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EL MIEDO INOCULADO. A VUELTAS CON LAS VACUNAS.
Dr. Karmelo Bizkarra. Director Médico del Centro de Salud Vital Zuhaizpe
Hay médicos que temen y huyen de la contra-prueba; desde el momento que obtienen
observaciones que van en el mismo sentido que sus ideas no quieren buscar hechos
contradictorios por el temor de ver sus hipótesis desvanecerse.
Claude Bernard. Introducción al estudio de la medicina experimental
La ciencia actual apoya uno de estos dos marcos o paradigmas. El primero es que el
mundo es competitivo, agresivo, peligroso, amenazante y que hay que ponerse en
guardia y luchar contra los enemigos (virus, bacterias, hongos) y que hay que protegerse
de su ataque, es decir convertirnos en cazadores de microbios, desconfiando de la
capacidad autocurativa del organismo humano. En este paradigma es donde tienen
sentido las vacunas. Pero cada vez somos más los especialistas que creemos en una
segunda visión, en un mundo en autorregulación (a pesar de los desastres ocasionados
por el ser humano), donde la ecología y la colaboración entre especies es
fundamental para el ecosistema tierra. Consideramos a los microbios no como
causantes iniciales de enfermedad sino como acompañantes o marcadores de ella, y que
lo importante es el terreno, el organismo humano. Un germen (virus, bacteria, hongo)
no podrá germinar si las condiciones del huésped no son las adecuadas, y por ello, de
nada sirve “cazar a los microbios” si las causas primeras que originaron la
enfermedad siguen actuando.
De esta forma el estado de salud refleja el equilibrio entre el ser humano y su entorno, y
la armonía interna de sus funciones, y por el contrario, la enfermedad manifiesta el
desequilibrio con el medio, interno y externo.
Durante el siglo XIX y el XX las enfermedades infecciosas en su conjunto habían
desaparecido en el noventa y tantos por ciento antes del comienzo de las vacunaciones
masivas, y los factores decisivos para ello han sido la mejora en las condiciones de
higiene, la llegada del agua potable a las viviendas, la recogida de las aguas residuales,
las mejoras laborales consecuencia de las luchas obreras, la mayor seguridad de las
personas por el aumento relativo de los derechos humanos, la disminución, relativa, de
las guerras, etc. Inventos modernos que han facilitado nuestra vida como la lavadora, el
frigorífico y la calefacción, han apoyado el fortalecimiento de nuestra salud más que
muchos médicos juntos.
Al mismo tiempo que disminuyeron o desaparecieron las enfermedades contra las que
se usaron vacunas, disminuyeron o desaparecieron también otras enfermedades
infecciosas ante las que no ha habido vacunas o han sido ineficaces: escarlatina, fiebre
tifoidea, cólera, enfermedades venéreas (sífilis), debido también, a que las condiciones
de alimentación e higiene mejoraron enormemente. Además, el descenso de las
enfermedades infecciosas ocurrió en los países que se utilizaron vacunas, y en los que
no.
El miedo inoculado. A vueltas con las vacunas. Dr. Karmelo Bizkarra.
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Según Michel Foucault, históricamente la vacunación masiva aspiraba a disminuir los
porcentajes de mortandad de la mano de obra sin que para ello fuera necesario mejorar
su nivel de vida. En esos tiempos no preocupaba la salud del ser humano, sino la
estabilidad de la población como fuerza de trabajo.
En los Estados Unidos sólo la mitad de los Estados obligan por ley las vacunaciones
contra enfermedades infecciosas y el porcentaje de niños vacunados varía de un Estado
a otro. Como consecuencia, decenas de miles, quizás millones de niños en áreas donde
los servicios médicos son limitados y donde los pediatras son casi inexistentes, nunca
fueron vacunados contra enfermedades infecciosas y, por lo tanto, deberían ser
vulnerables a éstas. Sin embargo, la incidencia de enfermedades infecciosas no se
correlaciona con respecto si es o no obligatoria por ley la vacunación.
