Pautas para el retiro Junio del 2011 PEDRO Y PABLO: DOS VIDAS AL SERVICIO DEL EVANGELIO INTRODUCCION. San Pedro Apóstol, es el primer Papa y cabeza de la Iglesia Católica. El nombre de Pedro, significa Roca, Seguridad y Firmeza para nuestra Fe. San Pablo, el Apóstol de la Gentes, significa el Dinamismo, la Conquista y la Comunicación apasionada por Cristo. Ambos en sus tareas evangelizadoras nos dan un perfecto ejemplo a todo cristiano en la Fe que se expresa en un amor que renueva a todo el mundo. Pedro afirma su fe en el Mesías y Jesús lo constituye fundamento de la Iglesia. Lo que Pedro ha afirmado -dice Jesús- no procede del hombre (Mt 16, 13-19), cuya naturaleza es material y limitada, le ha sido inspirada por el Padre. Al cambiar el nombre de Simón por el de Pedro (Piedra, Roca) Jesús indica cual es su papel en la fundación de la Iglesia. Pedro será y es la solidez en la asamblea de los creyentes. Construida sobre estas bases la Iglesia no deberá temer a la potencias del mal y de la muerte. Pablo sobresale entre todos los santos por la enorme importancia de su obra evangelizadora y por la encumbrada santidad de su vida. Acercarse a él, es acercarse a la verdadera grandeza: a la grandeza de un apóstol que lucha para implantar el Evangelio hasta los últimos confines del mundo y a la grandeza de un santo, que busca hacer de su vida una imitación perfecta de la vida del Redentor. Pedro y Pablo, son dos santos inseparables y juntos en la primitiva historia de la Iglesia son dos piezas importantes en cuyos componentes de la espiritualidad paulina, centrada en la persona de Cristo, son su gran amor a la humanidad. Partiendo de una afirmación del Beato Alberione: “Estos dos santos son inseparables, son los dos más grandes apóstoles y pastores que amaron las almas hasta el heroísmo porque por ellas dieron la vida y derramaron su sangre”. Esta inseparabilidad de Pedro y Pablo, no excluye algunas diferencias y cada uno constituye un don precioso de Cristo. La Iglesia les reconoce la particular contribución de uno y otro, desde los primeros siglos de la historia del cristianismo. Nuestro fundador hace una precisión de ambos y es: “San Pedro y San Pablo, trabajaron junto, aún teniendo una misión particular de cumplir” (CISP, Pág. 615) PEDRO Y PABLO ASOCIADOS LITÚRGICAMENTE. Uno de los primeros testimonios de la celebración de los santos Pedro y Pablo, es el 29 de junio, su origen data desde la mitad del siglo III. Hacia el siglo IV, esta solemnidad estaba ya bien cimentada en Roma y la opción de celebrarla el 29 de junio, procede a querer cristianizar una celebración pagana que exaltaban las figuras de Rómulo y Remo, los dos míticos fundadores de la ciudad de Roma y la inseparabilidad de ellos. EN oriente en la Galia, esta solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, se celebra inicialmente en el tiempo de Navidad, pero en el siglo VI, toda la Iglesia acepto al fecha romana. Si en un tiempo, se creía que el 29 de junio correspondía al día del martirio en Roma de los apóstoles Pedro y Pablo, hoy es admitido por todos la incertidumbre no solo al día, sino también el año del martirio de ellos. Por San Pablo, es bastante fundamentado establecer el año 67; mientras por San Pedro se prefiere que sea el año 64, cuando muchos cristianos fueron martirizados después del incendio de Roma. El hecho que Pedro y Pablo no fueron martirizados en el mismo año, hace aún más significativo que sean recordados juntos. En la tradición de Roma, desde la construcción de las basílicas constantinianas, después de la celebración en la basílica de San Pedro, el Papa, iba a la basílica de San Pablo a celebrar otra misa; esta praxis prevaleció hasta finales del siglo VIII, pero los sucesores del Papa Adriano I, por motivos prácticos, empezaron a posponer al día siguiente (o sea al 30 de Junio) la misa de San Pablo; esto