ponencia i angel gomez gutierrez

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PONENCIA I
Las raíces de la violencia en la adolescencia. Cuando el
individuo está fusionado con el grupo
ÁNGEL GÓMEZ JIMÉNEZ
PROFESOR TITULAR.
DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA SOCIAL Y DE LAS ORGANIZACIONES.
UNED
1. Introducción
¿Por qué hay individuos que están dispuestos a pegar e incluso a matar a otras
personas… simplemente porque no pertenecen a su grupo? Son diversas las áreas de
investigación que han tratado de dar una explicación a esta pregunta. En este caso,
nosotros seguiremos aquí la perspectiva de la psicología social, centrándonos
especialmente en las variables psicosociales que pueden hacer que se produzca la
violencia, pero que también conseguirían ayudar a reducirla o incluso evitarla.
Sin embargo, pretendemos ir todavía más allá. El objetivo principal del presente
trabajo es profundizar en cuáles son las raíces de la violencia grupal. Para ello
destacaremos dos aspectos esenciales: ¿por qué las personas se introducen en grupos
violentos? Y una vez en dichos grupos, ¿qué es lo que les puede llevar a insultar,
agredir, e incluso a dar la vida por su grupo o matar a otra u otras personas?
Escasa es la investigación en psicología social que se ha ocupado de explicar
estas dos últimas cuestiones. No obstante, existen dos líneas de investigación recientes
relacionadas con el estudio de lo que aquí hemos venido en denominar como las
“raíces” del comportamiento violento. Mientras que una de ellas, conocida como la
teoría de la reducción de la incertidumbre, tiene como objetivo explicar porqué ciertas
personas se introducen en grupos extremistas, la segunda consiste en el proceso
denominado como fusión de la identidad, e intenta identificar aquellos individuos que,
una vez dentro de un grupo, estarían dispuestos a hacer cualquier cosa por dicho grupo,
incluso pegar o matar por el grupo.
Pero antes de llegar aquí, debemos hacer un repaso por determinados aspectos
que aunque se tratarán de manera muy resumida, es necesario considerar. En primer
lugar definiremos y distinguiremos tres conceptos que se suelen utilizar de manera
interdependiente, pero que tienen matices propios. Nos referimos a violencia, agresión y
conflicto. En segundo lugar nos plantearemos la cuestión de si existen diferentes tipos
de violencia. En tercer lugar resumiremos las explicaciones que se han tratado de dar
desde la psicología social a por qué se produce la violencia, desde la perspectiva de los
procesos básicos, exponiendo un ejemplo para ilustrar (justificar) por qué es posible que
se produzca la violencia por motivos racistas. A continuación describiremos los
principales modelos que se han planteado como estrategias para la reducción de los
conflictos y la mejora de las relaciones intergrupales, así como sus limitaciones
generales. En quinto lugar, y para ejemplificar algunas de las situaciones en las que se
muestra la violencia grupal, describiremos dos contextos que aparentemente son muy
diferentes pero que nos dan idea de que los procesos, independientemente del contexto,
son similares. Estos son la violencia en el deporte y el terrorismo. Finalmente, y como
aspecto principal del presente trabajo, nos centraremos en las líneas de investigación
citadas anteriormente que tratan actualmente el estudio del comportamiento violento y,
en especial, sus raíces: la teoría de la reducción de la incertidumbre y la fusión de la
identidad. No tendría sentido empezar por esta cuestión sin hacer un repaso del resto de
las materias que serán presentadas.
Queremos advertir al lector de que con el material recogido aquí no se pretende
responder a todas las preguntas que se nos pueden plantear sobre el tema, ni mucho
menos ofrecer soluciones para erradicar la violencia o incluso evitar que surja. Sin
embargo, el camino que recorreremos quizá sí nos ayude a comprender algo más sobre
este fenómeno.
Para terminar con esta introducción, queremos señalar que el grupo de los
adolescentes es el que sufre mayor riesgo de sucumbir a los tentáculos de ciertos grupos
que buscan nuevos integrantes para conseguir sus fines. También la adolescencia es el
grupo de edad en el cual el individuo sufre los cambios más radicales de su vida y que
le pueden inducir de por sí, y de forma voluntaria, a ingresar en esos grupos para buscar
respuestas o soluciones a los interrogantes y dudas planteadas en esta complicada etapa
del desarrollo evolutivo. En este trabajo no vamos a centrarnos exclusivamente en el
adolescente, sino en el ser humano en general. Sin embargo, como nuestra intención es
penetrar en el estudio de las raíces de la violencia grupal, lo que resulta obvio es que la
adolescencia es el período en el cual resulta más probable que nazcan y crezcan esas
raíces, que en el futuro serán muy difíciles de arrancar.
2. ¿Qué es la violencia? Definiciones previas
Tres son los términos que se suelen utilizar casi de manera intercambiable
cuando se habla de violencia, pero que requieren de una definición previa y una
distinción. Estos son violencia, agresión y conflicto.
El conflicto es una situación que surge cuando existe una incompatibilidad de
metas, intereses o acciones entre individuos. En términos conductuales, el conflicto es
un suceso en el que una persona protesta, toma represalias o se resiste ante las acciones
de otra. Sin embargo, el conflicto no implica necesariamente agresión (ver Gaviria,
2006, donde aparece en detalle la cuestión del conflicto y las estrategias de solución,
con una aplicación especial a la cuestión de la infancia y adolescencia). De hecho, el
conflicto puede ser destructivo, pero también positivo. Este último se conoce como
conflicto constructivo, y se caracteriza por la cooperación entre las partes para alcanzar
la solución, de forma que no hay ganadores ni perdedores y enriquece las relaciones.
Desde la psicología social en particular, podríamos entender que la agresión es
un ataque no provocado o un acto belicoso, una práctica o hábito de ser agresivo, una
conducta de tendencia hostil o destructiva, y/o cualquier secuencia de conducta cuya
respuesta de meta es el daño a la persona a la que se dirige (ver Morales y Arias, 1999,
p. 120). En un caso típico de agresión se darían tres características: intención de causar
daño, provocar un daño real, y la existencia de una alteración del estado emocional del
sujeto.
Se suelen distinguir principalmente tres tipos de agresión. La agresión colérica
o afectiva es aquella que se produce como reacción a una provocación previa y con el
fin de dañar o herir a alguien. En el caso de la agresión fría o instrumental, el fin no es
hacer daño, sino conseguir otra cosa como por ejemplo defenderse, u obtener una
ventaja sobre los demás. Por último, la agresión social es la conducta dirigida a dañar
las relaciones, el estatus social, o la autoestima de una persona. Puede ser directa,
mediante el ostracismo, el rechazo social, expresiones o gestos de desagrado, o
indirecta, difundiendo rumores o manipulando el entorno social de la víctima. Otra
distinción que se ha realizado es la de agresión pro-activa, o la agresión reactiva. Esta
última es la que se produce bien como venganza, o bien como respuesta a una
provocación.
La frontera entre lo que se entiende por agresión y violencia prácticamente no
existe. De hecho, a veces se incluye a ambas para definirlas como cualquier forma de
conducta dirigida a hacer daño a otro ser viviente.
Por último, la violencia según la UNESCO (UNESCO, 1988, T.IV: 2354) se
define como “todo cuanto se encamine a conseguir algo mediante el empleo de una
fuerza, a menudo física, que anula la voluntad del otro”. Otras definiciones han
considerado que la violencia es aquella conducta física o verbal que tiene la intención de
herir a alguien, sea ese u otro el fin del acto violento. También se ha definido la
violencia como aquel tipo de agresión cuyo objetivo es causar daño físico extremo
como heridas graves o incluso la muerte. Desde la psicología social, se considera una
conducta con tendencia hostil o destructiva (Morales y Moya, 1994).
Como hemos visto, la diferencia está verdaderamente entre el conflicto y los
otros dos términos: agresión y violencia. En este trabajo utilizaremos de manera
intercambiable estos dos últimos. Una vez hecho esto, debemos responder a la siguiente
pregunta: ¿existen distintos tipos de violencia?