A consecuencia de estos cambios de vida disminuyeron las epidemias infecciosas, pero
como la enfermedad está en relación a nuestra forma de vida (individual o social), han
aparecido otras epidemias modernas, las del consumo y el derroche, el estrés y el paro
laboral. Nunca en la humanidad había habido tantas enfermedades alérgicas, asma,
enfermedades autoinmunes, cáncer, trastornos cardiocirculatorios….no solamente en los
mayores sino también en los niños. La enfermedad no es una cuestión de mala
suerte, está siempre en consonancia con nuestra forma de vida.
De todas maneras un ser humano solo es libre para elegir una opción cuando se
encuentra informado, y la información actual sobre las vacunas es sesgada y
parcial, cuando no utilizada para intereses económicos de unos pocos. Es necesario
informar a los usuarios del riesgo que implican las vacunas para que puedan decidir.
Sería necesario establecer un protocolo de consentimiento informado (de igual manera
que se hace en los casos de resonancias, cirugías o transfusiones, etc).
La vacunación de alguna manera es una infección, incluso si es atenuada, ella
provoca fiebre, eritema local, erupción en lugar de la vacuna, etc. Se le otorga un poder
mágico al creer que una vacuna puede evitar las consecuencias de nuestras
transgresiones de las leyes naturales. Las vacunas crean en la mente del médico (no
crítico) y en la población en general la falsa ilusión de seguridad.
Las vacunas no son tan seguras ni inocuas como nos lo quieren hacer creer. Como
muchos medicamentos tienen sus efectos no deseables. Y los encargados de
Farmacovigilancia han de estar alerta para garantizar el bienestar general de la
ciudadanía, sin embargo no es así. Se considera que solamente entre el 1 y el 10% de los
efectos perjudiciales de los medicamentos son declarados, y en el caso de las vacunas
todavía es menor. Las vacunas son consideradas tabú e incluso cuando hay relación
directa con el efecto colateral se niega. Como dice el Dr. Marín, “sistemáticamente los
efectos vacunales sobre la salud de la población han sido silenciados, negados,
minimizados o tratados como meras coincidencias, en consecuencia no se investigan”.
Incluso los individuos vacunados pueden acabar enfermos de esa misma enfermedad
contra la que se han vacunado. En ese caso si la vacunación es reciente se replica que la
reacción inmunitaria no ha tenido tiempo de producirse. También se puede argumentar
que la vacuna no era de buena calidad, la cepa no estaba en condiciones, las personas
fueron mal vacunadas, la reacción vacunatoria fue insuficiente, o la última aplicación de
la vacuna ya era demasiado vieja.
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Esta baja declaración de los efectos “colaterales” (utilizando la terminología médica)
altera considerablemente las nociones de eficacia y de inocuidad de las vacunas. Se
atreven así a decir que los efectos perjudiciales son muy raros y que la balanza
beneficios-riesgos se inclina a favor de la vacuna.
En Estados Unidos, se creó en 1998 una farmacovigilancia específica para las vacunas
con el nombre de VAERS [1] (Vaccine Adverse Event Reporting System). En nuestro
país parece que un sistema parecido “no ha lugar”. ¡Aquí no pasan cosas raras! Somos
diferentes.
Las cifras presentadas por las autoridades médicas, generalmente, no reflejan la
realidad. El 75% de las reacciones posvacunales observadas, aparecen en un plazo
comprendido entre unas horas después de la inyección y unos 60 días después de la
misma; otras reacciones han aparecido más tarde. Cuando las vacunas se aplican
durante los dos primeros años se interviene sobre un sistema inmunitario
inmaduro, que de repente se ve invadido por diferentes microorganismos o toxinas
varias. Un estudio dirigido por Neil Z. Miller y Gary S. Goldman, profesionales de
medicina con reconocimiento mundial y publicado por la prestigiosa revista médica
Human and Experimental Toxicology, sugiere claramente que el número de vacunas
que se administran a los niños tiene un impacto directo sobre la mortalidad
infantil.
