PONENCIA I Las raíces de la violencia en la adolescencia. Cuando el individuo está fusionado con el grupo ÁNGEL GÓMEZ JIMÉNEZ PROFESOR TITULAR. DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA SOCIAL Y DE LAS ORGANIZACIONES. UNED 1. Introducción ¿Por qué hay individuos que están dispuestos a pegar e incluso a matar a otras personas… simplemente porque no pertenecen a su grupo? Son diversas las áreas de investigación que han tratado de dar una explicación a esta pregunta. En este caso, nosotros seguiremos aquí la perspectiva de la psicología social, centrándonos especialmente en las variables psicosociales que pueden hacer que se produzca la violencia, pero que también conseguirían ayudar a reducirla o incluso evitarla. Sin embargo, pretendemos ir todavía más allá. El objetivo principal del presente trabajo es profundizar en cuáles son las raíces de la violencia grupal. Para ello destacaremos dos aspectos esenciales: ¿por qué las personas se introducen en grupos violentos? Y una vez en dichos grupos, ¿qué es lo que les puede llevar a insultar, agredir, e incluso a dar la vida por su grupo o matar a otra u otras personas? Escasa es la investigación en psicología social que se ha ocupado de explicar estas dos últimas cuestiones. No obstante, existen dos líneas de investigación recientes relacionadas con el estudio de lo que aquí hemos venido en denominar como las “raíces” del comportamiento violento. Mientras que una de ellas, conocida como la teoría de la reducción de la incertidumbre, tiene como objetivo explicar porqué ciertas personas se introducen en grupos extremistas, la segunda consiste en el proceso denominado como fusión de la identidad, e intenta identificar aquellos individuos que, una vez dentro de un grupo, estarían dispuestos a hacer cualquier cosa por dicho grupo, incluso pegar o matar por el grupo. Pero antes de llegar aquí, debemos hacer un repaso por determinados aspectos que aunque se tratarán de manera muy resumida, es necesario considerar. En primer lugar definiremos y distinguiremos tres conceptos que se suelen utilizar de manera interdependiente, pero que tienen matices propios. Nos referimos a violencia, agresión y conflicto. En segundo lugar nos plantearemos la cuestión de si existen diferentes tipos de violencia. En tercer lugar resumiremos las explicaciones que se han tratado de dar desde la psicología social a por qué se produce la violencia, desde la perspectiva de los procesos básicos, exponiendo un ejemplo para ilustrar (justificar) por qué es posible que se produzca la violencia por motivos racistas. A continuación describiremos los principales modelos que se han planteado como estrategias para la reducción de los conflictos y la mejora de las relaciones intergrupales, así como sus limitaciones generales. En quinto lugar, y para ejemplificar algunas de las situaciones en las que se muestra la violencia grupal, describiremos dos contextos que aparentemente son muy diferentes pero que nos dan idea de que los procesos, independientemente del contexto, son similares. Estos son la violencia en el deporte y el terrorismo. Finalmente, y como aspecto principal del presente trabajo, nos centraremos en las líneas de investigación citadas anteriormente que tratan actualmente el estudio del comportamiento violento y, en especial, sus raíces: la teoría de la reducción de la incertidumbre y la fusión de la identidad. No tendría sentido empezar por esta cuestión sin hacer un repaso del resto de las materias que serán presentadas. Queremos advertir al lector de que con el material recogido aquí no se pretende responder a todas las preguntas que se nos pueden plantear sobre el tema, ni mucho menos ofrecer soluciones para erradicar la violencia o incluso evitar que surja. Sin embargo, el camino que recorreremos quizá sí nos ayude a comprender algo más sobre este fenómeno. Para terminar con esta introducción, queremos señalar que el grupo de los adolescentes es el que sufre mayor riesgo de sucumbir a los tentáculos de ciertos grupos que buscan nuevos integrantes para conseguir sus fines. También la adolescencia es el grupo de edad en el cual el individuo sufre los cambios más radicales de su vida y que le pueden inducir de por sí, y de forma voluntaria, a ingresar en esos grupos para buscar respuestas o soluciones a los interrogantes y dudas planteadas en esta complicada etapa del desarrollo evolutivo. En este trabajo no vamos a centrarnos exclusivamente en el adolescente, sino en el ser humano en general. Sin embargo, como nuestra intención es penetrar en el estudio de las raíces de la violencia grupal, lo que resulta obvio es que la adolescencia es el período en el cual resulta más probable que nazcan y crezcan esas raíces, que en el futuro serán muy difíciles de arrancar. 2. ¿Qué es la violencia? Definiciones previas Tres son los términos que se suelen utilizar casi de manera intercambiable cuando se habla de violencia, pero que requieren de una definición previa y una distinción. Estos son violencia, agresión y conflicto. El conflicto es una situación que surge cuando existe una incompatibilidad de metas, intereses o acciones entre individuos. En términos conductuales, el conflicto es un suceso en el que una persona protesta, toma represalias o se resiste ante las acciones de otra. Sin embargo, el conflicto no implica necesariamente agresión (ver Gaviria, 2006, donde aparece en detalle la cuestión del conflicto y las estrategias de solución, con una aplicación especial a la cuestión de la infancia y adolescencia). De hecho, el conflicto puede ser destructivo, pero también positivo. Este último se conoce como conflicto constructivo, y se caracteriza por la cooperación entre las partes para alcanzar la solución, de forma que no hay ganadores ni perdedores y enriquece las relaciones. Desde la psicología social en particular, podríamos entender que la agresión es un ataque no provocado o un acto belicoso, una práctica o hábito de ser agresivo, una conducta de tendencia hostil o destructiva, y/o cualquier secuencia de conducta cuya respuesta de meta es el daño a la persona a la que se dirige (ver Morales y Arias, 1999, p. 120). En un caso típico de agresión se darían tres características: intención de causar daño, provocar un daño real, y la existencia de una alteración del estado emocional del sujeto. Se suelen distinguir principalmente tres tipos de agresión. La agresión colérica o afectiva es aquella que se produce como reacción a una provocación previa y con el fin de dañar o herir a alguien. En el caso de la agresión fría o instrumental, el fin no es hacer daño, sino conseguir otra cosa como por ejemplo defenderse, u obtener una ventaja sobre los demás. Por último, la agresión social es la conducta dirigida a dañar las relaciones, el estatus social, o la autoestima de una persona. Puede ser directa, mediante el ostracismo, el rechazo social, expresiones o gestos de desagrado, o indirecta, difundiendo rumores o manipulando el entorno social de la víctima. Otra distinción que se ha realizado es la de agresión pro-activa, o la agresión reactiva. Esta última es la que se produce bien como venganza, o bien como respuesta a una provocación. La frontera entre lo que se entiende por agresión y violencia prácticamente no existe. De hecho, a veces se incluye a ambas para definirlas como cualquier forma de conducta dirigida a hacer daño a otro ser viviente. Por último, la violencia según la UNESCO (UNESCO, 1988, T.IV: 2354) se define como “todo cuanto se encamine a conseguir algo mediante el empleo de una fuerza, a menudo física, que anula la voluntad del otro”. Otras definiciones han considerado que la violencia es aquella conducta física o verbal que tiene la intención de herir a alguien, sea ese u otro el fin del acto violento. También se ha definido la violencia como aquel tipo de agresión cuyo objetivo es causar daño físico extremo como heridas graves o incluso la muerte. Desde la psicología social, se considera una conducta con tendencia hostil o destructiva (Morales y Moya, 1994). Como hemos visto, la diferencia está verdaderamente entre el conflicto y los otros dos términos: agresión y violencia. En este trabajo utilizaremos de manera intercambiable estos dos últimos. Una vez hecho esto, debemos responder a la siguiente pregunta: ¿existen distintos tipos de violencia? 