3. Tipos de violencia
Si hiciéramos uso de todas las combinaciones posibles, la violencia se podría
producir entre dos individuos (por ejemplo, una pelea callejera), de un individuo hacia
un grupo (como el caso de un terrorista suicida), de un grupo hacia un individuo (algo
que podría suceder, por ejemplo, si un grupo de skin heads agrede a un inmigrante), o
entre dos grupos (como cuando los seguidores de dos equipos deportivos se enzarzan en
una pelea durante un encuentro o bien antes o después). Aunque la combinación nos
ofrezca cuatro resultados, en realidad, desde la psicología social, sólo existen por
naturaleza dos posibilidades: la violencia interindividual y la violencia intergrupal. El
primer ejemplo, el de la pelea callejera, es una situación de violencia claramente
interindividual, y el cuarto, el de la pelea entre dos grupos de seguidores de equipos
deportivos, es una situación de violencia manifiestamente intergrupal. En el segundo y
en el tercero de los ejemplos, tanto el terrorista como el inmigrante, a pesar de ser
individuos únicos, pertenecen a un grupo, y la violencia que se infringe en el caso del
terrorista, o la que se sufre en el caso del inmigrante, tienen como causa la pertenencia
de ambos a sus respectivos grupos. Por tanto, estos dos también son ejemplos de
violencia intergrupal. Alguien podría argumentar que existe otro tipo de violencia: la
intragrupal. Este es un caso particular en el cual las personas de un mismo grupo se
agraden entre sí. No obstante, dependiendo del motivo de la agresión, esta en definitiva
sería interindividual (si la pelea se debe a motivos personales), o intergrupal (si el
motivo, por ejemplo, es que uno de ellos ha violado las normas del grupo y otro
miembro le arremete en represalia).
En el caso que nos atañe en este trabajo vamos a centrarnos en la violencia
intergrupal. Es decir, aquella que se produce entre grupos o “en nombre” de un grupo,
por su pertenencia a él. Se entenderá perfectamente cuando describamos con algo más
de profundidad cuáles son los contextos principales en los que se presenta la violencia
intergrupal (y que serán la violencia en el deporte y el terrorismo).
4. ¿Por qué se produce el comportamiento violento?
Teniendo en cuenta una serie de procesos básicos, la psicología social ha tratado
de investigar cuáles son los antecedentes de la agresión y el comportamiento violento, y
cómo se transmite.
En primer lugar, ¿por qué se produce la conducta violenta? Arias y Gaviria
(2006) realizan una clasificación de los antecedentes que podrían justificar este tipo de
comportamiento.
Estos
pueden
ser
situacionales,
motivacionales,
o
sociomotivacionales. A continuación se describe cada uno de ellos.
Antecedentes Situacionales:
1. Por la presencia de estímulos asociados a la agresión. Parece ser que la
presencia de determinados estímulos puede activar ciertos aspectos relacionados
con la agresión. Por ejemplo, la presencia de armas o el fácil acceso a ellas
facilita la respuesta agresiva, sobre todo en aquellas personas a las que no les
importa ser juzgados por los demás. También es cierto que la literatura ha
demostrado que los hombres son más proclives al comportamiento violento que
las mujeres.
2. Porque ciertos estímulos físicos y ambientales pueden anteceder a la
agresión. Por ejemplo, el ruido aversivo, bien por impredecible o por
continuado, la temperatura (cuando se trata de frío o calor extremo), la
percepción de hacinamiento (más relacionada con la agresión en los hombres
que en las mujeres) y el dolor (tanto porque produce emociones negativas que
favorecen la agresión, como porque el hecho de si se conoce que la agresión
producirá dolor, es más probable que se realice), están relacionados con la
agresión.
Antecedentes Motivacionales:
3. Frustración-agresión. Originalmente, la investigación asumía que la agresión
siempre estaba precedida por la frustración. Sin embargo, con el paso del tiempo
se ha demostrado que la relación no es directa. Lo que sucede es que la
frustración produce un efecto en otras variables que actúan como mediadoras,
como por ejemplo, producir afecto negativo, y/o provocar una activación general
en el individuo, que a su vez activan en la memoria de los sujetos los
pensamientos que suelen estar asociados con la agresión y, de esta forma,
desemboca en la conducta violenta.
4. Ciertas Emociones. La investigación ha demostrado que la cólera y la ira
facilitan el comportamiento agresivo. Sin embargo, la empatía, entendida esta
como la capacidad de ponerse en el lugar de los demás, o tratar de sentir lo
mismo que sienten las otras personas, produce un efecto inhibidor de la agresión.
Antecedentes Socio-motivacionales:
5. Ataque interpersonal. Probablemente la causa más directa o frecuente de la
agresión. Se refiere a aquellas instigaciones por parte de otra persona, tanto
verbales como físicas, especialmente cuando el individuo las interpreta como
una provocación.
6. Por un sentimiento de rechazo. Es una sensación de ninguneo o humillación
que hace que la persona se sienta excluída. Se ha planteado incluso como una de
las raíces de los comportamientos violentos más extremos.
7. La violación de normas. Cuando las normas se violan, se produce una
percepción de injusticia que puede llevar a ciertas personas a reacciones
emocionales de ira, pero también a comportamientos agresivos.
Respecto a la segunda de las cuestiones planteadas en este apartado, es decir,
cómo se transmite la conducta violenta, siguiendo nuevamente a Arias y Gaviria (2006)
han sido dos las tradiciones que desde la psicología social han tratado de explicar la
transmisión social de la violencia. Mientras que la primera considera que los
comportamientos agresivos se transmiten por aprendizaje social, la segunda se basa en
el papel que juega la cultura (para una revisión sobre este último tema, ver López-Zafra,
2006, y también Páez y Ubillos, 2004).
Según la perspectiva del aprendizaje, la agresividad se puede aprender
simplemente viendo cómo otras personas se comportan agresivamente. Además, si el
actor de la agresión es un modelo para el observador (por ejemplo, un líder, o
simplemente un amigo), o es semejante a él, o le resulta simpático, la influencia del
comportamiento será mucho mayor. Por otro lado, si el modelo recibe un refuerzo por
su acción, su influencia sobre el observador también será mayor.
La perspectiva cultural tiene en cuenta las normas y valores que se transmiten en
una sociedad. Varias revisiones (Arias y Gaviria, 2006; Páez y Ubillos, 2004) indican
que la cultura es el predictor más importante del comportamiento violento. De esta
manera, en diferentes culturas existen normas distintas sobre la regularización y la
legitimación del comportamiento violento.
Antecedentes situacionales como la percepción de que ya hay demasiados
habitantes en nuestro país, antecedentes motivacionales como el mayor afecto negativo
sentido hacia las personas que no pertenecen al propio grupo en comparación con las
personas del endogrupo, y antecedentes socio-motivacionales como, por ejemplo, un
sentimiento abierto de rechazo hacia las personas de otro grupo y la creencia de que
están violando las normas del propio grupo, son algunos de los indicadores que podrían
desembocar en una conducta violenta hacia los inmigrantes. Hay una serie de datos que
aquí resumimos que pueden llegar a hacernos comprender que haya ciertas personas que
se sientan amenazadas ante la llegada masiva de inmigrantes.
Un análisis de los datos relativos al estado de la inmigración en España muestra
que su presencia en nuestro país es cada vez mayor. Entre 2001 y 2005 casi se ha
triplicado: de 1.370.657 pasa a 3.730.610 personas (el 8,5% de la población), según
datos del padrón. A 1 de Agosto de 2006, ya hay más de 3.880.000 (el 8,7%). Entre
estas personas, y las no registradas por encontrarse en España de manera ilegal,
aproximadamente un 10% de la población que reside en España está formada por
inmigrantes. Asimismo, según datos estadísticos del Centro Reina Sofía, procedentes
del Ministerio del Interior y a su vez del Cuerpo Nacional de Policía, de la Guardia
Civil, y de la Policía Autonómica Vasca, el número de víctimas de delitos en España se
ha incrementado entre 2001 y 2005 en un 19.67% (no existen datos de 2003) como se
muestra en la Figura 1.
