el shopping de los pobres - Universidad Nacional de San Martín

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EL SHOPPING DE LOS POBRES. *
Anatomía y fisiología socioeconómica y política de La Salada
Jorge Luis OSSONA ( CEHP- UNSAM- UBA-CEINLADI)
* Este trabajo es la versión mas extensa de aquel presentado en el VI Congreso del CEISAL
“Independencias- Dependencias-Interdependencias” en la Universidad de Toulouse-Le
Mirail, Francia, entre el 30 de Junio y el 3 de Julio de 2010.
INTRODUCCION
Hacia 1991, quince familias bolivianas de Ing. Budge, en el extremo noroeste de Lomas
de Zamora -reproduciendo, en partes proporcionales, a las ferias típicas de su país, y a un
fenómeno incipiente que desde hacia algunos años se estaba desarrollando en torno del
Mercado Central de Frutas y Verduras- se unieron en una cooperativa, y se lanzaron a
vender a sus vecinos ropa y calzado. Fabricada en sus propios talleres, esta producción
imitaba a las grandes marcas; aunque se ofrecía a precios tan increíblemente bajos que no
tardo en congregar a un público comprador procedente de otros barrios periféricos, en
principio, de la zona sur del Conurbano y de la Capital Federal. En el curso de poco menos
de dos décadas, ese pequeño emprendimiento devino en enorme complejo comercial que
moviliza quinientos millones de dólares semanales; ofrece empleo directo a unos seis mil
trabajadores de diversas nacionalidades; y es visitado por dos millones de personas
procedentes de todo el país y de naciones limítrofes al mes. Este “símbolo del comercio de
mercadería falsificada en el mundo”, según las autoridades de la Unión Europea, mide un
producto bruto mucho mayor que el de toda la Ciudad Autónoma de Buenos Aires;
configurándose como una verdadera capital internacional de la economía informal.
Pero este caótico mundo de puesteros, vendedores ambulantes, carreros que trasladan la
mercadería, y compradores mayoristas y minoristas constituye solo la cara visible de un
universo mucho más vasto en el que confluyen varios fenómenos de la pobreza urbana y
suburbana. La Salada y sus ferias tributarias distribuidas en todo el país son las terminales
de la cadena de valor agregado que compone el heteróclito complejo productivo textil
sobreviviente de la restructuración económica de los últimos treinta años, así como de un
comercio internacional ilegal a escala planetaria. En su cara oculta, abordada en la segunda
parte de esta exposición, confluyen el clásico trabajo domiciliario predominantemente
femenino; un conjunto heterogéneo de pequeñas y medianas plantas industriales que
ocupan mano de obra “en negro”; y talleres clandestinos que incorporan a trabajadores
semiesclavizados procedentes de los circuitos de trata de inmigrantes, en su mayoría,
bolivianos; aunque también paraguayos. Su marginalidad informal no circula del todo por
fuera de la economía legal. En efecto, si bien se inserta en el mundo de la pobreza, lejos de
configurar una “economía autónoma” esta conectada a través de de distintos hilos
clandestinos.
Por ultimo, La Salada constituye un fenómeno político, alguno de cuyos lineamientos
abordaremos en la tercera y última parte. Detrás del anárquico escenario puesto en escena
dos veces por semana a altas horas de la madrugada se oculta –como en otros fenómenos
emergentes de la nueva pobreza- una macropolítica férreamente administrada y
1
disciplinada por caudillos-administradores que registran complejos vínculos con las
distintas jurisdicciones de un Estado que también exhibe dos caras: una formal y otra
informal; relativa, esta ultima, a los intereses de las corporaciones políticas encadenadas
que lo ocupan. A lo largo de sus casi veinte años, el polo socioeconómico de Ing. Budge
logro tallarse un espacio en el corazón del Gran Buenos Aires merced a la aquiescencia de
autoridades publicas entre perplejas e interesadas en capitalizar a su favor, política y
materialmente, este caso paradigmático de la nueva realidad social de la Argentina
decadente. En medio de legislaciones anacrónicas y contradictorias -cuando no lisa y
llanamente ausentes-; delegaciones de facultades entre jurisdicciones -y aun dentro de cada
una de ellas-; la superposición de atribuciones, y la consiguiente feudalización de áreas
administrativas, los referentes de La Salada han sobrevivido merced a una trama de
complicidades con jueces, políticos, policías e inspectores, por arriba; y con punteros,
lideres comunitarios, y organizaciones delictivas de diferentes especialidades, por abajo.
Como contrapartida, el complejo cuenta con una policía propia con su comisaría respectiva;
dos periódicos; una emisora radial de amplitud modulada, una delegación de inmigraciones,
y una fiscalía con capacidad judicial. Su arraigo en la red de comunidades barriales
periféricas, soldado por toda una serie de funciones subsidiarias que abarcan desde
comedores infantiles, hasta un centro sanitario, y un club deportivo. Ha devenido, entonces,
en una identidad cultural de significados, no obstante, diferenciados aunque concluyentes
para los grupos que lo integran. Todo ello ha alimentado en sus jefaturas un todavía difuso
pero firme proyecto de autonomía cuya probabilidad de consecución dudamos en calificar
como remota.
Este trabajo es el resultado de sucesivas visitas al complejo; y de entrevistas a tres
puesteros “influyentes” –uno de ellos propietario de una fabrica de carteras y billeteras que
comercializa allí su producción- radicados desde mediados de la década de 1990; testigos
privilegiados de sus consiguientes vicisitudes históricas. Ellos, asimismo, nos habilitaron
contactos de diversa índole aun no explotados, salvo el referente de una agrupación
comunitaria de costureros bolivianos organizados para combatir el trabajo esclavo y la
trata de sus compatriotas. Su finalidad, por ultimo, no es otra que la de trazar una somera
descripción contemporánea del fenómeno como referencia para otro trabajo de recopilación
histórica oral a emprender en una próxima etapa.
II. EL COMPLEJO COMERCIAL
Los orígenes históricos
El origen del nombre de esta localidad en la actual ciudad de Ing. Budge en el Noroeste
de Lomas de Zamora limítrofe con La Matanza procede del río subterráneo de agua salada
que circula por debajo de la Cuenca Matanza-Riachuelo. Las propiedades curativas de tales
aguas en el tratamiento de dolencias como la artrosis, el reuma y los dolores musculares
motivaron que, en los años 40, el gobierno peronista edificara grandes piletones a las que
acudían nutridos contingentes de niños inscriptos en las colonias de vacaciones asociadas a
la Fundación Eva Perón. La zona gano, entonces, un enorme prestigio por las cualidades de
su agua salada. Se establecieron cañerías que la transportaban hacia los clubes sindicales
ubicados en el Camino de Cintura, las piletas del centro de esparcimientote los bosques de
Ezeiza, y hacia otras en al barrio de Villa Albertina en cuyo subsuelo también se hallaron
napas de agua mineral.
2
El auge de La Salada como epicentro de este circuito turístico comenzó a declinar hacia
1961 cuando el Ministerio de Salud clausuro los piletones por haber detectado tanto en
estas como en los grifos, altos niveles de contaminación microbiana. Ello, de lo que luego
se responsabilizo a los grandes inundaciones de fines de los 50 y los 60 y a la presencia de
numerosos criadores cerdos, motivo no solo el eclipse del barrio , sino también su
decadencia. Como las celebres piletas de Ezeiza, las de La Salada se sumieron en el
abandono Solo los grandes recreos sindicales lograron sortear ese destino. La cría de
porcinos se consolidó en las zonas rurales periféricas que quedaron mediadas respecto de la
costa por grandes villas de emergencia que se expandieron a lo largo de los años 60 y los
70. 1
Fue allí en donde el Intendente Eduardo Duhalde, durante su primera gestión hacia
principios de esta ultima década, ensayo las primeras formulas de su innovadora política de
urbanización y regulación dominial; luego continuada en los 80, aunque en condiciones
sociales mas masivas a raíz de las corrientes procedentes de la erradicación de villas
porteñas durante el último régimen militar, y de la afluencia de crecientes contingentes de
inmigrantes paraguayos y bolivianos. La heterogeneidad social y cultural que resulto de
todos estos procesos en toda la zona requirió de su riguroso control por parte de líderes
comunitarios poderosos asociados al poder político. Estos habrían de sentar las bases del
poder de los ulteriores “administradores” del complejo comercial que allí se erigiría.
Hacia principios de los 90 se registro el primer paso de la configuración de este último
cuando el ingenio y el acerbo cultural de los jefes de cinco familias bolivianas los inspiro a
organizar una cooperativa que se lanzó a la venta de ropa y calzado fabricados en sus
propios talleres barriales copiados de los diseños de las grandes marcas lideres a precios
asombrosamente accesibles. Nació, así, la primera feria, Urkupiña, en homenaje a una
Santa Virgen de La Paz. Este centro comercial primigenio se convirtió en un polo de
atracción para los inmigrantes bolivianos densamente radicados en Ing. Budge y las
localidades lomenses, lanusinas, matanceras, y porteñas periféricas. El colorido de las
fiestas patronales anuales la fue tornando famosa, y una suerte de “modelo para armar” para
otros vecinos que, vinculados a la política barrial, se propusieron imitar la iniciativa de los
inmigrantes.
La reacción del Estado municipal fue, en principio, ambigua. En pleno auge del
“Proyecto Lomas” del intendente Juan Bruno Tavano el ex complejo de balnearios quedo
inscripto en la jurisdicción del “Consejo de Organización de la Comunidad” (COC) N°
motivándose fuertes pujas entre los inmigrantes y los vecinos argentinos en torno de su
legalidad. Pero los bolivianos trataron de establecer vínculos y negociaciones con lideres
barriales y comunitarios barriales que, a cambio de ciertas contraprestaciones, logaron
arrancarle a Tavano una ordenanza municipal que terminó amparándolas aunque , claro
esta, solo precaria y transitoriamente, y a los efectos de cobrarles una tasa bimestral de
Seguridad e Higiene de diez pesos por metro cuadrado.
Inmediatamente después, otro grupo de vecinos, esta vez dotados de importantes
contactos políticos municipales, procedió al relleno de la pileta que había correspondido al
balneario Ocean. Nacía, así, una segunda cooperativa que fue denominada como el antiguo
natatorio. Finalmente, un año después, otro núcleo monto sobre la pileta rellenada el
denominado “Centro de Abaratamiento Punta Mogotes”. Hacia 1995, entonces, ya se
habían instalado los cimientos de aquello que, con el correr de los años habría de
1
Clarín, Mi partido: Lomas de Zamora y Almirante Brown. Buenos Aires, 1998.
3
configurase como el centro de economía informal e ilegal mas grande de América Latina; y
que la propia Unión Europea denominaría como “un símbolo del comercio de mercadería
falsificada en el mundo”.
A lo largo de la segunda mitad de los años 90, el polo comercial no hizo mas que
expandirse; suscitando el interés de miles y miles de consumidores ya no solo populares
procedentes de los partidos cercanos del Conurbano Bonaerense y de los barrios del
sudoeste de la Capital Federal. En plena época de esplendor de las grandes cadenas
comerciales dirigidas al consumo de las clases medias y altas, en el noroeste de Lomas de
Zamora había emergido una suerte de “Shopping de la pobreza”. Procedamos, a
continuación, a describir la anatomía institucional y el funcionamiento fisiológico de las
tres ferias principales, así como de la informal que se fue extendiendo, simultáneamente, a
la vera del Riachuelo denominada “De la Ribera”; y de las intermedias situadas a mitad de
camino entre unas y la otra.
Los actores mercantiles
A menos de veinte años de su creación, el complejo de La Salada comprende,
actualmente, unas veinte hectáreas que, en términos espaciales, equivale a todo el barrio del
Once. Como “centros de distribución mayorista” las ferias han funcionado, a lo largo de los
últimos quince años, solo durante dos días a la semana a partir de la medianoche y hasta las
nueve de la mañana; aunque, de hecho, sus puestos permanecen abiertos hasta el mediodía.
Las razones tanto de esta volatilidad horaria así como de nocturnidad en comparación con
los del comercio regular son múltiples. En primer lugar, las ventas más redituables son las
mayoristas, con lo que los comerciantes de todo el país e incluso de los países limítrofes
que se aproximan al complejo a efectuar sus compras solo pueden hacerlo en esos horarios
nocturnos, cuando no están al frente de sus propios locales. Esta división horaria también
es el producto de intensas negociaciones entre los responsables de las ferias y las
organizaciones vecinales debido a que los días de su funcionamiento el tránsito se
congestiona densamente; comprometiendo la circulación normal de los vehículos y
transportes públicos. El turno de los domingos, que se prolonga hasta el atardecer, es el mas
adecuado para el comercio minorista; por lo que durante ese día, La Salada se convierte en
un paseo de compras familiar cuyos clientes, en su inmensa mayoría procede de los barrios
populares aledaños; aunque también de las clases medias de las zonas metropolitanas.
La actividad comercial define, asimismo, diversas instancias. Las unidades de venta, tanto
de las tres grandes ferias así como de aquella situada al aire libre y las intermedias en calles
aledañas, son puestos de chapa y alambre dotados de un tablón de madera que opera como
mostrador para la colocación de la mercadería. Esta, asimismo, también se cuelga en los
caños laterales y del fondo hasta una altura aproximada de un metro y medio. Las tres ferias
principales cerradas a la manera de grandes galpones reciben la denominación jurídica de
“internadas”, según la curiosa ordenanza del intendente Tavano de 1999. La feria boliviana
Urkupiña, por caso, nació como un gran corralón cuyos puestos se ordenaron en filas
mediadas por pasillos. Ocean y Punta Mogotes, en cambio, fueron el resultado de una
operación de rellenado de las antiguas piletas cuyas instalaciones fueron rescatadas y
resignificadas en función de la nueva actividad mercantil. Hasta la década siguiente, sin
embargo, habían de funcionar al aire libre.
Urkupiña esta organizada como cooperativa; pero ya poco queda de sus cuarenta y cinco
miembros fundadores luego que su principal referente y caudillo, Gonzalo Rojas Paz, fuera
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detenido por orden de un juez a fines de 2001 acusado de comercio ilegal y de falsificación
de productos. Pocos días después, su cadáver apareció colgado en la celda en donde había
sido confinado. Desde entonces, al frente de la cooperativa boliviana –cuyo establecimiento
ha sido bautizado con el nombre del administrador primigenio devenido en una suerte de
mártir- ha quedado al frente del dirigente peronista Enrique “Quique” Antequera, un
militante de base de origen boliviano de errática trayectoria a lo largo de los últimos años
en el menemismo y el duhaldismo; aunque siempre fiel a la Liga Peronista Bonaerense
(LIPEBO) del ex presidente de la Cámara de Diputados Provincial, el también lomense,
Osvaldo Mércuri. Durante los últimos años viro, sin embrago, a la Coalición Cívica de
Elisa Carrio en cuya lista apareció, en los últimos comicios legislativos, como candidato
séptimo a concejal.
