe tenerse por tal sin necesidad de que una nueva ley se promulgue con ese objeto. "Las leyes que aprueban tratados convierten el texto de los mismos en normas que constituyen el contenido de aquéllas, vale decir, que los tratados son textos de Derecho positivo en virtud de leyes que los aprueban o ratifican, lo cual significa que se les considera como leyes dictadas por el propio legislador de los países interesados, aunque contraríen leyes por él sancionadas, como así lo preceptúa el artículo 31 de nuestra Constitución nacional ( 8 ), En tal caso, esto es, cuando los tratados contengan cláusulas que importen una limitación o alteren leyes o disposiciones constitucionales de proyincias, una vez ratificados por el Congreso, prevalecen, conforme al referido texto constitucional, como ley suprema" ( n ). Los sostenedores de la opinión según la* cual se requiere una ley especial se fundan, principalmente, en el texto del artículo 19 de la actual Constitución de la O.I.T. ya citado, que dispone que, una vez lograda la ratificación, el Estado miembro "tomará las medidas necesarias para hacer efectivas las disposiciones de la convención". Consideran que "las medidas necesarias..." no son otras que una ley especial. Al discutirse en el Senado de la Nación la actual ley 12.631, extensiva de los beneficios de la reparación por accidentes del trabajo a los obreros de la agricultura, en la sesión del 27 de julio de 1939, expresó el senador doctor Alfredo L. Palacios: (8) Se refiere a la Constitución de 1953. En el texto constitucional de 1949 corresponde al art. 22. (9) Desmarás, C. B., "La Organización Internacional del Trabajo y la República Argentina", en La Ley, t. 8. pág. 593. El texto transcripto se halla en la pág. 600 del citado tomo. "El Tratado de Versalles no dispone expresamente que ratificada la convención sea necesario sancionar una nueva ley para poner en vigor su contenido. Pero no debemos olvidar que su artículo 405 C°) prescribe que, cuando se- trata de un proyecto de convenio, el miembro que haya obtenido el consentimiento de la autoridad competente comunicará su ratificación formal al secretario, y «tomará las medidas necesarias para hacer efectivas las disposiciones de dicho convenio». Tales medidas no pueden ser sino la iey, cuando la legislación del país no contiene las disposiciones del convenio". Y agregaba: "La simple ratificación no basta. La convención no está redactada en forma de ley. Contiene, a veces, cláusulas de carácter meramente facultativo que es imposible aplicar directamente, y que las leyes nacionales respectivas deberán precisar en forma dispositiva. "¿Quién habría de saber si el convenio obliga o no, y cómo habría, el juez, de aplicarlo, sin incurrir en arbitarriedad? Se trata de principios o bases para una ley. Faltan en los convenios, entre otras cosas, las medidas de aplicación y las penalidades en que incurren los infractores. "Tomemos un ejemplo. La convención de Washington, relativa al reposo obligatorio de las madres obreras. "Si nuestro país se hubiera limitado a ratificarla, ninguna mujer hasta ahora hubiera recibido los beneficios de la indemnización por parto. "Es que la convención se limita a enunciar un principio: el de que la mujer debe recibir una indemnización ya sea de fondos del Estado ya sea en virtud de un sistema de seguros. "Fue indispensable, pues, dictar una ley, de la que tengo el honor de ser el autor, estableciendo el sistema y el importe de la indemnización, la forma de obtener los recursos, las penas por las infracciones, etc. "Y si en la actualidad las obreras pueden descansar durante la gravidez y el puerperio, es merced a la ley 11.933, que creó la Caja de Maternidad. "Si no se hubiera dictado esa ley, la ratificación de la convención no hubiera tenido efectos positivos dentro del país. "La necesidad de dictar una ley, después de ratificada la convención, es evidente, si se tiene en cuenta, además de lo expuesto, que las leyes que ratifican no contienen el texto de las convenciones, y que por lo tanto la publicación oficial de esas leyes se efectúa sin ese texto. Son, pues, leyes in(10) Corresponde n! nrt. 19 de la actual Constitución de la Organización Internacional del Trabajo. completas, desde el punto de vista formal, lío se puede pretender la aplicación judicial de disposiciones que no aparecen en la ley y que sólo se citan" ("). La jurisprudencia. Antes de que se sancionara la ley 12.631 (la ley especial, después de la ratificación del convenio), los tribunales del país dictaron algunos fallos divergentes acerca de la extensión de los beneficios de la ley de accidentes del trabajo a los trabajadores de la agricultura. El primer fallo dictado en la República vinculado con la cuestión que nos ocupa, fue el del juez de Bahía Flanea doctor Raúl E. Dumm, en el caso "Kontratenko Porfirio Scheines Pedro", y sentó la siguiente jurisprudencia: "En virtud de la ley 12.232 aprobatoria de las convenciones adoptadas por la Conferencia Internacional del Trabajo, reunida en Ginebra en 1921, el régimen resarcitorio de la ley 9688 se encuentra ampliado en su campo de aplicación y ampara por igual a los obreros de la industria y a los asalariados agrícolas" C>-). Posteriormente y, en igual sentido, se pronunciaron: Cámara de Apelaciones de Córdoba, 29-12-937, en La Ley, tomo 10, página 1182 (voto del doctor Romero del Prado); Cámara de Apelaciones de La Plata, 3-6-933, en L. L., t. 10, pág. 1180. Sostuvieron la opinión contraria: Corte Suprema Nacional, 15-3-940, en La Ley, tomo 17, página 877: Cámara Federal de Bahía Blanca, 28-3-939, en La Ley, tomo 14, página 931; Cámara de Apelaciones de Rosario, 27-7-937, en L. L., t. 8, pág. 697. Si bien es cierto que el pronunciamiento de la Corte Suprema puso término en su liora a la discusión en torno a este problema (y, sobre todo, la sanción de la ley 12.631), debe tenerse presente que la cuestión puede replantearse con relación a otro caso, por cuya razón consideramos que no carecen de actualidad ni de interés las opiniones vertidas en oportunidad de la convención referente a los obreros de la agricultura. Con relación al problema particular planteado por la ley 12.232, no había, a nuestro juicio, dificultades para solucionarlo en el sentido de que no era necesario dictar una nueva ley. Existía una ley nacional de reparación de los accidentes del trabajo, la 9688, y, al aprobarse la convención, debieron extenderse los beneficios de esa ley a los trabajadores de la agricultura. Todo el mecanismo de la ley 9688, todo su articulado, era perfectamente aplicable a esos (11) Palacios, A. L., La defensa del valor humano (Legislación social argentina), pág. 400, Ed. Claridad, Bs. Aires, 1939. (12) L. L., t. 8, pág. 593. trabajadores. Pero no puede desconocerse que, cuando falta ese instrumento legal previo, las convenciones por sí mismas no son susceptibles de poner en ejercicio el mandato internacional que emana de las mismas: se necesitaría una reglamentación específica. Por ello, se puede considerar que las posiciones sustentadas por los autores mencionados, aunque divergentes, son perfectamente conciliables si se hace la distinción señalada. En algunos casos (si existe ya una estructura legal vigente en el país respecto de la materia a que se refiere la convención) no se necesitaría una nueva ley especial interna, además de la ratificatoria del convenio. En cambio, si dicha estructura falta, es evidente que se requerirá la sanción de una ley especial. 4. Convenciones de naturaleza laboral concertadas al margen de la Organización Internacional del Trabajo. No debe suponerse que la acción de la Organización Internacional del Trabajo, con toda su magnitud y trascendencia, constituye la única y exclusiva fuente del Derecho internacional del trabajo. Diversos países de Europa han venido celebrando, con posterioridad a la creación de la O.I.T., numerosas convenciones bilaterales y multilaterales, al margen de esta última, que regulan sus relaciones en diversos aspectos del Derecho laboral. Son dignas de señalarse las siguientes convenciones: 1) Convenio general entre Bélgica y Francia sobre seguridad social. Firmado en Bruselas el 17 de enero de 1948. 2) Convenio general entre Francia e Italia tendiente a coordinar la aplicación, a los ciudadanos de ambos países, de la legislación francesa sobre seguridad social y de la italiana sobre seguros sociales y prestaciones familiares. Firmado en Boma el 31 de marzo de 1948. 3) Tratado de cooperación en materia de política social, concluido entre la República de Checoeslovaquia y la República de Polonia. Firmado en Varsovia el 5 de abril de 1948. Comenzó a regir el 5 de octubre del mismo año. 4) Convenio sobre seguridad social entre Bélgica e Italia. Firmado en Bruselas el 30 de abril de 1948. 5) Convención general del 9 de junio de 1948, suscripta entre Francia y Polonia en materia de seguridad social. 6) Convenio general entre la República Francesa y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte sobre seguridad social. Firmado en París el 11 de junio de 1948. Entró en vigor el 5 de julio de 1948. 7) Convenio general entre Checoslovaquia y Francia sobre seguros sociales. Firmado en París el 12 de octubre de 1948. 8) Convenio entre Italia y Suiza sobre seguros sociales. Concluido en Eerna el 4 de abril de 1949. 9) Acuerdo sobre seguridad social entre los gobiernos de Australia y de Nueva Zelandia. Firmado en Sydney el 15- de abril de 1949. 10) Convenio entre Francia y Suiza sobre el seguro de vejez y supervivencia. Firmado en París el 9 de julio de 1949. 11) Convenio entre Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia sobre pago recíproco de pensiones de vejez. Firmado en Oslo el 27 de agosto de 1949. 12) Convenio sobre extensión y coordinación de los regímenes de seguridad social a los nacionales de las partes contratantes del Tratado de Bruselas. Firmado en París el 7 de noviembre de 1949. 13) Convenio general entre Francia y Yugoslavia sobre seguridad social. Firmado en París el 5 de enero de 1950. 14) Convenio general entre Francia y los Países Bajos sobre seguridad social. Concluido en La Haya el 7 de enero de 1950. 15) Convenio general entre Francia y la República Federal de Alemania sobre seguridad social. Firmado en París el 10 de julio de 1950. 16) Convenio entre Austria y Suiza sobre seguros sociales. Concluido en Eerna el 15 de julio de 1950. 17) Convenio entre la Confederación Suiza y la República Federal de Alemania sobre seguros sociales. Concluido en Bonn el 24 de octubre de 1950. 18) Convenio entre Bélgica, Francia e Italia tendiente a extender y coordinar la aplicación, a los nacionales de los tres países, de las legislaciones sociales y de prestaciones familiares. Firmado en París el 19 de enero de 1951. 19) Convenio sobre seguro social suscripto el 21 de abril de 1951 entre la República Federal de Alemania y la República de Austria. 20) Convenio entre la República Federal de Alemania y el Reino de los Países Bajos, relativo al seguro social. Suscripto en Bonn el 29 de marzo de 1951. 21) Convenio general entre Dinamarca y Francia relativo al seguro social. Suscripto en París el 30 de junio de 1951. 22) Convenio entre Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia tendiente a establecer reciprocidad en materia de subsidios familiares. Suscripto en Helsinki el 28 de agosto de 1951. 23) Convenio entre Italia y Suiza reía- tivo al seguro social. Suscripto en Roma el 17 de octubre de 1951. 24) Acuerdo sobre el seguro contra la desocupación e indemnización por accidentes del trabajo para capitanes y tripulantes de buques y embarcaciones, concluido entre el Ministerio de Seguros Nacionales de Gran Bretaña y el de Previsión Social de la República de Irlanda, el 17 de marzo de 1952. 25) Convenio general entre el Reino de los Países Bajos y la República italiana. Suscripto en La Haya el 28 de octubre de 1952. 26) Convenio entre Bélgica y Suiza sobre seguros sociales. Firmado en Berna el 17 de junio de 1952. 27) Convenio sobre seguro social entre el gobierno de Suiza y el gobierno del Reino Unido de Gran Bretaña. Suscripto en Berna el 16 de enero de 1953. 28) Convenio entre la República Federal de Alemania y la Rep. de Italia relativo al seguro de desempleo y protocolo final. Suscripto en Roma el 5 de mayo de 1953. 29) Arreglo administrativo entre Alemania, Bélgica, Francia, los Países Bajos y Suiza relativo a las modalidades de aplicación del acuerdo relativo a la seguridad social de los bateleros renanos, de 27 de julio de 1950. Firmado en Ginebra el 23 de mayo de 1953. 30) Convenio de seguridad social, de 8 de junio de 1953, suscripto entre el gobierno del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y el gobierno del Commonwealth de Australia. 31) Convenio entre Dinamarca, Islandia, Noruega y Suecia sobre transferencia de miembros de una caja de enfermedad de uno de los paises signatarios a una caja de enfermedad de otro de los países signatarios y sobre asistencia a los enfermos en ocasión de su residencia temporal en uno de los países mencionados. Concluido en Reikjavlk el 20 de julio de 1953. 32) Convenio de seguros sociales entre la República Federal de Alemania y el Reino de Dinamarca. Suscripto en Copenhague el 14 de agosto de 1953 (*3). BIBLIOGRAFÍA. — Ursúa, P. A., Derecho internacional público. México, 1938. — Ruiz Moreno, I., Manual de Derecho internacional publica, Bs. Aires, 1943. — Podestá Costa, L. A., Derecho internacional público, Bs. Aires, 1955. — Moreno Quintana, L. M., y Bolllni Shaw, C. M., Derecho ínternacinal público, Bs. Aires, 1950. — Kreíselbud, E., ¿os Tratados de Montevideo y el Derecho interna- cional privado, Ed. Claridad, Bs. Aires, s/f. — universidad, núm. 4, publicación de la Universidad Nacional del Litoral (R. A.), 1938. — Krotoschin, E., Tratado práctico de Derecho del trabajo, (13) Los datos sobre convenciones concertadas •al margen de la O.I.T han sido, obtenidos del fichero del doctor Gxiillermo Cabanellas. Bs. Aires, 1955. — Cabanellas, G., Tratado de Derecho laboral, t. 1, Bs. Aires, 1949. — Pozzo, J. D., Derecho del trabajo, t. 1, Bs. Airea, 1948. — Balladore Pallieri, G., "Diritto internazionale del lavoro", en Trattato di Diritto del Lavoro (obra colectiva) , dirigido por U. Borsl y F. Pergolesí, t. 4, Paclua, 1939. — Ramírez Oronda, J. D., Derecho del, trabajo en la República Argentina, Bs. Aires, 1940. — O.I.T., Boletín Oficial. — Desmaras, C. R., "La Organización Internacional del Trabajo y la República Argentina", en La Ley, t. 8, pág. 593. — Palacios, A. L., La defensa del valor humano, Bs. Aires, 1939. — Ramírez Gronda, J. D., op. cit.— Serie Legislativa (publicación de la O.I.T.), 1948 a 1953. CONVENCIONES MATRIMONIALES. (V. CONTRATO MATRIMONIAL.) CONVENCIONES Y CONTRATOS (en Derecho internacional privado). (V. PACTOS, CONVENCIONES Y CONTRATOS [EN DERECHO INTERNACIONAL PRIVADO].) CONVENIO. (V. QUIEBRAS.) CONVENIO COLECTIVO DE CONDICIO- NES DE TRABAJO. (V. CONTRATO COLEC- TIVO DE TRABAJO.) CONVENTIO IN MANUM * Esta institución del Derecho romano debe ser considerada desde un punto puramente patrimonial o desde el punto de vista de la institución del matrimonio romano. En el pri- mer aspecto, dentro del concepto romano del traspaso de la propiedad, que sólo se concibió en una forma de trasmisión universal de los bienes (i), se encuentra la situación de la mujer que contrae matrimonio cum manas. La conventio in manum significa en este caso que ella se convierta en una persona aliene inris, cuyo patrimonio queda trasmitido por derecho civil al del marido o al pater familias, quien ejerce la jefatura del núcleo familiar donde ingresa la mujer. La institución tal cual fue practicada en el primitivo Derecho, mientras prevaleció (sobre todo entre los plebeyos) la forma de * Por el Dr. AKMANDO V. SILVA. (1) En sustancia, el Derecho romano no reconoce traspaso de derechos de un titular a otro sino a título universal (per universítatem); sea en los casos sin duda preeminentes, de la herencia y de esa análoga institución del Derecho pretorio llamada bonorum possessio, sea en las hipótesis en que el titular de un patrimonio pasa bajo la potestad de otro, y convirtiéndose en persona alieni iuris, pierde en beneficio del nuevo pater familias su patrimonio (conventio in manum de la mujer sui iuris; adrrogatio), sea, finalmente, en la adquisición en bloque que un comprador hace de los bienes del ciudadano insolvente". V. Arangio Ruiz, Instituciones de Derecho romano, Bs. Aires, pág. 38. matirmonio por compra (coemptio) con manu marital, significó la total sumisión patrimonial de la mujer dentro del núcleo familiar de su esposo. Dentro del concepto del matrimonio romano, deben tenerse en cuenta, para entender esta institución, las consecuencias de orden civil y patrimonial que el matrimonium cum manus producía directamente en los derechos de la mujer y eventualmente en los de sus parientes civiles (agnados). La potestad dentro del matrimonio romano adquiere, a través de su desenvolvimiento, dos maneras de manifestarse: primero respecto a los matrimonios cum manus, donde se la ejerce directamente sobre la mujer, que queda por esta circunstancia en situación similar a todas las personas sometidas a la autoridad del jefe familiar. Es decir, alienis inris. Por lo tanto, y como una consecuencia del derecho de las costumbres, desvinculada completamente de su núcleo familiar civil. En segundo lugar, la potestad se manifiesta en forma amplia como •patria potestad del jefe de familia sobre todos los que componen el núcleo familiar, con la consecuencia también patrimonial de que todo lo que el sujeto sometido adquiere, entra en forma instantánea en el patrimonio del jefe. En consecuencia, la conventio in manum de la mujer sometida significa en el Derecho primitivo y hasta fines de la República, la adquisición patrimonial de un valor de orden familiar, y de orden pecuniario cuando la mujer era sui inris y, por lo tanto, aportaba su patrimonio. El pater familias romano, con la potcsta, es el jefe absoluto del núcleo familiar, que de esa manera quita a todos los sujetos sometidos (hijos, nietos, nueras, esclavos, adrogados, etc.) la capacidad de poseer y adquirir, nucleando a todos ellos dentro del concepto de acervo material y humano puesto a disposición de la voluntad del único jefe agnaticio ( 2 ). Asimismo, debe tenerse en cuenta que en el primitivo Derecho y por mucho tiempo el concepto del matrimonio se basaba en esta idea concreta: que era un acto o hecho (2) El pater familias y las personas colocadas bajo su autoridad paternal, o su manus, están unidos entre ellos por el parentesco civil llamado agnatio. Esta ligadura subsiste a la muerte del jefe, lo mismo entre sus hijos que hechos sui iuris, después de muerto el padre, son jefes a su vez de nuevas familias o. dcnnus, que entre los miembros de las cuales están formadas. Todas estas personas se consideran como pertenecientes a una misma familia civil... las familias se componen de agnados, es decir, del conjunto de personas unidas entre ellas por el parentesco civil. V. Petit, E., Tratado elemental de Derecho romano, • núm. 7D, Bs. Aires, 1954. jurídico por medio del cual una mujer sui o alieni iuris, se trasfiere de su familia civil y entra en la de su marido, en una condición de sujeción o sometimiento total, con la particular función de procrear al jefe de la familia o a uno de sus subditos, una descendencia legítima. Por el hecho del traspaso de la mujer, en los casos de matrimonio cum manus, se produce la conventio in manum, con todas las consecuencias ya enunciadas y que se detallarán más adelante. En general, la mujer pierde, respecto a su antiguo núcleo familiar (agnados) su dependencia y parentesco. Asimismo, respecto a sus derechos patrimoniales y especialmente, espectativa de herencia, cesan todas las posibilidades. Ya se apuntó la situación cuando se trata de una mujer sui iuris, con patrimonio propio; se produce el desplazamiento de sus bienes hacia el patrimonio del marido. Indudablemente, esta forma de adquisición de la mujer y de sus valores personales, era una consecuencia del primitivo concepto de la celebración del matrimonio por compra de la mujer (coemptio). Esto tuvo sus consecuencias a través del largo proceso de la institución del matrimonio en el Derecho romano, por la incidencia en intereses familiares de carácter pecuniario. Se •buscaron soluciones más acordes con la función de la propiedad privada dentro del núcleo familiar. El predominio de los intereses del esposo y su grupo gentil hacían arbitraria la institución en una época avanzada de las teorías que al respecto se discutían entre los juristas prácticos. Se buscó, por lo tanto, la solución por vía pretoria y se halló el expediente en la omisión de la manus, para evitar la potesta a que daba lugar. Se empezó por omitir la ceremonia real o ficticia en la coemptio, o se impidió que el matrimonio se consumara por usus, en los supuestos en que este concepto podía ser válido a tal efecto. Se trajo en relación una disposición de las XII Tablas donde se disponía que la mujer podía eludir la consecuencia de la manu, ausentándose cada año tres noches consecutivas de la casa conyugal (usurpatio trinoctii). De esta interpretación surgió el matrimonio sine manum, que en los últimos años de la República y principios del Imperio es considerado como típico del Derecho romano. Efectos de la "conventio in manum". En el orden patrimonial es donde se manifiestan con fuerza los efectos que se enunciaron en forma general. Cuando la institución de la manus se practicaba con todo vigor en las costumbres primitivas y, sobre todo, en los casos de los matrimonios celebrados por el usus ( :í ), y más tarde, en los celebrados por compra, la mujer en realidad era una cosa que se vendía a los fines de la procreación del pater familias. En esta situación el matrimonio cum manus era una ventaja patrimonial para la familia del esposo, que por tal motivo se pagaba en dinero. Dijimos ya que la mujer in manus sale de su familia civil (agnados) para ingresar en la de su marido, siendo su situación legal semejante a la de una hija en potestad paterna si el marido era sui inris, y a la de una nieta si el esposo estaba sometido a potestad paterna, es decir, era alien I iuris. Si poseía un patrimonio propio, era adquirido per universitatem por el marido, y a la vez no podía adquirir nada en propiedad. La situación patrimonial debe asimilarse a la de un adrogado, quien pierde su patrimonio con la diferencia respecto al activo y al pasivo que se indica. Respecto al activo, todos los bienes pasan al jefe de familia, que ejerce realmente la patria potesta, además de la manus del marido. Esta adquisición se extiende también a los derechos reales y de créditos. Respecto del pasivo, en principio no se puede obligar al jefe de familia, pero poco a poco se fueron admitiendo algunas excepciones, y sobre todo se consideraba obligada la mujer por el Derecho natural. BIBLIORGAÍ'ÍA. — Arias, J.. Manual de Derecho romano, págs. 143 y sigs. y 163 y sigs., Bs. Aires, 1949. '—Arangio Ruiz, V., Instituciones de Derecho romano, Bs. Aires, 1952. — Namur, P., Curso de instituciones y de historia del Derecho romano, Bs. Aires, 1904. — Petit, E., Tratado elemental de Derecho romano, Bs. Aires, 1954. CONVIVENCIA CONYUGAL.* Según la acepción gramatical, significa "vivir en compañía de otro u otros, cohabitar". Este último vocablo, que hemos tratado en otro lugar, traduce la acción y efectos de hacer vida marital el hombre y la mujer. En substancia, el concepto es análogo y algunas legislaciones denominan al efecto matrimonial como convivencia o cohabitación, indistintamente. Mas, a pesar de haber tratado in.extenso el tema de la cohabitación, con(3) El usus. como medio para establecer la manus, es el más antiguo, según algunos romanistas. En este caso —dice Petit— la posesión de la mujer, continuada durante un año, daba al marido la manus. Según una disposición de las XII Tablas, la mujer que quisiera escapar tenía que interrumpir esta posesión pasando tres noches cada año fuera del techo conyugal. Gayo comprobó la desaparición de esta costumbre. V. Petit, E., op. cit., pág. 176, liúm. 98. * Por el Dr. MATEO GOLOSTEIN. sideramos conveniente detenernos sobre este aspecto del matrimonio en el Derecho canónico, del cual, si no en copia servil, se han servido la mayoría de las legislaciones modernas. Conforme al artículo 1013 del Código de Derecho canónico, la "procreación y la educación de la prole es el f i n primario del matrimonio; la ayuda mutua y el remedio de la concupiscencia es su fin secundario". Quedan así definidos, con toda nitidez, los fines del matrimonio, según la doctrina de la Iglesia, en los que se asigna rol principalísimo a la procreación y educación de la prole; los fines secundarios, operis, están irremediablemente subordinados a los otros, si bien los comentaristas insisten, frente a un texto que no admite réplica, que al mencionarse la procreación se tienda solamente a satisfacer el placer sexual. "Ello equivaldría, afirma Heinz ( ' ) , a despojarlo de la conexión con los fines morales de la personalidad, de la responsabilidad social, de todo miramiento a la familia, a la descendencia y a la sociedad...; un acto solamente por placer, con exclusión de un fin más alto, es inmoral". Los Padres de la Iglesia admiten, en general, los fines de! matrimonio que han adoptado los canonistas, y que son: /¿des, prole, sacramentum, promulgados por el Concilio de Florencia. La. fidcs se refiere al deber de la comunión sexual de los esposos entre sí; la prole, al deber de educar la descendencia engendrada por aquella comunión, y el sacramentum, al vínculo creado por ellos para la vida y que origina la indisolubilidad del mismo. Existe, proclamó el citado Concilio, un triple bien del matrimonio. El primero es la prole, que ha de ser tenida y educada para el culto de Dios. El segundo bien es la fides, que debe guardar un cónyuge al otro. El tercero, la indisolubilidad del matrimonio, por lo que significa la unión indivisible de Cristo y de la Iglesia. Porque, aunque por causa de fornicación (adulterio), sea lícita la separación de hecho, no se puede contraer otro matrimonio, por ser perpetuo el vínculo del matrimonio legítimamente contraído. Pero cabe agregar que no todos los exégctas y comentaristas de la Iglesia católica asignan igual valor o preferencia a uno u otro de los fines o bienes del matrimonio. San Agustín (-') advierte que la consumación o conclusión del matrimonio es la prole, y en esta acepción solamente se halla integrado el concepto de matrimonio, pues la mujer, (1) Heinz Nataionalókonomia, II, pág. 627. (2) San Rgustin, Contra Faustum, llb. 19. cap. 26 dice, no debe casarse sino para ser madre. Santo Tomás ( 3 ) añade que el matrimonio debe ser interpretado literalmente como matris munium, o sea como el oficio de madre, ya que la obligación de educar a la prole toca en especial a la madre; o también como matrem muniens, en cuanto que, gracias a esta actividad, goza la esposa de la deíensa y protección del cónyuge masculino; o como matrem monens, por cuanto la madre futura es amonestada de que no debe unirse a ningún otro varón, abandonando a su cónyuge; o como materia unius, porque en el matrimonio se unen los casados para la procreación de la prole. San Isidoro ( 4 ) afirma que la definición corresponde a los vocablos mater y natus, ya que por la conjunción conyugal se hace la mujer madre de un nacido. Las Decretales de Gregorio IX expresan que "para la madre, el niño es, antes del parto, oneroso; doloroso en el parto, y después del parto, gravoso; razón por la cual el legítimo enlace del hombre y de la mujer se ha denominado matrimonio y no patrimonio" (Decretales, C. 2-X-III-33). Pero, como hemos dicho, no todos comparten el concepto del matrimonio como carga exclusiva de la mujer, con fines exclusivos o excluyentes de la maternidad: así, Gastan replica que ni el matrimonio echa carga alguna sobre la mujer ni puede decirse que es matrimonio porque en él sea la mujer el sexo más importante; en prueba de lo cual alega que en muchas lenguas románicas existen, para designar la unión conyugal, nombres substantivos derivados de maritare, forma verbal de maritiis, que a su vez proviene de mas, morís, varón (*). Los doctores de la Iglesia han clasificado los fines del matrimonio en dos categorías, que se refieren al finís operis y finís operantis. El primero se relaciona con el carácter contractual del matrimonio, considerado como una sociedad permanente y que como tal está dotado de un fin; pues es el fin, arguyen, lo que caracteriza y especifica a las sociedades. Y como el matrimonio es una sociedad natural instituida por el mismo Autor de la naturaleza, El es también el que le ha marcado su fin propio intriseco, esencial y específico, que es el fin de la institución misma, en sí considerada. Es, entonces, al fin específico, primordial —finís operis— a que se refiere el canon 1013 del Código de Derecho canónico, y no al fin particular y personal —finís (3) Santo Tomás, Suppl., q. 44, art. 3». (4) San Isidoro, Etimol.. llb. 9, cap. últ. (5) Montero y Gutiérrez, E. Manual de Derecho canónico, pags. 15 y 16. operantis—, que al contraer matrimonio persiguen de una manera inmediata y concreta los contrayentes. El finís operis, objetivo básico del matrimonio, es doble y consta de un fin primario y un fin secundario. El fin primario del matrimonio es la procreación y la educación de la prole; y este fin es tan necesario y tan esencial, que sin él no puede haber matrimonio válido. No puede fallar, por lo menos en la intención, pues a él se ordena el matrimonio, por su naturaleza. El fin secundario es también fin objetivo de la institución misma, procede de la entraña del matrimonio y es, por consiguiente, fin íntramatrimonial; pero no entra en la esencia del matrimonio, como elemento esencial constitutivo del mismo, sino que es elemento integrante, el cual facilita el cumplimiento y consecución de ese fin primario. El fin secundario es doble: la ayuda mutua y el remedio de la concupiscencia (•)_. Tan clara y explícita definición, expuesta por un ilustre comentador del Código del Derecho canónico, echa por tierra todas las atenuaciones al principio que coloca en iguales términos a los deberes fundamentales de los cónyuges: la convivencia o cohabitación con objetivos procreativos, y los deberes morales: asistencia, ayuda mutua, etcétera. El mismo autor concreta su pensamiento al respecto, diciendo: "Por lo dicho se comprende que ambos fines, el primario y el secundario, no están en el mismo plaao. El fin primario está por encima y a él está subordinado el otro. Así lo declaró la S. Congregación del Santo Oficio en 19 de abril de 1944 (A. A. A., XXXVI, 103), saliendo al paso de ciertas teorías modernas que sostienen que la procreación y educación no es el fin primario esencial del matrimonio, o no admiten la subordinación de fines" (comentario del doctor Lorenzo Miguélez Domínguez, decano de la Rota Española, al Código de Derecho canónico, editado con censura eclesiástica). Está claro, pues, que para el Derecho canónico y para la doctrina de la Iglesia de Roma, es la convivencia marital, con el objetivo de la procreación, y en última instancia la educación de la prole, la columna básica del matrimonio. En lo demás, en cuanto al desenvolvimiento de los principios naturales, morales y legislativos de la cohabitación, nos referimos al estudio especial sobre la materia (6) Mlguélez Domínguez, L., Comentario ti canon 1013 del Código de Derecho canónico, p*gina 373, ed. por 1» Pontificia Universidad de 8ft- efectuado en esta misma obra. (V. COHABITACIÓN.) BIBLIOGRAFÍA. — La indicada en el texto y notas. CONVOCATORIA DE ACREEDORES. <V. CONCORDATO. CONCURSO CIVIL. CONCURSO DE ACREEDORES.) CÓNYUGE.* SUMARIO: Cap. I. Diversos tipos de matrimonio: 1. Acepción gramatical del vocablo. 2. Monogamia, poliginia o poligamia, poliandria. 3. Los pueblos antiguos y el matrimonio: a) En la India; b) En la China; c) En el antiguo Egipto; d) El matrimonio entre los hebreos; e) En el Derecho musulmán; 1) En Grecia; g) El matrimonio romano; h) En los pueblos alemanes; 1) En el Derecho canónico; j) En el viejo Derecho hispánico. 4. Clasificación de los regímenes familiares. Cap. II. El régimen matrimonial en las leyes modernas: 1. En los códigos de Europa: 1' En los Códigos civil y penal de Francia; 2c En el Derecho alemán; 3' En el Derecho español; 4« En la ley italiana. Cap. III. La polian- dria, matriarcado y •patriarcado: 1. Práctica menos frecuente que la poliginia o poligamia. 2. Juicio crítico acerca de las diversas formas matrimoniales. 3. Opinión de Montesquieu. 4. Opinión de Rébora. 5. Matriarcado y patriarcado. Capítulo I DIVERSOS TIPOS DE MATRIMONIO 1. Acepción gramatical del vocablo. Del latín coniunxugis; francés conjoint; italiano coniuge; inglés hausband o roí/e; alemán Ehefrau, Ehegatte; español: consorte, esposo o esposa; personas unidas en matrimonio. La materia se enlaza directamente con la institución de los diversos tipos de matrimonio, descartando, por supuesto, la poligamia y la poliandria. Se refiere al matrimonio monogámico, es decir, al que está regido por la casi totalidad de las leyes civiles en vigencia. Máxime cuando el vocablo es en el singular y tiende a definir solamente a uno de los copartícipes en el matrimonio. 2. Monogamia, poliandria, poligamia. La mayor parte de las especies animales inferiores, apunta el sociólogo R. Westermarck, son instintivamente ya monógamas ya polígamas. En el hombre se encuentran todas las formas posibles de matrimonio. Hay el matrimonio de un hombre con una mujer (monogamia), de un hombre con varias mujeres (poliginia o poligamia), de varios hombres con una sola mujer (poliandria) y, en algunos casos excepcionales, de muchos hombres con muchas mujeres. La poliginia, era permitida en la mayor parte de los pueblos que la historia nos da a conocer, y en nuestros tiempos se permite en varias naciones civilizadas y en la masa de las tribus salvajes. Los antiguos chibchas practicaban la poliginia en vasta escala. Entre los mexicanos y los incas del Perú un hombre casado podía poseer, además de su mujer legítima, concubinas. También en el caso de la China y del Japón, donde los hijos de una concubina tienen los mismos derechos que los de una esposa legal. En Corea, los mandarines llegan hasta a verse obligados por la costumbre a tener varias concubinas en su yamen. La historia de los pueblos antiguos registra esos varios tipos de matrimonio que evidencian que la poligamia tiende a convertirse, en el curso de los siglos, en el matrimonio monógamo por excelencia, que impera en la aplastante mayoría de los pueblos (i). El autor transcrito sostiene que, cuando se tengan en cuenta los sentimientos de la mujer, la monogamia llegará a ser la única forma del matrimonio. El progreso de la humanidad no se evidencia, dice, en ninguna parte con más claridad que en el reconocimiento de los derechos de la- mujer, y las causas que, en etapas inferiores de desarrollo, pueden hacer desear la poligamia a la misma mujer, no existen en las naciones muy civilizadas. El sentimiento depurado del amor, que reposa especialmente en la simpatía mutua y en el aprecio de las cualidades mentales, no es apenas compatible con hábitos poligínicos, y la pasión por una sola mujer ha llegado, poco a poco, a ser más absorbente. 3. Los yuieblos antiguos y el matrimonio: a) En la India. Las fuentes legislativas de los indos, en ningún momenfo prohibieron de una manera expresa la pluralidad de mujeres en el matrimonio. Se encuentran ejemplos de poligamia en los himnos de Rig Veda y las Leyes de Manú hacen mención de tal sistema conyugal, pero al mismo tiempo este legislador proclama: "Sólo aquel hombre es perfecto, que consta de tres personas: su mujer, él y su hijo" (Manú, IX, 45). Los brahamanes, por su parte, han proclamado que el varón constituye con su mujer una sola persona, pero la poligamia es licita de tal modo, que el varón puede tomar la primera mujer de su casta, y luego, descendiendo, por toda la serie, no pudiendo, por tanto, el sudra, tener sino una sola mujer, la suya. En el sistema moderno, ha dicho un sociólogo que "por ley un indo puede casarse con tantas mujeres y por costumbre tener todas las concubinas que quiera". Recién en el libro del (1) Por el Dr. MATEO GOLDSTEIN. OMEBA - T. 4 - 52 Westermarck, R., Historia del matrimonio, pág. 373. Zend-Avesta (250 años después de Cristo) se instituye el matrimonio monógamo y se prohiben las uniones extramatrimoniales. b) En la China. El matrimonio, en los tiempos más antiguos de que se tiene memoria, se contraía por la compra de la mujer, y el matrimonio monógamo es el principio aceptado por la inmensa mayoría de la población, seguramente por las pésimas condiciones económicas en que vivían las masas. Pero el chino podía tomar legalmente tres concubinas, además de su mujer legitima, cuyos hijos se equiparan absolutamente con los hijos del matrimonio. Análogo ha sido el principio entre los japoneses y en otros pueblos, donde la monogamia se imponía por la posición económica de los ciudadanos. Razón de sobra tiene la observación de un sociólogo que estudió la población del Congo, cuando afirma: "Es un error suponer que, en una sociedad polígama, los hombres tengan más de una mujer. El número relativo de individuos de cada uno de los sexos impide que eso suceda en toda la población. Realmente, sólo los más ricos pueden permitirse la pluralidad de mujeres, teniéndose que contentar los más pobres con una o con ninguna". c) En el antiguo Egipto. Existió la poligamia, toda vez que a excepción de los sacerdotes, a los que no se consentía más que una mujer, se permitía en general tener varias concubinas, además de la principal esposa. El influjo de la civilización egipcia, anota Ahrens, sobre la europea, y especialmente sobre la griega, por más que ofrezca dificultades determinarla en los pormenores, es en general indiscutible. d) El matrimonio entre los hebreos. En los tiempos antiguos existió la poligamia, y aun se permitió que se adoptaran como concubinas las esclavas y siervas de las mujeres. Pero el Sumo Sacerdote no podía tomar más de una mujer (Levítico, 13, arg. contrario sensu). Después del retorno del extenso éxodo en Babilonia, la monogamia se impuso con máximo rigor; se prohibió la compra de la mujer y el levirato. La evolución de la institución matrimonial entre los hebreos pasó por varias etapas sucesivas: 1^ Matrimojiio por captura, del que se ocupa la Biblia (Deuteronomio, XX, 14; XXI, 10 a 14; Jueces, V, 30;. XXI, 17 y sigs.); 2* Matrimonio sálico, verdaderamente excepcional: en el mismo, la mujer habita cerca de los suyos, y el hijo es criado en el clan de la madre (Jueces, VIII, 31; IX, 16, XIV, 5 a 9); 3^ Matrimojiio polígamo: Cuando Moisés llegó al seno del pueblo hebreo no pudo sino reconocer el casamiento con pluralidad de mujeres, o poligamia, limitándose a restringirla hasta donde se pudo, al propio tiempo que tendió a asegurar la tranquilidad económica y espiritual de las varias esposas y descendencia. La Biblia testimonia la existencia de la poligamia en Israel, desde antiguo, y denuncia actos como el de Lamech, para remontarlos hasta el Génesis (IV, 18 y sigs.). Los rabinos redujeron a cuatro el número de esposas que podía, legalmente, tomar cada ciudadano, pero paulatinamente el hábito fue desapareciendo, hasta extinguirse al fin del siglo iv de la era cristiana. Infinitivamente fue proscrita la poligamia, entre los hebreos, por el rabino Oerson, de Metz, comprendiendo la prohibición 2a los habitantes de la Europa occidental ( ). e) En el Derecho musulmán. El Corán autoriza la poligamia, si bien limitando el número de las mujeres legitimas a cuatro (aunque sin contar las concubinas), a las cuales se otorgan ciertos derechos y honores. Pero, dada la posición del marido en la casa, están, en realidad, sujetas a su albedrío; y sólo en caso de divorcio, que en determinadas circunstancias pueden pedir las mujeres también, aunque difícilmente logarlo, les aseguran la ley y los tribunales ciertos derechos relativos al patrimonio (Ahrens, pág. 87). f) En Grecia. En este país, el matrimonio fue siempre monógamo, pero el concubinato no sólo era tolerado, sino que se le consideraba lícito. Según los historiadores, en los tiempos homéricos se realizaba el matrimonio por compra; en Lacedemonia subsistió el matrimonio por rapto. Según Westermarck, los griegos de los tiempos de Hornero tenían frecuentemente concubinas que vivían en la misma casa que la familia y eran consideradas como esposas. Pero la monogamia era la ley general, que sólo los tiranos y algunos reyes violaron. g) El matrimonio romano. Eran más estrictamente monógamos los romanos que los griegos, y se establecía una diferenciación entre el concubinato y el matrimonio legal. El primero era una unión de orden inferior, aunque duradera, que derivaba de la desigualdad de condiciones de las personas en el orden civil y social. Con la evolución del Derecho romano se llegó a establecer que no se puede tener más de una concubina, y únicamente al que no tuviese mujer legítima (Paulo, S., II, 20). h) En los pueblos alemanes. Las tres razas principales —isterones o iscerones, los inguerones y los hermiones, según la clasificación de Tácito, habitaban la región si(2) Coldstcin, M., Derecho hebreo a trav-.'s de la Biblia y el Talmud, págs. 252 y sigs. tuada al oeste del Vístula y de los Cárpatos, al sur del Danubio, al oeste del Rhin y del Escalda, hasta el Mar del Norte— no toleraban otra forma de matrimonio que la monogamia: sólo excepcionalmente se menciona en las crónicas la poligamia entre las familias de la aristocracia. El matrimonio se contraía primitivamente por compra, mediante la cual el marido adquiría una autoridad tutelar (Munt) sobre la mujer. La influencia del cristianismo se exteriorizó en rodear a ia institución matrimonial de formalidades religiosas, pero la esencia originaria y perdurable era la concepción de que la unión conyugal se . consideraba como un vínculo sagrado, fundamento natural y moral de toda la organización jurídica y política. Afirma un autor que entre los teutones, al principio de su historia se encuentra la pluralidad de mujeres en el oeste y especialmente en el norte. Los reyes escandinavos, agrega, eran poligínicos, y, a lo que parece, no eran ellos solos. También los rusos paganos conocieron la poliginia. En los poemas fineses, hay pasajes que parecen indicar que la poliginia no era desconocida en Finlandia, en los tiempos remotos. En el mismo mundo cristiano, se ha permitido, en ocasiones, o por lo menos tolerado; se practicaba con frecuencia entre los reyes merovingios, y una de las leyes de Carlomagno induce a pensar que también entre los miembros del clero se llegó a difundir la poligamia. En algunos estados alemanes, después de la paz de Westfalia, se permitió la bigamia, debido a que la población había mermado considerablemente como consecuencia de la guerra de los TÍ cinta Años. En la Europa moderna, según el testimonio de Herbert Spencer, la poligamia ha durado mucho tiempo en el hábito de los príncipes que tomaban numerosas concubinas. El propio San Agustín declara expresamente que no condena la poligamia, y Lutero permitió a Felipe de Hesse que por razones políticas contrajera matrimonio con dos mujeres. El argumento invocado para esta bigamia legalizada consisto en que como Jesucristo guardó silencio sobre la poligamia, él no podía prohibirla. Bástenos recordar que la secta de los mormones considera institución divina a la poligamia (»)(•«). i) Sn el Derecho canónico. La monogamia, como régimen de relaciones sexuales caracterizado por la convivencia de un solo varón con una sola mujer, en una forma (3) Ahrens, E., Historia del Derecho, pág. 65. (4) Ahrens, E., ob. tít., pág. 80. superior, triunfando, como régimen sexual, en plena vida social amplia, se expande sobre toda la superficie de la tierra, lo mismo en Europa que en Asia o África, o en la América precolombiana, en todas las fases de la evoclución social, como la solución más ventajosa dada al problema sexual en interés de la sociedad y de los individuos. En algunos momentos críticos, la monogamia, combinada con las diversas formas de concubinato o desnaturalizada por la fragilidad de los vínculos entre marido y mujer, tiende a degenerar, ya en una verdadera poligamia, ya en una poligamia, sino simultánea, sucesiva. Por el contrario, la monogamia llega a su forma más perfecta y cabal con el principio de la continuidad del matrimonio, que eleva hasta la indisolubilidad la Iglesia católica (<"•). Si bien el Derecho canónico jamás ha prohibido expresamente la poliginia, es indudable que ha tenido una posición clara al respecto y reprimió la bigamia como uno de los delitos más atroces. Las legislaciones que arrancan de éste, han sido irreductibles en la misma tendencia, y no se han satisfecho con colocar la subsistencia del vínculo o de ligamen entre los impedimentos dirimentes del casamiento, sino que han declarado la bigamia como una figura delictuosa digna de la atención de las leyes penales. En este sentido basta recordar la severiridad con que castigaban y censuraban las viejas leyes hispánicas la práctica de la pluralidad de mujeres o la de hombres: Maldad conocida facen los homes —dice la ley 16, título 17, Partida 7— en casárselos veces a sabiendas, viviendo sus mujeres; et, otrosí las mujeres, sabiendo que son vivos sus maridos. La legislación de Partidas, ley 16 citada, dispone que cualquiera que casare a sabiendas, pendiente su primer matrimonio, o permitiere que su esposa case con otro ignorante de que ya se halla casada, sea desterrado a isla por cinco años, y pierda los bienes que tuviere en el lugar de su delito a favor del engaño y la otra mitad para el Fisco, a falta de hijos y nietos; y que si ambos contrayentes lo fueren a sabiendas, sean desterrados cada uno a su isla, y aplicados al Fisco los bienes 3e quienes no tuvieren descendencia. Las leyes contenidas en la Recopilación previenen que además de las penas establecidas por derecho se imprima en la frente al polígamo con hierro ardiente la señal de la letra "q"; otra ley ordena que se tenga especial cuidado de condenarle conforme a-derecho y que se le impongan ga(5) Enciclopedia Jurídica Española, t. 22, página 637, Barcelona. leras durante los cinco años de destierro a una Isla. La Novísima Recopilación extrema el rigor contra los polígamos, mandando que se les condene a seis años de prisión; con respecto a la mujer, podía cambiársele la prisión por la reclusión (°). En cuanto al Derecho de la Iglesia católica, la bigamia se halla citada en el canon 984, que declara Irregulares los matrimonios por defecto (párr. 4°) los bigamos, esto es, los que contrajeron sucesivamente dos o más matrimonios válidos, En síntesis, señala Montero y Gutiérrez (?) los etnólogos modernos señalan y distinguen cuatro grados en la evolución histórica del matrimonio: 1) la promiscuidad o el hetairismo, que tuvo lugar en'las primeras etapas del desenvolvimiento de la familia, cuando eran comunes todos los hombres, todas las mujeres y todos los hijos, al menos dentro del clan o tribu; 2) la poliandria, en que una sola mujer comenzó* a unirse maritalmente con varios hombres; 3) la poliginia, cuando un hombre temaba varias mujeres, ya sea como legítimas, o una o más legítimas y muchas concubinos; 4) la monogamia, o sea la última etapa del matrimonio, impuesto al menos legalmente en los países civilizados de la tierra. Sin embargo, en los países árabes y en las tribus de indios de todos los continentes, la poliginia sigue practicándose sin limitaciones. Capitulo III EL RÉGIMEN MATRIMONIAL EN LAS LEYES MODERNAS 1. En los códigos de Europa. La poligamia, dicen Planiol y Ripért (núm. 106), es el régimen de las razas pobres entre las que constituyen un patrimonio de los grandes o -de los ricos. Al respecto señaló Montesquieu que en los países donde imperaba e Impera la poligamia, está en relación con la riqueza del marido, de la8cual depende el número de sus mujeres ( ). Es indudable que la Iglesia de Roma ha empleado grandes esfuerzos en combatir a los infractores (6) Algunos autores explican que la marca del luego que llevaba la letra "q" no era tal, pues por un error del escribiente sobre la ley 80 de Toro, núm. 27, se anotó la letra "q" en vez de la "b", que significa bigamo. Otros afirman que la señal debía consistir en una cruz, para indicar que el' delincuente era sospechoso en la fe; y según otros, debían figurar do» Uceas paralelas para indicar que el que las llevaba había contraído dos veces matrimonio. (Nota de Gutiérrez al pie del vocabo Bigamo, del Diccionario áe legislación y furlsprudenoía de Kscriohe.) (7) Montero y Gutiérrez, E., Manual de Derecha canónico, t. 2, pég. 23. ifl) Moatesquío'ii. C. de 8., El espíritu de loa Isyea, t. 1, pég. 847, del matrimonio monogámico, hasta que en la actualidad ha llegado a ser un motivo universal de reprobación la poligamia. Pero constituye un hecho evidentísimo, y el fenómeno es también universal, que la eliminación de las sanciones para el adulterio ha intensificado por lo menos la bigamia. 1° En los Códigos civil y penal de Francia. En el Código civil francés, la bigamia constituye un impedimento para un segundo matrimonio (art. 147 > . Mientras el hombre no esté libre de cualesquiera vinculo conyugal, no puede contraer otro matrimonio. En consecuencia, solamente en el caso de celibato, divorcio obsoluto o viudez, puede volver a casarse. El Código penal reprime con trabajos forzados (art. 340) al bigamo y al oficial del estado civil que intervino en la celebración del segundo matrimonio. Y como si eso fuera escaso, una ley especial de 17 de agosto de 1897 ha instituido una ¡serie de medidas tendientes a reprimir e impedir la bigamia. 2° En el Derecho alemán. Conforme a la concepción protestante, la existencia de un anterior matrimonio constituye un elemento dirimente para todo otro matrimonio; es lo que el Derecho canónico ha denominado impedim.antum ligaminis seu uinciíZ¿3, y está regido por el artículo 1309 del Código civil alemán. En mérito de la existencia del impedimento de ligamen, el nuevo matrimonio es nulo. 3° En el Derecho español. Se rige por los precedentes canónicos (arts. 51 y 83, núm. 5) del Código civil El Código penal, en su articulo 471, castiga al que contrajere matrimonio secundo o ulterior sin haberse disuelto let mente el anterior.1 4 ? En la leí/ italiana. Por ser el matrimonio monogámico. no puede contraer nupcias quien se halle ligadc por un matrimonio anterior (art. 56 Cód. civ.), y siendo que el único medio de disolución de! vínculo, según la ley italiana, es la muerte de uno de los cónyuges (art. 148), el impedimento es perpetuo. El Código penal, en su artículo 359, reprime con pena sevpra el delito de bigamia. Los mismos principios se'hallan consagrados en la mayoría de los códigos europeos y americanos, que declaran nulos los matrimonios en tales condiciones y convierten en delito penal la circunstancia de contraerlos. CapííuZo III LA POLIANDRIA 1. Práctica menos frecuente que la poliginia. La evolución de la historia del ma trimonio nos demuestra que la poliandria, consistente en el casamiento de una mujer con más de un hombre, fue una forma de matrimonio mucho menos frecuente que la paligamia. Según acopio de'datos obtenidos por los investigadores de la materia, la poliandria se practicó en tribus de algunas de las Islas Aleutianas, donde según el testimonio de Langsdorf, una mujer vivía comúmente con dos maridos, que hacían ciertos pactos para compartir la esposa. Entre los kaniagmutos, dos y aun tres hombres tenían una mujer común; asimismo, entre los esquimales, es frecuente que dos hombres se casen con dos mujeres a la vez Lisiansky, citado por Westermarck, señala que en Noukahiva, entre las familias pudientes, cada mujer tenía dos maridos. Asimismo en Nueva Caledonia, en las Islas Canarias, entre los hotentotes, se tolera que una mujer tenga dos o tres cónyuges. Hasta 1860, en Ceylán, imperó el sistema poliándrico, con la singularidad de que los maridos son miembros de la misma familia y frecuentemente son hermanos. Entre las naciones antiguas hay indicaciones acerca de la presencia de este principio de matrimonio, entre los indos, en Arabia, en el Nennius irlandés y no faltan opiniones de que los ingleses antiguos lo practicaban. Siguiendo el mismo curso que la poligamia, la poliandria se ha Ido modificando y el matrimonio oriéntase hacia la forma monogámica. 2. Juicio crítico acerca de las diversas formas matrimoniales. Los historiadores y sociólogos señalan diversas causas que intentan explicar la evolución del matrimonio en la historia humana, pasando los diversos tipos que hemos señalado. Montesquieu dedica un extenso espacio de su Espíritu de las leyes para formular apreciaciones, algunas veces muy personales, al asunto. Por lo pronto, afirma que influyen notablemente las condiciones climáticas. "La ley que no le permite al hombre más que una mujer —afirma— está más en relación con el clima de Europa que con el de Asia. Y éste es el motivo, entre nosotros, de que el mahometanismo haya encontrado tanta facilidad para arraigar en Asia y tanta dificultad para asentarse en Europa, de que el cristianismo se mantenga en Europa y haya sido desterrado de Asia y de que los mahometanos hagan progresos en China y los cristianos no. Las razones humanas están subordinadas a la causa suprema que hace todo lo que quiere y se sirve de todo lo que quiere. Valentiniano permitió la poligamia en su imperio, por razones particulares. Teodosio, Arcadio y Honorio derogaron9 esta ley, impropia de nuestros climas" ( ). 3. Opinión de Montesquieu. El mismo Montesquieu anota otra circunstancia condicionante de la pluralidad de mujeres, que si bien no es causa decisiva, no deja de ofrecer serio fundamento. Afirma que el fenómeno obedece a una relación directa con la riqueza del marido, de la cual depende el número de mujeres. Aunque de inmediato se rectifica afirmando que no puede afirmarse de una manera axiomática que sean las riquezas la causa de que exista la poligamia: la pobreza puede producir el mismo efecto, como diré cuando hable de los salvajes, dice. No es la poligamia un lujo, aunque sí es ocasión de un gran lujo en las naciones poderosas. Otro factor al que se atribuye la poliginia es el excedente de mujeres existente en algunos países, con relación a los hombres. En Asia y África, como en otras partes del mundo, nacen más mujeres que varones; así se explicaría el proceso de la paligamia, debido a la ausencia de hombres. La razón inversa justificaría el matrimonio monogámico en Europa. 