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STC 204/2004, de 18 de noviembre: constitucionalidad del artículo 29.2 del Texto
Refundido de la Ley General Presupuestaria por el que se determina la entrega al
Estado de los saldos de cuentas corrientes abiertas en toda clase de sociedades de
crédito o entidades financieras abandonados durante veinte años. Significado y
extensión del derecho constitucional a la propiedad privada.
Saturnina Moreno González
Universidad de Castilla-La Mancha
I.
DOCTRINA DEL TRIBUNAL
Desde la óptica del significado y extensión del derecho constitucional a la propiedad
privada, reconocido en el artículo 33 de la Constitución española (en adelante CE), no
puede considerarse irrazonable o desproporcionada la conducta omisiva –es decir, la
ausencia de toda gestión que implique el ejercicio del derecho de propiedad privada
durante veinte años– de la que el legislador hace derivar la declaración de abandono por
el titular de los saldos de las cuentas corrientes abiertas en toda clase de entidades de
crédito o financieras, con los consiguientes efectos propios de la derrelicción o
abandono, esto es, la extinción del dominio sobre dichos saldos.
Tampoco cabe oponer ninguna objeción, desde la perspectiva del derecho a la
propiedad privada, a la opción del legislador de atribuir al Estado los bienes
abandonados por sus titulares (bienes nullius), ya que tal atribución encuentra
fundamento en su condición de gestor de los intereses generales de la comunidad que el
Estado representa, al objeto de destinarlos a la satisfacción de intereses públicos; lo cual
conecta con el artículo 128 CE, que subordina al interés general toda la riqueza del país
en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad.
II.
ANTECEDENTES JURISPRUDENCIALES
Son muy numerosas las Sentencias del Tribunal Constitucional (STC) que analizan
el significado, contenido esencial y límites constitucionalmente admisibles al derecho
de propiedad privada, por ejemplo, la STC 11/1981, de 8 de abril; STC 6/1983, de 4 de
febrero; STC 111/1983, de 2 de diciembre; STC 18/1984, de 7 de febrero; STC
37/1987, de 26 de marzo; STC 227/1988, de 29 de noviembre; STC 170/1989, de 19 de
octubre; STC 6/1991, de 15 de enero; STC 149/1991, de 4 de julio; STC 194/1991, de
17 de octubre; STC 89/1994, de 17 de marzo.
III.
SUPUESTO DE HECHO
La Sección Decimocuarta y la Sección Decimoséptima de la Audiencia Provincial
de Barcelona plantean sendas cuestiones de inconstitucionalidad en relación con el
artículo 29.2 del Real Decreto-Legislativo 1091/1988, de 23 de septiembre, por el que
se aprueba el Texto Refundido de la Ley General Presupuestaria. El tenor literal del
referido artículo establece:
“Son bienes abandonados por su titular y, como tales, pertenecientes al Estado, los
valores, dinero y demás bienes muebles constituidos en depósito, voluntario o
necesario, en toda clase de Sociedades de crédito o Entidades financieras, respecto de
las cuales y en el plazo de veinte años, no se haya practicado gestión alguna por los
interesados que impliquen el ejercicio de su derecho de propiedad. Este mismo régimen
es aplicable a los saldos de cuentas corrientes abiertas en los referidos establecimientos
o Entidades.”
Ambas cuestiones de inconstitucionalidad traen causa de sendos recursos de
apelación promovidos por el Abogado del Estado contra sentencias de los Juzgados de
Primera Instancia n.º 7 y n.º 29 de Barcelona, en las que se desestimó las demandas
interpuestas por aquél contra dos Cajas de Ahorros (Caja de Pensiones para la Vejez y
de Ahorros de Cataluña y Baleares, y Caixa D’Estalvis de Sabadell, respectivamente) y
se absolvió a las entidades referidas de la pretensión actora de que, con fundamento en
el artículo 29.2 de la Ley General Presupuestaria de 4 de enero de 1977, se declarase la
obligación de las demandadas de entregar al Estado los depósitos abandonados durante
veinte años y se las condenara a entregarle todos aquellos saldos en que dicho plazo se
hubiera cumplido.
