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COMENTARIOS SOBRE LA FORMACIÓN
,
DE LA EST R UCTURA
PSIQ U ICA *
por
l.
HEINZ HARTMANN, M. D., ERNST KRIS, PH. D.
Y RUDOLPH M. LÜEWENSTEIN, M. D. (NEW YORK)
Introducción.
Lo atinente al esclarecimiento de los términos es impopular entre los psicoanalistas y raro en los trabajos psicoanaliticos, Esto se debe en parte al
ejemplo de Freud, Al gran explorador difícilmente le interesa la semántica
y cierta inconsecuencia en el uso de las palabras bien puede considerarse la
prerrogativa del genio 1. Es distinto cuando una generación o dos de hombres
de ciencia asume similar prerrogativa; entonces el intercambio científico
tiende a perturbarse y el debate a resolverse en soliloquios de individuos o
grupos. Estas últimas circunstancias parecen prevalecer en trabajos psicoanalíticos recientes y el esclarecimiento de la terminología bien podría ser
uno de los medios de contrarrestarlas.
El psicoanálisis se desarrolló bajo condiciones sociales desacostumbradas
en la ciencia. En todas partes, pequeños equipos de profesionales particulares
formaron los núcleos de grupos profesionales más grandes. Durante los primeros tiempos del trabajo en equipo, las comunicaciones escritas fueron complementadas en tal medida por el contacto personal en escala internacional
-principalmente por análisis didácticos con los pocos instructores existentesque la comprensión mutua no se vió obstaculizada por incertidumbres de
terminología. Con el aumento del número de psicoanalistas esta situación
estaba destinada a cambiar. La situación imperante en 1940 difícilmente
recuerda al período de primitivo trabajo en equipo; grandes grupos de psicoanalistas trabajan con muy poco contacto entre ellos, y la difusión de los
conceptos psicoanalíticos en la psiquiatría, su extensión a la medicina psicosomática, al trabajo social y a varias técnicas educacionales y psicológicas,
descubren nuevas perspectivas de desarrollo. Cada paso en este desarrollo,
cada nuevo contexto en el cual se prueban o usan las proposiciones psicoana"
Reproducido
Ver también
este trabajo.
1
de The Psychoanalytic Study 01 the Child, vol. II (1946).
una contribución de E. KRIS (1947), escrita al mismo tiempo
que
223
FORMACIÓN DE LA ESTRUCTURA PSíQUICA
líticas, renueva el problema de la comunicación adecuada. Como la amhigüedad del sentido perjudica a toda comunicación científica, la necesidad
del esclarecimiento se ha hecho urgente.
Las hipótesis psicoanalíticas han sufrido modificaciones de importancia
en la misma obra de Freud y en la de sus primeros colaboradores. En muchos
casos el alcance de estas reíormulaciones se subestimó en la época de su
publicación; y creemos que la importancia de las más radicales y perspicaces,
sugeridas por Freud en Inhibición, síntoma y angustia, no ha sido completamente valorada todavía. En resumen, puesto que se introdujo un, concepto
estructural en el pensamiento psicoanalítico, deben ajustarse las hipótesis
establecidas previamente. La tarea de sincronización es más ardua de lo que
parece a simple vista. Hasta que ella se efectúe, el estudio del psicoanálisis
ofrecerá dificultades para ei novicio, ya que difícilmente podrá recurrir a
algún libro o exposición. Si bien el psicoanálisis ha alcanzado la "etapa de
los manuales", éstos no existen 2. Para comprender la cohesión sistemática
de la teoría psícoanalítica, el estudiante tiene que seguir su desarrollo.
Únicamente este rodeo parece asegurar la comprensión plena, 'mas sólo lo
eligen algunos fervientes estudiosos. Además de que sin él existe cierto peligro
de que el estudiante no llegue a conocer parte de lo expuesto en numerosos
años de publicaciones psicoanalíticas, y de que cada vez se produzcan con
mayor frecuencia redescubrimientos de lo que alguna vez fué descartado
por razones válidas, también existe el de que no se establezca siempre claramente el grado de adecuación de las distintas hipótesis y una comprensión
sistemática de las mismas parece indicar que los cambios de acento son inevitables. Sin estos cambios el progreso en la comprensión tiende, a retardarse
en un momento que por lo demás, lleva por sí mismo únicamente a esfuerzos
concentrados de investigación. Dej ando de lado algunas de las proposiciones
más generales del psicoanálisis, tenemos en cuenta estos esfuerzos concentrados de investigación.
En los escritos de Freud y de otros psicoanalistas, está tácitamente implícito un gran número de suposiciones, en parte porque la atmósfera del trabajo
en equipo! hacía parecer írmecesaria la exposición completa, y en parte porque
la novedad del fenómeno clínico sugería más bien una explicación global que
detallada. Por lo tanto, al considerar algunas de las afirmaciones que se
encuentran en la bibliografía sobre un tema determinado, es posible que el
estudiante encuentre hipótesis incompletamente expuestas, y aquellos que
confían en citas aisladas de los trabajos de Freud, oscurecen fácilmente su
comprensión. Cuando se trata de la verificación de hipótesis, las! formulaciones incompletas obstaculizan el camino. Si bien la verificación es esencial en
2
Esto fué tratado por H. HARTMANN en el Symposium on Present Trends in Psychoanalytic Theory and Practice (Simposium Acerca de las Tendencias Actuales en la
Teoría y Práctica
troit, 1943.
Psicoanalítica,
presentado
en
el
Congreso
Psicoanalítico
de
De
HARTMANN,
224
KRIS y lJOEWENSTEIN
muchos terrenos, en ninguno lo es tanto como en los problemas genéticos
(Hartmann, Kris, 1945). En este trabajo intentamos formular justamente
aquellas proposiciones relacionadas con la formación de la estructura psíquica; y dentro de· este grupo elegimos algunas que pueden considerarse
como ejemplos; es decir, numerosas hipótesis paralelas que se aplican en
otros campos de la teoría psicoanalítica. En nuestra selección de temas nos
hemos guiado también por la consideración de errores de comprensión reales
o potenciales. Por lo tanto, nos referiremos menos a los problemas del desarrollo libidinal, a sus etap.as y sus manifestaciones, y más a ciertos aspectos
del desarrollo del yo y de la formación del superyo, y al papel desempeñado
en los mismos por la maduración.
Il,
Los conceptos estructurales.
Los precedentes de los conceptos estructurales aparecieron en los trabajos
de Freud al final del siglo diecinueve, cuando éste completó sus primeros e
inquietantes descubrimientos mediante conceptos explicativos, a los cuales
lo obligaba su tema de estudio, es decir, los conflictos psíquicos. El concepto
de conflicto psíquico es inherente a numerosos sistemas religiosos y doctrinas
filosóficas.
Cada vez más frecuentemente, desde los orígenes de la cultura, los gran·
des maestros de la psicología intuitiva, los escritores, los poetas y los filó.
sofos describieron la vida del hombre como desgarrada entre fuerzas en
conflicto. La obra de Freud conquistó este campo para el dominio de la ciencia.
El estudio de los conflictos psíquicos en general, y más específicamente el
de la naturaleza patognomónica de algunos de ellos, sugirió que las fuerzas
opuestas en las situaciones conflictuales típicas no se ordenaban al azar, sino
más bien en grupos que poseían una cohesión u organización interna. Estas
impresiones se vieron indudablemente estimuladas por un tema que desempeñó un papel considerable en la psiquiatría francesa entre 1880 y 1890:
el de la personalidad múltiple 3. Las irrupciones intermitentes observadas en
estos casos sustentaron la idea de que también otras manifestaciones menos
dramáticas de enfermedad mental podían comprenderse "considerando al
hombre dividido contra sí mismo".
El primer enfoque que hizo Freud de esta división y el primer vislumbre
de sus implicaciones fueron guiados por la escuela somatológica de la fisiología alemana de su tiempo (Bernfeld, 1944), Y por el pensamiento evolucionista del darwinismo. Bajo estas influencias sugirió provisoriamente sus
primeras formulaciones sobre la natur.aleza del "aparato psíquico", cuyas
complej as funciones podrían explicar los desconcertantes fenómenos que ha.
3
Pierre
Ver acerca
J aneto
de esto Azaro, Binet,
Bourru
y Burot,
Camuset,
Dufay,
Paul
Janet,
225
FORMACIÓN
DE LA ESTRUCTURA
PSíQUICA
bían surgido: trastornos de la memoria, expresión indirecta de, los impulsos
por síntomas o símbolos, la naturaleza de los sueños, la fantasía y el delirio;
todos estos fenómenos aparecieron en un nuevo contexto cuando la limitación de la psicología al consciente fué abandonada; todo hubo de explicarse
a la luz del estudio clínico de las situaciones conflictuales.