4. Opinión de Rébora. Rébora, entre los autores nacionales, sostiene que el matrimonio monogámico es una característica de la civilización greco-latina, y los conflictos conyugales, según vamos a sostener ahora, un residuo doloroso del matrimonio monogámico. Del matrimonio monogámico —entendemos decir— como unión permanente y exclusiva; porque la unión de un hombre con una sola mujer allí donde cada hombre podría tener muchas, como la mujer con un solo hombre allí donde cada mujer pudiera pertenecer a varios, quedaría desde luego fuera del razonamiento que pasamos a ensayar. Y a continuaoión, Rébora desarrolla una construcción teórica con la que pretende evidenciar que los problemas que atañen a una convivencia conyugal, así como los de separación y divorcio, tan propiamente humanos, no cabrían allí donde el amo se limitara a abrir las puertas del gineceo para que pasara una mujer más, como apenas las tendría también allí donde la puerta de la cabana se clausurara tras del varón turnante, después de haber suspendido éste en el dintel de la misma puerta su morral de cazador: lo que podrá preverse en situaciones tales, será, sí, algún conflicto entre mujeres, o, al contrario, algún conflicto entre hombres, pero no, entretanto, el conflicto entre marido y mujer que nos interesa destacar... (9) Montesquieu, C. de B., ob. cit., t. 1, páginas 348 y 349. Pero esto no autoriza a sostener que la solución ideal sea la poligamia, concluye el autor. El matrimonio que conocemos supone un marido que ha comenzado a considerar a la mujer y una mujer que ha comenzado a ser la digna compañera del hombre; supone, pues, lo que los jurisconsultos romanos habrían concebido como "comunicación de la religión y del Derecho; supone el consortium omnis vitae, y con éste, el alter ego, el otro yo, el dos en uno" (i»). Desde luego, no vale la pena detenerse en el elogio del matrimonio monogámico, impuesto en todos los países civilizados de la tierra, si bien solamente en la ley, pues no se requieren serias investigaciones para concluir que en la práctica —especialmente con respecto al varón— no ha pasado de ser, en la mayoría de los casos, una bella aspiración ("). 5. Matriarcado y patriarcado. A estar a las conclusiones de los historiadores y sociólogos de los tiempos primitivos de la humanidad, el régimen constituido bajo la autoridad de la madre durante las fases primeras de la evolución social. Influiría sin duda alguna el matriarcado entonces imperante, en que la promiscuidad sexual imposibilitaba con frecuencia determinar la personalidad del padre. Cuando las hordas primitivas se transformaron en grupos más o menos familiares, monándricos —o •polígamos—, pues esta segunda forma ya traduce una evolución en las costumbres, se pasó del matriarcado al patriarcado, y desde entonces habría de convertirse el varón en jefe de la familia y centro de la (10) Rébora, J, C., Instituciones de "la familia, s. 408 y 409. (11) Explicando, si no justiíicando, el adulterio del marido, el eminente penalista español Luis Jiménez de Asúa, en la voz ADULTERIO, tratado en esta misma obra, tomo I, dice: "Por mucho que sufra nuestro sentimiento igualitario y de justicia conmutativa, lo cierto es que esa diferencia no es artificial, ni, por tanto, injusta, sí se atiende a las normas de cultura, cantera de donde surge el Derecho. Un cúmulo de sentimientos, ideas y motivos, engendraron esa distinción: el "honor" de la mujer no padece porque el marido la "engañe" esporádicamente; no existe peligro de turbatio tanguinis, si es el hombre el que adultera e incluso no peligra el buen wden de la familia, •alvo si existe amancebamiento doméstico o escandaloso". Y acotando un pensamiento, orientado en la misma dirección, emitido por Quitano Bipollés en su obra La criminología en la literatura universal, afirma el mismo tratadista: «En efecto, la literatura, cuando ha tratado el tema, sólo ha novelado adúlteras, como Madame Bovary de Flaubert, Ana Karenina de Tolstoi y La Regenta de Clarín. No se le ha ocurrido a literato alguno poner como personaje central de su obra a un adúltero.»" potestad sobre la mujer, los hijos y demás elementos que lo rodeaban. BIBLIOGRAFÍA. — La indicada en el texto y notas. CÓNYUGE SUPÉRSTITE.* SUMARIO: Capítulo I. El régimen legal de amparo y &ejensa del cónyuge supérstite: 1. Consideraciones generales. 2. Las primeras medidas ocasionadas por la muerte del de cujus. 3. Lecho matrimonial. 4. Luto. Cap. n. £1 derecho del cónyuge viudo a través de la historia: 1. En las leyes del antiguo Egipto. 2. La suerte de la muerte en el Derecho de los indos. 3. En el Derecho hebreo: a) La reacción contra los derechos del marido; b) Situacion.de la viuda; c) El lev ¡rato. 4. El cónyuge supérstite en el Derecho romano: a) El Derecho sucesorio; b) Las bonorum possessio. 5. En el Derecho germánico. 6. El cónyuge viudo en el Derecho canónico. 7. ,En el Derecho francés: a) Gastos funerarios. Luto de la viuda; b) La transmisión hereditaria y el cónyuge supérstite; c) El derecho a la herencia; d) Derecho alimentario del cónyuge supérstite; e) Conversión del usufructo en renta vitalicia; f) Plazo de viudedad. 8. En el Derecho italiano: a) Cristalización del amparo al cónyuge supérstite; b) La sucesión del cónyuge supérstite; c) El orden de prelación; d) El plazo de viudez. Cap. III. Situación del cónyuge supérstite en el Derecho argentino: 1. Disposiciones de nuestras leyes civiles: a) Plazo de viudedad;b) El derecho alimentario y el cónyuge supérstite. 2. Disolución de la sociedad conyugal. 3. De la ausencia con presunción de fallecimiento. 4. La ausencia con muerte presunta, según la nueva ley 14.394. 5. Segundas nupcias. 6. Bienes reservables. 7. Derecho hereditario del cónyuge supérstite: a) Concurrencia entre ascendientes y cónyuge supérstite; b) Palta de ascendientes y descendientes; c) Matrimonios in extremis; d) Divorcio y separación de hecho; e) El cónyuge como socio y como heredero; í) El viudo y la familia natural del premuerto; g) El problema de los bienes reservados: h) La legítima. 8. Algunos privilegios de la ley vinculados al tema. Capitulo I El, RÉGIMEN LEGAL DE AMPARO Y DEFENSA DEL CÓNYUGE SUPÉRSTITE 1. Generalidades La vida humana no es perpetua y la aspiración de eternizar las instituciones y las normas del Derecho, se estrellan contra el epílogo inevitable que tarde o temprano corona la existencia del individuo. La ambición de hacer indisoluble y perpetua la institución máxima de la sociedad que es el matrimonio, se estrella inexorablemente con las leyes naturales y la unión de los cónyuges, que al decir enfático del canon de la Iglesia de Roma "no puede ser disuelto por ninguna potestad humana ni por ninguna causa", es vencido por una sola * Por el Dr. MATEO GOLDSTEIN. que no está en manos de los hombres: la muerte. De ahí que las legislaciones todas de la tierra se ufanan en atender las necesidades físicas, materiales y espirituales del cónyuge sobreviviente y en todos los códigos figuran profusión de normas y preceptos tendientes a solventar los problemas del cónyuge viudo, o viuda, conteniendo una orgánica sistematización que está enderezada a atenuar las dificultades emergentes de la muerte de uno de los esposos, para que la vida y los intereses no se interrumpan, en su juego armónico, a pesar de que uno de los consortes haya desaparecido. Diversos son los ternas que se vinculan con la situación del cónyuge sobreviviente, y nos proponemos clasificar las disposiciones legales vigentes en los países más adelantados y previsores, para finalizar con la exégesis.de los principios que la ley argentina contiene a su respecto. 2. Las primeras medidas ocasionadas por la muerte del "de cujus" Casi todos los Códigos civiles prevén las medidas inmediatas que sobrevienen al fallecimiento de uno de los cónyuges. En esta materia, más que en ninguna otra, imperan principios afincados en los sentimientos de amor al prójimo y de piedad humana. Desde muy antiguo se han dictado normas que tienden a evitar una agudización del dolor del cónyuge supérstite y que unan las tribulaciones de los primeros momentos a los crudos intereses materiales. 3. Lecho matrimonial Cuando muere una persona casada, corresponde el lecho matrimonial cotidiano al consorte que sobrevive, quien si volviere a casarse deberá restituirlo a los herederos del difunto en el estado en que entonces se halle, sin abonar su deterioro, porque lo usufructuó legítimamente (Fuero Real, ley 6, tít. 6). Por lecho matrimonial ordinario se entiende el catre o tarima en que dormían los consortes, los colchones y jergón, cuatro sábanas, cuatro almohadas, colcha, manta y colgadura si la usaban, debiendo atenderse a las facultades y calidad de las personas y a la costumbre del pueblo: las cuales cosas han de investigarse y apreciarse para adjudicárselas al viudo o viuda, y no dinero en lugar de ellas... No existiendo gananciales, sino por el contrario, deudas contraídas durante el matrimonio o antes por el marido, ¿tendrá la viuda derecho a la cama cotidiana con preferencia a los acreedores? Si la cama fuere la misma que llevó la mujer al matrimonio, debe ser preferida ésta a todos los acreedores, porque pertenece entonces aquélla a sus bienes dótales, que no están sujetos a responsabilidad alguna; pero si se hubiese costeado de los bienes propios -del marido, y los acreedores hipoteca especial en las prendas de que se compone el lecho, serán preferidos a la viuda, porque ésta pretende por causa lucrativa y aquéllos por causa onerosa. Si el lecho se hubiera adquirido durante el matrimonio, esto es, si perteneciere a los bienes ganados en dicho tiempo, también serán preferidos los acreedores a la mujer, porque la obligación comprende a ésta; pero si el marido hubiese contraído las deudas antes de casarse, sacará la mujer la mitad del lecho con la de los gananciales, porque no está obligada a sacrificar las deudas de aquél (Novísima Recopilación, ley 9, tít. 10; Fuero Real, tit. 20, lib. 3; Estilo, tít. 207) (i). Las modernas legislaciones ya no se detienen minuciosamente sobre estas cuestiones tan domésticas, pero ello no obsta para que de alguna manera adecuada se resuelvan los problemas que surgen al fallecimiento de uno de los esposos, y que provocan muchas veces, las más de las veces, cuando se trata de matrimonios humildes, amargos desenlaces. 4. El luto Este es otro problema que ha sido resuelto por los códigos y los usos en todos los países, si no en la forma en cierto modo, doméstica que fuera enfocado por el Derecho antiguo español, que en buena parte nos ha sido transmitido por herencia. Atendiendo a las prescripciones de las leyes vigentes, en el antiguo Derecho hispánico, el luto de la viuda se abonaba del caudal privativo del cónyuge fallecido, como deuda contra él, y no de la masa sucesoria, puesto que de este modo la viuda se vería obligada a compartir los gastos en su porción. Entiéndese que este luto se refiere escuetamente a los ropajes negros que la viuda se coloca por la muerte de su cónyuge. Pero los gastos de funeral, misas y legados, conforme a lo prescripto en la ley 30 de Toro, se toman del quinto de los bienes hereditarios, salvo que el testador haya dispuesto otra cosa, o lo imponga la costumbre del pueblo. El marido no tiene derecho a que se le pague el luto por la muerte de su mujer, porque no debe ser alimentado con los bienes de ella; salvo que las costumbres del pueblo lo dispusieran de otro modo. Pero en cambio el cónyuge sobreviviente masculino, conforme a las reglas rtel Derecho antiguo, goza de análogo derecho al lecho matrimonial. La ley 7, título 4, libro 10, de (1) Escrlchc, Diccionario de legislación y jurisprudencia, vocablo Viuda. la Novísima Recopilación, establece, en definitiva, que, en todos los casos en que la mujer casase nuevamente, debe reservar a los hijos del primer matrimonio la propiedad de lo que hubiere habido del primer marido, o heredare de los hijos del primer matrimonio; en los mismos casos el varón que casare por segunda o tercera vez, estaba obligado a reservar la propiedad a los hijos del primer matrimonio. Capitulo II EL DERECHO DEL CÓNYUGE STJPÉRST1TE A TRAVÉS DE LA HISTORIA 1. En las leyes del antiguo Egipto Por mucho que en el Egipto se hubiera concedido a la mujer la libertad absoluta dentro del régimen matrimonial, aun al extremo de autorizar a establecer su domicilio con independencia del marido, y aunque existen sobradas constancias de la constitución del matrimonio monógamo, su orientación legislativa no ha podido diferir de las normas entonces imperantes en la casi totalidad de los pueblos orientales. La mujer carecía de otra función social que la del placer o la procreación, amén de sus funciones específicas en el hogar, y participaba de la suerte de todos los que se hallaban bajo la manus del marido. Siendo que la repudiación y el divorcio eran los recursos habituales del varón para cambiar de esposa cuando le viniere en ganas, es fácilmente conjeturable que la mujer carecía de todo amparo legal ante la muerte de su esposo y no gozaba de vocación hereditaria. 2. La mujer en el Derecho de los indos A pesar de que la India ha reservado consideraciones particulares a sus mujeres, debiendo ser digna la conducta del marido para con su mujer, siendo numerosos los testimonios que de ello se tienen, como integrante de la estructura jurídica del hogar, no gozó de excesivas liberalidades. Según el Código de Manú (IX, 3), las mujeres jamás son independientes, hallándose, sucesivamente, bajo la protección de su padre, en la infancia; bajo la de su marido, en la<juventud; en la edad madura (si llegaba a enviudar), bajo la de sus hijos, mejor dicho, de su primogénito, o del que hace las veces de jefe de la familia. Lo que adquieren las mujeres está sometido al padre de familia (IX, 194 y 208 Cód. Manú). El derecho de sucesión tiene asimismo, como el matrimonio, esencial relación con los sacrificios mortuorios. Pero así como es un fin del matrimonio la conservación del linaje (familia), así también las leyes suce- sorias tienen juntamente el fin de conservar los bienes patrimoniales. La sucesión es esencialmente intestada; pero se permite al padre, en ciertos casos, una partición, especialmente en los bienes por él adquiridos, aunque sólo entre los derecho-habientes a la herencia. Si el padre ha muerto sin disponer esa distribución, los hijos, mientras vive la madre, no se reparten la fortuna de aquél ( 2 ). No se conoció el testamento en la India, y el derecho de sucesión era prácticamente "un derecho hereditario de los sacrificios mortuorios", según lo calificó un autor alemán. La mujer -hereda al cónyuge premuerto y no hereda como miembro de la familia, sino como madre de los hijos que podrán honrar la memoria de su progenitor. En primer término, heredan los descendientes, hasta el biznieto; en segundo grado, la mujer y las hijas; en tercer grado, "los que se enlazan con el causante como colegas del culto común. Pero cuando ya no hay que hacer sacrificios mortuorios, cesa el derecho de sucesión; y entonces suceden los dispensadores de sacrificios de agua, lectores de los Vedas (los brahamanes), y por último, el rey" (Manú, IX, 789) O»). 3, En el Derecho hebreo Tanto la Biblia como el Talmud establecieron un status especial para la mujer hebrea. El Pentateuco contiene solamente algunas referencias incidentales acerca de los derechos de la mujer, pero el Talmud ha suplido esta omisión y se preocupó de dulcificar-s\i situación, en una época en que todos los pueblos del Oriente consideraban a la "mujer en la condición de un simple objeto de placer, destinado a perpetuar la estirpe y el culto religioso. De acuerdo a un texto del Tratado de Números (cap. 31, vers. 1 y sigs.), interpretado por el Talmud Mishná, Baba Batrá, VIII, 1), el esposo era el único heredero de los bienes de la cónyuge premuerta. Esta conclusión no se encuentra sino de una manera implícita en el pasaje relativo a las hijas de Salphaad, pero fue seguida por los tribunales israelitas durante muchos años. a) La reacción contra los derechos del marido. Recién en el siglo xn de nuestra era, los doctores rabínicos cambiaron de criterio, pensando que el derecho no podía ser reconocido siempre a favor del cónyuge masculino. Los abusos eran inevitables. Cuando un hombre desposaba una mujer vieja, o enferma pero rica, careciendo ésta (2) Ahrens, E., Historia del Derecho, págs. 66 y 67, (3) Gans, Derecho de sucesión, t. 1, págs. 251 y 252. de familia, ¿no podía sospecharse que el objeto esencial del casamiento era puramente especulativo por parte del cónyuge masculino? La solución que se adoptó era incuestionablemente moral y se aplicaba a los bienes del marido, como a los de la mujer: en el caso en que uno de los esposos muriese antes del primer año del matrimonio y no hubiese hijos, sus bienes debían ser retornados- a sus respectivas familias (Tratado talmúdico Ebén Haezer, LUÍ, 3). En el antiguo Derecho hebreo, la mujer no hereda los bienes del cónyuge premuerto. Pero el principio no fue observado de una manera rígida, utilizándose, para agilizarlo y adaptarlo, el precepto del Tratado bíblico de Números, a que nos hemos referido. Los doctores talmúdicos fueron usando sus habituales sutilezas para no trasgredir el texto bíblico y, sin embargo, evitar los inconvenientes de una norma que les resultaba ciertamente injusta. De ahí que el Talmud llegó a autorizar a la mujer para heredar a su cónyuge por testamento, pudiendo ésta recibir casi toda la herencia en forma de legados (Trat. talm. Eabá Batrá, 132 a); siempre que no se la instituyera como legatajia universal, es decir, de la totalidad de los bienes del marido (Trat. Fabá Batrá, 131 b). Pero si en un testamento el marido la declaraba como legataria universal, como no se podía tergiversar la voluntad del causante, de hecho la mujer se convertía, en ausencia de hijos del matrimonio, en heredera universal del cónyuge premuerto (Trat. talm. Ebén Haézer, LVII, 8) (<). b) Situación de la viuda. La mujer viuda (o divorciada en determinadas condiciones) era restituida a la plenitud de sus derechos de mujer libre. Gozaba del derecho de alimentos a expensas del haber sucesorio del marido, hasta el momento de contraer nuevas nupcias. Si prefería hacer abandono del domicilio conyugal y retornaba a la casa de sus padres, los herederos debían alimentarla allí. No podía contraer nuevas nupcias antes de vencerse los tres meses desde el fallecimiento del marido; si hubiera quedado con embarazo del cónyuge premuerto, la prohibición para contraer nuevo matrimonio se hacia extensiva hasta la época de lactancia del menor concebido. La ley hebrea admitía otro tipo de viudedad, que se producía en vida del otro-, cónyuge, cuando éste emprendía un largo viaje al extranjero, o participaba de una empresa guerrera. En tal caso, la mujer se convertía en una aguná, que tenía la posi(4) Qoldstein, M., Derecho hebreo a través de la Biblia y el Talmud,, págs. 240 y 241. ción real de una viuda, sin tener su posición jurídica (Libro de Ruth, cap. 1, vers. 13). Al recibo de la noticia de que su esposo había muerto, se convertía en una verdadera viuda y podía contraer nuevas nupcias. c) El levirato. Los autores se hallan contestes en que el Derecho egipcio y el indo contaron también con esta original instición, que estaba orientada a conservar la memoria y los bienes del difunto cónyuge y en cierto modo la personalidad física. Consistió este levirato o levirado, en un matrimonio forzoso que la viuda debía contraer con el hermano del causante, fallecido sin dejar sucesión. El primogénito, si venía de este nuevo matrimonio, debía llevar el nombre del extinto y le sucedía en todos los bienes y títulos (Deuteronomio, cap. XXV, vers. 5 y 6). Se hallaban obligados al levirato los hermanos consanguíneos del cónyuge premuerto. Si la viuda era desechada por el cuñado, previa una humillante ceremonia a la que ésta sometía al varón públicamente y quedaba en plena libertad para casarse con quien quisiera. Afirma el marqués de Pastoret respecto de esta institución, que por más que la obligación del hermano a casarse con la viuda parezca contener alguna dureza, no se puede negar que la idea de la liberación fue admirable, moral y política, pues por este medio se aumentaba la población, se conservaban las sucesiones en las familias, la viuda 'desgraciada no perdía para siempre la esperanza de gustar las dulzuras de la maternidad, la amistad fraterna enjugaba las lágrimas de! amor conyugal y el infeliz esposo no llevaba consigo a la tumba el desconsuelo de que se enterraba con él su posteridad y su nombre (5). A pesar de que Israel conoció la repudiación y el divorcio, el fallecimiento de uno de los cónyuges, que disolvía el matrimonio, se encuentra ampliamente legislado en lo tocante a los efectos legales y nuevo status que sobrevenía para el cónyuge sobreviviente. En caso de que el fallecido dejara sucesión, estaba sometida al levirato y se convertía en sustituía del marido en la dirección y administración del hogar. Podía volver a contraer nuevas nupcias, sin limitación alguna (Números, cap. XXX, vers. 10): la viuda que primitivamente formaba parte de los bienes sucesorios, terminó, apunta un comentarista, por ser liberada de toda tutela, volviéndose sui jurls. La viuda no heredaba a su cónyuge premuerto, pero gozaba del usufructo de los (5) Pastoret, Marqués de, Moisés como legisla- dor y moralista, pág. 201. bienes matrimoniales hasta la concertación de nuevo casamiento. Conservaba para sí ios bienes que había aportado al matrimonio y los que hubiere recibido en donación (Génesis, cap. XVI, vers. 3; cap. XXX, versículo 4). No existe limitación de tiempo para casarse, y conforme a la ley bíblica su situación era más bien cómoda y confortable (Éxodo, cap. XXII, vers. 22 y 24; Deu- teronomio, cap. XIV, vers. 29; Trat. talm. de Yebamót, 42 a). 4. El cónyuge supérstite en el Derecho romano Conforme a la constitución de la familia romana, entre otros motivos para la disolución del vínculo matrimonial, el más importante sin duda alguna, era el fallecimiento de uno de los consortes. Desde luego, si el sobreviviente era el marido, podía contraer nuevas nupcias inmediatamente, sin limitaciones de ninguna índole. No era lo mismo la situación de la viuda, que no podía volver a casarse sino después de diez vieses a partir del fallecimiento del esposo, a, fin de evitar la confusión de la paternidad. En el Bajo Imperio se extendió este plazo a doce meses, por razón de conveniencias. La violación del plazo de viudedad implicaba la infamia para el segundo marido, para los ascendientes que lo habían consentido y finalmente para la misma cónyuge. Por consiguiente, el segundo matrimonio contraído antes de la expiración del plazo mencionado, constituía un impedimento dirimente, que imponía una nulidad absoluta. Aun si el término era respetado, en caso c'e que la mujer casara en segundas nupcias, la propiedad de los bienes del matrimonio anterior pasaba a los hijos del primer matrimonio, conforme a los términos ce una Constitución de Teodosio el Granee, del año 382 de nuestra era. El usufructo de esos bienes correspondía, sin embargo, a la cónyuge supérstite. Teodosio II, en el año 439, limitó dicho usufructo al derecho ce la viuda con descendencia, aunque la donación hubiese sido constituida en dote: de este modo se aseguraba el objeto de la donación. (Conf. Bonfante, pág. 213) («). a) El Derecho sucesorio. Con el a^án de regularizar las condiciones naturales de la familia y con el propósito de otorgar a la familia el lugar que le correspondía en el afecto del cónyuge y en la salvaguardia de los intereses patrimoniales, una vieja aspiración fuese abriendo paso en Roma. Era preciso asegurar el derecho hereditario en <6) Bonfante, P., Instituciones de Derecho romano, pág. 213. la sucesión intestada y reducir al mínimo las exageradas formalidades de los testamentos. Los vínculos de la sangre y los de la familia natural, recibieron plena satisfacción mediante la acción tenaz y enérgica de los Pretores que, al lado de la herencia del Derecho civil, y naturalmente en contraste y en choque con esto, crearon la herencia del derecho pretoriano. b) Las "bonorum possessio". Así nacieron las bonorum possesio, con la misión específica de rectificar las viejas fórmulas originadas en las XII Tablas. Según la definición de Ulpiano, la bonorum possessio es una sucesión pretoriana del conjunto del patrimonio del difttnto. De acuerdo a dicha definición, se acudió a una ficción de la ley que consistía en instituir al heredero antes de poseer la sucesión, y aun sin que ella contuviera ninguna cosa corporal ( 7 ). En los primeros tiempos de creación de la bonorum, el Pretor se esmeró en otorgarla al mismo heredero civil o a personas a quienes llamaba en ausencia de herede- ros. Pero cuando el sistema se desarrolló plenamente, el Pretor concedió el privilegio a otras personas. Desde entonces surgió el conflicto entre el Derecho civil y el bono- rum possessor: la batalla fue ganada, en definitiva, por los miembros de la familia natural. Desde entonces y merced a la Novela 127 de Justiniano, la cónyuge supérstite tuvo derecho a la herencia legítima, si bien en la última categoría de sucesores. Corfirmada la bonorum possessio a favor de la viuda (unde vir et uxor), se rectificaba una injusticia clásica que el Derecho romano había consagrado. Como resultado de la promulgación de la Novela 127 y la 118, el orden de herederos ordinarios se estableció así: 1) Todos los descendientes, hijos, nietos, etcétera; 2) Los ascendientes más próximos, en concurrencia con los hermanos germanos o sus hijos; 3) Los hermanos o las hermanas unilaterales, o sea, consanguíneos o uterinos y los hijos de hermanos o hermanas de vinculo sencillo; 4) Los demás parientes más próx'jios; 5) SI cónyuge supérstite. Loa herederos extraordinarios eran los siguientes y se clasificaban así: 1) El arrogado (adoptivo); 2) Los hijos naturales, en caso de que no haya mujer ni hijo legítimo; 3) La viuda pobre, que obtiene la cuarta parte de la herencia, o una porción viril, concurriendo con cuatro hijos o más. La cuota de la viuda pobre era sólo en usufructo, si los hijos eran suyos, y no podía exceder de las cien libras oro. (7) Petit, B., Derecho romano, núm. 665. 5. En el Derecho germánico Este Derecho sufrió una considerable influencia, en materia sucesoria, de las leyes romanas. Ello no obsta para que algunas instituciones gocen de originalidad, o hayan sido inspiradas en otras fuentes legislativas y jurídicas. Por ejemplo: los germanos desconocieron el testamento durante mucho tiempo. A la muerte de una persona, se manifestaba de inmediato el derecho de la familia a la que pertenecía. Recién con el advenimiento del cristianismo llegaron a practicar la forma de transmisión testamentaria. Pero la sucesión de la sangre siguió ocupando el primer plano, contrariamente a la orientación primitiva del Derecho romano que asignaba la categoría máxima, hasta el nacimiento del derecho de equidad (durante la actuación de los Pretores), a la familia de los agnados. La sucesión ab intestato se formalizó, al principio, por el orden de la parentela y de la tribu; pero, a partir del siglo xv, la clasificación de las Novelas 118 y 127 de Justiniano se impuso también en el Derecho germánico. Por consiguiente la cónyuge viuda era llamada a la sucesión del esposo en el último lugar, de acuerdo a lo indicado al comentar dicha legislación justinianea, en el Derecho romano. En cuanto al orden de la familia, también experimentó la influencia del romanismq. El primitivo Derecho estaba determinado, en cuanto a la institución conyugal, durante la vida de los esposos, por el mundium, que correspondía al marido y que atribuía a éste la administración de la fortuna para las necesidades domésticas. A la muerte de uno u ojtro cónyuge, eran, en otros tiempos, mayores los derechos del marido que los de la mujer. Los inmuebles de éste pasaban en herencia a sus parientes: los bienes muebles solían quedar como propiedad del marido, así como los gananciales: La viuda recibía sus inmuebles en libre administración y aprovechamiento, pudiendo tomar también sus bienes muebles, si existían; después, especialmente en las ciudades, se le aseguró el derecho real a la restitución. También recibía el morgengabe, que el marido le había dado o prometido, y muchas veces, también, una viudedad. Como se advierte, pese a sus ataduras ¿on los preceptos del Derecho romano, el Derecho conyugal germánico otorgaba a la mujer viuda más garantías y seguridades que aquel en el que se inspiraba ( s ). (8) En el Derecho civil alemán, el cónyuge heTecla tina cuarta parte si concurre con descen- 6. El cónyuge viudo en el Derecho canónico Son muy escasas las disposiciones que al respecto contiene la última codificación del Derecho canónico. Ello no debe ser sorprendente, si consideramos que el Código de Derecho canónico, a diferencia de las mismas ordenaciones en los países, casi se halla exento de normas de Derecho privado y se limita, en la mayoría de los cánones a la constitución y régimen de la Iglesia católica. Sin embargo, algunas disposiciones estructuran la materia v rigen la conducta del cónyuge supérstite. siquiera en cuanto goza de un status especial dentro de la sociedad conyugal. El canon 1118 del Código de Derechj canónico prescribe: "El matrimonio válido rato y consumado no puede ser disuelto por '.ánguna potestad humana ni por ninguna causa, fuera de la muerte". Ergo, la única disolución del matrimonio, es la del fallecimiento de uno de los cónyuges, si bien en otras disposiciones la ley establece varias posibilidades de cancelar un matrimonio ya contraído, incluso cuando fuere, como dice el texto, rato y consumado. Por su parte, el canon 1142 expresa: "Aunque sea más honorable una viudez casta, sin embargo, dientes del causante: si concurre con padres y descendientes de los padres, así como junto a abue- los, la mitad. Si falta un abuelo o una abuela, el cónyuge obtiene también la parte correspondiente a la mitad, que de otra manera habría pasado a los descendientes del marido. Sí no existen descendientes, la parte de éstos no la obtiene el CÓKyuge supérstite, sino los otros abuelos. Si no exis- ten parientes de los dos primeros órdenes ni abuelos, hereda el cónyuge sólo (art. 1931 Cód. civ. alemán). Junto a parientes del segundo grado de parentesco y junto a los abuelos, el cónyuge obtiene, además, una pr-elevación, consistente en los objetos que pertenezcan al ajuar matrimonial, siempre que no sean accesorios de una finca, y lis regalos de boda. Cuando el cónyuge es, al mismo tiempo, pariente con derecho sucesorio, obtiene la participación como cónyuge y al mismo tiempo como pariente, ambas como porciones hereditarias inde^, pendientes (art. 1934). Ctiando el cónyuge es i'.rscendiente de los abuelos del causante, hereda exclusivamente en su. carácter de cónyuge; pues si el cónyuge excluye a los descendientes de los abuelos, su propia posición en este úftimo concepto tampoco puede llegar a tener efectividad frente a su derecho hereditario de cónyuge. La norma, en el Derecho alemán, es que la sucesión de un cónyuge se rige sin consideración al régimen de bienes en que vivían los consortes. Si existe comunidad de bienes, la mitad de su totalidad corresponde al caudal relicto. La otra mitad corresponde al cónyvige; si existe comxinldad de bienes continuada, la totalidad de ésos queda separada de la sucesión. Todos estos principios rigen si ha existido matrimonio vá,lido; en caso de anulación o disolución del matrimonio, los precitados derechos quedan excluidos. (Conf. EnreccerusKipp-Wolff, Tratado de Derecho civil, t. 5. 1", página 48). son válidas y lícitas las segundas y ulteriores nupcias, quedando en vigor lo que se prescribe en el canon 1069, párrafo 2". Desde luego, resulta chocante en un Código la observación que se formula en la primera línea del canon que transcribimos. Pero la extrañeza se desvanece ante la explicación que los comentaristas formulan sobre la naturaleza del Código canónico (°). El canon 1069, primer párrafo, que se menciona, prescribe la invalidez del matrimonio contraído por quien o quienes están sujetos al impedimento de ligamen, es decir, que están ligados por un matrimonio anterior no anulado. El canon 1143 determina que una vez que la mujer ha recibido la bendición solemne, no puede ya recibirla en segundas nupcias. (La bendición solemne de las nupcias es la que se da durante la celebración de la misa, que suele seguir al casamiento.) Estas prescripciones son las únicas que contiene el Código de Derecho canónico, y que tienen alguna relación con la materia que nos ocupa. 7. En el Derecho civil francés a) Gustos funerarios. Luto de la viuda. Bajo el acápite de las "Garantías reales" reglamenta el Código civil francés la materia del luto. El comentarista de la ley los intitula "Gastos de funeral", y explica su naturaleza jurídica. Este privilegio, dice, admitido ya en el Derecho romano y recogido por nuestro antiguo Derecho francés, organizado originariamente con el propósito de evitar los escándalos que pudieran producirse alrededor de los funerales de los insolventes, descansa en motivos de decencia y salubridad pública. Pero tales razones, agrega, no constituyen tal vez un argumento suficiente, ya que los herederos o los próximos parientes están obligados a hacer que se dé sepultura al difunto, y en todo caso, la autoridad pública atiende ese servicio en cuanto a' los indigentes. En realidad, concluye, tenemos en este caso una especie de afectación privilegiada de los bienes dejados por el difunto a los gastos habidos, y esto por respeto hacia la persona humana, pues el derecho a los funerales es una especie de derecho cuya observancia han de asegurar los herederos. Conforme a la doctrina de los tratadistas, la justicia goza de amplios poderes en Francia para declarar con carácter de privilegiados todos los.gastos inherente a los ritos y ceremonias que, según la costumbre se observan ante el evento de fallecimiento (9) Domínguez Miguelea, L., Código de Derecho canónico y legislación complementaria, Prólogo, pág. XVII. y no limitarlos directamente a los que se han efectuado como consecuencia del actode inhumación del cadáver. La jurisprudencia ha reconocido así que gozan de privilegio los gastos de guarda del cadáver, de provisión del féretro, acompañamiento fúnebre, la retribución a los sepultureros a los de apertura de la tumba. Pero no ha admitido dicha categoría en el caso de irrogaciones para construir una bóveda suntuosa y otras demostraciones de la vanidad humana. También ha resuelto rechazar todo grado de privilegio a favor de los gastos de luto del cónyuge supérstite, de los parientes, o de los sirvientes. Sin desconocer, anotan Planiol y Ripert, que el luto es un rito considerado por los usos mundanos como algoestrictamente obligatorio, hay que recordar que el uso estima el deber de llevar el luto como algo unido al parentesco, independitemente de todo derecho hereditario, y no permite a los parientes no herederos la repetición de esos gastos contra los herederos: con mayor motivo no pueden repetirlos contra los acreedores. En lo que respecta más especialmente al luto de la viuda, la. ley concede para obtener la indemnización, un derecho bijen definido contra los herederos del marido (arts. 1481 y 1570 Cód. civ.). (Para establecer el quantum de los. gastos funerarios que gozan de preferencia, la justicia ha adoptado un criterio único, y establece un mínimum usual, como tarifa básica en determinada ciudad. Todos los demás gastos relacionados con los funerales, son de cargo exclusivo de quien los ha efectuado. En el capítulo relacionado con las "hipotecas legales", el Código civil francés determina que en las capitulaciones matrimoniales están comprendidas y garantizadas por la hipoteca legal los beneficios o ventajas que la ley, a falta de pacto expreso, confiere a la mujer supérstite sobre los bienes del marido, y que, fundados en la intención presunta de las partes, resultan formar parte de las convenciones matrimoniales como cláusulas legalmente suplidas o sobreentendidas: así, la mujer supérstite disfruta de la hipoteca legal para los gastos de luto del marido (arts. 1481 y 1570 Cód. civ.) Conforme al régimen dotal instituido en el Derecho francés vigente, goza la mujer de privilegio por los alimentos que tiene derecho a reclamar durante el luto, renunciando durante ese mismo plazo a los intereses de su dote. Asimismo gozan de hipoteca legal los créditos que resultan en favor de la cónyuge viuda, de las sucesiones que le correspondan o de las donaciones que se le hagan durante el matrimonio, cuando los bienes provenientes de tales sucesiones o donaciones no entren en. la comunidad. Dentro del mismo régimen matrimonial, se concede a la viuda una indemnización para ropas de luto, sin tomar en consideración si acepta o rechaza, si tiene necesidad de ella o no, y aunque de hecho se halle imposibilitada para vestir luto. Conforme a la doctrina y a la jurisprudencia, el luto de la viuda debe ser abonado en dinero y no en especie; su importe debe adaptarse a las condiciones económicas y sociales del marido (art. 1481, párr. 2, Cód. civ.) y conforme al libre arbitrio de los Tribunales. Sostienen los autores que el luto debe comprender también el de los sirvientes. Los gastos por este concepto constituyen una carga de la sucesión del cónyuge premuerto y no de la comunidad conyugal. En consecuencia, aunque los esposos se hallen separados de cuerpos o de bienes, su ropa de luto grava los bienes de la sucesión y no los suyos propios ( 10 ). Los mismos autores son de opinión que, por aplicación de los artículos 1452 y 1481 del Código civil, el luto de la viuda no forma parte de los gastos funerarios ni tiene a su favor el privilegio. general del artículo 2102, 2?. Para finalizar el estudio de esta parte de la materia, relacionada con los gastos de funeral, debemos insistir acerca de la interpretación de los mismos autores, que se declaran decididamente en el sentido de que los gastos incriminados constituyen una carga de la sucesión. Ello resulta, dicen, de una argumentación a fortiori, derivada del artículo 2101, párrafo 2, del Código civil, que afecta privilegiadamente los bienes dejados por el de cujus, afectados al pago de sus propios funerales. Este privilegio sólo existe, y por tanto la deuda hereditaria, en cuanto los gastos sufragados aparezcan como necesarios, cuya determinación en la práctica no dejan de ocasionar controversias. Si el gasto ne .f ué necesario, no hay privilegios ni crédito contra la sucesión; los gastos innecesarios son exclusivamente por cuenta de quien los realiza. Los gastos de luto de la viuda (arts. 1481, 1570, 29), aun cuando no dan lugar a un privilegio, son, conforme a los preceptos del Código, deudas que integran el pasivo hereditario. b) La transmisión hereditaria y el cónyuge supérstite. El viudo o viuda, merced a una serie de leyes sucesivas (9 de marzo de '1891, 29 de abril de 1925 y 3 de diciembre de 1930), ha ido mejorando paulatina y progresivamente su situación hereditaria. Pero esto no ocurrió sin un empeñoso esfuerzo de la doctrina que se resistía a admitir una (10) Plamol, M., y Ripert, J., Derecho civil francés, t. 12, núms. 27 y 480. auténtica inferioridad del cónyuge supérstite frente a la familia consanguínea. Por el decreto de 22 de noviembre y 1"? de diciembre de 1790 y la ley del 17 de Nivoso del año II de la Revolución, el cónyuge es llamado a recibir la totalidad de la herencia a falta de parientes de grado sucesible, con preferencia al Estado. Mas cuando existen parientes consanguíneos, queda absolutamente excluido. Un autor manifiesta al respecto qut se contaba con la previsión de los esposos, favorecida por la libertad de las capitulaciones matrimoniales y disposiciones testamentarias, y por las donaciones entre esposos, recientemente aceptadas, para garantizar la situación del cónyuge supérstite en caso necesario. Pero la solución no era legal y el Código civil llamaba a heredar al cónyuge supérstite, a falta de cualauier otro sucesor. La injusticia era flagrante. El miembro de la comunidad conyugal que mayormente contribuía a mantener el nivel del hogar y la situación patrimonial, amén de los títulos conseguidos por el afecto hacia el marido y los sacrificios con los hijos, estaba relegado a una categoría insólita en el derecho a la sucesión del esposo premuerto. La legislación enfrentó esta situación con pasos vacilantes. En lugar de elevar la condición de la viuda en cuanto al derecho para suceder a su esposo en su patrimonio, en la parte proporcional que le correspondiere, se buscó una argucia y el beneficio fue logrado mediante el otorgamiento del usufructo de los bienes del causante; en esta orientación se comenzó, tímidamente, con la ley del 14 de julio de 1866 sobre la propiedad literaria y artística; la del 25 de marzo de 1873 sobre las herencias de los deportados o condenados a ser transportados penalmente, con la adjudicación de pensiones civiles y militares. Recién con la sanción de la ley de 29 de abril de 1925, modificatoria de la de 9 de marzo de 1891, se introdujo nuevo aliento en favor de la cónyuge sobreviviente. En principio, mantiene la tesis de su insucesibilidad de la cónyuge, en caso de la existencia de todos los demás parientes consanguíneos, pero se introdujeron nuevas reglas que permitieron a la interesada concurrir con los herederos de la sangre, por próximos que fueren, a recibir ab intestato, al mismo tiempo que aquéllos, una porción en usufructo, la cual varía, y puede llegar en algunos casos a la totalidad de la herencia. Pero el problema aun no ha sido definitiva y justicieramente resuelto. El Código civil francés no incluye al cónyuge entre los herederos forzosos y prescribe que éste no puede disponer de los bie- nes que el causante haya dejado a otros herederos. La insuficiencia de la ley al respecto adquiere cierto dejo de ironía, cuando contempla el caso del cónyuge supérstite, que, por excesiva reducción de la herencia o por la total exclusión, quedara sin recursos, y arbitra, para esta posibilidad, la concesión de una pensión alimenticia (art. 205 Cód. civil). c) El derecho a la herencia. Contempla la ley francesa las situaciones que pueden presentarse al cónyuge supérstite con respecto al haber hereditario de su consorte, y determina en el artículo 767, párrafo 1, que cuando el difunto no dejare parientes dentro del grado hábil para suceder, ni hijos naturales, los bienes de su herencia correspondan en plena propiedad al cónyuge no divorciado si lo sobreviviere y contra el cual no existe sentencia de separación de cuerpos con fuerza de cosa juzgada. En consecuencia, corresponde al cónyuge supérstite el lugar que resta después de todos los parientes legítimos después de los del sexto grado en línea colateral (art. 755, modificado, Cód. civ.), o naturales, e inmediatamente antes que el Estado. Cabe dejar sentado que en el Derecho francés el cónyuge sobreviviente no asume la calidad de heredero legítimo, sino la de sucesor • irregular, conforme a la doctrina de autores como Aubry y Rau, Colín y Capitant, Baudry-Lacantinerie y otros. Por consiguiente, y siguiendo este curso de la doctrina, tendrá que pedir que se le dé posesión de los bienes heredados y no gozará de la saisine. Además, su derecho hereditario se halla supeditado a numerosos motivos de caducidad í11). Numerosos son los casos de concurrencia del cónyuge supérstite con los demás herederos; cuando sucede ab intestato no recibirá más que un derecho de usufructo sobre la totalidad o parte de la herencia. Este usufructo lo es a titulo universal. (11) Pothiers define a la saisine, en cuanto a la transmisión de la propiedad y de los otros derechos y obligaciones, que consiste en esto: que todos los derechos del causante, todas sus obligaciones, desde el momento de su muerte pasan de su persona a la de los herederos; por lo cual, sin acto alguno de su parte, resultan propietarios de todas las cosas de las cuales lo era el difunto, acreedores de todo aquello en que era acreedor y deudores en todo lo que él era deudor, pudiendo ejercer aquellas acciones que podría ejercer el difunto y quedando sujeto a los que podían ejercerse contra el difunto. El Derecho sucesorio argentino guarda analogía, en este aspecto, con el Derecho francés, en cuanto el Cód. civil establece que, de pleno derecho, se transmiten los derechos del causante al heredero desde el momento de su fallecimiento, pero se aparta del Código napoleónico en otros aspectos. Los derechos de usufructo que corresponden al cónyuge supérstite, conforme al artículo 767 del Código civil, varían según la clase de los herederos con quienes concurra, previendo la ley tres hipótesis: 1) Concurrencia con descendientes legítimos. A) Cuando existen hijos o descendientes del matrimonio, el cónyuge recibe la cuarta parte de la sucesión; B) Cuando haya hijos del matrimonio anterior' en este caso, corresponde al cónyuge una porción igual a la de los hijos legítimos que reciban menos, sin que pueda exceder la cuarta parte de la sucesión. 2) Concurrencia con hijos naturales, hermanos y hermanas o ascendientes. En tal caso, el usufructo del cónyuge grava la mitad de la herencia. 3) Concurrencia con los demás herederos. Si faltaran herederos de la categoría de los enunciados en los dos supuestos anteriores, el cónyuge heredará el usufructo sobre iodos los bienes; en esta cláusula radica toda la innovación introducida por la ley de 1925. Pero las tres hipótesi^ planteadas no agotan la serie de posibilidades. Pueden promoverse otras: 1° Concurrencia con hijos naturales y legítimos. Cuando los hijos legítimos han sido procreados todos en. el matrimonio; en tal caso, la presencia de un hijo natural no puede reducir la parte del cónyuge. La parte que le corresponde al cónyuge será, pues, igual que si hubiera llegado otro hijo legítimo: será, siempre, la cuarta parte en usufructo. 2° Concurrencia con ascendientes y colaterales ordinarios. El de cujus puede haber dejado como herederos un ascendiente en una de las líneas y colaterales ordinarios en la otra. El cónyuge tendrá el derecho de usufructo sobre la mitad de la herencia. d) Derecho alimentario del cónyuge supérstite. La ley otorga otros beneficios que tienden a mejorar y solventar la situación del cónyuge supérstite en la hora angustiosa en que pierde a su esposo y compañero. Así, mediante varias prescripciones legales relativas a los hijos adulterinos e incestuosos (arts. 762 y 764 de la ley de 9 de marzo de 1891), se reconoce" expresamente que la sucesión queda obligada a pagar la pensión de alimentos al supérstite. Debe servir de base a la cuota alimentaria el activo del acervo hereditario, considerando la cuota como máxima; si la sucesión es insolvente, el cónyuge carece de todo derecho para reclamar alimentos. Si el supérstite es a su vez heredero único, no puede reclamar alimentos. Josserand, comentando las ventajas otorgadas por leyes especiales al cónyuge supérstite, con relación al Derecho compa- rado sobre la materia, manifiesta: "El progreso realizado por las leyes de 1891, 1925 y 1930 es seguramente muy apreciable y la situación constituida al cónyuge supérstite, desde el punto de vista sucesorio, es conveniente. Hay que reconocer, sin embargo, que es todavía inferior a la que le aseguran muchas legislaciones y de las más importantes o más modernas, las cuales fijan en plena propiedad la parte del esposo o de la esposa, no solamente en casos excepcionales, sino en casos normales; sobre todo el Código civil alemán, en el artículo 1931, da al cónyuge supérstite un cuarto de la sucesión en plena propiedad si concurre con descendientes; una mitad sólo tiene frente a sí herederos de segundo orden (padre, madre del difunto y sus descendientes) o abuelos; la herencia toda entera le es atribuida desde el momento que no hay parientes de primero o segundo orden, ni abuelo. Disposiciones del mismo género figuran en la ley danesa (20 de abril de 1926); en cuanto a la ley sueca, atribuye al supérstite la totalidad de la sucesión desde el momento en que el premuerto no ha dejado posteridad, y el Código brasileño (art. 1611), cuando no hay ni descendentes ni ascendientes" ('-). e) Conversión del usufructo en renta vitalicia. Es evidente que los espíritus más avanzados en la organización de la familia y del matrimonio, en Francia, no pudieron aceptar plácidamente la solución a medias,' consagrada por las tres leyes especiales que acabamos de mencionar. El derecho al usu- fructo de los bienes del de cujus, no traduce, desde, luego ninguna garantía de seguridad económica para el presente y menos para el futuro. De ahí surgió la original creación del legislador, que consiste en la conversión del usufructo en renta vitalicia. Merced a esta transposición, afirma Josse- rand, los bienes hereditarios se libran de la carga que los gravaba y pueden realizar por consiguiente su destino económico (articulo 767, últ. ap.). Los efectos de la conservación, y al propio tiempo sus ventajas, radican en la circunstancia de que gracias a ella, el acervo sucesorio llega a manos de los herederos libre de las cargas de que hubieran podido estar afectados en el patrimonio del cónyuge, del cual no son continuadores los causahabientes. Además, en lugar de dos transmisiones y de dos distintos derechos (el de usufructo y el de nuda propiedad), con una doble imposición de derechos hay una sola sustitución retroactiva, una sola transmisión y un solo dere(12) Josserand, Derecho civil, t. 3. 2", mero 783. ChO a percibir, sobre la renta vitalicia, capitalizada al diez por ciento; estando por lo demás entendido que el capital así determinado será deducido del activo hereditario para el cálculo de los derechos debidos por los herederos. f) Plazo de viudedad. Para dar remate al estudio de la situación del consorte sobreviviente en el Derecho francés, cábenos hacer una ligera referencia al denominado plazo de viudedad. Trátase de un impedimento dirimente del matrimonio civil y consiste en la prohibición de nuevas nupcias antes de cumplirse el término de 180 días como mínimo y de 300 días como máximo, a partir del fallecimiento del primer marido (art. 228 Cód. civ.). Esta prohibición se funda en el propósito de evitar lo que el Derecho romano intituló turbatio sanguinis, la incertidumtare de la paternidad, si la viuda hubiere quedado embarazada al fallecimiento del cónyuge masculino. Como un análisis más minucioso de este impedimento corresponde a la voz respectiva, no nos detendremos más en la materia. 8. En el Derecho italiano El Derecho itálico experimentó numerosas influencias en su formación y desenvolvimiento, comenzando desde el Derecho germánico, que en la región de la Italia superior estaba materialmente confundido con el Derecho romano, como surge del mero cotejo de las Leges Longobardicae. También se advierte una fuerte influencia románica y francesa. Las Universidades y escuelas legistas producen el renacimiento del Derecho romano; la legislación canónica influye naturalmente en la vida jurídica toda; la municipal tiene allí una singular importancia, representada en los estatutos de las ciudades, mezcla de Derecho romano, Derecho feudal y costumbres nacionales. En los siglo: xv, xvn y xvm, la influencia de la dominación extranjera se hace sentir en la legislación de Cerdeña, Lombardía, Piamonte, Ñapóles y Sicilia; la de la Iglesia, en las reformas del Concilio de Trento y en las llevadas a cabo por Sixto V y por Benedicto XIV; y el movimiento reformista del siglo pasado en las innovaciones llevadas a cabo por Víctor Amadeo II y Leopoldo de Toscana. En los siglos xvm y xix, deben distinguirse dos períodos. En el primero, que corre desde la Revolución francesa hasta la unidad italiana, se introducen en unas comarcas los Códigos fran- ceses, se publican en las demás otros calcados en aquéllos y se emprenden reformas más o menos radicales, según la organización política de cada país. En el segundo, esto es, desde la unidad, se han ido publi- cando Códigos para toda Italia. El civil, es, pues, asegurado un derecho sucesorio en todo caso, cualquiera que sea el núme- que es una copia del de Napoleón, rige desde 1865 («). a) Cristalización del amparo al cónyuge supérstite. Muy variados son, pues, los elementos integrantes del Derecho propiamente italiano, sobre la materia, pero se advierte un propósito, en el Código vigente, de adaptarse a las relaciones que ligan al causante con los miembros de su familia y con el Estado. Ruggiero afirma que el vínculo familiar y el nacional son las causas y el título del llamamiento hereditario legal; se estima que cuanto más estrecho es el vínculo parental más intenso será el afecto y más fuerte y directa la relación de la comunidad doméstica; por eso la ley atribuye la herencia en primer término a los parientes del de cujus y subsidiariamente a los más remotos, hasta el sexto grado. Cuando no hay parientes dentro de este límite o cuando habiéndolos no quieran ser herederos, dispónese que los bienes se atribuyan, en virtud del vínculo de nacionalidad, al Estado, que de este modo viene a ser el último llamado y el sucesor indefectible de todo ciudadano que muere intestado y que no deja pariente alguno llamado a suceder. Parientes no son solamente los parientes legítimos; sí que también los naturales; el cónyuge también es llamado, pues está unido al difunto por vínculos de afecto y de comunidad doméstica fuertes e intensos; no son llamados en cambio, los afines, los cuales no forman parte de la familia ( 14 ). La sucesión legítima, en el Derecho italiano, reconoce cuatro clases de sucesores, a saber: 1^) Parientes legítimos; 2^) Parientes naturales (hijo o padre natural); 3») El cónyuge su-pérstite; 4^) El Estado. b) La sucesión del cónyuge supérstite. Del Derecho francés adoptó el Derecho italiano el principio del usufructo a favor del cónyuge supérstite, cuando concurre con hijos legítimos del extinto; si concurre con otros parientes, dicha cuota le pertenece en propiedad. La cuota varía en cuanto a su cuantía y aumenta cuanto más remotos son los parientes. El cónyuge absorbe la totalidad del haber sucesorio cuando quedan parientes de grado ulterior al sexto. El Código italiano, señala justicieramente Ruggiero, llegó en esto más lejos que otras legislaciones precedentes, al considerar el vínculo conyugal y la intimidad de vida y afectos de los cónyuges como un título no inferior y a veces superior al de los parientes consanguíneos, Al cónyuge supérstite ro y la calidad de los herederos con quienes concurre y su condición económica. Pero es necesario que sea verdadero cónyuge es decir, que esté unido al difunto por matrimonio válido (matrimonio civil, no religioso) o si el matrimonio hubiese sido declarado nulo, contraído de buena fe (matrimonio putativo), además precisa que en el momento de la apertura de la sucesión no haya recaído sentencia firme de separación personal por culpa del cónyuge 15supérstite (art. 757 Cód. civ. italiano) ( ). c) El orden de prefación. Según la ley de la materia, si el cónyuge concurre a la sucesión con hijos legítimos o legítimos y naturales, la regla de adjudicación es la de que el cónyuge tiene derecho al usufructo de una porción hereditaria igual a la de cada hijo, contándose al propio cónyuge en el número de éstos, sin que la porción que le fuera atribuida pueda exceder de la cuarta parte de la herencia (caso de ser los hijos menos de tres); concurriendo los hijos naturales y legítimos, el usufructo del cónyuge es una porción igual a la de cada hijo legítimo (art. 753 Cód. civ.). En caso de no haber hijos legítimos, pero sí ascendientes o hijos naturales, o hermanos o hermanas, o descendientes de éstos, se atribuirá al cónyuge supérstite en propiedad la tercera parte de la herencia (artículo 754). En este caso, como los demás de concurrencia, la cuota se adjudica en pleno dominio, y por ello, en tal caso, el cónyuge es indudablemente heredero. Si hubiera hijos naturales y ascendientes legítimos, la cuota del cónyuge se reduce a una cuarta parte en propiedad. Si el cónyuge concurre con ascendientes y con hermanos o hermanas, se discute en la doctrina qué parte le corresponde al cónyuge: unos opinan que debe tomar una cuarta parte; otros, que sólo le corresponde un tercio. Si el cónyuge concurre con los padres naturales conforme a lo previsto en el Código, le corresponde Za mitad (art. 751); si el cónyuge premuerto no deja parientes hasta el grado ulterior al sexto, adquiere la totalidad de la herencia (decreto-ley de 16 de- noviembre de 1916). d) El plazo de viudez. La ley italiana ha instituido un impedimento dirimente para el segundo matrimonio que se contrae antes de transcurrir un plazo determinado desde el fallecimiento del primer esposo. El artículo 89 del Código civil expresa al respecto: "Luto de la viuda. No puede con- (13) Ahrens, E., ob. cit., pag. 473, núm, 731. (14) Ruggiero, B. de. Instituciones de Derecho civil, t, 2, 2, pág. 418. (15) Buggiero.'B. de, ob. cit., t. 2, 2, págs. 435 y sigs. traer matrimonio la mujer sino después de los 300 días desde la disolución o desde la anulación del matrimonio anterior, exceptuándose el caso en que el matrimonio haya sido declarado nulo de acuerdo con el artículo 123. El rey o las autoridades delegadas para ello pueden conceder dispensa de esta prohibición. La prohibición cesa desde el día en que la mujer ha dado a luz". Capitulo III SITUACIÓN DEL CÓNYUGE SUPÉRSTITE EN EL DERECHO ARGENTINO 1. Disposiciones de nuestras leyes civiles Las reglas relativas a la condición legal del cónyuge supérstite que contiene el Código civil argentino han sido tomadas de diversas fuentes, pero en términos generales puede decirse que' han sido inspiradas en el Derecho español, y éste, a su vez, en las leyes románicas y canónicas. Pero también ha tomado nuestro codificador de otras fuentes. Y no le son ajenos el Código napoleónico y la opinión de los tratadistas franceses. Por eso no puede hablarse, al tratar el tema de las sucesiones en el Derecho nacional, de un sistema determinado, sino ecléctico, que si bien no goza de ventajas, en cambio logra estructurar un régimen sucesorio propio y adaptado a las características de la familia argentina. Nuestra legislación contiene una serie de disposiciones atinentes a la situación del cónyuge supérstite, considerada desde diversos puntos de vista, que analizaremos. Desde luego, la Ley de Matrimonio civil, incorporada al Código, establece en su artículo 81 que el matrimonio válido no se disuelve sino por la muerte de uno de los esposos. El principio de la indisolubilidad ha sido ya superado con la sanción de la ley de divorcio vincular (núm. 14.394 de diciembre de 1954) *, pero el fallecimiento de uno de los cónyuges se mantiene como una de las causas de disolución del vínculo (18). * Suspendida con posterioridad a la composición del presente trabajo (ÍV. de la R.