Los órganos judiciales contraen su duda de constitucionalidad al inciso final del
precepto y consideran que el mencionado inciso podría ser inconstitucional por vulnerar
el derecho a la propiedad privada reconocido en el art. 33.1 CE, al declarar abandonados
por su titular y, como tales, pertenecientes al Estado los saldos de cuentas corrientes
abiertas en toda clase de sociedades de crédito o entidades financieras respecto de las
cuales en el plazo de veinte años no se haya practicado gestión alguna por los
interesados, que impliquen el ejercicio de su derecho de propiedad.
A juicio de los órganos judiciales promotores de la cuestión de inconstitucionalidad,
el inciso final del art. 29.2 TRLGP vulnera el derecho a la propiedad privada porque
traspasa los límites de razonabilidad y proporcionalidad al atribuir al Estado los saldos
de las cuentas corrientes abandonados, ya que actúa sobre bienes con titular conocido y
sin valorar que dichos saldos siguen prestando una función social provechosa para la
riqueza nacional, pues al titular le producen beneficios, el Estado obtiene ingresos a
través de las obligadas retenciones y la entidad financiera destina el numerario a
inversiones productivas.
IV.
TIPO DE RECURSO
Las Secciones Decimocuarta y Decimoséptima de la Audiencia Provincial de
Barcelona plantean sus respectivas cuestiones de inconstitucionalidad sobre la base del
artículo 35 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional. Como es sabido, este
precepto establece los requisitos procesales necesarios para el planteamiento de la
cuestión de inconstitucionalidad. En este sentido, los órganos judiciales promotores de
la cuestión manifiestan que el precepto cuestionado tiene rango legal, así como que es la
norma aplicable al caso y que de su validez depende el fallo del proceso, pues en él se
sustenta jurídicamente la petición del Estado de que le sean entregados los saldos
abandonados en poder de ambas Cajas de Ahorro.
Sin embargo y en relación a la primera de las cuestiones de inconstitucionalidad
planteadas, no puede entenderse debidamente cumplido el trámite de audiencia a las
partes y al Ministerio Fiscal antes de elevar la cuestión al Tribunal Constitucional. En
efecto, en este caso no se había dado audiencia al Ministerio Fiscal antes del inicial
planteamiento de la cuestión, lo que determinó su inadmisión por ATC 136/1995, de 9
de mayo. La Sección proponente procedió entonces a subsanar la referida omisión
dando un trámite de audiencia al Ministerio Fiscal. No obstante, una vez evacuado aquel
trámite por el Ministerio Fiscal y sin dictar nueva resolución, el órgano judicial
procedió a enviar de nuevo lo actuado al Tribunal Constitucional “a los efectos de lo
acordado en el Auto de 14 de febrero”, esto es, el Auto de planteamiento de la cuestión
de inconstitucionalidad inadmitido a trámite por la omisión del antes referido trámite de
audiencia. Tal y como acertadamente señala el Fiscal General del Estado en su escrito
de alegaciones de 14 de julio de 1995, esta forma de subsanar el defecto observado
“defrauda el texto, sentido y finalidad de la norma, habiendo existido una ignorancia de
las razones expuestas por el Ministerio Fiscal en torno al dictamen que se le solicitó y
que debía, cuando menos y por razón de coherencia procesal, haber alterado los
antecedentes de hecho del anterior Auto de planteamiento de la cuestión de
inconstitucionalidad”.
El Tribunal Constitucional estima el óbice procesal puesto de manifiesto por el
Fiscal General del Estado y, en consecuencia, no admite la cuestión de
inconstitucionalidad planteada por la Sección Decimocuarta de la Audiencia Provincial
de Barcelona, no sin antes recordar que “el trámite de audiencia a las partes y al
Ministerio Fiscal, previsto en el art. 35.3 LOTC, y relativo a la pertinencia de plantear
la cuestión de inconstitucionalidad, no sólo tiene como objetivo garantizar la audiencia
de aquéllos, sino también poner a disposición del Juez un medio que le permita conocer
la opinión de los sujetos interesados con el fin de facilitar su reflexión sobre la
conveniencia o no de proceder a la apretura de dicho proceso. En consecuencia, la
audiencia previa del art. 35.2 LOTC no es un simple trámite carente de más
trascendencia que la de su obligatoria concesión, sino que su exigencia persigue poner
a disposición del Juez un medio que le permita conocer con rigor la opinión de los
sujetos interesados sobre la oportunidad o pertinencia de plantear una cuestión de
inconstitucionalidad” (FJ 2.º. Vid. STC 133/2004, de 22 de julio, y ATC 218/2001, de
17 de julio).