La “Cooperativa Ocean de Provisión de Servicios para Feriantes y Comerciantes Ltd.” es
la mas ordenada y preservada en términos de higiene. Sus amplios pasillos facilitan la
circulación en su interior; y esta compuesta por mil puestos. Todas estas singularidades
respecto de sus pares, sin embargo, están compensadas por el hecho de que las prendas que
en ella se comercializan son de menor calidad. Su principal referente cuenta menos que su
consejo de administración que fue variando el en tiempo y que, en la actualidad, esta
digitado por un conjunto de ex militares nacionalistas reconocidos durante los 80 y hasta
1990 como “Carapintadas”. Sus tareas solidarias se concentran en el mantenimiento de tres
comedores populares de barrios cercanos, y en el sostén de un “ropero comunitario” que
provee de prendas al Hospital Gandulfo de Lomas de Zamora, así como de la provisión de
un servicio de seguridad privada a una escuela cercana que, hasta hace poco, era
recurrentemente saqueada por pequeñas bandas de “barderos” de la zona.
De las tres ferias principales, sin duda, la más destacada en la actualidad es Punta
Mogotes. Constituida como “sociedad comandita por acciones”, este centro si bien se
concentra, como los demás, en el comercio mayorista, su principal negocio se halla mucho
más diversificado: cuenta con dos periódicos; una radio de amplitud modulada, y con varios
puestos de comida. También asiste a un comedor que alimenta a unos trescientos niños -en
su mayoría, hijos de puesteros y vecinos en general- ; y hasta esta dotado de un pequeño
hospitalito comunitario para la atención de feriantes, clientes, y de vecinos. Su acción
social, por lo demás, es mucho mas vasta que la de sus pares contando con un elenco de
referentes dedicados a la detección de niños desnutridos y de vecinos afectados por diversas
dolencias a quines suministra cuotas alimentarias, atención médica y remedios gratuitos. Su
carismático y paternal “administrador”, Jorge Castillo, es un antiguo dirigente de base de
extracción radical, hoy por hoy, convertido en el exponente político principal de todo el
complejo por su pujanza e imaginación. Ex zapatero de la zona, luego devenido en pequeño
industrial del calzado, ascendió a la ponderación local logrando imponerle su estilo a todo
este polo económico informal, vertebrando consensos, y articulando equilibrios conjugados
con un férreo disciplinamiento de sus diversos actores a quienes les exige, a veces por vías
compulsivas, el cumplimiento de los pactos acordados.
Estas tres ferias principales, bien podríamos denominarlas como “semilegales” por estar
registradas como “monotributistas” suman a unos cinco mil puestos. Sus verdaderos
propietarios conforman un núcleo concentrado pero fantasmagórico y volátil, porque los
locales se compran y revenden de una manera muy fluida con arreglo a una compleja trama
de transacciones. Se calcula que el valor promedio de un local esta cotizado en unos veinte
mil pesos. La mayoría de los dueños, sin embargo, los alquilan de acuerdo a relaciones
contractuales sumamente complejas debido a que estas pueden llegar a registrar varios
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subarrendamientos cuyos montos se estipulan un poco de acuerdo a criterios de mercado,
pero casi siempre conjugados con otros que responden a imprecisas normas
consuetudinarias. Quienes se encargan del alquiler de los puestos son los “administradores”
de cada feria; pero la citada imprecisión en torno a loa contenidos de los contratos
determina plazos muy variables y volátiles. Valores culturales de la más diversa índole,
como el parentesco y la recomendación, se yuxtaponen con otros mercantiles en un
contexto de legalidad también limitada; por lo que los convenios no suelen estar
testimoniados por escrito. Los montos pagados a los propietarios son los más visibles
debido a que se estipulan de acuerdo a un promedio de cada jornada o de las tres semanales
según el número de visitantes estimado por los jefes. Estos, de todos modos, recomiendan a
los inquilinos inscribirse ante la AFIP como monotributistas debido a que los grandes
clientes mayoristas –particularmente aquellos que proceden del Interior- suelen pedir
boletas como comprobantes para presentar ante eventuales inspecciones policiales en
puestos camineros.
A las tres ferias “semilegales” se le contrapone aquella abiertamente ilegal extendida a lo
largo de mas de un kilómetro al aire libre entre el camino ribereño y el Riachuelo. La “Feria
de la Ribera” suma unas cinco mil unidades de entre cuatro y seis metros cuadrados.
Durante los últimos años, y al calor del éxito multitudinario de La Salada, este grupo se ha
extendido incluso dentro de las calles adyacentes en línea perpendicular a la arteria
principal. Sus feriantes están organizados en la “Asociación Fraternidad Ribera Sur” de
liderazgos imprecisos; constituida por unos mil afiliados que, en su mayoría, son de
nacionalidad boliviana y peruana. Los puesteros ribereños abonan a la citada asociación un
canon diario al que se le suma otro correspondiente al “servicio de limpieza” de valores tan
cambiantes como el de los anteriores. Los directivos de la asociación niegan ser los
responsables del cobro de este último gravamen operado por activísimos recaudadores que,
reunidos en cuadrillas, recorren a la manera de expediciones depredatorias las distintas
regiones de la feria. Es difícil recabar información sobre la identidad de este elenco,
organizado de acuerdo a criterios logísticos bien afinados. En el ámbito callejero reina un
clima de paranoia e intimidación debido a un sistema de “boca a boca” que funciona
también con gran eficiencia. Algunos comerciantes, sin embargo, nos han dado a entender
que se trata menos de emisarios de la asociación que elementos contratados por la
Municipalidad lomense que, de esa manera, sustancian los crípticos acuerdos que suceden a
los espectaculares y recurrentes operativos de desalojo, replicados por protestas que
siempre terminan en una reformulación de los pactos, al menos entre aquellos dispuestos a
convalidar el “apriete”. Un elemento de mediación crucial, al respecto, lo constituyen los
“armadores”; actores diferenciados lo cuya relevancia operativa también posee ribetes
políticos. Estos perciben una tarifa por instalación de puestos fijada en aproximadamente
cincuenta pesos por día. A diferencia de los comerciantes, se trata de un estamento
integrado en su totalidad por argentinos.
Un tercer grupo lo constituyen las “ferias intermedias”, una suerte de versión combinada
entre las nominalmente “legales” y las “informales”. Estas son el resultado del efecto de
demostración del éxito de unas y otra sobre algunos vecinos depositarios de varios terrenos,
que se decidieron a emprender el montaje de locales devenidos en primitivos “paseos de
compra” de, aproximadamente, treinta puestos cada una, de acuerdo al modelo inaugurado
por Urkupiña. Su tamaño menor esta compensado por el fuerte arraigo local de sus
coordinadores debido que residen en sus locales y son muy influyentes en el orden barrial;
un plano particularmente delicado en todo el entramado del complejo. De ahí, que en los
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grandes conflictos confluyan con los “armadores” interviniendo, también, como
mediadores.
Por último, el estamento mercantil más elemental situado en la base del sistema, es el de
los vendedores ambulantes. Está integrado por sujetos casi siempre principiantes en la
actividad que por carecer de los montos mínimos para alquilar un local logran transar con
los grandes referentes la autorización para un comercio orientado a satisfacer ciertas
necesidades inmediatas de clientes y transeúntes. Son los clásicos cafeteros, vendedores de
bebidas y golosinas, y de helados en temporada estival; aunque algunos también se
dediquen a la venta volante de diversas artesanías e incluso de CDs y videos. Casi siempre
se trata de vecinos del barrio o de vecindades muy próximas que ingresan por esa vía a un
eventual “cursus honorum” comercial sujeto a la calidad de sus relaciones con feriantes,
administradores y punteros políticos. De todos modos, su aparición casi nunca es
espontánea, porque todo aquello que escape al control de los “administradores” es
detectado por un efectivo sistema de espionaje confundido con los criterios de autocontrol
para evitar robos y desmanes. Así, pese a su apariencia anárquica y caótica, el
funcionamiento del complejo este esta regido por normas sumamente rigurosas y efectivas
para captar a todos aquellos que escapen al control de los “dueños” del lugar.
La actividad comercial del complejo ha generado, además, un conjunto de ocupaciones
adventicias que han contribuido a su expansión. Tal es el caso de los “Tours de Compras”
protagonizados por medio millar de micros y combis que acuden tanto en los días de
ventas al mayoreo como los domingos trayendo miles de pasajeros procedentes de la
Capital; el resto del Gran Buenos Aires; desde todas las provincias; e incluso desde países
limítrofes. El sistema ha adquirido durante la presente década tal perfeccionamiento que
algunas empresas dotan a sus contingentes de guías turísticos que conducen a los clientes a
zonas y negocios de las distintas ferias de acuerdo a rubros y a las posibilidades
adquisitivas de sus clientes.
Es muy difícil estimar un cálculo acerca del volumen de ventas del complejo y
movimientos de fondos correspondientes. Los guarismos difundidos por los tres niveles
jurisdiccionales del Estado, así como de los de distintos estudios privados, y los trasmitidos
por los “administradores” son sumamente discordantes. La dificultad mas importante
estriba en que la mayor parte de de las transacciones se efectúan “en negro”; esto es, sin las
facturas correspondientes. Cada desenlace de los recurrentes conflictos cruzados entre los
estamentos del complejo y las autoridades publicas culmina con acuerdos consistentes,
entre otras cosas, en el compromiso de pagos de tributos –por Higiene y Salubridad a la
Municipalidad, en el caso de la Feria de la Ribera; y por Ingresos Brutos, en el de las tres
grandes- que, al cabo, ya sea por una crónica ineficiencia de las autoridades o por sus
concupiscencias políticas con los “administradores” terminan evadiéndose. Hemos ahí,
entonces, uno de los factores que ha convertido al complejo en un imperio multimillonario:
los precios que allí se consiguen son sustancialmente inferiores a aquellos de los comercios
regulares; e incluso a los de avanzadas distribuidas en todo el país a las que nos referiremos
a la brevedad. Por lo demás, la mayor parte de los productos son el resultado de
operaciones clandestinas a instancias de otras evasiones fiscales o, lisa y llanamente de
actividades al margen de la ley.
De todos modos, es posible establecer una cierta división de tareas entre los diferentes
estamentos feriales. Así, mientras que en las tres establecidas venden indumentaria textil –
jeans, buzos, remeras, poleras, ropa interior, sweters, pantalones, camperas deportivas, y
ropa para niños; así como sabanas, calzado, acolchados, CDs de música y de películas
7
copiados sin autorización- en su mayor parte al por mayor, situándose en el vértice de
circuitos de comercialización mucho mas diversificados; la Feria de la Ribera y los Paseos
de Compras lo hacen a través de bienes y servicios de precios y calidades muy inferiores,
destinados, principalmente a los sectores marginales de la sociedad para los que La Salada
constituye un festival de productos a precios muy accesibles. Si bien en este último
estamento predomina el comercio al minoreo, ello no excluye algunas transacciones
también mayoristas. Estas constituyen uno de los factores de discordia con las demás,
cuyos agentes están siempre en guardia a los efectos de cooptar a los puesteros ribereños
más exitosos, incorporándolos a su planta. Además de ropa, predominan allí bolsos y
carteras, juguetes, cubiertos, rollos de papel, productos de tocador, medicamentos de venta
libre o bajo receta; y la tradicional especería propia de las dietas de los inmigrantes del
altiplano. También existen improvisadas verdulerías, fruterías, y locales de venta de
chacinados.
El complejo como fuente laboral
Fuera del comercio, el circuito constituye un polo de ocupación para miles de vecinos
residentes en los barrios periféricos, y aun en otros situados a una distancia media, de
Lomas de Zamora, Lanus, La Matanza, y del sur de la Capital Federal. Se destacan, en
primer lugar, aquellos propietarios de los puestos que; son empleados, junto a toda su
familia; inquilinos o subinquilinos. Luego, están los “carreros”, que transportan la
mercadería desde los puestos hasta las “combies” y camiones, en el caso de los mayoristas;
y hacia los micros y remises, en el de los minoristas. Más indirectamente se suman los
choferes de charteres despachados para los “tours de compras”; los guías; los “franelitas”
“cuidacoches” en las cocheras de las grandes ferias o en los terrenos dispuestos por
vecinos a tales efectos; los “cuidabaños”; los vendedores de comida; y hasta los artistas
que suelen animar en grupos o bandas musicales los almuerzos de los visitantes. El
complejo opera, asi, como una “bolsa de trabajo” de dimensiones colosales en la Argentina
del desempleo estructural de las ultimas décadas. Muchos vecinos –aunque no todos- lo
perciben como una bendición o un milagro de Dios por ser ámbito de inserción laboral e
incluso un medio de ascenso social de acuerdo al citado “cursus honorum” que comienza
con los changarines y termina con la propiedad de un puesto en las ferias centrales que,
eventualmente, puede catapultar a un individuo exitoso a la comisión administrativa de
alguna de las ferias. Desde allí pueden, además, diversificar su actividad comercial hacia
otras como la manufacturera, u otros circuitos de provisión del mercado informal. El
mundo de la pobreza suburbana, vieja y nueva, encuentra allí un espacio para desplegar el
talento de los más imaginativos y audaces; aunque siempre con arreglo a códigos implícitos
cuyo incumplimiento puede suscitar sanciones fatales según los criterios consuetudinarios
de la cultura popular. Incluso no pocos exponentes de los sectores medios “caídos del
mapa” durante las ultimas décadas encontraron allí un medio propicio para intentar
recomponer sus quebradas actividades comerciales o manufactureras y volviendo a intentar
no solo una forma de reinserción sino de recomposición de las perdidas expectativas de
ascenso.