Figura 1: Número de víctimas de delitos en España entre 2001 y 2005.
200000
190000
180000
170000
160000
150000
140000
2001
2002
2004
2005
Este dato, y otros, como que el porcentaje de hombres que cometen violencia de
género es de aproximadamente del 70% de españoles y el 30% de inmigrantes, o de que,
también aproximadamente, el 30% de las personas que se encuentran en prisión son
inmigrantes, fácilmente pueden hacernos comprender que haya personas que se sientan
amenazadas ante el fenómeno de la inmigración al centrarse en estos datos, en lugar de
en el número de inmigrantes que están trabajando, de los ingresos que realizan a la
Seguridad Social, o de los otros beneficios que aportan a la Sociedad. No es de extrañar
que en el caso de grupos extremistas, tanto dato les sirva de justificación para tratar
incluso de legalizar su comportamiento violento.
En este caso no nos centraremos aquí en el racismo y el prejuicio, ni siquiera en
el caso de las bandas latinas, dado que información al respecto de estos temas puede
encontrarse en otras publicaciones del IUISI y a las cuales se remite al lector (para
“bandas latinas”, ver trabajo de Abril 2006; para temas relacionados con la inmigración,
el racismo y el prejuicio, ver trabajos de Mayo, Junio, 2004, y Junio/Julio 2005).
Como hemos visto, la violencia es algo que en la mayoría de las ocasiones
resulta inevitable. Por ese motivo, la mayoría (si no todas) de las investigaciones que se
han llevado a cabo para afrontar la cuestión de la violencia lo que han tratado ha sido
reducirla, y/o mejorar las relaciones intergrupales. A continuación describiremos, de
manera muy resumida, cuáles han sido las principales estrategias que, desde la
psicología social, se han sugerido para cambiar estereotipos, modificar el prejuicio, y
reducir la discriminación. En definitiva, cuáles son las técnicas principales para mejorar
las relaciones intergrupales.
5. Estrategias de reducción de la violencia intergrupal
Desde la psicología social existen una serie de técnicas para mejorar las
relaciones intergrupales que persiguen, en última estancia, una reducción de los
comportamientos violentos (ver Gómez, 2004). No vamos a entrar aquí en profundidad
en explicar en qué consisten estas técnicas ya que pueden encontrarse resumidas en
cualquier manual de psicología social y animamos al lector interesado a consultar los
trabajos de Gómez (2003, y 2004) donde se hace un análisis detallado de cada una de
ellas y se incluyen ejemplos. No obstante, sí haremos aunque sea un somero resumen de
las más importantes. En la tabla 1 se presentan las principales estrategias para la mejora
de las relaciones intergrupales que a continuación se resumirán.
Tabla 1: Estrategias generales para la mejora de las relaciones Intergrupales
Técnica General
Idea Básica
El contacto intergrupal entre personas que pertenecen a
diferentes grupos mejora la relación entre ellos y se reduce
el prejuicio y la tensión
Hipótesis del
Contacto Intergrupal
Aportar
información
que
desconfirma
esterotipos
negativos
Se basa en la idea de que en el contacto intergrupal y en
cualquier forma de aportar información que desconfirme
estereotipos negativos, los sujetos del exogrupo que
aparezcan en la situación deben ser considerados como
miembros típicos de su grupo
Estrategias basadas en los
procesos de categorización
La premisa de estas estrategias es que la causa de la
discriminación es la categorización. Para mejorar las
relaciones intergrupales debería controlarse la saliencia de
las categorías sociales existentes
Aprendizaje
Cooperativo
Procedimiento de enseñanza que consiste en dividir a los
grupos grandes en grupos más pequeños, mixtos y
heterogéneos, para trabajar en una tarea común
Estrategias
basadas
procesos afectivos
en
Utilizar el manejo de las emociones (como por ejemplo la
empatía) para cambiar estereotipos, reducir el prejuicio, y
mejorar las relaciones intergrupales
Según la hipótesis del contacto intergrupal, mantener un contacto cooperativo
(es decir, en el cual los miembros de ambos grupos deben conseguir una meta) con
miembros de otro grupo haría que cambiasen una serie de aspectos cognitivos
(pensamientos) y afectivos (emociones) que harían que mejorase la imagen del
exogrupo y la relación con sus miembros, con la consiguiente mejora de la actitud hacia
ellos y la reducción de posibles situaciones violentas.
La segunda técnica que recogemos en la tabla 1 es aportar información que
desconfirma estereotipos negativos. De acuerdo con la literatura existente en psicología
social, tanto el contacto intergrupal, que acabamos de comentar, como aportar cualquier
tipo de información que desconfirmase estereotipos negativos previos debería darse a
través de miembros típicos. Siguiendo estas recomendaciones se elaboraron una serie de
técnicas que consisten, por ejemplo, en concentrar gran cantidad de información que
desconfirma un estereotipo negativo en unos pocos miembros de un grupo (por ejemplo,
un grupo de inmigrantes que trabaja, envía el dinero a su país, respeta las normas y
valores de los españoles), o que unos sujetos desconfirmen una parte del estereotipo
(por ejemplo, un grupo de seguidores del Real Madrid que aplauden a un jugador del
Fútbol Club Barcelona cuando mete un gol excepcional), etc.
El tercer grupo de técnicas son las Estrategias basadas en los procesos de
categorización. Básicamente consiste en reducir, mantener o aumentar la saliencia de
las categorías sociales. El caso de reducir la saliencia de las categorías sería tratar de
eliminar la fuerza de las categorías sociales a las que pertenecen los sujetos. Una de las
posibilidades que más literatura ha proporcionado a la psicología social es la
recategorización. Esta consistiría en hacer conscientes a los sujetos de que además de
pertenecer a un grupo, también pertenecen a una categoría común de orden superior con
unos intereses comunes. Por ejemplo, hacer saliente que los jugadores de dos
determinados equipos son a su vez jugadores de la selección española, o que gitanos y
payos son españoles, etc.
La cuarta técnica a la que hacemos referencia es el Aprendizaje cooperativo.
Consiste en plantear tareas a personas que pertenecen a diferentes grupos en las cuáles
es necesaria la colaboración de todos los miembros para conseguir los objetivos.
Y por último, las estrategias basadas en procesos afectivos. Una de las
cuestiones que en muchas ocasiones es la causa de la violencia intergrupal en general,
es la ansiedad que se produce en situaciones de tensión. El contacto, o la posibilidad de
contacto con miembros de un grupo hacia el cual se siente rechazo y antipatía, provoca
una serie de sentimientos y emociones asociados que en muchas ocasiones es la fuente
de un comportamiento violento. El entrenamiento en el control y el manejo de las
emociones supondrá un efecto positivo de cara a la evitación, reducción o eliminación
de la violencia. Un ejemplo concreto es el entrenamiento en empatía. Consistiría en
enseñar a la gente a ponerse en el lugar de los demás y a tratar de sentir lo que los otros
sienten. La investigación ha mostrado que produce una mejora de la actitud hacia la
persona que se ha tenido en cuenta como fuente de la empatía.
Hasta aquí hemos visto que, probablemente, el tipo de violencia más destructiva
sea la intergrupal. También hemos hecho un breve recorrido sobre los procesos
implicados en el por qué del comportamiento violento y en las líneas de investigación
que han tratado de reducir sus efectos o de “curar”, en la medida de lo posible, este tipo
de comportamiento tan nocivo. Asimismo, la principal limitación o crítica general a los
modelos teóricos aquí esbozados, ha sido que tratan, como acabamos de decir, de
“curar”, no de “prevenir”. Obviamente, este segundo aspecto es mucho más complejo,
dado que requiere que se investigue sobre cuáles son las entrañas del comportamiento
violento. Eso es lo que vamos a hacer en la segunda parte del presente artículo. Sin
embargo, necesitamos dar un paso más antes de llegar a ese punto. Lo que queremos
describir aquí son dos de los ejemplos más representativos, aunque a distinta escala, de
la violencia intergrupal. Ello nos servirá para demostrar que es buena idea tratar de
paliar posibles efectos futuros una vez que ya se ha hecho daño, pero que sería mucho
más interesante prevenir que suceda, y evitar todas las muertes que se han venido
produciendo a lo largo de muchos años debido en concreto a la violencia en el deporte y
al terrorismo.