V.
FUNDAMENTOS JURÍDICOS
Puesto que la duda de constitucionalidad se plantea en relación con la posible
vulneración por el inciso final del art. 29.2 TRLGP del derecho a la propiedad privada,
el Tribunal Constitucional evoca su doctrina referente al significado y extensión del
referido derecho.
Señala, en primer lugar, la extraordinaria y profunda transformación sufrida por este
derecho en el último siglo, lo que “impide considerarlo hoy como una figura jurídica
reconducible exclusivamente al tipo extremo descrito en el art. 348 del Código civil”.
Por el contrario, la institución dominical ha experimentado una extraordinaria
diversificación en una pluralidad de figuras o situaciones jurídicas reguladas con un
alcance y significado diversos. En consecuencia, “el derecho constitucional a la
propiedad privada puede recaer en la actualidad, y por lo que aquí interesa, como se
infiere de la interpretación conjunta de los apartados 1 y 3 del art. 33 CE, tanto sobre
bienes como sobre derechos, en este caso los del titular de la cuenta corriente sobre su
saldo” (FJ 5.º).
Recuerda a continuación que, en virtud de lo dispuesto en el art. 53.1 CE, al derecho
a la propiedad privada le es aplicable la garantía del necesario respeto a su contenido
esencial, entendido como “aquella parte del contenido del derecho que es
absolutamente necesaria para que los intereses jurídicamente protegibles, que dan vida
al derecho, resulten real, concreta y efectivamente protegidos. De este modo, se rebasa
o se desconoce el contenido esencial cuando el derecho queda sometido a limitaciones
que lo hacen impracticable, lo dificultan más allá de lo razonable o lo despojan de la
necesaria protección” (FJ 5.º).
Haciendo proyección de la consolidada doctrina sobre el contenido esencial de los
derechos constitucionales sobre el derecho a la propiedad privada, el Tribunal
Constitucional afirma “que la Constitución reconoce un derecho a la propiedad privada
que se configura y protege, ciertamente, como un haz de facultades individuales sobre
las cosas, pero también y al mismo tiempo, como un conjunto de derechos y
obligaciones establecidos, de acuerdo con las Leyes, en atención a valores o intereses
de la comunidad, es decir, a la finalidad o utilidad social que cada categoría de bienes
objeto de dominio está llamada a cumplir. Por ello, la fijación del contenido esencial
de la propiedad no puede hacerse desde la exclusiva consideración subjetiva del
derecho o de los intereses individuales que a éste subyacen, sino que debe incluir
igualmente la necesaria referencia a la función social, entendida no como mero límite
externo a su definición o ejercicio, sino como parte integrante del derecho mismo” (FJ
5.º).
En definitiva, es al legislador a quien corresponde delimitar el contenido del derecho
de propiedad en relación con cada tipo de bines, pero el límite a su actuación lo
encontrará, a efectos de la aplicación del art. 33.3 CE, en el contenido esencial del
referido derecho, es decir, en no sobrepasar “las barreras más allá de las cuales el
derecho dominical y las facultades de disponibilidad que supone resulte recognoscible
en cada momento histórico y en la posibilidad efectiva de realizar el derecho” (FJ 5.º).
Descendiendo al análisis del artículo 29.2 TRLGP, el Tribunal Constitucional
estudia, en primer lugar, la evolución normativa que condujo a la aparición del precepto
cuestionado; este estudio histórico le permite concluir que el art. 29.2 TRLGP “es el
eslabón de una cadena y no supone ninguna ruptura institucional con nuestra
legislación precedente reguladora de la titularidad dominical sobre los valores, el
dinero y demás bienes muebles depositados en entidades de crédito o financieras” (FJ
6.º).