Las vacunas en los alérgicos puede provocar crisis de asma, dermatitis, urticaria,
psoriasis e incluso reumatismo articular agudo. Según Mendelshon, “se piensa cada vez
más que las vacunas contra las enfermedades infantiles de la infancia pueden ser
responsables del aumento intenso de las enfermedades autoinmunes en nuestra
población. Estas son las enfermedades graves como el cáncer, la leucemia, las
enfermedades reumáticas, la esclerosis en placas, el lupus eritematoso diseminado, el
síndrome de Guillain-Barré”.
Sus efectos tóxicos son también debidos a los coadyuvantes, de los que destacan las
sales de aluminio y los derivados del mercurio. Además la asociación de Afectados por
las Vacunas ha encontrado una mayor cantidad de aluminio que el declarado por la
empresa farmacéutica. La contaminación por aluminio se considera especialmente
tóxica para el organismo humano pudiendo producir reacciones de autoinmunidad, la
inflamación del cerebro a largo plazo y complicaciones neurológicas asociadas.
Debe preocuparnos también, por la falta de estudios a largo plazo, los efectos
perjudiciales crónicos de las vacunas. Otra crítica a realizar a las vacunas es la
utilización de vacunas múltiples, de las que igualmente se desconocen los efectos
adversos a largo plazo. La utilización de varias vacunas diferentes en una misma
aplicación no se realiza por criterios de salud sino por criterios comerciales. Por lo
general en una infección no aparecen en coalición varios gérmenes “patógenos”
invasivos a la vez. Igualmente en los adultos la vacunación múltiple con diferentes
agentes de enfermedad se relaciona con alteraciones del sistema inmunológico y
neurológico, entre otros. El Dr. Michel Odent, pionero de la humanización del parto en
occidente, recuerda que en el conocido “Síndrome de la Guerra del Golfo” los
investigadores comenzaron a estudiar “el rol de las vacunas como factores de riesgo
de mala salud en veteranos de la Guerra del Golfo”.
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Por otra parte, los padres que tienen un hijo que sufre los efectos graves de una vacuna
no representan más que un porcentaje mínimo (en el caso de que se recojan los datos y
se relacionen con la aplicación de la vacuna) y, para dichos padres, la vacuna ha
resultado ser contraproducente en un cien por cien. Con frecuencia las víctimas y sus
familiares se sienten solas y abandonadas por el estamento médico y administrativo del
Estado, que en definitiva tendría que hacer frente a estos inconvenientes.
Las vacunas no dan “inmunidad” de por vida, por eso hay que dar dosis recuerdo,
pero cada dosis recuerdo puede provocar reacciones más intensas. El suero de la difteria
se considera que tiene una acción inmunitaria con “una vida media” de 19 años, como
se evidenció en un estudio publicado en el 2007 en la prestigiosa revista médica New
England Journal of Medicine. En España, el Instituto de Salud Carlos III establece que
"la mayoría de los vacunados a los diez años de la última dosis tienen títulos de
antitoxina [la base de la inmunidad] por debajo de los niveles óptimos”.
Las vacunas han sido presentadas de una manera tan hábil y agresiva que la
mayoría de los padres ven en ellas el milagro que ha hecho desaparecer muchas
enfermedades, en otro tiempos temidas. Sin embargo, no existe ninguna prueba
científica convincente que permita afirmar que las vacunas han eliminado las
enfermedades infantiles. Su efecto solo se evalúa por el contenido de anticuerpos, no
por comparación de tasas de infección en vacunados y no vacunados. Otra de las
particularidades de las vacunas es que se aplican a las personas sanas, sin síntomas de
enfermedad o analíticas alteradas, y suministrar medicamentos en personas sanas es
parte de un sistema que prioriza la economía a la salud.
Es irracional afirmar que los científicos, académicos y profesionales que persiguen más
transparencia con los efectos secundarios de las vacunas o son críticos con algunas
vacunas, están contra la salud pública. ¿Contra quién atenta este espíritu crítico? ¿Choca
acaso con intereses comerciales y con el poder corporativo médico? ¿Nos obligan a
tener una fe ciega en el sistema médico-farmacéutico? ¿Debemos permitir que la fe se
vuelva una evidencia?
