Hacia una cohesión social sin hambre en América Latina

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Hacia una cohesión social sin hambre en América
Latina
Por: José Luis Vivero Pol | Opinión
Sabado 7 de Julio de 2007 | Hora de publicación: 01:23
La cohesión social es el nuevo paradigma de desarrollo en América Latina, un paradigma
que ha venido para quedarse y que hoy en día monopoliza los numerosos debates sobre
desarrollo económico, social y consolidación de las democracias que se están llevando a lo
largo de Iberoamérica. Este boom de la cohesión social que estamos viviendo tiene como
horizonte inmediato a la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, que este año se
celebra en Chile, y cuyo tema central será justamente la cohesión social y las políticas
públicas.
La cohesión social, como esquema de desarrollo de los pueblos basado en el enfoque de derechos
humanos, se articula en torno a tres elementos que se potencian entre sí: la reducción de brechas
sociales, especialmente la brecha en los ingresos; la garantía del disfrute de derechos de los ciudadanos,
y la promoción del sentido de pertenencia a la sociedad. Estos temas, que fueron recogidos de la
experiencia europea de acercamiento de sociedades diversas y economías dispares, están pasando por el
tamiz latinoamericano para construir un modelo propio de cómo conseguir cohesión social, con una
realidad histórica y geopolítica diferente y, sobre todo, con un punto de partida distinto. Y es ahí donde
estamos dejando el hambre olvidada en una esquina. Porque a veces no tenemos presente que en
Latinoamérica sí existe el hambre. Hambre de más cohesión social, es cierto, pero sobre todo hay hambre
de la básica, de alimentos sanos y nutritivos, suficientes y permanentes. Guatemala, por ejemplo, tiene
uno de cada dos niños desnutridos; en Panamá hay un cuarto de la población que pasa hambre, y en
Paraguay el hambre crece a pesar de que la pobreza se reduce.
Europa no tenía 53 millones de hambrientos, como tiene América Latina hoy, cuando empezó a hablar de
cohesión social; no tenía más de 9 millones de niños desnutridos cuando propuso la promoción del
“espacio europeo”. Tampoco tenía generaciones enteras de niños condenados a perpetuar la miseria y la
exclusión porque padecen desnutrición crónica, que les impedirá asistir a la escuela, y aún si asisten no
podrán asimilar lo que les enseñan. No podrán conseguir mejores trabajos, no ganarán buenos sueldos, no
podrán curarse las enfermedades ni comprar alimentos suficientes para ellos mismos y sus familias. Esto
hará que sus hijos repitan ese círculo vicioso de marginación. Pero, por sorprendente que sea, el hambre
y la desnutrición han estado “notablemente” ausentes de los debates políticos y seminarios académicos
sobre la cohesión social.
América Latina disfruta hoy de una situación favorable para enfrentar los desafíos vinculados con una
mayor cohesión social. Después de cuatro años de crecimiento sostenido en la mayor parte de los países
de la región —con un promedio anual de crecimiento del PIB del 3%—, de una importante reducción de la
pobreza extrema, de una mayor preocupación de los gobiernos por los problemas sociales y una expansión
de los gastos públicos, y tras una institucionalización democrática creciente, están dadas las condiciones
para reducir drásticamente la profunda brecha económica y social que nos afecta desde hace décadas.
En estas condiciones, ¿cómo puede ser que las sociedades latinoamericanas, con un mínimo de cohesión,
no puedan cubrir necesidades tan básicas como la alimentación de sus ciudadanos? Sobre todo,
considerando que la producción de alimentos en América Latina y el Caribe en el 2004 excedió en un 30%
las necesidades de proteínas y calorías para satisfacer los requerimientos energético la población. Es
señal inequívoca de que algo no funciona en la cohesión social si los mecanismos de solidaridad y de
protección, o las formas en que están instituidos, marginan a tantas personas de un umbral mínimo de
satisfacción de necesidades.
Al notar que el hambre y la desnutrición estaban quedando fuera de la locomotora de la cohesión social
en América Latina, con el riesgo de que los muy excluidos quedaran fuera de la película, la CEPAL, la FAO
y el PMA comenzaron un esfuerzo por reposicionar el tema del hambre en la agenda del desarrollo en la
región, explicitándolo y planteando su erradicación como elemento central y prioritario de las políticas
públicas. De igual modo, se están priorizando las intervenciones dirigidas a eliminar la desnutrición
crónica infantil, la manifestación más extrema e irreversible de la exclusión social. En ese sentido, se ha
presentado un documento titulado “Hambre y Cohesión Social” en un seminario reciente en Madrid, en el
cual se dan algunas claves sobre qué se puede hacer a nivel nacional y regional para que el hambre sea
sólo una referencia en los libros de historia, y no una realidad sangrante que se alterna en los países de la
región con crecimientos del PIB anual del 7% o con concesionarios de Ferrari que cada año venden varios
autos del modelo más actual.
Actualmente hay dos iniciativas en curso en la región, cuyo objetivo en erradicar el hambre y la
desnutrición crónica cuanto antes. Una se llama “América Latina y Caribe sin Hambre”, lanzada por Brasil
y Guatemala y apoyada por FAO, y la otra es “Hacia la erradicación de la Desnutrición Crónica Infantil”,
lanzada por el PMA, con el apoyo de CEPAL y del BID. Ambas son iniciativas que apoyan la consecución de
los Objetivos de Desarrollo del Milenio, pero ponen la meta un poco más allá: ya no vale con reducir el
hambre a la mitad, es imperativo acabar con ella.
La voluntad política es la clave, clave que casi siempre ha faltado. A esto se le añade la construcción de
una institucionalidad adecuada y duradera, para lo cual se necesitan leyes de seguridad alimentaria,
planes de largo plazo, estrategias consensuadas con diversos actores, para poder crear verdaderas
“Políticas de Estado”. Y, finalmente, necesitamos la clave que mueve al mundo desde hace siglos: el
dinero, los fondos para llevar a cabo esos programas que lleven acciones concretas a los más necesitados.
Queda claro que la erradicación del hambre debe ser la primera prioridad política, y la primera urgencia
temporal, en el camino hacia una mayor cohesión social y equidad en América Latina. El Derecho a la
Alimentación debe ser parte de los derechos mínimos que toda sociedad debe garantizar a sus ciudadanos.
Reducir la brecha de oportunidades e ingresos, condición básica para el logro de mayor cohesión social,
implica en primera instancia mejorar las condiciones de vida de aquellos que no tienen lo elemental para
vivir. Acabar con el flagelo del hambre tiene que dejar de ser un reclamo retórico para convertirse en un
compromiso y en un paso imprescindible hacia una auténtica cohesión social.
* Es oficial de la FAO, trabajando en la Iniciativa América Latina y Caribe sin Hambre, que tiene su
secretaría en la Oficina Regional de FAO para América Latina y el Caribe, Santiago, Chile.
[email protected]
www.rlc.fao.org/iniciativa
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