}. (16) La ley 14.394, en su art. 31, 2* parte, expresa lo siguiente; "También, transcurrido un año de la sentencia que declaró el divorcio, cualquiera de los cónyuges podrá presentarse al juez que lo dictó pidiendo que se declare disuelto el vinculo matrimonial si, con anterioridad, ambos cónyuges no hubieran manifestado por escrito al Juzgado que se han reconciliado. El Juez hará la declaración sin más trámite, ajustándose a las constancias de los autos. Esta declaración autoriza a ambos cónyuges a contraer puevas nupcias. Cuando el divorcio se hubiere declarado con anterioridad a esta ley, el derecho a que se refiere el apartado precedente, podrá hacerse valer a partir de los 90 días de la vigencia de la misma y siempre que hubiese transcurrido un año desde la sentencia." (Para un estudio amplio de la ley, conf. El divorcio en el Derecho argentino de M. Goldsteln y P. M. Morduchowlcz, 1955.) OMEBA - T. 4 - 53 a) Plazo de la viudedad. La misma ley determina, en su artículo 93, que la mu- jer no podrá casarse hasta pasados diez meses de disuelto o anulado el matrimonio, a menos de haber quedado encinta, en cuyo caso podrá casarse después del alumbramiento. El subsiguiente artículo expresa que la mujer que se casase en contravención del artículo anterior, perderá los legados y cualquiera otra liberalidad o beneficio que el marido le hubiese hecho en su testamento. En el capítulo dedicado a las oposiciones, la misma ley establece, en su artículo 22, que si la mujer viuda, quiere contraer matrimonio contrariando lo dispuesto en el articulo 93, los parientes del marido en grado sucesible tendrán derecho a deducir oposición. Son éstas todas las prescripciones que contiene la legislación nacional acerca de la situación de la viuda que quisiera disponer de su vida dentro de los plazos determinados, y son ellas consecuencia inherente a su calidad de cónyuge supérstite. La concertación de un segundo o de un tercer matrimonio, a consecuencia^ del fallecimiento de uno o más cónyuges, no merece sanción alguna de nuestra ley; las consecuencias jurídicas del segundo o tercer matrimonio son análogas a las del primero, bien entendido que surgen problemas acerca del status de los hijos, de los bienes, etcétera, pero nuestro Código no ha establecido ningún límite para ios ulteriores casamientos. Mas, siguiendo la orientación del Derecho románico y a fin de eludir los problemas de la paternidad, el legislador ha creído conveniente fijar un término para evitar casamientos que puedan perturbar las filiaciones. Por eso ha establecido en el. artículo 93 de la Ley de Matrimonio civil la severa prevención de que la viuda no contrajera nuevas nupcias hasta pasados diez meses desde la disolución del vínculo, por fallecimiento del otro cónyuge. El Derecho romano ha trasmitido una cláusula análoga a la mayoría de las legislacoínes, y el término de viudedad solamente se diferencia en algunas leyes que lo extienden hasta a un año. El mismo precepto establece una salvedad: a menos, dice, de haber quedado encinta, en cuyo caso podrá casarse después del alumbramiento. La salvedad es práctica y se ajusta a los propósitos que fundan el plazo de viudedad. Pero no todos los Códigos la consignan, siendo éste el sistema del Código civil francés, que no incluía la excepción para el caso de alumbramiento; igualmente los Códigos belga y holandés. Pero la más moderna tendencia acepta la solución de nuestra ley, como los Códigos civiles alemán, brasileño, chileno, italiano y sueco. El Código suizo mentario del cónyuge viudo aun no ha sido reglado expresamente entre nosotros, aunque goaa de auténtico reconocimiento en otros Códigos. En efecto, el nuevo Código italiano dedica numerosas prescripciones a la materia de los alimentos que la viuda puede obtener durante el año de luto. va más allá, y abarca todos los casos donde cabe excluir la gravidez de la mujer. Comentando la precitada disposición de la ley argentina, con respecto a su última parte, dice Rébora que el fundamento de tal exigencia es el del orden en la filiación, por lo cual debe entenderse que el aborto sería igualmente supletorio, y que la anulación del anterior matrimonio, si se hufiere fundado en impotencia del marido, habría dejado establecidas circunstancias ante las cuales debería ser insubsistente hasta la preocupación de suplir (página 115, 3). Ahora bien, aun en el caso de que la mujer no haya respetado ese plazo de viudedad o de recato, el matrimonio será válido, pero en cambio perderá derecho a la vocación hereditaria y a toda clase de liberalidades que le hubiere hecho el primer marido. La solución es justa y responde a las exigencias del orden social y al respeto que debe merecer el recuerdo de quien en vida fuera compañero y copartícipe de 17 la° alegrías y las penas del matrimonio ( ). En cuanto a la situación del cónyuge supérstite masculino, disuelto el primer matrimonio por muerte de la mujer, el marido queda habilitado para contraer nuevas nupcias de inmediato: el legislador ha considerado que no había motivos suficientes de conveniencia social, para imponerle la obligación de no hacerlo hasta pasado un cierto plazo < > s ) . b) El derecho alimentario y el cónyuge supérstite. No puede negarse que la protección de la familia ha permanecido poco menos que estancada en nuestro Derecho, pese a que en los últimos años se ha innovado en forma considerable. Pero aun quedan muchos aspectos que permanecen a la espera de nuevas leyes, de amparo y defensa, que los nuevos tiempos requieren y que ya son una conquista lograda en otros países. La situación del cónyuge supérstite no ha mejorado notablemente, a pesar de las orientaciones legislativas de los últimos años que tienden hacia la consolidación de las bases de la-familia argentina en todas sus múltiples fases. Refiriéndonos al tema que nos interesa particularmente, cábenos decir que la ley aun no prevé ningún arbitrio que salvaguarde las condiciones del viudo, o viuda, a poco de experimentar las consecuencias lamentables de la pérdida del compañero, o compañera. El derecho ali- Estos alimentos constituyen una carga de la herencia del cónyuge premuerto. Asimismo, el Código civil francés autoriza al cónyuge supérstite para tomar sus alimentos, al igual que los de su servidumbre, con cargo a la masa hereditaria, e incluso contratar préstamos con moderación, que gravan igualmente al acervo común, sin perjuicio de ciertos gastos funerarios indispensables. La legislación española, a su vez, prevé un "legado de alimentos", como una variedad de la pensión periódica y con análoga naturaleza que la del legado de educación y de pensión sin fin especifico. La pensión de alimentos —y la renta vitalicia, instituida por la ley francesa— se proponen casi siempre sustituir los subsidios facilitados por el testador en vida ( 1! >). Según hemos dicho más arriba, la ley argentina no prevé un rubro de esta naturaleza, siendo deseable que futuras revisiones lo introduzcan, puesto que se funda, indudablemente, en el deber de asistencia de los cónyuges, como expresión de un alto sentido de solidaridad entre los miembros del connubio. Razón de sobra asiste a Lafaille ("La familia", núm. 120) cuando ex.presa que el deber alimentario entre los cónyuges, si bien reviste un carácter distinto al del parentesco, emerge del matrimonio y guarda analogía con los alimentos debidos a los hijos, que son una consecuencia jurídica de la paternidad (-"). 2. Disolución de la sociedad conyugal El artículo 1313 del Código civil dispone que, disuelta la sociedad (conyugal) por muerte de uno de los cónyuges, se procederá al inventario y división de los bienes como se dispone en el libro IV de este Código, para la división de la herencia. Esta disposición, que ha sido tomada por el codificador de Freitas íart. 1425 Cód. civ.. Proyecto), ha sido justamente criticada por Segovia, que en su glosa al artículo 1314 manifiesta: La redacción es diminuta. Se ha querido asimilar, agrega, la partición de la sociedad a la de las herencias, no sólo en lo relativo a la capacidad para exigirla (17). Blbiloni, J. A., Anteproyecto de re/orinas al Código civil argentino, nota al art. 53, pág. 68. (18) Salvat, R. L., Tratado de Derecho civil argentino, "Familia (Matrimonio)", t. 11, núm. 58. (19) ENCICLOPEDIA JURÍDICA OMEBA, t. 1, nota del doctor Carlos R, Obal. (20) Ooldstcln, M., voz CONVIVENCIA, en esta Enciclopedia. y a la manera de proceder, smo también buido absolutamente a amasar la fortuna. en los efectos jurídicos del acto. En cuanto a la segunda mujer, conforme No es ése el único error del codificador a la ley, se lleva la otra mitad de la herenen esta asimilación; lo reedita en el ar- cia, correspondiéndole todo el caudal, si no tículo 1777 cuando se refiere a la liquida- hubiera herederos legítimos y los bienes ción de las sociedades civiles y se remite fuesen gananciales. Sin embargo, ella ha a las disposiciones del Código de comercio. trabajado hombro a hombro con su marido De este modo, el doctor Vélez, que tanto y ha contribuido a formar el patrimonio. combate la idea del matrimonio-contrato ¿Para qué decir que la injusticia se agrava y procura adoptar su régimen de familia, y con respecto a los herederos, los cuales, si especialmente del matrimonio, a una insti- todos los bienes del matrimonio fueran gatución o estatuto especial, incurre en el nanciales, no heredarían nada? equívoco de someter la disolución de la soLos capítulos sucesivos del libro II, secciedad conyugal a las normas mercantiles ción III, "De la sociedad conyugal", de incluidas en el Código de la materia. nuestro Código, se refieren a la restitución El artículo subsiguiente se refiere a la de los bienes dótales, tema que no está liejecución simultánea de la liquidación de gado directamente con la materia que trados o más matrimonios y sus patrimonios tamos. correspondientes, celebrados por una misma persona, y establece que podrán admi- 3. De la ausencia con presunción de fallecimiento tirse toda clase de pruebas, a falta de inSi bien el Código civil argentino declara, ventarios, para determinar el interés de cada sociedad; y en caso de duda, los bie- sin lugar a dudas ni a vacilaciones, que la nes se dividirán entre las diferentes socie- ley no reconoce otra forma de disolución dades, en proporción al tiempo de su dura- del matrimonio que la muerte de uno de los ción y a los bienes propios de cada uno de cónyuges, sin embargo readmite otra forma de disolución por muerte presunta, relos socios (art. 1314). Inmediatamente tart. 1315) se determina glada por los artículos 110 a 125 (tit, VIII), que ¿os gananciales de la sociedad conyu- "De las personas ausentes con presunción gal se dividirán por partes iguales entre de fallecimiento", y los artículos 1307 a 1312, marido y mujer, o sus herederos, sin consi- relativos a la disolución de la sociedad conderación alguna al capital propio de los yugal. cónyuges, y aunque alguno de ellos no huComo se advierte, el codificador intenta biese llevado a la sociedad bienes algunos. unir dos conceptos dispares cuando se rePor último, el artículo 1316 se refiere al mite en el artículo 1307 al título relaciocaso de bigamia, y si en el segundo matri- nado con los artículos 116 y 117 del Código, ya que en el primer caso —observa monio aparente la mujer ha sido de buena fe, la esposa legitima tiene derecho a la mi- Segovia— se trata de una simple declaratad de los gananciales adquiridos hasta la ción de ausencia y no de una muerte predisolución del matrimonio. La segunda mu- sunta. El codificador ha transcripto el arjer podrá repetir contra la parte de ga- tículo 110 de Frejtas, y el mismo Freitas nanciales del bigamo y contra los bienes reconoce que el Código civil francés y lo.s introducidos por él durante el matrimonio que lo siguen, no hablan precisamente de la legitimo, los gananciales que le hubiesen co- ausencia como presunción de fallecimiento, rrespondido durante su comunidad con él, y no se comprende de qué ausencia tratan, si el matrimonio hubiese sido legítimo. pues el carácter de ésta es modificado por Lafaille demuestra, acabadamente, la fla- la circunstancia de haber dejado o no el grante injusticia en que se incurre con ausente, apoderado o representante legal. la segunda parte del artículo transcripto. La declaración judicial, advierte, que por esos Códigos debe hacerse, es meramente Y plantea el caso de una persona, casada en Italia, que vino al país, y sorprendiendo declaración de ausencia, cuando debía ser la buena fe de una mujer casó con ella, declaración del día del fallecimiento prealegando ser célibe. El matrimonio procreó sunto, según las mismas resoluciones finavarios hijos. Había 'legado carente de todo .les, que en dichos Códigos se advierten. Es recurso y aquí adquirió bienes. La esposa pues inútil en nuestra ley notar las concorde Europa pudo reclamar, a la muerte del dancias con los Códigos extranjeros. bigamo, la mitad de los gananciales, y por Resulta evidente que nuestro legislador consiguiente, beneficiarse de lo que acumuló en la Argentina. La ley argentina no tuvo en cuenta que ese matrimonio (contraído en el viejo mundo) estuvo disociado y que la primera mujer no había contri- ha sido menos previsor que Freitas, pues al menos éste ha separado los casos de simple ausencia y dedicó un capítulo a proyectar el fallecimiento presunto (arts. 244 y sigs. del Proyecto). Entrando al análisis del concepto de la ausencia con muerte presunta, podemos determinar que el articulado del Código se caracteriza por dos ideas esenciales: 1"?, por la incertidumbre acerca de la existencia del ausente; 29, por la presunción de su fallecimiento, lo cual constituye una presunción legal (art. 110 del Código). Salvat realiza un cotejo entre la situación legal de los ausentes no declarados tales en juicio y los ausentes con presunción de fallecimiento, y concluye en que existe entre ambos una diferencia fundamental. Respecto a los primeros, dice, no mediando duda alguna sobre su existencia, la ley se limita a hacerlos representar en el juicio en el cual están interesados; esto es lo estrictamente requerido* por su propio interés y por el de los terceros. Respecto a los ausentes con presunción de fallecimiento, la situación es otra; imposibilitados para -cuidar sus bienes, la ley debía forzosamente intervenir para salvaguardarlos, lo mismo que hace respecto a los menores, a los dementes, etcétera; los artículos 110 a 125 organizan un sistema especial de protección (21). El Código civil argentino no se ha ocupado de reglamentar la simple ausencia, dejándola, probablemente, al criterio de las leyes de procedimiento, ya que se liga a la representación y defensa. Es lo cierto que la legislación aplicable a la materia está contenida en el Código civil y los Códigos de procedimientos de las provincias. Un estudio sintético de las diversas prescripciones sobre la materia, puede resumirse así: 19) El término de la ausencia. El artículo 110 fija el de seis años, en que una persona se ausenta del lugar de su domicilio o residencia en el país, haya o no dejado representantes; 2<?) El término de la ausencia se cuenta según la norma que establece el artículo 111: a) Si nunca se tuvo noticias del ausente, desde el día de la ausencia; b) Si ha dado alguna vez noticias, desde la última noticia; 39) La ley establece situaciones extraordinarias que pueden presentarse: Si la persona hubiere sido gravemente herida en un conflicto de guerra, o que naufragase en un buque perdido o reputado por tal, o que se hallase en el lugar de un incendio, terremoto u otro suceso semejante, en que hubiesen muerto varias personas, sin que de ella se tenga noticia por tres años consecutivos (art. 112). Los tres años, a que se refiere el precepto mencionado, deben contarse desde el día del suceso o de un término medio entre el principio y fin de la época en que el suceso ocurrió, o pudo haber ocurrido. En tal caso, (21) Salvat, B. L., ob. cit., núm. 87. la ley determina una presunción de muerte de la persona, juris tantum, la cual se desvanece si el ausente reaparece o si se tienen noticias suyas (arts. 120 y 124). 49) Pueden pedir la declaración de ausencia con presunción de fallecimiento, en primer término, el cónyuge del ausente (art. 113). Esta facultad del esposo se justifica dado el interés evidente que alimenta por saber el paradero de su cónyuge ausente, para determinar su propio estado civil y la del patrimonio matrimonial, y en última instancia, dada su indubitada calidad de heredero del ausente. La doctrina ha establecido wae el cónyuge divorciado, sea o no culpable de la disolución del vínculo, puede demandar la declaración de ausencia; en análoga situación se ha ubicado al separado de hecho. 59) Las pruebas deben ser aportadas por el actor (arts. 110, 111, 112, 113 y 114). 69) En presencia de la demanda, el juez debe proceder al nombramiento de un defensor al ausente y un curador a sus bienes y citar al ausente por los periódicos cada mes, por espacio de seis meses. 79) Pasados .los seis meses, y recibidas las pruebas que acrediten los extremos de la petición, el juez, oído el defensor del ausente, declarará la ausencia y el día presuntivo del fallecimiento del mismo y mandará abrir, si existiese, el testamento cerrado que hubiese dejado (art. 116 Cód. civ.). El subsiguiente artículo precisa los modos de contar el día presunto del fallecimiento del ausente. La misma ley prevé la situación de los bienes del ausente, después de la fijación de la muerte presunta, estableciendo una posesión provisional, la que se confía a los herederos testamentarios, si los hubiere, o los herederos legítimos, o los herederos de éstos o los legatarios quienes deben otorgar fianzas antes de recibirse de la posesión. En defecto de fianza, el juez podrá colocar los bienes bajo la administración de un tercero (art. 118). La ley establece la forma en que termina la posesión provisional: el artículo 120 prescribe que ello ocurrirá si se presentase el ausente o hubiese noticia cierta de él, quedará sin efecto alguno. Ahora bien, si el ausente no apareciere o no se tuvieren de él noticias ciertas, la situación de los bienes pasan a otra condición jurídica: la posesión definitiva. En tal caso los poseedores o administradores de los bienes consolidan su título y en adelante se consideran verdaderos propietarios de ellos. El interés del presunto fallecido, apunta .Salvat, preooderante en el período de la posesión provisional, pasa durante el de la posesión definitiva, a un segundo plano. La ley no lo olvida del todo, no lo sacrifica completamente, pero lo hace ceder en gran parte ante poderosos motivos de orden económico y racional. Desde el punto de vista económico, el interés social exige que los bienes del presunto fallecido no queden fuera de la circulación de la riqueza; es evidente, además, que cuanto más amplio sea el derecho reconocido a sus poseedores, mayores serán también los cuidados y las mejoras que les aportarán" <22) . La posesión definitiva, establece el artículo 122, podrá conferirse pasados quince años desde la desaparición del ausente, o desde que se tuvo noticia cierta de su existencia, u ochenta de su nacimiento. El absolutismo de la propiedad y el sentido de su perpetuidad, consagrados por nuestro Código civil, surgen aquí en todo su esplendor. La persona que ha abandonado hogar y patrimonio durante quince años, sin preocuparse jamás de sus seres queridos y sus bienes, y se ha lanzado por al mundo a la deriva, en los tiempos del aeroplano y del sistema de comunicación inalámbrico, está facultado para recuperar sus intereses que él mismo abandonara, en el estado en que se encuentren, o los que con el valor de ellos se hubiesen comprado (art. 124); si bien la ley atenúa su rigor, cuando decreta que el reaparecido no podrá exigir el valor de los consumidos, ni las rentas e intereses percibidos por los que hubiesen tenido la posesión definitiva. Siendo el propósito del Derecho constituir siquiera sea un mínimum de ética, no conceptuamos que se haya tenido muy presente esta última para mantener un irritante privilegio legal, justificable en otros tiempos, cuando un viaje, o un conflicto bélico lejos de los propios lares, podían justificar una ausencia prolongada, sin noticias. Con el criterio de la ley, no comprendemos por qué se ha establecido la prescripción en el Derecho, cuyos fundamentos ético-filosóficos radican precisamente en que no se puede tolerar la indeterminación de los derechos en general y se castiga la despreocupación y el abandono de ciertos intereses, con la pérdida de los mismos. Veamos ahora los alcance de la ausencia con presunción de fallecimiento con respecto al cónyuge supérstite en el Derecho argentino. Recordemos lo dispuesto en el articulo 1307 del Código civil: fijado el día presuntivo del fallecimiento del marido ausente, la mujer tiene opción, o para impedir el ejercicio provisorio de los derechos (22) Salvat, B. L., Derecho civil argentino, "Parte general", núm. 1104, subordinados al fallecimiento de su marido o para exigir la división judicial de bienes. El precepto ha sido tomado, casi literalmente, del Proyecto de Freitas, quien establece la misma opción a favor de los dos cónyuges, y no solamente de la mujer —lo cual ha sido criticado por Segovia en su glosa al artículo incriminado—; en caso de aceptar la primera opción, continuará la comunidad patrimonial. El cónyuge puede utilizar la alternativa, aunque él mismo hubiera pedido la declaración judicial del día presuntivo de la muerte del marido, y aunque ya hubiese optado por la continuidad de la sociedad conyugal; pero si hubiera optado por la disolución, no podrá retractar su opción después de aceptada por las partes interesadas (arts. 1311 y 1308). En caso de que la mujer optare por la continuidad, administrará sin limitaciones los bienes sociales, pero no podrá optar por la continuidad si por el tiempo transcurrido deba decretarse la sucesión del muerto presunto (art. 1309). Si el ausente aparece, la sociedad conyugal se reconstruye como si nunca hubiese existido separación, presentándose el caso previsto en el artículo 1304. 4. La ausencia con muerte presunta, según la nueva ley 14.394 En las sesiones extraordinarias celebradas por el Congreso Nacional, en el mes de diciembre de 1954, se recibió un proyecto de ley originado en el Poder Ejecutivo de la Nación que, despachado favorablemente por las comisiones respectivas, recibió sanción de la Cámara de Diputados y del Senado, para convertirse en la ley que lleva el número 14.349. Dicha ley, relacionada con el régimen penal y civil de los menores, la institución del divorcio ad vinculum y la del "bien de familia", contiene además 19 artículos que reglan la ausencia con presunción de fallecimiento. En el Mensaje del Poder Ejecutivo, fechado en 8 de diciembre del año mencionado, con referencia a la modificación propuesta al régimen ( de la muerte presunta, se decía: "El proyecto contempla substanciales modificaciones al Código civil, sobre la ausencia con presunción de fallecimiento, derogando los artículos 110 a 125 de ese cuerpo de leyes, que tantas críticas justificadas ha merecido. En primer lugar se refiere a la situación de las personas que han desaparecido dejando bienes abandonados. Con respecto a ellos, no se plantea incertidumbre sobre si viven o han muerto, pero la necesidad de proveer a la conservación de sus bienes, justifica el establecimiento de normas legales tendientes a ese fin. Encuéntrase aquí en juego el interés del desaparecido, el de los acreedores y herederos y también el de la sociedad, que no puede asistir impasible a la pérdida o destrucción de bienes aptos para satisfacer las necesidades de la población. En cuanto a la presunción de fallecimiento, se reducen los plazos requeridos para la declaración de muerte presunta, de seis a tres años, en los casos de ausencia ordinaria, y de tres a dos años en los de ausencia calificada, quedando reducido a seis meses en el supuesto especial del naufragio. Con la rapidez y facilidad de las modernas comunicaciones, los plazos del Código resultan excesivos. En la conveniencia de limitarlos, coinciden hoy todas las opiniones, y en este sentido se orientan también las legislaciones más recientes. "La mayor simplicidad del sistema aconseja, además, suprimir la distinción entre posesión provisoria y definitiva de los bienes del ausente. Declarado el fallecimiento presunto, aquéllos deben transferirse a los herederos, quienes inscribirán el dominio a su nombre en el registro, con la prenotación del caso, quedando así impedido de enajenar o gravar esos bienes sin autorización judicial... En el orden de los efectos que produce el fallecimiento presunto del ausente, prosigue el Mensaje del Poder Ejecutivo, es menester poner de relieve la posibilidad que se abre a favor del cónyuge, para contraer nuevo matrimonio. Con ello se asignan a la presunción legal de la muer- te todas las consecuencias posibles, y se elude la incongruencia del régimen vigente, que reputa al ausente fallecido respecto de ciertas relaciones jurídicas (dominio de los bienes, sociedad conyugal), pero en cambio lo considera aún con vida para otros supuestos (inhabilidad de su cónyuge para contraer nuevo matrimonio). "La declaración de fallecimiento presunto, formulado por los jueces, induce necesariamente la certeza moral acerca de ese hecho, y por consiguiente proyecta esa misma clase de certeza sobre la efectiva disolución de la unión conyugal. Es en esta certidumbre establecida por ministerio de la ley, que se cimenta la facultad acordada al cónyuge del muerto presunto, para contraer nuevas nupcias. La eventual reaparición del ausente no debe ser óbice para la subsistencia de esa solución. Por respetable y digna de consideración que sea, en ese supuesto, la situación de aquél a quien se tuvo por fallecido, lo es, en mayor grado, la del segundo hogar creado al amparo de una presunción legal razonable y prudente, que permite a cualquiera de los esposos rehacer su vida y reencontrar en el seno de una nueva familia la felicidad a que todo ser humano tiene derecho" ( 23 ). En vez de reproducir el articulado de la ley promulgada hemos preferido dar in extenso la parte pertinente del Mensaje elevado por el Poder Ejecutnvo, que traduce el verdadero espíritu de la reforma introducida en las vetustas y anacrónicas prescripciones del Código de Vélez sobre la materia. No es posible desconocer que las nuevas disposiciones sobre la ausencia con presunción de fallecimiento, han remozado parcialmente nuestra legislación, adaptándola a las nuevas corrientes legislativas del mundo. Una institución como la que nos ocupa, que en los últimos años ha perdido interés práctico, sobre todo en tiempos de paz y cuando la rapidez y comodidad de las comunicaciones supera las distancias más remotas, ha padecido, a través de nuestra legislación, de una serie de defectos que la ley número 14.394 ha superado. El más importante de todos es el que dejaba en suspenso, durante una considerable cantidad de años, la situación civil y el estado de personas inocentes y libraba al azar la condición de los bienes abandonados. El artículo 31 de la nueva ley, en cuanto al cónyuge supérstite interesa, ha arbitrado una solución humana y racional: La declaración de ausencia con presunción de fallecimiento autoriza al otro cónyuge a contraer nuevo matrimonio, quedando disuelto el vínculo matrimonial al contraerse estas segundas nupcias. La reaparición del ausente no causará la nulidad del nuevo matrimonio. El precepto reacciona contra el del artículo 9, inciso 5? de la ley de Matrimonio civil, que establece el impedimento de ligamen, para contraer nupcias, en concordancia con los artículos 81 y 83, que declaran la inhabilidad para contraer nuevo matrimonio en caso de ausencia con presunción de fallecimiento, mientras no se pruebe la muerte efectiva del cónyuge desaparecido. Con lo cual se logra una veidadera conquista tendiente a regulariza! situaciones harto dramáticas, que antes se tenían pendientes de una súbita reaparición, al cabo de seis largos años, con las consecuencias penosas que son dables imaginar. Por fin, el artículo 32 de la ley 14.394, en cuanto al régimen de los bienes, determina que si el ausente reapareciese podrá reclamar la entrega de los bienes que existiesen y en el estado en que se hallasen; (23) Diarlo de Sesiones de la Honorable Cámara de Dipxjtados de la Nación, 46' reunión, continuación de la 2' sesión extraordinaria, diciembre 13-14 1954, pág. 2730. ios adquiridos con el valor de los que faltaren; el precio de los que se hubiesen enajenado, y los fondos no consumidos. 5i en iguales circunstancias, prevé la ley, se presentasen herederos preferentes o concurrentes preteridos, podrán ejercer la acción de petición de- herencia. Regirá en ambos casos lo dispuesto respecto de las obligaciones y derechos del poseedor de buena o mala Je. b. Segundas nupcias. Freitas, de quien nuestro codificador copió numerosas disposiciones sobre fami- de relieve las probables argucias de que pueden valerse quienes se hallen dispuestos a contraer nuevas nupcias, y a fin de no perder la propiedad de los bienes, conservando sólo el usufructo ad vitam, pueden vender el inmueble pocos días antes de casarse, y sugiere dos recursos para evitar esta burla, que consisten en1 1?) Las enajenaciones hechas por el marido o la mujer antes de pasar a segundas nupcias son válidas y sólo darán lugar a una acción personal contra el patrimonio del enajenante al fallecimiento de éste, si es que existen en esa época hijos del primer malia y matrimonio, incluye en su Proyecto un trimonio o sus descendientes; 29) Después capítulo intitulado De la viudez y segundas de contraer nuevas nupcias, la enajenación nupcias (capítulo VII, artículos 1454 a que llegue a efectuar, lleva implícita la 1459). Nuestro codificador ha eliminado, condición de que quedará revocada si al por razones desconocidas, algunas referen- fallecimiento del enajenante quedan hijos cias al cónyuge supérstite que bastarían o descendientes del primer matrimonio, los para aclarar muchas complicaciones legales, cuales tendrán una acción real para recuno imaginarias. perar el bien del poder del tercer enajeNuestro régimen trata el tema en los ar- nante. tículos 93 y 94 del Código civil, referente al El dominio del padre es, como decía uno término dentro del cual la mujer no puede de nuestros jueces, un dominio fiduciario, contraer nuevas nupcias posteriores al fa- en los términos del artículo 2662 del Cóllecimiento del marido. Mas resta un punto digo civil, que es el que se adquiere por un vinculado con la materia, que analizare- fideicomiso singular, subordinado a durar mos brevemente. solamente hasta el cumplimiento de una condición resolutiva, o hasta el vencimien6. Bienes reservables. to de un plazo resolutorio, para el efecto Se refiere a los bienes reservables, previs- de devolver la cosa a un tercero. La oblitos en los artículos 115 y 116 de la ley de gación de reservar la propiedad, impuesta Matrimonio civil. El primero de los precep- al padre por el artículo 115, es para los tos indicados? prescribe que el viudo o hijos, acreedores en esta obligación, un viuda que teniendo hijos del precedente verdadero fideicomiso, y nada más que un matrimonio, pase a ulteriores nupcias, está fideicomiso. El dominio, aunque imperfecto obligado a reservar a los hijos del primer o fiduciario, permanece hasta el cumplimatrimonio, o a sus descendientes, legíti- miento de la condición resolutiva a que está mos, la propiedad de los bienes que por subordinado, en cuya oportunidad, o pasa a testamento o ab intestato hubiese heredado aquél en cuyo beneficio se ha establecido de alguno de ellos, conservando sólo duran- el fideicomiso, o se consolida en la persona te su vida el usufructo de dichos bienes. La del fiduciario. reserva, dice Prayones, es una institución Los hijos no pueden, durante la existenque conocieron los romanos, desarrollaron cia del fideicomiso, ejercer sobre la cosa en forma limitada el Fuero Juzgo y el Fuero ningún derecho real. Sólo tienen un dereReal y vino a caracterizar la ley 15 de To- cho en expectativa, que desaparece "si al ro, que es la primera en que se emplea la morir el padre o la madre que contrajo palabra reserva. La tenemos, dice, incor- segundas nupcias, no existen hijos ni desporada a nuestra legislación, no obstante cendientes legítimos de ellos, aun cuando hacer notar el legislador que se trata de existan herederos (art. 116 de la ley de una institución antiquísima ya abandonada Matrimonio civil)" (2*) m.. por todos los Códigos modernos. Figura con De todas maneras, trátase de una instodos los vicios que presentaba en las le- titución arcaica y anacrónica, emanada yes de Toro, y ni aún le hemos introducido de un concepto feudal de la familia, que las correcciones que contiene el Código es- podía explicarse —dice Lafaille— en siglos pañol. Vivimos, en esta materia, en la época pasados, para que el patrimonio, especialde las leyes de Toro, y las cuestiones que mente los inmuebles, no salieran del grupo se presentan sobre este punto son tan in- del cónyuge bínubo. Se procuraba alcanzar trincadas que, a veces, es imposible encontrarles solución. Analizando el alcance (24) Prayones, E., Derecha de familia, núm. 50. del articulo 115, el nombrado autor pone H., Derecho de familia, núm. 23" (25) este propósito mediante la reserva, en un período de escaso intercambio y con ideas económicas erróneas o rudimentarias. Sea por la subrogación real, sea por la teoría del dominio fiduciario, se llega a permitir la enajenación de esos bienes y a volverlos al comercio. 7. Derecho hereditario del cónyuge supérstite. No en todas las épocas ni en todas las legislaciones han gozado los cónyuges del derecho de heredar al cónyuge premuerto. La familia ligada por vínculos de sangre excluyó a los herederos legítimos, durante generaciones, de toda vocación y no ha sido sino mediante argucias y juegos de ingenio que se le dotó, al fin, de un título para lograr una parte de los bienes dejados por el de cujus, precisamente -a favor de la persona que más contribuye, en la generalidad de los casos, para acrecentar el patrimonio familiar. Dentro de tan injustas discriminaciones, contra los viudos o viudas, qué son característicos de los Códigos civiles, en nuestra legislación se le ha asignado posir ciones y. ventajas hereditarias verdaderamente extraordinarias. Los antecedentes legislativos de la historia nacional evidencian ya una tendencia favorable al derecho hereditario del cónyuge supérstite, tendencia que fue consolidada en el curso del tiempo. La mayor parte de las fortunas en el país se formaban durante el matrimonio, por obra común de los cónyuges. Los gananciales tenían en las herencias —como ocurre en nuestros días— un valor superior al de los aportes. Era necseario proveer a tal situación. Ya las leyes españolas eran liberales para el supérstite, en lo referente a los bienes adquiridos: cuando faltaban las capitulaciones nupciales, el régimen era de comunidad. Por ello, con frecuencia, los esposos se dividían estos beneficios por iguales partes. Con dicho sistema entró a regir el Código, pero en cuanto a la herencia, siempre el viudo o -unida, bajo la ley de Partida, no modificada por las ulteriores, sucedía después de los colaterales en décimo grado, sin que pudiera invocarse la ley de 1835, dictada en la madre patria, cuando ya se había producido nuestra independencia. Durante la época de la disolución nacional, las provincias comenzaron a preocuparse del problema. Entre nosotros, como en otros Estados sudamericanos, el esposo también adquirió un rango muy superior al que tenía por la ley de Partida, tanto más que la misma fuente, que era el Derecho español, había cambiado su orientación («O. (26) Laíaille, H., Sucesiones, t. 2, núm. La doctrina en general, sin embargo, critica la modificación introducida por la ley de Erratas y expresa su deseo de que se vuelva al texto primitivo del Código Vélez. a) Concurrencia entre ascendientes y cónyuge supérstite. B) El artículo 357 del Código establece que si han quedado ascendientes y viudo o viuda, estos últimos concurrirán con los ascendientes a dividir la sucesión por cabeza, salvo los derechos del hijo natural. Se trata, en el caso de ascendientes legítimos, o los padres naturales que reconocieron al cónyuge hijo natural suyo. Conforme al texto expreso tocará al cónyuge la mitad, tercera, cuarta o quinta parte, según el número de ascendientes con los que concurra a la herencia, en el caso en que no existan hijos naturales; de lo contrario habría que tomar otra canon de distribución. Aclaramos que cuando la ley habla de ascendientes no introduce ninguna distinción entre ascendientes legítimos y ascendientes naturales, y ésta es también la opinión de muchos tratadistas nacionales. La jurisprudencia se ha inclinado hacia el mismo criterio, sobre todo después de la equiparación de los hijos legítimos y extramatrimoniales por virtud de la ley 14.367 (30 de septiembre de 1954); pero aún antes de su promulgación, "nuestros Tribunales se han mostrado favorables a una interpretación amplia, que excluye diferenciaciones entre la familia natural y la familia legítima. b) Falta de ascendientes y descendientes. O El artículo 3572 dispone que si no han quedado descendientes ni ascendientes, los cónyuges se heredan recíprocamente, excluyendo a todos los parientes colaterales, salvo los derechos de los hijos naturales. La tesis contenida en la disposición es, tanto del punto de vista legal como ético, irreprochable. Esto significa que en caso de existencia de cónyuge, los hermanos y demás colaterales del causante no heredan,,y según dictámenes de la jurisprudencia, carecen de título hasta para intervenir en los autos sucesorios. En su nota al prepitado artículo, recuerda el codificador que por "los Códigos modernos, no habiendo parientes en grado sucesible, los cónyuges se heredan recíprocamente. Pero cuando hay parientes, los Códigos de Francia y de Holanda no les declaran ningún derecho. El de Ñapóles da al cónyuge pobre una porción que no exceda la cuarta parte de las rentas de la herencia, cuando falten hijos, o éstos sean menos de tres. Si lo hay y son más de cuatro, la porción se reduce a una parte viril. Por el Código de Vaud, a falta de hijos, de padre y madre, o descendientes de éstos, hereda el cónyuge la mitad; pero si hay alguno de los mencionados, hereda la cuarta parte. El Código de Luisiana dispone así: "Si la mujer no ha aportado- sino una corta dote, o el esposo que muere es rico y el sobreviviente necesitado, podrá tomar en la herencia un cuarto en propiedad y otro cuarto en usufructo, cuando no queden sino tres hijos. Quedando más de tres hijos, sólo tendrá derecho a una parte en usufructo igual a la de un hijo, y se le imputará en ella lo que haya sido legado por el difunto" ( 2 T ). Conforme al artículo precitado, si hay descendientes, aunque sean hijos naturales, los colaterales son siempre excluidos. c) Matrimonios "in extremis". D) Siguiendo el orden del Código, analizaremos el artículo 3573, que dispone: La sucesión deferida al viudo o viuda, en los tres artículos anteriores, no tendrá lugar cuando, hallándose enfermo uno de los cónyuges al celebrarse el matrimonio, muriese de esa enfermedad dentro de los treinta días siguientes. El codificador, en su nota al pie del artículo, se hace'eco de los "matrimonios in extremis, verdaderamente escandalosos", ocurridos en el país a raíz de casamientos celebrados con el solo objeto de heredar inmediatamente al enfermo. El régimen español (ley de 16 de mayo de 1835), intitulado de bienes mostrencos había reglado el derecho sucesorio de la siguiente manera: a) ponía a ]ps hijos naturales reconocidos inmediatamente después (27) Esoriche, ob. clt., pág. 1544. La viuda pobre tiene derecho a la cuarta parte de los bienes de su difunto marido, según la ley 7, tít. 3, Partida 6, que dice así: "Fáganse los homes a las vegadas de algunas mujeres, de manera que casan con ellas sin dote, maguer sean pobres; por ende guisada cosa et derecha es, pues que las aman et las honran en su vida, que non finquen desamparadas a su muerte. Et por esta razón tuvieron por bien los sabios antiguos que si el marido non dejase a tal mujer en que pudiese bien et honestamente vivir, nín ella lo oviese de lo suyo, que pueda heredar fasta la cuarta parte de los bienes del maguer haya fijos; pero esta cuarta parte non debe montar mas de cient libras de oro, cuanto quier que sea grande la herencia del finado. Mas si tal mujer como esta oviese de lo suyo con que pudiese vivir honestamente, non ha demanda ninguna en los bienes del finado en razón desta parte." Corresponde, pues, esta cuarta marital a la viuda pobre, aunque con alguna industria u ocupación pueda alimentarse, por ser muy 'accidentales estos medios, aunque después adquiera bie- nes de otra parte, aunque el marido le legue el _ quinto mandando que se contente con él si no es 'suficiente para sus decentes alimentos, aunque haya hijos, y tanto en el caso de que el marido hubiese hecho testamento como en el de que hubiese muerto intestado. de los colaterales en cuarto grado; b) luego daba rango al cónyuge viudo no separado por demanda de divorcio contestada al tiempo del fallecimiento, salvo los bienes raíces de abolengo, que debían volver a los colaterales; c) restablecía el llamamiento de los colaterales hasta el décimo grado inclusive, computados civilmente al tiempo de la apertura de la sucesión; d) después de los colaterales en el décimo grado los bienes pasaban al fisco. Cuando de este régimen se pasó a la legislación patria y los cónyuges excluyeron a los colaterales en Derecho sucesorio, se difundieron los matrimonios especulativos, con la sola mira de excluir a algunos parientes, o ^e planteaba la situación poco edificante a que se refiere la nota del codificador. Los requisitos esenciales para que se tengan por cumplidos los extremos del artículo 3573, en que la herencia prevista en los tres artículos anteriores no es deferida al cónyuge supérstite, son, pues, los siguientes: 1°) que a la época del casamiento uno de los esposos estuviese enfermo (la enfermedad debe ser de una gravedad tal que ponga realmente en peligro la vida del afectado: in articulo mortis, in extremis); 2°) que la enfermedad haya producido el fallecimiento; 3°) que ese intervalo, entre el casamiento y el deceso no exceda de treinta días. En cuanto a los elementos intencionales corresponde puntualizar dos: 1) El conocimiento del otro cónyuge, de la enfermedad y de la gravedad de la misma; 2) El ánimo de suceder, d) Divorcio y separación de hecho. E) Dispone el artículo subsiguiente (3574) que estando divorciados por sentencia de juez competente, el que hubiese dado causa al divorcio no tendrá ninguno de los derechos declarados en los artículos anteriores. El doctor Vélez, en su nota xespectiva, cita la opinión de Chabot y Duranton, que enseñan de que no hay sucesión, existiendo el divorcio y toda la razón que dan dichos tratadistas franceses es que donde la ley no distingue, no debemos distinguir, aunque objeta que sin duda la ley debió distinguir. En efecto, el' divorcio da por finalizado el proceso afectivo entre los cónyuges, su unión personal, y esta vez para siempre, mas subsisten intereses económicos pendientes y, por lo tanto, la acción podrá seguir adelante, pese al fallecimiento del cónyuge. No media ninguna duda acerca de la facultad de los herederos para proseguir la causa hasta su terminación y obtener la sentencia que acarrea, como resultado final, eliminar al cónyuge de la herencia. De otra modo, opina Lafaille, que la muerte produciría como corolario inesperado, el de acordar una amnistía completa al consorte, por culpable que fuese, y se vería la inmoralidad de que la mujer adúltera pudiera proclamar en juicio su falta, y recoger de todos modos, a pesar de la prueba concluyente, los bienes del difunto, a vista y paciencia de los parientes más próximos. El artículo 3575 declara que cesa también la sucesión de los cónyuges entre si, si viviesen de hecho separados sin voluntad de unirse, o estando provisionalmente separados por juez competente. Segovía interpreta que la frase sin voluntad de unirse, que precisa el alcance de la separación, es puesta para significar que las separaciones involuntarias y las requeridas por los intereses de familia, no caen bajo la disposición del artículo. Pero si se produce —arguye— la separación de vida, nada importa que sea uno solo de los cónyuges el que haya adoptado esa determinación. Es posible que esto perjudique a veces al cónyuge abandonado, pero la ley no ha debido tomar en cuenta los casos excepcionales, se ha propuesto presentar un estímulo más para la unión y concordia de los esposos. Es raro, concluye, que la separación se produzca sin causa alguna, y a pesar de los esfuerzos y conducta ejemplar del que se opone a ella; y el legislador no debe estimularla, sino tratar de fomentar la unión. Como es sabido, la ley civil no ha legislado de una manera orgánica las separaciones de hecho, si bien en algunos artículos se hace mención de ellas. En cuanto al tema que tratamos, cabe establecer que el concepto de sin voluntad de unirse ha dado lugar a distintas interpretaciones. Hemos visto ya la que da Segovia Pero la discusión ha perdido toda actualidad, desde que la doctrina y la jurisprudencia consideran que, dentro del precepto mencionado, no se toman en cuenta factores subjetivos, sino meramente objetivos. La teoría de la culpabilidad de las partes, desenvuelta por Prayones y recogida por M. Caries y Herrera Vargas, y parcialmente por Rébora, ha sido victoriosamente combatida, imponiéndose la tesis de que debe prescindirse de todo elemento subjetivo o intencional, para juzgar el contenido del artículo incriminado. En cuanto a la última parte del artículo, ha perdido valor práctico desde que ha sido desterrado el sistema de la provisoria a que alude. e) El cónyuge, como socio y como heíedero. F) Por último, el artículo 3576 expresa que en todos los casos en que el viudo o la viuda es llamado a la sucesión en concurrencia con descendientes o ascendientes, no tendrá parte alguna en la división de los bienes que correspondiesen -al cónyuge premuerto a titulo de gananciales del matrimonio con el referido viudo o viuda. Ya hemos analizado, precedentemente, el texto primitivo del Código y la modificación introducida por la ley de Erratas (1882), por lo que el artículo que transcribimos viene para eludir una excesiva ventaja del cónyuge supérstite. Conforme a su letra, o se es heredero o se es socio de la sociedad conyugal; ambas situaciones jurídicas no pueden acumularse. Desde luego, la situación varía si no se produce el caso de concurrencia entre el cónyuge y los ascendien- tes o descendientes. f) El iñudo y la familia natural del premuerto. G) El artículo 3577 del Código civil soluciona los diversos conflictos que pueden surgir entre el cónyuge supérstite y los miembros de la familia natural. 1<?) Sí el causante no dejara descendientes ni ascendientes legítimos, ni viudo ni viuda, lo heredarán sus hijos naturales legalmente reconocidos, hayan nacido de la misma madre y del padre o de la misma madre y padres diferentes, o del mismo padre y madres diferentes. El artículo prevé varias condiciones: a) se trata de descendientes o ascendientes legítimos; b) hijos naturales reconocidos (que excluyen a los ascendientes naturales y a todos los colaterales); c) no deben ser precisamente de los mismos padres. En tal caso, el hijo natural recoge toda la sucesión. 2"?) El subsiguiente artículo expresa que si sólo quedase viudo o viuda, los hijos naturales dividirán la herencia por partes iguales, tomando la mitad de ella el viudo o viuda, si los bienes no fuesen gananciales del matrimonio, y la otra mitad el hijo o hijos naturales (art. 3578^. La disposición tiende a equilibrar la situación del cónyuge con la del hijo natural, tratándose de bie- nes hereditarios que no son gananciales del matrimonio. El criterio del codificador se capta mejor, armonizando el artículo de que tratamos con la legitima, a que se refiere el artículo 3595. Refiriéndose Lafaille a la tendencia de numerosos autores y también de la jurisprudencia, que frente al precepto transcripto ha entendido que el hijo natural absorbe todo el acervo cuando se está en presencia de bienes no gananciales, propone sortear la cuestión .emanada de una defectuosa redacción de la ley. atribuyendo la mitad de los bienes, que no sean gananciales, a la viuda o viudo, y la otra mitad al hijo natural; en el supuesto de que todos los bienes, o buena parte de ellos sean gananciales, el viudo o la viuda participará de la mitad, en calidad de socio, y el resto se distribuirá entre el cónyuge supérstite y los hijos naturales, interviniendo todos como herederos, incluso el consorte. H) El artículo 3581 prevé el caso de concurrencia entre el cónyuge y ascendientes legítimos, estableciendo que si quedasen ascendientes legítimos y viuda o viudo, los ascendientes tomarán la mitad de la herencia para dividirla entre ellos por personas, y la otra mitad se dividirá entre el viudo o la viuda y los hijos naturales: de modo que el viudo o viuda tendrá la cuarta parte de la sucesión, y la otra cuarta parte el hijo o hijos naturales. Segovia critica las proporciones que se adjudican, según el transcripto artículo: la mitad del acervo a los ascendientes legítimos y el resto se convierte en dos porciones iguales, de las cuales, una se atribuye al cónyuge y la otra al hijo o hijos naturales. Según el ilustre glosador del Código, la solución es injusta, porque la parte del cónyuge se saca únicamente de la de los hijos naturales, debiendo formarse detrayendo un sexto de la porción que habría tocado a lús hijos, y otro sexto de la porción de los ascendientes, quedando asi repartida la sucesión en tres partes iguales. Lafaille anota que medíante la distribución fijada se favorece con exceso a los ascendientes en detrimento del cónyuge y en contra de la tendencia actual que acuerda a los colaterales ya un rango superior, ya uno idéntico al de estos herederos, exceptuando a los padres (-'*). g) El problema de los bienes reservados. I) El artículo 3590 versa acerca de la sucesión de los "bienes reservados y dispone que si a la muerte del padre o de la madre que contrajo segundo matrimonio, no existen hijos, ni descendientes legítimos del primer matrimonio, aunque existan herederos, éstos no tienen ningún derecho a suceder en los bienes reservados. La nota del codificador menciona, entre otras fuentes, a Goyena y al Derecho romano, y ejemplifica el articulo de este modo: "Suponed que una madre viuda herede el haber paterno de su hijo muerto; que ha contraído segundo matrimonio, teniendo una hija del primero. Para ésta sería sin duda la reserva de la herencia paterna del hermano muerto. Esta hija se casa, tiene un (28) Lafaille, H.. ob. cit., t. 2, núm. 118. lujo, y muere: los bienes para ella reservados, pasan a su hijo. Pero este hijo muere también y lo hereda su padre legítimo. El artículo dispone que, sin embargo de su padre, heredero de su hijo, a quien correspondían los bienes reservados, no heredará en ellos, y que la reserva queda concluida, volviendo los bienes reservados a ser propiedad de la viuda que contrajo segundo matrimonio. La razón, dice Goyena, es porque el objeto de la reserva es favorecer a los hijos, y descendientes legítimos del primer matrimonio, y no a sus herederos, respecto a los cuales no obran las consideraciones porque fue introducida". En otro lugar de la exposición nos referimos a los bienes reservadles al considerar el contenido y alcance de los artículos 115 y 116 de la ley de Matrimonio civil, cuyo corolario natural es el artículo 3590, que reproducimos. Digamos, de paso, que la actual tendencia de la doctrina se dirige a suprimir esta clase de bienes, que ya ha sido eliminada de la mayoría de los Códigos y por el Anteproyecto de Eibiloni, entre nosotros. h) La legitima, J) El Código define a la legítima de los herederos forzosos como un derecho de sucesión, limitado a determinada porción de la herencia (art. 3591, !