No describiremos aquí detalladamente en un conjunto de reformulaciones,
cómo se modificaron gradualmente las primeras hipótesis relativas al aparato
psíquico ; cómo emergieron paulatinamente los conceptos que a principios de
1920 Freud introdujo bajo los nombres de "ello", "yo" y "superyo", Estas
tres subestructuras o sistemas psíquicos no se conciben como partes independientes de la personalidad invariablemente opuestas entre sí, sino como tres
centros de funcionamiento psíquico que pueden caracterizarse de' acuerdo con
su grado de desarrollo, con la cantidad de energía que revisten y con su
delimitación e interdependencia en un momento dado. En condiciones determinadas uno de los centros puede expandirse y otro o los otros dos reducirse; más correctamente debemos decir que las funciones de uno de los
sistemas pueden ser influí das temporariamente en grado variable por la de
alguno de los otros.
Así, tres de las principales
funciones
del yo, pensamiento,
percepción y actuación
pueden servir frecuentemente ya al ello, ya al superyo,
El pensamiento puede ser usado tanto para la gratificación de las tendencias instintivas como de las autocríticas. En los casos patológicos, como por ejemplo, en el pensamiento compulsivo, puede llegar a ser substituto de la masturbación.
En las psicosis,
como por ejemplo en los delirios paranoicos, es abrumado por las funciones del ello y
del superyo,
La percepción puede usarse para la gratificación de los deseos instintivos en la actividad escoptofílica. En los casos patológicos esto podría conducir a trastornos histéricos
de la visión. En los sueños y en las psicosis la percepción se modifica en un sentido
diferente; los fenómenos alucinatorios son percepciones sin objetos en el mundo exterior.
En estos casos la función perceptiva puede ser empleada tanto por el ello como por
.el superyo.
Las actuaciones normales pueden servir a las gratificaciones
instintivas o a las
demandas del superyo, descuidando completamente los intereses del yo.' En los casos.
patológicos la interferencia
de estos sistemas puede conducir a síntomas histéricos,
p. ej., las parálisis. En casos extremos, como en los estados caltaltónico,s, la actividad
motora pierde todo vestigio de las funciones del yo: su coordinación en actos deliberados.
Recurriendo a formulaciones más precisas, hemos indicado el criterio empleado en la definición de las tres subestructuras; los sistemas psíquicos
están definidos por las funciones que se les atribuyen.
Aquí se hace necesaria una aclaración acerca de cómo se negó a estas
definiciones. Las definiciones son asunto de "conveniencia", y. ésta consiste,
en la ciencia, en una relación adecuada de los hechos observados. Freud es-
HARTMANN,
KRIS y DOEWENSTEIN
226
tableció su definición de los sistemas psíquicos después de la investigación
cuidadosa y repetida de su material clínico. Este material le sugirió que en
un conflicto psíquico típico, un conjunto de funciones se halla más frecuentemente "de un lado" del conflicto que "del otro". Las funciones que encontramos "agrupadas de un lado" tienen características o propiedades comunes.
La relación está de acuerdo con la frecuencia.
Las [unciones del ello se centralizan en las necesidades básicas del hombre
y de sus exigencias de gratificación. Estas necesidades están arraigadas en
los impulsos instintivos y en sus vicisitudes (no hemos de tratar aquí de estos
impulsos mismos, ni de la teoría de los instintos tal como la desarrollara
Freud). Las funciones del ello se caracterizan por la gran movilidad de las
cargas de las tendencias instintivas y sus representaciones mentales, es decir,
por la regencia del proceso primario. Sus manifestaciones son la condensación, el desplazamiento y el uso de símbolos especiales.
Las [unciones del yo se centralizan en la relación con la realidad. En este
sentido hablamos del yo como de un órgano específico de equilibrio. Regula
el aparato de motilidad y percepción; efectúa la prueba de las cualidades
de la situación presente, es decir de la "realidad presente" y prevé las cualidades de las situaciones futuras. El yo media entre estas cualidades y necesidades y las exigencias de las otras organizaciones psíquicas.
Las funciones del superyo se centralizan en las exigencias morales. Las
manifestaciones esenciales del superyo son la autocrítica, a veces exaltada
hasta estimular el autocastigo, y la génesis de los ideales.
Al adoptar como criterio decisivo para la definición de los sistemas
psíquicos a las funciones ejercidas en los procesos mentales, Freud se valió
de la fisiología como modelo en la formación de los conceptos. Sin embargo,
esto no implica correlación alguna entre los sistemas y organizaciones fisiológicas o grupos de órganos determinados, aunque Freud consideraba esta
correlación como la aspiración final de la investigación psicológica. La terminología psicológica que adoptó debe mantenerse mientras no puede sustituírsela adecuadamente por una terminología fisiológica 4. Parece que aún
no es tiempo de hacerlo. Por lo tanto, no nos detendremos en lo sucesivo en
paralelos entre los sistemas psíquicos definidos por Freud y ciertas organizaciones del sistema nervioso central.
JLos conceptos estructurales del psicoanálisis han encontrado muchas críticas. Se ha sostenido que su aplicación oscurece la descripción clínica, ya
que 10Sl términos son dramáticos en un sentido antropomórfico (Glover,
1930; Masserman, 1946). Indudablemente, en todos los casos de dramatización el lenguaje metafórico se insinúa en el científico, y casi no es necesa4
[enseits des Lust prinzips (Más allá del Principio del Placer), Gesammelte Werke.
XIII, pág. 65. La traducción inglesa (Beyond the Pleasure Principie)
por omitir una
palabra, no alcanza a interpretar el pensamiento de Freud.
227
FORMACIÓN DE LA ESTRUCTURA PSíQUICA
rio demostr.ar el peligro que representa para la ciencia el uso de metáforas;
peligro, debe agregarse, sobre el cual el mismo Freud (1933) llamó la atención. Sin embargo, queda por resolver un problema digno de mayor consideración: en qué condiciones el peligro es superior a la ventaja. Evidentemente, el peligro comienza cuando la metáfora desnaturaliza el significado:
en el caso señalado, cuando los conceptos estructurales adquieren carácter
antropomórfico. Entonces puede perderse la connotación funcional y uno de
los sistemas psíquicos puede sustituir a la personalidad total. Existen casos
en la literatura psicoanalítica en los cuales las dramatizaciones condujeron a
antropomorfismos de esta clase. Para citar un ejemplo conspicuo: en la
Psychology 01 the Total Personality (1927) de Alexander, el ello, el yo y el
superyo se convirtieron verdaderamente en actores eminentes en el escenario psíquico.
A fin de ilustrar las vicisitudes de la significación en este campo, elegimos como ejemplo la sentencia freudiana: "El yo se presenta a sí mismo
ante el superyo como objeto amoroso". La metáfora expresa las relaciones
de estas dos organizaciones psíquicas comparándolas con una relación amorosa entre individuos, de los cuales uno es el amante y el otro el amado.
Pero la frase expresa un importante hallazgo clínico: el amor a sí mismo>
puede fácilmente, y lo hace en ciertas condiciones, sustituir al amor de otra
persona. En esta formulación el amor a sí mismo indica que la aprobación de
"uno mismo" por el superyo se refiere a "uno mismo" en lugar de otra:
persona.
Sustituimos la palabra "yo" de 10Sl textos de Freud, por "uno mismo"
("self"). Lo hacemos porque el yo es definido como parte de la personalidad
y porque el uso que Freud hace de la primera es ambiguo. Emplea la palabra "yo" refiriéndose a una organización psíquica y asimismo a la totalidad
de la persona. Antes de que podamos intentar reformular la proposición de
Freud es esencial avanzar algo más. En un sentido más riguroso nos parece
aconsej able no hablar de "aprobación" o "desaprobación" por el superyo,
sino simplemente de diferentes clases y grados de tensión entre las dos instancias psíquicas, de acuerdo con la presencia o ausencia de conflictos entre
sus funciones. La aprobación se caracterizaría por la disminución de tensión y
la desaprobación por su aumento.
Pocas dudas pueden caber acerca de que una reformulación de esta clase,
que trata de restringir el uso de metáforas, empobrece considerablemente la
plasticidad del lenguaje en comparación con el modo de expresión de Freud.
El hombre experimenta frecuentemente auto satisfacción como si una voz
interna le expresase aprobación, y autorreproches como si la misma le manifestase su reprobación. (Loewenstein, 1938). Así la expresión metafórica
está más cerca de nuestra comprensión inmediata, ya que el antropomorfismo
que introduce corresponde a la experiencia humana. Nuestra reformulación
muestra que no son antropomórficos los conceptos que introdujo Freud, sino
HARTMANN,
KRIS y LOEWENSTEIN
228
que los hechos clínicos que estudió y describió nos llevan a comprender qué
parte desempeña el antropomorfismo en nuestro pensamiento.