6. La violencia extrema. El caso de la violencia en el deporte y del terrorismo
La Violencia en el Deporte.
Podría parecer que el la violencia en el deporte no es un acto tan nocivo ni
comparable al terrorismo. Sin embargo, una simple visión de “algunos” datos, será
suficiente para cambiar la idea preconcebida de, probablemente, la mayoría de los
lectores. Desde el punto de vista de la psicología social, el deporte, especialmente el que
se realiza en grupo, contiene una serie de elementos que, por su naturaleza grupal, son
capaces de exacerbar lo que serían los niveles normales de violencia (Gómez, 2007).
A todos nos viene a la memoria el 29 de mayo de 1985 en que fallecieron 39
seguidores de la Juventus de Turín y 600 resultaron heridos embestidos por los
seguidores (hooligans) del Liverpool en el estadio de Heysel de Bélgica. Sin embargo,
este no ha sido el peor de los acontecimientos de este típo. Como se recoge por ejemplo
en Gómez (2003, 2007), algunos datos al respecto son 44 muertos en el Bolton
Wanderers-Stoke City en 1946 en Inglaterra, 320 muertos y 500 heridos en Lima el 24
de mayo de 1964 en el partido Perú-Argentina, 66 muertos el 2 de Junio de 1971 en
Escocia, 48 muertos y 47 heridos en El Cairo en 1974, 18 muertos en Colombia en
1981, decenas de muertos el 20 de octubre de 1982 en Moscú, 56 muertos y más de dos
centenares de heridos el 11 de mayo de 1985 en el Bradford Stadium de Inglaterra, 95
muertos y 170 heridos el 15 de abril de 1989 también en Inglaterra, 84 muertos y 147
heridos el 16 de octubre de 1996 en Guatemala, 43, 8 y 126 personas muertas en tres
incidentes entre abril y mayo de 2001 en sudáfrica, etcétera. Podríamos seguir poniendo
multitud de ejemplos, pero estos son suficientes para mostrar la gravedad de la
situación. La consecuencias de la violencia en el deporte pueden ser la muerte de una o
muchas personas, la ruina de familias enteras, la destrucción de los estadios y sus
alrededores, la exacerbación del racismo y la xenofobia y además, el fin del deporte
como espectáculo y como un medio para el ocio.
Desde la Sociedad Internacional de la Psicología del Deporte (ISSP), la
agresión se concibe como un comportamiento cuya intención es la de hacer daño a la
persona o personas objeto de dicha agresión. En el caso del contexto deportivo, la
violencia sería el componente físico de la agresión. Se entiende pués como actos
hostiles agresivos de naturaleza física infligidos de manera ilegal.
Pero ¿cuáles son las causas de la violencia en el deporte? Hay algunas
explicaciones que han sido aceptadas desde varios campos de investigación como
posibles causas de la agresión y la violencia en general, pero también del deporte en
particular. Una de ellas es la explicación clásica de Dollard, Doob, Miller, Mowrer y
Sears (1939) de que la agresión es producto de la frustración, cuestión que se describió
en el punto 4 de este artículo al hacer referencia a los antecedentes motivacionales de la
violencia. Sin embargo, la frustración por perder, no siempre lleva a cometer una
agresión. Sí parece más aceptado que la frustración aumente la predisposición para
cometer una agresión. Otra de las principales causas es el reforzamiento vicario.
Consiste en la repetición de aquellos comportamientos que se han visto en otro u otros
jugadores del mismo deporte que han producido una recompensa. La identificación que
los seguidores sienten con su equipo, también puede estar relacionada con la violencia.
En ciertos casos puede funcionar como desencadenante de una reacción violenta con tal
de defender o afirmar sus creencias respecto a esa parte de su identidad.
Aplicando lo recogido anteriormente como antecedentes situacionales de la
agresión, algunas de las causas facilitadoras de la agresión en el deporte son los factores
físicos (aglomeraciones, escasa visibilidad del espectáculo, etc.), el calor, el ruido, la
presencia de seguidores del equipo contrario y consumir alcohol. Los factores sobre los
que más atención se ha prestado han sido la pertenencia a grupos radicales, el racismo,
la conexión violencia-alcohol, y los medios de comunicación.
En cuanto a la pertenencia a grupos radicales el grupo más representativo son
“los hooligans”. La principal causa del movimiento del hooliganismo es el racismo, y la
consecuencia, la violencia dirigida hacia los grupos minoritarios étnicos. Su aparición
parece situarse entre los años 1950 y 1960. Se consideraba una nueva forma de reunirse
en grupo bajo la justificación de seguir a un equipo de fútbol, para mostrar un celoso e
intenso patriotismo que dirigía su violencia hacia los grupos de inmigrantes. Sin
embargo, también es posible que seguidores que no pertenecen a este tipo de grupos se
dejen llevar por la activación y se comporten de manera similar. Existen varias formas
de expresión del racismo en el deporte: abuchear a los jugadores negros o de otras
minorías, cánticos despreciativos por parte de la afición, etc. A partir de comienzos de
los años 90, diversos clubes y asociaciones han prestado interés en plantear iniciativas
para evitar y/o reducir el racismo en el deporte. Sin embargo, se produjeron actos de
rechazo justificados por el hecho de que podía dar publicidad negativa al fútbol, que
realmente no se producían actos racistas dentro del campo, etc.
Otro de los factores que puede agravar que se produzcan actos violentos es el
alcohol. Está prohibido vender e introducir alcohol en los estadios. Pero los
antecedentes de la prohibición del consumo de alcohol en los espectáculos deportivos se
remontan al año 450 antes de Cristo en el estadio de Delfos donde ya se prohibía para
evitar las posibles alteraciones que probablemente causarían los seguidores bajo sus
efectos. Lo que parece claro es que la prohibición del alcohol tiene un efecto
contraproducente: la gente toma otro tipo de drogas más difíciles de detectar. En los
estadios británicos se encontró un aumento significativo del consumo de marihuana
cuando se prohibió el alcohol.
Finalmente, una cuestión sobre la que se ha debatido es si los medios de
comunicación explotan la violencia. Los medios de comunicación en la mayoría de las
ocasiones son un enemigo del juego limpio ya que explotan la violencia en el deporte
principalmente de tres formas: a través de una carga excesiva en la recreación del juego
violento. Glorificando la violencia en ciertos artículos de los periódicos deportivos. Y
exhibiendo de manera reiterada actos violentos cometidos en distintos deportes en el
pasado.
Hay otras explicaciones diferentes de las que buscan la naturaleza psicológica,
como las ofrecidas a nivel institucional. En el caso de nuestro país, en los años 90 se
creó una Comisión Investigadora del Senado para estudiar los factores que facilitaban
que se produjera la violencia en el deporte. Encontraron que eran cinco, y se muestran
en la Tabla 2.
Tabla 2: Factores que facilitan que surja violencia en el deporte
El fanatismo y el culto a la
violencia.
Los problemas estructurales
de la sociedad.
Hay personas y grupos para los cuales el deporte es un medio
donde canalizar sus comportamientos agresivos.
La falta de cultura, la conflictividad, las desigualdades sociales
y económicas, etc.
La tolerancia social.
El que este comportamiento se produzca en un contexto
deportivo está socialmente más aceptado que si se produce en
otro tipo de contexto.
La influencia de los medios
de comunicación.
La forma que tienen los medios de comunicación de tratar la
violencia en el deporte podría llegar a facilitar que se produzca
y/o mantenga.
El mal estado de las
infraestructuras y la mala
actuación de los árbitros.