Otro argumento típico que intenta distorsionar la responsabilidad personal es acusar a
los padres de los niños no vacunados de poner en riesgo a su entorno. Si el niño está
vacunado y sus padres creen que la inmunidad provocada por las vacunas les protege,
entonces, ¿qué hay que temer? Y si no es así ¿de que sirve vacunar si no les protege?
Además, es necesario tener en cuenta que cuando unos padres optan por no vacunar, se
han informado, no es una decisión a la ligera, y buscan la salud de sus hijos. Son
responsables y al mismo tiempo conocen bien los efectos secundarios y adversos de las
vacunas y eligen no correr riesgos en ese sentido. Por tanto, es preciso que sean
respetados en su derecho de elegir lo que ellos creen que es mejor para sus hijos.
Otro argumento popular es que los no vacunados se aprovechan de los que lo están, de
que son insolidarios. Cuando se ha visto, como en el caso actual de la difteria, que los
vacunados se pueden convertir en portadores que ponen en riesgo a su entorno y a los
no vacunados, y nunca al contrario, como indica el Dr. Michel Georget, especialista con
una visión crítica sobre las vacunaciones masivas.
La sociedad en su conjunto no puede caer en la trampa de buscar un chivo
expiatorio para exorcizar nuestros miedos inconscientes a la enfermedad y al
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dolor. No podemos caer en el reduccionismo de pensar que la gente que no vacuna es
irresponsable con sus hijos y no son solidarios con los hijos de los demás, y de que las
vacunas es lo mejor.
Recordemos lo que ocurrió con la preconizada gran pandemia mundial de la gripe A,
que luego fue más leve que la gripe de cualquier año. Antes ocurrieron la gripe porcina,
la gripe aviar y últimamente el ébola. Posiblemente estas pandemias son desastrosas en
los países hundidos en la pobreza y en la miseria, donde no hay alimentos, ni agua
potable, ni canalización de residuos, pero no se extienden en los países más pudientes.
Como no se extenderá tampoco la difteria.
Estas campañas, posiblemente orquestadas cada pocos años, “inoculan” el miedo y al
que teme se le puede manejar mejor. El espíritu crítico de las personas es anestesiado
por el pensamiento único y dirigido por el que tiene poder. En estas campañas se
hace creer falsamente que estar vacunado es estar protegido. Se condiciona a las
personas para que acojan las vacunas como un acto de fe, sin plantearse ninguna postura
mínimamente crítica, sin escuchar o ningunear a las personas o familiares de afectados
por un síndrome vacunal.
Después de décadas de estudio del tema de las vacunas opinamos que la mejor
prevención de las enfermedades infantiles se encuentra en el apoyo de la lactancia
materna, el favorecimiento de la baja maternal al menos durante el primer año del
niño, una alimentación saludable y una educación para la salud desde la escuela
donde el niño pueda aprender hábitos de vida saludables. No somos “antivacunas”,
trabajamos con otra forma de prevención, sin riesgo para la salud y por eso decimos,
¡Vacunas, no, gracias! La lactancia materna prolongada, uno o dos años, aporta
anticuerpos y cariño al niño, y eso es la mejor prevención para la salud.
Actualmente se considera y se habla de Ciencias de la Salud, cuando en realidad en las
facultades de Medicina y enfermería se estudia la enfermedad, cómo diagnosticarla y
tratarla. Es necesario y urgente el estudio de la salud y la aplicación de los factores
de la salud para prevenirla o favorecerla cuando se ha perdido.
Por todo ello es importante respetar el principio de precaución, ese aforismo
médico que dice “primum non nocere”, antes de nada no hacer daño, ni física, ni
psicológicamente, ni socialmente.