cortó la unidad originaria de la fiesta y para retomarla, el calendario litúrgico la ha actualizado después del Concilio, es decir quitó la celebración de San Pablo el 30 de junio. La Liturgia propia de nuestra familia religiosa, comprende la solemnidad de San Pablo el 30 de junio, porque es el Patrono de toda la Familia Paulina, además es el titular de la Sociedad de San Pablo y de las Hijas de San Pablo, pero esto no nos lleva a separar a estos dos grandes apóstoles. Nosotros los paulinos y las paulinas, desde el punto de vista litúrgico, además de celebrar el 30 de junio a nuestro patrono, celebramos la solemnidad de San Pedro y San Pablo (29 de junio) y conmemoramos el 18 de noviembre la Dedicación de las dos basílicas dedicadas a San Pedro y San Pablo; además –esta hace parte de las diferencias- celebramos la Conversión de San Pablo (25 de enero) y la Cátedra de San Pedro (22 de noviembre). PEDRO Y PABLO ASOCIADOS EN LA PRIMITIVA HISTRIA DE LA IGLESIA. En la Sagrada Escritura, en particular en el libro de los Hechos de los Apóstoles, se descubren las razones profundas por la cual la Iglesia une a San Pedro y a San Pablo . Las dos figuras aparecen a lo largo de los veintiocho capítulos de esta primera historia de la Iglesia. San Pedro es presentado claramente como jefe visible y punto de referencia de la unidad de la Iglesia. San Pablo representa mayormente la apertura a todo el mundo y la expansión de la Iglesia más allá de la delimitación de raza, cultura o tradición previa. Pero los dos cumplen el mandato divino de evangelizar a todos los pueblos y viven intensamente el carácter pastoral de la Iglesia. La figura de San pablo aparece en un crecimiento constante desde el capítulo ocho en el libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando lo vemos deteniendo las vestiduras de los que lapidaban a Esteban, primer mártir de la Iglesia. A partir del capítulo nueve, comienza con su “conversión” en el camino a Damasco. A esto, no se puede afirmar que la figura de San Pedro vaya disminuyendo o quede en segundo plano; en el capítulo nueve, se habla de una visita de San Pablo a Jerusalén, donde Bernabé lo presenta a los apóstoles (Hch 9, 26-30). La carta a los Gálatas, nos ofrece precisiones: la primera visita de San Pablo a Jerusalén, no se verificó en el momento en el momento después de su conversión, sino tres años más tarde: fue precisamente “para conocer a Cefas” y se quedó ahí quince días (Gal 1, 18), no encontró a ninguno de los apóstoles, excepto a Santiago. En la carta a los Gálatas (Gal 2, ss.) San Pablo hace referencia a una segunda visita a Jerusalén (correspondiente posiblemente al Primer Concilio), y dice haber expuesto el evangelio que predicaba a los paganos; esa exposición la hizo ante las personas más importantes de la Iglesia de Jerusalén, “para no encontrarme en el riesgo de correr o de haber corrido en vano o inútilmente”. Afirma que a él le fue confiado “el evangelio para los no circuncidados, como a Pedro los circuncidados (Gal 2, 7), lo confirma diciendo: “como aquel que había obrado en Pedro para hacerme un apóstol de los circuncidados había obrado también en mí por los paganos”, y añade “reconociendo la gracia que me fue conferida, Santiago, Cefas y Juan, tenidos como columnas, me han dado a mí y a Bernabé la diestra en signo de comunión, para que nosotros fuéramos hacia los paganos y ellos hacia los circuncisos (Gal 2, 9).También el capítulo dos de la carta a los Gálatas, San Pablo habla de un tercer encuentro con San Pedro, cuando el jefe de los apóstoles se encuentra en Antioquía y él le reprocha abiertamente por una actitud de simulación a propósito de las comidas no consentidas en la tradición judía. Este reproche de Pablo a Pedro, no daña, sino que pone más aún en evidencia el reconocimiento del primado que tiene Pedro como jefe visible de la Iglesia. Por encima