palabras de poder

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EDITORIAL viernes 16 de sep, 2011
PALABRAS DE PODER
Por: JACINTO FAYA VIESCA
LA RIQUEZA DE LA DISCIPLINA
“EL VASO CONSERVARÁ POR LARGO TIEMPO EL AROMA DE LA PRIMERA
SUSTANCIA QUE CONTUVO”, ESCRIBIÓ EL POETA HORACIO DE LA ROMA
ANTIGUA
El poeta empleó esta metáfora para resaltar la influencia de la educación en la
infancia. Las primeras enseñanzas que los hijos reciben de sus padres, quedan para
siempre impresas en sus almas.
Ayudar a los hijos en la educación que reciben en la escuela, constituye una de las
tareas más importantes y nobles de los padres de familia.
La base fundamental en la educación de los hijos es el amor de sus padres. Sin un
amor real y expresado, toda educación será deficiente.
La educación conlleva también, enseñar a los hijos a ejercer esfuerzos, a asumir sus
responsabilidades y a entender que sin “disciplina”, nada es posible. La esencia de la
disciplina consiste en que el niño debe posponer el placer (descanso y juegos) hasta
que haya cumplido con sus tareas de estudio en la casa. Las madres que dedican
mucho tiempo a trabajar con sus hijos cada día en las tareas escolares, son unas
verdaderas heroínas: contribuyen a la educación de sus hijos y a la construcción de la
patria. Si dejamos que nuestros hijos pequeños decidan el orden entre el juego y
disciplina, estaremos cometiendo una de las peores equivocaciones educativas. Y ya
en el plano de la vida adulta, no disciplinarnos y no saber posponer las gratificaciones,
es la causa de grandes fracasos en la vida del trabajo y de todas las dimensiones de
la existencia.
La disciplina resulta esencial para el progreso personal y para la formación del espíritu.
Nuestro grave error es que primero vamos tras el gozo de la satisfacción y dejamos
para lo último, el cumplimiento de nuestras obligaciones.
En el terreno humano, el no saber posponer la gratificación hasta que hayamos
cumplido con las obligaciones que nos marca el día, es la causa fundamental de los
grandes fracasos y de una carencia de equilibrio emocional. Sin disciplina, es
imposible que podamos forjarnos un “carácter” firme, y que podamos ayudar a
nuestros hijos a edificar su carácter muy personal. “Un hombre sin carácter es como
una nodriza sin leche o un soldado sin armas o un viajero sin dinero” (Auguste Louis
Petiet).
Que el niño posponga el juego a sus obligaciones educativas, no debe ser una
molestia.
Una de las grandes cualidades de los maestros y padres de familia es enseñarles a
encontrar un real placer en el cumplimiento de sus estudios y tareas. Que el niño vea
en el cumplimiento de sus obligaciones una ventaja y experimente con esto un placer,
será para toda su vida uno de los más trascendentales descubrimientos para su
prosperidad y felicidad futuras. Antes es la obligación que la devoción, dice el refrán
popular.
La educación con disciplina no está solamente al servicio de los niños, sino que va a
estar al servicio de los adultos en que se van a convertir esos niños.
Inculcarles disciplina a nuestros hijos es una tarea infructuosa cuando nosotros somos
indisciplinados. El niño ante lo que más se impacta es cuando ve a sus padres como
“modelos” de disciplina. Cuando el padre golpea o insulta a su esposa, el niño por más
pequeño que sea, siente que su padre es insensato y no puede considerarlo un
modelo para su vida.
Para un niño, sus padres son más importantes y grandes que Dios. Si observan que
sus progenitores son indisciplinados, que no saben postergar su gratificación, no
podrán comprender que la disciplina sea buena para ellos. Si bien, la disciplina es una
actividad de la voluntad y una actitud constructora del espíritu, el niño no puede
evaluar la disciplina como un bien de la voluntad y de la inteligencia, pues estas
valoraciones pertenecen al orden de la lógica. El niño no podrá valorar la disciplina
más que en base a la expresión de emociones saludables, como son, el amor de sus
padres, y una vida emocional disciplinada de sus progenitores.
La disciplina en los niños les entra por el corazón y no por la cabeza, por las
emociones y no por la lógica. Por esto, el modelo de los padres, el amor que expresan
a sus hijos, y la disciplina que les inculcan a base de argumentos amables, es lo único
que posibilita que a los niños les llegue a gustar la disciplina y a posponer el juego y
otras distracciones.
La disciplina que hacen entrar con fuerza y frialdad a los niños estropea sus almas. La
disciplina que los padres inculcan con cariño y paciencia a sus hijos, embellecen sus
almas.
“La disciplina es mucho más poderosa que los números; y la disciplina, esto es, la
perfecta cooperación, es un atributo de la civilización” (John StuartMill).
Cuando los padres se comprometen en serio a trabajar junto a sus hijos en las tareas
diarias escolares, a fin de que lleguen a adoptar la autodisciplina como uno de sus
compromisos más importantes de su vida, los padres están ayudando en alto grado al
engrandecimiento de la Civilización. Y es que no hay ni una sola tarea más
trascendente para un pueblo y una nación, que una buena y permanente educación.
Nos dice el psicoanalista Scott Peck, que cuando los hijos se dan cuenta que sus
padres están dispuestos a sufrir con ellos y aunque tal vez no respondan con gratitud
inmediata, también ellos aprenderán a sufrir y se dirán: “Si mis padres están
dispuestos a sufrir conmigo, luego el sufrimiento no debe ser tan malo y yo mismo
estaría dispuesto a sufrir”. Dice Scott Peck: “Éste es el comienzo de la autodisciplina”.
¡Todo niño, aun sin la ayuda de sus padres puede llegar a formarse una solida
autodisciplina.
Pero siempre será una tarea muy dura y que implique un esfuerzo que dure toda su
vida! ¡Cuando los padres les inculcan con amor y trabajo la autodisciplina a sus hijos,
les estarán otorgando la más valiosa herencia que sea posible darles!
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