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La escala a nivel nacional e internacional
La Salada opera como centro de abastecimiento mayorista de unas trescientas ferias
subsidiarias distribuidas en todo el país. En la Capital Federal, las denominadas “Saladitas”
–según el ingenio terminológico popular- se han instalado estratégicamente en las cercanias
de las grandes terminales ferroviarias como las estaciones de Once, Constitución, y Retiro;
así como también en Liniers, sede de uno de los centros mas concentrados de la
inmigración peruana y boliviana, y puerta de entrada a los populosos partidos del oeste del
Gran Buenos Aires. El fenómeno se reprodujo en todo el Conurbano, destacándose
“Saladitas” de gran renombre como las de San Francisco Solano, en la periferia oeste de
Quilmes, y Florencio Varela, solo en la zona sur. Los vínculos de los jefes de estas
sucursales con los “administradores” de La Salada son inequívocos, aunque de grados
diferenciales. Sin duda, estos los proveen de logísticas y de contactos con autoridades
estatales debido a que, como en el epicentro lomense, los puestos de las ferias no suelen
estar habilitados, ni pagan impuestos. 2
Un caso paradigmático al respecto es el de las denominadas “ferias paraguayas” de la
ciudad de La Plata. En el curso de los 90 en algunas avenidas y calles céntricas de la capital
provincial se instalaron vendedores ambulantes de esa nacionalidad. Los conflictos
recurrentes con los comerciantes regulares y con los inspectores municipales por estos
convocados motivo la convicción de las autoridades municipales sobre la necesidad
repactar alguna forma de legalización de este comercio ilegal, aparentemente a instancias
de los contactos de los “administradores” saladeños con los referentes de los feriantes
callejeros y con dirigentes comunales. Finalmente, se llego a una solución de compromiso
prototípica de las relaciones entre la formalidad, la informalidad y aun con la ilegalidad
durante los últimos años: se les concedió a los puesteros un extenso predio para la
instalación de sus locales un poco mas elaborados para lo que , incluso, se les ofrecieron
subsidios . Los feriantes, asimismo, se comprometieron a pagar la habilitación municipal, el
impuesto a los ingresos brutos, y el IVA. El cumplimiento solo parcial de tales pactos solo
se registro, de todos modos, durante los primeros meses; luego, reiterándose el “modelo de
La Salada” de evasión masiva, cuestión que motivo cíclicos conflictos seguidos de
renegociaciones que reiteran el conocido repertorio de comisiones, retornos, y otras
corruptelas.
II. LA “CARA OCULTA” DE LA SALADA: COMERCIO E INDUSTRIA ILEGALES
Por debajo del polo comercial de La Salada, subyace todo un circuito de ilegalidad de
complejos contornos, y de actores como los vinculados a la producción de mercadería
falsificada a instancias de formas precapitalistas de explotación; el contrabando; y el robo
liso y llano de transportes mas reconocido como “piratería del asfalto”. Este espectro de
ilegalidad se articula con la configuración estamental antes descripta de las ferias de
2
Ver Chávez Molina, Eduardo; y Raffo, María Laura; Ferias y Feriantes. Lógicas de reproducción y
trayectorias laborales. En Malimacci, Fortunato y Salvia, Agustín (comp.), Los nuevos rostros de la
marginalidad. La supervivencia de los desplazados. Buenos Aires. UBA-Instituto Gino Germani. Editorial
Biblos, 2005
9
acuerdo, incluso, a una cierta diferenciación de tareas. Así, mientras que las tres principales
ferias priorizan la importación ilegal procedente, fundamentalmente, del Paraguay, y la
“piratería del asfalto” en primer término; y luego, la producción en talleres informales
familiares; la “Feria de la Ribera” y las intermedias se especializan en la venta de productos
procedentes de pequeños talleres y fabricas clandestinas no registradas ubicadas en su
inmediata periferia barrial , aunque también de otras zonas del Conurbano bonaerense y
barrios de la zona sur de la Capital Federal de acuerdo a una intrincada y compleja madeja
de intereses que involucra a los “administradores” con los propietarios de las plantas,
punteros políticos, jueces, autoridades comunales, fuerzas policiales y empresarios
especializados en la trata de contingentes migratorios procedentes de Bolivia y Perú, y en
menor medida; de Paraguay.
En esta sección habremos de abordar, entonces, la “cara oculta” de La Salada dividiendo
nuestro análisis en tres dimensiones: primero, el recorrido de los productos procedentes de
la importación ilegal; luego, los vínculos de las ferias –particularmente de las centrales- con
la “piratería del asfalto”; y por último, el “Hinterland” de los talleres y fabricas clandestinas
que operan con inmigrantes bolivianos y peruanos. Este último punto, nos permitirá
abordar la cuestión de la inmigración procedente de los países limítrofes; en especial de la
corriente ilegal de la trata de personas posteriormente reducidas a servidumbre; al menos,
mientras son ocupados en la producción textil.
El contrabando de mercaderías falsificadas
El ingreso de mercaderías falsificadas al país durante los últimos quince años reconoce
caminos diversos procedentes de China, Europa del Este, e incluso del África; pero hay una
suerte de “autopista” más amplia que describe un recorrido que las autoridades de la
Dirección Nacional de Aduana han dado en definir como la “media luna del riesgo”. Esta
encuentra su punto de partida en el puerto chileno de Iquique, las ciudades de Encarnación
y Ciudad del Este, en Paraguay; y la zona franca del Puerto de Montevideo. Resulta muy
difícil esclarecer los circuitos que contactan a los empresarios contrabandistas con los
“administradores” y puesteros, pero estimamos que ello debe responder a una sucesión de
eslabones interconectados en el que pueden participar múltiples agentes. Lo que es casi
seguro es que el punto terminal de tales circuitos son directamente los “administradores”.
Los puesteros que comercializan esos productos, por lo tanto, están relacionados
directamente con ellos; cuando no lo son lisa y llanamente sus empleados. Asimismo, ello
también sugiere la trama de relaciones entre los referentes feriales con los niveles de la
burocracia estatal aduanera que habilitan el ingreso de mercadería contrabandeada, aunque
tambien en funcionarios municipales, y hasta miembros del Poder Judicial y la Policía
Bonaerense; todos cubiertos, asimismo, por las redes vecinales involucradas en el comercio
ilegal. 3
Estas últimas configuraran verdaderas falanges armadas, cuyo poder de fuego ha estado
en condiciones de repeler exitosamente cuanta inspección de la AFIP ha intentado, durante
los últimos años, ingresar para efectuar controles. Al menos en dos oportunidades, cuando
entraron en las ferias subrepticiamente y jugando con el “efecto sorpresa”, sin custodia
policial, estos funcionarios salieron en su totalidad heridos a raíz de la acción
mancomunada de los grupos de choque a disposición de los “administradores”. Las propias
3
“La Salada ya es la mayor feria ilegal de America Latina” En La Nación, 21/1/07
10
fuerzas de seguridad que acompañaron a nuevas inspecciones fueron también repelidas
arrojando un saldo de puesteros y efectivos heridos; y finalmente, debieron replegarse a una
prudencial distancia. Estas fueras de choque, sin embargo no actúan sino con la
aquiescencia de otras zonas de la burocracia estatal debidamente especificadas. Así,
mientras que las tres grandes ferias describen inequívocos vínculos con distintos sectores de
la burocracia municipal lomenese, las ribereñas e intermedias lo están respecto de la
Provincia de Buenos Aires; con lo que los recurrentes enfrentamientos entre estas
estructuras habilitan a pensar que, al menos en algunas circunstancias, podrían comenzar no
necesariamente en el complejo sino fuera de él, aunque no siempre; y en todos los casos,
este termina convirtiéndose en el escenario de la disputa. En resumen, se trata de un oscuro
y, por ahora, impenetrable entramado que procuraremos desentrañar a lo largo de esta
investigación. Es posible, no obstante, estimar la especificidad de los productos
contrabandeados que serían, principalmente, aparatos electrónicos, CDs, DVDs, relojes y
perfumes.
El eje principal de la mercadería falsificada que se comercia en La Salada, sin embargo,
procede de su producción clandestina en el país; actividad que, durante los últimos quince
años –aunque muy particularmente en la actual década- se ha perfeccionado en calidad y
simulación. En el caso de la indumentaria, miles de talleres irregulares ocupan a
inmigrantes indocumentados, a veces, junto con sus respectivas familias incluyendo hijos
menores de edad. El complejo comercial de La Salada, en ese sentido, expresa una suerte
de ecosistema, uno de cuyos aspectos centrales es la inmigración y el trabajo ilegal a
destajo. 4 La mayoría de estos obreros trabajan a lo largo de prolongadas jornadas que
pueden llegar a sumar hasta veinte horas; algunos en condiciones de una verdadera
neoesclavitud mediante el denominado sistema de “cama caliente” consistente en residir
hacinadamente con otros trabajadores en el mismo taller. Pero estos son solo una de las
vertientes del trabajo informal -obviamente que la más dramática- conviviendo con otras
también domiciliarias como el trabajo femenino localizado, en el caso de La Salada, en su
“Hinterland” de las barriadas periféricas de Ing. Budge. Estas mujeres, que pueden llegar a
pasar hasta dieciséis horas diarias al frente de sus maquinas de coser en pésimas
condiciones de salubridad aportando su propio capital de trabajo son, en su mayoría,
argentinas; y describen fuertes vínculos menos con los “administradores” que con
dirigentes barriales a ellos asociados. El entramado se completaría con un estamento de
pequeños talleres que emplean una mano de obra “en negro”; no obstante, en mejores
condiciones retributivas que los anteriores, y que no aportan su capital de trabajo.
Los circuitos de la producción textil informal y clandestina
No se puede escindir el trabajo informal respecto de las nuevas condiciones generadas por
la revolución tecnológica en la etapa global abierta durante la última década del siglo XX.
Por cierto que cada país ha vivido esos cambios de manera especifica, pero en un marco de
comunes denominadores a nivel planetario. Abordemos, entonces, la cuestión
inscribiéndola en el contexto de profundos cambios económicos, sociales y culturales. En
torno de estos últimos, un dato digno de tener en cuenta es la crisis de las identidades
colectivas propias de la modernidad. Sin ahondar en esa problemática, lo cierto es que
4
Ver Carpio, Jorge; Klein, Emilio, y Novakovsky, Irene; Informalidad y exclusión. Buenos Aires.
FCE-SIEMPRO, 2000.
11
desde las últimas décadas del siglo pasado los grupos humanos en general tienden a
reconocerse y a identificarse menos por signos de clase que por “marcas” comerciales
publicitarias. Este fenómeno, ya reconocible desde la segunda posguerra se ha extendido,
durante los últimos años, de manera masiva; incluyendo a todos los sectores sociales, aun a
los excluidos. Ocurre que las “marcas”, asimismo, han tendido a deslocalizarse;
difundiéndose un producto determinado ya no en una firma sino en muchas otras. Estas se
convierten, así, en bienes intangibles cuyo valor es correlativo al volumen de venta
estimado. La maquinaria publicitaria, por lo tanto, genera menos necesidades de bienes
que de “marcas” que poseen un valor simbólico identitario para grandes grupos humanos
cortando verticalmente la pirámide social. Esta última cuestión nos conduce al tema de las
falsificaciones. 5
Las nuevas tecnologías las permiten y facilitan. El consumo exclusivo ha cedido al
masivo. Durante los primeros 90, China y los países del Sudeste Asiático se convirtieron en
el paraíso de las adulteraciones, complicando enormemente el negocio de las grandes
firmas que debieron responder al nuevo desafío global. A tales efectos, optaron por acordar
con los falsificadores su porción del mercado asociándolos a su negocio, habida cuenta de
que la ilusión de adquirir motivo que los consumidores de origen popular no tengan
demasiados escrúpulos en comprar un producto consabidamente adulterado, pero a menor
precio. El negocio se refino hasta el punto que una misma planta puede producir
simultáneamente un producto de primera calidad y otro falsificado. Como casi nunca una
“marca” domina monopólicamente el mercado aparece el fenómeno de las segundas y
terceras marcas del mismo producto. La expansión planetaria y fragmentada del nuevo
capitalismo triunfante tras el fin de la Guerra Fría, permitió, asimismo, un proceso de
deslocalización tanto de la producción como de los servicios. En todo el planeta, se
difundieron, entonces, circuitos clandestinos, generalmente inscriptos en el interior de los
propios sectores excluidos en función de su demanda; aunque estos, en modo alguno, se
circunscribieran a producir bienes para ellos. No obstante, en su interior se suele operar una
explotación de los excluidos entre si, aun mas brutal que aquella procedente de los sectores
propietarios, por decirlo en términos clásicos. La velocidad del nuevo capitalismo de
movilizar factores de producción de un sitio a otra ha motivado la creciente inhibición de
los Estados de ponerle límites a estas modalidades de explotación.
Algunos intelectuales quisieron ver en el nuevo fenómeno y en este último factor una
oportunidad para intentar el impulso de nuevas modalidades de resistencia al capitalismo
mediante la configuración de contrapoderes asentados en la homogeneidad social de sus
actores. Para estos pensadores, la inhibición estatal, incluso, podía, llegar a significar una
ventaja promoviendo experiencias de gestión de “encomias sociales autónomas”. 6 Sin
embargo, estas supuestas “estrategias desmercantilizadas de subsistencia de base
organizacional”, lejos reforzar la solidaridad y la reciprocidad, generando nuevas formas
de “ser social” por afuera de la economía capitalista extensibles al plano político, no han
podido sortear ni la marginalidad, ni la circunscripción localizada, ni la segmentación
política. Muy por el contrario, a la citada explotación endógena de pobres sobre pobres se
le suma la cooptación por los poderes políticos establecidos, y su enfrentamiento gregario
5
Ver Castel, Robert; La metamorfosis de la cuestión social. Buenos Aires. Edit. Paidos, 1997.
Ver Coraggio, José Luis; Economía popular y políticas sociales. El papel de las ONG. Quito.
Instituto Fronesis, 1994; Danani, C. (comp.) Política social y economía social. Debates fundamentales.
Buenos Aires. Altamira, 2004; entre otros.