de Pablo y Pedro está Cristo; por esto, cuando Pablo supo que entraron en la Iglesia de Corintio, algunas corrientes de división reaccionan fuertemente 1Cor 1, 11-13). Volviendo al libro de los Hechos de los Apóstoles, es oportuno subrayar el sentido que tienen los dos episodios narrados en el capítulo diez, que constituyen como una “conversión” de Pedro. Uno es aquella visión de un gran mantel, con toda clase de cuadrúpedos, aves y reptiles. La invitación dirigida a Pedro para que mate y coma, contiene esta revelación: “lo que Dios a purificado tú no lo llames más profano”. El otro episodio es la súplica del centurión que manda llamar a Pedro a Cesarea para escuchar su palabra. Después del discurso de Pedro, Cornelio y su gente creyeron plenamente en Cristo: el Espíritu Santo se hizo manifiesto y Pedro decidió el bautismo de aquellos paganos. La explicación que da a los cristianos de Jerusalén, provenientes de la circuncisión, hace ver la conexión existente entre los dos episodios y lleva a estos a esta conclusión: “por lo tanto, también a los paganos, Dios ha concedido que se conviertan para que tengan vida (Hch 11, 18). LA CONTRIBUCIÓN ESPECÍFICA DE PEDRO Y DE PABLO. Visto que la tradición cristiana reconoce en Pedro y en Pablo como dos expresiones de la propia universalidad, es lícito hacerse una pregunta: ¿Cuál es en esta dimensión de la Iglesia, la contribución distintiva de Pedro y cuál es la contribución de Pablo? Para dar una respuesta, se puede recurrir a una comparación; así como en la tierra, en su incesante rotación en torno al sol, conserva la propia estabilidad gracias a las dos fuerzas que se equilibran: se dice la centrípeta y la centrifuga, así en la Iglesia, hay dos fuerzas o principios de unidad, es una fuerza de expansión que empuja a los creyentes a llevar el Evangelio hasta los extremos del mundo. Son dos fuerzas coexistentes y que interreaccionan: la fuerza centrípeta de la misionariedad empuja hacia una constante expansión o irradiación. Se armonizan así: “que todos sean uno” y “predicar a todas las gentes” (Ut unum sint e il praedicate omnes gentes…” las dos fuerzas interreaccionan; ambas son necesarias. También hay que evitar categorizaciones absolutas, no es sin fundamento reconocer en Pedro el principio de la unidad, el primado de una jerarquía de servicio: “En esta piedra edificaré mi Iglesia…” (Mt 16, 18)). Y en Pablo el principio de la expansión misionera: “Siervo de Jesucristo, apóstol por vocación, escogido a favor del Evangelio (…), para predicar la obediencia y la fe a gloria de su nombre, en medio a todas las gentes…” (Rom 1, 5). Diciendo que Pedro representa la unidad y Pablo la expansión misionera, se hace referencia a aspectos predominantes, en cierto modo más claro; pero de hecho los dos viven y predican la unidad y la misionariedad; ambos tiene la experiencia de Cristo como: Una, Indivisa y Abierta a los hombres. Quien conoce a Pablo sabe que no es solo el apóstol de los gentiles. El mismo Cristo reveló a Ananías: “Ve, porque él es para mí un instrumento elegido para llevar mi nombre a los pueblo, reyes y a los hijos de Israel” (Hch 9, 15). Pablo es también el apóstol que más fuertemente expuso y promovió la doctrina y la unidad de la Iglesia (1Cor 2, 1 ss.). Y Pedro no es sólo el apóstol de los creyentes que provenían del judaísmo; es también la roca visible de la nueva casa del Pueblo de Dios a la cual son llamados todos los hombres; a Pedro le promete Cristo la tarea de pescador de hombres y le confió el cuidado de pastor. El texto que el beato Santiago Alberione dirige a las Pastorcitas en el año de 1960, subraya bien esta igualdad de Pedro y de Pablo en el fervor, en la apertura al mundo entero y en espíritu pastoral: “San Pedro y San Pablo, los dos grandes pastores. Pedro siempre el primero en la fe, como el primero en la caridad y en la generosidad. Y