3. Tipos de violencia Si hiciéramos uso de todas las combinaciones posibles, la violencia se podría producir entre dos individuos (por ejemplo, una pelea callejera), de un individuo hacia un grupo (como el caso de un terrorista suicida), de un grupo hacia un individuo (algo que podría suceder, por ejemplo, si un grupo de skin heads agrede a un inmigrante), o entre dos grupos (como cuando los seguidores de dos equipos deportivos se enzarzan en una pelea durante un encuentro o bien antes o después). Aunque la combinación nos ofrezca cuatro resultados, en realidad, desde la psicología social, sólo existen por naturaleza dos posibilidades: la violencia interindividual y la violencia intergrupal. El primer ejemplo, el de la pelea callejera, es una situación de violencia claramente interindividual, y el cuarto, el de la pelea entre dos grupos de seguidores de equipos deportivos, es una situación de violencia manifiestamente intergrupal. En el segundo y en el tercero de los ejemplos, tanto el terrorista como el inmigrante, a pesar de ser individuos únicos, pertenecen a un grupo, y la violencia que se infringe en el caso del terrorista, o la que se sufre en el caso del inmigrante, tienen como causa la pertenencia de ambos a sus respectivos grupos. Por tanto, estos dos también son ejemplos de violencia intergrupal. Alguien podría argumentar que existe otro tipo de violencia: la intragrupal. Este es un caso particular en el cual las personas de un mismo grupo se agraden entre sí. No obstante, dependiendo del motivo de la agresión, esta en definitiva sería interindividual (si la pelea se debe a motivos personales), o intergrupal (si el motivo, por ejemplo, es que uno de ellos ha violado las normas del grupo y otro miembro le arremete en represalia). En el caso que nos atañe en este trabajo vamos a centrarnos en la violencia intergrupal. Es decir, aquella que se produce entre grupos o “en nombre” de un grupo, por su pertenencia a él. Se entenderá perfectamente cuando describamos con algo más de profundidad cuáles son los contextos principales en los que se presenta la violencia intergrupal (y que serán la violencia en el deporte y el terrorismo). 4. ¿Por qué se produce el comportamiento violento? Teniendo en cuenta una serie de procesos básicos, la psicología social ha tratado de investigar cuáles son los antecedentes de la agresión y el comportamiento violento, y cómo se transmite. En primer lugar, ¿por qué se produce la conducta violenta? Arias y Gaviria (2006) realizan una clasificación de los antecedentes que podrían justificar este tipo de comportamiento. Estos pueden ser situacionales, motivacionales, o sociomotivacionales. A continuación se describe cada uno de ellos. Antecedentes Situacionales: 1. Por la presencia de estímulos asociados a la agresión. Parece ser que la presencia de determinados estímulos puede activar ciertos aspectos relacionados con la agresión. Por ejemplo, la presencia de armas o el fácil acceso a ellas facilita la respuesta agresiva, sobre todo en aquellas personas a las que no les importa ser juzgados por los demás. También es cierto que la literatura ha demostrado que los hombres son más proclives al comportamiento violento que las mujeres. 2. Porque ciertos estímulos físicos y ambientales pueden anteceder a la agresión. Por ejemplo, el ruido aversivo, bien por impredecible o por continuado, la temperatura (cuando se trata de frío o calor extremo), la percepción de hacinamiento (más relacionada con la agresión en los hombres que en las mujeres) y el dolor (tanto porque produce emociones negativas que favorecen la agresión, como porque el hecho de si se conoce que la agresión producirá dolor, es más probable que se realice), están relacionados con la agresión. Antecedentes Motivacionales: 3. Frustración-agresión. Originalmente, la investigación asumía que la agresión siempre estaba precedida por la frustración. Sin embargo, con el paso del tiempo se ha demostrado que la relación no es directa. Lo que sucede es que la frustración produce un efecto en otras variables que actúan como mediadoras, como por ejemplo, producir afecto negativo, y/o provocar una activación general en el individuo, que a su vez activan en la memoria de los sujetos los pensamientos que suelen estar asociados con la agresión y, de esta forma, desemboca en la conducta violenta. 4. Ciertas Emociones. La investigación ha demostrado que la cólera y la ira facilitan el comportamiento agresivo. Sin embargo, la empatía, entendida esta como la capacidad de ponerse en el lugar de los demás, o tratar de sentir lo mismo que sienten las otras personas, produce un efecto inhibidor de la agresión. Antecedentes Socio-motivacionales: 5. Ataque interpersonal. Probablemente la causa más directa o frecuente de la agresión. Se refiere a aquellas instigaciones por parte de otra persona, tanto verbales como físicas, especialmente cuando el individuo las interpreta como una provocación. 6. Por un sentimiento de rechazo. Es una sensación de ninguneo o humillación que hace que la persona se sienta excluída. Se ha planteado incluso como una de las raíces de los comportamientos violentos más extremos. 7. La violación de normas. Cuando las normas se violan, se produce una percepción de injusticia que puede llevar a ciertas personas a reacciones emocionales de ira, pero también a comportamientos agresivos. Respecto a la segunda de las cuestiones planteadas en este apartado, es decir, cómo se transmite la conducta violenta, siguiendo nuevamente a Arias y Gaviria (2006) han sido dos las tradiciones que desde la psicología social han tratado de explicar la transmisión social de la violencia. Mientras que la primera considera que los comportamientos agresivos se transmiten por aprendizaje social, la segunda se basa en el papel que juega la cultura (para una revisión sobre este último tema, ver López-Zafra, 2006, y también Páez y Ubillos, 2004). Según la perspectiva del aprendizaje, la agresividad se puede aprender simplemente viendo cómo otras personas se comportan agresivamente. Además, si el actor de la agresión es un modelo para el observador (por ejemplo, un líder, o simplemente un amigo), o es semejante a él, o le resulta simpático, la influencia del comportamiento será mucho mayor. Por otro lado, si el modelo recibe un refuerzo por su acción, su influencia sobre el observador también será mayor. La perspectiva cultural tiene en cuenta las normas y valores que se transmiten en una sociedad. Varias revisiones (Arias y Gaviria, 2006; Páez y Ubillos, 2004) indican que la cultura es el predictor más importante del comportamiento violento. De esta manera, en diferentes culturas existen normas distintas sobre la regularización y la legitimación del comportamiento violento. Antecedentes situacionales como la percepción de que ya hay demasiados habitantes en nuestro país, antecedentes motivacionales como el mayor afecto negativo sentido hacia las personas que no pertenecen al propio grupo en comparación con las personas del endogrupo, y antecedentes socio-motivacionales como, por ejemplo, un sentimiento abierto de rechazo hacia las personas de otro grupo y la creencia de que están violando las normas del propio grupo, son algunos de los indicadores que podrían desembocar en una conducta violenta hacia los inmigrantes. Hay una serie de datos que aquí resumimos que pueden llegar a hacernos comprender que haya ciertas personas que se sientan amenazadas ante la llegada masiva de inmigrantes. Un análisis de los datos relativos al estado de la inmigración en España muestra que su presencia en nuestro país es cada vez mayor. Entre 2001 y 2005 casi se ha triplicado: de 1.370.657 pasa a 3.730.610 personas (el 8,5% de la población), según datos del padrón. A 1 de Agosto de 2006, ya hay más de 3.880.000 (el 8,7%). Entre estas personas, y las no registradas por encontrarse en España de manera ilegal, aproximadamente un 10% de la población que reside en España está formada por inmigrantes. Asimismo, según datos estadísticos del Centro Reina Sofía, procedentes del Ministerio del Interior y a su vez del Cuerpo Nacional de Policía, de la Guardia Civil, y de la Policía Autonómica Vasca, el número de víctimas de delitos en España se ha incrementado entre 2001 y 2005 en un 19.67% (no existen datos de 2003) como se muestra en la Figura 1. Figura 1: Número de víctimas de delitos en España entre 2001 y 2005. 