Volumen LXXI Nº 251 enero-abril 2011 Madrid (España) ISSN: 0034-8341 Monográfico Los últimos imperios esclavistas: España y Brasil en el siglo XIX José A. Piqueras y Rafael Marquese (Coords.) INSTITUTO DE HISTORIA CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS revista de INDIAS Volumen LXXI N.o 251 enero-abril 2011 GOBIERNO DE ESPAÑA Madrid (España) ISSN: 0034-8341 MINISTERIO DE CIENCIA E INNOVACIÓN CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Volumen LXXI N.o 251 enero-abril 2011 Madrid (España) ISSN: 0034-8341 REVISTA DE INDIAS Revista publicada por el Instituto de Historia, CCHS, CSIC Con una larga y consolidada tradición Revista de Indias (1940-) fue y continúa siendo un foro de debate de la historia de América. Con una periodicidad cuatrimestral, está destinada a un público especializado en Historia de América, por lo que su objetivo es la publicación de artículos originales que, además de contribuir al conocimiento de América, fomenten el debate entre los investigadores, y recojan las corrientes historiográficas del momento. Las temáticas están abiertas a distintos aspectos como son los sociales, culturales, políticos y económicos, abarcando desde el mundo prehispánico a la actualidad de Iberoamérica. Los idiomas de publicación son el español, inglés y portugués. Junto a los números misceláneos, se publica un monográfico al año. Edición electrónica: http://revistadeindias.revistas.csis.es With a long and consolidated tradition, Revista de Indias (1940-) has been and still is a a wellknown forum for debates in the History of America. It is published every four months and targeted to readers specialized in History of America. It publishes original articles aimed at improving knowledge, encouraging scientifical debates among researchers, and promoting the development and diffusion of state-of-the-art investigation in the field of the History of America. The contents are open to different topics and study areas such as social, cultural, political and economical, encompassing from the Prehispanic world to the present Ibero-American issues. The review harbors articles in Spanish, English and Portuguese. Besides the miscellany volumes, one monographical number is published every year. 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Presente en Latindex (en Catálogo) y European Reference Index for the Humanities, ERIH (ESF). Más información en http://revistadeindias.revistas.csic.es © CSIC, 2011 Cubierta: Adaptación a partir de la obra de Augustus Earle, Punishing negroes at Calabouço (c.1822), acuarela, National Library of Australia. Imagen publicada en el libro de Pedro da Cunha e Menezes (ed.), O Rio de Janeiro na Rota dos Mares do Sul. São Paulo, Andréa Jakobsson Estúdio, 2006, p. 83. Las opiniones y hechos consignados en cada artículo son de exclusiva responsabilidad de sus autores. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas no se hace responsable, en ningún caso, de la credibilidad y autenticidad de los trabajos. Los originales de la Revista de Indias, publicados en papel y en versión electrónica son propiedad del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, siendo necesario citar la procedencia en cualquier reproducción parcial o total. The opinions and facts stated in each article are the exclusive responsibility of the authors. The Consejo Superior de Investigaciones Científicas is not responsible in any case for the credibility and authenticity of the studies. Original texts published in both the printed and online versions of the journal Revista de Indias are the property of the Consejo Superior de Investigaciones Científicas, and this source must be cited for any partial or full reproduction. ISSN: 0034-8341 eISSN: 1988-3188 NIPO (en papel): 472-11-064-9 NIPO (en línea): 472-11-063-3 Depósito legal: M-540-1958 Impreso en España - Printed in Spain Composición e impresión: Sociedad Anónima de Fotocomposición Talisio, 9 28027 Madrid Volumen LXXI N.o 251 enero-abril 2011 Madrid (España) ISSN: 0034-8341 revista de INDIAS SUMARIO Páginas MONOGRÁFICO: LOS ÚLTIMOS IMPERIOS ESCLAVISTAS: ESPAÑA Y BRASIL EN EL SIGLO XIX / MONOGRAPH: THE LAST OF THE SLAVE EMPIRES: SPAIN AND BRAZIL IN THE 19TH CENTURY. Coordinadores: José A. Piqueras y Rafael Marquese Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9-18 RAFAEL MARQUESE & TÂMIS PARRON: Revolta escrava e política da escravidão: Brasil e Cuba, 1791-1825 / Slave resistance and the politics of slavery: Brazil and Cuba, 1791-1825 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19-52 MANUEL BARCIA: «Un coloso sobre la arena»: definiendo el camino hacia la plantación esclavista en Cuba, 1792-1825 / «A giant built on sand»: paving the road towards the slave plantation in Cuba, 1792-1825 . . . . . . . . . . . 53-76 MARIAL IGLESIAS UTET: Los Despaigne en Saint-Domingue y Cuba: narrativa microhistórica de una experiencia atlántica / The Despaignes in SaintDomingue and Cuba: A micro-historical narrative of an Atlantic experience . 77-108 CLAUDIA VARELLA: El canal administrativo de los conflictos entre esclavos y amos. Causas de manumisión decididas ante síndicos en Cuba / The administrative channel for the conflicts between slaves and owners. Causes of manumission decided before ombudsmen in Cuba. . . . . . . . . . . . . . . . . . 109-136 KEILA GRINBERG: A poupança: alternativas para a compra da alforria no Brasil (2.ª metade do século XIX) / Savings: alternative for the purchase of manumission in Brazil (2nd half of the 19th century) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137-158 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD: En los borrosos confines de la libertad: el caso de los negros emancipados en Cuba, 1817-1870 / In the blurred boundaries of freedom: the case of liberated africans in Cuba, 1817-1870 . . . . . . . . . . 159-192 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS: Censos lato sensu. La abolición de la esclavitud y el número de esclavos en Cuba / Lato sensu censuses. The abolition of slavery and the number of slaves in Cuba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193-230 Páginas RENATO LEITE MARCONDES: Fontes censitárias brasileiras e posse de cativos na década de 1870 / Brazilian census sources and the ownership of slaves in the 1870s . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231-258 RICARDO SALLES: Abolição no Brasil: resisténcia escrava, intelectuais e política (1870-1888) / Abolition in Brazil: slave resistance, intellectuals and politics (1870-1888) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 259-284 COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO Simón Bolívar en la era de las revoluciones: perspectivas de la historiografía anglo-estadounidense, por Nicolás Ocaranza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287-300 RESEÑAS DE CRISTÓFORIS, Nadia Andrea, Bajo la Cruz del Sur: gallegos y asturianos en Buenos Aires (1820-1870), por Agustina Veronelli . . . . . . . . . . . . . . . . . 303-306 ETTE, Ottmar y MÜLLER, Gesine (eds.), Caleidoscopios coloniales. Transferencias culturales en el Caribe del siglo XIX. Kaléidoscopes coloniaux. Transferts culturels dans les Carïbes aux XIXe siécle, por Leida Fernández Prieto . . . 306-308 PÉREZ VEJO, Tomás, Elegía Criolla. Una reinterpretación de las guerras de independencia hispanoamericanas, por Mónica Quijada . . . . . . . . . . . . . . 308-310 SÁBATO, Hilda, Buenos Aires en armas. La revolución de 1880, por Flavia Macías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 310-314 UXÓ GONZÁLEZ, Carlos, Representaciones del personaje del negro en la narrativa cubana: Una perspectiva desde los estudios subalternos, por Brígida M. Pastor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 314-316 PUBLICACIONES RECIBIDAS Monográfico: LOS ÚLTIMOS IMPERIOS ESCLAVISTAS: ESPAÑA Y BRASIL EN EL SIGLO XIX / THE LAST OF THE SLAVE EMPIRES: SPAIN AND BRAZIL IN THE 19TH CENTURY Coordinadores: José A. Piqueras y Rafael Marquese Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 251 Págs. 9-18, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.001 PRESENTACIÓN POR JOSÉ A. PIQUERAS Y RAFAEL MARQUESE Hacia 1807 la historia de la esclavitud moderna en América pareció entrar en una fase de extinción gradual. De llevarse a cabo esa previsión optimista, su desaparición iba a ser cuestión de un tiempo que podía ser medido en pocas generaciones. La medida del tiempo de los abolicionistas, obviamente, era distinta de la llevada a cabo por quienes estaban sometidos a cautividad en condiciones muchas veces crueles, si había alguna forma de privación de libertad que no lo fuera. El formidable triunfo de la causa abolicionista en Gran Bretaña, al lograr que el parlamento votara la prohibición de la captura y el comercio atlántico de africanos y que se acordara perseguir a los infractores, hacía presagiar un cambio de tendencia, la quiebra de un sistema establecido en América en el siglo XVI, que en el siglo XVII y, sobre todo, en el XVIII había alcanzado su nivel máximo de desarrollo. Millones de africanos, no menos de 9,5 millones, habían sido arrancados de su continente, y unos 8 millones habían sido desembarcados y vendidos en el Nuevo Mundo, dejando la vida en la dramática experiencia de la travesía intermedia, o middle pasaje, uno de cada cinco rehenes. El abolicionismo gradualista tenía en la supresión de la trata atlántica su primer peldaño en la escala que debía conducir a la extinción completa de unas prácticas que eran tildadas de inhumanas, por unos, y de anti-utilitarias, por otros, aquellos que sostenían, con fe inquebrantable en el progreso, el avance de un mercado de la fuerza de trabajo absolutamente libre. La experiencia había demostrado —se creía— que el crecimiento vegetativo era insuficiente para sostener la reposición de trabajo esclavo consumido en el proceso de producción; mucho menos podía atender la demanda de brazos que reclamaba la expansión de la agricultura de plantación en amplias regiones de América del Sur y el Caribe. Si se cerraba la fuente de aprovisionamiento, se pensaba, la esclavitud americana comenzaría a languidecer y los 10 JOSÉ A. PIQUERAS Y RAFAEL MARQUESE propietarios se verían obligados a promover vías alternativas de colonización y a emplear asalariados, dos circunstancias que debían acelerar la disolución de las modalidades coactivas de trabajo. La causa abolicionista contó a su favor con dos factores coyunturales. La revolución haitiana había puesto de relieve el potencial peligroso de las grandes dotaciones de esclavos sometidos a condiciones severas de explotación; la intervención británica en Saint-Domingue había confirmado la dificultad de reducir por las armas una revuelta extensa y bien organizada. Hasta llegar a esta última conclusión debieron pasar casi dos décadas, pues los sucesos de 1791 en la colonia francesa llevaron a concluir, al igual que haría el habanero Francisco de Arango, que el desastre ajeno abría inmensas oportunidades para ocupar el puesto preeminente dejado por Saint-Domingue. En 1791 y 1792 fueron derrotadas en el parlamento británico sendas mociones abolicionistas presentadas por William Wilberforce1. En 1807 el gobierno de lord Grenville tenía a la vista las matanzas de personas blancas perpetradas tres años antes en Haití, que llenaron de horror la región y se difundieron por todo el continente. En segundo lugar, durante el último mandato de Thomas Jefferson se había creado en el Congreso de los Estados Unidos un clima que hacía presagiar la resolución del artículo 1.9 de la Constitución federal de 1789, por el que se daban 20 años antes de que pudiera modificarse aquella y prohibirse la importación de personas que los estados estimaran oportuno introducir, fórmula enmarañada que encubría la trata de africanos. La ley de prohibición de importación de esclavos fue votada el 2 de marzo de 1807 y ratificada por el presidente un día después, acordándose que entrara en vigor el 1 de enero de 1808. El 25 de marzo de 1807 el parlamento británico aprobó el Slave Trade Act. En noviembre de 1806 Napoleón declaró el bloqueo continental a Inglaterra. La medida supuso el cierre de su comercio con Europa, la orientación de la navegación británica hacia Asia y las Orders in Council, de noviembre de 1807, que tantos problemas traerían a su relación con los Estados Unidos y, de paso, a Cuba, debido al Embargo Act, promulgada en respuesta a las anteriores por el gobierno de Washington, que llevó a la retirada de los navíos norteamericanos del Caribe. No era, por lo tanto, el mejor momento para situar una escuadra para custodiar el tráfico negrero en el Atlántico. En consecuencia, la trata británica se dificultó a partir de 1807 sin que pudiera ser evitada. No menos de 8.113 africanos fueron desembarcados en el Caribe inglés en 1808, y no menos de 25.125 lo fueron hasta 1842, ocho años después de la abolición de la esclavitud y cuatro desde la supresión del patronato, en los 1 Coupland, 1933. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 9-18, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.001 LOS ÚLTIMOS IMPERIOS ESCLAVISTAS: ESPAÑA Y BRASIL EN EL SIGLO XIX 11 últimos tiempos es muy posible que para suministrarlos de contrabando a las islas españolas. Los británicos promovieron en el Congreso de Viena la prohibición del comercio de africanos, convertida en los acuerdos en una simple recomendación. El gobierno de Londres hubo de servirse de la presión diplomática con cada nación para convertir ese objetivo en convenios bilaterales, de forma que los países europeos dedicados al tráfico o receptores de esclavos aceptaran prohibirlo, se comprometieran a perseguir a los infractores y estuvieran dispuestos a promover instrumentos internacionales de vigilancia, entre ellos, tribunales mixtos para juzgar el delito, y el derecho de inspección en alta mar. La represión de la trata de esclavos significó una contribución de primer orden al derecho penal internacional y a la tipificación y castigo de delitos cuyo fundamento consistía en un agravio contra la humanidad. Su eficacia, sin embargo, fue limitada, como lo demuestra la prosecución del comercio ilegal en el Atlántico hasta cerca de 1870, incluidas las posesiones británicas hasta los años cuarenta y la ausencia de libertad efectiva para la mayoría de los negros que fueron declarados «emancipados» tras ser rescatados de los barcos negreros. En la primera mitad del Ochocientos el número de africanos transportados a América es semejante al del medio siglo anterior, en todas las décadas se supera el medio millón de esclavos, en la de 1820-1830 se supera el máximo histórico de africanos desembarcados en el hemisferio occidental. Entre otras diferencias con situaciones anteriores, ahora la gran mayoría de cargazones se dirigen a dos destinos, Brasil y Cuba. El primero de esos convenios fue el suscrito con Portugal en 1810 y careció de valor alguno. En torno a 22.000 africanos entraron en las islas danesas después de 1802, en que cesó oficialmente la trata. Una parte fue destinada a Puerto Rico. Tras decretarse su cese por Francia, en 1814, las islas de Guadalupe y Martinica y la Guayana recibieron unos 77.000 esclavos. Estas cifras apenas tienen relieve en comparación con los 541.000 que como mínimo fueron desembarcados en Cuba y los 14.000 llevados a Puerto Rico después de 1821, en que entró en vigor el tratado anglo-español firmado en 1817. En ambos casos las cifras reales fueron superiores, quizá hasta en un 50% en Cuba y una proporción mayor en Puerto Rico para sostener la demanda nueva y el nivel de reposición. Desde 1790 el tráfico hacia las Antillas españolas superó el millón de negros y el que se dirigió a Brasil antes de 1852 alcanzó 2,4 millones2. 2 La información citada en los párrafos anteriores y ahora sobre esclavos desembarcados, en Eltis, Behrendt, Richardson y Klein, 1999/2008. También, Eltis, 1987: 246. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 9-18, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.001 12 JOSÉ A. PIQUERAS Y RAFAEL MARQUESE En contraste con los anteriores destinos, en los Estados Unidos, la tercera sociedad que alberga esclavitud a gran escala, las entradas ilegales después de 1808 representaron una proporción muy reducida en comparación con el total de esclavos que había en 1861, unos 4 millones. La imprecisión respecto a las entradas de contrabando no impidió a algunos estimar que pudieron ser de unos 200.000 africanos, la mayor parte en coincidencia con el boom del algodón. Si la evolución del mercado esclavista de Brasil y Cuba confirmaba la creencia de los abolicionistas sobre la incapacidad de la esclavitud negra para reproducirse sin acudir a la fuente del continente africano, el caso de los Estados Unidos (el Sur) lo desmiente, pues el total de esclavos se multiplicó por cinco en el referido periodo y las entradas clandestinas, aún mal conocidas y a menudo subestimadas, estuvieron muy lejos de sostener esa evolución. Las tesis que durante un tiempo contrapusieron la severidad de la esclavitud en los territorios de colonización anglo-americana y la supuesta benevolencia en las regiones de colonización iberoamericana, desplegada entre otros por Frank Tannembaum3, nunca han logrado explicar de manera convincente la evolución dispar de las respectivas demografías. Mientras las tasas de decrecimiento se situaron entre la población esclava en torno al 5% en el Caribe inglés y español, los índices de crecimiento fueron del 30% en los Estados Unidos. La discusión se ha localizado en el peso que en el incremento autosostenido tuvieron una mejor alimentación, el trato en la esclavitud patriarcal, en unidades de producción pequeñas y medias, el relativo equilibrio entre sexos que habría posibilitado altas tasas de reproducción, la influencia del clima templado en un menor desarrollo de ciertas enfermedades, una inmunización más rápida favorecida por la mayor presencia de población blanca, etc., dejando en un lugar secundario la crianza de esclavos para el mercado4. El fenómeno guarda relación, además, con el espacio y el tiempo, con el desplazamiento del núcleo de la economía esclavista hacia el Nuevo Sur, entre Alabama y el área del Mississippi: a cerca de un millón ascendió el número de esclavos importados por esta región, procedentes en su inmensa mayoría de la reserva del este cuya economía correspondía con un ciclo anterior; el trabajo necesario y escaso experimentó una revalorización que se tradujo en medidas para su conservación; el pacto sobre el que en 1787 se había constituido la nación había establecido una moratoria de veinte años para algo que ya entonces parecía inevitable, y si la prohibición de importar africanos no fue muy estricta después de 1807, ofrecía dificultades a la importación de extranjeros; también el tráfico interes3 4 Tannenbaum, 1946. Fogel, 1994: 114-153. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 9-18, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.001 LOS ÚLTIMOS IMPERIOS ESCLAVISTAS: ESPAÑA Y BRASIL EN EL SIGLO XIX 13 tatal había sido prohibido en numerosos estados y el contrabando era habitual. El modelo funcionó medio siglo. La perspectiva de un imperio esclavista hacia 1850, con sede en el Golfo y extendido por el Caribe español, proporcionó el espejismo no sólo de nuevos territorios, sino una ampliación considerable del mercado de esclavos legales e ilegales. Frente a estas limitaciones, hábilmente sorteadas, la posibilidad de acudir a nuevos esclavos africanos, legal en Brasil hasta 1831 y tolerada después por el Imperio hasta 1850, ampliamente consentida por España en sus colonias antillanas hasta 1867, intensificó en las unidades económicas el «consumo» de fuerza de trabajo, cualquiera que fuera su efecto destructivo sobre un trabajador cuya reposición resultaba más sencilla que en el Sur. A la vez, en Brasil y las Antillas españolas se permitían ciertas modalidades de manumisión y se toleraban los espacios concedidos a —o conquistados por— la población libre negra y mulata, la gente «de color»: un contraste con la explotación estricta, que si de un lado se insertaba en tradiciones coloniales anteriores, de otra exigía una adaptación a los tiempos, como así sucedió, pues a pesar de la relativa facilidad para reponerlos en el régimen productivo y de servicios, su precio fue haciéndose más elevado, signo del valor que estaba en situación de producir en su condición cautiva, antes que de las dificultades del tráfico atlántico, que también encarecían la «pieza». Por otro lado, los tres casos ilustran a la perfección el considerable desarrollo del trabajo esclavo en el XIX, supuestamente, el siglo de la emancipación, después de que pasara a convertirse en residual por su incapacidad de crecer en las colonias inglesas y holandesas, hasta desaparecer en la cuarta década. Las colonias francesas participaron de la primera tendencia expansiva, con tres limitaciones: la reducida superficie cultivable de las islas, la resistencia vinculada al periodo en que la esclavitud estuvo suprimida y la abolición definitiva en 1848. En el siglo XVIII los ingleses habían desembarcado en torno a dos millones de africanos en el Caribe, los franceses más de un millón, holandeses y daneses completan el cuadro con unos 400.000. Únicamente Brasil movió cifras similares, unos dos millones en el XVIII y otros tantos en el XIX, sólo que en el segundo lo hizo en apenas cincuenta años. Las Antillas españolas, rezagadas durante el Setecientos, cuando importan unos 80.000 africanos, recibieron hasta el cese de la trata legal, en 1820, unos 175.000, y después la cifra total del Setecientos pudo multiplicarse por diez. El desplazamiento y la concentración en espacios delimitados son evidentes, y muy notables. ¿Qué estaba pasando para que hubiera un resurgir de una institución declarada contraria a la razón, a los sentimientos humanos y al espíritu liberal del nuevo siglo? Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 9-18, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.001 14 JOSÉ A. PIQUERAS Y RAFAEL MARQUESE La evolución y la magnitud de la trata de africanos, además de la trágica experiencia que representó para quienes fueron actores directos y sujetos pasivos, pueden ser tomadas por indicadores precisos de la demanda comercial y del uso laboral que reclamaba la fuerza de trabajo de forma incesante. Como hemos señalado, tres grandes destinos americanos, Brasil, las Antillas españolas y el Sur de los Estados Unidos, fueron las últimas grandes potencias esclavistas. De manera sostenida y creciente, no sólo conservaron la peculiar institución, sino que la desarrollaron hasta niveles desconocidos y la integraron en un modelo nuevo de explotación que iba unido a los cambios más avanzados, sociales y tecnológicos, de los países que constituían el mercado de los bienes producidos con mano de obra forzada. La esclavitud del siglo XIX es, en ese sentido, el reverso de la revolución industrial, como la esclavitud del XVIII, unida a la concepción mercantilista de los intercambios, fue factor esencial de la formación de capitales que prepara esa misma revolución. Es el reverso, otra faz del mismo fenómeno y, al tiempo, forma parte de la misma industrialización y de sus consecuencias internacionales. Está asociada y a la vez que contribuye a la industrialización, es una de sus expresiones más destacadas y contradictorias. La percepción medievalizante de la esclavitud, concebida desde la continuidad de los siglos como una entidad social única e inmutable, conduce a enfatizar su arcaísmo, a considerarla exclusivamente como una categoría social de otra época, de los tiempos bárbaros, en el lenguaje de ilustrados, humanistas y demócratas de la época. Desde luego, era arcaica por la naturaleza que la define: el derecho de propiedad de unas personas sobre otras para disponer de ellas y de su trabajo. Podía considerarse, y de hecho fue considerada, una categoría ajena y contraria a las formas «modernas» de producir y a la consideración de la modalidad «óptima» del trabajo, esto es, el trabajo declarado libre, la libertad de contratación y de retribución, la libertad para establecer la duración de la jornada de trabajo o incluso de sustraerse al sistema, al margen de resolver por otros medios el problema de la subsistencia. La esclavitud del siglo XIX subsiste y se expande asociada a la industrialización, proceso que hace posible —en lo que constituye una nueva contradicción aparente— cuando facilita materias primas a gran escala y a costes bajos para abastecer la industria moderna (algodón), y cuando gracias a la producción masiva, con disciplina y bajos costes, suministra a precios cada vez más reducidos bienes que se van a convertir en artículos populares de consumo (azúcar, café, tabaco); el volumen de bienes primarios (materias primas y bienes semielaborados) desplazados hasta los puertos, a través del Atlántico y de los puntos de desembarco a sus destinos, multiplican los medios y las redes de transporte, que a su vez se dotan de los mayores adelantos; la compra-venta de Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 9-18, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.001 LOS ÚLTIMOS IMPERIOS ESCLAVISTAS: ESPAÑA Y BRASIL EN EL SIGLO XIX 15 esos bienes mueve considerables recursos financieros y exige dotarlos de instrumentos más sofisticados; se compran tanto frutos como previsiones, verdadero anticipo de los mercados de futuros que luego hemos conocido. Ese signo de modernidad, que Moreno Fraginals no dejó de enfatizar para el caso cubano5, ni se explica por sí mismo ni es resultado de una asociación meramente periférica y secundaria del desarrollo económico más avanzado del siglo, por más que no reproduzca la estructura social propia del capitalismo sino que, por el contrario, refuerce y amplíe las relaciones sociales de producción esclavistas, con la oportuna consecuencia para la conformación de las categorías y los grupos sociales, en Cuba y en Brasil. De acuerdo con la convincente explicación de Dale Tomich, resulta oportuno reconocer una segunda esclavitud, promovida y conservada en correspondencia con la revolución industrial en los países-mercado. La consideración de la segunda esclavitud como uno de los componentes de la «moderna» economía mundial, auspiciadora del desarrollo tecnológico y receptora de esa misma tecnología que reproduce las relaciones esclavas e incrementa el número de esclavos necesarios para abastecer fábricas y mercados, contribuye poderosamente a resituar a la plantación esclavista del siglo XIX. En definitiva, la expansión de la nueva fase de la esclavitud y su mayor escala guardaba relación con la emergente división internacional del trabajo auspiciada por el capitalismo, que requiere y potencia formas variadas para poner en exploración nuevas regiones como premisa del desarrollo industrial y de la extensión de los mercados. El resultado, siguiendo a Tomich, es la interdependencia de las modalidades de trabajo en economías con vocación global, relacionadas e integradas, que contempla relaciones sociales dispares en un orden heterogéneo e interdependiente, contradictorio y hasta antagónico en ocasiones, que proporciona unidad en la diversidad6. En consecuencia, el «atraso» político y social de países como Brasil y Cuba —esta última, bajo rigurosa condición colonial— se inserta en las dinámicas más activas de la moderna economía, de la que forman parte como actores de primer orden. El número monográfico de Revista de Indias que presentamos está dedicado al estudio y la reflexión sobre dos de los imperios esclavistas del siglo XIX, los de raíz ibérica, los primeros en implantarse en el Nuevo Mundo y los últimos en suprimir la esclavitud: Brasil, de la colonia al imperio, y España, a través de sus posesiones antillanas, en particular, Cuba, que concentra el 90% de 5 6 Moreno Fraginals, 1976, I: 151-157 y 203-255, III: 11-15. Tomich, 2004: 3-56. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 9-18, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.001 16 JOSÉ A. PIQUERAS Y RAFAEL MARQUESE la economía esclavista y de la fuerza de trabajo esclava en los dominios insulares hispanos. En 2010 se cumplieron doscientos años del Tratado de Alianza y Amistad entre el rey de Portugal y el de Gran Bretaña por el que el primero se comprometía a favorecer una extinción gradual del comercio atlántico de africanos en sus dominios. En 2011 se cumplen doscientos años de las primeras iniciativas destinadas a suprimir la trata de africanos y abolir la esclavitud en los dominios españoles, presentadas en las Cortes de Cádiz por los diputados Guridi y Alcocer y Agustín Argüelles, a las que tenaz y eficazmente se opuso el diputado por La Habana, el ayuntamiento de esa ciudad y los principales hacendados cubanos reunidos en el Real Consulado de Agricultura y Comercio. En 2011 se conmemora, asimismo, el 125 aniversario de la supresión de la esclavitud en Cuba, con el cese en 1886 del régimen del patronato. La historia del Imperio del Brasil discurre en forma paralela y, a la vez, une su suerte al de un determinado sistema social en el que el esclavo desempeña un papel central. Emigrada la corona a Río de Janeiro, en 1808, mientras la Península comenzaba a ser invadida, Brasil fue elevado a condición de reino, reconocido en el Congreso de Viena, el mismo que recomendaba prohibir la trata de africanos, y se separaba de Portugal en 1822 como imperio constitucional, prácticamente en las mismas fechas en que debía cesar el comercio de africanos con las colonias españolas. La abolición en 1888 del patronato precede en un año a la caída del trono y a la proclamación de nuevo estado, la república. Estas historias paralelas Brasil/Cuba —y por comprensión, España, pues la segunda careció de entidad política hasta 1902— ofrecen grandes posibilidades para la práctica de la historia comparada7. El mejor camino para propiciarla tal vez sea comenzar por crear espacios de información y debate a propósito de cuestiones pertinentes en las dos experiencias. El actual número de Revista de Indias selecciona un número de temas que tienen como eje la renovación y conservación de la esclavitud entre finales del XVIII y comienzos del XIX, las resistencias y vías de emancipación dentro del sistema, las condiciones demográficas y de producción que subsisten en una coyuntura distinta a la del esplendor de la economía esclavista, que antecede y anuncia la abolición. En sus páginas, de una u otra forma, están presentes a cada momento las políticas de la esclavitud, menos como disposiciones legales y orientaciones de gobierno como en su construcción cotidiana a través de una combinación de normas jurídicas, prácticas sociales y reclamos materiales. Los artículos aquí reunidos ofrecen distintas perspectivas metodológi7 Berbel, Marquese, Parron, 2010. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 9-18, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.001 LOS ÚLTIMOS IMPERIOS ESCLAVISTAS: ESPAÑA Y BRASIL EN EL SIGLO XIX 17 cas sobre temas que apuntan a la convergencia de la trayectoria histórica de la esclavitud negra en Brasil y en Cuba. Con este volumen esperamos estimular a los investigadores que se ocupan de esos dos espacios a integrar, en un cuadro de análisis unificado, el examen de los dos últimos imperios esclavistas de Occidente. Es una tarea que, ciertamente, corresponderá antes a esfuerzos colectivos que a iniciativas aisladas de investigación. BIBLIOGRAFÍA Berbel, Márcia, Rafael Marquese y Tâmis Parron, Escravidão e política: Brasil e Cuba, c.1790-1850, São Paulo, Hucitec, 2010. Coupland, Reginald, The British Anti-Slavery Movement, Londres, T. Butterworth, 1933. Eltis, David, Economic Growth and the Ending of the Transatlantic Slave Trade, Nueva York, Oxford University Press, 1987. Eltis, David, Stephen D. Behrendt, David Richardson, Herbert S. Klein, The Trans-Atlantic Slave Trade. A Database on CD-ROM, Cambridge, Cambridge University Press, 1999 [Actualizado en red: http://www.slavevoyages.org, 2008 y ss.]. Fogel, Robert W., Without Consent or Contract. The rise and Fall of American Slavery, Nueva York y Londres, W.W. Norton & Company, 1994. Moreno Fraginals, Manuel, El Ingenio. Complejo económico-social del azúcar, La Habana, Ciencias Sociales, 1978. Tannenbaum, Frank, Slave and Citizen. The Negro in America, Nueva York, Random House, 1946. Tomich, Dale, Thought the Prism of Slavery. Labor, capital, and World Economy, Lanham-Oxford, Rowman & Littlefiled Publishers, 2004. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 9-18, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.001 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 251 Págs. 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 REVOLTA ESCRAVA E POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO: BRASIL E CUBA, 1791-1825 POR RAFAEL MARQUESE TÂMIS PARRON Universidade de São Paulo O artigo examina o impacto político do ativismo escravo, no Brasil e Cuba, de 1790 a 1825, isto é, do início da Revolução de Saint-Domingue à outorga da Constituição do Brasil (1824) e à decretação das faculdades onímodas para os capitães generais de Cuba (1825), no contexto imediato do término das guerras de independência no continente. Ao invés de discutir e classificar em uma ordem tipológica o caráter específico das diversas expressões de resistência escrava coletiva, o artigo procura compreender o efeito dessas ações na dinâmica macro-política desses dois espaços, verificando em que medida elas conformaram o quadro político e institucional da escravidão no Brasil e em Cuba. PALAVRAS-CHAVE: Resistência escrava, Era das Revoluções, macro-política, Brasil, Cuba. REVOLTAS ESCRAVAS E ANTIESCRAVISMO NA ERA DAS REVOLUÇÕES Ainda que tenha sido abordado por historiadores e militantes negros desde a década de 1930, o tema dos significados políticos do ativismo escravo durante a Era das Revoluções somente passou a ser investigado de modo sistemático com a grande renovação que a historiografia sobre a escravidão negra nas Américas verificou após a década de 1960. O trabalho de maior impacto nesse campo foi, talvez, o de Eugene Genovese, tanto pela acolhida positiva como pelas críticas que recebeu. Em ensaio originalmente publicado em 1979, Genovese propôs uma diferenciação para as manifestações coletivas de resistência escrava negra entre os séculos XVI e XIX que contrapunha as ações «restauracionistas» às ações «revolucionárias». De acordo com seu modelo, antes das revoluções democrático-burguesas do final do século XVIII, o hori- 20 RAFAEL MARQUESE E TÂMIS PARRON zonte daqueles que se levantaram contra as ordens escravistas americanas não projetava a possibilidade do fim da escravidão, haja vista que os grupos escravizados, procurando restaurar elementos de uma ordem social pregressa, insurgiam-se antes contra seus senhores brancos do que contra a instituição que os mantinha sob cativeiro. «A conquista do poder do estado pelos representantes da burguesia que se consolidava na França», contudo, «transformou decisivamente o terreno ideológico e econômico. Nada mudou da noite para o dia», prossegue1, «mas a Revolução Francesa forneceu as condições mediante as quais uma revolta das massas em São Domingos poderia tornar-se uma revolução por si mesma». Doravante, o sucesso dos revolucionários haitianos forneceria o diapasão para seus pares escravizados nas demais regiões do Novo Mundo, colocando decisivamente no horizonte de atuação coletiva dos escravos a derrocada da instituição do cativeiro. Se o argumento foi incorporado em trabalhos de outros historiadores, em especial na notável obra de Robin Blackburn (1988) sobre a queda do escravismo colonial, pode-se afirmar que as objeções prevaleceram sobre sua aceitação. Elas variaram da proposição de modelos alternativos —como o de Michael Craton (1982) a respeito do peso da «crioulização» da população escrava para a modificação dos padrões de resistência coletiva— à crítica empírica. Neste segundo caso, os especialistas lembraram a existência de várias rebeliões em diversos quadrantes do Novo Mundo que não se ajustariam à divisão temporal proposta por Genovese2. O livro do historiador norte-americano, no entanto, não suscitou apenas discussões sobre a mudança no caráter da revolta escrava durante a Era das Revoluções, como, também, sobre o papel que os sujeitos escravizados tiveram para o fim da escravidão ao longo do século XIX —novamente, um tema que vinha da década de 1930, das obras de W.E.B. Du Bois e C.L.R. James3. A polêmica acaba de ser re-atualizada em um volume editado por Seymour Drescher e Pieter Emmer. Nele, diferentes pesquisadores discutem a assertiva do historiador português João Pedro Marques (2010: 5) sobre a impossibilidade de se estabelecer «uma correlação direta, necessária ou suficiente entre levantes escravos —que são uma parte integral da história da escravidão em várias épocas e latitudes— e as leis de emancipação aprovadas no Ocidente, todas elas eventos bastante localizados e específicos na história humana». Com isso, Marques cinde a experiência singular da Revolução do Haiti dos demais processos 1 Genovese, 1983: 17. Críticas que seguem essa linha empírica podem ser lidas nos artigos de Dick Geary e Matthias Röhrig Assunção, ambos inseridos em volume editado por Libby e Furtado, 2006. 3 Du Bois, 1992 y James, 2000. 2 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 REVOLTA ESCRAVA E POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO: BRASIL E CUBA, 1791-1825 21 de abolição nas Américas, que, segundo ele, não dependeram de ações coletivas de resistência escrava para que fossem bem sucedidos. Interessa notar que tanto Marques como seus comentadores —excetuando-se Peter e Robin4— adotam os mesmos procedimentos que foram seguidos por quase todos aqueles discutiram a tese de Genovese, ou seja, eles empregam uma argumentação empírica que se apega a eventos e processos isolados e que se nega a elaborar um quadro analítico de conjunto, ou, então, esforçam-se em organizar uma classificação tipológica das manifestações de resistência escrava coletiva e dos processos de abolição. Nos dois casos, a escravidão negra no Novo Mundo é tratada sob o prisma da continuidade, como uma estrutura histórica única, expressa, por exemplo, na linha dada pelo «século da emancipação» (1794-1888). Examinar de forma integrada Brasil e Cuba entre 1790 e 1825 —isto é, do início da Revolução de Saint-Domingue à outorga da Constituição do Brasil e à decretação das faculdades onímodas para os capitães generais de Cuba, no contexto imediato do término das guerras de independência no continente— pode ajudar a avançarmos na compreensão do impacto político do ativismo escravo durante a Era das Revoluções, sem que recaiamos nos problemas que continuam presentes no debate sobre a matéria. Em livro recente escrito em parceria com Márcia Berbel5, os autores deste texto apontaram a integração histórica do Brasil e de Cuba nos quadros da economia mundial capitalista do século XIX. Tal unidade datava de fins do século XVIII, fruto dos planos ilustrados para a recuperação econômica de Portugal e Espanha e da resposta que as classes proprietárias da América portuguesa e de Cuba deram ao colapso da colônia francesa de Saint-Domingue, e se solidificou nas primeiras décadas do século seguinte. Após 1820, Brasil e Cuba foram as únicas regiões do Novo Mundo que continuaram sendo alimentadas por um enorme tráfico transatlântico de africanos escravizados. Em razão disso, ambas as economias escravistas apresentaram grande dinamismo, rapidamente convertendo os dois espaços nos maiores produtores mundiais de café e de açúcar; mas, também por conta do tráfico negreiro, as classes proprietárias brasileiras e cubanas tiveram que enfrentar a fortíssima pressão diplomática britânica. Suas trajetórias políticas foram igualmente singulares: em um mar de repúblicas, de norte a sul do continente americano, o Império do Brasil e a colônia espanhola de Cuba representaram casos ímpares. Os estudos que compararam as manifestações de resistência escrava coletiva no Brasil e em Cuba no século XIX buscaram acima de tudo elaborar tipo4 5 Blanchard, 2010: 133-44 y Blackburn, 2010: 169-178. Berbel, 2010. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 22 RAFAEL MARQUESE E TÂMIS PARRON logias para contrastar seus padrões6. Este texto adotará uma estratégia distinta: ao invés de discutir e classificar em uma ordem tipológica o caráter específico das diversas expressões de resistência coletiva, o objetivo será compreender o efeito dessas ações na dinâmica macro-política, verificando em que medida elas conformaram o quadro político e institucional da escravidão no Brasil e em Cuba. Assim procedendo, seguiremos os caminhos abertos por trabalhos como os de James Oakes, Emília Viotti da Costa, Gelien Matthews e Matthew Mason7, que procuraram examinar como as «as ações escravas afetaram a política» e, reversivamente, como a «política afetou as ações escravas»8. A hipótese que desenvolveremos —e que retoma o argumento de nosso livro— é a de que os caminhos políticos particulares que Brasil e Cuba percorreram ao longo do século XIX resultaram em grande parte do impacto diferenciado que a ação escrava coletiva teve nos dois lugares. REVOLTA ESCRAVA E POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO, 1791-1817 As comemorações do bicentenário da independência do Haiti estimularam, na última década, o aparecimento de um bom número de publicações que se dedicaram a avaliar os impactos da Revolução de Saint-Domingue sobre a escravidão negra em diferentes espaços do mundo atlântico9. Com isso, elas ajudaram a rever as grandes narrativas sobre a Era das Revoluções que haviam predominado até então e que, em geral, silenciaram a respeito da centralidade do processo revolucionário haitiano para a conformação dos destinos do Ocidente10. O tema, no entanto, não representa propriamente novidade para os historiadores que tratam dos casos de Cuba e do Brasil. A avaliação do impacto da Revolução de Saint-Domingue sobre a dinâmica política nessas duas regiões conta com uma produção que se destaca pela relevância das interpretações apresentadas e, em especial no primeiro caso, também por sua longevidade. De fato, o problema da fidelidade de Cuba à Espanha ao longo do século XIX, a contrapelo dos movimentos de independência e da construção de Estados nacionais politicamente soberanos em diferentes regiões da América de colonização espanhola, foi relacionado, desde a década de 1820, ao tema da escravidão. A idéia de que o avanço do escravismo nas atividades agro-expor6 7 8 9 10 Barcia, 2008. Oakes, 1989; Da Costa, 1998; Matthews, 2006; Mason, 2006. Mason, 2006: 5-6. Geggus, 2001; Blackburn, 2006; Geggus & Fiering, 2009; Landers, 2010. Trouillot, 1995. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 REVOLTA ESCRAVA E POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO: BRASIL E CUBA, 1791-1825 23 tadoras constituiu o principal obstáculo à independência, ao impedir que grandes empresários residentes em Cuba abraçassem a causa do rompimento com a Espanha em vista do temor da repetição dos eventos revolucionários de Saint-Domingue e da guerra racial que marcou o nascimento do Haiti, esteve presente na pena dos mais diversos grupos políticos que atuaram na ilha ao longo do século XIX (partidários da união à Espanha, independentistas, anexionistas, autonomistas), passando, posteriormente, para a historiografia nacionalista pré e pós-Revolução de 195911. É certo que os historiadores não interpretaram a manutenção de Cuba como colônia espanhola apenas à luz da escravidão e do temor da revolta escrava. De acordo com o sumário apresentado por José Antonio Piqueras, as explicações correntes para a fidelidade cubana giraram —para além do já mencionado tema do escravismo— em torno de três aspectos adicionais. Primeiro, o peso da presença militar espanhola em Cuba, derivado, por um lado, das reformas promovidas após a tomada de Havana pelos ingleses em 1762, e, por outro, do lugar estratégico ocupado pela ilha no contexto das guerras de independência no continente. Segundo, o afluxo de refugiados, tanto da Revolução de Saint-Domingue como das sucessivas derrotas espanholas no continente, que trouxeram para Cuba um contingente não desprezível de pessoas com sentimentos contrários à independência e temerosos dos riscos de uma eventual mobilização da população negra e mulata. Terceiro, a aposta da oligarquia havanesa no caminho do reformismo de Fernando VII, capaz, segundo ela, de continuar carreando a Cuba os benefícios que vinham sendo obtidos desde o início das reformas bourbônicas. A articulação entre essas variáveis, contudo, ainda seria dada pela escravidão negra: nos termos de Piqueras12, «beneficiários de uma recente prosperidade, os plantadores crioulos temeram que uma insurreição separatista e a previsível resposta violenta espanhola acabassem com a riqueza da ilha, sendo aproveitada pelos escravos para promover uma rebelião que subverteria a ordem social». Para o Brasil, a análise sobre o impacto da ação escrava coletiva de Saint-Domingue na conformação dos destinos nacionais é mais recente que em Cuba, mas; seu peso historiográfico, não menos relevante. Vejam-se, por exemplo, dois influentes ensaios que foram escritos por ocasião das comemorações dos 150 anos da independência brasileira. No primeiro deles, Kenneth Maxwell procurou compreender as relações entre os questionamentos do mando colonial português sobre a América na década de 1790 e o projeto imperial 11 12 Venegas Delgado, 2005. Piqueras, 2003: 185-186. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 24 RAFAEL MARQUESE E TÂMIS PARRON colocado em prática com a fuga da família real para o Rio de Janeiro. Segundo Maxwell, os vassalos residentes em Minas Gerais que conspiraram contra a coroa portuguesa entre 1788 e 1789 pretendiam criar um governo republicano conforme o modelo norte-americano, sem recear o chão social escravista que lhes servia de suporte. Com o malogro do plano e, sobretudo, com os ventos revolucionários atlânticos que se seguiram, a plataforma política dos senhores de escravos da América portuguesa começou a se alterar. A revolta escrava de Saint-Domingue, ao mesmo tempo que estimulou a retomada das atividades agro-exportadoras, acendeu o sinal de alerta quanto às implicações da adoção de uma plataforma republicana em uma sociedade escravista. Os receios senhoriais adquiriram corpo com a conspiração de 1798 na Bahia, marcada pela ameaça de polarização racial. A cadeia de eventos de 1789- 1791-1798, assim, ajudou a selar a aliança do colonato escravista da América portuguesa com a metrópole. Consubstanciada pela nova idéia de império luso-brasileiro formulada pelo grupo que gravitava em torno do Secretário de Estado da Marinha e dos Domínios Ultramarinos, D. Rodrigo de Sousa Coutinho, o ponto de chegada dessa aliança consistiu justamente no deslocamento do centro do poder imperial para a América efetuado em 180813. Interpretação semelhante sobre o peso de Saint-Domingue na política imperial luso-brasileira foi apresentada pela historiadora Maria Odila Leite da Silva Dias, que abordou o período posterior a 1808. Interessada em apreender as condicionantes da peculiaridade da emancipação política brasileira, em especial seu caráter «moderado» marcado pela ausência de conflitos militares de maior envergadura e pela manutenção da monarquia, da escravidão e da unidade territorial, Silva Dias chamou atenção para o processo de «transformação da colônia em metrópole interiorizada». O estabelecimento da corte joanina no Rio de Janeiro e o conseqüente «enraizamento do Estado português no Centro-Sul» ofereceram às classes proprietárias dessa região um caminho seguro no contexto da crise imperial que se seguiu à Revolução do Porto, costurado por meio de alianças com seus pares das demais províncias brasileiras. O que cimentou esse pacto, segundo a autora, foi o próprio espectro de uma ação coletiva de negros e mulatos, livres e escravizados, contra a ordem vigente. Em seus termos, o sentimento de insegurança social e o “haitianismo”, ou seja, o pavor de uma insurreição de escravos ou mestiços como se dera no Haiti em 1794 [sic], não devem ser subestimados como traços típicos da mentalidade da época, reflexos estereotipados da ideologia conservadora e da contra-revolução européia. Eles agiram como força política catalisadora e tiveram um papel decisivo no momento em que regionalis13 Maxwell, 1999: 157-207. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 REVOLTA ESCRAVA E POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO: BRASIL E CUBA, 1791-1825 25 mos e diversidades de interesses poderiam ter dividido as classes dominantes da colônia.14 Após a publicação desses dois ensaios, tornou-se corrente entre os especialistas a avaliação de que o medo —informado pelo espectro da Revolução de Saint-Domingue— de ações coletivas dos escravos e de uma eventual associação deles com negros e mulatos livres teve papel de destaque na conformação das opções políticas seguidas pelos atores sociais do período da independência do Brasil15. O exame comparativo com Cuba, contudo, indica alguns dos problemas desse enquadramento. A historiadora Ada Ferrer vem demonstrando em diversos ensaios16 como a radicalização da Revolução de Saint-Domingue na década de 1790 e nos primeiros anos do século XIX foi acompanhada de perto em Cuba, por todos seus setores sociais (senhores, escravos, camadas livres nas cidades e no campo), não obstante os esforços dos homens de Estado para reprimir a difusão das notícias a respeito daqueles eventos. Os canais de circulação dos informes foram os mais diversos. Ofícios secretos remetidos por autoridades coloniais que eram vazados por seus mensageiros, relatos pessoais de soldados que combateram republicanos e escravos rebeldes, depoimentos de refugiados da colônia espanhola de Santo Domingo e notícias publicadas pela Gaceta de Madrid mantinham os cubanos a par de todos os acontecimentos da ilha vizinha. Alguns dos principais membros da oligarquia havanesa —como o marquês de Casa Calvo e Francisco de Arango y Parreño— tiveram experiência direta de terreno em Saint-Domingue, fosse combatendo as tropas republicanas francesas (caso do marquês, comandante do Batalhão de Infantaria de Havana, que lutou em Saint-Domingue entre 1793 e 1795), fosse participando de missões diplomáticas (caso de Arango, que visitou a ilha em abril e maio de 1803, no ápice dos embates entre as tropas de Napoleão e os ex-escravos em armas). Mais importante que tudo, no entanto, é o fato de o Haiti ter inspirado diretamente ações escravas em Cuba. Os eventos revolucionários do Haiti se fizeram presentes a todo momento nas bocas dos cativos em Cuba, em 14 Dias, 2005: 23. Tendo por foco a província da Bahia, João José Reis alargou a perspectiva aberta por Maxwell e Silva Dias ao explorar o papel do chamado «partido negro» no processo de independência do Brasil (Reis, 1989). Tal interpretação foi aplicada ao estudo de províncias como Maranhão, Minas Gerais e Pernambuco. Ver, a respeito, os trabalhos de Matthias Röhrig Assunção, Ana Rosa Cloclet da Silva e Marcus J.M. de Carvalho, inseridos em volume editado por István Jancsó, 2005. Por fim, vale lembrar que Robin Blackburn, na parte relativa à independência do Brasil. Blackburn, 1988: capítulo X. Valeu-se amplamente dos trabalhos de Maxwell, 1999 e Dias, 2005. 16 Ferrer, 2004, 2008, 2009. 15 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 26 RAFAEL MARQUESE E TÂMIS PARRON uma prática discursiva reiterada que expressava uma leitura aguda das possibilidades de sucesso de uma rebelião escrava em larga escala. Para Ferrer17, «tanto do volume como do conteúdo repetido dos testemunhos, emerge um terreno no qual os escravizados pareceriam estar quase sempre imaginando a guerra e a liberdade que dela resultaria». Se, por um lado, é difícil identificar concretamente o peso da inspiração haitiana em cada uma das múltiplas conspirações de escravos que as autoridades hispano-cubanas desbarataram antes de eclodirem ou que tiveram que reprimir pela força das armas entre 1791 e 1810, por outro lado sabemos que ela informou diretamente a ampla e complexa articulação entre escravos africanos e crioulos, negros e mulatos livres que galvanizou a ilha no início de 1812, corporificando expectativas geradas em duas décadas de agitação política no Caribe. O que particularizou a chamada «Conspiração de Aponte» em relação aos padrões anteriores de mobilização escrava em Cuba foi seu cruzamento com a dinâmica política do Império espanhol, em especial com as discussões nas Cortes de Cádiz sobre os temas da escravidão negra e dos direitos de cidadania das «castas» do Novo Mundo. Como se sabe, os debates de 26 de março e 2 de abril de 1811 colocaram em pauta a emancipação do ventre escravo e a abolição imediata do tráfico negreiro transatlântico18. Tais proposições enfrentaram a viva oposição do representante de Havana em Cádiz, o deputado Andrés de Jaurégui, que na ocasião advertira seus pares a respeito dos riscos de um debate desta natureza chegar ao conhecimento dos escravos em Cuba. O argumento que Jaurégui apresentou na sessão de 2 de abril para se contrapor à proposta de Augustín Argüelles de encerramento imediato do tráfico transatlântico contrastou a estabilidade de Cuba no contexto posterior a 1808 com os problemas que vinham perturbando o mando espanhol em Nova Granada, na Nova Espanha e no Rio da Prata. A principal peça de ameaça às Cortes, contudo, valeu-se da experiência francesa anterior, isto é, das conseqüências que a politização do tema da escravidão na metrópole trouxera para o Caribe: Jaurégui solicitava a seus pares de que se lembrassem «da imprudente conduta da Assembléia Nacional da França, e dos tristes e fatais resultados que produziu, ainda mais de seus exagerados princípios, nenhuma reflexão ... digo mais, a precipitação e inoportunidade com que tocou e conduziu um negócio semelhante»19. Costurando uma reação conjunta com os poderes escravistas na ilha, isto é, com o capitão-general e os órgãos de representação colonial (Ayuntamiento, 17 18 19 Ferrer, 2009: 233. Berbel & Marquese & Parron, 2010: 117-25. «Documentos» 1814: 90. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 REVOLTA ESCRAVA E POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO: BRASIL E CUBA, 1791-1825 27 Real Consulado e Sociedade Econômica dos Amigos do País de Havana), Jaurégui conseguiu nos meses seguintes silenciar a discussão sobre a matéria em Cádiz. É interessante notar como sua plataforma pró-escravista foi combinada com a posição que adotou a respeito do tema candente da cidadania para as «castas» do Novo Mundo. Os debates de setembro de 1811 tiveram grande repercussão nas Américas; a racialização do tema da cidadania em Cádiz foi um dos vetores que impulsionaram o movimento de independência em grande parte das colônias americanas e, não por acaso, os revolucionários americanos das regiões com maior aporte de afro-descendentes livres —como Caracas e Nova Granada— responderam à formulação excludente dos deputados peninsulares elaborando seus próprios mitos de inclusão racial20. Em toda a contenda em Cádiz, Jaurégui deu suporte à proposta excludente apresentada pelos liberais metropolitanos, contra a posição adotada pelo restante da deputação americana. O projeto pró-escravista e contrário à concessão de direitos de cidadania para negros e mulatos livres que Jaurégui levou a Cádiz se atrelava a um conjunto de forças mais amplas. Em seu texto fundador de 1792, que articulava as oportunidades econômicas abertas com a grande revolta escrava da colônia francesa a um amplo programa de reformas para alavancar a produção escravista cubana, Francisco de Arango y Parreño defendeu a desmobilização progressiva dos batalhões de pardos e morenos como meio de garantir a segurança interna da ilha diante da massa de escravos africanos que seriam doravante introduzidos. Arango entendia que os veteranos daqueles destacamentos, quando retirados ao campo, tenderiam —por causa da identidade de cor («todos são negros; pouco mais ou pouco menos têm as mesmas queixas e o mesmo motivo para viverem desgostados de nós»)— a se unir aos escravos na contestação à ordem escravista em Cuba21. A plataforma de Arango sobre a matéria, ainda que tivesse sido respaldada pelo Real Consulado de Havana, não era consensual entre os senhores cubanos e tampouco foi atendida pelos capitães generais de Cuba na virada do século XVIII para o XIX; ela, no entanto, contribuiu para o progressivo solapamento do prestígio das milícias negras e mulatas e, sobretudo, forneceu o caminho adotado por Jáuregui nos debates sobre o tema das castas em Cádiz. Essa plataforma conjugava a defesa da ampliação do tráfico negreiro transatlântico com a defesa do enrijecimento das barreiras raciais em Cuba, alterando assim o quadro das relações sociais escravistas que vigorara sem questionamentos na ilha até 1790. Restringir os 20 21 Helg, 2001; Lasso, 2003; Thibaud, 2010. Arango, 2004a: I, 172. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 28 RAFAEL MARQUESE E TÂMIS PARRON direitos de cidadania dos grupos egressos do cativeiro, portanto, casava-se perfeitamente com a idéia de silenciar o debate sobre a escravidão e o tráfico no plenário das Cortes. Importa destacar como as discussões metropolitanas de 1811 sobre escravidão e cidadania serviram de combustível para a mais séria ação de resistência escrava coletiva até então ocorrida em Cuba. Com efeito, nos três primeiros meses de 1812, os poderes escravistas cubanos se viram diante de um enorme desafio. Em 15 de janeiro, escravos pertencentes a cinco engenhos de Puerto Príncipe se levantaram contra seus senhores e, em Bayamo, uma rebelião foi abortada três semanas depois. Matt Childs22, autor do mais recente trabalho sobre o tema, esclarece que os dois episódios ocorridos no oriente da ilha fizeram parte de uma ação concertada, e colocaram a zona ocidental —centro da economia escravista de Cuba— em estado de alerta. Nesse meio tempo, um plano para um amplo levante se encontrava em estágio avançado de preparação na região de Havana. Homens livres de cor que tinham trânsito entre a área urbana e a rural e escravos alocados nas atividades de transporte das plantations açucareiras e cafeeiras estabeleceram contatos entre os trabalhadores escravizados no campo e seus pares em Havana. O comando da articulação sediciosa, contudo, coube a um grupo restrito de milicianos negros e mulatos, alguns dos quais com histórico de experiência familiar direta nos conflitos caribenhos. O avô e o pai do mulato e ex-capitão de milícia José Antonio Aponte, por exemplo, haviam combatido os ingleses durante, respectivamente, a ocupação de Havana e a guerra de independência dos Estados Unidos. A chegada em Havana das notícias da repressão aos levantes escravos no oriente da ilha e as primeiras delações de que haveria um plano semelhante em marcha no ocidente aceleraram sua execução. Na noite de 15 de março, poucos dias antes da data fixada por Aponte para o início da rebelião, os escravos do engenho Peñas-Altas se levantaram, destruindo a propriedade e matando o mestre de açúcar, seus dois filhos e dois feitores brancos; em seguida, tentaram repetir o sucesso nos engenhos da redondeza, mas foram derrotados e desbaratados ao atacarem a quarta plantation. Nesta mesma noite, afixou-se nas paredes externas do palácio do capitão general de Cuba uma declaração de independência da ilha, que —soube-se depois— fora ditada por Aponte a Francisco Javier Pacheco, outro negro livre que havia servido como voluntário no batalhão negro de Havana. Nos dois meses seguintes, as autoridades prenderam cerca de 200 escravos e negros e mulatos livres envolvidos na trama, cuja meta central era acabar com a 22 Childs, 2006. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 REVOLTA ESCRAVA E POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO: BRASIL E CUBA, 1791-1825 29 escravidão e o colonialismo espanhol em Cuba. Os poderes escravistas puderam então constatar, alarmados, a ampla participação de membros dos batalhões de pardos e morenos em todas as etapas da sedição, algo que tornavam concretos os receios avançados por Arango em 1792. Conforme nos adverte Childs, não há evidências conclusivas sobre a existência de uma articulação entre os eventos do oriente e os de Havana. As relações entre o que se discutiu ao longo de 1811 em Cádiz e o plano liderado por Aponte, contudo, são diretas. As notícias sobre os debates de 26 de março e 2 de abril de 1811, ao chegarem em Cuba, geraram rumores imediatos entre os escravos, que passaram a afirmar que haviam sido libertados pelo rei da Espanha, mas seus senhores se recusavam a cumprir a normativa. Tão logo em 23 de maio de 1811, uma carta assinada pelo Real Consulado e pela Sociedade Econômica de Havana postulava que as discussões em Cádiz resultaram «na excitação das aspirações dos escravos para obter a liberdade, com a confiança de que ela já havia sido dada a eles»23. Após os primeiros interrogatórios dos envolvidos no plano de rebelião, o então capitão general marquês de Someruelos pôde aquilatar em carta de 7 de abril de 1812 que Aponte se valera dos boatos correntes para arregimentar forças entre a população escravizada africana e crioula da zona de Havana. Devemos acrescentar, ainda, que Aponte provavelmente tinha ciência no início de 1812 das deliberações constitucionais de setembro do ano anterior, que barravam as possibilidades de americanos livres, porém descendentes de africanos, terem seus direitos de cidadania assegurados. A inspiração decisiva, no entanto, veio do exemplo do Haiti. Como parte de seu proselitismo revolucionário, Aponte mostrava para os membros das milícias negras e mulatas —bem como para escravos— que se reuniam em sua casa um livro de desenhos que continha mapas das ruas e dos quartéis militares de Havana (nos quais se assinalava, dentre outros alvos, a casa daquele que era visto como um dos grandes inimigos da população afro-cubana, Francisco de Arango y Parreño), figuras de soldados negros derrotando brancos e, em especial, retratos de líderes revolucionários haitianos como Henri Christophe, Toussaint L’Ouverture, Jean François e Jean-Jacques Dessalines. Os grupos envolvidos na conspiração de Aponte nutriam a expectativa de que tropas haitianas ou de que destacamentos que lá haviam estado dariam suporte à rebelião assim que ela eclodisse. Em 23 de maio de 1812, ao reportarem às Cortes os eventos recém-ocorridos em Havana, Jaurégui e Juan Bernardo O’Gavan (o novo deputado cubano 23 Ibidem: 159. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 30 RAFAEL MARQUESE E TÂMIS PARRON em Cádiz) apresentaram um memorial que repisava a argumentação sobre os riscos de a assembléia tratar do assunto da escravidão e da cidadania para negros e mulatos livres. Nele, os dois deputados afirmavam que a maior «ameaça à ilha de Cuba era a população livre de cor na cidade [de Havana], pessoas com mais habilidade que os escravos e com um certo grau de inteligência que foi usado para promover o movimento»24. A exclusão dos direitos de cidadania das castas, prosseguiam, fora uma decisão mais do que acertada; de agora em diante, caberia às Cortes silenciar completamente o tema da escravidão. A aprendizagem política senhorial com o ativismo escravo em Cuba envolveu ainda a percepção dos riscos contidos na livre divulgação de notícias e na contestação ao mando espanhol. Endurecimento das barreiras raciais e do controle dos escravos, censura à imprensa e fidelidade à Espanha seriam alguns dos legados dos eventos de 1811 e 1812 para a política da escravidão em Cuba nas próximas décadas. No período em tela, não houve na América portuguesa nenhuma ação de resistência escrava equiparável à Conspiração de Aponte em Cuba, seja em abrangência organizativa e propósitos doutrinários, em inspiração direta no exemplo revolucionário haitiano ou em seus efeitos sobre a dinâmica macro-política imperial. Tampouco encontramos no espaço do Atlântico Sul o fluxo de informações que manteve os habitantes de Cuba a par de praticamente tudo o que ocorria em Saint-Domingue. Em realidade, as notícias sobre os eventos revolucionários no Caribe francês circularam, no Brasil, basicamente pela pena das autoridades metropolitanas portuguesas. No rol de fontes utilizadas por Kenneth Maxwell25 para argumentar sobre o impacto do levante escravo caribenho nas percepções políticas dos senhores de escravos da América portuguesa, não aparecem documentos compostos por colonos, apenas missivas trocadas entre representantes do poder metropolitano em Portugal e no ultramar. É o que se observa em uma carta de 21 de fevereiro de 1792, endereçada pelo secretário de Estado da Marinha e de Ultramar, Martinho de Mello e Castro, a diversos governadores de capitania da América portuguesa, também citada por outros historiadores como prova dos temores coevos a respeito das repercussões da Revolução de Saint-Domingue no Brasil26. A carta autorizava dois navios franceses em viagem científica a aportarem no litoral brasileiro, com a recomendação expressa 24 Ibidem: 127. Maxwell, 1999. 26 Ver, a respeito, Lara, 1988: 35, correspondência enviada para o Rio de Janeiro e Vallim, 2007: 31, correspondência enviada para a Bahia. Reis e Gomes, 2009: 285-6 citam o mesmo documento para Pernambuco, no entanto datado de 4 de junho de 1792. 25 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 REVOLTA ESCRAVA E POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO: BRASIL E CUBA, 1791-1825 31 para que sua tripulação fosse vigiada de perto, em vista dos rumores correntes em Paris de que os clubes revolucionários pretendiam «propagar os abomináveis e destrutivos princípios da Liberdade». Esses princípios, que já haviam ateado «o fogo da revolta, insurreição, fazendo levantar os escravos contra os seus senhores, e excitando na parte francesa da ilha de S. Domingos uma guerra civil entre uns, e outros, em que se cometeram as mais atrozes crueldades que jamais se praticaram, nem ainda entre nações mais bárbaras, e ferozes»27, espalhavam-se rapidamente também pela Europa continental. Ou seja, a revolta em Saint-Domingue era lida pelas autoridades portuguesas como parte indissociável do processo revolucionário francês. Por essa razão —e não pelo temor de uma maior receptividade daquele exemplo na sociedade escravista colonial brasileira— é que se deveria atentar para as atividades de quaisquer franceses que porventura chegassem ao Brasil. Há dois casos-limites para avaliar o peso político que a experiência revolucionária de Saint-Domingue teve na mobilização escrava da América portuguesa. O primeiro está no projeto de sedição baiana de 1798. Várias leituras historiográficas postularam que a chamada «Inconfidência Baiana» foi marcada pela participação exclusiva dos setores social e racialmente subalternos da capitania, que, inspirados pelo caso francês, pretendiam subverter a ordem colonial por meio do fim da sujeição a Portugal, da proclamação de uma república representativa, sem distinções de condição e raça, fundada na igualdade perante a lei. Sua abrangência social restrita, concentrada nas camadas pardas e negras livres, teria alarmado os poderes escravistas; «para os senhores de escravos», afirma Kenneth Maxwell28, «as palavras dos mulatos baianos tornaram o contágio de Saint-Domingue uma realidade concreta». Contudo, como bem ressalta o historiador István Jancsó em diversos trabalhos29, há um problema nevrálgico nessa interpretação: o arco de participantes em 1798 foi manifestadamente mais amplo do que tradicionalmente se postula, ao englobar jovens membros da elite local na elaboração doutrinária do plano de sedição. Em sua ação repressiva, a coroa portuguesa restringiu a abrangência social do evento apenas à arraia miúda de Salvador, livrando a pele dos filhos da elite local envolvidos na conjura, atitude que se inscrevia no projeto metropolitano de reforma das relações coloniais. Foi aí, na boca dos agentes metropolitanos sediados na Bahia, na pena do governador D. Fernando José de Portugal, que apareceu o espectro da revolta escrava: como esclarece Jancsó30, «a violência da repressão mostrava àqueles 27 28 29 30 «Carta», 1924: 449-452. Maxwell, 2004: 538. Jancsó, 1996, 2001. Jancsó, 2001: 372. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 32 RAFAEL MARQUESE E TÂMIS PARRON setores das elites coloniais que se deixaram iludir com quimeras políticas que seus verdadeiros interesses os ligavam a Lisboa», indicando assim «que essa revolução, caso triunfasse, seria chefiada por homens pardos de poucas luzes e baixa condição, o que equivalia a anunciar o colapso da ordem social, uma nova Saint-Domingue». O segundo caso limite está novamente na Bahia, em especial no ciclo de rebeldia escrava que se iniciou em 1807. Na avaliação de Stuart Schwartz31, «na longa história da resistência contra a escravidão brasileira não houve (...) nada parecido com a série de revoltas e conspirações que sacudiram a cidade de Salvador e a zona agrícola contígua, o Recôncavo, entre 1807 e 1835». Em que pesem suas variações, tais ações apresentaram certos padrões comuns: a organização dos rebeldes conforme as identidades étnicas construídas na diáspora, os esforços de escravos e libertos africanos para articular a resistência entre a zona rural e os centros urbanos, o freqüente contato deles com as numerosas comunidades quilombolas do Recôncavo baiano. Nesse ciclo, 1814 foi um ano particularmente tenso. Em fevereiro, um levante haussá com mais de duzentos escravos iniciado nas armações baleeiras ao norte de Salvador resultou em 58 mortos em combate do lado rebelde e 14 do lado da repressão, quatro condenações à morte e 23 deportações para colônias penais em Benguela. Em março, um episódio de menor magnitude —mas não menos sério— ocorreu na zona dos engenhos de Iguape, quando um projeto de levante de diferentes propriedades foi rapidamente debelado. Finalmente, em fins de maio, as autoridades tomaram ciência de um amplo levante que fora programado para eclodir em junho; mediante cuidadosas investigações, lograram reprimi-lo antes que os rebeldes partissem para o confronto32. No contexto imediato das atribulações dos primeiros meses de 1814, os senhores de escravos baianos compuseram uma peça na qual indicavam suas ansiedades quanto à agitação escrava na capitania. Trata-se de uma fonte já bastante examinada pela historiografia33, mas que vale retomar brevemente aqui. Como bem demonstrou João José Reis34, o documento expressava a profunda oposição do senhoriato local contra a política de controle social adotada pelo conde dos Arcos, governador e capitão general da Bahia a partir de 1810, que revira as medidas repressivas adotadas pelo seu predecessor, conde da 31 Schwartz, 1996: 373. Reis, 2003: 68-89; Schwartz, 1996: 377-87. 33 Reis, 2003: 82-87; Schwartz, 1988: 389; 1996: 376; Schultz, 2008: 192; Reis & Gomes, 2009: 288-89; cópia integral em Ott, 1957: 103-108, parcialmente transcrita em Silva, 1978: 101-3, e traduzida para o inglês em Conrad, 1994: 401-6. 34 Reis, 2003: 82-87. 32 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 REVOLTA ESCRAVA E POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO: BRASIL E CUBA, 1791-1825 33 Ponte. Narrando os eventos de fevereiro de 1814 para o regente D. João (então residente no Rio de Janeiro), a voz senhorial afirmava que, ao permitir a manifestação pública e autônoma de expressões culturais africanas, o conde dos Arcos revelara uma lenidade altamente perniciosa para a manutenção da ordem escravista: Esses ensaios [de rebelião], Senhor, bem prognosticam que chegará (a não se tomarem medidas mui sérias) um dia em que eles de todo acertem e realizem inteiramente o seu projeto [de “rebelar-se e matar todos os brancos”], sendo nós as vítimas da sua rebelião e tirania. Isto nada tem de possível ou de difícil porquanto quem decide é o poder da força. Esta é de enorme desproporção a nosso respeito, pois que está calculado pelas listas tiradas nesta Cidade no tempo do Exmo. Conde da Ponte caberem de 24 a 27 negros a cada um branco ou mulato, isto pelo que respeita aos existentes na Cidade, pois fora dela faz horror; basta saber que há 408 Engenhos e que estes, entrando lavradores de canas, tabacos e armações, regulando a 100 cabeças por cada engenho, deitam a 40.800, havendo em cada engenho, quando muito até seis pessoas brancas e pardas. O argumento empregado pelo conde dos Arcos de que as rivalidades étnicas impediriam o estabelecimento de uma aliança comum de escravos e libertos contra brancos não era mais válido, «pois que o motivo da liberdade é de interesse comum» a todos os africanos, como a insurreição de fevereiro provara com a participação de membros da «nação Nagô [e] Calabar» ao lado dos «[H]aussás». Sob o grito de «“Liberdade, vivam os Negros e seu Rei o ... (!) e morram os brancos e mulatos”», os rebeldes deixaram claro que o partido é grande entre si e que forçosamente deve sucumbir o dos brancos e pardos. Ninguém de bom senso, mesmo prescindindo do prognóstico do atual acontecimento, poderá duvidar que a sorte desta Capitania venha ser a mesma da Ilha de São Domingos por dois princípios, primeiro pela demonstrada enorme desproporção de forças e em uma gente aguerrida e tão bárbara que, quando acometem, não temem morrer; (...); e o segundo princípio para deduzir a mesma conseqüência é a relaxação dos costumes e falta de polícia (...)35. Vemos, na passagem, como a movimentação escrava foi lida de acordo com as lentes da experiência revolucionária haitiana. No entanto, para além de exprimir um receio bastante palpável quanto à seriedade da situação na Bahia, o exemplo foi claramente mobilizado para reforçar o ponto que os senhores defendiam na peça, isto é, a necessidade de se retomar a estratégia de mão dura adotada pelo antecessor do conde dos Arcos. Como parte da linguagem política da Era das Revoluções, o uso do tópico haitiano trazia uma série de associações cujos efeitos poderiam ser decisivos nos rumos de uma discussão 35 «Representação», 1814: 103-105. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 34 RAFAEL MARQUESE E TÂMIS PARRON política. Vimos como Jaurégui havia recorrido a essa linguagem em 1811. Mas, para o caso baiano, há um aspecto particular: a centralidade do argumento demográfico para a construção da imagem dos riscos da repetição de Saint-Domingue. Afinal, lembravam os signatários, «quem decide é o poder da força». Caso ficasse demonstrado que a população branca e parda não era tão inferior em relação à população escrava africana, o uso retórico do exemplo de Saint-Domingue perderia muito de sua eficácia. Um censo realizado em 1807 —durante o governo do conde da Ponte, portanto— indicara um quadro bastante distinto da suposta proporção de «24 a 27 negros a cada um branco ou mulato» em Salvador: então com pouco mais de 50 mil habitantes, a cidade contava com uma proporção de 50% de negros, 22% de mulatos e 28% de brancos36. Enquanto o jogo dos números estava sendo manipulado pelos senhores em 1814, os africanos rebeldes da Bahia se moviam de acordo com uma plataforma que não buscava inspiração direta na experiência de seus pares caribenhos37. A trajetória do Haiti parece ter sido acompanhada com maior interesse pelos grupos subalternos de Pernambuco durante a revolução de 1817, a mais séria contestação ao mando colonial português na América até então verificada. Em que pesem discussões ocasionais sobre a escravidão negra, como as que ocorreram em torno da interpretação dos dispositivos sobre igualdade de direitos contidos na lei orgânica do governo provisório ou, então, da proposta para recrutamento militar de escravos conforme a prática adotada pelos patriotas no curso das guerras de independência na América espanhola, durante os dois meses de governo revolucionário em Pernambuco não houve quaisquer manifestações coletivas de resistência escrava equivalentes às da Bahia38. O ponto central de fricção na ordem societária pernambucana em 1817 esteve na participação decisiva dos homens livres de cor, sobretudo por meio de sua atuação nos terços militares de pardos e pretos. Tratava-se de um grupo com perfil semelhante ao dos principais líderes da Conspiração de Aponte, isto é, afro-descendentes livres que exerciam ofícios manuais no ambiente urbano e que viam nas milícias negras e mulatas um caminho de projeção social. Havia, ademais, razões comuns para o engajamento político revolucionário, ditadas pelas tentativas recentes de senhores e autoridades ilustradas hispano-cubanas e luso-brasileiras para revogar certas prerrogativas de que gozavam nas forças militares auxiliares39. 36 37 38 39 Schwartz, 1996: 375; Reis, 2003: 20-22. Reis & Gomes, 2009: 306. Mello, 2004: 49-50; Mota, 1972: 99-100, 154; Silva, 2001. Childs, 2006: 89-91; Silva, 2003: 504-7. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 REVOLTA ESCRAVA E POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO: BRASIL E CUBA, 1791-1825 35 As semelhanças dos homens livres de cor de Pernambuco com seus pares cubanos, no entanto, encerram-se aqui. Em Cuba, os milicianos negros e mulatos foram empurrados para a aliança com os trabalhadores escravizados africanos e crioulos em 1811, em vista da reconfiguração substantiva das estratégias de controle social concebidas pelos senhores hispano-cubanos após o início da revolução em Saint-Domingue, em especial dos critérios de exclusão social e política dos setores egressos do cativeiro. A Revolução do Haiti teve impacto distinto do espaço do Atlântico Sul, não gerando entre os senhores luso-brasileiros receios como os que levaram à revisão de práticas seculares de incorporação segregada de ex-escravos e seus descendentes no espaço do Caribe espanhol. Por essa razão, em momento algum se verificou na América portuguesa algo próximo à ampla aliança que uniu escravos (africanos e crioulos) e livres (negros e mulatos) contra a ordem colonial escravista em Cuba. Em Pernambuco, o alvo dos grupos racialmente subalternos envolvidos na Revolução de 1817 era a ordem colonial, mas não a ordem escravista. Como destaca Luiz Geraldo Silva, mesmo que tenham procurado se informar sobre os sucessos do Haiti no curso de 1817, os milicianos negros e mulatos de Pernambuco moviam-se conforme uma «perspectiva barroca de mundo», na qual «as motivações, os interesses, se consubstanciavam na obtenção de cargos, privilégios, isenções, soldos e promoções que poderiam melhorar-lhes a vida, ou facilitar-lhes sua ascensão social nos termos do Antigo Regime»40. Nessa perspectiva, deve-se adicionar, não se vislumbrava a possibilidade de uma associação política com os africanos submetidos ao cativeiro. A observação é relevante frente às leituras que, na esteira do ensaio de Maxwell, enfatizaram os temores diante do espectro do levante escravo como o elemento responsável pelas hesitações dos grupos senhoriais de Pernambuco e capitanias adjacentes em abraçar sem embaraços o caminho da contestação revolucionária ao mando colonial português. É o que ocorre com o importante trabalho de Carlos Guilherme Mota41. Ora, as fontes aí citadas para fundamentar a hipótese sobre o medo do Haiti como «o limite da consciência social» em 1817 são, além de poucas, retiradas ou da pena de observadores externos —como a correspondência do comodoro britânico William Bowles, remetida de Buenos Aires para Londres em 26 de maio daquele ano42— ou de agentes diretamente envolvidos na repressão ao movimento. Neste segundo caso, é interessante notar como a proclamação emitida a bordo da fragata Pérola durante o bloqueio do porto do Recife em abril de 1817, ao elaborar uma narrativa 40 41 42 Silva, 2005: 924. Mota, 1972: 119-120, 142-143. Ibidem: 43. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 36 RAFAEL MARQUESE E TÂMIS PARRON que ressaltava a fidelidade histórica dos pernambucanos ao império português (com destaque para Henrique Dias e seus terços militares negros), fez uso do tópico haitiano de modo idêntico ao empregado pelos senhores baianos em 1814, isto é, como uma arma retórica de convencimento do campo político adversário. Nas palavras do comandante José Maria Monteiro, «o exemplo da Ilha de S. Domingos é tão horroroso, e ainda está tão recente, que ele só será bastante para aterrar os Proprietários deste Continente»; aos senhores de homens e terras pernambucanos, portanto, restaria seguir o caminho da fidelidade a D. João VI e ao império português43. Não estamos afirmando que o ativismo escravo não teve impacto nos rumos políticos da América portuguesa entre 1791 e 1817, mas sim que ele foi de natureza distinta do que se verificou em Cuba, sem guardar relações diretas com a experiência imediata do Haiti. Sem sombra de dúvidas, tal experiência inovou profundamente o «repertório de contestação» negra no mundo atlântico, passando a fazer parte do horizonte de expectativas de todos seus atores após 1804, independentemente de posição civil, social ou étnica44. No entanto, a sua lembrança sempre esteve bem mais presente, no Brasil, na boca das autoridades do que nas ações escravas. O grande problema a ser enfrentado pelos poderes escravistas da América portuguesa estava alhures, na politização do lugar social ocupado pelos grupos egressos do cativeiro. Esta talvez tenha sido a grande lição de 1817 para a aprendizagem da política da escravidão no período em tela: a participação dos estratos racialmente subalternos —porém livres— na contestação à ordem absolutista portuguesa, em uma atuação que seguia lógica própria. REVOLTA ESCRAVA E A POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO, 1820-1825 Os representantes brasileiros presentes nas Cortes de Lisboa (1821-1822) e na Assembléia do Rio de Janeiro (1823) demonstraram uma clara percepção dessa aprendizagem ao redefinir as relações imperiais portuguesas no contexto de sua crise definitiva e, na seqüência, ao discutir os critérios de cidadania para a nova ordem nacional que seria construída no Brasil. Os deputados brasileiros em Lisboa verbalizaram o que pensavam sobre os riscos de uma revolta escrava em larga escala na América quando, na sessão de 22 de julho de 1822, a deputação portuguesa propôs o envio de tropas para dar suporte ao brigadeiro Inácio Luis Madeira de Mello em sua luta contra as 43 44 «Proclamação», 1817; Mota, 1972: 59. Tilly, 1993; Koselleck, 2006; Pimenta, 2004: 225-226. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 REVOLTA ESCRAVA E POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO: BRASIL E CUBA, 1791-1825 37 forças contrárias às Cortes na Bahia. Ao votar favoravelmente a medida, o peninsular Ferreira de Moura deu três motivos: o avanço da plataforma da independência na Bahia, a proteção dos portugueses lá residentes e, finalmente, a proteção da população branca nativa, «contra os negros que ameaçam a renovação das cenas de São Domingos». Para fundamentar o terceiro motivo, Moura recorreu ao jogo dos números já praticado anteriormente na Bahia: «a ordem das coisas nos ensina que em o número dos negros sendo maior que o dos brancos, há de forçosamente começar a luta entre uns e outros»45. A reação dos deputados do Brasil foi imediata e operou no mesmo campo de Moura. Antonio Carlos Ribeiro de Andrada (São Paulo), José Ricardo Costa Aguiar de Andrada (São Paulo) e Cipriano Barata (Bahia) afirmaram não haver quaisquer riscos de eventos semelhantes aos de Saint-Domingue virem a ocorrer no Brasil, dada a especificidade da demografia brasileira, que contava com um grande contingente de homens livres. Segundo José Ricardo, a população do Brasil é seguramente de 2.100.000 almas livres, e se a este número acrescentarmos mais uma quarta parte, segundo os cálculos do abade Corrêa (...), teremos perto de três milhões de almas livres; e não terá este numero de gente bastante para reprimir os ataques da escravatura? A população de escravos na Bahia, onde existe o maior numero deles, está para a de homens livres como 1 para 3; em outras províncias os escravos são apenas o 5.º da população, e até ha algumas que tem apenas um 8.º ou talvez mesmo um 10.º: ora para tudo isto bastão perto de três milhões de habitantes livres que existem no Brasil, e todos interessados em reprimir e subjugar os pretos46. O debate em Lisboa reverberou no Rio de Janeiro, onde o argumento demográfico foi retomado para desautorizar os partidários da união a Portugal que recorreram à retórica do Haiti com o objetivo de frear o processo de independência47. Mesmo na Bahia, epicentro das manifestações coletivas de resistência escrava no Brasil, o senhoriato local não se deixou levar pela retórica do Haiti, a qual, aliás, eles próprios haviam empregado com fins políticos em 1814. Basta prestarmos atenção às fontes utilizadas por João José Reis em seu pioneiro ensaio sobre o «partido negro» na independência da Bahia (1989: 79-98), análogas às que Carlos Guilherme Mota empregou para o estudo de 1817. Os atores que recorreram ao exemplo revolucionário haitiano para alertar sobre os riscos de uma guerra que estava fracionando a unidade entre os brancos —Albert Roussin, Francisco de Sierra y Mariscal e um informante francês anônimo da Coroa portuguesa— eram estrangeiros ou membros do «partido» portu45 46 47 Diário, 1821-1822: 894-895. Diário, 1821-1822: 897. Youssef, 2010; Neves, 2000: 385-388. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 38 RAFAEL MARQUESE E TÂMIS PARRON guês; a exceção cabe a José Garcez Pinto de Madureira que, em carta ao seu cunhado Luís Paulino d’Oliveira Pinto da França, senhor de engenho e deputado baiano em Lisboa, referiu-se muito brevemente a «São Domingos»48, associando-o, no entanto, não à ação escrava em particular, mas aos riscos da «anarquia» em geral, um vocábulo cujo campo semântico era bastante alargado na linguagem política do período49. A própria irmã de José Garcez, Maria Bárbara, encarregou-se de esclarecer em carta de 29 de junho de 1822 o ponto de vista que podemos tomar como senhorial, ao afirmar que «os perigos que podem haver em razão da escravatura na província da Bahia» estavam sendo abertamente manipulados para justificar o reforço das tropas portuguesas50. João José Reis reconhece que, «para dona Bárbara, o perigo vinha dos pardos e crioulos livres, não dos escravos africanos. Neste ponto ela divergia, talvez com razão, da maioria dos observadores dos acontecimentos da época»51. Podemos acrescentar que ela divergia dos «observadores» estrangeiros ou portugueses, mas não dos que nasceram ou residiam há tempos no Brasil e que começavam a se tomar por brasileiros. Isto fica claro se mirarmos como foram definidos os critérios de cidadania inscritos na Constituição do Império do Brasil. O documento foi firmado projetando o futuro do novo Estado nacional com base na escravidão negra, e esse compromisso com o porvir do escravismo foi equacionado justamente por meio da definição do estatuto que os egressos do cativeiro teriam na ordem social e política brasileira. De acordo com a carta outorgada por D. Pedro I, os escravos nascidos no Brasil —ou seja, os não-africanos— que fossem manumitidos seriam considerados cidadãos brasileiros, o que lhes reservava, nas letras da lei, o pleno usufruto dos direitos civis. Em relação aos direitos políticos, a constituição brasileira seguiu o critério estabelecido pelos revolucionários franceses de distinguir os cidadãos passivos, que gozariam apenas os direitos civis, dos cidadãos ativos, que participariam diretamente no jogo eleitoral por atenderem determinadas condições censitárias. A Constituição de 1824 previa que, nas eleições indiretas realizadas em duas etapas, os cidadãos brasileiros (excetuando-se menores de 25 anos, filhos-família, criados de servir e religiosos) que tivessem «renda líquida anual de mais de cem mil réis por bens de raiz, indústria, comércio ou empregos» poderiam votar nas Assembléias paroquiais, que escolhiam os eleitores de província. Na segunda etapa, os libertos e todos aqueles que não tivessem renda líquida anual de duzentos mil réis estavam excluídos da votação. Os ar48 49 50 51 Reis, 1989: 94. Assunção, 2005: 378. Pinto da França 1980: 64. Reis, 1989: 96. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 REVOLTA ESCRAVA E POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO: BRASIL E CUBA, 1791-1825 39 tigos constitucionais, no entanto, não estabeleceram quaisquer restrições para os filhos desses ex-escravos participarem do colégio dos eleitores de província ou mesmo serem eleitos à Assembléia nacional52. Não cabe aqui apresentar todo o conteúdo da discussão parlamentar que levou à solução de cidadania inscrita na carta constitucional de 1824 —para tanto, remetemos o leitor ao nosso livro53. Interessa-nos apenas destacar como a cisão que nela se estabeleceu entre libertos brasileiros e libertos africanos se escorou em dois pressupostos: 1) o tráfico negreiro transatlântico não se encerraria tão cedo para o Império do Brasil, o que acarretaria a introdução constante de africanos no território nacional; 2) por esse motivo, sobretudo diante das experiências baiana e pernambucana, era necessária a adoção de medidas de controle social, sendo a distinção entre libertos brasileiros e libertos africanos uma delas: os primeiros, por serem aptos ao título de cidadão, seriam mais apegados à defesa da ordem do que os segundos. A fala do padre Venâncio Henriques de Rezende, veterano de 1817 e representante de Pernambuco na Assembléia Constituinte de 1823, foi explícita quanto à importância da distinção. Em sua avaliação, a mobilização popular no Brasil exigia dos deputados a adoção de critérios latos para a concessão dos direitos civis, isto é, do título de cidadão: «na época presente dá-se tanta importância a esta palavra, que haveria grandes ciúmes, e desgostos, se uma classe de brasileiros acreditasse que este título se queria fazer privativo a outra classe. Com isso eles não se querem arrogar todos os direitos políticos, porque eles reconhecem que nem todos são capazes para tudo; querem porém ser também reconhecidos cidadãos brasileiros»54. Ora, a «classe» a que se referiu Rezende era a enorme massa de negros e mulatos livres ou libertos nascidos no Brasil, que de modo algum questionava a escravidão e o tráfico negreiro e que vinha tendo crescente atuação política nos diversos conflitos que marcaram a crise do colonialismo português na América —a se iniciar pela revolução pernambucana de 1817. Ao elaborarem a norma constitucional, os deputados brasileiros se guiaram por uma leitura particular dos eventos de Saint-Domingue, das demais experiências revolucionárias do período —notadamente as da América espanhola— e do próprio passado escravista da América portuguesa: diante da dinâmica da alforria, das cisões africanos versus crioulos, mulatos e pardos, do papel social dos homens livres de cor e das demandas por eles expressas no processo de independência, os deputados da Assembléia do Rio de Janeiro sabiam que, 52 Constituição Política do Império do Brasil 1824, Título II, Artigo 6.º, Título IV, Capítulo VI, Artigos 90.º a 97.º 53 Berbel & Marquese & Parron, 2010: 163-181. 54 Diário, 1823: III, 93. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 40 RAFAEL MARQUESE E TÂMIS PARRON no Brasil, seria impossível criar critérios de exclusão política unicamente com base na herança do sangue africano, sob o risco de botar a perder todo o edifício escravista brasileiro. O contraste com Cuba, onde a aprendizagem política do ativismo escravo produziu resultados distintos, é notável. Para demonstrá-lo, vale acompanhar quatro episódios ocorridos naquela ilha um ano após a outorga da Constituição brasileira. Em dezembro de 1824, o vaso de guerra britânico Leon apreendeu, nas proximidades de Sagua la Grande, o navio negreiro Relámpago. Como se tratava do primeiro caso de uma condenação pelos termos do tratado anglo-espanhol de 181755, os membros hispano-cubanos da Comissão Mista de Havana, encabeçados por Cláudio Martínez de Pinillos, propuseram a Madri, em 28 de abril de 1825, que os africanos libertados fossem enviados para fora de Cuba, para a Jamaica ou de volta à África. A argumentação que empregaram é particularmente relevante. Os signatários da carta da Comissão Mista de Havana ressaltavam que não lhes preocupava somente «a atual ocorrência», envolvendo não mais do que 150 pessoas, mas sim «as demais da mesma classe que provavelmente vamos a tocar nesta ilha» —reconhecimento expresso de que o volume do tráfico transatlântico ilegal iria se incrementar. Equilibrando-se em uma cantilena que buscava compatibilizar a visão edulcorada das relações escravistas ibéricas («a nobre Espanha se distinguiu na fundação de suas colônias pela suavidade de seu governo, e (...) a sorte dos escravos nesta ilha é a mais ligeira possível e em proporção das outras estrangeiras [que] pode-se chamar doce») com a realidade crua das constantes rebeliões escravas («sem embargo, não há que dissimulá-lo, a sorte do escravo é penosa (...). Não é possível, pois, desconhecer que existe em tal estado uma contínua e violenta sensação de romper as correntes que o aferroam»), a carta expressava o receio de os africanos livres demonstrarem para a massa de sujeitos escravizados dos engenhos e cafezais cubanos a existência de forças externas que operavam contra a escravidão em Cuba. Havia precedente para tal apreensão: O negro não raciocina jamais senão em seu sentido, o que lhe convém o faz torcer ao mais genuíno que tem as coisas. Assim se experimentou de uma maneira tão lamentável nesta ilha pela imprudente publicidade das sessões das Cortes em abril de 1811, em que se tratou da matéria dos escravos e de seu tráfico: extraviada a opinião estalou em março de 1812 uma insurreição terrível em vários engenhos de açúcar desta jurisdição, que custou a vida a mais de doze desgraçados que a perderam em suplício sem contar com os condenados à deportação e outras penas. E que disseram os amotinados? Qual foi o meio de seduzir a tantos? Que as Cortes haviam 55 Roldán de Montaud, 2011. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 REVOLTA ESCRAVA E POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO: BRASIL E CUBA, 1791-1825 41 declarado livres os negros e abolido a escravidão, quando só se lia nos Diários das Sessões que tratavam de acabar com o tráfico, e que um Deputado em delírio propôs que cessasse a escravidão. O governo desta ilha naquela época tremenda teve de empregar toda sua energia caminhando com o processo com uma rapidez à medida do perigo. Todos os habitantes de Havana e ainda da ilha apreenderam com sobrado fundamento não só a ruína do cultivo de toda sua fortuna como também as maiores desgraças em suas pessoas. Treze anos depois de sua ocorrência, portanto, a Conspiração de Aponte condicionava a leitura de um episódio aparentemente distinto, mas que se cruzava claramente com os novos desafios a serem enfrentados pelos poderes escravistas cubanos. Diante das novas circunstâncias da pressão antiescravista britânica, do avanço do movimento abolicionista no Caribe e da perda definitiva das colônias espanholas no continente, Madri deveria focar toda sua atenção na manutenção da ordem interna em Cuba, pois «seria para nós muito doído ver em perigo de se perder uma tão apreciada jóia da Coroa da Espanha como o é esta ilha em que se há trabalhado com esmero e muito acerto para levantá-la ao esplendor que tem e invejam as nações estrangeiras e para que seja como o é hoje o recurso do estado no Novo Mundo»56. Na combinação do temor em relação à ação escrava coletiva com o aprendizado político correspondente, localizam-se os fundamentos da declaração das faculdades onímodas dos capitães generais de Cuba. A origem da medida se prendeu às ações insurrecionais de homens livres de cor e de escravos, mas, também, à conjuntura internacional aberta com o ciclo final das guerras de independência no continente. O atribulado Triênio Liberal (1820-1823) levou, em Cuba, à polarização entre o Ayuntamiento de Havana, então dominado por constitucionalistas radicais e liberais peninsulares, e a Deputación Provincial de la Habana, composta por representantes dos senhores dos distritos rurais. Uma das principais desavenças dos dois órgãos repousava na crescente politização de negros e mulatos livres, que a Constituição de Cádiz tinha excluído do processo eleitoral. No calor da hora, um secretário do capitão general denunciou ao governo que sujeitos perniciosos tinham feito «as eleições para o Ayuntamiento» e vendiam «papéis públicos ao populacho e à gente de cor». Em uníssono, os proprietários de Havana e de Matanzas lamentaram a circulação de «idéias desorganizadoras» em um país onde «são mais vários os elementos de sua população» e ainda era fresca «a lição horrorosa que deu São Domingo»57. 56 Archivo Historico Nacional, Madrid, Ultramar, Cuba, Gobierno, Esclavitud Legajo 3547, exp.15. 57 Piqueras, 2005: 324-326. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 42 RAFAEL MARQUESE E TÂMIS PARRON O tema voltou à ordem do dia em 1823, quando a Deputación aprovou uma representação ao Secretário do Ultramar que reclamava o fortalecimento institucional da figura do capitão general. Apresentado pelo negreiro Joaquín Gómez, o texto afirmava ser temerária a situação cubana. A ilha estava rodeada de províncias dissidentes que a queriam arrancar do império espanhol e, nessa eventualidade, entraria em colapso por efeito de sua população heterogênea. Em alusão ao envolvimento de negros e mulatos na esfera pública, fantasma que assombrava as classes senhoriais cubanas desde Aponte, o escrito lembrava que os interesses de escravos e homens livres de cor —dois terços da população de Havana— «estão em manifesta oposição com os dos brancos e, como adquirem a cada dia instrução e importância, [aqueles homens] inspiram receios e demandam toda vigilância acompanhada de medidas extraordinárias». Conforme a petição, as Cortes deveriam conceder poderes extraordinários ao capitão general, «concentrando nele a conservação e união da ilha de Cuba com a Metrópole», sempre que a Deputación o declarasse urgente58. De fato, as guerras de independência na América suscitadas com o segundo momento constitucional espanhol puseram as possessões hispânicas em polvorosa. Cuba, cravada entre o Canal de Yucatán e o Estreito da Flórida, serviria de plataforma para as operações da marinha e do exército espanhol contra o México e a Colômbia até a última investida recolonizadora de Fernando VII, em 1829. Ao mesmo tempo, sua crescente produção de açúcar e café revertia à metrópole substantivo aporte financeiro para o pagamento de tropas e despesas de campanha. Por essas razões, revolucionários hispano-americanos procuraram apoiar cubanos independentistas no projeto de emancipar a ilha, que, efetivamente, foi chacoalhada por conspirações como as de La Cadena Triangular (1823), dos Soles y Rayos de Bolívar (1823) e da Aguila Negra (1828). Por sua vez, senhores cubanos exilados por infidelidade, como os da família Iznaga, privaram reiteradamente com Simón Bolívar de 1824 a 1827, a fim de emancipar a colônia mediante ação concertada do México, da Colômbia e de patriotas locais59. Após a decisiva derrota espanhola em Ayacucho (dezembro de 1824) e repetidas notícias da iminente invasão de Cuba, o gabinete de Fernando VII atendeu aos senhores de escravos cubanos com o despacho da Real Ordem de maio de 1825. Nela concedia ao capitão general faculdades extraordinárias semelhantes aos casos de praça sitiada, com vistas a conservar, no plano político, a dependência da ilha e, no plano social, sua tranqüilidade pública. A figura máxima 58 Piqueras, 2005: 330 passim. Venegas Delgado, 2005; Torres-Cuevas, 1994: 335-342; Guerra y Sánchez, 1971: 269-299. 