Con el tema de las vacunas resurgen temores irracionales a los pequeños
microorganismos y en cambio no a la forma de vida antinatural, a la alimentación
contaminada y a la vida estresante e insolidaria en la que vivimos, ocasionando
reacciones viscerales, no científicamente comprobadas, a los que preferimos una
“inmunidad natural” por una forma de vida saludable: alimentación, ejercicio,
contacto con la naturaleza, expresión emocional,…etc. Por ello nos oponemos a las
vacunaciones masivas ciegas, en las que se desconoce el estado inmunitario de los
inocentes que sufren la inoculación y además se excluye un estudio de su estado de
salud antes de vacunar o de la reactividad del organismo a los tóxicos de las vacunas.
En cualquier otro tratamiento se hace un estudio de la persona enferma, un diagnóstico
y un posterior tratamiento. En las vacunas nada de este acto médico tiene lugar,
“tratando” a personas sanas, que con cierta frecuencia enferman tras ser vacunadas.
Además los numerosos accidentes por vacunas son minimizados u ocultados.
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La enfermedad es la consecuencia del no seguimiento de las leyes naturales y las
leyes de la vida, y no podemos prevenirla inoculando un virus muerto o atenuado,
o las toxinas que producen dicha enfermedad (difteria). No podemos evitar la
enfermedad si no evitamos las causas que la producen y aplicamos los factores de
salud que favorecen una vida saludable.
No nos dejemos llevar por una información parcial y tergiversada que confunde un
acto de fé o creencia con un hecho científicamente demostrado. La salud no
depende de los medicamentos o las vacunas, la salud depende de la calidad de vida.
Las enfermedades infecciosas seguirán diezmando, como ocurrió en Europa durante los
últimos siglos, a todos los países sin recursos del Mundo. África no necesita vacunas,
África necesita recursos para salir de su pobreza, de la falta de alimentos, creando una
red sanitaria de agua potable y recogida de aguas negras, África no necesita guerras
provocadas por poderes occidentales que les venden sus armas.
Ante las voces que surgen imperativas o dictatoriales a favor de la obligatoriedad de las
vacunas, que hacen un flaco favor a la ciencia ya que utilizan el mínimo resquicio para
imponer sus ideas sin respetar las de otros que llevamos décadas estudiando este tema,
recomendamos la extensa literatura médico-científica que es crítica con las
vacunas y la forma de vacunación. Por otro lado pueden surgir las mismas preguntas,
¿por qué no se obliga a hacer deporte si se sabe que es bueno para la salud? O ¿por qué
no obligan a comprarse un coche nuevo cada 3 años porque conducir un coche viejo
pone en peligro la salud de otros conductores? O ¿por qué no prohibir las guerras?
Por último, en la Ley de Sanidad española, en el artículo10.9, establece de forma clara y
contundente que toda persona tiene derecho a negarse a un tratamiento, excepto
cuando tal negación pueda implicar un riesgo para la salud pública. La única
cuestión difícil de resolver es cuándo se está ante una situación de riesgo para la salud
pública. Cuando no hay riesgo a la salud pública es evidente que nadie puede ser
obligado a recibir tratamiento médico. Para terminar indicar que ahora mismo en el
Estado Español para vacunar a alguien en contra de su voluntad es necesaria una
orden judicial y probar de forma fehaciente que sin el tratamiento se pone en
peligro inminente la vida del paciente.
LA DIFTERIA EN DATOS, UNA VISIÓN CRÍTICA
La difteria ha sido una enfermedad que ha afectado sobre todo a las capas más pobres de
la sociedad, donde la alimentación era peor y la falta de higiene y cuidados de salud
menor. Como dice el Dr. Juan Gervas, “la difteria arrasa entre los pobres”. Por tanto,
¿puede ser la bacteria de la difteria la única causa de la enfermedad?
Como dice el Dr. Pablo Saz, “la vacuna de la difteria ha sino una de las que más ha
contribuido al mito de las vacuna-salvación y esto ha sucedido porque ha coincidido su
introducción en el mercado con una disminución de los casos de difteria. Lo que nunca
nos dirán es que esa disminución se ha dado por igual en los países vacunados y no
vacunados. Y ha soportado posteriormente numerosas críticas a pesar de haberse dado
casos de recrudecimiento de difteria en países vacunados”.