Por ejemplo, la catástrofe del estadio de Heysel podría haberse
reducido si los seguidores hubieran tenido medios de escape de
la avalancha
No obstante, también se han propuesto estrategias para reducir y/o eliminar la
violencia específica del deporte desde una perspectiva Institucional. Por ejemplo, la
Sociedad Internacional de la Psicología del Deporte (ISSP) realizó 9 recomendaciones
recogidas en la Tabla 3:
Tabla 3 : Adaptación de las Recomendaciones de la Sociedad Internacional de la Psicología del Deporte
(ISSP) para reducir la violencia en el deporte (Tenenbaum et. al., 1996, p. 234)
Recomendación 1
Revisar las sanciones para que el castigo tenga más valor que el
refuerzo obtenido con el comportamiento violento
Recomendación 2
El entrenamiento de los equipos debería enfatizar un código de
conducta de “juego limpio” entre los deportistas
Recomendación 3
Prohibir el uso de bebidas alcohólicas en los eventos deportivos
Recomendación 4
Los directivos han de garantizar que las posibilidades de ayudar a
alguien si lo necesita son adecuadas, y que existe suficiente espacio
para que los espectadores puedan observar el espectáculo de forma
agradable
Recomendación 5
Los medios de comunicación deberían considerar los hechos
violentos como situaciones aisladas en lugar de hacer de ellos un
espectáculo
Recomendación 6
Los medios de comunicación deberían promover campañas para
reducir la violencia y la agresión en el deporte que incluya la
participación y compromiso de atletas, entrenadores, directivos,
árbitros, policías y espectadores
Recomendación 7
Entrenadores, directivos, atletas, profesionales de los medios de
comunicación, árbitros y policías deberían participar en sesiones de
trabajo sobre agresión y violencia para asegurar qué se entiende por
agresión, cuál es el coste de los actos agresivos, y cómo pueden ser
controlados
Recomendación 8
Entrenadores, directivos, árbitros y profesionales de los medios de
comunicación deberían animar a los atletas a realizar conductas
prosociales y a castigar a los que realicen comportamientos hostiles
Recomendación 9
Los atletas deberían participar en programas dirigidos a ayudarles a
reducir las tendencias conductuales que les pueden llevar a la
agresión.
Como se ha podido comprobar, los datos muestran que la violencia en el deporte
produce consecuencias mucho más destructivas de lo que cabría pensar. Además, los
actos más violentos suelen tener como protagonistas a adolescentes que justifican su
violencia por la pertenencia a grupos extremistas. También hemos visto como las
explicaciones que se dan de este comportamiento desde un punto de vista Institucional
están basadas en procesos psicológicos que se describieron con anterioridad en este
mismo capítulo. Pero, a pesar de todo, las recomendaciones tienen la misma limitación
que las estrategias de mejora de las relaciones intergrupales: son más reactivas que
proactivas. No indagan en la raíz del problema, sino que tratan de “curar” las
consecuencias, y concienciar a la mayoría de estamentos, olvidando cual es la verdadera
raíz del problema: cómo y por qué los jóvenes ingresan en grupos de naturaleza
violenta, y por qué están dispuestos a hacer cualquier cosa por esos grupos.
Vamos a continuación con un segundo ejemplo de violencia intergrupal de
consecuencias todavía mucho más catastróficas: el terrorismo.
El Terrorismo
Indudablemente, una de las principales preocupaciones de la población mundial,
no sólo de los españoles, es el terrorismo. Por ejemplo, los datos del barómetro del CIS
de diciembre de 2007 muestran que el terrorismo es el principal problema que existe en
España para los encuestados cuando tienen que ordenarlo junto a otros como la
vivienda, el paro o la inmigración, (lo señala el 39,6%).
El terrorismo se puede considerar como un tipo de violencia premeditada y
política o religiosamente motivada, perpetrada generalmente por parte de grupos
nacionalistas en contra de objetivos no combatientes, con el objetivo general de influir
sobre una audiencia. También se considera que una acción terrorista es el uso calculado
e inesperado de la violencia, fuera de la ley, y con el objetivo de conmocionar a la
sociedad en general, perpetrado por miembros de un grupo sub-nacional con el objetivo
psicológico de publicitar una causa política o religiosa y/o para intimidar o coaccionar a
los gobiernos y que así acepten las demandas de una determinada causa. Existen en
general cuatro tipos de grupos terroristas: nacionalistas-separatistas, fundamentalistas
religiosos, nuevas religiones y revolucionarios sociales.
Pero, ¿cuáles son los verdaderos objetivos del terrorismo? Durante los años 70 y
80 del Siglo pasado, parecía asumido que el principal objetivo de los terroristas era “que
muchas personas les vieran”, es decir, que fueran conscientes de que estaban ahí y de
sus reivindicaciones”, pero no “que muchas personas murieran”. De hecho, durante esas
décadas, los objetivos de los principales grupos terroristas se centraban en el
separatismo nacional y político, como por ejemplo los casos del IRA en Irlanda y de
ETA en España. Sin embargo, este tipo de comportamiento no parece aplicable cuando
el terrorismo proviene del terrorismo centrado en aspectos religiosos, como el caso de
Al-Qaeda. La actitud de estos últimos grupos hacia la violencia es diferente. Buscan
maximizar la violencia hacia quién consideran su enemigo. Los terroristas religiosos
pueden justificar cualquier tipo de conducta, incluso aunque sea extremadamente
violenta, porque lo hacen en nombre de su dios. El terrorismo en este caso tiene el
objetivo de enviar un mensaje ideológico o religioso aterrorizando al público en general,
dado que sus metas, en general poco realistas, no pueden conseguirlas a través de los
medios convencionales. Los terroristas, en definitiva, tratan de crear un gran impacto en
el público con sus actos de violencia y utilizando los medios de los que disponen. De
esta manera, tratan de demostrar que el Gobierno no es capaz de proteger a los
ciudadanos.
Desde la psicología social, que es la línea de investigación que seguimos en el
presente trabajo, el objetivo principal ha sido estudiar el comportamiento de los
terroristas, el proceso por el cual se recluta a los terroristas o cómo se induce a las
personas al terrorismo, su personalidad, creencias, actitudes y motivaciones.
Respecto a por qué se comportan como lo hacen, igual que en el caso de la
violencia en el deporte, se ha tratado de explicar desde la teoría de la frustraciónagresión. La conducta terrorista sería la respuesta a la frustración ante una serie de
necesidades u objetivos políticos, económicos, o incluso a necesidades personales.
También ha tratado de buscarse una explicación desde la hipótesis de la identidad
negativa. Dicha hipótesis asume que las personas llegan a convertirse en terroristas
como resultado del sentimiento de rabia producido por ser rechazado por los demás por
diferentes motivos. Y otra justificación posible ha venido dada desde la hipótesis
narcisista. En este caso, se plantea que el terrorista en realidad es un enfermo mental. El
terrorista tendría una idea de grandiosidad de sí mismo, lo que produciría individuos
extremadamente arrogantes y psicópatas.
Otras explicaciones han venido ligadas a los procesos grupales que se producen
en los grupos terroristas. Por ejemplo, uno de ellos es la presión a la conformidad. La
identidad del sujeto se sumerge en la del grupo, lo cual requiere obediencia ciega hacia
el grupo. También se ha señalado que desde el grupo lo que existe es una presión por
cometer actos violentos. Entrar en un grupo terrorista proporciona un sentimiento de
“heroísmo” y de importancia personal que no existía antes de pertenecer al grupo.
Algunos terroristas incluso pueden llegar a pensar que su honor personal depende del
grado de violencia que estaría dispuesto a llevar a cabo contra un enemigo. También
puede ser que el terrorismo sea entendido como racionalización de la violencia. Al
pertenecer a este tipo de grupos, las personas se aíslan de las consecuencias morales de
sus actos.