Por lo que se refiere a la estructura del art. 29.2 TRLGP, el Tribunal Constitucional
diferencia, como ya hiciera el Abogado del Estado en su escrito de alegaciones, dos
proposiciones jurídicas reveladoras de su verdadero alcance y significado: la primera es
la relativa a la extinción o pérdida del derecho de propiedad por abandono; la segunda
se refiere a la atribución al Estado de tales bienes en cuanto abandonados.
Pues bien, la duda de constitucionalidad del órgano judicial en relación precepto
cuestionado gira esencialmente sobre la primera de las proposiciones jurídicas, esto es,
la relativa a la extinción o pérdida del derecho de propiedad por abandono. En este
sentido, el Tribunal Constitucional declara que “el citado precepto recoge una regla
general y abstracta que define y delimita con criterios objetivos el régimen jurídico de
los saldos de dinero en cuentas corrientes abiertas en toda clase de sociedades de
crédito o entidades financieras, de conformidad con la cual el saldo se entiende
abandonado por su titular si en el plazo de veinte años no realiza gestión alguna que
implique el ejercicio de su derecho de propiedad”. Se ha establecido, pues, una
presunción iuris tantum, por lo que “cualquier acto o conducta demostrativa o que
ponga de manifiesto la titularidad de los bienes o cualesquiera de las facultades de
dominio sobre los mismos excluye de raíz cualquier posibilidad de abandono [...] Ahora
bien, la interpretación en cada caso de lo que pueda o no considerarse como gestión es
una cuestión totalmente ajena a la constitucionalidad del precepto, que compete
realizar, y determinar, en el ejercicio de su función jurisdiccional a los Jueces y
Tribunales, para lo que disponen de un amplio margen de apreciación” (FJ 7.º).
Respecto al plazo de veinte años fijado por el legislador y al que se ciñe, junto a la
presunción de abandono, la extinción del dominio sobre los saldos de las cuentas
corrientes, el Tribunal Constitucional considera, al igual que el Abogado del Estado,
que “es un plazo que ha de considerarse largo en las condiciones de vida actual,
caracterizada por el uso generalizado de los servicios de las entidades bancarias y
proporcionado, como subraya también el Fiscal General del Estado, si se compara con
otros plazos previstos en el Código Civil […]” (FJ 7.º).
Por último, en cuanto a la segunda proposición jurídica que conforma el art. 29.2
TRLGP, la atribución de los bienes abandonados al Estado, ninguna objeción cabe
oponer desde la óptica del derecho a la propiedad privada a la opción del legislador
consistente en atribuir al Estado unos bienes abandonados por sus titulares y, por tanto,
bienes nullius, ya que “tal atribución encuentra fundamento en su condición de gestor
de los intereses generales de la comunidad que el Estado representa, al objeto de
destinarlos a la satisfacción de aquellos intereses, lo que conecta con el mandato del
art. 128.1 CE de subordinación al interés general de toda la riqueza del país en sus
distintas formas y sea cual fuere su titularidad” (FJ 8.º).
Sobre la base de todos los argumentos anteriores, el Tribunal Constitucional
concluye que el art. 29.2 LGP es constitucional y desestima la cuestión de
inconstitucionalidad planteada por la Sección Decimoséptima de la Audiencia
Provincial de Barcelona.
VI.
COMENTARIO CRÍTICO
En líneas generales, compartimos tanto la argumentación como el fallo alcanzado
por el Tribunal Constitucional. No obstante, consideramos conveniente efectuar algunas
reflexiones directamente relacionadas con el contenido del artículo 29.2 TRLGP y sobre
las que el Tribunal no se detiene, o lo hace muy brevemente.