59 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 REVOLTA ESCRAVA E POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO: BRASIL E CUBA, 1791-1825 43 de Cuba obteve, assim, «ilimitada autorização» para cassar empregados e degredar, sob mera suspeita e sem necessidade de inquérito nem de processo, pessoas de qualquer «destino, posição, classe ou condição» —incluídos aí desde titulares do Reino até libertos e escravos. Por fim, o capitão adquiriu também plenos poderes para suspender quaisquer ordens e providências legais originárias da metrópole, independentemente da área de sua aplicação (comércio, agricultura, jurisprudência, atividades militares, contrabando etc.). O chamado regime de faculdades onímodas —que, no limite, dava ao capitão general ascendência no governo político, econômico, policial e judiciário de Cuba— subsistiria até o fim da Guerra dos Dez Anos (1878), às vésperas do fim da escravidão60. O regime das faculdades onímodas, assim, consolidou-se aos poucos em um processo que se articulou intimamente à conservação do cativeiro e à perpetuação do tráfico negreiro. O Conselho das Índias tinha fixado em 1819 que toda a responsabilidade da implantação e execução do tratado anglo-espanhol de 1817 caberia ao capitão general, cujas funções se associaram desde cedo ao controle do impacto da convenção em Cuba. Quando foi investido dos poderes de suspender e controlar ordens metropolitanas em 1825, o capitão general pôde recorrer a eles para blindar o contrabando de africanos contra uma eventual arremetida britânica sobre Madri, como o indicam diversos eventos. Logo após a emissão de uma Real Ordem de janeiro de 1826, dispondo que africanos contrabandeados pudessem denunciar sua condição ilegal e obter liberdade, o capitão general Francisco Dionisio Vives reportou a Madri que a convenção de 1817 não valia em terra firme e que ele não ajudaria na localização de cativos ilegalmente introduzidos na ilha. Era um golpe fatal à determinação régia, que cairia no esquecimento. Em 1830, Vives tampouco publicou na gazeta oficial de Cuba uma Real Ordem que, a instâncias da Grã-Bretanha, cobrava aplicação do tratado de 1817. Na década seguinte, em posse de suas prerrogativas, Miguel Tacón (capitão general de 1834 a 1838) simplesmente deixou de pôr na gazeta da ilha a futura convenção antitráfico de 1835, o que enervou profundamente o agente consular inglês. No correr dos anos, o entrosamento do chefe militar com a elite negreira hispano-cubana avançou tanto, que esta chegaria, por vezes, até mesmo a escolher quem desempenharia a função61. Dos principais campos por que respondia o capitão general (contrabando negreiro, vínculo colonial com a Espanha e ordem social interna), o último não parecia, em absoluto, menos urgente na década de 1820. Chegamos ao terceiro episódio. Assim que recebeu as faculdades onímodas em 1825, Vives 60 61 Cabrera, 1891: 235; Fradera, 1999: 71-93; Alonso Romero, 2002: 20-26. Murray, 1980: 88-108; Cayuela Fernández, 1990: 415-53. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 44 RAFAEL MARQUESE E TÂMIS PARRON mencionou, ao lado dos «esforços do Continente Americano», os perigos ainda maiores dos «inimigos duplamente temíveis [que] existem dentro de nossas habitações e no seio de nossas famílias». Não apenas os escravos vinham se mostrando insubordinados, mas também os libertos pareciam desejar a «senda que lhes foi traçada por aquele exemplo pernicioso e pela linguagem usada no reconhecimento já dito [reconhecimento francês da independência do Haiti, 1825]»62. O aviso não era infundado. Um mês antes, em junho de 1825, cerca de quatrocentos cativos pertencentes a quase vinte fazendas de café do partido de Guamacaro (Matanzas) se revoltaram, resultando na morte de 16 homens brancos, mulheres e crianças, assim como na destruição do patrimônio senhorial (instalações, casas de vivenda e parte das colheitas). Na reação orquestrada pelo governador da província, Cecilio Ayllon (futuro marquês de Villalba), o saldo para os insurrectos também foi sangrento: vinte e três escravos executados, muitos condenados a cem açoites e dezenas de mortos durante a perseguição ou a condução dos processos judiciais63. Naquele mesmo ano, Ayllon compôs um projeto de Reglamento de esclavos, que deveria padronizar o «governo no interior dos imóveis rurais para afiançar melhor a segurança dos campos» e que foi imediatamente aplicado em Matanzas. Dividido em quatro partes, o Reglamento tratava de medidas de segurança, obrigações dos senhores, normas penais e vigilância. Ayllon estava convencido de que a revolta de Guamacaro indiciava um plano mais amplo, envolvendo também homens livres de cor de Havana e de Vuelta Abajo que, para levá-lo a cabo, teriam se municiado de pólvora e balas fornecidas por escravos transeuntes. Não admira, pois, que o principal ponto de seu regulamento, no que diz respeito às medidas de segurança, consistiu na incomunicabilidade total dos cativos com o mundo exterior às plantations. Seria terminantemente proibida a entrada de homens negros livres nas quintas para a venda de gêneros aos escravos, assim como o pernoite de pessoas estranhas no alojamento. Após as nove horas, o portão da plantation seria trancado, os escravos não poderiam circular dentro da propriedade e vigilantes brancos examinariam se todos se encontravam em seus bohíos (senzalas). Em três anos, as unidades produtivas com mais de trinta cativos deveriam substituir os bohíos independentes por senzalas de alvenaria, em edifício único, com alas separadas por sexo e com uma única porta de acesso, travada a ferros64. A resposta de Ayllon manifestava o endurecimento que as relações escravistas cubanas verificariam nas próximas décadas. Com efeito, o perigo de 62 63 64 García, 2004: 297-298. Barcia Paz, 2000; García, 2004: 295-298. Ayllon, 1825: 1-12; Marquese, 2005. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 REVOLTA ESCRAVA E POLÍTICA DA ESCRAVIDÃO: BRASIL E CUBA, 1791-1825 45 Cuba ir pelos ares como Saint-Domingue, em um conflito bélico internacional, cindiu ao longo da década de 1820 opiniões a respeito da política externa da Espanha. Se é verdade que Madri, convergindo poderes no capitão general e reforçando a estabilidade da ilha, mantinha acesa a esperança de recolonizar a Colômbia e o México, não era essa a opinião de todos os envolvidos. Logo depois de deixar a Intendência da Fazenda em Cuba, Arango y Parreño julgou o regime de faculdades onímodas insuficiente para bancar expedições contra as ex-colônias. Eis o quarto e último episódio de 1825 que gostaríamos destacar. Numa espécie de sinopse geopolítica, Arango sublinhou, em uma peça de novembro daquele ano, as fragilidades da ilha ante um bloqueio naval, as disposições dos hispano-americanos na emancipação das possessões espanholas, a irresistível inclinação britânica ao reconhecimento das independências, o inflamatório (e recente) reconhecimento da emancipação haitiana pela França e a prontidão de exaltados e de cativos a agravar os descalabros da guerra civil numa sociedade escravista. Nesse cenário, a Espanha deveria se afastar do universo das independências americanas e mirar-se apenas no exemplo do ilustrado império francês do final do XVIII. Conforme Arango, a riqueza material de Cuba —maior que a da florescente Saint-Domingue em 1790— brindaria à Espanha mais que a ex-colônia francesa dera a Louis XVI. Bastava a Fernando VII resignar-se com as perdas continentais65. A qualquer alteração brusca da paz, os «jovens, os aventureiros, os descamisados, a gente de cor, os escravos» passariam de imediato à facção revoltosa, como o mostrava «o lamentável quadro que apresenta a Venezuela», que, após recrutamento de escravos tanto nas tropas patrióticas quanto nas realistas durante as guerras de independência, aprovara uma lei de libertação do ventre em 1821. Mais grave ainda parecia a eventual insatisfação dos grandes proprietários diante da contumaz e perigosa conduta recolonizadora da Espanha. Embora confiasse na fidelidade desses «bons vassalos», Arango aventou sutilmente a possibilidade de eles apoiarem a secessão, caso Madri não aceitasse a garantia de manutenção do status colonial cubano que a Inglaterra ofertara em troca do reconhecimento das independências americanas. «Não tratemos dos maus», dizia. «O que chama minha atenção e não pode menos chamar a paternal de S. M. é o clamor dos bons, que —persuadidos de que isto não se pode conservar no suave domínio do Rei, nosso Senhor, se com prontidão não se adota a enunciada garantia—, julgam que, sendo desprezada [a garantia], só se logra a inútil ruína desse país»66. 65 66 Arango, 2004b: II, 229-32. Ibidem: II, 230-232. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 46 RAFAEL MARQUESE E TÂMIS PARRON A proposta de reforço dos laços de lealdade política de Cuba à Espanha apresentada por Arango no rescaldo de Ayacucho, cujo objetivo central era manter a ordem societária escravista cubana intacta, escorava-se em uma leitura geopolítica que levava em sua devida conta o papel central do ativismo escravo em diversos lugares do espaço caribenho —no Haiti, em Cuba, na Terra Firme. Para os senhores de escravos do Brasil, residentes em um espaço histórico-geográfico apartado dos fluxos humanos da oikoumene caribenha, esse ativismo não fora capaz de colocar em risco o caminho da construção de um Estado nacional soberano e independente, também lastreado na continuidade do tráfico transatlântico e da escravidão negra. Mas, para tanto, tiveram que abrir as portas da cidadania na nova nação aos filhos dos africanos. REFERÊNCIAS Alonso Romero, María Paz, Cuba en la España liberal (1837-1898), Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2002. Arango y Parreño, Francisco de, «Discurso sobre la agricultura de la Habana y medios de fomentarla» (1792), Obras, ed. Gloria García Rodríguez, 2 vols., La Habana, Imagen Contemporánea, 2004a. Arango y Parreño, Francisco de, «Consulta sobre los riesgos que amenazan a Cuba al terminar 1825», Obras, ed. Gloria García Rodríguez, 2 vols., La Habana, Imagen Contemporánea, 2004b. 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Instead of discussing and classifying the specific character of the different expressions of collective slave resistance in a typological order, this article tries to understand the effect of those actions on the macro-political dynamic of these two aspects by verifying to what extent they made up the political and institutional framework of slavery in Brazil and Cuba. KEY WORDS: Slave resistance, The Era of Revolutions, Macro-politics, Brazil, Cuba. REVUELTA ESCLAVA Y POLÍTICA DE LA ESCLAVITUD: BRASIL Y CUBA, 1791-1825 El artículo examina el impacto político del activismo esclavo, en Brasil y Cuba, de 1790 a 1825, esto es, desde el inicio de la Revolución de Saint-Domingue al otorgamiento de la Constitución del Brasil (1824) y al decreto de facultades omnímodas para los capitanes generales de Cuba (1825), en el contexto inmediato del término de las guerras de independencia en el continente. En lugar de discutir y clasificar en un orden tipológico el carácter específico de las diversas expresiones de resistencia esclava colectiva, el artículo intenta comprender el efecto de esas acciones en la dinámica macropolítica de los dos espacios, verificando en qué medida aquéllas conformaron el cuadro político e institucional de la esclavitud en Brasil y en Cuba. PALABRAS CLAVE: Resistencia esclava, Era de las Revoluciones, macro-política, Brasil, Cuba. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 19-52, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.002 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 251 Págs. 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 «UN COLOSO SOBRE LA ARENA»: DEFINIENDO EL CAMINO HACIA LA PLANTACIÓN ESCLAVISTA EN CUBA, 1792-1825 POR MANUEL BARCIA University of Leeds ...la isla de Cuba es un coloso, pero está sobre arena; si permanece erigido es por la constante calma de la atmósfera que le rodea; pero ya tenemos probabilidad de que le agiten fuertes huracanes, y su caída sería tan rápida y espantosa como inevitable, si con anticipación no consolidamos sus cimientos. Félix Varela, 2001: 119 A partir de 1791 las elites criollas de la isla de Cuba comenzaron a tomar ventaja de la situación política en la vecina colonia francesa de Saint-Domingue, a la cual intentaron reemplazar en los mercados internacionales de azúcar y café. Para conseguir sus objetivos fue necesario importar mayores números de esclavos africanos destinados a laborar en las plantaciones. La pelea por el derecho a continuar importando africanos a la isla se libró durante las tres primeras décadas del siglo XIX, no sólo en Cuba y España, sino también en Londres, París y Viena. En este trabajo se discuten y analizan los obstáculos que se presentaron a las elites criollas cubanas a través del periodo, y como de un modo u otro, tanto el aumento de la trata de africanos como el la producción de azúcar fueron asegurados a través de medidas legales e ilegales. PALABRAS CLAVE: Cuba, esclavitud, tráfico de esclavos, azúcar. Cuando el sacerdote habanero Félix Varela escribió las líneas que me he tomado la libertad de usar en el anterior exergo, sabía con meridiana claridad el mensaje que estaba transmitiendo a sus posibles lectores. Hasta el gobierno de Luis de las Casas, comenzado en 1791, la isla de Cuba había sido testigo de cómo se desarrollaba en su región occidental un incipiente modelo plantacio- 54 MANUEL BARCIA nista, fundamentalmente azucarero, que a partir de la revolución haitiana adquiriría una presencia protagónica dentro de la economía insular. Solamente una década más tarde, a comienzos del nuevo siglo, las continuas transformaciones ocurridas en el mundo occidental habían provocado ya que la colonia antes dependiente del situado de la Nueva España, se colocara entre las primeras productoras-exportadoras de azúcar de caña del mundo, cumpliendo así el sueño de las elites peninsulares de llevar a Cuba por un camino similar al que las Antillas inglesas y francesas habían tomado mucho antes1. Entre 1792 y 1823 el futuro esclavista de Cuba y del imperio español fue discutido ampliamente en varias esferas y lugares americanos y europeos. El hecho de que Cuba siguiera el camino de la gran plantación a partir de 1792 no era al inicio de este periodo un hecho cierto y consumado. De hecho, hubo muchas discusiones que incluso se mezclaron con otros asuntos de importancia, como la invasión napoleónica, las guerras de independencia americanas, el abolicionismo británico, el Trienio Constitucional, la cuestión tecnológica y, sobre todo, la necesidad de traer fuerza de trabajo esclava desde la lejana África. En este trabajo se discute cómo los sacarócratas habaneros consiguieron imponer sus puntos de vista y sus opiniones no solo ante el rey y a pesar de las presiones británicas, sino también ante el resto del imperio español que se opuso a la continuación de la trata de esclavos desde las Cortes de Cádiz. La necesidad de continuar con la trata de africanos se convirtió en una cuestión crucial para los hacendados y mercaderes con intereses en la emergente plantación insular cubana. A través de estos años, liderados por su ideólogo Francisco de Arango y Parreño, estos hombres llevaron sus quejas y reclamos a dondequiera fue preciso, para mantener y desarrollar la trata, a pesar de las presiones británicas para ilegalizarla. Solamente después de la derrota de las fuerzas liberales en 1823, esta política tratista recibió rienda suelta por parte de la corona sin ser realmente cuestionada otra vez hasta la década de 1860. A pesar de estar comprometido por tratados bilaterales firmados en 1817 y 1835 para terminar la trata, Fernando VII y sus sucesores hicieron la vista gorda y permitieron que la trata no solo continuara, sino que se incrementara exponencialmente, todo para satisfacer los intereses azucareros cubanos. 1 Para los más recientes análisis sobre el tema ver Piqueras, 2009: 273-302; Ghorbal, 2009. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 «UN COLOSO SOBRE LA ARENA»: DEFINIENDO EL CAMINO HACIA LA PLANTACIÓN ... 55 ORÍGENES DE LA INFRAESTRUCTURA AZUCARERA CUBANA Esta historia comienza alrededor de 1762, cuando la capital insular y una gran parte de la zona occidental habían caído en manos británicas. Debido a la entrada de España en la Guerra de los Siete Años del lado de Francia2, Inglaterra se vio con las manos libres para actuar militarmente contra las colonias españolas del Nuevo Mundo. Así, entre agosto de 1762 y julio de 1763, la mitad occidental de Cuba estuvo bajo la égida y los designios de Su Majestad Británica el rey Jorge III. Este hecho tuvo una enorme trascendencia sobre el ulterior desarrollo de la Isla. Los ingleses se convirtieron desde entonces en muestra de lujo del bestiario de los habitantes de la isla de Cuba. A partir de 1763, en cada ocasión que lo requirió, la oligarquía encargada de regir el desarrollo económico, político y social cubanos, echó mano al Peligro Inglés para justificar errores, para conseguir prebendas y para legitimar su política esclavista3. Una sola generación de estos hombres conoció de la firma de la Declaración de Independencia de las Trece Colonias y del surgimiento de la primera república de América, observó pasmada cómo una revolución en Francia le daba la libertad a los esclavos y decapitaba al monarca y a su consorte; ella misma contempló cómo en la vecina y antes exitosa colonia de Saint-Domingue el mundo se ponía de cabeza y, cosa insólita, los esclavos derrotaban a sus amos y comenzaban a gobernar el antiguo territorio borbónico. No escaparon a la mirada de aquellos hombres las campañas napoleónicas y la caída del emperador corso. Hombres como el comerciante riojano Bernabé Martínez de Pinillos4 lucraron con la guerra entre las colonias de Norteamérica e Inglaterra, 2 La España de Carlos III entró en la guerra al lado de Francia a causa del Pacto de Familia existente entre los Borbones de ambos lados de los Pirineos. Su intervención fue tardía y desastrosa, nada ganó y sí perdió mucho. Fue, quizá, la peor guerra del juicioso monarca español. Ver Cook, 1996: 28-30; Stone, 1994: 113-117; y también Brumwell, 2001. 3 Ver Ortiz, 1916; Moreno Fraginals, 1978; Murray, 1980; Barcia, 1987; Paquette, 1987. 4 Bernabé Martínez de Pinillos nació en 1752 en el seno de una familia de algún caudal en la localidad riojana de Vigueras. Llega a Cuba a finales de la década de 1770 y, desde 1780, comercia con toda clase de artículos e insumos, entre los cuales se encontraban vinos de Tenerife, lienzos de Bramante y jabones, por solo citar algunos de la larga y variada lista de productos. En 1790 había alcanzado ya cierta posición dentro de la escala social capitalina, y al elevar los hacendados del occidente de la isla la famosísima carta de protesta contra el Código Negro Carolino, fue Bernabé Martínez de Pinillos uno de los firmantes del documento. A partir del auge tratista y de la intensificación de la producción azucarera, Bernabé comenzó una fructífera carrera refaccionista que lo llevaría a convertirse en uno de los principales comerciantes de esta especie en la isla. En 1795 ocupaba el cargo de consiliario en la Compañía de Seguros Marítimos establecida en La Habana. En 1808, su carrera continuaba en ascenso. En esta fecha era nombrado diputado del Real Consulado y conseguía que su primogénito resultase elegido para Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 56 MANUEL BARCIA se hicieron ricos importando negros africanos a expensas del desastre francés en Saint-Domingue, enviaron a la Península a sus hijos —e incluso perdieron a alguno— a la guerra de resistencia contra el invasor francés y terminaron sus días con el pecho cargado de medallas, arrastrando las lanzas y las medias annatas de uno o más títulos nobiliarios y contemplando cómo sus antiguos compañeros en la aventura de la vida iban muriendo a su alrededor, mientras sus hijos se hacían de posiciones cimeras dentro del aparato estatal, religioso o militar de la España fernandina. Esta fue una época acelerada. Cuba, la colonia hispana que conoció por vez primera en 1762 el bienestar proveniente del comercio libre, no fue ya nunca la misma luego de la partida de los «casacas rojas». Aquella primera generación de hombres de ciencias y letras asumió las riendas de la colonia y, de acuerdo con los incipientes plantadores azucareros y de los algo versados comerciantes de géneros y esclavos, llevó a la Isla a un estado económico, político y social superior. Ellos comenzaron a publicar el primer periódico que circuló en la isla durante años de modo continuo; ellos mejoraron las técnicas de cultivo y se ocuparon de introducir en la isla los últimos adelantos tecnológicos de la época. Para esto incluso enviaron a dos de sus miembros, el conde de Casa Montalvo y Francisco de Arango y Parreño, en una misión científica y política que los llevó a visitar Inglaterra, Jamaica y Saint-Domingue en busca de nuevas tecnologías que pudieran contribuir al desarrollo de la colonia5. La intensificación del tráfico de esclavos africanos, y de su explotación física y extraeconómica, condujo en el occidente cubano al establecimiento de una economía de plantación, fuertemente marcada por el castigo, la represión y el control de aquéllos que eran traídos para asegurar la reproducción constante del ciclo productivo. Para un mejor control de la situación se expidieron reglamentos locales, coloniales y reales, en los que se dejaban claros los deberes y derechos de amos, empleados y esclavos6. El objetivo de estos documendesempeñar el puesto de apoderado del Ayuntamiento de la Ciudad ante el Consejo de la Regencia, surgido ante la invasión napoleónica del suelo español. Cuando Francisco de Arango y Parreño y el marqués de Someruelos confeccionaron el Memorial para crear una Junta de Gobierno en la capital de la isla, en 1808, fue Bernabé uno de sus 73 firmantes, lo que indica su clara orientación liberal por aquellos momentos. En 1825 recibió la dignidad nobiliaria de primer conde de Villanueva, la cual solamente pudo disfrutar durante cuatro años. Al morir, en 1829, dejó cuantiosos bienes de fortuna —entre ellos dos ingenios— que fueron repartidos entre sus hijos. Su carrera es sólo una de las tantas entre las de otros hombres ambiciosos que, como él, hicieron fama y fortuna en Cuba. 5 Arango, 1936: 21-113. 6 Un análisis de dichos reglamentos puede ser consultado en Barcia, 1999. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 «UN COLOSO SOBRE LA ARENA»: DEFINIENDO EL CAMINO HACIA LA PLANTACIÓN ... 57 tos era dejar expedito el camino al despotismo en todo lo referente al manejo de esclavos en la Isla. Otros documentos, no menos interesantes, fueron apareciendo a lo largo del período. Así, por ejemplo, una interesantísima doctrina cristiana para enseñar a los esclavos bozales la religión de sus dueños salió a la luz ya a fines del siglo XVIII7. Los comentarios de los médicos «especialistas» que irían escribiéndose después, a pesar de no ser considerados piezas legales, fueron tenidos en cuenta por los plantadores, así lo demuestran sus reiteradas ediciones8. En este juego de subsistencia y progreso, el futuro cubano fue puesto en manos de tres organismos que centraron las decisiones políticas y económicas de la colonia. Sus integrantes pertenecían a menudo a más de uno de ellos. La más antigua de dichas corporaciones era el Ayuntamiento de La Habana. Esta institución, creada en el siglo XVI, tenía una larga tradición de capacidad para tomar decisiones relacionadas con el futuro de la Isla. En algunas oportunidades sus representantes gozaron de gran influencia ante los capitanes generales e incluso ante los reyes de turno. Una segunda institución fue la Real Sociedad Patriótica de La Habana, creada en 1793 como parte de la moda ilustrada llegada a Cuba desde Europa. La Real Sociedad se dedicó desde sus primeros momentos a desarrollar las artes, las letras y la agricultura. Como resultado de sus esfuerzos se logró una continuidad en la publicación del Papel Periódico de la Habana, se alcanzaron varios éxitos en materia científica y se promovieron la salud, la educación y el sentimiento de pertenencia a la patria —lo que en este caso significaba, indistintamente, a La Habana o a España. La tercera corporación que participó de la orgía de crecimiento intelectual y económico de la isla fue el Real Consulado de Agricultura y Comercio, aprobado por Real Cédula de 4 de abril de 1794. Entre los objetivos de esta institución resaltaba la intención de que sirviera para obtener «la más breve y fácil administración de justicia en los pleitos mercantiles, y la protección y fomento de la agricultura y comercio en todos sus ramos»9. El Consulado estuvo a cargo del desarrollo económico de la isla de Cuba y es bueno apuntar que durante su existencia no escatimaron sus miembros recurso alguno que pudiese conducirlos al éxito de sus intereses. 7 Laviña, 1989. Ver también «Real Cédula a los oficiales de la Isla de Cuba que tengan mucha cuenta de que los negros vivan cristianamente», en Konetzke, 1953, I: 572. 8 Barrera, 1953. Ver también Chateausalins, 1831; Dumont, 1915 y 1916; Pérez Beato, 1910: 90-93. 9 Marrero, 1971-92, 10: 22. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 58 MANUEL BARCIA Estas tres instituciones clamaron, pidieron, exigieron, protestaron y suplicaron de las Cortes y monarcas cuanto les fue menester. Su leyenda fue muy bien tejida y cada hebra de la madeja fue aprovechada en aras de obtener los adelantos necesarios para la colonia. Numerosos argumentos engrosaron su arsenal a través de los años, entre ellos tuvieron especial éxito aquéllos que resaltaban la extrema fragilidad y falta de protección de la Isla, siempre a merced de las amenazas internacionales y del «salvajismo» de los negros esclavos10. La prosperidad de la colonia y, por extensión, la de estas instituciones estuvo rigurosamente determinada por su capacidad para continuar y, de ser posible, aumentar el tráfico de esclavos africanos a Cuba. Por ello, a pesar de sus quejas sobre el «peligro negro», bien supieron pedir a gritos a comienzos de la década final del siglo XVIII la real orden que les autorizara a introducir esclavos africanos en grandes cantidades. Por esta época comenzaron a solicitar el desestanco del tabaco que frenaba enormemente la industria insular, solicitud que terminó en pertinaz batalla algunos años después11. Mientras la América española se sacudía del yugo colonial, Cuba permanecía tan fiel a España que se ganó el oneroso calificativo de Siempre Fiel Isla de Cuba y, aún en 1816, su adulación malintencionada iba tan lejos que concibieron la descabellada idea de cambiar, una vez más, el nombre de la Isla por el de Fernandina, en honor a Su Majestad Fernando VII12. Esta predisposición a congraciarse con quienquiera que mandase en España, los llevó a redactar verdaderos memoriales de humillante súplica ante los diferentes monarcas cada vez que éstos expedían leyes que los perjudicaban. Claro está que tales documentos no eran meras súplicas, sino que regularmente llevaban implícita una fuerte carga de amenaza de «irremisible pérdida 10 No obstante a su acérrima defensa del tráfico y de la esclavitud misma, los cubanos supieron muy bien lavarse las manos de su responsabilidad en todo lo referente a la esclavitud. Para ello recargaron la culpa a la inconsecuencia de los monarcas que habían permitido y alentado el desarrollo de la esclavitud en América. 11 La batalla por lograr el desestanco del tabaco se extendió hasta 1817, cuando casualmente, coincidiendo con el tratado de abolición de la trata de esclavos con Inglaterra, fue promulgada la Real Orden de 23 de junio que finalmente concedía a Cuba la tantas veces solicitada gracia. Ver: Johnson, 2001: 26-29, 54-57; Sanz, 2009: 151-176. 12 En las actas del cabildo habanero de 1816 se encuentran los acuerdos y la correspondencia con su apoderado ante el rey, Francisco Antonio Rucabado, acerca de este particular. La moción fue denegada por la Corona. Poco después, en el mismo año, intentaron construir una estatua ecuestre del «Rey Felón», proyecto que no llegó a concretarse como inicialmente pensaron, pues la estatua se construyó, pero sin caballo. Estos flirteos con el rey fueron constantes, para más información solamente se necesita consultar las mencionadas actas capitulares, localizadas en el Archivo Histórico de la Oficina del Historiador de la Ciudad de la Habana. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 «UN COLOSO SOBRE LA ARENA»: DEFINIENDO EL CAMINO HACIA LA PLANTACIÓN ... 59 de la Isla» a manos de los negros esclavos o de la potencia con la cual estuviera en guerra España en cada momento. Por supuesto, ni que decir del omnipresente peligro haitiano, recurrente amenaza que, cual desafiante acero, blandían ante los crédulos ojos de monarcas, regentes y ministros españoles13. El entorno geográfico y las potencias interesadas en la Isla se convirtieron también en eficaces armas en las manos de esta hornada de hombres capaces y emprendedores. Los peligros e influencias a los que estaba sometida Cuba fueron más de temer en sus mentes y en sus escritos que en la realidad. Los tres peligros principales: el inglés, el haitiano y el de una revolución de esclavos y/o libertos, devinieron verdaderas lanzas de combate durante toda la primera mitad del siglo XIX. Los efectos del reiterado uso de temor a estos tres peligros se perciben en la historia de Cuba en un periodo mucho más largo y merecen ser estudiados con más profundidad de lo que lo han sido hasta el momento14. Mientras estos hombres ilustrados pretendían mostrar una imagen prediseñada de Cuba al resto del mundo, en el interior del occidente de la isla las plantaciones azucareras y cafetaleras se hacían dueñas del paisaje rural. La plantación idílica que nos muestran algunas crónicas de viajeros escondía en su oscuro regazo el abuso y la coacción. Esa policroma plantación que aparece retratada en el libro de Justo Germán Cantero, mostraba, al descender a sus cañaverales y plantíos, un espectáculo muy diferente15. Allí existía un sistema socio-económico bien estructurado sobre un cuerpo administrativo que encabezaba el amo, y del cual eran miembros activos y con facultades de mando, el administrador, el mayoral, el mayordomo, el boyero, el maestro de azúcar y el contramayoral. Desde la Vuelta de Abajo hasta la zona de Las Cuatro Villas, la plantación fue una inexcusable presencia en el campo cubano. Entre todas las regiones que figuraron en el desarrollo de la plantación, resaltó la zona matancera. En ella el número de esclavos fue muy elevado desde principios del siglo XIX, lo que provocó que fuera en sus campos donde más abundaran las manifestaciones de resistencia esclava de las que tanto se ha hablado y escrito16. A pesar de la opinión de un viajero inglés en 1820, aún durante muchos años los esclavos continuaron siendo la base principal de las fuerzas productivas de la isla17. Para mantener las elevadas cifras productivas que significaban 13 Sobre este tema debe consultarse: Childs, 2006; Ferrer, 58:2 (París, 2003a): 333-356. Sobre la importancia del «peligro haitiano» ver Ferrer, 63:229 (Madrid, 2003b): 675-694, en especial 676-677. 15 Cantero, 1857. 16 Jameson, 1821; Bergad, 1990. 14 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 60 MANUEL BARCIA a la vez enormes ganancias, fue imprescindible el abasto de nuevos esclavos, importados de África o de otras regiones, que realizaran las tareas necesarias dentro de las plantaciones. El tráfico de estos hombres había estado legalizado desde el siglo XVI y en el momento del despegue azucarero cubano nadie sospechaba que un peligro exógeno vendría a constituirse en amenaza de su continuación. Como si no bastara con el fantasma de la revolución «negra» de Saint-Domingue, un movimiento abolicionista —primero del tráfico de esclavos y luego de la esclavitud— fue tomando fuerza internacionalmente desde finales del siglo XVIII. En 1807 Inglaterra rompió definitivamente con su oscuro pasado tratista para devenir en líder de la crítica al trabajo esclavo. Durante largos años, Inglaterra había sido la gran proveedora de esclavos de toda América. Puertos como Londres, Bristol y, sobre todo, Liverpool, eran considerados los más importantes enclaves de armadores negreros de la cristiandad. Sin embargo, a mediados del siglo XVIII, Inglaterra fue testigo del desarrollo en su propio seno de la Revolución Industrial. Este hecho lo cambiaría todo18. Ciudades como Manchester y Birmingham tomaron el camino del desarrollo industrial, lo que trajo aparejada la introducción de nuevas técnicas y tecnologías de producción y de nuevas concepciones con respecto a cuestiones de tanta importancia como la esclavitud misma. A fines del siglo XVIII, Sir William Pitt se manifestaba, aunque con algunas reservas, en contra del tráfico de esclavos africanos. Más allá iba William Wilberforce, miembro de la Sociedad para la Abolición del Tráfico de Esclavos, fundada en Londres en 1787. Solamente dos años después, en 1789, Wilberforce llevaría directamente ante el Parlamento el asunto19. A partir de este año, la poderosa Albión fue escenario de una intensa lucha entre los partidarios de Wilberforce y quienes respaldaban el odioso comercio de africanos. En una década tan tormentosa como la final del siglo XVIII, las idas y venidas del proyecto no tuvieron un éxito defini17 «No puede dudarse que la felicidad de las generaciones futuras de cubanos avanzará con la actual abolición. Santo Domingo yace a plena vista de esta isla. Podría pensarse que su terrible historia reciente y su dudoso futuro deberían ser suficientes para impresionar a su vecina con la política y necesidad de aumentar la población blanca. Puedo atestiguar su habilidad para trabajar en este clima. El gran obstáculo al esfuerzo de los blancos es la esclavitud de los negros, que envilece el trabajo manual». Jameson, 1821, 97. 18 Ver, por ejemplo: Williams, 1964, y Blackburn, 1988. 19 La campaña inglesa de abolición del tráfico de esclavos ha sido abordada por muchos autores, ver, por ejemplo, Williams, 1864; Coupland, 1964; Davies, 1966; Asiegbu, 1969; Drescher, 1987. Otros trabajos más recientes que han abordado el tema son los de Jennings, 1997; Oldfield, 1998. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 «UN COLOSO SOBRE LA ARENA»: DEFINIENDO EL CAMINO HACIA LA PLANTACIÓN ... 61 tivo, a pesar de conseguir algunos adelantos parciales20. Solamente en 1804 la cuestión fue tomada en consideración, y el Parlamento sometió el tema a una comisión escogida al efecto. Apenas tres años más tarde, en febrero de 1807, las ideas abolicionistas salían airosas de la larga contienda21. Luego de conseguir la abolición del comercio de esclavos en sus colonias, los abolicionistas ingleses comenzaron una verdadera misión internacional, abocados a la tarea «divina» de eliminar de la faz del mundo occidental la trata negrera. Los motivos de este comportamiento han sido ampliamente discutidos durante casi dos siglos. Algunos historiadores han dado gran relevancia al factor económico del asunto, mientras que otros han buscado en la ideología y la cultura, sus móviles fundamentales. Sin embargo, a pesar de las razones económicas que marcaron esta proyección internacional de los abolicionistas ingleses, la tan popular entonces palabra filantropía, jugó un papel de gran importancia dentro de la batalla, y más aún, dentro de sus conciencias. Resulta provechoso recordar que la primera sociedad abolicionista se creó en la capital del poderoso Imperio Británico y que la segunda, fundada con el nombre de Amis des Noires en París en 1788, se creó bajo los auspicios de cuáqueros ingleses. Los años que van entre estas fundaciones y la abolición legal del comercio negrero en Inglaterra estuvieron marcados por las interminables y perseverantes luchas de estos hombres que, convencidos del mal que representaba la esclavitud per se, desplegaron todas sus fuerzas en aras de conseguir tan loable fin. Claro está que esta lucha no se limitó a los salones en los cuales solían reunirse los abolicionistas, sino que el pueblo inglés se sumó en pleno al proceso. Quienes una vez apenas prestaron interés al asunto, comenzaron a ponerse al día de sus adelantos, y colaboraron recogiendo firmas y asistiendo a los meetings organizados por las sociedades abolicionistas22. Inglaterra fue testigo de uno de los más progresivos y formidables procesos humanistas de la historia. No deben reducirse entonces a un vulgar interés económico los motivos ingleses de abolición internacional de la trata. 20 Blackburn, 1988: 131-160. Ver, entre otros, Anstey, 1975; Drescher, 143 (Oxford, 1994): 136-166; Oldfield, 35: 2 (Cambridge, 1992): 331-343. 22 Murray, 1980: 22-26. 21 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 62 MANUEL BARCIA DEFENDIENDO Y EXPANDIENDO LA TRATA Entretanto, la entonces «capital más europea de América» contaba con algunos de los súbditos más brillantes de la época entre todas las colonias de la corona hispana. La negrofobia, ampliamente desplegada desde que los esclavos comenzaron a aparecer como un grupo de peso significativo en las cifras censuales, se venía adueñando día a día del aire que se respiraba en la próspera capital cubana. Sin embargo, esto no era obstáculo para que se siguieran introduciendo africanos destinados al trabajo plantacionista. Apenas unos meses después de abolirse el tráfico de esclavos en las colonias británicas, el Ayuntamiento habanero expresaba sus más graves preocupaciones en el cabildo ordinario del 22 de enero de 1808. En esta fecha, los miembros de este selecto grupo mostraban su contrariedad frente a las intenciones maquiavélicas del emperador francés, al que casi nunca llamaban por su nombre, tal vez por no invocar el peligro que representaba23. La siguiente preocupación venía de un poco más al norte, cruzando el estrecho de La Mancha, venía de Inglaterra. Los habaneros no habían superado aún su pánico ante una posible nueva invasión de los «casacas rojas». La hoy legendaria «hora de los mameyes» no estaba lejos en el tiempo. Ni la imponente fortaleza de San Carlos de la Cabaña, ni las finalmente concluidas murallas de la ciudad, satisfacían lo suficiente a los señores de esta asamblea. Inglaterra parecía acechar constantemente, y esta circunstancia resultaba tan evidente que nadie se atrevía a levantar la voz para cuestionar tan preocupante afirmación. Una última y fundamental inquietud se hacía presente en el diario de dichos hombres. El peligro de una rebelión similar a la ocurrida poco tiempo antes en la vecina Saint-Domingue. El miedo era doblemente dirigido hacia los negros residentes en la isla y hacia aquéllos que podrían invadirla desde el cercano territorio ya emancipado de su Metrópoli. De la preeminencia de este temor quedó para la posteridad el alegato de aquella mañana de enero: La guerra con Francia no es tan peligrosa como el prodigioso número de nuestros esclavos. No tenemos plazas fuertes (a reserva de la capital) que aseguren una retirada a los Blancos en caso de insurrección de los negros y por consiguiente quedan los campos expuestos a todos los estragos de la crueldad. El exemplo fatal que 23 Resulta particularmente interesante esta circunstancia. Tanto en las actas del cabildo habanero como en la correspondencia de los cubanos que se encontraban en España durante la invasión francesa, escasean notablemente las referencias directas a Napoleón, incluso en los momentos en que se aproximaba su derrota. En las pocas oportunidades que lo mencionaban usaban sus títulos o algún término peyorativo. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 «UN COLOSO SOBRE LA ARENA»: DEFINIENDO EL CAMINO HACIA LA PLANTACIÓN ... 63 han tomado nuestros esclavos de sus iguales de Santo Domingo: El deseo de la libertad qe precisamente debe influir en ellos: El justo fundadísimo recelo de qe entre nuestros esclavos se oculten muchos de los qe prescenciaron y tal vez tubieron parte esencial en la sublevazión del Guarico y qe estos le sirvan de promotores y caudillos24. Sin embargo no todo era concierto y armonía en la capital insular. Algunos miembros destacados de la sociedad habanera de la época levantaban sus voces para cuestionar la introducción masiva de esclavos e incluso el tratamiento que se les daba a aquéllos una vez llegados a las plantaciones. El cirujano español Francisco Barrera y Domingo fue uno de ellos. A pesar de nunca ver publicado su manuscrito sobre las enfermedades de los esclavos africanos y los remedios para combatirlas, Barrera y Domingo mantuvo una posición firme en contra del tráfico de esclavos y del tratamiento que se les daba a los esclavos25. Aún más ferviente eran las críticas del respetado sacerdote y filósofo habanero José Agustín Caballero, quien arremetió contra la trata de esclavos y los perjuicios que ésta provocaba a la sociedad cubana en una serie de artículos aparecidos en el Papel Periódico de la Habana entre 1791 y 179926. Si los esclavos eran un problema que les quitaba el sueño, la amenaza abolicionista inglesa se iba convirtiendo en un verdadero dolor de cabeza para la oligarquía plantadora criolla. Las presiones del poderoso imperio, comenzadas ya por esta época, fueron seguidas de cerca desde sus primeras manifestaciones por los representantes del Ayuntamiento de La Habana y por sus aliados, los integrantes del Real Consulado de Agricultura y Comercio. En 1809, el ministro inglés en Madrid, John Hookham Frere, era instruido por George Canning, entonces encargado de relaciones exteriores de su Gobierno, de aprovechar cualquier oportunidad para exponer al Gobierno español las razo24 AHOHCH. Actas Capitulares Trasuntadas. Libro 75. Folio 18. Cabildo del 22 de enero de 1808. Estos temores fueron explícitos desde el mismo comienzo de la introducción masiva de esclavos africanos en la isla. Ver, por ejemplo, Arango 1888, I: 31-38. Otro ejemplo de estos temores puede verse en la Representación al Rey de los dueños de ingenios de la Habana. ANC: RCJF. 150/7405. 25 Barrera, 1853. Algunos estudios sobre la obra de este personaje son: Flouret, 1985: 141-154; y Martínez Tejero, 2000, I: 373-389. Ver también Barcia, 2003. 26 José Agustín Caballero publicó algunos de estos trabajos bajo varios seudónimos, destacando entre ellos el de El amigo de los esclavos. Ver los artículos: «Nobilísimos cosecheros de azúcar, señores amos de ingenios, mis predilectos paisanos», Papel Periódico de la Habana, 36: 142-144 y 37, 146-147 (1791); «Matrimonios entre esclavos: posterior al 7 de abril de 1796», en Caballero, 1956, II: 3-10; y «De la consideración sobre la esclavitud en este País: informe a la Sociedad Patriótica, 24 de noviembre de 1798», en I: 148-152. Ver también: Le Riverand, 1976; Caballero, 1999. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 64 MANUEL BARCIA nes británicas para abolir la trata. Al año siguiente las presiones continuaron, sin embargo, las condiciones no eran propicias para que la Regencia española, empeñada en organizar la resistencia antinapoleónica a la vez que en conformar un gobierno competente, prestara oídos a una materia tan delicada como ésta27. Sin embargo, todas sus aprehensiones y miedos fueron insuficientes para hacerlos renunciar a la riqueza que vieron en la introducción masiva de esclavos africanos. En fecha tan temprana como 1787, cuatro años antes de que la vecina colonia francesa de Saint-Domingue comenzara a enfrentar la guerra civil que desembocaría en la República de Haití en 1804, el cabildo habanero suplicaba al gobernador de la isla que permitiera importar mayores cantidades de esclavos para trabajar en las plantaciones28. Desde 1789 las presiones sobre el nuevo monarca Carlos IV se intensificaron como nunca antes. El rey firmó resolución tras resolución autorizando el tráfico de esclavos y como consecuencia la población esclava pronto rivalizó con la población blanca en las estadísticas de la isla29. Desde 1803 una sociedad anónima fue creada en la capital insular con la intención de participar activamente en el tráfico de esclavos. En una carta al rey enviada aquel mismo año, los suscriptores de esta nueva sociedad le pedían permiso para establecer una casa comercial en Londres o Liverpool desde donde sus negocios podrían ser manejados con más comodidad. En el mismo documento también suplicaban al monarca que les permitiera escoger dos o tres lugares adecuados en la costa de África donde establecer factorías flotantes en los que almacenar sus cargamentos de esclavos hasta llegado el momento oportuno de enviarlos a Cuba. Entre los más destacados accionistas de esta sociedad anónima se encontraban el Real Consulado de Agricultura y Comercio, Pedro y Francisco María de la Cuesta y Manzanal, Tomás de la Cruz Mu27 Murray, 1980: 27-28. «Petición del Ayuntamiento de la Habana al Excelentísimo Sr. Gobernador General de un permiso para la introducción de negros, año 1787», El Curioso Americano, 2:1 (1894), pp. 5-8. El Ayuntamiento de La Habana usó de los servicios de la Casa inglesa de Baker and Dawson para introducir esclavos en Cuba desde mediados de los 1780s hasta 1793. Ver Arango, 1888, I: 34-35. 29 Real Cédula concediendo libertad para el comercio de negros con las islas de Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico y provincia de Caracas, a españoles y extrangeros, baxo las reglas que se expresan, Madrid, 1789; Real Cédula concediendo libertad para el comercio de negros con los virreynatos de Santa Fé, Buenos Aires, Capitanía General de Caracas e islas de Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico, a españoles y extrangeros baxo las reglas que se expresan, Madrid, 1791; Real Cédula para la continuación del comercio de negros, 22 de abril de 1804, Madrid, 1804. 28 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 «UN COLOSO SOBRE LA ARENA»: DEFINIENDO EL CAMINO HACIA LA PLANTACIÓN ... 65 ñoz, los condes de Jaruco y Casa Bayona, Bernabé Martínez de Pinillos y, por supuesto, Francisco de Arango y Parreño30. Pero llegó el año 1811 y todo se complicó. Justamente a partir de entonces comenzaron los ataques británicos a la trata española. Haciendo lobby e influyendo a algunos diputados a las Cortes constituyentes de 1812, el ministro inglés en la Península, Henry Wellesley, consiguió que el tema saltara a la palestra durante las sesiones celebradas en Cádiz durante la primavera de aquel año. El diputado a Cortes por La Habana, Andrés de Jáuregui, fue el encargado de hacerle frente a las proposiciones de Miguel Guridi y Alcocer y de Agustín de Argüelles. Sus alegatos en defensa del tráfico de esclavos basados en la quasi segura pérdida de la isla de Cuba para la Corona hispana, resultaron lo suficientemente convincentes para que el asunto se discutiera en privado en un primer momento y para que luego resultara archivado31. Por supuesto que antes de que esto sucediera los encargados de dirimir tan delicado asunto debieron atender a las súplicas amenazadoras del capitán general de la isla de Cuba, marqués de Someruelos, y del síndico del Real Consulado de La Habana, Francisco de Arango y Parreño. Ambos escritos resultaron definitorios a la hora de tomar una decisión acerca de este asunto. En aquella ocasión Arango y Parreño clamó, dándole un tono trágico a sus palabras, «Se trata de nuestras vidas, de toda nuestra fortuna, y la de nuestros descendientes (...) Sea lícito á nuestro dolor hablar con esta franqueza; sea lícito á nuestra amargura expresar sus sentimientos con el temple y colorido que tienen nuestros corazones; (...) no es posible que hagan alto en el calor de las frases que á nuestra tribulación se escapen, ni en el vigor de los ataques que hagamos en nuestra defensa»32. Una vez que las fervorosas representaciones de Someruelos y Arango y Parreño fueron conocidas en España, las Cortes concedieron la razón a los plantadores criollos. En 1812 un fortuito acontecimiento vino a complicar todavía más el asunto. Una extensa conspiración con ramificaciones en diferentes pun30 Los hacendados y mercaderes de La Havana al Rey Carlos IV. Havana, 12 de enero de 1803. Archivo Nacional de Cuba (ANC). Asuntos Políticos. 106/9. Ver también, Franco, 1991; y Barcia, 2007: 145-158. 31 Murray, 1980: 29. 32 «Representación de la Ciudad de La Habana á las Cortes, el 20 de julio de 1811, con motivo de las proposiciones hechas por D. José Miguel Guridi Alcocer y D. Agustín de Argüelles, sobre el tráfico y esclavitud de los negros; extendida por el Alférez Mayor de la Ciudad, D. Francisco de Arango, por encargo del Ayuntamiento, Consulado y Sociedad Patriótica de la Habana». Arango, 1888, II: 175-176. Aunque el texto fue firmado por una larga lista de figuras notables de la sociedad habanera del momento, el verdadero y único autor del documento fue Arango y Parreño. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 66 MANUEL BARCIA tos de la isla, organizada por libres de color y esclavos fue descubierta en La Habana. Las prevenciones devinieron terror cuando a comienzos de año estallaron varias revueltas de esclavos. Especialmente preocupante fue la ocurrida en el ingenio Peñas Altas, situado a unos pocos kilómetros de la capital. Desde el descubrimiento de la conspiración se culpó a las Cortes de incitar inconsecuentemente al desorden de los esclavos a través de sus inoportunas discusiones acerca de la abolición del tráfico de esclavos. La Conspiración de Aponte, entonces, dio a los habaneros la oportunidad de reafirmar su supuesta razón acerca del tratamiento público que se le había dado al tema en las Cortes. En resumen, tanto Inglaterra como los abolicionistas españoles se vieron obligados a tomarse un receso hasta que las condiciones volvieron a ser propicias para resucitar el tema33. Tras los debates de 1811 la cuestión de la abolición del comercio de esclavos africanos tuvo dos momentos destacados que en gran medida definieron la continuación de la trata hacia Cuba y, por extensión, del crecimiento de la plantación. El primero se desarrolló entre 1813 y 1817, y tuvo como momentos cimeros el Congreso de Viena, celebrado en 1814, y la firma del tratado anglo-español de abolición de la trata, en septiembre de 1817. Un último momento lleno de presiones y nuevos debates puede enmarcarse entre 1821 y 1823, en el corazón del Trienio Constitucional cuando, contra todos los pronósticos, las autoridades coloniales cubanas y los plantadores criollos cuestionaron una vez más la legalidad del tratado de septiembre de 1817. En 1814 la campaña contra la trata negrera en Inglaterra había vuelto a alcanzar un lugar protagónico, ahora que la amenaza que significaba Napoleón había cesado. El experimentado ministro británico Henry Wellesley sería el encargado de reasumir tales funciones. Guiado esta vez por Lord Castlereagh, Wellesley intentó conseguir, por cuantos medios le fue posible, un pronunciamiento español contra el tráfico de africanos. Sin embargo, la cuestión continuaba siendo sumamente complicada. Las gestiones de Wellesley fracasaron una vez más y el Gobierno de Castlereagh se centró por completo en conseguir, al menos, una declaración abolicionista en el Congreso de Viena34. El temor a un acuerdo definitivo de cese de la trata en Viena hacía padecer a las autoridades e individuos involucrados en el asunto en la lejana isla de Cuba. Mientras transcurrían las sesiones del Congreso, Arango y Parreño, radicado entonces en París, cuestionaba en la prensa escrita la autoridad de los 33 Ver Childs, 2006; Palmié, 2002. Ver Fladeland, 38: 4 (Chicago, 1966): 355-373; Reich, 53:2 (Washington, 1968): 129-143; Murray, 1980: 50-56. 34 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 «UN COLOSO SOBRE LA ARENA»: DEFINIENDO EL CAMINO HACIA LA PLANTACIÓN ... 67 diputados al Congreso para tomar decisiones trascendentales para el futuro de su isla natal. Entretanto, Claudio Martínez de Pinillos, apoderado en Madrid del Real Consulado habanero, mantenía a sus compatriotas al tanto de cuanto sucedía en Viena. El primero de noviembre de 1814, en carta escrita en la capital española, hacía un balance de las fuerzas en Europa, determinando que las naciones que miraban con indiferencia el tráfico de esclavos de África eran «por desgracia, las más influyentes» y consideraba más adelante «que el constante empeño y los esfuerzos hechos por los ingleses para cortar este tráfico, como medio directo de destruir nuestra industria agricultura colonial» tenían buena acogida en la capital del Imperio de los Habsburgo35. Muy a pesar de Arango y Parreño y de Martínez de Pinillos, Inglaterra, nación vencedora devenida en árbitro de Europa, consiguió que todas las potencias representadas en el Congreso firmaran una declaración en la cual se condenaba la trata negrera. Claro está que para los esclavistas tan singular documento no significaba nada. Al menos por el momento habían salido airosos. Sin embargo, predeciblemente, Inglaterra no se quedó con los brazos cruzados. A través de su nuevo ministro en España, Charles Vaughan, comenzó a presionar a Fernando VII para conseguir de éste un compromiso de cese del tráfico. La deuda del monarca español con Inglaterra y su manifiesta debilidad ante la máxima potencia militar de la época, provocaron la firma, el 20 de septiembre de 1817, del tratado por el cual España se comprometía a abolir la trata negrera en sus dominios. Como parte de este tratado, el rey de España se comprometía al cese inmediato del comercio de africanos al norte del Ecuador y a la abolición total a partir del 20 de mayo de 182036. 35 Claudio Martínez de Pinillos al Prior y Cónsules. Carta n.º 66. Madrid, 1 de noviembre de 1814. ANC: GSC. 1099/40587. 36 Tratado entre S.M. el Rey de España y de las Indias y S.M. el Rey del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, para la abolición del tráfico de negros, concluido y firmado en Madrid en 23 de setiembre de 1817, Madrid, 1817. El tratado fue hecho efectivo para los dominios españoles por la Real Cédula para la abolición del tráfico de negros concluido y firmado en Madrid, en 23 de setiembre de 1817, Madrid, 1817. Estos documentos pueden hallarse en «Documentos relativos al proyecto de convenio que el gobierno inglés presentó al español para declarar libres á los negros importados de África después del 30 de octubre de 1820», Revista Cubana, 5 (La Habana, 1887): 444-459. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 68 MANUEL BARCIA EL ÚLTIMO RECURSO LEGAL: LA TRATA EN EL TRIENIO CONSTITUCIONAL El tratado de 1817 no fue cumplido en lo más mínimo, lo cual en realidad constituyó una victoria para los intereses plantacionistas cubanos. La trata, lejos de desaparecer, se intensificó y, según las cifras, en las décadas posteriores a su firma, se recibieron decenas de miles de nuevos esclavos. No obstante, en el mismo año en que se debía producir la abolición total del tráfico de esclavos, la Monarquía española se vio limitada una vez más por la Constitución aprobada ocho años antes en Cádiz. El periodo que hoy conocemos bajo el nombre de Trienio Constitucional trajo como consecuencia inmediata nuevas elecciones de diputados a Cortes. Aunque la trata había continuado desenfadadamente a pesar de las quejas de Inglaterra, los plantadores criollos, atemorizados por la incertidumbre de que la Corona pudiera compelerlos a cumplir el tratado de 1817, aprovecharon la oportunidad de poder asistir a las Cortes para argüir sus razones esclavistas con el utópico objetivo de invalidar el tratado que, cual espada de Damocles, pendía atemorizante sobre sus cabezas. Dos documentos escritos por sacerdotes acapararon la atención en el periodo. Uno, el más conservador, fue publicado y circuló ampliamente, el otro no. Ambos legitimaban opciones políticas diametralmente opuestas. Sin embargo, para lograr sus fines, empleaban los mismos argumentos. El peligro que representaban Inglaterra y Haití, y los problemas del sistema esclavista cubano. Sus autores fueron los presbíteros cubanos Juan Bernardo O’Gavan y Félix Varela. Estos dos documentos constituyen fuentes imprescindibles para entender las diferentes posturas existentes en Cuba frente al fenómeno de la esclavitud. O’Gavan llegó a Madrid en 1820 y de inmediato se puso a trabajar en función de los intereses de los plantadores esclavistas criollos, a quienes se encontraba fuertemente vinculado. Como respuesta a una propuesta hecha en las Cortes el 23 de marzo de 1821, de establecer leyes penales capaces de destruir absolutamente el tráfico de negros, escribió su obra clásica, un folleto de apenas 12 páginas que se ha convertido en un texto inevitable y que sirvió a la historiografía cubana en los años posteriores para situarlo en el lugar más bajo dentro de su historia. Las circunstancias eran ahora bien diferentes a las de 1811. España se hallaba bajo palabra con la Gran Bretaña y, al menos en el papel, resultaba impracticable intentar respaldar el comercio de esclavos africanos. Juan Bernardo O’Gavan, contra todos los pronósticos, fue a Madrid a impugnar el tratado de 1817, utópica intención en un mundo cambiado y en una España sumamente debilitada37. 37 El Trienio Constitucional, durante el cual la Constitución de 1812 y las Cortes fueron reinstauradas, comenzó en enero de 1820 con el alzamiento de Cabezas de San Juan. Durante Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 «UN COLOSO SOBRE LA ARENA»: DEFINIENDO EL CAMINO HACIA LA PLANTACIÓN ... 69 Claro está que la impugnación respondía a una encomienda del Real Consulado de La Habana, el cual, en el capítulo séptimo de las instrucciones adjuntas a las observaciones de O’Gavan, clamaba por la ilegitimidad del tratado de 1817: Por cualquier aspecto que este asunto se mire, se conocerá que en él obró la precipitacion, el mezquino interes, y que no se respetaron derechos sagrados, y se faltó á las consideraciones que dictaba la política, y la justicia, y la verdadera conveniencia pública38. Resaltando el salvajismo de los negros en África y la benevolencia de su vida en Cuba, O’Gavan justificó con razonamientos antropológicos, económicos, sociales y religiosos lo conveniente que sería continuar el tráfico de esclavos a Cuba. No obstante, la razón de más peso expuesta por O’Gavan fue la de la posible escisión de Cuba de los territorios españoles. Para no dejar espacio a dudas, ignoró el tan enarbolado peligro haitiano y reprodujo uno peor, el norteamericano: Existe un gobierno sabio, liberal en principios, poderoso y activo, que procura estender sobre ella [la isla de Cuba] una mano benéfica, y atraerla por todos medios á su sistema de libertad y engrandecimiento, prodigándola recursos abundantes para su agricultura y comercio...39 Por supuesto que a O’Gavan le faltó decir que esa nación tan prodigiosa era esclavista. La sentencia del sacerdote santiaguero debió resonar bien clara en los oídos de los diputados, cual profecía de la futura Doctrina Monroe: «Si la arbitrariedad ó la imprudencia de los que mandan no tienen límites, los tiene la paciencia de los pueblos»40. Dos años después llegaba a España, también en calidad de diputado a Cortes, el padre Félix Varela. A diferencia de su antecesor, Varela no se encontraba vinculado a los plantadores criollos que dominaban las instituciones encargadas de regir la vida cubana. Varela era un hombre de reconocida honestidad, nacido en La Habana en 1788 y, al igual que O’Gavan, hombre de confianza del obispo Espada. Su elección había sido respaldada por el prestigioso prelado de la capital cubana. Su actuación en las Cortes, aunque limitada, fue tan estos tres años hubo varios gobiernos de diferentes tendencias y una apertura a las libertades civiles. La Constitución fue abolida y el rey Fernando VII recuperó todos sus poderes tras la invasión del Duque de Angulema y sus Cien Mil Hijos de San Luis en 1823. Ver Robinson, 1926: 21-46. 38 Estas instrucciones pueden consultarse en O’Gavan, 1821: 12-14. 39 Ibidem: 12. 40 Idem: 12. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 70 MANUEL BARCIA progresista que devino símbolo de las futuras generaciones. Varela llevó dos proyectos a las Cortes, uno de autonomía para la isla de Cuba y otro de abolición gradual de la esclavitud. Este último se titulaba Memoria para la extinción de la esclavitud en la Isla de Cuba. En este escrito proponía Varela, dejando traslucir intereses claramente humanistas, la abolición gradual de la esclavitud en los dominios españoles con indemnización a sus propietarios. Lo más interesante de la memoria es la novedad, pues Varela clamaba por la abolición de la esclavitud sólo tres años después de haber entrado en vigor el cese legal del tráfico trans-atlántico. Para respaldar su propuesta, la cual nunca pudo ser presentada debido a la caída del régimen constitucional, el sacerdote habanero se vio obligado a valerse de los mismos argumentos que Arango y O’Gavan habían utilizado con anterioridad. O sea, Varela atacó formalmente a Inglaterra, reprodujo los temores a una invasión de la cercana Haití y se hizo eco del peligro de los levantamientos de esclavos. También criticó Varela la descontrolada introducción de esclavos a la Isla: De este modo se creyó que podía suplirse sin peligro la falta de brazos, ¡sin peligro, con hombres esclavos! El acaecimiento de Santo Domingo advirtió muy pronto al Gobierno el error que había cometido; empero siguió la introducción de negros41. Varela vio el problema más allá, y así pretendía exponerlo: Resulta, pues, que la agricultura y las demás artes de la isla de Cuba, dependen absolutamente de los originarios de África, y que si esta clase quisiera arruinarnos le bastaría suspender sus trabajos y hacer una nueva resistencia. Su preponderancia puede animar a estos desdichados a solicitar por fuerza lo que por justicia se les niega, que es la libertad y el derecho de ser felices. Hasta ahora se ha creído que su misma rusticidad les hace imposible tal empresa; pero ya vemos que no es tanta, y que, aún cuando lo fuera, serviría ella misma para hacerlos libres, pues el mejor soldado es el más bárbaro cuando tiene quien lo dirija. Pero ¿faltarán directores? Lo hubo en la isla de Santo Domingo, y nuestros oficiales aseguraban haber visto en las filas de los negros los uniformes de una potencia enemiga, cuyos ingenieros dirigían perfectamente todo el plan de hostilidades...42 41 Varela, 2001: 114. Ibidem: 2001: 117. Estas líneas varelianas parecen copiadas literalmente del enciclopedista francés Denis Diderot cuando éste afirmó que «Estos relámpagos iluminados anuncian el trueno, y los negros solo carecen de un jefe suficientemente corajudo que los guíe a la venganza y la matanza. Dónde está él, este gran hombre de cuya naturaleza deba tal vez enorgullecerse la especie humana?.» Citado por Benot, 1978: 214; Trouillot, 25: 1-2 (Kingston, 1991): 86-87. 42 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 «UN COLOSO SOBRE LA ARENA»: DEFINIENDO EL CAMINO HACIA LA PLANTACIÓN ... 71 Sus argumentos eran aterradores aunque no completamente ciertos: «estoy seguro de que el primero que dé el grito de independencia tiene a su favor a casi todos los originarios de África»43. Este escrito de Varela puede considerarse el último de importancia antes de la consagración del modelo plantacionista cubano44. Al comenzar 1824 la abolición del tráfico era una obligación internacional de todos los gobiernos y una realidad palpable en la mayor parte del continente americano, con las únicas excepciones de Brasil y Cuba. Las intenciones británicas no habían tenido éxito en la práctica y el tratado de 1817, como luego sucedería con el de 1835, nunca se cumpliría45. Los plantadores criollos siguieron recibiendo sus cargamentos de «sacos de carbón» a pesar de los esfuerzos de los abolicionistas y del gobierno inglés. Las plantaciones finalmente pudieron crecer en la cotidianeidad del paisaje rural del occidente insular del modo que Arango y Parreño y sus acólitos habían deseado desde la última década del siglo anterior. Ya por entonces comenzaban a aparecer ingenios con dotaciones de cientos y cientos de esclavos. Entre 1820 y 1830 entraron ilegalmente en Cuba numerosos cargamentos de esclavos provenientes de África, con los cuales se abastecían las necesidades de mano de obra de las plantaciones. La infusión tecnológica trajo como consecuencia una mayor productividad de la jornada laboral dentro de estos enormes enclaves. El vapor aplicado al trapiche, las mejoras en los caminos y en las comunicaciones y, por último, la introducción del ferrocarril constituyeron elementos alentadores para la continuación de esta práctica infrahumana. En 1825 los vocablos esclavitud y Cuba se encontraban tan ligados uno y otro, que casi constituían sinónimos. Las facultades omnímodas concedidas a los capitanes generales encargados de gobernar la isla a partir de la restauración de Fernando VII en el trono en 1823, y la creación de la Comisión Militar Permanente de la Isla de Cuba en 1825 eran síntomas claros de la política conservadora de la metrópoli y de la sumisión a la cual la isla estaría sometida en los años por venir46. La introducción de esclavos africanos había convertido la zona occidental cubana en una bomba de 43 Ibidem: 2001: 119. Arango intervino en este debate para apoyar a los plantadores. Ver Arango 1823, 2.ª ed. 45 Tratado entre S.M. la reina de España y S.M. el Rey del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda para la abolición del tráfico de esclavos, concluido y firmado en Madrid en 28 de junio de 1835, La Habana, 1858. 46 Durante estos años fueron descubiertas y reprimidas al menos tres conspiraciones importantes, entre ellas la de los Soles y Rayos de Bolívar en 1823 y la del Águila Negra en 1830 (de esta última ya se conocía en 1825). El control de los esclavos nunca tuvo un lugar secundario. Así, por ejemplo, se reformó en 1824 el Reglamento de Esclavos Cimarrones, publicado por vez primera en 1796. Ver: Reglamento de Cimarrones, 1824. 44 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 72 MANUEL BARCIA tiempo esperando a estallar. Plantadores y comerciantes se habían convertido en esclavos de sus esclavos, y sus ambiciones políticas habían sido limitadas al mínimo, si bien es cierto que sus fortunas aumentaban días tras día47. La voluntad de rellenar los bolsillos era ya una tradición. El occidente cubano debería observar todavía, durante más de sesenta años, los horrores de la esclavitud. BIBLIOGRAFÍA Anstey, Roger, The Atlantic slave trade and British Abolition, 1760-1810, Londres, Macmillan, 1975. Arango y Parreño, Francisco de, Reflexiones de un habanero sobre la independencia de esta Isla, La Habana, Arazoza y Soler, 1823. Arango y Parreño, Francisco de, Obras, La Habana, Howson y Heinen, 1888. Arango y Parreño, Francisco de, De la Factoría a la Colonia, La Habana, Secretaría de Educación, 1936. Asiegbu, Johnson U. J., Slavery and the Politics of Liberation, 1787-1861, Londres, Longmans, 1969. Barcia Paz, Manuel, Con el látigo de la ira. 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LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 76 MANUEL BARCIA «A GIANT BUILT ON SAND»: PAVING THE ROAD TOWARDS THE SLAVE PLANTATION IN CUBA, 1792-1825 From 1791 on, the Creole elite on the island of Cuba started taking advantage of the political situation on the neighboring island of Saint-Domingue, which they had tried to replace on the sugar and coffee markets. To reach their objectives it was necessary to import greater numbers of African slaves to put to work on the plantations. The battle for the right to keep importing Africans to the island was fought during the first three decades of the 19th century, not only in Cuba and Spain, but also in London, Paris and Vienna. This article discusses and analyses the obstacles the Cuban Creole elite encountered throughout the period, and how, one way or another, both the increase in the slave trade and sugar production were ensured through legal and illegal measures. KEY WORDS: Cuba, slavery, slave trade, sugar. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 53-76, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.003 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 251 Págs. 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 LOS DESPAIGNE EN SAINT-DOMINGUE Y CUBA: NARRATIVA MICROHISTÓRICA DE UNA EXPERIENCIA ATLÁNTICA* POR MARIAL IGLESIAS UTSET Una familia de plantadores franceses en Jérémie, en el sur de Saint-Domingue, cuyo mundo colapsa a consecuencia de la revolución de Haití, reproduce nuevamente en las serranías de El Cobre, en Santiago de Cuba, la economía (material y moral) de la plantación cafetalera. Medio siglo más tarde, la irrupción de las guerras de independencia de España emancipa a los numerosos esclavos de la plantación, cuya inclusión ciudadana, ya en la república cubana en el siglo XX, se pone a prueba en 1912, cuando el alzamiento de los miembros del Partido de los Independientes de Color reactualiza traumáticamente la memoria de la revolución de Haití en Cuba. PALABRAS CLAVE: Haití, Cuba, esclavitud, emancipación, raza. UNA «RELIQUIA» EN EL MUSEO NACIONAL En 1913 alguien donó al entonces recién inaugurado Museo Nacional de Cuba un sobre que contenía un pedazo de papel: una proclama, arrugada y rota, con unas manchas oscuras que resultaron ser trazas de sangre. El volante, una hoja suelta impresa en Santiago de Cuba, reproducía una entrevista de Evaristo Estenoz, el líder nacional de un partido político fundado en la Habana en 1908 con el propósito de representar los intereses de los sectores negros de la población cubana. La proclama reafirmaba, entre otros tópicos, la decisión * El presente texto ha sido preparado en el marco del proyecto HAR2009-07037/HIST del Ministerio de Ciencia e Innovación durante una estancia en la Universitat Jaume I (INV-2010-29). 78 MARIAL IGLESIAS UTSET de los integrantes del partido «a ejercitar nuestros derechos de cubanos en lo adelante, exigir la igualdad y pedir constantes reformas hasta hacer más perfecta la democracia cubana y más tangible la libertad». Etiquetada con el número 1443 y archivada en los fondos del museo en compañía de un sinnúmero de artefactos y documentos, en su mayoría «patrióticos», la hoja perdió su condición de objeto itinerante para terminar convertida en artículo de colección1. Pero antes, había estado en el bolsillo de Justo Despaigne, un hombre negro que fue asesinado en el cafetal Kentucky el 12 de junio de 1912 por las tropas del ejército de la república enviadas a reprimir la protesta armada con la cual el Partido de los Independientes de Color intentaba reivindicar su derecho a la existencia como institución política2. Seguramente algún soldado de los que participaron en la acción militar retiró la proclama manchada de sangre del cadáver como prueba incriminatoria, o quizás a título de trofeo o souvenir. Algún tiempo más tarde, la hoja fue enviada al museo habanero como «Reliquia de la Revolución Racista», según se consignó en el sobre que la contenía. Se desconoce si alguna vez fue puesta en exhibición aunque es bastante improbable, ya que muy rápidamente una capa de silencio sepultó la memoria del acontecimiento que marcara, 26 años después de la emancipación de la esclavitud, el punto más alto de la violencia racista en la Cuba republicana. Sin embargo, casi un siglo después, la maltrecha hoja suelta, luego de ser vehículo de propaganda política, trofeo de guerra y, más tarde, pieza de museo, devendría esta vez «documento», convertida en una suerte de pieza testimonial cuya interpretación sirve de leitmotiv en esta investigación. Cuando murió con la proclama doblada en su bolsillo, en los terrenos de un cafetal en las serranías del oriente de Cuba, Justo Despaigne tenía unos 50 años. Hijo y nieto de esclavos, había nacido también en un cafetal, en El Cobre, donde sus padres y antes sus abuelos habían pasado la vida cultivando café para una familia de plantadores criollos procedentes de Saint-Domingue, cuyo fundador, Jean Despaigne, arribó a Santiago de Cuba a inicios del siglo XIX huyendo de la revolución de Haití. Esta pesquisa intenta reconstruir la cadena de acontecimientos que enlaza el éxodo angustioso de la familia Despaigne de Jérémie, en el sur de Saint-Domingue, en 1803, con la muerte violenta en el oriente de Cuba del ex esclavo y veterano negro Justo Despaigne, en 1912. 1 2 Archivo Nacional de Cuba, La Habana (ANC), Museo Nacional, caja 7, número 8. La Discusión, La Habana, 13 de junio de 1912. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 LOS DESPAIGNE EN SAINT-DOMINGUE Y CUBA: NARRATIVA MICROHISTÓRICA ... 79 Así, la saga de los Despaigne en Cuba es la historia de tres generaciones de personas, amos y esclavos, blancos y negros, descendientes de europeos y gente con raíces en África, con destinos inseparablemente unidos a lo largo de casi un siglo: atados a una extensión de tierra, varias caballerías plantada de cafetos en la serranía del Cobre cuya explotación se tradujo en vidas de bonanza para los propietarios blancos y violencia física y deshumanización para sus víctimas. Sin embargo, esta historia menor de una sola familia y de sus varios centenares de esclavos, aparentemente constreñida a un ámbito sumamente local, los confines de unos cafetales en un enclave rural en el extremo este de la isla, es al mismo tiempo una historia atlántica, notablemente trasnacional3. «UNIDOS AL SUELO A CAUSA DE SU DESTINO»: ATADURAS LOCALES Y VÍNCULOS TRASATLÁNTICOS Jean Despaigne, y Pierre, su hermano, nacidos en Cap François, provenían, como muchos colonos de Saint-Domingue, de una antigua familia bordelesa. La vida de los hermanos Jean y Pierre Despaigne había sido radicalmente afectada por la conmoción revolucionaria, que los arrojó, después del incendio de su ciudad natal en 1793, primeramente al sur, a la zona ocupada por los ingleses, y después a las costas del este de Cuba, ya en el capítulo postrero de la revolución. Sin embargo, el origen del capital que le permitió a Jean Despaigne volver establecerse como plantador de café, comprando tierras y esclavos en el este de Cuba, procedía del patrimonio de su suegra, que lo acompañó, junto a su esposa y su pequeños hijos, en la huida desde Jérémie, apenas unos meses antes de la proclamación por Dessalines de la república de Haití. Antoinette Kanon era a su vez hija de Jacques Kanon, un personaje con una vida atlántica ejemplar para el siglo XVIII francés. Nacido en 1726, en Blaye, una pequeña ciudad portuaria cercana a Burdeos en la entrada del río Gironda, Kanon era hijo y nieto de navegantes vinculados al comercio colonial. En 1738 a la temprana edad de 12 años, Jacques Kanon hizo su primer viaje a Saint-Domingue, fungiendo como grumete en el barco de su propio padre. Después de atravesar el Atlántico durante años como oficial de la marina francesa y también como corsario Kanon decidió emprender un negocio aún más lucrativo: en 1763 se inició como traficante negrero. Tres viajes sucesivos a las costas de África lo convirtieron en un hombre aco3 Sobre el juego de escalas entre la metodología de la microhistoria y la historia atlántica, véase: Scott, 105 (Washington, 2000): 472-479. Putnam, 39/ 3 (Fairfax, VA, 2006): 615-630. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 80 MARIAL IGLESIAS UTSET modado: en 1765 fue elegido «bourgeois de Bordeaux», y ese mismo año, iniciado en la logia masónica bordelesa l’Amitié. En 1770, probablemente alentado por el impetuoso boom de la economía colonial, Kanon resolvió darle un giro decisivo a su vida. A sus 44 años, tomó la arriesgada decisión de reinvertir en Saint-Domingue el capital acumulado con negocios de vinicultura en su natal Burdeos y el tráfico de esclavos. Entre 1771 y 1788 Jacques Kanon se hizo de una propiedad azucarera en la ribera del río Guinodée cercano a Jérémie, y años más tarde fundó otra plantación en la Voldrogue, en conjunto con su yerno, Jean Chalmette, dueño a su vez de tierras en la Grande-Rivière. Los negocios prosperaron y hacia 1790 Kanon poseía, además de las plantaciones de azúcar, dos comercios, una casa en la ciudad y otros terrenos en el área de Jérémie. En 1800, en pleno apogeo de la revolución, moriría en Burdeos, probablemente arrepentido de su aventura colonial como plantador4. Pero no sólo los propietarios blancos europeos tenían un pasado trasatlántico. Hacia la tercera década del siglo XIX, al menos la mitad de los esclavos de las plantaciones de los Despaigne habían nacido en África y cruzado el Atlántico, sobreviviendo al angustioso viaje que los historiadores han dado en llamar la «travesía intermedia». A la muerte de Jean Despaigne, en 1849, el avalúo de sus bienes arroja luz sobre la procedencia étnica de sus esclavos: de los 63 esclavos de sexo masculino del cafetal La Lisse, 32 eran africanos de origen, una mayoría «congos», denominación étnica que designa de manera general una cultura de origen bantú y una procedencia geográfica localizada en el estuario del río Congo, pero también «ibó» (igbo) y «bibí» (ibibio), dos de las etnias del hinterland de la ensenada de Biafra, en delta del Níger5. De este modo, aún dentro de la reducida demarcación de La Lisse, coexistían varias leguas: el francés, el idioma de los amos blancos europeos, y quizás también el castellano, necesario para la comunicación externa; las originarias de África, habladas por los esclavos de la plantación, probablemente alguna 4 Sobre la vida de Jacques Kanon, véase Deschênes, 2010a; 2010b. Los detalles sobre los viajes de Kanon como traficante de esclavos pueden consultarse en el sitio web Transatlantic SlaveTrade Database, viajes 31526, 31542, 31571. Sobre las propiedades de la famila Kanon-Despaigne en Jérémie: Notario Girard, 5-136. Notario: L’Epine, 6B-193, 6C-83, 6D-47, 6D-50. Notario Dobignies, 9-215. Notario: Layne, 8-130; 8-160, Jérémie Papers, Colecciones especiales, Biblioteca de la Universidad de la Florida, Gainesville. 5 Testamentaria de Juan Despaigne y su consorte Luisa Chalmette, ANC, Audiencia de Santiago de Cuba, leg. 171, núm. 3089. Juan Despaigne muere en 1847, pero los avalúos para iniciar el proceso de la herencia son realizados en 1849. Para una excelente síntesis de la historia, económica, política y cultural del comercio de esclavos trasatlántico véase: Klein, 2010. Para una visión general del proceso de la esclavitud y la emancipación en una dimensión comparativa véase: Engerman, 2007. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 LOS DESPAIGNE EN SAINT-DOMINGUE Y CUBA: NARRATIVA MICROHISTÓRICA ... 81 lengua bantú como el kikongo, junto con el igbó y el ibibio o quizás el efik, y, finalmente, una lengua híbrida, el creole, que importado de Saint-Domingue, era usado en las plantaciones de café de los franceses como lengua franca en la vida de cada día. Esta extraordinaria polifonía lingüística en los límites de un solo cafetal permite inferir la compleja matriz del intenso proceso de reverberación cultural que caracterizó la experiencia de la esclavitud de plantación en el Caribe6. Con independencia del origen atlántico de los protagonistas de la historia, sus vidas estaban además atadas a vínculos que iban mucho más allá de los lindes de los cafetales serranos o incluso de las mismas fronteras de la isla. A diferencia del ámbito limitado de la agricultura tradicional de subsistencia, circunscrita frecuentemente a condiciones locales, la relación entre amos y esclavos en una plantación comercial caribeña como la de los Despaigne estaba mediada por procesos de alcance global. Así, eventos gobernados por la «mano invisible» de la oferta y la demanda, para usar la metáfora de Adam Smith, o dictados por las lógicas de las políticas imperiales, ocurridos en puntos del mundo tan extraordinariamente distantes unos de otros como los puertos y urbes europeas o los poblados y factorías en África occidental, afectaban las dinámicas del comercio de esclavos o los precios de cotización del café. Y al hacerlo, incidían también en la vida de cada día de un cafetal del otro lado del Atlántico, en los confines rurales de una isla en el Caribe. Con frecuencia, préstamos de dinero hechos en Burdeos, Nantes o París se cobraban en las serranías del oriente de Cuba con trabajo forzado de africanos o sus descendientes. La hipoteca sobre la propiedad del cafetal Estrella, en Brazo del Cauto, Cobre, fue contraída por Augusto Enrique Despaigne, hijo del primogénito de Juan Despaigne, Juan Numa Despaigne, para respaldar una deuda de 89.250 francos con un prestamista parisino. El documento, redactado en 1865 ante un notario en París según las normas y el estilo estándar del derecho contractual burgués, no tiene nada de notable excepto un añadido: el texto especifica que «la hipoteca se extenderá no tan sólo a los inmuebles, tierras, bosques, plantíos y habitaciones, sino también a todos los objetos y seres animados, que se consideran como unidos al suelo e inmuebles a causa de su destino, especialmente a los esclavos». Al tiempo que Augusto Enrique Despaigne y su acreedor parisino son reconocidos en el contrato hipotecario como individuos con plenos derechos a disponer libremente de sus personas, acciones y posesiones, los esclavos, téc6 Sobre las lenguas africanas y el creole de Haití, Appiah y Gates (eds.), 2005, III: 510-512 y 514. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 82 MARIAL IGLESIAS UTSET nicamente «seres animados, que se consideran como unidos al suelo e inmuebles a causa de su destino», se listan solamente por los nombres de pila, enumerados justo al resto de las propiedades del cafetal. Así, eventos ocurridos a miles de millas de distancia, como las deudas contraídas por un señorito de la familia blanca en París repercuten al otro lado del Atlántico en forma de una hipoteca que pesa sobre las vidas de 82 personas, hombres, mujeres y niños de origen africano, esclavizados en las serranías del Cobre7. LA DOBLE MEMORIA DE HAITÍ Por último, las vidas de los Despaigne, blancos y negros, estaban atadas también a la memoria de un acontecimiento traumático, con una enorme trascendencia para el legado posterior de la esclavitud: la revolución de Haití. Una memoria omnipresente en una zona del este de Cuba que a inicios del siglo XIX acogió a 18.000 personas, entre blancos, mulatos y negros, testigos presenciales de la revolución. Numerosos colonos blancos y también gente «de color», libres y esclavos, se establecieron en la isla, sobre todo en su parte oriental, dejando una huella profunda y duradera en la idiosincrasia y la cultura de esas regiones, palpable hasta el día de hoy. Pero como es sabido, el impacto más importante de la historia de Haití sobre Cuba no estuvo relacionado con la emigración directa, sino con el propósito, ejecutado con éxito arrollador por la elite criolla y la administración colonial, de suplantar en el mercado mundial a Saint-Domingue, antes de la insurrección la colonia de plantación más eficiente y rica del mundo. En breve, los esfuerzos conjuntos de propietarios, comerciantes, traficantes de esclavos y funcionarios coloniales convirtieron a Cuba en una enorme factoría, una sociedad fundada en el azúcar, la esclavitud y el colonialismo, siguiendo una estrategia económica calcada de la de Saint-Domingue. En los años que van de 1774 a 1817, con la importación masiva de esclavos, la población negra de la Isla se cuadriplicó, sobrepasando por primera vez a la de personas blancas en la composición demográfica. Con la prosperidad fundada en el trabajo forzado de miles de africanos, se arraigó también el pavor paranoico a la repetición de lo ocurrido en la vecina colonia francesa. Atrapados entre las lógicas contrapuestas del miedo a la rebelión y la avaricia y el cálculo frío de las ganancias que la esclavitud proporcionaba, los propietarios cubanos se debatieron en una tensión que marcó la historia de todo el si7 Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba, Santigo de Cuba (AHPSC), Protocolos Notariales, leg. 116, año 1866, folio 12. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 LOS DESPAIGNE EN SAINT-DOMINGUE Y CUBA: NARRATIVA MICROHISTÓRICA ... 83 glo XIX cubano, retrasando por varias décadas la independencia de España y la abolición. A pesar de que las autoridades coloniales en Cuba hicieron todo lo posible en la época por restringir la circulación de noticias o la entrada de esclavos contaminados por la experiencia y las ideas sediciosas de la revolución, pronto la simple mención del nombre de Haití remitiría a un conjunto de imágenes estereotipadas que pasaban de boca en boca, infundiendo temor o esperanza, según el oyente. Como ha subrayado Ada Ferrer, a través de la mención y la invocación constantes, Haití devino una sinécdoque que, al tiempo que evocaba violencia, exterminio o venganza, también aludía peligrosamente al lenguaje de la libertad y los derechos ciudadanos. La existencia de la memoria del grand peur blanco está bien documentada: miles de textos de diferente índole, noticias de periódicos, órdenes y cédulas, informes públicos, correspondencia oficial y privada, que hablan compulsivamente del temor de la reproducción de otro «Haití» en Cuba, se acumulan por doquier en archivos y bibliotecas. No obstante, sólo se conservan evidencias fragmentarias y distorsionadas (sobre todo como testimonios indirectos dentro de la documentación legal que generaban los episodios de las sublevaciones, conspiraciones y otras formas de sedición) del modo en que los esclavos y sus descendientes, en una abrumadora mayoría personas analfabetas, interpretaron e hicieron suya, al incorporarla a sus propias reivindicaciones políticas, la memoria de lo ocurrido en Saint-Domingue8. El ejemplo de una revolución en la que las personas que ocupaban el orden más bajo de la sociedad, los esclavos, apropiándose de las consignas de liberté, égalité, fraternité y del discurso de los derechos naturales de la ilustración europea, lograron transformarse en ciudadanos, al menos en el plano formal, creando un estado soberano a partir de lo que fue una colonia de plantación esclavista, tuvo que haber despertado poderosas esperanzas entre los miles y miles de personas víctimas de la esclavitud en América9. Esta investigación, al tiempo que intenta reconstruir, usando técnicas microhistóricas y prosopográficas, el hilo de las trayectorias vitales de varios de los numerosos esclavos de la familia Despaigne hasta los años posteriores de la emancipación, pretende también documentar la existencia de una memoria viva, local, del legado antiesclavista y antirracista de la revolución de Haití. De esta manera, estos son también los primeros resultados de un estudio mi8 Sobre el impacto de la revolución de Haití en Cuba: Ferrer, 2009, 2008, LXIII/ 229 (Madrid, 2003): 675-694; 2 (París, 2003): 335-336. Véase también González-Ripoll, Naranjo, Ferrer, García y Opatrný, 2004; Fischer, 2004. 9 Knight, 105/ 1 (Washington, 2000): 105. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 84 MARIAL IGLESIAS UTSET crohistórico de las complejas dinámicas de la post-emancipación y el acceso a la ciudadanía hasta la primera década del siglo XX. En 1912, cuando el alzamiento de los miembros del Partido de los Independientes de Color reactualizó la memoria de la revolución de Haití en Cuba, desatando una violenta oleada de racismo que puso a prueba la plena inclusión ciudadana de los cubanos negros, numerosos descendientes de esclavos de la familia francesa se encontraron nuevamente entre los encausados por rebelión. CRUZANDO EL PASO DE LOS VIENTOS: EL ÉXODO A SANTIAGO En lo que sería el último capítulo de la revolución en Saint-Domingue, hacia la primavera y el verano de 1803, a consecuencia del aumento de la escalada de violencia, miles de habitantes de la colonia francesa, blancos, mulatos y negros, junto a un sinnúmero de soldados del ejército francés en desbandada, huyeron de la devastación, arribando en todo tipo de embarcaciones a las costas del extremo oriental de Cuba. Los refugiados, unas 18.000 personas en total, al atravesar las escasas millas del Paso de los Vientos, el estrecho que separa el este de Cuba del suroeste de Haití, como ha subrayado recientemente Rebecca Scott, no sólo cambiaban de idioma y de jurisdicción, pasando del francés y el creole al castellano y de los dominios del imperio napoleónico a los del Rey de España, sino también de condición social10. Numerosos propietarios arruinados por la insurrección se vieron obligados a vivir de su propio trabajo personal en Santiago de Cuba, pero otros, entre los que parece haberse encontrado Jean Despaigne, se las arreglaron para preservar algún capital y arrastrar con ellos a varios de sus antiguos esclavos. Las declaraciones de los capitanes de los barcos, que abarrotados de refugiados arribaban a la entrada del Morro de Santiago de Cuba, dan cuenta del alcance de la violencia de la revolución y del trauma experimentado por sus participantes: Jean Arnaud, el capitán la goleta Alegre, declaraba: «que haviendo (sic) sido la jurisdicción de Jeremías casi enteramente devastada por los negros rebeldes, todas las haciendas, dos de sus pueblos, Los Abricots y el Corail acometidos e incendiados y el de Jeremías amenazado de la misma suerte, sus habitantes se hallan obligados, para escapar al cuchillo de aquellos levantados, a buscar en las islas vecinas y amigas, la protección que ya no pueden encontrar en ningún puerto e aquella colonia»11. «Los negros rebeldes ha10 Scott, 52 (La Habana, 2009): 2. Declaración de Jean (Juan) Arnaud, capitán la goleta francesa La Alegre, 11 de julio de 1803, ANC, Correspondencia de los Capitanes Generales, caja 63, núm. 7. 11 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 LOS DESPAIGNE EN SAINT-DOMINGUE Y CUBA: NARRATIVA MICROHISTÓRICA ... 85 bían quemado el día 19 los pueblos y labranzas que existían desde el Cavo (sic) de Tiburón hasta las inmediaciones de Jeremías, entregando al cuchillo todos los blancos sin excepción de sus mujeres y niños», testimoniaba a su arribo a Santiago Jean Audivert, el piloto de otra de las embarcaciones12. Sin embargo, para las personas negras que de algún modo terminaron siendo reesclavizadas en Cuba, la memoria de una revolución que los había emancipado de la servidumbre tenía que ser necesariamente diferente, sólo que apenas existe evidencia documental que testimonie sobre ella. En medio de la crisis provocada por el arribo de miles de personas —refugiados blancos pero también varios miles de negros y mulatos— las autoridades santiagueras, por un lado, temían la amenaza de la propagación de las ideas subversivas y el «mal ejemplo» que encarnaban estos negros «franceses», testigos (y hasta quizás protagonistas) de la sublevación. Pero por el otro, necesitaban desesperadamente brazos en la cruzada emprendida para convertir a la Isla en un enorme sistema de plantación, capaz de ocupar el lugar que dejaban vacante las una vez muy eficientes colonias francesas. De modo que a pesar de las reiteradas instrucciones dadas por Salvador del Muro y Salazar, marqués de Someruelos y capitán general de la Isla, a Sebastián Kindelán, gobernador de Santiago, de impedir el desembarco de todo hombre negro mayor de 13 años en las costas de Cuba, hay numerosas evidencias de que miles de negros y mulatos encontraron refugio en la parte oriental del país. Aún cuando la historiografía tiende a representar esta primera inmigración como mayoritariamente blanca y «francesa», las cifras de un censo de 1808 contradicen este aserto: de las 7.449 personas procedentes de Saint-Domingue que permanecían en Santiago cinco años después del éxodo, el 72% eran de color, entre mulatos y negros libres y esclavos13. Era cierto que por severas que fueran las medidas de control del gobierno español, la arribazón de una gran cantidad de embarcaciones hacía materialmente imposible la vigilancia de los cientos de kilómetros del litoral costero en la zona próxima a Saint-Domingue14. Pero más allá del temor a la extensión 12 Sebastián Kindelán al Marqués de Someruelos, Extracto de noticias ocurridas hasta el día de la fecha, Santiago de Cuba, 13 de julio 1803, Archivo General de Indias, Sevilla (AGI), Cuba, 1537A. 13 Pérez de la Riva, 1975: 372-374. 14 Ya desde 1802, cuando la emigración no era tan numerosa, Kindelán, en correspondencia con Someruelos, reconocía la imposibilidad de mantener el control: «Apliqué todos mis conatos a que se embarcaran en otras fragatas mucha parte de los franceses residentes en esta y con preferencia la gente de color de quién tanto había tenido que temer, y que cuantas remesas hacía de ellos en buques particulares, se frustraban volviendo a desembarcarse en las costas inRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 86 MARIAL IGLESIAS UTSET de insurrección, la oportunidad de hacerse de mano de obra sin pagar un centavo en tiempos en que el precio de los esclavos se había elevado considerablemente era demasiado tentadora. De esta forma, muchos de los refugiados negros y mulatos de Saint-Domingue, legalmente libres por el efecto del decreto de emancipación de la esclavitud de 1794, o quizás incluso hombres y mujeres nacidos libres en la colonia francesa, terminaron siendo reesclavizados en Cuba. Es difícil aventurar el destino posterior de los innumerables hombres negros que fueron separados y destinados al pontón del puerto con el propósito de su futura expulsión. Sin embargo, algunas líneas que sobrevivieron dentro de la correspondencia entre el gobernador Kindelán y el capitán general Someruelos sugieren que muchos quizás simplemente fueron vendidos como esclavos fuera de la isla, quizás en Costa Firme. Un grupo de más de 100 «negros franceses», «tanto libres como esclavos», especifica una carta, «de 13 años para arriva» (sic), le fueron entregados por Someruelos «en custodia» al comerciante Joseph Martí, quien los recluyó en una fragata que se hallaba a su cargo. Lo que el documento no explicita es que el catalán Joseph Martí era, en realidad, uno de los más connotados traficantes de esclavos de Santiago de Cuba15. No he logrado encontrar constancia documental del arribo exacto de Jean Despaigne, con su esposa, su suegra y sus dos pequeños hijos nacidos en Jérémie, a Santiago. Sin embargo, en septiembre de 1803 ya se encontraba en la ciudad. Junto con otros coterráneos, Despaigne se dirige «con la mayor veneración» al gobernador de la ciudad con el propósito de que los autorice a realizar la compra de la hacienda Santa Catalina, propiedad de Manuel Justíz, situada a 25 leguas de la ciudad. Según el texto de la misiva, los franceses se proponían fomentar haciendas cafetaleras, prometiendo «sujetarse al gobierno de España en todas sus leyes, preceptos y disposiciones y usos y costumbres»16. Finalmente, la hacienda, con varias decenas de caballerías de tierra virgen en la zona de Guantánamo, fue vendida, y Despaigne, junto a otros colonos de Saint-Domingue, pasó a ser accionista de una sociedad comanditaria que intentaba promover la venta de lotes de tierra en Burdeos17. mediatas, introduciéndose nuevamente en la ciudad». Santiago de Cuba, 30 de marzo de 1802. AGI, Cuba, 1536A. 15 El Marqués de Someruelos a Sebastián Kindelán, gobernador de Santiago de Cuba, La Habana, 2 de agosto de 1803, ANC, Correspondencia de los Capitanes Generales, caja 63, núm. 12. Portuondo, 2003: 73. 16 Santiago de Cuba, 30 de septiembre de 1803, AGI, Cuba, 1537B, núm. 981. 17 Portuondo, 1996: 112-113. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 LOS DESPAIGNE EN SAINT-DOMINGUE Y CUBA: NARRATIVA MICROHISTÓRICA ... 87 Unos meses más tarde, a la altura de 1804, fecha de la proclamación oficial de la república de Haití por Dessalines, Jean Despaigne (Juan, a partir de ese momento) se había naturalizado español, jurando fidelidad a la monarquía borbónica, y, en asociación con Pierre (Pedro) Duverger, otro hacendado de Jeremías, estaba establecido como plantador, con una hacienda de café en la zona de Dos Bocas, en la que trabajaban 25 esclavos18. Su hermano menor, Pierre Antoine Despaigne, quien había llegado de Jamaica, donde se había refugiado inicialmente, seguiría sus pasos, trabajando como mayoral del cafetal familiar. Evidentemente, no les faltaba el empuje y el espíritu empresarial que había caracterizado a la colonización británica y francesa en el Caribe y que los criollos cubanos estaban prestos a imitar de tan buen grado. A pocos años de su llegada eran propietarios de la hacienda cafetalera más productiva de la zona, y en 1809 habían duplicado la cantidad de esclavos del cafetal, con un total de 50 y 125.000 cafetos en producción19. Sin embargo, el sino de la guerra perseguía a Juan Despaigne y a sus coterráneos de Saint-Domingue. Cuando apenas habían logrado trabajosamente establecerse, la invasión napoleónica a España en 1808 provocó una intensa reacción antifrancesa, que culminó en 1809 con el decreto de expulsión de los franceses de la Isla. A instancias de la capitanía general, el gobernador de Santiago, Sebastián Kindelán, dictó en abril de 1809 un bando que ordenaba la expulsión de los colonos de origen francés que no estuviesen naturalizados20. Nuevamente, varios miles de refugiados de Saint-Domingue tuvieron que malvender o abandonar sus propiedades y embarcarse a otros destinos, en su mayoría a Luisiana, en el sur de los Estados Unidos. Sin embargo, habiendo dejado en Cuba numerosos intereses económicos, familiares y amigos, los emigrados mantuvieron el contacto y una corriente de tráfico entre Nueva Orleáns y Santiago, de personas y mercancías, pero también de prácticas culturales (como la misma música) sostenida por varias décadas, dejó una huella duradera en la cultura y la historia de ambas urbes21. Juan Despaigne, su mujer, su suegra y sus hijos pequeños lograron permanecer en la Isla. Él y su socio Pedro Duverger no sólo se habían naturalizado 18 Expediente instruido con el objeto de fomentar en esta Isla, el plantío, cultivo y beneficio del café, ANC, Junta de Fomento de la Isla de Cuba, legajo 92, núm. 3929. Portuondo, 1996: 114. 