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La disminución de la mortalidad por difteria en el Estado Español fue alrededor del 99%
entre 1901 y 1965, año en el que se empezó a vacunar masivamente con la vacuna de
DPT, lo que vuelve a confirmar, como sucede con la mayoría de enfermedades infectocontagiosas, que los cambios en la nutrición y en la higiene que se han ido produciendo
en la sociedad han jugado un papel decisivo en la desaparición de esta enfermedad.
El Dr. Gerhard Buchwald, en su libro “Vacunación, el negocio con el miedo”, escribe
que “en Alemania en el siglo XIX la difteria era una enfermedad muy extendida con un
índice de mortalidad muy elevado. En 1883, parece ser, que murieron 75.000 personas,
la mayoría niños, de esta enfermedad. Antes de la Primera Guerra Mundial ocurrían
por año 15.000 casos mortales. En tiempos de guerra las cifras de las enfermedades
infecciosas aumentaron considerablemente. Al terminar la Primera Guerra comenzó un
fuerte retroceso que se ralentizó a partir de 1920 hasta 1925. Aquí se introdujo la
vacuna y la cifra de casos mortales aumentó. En 1945 se llegó a 250.000 casos por
año, fue el punto máximo, al final de la guerra la curva descendió bruscamente, a
pesar de que en el tiempo después de la guerra nadie o muy pocos se vacunaron”. De
nuevo se observa que la ESCASEZ, el HAMBRE y LOS AÑOS DE POBREZA y
PRIVACIÓN son un campo de cultivo para cualquier enfermedad infecciosa. Algo
similar describe Michel Georget en Noruega, y Fernand Delarue en Francia. El declive
de la difteria en Canadá, un país muy vacunado, no fue más rápido que el declive en
Japón tras 1945, y Japón no vacunó de la difteria.
Según Robert S. Mendelsohn en su libro How to raise a healthy Child... in Spite of your
doctor: “Durante un brote de difteria en Chicago, en 1969, la Junta Sanitaria de la
ciudad informó que 4 de 16 afectados habían sido plenamente vacunados y que otras 5
más habían recibido una o más dosis de la vacuna. En otro brote en el cual murieron 3
personas, reveló que uno de los casos de muerte y 14 de 23 infectados habían sido
plenamente vacunados. Episodios como estos echan abajo el argumento de que puede
acreditarse a las vacunaciones la eliminación de la difteria o de cualquier otra
enfermedad infantil antes común”.
El que fue Profesor de Patología Comparada en el Museo Nacional de Historia Natural
de Francia, Jules Tissot, escribe en su libro La catástrofe de las Vacunas Obligatorias:
“la vacuna antidiftérica con anatoxina se empezó a utilizar en 1923. En 1925 se
declaró una epidemia en el ejercito del Rhin y se decidió vacunar a los soldados. El
médico militar Zoeller realizó un primer control. Vacunó a 305 soldados con dos
inyecciones con un intervalo de 3 semanas. Otros soldados no vacunados servían de
control. Se declararon 11 casos de difteria entre los 305 vacunados durante las tres
semanas que separaban las dos inyecciones. Hubo un solo caso entre los 700 soldados
no vacunados…Se consideró que la difteria de los vacunados había surgido entre los
hombres incompletamente inmunizados. Se consideró que esos hombres estaban
recientemente vacunados y que debían ser registrados en el grupo de no vacunados…
Esta trampa tuvo por consecuencia falsificar la experiencia de Zoeller cuyo resultado
se interpretó de la siguiente manera: hay menos que un caso entre los vacunados
contra 11 en los no vacunados. La vacuna podía ser comercializada”. Y continúa
diciendo que “La difteria en los vacunados es siempre más grave y tiene una
mortalidad de 2 a 4 veces más elevada que en los no vacunados”…”Además la
inmunidad solo dura cinco años”. Más adelante señala: “Las vacunaciones antitifoidea,
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antivariólica (viruela), antidiftérica, no protegen de la enfermedad seis meses o un año
después”.