Respecto a explicaciones como, por ejemplo, la de que tienen cierto perfil de
personalidad, o de que se debe a sus creencias, actitudes y motivaciones, existe la
opinión de que los terroristas buscan incluir en sus filas a determinado tipo de personas
con problemas de personalidad. Algunos estudios de los años 70 trataban de investigar
si existía un perfil de personalidad del terrorista. Lo ideal sería tener acceso a datos
biográficos de los cientos de terroristas arrestados en diferentes partes del mundo. Sin
embargo, la dificultad de acceso de los investigadores a las fuentes policiales hacen que
dicho trabajo sea extremadamente complejo. No obstante, se han hecho algunos
intentos. Autores como Berkowitz (1969) describen seis tipos de personalidad que
estarían más predispuestas a realizar comportamientos extremos, como por ejemplo el
uso de bombas de destrucción masiva. Estos son; paranoides, esquizofrenia paranoide,
personas mentalmente defectuosas, cierto tipo de esquizofrénicos, y los sociopatas. Sin
embargo, se ha demostrado que los terroristas en potencia son reclutados entre personas
expertas en ciertos campos como las comunicaciones, la informática, la química, la
medicina, la ingeniería, las ciencias e incluso la economía. De hecho, el perfil más
común de un terrorista sería el de un hombre soltero de entre 20 y 25 años con una
educación superior a la media y de aspecto saludable. No parece por tanto ni que exista
una personalidad específica del terrorista, ni que sean las personas con problemas de
personalidad más proclives a entrar en este tipo de grupos.
Los trabajos de investigación empírica más recientes relacionados con las
conductas extremas (con el terrorismo como uno de los principales ejemplos) se centran
en estudiar por qué determinadas personas ingresan en grupos extremistas (como es el
caso de la Teoría de la Reducción de la Incertidumbre, cuyo principal representante es
Michael Hogg), y en identificar qué personas estarían dispuestas a hacer “cualquier
cosa” por el grupo al que pertenecen (línea de investigación conocida como el proceso
de Fusión de la Identidad, llevada a cabo por el equipo del profesor Bill Swann). Estas
dos líneas de investigación no sólo están vinculadas al terrorismo, sino a cualquier tipo
de comportamiento extremo y violento, por lo que se van a describir con detalle a
continuación ya que son las que nos pueden ayudar a indagar en las raíces del
comportamiento violento.
Para el lector especialmente interesado en el tema del terrorismo en particular y
su estudio desde la psicología social, se recomienda el trabajo de De la Corte (2006). El
autor realiza uno de los análisis más exhaustivos y recientes del terrorismo desde la
perspectiva de la psicología social. Trata de exponer las posibles causas de esta práctica
criminal, especialmente nociva desde finales del Siglo XIX. También revisa algunas de
las principales hipótesis explicativas del terrorismo.
7. Las raíces de la violencia grupal
Como hemos visto a lo largo del presente trabajo, quizá la principal limitación
de las estrategias para mejorar las relaciones intergrupales es que no son preventivas. Es
decir, se trata de “mejorar”, pero no de “evitar”. Es posible que el principal problema
sea debido a que se ha estudiado el desarrollo de los conflictos y de sus consecuencias,
pero la investigación sobre las causas ha recibido una atención menor.
En aras de ofrecer una vía de luz para poder evitar la violencia, recientemente se
están llevando a cabo una serie de investigaciones que tratan de profundizar en las
RAÍCES del comportamiento violento, con el objetivo de evitar que se produzca. Los
hallazgos relativos a tal fin, resultarán de utilidad para los investigadores, pero,
indudablemente, el objetivo final es que los resultados obtenidos lleguen a las entidades
que en cada caso puedan ayudar de mejor forma a evitar este tipo de comportamientos.
En los casos que se han descrito en el presente trabajo, como son el terrorismo y la
violencia en el deporte (aunque también es aplicable a los casos de las bandas juveniles,
el racismo, etc.), es de vital relevancia que las Fuerzas de Seguridad del Estado tuvieran
conocimiento de este tipo de investigación.
Como anticipábamos en apartados anteriores del presente artículo, dos son las
líneas de investigación que vamos a describir a continuación para finalizar este trabajo.
Este es el objetivo principal que nos planteábamos, pero requería de toda la información
previa aquí presentada para un adecuado conocimiento de nuestros fines.
Nuestra pretensión era profundizar en qué es lo que puede llevar a una persona,
generalmente arropada o justificada por su pertenencia a un grupo, a insultar, agredir, e
incluso matar a otra u otras personas. Señalábamos que existen dos líneas de
investigación relacionadas con las “raíces” del comportamiento violento: la teoría de la
reducción de la incertidumbre, y la fusión de la identidad. A continuación describimos
con detalle cada una de ellas.
La teoría de la Reducción de la Incertidumbre.
La teoría de la reducción de la incertidumbre parte a su vez de la Teoría de la
Identidad Social (Tajfel, 1981; Tajfel y Turner, 1979). La identidad social es la parte del
auto-concepto que deriva de la pertenencia a grupos sociales, junto con los aspectos
emocionales y valorativos asociados a dicha pertenencia. Específicamente, la teoría de
la identidad social se basa en la idea de que una de las principales razones por las cuales
las personas se asocian con un grupo es para conseguir una identidad que les ayude a
crear un sistema de creencias sobre cómo son, pero además, que les proporcione una
idea de cómo los demás les verán y se comportarán con ellos.
El argumento principal de Hogg (2004, 2007) es que la incertidumbre sobre uno
mismo es lo que motiva la identificación con un grupo. De esta forma, las personas
reducen la ansiedad producida por el hecho de no estar seguro de cómo es uno mismo,
sus gustos, preferencias, características personales, etc.
El mecanismo de reducción de la incertidumbre consistiría en la asimilación de
uno mismo al prototipo del grupo. Por tanto, las personas prefieren identificarse con
grupos que están claramente definidos, porque de esta forma les es más fácil reducir la
incertidumbre. Con “grupos claramente definidos” se refiere a aquellos grupos que son
muy distintivos y característicos, y sobre los que existe un estereotipo exclusivo. Lo que
se produce es una despersonalización de uno mismo y una asimilación al prototipo. De
esta manera, al estar claro qué es el prototipo, el individuo reduce la incertidumbre
sobre sí mismo. De acuerdo con este proceso, las personas que pertenecen a grupos
extremistas deberían considerarse muy similares entre ellos.
Es posible que, en ciertas ocasiones, la incertidumbre que una persona sienta
sobre sí misma sea tal, que eso le lleve a buscar desesperadamente ingresar en un grupo
que le permita reducir dicha incertidumbre. Un tipo de grupo que está claramente
definido es el de los grupos extremistas. Cuando Hogg se refiere a los grupos
extremistas en general y terroristas en particular, les denomina “totalistas”. Afirma que
en estos grupos, las personas se identifican de una manera prácticamente inflexible con
una ideología que prescribe estrechamente sus actitudes, sentimientos y
comportamientos. El autor reconoce que estos grupos pueden ser neo-Nazis, o grupos
terroristas, pero también grupos pro-sociales. Es decir, son grupos que realizan un
comportamiento extremo, bien sea negativo, o bien positivo. Por ejemplo, ¿cómo es
posible que haya personas que abandonen a su familia, su trabajo, y su vida en general,
para irse a ayudar a otras personas en África? Desde este punto de vista, los principios
que rigen para el ingreso en estos grupos, sean de tipo violento o altruista, sería los
mismos.
Hogg (2004) se interesó por las condiciones bajo las cuales las personas
ingresan en este tipo de grupos, hacen que grupos que ya existen se vuelvan más
“totalistas”, o crean nuevos grupos que tengan atributos totalistas. En el caso de la
investigación sobre fusión de la identidad que veremos a continuación, el objetivo es
mostrar que las personas que pertenecen a este tipo de grupos están más dispuestas a
comportarse de una manera extrema, pero no por qué ingresan en el grupo en sí.
Sin embargo, desde la perspectiva de la reducción de la incertidumbre no se
puede explicar por qué las personas que están seguras de sí mismas ingresan en este tipo
de grupos. Por otro lado, este modelo teórico tampoco explica por qué las personas que
se encuentran en estos grupos se comportan de una manera tan extrema, bien sea
violenta o altruista.