19 Estado de la habitaciones correspondientes a españoles y a extranjeros naturalizados, con expresión de su familia, esclavos y número de cafetos, ANC, Correspondencia de Capitanes Generales, legajo fuera de caja, núm. 11. 20 Portuondo, 1996: 117. Barcia, 2008. 21 Para un estudio de la emigración a Nueva Orleáns, véase: Lachance, 29/ 2 (Lafayette, LA,1988): 109-141. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 88 MARIAL IGLESIAS UTSET sino que habían probado su fidelidad como súbditos españoles realizado donativos —varios quintales de café de la cosecha de la finca— para la guerra contra Napoleón22. Su hermano Pierre tuvo peor suerte, a pesar de su solicitud para poder quedarse amparándose del estatus de naturalizado de su hermano Jean; su petición fue rechazada y tuvo que abandonar la isla para instalarse en Nueva Orleáns con su mujer y sus dos hijas menores23. Pese a todo, aunque sus bienes fueron embargados como los del resto de los franceses, los Despaigne lograron capear el temporal. En 1811, con José Bonaparte aún usurpando el trono en Madrid, una orden del Consejo de Regencia, en Cádiz, aprobó la devolución de las propiedades embargadas a los franceses naturalizados españoles, y en julio la medida tuvo efecto para un grupo de ellos, incluido Juan Despaigne. Apenas unos meses más tarde, en un censo de propiedades de los partidos de La Güira y Dos Bocas, Juan Despaigne y Pedro Duverger reaparecen nuevamente como propietarios en sociedad del cafetal La Vela. Según los datos del mismo padrón, en Tiguabos, otra zona cafetalera en ascenso, el 75% de los esclavos estaban en manos de unos pocos propietarios franceses24. EL ALZA DE LOS PRECIOS Y EL FLORECIMIENTO DE LA PLANTACIÓN CAFETALERA: LAS SERRANÍAS DEL COBRE Después de la derrota napoleónica en 1814 y la restauración borbónica, el cambio del panorama político en Europa y el alza de los precios del café en el mercado mundial (los precios se quintuplican entre 1815 y 1820)25, indujo hacia el final de la segunda década del siglo XIX a muchos emigrados de la 22 Relación de los donativos que se han ofrecido en manos del gobierno de Cuba para ocurrir a las atenciones actuales de España desde la publicación de la guerra contra Napoleón, Cuba, 19 de diciembre de 1808, ANC, Correspondencia de Capitanes generales, legajo 446, expediente 4. 23 Documentos que se refieren a las comunicaciones y acuerdos de las Juntas de Vigilancia de Santiago de Cuba durante el año 1809, ANC, Asuntos Políticos, legajo 210, núm.73. Debo la información sobre la estancia de Pierre Despaigne en Nueva Orleáns a la generosidad de Rebecca Scott, quien localizó en los archivos de la catedral de Saint Louis en Nueva Orleáns la inscripción de nacimiento de Pedro Ovidio Despaigne, hijo de Pierre Despaigne y Sophie Ducongé, donde además se consigna que su padre Pierre se desempeñaba como primer oficial de la guardia municipal de la ciudad. Inscripción de bautismo de Pedro Ovidio Despaigne, St. Louis Cathedral, New Orleans, Baptism, S FPC part 1, 1814-1815. Agradezco también a Emilie Gagnet Leumas, archivista de la Archidiócesis de Nueva Orleáns, la reproducción del documento original. 24 Cruz Ríos, 2006: 77. ANC, Gobierno general, legajo 392, núm. 18629. 25 Pérez de la Riva, 1975: 377; Portuondo, 1996: 129. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 LOS DESPAIGNE EN SAINT-DOMINGUE Y CUBA: NARRATIVA MICROHISTÓRICA ... 89 Luisiana a regresar a Cuba e invertir en la industria del café. Otros hacendados franceses que habían permanecido en la isla, como Juan Despaigne, expandieron sus negocios, invirtiendo en nuevas tierras cafetaleras. Prudencio Casamayor, comerciante, armador de barcos (negreros y del corso francés) y también traficante de esclavos, quien en 1802 había comprado terrenos vírgenes a precios ínfimos en las serranías de Cobre, hizo dinero en un plazo muy breve, vendiéndolos en lotes de 10 caballerías a sus coterráneos26. En menos de una década, la zona de la cuenca alta del río Cauto, que se extiende por unos doscientos kilómetros desde el firme de la Sierra Maestra hasta Dos Palmas, se fue poblando de cafetales y de caminos intramontanos que comunicaban las haciendas y facilitaban el acarreo del café hacia la ciudad. Una tradición oral describe al mismo Prudencio Casamayor en persona, teodolito en mano, trazando el entramado de senderos de la sierra cobrera. Sin embargo, más allá de que el emprendedor francés pudo haber hecho de ingeniero de caminos, con diseños y técnicas constructivas procedentes de Saint-Domingue, fueron manos de esclavos africanos las que trabajosamente desbrozaron el monte, acarrearon las piedras y construyeron los cientos de kilómetros de senderos que conservan hasta el día de hoy la reminiscencia del origen «francés»: son llamados por los pobladores locales «caminos de colín», es decir chemins de coline27. Además de los importados a través de la Habana, varios miles de esclavos que proveían la mano de obra de los cafetales, fueron traídos al puerto de Santiago gracias a los esfuerzos conjuntos de empresarios locales con sociedades comanditas, como la del mismo Casamayor y el catalán Juan Sillegue; algunos ex corsarios de Saint-Domingue devenidos capitanes negreros; y varios armadores en Nantes y Burdeos que proveían las naves y el capital necesario para las expediciones. En los años que siguieron a la abolición de la trata en Francia, entre 1814 y 1831, pese a las disposiciones del gobierno francés tratando de limitar el comercio de esclavos, barcos de esa bandera continuaron llegando al puerto de Santiago con cargazones de esclavos. Varias embarcaciones francesas registradas en Santiago simplemente cambiaron de bandera, y con los mismos capitanes, pero ahora en naves españolas, continuaron cruzando el Atlántico trayendo discretos alijos de esclavos de contrabando que introducían a menudo por pequeños puertos costeros orientales para evadir el control de las autoridades. De hecho, sólo en en la década que va entre 1810 y 1820 el 26 27 Pérez de la Riva, 1975: 377. Ibidem: 378. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 90 MARIAL IGLESIAS UTSET número de esclavos de la jurisdicción de Santiago de Cuba pasó de 8.836 a 23.956, para un aumento de un 66%28. Pese a la apariencia virgen del entorno, los franceses que se asentaron en las serranías del Cobre beneficiándose del bajo precio de los terrenos montuosos, fundaban sus plantaciones en un área que tenía un pasado de varios siglos de luchas emancipatorias. Desde el siglo XVII los esclavos de las minas del Cobre aledañas habían combinado las demandas legales y las alianzas tácticas con la insurrección y el cimarronaje, hasta obtener en 1800 su manumisión definitiva29. En el partido de Hongolosongo, un valle intramontano de la serranía del Cobre y un sitio cuya toponimia africana permite suponer que fue también alguna vez asentamiento de un palenque de esclavos, Juan Despaigne y su hijo Eduardo fundaron el primero de los varios cafetales que la familia poseyó en la zona y que estuvo en producción por bastante más de medio siglo. En 1828 La Lisse tenía plantados 1.300 pies de café, cultivados con el esfuerzo de 24 esclavos, entre hombres y mujeres30. Para esa fecha, un cuarto de siglo después del arribo a Cuba de la familia Despaigne, es poco probable que un número significativo de los esclavos de La Lisse tuviera alguna relación directa, como participante o testigo, con la experiencia revolucionaria de Haití. De hecho, la mayor parte de la dotación estaba compuesta de esclavos bozales, traídos directamente de África occidental. Pero, como era usual en las plantaciones de colonos franceses, en parte por tradición y en parte por tratar de aislarlos del entorno, los esclavos eran enseñados a hablar creole, usado como lengua franca en la comunicación diaria, y, frecuentemente, recibían nombres y apelativos franceses en lugar de castellanos. De este modo, bastaba con que algún esclavo anciano comunicara oralmente, en la lengua de la experiencia original, sus reminiscencias de la revolución para que toda la dotación fuera partícipe de una memoria emancipatoria esperanzadora. Así, una doble memoria de resistencia esclava pervivía en la zona, una local, la de la larga lucha de los esclavos de las minas del Cobre por su emancipación y la de los innumerables palenques que por décadas poblaron el área, y 28 Sobre la persistencia de la trata francesa, pese a las presiones inglesas y las disposiciones del gobierno para erradicarla véase: Daguet, 11/ 41 (París, 1971): 14-58. De acuerdo a Herbert Klein, los armadores de barcos de Nantes continuaron traficando con esclavos durante las primeras décadas del XIX y eran los únicos europeos aun activos en el comercio después de 1808. Klein, 2010: 203. Portuondo, 1996: 130-131. 29 Franco, 4 (La Habana, 1990): 2-3. 30 Departamento Oriental, partido rural de Brazo del Cauto. Estado que manifiesta los lugares, aldeas y fincas que en el contiene, ANC, Gobierno General, leg. 490, núm. 25134. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 LOS DESPAIGNE EN SAINT-DOMINGUE Y CUBA: NARRATIVA MICROHISTÓRICA ... 91 otra la de Haití: la única insurrección de esclavos victoriosa del mundo Atlántico. La literatura, en especial las narraciones de viajeros, abunda en idílicas descripciones del mundo cerrado de los cafetales de franceses, con casas de reminiscencias de chalets europeos en hermosísimos parajes de montañas, habitadas por propietarios ilustrados que tocaban piano y leían a Voltaire, y dotaciones felices y fieles, trabajando con obediencia en medio del aislamiento en la espesura de las serranías. Pero no sólo los documentos sino también los remanentes físicos de los cafetales desmienten la falacia. Aunque, a diferencia de las plantaciones azucareras de occidente, la zona no fue escenario de grandes sublevaciones esclavas, el cabildo de Santiago y los hacendados locales se vieron obligados a batallar constantemente contra un cimarronaje endémico que hacía una guerra sorda y persistente a la institución misma de la esclavitud. Y en varias de las ruinas que se conservan hasta hoy es frecuente encontrar cepos de castigo, grilletes y cadenas empotrados que testimonian de la violencia física que se ejercía contra los esclavos para obligarlos a trabajar31. No obstante la existencia de esta múltiple memoria colectiva, local y trasnacional, de insurgencia esclava en el área y de la proximidad con ciudades como El Cobre y Santiago de Cuba, con grandes poblaciones de personas negras, muchas de ellas libres por varias generaciones, durante décadas el experimento de reimplantar en las serranías de Cobre la economía de la plantación esclavista que la revolución de Haití había hecho colapsar pareció ser exitoso. Salvo episodios aislados de desobediencia o cimarronaje ocasional, hasta el momento no he encontrado evidencias de que los cafetales de los Despaigne fueran escenario de sublevaciones esclavas de envergadura durante la primera mitad del siglo XIX. Hacia 1847, fecha de la muerte de Juan Despaigne, la familia poseía varias plantaciones en las serranías del Cobre, que, pese a sus hermosos nombres (La Lisse, Esmeralda, El Diamante o El Edén) prosperaban con el sudor y la sangre de más de 200 esclavos. El matrimonio de una hija de Pierre Despaigne con Thomas Brooks, un inglés asentado en Santiago después de hacer fortuna en Jamaica, aportaría una significativa inyección de capital al negocio familiar. La casa de comercio de Brooks, con vínculos en Nueva York, Londres, Nueva Orleáns y Kingston, facilitaría la comercialización del café y, seguramente, también la importación de la mano de obra esclava. Es posible que al final de su vida, Juan y Pedro Despaigne pensaran que la prosperidad alcanzada y la aparente estabilidad política que reinaba en Cuba, pondría a cubierto para siempre a su descendencia de sufrir los efectos de la 31 Piron, 1995; Rosemond de Beauvallon, 2002; Bacardí Moreau, 1914. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 92 MARIAL IGLESIAS UTSET violencia de la guerra y la ruina. Pese a la decadencia progresiva del mercado cafetalero y a la escasez de mano de obra esclava debido al cese de la trata ilegal, a la altura de 1866 los descendientes de Pedro y Juan Despaigne poseían, repartidos en varios cafetales colindantes, un total de 664 esclavos cuyo valor se aproximaba al medio millón de pesos, una cantidad respetable en precios de la época32. LAS IDENTIDADES DE LOS ESCLAVOS Curiosamente, es la muerte de los amos franceses, hacia la mitad del siglo XIX, la que arroja luz sobre las vidas de los esclavos, que hasta ese punto de mi reconstrucción histórica habían permanecido en la sombra. Son justamente los listados incluidos en los avalúos de los testamentos donde la condición enajenada de las «personas con precio»33 aparece expresada de manera más obvia, al ser enumerados junto a las juntas de bueyes, las arrias de mulas y los aperos agrícolas, como una propiedad más de sus dueños, los que nos permiten conocer mejor la identidad de los esclavos. Los testamentos de Juan Despaigne y su esposa en 1849, el de su hijo Juan José Leoncio, en 1858, y el de Rosa, la hija mayor de Pedro Despaigne, en 186534, son una fuente invaluable de información sobre los esclavos: al listar sus nombres de pila, las habilidades especiales o los padecimientos, las edades y el sexo y las etnias, permiten esbozar, si bien muy pobremente, los rasgos individuales de los seres humanos sometidos a la esclavitud en los varios cafetales que la familia llegó a poseer. A su vez, las descripciones de los inmuebles que incluyen las casas de viviendas de los dueños y los secaderos y almacenes, así como las casas de esclavos, conucos y enfermerías, proporcionan elementos para poder imaginar los espacios donde transcurría la vida de cada día de la plantación. Por los testamentos de la familia conocemos también que hacia la segunda mitad del siglo la proporción de africanos había ido disminuyendo en las plan32 Padrón de fincas rústicas de El Cobre, ANC, Gobierno General, legajo 265, núm. 19521. 33 Estoy usando la expresión acuñada por Walter Johnson en su excelente texto sobre el mercado de esclavos en Nueva Orleáns. Johnson, 1999. 34 Testamentaria de Juan Despaigne y su consorte Luisa Chalmette. ANC, Audiencia de Santiago de Cuba, legajo 171, núm.3089. Testamentaria de Juan José Leoncio Despaigne, consorte que fue de Isabel Dutocq, ANC, Audiencia de Santiago de Cuba, legajo 114, núm. 2253. Testamentaria de Rosa Despaigne y Ducongé, ANC, Audiencia de Santiago de Cuba, legajo 98, núm. 2050. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 LOS DESPAIGNE EN SAINT-DOMINGUE Y CUBA: NARRATIVA MICROHISTÓRICA ... 93 taciones (para la década de 1860 habían nacido en África cerca de un tercio de los esclavos, los de mayor edad en la mayor parte de los casos). Así, para esta fecha las dotaciones estaban compuestas en buena parte por esclavos criollos, hijos y nietos de la primera generación de los esclavos congos e igbos o ibibios que desbrozaron el monte, construyeron las edificaciones y plantaron los primeros cafetos en Hongolosongo. Probablemente la existencia, constatable también en los testamentos, de un balance proporcional de ambos sexos entre los esclavos estimulaba la reproducción interna. Si bien los recién nacidos eran bautizados (frecuentemente de forma colectiva) en la cercana parroquia de Santiago del Prado en el Cobre, hecho que posibilita reconstruir los vínculos matrilineales (no se consignaba el nombre del padre) y de padrinazgo (que persisten mucho mas allá de la emancipación), en los libros que se conservan en la Parroquia no existen apenas asentamientos de matrimonios, lo cual no sólo pone en entredicho el pretendido catolicismo de los dueños franceses, sino que dificulta la reconstrucción de la estructura familiar entre los esclavos. La manumisión parece haber sido extremadamente infrecuente, a juzgar por la ausencia en los registros notariales donde la familia solía asentar sus asuntos legales, del otorgamiento de cartas de libertad; hecho constatado además por la casi inexistencia de personas negras libres con el apellido Despaigne registradas en los padrones de Santiago de Cuba o en el cercano poblado del Cobre. No es hasta 1867 que, muy aisladamente, los propietarios franceses comienzan a conceder la libertad a algunos de sus esclavos. En 1849, cuando dos años después de la muerte de Juan Despaigne sus herederos hacen un avalúo de las propiedades, María Luisa era una mujer africana de 32 años. Fue inscrita por sus amos como de nación «brichi» (o briche), lo que nos permite suponer que no era una esclava corriente. Entre los igbo del delta del río Níger, el término mbreechi era usado para designar un tipo de marcas, unas cicatrices especiales en la frente, que eran justamente un signo de distinción, una marca que indicaba un origen noble y una posición respetable dentro de la comunidad. Sólo podemos elucubrar acerca de qué infelices circunstancias arrastraron a esta mujer de cuna noble en África al otro lado del Atlántico, para terminar, rebautizada con un nombre occidental y esclavizada en un cafetal en el este de Cuba. Pero al menos es bastante probable haya sido honrada con el respeto de sus compañeros de infortunio, muchos de ellos también igbos de origen. O incluso quizás mereció también cierto reconocimiento de sus amos. En 1858 María Luisa era la lavandera del cafetal Isabelita, propiedad de la viuda y los hijos de Juan Leoncio Despaigne, uno de los hijos de Juan, muerto prematuramente en 1858. Aunque desempeñaba un oficio manual, era la única mujer en la plantación con oficio, y eso quizás le concedió un cierto status privilegiado que hizo posible su manumisión. En 1858, RosiRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 94 MARIAL IGLESIAS UTSET llette, su hija de 12 años tasada en 700 pesos en el mismo testamento, era también una esclava del Isabelita. Uno puede imaginarse la cantidad de ropa sucia que María Luisa tuvo que lavar para reunir el dinero, no sólo para su manumisión sino también para comprar a su hija. En 1867 Luis Eugenio Despaigne, como apoderado de sus hermanos, concede un certificado de libertad a Rosillette, a cambio de 1.400 escudos que María Luisa les entregó al contado35. Silvano, uno de los 82 esclavos que en la hipoteca del cafetal Estrella habían sido considerados en tanto propiedades «como unidos al suelo e inmuebles a causa de su destino», logra en 1867, a sus 40 años, librarse de esa condición de objeto y convertirse en un hombre libre. Apenas unos meses después Silvano compra a Henriette (o Enriqueta), su compañera de dotación de toda la vida y también su pareja, y a la pequeña hija de ambos, una niña de 15 meses llamada Margarita. Nacidos esclavos, Silvano y Enriqueta habían pasado casi cuatro décadas trabajando para los Despaigne. Considerados como propiedades habían sido objeto de una hipoteca para pagar una deuda contraída en París, del otro lado del Atlántico. Pero finalmente en 1867 ambos eran poseedores de un papel legal que consignaba, en blanco y negro, que sus antiguos dueños se desapoderaban «del derecho de posesión, propiedad y señorío». A partir de ese momento podrían «gozar de la libertad con todas las honras, gracias, mercedes y preeminencias que los libres de nacimiento pueden gozar», es decir «estar y transitar por donde quisieran», «tratar y contratar libremente» y «disponer a voluntad de sus bienes presentes y futuros». En pocas palabras, pagando por su libertad, habían pasado de ser «personas con precios» a personas con derechos36. 35 Testamentaria de Juan Despaigne y su consorte Luisa Chalmette, ANC, Audiencia de Santiago de Cuba, legajo 171, núm. 3089. AHPSC, Protocolos, año 1867, legajo 117, folio 398-399. Olaudah Equiano, un ex esclavo de origen igbo, autor de una autobiografía que se convirtió en un bestseller en el tiempo de su publicación original (1789) y es hoy día una de las más conocidas narrativas esclavas, testimonia acerca del especial estatus del «Embrenche», unas cicatrices especiales que eran una suerte de «mark of grandeur» entre la gente de su pueblo. Equiano, 2005. Véase la entrada «Equiano, Olaudah (1745-1797)», Falola y Warnock (eds.), 2007: 159-160. Sobre los igbos esclavizados en Norteamerica véase Chambers, 2005, y especificamente sobre el «mbreechi» y su significación como marca de honor entre los igbos, 2005: 159-160. Agradezco las referencias sobre el origen del término briche (mbreechi) y las recomendaciones bibliográficas a Henry Louis Gates y Linda Heywood. 36 AHPSC, Protocolos, año 1866, legajo 116, folio 12. AHPSC, Protocolos, año 1867, legajo 117, folio 12. AHPSC, Protocolos, año 1867, legajo 117, folios 408-409. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 LOS DESPAIGNE EN SAINT-DOMINGUE Y CUBA: NARRATIVA MICROHISTÓRICA ... 95 GUERRAS Y EMANCIPACIÓN Sin embargo, salvo casos aislados, no fue la manumisión el vehículo que proporcionó la libertad a los varios cientos de esclavos de los franceses. En 1868 el estallido de la primera guerra de independencia contra España echó abajo el espejismo de eterna bonanza, resquebrajando de manera permanente en la zona las bases de la prosperidad económica obtenida con el trabajo forzado de los esclavos. Pronto, al calor de los propios acontecimientos en la metrópoli, cuando el Sexenio democrático potenció la difusión de los discursos del republicanismo, comenzaron a circular en la zona del Cobre volantes plenos de la resonancia de los lenguajes de la libertad y los derechos ciudadanos. Los hacendados franceses del partido, la mayor parte de ellos, como los Despaigne, hijos y nietos de colonos de Saint-Domingue, probablemente conocían mejor que nadie el peligroso alcance de esas palabras. Muy tempranamente armaron una guerrilla privada, una suerte de cordón sanitario que pretendía proteger a sus propiedades para aislarlas del contagio revolucionario. No obstante, los esfuerzos fueron vanos. La guerrilla, compuesta de criollos de la zona, se pasó íntegra, con hombres y armas, al bando independentista y en pocos días las tropas mambisas asolaban la zona incendiando los cafetales y liberando a buena parte de los esclavos, muchos de los cuales se incorporaron como soldados al Ejército Libertador37. Uno de ellos, Simón Despaigne, hijo de Amelia, una esclava africana, pronto despuntó como líder local de la insurrección en el Cobre, participando en la toma de la ciudad en noviembre de 1868, en lo que fue uno de los primeros eventos victoriosos del recién creado Ejército Libertador cubano38. Probablemente Despaigne fuera testigo presencial de una curiosa ceremonia, de las primeras que tuvieron lugar en el proceso de «invención de la tradición mambisa»: la de la entrada oficial de Carlos Manuel de Céspedes, que también se estrenaba como Presidente de la República en Armas, al poblado del Cobre. Reproduzco la crónica tal y como la narra el historiador español Antonio Pirala: Se procedió al alistamiento de cuantos estaban libres de servicio, se llamó a todos los negros de la población, de las minas y de las fincas vecinas, para que se situasen en las afueras, recomendando a los capataces llevasen banderas cubanas, y que al llegar el caudillo, diesen todos vivas a la República, a Carlos Manuel y a la libertad; se mandaron a decorar las calles y a que se iluminaran, y en cuanto se supo la aproximación de Céspedes, salió a recibirle el gobernador con su numeroso per37 38 Pirala, 1895, I: 291-293. Ibidem: 314-315. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 96 MARIAL IGLESIAS UTSET sonal, todos a caballo, le encontraron en Loma del puerto del Cobre, le saludaron al descender por la cuesta con algunos disparos de un cañón muy antiguo, conseguido en la Socapa, al que denominaron Libertador, y al pasar por las filas de soldados y negros, estos batieron las palmas, dieron vivas atronadores, agitando las banderolas y entonaron sus cantos en jerga francesa, criolla y africana, que iban repitiendo en coro, acompañándose con sus tumbas, marugas y otros instrumentos de origen africano39. Es de notar el singular coro con cantos «en jerga francesa, criolla y africana» y el acompañamiento de instrumentos africanos como tumbas y marugas, con los que, en lugar de las marchas de resonancias europeas (como el mismo Himno de Bayamo, con sus reminiscencias de La Marsellesa), hizo su entrada triunfal el «Padre de la Patria» independentista en la ciudad. En 1868 el ejército mambí (un término también presumiblemente africano) nacía como un cuerpo interracial donde buena parte de las tropas de fila estaban compuestas de ex esclavos que se estrenaban también como soldados. Y como ya se ha dicho, muchos de los esclavos de la zona, liberados por las huestes independentistas, eran africanos, o sus hijos o nietos, y hablaban creole en lugar de español40. El mismo Simón Despaigne, a pesar de que ostentaba en la guerra el grado de sargento, en 1874 aún no hablaba castellano. Según narra Fernando Figueredo, en ocasión del asesinato por las tropas españolas de Carlos Manuel de Céspedes en San Lorenzo, el sargento Simón Despaigne, enviado a explorar la zona para tratar de encontrar rastros del ex presidente, regresó al tiempo para comunicar en creole, «único idioma que poseía», a la vez que mostraba una ropa negra desgarrada y ensangrentada: «El Presidente es muerto: he aquí lo único que de él he encontrado»41. Simón Despaigne permaneció en el campo de batalla los diez años que duró la primera guerra. De hecho, perteneció al grupo de soldados que acompañaron a Antonio Maceo en su renuncia (simbólica) a rendir las armas ante España en el incidente conocido por el nombre de «Los mangos de Baraguá»42. 39 Ibidem: 324. Sobre el complejo tránsito de esclavo a soldado y a ciudadano en Cuba véase: Ferrer, 2006: 304-329. 41 Figueredo, 1902: 41. 42 «Con la más justa y merecida recomendación de sus servicios y aptitudes tengo el honor de elevar a ese centro las propuestas de ascenso», escribiría en marzo de 1878 Antonio Maceo a Vicente García. Entre esas propuestas estaba la de conceder el grado de subteniente al sargento Simón Despaigne, por sus destacados servicios en la guerra. Antonio Maceo a Vicente García, Baraguá, 17 de marzo de 1878. ANC, Donativos y Remisiones, legajo 475, núm. 10. Agradezco esta información a Jorge Felipe, que generosamente compartió este documento conmigo. 40 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 LOS DESPAIGNE EN SAINT-DOMINGUE Y CUBA: NARRATIVA MICROHISTÓRICA ... 97 En 1895, cuando un ejército notablemente interracial (se cree que al menos el 60% de los miembros del Ejército Libertador eran negros o mestizos) se movilizó nuevamente en contra del colonialismo español, el ex esclavo Simón Despaigne tomó las armas nuevamente. Esta vez también un grupo grande de sus antiguos compañeros de dotación y sus descendientes, entre ellos Justo Despaigne, el dueño de la proclama cuyo asesinato da comienzo a mi historia, lo acompañaron en la empresa patriótica43. En las peculiares circunstancias de la guerra cubana, muy a menudo, hombres blancos y letrados servían bajo el mando de oficiales negros o mulatos, en una situación límite donde lo que contaba era el coraje y la experiencia militar y no la riqueza o cultura, o el color de la piel. El caso del mayor general Antonio Maceo no era ni con mucho un ejemplo único. Hacia el final de la guerra se calcula que cerca de un 40% de los cargos de base en el ejército mambí eran desempeñados por hombres «de color», entre los que se contaban el ya entonces comandante Simón Despaigne, o Alfredo Despaigne, que alcanzó, peleando junto a Maceo en la invasión a Occidente, el grado de teniente coronel; y también varios de los futuros líderes del Partido de los Independientes de Color, como Evaristo Estenoz o Pedro Ivonnet, con cargos de oficiales en el ejército44. Pero no sólo los jefes que tenían el mando sino también los innumerables soldados negros de fila que servían a sus órdenes, experimentaron, muchos por primera vez en su vida, la satisfacción de ser tratados con respeto y decoro en los campos de Cuba Libre, cosas raramente vividas antes por hombres provenientes, como los Despaigne, del mundo paupérrimo y denigrante de la esclavitud. Las 122 personas negras de apellido Despaigne que aparecen listadas en los registros del Ejército Libertador corrieron suertes diferentes45. Algunos, 43 Justo Despaigne había participado junto a su padre Juan Despaigne, siendo apenas un adolescente en 1879, en la Guerra Chiquita, una insurrección de poca duración que tuvo lugar en el Oriente de Cuba, después de la terminación de la primera guerra de independencia. Su nombre aparece registrado como soldado en el listado del regimiento Cuba, segunda compañía con el núm 584. Véase: Documentación del General Camilo Polavieja, Segunda Campaña de Cuba, Correspondencia cogida al titulado general Guillermo Moncada, Listas del regimiento de Cuba, AGI, Diversos 7, folio 5821. Agradezco a Ada Ferrer el haber compartido conmigo esta información. El expediente de licenciamiento del Ejército Libertador de Justo Despaigne, donde se recoge su actuación en la guerra de 1895, puede consultarse en el ANC, Ejército Libertador, Primer Cuerpo, legajo 2, núm. 44. 44 Sobre el carácter interracial del ejército libertador y las luchas por la inclusión en la ciudadanía de los veteranos negros véase: Ferrer, 1999; Helg, 1995; Scott, 2 (Barcelona, 1999): 89-108; Scott, 2006. 45 Los registros de los 122 soldados y oficiales negros o mestizos de apellido Despaigne en el Ejército Libertador pueden consultarse en Roloff, 1901, o de manera digital, Base de Da- Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 98 MARIAL IGLESIAS UTSET como Cecilio y Juan Bautista Despaigne, ambos veteranos de la guerra anterior, perdieron la vida en el campo de batalla. De Juan Bautista sólo he podido recuperar su nombre, inscrito en el registro de defunciones del Ejército, pero sabemos que Cecilio había peleado 9 años y seis meses en la primera guerra de independencia bajo las órdenes de Flor Crombet y tres meses en la Guerra Chiquita. En la campaña del 95 se incorporó bajo el mando del coronel Victoriano Garzón y después pasó a la escolta del general Cebreco, asistiendo a los combates de Sao del Indio, Arroyo Hondo, Jobito y otras acciones militares. Según sus compañeros armas, que como testigos acreditaron en 1904 su fallecimiento, Cecilio murió de herida de bala el 15 de junio de 1897 en el combate de Guáimaro, en Camaguey46. Otros, como Luciano y Simón Despaigne (no he podido constatar que tuviese alguna relación con el comandante, quizás fue un ahijado), nietos de esclavos africanos, fueron hechos prisioneros y enviados, en una especie de retorno simbólico a la tierra de sus ancestros, a cumplir penas de cadena perpetua a los presidios españoles de África. Luciano, que había sido apresado por las tropas españolas después de ser herido en combate en abril de 1896, fue liberado a la terminación de la guerra y alcanzó a regresar a Cuba a mediados de 1898. Simón tuvo peor suerte: con sólo 33 años murió de tuberculosis a inicios de 1899 recluido en la fortaleza del Hacho, en Ceuta47. tos del Ejército Libertador de Cuba. Agradezco a Ed Elizondo, webmaster del sitio cubagenweb.org y al grupo de voluntarios que hicieron posible la transcripción de las cerca de 70.000 entradas del Índice alfabético del Ejército publicado por Roloff por hacer más accesible esta valiosa fuente. 46 Sobre la actuación en la guerra de 1895 de Cecilio Despaigne véase Hojas de servicios de diferentes miembros del Ejército Libertador, 6 de enero-6 de junio de 1896, ANC, Fondo Máximo Gómez, expediente 2643, legajo 19. Los detalles de su muerte aparecen en la declaratoria de herederos seguida por Simona Despaigne, su hermana natural, ambos eran hijos de Dolores y habían nacido esclavos en El Cobre. Véase Declaratoria de Herederos de Cecilio Despaigne, año 1904, AHPSC, Juzgado de Primera Instancia de Santiago de Cuba, expediente 1, legajo 75. Sobre los Despaigne caídos en campaña en la guerra de 1895 véase Roloff, 1901: 63 o la base de datos Defunciones del Ejército Libertador de Cuba. 47 El expediente de licenciamiento del Ejército Libertador de Luciano Despaigne, donde se resume su actuación en la guerra y su detención en Ceuta, puede consultarse en ANC, Fondo Ejército Libertador, Primer Cuerpo, legajo 16, núm. 144. La causa por rebelión a la que fue sometido (a sus 19 años) por un consejo de guerra y su hoja penal como prisionero en la fortaleza de la Cabaña en La Habana, antes de ser enviado al presidio de Ceuta a cumplir pena de reclusión perpetua, pueden consultarse en Cuaderno por rebelión contra Luciano Despaigne, 11 de octubre de 1896, ANC, fondo Asuntos Políticos, legajo 90, núm. 18. Sobre la defunción en Ceuta de Simón Despaigne, Base de datos Censo de Defunciones en Ceuta. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 LOS DESPAIGNE EN SAINT-DOMINGUE Y CUBA: NARRATIVA MICROHISTÓRICA ... 99 EL ACCESO A LA CIUDADANIA Cuando en 1900 los Despaigne residentes en el Cobre votaron por primera vez, varios de ellos lo hicieron en los mismos predios donde antes habían sido esclavizados. Arruinada por las guerras, la familia blanca propietaria se había marchado a Europa, y la casa de vivienda abandonada de La Lisse hizo las veces de colegio electoral48. Sin embargo, pese al augurio prometedor con que comenzaba el nuevo siglo, en adelante el acceso a la ciudadanía sería dificultoso. De hecho, los veteranos negros tuvieron que batallar duramente por preservar incluso el tratamiento formal de ciudadano que los usos, orales y escritos, de la república en armas habían hecho prevalecer durante la guerra. En 1900, en una carta pública al general Brooke, el gobernador militar norteamericano, un oficial negro, erigiéndose en vocero de su raza, afirmaba: «es tiempo ya de que desaparezcan para el bien del país y por respeto a la memoria de los mártires de nuestra libertad, los distintivos que para deprimir a nuestra raza y para dividir al pueblo cubano se usaban en los malos hábitos coloniales, cuyo vocabulario llamaba pardos o morenos a los libertos, mulatos o negros a los esclavos y criollos a los hijos del país de raza blanca. Para que en un no lejano tiempo podamos constituir una República ordenada, con un gobierno sólido y estable, capaz de favorecer y defender los derechos de todos, recurrimos a Ud., General, pidiéndole un decreto tendente a que se cumplan las leyes respecto a la desaparición de esos distintivos basados en la raza de los partes de la policía y demás documentos oficiales, y que en su lugar se emplee el único calificativo propio de un país libre: el honroso título de ciudadano»49. En 1899, la exhumación de los restos del mismo Mayor general Antonio Maceo, caído en batalla tres años antes, después de 900 combates, 26 heridas de guerra y de haber perdido a su padre y a varios hermanos en los casi 30 años de luchas revolucionarias, se acompañó de un examen antropológico de sus restos. Las dimensiones de su cráneo y su osamenta se compararon con las de «parisienses» y «africanos» (los dos extremos en la escala de la «perfección» racial) y sólo después que una comisión «científica» dictaminó que si bien las medidas de sus huesos se correspondían con las de hombres de la raza negra, su cráneo no tenía nada que envidiar al de un «parisiense moderno», fue que Antonio Maceo fue declarado un «hombre superior»50. 48 Documentos sobre elecciones del Cobre. Junta electoral de Brazo del Cauto, año 1900, ANC, Secretaría de Gobernación, caja 237, núm. 14412. 49 Gutiérrez, 1900: 27. 50 Montalvo, De la Torre y Montané, 1900; Bronfman, 1998: 17-18. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 100 MARIAL IGLESIAS UTSET Así, la república cubana inaugurada en 1902, hija legítima de las guerras de independencia y bastardo de la intervención norteamericana, llevaba las marcas de su doble concepción: un código constitucional aprobado en 1901 garantizaba el sufragio universal (masculino) y otra serie de derechos liberales inclusivos; prerrogativas que las prácticas discriminatorias de una elite blanca notoriamente racista hacían lo posible por obstaculizar, tratando de poner límites a las demandas más radicales de los grupos subalternos alrededor de las políticas de inclusión en la nación y la ciudadanía. En 1908, casi cien años después de la fundación del primer cafetal de los Despaigne, en la misma zona del Cauto aledaña al Cobre, vivían todavía, labrando la tierra como campesinos o trabajando de peones en las haciendas vecinas, varias decenas de personas descendientes de los cientos de esclavos que una vez tuvo la familia francesa51. Extremadamente pobres y analfabetos en su abrumadora mayoría, estos hombres percibían, no obstante, que habían ganado con sangre el derecho a tener derechos, en la república que habían ayudado a fundar con su masiva incorporación al Ejército Libertador. De este modo, cuando en 1908 Evaristo Estenoz y Pedro Ivonnet fundaron el Partido de los Independientes de Color, denunciando la preterición que los hombres de su raza sufrían, numerosos veteranos orientales como Simón Despaigne, Ricardo, Marcelino, Arcadio y otras 20 personas más, todas del mismo apellido, se sumaron prontamente, formando parte de las juntas locales del partido en el Cobre52. LA GUERRA DE 1912 Y EL FANTASMA DE HAITÍ En 1912, luego de que una enmienda al artículo 17 de la ley electoral aprobada por la Cámara de Representantes ilegalizó la existencia del Partido de los 51 Registro electoral, Municipio Cobre, provincial de Oriente, año 1908, ANC, Secretaría de Gobernación, legajo 261, expediente 14477. El documento que lista a los electores (hombres todos en cuanto el sufragio denominado «universal» era en realidad masculino) consignando los nombres y las direcciones pero también la edad, raza, profesión, estado civil y el grado de alfabetización, evidencia que decenas de personas de apellido Despaigne, negras y mulatas, analfabetas en su gran mayoría, habitaban labrando la tierra en los mismos predios donde más de tres décadas antes habían sido esclavizados. 52 Para la constitución de los comités locales del Partido de los Independientes de Color en 1910 en el Cobre véase: Previsión, 30 de enero, 5, 10 y 25 de marzo de 1910. Además del texto, ya todo un clásico, de Helg, 1995, para la historia del Partido de los Independientes de Color véase: Portuondo Linares, 2002; Castro Fernández, 2002; Meriño, 2006; Riquenes, 2007. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 LOS DESPAIGNE EN SAINT-DOMINGUE Y CUBA: NARRATIVA MICROHISTÓRICA ... 101 Independientes de Color, sus líderes decidieron volver a las armas. La insurrección, que nunca pasó de ser un gesto simbólico de protesta (los alzados evadían sistemáticamente el combate), fue rápidamente etiquetada como «racista» y acusada de ser una «guerra de negros contra blancos» que ponía en peligro la estabilidad de la joven república. Simón Despaigne había nacido cerca de 1830 en el Cobre, esclavo de los Despaigne, y obtuvo su emancipación peleando en la primera guerra de independencia en 1868. A partir de esa fecha estuvo en todas las guerras de Cuba. En 1912, cuando se alzó nuevamente, tenía más de 80 años, aun era analfabeto y hablaba español con acento creole. De nada le valió haber estado con Carlos Manuel de Céspedes desde los mismos inicios de las campañas por la independencia, o haber acompañado a Antonio Maceo en un sinnúmero de combates donde fue herido en tres ocasiones, o poseer un certificado de veterano donde se consignaba literalmente que en tanto soldado de la Patria era «merecedor del respeto y la consideración de sus conciudadanos». Fue hecho prisionero y hacinado con otros cientos de «rebeldes» en la cárcel de Santiago de Cuba, acusados de «racistas» y sometidos a vejaciones y malos tratos. Nuevamente la memoria del grand peur de la revolución de Haití resurgió con fuerza. El argumento de la amenaza de una «guerra de razas» que reprodujera en la isla «los horrores de Haití» se había esgrimido a lo largo del siglo XIX en cada ocasión en que personas negras, esclavas o libres intentaron hacer valer sus derechos a la libertad, a la igualdad o al acceso a la ciudadanía. Lo mismo un acto de cimarronaje, una sublevación de esclavos o que, años más tarde, los episodios de las insurrecciones independentistas, fueron interpretados como conatos de la reedición en la isla de Cuba de la subversión violenta del orden, racial y social, a los que se asociaba la memoria de la revolución en Haití. Las más de las veces, se trataba, sin duda, de cargos infundados. Sin embargo, en este caso, la asociación se veía reforzada por los apellidos de origen francohaitiano de algunos de los líderes nacionales del alzamiento, como Pedro Ivonnet, Gregorio Surín y Eugenio Lacoste (nietos todos de colonos franceses de Saint-Domingue), y también de muchos de los movilizados negros en la zona del oriente de la isla, que al igual que los 34 Despaigne que se incorporaron al alzamiento, eran descendientes de los esclavos de los plantadores franceses53. 53 Causa seguida por el delito de rebelión contra Evaristo Estenoz, Pedro Ivonet y otros, relacionado con el movimiento revolucionario denominado «Guerra de la raza», ANC, Audiencia de Santiago de Cuba, legajo 51, núm 6, pieza 94, Relación de los individuos rebeldes que se acogieron a la legalidad con motivo de los bandos publicados en 6 y 11 de junio de 1912, folios 1861-1864. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 102 MARIAL IGLESIAS UTSET Esta vez el alzamiento sí parecía confirmar la sospecha paranoica del racismo blanco, de un fantasma de Haití, que regresa inexorablemente para ajustar las cuentas del pecado irredimible de la esclavitud. De hecho, únicamente el temor obsesivo permite explicar no sólo la emergencia de un racismo tan descarnado, sino también la violencia misma de la represión: en menos de dos meses, durante el verano de 1912, la suspensión de las garantías constitucionales facilitó el asesinato impune de cerca de 3.000 personas negras, entre ellos los líderes nacionales del partido, cuyos cadáveres fueron expuestos y mostrados en fotografías vejatorias, en las primeras planas de los periódicos, tratados como los más vulgares delincuentes comunes. Sin embargo, más allá del terror enfermizo de la paranoia blanca, mi reconstrucción microhistórica de la cadena de acontecimientos que enlaza la huida de la familia Despaigne de Saint-Domingue en 1803, con el asesinato del ex esclavo y veterano negro Justo Despaigne en 1912, parece confirmar la existencia de una memoria viva, local en la zona de Oriente, del legado antiesclavista y antirracista de la revolución de Haití. En mi interpretación, esa memoria mayormente oral (la inmensa mayoría de los esclavos y sus descendientes eran analfabetos), transmitida de padres a hijos, más tarde hizo filas junto a la ideología antiesclavista del republicanismo blanco de las elites, y sirvió de impulso a la potente movilización que culminó en el este de Cuba con la masiva incorporación de la gente libre de color, junto a los esclavos y sus descendientes, entre ellos numerosos antiguos esclavos de la familia Despaigne, primero a las guerras de independencia contra España, y ya en el siglo XX, a la causa del Partido de los Independientes de Color. BIBLIOGRAFÍA Appiah, Kwame Anthony y Gates, Henry Louis (eds.), Africana: the Encyclopedia of the African and African American Experience, Oxford, Oxford University Press, 2005 (2.ª ed.). Bacardí Moreau, Emilio, Via Crucis, Barcelona, Imprenta de la viuda de Luis Tasso, 1914. 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Their citizen status, in the Cuban Republic of the 20th century, was put to the test as the 1912 uprising of the Independent Party of Color traumatically brought back the memory of Haiti to Cuba. KEY WORDS: Haiti, Cuba, slavery, emancipation, race. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 77-108, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.004 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 251 Págs. 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 EL CANAL ADMINISTRATIVO DE LOS CONFLICTOS ENTRE ESCLAVOS Y AMOS. CAUSAS DE MANUMISIÓN DECIDIDAS ANTE SÍNDICOS EN CUBA* POR CLAUDIA VARELLA Universitat Jaume I Historia Social Comparada (Unidad Asociada del CSIC) Los síndicos fueron los principales intérpretes de los esclavos en el último siglo de colonialismo español en Cuba. Las personas sin libertad jurídica acudían a los síndicos con la finalidad de quejarse, pedir ayuda y representación; sus protectores de oficio, sin embargo, no actuaron regularmente como intermediarios neutrales, en especial cuando intervenía una cantidad de dinero para manumitir al esclavo. La posibilidad de que los siervos fueran alquilados y permutaran amo se convirtió en asunto de controversia y los pleitos comenzaron a dirimirse fuera de los tribunales. Las sindicaturas cobraron importancia y fueron un espacio civil dedicado a dar un servicio público en una dirección administrativa, arbitral y a menudo denunciada por arbitraria. PALABRAS CLAVE: Esclavos, coartación, manumisión, síndicos, Cuba. El dominio agroexportador del azúcar en Cuba se configura como la fuente de su riqueza económica gracias a que a finales del siglo XVIII se ha generalizado el comercio de africanos. La esclavitud impregna la sociedad. El comercio libre de esclavos comienza a desatar cambios en los hábitos laborales del Caribe. Esos cambios se hacen vertiginosos con la revolución en los medios de transporte del siglo XIX, cuando se perfecciona la navegación mediante la propulsión mecánica, el vapor, que conquista el Atlántico y las plantaciones. * El presente texto ha sido realizado en el marco de los proyectos HAR2009-07037/HIST del Ministerio de Ciencia e Innovación y P1-1A2008-8 de la Universitat Jaume I-Bancaja. 110 CLAUDIA VARELLA Los productos mudan de continente más rápido, y también lo hacen, a la fuerza, los esclavos. Las grandes compañías dedicadas al tráfico negrero construyen barcos de gran tonelaje para ese negocio. La trata, que había sido un vehículo de contrabando sin freno, lo será todavía más a medida que pase el tiempo y, sobre todo, una vez se prohíba1. Por la introducción externa de cautivos africanos y razones internas de consideración sexual, la población mestiza fue aumentando. Las pautas sociales de redención de la servidumbre experimentan alteraciones al endurecerse las divisiones de clase en la colonia y al ir encareciéndose el trabajo esclavo en las ciudades. El plan del presente artículo es ceñirnos a dos cuestiones sincronizadas: las compras frustradas de libertad y la búsqueda de soluciones a los desafueros de los dueños contra sus esclavos. En ese orden, el doble tema es la coartación y el oficio de síndico: la directriz que une, por un lado, el fenómeno del anticipo de libertad que representaba el derecho de los esclavos a coartarse, y por otro, la manera en que algunos de ellos desairaban a sus amos durante el intento de pactar con ellos. Nos parece oportuno que la línea central del trabajo sea determinar qué supuso el desarrollo en Cuba de funcionarios especializados en esclavos candidatos a manumitirse, y recorrer su origen. El síndico procurador del común era representante legal del esclavo. Ante su mesa estuvieron acudiendo esclavos que trataban de liberarse y de resolver los altercados con sus amos. Los coartados fueron el grupo más reivindicativo, por eso la coartación no puede ser un punto y aparte en la esfera civil destinada a encauzar estas quejas. COARTACIÓN OBLIGA En la Cuba del siglo XIX había dos tipos de esclavos: enteros y coartados. La coartación era una de las formas existentes de manumisión de pago, de liberación con coste económico. Como manumisión diferenciada, era esencialmente una autocompra gradual, aunque no funcionó de forma efectiva. Un coartado podía comprarse a sí mismo a plazos, entrando en un proceso de deuda de libertad. Esto servía para fomentar la productividad del esclavo, para incentivarle en el amor al trabajo. El coartado había podido concertar con su amo un precio de corte, un precio de liberación, que por tradición consuetudinaria una vez acordado era invariable. El poder sobre él quedaba así limitado y 1 Desde el siglo XVI: véase Vila Vilar, 1977. El primer tratado anglohispano de cese de la trata debía entrar en vigor en 1820. Para dimensionar las cifras del tráfico negrero: Pérez de la Riva, 1979. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 EL CANAL ADMINISTRATIVO DE LOS CONFLICTOS ENTRE ESCLAVOS Y AMOS ... 111 la suma a completar iba remitiéndose a medida que el esclavo hacía entregas diferidas de la misma. Dentro de la libertad civil pero no jurídica, es decir, dentro de una libertad no legalizada, los esclavos estaban amparados por la costumbre para variar de amo. Este derecho no escrito se convirtió en un problema esencial cuando la mano de obra forzada resultó insuficiente en la isla; aunque la dinámica histórica del derecho de coartación y su realidad social demuestran que ese problema no fue insalvable2. Los coartados solían trabajar fuera del dominio de sus amos oficiales. Depositaban un dinero y, desde entonces hasta que finiquitaban el pago, no podían ser tratados como simple mercancía en operaciones de compraventa, ni podían ser privados del privilegio de ganar para sí. El dinero inicial para arrancar el proceso de coartación lo extraían de su plusproducto, de su salario, del recurso al préstamo o del juego de la lotería. A través de la coartación, los esclavos cruzan un umbral legal de protección jurídica en relación al resto porque su precio de liberación debía preservarse y oficialmente ser considerado inflexible. A título de ejemplo, ofrecemos una escritura del año 1789 que parte de una coartación graciosa, es decir, de una gracia a la sombra de la generosidad del amo, quien le regala al esclavo una facilidad para manumitirse por un precio menor y, además, le concede porciones de tiempo para trabajar en beneficio propio, ya sea por cuenta propia (quedándose el fruto de su trabajo) o por cuenta ajena. Sépase como yo, presbítero D. Domingo Hurtado, de este domicilio por la presente digo que por fallecimiento de D. Úrsula Mediano mi tía, dejó dispuesto por una de las cláusulas de su testamento que a un negro nombrado Joaquín mi esclavo se le coartará en la mitad del valor que actualmente hubiere cuando intentara libertarse, o para otro dueño según aparece del contenido de aquella a la letra en la siguiente: Fue su voluntad según me comunicó que un negrito mi esclavo nombrado Joaquín criollo, al tiempo de libertarse o que saliere de mi poder para venta, fuese sólo por la mitad del valor (...) porque para entonces le hacía ella gracia de la otra mitad que deberá salir de sus bienes y sin que esto se verificase pudiere dicho negrito usar de derecho alguno contra mí sobre cumplimiento, ni pedir rebaja en su servicio. Y siendo que ha llegado uno de los casos de la alternativa para salir de mi poder, vendido su valor es el de 400 pesos. Cumplo con aquella disposición que [ilegible] el notario don Juan Barranco. Vendo realmente y (...) desde ahora y para siempre al R.P.P. religioso Fray Diego Castellanos el expresado negro Joaquín criollo nacido en mi propia casa, como de 19 años de edad, libre de tributo como se ha certificado, pero con la advertencia de que padece de lombrices, algunos dolores de barriga (...). Le hago la venta en cantidad de 200 pesos, como mitad de los 400. 2 Estamos preparando la publicación de nuestra tesis doctoral, una monografía sobre la coartación: Varella, 2010. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 112 CLAUDIA VARELLA Confiesa que la referida cantidad de los 200 pesos es «el justo y verdadero valor de mi coartación, y que aunque más valga o valer pueda no ha de poder el comprador alterarle el precio, y que por esta razón debe operar el esclavo la mitad del tiempo a su beneficio en los trabajos correspondientes y propuestos a los siervos. Lo renuncio, cedo y traspaso en el comprador a quien lo tengo entregado para que como suyo propio lo posea o enajene en virtud de esta escritura, por la que es visto haber adquirido su posesión sin que necesite de otra prueba». Puerto Príncipe (actual Camagüey), 2 de enero de 17893. Es relevante reparar en que el amo se sentía actor de la coartación, por eso expresaba en el último párrafo que era suya. Se firmó con testigos. Hay adjunta una licencia del rector del Convento de Nuestra Señora de la Merced para que el fraile compre al esclavo de la propiedad del prefecto D. Domingo Hurtado en cantidad de 200 pesos, «en cuya virtud podrá cualquiera de los escribanos públicos de esta villa otorgarle el correspondiente instrumento que asegure al referido por el dominio que tiene sobre derecho...». El instrumento en cuestión es el documento que hemos transcrito. La manumisión graciosa, a diferencia de la de pago, permitía volver a esclavizar al liberto. Asimismo, la coartación graciosa podía combinarse con la coartación por iniciativa del esclavo. Era frecuente que los coartados salieran del poder de sus amos de origen para entrar en el de sus amos de destino. A partir de mediados del siglo XIX esta frecuencia sufrió transformaciones con la llegada de nuevas y discutidas normas para organizar de manera interna la esclavitud. Con el reglamento de noviembre de 1842 cambiaba el significado legal de la coartación. Era un anexo a un bando de gobierno del capitán general Valdés en el que se estipulaban cuatro artículos cardinales: Artículo 34. Ningún amo podrá resistirse a coartar a sus esclavos siempre que le exhiban al menos cincuenta pesos a cuenta de su precio. Artículo 35. Los esclavos coartados no podrán ser vendidos en más precio que el que se les hubiere fijado en su última coartación, y con esta condición pasarán de comprador a comprador. Sin embargo, si el esclavo quisiera ser vendido contra la voluntad de su amo, sin justo motivo para ello, o diere margen con su mal proceder a la enajenación, podrá el amo aumentar al precio de la coartación el importe de la alcabala y los derechos de la escritura que causare su venta. Artículo 36. Siendo el beneficio de la coartación personalísimo, no gozarán de él los hijos de madres coartadas, y así podrán ser vendidos como los otros esclavos enteros. Artículo 37. Los dueños darán la libertad a sus esclavos en el momento en que les apronten el precio de su estimación legítimamente adquirido, cuyo precio, en el 3 Escritura de un traspaso de dominio mediante compraventa de esclavo doméstico con existencia de una coartación graciosa previa, sello de 1788-1789. Oficina del Historiador de La Habana, Colección de Esclavitud. Pendiente de ubicación. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 EL CANAL ADMINISTRATIVO DE LOS CONFLICTOS ENTRE ESCLAVOS Y AMOS ... 113 caso de no convenirse entre si los interesados, se fijará por un perito que nombre el amo de su parte o, en su defecto, la justicia, otro que elegirá el Síndico Procurador General en representación del esclavo, y un tercero, elegido por dicha justicia, en caso de discordia4. La novedad de la coartación en Cuba residía en su repercusión, inmediata y demoledora, en la aprobación de la enajenación forzosa a demanda del esclavo. El aliciente de mudar de amo se adhería al privilegio de la inmutabilidad del precio para coartados, cuando no lo había sido en el pasado. Con la nueva situación colonial, elegir amo era elegir cómo aproximarse a la libertad: era el amo quien, a fin de cuentas, determinaba si su esclavo tenía acceso al dinero o no. Era el amo quien le ponía a su alcance la coartación o se la obstaculizaba. Con el asunto de la venta voluntaria de los coartados el derecho ponía en la picota a los dueños. Prever el comienzo de la manumisión mediante la entrega mínima de 50 pesos atentaba contra su propiedad privada. Ese derecho satélite de la coartación fue controvertido, sobre todo, por el antiabolicionismo que dimanaba de los ingenios, de las fincas rurales, donde la intimidación y la represión eran mayores. En la primera mitad del siglo XIX los conflictos entre síndicos defensores de esclavos y alcaldes testimonian que se habían ido dictando providencias dispares sobre el particular. Finalmente, lo único que se confirmó, en un plano paralelo a las leyes, fue que el esclavo podía encontrar en la coartación un pasaje para hacer su servidumbre «menos penosa»; y que el síndico, si era imparcial, estaba llamado a ser un portavoz de la libertad, la cual debía quedar «protegida por todos los derechos», por ser «un bien inestimable», un «objeto sagrado»5. En consecuencia, la salida de los esclavistas que se vieron dañados por la ley de coartación pasó por reconducirla políticamente, porque las traslaciones de amo eran útiles (demasiado como para bloquearlas) en un mundo de escasez de fuerza de trabajo e incremento de la práctica del alquiler de esclavos. En esa coyuntura, el protocolo de coartación se hizo huésped de la esclavitud asalariada, no sin crear un inconveniente fundamental: que los propietarios de esclavos que se sentían perjudicados por esta manera de coartar desearon restringir el privilegio6. Y lo consiguieron. 4 Apéndice en Lucena, 1996: 298. En cursiva hemos querido destacar el sentido que los adversarios de esta prerrogativa pretendieron confundir, abundando en su ambigüedad. 5 Expediente en que el Síndico Procurador General se queja de la determinación dada por el Alcalde 1.º en la demanda sobre la libertad de la morena Jacinta esclava de D. Francisco Ferrer, 1837, Archivo Nacional de Cuba (ANC), Gobierno Superior Civil (GSC), leg. 938, exp. 33094. 6 Expediente de informe para revisar las leyes vigentes sobre coartación de esclavos, 1862, ANC, Consejo de Administración (CA), leg. 3, exp. 108. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 114 CLAUDIA VARELLA Antes de ser normalizado, un acto de coartación consistía pues en un contrato, casi siempre verbal, de préstamo de libertad para que el esclavo trabajase a sueldo, ganando jornales que se cobraría el amo en una parte. Con esa fracción se estipulaba un interés notablemente superior al precio del dinero en el que habían acordado amo y esclavo la libertad de este último. Para que se acortara el término de su esclavitud, su dueño había de realizar deducciones proporcionales a las cantidades que el esclavo iba depositando, al contado. A falta de confianza en los amos, a cambio de ese dinero, los síndicos acabarían dando a los coartados unos recibos, unos papeles que, si sus titulares lograban conservar, no eran suficientes para después presentarlos como justificantes o dotarlos de sentido. La coartación fue un contrato que se vulneró por la tenencia a menudo ilegal de coartados en que invertían pequeños propietarios de esclavos o arrendatarios, individuales o institucionales, que los desalquilaban y realquilaban privada o públicamente. La penalización económica que acarrearon los siervos coartados autovendidos a su antojo coaccionaba sus impulsos de libertad; les disuadía, a pesar de que, en principio, su derecho fuera un generador de expectativas de movilidad y autonomía. Los coartados devengaban una paga mensual porque se les estaba cobrando una tasa por su emancipación futura. Ahora bien, lo habitual era que no vieran su coartación formalizada en el paso de comprador a comprador. Porque en el caso minoritario de que existiera un título de dominio, la autenticidad del documento de coartación se cuestionaba: alguien, no importa quién, evitaba seguro la pérdida del esclavo. Así, el modus vivendi de los coartados se degradó, empobreciéndose su acceso a una retribución laboral y exigiéndoseles la autorización del dueño para realizar una mudanza de propietario. Cada vez tendrán menos oportunidades de eludir los envíos a las plantaciones o de que abusen de su capacidad de trabajo en cualquier lugar. En resumen, el fin manumisor de la coartación estuvo invalidado. En medio de una situación de discordia para fijar el precio del esclavo, al tener que nombrar el síndico a los peritos, era un regidor municipal quien participaba activamente en el proceso de tasación de los esclavos en litigio. Se hacían los cálculos según la edad, la salud, el aspecto físico y lo que el amo hubiera gastado en el esclavo por enseñarle un oficio. Cuando el síndico ejercía jurisdicción, era él mismo quien dirigía autos de comparecencia con motivo de los contratos de coartación defraudados. Si después el trato continuaba incumpliéndose, era muy probable que el dinero del esclavo se estafara, y ya no desde la casa de su amo, sino desde las mismas sindicaturas. Valentina era la mulata que el Dr. Miguel R. Vieta alquilaba como jornalera desde que esta tenía 22 años. La había adquirido en venta real (no condicional) de alguien que sólo la conservó en su poder tres meses, y que, a su Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 EL CANAL ADMINISTRATIVO DE LOS CONFLICTOS ENTRE ESCLAVOS Y AMOS ... 115 vez, la había comprado a otro propietario, una mujer, con quien tampoco permaneció más de un trimestre. A sus 24 y con tres amos a sus espaldas en apenas tres años, Valentina se presentó al síndico con 50 pesos y solicitó su coartación7. Fue reconocida por un médico para ser posteriormente tasada. El médico era el de la casa de su amo, a la sazón «cirujano dentista», en la jerga de la época8. Este expuso, contra lo que ella aseguraba, que no padecía enfermedad crónica de tísica, que sólo era de una constitución sumamente débil, «de cavidad pectoral mal configurada». Hacía dos años había costado 600 pesos, en 1863, «época en la que valían mucho los esclavos», como la propia Valentina sabía. Resultaba desorbitado, en consecuencia, que el acta de coartación se formase por 900, porque había sido tasada en 950 depositando los 50 pesos de marras. Citado el dueño, se habían dado cifras peores: 1.300 pesos pedía Vieta por ella, por aquella esclava de mal aspecto9 y sin ninguna cualificación destacada, que en un año entero, tanto si había estado en condiciones de salud como si no, había ganado jornales para él sin crearle ningún gasto, «ni un par de zapatos». A pesar de todo, le había estado proporcionando 17 pesos al mes. Pero quería más: subir el rango de la sierva asalariada a 28,5 mensuales (con 50 pesos depositados, quedaba coartada en 900. Eso significaba que era injusto retenerle más de 9 reales diarios —que por 24 días al mes, al descontar los domingos y festivos, daba 27 pesos al mes; no más— teniendo en cuenta también que ya era un exceso porque «la mejor jornalera sólo gana 6 reales fuertes», al día). El testimonio de Valentina está refrendado por otro síndico, Juan Crespo, quien tomó importancia después de los sobornos que salieron a relucir en la primera sindicatura que había llevado el caso. Juan Crespo estaba convencido de que si las cosas no se reconducían por la vía administrativa, el pleito judicial sería largo y con malos resultados para la esclava, víctima de las artimañas del amo. Juan Crespo explicaba: 7 Antecedentes relativos a la presentación de la parda Valentina Travieso esclava del Dr. D. Miguel R. Vieta, 1864, ANC, GSC, leg. 968, exp. 34196. 8 Hemos encontrado anuncios del Dr. Miguel R. Vieta en la Gaceta de La Habana a lo largo de todo el año 1858. Tenía su consulta en la calle Obispo, número 64, y decía poner «las dentaduras atmosféricas ó sean (sic) sujetadas con la presión del aire las que son muy cómodas por no necesitar de los elásticos para cuyo efecto acaba de recibir un completo surtido de dientes incorruptibles, tan finos que en nada se distinguen de los naturales». Su negocio de dentaduras postizas encontraba un sustento en las rentas que sacaba de los esclavos. 9 Avanzada la querella, que se prolongó dos años, otro médico certificó que era tuberculosa y que, obviamente, su enfermedad se agravaría si hacía más esfuerzos laborales: Antecedentes relativos a la presentación de la parda Valentina Travieso esclava del Dr. D. Miguel R. Vieta, ANC. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 116 CLAUDIA VARELLA El Dr. Vieta, al que [conozco] bien por las diferentes presentaciones que hacen sus esclavos, (...) los alquila para lucrar extraordinariamente con ellos, pues se liberta de mantenerlos y vestirlos, condición con que celebra el alquiler. Para tasarla en «tan leonino precio», hasta el punto de que la esclava renunciara de golpe a su coartación, había sucedido lo siguiente: no sólo el perito del amo estaba comprado, sino también el de la sindicatura, que se encargó de entorpecer la marcha del expediente a propósito, para encubrir después lo ocurrido. El tasador de la primera sindicatura fue el mismo escribiente. El nombre que recibía este administrativo era el de escribiente papeletero. Lo elegía y le pagaba el ayuntamiento. Mientras podemos hablar de un sueldo para este dependiente, para el oficio de síndico se confirmaba en 1868 que su cargo, como el de alcalde municipal, teniente de alcalde o regidor, debía ser gratuito, honorífico y obligatorio10. ¿Qué les reportaba, entonces, esta labor desinteresada? ¿Prestigio social y comisiones ocultas? En el caso de la sierva Valentina, el escribiente operó en connivencia con el dueño. Sin embargo, la misma parcialidad podía inclinarse en contra de este último, porque, en la segunda tasación, también el personal de la sindicatura se habría inmiscuido; según Vieta, perjudicándole, porque colocaron a la esclava en un depósito en el que eran otros y no él quienes podían aprovechar su trabajo mientras duraran las diligencias, alquilándola. Según las normas, la esclava debía haber sido depositada en el Hospital de Paula o en la Casa de Beneficencia hasta que todo se aclarase. Desde 1862, en una maniobra por forjar su dependencia y obediencia, los síndicos eran obligados a coordinarse con los depósitos municipales dirigidos por la Administración del Gobierno superior civil. Estos espacios funcionaban como almacén de mano de obra forzada, pero se alegó que el primero, destinado más bien a las esclavas y no a los esclavos, estaba infestado de viruelas en ese momento. De modo que en vez de enviarla a la Casa de Beneficencia, el segundo síndico la envió al depósito judicial de esclavos, con una junta de artes y oficios que, igual que en Matanzas, realizaba contratas de aprendizaje o de simple consignación en el entretanto. También había una secretaría del ramo de aprendizaje en La Habana desde 1857. No es sorprendente que todavía en 1879 los síndicos habaneros se pregunten retóricamente si «dadas las condiciones de los actuales depósitos para los esclavos presentados en las sindicaturas de esta capital, el hospital de Paula para las hembras y la administración de obras públicas para los varones, ¿no sería conveniente en ampliación del art. 8.º del reglamento de las propias sindicaturas autorizar a los síndicos para proveer de licencias a aquellos que sin entregar 10 Martínez Alcubilla, 1877, I: 477. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 EL CANAL ADMINISTRATIVO DE LOS CONFLICTOS ENTRE ESCLAVOS Y AMOS ... 117 cantidades suficientes para adquirir su libertad pudiesen sin embargo aspirar a ella por otras causas a fin de que trabajen por su cuenta, depositando sus jornales en vez de permanecer meses y aun años en aquellos depósitos?»11. La Administración colonial había tomado el mando de los alquileres de esclavos. Si estos empezaban un proceso de coartación y entraban en liza con sus dueños, los síndicos quisieron y pudieron sacar réditos. Que los beneficiarios fueran ellos o los esclavos ampliaría las perspectivas de este artículo. Por los defectos de forma, se declaró nulo el acuerdo que afectaba a Valentina, sin necesidad en una primera fase de acudir a la vía judicial, porque el compromiso «celebrado entre el dueño y el síndico es asimismo económico administrativo». Se repitió la tasación: 650 pesos. La esclava no se conformó e impuso una demanda judicial. Habiendo ya un tribunal de justicia de por medio, era inútil dirigirse al gobierno para reclamar como hacía Vieta. A este no le quedó más remedio que promover un recurso de casación ante la real Audiencia para anular la resolución final, que fue emitida por un alcalde mayor, un juez, quien desde su alcaldía, al otro lado de la autoridad administrativa, dictaminó que se otorgara la escritura de libertad a Valentina, tasada al final en 50 pesos. Así hubo situaciones análogas que terminaron siendo fallidas: los esclavos renunciaban a su coartación porque el precio por acercarse a la libertad era demasiado caro, porque sus tasaciones eran demasiado altas. Juana Criolla, cocinera y lavandera de oficio, esclava, tenía según su amo 30 años. Ella decía ser mayor de 50. La diferencia no era poca y lo que podía avalar una partida de bautismo o el reconocimiento de un médico servía a la misma farsa, difícil de dimensionar precisamente por las ocultaciones que envolvían a los esclavos coartados. Las tasaciones orientadas a las compras de libertad, dependiendo de la edad del que buscaba ser coartado, variaban mucho. En su memorial de 1874, una esclava que respondía al nombre de Juana Criolla se revolvía contra la injusticia porque su precio era «una imposibilidad que se le ha[bía] puesto para que nunca pu[diera] conseguir su libertad»12. 11 La cursiva es nuestra. Comunicaciones por la Junta del ramo de aprendizaje «Artes y Oficios» donde se pide que le sea negado al maestro sastre Alejo Rovira la contrata por tratar con crueldad al pardo esclavo Ramón, 1860, Archivo Histórico Provincial de Matanzas (AHPM), Esclavos, Asuntos Generales, leg. 23, exp. 112. Expediente promovido por los síndicos de La Habana consultando la reforma de algunas disposiciones que le expresan, 1879, ANC, Miscelánea de Expedientes (ME), 3543, ll. 12 La morena Juana criolla pidiendo retasación, 1874, ANC, Gobierno General, leg. 566, exp. 28175. Desfilan expedientes de esclavos que piden que se les tase con las formalidades establecidas o, de lo contrario, solicitan la nulidad de la coartación. Otro ejemplo en: Expediente promovido por D. Manuel Canosa reclamando contra la coartación de Julia, esclava de D.ª Leonor Vázquez, 1879, ANC, ME3820, m. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 118 CLAUDIA VARELLA LA AUDIENCIA DEL SÍNDICO El oficio de síndico tiene ribetes de antigüedad13 y con la ordenación municipal castellana pasó a América. El síndico personero era la voz autorizada del común para alzar quejas y personarse; un procurador arraigado en la élite colonial, procedente muchas veces o del mundo del comercio o de la abogacía14. La conceptualización del pobre nos retrotraería a los antecedentes medievales castellanos de los fueros municipales. La preocupación por la pobreza, destilada de exenciones concedidas a quienes no podían costearse una defensa judicial, llegó a América. Los pobres eran sujetos de leyes. La curatela era la potestad de administrar los bienes de aquellos que no pudieran hacerlo por sí mismos. Pobres y esclavos no tenían curador como lo hubieran tenido si se tratara de menores de edad. Un curador no les podía representar ni en lo civil ni en lo criminal. Pobres y esclavos tenían protectores. En la segunda mitad del siglo XVI a los indios se les asignó un fiscal como protector y defensor; normativamente. Las protecturías de indios se unieron a las fiscalías del crimen de las Audiencias de Lima y México en la segunda mitad del siglo XVIII15. A finales del siglo XVII los pleitos de pobres en las Audiencias tenían incluso un día fijo, los sábados16. Agustín Bermúdez habla, en general, de la escasez de abogados en Indias hasta el siglo XVIIII. No abundaron rápidamente en las corporaciones locales. No obstante, a posteriori se hubo de restringir su número periódicamente con el avance del XIX. En la Cuba colonial, antes de que la figura del síndico adquiriera protagonismo, las quejas de los esclavos contra sus amos eran consideradas un problema municipal, aunque no desde el principio de carácter administrativo, sino que empezaron por ser de tipo judicial. Con el respaldo de la legislación medieval, los esclavos maltratados tenían derecho a buscar un juez. Entre el juez y el esclavo se interpuso poco a poco la figura del síndico. Su finalidad era aportar soluciones administrativas a esta serie de conflictos, siempre peculia13 El personero de los concejos o cabildos está estipulado ya en las leyes medievales de las Siete Partidas en calidad de representante de la corporación para hacer frente a cualquier demanda en su contra o a su favor. Se le llama ya entonces «Procurator, seu syndicus...»: véase ley 13, tít. 2, partida 3: Las Siete Partidas, 1974, II: 6. La cursiva es aquí nuestro énfasis. 14 Desde los cabildos, los representantes de estos cargos fueron muy activos en las guerras de independencia americanas, cuando el cuerpo municipal gana poder. En Cuba, sin ir más lejos, el síndico Tomás de la Cruz Muñoz (de origen peninsular) pidió el establecimiento de la junta independentista de 1808: Piqueras, LVIII/1 (México, 2008): 431 y 442. 15 Zamora y Coronado, 1844, III: 267. 16 Bermúdez Aznar, 50 (Madrid, 1980): 1041. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 EL CANAL ADMINISTRATIVO DE LOS CONFLICTOS ENTRE ESCLAVOS Y AMOS ... 119 res, en la medida que una de las partes poseía una categoría jurídica delicada, cosificada y de menor de edad a un tiempo. El cargo de síndico conquistó en ultramar esa nueva dimensión de procurador personero, sin comenzar siéndolo para la defensa de los indios o los esclavos. Los esclavos estaban muy alejados del abogado y protector que los legisladores concedieron a los indios, quien era elegido por los virreyes y los gobernadores, gozaba de salario y fue indistintamente etiquetado como protector, procurador, abogado o defensor. Llegó hasta las islas Filipinas17. Por la denominación de procurador, pudiera parecer que también amparaba, por extensión, a los esclavos negros. Lo cierto es que, según las Leyes de Indias, quien oía las quejas de los esclavos por maltratos o sus aspiraciones de libertad era el oidor o el alcalde en las Audiencias, y no los oficiales del regimiento o regidores18. Como señala Jesús Martínez Girón, el síndico «protector de esclavos» nació para subsanar la incapacidad procesal de los siervos, para entablar sus demandas, teniendo como modelo al «protector de indios»19. Pero esta equivalencia no se produjo hasta finales del siglo XVIII. Poco antes, en 1766, Carlos III establece cómo nombrar a los síndicos personeros del común o procuradores del común (distintos de los procuradores judiciales)20. Se elegían como mínimo para dos años por votos de los regidores, no mediante cabildo abierto y, al igual que el oficio de alcalde ordinario, el empleo de síndico no era enajenable. Con esas reformas se trataba de impedir que continuara vendiéndose o fuera patrimonializado por una misma familia. Su nombramiento se hacía electivo. Eran elegidos por el gobernador capitán general entre los propuestos por el ayuntamiento y los mayores contribuyentes. Eran personas blancas en una sociedad racista. Los antecedentes de los síndicos existían en la América hispana desde que hubo ayuntamientos, emanando, si cabe, del oficio concejil de regidor y pasando a distinguirse como procuradores de la ciudad. La Recopilación de las Leyes de Indias contradice, por tanto, lo que se deduciría demasiado rápido de la obra de referencia de José Serapio Mojarrieta en la que se afirma que en 17 Ley 1, tít. 6, libro 6, cit. en Recopilación de las Leyes, 1987, II: 217. Que los pleitos de indios estuvieran aparentemente mejor atendidos que los de los esclavos está en consonancia con la mayor categoría social que jurídicamente se le otorga al indio. Los protectores de indios, por ejemplo, no podían ser mestizos (ley 8, tít. 6, libro 6, cit. en Recopilación de las Leyes, 1987, II: 218). Los negros, libres o esclavos, tampoco podían hacerse servir por indios (ley 7, tít. 5, lib. 7, cit. en Recopilación de las Leyes, 1987, II: 286). 18 Ley 8, tít. 5, libro 4, cit. en Recopilación de las Leyes, 1987: 286. 19 Martínez Girón, 2002: 47. 20 Ley 1, tít. 18, lib. 7, cit. en Novísima Recopilación, 1992, III: 440. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 120 CLAUDIA VARELLA Cuba el empleo se creó por Supremo Consejo en 1766 21. Nos llevaría a engaño si no tuviéramos en mente las leyes 1 y 2, título 2, libro 4 del corpus legal de la Recopilación, que son muy anteriores, promulgadas por Carlos V en el siglo XVI. La segunda de ellas da por existentes a los síndicos con función de personeros 22. En la Novísima Recopilación que sucede figura también, entre los oficios públicos de las ciudades, el de procurador de las mismas, si bien es verdad que no se utiliza la palabra «síndico» precediendo a la de procurador23. Mojarrieta, abogado entonces de la Audiencia de Puerto Príncipe, le dedica la obra a la que aludimos a la Real Academia de Jurisprudencia Práctica de San Fernando. Este establecimiento encargado de formar abogados fue el modelo para fundar el de La Habana por real cédula en 1819. Sus puertas tardaron en abrirse hasta 1831, cuando todavía no había real Audiencia en la capital, quizás por ello sus estatutos no fueron aprobados hasta 184124. Guiándonos por la fecha de publicación, es probable que Mojarrieta esté informando con su manual a los miembros de la nueva academia de que en La Habana el síndico de ayuntamiento había sido definido con el perfil exacto de procurador de esclavos en 1766. Era una redefinición coincidente con el momento en el que se establecía el derecho de alcabala afectando también a las ventas de esclavos. Sabemos que a la altura de 1840 solo había nueve ayuntamientos en toda la isla, de ellos uno estaba, por supuesto, en La Habana; otro en Puerto Príncipe25. Eran pocos, pero los de estas dos ciudades tuvieron su fundación en el siglo XVI, y allá donde había ayuntamientos hemos dicho que había síndico. En el municipio de La Habana los primeros regidores respaldados por unas ordenanzas de peso como las de Alonso de Cáceres fueron constituidos para ser polifacéticos26. 21 Mojarrieta, 1833. Ese mismo año de 1833, Mojarrieta fue nombrado procurador a Cortes por Puerto Príncipe (p. 7). José Serapio Mojarrieta continuó vinculado a la fiscalía: fue elegido por el capitán general para ocupar en La Habana la plaza de vocal de la inspección de estudios de Cuba y Puerto Rico en 1852: Archivo Histórico Nacional, Ultramar, leg. 3552, exp. 4. 22 Arrazola, 1852, 5: 310-311. Se confirma su apreciación de que «será difícil hallar una ley de Indias creando el cargo; y las poquísimas que hablan de él es dándolo por existente»: Ibid. Leyes 1 y 2, tít. 2, libro IV, cit. en Recopilación de las Leyes, 1987: 101. Alejandro de la Fuente sigue la fecha de 1766 para afirmar el traspaso de esta institución municipal a las colonias: De la Fuente, 4: 87 (Pittsburgh, 2007): 665. 23 Ley 9, lib. 7, tít. 7 y Ley 18, tít. 7, lib. 7. La segunda está promulgada por Felipe IV en el siglo XVII y la primera por Felipe II en el XVI. Cit. en Novísima Recopilación, 1992, III: 308 y 312. 24 Zamora y Coronado, 1844, I: 8. 25 Salas y Quiroga, 2006: 179. 26 Había seis, junto con dos alcaldes ordinarios: Pezuela, 1863, 3: 182. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 EL CANAL ADMINISTRATIVO DE LOS CONFLICTOS ENTRE ESCLAVOS Y AMOS ... 121 Por el contrario, otro aspecto que debiéramos considerar en apoyo a la idea de que el perfil de procurador de esclavos asignado al síndico fue central en la reordenación legislativa es que en Puerto Rico no se les constituyó en esta dirección hasta el reglamento de 1826. Tampoco dejemos de lado que como la Instrucción de 1789 no salió adelante de manera clara, se tuvo que volver a codificar este punto aquí y allá, modificando especialmente la intervención del síndico en las haciendas. En 1833, año en el que se establece en Puerto Rico por primera vez una Audiencia, la tendencia es nombrar a estos «caballeros» también donde no llegasen los ayuntamientos27. Es bastante ilustrativo del avance del fenómeno. Mojarrieta se sentía motivado para escribir este prontuario porque creía que los síndicos de ayuntamiento (en plural —y en La Habana, para cuando escribe, solo había uno—) estaban extralimitándose en la defensa de los esclavos, dejándose llevar por una «equidad mal entendida». Su preocupación radicaba en preservar los intereses de los propietarios y en acabar con un significado con el que se estaba dotando a la práctica de la coartación que escapaba del control de los dueños y de las autoridades: «¿Qué vergüenza, qué descrédito no causa verlos condenados en costas, apercibidos, multados y aun suspensos de su oficio por excesos cometidos en su desempeño?» [Y es que] sucede con frecuencia que deseosos muchos siervos de facilitarse el paso a la libertad, consiguen que sus dueños los coarten, prestándose a recibir parte del precio en que son estimados y logran reunir con su industria o por otros medios lícitos y como a veces quedan en la mitad de su valor han intentado muchos síndicos aliviarles la esclavitud, pretendiendo se les conceda la mitad del tiempo que deben servir a sus señores»28. Richard R. Madden, superintendente de la Comisión Mixta de justicia antitrata, veía en el manual de Mojarrieta el vademécum de la inmoralidad pública, ya que desde el principio hasta el final invitaba a sortear todas las reales órdenes que perjudicaran a los amos. Al síndico lo desacredita, siendo un engaño más «para echar polvo en los ojos de las potencias extranjeras». El síndico es «un hacendado. ¿Y quién es el dueño? El vecino del síndico», denunciaba unas páginas después29. Madden había conocido de cerca la situación de los esclavos entre 1836 y 1840. Representó a Inglaterra en La Habana. Su opinión sobre la efectividad de las leyes españolas más benévolas hacia la esclavitud era, sencillamente, pésima. 27 28 29 Lucena, XIV-XV: 45-48 (San Juan, 1993-1994): 301. Mojarrieta, 1833: 16-23. La cursiva es nuestra. Madden, 1964: 144 y 150. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 122 CLAUDIA VARELLA Los síndicos debían atender a los esclavos y a los trabajadores semiforzados, pues también van a ser en la segunda mitad del siglo XIX los protectores natos de los colonos. Pero su función no se limitaba a mediar en las demandas, a conducir los interrogatorios. Bien al contrario, su labor pasaba incluso por atender el pago de arbitrios de los vendedores ambulantes. Por ejemplo, ante la solicitud de un italiano llamado Antonio Puche, que quería exhibir en los partidos del campo unas figuras de cera con la música de un órgano, es el síndico quien fija las condiciones del precio de cada función: dos reales para los adultos y uno para los niños; y le recuerda que se le cobrará un real a cambio de la licencia de tocar el órgano30. El dinero recaudado de la asistencia a estas funciones de volatines y sombras chinescas iba a parar a los fondos gubernamentales. Nadie podía sospechar que, unos treinta años después, un viejo italiano acompañado de un organillo, quizás un Antonio Puche que había extendido su negocio con los espectáculos callejeros, pondría en un brete a las autoridades coloniales. Y todo por una de las canciones de los organillos que alquilaba (a veces a hombres negros, a veces para que estos ganaran algunas onzas al día para sus amos). Era la «Canción del esclavo» y a la postre estaba representada por un hombre de color que la bailaba. Supera con creces lo anecdótico porque desde La Habana hasta Matanzas a las autoridades su contenido se les antojó altamente subversivo. En la primera se había prohibido ya, tras haber alcanzado tanta popularidad como para cerrarle la puerta de los teatros. En Matanzas creció la alarma porque podía llegar a escucharse en «los pianos de las casas» e incluso en una famosa tienda de edición musical, la de Edelmann. En todos los partidos de esa jurisdicción, los capitanes se vieron obligados a acusar recibo de la carta del gobernador para acallar esa música. A punto de estallar la guerra de los Diez Años, en la parte occidental del país, una mera canción era vista como una amenaza para el sistema de esclavitud31. Los borradores manuscritos emitidos por algunas sindicaturas reflejan sus actividades. Los síndicos se encargaban también de las cuotas para saldar la contribución municipal de establecimientos, los gastos de mantenimiento de las calles, asuntos de policía, celadores y seguridad pública, bomberos y materias desarrolladas en el amplio círculo de las juntas municipales32. Aparte de lo 30 Correspondencia sobre esclavitud. Año de 1839, ANC, GSC, leg. 939, exp. 33112. Comunicación sobre la prohibición de la llamada «Canción del esclavo», ya que su letra presenta a los esclavistas como opresores, septiembre de 1868, AHPM, Esclavos, Asuntos Generales, leg. 23, exp. 121a. 32 «Actas de 1821-1857» y «Actas de 1839-1856», Bachiller, n.º 711 y n.º 429a, respectivamente. Colección de Manuscritos, Biblioteca Nacional José Martí. 31 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 EL CANAL ADMINISTRATIVO DE LOS CONFLICTOS ENTRE ESCLAVOS Y AMOS ... 123 reproducido en las juntas municipales, estos documentos incluyen los papeles de la comisaría del ayuntamiento. Los temas más frecuentes son la recaudación de impuestos, las contratas de limpieza de la ciudad, los empréstitos propuestos para reanimar el crédito, las inauguraciones, ceremonias de puesta de la primera piedra de distintos monumentos o edificios, certificaciones, conciertos de sueldos de empleados públicos, presupuestos varios, indemnizaciones, discusiones sobre la situación de los canales de riego y del alumbrado. En estas preocupaciones confluyen el capitán general, los alcaldes ordinarios, los regidores, el síndico procurador general y los vecinos implicados. El contexto es el del cuerpo municipal, el del servicio público. Síndico y ciudad estaban ligados. En los primeros decenios del XIX los dictámenes sobre precios tuvieron en los síndicos a sus principales agentes. En materia de abastos defendían la fijación de la calicata del pan, habían de proteger al pueblo de los monopolios, los lucros y los «revendones» que compraban para revender más caros los alimentos, abogaban para que la redistribución de los gastos por los procedimientos judiciales que en un clima insurreccional habían apagado conspiraciones de esclavos fuera más equitativa entre el erario público y el fondo de propios y arbitrios de la ciudad33. Porque si se veían en la situación de tener que optar por la defensa del ayuntamiento o por la del público debían quedarse con lo primero, interviniendo invariablemente a favor de los derechos del municipio, lo que le suponía una incompatibilidad con el oficio de fiscal de los derechos del común. En casos extremos, la defensa de los propios de la ciudad llevaba al ayuntamiento a querellarse contra el gobierno y su máximo representante si era necesario. Esto es lo que sucedió contra el capitán general Tacón, que ofendió a la corporación con un abuso de poder, imponiéndole por la fuerza incluso un defensor en la propia demanda municipal contra las obras públicas que él había llevado a cabo, entre las que se encontraba el malecón habanero. El ayuntamiento alegó que «la dignidad del municipio de La Habana» había sido menospreciada porque, además, el gobernador no había respetado en dos ocasiones los nombramientos de los alcaldes o comisarios de barrio, una facultad que, por tradición, era exclusiva de los miembros capitulares34. El sentido de la municipalidad, del poder municipal estaba muy arraigado en la legislación hispana que había sido transmitida a las Leyes de Indias. 33 Periódico en que se insertan las representaciones de los procuradores síndicos del Excelentísimo Ayuntamiento Constitucional, y los demás discursos de los ciudadanos sobre mejorar la suerte de este pueblo, La Habana, 1813, n.º 12. 34 Expresión de agravios, 1839. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 124 CLAUDIA VARELLA La función del síndico en Cuba desató batallas civiles desde que la economía de la isla se aceleraba a finales del XVIII y la densidad de población, al igual que las necesidades administrativas, iba en aumento. Desde entonces, se estuvo insistiendo en la urgencia de que hubiese dos síndicos para poder dar respuesta a las demandas de sus múltiples dedicaciones35. Pero hasta mediar el siglo XIX no se avanzó en la mera alternancia entre un síndico primero y un síndico segundo, elegidos cada año con el voto de los regidores para que el segundo relevase al primero, quedando siempre uno de ellos lo suficientemente informado e instruido; o al menos esa era la intención. A la altura de marzo de 1852 la casa consistorial de La Habana destinada a la celebración de los cabildos estaba en obras, por eso se celebraban en una sala de la casa de gobierno, en el palacio de la capitanía general. Había una o dos reuniones ordinarias al mes, en la sala capitular. A la luz de las actas capitulares, se hacía el repaso de los oficios recibidos, de lo acordado en cada uno de ellos, de cuáles habían sido las instancias leídas, pero no hallamos ni rastro de los registros de demandas de esclavos36. El cargo de síndico procurador era dependiente del ayuntamiento, por lo que en principio todo lo concerniente a las reclamaciones de libertad de los esclavos nos conducía al terreno del cabildo, en el que bien en forma de asientos u oficios se ofreciese una relación ordenada, o por ordenar, de los casos presentados. Estos cuadernos debían de haber estado separados o no se archivaron sistemáticamente, pero en el presente no sobrepasa la conjetura. En el capítulo 9 de la real cédula de 31 de mayo de 1789 se determinaba que el síndico debía considerarse con la mayor distinción el protector de los esclavos por el derecho de Indias. En virtud de esta norma escrita, si el dueño desamparaba al siervo, el procurador síndico de la ciudad debía acudir en su auxilio, también en caso de que hubiera cometido un delito37. La real cédula de 1789 sobre la educación, el trato y ocupación de los esclavos iba a ser un código negro para toda la América española. Contra sus ordenanzas no sólo se levantaron los hacendados cubanos, todavía molestos según lo vertido en un cabildo de 1809, sino que también se mostraron reacios a acatarlas los propietarios de esclavos de Caracas y de Santo Domingo. Un punto fundamental de las mismas era el que establecía el protectorado de los siervos en la persona del síndico. El capítulo segundo propugnaba que la audiencia del síndico había de velar por el cumplimiento de la buena alimenta35 Zamora y Coronado, 1844, V: 462. Actas capitulares del Ayuntamiento de La Habana. Año 1852. Oficina del Historiador de La Habana. 37 Álvarez, 2008, II: 121. 36 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 EL CANAL ADMINISTRATIVO DE LOS CONFLICTOS ENTRE ESCLAVOS Y AMOS ... 125 ción y vestuario de los siervos; y el capítulo noveno que este le ampararía judicialmente38. Cualquier incumplimiento de los preceptos de la Instrucción de 1789 suponía: «que por las Justicias, con acuerdo del Ayuntamiento, y asistencia del Procurador Síndico, se nombre una persona o personas de carácter y conducta, que tres veces en el año visiten y reconozcan las Haciendas, y se informen de si se observa lo prevenido en esta Instrucción, dando parte de lo que noten, para que actuada la competente justificación, se ponga remedio con la Audiencia del Procurador Síndico...»39. Puesto que esta real cédula no llegó a aplicarse debido a lo mucho que se discutieron sus contenidos (en 1804 quedó oficialmente detenida o derogada), tenemos indicios para sostener que la fragilidad de esta atribución del protectorado de los esclavos perduró hasta finales de la década de 1830, no quedando afianzada en un texto legal sino en 1842, con el reglamento de esclavos de Valdés. En el artículo 15 de ese reglamento se le confiere al síndico el poder de vigilar que a los esclavos viejos y enfermos se les dé el peculio suficiente para no caer en la indigencia. En el artículo 37, de cara a los problemas que pudieran surgir por la tasación previa a la compra de libertad, al síndico se le da la atribución de elegir perito en nombre del esclavo para contrarrestar el peritaje promovido por el dueño40. En Puerto Rico, el código negro de 1826 ya había adelantado todo esto41. Puerto Rico, por tanto, se anticipó a Cuba en el protectorado legal de la mano de obra forzada. El protectorado de esclavos en los ayuntamientos ultramarinos rigió, pero la personalidad de los síndicos quedó disminuida por la legitimidad parcial que ellos mismos hubieron de ir completando. En 1813 una esclava coartada llamada M.ª del Carmen tenía un defensor de oficio que pedía que se corrigiese la injusticia cometida con la alteración de su precio de compra. Para el procurador de la esclava, ella era «su cliente»42. En esos años, en Matanzas, los conflictos entre amos y esclavos se estaban dirimiendo también en el estudio del «señor oidor asesor general», conducido el memorial de la sierva a través del alcalde. Los asesores generales eran letrados y representaban un papel equivalente al de tribunal del gobierno político. Des38 39 Zamora y Coronado, 1844, III: 130-133. Cap. XIII de la Instrucción, cit. en el apéndice de Levaggi, 1 (Buenos Aires, 1973): 167. 40 Lucena, 1996: 296 y 298. Lucena, XIV-XV: 45-48 (San Juan, 1993-1994): 101. 42 Diligencias promovidas por la esclava negra María del Carmen, negra de nación carabalí, sobre acreditar haber sido vendida en mayor cantidad de la de su coartación, ANC, Escribanía de Galletti, leg. 992, exp. 5. 41 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 126 CLAUDIA VARELLA pachaban los asuntos de las alcaldías mayores, todavía con facultades heterogéneas. La Habana tenía tres asesores. Aun en la década de 1840, los esclavos de la capital siguen encontrando cinco tribunas posibles para poder esperar que alguien atendiera sus quejas: la del síndico, la del gobierno político, la de la capitanía general, la de la intendencia y la de la alcaldía. Los alcaldes ordinarios, como jueces de paz, podían asimismo presidir los juicios de conciliación. Hasta 1790 los alcaldes tenían el derecho privativo de aprehender esclavos cimarrones43. Sus poderes habían sido extensos. Ante las demandas verbales, contaban con el asesoramiento de abogados. El alcalde que antes citaba a algún abogado para que representara al esclavo estará cada vez más obligado a entenderse con el síndico, que va a ir asumiendo el rol oficial de dicha abogacía. En las alcaldías ocurrían sucesos tan importantes como la articulación y el desenlace de promesas de libertad. Hemos examinado, entre otros, el memorial de una esclava, Francisca Sierra. Data de 185544. A sus dos amos fallecidos les había criado dos hijos en vida. En agradecimiento, le prometieron su libertad. Sin embargo, sus amos estaban endeudados y por eso «fue entregada al acreedor el moreno libre Lorenzo Manzano». Una vez saldada la deuda con los jornales de Francisca, la reclamó el hermano de su difunta ama por otra deuda que dijo le restaba pagar, nada menos que por los gastos de funeral y de entierro. Este hombre era el curador de la hija de los amos fallecidos, una menor que heredaba a la sierva. No nos sorprende que negara la oferta de la libertad que esta refería. Se defiende con instancias escritas con papel sellado de pobres. El intestado de la dueña tampoco ponía fácil su pretensión. El alcalde pasó a pedirle permiso al secretario general del Gobierno superior político para trasladar a la esclava a la Casa de Beneficencia. Había un interés en que los depósitos en este centro estuvieran bien atados a las disposiciones de un juzgado concreto. La esclava Francisca Sierra, gracias a la movilidad que le pudo haber proporcionado su estancia como alquilada de la Casa de Beneficencia, se presentó ante dos tribunales: el de la capitanía general y el del gobierno. No optó por la sindicatura. Cuando un esclavo coartado estaba involucrado en un conflicto de testamentaría, la confluencia o confrontación entre juez y síndico era previsible, ya que el alcalde conocía el juicio y alguna de las partes buscaba su favor y mediación. Ni los herederos de doña Antonia Florencia ni su albacea, responsable de aceptar la coartación, estuvieron conformes con la venta que por 43 44 Labra, 1879: 58. Correspondencia sobre esclavitud, años 1854-1858, ANC, GSC, leg. 950, exp. 33616. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 EL CANAL ADMINISTRATIVO DE LOS CONFLICTOS ENTRE ESCLAVOS Y AMOS ... 127 su propia iniciativa había llevado otra esclava coartada, Clemencia, de 13 años. El nuevo dueño que Clemencia había encontrado la puso en manos del síndico, quien se negó a entregarla «por considerar que en es[e] asunto debía entender él y no el alcalde mayor»45. Mientras el dinero de la mulata estaba depositado en las arcas reales, el gobierno le daba la razón al síndico de Alacranes (en la jurisdicción de Matanzas) y el alcalde se indignaba porque habían invadido sus atribuciones. Para la sección de lo contencioso, el síndico era la autoridad administrativa a quien la ley confería la protección de los esclavos y el acto consumado bajo su poder no podía más que ser válido. Los herederos habrían podido recurrir la tasación contra el albacea para que los indemnizara, pero el camino adecuado era el de los tribunales de justicia, que no era un camino barato. Sobre las sindicaturas pivotó la esclavitud en los núcleos más urbanizados de Cuba. La Administración colonial en la isla actuó invadiéndolas, puesto que su objetivo era anular la independencia que estaban adquiriendo en la labor de asesorar a los esclavos agraviados, encauzando sus salarios y ahorros hacia una clase de libertad que se ponía en venta. LA PROFESIONALIZACIÓN DE UN OFICIO HONORÍFICO Antes de la real cédula de 1789, que consagraba al síndico en la figura del abogado de esclavos, los legisladores ya lo habían tenido muy en cuenta en el Caribe hispano. El código negro carolino de 1783 refleja cómo los siervos seguían las causas de su libertad y, muy unido a ellas, aparece el síndico. Con el fin de regularizar los pasos de esos trámites y que en el tiempo que durasen no dejaran de rendir servicio, la letra de ley obligaba a los esclavos a dar parte de sus solicitudes de libertad a los jueces ordinarios o a los celadores si estaban en los campos, para que les diesen «defensor en la persona de su procurador síndico general, pues interesa a la causa pública la tuición de estos miserables y las libertades que se confieren por sus buenos servicios íntimamente unidos a la felicidad pública y prosperidad de la isla»46. Elegidos normalmente entre hacendados y comerciantes, los síndicos que vehiculaban las demandas de los esclavos eran en ocasiones grandes propietarios de esta mano de obra. En 1810 el síndico de una localidad de Guatemala 45 El Exmo. Sr. Gobernador Superior Civil remite a informe el expediente instruido a instancia del síndico de Alacranes sobre coartación y venta de la mulata Clemencia, esclava de los herederos de Doña Antonia Florencia Cepero, ANC, CA, leg. 301, exp. 5. 