Cuando los psiquiatras franceses del siglo diecinueve se dedicaron al estudio clínico de los conflictos humanos, usaron un lenguaje metafórico de
su propiedad. Su habilidad descriptiva vive en los trabajos de Pierre Janet
y otros; raramente fué emulada en la psiquiatría descriptiva de otras escuelas. Pero el lenguaje metafórico de la psiquiatría descriptiva no permitió en
el siglo diecinueve el paso de la empatía a la explicación causal, y no lo
permitirá tampoco en el siglo veinte la reformulación en términos de psicología existencial. Este paso solamente fué posible después de adoptarse instrumentos conceptuales que permitieron una comprensión más generalizada del
fenómeno, comprensión que fué factible sólo a cierta distancia de la expe·
riencia inmediata. Ésta fué la función de los conceptos estructurales de Freud.
Si los empleamos en un sentido estricto, su distancia de la experiencia aumenta. El uso metafórico que Freud hizo de sus propios términos, estuvo claramente destinado a llenar este v,acío y, por lo tanto, podría decirse que lleva
el sello de la fuente clínica de la cual derivaron originalmente los conceptos,
el sello de la comunicación con los enfermos. Las necesidades de comunicación pueden sugerir constantemente abundantes metáforas, pero éstas no
deben oscurecer la naturaleza de los conceptos, y la función de los mismos
en el psicoanálisis como ciencia. Esta función consiste en facilitar las hipótesis explicativas. Brevemente, los conceptos estructurales forman parte de
nuestros instrumentos de trabajo más valiosos, ya que surgen en un contexto genético.
1I1.
La formación de la estructura psíquica.
Siempre que en psicoanálisis usamos conceptos biológicos, nos enfrentamos con uno de tres casos. Primero, el de la equiparación inmediata: nos
referimos a un fenómeno biológico o fisiológico y usamos los términos corrientes en estas ciencias; así, por ejemplo, cuando nos referimos a las
modificaciones fisiológicas de la personalidad en la pubertad, distinguiéndolas
de los procesos psicológicos concomitantes de la adolescencia. En segundo
lugar, puede adoptarse un término, pero cambiarse su significado por el
contexto en el cual se lo usa, pudiéndosele agregar nuevas acepciones. Un
ejemplo de este tipo lo constituye el término "regresión". Por su uso en
psicoanálisis ha adquirido significaciones que trascienden considerablemente
a las de su significado neurológico original. En tercer lugar, los términos
biológicos pueden usarse en un contexto diferente. Su definición se toma
del contexto antiguo, ya que los requerimientos del nuevo son similares a
aquellos en los cuales se originó.
En la descripción de las funciones del desarrollo, la psicología infantil
229
FORMACIÓN
DE LA ESTRUCTURA
PSíQUICA
y el psicoanálisis emplean los conceptos de diferenciación e integración 5. La
diferenciación indica la especialización de. una función; la integración la
emergencia de una función nueva, nacida de conjuntos previamente incoherentes de funciones o reacciones. Los términos maduración y desarrollo no
están siempre tan claramente diferenciados. Los usamos aquí en el sentido
de que maduración indica el proceso de crecimiento que se verifica con relativa
independencia de las influencias del medio, y desarrollo, el proceso de crecimiento en el cual el ambiente y la maduración se influyen más íntimamente.
Durante el crecimiento la relación entre estímulo y respuesta deviene
cada vez más específica. Podría decirse que una estructura específica de
correlaciones estímulo-respuesta es característica de cada fase determinada
del desarrollo del niño. Así, un estímulo que era de escasa importancia en
una fase de su desarrollo puede ser decisivo en otra. Los ejemplos mejor
conocidos de esta correlación se encuentran en la manera de reaccionar de
los niños frente a las experiencias sexuales. Sus reacciones dependen de la
naturaleza de la experiencia y de la etapa del desarrollo. La visión que tuvo
el "hombre de los lobos" de la escena primaria a la edad de un año y medio,
adquirió importancia patogénica sólo a los tres años, cuando lbs conflictos
específicos reactivaron este recuerdo (Freud, 1918).
La diferenciación y la integración en las primeras fases del desarrollo
están parcialmente reguladas por la sucesión madurativa, pero aun donde
quedan influí das por las condiciones ambientales estamos obligados a suponer
la existencia de un principio que ordena su interacción (Hartmann, 1939).
Así la aceleración de ciertos procesos integrativos puede hacerse patológica.
Por ejemplo, el desarrollo prematuro del yo puede considerarse .en este sentido como uno de los factores que predisponen a la neurosis obsesiva. Es posible atribuir la regulación de esta interacción a un principio de equilibrio,
que no sólo actúa en el corte transversal sino que también ordena el equilibrio del desarrollo.
a)
La fase indiferenciada
6.
Suponemos que los elementos esenciales de la estructura de la personalidad
existen ya, en los niños de nuestra civilización, a la edad de cinco a seis años.
Los procesos del desarrollo que se producen después de esta edad pueden
describirse como modificaciones, enriquecimientos, o, en los casos patológicos, restricciones de la estructura entonces existente. Los procesos del
desarrollo anteriores a esta edad son susceptibles de describirse en términos
de formación de esta estructura. Al introducir sus conceptos de estructura
psíquica, Freud habla de una diferenciación gradual del yo a partir del ello;
5
6
Para definiciones más precisas ver Allport, 1937.
Esta parte sigue a Hartmann (1939).
HARTMANN,
KRIS
y
230
LOEWENSTEIN
como resultado final de este proceso de diferenciación, el yo, como organización altamente estructurada, se opone al ello. La formulación de Freud
tiene desventajas obvias. Implica que la dotación del niño al nacer es parte
del ello. Parece, sin embargo, que los mecanismos psíquicos innatos, y los
reflejos, no pueden ser todos parte del ello, en el sentido generalmente acepo
tado en psicoanálisis, Sugerimos una hipótesis diferente, es decir la de una
fase indiferenciada durante la cual tanto el ello como el yo se forman gradualmente. La diferencia no está sólo en las palabras. La nueva formulación
permite una mej or explicación de algunas de las propiedades básicas del ello
y del yo. Durante la fase indiferenciada maduran mecanismos que más tarde
se pondrán bajo la regulación del yo y que sirven a la motilidad, a la percep·
ción y a algunos procesos de pensamiento 7. En estos campos la maduración
se efectúa sin la organización. total de lo que llamamos yo; sólo después de
la formación del yo se integrarán completamente estas funciones. En el momento en el cual se verifica la diferenciación, el hombre está provisto de un
órgano especializado de adaptación, es decir del yo. Esto no significa qu~
no persistan en el ello algunos elementos relativos al "mantenimiento" o preservación del individuo (Loewenstein, 1940). Sin embargo, la diferenciación
explica la naturaleza de los impulsos instintivos del hombre, francamente distintos de los de los animales. Parecería que muchas de las manifestaciones
del ello están más en contacto con la realidad que cualquier conducta como
parable en los animales. Los instintos del animal (Lashley, 1938), mediante
su adaptación a la realidad en la cual vive y sus propiedades, determinan el
grado de adaptación posible. En el hombre la adaptación está confiada en
su mayor parte a una organización independiente. Puede suscitarse el problema
de si existe, al comienzo de la vida del niño, un acervo. residual de "instintos"
que más tarde pierde su función de adaptación al ambiente.
b)
"Uno mismo" y el ambiente.
Hemos evitado indicar en qué época, al comienzo de la infancia, se verifican las etapas sucesivas que conducen a la diferenciación estructural y desde
qué momento los sistemas psíquicos del ello y del yo se oponen y complementan entre sí. Si bien no deseamos establecer líneas cronológicas rígidas,
resumiremos algunas de las etapas del desarrollo del niño que conducen a
la formación del yo y representan parcialmente las funciones más precoces.
La primera y más fundamental de estas etapas se refiere a la capacidad del
niño para distinguir entre sí mismo y el mundo que lo rodea. En el nacimiento las circunstancias ambientales cambian con brusquedad; el organismo
ya no crece totalmente' al abrigo de las perturbaciones externas y, hablando
7
(1942) .
Para
una
consideración
de estos problemas
un tanto
divergente,
ver Hendrick
231
FORMACIÓN
DE LA ESTRUCTNRA
PSíQUICA
comparativamente, no tiene ya la gratificación plena de todas sus necesidades
básicas. El elemento esencial del nuevo ambiente es la madre del niño; ella
determina las características físicas del medio, suministrando aniparo, cuidados y alimentos.
La naturaleza de la dotación biológica del niño, y la naturaleza de su
ambiente, explican el que sus primeras reacciones se relacionen con la satisfacción y privación deparadas por la madre. Freud supone que mientras se
gratifiquen todas las necesidades, es decir en la satisfacción "total", el niño
tiende a vivenciar la fuente de satisfacción como parte de sí mismo ; la priva.
cíón parcial es probablemente una condición esencial en la capacidad del
niño para distinguir entre s~ mismo y el objeto. El ejemplo clásico se refiere
a la relación del niño con el pecho que lo alimenta o sus substitutos. En la
medida en que prevalece la satisfacción, la comprehensión del pecho como
parte de sí mismo es dominante; la distinción se posibilita en el grado en
que se experimente privación o se postergue la satisfacción. Sin embargo,
esta distinción parece imposibilitarse si no se permite cierta 'cantidad de
gratificación. Existen algunas razones para creer que el término general
"distinción" puede ser precedido por -o cubrir a- un número de experiencias muy significativas: puede abarcar, desde la espera o el anhelo de gratificación, hasta el desengaño y aun la rabia contra la fuente de frustración.