Esta es una explicación que parte de teorías grupales (como la identidad social),
para explicar la influencia en el individuo (cómo puede serle útil ingresar en un grupo
con un claro prototipo para asimilarse a él y de esta forma reducir la incertidumbre
sobre el auto-concepto). En definitiva, plantea la relación entre el individuo y el grupo
como “lo que el grupo puede hacer por mí”, y no como “lo que yo puedo hacer por el
grupo”.
Pero una persona puede estar muy identificada con un grupo por muchas
razones, y no simplemente porque le resulte útil para reducir la incertidumbre sobre sí
mismo. Además, este modelo tampoco explica por qué ciertas personas que están muy
identificadas con un grupo están dispuestas a hacer cualquier cosa por el grupo, pero
hay otras que no.
Tratando de solventar estas limitaciones, ha surgido recientemente una nueva
línea de investigación que intenta identificar a aquellas personas que estarían dispuestas
a hacer cualquier cosa por su grupo, y trata de estudiar los procesos relacionados con
estas actitudes y comportamientos. Nos referimos a la teoría de la fusión de la identidad.
La teoría de la Fusión de la Identidad
Como acabamos de ver, la Teoría de la reducción de la incertidumbre trata de
explicar por qué las personas o, al menos, ciertos individuos, deciden entrar en grupos
“totalistas”, o que también podrían denominarse radicales o extremistas. Sin embargo,
esta teoría no explica el comportamiento de las personas que están en este tipo de
grupos. Es decir, cómo es posible que haya gente que esté dispuesta a hacer cualquier
cosa por su grupo. El equipo de investigación del profesor Swann trabaja actualmente
para tratar de dar una respuesta a estas preguntas. Swann, Seyle, Gómez y Morales
(2005) han elaborado el concepto de Fusión de la Identidad. Cuando los miembros de
un grupo perciben que dicho grupo es una externalización de sí mismo, se considera que
el individuo está “fusionado” con el grupo, esto es, el individuo y el grupo se vuelven
una sola cosa. Para las personas fusionadas, sus metas y prioridades son indistintas de
las del grupo. Por este motivo, dichas personas están dispuestas a realizar
comportamientos extraordinarios por el grupo, como pegar e incluso morir por él.
La mayoría de las personas trazan una afilada distinción entre su identidad
grupal y personal. Sin embargo, en algunos contextos, el individuo puede estar tan
conectado con el grupo que la barrera entre uno mismo y los otros se vuelve borrosa y el
grupo es considerado como una externalización de uno mismo. En estas circunstancias,
las personas equiparan el bienestar del grupo con su propio bienestar y perciben las
metas y prioridades del grupo como indistintas de las suyas. De esta forma, llegan a
estar dispuestos a realizar comportamientos extremos por el grupo.
El constructo de la fusión de la identidad está claramente relacionado con la
identificación grupal. La identificación es alta en tanto que, como miembro de un grupo,
el auto-concepto personal está de acuerdo con las características esperadas para un
miembro prototípico del grupo. Cuanto mayor es el encaje, la persona será más fiel al
grupo y sentirá que es valorado como miembro de dicho grupo. Por ejemplo las
personas que están muy identificadas con un grupo están más dispuestas a derogar a las
personas de otros grupos y a ver a otros miembros del propio grupo de forma positiva.
La fusión de la identidad presupone un alto grado de identificación con el grupo,
o super-identificación. Sin embargo, la fusión incluye además un sentimiento de
“unidad” con el grupo que elimina las barreras entre “uno y otro” y le separa de los
miembros que están simplemente identificados. Una vez fusionado, el individuo tiende
a percibir que uno mismo y el grupo se convierten en una sola cosa y, de esta forma,
comparten las mismas prioridades.
La fusión cambia las prioridades de los miembros del grupo hasta el punto de
que se preocupan más de los resultados del grupo que de sus propios resultados. La
equivalencia percibida entre los resultados personales y del grupo tiene dos
implicaciones importantes; las personas fusionadas estarán preparadas para realizar
sacrificios extraordinarios por el grupo, incluyendo sus vidas; y la concepción que las
personas tienen de sí mismos y del grupo estarán dinámicamente relacionadas, hasta el
punto que al desafío a una de las partes disparará esfuerzos para apuntalar la otra parte
(con las “partes” nos referimos al individuo y al grupo. Por ejemplo, el quipo de Swann
ha demostrado que cuando a una persona que está fusionada con un grupo se le dice que
la descripción que hace de sí misma no coincide con la percepción que de ella tienen los
demás, aumenta la disposición a hacer cosas en beneficio de su grupo. Por otro lado, si
se desprecia a su grupo, tratará de hacer todo lo posible por mantenerse seguro de sí
mismo y demostrar a los demás que es tal como cree que es realmente, luchando por
ofrecer una imagen de sí mismo congruente con lo que piensa. En definitiva, es como si
se tratase de los dos brazos de una balanza. Cuando uno de ellos baja (porque se le
amenaza), el otro sube (lucha por mantenerse). Por ejemplo, si se comete el error de
transmitir en los medios de comunicación que las bandas o los grupos violentos no
hacen tanto daño como cabría esperar, los jóvenes pertenecientes a estos grupos
incrementarán tanto el número de actos violentos como la intensidad de dichos actos
para demostrar que realmente el grupo es tan dañino como ellos piensan.
Existen no obstante importantes diferencias entre la fusión y la identificación.
La fusión de la identidad está basada en la teoría de la auto-verificación (Swann, 1983).
La teoría de la auto-verificación asume que las personas basan su auto-concepto
personal en el trato que reciben de los demás (e.g., Cooley, 1902; Mead, 1934). Sin
embargo, la teoría de la auto-verificación es única en asumir que una vez formada la
auto-imagen, las personas la utilizan para hacer predicciones sobre el mundo, para guiar
su comportamiento, y para mantener la percepción de que el mundo es coherente. La
literatura ha proporcionado amplia evidencia de que las personas están motivadas para
mantener su auto-concepto y que este efecto es producido a nivel individual, colectivo,
y grupal (Gómez, Morales, Huici, Gaviria, y Jiménez, 2007). Esta motivación es tan
fuerte que puede incluso anular la tendencia de las personas a buscar evaluaciones
positivas sobre sí mismo (Jones, 1973).
Resulta de gran interés aquí la implicación de la teoría de la auto-verificación en
el destino del auto-concepto personal cuando los individuos ingresan en un grupo. La
teoría asume que las personas tratarán de mantener su auto-concepto. Esta suposición
implica que permanecerán vigilantes a cualquier desafío a su imagen personal y se
esforzarán para contrarrestar dichos desafíos. Además, en la medida en que el autoconcepto y la identidad grupal sean funcionalmente equivalentes, los desafíos a una de
las partes (por ej., el auto-concepto), pueden disparar esfuerzos para afianzar la otra (por
ej., la identidad grupal). De esta forma, cuando la auto-imagen personal de las personas
fusionadas se desconfirma, es más probable que realicen comportamientos que apoyen
su super-identidad grupal, como comentábamos anteriormente.
Pero una pregunta importante es ¿cómo identificar a las personas que están
fusionadas con un grupo y que, en consecuencia, serían más proclives a realizar
comportamientos extremos por el grupo? Revisando la literatura sobre identidad social e
identidad personal, los autores pensaron que una medida a base de la combinación de
figuras sería la mejor opción para identificar la fusión. Para ello, se basaron en un item
desarrollado por Schubert y Otten (2002) y que se muestra en la Figura 2. En la medida
original, Schubert y Otten preguntaban por la figura que mejor representase la cercanía
del individuo al grupo. Basándose en el resultado de una serie de estudios preliminares,
Swann y cols. (2005) optaron por reducir la medida de 7 a 5 opciones. Esas opciones
suponían distintos grados de solapamiento entre el círculo pequeño y el grande: 0%,
25%, 50%, 75% y 100%. El solapamiento del 100% se correspondía con la última
opción de la medida de Schubert y Otten, y el del 0% con la tercera. Entre estas dos
opciones, incluyeron las otras tres con los distintos porcentajes de solapamiento. Una
segunda modificación importante que realizaron a la medida fue el cambio en la forma
de realizar la pregunta a los participantes de sus investigaciones. Swann y cols. les
pedían que eligieran la figura que mejor representase su relación con el grupo. Estudios
previos de los autores habían mostrado que la gente entiende que la última opción de la
medida (aquella en el que el círculo pequeño, es decir, el individuo, está en el centro del
círculo grande, es decir, el grupo), es la que mejor representa el estado de fusión.