Pedro tuvo una respuesta que para entonces, le fue algo misteriosa, pero fue realizándose con el pasar de los días: “Y tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella. Pedro es maestro de la fe, Pedro es maestro de santidad, Pedro es maestro de oración”. Mirar a Pablo particularmente para el apostolado; ¿qué no hizo Pablo después de su conversión? Se hizo todo a todos, como una madre, como un padre, como un hermano y como un servidor, un esclavo, un prisionero: para Cristo y para conducir a todos a Jesucristo mismo, el salvador de las almas. ¿Qué cosa hacer podía hacer aún sino doblar la cabeza y recibir el corte de espada? No le quedaba más que las últimas energías y la última prueba de su gran amor a la almas” (AAP, 960 N. 127-35). Como ya se ha dicho, el ver en Pedro la unidad de la Iglesia y en Pablo su misionariedad, tiene un valor solo ilustrativo, no es verdad absoluta. Lo que verdaderamente cuenta es que se reconocen las dos fuerzas –de unificación y de expansión presentes e interactivas en la Iglesia. Son dos fuerzas complementarias no a la manera de dos metas, sino el modo de dos fuerzas que interaccionan y se integran en vital equilibrio. Propio como sucede en el movimiento de la tierra, según la comparación escogida. Sea la fuerza centrípeta que la fuerza centrifuga, actuaran solas, serían desastrosas. La sola fuerza centrípeta convertiría la materia a una inerte amalgama sin posibilidad de vida y movimiento. La sola fuerza centrífuga ocasionaría la más grave dispersión: la desintegración. Aplicando esto a la realidad de la Iglesia, se puede decir que la sola fuerza centrípeta conduce al conservadurismo, a un tradicionalismo exacerbado a formas varias de integralismo y fundamentalismos. A su vez, la sola fuerza centrífuga lleva a un relativismo doctrinal, a la proliferación sectaria, a un equívoco pluralismo, a la división y a la competición. Pablo no puede existir sin Pedro y Pedro no puede existir sin Pablo. Si de una falta de equilibrio entre las dos fuerzas provienen grandes males, de la armonización de las dos fuerzas derivan bienes inmensos. PARA RECONOCER A PEDRO, CONOCER A PABLO. La verdadera devoción a San Pablo, conduce a la verdadera devoción a San Pedro y viceversa, esta afirmación es válida para los paulinos y las paulinas, en la fuerza de la misión que es universal, porque somos llamados a vivir “en Cristo y en la Iglesia” y ser, todos juntos como una figura de la Iglesia a la cual servimos. Esta experiencia de reciprocidad que existe entre Pedro y Pablo se verificó de modo excelente en el Beato Santiago Alberione, donde el amor a la Iglesia y la adhesión a los sucesores de Pedro, fueron ejemplares. En modo explícito, nuestro fundador propuso a la Hermanas de Jesús Buen Pastor una particular devoción a San Pedro junto a aquella de San Pablo, pero a todos sus hijos e hi8jas de las varias instituciones paulinas pidió una fidelísima adhesión al Vicario de Cristo y al Magisterio de la Iglesia. En diversos modos y muchas circunstancias el Beato Alberione, puso de relieve el vínculo de unidad que pasa entre Pedro y Pablo. Para las hermanas pastorcitas –pero no es exclusiva- escribió la “coronita” a los santos apóstoles Pedro y Pablo. Los cinco puntos de esta “coronita” son agradecimientos a Jesús “Buen Pastor” por las virtudes y méritos de estos dos apóstoles, y la súplica a ellos para obtener las correspondientes gracias: 1) Agradecimiento para el fecundo ministerio de estos máximos pastores de la Iglesia, y suplica a ellos pidiendo el don de la conversión y el amor a la propia vocación. 2) Agradecimiento por el gran amor a Dios y a los hombres, y súplica pidiendo un corazón virginal y la gracia de la dedicación total. 3) Agradecimiento por la predicación de ellos y del ejemplo de pobreza, y súplica pidiendo el amor a la pobreza. 