200000 190000 180000 170000 160000 150000 140000 2001 2002 2004 2005 Este dato, y otros, como que el porcentaje de hombres que cometen violencia de género es de aproximadamente del 70% de españoles y el 30% de inmigrantes, o de que, también aproximadamente, el 30% de las personas que se encuentran en prisión son inmigrantes, fácilmente pueden hacernos comprender que haya personas que se sientan amenazadas ante el fenómeno de la inmigración al centrarse en estos datos, en lugar de en el número de inmigrantes que están trabajando, de los ingresos que realizan a la Seguridad Social, o de los otros beneficios que aportan a la Sociedad. No es de extrañar que en el caso de grupos extremistas, tanto dato les sirva de justificación para tratar incluso de legalizar su comportamiento violento. En este caso no nos centraremos aquí en el racismo y el prejuicio, ni siquiera en el caso de las bandas latinas, dado que información al respecto de estos temas puede encontrarse en otras publicaciones del IUISI y a las cuales se remite al lector (para “bandas latinas”, ver trabajo de Abril 2006; para temas relacionados con la inmigración, el racismo y el prejuicio, ver trabajos de Mayo, Junio, 2004, y Junio/Julio 2005). Como hemos visto, la violencia es algo que en la mayoría de las ocasiones resulta inevitable. Por ese motivo, la mayoría (si no todas) de las investigaciones que se han llevado a cabo para afrontar la cuestión de la violencia lo que han tratado ha sido reducirla, y/o mejorar las relaciones intergrupales. A continuación describiremos, de manera muy resumida, cuáles han sido las principales estrategias que, desde la psicología social, se han sugerido para cambiar estereotipos, modificar el prejuicio, y reducir la discriminación. En definitiva, cuáles son las técnicas principales para mejorar las relaciones intergrupales. 5. Estrategias de reducción de la violencia intergrupal Desde la psicología social existen una serie de técnicas para mejorar las relaciones intergrupales que persiguen, en última estancia, una reducción de los comportamientos violentos (ver Gómez, 2004). No vamos a entrar aquí en profundidad en explicar en qué consisten estas técnicas ya que pueden encontrarse resumidas en cualquier manual de psicología social y animamos al lector interesado a consultar los trabajos de Gómez (2003, y 2004) donde se hace un análisis detallado de cada una de ellas y se incluyen ejemplos. No obstante, sí haremos aunque sea un somero resumen de las más importantes. En la tabla 1 se presentan las principales estrategias para la mejora de las relaciones intergrupales que a continuación se resumirán. Tabla 1: Estrategias generales para la mejora de las relaciones Intergrupales Técnica General Idea Básica El contacto intergrupal entre personas que pertenecen a diferentes grupos mejora la relación entre ellos y se reduce el prejuicio y la tensión Hipótesis del Contacto Intergrupal Aportar información que desconfirma esterotipos negativos Se basa en la idea de que en el contacto intergrupal y en cualquier forma de aportar información que desconfirme estereotipos negativos, los sujetos del exogrupo que aparezcan en la situación deben ser considerados como miembros típicos de su grupo Estrategias basadas en los procesos de categorización La premisa de estas estrategias es que la causa de la discriminación es la categorización. Para mejorar las relaciones intergrupales debería controlarse la saliencia de las categorías sociales existentes Aprendizaje Cooperativo Procedimiento de enseñanza que consiste en dividir a los grupos grandes en grupos más pequeños, mixtos y heterogéneos, para trabajar en una tarea común Estrategias basadas procesos afectivos en Utilizar el manejo de las emociones (como por ejemplo la empatía) para cambiar estereotipos, reducir el prejuicio, y mejorar las relaciones intergrupales Según la hipótesis del contacto intergrupal, mantener un contacto cooperativo (es decir, en el cual los miembros de ambos grupos deben conseguir una meta) con miembros de otro grupo haría que cambiasen una serie de aspectos cognitivos (pensamientos) y afectivos (emociones) que harían que mejorase la imagen del exogrupo y la relación con sus miembros, con la consiguiente mejora de la actitud hacia ellos y la reducción de posibles situaciones violentas. La segunda técnica que recogemos en la tabla 1 es aportar información que desconfirma estereotipos negativos. De acuerdo con la literatura existente en psicología social, tanto el contacto intergrupal, que acabamos de comentar, como aportar cualquier tipo de información que desconfirmase estereotipos negativos previos debería darse a través de miembros típicos. Siguiendo estas recomendaciones se elaboraron una serie de técnicas que consisten, por ejemplo, en concentrar gran cantidad de información que desconfirma un estereotipo negativo en unos pocos miembros de un grupo (por ejemplo, un grupo de inmigrantes que trabaja, envía el dinero a su país, respeta las normas y valores de los españoles), o que unos sujetos desconfirmen una parte del estereotipo (por ejemplo, un grupo de seguidores del Real Madrid que aplauden a un jugador del Fútbol Club Barcelona cuando mete un gol excepcional), etc. El tercer grupo de técnicas son las Estrategias basadas en los procesos de categorización. Básicamente consiste en reducir, mantener o aumentar la saliencia de las categorías sociales. El caso de reducir la saliencia de las categorías sería tratar de eliminar la fuerza de las categorías sociales a las que pertenecen los sujetos. Una de las posibilidades que más literatura ha proporcionado a la psicología social es la recategorización. Esta consistiría en hacer conscientes a los sujetos de que además de pertenecer a un grupo, también pertenecen a una categoría común de orden superior con unos intereses comunes. Por ejemplo, hacer saliente que los jugadores de dos determinados equipos son a su vez jugadores de la selección española, o que gitanos y payos son españoles, etc. La cuarta técnica a la que hacemos referencia es el Aprendizaje cooperativo. Consiste en plantear tareas a personas que pertenecen a diferentes grupos en las cuáles es necesaria la colaboración de todos los miembros para conseguir los objetivos. Y por último, las estrategias basadas en procesos afectivos. Una de las cuestiones que en muchas ocasiones es la causa de la violencia intergrupal en general, es la ansiedad que se produce en situaciones de tensión. El contacto, o la posibilidad de contacto con miembros de un grupo hacia el cual se siente rechazo y antipatía, provoca una serie de sentimientos y emociones asociados que en muchas ocasiones es la fuente de un comportamiento violento. El entrenamiento en el control y el manejo de las emociones supondrá un efecto positivo de cara a la evitación, reducción o eliminación de la violencia. Un ejemplo concreto es el entrenamiento en empatía. Consistiría en enseñar a la gente a ponerse en el lugar de los demás y a tratar de sentir lo que los otros sienten. La investigación ha mostrado que produce una mejora de la actitud hacia la persona que se ha tenido en cuenta como fuente de la empatía. Hasta aquí hemos visto que, probablemente, el tipo de violencia más destructiva sea la intergrupal. También hemos hecho un breve recorrido sobre los procesos implicados en el por qué del comportamiento violento y en las líneas de investigación que han tratado de reducir sus efectos o de “curar”, en la medida de lo posible, este tipo de comportamiento tan nocivo. Asimismo, la principal limitación o crítica general a los modelos teóricos aquí esbozados, ha sido que tratan, como acabamos de decir, de “curar”, no de “prevenir”. Obviamente, este segundo aspecto es mucho más complejo, dado que requiere que se investigue sobre cuáles son las entrañas del comportamiento violento. Eso es lo que vamos a hacer en la segunda parte del presente artículo. Sin embargo, necesitamos dar un paso más antes de llegar a ese punto. Lo que queremos describir aquí son dos de los ejemplos más representativos, aunque a distinta escala, de la violencia intergrupal. Ello nos servirá para demostrar que es buena idea tratar de paliar posibles efectos futuros una vez que ya se ha hecho daño, pero que sería mucho más interesante prevenir que suceda, y evitar todas las muertes que se han venido produciendo a lo largo de muchos años debido en concreto a la violencia en el deporte y al terrorismo. 