Mientras en la mayoría de los países de Europa Occidental la enfermedad ha casi
desaparecido, no ocurre lo mismo en los países de las antiguas Repúblicas Soviéticas. A
pesar de 30 años de vacunación sistemática de la difteria en los bebés y de sus
respectivas dosis recuerdo en la infancia se han declarado epidemias en la zona de Rusia
y Ukrania. Las investigaciones realizadas en dichos países han determinado que en las
epidemias han aparecido bacterias diftéricas que han mutado, capaces de secretar una
mayor cantidad toxínica que el bacilo diftérico de la cepa Parke Williams 8, que sirve
generalmente de base a la preparación de la vacuna diftérica.
La asociación Médica Británica prohibió (abril 1950) el uso de la vacuna antidiftérica a
continuación de numerosos casos de polio constatados tras su empleo. Más de 80 niños,
fueron afectados de parálisis infantil, según el Dr. John K. Martin de Londres, y
manifestaron los primeros síntomas poco tiempo después de haber sido vacunados. En
1979 el trabajo de Robert Hutcheson, director de epidemiología del ministerio de la
salud pública de Tenessee, asocia estadísticamente la vacuna DTP a las muertes súbitas
de los bebés. En junio de 1982 el trabajo del Dr. William Torch, de Nevada, establece la
misma relación.
En definitiva, vista la rareza de la difteria, el tratamiento antibiótico efectivo
disponible hoy en día, la cuestionable eficacia de la vacuna y el costo anual
multimillonario de administrarla, y el siempre presente potencial de efectos
peligrosos a largo plazo por esta o cualquier otra vacuna, consideramos que la
continuada vacunación masiva contra la difteria es indefendible.
BIBLIOGRAFIA RECOMENDADA
- A Shot in the Dark. Harris L. Coulter H, Fisher BL. Penguin Group
- Bechamp et Tissot. Vie et Action
- El Gran Vals de las vacunaciones. Dr. Alain Scohy. Liga para la Libertad de
Vacunación
- El tabú de las vacunaciones. Milly Schär-Manzoli. Edit. ATRA-AG STG
- ¿Es bueno vacunarse? Pablo Saz Peiró. Editado por el autor.
- How to raise a healthy Child... in Spite of your doctor. Robert S. Mendelsohn.
- Immunization, The Reality Behind The Myth. Walene James, Bergin &Garvey
- L´Intoxication vaccinale. Fernand Delarue. Seuil
- La catástrofe de las Vacunas Obligatorias. Jules Tissot. Editado por Association
A.L.I.S. de Riom, Francia.
- La vaccination contre les maladies. Une bombe de l,ère médicale. Traducción del
artículo aparecido en l´East Week Journal en noviembre de 1984.
- Las vacunas. Georg Kneissl. Edit. Herder
El miedo inoculado. A vueltas con las vacunas. Dr. Karmelo Bizkarra.
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- Lettre d´information médicale aux consommateurs. Nouveaux arguments contre les
Vaccinations. Santé, Liberté et Vaccinations. Abril-mai-juin 1985
- Los peligros de las vacunas. Xavier Uriarte. Edit Atica
- Mythe ou Réalité. Simone Delarue. Ligue Nationale pour la Liberté des Vaccinations
- Salud e infección, auge y decadencia de las vacunas. Fernand Delarue. Editorial Nueva
Imagen. Editado en 1980.
- Santé, liberté et vaccinations. Ligue Nationale pour la Liberté de Vaccinations. Francia
- The Immunization. The reality behind the Myth. Walene James
- Vaccination Condemned. Elben. Better Life Research, A.N.H.S.
- Vaccinations. Les vérités indésirables. Dr. Michel Georget. Editions Dangles
- Vacciner nos enfants? Dr. Françoise Berthoud. Editions soleil
- Vaccines: Are They Really Safe and Effective. Neil Z. Miller. Edit. New Atlantean
Press
- Vacunaciones sistemáticas en cuestión. Juan Manuel Marín Olmos. Icaria
- Vacunación. El negocio con el miedo. Dr. Gerhard Buchwald. Edicion. Liga por la
libertad de vacunación. 2008
- What About Immunizations? Cynthia Cournoyer. Nelson´s Books
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