Hemos dicho que la privación es una condición necesaria, pero sin duda
no suficiente, para el establecimiento de la distinción entre sí mismo y el
objeto. El proceso de distinción tiene un aspecto cognoscitivo o perceptivo;
depende así de la maduración del acervo perceptivo del niño. Además, el
psicoanálisis trabaja con la hipótesis de otra condición necesaria, la que se
refiere a la distribución de la energía psíquica. Freud supuso que en el
recién nacido la energía psíquica se concentra sobre su "mismidad" (narcisismo primario).
Cuando afirmamos que un objeto del mundo externo se
vivencia como parte de uno mismo, significamos que el objeto comparte su
catexis narcisística. Cuando hablamos de una distinción entre uno mismo y
el objeto externo, suponemos que el objeto que se vivencia como independiente de uno mismo ha retenido catexis a pesar de la separación; inferimos
que la catexis narcisística primaria se ha transformado en catexis objetal.
Estos procesos que describimos aquí no se verifican de una vez, sino en
ensayos siempre repetidos. Algunos de ellos siguen un modelo establecido
por -la organización fisiológica del hombre; los actos principales de este
modelo son la incorporación y la expulsión, cuyas contrapartes' psicológicas
son la introyección y la proyección.
Estos procesos parecen acompañar a las primeras sucesiones de satisfacción
y privación en la vida del niño.
" ... el curso de la gratificación de las necesidades instintivas durante el período
inmediatamente
subsiguiente al nacimiento puede describirse de la manera siguiente:
HARTMANN, KRIS y LOEWENSTEIN
232
necesidad instintiva-llanto-gratificación.
La proxima etapa posible en el curso del proceso sería: necesidad instintiva -gratificación
alucinada que no bastallanto que
provoca la gratificación real; el niño puede entonces volver a dormir." (Benedek, 1938).
No tenemos medios de comprobar lo que sucedería si también en tales
condiciones tempranas la satisfacción se llevara al máximo; no se han observado situaciones infantiles donde se usen modos de crianza que puedan ser
descriptos en estos términos; no existen en la sociedad humana y tendrían
que crearse con fines experimentales. Estamos mejor informados de la consecuencia de la privación intensa y hemos aprendido recientemente que la
ausencia prolongada de cuidados maternales o la falta de estimulación adecuada (desde los tres primeros meses de vida) tienden a producir retardos irreversibles que afectan aun a la maduración. (Durfee y Wolf, 1933; Spitz,
1945). Parece razonable suponer que los mecanismos de regulación y adaptación del niño tienen mejor oportunidad de educación en las proximidades
del máximo de satisfacción que en las del de privación. A medida que se
verifica la maduración de los mecanismos, el niño muestra signos de expectación y reconocimiento; vuelve la cabeza hacia el seno materno, lo busca
cuando se lo coloca en posición para alimentarlo y, entre el tercero y el quinto
mes de vida, aprende a prever la situación de alimentación sin llorar. Reconoce a su madre mientras ella prepara el alimento. (Para un buen resumen
ver Benedek, pág. 207).
A medida que el niño aprende a distinguir entre él y la madre, aumenta
su comprensión de las comunicaciones con ella. Poco se sabe sobre los
detalles del proceso por el cual se establece esta comprensión; las reacciones
ante el tratamiento que le da la madre, al tacto y a la presión corporales,
ciertamente desempeñan un papel; gradualmente aumenta la comprensión del
niño de las expresiones faciales de la madre. Parece probable que las experiencias relativas a los procesos emocionales y a los movimientos expresivos
del propio niño constituyan la base, o sean una condición necesaria, para
que el niño comprenda la expresión materna. (Freud, 1905; Schilder, 1935).
Pero el aspecto cognoscitivo del proceso, la comprensión de los signos de
comunicación, forma parte del lazo libidinal existente entre los dos. La
identificación del niño con la madre, que suponemos existen en un estado
temprano, se transforma gradualmente en una relación objetal ". El primer
objeto amoroso, la madre, es el más cargado en el mundo del niño, y el
primer aprendizaje se verifica parcialmente por identificación con este objeto.
8 Balint (1937) y otros presumen, además, la existencia de una relación objetal
temprana en el recién nacido. No hemos decidido hasta dónde esta presunción. está
justificada. La teoría de Freud del "narcisismo primario" parece todavía la mejor para
explicar los hechos observables inmediatamente después del nacimiento.
233
FORMACIÓN
DE LA ESTRUCTURA PSíQUICA
Mencionamos al respecto 'la última sugestión de Freud sobre el terna, comunicada
por Ruth M. Brunswick en un trabajo de 1940: Freud señala la posibilidad de que la
identificación con los cuidados
actividad del niño.
maternales
influya
decisivamente
en el desarrollo
de la
Las modificaciones de maduración que se producen durante la segunda
mitad del primer año dan al niño un mayor control de su propio cuerpo y
lo capacitan parcialmente para dominar los objetos inanimados de su espacio
vital 9. En cada una de estas operaciones desempeña su papel cierta clase de
previsión de los acontecimientos futuros. Tales operaciones representan una
función central del yo; aquella que posibilita el pasaje del principio del
placer al principio de realidad. Los dos principios reguladores del funcionamiento mental expresan dos tendencias del hombre. El uno procura la
gratificación inmediata e incondicional de las demandas; el otro acepta
las limitaciones de la realidad, posponiendo la gratificación a fin de hacerla:
más segura. (Freud, 1911).
Diversas teorías intentaron explicar la relación de los dos principios
(Ferenczi, 1926; French, 1936). Ninguna explicación es satisfactoria a menos
que supong.amos que la formación del yo, que interviene en el proceso como
una variable independiente, posibilite la transición de un principio al otro.
(Hartmann, 1939; ver también Mahler, 1945.)
e)
Algunas influencias en la formación
del yo.
El desarrollo del yo se verifica conjuntamente con el de las relaciones
objetales del niño. Entre los factores que amenazan a las relaciones de objeto
y ponen por lo tanto en peligro la estabilidad de las funciones del yo en el
niño, consideraremos aquí la ambivalencia. Las teorías sobre el origen de
la ambivalencia son en parte idénticas a las relacionadas con el origen de la
agresión. Así, Freud (1930) considera la posibilidad de que la ambivalencia
se origine como una protección necesaria del individuo contra los impulsos
destructivos confinados en la "mismidad". Su externalización sería entonces
un prerrequisito de la supervivencia. Algunas de las características de la
ambivalencia, tal como la oscilación rápida desde las manifestaciones de
actitudes positivas hacia las manifestaciones de actitudes negativas en el
infante y el niño, sugieren otra posibilidad: podría suponerse que las modio
ficaciones intermitentes entre la proyección y la introyección, que fueron
concomitantes necesarias en los ensayos del niño para establecer una distinción entre el yo corporal y el medio, sobrevivan como una tendencia hacia
y en contra del objeto humano. Existe otra explicación mejor, fundada en
9 Sin embargo, no hemos seguido
existencia del "instinto de dominio".
a Hendrick
(1942)
en la
presunción
de la
HARTMANN,
KRIS y LOEWENSTEIN
234
hechos observados, y no necesariamente en contradicción con estas hipótesis:
sin discutir el problema de si los impulsos instintivos que tienden hacia las
satisfacciones destructivas forman parte de la dotación original del hombre,
podría satisfacernos la hipótesis de que en las primeras fases de la vida del
niño toda transición de la satisfacción a la privación tiende a provocar respuestas agresivas. Podría decirse que la ambivalencia del niño hacia sus
primeros objetos amorosos corresponde a su posición dentro de la continuidad
que va de la satisfacción a la privación. (Ferenczi, 1926.) Todas las relaciones humanas estarían de acuerdo con esta sugestión, teñidas permanentemente por la circunstancia de que las primeras relaciones amorosas del niño
se establecieron en una época en que aquellos a quienes el niño amaba, eran
los que le dispensaban satisfacción y privación.
Sin embargo, podría intentarse suponer una correlación entre la frecuencia y la intensidad de las experiencias de privación del niño y las de sus
impulsos agresivos, tal como se manifiestan en su ambivalencia, pruebas que
no fundamentan conclusiones tan simples. Existen variables demasiado numerosas que tienden a oscurecer el problema, excepto posiblemente en l~s casos
-extremos, tales como los descriptos por Bender, Schilder y Kaiser (1936),
casos que estuvieron expuestos a la negligencia y a la hostilidad en un ambien,
te escasamente interesado en su supervivencia. En los casos menos extremos,
difícilmente puede sobreestimarse la complejidad de los procesos emocionales.