En primer lugar, como acertadamente se afirma en el fundamento jurídico séptimo
de la Sentencia y sostiene el Fiscal General del Estado en su escrito de alegaciones, la
presunción que establece el precepto legal cuestionado de bien abandonado es una
presunción iuris tantum en tanto en cuanto no impide la acreditación por su titular de
actos que impliquen el uso del derecho. No es, en contra de la opinión sostenida por los
órganos judiciales promotores de la cuestión de inconstitucionalidad y por el Abogado
del Estado en el escrito de alegaciones formulado a la primera de las cuestiones
plantadas ante el Tribunal, una presunción iuris et de iure, puesto que para considerarla
como tal se exige el mandato expreso del legislador (art. 1251 Código Civil), algo que
no ocurre en este caso. En consecuencia, cualquier conducta demostrativa o que ponga
de manifiesto la titularidad de los bienes o cualquier facultad de dominio sobre los
mismos excluye la aplicación de la referida presunción. Ahora bien, el artículo 29.2
TRLGP no identifica, a diferencia de sus precedentes normativos (v. gr. Ley de
Administración y Contabilidad del Estado de 7 de julio de 1911, y Real Decreto-ley de
24 de enero de 1928), qué actos o conductas implican o pueden implicar la falta de
gestión y el consiguiente abandono. Y el Tribunal Constitucional afirma que ésta es una
cuestión totalmente ajena a la constitucionalidad del precepto, que compete realizar y
determinar en el ejercicio de su función jurisdiccional a los jueces y tribunales.
Las expresiones “sin gestión alguna” y “abandono” empleadas en el art. 29.2
TRLGP constituyen conceptos de difícil precisión, cuya interpretación corresponde,
pues, a los órganos de la jurisdicción ordinaria, los cuales gozan de un amplio margen
de apreciación que les permite estrechar o dilatar el ámbito de aplicación del
mencionado precepto legal. No obstante, es posible efectuar algunas precisiones en
relación con la interpretación del referido artículo. En primer lugar, el hecho de que el
titular de la cuenta sea conocido no impide que el saldo pueda presumirse abandonado,
siempre que el titular de dicha cuenta no realice acto demostrativo alguno de su
titularidad durante veinte años. Por otra parte, entendemos que puede resultar
conveniente, a la hora de calificar un bien o derecho como abandonado por su titular,
atender a las características (obligaciones asumidas por ambas partes, duración, etc.) del
producto financiero contratado. En tercer lugar, y en relación con la expresión “sin
gestión alguna”, de la literalidad del precepto se infiere la necesidad de un
comportamiento activo por parte del titular de la cuenta corriente, como, por ejemplo,
la verificación de apuntes en cuenta, la realización de una imposición o un reintegro, la
solicitud expresa de información sobre el estado de la cuenta o sobre los intereses
devengados, la reinversión de todo o parte del saldo de la cuenta en otros productos
financieros. Por ello, no creemos puedan considerarse como actos de gestión las
informaciones periódicas que la entidad de crédito envía de oficio al titular de la cuenta,
ni la gestión que de la misma realice la entidad financiera, tal como el destino del saldo
a determinadas inversiones, por cuanto la acción positiva que el art. 29.2 TRLGP
reclama para romper la presunción se refiere al titular de la cuenta corriente y no a un
tercero (la entidad depositaria) En todo caso, la preservación del derecho constitucional
a la propiedad privada del titular de la cuenta exige una buena dosis de cautela en la
actuación de jueces y tribunales.
El artículo 29.2 TRLGP ha sido objeto de estudio en muy pocas ocasiones por
jueces y tribunales ordinarios. Sin embargo, no por escasos tales pronunciamientos
dejan de tener relevancia jurídica, sobre todo porque en buena parte de ellos se ha
analizado si las Cajas de Ahorros están comprendidas entre las entidades a que hace
referencia el mencionado precepto o si, por el contrario, se les debía aplicar el artículo
54 del Real Decreto-ley de 21 de noviembre de 1929, en virtud del cual los valores,
depósitos y saldos abandonados por sus titulares corresponden, no al Estado, sino a las
Cajas de Ahorro depositarias, para ser aplicados, en su totalidad, a la realización de sus
obras sociales, culturales y benéficas.
Es paradigmática, en este sentido, la Sentencia de la Sala de lo ContenciosoAdministrativo del Tribunal Supremo de 22 de julio de 1999 [RJ 1999\6141], recaída en
recurso de casación n.º 7494/1994, que desestimó el recurso interpuesto contra la
Sentencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional, de 10
de mayo de 1994, desestimatoria, a su vez, del recurso interpuesto por la entidad “Caja
de Ahorros y Pensiones de Barcelona, La Caixa”, contra una Resolución del Ministerio
de Economía y Hacienda de 27 de noviembre de 1987, en la que se había denegado la
pretensión de la referida Caja de Ahorros de ser excluida del régimen previsto en el
artículo 29.2 de la Ley 11/1977, de 4 de enero, General Presupuestaria.