46 Cap. 21, ley 1, cit. en Malagón, 1974: 205-206. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 128 CLAUDIA VARELLA se enfrentó a los dueños dominicos de los ingenios de Baja Verapaz mediante una perspicaz estratagema. Con el síndico al frente, un grupo numeroso de esclavos reclamaba su derecho al trabajo fuera de la hacienda azucarera centroamericana. Algunos de ellos, con oficios artesanales cualificados, pidieron que sus salarios estuviesen acordes con la jerarquía que tenían, distinta al resto de esclavos de la negrada. Son esclavos que en el documento notarial reivindican recibir jornales como hombres libres, haciéndose cargo consecuentemente de su manutención y vestido. Lo más singular es que permanecen esclavos y están preocupados por conseguir que les garanticen que no se tomará represalias contra ellos por su atrevimiento. Según la interpretación que hace el Gudmundson, el síndico pretendía aumentar los costes de producción de quienes eran de facto su competencia, los dominicos47. «El síndico es blanco», enunciaba Fermín Hernández Iglesias en un folleto que publicaba en Cuba en 1866 contra el halago a negreros y esclavistas. Y seguía aclarando cabalmente que, aparte de blanco, era «propietario de esclavos e interesado por sus relaciones y ventajas en mantener íntegra la autoridad del plantador (...). El rescate se hace por un precio de arbitraje en que da voto el síndico en nombre del esclavo, e inspira en el amo el propósito de contrariar, por los medios decisivos de que dispone, que el esclavo forme peculio»48. En Uruguay se ha constatado la deriva clasista de los defensores de negros. También allí estos funcionarios de cabildo pudieron ser o no ser letrados. El defensor de esclavos, si en el resto de la América continental hispana no obtuvo especificidad hasta su investidura legal en 1789, se adhirió a otro cargo «de diferente denominación y función predominantemente diversa»49. Tan múltiples eran los quehaceres que en la primera mitad del siglo XIX ocupaban al síndico del ayuntamiento de La Habana, que para traducir los protocolos antiguos del archivo municipal en 1840, una operación que incumbía documentos de títulos de propiedad muy serios, se tuvo que debatir la necesidad de darle el apoyo auxiliar de un escribiente, a quien se gratificase a cambio50. No era la primera vez que discutieron por asuntos de dinero con el síndi47 Gudmundson, 60/1 (Berkeley, 2003): 109-114. Diez años antes, en la hacienda azucarera que centra su estudio predominaban los trabajadores indios. Ignoramos su estatus y cómo evolucionó la hacienda hasta el mismo momento en que se produjo el conflicto. Es una lástima que no se ofrezcan las características de la hacienda de San Gerónimo en el periodo oportuno. Guatemala se independizó en 1821 y abolió la esclavitud en 1824. 48 Hernández Iglesias, 1866: 25. 49 Petit Muñoz, 1947: 549, 552 y 227. 50 Actas capitulares del Ayuntamiento de La Habana, 1840. Oficina del Historiador de La Habana. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 EL CANAL ADMINISTRATIVO DE LOS CONFLICTOS ENTRE ESCLAVOS Y AMOS ... 129 co Antonio Pío de Carrión, reelecto ese año de 1840, al final del cual se cerró su bienio como funcionario. Él fue uno de los que dio un mayor empuje a la profesionalización del cargo. Sus mociones ante los «señores capitulares» sobre lo acuciante que creía que era incrementar el número de sesiones es muy indicativa del volumen de trabajo que manejaba, y muy especialmente de la falta de tiempo que enfrentaba para dar cuenta de los informes. La secretaría del síndico se estaba quedando pequeña. Con la necesaria aprobación del capitán general, de entre los regidores o concejales se elegían anualmente a dos alcaldes e inicialmente a un síndico51. El general Concha declaró a los gobernadores y tenientes gobernadores presidentes de las juntas municipales, y estos desplazaron a los alcaldes. Donde no había ayuntamientos, los tenientes gobernadores habían de colocarse en las cabezas de jurisdicción. En 1856 se sancionó que los alcaldes mayores dejaran de formar parte de los ayuntamientos y en ese año se autorizó al ayuntamiento de Santiago de Cuba para nombrar dos síndicos en vez de uno. Desde oriente se seguía la estela de La Habana52. El cargo solía estar desempeñado por una persona con formación de Derecho, aunque durante la mayor parte del periodo, y más allá de ciertas vacilaciones finales, no precisó el título de letrado. Hasta mediados del siglo XIX, en La Habana, centro neurálgico de la institución de la sindicatura, se pretendió que sólo un síndico estuviera dedicado a las causas civiles sobre libertad o coartación de esclavos. En 1811 se había denegado la dotación de sueldo a los empleos de prior, cónsules y síndico53. En 1837 el síndico Romualdo de Zamora protestó contra la ausencia de una compensación económica por asistir a los actos verbales en representación de los esclavos. Se decidió entonces que no habría remuneración cuando dañara a los intereses de los propietarios, esto es, cuando el esclavo pudiera salir ganando en su demanda injustamente. Sólo cuando el amo hubiera dado pie a la queja del esclavo podría cobrarle los gastos a los que ascendiera su asistencia, a imagen de un abogado particular. Esto, como es evidente, condicionaba de forma aplastante el oficio del síndico procurador de esclavos. El número de sindicaturas en La Habana fue a más: de una todavía en 1851, en 1856 el mismo ayuntamiento de La Habana solicitó añadir una más. En 1854 se habría ensayado el nombramiento de dos síndicos en vez de uno. 51 Arboleya, 1852: 265 y 318. Erenchun, 1857: 810-811. 53 Índice de las Reales Órdenes, Cédulas y Decretos que existen en el Archivo de la Real Junta de Fomento de Agricultura y Comercio formado por su secretario en 1844, ANC, Real Consulado Junta de Fomento, lib. 8. 52 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 130 CLAUDIA VARELLA Es de suponer que no se mantuvo y que por eso hubo una solicitud posterior. Pero en 1858 ya no hay dos, sino tres sindicaturas; y en 1865, cuatro, aunque en 1867 volvió a estabilizarse en una terna, para reaparecer la sindicatura cuarta en 1873, con las nuevas necesidades para la aplicación de leyes de orientación abolicionista. No obstante las discontinuidades, el pulso es de una progresión regular y rápida. La Habana fue un área municipal muy dinámica y en 1868 todavía se dudaba si había de dividirse en 3 ó 4 distritos54. Al contarse en la segunda mitad del siglo con más de un síndico dedicado a estos cometidos, debió de establecerse el requisito de ser abogado para aquel que ocupase la sindicatura primera del municipio. Mantenemos esto en base a una orden de 1871 del Gobierno superior político, que disponía que las reclamaciones de esclavos «que envuelvan cuestiones de derecho» habían de pasar al síndico primero por ser este letrado, a pesar de que la recomendación no era una restricción para acceder al oficio, como se recordará en 187455. Los tribunales ordinarios de primera instancia fueron reformados a mediados de siglo. Los ayuntamientos del país habían solicitado al gobierno colonial la creación de juzgados de primera instancia y no fue hasta la época de Tacón, en 1836, cuando se dio satisfacción a esta demanda. Los jueces de primera instancia se convirtieron en pilar de la administración de justicia y se dotó de salario a sus alcaldes mayores para evitar que estuvieran tentados a pedir derechos de más. Se redujeron las competencias de los alcaldes elegidos por el ayuntamiento, los cuales quedaron limitados a la categoría de jueces de paz, sin poder ejercer como jueces de primera instancia dentro de la jurisdicción de la ciudad56. Los alcaldes perdieron su doble poder. Podían ocuparse de todas las diligencias judiciales sobre asuntos civiles, conciliatorios, incluidas las demandas de esclavos, pero en cuanto se transformasen en contenciosos habían de remitirlas a los jueces letrados de primera instancia. Estos debían encargarse de las demandas civiles de mayor cuantía y todas las litis que tenían que ver con la libertad de esclavos lo fueron desde 1856. Ahora bien, no todas las causas de manumisión entraron para ser resueltas en la esfera de la mayor cuantía; mu54 Expediente promovido por la sección sobre la inteligencia del artículo 48 del reglamento de esclavos y para designar los distritos en que deban funcionar las sindicaturas, 1868, ANC, ME, 3582, cn. 55 Zalba y Cano, 1875: 72 y 95. 56 Pezuela, 1863: 57 y 197. Cuando los juzgados estaban vacantes, los jueces eran sustituidos por los alcaldes y tenientes de alcalde y eso sucedía muy a menudo. Hasta 1901, en Cuba los juzgados de primera instancia tenían una función tanto de primera instancia, atendiendo los asuntos criminales, como de instrucción, atendiendo los civiles. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 EL CANAL ADMINISTRATIVO DE LOS CONFLICTOS ENTRE ESCLAVOS Y AMOS ... 131 chas, además, no atañían por completo a la libertad, sino a los jornales caídos, impagados, y a problemas concretos de coartaciones interrumpidas. Para estas causas se fomentó la senda extrajudicial. Al menos durante un cuarto de hora, el síndico oía en la intimidad de su estudio las demandas de libertad, o de coartación o de solicitud de permuta de dueño. El esclavo era su «protegido» y tenía que defenderlo ante los jueces de paz o los de primera instancia. Hubo interferencias entre síndicos y alcaldes, especialmente pedáneos, capitanes de partido. Sin derechos económicos, la labor del síndico era idealmente desinteresada: se le pagaba con el honor de serlo, exactamente igual que a los jueces pedáneos. En Cuba hubo capitanías pedáneas hasta 1855 sin que a los alcaldes se les regulase el sueldo y se les privase de los derechos judiciales57. A partir de entonces, los derechos de los litigantes (esclavos incluidos) quedaron en manos del Tesoro. A finales de 1859 todavía se estaba reformando el servicio de los alcaldes mayores en cada distrito judicial, urbano y rural. Todas las alcaldías comunicaban con una misma matriz judicial radicada en La Habana. La impresión que tenían algunos residentes en la primera década del siglo XIX es que no había síndico en La Habana y que los esclavos que tenían problemas por el atropello de sus derechos a quien acudían era a la persona del alcalde. En el fondo, se correspondía con una realidad en la que la pieza de la sindicatura fue, en efecto, muy débil hasta la década de 1840, cuando empieza a fortalecerse. En la segunda mitad de la centuria, para los propietarios de esclavos la buena reputación va a estar asociada a la resolución de sus diferencias con ellos a través de «medios amistosos y urbanos»58. Las sindicaturas dieron visibilidad a esos medios. La Audiencia pretorial logró fiscalizar la labor de los síndicos. En 1855 acordaba que dejasen de intervenir en las causas de vagos59. Los promotores fiscales, que comenzaban a copar las alcaldías mayores de la isla, les arrollaron también en ese ámbito. El síndico es valorado como una entidad benéfica y honorífica volcada a ayudar a los esclavos desde un punto de vista caritativo. Ese es el argumento con el que los fiscales explicaban que los fundamentos con que pedían una remuneración por su trabajo eran desatinados. Ramón de Armas, síndico en 1841, sería hábilmente combativo: «el Síndico debiera ser 57 Concha, 1867: 29-30. D. Alejo Soto sobre la libertad de la negra Dominga, 1866, ANC, GSC, leg. 968, exp. 34208. 59 Circular número 45 del 14 de junio de 1855. «Auto acordado de 8 de Junio para que intervengan en las causas de vagos los Promotores fiscales y no los Síndicos», Autos Acordados de la Real Audiencia, tomo 3: 50. 58 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 132 CLAUDIA VARELLA de igual condición a los demás curiales, que obligados a servir gratis a los pobres cobran sin embargo sus derechos cuando la parte solvente es condenada»60. Pero enemistar a los dueños con los síndicos entrañaba grandes pegas para retribuir el oficio. No es hasta 1865, abolida la esclavitud en Estados Unidos, cuando en Cuba son restituidos los síndicos, cuyas funciones en defensa de los esclavos quedaron directamente anuladas en 1859, con la justificación de que se estaban excediendo en el patrocinio de los cautivos y de que habían asumido un tipo de autoridad gubernativa. En el proceso de restitución apareció, de hecho, un reglamento que estipulaba cuál había de ser su conducta, subordinada a los gobernadores y tenientes gobernadores. Si en su gabinete hacía entrada el peculio del esclavo, ya no podía hacerse efectivo allí, pasando a tener que verificarse y custodiarse en las cajas municipales porque, si no él, el personal subalterno de las sindicaturas, terminaba quedándose el dinero a cambio de un papel informal, bastante inservible luego para el esclavo aspirante a manumitirse. En las tenencias de gobernación prevaleció la opinión de que el síndico abusaba de sus atribuciones hasta la abolición de la esclavitud. Lo cierto es que los esclavos acudieron a solucionar sus problemas tanto ante el síndico como ante el teniente gobernador, y obtuvieron el permiso oficial para hacerlo indistintamente justo cuando el desmantelamiento del régimen esclavista estuvo en marcha. Si agotaban una vía, escogían otra. Para las instancias políticas superiores, recaudar el dinero dirigido a las compras de libertad era, al final, lo que más contaba y, aunque toparon con dificultades, encontraron el modo de controlar las sindicaturas. BIBLIOGRAFÍA Álvarez, José María, Instituciones de derecho real de Castilla y de Indias, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, UNAM, 2008. Arboleya, José G. de, Manual de la Isla de Cuba. Compendio de su Historia, Geografía, Estadística y Administración, La Habana, Imprenta del Gobierno y Capitanía General, 1852. Arrazola, Lorenzo, Enciclopedia Española de derecho y administración o nuevo Teatro, Madrid, Imprenta de Díaz y Compañía, 1852. Barcia, María del Carmen, La otra familia. Parientes, redes y descendencia de los esclavos en Cuba, La Habana, Casa de las Américas, 2003. 60 Barcia, 2003: 51. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 EL CANAL ADMINISTRATIVO DE LOS CONFLICTOS ENTRE ESCLAVOS Y AMOS ... 133 Bermúdez Aznar, Agustín «La abogacía de pobres en Indias», Anuario de Historia del Derecho español, 50 (Madrid, 1980): 1039-1054. Concha, José de la, Memoria dirigida al Excmo. Sr. D. Francisco Serrano y Domínguez, Capitán General de la Isla de Cuba, Madrid, Imprenta de la Reforma, 1867 (2.ª ed.). De la Fuente, Alejandro, «Slaves and the Creation of Legal Rights in Cuba», Hispanic American Historical Review, 4/87 (Pittsburgh, 2007): 659-692. Erenchun, Félix, Anales de la Isla de Cuba. Diccionario administrativo, económico, estadístico y legislativo, La Habana, Imprenta de la Antilla, 1857. 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People with no judicial freedom went to the community representatives to complain, ask for help and representation; their ex officio protectors, however, did not regularly act as neutral intermediaries, especially when a sum of money was involved to free the slave. The possibility of a slave being leased or changing owners became controversial subjects and lawsuits started to be settled outside the courthouses. These ombudsmen became more important and were a civil space dedicated to providing a public service in an administrative, arbitrary position that was often deemed capricious. KEY WORDS: Slaves, restriction, manumission, Ombudsmen, Cuba. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 109-136, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.005 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 251 Págs. 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 A POUPANÇA: ALTERNATIVAS PARA A COMPRA DA ALFORRÍA NO BRASIL (2.ª METADE DO SÉCULO XIX) POR KEILA GRINBERG* Universidade Federal do Estado do Rio de Janeiro Este artigo tem por objetivo discutir a relação entre os escravos e seus descendentes e a economia monetária no Brasil na segunda metade do século XIX. Abordando principalmente as cadernetas de poupança de cativos da Caixa Econômica, pretende-se argumentar que a poupança foi uma das estratégias de compra de alforria para si próprios e seus familiares, principalmente a partir da promulgação da Lei do Ventre Livre em 1871. PALAVRAS CHAVE: Escravidão, alforrias, poupança, Brasil, Lei do Ventre Livre. A historiografia brasileira sobre a escravidão tem tradicionalmente se debruçado sobre o estudo das alforrias, bem como das estratégias dos cativos para alcançá-las. Vista como parte do projeto de dominação senhorial ou como forma de afirmação de autonomia escrava —em vários estudos, como sendo as duas coisas ao mesmo tempo—, a compreensão dos vários mecanismos de obtenção da alforria é central para a compreensão da escravidão brasileira1. Neste sentido, bastante atenção tem sido dada, nos estudos focados no período posterior a 1850, às alforrias conseguidas por meio do acúmulo de pecúlio por parte de escravos, principalmente urbanos, ainda que esta prática só tenha sido legalizada em 1871, com a Lei do Ventre Livre, assunto também vastamente conhecido e estudado. * Professora do Departamento de História da UNIRIO, Pesquisadora do CNPq e Jovem Cientista do Estado do Rio de Janeiro (FAPERJ). 1 Alguns estudos recentes sobre a alforria, principalmente nos séculos XVIII e XIX, têm adicionado novos elementos à discussâo. Ver os trabalhos de Faria, 9 (Rio de Janeiro, 2000): 65-92; Aladrén, 2009; Guedes, 2008; Soares, 2009. 138 KEILA GRINBERG O objetivo deste artigo é contribuir para a historiografia sobre o período final da escravidão no Brasil, através de um tema ainda pouco estudado: o das estratégias de poupança dos cativos, principalmente através de depósitos em bancos, como forma de compra da alforria. Assim, pretendemos discutir o aparente paradoxo da sociedade brasileira da segunda metade do século XIX, onde encontramos indivíduos escravizados e libertos que possuíam dinheiro, e que confiavam na Caixa Econômica para guardá-lo, depositando-o em seu próprio nome, mesmo sem serem livres, mesmo sem serem, pelas leis do país, cidadãos. Afinal de contas, teoricamente escravos não podiam possuir dinheiro, nem qualquer outro bem. Por isso, a princípio também não poderiam poupar. E, no entanto, eles poupavam. 1. Quando a Caixa Econômica foi criada, em 1860, já fazia dez anos que o tráfico atlântico de escravos havia sido extinto no país. Ainda assim, a Corte, capital do Império do Brasil, ainda continuava sendo a cidade com o maior número de escravos das Américas2. Embora o número de africanos fosse diminuindo após a cessação do tráfico negreiro, em 1850 havia ainda, na cidade, cerca de 74 mil africanos, entre livres e escravos. Não é à toa que a Corte venha sendo também denominada «cidade negra» por tantos autores, referindo-se aos escravos, libertos e negros livres pobres que a habitavam3. Mas se 1860 marcava o fim da primeira década do Brasil oficialmente livre do comércio atlântico de africanos, também fazia dez anos da inauguração da linha a vapor entre Liverpool, na Inglaterra, e o Rio de Janeiro. E uma década da promulgação da Lei de Terras e do Código Comercial, expressões jurídicas do esforço modernizador em um Império que buscava a manutenção da ordem 2 Em 1850, havia, na cidade, 110 mil escravos para 266 mil habitantes. Vinte anos depois, o censo acusava a existência de mais de 37 mil habitantes escravos nas freguesias urbanas da cidade, pouco mais de 16% de seu total de moradores. A diminuição proporcional no número de escravos deu-se basicamente por conta do fim do tráfico e da imigração de portugueses pobres. Florentino, 2005: 335. 3 Chalhoub, 1990: 185. Para este autor, a «cidade negra», para além do número de habitantes que a expressão representa, é «o engendramento de um tecido de significados e de práticas sociais que politiza o cotidiano dos sujeitos históricos num sentido específico -isto é, no sentido da transformação de eventos aparentemente corriqueiros no cotidiano das relações sociais na escravidão em acontecimentos políticos que fazem desmoronar os pilares da instituição do trabalho forçado». Chalhoub, 1990: 186. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 A POUPANÇA: ALTERNATIVAS PARA A COMPRA DA ALFORRIA NO BRASIL ... 139 política e a difusão da civilização, no dizer de Ilmar Rohloff de Mattos4, ao mesmo tempo que pretendia diversificar suas atividades econômicas. Esta efervescência encontrava correspondência nas atividades bancárias, legalizadas a partir da criação do Código Comercial, que tornou possível a organização das sociedades anônimas e das sociedades comerciais. A criação destas primeiras sociedades foi motivada principalmente pela liberação do capital antes aplicado no tráfico atlântico de escravos, ilegal desde 18315. De fato, 1850 é um ano decisivo para a reorientação das atividades comerciais brasileiras: sem poder aplicar o capital no financiamento da compra de africanos, os comerciantes cariocas passaram a investir nos bens de consumo estrangeiros, aumentando significativamente a pauta de importações do país6. Esta nova conjuntura resultou em uma série de mudanças econômicas e financeiras no país. Um sinal deste novo quadro foi a criação do Banco do Commercio e da Indústria do Brasil em 1851, uma parceria de Mauá com outros comerciantes e corretores. Por conta da mudança na oferta do crédito que proporcionou, o banco transformou as formas pelas quais o financiamento era feito, principalmente na cidade do Rio de Janeiro7. Este e outros bancos passaram a receber depósitos e emprestar importâncias «aos que necessitam de capital»8, atendendo principalmente as necessidades de crédito das atividades comerciais urbanas. Em 1853, o Banco do Commercio e da Industria foi fundido com o Banco Commercial do Rio de Janeiro pelo governo imperial para refundar o Banco do Brasil, extinto em 1829. Com isso, o crescimento das atividades comerciais no país, devido principalmente à prosperidade dos negócios do café, foi facilitado pelo aumento da emissão de moeda, e pela autorização, por parte do governo imperial, da realização de várias operações comerciais pelos bancos, como o recebimento de depósitos e o empréstimo de importâncias «aos que necessitam de capital», atendendo principalmente às necessidades de crédito das atividades comerciais urbanas. Com a reforma bancária e monetária de 1857, vários bancos foram autorizados a emitir moeda, como o Banco Comercial e Agrícola do Rio de Janeiro, o Banco da Província do Rio Grande, o Banco de Pernambuco, o Banco de 4 Mattos, 2010: 43. Guimarães, 2007b: 13-40. 6 Alencastro, 37. 7 Muller, «Moedas e bancos»: 22. 8 Sobre o aumento de emissão de moeda, ver o artigo 19 do Decreto n.º 737, de 25/10/1850, apud Guimarães, 2007b: 71-72. 5 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 140 KEILA GRINBERG Maranhão, o Banco da Bahia e o Banco Rural e Hipotecário do Rio de Janeiro, reorganizado especialmente para tal fim9. Este estado de coisas, porém, durou pouco. Com a oferta de crédito sendo uma atividade praticada quase exclusivamente no âmbito privado e com a crise da economia cafeeira de 1857, o governo imperial optou por centralizar a atividade bancária, principalmente as atividades de poupança e crédito. Este foi o contexto da promulgação da Lei 83 de 22 de agosto de 1860, mais conhecida como Lei dos Entraves, que, entre outras medidas, prevê a criação das Caixas Econômicas do Império. 2. A Caixa Econômica foi o primeiro banco no país oficialmente designado para «receber as pequenas economias das classes menos abastadas»10. Em 1861, ano que a Caixa foi criada, já havia nos Estados Unidos 278 bancos de poupança, que contavam com quase 700 mil depositantes. Seis anos depois, as linhas de crédito e as facilidades da poupança haviam se desenvolvido de tal maneira naquele país que havia mais de um milhão de contas abertas, em 336 bancos11. Com a finalidade de oferecer oportunidades seguras de investimento para o pequeno poupador, os bancos destinados exclusivamente à poupança —em oposição aos bancos comerciais, cujos investimentos eram de risco e valores mais elevados— foram criados na Europa no final do século XVIII, em cidades como Brunswick, Hamburgo e Gênova. Mas foi na Grã-Bretanha que eles vieram a ser de fato populares, atingindo escala nacional desde o início do século XIX —para se ter uma idéia, até 1817 havia pelo menos 70 savings banks na Inglaterra, Irlanda e Gales; em 1829, eles já contavam 487, com quase meio milhão de depositantes12— e criando um modelo que seria exportado para boa parte do mundo atlântico13. Definidos como «instituições benevolentes», que teriam a capacidade de evitar o suposto efeito perverso da caridade sobre a população pobre, os bancos de poupança eram tidos como uma maneira pela qual as pessoas poderiam ajudar a si próprias, sem depender do auxílio alheio. Por inculcar os valores da 9 10 11 12 13 Guimarães, 1 (Juiz de Fora, 2007a): 1-27. Brasil, 1858. Souza, 1914. Payne e Davis, 1976: 18. Pratt, 1830: xiv-xxi. Payne e Davis, 1976: 14-6. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 A POUPANÇA: ALTERNATIVAS PARA A COMPRA DA ALFORRIA NO BRASIL ... 141 austeridade e do trabalho entre os pobres, estes bancos eram considerados muito importantes para a alta sociedade britânica da época, e herdaram sua estrutura justamente das organizações benevolentes existentes para auxiliar órfãos, indigentes, mulheres idosas e crianças. Não era outro o objetivo da criação da Caixa Econômica no Brasil14. Ao criar uma Caixa Econômica e um Monte de Socorro, recebendo depósitos a juros de 6%, o Governo Imperial pretendia justamente intervir no mercado financeiro, criando dois tipos de serviços financeiros: o penhor, através do Monte do Socorro, que emprestava dinheiro a partir do cálculo do valor dos objetos penhorados, e o recolhimento de depósitos para poupança, através da Caixa Econômica. Para além do evidente contraste entre o tipo e o montante do investimento financeiro existente no Brasil e a Grã-Bretanha e os Estados Unidos, é interessante marcar que uma das principais diferenças no caso brasileiro está na garantia do funcionamento da Caixa Econômica brasileira: quem o fazia era o Governo Imperial, ao contrário dos bancos, a maioria privados, criados até então na Grã-Bretanha e nos Estados Unidos. Realmente, o novo papel do Estado no sistema financeiro brasileiro da segunda metade do Oitocentos marca uma mudança inclusive no perfil dos empresários, os chamados «negociantes de grosso trato» que até meados do século XIX controlavam os principais setores do comércio, entre eles o tráfico de escravos, mas também as casas de empréstimo e penhor. A criação de novas instituições, entre elas o Banco do Brasil e a Caixa Econômica, por um lado revelava o intento centralizador do Estado, mas por outro também permitiu a estes capitalistas participar mais do que ativamente dos novos negócios, ao integrarem as diretorias e conselhos fiscais dos novos bancos15. Uma das principais características da criação da Caixa Econômica na década de 1860 era centralizar no Estado as economias dos poupadores, de pequenos a grandes, de modo que o montante arrecadado pudesse contribuir para o desenvolvimento da infra-estrutura do país, como aconteceu nos Estados Unidos, onde a poupança alavancou o investimento em ferrovias, centros de tratamento de água e esgoto e canais16. Ao que parece, o objetivo não foi de todo atingido no início. Poucos depósitos foram feitos na Caixa em comparação com aqueles que buscavam o 14 Decreto 2.723 de 12 de janeiro de 1861, in Coleção das Leis do Império do Brasil, disponível em http://www2.camara.gov.br/atividade-legislativa/legislacao/publicacoes/doimperio, acessado em 11 de outubro de 2010. 15 Ver a respeito o artigo de Fragoso e Martins, 2003, especialmente pp. 149 a 151. 16 Adams, 2005: 14. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 142 KEILA GRINBERG Monte do Socorro para alívio de seus problemas17. Afinal, a experiência das pessoas com as casas de penhor, popularmente conhecidas como Casas de Prego e depois rebatizadas como Monte do Socorro, eram bem antigas. A casa de penhor emprestava quantias a pessoas que não tinham acesso a estabelecimentos bancários levando, como garantia, metais preciosos, brilhantes e outros valores, cobrando juros baixos. Mas não era só a antiguidade da prática que contava: pelo montante dos depósitos efetuados, fica evidente que a população carioca menos abastada, alvo da criação do banco de poupança, tinha menos para poupar e mais para penhorar. No primeiro ano de funcionamento da Caixa, foram realizados apenas 187 depósitos; no fim de 1863, havia 578 poupadores na Caixa, cujos depósitos somavam pouco mais de 61 contos de réis, ao passo que foram feitos 2235 cautelas de penhores no Monte do Socorro, cujo valor chegava a mais de 218 contos de réis18. Só depois de 1864, com os efeitos devastadores da crise financeira que varreu do mapa várias instituições financeiras, a Caixa Econômica passou a ser uma alternativa real para poupadores de vários grupos sociais, de pequenos a grandes, uma vez que oferecia uma alternativa segura às variações da economia mundial. Neste período, os depósitos na Caixa cresceram exponencialmente19. A busca da Caixa Econômica como banco de depósitos de fato cresceu ao longo da década de 1860, tanto de pequenos poupadores como de «pequenos capitalistas», conforme o relatório do ministro da Fazenda de 1871, que separou os dados dos que investiam até 50 mil réis daqueles que depositavam quantias maiores. Entre os primeiros, que somaram 22.949 depósitos no ano de 1871, 6.393 eram aprendizes artilheiros e artífices da Marinha. Um deles era José Ferreira de Oliveira Cruz, proprietário da caderneta de número 604 e poupador desde 1862. José, então aprendiz artífice da 1a Companhia do Arsenal da Marinha, começou depositando 1500 reis e seguiu poupando regularmente, até completar 284.423 mil réis em 190020. Mas, apesar do grande número de grumetes, o maior volume de depósitos estava mesmo entre os «pequenos capitalistas»: ao longo daquele ano, foram realizados 87.944 depósitos, dos quais 64.944 de 50 mil réis e os demais de valores inferiores21. 17 Adams, 2005: 72. Brasil, 1865: 26. 19 Brasil, 1868: 24. 20 Caderneta de Poupança da Caixa Econômica número 604, José Ferreira de Oliveira Cruz, 1862. Acervo Caixa Cultural, Brasília. 21 Brasil, 1872: 51. 18 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 A POUPANÇA: ALTERNATIVAS PARA A COMPRA DA ALFORRIA NO BRASIL ... 143 José Maria da Silva Paranhos, visconde do Rio Branco e ministro da Fazenda de 1871 a 1875, é particularmente enfático ao notar a mudança de perfil dos investidores, ressaltando que a vocação da Caixa não era esta. Atribuindo o grande afluxo de capitais à Caixa aos altos juros pagos, os maiores do mercado, o ministro informava que o movimento chega a alterar o cotidiano dos funcionários do banco, que abrem de 30 a 40 novas cadernetas por dia e chegam a atender 400 pessoas diariamente no estabelecimento. Daí passa a elencar várias medidas que sugere sejam implementadas para, por um lado, limitar os juros, e, por outro, para que a Caixa continue sendo de grande influencia «para as classes mais laboriosas», defendendo a abertura de filiais nas demais províncias do Império. 3. Paranhos não menciona expressamente, mas é possível que uma parte do aumento no número de poupadores de baixa renda esteja na expressa recomendação, realizada através da Lei 2040 de 28 de setembro de 1871, popularmente conhecida como Lei do Ventre Livre, e de seu regulamento de 1872, de efetivação de depósitos por escravos, que, a partir de então, também estavam autorizados a acumular pecúlio22. Uma das grandes novidades da Lei do Ventre Livre foi o reconhecimento do direito do escravo de formar pecúlio. Sua propriedade tanto poderia ser advinda de heranças e doações como fruto de seu próprio trabalho, desde que com o aval de seu senhor. Na letra da nova lei, o escravo precisava de autorização senhorial para trabalhar e acumular parte dos ganhos para si próprio; mas não precisava mais pedir permissão para comprar sua própria alforria. Isto significa que, caso um escravo provasse ter meios para indenizar o senhor no seu valor, ele o podia fazer. Se o proprietário não concordasse com a quantia oferecida por seu escravo, o mesmo seria arbitrado pelo Estado23. 22 Ver especialmente o artigo 3 da lei de 1871, disponível em http://www2.camara.gov.br/atividade-legislativa/legislacao/publicacoes/doimperio/colecao7.html, acessado em 11 de outubro de 2010, e o artigo 4 do Decreto 5.135 de 13 de novembro de 1872, que regula a Lei do Ventre Livre, disponível em http://www2.camara.gov.br/legin/fed/decret/1824-1899/ decreto-5135-13-novembro-1872-551577-publicacao-68112-pe.html e acessado em 11 de outubro de 2010. 23 A respeito dos processos de arbitramentos de preços de escravos posteriores a 1871, ver Mendonça, 1999. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 144 KEILA GRINBERG Consagrando a intromissão do Estado nas relações entre senhores e escravos, assunto até então formalmente circunscrito à esfera privada, a lei de 1871 referenda práticas anteriores, realizadas pelos escravos em seu dia-a-dia, mas formalmente interditas. Uma destas proibições era justamente a realização de depósitos por escravos na Caixa Econômica. Embora haja indícios de que ela tenha sido largamente desobedecida, como mostra a caderneta de poupança do Evaristo (se bem que Evaristo era, ao mesmo tempo, «africano livre» e «escravo da nação», o que já o torna, em si, um caso complicado de resolver24), surpreende que houvesse uma expressa interdição à poupança escrava, de acordo com o decreto da criação da Caixa Econômica de 12 de janeiro de 1861: Não serão admittidos, como depositantes ou abonadores, os menores, escravos, e mais indivíduos que não tiverem a livre administração de sua pessoa e bens25. A redação deste último artigo é um desafio à análise. Por que os escravos não poderiam depositar suas economias na Caixa então criada, se antes o faziam? Vejamos. Na década de 1830, bem antes, portanto, da criação da Caixa Econômica como banco estatal, várias Caixas Econômicas foram organizadas com capitais de origem privadas, destinados também a coletar as pequenas poupanças de trabalhadores e de escravos26. Surgiram organizações na Bahia, Pernambuco, Alagoas, Minas Gerais e no Rio de Janeiro, todas elas com pouco tempo de sobrevivência, mas provavelmente seguindo o modelo britânico de fomentar a compra de alforrias por escravos que depositassem suas economias em Caixas Econômicas. Foi assim, por exemplo, em 1824, quando o Parlamento inglês, debatendo a melhoria das condições dos escravos em Trinidad, decretou a necessidade de criação de bancos de depósitos na ilha, com regulamentação específica para as economias dos escravos, cujos depósitos poderiam ser feitos, sem valor míni24 Caderneta de Poupança da Caixa Econômica número 4486, Evaristo, 1865. Acervo Caixa Cultural, Brasília. Evaristo trabalhava na Fábrica de Pólvora de Ipanema. Formalmente classificado como «africano livre», era escravo da Nação. Se não conseguiu a liberdade antes, foi alforriado com a lei do Ventre Livre, que liberou, finalmente, todos os escravos da Nação. De acordo com listagem levantada por ingleses em 1865 a respeito dos africanos livres do Brasil, havia na Fábrica de Pólvora de Ipanema 3 indivíduos de nome Evaristo, um Congo,um Muxicongo e um Mussena. Um dos três era o proprietário da caderneta de poupança número 4486. Great Britain, Parliament, 1865: 313-314. Agradeço a Beatriz Mamigonian o envio destas informações. 25 Artigo 9 do Decreto 2.723 de 12 de Janeiro de 1861, disponível em http://www2.camara.gov.br/legin/fed/decret/1824-1899/decreto-2723-12-janeiro-1861-556013-publicacao-75580-pe.html e acessado em 11 de outubro de 2010. 26 Muller, «Moedas e bancos»: 17. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 A POUPANÇA: ALTERNATIVAS PARA A COMPRA DA ALFORRIA NO BRASIL ... 145 mo, a juros de 5% ao ano27. Da mesma forma ocorreu com os depósitos dos bancos de poupança de Havana, em Cuba, entre 1840 e 1868, dos quais quase 5% foram feitos por apenas por escravos, sem contar libertos e africanos livres28. Interessante que, como em outras áreas escravistas das Américas, as experiências de bancos de poupança no Brasil anteriores à criação oficial da Caixa, na década de 1850, permitiam o depósito de escravos. Este foi o caso da Caixa Econômica da província de Santa Catarina e das cidades de Santos e Campos, cujos estatutos foram aprovados pelo governo imperial respectivamente em 1854, 1857 e 1857. Assim como o regulamento dos bancos de poupança em Trinidad, as três Caixas aceitavam escravos como correntistas, desde que com o consentimento de seu senhor, como pode ser visto no trecho a seguir: Art. 1.º Poderão ser Accionistas da Caixa todos os individuos de qualquer sexo, idade ou condição que sejão; as mulheres casadas com o consentimento dos maridos, os menores com autorisação dos pais ou tutores, e os escravos com licença dos senhores, podendo os maridos, paes, tutores, e senhores representar por elles e votar para os cargos de administração da Caixa. No caso de Trinidad, inclusive, o Parlamento faz severas restrições a depósitos superiores a 20 dólares realizados por cativos, lançando dúvidas sobre a origem do montante e conclamando os senhores a suspeitar de seus escravos que demonstrem ter posse de tanto dinheiro. Por estes exemplos, se vê que a autorização senhorial era um elemento social de grande importância para o reconhecimento do pecúlio escravo, mesmo antes de ser formalmente legitimado por lei. Acumular dinheiro com consentimento do senhor significaria manter o controle dos senhores sobre seus escravos, mais importante, como fonte de autoridade moral, que o próprio poder do Estado. É assim que podemos compreender, por exemplo, a existência da caderneta de poupança número 12.729 da Caixa Econômica: mesmo à margem da lei, entre 1867 e 1869 a escrava Luiza depositou religiosamente 5 mil réis por mês com o aval de D. Antonia Luiza Simonsen, sua senhora29. Neste caso, a posse de algum dinheiro não significava, de maneira alguma, o rompimento da política de domínio que marcava a escravidão: por ela, os escravos eram subordinados a seus senhores, a quem deviam obedecer; e estes cuidavam de seus escravos, protegendo-os e orientando-os adequadamente30. 27 Great Britain, Parliament, 1824: 1080. Martinez Soto, «The first savings banks in Latin America». 29 Caderneta de Poupança da Caixa Econômica número 12.729, Luiza, 1867. Acervo Caixa Cultural, Brasília. 30 Chalhoub, 2007: 135. 28 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 146 KEILA GRINBERG Justamente pela centralidade do poder do senhor na lógica da escravidão, é impossível deixar de notar que tanta ênfase demonstra exatamente o contrário, isto é, que ele vinha diminuindo paulatinamente na segunda metade do século XIX, como o percebiam, aliás, os próprios contemporâneos. Talvez quem melhor tenha expressado esta situação tenha sido Perdigão Malheiro, advogado e parlamentar, quando, apesar de ter escrito o principal livro sobre a questão da escravidão na década de 1860 no Brasil —A escravidão no Brasil: ensaio histórico, jurídico, social—31, em 1871 se dizia assustado com o projeto da Lei do Ventre Livre, justamente porque a aventada possibilidade de permitir a alforria sem consentimento prévio do senhor quebraria a «força moral dos senhores» sobre seus escravos: (...) entendo que não podemos impunemente afrouxar as relações do escravo para com o senhor, que hoje prendem tão fortemente um ao outro, e que são o único elemento moral para conter os escravos nessa triste condição que atualmente se acham (...). Se nós rompermos violentamente com esses laços, de modo a não se afrouxarem somente, mas a cortá-los, como a proposta o faz (...) a conseqüência será a desobediência, a falta de respeito e de sujeição. Eis um dos mais graves perigos. Essa proposta, em todo o seu contexto, não tende a nada menos do que romper violentamente esses laços morais que prendem o escravo ao senhor32. Esta citação nos permite contextualizar um pouco melhor as razões da interdição do depósito de escravos pela Caixa Econômica nesta sociedade em que tudo parece difícil de entender: por que a Caixa Econômica não aceitava depósitos de escravos, ainda que fosse com o consentimento de seus senhores, se as instituições anteriores o faziam? Como os escravos obtinham dinheiro para, com ou sem permissão de seus senhores, com ou sem autorização legal, realizar investimentos financeiros? Provavelmente o caminho para respondermos à estas questões esteja na exploração da própria ambigüidade da situação dos escravos no Brasil, principalmente a partir da segunda metade do século XIX. Afinal, a complexidade desta conjuntura estava justamente no fato de as atividades econômicas desta sociedade, principalmente as urbanas, terem sido exercidas ao mesmo tempo por escravos e por livres. Ou melhor: havia escravos que desempenhavam funções acessíveis, teoricamente, somente aos homens livres. Assim, muito freqüentemente nos deparamos, na documentação do século XIX, com escravos sapateiros, chapeleiros, alfaiates, barbeiros. Entre as mulheres, havia amas-de-leite, 31 32 33 Malheiro, 1876. Perdigão Malheiro, apud Chalhoub, 2007: 142. Ferreira, 2005: 239. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 A POUPANÇA: ALTERNATIVAS PARA A COMPRA DA ALFORRIA NO BRASIL ... 147 mucamas, costureiras, lavadeiras, carregadoras de água, sem contar as feirantes, muitas das quais eram africanas33. Escravos alugavam seus serviços nos grandes centros, poupando para comprar as suas liberdades ou as de seus familiares, sendo eles mesmos os responsáveis pelo recebimento do salário devido e pelo pagamento de um percentual a seus senhores. Eram os chamados escravos ao ganho, fartamente mencionados pela historiografia sobre o Rio de Janeiro no século XIX34. Estes escravos recebiam permissão de seus senhores para prestar um serviço a terceiros, e lidavam com seus senhores apenas no momento de lhes dar o jornal devido. Deste modo, conseguiam estar distantes, no dia-a-dia, da sujeição senhorial, não só por morarem no serviço ou em habitações próprias, mas principalmente por obterem uma remuneração —o chamado pecúlio— que lhes dava a autonomia necessária para viverem sobre si, e isso mesmo quando não conseguiam comprar a liberdade. Além disso, esta forma de trabalho tornava suas vidas, na prática, bastante semelhantes àquelas dos libertos e livres que faziam pequenos serviços na Corte do Rio de Janeiro em meados do século XIX, mesmo que não tivessem a liberdade formal. E a atividade nem ficava circunscrita à cidade: escravos ao ganho também podiam ser encontrados trabalhando como intermediários no comércio entre os quilombolas e negociantes da Baixada Fluminense e a Corte do Rio de Janeiro, revendendo leite, capim, carvão e madeira produzidos no interior. Até 1871, não havia previsão jurídica para este tipo de trabalho, ainda que a atividade fosse de conhecimento geral. O mesmo Perdigão Malheiro que insistia na importância da manutenção do domínio do senhor sobre seus escravos já alertava em 1867, talvez um tanto exageradamente, que apesar da regra em vigor de que ao escravo era proibido dispor de bens, a tolerância por parte dos senhores no Rio de Janeiro era tanta que muitos escravos viviam quase como se fossem livres35. Do ponto de vista da regulamentação das relações sociais —processo no qual a criação e a regulamentação da Caixa Econômica fazia parte— a distância entre a condição jurídica e a realidade criou uma situação única. Afinal, os escravos eram, ao mesmo tempo, coisa, do ponto de vista jurídico, mas em muitos casos, nas cidades, trabalhavam como pessoas livres. Tinham contratos, formais ou informais, e recebiam por suas atividades. A definição tradicional —escravo é o ser humano desprovido de liberdade e de propriedade— 34 35 A respeito dos escravos ao ganho ver, por exemplo, Soares, 2007. Perdigão Malheiro, apud Grinberg, 2001: 60. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 148 KEILA GRINBERG não dava mais conta da realidade, se é que algum dia chegou a dar. Assim, a multiplicidade de formas assumidas pela escravidão no Brasil da segunda metade do século XIX tornou muito difícil a regulamentação de qualquer atividade relativa a escravos. Mas apesar de podermos afirmar que estes escravos viviam quase como livres, não podemos esquecer o que de fato eles eram: escravos. Esta situação fazia com que, em muitos casos, os esforços de suas vidas fossem dirigidos no sentido de conseguir obter a própria alforria e a de seus familiares. O que não era tarefa fácil. Afinal, uma das principais maneiras pelas quais escravos conseguiam a liberdade, em qualquer lugar das Américas, era através da compra da alforria. Em alguns casos, senhores recebiam pequenas quantias de seus escravos, referentes a uma parte de seu valor, e recebiam o resto em serviços, que chegavam a durar décadas. Escravos usavam todas as possibilidades de que dispunham, da busca por metais preciosos à venda de produtos em feiras, para conseguir meios de comprar suas alforrias. Alguns deles, inclusive, transformaram a busca em uma atividade coletiva, participando de irmandades e outras associações que pretendiam, entre outros objetivos, conseguir a alforria de seus membros. Encontramos situações como estas desde o século XVIII36. O problema é que, como mostram dados levantados por historiadores como Manolo Florentino, Ricardo Salles e Zephyr Frank, entre outros, apesar de a alforria ter sido, ao longo de toda a vigência da escravidão, um horizonte possível para os escravos, o século XIX conheceu uma retração no número relativo de alforrias, principalmente na região da Corte e do Vale do Paraíba. Comparativamente, alforriava-se mais no século XVIII do que no XIX, pelo menos até a promulgação da lei de 187137. Isto aconteceu por conta da alta do preço dos escravos, decorrente principalmente das pressões inglesas pelo fim do comércio de cativos e posteriormente, pelo próprio encerramento do tráfico atlântico de escravos, em 1850. Assim, com a alta sucessiva do preço dos escravos, era cada vez mais difícil, para aqueles cativos que vinham economizando para comprar suas liberdades, alcançar seus objetivos. Que não restem dúvidas: a alforria custava muito caro. Para se ter uma idéia, entre 1860 e 1865 o preço médio pago por um escravo para ficar livre variou entre 1:350.000 réis e 1:140.000 réis, mas chegou a mais de 1:550.000 réis em 186238. Evaristo, depois de três anos de poupança acumulou irrisórios 8.100 réis. Luiza, aquela que depositava com consentimento da sua senhora Antonia Luiza Simonsen, chegou a pouco mais de 200.000 réis. E mesmo o 36 37 38 Sobre as alforrias no século XVIII, ver especialmente Russell-Wood, 2005. Florentino, 2005; Salles, 2008; Frank, 2004. Villa, 2009: 50. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 A POUPANÇA: ALTERNATIVAS PARA A COMPRA DA ALFORRIA NO BRASIL ... 149 grumete José Ferreira, homem livre, investiu anos na Caixa, mas só conseguiu acumular 284.000 réis. Estes escravos dificilmente conseguiram comprar suas alforrias. Por que, então, tinham interesse em depositar suas economias na Caixa Econômica? Porque, mesmo sem obter o suficiente para comprar suas liberdades, a Caixa era o investimento mais seguro que podiam fazer. Depositar na Caixa era mais seguro do que guardar o dinheiro em casa, era muito mais seguro do que deixar o dinheiro com seu senhor, que podia simplesmente um dia dizer que nunca havia recebido nada. Ou, ainda, seu senhor podia morrer, sem que seus herdeiros reconhecessem a existência de qualquer acordo prévio com seus escravos39. Por fim, como vimos, justamente por ser um banco estatal, investir na Caixa era mais seguro do que os outros investimentos bancários, que viviam à sombra das flutuações no mercado internacional e das crises financeiras. Veja-se, por exemplo, o caso do escravo Alexandre. Depositou 536.360 réis na Montenegro, Lima & Companhia, firma que quebrou com a crise financeira de 1864. O nome de Alexandre constava da carteira de clientes da empresa, publicada no Jornal do Commercio em 09 de novembro de 1864. Assim como os nomes de Ana Benguela, Antonia preta, Augusto preto, Affonso preto, Antonio Cabinda, Antonio Crioulo e Alexandre Crioulo, para listar apenas os que começam com a letra A, não necessariamente todos escravos, constantes da lista daqueles que foram à falência junto com a companhia Gomes e Filhos, no mesmo ano40. Para voltar a acumular pecúlio, estes devem ter passado por maus bocados. Ou mudado de estratégia, tentando obter a alforria de outras maneiras, como, por exemplo, participar de uma junta de alforria, como a organizada pelo africano Domingos Sodré, em Salvador, desde a década de 1850. As juntas eram instituições de crédito dedicadas a libertar escravos, principalmente africanos, organizados de acordo com suas filiações étnicas. A princípio, as juntas, organizações eminentemente masculinas, seriam chefiadas por uma pessoa respeitada na comunidade, em quem os demais confiavam. Participavam destas caixas de crédito tanto africanos escravizados, que através dela compravam suas liberdades, quanto libertos, que assim emprestavam a escravos dinheiro a juros41. 39 Casos como este, de não reconhecimento por parte dos herdeiros de acordos previamente realizados entre senhores e escravos, foram relativamente comuns ao longo do século XIX. Ver Grinberg, 1994. 40 Estas informações estão na já citada dissertação de mestrado de Carlos Eduardo Valencia Villa, a quem agradeço o envio do texto. 41 Reis, 2008: 205. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 150 KEILA GRINBERG Os dados acima indicam que os escravos, ao juntarem meios para comprar suas alforrias, decididamente participavam do mercado financeiro, pelo menos da cidade do Rio de Janeiro. Eles confirmam a pesquisa recente de Carlos Eduardo Valencia Villa, que demonstrou que, ao longo de 32 anos, eles despenderam a quantia nada desprezível de 3.209 contos de réis para alcançar este fim42. A partir daí, não fica difícil entender por que os depósitos de escravos não eram permitidos quando da criação da Caixa Econômica: assim como em outros âmbitos da vida econômica e social, a simples existência da poupança de cativos significava uma quebra na autoridade moral do senhor sobre seus escravos; na realidade, um golpe importante na própria legitimidade da escravidão no Brasil. O interessante é que as mesmas razões contribuíram para a legalização, após 1871, do pecúlio dos escravos: é o reconhecimento das atividades econômicas que eles já realizavam antes disso. Por tudo isso, não é de se espantar que, após a regulamentação da Lei do Vente Livre, os depósitos de escravos tenham aumentado substancialmente. 4. Na realidade, estes depósitos acompanharam um movimento mais amplo, ocorrido nas décadas de 1870 e 1880, de arregimentação, com ou sem ajuda do Estado, de recursos destinados à compra de alforrias. Um exemplo são os fundos de emancipação criados no Rio de Janeiro e em Recife, respectivamente criados pela Câmara municipal e por iniciativa do movimento abolicionista local43. Outro é a irmandade de São Benedito, que, em cidades como Guaratinguetá e Taubaté, tinha assumido diretamente o compromisso de promover a liberdade de seus membros44. Um terceiro exemplo é ainda a Sociedade de Beneficiência Socorro Mútuo dos Homens de Cor, que tinha como um de seus principais objetivos, além de, como em outras associações beneficentes, dar pensão aos enfermos e prestar auxílio funerário aos parentes dos membros que falecessem, promover a compra da liberdade de seus membros escravos, cujo funcionamento não foi aprovado pelo governo imperial, mostrando que os in42 Villa, 2009: 189. O montante total de pagamentos foi de 3.209:752.731 réis, feito por 3.438 escravos, a preços de 1870. 43 Cowling e Castilho, 47/1 (Madison, 2010): 89-120. A criação de fundos de emancipação, com o objetivo de reduzir a população escrava do Brasil, foi regulamentada no artigo 3 da lei de 1871. 44 Xavier, 2008: 311-312. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 A POUPANÇA: ALTERNATIVAS PARA A COMPRA DA ALFORRIA NO BRASIL ... 151 centivos à libertação eram muito mais convincentes quando realizados individualmente, ou em pequenos núcleos familiares, do que através de uma sociedade cuja identidade entre os membros vinha da cor e da ligação com a escravidão45. Estes casos demonstram que, apesar de provavelmente terem ocorrido com maior frequencia no Rio de Janeiro, as outras províncias também registraram o movimento de busca da alforria por parte de escravos e libertos, como as de Mato Grosso e Cuiabá, onde foram realizados vários depósitos por escravos, todos depois de 1871. A comprovar as mudanças nas condições de obtenção de alforria, as cadernetas, apesar de identificarem o nome do proprietário dos escravos, também aludiam à permissão do Juizo de Órfãos para a abertura da conta. Mais ainda: eram pessoas que às vezes passavam até a ter nome e sobrenome, como Anna do Carmo Leite, cabra. Ou outras, como Izabel Viegas Muniz, africana liberta, cujos depósitos iniciais eram sempre de 50 mil réis, que em 1883, utilizando os juros de sua caderneta, juntou o suficiente para comprar a liberdade do seu filho Manoel46. Nome e sobrenome, autorização de um juiz, ao invés do consentimento do senhor: estamos diante do início do fim da escravidão no Brasil. Ao mesmo tempo em que as oportunidades de poupança de escravos e libertos aumentavam na década de 1870, o ministro da Fazenda queixava-se da diminuição de depósitos efetuados na Caixa Econômica. Este discurso começou a se tornar frequente em 1873, quando ele notou terem sido as entradas de capital «menos avultadas, ao passo que as retiradas aumentaram, diminuindo sensivelmente o saldo que foi para depósito.» A observação talvez tenha mesmo relação com a Lei do Ventre Livre e o aumento da participação de escravos e libertos entre os depositantes da Caixa. Afinal, naquele ano o número de depositantes não diminuiu; foi o montante dos depósitos que minguou, de 654 contos de réis em 1872 para 173 contos de réis no ano seguinte47. A situação piorou ao longo da década de 1870, tanto que, em 1876, reconhecendo a necessidade de reforçar o número de depósitos na Caixa Econômica, João Mauricio Wanderley, o barão de Cotegipe, então ministro da Fazenda, autorizou o abono de juros de 6% das Caixas cujos conselhos fiscais assim o 45 Chalhoub, 2007: 233-237. Caderneta de Poupança da Caixa Econômica de Cuiabá número 475, Anna do Carmo Leite, 1876. Acervo Caixa Cultural, Brasília. Caderneta de Poupança da Caixa Econômica de Mato Grosso número 840, Izabel Viegas Munis, 1879. Acervo Caixa Cultural, Brasília. 47 Brasil, 1874: 39. Em 1872 tinham sido entregues 23.559 cadernetas, e no mesmo dia do ano seguinte 25.392. Montante (valores exatos): 654:821$242 em 1872, 173:995$125 em 1873. 46 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 152 KEILA GRINBERG requisitassem. Queixando-se da concorrência da iniciativa privada, Wanderley lembra a vocação do banco, e conclama o governo a fiscalizar os bancos concorrentes: como «a Lei sujeitou a regime excepcional as Caixas Econômicas, com toda a propriedade chamadas —banco dos pobres— convém exigir que de três em três meses, e no fim de cada ano, apresentem as competentes Administrações uma demonstração do estado dessas Caixas, do emprego dado a seus fundos, e das somas retiradas para os contratos a que são destinados definitivamente»48. O ministro também ressalta, citando o relatório do Conselho Fiscal do ano anterior, que o desenvolvimento da Caixa depende substancialmente da atração que deveria exercer entre os trabalhadores, para os quais o banco teria sido criado49. Mesmo com estes esforços, a situação da Caixa só piorou, a ponto de o relatório de 1880 começar assim: «Esta benéfica instituição não tem tido entre nós o desenvolvimento que era dado esperar»50. Naquele ano, as retiradas superaram as entradas em 1.406:250$230. Para tentar sanar o problema, foi criada uma comissão para verificar as razões pelas quais a Caixa não progredia. Em 1882, a comissão fez uma série de propostas, como a de que mulheres, inclusive as casadas, poderiam gerir suas cadernetas sem autorização dos maridos e que cada indivíduo só poderia ter uma caderneta. Esta última medida é vista como particularmente importante, já que desde o início da década de 1870, como vimos, um dos diagnósticos a respeito da Caixa Econômica é que, ao invés de ela servir aos interesses dos pequenos poupadores, pessoas mais ricas depositavam suas economias lá, dividindo fortunas em várias cadernetas51. Ao passar no Senado, em 1885, a proposta de alteração do funcionamento da Caixa Econômica foi ainda mais radical: entre elas, a de que apenas poderiam existir no Brasil bancos públicos de poupança, fundados pelo governo e dirigidos por administradores de sua nomeação e confiança52. Além de fomentar o depósito na Caixa Econômica, não pulverizando as economias da população em empresas concorrentes, as mudanças também pretendiam contribuir para viabilizar o próprio funcionamento das agências. Por muitas serem deficitárias, já havia até quem tivesse sugerido que fossem extintas as Caixas onde os depósitos não fossem suficientes para mantê-las. Para o Conselheiro Saraiva, então ministro da Fazenda, isto seria desvirtuar da Caixa seu propósito ini48 49 50 51 52 Brasil, 1877: 97. Brasil, 1877: 99. Brasil, 1881: 64. Brasil, 1886: 113. Exceção para os bancos que já existiam antes da fundação da Caixa. Brasil, 1886: 111. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 A POUPANÇA: ALTERNATIVAS PARA A COMPRA DA ALFORRIA NO BRASIL ... 153 cial, que deveria ser mantido mesmo que com algum sacrifício, «de plantar no espírito do cidadão os hábitos de economia»53. De fato, a frase tinha algum sentido. Na década de 1880, metade dos poupadores da Caixa Econômica era composta de estrangeiros. Dados de 1885 mostram que, das 12.594 cadernetas existentes naquele ano, 6.163 pertenciam a nativos de outros países54. Mas entre os poupadores havia pessoas de todas as profissões, como podemos observar neste quadro: QUADRO 1. PROFISSÕES DOS DEPOSITANTES DA CAIXA ECONÔMICA, 1885 Trabalhadores Operários e artistas Criados Empregados no comércio Militares Pequeno comércio Marítimos, catraeiros e remadores Empregados públicos Advogados e empregados no foro Médicos, farmacêuticos e parteiras Engenheiros civis, arquitetos e agrimensores Empregados na lavoura Estudantes Eclesiásticos Empregados no magistério Negociantes Proprietários e capitalistas Associações beneficentes Homens sem declaração de profissão Mulheres, na maioria casadas, sem declaração de profissão Menores 2.054 2.179 1.605 1.471 223 478 181 201 41 99 38 144 88 26 121 127 71 57 11 1.202 2.117 Fonte: Relatório do Ministério da Fazenda de 1885: 10755. Mesmo sem distinguir brasileiros de estrangeiros, estes dados contêm algumas informações importantes. Uma delas é que o grupo genericamente definido como «trabalhadores», para quem, a princípio, a Caixa funciona, compõe a maioria dos poupadores. Somados os trabalhadores aos «operários e artistas», «criados», «empregados no comércio», «marítimos, catraeiros e remado53 54 55 Brasil, 1886: 103. Os demais relatórios desta década, com pequenas variações, corroboram estes dados. Na verdade, o total é 12.534, e não 12.594, conforme escrito no relatório de 1885. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 154 KEILA GRINBERG res» e «empregados na lavoura», temos 7.534 depositantes, temos mais de 60% do total. Além disto, se pela tabela não sabemos quantos poupadores são escravos ou libertos —o que pode ser um bom sinal, o de que esta informação talvez não tenha tanta importância neste contexto—, pode-se arriscar que boa parte dos «menores» e dos membros das «associações beneficentes» seja composta por estas pessoas, além de vários dos indivíduos elencados dentre os profissionais listados acima. Talvez não fosse assim no início dos anos 1870, mas em 1885 aqueles que depositavam na Caixa eram mesmo os pequenos poupadores. Sendo assim, a preocupação do governo quanto ao futuro da Caixa Econômica estaria mais no valor depositado, pequeno se cotejado com o potencial de investimento, do que necessariamente com o perfil do poupador, de fato, aquele almejado pelos bancos de poupança. Ou melhor, refazendo a pergunta de Saraiva, era preciso mesmo plantar no cidadão brasileiro, principalmente o de pequenas posses, o hábito da economia, ou faltavam meios e objetivos concretos para que mais pessoas economizassem? Vamos terminar o artigo sem responder a esta pergunta. Mas, a partir das práticas poupadoras de escravos e libertos da segunda metade do século XIX, tudo indica que podemos ficar com a segunda opção, e afirmar que bastava um pequeno acúmulo de dinheiro para que ele fosse aplicado. Ou melhor: um pequeno acúmulo, um grande objetivo, muita perseverança. Não é exagero afirmar que a liberdade era o grande objetivo das vidas dos escravos do Brasil, pelo menos ao longo do século XIX. Também não é demais mostrar que as esperanças de alforria não se concretizaram para todos. Nunca é demais lembrar que, como dizia Joaquim Nabuco em 1884, era mais provável a um escravo morrer no cativeiro do que obter a liberdade56. Afinal, por mais novidades que a conjuntura das décadas de 1870 e 1880 tenha trazido para os escravos e libertos no Brasil, com o reconhecimento do direito ao pecúlio e o aumento das iniciativas públicas e privadas de compra de alforria, não devemos nos enganar sobre quem era quem naquela sociedade: até conseguirem a alforria, escravos continuavam escravos. Prova disso é que todas as cadernetas de escravos eram riscadas onde aparecia a palavra «senhor» antes do espaço destinado à redação do nome do poupador. Para que não restasse dúvidas de que poupar não fazia de nenhum escravo, um senhor. 56 Joaquim Nabuco, apud Chalhoub, 2007: 237. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 A POUPANÇA: ALTERNATIVAS PARA A COMPRA DA ALFORRIA NO BRASIL ... 155 REFERÊNCIAS Adams, Alison A., «The Caixa Econômica: the social and economic history of popular banking in Rio de Janeiro, 1821-1879», Tese de Doutorado, Cambridge, Harvard University, 2005. Aladrén, Gabriel, Liberdades Negras nas Paragens do Sul: alforria e inserção social dos libertos em Porto Alegre, Rio de Janeiro, Editora FGV, 2009. Alencastro, Luiz Felipe, «Vida privada e ordem privada nó Imperio», L. F. Alencastro (org.), História da vida privada no Brasil: a corte e a modernidade nacional, 1.ª ed. 1997, São Paulo, Companhia das Letras, 2004. Brasil, Ministério da Fazenda. Relatório do Ministro da Fazenda de 1857, Rio de Janeiro, Imp. Nacional, 1858. 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Abordando principalmente las cartillas de ahorro de cautivos de la Caixa Econômica, se pretende argumentar que el ahorro fue una de las estrategias de compra de la manumisión para sí y sus familiares, principalmente a partir de la promulgación de la Ley del Vientre Libre en 1871. PALABRAS CLAVE: Esclavitud, manumisión, ahorro, Brasil, Ley de Vientre Libre. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 137-158, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.006 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 251 Págs. 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 EN LOS BORROSOS CONFINES DE LA LIBERTAD: EL CASO DE LOS NEGROS EMANCIPADOS EN CUBA, 1817-1870* POR INÉS ROLDÁN DE MONTAUD Instituto de Historia-CCHS Consejo Superior de Investigaciones Científicas «Está condenado a la servidumbre perpetua por haber tenido la desgracia de no ser esclavo». Porfirio Valiente, 1869. En este artículo estudiamos el grupo de africanos llevados a Cuba para convertirse en esclavos y que fueron declarados jurídicamente libres por haber sido capturado el buque que los transportaba, en aplicación de los tratados internacionales y la presión abolicionista británica. Los llamados negros emancipados, unos 26.000 individuos, fueron sin embargo asimilados a la población esclava ante el temor de que pudieran resultar un factor disolvente del orden social, debido a la necesidad de mano de obra para el azúcar y a la aparición de un lucrativo negocio para las autoridades. El estudio aborda la situación del grupo desde sus orígenes en 1817 hasta su desaparición en 1870. PALABRAS CLAVE: Emancipados, esclavitud, abolicionismo, Cuba. EL ORIGEN DE LOS NEGROS EMANCIPADOS Desde 1807 Gran Bretaña se pronunció contra el tráfico de esclavos y se dispuso a suprimirlo del mundo atlántico. Con dicha finalidad, el 23 de sep* Este artículo se inscribe en el proyecto HAR2009-07103 «Diccionario biográfico español de ministros de Ultramar». 160 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD tiembre de 1817 logró arrancar a Fernando VII la firma de un tratado en el que se prohibía a los súbditos españoles ocuparse en el tráfico de esclavos en cualquier punto de la costa africana desde finales de mayo de 1820 y al sur del Ecuador desde el canje de las ratificaciones del tratado. Se autorizaba a los buques de guerra de las partes contratantes a registrar los mercantes de ambos países cuando se sospechase que llevaban a bordo esclavos de ilícito comercio. De encontrarse negros, los buques serían detenidos y juzgados por comisiones mixtas que se crearían en La Habana y en Sierra Leona, que decidirían sobre la legalidad de la presa realizada sin posible apelación. Conforme al artículo XIII del tratado y VII de su anejo para la regulación de las comisiones mixtas, en caso de condena de un buque los esclavos hallados a bordo recibirían un certificado de emancipación y serían entregados al gobierno en cuyo territorio residiera la comisión que hubiera pronunciado la sentencia, para que los empleara como criados o trabajadores libres. Ambos gobiernos se obligaban a garantizar la libertad de los individuos que les fuesen entregados1. Poco después, la Real Cédula de 19 de diciembre de 1817 puso en efecto el tratado, prohibiendo a los súbditos españoles ocuparse en el tráfico en las costas africanas. Los negros comprados en dichas costas serían declarados libres en el primer punto de los dominios españoles a los que llegasen las embarcaciones que los transportaban2. En ambos textos radica el origen legal de los llamados negros emancipados. La voz emancipación —según aseguraba el jurista Zamora y Coronado— era desconocida hasta entonces en el diccionario español y se utilizó por primera vez en el tratado3. El azar de ser capturados por cruceros de guerra o descubiertos por las autoridades de Cuba en el momento del desembarco convertía en hombres libres a aquellos seres abocados a ser esclavos. Nacido de un acuerdo internacional, el grupo emancipado era un cuerpo extraño en el seno de la sociedad esclavista: no se trataba de un esclavo porque así lo establecía la ley; pero tampoco podía dejar de serlo porque así lo requería el mantenimiento del orden social existente en la colonia, que exigía que los esclavos y quienes tuvieran su origen en la esclavitud, y por extensión en África, fuesen mantenidos en su lugar y subordinados4. De ahí que en aquella sociedad se contemplara al grupo de negros y mulatos libres con creciente preocupación a medida que aumentaba la población negra de la isla en relación con la blanca y que el acceso de los esclavos a la condición civil de hombres libres no fuera sencillo. 1 2 3 4 El texto completo en Pezuela, 1863, II: 286-291. Fernando Ortiz, 1975: 424-426. Zamora y Coronado, 1845, III: 84. Entre muchos otros, Martínez Alier, 1979: 19. Klein, 1986: 140. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 EN LOS BORROSOS CONFINES DE LA LIBERTAD: EL CASO DE LOS NEGROS ... 161 Lo cierto es que la incorporación a la sociedad cubana como hombres libres de los poco más de 26.000 negros a quienes se declaró emancipados entre 1824 y 1866 se demostró casi imposible (cuadro I). Se estima que entre 1817 y 1873 se introdujeron clandestinamente en Cuba unos 340.000 esclavos, de modo que el número de los que fueron capturados y declarados emancipados apenas representó un 7,6%. A pesar de su escasa importancia numérica, la presencia del grupo planteó una serie de problemas de gran alcance. Su existencia se percibía como un elemento extremadamente peligroso para el mantenimiento del orden social. De hecho, durante décadas el asunto de los emancipados se convirtió en objeto esencial de discusión entre los gobiernos británico y español en torno a la cuestión de la abolición del tráfico. Aunque existen numerosos estudios sobre la sociedad esclavista cubana, esta nueva categoría de negros a la que el historiador y publicista español Jacobo de la Pezuela describió como «nueva clase de color que no era sierva ni podía aun dejar de serlo», y a la que David Murray, uno de sus primeros estudiosos, se refirió como «new class of slaves»5, ha merecido escasa atención6. En este artículo se contemplan las circunstancias que dieron lugar a su nacimiento, las condiciones en las que transcurrió su existencia en el seno de una sociedad racialmente conflictiva, que inicialmente reaccionó adoptando una serie de proyectos de expulsión y posteriormente asimilándolo completamente al sector esclavo de la población. Quedan fuera de nuestro actual alcance aspectos tan esenciales como los relacionados con el grado de percepción que los emancipados tuvieron de su situación y su lucha por hacer real y efectiva la libertad que jurídicamente se les había reconocido, que algunos emprendieron con el apoyo de los diplomáticos británicos residentes en La Habana. La trayectoria de este pequeño grupo humano no puede contemplarse como un hecho aislado sino como la expresión de un fenómeno de dimensión atlántica o incluso global. La existencia de negros emancipados se registra en todos aquellos lugares en los que Gran Bretaña forzó la firma de tratados contra la trata de africanos, incluso en las propias colonias británicas desde que dicho país abolió el tráfico en 18077. Si el caso de los «africanos livres» brasileños es para nosotros de particular interés por la similitud que guarda con el 5 Pezuela, 1863, II: 293. Murray, 1980. Bethell, 80 (Londres, 1966): 79-93. Franco, 1980: 342-360. Murray, 1980: 269-297. Roldán de Montaud, 57 / 169-170 (Madrid, 1982): 559-641. Martínez-Fernández, 16 / 2 (Londres, 1995): 27-50; 1998: 41-64. 7 Thompson, 2002: 7. 6 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 162 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD CUADRO I. EXPEDICIONES DE NEGROS BOZALES CAPTURADOS EN LAS COSTAS DE LA ISLA DE CUBA Año 1824 1826 1828 1829 1830 1832 1833 1834 1835 1836 1841 1842 1843 1846 1847 1849 1851 1852 1853 Expedición Relámpago Cayo verde Campeador Fingal Orestes Mágico Gerges Firme Intrépido Josefa Voladora Midas Gallito Emilio Santiago Águila Indagadora Planeta Negrito Rosa Joaquina Manuelita Amalia Carlota Chubasco Holguín Joven Reina María Marte Julita Tita Diligencia Ninfa Ricomar Portugués (Cabañas) Majana Aurelia Feliz Demayajabos San Marcos Macambo Yumuría Caleta de Barca Punta de Maya Puerto Escondido Cabañas Trinidad Cabañas Santa Clara Cárdenas Granadilla Cárdenas y Matanzas Remedios Sagua la Grande Núm. Año 150 61 229 58 212 176 395 484 135 206 331 281 135 188 105 601 134 238 490 322 479 200 193 253 72 254 341 290 403 340 393 205 432 186 411 150 158 84 47 152 90 15 10 85 10 134 85 172 402 25 275 52 16 1853 1854 1855 1856 1857 1858 1859 1860 1861 1862 1863 1864 1865 1866 Expedición Bermeja Caleta del Rosario Cayo Livisa Matanzas Pinar del Río Ortigosa Güines Manimani Isla de Pinos Mariel Brujas. Luisa S. Espíritus y Trinidad Santa Cruz Punta de Ganado Guanajay-Bahía Honda Nuevas Grandes Bahía Honda Sancti Espíritus Almedares Jaruco Morro Páez Primer Neptuno Leckihgton Santa Susana Sagua Pelada Guadalquizal Lanzanillo Guantánamo Punta de Guano Venadito Blasco de Garay Gibacoa Luisa Cayo Cádiz Segundo Neptuno Cayo Sal Casilda Manatí Juanita Yateras Maniabón Santa María Cabo Indio Agüica Domínica Manaca Canao, Sagua y Bomaniel Lezo Guadalquivir Tercer Neptuno Gato Punta Holanda Total Núm. 134 15 261 113 185 202 161 103 242 70 589 743 42 74 93 25 49 55 21 91 85 356 534 497 29 3 1 497 361 190 615 438 47 142 562 419 846 71 396 69 40 49 621 281 1.031 53 418 216 365 469 365 140 278 26.026 Fuente: Secretaría de Gobierno de Cuba, 12 de diciembre de 1870, AHN, Estado, legajo 8554. Para el periodo 1824-1841 se dispone de otro Estado de los buques españoles apresados por otros de guerra de S.M.B., 29 de junio de 1841, AHN, Estado, legajo 8040. Existen notables diferencias en el número de esclavos de cada buque e incluso en el año de captura. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 EN LOS BORROSOS CONFINES DE LA LIBERTAD: EL CASO DE LOS NEGROS ... 163 cubano8, lo cierto es que hubo también «Liberated africans», expresión con la que se designaba a los emancipados en el mundo anglosajón, en lugares tan distantes como Sierra Leona, las Antillas británicas, los Estados Unidos, El Cabo o Mauricio, en el Índico, entre otros. Para referirse a esta nueva categoría social la historiografía reciente ha acuñado el término «recaptive africans», por entender que es el que mejor refleja la situación de unos individuos que rara vez llegaron a disfrutar de la libertad después de haber sido liberados de los barcos negreros, de unos individuos que por doquier corrieron una suerte parecida, bien convertidos en trabajadores forzados, en apprenticed o indentured labour, bien reducidos lisa o llanamente a la esclavitud. Se ha estimado que desde 1807 los británicos sustrajeron del tráfico ilegal a unos 160.000 seres humanos. El grupo de los emancipados cubanos forma parte de este colectivo9. La primera captura realizada por un crucero británico en aguas cubanas se produjo el 18 de diciembre de 1824 (cuadro I). Pocos días después, la comisión mixta de La Habana declaró emancipados a los 147 negros conducidos por el Relámpago y los entregó, con su correspondiente certificado, al capitán general Dionisio Vives. El general no había recibido instrucciones de Madrid y, de momento, los depositó en un caserío de las afueras de Regla en el que habitualmente se guardaba a los cimarrones. Luego los distribuyó entre algunos vecinos y diversos establecimientos piadosos y de enseñanza pública de La Habana, conforme a unas condiciones que preparó el juez comisionado británico J. T. Kilbee, similares a las que se aplicaban en las colonias británicas, y que Vives aceptó10. La presencia de estos negros planteaba una serie de problemas que en principio se intentaron solucionar mediante la expulsión. La posibilidad de que en breve fueran a engrosar la comunidad de los libres de color, que rondaba los 100.000 individuos, y sirvieran de ejemplo a los más de 290.000 esclavos 8 Para el caso brasileño, Conrad, 53 / 1 (Durham, 1973): 50-70. Gallotti Mamigonian, 2005: 389-417 (Londres, 2009b): 41-66. 9 Schuler, 2001: 134. Véanse Schuler, 1980. James, 1991. Carter, 2003. Gbarie, 2010. Una muestra de la importancia de esta historiografía en las ponencias presentadas al congreso «Liberated africans as Human Legacy of Abolition», International Workshop, University of California, mayo 2008. 10 Condiciones con que se reparten por el gobierno los negros que se han emancipado, conducidos a este puerto en el bergantín español Relámpago, apresado por la goleta Lion de S.M.B. conforme al artículo séptimo del reglamento para las Comisiones mixtas establecidas en esta plaza; en cumplimiento del tratado de 1817 para la abolición de tráfico de esclavos, La Habana, Oficina del Gobierno y Capitanía General por S. M., 1824. Padece un error Franco al creer que las condiciones de reparto las dictó Vives en 1828, Franco, 1980: 344. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 164 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD existentes era un asunto que despertaba profundos temores en las autoridades y en la oligarquía esclavista de plantadores y traficantes. Con ocasión del apresamiento del Relámpago, el general Vives escribía a Madrid alarmado. Advertía de que era sumamente perjudicial y de pésimo ejemplo para los esclavos que los negros emancipados permanecieran en la isla. En su opinión, había que devolverlos a sus lugares de origen a costa de quienes los habían conducido a Cuba11. Claudio Martínez de Pinillos, superintendente de la Real Hacienda y juez español de la comisión mixta, propuso poco después que los negros se cedieran al gobierno británico para que los trasladara a Jamaica. Aseguraba que la población libre de color era ya muy numerosa en las poblaciones en proporción a la blanca y que de los emancipados sólo se podía «esperar mal ejemplo para los esclavos de las haciendas si a ellas se destinan bajo condiciones desiguales y corrupción en las poblaciones, donde reinan los vicios señalados en los de su clase»12. Para evitar el aumento de la clase de los negros libres que se derivaría del cumplimiento del tratado, en octubre de 1826 el ayuntamiento de La Habana propuso que el gobierno gestionase la reforma del mencionado artículo VII y que los buques capturados fueran conducidos a África y juzgados por la comisión de Sierra Leona13. No era «cordura» poner a los negros esclavos con otros que al fin eran libres, advertía. La noticia de su condición daría «infaliblemente lugar a reflexiones, contrastes, cuyos funestos resultados no sería muy difícil prever». Ante semejante estado de alarma y después de someter la cuestión a consulta del Consejo de Estado, por real orden de abril de 1828 se dispuso que los emancipados fueran enviados a otros dominios de su majestad, incluida la propia península, con cargo al producto de los barcos capturados y enajenados que pudiera corresponder a España. Se anunciaban negociaciones con Gran Bretaña para modificar el artículo VII14. Parece que esta disposición no llegó a cumplirse15. Las negociaciones con Inglaterra se aceleraron cuando en junio de 1832 la comisión mixta condenó al Águila y declaró libres a los 601 negros que lleva11 Vives al secretario de Estado y Despacho, 6 de enero de 1825, Archivo Histórico Nacional, Madrid (AHN), Ultramar, legajo 3549, exp. 19. Murray, 1980: 275-276. 12 Martínez de Pinillos al Consejo de Indias, 15 de marzo de 1825, AHN, Ultramar, legajo 3549, exp. 7. 13 Exposición del ayuntamiento de la Habana, 13 de octubre de 1826, AHN, Ultramar, legajo 3547, exp. 7. 14 Acuerdo de Consejo de Estado, 4 de febrero de 1828, AHN, Ultramar, legajo 3547, exp. 7. Fontana, XVII / 2 (La Habana, 1975): 89-98. Real Orden de 15 de abril de 1828, reiterada en diciembre y de nuevo a principios de 1830, AHN, Estado, legajo 8034. 15 Erénchun, 1858, II: 952. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 EN LOS BORROSOS CONFINES DE LA LIBERTAD: EL CASO DE LOS NEGROS ... 165 ba a bordo. El número de negros emancipados se aproximó entonces a 3.000. A principios de 1833, en vísperas de que el parlamento hubiera aprobado el acta de emancipación de los esclavos, Inglaterra se comprometió a recibir en Trinidad a los negros que en el futuro fueran emancipados y los que lo hubieran sido en los dos últimos años, siempre y cuando los gastos corrieran por cuenta del gobierno español y se cumplieran otra serie de requisitos16. Los 196 bozales capturados a bordo del Negrito fueron los primeros emancipados enviados a Trinidad, en mayo de 1833. Parece que la propagación de la epidemia de cólera que diezmaba la población precipitó la decisión. En enero de 1834 se embarcaron los 212 apresados en las goletas Joaquina y Manuelita; en febrero, los 193 de la Rosa. En total fueron trasladados 987 negros de los 5.245 capturados hasta entonces17. El precio de los bozales oscilaba entonces entre 200 y 300 pesos; se trataba, por consiguiente, de un momento en que la preocupación por evitar el crecimiento de la población libre pesaba más que la posible pérdida de mano de obra todavía relativamente abundante y barata. La entrega de emancipados a las autoridades británicas no duró, no obstante, mucho tiempo. Cesó poco después de la llegada del general Tacón a Cuba18. Fue precisamente entonces cuando el reparto de emancipados comenzó a realizarse a cambio de importantes sumas, capaces de enriquecer a funcionarios venales y de proporcionar recursos para costear la ejecución de diversas obras públicas, tarea a la que se entregó con pasión el general Tacón19. Las dificultades que encontraba la regente María Cristina para defender los derechos de su hija al trono obligaron a un acercamiento al gobierno británico. A cambio de apoyo España se avino a firmar un nuevo tratado contra la trata de esclavos, que seguían arribando a Cuba por millares con la complicidad de las autoridades (unos 66.000 entre 1821 y 1831)20. En el tratado de 28 de junio de 1835 se modificaba el artículo VII del de 1817 en el sentido deseado por España, que cuadraba perfectamente a los intereses británicos. A partir de en16 Nota del conde de Villanueva a los comisionados británicos, 23 de enero de 1833, y Condiciones para el traslado de emancipados a Trinidad, 16 de enero de 1833, AHN, Estado, legajo 8034, exp. 6. Para las negociaciones, Murray, 1980: 277-279. 17 La abundante correspondencia que produjeron estos envíos en AHN, Estado, legajos 8023 y 8025. Adderley, 2006, para el asentamiento de estos emancipados en las Antillas británicas. 18 Tacón al secretario de Estado, 29 de diciembre de 1835, AHN, Estado, legajo 8015, exp. 29. 19 Roldán de Montaud, 57 / 169-170 (Madrid, 1982): 574-577. 20 En cualquier caso, como sólo autorizaba a los cruceros españoles y británicos a interceptar buques de estas dos nacionalidades y brasileños, se demostró también un instrumento ineficaz para reprimir el tráfico que se realizaba bajo bandera norteamericana. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 166 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD tonces, los esclavos a bordo de un buque condenado no se entregarían al gobierno del territorio donde residiera la Comisión que lo juzgara sino al gobierno del país cuyo crucero hubiera hecho la presa. El gobierno al que compitiera la responsabilidad de los emancipados se comprometía a ponerlos en libertad, mantenerlos en ella y proporcionar noticias sobre su situación cuando lo requiriera la otra parte contratante21. El tratado incorporaba un anexo en el que se establecían las condiciones de trato de los emancipados. Nada se decía sobre los límites del periodo de aprendizaje; se indicaba únicamente que el gobierno español se obligaba a que fueran tratados conforme a los reglamentos existentes. De modo que seguirían distribuyéndose en las mismas condiciones que hasta entonces. Sin embargo, para evitar que los bozales quedaran reducidos a esclavitud se dispuso la creación de un registro general de emancipados en el que debían anotarse los nombres, las circunstancias de los negros y los consignatarios. Cada seis meses se entregaría un estado de la situación de los emancipados al tribunal mixto. En definitiva, el nuevo tratado incorporaba una regulación más amplia que el de 1817 y proporcionó instrumentos que sirvieron de cauce a una permanente presión de las autoridades británicas. Como España apenas tenía buques dedicados a la persecución de la trata, en adelante prácticamente todos los negros emancipados por el tribunal de La Habana serían responsabilidad del gobierno británico y, por consiguiente, no permanecerían en la isla. Una de las consecuencias de este acuerdo fue la aparición de la figura del superintendente de africanos liberados, que debía hacerse cargo de los negros apresados por cruceros británicos mientras se dictara sentencia. El nombramiento recayó en Richard Robert Madden en 183622. Al año siguiente, Inglaterra consiguió anclar en la bahía de La Habana el famoso pontón Romney para alojar a dichos negros, con la consiguiente secuela de denuncias y acusaciones mutuas entre las autoridades de ambos países23. Lo cierto fue que después de 1835 los cruceros británicos se concentraron preferentemente en aguas africanas y el tribunal de La Habana apenas realizó condenas. El grupo de emancipados cubanos no se limitó a los negros capturados por cruceros británicos y españoles entre 1820 y 1835 y a los que desde entonces lo fueron por buques españoles; incluía también a los negros sorprendidos por las autoridades locales en el momento del desembarco o en tierra conforme a la Real Cédula de 1817, es decir, a los negros que eran emancipados en virtud de las leyes internas vigentes en Cuba. La cuestión se planteó por primera vez 21 22 23 Ferrer de Couto, 1864: 113-132. Pérez de la Riva, 1963: 252-255. Madden, 1840; 1849. AHN, Ultramar, legajo 3035. Véase, Philip, 1998: 21-22. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 EN LOS BORROSOS CONFINES DE LA LIBERTAD: EL CASO DE LOS NEGROS ... 167 en 1826, cuando el Mágico encalló y la tripulación se fugó con parte de los bozales. La comisión mixta declaró de buena presa el buque y opinó que los esclavos que había conducido también debían beneficiarse de la libertad. Poco después se reunió el Consejo de Indias para discutir la cuestión y estableció que en tales casos las autoridades debían perseguir a los negros en tierra sin molestar a los dueños de esclavos en sus fincas y que competía al capitán general decidir el futuro de los negros24. La primera captura realizada por las autoridades cubanas tuvo lugar en 1841. En mayo se recogieron en Cabañas 413 bozales desembarcados por el bergantín Portugués (cuadro I). Los negros fueron enviados a La Habana y el expediente correspondiente remitido a la comisión mixta, que lo devolvió para que se procediera conforme a las leyes del país. El general Jerónimo Valdés declaró emancipados a los esclavos y su decisión fue aprobada en Madrid. La real orden de 3 de mayo de 1853 recordaría que el capitán general estaba facultado para perseguir en tierra el tráfico de negros, examinarlos y proceder a su emancipación con arreglo a las leyes25. En cualquier caso, lo ocurrido con varios cientos de niños desembarcados en Nuevitas en 1855 ilustra sobradamente sobre las dificultades y presiones con las que tropezaron las autoridades locales en las escasas ocasiones en las que estuvieron dispuestas a cumplir la legalidad26. LAS CONDICIONES DE VIDA DE LOS NEGROS EMANCIPADOS Tan pronto como se dictaba sentencia, los emancipados eran distribuidos entre los vecinos y corporaciones de La Habana para que los emplearan como criados mientras supuestamente se instruían en la religión y adquirían un oficio, conforme a las condiciones de reparto mencionadas anteriormente. La consignación de los adultos duraba cinco años; siete, la de las mujeres con hijos que no 24 Consulta al Consejo de Indias, 7 de septiembre de 1826, AHN, Estado, legajo 2022. Hubo juristas que cuestionaron la facultad reconocida a los capitanes generales de determinar la condición de esclavitud o libertad porque además de ser jueces legos, no se sujetaban a ninguna norma para sustanciar el expediente, no estaban obligados a oír a los interesados, ni a veces tenían en cuenta más que las primeras diligencias practicadas en el momento de la aprehensión. Por otra parte, podía dar lugar a soluciones encontradas con las sentencias dictadas por los tribunales en las causas criminales que se seguían a toda introducción fraudulenta de esclavos, que competía en primera y segunda instancia a la Audiencia. De ahí que en la mencionada real orden se encargara a los gobernadores que evitasen que sus resoluciones se encontraran en oposición con las sentencias de los tribunales, Erénchun, 1858, II: 1436-1437. 26 Arnalte, 2001. 25 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 168 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD pudieran trabajar y la de los menores. En Brasil la consignación tenía una duración de 14 años, prácticamente la vida útil de un esclavo27. Se entendía que concluida la etapa de aprendizaje estarían en condiciones de valerse por sí mismos y obtendrían su preciada carta de libertad, liberándose de la tutela del gobierno e incorporándose a la sociedad como hombres enteramente libres. Un mes después de efectuadas las primeras consignaciones, en abril de 1825, se reunió en Madrid el Consejo de Indias para estudiar la cuestión. Recomendó, entre otras cosas, que se distribuyeran evitándose, cuanto fuese posible, «colocarlos con dueños de crecido número de esclavos». Se presentía ya el fatal destino de aquellos negros. Lo cierto es que en un principio se repartieron entre los vecinos de La Habana y se entregaron también a diversas corporaciones públicas, exactamente como en Brasil. De los 2.380 emancipados existentes en 1831, 374 se habían puesto a disposición de diversas corporaciones. Varios habían sido cedidos al convento de Ursulinas, al Hospital de San Juan de Dios, a un colegio de niñas y al Apostadero de Marina como fogoneros y paleadores en los buques de guerra28. En 1842 el general Valdés consignó a las mujeres capturadas en Majana a la Casa de Beneficencia y a los hombres a la Junta de Fomento. Las obras públicas absorbieron una parte importante de la mano de obra emancipada. Tanto Vives como Ricafort los destinaron a los trabajos del Acueducto de Fernando VII. Durante el gobierno de Tacón se emplearon en el empedrado de calles, construcción de puentes y jardines, y en la edificación de la nueva cárcel. Aseguraba Domingo del Monte en un interrogatorio realizado por Madden que se levantaban «cárceles con el precio de la libertad de los negros emancipados»29. Entre los particulares que se beneficiaban de las concesiones existía un grupo de viudas, de empleados del gobierno y de militares retirados, que los utilizaban en el servicio doméstico y los empleaban en diversos oficios en las ciudades. En efecto, tenemos noticias de emancipados cigarreros, aguadores, caleseros, panaderos, lavanderas o cocineras. Sabemos que se emplearon en los ferrocarriles de Güines, Cárdenas, Cienfuegos y Trinidad. Trabajaron también en los servicios de alumbrado de las ciudades; en 1845 la compañía de gas de La Habana recibió 50 como alumbradores de luz. Para incentivar la minería del cobre que entonces repuntaba en el Oriente cubano, se cedieron emancipados a diversas compañías30. Del mismo modo, con el fin de estimular 27 Galloti Mamigonian, 2009a: 236-237. Real Orden de 13 de marzo de 1852 dispuso que se facilitasen al comándate del apostadero de La Habana los que necesitase, Rodríguez San Pedro, 1865, II: 600. 29 Madden, 1840: 103. 30 Defensa de la verdad y de los mineros de la isla de Cuba, 1839: 66. Madden, 1840: 124. 28 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 EN LOS BORROSOS CONFINES DE LA LIBERTAD: EL CASO DE LOS NEGROS ... 169 el cultivo del algodón durante la escasez producida por la contienda civil en los Estados Unidos se entregaron a diversos plantadores en 1865, entre otros a Carlos Manuel de Céspedes para que los empleara en la Demajagua, donde poco después pronunció el grito de independencia31. Inevitablemente, la consignación dio lugar a innumerables abusos y a un auténtico tráfico de emancipados. Los periodos se fueron renovando indefinidamente sin que su incorporación a la comunidad de los negros libres pareciera llegar nunca. Surgieron toda una serie de negocios que podían realizarse con estos negros y su consignación se convirtió en algo muy apetecido, porque podía proporcionar una renta suculenta a los consignatarios y mano de obra barata a los plantadores. Estos problemas pueden ilustrarse con ejemplos que arrojan luz sobre la vida del emancipado urbano, similar a la del esclavo de las poblaciones. El caso de Gabino saltó a la luz cuando en 1841 David Turnbull, el cónsul británico en La Habana y superintendente de africanos liberados, reclamó a las autoridades su inmediata puesta en libertad. Capturado a bordo del Fingal, la comisión mixta le había declarado emancipado en 1824 y había sido entregado a Luisa Apreu de Paz, que le obligaba a trabajar como aguador. Gabino entregaba a su «instructora» el jornal diario de un peso. Después de los cinco primeros años, su consignación se prolongó por otros cinco, y luego por cinco más. En esos años proporcionó a su consignataria 5.228 pesos32. Ella había pagado por sus servicios 612 pesos. La muerte de su tutora no puso término a las penalidades de Gabino, que pasó a manos de su heredero. Consciente de la imposibilidad de hacer valer sus derechos, como algunos otros emancipados, Gabino acudió al cónsul en busca de protección. Tuvo éxito y obtuvo su carta de libertad. Pero pocos meses después, en noviembre de 1841, fue deportado a Ceuta, después de haber sido acusado de instigar un levantamiento de negros. Poco después moría en Cádiz. No transcurrió mucho tiempo sin que se evidenciara que el disfrute de los derechos del hombre libre que jurídicamente se le habían reconocido al emancipado iba a ser difícil de alcanzar y que su suerte iba a ser similar a la de los esclavos, a los que de hecho se asimiló. Quienes han estudiado la esclavitud han resaltado las diferencias existentes entre la esclavitud en el medio urbano y el rural. Los esclavos de las poblaciones tenían más oportunidades de adqui31 Archivo Nacional de Cuba, La Habana (ANC), Gobierno Superior Civil, legajo 1581, exps. 41814-41829. 32 David Turnbull al príncipe de Angola, 21 de diciembre de 1841, AHN, Estado, legajo 8057, y Reclamación del plenipotenciario británico al secretario de Estado en favor de Gavino, 22 de marzo de 1842, Estado, legajo 8019, en Roldán de Montaud, 57 / 169-170 (Madrid, 1982): 598-599. Recientemente se ha abordado el caso de Gabino por Grandío Moráguez, 2008. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 170 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD rir la libertad, ya fuera por coartación o manumisión33. En las condiciones de reparto de emancipados se prohibía, según queda señalado, que los negros fuesen alejados de la ciudad y sus arrabales sin autorización del Gobierno. Turnbull aseguraba que esta regla había sido observada escrupulosamente hasta la llegada a Cuba del general Tacón en 183534. Dado el carácter abolicionista del cónsul, el hecho de que hiciera distingos entre los capitanes generales parece sugerir que, efectivamente, desde entonces se produjo un empeoramiento de la situación de los emancipados. Precisamente entonces comenzaron a exigirse entre seis y nueve onzas de oro (102 o 123 pesos) por consignación, cobradas en la Secretaría de Gobierno, una práctica que Madden denunció como contravención de las estipulaciones del Tratado35. Con anterioridad, según las condiciones de reparto, los consignatarios abonaban dos reales y medio por cada día que el emancipado hubiera permanecido en el depósito causando gastos el erario público, una cantidad insignificante. El particular que abonaba la importante suma de nueve onzas por una consignación (un bozal costaba entonces 20 o 23 onzas) consideraba al emancipado una propiedad que debía retribuirle el interés del dinero que había costado sin importar en absoluto su futuro. Además de consignarse por sumas de consideración, desde la llegada de Tacón los emancipados comenzaron a entregarse a los plantadores del interior. La permanencia de los negros en la capital, si no era una garantía, les brindaba al menos alguna posibilidad de llegar a ser hombres libres; enviados a los ingenios, morían para la libertad36. Tacón no negaba que «la tranquilidad pública» le había obligado a colocar a los emancipados en las haciendas del campo. Adoptada la costumbre de consignar a los emancipados por sumas elevadas y de enviarlos a los ingenios azucareros, su condición se equiparó a la del esclavo rural. Perdía las ventajas del esclavo urbano y era absorbido en las dotaciones de esclavos de las fincas. En cierto sentido, la situación del emancipado era peor que la del esclavo. De hecho, estaba privado de la protección y de los derechos que consuetudina33 Para el funcionamiento de la coartación, Madden, 1849: 133-144. Varella, 2010. Turnbull, 1840: 162. También Madden aseguró que en época de Tacón se había realizado de forma escandalosa el tráfico con emancipados, Madden, 1849: 39. 35 Madden, 1840: 122. El gobierno español no escatimó esfuerzos para que fuera relevado, AHN, Estado, legajo 8022. 36 Nota del comisionado juez británico a Tacón, 9 de diciembre de 1834, y Nota de Villiers a Istúriz, 27 de mayo de 1836, AHN, Estado, legajo 8034. Comunicación de Tacón al secretario de Estado, 31 de agosto de 1836, AHN, Estado, legajo 8035. Pérez de la Riva, 1963: 262. 34 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 EN LOS BORROSOS CONFINES DE LA LIBERTAD: EL CASO DE LOS NEGROS ... 171 riamente se reconocían al esclavo, entre otros, la coartación. Esta institución permitía al esclavo obtener la libertad pagando a su dueño el precio que valía en el mercado, pero quedaba fuera del alcance del emancipado. Cuenta el mencionado Del Monte que en cierta ocasión algunos emancipados habían intentado conseguir la libertad, ofreciendo por ella el precio que cualquier persona hubiera pagado para mantenerlos a su servicio, y que el gobierno se había negado37. Recientes estudios han mostrado cómo la coartación fue haciéndose cada vez más compleja y de difícil acceso para los esclavos, pero era, al fin, una posibilidad que el derecho reconocía. Tampoco podían los emancipados obtener la libertad mediante la manumisión del amo, ya que no estaban sujetos a la voluntad del consignatario sino a la del gobierno38. Sin discutir aquí la eficacia de la manumisión y la coartación como vías de ascenso de los esclavos a la libertad, se trataba de instituciones que el derecho esclavista reconocía a los esclavos de cuyos beneficios quedaban excluidos los emancipados. Los emancipados no podían acudir tampoco a los procuradores síndicos de los ayuntamientos, que eran los encargados de velar por los derechos de los esclavos, de representarlos en los juicios y de instruir las causas por delitos contra sus personas desde 1789. No podían presentarse ante el síndico para solicitar por su mediación un cambio de propietario, tal y como, en principio, podían hacer los esclavos. Aunque en la práctica la eficacia de estos preceptos fuera escasa, porque los funcionarios que administraban justicia eran ellos mismos propietarios de esclavos, al menos el ordenamiento jurídico establecía que los esclavos podían buscar protección en estas instituciones. Hasta 1856 no se dispuso que los síndicos fueran los defensores y representantes de los emancipados en los juicios de conciliación y verbales, y que los promotores fiscales y el fiscal lo fueran en los escritos seguidos ante los jueces y tribunales ordinarios39. Aun así, jamás se intentó defender el derecho del emancipado a la libertad después de los cinco años de aprendizaje y sus reivindicaciones parece que se limitaban a los casos de mal trato, según asegura Valiente. EN TORNO A LOS ABUSOS Y SUS EFECTOS DEMOGRÁFICOS Contra los emancipados se cometieron todo género de abusos. Uno de los más frecuentes era el que en Cuba se denominó plagio, del latín plagium o 37 38 39 Madden, 1840: 118. Valiente, 1869: 14. Madden, 1840: 118. Erénchun, 1858, II: 1444, Decreto de 27 de junio de 1856. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 172 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD venta de un hombre libre40. Consistía en dar por muerto a un emancipado cuando en una finca moría un esclavo. El emancipado ocupaba el lugar del esclavo muerto y se convertía en siervo para siempre. Bastaba con cambiar el nombre del negro al dar parte al cura y al capitán de partido. En ocasiones, no se esperaba siquiera la muerte de un esclavo para reemplazarlo por un emancipado. Se hacía pasar por muerto a este último41. A cambio de una remuneración, el juez rural y el párroco testificaban la muerte y estas falsas pruebas se enviaban a la Secretaría Política. Parece que llegó a darse el caso de haberse recibido en dicha oficina las partidas de defunción de negros que, si bien habían sido consignados, todavía no habían sido extraídos del depósito ni enviados a la finca en la que se decían fallecidos42. Ya en las condiciones de reparto de 1824 se había previsto esta eventualidad. En su artículo octavo se establecía una multa de 500 pesos para quienes vendiesen o se deshiciesen del emancipado dándolo por muerto o huido, además de las penas que las leyes fijaban para la venta de un hombre libre. En otros artículos se describían las diligencias que en caso de muerte o fuga debía adoptar el comisario de barrio, obligado a personarse con dos hombres buenos para certificar que se trataba del mismo negro y abrir las investigaciones necesarias hasta quedar convencido de ello; garantía irrisoria contra la voracidad de mano de obra de aquella agricultura esclavista. No se dispone de demasiada información estadística que permita conocer el número de emancipados existentes en cada momento, los muertos y los que llegaron a obtener su plena libertad. Los contemporáneos reconocían que el desorden que desde un principio se había mantenido y el falseamiento de las cifras para encubrir abusos impedían esclarecer estas cuestiones. En cualquier caso, sí se tienen suficientes datos para intentar una estimación de las tasas de mortalidad, o de desaparecidos, para distintos momentos. En algunos periodos fueron extremadamente elevadas, lo que parece confirmar la existencia del mencionado plagio. Hasta marzo de 1831 se habían capturado 15 buques y se había emancipado a 2.989 negros, de los que dos terceras partes eran varones. En dicha fecha, se daban por existentes 2.380 emancipados43. Un sencillo cálculo permite fijar 40 Sobre el verdadero plagio o venta de hombres libres, véase Aparisi y Guijarro, 1888. Madden, 1849: 39. Estorch, 1856: 16-19, para la descripción de los abusos por parte de uno de los vocales de la Junta Protectora de Emancipados. Sanromá, 1872: 21-22. 42 Figuera, 1866: 15. 43 Estado general que manifiesta el número de emancipados existentes de los 15 buques que desde 1824 hasta la fecha han sido apresados por otros de guerra ingleses, 12 de marzo de 1831, AHN, Estado, legajo 8033, exp. 2. 41 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 EN LOS BORROSOS CONFINES DE LA LIBERTAD: EL CASO DE LOS NEGROS ... 173 la media anual de muertes (o desapariciones) hasta entonces en 3,30%, algo mayor para los varones. Se trata de una cifra muy modesta comparada con las que se registran para periodos posteriores y con la que diversos autores han estimado para los esclavos. En fechas tan tempranas todavía los emancipados no habían comenzado a entregarse a los plantadores del interior y posiblemente residían en La Habana, según aseguraba Turnbull. No puede negarse, sin embargo, que la población emancipada no había sido diezmada todavía por la epidemia de cólera de 1833. Disponemos de un estado de los emancipados existentes en 1841, que reproducimos en el cuadro II. En él se detalla el año de captura y el buque que había conducido a los negros que sobrevivían aquel año. A partir de dicha información y de otros datos dispersos en la correspondencia consultada, se puede estimar el número de emancipados desaparecidos o muertos en distintos periodos44. Así, cuando en octubre de 1843 se inició el mando del general O’Donnell había 3.743 emancipados. Si se agregan los 734 aprehendidos desde junio de 1841 hasta dicha fecha y se deducen los 1.300 a los que el general Valdés concedió cartas de libertad (como se verá más adelante), en octubre debían existir 3.916 emancipados. La diferencia, apenas 170, sería el número de muertos o desaparecidos. Una cifra baja que corresponde al periodo de gobierno del general Valdés, a quien se atribuye un estricto cumplimiento de las estipulaciones de los tratados respecto a los emancipados y un control de los abusos más escandalosos. Es interesante comparar esto con lo ocurrido poco después. Cuando O’Donnell llegó a La Habana, octubre de 1843, había 3.743 emancipados. Hasta febrero de 1848, cuando finalizó su mando, fueron capturados 229 y obtuvieron la libertad 459. A su partida sólo había 2.353 emancipados, es decir, habían desaparecido 1.163, un 33%, lo que arrojaría para los cuatro años y medio de su mando un 6,61% anual de muertos o desaparecidos. Al iniciar el mando Federico Roncali, en febrero de 1848, existían 2.353 emancipados. A la llegada del general Concha, en noviembre de 1850, se suponía que había 2.138 emancipados45. Entre una y otra fecha se habían apresado 387 negros y concedido cartas de libertad a 222, luego en noviembre debían existir 2.518 y no 2.138, lo que arrojaría una media de desaparecidos o muertos de 6,03% para el periodo de su mando. Un ejemplo más: en 1857 se capturaron siete expediciones y se emancipó a 2.111 esclavos. Transcurridos cinco años, en 1862 44 Para las argumentaciones que siguen, Roldán de Montaud, 57 / 169-170 (Madrid, 1982): 582-589. 45 Gutiérrez de la Concha al secretario de Estado, 9 de junio de 1851, AHN, Estado, legajo 8044. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 1 4 3 4 2 3 3 2 7 2 1 92 474 706 577 132 784 1.040 356 1.681 392 360 6.594 V 55 184 308 301 160 182 250 199 545 189 53 2.426 M 147 658 1.014 878 292 966 1.290 555 2.226 581 413 9.020 Total Negros apresados – – – – – – 110 94 284 – – 488 V – – – – – – 102 99 288 – – 489 M Entregados a G. B. 38 190 302 198 64 382 337 85 553 172 8 2.329 +303 2.632 V 1 15 14 21 2 14 17 3 16 103 543 +52 595 V 19 1 4 1 1 1 6 5 M Prófugos 10 56 86 95 47 78 38 18 69 46 M Muertos 64 4 6 1 1 7 32 6 7 V 81 13 26 17 11 8 1 1 1 3 M Libertos 35 1 1 5 40 1 1 6 V 12 4 5 3 M Se ignora ESTADO DE LOS NEGROS EMANCIPADOS EN JUNIO DE 1841 45 236 373 252 65 379 530 173 826 219 352 3.550 –303 3.349 V 29 101 204 189 100 99 104 80 185 143 53 1.289 –52 1.235 M Existentes 74 337 577 541 165 478 634 253 1.011 362 405 4.837 –335 4.482 Total Fuente: Elaboración propia a partir de Estado de los buques mercantes españoles apresados por otros de guerra de S. M. B., 29 de junio de 1841, AHN, Estado, legajo 8040. Además de los muertos que aparecían en las casillas correspondientes, 350 notificaciones de fallecimiento dadas por corporaciones y particulares carecían de información sobre el año de la presa o el buque, y se han anotado en casilla aparte agregándose al total de muertos. Se deducen en la casilla correspondiente a los existentes. 1824 1826 1828 1829 1830 1832 1833 1834 1835 1836 1841 Buques CUADRO II. 174 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD EN LOS BORROSOS CONFINES DE LA LIBERTAD: EL CASO DE LOS NEGROS ... 175 sólo quedaban 734. Había desaparecido o fallecido el 65%, es decir, un promedio anual del 10,87%46. Se trata de cifras superiores a las tasas de mortalidad estimadas para los esclavos del azúcar. En efecto, Humboldt calculó que era del 8%, los comisionados británicos para los adultos rurales entre un 2 y un 5% y Moreno Fraginals la ha fijado en un 6,3%47. La conclusión era ya evidente para algunos contemporáneos: «Verdad es que el guarismo de su mortalidad es exorbitante y revela o un mal trato o una serie de delitos sobre los cuales no se extiende con suficiente energía la mano de la justicia»48. Las tasas de natalidad no guardaban tampoco relación con las que se han estimado para los esclavos. Según los datos del presupuesto del ramo para el ejercicio 1856-1857, habían nacido en Cuba tres varones y ocho mujeres; en 1858, sólo tres y siete respectivamente. Como en Brasil, heredaban el status ambiguo de sus padres en vez de ser considerados libres49. En abril de 1861 los funcionarios de Madrid llamaban la atención de las autoridades cubanas sobre el hecho de que en el último presupuesto sólo aparecieran 12 menores criollos de ambos sexos. El Cuadro estadístico de 1862 computó 21 varones y 18 mujeres menores de un año50, lo cual representaba una tasa de natalidad (existían 6.650 emancipados) de 5,86%. Moreno Fraginals estimó tasas del 19% entre 1835-1841 y del 28% entre 1856-1860, tras el inicio de una política de reproducción estimulada por el aumento del precio de los esclavos51. Sin disposiciones que aseguraran el cumplimiento de la obligación que tenían los consignatarios de dar cuenta de los nacimientos acaecidos, los nacidos de las negras emancipadas fueron sumidos en la esclavitud. El censo de población del año 1861 fue el único de los censos cubanos en el que se recogieron datos relativos a los emancipados, fijando su número en 6.65052. En la parte oriental de Cuba, alejada de la sede del tribunal mixto y de las autoridades encargadas de su distribución, la presencia de emancipados fue insignificante y se concentró en la jurisdicción de Santiago de Cuba, con un 2,82% del total de la isla. El trabajo en las minas de cobre de Santiago del Prado seguramente explica esta presencia. La única jurisdicción de la zona orien46 Comunicación de Dulce fechada en diciembre de 1862, AHN, Ultramar, legajo 4666. Humboldt, 1856: 203. La cifra de los comisionados en Kiple, 1976: 53. Moreno Fraginals, 1978, II: 88. 48 Figuera, 1866: 14. 49 Gallotti Mamigonian, 2009: 237. 50 Presupuesto del ramo de emancipados de 1856-57-58, BN, ms. 13853. Gutiérrez de la Concha, 1861: 16. Cuadro estadístico, 1862. 51 Moreno Fraginals, 1978, II: 88. 52 Cuadro estadístico, 1862. Roldán de Montaud, 57 / 169-170 (Madrid, 1882): 589-592. 47 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 176 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD tal con elevado número de emancipados era Puerto Príncipe, con un 8,39% del total. Con motivo de la entrega del mando a Serrano en 1859, el general Concha relataba la captura de 448 bozales por el vapor de guerra Blasco de Garay y su conducción a Puerto Príncipe, donde dispuso que se distribuyeran en su totalidad en beneficio de los propietarios53. La mayor parte de los emancipados se encontraba en el departamento occidental. En la jurisdicción de La Habana había un 35,84% del total. Había importantes porcentajes en Sagua, Colón, Santiago de las Vegas y Cárdenas, 5,17, 4,99, 4,70 y 4,24 y respectivamente, todas ellas zonas productoras de azúcar. En general, estaban afincados en las áreas de intensa actividad económica y donde existía gran número de esclavos. LA PRESIÓN ABOLICIONISTA BRITÁNICA A los negros emancipados les resultó muy difícil llegar a obtener la preciada carta de libertad, el documento que les garantizaba su condición civil de hombres libres. La resistencia a declarar a los emancipados exentos de la tutela del gobierno fue constante. No cabe duda de que cuando el gobierno de Madrid o las autoridades coloniales se mostraron más dispuestos a conceder cartas de libertad fue siempre resultado de la presión abolicionista británica, que utilizó constantemente como ariete la libertad de los emancipados. Aun cuando el garante de la libertad de los negros fuera el gobierno español, en virtud de los tratados el gobierno británico tenía derecho a exigir el cumplimiento de esa garantía. Semejante situación abría un resquicio que le permitía inmiscuirse en los asuntos internos de Cuba relacionados con la esclavitud. Cuando las autoridades inglesas acusaban a las cubanas de permitir el contrabando de africanos, invariablemente el gobierno español se excusaba asegurando que se intentaba por todos los medios posibles poner fin a tan inicuo comercio. El grupo emancipado resultaba un elemento real y objetivo de presión. Era más fácil presionar y exigir el cumplimiento de las obligaciones concretas respecto a este grupo, fruto de esa trata clandestina, que sobre las «intenciones» de un gobierno. Si Gran Bretaña lograba arrancar de la esclavitud a los emancipados que no eran otra cosa que esclavos ilegalmente introducidos, podría luego hacer extensiva esta medida a los que no habían sido descubiertos en el momento de desembarco pero que arribaban por millares a la isla. 53 Gutiérrez de la Concha, 1861: 17. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 EN LOS BORROSOS CONFINES DE LA LIBERTAD: EL CASO DE LOS NEGROS ... 177 De los 6.554 hombres y 2.426 mujeres emancipados hasta el 29 de junio de 1841, a pesar de que habían transcurrido quince años desde el apresamiento de los primeros, sólo habían obtenido sus cartas de libertad 64 hombres y 81 mujeres. Como era de suponer, hubo mayor tendencia a liberar a las mujeres y a los más antiguos. En efecto, de los 64 varones, 52 habían sido capturados antes de 1829; el resto, antes de 1835. Dado que el promedio de vida de un esclavo adulto en un ingenio era de unos quince años, los emancipados que llegaron a disfrutar de su libertad eran, sin duda, los que resultaban ya poco hábiles para el trabajo. En cualquier caso, la entrega de la carta de libertad no era garantía de que los negros en cuestión llegaran a disfrutar de una libertad real y efectiva. En efecto, cuando el general Concha dispuso en 1854 que se renovasen todas las consignaciones de los emancipados para saber cuántos existían, resultó que se pedía la renovación de negros que ya habían obtenido su carta de libertad, lo que permite sospechar que o no había sido entregada al verdadero negro o quizá a ninguno y que el agraciado probablemente se veía reducido a esclavitud54. En los primeros años cuarenta arreció la presión abolicionista británica. El 3 de noviembre de 1840 llegó a La Habana David Turnbull. Como Madden, era miembro de la British and Foreign Anti-Slavery Society y había vertido sus posiciones abolicionistas en su reciente libro Travels in the West. Con él en Cuba, la cuestión de los emancipados se iba a convertir en uno de los mayores puntos de fricción en la disputa que Gran Bretaña y España mantenían sobre el tráfico de esclavos. A propuesta del cónsul, en diciembre de aquel año Inglaterra trató de imponer la firma de un convenio para emancipar a los esclavos que se habían introducido ilegalmente desde 182055. Dado el promedio de vida de los esclavos, la medida equivalía llanamente a abolir la esclavitud. Aunque España se resistió, Inglaterra logró un mayor compromiso en el cumplimiento de las estipulaciones de los tratados. En mayo de 1841 desembarcó en La Habana el general Valdés con instrucciones de castigar severamente el tráfico. Ese mismo mes, Inglaterra sugería a España que los emancipados fueran presentados ante la comisión mixta con objeto de averiguar su situación y saber si preferían ser trasladados a una colo54 Gutiérrez de la Concha al secretario de Estado, 12 de junio de 1856, BN, ms. 13853, fols. 164-165. 55 Proyecto de convenio sobre la emancipación de esclavos, 17 de diciembre de 1840. AHN, Estado, legajo 8040, exp. 7. Se proponía aumentar las atribuciones de la comisión mixta para declarar libres a los esclavos que se sospechara habían sido ilegalmente introducidos. Turnbull, 1840: 342-348. 56 Legación de Gran Bretaña al secretario de Estado, 15 de abril de 1840 y 31 de mayo de 1840, AHN, Estado, legajo 8035. El 15 de abril 1840 ya se había realizado una petición similar. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 178 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD nia británica56. Inglaterra había abolido la esclavitud en sus Antillas en 1833 y la transición del trabajo esclavo al asalariado estaba produciendo desajustes con la consiguiente disminución de la producción. Para paliar el problema, se habían llevado «aprendices» desde los enclaves ingleses en África y trasladado a miles de negros emancipados por la comisión mixta de Sierra Leona57. Con la excusa de garantizar su libertad, se trataba también de atraer a los emancipados cubanos. La propuesta era inaceptable para España porque equivalía a admitir que una autoridad extranjera examinase la condición de los negros emancipados en virtud del Tratado de 1817 que estipulaba su entrega al gobierno donde residiera la Comisión. Si en los primeros años las autoridades españolas habían procurado deshacerse de los emancipados, ahora no parecían dispuestas a prescindir de aquellos negros. Por lo demás, estaban convencidas de que si se transigía en el caso de los emancipados sería imposible resistirse a la pesquisa sobre los esclavos. Valdés estaba decidido a poner término a la trata, pero también a defender la institución esclavista que era imprescindible para el mantenimiento de la colonia58. Dispuesto, no obstante, a suprimir los motivos de queja y a evitar nuevas exigencias, Valdés se comprometió a entregar las cartas de libertad a los emancipados en un plazo de cinco años desde enero de 1842, según fueran venciendo las consignaciones59, lo que no le impidió poner coto a la propaganda emancipadora de Turnbull entre los esclavos y libres de color expulsándolo de la isla. Entre enero de 1842 y septiembre de 1843, cuando abandonó el mando, había entregado 1.300 cartas60. Los comisionados británicos reconocieron que se estaban concediendo las cartas de libertad y por primera vez en Londres se celebraba la conducta de un capitán general en cuanto al cumplimiento de los tratados61. Para tranquilizar a los plantadores, que estaban convencidos de que España se vería arrastrada a abolir la esclavitud, y evitar que se fortaleciese entre ellos la corriente anexionista hacia Estados Unidos, tras la caída de Espartero, en octubre de 1843 el gobierno cambió de política y envió a Cuba al general Leopoldo O’Donnell. Poco después de su llegada se produjo una insurrección de 57 Desde 1820 hasta el 1 de enero de 1839 la Comisión de Sierra Leona emancipó a 55.359 negros, Madden, 1849: 40. Véase también Bethell, 80 (1966): 89. Arnalte, X / 18-19 (Madrid, 1996): 65-79. Sobre el traslado de emancipados de Sierra Leona, Shlomowitz, 1989. 58 Valdés al secretario de Estado, 31 de mayo de 1841, AHN, Estado, legajo 8035. 59 Valdés al secretario de Estado, 31 de julio de 1841, AHN, Estado, legajo 8040. 60 Valdés al secretario de Estado, 30 de abril de 1842, AHN, Ultramar, legajo 4039. 61 Pezuela, 1878, IV: 360. Franco, 1980: 374. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 EN LOS BORROSOS CONFINES DE LA LIBERTAD: EL CASO DE LOS NEGROS ... 179 esclavos, la Conspiración de la Escalera, brutalmente reprimida por el general62. Cientos de esclavos murieron asesinados. Como se consideraba que los libres de color estaban implicados y que la liberación de los emancipados había contribuido a aumentar la inquietud entre los esclavos, en marzo de 1844 O’Donnell suspendió la concesión de cartas de libertad y la entrega de las listas de los emancipados liberados que Valdés remitía regularmente a los comisionados ingleses. En abril, comunicaba al Gobierno las medidas que debían adoptarse para garantizar el orden: se expulsaría inmediatamente a los negros y mulatos de procedencia extranjera; concluidos los procesos incoados, se procedería a la expulsión lenta, sucesiva y prudente no sólo de los implicados sino de todos los negros y mulatos libres. También sería deportada la multitud de emancipados a quienes su antecesor había concedido cartas de libertad dejándoles permanecer en la isla, donde «el derecho que en medio de las negradas se les hizo conocer que tenían a su libertad, había sido tan funesto»63. El gobierno de Madrid aceptó la expulsión de los implicados y que fueran enviados a Fernando Poo los negros que voluntariamente y a su costa lo deseasen. Como la suspensión de la entrega de cartas de libertad podía producir reclamaciones por parte de Inglaterra, en septiembre se reanudó de forma limitada, haciéndose entrega de algunos de los agraciados a las autoridades británicas, algo a lo que se habían negado sistemáticamente los capitanes generales desde 1836. Lo cierto es que en el nuevo contexto de recrudecimiento de la tensión racial, las autoridades recurrieron a tal procedimiento para deshacerse de los elementos más incómodos de un grupo estimado socialmente peligroso. En 1845 se entregaron a los ingleses 214 emancipados, prácticamente los que se liberaron aquel año; al año siguiente, 132. Desde 1845 a 1851 el cónsul inglés recibió 657 emancipados de los 788 liberados en el periodo. Vencidos los temores inmediatos a la Escalera, se fue reduciendo tanto la entrega de cartas como el número de negros cedidos a las autoridades británicas64. La política y el interés del país, aseguraba O’Donnell, exigían que hubiera «sobriedad en la entrega de las cartas». De concederse la libertad a todos, tendrían que ser entregados a los ingleses o permitir su permanencia en la isla como libres, lo cual era nocivo para la tranquilidad y en 62 Hernández Sánchez Barba, XIV (Sevilla, 1957): 241-329. Paquette, 1988. O’Donnell al secretario de Estado, 30 de marzo y 26 de abril de 1844, AHN, Ultramar, legajo 4620, exp. 33, y 15 de abril de 1844, Estado, legajo 8039. Roldán de Montaud, 57 / 169-170 (Madrid, 1982): 613-618. 64 Lista de los esclavos de Cuba que han recibido cartas de libertad desde 1845 a 1851, enviada al plenipotenciario británico el 26 de marzo de 1852, AHN, Estado, legajo 8037, y AHN, Ultramar, legajo 4046. 63 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 180 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD ambos casos se aumentaría el «vacío sensible de brazos»65. De modo que quedó abandonado el plan de Valdés, que en dos años había liberado a 1.300 negros. Las quejas británicas prosiguieron. Lord Palmerston aprovechó el desconcierto que produjeron las expediciones anexionistas organizadas en los Estados Unidos para proponer, a finales de 1850, un nuevo convenio de pesquisa. También en aquellos momentos se ejercía una presión similar en Brasil66. España se negó a aceptarlo alegando que según las leyes internas quedaba prohibido molestar a los propietarios por motivo de la procedencia de sus esclavos67. En 1852 las quejas arreciaron. Se exigía el cumplimiento de la promesa de Valdés, la entrega semestral de los estados de los emancipados prevista en el tratado de 1835 y que se permitiera al juez comisionado británico acceder a los registros de emancipados. Con la excusa de proteger a los emancipados, los británicos invocaban principios abolicionistas que amenazaban la estabilidad del sistema esclavista. A la vista de las pretensiones, el secretario de Estado explicaba al capitán general que de accederse se pondrían al descubierto los abusos. Por ello era necesario «o que desaparezca el abuso de que los emancipados sean esclavos en realidad o que los estados se entreguen de tal manera que no resulte en descubierto la autoridad de la isla». Y agregaba: «Vale más la pena concluir con el abuso por nosotros mismos y evitar los escándalos que produciría el descubrimiento. De lo contrario, si se ha de sacar de los emancipados el partido que exigen las necesidades de la isla y que sacan los mismos ingleses en sus colonias, se deberá seguir el sistema de evasivas que se ha seguido hasta ahora»68. El gobierno británico estaba convencido de que los tratados contra el tráfico no dejarían de burlarse mientras persistiera la inmunidad de los ingenios y no se realizara un registro de los esclavos existentes. No tardaron en presentarse las circunstancias favorables para presionar al gobierno español. En efecto, en breve era elegido presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce, conocido por su orientación marcadamente expansionista. El hecho movilizó a los anexionistas que proyectaban una gran expedición dirigida por el general Quitman. Ante la amenaza, la ayuda de Inglaterra se tornaba más necesaria 65 O’Donnell al secretario de Estado, noviembre de 1846, AHN, Estado, legajo 8040. Gallotti Mamigonian, 2009a: 240. 67 Legación británica en España al marqués de Pidal, 6 de octubre de 1850, AHN, Estado, legajo 8040. 68 Despacho del secretario de Estado a Cañedo, 14 de septiembre de 1852, Informe del Consejo de Ultramar acerca del Expediente de emancipados en la isla de Cuba, 11 de marzo de 1853, y Real Orden de 31 de marzo de 1853, AHN, Estado, legajo 8046. 66 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 EN LOS BORROSOS CONFINES DE LA LIBERTAD: EL CASO DE LOS NEGROS ... 181 que nunca, pero España debía hacer concesiones. De modo que por real orden de 31 de marzo de 1853 se mandó poner en libertad, antes de que finalizara el año, a todos los negros emancipados por la comisión mixta de La Habana con arreglo al tratado de 1817. En cuanto a los posteriores a 1835, se daría la libertad a los que hubieran cumplido cinco años de consignación69. La inclusión de los negros que habían sido emancipados por disposición de las autoridades españolas mostraba la necesidad de apoyo en un momento extremadamente grave para la soberanía española en Cuba. La decisión se puso de inmediato en conocimiento del gobierno británico. Para ejecutar la nueva política se enviaba a Cuba al general Juan Manuel de la Pezuela en diciembre de 1853. No tardaba en adoptar medidas que sembraron el pánico entre hacendados y negreros. El 20 de diciembre dispuso que se diera la libertad a los negros emancipados más antiguos que existían en el depósito, procedentes de las expediciones apresadas antes de 1835; pero mientras permanecieran en la isla quedarían bajo la tutela del gobierno y contratarían sus servicios como jornaleros libres con su patrono o con el que más le acomodase. Los patronos que tuvieran derechos sobre los negros que les hubieran sido consignados serían indemnizados70. El 1 de enero de 1854 publicaba una ordenanza en la que regulaba ampliamente la situación de los emancipados. Los negros conocidos con el nombre de emancipados, rezaba el artículo primero, eran libres todos. Los que llevasen cinco años en poder de la autoridad y tuvieran 16 obtendrían sus cartas de libertad, contratarían su trabajo durante un año renovable y tendrían derecho a un jornal de seis pesos mensuales los varones y cuatro las mujeres, tres cuartas partes para el liberto y una para el fondo de emancipados. El jornal de los que no llevasen cinco años sería administrado por la Junta Protectora de Emancipados71. La ordenanza fue el primero de los actos de Pezuela que alarmó a plantadores y esclavistas por los términos en que estaba redactada, pese a que no garantizaba la libertad de los emancipados. Hasta entonces se habían capturado 11.248 negros, 8.769 por los cruceros británicos y 2.479 por las autoridades cubanas. Se habían enviado a Trinidad 997 en los años treinta y otros 657 en los cuarenta. Habían recibido sus cartas 69 Informe del Consejo de Ultramar acerca del expediente de emancipados en la isla de Cuba, 11 de marzo de 1853, y Real Orden de 31 de marzo de 1853, AHN, Estado, legajo 8046. Nota del conde de Alcoy, 4 de marzo de 1853, AHN, Ultramar, 4666. Murray, 1980: 292-293. 70 Biblioteca Nacional (Madrid) manuscrito 13853, fols. 77-78. Gutiérrez de la Concha, 1861: 8. 71 Ordenanza de Emancipados de 1 de enero de 1854, BN. ms. 13853, fols. 79-82. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 182 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD de libertad unos 2.063, la mayor parte en época de Valdés. Se suponía que existían 2.098. Los restantes se daban por muertos o desaparecidos. Sin embargo, cuando Pezuela convocó mediante la Gaceta a los consignatarios sólo se presentaron 900 emancipados, pese a que el reglamento preveía multas que se cobrarían ejecutivamente72. De ellos, fueron muy pocos los que llegaron a obtener su certificado de libertad y a escoger a su propio patrono, entre otras cosas porque Pezuela fue relevado en el mes de septiembre73. Con todo, los esfuerzos realizados entonces fueron apreciados por Gran Bretaña, como muestra la correspondencia de Clarendon74. Observadores destacados por su posición crítica con la administración española, como Porfirio Valiente, reconocieron también que Pezuela había intentado hacer todo lo posible para dar la libertad completa a los emancipados75. El 3 de mayo Pezuela dictó un bando facultando a las autoridades a entrar en las propiedades para comprobar la identidad de los negros. Anunció también la creación de un registro de esclavos y la declaración de libertad de todos los que no figurasen en él, como instrumento para hacer eficaz la represión del tráfico. Ante semejantes proyectos, comenzaron a difundirse rumores de que deseaba «africanizar» la isla y de que Gran Bretaña y España habían acordado poner fin a la esclavitud76. El temor a que en breve se decretara la abolición produjo un crecimiento de la tendencia anexionista. Para restablecer la confianza, Pezuela fue sustituido por Concha, con el inmediato abandono de la política antiesclavista inspirada por Gran Bretaña. Lo cierto es que una vez superado el peligro de una intervención en la isla, apoyada por el gobierno federal, no había ya motivo para seguir complaciendo a Gran Bretaña. Concha derogó el bando de mayo y abandonó el registro de esclavos. Sustituyó la ordenanza de emancipados de su predecesor, que tanto desagrado había suscitado entre plantadores y traficantes, por una nueva, que remitió a Madrid en el mes de diciembre77. En ella, tras un periodo de aprendizaje de cinco años, el emancipado quedaba sujeto a un régimen de colonato semejante al que se aplicaba a chinos o yucatecos mientras permaneciera en la isla. Por los emancipados aprendices varones, según fueran mayores o menores de 15 años, 72 Estado de los emancipados aprehendidos por cruceros ingleses y por las autoridades subalternas de la isla, 6 de febrero de 1854, AHN, Estado, legajo 8046. 73 BN, ms. 13853, fols. 97-98. Valiente, 1869: 13; Estorch, 1856: 15. Roldán de Montaud, 57 / 169-170 (Madrid, 1982): 624-627. 74 Estorch, 1856: 138-139. 75 Valiente, 1869: 13. 76 Urban, 37 / 1 (Durham, 1957): 29-45. 77 Durante su primer mandato también había prestado atención al ramo de emancipados, Gutiérrez de la Concha, 1861: 5. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 EN LOS BORROSOS CONFINES DE LA LIBERTAD: EL CASO DE LOS NEGROS ... 183 se abonaban seis y cinco pesos; cinco y cuatro por las mujeres que percibiría la Junta de Emancipados. Los emancipados ladinos o colonos recibirían un salario de ocho pesos los varones y seis las mujeres. La tercera parte de dicha cantidad ingresaría en la Junta de Emancipados, encargada de velar por el cumplimiento de la ordenanza. En realidad, no distaba tanto de la de su predecesor. En 1854 el jornal de un negro variaba entre 20 y 25 pesos mensuales. Según los datos aportados por Aimes, entre 1855 y 1860 el precio de un esclavo en el mercado oscilaba entre 1.250 y 1.500 pesos78. De modo que el emancipado representaba una mano de obra comparativamente muy barata. Con los emancipados se estaba ensayando el tránsito del trabajo esclavo a otro tipo de trabajo forzado en un momento de acuciante escasez y carestía de la mano de obra79. Su situación se estaba asemejando a la de los colonos chinos, yucatecos e incluso a la de aprendices africanos. A pesar de la oposición británica, la Ordenanza de Concha fue aprobada en enero de 1855 y estuvo en vigor hasta 186580. Sólo entonces, cuando se planteó seriamente la necesidad de ir hacia una abolición gradual de la esclavitud, volvió el gobierno de Madrid a ocuparse nuevamente de la cuestión de los emancipados. LA DÉCADA DE LOS SESENTA Y LA EXTINCIÓN DEL GRUPO Poco a poco fueron apareciendo signos de cambio. El anexionismo dio paso al predominio de posiciones reformistas entre los criollos, con la condena del tráfico de esclavos y la búsqueda de una solución gradual al problema de la esclavitud81. Era evidente que mientras existiera el sistema servil sería difícil dignificar el trabajo agrícola y todo intento de asentar colonos blancos libres, en el que no pocos cifraban la solución al problema social, fracasarían. Por otra parte, el giro de los acontecimientos en los Estados Unidos fue determinante en la adopción de posiciones favorables a la desaparición definitiva del tráfico en los círculos gubernamentales de Madrid. En abril de 1861 había es78 Aimes, 1967: 268. Véase, por ejemplo, Piqueras, 2009. 80 Rodríguez San Pedro, 1865, II: 600-605. En enero de 1855 se aprobó la ordenanza de Concha, exceptuando lo relativo al manejo de los fondos de emancipados. Hasta entonces habían sido gestionados por la Secretaría Política directamente y luego mediante una Junta de Emancipados. En 1855 se dispuso que los fondos ingresasen en el Tesoro público y sus presupuestos formaran parte del general del Estado en la Isla. Durante varios años Concha resistió aquella disposición, reiterada el 23 de septiembre de 1858. Poco después, la real orden de 12 de julio de 1860 prohibió la consignación gratuita. Roldán de Montaud, 57 / 169-170 (Madrid, 1982): 600-606. 79 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 184 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD tallado la guerra y poco después Lincoln firmó un tratado reconociendo a los cruceros británicos el derecho de visita. El tráfico de esclavos desarrollado ampliamente bajo bandera norteamericana quedaba sentenciado. Desde aquel momento, el gobierno español no podía ya resistir las presiones para poner fin a la trata, pues si el norte abolicionista triunfaba en la contienda civil, los Estados Unidos utilizarían la cuestión de la esclavitud como pretexto para intervenir en los asuntos internos de Cuba. En una sociedad en la que la mano de obra esclava estaba llamada a transformarse en un sector asalariado campesino, no tenía sentido seguir reteniendo en esclavitud a un grupo de condición libre, que si se había visto reducido a aquélla había sido precisamente por el potencial riesgo de que actuara como disolvente del sistema. En el momento en que se planteaba la lenta disolución de la esclavitud parecía oportuno comenzar por los emancipados, auténticos «esclavos del gobierno». Entre los proyectos de abolición gradual nacidos durante aquellos años no faltaron los que, en efecto, proponían como fase preliminar la liberación total de los emancipados82. De modo que a finales de 1862, tras una consulta al Consejo de Estado, se dictaron disposiciones para poner término al problema de los emancipados. La real orden del 12 de diciembre mandó dividir a los emancipados que hubieran cumplido su primera consignación en tres series, que recibirían la libertad ese año y los dos siguientes83. Después irían obteniéndola los que en lo sucesivo fueran cumpliendo los cinco años, «a cuyo período quedaría inalterablemente reducido el plazo de consignación». Pero, una vez más, se restringía el alcance de la libertad ofrecida, pues se encomendaba al gobernador general que los negros quedaran sometidos a la ordenanza de colonos. En todo caso, la oposición de los plantadores y la escasez de mano de obra se concitaron contra la aplicación de la medida y las quejas de los cónsules británicos sobre el incumplimiento de los compromisos asumidos prosiguieron. Concluida la guerra en los Estados Unidos llegó el momento de acabar con el tráfico. Era evidente que nadie creería que el gobierno se proponía sinceramente poner fin a la trata si continuaba aprovechándose indefinidamente de sus resultados. Había, pues, que convencer a propios y extraños —indicaba el 81 Corwin, 1967: 134. López de Letona, 1865: 21. 83 Consulta a la Sección de Ultramar del Consejo de Estado, 14 de noviembre de 1862, AHN, Ultramar, legajo 4666. Concesión de carta de libertad a los emancipados de la isla de Cuba, Archivo del Consejo de Estado, Madrid (ACE), U-082-025, dictamen 14905. Rodríguez San Pedro, 1865, II: 606-607, real orden de 12 de diciembre de 1862 dictando reglas para la concesión de cartas de libertad. 82 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 EN LOS BORROSOS CONFINES DE LA LIBERTAD: EL CASO DE LOS NEGROS ... 185 ministro de Ultramar, Antonio Cánovas del Castillo— de que el Gobierno estaba decidido a preparar de una manera pacífica la solución al problema de la esclavitud. Con dicho propósito, el 10 de agosto de 1865, el Consejo de Estado había aprobado un nuevo reglamento de emancipados que se ajustaba más al espíritu de los tratados suscritos con Gran Bretaña que el vigente de 1855. En él se reforzaban las garantías para evitar los abusos más frecuentes. Entre otras cosas, se remitiría a la Real Audiencia un listado de los emancipados y otro de los consignatarios. El fiscal de la Audiencia quedaba facultado para inspeccionar el depósito de emancipados cuando lo estimase oportuno84. En definitiva, se fiscalizaba la gestión discrecional que el capitán general había disfrutado hasta entonces. Por otra parte, desaparecía la figura del emancipado colono. Los nombres de los emancipados que cumplieran cinco años de consignación se publicarían en la Gaceta y desde entonces serían considerados como los demás libres de su raza. El general Dulce decidió no aplicar la nueva ordenanza. Insistía en que cinco años eran un periodo insuficiente para el aprendizaje del negro, que por naturaleza era «indolente y perezoso» y «pasto de los tribunales de justicia o inquilino de los presidios». Lo cierto es que Dulce no ocultó su contrariedad por la inspección concedida a la Real Audiencia, que interpretaba como una desconfianza hacia el gobernador y que rechazaba en nombre de todos sus antecesores. Por otra parte, en aquella época la mayoría de los emancipados estaban en las fincas y el general era consciente de lo difícil que resultaría oponerse a las presiones de los plantadores cuyos intereses contrariaba85. La respuesta de Madrid no se hizo esperar. No se forzó el cumplimiento de la nueva ordenanza porque, dispuesto a poner fin al tráfico, el gobierno de la Unión Liberal decidió dar una solución radical y definitiva a uno de sus efectos: la existencia de los emancipados. La real orden de 28 de octubre de 1865 dispuso que los 105 negros apresados en septiembre en un punto denominado el Gato, en el límite de las jurisdicciones de San Cristóbal y Pinar del Río, fueran transportados a expensas del gobierno a Fernando Poo (cuadro I). Quedarían enteramente libres si deseaban permanecer allí o enviados a otro punto de la costa africana si así lo preferían. Se procedería del mismo modo con todos los negros aprehendidos en el futuro tan pronto como fueran declarados eman84 Reglamento para el régimen de emancipados, ACE, U-034-011, 1864, dictamen 18831. El texto quedó aprobado el 10 de agosto de 1865, AHN, Ultramar, 4666. 85 Sobre la actitud de Dulce ante la nueva ordenanza, Roldán de Montaud, 57 / 169-170 (Madrid, 1982): 633-634. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 186 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD cipados86. En cuanto a los existentes, ingresarían en el depósito cuando concluyera su consignación y el gobierno proveería todo lo necesario para su subsistencia y remuneración, ocupándolos en obras públicas mientras permanecieran en esa situación. Podría dejar en entera libertad y en las mismas condiciones que los demás libres de su clase a los que ingresasen en el depósito y hubieran cumplido cinco años de consignación. Como en el futuro no habría más consignaciones, quedaba revocada la facultad concedida a los gobernadores superiores civiles. Este «importantísimo decreto sobre emancipados» era, según la Revista Hispano-Americana, «el principio del fin»87. Ponía término al problema emancipado y a los abusos de cara al futuro. En todo caso, con posterioridad sólo se registró un nuevo apresamiento de bozales en las costas cubanas. Preocupado por no privar de brazos a los plantadores durante la zafra, una vez más, el general Dulce hizo caso omiso de las disposiciones del gobierno. Finalmente, cedió: el 4 de marzo de 1866 dispuso que los emancipados pertenecientes a las 33 expediciones más antiguas fueran presentados en el depósito a fin de entregarles gradualmente su carta de libertad88. Desde noviembre de 1865 hasta mayo de 1866 Dulce extendió 421 cartas a los 6.650 emancipados existentes. Valiente reconocía que finalmente el gobierno había prescrito de manera enérgica la puesta en libertad de los emancipados y que por tal motivo se produjeron desacuerdos entre el Ministerio y los sucesivos capitanes generales. Aunque remoloneando, Dulce había concedido cartas de libertad, pero muy pronto las cosas habían vuelto a su estado acostumbrado y, sometido a la presión de los plantadores, abandonó la concesión. De ser cierta la afirmación de Valiente, esta conducta de Dulce condujo a su relevo en mayo de 186689. Durante los años siguientes los sucesivos gobernadores concedieron cartas de libertad a un ritmo extremadamente lento y continuaron consignando emancipados, contraviniendo la ordenanza de 186590. 86 Se quería resolver el problema de mano de obra que planteaba la ocupación de la colonia española del Golfo de Guinea. Desde 1860 diversas reales órdenes habían dispuesto el envío de emancipados, sin que las autoridades de Cuba procedieran al embarque, Rodríguez San Pedro, 1865, II: 462-464. Granda (Madrid, 1984): 562-563. Castro (Madrid, 1994): 7-19. En agosto de 1862 llegaron 200 emancipados, únicos que fueron enviados, aunque durante varios años las instrucciones de Madrid fueron terminantes. García Cantús, 2002: 454-465. 87 Revista Hispano-Americana, 4 / 23 (Madrid, 1865): 504-507. 88 Citado en la comunicación de Manzano al ministro de Ultramar, 15 de febrero de 1867, AHN, Ultramar, legajo 4666. 89 Valiente, 1869: 20. 90 La correspondencia que muestra el conflicto permanente entre el gobierno de Madrid y los generales Dulce, Lersundi y Manzano en AHN, Ultramar, legajo 4666. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 EN LOS BORROSOS CONFINES DE LA LIBERTAD: EL CASO DE LOS NEGROS ... 187 En septiembre de 1868 un movimiento revolucionario puso fin al reinado de Isabel II y poco después se inició en Cuba un estallido independentista. Los insurrectos adoptaron el principio de abolición, lo cual obligaba al gobierno de Madrid a tomar medidas para evitar que los Estados Unidos reconocieran el estado de beligerancia e intervinieran en el conflicto. En mayo de 1870, el ministro de Ultramar Segismundo Moret escribía al capitán general: «Francia e Inglaterra no nos ayudarán mientras sigamos teniendo esclavos, y esta palabra [esclavitud] da derecho a Norteamérica a mantener suspendida sobre nuestras cabezas una amenaza»91. Por ello, a pesar de la oposición de los esclavistas cubanos, en julio de 1870 las Cortes aprobaron la Ley Moret, una ley preparatoria para la abolición de la esclavitud. En su artículo V se declaraba libres a todos los esclavos del Estado y a quienes a «título de emancipados estuvieran bajo la protección del Estado». El hecho de que una ley para abolir la esclavitud se ocupara de un grupo jurídicamente libre mostraba, una vez más, que la libertad de los emancipados había sido meramente nominal y que la ordenanza de 1865 había quedado incumplida92. Con la contienda quedó en suspenso la concesión de cartas, que se reanudó en septiembre de 1869 cuando se declararon exentas de la dependencia del gobierno las expediciones aprehendidas en 1841 y 1842; en febrero de 1870, las capturadas entre 1843 y 1849, y en junio las apresadas entre 1849 y 1853. La Ley Moret no representaba una novedad, sino la culminación de un proceso ya en marcha, cuyo ritmo se aceleró: el 7 de octubre se concedió su carta a los negros apresados entre 1855 y 1858; el 27, a los que lo habían sido en 1858, 1859 y parte de 1860; en diciembre, a los capturados entre 1862 y 1866, que eran los últimos93. En total obtuvieron sus cartas 3.192 emancipados94. Pero las autoridades de Cuba les obligaron a contratar su trabajo durante seis años por un salario inferior al del mercado y, además, les forzaron a que consintieran que sus cartas de libertad fueran custodiadas por los amos en garantía del cumplimiento de los contratos, lo que equivalía a sentenciar al emancipado a esclavitud. El gobierno de Madrid se opuso enérgicamente y el 28 de septiembre ordenó que semejante cláusula desapareciera, pero ya se habían firmado 91 Thomas, 1973, 1: 341. Roldán de Montaud, 57 / 169-170 (Madrid, 1982): 638. 93 Caballero de Rodas al ministro de Ultramar, 29 de octubre de 1870. «Gobierno superior político de la provincia de Cuba. Resolución», Gaceta de la Habana, 6 de diciembre de 1870. 94 Estado demostrativo del número de libertos que han adquirido la libertad por estar comprendidos en los cinco primeros artículos de la ley de junio, Junta Central Protectora de Libertos, 11 de mayo de 1875, AHN, Ultramar, legajo 4882, vol. III y IV, cfr. Corwin, 1967: 249. 92 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 188 INÉS ROLDÁN DE MONTAUD 1.777 contratos de aquel tipo. No cabe mayor crítica que las palabras del abolicionista Rafael María de Labra: «Las contratas de 1870 son lisa y llanamente la esclavitud; pero la esclavitud hipócrita y cobarde. Por el ingenioso medio de estos contratos, los emancipados en Cuba volvieron a caer en los moldes de la antigua servidumbre, y ésta fue una manera hábil de eludir los preceptos de la ley preparatoria [...]. ¿Se necesita el trabajo forzoso siquiera sea retribuido? Pues no hablemos de libertad»95. BIBLIOGRAFÍA Adderley, Rosanne M., «New negroes from Africa»: slave trade abolition and free African Settlement in the Nineteenth-Century Caribbean, Bloomington, Indiana University Press, 2006. Aimes, Huber H., A History of Slavery, 1511 to 1868, Nueva York, Octagon Books, 1967. Aparisi y Guijarro, Antonio, Defensa del señor don José Toral (en la causa de supuesto plagio de bozales pertenecientes a la expedición Agüica, apresada el 12 de noviembre de 1863 en la isla de Cuba, hallándose Toral de teniente de la guardia civil y a las órdenes del ex-teniente gobernador de Colón, don José Argüelles), Madrid, Imprenta a cargo de A. Escamez, 1888. 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This study covers the period from their origin in 1817 to their disappearance in 1870. KEY WORDS: Liberated africans, slavery, abolitionism, Cuba. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 159-192, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.007 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 251 Págs. 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO DE ESCLAVOS EN CUBA* POR JOSÉ ANTONIO PIQUERAS Universitat Jaume I Historia Social Comparada (Unidad Asociada del CSIC) Durante la mayor parte del siglo XIX las estadísticas de población esclava de Cuba fueron deliberadamente inexactas. El presente artículo, basado en un análisis de censos oficiales y reservados, en informes británicos y estimaciones demográficas, reconsidera el número de esclavos existente en Cuba entre 1867 y 1886. De ello resulta una reevaluación de su monto, de las necesidades laborales en los ingenios y de las condiciones de disolución de la esclavitud. PALABRAS CLAVE: Esclavitud, Cuba, censos, abolición, plantación. EL INUSITADO INTERÉS POR CONOCER EL NÚMERO CIERTO DE ESCLAVOS En agosto de 1882 el cónsul general británico en La Habana, Lionel Carden, dirigía a las Cámaras del parlamento de su país un informe acerca del número y condiciones de los esclavos en Cuba. El expediente obedecía a un mandato de Lord Grenville, secretario del Foreign Office, un viejo apellido que volvía a relacionarse con el tema de la esclavitud siete décadas después de la supresión de la trata, solo que esta vez, cuando únicamente restaban dos im* El presente texto ha sido realizado en el marco del proyecto HAR2009-07037/HIST del Ministerio de Ciencia e Innovación. 194 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS perios esclavistas en América, el español y el brasileño, el ímpetu abolicionista inglés se había atemperado y la diplomacia victoriana se conformaba con los proyectos de extinción que se habían emprendido en la mayor de las Antillas. Carden comenzaba a ser un buen conocedor de la isla, a la que había sido destinado en 1877; después de 1902 sería el primer embajador de su país ante el gobierno de la República. En 1882, el joven funcionario se creía en la necesidad de prevenir a los parlamentarios de una constante histórica: la dificultad de conseguir estadísticas de cualquier especie referidas a la isla caribeña, «y mucho más en un asunto de tan gran interés como es la esclavitud sobre cuyo conjunto y detalles los hacendados, como clase, han hecho siempre lo posible por negar datos»1. El 13 de febrero de 1880 el gobierno español había promulgado la ley de abolición de la esclavitud. La norma prorrogaba el trabajo forzado durante un periodo de ocho años bajo la fórmula del patronato, con una módica retribución, y posibilitaba que cada año accedieran a la libertad un número de cautivos conforme a cinco supuestos: el acuerdo entre patrono y patrocinado, la renuncia unilateral del patrono, la indemnización por servicios de 30 a 50 pesos anuales y la falta del patrono a sus obligaciones; al entrar en el quinto año de patronato, se iría dejando libre la dotación por cuartas partes, de mayor a menor edad. Los libertos debían acreditar un contrato de trabajo o un oficio conocido para evitar ser tenidos por vagos y obligados a servir en las obras públicas, que era una forma de sujetarlos y favorecer los convenios con los antiguos patronos2. La primera cuestión, entonces y ahora, consistía en establecer con certeza la cifra de los que había antes de iniciarse el proceso abolicionista y el número de los que en 1882 seguían en cautividad: «Probablemente nunca se ha sabido con exactitud el número de los esclavos que hay en Cuba —afirmaba el diplomático— pues bien con objeto de ocultar las infracciones de los Tratados de Comercio de esclavos, por parte de las autoridades; bien por eludir los impuestos de capitación, por parte de los hacendados, se han hecho siempre padrones 1 Comercio de esclavos. Memoria del representante Cónsul General Carden, sobre el número y condición de los esclavos en Cuba. Presentada a ambas Cámaras del Parlamento por orden de S.M., 5 de agosto de 1882, traducción del inglés que se acompaña, Archivo Histórico Nacional, Madrid (AHN), Ultramar, legajo 4884, n.º 183. Conforme a su hoja de servicios, Carden ejerció de vice-cónsul en Cuba entre 1877 y 1883, regresando a La Habana en 1898 en calidad de cónsul general. The New York Times, 17 de octubre de 1915. 2 La ley de 1880, en Pérez-Cisneros, 1987: 137-143. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... 195 falsos y hasta ahora no se ha presentado ningún censo de la población esclava digno de crédito en cuanto a exactitud»3. En definitiva, nunca se había conocido con exactitud el número de esclavos habidos en Cuba porque los hacendados, como clase, en las palabras exactas del informe, habían puesto todas las dificultades para que se supiera, habían falseado los datos de sus dotaciones y demás servidumbre, y las autoridades nunca habían puesto demasiado empeño en levantar padrones exactos. No era un problema de tolerancia de la metrópoli o de venalidad de los capitanes generales: era la clave del consenso colonial fraguado en la década de 1820, cuando al primer contrabando, atribuido a la incapacidad de controlar las costas, le sucede el comercio ilegal a gran escala amparado por España sobre el que se sella la fidelidad a la Corona de la clase de los hacendados, y con ésta, la de los múltiples beneficiarios insulares de la prosperidad de una colonia esclavista que al socaire de la revolución industrial ingresaba en su edad de oro. La preocupación sobre la dificultad de establecer el número de esclavos realmente existente en Cuba a la altura de 1882 revela la desconfianza ante el proceso que se había emprendido, debido a las reiteradas burlas que en el pasado se había hecho de los tratados internacionales. Había, luego se verá, un segundo objetivo: la repercusión que la transición laboral pudiera tener en la producción azucarera y en los negocios en los que el capital británico tenía intereses. Para el historiador actual el conocimiento del monto de esclavos en el momento en que se lleva a cabo el largo proceso de abolición (18701886), en particular en la segunda fase, de 1880 a 1886, lejos de suponer un ejercicio de precisión estadística, ofrece dos motivos de atención, a cual más destacado: a) el análisis de las condiciones y los procedimientos por los que los esclavos dejaron de serlo; y b) las características de la gran industria azucarera en la última etapa de empleo de trabajo forzado y el papel que éste desempeña en la optimización del sistema, precisamente en la fase que antecede y acompaña a la «revolución azucarera» que da origen al central y a la conversión de numerosas haciendas agro-industriales en colonias de caña, con la consiguiente transformación de la estructura laboral4. Las cifras que lleguen a ser acreditadas sobre el número de esclavos y su localización introducen un factor que matiza o rectifica algunas de las explicaciones más conocidas sobre dos procesos que han llamado poderosamente la atención de los investigadores. 3 Comercio de esclavos. Memoria del... Cónsul General Carden, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 183. Cursivas nuestras. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 196 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS El volumen efectivo de esclavos, su retención y concentración en la actividad agro-azucarera en detrimento del servicio doméstico y las labores urbanas nos informa de la alta consideración que merece la fuerza de trabajo existente y de las limitadas alternativas que se consideran viables, de la estructura productiva en plena fase de transformación de la industria y de la actitud de los hacendados ante la abolición, procurando aplazarla en función del capital que los esclavos representan y al suponer un factor de difícil sustitución5. El incremento de la producción de dulce a lo largo de la mayor parte del siglo XIX descansó en un empleo masivo e intensivo de mano de obra esclava encadenada al desarrollo de la capacidad tecnológica del procesamiento de la caña, pues como ilustró Moreno Fraginals, la mecanización de la manufactura azucarera obligaba a incrementar el promedio de esclavos empleados por ingenio. Esa relación concreta entre desarrollo de la manufactura y demanda de mano de obra dio lugar a una doble situación: el aumento de la productividad por esclavo de la dotación en términos de arroba fabricada, y el estancamiento o retroceso de esa productividad respecto de la caña sembrada, pues el aumento del volumen de producción descansaba en la ampliación de la superficie cultivada y en el aumento del número de trabajadores hasta un punto en que su rendimiento resultaba marginal, sin guardar proporción con cada empleado que se incorpora y el valor que representa6. A la vista del desarrollo de la economía azucarera insular, podemos concluir que el aumento prolongado de la demanda de dulce y los precios altos, probablemente también la intensificación de la explotación del esclavo, compensaron durante un largo periodo los efectos negativos de un modelo que la teoría podría considerar obsoleto y que de hecho se cobraba los ingenios menos eficientes. El contexto que lo explica es el propio de la segunda esclavitud7. EL ENIGMA DE LAS ESTADÍSTICAS, LA CUANTIFIACCIÓN DE LA FUERZA LABORAL Mencionaba Carden que el registro de población de 1867 había sido «una de las primeras tentativas formales» acometido por el Gobierno «para 4 La expresión es de Jenks, 1966: 56-60. El proceso de cambio, en Moreno Fraginals, 1978, y en detalle, en Iglesias, 1998. La creación del mercado laboral en Balboa, 2000. 5 Piqueras, 2002: 214-251. 6 Moreno Fraginals, 1978, I: 212-214, II: 28-29. 7 Tomich, 2004: 56-71. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... 197 conocer exactamente el número de esclavos»8. El número exacto de esclavos acabaría convirtiéndose en uno de los secretos mejor guardados en la Isla de Cuba, donde la discreción no parecía ser la mejor cualidad de sus habitantes. Ahora bien, ¿qué razones podían existir para que hacia 1867 se despertara el interés del gobierno español por «conocer exactamente el número de esclavos», después de décadas de indiferencia no menos interesada? El 29 de septiembre de 1866 se promulgó un real decreto (elevado el 17 de mayo de 1867 a rango de ley) «Para la represión y castigo del tráfico negrero», con la finalidad de aplacar las críticas internacionales, en particular, la de los Estados Unidos, que inquietaba la posesión tranquila de la colonia; la medida se adelantaba al acuerdo que Inglaterra negociaba con aquel país para cerrar el aprovisionamiento de africanos con destino a América. David R. Murray se ha hecho eco del aumento de la presión internacional sobre España a partir de 1865, cuando en los años inmediatamente anteriores la expansión británica en el golfo de Guinea cierra las fuentes de aprovisionamiento del continente africano mientras el gobierno de la Unión emprende medidas efectivas de persecución de la trata; a partir de 1863 dejan de salir expediciones negreras desde Nueva York, cuando en los tres años anteriores, en plena Guerra de Secesión, habían partido 170 expediciones cuyo destino, al retorno de África, eran los puertos de Cuba y Brasil9. El decreto de 1866 (ley de 1867) «Para la represión y castigo del tráfico negrero» ordenó un empadronamiento general haciendo caso de todos los esclavos y declaró libres a cualquier persona de color que no estuviera inscrita y a los que en adelante nacieran de éstos. El empadronamiento se verificaría en esta ocasión mediante inspección ocular de los funcionarios, procurando hacerse en el mayor número de poblaciones y fincas simultáneamente para evitar ocultamientos. El censo se haría por distritos, se abriría un registro a cada esclavo donde se haría constar un número de orden, filiación exacta y un breve resumen de los contratos que modificara su dominio y estado civil. El decreto imponía severas penas por ocultamiento de esclavos, falseamiento del padrón e irregularidades cometidas por los funcionarios en el desempeño de esta labor. Por vez primera la ley contemplaba también la posibilidad de que las autoridades realizaran registros en el interior de las fincas en persecución del tráfico de bozales. Hasta el 18 de junio de 1867 no se dictó por real orden el reglamento para la ejecución de la ley10. 8 Comercio de esclavos. Memoria del representante Cónsul General Carden, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 183. 9 Murray, 1980: 299-308. 10 Ortiz, 1987: 351. El decreto-ley de 1866, en Pérez-Cisneros, 1987: 103-123. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 198 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS El padrón comenzó a levantarse el mismo año de 1867, a partir de junio, y se dio por concluido el 14 de diciembre. En la confección del padrón se combinó el cumplimiento de las normas con cierta indolencia de los funcionarios y una calculada desconfianza de los propietarios en la aplicación rigurosa de la ley, en la que intuían una finalidad fiscal relacionada con algún impuesto de capitación. Más, en efecto, como creyera el cónsul, quizá sea el documento más próximo a la realidad de cuantos se habían elaborado hasta entonces y de los que a continuación se hicieron antes de 1880. El padrón de 1867 arrojó un total de 402.167 esclavos11, según se supo quince años después, pues el documento oficial no llegó a hacerse público entonces con esos guarismos12. La cifra de 402.167 ofrecida por el padrón inédito hace ascender la proporción de esclavos al 26,7% de la población y sitúa el total de africanos y de descendientes de africanos en el 44,5%, magnitudes que restituyen el color de la isla al peor de los escenarios imaginados por los defensores de una cubanidad blanca y explican, a la vez, las bases de la expansión económica de dos décadas prodigiosas, las anteriores. El censo de 1861, calificado por Pérez de la Riva como «el más detallado de todos los censos coloniales y uno de los más exactos»13, daba la cifra de 370.553 esclavos14. Un recuento de 1865 proporcionaba la suma de 363.086; el censo de enero de 1869 prácticamente lo copia, limitándose a añadir 202 esclavos a la cantidad de cuatro años antes, a título de actualización15. También en plena guerra, en 1871, «en un periodo de gran excitación y tumulto», otro recuento dio un total de 231.699 cautivos16, aunque aquí el cónsul se confunde 11 Comercio de esclavos. Memoria del representante Cónsul General Carden, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 183. 12 Marrero, 19782, I: 192, se limita a citar 344.600 esclavos, un 14,3% menos. 13 Pérez de la Riva, 1975: 456. La comisión del censo de 1899 llegó a la misma conclusión (y erraba al considerar el de 1867 una estimación). Ver Report of de Census of Cuba 1899, 1900: 705-709. Kiple, 1976: 63, hace notar las diversas versiones que existen de este censo, con pequeñas variaciones, la más importante la inclusión de 6.650 emancipados entre los libres de color, en lugar de hacerlo con los esclavos. 14 Noticias estadísticas de la Isla de Cuba en 1862, 1864: 7, «Censo de población según el cuadro general de la comisión ejecutiva de 1861». El «Censo de población de la Isla de Cuba en el año que terminó en 1.º de junio de 1862», incluido en la misma obra (p. 9), ofrece, sin embargo, la cifra de 368.550 esclavos; la disparidad se extiende al número de emancipados: 4.521 frente a los 6.590 del censo proporcionado por la comisión ejecutiva. 15 Datos estadísticos reunidos el 4 de enero de 1876, AHN, Ultramar, Leg. 4883, n.º 1. La información de 1865, cabe anotar, fue remitida al Ministerio de Ultramar dos años más tarde, el 6 de abril de 1867. El censo de 1869 por jurisdicciones, en Sedano, 1873: 152-153. 16 Comercio de esclavos. Memoria del representante Cónsul General Carden, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 183. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... 199 y ofrece datos parciales: los adelantos del censo ofrecieron diferentes cifras antes de su cierre el 30 de junio, que elevó el recuento a 287.62617. En 1877 un nuevo censo de población dejó el número oficial de esclavos en 189.596, aunque en una versión posterior se publicó la suma de 195.56318. Entre 1871 y 1877 la Ley Moret había posibilitado, según fuentes gubernamentales, la libertad de 31.071 esclavos, otros 10.071 habían pasado a ser libres por causas ajenas a la ley y se calculaba en 17.834 el número de los esclavos que entre tanto habían fallecido19. Es una de las escasas veces en que se ofrece información oficial sobre mortalidad de la población esclava: los fallecidos representaban el 6,2% del recuento de 1871, cuando han dejado de contabilizarse los nacidos y los mayores de 60 años, que la ley había declarado libres; al mismo tiempo, la tasa de mortalidad anual es inverosímil, el 1,06% si realizamos un descuento similar en cada uno de los seis años de las personas que por haber accedido a la libertad o por fallecimiento dejan de computarse. Si damos por muertos también a los 29.550 de diferencia entre los datos oficiales de 1871 y 1877, sobre los que las autoridades no se toman la molestia de interrogarse ni las fuentes censales ofrecen una pista después de haberlos hecho «desaparecer», la tasa anual de mortalidad se sitúa en índices más razonables, del 4,2%. La Junta de Colonización publicó que en aplicación de la Ley Moret, hasta mayo de 1875 habían accedido a la libertad 50.046 esclavos, sin incluir a los de La Habana, sobre los que se carecía de información. El apartado más numeroso, 32.813, correspondía en realidad a los que habían nacido libres después de septiembre de 1868, de cuya situación nos ocuparemos más adelante; únicamente el resto correspondía a verdaderos libertos. Los datos ofrecidos por la Junta de Colonización en 1875 permiten algunas conclusiones relevantes. Deducidos los frutos de los vientres libres, de los 17.233 libertos registrados hasta esa fecha, el 80% había sido declarado libre por motivos de edad —tener más de 60 años al promulgarse la ley o cumplir 60 años—, el 1,7% por servicios patrióticos (combatir a los insurrectos) y el resto debido a causas que no son citadas. Eso significa que en torno al 18% de las libertades eran imputables a acuerdos entre las partes, a manumisiones, coartaciones y denuncias por sevicia. Es muy posible que la perspectiva de la abolición gradual alentara fórmulas destinadas a adelantar la 17 Datos estadísticos reunidos el 4 de enero de 1876, AHN, Ultramar, leg. 4883, n.º 1. El censo de 1871 por jurisdicciones, en Sedano, 1873: 154-155. 18 Iglesias, 1979: 181 y 185. 19 Informe del general Jovellar de 15 de marzo de 1877, AHN, Ultramar, leg. 4883, n.º 1. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 200 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS extinción del vínculo esclavo a cambio de compensaciones pecuniarias o acuerdos laborales. En segundo lugar, se hace evidente que el proceso de liberación se llevó con lentitud hasta la práctica finalización de la guerra, en 1878, pero no necesariamente debido a este motivo: los años de 1871 y 1872 los precios del azúcar alcanzaron una cotización récord, se mantuvo elevada en los ejercicios siguientes y volvió a subir en 1877, por lo que puede deducirse que los propietarios retuvieron al máximo una mano de obra que les era indispensable para producir, justo cuando más rentabilidad podía extraerse de la cosecha. Precisamente, las presiones ejercidas por los hacendados sobre el gobierno, favorable a sus intereses desde la muerte de Prim, retrasó la aprobación del reglamento de ejecución de la Ley Moret dos años, hasta agosto de 1872. Antes de la publicación del reglamento accedieron a la libertad apenas 6.612 esclavos, tres de cada cuatro en aplicación del artículo 5.º de la ley, el que declaraba libres a los que eran propiedad del Estado y a los que a título de emancipado también estaban bajo su administración; unos 1.300 adquirían la libertad al haber cumplido 60 años20. En 1877 el cónsul británico en La Habana se basaba en el movimiento de población a partir del censo de 1861, que tomaba por el último fiable, y en la evolución de la importación de asiáticos, interrumpida en 1873, para llegar a la conclusión de que la población existente en Cuba era «completamente inadecuada a la que requiere del país»; de no ser rápidamente suprimida la rebelión, añadía, la población laboral seguiría disminuyendo y, con ella, proporcionalmente, las producciones. El antecesor de Carden evaluaba la existencia en la agricultura de unas 300.000 personas, 250.000 negros y 50.000 asiáticos, y calculaba que el sostenimiento de la producción de la isla requería hasta medio millón de trabajadores. Concluía también que el negro era «sin comparación el inmigrante más valioso para los trópicos», pero no podía pensarse en sustituir la esclavitud por emigración libre desde África; la organización de la inmigración, en suma, era el reto más importante que tenía por delante la agricultura cubana21. Sobre este tema regresaba en el Report del año siguiente para señalar que si el final de la guerra permitía pensar en la reincorporación al trabajo del campo de quienes habían luchado en las fuerzas insurgentes, la próxima abolición de la esclavitud exigía resolver el problema de la inmigración; al20 Sedano, 1873: 156. Parliamentary Papers, Consular Reports. Spain, Havana. Report by Consul-General Couper upon Trade, Commerce, Agriculture & c., of the Island of Cuba to the end Crop 1876-77: 220-221. 21 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... 201 gunos esperaban la solución de la reanudación del tráfico de asiáticos contratados, que debía negociarse con el emperador de China, mientras el Círculo de Hacendados se había dirigido al rey reclamando auxilios para salvar a la isla22. Siguiendo con la información consular británica, en 1879 encontramos uno de los análisis más detallados de la relación entre población, trabajo e industria azucarera. De acuerdo con la estadística hecha pública por el gobierno, el número de esclavos empleados en el cultivo de azúcar ascendía en 1877 a unos 110.00, de ellos 90.782 pertenecientes a las dotaciones de los ingenios, mientras había 20.785 esclavos alquilados y trabajadores libres, en su gran mayoría pertenecientes a la primera categoría, que eran arrendados por sus dueños. El número de asiáticos ascendía a 14.618. De los más de 126.000 trabajadores en el azúcar, la mitad se concentraba en la provincia de Matanzas23, siempre conforme a un censo que pronto se descubrió inexacto. El censo de población de la Isla de 1877, que fue estudiado con el rigor al que la doctora Fe Iglesias nos tiene habituados, llegó a publicarse en tres versiones con magnitudes dispares24. Pérez de la Riva lo considera fruto de un desbarajuste que se hizo preciso corregir después, a las puertas de la paz. El número podría ser inexacto, pero si en algún lugar estaba ocultándose era en los campos. La estadística recogida por los británicos no hacía justicia a los empleos efectivos en los ingenios. Un ejemplo permite corroborarlo y nos sitúa ante una lectura que ha pasado desapercibida a muchos autores que se han interesado por la esclavitud en la época de 1870 a 1886. Veamos. La ley preparatoria de la abolición había establecido que los libertos nacidos de esclava adquirían la condición de patrocinado del dueño de la madre, que atendería sus necesidades y aprovecharía su trabajo a modo de aprendizaje sin retribución alguna, hasta que al llegar a los 18 años se le fijaría un jornal, la mitad del reconocido a un hombre libre, recibiendo la mitad y pasando el resto a formarle un peculio; al cumplir 22 años, el liberto cesaba en el patronato y obtenía los ahorros. La ley de 1870 no ponía fin a la esclavitud infantil, como podría deducirse de su enunciado popular, vientres libres, puesto que los nacidos con posterioridad al 17 de septiembre de 1868 estaba previsto que comenzaran a trabajar al alcanzar la edad adecuada y solo llegaran a ser retribuidos después de cumplir 22 Parliamentary Papers, Consular Reports. Spain, Havana. Report by Consul-General of the Island of Cuba for the Financial Year 1877-78: 258-264. 23 Parliamentary Papers, Consular Reports. Spain, Havana. Report by Consul-General of the Island of Cuba for the Year 1879: 1802. 24 Iglesias, 34 (1979): 167-209. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 202 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS 18 años. Por cuestión de plazos, los primeros libertos-patrocinados regulados por la ley de 1870 comenzarían a percibir un salario en 1886 y hubieran adquirido derechos plenos en septiembre de 1890 y años sucesivos. Únicamente si el liberto-patrocinado contraía matrimonio —las mujeres después de los 14 años y los varones de los 18— el plazo podía verse ligeramente abreviado; si los padres accedían a la libertad cesaba asimismo el patronato del menor siempre y cuando resarcieran al patrono de «los gastos hechos en beneficio del liberto», esto es, los necesarios para su sostenimiento, vestido, atención en las enfermedades, enseñanza y, en su caso, el aprendizaje de un oficio. La Ley de 1880 no modificó el estatus de los libertos-patrocinados. Desconocemos en qué medida esta circunstancia influyó en las estrategias de manumisión, pues se introdujo un incentivo por el que con la coartación, la compra por familiares libres o el pacto con el dueño, la liberación de la madre facilitaba la libertad plena de los hijos patrocinados nacidos después de 1868 con un coste que variaba y no hemos logrado determinar. La utilización de estos menores no es tenida en cuenta por los estudios que estiman el volumen de mano de obra sometida, esclava en la práctica, a disposición del sector azucarero. La edad de trabajo considerada útil en los estadillos internos de los ingenios es de 12 años, sin embargo con frecuencia eran empleados a partir de los 10. A efectos de nuestro cálculo, los nacidos con posterioridad a septiembre de 1868 fueron una década después mano de obra adicional, hacia 1878-1879. ¿Qué podía representar el trabajo de los libertos-patrocinados? Atendamos un caso. En enero de 1886, de los 112 patrocinados de la dotación del ingenio Santa Rosalía, en la jurisdicción de Cienfuegos, 61 tenían una edad inferior a 18 años, eran libertos-patrocinados conforme a la Ley Moret; de ellos, prácticamente la mitad estaba en condiciones de ser empleada en el trabajo sin percibir retribución alguna25. En sentido estricto, la dotación de esclavos-patrocinados del Santa Rosalía la componían 52 personas, mientras la dotación adicional, en una estimación basada en una distribución homogénea de la edad de los libertos-patrocinados era de 30, de diez y más años, y de 24, si se respetaba la edad de doce años para considerarlo útil. Eso representa entre un 40 y un 49% de fuerza laboral forzada adicional, una parte considerable en condiciones de aportar trabajo adulto o semi-adulto. Los censos, padrones y recuentos de esclavos en Cuba han sido objeto de sucesivos intentos destinados a verificar su exactitud o, en su defecto, su grado 25 Relación de patrocinados de D. Ramón Blanco, 30 de enero de 1886. Biblioteca Nacional José Martí, Colección Manuscritos, Fondo Lobo, n.º 218. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... 203 de desviación. El reputado especialista Juan Pérez de la Riva destacó la importancia que en el régimen colonial tuvo la información demográfica para prever las necesidades de mano de obra o gravar su propiedad, al menos desde la creación de un departamento de estadística durante el mandato del Capitán general Serrano, integrado por demógrafos cualificados que levantaron el censo de 1861 —en la precisa coyuntura en que la guerra en los Estados Unidos comienza a hacerla problemática— y otros trabajos notables, antes de su desaparición con la guerra de 1868, cuando la estadística se torna subversiva. En diciembre de 1878 volvería a organizarse el departamento para ofrecer estudios, dice el historiador, mucho mejores de lo que suele reconocerse, entre ellos el censo de 188726. No puede decirse lo mismo de otros documentos generados en la década de la guerra, una vez comienzan a vislumbrarse problemas para la continuidad de la esclavitud y cuando a partir de 1868 el movimiento abolicionista hace progresos en Cuba y en la metrópoli y los gastos militares planean sobre cuanto guarda relación con la mayor riqueza de la isla, el mundo del azúcar. CUADRO 1. Documento Censo Recuento Padrón Censo Recuento Censo Padrón POBLACIÓN ESCLAVA EN CUBA (1861-1880) Año Número de esclavos 1861 1865 1867 1869 1871 1877 1880 370.553 363.086 402.167 363.288 287.620 189.596 (a) 231.699 (a) (a) 204.941 registrados y 32.123 pendientes de registro. Fuente: Citadas en el texto. Motivo de controversia, la desconfianza se ha extendido hacia todos los censos por su falta de fiabilidad, pero al final los historiadores han regresado sobre ellos, sea para disponer de una referencia en el conjunto de la población o para ilustrar la continuidad de la trata, al objeto de analizar el proceso de disminución gradual o para evaluar su presencia en el régimen productivo azucarero27. El padrón de 1867 reúne un interés especial. Los resultados debieron 26 27 Pérez de la Riva, 1975: 456. Desde la compilación de censos por Ortiz, 1987: 37-39, Scott, 1989: 117 y ss. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 204 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS contrariar ciertas previsiones y quizá deba a eso su silenciamiento y posterior revisión. Para comenzar, proporciona las cifras más elevadas de esclavos censados en Cuba después de 184128. Años más tarde, en 1882, el Capitán general Luis Prendergast explicó que formaba «un sólo cuerpo sin solución de continuidad»: no hubo otro censo provincial de esclavos hasta el adicional cerrado en enero de 1871, que quedó anulado por órdenes del gobierno de enero de 1872 y abril de 187329. La adición fue un instrumento sumamente imperfecto, repudiado por los propietarios y la Administración. Esa adición, a pesar de haberse dejado sin valor, tuvo consecuencias importantes pues más tarde sirvió de base a las reclamaciones. Conviene recordar que desde 1855 los propietarios de esclavos debían tributar de 1 a 2 pesos por esclavo que poseyeran, según estado y edad. La Ley Moret aumentó el impuesto de capitación para pagar las indemnizaciones de los nacidos entre septiembre de 1868 y julio de 1870. La ley ordenaba también la libertad de los que no aparecieran en el censo de diciembre de 1869 y en el que debía terminarse el 31 de diciembre de 1870. Estos recuentos de 1869- 1870 no permitían incorporar nuevos esclavos a los registrados en 1867, sino únicamente registrar los nacidos a partir de esa fecha, tal y como estipulaba el reglamento de junio de 1867 que desarrollaba el decreto-ley de 1866 y regulaba el empadronamiento del que debía ser el censo más exacto. Sin embargo, los esclavistas burlaron las leyes en el recuento de 1870 al rectificar las edades de los esclavos que poseían para «disputar la libertad a los sexagenarios», en palabras de la Sociedad Abolicionista Española. Algunos hacendados pretendieron además que las relaciones juradas aportadas en las últimas fechas sirvieran para rectificar los censos anteriores cuando no figuraban los esclavos que habían ocultado en 1867. El caso más común, según se desprende de las reclamaciones, fue el contrario: para ahorrarse el impuesto de capitación numerosos propietarios evitaron declarar la totalidad de sus dotaciones o pidieron rebajar las cifras anteriores, pues continuaban pensando que «el peligro que corrían era ilusorio. La situación de Cuba no permitía la vigilancia [oficial] de los ingenios»30. Los hacendados todavía pensaban que podían burlar un censo que percibían como un instru28 Resumen del censo de población de la Isla de Cuba a fin del año de 1841, 1842: 8. El censo de 1841, asimismo muy apreciado por su exactitud, por Pérez de la Riva, 1975, y Moreno Fraginals, 1978, presentaba la cifra de 436.495. 29 Gobierno General de la Isla de Cuba (Reservado), La Habana, 5 de mayo de 1882, Luis Prendergast, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 160. La disparidad de orientación de los gobiernos que anularon el recuento de 1871 (conservador antirreformista en 1871 y 1872, republicano abolicionista en 1873) no permite atribuir a esta última medida un sentido político. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... 205 mento de imposición fiscal. Este comportamiento reiterado demuestra que una vez aprobada la Ley Moret los hacendados consideraban que una abolición indemnizada, la única aceptable, no se vislumbraba en un horizonte cercano, y que siempre habría tiempo para declarar el número real de esclavos que poseían, evitándose entre tanto pagar una parte del impuesto de capitación. Después de 1870, según el testimonio de la Sociedad Abolicionista, el ministerio de Ultramar admitió que pudieran solicitarse cambios sobre edades de los empadronados en 1867, como si se hubiera tratado de un error. La denuncia no precisa los años en los que el ministerio se volvió tan complaciente con los hacendados, pero entre diciembre de 1870 y junio de 1872, con la excepción de cinco meses, al frente del departamento se sucedieron varios ministros de procedencia unionista, muy vinculados al partido español de La Habana y a la defensa de la esclavitud, entre ellos Adelardo López de Ayala y Juan Bautista Topete. Únicamente el gobierno de la República, por un decreto del ministro José Sorní, «tuvo aliento para hacer cumplir el artículo 19 de la ley de 1870» y ordenó la libertad de 10.000 negros que aparecían como esclavos sin serlo conforme a derecho. La intranquilidad se extendió por la isla. Las fuentes de La Habana contabilizan 9.611 esclavos liberados al no hallarse registrados, lo que viene a coincidir con el decreto de Sorní y confirma su ejecución inmediata. No obstante, la Sociedad Abolicionista consideró que este último número representaba una pequeña parte del total de negros esclavizados indebidamente, pues estimaba en más de 70.000 los que no estaban inscritos en 1869 y 1871 ni después pudieron ser contabilizados en el censo de 1877 al no incurrir en ninguno de los supuestos reconocidos por la ley para ampliar el registro de 1867: haber nacido después de esa fecha, haber sido apresados como cimarrones o ser declarados esclavos por los tribunales31. Obviamente, estamos ante una estimación. Más adelante veremos que era una aproximación cercana a la realidad. Supone un 36% de esclavos más de los declarados en 1877. Esclavos, personas, fuerza de trabajo. El cónsul británico corroboraba el modo de actuar de los propietarios en los años anteriores: «se cree que muchos cuyos nombres no constaban en los registros de 1867 ó 1871 y que por consiguiente fueron declarados libres, 30 Exposición que la Junta de la Sociedad Abolicionista Española eleva a las Cortes en 15 de abril de 1882, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 166. 31 Exposición que la Junta de la Sociedad Abolicionista, 1882, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 166. La cifra de los 9.611 esclavos liberados, sin mención de fecha en el documento consultado, Scott, 1987: 101. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 206 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS permanecieron ilegalmente en la esclavitud»32. Al margen de algunos desembarcos aislados, en 1867 cesó la trata. Por las razones que fueran, básicamente fiscales, en ocasiones para no verse obligados a dar cuenta de los bozales más recientes, hubo hacendados que no empadronaron la totalidad de sus esclavos. En 1882, cuando estaba en proceso de aplicación la ley de patronato, los propietarios expresaron su interés por regularizar la situación, pues de no hacerlo corrían serio riesgo de perder los patrocinados. Por el contrario, también existían razones para seguir ocultándolos hasta la extinción definitiva del patronato, prevista en 1888, pues les evitaba la emancipación preceptiva por edades de la cuarta parte de la dotación por año, medida contemplada por la Ley de 1880 que debía ponerse en práctica a partir de 1884. El cónsul inglés mencionaba las estimaciones fiables que habían sido citadas en las Cortes españolas para cuantificar el número de esclavos que no se hallaban inscritos: 70.000 era la magnitud mencionada con frecuencia en medios abolicionistas, como hemos visto, y una cantidad similar era citada en los círculos oficiales. Era evidente que los hacendados, en tanto grupo social con intereses compartidos y comportamiento análogo, habían puesto todas las trabas que pudieran imaginarse al control censal de los esclavos. ¿Cómo iban a actuar de otro modo, si la totalidad de los africanos llegados después de 1820 habían sido importados infringiendo los tratados internacionales y la legislación española? El escamoteo de un volumen tan desatacado de esclavos, un volumen de trabajo rural cuya magnitud duplica la totalidad de esclavos existentes en Puerto Rico en el momento de la abolición en aquella isla, en 1873, hubiera debido llamar la atención de los expertos en historia de la producción azucarera. Pues significa que debieran revisarse las estimaciones sobre la relación entre empleo, producción y productividad. El asunto ha sido mencionado algunas veces por la historiografía, de pasada y para ilustrar la complicidad de las autoridades con los hacendados. Por alguna extraña razón, la cuidadosa atención que se venía prestando a los aspectos numéricos de la esclavitud parecen esfumarse en los años que van de 1869 en adelante. El final anunciado, o el desenlace conocido por el historiador, parecen restar interés a la cuantificación de la fuerza de trabajo durante los tres lustros que dura el proceso de reducción y supresión de la esclavitud. Es lógico que las cuestiones políticas, con una guerra de por medio, jurídicas —el debate de la abolición y el desarrollo normativo— y específicamente sociales 32 Comercio de esclavos. Memoria del representante Cónsul General Carden, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 183. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... 207 —el lugar en el que queda el esclavo, el patrocinado y el liberto— reclamen una atención destacada. Los aspectos relacionados, junto a los precios, el comercio y los convenios internacionales han merecido también la atención. Pero la producción azucarera trabajada fundamentalmente con esclavos siguió siendo la columna vertebral de la economía cubana. ¿Era indiferente el número de esclavos empleados cuando se sabía que serían los últimos en vivir en cautividad? La relajada discrecionalidad con la que los hacendados contemplaron estas medidas censales comenzó a cambiar a raíz de promulgarse la Ley de abolición de 1880. En ella se estipulaba que los propietarios estaban obligados a entregar a los patrocinados antes del 31 de octubre de 1881 una cédula expedida por la Junta Central de Libertos donde se anotaban sus datos personales y se indicaba su condición. Conforme a la ley, se nombraron jueces inspectores dependientes de las Juntas de Patronato, que estaban autorizados a visitar las fincas y a recibir denuncias de los patrocinados. La citada previsión modificaba de manera sustancial la relación de los esclavos y esta suerte de inspectores y de mediadores, función esta última hasta entonces reservada a los síndicos que rara vez se inmiscuían en los pleitos de las plantaciones. A propósito de la acción encomendada a los jueces-inspectores, el cónsul hacía constar en su informe que los esclavos «conocen la ley». La cuestión es que ahora se creaba un procedimiento que posibilitaba el uso de la ley por los esclavos de campo. Es evidente que el procedimiento normativo y la acción de los emancipados cerca de sus antiguos compañeros de condición, a veces sus familiares, hizo posible el proceso que de modo ejemplar describió Rebecca Scott: la participación activa de un número apreciable de esclavos por forzar y obtener su libertad33. El cónsul británico reconocía en agosto de 1882 que se habían distribuido 135.000 cédulas en el plazo fijado por la norma y según los patronos faltaban unas 2.000 por entregar34. Las cifras de las autoridades eran muy distintas. Conozcámoslas. En una nota de la Capitanía general de 27 de noviembre de 1879 se reconocía la existencia de 200.440 esclavos en la isla. De ellos, 170.448 estaban destinados a fincas rústicas y 29.992 a servicio doméstico35. La concentración en tareas agrícolas había alcanzado la mayor proporción en la historia de la esclavitud, por encima del 85%, cuando en 1861 la población dedicada a la totalidad de tareas rurales se situaba en el 79% y la que específicamente la33 Scott, 1987: 180-212. Comercio de esclavos. Memoria del representante Cónsul General Carden, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 183. 35 Nota de 27 de noviembre de 1879, AHN, Ultramar, leg. 4883. 34 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 208 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS boraba en los ingenios era el 46,7%36. En veinte años, el número de esclavos en los ingenios había pasado de 172.000 a unos 160.000, cuando el número absoluto de esclavos prácticamente se había reducido a la mitad. Los datos citados por el Capitán general en una nota interna dirigida al ministerio de Ultramar a finales de 1879 eran provisionales. Al cerrarse el padrón de esclavos el 25 de enero de 1880 se determinó que su número ascendía a 204.941, 15.345 más de los declarados en el censo de 1877. Había otros 26.758 esclavos cuyos propietarios reclamaron que fueran añadidos, y 5.365 más figuraban inscritos en el censo adicional de 1871 y ahora no eran reconocidos37. Todo apunta a que los 32.123 pendientes de calificación eran esclavos no censados en anteriores padrones y que los hacendados hacían un nuevo intento de legalizar su posesión a fin de ver prorrogada su pertenencia. El total de esclavos de facto era 231.699. El Capitán general Prendergast recordaba al ministro que el padrón general debía ser el cerrado el 15 de enero de 1871, «después de eliminados los individuos no inscritos en el de 1867», objeto precisamente del registro que había ordenado hacerse en 1877 para proceder a emanciparlos38. El gobernador volvía sobre un hecho esencial: el padrón de 1871 únicamente debía eliminar a los que hubieran sido declarados sin que hubieran constado en el realizado cuatro años antes, y servía para confirmar los que se poseían dentro y fuera de la ley; el censo de 1877 debía confirmar la situación y serviría para conceder las cartas de libertad a los que correspondiera. A medida que se acercaba ese momento las reclamaciones sobre los documentos censales anteriores se hicieron más frecuentes y los nuevos documentos fueron más confusos, puesto que para muchos propietarios, o un corto número de grandes propietarios, se hacía muy difícil legalizar con carácter retroactivo la ocultación de hasta 32.000 esclavos nunca antes declarados, al menos no declarados en 1871 y en fechas posteriores. Entre 1867 y 1880 se habían producido numerosas situaciones nuevas: había entrado en vigor la Ley Moret; el Pacto del Zanjón reconoció la libertad a los esclavos combatientes en las filas rebeldes y se dio la libertad a los esclavos que habían abandonado el ejército mambí en Oriente para adherirse al español, en total sumaron unos 16.000 hombres; habían continuado las manumisiones y las coartaciones tradicionales. La mortalidad natural se ha36 Noticias estadísticas de la Isla de Cuba en 1862. El porcentaje de 1861 le servía a Labra (1873: 30) para desvincular la prosperidad de la isla de la dependencia del trabajo esclavo. 37 AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 160. 38 Gobierno General de la Isla de Cuba (Reservado), La Habana, 5 de mayo de 1882, Luis Prendergast, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 160. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... 209 bía cobrado sus réditos. Las cifras, sin embargo, cuadran mal para llegar a los 231.699 de 1880 si tomamos por cierto el censo de 1871 en lugar del padrón de 1867. El empadronamiento de 1880 se llevó a cabo en cumplimiento de lo dispuesto por el reglamento para el régimen y procedimiento de las Juntas Protectoras de Libertos de 5 de junio de 1877, después de varios aplazamientos y en virtud de la real orden de 13 de enero de 1879. El padrón de 1880, que debía tenerse por definitivo, fue confeccionado y publicado por las Juntas protectoras locales mientras en Madrid se discutía el proyecto de abolición de la esclavitud. El padrón fue cerrado cuando el Senado había concluido sus debates sobre el tema y el Congreso realizaba los suyos bajo la orientación del nuevo ministerio Cánovas que había reemplazado al presidido por Martínez Campos, promotor de la ley de abolición. El recuento, concluido tres semanas antes de promulgarse el 13 de febrero la Ley del patronato, debe admitirse como el más fidedigno pues iba a tener efectos inmediatos y carecía de sentido ocultar propiedades o atribuirse otras sin la correspondiente cédula de acreditación; se corresponde, además, con la lógica demográfica, como comprobaremos. El empadronamiento de 1880, hasta donde conocemos, no sirvió de referencia del proceso emancipatorio39. Sin embargo la cifra de 231.699 esclavos en el momento de aprobarse la ley de 1880, incluyendo a los 32.123 pendientes de calificación, hace más verosímil la evolución de la población desde el censo de 1861 (370.553) y el padrón inédito de 1867 (402.167). Para ello hay que tener en cuenta que la trata mantuvo niveles de reposición regulares hasta 1867 y que el índice de masculinidad entre los esclavos se redujo, facilitando su reproducción. El informe reservado del Capitán general Luis de Prendergast de mayo de 1882 al que hemos hecho referencia, utilizado por Lionel Carden en su Memoria al parlamento inglés, comprendía una serie de resúmenes anexos: el padrón de 1867, el padrón de esclavos a fecha de 25 de enero de 1880, la relación de reclamaciones a la misma fecha efectuada por los propietarios y quienes figuraban en la adición al censo de 1871 que en su día había sido desautorizado y los propietarios volvían a reclamar su inclusión. Se acompañaba también el censo de 1869. Todo ello venía registrado por jurisdicciones, lo que permite analizar caso por caso, señalar las principales bolsas de fraude y encontrar algunas explicaciones. Así, el mayor número de reclamaciones de los propietarios tuvo lugar en las jurisdicciones de Pinar del Río, Guanajay, Cienfuegos y 39 Un esfuerzo de poner orden en los datos censales del periodo a través de las disposiciones y los empadronamientos, en Navarro Azcue, 1987: 113-123 y 207-216. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 210 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS La Habana, que concentraban el 60% de los casos. Si añadimos Cárdenas y Sagua la Grande, seis de las 32 jurisdicciones de la isla reúnen el 72% de las reclamaciones, tres se caracterizan por su relevancia azucarera. En Matanzas se concentraban tres de cada cuatro demandas de inclusión por figurar los esclavos a los que se refieren en la adición del censo de 1871, pero que no habían sido declarados en 1867 —y, por lo tanto, no habían sido incorporados— ni figuraban en los documentos posteriores. Conforme a la Ley Moret, eran personas libres y había sido y eran retenidas de forma irregular. Podemos conjeturar que unos habían sido ocultados, otros, pocos, pudieron ser introducidos en la isla después de 1867, otros habían sido adquiridos en el mercado interior sin que pudiera probarse su procedencia, esto es, que estuvieran censados en otra jurisdicción. Si comprobamos los datos de 1880, reconocidos por la autoridad en enero y en parte pendientes de resolución, advertimos que existe una gran similitud en las cifras que corresponden a 1867, 1869 y 1880 en los casos Pinar del Río, Guanajuay, San Cristóbal, Cárdenas, Guanbacoa y Sancti-Spiritus; se habían producido descensos entre ligeros y del 25% en San Antonio de los Baños, Jaruco, Guanabacoa y Santiago de las Vegas. Contra toda lógica, en Matanzas el número de esclavos era la mitad de 1869 y un tercio de los declarados en 1867, lo que sitúa el fraude en uno de los principales núcleos del mundo azucarero. Los mayores retrocesos se producen en La Habana, Colón, Sagua la Grande, Cienfuegos, Trinidad, Puerto Príncipe y Santiago de Cuba, donde es muy probable que se hubieran vendido esclavos a Occidente después de iniciada la guerra. En Manzanillo y Guantánamo, en cambio, se mantenían niveles similares en las diferentes fechas40 (Cuadro 2). El padrón de 1867 remitido por Prendergast en 1882 al Ministerio de Ultramar originó un verdadero terremoto. Era la primera vez que llegaba al gobierno y no concordaba con los datos de los que éste disponía. Figuraban, como se ha dicho, 402.167 esclavos mientras en el cuadro general de población de Cuba de 1869, que supuestamente partía del padrón de 1867, figuraban 363.288; la reducción en 38.879 esclavos dos años después presentaba algunos problemas. Pero si los funcionarios hubieran aplicado una tasa de crecimiento vegetativo negativa de 3,3% anual (infra) y hubieran evaluado las manumisiones en el 0,6% de media al año, como registró La Sagra41, las cifras se hubie40 AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 160. Los datos sobre Matanzas contrastan con el nivel de producción de la provincia, puestos de relieve por Bergad, 1990. 41 La Sagra, 1862: 18. Las manumisiones entre 1851 y 1858 fueron 2.030 de media anual, un 0,56% de la población esclava. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... CUADRO 2. NÚMERO DE ESCLAVOS POR JURISDICCIONES EN LOS PADRONES Y CENSOS DE 1867, 1869 Y 1880 JURISDICCIÓN Pinar del Río Guanajay San Cristóbal Bahía Honda Habana Güines S. Antonio de los Baños Jaruco Bejucal Guanabacoa Santiago de las Vegas Sta. María del Rosario Isla de Pinos Matanzas Cárdenas Colón Santa Clara Sagua la Grande Cienfuegos Remedios Santcti-Spiritus Trinidad Puerto Príncipe Nuevitas Morón Santiago de Cuba Guantánamo Baracoa Holguín Manzanillo Bayamo Jiguaní TOTAL 211 Padrón de 1867 Censo de 1869 Padrón de 1880 Reclamos de 1880 15.107 16.223 6.870 4.700 24.862 12.175 11.562 11.490 6.351 4.395 2.963 1.830 298 49.586 23.856 41.622 10.714 25.395 25.445 10.880 5.154 11.198 12.256 1.688 650 45.206 8.822 1.539 4.620 1.891 2.390 429 15.947 16.138 6.322 6.472 29.919 27.361 9.993 9.766 5.690 4.549 4.947 2.078 266 31.621 27.323 33.957 6.930 18.384 17.172 9.425 7.276 9.493 12.875 1.620 394 28.727 8.536 1.584 3.873 1.820 2.304 566 9.066 8.456 5.796 1.158 9.477 8.299 7.779 7.281 3.528 3.187 2.762 1.328 204 10.872 19.400 26.716 3.385 14.026 7.842 5.771 4.989 6.416 6.254 703 285 18.375 6.086 978 2.375 1.622 407 118 5.787 3.579 966 313 2.924 329 818 494 224 256 423 111 17 439 1.707 623 744 1.800 3.537 607 102 86 79 0 7 515 185 40 16 10 19 1 402.167 (a) 363.328 (a) 204.941 26.758 Padrón adicional de 1871 291 95 9 1 3.919 495 31 154 218 152 5.365 (a) Se ha rectificado la suma puesto que el original está errado. Fuente: AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 160. ran aproximado, con un desfase de unos 8.000 esclavos. La cuestión es que los natalicios solo podían computarse hasta septiembre de 1868, por lo que la mortalidad tendría que haber sido en la década de 1860 mayor de lo supuesto Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 212 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS para que la evolución pudiera ser considerada natural. El censo de 1869, en consecuencia, encerraba ocultaciones. El ministerio no comprendía que el padrón de enero de 1880 mencionara 204.941 esclavos cuando el censo de 1877 consideraba que los esclavos de hecho eran 189.596 y los de derecho 196.909, con un exceso en el último de los confeccionados de entre 15.345 y 8.032 esclavos. El ministro de Ultramar calificaba estas diferencias de error grave y reclamaba una investigación que determinara si la información contenía falsedades y si había un delito punible. El ministro que interinamente ocupaba el cargo en 1882 por ausencia del titular era el general Arsenio Martínez Campos, ministro de la Guerra, comprometido con las reformas durante su corto mandato presidencial (1879-80), que había impulsado el proyecto de abolición de 1880. Martínez Campos le recordaba al Capitán general que el decreto-ley de 1866 declaraba libres a las personas de color no empadronadas o inscritas, «sin que se admita prueba en contrario», y le instaba a averiguar los datos reales sobre el estado de la esclavitud42. Por real orden de 2 de septiembre de 1882 se dispuso que las Juntas Protectoras de Libertos practicaran «un recuento escrupuloso de los esclavos». El Gobernador general de Cuba reconocería cinco meses después que las Juntas habían cometido graves errores sobre el censo de 1867 en los casos de La Habana, Matanzas, Santa Clara y Santiago, especialmente las tres últimas jurisdicciones. El nuevo recuento rebajaba en 56.426 el número de esclavos, presuntamente contabilizados de forma equivocada en el documento de 1867 que se había hecho público en 1882. Era la manera más sencilla de resolver el problema y de no creárselo con los hacendados: en lugar de admitir el enorme fraude cometido durante trece años, bastaba con modificar el padrón de 1867 a la conveniencia de la situación posterior. Una vez alterado el padrón de referencia, en Colón y Matanzas había 10.000 esclavos menos; en Cienfuegos y Sagua eran más de 7.000 los deducidos, con una extraña coincidencia de guarismos; en Santiago la reducción superaba los 13.000 (Cuadro 3). Las modificaciones coinciden con las jurisdicciones donde se concentraban los ingenios azucareros, donde mayor podía ser la ocultación a tenor de los intereses y el poder de los propietarios. El caso de Santiago, en cambio, apunta a la exportación de esclavos a Occidente durante la guerra. Si en 1880 casi todos estuvieron interesados en declarar las ocultaciones anteriores para 42 El Ministro de Ultramar al Capitán General de Cuba, 2 de septiembre de 1882, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 180. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 213 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... CUADRO 3. RECTIFICACIÓN EN 1884 DEL PADRÓN DE ESCLAVOS DE 1867 JURISDICCIÓN Pinar del Río Guanajay San Cristóbal Bahía Honda Habana Güines S. Antonio de los Baños Jaruco Bejucal Guanabacoa Santiago de las Vegas Sta. María del Rosario Isla de Pinos Matanzas Cárdenas Colón Santa Clara Sagua la Grande Cienfuegos Remedios Santcti-Spiritus Trinidad Puerto Príncipe Nuevitas Morón Santiago de Cuba Guantánamo Baracoa Holguín Manzanillo Bayamo Jiguaní TOTAL Padrón de 1867 Padrón de 1867 rectificado en 1884 Rectificación 15.107 16.223 6.870 4.700 24.862 12.175 11.562 11.490 6.351 4.395 2.963 1.830 298 49.586 23.856 41.622 10.714 25.395 25.445 10.880 5.154 11.198 12.256 1.688 650 45.206 8.822 1.539 4.620 1.891 2.390 429 15.107 16.223 6.870 4.700 21.923 11.907 10.393 11.230 6.075 4.077 2.502 1.699 288 39.479 26.146 30.052 7.692 20.484 18.064 9.593 5.134 10.468 12.256 1.688 650 32.050 7.823 1.539 4.719 1.891 2.390 629 = = = = –2.939 –268 –1.169 –260 –276 –318 –461 –131 –10 –10.107 2.290 –11.570 –2.022 –7.381 –7.381 –1.287 –20 –730 = = = –13.156 –999 = 99 = = 200 402.167 345.741 –56.426 Fuente: AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 160. evitar que las Juntas decretaran la libertad de los no inscritos, a finales de 1882 la cuestión era la inversa, demostrar que no eran tantos los que se habían ocultado para evitar el enojo del poder; y pudo resolverse con un mero ejercicio de prestidigitación estadística que acercaba los datos pasados a lo que era la situaRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 214 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS ción presente o la de poco antes, sirviéndonos, por lo tanto, de índice del movimiento que se había producido. El Capitán general no encontró otra justificación que atribuir todo a una confusión que dimanaba del uso de los resúmenes de los registros. Añadía también el traslado de esclavos entre jurisdicciones y, por último, explicaba el exceso sobre el censo de 1877 porque muchos de los empadronados en enero de 1871 habían fallecido a causa de la guerra o «porque se encontraban en el campo enemigo»43, sin dar otra precisión. Todas estas explicaciones resultaban poco plausibles y parecen destinadas a cerrar el expediente. Si las instrucciones habían sido impartidas de manera errónea, el resultado se hubiera trasladado a todas las jurisdicciones, pero no fue así: los errores se detectaron en 21 de las 32 en que se dividía la isla. Los mayores cambios, conviene reiterarlo, se producían en las jurisdicciones de las provincias de La Habana, Matanzas y Santa Clara, aquéllas que concentraban la industria azucarera y la mayoría de los esclavos. Lo había expresado a la perfección el cónsul inglés al comentar la dificultad de conseguir estadísticas en Cuba, «y mucho más en un asunto de tan gran interés como es la esclavitud sobre cuyo conjunto y detalles los hacendados, como clase, han hecho siempre lo posible por negar datos». Podemos encontrar otras explicaciones al baile de cifras que con carácter retroactivo revisaba el censo de 1867. El 11 de septiembre de 1882, nueve días después de dictar la orden del «recuento escrupuloso», Martínez Campos, ministro de la Guerra en el gabinete de Sagasta, cesó en la interinidad de Ultramar al reasumir sus funciones su titular, Fernando León y Castillo. En enero siguiente Sagasta sustituía a éste por Gaspar Núñez de Arce. El 8 de febrero de 1883 el Consejo de Ministros, a propuesta del ministro de Ultramar, acordaba declarar libres a todos los individuos no comprendidos en el censo de 1867, «dejando sin efecto órdenes en contrario»44. Un día más tarde se remitía a La Habana un comunicado donde el negociado oportuno reconocía probada «la realidad del censo de 1867». Era la primera confirmación sobre la validez de aquel documento, sin atender las explicaciones ridículas de Luis de Prendergast, marqués de la Victoria de las Tunas, un perfecto tunante que sería destituido en agosto. A la vez que en el ministerio aceptaban las cifras de 1867, se reconocía que los libros con los registros por jurisdicciones habían desaparecido. La consecuencia, según los cálculos realizados, era que se estaba privando injustamente de libertad «a más de 40.000 esclavos». El ministerio añadía un 43 Gobierno General de Cuba, 5 de febrero de 1883, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 219. Telegrama al Gobernador y Capitán general de Cuba, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 190. 44 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... 215 segundo dato: se ignoraba el paradero de 20.000 emancipados que figuraban al formarse el censo de 1867. En ambos casos correspondía a una libertad irrevocable. El ministro concedía quince días a los patronos para justificar la condición de sus patrocinados, aportando las cédulas del padrón cuando no se conservaran los datos oficiales; de no poder acreditarlo en justo título, sus esclavos serían declarados libres «y exentos de patronato», sin tener que justificar el contrato de trabajo que exigía la ley de 1880, pues no estaban incluidos en ella. La resolución la llevaba a cabo el Gobierno después de consultar al Consejo de Estado. En la explicación de su proceder, el Consejo de Ministros consideraba que el Gobierno General de Cuba, en un momento que no podía ser precisado, a la vista de los efectos del censo de 1867 había suspendido la tramitación de los expedientes y se había desentendido de aplicar la legislación anterior a 1880, que obligaba a declarar la libertad de decenas de miles de esclavos. La gravedad del asunto exigía una investigación sobre la desaparición de los datos del censo, de los libros de las jurisdicciones «que ha privado de la libertad a muchos miles de hombres»45. El episodio, contra lo que pudiera parecer por la firmeza del Gobierno, no estaba resuelto. Y la firmeza resultó más aparente que real. En mayo siguiente el presidente del Círculo de Hacendados, el conde de Casa Moré, dirigía una exposición al ministerio en la que expresaba el malestar que había causado el decreto de 8 de marzo, el dictamen del Consejo de Estado y las instrucciones cursadas para hacer cumplir aquél. Casa Moré, que tan buenos servicios había prestado a la metrópoli al favorecer la aprobación de la ley de 1880 cuando sus colegas del Círculo se preparaban para resistirlo, restaba valor al censo de 1867 que, según decía, no obedeció a un plan de emancipación sino al deseo del gobierno de sellar la trata y «quiso un dato estadístico de la esclavitud». ¡Pero de eso se hablaba!, de un dato estadístico que reflejara el número de esclavos, y el número debía ser el mismo si quería levantarse acta de los que había en la isla con la finalidad de demostrar que no eran desembarcados más africanos y si cifras y nombres —cuestión de identidad que se pierde en los guarismos— hubieran servido para acometer la abolición. Casa Moré, como los economistas más cínicos, entendía la estadística como un indicador acomodaticio. Y en una exposición de transparencia cristalina, solicitaba seis meses en lugar de quince días para hacer las comprobaciones y acababa justificando el aplazamiento del trámite con un argumento que suponía reconocer la amplitud del fraude y también el uso de los escla45 Comunicado del Ministro de Ultramar al Gobierno General de Cuba de 9 de abril de 1883. Documento impreso, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 191. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 216 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS vos retenidos de manera irregular: la ausencia de brazos para reemplazar a los que quedaran libres46. El ministerio atendió las peticiones de los hacendados y la moratoria de seis meses para justificar sus derechos, acordando que el Decreto de 9 de febrero comenzara a ejecutarse el 30 de septiembre de 188347. La rectificación llevada a cabo a continuación con carácter retroactivo acabaría siendo aceptada por Cánovas de Castillo, presidente del gobierno desde enero de 1884, tan cercano a los intereses esclavistas... Pero volvamos sobre la evolución de los censos y su fiabilidad estadística. El número de esclavos en un momento determinado (E) no podía ser distinto del resultado que ofrecía la siguiente operación: adición de africanos bozales (AB) al número de esclavos registrados en el último censo (Euc), crecimiento vegetativo (CV) y deducción de manumisiones (M). La fórmula es la siguiente: E = Euc + AB + CV – M. El número de africanos introducidos a partir de 1861 es difícil de establecer. Tampoco es sencillo fijar los demás factores. Pero no renunciamos a intentarlo. A medida que se avanza hacia el final de la trata la información sobre embarcaciones y desembarcos se hace menos accesible. El acuerdo entre los Estados Unidos y Gran Bretaña de 1862 hizo que los negreros tomaran más precauciones. La investigación más amplia llevada a cabo hasta el presente constata el desembarco en Cuba de 46.135 africanos entre 1861 y 186648. Según estos últimos cálculos, de una media de 17.149 desembarcados por año en el lustro 1856-1860 se pasó a la mitad en el periodo 1861-1865; el descenso a 722 en 1866 —tal vez dos expediciones— es poco creíble y hubiera hecho casi innecesario el convenio anglo-americano suscrito al año siguiente, pues la trata casi estaría extinguida por sí misma. El descenso es demasiado brusco si nos atenemos a la demanda de mano de obra que existía, insuficientemente satisfecha con la entrada de asiáticos, a pesar de su gran incremento: 16.822 en 1861-1865 y 40.909 en 1866-187049. Adviértase que la suma de la media anual de asiáticos a los africanos verificados ofrece un total cercano a las entradas regulares de bozales de la segunda mitad de los años 1850, pero está todavía un 18% por debajo de aquellas cifras. Los precios de los esclavos hubieran de46 Exposición al Ministro de Ultramar del Conde de Casa Moré como presidente del Círculo de Hacendados, 12 de mayo de 1883, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 191. 47 Telegrama del Ministro de Ultramar, 13 de junio de 1883, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 250. 48 Eltis, Behrendt, Richardson y Klein, 1999, 2008 ss. Véase también Eltis, 1987. 49 Pérez de la Riva, 1975: 471. Sobre el tráfico de asiáticos, Pérez de la Riva, 2000; Naranjo y Balboa, 8 (Chetumal, 1999). Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... 217 bido experimentar un alza que no tuvo lugar hasta 1870, cuando se combinaron varios factores: la extinción de la trata regular, la reducción del monto por la guerra y por la Ley Moret, y la subida del precio del azúcar que llevó a incrementar la producción por todos los medios, donde el factor trabajo era el esencial. Al igual que ha sucedido con las fuentes estadísticas británicas, la base de datos The Trans-Atlantic Slave Trade, la más completa y detallada, una fuente insustituible, habrá de ser tomada con cautela, como lo que es: cifras mínimas constatadas. A partir de 1861 el comercio ilegal de africanos se hizo más clandestino; en consecuencia, fue más opaco el movimiento de las embarcaciones que lo llevaba a cabo. Es la etapa en la que mayores son las divergencias estadísticas, en la trata y en los censos de población. Las estimaciones del Foreign Office, de las que se hizo eco el estudio clásico de Philip D. Curtin, mencionan 49.532 desembarcados en los años de 1861 a 1864. Combinando fuentes, estimaciones y proyecciones, Curtin proporciona la cifra de 61.500 africanos llevados a Cuba de 1861 a 1870, desglosando los datos, 55.312 hasta 1867, en que sigue habiendo constancia de la trata50. Tomando las mismas fuentes, Alonso Álvarez ha sumado 48.208 esclavos; la diferencia con Curtin es que entre 1865 y 1867 reconoce 8.03151. De admitirse la información de Curtin para los primeros años y la de Alonso para los últimos, prescindiendo de proyecciones, tendríamos 57.563 esclavos desembarcados entre 1861 y 1867, suma que tentativamente aceptaremos en nuestro estudio. Los cálculos sobre crecimiento vegetativo no son mucho más concluyentes. Moreno Fraginals señaló que en la etapa 1856-1860 la relación entre tasas de natalidad y de mortalidad bruta en la población esclava arrojaba un decrecimiento vegetativo medio del 3,3% para un conjunto de ingenios azucareros de la zona occidental de la isla52. No parece excesiva, pero a tenor de la mortalidad estimada para la época, la natalidad debía estar cercana al 3,7%, lo que ofrece dudas53. Del número de bautizados entre septiembre de 1868 y finales 50 Curtin, 1969: 39, 43 y 234. Una discusión de las fuentes en Murray, vol. 3, No. 2 (Cambridge, 1971). Pérez de la Riva señaló hace tiempo que el último alijo negrero fue apresado en mayo de 1873, y de él dio cuenta la Gaceta de La Habana, ofreciendo el lugar de arribo y los nombres de los armadores y de los cómplices. En cualquier caso, serían declarados libres conforme a la ley de 1870. 51 Alonso Álvarez, LI-2 (Sevilla, 1984): 84. 52 Moreno Fraginals, 1978, II: 88. El autor no respalda con referencias documentales la conclusión; la fuente del cuadro que cita el dato remite a un apéndice estadístico no incluido en el libro. Pero la cifra que proporciona es similar a la que Higman ofrece para Jamaica en el siglo XVIII, un decrecimiento entre el 3 y el 3% anual. Véase Kiple, 1984: 106. 53 La Sagra: 1861: 65, llamó la atención sobre la baja fecundidad de la población esclava Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 218 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS de 1872 en la diócesis de La Habana, 18.993 (una media de 4.469 al año), justo cuando más interés podían tener los padres por inscribir a los nacidos, se podría deducir una tasa de natalidad aproximada del 1,5% en relación con los esclavos censados en el departamento occidental54, una vez descontados los fallecidos durante el parto y las primeras semanas del neonato. Eblen, para unas décadas antes, calculó que en las primeras semanas de vida la mortalidad infantil en Cuba podía alcanzar entre el 45 y el 50%55. Hacia 1872 habría desaparecido una parte del problema señalado en 1860 por La Sagra, el grave defecto de los censos cubanos que presentaban los bautismos de la clase esclava «en lugar y como equivalente de los nacimientos», pues no tenían en cuenta —como apuntó en 1831— la existencia de bautizados adultos de procedencia africana, pero al estimar la fecundidad persistía la confusión de los fallecidos en el momento del alumbramiento y de los nacidos muertos56. Las manumisiones deben sumarse al número de negros y mulatos libres, junto a su crecimiento vegetativo natural. Al observar la evolución de la población «libre de color» comprobamos que tuvo incrementos bastante modestos, teniendo en consideración las emancipaciones habidas por efecto de la Ley Moret, las manumisiones y coartaciones: la población libre de color creció en 33.551 personas entre los censos de 1869 y 1877, lo que demuestra una vez más los errores del segundo documento, pues en ese periodo un mínimo de 41.140 esclavos habían accedido a la libertad y existen indicios de una mejora en las tasas del crecimiento vegetativo de la población libre. Una aplicación teórica de la ecuación antes citada ofrecería el siguiente cómputo: a los 370.553 esclavos de 1861 incorporamos 57.563 africanos; admitimos provisionalmente un decrecimiento natural 3,3% y una manumisión del 0,6%; el resultado se sitúa por encima de los 400.000 esclavos, el padrón aceptado por el ministerio de Ultramar. Para que el padrón de 1867 rectificado en 1884 fuera correcto, las tasas de manumisión tendrían que haber sido del debido a causas fisiológicas y sociales, y el elevado índice de abortos, preferido por las madres «a la condición esclava que espera a sus hijos». No especifica más, pero destaca la elevada desproporción de varones sobre mujeres, las condiciones de la plantación y las bajas tasas de matrimonio (8,2%). La historiografía moderna ha subrayado los dos primeros aspectos, la malnutrición y las enfermedades, y la modificación de las pautas de procedencia. Kiple, 1984: 104-119. Un resumen del debate sobre los patrones de reproducción en sociedades de plantación en Tadman, vol. 105, n.º 5 (Chicago, December 2000). 54 En Sedano, 1873, 153 y 156. 55 Eblen, 1975: 211-247. 56 La Sagra: 1862: 21. El autor califica de «proporciones monstruosas» la comparación del número de nacimientos y de defunciones en la población esclava (23). La Sagra: 1831: 18. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... 219 17%, fuera de toda medida posible, o el decrecimiento vegetativo tendría que haber sido varias veces el indicado, o no hubieran sido desembarcados ni la mitad de los señalados en la base de datos de Eltis, Behrendt, Richardson y Klein. En suma, los cálculos demográficos más elementales desautorizan la revisión retroactiva efectuada en 1884 del censo de 1867. Por el contrario, la correlación entre el censo de 1867 y el padrón de 1880 queda corroborada por los indicadores demográficos, cosa que no sucede con los censos de 1869 y 1877 y el recuento de 1879. No significa que sean exactos, sino que su precisión o grado de ocultación es similar en los dos casos, lo que los convierte en verosímiles. El mismo ejercicio de introducir una determinada tasa de manumisión y un determinado decrecimiento vegetativo añade un problema nuevo si damos por válidos los recuentos de 1861 y 1867: hemos de deducir que los desembarcos de africanos entre ambas fechas necesariamente hubo de ser superior a los 57.563 estimados, pues el decrecimiento vegetativo y la manumisión que suman el 3,9% lo hemos aplicado sobre la suma de esa cantidad a los esclavos censados en la primera fecha, cuando la deducción debe ser anual. Caben tres posibilidades: a) que el número inicial fuera significativamente superior, b) que las tasas de mortalidad y natalidad tuvieran un signo resultante positivo o c) que el número de inmigrantes forzados fuera más elevado. Todo es posible, pero nos inclinamos por una combinación de lo primero y lo tercero como probabilidad más adecuada. Pérez de la Riva consideró que en esos siete años, desde una perspectiva demográfica, debieron entrar 74.278 africanos —y otros 26.000 hasta 1873— para explicar el número de esclavos que figuran en los censos57. Su propuesta ha merecido una atención escasa y es de lamentar que la demografía histórica sobre la esclavitud en Cuba haya carecido de continuidad. Esos 100.000 esclavos nuevos —llegados de África, de los Estados Unidos antes de la caída del Sur o de las islas próximas, holandesas y danesas, donde entre 1863 y 1866 se acometió la abolición— hubieran sido necesarios, en lugar de los 57.563 estimados, para explicar la evolución entre 1861 y 1867, y podrían ser algo menos solo si la natalidad hubiera sido más elevada de lo que se considera y las manumisiones algo inferiores a la hipótesis que hemos manejado. 57 Pérez de la Riva, 1976: 138. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 220 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS APROVECHANDO HASTA EL ÚLTIMO MOMENTO LA FUERZA ESCLAVA Entre 1880 y junio de 1886 fueron puestos en libertad 120.253 patrocinados. En esta última fecha se registraban todavía 25.381, antes de la abolición definitiva de 7 de octubre de 1886. Se desconoce en qué medida se aplicó la Real Orden de 9 de febrero de 1883 que declaraba libres a los patrocinados no inscritos en los padrones y recuentos de 1867 o de 1871, según lo habían previsto los artículos 27, 30 y 34 del Reglamento para la ejecución de la Ley Moret de 5 de agosto de 1872. De los 70.000 esclavos que supuestamente no habían sido inscritos en 1871, el monto de los que en 1883 permanecían en esclavitud se cifró en 40.000. Descontados los fallecidos, la emancipación de los restantes se habría realizado de manera paulatina, sin excluir ocultamientos y fraudes. Los resúmenes anuales de libertos no los comprendieron porque no entraban en los supuestos de la Ley de 1880 en la medida que ésta transformaba en patrocinados a los «siervos» inscritos en el censo de 1871, circunstancia en la que no se encontraban. Esos 40.000 están «perdidos» para la historia. Ignoramos, asimismo, cuántos patrocinados fallecieron entre 1880 y 1886 antes de ganar la libertad y cuántos de los 25.381 censados en junio de 1886 llegaron con vida al mes de octubre en que se declaró suprimida la peculiar institución. Es sorprendente pero ninguna fuente y ningún estudio de los que conocemos ha reparado en esta extraña circunstancia:58 el mero anuncio y la puesta en marcha del proceso de extinción de la esclavitud habría obrado el milagro de mantener con vida durante unos años a la totalidad de los que estaban en condiciones de obtener la libertad, algo para lo que quizá tenga una explicación la fe, pero es estadísticamente imposible, además de desmentirlo la información parcial que tenemos de los distintos ingenios. La introducción del factor mortalidad en la evolución de la población esclava, de otra parte, acude en respaldo de la validez del censo de 1880. Hemos confeccionado una tabla de cuatro comunas (Cuadro 4). En las dos primeras incluimos los datos oficiales de patrocinados en determinadas fechas y de los libertos; hemos añadido un cupo en 1883, del que a continuación daremos cuenta, y registramos los 25.000 patrocinados, número redondo, que se menciona como los últimos que permanecían en el patronato cuando se anticipa su extinción dos años, en 1886. La última columna toma como punto de partida 58 Iglesias, 1986: 80, representa una excepción al establecer una comparación entre el número de esclavos reconocidos en 1877 y los patrocinados que accedieron a la libertad. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 221 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... CUADRO 4. Años 1880 1880-1881 1881-1882 1882-1883 1883 1883-1884 1884-1885 1885-1886 1886 EL PROCESO DE EMANCIPACIÓN DE LOS ESCLAVOS (1880-1886) Patrocinados. Cifras oficiales 99.566 53.381 25.381 Total Número de libertos Muertes anuales (estimación) (a) 6.366 10.249 17.418 (b) 40.000 (b) 26.517 34.288 25.415 25.381 11.585 10.687 9.640 185.253 45.548 6.288 4.647 2.701 Patrocinados (estimación) (a) 231.699 213.748 192.812 165.754 125.754 92.949 54.014 25.898 (a) Estimación propia. Estimación oficial (Real Orden de 9 febrero de 1883). Fuente: Columnas I y II: AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 176. (b) el padrón de 1880, incluidos los pendientes de regularización, a los que anualmente vamos deduciendo el número de libertos admitidos y aplicamos una tasa de mortalidad anual sobre los que quedan en cautividad, para llegar a la cifra conocida de unos 25.400 patrocinados, en nuestra estimación apenas un poco superior. Para hacer este cálculo se ha considerado una mortalidad anual del 5%. Hemos de precisar que nuestro cálculo es una estimación a partir de conjeturas, referencias indirectas y comparativas. Existe una amplia coincidencia entre los autores al reconocer que las duras condiciones de trabajo en la temporada de la zafra, una mortalidad infantil extraordinaria y las apreciables tasas de suicidio, mantuvieron las defunciones en niveles elevados hasta el punto de superar ampliamente el crecimiento vegetativo, lastrado por la desproporción entre varones y mujeres y la ausencia de una tradición de crianza de esclavos debido a la facilidad con la que eran importados y su demanda continua para tareas productivas59. Moreno Fraginals sitúa la tasa de mortalidad bruta para 1860 en el 6,1%.60 Leví Marrero, citando al cónsul inglés de La Habana menciona el 5% por esa misma fecha61. Pérez de la Riva, que destaca una «sobremortalidad inherente a la esclavitud de plantación», estimó en un 7% la mortalidad entre los esclavos en el primer tercio de los años 1870, con tendencia a 59 60 61 Marrero, 1978, I: 1-2. Moreno Fraginals, 1978, II: 88. Marrero, 1978, I: 119. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 222 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS aumentar respecto a la década anterior, que sitúa en el 6% desde aproximadamente 185062. Para terminar de situar la cuestión hay que hacer algunas consideraciones adicionales: dejaremos a un lado la política de «buen trato» hacia los esclavos —proclamada por hacendados como Juan Poey y suscrita por la Academia de de Ciencias Médicas en 1863 con burdos argumentos63—, que supuestamente se introduce en ciertos ingenios en los años cincuenta y habría llevado a cuidar la inversión y extraer el máximo provecho a largo plazo64; nos detendremos en que la mortalidad en el negro bozal, del recién llegado en general, era superior a la del criollo entre un 2,5 y un 3,5%, por lo que la llegada masiva de africanos entre 1859 y 1865 debió incidir en las tasas de mortalidad con la consecuencia indicada, corrigiendo los efectos de la anterior tendencia, al menos por una década. El censo de 1877 distingue entre los fallecimientos de la población libre y esclava. Según esta fuente, la tasa media de mortalidad de los esclavos era del 1,93% en la isla; en la provincia de Matanzas, donde se concentra la mitad de los trabajadores azucareros, la tasa se eleva al 2,6%65. El censo vuelve en este punto a distanciarse de los hechos conocidos. Disponemos de una información mucho más precisa, oficial y reservada, que en enero de 1876 obraba en poder del Capitán general. Conforme a estos datos estadísticos, en los primeros años de aplicación de la Ley Moret la mortalidad esclava se situaba en un mínimo del 6,2%66. Podemos admitir que fue retrocediendo a lo largo de la década a medida que las dotaciones se desprendían de la población de mayor edad, pero no descendió tanto como para desaparecer en la siguiente década. De modo que un 5% anual parece una estimación bastante razonable que viene a corresponderse con las deducciones del padrón de 1880, esto es, a la diferencia entre las cifras recogidas por este documento y 62 Pérez de la Riva, 1976: 116 y 139. En extenso, sobre las causas de la mortalidad esclava por edades y sexo en el Caribe, Kiple, 1984. 63 Valdés Aguirre, 1873: 15-17. 64 Los datos estadísticos de Eblen, 1975, desmienten, por ejemplo, que se hubiera traducido en mayores tasas de fecundidad y en un incremento significativo del crecimiento natural. 65 Cit. en Parliamentary Papers, Consular Reports. Spain, Havana. Report by Consul-General of the Island of Cuba for the Year 1879: 1814. 66 Datos estadísticos reunidos el 4 de enero de 1876, AHN, Ultramar, leg. 4883, n.º 1. Cálculo a partir del número de fallecidos declarado sobre el total de esclavos reconocidos en 1871. El censo, bastante incompleto, obligaría a modificar a la baja la tasa de mortalidad que hemos indicado, pero no es menos cierto que no todos los fallecidos eran declarados y que se mantenía la costumbre de sustituir la identidad de los censados muertos por quienes no estaban todavía registrados. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 223 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... el número de patrocinados a los que se concedió la libertad hasta 1886. Por último, si tenemos en cuenta que la mortalidad media de la ciudad de La Habana entre 1880 y 1886 estuvo en el 4%67, no parece exagerada la cifra que adelantamos como valor indicativo. Las autoridades reunieron periódicamente información sobre la evolución del patronato y las modalidades por las que iba cesando por años a contar desde la promulgación de la Ley y la aprobación del reglamento de ejecución. En esa información no se contempló los 40.000 liberados por el decreto de 1883 (Cuadro 5). CUADRO 5. CONDICIONES DE LA EMANCIPACIÓN DE PATROCINADOS 18801881 acuerdo con el patrocinado renuncia del patrono indemnización por servicios faltar el patrono a deberes otras causas (manumisión) 4.ª parte por edades Sin especificar Decreto supresión Patronato Total 18811882 18821883 18831884 3.476 3.229 2.001 406 1.137 6.954 3.714 3.341 1.596 1.813 9.453 3.925 3.452 1.764 7.923 18841885 18851886 1886 TOTAL 25.381 35.102 18.826 13.003 7.423 14.224 25.309 6.366 25.381 7.360 7.859 4.405 3.553 2.459 1.750 2.431 1.226 2.514 837 15.119 10.190 6.366 6.366 10.249 17.418 26.517 34.288 25.415 25.381 145.634 Fuente: AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 176. Pero el número de esclavos de 1880, 231.699, distaba de corresponderse con la suma de libertos al final del proceso, en 1886. ¿Cuál fue el destino de la diferencia entre ambas magnitudes? Conforme a nuestros cálculos, el fallecimiento fue el primer factor que condujo a extinguir la condición del patrocinado (19,7% de los casos); la decisión política de 1883 representó el 17,3% de las liberaciones. El 63% restante accedió a la libertad conforme a los supuestos de la ley: el 11% por edades decrecientes desde 1884; otro 11% por el decreto que anticipa el final de la institución; el recurso a la manumisión prevista por las leyes civiles y penales representó el 6%, un volumen especialmente elevado para lo que era habitual por causas que a continuación se comentan; el incumplimiento de las obligaciones impuestas al patrono, por lo común el impago al patrocinado, ocupan un lugar discreto en el cuadro (3,2%). La renuncia del patrono se mantuvo constante durante el periodo sin ser demasiado re67 Le-Roy, 1913: 6. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 224 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS levante (8,2%) pero es indicativa de dificultades crecientes y de la utilidad de anticipar un proceso irreversible. El acuerdo entre las partes —tercer factor de cese del patronato— fue en aumento a medida que avanzaba el patronato y el patrono podía hallarse interesado en fijar la mano de obra a cambio de anticipar la libertad. En suma, aproximadamente 34.650 patrocinados intervinieron de manera activa en su emancipación mediante la compra de su libertad en servicios y en metálico o lograron denunciar el impago de haberes: representan el 18,6% de los emancipados y el 15% del censo de 1880. El cónsul Carden, a partir de los datos disponibles sobre la aplicación de la ley de patronato en el año 1881-1882, apuntaba una serie de consideraciones interesantes. Estimaba, así, que las emancipaciones habían sido más numerosas en las grandes poblaciones y sus inmediaciones, entre criados y artesanos, que en el campo. Mientras en las pequeñas Juntas locales de libertos predominaban los hacendados, que al parecer velaban por sus intereses dificultando las acciones externas, en las ciudades había proliferado un nuevo tipo de agente, «que hace su negocio averiguando y aun promoviendo disgustos entre el amo y el esclavo y ayuda a este en las Juntas». Ante esta última situación, «en muchos casos el amo, aun teniendo razón, se satisface para evitar incomodidades, dando libertad a sus esclavos». En la ciudad, nos dice, los esclavos trabajaban menos y eran menos dóciles. En el campo, por el contrario, se advertía la tendencia de muchos esclavos a permanecer en su lugar, «a no ser obligado por un tratamiento muy duro». Carden señalaba un motivo de arraigo en la posesión por los negros, «en todos los ingenios», de pequeñas porciones de tierra donde cultivaban vegetales y criaban aves y cerdos «que muchas [veces] venden a sus mismos amos». Sin duda, el cónsul estaba más familiarizado con la vida urbana que con el medio rural e idealizaba una situación que no era tan idílica, como lo prueban las huidas o la intensificación de las medidas de vigilancia. Fruto de esa actividad agrícola en manos de los esclavos, raro era el ingenio, dice, que los negros industriosos no tengan 50 ó 100 pesos ahorrados; unido al salario que habían comenzado a percibir los patrocinados, de no ser, reitera, por la costumbre y otras causas, muchos estarían en condiciones de aprovechar sus recursos para comprar la libertad, «lo cual es más fácil cada año, y por esto me inclino a creer que el no hacerlo con más frecuencia prueba que en general se les trata bien»68. Carden se nos revela, finalmente, como un abolicionista bastante moderado e incluso muy condescendiente con los hacendados y demasiado comprensivo hacia la esclavitud. 68 Comercio de esclavos. Memoria del representante Cónsul General Carden, AHN, Ultramar, leg. 4884, n.º 183. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 CENSOS LATO SENSU. LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... 225 El cónsul británico Arthur Crowe afirmaba en 1884 que «la emancipación de los esclavos o patrocinados progresa regular y satisfactoriamente». Hacía tiempo que la cuestión de la esclavitud había dejado de preocupar a las autoridades inglesas y los informes diplomáticos centraban la atención en la capacidad que España y Cuba podían desplegar para captar trabajadores sustitutos, una vez parecía que el suministro chino había cesado y que la descomposición del sistema había llegado a sus últimas consecuencias: «tan leve es ahora el poder de amo —decía—, y tan pequeño el valor de los esclavos, que reclama ahora su libertad sobre el pago de 96 dólares oro para hombres sanos y 94 para las mujeres»; y añade: «el precio disminuye en una proporción correspondiente al plazo de vencimiento de su servidumbre». Todavía calculaba a finales de 1884 que había 80.000 esclavos-patrocinados, pero para entonces los destinados al trabajo agrícola en los ingenios azucareros no superaba el número de 30.000; en los ingenios se empleaba a la vez trabajo libre y servil. Para entonces, la depresión de los precios del azúcar y del comercio internacional amenazaba con retrasar el proceso, cuando era del mayor provecho acelerarlo y desprenderse de unas «manos inútiles» en las actuales circunstancias69. Muy probablemente los propietarios, una parte significativa, llegaron a la misma conclusión que Mr. Crowe, y en medio del retroceso del negocio azucarero se mostraron más proclives a llegar a acuerdos con los esclavos-patrocinados el mismo año en que entraba en vigor la cláusula de la ley que conducía a liberar a los siervos en cuartas partes. Esa perspectiva ayuda a entender que en 1883-1884 la emancipación por acuerdo con el patrocinado se incrementara en un 36% respecto al año anterior y que las manumisiones se multiplicaran por cuatro, a la vez que las ventas de cartas de libertad perdieran atractivo a la vista del bajo precio que se pagaba. La ley de 1880, además, facilitaba la consumación de la coartación al admitir el pago de lo que restare entre lo que tuvieran dado y el cálculo de la indemnización por servicios. La predisposición del patrono a entenderse con el patrocinado dio un vuelco el mismo año en que se hundía el precio del azúcar, en vísperas de que entrara en vigor la modalidad de libertad por cuartas partes de la dotación. Desconocemos cuántos de los 53.920 esclavos que accedieron a la libertad gracias a un convenio con el patrono o por renuncia de éste intervinieron activamente —ellos o sus familiares— en la adopción de esas medidas: si los sumamos, representan el 29% de las causas tipificadas de cese de patronato, una vez hemos añadido los liberados en 1883. Muchos de los incluidos en ese 29% 69 Parliamentary Papers, Consular Reports. Spain, Havana. Report by Consul-General Crowe on the Commerce and Agriculture of the Island of Cuba for the Years 1883 and 1884: 641-642. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 226 JOSÉ ANTONIO PIQUERAS de los patrocinados, admitamos que dos de cada tres, el 20% del total, es muy posible que fueran, como enfatiza Rebecca Scott, agentes de su propia libertad. Sigue siendo un número destacado, en medio de condiciones adversas para el reclamante, que aunque conociera la ley, como recordaba Lionel Carden, no todos estaban en situación de hacerla cumplir y de revertirla a favor de sus derechos. Pero la suerte de la inmensa mayoría se resolvió por otros medios. Estas cifras, después de ajustar los censos de esclavos y reintegrar al número de patrocinados las estimaciones demográficas que habían sido escamoteadas, nos devuelven el cuadro contradictorio del proceso de emancipación, con diversas vías y un cruce de intereses que si era constante en el caso del esclavo terminó siendo variable en el del dueño. Nos restituye también la conciencia de que la vía más frecuente por la que después de 1880 alguien dejaba de ser esclavo era la muerte, justo cuando más cerca estaba el final de su cautividad. Y eso nos devuelve a nuestro hilo conductor, la lógica de un régimen económico de producción de azúcar que sostuvo tanto como le fue posible el trabajo esclavo y exprimió hasta el final las oportunidades que le brindaba. BIBLIOGRAFÍA Alonso Álvarez, Luis, «Comercio exterior y formación de capital financiero: el tráfico de negros hispano-cubano, 1821-1868», Anuario de Estudios Americanos, LI-2 (Sevilla, 1984): 75-92. Apuntes históricos sobre la representación de Cuba en España y la Junta de Información celebrada en Madrid en 1866 y 1867, por los representantes de Cuba y Puerto Rico, Nueva York, Impr. Hallet y Breen, 1877. Balboa, Imilcy, Los brazos necesarios. Inmigración, colonización y trabajo libre en Cuba, 1878-1898, Valencia, Biblioteca de Historia Social, 2000. 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LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y EL NÚMERO ... 229 Tadman, Michael, «The Demographic Cost of Sugar: Debates on Slave Societies and Natural Increase in the Americas», The American Historical Review, 105/5 (Chicago, December 2000): 1534-1575. Tomich, Dale, Thought the Prism of Slavery. Labor, capital, and World Economy, Lanham-Oxford, Rowman & Littlefiled Publishers, 2004. Valdés Aguirre, Fernando, «Causas que contribuyen a la disminución de los esclavos en Cuba y medios de destruirlas», Ramón Luis Miranda y Antonio Mestre (dirs.), Trabajos de la comisión de medicina legal e higiene pública de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, La Habana, Impr. La Antilla, II, 1873. Fecha de recepción: 3-7-1010 Fecha de aceptación: 10-9-2010 LATO SENSU CENSUSES. THE ABOLITION OF SLAVERY AND THE NUMBER OF SLAVES IN CUBA Throughout the greater part of the 19th century, statistics on the Cuban slave population were deliberately inexact. Colonial authorities and the hacendados were interested in covering up the actual number of slaves; the former preferred to ignore the elevated presence of African natives of different ages, while the hacienda owners evaded taxes and avoided explaining the origin of their workforce. Based on an analysis of official and reserved censuses, British reports and demographic estimations, this article reconsiders the number of slaves that was present in Cuba between 1867 and 1886. This results in a reevaluation of their total number, of the labor needs at the sugar mills and of the conditions in the dissolution of slavery. KEY WORDS: Slavery, Cuba, censuses, abolition, plantation. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 193-230, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.008 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 251 Págs. 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 FONTES CENSITÁRIAS BRASILEIRAS E POSSE DE CATIVOS NA DÉCADA DE 1870 POR RENATO LEITE MARCONDES* Universidade de São Paulo Existe um conjunto expressivo de fontes de caráter censitário para o estudo da escravidão da década de 1870. Estas fontes derivam, principalmente, da matrícula dos escravos determinada pela Lei do Ventre Livre de 1871. Neste artigo discutimos as diferentes formas de apresentação das informações da matrícula. Analisamos uma amostra da população escrava matriculada, compreendendo 69 localidades de diferentes partes do país que totalizam pouco mais de 112 mil escravos e 25 mil escravistas. Além caracterizar o perfil demográfico dos escravos da amostra, verificamos a posse de cativos. PALAVRAS CHAVE: Matrícula, escravidão, demografia, posse cativa, Lei do Ventre Livre. Dos engenhos, uns se chamam reais, outros, inferiores, vulgarmente engenhocas. Os reais ganharam este apelido por terem todas as partes de que se compõem e de todas as oficinas, perfeitas, cheias de grande número de escravos, com muitos canaviais próprios e outros obrigados à moenda; e principalmente por terem a realeza de moerem com água, à diferença de outros, que moem com cavalos e bois e são menos providos e aparelhados; ou, pelo menos, com menor perfeição e largueza, das oficinas necessárias e com pouco número de escravos, para fazerem, como dizem, o engenho moente e corrente. Antonil - João Antônio Andreoni * Professor da Faculdade de Economia, Administração e Contabilidade de Ribeirão Preto (FEA-RP/USP). É membro do Núcleo de Estudos Comparados do Escravismo Brasileiro NUCESC. O autor agradece ao apoio da FAP-DF, do CNPq e da Fapesp. Este estudo faz parte de uma pesquisa mais ampla publicada em livro (Marcondes, 2009). 232 RENATO LEITE MARCONDES Nas últimas décadas um conjunto relativamente expressivo de novas evidências empíricas procurou qualificar as afirmativas clássicas acerca da grande lavoura escravista. De acordo com essas obras1, uma característica essencial da sociedade escravista brasileira foi a grande exploração agrícola, utilizando em larga escala mão-de-obra cativa. Nas últimas décadas, novos estudos monográficos2, apontaram, para diferentes partes do país e especialmente para a segunda metade do século XVIII e a primeira metade do XIX, resultados distintos dos vislumbrados pela historiografia pioneira. A partir de fontes primárias inéditas, principalmente arrolamentos nominativos de habitantes, esses autores reavaliaram as posses cativas dos senhores, que, na maioria dos casos, não atingiu mais de cinco cativos, sendo que poucos detinham mais de quarenta cativos3. Tais resultados foram a princípio entendidos como específicos das áreas mineradoras ou voltadas ao abastecimento do mercado interno; aos poucos, contudo, consolidou-se a visão bastante abrangente da dominância dos pequenos proprietários entre os escravistas nesse período4. 1 Freyre, 1933; Buarque de Holanda, 1936; Prado Júnior, 1942; Furtado, 1959. Luna, 1981; Schwartz, 1988; Costa & Nozoe, 1989; Motta, 1999; Paiva, 1996; Barickman, 2003 e Luna & Klein, 2004. 3 As listas nominativas de habitantes são levantamentos pré-censitários, anteriores ao primeiro censo do Brasil realizado em 1872/74. Eles aprimoraram levantamentos anteriores, especialmente caráter militar, que eram bastante seletivos no recenseamento da população. A partir da restauração da capitania de São Paulo em 1765, o novo governador reorganizou as forças militares para conter o avanço castelhano. Para facilitar o recrutamento efetuou-se um censo em todos os municípios da capitania, que naquele momento abrangia a região compreendida atualmente não apenas pelo Estado de São Paulo, mas também o do Paraná e interior de Santa Catarina. Eles foram realizados de forma seriada a partir de 1765 e ganharam maior abrangência ao final do século, tornando-se bastante minuciosos não apenas com relação à totalidade da população e de suas movimentações, mas também com informações econômicas de renda e produção agrícola. A partir da Independência, em 1822, houve uma desorganização dos levantamentos, começando a ser realizado de forma mais espaçada e menos minuciosa principalmente após 1830 (ver Marcílio, 1974: 77-94; Nadalin, 2004: 47-53). Paralelamente, outros levantamentos de caráter censitário foram realizados para as outras províncias, como as de Minas Gerais (ver Luna, 1981, Costa, 1992 e Paiva, 1996), Bahia (Schwartz, 1988), Goiás (Funes, 1986) e Piauí (Mott, 1985 e Falci, 1995), especialmente do final do século XVIII até a década de 1830. Além das forças militares e arrecadatórias, a Igreja também realizava, no período colonial, levantamentos de caráter censitário, como os róis de confessados, compreendendo até mesmo a população escrava, como os realizados para o Rio Grande do Sul ao final do século XVIII. Kühn, 2004 e 2006. Por fim, existem levantamentos específicos dos escravos de algumas áreas, como os das vilas mineradoras por meio das listas de capitação dos escravos da primeira metade do século XVIII. Luna, 1981 e Valentin, 2001 e os do Maranhão no meado do século XIX. Marcondes, 2005. 4 Entre os mais de trinta mil escravistas analisados por Luna & Klein para Minas Gerais, São Paulo e Paraná na década de 1830, apenas pouco mais de quinhentos detinha um número 2 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 FONTES CENSITÁRIAS BRASILEIRAS E POSSE DE CATIVOS NA DÉCADA DE 1870 233 Para o momento anterior a 1718 ou posterior a 1840, são poucas as informações censitárias dos habitantes que poderiam servir para a análise da população cativa ou mesmo da posse de cativos5. Períodos de pujança da economia exportadora não poderiam ser contemplados, como o açúcar na primeira metade do século XVII e o café na segunda metade do século XIX. Mesmo o primeiro censo do Império realizado em 1872/74, que poderia possibilitar esse tipo de estudo, também não nos legou os seus micro-dados6. Deste modo, a historiografia mais recente procurou se apoiar em outras fontes de caráter censitário para efetuar tal discussão, como as listas e os livros de matrícula especial ou classificação dos escravos para a década de 18707. Nesse artigo, apresentamos esta documentação alternativa e discutimos o perfil da população e a estrutura da posse cativa para um conjunto de diferentes municípios brasileiros selecionados para a pesquisa na década de 1870. De início, qualificamos a documentação e a amostra que embasou esta pesquisa, especialmente a sua representatividade na totalidade do território nacional e em termos da composição etária. Posteriormente, analisamos as características demográficas e econômicas dos escravos matriculados e/ou classificados nessuperior a 40 cativos, representando 1,8% do total. De outro lado, quase um quarto dos escravistas possuíam tão-somente um cativo (24,5%). Ademais, cerca de dois terços dos escravistas mantinham de 1 a 5 cativos em seus plantéis (66,5%). A concentração das posses mostrou-se notória, pois estes últimos detinham apenas 23,4% dos escravos (Luna & Klein, 2004: 10). Por fim, de forma ilustrativa, observamos, no caso de Iguape situada no recôncavo baiano, que quase a metade dos escravistas detinha até quatro escravos em 1835. Barickman, 2003: 241. 5 Não consideramos neste artigo os estudos da posse cativa a partir de inventários post mortem, pois a comparabilidade destes com os resultados da análise baseada em arrolamentos nominativos mostra-se prejudicada. Richard Graham já chamou a atenção para esta questão (1983: 248). Mais recentemente, Maurício Martins apontou, ao estudar Taubaté (SP) de 1680 a 1848, uma posse média de escravos calculada a partir de listas nominativas superior a dos inventários, bem como a representatividade dos senhores de poucos escravos revelou-se maior nas listas (2001: 17-35). Por fim, Zephyr Frank verificou, para a região do Rio das Mortes em Minas Gerais na década de 1830, «as informações dos inventários se correlacionam bem com as relativas às das listas nominativas. A amostra de inventários rendeu uma média de 8,74 escravos entre os falecidos, contra uma média de 7,42 entre os proprietários recenseados». Frank, 2006: 12. 6 Houve um arrolamento populacional prévio ao censo na paróquia de São Cristovão do município da Corte em 1870, para o qual se dispõe dos micro-dados (ver http://biblioteca.ibge.gov.br/visualizacao/monografias/visualiza_colecao_digital.php?titulo=Recenseamento %201870:%20S%E3o%20Christov%E3o&link=Recenseamento_1870_Sao_Cristovao). 7 Segundo Robert W. Slenes, para o período posterior a 1850, os livros de matrícula são os «únicos manuscritos nominativos de um censo nacional (fora, talvez, os dos recenseamentos de hoje em dia) que têm sido preservados, ainda que de forma parcial, por todo o país». Slenes, 1983: 120. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 234 RENATO LEITE MARCONDES sa amostra, realizando uma divisão por regiões. Por fim, analisamos a distribuição da posse de cativos do conjunto destas localidades, mostrando a importância absoluta e relativa dos distintos tamanhos de plantéis dos escravistas. As condições sociais, econômicas e até mesmo geográficas das regiões demarcaram o padrão de propriedade escrava daquela época. FONTES CENSITÁRIAS PARA A ESCRAVIDÃO Podemos considerar a população escrava mais registrada por parte dos administradores coloniais e imperiais do que a própria população livre, especialmente a mais pobre. Tal afirmativa decorre do escravo constituir uma propriedade do senhor, tornando-o passível de compra, venda, herança, alforria, doação, tributação, hipoteca, penhor, aluguel, dote, matrícula etc. Tais operações transformaram-se, na maior parte das vezes, em algum registro documental do escravo, apesar de não efetuado pelo próprio, mas por meio do seu proprietário ou de um terceiro. Na questão das fontes censitárias, podemos ilustrar o registro específico dos escravos por meio de um conjunto documental do período da América portuguesa: as listas nominativas de capitação derivadas da tributação sobre os escravos moradores das áreas mineradoras e efetuadas na primeira metade do século XVIII. Ademais, a documentação censitária pode assumir um caráter específico de uma província em função de algum conflito ou interesse, como as relações e os mapas dos escravos maranhenses posteriores às revoltas do período regencial. Posteriormente às afamadas listas nominativas de habitantes do final do século XVIII e das primeiras décadas do XIX, realizou-se o primeiro recenseamento do Império em 1872/74, que, porém, não nos legou informações individualizadas das pessoas; ou, pelo menos, ainda não foram descobertos os seus micro-dados, que talvez nunca o sejam. Dispomos apenas das tabelas mais agregadas por paróquia, que nos permitem alguns recortes a respeito da demografia escrava para quase a totalidade das vilas existentes naquele momento8. Tais tabelas apresentam as seguintes informações da população paroquial: sexo, cor (preto e pardo), estado conjugal (casado, viúvo e solteiro), faixa etária, religião (todos católicos?), nacionalidade (brasileiro ou não), alfabetização (sabe ler e escrever), deficiências físicas e profissão. Esse detalhamento de informações dos escravos por paróquia nos possibilita analisar diversos recortes, como, por exemplo, a distribuição da população pelo território, a 8 DGE, 1876. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 FONTES CENSITÁRIAS BRASILEIRAS E POSSE DE CATIVOS NA DÉCADA DE 1870 235 participação dos escravos na população livre, a construção de pirâmides etárias etc. Apesar disto, não podemos conhecer, por exemplo, as relações familiares além das conjugais entre os cativos paroquianos e a distribuição deles de acordo com o tamanho da propriedade escrava do proprietário. Os recortes de apresentação dos resultados são dados pelas tabelas publicadas na época, não permitindo ao pesquisador alterar a forma de análise das informações. Uma alternativa a estas restrições pode ser a documentação produzida a partir da aprovação da Lei do Ventre Livre (no 2.040) em 28 de setembro de 1871, que libertou os nascituros nesta data, denominados de ingênuos9. Nessa lei, instituiu-se obrigatoriamente a matrícula de todos os escravos: Art. 8.º - O Governo mandará proceder a matrícula especial de todos os escravos existentes no Império, com declaração de nome, sexo, estado, aptidão para o trabalho e filiação de cada um, se for conhecida. [...] § 2.º - Os escravos que, por culpa ou omissão dos interessados não forem dados à matrícula, até um ano depois do encerramento desta, serão por este fato considerados libertos10. As matrículas dos escravos representam uma alternativa importante na falta dos recenseamentos, possibilitando —como veremos adiante— o estudo da posse de cativos11. Este levantamento assumiu funções censitárias, devendo compreender informações individualizadas de todos os cativos do país. Todo o escravo recebeu um número de matrícula em seu município, que deveria ser mencionado em qualquer processo que envolvesse o cativo como sua identificação. Esta lei ainda criou um fundo de recursos para a libertação dos escravos12. Tal lei foi regulamentada pelo decreto 4.835 de 1 de dezembro de 1871, que especificou de melhor modo as informações a serem levantadas e a sequência das informações na matrícula: Art. 1.º A matrícula de todos os escravos existentes conterá as seguintes declarações: 1.º O nome por inteiro e o lugar da residência do senhor do matriculado; 2.º O número de ordem do matriculado na matricula dos escravos do município e nas relações do que trata o art. 2.º deste Regulamento; 3.º O nome, sexo, cor, idade, 9 Esta legislação teve influência da Lei Moret da Espanha de 1870, que registrava e libertava os filhos de mães escravas e as pessoas maiores de sessenta anos. A lei espanhola foi utilizada como referência pelos legisladores brasileiros. Slenes, 1983: 132. 10 http://www.soleis.adv.br/leishistoricas.htm. 11 Existiram anteriormente e posteriormente outras tentativas de matrícula dos escravos, como a matrícula geral de 1886-87 após a lei que libertava os sexagenários, porém esta foi a mais abrangente e completa. 12 O Fundo de Emancipação receberia recursos para serem utilizados na libertação dos escravos, conforme o «Art. 3.º - Serão anualmente libertados em cada província do Império tantos escravos quantos corresponderem à quota anualmente disponível do fundo destinado para a emancipação». Ventre Livre, 1871. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 236 RENATO LEITE MARCONDES estado, filiação (se for conhecida), aptidão para o trabalho e profissão do matriculado; 4.º A data da matrícula; 5.º Averbações; Art. 2.º A matrícula dos escravos será feita no município em que eles residirem (...) Art. 8.º Aos Coletores, Administradores de Mesas de Rendas e de Recebedorias de Rendas Gerais internas, e Inspetores das Alfandegas nos municípios onde não houver aquelas estações fiscais, compete fazer a matrícula13. Adicionaram-se os dados de cor, idade e profissão aos registros de matrícula, não previstos na Lei do Ventre Livre14. A matrícula especial deveria ocorrer entre abril de 1872 e setembro de 1873, sob punição de multa e, depois de um ano de atraso em relação ao término da matrícula, os escravos não registrados seriam considerados libertos. Na matrícula, os escravistas receberam ao matricularem seus escravos nos municípios uma cópia da relação dos matriculados, que a partir desse momento deveria ser apresentada pelos herdeiros do escravista como comprovação da propriedade nos inventários15. Houve grande adesão a matrícula pelos escravistas, pois se matriculou praticamente toda a população recenseada naquela mesma época (ver Slenes, 1983: 121-124). A partir da matrícula dos cativos pelos proprietários deveria ser efetuado o livro de matrícula do município. Nesse período, regulamentou-se o Fundo de Emancipação em 13 de novembro de 1872 mediante o decreto 5.135. Para a utilização dos recursos na libertação dos escravos estabeleceu-se critérios de prioridade para a compra da liberdade. Este regulamento determinava a classificação dos cativos em duas ordens como segue16: I. Famílias; II. Indivíduos; § 1.º Na libertação por famílias, preferirão: I. Os cônjuges que forem escravos de diferentes senhores; 13 http://www.camara.gov.br/internet/infdoc/conteudo/colecoes/legislacao/legimpcd-06/ leis 1871/pdf96.pdf#page=7 14 Ao comparar a qualidade das informações da matrícula com as do censo daquele momento, Robert Slenes verificou que são «bastante confiáveis», sendo na matrícula houve uma tendência de redução das idades dos escravos mais idosos. A possibilidade de libertação dos sexagenários condicionou este procedimento dos proprietários. Slenes, 1983: 132-133. 15 Um exemplo de matrícula individual de proprietário consiste na seguinte: «Relação n.º 488 dos escravos pertencentes a Alberto Moreira Castro residente na cidade de Lençóis província da Bahia município dos Lençóis paróquia de N. S. da Conceição». A partir deste título são relacionados os escravos e o documento é encerrado, sendo nesse caso com a afirmativa: «Apresentado a matrícula e matriculado em 14 de outubro de 1872, pagou um mil réis de emolumentos.» 16 http://www6.senado.gov.br/legislacao/ListaPublicacoes.action?id=76935&tipoDocumento=DEC&tipoTexto=PUB Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 FONTES CENSITÁRIAS BRASILEIRAS E POSSE DE CATIVOS NA DÉCADA DE 1870 237 II. Os cônjuges, que tiverem filhos nascidos livres em virtude da lei e menores de oito anos; III. Os cônjuges, que tiverem filhos livres menores de vinte e um anos; IV. Os cônjuges com filhos menores escravos; V. As mães com, filhos menores escravos; VI. Os cônjuges sem filhos menores. § 2.º Na libertação por indivíduos, preferirão: I. A mãe ou pai com filhos livres; II. Os de doze a cinquenta anos de idade, começando pelos mais moços do sexo feminino, e pelos mais velhos do sexo masculino A partir da matrícula, a junta de classificação composta pelo presidente da Câmara, Promotor público e coletor distribuiu os cativos nessas ordens e depois registraram no livro de classificação dos escravos para serem libertados pelo Fundo de Emancipação. A classificação deveria ser atualizada periodicamente nesse livro em novas listagens, contemplando as alterações decorrentes do falecimento ou migração dessa população e a própria libertação. Contudo, a reduzida efetividade da libertação pelo fundo em virtude da carência de recursos restringiu a necessidade de revisar a lista de classificação17. Além de alterar a sequência dos dados com relação ao de matrícula, a classificação incluiu duas novas variáveis: valor e moralidade do escravo, que deveriam ser considerados na libertação18. Apesar de abarcar a grande maioria dos escravos, a classificação não contemplou, ao contrário da matrícula, a totalidade da população escrava do município, pois os menores de 12 anos e maiores de 50 sem vínculos familiares não seriam classificados para a libertação. Tal lacuna mostrou-se mais importante entre os idosos do que entre as crianças, pois estas mantinham maiores relações familiares, especialmente com a mãe e irmãos. Se a matrícula nos fornece o conjunto total dos cativos, as duas outras fontes derivadas da matrícula apresentam amostras incompletas do total de escravos. A partir dos inventários post-morten os pesquisadores procuraram remontar a 17 Um estudo pioneiro com base nas listas de classificação dos escravos para a libertação foi efetuado por Márcia Graf em sua dissertação de Mestrado acerca do Paraná (cf. Graf, 1974). Embora não realize um estudo da estrutura de posse de cativos, ela apresenta detalhadamente as fontes e as características da população escrava. Os seus resultados da exploração dos dados mostraram a ineficácia do Fundo de Emancipação para a libertação gradativa dos escravos e as características demográficas (sexo, idade, ocupação) do segmento cativo estudado. Rui Barbosa já tinha apontado naquele momento de 1884: «a mola redentora pomposamente magnificada sob o título de fundo de emancipação resgatou apenas 20.000, e a caridade individual cerca de 90.000 cativos. O resultado é ainda essa massa enorme de um Milão e cem mil escravos». Barbosa, 1988: 59. 18 As informações apresentadas das listas e livros de classificação foram as seguintes: número da matrícula, nome, cor, idade, estado, profissão, aptidão para o trabalho, pessoa de família, moralidade, valor, nome do senhor e observação. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 238 RENATO LEITE MARCONDES população por meio das relações de escravos pertencentes aos proprietários anexadas a estes processos19. Como nem todos os escravistas que matricularam seus escravos em 1872 e 1873 faleceram até 1888, esta abordagem também se mostra bastante parcial em comparação à totalidade da população cativa. Assim, estes dois caminhos de pesquisa baseados nessas fontes permitem a reconstrução de uma parcela da população escrava, remontada por meio do nome dos proprietários, escravos e número de matrícula. Os livros de matrícula são, atualmente, bastante raros para a maior parte do território brasileiro, à exceção da província de Goiás. As duas outras fontes derivadas da matrícula mostraram-se mais frequentemente utilizadas pelos pesquisadores: relações de escravos dos proprietários e a classificação. O primeiro documento foi obtido em geral nos inventários e permitem remontar os plantéis de forma integral dos seus proprietários. Como nem todos os proprietários da matrícula deixaram inventários ou esses processos não sobreviveram até hoje, há uma lacuna importante, que em geral compreende segundo nossa experiência de dez a vinte pontos porcentuais do total matriculado. Já a classificação compreendeu, em geral, uma maior parcela da população cativa disposta nas várias ordens, porém nem todos os escravos dos proprietários foram classificados como informado acima20. Os estudos mais recentes utilizaram-se principalmente as listas ou livros de classificação para a análise da população escrava daquela época21. A escolha para a nossa pesquisa recaiu sobre os três tipos de registros decorrentes da matrícula especial dos escravos: livros de matrícula, relações de escravos pertencentes aos proprietários e a classificação22. Por ainda existirem 19 Slenes, 1983 e 1998. A partir dos escravos dispostos nas diversas ordens da classificação, o pesquisador reconstrói os plantéis por meio do nome do proprietário e número de matrícula. Contudo, os menores de 12 anos e maiores de 50 que não possuíam relações familiares não foram classificados. 21 Vários autores debruçaram-se sobre essa documentação para alguns municípios brasileiros, realizando, na maioria das vezes, análise da propriedade escrava: Galliza, 1979; Slenes, 1983; Falci, 1995; Paiva e Libby, 1995; Castro e Schnoor, 1995; Passos Subrinho, 1997 e Pena, 1999. Os estudos da demografia escrava por meio dos inventários não se restringiram, na maior parte dos casos, a documentação da matrícula e seu período, dificultando a comparação com as informações analisadas. 22 Na maior parte dos casos lançamos mão de listas ou livros de classificação dos escravos para libertação pelo Fundo de Emancipação e nem tanto de livros de matrículas, que foram mais comuns apenas para Goiás. A classificação não retrata toda a população da localidade e em alguns casos não pudemos incorporá-los nesta pesquisa em função do pequeno número de escravos retratados em relação ao total matriculado, em geral quando inferior à metade do total. De outro lado, em certos casos conseguimos utilizar de forma complementar à classificação as relações de matrícula dos proprietários apensadas aos inventários, como no caso de Amparo, 20 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 FONTES CENSITÁRIAS BRASILEIRAS E POSSE DE CATIVOS NA DÉCADA DE 1870 239 espalhados pelos arquivos estaduais e municipais, cartórios, bibliotecas e museus debruçamo-nos, principalmente, sobre as listas ou livros de classificação dos escravos para libertação pelo Fundo de Emancipação e, em menor monta, nos de matrícula, efetuados mormente entre 1872 e 187723. Essas fontes mostraram-se relativamente homogêneas e existentes para diversas localidades de diferentes províncias brasileiras, possibilitando o estudo da propriedade escrava de distintas áreas. Localizamos essa documentação para quase a totalidade das províncias, porém a cobertura do conjunto dos seus municípios oscilou muito. Em algumas se revelou bastante completa a amostragem —como Goiás, Paraná e Piauí—, contudo em outras se restringiu a tão-somente um município —por exemplo Pará, Maranhão, Espírito Santo e Rio de Janeiro—. O vale do Paraíba fluminense, que constituiu uma das principais áreas cafeeiras do país, não apresentou informes muito abrangentes. De todo modo, uma amostra de 69 localidades para várias províncias garantiu a viabilidade do estudo, compreendendo as mais diversas partes do país, desde a campanha gaúcha até a floresta amazônica paraense sem desconsiderar o litoral, planalto, cerrado, sertão etc. AMOSTRA E LIMITES Os dados levantados apresentam duas ausências bastante notórias, em termos de algumas idades e do espaço brasileiro. A primeira refere-se à própria documentação e ao momento da sua feitura, já posterior a Lei do Ventre Livre e com a ausência da totalidade dos ingênuos. De igual sorte, como salientado antes, a classificação dos escravos para a libertação pelo Fundo de Emancipação não contemplavam indivíduos sem família com idades menores do que 12 anos e maiores de 50 anos. No caso dos mais jovens não classificados, as ausências deveriam ser menores, pois muitas crianças mantinham laços familiares, porém as lacunas revelaram-se maiores para os mais idosos. Podemos avaliar de melhor forma estas ausências no gráfico 1 da pirâmide etária da população escrava de nossa amostragem. Como esperado, houve uma reduzida Itu, Lagarto, Lorena, Mogi das Cruzes, Ouro Preto, Ponte Nova, Rio Pardo e Dom Pedrito. No apêndice do artigo, apresentamos as fontes utilizadas (livro de matrícula, relação de escravos e classificação) para todas as localidades em consideração nesta pesquisa. Assim, realizamos um esforço de cruzamento das fontes e reconstrução destas populações cativas, controlada pelo nome do proprietário e o nome e número de matrícula dos escravos. Para maiores informações dos procedimentos metodológicos desta pesquisa ver Marcondes, 2009. 23 A maior parte das informações refere-se aos anos de 1872 a 1875. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 240 RENATO LEITE MARCONDES proporção de crianças até quatro anos de idade, mas para a faixa etária subseqüente a representatividade cresceu significativamente24. De forma semelhante, a redução da proporção de idosos a partir da faixa de 50 a 54 anos e principalmente da de 55 a 59 anos também foi significativa, confirmando a análise anterior de Robert Slenes. GRÁFICO 1. PIRÂMIDE ETÁRIA DOS ESCRAVOS DA AMOSTRA 80 ou + 75-79 70-74 65-69 60-64 55-59 50-54 45-49 40-44 35-39 30-34 25-29 20-24 15-19 10-14 5-9 0-4 15 10 5 0 Homens 5 10 15 Mulheres 24 Podemos comparar nossos resultados com os dados agregados da matrícula, a fim de verificar mais precisamente estas diferenças. Para tanto, reorganizamos as informações das idades de acordo com a apresentação nessa fonte (ver Oliveira, 1875, anexo G6-SN). Nela, as crianças até um ano representavam 1,2% e apenas 0,2% em nossa amostra, salientando a lacuna as crianças mais novas. Na faixa seguinte (de 1 a 7 anos), a matrícula informou a presença de 15,0% dos escravos e a nossa amostra 10,4%, demonstrando um menor sub-registro. No grupo etário subseqüente, a matrícula forneceu a participação de 16,4% dos cativos e a nossa amostra 17,6%. Para os escravos em idade mais ativa (de 15 a 49 anos), eles representavam 59,4% dos matriculados e 63,6% dos da amostragem. Por fim, os idosos (de 50 ou mais anos) perfizeram 8,0% na matrícula e 8,2% na amostra. A partir destes resultados, observamos maiores problemas sub-registro nos mais jovens e nem tanto nos idosos, de outro lado a maior representação dos em idade ativa. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 FONTES CENSITÁRIAS BRASILEIRAS E POSSE DE CATIVOS NA DÉCADA DE 1870 241 A pesquisa realizou-se pautada pela disponibilidade de fontes existentes atualmente e, por isso, não alcançamos uma amostragem sem viés ao longo do espaço brasileiro. Conseguimos levantar informações das matrículas e/ou classificação para catorze das vinte e uma províncias, envolvendo 69 cidades e chegando a um total de mais de cento e doze mil cativos. Tal amostra representou 7,3% do total de escravos matriculados no país. O banco de dados formado consiste num dos principais registros nominais em termos da população escrava brasileira. Contudo, a amostra conseguida durante a pesquisa mostrou-se bastante parcial, como podemos notar na Tabela 1, que fornece a população matriculada e amostral das províncias. O Norte do país teve um único representante: Cametá no Pará. Por outro lado, o Sul e o Oeste revelaram-se proporcionalmente super-representados, por conta da preservação significativa das informações para o Paraná e Goiás, porém houve a lacuna de Santa Catarina e Mato Grosso. Não obstante a boa reprodução da importância relativa do Nordeste e Sudeste na amostra, quando avaliamos a distribuição da população escrava amostral entre as províncias que compõem as regiões, verificamos a ausência de dados para a Corte, Ceará, Rio Grande do Norte e Alagoas e um sub-registro expressivo para a Bahia e Rio de Janeiro. Por fim, São Paulo respondeu por mais de um quarto do total da amostra, enquanto essa província detinha tão-somente 11,0% da população matriculada, em virtude da maior preservação e facilidade de acesso aos documentos. Apesar dos problemas de representatividade da amostragem para as províncias, a amostra obtida compreendeu os principais espaços produtivos do país: desde as áreas florestais da Amazônia para exportação da borracha e de cacau até a pecuária da campanha gaúcha, passando pelo sertão, agreste e mata nordestinos, pelo cerrado do interior do país, pelo litoral e floresta atlântica etc. Se, de um lado, não temos informação das áreas açucareiras do recôncavo baiano ou da zona da Mata de Alagoas, de outro há dados com relação à Mata pernambucana e sergipana. De forma semelhante, não dispomos dos municípios cafeeiros do vale do Paraíba fluminense em nossa pesquisa, mas temos muitas informações para o vale paulista. Além da representatividade da província, há diferenças importantes no seu interior, como por exemplo ocorreu no caso do Maranhão com participação matriculada e amostral semelhante, porém não podemos afirmar que São Luís represente a província. Destarte, no referente ao conjunto do país, a amostra revelou uma cobertura bastante expressiva. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 242 RENATO LEITE MARCONDES TABELA 1. POPULAÇÃO ESCRAVA BRASILEIRA SEGUNDO A MATRÍCULA E A AMOSTRA (1872-1877) Matricula Amostra Províncias % 1.183 30.989 0,1 2,0 – 2.895 – 2,6 – 9,3 Nordeste Maranhão Piauí Ceará Rio Grande do Norte Paraíba Pernambuco Alagoas Sergipe Bahia 74.939 25.533 33.960 13.484 27.245 93.496 33.242 32.974 173.639 4,8 1,6 2,2 0,9 1,8 6,0 2,1 2,1 11,2 5.325 13.120 – – 1.579 8.980 – 6.572 2.796 4,8 11,6 – – 1,4 8,0 – 5,8 2,5 7,1 51,4 – – 5,8 9,6 – 19,9 1,6 Sudeste Espírito Santo Corte Rio de Janeiro Minas Gerais São Paulo 22.738 47.260 304.744 333.436 169.964 1,5 3,1 19,7 21,6 11,0 2.963 – 1.497 13.124 33.713 2,6 – 1,3 11,6 29,9 13,0 – 0,5 3,9 19,9 Oeste Goiás Mato Grosso 11.876 7.064 0,8 0,5 7.299 – 6,5 – 61,5 – Sul Paraná Santa Catarina Rio Grande do Sul 10.715 14.730 83.370 0,7 0,9 5,4 7.940 – 4.942 7,0 – 4,4 74,1 – 5,9 1.546.581 100,0 112.745 100,0 7,3 Norte Amazonas Pará TOTAL Total % Amostra % Matrícula Total Fonte: Matrícula. Slenes, 1983: 126. POPULAÇÃO ESCRAVA Do conjunto de mais de cem mil escravos trabalhados, verificamos um perfil demográfico com o predomínio numérico dos homens em relação às mulheRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 243 FONTES CENSITÁRIAS BRASILEIRAS E POSSE DE CATIVOS NA DÉCADA DE 1870 res, assumindo uma razão de sexo de 10825. Se dividirmos a população pelas regiões brasileiras notamos diferenças significativas, como observado na Tabela 2. A região Norte e a Nordeste apresentaram um menor número de homens relativamente às mulheres, enquanto o Sudeste forneceu a maior razão de sexo (123) em decorrência da presença maior do café nessa região. O Sul e o Oeste detinham uma proporção ligeiramente maior de homens em comparação às mulheres, mas prevalecia o equilíbrio numérico dos dois contingentes. Ao que tudo indica, a menor influência dos anos derradeiros do tráfico africano e o maior fluxo emigratório nas províncias mais ao Norte produziu uma distinção expressiva na composição sexual das populações das regiões. TABELA 2. RAZÃO DE SEXO E ESTRUTURA ETÁRIA SEGUNDO REGIÕES BRASILEIRAS Razões de sexo 0 a 14 anos % 15 a 49 anos % 50 ou mais % Razão criança/mulher Oeste Nordeste Norte Sudeste Sul 102 95 93 123 104 33,1 30,3 35,8 30,0 33,0 59,4 63,7 57,5 59,2 61,4 7,5 6,0 6,7 10,8 5,6 1.104 899 1.181 1.139 1.059 Total 108 30,8 61,0 8,2 1.035 Regiões Obs: Razão de sexo é o número de homens por grupo de 100 mulheres. A razão crianças de 0 a 14 anos em relação às mulheres em idade fértil (de 15 a 49 anos) é expressa por mil mulheres. Dos 112.745 escravos analisados, não conseguimos levantar a informação do sexo para 736 e de idade para 1.627. Outra informação disponível nos dados originários da matrícula é a cor dos escravos. A grande maioria foi assinalada como preta (65,0% do conjunto) e secundariamente parda (24,0%). Os demais mestiços (cabras, mulatos, fulas etc.) representaram quase um décimo do total (9,9%). Como já apontado pela historiografia para outros períodos e espaços, as relações familiares dos escravos mostraram-se importantes nessa amostra26. Apesar de quase dois terços dos cativos serem solteiros (65,8%) e pouco mais de um décimo casados e viúvos (12,5%), existiam mais de um quinto de cativos com relações de filho, 25 No conjunto dos matriculados no país, Robert Slenes verificou uma razão de 111 (1983, p. 128), bastante próxima à da nossa amostra. 26 Algumas fontes foram mais específicas das relações familiares do que outras em termos do espaço considerado. A respeito da literatura de demografia e família escrava ver o survey de Flávio Motta, 1999. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 244 RENATO LEITE MARCONDES irmão ou eventualmente neto de outro cativo (21,7%). Assim, pouco mais de um terço dos cativos viviam em famílias27. No conjunto da amostra, a proporção de crianças de zero a catorze anos de idade entre esses cativos mostrou-se significativa, atingindo 30,8% enquanto os de 50 ou mais anos representaram tão-somente 8,2% do total28. A grande maioria dos escravos encontrava-se naquele momento em idade ativa (61,0%), que consideramos de 15 a 49 anos. Novamente se desagregarmos as informações, verificamos distinções importantes, pois a presença das crianças mostrou-se mais elevada no Sul, no Oeste e no Norte do país. Ao contrário do esperado, as pessoas em idade ativa foram mais representativas no Nordeste do que no Sudeste, que era a área mais dinâmica economicamente29. Por fim, os mais idosos foram mais freqüentes no Sudeste. Para a totalidade da amostra, a capacidade reprodutiva dos escravos revelou-se elevada para esse momento posterior ao final do tráfico africano. A razão criança (de 0 a 14 anos)/ mulher (de 15 a 49 anos) atingiu 1.03530. Tais patamares mostraram-se assemelhados aos verificados para outras áreas em diferentes períodos, porém algumas áreas destacaram-se mais do que outras31. O Norte, o Oeste e o Sudeste apresentaram os maiores patamares, apesar de distinções no perfil etário das suas populações. A menor razão foi para o Nordeste, em função da elevada presença de mulheres em idade fértil. As atividades agrícolas compreenderam a maior parte das profissões anotadas dos escravos, totalizando 62,5% deles32. Os domésticos também responde27 A variável cor e relação familiar apresentaram uma freqüência bastante expressiva em toda a amostra, alcançando o informe de cor 95,1% dos cativos e família 92,6%. Ainda havia a informação de aptidão ao trabalho e moralidade, que se mostraram menos frequentes no registro, sendo a primeira existente para três quartos dos escravos da amostra e a segunda para apenas cerca de um terço do total. Mesmo assim no primeiro caso, quatro quintos dos escravos com informação desta variável foram classificados com aptos (80,0%). No segundo, a moralidade revelou-se, para os casos que temos o informe, principalmente boa (70,0%), mas havia também regular ou alguma (25,0%) e sofrível (4,4%). 28 Em comparação com o resultado da matrícula do conjunto do país notamos participações assemelhadas, pois para o conjunto do país a razão de sexo foi de 111 e as crianças perfizeram 32,5% e os idosos 7,8%, ver Slenes, 1983: 128-131. 29 A população entre as províncias nordestinas apresentou distinções expressivas com relação à distribuição etária. Enquanto Pernambuco detinha 28,0% de crianças, o Piauí esse porcentual atingiu 33,8%. Marcondes, 2009, capítulos 5 a 7. 30 A razão criança mulher é uma medida aproximada da fecundidade geral da população. 31 Ver por exemplo o Maranhão no meado do século XIX em Marcondes (2005). 32 Entre estas se destacaram a de lavrador, roceiro, campeiro, agricultor, vaqueiro, serviço rural etc. A informação de profissão foi também bastante freqüente na documentação compulsada, atingindo 78,0% de toda a amostra, mas 92,0% dos escravos maiores de dez anos de idade. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 FONTES CENSITÁRIAS BRASILEIRAS E POSSE DE CATIVOS NA DÉCADA DE 1870 245 ram por uma parcela significativa dos cativos, perfazendo pouco mais de um quarto do total (27,0%)33. As demais profissões representaram parcelas menores do conjunto escravo. Entre elas destacaram-se a de pedreiro/servente (2,3%), fiandeira/rendeira (2,0%), carreiro/tropeiro/arrieiro (1,3%) e jornaleiro/ganhador (0,6%). Como esperado, a agricultura demonstrou a sua importância na ocupação dos escravos nesse momento34. Quando analisamos o perfil demográfico dos escravos envolvidos em atividades agrícolas, verificamos a forte presença de homens (67,7%). A razão de sexo deles atingiu um patamar muito elevado (210). Por outro lado, nas atividades domésticas preponderam as mulheres, chegando a representar 88,6% do total. De igual modo, a razão alcançou apenas 13. Deste modo, há uma forte especialização entre os sexos para as atividades agrícolas e domésticas. ESTRUTURA DA POSSE DE ESCRAVOS Como vimos anteriormente, as pesquisas sobre a posse de cativos baseadas em fontes de caráter censitário compreenderam diferentes estudos referentes a lugares bastante diversos ao longo do território brasileiro e, em geral, ao período anterior a 185035. Neste artigo, analisamos uma amostra para o conjunto do país na década de 1870, abarcando pouco mais de vinte e cinco mil escravistas brasileiros36. Os nossos resultados salientaram, como já observado pela historiografia para outros períodos, a presença elevada de pequenos e médios escravistas. Um indicador dessa condição pode ser observado por meio do número médio de escravos dos proprietários, que chegou a 4,4 cativos por escravista. Corroborando este último resultado, outras medidas de posição reforçaram tal visão: a mediana foi dois e a moda um. Este último subconjunto mostrou-se substancial, pois os proprietários detentores de tão-somente um cativo somaram quase dez mil proprietários, ou seja, mais de um terço de todos os escravistas. 33 Classificamos como domésticas as seguintes profissões: cozinheiro, costureiro, serviço doméstico, mucama, engomadeira, lavadeira, pagem, criada etc. 34 Tal resultado relacionou-se à informação agregada da matrícula, na qual para o conjunto do país 86% dos escravos residiam no ambiente rural. Assim, não apenas os trabalhadores mais diretamente ligados a agricultura moravam no campo, bem como muitos domésticos. 35 Uma exceção é o estudo de Flávio Motta, Nozoe e Costa, 2004 sobre São Cristovão em 1870 (paróquia do município neutro), baseado numa prévia do censo de 1872. 36 Destes a grande maioria eram homens (78,4% do total), mas havia pouco mais de um quinto de mulheres (20,8%). Por fim, ainda existiam companhias e instituições religiosas, que detinham quase um ponto porcentual (0,7%). Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 246 RENATO LEITE MARCONDES O terceiro quartel do século XIX constituiu um momento de expansão cafeeira pelo Sudeste brasileiro, incorporando novas áreas produtivas, até mesmo em função de preços e condições favoráveis de transportes e beneficiamento. As exportações cresceram no período, acompanhadas pela maior demanda por mão-de-obra, que não pode ser mais atendida pelo tráfico africano, apenas pela disponibilidade interna, já que a grande imigração européia iniciou-se somente na década seguinte. Entretanto, a estrutura produtiva apresentada por estes novos dados da posse de cativos ainda demonstra patamares de posses bastante reduzidos para estas áreas cafeeiras e mesmo para o conjunto brasileiro. Por outro lado, a difusão da posse revelou-se muito expressiva e por todo o território brasileiro. Se a posse média calculada nesta amostra for aceitável para a totalidade do território, podemos estimar que no início da década de 1870 deveria existir cerca de 350 mil escravistas no país. Se suas famílias compreendessem geralmente de 4 a 6 pessoas, provavelmente o total de pessoas livres que viviam com a presença de escravos chegava de 16,3% a 24,4%37. Uma a cada quatro ou cinco famílias brasileiras mantinham escravos, apesar de serem poucos. Deste modo, entendemos de melhor forma a resistência à abolição da escravatura no país. A distribuição dos escravos pelos seus proprietários revelou, no seu todo, uma concentração bastante elevada, chegando o índice de Gini a 0,57638. Como observamos na Tabela 3, quatro quintos dos plantéis continham menos de seis cativos, porém eles detinham pouco mais de um terço do total dos escravos. Havendo de seis a vinte pessoas em suas escravarias, os escravistas médios representaram um pouco mais de um sexto do seu conjunto, contudo mantinham quase quatro décimos dos cativos. Por fim, os grandes proprietários com vinte e um ou mais elementos em seus plantéis totalizaram tão-somente três por cento. Contudo, estes possuíam mais de um quarto do total dos escravos. 37 Utilizamos o censo de 1872/74 como indicador do total de escravos e de pessoas livres no país. Tais estimativas são bastante conservadoras para a posse média, que provavelmente seria menor para o país do que a calculada nesta pesquisa. De outro lado, as famílias poderiam compreender um maior número de pessoas em seus domicílios. Como o total de fogos no censo foi de 1.336 mil, podemos estimar os domicílios escravistas representando 25,7% do total. 38 Francisco Vidal Luna esclarece: «O índice de Gini corresponde a um coeficiente estatístico, largamente utilizado para medir concentração de renda ou riqueza. Constitui, na verdade, a relação entre áreas de um quadrado, construído de forma a representar, num dos eixos (o horizonte), a população segmentada em percentis e no outro (o vertical), a riqueza ou renda (também dividida em percentis) da coletividade estudada. (...) Dessa forma, quanto mais regularmente se distribui a renda ou riqueza, mais próximo de zero estará o valor do índice (zero no limite); correlativamente, quanto mais concentrada estiver a riqueza ou renda, maior será o valor do aludido índice que, no máximo, iguala-se à unidade». Luna, 1981: 121. Utilizamos a variável posse de escravos como uma proxy da variável riqueza. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 247 FONTES CENSITÁRIAS BRASILEIRAS E POSSE DE CATIVOS NA DÉCADA DE 1870 TABELA 3. ESTRUTURA DA POSSE DE CATIVOS DA AMOSTRA Proprietários Escravos FTP 1 2a5 6 a 10 11 a 20 21 a 40 41 a 100 101 ou mais TOTAL Número % Número % 9.891 10.631 2.984 1.391 496 178 27 38,7 41,5 11,7 5,4 1,9 0,7 0,1 9.891 31.787 22.400 19.556 13.932 10.445 4.718 8,8 28,2 19,9 17,3 12,3 9,3 4,2 25.598 100,0 112.729 100,0 Obs: FTP = faixas de tamanho dos plantéis. Nesta tabela, consideramos tão-somente os casos com o nome do proprietário determinado, desconsiderando 16 casos de escravos. Como observado na literatura para a década de 1830, os plantéis gigantes com mais de uma centena de cativos constituíram em quase uma exceção, atingindo vinte e sete unidades, das quais tão-somente duas se situaram fora de São Paulo: um em Cabo (PE) e outro Inhambupe (BA)39. Na província paulista, a distribuição concentrou-se nas principais áreas cafeeiras: Bananal detinha dezesseis deles e Limeira, quatro. Embora fossem menos de três dezenas de pessoas, elas abarcaram quase cinco mil escravos. Entre eles o maior plantel chegou a compreender 419 pessoas, possuídos pela Vergueiro & Companhia de Limeira40. Desse modo, nessa nova área de cultivo do café, o porte das propriedades escravas alcançou, ainda na fase de difusão dos cafeeiros pelos seus terrenos, um padrão muito elevado. Assim, os plantéis gigantes concentraram-se nas principais áreas cafeeiras do país nesse momento. As ocupações desses escravistas não foram registradas na classificação ou matrícula, porém podemos verificar, de forma ilustrativa, a profissão declarada pela população livre no censo de 1872-74. A metade desse contingente foi recenseada como lavradores (49,8%). Ainda houve certo destaque para o serviço doméstico e o artesanato, apresentando participação de 23,4% e 17,7%, respectivamente. Por fim, o comércio alcançou três por cento dos livres. 39 Luna & Klein observaram três grandes plantéis na década de 1830 com mais de trezentos cativos em Minas Gerais, sendo um deles a Imperial Companhia de Mineração. Em São Paulo, o maior escravista detinha 164 pessoas (2004: 9). 40 Em Campinas, Slenes verificou, referente a década de 1870, a presença de cinco escravarias compreendendo cem ou mais escravos, cf. Slenes, 1998: 77. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 248 RENATO LEITE MARCONDES A comparação ao longo do século XIX apontou um quadro de redução em termos absolutos da população escrava brasileira e das posses médias cativas, principalmente quando confrontamos os nossos dados e os fornecidos pela historiografia para o início desse século, calcados em listas nominativas de habitantes. O número médio de escravos revelou-se nos censos da década de 1830 para Minas Gerais igual a 6,6, para São Paulo 7,2 e para o Paraná 5,141 e para o recôncavo baiano 8,8 —cf. Barickman, 2003: 55-56—42. Quando consideramos tão-somente as nossas informações para os municípios selecionados destas áreas, as médias para a década de 1870 atingiram os seguintes valores: 3,7 para Minas Gerais, 6,6 para São Paulo, 3,2 para o Paraná e 5,0 para a Bahia. Assim, apesar das diferenças nos espaços analisados, consolidou-se a tendência de retração das propriedades ao longo do século XIX para essas províncias. Esse resultado pode derivar, pelo menos em parte, das restrições impostas ao tráfico africano a partir do segundo quartel do século. O avanço proporcionalmente maior da cafeicultura atenuou a redução da propriedade cativa na área paulista e provavelmente demais áreas cafeeiras. Por fim, a desigualdade da posse parece ter aumentado tão-somente para São Paulo, ocorrendo o inverso para o Paraná e Minas Gerais43. Em termos de regiões, podemos observar a distribuição da posse de cativos na Tabela 4. As posses mostram-se mais reduzidas no Oeste e Sul do país, atingindo valores médios inferiores a quatro cativos. Ademais, estas regiões mantinham os menores índices de Gini de toda a amostra, apontando uma concentração mais reduzida. O Nordeste apresentou uma média um pouco mais elevada, ligeiramente superior a quatro. Por fim, o Sudeste detinha a média e o Gini mais elevados, em grande parte decorrência da faina cafeicultora44. Apesar do grande desenvolvimento cafeeiro e do dinamismo de outras culturas e atividades direcionadas tanto para o mercado interno quanto para o externo na década de 1870, o padrão da posse de cativos mostrou-se reduzido, com a presença de elevado número de pequenos escravistas. Em contrapartida, os resultados assinalaram também uma desigualdade expressiva da distribui41 Cf. Luna & Klein, 2004: 10. Esse último cômputo é nosso a partir das informações desagregadas do autor. Contamos 796 escravistas que possuíam 7.045 escravos em duas freguesias do Recôncavo baiano, sendo uma açucareira e outra de, sobretudo, fumo. 43 O índice de Gini para os 1830s foi de 0,574 para Minas Gerais, 0,596 para São Paulo e 0,527 para o Paraná. Luna & Klein, 2004: 9. Na nossa amostra, tal indicador chegou a 0,660 para São Paulo, 0,510 para Minas Gerais e 0,484 para o Paraná. 44 Nesse momento, o número médio de escravos e o índice de Gini das localidades apresentaram uma elevada correlação (0,819). 42 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 249 FONTES CENSITÁRIAS BRASILEIRAS E POSSE DE CATIVOS NA DÉCADA DE 1870 TABELA 4. Regiões Oeste Nordeste Norte Sudeste Sul Total INDICADORES DA POSSE DE CATIVOS DAS REGIÕES Escravistas Cativos Média Máximo Coeficiente de Variação Gini 2.213 9.433 594 9.574 3.784 7.299 38.370 2.895 51.283 12.882 3,3 4,1 4,9 5,4 3,4 59 194 61 419 66 1,18 1,69 1,22 2,43 1,15 0,477 0,565 0,508 0,618 0,482 25.598 112.729 4,4 419 2,10 0,576 ção dos cativos entre seus proprietários, cidades, províncias e até mesmo regiões. Assim, podemos observar uma pirâmide social dos livres formada de poucos grandes proprietários, vários médios e muitos pequenos escravistas, além do contingente mais numeroso de não-proprietários de escravos. O Brasil escravocrata na década de 1870 marcou-se comumente por um mundo de senhores de poucas posses, em geral um, dois, três ou quatro. Este quadro ajuda a explicar estrutura arraigada da escravidão em nosso país, demonstrado pela resistência em eliminar a escravidão. O apego não se originava somente de um reduzido grupo de grandes escravistas, mas também de uma multidão de pequenos escravistas. De outro lado, houve uma vivência mais próxima entre senhores e escravos, especialmente nos menores plantéis. O cotidiano da escravidão nestas condições deixava frente a frente estes indivíduos. A interação possibilitou formas variadas de relações pessoais desde as mais amenas até as mais cruéis, cordialmente demarcadas por laços de amizade/inimizade, amor/ódio etc. No apêndice do artigo reunimos os indicadores das posses de todos os municípios analisados, assim poderemos entender melhor a conformação das disparidades da propriedade ao longo do espaço, relacionando às condições socioeconômicas e até geográficas destas localidades45. Apesar das posses signi45 Uma alternativa seria agregar as localidades em grupos por meio dos indicadores de posses, facilitando a comparabilidade. A partir disso procuramos estabelecer grupos de localidades de acordo com as distribuições da posse dos cativos por meio de uma técnica tradicional das ciências sociais: a análise de cluster. Num outro trabalho, utilizamos as seguintes variáveis: as participações relativas dos escravos nas seis faixas de tamanho dos plantéis estabelecidas na seção anterior, o índice de Gini e a média de escravos de cada uma das localidades. Optamos por padronizar as médias de 0 a 1 a fim de mantermos escalas idênticas das variáveis em questão. O método de cluster hierárquico empregado foi o de Ward. O resultado apontou 13 grupos de localidades, salientando a diversidade da realidade brasileira no momento (ver Marcondes, 2009). Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 250 RENATO LEITE MARCONDES ficativas em áreas pouco relacionadas ao café, a influência direta ou indireta da cafeicultura determinou grande divergência entre as localidades em estudo, atingindo posses elevadas nas localidades paulistas de Bananal e Limeira, que detinham expressiva atividade de produção e exportação de café46. Tal disparidade não se restringiu a apresentar ou não o seu cultivo, pois o seu papel não se revelou igual em cada um dos locais que se cultivou a preciosa rubiácea. A força da plantation cafeeira dos grandes centros produtores conviveu com cidades nas quais a pequena e a média cafeicultura ganharam destaque, produzindo perfis de posses distintos47. Ao realizarmos a discussão de um momento da localidade em sua história de cultivo do café, capturamos a realidade daquele estágio do ciclo produtivo. Como vimos acima, as condições de produção revelaram-se diversas, podendo aproximar cidades, em fases cafeeiras diferentes. Não obstante este privilégio que concedemos ao café, verificamos a grande atração de outros produtos pela economia cafeeira e a sua dependência dessas mercadorias, no caso das nacionais, desde os cereais nas áreas vizinhas a, até mesmo, os animais das mais distantes48. Assim, o comércio integra áreas de distintas produções, favorecendo a especialização. Além das distinções no espaço, havia importantes diferenças da composição do plantel de escravos em virtude do porte dos escravistas, como visto na Tabela 5. A primeira diferenciação foi com relação ao sexo dos escravos, pois os plantéis menores apresentaram um maior número de mulheres em comparação com os de homens. De outro lado, os plantéis mais numerosos mostraram uma desproporção em favor dos homens. Destarte, as razões de sexo mostraram-se crescentes de acordo com a faixa de tamanho de plantel. A distribuição etária revelou um resultado não tão direto. Os plantéis intermediários apresentaram a maior presença relativa de crianças e maiores razões criança/mulher49. Os idosos elevaram sua participação à medida que cresce46 Até mesmo em Bananal que detinha a maior posse média de toda a pesquisa (15,1), os escravistas possuidores de um escravo representavam 29,3% do total. Mais da metade dos proprietários de Bananal detinham até cinco escravos (61,4% deles). 47 Mesmo nos grandes centros produtores, havia a presença de pequenos cafeicultores e escravistas. 48 Uma visão dessa mútua dependência da produção para a exportação e o mercado interno pode ser observada na obra de Bert J. Barickman (2003) para o Recôncavo baiano entre a mandioca, fumo e açúcar. 49 Devemos analisar com muito cuidado as informações da razão criança/mulher para os plantéis unitários, pois o potencial reprodutivo dependeria das relações entre escravos de diferentes plantéis. Embora existam relatos da existência de tais vínculos principalmente no meio urbano, esta possibilidade deve ser menos provável do que as relações reprodutivas dentro de um mesmo plantel. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 251 FONTES CENSITÁRIAS BRASILEIRAS E POSSE DE CATIVOS NA DÉCADA DE 1870 TABELA 5. COMPOSIÇÃO DOS PLANTÉIS SEGUNDO A ESTRUTURA DA POSSE DE CATIVOS DA AMOSTRA Razão criança (%) 0 a 14 anos 15 a 49 anos 50 anos ou mais Razão criança/ mulher % Lavoura % Dome 82 90 108 117 137 140 149 21,0 32,0 36,0 32,9 29,4 27,5 21,9 72,4 61,5 56,9 59,1 60,4 60,6 62,7 6,6 6,5 7,1 8,0 10,2 11,9 15,4 519 949 1.285 1.207 1.167 1.133 881 50,1 54,5 62,6 67,1 71,8 74,3 73,8 39,6 35,4 27,6 22,7 17,6 14,6 9,7 108 30,8 61,0 8,2 1.035 62,5 27,0 FTP Razão de Sexo 1 2a5 6 a 10 11 a 20 21 a 40 41 a 100 101 ou mais TOTAL Obs.: FTP = faixas de tamanho dos plantéis. Dome = Domésticos. ram as escravarias. Por fim, a participação relativa dos lavradores também aumentou em razão da elevação das posses, em detrimento dos domésticos. Estes últimos perfizeram quatro décimos nos plantéis unitários. CONSIDERAÇÕES FINAIS A amostra compulsada retrata uma parcela expressiva do território e da população escrava brasileira. Apesar de um momento bastante posterior ao final do tráfico africano de escravos, ainda há a predominância dos cativos do sexo masculino e em idade ativa, como apontado na literatura por meio de outras fontes e principalmente para períodos anteriores. Como esperado para uma sociedade rural, as profissões relacionadas à agricultura revelaram-se mais freqüentes do que aos serviços domésticos. Em termos do espaço, notamos a maior razão de sexo na região Sudeste. Por outro lado, nas demais verificamos um maior equilíbrio numérico entre os sexos e uma razão criança/mulher também elevada, à exceção do Nordeste que apresentou uma menor capacidade reprodutiva. Os novos resultados fornecidos neste artigo reforçam a importância da pequena e da média propriedade escrava e da elevada desigualdade das posses. Ao analisarmos um conjunto muito amplo de informações referentes a distintas realidades brasileiras, verificamos para todas elas ampla preeminência numérica dos proprietários de um, dois, três ou quatro cativos no seu conjunto. Até mesmo em áreas de grande presença da atividade exportação, seja com o Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 252 RENATO LEITE MARCONDES café ou o açúcar, não modificaram o quadro geral, mantendo apenas posses mais elevadas e maior presença de grandes plantéis. Apesar dos pequenos escravistas serem muitos, eles não detinham a maioria dos escravos, mas não podem ser desconsiderados, pois compreenderam quase um terço do total. As posses e a desigualdade revelaram-se maiores no Sudeste em comparação com o Sul e Oeste. O Nordeste mostrou um perfil intermediário em relação às demais. Por fim, o Norte aproximou-se da realidade das posses do Sudeste, mas um pouco menor. Destarte, a grande diversidade brasileira revelou-se já na década de 1870 ao analisarmos a propriedade escrava, acompanhada de uma desigualdade também elevada. REFERÊNCIAS BIBLIOGRÁFICAS Alves, Maurício Martins, Forjando igualdades na diferença: socialização parental entre cativos em Taubaté, 1680-1848, Tese (Doutorado em História), IFCS/UFRJ, 2001. Andreoni, João Antônio, Cultura e opulência do Brasil, 3.