*> parte) Por consiguiente, de acuerdo al criterio del codificador, se trata únicamente de los herederos forzosos, de los llamados por la ley a suceder al causante; éstos no tienen vocación al todo, si a mía porción de la herencia. La segunda parte del mismo artículo determina: La capacidad del testador para hacer sus disposiciones testamentarias, respecto de sti patrimonio, sólo se extiende hasta la concurrencia de la porción legitima que la ley asigna a sus herederos. Comentando el contenido y el texto literal del precedente artículo afirma Segovia que la redacción carece de tanta claridad y precisión, que más bien vierte el pensamiento contrario. La ley, prosigue, divide el patrimonio del difunto que tiene herederos forzosos en dos porciones: una dispo7iible (ver art. 3607) y otra indisponible, que constituye la porción necesaria de los herederos forzosos, o sea legitima. De manera que, determinada la última, la otra fracción de la herencia forma la porción llamada disponible. En cuanto a la porción legitima que corresponde al cónyuge, dentro de la organización de nuestro Código, el articule 3595 dispone que la legitima de los cónyuges, cuando no existen descendientes ni ascendientes del difunto, será la mitad de los bienes de la sucesión del cónyuge muerto, aunque los bienes de la sucesión sean gananciales. Una parte de la privilegios, y como la ley no engloba en la condición anterior al viudo supérstite, no puede reconocérsele tal beneficio. Por doctrina nacional, y existen también fallos de la jurisprudencia al respecto, que el título del cónyuge supérstite a la legítima se extiende y comprende no sólo sobre el patrimonio propio, sino también sobre los otra parte, esta irrogación, por parte, del mayores proporciones y no surgen los problemas de carácter social que atañen a la viuda. bienes comunes, en el caso precitado. El Conforme al juego de los intereses que se plantean, en ocasión del fallecimiento de uno de los cónyuges, nuestro Código ha establecido que los gastos funerarios son pre- propio Segovia, con argumentos rnuy sóli- dos, llega a la misma conclusión. En cuanto a la determinación de la le- gítima, a la inoíiciosidad de donaciones y legados, supuestos de usufructo y renta vitalicia y demás temas vinculados a la legítima, por conceptuar que corresponden s otros vocablos, detenemos nuestro estudie aquí. 8. Algunos privilegios de la ley, vinculado¡ al tema. La ley ha establecido una serie de privilegilos relativos a los gustos de luto de la viuda, gastos funerarios, etcétera, que enunciaremos a continuación. Conforme al criterio del codificador, a los efectos del privilegio es indiferente que los gastos hayan sido pagados por los herederos, que luego los repiten de la sucesión, o por un tercero, que gozará de privilegio como acreedor, sin necesidad de subrogación por parte de quienes han suministrado los objetos y servicios; si el tercero ha pagado la deuda por gastos funerarios ordenados por los herederos, sólo media subrogación (la cual comprende el crédito y el privilegio), subrogación que tendrá lugar ministerio legis cuando ha pagado con el consentimiento o en'la ignorancia del deudor (art. 768, inciso 3°, Cód. civ.), pero que requerirá la subrogación expresa del acreedor si el pago se ha 2Sefectuado contra la voluntad de aquél ( >). Los gastos funerarios que se benefician con los privilegios legales, son los ocasionados por la muerte del deudor y sus hijos que vivían con él. Tal enumeración, excluye, sin razón alguna según la doctrina, los gastos ocasionados por la muerte del cónyuge; éstos sólo tendrán privilegios cuando deben hacerse efectivos sobre los bienes del otro cónyuge. Quedan también excluidos los gastos funerarios por la muerte de otíos parientes del deudor. El Código comprende involucrados entre los del luto de la viuda e hijos, cuando no tengan bienes propios para hacerlo. Siendo restrictiva y taxativa la creación de los (29) Fernández, B. L., Tratado teórico práctico de la hipoteca, la prenda y demás privilegios, t. 2, núm. 1024. cónyuge viudo, no asume en nuestros días feridos a los realizados para la conservación de la cosa (art. 3901); al crédito del locador sobre el precio de los muebles que se hallan en la casa (art. 3904); del vendedor (art. 3908); del acarreador (art. 3910); del acreedor pignoraticio (art. 3913); del posadero (art. 3914); de los obreros (ar- tículo 3916, y del administrador de materiales (art. 3916). En la parte que define y enumera a los acreedores con privilegio general, él Código de comercio determina que gozan de este privilegio los gastos funerarios... si la declaración de quiebra ha tenido lugar después del fallecimiento. Estos gastos, cuando el fallido hubiere muerto con posterioridad a la declaración de quiebra, sólo tendrán privilegio si se han hecho por el síndico o por el liquidador y con autorización del juez (art. 129, inc. 1, ley 11.729), que complementa las disposiciones del artículo 3880 del Código civil. BIBLIOGRAFÍA. — La indicada en el texto y notas. JURISPRUDENCIA. — Lutos. No procede fijar una suma para lutos en el juicio de alimentos (Cám. Civ. 2? Cap., J. A., t. 3, pág. 391). Carpas de la sociedad conyugal. Los gastos de la liquidación de la sociedad conyugal son a cargo de la sucesión, debiendo entonces el cónyuge supérstite contribuir con la parte proporcional (Cám. Civ. 2? Cap., J. A., t. 4, pág. 367; Cám. Civ. 1» Cap., J. A., t. 15, pág. 681). Disolución de la sociedad conyugal (por falleci- miento). La sociedad conyugal termina con la muerte de alguno de los cónyuges, sin que la circunstancia de que el sobreviviente omita la facción del inventario detenga el cumplimiento 'de la disposición legal (Cám. Civ. 1* Cap., J. A., t. 19, pág. 740; Cám. Fed. Bahía Blanca, J. A., 1948-1, pág. 766). Disuelta la sociedad conyugal por muerte del esposo, la mujer no puede responder con sus bienes propios por las obligaciones sociales (Cám. Civ. 1» Cap., J. A., t. 6, pág. 312). Sucesión de log cónyuges. La ' vida en común constituye la eseneia misma del matrimonio, y de ella nace el derecho sucesorio que, reciprocamen- te, tienen entre si los esposos; cuando esa comu- nidad se interrumpe, el derecho sucesorio desaparece para el cónyuge que no manifestó voluntad de reanudarla (Cám. Civ. 1» Cap., J. A., t. 75, pág. 194; Cám. Civ. 1» Cap., J. A., 1942-1, pág. 132). El cónyuge sucesorio es un copropietario de los bienes relictos. Los actos por él realizados con referencia a tales bienes, no se presumen hechos a título personal, sino como mandatario b gestor de los demás condóminos, presunción que sólo cede ante la prueba en contrario (Cám. Clv. 2» y Com. La Plata, J. A., 1948-1, pág. 483). Exclusión del cónyuge supérstite. La exclusión de la esposa de la herencia del marido por haber vivido separados sin voluntad de unirse, no afecta a su parte de gananciales en la sociedad conyugal, si no hubo separación judicial de bienes (Cám. Civ. !•» Cap., J. A., 1945-11, pág. 803; Sup. Corte Bs. Aires, J. A., 1945-1, pág. 67). Separación de hecho con causa de exclusión. Sin Interés no hay acción; por ello la actora que hizo cesar su derecho a la sucesión de su cónyuge por un hecho extlntlvo como lo fue la separación en que vivió sin voluntad de unirse, está inhabilitada par accionar, en su propio interés, por todo lo que se relaciona con los bienes patrimoniales ciales como participe en las utilidades de la sociedad conyugal (fallo cit. en J. A., t. 14, seo. doct., pág. 55; Cám. Civ. 1» Cap., J. A., t. 30, página 74; Cám. Civ. 1» La Plata, J. A., t. 34, pág. 972; Cám. Civ. 2» Cap., L. L., t. 54, pág. 47). ... con la madre natural, no tiene participación, como heredero, en la parte de gananciales que corresponden al cónyuge premuerto (Cám. Civ. 1» Cap., J. A., t. 27. pág. 522; Cám. Civ. 1' Cap., J. A., t. 25, pág. 90). Existiendo cónyuge supérstite, los hermanos no son parte en el juicio sucesorio, y corresponde, por tanto, desestimar la revocatoria deducida (Cám. Civ. 1» Cap., J. A., t: 7, pág. 152, y t. 18, pág. 921; Cám. Civ. 1» Cap., J. A., t. 26, pág. 114). La parte disponible de los bienes propios del causante, concurriendo cónyuge e hijos pertenecientes al acervo hereditario de su extinto esposo (Supr. Trib. Santa Pe, L. L., t. 17, pág. 123; Cám. Civ. 2« Cap., L. L., t. 61. pág. 424). El esposo naturales, es la mitad (Cám. Civ. 1» Cap., J. A., t. 24, pág. 463). inocente no debe acreditar su voluntad de unirse para conservar .sus derechos hereditarios (Cám. Civ. 2* Cap., L. L., t. 40, pág. 779). La Jurispru- preceptuado por el art. 3600 del Cód. civil, cuando el testador deja a su cónyuge un legado e instituye heredera única y universal a su hija, ha obrado dentro de sus facultades legales, y aquéllas sólo tienen derecho a reclamar el complemento de su legítima. Ello resulta así también a mérito de lo establecido por el art. 3354 del Cód. civil, que dencia relativa a la aplicación del art. 3575 del Cód. civil se ha orientado en el sentido de exigir una prueba categórica y terminante de los extremos que exige la ley (Cám. Civ. 1» Cap., J. A., t. 42, pág. 528; Cám. Civ. 1» La Plata, J. A., t. 43, pág. 848; Cám. Civ. 1» Cap., J. A., 1951-1, pág. 431; Cám. Civ. 2* Cap., J. A., t. 70, pág. 872; Cám. Civ. 2» Cap., J. A., t. 71, pág. 779). La doctrina y la jurisprudencia se han orientado en el sentido de que el art. 3575 hay que correlacionarlo con el art. 3574 del Cód. civil y en que no es posible prescindir del factor culpabilidad en la separición de los cónyuges para aplicar la sanción que establece (Corte Nac. Civ., Sala C, L. L. t. 65, pág. 524; L. L., t. 68, pág. 684). El cónyuge separado de hecho sin voluntad de unirse, carece de todo derecho a la sucesión (Cám. Civ. 2» Cap., J. A, t. 4, página 274; Cám. Civ. 2» Cap., J. A., t. 33, pág. 847; Cám. Civ. 1* Cap., J. A., t. 34, pág. 403; Cám. Civ. 1* Cap., J. A., t. 20, pág. 205; Cám. Civ. 1* Cap., J. A., t. 37,. pág. 623). (Algunos de los fallos citados contienen la doctrina de que el derecho que la esposa separada de hecho puede tener sobre los gananciales, no le confiere ia calidad de heredera.) Matrimonio "in extremis". No procede excluir de la sucesión al cónyuge sobreviviente... aunque el matrimonio haya sido celebrado diez días antes del fallecimiento del causante y encontrándose éste ya atacado de la enfermedad que le ocasionó la muerte, si de la prueba producida resulta que el matrimonio no tuvo la finalidad que el artículo 3573 del Cód. civil trata de evitar (Cám. Civ. 2? Cap., J. A., t. 38, pág. 1174; Cám. Fed. Cap., J. A., t 41, pág. 77; Cám. Fed. Bahía Blanca, J. A., 1946-11, pág. 169; Cám. Civ 2? Cap., J. A., 1950-III, pág. 493; Cám. 1* Apel. Corrientes, J. A., 1949-IV, pág. 656). Si de las partidas de matrimo- nio y defunción resulta que el matrimonio ha sido in extremis y que la cónyuge carece de derecho hereditario, no corresponde declararla heredera ni nombrarla administradora de la sucesión (Cám. Civ. 1« Cap., J. A., t. 8, pég. 585; Cám. Fed. Cap., La legítima. En virtud de lo categóricamente permite a los que tengan una parte legítima en la sucesión repudiar la herencia sin perjuicio de tomar la legítima que les corresponda, lo que sig- nifica que ésta no es sino par bonorum y no pars hereditatis (Cám. Nac. Apels. Civs. en pleno Cap., J. A., 1953-IV, pág. 15). Lo fundamental en la legislación civil argentina en materia de sucesiones, es que el heredero forzoso reciba en bienes el equivalente de su legítima, con prescíndencia de que en el testamento se lo instituya o no como heredero (Cám. Nac. Apels. Civs. Cap., fallo clt. precedentemente). Administración de la sucesión, por el cónyuge supérstite. Corresponde designar administrador de la sucesión al cónyuge supérstite, aunque exista albacea designado en el testamento (Cám. Civ. 1» Cap., J. A., t. 27, pág. 46). La doctrina que im- pone la designación del cónyuge sobreviviente como administrador de la sucesión es general en nuestra jurisprudencia y entre los autores, y se halla expresada en los fallos que mencionamos a continuación: Cám. Civ. 2* Cap., J. A., t. 3, página 153; Cám. Civ. 2? Cap., J. A., t. 10, pág. 788; Cám. Civ. 1» Cap., J. A., t. 31, pág. 820. ... si rabones especiales no aconsejan su exclusión (Cám. Civ. 2» Cap., J. A., t. 9, pág. 440; Cám. Civ. 1» Cap., J. A., t. 11, pág. 744; Cám. Civ. 2* Cap., J. A., t. 24, pág. 912; Cám. Civ. 1* Cap., J. A., t. 32. pág. 191; Cám. Civ. Cap., J. A., t. 35, página 373; Cám. Civ. 1* Cap., J. A., t. 41, pág. 362; Cám. Civ. 2' Cap., J. A., t. 41, pág. 131). CÓNYUGE VIUDO. (V. CÓNYUGE SUPÉRSTITE.) CONYUGICIDIO.* SUMARIO: Cap. I. Parricidio y conyugicidio: 1. Diferencias en la doctrina y en la legislación. 2. Historia del conyugicidio a través de los pueblos: J. A., t. 36, pág. 459). El cónyuge supérstite como heredero y corno so- A) En la antigüedad clásica; B) En el De- cio de la sociedad conyugal. El art. 1313 del Cód. •civil somete al régimen de la sucesión lo concer- recho canónico; C) En el Derecho español clásico; D) En el antiguo Derecho francés. Cap. II. El conyugicidio en el Derecho moderno: 1. Disposiciones de las leyes penales. 2. En el Derecho eclesiástico y en el ordenamiento canónico. 3. El sistema en el régimen español. 4. En la legislación italiana. 5. El asunto en el Derecho francés. 6. En niente a la liquidación de la sociedad conyugal, pero no es aplicable al derecho que compete a los cónyuges en calidad de socios (Sup. Corte Bs. Aires, J. A., t. 28, pág. H70). Concurrencia del cónyuge con ascendientes y descendientes. El cónyuge que concurre a la sucesión de su esposo con un hijo natural del causante, si no existe testamento ni bienes propios de éste, sólo puede reclamar su parte de ganan- * Por el Dr. MATEO GOLDSTEIN. el Derecho suizo. 7. En el Código penal soviético. 8. En la legislación penal de China. 9. El régimen del Derecho alemán. Cap. III. El conyugicidio y el uxoricidio en los Códigos iberoamericanos: 1. Caracteres comunes. 2. Código penal de Chile. 3. Código penal de Solivia. 4. Código penal de Perú. 5. Código penal de Guatemala. 6. Código penal de Ecuador. 7. Código penal de Colombia. 8. En el Código de dcícnsa de Cuba. 9. Código penal de Costa Rica. 10. Código penal mejicano. Cap. IV. El tema en el Derecho positivo uruguayo: 1. La materia de los impedimentos dirimentes y el de cnminis. 2. El punto en el Código penal. 3. Las disposiciones del Código penal. Capitulo V. El sistema en la legislación argentina: 1. El impedimento de crimen. 2. El conyugicidio en nuestra ley penal. 3. "Matrimonios de hecho". 4. En los diversos proyectos de reforma. Cap. VI. El uxoricidio por adulterio: 1. Antecedentes legislativos. 2. Recapitulación. Capítulo I PARRICIDIO Y CONYUGICIDIO 1. Diferencias en la doctrina y en la legislación, Coníúndense con harta frecuencia ambas figuras criminosas. Probablemente en su origen tenían diferencias, pero en el curso del tiempo y en la terminología de los autores y legislaciones, llegaron a identificarse. El parricidio se aplica más al homicidio cometido por el hijo en perjuicio del ascendiente; el conyugicidio —esto está claro—, al crimen de un cónyuge contra el otro consorte. Pero un tercer término ha venido a embrollar más la cuestión: el uxoricidio, que, al comienzo, sólo se aplicó al acto cometido por ei marido en perjuicio de la vida de su consorte. En la doctrina española se han establecido otros motivos de discriminación. Literalmente, el parricidio es la muerte criminal dada al padre por su propio hijo; convencionalmente, según el Derecho vigente, la muerte criminal cuando median entre el matador y la víctima los vínculos de consanguinidad de la linea recta en toda su extensión, sea ascendente o descendente, y el de comunidad intersexual del matrimonio. De aquí la división corriente del parricidio en dos formas: propia e impropia; la primera de las cuales se subdividiría en dos: directa e inversa. El parricidio propio, en su variedad directa, comprende, en todo caso, la muerte del ascendiente por el descendiente. El parricidio propio, pero inverso, la del descendiente por el ascendiente, con la importante exclusión de los casos en que el móvil de la muerte y las circunstancias del hecho especifican el infanticidio. En la terminología criminológica moderna, algunos han querido resucitar la palabra latina libericidio para expresar la muerte criminal causada al descendiente por el ascendiente, como abuso de los poderes y derechos de la patria potestad. El parricidio impropio, que algunos legisladores extendieron en pasadas épocas hasta la muerte del jefe, del señor, del amo, del patrono, hoy sólo comprende en nuestro Derecho vigente (español) la muerte del cónyuge; equivaliendo, por tanto, al conyugicidio, que, cuando realizado por el marido, se llama uxoricidio í 1 ). Escriche no se interna en tales disquisiciones y define al parricida como el que mata a su padre, abuelo o bisabuelo, hijo, nieto o biznieto, tío o sobrino, marido o mujer, suegro o suegra, yerno o nuera, padrastro, madrastra, entenado o patrono. Antiguamente, señala, y hablando con rigor, sólo era parricida el que mataba a sus padres; pero también se llamó después así por las leyes romanas y luego por las nuestras el que mata a cualquiera dé las personas que hemos indicado... Parecería, no obstante, agrega, que este crimen debiera circunscribirse a la muerte violenta de aquellos de quienes se recibe o a quienes se da mediata o inmediatamente el ser, de la mujer o del marido y del hermano; pues entre estas personas, unidas con los vínculos más estrechos y las demás expresadas por la ley, hay no poca diferencia, y las personas extrañas sólo pueden cometer un simple homicidio ( 2 ). Otros autores definen el parricidio diciendo: "Estrictamente, la muerte criminal dada al padre. Por extensión, muerte punible de algún íntimo pariente, y que comprende estas especies: a) el matricidio, o muerte dada a la madre; b) el filicidio, privación delictiva de la vida del hijo o hija; c) sin denominaciones especiales, la muerte inexcusable de los abuelos y ascendientes más remotos y de los nietos y ulterior descendencia; d) el homicidio de cualquier pariente por afinidad en linea recta; e) el conyugicidio, con la variedad del uxoricidio si la muerte es dada por el marido a la mujer; f) el fratricidio, o muerte violenta dada a hermana o a hermano, aun cuando esta forma de parricidio se haya borrado de las legislaciones actuales; g) el homicidio de cualquier otro pariente, incluso sobrino o tío, en un 3concepto por demás severo de la familia ( ). El mismo autor, al tratar el vocablo (1) Enciclopedia Jurídica Española, t. 24, pá- gina 424, nota de D. C. Bernaldo de Qulrós, Barcelona. (2) Escriche, J., Diccionario de legislación y ju- risprudencia, págs. 1325 y 1326. (3) Caballunas, O., Diccionario de Derecho usual, t. 3, págs. 78 y 830, Ed. Arayú, Bs. Aires, 1953. "uxoricidio", afirma que técnicamente, este delito, que no constituye sino una variedad del conyugicidio, en que la víctima es la mujer, está incluido dentro del parricidio, y castigado, por tamo, con la más grave de las penas que cada repertorio positivo posee. Concluye diciendo que, el uxoricidio es la muerte criminal causada a la mujer por su marido. El vocablo califica tanto el crimen como el acto de cometerlo. En la comprensión, pues, que el conyugicidio es una variedad del parricidio y que el uxoricidio se aplica únicamente al delito criminal en el que incurre el marido contra su consorte, nos limitaremos a señalar el concepto del primer vocablo, reservando para los demás el lugar y oportunidad convenientes. 2. Historia del conyugicidio a través de los pueblos. Es regla, y lo ha sido, históricamente considerado, que el marido es el custodio de la integridad moral del hogar y está en su mano castigar a la mujer infiel. Con la sola exclusión del régimen familiar del matriarcado, que tan escaso lugar ocupó en el matrimonio a través de las edades, fue el cónyuge masculino, o el paterfamilias, el carcelero de la virtud de la mujer casada, o soltera, en el segundo caso. Una rápida visión de las costumbres en casi todos los pueblos que han existido, y muchos de los que subsisten, nos evidenciará el rigor de estos principios que rigieron la unidad y la solidaridad del núcleo. Y si la humanidad ha superado la etapa de aquellos pueblos que ponían en manos del hombre los bienes, la vida y la muerte de todos cuantos se hallaban bajo su potestad, es justo reconocer que aún no se ha salvado la regla de someter, a uno u otro de los cónyuges, a la pena de muerte, consumada por conducto del otro consorte, en los casos específicos señalados por la ley. Si un individuo mata a otro por intereses, por salvajismo o por cualquier otro motor impulsivo, en determinadas circunstancias, se le llamará asesino y será condenado por haber suprimido una vida humana. Si un esposo, enloquecido por los celos o sometido al huracán psicológico de la pasión, como pretendía el maestro italiano, mata a su cónyuge, su conducta será benévolamente juzgada, pues mató para lavar una afrenta, defender su honor, arrebatado por una fuerza irresistible. Con todo, la doctrina y la legislación han seguido un proceso evolutivo, y lo que antes se excusaba, es hoy castigado casi como un delito; quizá mañana se condenará con la misma severidad de un homicidio simple o calificado. A) En la antigüedad clásica. Comencemos por aclarar que en los pueblos antiguos el despotismo del hombre, padre o esposo, tornaba legal el parricidio, más propiamente el uxoricidio. El adulterio fue un crimen que sólo se castigaba en la mujer, y sólo después de siglos de mejoramiento de las costumbres, se comenzó a punir también el adulterio del marido, si bien con muchas atenuantes y en circunstancias muy especiales. Por consiguiente, no puede hablarse propiamente de conyugicidio en los tiempos primigenios, ya que solamente el cónyuge masculino estaba asistido del derecho para castigar con la muerte los desvíos de la esposa. Desde el Código Hammurabi, en la legislación asiría, se autoriza al marido si "sorprende a su mujer yaciendo con otro, dueño es de atar a entrambos y arrojarlos en el agua, pues el marido puede hacer gracia a su mujer, como el rey la hace a sus esclavos". Recuérdese que esta regla se ha dictado dos mil quinientos años antes de la era actual. Para el Derecho hebraico, únicamente cometía adulterio la mujer infiel a su marido, asevera Jiménez de Asúa; es decir, que no era delincuente el hombre que rompía la fe conyugal. El rigor era tan grande, añade, que se presumía por el simple hecho de que la mujer estuviera sola, con otro hombre, por breve tiempo. La pena originaria fue la de lapidación ( < ) . Aún los pueblos que admitían la poligamia —y eran casi todos los del antigüe Oriente— autorizaban la muerte de la esposa incursa en adulterio, la que debía selconsumada por el esposo ofendido; si bien difieren las leyes acerca de la autorización conferida al marido, para matar sólo a la adúltera, o a su cómplice también. En Grecia, la preferencia parece haber sido asignada al copartícipe del adulterio, a quien el marido engañado podía eliminar impunemente, pero no faltan autores que aseguran de que también le cabía el derecho de matar a la cónyuge ( 5 ). En Roma, el dominio del cónyuge masculino era absoluto. Según un testigo, Aulo Gelio, a "menos del divorcio, el marido es juez de su mujer en vez de censor. Sobre ella tiene imperio absoluto. Si ha hecho algo deshonesto o vergonzoso, si ha bebido vino, si ha faltado a la fe conyugal, él la condena y la castiga... Si sorprendieses a tu mujer en adulterio, habría dicho Ca(4) Enciclopedia Jurídica Omeba, 't. 1. nota de Luis Jiménez de Asúa, pág. 531, Ed. Bibliográfica Argentina, Bs. Aires, 1954. (5) Alimena. B., / limitie i modificatori dell'im- putabilitá, t. 3, pág. 363. Turín, 1890. ton, podrás impunemente matarla sin juicio. Si tú cometieras delito, ella no se atrevería a tocarte con el dedo; así es la ley" («). La lex Julia de adulteriis consagró expresamente la excusabilidad del paterfamilia, que podía ejecutar la muerte de la hija bajo potestad; entonces, el cónyuge afectado por el crimen del otro, no podía hacerse justicia por mano propia, si bien tenía derecho de matar al cómplice. Pero el pater familia no debía limitarse a la adúltera; debía matar a los dos culpables. Este sistema rigió hasta la aparición de Justiniano, quien íacultó al marido para que defienda los tueros del hogar ultrajado. Si bien estableció que no era preciso acreditar el hecho del ayuntamiento, siendo suficiente la mera sospecha; en cuanto al cómplice, no dejó dudas de ninguna naturaleza: el castigo debía ser simultáneo. En el Derecho germánico, según afirma Tácito, ante la vista de los parientes, la mujer adúltera, despojada de sus vestidos y totalmente rasurada, era arrojada del hogar por el cónyuye inocente, quien la perseguía, además de golpearla desalmadamente. Afortunadamente, siempre, a estar al nombrado historiador, los germanos tuvieron un profundo sentido de la pureza del tálamo, y los sucesos de esta índole se producían muy raramente U). Cabe agregar que la muerte suministrada a los dos culpables era excusable y según la Ley Burgundia, si el esposo airado no consumaba el homicidio en los dos partícipes del crimen, quedaba sujeto al Wehrgeld, debiendo pagar una multa legal. B) En el Derecho canónico. Santo Tomás de Aquino sostuvo la siguiente teoría: matar a la mujer fuera del acto del adulterio no es permitido, ni según la ley civil, ni según la conciencia. La ley civil autoriza a matarla en caso de adulterio, pero como la Iglesia no está obligada a cumplir las leyes humanas, en ningún caso está permitido al esposo cometer homicidio en la persona de la consorte, por propia autoridad. San Agustín se manifestó enérgico opositor de la excusa absolutoria en caso de muerte por adulterio, saliéndoles al paso a los autores eclesiásticos que invocaban la causal de exención, fundada en el justo dolor. Pero es lo cierto que la Iglesia se mostró benévola con los uxoricidas, cuando el delito se castigaba en determinadas condiciones. El canon 1075, apartados 2 y 3, establece que es impedimento dirimente del matri(6) Oello, A., Noches áticas, lito. 10, cap. 14, pág. 365. (7) Tácito, Moeurs des germains, XIX, 632. monio canónico, el conyugicidio, siendo éstas las únicas referencias que al respecto contiene el Código de Derecho canónico. C) En el Derecho español clásico. Las legislaciones que se inspiraron, total o parcialmente en las fuentes románicas, no han conocido otra forma del parricidio que el uxoricidio, es decir, la muerte consumada por el marido en detrimento de la adúltera y de su cómplice. Así, en el Fuero Juzgo el concepto del adulterio comprende, el concúbito ilícito, tanto de mujer casada como de la doncella desposada, así como la violación de mujer soltera, desposada o casada, como todo concúbito extramatrimonial. El marido está autorizado para matar a la esposa y al cómplice, sin ser objeto de sanción alguna. Distinguía el Fuero Juzgo entre el adulterio por fuerza y el adulterio de voluntad, o sea la violación propiamente dicha y el adulterio. En el primer caso, se tomaba en cuenta si había hüos o no. Si había hijos legítimos, los bienes de la culpable pasaban a poder de éstos; si no los había, a favor de la mujer violada. En presencia de adulterio por voluntad, la ley ponía a ambos copartícipes en manos del marido, para que ejerciese sobre ellos su voluntad. En el Fuero Real se excusaba al esposo que matara al que fallare durmiendo con su muger, doquier que lo fallase (Lib. IV, tít. XVII, ley I). La ley establecía una distinción: si la mujer había sido forzada o no al adulterio; en el primer caso no hay pena para ésta; en el segundo, el marido goza de un derecho absoluto sobre las personas de los copartícipes y de sus bienes menos el de matarlos. Deben ser sometidos a proceso criminal: ambos delincuentes sólo son sometidos a servidumbre. Lo cual importa una evolución sobre el derecha de matar, concedido por el Fuero Juzgo. Las Leyes de Estilo rectificaron el pietismo del Fuero Real y tornaron al derecho de matar otorgado al marido, con el aditamiento: que no pueda el marido matar a uno de los culpables y conservar la vida del otro. En las Leyes de Partidas se introduce una nueva modificación: "Las leyes de Partidas, señala un autor, importan una reacción contra las prácticas germánicas, inspiradoras de las leyes visigóticas. Al ascendiente del Derecho romano, limitan y extienden a un tiempo la facultad del marido. La limitan en cuanto no le confieren al padre, el derecho de matar a la soltera adúltera. La extienden, en cuanto acuerda al marido el derecho de matar al sos- pechoso como en la época de Justiniano" (»). Conforme a la Parí. VII, tít. XVII, ley XII, el marido está asistido del derecho de matar al copartícipe sorprendido con Ja mujer adúltera; en tal caso, es inimputable. Si mata a la mujer también, la pena será atenuada. La mujer que sólo estuviere en la condición de sospechada, perderá la dote, las arras y todos sus demás bienes, en beneficio del cónyuge inocente. Las Leyes de Toro mandan que el marido •que ha matado a la mujer y al cómplice in flagranti delicio, queda privado de los bienes .y dote del que matara; si la muer- te de éstos es resultado de la sentencia del tribunal, adquiere los bienes de los adúlteros y la dote de la mujer. D) En el antiguo Derecho francés. Según el testimonio de Fournal, en el antiguo Derecho francés, el adulterio importaba al mismo tiempo un grave delito social y un fuerte ataque a la autoridad marital; vulneraba, en este último aspecto, el 9poder absoluto del hombre sobre la mujer ( ). Según la antigua Ley Gombette, el marido estaba autorizada para matar a la mujer y al coparticipante del adulterio, siendo imperativo el deber de matar a ambos, conjuntamente. En la Capitular de Dagoberto (año 630), el copartícipe debía indemnizar al cónyuge inocente con la suma de 1-60 escudos, pero si el esposo mataba al cómplice en el lecho, no estaba .sujeto a ninguna pena, ni tampoco a la venganza de los parientes. Existían, en algunas provincias francesas, las denominadas lettres de remitían, otorgadas por el rey, a favor de los maridos que habían dado muerte a la mujer, y las plainte en sollicitation, que consistían en prevenir, por intermedio de un notario, a quien se sospechaba solicitaba los favores de la mujer, qué se usarían las vías de hecho. Quebrantada la advertencia, el marido podía matar al cómplice, sin ulterioridades. Capítulo II EL CONYUGICIDIO EN EL DEhr,CHO MODERNO 1. Disposiciones de las leyes penales. La mayoría de las legislaciones modernas incluye al homicidio de un cónyuge contra el otro, en el delito de parricidio, el más atroz de los que criatura humana puede consumar. Es tal la repulsa de la conciencia humana que en algunos países, ampliamente desarrollados jurídicamente, co(8) Peco, J., El uxoricidio por adulterio, pá- gina 216, EcJ. Abeledo, Bs. Aires, 1929. (9) Pournel, Traite de l'adultére consideré dans l'ordre judiciaire, pág. 275. OMBEA - T. 4 - 54 mo el griego, ni siquiera se castigaba el parricidio, seguramente porque la mente de los juristas y legisladores no podía imaginar siquiera tamaña aberración contra todas las normas y los principios naturales. Pero el parricidio, o conyugicidio, que es más apropiado, es una figura delictual relativamente moderna. En los orígenes, el concepto primitivo y bárbaro de las sociedades, se especializaba en otorgar una suerte de bilí de indemnidad para el que mataba a la esposa, cuya categoría social no era más elevada que la del esclavo o la bestia de trabajo. Así como el marido estaba habilitado legalmente para repudiar a su consorte, sin razón valedera y nada más que porque le resultaba desagradable, o porque su instinto le llevaba hacia otra fuente de sus afectos, el homicidio consumado contra uno de los cónyuges, tenía por víctima propiciatoria a la parte más débil de la célula social. La grave falta de adulterio de la mujer era la fuente abundante del uxoricidio, estando garantizada la impunidad del ser masculino, tanto en la comisión del adulterio, como en el castigo del crimen de infidelidad, cuando quien lo realizaba era la esposa. Las legislaciones antiguas eran despiadadas en esta orientación. Una legislación como la de Moisés, transida de piedad y de solidaridad humana, sin embargo fue rigurosa con la adúltera, según los testimonios de la Biblia, en los libros del Deuteromonio (cap. XX, v. 22; cap. V, vs. 18, 22 y 28) y del Éxodo (cap. XX, vs. 14 y 17). Especialmente interesante es el Derecho romano, porque de él. tomó inspiración el germánico, el canónico y a través de éstos una serie de Códigos que aún repiten, sin proponérselo muchas veces, las máximas romanas. Augusto, en el período de crisis moral del Principado, estableció severísimas penas para reprimir el adulterio; sus principios fueron adaptados, y recogidos en la codificación de Justiniano, que más tarde equiparó al hombre y la mujer, en su responsabilidad por infidelidad conyugal, y en su evolución, no sólo prohibió el matrimonio a los que entre sí habían cometido adulterio, sino que lo declaró nulo de nulidad insanable. El punto'en el desenvolvimiento del Derecho eclesiástico merece un capítulo aparte. 2. En el Derecho ecleciástico y en el ordenamiento canónico. Sin perjuicio del desarrollo del tema del adulterio frente al Derecho canónico, en otros vocablos de esta misma ENCICLOPEDIA, haremos una brevísima síntesis del punto, dada la indu- bitable irradiación, sobre el complexo del Derecho moderno. En materia de adulterio, la Iglesia de Boma ha seguido la doctrina de San Pablo (I-Corintios, 7-4) y el Decreto de Graciano, que reputaron siempre responsables del delito al varón o a la mujer adúltera. En el Concilio de Elvira, celebrado entre los años 300 a 306, se castiga lo mismo al varón que a la mujer. En las Decretales de Gregorio IX (año 1234) se da forma definitiva a los cuatro tipos del impedimento de crimen, contenidos actualmente en uno de los preceptos del Código de Derecho canónico, los que fueron codificados en la labor de conjunto, de 1917. El delito de conyugicidio está contemplado en el Derecho matrimonial canónico, como impedimento dirimente del casamiento, en caso de adulterio cualificado, y resultado del cual es, la invalidez del vínculo celebrado entre el varón y la mujer, copartícipes de tales acciones, «egún lo establece el canon 1075, del Código de la .Iglesia. Por consiguiente, el tema se halla íntegramente contenido en la mencionada disposición, que dice textualmente: "No pueden coatraer matrimonio válidamente: 1*? Los que durante un mismo matrimonio legitimo cometieron entre sí el adulterio y se dieron mutuamente palabra de matrimonio o atentaron éste, aunque sólo sea civilmente; 2° Los que durante el mismo matrimonio legitimo consumaron entre sí adulterio y uno de ellos mató al otro cónyuge; 3? Los que de común acuerdo, cooperando física o moralmente, dieron muerte al otro cónyuge, aunque no haya mediado adulterio". Este artículo explica el denominado impedimento de crimen, el cual, según algunos autores, Miguelez entre ellos, tiene tres figuras, expresadas, respectivamente, en cada uno de los tres números del canon; según otros, presenta cuatro tipos o figuras diferentes. El primero de los autores nombrados expresa que la primera figura procede del adulterio con promesa o atentación de matrimonio. La segunda figura, contenida en el apartado 2"? del canon procede del adulterio y conyugicidio cometido por uno de los adúlteros. La tercera figura, expresada en el apartado 3<?, nace de la muerte dada a uno de los cónyuges por los dos que tratan de casarse a la muerte de aquél. Señala el mismo autor que el delito de la primera figura, es de grado menor (canon 1042, par. 2°, núm. 5), y fácilmente se concede dispensa de él (canon 1053). Mas si ha mediado conyugicidio (2? y 3? figuras), muy difícilmente se concede dis- pensa del impedimento, sobre todo si es público; aunque no está excluido, sin embargo, de las facultades que se conceden por los cánones 1043 y 1045 (10). El tratadista español Isidoro Martín Martínez, haciéndose eco de estudios fundamentales de los doctores de la Iglesia católica y de sus más altos juristas, expresa que el canon 1075 del Código de Derecho canónico reconoce' cuatro clases, o tipos, o figuras: las tres primeras tienen su origen en el adulterio cualificado; el cuarto, es el conyugicidio. A estar al desarrolló de esta concepción, las tres primeras figuras son: 1? Adulterio con promesa mutua de matrimonio; 2"? Adulterio con atentado de matrimonio, y 3*? Conyugicidio cometido por uno de los adúlteros. La 4!> está constituida por el conyugicidio con mutua participación de los que pretenden unirse en matrimonio. En el primer tipo se distinguen los siguientes requisitos: a) Adulterio verdadero, o material, consumado y consciente para ambas partes; b) Promesa matrimonial absoluta, recíproca y consciente; c) Coincidencia durante un mismo matrimonio. El segundo tipo está caracterizado por adulterio con atentación de matrimonio (es el intento ineficaz que realiza una persona para contraer un matrimonio que le consta que no puede ser válido), se ajusta a las condiciones: a) Adulterio (de acuerdo con los requisitos del primer tipo); b) Atentación (o matrimonio atentado) del matrimonio; c) Coincidencia durante un mismo matrimonio. El tercer tipo (apart. 2"? del canon 1075) presupone dos situaciones: a) Adulterio; b) Conyugicidio. Para que éste dé lugar al impedimento de crimen es necesario que sea verdadero (en Cuanto que ha de ser muerte efectiva del cónyuge legítimo como consecuencia inmediata de los actos realizados para ello); deberá existir, además, matrimonio válido y ser consumado por uno de los adúlteros, sin que sea necesaria la cooperación ni el consentimiento del cómplice. Incluso puede haberse éste opuesto al parricidio, o haberlo ignorado. Debe ser cometido con intención de contraer matrimonio con el cómplice del adulterio. Esta condición ha sido introducida por la doctrina que, además, ha consagrado el principio de que la intención se presume, una vez realizado el crimen. Por último, tanto el adulterio como el conyugicidio se han de realizar en relación con un mismo matrimonio legítimo. (10) Código de Derecho canónico, nota de Lorenzo Miguelez Domínguez, págs. 399 y 400, E<t Bib. de Aut. Crist., Madrid, 1952. Llegamos, al fin, al cuarto tipo (apart. 3"?), que exige la producción de una muerte verdadera, del verdadero cónyuge, por mutua colaboración de las partes, y con intención de contraer matrimonio entre sí ambos autores. Por consiguiente, deteniéndonos en el tercer tipo, aparecen las siguientes condiciones imprescindibles, para que tenga lugar el impedimento de crimen: a) Conyugicidio, con ¡os caracteres analizados en el caso anterior; b) Mutua colaboración, física o moral. Si la muerte se produce por inducción, según especifica el canon analizado, en caso de que ésta, o el mandato, se hubiera revocado, habrá impedimento siempre que la revocación no sea .conocida por el ejecutor de la muerte; c) Intención de contraer matrimonio entre los autores del crimen. Están acordes los tratadistas en interpretar el texto legal, que si el crimen se hubiere cometido por otro impulso: venganza, celos, etcétera, o si se realizare por el deseo de contraer matrimonio con persona indeterminada o con persona determinada, pero ajena al conyugicidio, no existirá el impedimento de crimen. Ahora bien, en cuanto a la intención verdadera, no es necesaria que se dé entre ambos culpables; basta que lo posea uno de ellos. En el fuero externo, la intención se presume, una vez que se ha realizado el conyugicidio por colaboración mutua, y los culpables se aprestan a contraer el vínculo ("). Si bien la ley canónica no es explícita, se ha establecido que al impedimento de crimen, le son aplicables las penalidades que punen a los bigamos y homicidas, proscriptos por los cánones 2357 (29 par.); 2356; 2354; 123 (par. 2). Este impedimento de matrimonio, una vez que se contrae, perdura para siempre, sin que sea posible su cesación. Ahora, atendiendo a la pro- pia naturaleza del impedimento, especialmente porque afecta al orden público y a la santidad del matrimonio, se ha otorgado la facultad de acusar, umversalmente. Es evidente, asevera un autor, que los crímenes que más se oponen a la santidad y a la fidelidad conyugal, son el adulterio y el co7iyugicidio, por lo cual, nada más indicado para tutelar aqiiellas cualidades del conyugicidio que declarar perpetuamen- eclesiástico. Por esta razón no afecta a los infieles (no bautizados); es más, si éstos se bautizan, no nace el impedimento: de modo que si éste corista de dos elementos (verbigracia, el adulterio y el conyugicidio), basta que uno de ellos haya tenido lugar con anterioridad al bautismo, para que el impedimento no aparezca ( 12 ). 3. El sistema en el régimen español. El Código civil español instituye una serie de impedimentos para el matrimonio, que de- ben considerarse según que se trate del matrimonio canónico o del matrimonio civil. Los impedimentos dirimentes del primero de los regímenes, consagrados por la ley, incluyen el de crimen, en cualquiera de las siguientes modalidades: adulterio con promesa de matrimonio; adulterio con intento de matrimonio; adulterio con conyugicidio, y conyugicidio con maquinación mutua (canon 1075 del Derecho canónico). Como se advierte, los tipos son análogos a los que heñios estudiado en el capítulo relativo al Derecho eclesiástico. En el matrimonio civil rigen los impedimentos dirimentes que involucran el delito (adulterio o conyugicidio), que inhabilita para contraer matrimonio entre sí "a los adúlteros que hubiesen sido condenados por sentencia firme" (art. 84, n«? 7) y a "los que hubiesen sido condenados como autores, o como autor y cómplice de la muerte del cónyuge de cualquiera de ellos" (artículo 84, n<? 8). Cabe mencionar que el Código penal es- pañol de 1932 suprimió el delito de adulterio y lo fundamentó en el preámbulo del mismo con las siguientes palabras: "Después de proclamarse en la ley de divorcio que el adulterio es causa de disolución del vínculo, no tenían razón de existir y debían ser derogados los artículos 448 al 452, versantes sobre adulterio y amancebamiento." Con ello desapareció la base práctica da existencia del impedimento, que es la condena de los adulteres por sentencia firme. Mas la ley de 11 de mayo de 1942 restableció el delito de adulterio, que hoy se halla incorporado al vigente Código penal, texto refundido de 1944 (art. 449 y siguientes). A esa condena por sentencia firme no es seguro que pueda ser equiva- te inhábiles para casarse entre sí a las personas reos de aquellos delitos. Y esto lente, para constituir punto de arranque del impedimento, la declaración de adulterio en sentencia firme de divorcio ( 13 ). En el Código penal español vigente se re- es cabalmente lo que ha hecho la Iglesia, gla el adulterio en los artículos 449 y 452, estableciendo el impedimento dirimente de crimen, que, por lo mismo, es puramente (12) Montero, E., Manual de Derecho canónico, t. 2, ilúm. 557. (13) (11) Nueva Enciclopedia Jurídica. Barcelona, t. 5, pág. 93G, nota, cié Isidoro Maríin Martínez. Pérea González, B., y Castán Tobeñas. J.. nota en Eimeccerus, Tratado de Derecho civil, t. 4, yol. 1, pá¡*. 101. que prescriben, respectivamente: "El adulterio será castigado con la pena de prisión menor. Cometen adulterio la mujer casada que yace con varón que no sea su marido, y el que yace con ella, sabiendo que es casada, aunque después se declare nulo el matrimonio". Y el segundo precepto dispone: "El marido que tuviera manceba dentro de la casa conyugal, o notoriamente fuera de ella, será castigado con prisión menor. La manceba con la misma pena o la de destierro". Y en cuanto al parricidio, que engloba a la muerte dada por cualquiera de sus cónyuges al otro, prescribe el artículo 405 de la misma ley: "El que matare... a su cónyuge será castigado como parricida, con la pena de reclusión mayor a muerte". El principio es el mismo que rigió durante la aplicación del Código penal de 1870, que establecía la pena de parricidio, va de cadena perpetua a muerte (art. 417), lo cual hacía decir a un autor: Compuesta de dos penas indivisibles, tal penalidad nos parece insuíiciente para adaptarse a la gran •variedad de contenido moral y social de este delito, reducido así a sólo dos estimaciones en el ánimo de los jueces, cuando podría y debería14 mereeer no pocas más según los casos ( ). Desde luego el texto del Código refundido de 1944, que hemos reproducido, se aplica del mismo modo al marido que a la mujer, culpables del conyugicidio; el cómplice es, a todo evento, castigado como homicida (15). 4. En la legislación italiana. Siguiendo los lincamientos del Derecho canónico, la ley civil italiana prohibe el matrimonio entre dos personas, cuando una de ellas o ambas hayan atentado gravemente a la integridad personal del otro cónyuge u ofendido el vínculo conyugal que liga al otro cónyuge. El Código ha limitado la prohibición a un hecho criminal tan solo: quien haya cometido un homicidio voluntario en la persona de uno de los cónyu(14) Enciclopedia Jurídica Española, t. 24, página 425, nota de D. C. Bernal de Quirós. (15) El ilustre criminalista español Qulntiliano de Saldaña, refiriéndose a la reforma del Derecho penal de su país, en materia de uxoricidio, expresa, criticando al Código español de 1870: "...el mayor estigma de nuestra moral. Significa la vuelta a la barbarie ancestral; socialmente, es legal atentado, por acción directa matrimonial". Mencionando su aporte personal a la reforma de 1928, agrega: "He propuesto su abolición en el seno de la Comisión general de codificación, que entiende en la reíorma. Y he de luchar con todo empeño hasta lograrlo. El proyecto de 1927 le conserva modificado, pero le rechaza la Asamblea Nacional" (Siete ensayos sobre sociología sexual, págs. 153 y 91, respectivamente). ges, no puede matrimoniar con el sobreviviente. La prohibición subsiste, si el homicidio ha sido intentado o frustrado, si participaron ambos esposos o fue autor uno solo de ellos, ya sean autores o cómplices del delito, pero siempre que éste resulte acreditado por sentencia criminal; cuando se formule la acusación o se ordene la prisión, el matrimonio debe suspenderse hasta el final del juicio (art. 62) (i«) Estamos, por consiguiente, en presencia de un impedimento dirimente; uno solo de carácter criminal. Si se tratase de otro delito, aunque sea grave y cometido con el intento de turbar la paz familiar, no constituye impedimento, cuando habiendo muerto el otro cónyuge o anulado el matrimonio, el supérstite haya readquirido el estado libre. El nuevo Código civil y comercial italiano, promulgado en 1942, incluye el impedimento dirimente de delito (crimen), según el cual no "pueden contraer matrimonio entre sí las personas de las cuales la una ha sido condenada por homicidio consumado o tentativa de homicidio sobre el cónyuge de la otra. Si tuvo lugar solamente remisión a juicio o bien si se ordenó la captura, se suspende la celebración del matrimonio hasta tanto se pronuncie la sentencia de absolución (o sobreseimiento)". El impedimento se funda, por consiguiente, en razones de moralidad pública. El Código penal italiano de 1889 enfoca el conyugicidio como factor agravante de la pena de homicidio que, conforme al artículo 364, se castiga con reclusión de dieciocho a veinte años. De acuerdo al artículo 365, la pena de reclusión era de veintidós a veinticuatro años, si el homicidio se ha cometido en la persona del cónyuge. Por cierto, la ley penal italiana emplea el término parricidio. Cabe destacar, desde que ello implica un avance sobre el Derecho antiguo, no sólo de Italia, sino de la mayoría de los países, que para la ley penal están castigados con la misma penalidad, el marido o la esposa que comete el delito de adulterio; así como él, o la cómplice, del adúltero. Para los cónyuges la pena es de detención de tres a treinta meses, y del mismo castigo se hace pasible el cómplice de la mujer. En cuanto al marido, para que su concúbito extramatrimonial asuma el carácter de adulterio, la ley exige (art. 354) que tenga una concubina en la casa conyugal; o notoriamente en otra parte, y la condena (16) Ruggiero, R. de, Instituciones de Derecho civil, t. 2, vol. 2, pñg. 89, Ed. Beus. Madrid. produce, para éste, la pérdida de la patria potestad. En cuanto a su concubina, es punida con detención por el término de un año. La institución, en el Derecho positivo italiano, sufrió no escasas alternativas. En efecto, por de pronto cabe establecer, con Peco, que ningún antecedente del Código penal consagró la denominada excusa absolutoria para el autor del uxoricidio. Así, en la redacción definitiva del proyecto de la primera comisión del 17 de mayo de 1868, se aplica detención de tres a cinco años al uxoricida por adulterio. El proyecto de la segunda comisión de 15 de abril de 1870, impone de tres años y seis meses a cinco años de relegación en el mismo caso, y de cinco a siete en el segundo. El proyecto De Falco (1873) punía el crimen con seis meses a un año de detención, y el de Vigliani (1874), disminuye la pena del homicidio de uno a tres grados, reclamando la comisióji del delito en propia casa conyugal. El proyecto del Senado, de 25 de mayo de 1875, borra el recaudo exigido por Vigliani y restablece la disparidad de penas: detención mayor de tres meses en el uxoricidio por adulterio, disminución de uno a cinco grados con relegación, pudiendo descender a la detención mayor de un año al parricidio. El' proyecto Zanardelli (1882), introduce, por primera vez en el Derecho positivo del país, la noción del justo dolor, disminuyendo la pena de uno a tres grados. En las enmiendas de Pessma, el célebre criminalista combate rudamente la fórmula del justo e intenso dolor, disminuyendo de cuatro a cinco grados la pena del homicidio cuando el marido mata a la mujer. Y en el último proyecto italiano (1927), actualmente en vigencia, reformatorio del Código penal de 1889, se aumenta en forma sensible la sanción benigna establecida en el citado Código. Conforme al artículo 377, la pena por uxoricidio es reducida a menos de un sexto, la reclusión es sustituida por la dedetención y la ley de ergástula por la detención de uno a cinco años. En consecuencia, el Código penal italiano aplica sanción más leve que al homicidio emocional ("). 5. El asunto en el Derecho francés. La ley francesa pertenece al grupo de aquéllas que excusan el conyugicidio en caso de adulterio, cuando éste es cometido por el consorte masculino. En efecto, el punto no está comprendido en el artículo 299 del Código penal francés, que define el Í17) Peco, J., ob. oit., págs, 289 y 290. parricidio, sino en el artículo 324, que se refiere al homicidio cometido por el esposo contra la esposa, o de ésta contra el esposo, que declara no excusable, si la vida del esposo o de la esposa, que ha cometido el delito, no ha sido puesta en peligro, en el momento mismo en que la muerte haya tenido lugar (legítima defensa). Sin embargo, agrega el mismo precepto, en el caso de adulterio previsto en el artículo 336, el homicidio cometido por el esposo sobre su esposa, así como sobre su cómplice, en el instante en que les sorprendió en flagrante delito en la casa conyugal, es excusable. A su vez, el artículo 336 mencionado en el anterior, expresa que el adulterio de la mujer no podrá ser denunciado más que por el esposo, cesando esta facultad en el caso del artículo 339. La desigualdad en la penalidad por la comisión del adulterio, con relación a uno u otro de los cónyuges,. resula irritante. Y poco expresiva, de tiempos superados ya por la civilización jurídica de los pueblos. Sn efecto, conforme a lo prescripto en el artículo 337 del Código penal, la mujer convencida de adulterio sufrirá la pena de prisión durante tres más como máximo y dos como mínimo; el marido puede remitir la condena, accediendo a perdonar. El subsiguiente artículo dispone que el cómplice de la adúltera será castigado con prisión por el mismo término, o de multa. Por su parte, el adulterio del marido se reprimirá con multa, siempre que haya mantenido relaciones con una concubina en la casa conyugal; y siempre que haya •sido Querellado por la esposa. Como se advierte, el adulterio se encuentra, en general, poco punido en el Derecho positivo francés, pero existe notoria diferencia entre el que comete la mujer y el incurso por el marido. Un autor argentino critica el sistema francés, señalando que la exclusión de la esposa al modo del Código francés, implica un resabio de las legislaciones antiguas y una protesta de adhesión al prejuicio de mirar con benevolencia el uxoricidio cometido por el hombre, y con asombro el uxoricidio cometido por la mujer. Traduce un atenuante para el régimen de dicho país, el que la excusa no sea absolutoria, sino que disminuya la medida de la sanción. Debemos destacar algunas características del uxoricidio en el derecho que estudiamos: 1? En cuanto a las personas que pueden ser muertas: "En la persona de la esposa así como sobre el cómplice"; 29 El crimen debe cumplirse en "el momento de sorprenderlos (a la adúltera y al cómplice) ea flagrante delito"; 39 En cuanto al lugar: "Dentro de la casa conyugal". 6. En el Derecho penal suizo. El Código penar suizo, promulgado en el año 1951, castiga el adulterio en el artículo 214, disponiendo que el "cónyuge que ha cometido adulterio y su cómplice será, ante la querella del cónyuge ultrajado, castigados con prisión de un año a más, o multa, si el divorcio o la separación de cuerpos, ha sido pronunciada en razón de este adulterio. El juez podrá eximir al delincuente de toda penalidad si, en el momento en que el adulterio tuvo lugar, él era culpable de uno de los actos previstos por los artículos 138 a 140 del Código civil". Los mencionados preceptos se relacionan con las causales de divorcio, expresadas en el texto indicado. No trae el Código ninguna referencia -al conyugicidio en general, ni al uxoricidio por adulterio, de modo que cabe aplicar el artículo 111, que define el homicidio, como el que mala intencionalmente a otro, salvo el caso de agravantes o atenuantes que rigen la materia. 7. El Código penal soviético. El Código vigente legisla sobre el homicidio voluntario en el articulo 136, el que no define, y se limita a decir que es punible con privación de libertad de hasta diez años, cuando sea cometido de acuerdó a las circunstancias que e! mismo precepto detalla en seis apartados. Pero ofrece una característica singularísima, el hecho de la inexistencia de las especies clásicas del homicidio (parricidio, conyugicidio), careciendo 011 absoluto de relevancia, la existencia de lazos de parentesco con referencia a la valoración sancionadora. Por consiguiente, elimina el problema de la agravación penal fundada en lazos de consanguinidad o afinidad, así como en los vínculos matrimoniales (1S). Palta además la figura unlversalizada del adulterio, seguramente por la estructura particular del matrimonio imperante en la Rusia de les Soviets. 8. £71 la legislación penal de China. El Código penal promulgado y en vigencia a partir del año 1935 introduce una profunda innovación con respecto a los que rigieron durante muchos años al "Celeste Imperio" y al que fue sancionado bajo el régimen del Kuo mín Tang, en 1928. Los mencionados Códigos, siguiendo la tradición de los que se hallaban ya en vigencia en Europa, no castigaban más que el adulterio de la mu(18) Castro. II. de, Principios ¡íe Derecho so- viético, pág. 283, Ed. Beus, Madrid, 1934. jer. El nuevo ordenamiento —de cuya subsistencia en la actualidad no poseemos informacionese fidedignas—, al imponer la igualación absoluta de los sexos ante la ley civil y penal, asimiló enteramente el adulterio del marido al de la mujer, y la penalidad exorbitante con que se la castigaba anteriormente fue reducida a una pena mínima en el actual. El artículo 238 del Códisjo define la infidelidad conyugal, como el delito que comete el que, teniendo cónyuge, mantiene comercio carnal con otra persona, imponiéndosele el castigo de prisión, a lo sumo, de un año, siendo punible su cónyuge con la misma sanción. Disponía, el Código penal chino anterior al actual, que el uxoricidio por adulterio, importa un derecho y un deber. Un derecho, por cuanto no requiere la perturbación psicológica; un deber, pues si el marido no mata conjuntamente con el seductor a la mujer, "será castigado conforme a la ley aplicable a el, vendida aquélla a otro marido; el metálico que resulte de esta venta será enviado al gobierno". Además, si los culpables se arrepienten y se entregan a la discreción del marido, "si mata a alguno de los delincuentes no quedará exento de pena". Ergo, la ley penal antigua, consideraba al uxoricidio por adulterio, corno causa, de justificación o excusa absolutoria: "No sufrirá ninguna pena", decía el artículo 285; facultad que comprendía únicamente al marido. La facultad de matar, conferida al cónyuge masculino, era comprensiva "al seductor, a la mujer o a ambos", pero estaba obligado a matar a la esposa para no exponerse a la sanción penal. Pero el conyugicidio sólo podía consumarse, si la adúltera era sorprendida "en adulterio". "Si el adulterio no se ha cometido, decía la ley, y sólo existen relaciones que anuncien la intención de cometerlo, o no los ha sorprendido aquél en la ejecución del crimen, si mata a alguno de los delincuentes en estas circunstancias no quedará exento de pena". Por consiguiente, la excusación sólo operaba en el caso de ser sorprendidos los culpables en acto de adulterio, y si el marido agraviado, mata en el acto. El nuevo Código penal chino regla el punto de modo diverso. En el artículo 271 se prescribe que el que mata a una persona es castigado de muerte, de prisión e perpetuidad, o de prisión de diez años al menos. En el subsiguiente se establece que el que mata al pariente superior en línea recta, es castigado de muerte o de prisión a perpetuidad. Por último, el artículo 273 determina que el que mata en el acto una persona bajo el imperio de una justa indignación, es castigado con prisión de siete no establecen diferencia entrambas sanciones. Luego, consideran exclusivamente años al menos. Como se advierte, la ley no reprime ni el parricidio ni el conyugicidio; tampoco se refiere expresamente al uxoricidio por el estado psicológico. Por consiguiente, la lógica conduce a establecer identidad en adulterio. Presumiblemente se aplica a tal situación la prescripción del artículo anterior, que atenúa la penalidad del que "ma- ta en el acto una persona bajo el imperio áe una justa indignación". 