6. La violencia extrema. El caso de la violencia en el deporte y del terrorismo La Violencia en el Deporte. Podría parecer que el la violencia en el deporte no es un acto tan nocivo ni comparable al terrorismo. Sin embargo, una simple visión de “algunos” datos, será suficiente para cambiar la idea preconcebida de, probablemente, la mayoría de los lectores. Desde el punto de vista de la psicología social, el deporte, especialmente el que se realiza en grupo, contiene una serie de elementos que, por su naturaleza grupal, son capaces de exacerbar lo que serían los niveles normales de violencia (Gómez, 2007). A todos nos viene a la memoria el 29 de mayo de 1985 en que fallecieron 39 seguidores de la Juventus de Turín y 600 resultaron heridos embestidos por los seguidores (hooligans) del Liverpool en el estadio de Heysel de Bélgica. Sin embargo, este no ha sido el peor de los acontecimientos de este típo. Como se recoge por ejemplo en Gómez (2003, 2007), algunos datos al respecto son 44 muertos en el Bolton Wanderers-Stoke City en 1946 en Inglaterra, 320 muertos y 500 heridos en Lima el 24 de mayo de 1964 en el partido Perú-Argentina, 66 muertos el 2 de Junio de 1971 en Escocia, 48 muertos y 47 heridos en El Cairo en 1974, 18 muertos en Colombia en 1981, decenas de muertos el 20 de octubre de 1982 en Moscú, 56 muertos y más de dos centenares de heridos el 11 de mayo de 1985 en el Bradford Stadium de Inglaterra, 95 muertos y 170 heridos el 15 de abril de 1989 también en Inglaterra, 84 muertos y 147 heridos el 16 de octubre de 1996 en Guatemala, 43, 8 y 126 personas muertas en tres incidentes entre abril y mayo de 2001 en sudáfrica, etcétera. Podríamos seguir poniendo multitud de ejemplos, pero estos son suficientes para mostrar la gravedad de la situación. La consecuencias de la violencia en el deporte pueden ser la muerte de una o muchas personas, la ruina de familias enteras, la destrucción de los estadios y sus alrededores, la exacerbación del racismo y la xenofobia y además, el fin del deporte como espectáculo y como un medio para el ocio. Desde la Sociedad Internacional de la Psicología del Deporte (ISSP), la agresión se concibe como un comportamiento cuya intención es la de hacer daño a la persona o personas objeto de dicha agresión. En el caso del contexto deportivo, la violencia sería el componente físico de la agresión. Se entiende pués como actos hostiles agresivos de naturaleza física infligidos de manera ilegal. Pero ¿cuáles son las causas de la violencia en el deporte? Hay algunas explicaciones que han sido aceptadas desde varios campos de investigación como posibles causas de la agresión y la violencia en general, pero también del deporte en particular. Una de ellas es la explicación clásica de Dollard, Doob, Miller, Mowrer y Sears (1939) de que la agresión es producto de la frustración, cuestión que se describió en el punto 4 de este artículo al hacer referencia a los antecedentes motivacionales de la violencia. Sin embargo, la frustración por perder, no siempre lleva a cometer una agresión. Sí parece más aceptado que la frustración aumente la predisposición para cometer una agresión. Otra de las principales causas es el reforzamiento vicario. Consiste en la repetición de aquellos comportamientos que se han visto en otro u otros jugadores del mismo deporte que han producido una recompensa. La identificación que los seguidores sienten con su equipo, también puede estar relacionada con la violencia. En ciertos casos puede funcionar como desencadenante de una reacción violenta con tal de defender o afirmar sus creencias respecto a esa parte de su identidad. Aplicando lo recogido anteriormente como antecedentes situacionales de la agresión, algunas de las causas facilitadoras de la agresión en el deporte son los factores físicos (aglomeraciones, escasa visibilidad del espectáculo, etc.), el calor, el ruido, la presencia de seguidores del equipo contrario y consumir alcohol. Los factores sobre los que más atención se ha prestado han sido la pertenencia a grupos radicales, el racismo, la conexión violencia-alcohol, y los medios de comunicación. En cuanto a la pertenencia a grupos radicales el grupo más representativo son “los hooligans”. La principal causa del movimiento del hooliganismo es el racismo, y la consecuencia, la violencia dirigida hacia los grupos minoritarios étnicos. Su aparición parece situarse entre los años 1950 y 1960. Se consideraba una nueva forma de reunirse en grupo bajo la justificación de seguir a un equipo de fútbol, para mostrar un celoso e intenso patriotismo que dirigía su violencia hacia los grupos de inmigrantes. Sin embargo, también es posible que seguidores que no pertenecen a este tipo de grupos se dejen llevar por la activación y se comporten de manera similar. Existen varias formas de expresión del racismo en el deporte: abuchear a los jugadores negros o de otras minorías, cánticos despreciativos por parte de la afición, etc. A partir de comienzos de los años 90, diversos clubes y asociaciones han prestado interés en plantear iniciativas para evitar y/o reducir el racismo en el deporte. Sin embargo, se produjeron actos de rechazo justificados por el hecho de que podía dar publicidad negativa al fútbol, que realmente no se producían actos racistas dentro del campo, etc. Otro de los factores que puede agravar que se produzcan actos violentos es el alcohol. Está prohibido vender e introducir alcohol en los estadios. Pero los antecedentes de la prohibición del consumo de alcohol en los espectáculos deportivos se remontan al año 450 antes de Cristo en el estadio de Delfos donde ya se prohibía para evitar las posibles alteraciones que probablemente causarían los seguidores bajo sus efectos. Lo que parece claro es que la prohibición del alcohol tiene un efecto contraproducente: la gente toma otro tipo de drogas más difíciles de detectar. En los estadios británicos se encontró un aumento significativo del consumo de marihuana cuando se prohibió el alcohol. Finalmente, una cuestión sobre la que se ha debatido es si los medios de comunicación explotan la violencia. Los medios de comunicación en la mayoría de las ocasiones son un enemigo del juego limpio ya que explotan la violencia en el deporte principalmente de tres formas: a través de una carga excesiva en la recreación del juego violento. Glorificando la violencia en ciertos artículos de los periódicos deportivos. Y exhibiendo de manera reiterada actos violentos cometidos en distintos deportes en el pasado. Hay otras explicaciones diferentes de las que buscan la naturaleza psicológica, como las ofrecidas a nivel institucional. En el caso de nuestro país, en los años 90 se creó una Comisión Investigadora del Senado para estudiar los factores que facilitaban que se produjera la violencia en el deporte. Encontraron que eran cinco, y se muestran en la Tabla 2. Tabla 2: Factores que facilitan que surja violencia en el deporte El fanatismo y el culto a la violencia. Los problemas estructurales de la sociedad. Hay personas y grupos para los cuales el deporte es un medio donde canalizar sus comportamientos agresivos. La falta de cultura, la conflictividad, las desigualdades sociales y económicas, etc. La tolerancia social. El que este comportamiento se produzca en un contexto deportivo está socialmente más aceptado que si se produce en otro tipo de contexto. La influencia de los medios de comunicación. La forma que tienen los medios de comunicación de tratar la violencia en el deporte podría llegar a facilitar que se produzca y/o mantenga. El mal estado de las infraestructuras y la mala actuación de los árbitros. Por ejemplo, la catástrofe del estadio de Heysel podría haberse reducido si los seguidores hubieran tenido medios de escape de la avalancha No obstante, también se han propuesto estrategias para reducir y/o eliminar la violencia específica del deporte desde una perspectiva Institucional. Por ejemplo, la Sociedad Internacional de la Psicología del Deporte (ISSP) realizó 9 recomendaciones recogidas en la Tabla 3: Tabla 3 : Adaptación de las Recomendaciones de la Sociedad Internacional de