ª ed., Belo Horizonte, Itatiaia/Edusp, 1982. Barbosa, Rui, Emancipação dos escravos: o projeto Dantas (dos sexagenários) e o parecer que o justifica, Rio de Janeiro, Casa de Rui Barbosa, 1988. Barickman, Bert J., Um contraponto baiano: açúcar, fumo, mandioca e escravidão no Recôncavo, 1780-1860, Rio de Janeiro, Civilização Brasileira, 2003. Castro, Hebe Maria da Costa Mattos Gomes de & Eduardo Schnoor, Resgate: uma janela para o oitocentos, Rio de Janeiro, Topbooks, 1995. 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LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 255 FONTES CENSITÁRIAS BRASILEIRAS E POSSE DE CATIVOS NA DÉCADA DE 1870 APÊNDICE TABELA AP.1. POSSE DE CATIVOS DAS LOCALIDADES SEGUNDO SUAS PROVÍNCIAS (1872-1877) Localidades Goiás Arraias Boa Vista Bonfim Catalão Entre Rios Flores Formosa Goiás Jaraguá Meia Ponte Natividade Pilar Rio Verde Santa Luzia Maranhão São Luís Piauí Barras Batalha Humildes Jaicós Oeiras Parnaíba Piracuruca e Pedro II Teresina União Valença Paraíba Bananeiras Cajazeiras Misericórdia Pernambuco Cabo Olinda Palmares Bahia Inhambupe Ilhéus Sergipe Capela Lagarto Laranjeiras Simão Dias Proprietários Escravos Média D.P. C.V. Gini Fonte 166 66 252 366 110 45 131 385 70 146 75 110 171 120 551 288 842 1.105 400 135 486 1.085 245 454 222 271 809 406 3,3 4,4 3,3 3,0 3,6 3,0 3,7 2,8 3,5 3,1 3,0 2,5 4,7 3,4 5,0 7,5 3,5 3,1 3,7 2,1 3,8 3,2 5,5 3,5 2,6 2,0 5,6 3,1 1,51 1,71 1,05 1,01 1,01 0,70 1,04 1,12 1,56 1,13 0,89 0,81 1,18 0,93 0,489 0,514 0,471 0,457 0,476 0,371 0,447 0,461 0,544 0,458 0,421 0,399 0,526 0,453 MeC M M M M M M MeC M M M M MeC M 1.690 5.325 3,2 4,2 1,34 0,488 C 308 117 97 751 434 253 254 538 151 529 1.070 412 215 2.545 1.939 643 768 2.770 762 1.996 3,5 3,5 2,2 3,4 4,5 2,5 3,0 5,2 5,1 3,8 4,8 4,1 1,9 4,6 5,6 3,4 3,9 7,1 8,8 4,7 1,38 1,16 0,86 1,35 1,26 1,34 1,28 1,38 1,74 1,24 0,537 0,494 0,379 0,534 0,522 0,476 0,462 0,561 0,612 0,518 230 178 226 706 345 528 3,1 1,9 2,3 3,08 1,41 2,30 1,00 0,73 0,99 0,453 C 0,338 C 0,424 C 527 215 692 4.207 761 4.012 8,0 3,5 5,8 15,07 7,02 8,31 1,89 1,98 1,43 0,651 C 0,566 C 0,575 C 401 155 2.041 755 5,1 4,9 9,5 9,1 1,87 1,85 0,606 C 0,627 C 627 474 450 136 2.678 1.794 1.613 485 4,3 3,8 3,6 3,6 7,5 5,2 7,1 3,6 1,75 1,38 1,99 1,01 0,581 0,540 0,614 0,474 C C C C C C C C C C C CeR C C Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 256 RENATO LEITE MARCONDES TABELA AP.1. POSSE DE CATIVOS DAS LOCALIDADES SEGUNDO SUAS PROVÍNCIAS (1872-1877) (Continuacão) Localidades Pará Cametá Rio Grande do Sul Dom Pedrito Encruzilhada Rio Pardo Paraná Antonina, Morretes e Guaratuba Castro Comarca de Curitiba Lapa e Rio Negro Palmeira Paranaguá Ponta Grossa e Tibagy Espírito Santo Vitória Minas Gerais Dores da Marmelada Ouro Preto Paracatu Patos Ponte Nova Santo Antonio do Monte Rio de Janeiro Parati São Paulo Amparo Bananal Batatais Iguape Itu Limeira Lorena e Cruzeiro Mogi das Cruzes Paraibuna e Natividade São José dos Campos São Luiz do Paraitinga São Sebastião a Taubaté Proprietários Escravos Média D.P. C.V. Gini Fonte 594 2.895 4,9 5,9 1,22 0,508 C 377 657 236 1.490 2.429 1.023 4,0 3,7 4,3 3,5 3,7 4,5 0,90 1,00 1,06 0,442 C e R 0,466 C 0,506 C e R 38 328 813 248 164 221 354 1.038 1.376 2.053 1.021 475 659 1.318 2,7 4,2 2,5 4,1 2,9 3,0 3,7 2,7 6,7 2,4 4,6 3,0 3,6 4,2 1,02 1,59 0,96 1,12 1,02 1,19 1,12 0,441 0,547 0,424 0,506 0,456 0,470 0,497 554 2.963 5,4 7,6 1,42 0,564 C 479 603 356 355 1.296 490 1.252 2.384 1.185 1.230 5.585 1.475 2,6 4,0 3,3 3,5 4,3 3,0 3,4 5,3 3,3 3,6 5,7 3,5 1,28 1,33 0,98 1,03 1,32 1,15 0,457 0,535 0,449 0,473 0,527 0,473 350 1.497 4,3 6,3 1,48 0,555 C 251 498 486 392 612 338 376 214 249 244 383 385 663 1.889 7.536 2.361 1.539 3.397 3.274 2.501 900 1.685 1.110 2.079 1.277 4.164 7,5 15,1 4,9 3,9 5,6 9,7 6,7 4,2 6,8 4,6 5,4 3,3 6,3 11,9 38,9 8,5 4,7 11,9 28,5 11,1 5,0 12,8 6,8 9,7 3,4 11,6 1,58 2,57 1,74 1,20 2,15 2,94 1,67 1,19 1,89 1,49 1,78 1,02 1,85 0,575 0,759 0,587 0,504 0,660 0,718 0,624 0,464 0,649 0,570 0,611 0,467 0,638 C C C CeR CeR C CeR C CeR C C C C Ce C C C Ce C Ce Ce C C C C M R R R R Obs: D. P. = desvio-padrão, C. V. = coeficiente de variação, M = Matrícula, C = Classificação e R = Relação. a Inclui Caraguatatuba e Ilha Bela. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 FONTES CENSITÁRIAS BRASILEIRAS E POSSE DE CATIVOS NA DÉCADA DE 1870 257 BRAZILIAN CENSUS SOURCES AND OWNERSHIP OF SLAVES IN THE 1870S There exists a significant group of sources of a census nature for the study of slavery in the 1870s. These sources derive mainly from the registration of slaves that was established by the Law of the Free Womb of 1871. In this article, we discuss the different ways of presenting registration information. We analyze a sample of the registered slave population, including 69 towns from different parts of the country that total a little over 112,000 slaves and 25, 000 slave holders. In addition to characterizing the demographic profile of the slaves that make up the sample, we verify the ownership of slaves. KEY WORDS: Registration, slavery, demography, slave ownership, Law of the Free Womb. FUENTES CENSALES BRASILEÑAS Y PROPIEDAD DE ESCLAVOS EN LA DÉCADAD DE 1870 Existe un conjunto expresivo de fuentes de carácter censal para el estudio de la esclavitud en la década de 1870 en Brasil. Estas fuentes derivan, principalmente, de la matrícula de los esclavos determinada por la Ley de Vientre Libre de 1871. En este artículo discutimos las diferentes formas de presentación de las informaciones de la matrícula. Analizamos una muestra de la población esclava matriculada, comprendiendo 69 localidades de diferentes partes del país que totalizan poco más de 112.000 esclavos y 25.000 esclavistas. Al caracterizar el perfil demográfico de los esclavos de nuestra muestra, comprobamos la propiedad de esclavos. PALABRAS CLAVE: Censo, esclavitud, demografía, propiedad esclava, Ley de Vientre Libre. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 231-258, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.009 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 251 Págs. 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 ABOLIÇÃO NO BRASIL: RESISTÉNCIA ESCRAVA, INTELECTUAIS E POLÍTICA (1870-1888) POR RICARDO SALLES Universidade Federal do Estado do Rio de Janeiro-UniRio A Abolição da Escravidão no Brasil coloca as seguintes questões históricas: qual o caráter social do abolicionismo? Qual seu sentido histórico? Foi uma revolução ou apenas um lance na transição para o capitalismo no país? Que interesses defendia o movimento abolicionista? Que grupos sociais protagonizaram o movimento? Qual o papel dos escravos no processo? O que defendiam e quem representavam os intelectuais abolicionistas? São estas indagações que guiam esse artigo no sentido de pensar a relação entre o lugar dos intelectuais abolicionistas e as possibilidades e os limites de formação, ou o «acontecimento» da população escrava e liberta enquanto uma classe nacional no período final da escravidão no Brasil. PALAVRAS CHAVE: Segunda escravidão, abolicionismo, Brasil, intelectuais, classes sociais. O Brasil —trata-se de um lugar comum que nunca é demais repetir— foi o último país ocidental a abolir a escravidão, e não sem muita luta e pressão. Não se pode e não se deve separar a história da abolição no Brasil da história da abolição no mundo atlântico, iniciada praticamente um século antes. A distância de cerca de um século a separar as lutas pela extinção do tráfico internacional de escravos na Inglaterra e a abolição em São Domingos, em fins do século XVIII, e a abolição no Brasil não se deve, contudo, a um atraso de adaptação do país aos tempos modernos. A escravidão brasileira —e também a norte-americana e a cubana— do século XIX foi, antes de tudo, criação e criadora da modernidade contemporânea do sistema-mundo dominado pelo advento do capitalismo industrial. Como tal, e assim como este, conviveu, desde seu despertar, com forte e crescente oposição social e mesmo contestação política. 260 RICARDO SALLES Entre 1776 e 1848, o mundo ocidental em suas duas margens atlânticas, viveu uma «era de revoluções»1. Revoluções políticas puseram abaixo o Antigo Regime europeu e seu correlato americano, o Antigo Sistema Colonial. Movimentos sociais e políticos de trabalhadores passaram a demandar liberdade civil, política e igualdade social, e, entre outras reformas, a abolição do tráfico internacional de escravos e, pouco depois, da própria escravidão. Na Américas, onde se multiplicavam rebeliões escravas, particularmente no Caribe, uma delas, a revolução dos escravos e negros e mestiços livres da colônia francesa de Saint-Domingue, a mais rica de todas no mundo, foi a primeira vitoriosa na História. A Revolução Haitiana abriu um processo histórico em que, no próximo meio século, a escravidão foi abolida, de um só golpe ou por medidas graduais, por iniciativa de governos ou por pressão popular e mesmo dos próprios escravos, em diferentes regiões da América. A coincidência e a articulação entre a abolição e os processos de independência nacional da grande maioria das colônias européias na América levaram o historiador britânico Robin Blackburn a designar todo o processo de derrubada do escravismo colonial2. A escravidão pareceu, então, para muitos contemporâneos, e também para muitos estudiosos posteriores, como uma instituição do passado, em vias de desaparecimento ou fadada a desaparecer. Escravidão e civilização —noção que, neste momento, era acrescida de um sentido ligado ao progresso tecnológico e econômico e a uma série de valores associados, como a liberdade civil e de opinião— pareciam antípodas. Entretanto, neste mesmo momento histórico, em íntima conexão com o desenvolvimento do mercado mundial capitalista, nos Estados do Sul dos Estados Unidos, no Império do Brasil e na colônia espanhola de Cuba, não só a instituição servil foi mantida, como se expandiu como nunca. Nos dois primeiros casos, esta expansão constituiu, parcial ou integralmente, a base material da construção dos Estados nacionais nestas regiões. No Sul dos Estados Unidos, esta segunda escravidão, como a denominou o historiador norte-americano Dale Tomich, uma vez extinto o tráfico internacional em 1808, foi alimentada pelo crescimento vegetativo da população escrava. Em Cuba e no Brasil, pelo contrário, ela foi sustentada por um tráfico internacional revigorado, efetivamente extinto apenas em 1850 no Brasil e em 1866 na colônia espanhola3. Ainda que em Cuba a segunda escravidão tenha se afirmado a partir da renovação de sua condição colonial, no Brasil e nos Estados Unidos, ela foi, an1 Sigo, nos próximos parágrafos, com pequenas modificações, o exposto em Salles, 2008: 43 ss. 2 3 Blackburn, 2002. Tomich, 2004: esp. cap. 2. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 ABOLIÇÃO NO BRASIL: RESISTÊNCIA ESCRAVA, INTELECTUAIS E POLÍTICA (1870-1888) 261 tes de tudo, uma escravidão nacional, no sentido que sua constituição está na raiz e dependeu, em larga medida, da formação dos Estados nacionais4. Tal convivência entre o processo de destruição do escravismo colonial e o processo de construção do escravismo nacional, dentro de um mesmo quadro internacional, tanto do ponto de vista econômico quanto social, político e cultural, trouxe uma importante conseqüência para as regiões que se aferraram à instituição servil e a desenvolveram como nunca antes na história. Nessas áreas, o novo impulso escravista conviveu permanentemente com uma tensão antiescravista, tanto do ponto de vista interno quanto do ponto de vista internacional5. Nos Estados do Sul dos Estados Unidos, esta tensão foi vivenciada quase que inteiramente como um problema de política doméstica, uma vez que era o resultado direto da convivência com uma opinião pública antiescravista e logo abolicionista que se desenvolvia nos estados nortistas. No Império do Brasil —onde uma opinião pública abolicionista só começou a tomar corpo a partir de meados da década de 1860— a tensão resultou, ao menos até 1850, da pressão inglesa pela extinção do tráfico internacional de escravos. Com a extinção do tráfico nesta data, houve um esvaziamento desta tensão, que só começou a se delinear, agora a partir de forças internas, mesmo que deflagradas, em parte, pelo resultado da Guerra Civil Norte-americana, a partir de meados da década de 1860 e, mais especificamente, a partir de 1871, quando os debates parlamentares em torno da lei que decretava a liberdade do ventre da mulher escrava reabriram a questão. Entretanto, pode-se dizer que, do ponto de vista interno, a tensão antiescravista repercutia no interior do próprio campo intelectual e político imperial, desde suas origens na década de 1820. A escravidão era tema ineludível. Fazia parte do repertório de assuntos que, de alguma maneira, relacionavam-se com as questões do século, tais como o liberalismo, o governo representativo, a civilização e o progresso, os movimentos sociais e, evidentemente, a ordem e a liberdade. Este fato era exacerbado pela dimensão cosmopolita do campo intelectual brasileiro, marcado, ao mesmo tempo, por uma grande distância or4 Sobre os processos escravistas em Cuba e no Brasil, principalmente em relação ao encaminhamento da abolição do tráfico internacional de escravos e da abolição da escravidão, ver Schmidt-Nowara, 2008: 101-119. Sobre os processos políticos da primeira metade do século XIX e a questão da escravidão, Marquese, Berbel e Parron, 2010. 5 Celso Castilho, analisando o processo abolicionista brasileiro, particularmente na província de Pernambuco, distingue entre anti-escravismo, quando se tratou apenas de opiniões contra a escravidão, emancipacionismo, quando se tratou de políticas de abolição gradual, e abolicionismo, quando houve a proposta de abolição completa. Cf. Castilho, 2008: vii-viii. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 262 RICARDO SALLES gânica no que tange aos grupos subalternos da sociedade, em especial, os escravos, e por sua polarização pelos centros intelectuais internacionais6. Dessa forma, a tensão antiescravista passava pelo interior do próprio Estado nacional, através de suas instituições e agentes, assim como através do espaço público, envolvendo intelectuais, políticos, escritores, jornalistas, a imprensa, associações e demais instituições. Esta tensão antiescravista repercutia ainda sobre um quadro de resistência escrava endêmica, marcado, no entanto, por crescente e novo protagonismo do cativo nas suas relações com os senhores e outros setores sociais na Era das Revoluções7. É difícil medir quando, quanto e se houve mesmo ou não o aumento no número de rebeliões e outros atos de resistência escrava neste período histórico de destruição do escravismo colonial e construção do escravismo nacional. É constatável, no entanto, que tais atos, a partir de princípios do século XIX, se revestiram de características até então desconhecidas. Eles ocorreram em um período de intensas disputas e transformações sociais e políticas nas sociedades ocidentais em geral e nas sociedades escravistas em particular. Nesta época, estavam em disputa diferentes concepções e propostas de direitos políticos e sociais envolvendo amplos setores da sociedade. Este novo contexto foi percebido e incorporado, em maior ou menor grau, por senhores e escravos em seus enfrentamentos cotidianos e em suas lutas abertas, envolvendo grandes fugas, rebeliões e choques armados coletivos. Esta percepção do novo significado das lutas —e aqui seria rigorosamente apropriado o emprego da expressão luta de classes, termo cujo emprego se generalizou exatamente neste momento histórico— implicou em um novo papel do escravo como agente protagonista das sociedades em que vivia e, principalmente, como protagonista dessas lutas por direitos e, a palavra do momento, liberdade. A Abolição da Escravidão no Brasil, entretanto, só ocorreu em 1888, depois de um intenso e crescente movimento abolicionista que começou a tomar corpo no início da década de 1880. Tanto a Abolição quanto, especificamente, o movimento abolicionista têm colocado um problema histórico que ainda se encontra em aberto para a historiografia do período. Resumida e esquematicamente, podemos sintetizar este problema com as seguintes questões: qual o caráter social do abolicionismo? Qual seu sentido histórico? Foi uma revolução ou apenas um lance na transição para o capitalismo no país? Que interesses defendia o movimento abolicionista? Que grupos sociais protagonizaram o movimento? Qual o papel dos escravos no processo? O que defendiam e quem 6 Aqui, inspiro-me em Gramsci que assinalou a característica dos intelectuais italianos como uma concentração funcional de cosmopolitismo. Cf. Gramsci, 1999, 1: 429. 7 A idéia de resistência endêmica é de Stuart Schwartz, 1995. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 ABOLIÇÃO NO BRASIL: RESISTÊNCIA ESCRAVA, INTELECTUAIS E POLÍTICA (1870-1888) 263 representavam os intelectuais abolicionistas? Estas e outras indagações permitem levantar algumas hipóteses —e este é o objetivo principal desse texto— para pensar a relação entre o lugar dos intelectuais abolicionistas e as possibilidades de formação, ou o «acontecimento», para seguir a terminologia thompsoniana, da população escrava e liberta enquanto uma classe nacional no período final da escravidão no Brasil. Em caráter secundário e na medida em que realiza uma análise histórica concreta, estas hipóteses permitem também uma reflexão de natureza teórica sobre os conceitos de classe, relações sociais de força e intelectuais a partir de sua matriz de formulação gramsciana e sua relação com a questão da agência escrava, que tem sido a pedra de toque da historiografia brasileira recente sobre a escravidão. * * * Talvez nenhum outro historiador contemporâneo tenha sido mais influente junto a esta historiografia do que Edward Palmer Thompson. Em artigo de 2006, os historiadores sociais brasileiros Flávio dos Santos Gomes e Antonio Luigi Negro utilizaram-se de um conhecido texto de Thompson em que este analisa o século XVIII inglês na perspectiva da luta de classes, mesmo que os agentes históricos não se vissem e não se identificassem enquanto classes. Para Thompson, a classe pode ser entendida tanto como uma formação histórica empírica quanto como uma categoria heurística8. Por isso seria válido falar de luta de classes na sociedade inglesa do século XVIII, mesmo que estas últimas não existissem empiricamente. Haveria uma maior amplitude do conceito de luta de classes nas sociedades em que as classes não teriam correspondência empírica —como nas sociedades capitalistas do século XIX— ou teriam apenas uma correspondência empírica rarefeita9. De acordo com Thompson, analisando as lutas entre a gentry e a plebe no século XVIII britânico, o fato de não podermos observar «formações de classe “maduras” (quer dizer, conscientes e historicamente desenvolvidas) com suas expressões ideológicas e institucionais, não quer dizer que o que se expresse de modo menos decisivo não seja classe»10. Para os historiadores brasileiros, algo semelhante poderia ser observado para as lutas dos escravos e de uma classe trabalhadora em formação no período final da escravidão no Brasil11. 8 9 10 11 Thompson, 1989: 36-37. Gomes e Negro, 2006: 217-240, 221-222, nota 7. Thompson, 1989: 39. Esse tema foi retomado e ampliado no trabalho de Mattos, 2008. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 264 RICARDO SALLES A vereda é promissora e retornaremos a ela adiante. No momento, vou me deter em algumas considerações de ordem teórica sobre o uso de Thompson e a questão da agência escrava. E para isso vou me valer de Antonio Gramsci. Não cabe dúvida que o escravo foi um agente histórico, que contribuiu para moldar o mundo em que viveu e que participou ativamente de sua destruição. As teorias do «escravo coisa», animalizado e desprovido de vontade, estão definitiva e devidamente sepultadas. Entretanto, esta constatação de ordem genérica não esgota, mas apenas abre a questão da luta de classes na sociedade escravista. É preciso qualificar o que foram essas lutas em diferentes momentos históricos; analisar seu alcance, seus objetivos, suas possibilidades, seus resultados e suas conseqüências. Isto deve ser feito, no caso brasileiro, especialmente para o período em que a conjuntura política se acelerou e se colocou a bandeira política da abolição da escravidão, isto é, entre 1879 e 1888. No fundo, com essa proposição o que se trata é de buscar qualificar a expressão utilizada por Thompson, «aquilo que se expressa de modo menos decisivo...». Deixando de lado o explícito termo de comparação com as lutas operárias do século XIX, tomadas como modelo pelo historiador inglês, trata-se de avaliar a efetividade, o alcance, os objetivos, a organicidade interna, etc., dessas expressões, sejam elas menos ou mais decisivas. Que as ações dos grupos subalternos afetam os grupos dominantes, não há dúvida. Tampouco há dúvida de que, por isso mesmo, ações e lutas fragmentadas dos grupos subalternos, antes relegadas a um segundo plano, ou sequer consideradas, ganham nova importância e nos ajudam a entender como se processam aquilo que Gramsci denominou de «transformações moleculares», que terminam por repercutir nas esferas de poder mais amplas da sociedade12. Para Gramsci, a «história dos grupos subalternos é necessariamente desagregada e episódica», e, mesmo que em suas práticas eles tendam a se unificar, essa tendência «é continuamente rompida pela iniciativa dos grupos dominantes» (que por isso mesmo, ao serem bem sucedidos neste intento, são dominantes). A tendência à unificação desses grupos subalternos em sua atividade histórica só pode, de fato, ser demonstrada após o encerramento de um ciclo histórico, «se este se encerra com 12 São diversas as passagens nos Cadernos do cárcere que se referem a transformações, processos, mudanças moleculares. Essas passagens têm significados diferentes, dizendo respeito ora a processos intelectuais, materiais ou sociais, algumas vezes de natureza individual, outras de natureza individual. No entanto, o sentido é quase sempre o de processos cumulativos, que se dão em escala reduzida e dispersa, relativamente inconscientes e que contribuem para mudanças perceptíveis no plano geral, cultural, formal e institucional. Cf., por exemplo, Caderno 1, seção 44, p. 41 e ss.; Caderno 7, seções 43 e 44, p. 892 e ss.; Caderno 8, seções 191 e 195, p. 1056 e pp. 1057-58; Caderno p, seção 89, p. 1152; Caderno 15 (II), seção 9: 1762 e ss.; Caderno 22, seções 1 e 3: 2139 e ss.; 2147 e ss. (Quaderni del carcere, Edizione critica). Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 ABOLIÇÃO NO BRASIL: RESISTÊNCIA ESCRAVA, INTELECTUAIS E POLÍTICA (1870-1888) 265 sucesso. Os grupos subalternos sofrem sempre a iniciativa dos grupos dominantes, mesmo quando se rebelam e se insurgem...». Mesmo uma vitória permanente não romperia imediatamente essa subordinação, como o demonstrariam os episódios da Revolução Francesa, pelo menos até 1830. Por isso mesmo, isto é, pelo caráter subordinado de suas atividades, «todo traço de iniciativa autônoma por parte dos grupos subalternos deve ser de valor inestimável para o historiador integral...»13. O ponto, no caso específico das lutas escravas, é ainda mais decisivo. Trata-se de avaliar qual sua condição de acumulação de forças, morais e materiais; sua condição de passar para momentos além dos limites dos embates imediatos. Limites impostos, em larga medida, pelas próprias condições do cativeiro, extremamente desfavoráveis aos escravos e sempre reiteradas pela ação dos senhores, seus prepostos e das autoridades. Fato que remete à consideração de que entre a classe empírica e a classe como categoria heurística, há uma terceira dimensão da classe —a dimensão estrutural— que não é menos real, ainda que não imediata e diretamente observável como a dimensão das experiências concretas. Essa dimensão estrutural é abstrata e relacional, quer dizer, diz respeito às posições relativas que os agentes históricos concretos —identificados ou não enquanto classes— ocupam na estrutura das relações de produção. Estrutura esta que determina, no sentido de condicionar, a ação desses sujeitos, mesmo quando tal ação resulte na transformação da estrutura. Nesse sentido, a classe enquanto categoria heurística histórica diz respeito a processos históricos socialmente determinados, que transcendem as experiências individuais: processos transpessoais, transgeracionais, relacionais, isto é, inseridos em estruturas relacionais14. A classe escrava, em toda a parte, mas no Brasil em particular, não era «rarefeita». Ao contrário, ela teve sempre uma marcada inserção na estrutura pro13 Essas considerações estão entre as últimas notas tomadas no cárcere, em 1934. Discutindo a história dos grupos subalternos, Gramsci as apresenta como um de seus «critérios metodológicos». Gramsci, 2002: 135. 14 O próprio Thompson, em outro texto, chamou de «mudança involuntária» as «... mudanças (...) na tecnologia, na demografia (...) cujas involuntárias repercussões afetam o modo de produção em si, alterando perceptivelmente as relações produtivas». Essas mudanças, no entanto, não reestruturam um modo de produção espontaneamente. «Talvez introduzam novas forças em cena e modifiquem a correlação de poder e riqueza entre classes sociais diversas. Mas a conseqüência da reestruturação das relações de poder, das formas de dominação e da organização social tem sempre sido um desdobramento do conflito. A transformação da vida material determina as condições dessa luta e parte de seu caráter, mas o resultado específico é determinado apenas pela luta em si mesma». «Folclore, antropologia e história social». Thompson, 2001: 262-263. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 266 RICARDO SALLES dutiva, que condicionou os desdobramentos de suas experiências de luta. Tais experiências encontraram uma forte barreira para se condensar e passar para o plano geral. A começar pela violência intrínseca ao processo de escravização, ao desenraizamento social dos escravos e ao uso cotidiano e aberto da força para a manutenção dos cativos. Além disso, parte essencial para a perpetuação desses processos de dominação era desprover os escravos de qualquer possibilidade de desenvolvimento intelectual, moral e político mais amplo, o que era exatamente possibilitado pelas condições estruturais de existência dos escravos e pela ação dos senhores e do Estado. Isso não quer dizer que os escravos não lutassem e que não contribuíssem com suas lutas para moldar o mundo em que viviam. Mais ainda, dependendo das circunstâncias, essas experiências podiam ser «instrumentalizadas» por outros grupos sociais: trabalhadores livres, intelectuais e até mesmo setores dos grupos dominantes. O que, no entanto, deve ser salientado e não pode ser ignorado são as particularidades das condições adversas, advindas em grande parte de sua inserção estrutural, em que os escravos viviam e travavam suas lutas. Não havia uma «mão de ferro» da estrutura que impedisse a transformação das lutas e experiências moleculares dos escravos em ação geral, política e universal. Essas condições extremamente desfavoráveis podiam —como o foram de fato no caso de Saint-Domingue— ser superadas de acordo com as circunstâncias históricas. No entanto, via de regra, não ocorreram desdobramentos como esses e o protagonismo social dos escravos sempre permaneceu subordinado. Mais ou menos ativo, mas sempre, e ao fim e ao cabo, subordinado. Concretamente, para o século XIX, podemos considerar que tal protagonismo foi mesmo um importante fator na conformação do quadro histórico mais amplo no plano atlântico. Ele contribuiu para moldar, em alguma medida, a própria tensão antiescravista que acima foi referida. Desde a Revolução do Haiti, as rebeliões e a resistência escravas —endêmicas a qualquer sistema escravista— nunca mais foram encaradas e, principalmente, vividas pelos cativos, da mesma forma. Resistência e rebelião podiam, desde então, desembocar em revolução. Disso sabiam, diretamente, os senhores e os governos. Disso terminavam por saber, ou ao menos por vivenciar, ainda que, na grande maioria dos casos, de forma indireta, os próprios escravos. No Brasil, nenhuma experiência de rebeldia cativa repetiu o que acontecera no Haiti. Até a década de 1880, quando eclodiu o movimento abolicionista de massas, nenhum movimento social, protagonizado por escravos, seus descendentes ou por lideranças e outros setores de trabalhadores que se propusessem a falar em seu nome, colocou em questão a ordem escravista. Mesmo assim, diante de um protagonismo cativo, ainda que fragmentado, em um contexto político e social em que a escravidão perdia legitimidade, o temor de Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 ABOLIÇÃO NO BRASIL: RESISTÊNCIA ESCRAVA, INTELECTUAIS E POLÍTICA (1870-1888) 267 uma grande insurreição escrava foi um fantasma a atormentar senhores e autoridades, principalmente até a metade do século. Entre 1835, ano da revolta dos Malês em Salvador, e 1880, que marca o surgimento do movimento pela abolição da escravidão com a fundação da Sociedade Brasileira contra Escravidão, foram inúmeras as fugas coletivas e mesmo tentativas de revolta escravas. Em que pese o fato de que, em uma ou duas ocasiões, como, por exemplo, em Vassouras, em 1848, e em Resende, em 1881, senhores e autoridades locais tenham temido a eclosão de insurreições secretamente organizadas, estas, de fato nunca aconteceram15. As lutas escravas, vistas retrospectivamente, continuaram a enfrentar e, em última análise, a se deter na segmentação inerente às condições sociais de vida e de trabalho dos cativos. Na época, no entanto, senhores e autoridades não correram riscos. A precaução contra uma possível insurreição escrava de largas proporções e de alcance antiescravista —uma possibilidade sempre cogitada depois do Haiti— foi um importante fator na soldagem de solidariedades escravistas para além do âmbito das vivências imediatas deste ou daquele senhor, nesta ou naquela região em particular. Em conjunto com outros fatores, esta precaução conformou, enfim, uma experiência de classe coletiva, histórica, a partir da qual os proprietários individuais de escravos passaram a viver suas vidas, a se situar no mundo das fazendas, das vilas, das cidades, mas também do Império, da Europa e da Civilização. Neste momento, em articulação com a construção do Estado, as experiências dos senhores de escravos no Brasil passaram a se dar a partir de suas vivências enquanto classe senhorial. * * * De qualquer forma, somente em meados da década de 1860, a questão da escravidão foi reaberta. Inicialmente, através da iniciativa do próprio imperador em nota de 14 de janeiro de 1864 a Zacarias de Góes, dissidente do partido conservador que, aliado aos liberais, assumiria a chefia do conselho de ministros no dia seguinte. Na nota, dom Pedro alertava que os acontecimentos da guerra civil norte-americana exigiam que «pensemos no futuro da escravidão no Brasil, para que não nos suceda o mesmo a respeito do tráfico dos Africanos». O imperador sugeria que se considerasse promover a liberdade dos filhos das escravas «que nascerem daqui a certo número de anos» como forma de encaminhar a questão da abolição. A referência ao que acontecera em rela15 Sobre 1848, ver Slenes, 2006; Salles, 2008, cap. 5. Sobre as tentativas de revoltas escravas no início da década de 1880, ver Machado, 1994: esp. cap. 2 e 3. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 268 RICARDO SALLES ção ao «tráfico dos Africanos», quando a Inglaterra praticamente obrigara o Império, pela força de sua esquadra, a abolir o comércio internacional de cativos, é sugestiva. A situação nunca mais deveria chegar àquele ponto. A previsível vitória da União na guerra civil norte-americana e a transformação explícita do conflito naquilo que de fato ele era —uma luta de vida e morte entre um modo de vida que se nutria da escravidão e outro, que despontava como o possível vitorioso, que para se desenvolver deveria destruí-la— que era questão de tempo para que a escravidão no Brasil viesse a ser diretamente questionada no plano externo e também no plano interno16. Pouco mais de três anos depois, em sessão de 2 de abril de 1867, agora já em plena crise de recrutamento para fazer face às necessidades de novos homens para prosseguir com a guerra contra o Paraguai, a questão entrou na pauta do Conselho de Estado. Em 28 de setembro de 1871, finalmente, depois de muitos debates e resistências, o gabinete conservador do visconde do Rio Branco fazia aprovar no parlamento a lei que libertava o ventre da mulher escrava. Tanto a lei de 1871 —quando não mesmo a proibição do tráfico em 1850— quanto o surgimento do movimento abolicionista, no início da década de 1880, têm sido vistos como eventos que se encaixariam em um processo gradual de abolição da escravidão. Esta perspectiva, ainda fortemente presente no que se poderia chamar de senso comum historiográfico, subestima, quando não encobre mesmo, não apenas as distâncias temporais entre estes eventos, mas principalmente suas descontinuidades políticas. Entre 1850 e 1871, decorrem duas décadas. Duas décadas de grandeza do Império e da classe senhorial, assentada sobre uma escravidão madura, consolidada, tendente a se auto-reproduzir pelo crescimento vegetativo da população escrava. A associação entre a proibição do tráfico, a lei do ventre livre e a intenção de pôr um fim, mesmo que gradual, à escravidão é uma narrativa feita a posteriori, que não estava presente na mente daqueles que se viram compelidos a tomar a primeira medida. Quanto à relação entre 1871 e 1880, a distância política é bem maior do que a distância temporal. Os abolicionistas de 1880 propuseram a abolição completa imediata, ou, inicialmente, em período muito curto, da escravidão, em larga medida, contra a lentidão e a postergação que caracterizariam do processo gradual de eliminar o trabalho escravo. Essa é uma avaliação da historiografia atual, mas também uma consideração dos próprios abolicionistas quando começaram a sistematizar suas propostas, como pode ser visto, em O abolicionismo, de Joaquim Nabuco, opúsculo de propaganda publicado em 1883. 16 Salles, 2008: 89 e ss. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 ABOLIÇÃO NO BRASIL: RESISTÊNCIA ESCRAVA, INTELECTUAIS E POLÍTICA (1870-1888) 269 Se há distâncias entre esses eventos assinalados, isso não quer dizer que eles não se inserissem em um quadro histórico geral de crise da escravidão, e nesse caso, da segunda escravidão, no hemisfério ocidental. Essa crise está intimamente relacionada com o desfecho da Guerra da Secessão, que assinalou a derrota definitiva do Sul escravista e abriu claramente a perspectiva de que o futuro de regiões escravistas mais fracas, como o Império do Brasil e a colônia espanhola de Cuba, estava comprometido. Ainda que a ameaça não fosse imediata, havia consciência, como a nota de Dom Pedro a Zacarias de Góes, acima mencionada, deixa entrever, de que a superação da escravidão era algo que tinha que ser encaminhado, sob pena de que, caso nada se fizesse, esse fim levasse consigo muito mais do que o regime de trabalho. No caso do Brasil, toda ordem social e o regime monárquico. No caso de Cuba, o estatuto colonial. No Império do Brasil, essa crise geral da escravidão acontecia, alimentava e era alimentada por um ambiente político e social tendente à instabilidade. A partir de meados dos anos de 1860 e, principalmente, do retorno das tropas vitoriosas da Guerra do Paraguai, em fins de 1869 e início de 1870, é possível detectar claramente uma efervescência popular nas ruas do Rio de Janeiro que se prolongará por toda a década17. Não é o caso de nos determos sobre o assunto neste momento. Trata-se apenas de salientar que a Guerra do Paraguai coincidiu com a crise da hegemonia política saquarema que havia se consolidado exatamente com a substituição do gabinete conservador de 1852 pelo gabinete da conciliação, capitaneado pelo também conservador visconde do Paraná em 1853. Após a morte deste, em 1856, sucederam-se uma série de gabinetes conservadores que, em 1862, deram lugar a uma situação liberal, que se prolongou até julho de 1868. Neste momento, aproveitando-se do impasse que as forças imperiais enfrentavam na guerra, o conservador marquês de Caxias, que havia sido chamado a comandar as forças imperiais em operação no Paraguai, forçou a demissão do chefe do gabinete, Zacarias de Góes. Contra as regras não escritas, mas costumeiras da vida política até então, dom Pedro chamou o líder da minoria, ninguém menos que o saquarema Itaboraí, para formar o novo gabinete. Este fato abriu uma crise político-institucional de dimensões sem precedentes desde o levante dos liberais da Revolução Praieira em Pernambuco, em 1848. A política, que mal ou bem, se mantinha nos limites do jogo parlamentar, transbordou novamente para as ruas. No início de agosto, formava-se o Centro Radical, cujo lema era «Reforma ou Revolução». Se a opção era pela Reforma, a menção à Revolução soava como uma ameaça velada. Não se tra17 Cf. Gomes, 2006, 1: 382 e ss. Ver também Soares, 1998. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 270 RICARDO SALLES tava de afirmar que os radicais poderiam vir a pegar em armas, mas que, sem a implementação de seu programa de reformas, a situação poderia sair de controle. As bandeiras radicais —abolição do Conselho de Estado, do Senado vitalício, da Guarda Nacional e da escravidão— e a realização de conferências públicas para debater e divulgar as novas propostas deixavam claro que a população seria um componente ativo da nova política. Em diferentes localidades fundaram-se clubes radicais18. O que tudo isso mostra é que, pela via da tentativa de um renascimento liberal, principalmente como entendida por toda uma nova geração que ingressava na vida pública naquele momento, a política ia às ruas, ao mesmo tempo em que estas buscavam a política. Durante toda a década seguinte, além do novo Partido Liberal, surgiram o Manifesto Republicano na Corte, o Partido Republicano em São Paulo, sociedades emancipadoras em diversas cidades do Império. O interior do Nordeste foi sacudido, entre 1874 e 1875, por revoltas populares, conhecidas como o Quebra-quilos, contra a implantação do novo sistema métrico, que era visto como uma ameaça à «economia moral» da população pobre. Ainda em 1875, no interior das províncias de Minas Gerais, Rio de Janeiro, São Paulo, Espírito Santo, Bahia, Pernambuco, Alagoas, Rio Grande do Norte, Paraíba e Ceará, uma nova lei que visava a modernização do sistema de recrutamento militar, que passaria a ser feito por sorteio e que reduzia as condições de isenções até então vigentes, motivou uma série de revoltas populares. Multidões atacaram as juntas recrutadoras, rasgando suas listas e demais documentos. Em diferentes ocasiões, a justificativa era que a nova lei reduzia as pessoas livres pobres à condição semelhante à dos cativos. Do ponto de vista mais estritamente político e intelectual, um sem-número de publicações veio à luz, tratando dos mais variados assuntos e expressando diferentes pontos de vista. Não por acaso, toda uma plêiade de intelectuais que aparecia naquele momento passou a ser conhecida como a «Geração de 1870». Em 1879, ocorreu no Rio de Janeiro a Revolta do Vintém, após o governo criar taxa no valor de um vintém sobre as passagens dos bondes, puxados por mulas. Esta cobrança causou grande reação na população da cidade, que se revolta, mata as mulas e vira os bondes. São três dias de arruaça que forçam o governo a cancelar o «imposto do vintém». Nessa revolta estão presentes algumas figuras que vão pontuar a década de 80 como agitadores populares, em particular José do Patrocínio, como tribuno do povo. Sandra Lauderdale Graham assinala que a revolta teria marcado o surgimento de uma nova cultura política urbana, em que a rua passou crescentemente a ser um local para 18 Sobre as conferências, ver Carvalho, 2007. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 ABOLIÇÃO NO BRASIL: RESISTÊNCIA ESCRAVA, INTELECTUAIS E POLÍTICA (1870-1888) 271 se fazer política19. A Revolta não tocou no problema da escravidão, mas colocou em cena uma camada da população, que Maria Helena Machado chama de «raia miúda», que começa a se manifestar20. Existe uma suposição fundada em dados empíricos atestando que grande parte dessa camada era formada por descendentes de escravos, escravos de ganho ou negros e mestiços livres. No Brasil imperial, a classe senhorial, até 1860, tinha praticamente o monopólio dos intelectuais e do campo intelectual. Este não era infenso à escravidão e aos escravos, mas tanto a escravidão quanto os escravos tinham impacto sobre o campo intelectual de forma indireta: pela via da pressão antiescravista e pela presença ostensiva dos cativos na vida social. O fato de a escravidão ter espaço no seio da própria camada intelectual, bem como a dependência direta desta camada do Estado e dos senhores contribuíam decisivamente para este fato. A partir de 1860, esta situação começa a mudar. A camada intelectual se diversifica, diminuindo sua dependência direta do Estado e dos senhores. Mas o fato decisivo é o afastamento efetivo da camada intelectual da escravidão. O enrijecimento da escravidão elástica, que se caracterizava pela produção de uma camada de libertos na sociedade que antes era absorvida pelo e no mundo escravista, dificultando a absorção desta camada no seio das relações escravistas, foi decisivo para o afastamento de crescentes camadas de intelectuais do bloco intelectual escravista. Este fato foi percebido por Gilberto Freyre, em Sobrados e mucambos, quando dedicou todo um capítulo à ascensão do mulato21. Ascensão que não se fez sem conflitos e oposição do patriarcado escravista. Mas, como notou Freyre, o fato foi percebido na própria época e transformado em relato literário em O mulato, de Aloísio de Azevedo, publicado em 1881. Como se sabe, a obra retrata, ao mesmo tempo, a possibilidade de ascensão, e o bloqueio dessa possibilidade, de um mulato em uma sociedade cada vez mais competitiva. Em estudo sobre a cidade do Rio de Janeiro, Eulalia Lobo notou que a «proporção de libertos aumentou consideravelmente nesse intervalo de tempo [entre 1856 e 1870], deprimindo o nível salarial da mão-de-obra livre». Este segmento da população teria sido, assim, mais significativo do que a concorrência de estrangeiros neste período22. O fato da cor, contudo, não era o elemento decisivo do processo social em curso, ainda que este não possa ser entendido em sua plenitude sem a com19 20 21 22 Graham, 1990. Machado, 1994. Freyre, 1996. Ver Lobo, 1978, 1: 228. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 272 RICARDO SALLES preensão desse fator. Não havia «mais» mulatos livres a partir de 1860 do que antes. Talvez —e estou consciente que me arrisco em uma contabilidade racial que pode conduzir a um beco sem saída— os houvesse até menos, se levarmos em conta o fim do tráfico africano e o aumento da imigração européia. O que havia era o nascimento do mulato enquanto categoria racialista de definição social, formativa do senso comum. Esta categoria nascia a partir de discursos intelectuais, dos quais Aloísio de Azevedo, na época, e o próprio Gilberto Freyre, mais tarde, são exemplares. O mulato e o negro substituíam categorias raciais mais afeitas à ordem escravista, tais como o pardo e o preto. O fator decisivo era a desagregação da ordem escravista, com o esvaziamento do éthos e do habitus senhorial-escravista. Os grupos sociais subalternos desprendiam-se e dissociavam-se da ordem escravista. Tais setores não só sempre haviam existido em larga escala, como eram formados, antes como agora, em sua grande maioria por afro-descendentes e libertos. O fato novo, a partir aproximadamente do final da década de 1860, é que o estar no mundo de um número cada vez maior de pessoas e categorias sociais passou a entrar em contradição com uma ordem escravista cada vez mais enrijecida e restrita aos extratos superiores da sociedade. Agora, muito poucos podiam ter escravos e nem tantos almejavam, haja vista que não podiam tê-los. Contudo, a escravidão como fonte de balizamento da ordem social continuava presente na vida de todos. Reduzida, ela nunca desapareceu das áreas urbanas ou das regiões que se organizavam fora das zonas de plantation. Escravos e livres nas áreas urbanas, especialmente na Corte, compunham um mercado de trabalho que se diversificava e se organizava em novas e mais numerosas associações mutualistas e de classe. Formava-se, assim, uma camada de trabalhadores mais vertebrada, que reivindicava interesses corporativos e direitos. Tudo isso repercutia junto à esfera intelectual e política, angariando e atraindo o concurso de intelectuais tradicionais e, ao mesmo tempo, produzindo novos intelectuais populares, como José do Patrocínio, Luís Gama, Evaristo de Moraes e muitos outros. A escravidão aparecia, nesse momento, como questão catalizadora dessas inquietações sociais e políticas. Em 1880, não por acaso, na Câmara, Joaquim Nabuco pedia urgência para a discussão de projeto de abolição imediata. O pedido foi derrotado por 77 votos a 18. No ano seguinte, o assunto extravasou o espaço político tradicional, a Assembléia Geral do Império. Foi criada por Nabuco, Rebouças, João Clapp, Patrocínio e outros a Sociedade Brasileira contra a Escravidão, que editava o jornal O Abolicionista. No mesmo ano, surgia a Gazeta da Tarde, do abolicionista negro Ferreira de Meneses, e tinham início as Conferências Abolicionistas, organizadas pela Sociedade. «Não era ainda a rua, mas eram os teatros do Rio que se tornavam arena de luta, ampliando e democratizando o que até então se passara Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 ABOLIÇÃO NO BRASIL: RESISTÊNCIA ESCRAVA, INTELECTUAIS E POLÍTICA (1870-1888) 273 dentro do limitado espaço das Câmaras»23. As ruas seriam ganhas e abririam seu próprio espaço logo em seguida. E depois delas, o movimento abolicionista não cessou de se ampliar socialmente, atingindo em 1887 as próprias senzalas e re-significando como experiência unificadora as lutas escravas, propondo uma nova identidade que ligasse escravos, libertos e negros e mestiços livres na busca de alargamento e mesmo conquista da cidadania. É nesse momento que talvez pudéssemos falar da experiência de uma «classe dos homens de cor», para empregarmos uma expressão que surgia aqui e ali, principalmente no momento da Abolição e em seus desdobramentos imediatos, com repercussões até pelo menos os anos de 1930. Já na década de 1870, algumas das associações que aparecem na Corte eram de pessoas de cor, categoria que começa ser empregada com freqüência nesta altura. Podemos identificar ao menos duas delas em que a questão da cor e, indiretamente, da escravidão estava presente: a Sociedade de Beneficência da Nação Conga Amiga da Consciência, de 1872, e a Associação Beneficente Socorro Mútuo dos Homens de Cor, de 187324. Na verdade, o pedido de entrada de reconhecimento pelo Conselho de Estado da Sociedade Beneficente da Nação Conga era de 186125. Cabe notar que a passagem de uma associação da Nação Conga, em 1861, para outra dos Homens de Cor, em 1873, denota a importância do processo de crioulização da população escrava. Se o surgimento de associações de homens de cor não deixa de ser significativo, ele não é decisivo. Para os trabalhadores, a escravidão não era apenas uma condição que afetava diretamente uma minoria deles. Era também uma condição que, indiretamente, terminava por deprimir as condições de trabalho de todos. Era um obstáculo básico a ser derrubado. Mas, mais importante, a luta contra o cativeiro se constituía em importante bandeira de natureza política com enorme capacidade de aglutinação de todos e, principalmente, permitia uma fácil conexão do que germinava «em baixo» na sociedade com forças políticas e intelectuais mais amplas no cenário nacional e mesmo com as correntes políticas e de opinião que circulavam em escala internacional. Não por acaso, em 1883, no opúsculo-manifesto do movimento abolicionista que buscava unificar suas bandeiras e ampliar suas fileiras, O abolicionismo, Joaquim Nabuco falava do «partido do abolicionismo», enquanto uma perspectiva política, que deveria, 23 Carvalho, 1996: 1. Sobre as sociedades de pessoas de cor, ver Chalhoub, 2003: 240-265. Ver também, sobre as associações mutualistas na Corte em geral, Batalha, 1999: 43-68; e ainda Viscardi e de Jesus, 2007. 25 Cf. Chalhoub, 2003: 249. 24 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 274 RICARDO SALLES além da própria abolição, realizar uma ampla reforma social e política, destruindo a «obra da escravidão»26. É esse movimento abolicionista, em suas lutas concretas e suas interferências diretas nas senzalas —menos que os intelectuais ou as propostas abolicionistas—, que propiciou uma experiência unificadora para as lutas e resistências escravas27. As condições para a mudança no caráter dessas lutas —de localizadas e isoladas, com horizonte adstrito ao universo escravista— estavam dadas desde o início da década de 1870, com a alteração da correlação demográfica de forças. Esta alteração, no entanto, pode ser vista como uma causa necessária, mas não suficiente, para a eclosão do abolicionismo revolucionário em 1887. A questão decisiva foi a emergência de uma camada de intelectuais que, a despeito da configuração tradicional do campo intelectual imperial, passou a se ligar de forma cada vez mais orgânica às camadas e movimentos populares, que, por sua vez, aproximavam-se em suas vivências e experiências, dos escravos e, a partir de 1885 aproximadamente, às lutas dos próprios cativos. Essa via formativa do movimento abolicionista na década de 1880, por assim dizer de baixo para cima, pode ser exemplificada com o caso do Bloco de Combate dos Empregados de Padaria, instituído na Corte em 1880, e cujo lema era «Pelo Pão e pela Liberdade». O Bloco dava seguimento à luta dos padeiros que se iniciara já em 1876, diretamente ligada às condições de trabalho e à escravidão28. Neste caso, já se pode perceber a junção entre um movimento corporativo específico, típico da nova conjuntura social, com uma bandeira política por excelência, a abolição. Esboçava-se um novo «bloco intelectual» colado nas experiências de lutas populares em que a bandeira da abolição aparecia como denominador comum. Outras formas organizativas, agora políticas, surgem em um espaço público que se populariza. Nesse sentido, podemos citar ainda o Clube Republicano de São Cristóvão, ninho de abolicionistas e que já funcionava em 1880. Entre seus membros destacados, encontramos João Clapp e o capitão Emiliano Rosa de Sena, futuro sogro de José do Patrocínio. O Clube mantinha a Escola Noturna Gratuita, «tão cheia de pessoas de cor, a maioria escravos fugidos, que a vizinhança passara a denominá-la o Quilombo da Cancela»29. Na mesma di26 Tratei mais aprofundadamente a relação entre o abolicionismo e a crise da hegemonia escravista em Salles, 2010. 27 A expressão é de Helen Meiksins Wood, 2003: 82, ao comentar as críticas de Perry Anderson a A formação da classe operária inglesa, de E.P. Thompson. 28 Mattos, 2008. 29 Cf. Magalhães Júnior, 1969: 91-92. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 ABOLIÇÃO NO BRASIL: RESISTÊNCIA ESCRAVA, INTELECTUAIS E POLÍTICA (1870-1888) 275 reção iam a Emancipadora Acadêmica, de 1880, e o Clube dos Libertos de Niterói, de 1881. Estas entidades expressavam uma via «por cima» de formação do movimento abolicionista. Via que refletia e refratava o revigoramento da política, iniciado em fins da década de 1860, as «transformações moleculares» que se operavam no seio das práticas e da vida dos grupos subalternos, com a multiplicação das organizações de ajuda mútua, corporativas, mas, principalmente, todo o debate e movimentação que se acumulava no espaço público, e até mesmo nas senzalas, em torno da implementação da lei de 28 de setembro de 1871. * * * Desde a aprovação da lei, começaram a surgir as primeiras sociedades emancipadoras, que tinham por fim angariar fundos para comprar alforrias de cativos. Na verdade, algumas dessas sociedades foram mesmo fundadas um pouco antes, no ambiente propiciado pela Guerra do Paraguai. Diante das dificuldades do recrutamento, escravos foram libertados, por particulares e por decisão do governo para compor as fileiras do exército. A libertação de escravos para a guerra, ainda que feita em escala muito menor do que sempre se imaginou, teve importante conseqüência simbólica. Esse ato passou a se revestir de uma clara conotação pública e patriótica. A libertação de um cativo passou a ser vista não apenas uma contribuição para o esforço de guerra, ou mesmo uma forma que alguns encontravam para evitar o recrutamento. O ato ganhou um significado, estimulado pelas autoridades, pela imprensa e pelo senso comum, de aprimoramento da civililidade —da cidadania, diríamos em linguagem atual—, uma vez que o homem libertado ingressava, de maneira inusitada até então, no mundo dos cidadãos, cumprindo o que se considerava o supremo dever do cidadão: a defesa da Pátria. A legislação que vedava alguns direitos políticos aos libertos continuava, entretanto, vigente. A contradição era evidente e flagrante. Neste contexto surgiram as primeiras sociedades emancipadoras, que incorporavam esse ideário civilizador. A lei de 28 de setembro de 1871 magnificou a dimensão pública e política da libertação de escravos. A nova legislação previa a formação de um Fundo de Emancipação que deveria promover a libertação dos adultos nascidos antes de 1871. Os senhores agora tinham obrigação legal de aceitarem os pedidos de alforria daqueles que, por sua conta ou por conta de terceiros, apresentassem condições de comprá-la. Aos poucos ficou claro que tanto o Fundo de Emancipação quanto a ação das sociedades emancipadoras mal arranhavam a escraRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 276 RICARDO SALLES vidão e o número de manumissões era insignificante. Os senhores, por sua vez, em sua esmagadora maioria, preferiam —como lhes facultava a lei— permanecer com a custódia, até que completassem 21 anos, das crianças nascidas do «ventre livre». Tudo indicava que a sobrevida da escravidão seria longa e senhores e seus representantes, que antes haviam se oposto com afinco à lei, agora a esgrimiam como justificativa para que mais nada se fizesse, uma vez que a escravidão morreria por si. A escravidão nacional passava por sua segunda reorganização (a primeira havia sido depois da proibição do tráfico internacional em 1850). O caso da Sociedade Libertadora Cearense, pelo papel que o abolicionismo cearense viria a cumprir na configuração de um movimento nacional, é exemplar de como frustração do emancipacionismo acabou por alimentar a radicalização abolicionista. Vejamos. Em 28 de setembro de 1879, em Fortaleza, foi fundada a sociedade Perseverança e Porvir, «sociedade de fins econômicos em moldes de cooperativa, cujos lucros, em parte, se destinam à manumissão de pretos escravizados»30. A grande maioria dos diretores e membros de destaque desta sociedade era formada por comerciantes. Vários dos membros fundadores eram republicanos. Em 1880, no primeiro aniversário da sociedade, nasceu a idéia de criação da Sociedade Cearense Libertadora, com fins exclusivos de promover a libertação de escravos; ela seria fundada ainda naquele ano, em 8 de dezembro. A presidência da nova agremiação coube a João Cordeiro, antigo empregado do barão de Ibiapaba, no Rio Grande Norte, em um estabelecimento dedicado ao comércio de escravos. Desagradado desta atividade, demitiu-se e se dirigiu ao Ceará. Tornou-se republicano e partidário da abolição da escravidão. No auxílio às vítimas da seca foi nomeado Comissário Geral dos Socorros Públicos. O vice-presidente da nova entidade era José Correia do Amaral, filho de comerciantes e proprietário rural, era também presidente da Perseverança e Porvir. A solenidade de fundação ocorreu na sede do Poder Legislativo, com o apoio do presidente da província. A boa sociedade se fez representar entre o público e entre os que discursavam. A mesma boa sociedade se fazia representar na nova diretoria, escolhida por iniciativa da sociedade fundadora Perseverança e Porvir. Tudo indicava que a Libertadora Cearense, com o fim exclusi30 Morel, 1988: 100, e Girão, 1969: 63. Para toda a passagem que se segue, sobre a abolição no Ceará, estarei me baseando nesses dois livros. A primeira edição do livro de Morel é de 1949, com o título O Dragão do Mar — o jangadeiro da liberdade. Morel consultou dois sobreviventes da campanha, Elvira Pinho e Alfredo Salgado, então nonagenários, e dois historiadores, Hugo Vitor Guimarães e Luiz Brigido, além de documentos inéditos e os rascunhos de um diário de Francisco José do Nascimento em poder daquele último. Morel, 1988: 47 e 49. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 ABOLIÇÃO NO BRASIL: RESISTÊNCIA ESCRAVA, INTELECTUAIS E POLÍTICA (1870-1888) 277 vo de promover libertações pela via de emancipações pagas ou gratuitas, seguiria um caminho moderado de dar continuidade às finalidades da lei de 28 de setembro de 1871. Não foi o que aconteceu. A nova sociedade imediatamente se dividiu em uma ala mais moderada, que desejava o prosseguimento da campanha de emancipações promovidas pela propaganda destinada a convencer senhores a libertarem seus cativos e pela arrecadação de fundos para a compra de alforrias, e uma ala mais radical, organizada em torno do presidente, João Cordeiro, que pregava a validade de qualquer tipo de ação que promovesse a libertação de escravos, inclusive ações diretas de facilitação de evasões. Esta ala mais radical também queria manter independência em relação ao governo. O debate se cristalizou em torno do que deveriam ser os estatutos da nova sociedade. Não houve acordo e a parte moderada abandonou a associação, permanecendo vinculada à Perseverança e Porvir. O episódio foi recordado mais tarde por alguns de seus participantes com ares rocambolescos. Diante do impasse, João Cordeiro forçou a aprovação de estatutos radicais: «Art. 1.º - Libertar escravos, seja por que meio for. Art. 2.º - Todos por um e um por todos»31. O que teria feito a Libertadora mudar o tom do discurso e as formas de ação que tinham caracterizado as práticas emancipacionistas até então? Um radicalismo já antigo de João Cordeiro, que, não custa lembrar, seria, mais tarde, um dos republicanos jacobinos no Ceará, nos primeiros anos da República? Radicalismo que seria uma das expressões políticas ancoradas nos novos setores sociais médios, descomprometidos com a escravidão, que cresciam com a urbanização e a modernização de Fortaleza e que encontravam barreiras a sua ascensão social e política na organização tradicional do poder na província? O impacto que os efeitos sociais devastadores da seca teria trazido para estes setores? O fato de que o avivamento do comércio negreiro, aproveitando-se de uma situação calamitosa, teria acirrado antigas oposições, ao menos em termos de opinião, ao regime escravista? Será que o radicalismo de João Cordeiro e seus companheiros da Cearense Libertadora correspondia a uma percepção de que, no quadro social cearense, as ruas estavam agitadas e que era preciso falar a elas do ponto de vista da causa abolicionista, o que parece ser confirmado quando se constata as ligações entre algumas lideranças da Cearense Libertadora e lideranças populares entre os marítimos, como no caso de João Cordeiro com Francisco Nascimento e, principalmente, entre Pedro Artur Vasconcelos e o liberto José Luís Napoleão? 31 Girão, 1969: 83-85. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 278 RICARDO SALLES É difícil, se não impossível, dar uma resposta taxativa a estas questões. O mais provável é que se tratou de uma conjunção de todos esses, e outros tantos, fatores. Em fins dos anos 1870, já vimos, um abolicionismo mais radical que o emancipacionismo que até então vinha sendo praticado estava no ar. Foi a Cearense Libertadora quem primeiro captou estes novos ares. No primeiro dia de 1881, começou a circular o jornal da nova sociedade, o Libertador, ao preço de 40 réis. A partir da máxima cristã de que os homens deveriam amar o próximo como a si mesmo, e do ideal da Revolução Francesa da liberdade, igualdade e fraternidade, conclamava, no entanto, que não vinha trazer a paz. «A liberdade só combate com a espada, porque a tirania não cede à razão e nem conhece o direito». E mais diretamente, já antecipando o que caracterizaria sua ação abolicionista em breve, declarava que «[f]icam suspensas as garantias aos potentados (...). No seu apostolado, Libertador não restringe a sua esfera de ação. Levanta o escravo e coloca o homem ao lado do homem»32. Ao lado da arrecadação de fundos, destinados a promover as manumissões, o jornal, nos seus números de 7 e 15 de janeiro e em boletins que vinham anexos à folha, passou a fazer propaganda direta contra os «negociantes de carne humana» que se dedicavam à exportação de cativos para o Sul e conclamou o povo a que impedisse esta atividade nos pontos de embarque. A Cearense Libertadora, cujos membros começaram a ser perseguidos, lançou uma campanha que ficou conhecida como «Roubo de Escravos»33. No dia 27 de janeiro de 1881, aconteceu a primeira ação patrocinada pela Sociedade Libertadora no sentido de impedir o embarque de escravos no porto de Fortaleza. Neste dia, 14 homens e mulheres seriam embarcados para os portos do Sul. Na véspera, no intervalo de uma peça teatral, o guarda-livros Pedro Artur de Vasconcelos, membro da Libertadora, lançou a idéia de apelar para os jangadeiros e capatazes do porto no sentido de que estes se recusassem a fazer o transporte dos cativos para o navio em que deveriam ser transportados para o sul. Pedro conhecia um desses jangadeiros, José Luís Napoleão, que era chefe da capatazia do porto. Napoleão havia sido escravo e, além de comprar ou obter sua própria alforria, conseguira libertar suas quatro irmãs. Era casado com «tia» Simoa, como ele, liberta. Ambos gozavam de grande prestígio na zona portuária por suas ligações com a comunidade de trabalhadores, provavelmente em sua maioria composta por pardos, caboclos e pretos —a se depreender do exemplo de suas lideranças e dos dados estatísticos do censo de 1872 que dava como brancos cerca de 39% da população livre da população 32 33 Citado por Girão, 1969: 86. Girão, 1969: 83 e ss.; Morel, 1988: 103 e ss. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 ABOLIÇÃO NO BRASIL: RESISTÊNCIA ESCRAVA, INTELECTUAIS E POLÍTICA (1870-1888) 279 da cidade. Dos marítimos, em 1881, muito poucos, se é que algum, ainda deveriam ser escravos. Dos 547 marítimos da província em 1872, somente 36 eram dessa condição. Em 1880, este número deveria ser ainda menor. O número diminuto de cativos, entretanto, não queria dizer que o cativeiro não fosse uma presença recente e forte na vida desses trabalhadores, como atestava a própria condição de liberto de Napoleão. Os marítimos dispunham de uma situação privilegiada de contato com trabalhadores e notícias de outras províncias e de outras partes do mundo. Por outro lado, o contato de Pedro Artur com Napoleão também demonstra que havia uma certa intercomunicabilidade entre setores sociais de extração distinta na sociedade fortalezense. Se esses trabalhadores já estavam ou não engajados na campanha pela emancipação de escravos, é algo que não sabemos. O mais provável é que não, uma vez que não temos registros neste sentido, ainda que novas pesquisas historiográficas possam vir a lançar luz sobre o assunto. Que eram sensíveis não só ao tema, mas mesmo à radicalização e à transformação do que era uma campanha com ares filantrópicos em uma luta política de forte cunho social, não pode haver dúvidas. A própria idéia de buscar seu auxílio para impedir o embarque dos escravizados e sua pronta adesão à proposta o atestam. O fato é que Napoleão acolheu imediatamente ao plano, e seus companheiros também. Napoleão, entretanto, não se considerava talhado para o papel de liderança. Ainda que não existam evidências diretas nesse sentido, é possível que sua condição social de liberto tenha pesado nessa auto-avaliação. Ele chamou para esse papel o jangadeiro Francisco José do Nascimento, o Chico da Matilde. Nascido em Aracati, na foz do rio Jaguari, filho do pescador Manoel do Nascimento e de Matilde Maria da Conceição. Mulato nascido livre, ainda menino pequeno, tornou-se, como o pai, pescador. A mãe era rendeira e o pai morreu cedo. Recebeu instrução básica tardiamente, aos 20 anos. Mudou-se para Fortaleza e se casou com Joaquina Francisca, «clara». Lá comprou duas jangadas e foi nomeado 2.º prático no porto de Fortaleza em 1874. Era religioso e devoto de São Vicente de Paula, de cuja confraria foi membro. Quando participava do auxílio às vítimas da seca de 1877 a 1879, conheceu João Cordeiro. O episódio de 27 de janeiro repercutiu imediatamente na província e mesmo no resto do Império. A campanha pela abolição na província cresceu e cedo já não se embarcavam mais escravos para o Sul. Possivelmente, própria aprovação, em seqüência, de impostos que praticamente duplicavam o preço dos cativos importados pelas assembléias provinciais do Rio de Janeiro, Minas Gerais e São Paulo, em janeiro de 1881, respondia, ao contrário do que tradicionalmente se pensa, à movimentação no Ceará. Em 1884, a província declaRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 280 RICARDO SALLES rava que a escravidão estava extinta em seu território. Chico da Matilde, cognominado Dragão do Mar, foi trazido em triunfo, juntamente com sua jangada, para desfilar nas ruas do Rio de Janeiro, dando novo alento ao movimento abolicionista na Corte e em outras províncias. Em quatro anos, não sem muitas lutas, enfrentamentos e, principalmente, com as fugas e rebeliões em massa de cativos em São Paulo, a escravidão estaria extinta em todo o Império. * * * A lei de 13 de maio de 1888, que declarou a extinção imediata, incondicional e sem indenizações da escravidão, foi um imenso triunfo do movimento abolicionista. A vitória, entretanto, teve efeitos de médio e longo prazos, em certo sentido, paradoxais. Como venho argumentando, o movimento abolicionista catalisara as lutas e experiências de escravos, libertos e livres, muitos dos quais, mas não todos, negros e mestiços, em torno da bandeira da abolição, propiciando aquilo que Ellen Woods —interpretando Thompson— chamou de «experiência unificadora», fundamental no processo de formação de classe34. Após a conquista da abolição, no entanto, essas mesmas lutas e experiências, em que pese a permanência de sociedades abolicionistas, da Guarda Negra, fragmentaram-se em outras tantas experiências e lutas, das associações e jornais dos homens de cor, certamente, mas também dos trabalhadores urbanos na construção de seus sindicatos. Tais processos, na prática, foram se distanciando, quando não se divorciando, entre outras coisas, pela ação de um certo racismo velado que se difundiu nas primeiras décadas do regime republicano, inaugurado em 1889. Assim, a possibilidade de formação de uma «classe nacional», que se esboçara na luta contra a escravidão e pela abolição, acabou não acontecendo, ao menos não em termos de dar prosseguimento às bandeiras e formas organizativas do movimento abolicionista. Retomando as reflexões de natureza teórica sobre o conceito de classe feitas no início desse texto, pode-se dizer que somente as experiências culturais e políticas do abolicionismo não bastaram para tanto. As inserções e a dimensão estruturais das experiências de classe, que se modificaram drasticamente com a abolição e a formação de um mercado de trabalho livre, foram elementos fundamentais para embasar formações de classe de longa duração que se constituíam naquele momento. 34 Ver Wood, 2003. Ver também Thompson, 2001. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 ABOLIÇÃO NO BRASIL: RESISTÊNCIA ESCRAVA, INTELECTUAIS E POLÍTICA (1870-1888) 281 Os trabalhos de Marcelo Badaró, Luigi Negro e Flávio Gomes, citados acima, abriram uma importante vereda de investigação, ainda por ser explorada, ao inserirem as lutas escravas na formação de uma classe trabalhadora mais ampla. Contudo, tanto no que diz respeito à compreensão das lutas escravas na conjuntura do abolicionismo, quanto no que toca à história da formação da classe trabalhadora no Brasil, eles consideraram a discussão das inserções e dimensões estruturais desse processo. O que é a classe trabalhadora que se forma então? Não é uma abstração, mas foram os operários, os artesãos, os escravos, os biscateiros, etc., que viviam suas experiências e lutavam suas lutas a partir de diferentes inserções estruturais. No processo histórico subseqüente prevaleceu a dimensão operária, que deu estofo estrutural para uma formação de classe de longa duração. Formação essa que terminou, ao menos até, grosso modo, a década de 1950, por se dar de forma distanciada do mundo dos trabalhadores rurais e das populações marginalizadas que se constituiu sobre e com os escombros da ordem escravista35. 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Um pensador do Império, quando o considerei como um intelectual tradicional —e não orgânico— e apontei um certo impasse do que chamei de terceira geração de intelectuais imperiais que viveram a crise da escravidão, como Nabuco, Rebouças, Machado, Lima Barreto (Salles, 2002). Só que, nesses trabalhos, vi a questão do ponto de vista político e intelectual, ainda que baseado no impasse da luta abolicionista vitoriosa. Nesse texto, busquei embasar essa análise nas relações de classe que marcaram o período final da escravidão no Brasil. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 282 RICARDO SALLES Castilho, Celso, Abolitionism Matters: The Politics of Antislavery in Pernambuco, Brazil, 1869-1888, Tese de doutorado, Universidade da Califórnia, Berkeley, 2008. Chalhoub, Sidney, Machado de Assis: historiador, São Paulo, Companhia das Letras, 2003. Freyre, Gilberto, Sobrados e mucambos, 9.ª ed., Rio de Janeiro, Record, 1996. 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What social groups were the movement’s protagonists? What role did the slave play in the process? What did the abolitionist intellectuals defend and whom did they represent? These are the questions that lead this article to reflect on the relationship between where the intellectuals stood and the possibilities and limitations of joining forces, or the «construction» of a slave and free population as a national class at the end of the period of slavery in Brazil. KEY WORDS: Second slavery, abolitionism, Brazil, intellectuals, social classes. ABOLICIÓN EN BRASIL: RESISTENCIA ESCLAVA, INTELECTUALES Y POLÍTICA (1870-1888) La abolición de la esclavitud en Brasil plantea las siguientes preguntas históricas: ¿Cuál es el carácter social del abolicionismo? ¿Cuál es su sentido histórico? ¿Fue una revolución o apenas un episodio en la transición al capitalismo? ¿Qué intereses defendía el movimiento abolicionista? ¿Qué grupos sociales protagonizan este movimiento? ¿Cuál es el papel de los esclavos en el proceso? O, ¿qué defendían y qué representaban los intelectuales abolicionistas? Son estas cuestiones las que guían el presente artículo, en el sentido de pensar la relación entre el lugar de los intelectuales abolicionistas y las posibilidades y los límites de la formación, o el «acontecimiento», de la población esclava y liberta en cuanto clase nacional en el periodo del final de la esclavitud en Brasil. PALABRAS CLAVE: Segunda esclavitud, abolicionismo, Brasil, intelectuales, clases sociales. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 259-284, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.010 COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 251 Págs. 287-300, ISSN: 0034-8341 SIMÓN BOLÍVAR EN LA ERA DE LAS REVOLUCIONES: PERSPECTIVAS DE LA HISTORIOGRAFÍA ANGLO-ESTADOUNIDENSE SLATTA, Richard W. and LUCAS DE GRUMMOND, Jane, Simon Bolivar’s Quest for Glory, Texas, Texas A&M University Press, 2003, 344 pp. BUSHNELL, David, Simón Bolívar: Liberation and Disappointment, London, Longman, 2004, 208 pp. LYNCH, John, Simón Bolívar. A life, New Heaven, Yale University Press, 2007, 368 pp. BUSHNELL, David and LANGLEY, Lester (eds.), Simón Bolívar: Essays on the Life and Legacy of the Liberator, Lanham-Maryland, Rowman & Littlefield Publishers, 2008, 207 pp. LANGLEY, Lester, Simón Bolívar: Venezuelan Rebel, American Revolutionary, New York-Lanham-Plymouth-Toronto, Rowman & Littlefield Publishers, 2009, 168 pp. En aproximadamente dos décadas Venezuela y toda la América española fue sacudida por un huracán llamado Simón Bolívar. Pero estas convulsiones, tengan su origen en la naturaleza o en la acción humana, no son fácilmente capturables para los historiadores. Para escribir la biografía de un militar y político criollo como él se necesita, además de un enorme trabajo de investigación, una sensibilidad y un sentido crítico capaz de demarcar la línea de lo excepcional y heroico de lo propiamente humano del personaje. Se necesita el coraje suficiente para bajar a Bolívar, primero de su caballo, y luego del pedestal de las múltiples estatuas que le han construido alrededor del mundo: desde Caracas a París y, más recientemente, en Moscú. No debe extrañar que numerosos estudios biográficos sobre El Libertador no hayan podido lograr estos objetivos, volviéndose muchos de ellos en una «historia de bronce»: relatos modélicos que más parecen rendir tributo al monumento y al mito que intentar comprender al personaje en sus diferentes contextos históricos. De esta manera, el enorme corpus bibliográfico que conforma la «historiografía bolivariana» es decepcionante desde un punto de vista crítico1; al escaso distanciamiento de la simple hagiografía se 1 La historiografía de los padres fundadores de los Estados Unidos no ha estado exenta de esos mismos vicios. Dos excepciones a esa regla son los persuasivos trabajos de Gordon 288 COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO suma la indiscriminada apología, artificios que reafirman un mito bolivariano que se adapta, proyecta y reformula según los distintos momentos políticos de la ahora República Bolivariana de Venezuela2. La historia, la memoria y el mito se confunden y rodean la figura de Bolívar incluso en las investigaciones de algunos historiadores profesionales. Entonces, para narrar su vida es necesario desempolvar los antiguos documentos en busca del hombre de carne y hueso que lideró la revolución de Independencia americana deconstruyendo el mito que se ha edificado en torno a su proyecto político y cuestionando la instrumentalización que sus textos y obras han sufrido desde el momento de su muerte. El interés de los historiadores anglófonos por biografiar a Bolívar ha sido particularmente prolífico en los últimos cinco años. David Bushnell y Richard Slatta en colaboración con Jane Lucas de Grummond publicaron entre los años 2003 y 2004, respectivamente, dos nuevas investigaciones sobre El Libertador. El carácter revisionista de ambas publicaciones queda a la vista al momento de constatar los escasos aspectos novedosos que aportan al estudio de su vida pública y privada. En el caso de Simón Bolívar: Liberation and Disappointment, se trata más bien de un texto escrito para un público no especializado; a pesar de la amena narración con la que construye esta biografía se extraña un estudio más profundo de las ideas políticas de Bolívar3. El revisionismo siempre será un ejercicio necesario para mirar desde otra perspectiva un proceso histórico ampliamente trabajado, pero cuando este esfuerzo no problematiza ni es capaz de analizar de una nueva manera un determinado objeto de estudio —como ocurre con el trabajo de Bushnell— queda una deuda pendiente con los lectores. En Simón Bolívar’s Quest for Glory, Richard W. Slatta y Jane Lucas de Grummond realizan un interesante trabajo de análisis de la personalidad de Bolívar a partir de sus escritos y correspondencia. Aún cuando algunas de sus conclusiones no parecen del todo convincentes —especialmente la referencia al supuesto trastorno bipolar que habría tenido el venezolano— al final del libro aportan una novedosa visión sobre las percepciones y transformaciones de Bolívar desde una figura demagógica a un semidiós4. En vista de estas tentativas historiográficas, escribir una biografía de Bolívar en una coyuntura política como la que está viviendo Venezuela desde hace 12 años es una tarea mayor; no sólo porque la historia del personaje es en sí misma compleja sino Wood, Revolutionary Characters. What Made the Founders Different, New York, The Penguin Press, 2006; y R. B. Bernstein, The Founding Fathers Reconsidered, Oxford-NewYork, Oxford University Press, 2009. 2 Frédérique Langue ha insistido en varios de sus artículos sobre este punto, especialmente en «La Independencia de Venezuela, una historia mitificada y un paradigma heroico», en Anuario de Estudios Americanos, vol. 66, n.º 2, julio-diciembre 2009, pp. 245-276. 3 David Bushnell, Simón Bolívar: Liberation and Disappointment, London, Longman, 2004. 4 Richard W. Slatta and Jane Lucas de Grummond, Simón Bolívar’s Quest for Glory, Texas, Texas A&M University Press, 2003, pp. 295-310. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 287-300, ISSN: 0034-8341 COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO 289 también porque un trabajo de este tipo requiere lidiar inevitablemente con una historia oficial que usa y abusa de la memoria para urdir su propia teleología revolucionaria a través de la instrumentalización política de un republicano moderado como Bolívar. Sus biógrafos anglófonos más recientes han evitado hacerse cargo de ese problema, optando más bien por una historia aséptica que pretende retratar al personaje en su propia época sin atender a su proyección histórica, apostando así por una historia anticuaria —según la definición acuñada por Nietzsche en Sobre la utilidad y los perjuicios de la historia para la vida— que no se interesa por el presente5. Por sus amplios conocimientos del Imperio español y de sus colonias John Lynch aparecía como el historiador anglófono mejor calificado para emprender la tarea de escribir una nueva biografía de Bolívar. Lynch posee un prolífico historial de publicaciones sobre la historia española de los siglos XVII y XVIII, y es un experto en los movimientos independentistas del siglo XIX. Es, por lo tanto, un historiador capacitado para incorporar a su biografía de Bolívar la gran cantidad de investigaciones publicadas en los últimos cuarenta años sobre la Independencia de América Latina. En esta biografía su enfoque es siempre moderado y sensato, y su prosa mesurada y accesible. Aunque no recoge el drama novelesco de la turbulenta carrera de Bolívar como lo hace David Bushnell, sí logra evocar la compleja personalidad de un hombre cuya fuerza de voluntad y carisma lo convirtieron en una de las figuras prominentes de la lucha por la emancipación de la América Central y del Sur de la dominación española. El resultado de este trabajo, aunque no es especialmente innovador, es una de las mejores biografías que se han escrito hasta la fecha sobre «El Libertador». Sin embargo, su principal déficit es que recién al final del texto Lynch se plantea algunas de las preguntas que todo biógrafo de Bolívar debiera enfrentar con profundidad: ¿Fue un hombre de estrategias inmutables? ¿Desafió realmente las convicciones políticas de su tiempo? ¿Renovó sus ideas políticas mientras la revolución de Independencia se movía de una fase a otra? Ciertamente, no hay una sola teoría que pueda abarcar todos los aspectos de la vida de un personaje como Bolívar. Por ello, los historiadores corren el riesgo de distorsionarlo si lo encierran en un marco conceptual que fuerza un modelo explicativo para recrear su pasado. John Lynch, a diferencia de otros historiadores, evita caer en esa trampa cuando plantea que «Para entender las revoluciones y sus actores debemos observarlos de cerca y juzgarlos a una gran distancia.» Con esa premisa de fondo, esta nueva biografía de Bolívar sigue una línea narrativa con pausas para el análisis y la interpretación, y una pausa final —tal vez demasiado breve— para establecer ciertas conclusiones. Lynch utiliza un enfoque evidentemente pragmático para retratar la vida de un hombre a quien él mismo describe como «el siempre pragmático». Aunque el pragmatismo no es la característica predominante de Bolívar como este autor sugiere, su enfoque nos permite hacer nuestra propia evaluación del personaje luego de leer la 5 Cf. David Bushnell, op. cit.; Lester Langley, Simón Bolívar: Venezuelan Rebel, American Revolutionary, New York-Lanham-Plymouth-Toronto, Rowman & Littlefield Publishers, 2009. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 287-300, ISSN: 0034-8341 290 COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO detallada y bien informada descripción de la vida pública y privada de Bolívar desde su nacimiento en 1783. En la primera parte de la biografía el autor describe la infancia y juventud de Simón en Caracas, su compleja historia familiar, sus experiencias de formación en Europa, su adhesión a la causa independentista y los triunfos y reveses de una carrera militar extraordinaria que comenzó con el colapso de la primera república de Venezuela en 1812 y que culminó con la derrota final del ejército español en América del Sur hacia 1825. En el transcurso de las páginas, Lynch evoca el contexto político y social con el que Bolívar tuvo que lidiar, describiendo sus esfuerzos frenéticos y desesperados para encontrar una solución a los enormes problemas que dejó la desintegración del Imperio español en las colonias americanas. Frente a cada una de las fases distintivas de la vida de Bolívar el autor hace valiosos apuntes, pero también se plantea algunas preguntas sobre el carácter de un movimiento emancipador que permitió la creación de una América Latina soberana tal como la conocemos hoy6. La primera pregunta que inquieta a Lynch es ¿por qué una región periférica del Imperio español como Venezuela, cuyos bastiones fueron los virreinatos de Nueva España, México y Perú, tuvo un papel tan prominente en el proceso independentista, gracias a la producción de tres de sus hombres más notables como Francisco de Miranda —«el Precursor»—, Andrés Bello, quien fuera uno de los maestros del joven Simón, y el mismo Bolívar? Su respuesta no es novedosa y se apoya evidentemente en la excelente investigación de P. Michael McKinley. Venezuela fue un territorio marginado durante gran parte de los siglos XVI y XVII, pero que adquirió una mayor importancia económica y administrativa a mediados del siglo XVIII y a inicios del 1800 cuando se convirtió en una de las colonias más prósperas de los dominios españoles en América7. Durante ese periodo, Venezuela hizo su entrada en la economía del mundo atlántico como consecuencia de la creciente demanda europea de sus productos agrícolas: su suelo fértil era especialmente favorable para la producción de cacao, añil y café, y sus puertos se convirtieron en enclaves privilegiados para la exportación hacia el Atlántico y el Caribe. La demanda de esos productos favoreció la consolidación de una clase de terratenientes muy poderosa, que en ciertos aspectos se asemeja a los hacendados de las plantaciones de Virginia, aunque, a diferencia de sus homólogos norteamericanos, estas familias generalmente no residían en sus haciendas sino en Caracas, la capital de la Provincia. Las similitudes entre ambos espacios atlánticos no deja de sorprender: al igual que los plantadores de Virginia del siglo XVIII, los dueños de las plantaciones de Caracas intentaron evitar su dependencia de los comerciantes de la metrópoli. Del mismo 6 Por tratarse de una biografía el autor no profundiza demasiado en esta problemática. Un acucioso análisis sobre el problema de la soberanía en la era de las revoluciones puede verse en el excelente estudio de Jeremy Adelman, Sovereignty and Revolution in the Iberian Atlantic, New Jersey, Princeton University Press, 2006. 7 P. Michael McKinley, Pre-Revolutionary Caracas. Politics, Economy and Society, 1777-1811, Cambridge, Cambridge University Press, 1985. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 287-300, ISSN: 0034-8341 COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO 291 modo que sus pares norteamericanos, los criollos caraqueños, entre ellos el padre de Bolívar —que poseía una importante colección de libros editados en Europa—, se mantuvieron informados de las noticias e ideas provenientes del Viejo Continente8. Al igual que los criollos de Virginia, los mantuanos también conformaron una elite de raza blanca al interior de una sociedad étnicamente diversa, pero racialmente dividida. En este caso y a diferencia del mundo colonial norteamericano, la división no sólo era entre blancos y negros —tanto esclavos como libres—, sino también entre blancos, pardos, mulatos libres y afro-indígenas, estos últimos representaban cerca del cincuenta por ciento de la población de Venezuela y sumaban alrededor de 800.000 habitantes. Como las relaciones entre la colonia y la metrópoli se deterioraron a partir de 1808, la aristocracia terrateniente se enfrentó con el mismo dilema al que se había enfrentado antes la elite de Virginia: la necesidad de equilibrar los argumentos en favor de la autonomía política contra el profundo miedo de que la revolución política desembocara en un conflicto social racial imposible de controlar. Como bien lo ha planteado el historiador John Elliott, el comparativismo es una de las metodologías que puede contribuir a sortear las interpretaciones excepcionalistas y nacionalista. Precisamente, uno de los temas que aparece en otra de las biografías anglófonas recientes, es la comparación entre Simón Bolívar y el general norteamericano George Washington. En Simón Bolívar: Venezuelan Rebel, American Revolutionary, Lester Langley argumenta que tanto Bolívar como Washington estaban obsesionados con el juicio de la posteridad, y que habría sido el mismo venezolano quien abrió las puertas a esa comparación aludiendo a su trillada consigna: «Mi nombre pertenece ya a la historia: ella será la que me haga justicia. No soy menos amante de la libertad que Washington, y nadie me podrá quitar la honra de haber humillado al león de Castilla desde el Orinoco hasta el Potosí»9. Sin embargo, esta comparación es de larga data en la historiografía en español y no ha estado exenta de simplificaciones que homologan por doquier y de lugares comunes que reducen a Bolívar a un mero Washington del Sur. El problema que parece quitar el sueño a Langley y también a Lynch es ¿hasta qué punto el suelo venezolano fue determinante para la aparición de un George Washington hispanoamericano? Si bien es válido hacer esa pregunta en referencia a la trayectoria militar y política de ambos personajes, la formación y el carácter de ambos presenta ciertos matices que diferencian sus respectivas trayectorias. Aunque ambos personajes fueron líderes innatos de los movimientos independentistas que se desarrollaron tanto en la América del Norte como en la del Sur, George Washington fue, a diferencia de Bolívar, un agricultor y un hombre de negocios que derivó a las armas, pero no un hombre político. Como bien lo ha definido el historiador Gordon Wood, Washington parecía no tener mucho que decir ante sus interlocutores y no representa8 Jack P. Greene, Pursuits of hapiness. The social development of Early Modern British Colonies and the Formation of American Culture, Chapel Hill & London, The University of North Carolina Press, 1988, pp. 42-100. 9 Lester Langley, op. cit., pp. 109-122. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 287-300, ISSN: 0034-8341 292 COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO ba el modelo de lo que la mayoría llama un intelectual. Sin embargo, eso no fue un problema para liderar la revolución norteamericana, pues ya existía un grupo de hombres más indicados (Adams, Jefferson, Hamilton, Franklin, Madison, entre otros) para socializar un debate filosófico y constitucional sobre las formas de gobierno y las libertades públicas. Entre ellos, John Adams fue especialmente despectivo de las capacidades intelectuales de Washington, y en algunos de sus escritos apuntó a su evidente ignorancia de los asuntos públicos y a su escaso interés por lectura. Con todo, lo que vuelve comparable a Washington y Bolívar es el sentido de la posteridad y el desprendimiento del poder. Tras la firma del tratado de paz y el reconocimiento británico de la independencia americana, Washington sorprendió al mundo entregando su espada al Congreso el 23 de diciembre de 1783 para luego retirarse a su finca en Mount Vernon10. Con ese acto simbólico, Washington efectuaba una retirada modesta e incondicional de la esfera pública: el comandante en jefe del ejército victorioso dejaba su espada y prometía no tener ninguna participación en los asuntos políticos futuros. Ese acto de desprendimiento total del poder convirtió a Washington en un hombre aún más célebre. Bolívar, por su parte, también había manifestado desde muy temprano su visión sobre la perpetuación en el poder. En su Discurso ante el Congreso de Angostura, pronunciado el 15 febrero de 1819 apuntó que «Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el Poder. El Pueblo se acostumbra a obedecerle, y él a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía». Dos años más tarde, en una carta dirigida al Dr. Pedro Gual escribió: «Me dice que la historia dirá de mí cosas magníficas. Yo pienso que no dirá nada tan grande como mi desprendimiento del mando... La historia dirá: Bolívar tomó el mando para libertar a sus conciudadanos, y cuando fueron libres, los dejó para que se gobernasen por leyes, y no por su voluntad». Tal como lo ha puesto de manifiesto Lester Langley, Bolívar tuvo una genuina preocupación por cómo sería recordado en la historia. Esta obsesión se vuelve aún más evidente en una carta que envía al general Santander el 23 de enero de 1824, en la cual señala: «en adelante quiero combatir por mi gloria aunque sea a costa de todo el mundo. Y mi gloria consiste en no mandar más». No obstante, los antecedentes biográficos de uno y otro nos muestran a dos personajes generacional y políticamente diferentes. Bolívar nació en 1783 —el mismo año del retiro de Washington—, en el seno de una familia muy bien relacionada con la elite de Caracas. Huérfano a la edad de nueve años, fue puesto bajo la tutela de su tío, a quien llegó a odiar, y de quien trató de escapar. El joven Simón se educó de manera irregular con intermitentes profesores particulares, y se integró al cuerpo de la milicia a la edad de catorce años. Al igual que en las colonias británicas, en la América española el uniforme de oficial de milicia confería un prestigio social innegable a quién lo portaba. Por eso, a la edad de quince años Bolívar fue enviado a España para completar su educación, al igual que muchos otros jóvenes aristócratas de Caracas. 10 Gordon Wood, op. cit., pp. 29-65. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 287-300, ISSN: 0034-8341 COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO 293 Después de haber cruzado el Atlántico, travesía que Washington nunca realizó, Bolívar conoció de primera mano al país que más tarde ya no mostraría como la madre patria, sino como el Imperio que había obligado a los americanos a quedar en una permanente infancia en relación a los asuntos públicos. Después de un breve viaje a París en 1802 se convenció de que España era un país de salvajes. Sin embargo, se casó en Madrid con una joven a quien llevó a Venezuela, país donde murió de fiebre a los ocho meses de la boda. Viudo con sólo diecinueve años, Bolívar nunca se casaría de nuevo. La tragedia lo envió de regreso a la Europa napoleónica, primero a París y luego a Italia. Regresó a Caracas en 1807, luego de una corta visita a los Estados Unidos, allí «por primera vez en mi vida, vi la libertad racional de primera mano». Pero su visita a las tierras de Jefferson y Adams lo convenció de que el modelo político norteamericano no era adecuado para la América española. A su regreso a Venezuela se dedicó a la gestión de sus plantaciones tropicales, en las que trabajó junto a sus esclavos, pero poco a poco fue capturado por el torbellino de acontecimientos que pondría a su tierra natal en el camino a la Independencia. Los años europeos fueron decisivos para la formación de Bolívar como futuro constructor de un proyecto revolucionario a escala continental. En París leyó tanto a los autores de la antigüedad clásica como las obras de algunos escritores del siglo XVII —John Locke y Baruch Spinoza— y de la Ilustración —Montesquieu, Voltaire y Rousseau—. Ese viaje también le permitió mirarse a sí mismo en el contexto de los disturbios desatados por la Revolución Francesa en todo el Viejo Mundo. Bolívar ya estaba en condiciones de examinar el legado político, social y constitucional de las primeras fases de la Revolución Francesa, y estuvo presente en París el 2 de diciembre de 1804 cuando Napoleón se coronó emperador en la catedral de Notre Dame. En Roma vivió una especie de epifanía en el Monte Aventino, donde a los 22 años habría jurado ante su ex maestro Simón Rodríguez liberar a su patria. La representación de esta imagen evocadora es la de un revolucionario ardiente que ante las ruinas del pasado clásico que lo rodea suscribe la firme promesa de que España seguiría el camino de la Roma imperial11. Poco tiempo después de su regreso a Venezuela, la invasión napoleónica a España en la primavera de 1808 precipitó una sucesión de acontecimientos que hicieron que la promesa del Monte Aventino estuviera mucho más cerca. La abdicación de Fernando VII, la invasión de las tropas francesas y la posterior caída del gobierno legítimo dejaron un vacío de poder que se visibilizó tanto en la propia Península como en los territorios americanos. Las Juntas surgieron en todo el mundo hispano para organizar la resistencia y ejercer la autoridad durante la ausencia forzada del Rey. Los mantuanos de Caracas tomaron la iniciativa en abril de 1810 destituyendo al capitán general de Venezuela, Vicente Emparan, y formaron una Junta Suprema instituida para mantener los derechos de Fernando VII. Esta Junta promovió a Bolívar al rango de teniente 11 Anthony Pagden, Spanish Imperialism and the Political Imagination: Studies in European and Spanish-American Social and Political Theory, New Haven and London, Yale University Press, 1990, pp. 133-153. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 287-300, ISSN: 0034-8341 294 COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO coronel en la milicia y lo envió a Londres para buscar apoyo del gobierno británico. Allí se reunió con el secretario de Relaciones Exteriores británico, quien le entregó una ambigua respuesta y evitó apoyar directamente la causa independentista de las colonias españolas. Sin embargo, durante los dos meses en Londres fue recibido por su exiliado compatriota Francisco de Miranda, quien lo introdujo en el mundo de la alta política y le ayudó a obtener valiosos contactos para su misión. En 1810, la elite caraqueña se dividió entre los defensores del orden tradicional, los partidarios de algún tipo de autonomía dentro de la monarquía española, y los radicales como Bolívar, que veían la Independencia plena como la única opción para las colonias americanas. Es en este punto que llegamos al problema central que enfrenta cualquier historiador que trata de evaluar la carrera de Bolívar y los movimientos de independencia a lo largo de las Américas. Si miramos retrospectivamente estos procesos desatados con inusitada fuerza tanto en el Atlántico como en el Pacífico, pareciera que la disolución de los Imperios español y británico era inevitable. Los líderes patriotas fueron elevados a una condición heroica, mientras que los que se oponían a su causa pasaron a ser condenados y vilipendiados no sólo por sus contemporáneos sino también por las respectivas historiografías nacionales. Es necesario repensar esa coyuntura crítica que parecía inevitable a ojos de los contemporáneos, ya sea para el caso de las colonias británicas en la década de 1770 y de las colonias españolas después de 1808. ¿Qué alternativas políticas existían para resolver la mal llamada «crisis de la monarquia»? ¿En ese momento era la Independencia la mejor o incluso la única opción disponible para los criollos?12. Tanto Lynch como Bushnell y Langley parecen compartir una misma apreciación sobre la inevitabilidad de la acción política de Bolívar. Los tres autores reconocen que ante la coyuntura post 1808 había llegado el momento de liberar a las colonias y promover su absoluta independencia. Por esa misma razón, Bolívar encarnaba la avanzada de aquellas reivindicaciones criollas que ya no se sentían satisfechas con la obtención de una mayor autonomía dentro de la monarquía española sino que pretendían un quiebre político definitivo con la Corona española. Con todo, esta lectura del proceso revolucionario y del accionar de Bolívar parece ser tributaria de una mirada que nos habla únicamente desde la era post-imperial y del mundo post-colonial. Estos autores nos muestran un proceso histórico que transita hacia un desenlace inevitable y en cierta medida deseable. En el fondo reproducen la teleología revolucionaria que también utilizaron los historiadores del siglo XIX. A la hora de los balances cabe preguntarse si la Independencia fue total, y si todo lo ganado fue el justo precio de todo aquello que se perdió en la batalla. Sin duda que es necesario volver a pensar la Independencia como una de las múltiples opciones que se barajaron en una coyuntura en que la demanda de autonomía por parte de los criollos iba in crescendo13. 