9. El régimen del Derecho alemán. El Derecho matrimonial reconoce el impedimento dirimente (impedimentum criminis), en tanto se basa en el adulterio. El impedimentum criminis, en tanto en cuanto se oponía al matrimonio de los que, sin haber cometido adulterio, entre sí, hubieran dado muerte en común al cónyuge de uno de ellos, ha sido derogado. En cuanto al régimen legal, de orden penal, el Código de la materia dispone que el "uxoricidio por adulterio está contemplado implícitamente en la disposición general del artículo 213". "Si el homicidio hubiere sido provocado por el interfecto por medio de violencias u ofensas graves cometidas contra él o contra alguno de los suyos y arrebatado por la cólera hubiera cometido el delito en el acto o si mediasen otras circunstancias atenuantes, la pena podrá reducirse hasta seis meses de prisión. De donde surge que la ley penal alemana, si no excusa en forma absoluta el conyugicidio del marido, atenúa considerablemente la pena, si bien debe el delito ofrecer las siguientes características: a) Aplica la sanción del homicidio emocional; b) El delito debe haber sido provocado por el interfecto; c) El autor debe obrar arrebatado por la cólera, u otras circunstancias atenuantes. Capítulo III EL CONYUGICIDIO Y EL UXORICIDIO EN LOS CÓDIGOS IBEROAMERICANOS 1. Caracteres comunes. Formulando la crítica de los Códigos penales de España y de las legislaciones americanas que inspira, afirma el doctor Peco que señalan esencial diferencia entre e¡ uxoricidio y el cuanto al recaudo de las víctimas. O la muerte conjunta o la muerte de cualquiera de los coparticipantes, así en el uxoricidio como en el parricidio (19). 2. Código penal de Chile (1874). Este Código considera al uxoricidio por adulterio como causa excluyente de responsabilidad, comprendiendo en esta facultad únicamente al cónyuge masculino. El precepto relacionado con el conyugicidio se halla contenido en el artículo 390, bajo el título general: "Crímenes y delitos contra las personas", subtítulo: "Del homicidio", y expresa: "El que conociendo las relaciones que los ligan, mate... a su cónyuge, será castigado como parricida, con la pena de muerte". Los textos relacionados con el adulterio, en el mismo Código, detallan: El adulterio será castigado con la pena de reclusión menpr en cualquiera de sus grados. Cometen adulterio la mujer casada que yace con varón que no sea su marido, y el que yace con ella sabiendo que es casada, aunque después se declare nulo el matrimonio" (art. 375). El adulterio del varón se regla en el artículo 381: "El marido que tuviese manceba dentro de la casa conyugal, o juera de ella con escándalo, será castigado con reclusión menor en su grado mínimo, y perderá el derecho de acusar a su mujer por los adulterios cometidos diirante su amancebamiento. La manceba sufrirá la pena de destierro en cualquiera de sus grados". El mismo Código determina que el marido que sorprendiere a su mujer con su cómplice in fraganti delito, y los mata, está exento de responsabilidad criminal. La ley se refiere a la muerte voluntaria de ambos culpables. Pero, si "sólo diere muerte, hiriere o maltratare a uno de ellos, sin causar daño ai otro u ocasionarle uno menor, subsistirá no obstante, la exención de responsabilidad criminal respecto del marido, a menos de constar que intencionalmente obre así o que las circunstancias del hecho lo revelen" ( 20 ). parricidio (o más propiamente, el conyugicidio). Para el primero no requieren la muerte conjunta de los culpables, para el segundo sí. A buen seguro, añade, es una inadvertencia del legislador. A no ser así, carece de fundamento e importa relevante incongruencia. Para estos Códigos ni el uxoricidio ni el parricidio entrañan el ejercicio de un derecho. Antes bien, sujetan a los autores a la sanción penal. Más aún, (l!H Peco. J., ob. cit., pus. 313- (20) Señala Pece que el primitivo proyecto del Código pena! chileno no consagraba la excusa absolutoria, pero Altamirano, uno de sus colaboradores, prohijaba ¡a tesis, fundado en las disposiciones de las antiguas legislaciones españolas. Beyes abogaba por considerarla como una circunstancia atenuante, pero de consagrarla el Código, debería extender la excusa a la mujer. Después de largo debate, sin glosar los fundamentos, triunfó la tesis de Attarnlrano. 3. Código penal de Bclivia. La ley comprende en el delito de parricidio al conyugicidio, disponiendo en el artículo 489, que "la mujer que mate a su marido, o el marido a su mujer, siempre que unos y otros lo hagan voluntariamente, con premeditación, con intención de matar y conociendo a la persona a quien dan muerte, suírirán las mismas penas que los asesinos..." Por su parte, el artículo 495 establece que el "homicidio voluntario que alguno cometa en la persona de su hija, nieta o descendiente en línea recta, cuando la sorprenda en acto carnal con un hombre, o el que cometa entonces el hombre que yace con ella, será castigado con un arresto de seis meses a dos años. Si la sorpresa, prosigue el mismo texto, no íuere en acto carnal sino en otro deshonesto y aproximado o preparatorio del primero, será la pena de uno a cuatro años de reclusión. Si la sorpresa y muerte se hace en la persona de su cónyuge, o en la que yace con él, la pena de homicidio en el primer caso será de el arresto de un mes a un año; y en el segundo, el duplo de la misma pena" (para el caso de matar a la adúltera y a su participante) . De donde se desprende que la ley boliviana ha ido mucho más allá de los códigos más rigurosos, pues no solamente se reíiere, para configurar el adulterio y excusar el conyugicidio, al acto carnal, sino a los actos aproximados y preparatorios. En este punto es similar al Código penal de Colombia, del Distrito Federal de Méjico, que se refiere a cometer "adulterio o en un'acto próximo a su consumación"; al de algunos estados mejicanos; al de Turquía, que desde este ángulo de enfoque pueden calificarse de "códigos despóticos". Reprime la misma ley el delito de adulterio de la siguiente manera: "La mujer que cometa adulterio perderá todos los derechos de la sociedad conyugal, y sufrirá una reclusión por el tiempo que quiera el marido, con tal que no pase de seis años. El cómplice en el adulterio sufrirá igual tiempo de reclusión que la mujer, y será desterrado del pueblo mientras viva el marido, a no ser que éste consienta lo contrario" (art. 564). "...La manceba que el marido tenga en la misma casa en que habite su mujer será desterrada mientras viva la mujer, a no ser que ésta consienta lo contrario" (art. 565). En consecuencia, el adulterio es un delito específico de la mujer y el castigo — dentro del amplio margen de la ley— consiste en "reclusión por el tiempo que quiera el marido" (!). El único consuelo que le queda a la mujer inocente, en caso de adulterio del consorte, será perdonar o no •a la manceba la pena de destierro. 4. Código penal del Perú. Cuéntase este Código entre los que aplican al conyugicidio mayor sanción, que la del homicidio simple. Es también de aquel grupo que invoca una circunstancia atenuante, promovida "bajo el imperio de una emoción violenta que las circunstancias hicieren excusable". En ninguno de sus preceptos la ley penal se refiere expresamente al uxoricidio por adulterio y lo remite al homicidio simple, o al homicidio emocional. Análogamente, los Códigos penales del Brasil, Bulgaria, Canadá, Grecia, Japón, Noruega, Siam y Sudán. El artículo 150 del Código penal peruano dispone: "Se impondrá penitenciaría no menor de seis años al que intencionalmente matare a otro". "Se impondrá internamiento (establece el artículo 151) al que a sabiendas, matare a su ascendiente, descendiente o cónyuge". El artículo subsiguiente establece que se "impondrá penitenciaría no mayor de diez años, o prisión no menor de un año ni mayor de cinco años, al que matare a otro bajo el imperio de una emoción violenta que las circunstancias hicieren excusable". Por último, el artículo 154 establece que los "delitos de homicidio, definidos en el artículo 151, no serán reprimidos con la pena de internamiento, sino con la de penitenciaría, no menor de diez años, cuando se hubieren perpetrado en la situación expresada en el artículo anterior". 5. Código penal de Guatemala. Pertenece éste ordenamiento al de aquellos que encuentran vituperable el adulterio de la mujer, pero extraordinariamente leve el de su consorte. Asi se justifica que en el articulo respectivo al adulterio se manda castigar a la mujer con cuatro años de prisión, igual que a su cómplice. Y al marido, si tuviere manceba dentro de la casa conyugal, con seis meses de arresto mayor. La ley se refiere exclusivamente al acto mismo de adulterio y desecha las condiciones de preparación o aproximación de otros Códigos, si bien exige la simultaneidad del acto y del uxoricidio: "Que sorprendiendo en adulterio, dice el respectivo precepto, matare en el acto". La muerte puede ser consumada contra la mujer y el cómplice. El conyugicidio del marido está, en los casos expresados, exento de pena. En los demás casos, no mediando adulterio, la ley castiga al "que diere muerte... a su cónyuge, como parricida, con la pena de muerte". En este caso se está, típicamente, en presencia del conyugicidio, com- prensivo de ambos consortes y en igualdad de condiciones. 6. Código penal de Ecuador. Este Código pertenece al grupo de aquellos que excusan de manera absoluta el uxoricidio 'por adulterio, y toma en cuenta si el cónyuge masculino "mata, hiere o golpea" al adúltero. Pero el precepto se refiere a uno de los esposos, de donde se infiere que reza tanto para la mujer adúltera, como para el consorte en análogas condiciones. Por lo demás, el texto atañe al cónyuge adúltero y al cómplice. Con referencia al adulterio, el Código exige la simultaneidad del adulterio y del uxoricidio: "En el instante de sorprenderlos en adulterio in fraganti". Refiriéndose al homicidio o parricidio, exige "al sorprender en acto carnal". En definitiva: el uxoricidio no es infracción. Ahora, en cuanto al parricidio, prescribe el artículo 428 del Código ecuatoriano que, los que, a sabiendas y voluntariamente, mataren ... o su consorte, serán reprimidos con reclusión mayor extraordinaria" (21). 7. Código penal de Colombia. Según el texto del artículo pertinente, el "homicidio es inculpable absolutamente", cuando lo comete el esposo en "la persona de su mujer legítima o de una descendiente del homicida que viva a su lado honradamente"; "o el que cometa con la persona del hombre que encuentre yaciendo con una de las referidas". El Código penal de Colombia no se conforma con el adulterio en sí: refiriéndose al uxoricidio expresa: "En acto carnal con un hombre que no sea su marido", y "lo mismo se hará en el caso de que los sorprenda, no en el acto carnal, pero sí en otro deshonesto, aproximado o preparatorio de aquél, de modo que no pueda dudar del trato ilícito que entre ellos existe". La simultaneidad entre el acto carnal y el Uxoricidio es categórica. Por fin, dispone el artículo 362 del Código estudiado: "El que con el-propósito de matar ocasione la muerte a otro, estará sujeto a la pena de ocho a catorce años de presidio". Y el subsiguiente, determina: (21) Aludiendo a la técnica deficiente que se advierte en algunos códigos iberoamericanos, cuando enfrentan el problema del uxoricidio —y entre estos códigos alude expresamente al de Ecuador—, expresa Jiménez de Asúa: "Tal vez podríamos resumir estas ideas diciendo, con un poco de exageración, que en las causas Justificantes no hay delito, en la de inimputabilidad no hay delincuente y en las excusas absolutorias no hay pena". En efecto, el Código penal del Ecuador adolece de garrafales confusiones, al considerar como acto licito el uxoricidio por adulterio, la legítima defensa y el delito cometido por un demente como situaciones análogas, siendo que son fundamentalmente diversas. "El homicidio tiene la denominación de asesinato, y la pena será de quince a veinticuatro años de presidio, si el hecho previsto en el artículo anterior, se cometiere: 19, contra la persona... del cónyuge". Por consiguiente, dentro del ordenamiento del Derecho penal colombiano, el conyugicidio entra en la categoría de los crímenes más graves, denominados asesinato. 8. En el Código de Defensa social de Cuba. El Código penal cubano incluye en el uxoricidio por adulterio no sólo el caso de, muerte del culpable, sino al que matare o "les causare (a la adúltera y su cómplice) alguna lesión". La potestad es exclusiva del marido, ejercitándose sobre la mujer o el cómplice, siendo requisito que el matador verifique el acto "sorprendiendo en adulterio, matando en el acto". Pero el homicida no está exento de pena: si la muerte se consuma, será condenado a destierro; si les causare lesiones, que no sean graves, quedará exento de pena. En el artículo 432 del Código de Defensa social se regla el parricidio y el cuasi parricidio: "El que matare a... su cónyuge, será sancionado con privación de libertad de veinte años o muerte". En el artículo 433 se establece: "El que matare... al ex cónyuge dentro de los ciento ochenta días siguientes al en que se dictare la sentencia de separación, divorcio o nulidad de matrimonio..." 9. Código penal de Costa Rica. El conyugicidio se halla sancionado en el artículo 185, que determina: "Será castigado con prisión de quince a veinticinco años... el varón que matare a su manceba o la manceba que matare a su querido, si al ocu- rrir el hecho llevaban públicamente vida marital desde dos años antes por lo menos, y habían tenido uno o más hijos"; y, en el precepto anterior, se dice: "Se aplicará prisión de veintisiete a treinta años: 1? Al que matare... o cónyuge, sabiendo que lo es". Esta última disposición corresponde al concepto de parricidio. En cuanto a la facultad de matar, conferida al cónyuge que "diere muerte o causare heridas o maltratamiento", "a ella y a su cómplice" de adulterio. "Si diere muerte, hiriere o maltratare sólo a uno de ellos, sin hacer daño al otro, o haciéndole uno de naturaleza leve, subsistirá no obs- tante la exención de responsabilidad, a menos que conste o las circunstancias revelen, que ello se debe a connivencias con la mujer o con su cómplice, anterior al adulterio". La ley penal costarricense amplía el "derecho de matar", a la "mujer de conducta intachable, en iguales circunstancias, gozará de la misma exención de responsabilidad, si el adulterio de su marido se consumare en su propia casa o en cualquier lagar donde el matrimonio residiere". Requiere el Código, corno circunstancia caracterizante de la infidelidad, que el adulterio sea revelado in jraganti delito, y el uxoricidio debe consumarse en el acto de sorprender. En cuanto al lugar, si el marido es el homicida, la ley no hace distinción alguna; si la mujer cuando "el adulterio del marido se consumare en su propia casa o en cualquier lugar donde el matrimonio residiere". 10. Código penal mejicano. Encuadra este Código el delito de conyugicidio en el artículo 310, que expresa: "Se impondrán de tres días a tres años de prisión al que, sorprendiendo a su cónyuge en el acto carnal o próximo a su consumación, mate o lesione a cualquiera de los culpables, o p. ambos, salvo el caso de que el matador haya contribuido a la corrupción de su cóyuge. En este último caso se impondrán al homicida de cinco a diez años de prisión", En otra disposición, referente al adulterio, disponía la ley penal mejicana, que si el cónyuge mata en el momento de cometer adulterio o en un acto próximo a su consumación al cónyuge, o a cualquiera de los adúlteros, debido a "la perturbación mental que le impele", se le impondrá "cuatro años de prisión". Estos preceptos que se hallaban en vigencia antes del Código penal mejicano actual, han sido reemplazados por el texto que damos en primer término. Como se advierte del co-' tejo entre ambos textos, se ha eliminado la peligrosa eximente de la perturbación mental que la impele, asimilable sin duda a la eximente de emoción violenta, pero menos clara y más expuesta a interpretaciones equívocas o erróneas. Capítulo IV El. TEMA EN EL DERECHO POSITIVO URUGUAYO 1. La materia, de los impedimentos dirimentes y el de criminis. El Código civil uruguayo, en su artículo 91, relacionado con el matrimonio, enumera «los impedimentos dirimentes del acto, colocando en el 69 apartado, el homicidio, tentativa o complicidad en el homicidio contra la persona de uno de los cónyuges, respecto del sobreviviente. El alcance de esta disposición, que constituye el impedimento de crimen del Derecho canónico, es análogo al que se le asigna en todos los Códigos inspirados en esta última fuente, siendo válido todo lo que, a su respecto, hemos anotado al tratar el punto, -en la doctrina y legislación eclesiástica. 2. El punto en el Código penal. El Código penal uruguayo, en el artículo 17, inciso 14, consagraba la excusa absolutoria, pero por la reforma introducida en 23 de diciembre de 1927, se reemplaza la excusa absolutoria, por el perdón judicial. En marzo de 1915, los doctores Buero y Mezzera presentaron un proyecto por el que se deroga el inciso 14 del artículo 17 del Código penal, acompañado de extensa exposición de motivos, en la cual fundan la reforma con acopio de argumentos, de los que vale la pena destacar los siguientes: "SI inciso 14 (art. 17 del Cód. penal), establece que está exento de responsabilidad criminal el marido que en el acto de sorprender a la mujer in Jraganti delito de adulterio, da muerte, hiere o maltrata a ella o a su cómplice, con tal que la mala conducta del marido no haga excusable la falta de la mujer". Entiendo que el texto transcripto no debe integrar nuestra legislación positiva, porque sus reformas no se avienen con el espíritu de nuestras últimas reformas de la ley civil. El adulterio no constituye una figura penal, según expresamente se declara en el artículo 51 de la ley de 26 de octubre de 1907, derogatorio de las disposiciones penales pertinentes al adulterio. Por consiguiente, la infidelidad de uno de los cónyuges respecto del otro, constituye una causal legítima de divorcio, pero no justifica la exención consagrada en el artículo 17, inciso 14, del Código penal. "El fundamento jurídico de la eximente establecida en favor del marido, que da muerte a su esposa, puede hallarse sin dificultad en la excusa de la pasión obnibu!ante y de la irresistible cólera... Legislaciones diversas (Bélgica, Italia), adoptando el criterio de la eximente pasional en el adulterio flagrante, equiparan ante la ley la situación de ambos cónyuges. Entre nosotros se creyó, empero, que las consecuencias mediatas de mayor entidad en el adulterio femenino, justificaban la situación privilegiada del hombre, y rindiendo tributo a un dominante prejuicio feudal, acéptase el concepto de la subordinación ntasoluta al marido. Esta, en sus extremas consecuencias penales, implica un absoluto derecho de vida y muerte sobre la persona de la mujer... Propongo, en síntesis, incluía el informe, que el delincuente a que se refiere el inciso 14 del artículo 17 sea tratado penalmente con arreglo a su temibiíidad positiva. Que no sea sistemáticamente absuelto de culpa y pena, como erróneamente lo dispone el referido inciso, pero que al juzgarlo se tengan presentes las atenuantes pasionales que caracterizan su delito" (22). La Comisión de Códigos de la Cámara popular, en su dictamen del I1? de febrero de 1918, propuso dos modificaciones fundamentales al Código penal, consagrando la doctrina del perdón judicial y estableciendo el régimen igualitario entre los sexos. El texto legal reza: "Podrá estar exento de responsabilidad penal, según las circunstancias del caso, el cónyuge que sorprendiere aJ otro ejecutando acto de adulterio y le diera muerte, hiriere o maltratare, a él, a su cómplice o a ambos". El otro cuerpo legislativo se manifestó concorde con el proyecto, "por las razones expresadas en la exposición de motivos de los autores de esa proposición y del informe de la Comisión de Códigos de la referida Cámara, con la figura sustitutiva que establece, a base de una justicia estricta, la presunción igualitaria a favor de uno u otro cónyuge, de una eximente pasional de responsabilidad, sin perjuicio de que los jueces deben tener siempre presente las circunstancias de cada caso". El Consejo nacional de Administración, en diciembre de 1927, promulgó la ley "fundándose en que marca una evolución más racional que la anterior, porque deja librada al buen criterio de los jueces el apreciar las circunstancias y los antecedentes de cada caso". Por la ley número 9155, de 4 de diciembre de 1933, se promulgó el Código penal vigente en el país vecino, que sufrió modificaciones parciales por la ley número 9435, de 18 de octubre de 1934. 3. Las disposiciones del Código penal actual. Dispone el artículo 310: "El que, con intención de matar, diere muerte a alguna persona, será castigado con veinte meses de prisión a doce años de penitenciaria". El Código derogado imponía la pena de dos a doce años de penitenciaría. Ei artículo 311, establece: "Circunstancias agravantes especiales. El hecho previsto en el artículo anterior será castigado con diez a veinticuatro años de penitenciaría, en los siguientes casos: 1<? Cuando se cometiere en la persona.,. del cónyuge". Ahora bien. En materia de adulterio, se ha introducido en el capítulo relacionado con las causas de impunidad, un artículo destinado a reglar la pasión provocada por el adulterio, que dice así: "La pasión provocada por el adulterio faculta al juez (22) Diario de Sesiones de ¡a Cámara de Diputados del Uruguay, 271, 273; 5-VI, 918. para exonerar de pena por los delitos de homicidio y de lesiones, siempre que concurran los requisitos siguientes: 1? Que el delito se cometa por el cónyuge que sorprendiera in fraganti al otro cónyuge y que se1 efectúe contra éste o contra el amante. 2 ? Que el autor tuviera buenos antecedentes y que la oportunidad para cometer el delito no hubiera sido provocada o simplemente facilitada, mediando conocimiento anterior de la infidelidad conyugal". Una importante innovación significa el texto del Código penal uruguayo, acerca c3el punto que estudiamos, algunas de sus disposiciones ya fueron introducidas en el Código derogado. Desde luego, goza d» amplia trascendencia la delegación conferida al juez para exonerar de pena, en las condiciones especificadas en el texto. La otra ventaja consiste en asignar a cualquiera de los cónyuges la facultad de castigar el adulterio. También es extensiva la facultad de matar al cónyuge adúltero y a su cómplice o amante. Haremos un breve estudio de las modificaciones más importantes, en especial, de los fundamentos del perdón judicial con respecto al uxoricidio por adulterio. Mencionemos algunas palabras acerca del perdón judicial en esta materia. Autores de vasta resonancia mundial en el campo del Derecho penal, como el profesor Jiménez de Asúa, se han manifestado decididos partidarios del arbitrio judicial para resolver los múltiples problemas de toda índole que concita el uxoricidio. El criterio del citado tratadista es tan amplio cue preconiza la doctrina en forma" generalizada, hasta tanto que el magistrado puede llegar a perdonar o remitir cualquier delito, incluso los objetivamente graves, siendo nulo el estado peligroso. "En la ancha fórmula, dice, podrían hallar perdón el cónyuge que en el justo dolor de saberse engañado por el otro de manera afrentosa e injustificada, diere muerte al adúltero" (»). No es menos categórico el tratadista Antón Oneca, quien sostiene respecto a la innovación propiciada: "El perdón, particularmente aplicado por el juez como una excepción, es compatible con la prevención peneral que realiza la pena, fijada por la ley para todos los casos, evitando que algunas gentes se arrojasen al crimen con la esperanza de una impunidad que, llenando las apariencias del delito por ímpetu u ocasional, sería mucho más proba(23) Jiménez de Asúa, L., Endocrinología y De. recho pena!. Eutanasia y homicidio por compa sión. ble a establecer las eximentes en la ley que dejando el perdón al arbitrio judicial" («), De donde resulta que. el Código penal uruguayo, mediante las disposiciones que hemos reproducido más arriba, se adelanta a los Códigos más adelantados y brinda una segura esperanza en la marcha hacia la conquista de nuevos enfoques para la ciencia penal. Capítulo V EL SISTEMA DS LA LEGISLACIÓN ARGENTINA 1. El impedimento de crimen. Nuestra ley de Matrimonio civil, siguiendo el ejemplo de las demás que a este respecto se inspiraron en el Derecho canónico, reconoce entre los impedimentos para contraer matrimonio, haber sido autor voluntario o cómplice del homicidio de uno de los cónyuges (inciso 6<? del artículo 9). Son, pues, requisitos de la ley, para que se cumpla este impedimento: 19 un homicidio consumado. La simple tentativa, expresa Lafaüle, queda excluida, así como la hipótesis que los clásicos llamaban homicidio frustrado. 29 La voluntad en el agente. De ahí que la legítima defensa no esté comprendida en el impedimento. Tampoco lo está el homicidio culpable, porque si medió voluntad para ejecutar el acto que produjo la muerte, no se tuvo ésta en mira al realizarlo y en tal sentido debe ser interpretada nuestra ley. 39 Que la víctima haya sido el otro cónyuge. 49 Una sentencia judicial firme (25). 2. El conyugicidio en nuestra ley penal. El Código penal argentino, en su artículo 80, inciso 19, expresa: Se aplicará reclusión o prisión perpetua, pudiendo aplicarse lo dispuesto en el artículo 52: 1"? Al que matare a su ascendiente, descendiente o cónyuge, sabiendo que lo son... La generalidad de la doctrina nacional aplica a este inciso el nombre y los conceptos del parricidio, que se extienden, como se advierte, al conyugicidio. El Código penal de 1886, que es uno de los antecedentes del vigente, establecía: El que a sabiendas mata a su padre, madre o hijo, legitimo o natural, o a cualquier ascendiente, descendiente o a su cónyuge, será castigado: 1<? Con la pena de muerte, si no concurre circunstancia atenuante alguna; 29 Con presidio por tiempo indeterminado, si hubiese una o más circunstancias atenuantes. El Proyecto de 1891 preveía este delito en el artículo 94, caracterizado como parricidio, habiéndose eliminado los términos legítimo o natural, a fin que no se tomara este último término en el sentido del Derecho civil y no se viera que la causal de toda agravación puede ser otra que el vínculo natural de sangre ( 2(i ). En el Código actual se ha involucrado al parricidio en el concepto de "homicidio con modalidades calificativas de agravación" (Molinario). Nos parece un concepto acertado y justo, sostiene un autor, pues con ello se evita caer en los errores del sistema genérico suizo (según el cual el delito de homicidio debe ser considerado agravado por la concurrencia de circunstancias especificas) o del sistema hispanoamericano que, con su taxativo casuismo, quizá impida darle a la ley penal el mínimum de elasticidad necesario, para que su aplicación no lo riña con la lógica. El texto de la ley incluye en su inciso 19 una de las especies de circunstancias agravativas que la constituye el parentesco entre el homicida y la victima (Cf. Jurisp. nac, 19). A este respecto cabe establecer que la ley no distingue sobre si el parentesco debe ser legítimo, natural o de otra índole, como lo hacía el Código anterior, que se refería a parentesco legítimo o natural, y cuya terminología fue suprimida por el proyecto de 1891, temperamento adoptado también por la reforma de 1903 y por la ley de 4189 ("). 3. Matrimonios de hecho. Un problema surge en la doctrina con respecto al matrimonio de hecho o concubinato, que algunos autores respetan como una comunidad vincular de hecho. Pero la circunstancia de que la ley no acepta tal especie de matrimonio, el homicidio en la persona del concubino, o de la concubina, no podría incluirse en el conyugicidio, pese a que la analogía, bajo determinadas circunstancias es evidente, entre el matrimonio legítimo y el de hecho, que puede ser, y lo es, muchas veces, no meramente ocasional y que se prolonga en la prole, con todas las características de una unión conyugal legítima (Cf. Judisp. Nac., 29). Cabe constatar que la causal agravativa de matrimonio n,o entra en función, dentro de nuestro ordenamiento penal, si media divorcio con disolución de vínculo ni tampoco si el matrimonio es nulo, a sabiendas de ambos contrayentes, circunstancia que (26) Malagarriga, C., Código penal argentino* (24) Oneea, A., El perdón judicial, págs. 35 y sigs. (25) Laíallle, H., Derecho de familia, núm. 87, t. 2, pág. 23, Bs. Aires, 1927. Ed. Bibl. Jur. Arg., Bs. Aires, 1930. res, 1951. (27) Mallo, M. M., Código penal argentino, t. 1, pág. E9, Ed. Bibliográfica Argentina, Bs. Ai- no se opera cuando se trata de un matrimonio anulable. En cuanto a la importancia de la pena •que castiga el delito de parricidio, y asimismo el conyugicidio, cabe destacar que ella se ajusta a la gravedad del delito, debiendo ser lógicamente superior a la de homicidio simple, que es de ocho a veinticinco años (art. 79) (Cf. Jurisp. Nac., 59). La penalidad de reclusión o prisión perpetua es indivisible y solamente puede ser atenuada si se realiza el acto bajo estado de emoción violenta y cuando el homicidio fuese preterintencional (art. 81, inc. 19): en el primer caso, la emoción violenta debe ser de naturaleza tal, "que las circunstancias hicieren excusable", y en el segundo, si mediando el propósito de causar un daño en el cuerpo o en la salud, produjera la muerte (Cf. Jurisp. Nac., 39). 4. En los diversos proyectos de reforma. En el proyecto, bien orgánico, formulado por los doctores Coll-Górnez, uno de los mejores que han sido elaborados en el país, el artículo 116, inciso b), fijaba la pena para el delito de parricidio en reclusión perpetua, si bien facultaba al juez a aplicar la escala del homicidio simple, cuando el autor revelare un índice de menor peligrosidad. En el proyecto elaborado minuciosamente, y con alto criterio científico, por el profesor José Peco, en el inciso 1"? del artículo 112 se suprime la expresión "sabiendo que lo son", por conceptuarla supérflua, y se regla el homicidio calificado por la agravación, en el que ingresa por cierto el conyugicidlio, de esta manera: "Se aplicará privación de libertad perpetua; o privación de libertad de diez a veinticinco años, si concurrieren las circunstancias importantes de menor peligrosidad, al que matare a otro en alguno de los casos siguientes: 19 Si la víctima fuere un ascendiente, descendiente o cónyuge..." El nombrado proyecto reglaba también de una manera diferente a la del Código vigente, el homicidio en estado de emoción violenta, encuadrado en el artículo 113, del siguiente m.odo: "Al que matare a otro en el arrebato de un estado de emoción violenta justificada, impulsado por motivos honarables, se le aplicará privación de libertad de uno a seis años. Si cometiere el delito el ascendiente, descendiente o cónyuge, se aplicará la misma sanción, en los casos de justo dolor; en los demás, privación de libertad de tres a quince años". En el Proyecto de Código penal remjtido al Congreso de la Nación, por el Poder Ejecutivo en 1953, en sustitución del que se había enviado —y que no fue tratado, en 19 de agosto de 1951—, el artículo 132 prescribe como punición en el homicidio simple, la prisión de ocho a veinticinco años, igual que en el Código actual, y en el artículo 1S3 se expresa: "Se impondrá prisión de veinticinco a treinta años o perpetua, al que matare: 19 A su ascendiente, descendiente o cónyuge...", atenuando la penalidad actual. En el artículo relativo a la emoción violenta, "se le impondrá prisión de uno a seis años". La pena, en este proyecto, es pues más elástica y deja, por consiguiente, más ancho margen al arbitrio judicial para graduarla. Capítulo VI EL UXORICIDIO POR ADULTERIO 1. Antecedentes legislativos. El viejo y acreditado proyecto de Código penal debido a la autoridad del doctor Tejedor, contemplaba el homicidio del cónyuge masculino contra la consorte, en caso de adulterio, de acuerdo al siguiente texto del artículo 39, par. 1: "El cónyuge que, sorprendiendo en adulterio a su consorte, dé muerte en el acto- a ésta o a su cómplice o a los dos juntos, sufrirá de uno a tres años de prisión". El autor del proyecto no consideraba al conyugicidio por adulterio de la mujer como homicidio calificado, sino como homicidio simple. "La ley no reconoce en el maricu, explica, el derecho de dar muerte a su mujer o a su cómplice, sorprendidos en adulterio, pero considera el ultraje como una de esas provocaciones violentas que merecen su indulgencia; y por eso castiga el homicidio en este caso como simple delito" í 2 »). La Comisión designada para revisar el Proyecto Tejedor, haciendo el análisis de esa disposición, decía: "El proyecto en revisión imponía pena en estos casos al autor de la muerte o herida, pero nuestra legislación tradicional y jurisprudencia uniforme, lo han libertado de todo castigo. Este principio no ha sufrido alteración seria en las ideas modernas. Algunos Códigos, como el español, por ejemplo, imponen al homicida en tales casos, solamente la pena dé destierro cuando hay muerte, y lo dispensan de todo castigo cuando sólo hay heridas, mientras que otros, como el de Chile y el de Félgica, consignan con más franqueza el principio, libertándolo de pena en todos los casos". El Código de 1887 iba aún más lejos que el Proyecto Tejedor, al declarar: "Art. 81. Están exentos de pena:... inciso 12: El (28) Tejedor C., Proyecto de Código penal para la República Argentina, pág. 229. cónyuge que sorprendiendo a su consorte en flagrante delito de •adulterio, hiere o mata a ios culpables o a uno de ellos". Estamos en el terreno de la doctrina de excusabilidad absoluta, característica de los Códigos penales de China, Guatemala, Panamá, Paraguay, Chile, Colombia, Costa Bica, etcétera, que ha merecido severas reprimendas de encumbradas figuras en el radica en "el estado de pasión, de verdadera indignación, que se apodera del agente, Derecho comparado e incluso en el nuestro. en presencia del gravísimo ultraje que se El distinguido jurista doctor Julio Herrera, haciéndose eco del texto aludido, replicaba: "...el dolor, por intenso que sea, le ha inferido". En el Proyecto del año 1906, el punto era resuelto de la siguiente manera: "Se impondrá prisión por tres a seis años: Al no puede llegar hasta privar de conocimiento o de la conciencia de lo que se hace. Y aún supuesto que en algún caso excepcional tuviera ese efecto, ¿cómo podría el juez constatarlo? Y además, ese efecto no depende de la justicia de la causa, sino de la intensidad de la energía de la emoción o pasión y del temperamento del artículo 59, inciso 6?, establece que está exento de responsabilidad criminal: "El cónyuge que mata sorprendiendo a los culpables o a uno de ellos, con tal que la mala conducta del agente no hiciera excusable aquel hecho". Explicaba la Comisión redactora que el objeto de la exención cónyuge, al ascendiente o al hermano, que matare a su cónyuge, descendiente o hermana, o al cómplice, o a ambos, en el acto de sorprenderlos en ilegítimo concúbito, pudiendo los jueces eximir de pena, según las circunstancias particulares del hecho" (Cf. Jurisp. Nac., 67). La Comisión agente, de manera que justa o injusta la de redacción, en la exposición de motivos, causa, ese efecto se produciría y deberíamos absolver lo mismo al ladrón que mata al propietario en el momento que es sorprendido, que al marido que mata al amante de la mujer. Por justa que sea explica el alcance de este artículo, dicien- la causa que haya originado el delito, el Estado no puede reconocer a los particulares el derecho de hacerse justicia por sus propias manos, porque semejante de- recho sería la negación de todo orden social y toda justicia ( 2 i ) ). El doctor Jorge E. Coll, coautor de un importante proyecto de reforma del Código penal, ha podido decir, en la misma orientación: "La sociedad actual ha variado en mucho el concepto del matrimonio, y por lo tanto, del delito de adulterio; prueba de ello es que el adulterio va desapareciendo como delito en algunas legislaciones modernas. Luego, la excusa de flagrante delito de adulterio no podrá fundamentar la exención de pena. Asimismo, el criterio partidario del divorcio, cada día más difundido en la sociedad actual, nos lleva a la conclusión de que no podemos exigir la inmutabilidad de los sentimientos, y mucho menos no perdonar sus desvarios al punto de estar autorizados para quitar la vida al cónyuge. Estas ideas, sustentadas por la mayoría de la gente, cuya vida está muy lejos de ser la austera qua se llevaba hace algunos años, no se aviene al criterio de la ley que exime de pena al cónyuge que mata a la consorte en flagrante delito de adulterio" ( 30 ). El texto legal del Código de 1891, en el (29) Herrera, J., La reforma penal, págs. 408 a 415. (30) Coll, J. E., La acción pública y el Derecho penal, pág. 97. Bs. Aires, 1920. do: "Que la irresponsabilidad alcanza al padre, marido o hermano que la merezcan, es decir, a aquellos a quienes la vista del doloroso espectáculo, dadas sus condiciones personales, sus antecedentes y la situación de su espíritu, les haya producido una enajenación momentánea. No ha creído la Comisión que pueda reconocerse el de- recho de matar en tales casos; tampoco ha creído que todos sin excepción, los que se encuentren en esas condiciones, lleguen a un estado de perturbación mental, y entonces, ha pensado con razón, que no podía establecer como regla absoluta la irresponsabilidad, y que haciendo obra de individualización, debía librar al juez la facultad de absolver según las circunstancias particulares del hecho" (31). Contra la tendencia abolicionista o excusativa de toda penalidad, reaccionaron los proyectos posteriores de reforma del Código (Proyecto de 1917), que reprime con reclusión de tres a seis años, o prisión de uno a tres años, "pudiendo los jueces eximir de pena, según las circunstancias particulares del hecho". Recapitulación. Hemos efectuado un estudio del delito de CONYUGICIDIO a través de su trayectoria histórica en la legislación y costumbres de los pueblos antiguos, señalando la consubstanciación que este crimen ha merecido con el parricidio, del cual resulta una especie, en la mayoría de los Códigos, pese a que algunos autores renombrados se esfuerzan en demostrar ia impropiedad del calificativo y la no iden(31) Proyecto de Código penal para la Repú- blica. Argentina, redactado por la comisión de retcrmas legislativas, XLIV-XLV. tificación que de ambas figuras delictuosas hicieron los legisladores romanos, especialmente. Lo evidente es que, en numerosas leyes penales modernas, aún se sigue hablando de parricidio, involucrando en este crimen a la muerte de un cónyuge consumado en la persona del otro consorte, y esta impropiedad tiende a prolongarse aún en las codificaciones más nuevas. Por razones de íntima ligazón, hemos mencionado al impedimento de crimen como factor negativo para la consumación del matrimonio, tanto civil como eclesiás- sin que obsten a la conclusión expresada la resistencia de la víctima a obedecerle y acompañarlo, puesto que tal negativa no lo impidió comer con ella, en casa de la misma suegra, y dormir allí la siesta, ni la discusión que sostuvo eil esta circunstancia y el hecho ha transcurrido bastante tiempo como para que se calmaran los ánimos (Trib. Supr. Córdoba, L. L., t. 43, pág. 534). Cabe imputar el delito de homicidio especialmente agravado por el parentesco cuando el agente produce la muerte de au esposa conociendo esa calidad de la victima (Trib. Apel. 2' Turno, L. J. U., t. 25, pág. 27). A falta de circunstancias atenuantes o que revelen menor peligrosidad del reo, no procede graduar la pena correspondiente al homicidio simple por debajo del término medio, y, por lo tico, en algunos Códigos y no hemos podido menos que vincular el tema, al de uxoricidio por adulterio, que constituye la forma más frecuente del conyugicidio y abarca gran espacio de las investigaciones contrario, la agravante del vínculo úe sangre cotí la víctima, las amenazas anteriores hechas por el reo y el abandono de aquélla y la ocultación de! hedió por el mismo, habrían impuesto el aumento de la pena si hubiera mediado recurso acusatorio (Corte Sup. Nac., Fallos, t. 10-1, pág. 80). de la doctrina y los textos legales. Este homicidio cometido por el bigamo en la persona tópico no puede menos que ligarse con el adulterio, del punto de vista penal, que tiende a ser eliminado como elemento de la legislación penal especialmente en los países que reconocen el divorcio vincular, para ser limitado a los Códigos civiles. Tratándose, en todo cauo de, vocablos, como. UXORICIDIO, no hemos pretendido sino constreñirnos a lo indispensable para arrojar luz sobre una de las formas más frecuentes del conyugicidio, dejando para la debida ubicación en la ENCICLOPEDIA, el es- tudio especializado del tema. El Impedimento de crimen ha sido tratado bajo diversos vocablos ligados a la institución matrimonial, y en cuanto a las particularidades del adulterio, no podemos menos que remitirnos al minucioso y sabio estudio del tratadista y penalista español Luis Jiménez de Asúa, que enfocó la materia desde el punto de vista civil y penal, en esta misma obra, tomo I. (V. ADULTERIO.) Mediante la cita de algunos de los pronunciamientos más importantes de la jurisprudencia del país, estrictamente ceñida al conyugicidio, daremos por finalizado .nuestro trabajo, JUISPBUDFNCIA. — Circunstancias agravantes del homicidio.' Es homicidio calificado el de la esposa si no hubo ofensa al amor conyugal y las recriminaciones que la mujer dirigió al acusado, en medio de las lágrimas que provocaron los chirlos, fueron las quejas de la mujer contra la gravísima ofensa del que había decidido su muerte en holocausto del amor del amante (Sup. Corte Tucumán, L. L., t. 7, pág. 600). Comete homicidio calificado (uxoricidio), conforme al art. 80, Inc. 1», del Cód. penal, y no homicidio en estado de emoción violenta, que reprime el art. 81, inc. 1», a), el que conociendo la vida licenciosa de su mujer y consintiéndola de noche, hasta el extremo de mantener relaciones con sus amantes, vuelve a buscarla después de haberse alejado por varios meses, y estando juntos, con sus cuñados, su suegra y el amante de ésta, saca de pronto su revólver y mata alevosamente a su esposa, recostada en la cama. Debe computarse la agravante del vínculo en el de su segunda esposa, si ésta había contraído matrimonio de buena fe (Cám, Crim. y Corr. Cap., Fallos, t. 1, pág. 491). Concubinato. Si bien la simple cohabitación, el concubinato, el trato mutuo de marido y mujer, no bastan para la calificación legal del delito de uxoricidio, no puede desconocerse que dichas circunstancias constituyen un motivo de agravación en el hecho cometido por el procesado (doctrin; Cám. Fed. Paraná; Corte Sup. Nac., L. L., t. 1, pág. 459). Emoción violenta. La sospecha de infidelidad de la esposa no basta para justificar un estado de emoción violenta; ni la negativa de la misma a reconstruir el hogar, fundada en motivos reales, por lo demás, tampoco da base para aceptar la calificación (Sup. Corte Bs. Aires. S. C. B, A., 17-IX-55). Prueba de parentesco. En materia penal, el matrimonio debe probarse conforme a las prescripciones del Cód. civil, por tratarse de un contrato especial y solemne, de mutuo consenso (Sup. Corte Tucumán, L. JU, t. 11, pág. 503). Para que en- cuadre la calificación del delito en lo dispuesto por el art. 80, iuc. 1», del Cód. penal, no basta la confesión del reo, y la declaración de testigos, sino que es necesario probar el vínculo de parentesco de conformidad con lo estatuido al respecto por el Cód. civil (Sup. Corte Nac., Fallos, t. 213, página 504). En contra. Basta la confesión del reo para acreditar el parentesco del mismo con la víctima (Sup, Corte Bs. Aires, S. C. B. A., t. 17-IV-347; t. 17- IV-474). En materia penal no rigen los preceptos que sobre prueba del parentesco contiene la ley civil, siendo suficiente para acreditar el vínculo la confesión del acusado (Sup. Corte Bs. Aires, t. 70, pág. 200; Cám. Apel. Crim. y Corr. Mendoza. B. J. M., 945-30-12). Penalidad. A falta de recurso acusatorio y no obstante los antecedentes y la peligrosidad del reo, procede confirmar la sentencia que le aplica veinte años de prisión por haber dado muerte a su concubina porque luego de separarse de él de común acuerdo se unió'en igual condición con urt vecino del procesado, no obstante la prohibición que éste hiciera a la mujer. (Corte Sup. NPC,, Fa- llos, t. 217, pág. 236). Atento a lo que dispone el art. 80, inc. 1°, del Cód. penal, corresponde aplicar la pena de prisión perpetua, no obstante sus buenos antecedentes, al responsable de haber dado muerte a su esposa, de qtiien estaba separado, si las constancias de autos no permiten presumir que aquél se hallaba en estado de emoción vio- lenta al tiempo de ejecutar el crimen ni de que se trate de un caso de exceso de la deíensa, desde que falta la prueba de la agresión que la habría provocado (Corte Sup. Nac., Fallos, t. 216, pág. 371). Copartícipes. El agravante del vínculo se comunica al partícipe, si éste conocía su existencia Cám. Nac. Penal L, L., t. 42, pág. 744; Sup. Corte Nac., Fallos, t. 221,-pág. 286). Corresponde califi- car el acto delictuoso —muerte de una menor a instigación del marido de aquélla— del mismo modo tanto para el cónyuge supérstite, autor moral del houicidio, como para la concubina de éste, autora material, porque a ésta le constaba el vincula conyugal La circunstancia material de la alevosía se comunica a ambos partícipes, ya que la meíior obró en presencia del marido de la víctima y a indicación de éste (Corte Sup. Nac., O. del P., t. 148, pág. 115). BIBLIOGRAFÍA. — La indicada en el texto y notas. COOPERATIVAS.* SUMARIO: i. Evolución histórica. U. Principios. III. Definición. IV. Caracteres. V. Clases. VI. Personalidad. VII. Antecedentes parlamentarios argenti- nos. VIII. Antecedentes extranjeros. IX. Régimen legal argentino. X. Naturaleza Jurídica. XI. Doctrina cooperativa. XII. Política cooperativa. XIII Conclusiones. I. EVOLUCIÓN HISTÓRICA Las sociedades funerarias de Egipto (de producción, para la construcción de los sepulcros; o de consumo cuando lo eran para su conservación y uso común); la piratería en Grecia y el Pireo (cooperativas de producción del género de las de pesca); las diversas cooperativas que habrían constituido los actores, los poetas o los músicos para la producción de representaciones escénicas en Grecia, actividad ésta del teatro que a diferencia del trabajo industrial y agrícola, estaba reservada a los hombres libres, al igual que todo lo referente al culto (Fournier de Flaix, en Grande Encyclopedi, H. Lamirault et Cié., Editeurs, París, pág. 872, cit. por Villarreal, La Cooperación, 1939, inédito); y muchos otros ejemplos existentes, aun antes que la máxima cristiana "amaos los unos a los otros" intensificara la innata tendencia humana al acercamiento y ayuda recíproca, nos permitirían remontarnos a la más remota antigüedad en busca de los primigenios antecedentes de la institución que nos ocupa. Sin llegar a tanto, pasemos también por alto la era medioeval, tan rica en temas pletóricos de -sugestiones para una investigación cooperativista (!) y que, según Franz * Por el Dr. JORGE RUBINSTEIN. (1) Puede verse, entre otros y especialmente para Francia, con rápidas referencias a los colegios romanos y a las guildas germánicas y anglosajo- nas, E. Martin Saint-León, Historia de las corporaciones de oficio (trad.), Ed. Partenón, Bs. Aires, 1947. Staudinger ( 2 ), habría desarrollado toda ella bajo el signo del cooperativismo, por aquel entonces obligatorio. Limitémonos por ello a la génesis de los movimientos cooperativistas propiamente dichos, es decir, que ya reúnen, aunque rudimentariamente, los elementos que poco más adelante veremos que caracterizan a las cooperativas. Hablar de los orígenes del cooperativismo es recordar a los ya célebres pioneros de Rochdale, ubicados en las convulsiones económicas y, por ende, políticas y. sociales que había provocado la máquina de vapor, presentada en 1769 por Watt, aplicada en 1785 en una fábrica de algodón, como así también una serie de innovaciones mecánicas que marcaron el reemplazo de la mano de obra humana por la máquina, con sus problemas accesorios: la desocupación y el empobrecimiento de los asalariados, flamantes proletarios que iban creciendo en número a expensas de los artesanos más modestos, ante el empuje de un nuevo factor: el capitalismo. Para-esa época, Rotaert Owen (1771-1858) experimentaba exitosamente sus teorías en Lanark Cotton Mili en 1797 (Peatrice Potter, Coopertivo movement in Great Britain, London, 1920. Cit. ibíd.) y, ya más.avanzado el proceso, hacia mediados del siglo xix, y casi simultáneamente: en Inglaterra, los ya mencionados pioneros de Rochdale; en París, algunas asociaciones de producción, y en Alemania, una sociedad de crédito llamada Caja Rural (Villareal, op. cit.). Para orgullo de los americanos, Rosendo Rojas Coria ha esablecido (Tratado de cooperativismo mejicano, pág. 82), que en 1839 se organizó en Oriza"ba, Méjico, una Caja de Ahorros "que fijara los principios ahora universales para las cooperativas de: "un hombre, un voto", "interés restringido al capital", "combate la usura", "obras de beneficio social" (ibíd., pág. 9). La más conocida de todas ellas es de los Justos Pioneros de Rochdale, inaugurada el 21 de diciembre de 1844 ("Rochdale Society of Equitable Pionner"), por un grupo de pobres tejedores de franela. Después de un año de penosa organización constitutiva, durante la cual se hicieron públicos 22 llamados a accionistas, se obtuvieron 28 de ellos, lo que a razón de una acción de una libra por cada uno, arrojó un capital inicial de 28 libras (»). (2) Cooperativas de consumo. Colección. Labor, cit. por Vlllarreal, op. cit. También Otto Neurath y Heinrich Sienekin (Historia de la economía), quienes sostienen que la cooperación fue la base de las grandes empresas en la navegación y mine- ría durante la Edad Media. (3) Rojas Coria, Rosendo, La doctrina cooperativa, pág. 36. En la misma se transcriben datos Los fines üe la sociedad fueron dados a siguiendo a Mladenatz (Historia de las publicidad según el siguiente tenor: La so- Doctrinas Cooperativas, pág. 32), y porque ciedad tiene por objeto realizar una utilidad volveremos a ellos más adelante al referirpecuniaria y mejorar las condiciones do- nos a la naturaleza jurídica de la institumésticas y sociales de sus miembros, me- ción, recordamos lo siguiente: "La sociedad diante el ahorro de un capital formado por tendrá como finalidad y objeto la obtención acciones de una esterlina, y esto para IJe- de un beneficio pecuniario para sus miemvar a la práctica los siguientes proyectos: bros, así como el mejoramiento de sus 1?) Abrir un almacén para la venta de,, condiciones domésticas y sociales, mediancomestibles, ropa de vestir, etcétera. 2°) te el ahorro de un capital dividido en acComprar o construir casas para los miem- ciones" (el subrayado es nuestro). bros que deseen ayudarse mutuamente, con Con ello pensaban establecer proveeduel fin de mejorar su propio estado domésti- rías, edificar viviendas, instalar talleres co social. 