6
12
en procura del acceso a programas focalizados, o a la defensa de determinados mercados
por vías compulsivas fuertemente determinadas por las tradiciones culturales de los grupos
en pugna, reforzados por su creciente aislamiento. La mentada “economía social”,
entonces, lejos de ser un camino de retorno a la inclusión al trabajo asalariado y a las
posibilidades de ascenso ha consagrado un “statu quo” de grupos que luchan
defensivamente por la subsistencia; cuestión que, al cabo, tiende a legitimar, e incluso hasta
institucionalizar, el derecho al trabajo precario que mantiene a sus agentes en la pobreza
marginal. 7 Los poderes públicos, entonces, reconocen su derecho a existir y a negociar
corporativamente sus reclamos reivindicativos que terminan reafirmando su cooptación,
reclusión; y, finalmente, su confinamiento. Surgen así, por último, nuevas formas de
ciudadanía en desmedro de los antiguos derechos universales más bien orientados a
legitimar meramente su subsistencia. Las formulas de reproducción de las estrategias de la
marginalidad habrían de adquirir, no obstante, configuraciones múltiples, superpuestas, y
no incompatibles entre si ni respecto de las actividades formales. La Salada aporta sobradas
pruebas al respecto. 8
Los circuitos clandestinos de producción y comercialización generan movimientos
demográficos cuya intensidad es correlativa a la velocidad inducida por las nuevas
tecnologías. Así, aparecen trabajadores polacos en la Apulia italiana que compiten con los
marroquíes en la recolección de hortalizas, las maquiladoras mexicanas, y el envasado de
pimpollos en Colombia. En America latina, cientos de miles de emigrantes cruzan las
fronteras e ingresan en países limítrofes. Los principales polos de atracción de esas
corrientes son la Argentina, Brasil, Venezuela, y Costa Rica; países que ofrecen mayores
posibilidades de supervivencia que los suyos de origen, y la posibilidad de mejorar su
acceso a los servicios básicos; e incluso, intentar ahorrar para enviar dinero a sus familias.
Mientras que mexicanos, caribeños y colombianos optan preferentemente por España, el
resto de Europa y los Estados Unidos; bolivianos, peruanos, ecuatorianos y paraguayos
prefieren a la Argentina, Brasil, o Venezuela. 9 Una buena parte del trabajo informal se
inscribe, entonces, en un sistema de producción oculto basado en el tráfico de personas
indocumentadas reducidas a servidumbre o a una nueva esclavitud. En la Argentina, uno de
los países de America Latina que atrae mayores contingentes de mano de obra inmigratoria
desde sus naciones limítrofes -y aun de otros mas lejanos- cientos de miles de personas
7
Tal marginalidad política y económica ha tendido a configurar una suerte de confinamiento cuyos
rasgos son bien visibles en el fenómeno bajo análisis, tales como: 1) el alejamiento de la estructura social del
trabajo formal y de las redes de libre asociación (partidos, sindicatos, etc.); 2) el creciente autoaislamiento
frente a los demás grupos de la estructura social; 3) el refuerzo de lazos familiares y comunitarios en los que
arraigan valores culturales, en algunos casos, ancestrales; y 4) una subordinación directa respecto de
programas públicos , privados o filantrópicos a cargo de gobiernos, grupos políticos, o de las denominadas
asociaciones sociales y religiosas “sin fines de lucro” (ONGs). Ver Salvia, Agustín y Chávez Molina,
Eduardo; Introducción, y Salvia, Agustin; Consideraciones sobre la transición a la modernidad, la exclusión
social y la marginalidad económica. Un campo abierto a la investigación social y al debate político. En Salvia,
Agustín, y Chavez Molina, Eduardo (comp.), Sombras de una marginalidad fragmentada. Aproximaciones a
la metamorfosis de los sectores populares de la Argentina. Buenos Aires. Miño y Dávila Editores, 2007.
8
Ver Salvia, Agustín; Crisis del empleo y nueva marginalidad: el papel de las economías de la
pobreza en tiempos de cambio social. En Malimacci y Salvia (2005); Op. Cit.
9
En la Argentina se calcula que podrían estar residiendo tres millones de ciudadanos extranjeros
procedentes de la región, cientos de miles de los cuales estarían indocumentados. Unos cinco mil bolivianos
estarían trabajando en condiciones de explotación extrema, a los que deben sumárseles once mil en
condiciones laborales irregulares como el trabajo en negro.
13
trabajan en distintas actividades, como la horticultura en los partidos del norte de la
Provincia de Buenos Aires o en la costa de Quilmes en el Conurbano; el fileteado de
pescado en Mar del Plata, la construcción y el transporte en los grandes centros urbanos; y
la confección de textiles y calzado. La Salada configura tal vez el epicentro principal de
esta última actividad. 10
Llegados a este punto es necesario conjugar las condiciones históricas generales con las
mas estrictamente locales. Desde fines de los años 70, la modalidad argentina de ingreso al
posindustrialismo determino la desaparición de múltiples sectores industriales que se
venían desarrollando desde principios de siglo; sobre todo al calor de las condiciones
ofrecidas por las políticas proteccionistas comenzadas, de hecho, como respuesta a los
efectos de la Gran Depresión de 1930. Una de las ramas mas tempranamente afectadas fue
la textil. Desde entonces, desaparecieron grandes fábricas como Grafa, Sudamtex,
Campomar, entre muchas otras cuyas plantas se convirtieron en galpones abandonados;
luego reciclados como supermercados o paseos de compra. 11 Durante los 90, la
desocupación se quintuplico; y en los dos mil, luego de la devaluación monetaria que acabo
de un solo golpe con la Convertibilidad, el trabajo “en negro” llego a alcanzar cifras
cercanas al 50% de la masa laboral. Fue en esas condiciones que abrevaron los sistemas
clandestinos de supervivencia de los sectores excluidos que vinieron a reemplazar las
modalidades locales del capitalismo industrial. Algunos de estos múltiples circuitos
laborales, sin embargo, resultan funcionales y hasta utilizables por la sociedad inclusiva,
como lo hemos señalado en líneas anteriores. Es el caso de plantas o de conjuntos
organizados que producen al mismo tiempo para grupos sociales incluidos o excluidos.
Curiosamente, este ultimo sector seria el menos opresivo respecto de la explotación de la
mano de obra. Pero también existen otros insertos en el interior de la propia marginalidad
que definen sus propias reglas sobre la base de los citados valores culturales; y extreman la
explotación se pobres sobre pobres. Sus expresiones son múltiples: desde las
organizaciones religiosas hasta las grandes bailantas –en donde se incubaron fenómenos
como la “cumbia villera”-; las bandas locales e internacionales dedicadas al trafico de
drogas y la prostitución; el cartonerismo; y los talleres textiles. Una vez mas, La Salada
expresa a buena parte de estos circuitos; particularmente a este ultimo. Confluyen allí las
tres modalidades básicas de trabajo ilegal: la neoesclavitud o neoservidumbre; el trabajo
domiciliario en villas o barrios humildes a cargo de mujeres; y los pequeños talleres “en
negro”. Si bien estos últimos describen las formas mas benévolas de explotación
cabalgando entre las actividades legales y las ilegales –y por ello mas próximas a las
grandes marcas- estas no dejan de inscribirse en las demás, debido a que sus proveedores
inmediatos si bien les ofrecen facturas en regla, prefieren desconocer el origen en los que
estos tercializan la producción. Veamos, entonces, los distintos actores que participan en la
nueva producción textil argentina que confluye en La Salada.
1) El trabajo domiciliario
10
Ver Grimson, Alejandro y Jelin, Elizabeth; Migraciones regionales hacia la Argentina. Diferencia,
desigualdad y derechos. Buenos Aires. Edit. Prometeo, 2006.
11
Ver Schvarzer, Jorge; Implantación de un modelo económico. La experiencia argentina entre 1975 y
2000. Buenos Aires.A-Z Editores, 1998.
14
Este régimen probablemente constituya la actividad central del “Hinterland” del circuito
saladeño en los barrios interiores de Ing. Budge; aunque tampoco se reduce exclusivamente
a ellos, extendiéndose al resto del Gran Buenos Aires, sobre todo en su zona sur, y en los
barrios meridionales de la Capital Federal. Se trata de un circuito cuyos protagonistas son
mujeres que, en el curso de las ultimas décadas , y al compás de la reconversión o quiebre
de diversas fábricas textiles adquirieron, luego de quedar desempleadas –a veces en esas
mismas firmas- las maquinas que estas liquidaban a precios accesibles.12 Estas operaciones,
asimismo, están involucradas en otros circuitos de la economía informal de la pobreza
como los mecanismos de financiamiento; casi siempre a cargo de jefes barriales, punteros,
o referentes del trafico de estupefacientes; aunque también de cooperativas barrial eso de
subsidios estatales tramitados en las diferentes esferas jurisdiccionales de gobierno por
vecinos influyentes.
Estas mujeres instalaron en sus casa maquinas como las “overlocks”, “rectas” o
“collaretas”. 13 Resulta bastante frecuente que, luego, aquellos que ofrecían el dinero para la
compra de las maquinas operen como oferentes, o bien como intermediarios de oferentes de
individuos que, en autos o camionetas, les llevaran las telas ya cortadas. Como se trata de
una actividad regida por códigos secretos la mayoría de las veces estas mujeres no conocen
el nombre de sus proveedores que, les exigen la entrega del trabajo a cortísimos plazos.
Ello las lleva a trabajar a destajo hasta dieciocho horas diarias, recibiendo por cada prenda
confeccionada una remuneración irrisoria. Estas costureras, al ser propietarias o cuasi
propietarias de las maquinas deben hacerse cargo de su reparación, y de las compras de sus
insumos. 14 Casi siempre trabajan en familia, distribuyéndose las labores entre madres,
hijas, cuñadas suegras y vecinas configurándose redes barriales a veces. Las condiciones de
este trabajo son sumamente insalubres debido a las largas horas inclinadas sobre las
maquinas que les produce deformaciones en la columna vertebral, los problemas
respiratorios generados por la aspiración del polvillo que desprenden las telas y la fatiga
visual. Su falta de cobertura social se halla levemente compensada por el favor de los
punteros o referentes políticos asociados al negocio que determinan su acceso privilegiado
a subsidios en comida, medicamentos, lentes, o los propios insumos de las maquinas
provistos por distintos planes focalizados. La obvia ilegalidad de este trabajo esta planteada
por la Ley N° 12713 de Trabajo Domiciliario promulgada en 1941 para combatir el trabajo
“a facon” de la producción textil que emergió al calor del cierre inducido por la crisis de
1930. 15 Esta legislación obliga a talleristas y contratistas a pagar salarios y beneficios
sociales que los proveedores evaden amparados por sus contactos políticos.
2) Los pequeños talleres informales con trabajo “en negro”
Estas plantas, que a veces ofrecen la venta de su producción directa al público, poseen
un tamaño más extenso. En efecto, pueden contar con hasta con veinte maquinas operadas
12
Ver “El sector textil y de indumentaria desde la perspectiva de género”. Buenos Aires. Documento
de la Fundación “El Otro”, 2008.
13
Mientras que las “overlock” cosen en zigzag, las “rectas” lo hacen en linea recta; y las “collaretas”
sirven para hacer cuellos.
14
Ver Ardanaz, Victoria; Precarización Laboral y marginación: el caso de los talleres domésticos de
conducción femenina en el Gran Buenos Aires. En Malimacci y Salvia (2005); Op. Cit.
15
Ver “Quien es quien en la cadena de valor de la industria textil”. Buenos Aires. Documento de la
Fundación “El Otro”, 2008.
15
por trabajadores irregulares. Sus propietarios suelen ser antiguos empresarios de clase
media venidos a menos, muchos de los cuales se asociaron entre si a los efectos de
viabilizar sus producciones, sobre todo a partir de las nuevas condiciones socioeconómicas
operas por el régimen cambiario devenido de la devaluación masiva en 2002. Dispersos en
todo el Gran Buenos Aires, sobre todo en sus antiguas zonas industriales, ocupan una
mano de obra “en negro”, mayormente, de origen local –aunque también pueden haber
extranjeros, casi siempre bolivianos- constituía mayormente por individuos jóvenes
capacitados para la costura que cobran por hora de trabajo; pero que, a diferencia del caso
anterior, no aportan su capital y operan en condiciones de mayor salubridad. En muchos de
estos talleres los propietarios imponen las clásicas condiciones paternalistas en sustitución
de la legislación formal. 16
Estos empresarios muchas veces se dispersan en varias plantas, a veces participando como
proveedores de talleres domiciliarios; y en algunos casos, asociándose con costureros que
explotan su fuerza de trabajo en condiciones neoserviles. Ello se debe, en parte, a que en las
nuevas condiciones tecnológicas y de mercado, la producción se halla atomizada; con lo
que algunos talleres se especializan en el estampado; otros en pegar botones; y otros en la
confección de cuellos. El régimen se torna muy complejo porque los fabricantes pueden
ofrecer sus prendas directamente a los comercios minoristas, o bien a proveedores que les
entregan a estos últimos facturas reglamentarias pero que ocultan la subcontratación “en
negro”. Esta producción responde, entonces, a las nuevas reglas globales que reorganizan la
producción de manera descentralizada y flexibilizada mediante los regimenes de
subcontrataciones.
El radio de estos proveedores del complejo de La Salada va mas allá de los barrios
periféricos de Ing. Budge, extendiéndose al resto del Gran Buenos Aires. En muchos casos,
junto con las demás variantes de explotación son tributarios de grandes firmas que
tercializan de diversa manera la confección de marcas exclusivas. De acuerdo a los criterios
de las asociaciones antes señaladas, las primeras firmas suelen asistir a algunos de estos
talleristas o costureros mediante créditos para la compra de maquinas. Algunas de estas
plantas, incluso, han sido compradas por las marcas líderes. Aun así, estas prefieren operar
mediante firmas medianas o pequeñas. La competitividad de algunos talleres respecto de
aquellos mas vinculados con las firmas líderes determina formas de presión consistentes en
el auspicio de denuncias luego plasmadas en operativos, en los que participan abogados de
estas. Las prácticas facciosas que involucran a empresas, contratistas, policías, fiscales,
jueces y políticos se extendieron, entonces, a las diferentes variantes de la producción
textil. Sin embargo, estas son as flagrantes en el caso de los talleres neoserviles cuya
dinámica describiremos a continuación.
3) Los talleres neoserviles
Una parte sustancial del trabajo informal tiene lugar en un sistema de producción oculto
fundado en el tráfico de personas indocumentadas procedentes de los países limítrofes en
relación de servidumbre que permanecen durante meses prácticamente “atados” a las
máquinas. Algunos cálculos estiman que este sector puede abarcar entre veinte mil y
cincuenta mil personas solo en el Gran Buenos Aires distribuidos en unos diez mil talleres
16
Ver Chávez Molina; Eduardo; Trayectorias laborales y encadenamientos productivos: los talleres
textiles de confección. En Malimacci y Salvia (2005): Op. Cit.
16
en todo el país. 17 Constituyen el cincuenta por ciento de todos los trabajadores ocupados en
la nueva cadena textil. Este se sustancia el locales herméticamente cerrados a los efectos de
ocultar el tipo de explotación que se desarrolla en su interior. Los más grandes pueden
llegar a ocupar hasta cien personas, muchas de las cuales son familias enteras, incluyendo a
sus hijos menores de edad; aunque también hay casos de hombres y mujeres solas o
mujeres con sus hijos que permanecen encerrados en estrechas habitaciones todo el dia.