la Psicología del Deporte (ISSP) para reducir la violencia en el deporte (Tenenbaum et. al., 1996, p. 234) Recomendación 1 Revisar las sanciones para que el castigo tenga más valor que el refuerzo obtenido con el comportamiento violento Recomendación 2 El entrenamiento de los equipos debería enfatizar un código de conducta de “juego limpio” entre los deportistas Recomendación 3 Prohibir el uso de bebidas alcohólicas en los eventos deportivos Recomendación 4 Los directivos han de garantizar que las posibilidades de ayudar a alguien si lo necesita son adecuadas, y que existe suficiente espacio para que los espectadores puedan observar el espectáculo de forma agradable Recomendación 5 Los medios de comunicación deberían considerar los hechos violentos como situaciones aisladas en lugar de hacer de ellos un espectáculo Recomendación 6 Los medios de comunicación deberían promover campañas para reducir la violencia y la agresión en el deporte que incluya la participación y compromiso de atletas, entrenadores, directivos, árbitros, policías y espectadores Recomendación 7 Entrenadores, directivos, atletas, profesionales de los medios de comunicación, árbitros y policías deberían participar en sesiones de trabajo sobre agresión y violencia para asegurar qué se entiende por agresión, cuál es el coste de los actos agresivos, y cómo pueden ser controlados Recomendación 8 Entrenadores, directivos, árbitros y profesionales de los medios de comunicación deberían animar a los atletas a realizar conductas prosociales y a castigar a los que realicen comportamientos hostiles Recomendación 9 Los atletas deberían participar en programas dirigidos a ayudarles a reducir las tendencias conductuales que les pueden llevar a la agresión. Como se ha podido comprobar, los datos muestran que la violencia en el deporte produce consecuencias mucho más destructivas de lo que cabría pensar. Además, los actos más violentos suelen tener como protagonistas a adolescentes que justifican su violencia por la pertenencia a grupos extremistas. También hemos visto como las explicaciones que se dan de este comportamiento desde un punto de vista Institucional están basadas en procesos psicológicos que se describieron con anterioridad en este mismo capítulo. Pero, a pesar de todo, las recomendaciones tienen la misma limitación que las estrategias de mejora de las relaciones intergrupales: son más reactivas que proactivas. No indagan en la raíz del problema, sino que tratan de “curar” las consecuencias, y concienciar a la mayoría de estamentos, olvidando cual es la verdadera raíz del problema: cómo y por qué los jóvenes ingresan en grupos de naturaleza violenta, y por qué están dispuestos a hacer cualquier cosa por esos grupos. Vamos a continuación con un segundo ejemplo de violencia intergrupal de consecuencias todavía mucho más catastróficas: el terrorismo. El Terrorismo Indudablemente, una de las principales preocupaciones de la población mundial, no sólo de los españoles, es el terrorismo. Por ejemplo, los datos del barómetro del CIS de diciembre de 2007 muestran que el terrorismo es el principal problema que existe en España para los encuestados cuando tienen que ordenarlo junto a otros como la vivienda, el paro o la inmigración, (lo señala el 39,6%). El terrorismo se puede considerar como un tipo de violencia premeditada y política o religiosamente motivada, perpetrada generalmente por parte de grupos nacionalistas en contra de objetivos no combatientes, con el objetivo general de influir sobre una audiencia. También se considera que una acción terrorista es el uso calculado e inesperado de la violencia, fuera de la ley, y con el objetivo de conmocionar a la sociedad en general, perpetrado por miembros de un grupo sub-nacional con el objetivo psicológico de publicitar una causa política o religiosa y/o para intimidar o coaccionar a los gobiernos y que así acepten las demandas de una determinada causa. Existen en general cuatro tipos de grupos terroristas: nacionalistas-separatistas, fundamentalistas religiosos, nuevas religiones y revolucionarios sociales. Pero, ¿cuáles son los verdaderos objetivos del terrorismo? Durante los años 70 y 80 del Siglo pasado, parecía asumido que el principal objetivo de los terroristas era “que muchas personas les vieran”, es decir, que fueran conscientes de que estaban ahí y de sus reivindicaciones”, pero no “que muchas personas murieran”. De hecho, durante esas décadas, los objetivos de los principales grupos terroristas se centraban en el separatismo nacional y político, como por ejemplo los casos del IRA en Irlanda y de ETA en España. Sin embargo, este tipo de comportamiento no parece aplicable cuando el terrorismo proviene del terrorismo centrado en aspectos religiosos, como el caso de Al-Qaeda. La actitud de estos últimos grupos hacia la violencia es diferente. Buscan maximizar la violencia hacia quién consideran su enemigo. Los terroristas religiosos pueden justificar cualquier tipo de conducta, incluso aunque sea extremadamente violenta, porque lo hacen en nombre de su dios. El terrorismo en este caso tiene el objetivo de enviar un mensaje ideológico o religioso aterrorizando al público en general, dado que sus metas, en general poco realistas, no pueden conseguirlas a través de los medios convencionales. Los terroristas, en definitiva, tratan de crear un gran impacto en el público con sus actos de violencia y utilizando los medios de los que disponen. De esta manera, tratan de demostrar que el Gobierno no es capaz de proteger a los ciudadanos. Desde la psicología social, que es la línea de investigación que seguimos en el presente trabajo, el objetivo principal ha sido estudiar el comportamiento de los terroristas, el proceso por el cual se recluta a los terroristas o cómo se induce a las personas al terrorismo, su personalidad, creencias, actitudes y motivaciones. Respecto a por qué se comportan como lo hacen, igual que en el caso de la violencia en el deporte, se ha tratado de explicar desde la teoría de la frustraciónagresión. La conducta terrorista sería la respuesta a la frustración ante una serie de necesidades u objetivos políticos, económicos, o incluso a necesidades personales. También ha tratado de buscarse una explicación desde la hipótesis de la identidad negativa. Dicha hipótesis asume que las personas llegan a convertirse en terroristas como resultado del sentimiento de rabia producido por ser rechazado por los demás por diferentes motivos. Y otra justificación posible ha venido dada desde la hipótesis narcisista. En este caso, se plantea que el terrorista en realidad es un enfermo mental. El terrorista tendría una idea de grandiosidad de sí mismo, lo que produciría individuos extremadamente arrogantes y psicópatas. Otras explicaciones han venido ligadas a los procesos grupales que se producen en los grupos terroristas. Por ejemplo, uno de ellos es la presión a la conformidad. La identidad del sujeto se sumerge en la del grupo, lo cual requiere obediencia ciega hacia el grupo. También se ha señalado que desde el grupo lo que existe es una presión por cometer actos violentos. Entrar en un grupo terrorista proporciona un sentimiento de “heroísmo” y de importancia personal que no existía antes de pertenecer al grupo. Algunos terroristas incluso pueden llegar a pensar que su honor personal depende del grado de violencia que estaría dispuesto a llevar a cabo contra un enemigo. También puede ser que el terrorismo sea entendido como racionalización de la violencia. Al pertenecer a este tipo de grupos, las personas se aíslan de las consecuencias morales de sus actos. Respecto a explicaciones como, por ejemplo, la de que tienen cierto perfil de personalidad, o de que se debe a sus creencias, actitudes y motivaciones, existe la opinión de que los terroristas buscan incluir en sus filas a determinado tipo de personas con problemas de personalidad. Algunos estudios de los años 70 trataban de investigar si existía un perfil de personalidad del terrorista. Lo ideal sería tener acceso a datos biográficos de los cientos de terroristas arrestados en diferentes partes del mundo. Sin embargo, la dificultad de acceso de los investigadores a las fuentes policiales hacen que dicho trabajo sea extremadamente complejo. No obstante, se han hecho algunos intentos. Autores como Berkowitz (1969) describen seis tipos de personalidad que estarían más predispuestas a realizar comportamientos extremos, como por ejemplo el uso de bombas de destrucción masiva. Estos son; paranoides, esquizofrenia paranoide, personas mentalmente defectuosas, cierto tipo de esquizofrénicos, y los sociopatas. Sin embargo, se ha demostrado que los terroristas en potencia son reclutados entre personas expertas en ciertos campos como las comunicaciones, la informática, la química, la medicina, la ingeniería, las ciencias e incluso la economía. De hecho, el perfil más común de un terrorista sería el de un hombre soltero de entre 20 y 25 años con una educación superior a la media y de aspecto saludable. No parece por tanto ni que exista una personalidad específica del terrorista, ni que sean las personas con problemas de personalidad más proclives a entrar en este tipo de grupos. Los trabajos de investigación empírica más recientes relacionados con las conductas extremas (con el terrorismo como uno de los principales ejemplos) se centran en estudiar por qué determinadas personas ingresan en grupos extremistas (como es el caso de la Teoría de la Reducción de la Incertidumbre, cuyo principal representante es Michael Hogg), y en identificar qué personas estarían dispuestas a hacer “cualquier cosa” por el grupo al que pertenecen (línea de investigación conocida como el proceso de Fusión de la Identidad, llevada a cabo por el equipo del profesor Bill Swann). Estas dos líneas de investigación no sólo están vinculadas al terrorismo, sino a cualquier tipo de comportamiento extremo y violento, por lo que se van a describir con detalle a continuación ya que son las que nos pueden ayudar a indagar en las raíces del comportamiento violento. Para el lector especialmente interesado en el tema del terrorismo en particular y su estudio desde la psicología social, se recomienda el trabajo de De la Corte (2006). El autor realiza uno de los análisis más exhaustivos y recientes del terrorismo desde la perspectiva de la psicología social. Trata de exponer las posibles causas de esta práctica criminal, especialmente nociva desde finales del Siglo XIX. También revisa algunas de las principales hipótesis explicativas del terrorismo. 7. Las raíces de la violencia grupal Como hemos visto a lo largo del presente trabajo, quizá la principal limitación de las estrategias para mejorar las relaciones intergrupales es que no son preventivas. Es decir, se trata de “mejorar”, pero no de “evitar”. Es posible que el principal problema sea debido a que se ha estudiado el desarrollo de los conflictos y de sus consecuencias, pero la investigación sobre las causas ha recibido una atención menor. En aras de ofrecer una vía de luz para poder evitar la violencia, recientemente se están llevando a cabo una serie de investigaciones que tratan de profundizar en las RAÍCES del comportamiento violento, con el objetivo de evitar que se produzca. Los hallazgos relativos a tal fin, resultarán de utilidad para los investigadores, pero, indudablemente, el objetivo final es que los resultados obtenidos lleguen a las entidades que en cada caso puedan ayudar de mejor forma a evitar este tipo de comportamientos. En los casos que se han descrito en el presente trabajo, como son el terrorismo y la violencia en el deporte (aunque también es aplicable a los casos de las bandas juveniles, el racismo, etc.), es de vital relevancia que las Fuerzas de Seguridad del Estado tuvieran conocimiento de este tipo de investigación. Como anticipábamos en apartados anteriores del presente artículo, dos son las líneas de investigación que vamos a describir a continuación para finalizar este trabajo. Este es el objetivo principal que nos planteábamos, pero requería de toda la información previa aquí presentada para un adecuado conocimiento de nuestros fines. Nuestra pretensión era profundizar en qué es lo que puede llevar a una persona, generalmente arropada o justificada por su pertenencia a un grupo, a insultar, agredir, e incluso matar a otra u otras personas. Señalábamos que existen dos líneas de investigación relacionadas con las “raíces” del comportamiento violento: la teoría de la reducción de la incertidumbre, y la fusión de la identidad. A continuación describimos con detalle cada una de ellas. La teoría de la Reducción de la Incertidumbre. La teoría de la reducción de la incertidumbre parte a su vez de la Teoría de la Identidad Social (Tajfel, 1981; Tajfel y Turner, 1979). La identidad social es la parte del auto-concepto que deriva de la pertenencia a grupos sociales, junto con los aspectos emocionales y valorativos asociados a dicha pertenencia. Específicamente, la teoría de la identidad social se basa en la idea de que una de las principales razones por las cuales las personas se asocian con un grupo es para conseguir una identidad que les ayude a crear un sistema de creencias sobre cómo son, pero además, que les proporcione una idea de cómo los demás les verán y se comportarán con ellos. El argumento principal de Hogg (2004, 2007) es que la incertidumbre sobre uno mismo es lo que motiva la identificación con un grupo. De esta forma, las personas reducen la ansiedad producida por el hecho de no estar seguro de cómo es uno mismo, sus gustos, preferencias, características personales, etc. El mecanismo de reducción de la incertidumbre consistiría en la asimilación de uno mismo al prototipo del grupo. Por tanto, las personas prefieren identificarse con grupos que están claramente definidos, porque de esta forma les es más fácil reducir la incertidumbre. Con “grupos claramente definidos” se refiere a aquellos grupos que son muy distintivos y característicos, y sobre los que existe un estereotipo exclusivo. Lo que se produce es una despersonalización de uno mismo y una asimilación al prototipo. De esta manera, al estar claro qué es el prototipo, el individuo reduce la incertidumbre sobre sí mismo. De acuerdo con este proceso, las personas que pertenecen a grupos extremistas deberían considerarse muy similares entre ellos. Es posible que, en ciertas ocasiones, la incertidumbre que una persona sienta sobre sí misma sea tal, que eso le lleve a buscar desesperadamente ingresar en un grupo que le permita reducir dicha incertidumbre. Un tipo de grupo que está claramente definido es el de los grupos extremistas. Cuando Hogg se refiere a los grupos extremistas en general y terroristas en particular, les denomina “totalistas”. Afirma que en estos grupos, las personas se identifican de una manera prácticamente inflexible con una ideología que prescribe estrechamente sus actitudes, sentimientos y comportamientos. El autor reconoce que estos grupos pueden ser neo-Nazis, o grupos terroristas, pero también grupos pro-sociales. Es decir, son grupos que realizan un comportamiento extremo, bien sea negativo, o bien positivo. Por ejemplo, ¿cómo es posible que haya personas que abandonen a su familia, su trabajo, y su vida en general, para irse a ayudar a otras personas en África? Desde este punto de vista, los principios que rigen para el ingreso en estos grupos, sean de tipo violento o altruista, sería los mismos. Hogg (2004) se interesó por las condiciones bajo las cuales las personas ingresan en este tipo de grupos, hacen que grupos que ya existen se vuelvan más “totalistas”, o crean nuevos grupos que tengan atributos totalistas. En el caso de la investigación sobre fusión de la identidad que veremos a continuación, el objetivo es mostrar que las personas que pertenecen a este tipo de grupos están más dispuestas a comportarse de una manera extrema, pero no por qué ingresan en el grupo en sí. Sin embargo, desde la perspectiva de la reducción de la incertidumbre no se puede explicar por qué las personas que están seguras de sí mismas ingresan en este tipo de grupos. Por otro lado, este modelo teórico tampoco explica por qué las personas que se encuentran en estos grupos se comportan de una manera tan extrema, bien sea violenta o altruista. Esta es una explicación que parte de teorías grupales (como la identidad social), para explicar la influencia en el individuo (cómo puede serle útil ingresar en un grupo con un claro prototipo para asimilarse a él y de esta forma reducir la incertidumbre sobre el auto-concepto). En definitiva, plantea la relación entre el individuo