39) Iniciar la fabricación de los para dar ocupación a quienes carecieran de artículos que la sociedad juzgare conveella, etcétera. niente producir para suministrar trabajo a La pléyade de cooperativas de consumo los miembros que fueran desocupados o que que siguieron las aguas de la de Rochdale estuvieren sujetos a continuas reducciones tuvieron una programática similar, y es de salarios. así que A. Fabra Ribas (La Cooperación, Agregaba a continuación un proyecto re- pág. 66) encuentra en todas ellas como formista de ne óo corte utopista, pero no fundamentales los siguientes principios: paraban ahí lis esperanzas de aquellos control democrático, adhesión libre, bonitejedores, tenía un proyecto mucho más ficación sobre las compras, interés limitaaventurado. Apenas sea posible, la sociedad do al capital, neutralidad política y reliprocederá a la organización de las fuerzas giosa, venta al contado y fpmento de la de la prodúcelo de la distribución, de la enseñanza. • educación y de su propio gobierno; o en Si bien las cooperativas de consumo otros términos establecerá una colonia apuntaban a una "reorganización de las indígena en la lal los interesados estarán fuerzas de la producción", como se decía en unidos y serán comunes. La*sociedad au- el programa de Rochdale, ello lo era como xiliará a las otras sociedades cooperativas algo trascendente a la sociedad en sí mispara fundar otras colonias similares. ma. En cambio, las cooperativas de producAl llegar a los 80 sociqs y a un capital de ción aspiraban dentro de carriles modera908:06 libras, se efectuó la primer distri- dos a que los productores (hoy diríamos bución de utilidades que, aplicando el prin- los obreros) sean los dueños de los medios cipio enunciado un cuarto de siglo antes, de producción. Adalid de este movimiento por Alexander Campbell, lo fue en propor- en Francia fue Felipe Euchez, discípulo de ción a las compras y no al capital Saint-Simon y de Fourier. Buchez pensaba Posteriormente esta cooperativa fue in- que por este recurso se llegaría a suprimir crementándose, hasta lograr niveles insos- al capitalista industrial, y por ende la pechados de potencialidad económica y condición de asalariado, distribuyéndose los consagrando —interesa ello consignarlo— beneficios que a aquél corresponderían endedicación y recursos (2,50 por ciento de las tre los propios obreros o productores, en utilidades) para la educación. En el trans- proporción a su tarea realizada. De lo expuesto se deduce que comparados curso del presente trabajo volveremos a ocuparnos de los Pionners de Rochadle, ver- los principios de las cooperativas de producción con las de consumo, tenemos: daderos iniciadores del movimiento cooperativo contemporáneo. Principios comunes a las dos: Contralor democrático, indiscriminación racial o reliII. PRINCIPIOS giosa (ni política en cuanto a la admisión, Una idea me i clara aún sobre los al- de sus miembros, aunque las cooperativas de producción han tomado parte en la vida cances del mot miento cooperativo (trascendiendo quiza lo propiamente jurídico) política como un todo frente a determinasurge del conocimiento de los principias das situaciones) (*) y fomento de la engenerales o programas de dichas agrupa- señanza. ciones. (4) V. "Democratle coopératíve et demooratle Los Justos Pi< ñeros de Rochdale habían politique". en Le mouvement coopérativ et les proredactado una e {tensa proclama, de los que blemes actuéis, t. 2, y Problem.es de Relevemen de Mladenatz (Gromoslav), Historia de las doctrinas cooperativas, y Domingo Bórea, Tratado de cooperación. V, también Historia de los probos pionners de Rochdale, de Jorge Jacobo Holyoafce. OMEBA - T. 4 - 55 et de Reconstruction, publicación oficial del Bureau International du Travail, Montreal, 1945, páginas 183-186. Sin entrar a analizar las modalidades de la democracia, política, desarrolla el concepto de que pour entre solide et vivante, la dé- Los que la distinguen son: Consumo Adhesión: totalmente libre. Bonificación: sobre las compras. Interés al capital: limitado. Ventas: al contado. Producción libre dentro de un oficio. Bonificación: sobre la producción, Interés al capital: nulo, Ventas: según la plaza. Principios similares, aunque adecuados a las cooperativas de crédito, fueron enunciados por los alemanes Hermann Schultze Delitzch y Federico Guillermo Raiffeisen. El primero las aplicó en su pueblo natal, Halle (Sajonia, luego Prusia), en 1849. Fundó un banco de crédito popular en Delitzsch, en 1850. "Su objeto era hacer que los trabajadores de la pequeña industria y los pobladores del campo que no disponían de capital no tenían medios para conseguirlo se unieron para obtener pequeñas cantidades necesarias al progreso de cada uno". Podrían ingresar personas de cualquier profesión y credo político o religioso. La responsabilidad era solidaria e ilimitada. Las utilidades se distribuían en proporción al capital integrado (Lázaro B. Grattarola, Cooperativismo en la República Argentina, pág. 15). En 1863, Schultze prepara un código cooperativo que es aprobado cuatro años más tarde por el Parlamento prusiano. Raiffeisen se dedicó a las cooperativas de crédito rural y utilizó la influencia del cargo de alcalde, que ocupó en varias localidades. Contemporáneo de Schultze, Delitch impregnó a su labor un fuerte espíritu cristiano, al punto de no admitir más que a quienes profesaban tal credo y hacer coincidir la jurisdicción de la cooperativa con los límites de la parroquia. El aporte del socio no era necesario. La responsabilidad era ilimitada ( r > ) . Adhesión: mocraiie politiq-ue doit plongcr ses mcines dan la dcmocratie cconomique et sacíale. (5) El licenciado Miguel Palomar y Vizcarra, a principios del presente siglo rompe con el liberalismo económico y en el Confjreso católico celebrado en Guadalajara en febrero de 1903 propone Implantar en México las Cajas Raiffeissen. Continúa bregando por su idea en sucesivos congresos y conferencias hasta que en 1906 el Congreso católico decide llevarlos a la práctica, cosa que recién se logra en Í910. También ha sido un propulsor de estas Cajas Raiffeissen el ingeniero mexicano Alberto García Granados, aunque no era partidario del exclusivismo católico de Kaiffeissen y de Palomar. (En Rosendo Rojas Coria, op. cit., págs. 254 a 262, pue- León Wollembarg y Luis Luzzatti toman a estas dos figuras como modelo, y las implantan en Italia, haciendo las cooperati- vas de responsabilidad limitada, capital por acciones y sin tendencia religiosa. III. DEFINICIÓN En ocasión de referirse al primer Código cooperativo sancionado en 1867 por Prusia, Otto Gierke empleó por primera vez la expresión Derecho cooperativo, caratulando así su obra. La misma, en el fondo, mero comentario de las leyes de su tiempo, inaugura por así decir el estudio del cooperativismo desde el punto de vista jurídico, aspecto hasta ese entonces que no tenía relevancia frente a la trascendencia del aspecto económico e, incluso, el sociológico. Así comienzan los juristas a aportar copiosa bibliografía sobre el tema, del que daremos una somera idea desde luego, acorde con las lógicas limitaciones de una Enciclopedia. El Diccionario de la Real Academia (Madrid, 1947) da como etimología de cooperativa la voz latina cooperan (de cum, con; y operan, trabajar), dando como significado obrar juntamente con otro u otros para un mismo fin. Tema sobre el que tanto se ha escrito ha sido objeto de innumerables definiciones. Veamos algunas de ellas. Gide caracteriza a la cooperación como una asociación con el objeto de abolir el lucro. Más adelante expresaremos nuestra opinión en contra de los dos conceptos que integran la definición: la sociedad cooperativa no es, por definición, una asociación, y el lucro que procurará abolir es el de terceros, en beneficio de sus asociados o integrantes. A su vez Villareal (La Cooperación, pág, 286) la calificó de excesivamente sintética, y la opone a otra dada por la Liga Cooperativa de los Estados Unidos, y reza como sigue: "Será considerada como una sociedad cooperativa aquella en la cual cada accionista tenga un solo voto y esté organizada para ejercer en el común interés de sus miembros, toda actividad económicolegal. Sus miembros pueden ser personas físicas o jurídicas. Los excedentes de la sociedixd deberán ser utilizados en el interés general de los miembros y de los clientes, o distribuidos equitativamente en efectivo, en acciones, en títulos o en servicios y a prorrata de las operaciones hechas por la sociedad entre las personas para las cuales ella funcionase, etcétera". den verse informes, ponencias, llamamientos y estatutos de este tipo de cooperativas.) El mismo autor recoge las conclusiones del Centro de Estudios Cooperativos del Museo Social Argentino: "La cooperación es un movimiento esencialmente económico constituido sobre el principio de que la riqueza no debe producirse para el cambio, sino para la satisfacción de las necesidades, es decir, su producción debe ser gobernada por los consumidores asociados, suprimiéndose el provecho característico" (el subrayado es nuestro). Destacamos la importancia del principio enunciado que si bien no lo consideramos como bastante para definir al cooperativismo, reviste, sin embargo, una importancia excepcional por implicar un funcionalismo económico coincidente con la tesis que hemos anticipado: suprimir el lucro de terceros ajenos a la cooperativa, en este caso, los intermediarios. Bórea (Tratado de Cooperación, pág. 10) agrega la prescindencia político-religiosa del movimiento y lo atribuye el objeto de abolir el lucro. Pasemos a las definiciones .que más que al cooperativismo en general, puntualizan los caracteres de las sociedades en nuestro Derecho. Constatemos desde ya que la ley ni su decreto reglamentario dan una definición, por expresa voluntad de sus autores. Similarmente han evitado darlas otros autores, como Fernández, Perrota y otros, reemplazándola por la enumeración de sus caracteres, agrupados en su casi totalidad en ¡os 22 incisos del artículo 2? de la ley 11.388(«). Para Leiserson es una asociación voluntaria de un número limitado de personas capaces que • persiguen fines económicos comunes a todos los asociados, mediante la explotación de una empresa colectiva, organizados sobre la base de igualdad de derechos y obligaciones, con la participación personal y material en el gobierno de los negocios sociales y que previa deducción de las sumas destinadas a los fondos sociales indivisibles y al interés establecido para remunerar el capital, reparte entre los asociados la ventaja económica excedente proporcionalmente a la participación que tengan en las operaciones sociales (La cooperación, su régimen jurídico, pág. 10). Villareal (op. cit.) considera que reúne "todos los elementos que caracterizan en la doctrina y la legislación universal a este tipo de sociedad". Entiende por tales el que se trata de una sociedad de personas, variabilidad de socios y capital, satis(6) V. infra, nota 9. facción de las necesidades de los asociados y reparto en proporción de la intervención tenida como productor. • o consumidor en las actividades sociales. Por cierto que tanto la definición apuntada como su comentario, parecen haber olvidado que, según el artículo 2, inciso 17 de nuestra ley, el 90 por ciento de las utilidades se distribuyen en las cooperativas de créditos únicamente en proporción al capital, prescindiendo de la intervención tenida como productor o consumidor. (Cosa muy justa, por otra parte y umversalmente admitida por la doctrina y la jurisprudencia, puesto que lo contrario sería alentar al abuso del crédito) ( 7 ). IV. CARACTERES Al analizar las cooperativas en nuestro país, más que hablar de sus principios, debemos referirnos a los caracteres que las connotan. Nos apartaremos, aquí del concepto de Grattarola. Tampoco coincidimos con él en cuanto sostiene que nuestra ley ha recogido los principios de Rochdale. Quizá estudiando alguna cooperativa en particular, b un grupo de ellas, podamos hablar de sus principios o de su programática. Nuestra ley, al ser suficientemente amplia í8) como para comprender a las distintas clases de cooperativas que veremos injra), y de una flexibilidad tal que le ha permitido subsistir sustarteialmente durante treinta años, carece por su misma generalidad, de la especialidad que presupone un programa, y en su texto no se encuentran las disposiciones legales que impliquen llevar a la práctica algunos de los postulados fundamentales de la cooperación, verbigracia, lo referente a la formación y educación de una conciencia cooperativista en el pueblo. Fernández (Código de comercio comentado, t. 1, pág. 648) enumera dentro de nuestro Derecho positivo ( 9 ) los siguientes (7) No compartimos el criterio expuesto en Introducción a la práctica cooperativa de que la causa radica en que "pagar a los miembros un retorno proporcional a las sumas que hayan abonado a título de intereses presenta muchas dificultades" (pág. 32, Oficina Internacional del Trabajo, Ginebra, 1852). (8) "Consideramos que por ser ésta la primera ley con carácter general que ha de dictarse, debe ser... tan general en sus disposiciones como para que en ella estén comprendidas, en germen, todas ¡as organizaciones, aunque lleguen, a diferenciarse en sus aspectos particulares" (Informe de la Comisión de Códigos del Senado en el proyecto de ley sobre sociedades cooperativas en 1926, editado por la Federación Argentina de Cooperativas de Consumo. Bs. Aires, 1951). (9) Conceptuamos como un error de técnica legislativa el que en el art. 2" rece que "sólo podrán denominarse cooperativas las sociedades que caracteres esenciales en las sociedades cooperativas: a) Capital variable (art. 2, inc. 2°). b) Dividido en acciones de igual valor (art. 2, inc. 3°). c) Número variable de socios (art., 2, inc. 3?). d) Duración indefinida (art. 2, inc. 3°). e) Predominio del elemento personal, poseyendo cada socio un solo voto, independientemente de la cantidad de sus acciones. f) Responsabilidad limitada al aporte (i»). g) Transrnisibilidad delimitada de las acciones (art. 2, inc. 3"?). Villareal, en un trabajo anterior (1939), donde sigue aparentemente las enseñanzas de Leiserson, expone fundamentalmente los mismos caracteres, ya que podemos prescindir de detalles de forma o de orden. Pero agrega, siempre con Leiserson, como un aspecto decisivo el que las ganancias se repartan no en relación al capital social que cada uno tiene invertido, sino de acuerdo al uso que se haya hecho de los servicios sociales (art. 2, inc. 17) (»). Por nuestra parte agregaremos como caracteres no menos importantes la facultad del socio de retirarse de la sociedad en la época establecida en los estatutos, y a falta de ésta, al fin de cada año social, además de ese título reúnan los caracteres siguientes..." La denominación de cooperativa no es un requisito más. como parece desprenderse del texto legal. Es la consecuencia de todos los requisitos legales reunidos. La obligatoriedad de tal denominación es al solo efecto de individualizarla en sus relaciones frente a terceros, pero nunca un requisito a reunir. Así, por ejemplo, la ley 11.645 dice en su art. 1» que "podrán constituirse otras sociedades que se denominarán sociedades de responsabilidad limitada". Y. en el art. 2°, que "deberán colocar junto a la razón social, objeto o nombre, el aditamento responsabilidad limitada". (10) No entendemos por qué razón al comentar el inc. 1», Fernández anota que dicha limitación de la responsabilidad no varía, "cualquiera sea la forma adoptada por la sociedad" (pág. 654). Por el juego de los arts. 8' y 11 no cabe más que una sola forma de sociedad cooperativa, en la que siempre la responsabilidad estará limitada al aporte (puede ampliarse por Perrota, op. cit., págs. 255 y sígs.). (11) "Este ras°:o es exclusivo de la asociación cooperativa —dice el doctor Leiserson—, es de su esencia, las personas que se asocian en una cooperativa no anortan su poder de capital, sino su poder adquisitivo de compradores (consumidores) o el poder productivo de vendedores (productores) (op. clt., pág. 69). Este es un viejo principio coonerativo. Se atribuyó, sin perjuicio de otros antecedentes más remotos, a Carlos Howarth Holyoafce (Historia de los probos ríonneros de Rochdale, pág. 69, cit. -p<^r Villareal). V. supra (Definiciones, in fine, texto y nota) la salvedad que hemos apuntado referente a las cooperativas de crédito. dando aviso con diez días de anticipación (art. 2, inc. 5?). Además, el aspecto moralizante o solidario impuesto por imperio de la misma ley. Tal en lo referente a la limitación de intereses (art. 2°, incs. 15 y 16), al destino de "educación económica del pueblo", para el caso de disolución de la sociedad (art. 2°, inc. 8°), al hecho de no conceder privilegios de ninguna categoría de socios (inciso 9°), a la neutralidad po!ítico-racial-religiosa (inc. 1°), al deseo de sanear las economías individuales de sus socios al negarles créditos para el consumo (inc. 12), etcétera, y todo el espíritu cooperativo, es decir, solidario, noble, desinteresado, expresión económico-jurídica del viejo dicho mosqueteriano "todos para uno y uno para todos", o del menos romántico, pero no por ello menos cierto, de que la unión hace la fuerza. V. CLASES Tradicionalmente se las divide en tres clases: De consumo, en la que los asociados adquieren los productos en su origen y los distribuyen entre sí de acuerdo a sus necesidades, eliminando la ganancia de los intermediarios y asegurando la calidad, medida, etcétera. De producción, en la que se agrupan obreros o trabajadores en general que adquieren las materias primas o "a transformar, compran o alquilan las máquinas y elaboran los productos que lanzan al mercado, aprovechando para sí la ganancia que correspondería al patrón o capitalista, o bien pudiendo vender sus productos por el mismo motivo más barato. A pesar de carecer prácticamente en forma individual de capital y no poseer más que su capacidad de trabajo, no son simples asalariados. No tiene relevancia el que todos los asociados sean del mismo oficio (todos los carpinteros, por ejemplo), o que no siéndolo, integren por lo menos un único proceso de producción: así, carpinteros, con chapistas, con pintores, con -tapiceros y electricistas pueden constituir una cooperativa de producción para fabricar carrocerías de automóviles. De crédito, en la que se facilitan sumas de dinero en préstamo a los asociados, tomadas del capital formado por los mismos con sus aportes. Las ganancias obtenidas por el interés que abonan los prestatarios se distribuyen en proporción a los aportes efectuados. Algunos autores las clasifican en forma diferente. Bórea (op. cit., pág. 38), por ejemplo, las divide en urbanas y rurales. Las urbanas comprenden las de consumo, de trabajo, de producción, de crédito, de edificación y de seguro. Las rurales, que implican las de provisión, de transformación y venta, de fabricación, de crédito rural, de seguros rurales, de arrendamiento y colonización y cooperativamente mixtas argentinas. Agrega aún algunas subdivisiones. Fernández (op. cit., 648) incluye dentro de las de consumo a las cooperativas rurales "que compran abonos y semillas para vender a sus asociados o máquinas agrícolas para alquilárselas". Este autor no coincide con Siburu (Comentario del Código de comercio argentino, t. V, n° 1452), en ubicar a las cooperativas de edificación. Estas cooperativas "que construyen casas que luego venden o alquilan a sus socios mediante el pago de cuotas periódicas" son para Fernández de consumo, citando en su apoyo a Thaller (Traite élémentaire de droit commerciel, 8$ ed., actualizada por J. Precerou) y Lyon-Caena y Renault (Traite de droit commerciel, 5 ed., t. II, número 1033). Siburu, en cambio, las sitúa entre las de crédito. Lo justo es hacer la siguiente discriminación: si la casa construida lo es para alquilar o para vender al contado, la cooperativa será de consumo, ya que su única misión habrá sido facilitar o abaratar el desembolso del socio. Pero si este último adquiere la finca por compra a plazos, la cooperativa asume la típica modalidad de las de crédito, ya que en esencia ha adelantado en préstamo parte de su capital para una operación beneficiosa para el socio, quien en compensación deberá retribuirla con un interés equitativo. El cooperativista mejicano Rosendo Rojas Coria, en su ya citada obra no hace ninguna división, pero a efectos de su estudio las agrupa en Industriales (de extracción y de transformación); de Servicios (del Transporte, de Servicios médicos rurales, de Servicios públicos); de Consumo, de Crédito y, por último, Agrícolas. Con el fin de dar una idea gráfica de la cantidad y clasificación de las cooperativas, con todas las reservas que nos merecen las estadísticas, consignaremos unos gráficos que nos proporciona la Oficina Internacional del Trabajo (El movimiento cooperativo y los problemas actuales, ya cit., págs. 41 a 92), en una publicación fechada en Montpeal en 1945, pero con datos de los años 1937/39, según se desprende de su lectura. Adopta también una clasificación en "sociedades cooperativas industriales o urbanas" y "rurales o agrícolas", aunque admite lo impreciso de tal criterio, ya que hay algunas que participarían de las dos mientras que habría una tercera categoría, varias para las que no pertenecen a ninguna. Veamos las principales categorías de sociedades cooperativas y su distribución geográfica (12). Numero de Categorías y grupos sociedades Sociedades coop. urbanas o industriales: Sociedades coop. de consumo .. .. .. . 50.279 21.474 Sociedades coop. de vivienda .. .. .. Sociedades coop. de ocupaciones o trabajos 56.942 no agrícolas .. .. .. .. .. . . .. .. 672.184 2. Sociedades coop. rurales o agrícolas .. .. 9.633 3. Varias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .. Total .. .. .. .. .. . . .. .. .. VI. PERSONALIDAD Ya hemos tenido oportunidad de ocuparnos extensamente de esta interesantísima cuestión, y a ella nos remitimos para un examen detenido (Personalidad de las Sociedades civiles y comerciales. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales). En esta oportunidad sólo esbozamaremos algunos conceptos fundamentales. Entendemos por persona a "todos los entes susceptibles de adquirir derechos o contraer obligaciones" (Cód. civ. art. -30). Para algunos (Segovia, El Código civil ar- 810.512 Número de miembros 59.514.157 8.408.354 10.879.632 63.935.295 523.515 143.260.953 gentino, comentario al art. 30), esta disposición legal deriva de Aubry y Rau, quienes pagaban tributo a una concepción materialista de la persona. Spota (Tratado de Derecho civil, t. 1, vol. 3, pág. 5 y sig.) entiende, y a nuestro juicio con razón, que debe buscarse una influencia mayor en el artículo 16 del Proyecto de Código civil de Freitas, que reza: (12) Dejamos Tjrevitatis causa su interpretación al lector, quien podrá también acudir con provecho a la obra citada, donde se encuentran otros cuadros estadísticos. "Son personas todos los entes susceptibles de adquirir derechos", a lo que Vélez agregó, correctamente, "o contraer obligaciones", consecuencia de la influencia francesa. A su vez, el artículo 31 del Código civil nos da la gran división en personas de existencia ideal y de existencia visible, también evidenciando una fuerte influencia del artículo 17 del Esboco. Y finalmente, el artículo 51 de nuestro Código nos aclara el concepto de persona de existencia visible ("Todos los entes que presentasen signos característicos de humanidad, sin distinción de cualidades o accidentes"). Sobre este tópico cabe ubicarse en una postura formal o en una material, o, como en frente a tantos otros problemas de Derecho, adoptar1S una posición ecléctica,formal-material ( ). Junto con Salvador Pugliatti (Introducción al estudio del Derecho civil, pág. 109 y sig.), nos inclinarnos por esta última: "E! elemento formal constituye la fuente de calificación que tiene necesidad de apoyarse en el elemento material". La personalidad es la "aptitud legal de la persona jurídica para intervenir en un negocio y la representación de la misma en un asunto determinado" (Enciclopedia Universal Ilustrada Europea Americana, página 1173). Con mayor vuelo jurídico, Recasens Sienes, siguiendo a Ferrara y Kelsen, nos dice (citado en Diccionario Jurídico de Ramírez Oronda, Persona, págs. 208 y 209): "La personalidad jurídica de un grupo social o colectivo consiste en la unidad de atribución o imputación de una serie de conductas de ciertos hombres; conductas que el Derecho no adscribe a los sujetos reales que las efectúan, sino a otro sujeto ideal, construido por el ordenamiento como unificación atributiva de un determinado re- pertorio de relaciones jurídicas". Y permítasenos traer a colación también una cita de Colmo, ya que es imposible expresar con más claridad lo que él ya formulara cuarenta años atrás, cuando por primera vez en la literatura jurídica argentina se ocupara del tema. "Se trata de saber hasta qué punto la personalidad jurídica de los miembros que componen esas sociedades se encuentra absorbida, en lo relativo a la gestión de los asuntos de éstas, sobre todo frente a (13) A fin de no desviarnos des tema central que nos ocupa nos remitiremos a Spota, op. y loe. cit., y a un trabajo nuestro sobre e! concepto cte persona, presentado al Instituto de Derecho Civil de !a Facultad de Derecho de Buenos Aires, 1955. terceros, por la entidad social que forman y de consiguiente, hasta qué límite la personalidad de la entidad social tiene caracteres propios y distinta de los que corresponden a las personalidades de los socios, sea que se los considere a éstos aisladamente, sea en conjunto. En una palabra: ¿la sociedad tiene una personalidad específica y propia o no?" (Anales de la Facultad de Derecho de Buenos Aires, 2% serie, tomo V, 29 parte, pág. 83). En nuestra obra citada hemos reunido las opiniones que diversos autores han vertido incidentalmente en respuesta a tal quid, y en base a sus argumentaciones y a algunas propias, arribamos a una postura coincidente con el sentir general favorable a la personalidad societaria. Decíamos (op. cit., pág. 175) que la misma existía en distinto grado en cada tipo de sociedad. Así ocupan un primer puesto (en orden descendente) las sociedades Anónimas y de Economía Mixta a quienes el expreso texto legal les confiere personería jurídica (art. 33, inc. 5<?, Cód. civ.): "Las personas jurídicas sobre las cuales este Código legisla son las siguientes: ...sociedades anónimas...", y decreto 15.349 del 28 de mayo de 1946, ratificado por ley 12.962: "La sociedad de economía mixta puede ser persona de derecho público o de derecho privado, según sea la finalidad que se proponga su constitución". Inmediatamente después ubicamos a las sociedades cooperativas. Si bien carecemos del texto expreso, que así lo disponga, lege lerenda, podemos establecerlo, atento a que deben solicitar al Poder Ejecutivo su personería jurídica para poder funcionar, como requisito inexcusable. Entendemos haber demostrado en dicho opúsculo que la sociedad será una persona distinta a la de sus socios, si reúne los atributos que configuran una personalidad de derecho (pág. 123). De lo que expusimos al hablar de los caracteres de las cooperativas, comprobamos que la respuesta es afirmativa. Posee un patrimonio ("conjunto de los bienes de una persona", art. 213, 2? p. c. c. conf. arts. 1649, 1677, 1691, 1694, 1701, 1702, 1703, 1704, 1707, 1729, 1749, 1757, etc., Cód. cit.). Tiene un nombre (art. 2°, inc. 1°, ley 11.388). Conforme la legislación comparada (Código federal -suizo de las obligaciones, art. 887, Cód. alemán de comercio, art. 17 y sig.). Fija su domicilio (Cód. de comercio, artículo 291, inc. 2«?, ley de quiebras, art. 8<?). Puede actuar en juicio a través de sus autoridades o representantes. A través de los mismos tiene capacidad (prescindiendo de la discriminación hoy debatida en capacidad de hecho y de derecho, y de que Salvat (Parte general, t. 1, pág. 246), Eusso (t. 1, pág. 317, párr. 77, en nota 1) sostienen que las sociedades carecen de la capacidad de hecho, basándose en los artículos 35, 36, 37 y 1870, incisos 1 y 2) (i-»). Las cooperativas pueden caer en quiebra (ley 11.729, art. 1). A esta conclusión arriba Perrotta, después de pasar revista a las posturas contrarias, basadas en la no-comercialidad de este tipo de sociedades. Nos remitimos a lo expuesto al considerar su naturaleza jurídica y la cuestión del lucro. Agreguemos la responsabilidad limitada del socio a su aporte en acciones y que la quiebra del mismo no acarrea la de la sociedad ni tampoco en el caso inverso. Todo ello configura una perfecta personalidad en las sociedades cooperativas. VII. ANTECEDENTES PARLAMENTARIOS ARGENTINOS Todos los autores coinciden en señalar al senador por Salta como el autor del primer proyecto sobre el tema (Diario de Sesiones del Senado, año 1905, t. I, pág. 657). Su artículo primero reza: "En todas las poblaciones de la República, donde se encuentran radicados más de 50 agricultores, podrán 5 o más de ellos establecer Cajas Rurales Cooperativas, por medio de asociaciones cooperativas mutuas, con capital fijo y responsabilidad limitada o ilimitada, o con capital variable o sin capital, pero con la responsabilidad solidaria o ilimitada de los socios". Este proyecto, que no pasó de tal, constaba de 34 artículos sobre los cuales sostuvo Villareal en su ya mencionada obra que "muchos... pudieron ser suprimidos sin perjuicio para la economía del proyecto y su claridad", agregando, empero, que "su inspiración era nobilísima" (párr. 98). En 1911, Roque Sáenz Peña, a la sazón Presidente de la República, envió un nuevo proyecto que puede v^rse en el tomo I de dicho año del Diario de Sesiones de Diputados, página 347. En el mensaje se hacía referencia a las experiencias de Schulza .Delítzsh y de Ralifeisen en Alemania, de Luzzatti en Italia y otras de Francia, Suiza, Austria y España. El artículo" primero reconocía oficialmente como cajas rurales las asociaciones cooperativas formadas entre agricultores o ganaderos de una región de (14) V. las obras que cita Busso op. cíí. y nuestro trabajo sotare Personalidades civiles y comerciales, págs. 141 y slgs., donde disentimos cpn ellos, por las razones allí expuestas. la República, y que reuniesen diversos requisitos, entre otros el que tuvieran "por objeto el Crédito Rural Cooperativo o la cooperación en los gastos, riesgos, consumos y producción de1 las explotaciones agropecuarias" (inc. 3 ?), y que "el capital social no exceda de 100.000 pesos" (inc. 5°). Lo acompañaba otro proyecto de creación del Banco Agrícola. Al año siguiente, el mismo mandatario propone que "el Banco de la Nación creara dentro de su administración una sección especial destinada a realizar operaciones de crédito con las sociedades cooperativas constituidas de acuerdo con la presente ley". (Diario de 'Sesiones, t. I, año 1912, páginas 704 y sigs.) Un breve proyecto de tres artículos y uno de forma fue presentado por el diputado Juan B. Justo, en 1915 (Diario de Sesiones, t. III, pág, 716). Al establecer los requisitos que deberán reunir las sociedades cooperativas recoge una serie de principios tradicionales de este movimiento (art. 1): a) No vincularse por sus estatutos ni reglamentos a secta religiosa ni partido políticob) No remunerar con comisión, ni en otra -forma, a quien aporte nuevos socios o coloque acciones; c) No conceder ventaja ni privilegio alguno a los iniciadores y fundadores, ni parte alguna de los beneficios al directorio, ni preferencia a parte alguna del capital; d) Todas las acciones, una vez integradas, serán del mismo valor; e) No permitir en las asambleas el voto por poder; f) Todos los empleados deben ser socios; g) No conceder crédito para el consumo; h) Si prestan dinero a los socios no cobrarán nada a título de premio, prima o con nombre que reduzca la suma prestada por debajo del monto nominal del préstamo, ni durante la duración del préstamo recargarán el interés a título de prima; i) El directorio podrá ordenar en cualquier momento el retiro del capital; j) Los balances y memorias del directorio serán semestrales y sometidos a la asamblea general con igual periodicidad; k) Los beneficios se distribuirán entre los socios en las cooperativas o secciones de consumo en proporción a los consumos; en las cooperativas de producción, en proporción al trabajo hecho; en las cooperativas o secciones de adquisición de elementos de trabajo y de transformación, y venta de productos agrícolas, en proporción al monto de las operaciones de cada socio; en las cooperativas o secciones de crédito, en proporción al capital. Dos años más tarde, Repetto presenta en la Cámara de Diputados un nuevo proyecto sobre cooperativas agrícolas (Diario de Sesiones, t. VI, pág. 169). Los requisitos. consignados en el artículo 2<? son muy similares a los que acabamos de transcribir. Así se fueron sucediendo diversos proyectos, sin que ninguno alcanzara la sanción legislativa. Mencionémoslos: 1918. Le Bretón, sobre cooperativas agrícolas. 1919. Poder Ejecutivo (Irigoyen), ídem. 1920. Riu, sobre cooperativas en territorios nacionales. 1920. Cafferatta, sobre cooperativas de consumo. 1921. Justo, sobre cooperativas en general. 1921, Quirós, ídem. 1923, Justo, reproducción del de 1921. 1923. Poder Ejecutivo (Alvear), sobre cooperativas rurales. 1924. Martínez, modificando los artículos 342 al 344 del Código de comercio. Finalmente, en julio de 1924, el Presidente de la Nación, doctor Marcelo T. de Alvear, enviaba un mensaje al Congreso que recogía las diversas iniciativas anteriores, trabajos doctrinarios y recomendaciones del movimiento cooperativo. Acompañaba un proyecto que a pesar de ser el que daría lugar a nuestra ley 11.388, difería mucho de lo que ello iba a resultar. Contenía 18 artículos, pero cada uno de ellos era sumamente extenso e introducía un régimen muy diferente al que impone la ley tal como fuera sancionada. Derogaba los artículos 392 al 394 del Código de comercio (.art. 1?); establecía un detallado procedimiento de constitución, más propio de un decreto reglamentario (arts. 3 y 4 ) ; las eximía durante diez años de diversos impuestos (art. 5); imponía su neutralidad política y religiosa (art. 6); reglamenta por separado cada uno de los tipos de cooperativas; ocupa sucesivamente de responsabilidad limitada (art. 8), de las de responsabilidad ilimitada (art. 9); consumo (art. 10); de crédito (art. 11); de construcción (art. 12); agrícolas (arts. 13 y 14); de producción (art. 15); autorizando al Banco de la Nación y al Hipotecario a hacer préstamos en condiciones más favorables a las cooperativas (arts. 16 al 18) («). El mensaje y proyecto del Poder Ejecuti(15) Puede aplicarse por la obra de Villarreai, párrs. 94 a 191, a quien hemos seguido preferentemente. También S. Lelserson, en J. A... t. 23, sec. doct., pág. 79. vo dio lugar a que la Comisión de Códigos del Senado, integrada por los doctores Mario Eravo, Leopoldo Meló y Pedro Llanos, elaborara un extenso y meduloso informe que no vacilamos en calificar de histórico, por la importancia decisiva que ha tenida en el desarrollo del movimiento cooperativo argentino. Elaboraron un nuevo proyecto que fue aprobado casi sin enmiendas, y que por su amplitud, que hemos considerado más arriba, le ha permitido subsistir a través de casi treinta años de vigencia, mereciendo los elogios de tratadistas y dirigentes de este movimiento. Las críticas que le hemos formulado a lo largo del presente no llegan a disminuir en nuestra opinión los muchos méritos que posee, entre ellos el de haber posibilitado un creciente desarrollo de las cooperativas en nuestro país. La lectura del aludido informe, a pesar de su extensión (20 capítulos), resulta sin desperdicio para el estudioso, o el que desarrolla su actividad dentro de una cooperativa. Sin perjuicio de encontrarse en el Diario de Sesiones del Senado (1925, páginas 467/480), se ha impreso y difundido en numerosos folletos y publicaciones. Comprende no sólo la fundamentación del proyecto al que arribaron como conclusión de su estudio, sino también antecedentes argentinos parlamentarios y de congresos de cooperativistas, legislación comparada, tendencias doctrinarias y legislativas, etcétera. Finalmente, permítase a un hijo de la provincia de Buenos Aires traer a colación con legítimo orgullo un antecedente que los autores no consignan. En 1922 se sancionó la ley 3721, siendo ésta la primera que provincia alguna dictó sobre cooperativas. Eximía desde su promulgación de todo impuesto provincial, creado o a crearse a todas las sociedades cooperativas de consumo, de crédito, de edificación, etcétera, siempre que no tuvieran capital ni acciones preferidas; que no diesen participación especial en sus dividendos a sus fundadores ni a sus directores; que no estuviesen vinculadas por sus estatutos o reglamentos a sectas o partidos políticos, etcétera. Vemos así recogidos los más puros sentimientos rochdaleanos. VIII. ANTECEDENTES EXTRANJEROS El Derecho debe reflejar una realidad his-1 tórico social. Ello es especialmente cierto en lo referente a las cooperativas. La legislación ha reflejado los consecuencias de la existencia de tales ociedades, de su desarrollo, sus congresos y su literatura que preparaban y orientaban los progresos legislativos en este terreno. En Inglaterra, leyes de 1852, 1876 y 1893. Francia establece ciertas reglas especiales en 1867. Bélgica reconoció a las cooperativas como nuevas entidades de Derecho, por ley del 18 de mayo de 1873. Austria dicta sobre el particular las leyes de 1852 y del 19 de julio de 1873. A pesar de ello, al sancionarse el Código de comercio, en 1839, no les dedica más que los artículos 392 al' 394. A ello se debió el incesante movimiento que acabamos de glosar en pro de una ley que llenara tal vacío, hasta llegar al proyecto de la Comisión de Códigos del Senado, que supo aprovechar la experiencia de la legislación comparada de aquella época. El primer problema con el que se enírentó fue- "¿Debería la ley reglamentar todas las formas y objetos de las sociedades cooperativas, o ha de circunscribirse a consignai las características de estas asociaciones y a ordenar como preceptos sus principios substanciales?" (Federación Argentina de Consumo, Informe de la Comisión de Códigos del Senado sobre la ley de Cooperativas, pág. 47). La legislación vigente en otros países— entre otras razones— los inclinó al último criterio. En el proyecto elaborado al igual que en la ley, caben "todas las organizaciones, por grande que sea la variedad de sus objetivos". El informe recogió conceptos del escritor francés Alfred Nast en su libro Le regime juridique des cooperatives (págs. 18 y 19) y Principes cooperatives exposé synthétique de la legislation (pág. 195): "El régimen legal de las instituciones cooperativas difiere por otra parte, esencialmente, según los países. En una gran mayoría se ha preferido el sistema unitario... En los diversos países aparecen dos sistemas: el primero es el sistema unitario: la cooperación sin definición de categoría... Es el procedimiento más generalmente aceptado en el extranjero (Inglaterra, Bélgica, Italia, Portugal, Rusia, Servia, Finlandia, Suecia, Suiza, Holanda, España, Alemania, Austria, Bulgaria, varios Estados de Norteamérica, Japón). El segundo, que llamamos sistema diversificado, es el sistema francés: cada uno de los diversos tipos de organización cooperativa es objeto de una legislación especial". Dentro de la misma Francia, este sistema ha sido objeto de unánime crítica. Así, por ejemplo, el Congreso Internacional de la Mutualidad y la Cooperación Agrícola, reunido en Tours, el 29 de junio de 1924, resolvió pedir a los poderes públicos "la re- fundición general de los textos legislativos y reglamentarios que interesen a la cooperación francesa, considerando en su conjunto el propósito de llegar a una ley que determine el régimen jurídico' de las sociedades cooperativas de toda naturaleza" (Burean International du Tra-oa.il, "Informations Sociales", agosto 24 de 1924, página 46). Atento a los argumentos que la Comisión recoge y reproduce, es fácil comprender por qué nuestra ley 11.388 es de tipo unitario. El segundo problema que tuvo que resolver este organismo fue el referente a la responsabilidad de los socios. La comisión se apartó del proyecto del Poder Ejecutivo en cuanto éste admitía la responsabilidad limitada como ilimitadamente. Aquélla propuso y el Congreso aceptó fijar uniformemente la responsabilidad del socio limitada a sus acciones. Llega a esta conclusión después de incursionar en el Derecho comparado de la época, recogiendo en varias páginas comentarios a la ley francesa de 1925 sobre sociedades colectivas de responsabilidad limitada, el proyecto Laurencena, legislación inglesa, italiana, argentina, alemana, prusiana, sajona, belga, austríaca, holandesa, suiza, portuguesa y,,chilena. Limitar la responsabilidad del socio o su acción es de buena doctrina. Ya habíamos tenido ocasión de expresarlo en nuestro trabajo sobre la personalidad societaria: "Nos ocupa un verdadero problema de política legislativa y gubernamental. Debe propenderse a favorecer el comercio jurídico de las sociedades... y para ello se requiere tres condiciones fundamentales: 1) Responsabilidad limitada... para que el capital emprenda realizaciones en zonas alejadas, o en industrias nuevas, lo que redunda en beneficio directo del país, sin atemorizar a los particulares por las posibles eventualidades, que de ese modo no arrastraría, en caso de pérdida, todo el patrimonio..." (pág. 176). IX. RÉGIMEN LEGAL ARGENTINO La ley 11.388, al reformar el régimen anterior ha delimitado la forma en que la sociedad cooperadora debe organizarse y funcionar, forma ésta específica, ya que anteriormente la cooperativa carecía de un sistema propio, debiendo adoptar (más que adaptar) el de cualquier otra sociedad^comercial, debiendo "acompañar su firma o denominación social, con las palabras Sociedad Cooperativa limitada o ilimitada, según fuere" (art. 392 Cód. de comercio, derogado por la ley 11.388) Los otros re- quisitos consistían simplemente en que "en el acto constitutivo deberán siempre expresarse las condiciones de admisión y cese o exclusión de los socios, así como el mínimum del capital social y la manera de constituirlo" (art. 393, id.), y en que los socios no tendrían más que un solo voto, independientemente de las acciones que poseyeran, las que debían ser nominales (artículo 394, id.). Constitución: Todos los textos se remiten en este tópico a lo legislado sobre sociedades anónimas, que rige subsidiariamente, según el artículo 11. En la práctica, los organismos oficiales han procurado simplificar este proceso por lo que en la División de Cooperativas del Ministerio de Industria y Comercio de la Nación, suministran no sólo el modelo-tipo del estatuto con sus distintas variantes, según la clase de cooperativa de que se trate, sino que ilustra también sobre modelos de acta constitutiva, de acciones, de balances, etcétera. En el orden nacional es este organismo quien centraliza todo lo referente a cooperativas, reemplazando así al Ministerio de Agricultura mencionado por la ley. En la provincia de Buenos Aires, la Dirección de Personas Jurídicas. Fernández anota con razón (op. cit., t. I, pág. 662) que es previo el reconocimiento de la cooperativa por parte del gobierno provincial, quien de tal forma le confiere personería jurídica, procediendo recién luego a la inscripción ante el gobierno nacional. Ante los correspondientes organismos deberá probarse haber efectuado el depósito exigido por la ley (art. 6) de un 50 por ciento del capital suscripto. Este depósito podrá ser reemplazado especialmente en aquellas sociedades que se transformen en cooperativas, por un balance suscripto por contador público matriculado en la jurisdicción del que se desprenda que el capital existe en operaciones sociales, etcétera. Podrá utilizarse el mismo procedimiento para aquellas sociedades que se constituyan con bienes en especie, en cuyo caso el depósito del 5 por ciento regirá sólo para aquella parte del capital aportada en efectivo. Deberá acompañarse copia de los estatutos y de la lista de socios. La ley dice expresamente que bastarán tales requisitos y que "las sociedades constituidas de acuerdo con las disposiciones de esta ley, serán autorizadas a funcionar dentro de los noventa días de su solicitud". Es costumbre que mientras se espera el reconocimiento, la cooperativa ya funcione con el clásico aditamento en formación. En la práctica se exige también la nó- mina del consejo de administración, síndicos, acciones suscriptas e integradas por cada socio y otros elementos ilustrativos. Administración: Similarmente a las sociedades anónimas (ya hemos citado el articulo 11 de la ley 11.383, que establece que "para las sociedades constituidas según las normas de esta ley, rigen subsidiariamente las prescripciones del Código de comercio sobre las sociedades anónimas en cuanto no sean contrarias. El organismo máximo de las cooperativas es la Asamblea General. Está sujeta solamente al Estatuto mientras no lo reforme, con aprobación del Poder Ejecutivo. Ni la ley ni el decreto reglamentario del 10 de febrero de 1927 (que en sus arts. 10 a 16 detalla el contralor que el Registro de Cooperativas ejercitará sobre las Asambleas) establecen la distinción en Asambleas Ordinarias y Extraordinarias. No obstante la práctica, los principios generales y la casi totalidad de los estatutos así lo han hecho. Las resoluciones de la Asamblea, en la que según vimos cada socio tiene un solo voto independientemente de sus acciones (art. 2, inc. 4 ) , son ejecutadas por un Consejo de Administración elegido por la misma, cuyas funciones son honorarias por disposición legal (art. 2, inc. 9). Por ¡a remisión del articulo 11 a la legislación sobre sociedades anónimas en forma supletoria, tenemos que el Directorio puede ser elegido por un máximo de tres años, no siendo reelegitales si el estatuto no lo autoriza expresamente. Son esencialmente revocables, excepto los nombrados en el acto constitutivo, que requieren para ello justa causa. ) Fernández, op. cit., t. I, pág. 497, nota 102). Los directores no adquieren responsabilidad solidaria con la sociedad, salvo violación de la ley o de los estatutos, exceptuando, en este último caso, a los "que no hubiesen tomado parte en la respectiva resolución, o que hubieran protestado contra las deliberaciones de la mayoría antes de serles exigida la efectividad de su responsabilidad" (art. 337, Cód. com.). No rige, en cambio, para las cooperativas la segunda parte del artículo 338 del Código citado, en cuanto prohibe a los directores "negociar o contratar por cuenta propia, directa o indirectamente, con la sociedad que administran". Consejo de inspección: El inciso 22 del artículo 2<? introduce un organismo peculiar-. El texto legal nos sugiere dos cuestiones, a pesar de su aparente claridad: "... Podrá elegir también para el control de la marcha de la sociedad, un consejo de inspección formado por un número de so- cios doble del de los miembros del directorio y auxiliar de éste". Fernández (op. cit., pág. 660), Eorea (Tratado de la Cooperación, pág. 465) y Rivarela (Tratado de Derecho comercial argentino, t. II, n<? 625) opinan de que en el caso de que el número de los socios fuere reducido, este consejo de inspección podría tener menos miembros, o sea que la ley ha dado solamente el tope máximo. Nos permitimos disentir con estos ilustres tratadistas. El podrá se refiere a la facultad de designar o no este consejo, pero no á la cantidad de sus integrante?. Distinto sería el caso si el texto legal rezase "... un consejo de inspección que -podrá estar formado, etcétera". Ubi lex non distinguet... Por otra parte —y de esta hablaremos de inmediato—, la fiscalización de la cooperativa se ejercita por medio del síndico. El es quien asegura el contralor centralizado. Sería supérfluo un nuevo organismo de pocos miembros. El número doble al del Consejo de Administración es imprescindible para asegurar su independencia frente a este último, tal como en la antigüedad existían tribunales de centenares de jueces para tornar impracticable su venalidad. De modo que tanto por la letra como por el sentido lógico de la ley se desprende como única interpretación posible la de que la designación del Consejo de Inspección es facultativa, pero para el caso de que se opte por nombrarlo el número de sus integrantes, será el que indica la ley y no otro. La segunda cuestión vinculada a este organismo es la que se desprende de las palabras finales del inciso que comentamos: "y auxiliar de éste". Hay incompatibilidad entre las funciones de auxiliar (colaborador) y las de inspección (contralor). Quien actúa conjuntamente con otro no puede dictaminar imparcial ni objetivamente sobre los méritos o legalidad de la labor realizada. Consideramos este agregado como un error de técnica legislativa, de supresión plausible. No es excusa el que este recurso permita ampliar sin reformar los Estatutos el número de activistas de la cooperativa, ya que el mismo fin puede alcanzarse mediante la creación de Comisiones especiales a las que se pueden confiar tareas específicas, tales como educación cooperativa, obtención de nuevos capitales, reorganización administrativa, creación de una cooperativa de segundo grado, etcétera. Fiscalización: Para las sociedades anónimas el artículo 335 habla de "uno o más síndicos". Varias veces en la Sección IV del capítulo III (De la administración y fiscalización de las soc. anón.). Se menciona a los síndicos en plural. Lo mismo en otras disposiciones, como, por ejemplo, el artículo 362 en lo referente a las cuentas sociales. En cambio, la ley de cooperativas (art. 2, inc. 22), dice en su primera parte: "Para el contralor de las cuentas sociales la asamblea elegirá un síndico titular y otro suplente". A pesar de la claridad y de la forma imperativa de su redacción, Borea (op. cit., 465) interpreta que puede elegirse una sindicatura plural, contrariando la buena doctrina que sostienen Rivarola, Parry y Fernández (op. cit., t. I, pág. 660, con citas bibliográficas). En lo demás, y por imperio del ya citado artículo 11, rige lo establecido para las sociedades anónimas, a ¡a que nos remitimos, como también a las reglas del mandato, por expresa disposición del artículo 346 del Código de comercio. En cuanto a la fiscalización de las sociedades cooperativas, debe tenerse presente lo manifestado poco más arriba sobre el consejo de inspección, como así también la realizada por organismos oficiales (Inspección de Justicia, Dirección de Personas Jurídicas, Ministerio de Agricultura, de Industria y Comercio, etc.). Disolución y liquidación: Si los estatutos no disponen otra cosa, una Asamblea constituida con el 75 por ciento de los socios y el voto favorable de la mitad de los presentes, puede resolver la disolución de la sociedad. En cuanto a la forma de computar esa mitad, creemos que Fernández (op. cit., t. I, pág. 650) ha incurrido en un pequeño error. Aplica subsidiariamente (v. art. 11), el artículo 354 del Código de comercio, que se refiere a las sociedades anónimas. Allí expresamente s< exige el voto favorable de socios presentes que representen la mitad del capital por lo menos. Al traspasarlo a las sociedades cooperativas, exige "una mayoría de la mitad". A nuestro entender, corresponde agresjar el clásico "más uno". Abonamos nuestro parecer con varias razones: se reemplaza el voto de capitales por el de personas; en las sociedades anónimas es costumbre aue todos voten, incluso el presidente, quien suele tener un segundo voto para caso de empate, mientras que, ñor el contrario, en las cooTiern.tivps. lo más corriente es que el presidente solamente vote en caso de empate por lo que en el caso teórico de un resultndo de votación por partes iguales, se estaría prescindiendo de un voto (calificado, atento al cargo qué ocupa) y que quizá sea contrario a la' disolución; y, finalmente, que en este terreno se debe optar por un criterio restrictivo. Además es regla general que en las Asambleas las decisiones, aun las de menor importancia, se adopten con la coformidad por lo menos de la mitad más uno de los presentes. En cambio, para la fusión con otra cooperativa similar basta la simple mayoría en una Asamblea ordinaria que haya incluido tal punto en el orden del dia (ley 11.388, art. 3). Hay otros catos en que la disolución no depende de los socios, sino que está impuesta por la ley. Están consignados en los artículos 369 y 370: pérdida del 76 por ciento del capital social, por haberse acabado la empresa que fue objeto especial de su formación, por quiebra o liquidación sin quiebra y por la demostración de que la sociedad no, puede llenar el fin para que fue creada. No es de aplicación el supuesto establecido para las sociedades anónimas en el artículo 370, inciso 1, en su primera parte ("por la expiración del término de su duración"), ya que por imperio del artículo 2, inciso 2, in jine de la ley 11.388, la duración de la cooperativa es ilimitada. Disuelta la sociedad debe precederse a su liquidación (art. 434, Cód. de com.). Si los estatutos no han previsto la situación, por aplicación analógica del art. 371, estará a cargo del Consejo de Administración la finalización de los negocios sociales. Es de aplicación el capítulo X del título de las Sociedades (arts. 434 al 447), y que versa sobre la liquidación de las mismas. Según el artículo 2, inciso 8 de la ley 11.388, "en caso de liquidación de la sociedad, los fondos de reserva se entregarán al fisco nacional o provincial, según el domicilio real de la'sociedad para fines de educación económica del pueblo". El inciso 17 del mismo artículo establece que el fondo de reserva se formará con el 5 por ciento de las utilidades realizadas y líquidas de cada ejercicio. Fernández (loe. cit.) sostiene que se trata en ambos casos de conceptos distintos, ya que el del inciso 8 será el que quede como remanente después de satisfacer el pasivo y reintegrar los aportes de los socios, quienes no son los destinatarios de cualquier excedente económico que pudiera existir. Creemos que tal razonamiento es incompatible con el artículo 2, inciso 7: "Los socios salientes por cualquier causa no tendrán derechos individual alguno sobre las reservas sociales". ¿Qué diferencia habría, pues, entre un socio saliente y otro que permanece dentro de la sociedad hasta su liquidación? Este último no puede re- cibir el calificativo de saliente ni equipararse a él. Quien se encuentre dentro del inciso 7 también recobrará el importe pagado por sus acciones. La ventaja que recibirá quien ha continuado en la sociedad consistirá en que tendrá derecho proporcional al remanente una vez que se haya abonado las deudas y reintegrado las acciones, considerando como una deuda más la que favorece al Estado con el importe de los fondos de Reserva. Debe tenerse presente que la liquidación no se produce siempre por dificultades económicas. Puede tener una floreciente situación económica y tener que disolverse por la imposibilidad de obtener el fin propuesto. Por ello la cuestión planteada adquiere relevancia práctica. Entendemos que en caso de liquidación, de acuerdo a las normas generales, debe realizarse el activo, satisfacerse el pasivo (incluido la entrega de los fondos de reserva al Estado), reintegrarse los aportes y si hubiera excedente, distribuirlo entre los socios a prorrata de su capital o del monto de sus operaciones, según los casos. Este último criterio resultaría más justo (cuando sea posible aplicarlo), ya que como no puede cobrarse ningún recargo al socio nuevo por motivo del acrecentamiento de los fondos tíe reserva (art. 2, inc. 6), no se cometería la injusticia contraria de que quien se incorporase a la sociedad un breve lapso antes de su disolución, concurriría en la misma proporción sobre lo que pudiera corresponderle de los fondos de reserva, con socios de gran antigüedad y que posibilitaron la acumulación de tales reservas. Otras disposiciones: La simple lectura de los trece artículos que componen la ley ilustra sobre otras cuestiones de menor importancia o interés jurídico, pero esenciales al funcionamiento de las sociedades cooperativas brevitatis causa, a ella nos remitimos. También puede consultarse con provecho el decreto del 10 de febrero de 1927, reglamentando la inscripción y control de las sociedades cooperativas (i«), la ley 11.380, autorizando al Banco de la Nación Argentina y al Banco Hipotecario Nacional para hacer préstamos a sociedades cooperativas, su decreto reglamentario del 22 de diciembre de 1926, el decreto del 14 de enero de 1941, sobre cajas regionales cooperativas de préstamos y aho(16) Publicado en Fernández, t. 1, pág. 326, y más completo aún con transcripción de los considerandos, en la publicación de la Federación Argentina de Cooperativas de Consumo, Bs. Aires, 1951, bajo el titulo de "Sociedades Cooperativas" (Informe de la Comisión de Códigos del Senado). rros, la ley 14.060 sobre exención impositiva, la 3721 de la provincia de Buenos Aires, X. NATURALEZA JURÍDICA El tema resulta incómodo porque sostener frente a los cooperativistas que se encuentran dentro del terreno comercial, equivale, tradicionalmente. a inferirles una ofensa, ya que consideran sus principios inspirados en Roschdale, como opuestos por definición a todo lo que sea mercantil o, lo que es equivalente, lucro y egoísmo. Pero es ésta una forma subjetivista de encarar la cuestión y, por ende, poco científica. Prescindamos del toque simpático que para algunos está reñido con el terreno comercial, opinión que no compartimos, ya que se trata de una de las fuentes de riqueza tíe un país y honra a quien la ejerza honestamente. Pasemos, pues, a examinar este quid en un terreno puramente jurídico y desprovistos de preconceptos o prejuicios. La respuesta revestirá gran importancia, porque determinará fuero judicial al que se debe acudir y, lo más importante quizá, si está sujeto o no a la ley de quiebras. Muchos autores se han detenido en este problema. Otros, como Fernández, no lo tratan al analizar la ley. Enrique Díaz de Guijarro (cit. por Perrotta, op. cit., n"? 