Las privaciones son inevitables en la primera infancia, porque la intensidad
creciente de las exigencias del niño que llora esperando a la madre, es experimentada como una privación; en este nivel las privaciones son, como hemos dicho, incentivos esenciales para la diferenciación entre el mundo y uno
mismo. En una etapa ulterior, cuando el niño aprende a intercambiar la
satisfacción inmediata por la futura, está expuesto de nuevo a experiencias
de privación, una de las cuales, como veremos, es un prerrequisito para la
formación del mundo del pensamiento y el desarrollo ulterior de su yo. El
niño posterga sus exigencias a fin de obedecer a los requerimientos de la
madre. Es casi indudable que cuanto más seguro esté el niño de que la
satisfacción seguirá a la postergación de las demandas, más fácilmente tolerará la privación. (Benedek insiste al respecto en la importancia del elemento
de confianza.) Y, además, no se puede ignorar que cada una de las demandas
básicas del niño cuya satisfacción se pospone, contiene impulsos libidinales
y agresivos. Éstos están unidos a todas las funciones biológicas dominantes,
a las nutricias como a las de excreción, y las tendencias libidinales, como las
agresivas, encuentran su expresión en las etapas oral y anal del desarrollo
1ibidinal. Toda tentativa para estudiar la reacción del niño frente a la priva-ción debe tomar en cuenta por lo menos tres aspectos: la naturaleza de la
privación, su oportunidad y los modos de su administración.
La situación más clara parece ser la relativa al tercer punto. El papel
.de la madre es doble. Ella otorga el premio al aprendizaje. Para conservar
235
FORMACIÓN
DE LA ESTRUCTURA
PSíQUICA
su amor el niño debe obedecerla. En segundo lugar, una vez que se establece
la organización del yo, por la permanencia de sus requerimientos la madre
apoya al yo del niño en su lucha contra los impulsos. Ambos papeles se
cumplen de la mejor manera si la educación se efectúa en una atmósfera de
atención amorosa, es decir, si ninguna manifestación consciente o inconsciente de agresión por parte del adulto provoca la contraagresión del niño.
No discutiremos aquí el problema de cómo siente el niño la hostilidad del
adulto, aun cuando ésta sea controlada cuidadosamente; sino que presumimos que la capacidad del niño para percibir es mayor que lo supuesto hasta
hace poco y que esta capacidad se desarrolla a una edad extremadamente
temprana 10.
El efecto de la actitud del adulto sobre el niño, cuando ésta significa privación, fué estudiado en el planteamiento de las situaciones restrictivas. El
niño no sólo experimenta privación cuando se le niega alguna de sus exigen.
cias -de
alimento, cuidado o atención-e- sino también cuando el adulto
interfiere algunas de sus actividades espontáneas, ya sirvan éstas a la gratificación de un impulso o a la solución de un problema. En la vida del niño
los distintos tipos de actividad tienden a no delimitarse tan exactamente entre
sí como sucede normalmente en el adulto. Toda actividad está más cerca de
los impulsos instintivos; la solución de los problemas y las fantasías lúdicas
tienden a interrelacionarse; aun el niño mayor come mientras juega y puede,
en un momento dado, desplazarse de un tipo de gratificación al otro. Las
numerosas tentativas para "impedir alguna actividad del niño" restringen
por lo tanto procesos altamente cargados. A fin de caraoterizar a estas
diversas circunstancias hablamos de situaciones de restricción.
El niño tiende siempre a reaccionar frente a la restricción mediante
alguna manifestación agresiva, Sin embargo, esta respuesta no es regular.
Se dice que los niños fajados durante mucho tiempo en el primer año de
vida, no presentan tendencia más acentuada a la agresión que los niños que
pudieron mover sus cuerpos libremente (Greenacre, 1944). Este hallazgo
parece sugerir que el fajado precoz no estimula las reacciones agresivas,
especialmente si forma parte de una tradición cultural y no es .Ia expresión
de una preferencia individual de la madre, ya que no interrumpe una actividad, aunque la evita. (Buxbaum, 1947.)
La presunción de que en la temprana infancia el interrumpir una actividad, más que el evitarla, puede ser una experiencia crucial -aunque
esto
debe generalizarse sólo con cuidadonos conduce a la hipótesis de que
numerosas clases de actividades "prácticas" están altamente cargadas y, por
lo tanto, nos lleva indirectamente a la proposición de que la interrupción
de la actividad, impidiendo lo que se llama la "terminación del ¡acto", puede
trastornar el equilibrio de la energía psíquica. Ceneralrnente esto se cumple
,
10
Para problemas posteriores de la vida del niño, ver Burlingharn (1935).
HARTMANN,
KRIS y I.;OEWENSTEIN
236
en la vida del hombre; una multitud de experiencias acerca de cumplimientos de actos en individuos normales y en enfermos obsesivos han aportado
amplias pruebas en este sentido. (Zeigarnik, 1927; Hartmann, 1933; Cero,
1933.) La analogía entre las conductas del niño y del adulto se extiende
aun a aquellos casos en los cuales el cumplimiento es evitado por el fracaso;
un niño que fracasa en el manejo adecuado de un juguete, o en la solución
de un problema que se le ha planteado, puede pasar de la actividad a reacciones de rabia. La frustración impuesta a los adultos por problemas insolu.
bles provoca una respuesta similar, excepto cuando su tolerancia a la frustración es mayor.
Sin embargo, el punto importante de nuestro contexto es que la tendencia
del niño a las explosiones agresivas cuando experimenta restricciones puede
modificarse fácilmente por la conducta del adulto que restringe: las restricciones amistosas tienden a reducir las respuestas agresivas. La mejor manera de distraer a un niño es la atención amorosa. La catexis dirigida hacia
la acción se transforma así en catexis objetal. La importancia de este tipo
de problemas es considerable, dado que la sucesión de restricción de las
actividades espontáneas y la disminución de los impulsos agresivos en el
niño afectan a numerosas situaciones de aprendizaje.
No intentamos abordar aquí el problema de qué contribuciones analíticas
podrían intervenir en la elaboración de una teoría general del aprendizaje
o cómo la presentación de algunas hipótesis psicoanalíticas podría ser de
utilidad general si se la formulase en términos de aprendizaje. Observamos
brevemente que los procesos de aprendizaje pueden conducir a la gratificación de los impulsos instintivos, ya que permiten el dominio de la realidad,
pero que al mismo tiempo representan un requisito esencial para el desarrollo
de las defensas del niño contra el peligro. En lo referente a las primeras
experiencias de aprendizaje del niño, las hipótesis psicoanalíticas tienden a
tomar principalmente en cuenta cuatro factores: primero, el estado de maduración de los aparatos; segundo, la reacción del ambiente; tercero, la
tolerancia a la privación y cuarto, los distintos tipos de gratificación suministrados por los procesos de aprendizaje y las satisfacciones que pueden
obtenerse como consecuencia del dominio de la realidad. Entre las situaciones específicas de aprendizaje que tienden a ser cruciales para la vida del
niño, como una especie de modelo en el cual se desarrolla el control del yo,
deseamos considerar los hábitos educativos.
Existen razones plausibles de orden fisiológico y psicológico a las cuales
podemos referirnos para tratar de explicar la importancia extrema de esta
situación específica en la vida del niño. La necesidad de regulación de los
hábitos tiene dos fases;inc1uye las necesidades de retención y de eliminación.
Su realización implica por lo;tanto dos inervaciones opuestas de los esfínteres
voluntarios -uretral y anal. Por otra parte, la misma inervación puede en
237
FORMACIÓN DE LA ESTRUCTURA PSíQUICA
distintas oportunidades expresar cosas opuestas: sumisión en un caso, rechazo en otro. 11.
La sumisión se facilita cuando el niño comprende las exigencias del adulo
to y cuando el aparato muscular se halla completamente desarrollado. La
reciente tendencia a posponer los hábitos educativos para el segundo año de
vida toma en consideración estos factores. Pero no sólo han madurado
entonces la capacidad intelectual y el aparato muscular: aproximadamente
en la misma época se verifica otro proceso de maduración, el de la catexis
libidinal de la zona anal. El aprendizaje tiene lugar en la época en que la
estimulación del orificio anal puede crear intensas experiencias sexuales 12.
La situación del niño durante el período de enseñanza de los hábitos higiénicos representa en pocas palabras la naturaleza de su situación conflictual
a esa edad. Esta situación conflictual es triple: en primer ·lugar existe un
conflicto entre dos tendencias instintivas, la de eliminación y la de retención
(conflicto instintivo); en segundo lugar existe un conflicto entre cada una
de estas tendencias y las tentativas del niño para controlarlas y regular su
función en el tiempo; se trata de un conflicto entre el ello y el yo (conflicto
estructural), y en tercer lugar existe un conflicto con el mundo externo que
ha provocado el conflicto estructural: la exigencia de la madre para que la
eliminación se efectúe a horario.