La entidad recurrente pretendía la aplicación del Real Decreto-ley de 21 de
noviembre de 1929, por el que se aprobó el régimen jurídico del ahorro popular y creó
un Estatuto especial para las Cajas de Ahorro Popular, por cuanto su artículo 54
establecía: “Las Cajas Generales de Ahorro se ajustarán a las peculiares disposiciones
de sus Estatutos o Reglamentos y acuerdos reglamentarios en orden a la caducidad de
las libretas o cuentas de ahorro, para el caso de no haberse realizado en ellas, durante
veinte años consecutivos, ninguna imposición ni reintegro alguno, ni anotación de
intereses, a instancia del titular o de sus derechohabientes. El importe de las libretas o
cuentas de ahorro que se declaren caducadas se aplicará, en su totalidad, a la realización
de obras sociales, culturales y benéficas por las propias Cajas”.
La referida norma constituía una excepción a los artículos 1 y 3 del Real Decreto-ley
de 24 de enero de 1928, que declaraban “bienes abandonados por su dueño y, como
tales, pertenecientes al Estado, los valores o metálicos que se hallen constituidos en
depósito, tanto voluntario como necesario, en Bancos, Banqueros, Sociedades de
Crédito y toda clase de entidades privadas que no sean de carácter benéfico, respecto de
los cuales en el plazo de veinte años no se hubiera percibido el importe del todo o parte
de los intereses devengados, ni practicado gestión alguna por los interesados con igual
régimen y consecuencias para los saldos de las cuentas corrientes”.
El recurso de casación interpuesto por La Caixa se fundaba en dos motivos
impugnatorios: la infracción del ordenamiento y doctrina del Tribunal Supremo por
haber interpretado inadecuadamente la naturaleza de las Cajas de Ahorro, ya que, a
juicio de la recurrente, no cabía subsumirlas en los conceptos de “sociedades de crédito”
o de “entidades financieras” a que se refiere el art. 29.2 LGP; e infracción del
ordenamiento jurídico y, en particular, del artículo 2.2 del Código Civil y doctrina
jurisprudencial que interpreta la derogación tácita de las normas.
No corresponde a un comentario de esta naturaleza adentrarse en el espinoso,
complejo y discutido tema de la naturaleza jurídica de las Cajas de Ahorros (Vid. J.
FERNÁNDEZ COSTALES, 1999; asimismo, SSTC n.º 48 y n.º 49 de 22 de marzo de
1988); simplemente, nos compete poner de manifiesto que para el Tribunal Supremo
“las Cajas de Ahorro, si bien son, efectivamente, personas jurídicas o instituciones de
naturaleza fundacional y de carácter benéfico-social […] y carecen, en sus actividades
financieras (cada vez más numerosas), de ánimo de lucro y de propósito alguno de
reparto de beneficios o de excedentes económicos […], realizan, sin embargo,
actividades propias de entidades de crédito”, tal como se deduce, entre otras, de la Ley
31/1985, de 2 de agosto, sobre Regulación de las Normas Básicas de los Órganos
Rectores de las Cajas de Ahorro, de la Ley 26/1988, de 29 de julio de Disciplina e
Intervención de las Entidades de Crédito, y del Real Decreto Legislativo 1298/1986, de
28 de junio, de Adaptación del derecho vigente en materia de entidades de crédito al de
las Comunidades Económicas Europeas, cuyo artículo 1.2 c) entiende por “Entidad de
Crédito”, de acuerdo con la Directiva 77/80, de 12 de diciembre, a las Cajas de Ahorro
(Fundamento de Derecho tercero).