Los locales se dividen entre un área estrictamente laboral en donde se ubican las maquinas,
y habitaciones contiguas o en pisos superiores en los que pueden llegar a dormir hasta
veinte trabajadores apilados en camas marineras de tres pisos. Generalmente solo existe un
baño para compartir entre todos -hombres, mujeres y niños- que suele reducirse a una sucia
letrina.
Estos trabajadores son alimentados por los propios talleristas con arreglo a regimenes
diferentes; pero, en general, su dieta consiste en un frugal desayuno de café ligero o leche
chocolatada y un pan; almuerzos y cenas de sopas de arroz con una papa, alguna ensalada,
y, eventualmente, alguna porción de carne asada o al horno y algunas milanesas. Muchos
talleres pueden estar controlados por cámaras televisivas las veinticuatro horas del día. No
se les permite salir sino solo una vez por semana, e incluso, deben hacerlo acompañados
por los talleristas o sus esposas quienes los vigilan estrictamente a los efectos de evitar
fugas. El pago es por prenda y no por oficio, como lo establece el convenio; y se efectual
tanto mediante salarios exiguos que no alcanzan casi nunca los quinientos pesos, o vales
que solo pueden utilizar los fines de semana en negocios vinculados a los costureros. Las
sumas suelen ser aun más reducidas debido a que durante los primeros meses, suelen
descontárseles los costos de traslado –pasajes, trámites aduaneros, comisiones pagadas en
los puestos fronterizos a efectivos de la Gendarmería; o en las provincias a las policías,
respectivas concupiscentes, no obstante, con los tratantes-. La imprecisión de las
remuneraciones determina frecuentes deudas de los talleristas con sus trabajadores que
estos casi nunca pagan debido a ser despedidos, a lo sumo, en plazos medianos de manera
de contar con una mano de obra vulnerable en permanente proceso de rotación y
circulación. Esta es proporcional a la inmigración procedente de los países limítrofes; en
especial de Bolivia y de Perú; aunque también se han registrado contingentes menores de
paraguayos, poco convenientes por ser menos dóciles y calificados que los del Altiplano.
Los contratos informales con estos trabajadores no quedan, obviamente, registrados;
con lo que solo es posible reconstruirlos merced a los testimonios de aquellos que pasaron
por esa experiencia, o bien por la documentación aportada por organizaciones mutuales que
procuran -casi siempre infructuosamente- ejercer sobre ellos algún tipo de representación
gremial. 18 En algunos talleres, los costureros –sobre todo aquellos que quieren saldar sus
deudas lo mas rápidamente posible para mejorar sus ingresos y enviarlos como remesas de
sus parientes- pueden trabajar hasta dieciocho horas diarias, descansando de tres a cuatro
horas a veces en colchones tendidos al lado de las maquinas. Algunos talleres reclutan
familias enteras con el propósito de explotar a los niños. También se registran casos de
17
Ver “Quien es quien…”, Fund. “El Otro”, Op. Cit.
En procura de limitar y hasta cierto punto controlar estos tipos de explotacion laboral han aparecido
diversas entidades como la “Fundación Alameda contra el trabajo esclavo. Asamblea popular y comedor
comunitario” liderada por Gustavo Vera; la “Fundación “El Otro””, varios de cuyos trabajos han sido
consultados para la realización de este informe; la Cámara Única de Trabajadores de Indumentaria, que
nuclear a doscientos talleristas que poseen a sus trabajadores en regla y que presionan por que no se derogue
la Ley N° 12713; y la Unión de Costureros de Buenos Aires.
18
17
contrataciones de adolescentes entre los doce y los diecisiete años entregados por sus
propias madres a los talleristas para que trabajen en condicio0n de pupilos de lunes a
viernes. Luego de no mas de seis meses, la mayoría de estos trabajadores suelen ser
despedidos; y con la plusvalía adicional de beneficios de sus deudas impagas, algunos
costureros compran nuevas maquinas; se diversifican hacia otras etapas de la producción; y
eventualmente, instalan nuevos talleres. Pero, como se vera mas adelante, muchos de ellos
no son propietarios puros sino socios menores; y, a veces, hasta meros empleados
intermediarios también contratados por otros empresarios del complejo entramado de la
nueva cadena textil. La insalubridad en estas barracas determina casos frecuentes de de
anemia o de tuberculosis. Las muertes en el ejercicio del trabajo son frecuentes; pero los
talleristas y sus socios empresarios y estatales suelen ocultar muy bien las razones
profundas. A las pésimas condiciones laborales se les suma un clima de presión e
intimidación abusando de la vulnerabilidad de personas casi siempre indocumentadas a los
que se las amenaza con la deportación, su eventual entrega a las autoridades policiales por
ilegales, e incluso a represalias a sus parientes en Bolivia, habida cuenta que los talleristas
suelen ser también inmigrantes próximos a sus redes de pertenencia.
Si bien los talleres se hallan extendidos en buena parte de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires y del Conurbano hay zonas en las que se hallan espacialmente mas concentradas. En
la Capital, son los barrios del sur, tradicionalmente asociados con una pobreza cuya
marginalidad no ha hecho más que crecer durante los últimos treinta años. Por ello,
abundan en casas particulares distribuidas en Flores, Floresta, Bajo Flores, Pompeya,
Mataderos, Barracas, Villa Soldati, Villa Lugano; aunque también en Once, Constitución,
Villa Crespo, Caballito y La Paternal. Uno de los centros mas densos de los inmigrantes
bolivianos debido a que allí son virtualmente depositados por un tipo de tratatantes
paisanos que les alquilan precarias viviendas en la Villa 1-11-14 del Bajo Flores. 19 Se trata
de un tipo específico de trata que abordaremos mas adelante. Los trabajadores, luego, se
ofrecen en una de las plazas del asentamiento para ser contratados en diversos oficios como
obreros de la construcción, eventualmente plomeros y electricistas, o cualquier otro oficio;
aunque los mas demandados son los costureros, luego incorporados a una densa red de los
mil seiscientos talleres clandestinos distribuidos en los barrios capitalinos y suburbanos.
En el Gran Buenos Aires, abundan en Ing. Budge -aunque de manera menos intensa que los
talleres domiciliarios de mujeres “a facon”-; en Florencio Varela, Janus y Avellaneda. En
su gran mayoría son tributarios de La Salada.
En torno de la identidad social de los talleristas se trata, en su mayoría, de individuos o
familias de nacionalidad boliviana; aunque también se registran algunos casos de coreanos,
aun de peruanos. Muchos bolivianos no son sino exponentes de un paradojal proceso de
movilidad social por el que habiendo comenzado como trabajadores serviles, luego
ascienden mediante la inversión de sus ahorros en la compra de máquinas; aunque, de todos
modos, esos casos, en su mayoría proceden de un rendimiento destacado debidamente
informado por talleristas a sus verdaderos jefes que son aquellas empresas mas grandes que,
a su vez, los contratan a ellos como nuevos intermediarios. 20 De todos modos, esta
19
Ver Cravino, María Esther; Las villas de la ciudad. Mercado e informalidad urbana. Buenos Aires.
UNGS, 2006.
20
Un caso resonante que puso de manifiesto públicamente los contornos de este sector de la economía
informal fue el accidente ocurrido el 30 de marzo de 2006 en un taller localizado en la calle Luis Viale 1269
del barrio porteño de Caballito. Su incendio motivó la muerte de seis de de sus sesenta y cuatro trabajadores
indocumentados; cuatro de los cuales eran menores de edad, todos de nacionalidad boliviana. La fabrica era
18
situación es solo una de las múltiples que configuran el mundo de los “costureros jefes”,
por asi llamarlos. En ese sentido, los hay mas o menos independientes , propietarios de sus
maquinas; otros asociados de manera directa respecto de otras capas superiores de la
cadena textil; y , por ultimo, meros intermediarios tan a sueldo como sus trabajadores que,
habiendo comenzado como ellos -al menos algunos- se hallan mejor remunerados. Los mas
autónomos pueden, incluso proceder a la venta directa al menos de una parte de su
producción en puestos en La Salada; sobre todo, en la denominada “Feria de la Ribera” o
“boliviana” que es la mas informal, y la que vende en mayor medida este tipo de producto.
Los mas prósperos o eficientes, según su grado de dependencia, pueden poseer o regentear
hasta varios talleres; cada uno de ellos, especializados en distintas etapas del proceso de
manufacturado, llegando, no pocos a toda la confección; e incluso a su embolsado. Estos
son los que suelen tener puestos de venta directa en La Salada o en las “Saladitas”; en
donde atienden directamente a la clientela a través de parientes o miembros de su red
social de pertenencia. 21
Estos talleres suelen estar próximos entre si; pero deben ser lo suficientemente precarios
como para su inmediato traslado ante requisas policiales o administrativas que, en el caso
de la Capital Federal, son mas asiduas que en el Gran Buenos Aires; aunque casi siempre
inducidas por competidores que procuran absolverlos en su red en detrimento de su
autonomía o de su compromiso con otro complejo industrial-comercial. Durante los últimos
años y debido menos a la mayor eficiencia de la acción estatal que a estas maniobras,
varios cientos de talleres se han trasladado definitivamente al Gran Buenos Aires,
generando en la periferia de La Salada, en Ing. Budge, una congestión que constituye uno
de los impulsos –aunque no el único- de las ocupaciones territoriales masivas en zonas
aledañas como las de 2008. En todos los casos, los talleristas no son si no directa,
indirectamente meros intermediarios de empresas de mayor envergadura, algunas de las
cuales ni siquiera tienen inserción directa en la producción, con lo que se reducen a
“marcas” que distribuyen la producción en locales mayoristas ubicados en La Salada o en
otros centros importantes de acopio como los de Avenida Avellaneda en el barrio de Flores
o el tradicional del Once. Otras, en cambio, como ya se lo señalara, poseen una presencia
mas incisiva en el proceso productivo, siendo los propietarios de las maquinas. Ello es
dable de observar en los talleres más extensos dotados de varias; aunque, aun así, su
tamaño no va más allá de cierto límite por las obvias razones logísticas citadas. De ahí que
aquello de “ropa falsificada” si bien es un fenómeno tangible debe ser reformulado y
debidamente reevaluado. Hay, en efecto, talleristas bolivianos –sobre todo los mas
autónomos- mas especializados en el “truchaje” que se comercializa en La Salada y en sus
ferias tributarias, pero muchas veces, estos no son sino versiones económicas de grandes
marcas que producen artículos de mayor calidad en los mismos talleres, o bien que suman
a la cadena un eslabón mas consistente en la inscripción de la marca. También vale aclarar
una diferencia: a veces en un taller se puede imprimir a prendas de la misma calidad la
misma marca, aunque las mas fidedignas son vendidas en los sectores medios y altos en los
propiedad de Jaime Geiler y Daniel Fischberg quienes la subalquilaban a Juan Manuel Correa, de
nacionalidad argentino, quien, a su vez, subcontrataron como costurero jefe al boliviano Sillerico.
21
Ver “Donde están y como funcionan los talleres de costura clandestinos”. Buenos Aires.
Cooperativa “La Alameda” y Unión de Trabajadores Costureros, abril de 2006. Este documento fue entregado
por los representantes de estas instituciones al Departamento de Asistencia a la Víctima de la Procuración
General de la Nación, y al Ministerio de Desarrollo Social y Derechos Humanos del Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
19
grandes shopping, mientras que otros sellos que lo son menos venden su producto de la
misma calidad a precios ostensiblemente menores en La Salada a consumidores populares o
de clase media baja. La diferencia, entonces, solo estriba en la presencia o no de la marca –
colocada también en talleres especializados- o en la diferente calidad. Llegados a este
punto, es menester incursionar en el aspecto más oscuro de este sector de la cadena textil: la
trata de personas.
La trata de inmigrantes bolivianos
Existen, en ese sentido, modalidades tan diversas como en el propio proceso productivo
con lo que solo procuraremos describir someramente las mas clásicas; aunque advirtiendo
que no son las únicas; y que, asimismo, pueden estar asociadas a otras formas de ilegalidad
como la prostitución y el tráfico de drogas. La mayor parte de los inmigrantes proceden del
sur de Bolivia, en donde son captados mediante avisos publicitarios en medios de escala
local que pueden ser programas de radio, o pedidos en periódicos o en tiendas y almacenes.
Ocurre que muchas veces los tratantes reclutan la mano de obra en su propia red social
cuyos miembros llegan a competir por ser trasladados a Buenos Aires o a otros puntos de
este país debido al imaginario de prosperidad y de posibilidades de ascenso que este
suscita. En estos últimos casos, el reclutamiento suele formularse a través de
“radiopasillos” o de información “boca a boca” en aldeas y pueblos mediante diferentes
contactos. La figura del “pariente emisario”, en ese sentido, resulta crucial; sobre todo en
comunidades rurales o semirurales en las que ni siquiera se habla el idioma español sino el
aymara y el quechua. 22
Aquellos finalmente escogidos son cargados en precarios micros o camiones que los
transportan hasta la frontera cuyo paso constituye la etapa más crucial de la trata debido a
que los referentes deben tener buenos contactos con las gendarmerías de ambos países a
través del pago de comisiones. A veces, cuando su capitalización y experiencia es menor, o
a los efectos de disminuir costos, los trabajadores son cruzados clandestinamente por
inhóspitos caminos de frontera, solo reconocidos por los vaqueanos; o bien escondidos en
vehículos de carga. Luego, se los suele alojar en albergues destinados a ellos en Jujuy, Salta
o Tucumán, previo embarque en micros pertenecientes, casi siempre a dos empresas:
“Flechabus” y “Potosí”. El siguiente desafío son lo sucesivos puestos policiales camineros
en el camino a Buenos Aires para aquellos que aspiran a que se les asigne ese destino, que
son la mayoría. Como se trata de contingentes indocumentados, los tratantes deben realizar
allí nuevos aportes.
Estos suelen ser personas emparentadas a los talleristas que, de esa manera, contratan su
fuerza de trabajo directamente en sus pueblos o en áreas cercanas. A los trabajadores se los
provee de documentación falsificada o se les exige el pago del pasaje que luego se les
descuenta de su trabajo en los talleres. A veces, incluso, le entregan el dinero para pagar el
boleto o los traites en Migraciones. Por cierto que al momento de ser elegidos se les
asegura que la empresa se habrá de hacer cargo de todos los costos; pero luego, este
compromiso es abiertamente burlado siendo, casi siempre, tolerado por victimas sumisas
acostumbradas a obedecer criterios de autoridad muy rigurosos en sus propias aldeas; y
que, por lo tanto, reconocen de antemano esta regla de juego con una actitud ciertamente
fatalista aspirando a compensarlo con creces merced al ascenso al que aspiran en la “ciudad
22
Ver Grimson y Jelín, (2006); Op. Cit.