El poder de estas exigencias descansa en el premio que la madre ofrece:
aprobación o desaprobación en sus múltiples intensidades. La aprobación
puede graduarse desde la sonrisa hasta las caricias o regalos, la desaprobación desde la desaparición de la sonrisa hasta el castigo corporal. Pero
nuevamente no es la intensídad, o no sólo la intensidad de la aprobación o
de la desaprobación lo importante; no las manifestaciones tangibles de
satisfacción y privación, ya que cualquiera sea la intensidad de la manifestación, el temor a la desaprobación encierra el mayor peligro en la vida
del niño.
Al cabo del primer año, en las primeras etapas de la evolución del yo, el
niño ya ha establecido relaciones objetales duraderas; su vinculación puede
sobrevivir a la privación y la energía libidinal dirigida hacia el objeto amoroso ha sido parcialmente transformada en energía libidinal de impulsos
reprimidos, que pasan a ser catexis permanentes.
Mientras prevalece la exigencia de satisfacción inmediata, toda ausencia
de aquellos cuidados de los cuales depende el niño, es experimentada como
amenaza; gradualmente, a medida que el yo se desarrolla, se posibilita la
abstracción de la situación concreta. La amenaza se hace, en cierta medida,
independiente de la presencia o ausencia de la madre. Estos dos estados
coexisten en la vida del niño durante largo tiempo y se incorporan en distinUn punto de vista un tanto similar fué sugerido por Erikson (l9W).
Es posible que una educación higiénica "prematura"
pueda acelerar la catexis
libidinal de la zona.
11
12
HARTMANN, KRIS y LOEWENSTEIN
238
tas situaciones muy complejas. Freud (1926) abarcó estas situaciones en la
siguiente formulación: el temor de perder el objeto amado se completa por
el temor de perder amor. Así podría decirse que el niño, al obtener esta
nueva segurir' ad, contrae una nueva clase de vulnerabilidad; la' angustia
puede ahora invadir su vida en condiciones nuevas.
El significado del propio temor sufre transformaciones paralelas; ha sido
integrado en el acervo cultural del niño. Originalmente el temor es una resP' esta refleia a un peligro, es c'ecir, a las modificaciones que tienden a
provocar sentimientos de desamparo; más tarde actúa como una señal que
previene los cambios futuros. Solamente cuando el yo no puede actuar ante
la señal de alarma, la intensidad de la angustia crece y puede establecerse
el estado de angustia. Esta modificación en la función de la angustia es otro
caso de lo que más tarde llamaremos extensión del mundo interno; la angust;'i como señal puede actuar solamente cuando el niño ha aprendido a prever
el futuro.
Sólo desde 1926, cuando Freud introdujo el concepto de situación de
peligro, se estudió con algún detalle la gnm importancia del problema de la
r'efensa elel niño contra el pelizro. En el presente contexto requieren nuestra atención dos aspectos del problema de la defensa: hemos dicho que a
fin de conservar el amor de los que le rodean, el niño aprende a regular sus
.impnlsos instintivos : esto significa que la diferenciación entre el ello y el
yo se hace cada vez más completa a medida que el niño crece, y que sus
defensas, dirigidas contra el poder de sus impulsos, sirven para mantener
esta diferenciación. Las vicisitudes de estas fuerzas en conflicto pueden estudiarse en los casos de conducta regresiva y de irrupciones bruscas de los
impulsos instintivos en la vida temprana del niño: no entraremos a considerar aquí estos problemas, ya que ellos requieren una discusión de las funciones y de la fuerza del yo.
El término "defensa" no debe sugerir el concepto erróneo de que el proceso aquí referido tiene importancia patológica o solamente negativa. Más
bien es correcto decir que la personalidad humana se forma por mecanismos psíquicos que sirven también a los fines de la defensa. Algunos de estos
mecanismos actúan al principio en otros campos; así la proyección y la
introvección se emplean a fin de establecer la distinción entre uno mismo
y lo que no es uno mismo; la regresión, como una transformación regular
y temporaria de la función psíquica, acompaña al ciclo diario desde el despertar hasta el dormir; y la renegación del displacer probablemente represente una fase inicial en la eliminación de todos los estímulos perturbadores.
tstos y otros mecanismos, que en la vida del niño sirven a la función de
adaptación y tal vez arraigan en el acervo reflejo del recién nacido, pueden
actuar más tarde como mecanismos de defensa y, por lo tanto, determinar
cambios en la personalidad del niño. (Hartmann, 1939.) Algunas de estas
modificaciones son sólo temporarias, mientras que otras pueden convertirse
239
FORMACIÓN
DE LA ESTRUCTURA PSíQUICA
en permanentes. El yo puede preferir una u otra forma de defensa, 'usarla
para hacer frente al ello y al mundo exterior y, más tarde, al superyo; casi
en todas o en muchas de sus funciones, el yo puede llevar el sello de la
reacción a las situaciones tempranas de peligro (Anna Freud, 1936). Algunos mecanismos de defensa dejan regularmente su huella en una modificación
permanente de la estructura de la personalidad: la represión y la identificación son ejemplos al respecto.
No existen razones para exponer aquí de nuevo las hipótesis de Freud
relativas a la represión (1915) Y sus consecuencias para la dinámica, la
economía y la estructuración de la personalidad. Baste decir que con la
existencia de la represión, la delimitación entre el ello y el yo se define mas
exactamente y se mantiene por contracatexis.
En la identificación el proceso es distinto. Mientras que la represión es
un mecanismo específico, sin actuación previa -a menos que supongamos
que la tendencia a la renegación es su precursora, como bien pudiera serIa identificación ha sido uno de los mecanismos principales, sino el principal
contribuyente a la formación temprana de la personalidad del niño; en
segundo lugar y bajo la presión del peligro, puede utilizársela también con
fines defensivos. Pero las dos funciones, la primaria de identificación, su
parte creciente, y la secundaria, de defensa contra el peligro, no pueden
distinguirse siempre fácilmente con exactitud. Las raíces de la identificación
pueden rastrearse hasta aquellos impulsos del ello que tien len a la incorporación; el mecanismo psicológico de la identificación es correlativo de y se
construye sobre el modelo de esta tendencia. En las primeras fases del desarrollo del yo, el niño descansa sobre el adulto para relacionarse con el
mundo exterior; participa en sus reacciones y adquiere así sus' métodos de
resolver problemas y de enfrentarse con las emergencias. El choque de la
identificación sobre el desarrollo del yo del niño no se conoce en detalle.
Nuestras impresiones son más claras con respecto a la conducta moral.
Al apropiarse de las actitudes de los padres, el niño refuerza su resistencia
contra el embate de las exigencias instintivas que ha aprendido a considerar
como indeseables. Si fracasa, paga esta mayor seguridad con sentimientos
de culpa, y adquiere la precaria facultad de usar el arcaico mecanismo de
volver el impulso contra sí mismo, con fines de autocastigo. Al tomar partido
por las exigencias de los padres, al aceptar sus demandas como parte de lo
que desea, el niño refuerza su yo. contra los impulsos del ello. Esta seguridad
interviene también en la organización del mundo intelectual del niño.
La sucesión de maduración de las oapaoida'es
intelecn-ales
en crecímiento del niño, se conoce con exactitud. Existe una interrelación entre esta
maduración y la formación de la estructura psíquica; los factores de maduración respectivos se refieren a los aparatos que controla el yo. La relación
del niño con el mundo que lo rodea cambia de carácter cuando el principio
de realidad sustituye al principio de placer, al menos en parte. Esta "susti-
HARTMANN, KRIS y lJOEWENSTEIN
240
tución" puede describirse como un proceso de aprendizaje. El niño llega a
conocer gradualmente las modificaciones probables de su ambiente; la previsión del futuro se centraliza sobre consideraciones de este tipo: "Cuando
me comporto de tal manera, mi ambiente reacciona de tal otra", y así la conducta puede regularse a fin de satisfacer las espectativas.
Esta etapa se posibilita sólo cuando la urgencia de las demandas puede
ser reducida, cuando como dijimos, la gratificación futura puede substituir
a la inmediata. En consecuencia, la experiencia con aquellos a los cuales el
niño ama, no se plantea ya exclusivamente en términos de satisfacción o privación. La unión del niño con los adultos puede sobrevivir a la privación,
y éstos pueden imponer características propias que el niño trata de comprender. Al estudiar este proceso respecto a la distribución de la energía psíquica,
dijimos que la energía libidinal se ha transformado en energía libidinal de
impulsos reprimidos; respecto a las funciones del yo del niño, podemos decir que éste ha aprendido a establecer un criterio objetivo y a usarlo en
acción y pensamiento.