y el grupo como “lo que el grupo puede hacer por mí”, y no como “lo que yo puedo hacer por el grupo”. Pero una persona puede estar muy identificada con un grupo por muchas razones, y no simplemente porque le resulte útil para reducir la incertidumbre sobre sí mismo. Además, este modelo tampoco explica por qué ciertas personas que están muy identificadas con un grupo están dispuestas a hacer cualquier cosa por el grupo, pero hay otras que no. Tratando de solventar estas limitaciones, ha surgido recientemente una nueva línea de investigación que intenta identificar a aquellas personas que estarían dispuestas a hacer cualquier cosa por su grupo, y trata de estudiar los procesos relacionados con estas actitudes y comportamientos. Nos referimos a la teoría de la fusión de la identidad. La teoría de la Fusión de la Identidad Como acabamos de ver, la Teoría de la reducción de la incertidumbre trata de explicar por qué las personas o, al menos, ciertos individuos, deciden entrar en grupos “totalistas”, o que también podrían denominarse radicales o extremistas. Sin embargo, esta teoría no explica el comportamiento de las personas que están en este tipo de grupos. Es decir, cómo es posible que haya gente que esté dispuesta a hacer cualquier cosa por su grupo. El equipo de investigación del profesor Swann trabaja actualmente para tratar de dar una respuesta a estas preguntas. Swann, Seyle, Gómez y Morales (2005) han elaborado el concepto de Fusión de la Identidad. Cuando los miembros de un grupo perciben que dicho grupo es una externalización de sí mismo, se considera que el individuo está “fusionado” con el grupo, esto es, el individuo y el grupo se vuelven una sola cosa. Para las personas fusionadas, sus metas y prioridades son indistintas de las del grupo. Por este motivo, dichas personas están dispuestas a realizar comportamientos extraordinarios por el grupo, como pegar e incluso morir por él. La mayoría de las personas trazan una afilada distinción entre su identidad grupal y personal. Sin embargo, en algunos contextos, el individuo puede estar tan conectado con el grupo que la barrera entre uno mismo y los otros se vuelve borrosa y el grupo es considerado como una externalización de uno mismo. En estas circunstancias, las personas equiparan el bienestar del grupo con su propio bienestar y perciben las metas y prioridades del grupo como indistintas de las suyas. De esta forma, llegan a estar dispuestos a realizar comportamientos extremos por el grupo. El constructo de la fusión de la identidad está claramente relacionado con la identificación grupal. La identificación es alta en tanto que, como miembro de un grupo, el auto-concepto personal está de acuerdo con las características esperadas para un miembro prototípico del grupo. Cuanto mayor es el encaje, la persona será más fiel al grupo y sentirá que es valorado como miembro de dicho grupo. Por ejemplo las personas que están muy identificadas con un grupo están más dispuestas a derogar a las personas de otros grupos y a ver a otros miembros del propio grupo de forma positiva. La fusión de la identidad presupone un alto grado de identificación con el grupo, o super-identificación. Sin embargo, la fusión incluye además un sentimiento de “unidad” con el grupo que elimina las barreras entre “uno y otro” y le separa de los miembros que están simplemente identificados. Una vez fusionado, el individuo tiende a percibir que uno mismo y el grupo se convierten en una sola cosa y, de esta forma, comparten las mismas prioridades. La fusión cambia las prioridades de los miembros del grupo hasta el punto de que se preocupan más de los resultados del grupo que de sus propios resultados. La equivalencia percibida entre los resultados personales y del grupo tiene dos implicaciones importantes; las personas fusionadas estarán preparadas para realizar sacrificios extraordinarios por el grupo, incluyendo sus vidas; y la concepción que las personas tienen de sí mismos y del grupo estarán dinámicamente relacionadas, hasta el punto que al desafío a una de las partes disparará esfuerzos para apuntalar la otra parte (con las “partes” nos referimos al individuo y al grupo. Por ejemplo, el quipo de Swann ha demostrado que cuando a una persona que está fusionada con un grupo se le dice que la descripción que hace de sí misma no coincide con la percepción que de ella tienen los demás, aumenta la disposición a hacer cosas en beneficio de su grupo. Por otro lado, si se desprecia a su grupo, tratará de hacer todo lo posible por mantenerse seguro de sí mismo y demostrar a los demás que es tal como cree que es realmente, luchando por ofrecer una imagen de sí mismo congruente con lo que piensa. En definitiva, es como si se tratase de los dos brazos de una balanza. Cuando uno de ellos baja (porque se le amenaza), el otro sube (lucha por mantenerse). Por ejemplo, si se comete el error de transmitir en los medios de comunicación que las bandas o los grupos violentos no hacen tanto daño como cabría esperar, los jóvenes pertenecientes a estos grupos incrementarán tanto el número de actos violentos como la intensidad de dichos actos para demostrar que realmente el grupo es tan dañino como ellos piensan. Existen no obstante importantes diferencias entre la fusión y la identificación. La fusión de la identidad está basada en la teoría de la auto-verificación (Swann, 1983). La teoría de la auto-verificación asume que las personas basan su auto-concepto personal en el trato que reciben de los demás (e.g., Cooley, 1902; Mead, 1934). Sin embargo, la teoría de la auto-verificación es única en asumir que una vez formada la auto-imagen, las personas la utilizan para hacer predicciones sobre el mundo, para guiar su comportamiento, y para mantener la percepción de que el mundo es coherente. La literatura ha proporcionado amplia evidencia de que las personas están motivadas para mantener su auto-concepto y que este efecto es producido a nivel individual, colectivo, y grupal (Gómez, Morales, Huici, Gaviria, y Jiménez, 2007). Esta motivación es tan fuerte que puede incluso anular la tendencia de las personas a buscar evaluaciones positivas sobre sí mismo (Jones, 1973). Resulta de gran interés aquí la implicación de la teoría de la auto-verificación en el destino del auto-concepto personal cuando los individuos ingresan en un grupo. La teoría asume que las personas tratarán de mantener su auto-concepto. Esta suposición implica que permanecerán vigilantes a cualquier desafío a su imagen personal y se esforzarán para contrarrestar dichos desafíos. Además, en la medida en que el autoconcepto y la identidad grupal sean funcionalmente equivalentes, los desafíos a una de las partes (por ej., el auto-concepto), pueden disparar esfuerzos para afianzar la otra (por ej., la identidad grupal). De esta forma, cuando la auto-imagen personal de las personas fusionadas se desconfirma, es más probable que realicen comportamientos que apoyen su super-identidad grupal, como comentábamos anteriormente. Pero una pregunta importante es ¿cómo identificar a las personas que están fusionadas con un grupo y que, en consecuencia, serían más proclives a realizar comportamientos extremos por el grupo? Revisando la literatura sobre identidad social e identidad personal, los autores pensaron que una medida a base de la combinación de figuras sería la mejor opción para identificar la fusión. Para ello, se basaron en un item desarrollado por Schubert y Otten (2002) y que se muestra en la Figura 2. En la medida original, Schubert y Otten preguntaban por la figura que mejor representase la cercanía del individuo al grupo. Basándose en el resultado de una serie de estudios preliminares, Swann y cols. (2005) optaron por reducir la medida de 7 a 5 opciones. Esas opciones suponían distintos grados de solapamiento entre el círculo pequeño y el grande: 0%, 25%, 50%, 75% y 100%. El solapamiento del 100% se correspondía con la última opción de la medida de Schubert y Otten, y el del 0% con la tercera. Entre estas dos opciones, incluyeron las otras tres con los distintos porcentajes de solapamiento. Una segunda modificación importante que realizaron a la medida fue el cambio en la forma de realizar la pregunta a los participantes de sus investigaciones. Swann y cols. les pedían que eligieran la figura que mejor representase