4) Agradecimiento al Pastor Divino para que continué guiándonos a través de sus representantes, y súplica para obtener el espíritu de obediencia. 5) Agradecimiento por la vida de los santos apóstoles Pedro y Pablo, coronadas por el martirio, y súplica para obtener la gracia de ejercer el apostolado de la oración, del ejemplo, del sufrimiento y de la acción pastoral. La “coronita” a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, es también un ejemplo de empeño práctico a lo cual debe conducir a una genuina devoción. En el boletín San Pablo de diciembre de 1963, el Beato Santiago Alberione, invitaba a los paulinos a celebrar en el año 1967, con toda la Iglesia, el XIX Centenario del martirio de los dos grandes Apóstoles: “La Familia Paulina –escribió- participará con toda el alma: no tanto con exterioridad, sino con alimentar la fe de la Iglesia, con la autoridad del Vicario de Cristo, en el devoto y filial servicio, como religiosos a las almas”. El Beato Santiago Alberione amaba lo concreto y la coherencia; de esto se mostraba santamente orgulloso: A los miembros de su familia religiosa recuerda: “No hay muchas particularidades, ni devociones singulares, ni muchas formalidades; pero se busca la vida en Cristo Maestro en la Iglesia” (AD 94), y mostraba los caminos para seguir: “El secreto de grandeza es modelarse en Dios vivo, viviendo en Cristo. Por lo tanto sea siempre claro el pensamiento de vivir y obrar en la Iglesia y por la Iglesia” (AD 95). En el año de 1960, en una de sus más solemnes declaraciones dijo: “Somos fundados en la Iglesia y el Vicario de Jesucristo y esta convicción inspira seguridad, alegría y valor” (UPSI, Pág. 374). EL SENTIDO DE ROMANIDAD EN LA ENSEÑANZA DEL BEATO ALBERIONE. Después de haber colocado ya suficientemente el vínculo de unidad entre los apóstoles Pedro y Pablo, en la Familia Paulina, hay una expresión privilegiada en la adhesión filial y diligente al Vicario de Cristo. En el Donec Formetur Christus in bobis (1932), el Beato Alberione presenta al Papa como “El Pastor de los pastores”, “el centro de difusión del evangelio en el mundo”, “el centro de paternidad y de civilización de los pueblos”, y enseña: “Al Papa se le debe Fe, Obediencia, Cooperación” /Cfr. Edición de 1985 Pág. 117). En su catecismo social de 1949, después de haber recordado en el número cien las notas características de la iglesia: “Unidad, Santidad, Catolicidad y Apostolicidad”, en el número sucesivo el Beato Alberione afirma: “Estos caracteres se pueden resumir en una sola palabra: “Romanidad, unión con el Romano Pontífice”. La Palabra “romanidad”, hoy es caduca, era muy querida por nuestro fundador que no la tomaba con superficialidad: aludiendo a la “grave confusión” grabada en las ideas y corrientes pastorales de la Iglesia al inicio del siglo XX y concluye así: “Estas cosas y experiencias, meditadas delante del Santísimo Sacramento, maduraron la convicción: siempre en todo, la romanidad. Todo fue escuela de orientación. No hay salvación fuera de ella: No necesitan otras pruebas para demostrar que el Papa es el gran faro prendido de Jesucristo a la humanidad para todos los siglos. Los primeros miembros hacían un cuarto voto de obediencia al Papa en relación al apostolado puesto al servicio del Vicario de Jesucristo” (AD 56 – 57). Este “cuarto voto” se hace todavía en la Sociedad de San Pablo y no está fuera de lugar recordar el sentido activo que debe haber. El fundador lo explica así: “El voto de fidelidad al Papa, que la Pía Sociedad de San Pablo ha añadido, es para responder también a los deseos del Papa no solamente a las ordenes. Defendamos con valor al Papa de las calumnias y de las injurias, y oramos por él constantemente” (Fidelidad al espíritu paulino. Meditaciones del Primer Maestro, Roma: 1965. Pág. 79 La fecha de esta meditación es del 29 de junio de 1965). En el mismo año del 1965, el Beato Alberione recordaba: “La Familia Paulina, nació cuando el Santo Padre de ese tiempo, no era apoyado en el orientar hacia una renovación en la prensa y entonces se intervino. La Familia Paulina nació también por esto, para remediar aquel complejo de personas las cuales dejaban que el Papa hablara y enseñaban como les parecía mejor, sin tener en cuenta de aquel del cual del cual tenía la obligación, el deber, el poder de orientar a los católicos en el camino verdadero del apostolado. Entonces nuestro voto y fidelidad hacia el apostolado” (Predicación sobre el voto de obediencia. Archivo FSP Pág. 413). En otro momento particularmente difícil para la sociedad y para la Iglesia, el Beato Alberione escribe, en el boletín San pablo, el 24 de enero de 1941: “Unamos bien nuestros corazones al corazón del Vicario de Cristo en este período en el cual el espíritu mundano nos quiere inducir a pensar en los advenimientos políticos como aquellos que no tiene fe”. Hay una victoria que conquistar: Pro libertete et exaltatione sanctae Matris Eclesiae. Hay un reino que conquistar: El Cielo. Hay un enemigo que vencer: El Pecado. Nosotros somos los hijos predilectos de la Iglesia, los ministros de Dios: Pensar con el Papa, vivir unidos a él, hablar como habla el Papa; tener del Papa el corazón y las aspiraciones ardientes. En tiempo de guerra hacemos los méritos que son posibles y conforme al tiempo de guerra” (Cfr. CISP pp. 1090 – 110). EL AMOR A LA IGLESIA Y LA ADHESIÓN AL VICARIO DE CRISTO, ESENCIALES EN LA FAMILIA PAULINA. Independientemente del cuarto voto en cada momento de la historia, no solamente en las horas difíciles la Familia Paulina es llamada a testimoniar un gran amor a la Iglesia y una particular adhesión al Vicario de Cristo. Así describía Don Alberione en el año de 1950 la tarea de los religiosos: “La Santa Sede para las obras de interés general, dispone del ejército de los religiosos. Aquí está el gran pensamiento: un ejército siempre más numeroso , siempre más espiritualmente y científicamente adiestrado, siempre más unido en torno al Vicario de Jesucristo, siempre más listo a cada signo, siempre más tenaz en las obras confiada en la finalidades particulares de cada instituto. Se gasta bien la vida cuando en este modo se sirve a la Iglesia, al Papa y a Jesucristo, autor, consuelo, modelo y premio de los religiosos. Al reafirmar todo nuestro afecto, sumisión y dedicación al Papa: Somos del Papa para ser de Jesucristo” (Boletín San Pablo, nov. 950. Cfr. CISP pp. 801 – 802). Otra imagen utilizada por el fundador, con explícita referencia a la Familia Paulina, es la invitación a considerar el mundo entero como la gran parroquia del Papa en la cual debemos servir: “Todo el mundo (Euntesin mundum universum) se puede comparar a una inmensa parroquia. La parroquia del Papa. Ella es nuestro campo, en el cual los obreros del evangelio continúan sembrando buena semilla a la luz del día; pero el príncipe del error y del mal en las tinieblas siembra largamente cizaña: La Familia Paulina, injerta con su apostolado, por le definitiva aprobación en la Iglesia, tiene la tarea de estar y prestar un humildísimo y devotísimo servicio al Papa en su inmensa parroquia, uniéndose a los sembradores del evangelio con el uso de los propios medios técnicos. Ocupa un puesto de gran responsabilidad, participando a la misión apostólica; y cumpliendo el divino mandato: docete omnes gentes…” (UPS I pp. 371 – 372). También desde el punto de vista práctico, una misión universal y actual que se valga de medios más rápidos y eficaces, no podría exigir una fidelidad suma al evangelio de transmitir las enseñanzas de la Iglesia. “Las palabras de Cristo en la Iglesia –enseña el Fundador- son particularmente adecuadas. No debemos hacer ni enseñar ni más ni menos de aquello que enseña la Iglesia, evitar trabajos de punta: debates, discusiones, pareceres, etc. La