Los pensamientos del niño se relacionan sólo con el problema de hallar
nuevos medios de obtener gratificaciones valoradas¡ previamente, aunque
esto desempeña claramente un papel; el niño "aprende" para obtener el
caramelo y provocar las caricias de los padres. Pero existen nuevos placeres
para cada nivel de desarrollo. Además, el dominio de las dificultades, la
solución de los problemas, se convierte ahora en una nueva fuente de placer.
y el mismo pensamiento proporciona gratificación. Los procesos del pensamiento pueden actuar a distintos niveles; el pensamiento y la fantasía se
interrelacionan. El niño puede imaginar y fingir; en sus fantasías puede representar esta relación con su medio; puede jugar a ser adulto; en resumen,
se ha creado un mundo propio.
Su dependencia del mundo exterior, su resistencia a las reacciones inmediatas frente a los estímulos, condujeron a la ampliación de su mundo interior, intelectual.
d) Formación del superyo
Los procesos de diferenciación e integración en la nmez temprana muestran la interrelación constante entre los factores de maduración y del desarrollo. Los procesos que conducen a la formación de la tercera organización psíquica, el superyo, son independientes de la maduración en un mayor
grado. No existe un aparato específico cuya maduración sea esencial para
el desarrollo de la conciencia, sólo se necesita como condición previa esencial una cierta etapa de evolución de la vida intelectual. Pero aunque la
formación del superyo sea el resultado de influencias sociales y de procesos
de identificación, estos procesos pueden verificarse bajo la presión de una
situación específica en la vida del niño, que se cumple por la maduración.
241
FORMACIÓN
DE LA ESTRUCTURA
PSÍQUICA
Habitualmente' el niño alcanza la etapa fálica de su desarrollo sexual en el
tercero o cuarto año. (Discutiremos aquí estos problemas sólo en relación
con el varón.) Las manifestaciones en el comportamiento de las catexis y del
interés por la' zona genital son múltiples; la frecuencia más elevada de mas:
turbación genital, el mayor deseo de contacto físico con otros, particular:
mente con miembros del sexo opuesto, y la predominancia de las. tendencias
al exhibicionismo fálico, son ejemplos sobresalientes. Otras. manifestaciones
que frecuentemente se relacionan con las de la conducta pertenecen a la vida
de la fantasía. Esta interacción fué mejor estudiada en lo atinente a la masturbación. El lazo entre las fantasías de relaciones sexuales con los objetos
incestuosos y las fantasías de ser privado de tales actividades o castigado
por las mismas (por la castración o sus equivalentes), explica por qué la
masturbación durante la fase fálica adquiere frecuentemente un significado
crucial para la formación de los síntomas y del carácter.
La reacción del medio ante la manifestación de las exigencias del niño
durante la fase fálica, no es menos decisiva que la reacción ante sus impulsos
anteriores. En relación con las tendencias incestuosas en este período, la
privación es lo regular. La reacción del niño frente a esta nueva experiencia
de privación puede, sin embargo, por regla general, no aislarse claramente
de sus experiencias anteriores de satisfacción y privación. La intensidad de
esta reacción a la privación, se encuentra en este período parcialmente bajo
la influencia del pasado. Esta relación es en muchos casos, si no siempre,
acentuada por la regresión: bajo la presión del conflicto edípico el niño tiende temporariamente a volver a fases anteriores de su desarrollo libidinal.
La propia constelación edípica, mejor estudiada en las condiciones de la
civilización occidental, está llena de una serie de conflictos inevitables: las
exigencias fálicas del niñó dirigidas hacia la madre, están condenadas no
solamente a encontrarse con el rechazo o la restricción parcial por parte de
ella, sino que ponen al niño en ineluctable conflicto con su padre. Este conflicto representa una estructura completa: el niño experimenta hostilidad
contra el rival y teme la represalia del padre; la culminación de este temor
es el temor a la castración. El niño teme también que su hostilidad ponga
realmente en peligro al padre, quien, fuera de la zona conflictual, es un
objeto amoroso de suma importancia.
Freud insistió originalmente en un factor filogenético que predispondría
al individuo al temor de la castración. Hartmann y Kris (1945) han formulado opiniones alternativas de la manera siguiente:
" ... Freud argumenta que la intensidad del temor a la castración experimentada
por el niño varón en nuestra civiljzaeión, es inexplicable si se la considera como una
reacción a las amenazas reales a las que está expuesto en la etapa fálica; solamente lo
explicaría la memoria de la raza. A· esto nos inclinamos a replicar con los propios argumentos de Freud. Si bien en nuestra civilización, en numerosos casos, el niño no está
HARTMANN,
KRIS y DOEWENSTElN
242
amenazado con la castración, la intensidad de la agresion velada del adulto contra el
niño puede producir todavía el mismo efecto. Podría decirse que existe siempre una
castración "flotante". Los adultos que rstringen al niño pequeño proceden de acuerdo
con las normas arraigadas en su propia crianza. Sin embargo, por simbólicas o distantes de la castración real que puedan ser sus amenazas, son interpretadas verosímilmente
por el niño pequeño en términos de sus propias experiencias, La turgencia del pene con
la cual responde a la excitación erótica, este extraño fenómeno de un cambio en una
parte de su cuerpo que demuestra ser muy independiente de su control, lo conduce a
reaccionar, no ante el contenido manifiesto, sino más bien ante el significado latente
de la restricción, con que tropiezan &u apetencia por la madre, la hermana o la compañera de juegos. Y entonces lo que puede haber visto anteriormente con frecuencia, 10&
genitales de la niña pequeña, adquieren un nuevo significado como prueba y corroboración de su temor" Sin embargo, la intensidad del temor no sólo está vinculada a su
experiencia actual, sino también a experiencias similares de su pasado. La temida
represalia del ambiente revive recuerdos de angustias similares a cuando predominaban
deseos de otras gratificaciones y cuando el supremo temor no era el de ser castrado,
sino el de no ser amado... ".
La importancia
del temor a la castración en la economía de la angustia
del hombre, se evidencia de la mejor manera por el hecho de que afecta
también la actitud del hombre ante la muerte. Como todos los organismos
superiores el hombre teme a la muerte, pero este temor está coloreado por
todas las tendencias
anteriores
que han evocado angustia;
particularmente
por el temor a la castración y por el "temor al superyo", La formación del
superyo y su relación específica con la situación del niño durante la fase
fálica ha sido frecuentemente
discutida.
Nosotros
abordamos
el problema
desde este punto de vista: nos preguntamos
hasta qué punto las experiencias
más precoces en el mismo campo, es decir en el de la conducta moral, pueden relacionarse
con la formación del superyo. Como hemos dicho, la identificación con los padres y la sumisión a sus deseos existen en una etapa
anterior
del desarrollo
del niño. Así sucede con el sentimiento
de culpa,
cuando se fracasa al querer satisfacer los requerimientos
de los padres, y
también en el niño más pequeño existen acciones resultantes de la hostilidad
vuelta contra uno mismo. A fin de diferenciar
las funciones del superyo de
las de sus precursores,
distinguimos
claramente
dos aspectos en el proceso
de formación del superyo.
Primero el niño se identifica con los padres de una nueva manera, a fin
de escapar al conflicto entre el amor, el odio y la culpa y los tormentos de
la angustia. No se identifica con los padres tal como son, sino con una idealización de los mismos;
es decir que el niño purifica la conducta de los
padres en su mente, y la identificación
se verifica como si ellos fueran consecuentes con los principios que explícitamente profesan o aspiran a observar.
De acuerdo con la formulación. de Freud el niño se identifica con el superyo
de los padres.
243
FORMACIÓN
DE LA ESTRUCTURA
PSíQUICA
Sería erróneo suponer que la idealización de los padres comienza a esta
edad; ella refleja más bien el estado mental concomitante del niño y está
posiblemente vinculada con su ambivalencia original. Todas las operaciones
mentales primitivas tienden a precisar los contrastes y a "aglutinar valores"
(Hartmann, 1947). La inclinación del niño en este campo fué estudiada
repetidamente. Sin embargo, parecería que en la etapa prefálica la idealización se relaciona predominantemente con el problema del poderío: el niño
magnifica a los padres a fin de participar mágicamente de su protección y
poder. Al final de la etapa fálica, bajo la presión del temor a la castración,
la idealización se relaciona con la conducta moral.
En segundo lugar, el proceso de identificación que se verifica es diferente
de los previos, mediante la modificación concomitante en la economía de la
energía psíquica. Las nuevas identificaciones adquiridas por el niño conservan permanentemente parte de la catexis vinculada con anterioridad a los
objetos. La independencia relativa de los objetos por una parte y del yo por
la otra, estructura al superyo como una entidad distinta del ello y del yo.
En el curso de este proceso se desexualiza la energía libidinal: la parte
peligrosa o sexual de la vinculación del niño con la madre es sublimada y
aprovechada parcialmente en la idealización. Las actitudes agresivas hacia
el padre se internalizan; se transforman en la fuerza de que disponen las
exigencias del superyo.