su relación con el grupo. Estudios previos de los autores habían mostrado que la gente entiende que la última opción de la medida (aquella en el que el círculo pequeño, es decir, el individuo, está en el centro del círculo grande, es decir, el grupo), es la que mejor representa el estado de fusión. Figura 2: Medida de la representación entre el individuo y el grupo de Schubert y Otten (2002) Lo ideal sería estudiar el proceso de fusión de la identidad en grupos terroristas, sectas, bandas juveniles, grupos radicales, etc. Sin embargo, en ocasiones, la dificultad para acceder a este tipo de muestras hace que los investigadores tengan que buscar paralelismos en otros contextos para poder comprobar sus predicciones. Con esta premisa, el primer paso era encontrar un grupo que tuviera el suficiente número de sujetos fusionados (es decir, que eligieran la última opción de la escala para representar su relación con el grupo), como para compararles con personas que eligieran cualquiera de las otras cuatro opciones de solapamiento. Los autores demostraron que el grupo con el cual existe un mayor porcentaje de personas fusionadas es con el país, España. Concretamente, alrededor de un 40% de los participantes en diferentes estudios estaban “fusionados” con España. A partir de aquí, empezaron a realizar una serie de experimentos para comprobar si, efectivamente, las personas fusionadas estarían dispuestas a hacer cosas por su grupo que no harían las personas no fusionadas. Pero, ¿cuáles han sido hasta ahora los resultados llevados a cabo desde esta línea de investigación? Swann y cols. (2005) realizaron tres estudios preliminares y tres estudios principales que proporcionan un apoyo inicial al proceso de la fusión de la identidad. Los estudios preliminares investigaron las propiedades de la medida. Los resultados sugirieron que la fusión con el país es bastante común en España y que la medida parece ser binaria: mientras que los participantes reconocieron un incremento similar en las diferencias entre la mayoría de los puntos de la escala, el estado de solapamiento total (fusión) se evaluaba cualitativamente diferente. Además, los participantes fusionados reconocieron una clara distinción entre identificación y fusión, y dieron muestras de que sentían una mayor conexión y obligación con el grupo si estaban fusionados. Los estudios preliminares también revelaron que la fusión no es un rasgo de personalidad. El estudio 1 mostró evidencias para la validez de criterio de la escala de fusión controlando los efectos de la identificación. Por ejemplo, los participantes que estaban fusionados con España estaban más dispuestos a luchar y morir por su país que los no fusionados. Estos efectos se replicaron y extendieron en el estudio 2, una investigación longitudinal. Una muestra de participantes españoles que estaban fusionados con el grupo mostraron 100 días después que durante ese período de tiempo habían percibido que habían sacrificado cosas importantes por el grupo y que habían hecho cosas más trascendentales por él que los no fusionados, como verse envueltos en actividades peligrosas o violentas. Además, replicando el estudio anterior, mostraron su mayor predisposición a luchar e incluso morir por el grupo. Un tercer estudio investigó la relación entre la fusión y el desafío a la autoimagen personal (negativa). Los participantes fusionados a los que no se les verificaba su auto-imagen estuvieron más dispuestos a expresar su deseo de luchar o morir por el grupo. Todos estos resultados se produjeron controlando los efectos de la identificación. Es necesario además destacar que el intervalo de respuesta de las preguntas iba de -3 (totalmente en desacuerdo) a 3 (totalmente de acuerdo), y que las puntuaciones medias de los fusionados iban aproximadamente de -0,5 a 0, mientras que las de los no fusionados iban de -2 a -1,5. Es decir, lo que muestran realmente los no fusionados es una menor predisposición a realizar este tipo de comportamientos (recordamos que estamos hablando de “pegar” e incluso “morir” por el grupo). Sin embargo, la predicción es que estas medias serían superiores cuando las investigaciones se realizasen con miembros de grupos violentos. Teóricamente, las personas que están fusionadas con un grupo deberían percibir dicho grupo como extremadamente importante, que siempre hace las cosas de forma correcta, y que es superior a otros grupos. Estas características capturan la esencia de los sentimientos de los miembros de organizaciones extremistas. Es más, los miembros de grupos extremistas se distinguen por la tendencia a percibir que su grupo es moralmente justo y correcto, y que los miembros de otros grupos son moralmente inferiores (Smith, 2004; Crenshaw, 2000). Sin embargo, habría que ser cuidadoso en la generalización de los resultados sobre fusión a las actividades de grupos extremistas, ya que uno de los siguientes, y principales pasos, será acceder a este tipo de muestras para poder aplicar estas investigaciones. Pero sí parece que el modelo de la fusión de la identidad puede proporcionarnos una explicación en forma de auto-verificación compensatoria al fomentar la implicación con grupos extremistas. Por ejemplo, análisis recientes del atentado del 11S minan la explicación de que la conspiración fue improvisada, fuente de personas trastornadas o que sufrían desórdenes mentales. Más bien, los análisis de esta y otras conspiraciones (como el 11M en Madrid) revelan que la mayoría de los terroristas eran estudiantes que sintieron el ostracismo de la sociedad europea mientras estudiaban en el continente. Los sentimientos de que sus auto-concepciones personales y sociales no estaban siendo verificadas, debería hacer que se consolasen en las Mezquitas y en los centros penitenciarios, donde empezaron a contactar con fanáticos de la Jihad islámica que les animaron a fusionarse con versiones polarizadas de una identidad grupal que les forzó a verse envueltos en actos terroristas. Lo que empezó como un problema con la identidad personal, se transformó en actividades políticas vinculadas a un grupo que alteraron la historia del mundo trágicamente. 8. Conclusiones En el presente artículo hemos definido y distinguido tres conceptos que se suelen utilizar de manera interdependiente, pero que poseen características propias: violencia, agresión y conflicto. Posteriormente, hemos planteado la cuestión de si existen diferentes tipos de violencia, describiendo lo que se entiende por violencia interindividual y violencia intergrupal. A continuación hemos resumido las explicaciones a por qué se produce la violencia. En cuarto lugar hemos descrito los principales modelos para la reducción de los conflictos y la mejora de las relaciones intergrupales, así como sus limitaciones generales. En quinto lugar, hemos mostrado dos contextos que nos han dado idea de que los procesos inmersos en la violencia intergrupal, independientemente del contexto, son similares: la violencia en el deporte y el terrorismo. Finalmente nos hemos centrado en dos líneas de investigación que han tratado de profundizar en el estudio de las raíces del comportamiento violento: la teoría de la reducción de la incertidumbre y la fusión de la identidad. Como hemos podido ver, aún queda mucho por hacer. Un aspecto crucial para el futuro es aumentar la colaboración entre los investigadores y las Fuerzas de Seguridad del Estado. De esa manera, trabajando con las “personas” que forman parte de grupos violentos, podrá llegarse a descubrir cuáles son los procesos que, de una manera más real, están funcionando en la conducta violenta intergrupal. Eso nos ayudaría no sólo a tratar de “curar” el mal, sino a estudiar cuáles podrían ser las vacunas psicosociales que evitasen que el problema de por sí surgiera. Cuando de investigar sobre conflicto y violencia se trata, siempre me gusta terminar diciendo que si todo el esfuerzo de un trabajo común, en este caso de los investigadores y de las Fuerzas de Seguridad del Estado, resulta útil para salvar una sola vida, no habrá sido en vano. Tenga en cuenta que esa única vida podría haber sido, por ejemplo, la suya (o la de quien escribe este trabajo). Referencias Arias, A. V. y Gaviria, E. (2006). La psicología social de la agresión. 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