650) expone el estado del problema en Jurisprudencia Argentina, 1942, IV, página 974, y en el Cronista Comercial, 19 noviembre 1944, página 35. Sostienen el carácter comercial de las sociedades cooperativas por el espíritu de la discusión parlamentaria y/o por su naturaleza: Obarrio, Matienzo, Siburu, Rodríguez Gómez, Rivarola, Castillo y Fertorino, y como fallos, los registrados en J. A. 61-478; J. A., 63-279; J. A., 72-69 (sobre aplicación de la ley 11.719). Opinan por el carácter civil Díaz Arana, Vidales, y como fallos, J. A., 73-879; J. A., 60-660, y La Ley, 10-172. Sostienen un carácter dual, dependiendo de su forma y objeto, la. comercialidad: Segovia, Malagarriga, Parry, García Martínez, y como fallos, J. A., 60-216. Veamos someramente algunas argumentaciones, comenzando por las de autores extranjeros. Las cooperativas de consumo no son mercantiles si lo que adquieren lo venden exclusivamente a los socios (Baudry-Lacantinerie y Wahl). La naturaleza de los actos que realicen determinará la de la cooperativa. Serán civiles las de consumo o crédito que contraten sólo con sus asociados. Estos no buscan ganar más, sino perder menos "que si comprasen individualmente (Lyon-Caen y Benault). Aunque la cooperativa venda a terceros, si es que distribuye luego entre ellos bonificaciones proporcionales, sigue dentro del Derecho civil. Tales bonificaciones, que se entregan a terceros o a socios, no son más que el excedente que la sociedad percibió de más y lo devuelve al comprador que se lo vabonó. Lógicamente, será comercial si no abona esas bonificaciones a los terceros compradores (Arthuis). El objeto de la cooperativa, ¿es un acto de comercio? Corresponde al Derecho mercantil. Caso contrario, al civil. Ejemplo del primero, las cooperativas de consumo. Del segundo, las que se dediquen a la pesca o a la agricultura (Vivante). Dentro del Derecho positivo francés el problema se ha solucionado ya que la ley ha conferido carácter comercial a las sociedades de crédito agrícola (31 de marzo de 1899), de crédito marítimo (4 de diciembre de 1913) y de crédito al pequeño comercio e industria (13 de marzo de 1917, cit. Perrota, op. cit., pág. 249). Leisersan (op. cit.) las ubicó en el Derecho civil por carecer de animus apeculandis y de lucrum. Para Siburu, dentro del régimen anterior a la ley 11.388, por estar legislada dentro del Código de comercio y en atención a lo dispuesto por el artículo 8, inciso 11, las cooperativas eran comerciales. Obarrio también las consideraba mercantiles. Castillo se atenía al objeto de la cooperativa. Similarmente, Malagarriga. Primer Congreso de la Cooperación (quizá por las razones que apuntamos al comenzar este tópico), la ubicaron categóricamente en el terreno civil, ya que le faltaría el ánimo de lucro y la función mediadora, que caracteriza al comercio. Leierson sostiene que la relación jurídico-cooperativista excluye el animus speculandi y el lucrum y, por lo tanto, no es comercial. Rivarola parte del artículo 8, inciso 11 del Código de comercio, que somete a la ley comercial "los demás actos especialmente legislados en este Código". No olvidemof que el artículo 12 de la ley 11.388 expresamente la incorpora al mencionado Código. El lucro también se evidencia al vender la sociedad a su asociado con una ganancia necesaria para cubrir gastos, intereses al capital, etcétera. En la cooperativa de producción es a todas luces evidente el ánimo de lucro, ya que de lo ganado vive el trabajador. COOP vía Concluye "distinguiendo debidamente dos conceptos ineoníunctibles entre sí, como son la supuesta ausencia cíe espíritu de lucro y el propósito ue evitar y neutralizar el lucro de terceros, que es la verdadera realidad, no se pocírá negar que la sociedad cooperativa es cíe carácter mercantil y que la ley 11.383 está bien incorporada (art. 12) al Código de comercio". Para Villareal, a quien hemos seguido, corresponde estudiar la cuestión en nuestro Derecno positivo y dentro de la doctrina. Coincidiendo con Rivaroia, el artículo 8, inciso 11, armonizado con el articulo 12 de la ley- 11.388, ubican sin lugar a dudas a las cooperativas dentro del Derecho mercantil. Muy personal es el informe que realizó sobre el particular Federico Figueroa (Naturaleza jurídica de la cooperativa, en La Ley, t. .XV, sec. doctr., pág. 33). admitiendo la íntima interacción entre los aspectos jurídico y económico; para su mejor estudio resuelve desentrañar el uno del otro. Similarmente distingue la cooperativa de la cooperación, conforme con Ei varóla, pero establece la relación del medio al íin, respectivamente. Figueroa hace resaltar la naturaleza anticapitalista de la cooperativa y recoge la cita que de Pantaleoni hace Bolaffio (Derecho mercantil, curso general, n9 149): "La idea cooperativista es, pues, una idea viril: una idea de emancipación y de rebelión". Ahondando en dicha postura, y ubicándose en una postura de política cooperativa, adhiere a las manifestaciones de Díaz Arana en un curso dictado, en 1938, en la Escuela de Cooperación: "No puede haber sociedades cooperativas de capitalistas ni de intermediarios, y es mi opinión que la autoridad encargada de registrar estas sociedades debe en cada caso examinar no sólo si están cumplidos los requisitos externos de la ley, sino también si la sociedad tiende a realizar los fines de la cooperación". Trae como ejemplo de en qué forma un gobierno puede orientar una determinada política cooperativa, la experiencia que para aquella época se realizaba en Rusia soviética, creando y fomentando los coíjoses (cooperativas agrícolas) para con trarrestar a los Kulaks (terratenientes). Incursionando fugazmente en la historia económica, hace notar que las primeras cooperativas fueron patrimonio de proletarios, pasando más tarde a ser integradas preferentemente por la clase media. A partir del siglo xix, los Estados democráticos comprueban la colaboración que estas sociedades pueden prestarles para mantener un necesario equilibrio económico, y por ello van apareciendo disposiciones que ios favorecen con exenciones impositivas, liberación de trámites, etcétera. Desentrañando así lo económico, queda a nuestro examen la faz jurídica. Comienza por atacar la base misma del razonamiento corriente: "La cooperativa es una so ciedad". Tal premisa, sostiene, es falsa. Ante todo —continúa—, la sociedad es una persona jurídica (en el sentido amplio que algunos le confieren), como un génert comprensivo de varias especies. ¿Cuál es la especie que corresponde a las cooperativas? Desde luego elimina a las fundaciones, y para precisar más su concepto, distingue sociedad cíe asociación, no en base al criterio clásico, y según este autor, hoy superado, de que la sociedad tiene un fin de lucro, mientras la asociación lo tiene altruista. El principio diferencial que acepta es el del afjectus socieiatis. Por ello, u.na colectividad en la cual los miembros se renueven constantemente, no siendo primordial la permanencia de ninguno de ellos, no sería una sociedad, sino una asociación y corporación. Consecuentemente, una sociedad anónima es una corporación y no una sociedad. Las cooperativas, desde un punto de vista formal, son en nuestro Derecho sociedades anónimas (art. 11 de la ley). Para Alemania son asociaciones (asociación inscripta) , y para el Derecho latino, sociedades. "El concepto latino que apela a la finalidad lucrativa o altruista para determinar la sociedad o la asoción se esfuma y se torna borrascoso aquí, porque si bien la cooperativa es de índole económica, no lucra para sus componentes y revierte en principios de solidaridad social por su tendencia a mitigar las consecuencias del capitalismo, suprimiendo su arbitrio para fijar los precios del consumo y del trabajo, así como suprimiendo los intermediarios". Concluye con que «na colectividad que lleva una poiíticq, de puertas abiertas, permitiendo liberalmeiite la entrada y salida de socios y capitales, no puede ser otra cosa que una asociación. El lector sabrá disculparnos este resumen algo extenso y encontrar nuestro justificativo, en el hecho de que se trata de un trabajo muy poco difundido y una forma diferente de plantear el problema. Ello no implica nuestra adhesión. Creemos con la mayoría de los autores y la jurisprudencia que las cooperativas son sociadades comerciales. Dentro del Derecho positivo, la discusión casi no cabe, puesto que su inclusión en ese código (art. 12) y la remisión subsidiaria a las sociades anónimas (art. 11) son razonamientos suficientes. Si queremos ponernos en un terreno de doctrina pura, debemos igualmente arribar a idéntica conclusión. Los diversos autores han agotado prácticamente el tema y a ellos nos remitimos. El razonamiento de que en muélaos casos (cooperativas de consumo, por ejemplo), no se busca una ganancia, sino evitar una pérdida, es irrelevante, dado que tanto beneficio económico implica lo uno como lo otro, y la sociedad que se organice para lograr permanentemente tal fin, encuadra plenamente, dentro de los marcos del Derecho comercial. No deben ver en ello los cooperativistas motivo para disminuir sus méritos, Permítasenos recordar algo que han olvidado todos los autores que han tocado este tema. Dentro del programa de Rochdale, se lee: "La sociedad tendrá como finalidad y objeto 1# obtención de un beneficio pecuniario para sus miembros..." XI. DOCTRINA COOPERATIVA Rosendo Rojas Coria, en su ya mencionado Tratado de cooperativismo mejicano, dedica un título al estudio de la doctrina cooperativa, entendiendo por tal "el conjunto de principios en que se inspira todo el régimen cooperativo, para llegar a un imundo ideal". A ello llega después de definir a la sociedad cooperativa como la "organización concreta del sistema cooperativo, que lleva en sí el germen de una transformación social encaminada a abolir el lucro y el régimen de asalariado para sustituirlo por ¡a solidaridad y la ayuda mutua, sin suprimir la libertad individual" (pág. 667). La doctrina cooperativa comprende diversas disciplinas: la filosofía, la economía, la pedagogía-y el derecho cooperativos. Para Rojas Coria, el cooperativismo debe tener como objeto de su pensamiento y de su acción el de dirigir al mundo (página 621), Dejamos respetuosamente a salvo nuestra opinión frente a este pretencioso programa, que ve en el cooperativismo en sí mismo la panacea universal. Creemos efectivamente en el gran rol que está llamado a jugar el cooperativismo, acercando y hermanando a las personas, incluso por encima de las fronteras nacionales, desde el punto de vista espiritual; limando asperezas al abstenerse de pronunciamientos políticos, religiosos o raciales; contribuyendo al mejoramiento económico de sus miembros, objetivo fundamental del movi- miento y, a nuestro juicio, condicionante de los demás. Pero ello no nos puede conducir al extremo de pretender que basta el desarrollo y afianzamiento de este tipo de sociedades para hacer que los muchos problemas de ¡este mundo dejen de serlo. Se requiere, además, que se den una serie de factores económicos, políticos, y sociales, que virtualicen para la humanidad un mañana luminoso, libre de hambre, de guerras y otros .azotes. Participamos, si, y lo repetimos, de la profunda convicción de que en el áspero camino que nos conduce, lenta, pero inexorablemente, a ese día, el cooperativismo es un medio extraordinariamente eficaz para acelerar ese proceso y para mitigar esas asperezas. La posición filosófica del cooperativismo la fija: con referencia a diversas cuestiones. Ai ubicar al hombre dentro de la sociedad, "afirma que en su sistema se pueden conservar en armonía la libertad del hombre y la solidaridad social" (pág. 628). "Por la misma razón del sentido que tiene la vida para el cooperativismo, su presencia en el mundo determina una nueva ética en lo individual y social". "Afirmándose desde su aparición sobre ciertos principios sobre los que finca su ideal y su actividad el cooperativismo, informa con ellos las diversas ramas de las ciencias sociales... El cooperativismo es una ciencia". Y, finalmente, procurando reproducir literalmente el pensamiento de Rojas Coria, al referirse al arte, profetiza que "el cooperativismo producirá, tarde o temprano, una revolución en la ejecución y en las concepciones artísticas", aunque del arte cooperativo sólo se podrá hablar cuando la vida social se encuentre informada por los principios del cooperativismo" (pág. 630). En otro capítulo estudia la economía cooperativa. Luego de pasar revista a una historia de las ideas económicas llegando hasta los comienzos del movimiento cooperativo contemporáneo, que resume desde luego. Desarrolla con detenimiento y por separado enjundiosos temas como las leyes económicas dentro del sistema corporativo, la riqueza, la producción, la teoría del valor, de la utilidad y del precio, la distribución y el consumo, banca y moneda y, finalmente, el Estado y la economía. Es interesante anotar que con la misma seriedad y detenimiento se ocupa de otra disciplina, al parecer de una trascendencia más limitada: la pedagogía. Y ello porque "el cooperativismo es una manera de educar a la niñez y a la juventud, distinta de las prácticas de otras ideas sociales. De nada servirán los conceptos teóricos... si la reforma no abarcase el aspecto educativo del hombre" (pág. 653). Considero fracasada la escuela tradicional, y después de analizar las teorías individualistas y socialista de la educación y recordar a precursores como Tolstoi, con su escuela de Yasnaia-Poliana, arriba a un sistema específico. Siguiendo .en general las ideas de Domingo Tirado Benero (Cooperativas, Talleres, Huertas y Granjas escolares), expone el método pedagógico cooperativo, al que le atribuye las siguientes funciones respecto al educando: hormonótica o excitativa, ascética o ejercitativa, hodegética o guiadora, didáctica o de enseñanza, y sofronística o correlativa. Finalmente, hace paralelo comparativo entre cooperativa escolar y escuela cooperativa. Y, para concluir, dedica breves carillas (quizá demasiado breves, en comparación de las que ocuparan los otros temas) para exponer los caracteres del Derecho en lo que específicamente se vincula al cooperativismo. El cartabón o punto de referencia utilizado por Rojas Coria consiste en la ubicación de la legislación sobre cooperativas. Considera como meta más evolucionada que la misma se independice totalmente tanto del Derecho civil como del mercantil, ya que sostiene, con el licenciado Antonio de J. Lozano, que "se comprende que estas Sociedades no sean propiamente dichas civiles ni mercantiles, sino una especialidad social". Llega a postular Rojas Coria en una actitud que juzgamos un poco exagerada: "La solución... está.. en ir al fondo del conflicto y reformar la Constitución general de la República (México)... Es decir, una reforma constitucional que cree el derecho cooperativo como la norma jurídica apropiada para el funcionamiento y fines del movimiento cooperativo nacional ... Para facultar al Congreso... para expedir la ley federal de cooperativismo, como institución de utilidad social, creando un tribunal para resolver, conforme a derecho, las controversias "que se deriven de los retos cooperativos" (pág. 665). Como vemos, aunque no lo dice expresamente, propone incluso la creación del fuero cooperativo. A pesar de estas posturas extremas que no podemos llegar a compartir, hemos seguido complacidos a este autor en este tópico, por cuanto es digno de elogio su inintento de llevar a una categoría superior é independiente las distintas manifestacio- nes científicas y espirituales en su relación con el cooperativismo. XII. POLÍTICA COOPERATIVA Todos los gobiernos han visto siempre con simpatía el crecimiento de estas sociedades y contribuido en mayor o menor grado, según sus posibilidades, con medidas concretas, que podían traducirse en pequeños hechos que la crónica no registra, pero que resultan de indudable eficacia práctica. Otras veces alcanza expresión legislativa y, si es que la misma es justa y se ve seguida por una buena reglamentación y aplicación, sus efectos son provechosos. Así, por ejemplo, podemos consignar entre las más importantes, la ley 11.380, de Fomento cooperativo, sancionada en 1926, esto es, el mismo año que la 11.388. Establece una doble ayuda: bancaria e impositiva. Dispone que el Banco de la Nación acuerde préstamos a las cooperativas agropecuarias por un plazo mayor que los ochenta días que disponía su carta orgánica, y que el Banco Hipotecario hará préstamos a las mismas para la construcción de graneros, depósitos y elevadores y para la compra de campos, hasta por un 80 por ciento del valor de tasación. Pero posteriormente la reglamentación de la ley en lo que respecta a esta última entidad bancaria, fijó el monto máximo del préstamo en 25.000 pesos, lo que incluso en aquellas épocas resultaba insuficiente. He aquí un ejemplo, negativo, de la correlación entre la ley y su reglamentación. Posteriormente, estos créditos han ido aumentando especialmente por la ley 11.684, que crea la Sección de Crédito Agrícola del Banco de la Nación (año 1933), y por la posterior carta orgánica del Banco de la Nación. Esto en lo referente al crédito bancario. Pero la ley 11.380 también ha establecido el beneficio de la excución impositiva, eximiendo a las cooperativas de la ley de sellos, esto es, que pueden constituirse en papel simple y se les exime de la contribución territorial y de patentes para sus construcciones. Posteriormente, la ley 14.060 ha dispuesto "que están exceptuadas las sociedades cooperativas constituidas conforme a la ley 11.388 e inscriptas como tales en el Ministerio de Industria y Comercio- de papel sellado, asi como los actos que se celebren para su constitución, registro, reconocimiento y disolución". Concordantemente las diversas leyes impositivas, tanto nacionales como provinciales, establecen diversas franquicias. Así ocurre, por ejemplo, en lo referente a rétditos, eventuales, ventas y beneficios extraordinarios. Por otra parte, los diversos ministerios y reparticiones oficiales bregan en mayor o menor intensidad para que se constituyan cooperativas, .especialmente a lo referente a la producción agrícola-ganadera. En las escuelas se procura inculcar en las mentes de los niños sentimientos cooperativistas, ya sea por clases teóricas o, mejor aún, haciéndolos participar en sencillas cooperativas escolares. Al hablar de política cooperativa no podemos dejar de mencionar la intensa y seria labor que despliega la Oficina Intertaacional del Trabajo, por medio del Servicio de la Cooperación, reuniendo datos, -confeccionando datos y estadísticas, recabando informes, opiniones y recomendaciones y difundiéndolas a través del mundo, haciendo conocer a unos las experiencias de otros, etcétera. Gran cantidad de tales publicaciones (El movimiento cooperativo en las Américas, 1943; Problémes de Relévement et de Reconstruction, 1945; El movimiento cooperativo y los problemas actuales, 1945; Introducción a la Práctica Cooperativa, 1952, .etcétera) han servido de fuente para la presente nota. Por el carácter mismo de tal organismo, su labor es sumamente importante en lo que se refiere al fomento de las relaciones entre cooperativas y cooperativistas en el orden internacional, o, si se nos permite la sutileza, en el orden supranacional. XIII. CONCLUSIONES Cerramos así estos breves conceptos. Se trata de un tema al que el investigador debe abocarse coloreado su espíritu por una simpatía subjetiva, tal corno simpático es el movimiento cooperativo en el mundo entero y en todas sus manifestaciones. Hemos procurado resumir las opiniones más eruditas sobre el particular, tanto de juristas como de cooperativistas, atreviéndonos a intercalar las propias a efectos de ponderar una postura, aclarar un método o proponer una reforma. Hemos puntualizado que la ley 11.388 ha resistido cerca de treinta años sin ser reformada y sin que casi se hayan dictado oirás leyes complementarias que la enmendasen. Ello ha sido posible por su amplitud y elasticidad. Hoy quizá se imponga el estudió, a fin de adecuarla a la complicada realidad económica de estos tiempos, como así también, sin abandonar el sistema unitario de legislación, con una ley general O1IEBA - T. 4 - 56 sobre cooperativas, reglamentar debidamente las distintas clases de las mismas. El Estado deberá procurar aumentar al máximo su colaboración en todos los órdenes, prestando cuanto apoyo le sea requerido. Se deberá capacitar a los dirigentes cooperativistas para que se cumpla también la función educativo-pedagógica del movimiento, que nuestra ley no asegura, salvo el que destina a los fondos de reserva de las cooperativas que se disuelvan para tal fin. No creemos con Rojas Coria que es necesario el fuero cooperativo, ni con Gratarola que debe independizárselas de la legislación subsidiaria de las sociedades anónimas. Pero sí que el cooperativismo posee su individualidad netamente definida, que si bien no lo sustrae del Derecho mercantil, requiere de quienes se ocupen de él en la práctica, en la doctrina o en la legislación, una serie de conocimientos y una predisposición de espíritu determinado. No es con el mismo criterio que debe resolverse un problema de una sociedad anónima que el de una cooperativa. Pero para lo que no es necesario ningún conocimiento especial, sino que es suficiente un sentimiento de fraternidad humana, es para aplaudir y apoyar sin reservas a toda expresión del movimiento cooperativo. JURISPRUDENCIA. — La citada en el texto. BIBLIOGRAFÍA. — Acerbonl y otros, "Sociedades cooperativas'*, en Revista de Cooperativas Comerciales, núms. 32 a 42, Bs. Aires, 1914. — Arthuys, P., Traite des societés commerciales, París, 1917. — Anuario de la Cooperación, Museo Social Argentino, Bs. Aires, 1923. — Babcoch, H. E., "El movimiento cooperativo agrícola en los Estados Unidos", en Movimiento Cooperativo en las Américas, Montreal, 1943. — Ballesteros, A., Cómo se organiza la cooperación en la escuela primaria, México, 1940. — Baly, E., "La eliminación del lucro como objetivo fundamental del cooperativismo", en Revista de Ciencias Económicas, año 21, enero de 1833. — Barrios, L. 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En cuanto a la coposesión, la mayoría de las legislaciones se limitan a promulgar ciertas normas generales, dejando la función de interpretarlas a los tratadistas y a la jurisprudencia, con lo que se logra una profusión de controversias que están lejos de presentar soluciones uniformes. El primer inconveniente de la materia es que el Derecho romano —que ha servido de fuente de inspiración a la mayoría de los Códigos modernos— nada dice, en concreto, acerca de la coposesión, y debemos remitirnos a Savigny, quien afirma que ni los textos ni los jurisconsultos romanos se han ocupado del tema, que recién aparece en la terminología moderna. Ihering sostiene que la institución en sí ha existido entre los romanos, pero sólo se aplicaba a los bienes inmuebles, especialmente limitada a la casa romana, donde tuvo su desarrollo y evolución. Escriche la define en 1 Por el Dr. MATEO GOLDSTEIN. su conocido Diccionario, bajo la voz "Posesión por individuo", como la que tiene dos o más personas de una cosa común, vertñ-- gracia de una casa o campo que han heredado y se mantiene sin dividir;t el con- cepto es análogo al de Ihering, en cuanto al objeto sobre el cual la coposesión podía recaer. Laiaille, entre nosotros, sostiene que cuando los autores han querido mantener el paralelismo entre el derecho (de posesión) y su ejercicio, han tropezado con serios inconvenientes en cuanto al condominio y a la figura homologa de la coposesión (la compossessio de los romanistas). Cita la opinión de Savigny, cuando pretende justificar o fundamentar el carácter exclusivo de la posesión, por cada uno de los coposeedores: "cuando varias personas poseen una cosa en común, de tal suerte que sus posesiones se encuentran recíprocamente limitadas la una por la otra, la posesión no concierne más que en aparien- por cuotas indivisas o solidariamente, según que el derecho correspondiente sea divisible o indivisible. En el primer caso, habrá tampoco coposesión sin determinación de cuotas, cuando todas entiendan poseer conjuntamente con la totalidad". Ruggiero, interpretando esa disposición, afirma que la posesión corresponde a varias personas a un mismo tiempo, y entances se produce la figura especial de la coposesión, que se estructura de un modo análogo al condominio. Igualmente al dominio, no se concibe que la posesión pueda corresponder íntegramente (in solidum) a varias personas, y esto fue ya reconocido por los jurisconsultos romanos. Se debe entender aquí, análogamente, el dominio, que cada uno posee la cosa o derecho por partes intelectuales (possessio por indiviso), de modo que la cuota sea la medida de los poderes de cada uno, sin constituir una parte real o efectiva de la cosa o del1 derecho sobre que ejerza la posesión" í ). cia a una sola cosa; cada uno posee en2. Los principios de la ley italiana. Como tonces realmente, por si solo, una porción se advierte, el comentador del respectivo y no tiene ningún derecho de posesión so- precepto del Código civil italiano incurre bre las restantes. Que la separación de esas en el mismo error de otros tratadistas, que partes sólo sea de orden abstracto y no consideran la coposesión a la luz de los material, es indiferente del punto de vis- preceptos sobre el condominio, que no sólo ta jurídico; cada uno posee una cosa para se refiere a la propiedad —cuyas diferensí y esas diferentes personas están entre cias con la posesión son notorias—, sino ellas, más o menos, como los poseedores que son inadaptables, sus principios, a los de dos casas contiguas". que rigen la posesión en común. Pero el ar2. Coposesión y condominio; contradic- tículo precitado ha desaparecido del Códiciones. Sí, como lo hacen algunos autores, go civil vigente actualmente en Italia. En se asimila la coposesión, mejor dicho, sus la comprensión, sin duda, que no corresderechos, al condominio, surge de sí que ponde dedicar una especial disposición a en el condominio no se está en presencia la coposesión, ha optado por incorporar de partes abstractas, sino concretas (que toda la cuestión a la comunidad en genealguna vea se materializarán, pero, ¿cómo ral (arts. 1100 y sigs. o al condominio en aplicar la teoría a la coposesión?). En con- los edificios, que está regido por el artículo secuencia, se estrella aquí la teoría de las 1117 y sigs. del mismo Código). Con lo "partes indivisas", tan perfectamente apli- cual la materia, en el Derecho italiano, ha quedado diluida entre otras figuras jurícada a la idea del condominio o copropiedad de las cosas. Tal vez, la concepción más dicas del Derecho positivo. adaptable sea la que sugiere Lafaille: un III. EN LA LEGISLACIÓN ALEMANA sujeto de derecho, aunque en una órbita 1. El único derecho que reconoce la susmás limitada; una creación sui generis, titución francamente. Puede afirmarse, sin animada de acciones y derechos. temor a rectificaciones, que sólo en la leII. EN LA LEGISLACIÓN FRANCESA E ITALIANA gislación alemana moderna se encuentra reconocida la coposesión de una manera 1. La propiedad indivisa. La doctrina francesa adolece de las mismas fallas que clara y que no se ha dejado a la doctrina las que aquejan a otros países, inspirados la tarea de configurar la antigua instituen el Derecho romano. Si no es en la ción, habiéndosela integrado de modo que propiedad indivisa, no encuentran los au- se fundamenta por sí sola. Esto sólo ocurre tores una explicación, a la coposesión, con en el Derecho civil germánico, y funciona lo que se incurre en arbitrarias construc- de la manera que expondremos, después ciones jurídicas. El Código civil italiano de una breve referencia a sus antecedenresuelve el problema mediante la inclusión tes históricos. del artículo 523, que expresa: "La pose(1) Ruggiero, R. de. Instituciones de Derecho sión puede pertenecer a varias personas civil, t. 1, pág. 816. 2. Breve relación histórica. Cabe dejar sentado que el actual derecho de posesión alemán constituye una combinación entre el Derecho romano y el germánico. Corresponde a este último la originalidad de la introducción de un nuevo concepto, la Gewere del Derecho medioeval alemán, que traducido literalmente significa vestidura, o investidura de la cosa objeto de la posesión, en el sentido del conjunto de los derechos derivados del señorío sobre una cosa. Así se introduce la diferencia entre el hecho de posesión (del moderno Derecho) y el derecho de la posesión (Gewere) ideado por la mentalidad germánica de la Edad Media. Enneccerus-Wolff, mediante algunos ejemplos, intentan aclarar los límites: tiene posesión sobre cosas muebles —en el Derecho alemán primitivo— todo el que las detente; sobre fundos, quien los goza; sobre derechos, quien los ejerza. El goce de un fundo puede tenerse de dos maneras: goza inmediatamente un inmueble quien percibe los frutos naturales; mediatamente, quien percibe pensiones, servicios personales o diezmos. Así es que existe una Gewere gradual (sobre el fundo): la del arrendatario y la del arrendador; la del feudatario y la del feudalísta. Ksta concepción, que aún subsiste en el Código civil alemán (art. 868), reservada a las cuestiones muebles, es la que se califica en el Derecho feudal alemán ("Espejo de Suabía") como Gewere. o posesión de hecho. Pero la otra Gewere, sinónima de la posesión moderna, es la que corresponde al Derecho (.conjunto de derechos derivados del señorío sobre una cosa), puede sobrevivir al mismo señorío sobre las cosas y es transmisible ínter vivos y mortis causa. Debe entenderse que el primer concepto ha sido derivado de la posesión romana; el segundo es el que ha pasado a las legislaciones que tomaron contacto con el Derecho germánico y es aceptado por la doctrina, para explicar el arduo y complejo problema de la coposesión, sin acudir a las similitudes más o menos próximas con el condominio, o la copropiedad, o la propiedad colectiva francesa. 3. Caracteres de la Gewere alemana. Conforme a la correlación de los artículos 1213, ap. 2, 1231, prop. 2 del Código civil alemán, resulta que la coposesión existe, cuando varias personas dominan la misma cosa como poseedores inmediatos, o como poseedores mediatos del mismo grado. Existe posesión exclusiva, cuando en un grado posesorio se halla un solo poseedor, aunque haya otros que posean en grados superiores o inferiores. Para configurar la coposesión, no es preciso que los poseedores tengan la voluntad de ser tales. Incluso puede ocurrir que todos los coposeedores sean poseedores en nombre propio, o que todos sean poseedores en nombre ajeno; también es posible que uno sea poseedor en nombre propio y el otro poseedor en nombre ajeno (arts. 1081 y 1206 del Cód. civ.). Ahora bien, la coposesión puede ser simple y en mano común; en el primer caso, cada uno tiene señorío independiente sobre la cosa, si bien no un poder efectivo ilimitado, puesto que lo comparte con el otro coposeedor. Ejemplos: la coposesión inmediata de los que habitan el mismo piso sobre la casa común; la de los inquilinos de una casa sobre el lavadero común; la de los copropietarios de una bodega de vinos, a la que tenga acceso cada uno por separado; la de los poseedores que ejerzan el señorío por mediación de un servidor posesorio, el cual esté dispuesto y obligado a obedecer las indicaciones de todos y de cada uno de ellos; asimismo la coposesión mediata de los que depositen cosas en un almacén, en virtud de un contrato colectivo, o la de aquellos a quienes corresponda la pretensión de entrega, a título de acreedores solidarios. 4. La coposesión en mano común. En la coposesión en mano común, ninguno de los coposeedores tiene un señorío (poder efectivo) independiente, sino que lo tienen todos en conjunto: los coposeedores vinculados son "el poseedor". Ejemplos: en los "tesoros" o cajas individuales de los clientes'de un establecimiento bancario, en que existe una coposesión del locatario de la caja o tesoro y el Banco; y especialmente, la mayor parte de las veces, en la coposesión de personas que se hallen en una relación jurídica en mano común. Otra de las características esenciales de la coposesión es que, en ningún caso, el señorío de los coposeedores se halla dividido en cuotas. Tal división, afirma Wolff (2), sólo puede referirse al derecho en cuyo ejercicio posean los coposeedores; los coposeedores A y B, que son copropietarios por cuotas determinadas, no poseen por cuotas, ni tampoco partes de la cosa, sino que poseen la cosa entera, como cosa que Zes pertenece parcialmente. La participación en el derecho en cuyo ejercicio posean, podrá ser fracción o cuota en una comunidad en mano común. Pero la "posesión en ejercicio de un derecho parcial" no es idéntica a la coposesión; aquélla puede existir aunque haya posesión exclusiva, y (2) Enneccerus-Wolff, Tratado áe Derecho ci vil, "Derecho de cosas", t. 3, 1», pág. 52. faltar en la coposesión; lo primero, si un copropietario posee exclusivamente; lo segundo, si un coposeedor posee la cosa como de -su exclusiva pertenencia. En consecuencia, dentro de los lincamientos de la posesión de derechos (el conjunto de los derechos derivados del señorío sobre una cosa), que es denominada en el Derecho alemán Gewere, surge la idea de la coposesión que, respondiendo a las características que hemos enunciado, puede explicar la institución hasta en nuestros días. Como se advierte, no se trata de condominio o copropiedad, sino de una figura original de la mentalidad jurídica de los germanos, que, sin embargo, se halla en condiciones de explicar, actualmente, lo que todavía no ha logrado conciliar a la doctrina en los diversos países donde todavía sobrevive la institución. IV. EN LA LEGISLACIÓN ESPAÑOLA El Código civil español reconoce la coposesión, si bien con caracteres diferentes a la que conoce el Derecho germánico. En efecto, el' artículo 445, !•?, determina que la posesión, como hecho, no puede reconocerse en dos personalidades distintas, íuera de los casos de indivisión. Según el artículo 450, 19, cada uno de los partícipes da una cosa que se posea en común, se entenderá que ha poseído exclusivamente la parte que al dividirse le cupiere durante todo el tiempo que duró la indivisión. Y, conforme a la prop. 23 del mismo artículo, la interrupción en la posesión del todo o parte tíe una cosa poseída en común, perjudicará por igual a todos. De ahí resultan, dicen los acotadores de la ley española, las dos figuras de la coposesión y de la posesión exclusiva. Pcsesión como hecho, en el concepto del artículo 445 es, a nuestra opinión, al menos con referencia a la prop. 1, la posesión inmediata, la tenencia tíe una cosa o el disfrute de un derecho. Si respecto a ella no hay dificultad en admitir la coposesión en los supuestos de indivisión, menos la habrá con referencia a los grados superiores de posesión, a la posesión espiritualizada del artículo 432. Por tanto, la coposesión es idea aplicable a todos los grados superiares de posesión: mediata o inmediata; superior o inferior. En síntesis, dentro de la ley española hay coposesión, no cuando exista un derecho indiviso, sino cuando varios disfruten un derecho a una cosa como si les perteneciera proindiviso. Si la posesión exclusiva es la imagen o actuación de hecho de un derecho exclusivo (existente o no), la coposesión será la actuación de hecho de un derecho común (existente o no). En su consecuencia, la existencia de un derecho común proindiviso no se opone a la posesión exclusiva, ya por un comunero ya por un tercero. La coposesión, en definitiva, no es susceptible de cuotas (art. 399 del Cód. civ. español), pues éstas se refieren exclusivamente al Derecho (3). V. LA COPOSESIÓN EN EL PROYECTO DE FHETTAS El articulo 3725, del Proyecto de Código civil de A. T. de Freit#s expresa: "Cuando dos o más personas poseyeren en común, cada una de ellas responderá por la buena o mala fe de su posesión. El co-poseedor de buena fe no sacará provecho de la mala fe de los demás co-poseedores en perjuicio de tercero". El articulo 3837 del mismo Proyecto establece: "Para tomar posesión de dos o más cosas de un conjunto, de una masa de bienes o de un patrimonio (arts. 320 y 361), no bastará tomar posesión de una o de algunas de ellas separadamente, aun cuando se tenga intención tíe tomar posesión de todas; es, sin embargo, indispensable tomar posesión de cada una de ellas, aun cuando la tradición hubiese sido hecha conjuntamente". El artículo 3839 expresa: "Para tomar posesión de una cosa indivisible adquiere la posesión de la totalidad de la misma, y no de cada una de las partes considerada como tal, lo que no impide la co-posesión, es decir, que dos o más personas tomen posesión en común cíe cosa indivisible" (art. 3725). He aquí toda la doctrina contenida en el Proyecto, que inspiró a nuestro codificador varios preceptos acerca de la coposesión, y cuyo antecedente es, por ello, de inapreciable valor. VI. EN EL CÓDIGO CIVIL ARGENTINO 1. Fuentes de la institución. Si efectuamos el cotejo de los articules del Código civil argentino que rezan acerca de la coposesión, hallamos citados a Molitor, a Troplong y a Preitas, en las diversas disposiciones. Pero, en términos generales, podemos afirmar que el codificador no ha hecho otra cosa que hacerse eco de la incertidumbre que agobia a los autores extranjeros, cuando intentan fundamentar jurídicamente la posesión y la coposesión. Y desde luego, el error más craso estriba en la intención de asimilar la coposesión a la copropiedad o condominio, que responde a otras reglas y basamentos. El pa-tículo 2407 del Código de Vélez Sársfield expresa: Para tomar la posesión de (3) Euneccerus-Wolff, ob. clt., "Anotaciones d* E!as Pérez González y José Alguer", págs. 52 y slg. •parte de una cosa indivisible es necesario que esa parte haya sido idealmente determinada. El codificador anota dicho artículo diciendo que "es la confirmación de la regla que dos posesiones iguales y de la misma naturaleza, no pueden concurrir sobre el mismo objeto. Muchas personas —agrega— no pueden poseer una misma eosa pro indiviso; su posesión es entonces común (compossessio). En este caso, sólo aparentemente la misma cosa se presenta poseída por varios. Pero en realidad cada uno no posee sino su parte y no la parte de los otros. Poco importa que las partes sean sólo intelectualmente separadas, pues no por eso dejan de ser partes, y estas partes intelectuales son las que cada uno posee". Segovia, glosando el precepto comentado, añade que la verdadera razón del artículo es que no se puede poseer la parte incierta de una cosa; lo mismo que una cosa incierta. Y agrega: Es verdad que Maynz, fundado en que los coherederos pueden poseer conjuntamente una cosa hereditaria sin saber actualmente por qué parte les pertenece, pretende que yerran evidentemente las leyes romanas al decir que la parte incierta de una cosa no puede ser poseída. Pero siendo la posesión hereditaria impuesta por la ley, la duda o la ignorancia de los coherederos no es entonces de importandia; y como por otra parte poseen, individualmente la herencia, nada importa su ignorancia actual de la parte que les toque, ignorancia bien poco verosímil y casi siempre increíble. El caso, pues, concluye, más bien apoya que combate la regla. Dispone el artículo 2408: Cuando la cosa es indivisible, la posesión de una parte importa la posesión del todo. Ambos textos están inspirados en Freitas (arts. 3339 y 3840, respectivamente), según apunta Segovia; según Vélez, el primero está inspirado en Molitor, y el último en Troplong. LafaiUe-señala, a su vez, que ambos textos consideran las cosas divisibles e indivisibles, y pueden referirse tanto a la posesión que ¿obre una de ellas quiera tomar una persona, como a la de varios sujetos sobre todo el objeto. Pero, dado que el artículo 2407 exige que se trate de "partes ideales", el titular de una de éstas, que ejerce su derecho, tendría la posesión íntegra de la cosa. Confirma este criterio, añade, el articulo 2409, cuando declara: Dos o más personas pueden tomar en común la posesión de una cosa indivisible, y cada una de ellas adquiere la posesión de toda la cosa. Con relación a los objetos divisibles sabemos que el artículo 2410, en su primera frase, que interesa a nuestro estudio, es- tablece: Para tomar la posesión de una parte de una cosa divisible, es indispensable que esa parte haya sido material o intelectualmente determinada. En consecuencia, caemos nuevamente en el equívoco que provoca la tendencia a asimilar la materia con la copropiedad; y en tal caso, será .suficiente mencionar que el condominio en nuestra ley no se ajusta a las normas que el mismo Código asigna para la coposesión (•»). Todo ello nos lleva a una confusión que somete el tema a la mera interpretación de los tratadistas y acarrea no pocas dificultades a la jurisprudencia de los Tribunales. 2. El Proyecto de 1936 tiende a imponer soluciones. Las modificaciones proyectadas en 1936 tienden a evitar cualquier equivoco y a conciliar las normas del condominio y los de la coposesión. En,el informe elevado por la Comisión de Reformas al Código civil (1936), hace notar que el Proyecto contiene disposiciones relativas a la posesión viciosa y a la posesión clandestina, para terminar con otros preceptos que establecen que sí fueren varios los poseedores de una cosa, la naturaleza de la posesión se juzgará respecto de cada uno de ellos, y que no puede poseerse a título de dueño, partes materiales de cosas que integren un solo cuerpo, sin perjuicio de que en la posesión de éstas por otro título,, la de partes materiales y determinadas se juzgue según la naturaleza y contenido del derecho que se ejerza. Es una aplicación —agrega la Comisión— del nuevo concepto posesorio que inspira al Proyecto, y que lógicamente tenía que apartarse del artículo 2405. Y más adelante cpunta: El cambio de doctrina respecto de la posesión, explica las modificaciones introducidas en el artículo 2489. El nuevo texto permite a cualquiera de los coposeeriores, las acciones posesorias contra terceros, sin el concurso de los otros, y también contra éstos, si los excluyeran o turbaren en el ejercicio de la posesión común. Nótese que aquí no se exige que el coposeedor manifieste pretensiones a un derecho exclusivo sobre el inmueble. El nuestro es más amplio, no sólo porque se refiere a todo coposeedor, sino también porque le permite el ejercicio de la acción, siempre que fuere excluido o turbado de hecho, sin preocuparse de que estos actos se realicen con o sin animo domini (•'•). Por consiguiente, si se pretende armonizar las disposiciones de nuestro Código (4) LafaiUe, H., Derecho civil, "Tratado de los derechos reales", t. 3, núm. 188. (5) Reforma del Código civil. 1936, págs. 147 y 148. que se refieren al condominio, con las- de la coposesión, nada más conducente que el artículo 1580 del Proyecto, que establece: Cuando la propiedad de una cosa perteneciere en común a varias personas, corresponderá a éstas un derecho de condominio en la medid-a de su interés respectivo. Las proporciones de cada condómino se denominan en este Código partes indivisas, presumiéndose iguales en caso de duda. El artículo 2409 actual, se substituye en el Proyecto por el 2316, que elimina la inexplicable diferencia entre "objetos divisibles" y "objetos indivisibles", y mediante la inserción del artículo 1423 del Proyecto se establece, clara y precisamente, que cuando dos o más personas en común tomaren la posesión de una cosa, cada una de ellas será coposeedora por el todo. El artículo 1443 completa la reforma, otorgando la protección legal a cualquiera de los coposeedores contra terceros, o contra uno de ellos que perturbare o excluyere a otra coposesión. No desearíamos terminar este estudio sin manifestar que las modificaciones propuestas han sido rcibidas con beneplácito por la doctrina (Lafaille, ob. cit., Valdés y otros). BIBLIOGRAFÍA. — La indicada en el texto y notas. COPPIA CRIMÍNALE. (V. PAREJA CRIMINAL.) COPROPIEDAD. (V. CONDOMINIO.) COPYRIGHT. (V. PROPIEDAD INTELECTUAL.) CORPORACIÓN DEL TRABAJO. (V. CORPORACIONES DE OFICIOS.) CORPORACIONES DE OFICIOS.* SUMA- RIO: 1. Orígenes de las corporaciones de oticios. 2. Las guildas. 3. Las primeras corporaciones. 4. Cofradías. 5. Naturaleza de las corporaciones de oficios. 6. Distintas categorías. 7. El aprendizaje. 8, El grado de compañero. 9. El maestro. 10. Autoridades corporativas. 11. Patrimonio. 12. Estatutos. 13. Las corporaciones en España. 14. Los gremios. 15. Organización gremial. 16. Decadencia de las corporaciones. 17. El edicto de Turgot y ia ley Le Chapelier. 18. Desaparición de los gremios en España. 1. Orígenes de las corporaciones de oficios. Es repitiendo una frase ya común que puede iniciarse el estudio de las corporaciones de oficios: su origen se remonta a la noche de ios tiempos, y los historiadores hacen referencias a fuentes que más tienen de incertidumbre que de veracidad. * Por el Dr. GUILLERMO CABANELLAS. Que la antigua civilización egipcia cont6 con corporaciones de guerreros, agricultores, traficantes, pilotos y porqueros, ello & través de una alusión poco concreta de Herodoto y Diodoro í 1 ), así como que en la antigua Palestina se encontraron rastros de sus corporaciones, o que en Egipto de los Tolomeos los artesanos aparezcan organizados en corporaciones ( 2 ), poco valor puede atribuírsele cuando las mismas, por razones de orden político, económico y cultural, diferían del sistema corporativo, que se adueñó de gran parte de las principales ciudades europeas en la Edad Media, Probablemente trataríase más de organizaciones clasistas que de verdaderas corporaciones de oficios, ya que la diferenciación por clases puede suponerse muy anterior a la división de profesiones, en la que se basa el sistema corporativo. Como bien se afirmó, los orígenes de las corporaciones de trabajadores, como los de tantas otras instituciones romanas, "aparecen velados por la leyenda y hasta aureolados por el mito" ( s ). Una sociedad, no diferenciada profesionalmente y sí sólo en grandes grupos de actividades, puede calificarse de agrícola, industrial o guerrera, pero sólo cuando las funciones de una u otra naturaleza dejan de ser rudimentarias es que se logra la fragmentación que permite un encuadre en la estructura jurídica y social del Estado. Que Numa, según le atribuye Plutarco, distribuyera al pueblo conforme sus diversos artes y oficios, no indica la formalización de una estructura jurídica con perfiles, con cierta unidad que permita afirmar la existencia de un sistema con contenido propio. De aquí que debamos partir de una situación hasta cierto punto cierta, y ella es que ya bajo el reinado de Servio Tulia los colegios de artesanos aparecieron con el carácter de una institución definitiva, ya que los mismos constituían una de las partes esenciales de la constitución promulgada por aquél y que estuviera en vigor hasta el año 241 (a. de J. C.) (*). Estos colegios, que hasta cierto punto revelan un espíritu asociativo, fueron numerosos e importantes hasta el punto que el año 64 (1) Más bien parece deba tratarse de clases so- ciales que de verdaderas corporaciones, afirma Napolitano, Economía corporativa, pág. 173, Barcelona, 1941. (2) Cf. Napolitano, ob. cit., pág. 174, quien señala, además, que en el Egipto de los Tolomeos "los artesanos aparecen organizados en corporaciones provinciales y ciudadanas, con reglamentos impuestos por el Estado". (3) Rumeu de Armas, Historia de la previsión social, pág. 11, Madrid, 1944. (4) Cf. Saint-Leon, E. M., Historio de las corporaciones de oficios, págs. 32 y 33, Bs. Aires, 19-17. (a. de J. C.), en tiempo de Catilina, un senado consulto prohibió los colegios perjudiciales para el Estado, exceptuándose los considerados de utilidad pública ( 5 ), prohibición que no duró mucho tiempo, prosiguiendo en diversas vicisitudes de actividad por obra de tribunos, legisladores y cesares («). Para reflejar con mayor exactitud hasta qué punto la Lex Julia, promulgada quizá entre los años 49 a 45 (a. de J.C.), suprimió, reorganizó y reglamentó la actividad de los colegios romanos, conviene fijar las categorías o clases que de éstos existían: a) collegia compitalitia, que tenían carácter de cofradías religiosas (?); b) sodalitates sacrae, que actuaban igualmente como cofradías piadosas; c) collegia artificum vel opificum, que pueden considerarse como colegios profesionales, a los cuales hace alusión la Lex Julia, que al proscribir las demás asociaciones los llamaba tenuiores ( 8 ). Hasta dónde podían diferenciarse unos y otros collegia es punto menos que imposible, ya que, en las corporaciones romanas, la asociación comprendía una serie de actividades, factores y elementos de muy diversa índole. Las prácticas religiosas, los banquetes profanos, las libaciones conjuntas, los sacrificios y ofrendas extendían el área de acción de los colegios en una asociación, en que el placer de vivir aunaba más aún que la actividad profesional ( 8 ). Las necesidades militares y los impulsos religiosos pueden dar origen a una organización industrial, que no se considera en relación a un solo fin- o, al menos, esencial de carácter económico. Cofradías, organizaciones de carácter comercial, agrupaciones de orden civil más que social, etcétera, son, entre otros, los caracteres predominantes que diversos historiadores dan a los colegios romanos en los que, bien pronto, el intervencionismo estatal, quizá proveniente de la expansión lograda por aquéllos, limita, regula, disminuye el derecho, aumenta en obligaciones e incluso llega a cercenar su existencia. Y no contribuye poco —por la confusión siempre posible en(5) Napolitano, ob. cit., pág. 178. (6) Cf. Napolitano, ob. cít., pág. 178. tre el culto a un dios y el hecho de poner a éste al servicio del Estado— a ese intervencionismo la circunstancia de que la corporación romana sea casi siempre un collegium religioso, con su dios propio, al que se rendía culto y al cual, en circunstancias que los recursos lo permitían, se le elevaba un templo especial. "Lo mismo que cada familia tenía su lar familiaris, cada ciudad su genius publicus, cada collegium tenía su dios tutelar: genius collegii" (i°). Dentro del gran núcleo de las corporaciones se agrupan diversas instituciones, cuya designación de collegium, sodalitas, sodalicium, corpus, no sólo las diferencia, sino que enuncian un distinto contenido. Son diversos grupos orgánicos, y de ellos destacan, para nosotros, los collegium, que más que finalidad de orden profesional o económico perseguían la beneficencia entre los miembros, generalmente artesanos, siendo, como bien se señaló, el fin mutualista, unido al religioso, el móvil principal que impulsa a los llamados "colegios de artesanos" ("). Sólo por haber sido consideradas como antecedente obligado a las corporaciones de oficios, por estimar algunos que éstas han sido inspiradas en las viejas corporaciones romanas, es que pueden ser las mismas examinadas con mayor o menor detenimiento, pero con provecho relativo en orden a esa veracidad que impone destacar que de las instituciones jurídicas romanas, que tanta influencia ejercieron en la vida eterna del Derecho, la concepción corporativa no ha sido, al menos hasta ahora, a través de las investigaciones realizadas, consolidada para el fin propuesto; esto es, para lograr fijar en ellas un antecedente obligado de las corporaciones de oficios. 2. Las guildas. Al igual que de las corporaciones romanas, de las guildas —antecedente remoto al sistema corporativo del medievo—, se han planteado diversas tesis, e incluso ni siquiera los autores se ponen de acuerdo 12 en relación a la etimología de esta voz ( ), con la cual se designó a cierta institución inspirada en una de las más añejas tradiciones germánicas, sacrificios, banquetes y libaciones, que solían acarrear gravísimos desórdenes públicos, fomentando innumerables inmoralidades" (Bumeu de Armas, ob. cít., pág. 12). (8) Autor y ob. cit. en nota anterior, pág. 13. (9) Cf. Boissier, La religión romaine, t. 2, páginas 287 y 288, cit. por Durkhelm, Trabajo social, (10) Durkneim, ob. cit., pág. 13. (11) Páez, El derecho de las asociaciones, páginas 6 y 7, Bs. Airs, 1940. (12) Saint-León (ob. cit., pág. 56), señala que una primera opinión afirma que la voz gilda seria un derivado de la palabra alemana gelten, valer (en gótico gildan); otros autores sostienen que tendría su origen en el término anglosajón gylta (en alto alemán gelt o kelt, deuda, sacrificio), muy frecuente en las fórmulas de confesión; ese vocablo, convertido en anglosajón más moderno pág. 15, Madrid, 1928. en gegylta. significa sociedad religiosa. (7) "En esas cofradías se agrupaba, por barrios, la plebe de Boma. Una vez al año celebraban su fiesta de honor a los dioses lares, con ofrendas, cual es la del banquete, la invitación a beber juntos estrechando vínculos frater"uiles, too. la sopa <\e la paz. Lo más cierto, sin duda, es que el nombre genérico de guilda o gilda sirviera para designar a instituciones diversas, con contenido religioso y social, del que debió derivar más tarde otro político, artesano, mercantil, etcétera (13). Que ideas cristianas de caridad y fraternidad influyen dando carácter a estas instituciones parece ser un hecho innegable y de él deriva, sin duda, su posterior transformación en entidades preponderantemente mercantiles (14). Son, pues, las primeras asociaciones que se constituyen para la defensa mutua, y se transforman en entidades religiosas para, sin perder ese primer carácter, convertirse en núcleos que agrupan a mercaderes y artesanos, carácter que ya revisten en el siglo x, en que se consolidan las guildas de mercaderes con el objetivo principal de asegurar a sus miembros la protección de sus personas y de sus bienes, siendo, como bien se señaló, sus rasgos esenciales o característicos "la fusión de intereses, la comunidad de los esfuerzos y la estrecha alianza del trabajo con el trabajo" ( W ) . Prevalecía en la guilda, más que un estricto carácter gremial, un principio de solidaridad, siendo el fin propuesto el de asistencia a los enfermos, la honra de la memoria de los fallecidos y, más secundariamente, la práctica de un aprendizaje para quienes ingresaban a la misma ( ie ). (13) Napolitano, ob. cit., pág. 237. (14) Dice Saint-Leon (ob. clt., págs. 57 y 58): "Se han planteado diversas tesis acerca de los orígenes de la guilda. Según Wilda, cuya opinión es apoyada más recientemente por Gross en su erudita obra sobre las guildas mercantiles, la guilda debe su origen a la influencia de las ideas cristianas de caridad y fraternidad. Según Hartwlg, la guilda no seria otra cosa que la corporación romana, cuyo tipo importado por los apóstoles de la fe cristiana en las comarcas septentrionales, se habría transformado. Por último, Bren- tano, en su Ensayo sobre el origen de las guildas. se esfuerza en coordinar esos dos sistemas mitigando sus diferencias por medio de la admisión de un tercer factor: las tradiciones paganas". (15) Salnt-Leon, ob. cit., pág. 66. El mismo autor señala (ob. cit., pág. 60) que "las prime- ras guildas que aparecieron en la historia no tienen en ningún grado el carácter de asociaciones de comercio o de trabajo. Son asociaciones de defensa mutua o asociaciones religiosas. Hasta el siglo X son las únicas guildas que existen y se perpetúan hasta después de la aparición de las guildas de mercaderes y artesanos". (16) De acuerdo a Salnt-Leon (ob. clt., págs. 66 y 67), la entrada a la guilda estaba subordinada a ciertas condiciones, que eran: "1», ser ciudadano de la ciudad; sólo por excepción ciertos estatutos permitían al extranjero el acceso a la corporación; 2», tener una buena conducta y costumbres regulares; algunos estatutos añadían la condición de aer hijo de una unión legítima: 3». ra- Esas guildas de mercaderes y artesanos adquirieron determinada expansión, y las comerciales formaron ligas como la de Hansa o de Londres, que agrupaban un determinado número de ciudades del continente. Se regían por un consejo integrado •por delegados de cada ciudad y carecían de carácter profesional, en el sentido .de los gremios y de las corporaciones de oficios ("). Más próximo parentesco tienen las cofradías gremiales con las guildas que las corporaciones de oficios, y su estructura no se destaca como agrupación profesional, sino más bien de intereses, creencias y necesidades, que permiten agrupaciones que no se fundamentan en una actividad determinada y sí en un vínculo de orden más espiritual (**). 