12 Joyce Appleby se plantea esta interrogante para el caso norteamericano, en Inheriting the Revolution. The First Generation of Americans, Cambridge-London, Harvard University Press, 2000, pp. 26-56. 13 Jaime E. Rodríguez O., The Independence of Spanish America, Cambridge, Cambridge University Press, 1998. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 287-300, ISSN: 0034-8341 COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO 295 Trabajos recientes sobre el Imperio español en los siglos XVIII y XIX han cuestionado la idea de una búsqueda de independencia absoluta por parte de las colonias americanas, incluso después de la vacatio regis de 180814. ¿Fueron las juntas, que surgieron desde Caracas a Buenos Aires para defender a Fernando VII y sus derechos, un trampolín para la Independencia de España? Reafirmar esa hipótesis supone desconocer una larga tradición jurídica vigente en el mundo hispano por la cual en ausencia de un monarca la soberanía volvía al pueblo. Tanto en España como en América, la formación de juntas para expresar la voluntad del pueblo se amolda perfectamente a esta tradición15, particularmente cuando la lealtad de criollos e indios hacia la corona había echado profundas raíces en las sociedades americanas16. Los historiadores también han estado prestando mucha atención en los últimos años a los acontecimientos que se desencadenaron sincrónicamente en la península Ibérica, especialmente a la discusión sobre la «cuestión americana» en la asamblea parlamentaria liberal de las Cortes de Cádiz, que se reunió en 1810 y disolvió en 1814 con el retorno de Fernando VII17. A diferencia de la Cámara de los Comunes británica, que rechazó la inclusión de representantes de sus colonias, las Cortes de España invitaron a los diputados americanos a participar, pero no otorgó los cupos que los territorios americanos creían proporcionales al tamaño de sus respectivas poblaciones18. En 1812 el primer artículo de la famosa constitución liberal aprobada por esas Cortes afirmaba con orgullo que «la Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios»19. En otras palabras, la categoría «español» refería a todos los habitantes de los territorios americanos —incluyendo a los indios, pero excluyendo a los afrodescendientes— y reconocía que éstos poseían los mismos derechos que los habitantes de la península Ibérica. Teóricamente, la Constitución abría posibilidades a una cierta forma de autonomía colonial en una nación española que abarcaba tanto al Atlántico como al Pacífico. Entre 1813 y 1814, en conformidad con las disposiciones de la Constitución gaditana, gran parte de la América española se embarcó en un pro14 John Elliott, Empires of the Atlantic World: Britain and Spain in America 1492-1830, New Haven, Yale University Press, 2006, pp. 325-369; Gabriel Paquette, «The Dissolution of the Spanish Atlantic Monarchy», en The Historical Journal, vol. 52, n.º 1, 2009, pp. 175-212. 15 Manuel Chust (coordinador), 1808. La eclosión juntera en el mundo hispano, México, Fondo de Cultura Económica/El Colegio de México, 2007. 16 Rebecca Earle, «Creole patriotism and the myth of the loyal Indian», en Past and Present, n.º 172, 2001, pp. 129-130. 17 Izaskun Álvarez Cuartero y Julio Sánchez Gómez (editores), Visiones y revisiones de la independencia americana. México, Centroamérica y Haití, Salamanca, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2005. 18 José Carlos Chiaramonte, Fundamentos intelectuales y políticos de las independencias. Notas para una nueva historia intelectual de Iberoamérica, Buenos Aires, Editorial Teseo, 2010, pp. 75-120. 19 Constitución política de la Monarquía española promulgada en Cádiz a 19 de marzo de 1812, Madrid, Imprenta Nacional, 1820, p. 4. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 287-300, ISSN: 0034-8341 296 COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO ceso electoral para ocupar los cupos en los órganos representativos del nuevo gobierno provincial y municipal. Pero ya era demasiado tarde. No sólo porque el experimento liberal fue condenado por el retorno al poder de Fernando VII, sino también porque algunas colonias entraron en un proceso de conflictos sociales y étnicos que desembocaron en una abierta guerra civil. Que esto haya ocurrido se debe, en parte, al impulso de algunos criollos radicales como Bolívar, que presionaron una campaña a favor de la Independencia de España. A través de sus lecturas y de su observación de Europa y las Américas, Bolívar logró construir su propia visión sobre las formas políticas que las sociedades coloniales americanas debían tomar después de la caída del Imperio español. Como bien lo demuestra John Lynch, apoyándose en una investigación anterior de David Brading, las ideas políticas de Bolívar remiten al republicanismo clásico, que remonta su linaje a la antigua Grecia y la Roma republicana20. Con una clara convicción liberal rechazó el despotismo y se volvió partidario de una forma de gobierno mixta, inspirándose, en los escritos de Montesquieu y John Adams. A partir de ese molde republicano Bolívar desarrolló una obsesión por la gloria y la fama eterna, primero como el libertador de su pueblo y luego como el legislador que permitió a sus compatriotas vivir como ciudadanos de repúblicas virtuosas. Con el retorno de Fernando VII, las condiciones para una guerra con la metrópoli no eran promisorias, sin embargo, el voluntarismo de Bolívar permitió que la causa independentista hispanoamericana continuara el proceso de transformación política iniciado por la revolución norteamericana y francesa. En este sentido, Bolívar parecía ser arrastrado por los vientos de una era convulsionada. Pero España no era el único impedimento para consolidar los nuevos gobiernos independientes en las colonias hispanoamericanas. Los problemas políticos y sociales internos también fueron una constante de la vida política a inicios del siglo diecinueve. El recién elegido Congreso venezolano declaró la Independencia en 1811, pero fue incapaz de incorporar y controlar a las provincias realistas durante la Primera República. Durante las últimas décadas del siglo XVIII, los sectores pardos, mestizos y negros se vieron beneficiados por ciertas políticas monárquicas, y por lo mismo no tenían ningún deseo de apoyar una separación de España que los dejaría a merced de la elite criolla. En un territorio como el venezolano, donde las lealtades locales eran profundas, también hubo un gran resentimiento contra la dominación de Caracas. Con las fuerzas realistas activas y con la población negra y parda apoyando la causa realista, la nueva república se derrumbó en menos de dos años. El mismo Bolívar tuvo algún grado de responsabilidad en esa debacle; siempre intolerante con sus rivales, entregó a Francisco de Miranda —el precursor de la independencia— a los españoles, en un acto de traición que es difícil de excusar. En octubre de 1812 Bolívar se refugió en Cartagena, en la vecina Nueva Granada, donde publicó un manifiesto de agitación y 20 David Brading, Classical Republicanism and creole patriotism: Simón Bolivar (1783-1830) and the Spanish American Revolution, Cambridge, Centre of Latin American Studies University of Cambridge, 1983. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 287-300, ISSN: 0034-8341 COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO 297 preparó su campaña para arrebatar el control de Venezuela a los españoles y a los lealistas criollos. Ese fue el comienzo de lo que Bolívar anunció sería una «guerra a muerte». Pero no hay duda que Bolívar no era tan magnánimo como su pluma, especialmente cuando proclamó que no habría piedad con aquellos españoles que no apoyaran la causa independentista. En Venezuela estalló la guerra civil y diversas atrocidades fueron cometidas por los grupos que intervinieron en el conflicto, el cual fue impulsado no sólo por las lealtades que rivalizaban, sino también por el resentimiento de las divisiones raciales entre criollos, pardos, negros y mulatos. En 1814, después de haber liberado a la mitad del país, Bolívar firmó una orden para ejecutar a sangre fría a más de ochocientos prisioneros españoles que se encontraban en poder de los insurgentes. Pero el ajusticiamiento de poco le serviría porque tras la inminente llegada de una gran fuerza expedicionaria española en la primavera de 1815 tuvo que refugiarse nuevamente en Cartagena. Poco tiempo después se embarcó rumbo a Jamaica para planificar y trazar los próximos pasos de lo que ya parecía una causa perdida. Fue en Kingston donde Bolívar escribió su famosa Carta de Jamaica. Pese a que fue publicada originalmente en inglés tres años después de su redacción —el 6 de septiembre de 1815— y que no hubo una versión en español sino hasta 1833, se trata de un texto que, como dice Lynch, con el tiempo llegaría a ser una especia de carta magna de la revolución hispanoamericana. Esta carta es testimonio de un extraordinario poder discursivo: una de las claves del éxito de Bolívar; pero también muestra el desarrollo de una visión de futuro para toda la América española, una visión que, a su juicio, sólo podía lograrse si se tomaban en cuenta las realidades propias de los territorios americanos que habían sido colonizados por España. Bolívar creía que estos territorios no se adaptaban a las soluciones federales ni a las instituciones liberales plenamente representativas. A causa de las antipatías regionales, las divisiones raciales y la falta de preparación cívica, el futuro de la emancipación americana recaería en un Estado-nación a cargo de criollos ilustrados como él. Pese a que fue un abolicionista y liberó a sus propios esclavos, Bolívar no tuvo la intención de sustituir los regímenes absolutistas españoles por pardocracias. El resto de su vida se dedicaría a la tentativa de convertir su visión de la América española en una realidad. A medida que reunió refuerzos y regresó al continente para lanzar un nuevo asalto a los realistas, Bolívar se revela como un comandante del genio: siempre sagaz para evaluar a los hombres y las situaciones y siempre con nuevas respuestas para afrontar los contratiempos y las derrotas, pese a un físico que parecía lejos de ser robusto. Gracias a su disposición para compartir las dificultades y los éxitos con sus soldados fue capaz de inspirar una profunda devoción por sus acciones y palabras. Pero al mismo tiempo era autocrático, cruel, vanidoso e implacable. Sus biógrafos anglófonos evitan acusarlo de ser un simple caudillo, tal como lo fueron otros personajes de la historia de América Latina a inicios del siglo diecinueve. Aunque esta consideración historiográfica es cierta, es preciso matizarla. Por un lado Bolívar carecía de la base de poder de los caudillos regionales que surgieron después Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 287-300, ISSN: 0034-8341 298 COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO de que se abriera paso por todo el continente, pero por otra parte poseía un sentido personalizado del poder que estaba profundamente arraigado en las relaciones patrón-cliente de la sociedad colonial. José de San Martín, que llevó su propio ejército de liberación hacia Argentina, Chile y Perú, y se encontró cara a cara con Bolívar en Guayaquil en 1822, lo describió como un hombre vano, superficial y con una irrenunciable «pasión por mandar». Entonces, si Washington subsumió su personalidad a la promoción de la causa emancipadora, Bolívar encausó la causa conforme a los dictados de su fuerte personalidad21. El éxito de las campañas militares de Bolívar, no solo se explica por su astucia militar, sino también por la desorientación del gobierno español instalado en Madrid, incapaz de producir una estrategia coherente para hacer frente a las colonias rebeldes y por la indisciplina de los soldados realistas. Empero, estos factores no favorecieron inmediatamente la hazaña de alienar a los sectores de la población más comprometidos a mantener los tradicionales vínculos con España. Este proceso se perpetuó hasta que la lucha de España por mantener su dominio sobre América se agotara en diciembre de 1824 con la victoria del general Sucre —uno de los subordinados más leales a Bolívar— en Ayacucho. A partir de ese momento, la Independencia, que quince años antes no había sido más que un destello en los ojos de Bolívar y de un puñado de radicales, parecía el resultado lógico e inevitable de una guerra civil larga y brutal que enfrentó dos bandos que defendían dos lealtades políticas diferentes22. El efecto de esta guerra, mucho más prolongada y sangrienta que la guerra que condujo a la independencia de los Estados Unidos, fue dejar amplias regiones de América del Sur arrasadas con sus poblaciones destruidas. Desde el principio Bolívar había pensado la necesidad de reconstruir las sociedades devastadas que él había contribuido a liberar. Se consideraba a sí mismo como el nuevo Licurgo, el único hombre capaz de diseñar nuevos sistemas de gobierno que permitieran a esas sociedades establecerse sobre sólidas fundaciones. El sueño de Bolívar era crear la República de la Gran Colombia, uniendo Venezuela, Nueva Granada y Quito, y para ello presentó a los delegados del Congreso reunido en Angostura en febrero de 1819 su gran plan para la nueva república, de la que fue nombrado el primer presidente. Ese proyecto, que revela la originalidad de las ideas políticas de Bolívar así como su sospecha del nacionalismo para el futuro de las sociedades emancipadas del dominio español, tenía como principal fundamento la conformación de una estructura territorial supranacional. Pero su puesta en práctica colisionó con una dura realidad, derivada no sólo de la logística continental sino también de las lealtades regionales y locales en aquellas sociedades que habían desarrollado características y tradiciones propias durante más de doscientos años de dominación imperial. Dos dé21 Richard W. Slatta and Jane Lucas de Grummond, op. cit., pp. 3-26. Sobre este tema véase el original estudio de Clément Thibaud, Républiques en armes. Les armées de Bolívar dans la guerre d’Indépendance en Colombie et au Venezuela, Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2006. 22 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 287-300, ISSN: 0034-8341 COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO 299 cadas antes la experiencia política atlántica había demostrado que era posible, pero sumamente complejo mantener unidas a las trece colonias británicas norteamericanas tras su independencia, pero en la América española no fue posible lograr la misma hazaña. Tal como ocurrió con el Imperio Romano, cuyas ruinas Bolívar había mirado desde el Monte Sacro, el Imperio español se fragmentó en múltiples unidades políticas independientes. Como bien lo apuntan John Lynch, Richard W. Slatta y Jane Lucas de Grummond, como todo lector entusiasta de los clásicos y de Montesquieu, Bolívar vivió en un mundo de abstracciones; por lo mismo, fue siempre consciente de que las leyes debían adaptarse a las circunstancias locales. Sin embargo pasó los últimos años de su vida tratando de que su proyecto político no fuera pervertido por los intereses particulares ni por el personalismo caudillesco. En sus esfuerzos por salvar su obra se fue moviendo en una dirección cada vez más autoritaria, produciendo una constitución para Bolivia con las disposiciones de un gobierno fuerte y un presidente perpetuo que tendría el derecho de nombrar a su propio sucesor. Esta Constitución, que propuso como modelo para las otras nuevas naciones, ha demostrado su controversial característica. Rodeado de enemigos, se enfrentó con rebeliones e intentos de asesinato y vio a la Gran Colombia desintegrarse. La amargura de sus últimos escritos revelan su desconcierto ante el curso que había tomado la consolidación política de la Independencia en toda América. Su famosa frase «Los que hemos trabajado por la libertad de América, hemos arado en el mar» revela de manera trágica su profunda desazón. Nicolás OCARANZA École des Hautes Études en Sciences Sociales Centre de Recherches sur les Mondes Américains (CERMA) Mondes Américains, Sociétés, Circulations, Pouvoirs (MASCIPO - UMR 8168 CNRS) Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 287-300, ISSN: 0034-8341 RESEÑAS Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 251 Págs. 303-316, ISSN: 0034-8341 DE CRISTÓFORIS, Nadia Andrea, Bajo la Cruz del Sur: gallegos y asturianos en Buenos Aires (1820-1870), A Coruña, Fundación Pedro Barrié de la Maza, 2010, 251 pp. Este nuevo libro de Nadia De Cristóforis nos invita a reflexionar sobre distintos aspectos de la inmigración gallega y asturiana hacia Buenos Aires, en un corte temporal y geográfico innovador. El periodo analizado coincide con las décadas entre la emancipación colonial y la llegada masiva de inmigrantes de ultramar hacia la Argentina, etapa poco estudiada hasta ahora, pero que la autora busca reconstruir con sagacidad, mediante un riguroso análisis documental y bibliográfico. Dado el carácter fragmentario de la información necesaria para dar cuenta de este proceso, de Cristóforis recurrió al análisis de fuentes primarias de diversa naturaleza diseminadas tanto en archivos españoles como argentinos, así como de diversas producciones bibliográficas. A partir de esto realiza un análisis cuantitativo y cualitativo en el que se destaca la prolija elaboración de estadísticas y gráficos, que son explicados cuidadosamente. Un documento particularmente valioso para la etapa analizada son los Libros de Entradas de Pasajeros hacia el Puerto de Buenos Aires. De Cristóforis los describe, analiza y construye cuadros y gráficos que le sirven para ilustrar cómo eran estos flujos migratorios, la procedencia de los mismos (puertos de salida) y su inserción en los ámbitos de llegada. El censo de la ciudad de Buenos Aires de 1855 también resulta relevante para esta investigación, y es citado y analizado a lo largo de los seis capítulos de la obra. El recorrido comienza con un análisis de los flujos tardo coloniales y de las primeras décadas de la etapa independiente hasta 1840, considerada como «un periodo de transición». De Cristóforis sostiene que en estos años la inmigración del noroeste hispánico hacia Buenos Aires, condicionada en parte por los avatares políticos locales tras la emancipación colonial, logró mantenerse aunque a ritmos más modestos que los habidos hasta 1810. En contra de determinadas miradas sobre la historia argentina, Bajo la Cruz del Sur demuestra que desde 1830 en adelante, y pese a la inestabilidad política en las tierras del Plata, la inmigración española hacia la provincia de Buenos Aires se hallaba en crecimiento. Se trataba de flujos predominantemente masculinos, solteros y jóvenes. Italianos, franceses, ingleses, alemanes, también formaban parte de esta tendencia, incorporándose a una sociedad cada vez más plural. Diversos fueron los motivos que pudieron haber alentado los traslados de gallegos y asturianos en esa etapa. Por un lado, el empobrecimiento progresivo de los campesi- 304 RESEÑAS nos por los crecimientos decrecientes de las cosechas o las crisis agrícolas producto de las fuertes lluvias de 1852, pudieron haber impulsado la decisión de emigrar. Asimismo, la sobrepoblación y la desindustrialización debida a la crisis en el sector textil producto de la competencia con las mercancías provenientes del Reino Unido, Francia o Cataluña. Sin embargo la autora sugiere que ni la densidad demográfica, ni la situación de extrema pobreza en sí mismas eran condiciones determinantes. Partiendo de la historiografía más reciente, De Cristóforis retoma la hipótesis de que la situación de los migrantes en general no era paupérrima, sino que en muchos casos contaban con un capital necesario para poder cubrir el traslado y la instalación inicial en el destino elegido. Asimismo su trabajo da cuenta de que en las décadas de 1840 y 1850 los traslados desde el noroeste hispánico se dieron a través de contratos en los que los pasajeros de escasos recursos lograban financiar el viaje con los jornales que obtendrían en la sociedad receptora. Los armadores y los agentes de la emigración, quienes se ocupaban de organizar las expediciones hacia América, brindaban visiones positivas y una prometedora información sobre el lugar de destino. Estos impulsos lograron estimular la salida de personas en zonas donde no existía una fuerte trayectoria de emigración hacia ultramar. Otro tanto aportaban la correspondencia de quienes vivían en Buenos Aires, así como los relatos de los que regresaban. La presencia de las redes de parentesco o paisanaje en la sociedad de acogida, son resaltadas para todo el periodo, poniendo en relieve de la importancia que dicho factor como uno de causales o motivadores de la migración y su rol en el proceso de integración a la sociedad porteña. Por otro lado, la voluntad de escapar a las levas o al servicio militar español servía también como estímulo para abandonar la tierra de origen. A pesar de los esfuerzos de las autoridades por evitarla, los periódicos de la época y los expedientes policiales analizados por De Cristóforis, demuestran que las fugas se producían con asiduidad. Para mediados de la década de 1850, esos factores se vieron favorecidos por las políticas migratorias que adoptaron tanto los gobiernos hispánicos como los bonaerenses, tendientes a facilitar los traslados a ultramar y a prevenir maltratos o abusos. Mediante la sanción de la Real Orden en 1853, las autoridades españolas buscaban regular las condiciones para la obtención de pasaportes y mejorar las características de los barcos que emprenderían los viajes hacia ultramar. Pero como comprueba la investigadora, dicha legislación no logró impedir las arbitrariedades suscitadas en el tráfico emigratorio, ni la homogeneización de los criterios de presentación de la documentación requerida para obtener los pasaportes. Del lado rioplatense los gobiernos también procuraron intervenir en la cuestión inmigratoria, impulsados por los intereses de las elites dirigentes de atraer europeos como mano de obra y población. Sin embargo De Cristóforis observa que los gallegos y asturianos que se trasladaron a Buenos Aires en las décadas de 1840 y 1850 lo hicieron a través de mecanismos no «oficiales», como las contrataciones masivas impulsadas por armadores y agentes de la emigración, a través de los «llamados» de parientes o vecinos que habitaban en la sociedad receptora, o bien de manera ilegal. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 303-316, ISSN: 0034-8341 RESEÑAS 305 Pero el Río de la Plata no era el principal destino de los migrantes en ultramar, sino que Cuba recibía la mayor cantidad de gallegos y asturianos. Sin embargo, combinando la dimensión de análisis macro con la micro, De Cristóforis se detiene en el nivel provincial y municipal, y da cuenta de que en ayuntamientos como Santiago de Compostela predominaba la elección del puerto bonaerense. Los traslados hacia las tierras americanas se producían en pésimas condiciones, y en varios casos los pasajeros se encontraban sin pasaporte, situación luego prohibida por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina. Ya en la sociedad de acogida, los migrantes debían trabajar duramente en los primeros años de su estadía para poder afrontar los gastos del pasaje. La migración del noroeste hispánico muestra un comportamiento diferenciado entre gallegos y asturianos. Mientras la primera se mantenía en un crecimiento sostenido desde 1830, la segunda comienza a ralentizar sus ritmos a partir de la década siguiente, a la par que el destino cubano atraía a los flujos de esta zona. Un temprano tejido asociativo, contribuyó a mantener los lazos entre la comunidad hispánica, habitaba la sociedad porteña. Sin embargo, en tiempos del gobernador Juan Manuel de Rosas y luego hacia la década de 1860 no fue fácil para los migrantes la interacción con la sociedad de acogida. El clima de hispanofobia, determinados prejuicios acerca de los españoles y sobre todo los gallegos seguían haciéndose presentes. A lo largo del libro, la historiadora no deja de lado la bibliografía ni los principales debates sobre la inmigración. Estudios pioneros como los de Samuel Baily, José Moya, o Gladys Massé, entre otros, contribuyen a dar cuenta de los procesos de integración o «ajuste» de los migrantes del noroeste hispánico a la sociedad porteña. En su último capítulo De Cristóforis repasa algunos aspectos de aquellos procesos. Los lugares que elegían para vivir en la ciudad se encontraban hacia el sur, alejados del núcleo comercial y administrativo. A la par de la conformación de un mercado de trabajo en la sociedad bonaerense, los inmigrantes gallegos y asturianos no tardaban en incorporarse a la población económicamente activa, desempeñándose en actividades dependientes, poco calificadas y mal pagas. En la mayoría de los casos, el endeudamiento contraído por el pasaje hacia las tierras platenses, les impuso ciertas limitaciones para lograr mejores salarios y condiciones de trabajo. Esta obra es una producción de gran valor metodológico que logra reconstruir un proceso de «migración temprana» hacia Buenos Aires, en una etapa «pre-estadística» en el que las fuentes que dan cuenta directa o indirectamente de este fenómeno, no son continuas ni abundantes. La investigación describe tendencias generales, pero a su vez detiene la mirada en pequeñas escalas como los municipios y las parroquias. La misma también brinda testimonio de las historias de vida y por mementos toma estudios de caso, que contribuyen a abordar el objeto de estudio con gran precisión. Este trabajo sin duda representa una gran contribución a la historiografía de las migraciones, ya que logra demostrar que lejos de existir un hiato en gran parte del siglo XIX respecto de la llegada de inmigrantes, la etapa de inmigración masiva hacia la Argentina a partir de 1870 constituyó una profundización de las tendencias migratorias previas. En este sentido De Cristóforis se refiere al proceso que se inicia a fines Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 303-316, ISSN: 0034-8341 306 RESEÑAS de la década de 1830 y se extiende hasta las primeras décadas del siglo XX, como «un ciclo de gradual y continuo crecimiento» de las migraciones del noroeste hispánico hacia Buenos Aires. Para concluir, Bajo la Cruz del Sur es un libro de una enorme rigurosidad que logra dar cuenta a partir del trabajo de reconstrucción minuciosa de fuentes, de la importancia de los migrantes del noroeste hispánico en el desarrollo económico y cultural bonaerense. Agustina VERONELLI Universidad de Buenos Aires, Argentina ETTE, Ottmar y MÜLLER, Gesine (eds.), Caleidoscopios coloniales. Transferencias culturales en el Caribe del siglo XIX. Kaléidoscopes coloniaux. Transferts culturels dans les Carïbes aux XIXe siécle, Berlín, Madrid, Iberoamericana - Vervuert, 2010, 481 pp. Bajo el título Caleidoscopios coloniales. Transferencias culturales en el Caribe del siglo XIX, el libro agrupa los trabajos discutidos en la conferencia celebrada en la Casa de las Culturas del Mundo, en Berlín, entre los días 9 y 11 de julio de 2009. Los textos recopilados exploran el periodo comprendido entre 1789 con el inicio de la Revolución francesa y culminan en 1886 con la abolición de la esclavitud en Cuba, con vistas a establecer tipologías de los modelos de transferencias culturales ocurridos desde y hacia las colonias del Caribe hispano y francés. Para ello, los autores indagan sobre procesos poco estudiados como, por ejemplo, la influencia de la Revolución francesa en Haití. Por otra parte, los coordinadores de la obra, Ottmar Ette y Gesine Müler, nos advierten sobre la conveniencia de explorar la influencia política y literaria de Estados Unidos en los procesos y modelos de independencia americanos. La cronología propuesta se justifica para observar aquellos «puntos de ruptura culturales de los sistemas coloniales que desembocan en los procesos independentistas», señalados por Ette y Müler en la introducción. No obstante, el periodo cambia en el estudio de otros procesos socioeconómicos de larga duración ocurridos en el Caribe. El término caleidoscopio resulta acertado en su acepción de complejidad y diversidad de dicha región. El volumen se estructura en cinco apartados correspondientes a las zonas geográficas y, al propio tiempo, coincidentes con los centros coloniales de Francia y España y los puntos nodales que intervienen en la circulación e intercambio de modelos culturales a nivel tanto intracaribeño como extracaribeño. Ellos son Cuba, Guadalupe/Martinica, Haití, África y, por último, Europa y América. Una mirada a los diferentes trabajos que componen el libro evidencia que algunos temas han sido objeto de interés para los estudios de cultura popular, la historia de la esclavitud y de la construcción del Estado-nación. Sin embargo, los textos resultantes son enriquecidos a partir del enfoque de la circulación cultural, o lo que el profesor Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 303-316, ISSN: 0034-8341 RESEÑAS 307 Ette llama «literatura en movimiento». Tal es el caso de la primera sección del libro dedicada a Cuba. El teatro popular, la novela costumbrista y las representaciones de la isla a través de la cultura visual y escrita son analizados como soportes de la circulación y de transferencias culturales entre Europa, África, el Caribe y América. Este apartado se inicia con el trabajo de Roberto González Echevarría, quien realiza un estudio novedoso sobre el costumbrismo cubano y sus relaciones con las aspiraciones de algunos sectores de las elites por crear la nación. Puede decirse que en mayor o menor medida las diversas reflexiones y alusiones a la corriente costumbrista articulan los restantes textos sobre Cuba. En el caso de Martinica y Guadalupe, objetos de interés del segundo apartado, los trabajos presentan como hilo conductor el problema de la esclavitud y el papel de las elites en el proceso de abolición. El desconocimiento de este proceso para el Caribe colonial francés añade un valor a las tesis presentadas por los autores. Es indiscutible que África fue una pieza clave para Hacer el Caribe, como Michael Zeuske acertadamente reinterpreta la expresión Hacer las Américas. Sin embargo, los vínculos con África constituyen una de las asignaturas pendientes dentro de los estudios sobre el Caribe. En este sentido sólo hay dos aportaciones. Valdría la pena mencionar el uso por parte de Zeuske de ciertos términos que pueden confundir a los lectores. Tal es el caso de la expresión comodificación, procedente de la palabra inglesa commodities y que ha sido traducida al español como mercancías. En cuanto al apartado de Haití considero que es uno de los más novedosos del libro. Los trabajos aquí presentados cuestionan el giro paternalista que ha tenido su estudio en los últimos tiempos. En los textos presentados se intenta desentrañar las causas de un país totalmente desestructurado. Dentro de la reciente historiografía encontramos, no obstante, importantes y pioneras contribuciones como el libro El rumor de Haití en Cuba: temor, raza y rebeldía, 1789-1844, de María Dolores González-Ripoll, Consuelo Naranjo Orovio, Ada Ferrer, Gloria García y Josef Opatrný, en el que se aborda desde diferentes puntos de vista la influencia de la Revolución de Haití en Cuba. Siguiendo esta línea, la doctora Naranjo Orovio analiza, en Caleidoscopios coloniales. Transferencias culturales en el Caribe del siglo XIX, la construcción por parte de las elites de un discurso que relacionaba civilización y barbarie a partir del «miedo al negro» para consolidar la economía de plantación y controlar a los esclavos. Haití es el puente que conecta en el libro el apartado referido a Europa y América y que cierra con broche de oro el libro. Héctor Pérez Brignoli retoma la relación establecida por Consuelo Naranjo entre Cuba y Haití para recordarnos en su ensayo que ambas representaron «futuros deseados pero no realizados». Los autores retoman varias de las tesis propuestas en la introducción por Ottmar Ette y Gesine Müler entre las que hay que destacar la diversidad y complejidad de un Caribe que transciende los marcos tradicionalmente aceptados para ir más allá del Atlántico, y la necesidad de encontrar un lenguaje común que trascienda las fronteras nacionales y articule las distintas experiencias coloniales. El conjunto de los trabajos hacen que Caleidoscopios coloniales. Transferencias culturales en el Caribe del siglo XIX sea un referente de Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 303-316, ISSN: 0034-8341 308 RESEÑAS obligada lectura para los estudiosos sobre los procesos de circulación cultural, y sitúan al Caribe en una historiografía que suele centrarse en otros espacios coloniales y poscoloniales. Leida FERNÁNDEZ PRIETO Instituto de Historia, CCHS-CSIC PÉREZ VEJO, Tomás, Elegía Criolla. Una reinterpretación de las guerras de independencia hispanoamericanas, México, Tusquets Editores, Tiempo de Memoria-Centenarios, 2010, 324 pp. En la historiografía sobre América Latina, ningún campo de investigación ha sido tan transitado en los últimos veinte años como el de las independencias. Comenzó primero como una auténtica revolución temática y epistemológica, para transformarse a medida que nos acercábamos a los Bicentenarios en un área de análisis y eventos colectivos que pocos historiadores preocupados por los siglos XVIII y XIX han eludido. El resultado es una ingente cantidad de publicaciones de muy diversa extensión y calidad. Como no podía ser de otra manera, en los últimos tiempos ese proceso está dando lugar a las primeras obras centradas, no tanto ya en el propio acto investigador, como en debates y reflexiones sobre los cambios de perspectiva que se han introducido en estas fructíferas décadas. Un temprano y muy interesante producto de esta tendencia es el libro de Tomás Pérez Vejo que estamos reseñando. Más que una «reinterpretación», Elegía Criolla es una reflexión cuidadosa, documentada y sobre todo crítica sobre casi dos siglos de elaboraciones interpretativas sobre las independencias. Interpretaciones que van desde las más influyentes, creadoras de imaginarios duraderos —como son las que surgieron de las diversas construcciones nacionales del siglo XIX—, a perspectivas marxistas y materialistas vinculadas al materialismo histórico y a la teoría de la dependencia, hasta alcanzar la perspectiva de «lo político» de la que —como la mayor parte de los trabajos que se insertan en la corriente renovadora de los últimos veinte años— el autor se reconoce deudor y miembro de pleno derecho. Pero entendámonos, Elegía Criolla no es un trabajo bibliográfico. Se apoya ciertamente en los debates de punta, pero los transforma en una construcción crítica propia. Y agrega, además, una propuesta teórica e interpretativa global que parte de reconocer muy certeramente a los procesos revisados una proyección universal. Se trata de «explicar y entender uno de los fenómenos más relevantes de la historia del mundo atlántico en general y del hispánico en particular. Nada fue igual después de él, un cataclismo que cambió de manera radical la faz del planeta y cuya sombra sigue extendiendo su manto sobre lo que el mundo hispánico es y sobre cómo se imagina»; porque «[n]o estamos ante un episodio menor, ocurrido en un pasado lejano y sin relaciones con nuestro presente, sino ante uno de esos sucesos que marcan el devenir de la humanidad» (p. 13). Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 303-316, ISSN: 0034-8341 RESEÑAS 309 El libro contribuye a deconstruir algunas de las interpretaciones más acendradas sobre el periodo: la existencia de naciones previas que habrían cimentado el proceso independentista, el enfrentamiento binario entre criollos y peninsulares (en mi opinión, uno de los capítulos más sugerentes y atractivos); el convencimiento de que existió un «ejército español» en las guerras de independencia (cuando ambas partes estaban integradas por criollos y en mucha menor medida por peninsulares); la idea de un Imperio fundado en intereses nacionales, que el autor niega incluso en la fase borbónica y rescata, por el contrario, la noción de «monarquía compuesta» formada por un conglomerado de reinos, provincias y señoríos unidos por la común fidelidad a un monarca. De allí surgirán más de veinte estados-naciones, incluida España que se construye como tal en la misma fase histórica que las repúblicas americanas, y en un plano de horizontalidad con ellas. Junto al proceso de deconstrucción hay también propuestas interpretativas de calado. Pérez Vejo rechaza la noción de «revoluciones de independencia», tan cara a las construcciones nacionalistas decimonónicas. Defiende en su lugar la idea de una guerra civil surgida de la ilegitimidad política que genera la renuncia de Bayona; concepto rechazado a lo largo de dos siglos por su condición «complicada y traumática» en el contexto de la construcción de una memoria nacional que tiende a ennoblecer el pasado. Defiende asimismo la existencia de dos proyectos modernizadores contrapuestos, en los que ilustración y liberalismo no fueron dos estadios de un mismo proceso sino caminos alternativos, que desembocarían finalmente en una revolución que no habría de concluir en la década de los veinte sino más entrado el siglo XIX. Y, en una de sus aserciones más osadas, afirma que «posiblemente no estemos tanto frente al fin de una forma de organización social y política, como ante la desaparición de una forma de civilización» (p. 101). Elegía Criolla es también una reflexión hacia adentro, hacia los orígenes intelectuales del propio autor. Reconocido especialista en Teoría de Nación, Pérez Vejo propone volver a esa fuente epistemológica para echar luz sobre los cambios políticos de las independencias, revisando en esa perspectiva el uso del término «nación» en la Constitución de Cádiz y en las construcciones nacionales posteriores. Pero lo propone como un debate abierto, apenas iniciado, que él mismo asume como labor para el futuro. En última instancia, como afirma el autor, volver sobre las guerras de independencia desde la perspectiva renovadora que él tanto recoge como elabora, «no tendría sólo un valor histórico, de comprensión de un pasado que comienza ya a ser lejano, sino también, y sobre todo, de intentar elucidar parte de los retos a los que las naciones surgidas de la desintegración de la Monarquía católica tuvieron y tienen todavía hoy que hacer frente. Es una forma de explicar el pasado, pero también de entender el presente y los retos que éste nos plantea» (p. 56). Como ocurre con todo texto interpretativo, el lector puede encontrar problemas. Daré dos ejemplos: aunque se refiere a «las independencias hispanoamericanas» su campo de análisis y de conocimiento es indudablemente México, que se complementa con referencias mucho menos amplias al Río de la Plata. Aunque el autor es consciente de esta preferencia y la explica, con bastante razón, por el peso específico sin paRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 303-316, ISSN: 0034-8341 310 RESEÑAS rangón que tuvo la Nueva España en el conjunto de la Monarquía, también es cierto que quedan vacíos significativos de ámbitos que han experimentado una importante renovación historiográfica en los últimos años, como es el caso de las independencias en el área andina. Asimismo, la insistencia en ciertos aspectos críticos parece necesaria en espacios académicos que mantienen una sólida base nacionalista, pero puede percibirse como un debate ya superado en otros. El lector puede no estar de acuerdo —y ni falta que hace— con todo lo que defiende este libro. Pero se encontrará con un texto ágil y muy bien escrito, que en trescientas páginas pone a su alcance, de forma creativa, muchos miles de cuartillas de investigación renovadora. Y hace propuestas que, dependiendo de quien las lea, pueden verse como atractivas, atrevidas o incluso impertinentes; pueden generar adhesiones o controversias, pero en cualquier caso avivan el pensamiento y enriquecen el debate. Elegía Criolla es un libro que se lee con gusto porque además —cosa rara en el mundo actual— es un texto culto, con referencias comparativas que van del mundo macedonio a los imperios turco o austrohúngaro, y en el que asoman interesantes lecturas iconográficas y certeras citas de Constantino Kavafis o Jorge Luis Borges. Un libro, en resumen, que merece la pena leerse. Mónica QUIJADA Línea de Estudios Americanos (LEA) Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC SÁBATO, Hilda, Buenos Aires en armas. La revolución de 1880, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2008, 333 pp. En el marco de la producción historiográfica política contemporánea dedicada al estudio de la configuración de las repúblicas hispanoamericanas decimonónicas, la pregunta por el papel de la violencia ocupa hoy un lugar central. Revoluciones, levantamientos, guerras civiles son actualmente interpretadas ya no como instancias disruptivas de los procesos de construcción republicana sino como ámbitos de participación y contacto entre el pueblo y la vida pública. Milicias y guardias nacionales, es decir, aquellas fuerzas militares constituidas por ciudadanos y organizadas a nivel local se entienden hoy como vías de materialización e institucionalización de la noción del ciudadano en armas que evidentemente se erigió en una dimensión central de la ciudadanía decimonónica. Sin lugar a dudas, trabajos como los de Hilda Sábato han estimulado nuevas preguntas y originales respuestas en torno a la relación entre las armas y la política, constituyéndose sus investigaciones en referentes ineludibles para aquellos historiadores decididos a lanzarse al estudio de este complejo problema. El libro que nos presenta hoy nos relata una historia concentrada en un corto, pero convulsionado momento de la historia argentina: la revolución de 1880. La tensión provincia-nación, la dinámica política decimonónica, el recurso de las armas como mecanismo cívico y el protagonismo político del descentralizado ejército nacional constituido por las fuerRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 303-316, ISSN: 0034-8341 RESEÑAS 311 zas de línea, las milicias residuales y la guardia nacional se analizan aquí mediante el estudio pormenorizado del conflicto que rodea la definición de la candidatura presidencial en 1879. Este conflicto involucró a las dirigencias provinciales y al poder central y terminó por dirimirse en Buenos Aires entre este último y la provincia más rica y poderosa de la república. Mediante un relato que abarca poco más de año y medio de nuestra historia decimonónica, Sábato nos invita a reflexionar nuevamente sobre diversos aspectos de la relación entre las armas y la política, pero esta vez bajo un interrogante diferente que nos remite de manera directa al sentido mismo de la violencia en el funcionamiento de la república: ¿por qué los actores recurrieron a las armas?; ¿por qué gran número de conflictos políticos, como el de 1880, se dirimieron en este terreno? Formularse estas preguntas frente a un hecho puntual y de particular importancia en la historia argentina del siglo XIX tiene también una razón. La historiografía nacional ha mirado al año 1880 como el momento del triunfo del poder central y el derrocamiento de las ambiciones autonómicas porteñas, materializado todo esto en la definición de la cuestión capital y en la desarticulación de las milicias de Buenos Aires. En estos estudios la revolución, la utilización de las armas, el recurso de la guerra, se interpretó como un hecho más y casi ineludible en el marco de un conflicto que se agudizaba «sin retorno». No convencida con estas respuestas que miran a la historia desde sus resultados y que, en definitiva, nada se preguntan sobre el recurso de las armas, Sábato decidió recorrer nuevamente el camino del conflicto mediante el análisis de fuentes fundamentales para comprender la vida política decimonónica: prensa, debates parlamentarios, discursos gubernamentales, proclamas de militares y políticas, espistolarios y memorias, entre otras. A partir de allí y de manera articulada, buscó reconstruir y comprender la militarización desarrollada en Buenos Aires, que acompañó todo el proceso político iniciado en 1879 y, a partir de allí, la opción por la revolución. El enfrentamiento armado ¿estaba de antemano en los planes de los protagonistas? Claro que no. Justamente, este trabajo se pregunta de qué manera se introduce este recurso en el marco de un proceso político que recurrió a diferentes vías (formales e informales) para dar solución a un conflicto cuyo desarrollo expresó más incertidumbres que certezas en torno al desenlace del mismo. A partir de la disputa por la candidatura presidencial para definir quién sucedería al presidente Nicolás Avellaneda (Carlos Tejedor o Julio A. Roca entre otros postulantes en danza) se abrió un horizonte de posibilidades que los mismos actores fueron construyendo en medio de dudas, desconfianzas y constantes negociaciones. Las elecciones y todo el despliegue que las mismas implicaban, así como la prensa y la movilización popular mantuvieron un rol protagónico en un escenario que dejaba entrever las dificultades en los acuerdos, los fraccionamientos partidarios, las ambiciones personales, las variadas opiniones y en definitiva, las miradas diferentes en torno a cómo configurar el Estado y organizar las relaciones de poder. En cuanto a esto último, Sábato desarrolla un innovador argumento que toma como protagonista al descentralizado ejército argentino y al problema de las incumbencias militares. La convivencia de diferentes tipos de fuerzas, una que expresaba una estructura de ejército regular y profesional (ejército de línea) y otra de Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 303-316, ISSN: 0034-8341 312 RESEÑAS carácter cívico, de funcionamiento eventual y organizada en cada provincia (milicias, guardia nacional) evidenció, en definitiva, la convivencia de dos maneras diferentes de pensar la defensa, el uso de la fuerza y el grado de poder de concentración del poder de coerción por parte del Estado Nacional. Esta convivencia se tornó casi insostenible en 1880 e hizo eclosión en los conflictos de ese año. Por lo tanto la llamada «danza de las candidaturas», la «ciudadanía en armas» y la «revolución» son tres entradas que Sábato nos propone para adentrarnos en los conflictos de 1879-1880. Buenos Aires se constituye en el escenario elegido para narrar esta historia. Es allí donde la historiadora observa el funcionamiento del poder central, de algunos protagonistas provinciales, de los miembros del PAN y, claro está, de la fraccionada dirigencia porteña. La «danza de las candidaturas» ocupa la atención de los primeros capítulos de este libro. Allí se detalla el despliegue que una elección presidencial implicaba y de qué manera esto involucraba a las provincias, a los electores, a la prensa, a las asociaciones, a las multitudes en la calle y a las armas. No había una forma estipulada de elección de candidatos y esto desataba problemas. En Buenos Aires, esto dividió al partido «autonomista» (liderado por Adolfo Alsina y luego por Carlos Tejedor), una de sus fracciones se plegaron a los «mitristas» (liderados por Bartolomé Mitre) y otros apoyaron al gobierno nacional. Las candidaturas en danza fueron varias, pero las tensiones y conflictos se desarrollaron en torno a dos: Carlos Tejedor, que expresaba a «mitristas» y «autonomistas» escindidos y Julio A. Roca, candidato sucesor de Avellaneda por el PAN (Partido Autonomista Nacional) con importante apoyo en varias provincias del interior. La prensa fue un exquisito medio de exposición de las tensiones desarrolladas en torno a este problema. Eran un reconocido medio de acción política que los actores privilegiaban a la hora de consolidar su círculo político y desestimar al adversario. Como ya se plantea en otros trabajos de Sábato, el lenguaje de la prensa era encendido, la prédica militante y las editoriales estaban plagadas de críticas y descalificaciones del contrario1. Las cartas, las tertulias, la movilización popular y las fiestas cívicas fueron otros de los reconocidos instrumentos de legitimación de un candidato y de la propia elección. Sin embargo, ninguno de estos recursos alejó la incertidumbre: la política se mantuvo en vilo incluso luego de la guerra... Los «ciudadanos en armas» revisten un particular protagonismo en esta historia y esto es centralmente destacado por Hilda Sábato. Tal como lo plantea en este libro y en otros artículos sobre el tema, las armas se habían constituido en otra vía de articulación entre el pueblo y la política y los tiempos electorales daban cuenta de esto. La autora utiliza la minuciosa descripción de los conflictos electorales previos a la revolución relatados en los 6 primeros capítulos así como el recurso de los «Entreactos» que se despliegan entre cada uno de ellos para describir, analizar y remarcar con especial sensibilidad esta faceta de la ciudadanía decimonónica y su ámbito esencial de 1 Véase su conocida obra «La política en las calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880», Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2004 (1.º edición de Editorial Sudamericana, 1998 y también publicado en inglés por Standford University Press). Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 303-316, ISSN: 0034-8341 RESEÑAS 313 desarrollo: la guardia nacional. Esta institución militar organizada en cada provincia por orden del poder central, se erigió en espacio de acción ciudadana, de participación política y de configuración de redes, de lealtades y de identidades. Los gobernadores asumieron a la mencionada institución como propia y de esta manera se encargaron de su organización, pero también de su movilización. Fue una fuerza de alto contenido local en el marco de la que se desarrolló, en el caso de Buenos Aires, una fuerte identidad porteña sostenida en la figura del ciudadano en armas. Esta fuerte impronta local fue la que llevó a que en 1879 Avellaneda prohibiera al gobierno provincial su movilización. Como lo demuestra Sábato, esto no aplacó el cúmulo de referentes locales y cívico-políticos que estimularon la constante presencia pública del ciudadano en armas: en Buenos Aires se configuraron batallones de ciudadanos voluntarios que, en el marco de asociaciones civiles como la Sociedad de Tiro Federal y la de Bomberos Voluntarios, desarrollaron habilidades en el terreno de las armas y redoblaron la apuesta frente al compromiso «cívico-militar» de los ciudadanos con la nación y la constitución. Las armas acompañaban todo proceso electoral porque, como demuestra este libro, eran parte de ese proceso. Los ciudadanos en armas accionaron políticamente mediante el recurso revolucionario. «Todos los ciudadanos eran guardias nacionales» y por esto estaban comprometidos con la defensa de la constitución y de las instituciones republicanas frente a gobiernos que pusieran en peligro su normal funcionamiento. De esta manera, se estableció un vínculo directo entre el ciudadano y la constitución que funcionó incluso por sobre los gobiernos de turno y esto se extendió por todo el periodo de la organización nacional. En ese contexto, la revolución no tenía por cometido imponer un cambio estructural en la vida política. Su función era la de restaurar la vida republicana y sus leyes. En el «80» la revolución se formuló como «resistencia» evidenciando a la ciudadanía armada porteña como el «pueblo» que defiende a Buenos Aires y a la nación completa. El «pueblo» porteño respondió al ataque del poder central y se desarrolló un enfrentamiento cuya efectivización fue constantemente disipada por los protagonistas de ambos lados, pero no eludida como posible vía de resolución del conflicto. «La extrañeza que despierta la disposición a la violencia y al uso de la fuerza en Buenos Aires comienza a disiparse al trazar las coordenadas simbólicas y prácticas de la vida política de esos años», refiere la historiadora. Frente a los conflictos de 1880 concentrados en el problema de las candidaturas y en la ya recurrente cuestión de las incumbencias militares, Buenos Aires desplegó todas las herramientas políticas conocidas: ideas, valores, símbolos y prácticas que incluían, claro está, a la ciudadanía en armas en acción. La fuerza formaba parte de un cúmulo de recursos disponibles que se adoptaba cuando otras habían fracasado, pero que no se consideraba muy diferente de aquellas. Por lo tanto, Sábato nos expone con claridad y contundencia que el sufragio, la opinión y las armas constituyeron tres dimensiones fundamentales de la vida política decimonónica que este libro despliega mediante el estudio de un conflicto, el de las candidaturas presidenciales y de un hecho puntual, la revolución de 1880. Según la historiadora, «la disputa inicial por las candidaturas fue desembocando en un conflicto en el que estaban en juego el modelo de estado, el perfil de las dirigencias y los moRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 303-316, ISSN: 0034-8341 314 RESEÑAS dos de hacer política, los que a su vez implicaban diferentes criterios en torno al del uso y control de la fuerza». La implementación de la violencia ocupaba en diferentes campos (la provincia, el Estado Nacional, la ciudadanía) un lugar legítimo. Sin embargo, por las diferentes razones que se analizan en este excelente y estimulante libro, fueron imponiéndose los fundamentos del poder central, luego de 1880. Flavia MACÍAS CONICET / Universidad Nacional de Tucumán - Argentina UXÓ GONZÁLEZ, Carlos, Representaciones del personaje del negro en la narrativa cubana: Una perspectiva desde los estudios subalternos, Madrid, Verbum, 2010, 306 pp. El libro de Carlos Uxó González, Representaciones del personaje del negro en la narrativa cubana: Una perspectiva desde los estudios subalternos, es un aporte importante en el conocimiento de los estudios culturales e incuestionablemente una investigación enriquecedora para la literatura cubana y la representación de la raza en la narrativa de ficción. Enmarcado en el contexto teórico de los estudios subalternos, este convincente análisis refleja la dialéctica establecida entre la representación del negro y su continuada subalternidad en los diferentes periodos que conforman la historia de Cuba: Colonia, República y Revolución. El libro tiene el mérito de la originalidad al hacernos oír la voz subalterna del negro enfrentado al poder hegemónico y analizar las dinámicas que obstaculizan su articulación. Uxó González lo hace desde la perspectiva de un discurso racial que obedece a la situación global de la cultura hispánica de la época, superando fronteras nacionalistas. Asimismo, nos convierte en testigos de un proceso evolutivo sin precedentes y una importante visión de conjunto de la problemática racial cubana durante los siglos XIX y XX. Desde la perspectiva teórica de los estudios subalternos y con un enfoque multidisciplinario, se establecen iluminadores vínculos y diferencias con otras corrientes teóricas, como los estudios poscoloniales y culturales. El libro se organiza en cuatro capítulos autónomos que, sin embargo, obedecen a un ordenamiento tradicional: un primer capítulo dedicado al debate de los enfoques teóricos más relevantes de los estudios subalternos y su relevante función instrumental en el análisis de los textos literarios abordados en este estudio. Un segundo capítulo examina el contexto histórico del negro en Cuba —desde su llegada a Cuba hasta finales del siglo XX. Este ensayo, además de ofrecer un contexto histórico en el que ubicar el análisis literario de los dos siguientes capítulos, revela el continuado estatus de subalternidad del negro en Cuba a través de los diferentes periodos históricos de Cuba (Colonia, República y Revolución). El tercer capítulo explora la representación poco significativa del personaje del negro en las narrativas cubanas más representativas del periodo colonial, republicano y revolucionario. Este análisis demuestra como Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 303-316, ISSN: 0034-8341 RESEÑAS 315 el texto literario refleja la implicación de los narradores en los diversos procesos de subalternización del negro. Se demuestra que durante la Colonia y la República, se va entretejiendo una falsa democracia racial, que en su aparente empresa humanitaria, se desvela el proyecto «blanqueador» y elitista de sus autores. En palabras de Uxó González, estas narrativas de ficción pretenden trazar un «itinerario del silencio» —locución simbólica que encierra dos aspectos iluminadores de este libro: «el mutismo que se le impone a las clases subalternas y la perturbación del mismo a lo largo de la historia». Uxó González argumenta que, excepcionalmente, aunque no exentas de problemas, las narrativas de Alejo Carpentier y Lydia Cabrera intentan, hasta cierto punto, escapar de los procesos de subalternización del negro. El último y cuarto capítulo está dividido, a su vez, en dos partes: la primera parte está dedicada a la aportación innovadora, tanto estilística como temática, de un grupo de jóvenes intelectuales denominados «los novísimos», que surge alrededor de 1976 con la creación del Ministerio de Cultura. Aunque se produce una apertura en el ámbito cultural, principalmente en la década de los ochenta, la necesidad de renovación de la narrativa cubana en general conlleva la continuidad de la subalternización del afrocubano. A su vez, la crisis socioeconómica a la que se ve sujeta Cuba a raíz de la caída de la Unión Soviética en los años noventa va a contribuir negativamente en la condición del afrocubano, desvelándose la carencia de una sólida política integral dentro del contexto de la Revolución. La segunda parte del capítulo se vuelca en el análisis de la narrativa cubana, concretamente de un extenso corpus de cuentos de los «Novísimos», dejando patente evidencia de la ausente articulación de la voz subalterna del negro. Uxó González admirablemente nos muestra el estigmatizado legado que el personaje negro arrastra desde la época colonial y ofrece elocuentes estadísticas que revelan la limitada agencia del personaje negro en la narrativa cubana en general. Por todo ello, la renovación literaria introducida por estos escritores, sorprendentemente, está vacía de todo empeño por resignificar la figura del afrocubano. En suma, el enfoque más incisivo de este estudio consiste en el rescate de la representación evolutiva del personaje del negro desde la perspectiva teórica de los estudios subalternos. Se parte del discurso silenciado del negro en la narrativa decimonónica, que continúa sin agencia propia hasta finales del siglo XX. Este discurso colonial invisibilizado se ve trasplantado al discurso literario de la República, en su intento fallido de erigirse como una república inclusiva y carente de una visión de lo que representa el mundo afrocubano. Lo que Uxó González rescata elocuentemente es el impacto en el ámbito de la narrativa cubana de la transformación política y social provocada por el triunfo de la Revolución cubana de 1959. Aunque un objetivo primordial fue luchar contra el racismo institucional, la narrativa de la Revolución se erige como un «discurso monológico en el que sólo se oye la voz de la Revolución». De este modo, se perpetúa la posición marginal del negro, percibiéndose irrelevante su posicionamiento como afrocubano en la nueva sociedad y cualquier debate racial que lo circunda. En Uxó González podemos reconocer la originalidad de una interpretación que traza la trayectoria obstaculizante a la que se enfrenta la representación del negro en la Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 303-316, ISSN: 0034-8341 316 RESEÑAS narrativa cubana y nos ofrece una perspectiva original, que recoge las interpretaciones teóricas más importantes sobre la subalternidad del discurso del negro como un espacio de construcción de identidad. Al rescatar el ejemplo del negro como voz subalterna que a pesar de todas sus dificultades y limitaciones, busca, construye y conserva sus propios espacios, Uxó González nos entrega un libro totalmente contemporáneo, donde pasado y presente se conjugan para exponer la problemática racial en la narrativa cubana. Haciéndolo así, nos muestra también cuanto de herencia irrenunciable tiene nuestro propio presente. Brígida M. PASTOR ILLA-CCHS, CSIC Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 303-316, ISSN: 0034-8341 PUBLICACIONES RECIBIDAS Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 251 Págs. 319-320, ISSN: 0034-8341 BURNS, Kathryn, Into the Archive. Writing and Power in Colonial Peru, Durham, Duke University Press, 2010, 248 pp. COMÍN COMÍN, Francisco; Ángel PASCUAL MARTÍNEZ SOTO e Inés ROLDÁN DE MONTAUD, Las cajas de ahorros en las provincias de ultramar, 1840-1898. Cuba y Puerto Rico, Madrid, Fundación de las Cajas de Ahorros, 2010, 449 pp. CUSSEN, Celia L. (ed.), Huellas de África en América: Perspectivas para Chile, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 2009, 160 pp. ELÍAS CARO, Jorge Enrique y Antonio VIDAL ORTEGA (eds.), Ciudades portuarias en la gran cuenca del Caribe. 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C/ Duque de Medinaceli, 6. 28014 Madrid Por Correo: Departamento de Publicaciones, CSIC. C/ Vitruvio, 8. 28006 Madrid. E-Mail: [email protected] - http://www.publicaciones.csic.es Precios en España: + 4% IVA; fuera de España: + gastos de envío COLECCIÓN AMÉRICA 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. Víctor PERALTA RUIZ. Patrones, clientes y amigos. El poder burocrático indiano en la España del siglo XVIII, Madrid, CSIC, 2006, 289 págs., 28,85 € Susana María RAMÍREZ MARTÍN. El terremoto de Manila de 1863. Medidas políticas y económicas, Madrid, CSIC, 2006, 155 págs., 17,31 € Ana CRESPO SOLANA. América desde otra frontera. La Guayana Holandesa (Surinam): 1680-1795, Madrid, CSIC, 2006, 283 págs., 25,96 € Ascensión MARTÍNEZ RIAZA. «A pesar del gobierno» Españoles en el Perú, 1879-1939, Madrid, CSIC, 2006, 412 págs., 37,50 € Igor GOICOVIC DONOSO. 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Visión de los otros y visión de sí mismos. Madrid, 1995, 373 págs., 19,65 € Francisco de SOLANO. Normas y leyes de la ciudad hispanoamericana, 1492-1600. Madrid, 1995, 290 págs. 17,34 € Victoria YEPES. Historia Natural de las Islas Bisayas. Madrid, 1996, 392 págs., 31,79 € Victoria YEPES. Una etnografía de los indios Bisayas del siglo XVII. Madrid, 1996, 295 págs., 26 € (Continúa) Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 321-328, ISSN: 0034-8341 PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH) BIBLIOTECA DE HISTORIA DE AMÉRICA 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 323 (Cont.) Francisco de SOLANO. Normas y Leyes de la ciudad hispanoamericana 1501-1821 (II). Madrid, 1996, 296 págs., 17,34 € Beatriz VITAR. Guerra y Misiones en la frontera chaqueña del Tucumán (1700-1767). Madrid, 1997, 372 págs., 26,01 € Victoria YEPES. Historia sobrenatural de los indios bisayas, del padre Alzina. Madrid, 1998, 258 págs., 28,90 € Ricardo GONZÁLEZ LEANDRI. Curar, persuadir, gobernar: la construcción histórica de la profesión médica en Buenos Aires, 1852-1886. Madrid, 1999, 259 págs., 17,34 € Ignacio GONZÁLEZ CASANOVAS. Las dudas de la Corona. La política de repartimientos para la minería de Potosí (1680-1732). Madrid, 2000, 475 págs., 26,01 € Mariano PLOTKIN y Ricardo GONZÁLEZ LEANDRI (eds.). Localismo y globalización: aportaciones para una historia de los intelectuales en Iberoámerica. Madrid, 2000, 302 págs., 20,22 € Nuria SALA I VILA. Selva y Andes. Ayacucho (1780-1929) historia de una región en la encrucijada. Madrid, 2001, 260 págs., 19,65 € M.ª Asunción MERINO HERNANDO. Historia de los inmigrantes peruanos en España. Dinámica de una exclusión e inclusión en una Europa globalizadora. Madrid, 2002, 248 págs., 20,23 € María Silvia DI LISCIA. Saberes, Terapias y Prácticas médicas en Argentina (1750-1910). Madrid, 2003, 372 págs., 28,37 € Víctor PERALTA. En defensa de la autoridad. Política y cultura bajo el gobierno del Virrey Abascal. Perú 1806-1816. Madrid, 2002, 200 págs., 16,34 € Miguel LUQUE TALAVÁN. Un universo de opiniones. La literatura jurídica indiana, Madrid, 2003, 800 págs., 48,08 € Gonzalo DÍAZ DE YRAOLA. La vuelta al mundo de la Expedición de la Vacuna (18031810). Madrid, 2003, 132 págs., 23,08 € Elda GONZÁLEZ. La inmigración esperada: la política migratoria brasileña desde Joao VI hasta Getúlio Vargas. Madrid, 2003, 262 págs., 20,19 € Víctor MÍNGUEZ y Manuel CHUST (Eds.). El Imperio sublevado. Monarquía y naciones en España e Hispanoamérica. Madrid, CSIC, 2004, 324 págs. Teresa CAÑEDO-ARGÜELLES FÁBREGA (coord.). Al sur del margen. Avatares y límites de una región postergada. Moquegua (Perú). Madrid, CSIC, 2004, 498 págs., 38,46 € Alejandro FERNÁNDEZ. Un «mercado étnico» en la Plata. Emigración y exportaciones españolas a la Argentina, 1880-1935, Madrid, CSIC, 2004, 294 págs., 24,4 € Susana RAMÍREZ et al. La real expedición filantrópica de la vacuna. Doscientos años de lucha contra la viruela. Madrid, CSIC, 2004, 410 págs., 30,77 € Alfredo MORENO y Núria SALA. El «premio» de ser virrey. Los intereses públicos y privados del gobierno virreinal en el Perú de Felipe V, Madrid, CSIC, 2004, 335 págs., con índice, 25 € Rosario SEVILLA SOLER. La Revolución Mexicana y la opinión pública española. La prensa sevillana frente al proceso de insurrección. Madrid, CSIC, 2005, 249 págs., 25,96 € Marta IRUROZQUI VICTORIANO (ed.). La mirada esquiva. Reflexiones históricas sobre la interacción del estado y la ciudadanía en los Andes (Bolivia, Ecuador y Perú), siglo XIX. Madrid, CSIC, 2005, 385 págs., 33,65 € José Antonio VIDAL RODRÍGUEZ. La emigración gallega a Cuba: trayectos migratorios, inserción y movilidad laboral, 1898-1968. Madrid, CSIC, 2005, 322 págs., 36,54 € Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 321-328, ISSN: 0034-8341 324 PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH) MONUMENTA HISPANO-INDIANA V CENTENARIO DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA 1. Bernal DÍAZ DEL CASTILLO. Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España. Edición crítica por Carmelo SAÉNZ DE SANTAMARÍA, 2 tomos, Madrid, 1982, XXXVII + 687 págs. y 135 págs. 2. Pedro CIEZA DE LEÓN. Obras completas. Edición crítica, notas, comentarios e índices por Carmelo SÁENZ DE SANTAMARÍA: Tomo 1: La crónica del Perú. Las Guerras Civiles peruanas, Madrid, 1984, 382 págs., 21,04 € Tomo 2: Las Guerras Civiles Peruanas: La Guerra de Salinas, La Guerra de Chupas, La Guerra de Quito. Madrid, 1985, 609 págs., 36,06 € Tomo 3: Estudio bio-bibliográfico. Cieza de León: Su persona y su obra. Índice analítico general. Madrid, 1985, 137 págs., 15,03 € 3. Francisco PIZARRO. Testimonio. Documentos oficiales, cartas y escritos varios. Edición preparada por Guillermo LOHMANN VILLENA. Introducción de Francisco de SOLANO. Madrid, 1986, 404 págs., 36,06 € COLECCIÓN TIERRA NUEVA E CIELO NUEVO 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. Demetrio RAMOS. Audacia, negocios y política en los viajes españoles de descubrimiento y rescate. Valladolid, 1981, 626 págs. Jaime GONZÁLEZ. La idea de Roma en la historiografía indiana (1492-1550). Madrid, 1981, 225 págs., 6,01 € Íñigo ABBAD Y LASIERRA. Descripción de las costas de California. Edición y estudio de Sylvia L. HILTON. Madrid, 1981, 231 págs. 4,21 € Agustín de JÁUREGUI. Relación de Gobierno. Perú (1780-1784). Edición y estudio de Remedios CONTRERAS, Madrid, 1982, 320 págs., 7,21 € Luis ARRANZ. Don Diego Colón. Tomo 1. Madrid, 1982, 392 págs., 6,61 € Paulino CASTAÑEDA. Los memoriales del padre Silva sobre la predicación pacífica y los repartimientos. Madrid, 1983, XV + 402 págs., 12,02 € Sínodo de Santiago de Cuba de 1681. Madrid-Salamanca, 1982, XXVI + 220 págs., 6,01 € Mariano CUESTA DOMINGO. Alonso de Santa Cruz y su obra cosmográfica. Tomo 1. Madrid, 1983, 480 págs., 10,22 € Sínodos de Santiago de Chile, 1688 y 1763. Madrid-Salamanca, 1983, XIX + 422 págs., 9,62 € José A. MANSO DE VELASCO. Conde de Superunda. Relación de gobierno. Perú 1745-1761. Edición y estudio de Alfredo MORENO CEBRIÁN. Madrid, 1983, 493 págs., 15,03 € Juan PÉREZ DE TUDELA. Mirabilis in altis. Madrid, 1983, 429 págs., 15,03 € María de los Ángeles CALATAYUD ARINERO. Catálogo de las expediciones y viajes científicos españoles a América y Filipinas (siglos XVIII y XIX). Madrid, 1984. AGOTADO. Mariano CUESTA DOMINGO. Alonso de Santa Cruz y su obra cosmográfica. Tomo 2. Madrid, 1984, 400 págs., 18,03 € Carmelo SÁEZ DE SANTAMARÍA. Historia de una historia. (Bernal Díaz del Castillo). Madrid, 1984, 246 págs., 12,02 € (Continúa) Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 321-328, ISSN: 0034-8341 PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH) COLECCIÓN TIERRA NUEVA E CIELO NUEVO 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 325 (Cont.) Sínodos de Concepción, Chile, 1744. Madrid-Salamanca, 1984, 52 + 256 págs. 9,62 € Luis J. RAMOS GÓMEZ. Época, génesis y texto de las «Noticias secretas de América» de Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Tomo 1. Madrid, 1985, XV + 440 págs., 15,03 € Luis J. RAMOS GÓMEZ. Las «Noticias secretas de América» de Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Tomo 2. Madrid, 1985, 664 págs., 18,03 € Sínodo de San Juan de Puerto Rico, 1645. Madrid-Salamanca, 1986, LXXXI + 169 págs., 9,62 € Sínodo de Santiago de León de Caracas de 1687. Madrid-Salamanca, 1986, LXVI + 486 págs., 15,03 € Salvador BERNABÉU ALBERT. 1892 El IV Centenario del Descubrimiento de América en España. Madrid, 1987, 206 págs., 10,82 € Leoncio LÓPEZ-OCÓN. Biografía de «La América». Una crónica hispanoamericana del liberalismo democrático español (1857-1886). Madrid, 1987, 215 págs., 9,02 € Sínodos de Lima de 1613 y de 1636. Madrid-Salamanca, 1987, CIII + 457 págs., 13,82 € Teresa CAÑEDO ARGÜELLES. Un modelo de colonización en el Alto de Paraná. La provincia de Corrientes en los siglos XVI y XVII. Madrid, 1988, 257 págs., 15,03 € Consuelo NARANJO OROVIO. Cuba, otro escenario de lucha. La guerra civil y el exilio republicano español. Madrid, 1988, 335 págs., 18,03 € Cuestionarios para la formación de las Relaciones Geográficas de Indias. Siglos XVI-XIX. Edición de Francisco de SOLANO. Madrid, 1988, CXXIX + 234 págs., 18,03 € Sínodos de Mérida y Maracaibo de 1817, 1819 y 1822. Madrid, 1988, 291 págs., 12,02 € Sínodo de Manila de 1582. Madrid, 1988, 408 págs., 15,03 € Relaciones Geográficas del Arzobispado de México, 1743. 2 tomos. Edición de Francisco de SOLANO. Madrid, 1988, 553 págs., 30,05 € Tomás LÓPEZ MEDEL. Visita de la gobernación de Popayán. Libro de tributos (1558-1559). Edición y estudio de Berta ARES QUEIJA. Madrid, 1989, XIII + 325 págs., 18,03 € Relaciones histórico-geográficas de la Audiencia de Quito. Siglos XVI-XIX. 2 tomos. Edición Pilar PONCE LEIVA. Madrid, 1991, LXVI + 666 págs. y 1992, 785 págs., 39,07 € y 42,07 € Relaciones topográficas de Venezuela, 1815-1819. Transcripción, estudio y edición de Francisco de SOLANO. Madrid, 1991, 420 págs., 21,04 € Documentos sobre Política Lingüística en Hispanoamérica 1492-1800. Edición Francisco de SOLANO. Madrid, 1991, 287 págs. 33,06 € Relaciones Geográficas del Reino de Chile, 1756. Edición de Francisco de SOLANO. Santiago de Chile-Madrid, 1994, 303 págs., 17,34 € Relaciones Económicas del Reino de Chile, 1780. Edición de Francisco de SOLANO. Madrid, 1994, 268 págs., 23,34 € Carlos LÁZARO. Las fronteras de América y los «Flandes Indianos». Madrid, 1997, 135 págs., 11,56 € Juan José R. VILLARÍAS ROBLES. El sistema económico del imperio inca. Historia crítica de una controversia. Madrid, 1998, 362 págs., 26,58 € Consuelo NARANJO OROVIO y Carlos SERRANO (eds.). Imágenes e imaginarios nacionales en el Ultramar español. Madrid, CSIC-Casa de Velázquez, 1999, 391 págs., 26,01 € M.ª Dolores GONZÁLEZ-RIPOLL NAVARRO. Cuba, la isla de los ensayos. Cultura y sociedad (1790-1815). Madrid, 1999, 259 págs., 23,11 € (Continúa) Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 321-328, ISSN: 0034-8341 326 PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH) COLECCIÓN TIERRA NUEVA E CIELO NUEVO 39. 40. 41. 42. 43. 44. 45. 46. 47. 48. 49. 50. 51. 52. (Cont.) Salvador BERNABÉU ALBERT (ed.). El Septentrión Novohispano: Ecohistoria, Sociedades e Imágenes de Frontera. Madrid, 2000, 196 págs., 16,18 € Inés ROLDÁN DE MONTAUD. La Restauración en Cuba. El fracaso de un proceso reformista. Madrid, 2000, 653 págs., 54,90 € Víctor PERALTA RUIZ y Marta IRUROZQUI VICTORIANO. Por la concordia, la fusión y el unitarismo. Estado y caudillismo en Bolivia, 1825-1880. Madrid, 2000, 277 págs., 20,22 € Mónica QUIJADA, Carmen BERNAND y Arnd SCHNEIDER. Homogeneidad y nación. Con un estudio de caso: Argentina, siglos XIX y XX. Madrid, 2000, 260 págs., 21,96 € Miguel CABELLO BALBOA. Descripción de la provincia de Esmeraldas. Edic., Introducción y notas de José Alcina Franch. Madrid, 2001, 134 págs., 19,36 € Fernando MONGE. En la Costa de la Niebla. El paisaje y el discurso etnográfico ilustrado de La Expedición Malaspina en el Pacífico. Madrid, 2002, 238 págs., 22,12 € Mónica QUIJADA y Jesús BUSTAMANTE (eds.). Elites intelectuales y modelos colectivos. Mundo Ibérico (siglos XVI-XIX). Madrid, 2002, 390 págs., 25,03 € Consuelo NARANJO, M.ª Dolores LUQUE y Miguel Ángel PUIG-SAMPER (Eds.). Los lazos de la cultura. El Centro de Estudios Históricos de Madrid y la Universidad de Puerto Rico, 1916-1939. Madrid, CSIC-Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 2002, 412 págs., 27,53 € Imilcy BALBOA. La protesta rural en Cuba. Resistencia cotidiana, bandolerismo y reducción (1878-1902). Madrid, 2003, 254 págs., 22,12 € Luis Ángel SÁNCHEZ GÓMEZ. Un imperio en la vitrina. El colonialismo español en el Pacífico y la Exposición de Filipinas de 1887. Madrid, 2003, 396 págs., 28,63 € Antonio SANTAMARÍA y Alejandro GARCÍA. Economía y colonia. La economía cubana y las relaciones con España, 1765-1902, Madrid, CSIC, 2004, 492 págs. con índice, 31,73 € M.ª Dolores GONZÁLEZ-RIPOLL, Consuelo NARANJO, Ada FERRER, Gloria GARCÍA y Josef OPATRNÝ. El rumor de Haitien Cuba: terror, raza y rebeldía, 1789-1814, Madrid, CSIC, 2004, 444 págs. + índices, 29,81 €. María E. ARGERI. De guerreros a delincuentes. La desarticulación de las jefaturas indígenas y el poder judicial. Norpatagonia. 1880-1930. Madrid, CSIC, 2005, 331 págs., 24,4 € Leida FERNÁNDEZ PRIETO. Cuba agrícola: Mito y tradición, 1878-1920. Madrid, CSIC, 2005, 348 págs. + índices, 25,96 € ANEXOS DE REVISTA DE INDIAS 1. Ensayos de Metodología Histórica en el campo americanista, coordinados por Fermín del PINO. Madrid, 1984, 178 págs., 7,21 € 2. Estudios sobre la abolición de la esclavitud, coordinados por Francisco de SOLANO. Madrid, 1985, 257 págs., AGOTADO. 3. Consuelo NARANJO OROVIO. Cuba vista por el emigrante español (1900-1959). Un ensayo de Historia Oral. Madrid, 1987, 164 págs., 7,21 € 4. Estudios (nuevos y viejos) sobre la Frontera. Coordinados por Francisco de SOLANO y Salvador BERNABÉU. Madrid, 1991, 419 págs., 30,05 € Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 321-328, ISSN: 0034-8341 327 PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH) PUBLICACIONES DEL CSIC COLECCIÓN CORPUS HISPANORUM DE PACE (Segunda Serie) 1. 2 y 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. Juan DE SOLÓRZANO PEREIRA. De Indiarum iure Lib. III: De retentione Indiarum. Edición bilingüe por C. BACIERO, F. CANTELAR, A. GARCÍA, J. M. GARCÍA AÑOVEROS, F. MASEDA, L. PEREÑA, J. M. PÉREZ-PRENDES, Madrid, CSIC, 1994, 521 págs., 26,25 € Alonso DE LA PEÑA MONTENEGRO. Itinerario para párrocos de indios. Edición crítica por C. BACIERO, M. CORRALES, J. M. GARCÍA AÑOVEROS y F. MASEDA: Tomo I (Libros I-II), Madrid, CSIC, 1995, 698 págs. Tomo II (Libros III-V), Madrid, CSIC, 1996, 663 págs., 28,29 € Alonso DE VERACRUZ. De iusto bello contra indios. Edición crítica bilingüe por C. BACIERO, L. BACIERO, F. MASEDA y L. PEREÑA, Madrid, CSIC, 1997, 365 págs., 26,01 € Juan DE SOLÓRZANO PEREIRA. De Indiarum iure Lib. II: De acquisitione Indiarum. Edición bilingüe por C. BACIERO, L. BACIERO, A. M. BARRERO, J. M. GARCÍA AÑOVEROS, J. M. SOTO y J. USCATESCU. Capítulos 1-15, Madrid, CSIC, 1999, 586 págs., 27,74 € Jesús María GARCÍA AÑOVEROS. El pensamiento y los argumentos sobre la esclavitud en Europa en el siglo XVI y su aplicación a los indios americanos y a los negros africanos, Madrid, CSIC, 2000, 235 págs., 16,18 € Juan DE SOLÓRZANO PEREIRA. De Indiarum iure. Lib. II: De acquisitione Indiarum. Edición bilingüe por C. BACIERO, L. BACIERO, A. M. BARRERO, J. M. GARCÍA AÑOVEROS, J. M. SOTO Y J. USCATESCU. Capítulos 16-25, Madrid, CSIC, 2000, 561 págs., 28,90 € Juan de SOLÓRZANO PEREIRA. De Indiarum iure. Lib. I: De inquisitione Indiarum. Edición bilingüe por C. BACIERO, L. BACIERO, A. M. BARRERO, J. M. GARCÍA AÑOVEROS, J. M. SOTO, Madrid, CSIC, 2001, 646 págs., 38,86 € Pedro CORTÉS Y LARRAZ. Descripción Geográfico-Moral de la Diócesis de Goathemala. Edición de JULIO MARTÍN BLASCO Y JESÚS MARÍA GARCÍA AÑOVEROS, Madrid, CSIC, 2001, 542 págs. + III láminas, 42,48 € Luis RESINES. Catecismo del Sacromonte y Doctrina Christiana de Fr. Pedro de Feria. Conversión y evangelización de moriscos e indios. Madrid, CSIC, 2002, 406 págs., 27 € Francisco José DE JACA. Resolución sobre la libertad de los negros y sus originarios, en estado de paganos y después ya cristianos. La primera condena de la esclavitud en el pensamiento hispano. Edición crítica de M. A. PENA GONZÁLEZ, Madrid, CSIC, 2002, 389 págs., 29,81 € Juan ZAPATA Y SANDOVAL. De iustitia distributiva et acceptione personarum ei opposita disceptatio. Los derechos de los nacidos en el Nuevo Mundo a los cargos y oficios civiles y eclesiásticos. Edición Bilingüe de C. BACIERO, A. M. BARRERO, J. M. GARCÍA AÑOVEROS y J. M. SOTO, Madrid, CSIC, 2004, 455 págs., 34,62 € Gregorio GARCÍA. Origen de los indios del Nuevo Mundo e Indias Occidentales, (1607), Edición crítica de C. BACIERO, A. M. BARRERO, P. BORGES, J. M. GARCÍA AÑOVEROS y J. M. SOTO RÁBANOS, Madrid, CSIC, 2005, 372 págs., 24,04 € (Continúa) Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 321-328, ISSN: 0034-8341 328 PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH) COLECCIÓN CORPUS HISPANORUM DE PACE (Segunda Serie) (Cont.) 14. Miguel Anxo PENA GONZÁLEZ y Epifanio 2007, 324 págs., 19,23 € DE MOIRAINS. Siervos libres, Madrid, CSIC, Francisco DE VITORIA. Relectio de potestate civili, edición crítica de Jesús CORDERO PANDO, Madrid, CSIC, 2008, 542 págs., 38,46 € 16. Francisco SUÁREZ. Tractatus de legibus ac deo legislatore, (1612-3), edición crítica de C. BACIERO GONZÁLEZ, A. M. BARRERO GARCÍA, J. M. GARCÍA AÑOVEROS y J. M. SOTO RÁBANOS, Madrid, CSIC, 2010, 33,65 € 15. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 251, 321-328, ISSN: 0034-8341 Normas para los colaboradores de la Revista de Indias Revista de Indias es una publicación científica destinada a un público especializado en historia de América. Publica artículos originales e inéditos que además de contribuir al conocimiento de América, fomenten el debate entre los investigadores y recojan las corrientes historiográficas del momento. Los temas cubren aspectos sociales, culturales, políticos y económicos, abarcando cronológicamente los períodos prehispánico, colonial y contemporáneo. Junto a los números misceláneos, se publica un monográfico al año, así como dosieres dedicados a cuestiones de interés específico. I. Los originales recibidos son enviados a varios evaluadores externos. El método de evaluación empleado es «doble ciego», manteniendo el anonimato tanto del autor como de los evaluadores. La decisión final se le comunica al autor en un plazo máximo de ocho meses. En caso de ser aceptado, el tiempo máximo transcurrido entre la aceptación del artículo y su publicación es de un año, aunque éste puede dilatarse en función de la programación de la Revista. Al final de cada artículo figuran las fechas de recepción y aprobación del mismo, excepto, en algunas ocasiones, cuando se trate de un monográfico o dosier. II. La Revista de Indias publica artículos en español, inglés, francés y portugués. La Revista se compone de tres secciones: Artículos, Notas e Información Bibliográfica. Los Artículos serán originales e inéditos, referidos a una investigación propia de interés americanista y tendrán una extensión máxima de 25 páginas (DIN A-4), utilizando tipos Times New Roman o Arial 11, a espacio y medio, incluyendo las notas, gráficos, cuadros e ilustraciones. III. Las citas y bibliografía deberán ajustarse a las indicaciones siguientes: 1. CITAS A PIE DE PÁGINA: Las referencias a obras citadas aparecerán sólo a pie de página de manera resumida. 1. Las referencias de diferentes autores y obras se separarán con un punto: Olivera Gutiérrez, 1992: 20-49. López de Hoyos, 2006: 23-45. Ruiz Gutiérrez, LXVI / 236 (Madrid, 2006): 70-89. 2. Las referencias de diferentes obras del mismo autor se separarán con un punto y coma, sin volver a indicar el apellido del autor: Olivera Gutiérrez, 1999: 37-79; 2001: 56-98; 2006: 3-45. 3. Cuando se cite un autor con varias obras publicadas en el mismo año, las obras se diferenciarán añadiendo a cada año de edición una letra del abecedario: Olivera Gutiérrez, 1994a: 60-99; 1994b: 2-35. A) Cuando se cite una Monografía o Capítulo de libro se indicará el apellido o apellidos del autor/es, seguido del año de publicación, el volumen o tomo si lo hubiera y las páginas citadas. González, Gutiérrez y Mañach, 1991: 82-99. Jiménez Pidal, 1915, vol. 1: 65-43. B) Cuando se cite un Artículo de revista o periódico se indicará el apellido o apellidos del autor, seguido por el volumen, número, y, entre paréntesis, lugar y año de publicación, o si fuera necesario el mes de la publicación, seguido de las páginas citadas: Ruiz Gutiérrez, LXVI / 236 (Madrid, 2006): 70-89. López Paz, XV / 2 (Santiago de Chile, septiembre 2006): 10-43. C) En el caso de Fuentes primarias se citará el nombre del documento en cursiva, seguido del nombre del archivo y el lugar de localización, el fondo, legajo y expediente. Entre paréntesis, se indicará la abreviatura que se utilizará en las citas siguientes: Carta del marqués de Someruelos al secretario de Estado español, 16 de octubre de 1804, Archivo Histórico Nacional, Madrid (AHN), Estado, legajo 6366, exp. 95. D) En las citas a pie de página también se incluirán los comentarios o aclaraciones al texto. 2. BIBLIOGRAFÍA: 1. Al final del artículo se incluirá la relación bibliográfica por orden alfabético de autores (apellido y nombre en minúscula) y, en caso de varias obras de un mismo autor, éstas se ordenarán por orden cronológico. Abbad, Santiago, Revisiones de la historia, La Habana, Casa de las Américas, 2003. 2. Cuando se cite un autor con varias obras publicadas en el mismo año, éstas se enumerarán siguiendo un orden alfabético y se añadirá al año de edición una letra del abecedario: Olivera Gutiérrez, Ana, El chocolate y el cacao, Bolivia, Universidad de La Paz, 1994a. Olivera Gutiérrez, Ana, Tres siglos de intercambios entre Europa y América, México D.F., FCE, 1994b. Olivera Gutiérrez, Ana, Violencia en los Andes, Madrid, Espasa-Calpe, 1994c. A) En caso de Monografías se indicarán los apellidos y nombre del autor, el título del libro en cursiva, el lugar de edición, la editorial y el año de publicación: Olivera Gutiérrez, Ana, Tres siglos de intercambios entre Europa y América, México D.F., FCE, 1994. B) En caso de Obras colectivas se indicarán los apellidos y nombre del autor, el título del capítulo de libro entre comillas, y nombre y apellido del coordinador/es o editor/es de la obra, indicando entre paréntesis y de forma abreviada si son editores o coordinadores, seguido del título del libro en cursiva, el lugar de edición, la editorial y el año de publicación y las páginas de dicho capítulo: Núñez Sánchez, Carlos, «Relaciones comerciales entre Sevilla y América, 1600-1670», Ana Olivera Gutiérrez (ed.), Tres siglos de intercambios entre Europa y América, México D.F., FCE, 1994: 378-420. — En caso de varios autores los nombres irán separados por comas, excepto el último: Pérez, Antonia, Carvajal, Luis y Sánchez, Ricardo, Las fuentes para el estudio de la agricultura en el Caribe, Madrid, CSIC, 2005. C) En caso de Artículos de revistas o periódicos se indicarán los apellidos y nombre del autor, el título del artículo entre comillas, seguido del nombre de la revista en cursiva, el volumen, número, lugar de edición, año de publicación y páginas: Flores Ortiz, Margarita, «El arte prehispánico», Revista Peruana, VI / 13 (Lima, 2002): 12-36. IV. Junto a los artículos se enviará un resumen de unas 6 líneas, y las palabras clave (entre 4 y 6), en español e inglés. En el resumen se especificarán los objetivos, fuentes, métodos y resultados reales de la investigación. Asimismo, los autores facilitarán el nombre de la Institución donde trabajan y su situación profesional, con indicación de su dirección oficial y/o particular a la que dirigirles la correspondencia, teléfono, fax y correo electrónico. Si el artículo no se envía por e-mail, es imprescindible mandar el texto en papel y en soporte informático (PC Word). V. Las Notas tendrán una extensión máxima de 15 páginas, en ellas tienen cabida artículos breves. VI. La Información Bibliográfica consta de dos partes, Estudios bibliográficos, que tienen una extensión máxima de 10 páginas (DIN A-4) y hacen referencia a varios libros de un mismo tema o autor, y Reseñas bibliográficas, de una extensión máxima de 3 páginas y dedicadas al comentario de una o varias obras publicadas recientemente. Los autores o las editoriales deberán enviar para este fin 2 ejemplares. VII. Los originales publicados en papel y en versión electrónica por la Revista de Indias son propiedad del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, siendo necesario citar la procedencia en cualquier reproducción parcial o total. Los autores recibirán un ejemplar de la Revista y un PDF de su artículo. REGULATIONS FOR CONTRIBUTORS OF REVISTA DE INDIAS Revista de Indias is a scientific publication aimed at readers specialised in the history of America. Original and unpublished articles are published, which besides contributing to the knowledge of America, encourage the debate among investigators and include current historiographic trends. Subjects include social, cultural, political and economical aspects, and cover chronologically the pre-Hispanic, colonial and contemporary periods. Together with the miscellaneous numbers, a special edition is published every year, as well as dossiers about issues of specific interest. I. The originals received are sent to various external assessors. The method of assessment used is «double blind», as both the author and the assessors remain anonymous. The final decision is announced to the author within eight months at most. In case of being accepted, the maximum elapsed time between the acceptation of the paper and its publishing is one year, although this period may be extended according to the Journal planning. The dates of reception and approval of the article are stated at the end of each paper, except for the occasional cases of monographs or dossiers. II. Revista de Indias publishes articles in Spanish, English, French and Portuguese and it is made up by three sections: Articles, Notes and Bibliographic Information. The Articles should be original and unpublished, regarding an investigation of Americanist interest, with a maximum length of 25 pages (DIN A-4), usomg types Times New Roman or Arial 11, 1.5 space between lines, including notes, charts, diagrams and pictures. III. Quotations and bibliography should follow the directions below: 1. FOOTNOTES QUOTATIONS References to quoted works should be briefly stated as a footnote: 1. References of different authors and works should be clearly separated with a dot: Olivera Gutiérrez, 1992: 20-49. López Hoyos, 2006: 23-45. Ruiz Gutiérrez, LXVI / 236 (Madrid, 2006): 70-89. 2. References to different works by the same author will be separated with a semicolon, without mentioning once again the author’s surname: Olivera Gutiérrez, 1999: 37-79; 2001: 56-98; 2006: 3-45. 3. When an author with several works published in the same year is quoted, the works will be differentiated by adding a letter of the alphabet after each year of publishing: Olivera Gutiérrez, 1994a: 60-99; 1994b: 2-35. A) When a Monograph or Chapter of a book is quoted, the surname(s) of the author(s) should be stated in capital letters, followed by the year of publishing, the volume –if any– and the quoted pages. González, Gutiérrez y Mañach, 1991: 82-99. Jiménez Pidal, 1915, vol. 1: 65-43. B) When a journal or newspaper Article is quoted, the author’s surname(s) should be stated, followed by the volume, number and in brackets, the place and year of publishing, or if necessary, the month of publishing, and finally the quoted pages: Ruiz Gutiérrez, LXVI / 236 (Madrid, 2006): 70-89. López Paz, XV / 2 (Santiago de Chile, septiembre 2006): 10-43. C) In case of primary sources, the name of the document will be mentioned in italics, followed by the name of the archive and the place of location, the collection, file and record. The abbreviation which will be used in the forthcoming quotations will be stated in brackets: Carta del marqués de Someruelos al secretario de Estado español, 16 de Octubre de 1804, Archivo Histórico Nacional, Madrid (AHN), Estado, legajo 6366, exp. 95. D) Footnote quotations will also include any comments or clarifications to the text. 2. BIBLIOGRAPHY: 1. At the end of the article, the bibliographic list will be included ordering the authors in alphabetic order, and if there are several works by the same author, they will be ordered by chronological order. 2. When an author with several published works is quoted, the author’s surnames and name willl only be stated the first time, using a continuous line for the forthcoming references: Abbad, Santiago, Revisiones de la historia, La Habana, Casa de las Américas, 2003. ______, Métodos de escritura, Santiago, Universidad de Oriente, 2006. 3. When an author with several works published in the same year is quoted, such works will be listed following an alphabetical order, adding a letter of the alphabet after the publishing year. Olivera Gutiérrez, Ana, El chocolate y el cacao, Bolivia, Universidad de La Paz, 1994a. Olivera Gutiérrez, Ana, Tres siglos de intercambios entre Europa y América, México D.F., FCE, 1994b. Olivera Gutiérrez, Ana, Violencia en los Andes, Madrid, Espasa-Calpe, 1994c. A) In case of Monographs, the author’s surnames should be stated in capital letters, followed by the name in small letters, including as well the title of the book in italics, the place of publishing, the publishing house and the year of publishing: Olivera Gutiérrez, Ana, Tres siglos de intercambios entre Europa y América, México D.F., FCE, 1994. B) In case of Collective Works, the author’s surnames should be stated in capital letters, followed by the name in small letters, the title of the chapter of the book in inverted commas, and the names and surnames of the coordinators or publishers of the work in small letters, stating in brackets and abbreviatedly whether they are publishers or coordinators, followed by the title of the book in italics, the place of publishing, the publishing house, the year of publishing and the pages of the corresponding chapter: Núñez Sánchez, Carlos, «Relaciones comerciales entre Sevilla y América, 1600-1670», Ana Olivera Gutiérrez (ed.), Tres siglos de intercambios entre Europa y América, México D.F., FCE, 1994: 378-420. — In case of several authors, the names should be separated by commas, except for the last one: Pérez, Antonia, Carvajal, Luis y Sánchez, Ricardo, Las fuentes para el estudio de la agricultura en el Caribe, Madrid, CSIC, 2005. C) In case of journal or newspaper Articles, the author’s surnames will be stated in capital letters, followed by the name in small letters, the title of the article in inverted commas, followed by the name of the journal in italics, the volume, number, place of publishing, publishing year and pages: Flores Ortiz, Margarita, «El arte prehispánico», Revista Peruana, VI/13 (Lima, 2002): 12-36. IV. Together with the articles, a 6-line summary and keywords (between 4 and 6) should also be sent, in both Spanish and English. The summary should include the objectives, sources, methods and real results of the investigation. Moreover, the authors will provide the name of the Institution they work for and their professional status, stating as well their official and/or private address to which correspondence should be addressed, as well as their telephone and fax number and email. If the article is not sent by email, it is compulsory to send the text printed as well as its electronic version (PC Word). V. Notes should have a maximum length of 15 pages, and may include short articles. VI. Bibliographic Information is made up by two parts: bibliographic studies, which have a maximum length of 10 pages (DIN A-4) and refer to several books of the same subject or author and bibliographic reviews, with a maximum length of 3 pages and regarding the comment of one or several recently published works. The authors or publishing houses should send 2 copies for this purpose. VII. The originals which are published, both printed and in electronic version, by Revista de Indias are the property of the Consejo Superior de Investigaciones Científicas, being necessary to quote the origin in any either partial or total reproduction. The authors will receive a copy of the journal and a PDF copy of their article. ANUARIO DE ESTUDIOS AMERICANOS Colaboraciones: Deben ser trabajos originales, con una extensión máxima de 30 páginas DIN A4 a doble espacio y en sorporte informático, preferentemente en Microsoft Word Suscripciones: 1 volumen (2 números al año) España 63,13 € Extranjero 86,29 € Número suelto: España 36,76 € (más gastos de envío) Extranjero 48,73 € (más gastos de envío) A estos precios se les añadirá el 4% (18% en soporte electrónico) de IVA, solamente para España y países de la UE Correspondencia: Suscripciones: Escuela de Estudios Hispano-Americanos C/. Alfonso XII, 16. 41002-Sevilla (ESPAÑA) Teléf. 954501120. Fax 954500954 E-mail: [email protected] www.eeha.csic.es Servicio de Publicaciones del CSIC C/. Vitrubio, 8. 28006-Madrid (ESPAÑA) Teléf. 915612833. Fax 915629634 E-mail: [email protected] www.publicaciones.csic.es SUSCRIPCIÓN Y PEDIDOS DATOS DEL PETICIONARIO: Nombre y apellidos:____________________________________________________________________ Razón social:_________________________________ NIF/CIF: ________________________________ Dirección:_________________________________________________ CP: _______________________ Localidad: _____________________________________ Provincia: _____________________________ País/Estado:________________________ Teléfono:_______________ Fax: ______________________ e-mail:________________________________________ Fecha de la solicitud: __ /__ / _____________ Suscripción: Precios suscripción año 2011: Año completo: España: 59,11 euros Extranjero: 94,28 euros Precios suscripción año 2011: Año completo: España 59,11 euros Extranjero 94,28 euros Números sueltos: CANT. REVISTA Precios números sueltos año 2011: España: 24,77 euros (más gastos de envío) Extranjero: 38,37 euros (más gastos de envío) AÑO VOL. FASC. Precios números sueltos año 2011: España: 24,77 euros (más gastos de envío) Extranjero: 38,37 euros (más gastos de envío) A estos precios se les añadirá el 4% (18% en soporte electrónico) de IVA. Solamente para España y países de la UE Forma de Pago: Factura pro forma ¨ Transferencia bancaria a la cuenta número: C/c 0049 5117 26 2110105188 ¨ SWIFT/BIC CODE: BSCHESMM - IBAN NUMBER: ES83 0049 5117 2621 1010 5188 ¨ Cheque nominal al Departamento de Publicaciones del CSIC ¨ Tarjeta de crédito: Visa / Master Card / Eurocard / 4B Número: ____ ____ ____ ____ Fecha de caducidad: ____ / ____ ¨ Reembolso (solamente para números sueltos) Distribución y venta: Departamento de Publicaciones del CSIC C/Vitruvio, 8 28006-Madrid Tel.: +34 915 612 833, +34 915 681 619/620/640 Fax: +34 915 629 634 e-mail: [email protected] www.publicaciones.csic.es Firma _______________________________________________________________________________ Volumen LXXI Nº 251 Sumario enero-abril 2011 336 págs. ISSN: 0034-8341 MONOGRÁFICO: LOS ÚLTIMOS IMPERIOS ESCLAVISTAS: ESPAÑA Y BRASIL EN EL SIGLO XIX / MONOGRAPH: THE LAST OF THE SLAVE EMPIRES: SPAIN AND BRAZIL IN THE 19th CENTURY Coordinadores: José A. Piqueras y Rafael Marquese Presentación Rafael Marquese & Tâmis Parron.- Revolta escrava e política da escravidão: Brasil e Cuba, 1791-1825 / Slave resistance and the politics of slavery: Brazil and Cuba, 1791-1825 Manuel Barcia.- «Un coloso sobre la arena»: definiendo el camino hacia la plantación esclavista en Cuba, 1792-1825 / «A giant built on sand»: paving the road towards the slave plantation in Cuba, 1792-1825 Marial Iglesias Utet.- Los Despaigne en Saint-Domingue y Cuba: narrativa microhistórica de una experiencia atlántica / The Despaignes in Saint-Domingue and Cuba: A micro-historical narrative of an Atlantic experience Claudia Varella.- El canal administrativo de los conflictos entre esclavos y amos. Causas de manumisión decididas ante síndicos en Cuba / The administrative channel for the conflicts between slaves and owners. Causes of manumission decided before ombudsmen in Cuba Keila Grinberg.- A poupança: alternativas para a compra da alforría no Brasil (2.ª metade do século XIX) / Savings: alternative for the purchase of manumission in Brazil (2nd half of the 19th century) Inés Roldán de Montaud.- En los borrosos confines de la libertad: el caso de los negros emancipados en Cuba, 1817-1870 / In the blurred boundaries of freedom: the case of liberated africans in Cuba, 1817-1870 José Antonio Piqueras.- Censos lato sensu. La abolición de la esclavitud y el número de esclavos en Cuba / Lato sensu censuses. The abolition of slavery and the number of slaves in Cuba Renato Leite Marcondes.- Fontes censitárias brasileiras e posse de cativos na década de 1870 / Brazilian census sources and the ownership of slaves in the 1870s Ricardo Salles.- Abolição no Brasil: resisténcia escrava, intelectuais e política (1870-1888) / Abolition in Brazil: slave resistance, intellectuals and politics (1870-1888) COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO RESEÑAS PUBLICACIONES RECIBIDAS http://revistadeindias.revistas.csic.es www.publicaciones.csic.es