20
luz”. Mientras que, a veces, el tráfico es encarado por los mismos talleristas; otras veces,
estos contratan los servicios de tratantes más especializados que distribuyen contingentes
más vastos en diferentes economías regionales argentinas y en otras actividades como la
construcción, o la prostitución lisa y llana de mujeres jóvenes y bien parecidas. Estos,
incluso, pueden brindar alojamiento provisorio a los inmigrantes en villas o asentamientos
con grandes colonias de peruanos y bolivianos como la citada 1-11-14, o los asentamientos
de la cuenca del Rio Matanza-Riachuelo en Lomas de Zamora detrás de La Salada –que,
significativamente, se han extendido de manera kilométrica durante los últimos años- , y
aun en otras villas del Gran Buenos Aires y la Capital. Una vez allí, este sector de
inmigrantes “se la tienen que arreglar solos” ofreciéndose en grandes concentraciones
matinales como la plaza principal de la 1-11-14, o la intersecciones de las avenidas Cobo y
Curapaligüe, o de Olimpo y 9 de julio en los barrios de Floresta en Ing. Budge
respectivamente. Acuden allí a diario cientos de trabajadores que aspiran a ser conchabados
por ser recién llegados, o por haber sido despedidos por los talleristas luego de
“contrataciones” que, como ya se lo señalara, no trascienden los seis meses de duración.
Estas reglas de juego semiserviles y esclavistas suelen ser aceptadas por considerarlas el
precio natural de su “derecho de piso” al punto que solo una minoría denuncia las
condiciones infrahumanas de los talleres en las citadas instituciones mutuales. Muchos,
aspiran –y algunos lo logran- a convertirse en talleristas o tratantes como vía de ascenso;
aunque esta suele estar también garantizada por otras actividades legales o ilegales como la
horticultura, la construcción, o el trafico de drogas; asociándose, en principio, como
subordinados de traficantes consolidados. En el caso de esta ultima actividad, el “cursus
honorum” comienza con la labor de la “transa” domiciliaria en la que suele participar toda
la familia; ascendiendo, luego, sucesivos escalones y llegando, en algunos casos -cuando
logran sobrevivir- a ser jefes. De todos modos, en el conjunto de inmigrantes del Altiplano
extranjero estos constituyen una ínfima minoría. Otra curiosidad es que su disposición al
trabajo ímprobo determina que sus objetivos de ascenso se cumplan en muchísimos casos,
desempeñándose en distintas actividades como la venta de comidas regionales típicas, o la
citada horticultura en donde registran una presencia muy concentrada en quintas del norte
bonaerense o del este de la zona sur del Conurbano como Quilmes, Berazategui o
Florencio Varela. Pero de lograr sus aspiraciones se yergue sobre ellos un nuevo peligro:
pasan a ser objeto de los ataques extorsivos de mafias locales que los convierten en sus
victimas dilectas debido a una mansedumbre bien distinta respecto de otras comunidades
mas aguerridas, pese a estar mas informalmente reorganizadas como la paraguaya. Otros,
sin embargo, fracasan e sus metas; aunque, aun así, prefieren radicarse en villas y
asentamientos locales que a retornar a sus paises, desempeñandose en actividades
marginales como el cartonerismo.
III. LA SALADA POLITICA
Una última mirada del fenómeno de La Salada orientada a su dimensión política e
institucional, en la línea que aquello que en trabajos anteriores hemos dado en denominar
“política barrial”. Por cierto que La Salada es mucho mas que un barrio, en todo caso, se
parecería mas bien a un conjunto de barrios o de territorios en suspensión, vinculados entre
si por un pasado común, por una misma identidad; y por otras análogas. Sin embargo,
21
tampoco es un barrio en el sentido clásico de la palabra porque no ha generado una nueva
ciudad sino que el complejo comercial se ha superpuesto sobre la vieja de Ing. Budge; en
todo caso ampliándola y resignificandola funcionalmente. No obstante, los criterios de
autoridad esgrimidos allí por los “dueños de la situación” poseen un inequívoco parecido de
familia respecto de las jefaturas territoriales o barriales estudiadas en otros distritos
cercanos, induciéndonos a pensar que podrían responder a las mismas condiciones
históricas de repliegue y redefinición de las funciones del Estado en un contexto de
reconversión económica y de restructuración social. Precisamente por ello, debemos
abordar, como en los casos anteriores, con cierto cuidado el concepto de “territorio”,
porque si bien La Salada constituye uno, este posee características coincidentes pero
también discordantes respecto de aquellas territorialidades barriales de la pobreza. No
obstante, también podría tratarse de una variante compleja y yuxtapuesta respecto de un
mismo fenómeno de alcances más vastos. En todos los casos, la idea de “territorio” debe
ser considerada de manera menos taxativa apuntando mas bien a la de redes sociales; que
adquieren formatos territoriales mucho mas complejos que los sugeridos por un espacio
concreto con limites precisos, una identidad sociocultural, y una cierta institucionalidad
política preestatal o paraestatal.
Enumeremos, entonces, los tópicos habremos de abordar en torno de los aspectos
políticos del complejo, a saber: el papel de la urbanidad que representa inscripta en un
contexto liminar entre dos zonas cruciales del populoso Gran Buenos Aires y la Capital
Federal; los contornos complejos, pero aun así -al menos en algún nivel- precisos de una
institucionalidad articulada de diversas maneras respecto de los niveles jurisdiccionales
estatales aunque cada vez mas autónomo, al punto de ir cobrando ciertos aspectos cuasi
soberanos; el régimen de representación política de los distintos actores en este
involucrados y las consiguientes formas de ciudadanía que esta incuba y sugiere; y por
ultimo, las identidades que genera en aquellos que en él participan en el que confluyen
argentinos e inmigrantes. Empecemos, entonces, con lo aspectos urbanísticos.
Una urbanidad espontánea de la nueva pobreza
La Salada constituye un prototipito caso de lo que algunos autores han denominado, en el
contexto del post industrialismo, una “urbanidad espontánea” en la que las autoridades del
Estado han quedado al margen, inhibidas de afirmar su centralidad moderna. Sin entrar en
grandes disquisiciones teóricas, el complejo surgió en un contexto histórico de
reestructuración estatal, tanto a nivel nacional como comunal, en cuyos intersticios logro
abrirse paso ni siquiera como “ciudad emergente” sino superponiéndose a un conjunto de
barriadas previamente definidas por el común denominador de la pobreza y de la
exclusión. 23 En otras palabras, sus promotores lograron, a partir de la autoridad que les
confería su capacidad de aglutinar recursos de distintos intereses en un espacio diseñado
para otras finalidades, por entonces caducas, definir un territorio. Con el correr de los años,
este espacio físico, sin embargo, se convirtió en un ámbito de confluencia de diferentes
jurisdicciones superpuestas: a las locales –municipio, provincia y Nación- se le sumaron el
Consulado Boliviano y la Unión Europea; sin contar con la atención que el fenómeno
suscitó en las organizaciones multilaterales de crédito que hoy lo observan como un “caso
23
Ver Bergalli, Roberto y Rivera Beiras, Iñaki (coord.); Emergencias urbanas. Barcelona. Anthropos,
2006.
22
testigo” de la nueva informalidad de la economía planetarizada. La Salada, en ese sentido,
ha alterado, de hecho, las centralidades urbanas hasta entonces vigentes. 24 Inscripta en una
zona liminar entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Partido de Lomas de Zamora
ha desbordado los centros de ambas, como lo evoca el hecho de que su producto bruto
supera con creces al de toda la Capital Federal; y que allí se producen y comercializan
concentradamente bienes a precios imposibles en los mercados formales de las antiguas
zonas centrales. Asimismo, La Salada se reproduce de manera radial en enclaves
distribuidos en todo el territorio nacional; particularmente en los grandes centros urbanos
que, de esa manera, reeditan su condición primigenia de “zona franca” fáctica. Sus actores,
entonces, no reconocidos por la economía y la legislación formal, definen en torno de su
territorio una superposición de escalas: la local, la municipal, la nacional; y aun la
internacional, a la manera de un ámbito fuera de la soberanía del Estado. Espacialmente
hablando se trata, entonces, de un territorio “de hecho” en cuyo interior y radios de acción
se registra contractualidades económicas y políticas difusas; aunque tangiblemente
distantes respecto de aquellos definidos por la jurisdicción estatal. Estas, asimismo, no son
estáticas, y están en permanente reformulación en virtud de las trabajosas negociaciones
para garantizar su subsistencia con los poderes establecidos; aunque mientras tanto, en
complejo no hace más que fortalecerse a expensas de los anteriores. Así, la informalidad de
la nueva urbanidad va definiendo formas institucionales tacitas, pero cada vez mas
vigorosas y ajenas al Estado. Abordemos, a continuación, esta ultimas.
Una anarquía ficticia: la férrea disciplina de los caudillos “administradores”
Como en otros ámbitos de la nueva marginalidad emergente durante las últimas décadas,
desde las menos densas hasta las más complejas, la primera impresión que arroja la caótica
dinámica del complejo es una suerte de anarquía. Sin embargo, esta imagen es solo
aparencial ya que subyace, como en los casos anteriores, un orden indispensable para el
desarrollo de sus yuxtapuestas actividades. Poco visible, en principio, esta no tarda en
exhibir sus contornos ni bien el investigador se introduce en el tejido de sus relaciones
sociales. No estamos aun en condiciones de describir la red de relaciones entre referentes
locales y partidos políticos, policías, burocracias estatales, y poder judicial sino solo uy
superficialmente. Aun así, nos ha sido posible observar algunas regularidades. Disciplinar a
tres ferias semilegales, una abiertamente ilegal, y otras varias a mitad de camino entre uno
y otro estrato no es tarea sencilla por lo que se requiere de autoridades sólidas. Ello se
confirma en la necesidad de armar y desarmar los centros de venta dos veces por semana de
acuerdo a una regularidad cambiante en virtud de las estrategias que sus referentes deben
desplegar frente a los problemas generados por las presiones recurrentes de los distintos
poderes políticos formales. También se requiere una regulación minima de los micros y
transportes de corta, media y larga distancia que llegan desde los distintos puntos del país y
aun desde los limítrofes a efectuar compras al mayoreo.
24
Como testimonio elocuente de ello, Jorge Castillo, tal vez, su principal referente señalo ante una
requisitoria periodística: “Antes éramos los del fondo; hoy a Lomas de Zamora se entra por La Salada”. Esta
convicción ha motivado, durante los últimos años, presiones políticas para conquistar su autonomía respecto
del municipio lomense; un objetivo remoto al menos por ahora por la vasta red de intereses involucrados pero
no imposible a juzgar por su meteórica dinámica a lo largo de los últimos veinte años. Ver Clarín, “Complejo
La Salada: una inspección de madrugada”, 19/9/2003.
23
Pero la tarea mas delicada consiste en articular la afluencia de la producción de los
talleres, clandestinos o no, en donde se produce una porción sustancial de lo que en las
ferias se comercializa. En ese sentido, las ferias no constituyen un conjunto armonioso y
fraternal. Por el contrario se registran en el interior del complejo varios enfrentamientos
superpuestos; aunque el mas destacado es aquel que confronta a las tres “legales” con la
ribereña dominada casi homogéneamente por inmigrantes bolivianos. También existen
líneas de conflicto entre esta ultima y las de las calles perpendiculares a la avenida ribereña,
así como con los improvisados “paseos de compra” intermedios emprendidos por algunos
vecinos; y de todos ellos entre si. Pero también hay niveles de consenso primario pese a las
recurrentes explosiones de enfrentamientos violentos en los que no están ausentes
prejuicios xenofóbicos y étnicos. 25 . Estas dualidades, de todos modos, tienen mucho de
aparencial, porque a lo largo de los últimos años se ha consolidado un poder local que ,
tentacularmente, ha tendido a colocar “terminales” en los distintos ámbitos subalternos
contribuyendo a una creciente conciliación de intereses.. A ello, por ultimo, habrían que
añadir las relaciones entre las ferias y los poderes barriales locales y vecinos; así como con
las poderosas bandas de delincuentes que allí operan -y aun con otras menos gravitantes
pero no por ello menos- que pueden comprometer, por razones que veremos a continuación,
menos a la actividad interna que a la circulación de entrada, y sobre todo de salida del
complejo. 26
Tales tareas de disciplinamiento recaen en las figuras de los “administradores” de las tres
ferias centrales. De entre todos ellos, se destaca Jorge Castillo, de Punta Mogotes; seguido
por Enrique “Quique” Antequera en el caso de la, originalmente boliviana, Urkupiña.
Ambos son verdaderos caudillos dotados de un poder político reafirmado por su capacidad
de mediar exitosamente entre los distintos intereses que se congregan en el complejo. Con
el correr de los años, particularmente durante estos últimos, Castillo ha logrado imponer
una supremacía respecto de los demás, sustentada en su inequívoca habilidad política;
aunque requerida también por los requerimientos centralizadores de un polo cuya
complejidad no ha hecho mas que incrementarse. No es nuestra intención formular, por
ahora, una biografía exhaustiva de esta figura y de su trayectoria; aunque si enumerar
algunos datos relevantes a los fines de este trabajo a partir de diversos reportajes
periodísticos que le han realizado durante los últimos años.
Castillo, como su colega Antequera, conjugan sus funciones organizacionales de
“administradores” de sus respectivas ferias con otras empresariales y con sendas
militancias políticas. Por caso, el primero es un militante radical que ha participado con
listas propias en sucesivas líneas internas de su partido. Severo antimenemista y sumamente
crítico con las tradiciones políticas peronistas no deja de cultivar, menos por convicción
que por necesidad, fluidas relaciones con intendentes y políticos de esa extracción, y de las
más diversas extracciones. Zapatero de oficio, llego a montar, durante los 80, su propia
fábrica de calzado; pero quebró en los 90. Impactado por el éxito de la feria boliviana
primigenia, comandada durante su primera década por el “administrador” Gonzalo Rojas
Paz, se sumo a su cooperativa como puestero. Pero poco después dice haber comprado el
25
Allí confluyen, además de trabajadores bolivianos y paraguayos, otros peruanos, coreanos, y hasta
senegaleses.
26
Estos están facilitados porque el complejo da trabajo a, aproximadamente, seis mil familias. Por lo
demás, confluyen comprar durante cada dia de apertura aproximadamente veinte mil personas procedentes de
todo el país.
