El reconocimiento legal de los matrimonios homosexuales CRISTINA RUÍZ BARRAU ABOGADA La evolución social obliga al derecho a adaptarse a la realidad y a las demandas de aquellos sectores de población que reclaman sus derechos, entre ellos el colectivo de homosexuales. Por ello y mediante la Ley 13/2005 de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio, se faculta a las personas del mismo sexo para que puedan acceder a contraerlo con iguales derechos y obligaciones que hasta ahora venían haciéndolo las parejas heterosexuales. El nacimiento de esta ley ha generado un debate abierto respecto a su encuadre constitucional. Los criterios son diametralmente opues- mos a los que abogan por la plena constitucionalidad de la norma. Entiendo que el texto constitucional en ningún momento establece que el derecho a contraer matrimonio lo sea entre un hombre y una mujer. De hecho el texto constitucional no dice en ningún momento que el hombre y la mujer tengan derecho a contraer matrimonio entre ellos con plena igualdad jurídica. Lo que hace es reconocer a ambos el derecho a poder contraer matrimonio con plena igualdad jurídica para seguidamente establecer que será la ley la que regulará, entre otras cosas, los derechos y los deberes de los cónyuges. No se habla entonces de hombre y mujer sino de cónyuges, no se habla del sexo de los mismos como condición para poder otorgarles de- La norma constitucional, interpretada según las pautas establecidas por el propio Código Civil, da cabida a la regulación legal establecida tos. Por un lado se discute y niega la constitucionalidad de la misma al entender que la nueva redacción del artículo 44 del Código Civil, que posibilita el matrimonio entre personas del mismo sexo, entra en contradicción con el artículo 32 de la Constitución Española, en cuanto el mismo establece que “el hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica”. Esta perspectiva inconstitucional entiende que nuestra Constitución habla del matrimonio entre hombre y mujer excluyendo la unión entre personas de igual sexo al hacer mención expresa a los términos hombre y mujer. No se discu- rechos y obligaciones. Discriminarles por ello sería vulnerar el artículo 14 de la propia Constitución en cuanto no cabe la discriminación por razón de sexo. Así, la Constitución estaría dando cabida a matrimonios entre personas del mismo o de diferente sexo pudiendo acceder en iguales condiciones hombres y mujeres. Tanto el hombre como la mujer pueden elegir libremente casarse y la persona con quien desean hacerlo. El sexo de la misma dependerá de la orientación sexual de la persona, de su propia intimidad, de su condición personal y de su voluntad. No debemos olvidar que el matrimonio civil no es más que un El matrimonio civil es un contrato entre dos personas con suficiente capacidad que consienten libre y voluntariamente en unirse te tanto el reconocer esos derechos y deberes sino el denominar a esas uniones matrimonio. Frente a esta postura encontra- acuerdo de voluntades, un contrato, entre dos personas con suficiente capacidad que consienten libre y voluntariamente en unirse. Desde esta perspectiva reconocer legalmente estos derechos y obligaciones no vulneraría ningún precepto constitucional, lo único que se estaría haciendo sería regular legalmente los derechos y deberes de unos hombres y mujeres que hasta ahora no los tenían reconocidos pese a tener el derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica. La norma constitucional, interpretada según las pautas establecidas por el propio Código Civil, da cabida a la regulación legal establecida. Tanto el sentido propio de las palabras utilizadas, como los antecedentes históricos y legislativos (que han venido reconociendo paulatinamente derechos a los homosexuales) como la realidad social del tiempo en que ha de ser aplicada, permiten razonar su admisibilidad. Atendiendo al espíritu y finalidad de la misma ésta se basa en la equiparación de derechos entre hombres y mujeres. En ningún momento limita los derechos por razón del sexo sino que los equipara por lo que la interpretación aplicada resulta lógica. Esta es una cuestión jurídica que probablemente sea decidida por nuestros tribunales puesto que el enfrentamiento de posturas es latente si bien el reconocimiento de la unión entre personas es una realidad social. Otro punto controvertido en esta ley es que la misma faculta a los matrimonios homosexuales para que puedan adoptar igualando sus derechos respecto a los matrimonios heterosexuales. Ante una cuestión con una repercusión como la que este tema tiene en nuestra sociedad son muchos y variados los comentarios que los ciudadanos hacen al respecto. Frente a posicionamientos críticos que no aceptan la posibilidad, el sentimiento general arroja una aceptación respecto a la misma. Se aducen planteamientos como pueden ser el hecho de no discriminar a parejas de gays frente a parejas Con la aprobación de esta ley, aquellos que defienden el concepto clásico del matrimonio se han visto agredidos y ofendidos de lesbianas ya que estas tienen la posibilidad de tener hijos de forma natural sin que ninguna ley se lo prohiba. Otros aducen la necesidad de atender a la educación y el amor que dos personas, independientemente de su sexo, puedan ofrecer a un hijo superando los roles clásicos de la figura paterna y materna frente a la idea única de “padres”. ¿Y aquellas personas que asumen la parentalidad en solitario?. ¿Ofrecerán al menor mayor estabilidad y amor que dos personas que se quieren y que desean tener un hijo?. Estos planteamientos que son los que el ciudadano de a pie se hace no reflejan más que la tolerancia de una sociedad que avanza superando convencionalismos y aceptando la realidad que ve y vive, y que en definitiva construye día a día. Respecto a este tema no podemos más que esperar. Será la práctica la que certifique la idoneidad o no de la decisión política y legislativa adoptada pues será ésta la que confirme la aplicabilidad real de ese reconocimiento formal del derecho a adoptar. Serán los expertos los que deberán valorar, como lo hacen ahora con las parejas heterosexuales, si las parejas que deseen adoptar a un menor cumplen o no los requisitos necesarios para hacerlo velando siempre por el derecho e interés del menor, que no lo olvidemos, es el interés superior del mismo y el derecho de éste a ser adoptado el que debe prevalecer por encima de cualquier otro. Amén del análisis jurídico reali- zado y dejando ahora éste al margen, pienso cabe hacer una referencia al malestar que la aprobación de esta ley ha generado en un sector de la población para el que la institución del matrimonio tiene unas connotaciones que sobrepasan las estrictamente jurídicas. Ciertamente no hablamos ya del concepto de matrimonio civil sino del concepto clásico del matrimonio vinculado a la tradición judeo-cristiana donde, no lo olvidemos, éste nace. Todos aquellos que defienden esa unión clásica se han visto agredidos, ofendidos, probablemente atacados en su integridad moral. Podremos o no compartir sus criterios pero el respeto les es debido porque pese a ser el nuestro un Estado laico las creencias religiosas deben ser respetadas y las manifestaciones de los grupos que las sostienen como mínimo escuchadas. Probablemente hubiera sido posible acercar posicionamientos y calmar tensiones. Eso no podremos saberlo pues nuestros políticos ya han tomado la decisión. BOX PEDRÓS - CAMPÁ Advocats i Economistes Capitán Arenas, 3-5 08034 - Barcelona Tel.: +34 93 204 52 56 Fax: +34 93 280 18 02 [email protected]