La manifestación más clara de la existencia de la organización recientemente formada, consiste en que como consecuencia se introduce en la vida
del niño una nueva situación de angustia. El temor a la pérdida del objeto
amoroso o a la pérdida de amor en la etapa prefálica, el temor a la castración en la etapa fálica, son complementados, pero naturalmente no suplan.
tados, por un nuevo temor; el nuevo factor, la angustia del superyo, permite que el niño se independice moralmente de su ambiente. El hombre ha
adquirido una voz interna.
El desarrollo de la personalidad no concluye aquí y creemos que sus potencialidades de transformación durante el período de latencia y de adolescencia han sido subestimadas durante largo tiempo en los trabajos psicoanalíticos. Pero parece que la estructura básica de la personalidad y la interrelación funcional básica de los sistemas se han fijado con cierta extensión.
El crecimiento y desarrollo del niño no se detienen, pero después de esta
edad ambos modifican una estructura existente. El superyo, estructura recientemente erigida, está expuesto a numerosas exigencias conflictuales. Al principio tiende a ser excesivamente rígido .. No hace compromisos, más bien
cede. La exagerada rigidez se expresa en su "absolutismo moral" (Piaget,
1932). La observación psicoanalítica agrega que en este estado, al principio
del período de latencia, los síntomas obsesivos son muy frecuentes en los
niños.
Durante el período d~ latencia puede observarse una regulación gradual
HARTMANN,
KRIS y LOEWENSTEIN
244
de las funciones del superyo. Este reajuste se debe parcialmente al crecimiento de la comprensión intelectual y a una enseñanza educativa o religiosa, pero también parcialmente a que la función del superyo está menos
'Comprometida; por lo tanto necesita menor protección. La transformación
puberal crea nuevos peligros; reactiva la situación que condujo una vez a
la formación del superyo. La polarización subsiguiente de la conducta entre
asoetismo y satisfacción ha sido repetidamente descripta (Arma Freud, 1936).
Se ha comprendido menos claramente que a esta edad se elige con frecuencia
un nuevo conjunto de ideales. Ellos llegan a constituir una parte del acervo
moral del adolescente (ideal del yo). Además esta elección no es súbita.
Durante toda la latencia, el niño se ha identificado con numerosos modelos:
maestros, amigos, policías, conductores de la guerra, estado o comunidad,
y con todo el conjunto de imágenes que le proporciona su cultura. Pero
durante la adolescencia las identificaciones adquieren nueva fuerza, se hacen
más compulsivas y la necesidad de apoyo exterior es mayor.
De aquí la importancia obvia de las condiciones culturales para la función del superyo. No entraremos a considerar los problemas de esta situación; no discutiremos en qué condiciones el idealismo y el cinismo tienden
a constituir fases transitorias del desarrollo y cuán gradualmente se restahlece el equilibrio. Solamente señalaremos una alternativa: si los valores
sociales cambian rápidamente, si valores nuevos no substituyen completamente a los antiguos, si nuevos ideales de conducta no complementan la antigua
estructura del superyo, entonces nos enfrentaremos en el adulto con una
conducta, que lleva al máximo la complacencia con lo que hacen "los vecinos".
La intensidad con que se revisten los ideales en una sociedad segura de sus
valores sociales, puede manifestarse entonces como una tendencia compulsiva
a ser exactamente como "los otros". La conformidad se ha transformado
entonces en el dios supremo.
llV.
Los datos de observación.
Las hipótesis genéticas que consideramos aquí representan una selección
de las formuladas por los psicoanalistas para explicar la formación de la
estructura psíquica. Sin decirlo tan explícitamente, hemos incluído también
con frecuencia proposiciones dinámicas; en el contexto del sistema de la
psicología psicoanalítica, como en cualquier otro sistema científico, las hipótesis se apoyan entre sí y donde el apoyo falta queda lugar para la duda.
En la ciencia se conserva alguna hipótesis, un conjunto de hipótesis o aun
de presunciones y conceptos que mantienen al sistema unido, según su utilidad como instrumentos en la explicación causal de los fenómenos estudiados.
Freud y los que con él se basaron sobre las hipótesis y conceptos de las
proposiciones genéticas definidas del psicoanálisis, se enfrentaron en su
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FORMACIÓN -DE LA ESTRUCTURA PSÍQUICA
totalidad con cuatro conjuntos de datos específicos que intentaron integrar.
Enumeraremos estos datos de acuerdo con su probable importancia cronológica:
l. La reconstrucción biográfica en observaciones psicoanalíticas.
2. El estudio de los fenómenos regresivos en la conducta normal, pero
especialmente en la patológica, principalmente en el estudio de las
neurosis y psicosis.
3. Observaciones sobre el desarrollo del niño.
4. Datos de historia y antropología, interpretados especialmente a la luz
del evolucionismo y usados para la formulación de las construcciones
"prehistóricas". Estas construcciones están vinculadas con las observaciones ontogenéticas.
Al reformular parcialmente algunas de estas hipótesis no hemos tratado
solamente de eliminar las insuperables dificultades de terminología y algunas
contradicciones en la cohesión sistemática de las hipótesis, sino que también
hemos intentado revaluar implícitamente, en cierto grado, los datos de observación. Podemos exponer la diferencia de la manera siguiente:
Hemos evitado toda conexión entre las hipótesis ontogenéticas y las estructuras prehistóricas; no lo hicimos así porque dudáramos de la importan.
cia de tales estructuras como, fuentes de valiosas claves, sino, porque dudamos
de su valor dentro de un conjunto más riguroso de hipótesis que aspiran
a la verificación por procedimientos empíricos. Por otra parte, tratamos de
permitir una mejor integración entre los otros tres tipos de datos, los obtenidos del estudio de los fenómenos regresivos en general, de las reconstrucciones psicoanalíticas y de la observación directa del niño en, crecimiento.
Los tres son, esenciales y su interrelación en la formulación de las hipótesis
psieoanalíticas merece una discusión más detallada.
A fin de explicar los primeros procesos de diferenciación e integración
volvemos al estudio de los fenómenos que atribuímos a la regresión de estos
estados. Así, la pérdida de la diferenciación entre uno mismo y lo que no
es uno mismo es familiar por muchos procesos psicóticos. La experiencia
esquizofrénica de la vaciedad del mundo exterior y muchos otros procesos
alucinatorios y delirantes, así como los aspectos psicológicos del sueño, se
explicarían, de acuerdo con las hipótesis de Freud, como un pasaje de las
catexis desde el mundo a uno mismo. Estos fenómenos y sus opuestos suministran modelos par.a las hipótesis de transformaci6n de las cargas objetales
en cargas .narcisísticas y viceversa.
Por otra parte, el hecho de que la distinción entre uno mismo y el mundo exterior se desarrolla gradualmente, y la manera e intervalos de tiempo
según los cuales lo hace, pertenece a una serie de datos' que pueden comprobarse por el estudio de la conducta -del infante y del niño. La importancia
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de estos últimos datos está indicada, creemos, por algunas de nuestras
reformulaciones, como por ejemplo, las que insisten sobre la importancia de
los procesos de maduración.
Solamente en casos excepcionales nos hemos referido directamente a los
datos mismos; su integración sistemática con las observaciones e hipótesis
psicoanalíticas, representa una tarea par.a estudios monográficos en numerosos campos. Los datos disponibles en la actualidad no bastan. Sólo los
estudios sobre el desarrollo del niño, guiados por estas hipótesis psicoanalíticas, pueden suplir a una mejor fundamentación empírica. Los estudios
efectuados en este terreno, hasta donde llegaron, demuestran ser de gran
valor. Este valor aumentará cuando se relacionen completamente con la comunicación entre el niño y la madre en el estado preverbal, o en las primeras etapas verbales. Lo que necesitamos es la prueba de observación de
nuestras hipótesis relativas a la formación de objeto. Análogamente las hipótesis relativas a las reacciones de la madre y el niño frente a las enseñanzas de la higiene y muchas otras hipótesis relativas a las fases más precoces
de la infancia podrían formularse más concretamente y tal vez con mayor
corrección si los datos de observación fueran más amplios.
Las observaciones de esta clase no reemplazarán todavía a los hallazgos
de la reconstrucción psicoanalítica. En las observaciones de los detalles de
la conducta no siempre puede verse la importancia potencial de una experiencia. Sólo la investigación retrospectiva puede dilucidar esta importancia.
Por lo tanto, repetimos lo ya dicho en otro lugar, que el estudio sistemático de numerosos historiales desde el nacimiento en adelante, basados en
la integración de numerosos y finos datos de observación, da las mayores
posibilidades de verificación o refutación de hipótesis. Existen campos en
los cuales las observaciones objetivas no pueden, todavía, contribuir a la
formulación de hipótesis; pero son con frecuencia eminentemente útiles en
la exclusión de aquéllas que estén 00 contradicción con la observación.
Traducido por
CARLOS IRALOI.
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