24
antiguo predio del balneario Punta Mogotes, montando su propia mutual a la que se
sumaron varios dueños de locales de la feria pionera, así como otros vecinos que devinieron
nuevos en “puesteros”. Desde entonces, siempre según su testimonio, se desempeña como
una suerte de “gestor de negocios” siendo solo propietario de su puesto original. 27 El
vertiginoso crecimiento de su feria -en principio, un precario predio a cielo abierto- suscito
la competencia tanto del centro matriz, Urkupiña, como la de aquella que la anticipo en
orden de aparición: Ocean. Pero, desde fines de los 90 sus grandes adversarios pasaron a
ser los bolivianos que se instalaron informalmente a la vera del camino de la ribera entre
este y el Riachuelo. Ya desde los 2000 -y pese a deber “pasar a la clandestinidad” en
repetidas circunstancias ante la requisitoria judicial por evasión impositiva y la venta de
productos falsificados, robados o contrabandeados- Castillo se fue convirtiendo en el
principal interlocutor de las autoridades municipales estableciendo un “puente de plata” con
los sucesivos intendentes comenzando por el legendario Juan Bruno Tavano, seguido por
los frepasistas Edgardo Di Dio y Héctor Mensi; y finalmente, por el ultraduhaldista, luego
reconvertido al kirchnerismo y recientemente renunciado Jorge Rossi desde 2003. 28
Antequera, en cambio, cultiva un perfil mas bajo, pero aun así muy activo en el orden
político de Ing. Budge milito sucesivamente en el menemismo, el duhaldismo –fue hombre
del ex presidente de la Cámara de Diputados provincial y uno de los principales referentes
peronistas de Lomas de Zamora, Osvaldo Mercuri- ; aunque en las ultimas elecciones
abrocho una alianza con la Coalición Cívica de Elisa Carrio; partido del que fue candidato a
septimo concejal. 29 Ascendió al cargo de “administrador” de la Urkupiña después de uno
de los recurrentes conflictos de las ferias entre si combinados con otros respecto de los
poderes políticos; un aspecto que insinúa el carácter oscuro de las relaciones políticas que
subyacen en torno al complejo. En noviembre de 2001, su “administrados” pionero, el
boliviano Gonzalo Rojas Paz, a diferencia de Castillo, no pudo sortear una orden de
detención por “asociación ilícita por contrabando y falsificación de arcas”. Once días más
tarde apareció ahorcado en su celda de la cárcel de Ezeiza.30 La conmoción que motivo este
trágico desenlace obligo a los puesteros bolivianos a una solución de compromiso con los
27
Por cierto que ello contrasta con el testimonio del ex subsecretario de Ingresos Públicos bonaerense
Santiago Montoya, quien en 2005 afirmo que Castillo facturaba $ 8.400.000 anuales.
28
Jorge Rossi renuncio a su cargo de intendente el 28 de octubre de 2009. Las razones de esa decisión
no fueron ajenas a La Salada. En efecto, el fallo del juez de Quilmes, Luis Armella, le impuso junto a su
colega de Lanus, Darío Díaz Pérez, al Secretario de Medio Ambiente, Homero Bibiloni, y al Administrador
de la Dirección de Vialidad Provincial una multa personal diaria de cinco millones de pesos por el
incumplimiento de las obras de saneamiento de la cuenca del Río Matanza-Riachuelo. Pero, asimismo, lo
intimo para que, a tales efectos, en treinta días desalojara la crucial Feria de la Ribera. El hecho genero
protestas de los feriantes tanto en Ing. Budge como en la plaza central de Lomas de Zamora en frente del
Palacio Municipal. El final es incierto, pero dados los antecedentes, todo hace pensar que se llegara a una
nueva “solución de compromiso”…Ver Diarios de la fecha, 28/10/09.
29
Su ultramenemismo lo convirtió en el protagonista de una gigantesca movilización hacia la quinta de
Don Torcuato en donde el ex presidente permaneció detenido durante algunos meses en 2001 montando allí
un campamento permanente para custodiar al líder peronista. Sorprendió tato por su capacidad de
movilización de miles de personas; así como por su vertiginosa reconversión, pocos meses después, al
duhaldismo a cuyo candidato a intendente, Jorge Rossi, apoyo abiertamente en las elecciones de 2003. En
relación a su último viraje, este explica las razones del ferviente y llamativo apoyo que le brindo al complejo
de La Salada el candidato a diputado nacional por la Capital Federal por la Alianza Cívica y Social Alfonso
de Prat Gay en vísperas de las últimas elecciones legislativas de junio de 2009.
30
Pagina 12; 19/12/2001.
25
demás referentes feriales, así como con el poder político, que convirtió a Antequera en su
sucesor.
Las tensiones internas: “legales internadas” e “ilegales callejeras” frente a un Estado
dividido
Desde entonces, sin embargo, Castillo emprendió su irrefrenable camino de ascenso
hasta convertirse en el líder indiscutido del complejo. No nos ha sido posible aun
reconstruir esas vicisitudes; pero tras la muerte del “administrador” boliviano, la Feria de la
Ribera quedo de hecho en manos de la Policía Federal que regulaba el tráfico de mercadería
desde el estratégico Puente de La Noria. El menguante poder político municipal intento, en
2002, asestarle un golpe definitivo montando un gigantesco operativo en el citado acceso
mediante el emplazamiento de más de quinientos efectivos de la Policía Bonaerense que
cortaron el puente y procedieron a requisar los cargamentos de textiles. Pero la muñeca
política del caudillo de Punta Mogotes lo torno contraproducente porque las Justicia
determino que al ser tan evidente la falsificación de los productos, no se efectuaba engaño
alguno a los consumidores por lo que se ordeno su inmediata devolución. Castillo invirtió
la estocada y logro, de un solo golpe, varios objetivos políticos simultáneos: por un lado,
doblego a Héctor Mensi, último intendente de la larga cadena de mandatarios comunales
del periodo de la Alianza; simultáneamente, se lanzo a la promoción de la instalación de
puestos en las calles adyacentes a los efectos de evitar el impacto de nuevos competidores.
Su red de alianzas se extendió a los punteros barriales periféricos; y por su intermedio, a las
bandas delictuales para, entre otras cosas, evitar los asaltos de los clientes a la salida del
complejo. Una vez llegado el justicialista Jorge Rossi a la Intendencia en 2003, el sistema
de pactos con el poder municipal se consolido mediante acuerdos secretos que han
generado las más variadas suspicacias. Desde entonces, sin embargo, el enemigo numero
uno de Castillo paso a ser el Subsecretario de Ingresos Públicos provincial Santiago
Montoya; cuyas sucesivas acciones en contra del caudillo fueron, finalmente, repelidas en
varias oportunidades arrojando por resultado espectaculares allanamientos mediáticos que
no fueron mas allá de eso.
El poder municipal, sin embargo, definió como adversaria a la Feria de la Ribera asociada
a la Policía Federal. Rossi arremetió en su contra sorpresivamente en una madrugada de
setiembre de 2004 aprovechando que no era día de transacciones. En el camino de la Ribera
se apostaron quinientos efectivos policiales acompañados por topadoras y camiones que
procedieron a desmontar a cinco mil locales del paracomplejo informal que, curiosamente,
nunca habían sido requisados por Montoya. Se llegaron a cargar dieciocho camiones con
hierros, caños, maderas, alambres y sogas utilizados para armar los puestos, sin que se
registraran detenidos. El intendente sorprendió a sus interlocutores periodísticos cuando
declaro, justificando la acción, que “allí no hay baños, no tienen condiciones de seguridad,
y hemos recibido cientos de quejas de vecinos…Además, los días de actividad no pueden
pasar ambulancias o patrullas porque es un mundo de gente”. En otras palabras, lo que le
interesaba al jefe comunal era menos la naturaleza ilegal del negocio que los problemas de
transito que este motivaba. Por cierto que este cargo no alcanzo alas ferias “legales” que,
26
según el funcionario “estaban en proceso de regularización con el municipio” por lo que “se
estaban realizando mediciones y controlando medidas de higiene para su debida
habilitación”. De inmediato, Montoya salio a informar que, dos meses antes, se había
montado un operativo para intimar a los puesteros de las tres grandes a inscribirse en un
registro y proceder al pago del Impuesto a los Ingresos Brutos. 31
El operativo municipal, sin embargo, arrojo consecuencias trágicas. Tres días después,
cuando una masa de tres mil personas cortaron los accesos a las ferias “legales”,
denunciando que ellos tampoco cumplían con los requisitos legales exigidos por la
Intendencia. Todo acabo en un feroz enfrentamiento a pedradas entre los manifestantes y
los feriantes “legales” cuyo saldo fue el asesinato por un ladrillazo en la cabeza del
desalojado puestero boliviano Calixto Quispe, de treinta y siete años. 32 El conflicto recién
logró resolverse merced a la intervención del Cónsul Boliviano Gustavo Aliaga Palma,
quien logro pactar con la municipalidad un acuerdo provisorio para seguir operando por
ciento veinte días que, luego, fue prorrogado repetidas veces hasta la actualidad. La muñeca
de Castillo volvió a aparecer en la negociación con el diplomático tendiendo a reforzar su
dominio sobre la Feria de la Rivera que, desde principios de 2008, y hasta el día de hoy, se
ha extendido en mas de un kilómetro. No obstante, los puesteros entrevistados señalan
pagar un monto diario de diez pesos percibido por dinámicos cobradores anónimos que, sin
duda, responden a algún poder establecido que ellos sugieren conocer, pero que temen
identificar.
Al compás de esta secuencia de episodios, Castillo y los demás “administradores”
acentuaron su autonomía respecto de los poderes políticos formales, al punto que en estos
días, el complejo simula haberse convertido en un cada vez mejor organizado “Estado
dentro del Estado”. En el curso de los últimos años, el complejo, a partir de un común
acuerdo entre los “administradores”; ha llegado a dotarse de su propia policía a partir de la
contratación de varias empresas de seguridad privada. Estas han uniformado a sus efectivos
dotándolos de patrulleros. La presencia de numerosos agentes en las calles transversales ha
contribuido a controlar los problemas de seguridad que, sin perjuicio de los pactos de los
caudillos, se producían, y en alguna medida se siguen produciendo. Incluso, las ferias
poseen celdas en las que estos efectivos confinan a los “rateros” que, casi siempre, son
liberados al finalizar la jornada de trabajo. La presencia de la Policía Bonaerense, mientras
tanto, se ha vuelto prácticamente superflua; limitándose a controlar los principales accesos
al complejo, y renunciando a la competencia en su interior. Así, La Salada, de hecho ha
estipulado una suerte de paralegalidad a instancias de sus propias normativas. Los roles
ejecutivos de sus “administradores” encabezados por Jorge Castillo no se reducen
solamente a regular el comercio ferial: también pavimentan calles aledañas con sus propios
recursos; sostienen un comedor infantil; una sala de primeros auxilios devenida en un
hospitalito debidamente equipado para feriantes, carreros, y otros trabajadores además de
los clientes, desde donde se suministran medicamentos gratis; una delegación de
inmigración; y una fiscalía con capacidad judicial; la radio de amplitud modulada “Rivera
Sur”; dos periódicos –uno de ellos , un semanario con una tirada de cuatro mil ejemplares-
31
Según el diario Página 12 en su edición del 19 de diciembre de 2001, el calabozo en donde fue
hallado el cadáver de Gonzalo Rojas Paz colgado de una ventana tenia una altura veinte centímetros mas baja
que la de la propia víctima.
32
Clarín, 19/9/2004
27
; un club deportivo; y protegen, mediante sus empresas de seguridad, a varias escuelas de
la zona.
Todas estas conquistas han tendido a consolidar el poder de Castillo quien desde 2007 se
ha propuesto un objetivo más ambicioso: la autonomía de La Salada como partido
escindido de Lomas de Zamora. Sus argumentos son, en ese sentido, previsibles: si dan
empleo a seis mil personas entre puesteros, carreros, changarines y vendedores ambulantes;
se dotan de su propia seguridad; reciben a dos millones de visitantes por mes procedentes
de todo el pais; y poseen un PBI superior al de toda la Ciudad de Buenos Aires, la succión
parasitaria de recursos por el Estado municipal no hace mas que frenar las posibilidades de
capitalización del complejo. En efecto, de lograrse la autonomía, Castillo señala que podría
blanquear completamente su economía llegando, incluso, a bancarizarse un flujo comercial
que, hasta el día de hoy, opera solo en efectivo; restringiendo su capacidad operativa. Las
líneas de crédito, asimismo, siempre según el “administrador”, podrían incrementar la
capacidad productiva de –hoy terminantemente restringida respecto de la demanda por su
arcaísmo tecnológico- de los proveedores manufactureros periféricos.
El complejo describe, también, una politicidad democrática, al menos en las formas. Sin
perjuicio del autoritarismo ejecutivista de los caudillos- “administradores” las decisiones en
torno del funcionamiento de las ferias se toman colegiadamente; aunque sospechaos que
rige in sistema de presiones informal que lo convierten en un régimen mas plebiscitario que
deliberativo. Ello lo corrobora el sistema de vigilancia reciproco entre puestos para afianzar
la seguridad, pero que motiva un clima de intimidación que es fácil de percibir cuando las
vistas no se restringen a fines estrictamente comerciales. Sin duda que ello se halla
relacionado con el alto porcentaje de transacciones ilegales que allí tienen lugar, asi como
al origen espurio de un volumen considerable de mercadería. Aun así, ante la emergencia
de problemas comunitarios, los “administradores” convocan, a través de la radio o de los
periódicos, a asambleas que se realizan en los predios de las respectivas ferias. Estos
proponen los temas a discutir para, luego, ceder la palabra a los participantes. La asistencia
no es obligatoria; pero las decisiones deben ser acatadas por todos. Estas se toman con
arreglo al nivel de aplauso o abucheo de las distintas mociones. La representación,
entonces, es ejercida por cada puestero.