Figura 2: Medida de la representación entre el individuo y el grupo de Schubert y Otten (2002)
Lo ideal sería estudiar el proceso de fusión de la identidad en grupos terroristas,
sectas, bandas juveniles, grupos radicales, etc. Sin embargo, en ocasiones, la dificultad
para acceder a este tipo de muestras hace que los investigadores tengan que buscar
paralelismos en otros contextos para poder comprobar sus predicciones.
Con esta premisa, el primer paso era encontrar un grupo que tuviera el suficiente
número de sujetos fusionados (es decir, que eligieran la última opción de la escala para
representar su relación con el grupo), como para compararles con personas que eligieran
cualquiera de las otras cuatro opciones de solapamiento. Los autores demostraron que el
grupo con el cual existe un mayor porcentaje de personas fusionadas es con el país,
España. Concretamente, alrededor de un 40% de los participantes en diferentes estudios
estaban “fusionados” con España. A partir de aquí, empezaron a realizar una serie de
experimentos para comprobar si, efectivamente, las personas fusionadas estarían
dispuestas a hacer cosas por su grupo que no harían las personas no fusionadas.
Pero, ¿cuáles han sido hasta ahora los resultados llevados a cabo desde esta línea
de investigación? Swann y cols. (2005) realizaron tres estudios preliminares y tres
estudios principales que proporcionan un apoyo inicial al proceso de la fusión de la
identidad. Los estudios preliminares investigaron las propiedades de la medida. Los
resultados sugirieron que la fusión con el país es bastante común en España y que la
medida parece ser binaria: mientras que los participantes reconocieron un incremento
similar en las diferencias entre la mayoría de los puntos de la escala, el estado de
solapamiento total (fusión) se evaluaba cualitativamente diferente. Además, los
participantes fusionados reconocieron una clara distinción entre identificación y fusión,
y dieron muestras de que sentían una mayor conexión y obligación con el grupo si
estaban fusionados. Los estudios preliminares también revelaron que la fusión no es un
rasgo de personalidad.
El estudio 1 mostró evidencias para la validez de criterio de la escala de fusión
controlando los efectos de la identificación. Por ejemplo, los participantes que estaban
fusionados con España estaban más dispuestos a luchar y morir por su país que los no
fusionados. Estos efectos se replicaron y extendieron en el estudio 2, una investigación
longitudinal. Una muestra de participantes españoles que estaban fusionados con el
grupo mostraron 100 días después que durante ese período de tiempo habían percibido
que habían sacrificado cosas importantes por el grupo y que habían hecho cosas más
trascendentales por él que los no fusionados, como verse envueltos en actividades
peligrosas o violentas. Además, replicando el estudio anterior, mostraron su mayor
predisposición a luchar e incluso morir por el grupo.
Un tercer estudio investigó la relación entre la fusión y el desafío a la autoimagen personal (negativa). Los participantes fusionados a los que no se les verificaba
su auto-imagen estuvieron más dispuestos a expresar su deseo de luchar o morir por el
grupo. Todos estos resultados se produjeron controlando los efectos de la identificación.
Es necesario además destacar que el intervalo de respuesta de las preguntas iba
de -3 (totalmente en desacuerdo) a 3 (totalmente de acuerdo), y que las puntuaciones
medias de los fusionados iban aproximadamente de -0,5 a 0, mientras que las de los no
fusionados iban de -2 a -1,5. Es decir, lo que muestran realmente los no fusionados es
una menor predisposición a realizar este tipo de comportamientos (recordamos que
estamos hablando de “pegar” e incluso “morir” por el grupo). Sin embargo, la
predicción es que estas medias serían superiores cuando las investigaciones se
realizasen con miembros de grupos violentos.
Teóricamente, las personas que están fusionadas con un grupo deberían percibir
dicho grupo como extremadamente importante, que siempre hace las cosas de forma
correcta, y que es superior a otros grupos. Estas características capturan la esencia de los
sentimientos de los miembros de organizaciones extremistas. Es más, los miembros de
grupos extremistas se distinguen por la tendencia a percibir que su grupo es moralmente
justo y correcto, y que los miembros de otros grupos son moralmente inferiores (Smith,
2004; Crenshaw, 2000).
Sin embargo, habría que ser cuidadoso en la generalización de los resultados
sobre fusión a las actividades de grupos extremistas, ya que uno de los siguientes, y
principales pasos, será acceder a este tipo de muestras para poder aplicar estas
investigaciones. Pero sí parece que el modelo de la fusión de la identidad puede
proporcionarnos una explicación en forma de auto-verificación compensatoria al
fomentar la implicación con grupos extremistas. Por ejemplo, análisis recientes del
atentado del 11S minan la explicación de que la conspiración fue improvisada, fuente de
personas trastornadas o que sufrían desórdenes mentales. Más bien, los análisis de esta y
otras conspiraciones (como el 11M en Madrid) revelan que la mayoría de los terroristas
eran estudiantes que sintieron el ostracismo de la sociedad europea mientras estudiaban
en el continente. Los sentimientos de que sus auto-concepciones personales y sociales
no estaban siendo verificadas, debería hacer que se consolasen en las Mezquitas y en los
centros penitenciarios, donde empezaron a contactar con fanáticos de la Jihad islámica
que les animaron a fusionarse con versiones polarizadas de una identidad grupal que les
forzó a verse envueltos en actos terroristas. Lo que empezó como un problema con la
identidad personal, se transformó en actividades políticas vinculadas a un grupo que
alteraron la historia del mundo trágicamente.
8. Conclusiones
En el presente artículo hemos definido y distinguido tres conceptos que se suelen
utilizar de manera interdependiente, pero que poseen características propias: violencia,
agresión y conflicto. Posteriormente, hemos planteado la cuestión de si existen
diferentes tipos de violencia, describiendo lo que se entiende por violencia
interindividual y violencia intergrupal. A continuación hemos resumido las
explicaciones a por qué se produce la violencia. En cuarto lugar hemos descrito los
principales modelos para la reducción de los conflictos y la mejora de las relaciones
intergrupales, así como sus limitaciones generales. En quinto lugar, hemos mostrado
dos contextos que nos han dado idea de que los procesos inmersos en la violencia
intergrupal, independientemente del contexto, son similares: la violencia en el deporte y
el terrorismo. Finalmente nos hemos centrado en dos líneas de investigación que han
tratado de profundizar en el estudio de las raíces del comportamiento violento: la teoría
de la reducción de la incertidumbre y la fusión de la identidad.
Como hemos podido ver, aún queda mucho por hacer. Un aspecto crucial para el
futuro es aumentar la colaboración entre los investigadores y las Fuerzas de Seguridad
del Estado. De esa manera, trabajando con las “personas” que forman parte de grupos
violentos, podrá llegarse a descubrir cuáles son los procesos que, de una manera más
real, están funcionando en la conducta violenta intergrupal. Eso nos ayudaría no sólo a
tratar de “curar” el mal, sino a estudiar cuáles podrían ser las vacunas psicosociales que
evitasen que el problema de por sí surgiera. Cuando de investigar sobre conflicto y
violencia se trata, siempre me gusta terminar diciendo que si todo el esfuerzo de un
trabajo común, en este caso de los investigadores y de las Fuerzas de Seguridad del
Estado, resulta útil para salvar una sola vida, no habrá sido en vano. Tenga en cuenta
que esa única vida podría haber sido, por ejemplo, la suya (o la de quien escribe este
trabajo).
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Esta investigación y la preparación del manuscrito se han llevado a cabo gracias al Proyecto de
Investigación SEJ2004-01537/PSIC concedido por el Ministerio de Educación y Ciencia a Ángel Gómez.
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