3. Las primeras corporaciones. Con poco fundamento se atribuiría cierta continuidad entre las corporaciones romanas y aquellas que comenzaron a florecer en Francia y en España ya entrado el siglo xn. Ni puede calificarse a aquéllas como por completo desaparecidas, ni tampoco a estas otras como totalmente originales. Ni las corporaciones romanas ni las guildas re injertan en las instituciones que se desarrollan en la Edad Media, y ello por cuanto, del siglo v, que contempla la desaparición de las corporaciones romanas, hasta finales del siglo xi, o comienzos del xn, en que se presencia la aparición de un nuevo sistema corporativo, se produce una etapa convulsa de invasiones y de guerra, de flujos y reflujos de un mundo que no encontraba un derrotero bien definido. Sin gar ciertos derechos de entrada (dos peniques entre los bataneros de Lincoln, dos chelines entre los sastres de Londres); 4'. realizar un aprendizaje que se fijaba de ordinario en siete años y se registraba en un contrato escrito". (17) Cf. Salnt-Leon, ob. cit., págs. 64 y 66. Perroci (Instituciones de Derecho sindical y corporativo, pág. 14, Madrid, 1942) señala que en las guildas de artesanos y de comerciantes "es digna particularmente de ser resaltada la estrecha fusión de los intereses; los jefes estaban asistidos por un consejo que vigilaba los negocios y la buera calidad de los productos, administraba el fondo común, ejercitaba la justicia en las cuestiones que concernían al oficio; la entrada en la guilda no era obligatoria, y estaba subordinada al cumplimiento de alguna condición; ser ciudadano de la ciudad, tener buena conducta, pagar un derecho de entrada, obligarse con un contrato escrito a un aprendizaje de siete años. Entre los fines de la guilda estaban socorrer a los enfermos, honrar la memo- ria de los difuntos, educar a los hijos y dotarlos si llegaba el caso". (18) Bumeu de Armas (ob. cit., pág. 42), señala que es difícil de aventurar una opinión con respecto a si la cofradía gremial de nuestra Edad Media tiene sus precedentes próximos en las guildas de mercaderes y artesanos de Inglaterra, Alemania y Francia. artes, sin industrias, sin producción, no podían desenvolverse corporaciones que agruparan a los hombres de un mismo oficio. Los esclavos transformados en siervos de la gleba, la población en pequeños núcleos urbanos, la economía reducida a la rural, mal podía considerarse la existencia de condiciones sociales suficientes para determinar la continuidad de corporaciones gremiales o la formación de agrupaciones de hombres de un mismo oficio («). La subsistencia de un vínculo asociativo inspirado en condiciones necesarias de fraternidad, común en todos los hombres y sin exclusividad de pueblo alguno, no puede destacarse para determinar, con él solo, el origen de una institución cual es la gremial. De aquí que sea casi materialmente imposible —por las líneas grises que separan los períodos históricos— fijar con exactitud el origen de las corporaciones medievales en Europa; y más aún cuando eJ desarrollo inicial es siempre privado y casi siempre reservado ( 2 °). Nuevas corrientes económicas y sociales inspiran el nacimiento de estas corporaciones e inutilizan, destruyéndola, la tesis de hacerlas descender de los collegia romanos y de las guildas nórdicas (21). Es un hermoso propósito de emancipación el que inspira a las primeras corporaciones que agrupan a hombres libres, por cuanto a la corporación de oficios y al gre1mió lo unifica y lo engrandece un ansia Inigualada de libertad. Esa libertad es fruto de la revolución comunal que 'tuvo por escenario ciudades de Francia, Italia y España, y que simultáneamente adquiere su mayor relieve cuando del comercio se trata. Son los mercaderes los hombres libres Que escap'ari a la órbita del señor feudal y son, en consecuencia, los primeros que aparecen agrupados en la defensa de sus intereses. De esas corporaciones de mercaderes, a su ejemplo y usanza, derivan las de artesanos, y unos y otros se encuentran aunados, en la ciudad, por la convivencia; generalmente dentro del área reducida de una calle y por la lucha común en defensa de un interés que pretende sojuzgarlos: el señor feudal. El despertar de la vida municipal, con aspiración definida hacia un estado social mejor, provoca la aparición- o el resurgir de las instituciones corporativas ( 22 ), pero (19) Cf. Peroci, ob. clt., pág. 11. \20) Cf. Napolitano, ob. cit., pág. 200. (21) Cf. Ferocl, ob. clt.. pág. 19. (22) Sostiene Saint-Leon (ob. cit., pág. 76): "Por naturaleza, si no por esencia, la corporación está, en efecto, íntimamente ligada a las libertades municipales, de las cuales es a la vez emana- ello no se logra sino a través de una lenta evolución en dos grandes períodos bien delimitados históricamente. Como bien se ha señalado, en el primero aparece "una soberanía desintegrada casi totalmente y la implantación automática de un régimen feudal", con dos clases definidas: la nobleza, propietaria de todas las-actividades en esa sociedad laboral, y los siervos; los amos y los vasallos. Toda la actividad productiva se reducía al agro, y los siervos apa-' recen agrupados en torno al castillo que los ampara y defiende. "En el segundo período, la vanguardia de las Cruzadas abre al tráfico las rutas de Oriente, y con los municipios se inicia la transformación de las costumbres y posteriormente de las artes, las ciencias, la literatura e industria''^3). Se formón agrupaciones cuya medula es el municipio, pero cuya estructura parte de una misma actividad ejercida por hombres que Tíven unos y otros próximos, y a los que, además, aglutina un mismo sentimiento religioso. Prevaleciendo éste sobre aquella activfdad, la cofradía se adelanta al gremio, es la institución primera que se consolida y logra. Del sentimiento religioso se desprende un interés profesional. Pero la constitución de la corporación no es sino muy posterior, cuando ya se manifiesta la necesidad de fijar normas estatutarias que derivan de una economía incipiente en franca progresión. Nacido el permío, constituida la corporación, las necesidades vitales de ella imponen lo perentorio de regular la producción, fijar la competencia, determinar los precios, facilitar la distribución de las materias primas y, en suma, reglamentar cuanto al trabajo hace refereneia, evitando no sólo la superproducción, siino la competencia desleal («*). ción y reflejo. De la decadencia y de la desaparición parcial de las franquicias de las ciudades fá- Hcas data la disgregación de las asociaciones industriales tan florecientes en la época romana: es un despertar de la vida municipal que llega a ser la señal de su reconstitución". (23) • Gutiérrez Sesma (La artesanía antigua y moderna, pág. 8, Madrid, 1946), el cual agrega: "Analizando estas etapas vemos, en principio, cómo se agrupan los siervos Junto al castillo defensor, iniciándose una convivencia entre los trabajadores manuales, cuya actividad menosprecia el feudalismo. "Estos hombres, víctimas de tantos abusos, empiezan a coaligarse para depender sus derechos de persona humana. Así brotan las corporaciones (cofradías y gremios), basadas en la igualdad de oficios y en la defensa de intereses Justos; influencia asociativa que después darla cuerpo a los municipios que, al regular las instituciones de derecho legal, reconocen como asociación oficial la de los artesanos en corporación de oficio". (24) He aquí resumidas las funciones que la En los siglos xri y xm la corporación aparece en Italia, Francia y España ya formada, con organización propia, actividades comunes que dan cohesión a sus miembros, y con una cierta disciplina que jerarquiza las escalas gremiales ( 23 ). 4. Cofradías. Aún muy generalizada la especie, no es ésta totalmente compartida de que seala cofradía antecedente obligado2Gal gremio, o al menos su hermana mayor ( ). En España, principalmente, las cofradías y hermandades precedieron a los gremios y en algunos lugares, como en Aragón, superó aquella designación y no ésta por prevalecer, igualmente, el sentido religioso que bajo la advocación de un santo patrono agrupaba a los feligreses de una misma parroquia y a los artífices de un idéntico oficio ( a 7 ). La cofradía se adelanta a veces a la corporación, coincide a veces con ésta e incluso la sobrevive, cuando ya la organización gremial ha desaparecido. Nace a la sombra de un santuario, en tanto que hombres del mismo oficio rinden culto a un mismo santo, siendo lo más normal que la cofradía anteceda al gremio y se confunde después con éste, en un proceso generalizador en que las denominaciones apenas dan una idea acabada del contenido de la institución (2»). Las propias guildas del norte de Europa han sido cofradías, en cuanto que unas y otras aunaban los fieles de una misma devoción en el culto de una imagen venerada. Su diferencia estriba quizás en que el vinculo del oficio prevalece en la cofradía, en tanto que el de sangre o el de amistad en la guilda, por más que esa diferenciación no pueda calificarse como absoluta. La cofradía aparece como una agrupación de hombres de un mismo oficio a los que unía un igual sentimiento religioso, materializado en el mutuo socorro a aquellos miembros inválidos para el trabajo. Así, con acierto, ha podido calificarse la cofradía como la unión lograda por lazos de "mutualismo piadoso", caracterizándose por presentar al obrero "cumpliendo un fin religioso. Antes que artesano y miembro de una clase se es cristiano y se pertenece por entero a su capilla y a su potrono", de tal manera que en esa scciecorporación o gremio realizaba y que constituye BU neta diferencia con los modernos sindicatos. (25) Saiüt-Leon, ob. cit., pág. 83. (26) Cf. Renard, Sindicatos, Traües-Unions y corporaciones, págs. 61 y 62, Madrid, 1916. (27) Cf. Peroci, ob. cit., págs. 27 y 28. (28) Para Rumeau de Armas (ob. cit., págs. 30 y 31) la cofradía, oficio, cofradía gremial, cofradía y gremio son distintos momentos de un mismo proceso, que se inició en el siglo XI para terminar en el XII. dad, "organizada por grupos, con sus privilegios y leyes especiales, los obreros se hacen fuertes mediante una organización religiosa" ( 29 ). Pero no es lo enunciado hasta ahora más que la generalización de la forma de ser, en cuanto formación y objetivo, de la cofradía que viene a particularizarse tanto en Italia, Francia y España en forma en ocasiones diferente. De aquí que podamos destacar que si bien la cofradía es fruto del espíritu espontáneo de asociación, "este espíritu de asociación, basado en la sociabilidad humana, no se movía y se mueve por inercia, sino a impulsos siempre de un móvil; y ese móvil es el religioso, unido al benéfico y también al profesional. De la conjunción de uno, dos o los tres factores nacen la cofradía religiosa, la religiosobenéfica y la gremial". La cofradía gremial cumple fines de orden religioso, mutualista y de beneficencia, en tanto que la cofradía gremio auna los anteriores fines con otros calificados de técnicos, de policía y autoridad ( 30 ). En la evolución propia de las instituciones, éstas se modifican, transforman, cambian y se substituyen. Así, unida generalmente la cofradía con el gremio, éste en ocasiones se independiza de aquélla y otras surge espontáneamente, por más que la influencia religiosa, tan preponderante a fines de la Edad Media y comienzos del Renacimiento, haga difícil la existencia de un gremio sin culto religioso y sin fines benéficos. 5. Naturaleza de las corporaciones de oficios. La corporación o gremio se nos representa a la vez como un organismo dotado de facultades delegadas del poder público, con ejercicio de poder de policía y reglamentación, como entidad igualmente privada con facultades y funciones complejas, con derivaciones de orden social, político y económico, presentando particularidades en cada ciudad o país, sin perjuicio del módulo común que las caracteriza: agrupación de hombres del mismo oficio, para la defensa de sus intereses gremiales, en mayor amplitud que la estrictamente profesional. Esa organización que agrupa a hombres unidos por los mismos intereses derivados • del oficio que ejercen, o de la actividad a la que se consagran, es una persona jurídica distinta a la individual de los miembros que la integran, gozando de todos los 'derechos civiles e igualmente investida de todas las prerrogativas emergentes de su condición jurídi(29) Curiel, índice histórico de disposiciones sociales, pág. 743, Madrid, 1946. (30) Rumeu de Armas, ob. cit., págs. 54 y 117. ca, con facultades delegadas del poder público. En consecuencia, podía contratar, estipular, obligarse; estaba investida de todas las acciones reales derivadas del derecho de propiedad, así como de todas las acciones posesorias, disponiendo de un patrimonio que administra y sometida a las cargas inherentes a su condición jurídica. En consecuencia, la corporación goza de autonomía, siendo "una persona moral y jurídica, puede poseer bienes en tierras, en casas, en dinero, en rentas; puede contratar, estipular, obligarse, pleitear en justicia por medio de los representantes que ella designa (síndicos, procuradores, etc.). Tiene su domicilio social, que adorna con sus escudos de armas, que son a menudo armas parlantes; tiene su bandera, su caja, su sello y sus archivos. Puede decirse que, en los límites de su competencia, se administra a sí misma" ( 3 l ). La naturaleza de las corporaciones gremiales aparece patente de sus fines en el triple aspecto económico, social y moral y político ( 32 ), fines que se cumplen en base a funciones que se diversifican en varias categorías, no siempre bien definidas, pero que comúnmente son: económicas, sociales, legislativas y jurisdiccionales, de previsión y asistencia, religiosas y políticas ( 3S ). Esas funciones su cumplían normalmente por los miembros en la observancia de los estatutos, previo juramento por el cual se obligaban a la fiel práctica de los mismos, comprometiéndose a cumplir las prácticas religiosas y el culto al santo patrono, las reglas del oficio, el mutuo socorro, la defensa de los intereses profesionales y la obediencia de las autoridades de la corporación. Son los propios estatutos de cada corporación los que determinaban las funciones y fines a cumplir por la institución, de aquí que siendo el gremio el "oficio organizado" deba estar unido y sujeto a determinada reglamentación. Para ello "es preciso que exista una ordenanza o reglamento propio y una autoridad que vele por el cumplimiento del mismo" (%*). La reglamentación estatutaria está destinada a fijar derechos y obligaciones, no (31) Renard, ob. cit., págs. 40 y 41. Saint-Leon (ob. cit., pág. 123) señala que la corporación gozaba de todos los derechos civiles. "Estaba investida de todas las acciones reales derivadas del derecho de propiedad, así como de todas las acciones posesorias; podía contratar, estipular, obligarse por intermedio de sus representantes naturales o legales: los jurados del oficio. Poseía un patrimonio, disponía en propiedad de sus rentas y soportaba, por el contrario, diversas cargas". (32) Cf. Renard, ob. cit., pág. 46. (33) Cí. Napolitano, ob. cit,, págs. 205 y sigs. (34) Rumeu de Armas, ob. cit., pág. 49. sólo entre los miembros del "oficio" entre sí, sino entre éstbs en relación a la "entidad gremial" ( 3n ). La reglamentación tiende a asegurar que la producción se haga en condiciones de honestidad, tendiendo a la lealtad en ía fabricación, determinando condiciones de trabajo, eliminando la posibilidad de explotación del débil por el fuerte, y produciendo, en definitiva, un proceso de fabricación inspirado en la lealtad comercial, en el no abuso y en la competencia sana y honesta. Las disposiciones de los estatutos se referían, en cuanto se relaciona con la producción, a determinar la ejecución del trabajo, su duración y los mutuos derechos y deberes de las partes, buscando como esencial finalidad la de lograr una obra maestra, en beneficio del consumidor. Pretensión sin duda alguna más ilusoria que real, el gremio cristalizaba aspiraciones Concretas de orden social y •económico, que impedían muchas veces el lograr el exacto cumplimiento de las normas estatutarias. No todos los estatutos contenían disposiciones semejantes, ni las mismas tenían igual aplicación en los diversos oficios y ciudades (36). Además, ni siempre la corporación actuaba de la misma manera, ni reducía su actividad a la simple defensa de los intereses profesionales de sus miembros, sino que expandía su acción en otras esferas, esencialmente en aspectos políticos hasta dominar en ocasiones el gobierno del Estado o de la ciudad, imprimiendo a éste fisonomía propia. Por otra parte, la estructura de la corporación variaba, integrándose en ocasiones por un complejo de organismos, oon un cierto carácter federativo ( 3T ), y no siempre, ni en todo momento, su organización era igualitaria, sino que como fenómeno normal en el desarrollo de los grandes organismos, se establecían profundas diferencias entre sus propios integrantes, con distintas atribuciones y desigualdad de sus derechos y deberes. 6. Distintas1 categorías. En tres categorías (35) Levasseur, cit. por Durkheim (La división del trabajo social, pág. 16, Madrid, 1928), señala que "los reglamentos sobre aprendices y obreros están muy lejos de merecer que los desprecien el historiador y el economista. No constituyen la obra de un siglo de barbarie. Llevan el sello de un espíritu de continuidad y de un cierto buen sentido ciue son, sin duda alguna, dignos de notarse". (36) Los cien títulos de la primera parte del Libro de los Oficios están consagrados, cada uno t'.e ellos, a una distinta corporación, y eso sin contar que los estatutos de algunos gremios no figu- ran en el mismo. (37) Así las Artes, o el Arte, aunaba diversos cuerpos de oficio, y se destaca, en Florencia, el Arte de Colímala como una supuesta federación. jse fijan en el apogeo del sistema corporativo las jerarquías gremiales: maestros, oíiciales y aprendices. Esa diferenciación no se logra sino en forma evolutiva, y en ella culmina aquel sistema en que las escalas determinaban algo más que una diferenciación de categorías, por cuanto involucraban, además, toda una organización que iniciándose en el primer escalón se iba jerarquizando en escala ascendente. 7. El aprendizaje. Es el aprendizaje la primera etapa del artesanado, en que el estudio y la instrucción exigen del que se contrata acatamiento a aquel que tiene autoridad y conocimientos para enseñar la profesión. Así el aprendizaje se convierte en sistema de la pequeña industria destinado a conservar la habilidad profesional. En general, sólo los maestros aprobados por el gremio podían contratar a aprendices, siendo éstos normalmente menores, sin limite alguno de edad, casi siempre de diez a doce años, quienes por sus padres o tutores eran entregados a un maestro que no sólo los recibía en su casa, sino que les daba enseñanza del oficio o profesión elegida. De aquí que el maestro reuniera la condición de preceptor del aprendiz; debía enseñar moral y buenas costumbres a éste, completando en tal forma la instrucción del oficio. En tanto que al aprendiz sólo se le exigía obediencia al maestro y dedicación al oficio, a este último se le imponían numerosos deberes y exigencias derivadas de su condición superior, ya que ejercía un patronato moral y profesional, siendo encargado tanto de su cuerpo como de su alma, de su instrucción como de su conciencia provocando el contrato de aprendizaje, en la etapa corporativa, recíprocos deberes y derechos del aprendiz y del maestro. Así, entre los deberes del aprendiz está el obedecer y respetar al maestro, satisfacerlo, reconociéndose al patrono el derecho de cuidado, vigilancia y corrección. El deber del cuidado se señala por cuanto el aprendía se aloja en la casa del maestro, no pudiendo abandonar ésta ni siquiera los dias de fiesta, sin la autorización de aquél; el detecho de vigilancia se determina en cuanto que el patrono reglamenta según su voluntad el empleo del tiempo del aprendiz, observando su conducta; el derecho de corrección lleva al castigo del aprendiz que se muestra indisciplinado, perezoso o vicioso, estando autorizado el maestro, incluso, a castigar corporalmente, dentro de ciertos límites, al aprendiz rebelde o indisciplinado (38). (38) Salnt-Leon (ob. cit., pág. 101) agrega: A esos derechos se oponen los recíprocos deberes del maestro, destacándose que su trato debía ser el de "hijo de hombre honrado", albergarlo, alimentarlo, vestirlo, proporcionarle, salvo convenio en contrario, luz y ropa limpia, y esencialmente darle la debida instrucción (3'->). La duración del contrato de aprendizaje se determinaba conforme lo dispuesto en los estatutos de cada oficio, fijándose en plazos variables, admitiéndose prórrogas en determinadas circunstancias. Por otra parte, la duración del aprendizaje podía ser abreviada en ciertos gremios, con el pago de determinada suma de dinero. Ese pago vincula al aprendizaje con los contratos onerosos, ya que el aprendiz no sólo dejaba el fruto de su trabajo en provecho de su patrono, sino que, casi siempre, debía abonar una suma por las enseñanzas que de éste recibía. Esa suma era variable, según los distintos gremios, y a veces fijada en los estatutos (Í0). El contrato de aprendizaje con determinado patrono podía finalizar sin que la instrucción, o el pase de grado, hubiera sido obtenido por el aprendiz, pero finalizado el contrato, el aprendiz podía continuar recibiendo la instrucción del oficio. Así, en el caso de muerte del maestro, incapacidad de éste o cesión a otro patrono, disuelto el contrato inicial, subsistía con otro maestro el aprendizaje hasta su finalización. Por el contrario, el aprendizaje concluía una vez que el aprendiz había obtenido el pase de grado, esto es, cumplido el "término" necesario para su evolución dentro de la escala gremial; también terminaba por rescate del aprendizaje, esto es, por el pago de determinada suma se "El derecho de golpear al aprendiz no podía nunca ser delegado por el patrono ni siquiera a su mu- jer; debía ejercerlo en, persona y con moderación. Si excedía los limites de una justa corrección, incurría en una pena: condena por daños y perjuicios o prisión. A veces hasta se rescindía el contrato a pedido del aprendiz". (39) Cí. Saint-Leon, ob. cit., pág. 101. (40) Saint-Leon (ob. cit., pág. 88), señala: "El establecimiento de la duración del aprendizaje se vincula a otro problema: el del precio que debe pagarse al maestro del niño al firmarse el convenio. Aquí también intervienen los estatutos para fijar un mínimo variable según los convenios (20 sueldos los boticarios, t. 19; los fabricantes de alambre, t. 24; las hiladoras de seda, t. 35; 40 sueldos los fabricantes de hierro, t. 21; los maüeros de hilo, t. 34, y hasta 6 libras los obreros en paño de seda, t. 40). Pero este mínimo sube o baja según el aprendizaje sea de corta o larga duración. Es claro, en efecto, que la prolongación del aprendizaje, al asegurar al maestro la continuación de los servicios de un auxiliar ya experimentado, le da la seguridad de un beneficio futuro y, en consecuencia, le permite exigir menos dinero al ingresar al aprendizaje". abreviaba la duración del término de prueba; e igualmente por expiración del terminado fijado en el contrato, que podía dar por resultado el cambio de categoría profesional o la salida deí aprendiz del gremio por notoria incapacidad. A esas causas normales hay que agregar la expulsión del aprendiz del gremio por faltas cometidas, o por abandono del oficio, o igualmente la muerte del aprendiz. Estas normas, que hemos reseñado, no pueden calificarse más que de generales en el auge de la etapa corporativa, pero ellas tienen ciertas particularidades no sólo en relación a cada ciudad, sino principalmente a cada gremio. Sería necesario el examinar los estatutos de cada corporación concretamente para arribar, dentro del derecho de los oficios, a la conclusión fija de las condiciones reglamentarias del contrato de aprendizaje, que por otra parte no siempre fueron semejantss y menos idénticas, ya que, con el correr de los tiempos, el régimen corporativo sufrió notoria evolución. 8. El grado de compañero. Finalizado el aprendisaje, convertido el joven en hombre, la evolución natural que en. el oficio se produce hace que el aprendiz pase de grado. En la etapa corporativa inicial sólo se reconocieron dos grados: el de maestro y el de aprendiz, pero principalmente en Francia, a partir del siglo xiv, se introduce un. nuevo grado en la escala gremial, y es el de compañero, denominados también mancebos, oficiales, servidores, mozos, que son, bien maestros en potencia, aprendices que han pasado de grado o simples trabajadores condenados a perpetuidad a mantenerse en su condición de servidores de un maestro, sin posibilidad de aspirar a una elevación de grado en la jerarquía gremial. El compañero puede considerarse desde dos aspectos: como grado intermedio entre el aprendiz y el maestro, o como caliücación permanente de quien sólo sirve como criado sin otra aspiración. Pueden ser futuros maestros u obreros a perpetuidad, y, generalmente, son antiguos aprendices que quedan en la casa del patrono, o que se han ofrecido para trabajar, contratándose libremente. Es en relación a lo expresado que el obrero contrataba sus servicios sin consideración a un término determinado, y ese grado, que primero se denominó criado y más tarde compañero, dejó de significar una evolución en la escala gremial para convertirse en un estado permanente, que sólo revestía tal condición cuando no podía convertirse en maestro, ya por falta de fortuna o de capacidad para ello. En tanto que el número de aprendices generalmente estaba limitado, el de compañeros o criados era ilimitado. Percibían una retribución por los servicios prestados; podían abandonar, no sin ciertas cortapisas, a su patrono, elegían libremente al patrono a cuyo servicio ingresaban, "discutiendo las cláusulas de su contrato y la finalidad de éste no era ya la instrucción, como en el caso del aprendiz, sino la prestación de un servicio retribuido". En ciertos casos, y épocas, los compañeros podían trabajar por su propia cuenta y tomar a su cargo a aprendices, formando parte del gremio con derecho limitado, muchos más amplios éstos en las cofradías. En general, los compañeros son maestros en potencia, no pasando a esta jerarquía superior por faltarles los elementos económicos necesarios, y más todavía cuando la obra maestra se viene haciendo cada vez más costosa, imposibilitando así el salto directo de aprendiz a maestro. Podía el compañero alojarse, o no, según conviniera, en la casa del maestro, condición ésta indispensable en cambio en el aprendizaje y era libre, fuera de la ejecución de su trabajo, en el cual debía cierta sumisión al patrono. Su posición en el régimen gremial podía caracterizarse no como intermedia entre el aprendiz y el patrono o maestro, sino como un grado autónomo, de simple ejecutor de la obra. En tanto que el aprendiz tenía que instruirse y el patrono que enseñar, siendo ésta la condición del vínculo entre uno y otro, el compañero debía trabajar por una remuneración, ejecutar su labor en una incipiente proletarización, de la cual no estaba lejos su propia organización, ya que los compañeros llegaron a constituir, frente al gremio o corporación oficial, asociaciones que, aun de hecho y clandestinamente, no dejaron de ofrecer cierto relieve y categoría, representando una fuerza que, en su momento, coadyuvó en la derrota de las corporaciones de oficios. Más está el origen de los actuales sindicatos en esas asociaciones de compañeros, que en los gremios de escalas cerradas, y más cerca están los llamados compañeros de los actuales trabajadores agremiados, .que aprendices y maestros de los actuales patronos. 9. El maestro. En la cumbre de la escala gremial, el maestro representa algo más que una jerarquía, ya que simboliza unidad del artífice, del preceptor, conjuntamente con la del actual capitán de industria. El maestro se nos representa como un ariti- guo aprendiz o compañero que no solamente ha pasado de grado, sino que, además, ha tenido medios suficientes para instalarse. No puede estimarse el régimen gremial en bases uniformes, ya que en las distintas épocas y países hubo, y se produjeron, situaciones diferentes. Pero en general el maestro ocupa, dentro de la concepción total del régimen corporativo, el más elevado peldaño de la escala gremial. Para llegar a él es necesario que se haya cumplido el aprendizaje, y, más tarde, una etapa distinta y superior, la del compañerismo, por la cual se acreditaba que no solamente se había aprendido el oficio —aprendizaje—, sino ejercitado el mismo —compañerismo—. Sin embargo, y en general, el aprendiz podía, salvo ciertos obstáculos especiales, pasar a maestro, una vez dado el examen de grado, pagado los derechos y cumplida la obra maestra. El maestro debía reunir los recursos indispensables para "abrir tienda", esto es, para instalarse, cuando no heredaba ésta de otro maestro, al que sustituía. Igualmente debía pagar ciertas cuotas a la cofradía del oficio, a veces al rey y en ocasiones a la misma corporación, probando, ante todo, haber cumplido el aprendizaje. Entre las cargas más pesadas se encontraban los gastos que le ocasionaba la obra maestra, y el banquete que estaba obligado a ofrecer a los jurados que habían examinado y aprobado dicha obra maestra (41). En otras ocasiones, aun cumplido el aprendizaje, el candidato al maestrazgo debía dar un examen ante las autoridades del oficio ( 4 2 ), además de pagar las tasas o cuotas impuestas, bien por la costumbre, por el gremio, o por la autoridad real, variando dichas tasas según las épocas y las diversas categorías, de conformidad con los estatutos de las distintas corporaciones. En Francia, en el siglo xvn, las condiciones que, en general, se exigían para ser maestro, eran: a) haber cumplido la etapa previa de aprendizaje o de compañerismo, salvo las excepciones de algunos gremios que eximían del aprendizaje a los hijos del maestro o en aquellas comunidades que estaban autorizadas a recibir maestros sin calificación, es decir, sin pasar las etapas ordinarias; b) ser católico; c) haber cumplido una determinada edad; (41) Saint-Leon (ob. cit., págs. 241 y 242) agrega que el "candidato" "tenia que invitar a los principales maestros; otros se invitaban solos y el recipiendario tenia que convidar a cincuenta, sesenta y hasta cien personas; esa comida costaba muy cara e insumía todas las economías del nuevo maestro". (42) Cf. Salnt-Leon, ob. cit., pás. 11. d) ejecutar una obra maestra í 4 3 ); e) pagar determinados derechos; f) reunir las condiciones especiales en relación con el gremio de que se tratara, establecidas por ios estatutos de la corporación («). Una vez recibido, el maestro podía contratar los criados que necesitara, tomar aprendices y ejercer los derechos que corresponden al maestrazgo, sin perjuicio de las correlativas obligaciones emergentes del grado. Aparte de los oficios exclusivamente femeninos en que las corporaciones de mujeres se encuentran dirigidas y administradas por éstas, en la misma forma de las propias de los hombres, las mujeres eran admitidas al maestrazgo en competencia con los hombres, salvo que los estatutos de la corporación dispusiera lo contrario. Más extensiva se hacía la situación cuando se trataba de viudas de maestros, las que podían mantener la tienda o el taller abierto, y estaban autorizadas para continuar el oficio del difunto, suponiéndose para ello que habían adquirido45 una experiencia profesional suficiente ( ). 10. 'Autoridades corporativas. Una reglamentación minuciosa determinaba facultades y derechos, fijaba deberes e imponía obligaciones; y para que esa reglamentación tuviera adecuada eficacia, la corporación contaba con un poder de vigilancia sobre sus miembros, con funcionarios cuya misión era comprobar las contravenciones y asegurar la sanción. En la época de mayor esplendor de las corporaciones de los oficios, en Francia, podían delimitarse diversas autoridades dentro de la organización corporativa. Así figuraban los maestros de los oficios a quienes la corona enfeudaba funciones, que ellos a su vez podían delegar, y los que se encontraban investidos de prerrogativas judiciales, siendo su misión principal la de asegurar el cumplimiento de los estatutos del oficio; se encontraban también los jurados, mandatarios de los maestros del oficio, y que poseían y ejercían su autoridad en nombre de la colectividad a la que representaban y cuyas funciones eran: a) la supervisión de los contratos de (43) Saint-Leon (ob. cit., pág. 299), observa que "entre los alfileteros, el candidato debía fabricar un millar de alfileres; entre los cerrajeros, tres cerraduras de puerta de guardarropa, de oficina o de cofre; entre los silleros, un cajón de muerto, etc.". (44) Entre las condiciones rigurosamente exigidas destaca Saint-Leon (ob. cit., pág. 301) como especiales las impuestas al librero impresor, el cual para recibirse era necesario, según los estatutos de 1618, ser propietario de cuatro prensas y de nueve juegos de tipos romanos de imprenta. (45) Cí. Saint-Leon, ob. cit., pág. 115. aprendizaje y la protección de los aprendices; b) el examen de los candidatos al maestrazgo, la percepción de los derechos y la recepción del juramento de los nuevos maestros; c) la presidencia de las asambleas; d) la gestión de las finanzas de la corporación; e) la fiscalización de la fabricación y de la venta, levantar actas de infracción y realizar embargos. La duración de las funciones de los jurados variaba en los distintos oficios, siendo generalmente elegidos por un año, aun cuando a veces duraban en el cargo más( 46 ). A la terminación de sus funciones debían rendir cuentas y el gremio podía exigirles responsabilidad por su actuación, ya que su principal función consistía en ser los administradores de la corporación a la que representaban. 11. Patrimonio. La corporación, como persona jurídica, poseía un patrimonio y capacidad suficiente para contratar, pudiendo, en consecuencia, comprar, vender, alquilar y realizar todos los actos jurídicos necesarios para su desenvolvimiento. Los ingresos de la corporación provenían generalmente de: a) los derechos abona- dos por los nuevos aprendices o por los maestros; b) los derechos pagados por el recipiendario al ser admitido al maestrazgo; c) las diversas cotizaciones abonadas por los maestros; d) una parte de las multas impuestas; e) las donaciones que recibieran; f ) la renta de los inmuebles de su propiedad. Las principales salidas eran: a) los gastos que ocasionaban las instituciones de beneficencia de la cofradía, tales como alimentación de ancianos, honorarios del capellán, gastos de inhumación y de misas, velas, limosnas, etcétera; b) mantenimiento de la casa y de los inmuebles del oficio; c) comidas y fiestas corporativas, así como los gastos necesarios para la participación en las solemnidades públicas; d) servicio de rentas y pago de las deudas corporativas; e) las tasas pagadas en interés común de todos los maestros ( 47 ). Los ingresos de las corporaciones disminuyeron cuando se convirtió en derecho real el de poder vender el oficio y percibir, por tal concepto, una suma, y ese derecho, que disminuyó en mucho el patrimonio de las corporaciones, fue, como se verá, una de las consecuencias principales de la decadencia del sistema, al ser desnaturalizado por ingerencias extrañas al mismo. 12. Estatutos. La corporación, para su desenvolvimiento, precisaba de estatutos que determinaran facultades y derechos, (46) Saint-Leon, ob. clt., págs. 121 y 122. (47) Saint-Leon, ob. cit., pág. 124. OMEBA - T. 4 - 57 imponían sanciones, regulaban la fabricación, fijaban normas de competencia y seguridad y, en suma, servían para el desenvolvimiento de la entidad corporativa («s). Esos estatutos reflejaban todo un sistema destinado a prevenir y a garantizar, pues de una parte se intentaba fijar utilidades razonables y de otra se establecían normas para que el producto fuera producido honestamente, evitando adulteraciones y falsificaciones. El funcionamiento de un ser moral, cual es la corporación, se realizaba a través de sus órganos esenciales, que eran las asambleas, periódicas o extraordinarias, y los jurados. Las asambleas del oficio tenían facultades decisivas en determinados asuntos, pero su característica esencial era la de ser deliberante, por lo que el que pu- diéramos denominar poder ejecutivo pertenecía a los jurados, que lo ejercían como delegado de la asamblea que los designaba. El gremio estaba compuesto por todos aquellos que habiendo dado pruebas de capacidad, y abonado derechos de entrada, figuraban matriculados en el mismo por haber reunido los requisitos necesarios para su admisión. La exclusión de los miembros revestía carácter de sanción, cuando por falta grave así se decidía; pero aparte de la exclusión punitiva, la renuncia no era admitida más que excepcionalmente, y ello siempre que se hubieran cancelado las deudas que se tuvieran con el gremio. Tal decisión podía tener su influencia si se considera todo el sistema como una gran organización que impedía el cambio de profesión u oficio o el desempeño simultáneo en dos gremios. Únicamente los gremios formados con oficios -conexos admitían la acumulación de oficios (*9), pero era ésta la excepción, ya que, como norma, un maestro no podía ejercer más que un determinado oficio, ni pertenecer más que a un gremio. 13. Las corporaciones en España. En España la cofradía precede al gremio, le acomp&ña y se confunde con éste, marcha paralelamente en ocasiones y le sobrevive después de su extinción. Por ello las corporaciones de oficios en la Península no pueden ser examinadas sin apreciar, conjuntamente, el desarrollo de esas hermandades que, puestas bajo la advocación de un (48) Con frase lapidaria Renard (ob. cit., página 95), dice: "Los estatutos que la reglamentan se asemejan a los castillos feudales, que prote- gen, pero aprisionan a quienes cobijan". (49) Saint-Leon (ob. cit., pág. 115) señala que así sucedía, en Francia, con los oficios de curtidores, remendones y zapateros. santo patrono, reúnen a los hombres del mismo oficio que profesan iguales creencias y á los que auna un igual culto. Ya en los albores del siglo xm aparecen en España las primeras coíradias con personalidad propia (30), de las que se conocen su constitución interna y sus ordenanzas. La cofradía medieval se formaba por la reunión de los individuos de un mismo gremio, en un determinado lugar, al objeto de establecer las bases del acuerdo, el cual 51 era redactado por un clérigo o letrado ( ). Generalmente las ordenanzas tenían carácter religioso, para derivar más tarde en fines benéficos para los del mismo oficio, agregándose posteriormente prescripciones técnicas, que elevaban a la cofradía a la categoría de cofradía-gremio. Así las "co- fradías de los distintos oficios iban poco a poco modificando su primitivo carácter, adoptando una forma genuinamente gremial y tratando de impedir el ejercicio de su trabajo a los menestrales que no fueran cofrades" (™). La cofradía celebraba como fiesta principal la de su santo patrono; prestaba ayuda a los cofrades y les asistía en momentos de desgracia; auxiliaba a las viudas y huérfanos; agrupaba en su seno a todos aquellos que estaban unidos por una creencia religiosa, así como por un mismo oficio o actividad. Para el cumplimiento de su misión celebraba asambleas y tenía autoridades, las que eran designadas por dichas asambleas, variando los nombres, pero no asi sus facultades: En Castilla se denominaban: prebostes, alcaldes y mayordomos; en Valencia: prohombres y mayorales; en (50) Es citada como la cofradía más antigua de que se han encontrado rastros en España la de los zapateros, que en 1208 fundaron el Benefi- cio de San Marcos en la catedral de Barcelona. Cf. Renard, ob. cit., pág. 479; Gutiérrez Sesma, La artesanía antigua y moderna, pág. 9, Madrid, 1946; Rumeu de Armas, ob. cit.. pág. 45. (51) Como sostiene Rumeu de Armas (ob. cit., pág. 118), "para ello existían verdaderos formularlos, inspirados, como siempre, en una regla prlrr.itiva, que se iba transmitiendo tíe parroquia en parroquia y de monasterio en monasterio. Basta comparar unas cofradías con otras para apreciar cómo casi todas ellas son semejantes y muchas exactamente iguales. La. ordenanza o regla era sometida a la aprobación del cabildo general de cofradías y, obtenida ésta, comenzaba a. regir, previa la. ceremonia del Juramento, que solia hacerse, en muchas hermandades, estando de rodillas los cofrades delante de un crucifijo y con una mano puesta sobre las propias ordenanzas. De esta ma- nera, tan sencilla como natural, surgía la «coníratrla», «confradería» o «cofradía medieval»". (52) Rumeu de Armas, ob. cit., pág. 63. Y agrega: "Esta ^odlflcación se verificó seguramente en Tirtud de influencias venidas del Norte, pues ya «n el siglo XII el comercio de Castilla con las ciudades flamencas y francesas era muy activo". Cataluña: prohombres, procuradores, administradores y mayordomos; en Aragón: priores, prebostes; en Baleares: mayordomos, sobrepasáis; en Galicia: vicarios, etcétera ( 53 ). Una vez constituido el gremio, éste o bien absorbió a la cofradía, o se independizó de ésta. En el primer caso el gremio-cofradía cumple simultáneamente los fines de uno y otra y constituye organización tanto destinada a la defensa de los intereses profesionales, como a la exaltación de los deberes religiosos y morales, de ayuda y compañerismo. Pero del gremio y de la cofradía surge una tercera institución: la hermandad de socorro, entidad destinada a la ayuda mutua, que practica fines de previsión social, como un sistema de seguro que precede a los actuales seguros sociales (5-*). Una nueva organización florece en España en el siglo xvi, y ella se muestra en una obra constructiva, tan amplia en su desarrollo que sólo varios siglos después pudo ser superada (55). Las cofradías, destinadas a disminuir rencores y a evitar pleitos, haciendo exaltación de la unión y la hermandad, pudieron, en determinado momento, constituir causa de abuso, creando rivalidades y provocando innecesarios obstáculos, razón por la cual fueron prohibidas en cierta época ( r ' 0 ), aun cuando volvieron a renacer con mayor vigor que antes (57). (53) Cf. Rumeu de Armas, ob. cit., pág. 120. (54) Cf. Rumeu de Armas, ob. cit., pág. 213. (55) En párrafo no exento de entusiasmo, Ru- meu de Armas (ob. cit., pág. 115) destaca: "En Andalucía y Navarra los oficios se adaptan en su organización del auxilio mutuo al sistema de hospitalidad, es decir, a tener casa propia que sirviese para proteger y amparar a sus miembros frente a los riesgos de enfermedad, y en menor grado, de invalidez y vejez. En Sevilla se acercan al medio centenar los oficios que en este siglo tenían sus hermandades con hospital propio. Fue tan magnífica la afloraclón del espíritu de fraternidad entre los trabajadores andaluces, que puede muy bien afirmarse, sin exageración, que en la Sevilla del reinado de los Reyes Católicos casi todos los trabajadores estaban asegurados contra los riesgos de enfermedad y accidente y, de manera probable, contra los de invalidez y vejez. Panorama tan asombroso demuestra que el progreso de los siglos es muchas veces apenas perceptible". (56) Cf. Tramoyeres Blasco, L.. Instituciones gremiales; su origen y organización en Valencia.. págs. 42 y 49, Valencia, 1889, y Rumeu de Armas, ob. cit., págs. 56 y 57. (57) Entre las coíradias-gremios que por su carácter se destacan figura la de los ciegos. En Zaragoza se encuentra ya constituida en 1537, modificándose sus ordenanzas en 1549, 1583 y en 1602. Según Rumeu de Armas (ob. clt., págs. 269 y 270), "su oficio o misión, por demás curioso e Interesante, y que ejercían cual verdadero monopolio, consistía en ¡r por las casas de los parroquianos a rezarles o cantarles, al son de la guitarra, determinadas oraciones. Para realizar tal misión era preciso ser ciego y pertenecer a la cofradía. Para 14. Los gremios. Independizado el gremio de la cofradía, o prevaleciente aquél sobre ésta, esto es, determinado el elemento profesional con superioridad al religioso, ya en el siglo xm encontramos numerosas corporaciones con estructura bien definida (<>»). El .oficio Organizado tiene su propia reglamentación, y ésta, bajo la denominación de fueros o leyes, determina un régimen corporativo que habrá de conducir al gremio de muros cerrados, con puerta de entrada de difícil paso y con elevados derechos. Sea cofradía-gremio o gremio independiente de la cofradía, el sistema aparece en los siglos xvi y xvii en pleno desarrollo, de tal manera que bien pudo afirmarse que "como el gremio nació del impulso social, movido, principalmente, por causas de índole económica, que son siempre las mismas para cada siglo, dase la particularidad de que los gremios catalán y castellano, el uno en plena madurez y el otro en la más reciente juventud, no sólo no se diferenciaban en nada, sino que éste perdió la lozanía que aquél tuvo en remotos tiempos, para plegarse a la tendencia general, al estancamiento de la industria, al cerramiento de los oficios y al régimen de privilegio, como 5!característicos de la organización gremial" ( >). 15. Organización gremial. En tanto que en Francia el poder real invade al gremio, cercenándole atribuciones y privándole de derechos, en España la vida municipal más intensa llevó al gremio a depender del municipio, el que incluso llegaba a autorizar las ordenanzas gremiales. Pero cuando la monarquía se hace fuerte, es ella la que concede privilegios, aprueba ordenanzas y limita facultades, de tal manera que en su comienzo el gremio se constituye con licencia real (««), para llegar en la Nueva ser admitido en elia era necesario un reconocimiento previo por parte del cirujano de la misma, y, con su certificación íavorable, apuntarse como tal coírade. pagando la entrada y cuotas y cumpliendo con todo lo que mandaban las ordenanzas. Se gobernaba por medio de "jurados" como un verdadero gremio". Pero no dejaba de ser útil dicha cofradía-gremio, ya que en Madrid los ciegos cumplían, por los siglo XVII y XVIII, un oficio, pues ellos eran los encargados, con exclusividad oficial, de la ven- ta en la Villa de todo género de gacetas, relaciones, coplas, almanaques y guías. (58) Cf. Gutiérez Sesma, ob. cit., pág. 10. (59) Rumeau de Armas, ob. cit., pág. 181. (60) En tal sentido la disposición de 7 de diciembre de 1337, de don Pedro IV de Aragón, por la cual "concede a los pelaires y tejedores de Barcelona licencia para que puedan constituirse en gremio o cofradía, a fin de que corporativamente puedan atender a la defensa de sus intereses industriales, ayudándose y protegiéndose mutuamente". Recopilación a determinarse las condiciones particulares de cada gremio ( (il ), y sean las ordenanzas de los gremios aprobadas por el poder real ( G2 ), por más que las mismas hayan sido redactadas por el propio gremio y se fijen condiciones de exclusividad y privilegio en ellas («3). Esa aprobación real que acabamos de (61) Curiel (índice histórico de disposiciones sociales, pág. 306, Madrid, 1946) cita una disposición de la Nueva Recopilación (lib. 7, tit. 10), del 14 de marzo de 1567, con el siguiente título: "Que en cada oficio con un oficial examinado se puede tener otro no examinado". (62) Entre otras disposiciones citadas por Curiel (ob. cit., págs. 370, 391, 499 y 519) cabe mencionar las siguientes: "1599, 30 junio. Don Felipe III, en Barcelona. Ordenanzas del gremio de los herreros de Barcelona, por las que se confirman antiguos capítulos sobre los tres aiips -de aprendizaje; la prueba y marca de las armas de fuego, y la bondad de los artefactos, comprobada por la marca peculiar de cada artífice; añádense algunos capítulos para atajar abusos que cometían los carpinteros en la introducción de herraje falsificado; se arreglan los derechos de admisión, asi en orden a los vecinos de la ciudad como a los forasteros". "1610, 16 octubre. Don Felipe III, en San Lorenzo. De los calafates. Que ningún maestre de calafateria, ni carpintería de la Maestranza, reciba aprendiz sino con escritura, conforme a esta ley. Que la cofradía de los calafates nombre cada año cincuenta capataces, de los cuales la Universidad señale los bastantes. Que en las cofradías de carpinteros y calafates, se reciban naturales y extranjeros, y no hagan precios por comunidad. Que ningún capataz tome el aderezo de dos naos a un tiempo". "1731. 1» septiembre. Don Felipe V, en Sevilla. Decrno aprobando ordenanzas relativas a la fabricación de paños, por las cuales se establece que nadie pudiese ejercer el oficio que no fuese maestro examinado y aprobado, debiendo acreditar tres años de aprendiz y dos de mancebo, y que no se pudiese vender pieza alguna que no fue- se previamente revisada por los prohombres del gremio". "1761, 30 abril. Traslado de los capítulos de ordenanzas del gremio de herreros| de grueso, de Madrid. De nombramientos en el gremio; del examen; del aprendizaje; que los herreros de grueso sean cristianos viejos; que todos sean examinados; del pago de derechos de examen; las viudas de maestros puedan ejercer con oficial hábil; repartimientos de fondos a viudas pobres o «a maestros que aunque vivan no puedan trabajar, o por necesidad o por otro infortunio»". (63) Pueden mencionarse entre todos los siguientes: "1597, 6 julio. Acuerdo del gremio de zapateros de Valencia, prohibiendo que maestro alguno recibiera ni acogiera por vía de concierto, o de otra manera alguna en su casa, si' fuera de ella, aprendiz negro o de color de membrillo cocido, esclavo ni moro, con objeto de que no aprendan el oficio". "1609. Ordenanzas de los tejedores de Barcelona. Se dispone, entre otros extremos, que en los exámenes, además de los cónsules y administradores, asistiesen dos examinadores, uno de los cuales debía mudarse todos los años; que para evitar la vergüenza de la fercuente reprobación de los examinandos, y para que éstos se presentasen con más segura idoneidad, debían tener además de los tres años de aprendizaje, otros tres de oficialía en indicar no era necesaria en un principio'; se convirtió en una especie de homologación, ya que la cofradía-grernio "para dar más fortaleza, era costumbre acudiese pidiendo reválida y confirmación a los reyes", quedando así registrada en los archivos reales (M). Los gremios tenían su propia jurisdicción, la que ejercían por medio de sus autoridades, sobre todos los agremiados, de manera tal que decretada una regla o una prohibición por las ordenanzas, las faltas eran sancionadas por la misma corporación sin necesidad de recurrir a autoridades extrañas. Todo gremio tenía su poder ejecutivo que lo representaba y gobernaba, y siendo idéntica su organización, cambiaba, empero, el nombre en cada una de las regiones: existía una jerarquía gremial, dividida en aprendizaje, oficialazgo y maestrazgo; y, el gremio reglamentaba el trabajo y la producción, y ello con un doble propósito: asegurar la mayor perfección a la obra realizada y evitar todo género de competencia; por último, el gremio se caracterizaba por la cooperación entre sus integrantes, y, en tal forma, la adqusición y reparto de las primeras materias estuvo sometida desde tiempos antiguos a una reglamentación minuciosa ( or >). Como autoridades delegadas existían los veedores, que era el cargo más importante para el régimen y buen gobierno de los gremios. Su misión especial era la de velar por el exacto cumplimiento de las ordenanzas y reglamentos en lo tocante a los procedimientos de fabricación, uso de primeras materias y elaboración de manufacturas, conforme a lo dispuesto por el gremio ( O G ). Sus atribuciones, a veces, eran muy semejantes a la de los cónsules, a quienes aquéllos seguían en importancia. Los cónsules, en Cataluña, eran los primeros elementos de gobierno, dirección y administración de los gremios, representándolos en todos los actos oficiales, siendo elegidos anualmente y tenían facultad para ordenar, convocar, celebrar y presidir casa de maestro aprobado" (Citados por Curiel. ob. cit., (64) (65) (66) págs. 3G7 y 386.} Rumeu de Armas, ob. cit.. pág. 119. Humeu de Armas, ob. cit.. págs. 186 y slgs. Menos importante que el cónsul, el vee- üor tenia atribuciones similares a las de aqué!, actuando en ocasiones como-ejecutor de las- disposiciones consulares y en otras con cierta independencia. La misión más destacada que tenia asig- nada era la de velar por el exacto cumplimiento de las ordenanzas y reglamentos en lo referente ti los procedimientos de fabricación, uso de primeras materias y elaboración de mamtfacturas, conforme a lo dispuesto por el gremio. Cf. Curiel, ob. cit. págs. 764 y 765. S i g u i e n t e las juntas de "prohombres del gremio — llamadas prohomaniastas—, formadas por los maestros" (e"). La denominación colegio —que aún sigue utilizándose para designar las organizaciones que agrupan a los integrantes de las profesiones llamadas liberales— parece provenir de la antigua denominación dada a las corporaciones romanas. El nombre de colegio se discernía como un titulo de honor para sólo algunos gremios, y, en tal sentido, en España, en el siglo xv, ya aparecen los primeros colegios que agrupan a profesionales, mercaderes y artesanos, "pues si bien más adelante fue general aplicar esta denominación a los1 primeros, en el siglo xv fue particular a todas las profesiones corno privilegio o especial consideración" (e s ). En general, las profesiones liberales, desinteresadas en un comienzo a todo sistema de agremiación, se han incorporado al sistema corporativo para ser, igualmente, las más reacias en abandonarlo. Así que en tanto se conocen en España cofradías-gremios, que datan del siglo xn y comienzos del xin, la primera corporación de abogados parece iniciarse a finales del siglo xvi y ello con el carácter de cofradía religiosa. Y en tanto que el sistema corporativo desapareció totalmente, aún conservan los colegios de abogados su vieja estructura, su carácter' de entidad cerrada 159 y su organización de gremio y cofradía í ). Los colegios han sido gremios a los cua(57) Oí. Curiel, ob. cit., pág. 745. (68) Rumeu de Armas, ob. cit., pág. 100. el cual agrega: "Alfonso V el Magnifico, en el Consistorio barcelonés de 1145. elevó a la categoría de «colegios» los gremios de cirujanos, boticarios, cereros, drogueros y mercaderes de paño. Se creó asi una aristocracia profesional, que en este siglo no se manifiesta más que en Cataluña". (69) Afírmase que el primer colegio de abogados del que existe memoria en España fue constituido el 13 de agosto de 1595, en Madrid, oportunidad en que se reunieron varios abogados en la sacristía del convento úe San Felipe, con el objeto de fundar una congregación puesta bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción y del bienaventurado San Ivo —que ejerció de letrado—. Los estatutos de la cofradía fueron aprobados c! 31 de marzo de 1596. Por dichos estatutos se encomendaba el gobierna de la congregación a un decano, cuatro diputados, un tesorero y un secretario. Por los estatutos se señalaban las fiestas religiosas y el modo de celebrarlas. Se prescribía la forma de las elecciones, así como las circunstancias o cualidades que debían reunir los que solicitasen el ingreso en la congregación. Se exigía a los colegiados obediencia y sumisión al decano, la modestia que su traje y la profesión requerían, y la asistencia a las funciones religiosas, y a los funerales que se celebrasen por sus compañeros. Se determinaba oí número de misas que los colegiados debían costear, y se imponía al decano la obligación de visitar a los asociados en caso de enfermedad, socorriéndoles si lo necesi- P á g i n a