Un sub Estado regido por una legalidad local fáctica
La paralegalidad fáctica de La Salada determina que el Estado piedra allí buena parte de
sus cualidades modernas. En efecto, la intervención de la jurisdicción nacional a través de
la AFIP que demanda gravámenes sobre los predios, o del Ministerio de Salud y Acción
Social cuestionando el vertido de los desagües cloacales sobre la cuenca MatanzaRiachuelo; o de la provincial a traves de la Subsecretaría de Ingresos Públicos para exigir a
los puesteros el pago del Impuesto a los Ingresos Brutos; o de la Municipalidad de Lomas
de Zamora, para “formalizar” sus actividades; o del Poder Judicial con los juzgados locales
investigando trasgresiones a la Ley de Marcas, han fracasado sistemáticamente. La
discrecionalidad diferenciada de los niveles provincial y municipal respecto de uno u otro
sector de las ferias son menos evocativos de inequívocas maniobras con finalidades
clientelares que de una tremenda inconsistencia propia de una institucionalidad estatal
colonizada por los intereses de la corporación política asociados con cada una de estas
facciones. Ello se reproduce en la devolución de favoritismo que expresan las policías
federal y provincial. Un Estado dividido, asimismo, en una institucionalidad formal y otra
28
paralela –ésta ultima, materialmente mas poderosa que la anterior y funcional a los
intereses de la corporación política que la ocupa- determina que éste vaya siempre detrás
de los acontecimientos, interviniendo intermitentemente de acuerdo a una estrategia
cuidadosamente planificada frente al poder de fuego del complejo; y, finalmente,
replegándose de modo defensivo dejando a su paso negociaciones secretas que no hacen
mas que reforzar la institucionalidad de hecho del complejo local. Pero las resoluciones de
esas negociaciones, nadie termina cumpliéndolas. En todo caso, aquellas que se cumplen lo
hacen más a los intereses facciosos de las dependencias intervinientes que a los de la
burocracia formal. Así, por ejemplo, el desalojo de la Feria de la Rivera de 2004 no hizo
sino perfeccionar el sistema de percepción de tributos a puesteros informales que negocian,
de esa manera, su subsistencia.
La inscripción de las ferias principales como “internadas” acordada entre los
“administradores” y el Intendente Juan Bruno Tavano hacia las postrimerías de su mandato
en 1999 para poder cobrarles impuestos municipales ha arrojado resultados
terminantemente limitados para el fisco comunal. Ninguna negociación termina, entonces,
siendo definitiva sino el fundamento de pactos efímeros cuyo incumplimiento motiva
nuevas y ulteriores crisis, seguidas por nuevas negociaciones de excepción respecto de la
legislación establecida legalmente. Por debajo de esta coreografía, el poder local no hace
más que afianzarse. Emerge, a continuación, un nuevo tipo de ciudad en determinados
intersticios espaciales en los que el estado renuncia ex profeso a cumplir sus funciones
soberanas; y en su interior, una nueva ciudadanía diferente a la estipulada por la
Constitución Nacional, menos acorde con los derechos y deberes por esta prescripta que
con la normatividad tacita estipulada por el poder local en el que confluyen tacitas
reglamentaciones practicas, así como otras que hunden sus raíces en el sustrato cultural de
sus diferentes actores. En resumen, recordando la relación entre el antiguo Imperio Romano
en su etapa decadente respecto de los invasores germánicos, el Estado renuncia de
antemano a sus roles soberanos para convertirse en un actor mas; y no precisamente el mas
poderoso. Ello nos conduce a abordar el último tópico de esta sección que es el correlativo
a la dimensión cultural del complejo saladeño.
La identidad saladeña: ¿un “estilo de vida”?
Una de las impresiones que motiva el dialogo con diferentes actores de las ferias –
puesteros, puesteros-fabricantes, vendedores ambulantes, etc.- es que la intensidad del
complejo en sus existencias cotidianas lo configura como un verdadero “estilo de vida”.
Este opera como factor aglutinante entre todos ellos; y termina imponiéndose respecto de
sus diferencias facciosas. No obstante, esta suerte de unidad no excluye las diferencias;
particularmente a aquellas que distinguen a inmigrantes de locales. Ambos se perciben a si
mismos sobre la perspectiva identitaria que ofrece el ecosistema saladeño; pero esta posee,
sin embargo, significados diferentes para unos y otros. Entre los extranjeros se imponen,
incontrastablemente; los bolivianos, una comunidad presente en la zona desde los años 60,
cuyo ritmo inmigratorio se acelero durante los últimos treinta años. En los 90, ello se debió
al favorable tipo de cambio; y en los 2000 a las condiciones laborales ofrecidas por la
manufactura textil sustitutiva de importaciones tras la devaluación masiva que acabo con la
Convertibilidad. .
29
La celebración central de la colectividad boliviana, mayoritaria en la Feria de la Ribera y
en la Urkupiña –aunque también existan ciudadanos de esa localidad conviviendo con los
locales y de otros países en todo el complejo- es, precisamente, el Día de la Virgen de
“Nuestra Señora de Urkupiña”. La celebración central tiene lugar en la amplia playa de
estacionamiento situada en la parte posterior del predio ferial homónimo en donde se
instala una capilla. En el acto, además de tener lugar una misa se realiza un festival por el
que se radican puestos identificados con diferentes departamentos bolivianos en los que se
venden comidas típicas. Las ferias son ornamentadas con banderas del país del Altiplano y
con objetos conmemorativos de sus diferentes regiones. Luego de entonar el Himno
Nacional Argentino y el boliviano se presentan diferentes conjuntos musicales
denominados “morenadas”. Las “cholas” salen a relucir sus trajes típicos, y los hombres sus
ponchos y sombreros. Luego se organiza una procesión comandada por un sacerdote que
ingresa en el predio ferial desocupado al que bendice con agua y con el humo del incienso
que va dejando a su paso. Luego, el contingente se dirige a las calles aledañas de Ing.
Budge en donde confluyen los peregrinos con automóviles decorados también con
emblemas recordatorios de su país natal. La fiesta termina en la rivera del Riachuelo, sitio
en donde se halla instalada la feria informal. Allí los celebrantes elevan dólares falsos para
que la Virgen los bendiga y traiga prosperidad a sus negocios.
Las otras dos ferias, en cambio, confluyen en el “Día del Feriante” de caracteres menos
religiosos que gremiales; y al que Castillo le ha dado, para resaltar su diferencia respecto de
los bolivianos un carácter cerradamente nacionalista consistente en la exaltación de las
tradiciones folklóricas locales: desde grupos musicales diversos hasta gauchos payadores,
pasando por carreras equinas, y cerrado por un espectacular asado criollo al que suelen
asistir autoridades municipales y provinciales. La identidad local saladeña se extiende hacia
los barrios periféricos de donde procede buena pare de su mano de obra empleada; y donde
están radicados los principales talleres de indumentaria textil en sus diferentes versiones.
Ambas festividades atraen , asimismo, parientes y vecinos de localidades mas alejadas;
aunque todos procedentes del mundo de la pobreza marginal. La identidad saladeña
deviene, así, en un emblema local sobre el que Jorge Castillo aspira a cimentar su proyecto
municipal autonomista.
CONCLUSIONES
La Salada configura un complejo de ferias informales ubicado en el noroeste de Lomas de
Zamora en el que operan miles de puestos de venta ilegal o semilegal de ropa, CDs,
películas, juguetes y relojes, entre diversos productos más. Como mercado mayorista es el
mayor del país y se despliega en un espacio territorial de veinte hectáreas. Se trata de un
ámbito de movilidad humana sumamente fluido como lo prueba que durante las dos noches
y madrugadas que abre, sobre todo para el comercio mayorista, llega a congregar hasta dos
millones de personas por mes. Por caso, en una de estas noches pueden llegar al predio
hasta quinientos micros con clientes de todo el país. Asimismo, abastece a otras cien ferias
minoristas dispersas en la Capital Federal, el Conurbano bonaerense, el Interior; e incluso
países limítrofes como Bolivia y Paraguay, desde donde procede buena parte de la mano de
obra que trabaja en los circuitos productivos y comerciales a este asociado.
El complejo constituye, además, la cara visible de otros fenómenos propios de las
actividades marginales y hasta ilegales como el contrabando global –cuyo epicentro
productivo se halla en China y los países del Sudeste de Asia-, los robos de la “piratería del
30
asfalto” –una rama del delito ampliamente perfeccionada desde los 80 por bandas
especializadas-; y los talleres clandestinos localizados en el “Hinterland” barrial de Ing.
Budge –aunque no solo allí- en donde se trabaja a destajo y en negro. A las tres ferias
“legales” –Urkupiña, Ocean, y Punta Mogotes- se les suma la abiertamente ilegal Feria de
la Ribera lindante con el Riachuelo configurada por una extensión de dos kilómetros de
puestos comandados por quienes quedaron al margen de las centrales. Este circuito,
asimismo, esta asociado a otro cuyas ferias se localizan en las calles aledañas.
En la entrada de cada una de las ferias “legales”, los “administradores” han colocado un
cartel que dice: “Se encuentra prohibida la venta de mercadería en infracción a la Ley de
Marcas”. Pero, con solo entrar, a cualquiera de ellas es fácil advertir puestos que venden,
supuestamente, copias de las primeras marcas de indumentaria textil y deportiva a precios
irrisorios en comparación con los de cualquier negocio regular ubicado en los centros
comerciales o shoppings. De ahí, que se haya generado la imagen de La Salada como un
gigantesco mercado de ropa falsificada o “trucha”, según la terminología coloquial
extendida, significativamente, en la Argentina durante las ultimas décadas. Pero las
cámaras representativas de los productores de indumentaria, La Salada, por donde transita
el sesenta por ciento de la producción vendida ilegalmente, podría significar la sepultura
final de lo poco que queda de la actividad legal, luego de los sucesivos impactos sufridos
por esa rama de actividad desde mediados de los 70. También formulan la misma demanda
los representantes de la producción de productos fonográficos y videogramas quienes
estiman que por allí pasa casi el cuarenta por ciento del mercado ilegal de esos bienes. Sin
embargo, creemos que los vínculos entre el circuito y la actividad legal configura un
sistema de relaciones mucho más complejo y no necesariamente incompatible sobre la base
de la dinámica productiva y de circulación de bienes extendida durante los últimos veinte
años al calor de la nueva revolución tecnológica y de la globalización planetaria de la
economía. Mas allá de estas quejas, entonces, las asociaciones entre el nivel formal e
informal de estas actividades seria mucho mas fluido y funcional –mas allá de los
cortocircuitos recurrentes- de los que se supondría a primera vista.
Otro tanto ocurre con las relaciones entre los referentes del circuito y el poder político
distribuido en diferentes niveles jurisdiccionales. Las ferias, que se empezaron a instalar
hace casi veinte años, contaron, en principio, con cierta aquiescencia de las autoridades
municipales de Lomas de Zamora cuyo intendente, por entonces, estaba comprometido en
un ambicioso -y, finalmente frustrado- programa de descentralización de la gestión
comunal. Tal vez en aquel lejano 1991, cuando se instaló la primera feria, los responsables
políticos municipales no hayan advertido las consecuencias ultimas de su expansión de en
el nuevo contexto económico global y local. Esa subestimación los dejo, desde poco
después, tanto a ellos como a sus colegas de las jurisdicciones nacional y provincial, a la
zaga de las circunstancias; en una posición defensiva y hasta impotente; pero no por ello
totalmente disfuncional respecto de muchos de sus intereses político-corporativos. En ese
sentido, y según la imprecisa información recogida a través de diferentes referentes de la
zona, el conglomerado de irregularidades e ilegalidades en torno al complejo cuenta con la
aquiescencia de políticos, policías, jueces, e inspectores municipales, provinciales, y de la
AFIP. Aun así, las intervenciones estatales han cobrado un sesgo distinto al esperable de
acuerdo a los criterios soberanos del estado moderno. Como lo sugerimos en líneas
anteriores, las distintas autoridades estatales se comportan frente a los referentes ya no
como actores centrales sino como adicionales a los demás; y no siempre en situación
ventajosa. Por un lado, la red de complicidades del poder político y burocrático respecto de
31
las distintas piezas del complejo; luego, su densa organización autónoma; y, por ultimo, su
“poder de fuego”, por así decir -a esta altura parcialmente oficializado a través de una
suerte de policía propia- han convertido a La Salada en una ciudadela en la que las fuerzas
de seguridad han debido replegarse luego de breves invasiones para evitar que allí se
produzca una masacre con cientos o miles de victimas.
Pero simultáneamente, la potencialidad económica del complejo lo convierte en uno de
los principales contribuyentes de las denominadas “cajas negras” de la política a través de
distintos circuitos políticos y burocrático-administrativos de acuerdo a pactos subterráneos
que casi nunca terminan respetando cada una de las partes; sentando las bases de consensos
transitorios que luego se constituyen en los antecedentes de ulteriores conflictos de acuerdo
a una coreografía devenida en prácticamente ritual. Así, se intercambia tolerancia por
financiamiento ilegal de la política; aunque la succión de recursos irregulares por parte de
las estructuras político-administrativas estén conduciendo a los principales referentes -por
no decir al principal- del complejo a una lucha en su “causa” por la consolidación
definitiva: la autonomía municipal; que al cabo, seria la consagración de una situación que,
en múltiples aspectos, ya esta dada de hecho. En el orden político, entonces, la irregularidad
del complejo se inscribe en una verdadera “zona gris” de relaciones con el estado no
reducible a una formula taxativa.
Por ultimo, de las brutales formas de explotación y de trata que se registran menos en la
feria –último eslabón comercial de una prolongada cadena de valor - que en su
“Hinterland” productivo situad en sus barrios periféricos. La Salada, que ha desarrollado un
efecto multiplicador que la ha extendido en escala a través de cientos de ferias y puestos
semiclandestinos extendidos en todo el país; y aun en los limítrofes, cuenta con el apoyo de
miles de vecinos que se benefician de el mediante el trabajo en talleres clandestinos, la
venta en las ferias, las actividades a ellas asociadas –carreros, changarines, remiseros,
vendedores ambulantes, etc.- lisa y llanamente, a través de sus precios de venta. Con ello,
La Salada se consagra
como un fenómeno prototipico de los nuevos tiempos
postindustriales: un gigantesco polo de desarrollo emergente de la pobreza y de la exclusión
en una de las zonas políticamente más cruciales del Gran Buenos Aires. Sin embargo, esa
extracción social no la incompatibiliza de las relaciones con la economía formal, tanto local
como transnacional; generando posibilidades de movilidad social que se hallan en la base
de este denso consenso popular no necesariamente fundado en el amor y la devoción
respecto de sus referentes; aunque tampoco solo en el temor y la utilidad económica habida
cuenta de las fuertes consecuencias culturales e identitarias que ha ganado tanto en los
inmigrantes que allí trabajan directa o indirectamente o de la población local aun así, signo
de los nuevos tiempos, fragmentada en múltiples subsistemas no siempre en armonía
aunque, finalmente, concluyentes en el interés de preservar un espacio que permite el
sostén material de cientos de miles de personas en esta nueva Argentina excluyente surgida
hace ya tres largas décadas.
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