enseñanza de la Iglesia hay que tomarla toda; de la cuestión obrera, el modo de administrar la unción de los enfermos; todos los consejos, toda la liturgia. No habrá peligro de error, no se hace más que repetir aquello que hemos aprendido” (Haec meditare II, 8, pp. 60 – 61). Son palabras sacadas de una meditación a las Hijas de San Pablo, en la cual aseguraba a ellas que en aquel modo, cada una, sería un “altoparlante, un fiel eco de la Iglesia”. Es bello recordar ahora que a las Hijas de San Pablo dio el Beato Alberione el apelativo de las “Carteras de Dios”, “Carteras de la Iglesia que comunican a los fieles las verdades que ella propuso y enseñó” (Cfr. Alle Figlie di San Paolo 1940 – 1945, pp. 50 – 51). Les dijo también a ellas: “Las Hijas de San Pablo, deben llevar la voz del Papa a cada familia. Esta es su tarea; tarea divina: a ser los mensajeros de Papa” (Cfr. Haec meditare II, 4; 1944, pp. 168. El texto hace referencia a la difusión de la colección “Hechos y Discursos de Pío XII”). En el pensamiento del Beato Alberione, el espíritu misionero y el sentido de fidelidad al Magisterio de la Iglesia y a la guía de su Vicario son inseparables. Pablo está siempre en comunión con Pedro. Ocurre por lo tanto al apóstol paulino: “Tener un corazón más largo que los mares y los océanos. Amar a todos, pensar a todos, orar con el espíritu del Evangelio que es la universalidad y misericordia: venite ad me omnes. Así como es el espíritu de San Pablo apóstol, siempre con la mirada hacia los pueblos que aún no habían obtenido la luz de Cristo” (UPS II, pp. 117-188). Pero al mismo tiempo, en su concreto desarrollo, “el apostolado se uniforma a las invitaciones y direcciones que vienen del Papa. El apostolado con las ediciones en dependencia del Papa, de los Obispos y en colaboración dócil, se estudia el pensamiento del de Cristo y la comunica a las masas con las técnicas: prensa, cinema, radio, televisión, discos, etc. También los Obispos de una nación o provincia pueden hacer sentir las necesidades particulares del tiempo y del lugar; entonces el apostolado de las ediciones se alinea en su actividad con el episcopado: a fin de que los programas sean conocidos y realizados. Se puede descender a las necesidades de una parroquia, a la cual sirve el boletín parroquial, cinema, catecismo, jornadas del evangelio, la biblioteca, etc.” (UPS IV pp. 120). Conclusión Vivir el espíritu de San Pablo en comunión con San Pedro, no es exclusivo de dos o tres institutos paulinos, sino que es propio de toda la Familia Paulina. No hay necesidad de añadir otras citaciones. Pero, para favorecer un empeño práctico, se propone a considerar las condiciones para el apostolado paulino, según el Beato Santiago Alberione: “La primera condición, es revestirse del hombre nuevo, que según Dios, fue creado en la justicia y santidad de la verdad (Cfr. Ef 4, 24); que significa el amor a la verdad, poseer la gracia del Señor, observar la justicia hacia Dios y hacia los hombres”. “La segunda condición, es revestirse de Jesucristo (Cfr. Rom 13, 14): En Jesucristo, con Jesucristo, para Jesucristo; por la gloria de Dios y la paz de los hombres”. “La tercera condición, es sentir con la Iglesia, amar la Iglesia, cooperar con la Iglesia, ser los miembros más santos, devotos y operantes”. Estas son las condiciones para dar con los medios modernos más veloces y eficaces, la doctrina, la moral, la liturgia, el culto, en primer lugar, después todo lo que es bueno, verdadero y útil. (UPS IV, pp.116). AGRADECIMIENTO De parte del equipo del Centro de Espiritualidad Paulina, agradecemos infinitamente al Padre Juan Manuel Galavíz Herrera SSP, su valiosa cooperación en estas pautas para el retiro del mes de junio del 2011. Agradecemos también a la Hermanas Marcela Cheri y María Elena Varela SJBP por la traducción de este artículo del Italiano al Español.