Por todo ello, y realizando una interpretación gramatical del artículo 29.2 LGP, el
Tribunal Supremo afirma que la frase “toda clase de sociedades de crédito o entidades
financieras” incluye en su contexto y en su sentido técnico jurídico a las Cajas de
Ahorro, en cuento su carácter benéfico-social no las priva de su naturaleza crediticia y
financiera. La inclusión de las Cajas de Ahorro en el citado artículo 29.2 LGP implica,
en definitiva, “que deba entenderse derogado lo al efecto dispuesto en el artículo 54 del
Real Decreto-ley de 21 de noviembre de 1929, pues, aunque no está comprendida dicha
última normativa en la tabla de leyes que se derogan de la disposición derogatoria de la
mencionada LGP, sí queda afectada por la cláusula genérica de esa misma disposición”
(Fundamento de Derecho tercero).
Parecidas conclusiones se han alcanzado en pronunciamientos contemporáneos o
posteriores, como las Sentencias de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo, de 8 de
mayo de 1999 [RJ 1999\3369] y de 21 de marzo de 2000 [RJ 2000/1496].
VII.
RELEVANCIA JURÍDICA
La argumentación empleada por el Tribunal Constitucional para declarar la
constitucionalidad del enunciado jurídico incorporado en el artículo 29.2 TRLGP sigue
teniendo relevancia jurídica a pesar de la derogación del Texto Refundido de la Ley
General Presupuestaria por la Ley 47/2003, de 26 de noviembre, General
Presupuestaria, en vigor desde el 1 de enero de 2005. Y ello porque, aunque la nueva
Ley General Presupuestaria no recoge un enunciado análogo al contenido en el artículo
29.2 TRLGP, la Ley 33/2003, de 3 de noviembre, del Patrimonio de las
Administraciones Públicas contempla, en su artículo 18.1, una previsión muy similar a
la del precepto legal cuestionado en la STC 204/2004, si bien la lectura de ambos textos
permite apreciar algunas diferencias en sus respectivas redacciones.
El artículo 18.1 de la Ley del Patrimonio de las Administraciones Públicas
establece: “Corresponden a la Administración General del Estado los valores, dinero y
demás bienes muebles depositados en la Caja General de Depósitos y en entidades de
crédito, sociedades o agencias de valores o cualesquiera otras entidades financieras, así
como los saldos de cuentas corrientes, libretas de ahorro u otros instrumentos similares
abiertos en estos establecimientos, respecto de los cuales no se haya practicado gestión
alguna por los interesados que implique el ejercicio de su derecho de propiedad en el
plazo de veinte años”.
El artículo 18 forma parte del Capítulo Único del Título I de la Ley 33/2003,
integrado por trece artículos y dedicado a regular el régimen jurídico de la “adquisición
de bienes y derechos” por las Administraciones Públicas.
VIII. BIBLIOGRAFÍA
En relación con el significado, contenido esencial y límites al derecho constitucional
de propiedad privada vid. GARRIDO FALLA, F.: Comentarios a la Constitución,
Civitas, Madrid, 1985, pp. 691-703; LÓPEZ Y LÓPEZ, A. M.: La disciplina
constitucional de la propiedad privada, Tecnos, Madrid, 1988; REY MARTÍNEZ, F.:
La propiedad privada en la Constitución Española, BOE-CEC, Madrid, 1994; PÉREZ
LUÑO, A. E., y RODRÍGUEZ DE QUIÑONES Y DE TORRES, A.: “Artículo 33”, en
ALZAGA VILLAAMIL, O. (Dir.): Comentarios a la Constitución española de 1978,
Tomo III, Cortes Generales-Editoriales de Derecho Reunidas, Madrid, 1996, pp. 493­
541; COLINA GAREA, R.: La función social de la propiedad privada en la
Constitución Española de 1978, Bosch, Barcelona, 1997.
Respecto al artículo 29.2 de la Ley General Presupuestaria de 1977, vid.
GONZÁLEZ SÁNCHEZ, M.: “Artículo 29 de la Ley 11/1977, de 4 de enero, General
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Sobre la naturaleza jurídica de las Cajas de Ahorro, vid. FERNÁNDEZ
COSTALES, J.: “Las fundaciones y las entidades de crédito: las cajas de ahorro”,
Aranzadi Civil, n.º 12, 2000, pp. 13-46.
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